LOGIN Contactos Búsqueda HACER UNA DONACIÓN Español JUEVES, 21 DE MARZO DE HACER 2024 UNA DONACIÓN INICIO XAVERIANOS COMUNICACIONES Acceso EVENTOS MULTIMEDIA Madurez humana y castidad religiosa Anterior HOME ● COMUNICACIONES ● 1.- Introducción PUBLICACIONES ● Siguiente FORMACIÓN Rubén Macias Sapién sx 30 Noviembre Con este tema quisiera comenzar una serie de tres charlas sobre un argumento por demás importante en nuestra vida y en nuestro proceso de formación, sin pretender agotarlo ni decir cosas que no hayan escuchado alguna vez, sino más bien contribuir con un granito más en el proceso de madurez que cada uno de ustedes debe hacer, no solo durante la formación, sino durante toda la vida; hablar de la sexualidad y de la vida consagrada es un argumento que nunca debe de terminar, más aún si el encuadre de estos temas es la madurez humana; en este sentido es un compromiso que nunca termina, es un proceso que siempre presenta cúspides que alcanzar, metas que lograr, satisfacciones que alcanzar. +++ Ciertamente muchos de nosotros venimos de culturas donde el tema de la sexualidad esta rodeado de tabús, de sombras o de miedos, que nos pueden llevar a una profunda incomprensión de la sexualidad humana y del sentido y valor que ella tiene en el voto de castidad; incomprensión debida por ejemplo a una cierta ignorancia en cuanto a su dimensión biológica, pero sobre todo en cuanto a su dimensión psicológica y espiritual. Esta ignorancia lleva a no pocos religiosos a vivir su castidad principalmente comprendida como una renuncia dolorosa; con frecuencia se concibe la castidad de manera demasiado voluntarista y/o represiva, no solo de los deseos sexuales, sino de todo amor profundo. En otros casos se llega incluso a manifestar una dificultad para aceptar plena y serenamente la propia sexualidad, casi como negándola, cayendo en ciertos angelismos o visiones negacionistas que finalmente terminan en actitudes represivas del impulso sexual y de los sentimientos o manifestaciones afectivo sexuales. No es difícil encontrar religiosos que nos saben manifestar sus sentimientos, que optan por no expresar nada, aún si, siendo plenamente humanos, dentro de ellos hay toda una seria de impulsos, deseos, sentimientos. +++ Otros también optan por el “aislamiento emocional”, ese mecanismo de defensa que aparece, ante una atracción, un deseo, un impulso que provoca inseguridad, miedo a perder el control de los impulsos sexuales y por lo tanto se opta por “retirarse a un castillo cerrado” que protege a la persona contra toda relación interpersonal profunda. 2021 858 Vistas Disponible en ESPAÑOL Etiquetas 2021 ESPAÑOL FORMAZIONE MACIAS Otro grande peligro, de hecho, muy frecuente en los religiosos, aún si viven de manera fiel y “pulcra” su castidad, es caer en actitudes egoístas o que llamaríamos dejarse llevar por la psicología del solterón. Cuantos hermanos no se vuelven exigentes, egoístas, amigos de sus comodidades y de la “buena vida”, apegados a personas, oficios y lugares; temerosos de una entrega generosa y sacrificada por los demás. Además de estos peligros no tan visibles, existe también aquellos que viven desgraciadamente una castidad muy ambigua, viviendo su consagración, pero abrigando simultáneamente la añoranza de amores humanos y placeres a los que se ha renunciado; siempre acariciando la esperanza secreta de volver a poseer lo que se entregó en un momento de romanticismo juvenil. Se vive en la mediocridad, en el doblez, en la hipocresía, repartiendo el corazón entre el amor espiritual y el amor más o menos sensual a las criaturas. Se quisiera permanecer en la vida religiosa, pero disfrutando al mismo tiempo de los afectos y placeres a que tiene derecho la persona casada. Para evitar todo esto, hermanos, debemos asumir nuestra realidad de ser seres sexuados, aceptar formarnos y despertar en nosotros procesos de integración y de maduración de esta dimensión tan humana y tan divina como es la afectividad, la sexualidad. 2.- Actitud positiva ante la castidad En los próximos encuentros trataremos pues contribuir a nuestro proceso de formación, hoy hablaremos de manera positiva sobre la castidad bajo la luz de Cristo y su Reino; la próxima vez hablaremos de la afectividad y la sexualidad sobre todo desde nuestra realidad varonil y por último reflexionaremos sobre algunas problemáticas a evitar. Como nos lo enseña el Vaticano II, “La castidad "por el Reino de los cielos", que profesan los religiosos, debe ser estimada como un singular don de la gracia. Ella libera de modo especial el corazón del hombre para que se inflame más en el amor a Dios y a todos los hombres, y es, por lo mismo, signo peculiar de los bienes celestiales y medio aptísimo para que los religiosos se dediquen con alegría al servicio divino y a las obras de apostolado. Evocan así ellos ante todos los cristianos aquel maravilloso connubio instituido por Dios y que habrá de tener en el siglo futuro su plena manifestación, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único Esposo” (Perfectae Caritatis 12). A partir de esta afirmación del Vaticano II podemos entender que el motivo mas íntimo y fuerte de la castidad consagrada, sólo puede encontrarse en el amor personal a Jesucristo, en la adhesión a su Reino y en la entrega al prójimo. Sólo cuando estas motivaciones se hayan convertido en vida propia, será posible vivir la castidad perfecta con esa actitud alegre, decidida, sin arrepentimientos ni añoranzas. Sobre estas motivaciones quisiera insistir en esta primera parte. Para la persona consagrada, el objeto y la finalidad hacia donde orienta su deseo pulsional no podrá ser otro sino el del Reino de Dios. De ese proyecto utópico hace su objeto de amor, sin pasar por la mediación de la pareja, tal como hará el seguidor de Jesús que opta por el matrimonio. El célibe centra lo más radical de su deseo en la construcción de una sociedad digna del ser humano y digna de Dios y es ahí también donde pondrá sus anhelos y donde encontrará también sus gratificaciones más importantes. Es la pasión por un proyecto de transformación de la realidad humana que, dinamizado por la utopía, aspira a la constitución de una fraternidad entre todos los hombres y mujeres, como hijos todos de un mismo Padre. Su historia personal, su dinámica afectiva, sus cualidades (que en fe llamará sus "carismas"), todo a la vez confluye para elaborar una vocación personal en la que será directamente el Reino de Dios el objeto de su pasión. Es verdad que también el casado esta llamado a hacer del Reino su objeto último, condensador también de su inquietud, de su interés y de su anhelo. Pero, a diferencia del célibe, lo hará por la mediación y compañía de un objeto más cercano, único, un tú concreto con el que vivirá el ejercicio y desarrollo de las dimensiones eróticas y genitales de la sexualidad, con la posibilidad, además, de crear una familia. El célibe, sin embargo, opta por constituir el Reino como su más directo objeto de atracción, sin mediación ni compañía de alguien que, de modo único, íntimo y exclusivo, acompañe y comparta el proyecto, al vivo ejemplo de Jesús. 3.- Jesús, modelo de identificación y objeto de amor En ese proyecto que acapara lo más decisivo de la afectividad, Jesús se constituye en el inspirador fundamental y en el modelo más relevante. Esto quiere decir que la figura de Jesús ha de convertirse en el mejor y en el más operativo de los objetos de identificación que pueda encontrar el consagrado. Recordemos que somos resultado de un conjunto de identificaciones que se fueron produciendo desde el mismo día de nuestro nacimiento. Nuestra afectividad y sexualidad ha sido condicionada positivamente o negativamente por tantas personas con las que nos identificamos. Entre esos modelos de identificación la figura de Jesús vino también a ocupar un lugar importante desde algún día de nuestra vida, sobre todo desde el inicio de nuestra fe cristiana. En el momento inicial de la vocación esa figura de Jesús cobró una relevancia única que lo separó y puso aparte de todas las demás. Pretendimos que fuera nuestra referencia más exclusiva. Seguir sus pasos, asumir un destino como el suyo, expandir la misma vida redentora en favor de los otros, se presentó como el proyecto más íntimo y configurador de nuestra vida en esos momentos. Toda nuestra dinámica afectiva recibió así probablemente uno de los impactos más decisivos y configuradores de los habidos hasta entonces. Jesús, pasó así de ser no sólo objeto de identificación, modelo a seguir; sino también objeto de amor, es decir, polo que condensa la energía de nuestra afectividad. No se trataba ya de "ser como", sino también y sobre todo de "tener a", como toda dinámica amorosa pretende. La dinámica del amor se instaló así, guiando nuestro Ideal y condensando buena parte de nuestro mundo afectivo. Hermanos, esto es clave en la comprensión de la castidad, en lo que estamos llamados a vivir, en el proceso que debemos desatar en nosotros.+++ Cierto que el amor pide una previa identificación, pero el amor maduro va más allá de ella. Es apertura a una alteridad que necesariamente descentra al propio Yo, evitando el peligro de permanecer en el estadio narcisista del pretender "ser como", que caracteriza esencialmente a los procesos de identificación. No solo debemos “imitar a Cristo”, “ser como”, sino amarlo, encontrar en él y su Reino el objetivo de nuestra afectividad. Cuando nos quedamos en una sola identificación y en ello fundamos nuestra castidad corremos el riesgo de entrar en procesos narcisistas, por lo tanto, egoístas, inmaduros, en los cuales convertimos la figura de Jesús en un aspecto de nuestro propio ideal, entramos en una especia de “sala de espejos” donde solo existimos nosotros mismos y nuestras imágenes Ideales, Jesús es, quizá, la más importante, pero finalmente una imagen de nosotros mismos donde idealizamos nuestro propio Yo. Recordemos que no hemos sido llamados a ser santos, sino a seguir a Jesús. Es decir, no hemos sido llamados a confrontarnos con un modelo idealizado, sino a olvidarnos de nuestros propios intereses en favor de los intereses de la persona amada, Jesús, siguiendo para ello sus pasos en un proyecto apasionante y difícil que Él denominó Reino de Dios. "Ven y sígueme" es su voz de llamada, de hecho, nunca fue la de "ven y sé como yo". Nos invitó a trabajar apasionadamente en un proyecto utópico y no a matricularnos, en una escuela de ascética y mística, ni a proponernos un curso de espiritualidad. La dinámica del amor que descentra y transforma es, pues, la que tiene que constituirse en la vida del célibe evangélico, más allá de la de la mera identificación que se concentra en una mirada ante el espejo del propio Ideal. En esta lógica de cosas, estamos llamados a poner toda nuestra afectividad y sexualidad en juego para amar a Jesus y su proyecto del Reino. A este punto de nuestra reflexión te pido que medites y respondas en tu interior estas preguntas: A) ¿Qué rol juega el Reino de Dios en tu opción de castidad y en tu disponibilidad a darlo todo por tal proyecto? B) ¿Qué lugar ha jugado y juega en tu vida Jesús como modelo de identificación? Analiza en ti la dinámica espiritual que te ha motivado a optar por la castidad: ¿ha sido la propuesta de "ser santo" o de "seguir a Jesús"? 4.- Célibes, no por Dios, sino con Dios, por su Reino Antes de concluir, quisiera hacer un pasito mas en nuestra reflexión invitándoles nuevamente a centrar nuestras motivaciones profundas al hacer el voto de castidad en el Reino de Dios, pues estamos llamados a ser castos, no por Dios, sino con Dios, por su Reino. No podemos afirmar que a Dios le agrada nuestra renuncia a eso que él nos ha dado al crearnos, es decir nuestra afectividad y nuestra sexualidad; como si Dios se complaciera que rechazáramos, o en el peor de los casos, satanizáramos eso que él creo como bueno y necesario para nuestra realización. No es así. La opción libre y personal por el celibato no puede ser entendida sino como una disposición para vivir la entrega por el Reino bajo un modo específico de vivir el propio deseo pulsional. Ese modo de vivir el propio mundo afectivo sexual se elige en razón de una dinámica particular, de un discernimiento sobre el propio carisma recibido, según las palabras evangélicas "el que pueda entender que entienda" (Mt 19,12). Es una decisión, por tanto, que se lleva a cabo a partir de la escucha de una vocación personal y en función del servicio al Reino, no en función de un sacrificio que se suponga gustoso a Dios. Lo que hay que pensar que es gustoso para Dios es la disposición radical de servicio en el seguimiento de Jesús, sea en la forma de celibato o en la de la pareja. A fin de cuentas, es una opción por el Reino de Dios, no por Dios. Pero, evidentemente, por un Reino que sólo es comprensible desde la fe en un Dios Padre y en el seguimiento de Jesús, inspirador de una comunidad de hermanos que luchan por la utopía, de una fraternidad universal. Además, ese Reino de Dios, tiene rostro humano, el rostro del publicano y de la prostituta, del hambriento o del marginalizado, es en esos rostros donde Dios se deja ver para el célibe y es en su entrega radical a esos seres humanos donde encuentra su modo más personal de vivir su encuentro con Dios. Allí tiene centrado lo más importante de su dinámica afectiva, al mismo tiempo que es esa dinámica afectiva particular la que va a dar cuerpo y figura a su modo específico de vivir la pasión por el Reino. Así es como lo vivió Jesus, así estamos llamados a vivirlo los que lo seguimos, 5.- Conclusión No podemos concluir sin regresar a Jesus, a quien seguimos al optar por la castidad, de hecho, ella se debe vivir en sintonía con lo que fue la dinámica afectiva particular de ese mismo Jesús a quien seguimos. Su proyecto de vida, debe de ser para nosotros una referencia explícita en ese modo de canalizar nuestra afectividad y nuestra energía pulsional. El talante general de Jesús como hombre casto y su modo particular de conducirse en el campo de la relación con los otros constituyen para nosotros el gran paradigma de nuestra vocación a la castidad. Como nos lo dicen los evangelios, Jesus fue un hombre apasionado por la utopía del Reino de Dios. Los Evangelios, en efecto, nos lo dejan ver como un hombre absorbido por esa pasión radical de transformar un mundo perverso en una sociedad digna del ser humano y digna de un Dios reconocido como Padre de todos. Una pasión que, en Jesús, parece agrandarse en la medida en que encuentra grandes poderes que se le resisten y se le oponen. Por eso, en esa pasión por el Reino, Jesús supo identificar sus objetos de amor, al mismo tiempo que identificaba a sus enemigos. Jesus, movido por la pasión por el Reino ama y se indigna, consuela y denuncia, cura y fustiga con el látigo. Tiene como fuente y como fin el amor. Pero un amor lúcido y adulto que diferencia y discrimina, que no le da igual ocho que ochenta y que tiene el coraje de reconocer que frente a la vida, existen factores y agentes de muerte. Que posee sus preferencias y sus "debilidades": los más pobres, los más desfavorecidos, los marginados y excluidos, los enfermos y doloridos los que ganan el corazón del luchador por el Reino. Son el objeto primordial de amor, de pasión, de ternura, de inquietud e, incluso, en fuente de rebelión. En Jesús, su pasión por el Reino, nacida del vínculo íntimo, profundo y misterioso que le unía al Padre, parece que efectivamente le capacitó para relacionarse con todos, hombres y mujeres, con una libertad que causó asombro en la mayoría y escándalo en aquellos esclavos de pasiones y actitudes negativas. Es pues, a partir de esta pasión por el Reino desde donde el celibato de Jesús se convierte en un ideal para todo aquel que quiera "hacerse eunuco por el amor del reinado de Dios" (Mt 19, 12). P. Rubén Antonio Macias Sapién sx Teologado Internacional San Francisco Xavier – Cd. De México Formación Carismática/2º Bienio 2020-2021 Bibliografía: Álvaro Jiménez Cadena sj; Madurez Humana y Castidad Religiosa. Carlos Domínguez Morano, Célibes por el Reino de los cielos, Curso sistemático de formadores, Proyecto Formación Anterior Siguiente Enlaces y Descargas Esta es un área reservada a la Familia Javeriana. Accede aquí con tu nombre de usuario y contraseña para ver y descargar los archivos reservados. 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