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Soltero por ahora muestra

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Esta es una pequeña muestra
del libro Soltero por ahora.
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© 2018 Poiema Publicaciones
¡El evangelio para cada rincón de la vida!
La búsqueda del gozo en la soltería y el noviazgo
MARSHALL SEGAL
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#SolteroPorAhora
Soltero por ahora
La búsqueda del gozo en la soltería y el noviazgo
Marshall Segal
© 2018 por Poiema Publicaciones
Traducido del libro Not Yet Married: The Pursuit of Joy in Singleness and
Dating © 2017 por Marshall Segal. Publicado por Crossway, un ministerio
editorial de Good News Publishers; Wheaton, Illinois 60187, U.S.A.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas
de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1986, 1999, 2015, por
Biblica, Inc. Usada con permiso. Las citas bíblicas marcadas con la sigla
LBLA han sido tomadas de La Biblia de las Américas © 1986, 1995, 1997,
por The Lockman Foundation; las citas marcadas con la sigla RVC, de
La Santa Biblia, Versión Reina Valera Contemporánea © 2009, 2011, por
Sociedades Bíblicas Unidas.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser
reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida de
ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico, mecánico, fotocopia,
grabación, u otros, sin el previo permiso por escrito de la casa editorial.
Poiema Publicaciones
info@poiema.co
www.poiema.co
Impreso en Colombia
ISBN: 978-1-944586-65-2
SDG
Para Ellis Kai:
Casado o no,
que tu corazón sea del Señor.
Contenido
Introducción
11
Parte 1: La vida del soltero
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
El amor te está buscando
Soltero, satisfecho y enviado
Sin impedimentos ni distracciones
Ama la vida que nunca quisiste
Conociendo a todos sin ser conocido
100,000 horas
La postergación de la búsqueda de Dios
El paso secreto más importante
23
35
47
59
73
83
95
107
Parte 2: Cuando dos solteros se conocen
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
Piensa más allá del matrimonio
La mejor guía para el noviazgo
Tu última primera cita
¿Es esta la persona indicada?
La libertad sexual y la pureza
Actos de guerra en el amor
El mal tercio que todos necesitamos
“No eres tú; es Dios”
Conclusión: Mis anhelos para tu matrimonio
Notas
Agradecimientos
119
133
145
159
171
185
199
213
225
233
235
Introducción
Vivimos en una sociedad donde uno puede conseguir todo al instante. Podemos ver lo que queramos, cuando queramos y donde queramos. Podemos pedir cualquier tipo de comida y en minutos nos la
traen directo a casa. Y en cuanto a relaciones se refiere, podemos dar
“me gusta”, coquetear y enviar mensajes desde la seguridad y comodidad de nuestro sillón. Ese mismo egoísmo y esa impaciencia son los
ingredientes principales que han dado lugar a la oleada de sexo prematrimonial que vemos hoy en día. Entramos a la Internet y todo parece
una aventura, libertad sin restricciones. ¿Pero qué si al aceptar lo rápido, lo fácil y lo barato nos estamos perdiendo de una mejor aventura y
de la verdadera libertad? ¿Y si nos diéramos cuenta de que nos estamos
perdiendo de un banquete por estar comiendo chucherías?
Al considerar el noviazgo, incluso entre cristianos, tenemos que
admitir que muchos de nosotros estamos totalmente perdidos. Nos
apresuramos a tener un noviazgo tan pronto llegamos a la secundaria,
pero no nos casamos hasta que hayamos comenzado a ejercer nuestra
carrera y disfrutado de un poco de libertad. Entramos y salimos de relaciones de la misma forma en que cambiamos de zapatos, deshaciéndonos de aquellos que ya empiezan a incomodarnos y luego buscando
unos que se adapten mejor a nuestro gusto o estado de ánimo. Casi
siempre nos agrada la idea de manteneros puros sexualmente, pero no
en los momentos más importantes. Mientras tanto, el mundo siempre está inventando nuevas tecnologías para llevarnos a entregarnos
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Soltero por ahora
demasiado pronto a alguien que ni siquiera conocemos. Amamos ser
amados, pero no estamos muy seguros de lo que realmente significa el
amor.
Nuestras relaciones con el sexo opuesto suelen estar llenas de
adrenalina y ambigüedad —siempre mostramos lo suficiente como
para captar el interés y la curiosidad de alguien, pero nunca lo suficiente como para contestar las preguntas más importantes. Es como
jugar al gato y el ratón, pero sin ratones (y creo que podemos estar de
acuerdo en que no hay nada peor que un cuarto lleno de gatos). Decimos verdades a medias sobre lo mejor de nosotros, siempre eligiendo
exactamente qué mostrar y cómo mostrarlo, revelando solo aquello
que puede atraer o intrigar al otro. Este enfoque actual hace que todo
gire alrededor de mí —mis intereses, mis amigos, mis preferencias.
Muchos de nosotros creemos que estamos pensando en el matrimonio
cuando conversamos o coqueteamos con alguien más, pero la verdad
es que solo estamos pensando en nosotros mismos —nuestra imagen
y autoestima, nuestros deseos egoístas y nuestro ego. Siempre nos proyectamos y posicionamos para ganar la atención y la seguridad que
anhelamos, pero sin arriesgarnos ni dar demasiado en el proceso.
Jesús nos invita a hacerlo de una forma diferente, resistiéndonos y
superando lo que es común entre los solteros de la actualidad. Cuando la sociedad quiere medir nuestra dignidad e identidad basándose
en la cantidad de personas a quienes le agradamos —y en quiénes son
esas personas —Él nos recuerda que somos más valiosos de lo que nos
imaginamos y que el amor que nos define es muy superior al amor
humano. En contra de toda esa ambigüedad, Él nos capacita para ser
intencionales —para tener la libertad de comunicarnos claramente
en amor, y para conocer y ser conocidos en las relaciones. Mientras
muchos se sumergen insensatamente en esta generación del “yo”, Él
12
Introducción
nos libera del egoísmo, mostrándonos cómo poner los intereses, las
necesidades y los corazones de otros antes que los nuestros, y enseñándonos a no satisfacernos a expensas de otros. Y aun cuando todos
se sientan con el derecho a tenerlo todo ahora, Él nos aparta como
los extraños y valientes que están dispuestos a esperar. Si el noviazgo
cristiano —el proceso intencional, abnegado y basado en la oración
de procurar el matrimonio— nos parece esclavitud, no lo estamos
entendiendo. Si la promiscuidad sexual sin compromisos nos parece
libertad, no lo estamos entendiendo. Jesús exige más de nosotros, pero
lo hace para darnos algo mucho mejor.
Soltero… por ahora
Algunos de ustedes se identificarán rápidamente con el título de este
libro, y otros se sentirán ofendidos por él. Si te encuentras en el segundo grupo, quizá estás leyendo esta introducción buscando validar tu
descontento con tan superficial perspectiva de la soltería. ¿Por qué nos
definimos a nosotros mismos por la ausencia del matrimonio, especialmente cuando muchos de nosotros somos hijos del Dios viviente
mediante la fe en Jesús, comprados a un precio infinito, llenos de poder divino y poseedores de la promesa de una vida y felicidad eternas?
Aunque yo mismo respondí de esa manera al consejo y al aliento
que recibí de los casados en mis días de soltería —“¡Dejen de definirme por mi soltería!”—, he llegado a apreciar la frase “soltero… por
ahora” por al menos cuatro razones. Primero, existen muchos cristianos que tienen un profundo deseo de casarse, personas cuyos corazones anhelan encontrar un cónyuge. Creen que es un llamado de Dios
para sus vidas, pero que continúa como un llamado que aún no se ha
realizado o confirmado. Muchos de ellos han intentado procurar el
matrimonio de la forma correcta —sin sumergirse tan rápidamente,
13
Soltero por ahora
estableciendo estándares y límites claros, y aprendiendo de buenos
amigos o consejeros. Pero no ha funcionado. Los noviazgos que han
tenido no han terminado bien, o nadie ha mostrado interés. Otros se
han sumergido en una relación tras otra, impulsados por sus deseos de
intimidad y arrastrados hacia la inmoralidad sexual y el remordimiento. Les han dicho que su deseo es bueno, pero no tienen idea de cómo
dar el siguiente paso, o de qué pensar sobre estos meses o años de
soledad y quebrantamiento. Quizá tú no eres así, pero yo sí lo fui, y es
probable que así sean algunos de tus amigos cristianos. Mi intención
es mostrar que nuestra espera y nuestro anhelo deben reflejar todo lo
que Jesús ya nos ha dado y prometido, y que debemos honrar la obra
que Él nos ha encomendado en todas las épocas de nuestra vida, sin
importar nuestro estado civil.
En segundo lugar, estadísticamente, la mayoría de ustedes se casará. Algunos serán llamados a una vida de soltería, y es hermoso ver
a los solteros disfrutando a Cristo y sirviendo a otros. El mundo se
sorprende al ver a alguien cambiando el placer del amor marital y la
intimidad sexual por el amor a Dios y por una vida de entrega para
atraer a otros hacia Cristo. Pero la mayoría de ustedes se casará, aunque no lo vean venir ni esté en su lista de prioridades por ahora. Si la
tendencia de los últimos siglos continúa, el creyente promedio se termina casando tarde o temprano. Por eso me parece apropiado hablarle
a la mayoría de los creyentes entre veinte y cuarenta años como si
algún día fueran a casarse. No debemos ser consumidos por esa realidad, ni definir nuestro progreso o contentamiento por nuestro estado
civil, ni entregarnos por completo a la búsqueda del matrimonio. Sin
embargo, sí debemos prepararnos para estar listos y ser fieles si Dios
nos llama a amar y servir a un cónyuge.
14
Introducción
Algunos de ustedes no están convencidos todavía. Continúan
siendo escépticos y sintiéndose ofendidos. Irónicamente, esa es otra
razón por la que me gusta la frase “soltero… por ahora”. Cada vez
más, los jóvenes tienden a sentir desilusión y pesimismo cuando piensan en el matrimonio. Existen varios factores aquí, estoy seguro de
ello. El divorcio puede ser el más grande de ellos. Muchos hemos experimentado el dolor del divorcio de nuestros padres, o lo hemos visto
en las vidas de amigos. ¿Por qué debería pensar que mi matrimonio
sobreviviría? ¿Por qué me arriesgaría a sufrir esa clase de remordimiento y dolor? Quiero que al menos algunos de ustedes vuelvan a creer
en el matrimonio. Una de las cosas más radicales y contraculturales
que podemos hacer para declarar nuestra fe en Jesús es casarnos con
alguien y permanecer fiel a ese cónyuge hasta la muerte.
Finalmente, de este lado del cielo todos estamos esperando nuestra
boda. Cada celebración de bodas es una pequeña e inadecuada imagen
de una boda que está por venir, aquella en la que seremos entregados
para siempre a nuestro Salvador y Rey. En ese día, cantaremos: “¡Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria! Ya ha llegado el día de las
bodas del Cordero. Su novia se ha preparado...” (Ap 19:7). Dios creó
nuestros matrimonios para que apuntaran hacia el gran matrimonio
que todo creyente anhela. La forma en que amemos a nuestro cónyuge, por más imperfecto que sea ese amor, dice mucho de la clase de
amor que Dios tiene por nosotros, pero palidecerá ante lo que nos espera —una eternidad de paz, gozo y vida comprada para nosotros por
nuestro Esposo en la cruz. Un día le veremos cara a cara. Será la mejor
reunión familiar de todos los tiempos —la boda de las bodas— cuando Dios reciba con brazos abiertos a quienes han sido hechos hermosos por la sangre de Jesús. Todos estaremos casados, y ese matrimonio
debe moldear todo deseo y anhelo que tengamos en esta vida.
15
Soltero por ahora
Cuando pienses en tu soltería, no pienses en lo que aún no eres. Si
estamos en Cristo, nunca más seremos definidos por lo que no somos.
Tenemos demasiado en Él como para desalentarnos por aquello que
no tenemos —incluso cosas que son importantes en esta vida como
un trabajo, un cónyuge o hijos. Las cosas que llenan nuestras vidas y
nos hacen felices aquí son meros granos de arena comparadas con las
infinitas playas de conocer a Cristo. Después de todo, fue un soltero
el que dijo: “Todo lo considero pérdida por razón del incomparable
valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo,
y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido
a Él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que
se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios,
basada en la fe” (Fil 3:8-9).
Mi historia de soltería
Recuerdo que quería casarme mucho antes incluso de poder conducir.
Quizá vi muchas películas de Disney. Quizá me estaba “quemando”
desde muy joven (1Co 7:9). Creo que el deseo nació, al menos en
mis mejores momentos, al ver el amor que mis padres se tenían. Mis
padres no son perfectos y su matrimonio no ha sido perfecto, pero
las memorias que tengo de mi niñez son de ellos siendo una pareja
feliz —besándose cuando papá llegaba del trabajo, leyendo juntos en
la sala cada noche, amando a sus hijos, riéndose de sus chistes malos,
sentándose juntos casi cada mañana para leer la Biblia y orar, aunque
fuera por unos minutos. Pude ver de cerca la amistad y el romance
que ellos disfrutaron, y soñaba con tener lo mismo algún día.
Era un buen deseo, pero no produjo muchas cosas buenas en mi
yo inmaduro. De hecho, nada en mi vida y en mi fe ha sido más confuso y espiritualmente peligroso que mi búsqueda del matrimonio.
16
Introducción
Desde muy joven, añoraba el afecto, la seguridad y la intimidad que
me daría una esposa. Tristemente, esos deseos hicieron más daño que
bien. Comencé a tener noviecitas demasiado temprano. Permanecía
en relaciones demasiado tiempo. Experimentaba demasiado con nuestros corazones y permití que las cosas fueran demasiado lejos. Dije
“te amo” demasiado pronto. Estaba desesperado por encontrar amor,
pero mi corazón y mi esperanza no estaban anclados en Cristo. Así
que siempre terminaba donde comenzaba: solo, pero más inseguro y
avergonzado. Pequé contra muchas muchachas y las lastimé porque
solo pensaba en mí, en lugar de comportarme como un hijo de Dios,
guiando las relaciones con amor y dominio propio. Dios me retuvo el
matrimonio casi hasta los treinta, así que, por más de una década, mi
soltería se convirtió en un recordatorio de que lo había hecho mal y de
que había perdido muchas oportunidades.
Conocí a Alyssa Faye Nera el 11 de octubre de 2012, un día antes
de que camináramos lado a lado en la boda de unos amigos como parte
del cortejo. Nos casamos dos años y medio después. Yo tenía veintinueve años. Ella veintiocho. Escribí gran parte de este libro, y aprendí la
mayoría de las lecciones, antes de casarme. Dios me enseñó mucho a
través de ella en esos dos años, especialmente a través de su contentamiento en Jesús, de su vida de oración y de su celo por la pureza. Mi relación con Faye fue una inesperada e inmerecida bendición en mi errada búsqueda del matrimonio. Gran parte de nuestra historia está dispersa por el libro, pero nuestro noviazgo, nuestro compromiso y ahora
nuestro matrimonio, es una historia en la que Dios está enmendando
lo que estaba roto, restaurando lo que se había perdido, redimiendo lo
que había salido mal, y construyendo algo completamente nuevo.
Mirando hacia atrás, estoy convencido de que Dios me retuvo
el matrimonio para disciplinarme —no para castigarme, sino para
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Soltero por ahora
prepararme y hacerme madurar como hombre y futuro esposo. También creo que me retuvo el matrimonio para acercarme a Él y permitir
que yo utilizara mis dones para servir a otros mientras estaba soltero.
Es por esto que Soltero por ahora no es un libro en el que aprenderás
a esperar en silencio en algún rincón del mundo hasta que Dios te
traiga un cónyuge, sino uno que quiere animar a esta generación de
hombres y mujeres solteros a que se olviden de la culpa, el egoísmo y
la autocompasión, y se enfoquen en amar profundamente a Cristo y
en servir con creatividad y dedicación a los demás.
La vida del soltero
Este es un libro para solteros que no trata principalmente sobre el
matrimonio ni el noviazgo. Me propuse escribir un libro para solteros
que tratara sobre Dios, y sobre nuestro rol en Su mundo. En lugar de
enfocarme en deberes y prohibiciones, mi intención es mostrarle a los
solteros lo que Dios tiene para ellos ahora. La primera mitad del libro
se enfoca en la vida del soltero —en el gozo, el propósito y el sentido
de pertenencia que podemos experimentar como solteros. Con todo
mi corazón, quisiera hacerte saber que fuiste creado para algo mejor
que el matrimonio —el matrimonio nunca te satisfará ni saciará tus
necesidades más profundas. Ese vacío en nuestros corazones consumirá y destruirá toda relación en la que esperemos que la otra persona
nos haga felices o nos complete. Y lo digo como alguien que persiguió
el matrimonio por años, relación tras relación, buscando amor, valor
e identidad en una esposa. Estos capítulos abordan la soltería, pero no
hablarán sobre la situación de cada soltero. La soltería toma muchas
formas y presenta diferentes pruebas a lo largo del tiempo. Mi historia
de soltería empezó en mi adolescencia y se extendió casi hasta mis
treinta años, así que escribo pensando principalmente en jóvenes. Si
18
Introducción
no es tu caso, podrías desilusionarte porque no te hablo más a ti, pero
espero que puedas llevarte más de lo que esperas.
Podría haber escrito otro libro que solo tratara acerca del noviazgo, pero no lo hice. Escribí sobre la soltería y el noviazgo porque las
cosas más importantes que aprendí en la soltería y en el noviazgo no
fueron acerca del noviazgo o del matrimonio. Fueron acerca de la vida
y de Dios, sobre encontrar el verdadero propósito y la verdadera satisfacción, cuyas profundidades son mayores a las que podríamos experimentar en cualquier romance. El matrimonio no habilita los planes
y propósitos que Dios tiene para nosotros. Él nos envía al mundo en
el momento en que nos salva, no en el momento en que nos casamos.
Los cristianos solteros no son cristianos de las ligas menores. Eres tan
cristiano como cualquier otro cristiano —el mismo Salvador nos rescata de desperdiciar nuestras vidas, el mismo Espíritu nos hace nuevas
criaturas y nos capacita para llevar a cabo la misma misión de hablarle
a todo el mundo sobre Jesús.
En la segunda mitad del libro, nos enfocaremos en el noviazgo.
Comenzaremos por reconstruir la visión del matrimonio que eclipsa
las pequeñas y vanas imágenes que hemos visto en las películas y en
las series. Nos preguntaremos qué es lo que hace que valga la pena
esperar al matrimonio. La realidad es que muchos de nosotros lo deseamos por las razones equivocadas o por razones secundarias. Otros
están preparados para olvidarse de él por completo. Dios hizo algo
singular y sorprendentemente hermoso cuando unió al hombre y a la
mujer, pero no podremos relacionarnos correctamente si no tenemos
una idea clara del diseño del matrimonio. En el resto de los capítulos
veremos lo que debe distinguir a un creyente en su búsqueda y en
el noviazgo. ¿Cómo sé que esa persona es la indicada? ¿Cuáles límites deberíamos establecer en nuestra relación? ¿Qué hago cuando ella
19
Soltero por ahora
termina la relación? Nuestras relaciones deben mostrar que Jesús es
real y que es digno de nuestra confianza.
Como creyentes, la prioridad es que nuestro gozo esté en Dios,
no en el matrimonio. Para que alguien pueda hacernos felices en el
matrimonio, antes tenemos que haberle entregado nuestros corazones
a Dios. El amor más seguro, la felicidad más plena y el propósito más
alto están disponibles para ti en Jesús, tal y como eres. Encuéntralos
primero en Él y tendrás un matrimonio mucho más feliz y significativo, si es que Dios decide algún día proveerte un esposo o una esposa.
Y si Su sabiduría y Su infalible amor por ti determinan que lo mejor
para ti no es el matrimonio, aún así disfrutarás la soltería mucho más
de lo que te imaginas.
20
Parte 1
LA VIDA
DEL SOLTERO
1
El amor te está buscando
Todos hemos sido diseñados para desear la felicidad, el amor y el valor. Todos queremos que nuestros corazones se derritan por algo. Probamos la felicidad en muchas cosas —en la primera mordida a un
rico pastel de chocolate, en un triunfo en tiempo de compensación,
en un nuevo vestido o un nuevo par de zapatos —pero ese gozo solo
nos recuerda que fuimos creados para algo más. Todo gozo presente
nos deja con un sabor a insatisfacción. Ligado a ese deseo de ser feliz está el deseo de ser conocido y amado. Nuestra vida fue creada y
nos fue entregada para que fuera compartida. Todos fuimos diseñados
para relacionarnos, independientemente de que estemos o no casados.
Y todos queremos que nuestras vidas tengan algún valor. Queremos
aportar algo valioso a alguna causa importante. Queremos hacer la
diferencia. El descontento y la desilusión hacen su aparición en la vida
del soltero cuando este comienza a buscar amor, gozo e importancia
en una persona y no en Dios. Nos convertimos en miserables no porque estemos solteros, sino porque muchos de nosotros pensamos que
el matrimonio es lo que finalmente nos hará felices.
Si me hubieras preguntado a los veinte años qué me haría feliz,
ya era lo suficientemente cristiano como para responder: “Jesús”. Sabía la respuesta correcta. Pero cualquiera que se hubiera detenido a
observar mi vida y hubiera podido responder por mí, hubiera dicho:
23
La vida de soltero
“El matrimonio”. Asistía a la iglesia cada domingo. Tenía mi tiempo
devocional. Le ministraba a un grupo de jóvenes que estaban en la
secundaria. Amaba a Jesús. Pero, si soy honesto, me dedicaba más a las
mujeres que a Dios. En verdad anhelaba casarme, y me encantaba la
atención, el afecto y la seguridad de tener una novia. Ya me había sumergido en una larga lista de relaciones serias, una tras otra, por cinco
o seis años —cinco o seis primeras citas, cinco o seis primeros besos,
cinco o seis rupturas devastadoras. No experimentaba con marihuana
ni me refugiaba en el alcohol. La droga que elegí era más aceptable ante
la sociedad y hasta alentada por ella. Sin control alguno, trataba de saciar con romance e intimidad el hambre que mi corazón tenía de Dios.
Iniciaba cada nueva relación diciendo que la meta era el matrimonio, pero en verdad lo que más quería era satisfacerme a mí mismo.
Amaba la idea del matrimonio porque pensaba que el matrimonio me
llenaría y me completaría. Pero, debido a que buscaba amor, felicidad
e importancia principalmente en el matrimonio, había momentos en
que la soltería me parecía una pesadilla. Me sentía solo, esperando
que alguien llegara a mi vida y nunca me abandonara. Me sentía incompleto, preguntándome si Dios realmente traería a mi otra mitad
o si Él mismo llenaría ese enorme vacío en mi vida. Sentía lástima de
mi mismo, deseando lo que otros ya tenían y pensando que lo merecía más que ellos. Las relaciones sobresalían por encima de todos mis
ídolos, así que la soltería se convirtió en mi juez implacable y en mi
compañero indeseado, recordándome en todo momento lo que aún
no tenía y lo que no hacía bien.
El matrimonio del sueño americano
La Biblia dice que las personas que están obsesionadas con experimentar la mayor cantidad de placer y felicidad como les sea posible aquí
24
El amor te está buscando
en la tierra—en su carrera, en el sexo, con el alcohol, con su dinero, e
incluso en el matrimonio—son como aquellos que sueñan que están
comiendo y bebiendo, pero se despiertan hambrientos, sedientos y sin
nada que comer ni beber (Is 29:8). El hermoso banquete frente a sus
párpados cerrados e inconscientes—carnes perfectamente preparadas,
frutas y vegetales frescos y coloridos, pan recién salido del horno, la
fuente de vino, chocolate relleno y recubierto de chocolate—es todo
un espejismo, una cruel ilusión de una persona hambrienta. Para el
soltero, el banquete imaginario pudiera incluir un cónyuge lleno de
gracia, considerado y comprometido, dos o quizá tres hijos, la casa
con la que siempre soñó, vacaciones en algún lugar bonito, y un hermoso recuerdo tras otro —el matrimonio del sueño americano. Pero
todo sueño delicioso debe llegar a su fin.
El problema no es que estemos hambrientos, sino que estamos
buscando en la despensa equivocada. Los anhelos profundos de nuestro corazón son parte de las misericordias de Dios, diseñadas para
guiarnos a Él. Él está tratando de darnos amor incondicional, gozo
indecible y un propósito incomparable, pero muchos de nosotros solo
queremos casarnos. “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5:6). Dios puso apetitos —intensos
e inevitables deseos biológicos, emocionales, sexuales y espirituales—
en cada alma humana para Él poder saciarlos. Él quiere que estemos
llenos, no vacíos; que seamos amados, no que estemos solos. Uno de
mis versículos favoritos en la Biblia dice: “Me llenarás de alegría en Tu
presencia, y de dicha eterna a Tu derecha” (Sal 16:11). No hay mayor
gozo. No tiene fecha de expiración. Esta felicidad y este amor son
gratuitos —“¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Ef 2:5, 8), pero
no son baratos. Se requiere paciencia, trabajo arduo y perseverancia
—entregarnos día a día al estudio de la Palabra de Dios, sacrificarnos
25
La vida de soltero
por el bien de otros en Su nombre, y rendirnos a Su voluntad. Pablo
dice que la vida cristiana es una lucha y una carrera (2Ti 4:7). Puede
que sea difícil, y puede que haya dolor en el camino, pero nunca lo
lamentaremos. Puede que Jesús demande mucho de nosotros antes de
que lleguemos al cielo, pero ya sea que nos casemos o no, Él nos lo
recompensará mil veces y más (Mt 19:29).
Vuelve a creer en el amor
Al menos parte de lo que hace que los solteros se sientan tan solos y
miserables es que se nos dificulta mucho creer que alguien como Dios
pudiera realmente amar a alguien como nosotros. Algunos hemos experimentado tan poco amor en esta vida que no tenemos ni idea de
cómo se siente. Hemos sido abandonados por padres, traicionados
por amigos, u olvidados por alguna novia o novio. El matrimonio
parece un último esfuerzo por encontrar el amor, pero en nuestro interior estamos aterrados de encontrar más de lo mismo. Y es que no
podemos ni imaginarnos lo que es ser amados de una forma verdadera
y profunda. Y entonces Dios nos dice: “Te amo”. ¿En serio?
Dios te ama, en serio. “Fíjense qué gran amor nos ha dado el
Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!” (1Jn 3:1). Somos hijos valiosos. Dios nos amó a pesar de que no merecíamos Su
amor (Ro 5:8). Tú y yo estábamos muertos sin Cristo —no equivocados, ni enfermos, ni ciegos, sino muertos. “Estaban muertos en sus
transgresiones y pecados, en los cuales andaban” (Ef 2:1-2). Éramos
completamente indignos de ser amados. “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por Su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo,
aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han
sido salvados!” (v 4-5). Dios te encontró muerto en tus pecados, en
completa rebelión, sin esperanza alguna; y te amó, te dio vida, y te
26
El amor te está buscando
hizo Suyo. Estuvo dispuesto a enviar a Su Hijo a la cruz por ti para
mostrarte lo que es el verdadero amor, y para darte una razón para
volver a creer en el amor.
Su amor nunca te dejará ni te abandonará (Heb 13:5). Él nunca
te llamará para terminar la relación. Él nunca te abandonará como tu
papá abandonó a tu familia. Él nunca miente y nunca morirá, así que
nunca estarás solo. De hecho, nada puede apartarte de Su amor (Ro
8:38-39). Si estás en Cristo mediante la fe, Dios te ama, y nada ni
nadie puede impedir que Él te ame. Dios tiene planes para ti, buenos
planes, mejores que cualquier otra cosa que pudieras soñar o desear
para ti mismo. “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para
quienes lo aman” (1Co 2:9). Tu Padre te ama, mucho más de lo que
podría amarte un futuro cónyuge.
Dios te hizo a propósito
El Dios que te ama también te creó. Él te diseñó —tu alma, tu personalidad, cada centímetro de tu ser— y te conoce perfectamente (Sal
139:14-15). No fuiste un accidente. Fuiste creado en amor y a propósito. “¿Pero por qué me creó y qué quiere que haga?”. Muchos de nosotros comenzamos a hacernos esa pregunta más seriamente cuando
llegamos a la universidad. Recuerdo que mi segundo año fue un poco
más difícil porque Wake Forest University me exigía elegir una carrera
principal. Parecía que estaba decidiendo lo que haría por el resto de
mi vida —los próximos cuarenta o cincuenta años. Me senté y contemplé tres opciones: educación, negocios y estudios cristianos. En
ese tiempo creía que la educación me haría feliz, mientras que los negocios harían feliz a mi papá, y que los estudios cristianos harían feliz
a Dios. Al final me decidí por los negocios. Pero durante ese segundo
27
La vida de soltero
año, en medio de toda la contabilidad, los recursos humanos y la mercadotecnia, Dios me estaba enseñando la razón por la que fui creado y
lo que Él quería que hiciera el resto de mi vida, independientemente
de si era un maestro, un ejecutivo o un pastor —e independientemente de si me casaba o no.
Toda persona soltera en el planeta fue creada para decir algo sobre
Dios. El Creador y el Sustentador del universo nos hizo a cada uno
de nosotros, y nos llenó —junto al resto de los siete billones de personas en el planeta —con un propósito. A la mayoría de nosotros se
nos dificulta creer que fuimos creados por alguien y para algo mucho
más grande que nosotros mismos. Somos criados y entrenados a vivir
en un mundo mucho más pequeño, un mundo centrado en nosotros
mismos y que se extiende solo hasta donde logramos ver. Pero Dios
nos hizo a ti y a mí para mucho más que solo el matrimonio, los negocios o cualquier otra cosa que elijamos. Si perdemos esto de vista,
nos arriesgamos a desperdiciar nuestras vidas corriendo en la dirección
equivocada, persiguiendo sueños que dan lástima y sirviendo a dioses
pequeños. Cuanto más pronto contestemos la pregunta más importante de nuestra vida, mejor responderemos a las más sencillas —como
qué estudiaremos, dónde trabajaremos y con quién nos casaremos.
Muchos de nosotros queremos mantener a Dios lo suficientemente cerca como para que nos salve, pero lo suficientemente lejos como
para que nos deje hacer lo que queramos. Pero debemos ser valientes
y preguntarnos por qué Dios nos hizo en primer lugar. Para responder
esta pregunta, realmente ayuda comenzar por el principio. “Dios, en
el principio…” (Gn 1:1). La Biblia no comienza con Adán. Comienza
con Dios. Dios es el autor, el pintor, el creador en esta historia —en
la historia de cada persona. Así que, ¿por qué te creó Dios? “… y dijo:
‘Hagamos al ser humano a Nuestra imagen y semejanza…’. Y Dios
28
El amor te está buscando
creó al ser humano a Su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre
y mujer los creó” (Gn 1:26-27). ¿Por qué te creó Dios? Lo repite tres
veces para dejarlo bien claro. Te creó a Su imagen, a Su semejanza —
para que te parecieras a Él. ¿Por qué alguien hace algo a Su semejanza
—una pintura, una escultura, un Instagram?1 ¿Por qué creamos cosas
semejantes a otros—a nuestros padres, a nuestro mejor amigo, a nuestro artista o atleta favorito? Porque queremos verlos y queremos que
otros los vean. ¿Por qué te creó Dios? Esa pregunta es infinitamente
más importante que preguntarnos con quién nos vamos a casar (o si
llegaremos a casarnos). La respuesta más corta es que fuimos creados
para mostrarle a los demás un poco de lo que Dios es, para compartir
y desplegar el amor que hemos experimentado con Él. Somos siete
billones de Instagrams de Dios.
Un amor demasiado bueno para no compartirlo
Fuimos hechos a la imagen de Dios, así que nuestro deber es ser representaciones vivas de Él y de Su gloria —de Su belleza, Su integridad,
Su misericordia, Su justicia, Su amor (Is 43:7). Fuimos formados y
creados a propósito, para un propósito. Así que lo más importante que
podemos hacer aquí en la tierra es dedicarnos completamente a decirle
al mundo, con toda nuestra vida, que Dios es más real y más satisfactorio de lo que podríamos haber imaginado —más que la carrera más
exitosa, que la plataforma más grande, o que el matrimonio más feliz.
Así que, ¿cómo vivimos para Dios y para Su gloria? No hacemos
que Dios sea glorioso, ni le añadimos gloria. Simplemente dirigimos
la atención de otros hacia Él y hacia Su gloria —hacia la belleza que
vemos en donde sea que miremos, hacia el infinito poder y la infinita
sabiduría que leemos en la Biblia, hacia la maravillosa gracia y misericordia que recibimos en Su amor por nosotros. La explosión que
29
La vida de soltero
inició el progreso en mí fueron estas palabras de John Piper: “Dios es
más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él”.2
Dios comienza a verse como todo lo que Él ya es a través de mí y
de mi vida —Su santidad perfecta, Su justicia impecable, Su amor
inagotable— cuando Él y Su amor comienzan a ser todo para mí.
Cuando nuestras vidas le dicen a otros que Él es nuestro mayor tesoro, entonces los demás pueden ver lo glorioso y maravilloso que Él es
realmente. Dios nos creó para mostrar Su gloria, y al mostrarnos más
de Sí mismo, su intención es hacernos las personas más felices que
han existido. Aprendí que cuanto más grande y glorioso es Dios en mi
corazón, más grande y más glorioso Él se ve a través de mi vida, y más
reflejo Su diseño y Su propósito para mí.
¿Cuál es la voluntad de Dios para tu vida (y para tu futuro matrimonio)? “Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa,
háganlo todo para la gloria de Dios” (1Co 10:31). Absolutamente
todo lo que hagas —incluso cuando bebes Gatorade después de hacer ejercicio o cuando pides tu bebida favorita en Starbucks, hazlo
para la gloria de Dios. ¿Qué significa eso? Pablo continúa diciendo
que él buscaba “agradar a todos en todo. No [buscando sus] propios
intereses, sino los de los demás, para que sean salvos” (1Co 10:33).
Bebe y come, trabaja y diviértete, conoce a alguien y cásate de forma
que contribuyas a ganar el mundo para Jesús. Invítalos a disfrutar del
amor transformador que has encontrado. Cualquier cosa que hagas,
hazla para decir algo sobre lo que Dios ha hecho por ti y sobre lo
mucho que Él significa para ti. No hagas nada solo por hacerlo, solo
para encajar y seguir el manual del mundo para tu vida. Que toda tu
vida —tu espera, tu noviazgo, tus deseos— se adapte al propósito que
Dios tiene para ti desde que te creó, tejiéndote con amor en el vientre
30
El amor te está buscando
de tu madre (Sal 139:13). Edifica tu vida sobre Su amor y haz que tu
propósito sea Su gloria.
Un terrible intercambio y un mayor amor
Pero “todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Ro
3:23). Todos somos incapaces de alcanzar Su gloria, y no solo en el pasado sino también hoy y todos los días. Tú, yo y todos los que conoces,
sin excepciones. Pablo dice que hemos cambiado “la gloria del Dios
inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las
aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles” (Ro 1:23). En lugar de vivir
para ser un reflejo de Dios, quitamos nuestros ojos de Él y permitimos
que nuestros corazones se enfoquen en otra cosa. Intercambiamos el
infinito valor de lo que no se ve por unos pocos minutos de cosas
visibles. Nacemos en pecado, y vivimos amando al pecado (Sal 51:5;
Jn 3:19). Y “la paga del pecado es muerte” (Ro 6:23). No un golpe en
la mano, no algún inconveniente en esta vida, no recibir un poco menos de Dios. Muerte. Dolor y agonía insoportables alejados de Dios
y de Su gracia, y ese dolor nunca termina. Eso es lo que merecemos
por desechar el amor de Dios y Su propósito para nuestras vidas, por
rechazar el camino hacia la felicidad que Él preparó para nosotros.
¿Cómo ha respondido Dios a nuestro pecado —al intercambio
que hicimos de Su gloria por la nuestra, buscando la felicidad y la
vida en el matrimonio, en el dinero o en cualquier otra cosa, y no en
Él? Él “se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado
Su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno
de gracia y de verdad” (Jn 1:14). En Jesucristo, Dios vino en toda Su
gloria para salvar a los que la habían desechado y para transformarlos
a fin de que sean representaciones vivas de Su valor y belleza. Fuiste
creado para la gloria, y fuiste salvado para la gloria.
31
La vida de soltero
Un cielo sin Dios
Me percaté de esto por primera vez ese mismo año que me decidí por
los negocios, y cambió totalmente mi perspectiva en cuanto a mis
sueños, mi carrera, la posibilidad del matrimonio, y el resto de mi
vida. Entendí que el evangelio era una historia para mí, pero que no
era una historia acerca de mí. Estas buenas noticias —las noticias que
me rescataron del infierno y que me prometen el cielo— no decían
que Dios quería que yo fuera feliz lejos de Él y de Su gloria, sino que
Él quería satisfacerme ahora y por siempre consigo mismo. Me amó lo
suficiente como para entregarse a Sí mismo. Subrayé este párrafo en
ese tiempo, y regreso a él cada año:
Cristo no murió para perdonar a pecadores que siguen atesorando cualquier cosa por encima de ver y disfrutar a Dios. No
estarán en el cielo las personas que podrían estar felices aun si
Cristo no estuviera allí. El evangelio no es una forma de llevar
a las personas al cielo: es la forma de llevar a las personas a
Dios.3
¿Por qué te salvó Dios? No solo para que pudieras escapar del
infierno o te despojaras de la vergüenza y la culpa, ni siquiera para
que entraras al cielo. Dios te salvó para Dios. La Biblia dice que Dios
te amó, te eligió, te salvó y te creó para “alabanza de Su gloriosa gracia” (Ef 1:6). Pablo continúa diciendo que Aquel que hace todo en el
mundo de acuerdo a Su voluntad, ha apartado una herencia infinita y
eterna para ti, “para alabanza de Su gloria” (Ef 1:12). “En Él también
ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les
trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el
Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que
32
El amor te está buscando
llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza
de Su gloria” (v 13-14). Salvados para que otros vean que Dios es glorioso. Bendecidos para reflejar que Dios satisface. Guardados para que
otros vean que Dios es digno. Y todo porque te ama.
Su amor por ti es como ningún otro amor que hayas conocido.
Nunca podrás entenderlo completamente. Pero por Su gracia y fortaleza, lo conocerás y lo sentirás cada vez más. Pablo ora y pide que
“arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo… que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento” (Ef
3:17-19). Pasarás la eternidad explorando este amor, descubriendo su
anchura y su longitud. Su propósito para ti comenzó incluso antes de
tu nacimiento y se extiende hacia la eternidad. Dios quería que fueras infinitamente feliz por toda la eternidad, siglos después de que tu
futuro matrimonio sea solo una dulce y lejana memoria. ¿Vas a vivir
para la gloria de un Dios que te ha salvado y amado de esta manera?
33
2
Soltero, satisfecho y enviado
Durante casi dos años, cada semana pasaba un par de horas con William. William era un voluntario en el hospicio donde yo trabajaba
medio tiempo cuando aún era estudiante. Él era afroamericano y me
doblaba la edad. Tenía tres hijas y ya era abuelo. Y William era un
alcohólico en recuperación.
Durante esos dos años, yo caminaba desde donde vivía hasta un
centro de rehabilitación que estaba a unas pocas cuadras y que se especializaba en alcoholismo. No era una clínica cristiana, pero me permitían para dar un estudio bíblico una vez a la semana en uno de sus
salones de conferencias. Mi yo soltero tenía mucho tiempo y mucha
energía que invertir. La primera vez que realicé esa caminata tenía
veintidós años, y recuerdo que iba orando mientras subía por la Avenida 19. A veces llegaban cuatro o cinco personas, pero generalmente
solo había una, y a veces no iba nadie. Cada semana me paseaba por
los pasillos de la clínica tratando de convencer a algunos de que se
sentaran y leyeran conmigo por una hora. Muchos de ellos tenían
veinte o treinta años más que yo. Usualmente me saludaban con una
sonrisa y me decían amablemente: “Reverendo”.
Un día conocí a William. La abuela de William le había enseñado
la Biblia cuando él era pequeño, y lo había hecho tan bien que él aún
recordaba algunos versículos. Cada semana yo caminaba por los pasillos
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