Uploaded by Roberto Nicolas Cavieres QuiƱones

El pianista diminutivo - Terry Pratchett

advertisement
El cuento del pianista diminuto
Este Klatchiano entró en un bar llevando un pequeño piano. Hace escala
sobre la barra y toma algunas bebidas. Cuando llega el momento de pagar le
dice al tabernero:
—Le apuesto doble o nada a puedo mostrarle la cosa más asombrosa que
jamás viera.
—Está bien, pero le advierto, he visto algunas cosas raras.
El Klatchiano saca un diminuto taburete que coloca delante del piano.
Entonces,
extiende
la
mano
hacia
su
ropa
y
saca
una
caja
de
aproximadamente un pie de largo con diminutos respiraderos. Quita la tapa y
adentro hay un hombre diminuto, profundamente dormido. Cuando la tapa se
abre, el hombrecillo despierta. ¡En un instante salta al piano y realiza una
perfecta ejecución de Las Sombras de Ankh-Morpork! Entonces, mientras
todos en la barra están aplaudiendo, vuelve a la caja y cierra la tapa.
—¡Wow! —dice el tabernero, y borra la cuenta—. Si le doy otro trago,
¿podría hacerlo otra vez?
El Klatchiano accede. Esta vez el pequeño hombre toca la Canción del
Erizo, y se escuchan aplausos estruendosos.
—Tengo que preguntárselo, ¿dónde lo consiguió?
—Bien, hace algunos meses estaba viajando a través de los desiertos de
Klatch, cuando de repente encontré una botella de vidrio. La recogí y la froté y
¡madre mía!, apareció un Genio. Por alguna razón sostenía un hueso curvado
contra su oreja y le hablaba.
»Genio, le dije, te he liberado, y a cambio pediré solamente tres deseos.
»¿Huh?, dijo el genio, mirándome por primera vez; Oh, está bien, tres,
cualesquiera. Y entonces empezó a hablarle al hueso otra vez.
»¡Genio, deseo un millón de pavos!, le dije.
—¿Lo consiguió?
—No exactamente. El Genio continuó hablándole al hueso y agitó una de
sus manos. En un instante estuve rodeado por un millón patos. Entonces se
fueron volando.
—¿Cuál fue su segundo deseo?
—Le dije: ¡Quiero ser quien determine las reglas del mundo! El Genio
todavía estaba hablándole al hueso, pero agitó su mano libre y apareció un
trozo de madera, con las pulgadas marcadas.
—Oh, una regla. Me parece que el genio no le estaba prestando mucha
atención. ¿Pidió su tercer deseo?
—Permítame ponerlo de este modo: ¿realmente piensa que pedí un
pianista de doce pulgadas?
Download