El Mate Perdido Había una vez en un pequeño pueblo en la vasta llanura argentina, un hombre llamado Juan, conocido por su amor por el mate. Todos los días, Juan se sentaba en su pequeño patio trasero con su termo y su mate, disfrutando del tranquilo ritual de cebar y compartir la bebida nacional. Una mañana, mientras preparaba su mate con la calma habitual, escuchó un ruido extraño proveniente del jardín trasero. Se levantó de su silla y se asomó por la ventana de la cocina. Para su sorpresa, vio a un zorro travieso, jugueteando con su termo de mate. —¡Eh, zorro! ¡Deja mi mate en paz! —exclamó Juan, corriendo hacia el jardín. El zorro, asustado por el repentino alboroto, soltó el termo y salió corriendo hacia el bosque cercano. Juan suspiró aliviado al ver que su preciado mate estaba ileso, pero al acercarse notó algo extraño. El termo estaba vacío, sin una gota de agua caliente. —¡Ay, no! ¿Cómo voy a tomar mate sin agua caliente? —se lamentó Juan, preocupado. Decidido a resolver el problema, Juan recordó que su vecino, Don José, tenía una bombilla especial para cebar mate. Sin embargo, Don José era conocido por ser un hombre bastante gruñón y difícil de tratar. Aun así, Juan sabía que no tenía otra opción si quería disfrutar de su mate ese día. Con algo de temor, Juan tocó la puerta de Don José y, con una sonrisa nerviosa, le explicó lo que había sucedido con su termo. —Don José, ¿podría prestarme su bombilla para cebar mate? —preguntó Juan, esperando lo mejor. Don José lo miró con desconfianza por un momento, pero luego su expresión cambió a una sonrisa burlona. —¿Qué clase de argentino serías si no pudieras tomar mate? ¡Claro que te prestaré mi bombilla! — respondió Don José con una carcajada. Juan agradeció aliviado y regresó a su casa con la bombilla prestada. Llenó su termo con agua caliente, preparó su mate y se sentó en su patio trasero, saboreando cada sorbo mientras disfrutaba del sol de la mañana. Desde entonces, Juan siempre recordaba la aventura del mate perdido con una sonrisa. Y aunque el zorro seguía siendo una visita ocasional en su jardín, ya no se atrevía a acercarse al preciado ritual de Juan. Porque en Argentina, el mate es mucho más que una simple bebida; es una tradición que une a las personas, incluso en las situaciones más inesperadas.