Rodrigo Mercado Díaz Mayorga Seminario de Investigación Reflexiones en torno a Descartes Diciembre 2014 En el siglo XVII científicos y filósofos comenzaron a cuestionar la realidad en la que se desenvolvían de forma crítica, y con esto los esquemas propuestos desde la filosofía aristotélica, transformados por Santo Tomás, San Agustín, Avicena o Averroes, hasta su era. Descartes, Newton, Harvey, Kepler y Galileo, todos contemporáneos, de manera activa cuestionaron la manera en que el hombre comprendía al mundo y su posición dentro de él. Las ideas que desarrollaban cuestionaban directa o indirectamente las ya establecidas por la iglesia, quien en esta época era la constructora de las teorías sobre nuestra realidad. Descartes es reconocido como uno de los científicos que inicia la revolución en base al conocimiento en la Europa Occidental del siglo XVII. En 1637 publica “El Discurso del Método”. Siendo esta la primera ocasión en la que define de forma clara su compresión del método científico. Dentro del discurso Descartes presenta las cuatro reglas fundamentales para acercarse a la verdad científica, ya que había trastabillado con su tratamiento del escepticismo como método tratando de recrear la certeza que percibía en las matemáticas al pensamiento filosófico. A través del sueño comprendió la forma en que su acercamiento a las matemáticas podría ser aplicado a todo conocimiento. Descartes pensaba que es posible deconstruir todas las cosas que conforman la realidad a sus últimas piezas y evadir la suposición de la certeza de todas las cosas, en especial las que no han sido reveladas como verdaderas y a partir de este proceso el conocimiento podría ser reconstruido desde una fundación sólida. El Método por sí mismo está expuesto de forma concisa a través del “Discurso”. Expresado de manera simple el método cartesiano consiste en: 1. Si hay espacio para la duda sobre cualquier cosa, no hay que aceptarla en primera instancia como verdad. Sino acercarnos a la verdad por medio de las siguientes reglas; 2. Comprende en tu mente tus propias ideas al hacer un juicio sobre las partes y no busques llegar a una conclusión de forma directa y apresurada. 3. Percibe el sujeto de tu interés como un problema y parte los componentes a las piezas más pequeñas a las que puedes llegar. 4. Comienza con las piezas más pequeñas y asegúrate de comprender cada una de ellas. Gradualmente conecta las piezas para transformarlas en objetos más complejos trabajando para restaurar el todo. 5. Duda de todo y considera cada ángulo de perspectiva posible para poder comprender el problema en su totalidad. El método fue revolucionario no porque prometía la ejecución sin error y la respuesta a todas las cosas, sino porque introducía el aspecto de la duda, característica principal para la comunidad científica y el posible desarrollo de nuevas teorías. El método y tratado desarrollado por Descartes, antes que aceptar la realidad tal como es, explica la necesidad de la duda ante las cosas que uno no está en absoluto seguro. Esto amenazaba algunas ideas de la iglesia de aquella época, ya que esta pensaba que la fe y la autoridad divina son los constituyentes de la verdad. Descartes no percibía que el método contradijera las enseñanzas de la iglesia, y en la cuarta sección del método se busca probar la existencia de Dios y del alma. La primera edición del “Discurso del Método” fue publicada en Holanda en 1637. Fue escrita por Descartes en francés, y encargó específicamente que fuera publicada en este idioma. En este punto de la historia, la mayoría de los trabajos científicos y filosóficos, por no decir todos, eran publicados en latín. Descartes buscaba con ansiedad poder ser leído, comprendido y replicado no sólo por los filósofos comprensores del latín, sino por la mayor audiencia posible haciendo su publicación accesible a los hombres y mujeres que no tenían el beneficio de una educación y podrían utilizar sus enseñanzas para la vida cotidiana. Esto contribuyó de forma radical al alcance del conocimiento acercándolo a la gente común. “El Discurso del Método” fu publicado para estimular la discusión científica a través de sus ensayos y descubrimientos en los campos de la óptica, la meteorología y la geometría. Antes de publicar el libro Descartes de refería al método como “discours qui sert de Preface”. El método era el vehículo que utilizó para llegar a sus descubrimientos, pero eran estos descubrimientos los que hacía accesibles a través de sus escritos, irónicamente es el método el que queda como mayor resultado de su legado, no tanto así su exploraciones científicas. Descartes creía con toda certeza que sus pensamientos eran correctos, y así también creía en el poder del diálogo como constructor de conocimiento. Pensaba que a través del diálogo podía brindar más claridad a su trabajo. Instruyó a los lectores del “Discurso” que le replicaran vía Marin Mersenne. Descartes planeaba responder a las objeciones recibidas e incluir los argumentos eventuales en las siguientes ediciones del discurso. Esto no se llevó a cabo debido a lo poco fructuosas que eran las réplicas sobre el método. Una de las objeciones que sí desarrolló fue la hecha por el Padre Jesuita Bourdin, ya que Descartes esperaba que los Jesuitas adoptaran su método para la instrucción en sus escuelas. La idea clave de Descartes en el “Discurso” es que para saber lo que es verdadero y sólo lo que es verdadero es necesario dudar sobre todo lo que conocemos. Lo que puede ser puesto en duda no es necesariamente falso, pero aquello que no puede ser dudado se nos presenta como verdadero. Descartes utilizó este método para dudar de todas sus creencias y llego así a la frase que resume nuestro entendimiento: “pienso luego existo”. No significa esto que pensar es la causa de la existencia, es en realidad que pensar es la evidencia de la existencia: Tiempo ha que había advertido que, en lo tocante a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran indudables, y esto se ha dicho ya en la parte anterior; pero, deseando yo en esta ocasión ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando. 1 El descubrimiento de poder dudar todo pero la propia conciencia lleva a Descartes a dividir el mundo en “res cogita” (mente) y “res extensa” (cuerpo). Una de las preguntas creadas por la distinción entre mente y cuerpo hecha por Descartes fue identificada por la Princesa Elizabeth de Bohemia, quien preguntaba ¿si la mente es una inmaterial substancia del pensamiento, cómo es que puede causar movilidad en el cuerpo? Parece entonces que toda determinación de movimiento se lleva a cabo por la propulsión de la cosa movida, la manera en que es proyectada es la manera en la que se mueve, y por las características y formas de la segunda superficie. Se requiere contacto para las primeras dos condiciones y en extensión para la tercera. Completamente excluye la extensión de la noción que tiene sobre la mente, y el contacto parece incompatible con una cosa inmaterial. Descartes responde así: 1 Descartes, René. El Discurso del Método. Con toda sinceridad puedo decir que la pregunta que su Alteza propone me parece la pregunta que sobre todas más razonablemente debe ser expuesta, en seguimiento (a lo que he dicho) a mis publicaciones pasadas. Hay dos cosas en el alma humana en base a las cuales todo conocimiento que podemos tener sobre su naturaleza depende, por un lado, que piensa, por otro lado que estando unida al cuerpo puede sufrir junto con él. He dicho casi nada sobre el segundo aspecto, y me hube propuesto estudiosamente exponer sólo el primero. La razón por este actuar, es que todo mi diseño principal era probar la distinción subsistente entre el espíritu y el cuerpo, el segundo podría servir en este diseño, pero el otro, si especulaba sobre él, hubiese sido en ningún sentido constructivo. Pero ya que su Alteza lo ha visto tan claramente, no hay nada que se le pueda escapar a ella. Espero entonces poder explicar la manera en la cual concibo la unión entre el espíritu y el cuerpo y como el espíritu tiene el poder de mover el cuerpo.2 Descartes no cumplió este cometido en su correspondencia con la Princesa Elizabeth, pero este esfuerzo llevó a la creación de “Las Pasiones del Alma”. En 2 Descartes, René. Correspondencia. este libro no se muestra de forma clara la explicación entre espíritu y cuerpo, pero sí tiene mucho que decir sobre la distinción funcional entre lo que llamamos espíritu (mente) y lo que llamamos cuerpo. Y con estas premisas desarrolla ideas importantes sobre la naturaleza del sistema nervioso y sobre las sensaciones y percepciones. Descartes sostiene en uno de los apartados de este libro que el espíritu (mente) y el cuerpo interactúan en la glándula pineal, un pequeño punto al centro del cerebro. Hace una gran explicación sobre el funcionamiento y la interacción entre mente y cuerpo, que de forma sintética expresa que lo que sucede en la glándula pineal posibilita a la mente y al cuerpo a interactuar casualmente. En “Las Reglas para la Dirección del Espíritu” Descartes nos muestra las reglas que deben guiar el proceso de descubrimiento de nuevo conocimiento. Descartes describe que antiguos matemáticos se encontraban en aparente posesión de tales reglas pero no eran rebeladas al público por una u otra razón. Descartes claramente deseaba hacer del descubrimiento de verdades matemáticas su modelo para el descubrimiento intelectual. Pensaba que había verdades metafísicas con más fundamentos que las propuestas por las matemáticas. El resultado del uso de las reglas es scientia, o conociemiento científico. Scientia es lo opuesto al razonamiento de probabilidad. La diferencia recae en que el razonamiento de probabilidad está abierto a la duda, mientras que la scientia es el conocimiento perfecto en el sentido en que es “certero y evidente” e incapaz de ser dudado (regla 2). El razonamiento de probabilidad está basado en la experiencia, mientras que la scientia está basada en la razón. El método que desarrolla en “Las Reglas” es el mismo que en el discurso. Ya que en su forma más simple el método trata de descomponer las cosas complejas a sus partes más simples y reconstruir el todo a partir de las bases que hemos creado con el total conocimiento de las partes simple. Descartes reconoce que hay objetos complejos que podemos construir con la mente, pero en la materia no existe, sino que son creaciones del intelecto. Descartes dice que “el mejor ejemplo de todos” de cómo el método debe ser aplicado es investigar las posibilidades de la mente humana de comprender la verdad. Esta aplicación del método requeriría un visión simple de los elementos de la mente humana, y Descartes describe que algunos objetos espirituales, metafísicos, son de absoluta simpleza. A través de Descartes podemos ver la importancia de la duda como método constructivo para el conocimiento de la realidad. Dando importancia a la parte metafísica y buscando poder comprenderla a través de un método único que permite aprehenderla dentro de las limitantes de la mente humana y construir así una realidad a partir de verdades universales. BIBLIOGRAFIA René Descartes. “Reglas para la Dirección del Espíritu”. México. Alianza Editorial 2003. René Descartes. “Las Pasiones del Alma”. México. Biblioteca Edaf 2006. René Descartes. “El Discurso del Método” España. Editorial Club Universitario 2002.