Discurso pronunciado por Anna Quindlen en la Clase de Graduados del año 1999 en Villanova Es un gran honor para mí ser el tercer miembro de mi familia en recibir un doctorado honorario de esta gran Universidad. Es un honor seguir los pasos de mi tío abuelo Jim, un talentoso doctor, y de mi tío Jack, un extraordinario hombre de negocios. Ambos te podrían contar algo importante acerca de sus profesiones, acerca de la medicina o el comercio. Yo no tengo ningún campo específico de interés o práctica, lo cual me pone en desventaja al hablarles hoy a ustedes. Soy novelista. Mi trabajo comprende la naturaleza humana. Todo lo que sé es acerca de la vida real. La vida y el trabajo jamás deben ser confundidos. El segundo es solamente una parte de la primera. Jamás olvides lo que le escribió un amigo al Senador Paul Tsongas cuando éste decidió no presentarse para la reelección debido a que le habían diagnosticado cáncer: "Ningún hombre jamás dijo en su lecho de muerte: 'Ojalá hubiera pasado más tiempo en la oficina.'" Jamás olvides las palabras que me envió mi padre en una tarjeta postal el año pasado: "Aunque ganes la carrera de las ratas (la competencia), sigues siendo una rata." O lo que escribío John Lennon antes de morir baleado en Dakota: "La vida es lo que sucede mientras uno está haciendo otros planes." Tú saldrás de aquí esta tarde con una sola cosa que nadie más tiene. Allí afuera habrá centenares de personas con el mismo título que tú; habrá miles haciendo lo que tú quisieras hacer para ganarte el sostén. Pero tú serás la única persona en la vida que tenga la custodia total de tu vida. Tu vida en particular. Tu vida entera. No sólo tu vida en el escritorio, o tu vida en el omnibus, o en un auto, o en la computadora. No sólo la vida de tu mente, sino la vida de tu corazón. No sólo tu cuenta bancaria, sino tu alma. La gente ya no habla mucho acerca del alma. Es tanto más fácil redactar un informe que dar vida a un espíritu. Pero un informe es un consuelo frío en una noche de invierno, o cuando estás triste, o quebrantado, o solo, o cuando recibes los resultados de un examen y no son gran cosa. Este es mi informe. Soy la buena madre de tres hijos. Nunca he querido que mi profesión me impida ser una buena madre. Ya no me considero el centro del universo. Participo. Escucho. Trato de sonreír. Soy buena amiga de mi marido. He intentado que mi matrimonio tenga sentido. Participo. Escucho. Trato de sonreír. Soy buena amiga de mis amigos, y ellos lo son conmigo. Sin ellos, no habría nada que yo pudiera decirles hoy, porque yo sería una figura de cartón. Pero yo los llamo por teléfono, y me reúno con ellos para almorzar. Participo. Escucho. Trato de sonreír. Sería pésima, o al menos mediocre, en mi trabajo, si aquellas cosas no fueran ciertas. Es imposible ser excelente en tu trabajo si tu trabajo es todo lo que eres. De modo que esto es lo que quiero decirte: construye una vida. Una vida real, no una búsqueda maníaca de la próxima promoción, de un mejor salario, una casa más grande. ¿Crees que estas cosas te significarían tanto si un día tuvieras un aneurisma, o te detectaran un nódulo en el seno? Construye una vida en la que observes el olor del agua salada tras una brisa sobre las colinas de la costa, una vida en la que puedas detenerte y observar el vuelo de un halcón de plumaje rojizo sobre el agua o la manera en que un bebé frunce el entrecejo al concentrarse para levantar una argolla con su pulgar y su dedo índice. Construye una vida en la que no estés solo. Encuentra a las personas a quienes amas y que te aman a tí. Y recuerda que el amor no es ocio, es trabajo. Cada vez que mires tu diploma, recuerda que aún eres estudiante, aún estás aprendiendo a atesorar de la mejor manera posible tu relación con los demás. Toma el teléfono. Envía un e-mail. Escribe una carta. Dale un beso a tu madre. Abraza a tu padre. Construye una vida generosa. Mira a tu alrededor las azaleas del vecindario donde te criaste; observa una luna llena suspendida como plata en un cielo oscuro en una noche fría. Y comprende que la vida es lo mejor que se puede tener y no debes restarle importancia. Ama tan profundamente sus bondades que quieras difundirla por todas partes. Toma el dinero que gastarías en beber cerveza y dónalo a obras de caridad. Trabaja en un comedor comunitario. Sé hermano mayor para una persona necesitada. Todos ustedes quieren tener éxito. Pero si además de eso no hacen el bien, entonces lograr el éxito no será suficiente. Es tan fácil malgastar nuestras vidas: los días, las horas, los minutos. Es tan fácil dar por hecho el color de las azaleas, el lustre de la piedra caliza en la Quinta Avenida, el color de los ojos de nuestros hijos, la manera en que la melodía de una sinfonía asciende, desciende y desaparece y asciende nuevamente. Es tan fácil existir en lugar de vivir. Yo aprendí a vivir hace muchos años. Algo realmente malo me sucedió, algo que cambió mi vida de una manera que, si hubiera podido elegir, jamás hubiera cambiado en lo más mínimo. Y lo que aprendí de ello fue algo que parece ser la lección más difícil de todas: aprendí a amar el viaje, no el destino. Aprendí a observar todo lo bueno en el mundo y a intentar devolverle algo porque creo en él total y absolutamente. Y en parte traté de hacer eso contándoles lo que yo aprendí. Contándoles esto: Mira los lirios del campo. Observa la pelusa en la oreja de un bebé. Lee en el jardín de tu casa con el sol en tu rostro. Aprende a ser feliz. Y piensa en la vida como una enfermedad terminal porque si lo haces, la vivirás con gozo y pasión, como debe ser vivida. Tú puedes aprender todas estas cosas allí afuera si logras una vida real, una vida plena; una vida profesional, sí, pero además otra vida, una vida de amor y de sonrisas y un vínculo con otros seres humanos. Sólo mantén abiertos tus ojos y tus oídos. Aquí pudieron aprender en el aula. Allí el aula está en todas partes. El examen llega al final. Ningún hombre jamás ha dicho en su lecho de muerte: "Ojalá hubiera pasado más tiempo en la oficina." Conocí a uno de mis mejores maestros en la playa de Coney Island hace unos 15 años. Era diciembre y yo estaba escribiendo un cuento sobre cómo sobreviven los desamparados durante los meses de invierno. Nos sentamos sobre los barandales de madera, balanceando las piernas a un costado, y él me habló de su rutina, mendigando a lo largo de la playa cuando ya se retiraron los turistas, durmiendo en alguna iglesia cuando la temperatura bajaba a cero grados, ocultándose de la policía. Pero me dijo que la mayor parte del tiempo se quedaba en la playa, mirando en dirección al agua, tal como lo estábamos haciendo en aquel momento, aún cuando hacía frío y tenía que usar como prendas de vestir los diarios después de haberlos leído. Y le pregunté por qué. ¿Por qué no se iba a alguno de los albergues? ¿Por qué no se internaba en el hospital para intoxicados? El sólo miró hacia el océano y dijo, "Mira el paisaje, jovencita. Mira el paisaje." Y cada día, en alguna forma, trato de hacer lo que este hombre me dijo. Trato de mirar el paisaje. Y esta es la última cosa que tengo para decirles hoy, palabras de sabiduría de un hombre que no tiene siquiera un peso en el bolsillo, ningún lado adonde ir, ningún lugar donde estar. Mira el paisaje. Nunca te sentirás defraudado. Anna Quindlen's Commencement Address at Villanova The following is from Pulitzer Prize winning author Anna Quindlen's commencement address to Villanova University, Friday 23 June 2000: It's a great honor for me to be the third member of my family to receive an honorary doctorate from this great university. It's an honor to follow my great-uncle Jim, who was a gifted physician, and my Uncle Jack, who is a remarkable businessman. Both of them could have told you something important about their professions, about medicine or commerce. I have no specialized field of interest or expertise, which puts me at a disadvantage, talking to you today. I'm a novelist. My work is human nature. Real life is all I know. Don't ever confuse the two, your life and your work. The second is only part of the first. Don't ever forget what a friend once wrote Senator Paul Tsongas when the senator decided not to run for reelection because he'd been diagnosed with cancer: "No man ever said on his deathbed I wish I had spent more time in the office." Don't ever forget the words my father sent me on a postcard last year: "If you win the rat race, you're still a rat." Or what John Lennon wrote before he was gunned down in the driveway of the Dakota: "Life is what happens while you are busy making other plans." You walk out of here this afternoon with only one thing that no one else has. There will be hundreds of people out there with your same degree; there will be thousands of people doing what you want to do for a living. But you will be the only person alive who has sole custody of your life. Your particular life. Your entire life. Not just your life at a desk, or your life on a bus, or in a car, or at the computer. Not just the life of your minds, but the life of your heart. Not just your bank account, but your soul. People don't talk about the soul very much anymore. It's so much easier to write a resume than to craft a spirit. But a resume is a cold comfort on a winter night, or when you're sad, or broke, or lonely, or when you've gotten back the test results and they're not so good. Here is my resume: I am a good mother to three children. I have tried never to let my profession stand in the way of being a good parent. I no longer consider myself the center of the universe. I show up. I listen, I try to laugh. I am a good friend to my husband. I have tried to make marriage vows mean what they say. I show up. I listen. I try to laugh. I am a good friend to my friends, and they to me. Without them, there would be nothing to say to you today, because I would be a cardboard cutout. But call them on the phone, and I meet them for lunch. I show up. I listen. I try to laugh. I would be rotten, or at best mediocre at my job, if those other things were not true. You cannot be really first rate at your work if your work is all you are. So here is what I wanted to tell you today: Get a life. A real life, not a manic pursuit of the next promotion, the bigger paycheck, the larger house. Do you think you'd care so very much about those things if you blew an aneurysm one afternoon, or found a lump in your breast? Get a life in which you notice the smell of salt water pushing itself on a breeze over Seaside Heights, a life in which you stop and watch how a redtailed hawk circles over the water gap or the way a baby scowls with concentration when she tries to pick up a cheerio with her thumb and first finger. Get a life in which you are not alone. Find people you love, and who love you. And remember that love is not leisure, it is work. Each time you look at your diploma, remember that you are still a student, still learning how to best treasure your connection to others. Pick up the phone. Send an e-mail. Write a letter. Kiss your Mom. Hug your Dad. Get a life in which you are generous. Look around at the azaleas in the suburban neighborhood where you grew up; look at a full moon hanging silver in a black, black sky on a cold night. And realize that life is the best thing ever, and that you have no business taking it for granted. Care so deeply about its goodness that you want to spread it around. Once in a while take money you would have spent on beers and give it to charity. Work in a soup kitchen. Be a big brother or sister. All of you want to do well. But if you do not do good, too, then doing well will never be enough. It is so easy to waste our lives: our days, our hours, our minutes. It is so easy to take for granted the color of the azaleas, the sheen of the limestone on Fifth Avenue, the color of our kid's eyes, the way the melody in a symphony rises and falls and disappears and rises again. It is so easy to exist instead of live. I learned to live many years ago. Something really, really bad happened to me, something that changed my life in ways that, if I had my druthers, it would never have been changed at all. And what I learned from it is what, today, seems to be the hardest lesson of all. I learned to love the journey, not the destination. I learned that it is not a dress rehearsal, and that today is the only guarantee you get. I learned to look at all the good in the world and to try to give some of it back because I believed in it completely and utterly. And I tried to do that, in part, by telling others what I had learned. By telling them this: Consider the lilies of the field. Look at the fuzz on a baby's ear. Read in the backyard with the sun on your face. Learn to be happy. And think of life as a terminal illness because if you do you will live it with joy and passion, as it ought to be lived. Well, you can learn all those things, out there, if you get a life, a full life, a professional life, yes, but another life, too, a life of love and laughs and a connection to other human beings. Just keep your eyes and ears open. Here you could learn in the classroom. There the classroom is everywhere. The exam comes at the very end. No man ever said on his deathbed I wish I had spent more time at the office. I found one of my best teachers on the boardwalk at Coney Island maybe 15 years ago. It was December, and I was doing a story about how the homeless survive in the winter months. He and I sat on the edge of the wooden supports, dangling our feet over the side, and he told me about his schedule; panhandling the boulevard when the summer crowds were gone, sleeping in a church when the temperature went below freezing, hiding from the police amidst the Tilt a Whirl and the Cyclone and some of the other seasonal rides. But he told me that most of the time he stayed on the boardwalk, facing the water, just the way we were sitting now even when it got cold and he had to wear his newspapers after he read them. And I asked him why. Why didn't he go to one of the shelters? Why didn't he check himself into the hospital for detox? And he just stared out at the ocean and said, "Look at the view, young lady. Look at the view." And every day, in some little way, I try to do what he said. I try to look at the view. And that's the last thing I have to tell you today, words of wisdom from a man with not a dime in his pocket, no place to go, nowhere to be. Look at the view. You'll never be disappointed.