Uploaded by Juan José Araujo Paredes

ENSAYO

advertisement
0
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN
FACULTAD DE INGENIERÍA CIVIL, ESCUELA PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL
Problemas en el cambio del paradigma de la ética.
Por:
Juan José Araujo Paredes
1
PROBLEMAS EN EL CAMBIO DEL PARADIGMA DE LA ÉTICA.
Durante siglos, el ser humano ha vivido diseñando un criterio que diferencie lo que está
mal de lo que está bien en su actuar, pero, diversos hechos pueden indicar que nuestra naturaleza
difiere de su conceptualización de la ética, y que las diversas reacciones sociales no
corresponden al denominado “bien”, ni todas las decisiones criticadas son el “mal”, a razón de
esto, nace la duda, ¿debemos cambiar nuestro entendimiento de la ética y de sus normas?
A lo largo de la historia, la sociedad se ha visto tremendamente enfrentada con los deseos
más banales de sus pobladores, una muestra, es la democracia moderna, donde no deja de ser
tensa la relación entre la ética y la política:
Es aquí cuando el poder, al penetrar la dimensión ética, introduce en ella la más
grande distorsión, ya que el discurso de la ética se convierte en una mera forma de
justificación del poder. (Yannuzzi, 2005)
Como bien se indica, la estrecha relación tóxica del gobernante con su ética, termina
siendo definida por las ansias de poder del mismo, y ante el constante descontento social, se
infiere una victoria de los deseos propios de poder y ambición del individuo, el mismo político
que fue elegido por los ciudadanos, y que, por probabilidad, retrata a los votantes, los cuales, en
su misma situación, harían lo mismo, o cometerían acciones igual de cuestionables, es entonces
donde hay un desacomodo entre nuestra ética conocida, y lo que han exigido nuestras decisiones
más complicadas.
A pesar de estas discordancias, nuestra sociedad no necesita un cambio en las bases de la
ética. A continuación, se detallarán las cinco principales razones por las que este cambio
supondría una catástrofe para la sociedad.
2
En primer lugar, los nuevos problemas de la ética, que llegaron con la aparición de
trasplantes de órganos, fecundación artificial, tráfico y la drogadicción (Alonso, 1990),
cambiaron también nuestros conocimientos, las valoraciones, y principalmente las normas; cada
uno de estos merece un análisis individual y propio, ya que, un cambio en la ética, elimina el
bienestar común como prioridad.
Según P. Barroso en el Diccionario de ciencias y técnicas de comunicación, la ética es la
ciencia filosófico-normativa y teórico-práctica que estudia los aspectos individuales y sociales de
la persona a temor de la moralidad de los actos humanos (Benito, 1991), entendiendo la moral
como la disciplina que estudia el comportamiento, diferenciando entre los actos buenos y malos;
en torno a estas definiciones, podemos utilizar los siguientes razonamientos:
•
Los trasplantes de órganos, constituyen un acto moral, dentro de la ética, porque,
sobreponiendo un bienestar colectivo a uno meramente individual, apreciamos el
bienestar de dos personas, si es voluntario, el donante considera que su bienestar se verá
poco afectado, por eso, accede al trasplante, siendo beneficiado el más necesitado de
ambos, de igual forma, si el trasplante se da desde el cuerpo de un fallecido, que haya
consignado en vida, su deseo de contribución de forma legal; entonces, dentro de un
voluntariado y buena realización, los trasplantes son un acto amparado por la ética.
•
La fecundación artificial es un acto moral, dentro la ética, en primer lugar, porque puede
provocar el bienestar colectivo, a pesar de que el individuo no nacerá de un acto sexual,
fuera de cualquier creencia religiosa, nada exige la concepción de esa manera, si bien,
algunas fuentes como las Revistas de Ciencias Administrativas y Financieras de la
Seguridad Social defienden que es una exigencia ética que todo ser humano sea fruto del
amor de los padres y no que nazca en un contexto de requerimientos técnicos médico –
3
biológicos (2004), no podemos referir únicamente al acto sexual como el amor de los
padres, ya que si hay una relación conyugal de afecto y respeto, no hay impedimentos
éticos para la fecundación artificial.
•
El tráfico y la drogadicción no son actos morales, ni los ampara la ética, porque
sobreponen el bienestar individual al colectivo, entendiendo un tipo de bienestar
“placebo”, ya que los efectos dentro del cuerpo humano siempre son perjudiciales, la
probable destrucción de un entorno familiar y los riesgos en situaciones comunes, como
la conducción, están muy presentes, aunque algunas drogas estén permitidas actualmente,
debemos comprender que la construcción léxica de la palabra indica un alto grado de
dependencia, por lo cual no refiere los casos de recreación, sino de adicción. En tanto al
tráfico, supone un evento ilegal, y que es el medio de mayor alcance para llegar a la
drogadicción (acto no amparado por la ética).
Como bien se aprecia, y se ha hecho hincapié, la determinación de la moralidad o el
amparo por la ética nacen de una consideración principal al bienestar colectivo sobre el
individual, por lo tanto, los nuevos problemas de la ética, no requieren de un cambio de las bases
de esta, ya que en términos hipotéticos siempre que el bienestar colectivo real, supere al
individual o placebo, habrá un amparo por parte de esta disciplina. Un cambio del sentido de la
ética, solo produciría el favorecimiento de algunos pocos individuos, y no de la convivencia o de
toda la sociedad.
Llevando estos “problemas” de la ética a nuestro medio de gobierno, se aprecia que el
deseo del bienestar individual se ha sobrepuesto al colectivo, como bien se resaltaba al inicio de
este ensayo. Una variación significativa en nuestro entendimiento de la ética en la política,
supondría una anarquía total en la sociedad.
4
Tal como indica Adolfo Sánchez Vásquez en su libro “Ética y política”, tenemos una
convivencia serena y pacífica, cuando seguimos las bases de la ética. (2017) Se puede defender
esa afirmación, con un supuesto, llevando, por ejemplo, el tráfico de drogas a la vida de un
funcionario del Gobierno; el individuo está contribuyendo con la realización libre de un acto no
amparado no solo por la ética, sino por la ley; si cambiamos las bases de la ética, también
cambiaremos nuestras leyes, normas, sanciones, etc., lo que significa que, un ciudadano
cualquiera, que tenga aspiraciones dentro de la política gubernamental, no tienes un detenimiento
para anteponer sus deseos banales sobre el bienestar colectivo, entonces, tanto el político en
funciones, como el ciudadano aspirante, podrían participar en el tráfico de drogas ilegales, sin
posibilidades a la crítica ajena o mutua, ya que, no habría ética normativa que los diferencie. Se
entiende que, las bases de la ética cambian para todos, no solo para los ciudadanos promedio,
sino también para políticos en cargo, por lo que este cambio, o inversión, supone una anarquía en
las acciones de los gobernados y los gobernantes, en toda la sociedad.
Surge un problema en la educación, ya que, con el cambio en el paradigma, la ética se
vuelve un concepto individual, y no entendido de la misma forma por todos, siendo en parte, una
generalización de la moral, pero sin las bases de la prioridad del bienestar común, eliminando los
beneficios adquiridos por una única conceptualización de la ética.
Todos tenemos un concepto de la moral, especialmente dentro de nuestra comunidad más
cercana, pero, ¿qué sucedería si todos entendemos el bien y el mal a nuestro gusto? Si bien, ya
estaría de más recalcar la anarquía que se produciría, también podemos analizar lo que nos puede
quitar este hecho. Como principal punto, Vida Gual, en su publicación “La enseñanza de la ética
moderna”, evidencia que el entendimiento de un solo concepto general de ética, ha contribuido,
al desarrollo conjunto de la tecnología y la ciencia al servicio de la atención médica, también ha
5
impulsado la entrada de la salud en la macroeconomía, promulgando un enfoque humanístico.
(1999)
Con un entendimiento disonante de la ética, eliminamos los beneficios del enfoque
humanístico que esta nos ha otorgado dentro de la conciencia colectiva.
La resolución de conflictos y la satisfacción de la pluralidad de intereses comunes por
parte, primero, de quienes deliberan sobre los asuntos públicos, y segundo de quienes ejecutan
las decisiones, es difícil de alcanzar de manera transparente si se carece de valores éticos. (Diego
Bautista, 2007)
Si ya de por sí, es complicado el control de las acciones poco éticas mencionadas
anteriormente, en especial si llegan a personas con poder; cuando la educación ya se perdió, y se
ha desvariado la ética; se ven gravemente afectados los problemas más comunes. Nuestra forma
de deliberación de las acciones, son los juicios, el cambio del paradigma ético, elimina esta
forma de disertación, el individuo, solo depende de su voluntariedad para hacer las cosas bien,
evidentemente se corre un gran riesgo solo considerando este punto, por lo cual, los conflictos
públicos, serían resueltos, con menor transparencia, justicia, y claridad.
Analizando esta voluntariedad, se podría concluir, que la culpa no es de la ética en sí,
sino, de nosotros, por lo que un cambio en esta, no supone arreglar el problema de raíz.
Según una encuesta realizada por Proética en 2019, el 73% de la población (mediante
muestra), tiene una tolerancia media o alta a la corrupción, esto nos indica que, hemos creado un
sistema en el que no confiamos, probablemente tengamos poca capacidad autocrítica para
entender que los principios no son los que están mal, sino, nosotros los ciudadanos, a esto se
agrega que, solo el 59% está dispuesto a denunciar actos de corrupción y el 32.6 % de la
6
población es formal y pagaba impuestos por su trabajo en el 2017 según el IPE. Somos una
sociedad con poco nivel de autocrítica, que tolera la corrupción, y no cumple con sus
obligaciones con el colectivo.
En conclusión, a pesar de las discordancias encontradas, la ética no necesita un cambio de
paradigma, ya que, se eliminaría el bienestar común como prioridad, habría una anarquía total en
la sociedad, nos quitaría los beneficios adquiridos por una única conceptualización de la ética en
diferentes ramas de la ciencia, la resolución de conflictos se dificultaría y no se estaría atacando
al problema de raíz. Invito a la comunidad agustina, a promulgar la capacidad autocrítica en la
sociedad, para integrar las bases de la ética en nuestro discernimiento y nuestro actuar.
7
BIBLIOGRAFÍA
Acevedo, F., 2021. Ética según varias definiciones de diferentes autores. [online] Academia.edu.
Available
at:
<https://www.academia.edu/42312106/%C3%89tica_seg%C3%BAn_varias_definiciones
_de_diferentes_autores> [Accessed 26 June 2021].
Alonso, A. H., & Hortal, A. (1990). Los cambios de la ética y la ética del cambio (Vol. 8). Editorial
SAL TERRAE.
Benito, Á. (1991). Diccionario de Ciencias y Técnicas de Comunicación. Editorial San Pablo. 1ª
Edición / 1376 págs. / Rústica / Castellano / Libro.
Diego Bautista, Ó. (2007). Ética y política: valores para un buen gobierno. Encuentros
multidisciplinares, 9(27), 22-37.
Guevara, M., & German, E. (2004). Bioética y técnicas de reproducción asistida. Revistas de
Ciencias Administrativas y Financieras de la Seguridad Social, 12(1), 71-78.
Instituto Peruano de Economía. 2021. Los pocos que tributan | Instituto Peruano de Economía.
[online] Available at: <https://www.ipe.org.pe/portal/los-pocos-que-tributan/> [Accessed
27 June 2021].
Proética | Capítulo Peruano de Transparency International. 2021. La tolerancia a la corrupción,
grande y pequeña, se mantiene extendida según la última Encuesta Nacional sobre
Corrupción de Proética - Proética | Capítulo Peruano de Transparency International.
[online] Available at: <https://www.proetica.org.pe/contenido/xi-encuesta-nacional-sobrepercepciones-de-la-corrupcion-en-el-peru-2019/> [Accessed 27 June 2021].
Vázquez, A. S. (2017). Ética y política. Fondo de cultura económica.
Vidal Gual, J. M. (1999). La enseñanza de la ética moderna. Revista Cubana de Salud Pública,
25, 166-177.
Villoro, L. (2000). Ética y política.
Yannuzzi, M. D. L. Á. (2005). Ética y política en la sociedad democrática. CON: fines de
relaciones internacionales y ciencia política, 1(1), 67-84.
Download