Desgraciadamente para los obreros y obreras de los primeros tiempos de la Revolución Industrial, podemos liquidar este apartado con una sola palabra. . NINGUNO Si quieres podemos repasar algunos derechos básicos de los trabajadores y trabajadoras actuales, tan básicos que tal vez pienses que han existido desde siempre. Imagina un mundo en el que los trabajadores y trabajadoras carecieran de: Un salario mínimo fijado por ley. Una jornada laboral máxima establecida por ley. Una pensión, por mínima que sea, tras la jubilación. Un subsidio, por poco que sea, en caso de paro o enfermedad. Derecho de asociarse para defender sus intereses. Si el salario de la época apenas daba para que una familia pagara la vivienda y la alimentación, imagina la situación de las personas en paro, incapacitadas para el trabajo por algún accidente o con una edad en la que sus cuerpos no podían ya soportar más trabajo. La única alternativa en estos casos era la caridad, que los primeros gobiernos liberales supieron dejar en manos de instituciones religiosas (católicas o protestantes) de sus respectivos países.