Uploaded by Ricardo Miguel Jaramillo Baanante

Jaramillo, Trabajadoras en crisis y después rev. 2

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Trabajadoras, en la crisis y después
Miguel Jaramillo Baanante
GRADE
En marzo de 2020, el entonces presidente Vizcarra decidió prohibir la actividad
económica a lo largo y ancho del país, excepto aquélla ligada a actividades esenciales.
El efecto sobre el mercado laboral fue una caída nunca antes vista de la actividad, al
menos desde que tenemos estadísticas laborales. Diferentes participantes, sin
embargo, sufrieron diferentes impactos. Se dieron normas para dificultar el término de
relaciones asalariadas formales, lo que generó brechas entre la suerte de asalariados,
que con mayor probabilidad pudieron mantener sus empleos, versus autoempleados,
así como entre formales e informales. Tanto el impacto de la pandemia y de las
políticas que en ese contexto se implementaron como la dinámica de la “vuelta a la
normalidad” muestran claras diferencias entre trabajadores y trabajadoras, donde
ellas llevaron la peor parte.
En efecto, los impactos de la pandemia y políticas asociadas fueron bastante
diferenciados entre hombres y mujeres (Jaramillo y Ñopo, 2022). Esto tiene que ver
con la división de roles dentro del hogar, por la que las tareas domésticas recaen
desproporcionadamente sobre las mujeres, así como con patrones de inserción laboral
diferenciados. Así, al tercer trimestre del 2020 la participación en actividad económica
fuera del hogar había caído más del doble entre las mujeres que entre los hombres.
Mientras que entre ellos cayó 5.1 puntos porcentuales (pps), entre ellas la caída fue de
11.4 puntos.
Es interesante notar que la caída entre las mujeres fue similar entre diferentes grupos
por nivel educativo. Así, la caída en la actividad de las mujeres con educación
universitaria fue similar a la de aquéllas de menor nivel educativo. Esto indica que la
educación superior no es suficiente para “liberar” a las mujeres de su rol culturalmente
asignado. A pesar de esta caída desbalanceada en la tasa de actividad, siguiendo la
tendencia histórica, la tasa de desempleo fue mayor entre las mujeres que entre los
hombres.
Después de la fuerte caída, la recuperación post-pandemia ha avanzado más
aceleradamente para las mujeres. A fines del tercer trimestre del año pasado las tasas
de actividad aún estaban por debajo del nivel pre-pandemia, pero la de las mujeres,
ligeramente más cerca del nivel anterior (-0.3 pps versus -0.8 en el caso de los
hombres). Es alentador advertir que en Lima Metropolitana las tasas de actividad ya
están por encima del nivel pre-pandemia. Así, la tasa de las mujeres (3.8%) ha
aumentado más que la de los hombres (2.3%); de forma análoga con el empleo, 2%
versus 0.4%. No obstante, la brecha de participación a favor de los hombres sigue
siendo considerable, por encima de 10 pps.
En cuanto a ingresos, antes de la pandemia la brecha entre hombres y mujeres había
venido reduciéndose. El índice de paridad, que toma el valor 1 cuando hay perfecta
igualdad, pasó de 0.62 en 2010 a 0.72 en 2019. Curiosamente, el masivo retiro de las
mujeres de la fuerza laboral llevó a un temporal salto hacia la paridad, moviendo el
índice a 0.77 en el año 2020. Al 2022, sin embargo, había vuelto a los niveles prepandemia.
Estas brechas reflejan bien las diferencias en el tipo de inserción laboral, a su vez,
asociadas a los diferentes roles en el hogar. Las mujeres tienen más trabajo
independiente y menos asalariado, figuran menos entre los patrones de empresa y
más entre los trabajadores familiares no remunerados (TFNR). Más aún, las podemos
observar con mayor frecuencia en las empresas más pequeñas—v.g., las menos
productivas--, trabajando a tiempo parcial, con contratos a plazo fijo o en la
informalidad. Por ello, no sorprende que en promedio ganen menos que los hombres,
incluso antes de considerar que son objeto de discriminación en muchos centros de
trabajo.
Mirando hacia el futuro, algunos factores son alentadores: mayores tasas de matricula
en secundaria y en educación superior, por ejemplo. Aliviar su carga en el hogar, a
través de una distribución más equitativa de tareas, y la provisión de servicios de
cuidado contribuirían a una mayor actividad laboral y en mejores condiciones, a la vez
que incrementarían el potencial productivo de nuestro país.
La semana pasada se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Valgan estas líneas
como mis dos centavos de sabiduría en favor de las mujeres trabajadoras y una mayor
equidad entre hombres y mujeres en el mercado laboral.
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