Uploaded by Hector Chavez

Soltero por ahora - Segal Marshal

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“Tengo cuarenta y ocho años de casado. Pero, incluso ahora, medio siglo
después, los días en que me enamoré y ‘salía’ con Noël siguen frescos en
mi memoria. Tienen un lugar único. Es cierto que en el matrimonio
disfrutamos de un éxtasis sin restricciones, pero esos años que
condujeron al matrimonio estuvieron sobrecargados de emociones que
nunca experimenté antes ni después de ese tiempo. Necesitamos la
sabiduría de Dios. Y necesitamos Su ayuda sobrenatural para poder
vivirla. Marshall Segal es un guía digno de confianza. Es consciente de
que vive en el mundo, pero vive conforme a la Palabra. Dios no nos dejó
sin sabiduría y sin poder para esta temporada tan volátil de la vida.
Marshall te mostrará ambas cosas”.
— John Piper, pastor y autor de Viviendo en la luz: Dinero,
sexo & poder
“Por años he anhelado un libro confiable que pueda recomendar a
hombres y mujeres solteros. ¡No tengo que seguir esperando! Soltero por
ahora es todo lo que esperaba y más. Marshall provee fundamentos
completamente bíblicos, aplicaciones arraigadas en el evangelio y
algunos de los consejos más claros para navegar por los años de soltería
que haya visto. Él reconoce humildemente los fallos que ha cometido y se
refiere a pecados pasados con una habilidad pastoral muy sensible. Si
eres soltero, este libro incrementará tu fe en los buenos planes que Dios
tiene para ti y te inspirará a exaltar a Cristo de manera apasionada con
toda tu vida. ¡Estoy ansioso por recomendar y regalar este libro!”.
— Bob Kauflin, autor de La adoración importa y Verdaderos
adoradores
“Los escritos de Marshall siempre nos dan más claridad, nos invitan a
reflexionar
y
prueban
nuestros
corazones.
Con
refrescante
transparencia, nos comparte lo que ha aprendido —a veces a las malas—
2
de la Palabra de Dios y de Sus caminos. A medida que Marshall compartía
sus reflexiones durante sus años de soltería, me alegré cuando vi que Dios
trajo a Faye a su vida ‘en su tiempo’. Ahora me alegro de que haya escrito
este libro, el cual será un banquete para hombres y mujeres, sin importar
la etapa de la vida en que se encuentren, que quieren experimentar gozo
en Cristo mientras luchan con anhelos no cumplidos de este lado del
cielo”.
— Nancy DeMoss Wolgemuth, locutora de radio para Aviva
nuestros corazones y autora de Mentiras que las mujeres
creen
“Oportuno. Relevante. Sólido. En medio de una cultura que celebra y
también estigmatiza la soltería, y en la que hemos malentendido y
abusado del noviazgo, Marshall Segal nos refresca con la verdad bíblica.
Con la Escritura como fundamento, Soltero por ahora es una guía que
nos ayuda a honrar a Dios en cualquier relación. Casado o no, con o sin
compromiso, espero que leas este libro”.
— Louie Giglio, pastor de Passion City Church, Atlanta, y
fundador de Passion Conferences
“En una cultura que nos bombardea constantemente con mensajes falsos
—incluso destructivos— sobre las relaciones amorosas, Soltero por ahora
es la respuesta cristiana que necesitamos. Marshall es profundamente
bíblico y escribe con la empatía, humildad y sabiduría de un hermano
que ya ha recorrido ese camino, que ha cometido errores y que ha hallado
gracia. Ahora nos comparte su experiencia y sus perspectivas, las cuales
están empapadas del evangelio. Creo que los adolescentes serán
especialmente beneficiados por las palabras de Marshall. Por esa razón,
este es un libro que recomiendo ampliamente”.
3
— Jaquelle Crowe, escritora y editora principal en
TheRebelution.com, contribuyente de The Gospel Coalition
y autora de Esto cambia todo: Cómo el evangelio transforma
tu juventud
4
5
6
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#SolteroPorAhora
Soltero por ahora
La búsqueda del gozo en la soltería y el noviazgo
Marshall Segal
© 2018 por Poiema Publicaciones
Traducido del libro Not Yet Married: The Pursuit of Joy in Singleness
and Dating © 2017 por Marshall Segal. Publicado por Crossway, un
ministerio editorial de Good News Publishers; Wheaton, Illinois 60187,
U.S.A.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas
de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1986, 1999, 2015, por
Biblica, Inc. Usada con permiso. Las citas bíblicas marcadas con la sigla
LBLA han sido tomadas de La Biblia de las Américas © 1986, 1995, 1997,
por The Lockman Foundation; las citas marcadas con la sigla RVC, de La
Santa Biblia, Versión Reina Valera Contemporánea © 2009, 2011, por
Sociedades Bíblicas Unidas.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede
ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o
transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico,
mecánico, fotocopia, grabación, u otros, sin el previo permiso por escrito
de la casa editorial.
Poiema Publicaciones
info@poiema.co
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www.poiema.co
SDG
8
Para Ellis Kai:
Casado o no,
que tu corazón sea del Señor.
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contenido
Introducción
Parte 1: La vida del soltero
1. El amor te está buscando
2. Soltero, satisfechos y enviado
3. Sin impedimentos ni distracciones
4. Ama la vida que nunca quisiste
5. Conociendo a todos sin ser conocido
6. 100,000 horas
7. La postergación de la búsqueda de Dios
8. El paso secreto más importante
Parte 2: Cuando dos solteros se conocen
9. Piensa más allá del matrimonio
10. La mejor guía para el noviazgo
11. Tu última primera cita
12. ¿Es esta la persona indicada?
13. La libertad sexual y la pureza
14. Actos de guerra en el amor
15. El mal tercio que todos necesitamos
16. "No eres tú; es Dios"
Conclusión: Mis anhelos para tu matrimonio
Notas
Agradecimientos
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INTRODUCCIÓN
Vivimos en una sociedad donde uno puede conseguir todo al
instante. Podemos ver lo que queramos, cuando queramos y
donde queramos. Podemos pedir cualquier tipo de comida y
en minutos nos la traen directo a casa. Y en cuanto a
relaciones se refiere, podemos dar “me gusta”, coquetear y
enviar mensajes desde la seguridad y comodidad de nuestro
sillón. Ese mismo egoísmo y esa impaciencia son los
ingredientes principales que han dado lugar a la oleada de
sexo prematrimonial que vemos hoy en día. Entramos a la
Internet
y
todo
parece
una
aventura,
libertad
sin
restricciones. ¿Pero qué si al aceptar lo rápido, lo fácil y lo
barato nos estamos perdiendo de una mejor aventura y de la
verdadera libertad? ¿Y si nos diéramos cuenta de que nos
estamos perdiendo de un banquete por estar comiendo
chucherías?
Al considerar el noviazgo, incluso entre cristianos, tenemos
que admitir que muchos de nosotros estamos totalmente
perdidos. Nos apresuramos a tener un noviazgo tan pronto
llegamos a la secundaria, pero no nos casamos hasta que
hayamos comenzado a ejercer nuestra carrera y disfrutado
de un poco de libertad. Entramos y salimos de relaciones de
la
misma
forma
deshaciéndonos
de
en
que
aquellos
11
cambiamos
que
ya
de
zapatos,
empiezan
a
incomodarnos y luego buscando unos que se adapten mejor
a nuestro gusto o estado de ánimo. Casi siempre nos agrada
la idea de manteneros puros sexualmente, pero no en los
momentos más importantes. Mientras tanto, el mundo
siempre está inventando nuevas tecnologías para llevarnos a
entregarnos demasiado pronto a alguien que ni siquiera
conocemos. Amamos ser amados, pero no estamos muy
seguros de lo que realmente significa el amor.
Nuestras relaciones con el sexo opuesto suelen estar llenas
de adrenalina y ambigüedad —siempre mostramos lo
suficiente como para captar el interés y la curiosidad de
alguien, pero nunca lo suficiente como para contestar las
preguntas más importantes. Es como jugar al gato y el
ratón, pero sin ratones (y creo que podemos estar de
acuerdo en que no hay nada peor que un cuarto lleno de
gatos). Decimos verdades a medias sobre lo mejor de
nosotros, siempre eligiendo exactamente qué mostrar y
cómo mostrarlo, revelando solo aquello que puede atraer o
intrigar al otro. Este enfoque actual hace que todo gire
alrededor
de
mí
—mis
intereses,
mis
amigos,
mis
preferencias. Muchos de nosotros creemos que estamos
pensando
en
el
matrimonio
cuando
conversamos
o
coqueteamos con alguien más, pero la verdad es que solo
estamos pensando en nosotros mismos —nuestra imagen y
autoestima, nuestros deseos egoístas y nuestro ego. Siempre
nos proyectamos y posicionamos para ganar la atención y la
12
seguridad que anhelamos, pero sin arriesgarnos ni dar
demasiado en el proceso.
Jesús nos invita a hacerlo de una forma diferente,
resistiéndonos y superando lo que es común entre los
solteros de la actualidad. Cuando la sociedad quiere medir
nuestra dignidad e identidad basándose en la cantidad de
personas a quienes le agradamos —y en quiénes son esas
personas —Él nos recuerda que somos más valiosos de lo que
nos imaginamos y que el amor que nos define es muy
superior al amor humano. En contra de toda esa
ambigüedad, Él nos capacita para ser intencionales —para
tener la libertad de comunicarnos claramente en amor, y
para conocer y ser conocidos en las relaciones. Mientras
muchos se sumergen insensatamente en esta generación del
“yo”, Él nos libera del egoísmo, mostrándonos cómo poner
los intereses, las necesidades y los corazones de otros antes
que los nuestros, y enseñándonos a no satisfacernos a
expensas de otros. Y aun cuando todos se sientan con el
derecho a tenerlo todo ahora, Él nos aparta como los
extraños y valientes que están dispuestos a esperar. Si el
noviazgo cristiano —el proceso intencional, abnegado y
basado en la oración de procurar el matrimonio— nos
parece esclavitud, no lo estamos entendiendo. Si la
promiscuidad sexual sin compromisos nos parece libertad,
no lo estamos entendiendo. Jesús exige más de nosotros,
pero lo hace para darnos algo mucho mejor.
13
SOLTERO… POR AHORA
Algunos de ustedes se identificarán rápidamente con el título
de este libro, y otros se sentirán ofendidos por él. Si te
encuentras en el segundo grupo, quizá estás leyendo esta
introducción buscando validar tu descontento con tan
superficial perspectiva de la soltería. ¿Por qué nos definimos a
nosotros
mismos
por
la
ausencia
del
matrimonio,
especialmente cuando muchos de nosotros somos hijos del
Dios viviente mediante la fe en Jesús, comprados a un precio
infinito, llenos de poder divino y poseedores de la promesa de
una vida y felicidad eternas?
Aunque yo mismo respondí de esa manera al consejo y al
aliento que recibí de los casados en mis días de soltería
—“¡Dejen de definirme por mi soltería!”—, he llegado a
apreciar la frase “soltero… por ahora” por al menos cuatro
razones. Primero, existen muchos cristianos que tienen un
profundo deseo de casarse, personas cuyos corazones
anhelan encontrar un cónyuge. Creen que es un llamado de
Dios para sus vidas, pero que continúa como un llamado que
aún no se ha realizado o confirmado. Muchos de ellos han
intentado procurar el matrimonio de la forma correcta —sin
sumergirse tan rápidamente, estableciendo estándares y
límites
claros,
y
aprendiendo
de
buenos
amigos
o
consejeros. Pero no ha funcionado. Los noviazgos que han
tenido no han terminado bien, o nadie ha mostrado interés.
Otros se han sumergido en una relación tras otra,
14
impulsados por sus deseos de intimidad y arrastrados hacia
la inmoralidad sexual y el remordimiento. Les han dicho
que su deseo es bueno, pero no tienen idea de cómo dar el
siguiente paso, o de qué pensar sobre estos meses o años de
soledad y quebrantamiento. Quizá tú no eres así, pero yo sí
lo fui, y es probable que así sean algunos de tus amigos
cristianos. Mi intención es mostrar que nuestra espera y
nuestro anhelo deben reflejar todo lo que Jesús ya nos ha
dado y prometido, y que debemos honrar la obra que Él nos
ha encomendado en todas las épocas de nuestra vida, sin
importar nuestro estado civil.
En segundo lugar, estadísticamente, la mayoría de ustedes
se casará. Algunos serán llamados a una vida de soltería, y es
hermoso ver a los solteros disfrutando a Cristo y sirviendo a
otros. El mundo se sorprende al ver a alguien cambiando el
placer del amor marital y la intimidad sexual por el amor a
Dios y por una vida de entrega para atraer a otros hacia
Cristo. Pero la mayoría de ustedes se casará, aunque no lo
vean venir ni esté en su lista de prioridades por ahora. Si la
tendencia de los últimos siglos continúa, el creyente
promedio se termina casando tarde o temprano. Por eso me
parece apropiado hablarle a la mayoría de los creyentes
entre veinte y cuarenta años como si algún día fueran a
casarse. No debemos ser consumidos por esa realidad, ni
definir nuestro progreso o contentamiento por nuestro
estado civil, ni entregarnos por completo a la búsqueda del
matrimonio. Sin embargo, sí debemos prepararnos para
15
estar listos y ser fieles si Dios nos llama a amar y servir a un
cónyuge.
Algunos
de
ustedes
no
están
convencidos
todavía.
Continúan siendo escépticos y sintiéndose ofendidos.
Irónicamente, esa es otra razón por la que me gusta la frase
“soltero… por ahora”. Cada vez más, los jóvenes tienden a
sentir desilusión y pesimismo cuando piensan en el
matrimonio. Existen varios factores aquí, estoy seguro de
ello. El divorcio puede ser el más grande de ellos. Muchos
hemos experimentado el dolor del divorcio de nuestros
padres, o lo hemos visto en las vidas de amigos. ¿Por qué
debería pensar que mi matrimonio sobreviviría? ¿Por qué
me arriesgaría a sufrir esa clase de remordimiento y dolor?
Quiero que al menos algunos de ustedes vuelvan a creer en
el
matrimonio.
Una
de
las
cosas
más
radicales
y
contraculturales que podemos hacer para declarar nuestra
fe en Jesús es casarnos con alguien y permanecer fiel a ese
cónyuge hasta la muerte.
Finalmente, de este lado del cielo todos estamos esperando
nuestra boda. Cada celebración de bodas es una pequeña e
inadecuada imagen de una boda que está por venir, aquella
en la que seremos entregados para siempre a nuestro
Salvador y Rey. En ese día, cantaremos: “¡Alegrémonos y
regocijémonos y démosle gloria! Ya ha llegado el día de las
bodas del Cordero. Su novia se ha preparado...” (Ap 19:7).
Dios creó nuestros matrimonios para que apuntaran hacia el
gran matrimonio que todo creyente anhela. La forma en que
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amemos a nuestro cónyuge, por más imperfecto que sea ese
amor, dice mucho de la clase de amor que Dios tiene por
nosotros, pero palidecerá ante lo que nos espera —una
eternidad de paz, gozo y vida comprada para nosotros por
nuestro Esposo en la cruz. Un día le veremos cara a cara.
Será la mejor reunión familiar de todos los tiempos —la
boda de las bodas— cuando Dios reciba con brazos abiertos a
quienes han sido hechos hermosos por la sangre de Jesús.
Todos estaremos casados, y ese matrimonio debe moldear
todo deseo y anhelo que tengamos en esta vida.
Cuando pienses en tu soltería, no pienses en lo que aún no
eres. Si estamos en Cristo, nunca más seremos definidos por
lo que no somos. Tenemos demasiado en Él como para
desalentarnos por aquello que no tenemos —incluso cosas
que son importantes en esta vida como un trabajo, un
cónyuge o hijos. Las cosas que llenan nuestras vidas y nos
hacen felices aquí son meros granos de arena comparadas
con las infinitas playas de conocer a Cristo. Después de todo,
fue un soltero el que dijo: “Todo lo considero pérdida por
razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi
Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a
fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a Él. No quiero mi
propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene
mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios,
basada en la fe” (Fil 3:8-9).
MI HISTORIA DE SOLTERÍA
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Recuerdo que quería casarme mucho antes incluso de poder
conducir. Quizá vi muchas películas de Disney. Quizá me
estaba “quemando” desde muy joven (1Co 7:9). Creo que el
deseo nació, al menos en mis mejores momentos, al ver el
amor que mis padres se tenían. Mis padres no son perfectos y
su matrimonio no ha sido perfecto, pero las memorias que
tengo de mi niñez son de ellos siendo una pareja feliz —
besándose cuando papá llegaba del trabajo, leyendo juntos en
la sala cada noche, amando a sus hijos, riéndose de sus chistes
malos, sentándose juntos casi cada mañana para leer la Biblia
y orar, aunque fuera por unos minutos. Pude ver de cerca la
amistad y el romance que ellos disfrutaron, y soñaba con
tener lo mismo algún día.
Era un buen deseo, pero no produjo muchas cosas buenas en
mi yo inmaduro. De hecho, nada en mi vida y en mi fe ha
sido más confuso y espiritualmente peligroso que mi
búsqueda del matrimonio. Desde muy joven, añoraba el
afecto, la seguridad y la intimidad que me daría una esposa.
Tristemente, esos deseos hicieron más daño que bien.
Comencé
Permanecía
a
tener
en
noviecitas
relaciones
demasiado
demasiado
temprano.
tiempo.
Experimentaba demasiado con nuestros corazones y permití
que las cosas fueran demasiado lejos. Dije “te amo”
demasiado pronto. Estaba desesperado por encontrar amor,
pero mi corazón y mi esperanza no estaban anclados en
Cristo. Así que siempre terminaba donde comenzaba: solo,
pero más inseguro y avergonzado. Pequé contra muchas
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muchachas y las lastimé porque solo pensaba en mí, en
lugar de comportarme como un hijo de Dios, guiando las
relaciones con amor y dominio propio. Dios me retuvo el
matrimonio casi hasta los treinta, así que, por más de una
década, mi soltería se convirtió en un recordatorio de que lo
había
hecho
mal
y
de
que
había
perdido
muchas
oportunidades.
Conocí a Alyssa Faye Nera el 11 de octubre de 2012, un día
antes de que camináramos lado a lado en la boda de unos
amigos como parte del cortejo. Nos casamos dos años y
medio después. Yo tenía veintinueve años. Ella veintiocho.
Escribí gran parte de este libro, y aprendí la mayoría de las
lecciones, antes de casarme. Dios me enseñó mucho a través
de ella en esos dos años, especialmente a través de su
contentamiento en Jesús, de su vida de oración y de su celo
por la pureza. Mi relación con Faye fue una inesperada e
inmerecida
bendición
en
mi
errada
búsqueda
del
matrimonio. Gran parte de nuestra historia está dispersa
por el libro, pero nuestro noviazgo, nuestro compromiso y
ahora nuestro matrimonio, es una historia en la que Dios
está enmendando lo que estaba roto, restaurando lo que se
había perdido, redimiendo lo que había salido mal, y
construyendo algo completamente nuevo.
Mirando hacia atrás, estoy convencido de que Dios me
retuvo el matrimonio para disciplinarme —no para
castigarme, sino para prepararme y hacerme madurar como
hombre y futuro esposo. También creo que me retuvo el
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matrimonio para acercarme a Él y permitir que yo utilizara
mis dones para servir a otros mientras estaba soltero. Es por
esto que Soltero por ahora no es un libro en el que
aprenderás a esperar en silencio en algún rincón del mundo
hasta que Dios te traiga un cónyuge, sino uno que quiere
animar a esta generación de hombres y mujeres solteros a
que se olviden de la culpa, el egoísmo y la autocompasión, y
se enfoquen en amar profundamente a Cristo y en servir con
creatividad y dedicación a los demás.
LA VIDA DEL SOLTERO
Este es un libro para solteros que no trata principalmente
sobre el matrimonio ni el noviazgo. Me propuse escribir un
libro para solteros que tratara sobre Dios, y sobre nuestro rol
en Su mundo. En lugar de enfocarme en deberes y
prohibiciones, mi intención es mostrarle a los solteros lo que
Dios tiene para ellos ahora. La primera mitad del libro se
enfoca en la vida del soltero —en el gozo, el propósito y el
sentido de pertenencia que podemos experimentar como
solteros. Con todo mi corazón, quisiera hacerte saber que
fuiste creado para algo mejor que el matrimonio —el
matrimonio nunca te satisfará ni saciará tus necesidades más
profundas. Ese vacío en nuestros corazones consumirá y
destruirá toda relación en la que esperemos que la otra
persona nos haga felices o nos complete. Y lo digo como
alguien que persiguió el matrimonio por años, relación tras
20
relación, buscando amor, valor e identidad en una esposa.
Estos capítulos abordan la soltería, pero no hablarán sobre la
situación de cada soltero. La soltería toma muchas formas y
presenta diferentes pruebas a lo largo del tiempo. Mi historia
de soltería empezó en mi adolescencia y se extendió casi hasta
mis treinta años, así que escribo pensando principalmente en
jóvenes. Si no es tu caso, podrías desilusionarte porque no te
hablo más a ti, pero espero que puedas llevarte más de lo que
esperas.
Podría haber escrito otro libro que solo tratara acerca del
noviazgo, pero no lo hice. Escribí sobre la soltería y el
noviazgo porque las cosas más importantes que aprendí en
la soltería y en el noviazgo no fueron acerca del noviazgo o
del matrimonio. Fueron acerca de la vida y de Dios, sobre
encontrar
el
verdadero
propósito
y
la
verdadera
satisfacción, cuyas profundidades son mayores a las que
podríamos
experimentar
en
cualquier
romance.
El
matrimonio no habilita los planes y propósitos que Dios
tiene para nosotros. Él nos envía al mundo en el momento
en que nos salva, no en el momento en que nos casamos. Los
cristianos solteros no son cristianos de las ligas menores.
Eres tan cristiano como cualquier otro cristiano —el mismo
Salvador nos rescata de desperdiciar nuestras vidas, el
mismo Espíritu nos hace nuevas criaturas y nos capacita
para llevar a cabo la misma misión de hablarle a todo el
mundo sobre Jesús.
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En la segunda mitad del libro, nos enfocaremos en el
noviazgo. Comenzaremos por reconstruir la visión del
matrimonio que eclipsa las pequeñas y vanas imágenes que
hemos visto en las películas y en las series. Nos
preguntaremos qué es lo que hace que valga la pena esperar
al matrimonio. La realidad es que muchos de nosotros lo
deseamos por las razones equivocadas o por razones
secundarias. Otros están preparados para olvidarse de él por
completo. Dios hizo algo singular y sorprendentemente
hermoso cuando unió al hombre y a la mujer, pero no
podremos relacionarnos correctamente si no tenemos una
idea clara del diseño del matrimonio. En el resto de los
capítulos veremos lo que debe distinguir a un creyente en su
búsqueda y en el noviazgo. ¿Cómo sé que esa persona es la
indicada? ¿Cuáles límites deberíamos establecer en nuestra
relación? ¿Qué hago cuando ella termina la relación?
Nuestras relaciones deben mostrar que Jesús es real y que es
digno de nuestra confianza.
Como creyentes, la prioridad es que nuestro gozo esté en
Dios, no en el matrimonio. Para que alguien pueda hacernos
felices en el matrimonio, antes tenemos que haberle
entregado nuestros corazones a Dios. El amor más seguro, la
felicidad más plena y el propósito más alto están disponibles
para ti en Jesús, tal y como eres. Encuéntralos primero en Él
y tendrás un matrimonio mucho más feliz y significativo, si
es que Dios decide algún día proveerte un esposo o una
esposa. Y si Su sabiduría y Su infalible amor por ti
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determinan que lo mejor para ti no es el matrimonio, aún
así disfrutarás la soltería mucho más de lo que te imaginas.
23
24
1
EL AMOR TE ESTÁ BUSCANDO
Todos hemos sido diseñados para desear la felicidad, el amor y
el valor. Todos queremos que nuestros corazones se derritan
por algo. Probamos la felicidad en muchas cosas —en la
primera mordida a un rico pastel de chocolate, en un triunfo
en tiempo de compensación, en un nuevo vestido o un nuevo
par de zapatos —pero ese gozo solo nos recuerda que fuimos
creados para algo más. Todo gozo presente nos deja con un
sabor a insatisfacción. Ligado a ese deseo de ser feliz está el
deseo de ser conocido y amado. Nuestra vida fue creada y nos
fue entregada para que fuera compartida. Todos fuimos
diseñados para relacionarnos, independientemente de que
estemos o no casados. Y todos queremos que nuestras vidas
tengan algún valor. Queremos aportar algo valioso a alguna
causa
importante.
Queremos
hacer
la
diferencia.
El
descontento y la desilusión hacen su aparición en la vida del
soltero cuando este comienza a buscar amor, gozo e
importancia en una persona y no en Dios. Nos convertimos en
miserables no porque estemos solteros, sino porque muchos
de nosotros pensamos que el matrimonio es lo que finalmente
nos hará felices.
25
Si me hubieras preguntado a los veinte años qué me haría
feliz, ya era lo suficientemente cristiano como para
responder: “Jesús”. Sabía la respuesta correcta. Pero
cualquiera que se hubiera detenido a observar mi vida y
hubiera podido responder por mí, hubiera dicho: “El
matrimonio”. Asistía a la iglesia cada domingo. Tenía mi
tiempo devocional. Le ministraba a un grupo de jóvenes que
estaban en la secundaria. Amaba a Jesús. Pero, si soy
honesto, me dedicaba más a las mujeres que a Dios. En
verdad anhelaba casarme, y me encantaba la atención, el
afecto y la seguridad de tener una novia. Ya me había
sumergido en una larga lista de relaciones serias, una tras
otra, por cinco o seis años —cinco o seis primeras citas,
cinco o seis primeros besos, cinco o seis rupturas
devastadoras. No experimentaba con marihuana ni me
refugiaba en el alcohol. La droga que elegí era más aceptable
ante la sociedad y hasta alentada por ella. Sin control
alguno, trataba de saciar con romance e intimidad el
hambre que mi corazón tenía de Dios.
Iniciaba cada nueva relación diciendo que la meta era el
matrimonio, pero en verdad lo que más quería era
satisfacerme a mí mismo. Amaba la idea del matrimonio
porque pensaba que el matrimonio me llenaría y me
completaría. Pero, debido a que buscaba amor, felicidad e
importancia principalmente en el matrimonio, había
momentos en que la soltería me parecía una pesadilla. Me
sentía solo, esperando que alguien llegara a mi vida y nunca
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me abandonara. Me sentía incompleto, preguntándome si
Dios realmente traería a mi otra mitad o si Él mismo llenaría
ese enorme vacío en mi vida. Sentía lástima de mi mismo,
deseando lo que otros ya tenían y pensando que lo merecía
más que ellos. Las relaciones sobresalían por encima de
todos mis ídolos, así que la soltería se convirtió en mi juez
implacable y en mi compañero indeseado, recordándome en
todo momento lo que aún no tenía y lo que no hacía bien.
EL MATRIMONIO DEL SUEÑO AMERICANO
La Biblia dice que las personas que están obsesionadas con
experimentar la mayor cantidad de placer y felicidad como les
sea posible aquí en la tierra—en su carrera, en el sexo, con el
alcohol, con su dinero, e incluso en el matrimonio—son como
aquellos que sueñan que están comiendo y bebiendo, pero se
despiertan hambrientos, sedientos y sin nada que comer ni
beber (Is 29:8). El hermoso banquete frente a sus párpados
cerrados e inconscientes—carnes perfectamente preparadas,
frutas y vegetales frescos y coloridos, pan recién salido del
horno, la fuente de vino, chocolate relleno y recubierto de
chocolate—es todo un espejismo, una cruel ilusión de una
persona hambrienta. Para el soltero, el banquete imaginario
pudiera incluir un cónyuge lleno de gracia, considerado y
comprometido, dos o quizá tres hijos, la casa con la que
siempre soñó, vacaciones en algún lugar bonito, y un hermoso
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recuerdo tras otro —el matrimonio del sueño americano. Pero
todo sueño delicioso debe llegar a su fin.
El problema no es que estemos hambrientos, sino que
estamos buscando en la despensa equivocada. Los anhelos
profundos de nuestro corazón son parte de las misericordias
de Dios, diseñadas para guiarnos a Él. Él está tratando de
darnos amor incondicional, gozo indecible y un propósito
incomparable, pero muchos de nosotros solo queremos
casarnos. “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados” (Mt 5:6). Dios puso apetitos —
intensos e inevitables deseos biológicos, emocionales,
sexuales y espirituales— en cada alma humana para Él poder
saciarlos. Él quiere que estemos llenos, no vacíos; que
seamos amados, no que estemos solos. Uno de mis
versículos favoritos en la Biblia dice: “Me llenarás de alegría
en Tu presencia, y de dicha eterna a Tu derecha” (Sal 16:11).
No hay mayor gozo. No tiene fecha de expiración. Esta
felicidad y este amor son gratuitos —“¡Por gracia ustedes
han sido salvados!” (Ef 2:5, 8), pero no son baratos. Se
requiere paciencia, trabajo arduo y perseverancia —
entregarnos día a día al estudio de la Palabra de Dios,
sacrificarnos por el bien de otros en Su nombre, y rendirnos
a Su voluntad. Pablo dice que la vida cristiana es una lucha y
una carrera (2Ti 4:7). Puede que sea difícil, y puede que haya
dolor en el camino, pero nunca lo lamentaremos. Puede que
Jesús demande mucho de nosotros antes de que lleguemos
28
al cielo, pero ya sea que nos casemos o no, Él nos lo
recompensará mil veces y más (Mt 19:29).
VUELVE A CREER EN EL AMOR
Al menos parte de lo que hace que los solteros se sientan tan
solos y miserables es que se nos dificulta mucho creer que
alguien como Dios pudiera realmente amar a alguien como
nosotros. Algunos hemos experimentado tan poco amor en
esta vida que no tenemos ni idea de cómo se siente. Hemos
sido abandonados por padres, traicionados por amigos, u
olvidados por alguna novia o novio. El matrimonio parece un
último esfuerzo por encontrar el amor, pero en nuestro
interior estamos aterrados de encontrar más de lo mismo. Y es
que no podemos ni imaginarnos lo que es ser amados de una
forma verdadera y profunda. Y entonces Dios nos dice: “Te
amo”. ¿En serio?
Dios te ama, en serio. “Fíjense qué gran amor nos ha dado el
Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!” (1Jn 3:1).
Somos hijos valiosos. Dios nos amó a pesar de que no
merecíamos Su amor (Ro 5:8). Tú y yo estábamos muertos
sin Cristo —no equivocados, ni enfermos, ni ciegos, sino
muertos. “Estaban muertos en sus transgresiones y pecados,
en los cuales andaban” (Ef 2:1-2). Éramos completamente
indignos de ser amados. “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por Su gran amor por nosotros, nos dio vida
con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por
29
gracia ustedes han sido salvados!” (v 4-5). Dios te encontró
muerto en tus pecados, en completa rebelión, sin esperanza
alguna; y te amó, te dio vida, y te hizo Suyo. Estuvo
dispuesto a enviar a Su Hijo a la cruz por ti para mostrarte lo
que es el verdadero amor, y para darte una razón para
volver a creer en el amor.
Su amor nunca te dejará ni te abandonará (Heb 13:5). Él
nunca te llamará para terminar la relación. Él nunca te
abandonará como tu papá abandonó a tu familia. Él nunca
miente y nunca morirá, así que nunca estarás solo. De
hecho, nada puede apartarte de Su amor (Ro 8:38-39). Si
estás en Cristo mediante la fe, Dios te ama, y nada ni nadie
puede impedir que Él te ame. Dios tiene planes para ti,
buenos planes, mejores que cualquier otra cosa que pudieras
soñar o desear para ti mismo. “Ningún ojo ha visto, ningún
oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo
que Dios ha preparado para quienes lo aman” (1Co 2:9). Tu
Padre te ama, mucho más de lo que podría amarte un futuro
cónyuge.
DIOS TE HIZO A PROPÓSITO
El Dios que te ama también te creó. Él te diseñó —tu alma, tu
personalidad, cada centímetro de tu ser— y te conoce
perfectamente (Sal 139:14-15). No fuiste un accidente. Fuiste
creado en amor y a propósito. “¿Pero por qué me creó y qué
quiere que haga?”. Muchos de nosotros comenzamos a
30
hacernos esa pregunta más seriamente cuando llegamos a la
universidad. Recuerdo que mi segundo año fue un poco más
difícil porque Wake Forest University me exigía elegir una
carrera principal. Parecía que estaba decidiendo lo que haría
por el resto de mi vida —los próximos cuarenta o cincuenta
años. Me senté y contemplé tres opciones: educación,
negocios y estudios cristianos. En ese tiempo creía que la
educación me haría feliz, mientras que los negocios harían
feliz a mi papá, y que los estudios cristianos harían feliz a
Dios. Al final me decidí por los negocios. Pero durante ese
segundo año, en medio de toda la contabilidad, los recursos
humanos y la mercadotecnia, Dios me estaba enseñando la
razón por la que fui creado y lo que Él quería que hiciera el
resto de mi vida, independientemente de si era un maestro,
un ejecutivo o un pastor —e independientemente de si me
casaba o no.
Toda persona soltera en el planeta fue creada para decir algo
sobre Dios. El Creador y el Sustentador del universo nos
hizo a cada uno de nosotros, y nos llenó —junto al resto de
los siete billones de personas en el planeta —con un
propósito. A la mayoría de nosotros se nos dificulta creer
que fuimos creados por alguien y para algo mucho más
grande que nosotros mismos. Somos criados y entrenados a
vivir en un mundo mucho más pequeño, un mundo
centrado en nosotros mismos y que se extiende solo hasta
donde logramos ver. Pero Dios nos hizo a ti y a mí para
mucho más que solo el matrimonio, los negocios o cualquier
31
otra cosa que elijamos. Si perdemos esto de vista, nos
arriesgamos a desperdiciar nuestras vidas corriendo en la
dirección equivocada, persiguiendo sueños que dan lástima
y sirviendo a dioses pequeños. Cuanto más pronto
contestemos la pregunta más importante de nuestra vida,
mejor responderemos a las más sencillas —como qué
estudiaremos,
dónde
trabajaremos
y
con
quién
nos
casaremos.
Muchos de nosotros queremos mantener a Dios lo
suficientemente cerca como para que nos salve, pero lo
suficientemente lejos como para que nos deje hacer lo que
queramos. Pero debemos ser valientes y preguntarnos por
qué Dios nos hizo en primer lugar. Para responder esta
pregunta, realmente ayuda comenzar por el principio.
“Dios, en el principio…” (Gn 1:1). La Biblia no comienza con
Adán. Comienza con Dios. Dios es el autor, el pintor, el
creador en esta historia —en la historia de cada persona. Así
que, ¿por qué te creó Dios? “… y dijo: ‘Hagamos al ser
humano a Nuestra imagen y semejanza…’. Y Dios creó al ser
humano a Su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y
mujer los creó” (Gn 1:26-27). ¿Por qué te creó Dios? Lo repite
tres veces para dejarlo bien claro. Te creó a Su imagen, a Su
semejanza —para que te parecieras a Él. ¿Por qué alguien
hace algo a Su semejanza —una pintura, una escultura, un
Instagram?1 ¿Por qué creamos cosas semejantes a otros—a
nuestros padres, a nuestro mejor amigo, a nuestro artista o
atleta favorito? Porque queremos verlos y queremos que
32
otros los vean. ¿Por qué te creó Dios? Esa pregunta es
infinitamente más importante que preguntarnos con quién
nos vamos a casar (o si llegaremos a casarnos). La respuesta
más corta es que fuimos creados para mostrarle a los demás
un poco de lo que Dios es, para compartir y desplegar el
amor que hemos experimentado con Él. Somos siete billones
de Instagrams de Dios.
UN AMOR DEMASIADO BUENO PARA NO
COMPARTIRLO
Fuimos hechos a la imagen de Dios, así que nuestro deber es
ser representaciones vivas de Él y de Su gloria —de Su belleza,
Su integridad, Su misericordia, Su justicia, Su amor (Is 43:7).
Fuimos formados y creados a propósito, para un propósito.
Así que lo más importante que podemos hacer aquí en la tierra
es dedicarnos completamente a decirle al mundo, con toda
nuestra vida, que Dios es más real y más satisfactorio de lo
que podríamos haber imaginado —más que la carrera más
exitosa, que la plataforma más grande, o que el matrimonio
más feliz.
Así que, ¿cómo vivimos para Dios y para Su gloria? No
hacemos que Dios sea glorioso, ni le añadimos gloria.
Simplemente dirigimos la atención de otros hacia Él y hacia
Su gloria —hacia la belleza que vemos en donde sea que
miremos, hacia el infinito poder y la infinita sabiduría que
leemos en la Biblia, hacia la maravillosa gracia y
33
misericordia que recibimos en Su amor por nosotros. La
explosión que inició el progreso en mí fueron estas palabras
de John Piper: “Dios es más glorificado en nosotros cuando
estamos más satisfechos en Él”.2Dios comienza a verse como
todo lo que Él ya es a través de mí y de mi vida —Su santidad
perfecta, Su justicia impecable, Su amor inagotable—
cuando Él y Su amor comienzan a ser todo para mí. Cuando
nuestras vidas le dicen a otros que Él es nuestro mayor
tesoro, entonces los demás pueden ver lo glorioso y
maravilloso que Él es realmente. Dios nos creó para mostrar
Su gloria, y al mostrarnos más de Sí mismo, su intención es
hacernos las personas más felices que han existido. Aprendí
que cuanto más grande y glorioso es Dios en mi corazón,
más grande y más glorioso Él se ve a través de mi vida, y
más reflejo Su diseño y Su propósito para mí.
¿Cuál es la voluntad de Dios para tu vida (y para tu futuro
matrimonio)? “Ya sea que coman o beban o hagan cualquier
otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1Co 10:31).
Absolutamente todo lo que hagas —incluso cuando bebes
Gatorade después de hacer ejercicio o cuando pides tu
bebida favorita en Starbucks, hazlo para la gloria de Dios.
¿Qué significa eso? Pablo continúa diciendo que él buscaba
“agradar a todos en todo. No [buscando sus] propios
intereses, sino los de los demás, para que sean salvos” (1Co
10:33). Bebe y come, trabaja y diviértete, conoce a alguien y
cásate de forma que contribuyas a ganar el mundo para
Jesús. Invítalos a disfrutar del amor transformador que has
34
encontrado. Cualquier cosa que hagas, hazla para decir algo
sobre lo que Dios ha hecho por ti y sobre lo mucho que Él
significa para ti. No hagas nada solo por hacerlo, solo para
encajar y seguir el manual del mundo para tu vida. Que toda
tu vida —tu espera, tu noviazgo, tus deseos— se adapte al
propósito que Dios tiene para ti desde que te creó, tejiéndote
con amor en el vientre de tu madre (Sal 139:13). Edifica tu
vida sobre Su amor y haz que tu propósito sea Su gloria.
UN TERRIBLE INTERCAMBIO Y UN MAYOR
AMOR
Pero “todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”
(Ro 3:23). Todos somos incapaces de alcanzar Su gloria, y no
solo en el pasado sino también hoy y todos los días. Tú, yo y
todos los que conoces, sin excepciones. Pablo dice que hemos
cambiado “la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran
réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y
de los reptiles” (Ro 1:23). En lugar de vivir para ser un reflejo
de Dios, quitamos nuestros ojos de Él y permitimos que
nuestros corazones se enfoquen en otra cosa. Intercambiamos
el infinito valor de lo que no se ve por unos pocos minutos de
cosas visibles. Nacemos en pecado, y vivimos amando al
pecado (Sal 51:5; Jn 3:19). Y “la paga del pecado es muerte” (Ro
6:23). No un golpe en la mano, no algún inconveniente en esta
vida, no recibir un poco menos de Dios. Muerte. Dolor y
agonía insoportables alejados de Dios y de Su gracia, y ese
35
dolor nunca termina. Eso es lo que merecemos por desechar el
amor de Dios y Su propósito para nuestras vidas, por rechazar
el camino hacia la felicidad que Él preparó para nosotros.
¿Cómo
ha
respondido
Dios
a
nuestro
pecado
—al
intercambio que hicimos de Su gloria por la nuestra,
buscando la felicidad y la vida en el matrimonio, en el
dinero o en cualquier otra cosa, y no en Él? Él “se hizo
hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado Su
gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14). En Jesucristo, Dios
vino en toda Su gloria para salvar a los que la habían
desechado y para transformarlos a fin de que sean
representaciones vivas de Su valor y belleza. Fuiste creado
para la gloria, y fuiste salvado para la gloria.
UN CIELO SIN DIOS
Me percaté de esto por primera vez ese mismo año que me
decidí por los negocios, y cambió totalmente mi perspectiva
en cuanto a mis sueños, mi carrera, la posibilidad del
matrimonio, y el resto de mi vida. Entendí que el evangelio
era una historia para mí, pero que no era una historia acerca
de mí. Estas buenas noticias —las noticias que me rescataron
del infierno y que me prometen el cielo— no decían que Dios
quería que yo fuera feliz lejos de Él y de Su gloria, sino que Él
quería satisfacerme ahora y por siempre consigo mismo. Me
36
amó lo suficiente como para entregarse a Sí mismo. Subrayé
este párrafo en ese tiempo, y regreso a él cada año:
Cristo no murió para perdonar a pecadores que siguen
atesorando cualquier cosa por encima de ver y disfrutar a
Dios. No estarán en el cielo las personas que podrían estar
felices aun si Cristo no estuviera allí. El evangelio no es
una forma de llevar a las personas al cielo: es la forma de
llevar a las personas a Dios.3
¿Por qué te salvó Dios? No solo para que pudieras escapar
del infierno o te despojaras de la vergüenza y la culpa, ni
siquiera para que entraras al cielo. Dios te salvó para Dios.
La Biblia dice que Dios te amó, te eligió, te salvó y te creó
para “alabanza de Su gloriosa gracia” (Ef 1:6). Pablo continúa
diciendo que Aquel que hace todo en el mundo de acuerdo a
Su voluntad, ha apartado una herencia infinita y eterna
para ti, “para alabanza de Su gloria” (Ef 1:12). “En Él también
ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio
que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados
con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este
garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención
final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de Su
gloria” (v 13-14). Salvados para que otros vean que Dios es
glorioso. Bendecidos para reflejar que Dios satisface.
Guardados para que otros vean que Dios es digno. Y todo
porque te ama.
Su amor por ti es como ningún otro amor que hayas
conocido. Nunca podrás entenderlo completamente. Pero
37
por Su gracia y fortaleza, lo conocerás y lo sentirás cada vez
más. Pablo ora y pide que “arraigados y cimentados en
amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán
ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo… que
conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento” (Ef
3:17-19). Pasarás la eternidad explorando este amor,
descubriendo su anchura y su longitud. Su propósito para ti
comenzó incluso antes de tu nacimiento y se extiende hacia
la eternidad. Dios quería que fueras infinitamente feliz por
toda la eternidad, siglos después de que tu futuro
matrimonio sea solo una dulce y lejana memoria. ¿Vas a
vivir para la gloria de un Dios que te ha salvado y amado de
esta manera?
38
2
SOLTERO, SATISFECHO Y ENVIADO
Durante casi dos años, cada semana pasaba un par de horas
con William. William era un voluntario en el hospicio donde
yo trabajaba medio tiempo cuando aún era estudiante. Él era
afroamericano y me doblaba la edad. Tenía tres hijas y ya era
abuelo. Y William era un alcohólico en recuperación.
Durante esos dos años, yo caminaba desde donde vivía hasta
un centro de rehabilitación que estaba a unas pocas cuadras
y que se especializaba en alcoholismo. No era una clínica
cristiana, pero me permitían para dar un estudio bíblico una
vez a la semana en uno de sus salones de conferencias. Mi yo
soltero tenía mucho tiempo y mucha energía que invertir.
La primera vez que realicé esa caminata tenía veintidós
años, y recuerdo que iba orando mientras subía por la
Avenida 19. A veces llegaban cuatro o cinco personas, pero
generalmente solo había una, y a veces no iba nadie. Cada
semana me paseaba por los pasillos de la clínica tratando de
convencer a algunos de que se sentaran y leyeran conmigo
por una hora. Muchos de ellos tenían veinte o treinta años
más que yo. Usualmente me saludaban con una sonrisa y me
decían amablemente: “Reverendo”.
39
Un día conocí a William. La abuela de William le había
enseñado la Biblia cuando él era pequeño, y lo había hecho
tan bien que él aún recordaba algunos versículos. Cada
semana yo caminaba por los pasillos buscando a más
personas que quisieran ir al estudio bíblico, pero casi
siempre éramos solo William y yo, leyendo lentamente el
Evangelio de Juan. Algunas semanas le iba mejor que otras
en su rehabilitación, pero comencé a ver que su fe crecía
conforme abríamos la Biblia juntos.
Después de un tiempo me mudé de ese vecindario y comencé
a asistir a otra iglesia. No seguí viendo a William después de
eso, pero hasta este día no puedo imaginarme una mejor
manera en la que pude haber invertido aquellos miércoles
por la tarde que estando a solas con William, hablándole
más sobre Jesús. Casi nadie sabía que acudía a la clínica cada
semana, algunas veces esperando quince o veinte minutos a
que alguien llegara antes de rendirme y regresar a casa. Pero
Dios me enseñó mucho acerca de mí mismo y sobre nuestra
misión en el mundo aquellos miércoles entre 2:30 y 4:00
p.m. Sobre todo, me enseñó que vivir para Su gloria no se
trata de construir el ministerio más grande o de ganar a la
mayor cantidad de personas, sino de ser fiel en contarle a
otros sobre mi Rey, donde sea que Él me lleve. De hecho, Su
gloria frecuentemente brilla más en las cosas pequeñas que
hacemos por Él sin que nadie nos vea. En personas como
William.
40
AUTORIDAD, CLARIDAD Y URGENCIA
Hemos sido salvos para salir al mundo —solteros o casados—
para la gloria de nuestro Jesús, para darlo a conocer como
nuestro Señor, Salvador y más grande tesoro. La redención es
el rescate de vidas, pero también conlleva una profunda
transformación y un entendimiento de nuestro propósito. La
conversión implica comisión, no solo salvación, porque no
somos salvos para ser salvos, sino que somos salvos para ser
enviados. ¿Pero cómo vivimos este propósito de Dios para
nosotros individualmente en nuestra vida diaria? Con algunas
de Sus últimas palabras en la tierra, Jesús envió a Sus
discípulos a transformar al mundo:
Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por
tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he
mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes
siempre, hasta el fin del mundo (Mt 28:18-20).
Lo llamamos la Gran Comisión por su autoridad, su claridad
y su urgencia. Si el presidente de tu país te llamara hoy y te
pidiera que entregaras un mensaje a todos tus vecinos, ¿lo
harías? ¿Y si te estuviera advirtiendo sobre una extraña
enfermedad contagiosa que se está propagando en tu
ciudad? ¿Y si existieran una serie de pasos sencillos, pero
críticos, para que las personas evitaran ser contaminadas
(por ejemplo, evitar comer mariscos, tomar mate y comerse
41
un caramelo)? El presidente eligió llamarte y darte
instrucciones para salvar a cientos de personas en tu barrio,
y si no lo haces, morirán (autoridad, claridad y urgencia).
Como
cristianos,
se
nos
ha
encomendado
una
responsabilidad de vida o muerte, y fue alguien mucho más
importante que el presidente de cualquier país. Jesucristo —
el
Hijo
de
Dios,
el
admirable
Consejero,
el
Dios
omnipotente, el Rey de reyes y Señor de señores— nos ha
dado una misión. Toda autoridad en el cielo y en la tierra es
Suya. Y nuestra misión es clara: “Por tanto, vayan y hagan
discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a
obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. Y nunca ha
habido más en juego. Al final de su corta vida en la tierra,
algunos escucharán: “Vengan ustedes, a quien Mi Padre ha
bendecido; reciban su herencia, el Reino preparado para
ustedes desde la creación del mundo” (Mt 25:34). Otros
escucharán: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25:41). El mundo
solo será salvo por gracia. Pero primero deben escuchar
sobre ella. Pablo dice lo mismo usando palabras diferentes:
“Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”.
Ahora bien, ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién
predicará sin ser enviado? (Ro 10:13-15).
42
Y, aun así, los obreros son muy pocos. ¿Por qué? Porque
tratamos la increíble autoridad de Jesucristo como si fuera
la autoridad de un maestro de deportes en un colegio o de un
guarda de seguridad en un centro comercial. Porque
tratamos este evangelio transformador como si ofreciera
solo algunas sugerencias para una vida más saludable y
exitosa, y no como lo único que puede salvar vidas. Porque
tomamos la simple instrucción de enseñar a otros lo que
Jesús dice y, en lugar de ello, hacemos de nuestra misión
cristiana el ser buenos vecinos, buenos empleados y, Dios
mediante, buenos esposos y padres algún día. Tal como dijo
David Platt: “Vivimos vidas decentes como ciudadanos
decentes, en casas decentes, con trabajos decentes y familias
decentes”.4 Despojamos al evangelio y a la Biblia de su
autoridad, de su claridad y de su urgencia para adecuarla a
nuestro pequeño y cómodo sueño americano y a nuestras
prioridades, con la esperanza de que una vez hayamos
comenzado una familia podamos tomar más en serio el
cristianismo. Amamos a Jesús, lo aceptamos como Señor y
leemos Sus palabras —y después nos distraemos y vamos
arrastrándonos por la vida. En lugar de hacer lo que se nos
dice, hacemos lo que es natural y se siente cómodo. En lugar
de seguir a Jesús, nos amoldamos al mundo. Delegamos la
misión a las personas que están en el ministerio a tiempo
completo y cuando tenemos algo de tiempo libre hacemos
algún proyecto de servicio en el nombre de Jesús.
43
SATANÁS TE QUIERE DESTRUIR
Tenemos un enemigo en esta misión. Satanás, en y a través
del mundo que nos rodea, hará todo lo posible para
distraernos e impedir que hagamos lo que Dios nos ha enviado
a hacer, convenciéndonos de desperdiciar nuestras vidas en
cosas menos importantes. Debes saber que existen algunos
peligros en la soltería—especialmente en la soltería no
deseada. Él ama engañar y desanimar a los solteros en la
iglesia y desviar su devoción y ministerio. Él nos convence de
que no tenemos talentos o de que nuestros dones no pueden
ser utilizados en el ministerio. Él nos aleja de las personas que
nos rodean —de aquellos que pueden animarnos y retarnos en
nuestro andar con Cristo, y de aquellos que nos necesitan en
sus vidas. Él nos distrae, persuadiéndonos de que debemos
dedicarnos por completo a los estudios, al trabajo o al
entretenimiento. Pero Dios quiere usarte —tu fe, tu tiempo y
tu soltería— de formas radicales. No tienes que esperar a que
sea la obra más importante o trascendente de tu vida.
Pablo —un hombre soltero que escribió gran parte del
Nuevo Testamento— dijo: “Ahora bien, esto lo digo como
una concesión y no como una orden. En realidad, preferiría
que todos fueran como yo. No obstante, cada uno tiene de
Dios su propio don: este posee uno; aquel, otro. A los
solteros y a las viudas les digo que sería mejor que se
quedaran como yo” (1Co 7:6-8). Puedes leer 1 Corintios 7 y
hacer dos categorías: aquellos que viven, sirven y mueren
44
siendo solteros, y aquellos que deben casarse. Pablo
recomienda
la
soltería,
enumerando
los
beneficios
espirituales de no tener cónyuge. La vida de soltero puede
ser (relativamente) libre de preocupaciones (v 32) y
distracciones mundanas (v 33), dándote mucho más tiempo
para la adoración, la devoción y el ministerio (v 35). Así que
Pablo concluye que es mejor saltarse la ceremonia y
disfrutar de una dedicación plena al Señor.
La mayoría dice: “Bien por ti, Pablo… pero yo me voy a
casar”. Yo lo hice. Quizá la tentación nos abruma, y
necesitamos satisfacer ese anhelo de una forma que le
agrade al Señor (v 2). Quizá es muy evidente que
necesitamos una ayuda para llevar a cabo el llamado de Dios
a nuestra vida (o es muy evidente para otros que lo
necesitamos). Tal vez queremos tener hijos y nos dimos
cuenta de que necesitamos ayuda con eso. Quizá solo
tenemos un profundo e innegable deseo de tener una
relación de amor y compromiso. Aunque pareciera que hay
dos categorías, pronto nos damos cuenta de que en la
práctica realmente existen tres: los solteros, los casados y
los que aún no se han casado. Después de todo, como todo
soltero sabe, el deseo de casarse no hace un matrimonio.
Algunos no sienten un llamado a la soltería, pero continúan
solteros. Estos hombres y mujeres que aún no se han casado
enfrentan preguntas, retos y tentaciones particulares. En
medio de nuestra espera, la intención de Satanás es
desanimarnos y hacernos sentir inmaduros e incompletos —
45
como un cristiano de las ligas menores. Pero si Jesucristo
murió para salvarte y envió Su Espíritu para que habitara en
ti, no eres un cristiano de las ligas menores. Y nada en el
matrimonio es necesario para tener una vida cristiana
significativa y fructífera. De lo contrario, Pablo (y Jesús) se
habrían quedado cortos.
¡LISTOS PARA SALIR!
Quizá la tentación más grande en la soltería es asumir que el
matrimonio saciará nuestras necesidades, arreglará nuestras
debilidades, organizará nuestras vidas y desatará nuestros
dones. Lejos de ser la solución, Pablo parece estar pintando el
matrimonio como un problemático Plan B para la vida
cristiana y el ministerio. Cásate si debes hacerlo, pero te
advierto que seguir a Jesús no es más fácil cuando te unes a
otro pecador en un mundo caído. Aunque el matrimonio
puede traer gozo, ayuda y alivio en ciertas áreas, multiplica
inmediatamente las distracciones, porque pasamos a ser
responsables por otra persona —sus necesidades, sus sueños y
su crecimiento. Este llamado es sublime y bueno, pero es
demandante y nos alejará de muchas otras cosas buenas.
Si Dios te permite casarte, nunca más tendrás un tiempo
como el que tienes ahora. Una temporada de soltería no es
las ligas menores del matrimonio. Tiene el potencial de ser
una temporada única de devoción a Cristo y de ministrarle a
otros sin restricciones. Con el Espíritu en ti y el calendario
46
despejado, Dios te ha dado los medios para hacer una
diferencia duradera en Su Reino. Tienes toda bendición
espiritual en los lugares celestiales (Ef 1:3), así que estás listo
para salir hacia donde Dios quiere que le sirvas.
¿Pero a dónde voy y qué hago? No puedo responderle eso a
todos, pero a continuación hay cinco lecciones que pueden
ayudarte a cambiar el mundo (o al menos la pequeña parte
donde vives) mientras no te hayas casado. Con la ayuda y la
dirección de Dios, tienes la libertad de invertir tu tiempo,
tus recursos, tu juventud y tu flexibilidad en relaciones,
ministerios y causas que pueden llevar mucho fruto —de
vivir como un soltero que está satisfecho y que ha sido
enviado.
1.RECUERDA QUE LA VERDADERA GRANDEZA SUELE VERSE COMO DEBILIDAD.
Cuando Jesús finalmente le explicó a Sus discípulos qué tipo
de
rey
era
Él
—lo
que
realmente
significaba
ser
verdaderamente grande— les dijo: “El Hijo del Hombre va a
ser entregado en manos de los hombres. Lo matarán, y a los
tres
días
de
muerto
resucitará”
(Mr
9:31).
¿Cómo
respondieron ellos? Se fueron discutiendo quién de ellos era
el mayor (Mr 9:34). En lugar de escuchar a Jesús cuando
hablaba de Su muerte y redefinía la grandeza en términos de
sacrificio —en términos de ser el último por amor— ellos
peleaban por ser el mayor. De acuerdo a Jesús, el mayor no
aparentaría ser mayor. De hecho, la verdadera grandeza
47
frecuentemente se ve como debilidad, derrota e incluso
muerte.
La mayor parte del tiempo, en lugar de perseguir la
grandeza a través del sacrificio, me encuentro esperando
que Dios haga que mi vida sea un poco más cómoda, que mis
relaciones sean un poco más fáciles, o que mi ministerio sea
un poco más fructífero. Pero, en lugar de ello, Él dice: “Pero
entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera
hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que
quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos” (Mr 10:4344). Los siervos de este mundo gobernarán el próximo. Los
esclavos de este mundo serán reyes para siempre. La
verdadera grandeza no es del tipo que aparece en letras
grandes en nuestro sitio web favorito. No, se muestra en los
detalles de la vida de otras personas, en vidas como las de
William. Si aspiramos a la grandeza, tenemos que
entregarnos a esas necesidades pequeñas y cotidianas que
nos rodean, y que suelen ser pasadas por alto.
2.TOMA EN CUENTA A LAS PERSONAS QUE DIOS YA HA PUESTO A TU
ALREDEDOR.
Dios te puso en el planeta y en tu sector para que tú y todas
las personas en tu vida puedan buscarlo a Él. Esa es la
misión que Dios te ha asignado en tu edificio, tu vecindario
o tu campus universitario —donde sea que vivas, estudies o
trabajes. Pablo dice que Dios “de un solo hombre hizo todas
las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó
48
los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios.
Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a
tientas, lo encuentren” (Hch 17:26-27).
Dios ha determinado nuestro lugar de residencia —nuestro
hogar, en nuestro vecindario, en nuestra ciudad— para que
lo busquemos y ayudemos a otros a que hagan lo mismo. A
veces, Dios nos utiliza para convertir a alguien a través de
una breve interacción con un extraño en el gimnasio o en
una cafetería. Pero la forma más común de discipulado es las
amistades, y estas requieren de algún interés, hobby o
espacio común —un lugar donde los caminos se crucen.
Incluso el apóstol Pablo, que siempre estaba viajando,
encontró tiempo para esa clase de relación, evangelismo y
discipulado personal (1Ts 2:8). Conduje un estudio bíblico en
esa clínica particular porque estaba a tres cuadras de donde
vivía. Piensa en las personas que Dios ya ha puesto en tu
vida, como sea que las haya puesto ahí, y haz lo que sea para
animarlas a buscar a Jesús.
3.PRACTICA LA ABNEGACIÓN MIENTRAS ESTÉS SOLTERO.
“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con
humildad consideren a los demás como superiores a ustedes
mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios
intereses, sino también por los intereses de los demás” (Fil
2:3-4). Será más difícil practicarlo durante el matrimonio,
así que practica ahora. Debemos pensar en algunas personas
o familias a quienes podamos servir en nuestra vida de
49
solteros. Nadie espera que cuides o proveas para otros por
ahora —nadie, excepto Dios. Seamos conscientes de las
necesidades de los demás, especialmente de aquellos en
nuestra
iglesia,
y
consideremos
cuáles
necesidades
podríamos suplir. Puede ser dinero o comida, o solo tiempo
y energía. Quizá especialmente tiempo y energía.
No importa cuánto ganemos, se nos ha dado mucho.
Debemos gastarlo sabia y libremente en las necesidades de
los demás. Financieramente, solo sostienes a una persona.
Por supuesto, ahorra modestamente para tiempos en que
necesites más, pero mientras esperas, busca maneras en las
que puedas proveer para otros. Mientras no tengas que
comprar alimentos para cinco, cena para dos o un sinfín de
pañales, asegúrate de que tu presupuesto sea para bendecir a
otros, y desarrolla actitudes y hábitos de sacrificio por otros.
Esos hábitos serán de inmensa ayuda para tu futuro cónyuge
y harán que Jesús brille maravillosamente ante los que te
rodean.
4.DI SÍ A LO ESPONTÁNEO.
Es un hecho —el matrimonio mata la espontaneidad; no del
todo, pero sí bastante. Uno de tus mayores regalos
espirituales como soltero es tu sí. Sí a una llamada telefónica
al azar. Sí a un café. Sí a ayudar con una mudanza. Sí a
visitar a un enfermo. Sí a ver una película por la noche o ir a
un evento. Tienes la increíble libertad de decir sí cuando las
personas
casadas
ni
siquiera
50
pueden
contemplar
la
posibilidad. Cuando no existe un cónyuge, no existe la
posibilidad de herirlo con las decisiones abnegadas e
impulsivas que hagas para servir a otros. Si te casas, no
siempre tendrás la misma libertad. Debes estar dispuesto a
decir sí y a ser una bendición para otros, incluso cuando no
tengas un gran deseo de hacerlo.
5.HAZ COSAS RADICALES PARA DIOS.
Así como eres libre para decir sí a cosas espontáneas,
también estás disponible para decir sí a cosas que requieren
más de ti, y que como casado no te podrías permitir. Sueña
en grande, invierte más. Planifica reuniones diarias de
oración o alguna actividad evangelística que puedas hacer
con regularidad. Comprométete con la enseñanza y el
discipulado de varios hombres o mujeres más jóvenes que
tú. Organiza un nuevo proyecto cristocéntrico de servicio a
la comunidad. Haz todo lo anterior. Con el Espíritu de Dios
en ti y una resolución a invertir bien tu soltería, te
sorprenderías de cuánto pueden lograr tú y tus amigos que
aún no están casados, especialmente cuando sueñan y
trabajan juntos. Sé radical, pero no imprudente. La idea no
es que te desgastes de una forma descuidada y poco sabia, así
que toma decisiones en oración y en comunión con personas
que te amen y sepan cuándo decirte “no”.
Dirigí el estudio bíblico en el centro de rehabilitación.
Cuando aún no estaba casado, también mentoreaba a
estudiantes de secundaria a través de Young Life y comencé
51
un grupo pequeño de estudiantes universitarios en la iglesia.
Fui parte de viajes misioneros a la República Dominicana,
India y Etiopía. Trabajé con otros para comenzar unas clases
de inglés y un ministerio para refugiados que vivían cerca de
la iglesia. En tu caso, puede ser que vivir para la gloria de
Dios este año signifique enseñar en una escuela cristiana en
Corea del Sur, o servir en la escuela dominical ayudando a
dos o tres estudiantes con alguna discapacidad mental.
Tenemos amigos que están haciendo estas cosas, y Dios se
refleja hermosamente en ellos. ¿Cómo puedes utilizar tus
dones para hacer algo radical o que requiera una inversión
de tu tiempo para hablarle a otros sobre Jesús?
ENVIADOS POR DIOS A UN MUNDO DE
DISTRACCIONES
Nuestra misión es clara, pero en ocasiones nos olvidamos de
ella. Estamos tan distraídos con todo lo que hay para ver y
hacer. Pablo tiene razón respecto a la libertad que las personas
solteras tienen de distracciones y de las preocupaciones del
matrimonio, pero en un mundo de iPhones y iPads y cualquier
aparato similar, nunca tenemos problemas para encontrar
distracciones. De hecho, si eres como yo, anhelamos la
distracción y tendemos a ceder ante ella, ya sea viendo
deportes o una película, ejercitándonos, comiendo en lugares
lujosos, tiempo en las redes sociales, o conquistando el
videojuego más reciente. Podemos llamarle “descanso”, pero
52
muy frecuentemente parece, huele y suena a desperdiciar
nuestra soltería —al menos así fue conmigo en algunas
ocasiones. Todo lo anteriormente mencionado puede ser
hecho para la gloria de Dios, y también puede ser una
peligrosa distracción para ese fin. Si negamos lo segundo,
quizá necesitamos dejar a un lado el celular, el control o el
gimnasio. En el siguiente capítulo, veremos más de cerca estas
distracciones —cosas que Dios ha hecho para darnos más gozo
en Él pero que, tristemente, suelen alejarnos de Él y de la
misión que nos ha dado.
53
3
SIN IMPEDIMENTOS NI DISTRACCIONES
Los solteros de la actualidad viven en la generación más
avanzada de la historia, tecnológicamente hablando. Eso
significa que también vivimos en la generación más conectada
y, por tanto, la más distraída. La distracción siempre ha
amenazado la fe en Jesús —mucho antes que la televisión por
cable, el primer iPhone o Candy Crush. Jesús dijo que algunos
escucharán la palabra de Dios “pero, con el correr del tiempo,
los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de
esta vida” (Lc 8:14). Aún hoy en día, toda distracción —buena
o mala— cae dentro de una de esas tres categorías:
preocupaciones, riquezas y placeres. Las tres son diferentes,
pero Jesús nos advirtió que cada una de ellas tiene el poder de
distraernos, cegarnos a Su valor y hacernos sordos a Su
Palabra. Es así como las distracciones llegan a determinar
nuestro destino.
Como cristianos, somos las extrañas personas felices y llenas
de esperanza que “no nos fijamos en lo visible, sino en lo
invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo
que no se ve es eterno” (2Co 4:18). ¡Pero hay tanto que ver en
este mundo! Otra película, otro partido de fútbol, otra
54
moda,
otra
aplicación
para
el
celular.
Todas
las
preocupaciones, las riquezas y los placeres facilitan el que
nos olvidemos de lo invisible y nos conformemos con
menos. Las cosas que nos distraen no son necesariamente
malas en sí mismas. Si Dios es nuestro tesoro, Su gloria
nuestra misión, y Su Palabra nuestra guía, podemos
disfrutar todos Sus regalos al máximo. Pero los regalos se
convierten en algo destructivo cuando nos distraen de Él.
Dios dice: “Dos son los pecados que ha cometido Mi pueblo:
me han abandonado a Mí, fuente de agua viva, y han cavado
sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”
(Jer 2:13). Nos olvidamos de la fuente y acudimos a la
máquina expendedora. Tomamos las cosas que Dios nos ha
dado para conducirnos a Él e intentamos que ellas
contengan el agua viva que solamente Él puede darnos.
Convertimos los regalos en dioses. Y cuando el mundo
observa nuestras vidas—cómo invertimos nuestro tiempo
libre, de qué hablamos, en qué gastamos nuestro dinero—se
da cuenta de lo que hay en nuestro corazón (Mt 6:21). Y Dios
también.
El problema de muchos de nosotros es que mostramos muy
poca preocupación por las realidades espirituales y una
preocupación infinita por las cosas de este mundo.
Asistimos a la iglesia semanalmente, quizá incluso nos
unimos a un grupo de estudio, pero el cristianismo no nos
quita el sueño. Casi no nos cuesta nada. Oramos por quince
segundos antes de comer, pero no sabemos cómo hablar con
55
Dios por más que eso. Ocasionalmente pasamos unos
minutos leyendo la Biblia, pero no tanto tiempo como el que
pasamos en las redes sociales. Tenemos todo el tiempo del
mundo para las cosas que no perduran y muy poco tiempo
para las cosas eternas.
Digo “tenemos”, no “tienes”. Soy aficionado a los deportes,
particularmente al béisbol y al fútbol americano. Mi esposa
y yo tenemos nuestros programas de televisión favoritos.
Nos fascina disfrutar de nuevos restaurantes, especialmente
de sushi y de comida tailandesa. A mí me encanta leer, y a
ella le encanta ver cosas de cocina o de decoración en
Pinterest. Puedes encontrarme en las redes sociales. Todas
estas cosas tienen el potencial de engrandecer a Dios como el
Padre creativo y generoso que ama darle cosas buenas a Sus
hijos. Y todas ellas tienen el poder de alejar mi atención y mi
afecto de Dios y de Su propósito para mí. Casados o solteros,
las distracciones pueden llegar a destruirnos.
DICIENDO “SÍ” A LAS DISTRACCIONES
El matrimonio es muy bueno —porque lo dice la Biblia y por
mi propia experiencia— pero demanda mucho de nosotros. El
matrimonio no te completará (al menos no en todas las
formas que las personas se imaginan); te dividirá. Pablo
amaba el matrimonio y lo que un matrimonio cristiano le dice
al mundo (Ef 5:22-27, 32), pero también sabía lo que cuesta un
amor como ese. Él sabía que la intimidad en un pacto viene
56
acompañada de una gran responsabilidad. Las bendiciones —y
hay muchas— vienen acompañadas de cargas.
Pablo dijo: “Pero, si te casas, no pecas; y, si una joven se
casa, tampoco comete pecado. Sin embargo, los que se casan
tendrán que pasar por muchos aprietos, y yo quiero
evitárselos” (1Co 7:28). En otros pasajes, él también usa
“aprietos” para describir la pobreza (2Co 8:2), la persecución
(1Ts 1:6) e incluso la cruz (Col 1:24). Eso no significa que el
matrimonio no esté lleno de un gozo increíble. El gozo más
profundo que Pablo experimentó fue por medio del
sacrificio y el sufrimiento (Ro 5:3-5). Como todo lo difícil
que hacemos para Cristo, el matrimonio nos fortalece para
permanecer en la fe, purifica nuestro carácter, afirma la
esperanza que tenemos en nuestro Redentor, y nos recuerda
el diluvio de amor que Dios ha derramado en nuestros
corazones y en nuestras vidas.
Así que ¿por qué Pablo anima a las personas a pensarlo dos
veces antes de casarse? Él dice: “Yo preferiría que estuvieran
libres de preocupaciones. El soltero se preocupa de las cosas
del Señor y de cómo agradarlo. Pero el casado se preocupa
de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su esposa;
sus intereses están divididos. La mujer no casada, lo mismo
que la joven soltera, se preocupa de las cosas del Señor; se
afana por consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en
espíritu. Pero la casada se preocupa de las cosas de este
mundo y de cómo agradar a su esposo” (1Co 7:32-34). No es
que la preocupación en el matrimonio sea impía e
57
innecesaria. De hecho, la preocupación es crucial para tener
un matrimonio sano que exalte a Jesús. Si un esposo no se
preocupa por su esposa, o una esposa no se preocupa por su
esposo, el matrimonio podría sobrevivir, pero no será sano.
Debemos sentir responsabilidad el uno por el otro
constantemente, estando atentos a las necesidades de
nuestro
cónyuge
—estando
distraídos
diariamente
(y
alegremente) con el otro.
Las distracciones no son (necesariamente) cargas, pero son
reales. Pablo simplemente le recuerda el costo a los casados:
el tiempo, la energía y la atención que inviertes cuidando a
tu cónyuge no puedes usarlo para servir a otros ni para la
expansión del Reino. No significa que no encontrarás
maneras creativas y significativas de seguir a Cristo y de
ministrar juntos. Puedes y debes hacerlo. Pero sí significa
que tendrás que pasar mucho tiempo enfocado en las
necesidades de tu cónyuge y no en tu devoción personal al
Señor, ni utilizando tus dones para cumplir la Gran
Comisión. En el matrimonio, verás y experimentarás el
evangelio de formas que nunca lo has hecho, y quizá tendrás
menos oportunidades para orar, leer y servir que cuando
eras soltero. Es un buen intercambio —amo estar casado,
pero es un intercambio real.
Pablo creía tanto en el potencial de la soltería que incluso
animaba a las viudas a permanecer solteras. Él dijo más
adelante: “La mujer está ligada a su esposo mientras él vive;
pero, si el esposo muere, ella queda libre para casarse con
58
quien quiera, con tal de que sea en el Señor. En mi opinión,
ella será más feliz si no se casa; y creo que yo también tengo
el Espíritu de Dios” (1Co 7:39-40). Piensa en ello por un
minuto—una mujer de treinta, cuarenta o cincuenta años
que ha enviudado, quizá con hijos, sin un esposo que le
provea o la proteja. Pablo dice que aun ella podría estar
mejor sin casarse. Podía decir eso por lo enfocado que estaba
en la vida venidera y en hacer que esta vida contara para la
misma. ¿Su conclusión en todo esto? “De modo que el que se
casa con su prometida hace bien, pero el que no se casa hace
mejor” (1Co 7:38). El matrimonio es muy bueno. La soltería
puede ser aún mejor. ¿Es tu perspectiva de Jesús, del cielo y
del infierno lo suficientemente grande para creer eso?
LA VIDA ES CORTA
Muchos solo se esforzarán por sobrevivir a la soltería y, más
adelante, cuando entiendan que tienen algo de estabilidad en
sus vidas, entonces se tomarán en serio a Jesús y a Su misión.
Unos pocos valientes desarrollaremos hábitos de soltería para
conocerlo profundamente y compartirlo libremente, mucho
más allá de lo que probablemente nos será posible después del
día de nuestra boda. Como ninguna otra época de nuestras
vidas, la soltería tiene el potencial de ser un jardín —o un
gimnasio, o una cocina, o una escuela— en el que podemos
dedicarnos a Jesús sin distracciones. Para creer eso,
necesitamos aprender algunas cosas sobre esta vida. Aquellos
59
que viven para la gloria de Dios —los que viven esta vida
pensando en la vida venidera— tendrán este sentido de
urgencia persistente, e incluso dolorosa.
El trabajo que debemos hacer, en nuestros propios
corazones y por amor a los perdidos, es el trabajo más
importante que se ha hecho en la historia. Y no hay mucho
tiempo. Juan nos dice: “El mundo se acaba con sus malos
deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre” (1Jn 2:17). A diferencia de ti y del cielo, la tierra
tiene fecha de expiración, y esa fecha ya se acerca. A la luz
de la eternidad, todo lo que te rodea y se ve tan fuerte, real y
entretenido muy pronto dejará de existir. Este mundo —sus
promesas, sus experiencias, sus prioridades— no es el mejor
lugar para invertir nuestra energía ni preocupación.
La vida es corta. Tú y todos los que te rodean vivirán, en
promedio, poco más de setenta años. Comparado con la
eternidad que nos espera, eso es un abrir y cerrar de ojos.
Todo en el mundo te está enseñando a alargar cada
momento lo más posible, a aprovechar cada segundo en la
tierra. Pero no fuiste creado para esto y no estarás aquí por
mucho tiempo. Tenemos que dejar de creer en la mentira de
que todo lo que tenemos aquí es todo lo que hay, y debemos
empezar a pensar que todo lo que tenemos aquí es algo que
en lo que podemos invertir para la eternidad. Si todo en el
mundo dejara de existir hoy, ¿amaríamos lo que nos queda?
Desarrollamos esos músculos espirituales cuando decimos,
con todo lo que tenemos y hacemos actualmente, que Jesús
60
es nuestro más grande tesoro. La vida es corta y todo lo que
tenemos y vemos aquí pasará. Todo excepto Jesús.
EL CIELO Y EL INFIERNO
También debemos recordar que Jesús realmente regresará.
Esto no es como el regreso de Papá Noel el próximo diciembre.
El Cristo crucificado, resucitado y exaltado regresará, y muy
pronto. Él dijo antes de morir: “Verán al Hijo del Hombre
venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria” (Mt
24:30). ¿Realmente esperas que Jesús regrese, te rescate de
este mundo y renueve todas las cosas? ¿Deseas que regrese? Él
regresará ese día “para ser glorificado por medio de Sus santos
y admirado por todos los que hayan creído” (2Ts 1:10). Se
aparecerá a todos los que han creído, y Él será increíblemente
hermoso y satisfactorio. Nunca más necesitaremos buscar
otra cosa. Veremos y disfrutaremos otras cosas en el nuevo
cielo y la nueva tierra, pero no las necesitaremos. Él será
suficiente para nosotros por siempre.
Pero ¿qué pasará con aquellos que no han creído? Solo un
versículo antes, Pablo dice que Dios castigará “a los que no
reconocen a Dios ni obedecen el evangelio de nuestro Señor
Jesús. Ellos sufrirán el castigo de la destrucción eterna, lejos
de la presencia del Señor y de la majestad de Su poder” (2Ts
1:8-9). La vida es corta, y el infierno es real. Algunos verán a
Dios y nunca más necesitarán nada. Otros vivirán toda su
vida sin conocer a Dios, algunos de ellos siendo expuestos al
61
evangelio y rechazándolo, y otros nunca escucharán el
nombre de Jesús. Todos ellos perdidos y condenados por sus
pecados contra Dios. Me avergüenza decir que mi vida —mis
prioridades, mis conversaciones, mi audacia— no siempre le
ha comunicado a los demás que el cielo y el infierno son
reales. Debemos ser apasionados, persistentes y anhelar que
ellos vean que Él es mucho mejor que cualquier cosa que el
mundo pueda ofrecer, y que vivir para cualquier otra cosa
solo conduce a un terrible y eterno dolor y castigo.
La vida es corta, Jesús regresará, y el cielo y el infierno son
reales. Verdades simples e importantes como estas son
armas en nuestra guerra contra la distracción. Aquellos
cuyos corazones están siendo moldeados a la voluntad de
Dios tienen un sentido de urgencia en esta vida y son
conscientes de las distracciones que los alejan de disfrutar
más a Dios por la eternidad. Debemos estar preocupados por
las realidades espirituales que están detrás de todo lo que
acontece en nuestras vidas y de cada relación que
establecemos, porque hay mucho en juego. Debemos sentir
el peso de nuestro planeta perdido y la urgencia de los pocos
días que nos quedan en él.
NO LE IMPORTAS AL MUNDO
Las preocupaciones del mundo pueden cautivar nuestra
atención y nuestros afectos por un momento, pero no pueden
satisfacernos por mucho tiempo. La mayor parte del tiempo
62
no nos preocupamos por la cantidad de tiempo que invertimos
en ellas porque parecen ser inofensivas —entran por un oído y
salen por el otro. Jesús dice que este tipo de distracciones son
más peligrosas de lo que pensamos. Nos llenan de noticias —
resultados
deportivos,
ofertas
en
línea,
controversias,
análisis, chismes— hasta que no podemos vivir sin ellas. Él
nos advirtió que algunos escucharían la Palabra y que incluso
les gustaría, “pero las preocupaciones de esta vida, el engaño
de las riquezas y muchos otros malos deseos entran hasta
ahogar la palabra, de modo que esta no llega a dar fruto” (Mr
4:19). ¿A qué se refiere con “ahogar”? Unos versículos antes,
Él dice: “Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al
crecer, la ahogaron, de modo que no dio fruto” (Mr 4:7). El
mundo está lleno de espinos que intentan crecer y ahogar la
Palabra de Dios en tu corazón. ¿Percibes eso durante la
semana? ¿Sientes esa batalla constante por tu atención y tus
afectos?
El llamado no es a pasarnos el día pensando únicamente en
Jesús. Dios quiere que disfrutemos cada regalo para Su
gloria y nos da muchos más regalos aparte de Su Hijo. Pablo
preguntó: “El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que
lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con Él, todas las cosas?” (Ro 8:32). En
Jesús, ya se nos han prometido todas las cosas. Eso significa
que
somos
libres
de
tener
que
conocer,
poseer
o
experimentar todo en nuestros setenta u ochenta años aquí.
Todo será nuestro (1Co 3:21-23). Entonces, ¿por qué estamos
63
tan ansiosos por las preocupaciones de la vida —qué
vestiremos, cuántos seguidores tenemos, cuánto ganamos,
lo que él dijo sobre ella o ella sobre él? Debemos estar
preocupados
y
ser
apasionados
por
las
realidades
espirituales —sobre Jesús, el cielo, el infierno. No tenemos
que estar tan preocupados por lo demás. Esa clase de
preocupación solo nos detiene y nos hace inefectivos (Pro
12:25).
NUESTRA VENTANA HACIA EL MUNDO
¿Cuál es la principal ventana hacia las preocupaciones de este
mundo hoy en día? Es probable que la llevas en tu bolsillo o en
tu bolso. Nuestros teléfonos celulares son instrumentos de
distracción masiva. Han sido diseñados —ya van décadas de
pruebas y mercadeo— para distraernos. Por la gracia de Dios,
nuestros aparatos pueden ser utilizados para esparcir el
evangelio y la Palabra de Dios a través de nuevos y populares
medios a millones de personas en el mundo. Escribo para
www.desiringGod.org,
una
página
web
que
utiliza
la
tecnología para ayudar a que las personas sean felices en Jesús
(y no con la tecnología).
Nuestros teléfonos celulares también pueden distraernos
hasta la muerte y evitar que nunca los dejemos. Satanás nos
vende una serie de mentiras para mantenernos atados a
nuestros celulares y, por tanto, a las preocupaciones de este
mundo. Los teléfonos antes estaban pegados a las paredes;
64
ahora somos nosotros quienes estamos pegados a ellos. Dos
mentiras son especialmente tentadoras y resumen todas las
demás. Para ser liberados de la esclavitud a nuestros
teléfonos, tenemos que ser liberados de las mentiras que nos
esclavizan a la tecnología.
MENTIRA 1: EL MUNDO ME NECESITA.
Para algunos de nosotros, lo que nos ata a nuestros teléfonos
es un complejo de salvador. Tenemos miedo de que algo
acontezca y de que alguien nos necesite —solo a nosotros—
inmediatamente. ¿Qué podrían hacer si no estamos
disponibles? Bueno, probablemente lo mismo que hicieron
durante los miles de años antes de que el teléfono existiera,
o durante los cientos de años en que el teléfono estuvo
pegado a la pared. O, más probablemente aún, simplemente
llamarán a otra persona, lo cual nos parece impensable en
una generación tan egocéntrica.
El mundo no me necesita. Dios ha gobernado, preservado y
prosperado al mundo sin mí a lo largo de toda la historia,
miles y miles de años. Si mañana muero repentinamente,
sin duda habrá mucho dolor, pérdida y cambios para
algunos, pero el mundo sobrevivirá y seguirá adelante sin
problema. El Dios omnisciente y omnipotente aún está en
control y está comprometido a llevar a cabo Su obra en el
planeta. Él cuidará de cada detalle con Su perfecto amor, en
Su tiempo perfecto, y con Su poder ilimitado. Y Él estará
65
especialmente atento de proteger y proveer para aquellos
que le aman (Mt 6:26-30).
MENTIRA 2: YO NECESITO AL MUNDO.
Tenemos una necesidad de que nos necesiten. Amamos la
idea de que alguien nos escriba, llame o contacte por redes
sociales para captar nuestra atención. No queremos
perdernos ese momento en que alguien pensó en nosotros.
Una alerta tras otra nos asegura que somos importantes y
amados —incluso si el afecto es superficial y de corta
duración. Nuestros teléfonos celulares nos hacen sentir
necesitados y nos dan control, o al menos la ilusión de
control.
Decidimos
cuándo
presionar
el
botón,
qué
aplicaciones descargar y con quién comunicarnos. Las
relaciones cara a cara no son tan convenientes como los
amigos de Facebook o los seguidores de Snapchat, pero es en
esas relaciones que demostramos nuestra fidelidad y
tenemos las mejores oportunidades de lograr un impacto
duradero en las vidas de otros, y viceversa.
Revisamos nuestras cuentas cada pocos minutos como si
fuéramos reporteros desesperados buscando por el próximo
titular —deportes, comida, política y cultura popular.
Trabajamos duro para estar al tanto de todo, pero al final no
sabemos nada de lo que realmente importa. Trágicamente,
conocemos las últimas tendencias en Twitter y los videos
más graciosos de YouTube, pero se nos hace difícil contestar
66
preguntas sobre las personas que viven a nuestro alrededor.
Como creyentes en Jesús y en el evangelio, nuestra
identidad nunca radica en cuán necesitados somos en esta
vida, o en lo que controlamos, o en cuánto sabemos. Nuestra
vida se mide por la vida que fue dada por la nuestra, por el
precio que fue pagado para asegurarnos y satisfacernos por
siempre (1Co 6:20). No fuimos creados y salvados para ser
amados por las redes sociales—o cualquier distracción que
nos ate a nuestro teléfono—, sino por el Dios que es santo,
misericordioso y omnipotente.
ECHA TODA ANSIEDAD SOBRE ÉL
Este Dios santo, misericordioso y omnipotente no es solo un
juez y rey justo, sino que también es un papá. Él te cuida y te
ama porque eres uno de Sus hijos. Tienes un Padre celestial
que es infinitamente sabio y poderoso, que conoce todas tus
necesidades y te promete saciarlas precisamente cuando lo
necesites. Jesús dijo:
Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán
o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán… el Padre
celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen
primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas
cosas les serán añadidas (Mt 6:25, 32-33).
No necesitas estar preocupado —distraído— por la comida,
por lo que te vas a poner, ni por ninguna otra circunstancia
de esta vida. Tu Padre celestial tiene cuidado de ti. Él conoce
67
todo sobre ti, hasta qué camisa utilizarás mañana y qué
tomarás con tu almuerzo. Él es consciente de cada una de
tus necesidades, tiene todo a Su disposición, y te ama. Echa
tus ansiedades (y tus distracciones) sobre Él, “porque Él
cuida de [ti]” (1P 5:7). Permite que el amor que te ha
mostrado en Cristo te libere de todo lo que quiere demandar
tu atención.
68
4
AMA LA VIDA QUE NUNCA QUISISTE
La soltería conlleva su propio sufrimiento, una clase de
miseria que muchos casados simplemente ya no entienden.
¿Cuáles han sido los días más difíciles para ti? Quizá cuando
ha terminado una relación (o varias). O quizá es que nunca has
avanzado mucho en una relación. O que nunca ha habido un
verdadero novio o novia que pudiera terminar contigo. Quizá
te rendiste y comenzaste a experimentar sexualmente —en
relaciones o en línea— buscando amor, placer y control y, en
lugar de ello, has encontrado vergüenza, remordimiento y
esclavitud. Tal vez has querido ser mamá o papá desde que
entendiste lo que eso significaba. Has soñado y soñado con
tener tus propios hijos. Amas a los niños de tus amigos, pero
de vez en cuando sientes amargura. Quizá solo anhelas
amistad o compañía, alguien con quien reír y llorar. Es
probable que la mayoría quieran casarse para no estar solos,
más que por el sexo o los niños combinados. Esa es mi
suposición. Quizá los casados han hecho muchos comentarios
insensibles, animándote a disfrutar tus “citas con Jesús”, o
recordándote cuán bello es esperar, o tratando de presentarte
a la hermana del amigo de la hija de tu tío. Quizá no tiene
nada que ver con el noviazgo o con el matrimonio. Tal vez es
69
la relación de tus padres o su divorcio, o haber perdido a
alguien a quien amabas, o el diagnóstico de una enfermedad
que pone en peligro tu vida. Al igual que el resto de la
humanidad, toda persona soltera experimentará dolor, pero
hay formas en que la soltería incrementa ese dolor.
Las rupturas suelen ser la causa de las mayores tristezas y
luchas durante los inicios de la soltería. Al menos ese fue mi
caso. Recuerdo esos días y esas conversaciones más
vívidamente que cualquiera de los días buenos en mis
noviazgos. Todas las rupturas son difíciles, pero algunas
duelen más que otras. Una chica y yo habíamos sido novios
por mucho tiempo, posiblemente un año ya. Habíamos
creado todo tipo de recuerdos, conocíamos bien a nuestras
familias
y
habíamos
servido
juntos
en
diferentes
ministerios. Todo se sentía tan bien y tan seguro. ¿Qué
podía salir mal?
Bueno, ella terminó conmigo. Yo sabía que las cosas no
siempre estaban bien, que no siempre lideraba bien en la
relación, y que había puntos de real importancia en los que
no concordábamos, pero no pensaba que esta era la
solución. No pensaba que realmente me dejaría. Entonces lo
hizo. Y me dijo muy claramente que no quería seguir siendo
mi novia. “Amigos, nada más”. Estaba deshecho. Pasó todo
un año antes de que volviera a salir con alguien. Tal vez un
año no sea nada para ti (y así debería ser), pero para mí, en
ese punto de mi vida, fue una eternidad. Me encantaría
decir que era porque estaba volviendo a enfocarme en Jesús
70
(y eso sí sucedió durante ese año), pero realmente solo
estaba esperando que ella regresara a mi vida. Estaba
consumido por el rechazo, por mi deseo de casarme y por la
soledad que sentía sin ella.
Bueno, ella sí regresó. Cuando ya comenzaba a perder la
esperanza
de
que
regresara,
me
envió
un
mensaje
diciéndome que quería verme. “Tenemos que hablar”. Nos
encontramos esa noche y entre muchas lágrimas me dijo
que quería que estuviéramos juntos otra vez. De un
momento a otro, todos mis sueños se hicieron realidad.
Había esperado, en silicio y cenizas, y Dios finalmente me
había recompensado. ¿Cierto? Salimos por otro año y los
mismos asuntos volvieron a surgir, y era evidente para la
mayoría de las personas (ella incluida) que no era sabio
casarnos. Mis padres intentaron desanimarme y mis amigos
expresaron sus inquietudes. Pero yo seguía creyendo que
nos casaríamos, que podíamos simplemente pasar por alto
esos asuntos y que lo lograríamos. Supongo que eso era lo
que creía de toda relación, incluso cuando tenía trece o
catorce años. Por supuesto que nos vamos a casar. ¿Por qué
habríamos de separarnos? Y fue así como, en contra de toda
mi experiencia, y en contra de todo lo que Dios me había
enseñado, y en contra todas las señales de alerta en nuestra
relación, volví a creerlo.
Pero justo cuando pensaba que estábamos listos para
comprometernos, ella terminó la relación —otra vez. Esta
vez, para siempre. Y ella tenía razón. En mi necedad e
71
inmadurez, me había enamorado más de la idea de casarme
que de ella. Y mi amorío con el matrimonio me dejó
confundido, lastimado y desesperado. El dolor que sentía
reveló lo que yo amaba. Mi desesperación desenmascaró lo
que creía —sobre Dios, sobre mí mismo y sobre el
matrimonio. Mi miseria expuso mi idolatría. Mi sufrimiento
en la soltería, mayormente causado por mí mismo, me
enseñó a reordenar mis afectos y a vivir (y relacionarme) de
forma diferente.
SATANÁS PERSIGUE A LOS AFLIGIDOS
Los pumas detectan la vulnerabilidad de sus presas y atacan a
los más débiles —a los cachorros, a los enfermos, a los
heridos. Así es como viven los pumas, persiguiendo el olor de
los que sufren y alimentándose de lo que encuentren. El
enemigo de nuestra esperanza y felicidad caza con el instinto
de un puma, sin compasión por los decepcionados ni por los
que sufren. “Su enemigo el diablo ronda como león rugiente,
buscando a quién devorar” (1P 5:8). Y, como es astuto, invierte
gran parte de su tiempo en los decepcionados y los afligidos.
Él miente sobre la espera, queriendo consumir a los débiles, a
los vulnerables y a los solitarios. Es posible que ya hayas
experimentado esto en tu soltería.
Nuestro dolor y sufrimiento en esta vida nos recuerdan que
estamos en guerra. Aunque Dios promete disponer todas las
cosas para el bien de quienes lo aman (Ro 8:28), Satanás se
72
pasea a nuestro alrededor tratando de corromper esas
mismas cosas y de tergiversarlas con mentiras (Ap 12:9). Los
momentos dolorosos en la vida —como sea que se presenten
— son aquellos en donde somos más propensos a cuestionar
a Dios y a tomar nuestro propio camino, confiando en
nosotros mismos más que en Dios, y tratando de retomar el
control de nuestra vida. Satanás nos dice: “A Dios no le
importa tu sufrimiento. Dios no puede hacer nada al
respecto. El dolor, la miseria y las dificultades nunca
terminarán”. Pero todas las cosas difíciles en la vida que
pudieran tentarnos a dudar de Dios y de Su bondad están
diseñadas por Dios para llevarnos a Él. Dios nos está
advirtiendo a través del dolor que un enemigo poderoso y
creativo quiere matarnos y cegarnos a Su amor soberano
por nosotros. Cuando nos sentimos decepcionados o
afligidos, Dios nos llama a la guerra. Nos está sacudiendo
amorosa y violentamente para que dejemos nuestra
complacencia y despertemos a las realidades de la vida que
son más importantes que nuestras circunstancias.
ECHA TUS ANSIEDADES SOBRE ÉL
Pedro conocía muy bien los ataques de Satanás en medio de
circunstancias difíciles. Experimentó la sensación de estarse
ahogando en medio de las tentaciones, la falta de fuerzas para
luchar, y la desesperación de sentirse completamente solo. Él
abandonó y negó a Jesús la noche en que murió —no una, sino
73
tres veces (Lc 22:60). Como un pequeño venado herido que
intenta escapar de su depredador, el Pedro que una vez fue
fuerte y confiado se convirtió en una presa indefensa.
Pero antes de que Jesús colgara de la cruz, Él había orado
por Pedro, pidiendo que su fe no faltara y que su ministerio
resurgiera de las cenizas del miedo y la derrota (Lc 22:31-32).
El mismo Pedro que se acobardó ante la joven sierva,
negando haber conocido a Jesús (Lc 22:56), fue crucificado
posteriormente por su fe. Antes de morir valientemente
para decirle al mundo la verdad sobre su amor por Jesús,
escribió una carta para todos los cristianos que habrían de
sufrir, y eso nos incluye a nosotros. Él dice a los afligidos:
“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que
Él los exalte a su debido tiempo. Depositen en Él toda
ansiedad, porque Él cuida de ustedes” (1P 5:6-7). Tu
sufrimiento presente solo será por un poco de tiempo (1P
1:6), aunque perdure por el resto de tu vida. Y pronto, Dios
te levantará (“exaltará”) de estas circunstancias difíciles y te
llevará a Su presencia para siempre, lejos de todo lo que
temes y de todo sufrimiento (ver Ro 8:16-18; Stg 4:10). Él
sanará toda herida, compensará toda pérdida y limpiará
toda lágrima (Ap 21:4). En lugar de nuestras experiencias
dolorosas aquí en la tierra, tendremos una fuente inagotable
del mayor gozo que jamás hayamos experimentado (Sal
16:11). Pedro había aprendido que a Satanás le encanta cazar
entre los afligidos, pero también aprendió que Dios nos
equipa para pelear bien, incluso en medio del dolor y la
74
debilidad. Dios planta verdades invencibles en nuestros
corazones vulnerables y guarda nuestra fe con Su infinito
poder (1P 1:4-5).
DIEZ PROMESAS PARA TODO DOLOR
Estamos en guerra, pero no estamos solos —aunque aún no
estemos casados. Dios está con nosotros, y Él nos cuida. Antes
de que Jesús dejara la tierra, mientras le encomendaba a Sus
discípulos que salieran al mundo oscuro con la esperanza del
evangelio, les dijo (y a nosotros también): “… les aseguro que
estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt
28:20). Y Pedro promete incluso más compañía: “Resístanlo,
manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en
todo el mundo están soportando la misma clase de
sufrimientos” (1P 5:9). Quizá no conozcas en tu contexto
inmediato a alguien que sufra lo mismo que tú, pero no estás
solo entre los cristianos del mundo y de la historia. Dios ha
cuidado de ellos, y Él quiere que sepas que cuidará de ti. La
infinita riqueza y el infinito poder de Dios le proveerán gran
compasión y cuidado a Su pueblo débil y afligido cuando estén
aferrados a la Palabra de Dios, especialmente a Sus promesas.
Pero para aferrarnos a ellas, tenemos que conocerlas. Aquí
hay diez promesas que Dios hace para todo dolor, desilusión y
miedo que tú y tus amigos pudieran enfrentar.
75
1.
Conocer a Jesús sobrepasa todo lo que pudieras poseer o
perder en esta vida. “Es más, todo lo considero pérdida
por razón del incomparable valor de conocer a Cristo
Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo tengo por
estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a
Él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley,
sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia
que procede de Dios, basada en la fe” (Fil 3:8-9).
2.
Toda prueba ayuda a demostrar la sinceridad de tu fe y de
tu gozo. “Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a
pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas
pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se
acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale
mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas
demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor
cuando Jesucristo se revele” (1P 1:6-7).
3.
Todo tu sufrimiento te está preparando para consolar a
otros en su dolor. “Alabado sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda
consolación, quien nos consuela en todas nuestras
tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de
Dios
hemos
recibido,
también
nosotros
podamos
consolar a todos los que sufren” (2Co 1:3-4).
4.
Con el tiempo, el sufrimiento fortalecerá, no disminuirá,
tu esperanza y tu gozo. “Y no solo en esto, sino también
en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el
sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia,
entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza.
76
Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha
derramado Su amor en nuestro corazón por el Espíritu
Santo que nos ha dado” (Ro 5:3-5).
5.
Ningún sufrimiento puede robarte lo que Jesús ya
compró para ti. “También se compadecieron de los
encarcelados y, cuando a ustedes les confiscaron sus
bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que
tenían un patrimonio mejor y más permanente” (Heb
10:34).
6.
Jesús nunca se cansa de cuidar a los afligidos. “Vengan a
Mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y Yo les
daré descanso. Carguen con Mi yugo y aprendan de Mí,
pues Yo soy apacible y humilde de corazón, y
encontrarán descanso para su alma. Porque Mi yugo es
suave y Mi carga es liviana” (Mt 11:28-30).
7.
El sufrimiento te dará fe y fortaleza para soportar hasta el
final. “Hermanos míos, considérense muy dichosos
cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas,
pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.
Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para
que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Stg
1:2-4).
8.
Dios derramará Sus riquezas infinitas para saciar tus
necesidades. “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que
necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en
Cristo Jesús” (Fil 4:19).
9.
Ni un solo gramo de tu sufrimiento queda sin propósito,
sino que produce gloria para ti. “Por tanto, no nos
77
desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos
desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras
día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora
padecemos
producen
una
gloria
eterna
que
vale
muchísimo más que todo sufrimiento” (2Co 4:16-17).
10. Llegará el día en que todo tu sufrimiento terminará. “Él
les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá
muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las
primeras cosas han dejado de existir” (Ap 21:4).
Dios escribió un libro para consolarnos en nuestro dolor y
para ayudarnos a sobreponernos a toda nuestra ignorancia e
insensibilidad al tratar de ayudar a otros en su dolor. Al
recibir las palabras de Dios para nosotros, incluso en los
tiempos más difíciles, escuchamos al Creador del mundo —
Aquel que diseñó cada centímetro de nuestros cuerpos y
escribió cada segundo de nuestra historia, incluyendo
nuestro dolor. El Dios que nos habla a través de toda la
Biblia es el artista que pintó las luces más resplandecientes y
las sombras más oscuras de nuestras vidas. Él conoce
perfectamente nuestro dolor y, si confiamos en Él y
recibimos Sus palabras de esperanza, Él promete hacernos
bien en medio de todo lo que enfrentemos.
APARENTEMENTE TRISTES, PERO SIEMPRE
ALEGRES
78
¿Cómo se ven la fe y la humildad en medio de las dificultades
y las desilusiones? “Humíllense... Depositen en Él [y en Sus
promesas] toda ansiedad, porque Él cuida de ustedes” (1P 5:67). En lugar de reclamarle a Dios con amargura por nuestra
aflicción, la humildad deposita toda ansiedad en Él, y lo hace
con afecto y confianza. La humildad se rehúsa a tratar a Dios
como si fuera un jefe incompetente, y se acerca a Él, aun en
los sufrimientos de la soltería, como a un Padre compasivo y
cercano. Jesús dijo: “Fíjense en las aves del cielo: no siembran
ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre
celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que
ellas?” (Mt 6:26). Si realmente creyéramos que el Dios que
creó todas las cosas, teniendo todo a Su disposición, nos cuida
como un padre, no nos resistiríamos a Él y a Su voluntad
como lo hacemos, aun cuando la vida se torne difícil y
tengamos que esperar más de lo que pensábamos. “En todo y
con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de
Dios: en sufrimientos, privaciones y angustias; en azotes,
cárceles y tumultos; en trabajos pesados, desvelos—en años de
soltería—y hambre… aparentemente tristes, pero siempre
alegres; pobres en apariencia, pero enriqueciendo a muchos;
como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo” (2Co
6:4-10).
Seguimos a Jesús, “quien, por el gozo que le esperaba,
soportó la cruz” (Heb 12:2)”; “se humilló a Sí mismo y se
hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Fil 2:8).
Él sufrió todo sabiendo la felicidad que le esperaba en el
79
cielo. ¿Encontraremos esperanza y fortaleza en Él para
hacer lo mismo? El Rey del universo también fue el Siervo
humilde y sufriente. “Despreciado y rechazado por los
hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento.
Todos
evitaban
mirarlo;
fue
despreciado,
y
no
lo
estimamos” (Is 53:3). Nuestro Salvador experimentó la más
intensa y dolorosa soledad. ¿Por qué? “Él fue traspasado por
nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades;
sobre Él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a
Sus heridas fuimos sanados” (v 5). Con la mirada puesta en
Su recompensa y lleno de gozo, sufrió todo lo necesario para
darnos esperanza en nuestro propio sufrimiento. Jesús
entiende nuestro dolor y puede sostenernos en medio de
todo lo que enfrentemos si confiamos en Él y caminamos
con Él.
DECEPCIONES Y SUEÑOS NO CUMPLIDOS
El dolor de las decepciones que sentimos durante nuestra
soltería es el fruto de árboles que están llenos de nuestras
expectativas. En nuestras jóvenes imaginaciones, nuestros
sueños crecen y se hacen más hermosos con el pasar de los
años,
pero
luego
la
realidad
empieza
a
robarnos
indiscriminadamente esa cosecha sin que lleguemos siquiera a
probar ese fruto. Así me sentí después de haber estado
anhelando el matrimonio por años. Nos hemos acostumbrado
a definir nuestras vidas basándonos en la percepción de
80
nuestro progreso. ¿Estoy donde esperaba encontrarme a esta
edad? ¿He alcanzado lo que esperaba alcanzar? ¿Mis sueños se
están acercando o alejando de la realidad?
Nuestros planes y sueños pueden convertirse en ídolos. El
matrimonio es un buen regalo y un terrible ídolo. Gran
parte de mi sufrimiento en mis años de adolescencia, e
incluso en mi adultez temprana, surgió porque mi corazón
estaba enfocado en mi futuro matrimonio más que en Dios.
Es fácil anclar nuestra esperanza y felicidad a un cónyuge, y
definir nuestro crecimiento, madurez y valor sobre la base
de nuestro estado civil. Y cuando adoramos al amor, al
romance, al sexo o al matrimonio —y no a Dios— le estamos
abriendo la puerta al dolor y a la decepción.
Si nos casamos en esta vida, será solo por un breve
momento, y no nos arrepentiremos de esa brevedad en la
eternidad. De verdad que no. Nadie dirá: “Desearía estar
casado”, y mucho menos: “Desearía haber estado casado por
cinco o diez años más”. Esos años parecerán como segundos
comparados con la gloria y el gozo que tendremos después
de que nuestro matrimonio termine. Tenemos que pensar
en eso al evaluar la intensidad de nuestra desesperación por
tenerlo ahora. Debemos preguntarnos si hemos hecho del
matrimonio un requisito para tener una ida vida feliz y
significativa. ¿Me siento miserable e incompleto ante la
perspectiva de nunca casarme? ¿Me veo a mí mismo como
incompleto o insignificante mientras sea un creyente
soltero? Estas preguntas pudieran revelar verdades que nos
81
advierten que el matrimonio se ha convertido en un ídolo. A
fin de cuentas, todos seremos solteros para siempre y será
gloriosamente bueno. El matrimonio es algo realmente
corto comparado con todo lo que tenemos en Cristo para
siempre. Y estoy escribiendo esto como alguien que pasó
más de una década anhelando la experiencia temporal de
esta vida.
EL DIOS DEL UNIVERSO ESTÁ CONTIGO
La Biblia deja claro que nuestra vida nunca se define por
nuestro desempeño o por nuestras circunstancias, y mucho
menos por nuestro estado civil. Lo que realmente hace que
valga la pena vivir la vida es la presencia, protección y placer
del Dios todopoderoso que todo lo satisface. Después de ser
vendido
en
esclavitud
por
sus
hermanos,
José
sorpresivamente asumió el poder en lo que probablemente era
el imperio más dominante del mundo en ese tiempo:
El Señor estaba con José… Mientras José vivía en la casa
de su patrón egipcio, este se dio cuenta de que el Señor
estaba con José y lo hacía prosperar en todo. José se ganó
la confianza de Potifar, y este lo nombró mayordomo de
toda su casa y le confió la administración de todos sus
bienes (Gn 39:2-4).
Potifar puso a José a cargo de todo. Pero la esposa de Potifar
deseaba a José y trató de seducirlo. Cuando José rechazó sus
82
insinuaciones, le tendió una trampa, asegurando que él
había tratado de obligarla. Las mentiras de la esposa de
Potifar
lo
despojaron
de
todo
su
poder
y
sus
responsabilidades, y lo llevaron a la prisión (Gn 39:20). No
cometió pecado (al menos no con esa mujer; tampoco se
encontró engaño en su boca, y aún así fue tratado peor que
un esclavo, siendo encerrado sin esperanza alguna de ser
liberado.
Pero “el Señor estaba con él y no dejó de mostrarle Su amor.
Hizo que se ganara la confianza del guardia de la cárcel, el
cual puso a José a cargo de todos los prisioneros y de todo lo
que allí se hacía” (Gn 39:21-22). Ya fuera que estuviera en el
poder o en la prisión, la vida de José estaba llena de
esperanza, significado y éxito; no porque trabajara duro, ni
porque recibía lo que merecía, y tampoco porque sus sueños
se habían hecho realidad, sino porque Dios estaba con él. El
Señor estaba con él en el éxito, el Señor estaba con él en la
prisión, y el Señor estaba con él cuando él volvió al poder en
Egipto (Gn 41:39-40).
AMA LA VIDA QUE NUNCA QUISISTE
¿Es la vida que estás viviendo actualmente la que siempre
quisiste? ¿Pensabas que ya estarías casado para esta edad? ¿Es
tu trabajo lo que esperabas que fuera? ¿Sientes que estás
desperdiciando tus dones? ¿Sueñas con hacer algo diferente
83
con tu vida? Quizá deseas vivir en otro lugar. Tal vez anhelas
estar más cerca de casa (o más lejos).
La realidad es que todos podemos imaginarnos y desear algo
mejor de lo que tenemos en el presente. La mayor realidad
es que si amas y sigues a Jesús, Dios siempre escribe una
mejor historia para ti de la que tú pudieras escribir para ti
mismo. Lo “mejor” se basa sobre esta verdad: Dios mismo es
lo mejor y lo más significativo que puedes tener o
experimentar y, por tanto, no encontrarás plenitud de vida
en el éxito terrenal, ni en una relación, ni en un logro, sino
en tu cercanía a Dios mediante la fe.
Lo difícil de estas buenas noticas es que quizá tienes que
atravesar dolor, decepción, rechazo y sufrimiento por siete
u ocho (o setenta u ochenta) años. Lo mejor (y lo más
trascendente) es que Dios nunca se equivoca al escoger el
bien para ti. Todo lo que experimentas —esperado o
inesperado, deseado o indeseado, placentero o doloroso— es
parte del plan de Dios de hacerte Suyo (Jn 10:27-29), de
entregarse a Sí mismo a ti para siempre (Sal 16:11) y de
utilizar tu vida para revelar Su persona y Su gloria al mundo
que te rodea (Is 43:25; 1Co 10:31).
Un
par
de
milenios
después
de
José,
Pablo
vivió
experiencias similares y llegó a las mismas conclusiones
acerca de la vida:
No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a
estar satisfecho en cualquier situación en que me
encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es
84
vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y
cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado
como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir
escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil 4:1113).
¿Cuál es el secreto del gozo y el contentamiento ante
cualquier dolor o decepción que tengamos que enfrentar? Es
centrar y anclar nuestro gozo y contentamiento en Cristo en
lugar de en el matrimonio o en cualquier otra cosa en esta
vida. Dios quiere que tengamos la misma fe, esperanza y
gozo del José que fue encarcelado injustamente, del Pablo
que fue brutalmente golpeado y del Hijo que fue rechazado y
crucificado, aun en medio de nuestro sufrimiento y dolor.
Haz de Él tu más grande tesoro y ambición, y evalúa todo lo
que pasa en tu vida a la luz de ese infinito placer y esa
seguridad. Aprende a amar la vida que tienes con Dios,
incluso si es la vida que nunca quisiste.
85
5
CONOCIENDO A TODOS SIN SER
CONOCIDO
En un sentido, crecer —desde caminar en la infancia, pasando
por aprender a contar en la primaria, salir con amigos
durante
la
primaria,
aprender
a
manejar
durante
la
secundaria, comenzar a trabajar en la universidad, hasta
mudarte de casa de tus padres— es un largo viaje hacia la
independencia. Nuestros padres aman y apoyan ese viaje
porque quieren que seamos capaces de sobrevivir y tener éxito
en la vida. Nos aman como locos, quieren lo mejor para
nosotros, y harían cualquier cosa por nosotros, pero no
necesariamente quieren pagar ocho años de universidad ni
tenernos viviendo en su sótano hasta que tengamos cuarenta
y cuatro años.
Y a nosotros nos encanta la independencia. En parte, nos
gusta crecer y hacernos independientes porque fuimos
creados para trabajar, para contribuir a este mundo —para
cultivarlo y cuidarlo (Gn 2:15). Pero también anhelamos la
independencia porque nos da libertad. Obedecíamos a
mamá y a papá mientras ellos nos mantenían, pero ahora
86
somos nosotros quienes estamos al mando. Y nos gusta ser
la autoridad. Nos gusta decidir la hora a la que regresaremos
a casa y qué tan tarde despertarnos. Nos gusta comer lo que
queramos cuando lo queramos. Nos gusta hacer las cosas de
acuerdo a nuestra agenda, cuando nos dé la gana. Es cierto
que en ocasiones la independencia puede hacer que nos
sintamos solos y desconectados, pero también puede ser
emocionante porque comenzamos a percatarnos de lo que
somos capaces y a desarrollar nuestro propio sentido de
autonomía.
Los
años
de
soltería,
por
naturaleza,
cultivan
la
independencia. Al salir del techo y de la autoridad de
nuestros padres, tenemos más responsabilidades. También
dejamos de rendirle cuentas a otros. Dependemos de
nosotros mismos. Cuanto más permanezcamos solteros,
más fácilmente podemos aislarnos. La independencia de
nuestros padres se convierte en independencia de todos los
demás. Yo sé lo que necesito. Yo pago mis cuentas. Yo
decido mi agenda. Yo cocino mi comida (o al menos la recojo
en algún restaurante de comida rápida). Soy un adulto. No
necesito a nadie. La independencia puede conducir al
aislamiento, el cual nos separa de la gracia que necesitamos
y nos aparta del más grande llamamiento que tenemos en la
vida. Nadie fue creado para vivir solo—para buscar la gloria
de Dios aislado de los demás. Proverbios nos advierte: “El
que vive aislado busca su propio deseo, contra todo consejo
se encoleriza” (Pro 18:1, LBLA). Nadie fue creado para vivir
87
solo. La independencia es un aspecto vital del crecimiento
cristiano y de la madurez al igual que la dependencia tanto
de Dios como de quienes nos rodean. Jesús dijo: “De este
modo todos sabrán que son Mis discípulos, si se aman los
unos a los otros” (Jn 13:35).
DÍAS DE INDEPENDENCIA
Hoy en día, no nos consideramos personas aisladas, o al
menos no nos describiríamos de esa manera. Todos tenemos
cientos de seguidores en Instagram o de amigos en Snapchat.
Los “me gusta”, los comentarios y la atención crean una
ilusión de comunión. Muchas personas saben mucho sobre
nosotros. Pero la mayoría no nos conoce. Ven la selección de
momentos que decidimos compartir, que son como una
docena de piezas de un rompecabezas de mil piezas. Nadie
puede ver la imagen completa en las redes sociales. Las
publicaciones en nuestras cuentas nos hacen sentir que nos
conocen, pero lo cierto es que impiden que nos conozcan
verdaderamente.
Hebreos dice: “Cuídense, hermanos, de que ninguno de
ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los
haga apartarse del Dios vivo. Más bien, mientras dure ese
‘hoy’, anímense unos a otros cada día, para que ninguno de
ustedes se endurezca por el engaño del pecado” (Heb 3:1213). En poco tiempo, los cristianos aislados terminan siendo
cristianos sin vida. Debido a cómo el pecado nos ataca —
88
viviendo
dentro
de
nosotros,
morando
en
nuestros
corazones, convenciéndonos de que lo falso es verdadero—
necesitamos que otros nos recuerden regularmente (“cada
día”) lo que es verdadero y nos adviertan de no jugar con el
pecado ni ceder ante él. A medida que los cristianos van
creciendo y madurando, no se supone que estén más
desconectados ni que sean más independientes. La idea es
que estemos más conectados y seamos más dependientes
mientras esperamos que Cristo regrese. Nos debemos
exhortar unos a otros cada día: aléjate del pecado, acércate a
Dios y salva tu alma. Sin esas voces, estamos condenados.
Satanás es demasiado convincente, demasiado persuasivo,
demasiado astuto. Él nos conoce mejor de lo que nos
conocemos a nosotros mismos, y nos engañará hasta la
muerte si se lo permitimos.
Dios puede utilizarnos para animarnos y desafiarnos unos a
otros de muchas maneras, y eso incluye los mensajes de
texto que enviamos y las publicaciones que compartimos,
pero la forma más eficaz de luchar en esta guerra masiva es
por medio del encuentro cara a cara y vida con vida, porque
siempre seremos propensos a proyectar una imagen
diferente de nosotros mismos, una versión de nosotros que
nos guste, y no lo que realmente somos. La tentación sigue
estando presente cuando nos encontramos con amistades
cara a cara, pero es mucho más fácil escondernos detrás de
una pantalla. Reunirnos con otros de manera regular nos
hace más vulnerables ante ellos.
89
El autor de Hebreos escribió: “Preocupémonos los unos por
los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.
No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo
algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón
ahora que vemos que aquel día se acerca” (Heb 10:24-25). La
inclinación natural de nuestras vidas será alejarnos de la
vida en comunidad. Las relaciones verdaderas, significativas
y que transforman vidas no suceden ni perduran por
accidente. Requieren de esfuerzo e intencionalidad. Siempre
seremos tentados a no reunirnos, a no exponernos
regularmente —nuestras decisiones, emociones, cargas,
pecados— ante otros creyentes. Lo digo por experiencia. El
diablo no quiere que nuestros hermanos en Cristo nos
conozcan, porque el verdadero conocimiento conduce al
consuelo, la convicción, la sanidad y la santidad que él tanto
odia.
UN JARDÍN SECRETO DE ORGULLO
Algo clave para caminar a través del dolor y la decepción son
las personas que mantienes cerca. El sufrimiento puede ser la
manera predilecta de Satanás para aislarte. El dolor puede
convertirse en un jardín secreto de orgullo. No hablamos de él
con frecuencia, porque es tan sensible, tan vulnerable —tan
doloroso. Pero por más sensible que sea el tema del dolor, no
abordarlo es igualmente peligroso. En el peor de los casos,
puede llevarnos a dudar de la bondad de Dios, a revolcarnos
90
en la autocompasión, y a alejarnos de Él y de todos los demás.
El dolor se convierte en orgullo porque cree que nadie más
entiende. “Nadie siente lo que yo siento”. Así que el dolor se
aleja de cualquiera que quiera abordar su sufrimiento. Pero
Dios se ha entregado a Sí mismo, nos ha dado Su Palabra, y
nos ha dado hermanos para darnos fe, consuelo y fortaleza en
medio de nuestro dolor, incluso el dolor más severo y
particular.
Nuestra prueba para determinar si nuestro dolor está
produciendo orgullo es preguntar cómo respondemos al
ánimo que nos quieren dar los demás, sobre todo cuando se
trata de otros creyentes que no entienden nuestra tristeza,
soledad, desilusión o cualquier otra cosa que sintamos.
¿Estamos dispuestos a escuchar la esperanza que Dios nos da
a través de alguien que no ha experimentado o no puede
entender nuestro dolor actual? Si no estamos dispuestos,
entonces nuestro dolor nos ha llevado al aislamiento y
Satanás está teniendo éxito en su plan para nuestro
sufrimiento.
CASO DE ESTUDIO: EL DOLOR DE LA
SOLTERÍA NO DESEADA
Hace unos años, cuando aún no estaba casado, escribí algunos
artículos relacionados a la soltería y al parecer fueron bien
recibidos. Asumo que parte de la razón por la que gustaban y
eran compartidos por muchos era que yo era un hombre
91
soltero reflexionando sobre las dificultades (y bondades) de la
soltería. Cuando finalmente me casé, me sorprendió lo rápido
que parecía haber perdido toda mi credibilidad con los que
aún no estaban casados. Estando recién casado, publiqué un
artículo llamado “Esperanza para los infelizmente solteros”.
Aunque muchos mostraron aprecio por el artículo, un nuevo
coro de voces cantó en contra de lo que había escrito:
No quiero faltarle al respeto, pero es difícil tomar en serio
un artículo acerca de la soltería que fue escrito por un
hombre casado.
Esto es ofensivo. Solo los casados escriben cosas como
estas.
Los casados siempre están diciéndonos que tenemos que
estar satisfechos con Jesús. Es muy fácil para ellos decir
eso.
La ironía es que escribí el artículo poco más de un año antes
de casarme. Al publicarlo, estaba diciendo las mismas
verdades, con la misma voz, desde la misma experiencia,
pero las palabras fueron recibidas con resistencia, y hasta
con rechazo.
Los
comentarios
negativos
no
fueron
la
respuesta
dominante, así que no estoy contando la historia para
justificar mi punto de vista. De hecho, yo mismo pensaba y
decía algunas de las mismas cosas negativas sobre el
“ánimo” que recibía de mis amigos casados. Sin embargo,
para mí la revelación fue ver lo propensos que somos a
92
utilizar nuestro dolor para rechazar las buenas noticias de
Dios para nosotros. Rechazamos lo que sea que alguien diga
sobre nuestro dolor, aun cuando solo repitan las palabras de
Dios para nosotros, simplemente porque no creemos que esa
persona —autor, pastor, padre, amigo— pueda identificarse
con lo que estamos pasando. A Satanás le encanta ver cómo
el dolor y el sufrimiento nos separan del cuerpo de Cristo
como una gran muralla que crece y nos aleja del amor y el
aliento de otros cristianos.
EL PRIMER PASO, Y EL MÁS IMPORTANTE
El primer paso para encontrar la comunidad que necesitas
debería ser unirte a una iglesia local. Esta es una de las cosas
más contraculturales y espiritualmente beneficiosas que
puedes hacer en tu vida de soltero. Aunque todos los de tu
edad se nieguen a estar atados y se resistan a rendir cuentas,
sométete a un cuerpo de creyentes. Clava una estaca en el
suelo y dile a todo el mundo que le perteneces a Jesús, que tu
vida es Suya y que estás dispuesto a que otros te ayuden a ser
fiel. Diles que el cristianismo no es un pequeño rincón de tu
vida; es tu vida.
Podrías pensar que ese es el tipo de relación que ya tienes
con tus amigos, pero esas relaciones, por más fuertes y
seguras que parezcan, solo permanecen unidas por el afecto,
no por un pacto. Puede que algo salga mal mañana y que de
repente tu “comunidad” haya desaparecido. Esa es la
93
diferencia entre el noviazgo y el matrimonio. El pacto
establece las expectativas y mantiene a todos en la mesa. Las
amistades cristianas son una parte crucial de la vida
cristiana
saludable,
pero
no
pueden
reemplazar
el
pertenecer a una iglesia local. Aunque tengas amigos que te
conozcan mejor que todos en la iglesia (y probablemente sea
así), no están calificados ni comprometidos (formalmente) a
cuidarte cuando tu vida comience a derrumbarse o cuando
caigas en pecado. Pueden irse como lo hace un novio cuando
se aburre. La iglesia es más estable, más segura y más
confiable.
La iglesia debería desempeñar varios roles importantes en
nuestras vidas. La reunión semanal será una fuente
imprescindible de refugio y refrigerio, donde seremos
lavados nuevamente con el evangelio y recibiremos la
Palabra de Dios, la verdad que nos da vida. Además, cuando
pasamos a ser miembros, estamos atando nuestros dones a
un cuerpo de personas necesitadas. Tendremos más
oportunidades que nunca de ser una parte productiva y
activa del cuerpo de Cristo, compartiendo lo que Dios nos ha
dado —de cumplir con nuestra misión durante nuestros
años de soltería por amor a los demás. La iglesia también
debe ser un instrumento para ayudarnos a discernir qué
hacer con nuestras vidas. Un llamado puede empezar en
nuestro corazón, cuando Dios nos da el deseo de aceptar ese
trabajo o de casarnos con esa chica, pero nunca debemos
asumir la bendición de Dios sin la confirmación de otros
94
creyentes. Nuestros corazones son muy propensos a vagar y
somos muy propensos a justificar lo que queremos. Si la
vida se trata solo de hacer lo que queremos, entonces
deberíamos aislarnos. Pero si se trata de hacer lo que fuimos
creados para hacer, lo que hemos sido llamados a hacer —
engrandecer a Jesús— entonces debemos rodearnos de
personas que quieran hacer lo mismo. Necesitamos ser
miembros de una iglesia.
No hay duda de que la iglesia también puede fallarte. Por eso
es importante encontrar una iglesia saludable. ¿Tienes la
impresión de que las personas en esa iglesia aman a
Jesucristo con sinceridad y pasión? Cuando los escuchas
orar, cantar y hablar, ¿siguen regresando a la cruz? Cuando
el pastor predica, ¿habla lo que la Biblia dice o simplemente
expresa
sus
propios
pensamientos?
¿Existen
grupos
pequeños en esta iglesia, o en otro lugar, en donde puedas
ser realmente conocido? ¿Los líderes se preocupan por
cuidar de cada miembro y se aseguran, dentro de lo posible,
de que no te apartes por haberte enamorado del pecado?
Existen muchas más preguntas que puedes hacer, pero esas
son algunas muy básicas e importantes. Debemos ser
miembros de una iglesia local y debemos asegurarnos de que
sea una iglesia a la que podamos confiarle nuestras almas y
nuestras vidas.
PASA TIEMPO CON PERSONAS CASADAS
95
Si ya eres miembro de una iglesia local, sé intencional en
pasar tiempo con personas de las que puedas aprender sobre
otras etapas de la vida. Una de las mayores bendiciones de ser
miembro de una iglesia saludable es la oportunidad de
interactuar con creyentes que ya han experimentado lo que
estamos
experimentando
ahora
o
lo
que
vamos
a
experimentar.
Pasa tiempo con personas casadas. Cuanto más permanezcas
soltero, más tiempo tienes de aprender de los éxitos y
fracasos de otros matrimonios. Aunque no podrás evitar tus
propios errores en el matrimonio, ciertamente puedes
incrementar tus posibilidades de éxito siendo un buen
estudiante antes de que te toque. Busca oportunidades para
ser parte de la vida y de la familia de una persona casada. Si
no pasas suficiente tiempo con ellos como para ver algo de
dificultad o desorden, entonces quizá ese tiempo no sea
suficiente. No te impongas a las personas, pero tampoco
tengas temor de iniciar una conversación. Ofrece cuidar a
los hijos alguna noche para que los padres puedan salir,
ayuda con el jardín o llévales comida cuando algún niño esté
enfermo. Y sé un estudiante. Haz preguntas. Toma notas de
qué imitar. A medida que nuestras mentes y corazones están
siendo moldeados por la Escritura para el matrimonio,
necesitamos ver ejemplos de matrimonios que sean
defectuosos, pero fieles. Durante tres años, un pastor y su
esposa me invitaban a comer junto a su familia casi cada
96
domingo. Aprendí mucho más de él viéndolo liderar y servir
en su hogar de lo que aprendí viéndolo en el púlpito.
Aunque la perspectiva y el ejemplo de los casados es
importante, también necesitas tener en tu vida a personas
que estén experimentando tus mismos sentimientos,
anhelos y tentaciones. Tienes que buscar a personas que
estén haciéndose las mismas preguntas que tú y que estén
tratando de aprovechar al máximo su soltería por amor a
Jesús. Piénsalo: aunque era soltero, Pablo realizó gran parte
de su ministerio con alguien a su lado. Busca amigos
confiables, sabios y que estén enfocados en la misma misión;
ríndanse cuentas unos a otros para hacer que su vida de
solteros sea significativa para el Reino. Seguir a Cristo no es
algo que puede hacerse solo, aun cuando no estés casado.
SOLTEROS QUE VIVEN EN COMUNIDAD
Si estamos en Cristo, es imposible que estemos solos. Todos
sabemos que hay intimidades que son —y deberían ser—
únicas en el matrimonio, pero las más importantes las
podemos experimentar de una forma muy real porque somos
la esposa de Cristo, Su iglesia. Un esposo o una esposa pueden
ayudar y proveer lo que otros no pueden, pero un verdadero
hermano o hermana que sea fiel, persistente y esté lleno del
Espíritu puede cuidar de nosotros de maneras sorprendentes.
Estas relaciones, que nacen y se construyen en el evangelio,
nos ofrecen múltiples formas de amor e intimidad. En este
97
amor —unos a otros en la fe— encontramos afecto (Ro
12:10), consuelo (2Co 13:11), bondad (Ef 4:32), alivio (Gá 6:2),
aliento (Ef 5:19), honestidad y verdad (Col 3:9), perdón (Col
3:13), guía y corrección (Col 3:16), protección (Heb 3:13),
oración (Stg 5:16) y hospitalidad (1P 4:9). Mientras
esperamos nuestra boda, no tenemos que esperar por
ninguna de estas cosas. Dios ya las ha provisto a través de
los hermanos. Si somos parte de esta familia, no estamos
solos. Puede que no estemos casados, pero pertenecemos a
una comunidad eterna y, por tanto, estamos rodeados de
amor, afecto, seguridad y miles de otros beneficios.
Este tipo de relaciones no suceden por accidente. No
experimentaremos los beneficios de la amistad cristiana sin
esforzarnos por ella. Antes de que alguien pueda servirnos,
debemos ponernos en el camino de su amor. Únete a un
grupo pequeño o comienza uno. Busca un par de hombres (si
eres hombre) o un par de mujeres (si eres mujer) con quienes
puedas compartir la vida y orar regularmente, incluso
semanalmente. Sirve en un ministerio de tu iglesia o en tu
comunidad y proponte conocer a las personas que te rodean.
No esperes que las relaciones significativas surjan por
casualidad. Requieren de mucha iniciativa, pero no
podemos vivir en la plenitud del gozo, el amor y el propósito
que Dios nos promete sin este tipo de comunión,
especialmente si aún no nos hemos casado.
98
6
100,000 HORAS
¿Qué debo hacer con mi vida? Con esa pregunta muchos
solteros por lo general quieren decir: ¿Dónde debería
trabajar? Es una pregunta difícil y, para muchos, una
pregunta constante que va cambiando con el tiempo, a veces,
durante años. Los diplomas no nos garantizan un trabajo, y
rara vez nos ayudan a tomar las decisiones más importantes.
¿En qué ciudad debo vivir? ¿Cuáles son las posiciones a las
que debería aplicar? ¿Cómo sabré si debo aceptar una oferta
de trabajo o quedarme donde estoy?
Todos tenemos que trabajar para vivir (aunque no
trabajemos por un salario), y es probable que nos pasemos
más tiempo trabajando que haciendo cualquier otra cosa
durante la semana. ¿Cómo podemos sacarle el mayor
provecho a ese tiempo e invertir toda esa energía y esfuerzo
en las cosas que más nos importan? Como seguidores de
Jesús, rescatados por Jesús para pasar la eternidad con Él,
no trabajamos para demostrar lo que valemos ni para
servirnos a nosotros mismos. ¿Pero qué deberíamos hacer?
¿Qué tengo que hacer yo? La pregunta práctica sería: ¿Qué
haré para ganarme la vida? Cuando haces el cálculo —50
99
horas x 50 semanas x 40 años— y te das cuenta de que
estamos hablando de 100,000 horas, la pregunta se
convierte en: ¿Qué seré?
Solo en nuestro grupo pequeño, en estos últimos años
hemos tenido a un ingeniero, una enfermera, una partera,
un especialista en recursos humanos, un ama de casa, un
fisioterapeuta, un contador, un consejero universitario, una
niñera, un entrenador de fútbol, entre muchos otros. Cada
uno de esos trabajos tiene el potencial de ser un trabajo
hecho para la gloria y la honra de Dios. Pablo escribió:
“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el
Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de
que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes
sirven a Cristo el Señor” (Col 3:23-24). Si somos de Cristo,
estamos sirviendo a Jesús al programar un software, al
entrenar un equipo de futbol, al vender seguros, al cuidar de
nuestra casa y criar a nuestros hijos, o al manejar las
finanzas de nuestro negocio. No es un accidente que trabajes
donde trabajas y que pases ahí la mayor parte de tu semana.
Es un movimiento estratégico del Dios del universo para
llevar a cabo Su propósito en tu vida: que el mundo conozca
que Él es Dios, que tú le perteneces y que la vida y el gozo se
encuentran solo en Él. “Señor, Dios de Abraham, de Isaac y
de Israel, que todos sepan hoy que Tú eres Dios en Israel, y
que yo soy Tu siervo y he hecho todo esto en obediencia a
Tu palabra” (1R 18:36). Ese es el mensaje que todo nuestro
100
trabajo debería comunicar, donde sea que trabajemos, cada
día que trabajemos.
EL TRABAJO PUEDE SER UN TROPIEZO
Nuestro trabajo tiene el potencial para ser el lugar donde
llevemos a cabo nuestro más alto propósito en la vida,
dándonos una oportunidad tras otra de utilizar nuestro
tiempo y nuestros dones para decir que Dios —no el trabajo,
ni el dinero, ni el éxito— es nuestro Salvador y tesoro. Pero
como con cualquier otro regalo que Dios da, el trabajo
también tiene el potencial para distraernos de lo que más
importa, de quitar a Dios del trono de nuestros corazones y
mantenernos alejados del trabajo más importante en este
mundo. ¿Qué hace que esta advertencia sea especialmente
relevante para los solteros? Bueno, sucede que algunos de los
que queremos casarnos simplemente invertimos en nuestras
carreras el tiempo, la energía y el afecto que invertiríamos en
el matrimonio. Cuando Dios no trae a ese hombre o a esa
mujer, nos casamos con nuestro trabajo. El trabajo puede
convertirse en la aventura premarital de los solteros —y hoy
más que nunca.
A pesar de que Dios nos ha mostrado
claramente el valor y la santidad del matrimonio, nosotros
frecuentemente lo minimizamos con tal de perseguir nuestros
sueños vocacionales.
No importa el trabajo que hagamos, siempre seremos
tentados a confiar en nosotros mismos en lugar de en Dios
101
—a adorar y gozarnos en aquello que podamos ver y por lo
que podamos atribuirnos el mérito, en lugar de adorar al
Dios que está detrás de todo. Sí, Pablo dijo que es mejor no
casarse, pero no creo que lo haya dicho pensando en su
carrera profesional. Necesitamos un llamado y un tesoro
que sean mayores que nosotros mismos y más gloriosos que
nuestros trabajos. Si deseamos ser realmente felices en
nuestros trabajos, no podemos basar nuestra felicidad en
nuestros trabajos o habilidades. Nuestra adoración y
nuestra
felicidad
deben
estar
ancladas
y
enraizadas
únicamente en Dios. Solo Él ha hecho obras dignas de
adoración. Con nuestras manos en el arado y nuestros
corazones enfocados en Dios, Pedro podría decir de
nosotros: “Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y,
aunque no lo ven ahora, creen en Él y se alegran con un gozo
indescriptible y glorioso” (1P 1:8).
NO PODEMOS GANARNOS EL AMOR
Todos intentamos ganarnos el amor. Muchos de nosotros
comenzamos en el preescolar, cuando tratábamos de agradar a
mamá y a papá con otro dibujo para el refrigerador. Después
lo cultivamos en las competencias de la escuela primaria, y lo
confirmamos con las calificaciones y recompensas de la
secundaria. En la universidad, por primera vez, éramos
identificados por nuestra carrera —nuestro futuro trabajo. Y
cuatro años más tarde, después de nuestro primer salario, ya
102
estamos luchando con el deseo de la sociedad de definirnos
por el lugar en el que trabajamos, por quién trabaja para
nosotros, y por cuánto ganamos. Todo parece estar vinculado
a nuestro trabajo, pero realmente está vinculado a nuestra
adoración. Lleva la etiqueta de “responsabilidad y provisión”,
pero muchas veces se trata de una búsqueda frenética de
afirmación y redención.
Nunca podrás ganarte el favor de Dios por tus obras. Él ama
salvar, pero no rescatará a aquellos que creen que se lo han
ganado. La única moneda que Él acepta es la gracia. Tratar
de comprar Su amor con nuestras obras sería igual que
tratar
de
usar
los
billetes
del
Monopolio
en
el
supermercado. Él se niega a amarte como si fuera un
director ejecutivo cósmico, porque Él no “se deja servir por
manos humanas, como si necesitara de algo” (Hch 17:25). Y,
por si acaso, el éxito no es una maldición. Se convierte en
una maldición cuando silenciosamente se convierte en
nuestro salvador. Dios prospera el trabajo de nuestras
manos de muchas formas para Su gloria. Pero este no es Su
método para hacernos Suyos, y mucho menos de exaltarnos.
Trabajamos y tenemos éxito como personas que ya han sido
rescatadas de su pecado y de su necesidad. Casados o
solteros, trabajamos sabiendo que estamos seguros en el
amor de Dios, con la confianza que ya tenemos en Cristo
gracias a Su cruz.
OCHO OBJETIVOS PARA TODO TRABAJO
103
El evangelio nos libera de ir a trabajar para demostrar lo que
podemos hacer y para servirnos a nosotros mismos. Quizá
nuestro objetivo no sea llegar a ser millonario, o comprar un
mejor carro, o recibir el reconocimiento y la alabanza de los
líderes de la industria, pero ¿es nuestro trabajo motivado por
amor al mundo que nos rodea o por amor a nosotros mismos?
¿Hacemos nuestro trabajo para beneficiar a otros o para tener
nuestro pequeño cielo aquí? El evangelio nos salva tan
profundamente y nos satisface tan completamente que
podemos entregarnos a nosotros mismos —nuestros dones,
nuestras carreras, nuestras vidas— para ser usados para el
bien de otros, especialmente para el bien de su fe y de su gozo
en Dios. Donde sea que trabajemos, Dios nos ha puesto en ese
lugar como agentes del gozo eterno. A continuación, hay ocho
objetivos que deberían guiar la carrera de cada cristiano.
Enamórate de estas aspiraciones y tu trabajo dará mucho
fruto para Cristo, sin importar tu campo laboral.
1.ASPIRA A MOSTRAR A DIOS COMO ALGUIEN GRANDIOSO.
Como ya hemos aprendido, la pasión de Dios por Su gloria
inspira todo lo que Él hace, incluyendo el amar y salvar a
pecadores (Is 44:22-23). Y ahora Él llama a los redimidos a
hacer todo para Su gloria: “Ya sea que coman o beban o
hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de
Dios” (1Co 10:31). Todo lo que hagamos: sea en privado o en
público, sea por recreación o por vocación, sea domingo o
lunes, estemos solteros o casados. De todas las obras que
104
Dios lleva a cabo en el mundo, la mayor es la revelación de
Su asombroso poder y belleza a personas de todas partes.
Donde sea que trabajemos, Él quiere que ese sea el objetivo
de nuestra vida y de nuestra vocación —que las personas
vean nuestro buen trabajo y le den la gloria a nuestro Dios
(Mt 5:16).
2.ASPIRA A CONTRIBUIR A LA OBRA DE DIOS.
Si nuestra única categoría para la obra del Señor es el
ministerio cristiano, no tardaremos en desconectar nuestra
vida vocacional de nuestra misión en la vida —exaltar a Dios
y Su gloria. Todo trabajo es parte de la obra de Dios —
preparado por Él, llevado a cabo mediante la fe en Él, y
hecho para Él y delante de Él. Llevar la contabilidad de una
empresa, desarrollar un programa y hacer una comida es
parte de la obra de Dios, planeada por Él mucho antes de
nuestro primer día de trabajo. Todas nuestras buenas obras
fueron preparadas de antemano para que anduviéramos en
ellas (Ef 2:10).
Nuestro trabajo es parte de la obra de Dios porque no
podemos hacerlo sin Él. Nada, vocacional o no, agradará a
Dios si no se hace en fe, es decir, confiando activamente en
Él y atesorando a Jesús. Pablo dijo: “… y todo lo que no
procede de fe, es pecado” (Ro 14:23, LBLA). La ruta del
camionero, la precisión del cirujano, y el consejo del
consejero son parte de la obra del Señor cuando lo hacemos
en dependencia de Él, confiando en que Él nos dará la
105
fortaleza, la sabiduría y la capacidad para hacerlo. Las
palabras de Pablo en Colosenses 3:23-24 (“Hagan lo que
hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no
como para nadie en este mundo... Ustedes sirven a Cristo el
Señor”) no son consejos hiperespirituales para que puedas
vencer las barreras psicológicas de tu trabajo. Cuando
amamos a Jesús, todo lo que hacemos es un servicio hecho
para Él.
3.ASPIRA A ENCONTRAR TU GOZO EN DIOS, NO EN EL DINERO.
“¿A quién tengo en el cielo sino a Ti? Si estoy contigo, ya
nada quiero en la tierra” (Sal 73:25). Quizá ninguna
distracción será tan sutilmente atractiva como nuestra
carrera (o el éxito, la fama y el dinero que conlleva). Al tener
que dedicarle 100,000 horas, es obvio que nuestro trabajo
consumirá gran parte de nuestro tiempo y atención. Sin
embargo, nadie puede amar a Dios y al dinero —y eso
incluye el éxito, el reconocimiento, el perfeccionismo y los
ascensos. No es que sea malo para nuestra salud. Es que es
imposible (Mt 6:24).
La única forma de vencer estas amenazas a nuestra alma es
procurando que nuestra mayor satisfacción esté en Dios.
Isaías escribió: “¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan,
y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y
comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares
deliciosos” (Is 55:2). Alguien que come de esta manera —que
se alimenta de lo que Dios es para él— no desperdiciará su
106
vida deseando cosas más bonitas o queriendo estar un
peldaño más arriba de su escalera corporativa. Quizá Dios
nos conceda esto o aquello en nuestro trabajo, pero no
significará nada comparado con Él (Jn 4:34). Y amar a Dios
de esa manera es lo que nos llevará a tomar buenas
decisiones respecto a dónde trabajar, y qué hacer con el
dinero y la influencia que vayamos ganando en el camino.
4.ASPIRA A DESCONCERTAR AL MUNDO.
Empleados y empleadores, “les ruego que cada uno de
ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Ro 12:1). Nuestra
vida —toda nuestra vida, incluyendo nuestro trabajo— es un
acto de adoración. ¿Cómo? “No se amolden al mundo
actual, sino sean transformados mediante la renovación de
su mente” (Ro 12:2). ¿Trabajaremos amoldándonos a este
mundo o de una manera que lo desconcierte? Los seguidores
de Jesús están llenos del Espíritu y deben ser notablemente
diferentes a las personas que no conocen ni aman a nuestro
Señor. Cuando la realidad central de nuestra vida cambia,
debe haber cambios en nosotros. Queremos que el mundo
quede tan desconcertado por la forma en que vivimos,
trabajamos y gastamos que tenga que preguntarnos por la
razón de nuestra esperanza en Cristo (1P 3:15).
5.ASPIRA A PROVEER PARA TI Y PARA TU FAMILIA.
107
Esto es natural para la mayoría. Todos necesitamos comer,
así que todos necesitamos trabajar. Incluso dentro de la
seguridad y generosidad de la iglesia, Pablo dijo: “El que no
quiera trabajar, que tampoco coma” (2Ts 3:10). Dios ha
creado un mundo en el que sobrevivimos haciendo
contribuciones tangibles e intercambiables a la sociedad.
Vivimos por la fe, y comemos por el trabajo. Casi todo el
mundo da esto por hecho, pero las personas que aman a
Dios y temen al dinero podrían pasar esto por alto. Servimos
a un Dios que provee (Lc 11:10-13; Stg 1:17), y reflejamos la
generosidad de Su amor cuando proveemos para aquellos
que nos han sido confiados. Cosas como planear, realizar un
presupuesto y ahorrar no son actos sin fe. De hecho, esa es
la clase de mayordomía que glorifica grandemente a Dios
cuando se hace por amor a Él y a nuestras (futuras) familias.
Es importante decir que esto no siempre estará relacionado
a las finanzas. Los padres deben proveerse muchas otras
cosas entre sí y a sus hijos. Proveer espiritual y
emocionalmente puede incluso implicar hacer a un lado
otro ingreso o algún ascenso, al menos por una temporada.
El principio es proveer para los nuestros, lo mejor posible,
de forma que apuntemos a la provisión de Dios para
nosotros en Jesús.
6.ASPIRA A SOBREABUNDAR PARA OTROS.
Para la gloria de Dios, debemos aspirar a proveer para los
nuestros, pero no debería terminar ahí. Dios tiene muchos
108
otros propósitos para nuestro dinero que simplemente
nuestra comida, la renta y la gasolina. “El que robaba, que
no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos
para tener qué compartir con los necesitados” (Ef 4:28).
Pablo no dijo “para que no necesite robar”. No, el trabajo
piadoso no solo me involucra a mí. Las profesiones que son
verdaderamente cristianas, independientemente del campo
laboral, sacian las necesidades de los demás. Los solteros
usualmente pueden ser aún más generosos, porque solo
están pagando las cuentas de una persona. La promesa que
Jesús nos hizo es: “Hay más dicha en dar que en recibir”
(Hch 20:35). Somos necios al pensar que recibiremos
bendiciones al quedarnos con todo lo que ganamos. Jesús
promete que estaremos mejor —muchísimo mejor— cuando
dejamos de acumular para nosotros mismos y damos
libremente de lo nuestro a otros. Así que debemos orar (y
entrevistar, negociar y firmar contratos) con esta meta en
mente —compartir con otros de forma regular y radical de
todo lo que tenemos y de lo que ganamos (1Ti 6:18).
7.ASPIRA A EDIFICAR Y PROTEGER A LA IGLESIA.
Dios salva al mundo a través de la iglesia (Ef 3:10). Es Su
único medio para llevar el mensaje del evangelio a todos los
lugares de trabajo y a todas las naciones del mundo. No
existe un plan B, alguna estrategia no descubierta que
pudiera reemplazar a la iglesia algún día. Y nuestra victoria
a través de la iglesia es segura (Mt 16:18), así que nada de lo
109
que invirtamos en ella será en vano. Todo nuestro trabajo
debe contribuir a esa gran causa. La iglesia es un cuerpo
formado por muchos miembros que son dependientes entre
sí, funcionando como ojos y manos y pies (1Co 12:12-26). Si
estamos siguiendo a Jesús, somos parte de ese cuerpo. La
pregunta es si seremos un miembro activo y saludable. Si no
lo somos, la iglesia sufrirá. Carecerá de los dones únicos que
Dios nos ha dado para servirle. Puede ser enseñar,
aconsejar, manejar las finanzas, dar la bienvenida, cocinar,
conducir un vehículo o miles de otras cosas. Debemos
considerar las formas en que nuestras 100,000 horas
pudieran ser de mayor bendición a la iglesia local.
Asombrosamente, el trabajo más importante de la iglesia no
lo hacen los pastores (aquellos llamados al ministerio
vocacionalmente), sino los miembros. Los pastores están ahí
para “capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio,
para edificar el cuerpo de Cristo” (Ef 4:12). Los pastores nos
capacitan para el ministerio, y eso implica que debemos
estar igual de involucrados en la misión que aquellos que
son sostenidos económicamente por la iglesia. Eso hace que
el trabajo de todo aquel que ame a Jesús, aunque no esté
vocacionalmente en el ministerio, sea increíblemente
estratégico para el Reino.
8.ASPIRA A TRABAJAR POR AQUELLO QUE PERDURA.
Ten en mente que esta vida es corta y que todo lo que no se
haga para Cristo será en vano. Lucha contra la falsa idea de
110
que tenemos que edificar y acumular en este mundo. Jesús
dijo: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la
polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a
robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde
ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a
robar” (Mt 6:19-20). Esto no necesariamente significa hacer
algo explícitamente cristiano. Sí significa que las cosas
hechas por razones egoístas y pecaminosas no perdurarán.
Queremos que las inversiones que hagamos con nuestro
tiempo, dinero, creatividad y talentos —con nuestra vida de
solteros y nuestro trabajo— sean inversiones que perduren
por la eternidad, y lo serán cuando le hablen al mundo
acerca de nuestro Dios.
100,000 OPORTUNIDADES
Si esos ocho objetivos son nuestros objetivos, entonces existen
100,000 (y más) buenas formas de invertir nuestras 100,000
horas, y en la mayoría de ellas no seremos remunerados por
proclamar a Cristo. El ministerio cristiano vocacional no es la
única opción. De hecho, para la mayoría de nosotros, el
ministerio que más exaltará a Jesús no será “el ministerio”.
Tal vez tus 100,000 horas suplirán las necesidades de
ministerios estratégicos, o te capacitarán para servir a la
iglesia de maneras únicas (tecnología, comunicaciones,
mantenimiento y más), o te rodearán de personas que aún no
han creído con quienes puedes compartir el evangelio de una
111
forma más natural. Mantente abierto a un llamado específico
de Dios hacia el ministerio vocacional, pero no pienses que es
la única forma de tener un ministerio efectivo, fiel y
fructífero. Ya sea que escribamos sermones sobre un
escritorio,
vendamos
escritorios,
armemos
escritorios,
consigamos la madera, o que instruyamos a los hijos del
carpintero para que sean mujeres y hombres piadosos, Dios
puede utilizar a los solteros de manera única y poderosa para
llevar a cabo Su más grande misión en el mundo.
112
7
LA POSTERGACIÓN DE LA BÚSQUEDA
DE
DIOS
La soltería es una excusa horrible y muy popular para
permanecer en pecado. En nuestra búsqueda del matrimonio,
muchas veces nos permitimos caer en hábitos que detienen
nuestro crecimiento en madurez espiritual. Estamos tan
enfocados en encontrar el amor que nos distraemos de luchar
contra el pecado. Pero siempre está ocurriendo una de dos
cosas: o estamos siendo conformados a este mundo, o estamos
siendo transformados en algo completamente nuevo y
diferente (Ro 12:1-2). No existe un terreno neutral de
holgazanería
donde
descansamos
unos
años
mientras
esperamos por un cónyuge. En nuestro andar con Jesús, la
soltería puede llegar a convertirse en una especie de rotonda.
Salimos buscando a Cristo, hacemos muchos cambios al
principio y, de repente, nos damos cuenta de que estamos
conduciendo en círculos. El carro se está moviendo, pero no
estamos avanzando, y caemos en los mismos baches una y
otra vez. Hay ocasiones en las que nos distraemos tanto —por
estar tan entretenidos y contentos en el mundo— que hasta se
nos olvida hacia dónde nos dirigíamos.
113
Muchos de nosotros postergamos la búsqueda de Dios y
nuestro crecimiento en la piedad, esperando casarnos para
entonces tomar estas cosas más en serio. Aún no tenemos
que rendirle cuentas diariamente a un cónyuge ni a una
familia —personas lo suficientemente cercanas como para
ver cómo somos realmente. Y caemos en la necedad de
pensar que encontrar el amor automáticamente nos hará
mas maduros y santos. Es cierto que el matrimonio es un
instrumento para nuestra santificación, pero el testimonio
de la mayoría es que el matrimonio es más diagnóstico que
curativo en nuestra búsqueda de la piedad. En lugar de
desencadenar el fruto del Espíritu, lo más común es que
saque a la luz los defectos de cada uno. En realidad, el fruto
del Espíritu no está reservado para el matrimonio. Es
producto de la conversión (nuestra unión a Cristo), no del
matrimonio
(nuestra
unión
a
un
cónyuge).
Afortunadamente para los solteros, la unión que más
importa no requiere de un certificado legal.
Pablo dijo que la clave para experimentar la libertad
comprada para nosotros en la cruz es caminar cada vez más
como Jesús —deshacernos de las rotondas y conducir por la
autopista del evangelio— vistiéndonos del nuevo hombre
por el poder del Espíritu (Gá 5:16). Nos alejamos de los
deseos de la carne y los cambiamos por mejores deseos —
amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio (Gá 5:22-23). La vida que es
114
realmente plena y libre la encontramos en Cristo, y se
refleja en nuestra semejanza a Él.
NUEVE MENTIRAS EN LA VIDA DE SOLTERO
Pero tenemos un enemigo en esta búsqueda. Satanás es el
padre de la mentira (Jn 8:44) y quien arruina el fruto
espiritual. Sus mentiras son sus medios más efectivos para
distraernos y privarnos de este fruto que sacia el alma. Son los
señalamientos mal colocados que nos mantienen dando
vueltas. Miente acerca de ti. Miente acerca de tu pasado.
Miente acerca del matrimonio. Miente acerca de tu futuro
cónyuge. Miente acerca de tus amigos y familia. Y si no eres
cuidadoso como soltero, podrías tener mucho más tiempo
para escuchar sus mentiras. A continuación, te presento una
lista de nueve engaños que los solteros deben vencer, cada
uno con el arma que necesitamos de la Palabra de Dios —un
mapa para evitar las rotondas.
MENTIRA 1. SOY EGOÍSTA SOLO PORQUE ESTOY SOLTERO Y NO TENGO A
NADIE QUE CUIDE DE MIS NECESIDADES Y SENTIMIENTOS.
Sin duda, el egoísmo puede ser igual de predominante en el
matrimonio, y ciertamente más visible, pero la vida de
soltero lo cultiva por naturaleza. Cada día tomas la mayoría
de tus decisiones basándote en lo que necesitas y deseas, y
casi nadie se da cuenta. Pero por más prometedor que
115
parezca ese egoísmo y esa autocomplacencia en el momento,
el amor nos ofrece una mejor promesa. “Queridos
hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor
viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Él y lo conoce”
(1Jn 4:7). Este Dios y este amor están disponibles tanto para
los casados como para los que aún no se han casado.
MENTIRA 2. ESTOY ANSIOSO SOLO PORQUE SIGO SOLTERO, Y NO SÉ SI DIOS
ME PROVEERÁ DE UN CÓNYUGE.
Puede que entre los jóvenes de nuestras iglesias haya
ansiedades más intensas que sus deseos no cumplidos de
casarse, pero quizá no exista una ansiedad más común que
esta. El miedo y la tristeza por el amor, las relaciones y el
matrimonio roban mucho sueño y energía a los solteros. La
preocupación y la autocompasión por nuestras fallas
prometen hacernos sentir mejor, pero carecen de verdadero
poder para ayudarnos. Pero Dios puede darnos verdadera
paz: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión,
con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle
gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”
(Fil 4:6-7). Ya sea que conozcas a tu futuro cónyuge esta
tarde o vivas solo por el resto de tu vida, Dios realmente
puede darte un descanso lleno de paz y perspectiva en cada
paso del camino, si se lo pides.
116
MENTIRA 3. SOY IMPACIENTE SOLO PORQUE ESTOY SOLTERO Y HE ESPERADO
MUCHO TIEMPO PARA CASARME.
Amazon, Netflix y los teléfonos inteligentes han depreciado
la paciencia. La gratificación inmediata nos ha llevado a
olvidar lo valiosa y lo hermosa que es la paciencia. Por
medio de Pablo, Dios promete que “Él dará vida eterna a los
que, perseverando en las buenas obras, buscan gloria, honor
e inmortalidad” (Ro 2:7). Hay cosas que solo podemos
obtener a través de la paciencia. Gloria. Honor. Eternidad.
Dios. Ninguna tecnología acelerará el proceso. Y los
músculos que necesitamos para esperar en Dios se
fortalecen cuando esperamos por cosas menos importantes,
como nuestra boda. Toda nuestra espera vale la pena si por
medio de ella obtenemos más de Aquel por quien nuestras
almas esperan.
MENTIRA 4. NO NECESITO PREOCUPARME POR LAS NECESIDADES DE OTRAS
PERSONAS NI POR SUS PROBLEMAS EN ESTE MOMENTO, PUES AÚN ESTOY
SOLTERO Y ES DIFÍCIL LIDIAR CON MIS PROPIOS ASUNTOS.
Sentir que merecemos todo es uno de los más grandes
peligros de la soltería. Se infiltra a cada parte de nuestras
vidas y nos convence de enfocarnos exclusivamente en
nosotros —un tipo de mentalidad de supervivencia— a
menudo a expensas de otros. A medida que este sentimiento
crece e invade nuestros corazones, va disminuyendo nuestro
117
interés y compasión por los demás. Pero el fruto del Espíritu
es bondad —una actitud de compasión y generosidad
amistosa. “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos
con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los
perdonó a ustedes en Cristo” (Ef 4:32). La hermosa y
liberadora promesa detrás de nuestra bondad es la bondad
de Dios hacia nosotros en Cristo. Aquellos que se han
vestido de Cristo —y son bondadosos en Él— han recibido la
bondad del Dios que es santo y todopoderoso a pesar de lo
que merecen.
MENTIRA 5. NO HE CRECIDO MUCHO EN SANTIDAD PORQUE NO TENGO A
NADIE A MI ALREDEDOR QUE ME DESAFÍE.
ME ENFOCARÉ EN ESAS COSAS
CUANDO ME CASE Y TENGA UNA FAMILIA.
Una excusa para postergar la búsqueda de la santidad es que
los cristianos solteros no tienen que rendir cuentas de la
misma forma que los cristianos casados, como si fuéramos
menos humanos. Cuando tengamos un cónyuge o hijos que
se enfrenten a nuestras actitudes o comportamientos,
entonces importará quiénes somos y cómo actuamos. Es
cierto que cuando un hombre y una mujer se casan pasan a
ser una carne, pero eso no quiere decir que tengan más
plenitud que un creyente soltero. Todos los hijos de Dios
están llenos del Espíritu y son responsables ante Dios sin
importar su estado civil (Ro 14:12). “Dichosos los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt 5:6).
118
Dichosos —“felices”— son los hombres y mujeres solteros
que aman y buscan la bondad, la virtud y la integridad. Y la
bendición la recibes ahora mismo siendo soltero e
imperfecto en tu búsqueda de Dios y de Su justicia. Por
medio del poder de Dios que opera en ti, asegúrate de que tu
fe y tu soltería estén llenas de bondad (2P 1:3-5).
MENTIRA 6. SOY POCO CONFIABLE SOLO PORQUE AÚN ESTOY SOLTERO, Y
REALMENTE NO PUEDES ESPERAR QUE LOS SOLTEROS SEAN COMPROMETIDOS.
En el peor de los casos, a algunos de nosotros realmente nos
gusta esta parte de la soltería. Aquellos que no se han
establecido sienten la libertad de moverse de una cosa a la
otra, de dejar antiguas responsabilidades y obligaciones,
cambiándolas por cosas nuevas. Puede ser un nuevo trabajo,
una nueva iglesia, una nueva relación o hasta una nueva
ciudad. Algunos cambios son buenos e incluso necesarios,
pero muchos cambios son evidencia de nuestra resistencia al
compromiso. Algunos aplazan el matrimonio para evitar el
compromiso y así conservar su supuesta libertad. Pero por
más libre que parezca esta falta de compromiso, la Biblia nos
enseña que debemos amar la fidelidad y la devoción en cada
etapa de nuestra vida. “Por lo tanto, mis queridos
hermanos,
manténganse
firmes
e
inconmovibles,
progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de
que su trabajo en el Señor no es en vano” (1Co 15:58).
Cuando nos parece que algo ya no vale la pena,
119
descansamos, trabajamos y permanecemos, sabiendo que
todo sacrificio en esta vida que sea por causa de Cristo no es
en vano. En el Espíritu, y en contra de todos los patrones de
los jóvenes adultos que nos rodean, podemos hacer a un lado
nuestras ambiciones egoístas e impulsivas para seguir
llevando a cabo la obra de Dios, sin importar lo difícil que
pueda ser.
MENTIRA 7. SOY DURO CON LOS DEMÁS SOLO PORQUE AÚN ESTOY SOLTERO,
Y ELLOS NO ENTIENDEN LO DIFÍCIL QUE ES MI VIDA.
Nuestras respuestas cuando somos lastimados dicen mucho
sobre la condición de nuestros corazones. ¿Cómo reaccionas
ante las personas que malentienden o minimizan tu dolor
por estar soltero? A pesar de ser bien intencionados, a veces
te ofenden con sus consejos, preguntas o indiferencia sin
darse cuenta. Sientes que tienes todo el derecho de
responder con enojo, insensibilidad o sarcasmo, o de
llenarte de amargura y de pensamientos violentos. Pero Dios
nos recompensa cuando respondemos con mansedumbre
ante una ofensa.
Él nos anima a soportar la maldad, corrigiendo “con
mansedumbre a los que se oponen, por si acaso Dios les
concede arrepentirse para que conozcan la verdad” (2Ti
2:25). A fin de cuentas, es Dios quien corrige y dirige los
corazones. No somos llamados a juzgarnos unos a otros, sino
a vestirnos de la gracia y amabilidad que Dios nos ha
120
mostrado —la misma gracia y mansedumbre de Jesús
cuando estuvo en la cruz por nuestros pecados. Quizá tengas
razón al ofenderte y debas decirle al hermano o hermana
cómo te hizo sentir, pero no resolverás la ofensa con una
segunda ofensa. En lugar de ello, Dios nos llama a ser
mansos y promete hacer justicia por nosotros.
MENTIRA 8. SOY INDISCIPLINADO Y SIGO EN PECADO SOLO PORQUE AÚN
ESTOY SOLTERO.
La libertad se siente bien y nadie sabe, ni le importa, ni le
afecta mi comportamiento. No hay vida más descontrolada
que la vida del soltero. El aislamiento suele llevarnos a vivir
en desenfreno y necedad. Nuestra carne quiere comer más
de esto, tomar más de aquello, comprar más de esto y ver
más de aquello. Ninguna de estas cosas es necesariamente
mala, pero si no controlamos nuestros deseos pecaminosos,
solo producirán más pecado y más idolatría. Disfrutar de
todo lo que Dios ha creado, como Dios lo ha planeado,
requiere de dominio propio —decir “no” lo suficiente como
para demostrar que disfrutamos más de Él que de Sus
regalos.
“Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina.
Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder;
nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre” (1Co
9:25). Cuando renunciamos a la comida, a la bebida, a la
televisión, a los deportes, a las compras o a cualquier otra
121
cosa en esta vida con el propósito de tener y disfrutar a
Cristo, nos acercamos más a la herencia infinita e
incorruptible que nos espera en el cielo (Mt 6:20; 1P 1:4). Es
cierto que el matrimonio puede proveernos una rendición
de cuentas cercana y personal que no es posible tener en la
soltería, pero el dominio propio es un fruto del Espíritu, no
del cónyuge. Pídele a Dios que te dé fortaleza, “pues Dios es
quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para
que se cumpla Su buena voluntad” (Fil 2:13), y parte de Su
voluntad es que tengas dominio propio.
En el caso de muchos de ustedes, especialmente de los
hombres, pero también de las mujeres, el pecado con el que
continúan jugando es la lujuria sexual y la pornografía.5 No
tienes dominio propio para no mirar o no hacer clic.
Conozco la esclavitud a la pornografía de primera mano,
habiendo luchado y perdido contra ella, una y otra vez,
durante la secundaria y la universidad. La pornografía
devora nuestra vida espiritual igual, o incluso más, que
cualquier otra amenaza para la iglesia en la actualidad. No
importa cuán inofensiva o privada nos parezca, no lo es. Nos
acaricia hasta adormecernos. Pero no es un sueño; es
muerte. Nos parece como una corta y cómoda siesta, pero la
verdad es que nunca despertamos. Y la sociedad trata de
llenarnos forzosamente de pornografía, saturando los
medios y la tecnología con la misma.
Se han escrito un montón de libros sobre nuestra batalla
contra la tentación y el pecado sexual. Más adelante verás
122
que hay un capítulo completo dedicado a la pureza sexual.
Una de las cosas que más me ayudó a vencerlo fue darme
cuenta de que no se trataba únicamente de una falta de
dominio propio. El fruto del Espíritu no funciona ni crece de
esa manera. Los deseos pecaminosos que tenemos cuando
vemos esas imágenes o vídeos indican que hay un problema
mayor. Nuestra lucha por la pureza no es solo una lucha por
tener más dominio propio. Se trata de buscar y expresar
amor, paz, paciencia, bondad, fidelidad, amabilidad y gozo.
Cuando nos enfocamos en el dominio propio y en negarnos
a nosotros mismos, haciendo a un lado el resto del fruto del
Espíritu, estamos olvidando la mayoría de las armas que
Dios nos ha dado para la guerra. No luches solo por tener
más dominio propio. Lucha por tener gozo. Aquellos que
elijan ver menos hoy verán más por la eternidad (Mt 5:8).
MENTIRA 9. ESTOY DEPRIMIDO Y SOY MISERABLE SOLO PORQUE AÚN ESTOY
SOLTERO, Y NO SERÉ REALMENTE FELIZ HASTA QUE ME CASE.
Todo
deseo
no
cumplido
en
nuestras
vidas
viene
acompañado de dolor y anhelo. La soltería indeseada puede
ser muy solitaria, y la soledad puede ser miserable. En esos
momentos, la mentira es que el matrimonio será la solución
más satisfactoria. Tristemente, esperar que el matrimonio y
un cónyuge llenen el hueco que solo Dios puede llenar solo
nos dejará más deprimidos y heridos. En Su gracia, Dios nos
da otra respuesta (Sal 16:11). En Jesús —el camino, la verdad
123
y la vida— Dios nos ha mostrado el camino hacia la vida y la
felicidad, y no es el camino que recorreremos entre los
bancos de la iglesia en nuestra futura boda. Es el
matrimonio escandaloso entre un Dios santo y Su esposa
pecadora, la iglesia, la cual Él ha escogido y perdonado.
Jesús dijo: “Les he dicho esto para que tengan Mi alegría y
así su alegría sea completa” (Jn 15:11).
El fruto del Espíritu se manifiesta cuando nuestro gozo y
nuestra satisfacción en Jesús son profundos y duraderos.
Una falta de amor comunica que nos atesoramos a nosotros
mismos más que a Jesús y al pueblo que Él compró con Su
sangre. Nuestra ansiedad le dice a Dios que no estamos
contentos con Él y con Su plan paternal (y con Su tiempo) en
nuestras vidas. Nuestra impaciencia dice que el Jesús que ya
tenemos no es suficiente para nosotros. Una incapacidad
para decir “no” sugiere que creemos que esta comida, esta
compra o esta página web nos hará más felices que Jesús.
Pero el verdadero gozo en Jesús, a través del evangelio, nos
liberará de toda la corrupción y de todo el fruto del pecado,
para reemplazarlo con nuevas actitudes y nuevos hábitos
que estén llenos del Espíritu.
DESYERBANDO EL JARDÍN DE DIOS
Si queremos que el fruto del Espíritu crezca hasta llegar a ser
el fruto más delicioso y maduro, tenemos que desyerbar el
jardín. Donde quiera que el fruto no esté creciendo (y muchas
124
veces aunque lo esté), surge el pecado. Brota rápido y en
silencio, y pronto toma el control, envenenando cualquier
fruto existente y evitando que crezca más. Mi esposa y yo
tenemos dos pequeñas jardineras de madera en nuestro patio,
quizá de 90 por 120 centímetros, llenas de tierra. Al parecer,
los antiguos dueños las prepararon para sembrar plantas y
especias. También parece que no tuvieron éxito en su misión.
Cuando compramos la casa, las yerbas parecían estar en un
parque de diversiones, donde la atracción principal era una
especie de calabaza mutante. El primer verano las ignoramos,
cortando solo el césped que estaba alrededor de las jardineras.
Después de un par de meses, tenían casi un metro de altura,
opacando al resto de nuestro hermoso jardín.
Algunos de nosotros hemos permitido que el pecado crezca
en un rincón de nuestra vida. Construimos pequeñas cajas
de madera para evitar que se esparza más. Hacemos planes
sobre lo que haremos con él la próxima primavera, o quizá
el año siguiente. Encontramos miles de otras cosas en las
cuales mantenernos ocupados, y cuidamos mucho del resto
de nuestra vida, cortando el césped cada semana para
asegurarnos de que el jardín se vea presentable ante los
demás. Pero el pecado no respeta nuestros límites. Todo
pecado que permitamos en nuestra vida se esparce rápida y
silenciosamente, como un virus, afectando cada una de las
otras áreas de nuestro corazón y cada una de nuestras
relaciones. Con la eternidad en juego, y Jesús dándonos la
bienvenida con brazos abiertos, brazos que fueron clavados
125
a la cruz por nuestro pecado, no podemos esperar otro año,
otro mes, ni otra semana para atacar la raíz de los pecados
que nos ahogan. Tenemos que limpiar nuestro jardín hoy,
eliminando toda maleza con la gracia que Dios nos da.
Mientras estés soltero, dale muerte a tu pecado, no importa
cuál sea, y cultiva el fruto del Espíritu hasta que obtengas la
victoria. Te preparará y servirá para tu futuro matrimonio y
ministerio en maneras que ni siquiera puedes comprender.
Niégate a posponer tu lucha contra el pecado y corre hacia
Aquel que quiere hacerte una nueva criatura.
126
8
EL PASO SECRETO MÁS IMPORTANTE
Puede que haya un millón de maneras de aplicar lo que has
leído hasta ahora, pero el paso más importante que puedes dar
hoy es orar. Dios quiere que nuestras vidas —casados o
solteros, estudiantes o trabajadores, jóvenes o viejos—
dependan del poder de la oración. La oración es el
combustible que mueve el motor de nuestro corazón y de
nuestra mente. No es el café, ni nuestros sueños, ni las
notificaciones de las redes sociales; es la oración. Necesitamos
orarle a Dios más que cualquier otra cosa. Sin Dios no
podemos hacer nada que tenga un valor real y duradero, lo
que significa que no podemos hacer nada que tenga un valor
real y duradero sin la oración. Sin embargo, lo más probable
es que te sientas inseguro respecto a tu vida de oración.
Sabemos que necesitamos orar, pero sabemos que no oramos
lo suficiente. Y cuando oramos, no siempre estamos seguros
de que lo estemos haciendo de manera correcta. ¿Debería
siquiera pedirle esto a Dios? ¿Debería seguir pidiéndole esto a
Dios? ¿Realmente soy consciente de lo que necesito?
Muchas veces dejamos de orar porque nos hace sentir
incómodos y porque no necesariamente vemos resultados
127
inmediatos. Pero la Biblia es clara: para los seguidores de
Jesús, la oración no es opcional. La necesitamos tanto como
el aire que respiramos. Dios quiere que la oración esté
presente en todas las áreas de nuestra vida, pues es a través
de ella que Él nos prepara y nos pule.
•¿Cómo vemos y entendemos más de Dios y de Su voluntad
para nosotros? “No hemos dejado de orar por ustedes.
Pedimos que Dios les haga conocer plenamente Su voluntad
con toda sabiduría y comprensión espiritual” (Col 1:9). Por
medio de la oración obtenemos sabiduría y comprensión
espiritual, es decir, una perspectiva bíblica de Dios y de Su
plan para nosotros.
•¿Cómo nos recordamos a nosotros mismos que Dios es
nuestro mayor tesoro, el único que nos hará realmente
felices? Oramos: “¿A quién tengo en el cielo sino a Ti? Si
estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer
mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; Él
es mi herencia eterna” (Sal 73:25-26).
•¿Dónde hallamos esperanza y fortaleza para llevar a cabo la
misión que Jesús nos ha dado en el mundo? “Intercedan por
nosotros a fin de que Dios nos abra las puertas para
proclamar la palabra, el misterio de Cristo” (Col 4:3).
Nosotros pronunciamos las palabras, pero es Dios quien
hace la verdadera obra, yendo delante de nosotros y
abriendo puertas para el evangelio.
•¿Cómo nos defendemos de las distracciones que nos rodean?
Nos mantenemos espiritualmente alertas por medio de la
128
oración. “Oren en el Espíritu en todo momento, con
peticiones y ruegos. Manténganse alertas y perseveren en
oración por todos los santos” (Ef 6:18).
•¿Cómo perseveramos en medio del sufrimiento y las
desilusiones? “¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore”
(Stg 5:13).
•¿Y cómo vivimos en comunidad como creyentes? Los de le
iglesia primitiva “se mantenían firmes en la enseñanza de
los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en
la oración” (Hch 2:42).
•¿Qué hacemos para no olvidarnos de nuestra fe y de nuestra
misión cuando llegamos al trabajo? “No se inquieten por
nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego,
presenten sus peticiones a Dios y denle gracias” (Fil 4:6). No
solo a la hora de comer; también antes de nuestra próxima
reunión. No solo durante nuestro devocional matutino;
también a lo largo de nuestra próxima jornada de trabajo.
No solo los domingos durante la adoración; también cuando
lavamos la ropa los martes. Antes de ir a trabajar, mientras
trabajamos y después del trabajo, llevamos todo a Dios en
oración.
•¿Qué esperanza tenemos de vencer nuestro pecado y de
experimentar verdadero cambio y crecimiento? “Por eso
oramos constantemente por ustedes, para que nuestro Dios
los considere dignos del llamamiento que les ha hecho, y por
Su poder perfeccione toda disposición al bien y toda obra
que realicen por la fe” (2Ts 1:11). Nosotros ponemos el deseo,
la resolución y la fe, pero Dios da el poder. Por medio de la
129
oración, le invitamos a que continúe obrando en nosotros,
con todo Su poder, amor y creatividad infinitos.
La soltería puede ser una larga temporada de soledad y
confusión, especialmente si no es deseada. Hubo momentos
en mi vida, entre mis veinte y mis treinta, en los que sentía
que había nacido queriendo casarme. En esos años de
espera, de deseo y de preguntarme por qué aún no, aprendí
que Dios no le garantiza ninguna experiencia humana a Sus
hijos—ni salud física, ni matrimonio, ni éxito en el trabajo,
ni tener hijos. Y eso es porque Él está completamente
comprometido a darle a Sus amados hijos lo que sea mejor
para ellos, cuando sea mejor para ellos, y solamente si es lo
mejor para ellos. Nunca será diferente (Ro 8:28). Sin
importar lo bueno que parezca el regalo, ni cuánto lo
deseamos, ni cuánto tiempo lo hemos anhelado, Dios nunca
olvidará el mayor bien que nos ha prometido (2Co 12:7-10).
Pero seremos tentados a abandonarlo, a hacer a un lado Su
plan para nosotros. Realmente nos convencemos a nosotros
mismos de que sabemos más, de que podemos elegir mejor
que Dios —el mismo Dios que vino y murió para salvarnos.
Pero no es así, y nunca lo será. Cuando empezamos a
sentirnos olvidados o abandonados, o comenzamos a dudar
del amor de Dios por nosotros, nos distanciamos de Él,
cuando deberíamos correr hacia Él. En lugar de alejarnos, lo
que debemos hacer es arrodillarnos ante Él y orar. Si no
sabes cómo comenzar a hablar con Dios diariamente ni
cómo entregarle tus deseos y experiencias, aquí propongo
130
nueve oraciones para los solteros. Cada una contiene la
Palabra de Dios, la cual te ayudará a moldear tu anhelo y
espera.
1.NO SE CUMPLA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA.
“… [Jesús] se arrodilló y empezó a orar: ‘Padre, si quieres,
no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla
Mi voluntad, sino la Tuya’” (Lc 22:41-42).
“No se cumpla Mi voluntad, sino la Tuya”. Padre celestial,
si esas ocho palabras y la fe detrás de ellas fueron
suficientes para sostener a Jesús mientras estaba en la
cruz por amor a mí, deberían ser suficientes para
sostenerme en medio de cualquier situación aquí por amor
a Él. Si no es Tu voluntad que me case, ayúdame a ver todo
lo que has planeado para mí—mis dones, mi ministerio,
mi soltería. Cualquiera que sea Tu voluntad, ancla
firmemente mi corazón a Ti.
2.REVÉLAME TANTO DE TI COMO SEA POSIBLE MIENTRAS AÚN ESTOY
SOLTERO.
“Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre
glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación,
para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean
iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué
esperanza Él los ha llamado, cuál es la riqueza de Su
gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es
131
la grandeza de Su poder a favor de los que creemos” (Ef
1:17-19).
Padre, muéstrame más de Ti y moldea mi vida para que
revele Tu gloria. Al regresar al mar embravecido de la vida
y de la soltería, haz que mi fe repose en Ti y que mis ojos
se enfoquen en Ti, que eres más fuerte y más confiable que
todos. Revélame que eres mucho más importante y
hermoso que el matrimonio o cualquier otro sueño o deseo
que pueda tener.
3.SATISFÁCEME DE TAL MANERA QUE NUNCA MÁS BUSQUE A ALGUIEN MÁS
PARA QUE ME HAGA FELIZ.
“Sácianos de Tu amor por la mañana, y toda nuestra vida
cantaremos de alegría” (Sal 90:14).
Tú, Señor, eres el único que puede hacerme realmente
feliz. Ningún cónyuge, amigo, trabajo ni cantidad de
dinero puede llenar el hueco dentro de mí que está
diseñado para ser llenado por Ti. Tú eres más que
suficiente y, aun así, mi corazón es propenso a vagar.
Ordena mis afectos según Tu incomparable belleza, y
guarda mi mente de preocuparse con alguien o algo más
que no seas Tú. Vuelve a cautivar mi corazón y guárdalo
de todas las mentiras de Satanás.
4.HÁBLALE AL MUNDO DE TI A TRAVÉS DE MI GOZO Y MI LIBERTAD EN LA
SOLTERÍA.
132
“Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que
los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera
de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza” (1Ti
4:12).
Padre, usa mi vida y mis dones para engrandecer Tu
nombre en el mundo. Quiero que mi vida sea útil en la
misión que nos has dado. Quiero que sea útil hoy,
mientras soy joven y soltero. Lléname de ambición,
creatividad y abnegación, para Tu gloria.
5.DAME FE PARA CONFIAR EN TI INCLUSO AUN CUANDO TENGA QUE CAMINAR
SOLO EN MEDIO DEL DOLOR Y LA DESILUSIÓN.
“Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes
revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es
decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara.
Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero Él me
dijo: ‘Te basta con Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona
en la debilidad’. Por lo tanto, gustosamente haré más bien
alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre Mí
el poder de Cristo” (2Co 12:7-9).
Ayúdame, Señor, a ver cada pérdida o desilusión, cada
momento de soledad, cada sueño o deseo incumplido y
cada evidencia de debilidad como oportunidades para
recordar y gozar de la fortaleza, la esperanza y el descanso
que me has dado a través de la sangre de Tu Hijo.
133
Recuérdame que eres Tú quien está haciendo todo esto,
cada detalle, para mi bien.
6.ENVÍAME LAS PERSONAS QUE NECESITO PARA SEGUIRTE.
“Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas;
a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin
de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio,
para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos
llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo
de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la
plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños,
zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por
todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de
quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir
la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como
Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por Su acción todo
el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado
por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada
miembro” (Ef 4:11-16).
Padre, rodéame de personas que me amen, y que te amen a
Ti más de lo que me aman a mí, especialmente si vivo solo.
Revélame cosas sobre mí a través de sus ojos, su fe, su
madurez y sus palabras. Hazme un miembro más sano y
efectivo de la iglesia local. Dame un deseo cada vez más
profundo de servir de cualquier forma en que me sea
posible. Rescátame de la ceguera y el egoísmo del
aislamiento.
134
7.PROTÉGEME DE HACER DEL TRABAJO MI ÍDOLO MIENTRAS ESPERO POR EL
MATRIMONIO.
“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para
el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes
de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes
sirven a Cristo el Señor” (Col 3:23-24).
Señor, ayúdame a ver cada éxito y progreso como
evidencia de Tu gracia, y guárdame del amor al dinero y la
aprobación humana. Líbrame de la tiranía de la lista diaria
de quehaceres y recibe cada tarea, cada reunión, cada
jornada laboral y cada proyecto como un acto de
adoración.
8.NO DEJES QUE ME AMOLDE AL MUNDO QUE ME RODEA Y HAZME MÁS COMO
JESÚS.
“Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes
abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio,
para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e
irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de
justicia que se produce por medio de Jesucristo, para
gloria y alabanza de Dios” (Fil 1:9-11).
Padre, termina la obra que comenzaste en mí y a través de
mí, haciéndome un poco más parecido a Jesús cada día.
No me permitas hacer nada que muestre tu muerte como
algo insignificante o barato. Capacítame para pensar,
135
hablar y actuar cada día más como alguien que ha sido
salvado a un costo infinito, y a quien se le ha confiado las
mejores noticias que el mundo ha escuchado.
9.SI ME HAS LLAMADO AL MATRIMONIO, AYÚDAME A TENER NOVIAZGOS
DIFERENTES.
“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con
humildad consideren a los demás como superiores a
ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus
propios intereses, sino también por los intereses de los
demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo
Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el
ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el
contrario,
se
rebajó
voluntariamente,
tomando
la
naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres
humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a
Sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de
cruz!” (Fil 2:3-8).
Padre, si Tu plan para mí es que contraiga matrimonio,
prepárame para amar a mi cónyuge con el amor y la gracia
que Tú me has mostrado a través de Jesús y de Su cruz.
Dame claridad en mis relaciones y guárdame de toda
impureza. Permite que la paciencia y la humildad
marquen cada relación—cada cita, cada conversación,
cada paso hacia adelante o hacia atrás. En cada paso de mi
búsqueda del matrimonio, hazme ver claramente que Tú
eres mi Dios y que yo te pertenezco.
136
Podría parecernos que las cosas más importantes suceden
cuando otros nos ven, pero Jesús dice que el paso más
importante sucede cuando estamos a solas: “Pero tú, cuando
te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a
tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que
se hace en secreto, te recompensará” (Mt 6:6). ¿Estás
preparado para dar el paso que nadie más ve? ¿Confiarás en
que Dios estará contigo y te recompensará con más de Sí
mismo? No podemos permitir que la oración esté fuera de
nuestras prioridades. Debemos empapar todas nuestras
prioridades con oración. Nuestra espera y nuestro anhelo
deben estar moldeados por la oración. Nuestra búsqueda de
propósito y de dirección en medio de la soltería debe iniciar
con la oración. Nuestra búsqueda de gozo debe ser guiada
continuamente por la oración.
137
138
9
PIENSA MÁS ALLÁ DEL MATRIMONIO
Ya no existen los noviazgos. Al menos eso dicen los medios.
Chicas: dejen de esperar que los chicos hagan algún intento
formal por conquistarlas. No te quedes sentada esperando que
algún chico te haga su prioridad, te comunique sus
intenciones o te llame. La exclusividad y la intencionalidad
son rituales antiguos, cosas del pasado, y esperanzas que no
valen la pena.
Yo opino diferente. No estoy negando la existencia de esta
nueva línea de pensamiento, y tampoco el hecho de que sea
la
tendencia
actual
y
corrupta
de
nuestra
cultura.
Sencillamente está mal. Es una tragedia que una de nuestras
más preciosas búsquedas, la de un compañero para toda la
vida, ahora trate de lograrse por medio de los mensajes de
texto, los “me gusta”, los Snaps que te envían, el coqueteo
ambiguo, y las “relaciones” superficiales y esporádicas. Está
mal.
Existe un Dios. Y este Dios creó al mundo y lo gobierna,
incluyendo a los hombres, a las mujeres, a los impulsos
biológicos que los unen, y a la institución que declara su
unión como algo santo y seguro. Por tanto, solo Él tiene
139
derecho a determinar el propósito, los parámetros y los
medios para llegar al matrimonio. Si pudiéramos obtener
plenitud de vida a través de la estimulación sexual, o si solo
fuera cuestión de producir bebés, eso de “olvídate de la
formalidad y solo ten sexo” podría satisfacer nuestros
anhelos temporalmente y, por supuesto, llevar a la
concepción. Pero Dios tenía mucho más en mente para el
romance que simplemente orgasmos o procreación, y Su
perspectiva debe ser la nuestra. Aunque las personas en el
mundo esperen cada vez menos del otro durante un
noviazgo, Dios no ha cambiado de opinión. Así que los
solteros tienen que hacer un mayor esfuerzo en sus
relaciones por preservar lo que el matrimonio debería
reflejar y proveer.
MAMÁ, ¿DE DÓNDE VIENEN LAS BODAS?
Tuve mi primera novia en el sexto grado, mi primer beso ese
verano (con otra chica), y mientras estuve en la secundaria
cambié de novia casi cada año. Desde muy joven buscaba
afecto, seguridad e intimidad en las chicas, en lugar de
buscarlo en Dios. Tuve novias antes que la mayoría, y más que
la mayoría. Mi adolescencia se caracterizó por una serie de
relaciones que eran demasiado serias para nuestra edad, que
duraron demasiado y, por tanto, terminaron dolorosamente.
Dije “te amo” demasiado pronto, y a demasiadas chicas. Mi
140
soltería pronto se convirtió en un recordatorio constante de
que había cometido errores y perdido oportunidades.
Quizá tu también has tenido dificultades en tus noviazgos,
ya sea por las mismas razones o por otras. Puede que ya lo de
encontrar a esa persona ideal te esté pareciendo una utopía.
Quizá tienes tiempo deseando tener una relación o te ha
gustado alguien, pero nunca has tenido la oportunidad. Tal
vez todas las sugerencias y consejos que has recibido se han
convertido
en
algo
muy
confuso,
una
serie
de
contradicciones y ambigüedades bien intencionadas. Es
suficiente como para dejarte como un niño de ocho años que
pregunta: “Mamá, ¿de dónde vienen las bodas?”.
La visión del matrimonio que vemos en la Palabra de Dios —
el hermoso y radical despliegue del amor infinito de Dios
por los pecadores— hace que valga la pena tener noviazgos,
y hacerlo bien. La visión del mundo puede darnos diversión,
sexo e hijos, y hasta podría haber cierto tipo de compromiso
o estabilidad, pero no puede llevarnos a Jesús, el único que
nos da vida y a quien debemos imitar en nuestros
matrimonios. Los amigos que disfrutan el sexo “sin
compromiso” tendrán placer, pero nunca experimentarán el
nivel de placer que ofrece el pacto matrimonial. La felicidad
del matrimonio no se limita a lo físico ni se enfoca en ello. El
sexo debería estar acompañado de una profunda sensación
de seguridad, de sentirse amado y aceptado por quien uno
es, y del deseo de complacer sin la necesidad de impresionar.
141
Cuando Dios diseñó la unión sexual entre un hombre y una
mujer, hizo algo más satisfactorio que el acto mismo.
Aquellos que se entregan a sí mismos a una vida amorosa
desenfrenada de encuentros románticos sin Cristo y sin
compromiso, se están conformando. Se están conformando
con menos de lo que Dios quiere para nosotros, y con menos
de lo que Él hizo posible al enviar a Su Hijo para rescatarnos
y darle propósito a nuestras vidas, incluyendo nuestras
vidas amorosas. Él quiere darnos más. Más felicidad. Más
seguridad. Más propósito. Y eso solo es posible cuando
ambos creen en Jesús y quieren seguirle. Al disfrutar de
todo lo que Dios quiere darnos, estamos diciéndole al
mundo que nos observa: “Si Dios te promete mucho más a
través de una unión cristiana, no te conformes con lealtad,
afecto, seguridad y experiencia sexual artificiales”.
¿CÓMO DEBEN SER NUESTROS NOVIAZGOS?
Para aquellos que, al igual que yo, han dejado más huellas de
errores que de paciencia y de buen juicio en su camino, tengan
esperanza en el Dios que de forma real y misteriosa bendice
nuestros caminos rotos y nos redime de ellos, y que puede
transformar nuestra búsqueda del matrimonio para que sea
nueva, pura, sabia y piadosa. A continuación he puesto
algunos principios para el matrimonio. No es una lista
exhaustiva, sino simples lecciones que he aprendido y espero
142
sean de bendición para ti, para tu novio(a), y para tu futuro
cónyuge.
1.APRENDE QUÉ ES LO QUE HACE QUE UN MATRIMONIO VALGA LA PENA.
En nuestros peores momentos, nuestros objetivos son
secundarios y están distorsionados. Ya no queremos estar
solos un viernes por la noche. Queremos publicar fotos
lindas y artísticas con alguien en algún puente. Queremos
poder disfrutar del sexo sin culpa. Queremos a alguien que
nos diga que somos hermosos, divertidos, inteligentes y
buenos en nuestros trabajos. Sin embargo, si el matrimonio
nos ofreciera solo estas cosas, realmente no valdría la pena.
Muchos intentarán negar esto, pero las estadísticas de
divorcio son suficientes para establecer que el matrimonio
pide más de nosotros de lo que pudimos haber imaginado el
día de nuestra boda. Muchos de mis amigos casados dirían
que lo que parecía divertido, hermoso e inquebrantable en
el altar, no se sentía tan puro ni tan fácil a los pocos días de
estar viviendo juntos. Sigue siendo bueno y hermoso, pero
es costoso —demasiado costoso para quienes tienen
objetivos pequeños.
Antes de comenzar un noviazgo, debemos desarrollar una
visión de lo que hace que el matrimonio valga la pena. En
primer lugar, ¿por qué queremos casarnos? Esta pregunta la
responderemos ampliamente en el capítulo 11, pero es
importante que cada uno de nosotros la conteste antes de
comenzar un noviazgo. El matrimonio vale la pena porque
143
Dios está en ese compromiso que haces para toda la vida con
tu cónyuge. El punto del matrimonio es conocer a Dios,
adorar a Dios, depender de Dios, mostrar a Dios y ser
transformado a la imagen de Dios. Dios hizo al hombre y a la
mujer a Su imagen y los unió, dándoles responsabilidades
únicas para que se cuidaran entre ellos en esa hermosa
unión imperfecta. Lo que hace que el matrimonio valga la
pena es que tú, tu cónyuge, y aquellos que te rodean puedan
ver más de Dios y de Su amor en Jesús. Si no estás
experimentando eso con tu novio(a), termina la relación.
Si esa no es tu prioridad, entonces necesitas renovar tu
mente. Lo más probable es que tu relación y la forma en que
estás evaluando a la otra persona no sean bíblicas.
2.REALMENTE ES TAN SIMPLE COMO DICEN.
En una época donde las personas se casan cada vez más
tarde, y más y más personas están tratando de conocer a
alguien en línea, creo que necesitamos recordar que el
matrimonio realmente es menos sobre compatibilidad y más
sobre compromiso. Después de todo, nunca ha habido una
relación menos compatible que la de un Dios santo y Su
novia pecadora, y ese es el modelo que debemos seguir en
nuestros matrimonios. Existe una razón por la que la Biblia
no tiene un libro donde se explique cómo elegir un cónyuge.
No es que Dios lo haya pasado por alto. Las cualidades son
maravillosamente simples: (1) Debe creer en tu Dios: “No
formen yunta con los incrédulos” (2Co 6:14). (2) Debe ser del
144
sexo opuesto: “Por eso el hombre deja a su padre y a su
madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo
ser” (Gn 2:24, ver también Mt 19:4-6; Ef 5:24-32).
Por supuesto, hay otras cosas que tenemos que discernir en
un noviazgo. Además de la atracción y la química, que no
son de mayor importancia, la Biblia especifica algunos roles
para la esposa y el esposo. El hombre debe proteger a su
esposa y proveer para ella (Ef 5:25-29). La mujer debe ayudar
y someterse a su marido (Gn 2:18; Ef 5:25-29). Los padres
deben ser líderes que instruyan a sus familias en la Palabra
de Dios (Ef 6:4). Tanto los padres como las madres deben
amar y criar a sus hijos en la fe (Dt 6:7). Así que no solo se
trata de encontrar a alguien del sexo opuesto que sea
atractivo y que “ame a Jesús”.
Dicho esto, muchos de nosotros debemos recordar que la
persona que Dios dice que es perfecta para nosotros no es
tan perfecta después de todo. Todo el que se casa es un
pecador. Por tanto, la búsqueda de un cónyuge no consiste
en hallar a alguien perfecto, sino en hallar a ese alguien
imperfecto con quien puedas amar más a Jesús. Es un paso
que damos por fe, con el propósito de parecernos más a Él y
de juntos darlo a conocer a los demás. No importa quién sea
el creyente con quien te cases, tarde o temprano te darás
cuenta de que ya no son tan “compatibles” como pensaban
en un principio, pero espero que te maravilles cada vez más
del amor de Dios por ti en Jesús, y del inmenso privilegio de
145
juntos poder reflejar ese amor, especialmente a la luz de sus
diferencias y defectos.
3.BUSCA LA CLARIDAD MÁS QUE LA INTIMIDAD.
El mayor peligro del noviazgo es entregarle partes de
nuestros corazones y de nuestras vidas a alguien con quien
no estamos casados. Es un gran riesgo, y muchos hombres y
mujeres tienen heridas profundas y duraderas debido a que
disfrutaron de una cercanía emocional o física sin que
hubiera un verdadero compromiso. La intimidad barata se
siente real en el momento, pero es un engaño.
La gran bendición de un matrimonio piadoso es que te
permite tener una intimidad centrada en Cristo, mientras
que la gran bendición de un noviazgo piadoso es que te
permite tener una claridad cristocéntrica. La intimidad es
más segura en el contexto del matrimonio, y el matrimonio
es más seguro en el contexto de la claridad. El propósito del
noviazgo es determinar si debemos casarnos, así que
deberíamos enfocar nuestros esfuerzos en ello. En nuestra
búsqueda de claridad, no hay duda de que desarrollaremos
cierta intimidad, pero no debemos apresurarnos ni ser
ingenuos. Sean claros y hablen de que, como cristianos, la
intimidad antes del matrimonio es peligrosa, mientras que
la claridad es increíblemente valiosa. En el capítulo 12 nos
enfocaremos más en la búsqueda de claridad durante el
noviazgo.
146
4.NO INICIES UN NOVIAZGO HASTA QUE PUEDAS CASARTE.
Si la meta de nuestros noviazgos es el matrimonio, ¿por qué
muchos de nosotros empezamos a tener novios antes de
poder casarnos?6 ¿Por qué tuve una novia cuando tenía doce
años (y trece, y catorce, y quince, etc.)? A los doce años,
estoy seguro de que creía que podría casarme con mi novia,
con todo y que no hubiera podido casarme dentro de los
próximos siete, ocho o diez años. Piénsalo. Si nos
hubiéramos casado al terminar la universidad, habríamos
tenido que esperar diez años para casarnos, asumiendo que
esa era nuestra meta en la relación. Pero si somos honestos,
la realidad es que no estamos pensando en el matrimonio
durante la adolescencia. Lo que buscamos es atención,
afecto, valor y seguridad. Y al buscar estas cosas y ponerlas
por encima de Dios y del matrimonio (sutilmente al
principio, y más abiertamente después), le damos la
bienvenida al caos, a la confusión, al dolor y a la tentación
que caracterizan a un noviazgo muy prematuro.
Puede que algunos hayamos nacido con el deseo de casarnos,
pero ninguno nació preparado para casarse. Legalmente, no
podemos casarnos hasta tener dieciocho años, excepto en
Nebraska y en Mississippi (donde tienes que tener
diecinueve y veintiún años, respectivamente). Más allá de la
ley, está el asunto de nuestra falta de madurez y estabilidad.
¿Ha madurado lo suficiente nuestro compañero como para
que podamos tener una idea de qué tipo de cónyuge será
durante los próximos cincuenta años? ¿Qué tal nosotros
147
mismos? ¿Seremos capaces de proveer financieramente
para una familia? ¿Ha sido su fe en Jesús probada lo
suficiente como para estar seguros de que es real? Algunos
de ustedes odiarán este consejo —estoy seguro de que
hubiera sido mi caso— pero todos tenemos que reconocer
que es posible tener noviazgos mucho antes de poder
casarnos. Y eso no significa que deberíamos hacerlo. Es casi
imposible estar en un noviazgo con el matrimonio en mente
si el matrimonio ni siquiera está en tu radar por el
momento. Quizá ya sueñas con el matrimonio, pero
¿realmente podrías casarte pronto? Si no te has graduado de
la universidad, es probable que no. Si pudiera retroceder en
el tiempo (y desearía poder hacerlo), habría esperado hasta
poder casarme para tener novia. Mi consejo —tómalo o
déjalo— es esperar hasta que puedas casarte con esa persona
dentro de los próximos dieciocho meses. No significa que
tengan que casarse en ese lapso de tiempo. Lo importante es
que podrían hacerlo, si Dios deja en claro que es Su voluntad
y Su tiempo.
5.ENCUENTRA A UN PROMETIDO(A) EN EL FRENTE DE BATALLA.
En lugar de hacer del matrimonio tu misión, haz que tu
misión sea la causa de Dios, el avance de Su evangelio,
donde te encuentres, y busca a alguien que desee lo mismo.
Si
esperas
casarte
con
alguien
que
ame
a
Jesús
apasionadamente y quiera darlo a conocer, lo mejor es que
te integres a una comunidad que esté comprometida en
148
hacer eso mismo. Únete a un grupo pequeño; no me refiero
a un grupo de cristianos solteros, sino a uno que esté activo
en la misión. Intégrate a un ministerio en tu iglesia que
busque alcanzar a los perdidos de tu comunidad. Enfócate
en la cosecha, y seguro encontrarás a otros que estén
sembrando.
No estoy diciendo que debemos servir porque podríamos
encontrar el amor. Ese tipo de servicio egoísta no honra a
Dios. No, simplemente significa que, si estamos buscando
un tipo de persona en particular, existen lugares específicos
donde esas personas viven, sirven y adoran juntos.
Involúcrate en una comunidad como esa, sirve, y espera que
Dios abra puertas para un noviazgo.
6.NO PERMITAS QUE TU MENTE SE CASE ANTES DE QUE TÚ PUEDAS HACERLO.
Aunque esto parezca más común entre las mujeres, estuve
soltero el tiempo suficiente, y rodeado de otros solteros,
como para saber que no es un problema exclusivo de las
mujeres. La meta de todo romance que sea realmente
cristiano debería ser el matrimonio, así que no debe
sorprendernos que nuestros sueños y expectativas —
nuestros corazones— se adelanten a todo lo demás. Y es que
no se nos hace difícil imaginarnos cómo serían nuestros
hijos, o a dónde iríamos de vacaciones juntos, o cómo
organizaríamos los días festivos con la familia, o qué tipo de
casa podríamos comprar. Y tal como el sexo, todas estas
cosas podrían ser muy buenas, seguras y hermosas, pero en
149
el contexto de un pacto.
Satanás quiere ayudarnos
sutilmente a que hagamos ídolos del matrimonio y de la
familia. “Él me dijo que me amaba”. “Ella me dijo que nunca
me dejaría”. Son frases que nos parecen invaluables, pero
que no siempre son verdad. Frecuentemente son dichas con
buenas intenciones, pero sin el anillo —y sin el anillo, los
resultados pueden ser devastadores. Ve despacio en cada
aspecto de la relación— emocional, espiritual y físico.
Guarda tu corazón e imaginación de ir más allá de tu
compromiso actual.
7.LOS LÍMITES SON NUESTROS ALIADOS.
Entre cristianos, es posible que la pregunta más común
sobre el noviazgo sea: “¿Hasta dónde puedo llegar antes del
matrimonio?”. El hecho de que continuemos haciendo esa
pregunta sugiere que todos estamos de acuerdo en que
debemos establecer algunos límites, y que esos límites no
están bien definidos en la mayoría de los casos. Si estás
buscando
el
matrimonio,
y
te
está
yendo
bien,
experimentarás tentaciones —muchas tentaciones, y cada
vez más. Es posible que el pecado sexual sea el arma
preferida
del
diablo
para
corromper
las
relaciones
cristianas. Si no reconocemos a nuestro enemigo ni lo
enfrentamos, nos encontraremos preguntándonos cómo
caímos tan fácilmente. Uno de nuestros mejores aliados en
esta batalla serán los límites que establezcamos para
mantenernos puros.
150
Aunque la intimidad espontánea se ve muy bien en las
películas románticas y se siente increíble en el momento, al
final
solo
nos
trae
vergüenza,
remordimiento
y
desconfianza. Trata de hablar del contacto físico antes de
que ocurra. Cambia la excitación por la confianza, y la
sorpresa por claridad y seguridad. Tomen sus decisiones en
oración antes de actuar. Los límites son necesarios porque
en el camino hacia el matrimonio y su consumación, el
apetito por la intimidad va creciendo mientras más lo
alimentes. Así nos hizo Dios. El contacto físico conduce a
más contacto físico. Estar solos en ciertas situaciones
conduce a una tentación abrumadora. Incluso orar juntos o
hablar por horas y horas en el teléfono pueden crear
sobredosis prematuras de intimidad.
Si somos honestos, preferimos errar yendo demasiado lejos
en la relación que esperando demasiado para dar el
siguiente paso. Sin embargo, te será muy complicado
encontrar matrimonios que se arrepientan de haber puesto
límites en su noviazgo, y te será muy fácil encontrar
aquellos que desearían haber puesto más. Como seguidores
de Cristo, debemos ser muy cuidadosos y vigilantes. Los
límites nos protegen y nos ayudan a construir la confianza
mutua. Al establecer límites para ambos, pequeños y
grandes, y comprometerse a respetarlos, desarrollarán
patrones de confianza que beneficiarán la intimidad, la
fidelidad al pacto, y la toma de decisiones, si es que Dios les
guía hacia el matrimonio. Hablaremos más sobre la pureza
151
sexual en el capítulo 13, y más sobre los límites en el capítulo
14.
8.INCLUYAN A SU COMUNIDAD DE FORMA REGULAR.
La idea del noviazgo es discernir de la mejor manera posible
la habilidad de una persona para cumplir junto a ti la visión
y el propósito de Dios para el matrimonio. Aunque la
decisión final recaiga sobre ti, quizá no seas la mejor
persona para evaluar cada punto. Tal como en toda área de
nuestra vida cristiana, necesitamos del cuerpo de Cristo
cuando consideramos con quién salir, cómo conducirnos
durante el noviazgo, y con quién nos casamos. Aunque
parezca raro o poco conveniente, siempre es provechoso
tener la perspectiva de personas que nos conocen, nos aman
y que tienen gran esperanza para nuestro futuro. Puede
llevar a conversaciones difíciles o a profundos desacuerdos,
pero nos obligará a lidiar con cosas que no podíamos o no
queríamos
ver
por
nosotros
mismos.
Encontraremos
seguridad en la abundancia de los consejos (Pr 11:14 RVC).
Pídele a otros que observen tu relación. Pasa tiempo con
otras personas, casados o solteros, que estén dispuestos a
señalar lo bueno, lo malo y lo feo. Hablaremos más sobre la
comunidad y la rendición de cuentas en el capítulo 15.
9.HAZ QUE TU NOVIAZGO SEA MISIONAL.
152
No, no te estoy animando a que salgas con personas
incrédulas. Cuando digo noviazgo misional, me refiero a
uno que muestre y promueva la fe en Jesús y Sus buenas
noticias, uno que vaya de acuerdo al evangelio y se lo
muestre al mundo que les observa. La idea es que con
nuestros noviazgos radicales, en los cuales confrontamos los
paradigmas del mundo y su búsqueda de placer con nuestro
sacrificio, desinterés e intencionalidad, ganemos discípulos
para Cristo. Los hombres y mujeres del mundo quieren
muchas de las cosas que tú deseas: afecto, compromiso,
conversaciones, estabilidad y sexo. Si tu noviazgo honra a
Dios, le gente verá que el fundamento de tu vida y de tu
relación es mucho más firme que todo lo que ellos conocen.
Verán algo más profundo, más fuerte y más significativo
entre tú y tu pareja.
¿Crees que las personas que te rodean conocen y aman más
a Jesús porque ustedes están juntos? ¿Ven la gracia y la
verdad de Dios obrando en ti y en tu relación? ¿Están
pensando intencionalmente en cómo bendecir a sus amigos
y familiares, señalándoles el camino hacia Cristo? Mientras
que el mundo sigue despreciando los noviazgos, tu relación
puede ser una imagen de tu fidelidad a Cristo y un llamado a
seguirle.
En medio de tu espera o de tu noviazgo, pon tu esperanza en
Jesús más que en el matrimonio. Primero, hazlo una
realidad. Invierte mucho tiempo satisfaciendo tu alma al
meditar en todo lo que Dios ha llegado a ser para ti en Jesús.
153
Después, cuando parezca que el único tema de conversación
es tu vida amorosa, ten la valentía de decírselo a los demás.
“¿Alguna mujer en tu vida últimamente?”. “¿Ya son
novios?”. “La verdad es que es una gran chica. ¿Qué piensas
sobre ella?”. “¿Estarías dispuesta a salir con el hermano del
primo de mi esposa?”. Utiliza este tipo de conversaciones
para mostrarles al Esposo que compró tu eterna felicidad, en
la vida o en la muerte, en enfermedad o en salud, en el
matrimonio o en la soltería.
UNA OPORTUNIDAD PARA TENER UN
NOVIAZGO DIFERENTE
¿Quiere esto decir que no hay riesgos en este tipo de
noviazgos? No. ¿Evitará que salgas herido o decepcionado?
No. ¿Garantizará que nunca pasarás por otra ruptura? No.
Pero, por la gracia de Dios, pueden protegerte de un dolor más
profundo y de fracasos devastadores. Mi oración es que estos
principios te preparen para amar a tu novio(a) (y a tu futuro
cónyuge) de una forma que muestre la hermosura de la verdad
y el poder del evangelio. Si eres como yo, puede que ya hayas
cometido muchos errores. Es posible que estés cometiendo
uno en este momento. Debes estar dispuesto a tomar
decisiones difíciles, grandes y pequeñas, para buscar el
matrimonio de manera correcta. Ya sea que finalmente se
casen o no, se lo agradecerán mutuamente en el futuro.
154
10
LA MEJOR GUÍA PARA EL NOVIAZGO
La mejor guía para el noviazgo que encontrarás en el mercado
no fue escrita en el último año, ni siquiera en los últimos diez
años. Fue escrita en el curso de más de mil años y publicado
hace más de dos mil años. Nunca menciona el noviazgo, ni
nada remotamente parecido a ello. Y, aun así, es el recurso
que más te ayudará en tu noviazgo.
Algunos de ustedes serán tentados a saltarse el capítulo que
habla acerca de la Biblia para llegar al capítulo que habla
acerca de los límites físicos o de cuándo terminar una
relación. Todos somos propensos a conformarnos con guías
prácticas y simples para la vida —solo dime qué hacer y
cuándo hacerlo— en lugar de estar en una búsqueda
constante de razones más profundas para vivir y hacer todo
lo que hacemos. Y, debido a que nos conformamos con
menos, solemos perdernos de lo que la Biblia nos ofrece. La
Biblia no es un libro de texto que guardamos después de
graduarnos de la escuela dominical, sino una fuente de agua
viva que necesitamos a diario. Jesús dijo: “Si ustedes
permanecen en Mi palabra, serán verdaderamente mis
discípulos” (Jn 8:31 RVC). Vemos la Biblia como algo rancio
155
y anticuado, cuando, en realidad, es “viva y poderosa, y más
cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo
más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los
huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del
corazón” (Heb 4:12). No es como un ancla pesada que nos
retiene, sino que es como un amigo íntimo que nos ayuda en
toda decisión y época de la vida.
Sabemos que a cada rato se publican libros nuevos sobre el
noviazgo (incluyendo este), pero todos ellos combinados no
pueden ofrecernos lo que ya tenemos en la Biblia. Si puedo
convencerte de creer esto, cambiará radicalmente la forma
en que vives, lees y buscas un cónyuge. Por ejemplo, puede
que después te atraiga más leer Filipenses que leer el último
artículo que circula por Facebook. Puede que pases diez
minutos más leyendo Proverbios en lugar de diez minutos
más viendo Netflix. Puede que sea lo que finalmente te lleve
a levantarte un poco más temprano para comenzar a
meditar en la Escritura cada mañana.
Muchos de nosotros dejamos que la Biblia se quede como
una estatua en el librero porque pensamos que tiene poca
relevancia en nuestra vida diaria. Las cosas han cambiado
con el paso del tiempo, así que pensamos que necesitamos
nuevos consejos. Pensamos que las voces actuales tienen
mejor perspectiva y mejores cosas que decir sobre lo que
sucede en estos tiempos simplemente porque están viviendo
en ellos. La Biblia tuvo su época, y estamos agradecidos por
ella. Incluso guardamos una copia. Pero queremos el
156
volumen dos. O, mejor dicho, el volumen dos mil. Pero lo
que
realmente
necesitamos,
para
cualquier
decisión,
situación o relación que enfrentemos este año, es el primer y
único volumen de su clase: la Palabra de Dios.
¿HABLA LA BIBLIA ACERCA DEL
NOVIAZGO?
Quizá la declaración más clara de la Biblia acerca del noviazgo
fue escrita por Pablo en la carta a su amigo Timoteo:
Pero tú permanece firme en lo que has aprendido y de lo
cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste.
Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que
pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación
mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es
inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender,
para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el
siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda
buena obra (2Ti 3:14-17).
Pablo no está diciendo nada explícito acerca del noviazgo—
ni del matrimonio, ni siquiera de la amistad. Pero sí dice
algo poderoso sobre la Biblia. Primero, la Biblia soluciona
nuestro mayor problema. Y nos dice cómo vivir. La Biblia
nos salva—nos provee “la sabiduría necesaria para la
salvación mediante la fe en Cristo Jesús”. Resuelve nuestro
problema más grande al darnos las mejores noticias. “En
157
otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones
y pecados, en los cuales andaban” (Ef 2:1-2). Y después, un
día, ya no estábamos muerto. Creímos y ahora tenemos
vida. Podríamos contar esa historia de mil maneras, pero
Dios dice que fuimos salvados por medio de “la palabra de
Cristo” (Ro 10:17). Todos somos salvados por Dios por medio
de las palabras de Dios.
Pero cuando Dios escribió la Biblia, no lo hizo pensando solo
en nuestra salvación. Pablo dice: “Toda la Escritura es
inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo
de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”
(2Ti 3:16-17). Toda la Escritura fue diseñada por Dios para
toda buena obra: toda buena decisión, todo acto de dominio
propio, toda demostración de amor cristiano, en fin,
cualquier cosa que hagamos para dar gloria a Dios (1Co
10:31). El libro que Dios nos dio hace dos mil años nos
muestra cómo vivir hoy. Pudo haberlo hecho de mil
maneras diferentes, pero eligió escribir un libro.
No encontrarás la palabra “noviazgo” en tu Biblia. Eso no
existía en el tiempo de Jesús. No existe una palabra hebrea o
griega para ello en Deuteronomio, ni en los Salmos, ni en
Romanos. Si la leemos de principio a fin, fácilmente
podríamos llegar a la conclusión de que este libro no dice
nada sobre el noviazgo, pero la verdad es que dice mucho
sobre cómo debemos relacionarnos unos a otros, y
158
específicamente sobre cómo deben relacionarse los hombres
con las mujeres.
Pedro dice lo mismo de una forma ligeramente diferente
cuando escribe: “Su divino poder, al darnos el conocimiento
de Aquel que nos llamó por Su propia gloria y excelencia,
nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir
como Dios manda. Así Dios nos ha entregado Sus preciosas y
magníficas promesas” (2P 1:3-4). Antes de que veas
nuevamente las redes sociales, o leas el siguiente blog, o
compres el próximo libro, ¿realmente crees que Dios ya te
ha dado todas las cosas que necesitas para vivir como Dios
manda —incluyendo en el noviazgo? Sí, lo ha hecho. Y lo ha
hecho mediante “el conocimiento de Aquel que nos llamó”,
y de “Sus preciosas y magníficas promesas”. Lo ha hecho
mediante la Biblia —la única forma clara e innegable en que
le conocemos y leemos Sus promesas. Incluso con sesenta y
seis libros y más de ochocientos mil palabras, la Biblia no
puede hablar específicamente de lo que cada cristiano
experimentará en este mundo a través de la historia. Pero sí
promete hablarnos significativamente acerca de todo,
incluyendo nuestra búsqueda del matrimonio.
UN LIBRO ACERCA DE DIOS QUE HABLA DEL
NOVIAZGO
Pablo dijo: “Todo lo que se escribió en el pasado se escribió
para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras,
159
perseveremos en mantener nuestra esperanza” (Ro 15:4; ver
también 1Co 10:11). Libros escritos cientos de años antes de
Cristo fueron escritos para nuestra enseñanza. Cartas escritas
en el primer siglo fueron escritas para nuestra esperanza. A
medida que el tiempo vaya pasando y las cosas sigan
cambiando, siempre habrá algo más que decir. Si no creyera
eso, no habría escrito este libro. Pero cualquier cosa
verdaderamente significativa y de ayuda que tenga que decir
estará fundamentada en lo que ya está en la Palabra. Eso
significa que no hay nada original o nuevo que decir. Dios nos
ha dicho cómo vivir y cómo amar. Nuestro trabajo es
escuchar, y escuchar, y escuchar, y después quizá tratar de ver
lo que significa para nosotros actualmente. Las personas que
leen la Biblia de esa manera sobresalen en el mundo y toman
buenas decisiones al momento de tener un noviazgo.
La Biblia es un libro acerca de Dios que habla del noviazgo.
Un libro acerca de Dios que habla de los negocios. Un libro
acerca de Dios que habla de la biología. El punto es que la
Biblia es un libro acerca de Dios. Dios es el Creador de todo
—de las jirafas, de la Vía Láctea y del matrimonio— y solo Él
le da propósito y significado su creación. Él es el autor del
mundo (de toda criatura), el autor de la Biblia, y el autor y
perfeccionador de nuestra fe (Heb 1:1-2; 12:2). Dios, por
medio de Su Palabra y de Su Espíritu, nos da todo lo
necesario para hacer Su voluntad. Por tanto, la Biblia es un
libro acerca de Dios que habla del [llena el espacio en
blanco]. Es el mejor libro del mundo que nos habla de todo,
160
el libro con el que todo otro libro debe ser evaluado
(incluyendo este). Espero que estés leyendo Soltero por
ahora con tu Biblia abierta, “[examinando] las Escrituras”,
para comprobar que todo lo que haya escrito sea conforme a
la verdad (ver Hch 17:11).
ALGUNOS CONSEJOS “ANTICUADOS” PARA
EL NOVIAZGO
Una cosa es sugerir que la Biblia es provechosa, y otra muy
diferente es comprobarlo, así que me gustaría que viéramos
una vieja historia de la Biblia, como ejercicio, y nos
preguntemos si tiene algo que decirnos sobre el noviazgo en el
siglo XXI. Obviamente, algunas partes de la Escritura serán
más difíciles de aplicar al noviazgo que otras, pero quiero que
veamos que, por medio de la oración y de la ayuda del Espíritu
Santo, la tarea es posible y vale la pena. Veremos Génesis 24.
El matrimonio y el noviazgo no son los temas principales del
capítulo, pero eso no significa que no podamos aprender algo
sobre ellos en esta historia. Si tienes tiempo, sería bueno que
te leyeras este capítulo por ti mismo antes de leer lo que Dios
me ha mostrado a mí.
En
la
Biblia,
lo
primero
que
pudiera
asemejarse
remotamente al noviazgo actual es el matrimonio entre
Isaac y Rebeca. Muchos se casaron antes que ellos, pero no
se nos relata la historia de algún otro matrimonio. Bueno,
excepto en el jardín, y creo que todos podemos estar de
161
acuerdo en que la situación (y la cirugía) de ese caso fue
extraordinaria. En Génesis 24, Abraham, el padre de Isaac,
envía a un siervo al pueblo natal de Abraham para que le
busque una esposa a su hijo. Rebeca le da de beber a los
camellos del siervo, él le entrega unos brazaletes, su familia
da su aprobación, ella conoce a Isaac por primera vez en su
tienda —y están casados. Olvídate del amor a primera vista.
Su historia es un pacto de por vida a primera vista.
Si has deseado estar casado y aún no lo estás, puede que leas
Génesis 24 (por más extraño que nos parezca hoy en día) con
algo de curiosidad y hasta con anhelo —parece tan simple y
puro. Ese fue mi caso después de catorce años saliendo con
diferentes chicas. Pero después de un rato, quizá su historia
solo te parezca anticuada e irrelevante para los cristianos del
siglo XXI. Puede que el Antiguo Testamento no sea
específico en cuanto al noviazgo en sí, pero sí contiene
principios
que
nos
son
provechosos.
No
salgas
(necesariamente) a comprar un par de camellos y un juego
de brazaletes pesados. Por favor, tampoco te cases con una
mujer y con su hermana (mira el caso de Jacob, Lea y Raquel
en Génesis 29). Pero si te tomas el tiempo necesario y oras lo
suficiente, podrías ver que hay muchas cosas en las partes
“anticuadas” de la Biblia que puedes aplicar en tu camino
hacia el altar. Aquí te comparto las cinco que encontré en la
historia de Isaac y Rebeca.
1.CONFÍA EN DIOS Y NO EN TI MISMO.
162
Cuando Abraham envió a su siervo para que le buscara
esposa a Isaac, el siervo se preocupó porque quizá la mujer
no querría un matrimonio arreglado con un hombre que
viviera en una tierra lejana. Abraham respondió:
“El Señor… que bajo juramento me prometió dar esta
tierra a mis descendientes, enviará Su ángel delante de ti
para que puedas traer de allá una mujer para mi hijo” (Gn
24:7).
Mientras más años tengas siendo soltero y deseando casarte,
mayor será la tentación de pensar que el problema eres tú,
que debes cambiar o intentar algo nuevo. Es posible que
Dios te esté mostrando precisamente eso, o quizá solo quiere
que esperes mientras Él obra. Y es que el negocio de las
bodas realmente tiene un solo agente. El siervo salió a
buscar una mujer en Mesopotamia, pero Dios había ido
delante de él y había hecho la verdadera obra que Isaac y
Rebeca necesitaban. Moisés escribe: “Mientras tanto, el
criado de Abraham la observaba [a Rebeca] en silencio, para
ver si el Señor había coronado su viaje con el éxito” (Gn
24:21). Dios no solo une a un esposo con su esposa (Mt 19:6),
sino que también los reúne. Si estás buscando casarte por
tus propios medios, tu confianza está en el lugar
equivocado.
2.ESPERA EN EL SEÑOR SIN AFERRARTE A ESA PERSONA.
163
Antes de que Abraham dejara que el siervo saliera a su
misión, le dio claras instrucciones y terminó diciendo: “Si la
mujer no está dispuesta a venir contigo, quedarás libre de
este juramento” (Gn 24:8). Abraham creía que Dios
proveería una esposa para su hijo, pero estaba dispuesto a
aceptar cualquiera que fuera Su voluntad: “Si Dios quiere”,
mi hijo tendrá una esposa y mi siervo la encontrará en este
viaje (ver Stg 4:15). A menos que hayas pronunciado tus
votos en el altar, debes saber que Dios puede escribir una
historia diferente a la que escribirías para ti mismo. Y
cuando pensamos en toda Su sabiduría, poder y amor, no
nos queda más que alabarle por eso.
3.ORA Y ORA Y ORA.
Antes del siervo ver a cualquier mujer soltera, oró: “Señor,
Dios de mi amo Abraham, te ruego que hoy me vaya bien, y
que demuestres el amor que le tienes a mi amo” (Gn 24:12).
¿Cuándo comenzaste a orar por un cónyuge? ¿Cuándo
dejaste de hacerlo? Nos encanta que nuestras oraciones sean
contestadas en menos de veinticuatro horas. ¿Y si Dios nos
retiene lo que deseamos por un año? ¿Por diez? Dios no
quiere que demos nada por hecho en esta vida, y eso incluye
a nuestro cónyuge. Al darnos lo que es mejor para nosotros,
cuando sea que nos lo dé, Él quiere toda la gloria. Si nuestro
deseo es tener un cónyuge, deberíamos deleitarnos en echar
nuestra ansiedad y anhelos sobre Aquel que tiene cuidado de
nosotros (1P 5:7; ver también Fil 4:6-7). No procures un
164
noviazgo sin haber orado, y no dejes de orar mientras
esperas.
4.BUSCA LA CONFIRMACIÓN DE LOS QUE TE AMAN.
Permite que las personas que te rodean confirmen si esa
persona es la indicada. El siervo de Abraham le explicó al
padre (Betuel) y al hermano (Labán) de Rebeca todo lo que
había sucedido y por qué creía que ella podía ser la indicada
para casarse con Isaac. Entonces…
Labán y Betuel respondieron: “Sin duda todo esto
proviene del Señor, y nosotros no podemos decir ni que sí
ni que no. Aquí está Rebeca; tómela usted y llévesela para
que sea la esposa del hijo de su amo, tal como el Señor lo
ha dispuesto”
(Gn 24:50-51).
Si Dios está detrás de tu noviazgo, se lo mostrará claramente
a otros creyentes en tu vida. Si las personas que te aman y
siguen a Jesús tienen dudas serias en cuanto a la relación, tú
también deberías tenerlas. No confíes solo en tus instintos
(o en los instintos de tu pareja) para determinar si esa
persona es la indicada. El enamoramiento puede cegarte a
cosas que jamás pasarías por alto en otras relaciones. Confía
en Dios lo suficiente como para escuchar a los creyentes que
te rodean.
5.PIENSA MÁS ALLÁ DEL MATRIMONIO.
165
Finalmente, si eres soltero y quieres casarte, el matrimonio
puede comenzar a sentirse como la meta de tu vida, tu
anhelada tierra prometida. Dicho de otra forma, somos
propensos a idolatrar el matrimonio, depositando nuestra
esperanza y felicidad en nuestro cónyuge, en lugar de en
Dios. ¿Cómo reaccionó el siervo de Abraham cuando Dios le
trajo a la mujer indicada?
Entonces el criado de Abraham se arrodilló y adoró al
Señor con estas palabras: “Bendito sea el Señor, el Dios de
mi amo Abraham, que no ha dejado de manifestarle Su
amor y fidelidad, y que a mí me ha guiado a la casa de sus
parientes” (Gn 24:26-27; ver también v 48).
El siervo vio a Dios en todo ello y le adoró. La adoración es la
meta del noviazgo cristiano, porque la adoración es la meta
de la vida cristiana. Dios no nos creó para que nos
casáramos, sino para que le exaltáramos. El fin del
matrimonio es conocer a Dios, adorar a Dios, depender de
Dios, reflejar a Dios y ser conformado a la imagen de Dios. Si
nuestros noviazgos nos llevan al matrimonio y no a la
adoración, serán vanos e insatisfactorios. Tienes que pensar
más allá del matrimonio.
Al final de Génesis 24, puedes escuchar las campanas de una
boda: “Luego Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su
madre, y la tomó por esposa. Isaac amó a Rebeca” (Gn
24:67). El nombre de Dios no aparece en este versículo, pero
a estas alturas deberías escucharlo de todas formas: Dios
hizo esto. Dios le entregó esta mujer a este hombre, y este
166
hombre a esta mujer. Desde el inicio hasta el final, Dios
estaba obrando y recompensó a quienes esperaron en Él (Is
64:4). Todo sucedió tan rápido en Génesis 24, que aquellos
que han estado esperando por años para casarse lo pueden
ver como algo prácticamente imposible. Sin embargo, la
historia de Isaac y Rebeca no es sobre lo rápido que llegó la
respuesta, sino que nos muestra que el matrimonio provino
de Dios. En cada paso de tu búsqueda del matrimonio, mira
a Dios. Solo en Él hay esperanza de encontrar la verdadera
felicidad. Él es el autor de toda historia de amor entre dos
creyentes.
PIENSA EN LO QUE DICE DIOS
Podemos aprender mucho de la historia de Isaac y Rebeca,
pero Génesis 24 no es el único pasaje en la Biblia donde
encontramos consejos para nuestros noviazgos. Aprendemos
paciencia de Jacob, quien esperó siete años por su esposa (Gn
29:20) —y después siete años más (29:28). Jueces nos muestra
las consecuencias de hacer lo que nos parece bien (Jue 21:25)
—hacer lo que nos parece cómodo en el momento o lo que es
común en nuestra sociedad. La historia de David nos advierte
que el pecado, especialmente el pecado sexual, es seductor (2S
11:3), y que terminará siendo devastador para nosotros y para
todos los involucrados (2S 11:17; 12:8). Proverbios está lleno de
sabiduría para las relaciones de noviazgo —consejos para
desarrollar una buena comunicación, para elegir un buen
167
cónyuge, para resistir la tentación sexual, y mucho más.
Todos esos consejos son ejemplos que nos apuntan hacia
Jesús, nuestro ejemplo perfecto de amor al prójimo.
La Biblia es más aplicable a nuestras vidas de lo que nos
percatamos. Leer y aplicar la Biblia al noviazgo no será fácil,
pero valdrá la pena. Dios mismo promete leer con nosotros.
Pero debemos estar dispuestos a invertir tiempo y esperar a
que Él nos hable. Pablo dijo: “Reflexiona en lo que te digo, y
el Señor te dará una mayor comprensión de todo esto” (2Ti
2:7). Al detenernos a pensar en lo que Dios ha dicho, Él nos
revelará más y más de su significado para nosotros. ¿Eso
hace que quieras volver a leer tu Biblia? ¿Te hace
preguntarte cuánto te has perdido al no leerla? Espero que
sí. Si te dedicas a leer ese libro, serás recompensado con
mucho más de lo que inviertas.
168
11
TU ÚLTIMA PRIMERA CITA
Era nuestra primera cita. Yo no estaba seguro de que ella
supiera que era una cita. Nos conocimos en una boda y
después hablamos por teléfono semanalmente por un par de
meses. Le pregunté si quería salir conmigo y ella accedió.
Compré un par de juegos de mesa, elegí un restaurante
mejicano que estaba de moda, y también un lugar para
tomarnos el café después de la comida. El café tenía que
comunicarle que estaba interesado, pero no desesperado. Los
juegos de mesa debían decirle que sabía divertirme, pero que
estaba allí para ganar. No sé lo que quería decir con los tacos,
pero me gustan.
Fue una gran cita (al menos desde mi perspectiva). El
restaurante era todo lo que yo esperaba —una atmósfera
casual pero lo suficientemente silenciosa como para poder
hablar y conocernos un poco más. La comida era original y
deliciosa,
pero
no
demasiado
pesada.
Ella
estaba
impresionada. Nos tomamos el café y jugamos con los juegos
de mesa durante toda la tarde. Dejé que ella ganara lo
suficiente como para asegurarme de que también se
divirtiera. Bueno, quizá me ganó más de lo que yo esperaba.
169
De todas formas, nos divertimos mucho. Y la conversación
fue una dulce mezcla de cosas serias y triviales, de relatar
historias y hacer preguntas, de compartir nuestro amor por
Jesús. Las horas pasaron rápidamente.
Llegó el fin de la tarde. Emocionado y confiado, decidí
aventurarme: “La pasé muy bien hoy, y realmente he
disfrutado conocerte un poco más durante los últimos
meses. No sé lo que sientas tú” —bueno, pensaba que sí lo
sabía— “pero me encantaría que empezáramos una relación
para conocernos más”.
Ella sonrió. Mi corazón saltó y casi atraviesa la camiseta
nueva que me había comprado el día anterior. “También la
pasé muy bien hoy”, me dijo.
Fue genial, ¿verdad?
“Y también he disfrutado conocerte”.
¡Lo sabía!
“Realmente he disfrutado nuestras conversaciones y la
manera en que me has apuntado hacia Jesús”.
Pues parece que soy un buen candidato.
“Te has convertido en un muy buen amigo”.
¿Qué?
“Eres una linda persona…”.
Espera, ¿qué significa eso?
“Pero cuando pienso en una relación, mi corazón está frío”.
Hubo una larga e incómoda pausa. “¿Frío?”.
170
“Sí, frío”.
“¿Frío como un hielo o un poco tibio?”.
“Frío”.
¿Qué pasó? ¿Qué debí haber hecho diferente? Todo parecía
tan cómodo, emocionante, correcto y seguro. Pero, al final
del día, ella estaba más fría que un glaciar y yo solo era una
“linda persona”. Ya empezaba a sentir que esta podía ser mi
última primera cita. Por supuesto, supongo que muchas
primeras citas son así. Pero el punto es que allí estaba, en
ceros, otra vez. Con tal de evitar este tipo de situaciones,
estaba dispuesto a darme por vencido en mi búsqueda del
matrimonio.
¿REALMENTE VALE LA PENA EL
MATRIMONIO?
“Quizá el matrimonio no sea la gran cosa después de todo”.
En tiempos donde la tasa de divorcio es más alta que nunca y
donde los matrimonios que perduran parecen caóticos e
infelices —y en los que tenemos muchas otras cosas con las
que mantenernos ocupados— muchos jóvenes de veinte y
treinta y pico han renunciado al matrimonio, o al menos ya
no le ven como parte indispensable de sus planes y sueños.
Algunos hemos experimentado el noviazgo y hemos
terminado heridos —confusión, rechazo, pecado sexual,
rupturas... Cuando uno pasa por todo el dolor, el fracaso y la
171
fricción, la conclusión es que simplemente no vale la pena,
¿cierto? Existen otras formas en que puedo ser conocido y
amado. No necesito el matrimonio para ser feliz ni para
tener valor aquí en la tierra.
Esa última frase es verdad y es importante, pero me temo
que nuestra generación está pasando por alto parte del
verdadero significado del matrimonio, y de por qué, al
menos para muchos, vale la pena todo el tiempo, la
paciencia e incluso el sufrimiento que pudiera conllevar.
Muchos solteros deben recordar que el matrimonio es
espectacular y que es muy necesario en nuestra sociedad, y
la razón es que el matrimonio es de Dios. La belleza del
matrimonio va más allá de los beneficios funcionales,
sociales, relacionales y, sí, incluso sexuales. Para los
creyentes en Jesús, la importancia y el encanto del
matrimonio deben ser espirituales, misionales y eternos.
Desde hace dos mil años, ya las personas se preguntaban si
el matrimonio realmente valía la pena. Pablo dijo: “En los
últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a
inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas” (1Ti 4:1).
¿Qué mentiras estaban creyendo cuando abandonaban la fe?
¿Qué
les
decían
los
demonios?
Ellos
“prohíben
el
matrimonio y no permiten comer ciertos alimentos que Dios
ha creado para que los creyentes, conocedores de la verdad,
los coman con acción de gracias” (1Ti 4:3). Cuando
olvidamos la bondad y la hermosura del matrimonio, nos
olvidamos de algo bueno y hermoso que Dios está haciendo
172
en el mundo. ¿Por qué? “Todo lo que Dios ha creado —
incluyendo el matrimonio y toda clase de alimentos— es
bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción de
gracias” (1Ti 4:4). Dios creó el matrimonio y quiso que
muchos cristianos se casaran y disfrutaran del matrimonio
con corazones agradecidos. Él lo llama bueno, incluso en la
actualidad. Decir otra cosa implica decir algo sobre Él.
Algunos han renunciado al matrimonio porque ya no les
parece tan atractivo. Otros se han dado por vencidos porque
a pesar de que lo desean más que nada, ya se cansaron de
buscarlo. De una forma silenciosa, e incluso subconsciente,
ponemos al matrimonio antes que a Dios en nuestra lista de
deseos, así que mientras esperamos la llegada de ese
cónyuge somos miserables. Pero si no buscamos nuestra
felicidad, valor y sentido de pertenencia en el lugar
correcto, nunca estaremos preparados para el matrimonio.
¿Quieres saber por qué hay tantos divorcios, incluso entre
cristianos? En parte, es porque tantas personas han
intentado encontrar su felicidad, valor y sentido de
pertenencia en los brazos de un hombre o de una mujer. Por
un tiempo —algunos años, algunos meses o incluso unos
pocos minutos— el matrimonio parecía ser la respuesta,
pero luego todo se derrumbó. Eso les lleva a querer, y hasta
a demandar, más del matrimonio, sin percatarse de que
esperan
demasiado
del
matrimonio.
Dicen
que
su
matrimonio es la razón de su vacío, de su soledad y de su
falta de gozo, en lugar de aceptar que nunca fue diseñado
173
para satisfacer sus necesidades más profundas. Existen
muchas malas razones para casarse y la peor es pensar que
tu cónyuge puede sustituir a Dios.
VALE LA PENA SEGUIR ANHELANDO EL DÍA
DE TU BODA
Si hemos renunciado al matrimonio pero nos encanta el
noviazgo, algo anda muy mal. Nuestro deseo de estar en un
noviazgo debe nacer de un entendimiento bíblico de lo que es
el matrimonio y de por qué vale la pena desearlo. El
matrimonio es lo único que es suficientemente importante,
fuerte y valioso como para llevarnos a asumir todos los riesgos
de un noviazgo. Si eres tentado a renunciar al matrimonio o a
menospreciarlo, no permitas que las tendencias mundanas te
convenzan de que el matrimonio es algo insignificante o
innecesario que puedes añadir más adelante a tu vida plena y
feliz. Antes de que te entregues por completo a tu carrera o a
tu pasatiempo favorito en lugar de buscar el matrimonio,
considera estas cinco razones por las que aún vale la pena
anhelar el día de tu boda.
1.CUANDO DIOS CREÓ AL MUNDO, EL MATRIMONIO FUE UNA PARTE CRUCIAL
DE
SU PERFECTA CREACIÓN.
Hubo un día —o al menos unas horas— en que el
matrimonio fue puro, libre de todo pecado y egoísmo. De
174
hecho, toda la creación era así. Dios miró a Su creación y vio
que toda ella era buena —completa, sin error, rica y llena de
vida (Gn 1:31). Y una parte central de ese mundo
verdaderamente utópico era el matrimonio —un hombre y
una mujer en una unión ordenada por Dios y que le daba
gloria a Él (Gn 1:27). El matrimonio no fue un arreglo
opcional o incidental en la agenda de Dios. Estaba justo en el
centro, uniendo a los dos personajes más significativos de
esta nueva y épica historia.
Por supuesto, el pecado entró y manchó lo que una vez fue
bueno y puro en el matrimonio. Pero Pablo cita Génesis 2
(antes de que el pecado entrara en escena) y dice que desde el
principio, el misterio del matrimonio que fue diseñado para
representar la relación de Jesús con la iglesia. “Por eso
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Esto es un
misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia” (Ef
5:31-32). Esto significa que el pecado no fue una sorpresa en
el diseño de Dios para el matrimonio. En lugar de ello, de
una forma trágica y hermosa a la vez, sirvió para cumplir el
propósito por el que Dios creó el matrimonio. Los
matrimonios actuales, aunque sean defectuosos, continúan
cumpliendo, aunque sea imperfectamente, los gloriosos
propósitos que Dios les asignó en el jardín.
2.LOS MATRIMONIOS CRISTIANOS EXPONEN LAS PRIORIDADES IGNORANTES Y
SUPERFICIALES DE NUESTRA SOCIEDAD.
175
El individualismo, el consumismo y la ambición laboral han
degradado
el
valor
percibido
y
la
centralidad
del
matrimonio. Ahora es visto más como un aditamento social
a los sueños y ambiciones de una persona. Y más triste aún,
regularmente se evalúa, e incluso se termina, sobre la base
de su utilidad para lograr nuestras demás aspiraciones. Nos
alegra estar casados si nos hace felices y nos ayuda a cumplir
nuestras metas. Si se vuelve difícil o aburrido, si nos retiene
o
exige
más
castigando
a
de
nosotros,
nuestro
simplemente
cónyuge
e
hijos
desistimos,
(directa
o
indirectamente) y, después de un tiempo, abandonándolos.
A menos, claro está, que Jesús sea el punto central de
nuestro matrimonio y el poder que lo sostiene.
Cualquiera
que
haya
experimentado
el
matrimonio
atestiguará que es difícil. Eso ha sido cierto a través de las
diferentes generaciones, culturas y cosmovisiones. Los
matrimonios nunca sobreviven por décadas sobre la base de
la comodidad y la realización personal, al menos no
felizmente. Los matrimonios perduran y prosperan debido a
un compromiso mutuo y abnegado, no solo con nuestro
cónyuge, sino con algo más grande, más fuerte y más
duradero que el matrimonio. El matrimonio cristiano, por
tanto, es una oportunidad para mostrarle al mundo algo —
mejor dicho, para mostrarle a alguien— que es lo
suficientemente
matrimonio
fuerte
unido
y
como
hacer
significativo y feliz.
176
para
que
mantener
sea
a
un
increíblemente
3.LOS HIJOS SON UN MILAGRO, Y DIOS DESEA QUE TENGAMOS Y CRIEMOS
HIJOS EN EL CONTEXTO DE UN MATRIMONIO.
Concebir o adoptar hijos no es la única manera de traer
personas a la fe en Jesucristo, pero se ha demostrado una y
otra vez que es una de las más efectivas. Dios te da una
autoridad y una influencia sobre tus hijos que es natural e
inusual. El matrimonio te da la oportunidad única de
estructurar su crecimiento, de hablarle a sus corazones y de
modelar la esperanza y el amor de Dios. Y ellos son un
milagro, cada uno de ellos. Cada nueva persona —formada y
sustentada por Dios en el vientre de una mujer— es un
milagro increíble (Sal 139:13).
Los hijos son un milagro que vale la pena, lo que significa
que son un milagro por el que vale la pena planear y
sacrificarse. Las futuras generaciones de hombres y mujeres
son los que gobernarán el mundo, la iglesia y tu ciudad.
¿Quiénes serán esos futuros hombres y mujeres? ¿Qué clase
de hogares experimentarán? ¿Qué lecciones aprenderán a la
edad de cuatro, doce y quince años? ¿Cuándo escucharán
sobre Jesús? ¿Quiénes serán los ejemplos cristianos en sus
vidas? Es difícil sobreestimar lo productivo y lo valioso que
es tener hijos y entrenarlos para que sean hombres y
mujeres de Dios. Por supuesto, existen otras maneras —
innumerables maneras— de invertir en la crianza de las
futuras generaciones. Puedes enseñar. Puedes ser un
mentor. Puedes apoyar a otros padres. Pero nada puede
reemplazar la relación íntima, el compromiso y la
177
responsabilidad de tenerlos en tu hogar, bajo tu techo y tu
cuidado.
4.EL MATRIMONIO ES UNO DE LOS MÉTODOS MÁS EFECTIVOS DE DIOS PARA
HACERNOS MÁS COMO
JESÚS.
Tengo que admitir que esto lo digo más por mi propio
testimonio que por una cita bíblica específica, pero también
es justo decir que es una conclusión lógica si creemos lo que
dice la Biblia. Si juntas a dos pecadores que temen a Dios y
que siguen a Jesús por medio de un pacto que les impide
huir, habrá tensión, conflicto y, espero, transformación.
Quizá los medios más importantes que Dios nos ha dado,
bajo el Espíritu Santo, para hacernos más como Él mismo
son las personas en nuestras vidas que nos aman lo
suficiente
como
para
confrontar
nuestros
patrones
pecaminosos, sobre todo nuestro egoísmo. El matrimonio
coloca a esa persona junto a nosotros, en la misma familia,
la misma casa, con el mismo presupuesto y las mismas
promesas. Tim Keller escribió:
Dios nos amó, no porque fuéramos hermosos, sino para
hacernos hermosos… Cada cónyuge debe ver las grandes
cosas que Jesús está haciendo en su compañero a través de
la Palabra, del evangelio. Cada cónyuge debe ser un
instrumento en las manos de Dios para llevar a cabo esa
obra, pensando en el día en que juntos se presentarán sin
mancha delante de Dios, reflejando Su belleza y Su
gloria… El romance, el sexo, las risas y la diversión son
178
productos secundarios de este proceso de santificación,
refinamiento y glorificación.7
5.EL MATRIMONIO MUESTRA EL EVANGELIO MÁS CLARAMENTE QUE
CUALQUIER OTRA RELACIÓN.
El consejo de Dios para el matrimonio tiene forma de cruz.
El camino hacia el matrimonio que es más feliz, más
hermoso, más poderoso y más satisfactorio es el camino
hacia el calvario. La Biblia dice claramente que los roles y las
actitudes de los cónyuges en el pacto matrimonial anuncian
el amor perdonador y redentor de Cristo hacia los
pecadores.
Pablo
repite
esto
de
diferentes
formas,
dirigiéndose a esposos y a esposas:
Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es
cabeza y salvador de la iglesia, la cual es Su cuerpo (Ef
5:23).
Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la
iglesia y se entregó por ella (Ef 5:25).
“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”.
Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la
iglesia (Ef 5:31-32).
Raramente ves este tipo de amor en otras relaciones, porque
en ninguna otra relación hay tanto en juego. Un esposo y
una esposa han hecho un pacto delante de Dios para amarse
el uno al otro hasta la muerte. No hay rampas de salida ni
179
túneles de escape. Eso podría parecer aterrador, pero fuimos
creados para ese tipo de amor —sagrado, duradero,
desmesurado y fiel. Así es como Dios nos ama, y este es el
tipo de amor que le anuncia —de una forma tangible y
coherente— un evangelio de gracia, esperanza y perdón a un
mundo tan necesitado como el nuestro.
¿HAS SIDO LLAMADO A CASARTE?
Ahora, el matrimonio no es para todos. Ya hemos visto que la
Biblia es maravillosamente clara respecto a eso (ver 1 Co 7:8).
En
Su
amor,
Dios
ha
llamado,
apartado
y
enviado
específicamente a muchos solteros al mundo para que sus
vidas sean testimonios de la suficiencia de Su Hijo —para
decirle al mundo que no tienes que estar casado para ser feliz.
Pero incluso aquellos que han sido llamados y comisionados
por Dios a una vida de soltería tienen todas las razones para
celebrar el matrimonio cristiano —cada una de esas imágenes
vivas del amor de Cristo por Su iglesia.
¿Cómo sabes si eres llamado al matrimonio? Bueno,
realmente no lo puedes confirmar hasta que te cases.
Muchas personas se han sentido llamadas a ser médicos,
artistas musicales o atletas profesionales, pero ese llamado
no es una realidad mientras no tengas tu licencia o hayas
firmado un gran contrato. Hablaremos más de este tema en
los siguientes capítulos, pero un llamado al matrimonio
puede ser más complicado de lo que pensamos. No es solo
180
cuestión de si hemos tenido el deseo de casarnos desde la
adolescencia. Podemos sentir un profundo deseo y tener una
sensación de que hemos sido llamados al matrimonio, pero
eso es solo una pieza del rompecabezas. Ese llamado debe ser
confirmado mientras vivimos en comunidad con otros
creyentes que nos aman y que aman a Jesús. Nuestro
llamado también puede ser confirmado si Dios nos da la
oportunidad de conocer a alguien en un noviazgo, y después
si confirma ese llamado en el corazón de él o de ella, y a
nuestra comunidad. Mientras no se junten todas esas piezas,
no debemos asumir que somos llamados al matrimonio o
que no somos llamados a la soltería. Al final, no podemos
estar seguros de que somos llamados al matrimonio hasta
que nos casemos.
¿Qué hay de la soltería? Hasta que nos casemos (si es que
nos casamos), somos llamados a la soltería. Un llamado a la
soltería es tan real y significativo como cualquier llamado al
matrimonio. No es un llamado secundario. Dios no hace
llamados secundarios. Un llamado, por definición, es
personal e intencional, no pasivo ni accidental. Pero, a
diferencia del llamado al matrimonio, el llamado a la
soltería no siempre está escrito en piedra. Una vez que nos
casamos, somos llamados a permanecer casados hasta que la
muerte nos separe. No hay marcha atrás ni intercambios. Si
Dios nos llama a la soltería, puede llamarnos a ella para toda
la vida —hace eso en muchos casos— o puede llamarnos a la
181
soltería por una temporada (cinco, diez o quizá quince años)
antes de llamarnos al matrimonio.
UN AMOR QUE HA SIDO DECLARADO, NO
DESCUBIERTO
Si Dios nos llama al matrimonio, tendremos nuevamente que
aprender a amar. La belleza y el gozo del matrimonio cristiano
no es la compatibilidad. Esa parece ser la extraña joya que
buscamos en nuestros noviazgos, pero las relaciones y los
matrimonios no se destacan ni perduran porque sean
compatibles. No, la belleza y el gozo del matrimonio cristiano
es Cristo, brillando en nuestro alegre compromiso el uno con
el otro, aun cuando no seamos tan compatibles y no
merezcamos el amor del otro. Keller dice: “Los votos
matrimoniales no son una declaración del amor presente, sino
una promesa mutua de un amor futuro”.8 En esencia, el
matrimonio es un amor que ha sido declarado, no un amor
que fue descubierto. ¿Has pensado en el día de tu boda de esa
manera? Las promesas que harás delante de Dios, y delante de
tus amigos y familiares, no tienen casi nada que ver con lo que
experimentaste o disfrutaste durante el noviazgo, sino que
tienen todo que ver con los meses y años de incertidumbre
que están por venir. No están en el altar para decir:
“Realmente te amo”, sino que dicen: “Realmente voy a
amarte”, no importa lo que cueste, no importa lo difíciles que
sean las circunstancias, no importa lo que suceda, no importa
182
cuántas ganas tenga de marcharme. Ese tipo de amor se
destaca en el mundo y permanece mientras muchos se rinden
y huyen.
Los mejores matrimonios serán los más difíciles de explicar
—no porque los cónyuges sean tan diferentes (podrían
serlo), sino porque después de años de inconvenientes,
conflictos y sacrificios, siguen amándose de una forma tan
paciente, sacrificial y apasionada. ¿Cómo pueden continuar
amándose tanto? Bueno, porque hemos sido amados de esa
manera y más. Pablo dice: “A la verdad, como éramos
incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió
por los malvados… Dios demuestra Su amor por nosotros
en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo
murió por nosotros” (Ro 5:6-8). Él no murió por nosotros
porque finalmente encontró al amor de Su vida. Nosotros
no éramos dignos de matrimonio cuando Él nos encontró.
No, Él murió para hacernos el amor de Su vida a pesar de
cuán poco lo merecíamos. Un amor como el Suyo hace que
el matrimonio sea digno de buscar y hace que valga la pena
mantenerlo —un amor declarado, no descubierto.
El hielo en el corazón de aquella chica con la que había
salido se empezó a derretir durante los meses siguientes. Se
convirtió en mi novia en mayo de ese año, y dos años
después se convirtió en mi esposa. Durante esos dos años,
nos mantuvimos enfocados en la grandeza, la belleza y la
pureza del matrimonio. No teníamos idea de si nos
casaríamos, y nunca asumimos que lo haríamos. De hecho,
183
mientras nos conocíamos, siempre lo hacíamos pensando
que al final podríamos terminar casándonos con otra
persona, y eso nos ayudaba a no idolatrarnos y a no cruzar
ciertos límites. Pero sabíamos que lo único que hacía que
nuestro noviazgo valiera la pena era el matrimonio —un
amor para toda la vida como el de Jesús por nosotros. Nada
más haría que valieran la pena los riesgos que tomamos
cuando comenzamos a abrir nuestros corazones. Nada más
nos protegería de sumergirnos demasiado pronto o de
abandonar el barco cuando las cosas se pusieran difíciles.
Nada más transmitiría un mensaje tan significativo sobre
Jesús al mundo que nos rodea. El matrimonio tenía que ser
la gran y maravillosa meta de nuestro noviazgo para que
pudiéramos tener un noviazgo piadoso.
184
12
¿ES ESTA LA PERSONA INDICADA?
En un sentido, escribí la segunda mitad de este libro para
poder escribir este capítulo. No es necesariamente el capítulo
más importante —podría serlo para ti— pero es el capítulo
que más deseaba escribir. Hice muchas cosas mal durante mis
noviazgos, pero al recordar mis errores y fracasos —comenzar
a tener novias desde tan temprana edad, ir de relación en
relación, no ser honesto conmigo mismo o con los demás, no
establecer límites o violentar aquellos que sí establecí, no
escuchar a mis amigos y familiares, no valorar ni procurar la
pureza —uno de ellos sobresale y, de muchas formas, explica
todos los demás: mis noviazgos eran principalmente una
búsqueda de intimidad, no de claridad.
En mis mejores momentos, buscaba claridad por medio de la
intimidad, pero en muchos otros momentos, si soy honesto,
solo deseaba intimidad a cualquier costo. Cuando las cosas
comenzaban a ir demasiado lejos, callaba mi conciencia con
la excusa de que estaba “buscando el matrimonio”. Pero
buscar claridad por medio de la intimidad no tiene sentido.
Primero tenía que tener claridad y después intimidad. Esa
185
simple ecuación me hubiera ahorrado toda clase de
sufrimientos y remordimientos —y a mis novias también.
Muchos de nosotros tenemos novios porque deseamos
intimidad.
Queremos
Queremos
ser
sentirnos
profundamente
cercanos
a
alguien.
conocidos
y
amados.
Deseamos sexo. Anhelamos compartir nuestra vida con
alguien —alguien que esté involucrado en lo que hacemos y
en lo que nos interesa. Con la actitud apropiada, en la
medida apropiada y en el tiempo apropiado, estos son
buenos deseos. Dios nos hizo a muchos de nosotros con estos
deseos y, por tanto, Él quiere que queramos estas cosas —
con la actitud apropiada, en la medida apropiada y el tiempo
apropiado.
Piensa en tu último primer beso (si ya has besado a alguien).
¿Por qué lo hiciste? Sabías que estabas arriesgándote, que
esta no era la manera más segura de entregarte a alguien.
¿Qué te impulsaba en esos breves instantes antes de que
permitieras que tus labios tocaran los suyos? Para mí, cada
primer beso era impulsado por deseos propios más que por
los deseos de Dios para mí —cada primer beso, hasta que
besé a mi esposa por primera vez, segundos después de
pedirle que se casara conmigo. Antes de Faye, permití que
mis deseos se sobrepusieran a lo que sabía que Dios deseaba
de mí y a lo que sabía era lo mejor para la chica con la que
estaba saliendo. Anhelaba intimidad y sabía que la
encontraría en el matrimonio. Así que ponía “matrimonio”
en Google Maps, tomaba la autopista, e ignoraba todos los
186
límites de velocidad. En lugar de esperar hasta llegar a mi
destino para disfrutar de la intimidad emocional y sexual,
me detenía en el camino y compraba algo que fuera más
rápido y más barato.
La intimidad —romántica o de otra clase— es un hermoso y
preciado regalo que Dios le ha dado a Sus criaturas. Pero al
igual que muchas de las buenas dádivas de Dios, debido al
pecado, la intimidad también es muy peligrosa. El corazón
humano está diseñado para desear intimidad, pero también
es propenso a la intimidad pecaminosa —a demandar
intimidad de forma inapropiada o en el tiempo inapropiado,
y a esperar cosas inapropiadas de la intimidad. Eso significa
que la intimidad entre pecadores es peligrosa porque somos
propensos, por naturaleza, a herirnos unos a otros —a hacer
lo que se siente bien, en lugar de cuidar a la otra persona; a
prometer demasiado muy pronto, en lugar de ser pacientes;
a poner nuestra esperanza, identidad y valor en el otro y no
en Dios. La intimidad nos hace vulnerables y el pecado nos
hace peligrosos. Ambos, sin las promesas del pacto, son una
fórmula para el desastre durante el noviazgo.
PREMIOS DIFERENTES EN EL MATRIMONIO Y
EN EL NOVIAZGO
Ya hemos establecido que Dios —no nosotros, ni el amor, ni el
sexo, ni la amistad —es quien hace que el matrimonio valga la
pena. Dios es el gran beneficio para cada creyente, a cualquier
187
edad, en cualquier etapa de la vida, y cualquiera que sea su
estado civil. Pero ¿existe algún premio para el creyente
durante el matrimonio? Sí, la intimidad sexual y emocional
con otro creyente, las cuales están centradas en Cristo. Ante
Dios, dentro del pacto del matrimonio, dos vidas, dos
corazones, dos cuerpos se convierten en uno. Un esposo y su
esposa ahora experimentan todo en la vida como una nueva
persona. “Pareja” ya no los describe lo suficiente. Sí,
continúan siendo ellos mismos, pero están demasiado unidos
como para ser separados nuevamente (Mr 10:9). Dios los ha
hecho una sola carne. Sus cosas ya no son suyas. Su tiempo ya
no es suyo. Sus cuerpos ya no son suyos (1Co 7:4). Comparten
todo y disfrutan todo juntos. El sexo es la experiencia intensa
y la imagen de su nueva unión, pero es solo una pequeña
porción de toda la intimidad que ahora gozan.
La razón por la que esa clase de intimidad es el premio del
matrimonio y no de nuestros noviazgos es que este tipo de
intimidad nunca es segura fuera del pacto. Nunca. Existen
muchos contextos en los que la intimidad romántica se
siente segura fuera del matrimonio, pero nunca lo es. Si no
hay un anillo, hay demasiados riesgos involucrados. Si no
hemos hecho promesas delante de Dios, cuanto más
intimidad tengamos con alguien, más nos exponemos a la
posibilidad de ser abandonados, traicionados y devastados.
En un matrimonio centrado en Cristo, esos mismos riesgos
no existen. Estamos juntos —en enfermedad y en salud, en
paz y en conflicto, en la desilusión, en la tragedia e incluso
188
en los fracasos —hasta que la muerte nos separe. Cuando
Dios nos une, la muerte es lo único suficientemente fuerte
como para separarnos. Eso significa que la intimidad es una
experiencia segura y apropiada en el matrimonio. Por
supuesto, no es perfectamente segura. Los casados siguen
siendo personas pecadoras, lo que significa que aun son
capaces de lastimar a otros, incluso al punto del abuso o del
divorcio. Pero los casados que son fieles no son personas que
abandonan. Así como Dios no abandona a los Suyos.
Si
queremos
tener
y
disfrutar
de
una
intimidad
cristocéntrica, tenemos que casarnos. Y si queremos
casarnos, debemos buscar claridad en cuanto a la persona
con quien nos casaríamos. La claridad no se obtiene por
medio de la intimidad. Una claridad apropiada nos lleva a
una intimidad apropiada, no al revés. Buscar claridad con
cuidado y en oración producirá una intimidad saludable,
duradera y apasionada. Cualquier otro camino hacia la
intimidad la saboteará, haciéndola frágil, superficial e
inestable.
BICICLETAS Y AVIONES
Gran parte del dolor y de la confusión que experimentamos en
el noviazgo surge porque lo vemos como un ensayo para el
matrimonio (claridad por medio de la intimidad), en lugar de
verlo como una etapa de discernimiento que pudiera llevar
hacia el matrimonio (claridad y después intimidad). En el
189
noviazgo, experimentamos con la intimidad hasta que
básicamente se siente como un matrimonio, y entonces nos
casamos.
Los
riesgos
parecen
valer
la
pena
(incluso
necesarios), debido a nuestro intenso deseo de casarnos (o al
menos de disfrutar de los beneficios del matrimonio). Pero los
riesgos no valen la pena, y no son necesarios. Dios no quiere
que arriesguemos tanto en nuestra búsqueda del matrimonio.
Por supuesto, siempre hay cierto grado de vulnerabilidad al
conocer a alguien y desarrollar una relación, pero Dios desea
que
disfrutemos
la
intimidad
principalmente
(casi
exclusivamente) dentro de un pacto, no en una especie de
laboratorio de amor. En los noviazgos cristianos, no estamos
ensayando para el matrimonio, sino que estamos buscando a
alguien con quien casarnos.
Queremos que el matrimonio sea como montar una
bicicleta, pero Dios quiere que sea más como pilotear un
avión. Para obtener tu licencia de piloto, primero debes ir a
la
escuela
y
aprender
sobre
la
aerodinámica,
la
comunicación por radio, los sistemas de los aviones, la
navegación, el clima, las regulaciones federales de aviación,
la planificación de los vuelos, los procedimientos de
emergencia, y mucho más. Debes realizar horas de vuelo
bajo supervisión, donde aprendes sobre inspecciones
previas al vuelo, maniobras, revisiones previas al despegue,
patrones de viento, diferentes técnicas de reparación de
averías o solución de emergencias. Una vez que has
demostrado tener destreza al despegar y aterrizar, eficiencia
190
en maniobras de vuelo y buen juicio, recibes la aprobación
del instructor para volar solo. Y aún así, las primeras veces
que vuelas solo te permiten despegar y aterrizar. Con el
tiempo, te permitirán volar en zonas de práctica que están
restringidas. Cuando tengas más experiencia, te dejarán
volar de un aeropuerto a otro. Luego, si pasas el último
examen, finalmente te dan la licencia.
Cuando experimentamos con la intimidad durante el
noviazgo, nos subimos al avión y lo tratamos como una
bicicleta. Nos saltamos las clases, el instructor y los
exámenes.
¿Por
qué
somos
tan
temerarios?
Porque
anhelamos intimidad, aún más de lo que deseamos el
matrimonio. Queremos que el matrimonio sea más como
montar una bicicleta. Si hay alguien ahí para guiarnos,
genial. Si no lo hay, no importa. Solo continuaremos
intentándolo hasta que seamos capaces de montar la
bicicleta. Las heridas en las rodillas o los moretones en los
brazos duelen, pero son un precio justo que pagamos para
aprender, ¿no es así? No, no deberíamos practicar para el
matrimonio cuando somos conscientes de las heridas y
moretones que podría causarle a nuestros corazones. Hay
demasiado en juego como para sumergirnos en la intimidad,
aunque tengamos las rueditas de soporte. El noviazgo no es
una escuela para el matrimonio. No es un entrenamiento. Es
cierto que durante el noviazgo aprendemos muchas cosas
cuando nos estamos preparando para el matrimonio, pero
sería peligroso verlo como un experimento antes de pasar
191
del matrimonio. En lugar de experimentar, deberíamos
buscar claridad en cuanto al matrimonio.
¿CÓMO LO SABES?
La mayoría de las personas buscan claridad respecto al
noviazgo en su propio corazón. ¿Qué siento por esta persona?
¿Estoy preparado para que esta relación avance? ¿Quiero
casarme con esta persona? Sin embargo, existen al menos dos
aspectos más que debemos considerar si queremos tener
claridad
(piensa
en
altura,
anchura
y
profundidad):
confirmación de nuestra comunidad y (algo que quizá se pasa
por alto con más frecuencia, o al menos se da por hecho) la
oportunidad de buscar a alguien o de casarme con alguien. En
el capítulo 15 veremos más sobre el rol de la comunidad en
nuestra búsqueda de claridad, y al final de este capítulo
veremos brevemente el aspecto de la oportunidad. Pero
hablemos primeramente sobre la claridad que debe haber en
nuestros propios corazones. ¿Cómo sabes si esa persona es la
indicada?
El punto es que estamos buscando a alguien con quien
casarnos. Suena sencillo, pero implica mucho más de lo que
pensamos. Espero que hayas podido percatarte de eso en lo
que va del libro. El matrimonio no trata simplemente del
sexo, la compañía, los hijos y los beneficios fiscales.
Queremos que nuestros matrimonios (y nuestras vidas)
reflejen que Jesús es nuestro Señor, Salvador y tesoro,
192
porque Él es nuestro Señor, Salvador y mayor tesoro.
Queremos que nuestros matrimonios cuenten la historia del
evangelio de una forma coherente y maravillosa, que
muestren la paciencia de Dios y Su fiel amor por los
pecadores. Deseamos que nuestros matrimonios nos hagan
más
como
Cristo,
transformándonos
lentamente
en
personas nuevas, diferentes y santas. Cuando buscamos a
alguien con quien casarnos, no buscamos primeramente
algo físico, o financiero, o conveniente o divertido.
Buscamos a Dios en la otra persona y en nuestro futuro
juntos.
Una parte de la claridad que necesitamos en nuestros
corazones trata de un llamado personal y subjetivo —una
sensación de que nuestro deseo de casarnos con esta persona
es un buen deseo que es resultado de la obra de Dios en
nosotros, no un deseo malo que debe ser redimido y
moldeado por Dios. Debemos preguntarnos si queremos
casarnos
con
esta
persona
principalmente
porque
anhelamos a Dios, o si Dios es más como un pariente lejano
en nuestra relación. David dijo: “Deléitate en el Señor, y Él
te concederá los deseos de tu corazón” (Sal 37:4). Cuando
Dios es nuestro mayor gozo —nuestro mayor deseo y
nuestra mayor prioridad— podemos comenzar a confiar en
los deseos de nuestros corazones. Si Dios está en segundo,
tercer o décimo lugar en nuestros corazones, entonces no
podemos confiar en nuestros deseos. A medida que avanza el
noviazgo, la idea es confirmar si hay una convicción de que
193
esta relación proviene de Dios y de que este matrimonio
sería para Él.
¿Cómo sabemos si esa persona es la indicada? Primero,
debes preguntarte si Dios es la prioridad de ambos. ¿Aman
más a Dios de lo que se aman entre ustedes? Tu carne querrá
desesperadamente ser la prioridad en el corazón de tu
pareja, pero necesitas a alguien que no permita que tomes
ese lugar. Necesitas un cónyuge que pueda estar casado
contigo por cincuenta años y, aun así, vaya a la tumba
amando más a Jesús que a ti. Solo entonces tendrá la
perspectiva para amarte correctamente, tanto en el
noviazgo como en el matrimonio. Puede hacer toda clase de
cosas para hacerte sentir bien acerca de ti mismo —decirte
que eres lo más hermoso, comprarte todo lo que quieras, o
hacer lo que sea con tal de satisfacer tus anhelos y
necesidades— pero no puede amarte correctamente a menos
que no seas su primer amor. Pero si su amor por ti es una
expresión de su amor por Dios, estará enfocado y capacitado
por Su Espíritu para amarte en todas las necesidades y
circunstancias del matrimonio.
LA ATRACCIÓN FÍSICA
Así que antes de que esa persona pueda ser la indicada, Dios
debe ser tu prioridad. Entonces, ¿qué tan importante debe ser
la atracción física en la búsqueda de claridad? O, ¿qué papel
debe jugar la apariencia física en los noviazgos cristianos? A
194
través de los años, algunos muchachos jóvenes han venido a
preguntarme sobre esto. Usualmente, el muchacho admira o
respeta a una chica piadosa (o, quizá más a menudo, otras
personas en su vida piensan que debería admirarla más) y, sin
embargo, no se siente atraído por ella. Él dice que no es su
tipo, así que pregunta: “¿Debería intentarlo igualmente?”.
Generalmente respondo que no. O al menos todavía no.
Debido a las suposiciones y a las prácticas que caracterizan a
nuestra sociedad actual, incluyendo a la iglesia, no creo que
un hombre (o una mujer) deba comenzar a salir con alguien
a quien no se siente atraído. Si él admira otras cosas en ella,
estoy a favor de que se hagan amigos y la conozca de manera
segura (probablemente en grupo). Pero creo que la atracción
física, al menos en la mayoría de los casos, es una parte
crucial al discernir si debes iniciar un noviazgo y luego
casarte con alguien.
Habiendo dicho esto, también creo que la atracción física es
mucho más profunda y dinámica, incluso espiritual, de lo
que tendemos a pensar. No es estática u objetiva. La
atracción real, significativa y duradera va más allá de lo
físico. Así que, por ejemplo, la apariencia física de una
mujer es solo una parte de lo que la hace atractiva. Su papel
es masivo al principio, es decir, la primera vez que la ves,
cuando todo lo que sabes de ella es lo que ves, incluso antes
de saber su nombre o de escuchar su voz. Pero su papel
evolucionará cuanto más conozcas de ella. Cuando hayas
aprendido más sobre ella —al preguntarle a sus amigos,
195
escucharla hablar y observar cómo vive— no volverás a
verla como la persona que viste por primera vez. A medida
que vayas conociéndola, su apariencia tendrá, para bien o
para mal, un nuevo significado —por su personalidad, sus
convicciones, su sentido del humor y su fe. La mujer que
una vez fue deslumbrante podría perder su encanto, o
aquella
que
pasabas
por
alto
puede
llegar
a
ser
increíblemente hermosa. Ambas se ven exactamente igual
que antes, y a la vez no. Ahora las ves diferentes, incluso
físicamente.
La atracción física es real, pero también es flexible. Dios nos
ha creado para apreciar la belleza en Su diseño —a ver a las
personas del sexo opuesto como atractivas— y eso es un
elemento real e importante en nuestra búsqueda del
matrimonio y, más adelante, en nuestro crecimiento dentro
del pacto. Dios nos dio sentidos y deseos físicos para nuestro
bien. Pero la fe en Jesucristo debe ser lo que más nos
impresione y nos atraiga. “Engañoso es el encanto y pasajera
la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza”
(Pro 31:30). ¿Por qué tuvo Salomón que decir eso? Porque la
belleza física y el encanto son naturalmente atrayentes. Pero
sin la fe, se desvanecen, y rápido.
Los cristianos deben cultivar corazones que sean atraídos
por la fe y el carácter más que por cualquier otra cosa. Como
hombre y mujeres piadosos, deberíamos ver la piedad como
algo increíblemente atractivo. De hecho, debería ser lo más
atractivo de las personas que nuestros ojos y nuestro
196
corazón ven como las más atractivas. El mundo que nos
rodea predicará que la belleza física es todo, pero nosotros
conocemos y deseamos algo mejor. De todas las personas en
el mundo, deberíamos ser los más libres de la esclavitud
hacia la apariencia física y la excitación sexual. Al fijar
nuestros ojos y corazones en Cristo, deberíamos ser cada vez
más capaces de ver más allá de todas las apariencias
temporales y perecederas, hasta ver las cosas que son
verdaderamente hermosas—las cualidades que reflejan a
Jesús. Esas cualidades que mejoran con el tiempo.9
DIOS LO MOSTRARÁ CLARAMENTE
Ni nuestros corazones ni nuestra comunidad son suficientes
para darnos la claridad que necesitamos. Nuestros corazones
hablarán (llamado), nuestros amigos hablarán (comunidad) y
Dios hablará (oportunidad). Realmente es Dios quien habla de
las tres maneras, pero a veces nos habla más claramente de la
última manera. Y, aun así, rara vez nos detenemos a escuchar.
Puedes enamorarte de alguien, y tus amigos y familiares
pueden pensar que es una gran idea, pero igual es posible que
no se dé. Quizá ella no se siente atraída por ti. Prefiere tenerte
como amigo. Quizá él conozca a otra persona y se case con
ella. Quizá él se muda a otra ciudad y no puede lidiar con la
distancia. Dios muestra claramente Su voluntad al darnos
claridad en nuestros corazones, pero también la muestra de
197
otras maneras. Él crea una oportunidad, o la quita. El Señor
da, y el Señor quita (Job 1:21).
¿Te suena como algo cruel? ¿Por qué Dios nos daría un buen
deseo por algo (o alguien) y después nos privaría de ello?
Una de las cosas más importantes que debemos aprender
sobre seguir a Jesús es que existen miles de respuestas
válidas a esa pregunta. Si Dios nos priva de algo bueno, no
es porque quiera herirnos (Ro 8:28). Nunca. Es porque desea
lo mejor para nosotros. No asumas que un buen deseo,
confirmado por buenos amigos, es bueno para ti. Confía en
Dios, en Su perfecto amor por ti, y deja que Él te muestre
claramente Su voluntad, de las tres maneras, antes de dar el
siguiente paso hacia el matrimonio.
LAS PREGUNTAS QUE HACES
Busca claridad y retrasa la intimidad. ¿Cómo luce eso en la
práctica? Una prueba para determinar si estás buscando
claridad o intimidad es estudiar las preguntas que tú y tu
novio(a) se hacen durante su noviazgo. Dependiendo de lo que
estemos buscando, nuestras preguntas serán diferentes.
•¿Qué tan lejos podemos llegar?
•¿Qué tan tarde podemos estar juntos?
•¿Qué tipo de contacto físico es permitido?
•¿Es lo suficientemente cristiano(a) como para ser mi
novio(a)?
198
Versus:
•¿Ama a Jesús más que a mí?
•¿Es fiel a sus promesas?
•¿Muestra dominio propio o se arriesga demasiado con tal de
obtener lo que quiere?
•¿Está dispuesto(a) a confrontarme en amor cuando estoy
equivocado(a)?
Puede que las relaciones sanas también tengan que hacerse
algunas de las preguntas del primer grupo, pero estarán
muy abajo en la lista. Cuando buscamos intimidad sin
claridad, hacemos las preguntas del primer grupo y
minimizamos o pasamos por alto las preguntas del segundo
grupo. Pero cuando nos enfocamos en buscar claridad,
comenzaremos a hacer nuevas preguntas. Aquí hay algunos
ejemplos de preguntas que tú y tu novio(a) podrían hacerse
para obtener claridad:
•¿Qué han aprendido el uno del otro hoy?
•¿Han crecido en su relación con Jesús desde que comenzó la
relación?
•¿Están comprometidos a abstenerse de la inmoralidad
sexual?
•¿Qué dudas han surgido en cuanto a su relación?
•¿Qué cosas impiden que se casen?
•¿Están siendo conducidos por sus propios deseos o por los
deseos de Dios para ustedes?
•¿Cómo es su relación diferente a las relaciones mundanas?
199
Preguntas como estas exponen lo que realmente queremos
en el noviazgo, y si somos propensos a dejar a Cristo a un
lado. Son las barreras que nos impiden caer al precipicio,
protegiéndonos de la impaciencia y de la impureza. Pero
también son instrumentos del amor verdadero —las piezas
clave que mantienen a nuestro automóvil en la autopista
hacia el matrimonio. Nos mantienen enfocados en nuestra
meta y en lo que verdaderamente importa.
200
13
LA LIBERTAD SEXUAL Y LA PUREZA
Yo no me casé siendo virgen. La mayoría de las personas
asumían que lo era. Supongo que lo lógico era que me hubiera
casado virgen. Me crié en un hogar cristiano sólido donde
abundaba la gracia y se creía en la Escritura. Tenía padres que
me amaban y podía contar con ellos para lo que fuera. Ellos
me enseñaron a confiar en Cristo y a seguirle, a discernir
entre el bien y el mal, a ejercitar la paciencia y el dominio
propio. Tuve grandes amigos cristianos, hermanos en Cristo
que anduvieron a mi lado, alentándome, tratando de hacerme
responsable y señalándome a Cristo y a la cruz. Yo vivía según
los principios de la pureza sexual. Pero aun así tuve sexo antes
de graduarme del bachillerato. Nadie lo supo por más de dos
años, nadie excepto yo, la chica que no cuidé ni protegí, y
Dios.
Nunca olvidaré el día en que mi amigo me confrontó en
amor, poniendo al descubierto el egoísmo de mi pecado, y
ayudándome a comenzar mi camino hacia el perdón y la
libertad de ese pecado. Los años siguientes fueron una
mezcla de victoria y fracaso en mi lucha por la pureza,
algunas veces luchaba bien, amando a las chicas con las que
201
salía, y otras veces desobedecía a mi Salvador y deshonraba
a mis hermanas en Cristo. Odio mi pasado sexual, y me
arrepiento continuamente de él en mi matrimonio. Me
gustaría poder dar marcha atrás a toda mi impulsividad en
el romance y en la intimidad, y sanar todas las heridas que
causé. Desearía haber mostrado a Jesús como alguien real,
confiable y satisfactorio en cada uno de mis noviazgos. Me
arrepiento de no haberme guardado para Faye. Desearía
poder entregarle el regalo asombroso e invaluable que ella
me entregó. Quisiera poder empezar de nuevo.
Pero Faye diría que ella no cambiaría nada sobre mi pasado,
lo cual es extraño y hermoso a la vez. Creo que esto le ha
dolido más que cualquier otra cosa, pero ambos creemos que
hemos visto y experimentado más de Cristo andando por
este camino que lo que hubiéramos visto y experimentado
de Él de cualquier otra manera. El evangelio es así de
extraño, así de hermoso, así de poderoso. Este capítulo es un
grito de guerra a favor de la abnegación, la generosidad y la
paciencia en el sexo. Ya sea que nunca hayas experimentado
sexualmente o que te hayas entregado tantas veces que no
las puedes ni contar, realmente puedes comenzar desde ya a
amar a tu futuro cónyuge y a gozar de la gracia de Dios en la
pureza sexual.
GENEROSIDAD ABNEGADA
202
Mi pasaje bíblico favorito en cuanto al sexo ni siquiera habla
del sexo (y hay bastantes que hablan del sexo). Pablo escribió:
Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con
Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo
en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de
alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor,
unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por
egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a
los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno
debe velar no solo por sus propios intereses, sino también
por los intereses de los demás (Fil 2:1-4).
El sexo fue diseñado para ser un acto de abnegación, un
regalo
que
le
entregamos
exclusivamente
a
nuestro
cónyuge. Pablo escribió: “El esposo debe satisfacer las
necesidades sexuales de su esposa, y la esposa debe satisfacer
las necesidades sexuales de su marido” (1Co 7:3 NTV). Un
esposo satisface las necesidades sexuales de su esposa, y su
esposa satisface las necesidades sexuales de su esposo.
Ambos velan no solo por sus propios intereses, sino por los
del otro. Ninguno le exige al otro. Aunque Pablo menciona
sus derechos, él no les dice que los exijan. Él está
animándoles a mostrar una generosidad sexual abnegada —
específica y únicamente entre marido y mujer— a ir a la
cama para agradar al otro, no a sí mismos. Cuando el sexo se
enfoca en la abnegación y no en la autocomplacencia,
hacemos lo que es mejor para la persona que estamos
conociendo y para nuestro futuro cónyuge; aun cuando eso
203
signifique rechazar los deseos prematuros de intimidad
sexual que pueda tener nuestro(a) novio(a). Ya no somos
esclavizados por nuestros propios deseos, sino que somos
libres de nosotros mismos para servirnos unos a otros en
amor.
¿Es esta tu forma de ver el sexo? Si creciste viendo televisión
por cable y películas populares, probablemente no pienses
así. Lo que el mundo quiere enseñarnos es que el sexo es
divertido y hasta valioso, pero egoísta y pasajero. El “amor”
sexy y seductor de Hollywood mezcla la seducción, el
escándalo y la pasión. Hollywood sugiere que el mejor amor
se encuentra en amores prohibidos y en tantos amantes
como sea posible. Busca el tuyo —lo “necesitas” y te lo
mereces— pero no confíes en nadie. Y que no te sorprenda si
él se aleja después de que obtenga lo que buscaba. Supéralo.
Los medios de comunicación dicen que los hombres tienen
apetitos sexuales que tienen que satisfacerse de alguna
forma u otra. Las mujeres o son objetos indefensos de sus
deseos, o bien usan su sexualidad como un instrumento de
poder e influencia sobre los hombres. La educación sexual
que recibimos en nuestro mundo solo producirá ideas
pecaminosas y egoístas sobre el sexo, y las ideas falsas
producen malas decisiones, y las malas decisiones producen
malos hábitos, y los malos hábitos engendran vergüenza,
culpa y desesperanza. El sexo no engendra esas cosas.
¿Sabías eso? El sexo, de la manera en que fue ideado por
Dios y en que se nos regaló para disfrutar en el matrimonio,
204
engendra vida, esperanza y amor por Cristo. El sexo falso —
el sexo distorsionado, plagiado y autocomplaciente— se roba
la vida y el placer que se supone que nos dé.
A medida que Pablo continúa en Filipenses 2, vemos que el
evangelio presenta un estándar diferente para nuestras
vidas, y eso incluye nuestra vida sexual:
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,
quien, siendo por naturaleza Dios,
no consideró el ser igual a Dios
como algo a qué aferrarse.
Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
tomando la naturaleza de siervo
y haciéndose semejante a los seres humanos.
Y, al manifestarse como hombre,
se humilló a Sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz! (Fil 2:5-8).
¿Qué pasaría si amáramos a nuestro(a) novio(a) (y a nuestro
futuro cónyuge) de esta forma? Intentando describir el amor
cristiano,
Pablo
preguntándonos
dibujó
cómo
una
tener
cruz.
un
Cuando
noviazgo
estemos
y
dónde
deberíamos trazar los límites sexuales, deberíamos dibujar
una cruz. La cruz fue la más grande expresión de amor que
el mundo haya conocido jamás, y es el molde de nuestras
relaciones y de nuestra búsqueda de pureza sexual. Si
nuestro amor por el otro es egoísta —si quita en lugar de dar
— simplemente no es amor. Pero si intentamos amar al otro
205
como Cristo nos amó en la cruz, evitaríamos en gran medida
la inmoralidad sexual, la confusión y los dolores de cabeza
que son tan comunes en los noviazgos. Nos amaremos unos
a otros lo suficiente como para decir “no”. ¿Qué pasaría si
nuestro amor fuera tan fuerte que nos libertara de querer
satisfacer nuestros deseos ahora y de querer obtener lo que
no nos corresponde? El amor verdadero —el más puro,
completo y placentero— fue ideado por Dios para nuestro
bien, y luego fue demostrado por Dios en la cruz. Ese es el
tipo de amor que necesitamos en el matrimonio (restricción,
generosidad y paciencia en el sexo) y ese es el tipo de amor
que debemos estar buscando y esperando en un noviazgo.
EL SEXO SIEMPRE SIGNIFICA GUERRA
Tenemos que ver el sexo como un hermoso regalo que nos ha
sido dado por un Dios creativo y generoso. “‘Por eso dejará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los
dos llegarán a ser un solo cuerpo’. Esto es un misterio
profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia” (Ef 5:31-32). El
sexo —dos volviéndose uno en el matrimonio— nos fue dado
para decirnos algo sobre el amor, la intimidad y la confianza
que experimentamos con Dios a través de Cristo. Nuestra
relación con Dios no es sexual, pero el sexo en el matrimonio
—como el acto más profundo, más vulnerable y más sagrado
que dos personas pueden disfrutar juntos en esta vida— es una
ilustración espectacular de la altura, longitud, anchura y
206
profundidad del amor de Dios por nosotros. Es un regalo. Tim
Keller dice: “La enseñanza cristiana es que el sexo es
primordialmente una manera de conocer a Dios, y si lo usas
para ello en lugar de para tu propio placer, te brindará una
satisfacción que es más grande de lo que puedes imaginar”.10
Pero si solo lo vemos como un regalo que nos ha sido dado,
estaremos inclinados a no darle la importancia que merece o
a abrirlo antes de tiempo. También tenemos que darnos
cuenta de que el sexo es una guerra; no una batalla entre los
sexos, sino una guerra entre el bien y el mal.
… pero por causa de la inmoralidad sexual, cada hombre
debe tener su propia esposa y cada mujer su propio esposo.
(…) No se nieguen el uno al otro, a no ser por algún
tiempo de mutuo consentimiento, para dedicarse a la
oración. Pero vuelvan luego a juntarse, no sea que Satanás
los tiente por no poder dominarse (1Co 7:2-5 RVC).
Nos casamos para poder rechazar las mentiras de Satanás en
cuanto a la inmoralidad sexual y para satisfacer nuestros
deseos de sexo e intimidad de una manera sana y que exalta
a Cristo. Son buenas razones para casarnos y para seguir
teniendo sexo cuando estemos casados. El sexo en el
matrimonio es un maravilloso acto de guerra espiritual.
Cualquier otra cosa —cualquier otra actividad sexual que se
lleve a cabo fuera del pacto matrimonial— es estar luchando
en el otro bando. Satanás ha distorsionado el sexo hasta
hacerlo algo detestable y dañino. El sexo que vende Satanás
es una falsificación —una estatua de cera que imita el
207
original. En lugar de comunicar la belleza y la gloria de Dios,
demuestra los peligros de oponerse a Él y de corromper Sus
buenos regalos. El sexo que rechaza a Dios rechaza su propia
bondad. No cumple su propósito ni nos permite disfrutar
del verdadero placer del sexo.
Satanás hace que el pecado sexual parezca divertido e
inofensivo. En medio de una sociedad que minimiza el mal
de la maldad, y que hasta lo reviste de glamour, necesitamos
ser recordados continuamente del peligro del pecado. Al
igual que un niño que va por la calle, se encuentra una
jeringa con aguja y la recoge pensando que es un juguete,
nosotros podemos ser peligrosamente ingenuos en cuanto a
la seriedad de la inmoralidad sexual. El pecado es una
jeringa que contiene adicciones mortales y que mata a sus
víctimas. No es el juguete que aparenta ser. Nos traspasa en
silencio hasta llegar a las partes más profundas y
vulnerables de nuestro ser. No importa la envoltura —sea
romántica, emocionante o culturalmente aceptable— no es
saludable. El pecado promete satisfacernos, pero nos hiere
de una forma sutil y destructiva. “Se multiplicarán los
dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios” (Sal
16:4). Si eres honesto contigo mismo, realmente no
necesitarás que te convenza de esto. Cualquiera que haya
experimentado con el pecado ha llegado a conocer que se
trata de un amante deshonesto e infiel. El pecado se
presenta a sí mismo —muchas veces de manera persuasiva—
como gratificante, confiable y perdurable. Sin embargo, en
208
lugar de saciar los deseos de nuestra alma, los intensifica.
No satisface nuestra hambre, sino que la multiplica. El
pecado promete producir felicidad, pero solo crea y
multiplica dolor, tristeza, remordimiento y vergüenza.
El supuesto placer que el pecado nos da es solo una pobre
sombra de algo mucho más intenso y gratificante. “A
Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi
diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón,
y se gozó mi alma... En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre” (Sal 16:8-11). No hay duda
alguna: cuando nos entregamos a los deseos de la carne en
nuestra relación, sentiremos cierto tipo de emoción e
incluso de placer, de otra manera el pecado no tendría
ningún poder sobre nosotros. Pero la promesa que estamos
olvidando o que nos rehusamos a creer es que la pizca de
placer que recibimos cuando pecamos es mísera y patética
comparada con el océano de placer que tendremos en la
presencia de Dios.
UNA GRACIA COSTOSA Y EL SEXO BARATO
La abnegación, la generosidad y la paciencia en el sexo
reflejan el amor de Cristo por nosotros en la cruz, y también
ven ese amor y sacrificio como su esperanza e incentivo. Pablo
dijo: “Huyan de la inmoralidad sexual... ¿Acaso no saben que
su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y
al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus
209
propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto,
honren con su cuerpo a Dios” (1Co 6:18-20).
Cuando comienzas a sentirte abrumado por la tentación y
tus deseos estén combatiendo en tu interior, recuerda que
fuiste comprado por precio, pagado en su totalidad con Su
sangre. Tristemente, muchos de nosotros usamos la gracia,
cuyo costo es infinito, como una excusa para seguir
pecando. Asumimos que Jesús simplemente nos perdonará,
otra vez. Pero la cruz, esas dos vigas de madera mortal
cargadas de gracia, nos llama a hacer exactamente lo
opuesto. Dios pagó con la preciosa sangre inocente de Su
único Hijo, no solo para perdonar nuestros pecados, sino
para alejarnos de ellos. Su deseo es que veamos las espinas
en Su cabeza, las heridas abiertas en Su espalda y los clavos
en Sus muñecas, y corramos como locos lejos del pecado.
Cuando empezamos a darnos cuenta de que nunca seremos
capaces de comprender completamente el amor de Dios
revelado en las heridas de Jesús, en Su agonía, en Su último
aliento, odiaremos la idea de hacer algo que haga que ese
precio parezca barato. Y nuestra inmoralidad sexual hace
que la cruz parezca barata, como una redención sacada de la
estantería de gangas.
Pero cuando escogemos buscar la pureza y posponer la
intimidad, el sacrificio de Jesucristo luce valioso, como si
fuera nuestra posesión más cara y preciada. Cuando
dejamos de empujar los límites, anunciamos al mundo el
invaluable peso de cada una de Sus heridas. Cuando nos
210
mantenemos con nuestra ropa puesta y cuidamos nuestras
manos de andar errantes, celebramos la inmensurable
misericordia que Él cargó sobre una espalda destruida por
los latigazos. Cuando esperamos durante el noviazgo,
declaramos nuevamente que Cristo en verdad resucitó de los
muertos y que reina en el cielo. Nuestra pureza sexual puede
mostrar que la cruz es real y valiosa, o todo lo contrario.
Si fijamos alegremente nuestros ojos en Cristo, quien se
ofreció una vez y para siempre por nuestros pecados, le
honraremos cada vez más con nuestros cuerpos, ya sea que
estemos solteros o casados. Al mirar hacia la cruz y ver todo
lo que Jesús pagó para hacernos Suyos, estamos confiando
en que Dios nos dará la gracia y el valor para resistir
nuestros impulsos a deshonrarle y a pisotear la cruz, y para
que en su lugar utilicemos los cuerpos que Dios nos dio para
honrarle, glorificarle y ayudar a otros a ver la belleza de Su
fuerza, Su sabiduría, Su amor y Su suficiencia. Cada vez que
neguemos esos deseos sexuales egoístas, estamos diciendo
que confiamos en Él más de lo que confiamos en nosotros
mismos, y estamos diciendo que Él es suficiente para
nosotros.
VIVE TU NOVIAZGO COMO ALGUIEN QUE
CONOCE A
DIOS
Dicho de manera simple, deberíamos vivir nuestros noviazgos
como personas que conocen a Dios. Pablo dice: “La voluntad
211
de Dios es que sean santificados; que se aparten de la
inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su
propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse
llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no
conocen a Dios” (1Ts 4:3-5). Los paganos —la gente que está en
el mundo y que no está en Cristo— están involucrados en todo
tipo de tonterías sexuales, y esto tiene sentido porque ellos no
conocen a Dios. Es de esperarse que ellos vayan demasiado
lejos y demasiado rápido —que tonteen con una persona
escogida al azar en una fiesta, o que se acuesten con tres o
cuatro personas distintas en un mes, o que se vayan a vivir
con su novio. Si no se toma en cuenta a Dios, el sexo puede
llegar a ser un dios como cualquier otro. Seguirá fallándoles
una y otra vez, pero eso no les preocupa porque ellos no creen
en Jesús, ni en el pecado, ni en el cielo, ni en el infierno. Ellos
creen en el ahora, gozando al máximo y el máximo de tiempo
posible mientras estén aquí en la tierra.
Pero nosotros sabemos estas cosas. Sabemos que el pecado,
la muerte y el infierno son tan reales como el techo que nos
cubre, como la factura pasada de nuestro teléfono, o como el
Gran Cañón. No se trata de ideas que escuchamos durante
nuestra clase de filosofía. Son realidades que afectan cada
centímetro de nuestras vidas, incluyendo nuestras vidas
sexuales. Vivimos cada momento ante un creador y juez que
es real, uno que conoce cada uno de nuestros pensamientos
y movimientos. Sabemos que no merecemos nada debido a
nuestro pecado, que nos hemos ganado una destrucción
212
consciente, implacable e ineludible, y que “nadie que sea...
inmoral o impuro tendrá herencia en el Reino de Cristo y de
Dios” (Ef 5:5). Y sabemos que Cristo vino a morir —sufrió la
corona de espinas, el látigo, los clavos en Sus manos y pies, y
la terrible ira de Dios— por nuestros pecados y para
rescatarnos del pecado.
Dios nos creó a cada uno e inventó el sexo, ¿por qué
actuaríamos como si supiéramos más que Él? Dios dice que
la inmoralidad sexual nos lleva al sufrimiento, a la
vergüenza y finalmente al juicio; ¿por qué arriesgaríamos
tanto por tener un poco de placer hoy? Dios compró nuestro
perdón, nuestra libertad y pureza con la sangre de Su propio
Hijo a un costo infinito; ¿por qué pondríamos más pecado
sobre Sus hombros, o por qué clavaríamos aun más los
clavos en sus manos y pies? Dios nos espera con los brazos
abiertos para darnos la bienvenida a una aventura eterna de
paz y felicidad en Su presencia; ¿por qué la cambiaríamos
por unos cuantos segundos de satisfacción? Tristemente,
algunos de nosotros lo seguimos haciendo. La tentación nos
arrolla en momentos de debilidad. Pero Pablo dice que lo
que ya conocemos sobre Dios es suficiente para evitar el
pecado sexual. Conocer a Dios —Su poder soberano, Su
increíble misericordia, Su amor sacrificial, Su grata amistad
— es tener las llaves de la pureza sexual, incluso en una
sociedad que está obsesionada con el sexo. A medida que
pongamos nuestra vista y nuestros corazones en las cosas de
arriba, “el amor de Cristo nos obliga” (2Co 5:14), y cada vez
213
más aprenderemos “a controlar [nuestro] propio cuerpo de
una manera santa y honrosa, sin [dejarnos] llevar por los
malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a
Dios” (1Ts 4:4-5). Nos vestimos de abnegación, generosidad
y paciencia en el sexo.
EL FRACASO SEXUAL
Para algunos de ustedes, todo esto ha servido para
profundizar en lo que ya han adoptado y practicado. A
algunos de ustedes se les ha hecho difícil leer este capítulo por
las decisiones pecaminosas que han tomado en el pasado. Y
ahora sabes, más que nunca antes, que estabas equivocado. A
mí me pasó lo mismo. Ha sido increíblemente doloroso tener
que escribir estas páginas. No pude entregarle a Faye el regalo
de una vida entera de paciencia y pureza sexual. En lugar de
estar ansioso por disfrutar el sexo por primera vez con ella, le
tuve que confesar que yo ya había tenido sexo; que ella no
sería mi primera vez.
Nunca olvidaré dónde nos encontrábamos cuando le conté a
Faye sobre mi pasado. Comenzamos a salir el primer día de
mayo, y el segundo día de mayo del año siguiente tuvimos la
conversación más difícil que quizá tendremos jamás. Podría
llevarte al lugar de la playa donde duré más de treinta
minutos tratando de que la sombrilla se quedara firme ante
la brisa. Finalmente, tuve que darme por vencido y dejarla
sobre la arena. Recuerdo su camiseta de Ironman. Siempre
214
recordaré el dos de mayo, en parte, por lo quebrantado que
estaba ese día. No recuerdo otro día en que el peso de todo
mi pecado se haya sentido tan pesado como en ese día. Yo la
amaba. Y quería que ella me amara y se casara conmigo.
Pero ella aún no sabía esta parte de mi historia, y yo no sabía
cómo ella respondería a todo esto. Sabía que ella se había
mantenido pura para su marido. Estaba preparado para
escucharla decir que lo nuestro había llegado a su fin.
Sin embargo, la razón principal por la que el dos de mayo
quedará sellado en mi memoria fue su respuesta a mi
pasado.
Mi
historial
de
pecado
la
abrumó.
Estaba
desconsolada, incluso destrozada. Pero Dios. Cuando ella lo
describe al día de hoy, dice que en esos momentos sintió
como caía sobre ella una ola de gracia. Sintió la inesperada e
innegable cercanía de Dios como nunca antes. Escuchó.
Lloró. Y después, con amor, simplemente me expresó su
esperanza indestructible en Jesús para mí. Hacía tiempo que
el evangelio era real para mí, pero nunca tan real. Su
corazón y sus palabras provocaron nuevos sentimientos en
mí. Era como si hubiera estado viendo el océano durante
toda mi vida, disfrutando sus colores azulados, encantado
con sus ritmos de paz y violencia, avistando algún velero de
vez en cuando, o incluso un delfín. Y, de repente, podía oler
el agua fresca de mar, y saborear la sal del aire, y oír las olas
golpeando y las gaviotas volando por encima de mí, y podía
sentir la arena y el agua sobre mis pies. Conocía el
evangelio, había creído en el evangelio, y hasta amaba el
215
evangelio. Pero ahora me encontraba completamente
inmerso en él, empezando a descubrir nuevas profundidades
junto a mi mejor amiga y futura esposa.
Si has pecado sexualmente (o de alguna otra manera), Dios
todavía puede lavarte con este tipo de gracia, sin importar
cómo tu novio(a) responda a tu pasado. La gracia no revierte
los pecados que hemos cometido, pero los redime y hace que
obren para nuestro bien. Nunca pasa por alto ni acepta el
pecado sexual (Ro 6:1-2), sino que cubre cada pecado que ha
sido perdonado y lo pone tan lejos como está el oriente del
occidente, lo sumerge hasta lo más profundo, lo más
escondido y olvidado del mar (Miq 7:19). Tu historial de
pecado sexual no puede vencer al amor soberano que Cristo
demostró por ti en la cruz, y no puede impedir que disfrutes
de un gozo puro, intachable y eterno. Eso es real solo si crees
en Aquel que cargó con todo tu pecado, incluyendo tu
pecado sexual, y si te arrepientes y buscas Su pureza, por
medio de Su gracia, y en Sus fuerzas.
216
14
ACTOS DE GUERRA EN EL AMOR
A mi esposa y a mí nos encanta la playa. Ella vivió cerca de
una docena de playas diferentes a las afueras de Los Ángeles,
hasta que me la llevé a la nieve de Minnesota. En Minneapolis
también tenemos agua, solo que está congelada durante la
mitad del año. Parte de disfrutar de la playa, por lo menos en
California, es disfrutar del sol. Aquí también tenemos ese tipo
de clima —cielo azul, sol abrazador y una suave brisa— al
menos durante dos o tres semanas al año. Sin embargo, gran
parte de lo que significa disfrutar de la playa es ser capaz de
estar tan cerca de algo tan grande. Algo sucede dentro de
nosotros cuando dejamos que las olas envuelvan nuestros pies
y nos quedamos impresionados mirando ese mar interminable
que se extiende mucho más allá de lo que nuestra imaginación
puede alcanzar. Se calcula que el Océano Pacífico contiene 708
quintillones de litros de agua. Los científicos han descubierto
al menos un lugar en este océano que tiene casi once
kilómetros y medio de profundidad. Y podemos jugar de
manera segura en este océano si vamos a Newport Beach,
chapoteando despreocupados en aguas que parecen estar
llenas de poder y misterio.
217
¿Cómo es posible que algo tan grande sea tan seguro para
nosotros? Es seguro porque Dios lo frena con Su palabra. El
Señor le dijo a Job:
¿Quién encerró el mar tras sus compuertas
cuando este brotó del vientre de la tierra?
¿O cuando lo arropé con las nubes
y lo envolví en densas tinieblas?
¿O cuando establecí sus límites
y en sus compuertas coloqué cerrojos?
¿O cuando le dije: “Solo hasta aquí puedes llegar;
de aquí no pasarán tus orgullosas olas”? (Job 38:8-11).
Él creó algo tan inmenso y poderoso como el océano para
mostrarnos un poquito de Su poder. Quería darnos
ilustraciones de Su grandeza y majestuosidad. Y luego
dibujó una línea en la arena y dijo a las olas que no la
traspasaran. “Cuando estableció las nubes en los cielos y
reforzó las fuentes del mar profundo; cuando señaló los
límites del mar, para que las aguas obedecieran Su mandato;
cuando plantó los fundamentos de la tierra” (Pro 8:28-29). Él
estableció límites para mostrarnos que las olas son Suyas,
para comunicarnos que Él es soberano, creativo y sabio —y
que es digno de confianza.
Dios lleva a cabo una obra similar en el matrimonio y en el
noviazgo.
Cuando
caminamos
hacia
la
orilla
del
matrimonio, nos acercamos a algo mucho más grande que
nosotros. Hay un poder y un misterio que caracterizan ese
tipo de amor. Es una ilustración vívida del amor que Dios
218
nos ha mostrado al enviar a Su Hijo, un amor más ancho y
más profundo que el Océano Pacífico. Dios diseñó el amor
en el matrimonio para mostrarnos cuán insondable es Su
amor por nosotros, así como esos quintillones de litros de
agua.
No
lo
podríamos
comprender
ni
conocer
completamente. Y debido a que el amor es un pacto tan
amplio, tan intenso y tan cautivador, Él estableció un límite,
una orilla. Él trazó esa línea en la arena para nuestra
seguridad, y para asegurar nuestra felicidad dentro del
matrimonio.
Trazar buenos límites durante el noviazgo dependerá de que
reconozcamos y, más aún, de que apreciemos ese gran límite
que Dios nos ha puesto. Cualquier mujer que no sea tu
esposa, no es tu esposa. Cualquier hombre que no sea tu
esposo, no es tu esposo. “Cada hombre debe tener su propia
esposa, y cada mujer su propio esposo” (1Co 7:2). No hay un
“casi marido”, ni una “medio esposa”, ni podemos estar
“prácticamente unidos en matrimonio”. Dios instituyó que
un hombre se uniera a una mujer con las promesas del
matrimonio, y su intención es que disfrutemos de la
intimidad y el placer marital —especialmente de la
intimidad y el placer sexual— únicamente en el contexto de
dichas promesas. El sexo está reservado para las aguas
profundas del matrimonio, y no para los estanques poco
profundos del noviazgo.
Pero Satanás todavía sigue diciendo las mismas mentiras
que dijo en el jardín del Edén cuando convenció a Adán y a
219
Eva de comer del fruto. Dios dijo a Adán: “Puedes comer de
todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento
del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas,
ciertamente morirás” (Gn 2:16-17). Puedes comer de todos
los
árboles,
excepto
de
uno.
Satanás
tergiversó
la
creatividad y la generosidad infinitas del Padre, e hizo que
Él pareciera tacaño. “Le preguntó a la mujer: ‘¿Es verdad
que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del
jardín?’” (Gn 3:1). ¿Puedes ver cómo la manipulación y el
engaño hacen que la libertad parezca esclavitud? ¿Por qué
les dijo Dios que no comieran de ese árbol? “El día que de él
comas, ciertamente morirás”. Su intención no era privarles.
Su intención era salvarles. Satanás tergiversó la sabiduría y
el amor infinitos del Padre para hacer que Él pareciera
sobreprotector. “Pero la serpiente le dijo a la mujer: ‘¡No es
cierto, no van a morir!’” (Gn 3:4). Hizo que el suicidio
pareciera inofensivo. Y todavía está diciendo las mismas
mentiras en los noviazgos de hoy en día. Él tergiversa la
sabiduría y el amor que Dios manifiesta al establecer Sus
límites, y nos lleva a verlos como ridículos, excesivos e
innecesarios.
REDEFINIENDO LOS LÍMITES
¿Qué es lo que estamos buscando en un noviazgo (y en toda la
vida)? ¿Qué es lo que estamos intentando asegurar o disfrutar
en esta relación? Si nuestra respuesta sincera es cariño e
220
intimidad, no habrá una cantidad suficiente de límites que
puedan protegernos completamente. Podríamos poner todos
los límites que queramos, pero nuestro pecado se esconde en
nuestro interior (aun dentro de todas nuestras barreras), y
espera para atacarnos cuando estemos más débiles y
vulnerables. Si somos capaces de responder que estamos
buscando más de Cristo en nuestros noviazgos y matrimonios,
los límites que una vez nos parecían tan anticuados, aburridos
y pasados de moda de pronto se convierten en nuestros
mejores amigos en esta lucha. Se convierten en los pasos
llenos de fe y de valentía que daremos para conocer más de
Cristo juntos. Serán las batallas que conquistaremos juntos en
contra de los peores ataques de Satanás.
Cuando se trata del noviazgo, siempre estamos a la
defensiva —siempre en guardia contra el mal, luchando en
contra de la tentación. Pero ¿qué tal si los límites que
trazamos realmente fueron diseñados para ayudarnos a
pelear por algo? ¿Qué tal si, en lugar de verlos como
barreras, los viéramos como actos de guerra en el amor? Los
límites son difíciles de mantener, en parte debido a que
Satanás nos convence de que nos la pasamos sacrificando y
nunca ganamos nada, de que estamos encerrados en este
oscuro, frío y fangoso hoyo llamado “noviazgo cristiano”. Él
hace que el noviazgo cristiano suene como si fuera
esclavitud. Cristo no vino a esclavizarnos, sino a liberarnos.
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad” (Gá 5:1).
Una vida en Cristo es una vida en libertad. Sí hay que hacer
221
un sacrificio en la relación, pero no se puede comparar con
la recompensa. Sí hay que ejercer paciencia y dominio
propio, pero estas cosas no disminuyen nuestro amor. Por el
contrario, nutren y fortalecen el tipo de amor que realmente
estamos deseando tener. Los límites —estos actos de guerra
espirituales— no nos roban absolutamente nada. Son las
vías que nos permiten correr libremente junto a Jesús (y a
nuestro novio o novia). Cada acto de obediencia, en la vida y
en el noviazgo, es un acto que desafía las maquinaciones y
las mentiras de Satanás. No solo nos estamos protegiendo de
él, sino que estamos recuperando el territorio que él nos ha
robado.
TRES ACTOS DE GUERRA EN EL AMOR
Vamos a analizar tres límites que necesitamos durante el
noviazgo, tres actos de guerra espiritual en las relaciones. Este
tipo de límites son esenciales si deseamos tener un noviazgo
diferente al del mundo y que vaya de acuerdo al evangelio.
1.CULTIVE CADA UNO SU INDEPENDENCIA.
Todos queremos comenzar con los límites físicos —tocar,
besar y demás— pero esos no son los primeros peligros que
enfrentamos en una relación. Somos muy prontos para
sentirnos culpables por haber transgredido un límite físico,
pero nuestro primer campo de batalla es el de nuestros
222
sentimientos, y es uno de los terrenos que cedemos con
mayor
facilidad.
La
realidad
es
que,
mientras
nos
preocupamos por saber qué tan lejos es demasiado lejos
físicamente, Dios está más preocupado por lo lejos que
puedan irse nuestros corazones. ¿Dejaremos que nuestra
imaginación y nuestras emociones vayan más allá de donde
la relación se encuentra en la actualidad, o cuidaremos
nuestros
corazones?
¿Nos
uniremos
emocional
o
espiritualmente a alguien de la manera en que solo
deberíamos hacerlo con nuestro cónyuge? Las emociones
parecen tan naturales e inocentes. ¿Cómo podrían ser
malas?
“Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene
remedio” (Jer 17:9), especialmente cuando está enfermo de
amor. La cruda realidad sobre nuestro corazón es que
simplemente no podemos confiar en nuestros sentimientos,
aun después de ser salvos. Por naturaleza, las barreras
emocionales son menos objetivas porque son los límites que
trazamos en nuestros propios corazones. ¿Están mis
sentimientos y emociones alineados con la realidad de esta
relación y con el evangelio? ¿O estoy permitiendo que mis
emociones se apresuren y asuman el control? En algunos
sentidos, las barreras emocionales y espirituales requieren
aún más esfuerzo y disciplina porque no son tangibles ni
concretas (como tocar o besar).
Apóyate en tus amigos más cercanos y sé tan honesto como
sea posible. Habla sobre dónde está tu corazón—lo que más
223
atesoras, lo que realmente estás esperando en esta relación
de noviazgo, y qué tan fuerte es tu inclinación a pecar de
alguna manera. Los buenos amigos serán capaces de decirte
si la persona con la que sales te ha acercado o alejado más de
Cristo. Y ellos podrán ver y decirte si estás desarrollando
una dependencia de tu novio(a). Hasta que nos casemos,
debemos desarrollar y mantener una independencia sana de
nuestra pareja, y prepararnos para la posibilidad de que los
planes de Dios sean diferentes a los nuestros. Sin un anillo
en nuestro dedo, simplemente no sabemos lo que Dios hará
en esta relación. “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque de él mana la vida” (Pro 4:23). Cuida tu cuerpo y tu
corazón.
2.TÓMENSE EL TIEMPO PARA HABLAR SOBRE CÓMO HABLAR.
Muchos de ustedes nunca han pensado en cómo establecer
límites para las conversaciones. No estaba preparado para
responderle al padre de una de mis novias cuando, durante
los primeros meses de nuestra relación, me preguntó: “¿Han
hablado ya sobre el matrimonio?”.
Insertar pausa larga e incómoda. “Eh, sí... creo que lo
hablamos en una ocasión”.
“No creo que haya sido apropiado que hablaran de eso, y
espero que seas más cuidadoso con ella”.
Me tomó totalmente desprevenido. Nunca había pensado
que ciertos temas de conversación podrían ser inapropiados
224
o peligrosos. Si se supone que el noviazgo es la antesala del
matrimonio, ¿no deberíamos hablar del matrimonio?
Sí, debemos hablarlo, pero con cautela y en el tiempo
correcto. Para algunos de nosotros, hablar sobre el
matrimonio puede ser tan íntimo como darse un beso, o
incluso más que eso. Dentro del matrimonio, la confianza
no solo se manifiesta en la habitación, sino en todos los
aspectos de la vida. No fuimos creados para planificar
nuestras vidas con tres o cuatro “posibles cónyuges”. Es
divertido y emocionante hablar de la temporada del año en
que nos gustaría casarnos, o de cuántos niños podríamos
tener, o de dónde nos gustaría ir de vacaciones, o de qué tipo
de ministerio podríamos realizar juntos, pero podría ser
igual de peligroso espiritualmente que una inmoralidad
sexual.
Con
el
tiempo
tendrán
que
tener
ciertas
conversaciones, pero no se apresuren, y cuando las tengan,
háganlo con cautela y dominio propio. En el futuro podrán
disfrutar y soñar juntos sin que haya culpa o peligro, por
años y años, si es que se llegan a casar.
Hay por lo menos dos categorías a considerar cuando se
trata de conversaciones entre novios. Primero, vigilen
cuánto tiempo hablan y cuánto tiempo pasan juntos. Si
realmente estamos comprometidos a guardar nuestros
corazones y mentes, a desarrollar una independencia
saludable, y a anclar nuestra esperanza y nuestro gozo en
Cristo más que en el otro, debemos ser cuidadosos respecto
al tiempo que nos estamos dedicando el uno al otro. Podría
225
parecer ridículo e innecesario resistir el impulso de hablar
todo el tiempo —ambos están curiosos y emocionados y
listos para pasar tiempo juntos— pero les ayudará mucho en
el futuro, tanto si se llegan a casar como si no. Faye y yo
éramos novios a distancia, así que al principio hablábamos
una vez a la semana (o algo así), y después como dos veces
por semana. Luego de seis meses o más, comenzamos a
hablar casi cada día. Nunca creamos el hábito de hablar por
varias horas cada noche. Nunca nos hemos lamentado por
eso después de casados, y ahora nos sobra el tiempo para
disfrutar de esa comunicación. Mi intención no es
establecerles sus límites, sino mostrarles esas áreas en las
que hay que ser intencional en ejercer paciencia y dominio
propio. Tendrán que hablar sobre lo que sería saludable y
apropiado para ustedes, y luego preguntarle a sus amigos y
familiares si están de acuerdo. Esto no pasa por accidente,
así que no tengan miedo de iniciar una conversación acerca
de sus conversaciones.
En segundo lugar, piensen sobre qué hablan cuando hablan.
Limitar su tiempo les ayudará a enfocar sus conversaciones,
o por lo menos así fue con nosotros. Intercambiar dos o tres
o cuatro horas por cuarenta minutos significaba que
teníamos que ser más conscientes de lo que íbamos a hablar.
No tienen que haber planificado todo su futuro en el primer
mes de relación. No tienen que hablar sobre su relación cada
vez que hablen, ni siquiera la mitad del tiempo que hablen.
No tienen que recordarse cada quince minutos por qué se
226
gustan el uno al otro. Y realmente no necesitas hablar sobre
el matrimonio hasta que llegue el tiempo indicado para
comprometerse y casarse pronto. Las conversaciones
pueden llegar a ser esos lugares en donde nos ponemos en
peligro sin siquiera sentir que estamos en peligro.
Consentimos nuestros deseos de intimidad sin tocarnos.
Tengan una conversación sobre qué tan seguido deberían
evaluar el estado de su relación. Establezcan cuál sería el
momento correcto para hablar sobre el matrimonio.
Comuniquen sus sentimientos e intenciones claramente,
pero pasen mucho más tiempo hablando sobre lo que Dios
les está enseñando a cada uno, cómo están creciendo en la
fe, y en cómo están invirtiendo sus fuerzas y sus dones para
el bien de otros.
3.VALOREN MÁS LA CONFIANZA QUE LAS CARICIAS.
Hace varios años, le pregunté a uno de mis pastores sobre
los límites físicos que debería establecer en mi noviazgo. Me
dijo: “He oficiado más de cien bodas durante los últimos
veinticinco años, y le di consejería prematrimonial a casi
todas esas parejas. Ninguna de esas parejas se ha lamentado
por los límites que pusieron durante su noviazgo, y casi
todas hubieran preferido poner más”. Aquel día, él no trazó
límites específicos para mi noviazgo, pero no tuvo que
hacerlo. Solamente me aseguró que nunca me arrepentiría
de algo que no hayamos hecho durante el noviazgo, sino que
probablemente nos arrepentiríamos de aquellas cosas en las
227
cuales decidimos no esperar —aun si terminábamos
casándonos. Me comentó que todas las parejas a las que le
había dado consejería prematrimonial, estando a punto de
casarse, deseaban no haberse tocado tanto como lo habían
hecho, anhelando poder disfrutar de todas esas cosas juntos
por primera vez en el matrimonio.
¿Por qué pasa esto? Porque Dios quiere que primero
tengamos claridad, y después intimidad. El matrimonio, y
después el acto sexual. Eso significa que debemos comenzar
a valorar la confianza más que las caricias. No te conformes
con evitar la inmoralidad sexual, más bien persigue la
paciencia, el dominio propio y la confianza. Piensa en todo
aquello que ahora no hacen juntos como algo que están
haciendo juntos para maximizar su felicidad y libertad en el
matrimonio.
Las caricias casi siempre llevan a más caricias, y eso hace
que tocarse durante el noviazgo sea peligroso, como la
poderosa contracorriente del Océano Pacífico. Si alguna vez
has nadado en un océano, probablemente habrás notado
cómo las olas te comienzan a arrastrar. Desde la primera vez
que se abracen o se den la mano, sentirán un impulso a
tocarse aun más —más a menudo y más íntimamente. Te
sigues
alejando
de
la
orilla,
pensando
que
puedes
controlarlo, que tienes el control y que podrás nadar de
regreso en cualquier momento. Y de repente te encuentras
jadeando por aire y agitándote desesperadamente contra la
corriente. Estás transgrediendo límites que realmente no
228
querías transgredir, y no tienes idea de cómo parar. En lugar
de darnos por vencidos y dejarnos llevar, deberíamos estar
luchando y esperando.
Le pregunté a Faye si podía tomarla de la mano después de
cuatro meses de novios. Quince meses después, nos besamos
por primera vez en un muelle de Newport Beach, momentos
después de ella haber aceptado casarse conmigo. Fuimos
novios muy felices durante diecinueve meses sin besarnos.
No estoy hablando de mi experiencia como si fuera un
patrón de oro, pero te puedo decir que no nos arrepentimos
de no habernos tocado más durante nuestro noviazgo. De
hecho, sentimos como si Dios nos hubiera recompensado
cada gramo de paciencia y dominio propio con una
satisfacción más profunda del uno en el otro dentro del
matrimonio.
Cuando Faye y yo éramos novios, alguien me hizo una de las
preguntas que más me ayudó a pensar en la importancia de
las barreras físicas: “Si se casa con otra persona, ¿te
sentirías con la obligación de pedirle perdón a su esposo?”.
Si no te llegas a casar con ella (y esto es igual de probable a si
te casas con ella), y un día vieras a tu novia con su futuro
esposo, ¿te sentirías orgulloso de cómo la trataste —de cómo
le hablaste, del grado de intimidad que tuvieron, de los
límites que mantuvieron o quebrantaron, de la manera en
que la tocaste— o te sentirías avergonzado y obligado a
pedirle
perdón?
Si
respondes
estas
preguntas
con
honestidad, descubrirás que muchas de tus ideas, deseos y
229
comportamientos son inapropiados para un noviazgo. Qué
hermoso sería que ese futuro esposo pudiera mirarte a los
ojos, consciente de toda tu relación con la que ahora es su
esposa, y agradecerte por amarla tanto (y a Jesús) como para
no aprovecharte de ella ni haber empujado los límites
físicos. Trátala, en todas las áreas del noviazgo, de forma
que puedas presentarte con libertad y gozo ante Dios y ante
su futuro cónyuge sin una gota de remordimiento o de
vergüenza.
TOMA LA INICIATIVA SIN TEMOR
Los maridos son llamados a tomar la iniciativa y servir a sus
esposas (Ef 5:23). De forma similar (no igual), los novios son
llamados a guiar y servir a sus novias durante el noviazgo —es
decir, a ser el iniciador y protector abnegado. Los novios no
son maridos, y no deben actuar como si lo fueran. Pero deben
actuar como hombres. Los hombres de este mundo tienden a
empujar los límites. ¿Qué pasaría si los hombres de la iglesia
fueran conocidos por defender esos límites, por ser francos
sobre los peligros del pecado, por huir de la tentación, por
buscar mujeres cuya pureza sea evidente —en resumen, por
tratar a las mujeres como Cristo nos trata (Ef 5:25-27)?
¿Cómo se ve ese liderazgo abnegado en el noviazgo?
Comienza con la comunicación (una de las debilidades más
grandes en la mayoría de los hombres). Hombres: declaren
sus intenciones de manera clara, establezcan el ritmo y
230
hablen del progreso en la relación. Seamos los primeros en
iniciar esa difícil conversación sobre los límites y la pureza.
Puede que no se sienta agradable o romántico en el
momento, pero con el tiempo (y esperemos que incluso
ahora) ella lo valorará inmensamente. No es que tengas que
convocar una rueda de prensa para anunciar el estado de la
relación en cada cita, pero sí debes procurar transmitirle
continuamente hacia dónde se dirige la relación y cómo te
parece que van las cosas. Aunque todos los demás estén
simplemente “hablando” o “ligando”, tu novia nunca debe
estarse preguntando sobre lo que piensas, deseas o sientes
respecto a la relación. La ambigüedad es un arma para
manipular en el noviazgo, no una forma de llegar al
matrimonio. Seamos lo suficientemente valientes como
para no empujar los límites, y lo suficientemente atrevidos
como para poner límites antes de que venga la tentación. No
esperes a que ella te diga que no. Ámala de tal manera que
ella nunca sea la que tenga que trazar la línea.
Pero, chicas, esto no es un comodín para salir absueltas en
cuanto
a
los
límites.
Tu
novio
debe
asumir
la
responsabilidad y protegerte. Pero si no lo hace, deberías
preguntarte si él está listo para casarse y para amarte como
su esposa. Puede que él sea divertido, encantador y
físicamente atractivo, pero ¿estará dispuesto a abandonar
sus propios intereses y deseos por ti? Si tu novio no está
dispuesto o no es capaz de respetar los límites que han
establecido, ese es tu deber. El gozo y la esperanza que han
231
encontrado en Cristo les han dado la libertad para decir
“no” de forma rápida y enfática cuando sea necesario. Si te
sientes
incómoda,
díselo
inmediatamente.
Si
tienes
preguntas —cualquier pregunta— sobre los límites, sobre su
comportamiento
o
sobre
el
estatus
de
la
relación,
comunícaselas. Es posible que tengas miedo de perderlo
porque tuviste que trazar algún límite, le llamaste la
atención, o le hiciste una pregunta incómoda. Pero si él no
está listo para ser honesto contigo y para procurar la pureza
de manera intencional, debería darte más miedo el no
perderlo. No necesitas a esa persona, ni esa relación, y
mucho menos la vergüenza o el remordimiento de haber
traspasado los límites. Dile que no, y si se resiste, rompe tu
relación con él.
Satanás quiere hacernos creer que la vida y el gozo se
encuentran
fuera
y
muy
lejos
de
estos
límites
—
adentrándonos en las profundidades del océano violento de
nuestros deseos, arriesgándolo todo solo por querer ir un
poco más allá— pero los que hemos experimentado la
verdadera vida y el verdadero gozo conocemos la seguridad
y el placer que nos esperan dentro de los límites que Dios ha
establecido para nosotros en el noviazgo.
232
15
EL MAL TERCIO QUE TODOS
NECESITAMOS
Todos reconocemos que no sabemos lo suficiente como para
sobrevivir solos. Todos reconocemos que necesitamos el
conocimiento y las experiencias de otros para poder subsistir.
¿No me crees? Solo tienes que leer tu historial de búsquedas
en Internet. Nuestra sociedad realmente reconoce, más que
ninguna
otra
en
la
historia,
lo
poco
que
sabemos.
Afortunadamente, no tenemos que saberlo todo. Vivimos en
una era en la que no tenemos ni que esperar para obtener una
respuesta. Si la información existe, la encontraremos y la
sabremos en segundos. Google, un ente vivo y activo, viene
incorporado a todos los aparatos electrónicos que tengamos.
Ya todos podemos saber lo que queramos.
De hecho, somos más dados a buscar ayuda en línea que a
pedírsela a alguien que conocemos. ¿Por qué hemos llegado
a esto? Bueno, en parte porque Google sabe mucho más que
cualquiera de nuestros amigos (al menos más que todos los
míos). Pero también buscamos ayuda en Google porque es
un consejero rápido y conveniente, siempre está disponible
233
cuando lo necesitamos y nunca nos pedirá nada a cambio. El
dios pintado de rojo, amarillo, azul y verde que tenemos en
nuestras manos es visible, controlable, instantáneo y
aparentemente omnisciente. Es como un bufet interminable
de opiniones y consejos que siempre tiene algo que decir
sobre todo, y que además nos deja escoger la respuesta que
queramos, especialmente en cuanto al noviazgo.
•¿Qué tan lejos deberíamos llegar en lo físico antes del
matrimonio?
•¿Cuánto tiempo debo esperar para salir con alguien después
de una ruptura?
•¿Qué cosas debo buscar en un chico?
•¿Qué es lo que buscan las chicas?
•¿Deberían los novios vivir juntos antes de casarse?
No será difícil encontrar una respuesta (o, más bien, miles
de respuestas) a cada una de nuestras preguntas sobre las
relaciones amorosas. La escalofriante realidad es que en
Internet podemos encontrar una respuesta para justificar
cualquier cosa que queramos hacer—sea bueno o malo,
seguro o peligroso, sabio o necio. El consejo que escojamos
podría ser de un libro escrito por un doctor, o una
publicación del blog de un adolescente, o sencillamente algo
que hemos encontrado en Pinterest. Realmente no importa
quién lo esté diciendo mientras ese consejo confirme lo que
pensábamos o deseábamos desde el principio. Pensamos que
al navegar por toda esa información estamos buscando el
consejo de otros, pero muchas veces la realidad es que
234
estamos cediendo ante nuestros propios deseos e ignorancia.
Hemos dejado la seguridad que nos ofrece la oficina del
doctor y escogido la libertad y la facilidad de la tienda de la
gasolinera. En lugar de buscar la perspectiva y la dirección
cualificadas que tanto necesitamos de las personas que hay a
nuestro alrededor, nos alejamos comiéndonos nuestra barra
de chocolate favorita de cena, otra vez, acompañada de una
saludable Coca-Cola.
Puede que los amigos reales, y la rendición de cuentas con
ellos, no te ofrezcan la misma cantidad de información o de
consejos, y puede que no siempre te guste lo que te van a
decir, pero ellos le añadirán una nueva e importante
dimensión a tu relación de noviazgo: ellos te conocen. Es
posible que Google sepa muchas cosas sobre ti, pero nunca
llegará a conocerte, y nunca usará aquello que conoce de ti
para demostrarte su amor por ti. Su deseo no es hacerte una
mejor persona o ayudarte a tomar las mejores decisiones en
tu noviazgo. Google quiere que sigamos haciendo clic, y no
que sigamos creciendo. Google nos da lo que deseamos, no lo
que necesitamos. Todos necesitamos un mal tercio —en la
vida y en el noviazgo. Necesitamos personas que realmente
nos conozcan y nos amen, y que quieran lo mejor para
nosotros, aunque en ese momento no sea lo que nosotros
deseamos.
LAS CARGAS QUE LLEVAMOS A SOLAS
235
El primer versículo que recuerdo haber memorizado es
Gálatas 6:2: “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así
cumplirán la ley de Cristo”. Me memoricé estas quince
palabras junto a unos seis amigos durante mi primer año de
bachillerato. Nuestro líder de Young Life [Vida Joven] nos dio
este versículo para enseñarnos que nos necesitamos unos a
otros mientras seguimos a Jesús. Nuestra fe era personal, y
nuestra relación con Jesús también, pero nunca se nos dijo
que debíamos andar solos por este camino. Teníamos que
aprender a llevar las cargas de los demás y, quizás lo más
difícil, dejar que otros nos ayuden a llevar las nuestras.
Sin embargo, aún hoy, soy tentado a pensar en esas cargas
como aquellas necesidades que son especialmente serias y
que solo aparecen de vez en cuando. “Si alguna vez necesitas
algo, sabes que puedes contar conmigo”. Esto es lo que
solemos decir en tiempos de crisis que son inesperados o
abrumadores; por ejemplo, la muerte de un familiar, una
necesidad financiera inesperada, una enfermedad seria o la
pérdida de un empleo. Pero realmente no esperamos
necesitarnos unos a otros, o por lo menos no tan seguido.
Ese tipo de individualismo y de independencia es más
occidental que cristiano. Cuando Pablo dijo que debemos
llevar las cargas de otros, estaba hablando principalmente
de nuestros corazones, de las cosas que suceden en nuestro
interior. Y las cargas que tenía en mente no eran
extraordinarias, sino ordinarias. La intención de nuestra
unión no es solo que nos aconsejemos y nos consolemos
236
mutuamente en medio de las tribulaciones más intensas de
la vida, sino que nos ayudemos unos a otros a ser fieles a
Jesús en medio de las tentaciones y frustraciones cotidianas.
¿Cómo lo sé? Los versículos que preceden a Gálatas 6:2 no
tratan sobre enfermedad, pobreza ni persecución; no son
aquellas cosas que normalmente vemos como cargas. No,
Pablo habla sobre andar en el Espíritu —cambiar el camino
del mundo que lleva a la comodidad y al placer por el
camino de la vida. “Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y
no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa” (Gá
5:16). No está intentado rescatarnos de la incomodidad ni de
los inconvenientes, sino del pecado —de “inmoralidad
sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio,
discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones,
sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas
parecidas” (Gá 5:19-21). Pablo no está pensando en satisfacer
nuestras necesidades físicas, sino las espirituales —“amor,
alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio” (Gá 6:22-23). Él termina el
capítulo 5 diciendo: “Si el Espíritu nos da vida, andemos
guiados por el Espíritu” (v 25). Y después comienza el
capítulo 6 diciéndonos que debemos ayudarnos unos a otros
a llevar nuestras cargas, las cargas de vivir una vida fiel y
apasionada, paso a paso, para Cristo.
REALMENTE CONOCIDO Y PROFUNDAMENTE
AMADO
237
Este capítulo es un llamado a la rendición de cuentas durante
el noviazgo, a que se ayuden unos a otros a llevar sus cargas en
su búsqueda del matrimonio. Quizás ese término —rendición
de cuentas— te suena algo anticuado. Rendir cuentas significa
ser conocido de una forma verdadera, profunda y coherente
por alguien que se preocupa lo suficiente por nosotros como
para ayudarnos a no cometer errores y a no consentir el
pecado en nuestras vidas. La Biblia nos advierte que debemos
entretejer todos nuestros deseos, necesidades y decisiones en
el telar de la familia que nos ama y nos ayudará a seguir a
Cristo. Dios te ha enviado (tu fe, tus dones y tus experiencias)
a las vidas de otros creyentes para que puedas animarles:
“Hermanos, también les rogamos que amonesten a los
holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles
y sean pacientes con todos” (1Ts 5:14); retarles y corregirles:
“Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su
riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda
sabiduría” (Col 3:16); y edificarles: “Por eso, anímense y
edifíquense unos a otros” (1Ts 5:11). Y aunque en ocasiones
parezca inconveniente, innecesario, inútil e incluso molesto,
Dios también ha enviado a tu vida hombres y mujeres
piadosos con dones y con más experiencia, y lo hace para tu
bien. El Dios que envía a estas personas a nuestras vidas
conoce nuestras necesidades aún más que nosotros mismos.
Las personas que estuvieron dispuestas a que les rindiera
cuentas durante mis noviazgos han sido mis mejores
amigos. A lo largo de los años he tenido muchos amigos,
238
pero los que más respeto y aprecio son aquellos que
estuvieron dispuestos a presionarme, a hacerme las
preguntas más difíciles, y a ofrecerme su consejo sin que se
lo pidiera. Se acercaron a mí cuando estaba pasando
demasiado tiempo con mi novia o cuando estaba ignorando
otras áreas importantes de mi vida. También me dejaban
saber cuando una relación les parecía enfermiza. Ellos
sabían acerca de mis pecados sexuales pasados, así que no
tenían miedo de hacerme preguntas para protegerme. Me
han llevado a Cristo incesantemente —recordándome que
no debía poner mi esperanza en ninguna relación,
ayudándome a cultivar la paciencia y la pureza, a ser buen
comunicador y un buen líder. Estas personas no me
guardaron de manera perfecta del error o del fracaso, nadie
puede; pero jugaron un papel muy importante en ayudarme
a madurar como hombre, como novio, y ahora como esposo.
Todos
necesitamos
amigos
y
consejeros
valientes,
persistentes y alentadores en medio de las aguas turbias y
peligrosas del noviazgo.
CUATRO CORAZONES Y CUATRO PARES DE
OJOS
Tenemos muchas relaciones distintas en nuestras vidas, y
cada una juega un papel único en nuestro noviazgo: las
relaciones con nuestros hermanos en Cristo, con nuestros
239
padres, con nuestros amigos y con el Señor. Juntas nos
ofrecen cuatro niveles de rendición de cuentas.
1. EVITA DEJAR A UN LADO A TUS HERMANOS EN CRISTO DURANTE EL
NOVIAZGO.
No solemos pensar en los hermanos de la iglesia como parte
de nuestra búsqueda del matrimonio. Probablemente
muchos de nosotros ni siquiera queremos que ellos se
metan. Tendemos a distanciarnos de otros cuando la
relación va en serio, enfocando todo nuestro tiempo y
energía en ese novio(a). Sin embargo, Dios dice es a la iglesia
local a quien primeramente debemos rendirle cuentas (Mt
18:15-17). Él diseñó a la iglesia para que fuera como una
señalización a ambos lados de la carretera que nos ayuda a
mantenernos despiertos y alertas mientras conducimos por
la vida —y por el noviazgo. Si no incluimos a los hermanos
de la iglesia en nuestra rutina y en nuestras relaciones, es
posible que nos salgamos del camino y que caigamos por un
precipicio. Casi nunca nos tomamos el tiempo para
agradecerle a Dios por esas bandas de rodamiento hasta que
las necesitamos, pero nos alegramos de que estén allí por si
comenzamos a cabecear mientras conducimos. La iglesia
ofrece ese tipo de estructura, dirección y seguridad.
Las iglesias están llenas de diferentes tipos de personas —
edades,
profesiones,
pasatiempos
y
estilos
de
vida
diferentes; etnias diferentes; diferentes etapas de la vida. La
mejor rendición de cuentas suele ser con aquellos que no se
240
parecen en nada a nosotros o a nuestros amigos. Casi
siempre somos tentados a rodearnos de gente que piensa
como nosotros, vive como nosotros, y se parece a nosotros.
Nos atraen las personas cuyas circunstancias son similares a
las nuestras (universidad, soltería, negocios, matrimonio,
hijos). La iglesia nos envuelve dentro de una familia con
gente que no se parece en nada a nosotros. Esa diversidad no
es algo que debemos soportar cada semana, sino que es un
increíble regalo y un privilegio. No tienes que imprimir un
boletín semanal ni ponerte de pie durante los avisos para
darle a toda la iglesia un reporte sobre tu relación, pero sí
debes apoyarte en algunas personas que sean mayores y más
maduras que tú. Busca unas cuantas personas con las que no
sueles juntarte e invítalas a que conozcan tus pensamientos
y decisiones durante tu noviazgo.
Algunos de ustedes no son miembros de una iglesia local. De
hecho, es posible que por diferentes circunstancias ni
siquiera estés asistiendo a una iglesia. Tal vez estás
postergando la decisión de unirte a una iglesia para cuando
te cases y formes una familia. El problema es que necesitas
una iglesia ahora mismo, y la iglesia te necesita. Pablo dice:
“Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es
miembro de ese cuerpo” (1Co 12:27), y “Dios colocó cada
miembro del cuerpo como mejor le pareció” (1Co 12:18). Si
somos creyentes en Cristo, somos parte de Su cuerpo: una
mano, un pie, una oreja, un riñón. La pregunta es si seremos
un miembro saludable o uno disfuncional e inservible. Pablo
241
continúa diciendo: “Dios ha dispuesto los miembros de
nuestro cuerpo... a fin de que no haya división en el cuerpo,
sino que sus miembros se preocupen por igual unos por
otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su
sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se
alegran con él” (1Co 12:24-26). Cuando abandonamos la
iglesia, estamos privando al cuerpo de esta clase de apoyo y
de gozo. Y nosotros nos perdemos de lo mismo. Únete a una
iglesia local y rinde cuentas: conéctate, trata de conocer y de
darte a conocer a algunas personas, busca gente que sea
diferente a ti e invítalos a tu noviazgo.
2. APÓYATE EN EL AMOR QUE TE CRIÓ Y TE AYUDÓ A SER QUIEN ERES.
“Honra a tu padre y a tu madre” (Ef 6:2; Éx 10:12). Es tan
simple, pero tan desafiante a la vez. Parece anticuado e
innecesario hoy en día. Los padres suelen ser una mera
formalidad una vez que hemos tomado nuestra decisión de
entrar
en
una
relación
—a
menos
que
estemos
comprometidos a tener un noviazgo diferente a los del
mundo y que estemos buscando el matrimonio de una
manera que le hable a otros sobre Cristo. Incluir y honrar a
nuestros padres durante el noviazgo no es muy popular, y
no siempre será fácil. Quizás no pensamos igual que
nuestros padres. Tal vez nuestros padres no son creyentes.
Puede ser que nuestros padres estén divorciados y no estén
de acuerdo entre ellos sobre lo que deberíamos hacer. Es
posible que ni siquiera estén interesados en formar parte de
242
nuestra relación. No podemos forzarles a mostrar interés ni
a cooperar, pero sí podemos honrarles, y podemos pensar en
formas creativas de animarles a involucrarse y de pedirles
su opinión y consejo. Aunque no estés de acuerdo con ellos
en cuanto a tu relación (o especialmente si difieren), inclina
tu oído y escucha bien. Si están preocupados o frustrados,
esfuérzate lo más que puedas por entender el por qué.
Nuestros padres pueden estar completamente equivocados,
pero la mayoría de los padres no desearán dañarnos
intencionalmente ni evitar que seamos felices. Es fácil
darnos por vencidos rápidamente e ignorar este aspecto.
Cuando no estemos de acuerdo con ellos, asombremos a los
demás
amándolos
más
intencionalmente
y
más
alegremente.
¿Y el padre de la novia? Los padres ahora se involucran cada
vez menos en los noviazgos de sus hijas. Los novios sabios
buscarán al padre de su novia tanto como sea posible para
que ese hombre que ha sido el principal responsable de
cuidarla
pueda
enseñarle
cómo
hacerlo
mejor.
Con
demasiada frecuencia olvidamos a los padres hasta que llega
la entrevista de último minuto antes del compromiso,
cuando Dios quiere que ellos sean agentes activos y
disponibles de sabiduría y protección. Y no me refiero a que
sean policías. Hay padres necios que disfrutan hacer el papel
del tipo duro, pistola en mano y todo. Los padres sabios
disfrutarán la oportunidad de desarrollar una relación real,
intencional y bíblica con el hombre que podría ser el
243
encargado de cuidar a su hija por el resto de su vida. ¿Qué
pasaría si el padre de la hija tomara la responsabilidad no
solo de investigar al joven sino de invertir en él y prepararlo
para que su noviazgo y su matrimonio glorifiquen a Cristo?
¿Y qué pasaría si los novios fueran tan valientes como para
iniciar este tipo de relación y discipulado con el padre?11
Es posible que algunos de ustedes hayan estado leyendo todo
esto con profunda tristeza. Desafortunadamente, existen
demasiados hijos que no cuentan con un padre, ya sea física
o funcionalmente, tanto en el mundo como en la iglesia.
Quizás perdiste a tu padre cuando eras niño, ya sea por
enfermedad,
accidente,
adicción
o
violencia.
Independientemente de la razón, perder a un padre no es
nada fácil. Duele, y sigue doliendo. Pero nuestro Dios no es
un Dios solo para los que tienen un padre. Él es el que más
ha amado a los huérfanos, tanto a los que han sido
abandonados biológicamente como a los que han sido
abandonados espiritualmente. Y en Su maravillosa gracia se
ha provisto de hombres para que sean padres cuando los
verdaderos padres no pueden o no quieren. Si estás en una
iglesia donde se predica el evangelio y todo el consejo de la
Biblia, es muy probable que haya hombres maduros y fieles
que siguen a Jesús y que pueden ayudarte a navegar las
aguas de tu relación. Ellos pueden amarte a ti y a tu pareja, y
guiarles para que puedan conocerse de manera sana y
mantenerse enfocados en buscar esa claridad.
3. INVOLUCRA A AMIGOS VERDADEROS EN TU RELACIÓN.
244
La siguiente línea de defensa en el noviazgo son los amigos
que nos conocen, que conocen a nuestro novio(a), y que
conocen nuestra relación mejor que nadie; que nos aman y
aman a Jesús lo suficiente como para exigirnos que les
rindamos cuentas. No estoy hablando de cualquier amigo.
Todos tenemos amigos, pero todos necesitamos amigos
verdaderos que nos conozcan lo suficiente y que estén
involucrados de forma regular y activa en nuestra relación.
Nosotros mismos no tenemos toda la perspectiva y la
sabiduría que necesitamos para honrar a Cristo durante el
noviazgo. Podríamos pensar que tenemos todo bajo control,
pero la Biblia dice claramente que nunca debemos de vivir (o
comenzar un noviazgo) de esa manera. Proverbios nos
advierte: “Cuando falta el consejo, fracasan los planes;
cuando abunda el consejo, prosperan” (Pro 15:22). Y Hebreos
dice: “Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga
un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse
del Dios vivo. Más bien, mientras dure ese ‘hoy’, anímense
unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se
endurezca por el engaño del pecado” (Heb 3:12-13). Cada día.
En todas las etapas de la vida. En toda relación. Siempre
debemos desconfiar de nuestros propios corazones y buscar
una segunda opinión. Incluso después de que Dios nos
rescata de nuestro pecado, nos saca del hoyo, y pone Su
Espíritu en nosotros, todavía batallamos contra el pecado
remanente en nuestros corazones, y no podremos vencerlo
245
si andamos solos. Necesitamos amigos en esta lucha que nos
ayuden a ver nuestros errores y debilidades.
No esperes a que un amigo te pregunte cómo van las cosas.
Busca a esos amigos y comparte con ellos abiertamente. No
les dejes el trabajo de indagar. Debes estar preparado para
admitir tus inseguridades e incapacidades y para confesar
tus fracasos. La confesión es un medio de gracia, no de
juicio. Santiago dice: “Por eso, confiésense unos a otros sus
pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados” (Stg
5:16). Si no sabes qué preguntarle a un amigo sobre su
relación, o si estás pensando en cuáles preguntas otros
podrían hacerte, aquí están algunas de las más importantes:
•¿De qué suelen hablar? ¿Cómo sería una conversación típica
entre ustedes?
•¿Qué tan lejos han llegado físicamente, y en qué situaciones
experimentan más tentación?
•¿Qué límites han establecido juntos? ¿Han sido capaces de
mantener esos límites?
•¿Qué estás aprendiendo de él (o de ella)? ¿Tienes cada vez
más o menos claridad en cuanto al matrimonio con esta
persona?
•¿Cómo han cambiado sus relaciones individuales con Dios
(sus tiempos de oración, su lectura de la Biblia, su
participación en la iglesia local y su ministración a los
demás) desde que empezó su noviazgo?
4. EXAMÍNATE DELANTE DE DIOS.
246
Si no tomamos en serio nuestra responsabilidad ante Dios,
nunca tomaremos en serio la rendición de cuentas. Las
amistades que más necesitamos en esta vida se construyen
cuando ambas partes tienen las mismas convicciones: Dios
realmente existe y sabe absolutamente todo sobre nosotros.
El pecado realmente nos condena al infierno si no tenemos
fe y nos arrepentimos. Jesús realmente derramó Su sangre y
se asfixió en una cruz por salvarnos. Realmente somos
ciegos ante una parte del pecado remanente que aún mora
en nosotros. Sin estas convicciones, realmente solo estamos
jugando a la iglesia. Todas nuestras conversaciones parecen
adecuadas, significativas y cristianas, pero en la práctica no
estamos creyendo ni viviendo el evangelio de Jesucristo.
La rendición de cuentas siempre debe comenzar con
nosotros, con nuestro propio sentido de responsabilidad
hacia Dios. “Examínense para ver si están en la fe;
pruébense a sí mismos” (2Co 13:5). Nadie de este lado del
cielo te conoce mejor que tú mismo, y a nadie de este lado
del cielo le interesa más tu vida y tu futuro que a ti. Esto
debería llevarnos a preocuparnos más que cualquier otra
persona por nuestra propia fe y fidelidad, por demostrar que
somos creyentes genuinos y fructíferos en Cristo y en Su
gracia.
Justo después de que Pablo dijo que nos ayudáramos unos a
otros a llevar nuestras cargas, dijo: “Cada cual examine su
propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no se
compare con nadie. Que cada uno cargue con su propia
247
responsabilidad”
(Gá
6:3-5).
¿Qué
significa
esto?
La
rendición de cuentas es absolutamente crucial (“ayúdense
unos a otros a llevar sus cargas”), pero cada uno de nosotros
dará cuentas individualmente en el día del juicio. Ni la fe ni
el amor de otro, ni su preocupación por nuestra salvación
contarán a nuestro favor en ese día; solo nuestra propia fe y
las evidencias de la gracia en nuestras vidas. Por tanto,
aparte de rendirle cuentas a otros, cada uno debe evaluar
sus propias obras —actitudes, decisiones y comportamiento.
En nuestro noviazgo, ¿estamos comportándonos “de una
manera digna del evangelio de Cristo” (Fil 1:27), o estamos
contentándonos con una supuesta relación “cristiana” que
se parece demasiado a todas las demás relaciones del
mundo? Deberíamos estar mucho más preocupados que
cualquier amigo, padre o pastor por responder a esta
pregunta.
DESCANSA EN LA GRACIA, PERO LUCHA POR
FE
Hay dos verdades que deben gobernar nuestra relación de
noviazgo y toda relación de rendición de cuentas. Primero,
Pablo nos promete: “Por lo tanto, ya no hay ninguna
condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Ro 8:1).
Una rendición de cuentas adecuada, fundamentada en el
evangelio, no produce condenación sino confianza. Nos
recuerda que hemos sido salvos únicamente por gracia, por la
248
fe en nuestro único salvador: Jesucristo. Nunca seremos
merecedores del amor y la protección de Dios. Y si estamos en
Cristo, nada podrá separarnos de Su amor. El evangelio es lo
suficientemente grande como para cubrir todo nuestro
pecado, sin importar cuán lejos nos hayamos alejado de Dios,
y para redimirnos de cualquiera de nuestros errores o fracasos
en el noviazgo.
Segundo, Pablo promete: “Porque si ustedes viven conforme
a ella [la carne], morirán; pero si por medio del Espíritu dan
muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán” (Ro 8:13). En
todo lo que hacemos, la vida y la muerte están en juego.
¿Estamos viviendo para complacernos a nosotros mismos y
nuestros deseos pecaminosos, o estamos matando al pecado
dondequiera que lo encontremos? Si queremos que nuestras
vidas, relaciones y matrimonios cuenten para Cristo,
invitemos a otros a nuestro noviazgo —ese mal tercio que
todos necesitamos. No podemos arriesgarnos a sufrir las
consecuencias devastadoras de permitir que el pecado
persista o avance en nuestros corazones.
249
16
“NO ERES TÚ; ES DIOS”
¿A qué edad te dieron tu propio teléfono celular? Mis amigos
empezaron a tenerlos desde que estábamos en la secundaria.
Así que, obviamente, yo también quería uno. No, yo
necesitaba tener mi propio celular. Bueno, al menos eso le
decía a mis padres cada noche. ¿Cómo podía vivir en este
mundo con trece años y sin un teléfono celular? ¡Tenía
muchas llamadas importantes que hacer! “¿Y si estoy en
problemas y necesito ponerme en contacto con ustedes…?”.
Eso era lo que siempre preguntaba cuando me fallaban todos
los demás argumentos. Pero no hubo forma de convencer a
mis padres. Me prometieron que me comprarían uno cuando
tuviera dieciséis años y pudiera conducir. Antes de eso, no
habría celular.
Después de tres largos años arrastrándome por el desierto de
la desconexión, encadenado al teléfono de casa como si
fuera parte de mí, vislumbré la grandiosa primavera de mi
cumpleaños
número
dieciséis.
Pero
un
mes
antes,
celebramos la Navidad. Miré el montón de regalos que había
debajo del árbol, y sabía que mi libertad en forma de celular
plegable estaría escondida en alguna parte. Mis hermanos y
250
yo comenzamos a abrir los regalos. Inmediatamente, mis
padres me entregaron una caja. Estaba seguro de que era el
celular. Finalmente sería un hombre. Rompí la envoltura, y
allí estaba mi primer teléfono móvil.
Lo examiné durante unos segundos. Había estado esperando
y suplicando durante años. Pero no era lo que esperaba. Era
más grande que los celulares de mis amigos. No era un
teléfono inteligente —grave error. Ni siquiera tenía juegos
—ni uno. Era lo más básico y aburrido que había visto.
Los demás seguían abriendo regalos, y yo comencé a
sentirme desairado. Parecía que mis hermanos estaban
recibiendo más y mejores regalos. Sentía que mis padres me
estaban castigando. “Marshall, ¿podrías pasarle esto a
Cam?”. “Marshall, pásale esto a Noah”. Palos de golf, un
estéreo y tarjetas de regalo. Yo estaba recibiendo calcetines,
ropa interior y el clásico suéter que mi madre nos hacía.
Estuve a punto de llorar. Con dieciséis años y a punto de
hacer una rabieta. El estado de Ohio estaba listo para
permitirme conducir un vehículo a 100 km/h, y allí estaba
yo, llorando en la mañana de Navidad.
Mis hermanos abrieron sus últimos regalos. Recogimos todo
el papel de regalo mientras mamá nos preparaba el
desayuno. Decepcionado, recogí mis nuevos calzoncillos.
Nos sentamos a la mesa para desayunar. Papá dijo que se
había olvidado algo en el maletero del carro y me pidió que
lo fuera a buscar. Pensé: “¿Hablas en serio? ¿Después de lo
que me has hecho?”. Pero le dije: “Claro, iré a buscarlo”. Me
251
dirigí al garaje, abrí el maletero, y no había nada allí. “Esto
es el colmo”, pensé. Justo cuando estaba a punto de cerrar el
maletero de mala gana, la puerta del garaje se abrió a mis
espaldas. Me di la vuelta y vi un hermoso Volkswagen Jetta
color plata con un gran moño rojo encima. Por poco me
desmayo. Mis padres habían comprado un tercer carro para
que pudiera manejarlo cuando tuviera el permiso de
conducir. Me olvidé por completo de que tenía un celular.
Me subí al coche de inmediato junto a mi padre. Llevaba
puestas unas pantuflas de vaca. Sí, dieciséis años, y usaba
pantuflas de vaca. Salimos a dar una vuelta por veinte
minutos. Éramos los únicos en la calle aquella mañana. No
podía dejar de sonreír. Me había pasado los últimos tres
años obsesionado con un teléfono celular, anhelando un
celular, mientras que mis padres habían estado planificando
comprarme un carro.
EL AMOR DE DIOS ES UN AMOR NO
CORRESPONDIDO
La montaña rusa de emociones que experimenté esa Navidad
es una sencilla y graciosa ilustración de una dura realidad.
Dios muchas veces nos retiene, o incluso nos quita, algo para
poder darnos algo mucho mejor. Nuestro Padre celestial
conoce todas nuestras necesidades, tiene planes para nosotros
que jamás podríamos imaginar, y maneja todo en el universo
para nuestro bien. Pero hacer lo que es mejor para nosotros
252
usualmente nos causa dolor o incomodidad al principio, como
limpiar una caries o recolocar un hueso en su sitio. El amor de
Dios puede llegar a ser incómodo, incluso insoportable en el
momento, pero siempre nos guía a través de cada valle oscuro
hasta llevarnos a la vida y al gozo incomparables. Además, nos
ahorra todo tipo de sufrimiento y dolor en el futuro.
El dolor nunca es evidencia de que Dios se haya olvidado de
nosotros o de que ya no se preocupa por nosotros. Él
promete: “Así que no temas, porque Yo estoy contigo; no te
angusties, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te
ayudaré; te sostendré con Mi diestra victoriosa” (Is 41:10). Si
Él permite que pasemos por algo difícil o doloroso, como la
ruptura de una relación, Él va con nosotros en cada paso y
nos espera del otro lado para darnos un regalo que eclipsará
todo nuestro sufrimiento—como cambiarte un celular
obsoleto por un carro nuevo. Pablo dice: “Pues los
sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos
producen una gloria eterna que vale muchísimo más que
todo sufrimiento” (2Co 4:17).
Las rupturas suelen ser nuestro primer contacto con el lado
negativo del amor, y la mayoría de nosotros no quisiéramos
volver a experimentarlo. Algunos de los días más oscuros de
una persona soltera llegan después de terminar una
relación. Expusiste tu corazón. Compartiste tu vida.
Compraste regalos, construiste momentos inolvidables, y
soñaste con tener una vida juntos; pero todo eso se
derrumbó. Ahora tienes que volver a empezar esa búsqueda
253
del matrimonio, pero te sientes aun más solo y más lejos del
altar que al principio por todo lo que has gastado y perdido.
Piensas: “¿Y si todas las relaciones terminan como esta? ¿Y
si nunca logro casarme?”. A aquellos cuyo corazón está
quebrantado y temeroso, Dios les dice: “No temas, que Yo te
he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres Mío.
Cuando cruces las aguas, Yo estaré contigo; cuando cruces
los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el
fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas” (Is 43:1-2).
Las rupturas suelen ser las aguas más profundas y los fuegos
más abrazadores en la vida de los solteros. Pero si confiamos
en Dios y corremos hacia Él en medio de nuestra angustia y
confusión, será en esas mismas aguas y fuegos que
experimentaremos Su cercanía y Su amor como nunca
antes.
SIETE LECCIONES PARA DESPUÉS DE
CUALQUIER RUPTURA
La realidad es que hay muchas relaciones buenas que exaltan
el nombre de Cristo y que aun así fracasan antes de la
ceremonia. El dolor que esto produce es profundo y duradero.
Las rupturas en la iglesia son dolorosas e incómodas, y
muchos de nosotros ya hemos pasado o pasaremos por este
camino oscuro y solitario en algún punto de nuestras vidas.
Así que aquí tienes siete lecciones que nos ayudarán a darle
254
esperanza y amor a creyentes que hayan terminado una
relación de noviazgo.
1.PUEDES LLORAR —Y PROBABLEMENTE DEBERÍAS LLORAR.
Las rupturas casi siempre duelen. Tal vez no lo veías venir,
y la otra persona simplemente te dijo que quería terminar la
relación. Tal vez estabas convencido de que la relación debía
terminar, pero sabías lo duro que sería decírselo. Puede ser
que hayan estado juntos por años. Posiblemente llegaste a
amar a su familia y a sus amigos. Si no ha habido una
ceremonia, no es un divorcio, pero puede que se sienta
igual.
Se siente como un divorcio por una razón. No fuiste creado
para sentir este tipo de miseria. Dios diseñó el romance para
que fuera expresado en medio de la fidelidad y la lealtad —
dentro de una unión. Debido a que el noviazgo es solo un
medio para llegar al matrimonio, el diseño de Dios para el
matrimonio nos habla sobre Su diseño para el noviazgo. El
noviazgo que avanza demasiado rápido o se termina sin
cuidado no refleja la intención de Dios. Esto no quiere decir
que todo noviazgo debe terminar en un matrimonio, pero sí
quiere decir que las rupturas van a doler. Dios te creó para
que disfrutaras y crecieras en el contexto de un amor
duradero, como el amor eterno de Cristo por Su esposa. Así
que siéntete libre de expresar tu dolor, y reconoce que el
mismo apunta hacia algo hermoso sobre tu Dios y Su
inquebrantable amor por ti.
255
Y si no te duele, probablemente debería doler. Si eres capaz
de entrar y salir de las relaciones sin sentir dolor o
remordimiento, es probable que algo no ande bien. Esto no
significa que tenemos que estar destrozados después de cada
ruptura, pero debe haber una sensación de que eso no es lo
que debería suceder. Los corazones no fueron diseñados
para ser prestados por un tiempo. Dios tiene que mostrarle a
algunos de nosotros la gravedad de las relaciones fracasadas,
pues muestran una imagen distorsionada de Dios y de Su
amor por la iglesia.
2.NO TENGAS DEMASIADA PRISA POR ENTRAR EN OTRA RELACIÓN.
Conocer y abrazar el diseño de Dios para el matrimonio y el
noviazgo nos ayudará a manejar nuestros sentimientos de
una forma apropiada, y además nos ayudará a dar nuestros
próximos pasos con sabiduría y cuidado. Uno de los peores
errores, y que además es muy común, es comenzar una
nueva relación demasiado pronto. Al vivir en la era de las
redes sociales y de los noviazgos por Internet, realmente no
tenemos que esforzarnos mucho para encontrar otro
prospecto.
El afecto puede ser adictivo. Si has salido con alguien, si te
han tomado de la mano, si has visto sonrisas, si has
intercambiado mensajes y experimentado la dulzura de la
atención y el cariño de otra persona, querrás más. Y la
manera más sencilla de conseguirlo es buscando otra
persona enseguida. Pero si estamos pensando en Dios, en
256
nuestro testimonio, en nuestro(a) ex y nuestro futuro
cónyuge, entonces vamos a esperar, orar y ser pacientes y
cuidadosos cuando llegue el momento de conocer a otra
persona. Es muy fácil ir dejando una estela de personas
heridas en nuestra búsqueda de un cónyuge. No pienses que
porque no estás saliendo con alguien ahora mismo no estás
avanzando hacia el matrimonio. Algunas veces lo mejor que
podemos hacer por nuestro futuro cónyuge es no salir con
nadie. Si tu historial parece el de un asesino en serie, quizás
deberías dejar de salir por un tiempo. Puede ser un tiempo
para enfocarte, crecer y descubrir una forma diferente de
hacer las cosas.
3.TE CONVIENE HABER AMADO Y PERDIDO.
Hay una vergüenza y un quebrantamiento que son propios
de las rupturas. Es verdad que en la iglesia celebramos las
relaciones y el amor mucho más que en cualquier otro sitio
por lo mucho que amamos el matrimonio (lo cual es
correcto). Desafortunadamente, esta misma convicción hace
que hablar de las rupturas sea incómodo—en el mejor de los
casos es vergonzoso, y en el peor de los casos es escandaloso
o humillante. Te sientes como un producto dañado,
arruinado ante los ojos de Dios o de los demás. La hermosa
verdad, aunque sea difícil de creer, es que tu yo quebrantado
es mejor que tu yo anterior. Cuando tu tristeza te lleve al
Señor y te arrepientas de cualquier pecado que hayas
cometido en aquella relación, encontrarás que sigues siendo
257
tan valioso para tu Padre celestial como siempre lo has sido,
y que Él está usando cada centímetro de tu dolor, de tu
fracaso y de tu pesar para transformarte a Su imagen, y para
darte más de aquello para lo cual Él te creó —más de Sí
mismo.
Una pérdida puede ser un misericordioso recordatorio de lo
poco que tenemos fuera de Cristo y de la fortuna que Él ha
comprado para nosotros con Su sangre. Él es sabiduría para
los necios, justicia para los pecadores, santificación para los
quebrantados, y redención para los perdidos y temerosos
(1Co 1:30) —y es amor, seguridad e identidad para el hombre
o la mujer que esté sufriendo después de una ruptura. En
Jesús, Dios siempre está haciéndonos bien. Su propósito no
es darnos un alivio temporal, sino que tengamos gozo eterno
en Él. Debes saber que Dios está haciéndonos bien, aunque
nos parezca que no podemos sentirnos peor.
4.APRENDE DE CADA AMOR PERDIDO.
Una de las más grandes victorias de Satanás en una ruptura
es convencernos de que todo fue culpa de la otra persona. La
realidad es que ninguno —casado o no— está libre de pecado
o de errores en una relación. Todos somos imperfectos,
salvos por gracia, y estamos llenos del Espíritu, así que
siempre estaremos aprendiendo y creciendo como personas
y como cónyuges —presentes o futuros. Después de que la
gran ola de emociones haya pasado, aparta un tiempo para
estar a solas y luego con algunos amigos cercanos para
258
evaluar hacia dónde el Señor te está llevando —lo que Él
quiere que seas— por medio de esto.
Identifica esas áreas en las que ves que necesitas crecer en
gracia, sabiduría o fidelidad —en semejanza a Cristo. No
experimentarás muchas encrucijadas interpersonales que
sean tan intensas, personales y específicas como una
ruptura, así que realmente es una oportunidad única para
una introspección saludable y esperanzada, que sea
evaluada y balanceada por otros creyentes.
5.AUNQUE NO PUEDAN SER AMIGOS AHORA, SERÁN HERMANOS POR SIEMPRE.
En las relaciones cristianas, las rupturas nunca son el final.
Te guste o no, ustedes estarán juntos por siempre (Ap 7:910). Y lo harán en un mundo nuevo donde nadie estará
casado, y todos estarán contentos. Jesús dijo: “En la
resurrección, las personas no se casarán ni serán dadas en
casamiento” (Mt 22:30). El Salmo 16:11 dice: “Me llenarás de
alegría en Tu presencia, y de dicha eterna a Tu derecha”.
Parece demasiado bueno para ser verdad, ¿cierto? Así que,
¿qué implicaría seguir adelante y pensar acerca de
nuestro(a) ex a la luz de la eternidad? Aunque se volverán a
encontrar y a ver por siempre en el cielo, puede que no sean
capaces de ser amigos por ahora. Y eso no es pecaminoso
necesariamente. De hecho, en muchos casos, puede que
darse ese espacio y mantener ciertos límites sea saludable
emocional y espiritualmente. Cuando entregamos nuestros
259
corazones, necesitamos tiempo para sanar heridas y
desarrollar nuevas expectativas.
La reconciliación no requiere de cercanía. Lo que sí requiere
es de perdón y amor fraternal. Podrías comenzar orando por
tus ex, aun cuando no puedas hablarles. Ora para que su fe
crezca, que Dios pueda traer hermanos creyentes a su
alrededor, que Él sane y restaure su corazón, y que le haga
más semejante a Cristo. Tenemos que aprender a ver
nuestras relaciones, antiguas y nuevas, a la luz de la
eternidad juntos. Nuestra paciencia, bondad y perdón
brillarán al lado de las respuestas egoístas y rencorosas que
vemos en la televisión y que el resto del mundo adopta sin
pensarlo.
6.“NO ERES TÚ; ES DIOS” NO ES SUFICIENTE.
Esta puede ser una de las frases más populares en los
guiones de las rupturas cristianas: “Dios me está guiando a
hacer esto”. “Dios me dijo que debemos terminar esta
relación”. “Tuve una visión en una zarza de camino a mi
clase, y no estábamos juntos”. Todas estas pueden ser
resumidas así: “Mira, no eres tú, es Dios”. Dios puede
estarte guiando hacia una ruptura, pero no lo uses como
chivo expiatorio. Aprópiate de tu pecado y pide perdón por
lo que haga falta. Luego sé honesto en cuanto a cómo
llegaste a tomar esa decisión, cómo Dios te hizo ver que este
rumbo era el correcto. Es cierto que muchas cosas son
intangibles, pero busca esos factores concretos. Esto no es
260
una licencia para decir cosas hirientes, sino cosas positivas,
aun si estas hieren al principio.
No es bueno que seas el único que piense que es necesario
terminar la relación. Sí, puede que tu novio(a) no esté de
acuerdo,
pero
necesitas
compartir
y
confirmar
tu
perspectiva con alguien que ame a Jesús y les ame a ustedes
dos. Ve donde alguien que pueda evaluar tu corazón en
cuanto a tu deseo de dejar el noviazgo. Si pudiera ser un
hombre o una mujer casada, mucho mejor. Habla con
alguien que sepa lo que es perseverar en el matrimonio y
escucha lo que piensa acerca de lo que consideras como
“factores decisivos” para la ruptura.
Nuestra imaginación, especialmente durante una crisis
emocional, puede llegar a ser un arma letal que Satanás
aprovecha para hacernos mal. Si somos ambiguos y
“espirituales” en nuestra explicación, nuestro ex será
tentado a creer las mentiras del diablo. Dale suficiente
información sobre cómo Dios te guió a tomar esta decisión
sin devastarle ni despreciarle. Digo “suficiente” porque
puedes decir muchas cosas que son verdad, pero que no
ayudan en nada. De nuevo, repasa tus argumentos con un
hermano(a) en Cristo antes de hablarlo con tu casi ex. A fin
de cuentas, tu casi ex no tiene que estar de acuerdo contigo,
pero cuando le ayudas para que llegue a experimentar la
misma claridad a la que llegaste tú, estás demostrándole tu
amor y cuidado. Puede que eso le dé la libertad para crecer y
261
seguir adelante más rápidamente y con menos preguntas en
la cabeza.
7.TU PADRE CONOCE TUS NECESIDADES.
Si acabas de pasar por una ruptura, es posible que tengas
dudas acerca de esto, pero Dios sí sabe lo que necesitas, y
nunca tarda en proveerlo. Puede que Él te muestre algo
nuevo respecto a lo que pensabas que necesitabas. O puede
que simplemente te muestre lo mucho que le necesitas a Él,
más que a cualquier otra cosa o persona. Dios alimenta a las
aves del cielo (Mt 6:26). Dios hace crecer a las flores del
campo y las hace hermosas, aunque vayan a ser cortadas,
pisoteadas, ingeridas o congeladas dentro de unos días o
semanas (Mt 6:28-30). ¿Cuánto más podrá este Padre cuidar
y proveerle a los hijos que Él compró con sangre?
Una de las maneras en que Dios nos provee durante una
ruptura es mostrándonos claramente (de cualquier forma o
por la razón que sea) que esta relación no era Su plan para
nuestro matrimonio. El punto del noviazgo cristiano es
buscar claridad más que intimidad. Puede que sea difícil en
el momento, pero si valoras más la claridad, las rupturas no
serán tan malas. Todos sabemos que las noticias que más
necesitamos son duras al principio, pero que con el tiempo
las agradecemos. Terminar una relación a veces es como
abrir un regalo en Navidad y darte cuenta de que son un par
de piezas de ropa interior, pero tenemos que admitir que
Dios siempre nos dará mejores regalos de los que podemos
262
darnos a nosotros mismos. Él es infinitamente más sabio
que nosotros, y nos ama infinitamente más de lo que nos
amamos a nosotros mismos.
GOZO EN MEDIO DE LAS SOMBRAS DE LA
ANGUSTIA
Cuando nos quedamos solos y nos sentimos abandonados, es
difícil creer que haya alguien que sabe por lo que estamos
pasando. Y puede que la gente bien intencionada que te rodea
realmente no lo sepa. Pero no puedes decir lo mismo de Jesús.
Este Jesús vino y fue molido para darle esperanza a los
quebrantados. “No acabará de romper la caña quebrada ni
apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la
justicia” (Mt 12:20). El gozo no viene solo de saber que Jesús
también lo pasó mal —en eso no encontraremos mucho
consuelo. El gozo está en saber que Aquel que sufrió en tu
lugar murió y resucitó para acabar con el sufrimiento de los
Suyos. Porque para aquellos que esperan en Cristo, todo el
dolor (un cáncer inesperado, críticas injustas o una ruptura
indeseada) tiene fecha de caducidad, y su propósito hasta ese
entonces será el de unirnos en amor a nuestro Salvador
sufriente.
Jesús precedió a los quebrantados de corazón para preparar
el camino del gozo en medio del dolor. Nosotros vivimos,
sobrevivimos y avanzamos viéndole a Él, “quien por el gozo
que le esperaba, soportó la cruz” (Heb 12:2). Su gozo ante la
263
ira de Dios en contra del pecado es nuestra primera y más
grande razón de luchar por el gozo (y no solamente para
sobrevivir) después de terminar una relación. Si crees esto,
entonces saca lo mejor de cada ruptura, sabiendo que Dios
ha escogido este camino particular para hacerte crecer y
recompensarte eternamente. Ninguna relación amorosa en
esta vida durará para siempre, pero sí perdurarán las cosas
buenas que te sucedan por medio de ellas, aun por medio de
las tristezas y las separaciones.
264
CONCLUSIÓN
MIS ANHELOS PARA TU MATRIMONIO
Su gran día por fin había llegado, el día que había estado
soñando desde que tenía cinco años; una ceremonia que había
estado planificando durante veinticinco años. A medida que
llegaban los últimos invitados y la corte nupcial se preparaba
para entrar, ella estaba sentada en una habitación apartada de
los demás, esperando el gran momento de su aparición.
Se quedó mirando la puerta antigua que la separaba de todos
sus amigos y de su familia. Los minutos se alargaban y le
parecían horas. Se le escapó una lágrima que corrió por su
mejilla; la tomó por sorpresa, como si hubiera sido una
persona inesperada que no había sido invitada. ¿Sería
porque el día finalmente había llegado —el día en que su tan
ansiado futuro esposo estaba esperándola en el altar? ¿Sería
por el éxtasis de finalmente llevar ese vestido blanco
después de haber llevado todos esos vestidos de dama de
honor? A medida que se sinceraba consigo misma, pensó en
otra posibilidad. ¿Estaría llorando porque su boda no se
parecía en nada a lo que ella se había imaginado? ¿Sería
porque ella no era la novia que una vez pensó que sería?
265
Pensaba que a estas alturas ella ya estaría casada. Cuando
era más joven, intentaba ser paciente y hacer las cosas de la
mejor manera. Pero ningún joven mostró interés—muchos
de ellos ni siquiera preguntaban por su nombre. Siempre se
fijaban en las más bonitas y en las que estaban dispuestas a
tontear sexualmente. Aún podía recordar el dolor de ir a la
cama revisando las redes sociales, preguntándose si su algún
día cambiaría su estatus relacional.
Cansada de esperar y de pasar desapercibida, rompió con sus
viejos estándares. En su primer año de universidad, empezó
a salir con muchachos continuamente y realmente nunca
paró desde entonces. No podía recordar un momento de su
vida en el que no tuviera un novio. Podía recordar cada
ruptura —cada gota de angustia. Las heridas todavía duelen,
aun en el día de su boda— con todo y que su prometido
estaba esperándola a tan solo cuarenta y cinco metros de
distancia. Su prometido. ¿Qué pasaría si él supiera todo
acerca de su pasado? ¿Qué pasaría si él la hubiera escuchado
decir: “Te amo”, a todos esos hombres? ¿Qué pasaría si él
supiera cuán lejos había llegado y cómo había permitido que
cada uno de ellos empujara los límites físicos? ¿Aun así
diría: “Acepto”? Estaba contenta de haber encontrado a su
hombre, realmente lo estaba, pero se sentía devastada por
no haberse guardado para él. Había cometido tantos errores
y no podía olvidar su historial. Volvió a mirarse al espejo y
de repente se sintió incluso más incómoda vestida de
blanco.
266
En su interior, temía esas primeras semanas y meses de
matrimonio. Por supuesto que la luna de miel sería
divertida, pero ¿qué pasaría cuando volvieran a la realidad?
Pensaba: “¿Qué pensará él de mí cuando llegue a conocerme
de verdad, cuando vea todos mis errores y debilidades de
cerca?”. Le daba pánico pensar que ellos pudieran terminar
como sus padres, y que sus hijos tuvieran que sufrir como
ella: viviendo en dos hogares, dividida entre mamá y papá.
Siempre había pensado que el matrimonio le haría sentirse
completa, que le daría propósito a su vida y que le daría la
felicidad que tanto había buscado. Minutos antes de decir
sus votos, ella sabía que estaba equivocada. Y ahora estaba a
punto de desfilar por el pasillo con esperanzas falsas y con
expectativas que no se habían cumplido; el lugar estaría
lleno de bellas flores blancas que la ayudarían a olvidar sus
fracasos,
y
de
muchas
decoraciones
caseras
que
la
distraerían de toda su vergüenza y temor.
Ella escuchó su canción, la misma que había estado
escuchando en su imaginación desde que era una niña.
Alguien llamando a la puerta le daba la señal de que era el
momento. Se puso de pie, arregló su vestido, se limpió un
par de lágrimas del rostro, y sonrió. Ella había elegido su
vestido de novia y su maquillaje, pero nunca pensó que
tendría que ponerse una sonrisa. Estaba feliz, pero no podía
dejar de pensar en todo lo que había hecho mal. Al abrir la
puerta y caminar hacia el pasillo, se dio cuenta de que no
estaba preparada para lo que le esperaba.
267
¿QUÉ SUEÑOS TIENES PARA TU BODA?
¿Has pensado mucho en el día de tu boda y en el matrimonio
que viene después? El día en que Faye y yo nos casamos,
sabíamos que la gente nos preguntaría cómo iba nuestro
matrimonio (en un mes, en un año o en diez años) y no
queríamos que nuestra respuesta dependiera de cómo nos
sintiéramos en el momento. Así que orábamos sobre cómo
deseábamos que fuera nuestro matrimonio. Teníamos sueños
específicos y llenos de esperanza sobre lo que Dios podría
hacer a medida que entregáramos nuestras vidas el uno al otro
con paciencia y abnegación, día tras día, hasta que la muerte
nos separe. Caminamos por el pasillo mirando más allá del
altar, más allá de nuestro banquete de bodas y de todos
nuestros invitados hacia algo más grande y significante: una
vida atesorando a Cristo juntos en nuestro matrimonio. Por
supuesto, con tan solo un año de matrimonio seguimos siendo
ingenuos e inexpertos, pero tenemos un Dios que es más
grande que nuestros temores, deficiencias y fracasos futuros.
El matrimonio que nos imaginamos no siempre es color de
rosa, pero es hermoso. No siempre es fácil, pero vale la pena el
esfuerzo y el sacrificio. Sabemos que no es perfecto, pero está
lleno de gracia y de gozo.
Tenemos diecisiete sueños para nuestro matrimonio, y son
los mismos sueños que tengo para el tuyo. Me pregunto si
tienes sueños para tu matrimonio. Un matrimonio sin
visión puede sobrevivir, pero es probable que no crezca ni
268
prospere. Y si comenzamos un noviazgo sin tener deseos y
metas específicas para nuestro matrimonio, probablemente
nos conformaremos con menos y nos despertaremos un día
preguntándonos por qué nuestro matrimonio no es lo que
pensábamos que sería. Ya sea que estés casado(a), en una
relación seria, o simplemente te sientas llamado(a) a casarte
algún día, Dios creó el matrimonio para que fuera una
experiencia increíblemente rica, dinámica y fructífera para
Sus hijos. Ora y pídele a Dios que te enseñe dimensiones
nuevas y más profundas de todo lo que Él quiere que el
matrimonio sea para ti y para tu (futuro/a) cónyuge.
1.
Que podamos gozarnos en Dios más que en ninguna otra
persona o cosa, incluyéndonos a nosotros mismos (Sal
16:11).
2.
Que oremos y oremos y oremos (Mt 6:9-13).
3.
Que tengamos hijos y que podamos criarlos para que sean
santos y estén llenos de gozo, si Dios quiere (Sal 127:3-4).
4.
Que donde sea que vayamos podamos ser embajadores del
evangelio y siempre estemos ganando adoradores para Él
(2Co 5:20).
5.
Que juntos podamos encontrarnos continuamente con
Dios en Su Palabra (Sal 19:7-10).
6.
Que podamos hacer de nuestro hogar un lugar seguro,
acogedor y vivificador para otros (Ro 12:13).
7.
Que podamos ser de bendición a las familias que Dios nos
ha dado (Ef 6:1-3).
269
8.
Que busquemos maneras de aprender de matrimonios
más
maduros
que
el
nuestro
y
de
invertir
en
matrimonios más jóvenes que el nuestro (Ef 5:18-25).
9.
Que vivamos vidas dignas del evangelio, donde los ciclos
de corrección, confesión, arrepentimiento, perdón y
reconciliación sean cada vez más cortos (Heb 3:12-13).
10. Que
desarrollemos,
disfrutemos,
protejamos
y
modelemos una vida sexual saludable y pura (Fil 2:3-5).
11.
Que mantengamos un ritmo de descanso saludable,
sabiendo que Dios nos ama y sustenta al mundo (Sal
127:1-2).
12. Que siempre amemos e invirtamos en la iglesia local (Heb
10:24-25).
13. Que discipulemos a hombres y mujeres más jóvenes y
levantemos líderes para la iglesia de Dios (2Ti 2:1-2).
14. Que podamos apoyar la causa de Dios en el mundo a
través de las misiones mundiales (Sal 67:3-4).
15. Que
no
nos
aferremos
a
lo
que
poseamos
y
sobreabundemos libremente en generosidad (2Co 9:7-8).
16. Que podamos cantar (Sal 5:11).
17. Que nunca dejemos de buscarnos el uno al otro,
esforzándonos por conocernos y servirnos con fidelidad y
creatividad (Ro 12:10).
La lista es larga, pero no está completa. Esto es simplemente
nuestro intento de maximizar nuestro propósito más grande
en la vida: revelar parte de la belleza, la suficiencia y el valor
de Dios, y de buscar juntos tanta felicidad en Él como sea
270
posible. No tenemos duda de que existen más y mejores
sueños. Pero por ahora, después de haber luchado por
alcanzar estas diecisiete cosas durante este primer año, al
menos sabemos cómo orar mañana. Nuestro mayor anhelo
es Dios mismo, así que tenemos plena confianza en que Él
nos guiará, nos acompañará y nos guardará en el
matrimonio.
NUESTROS SUEÑOS CAMBIAN NUESTRO
NOVIAZGO
Mientras estamos en un noviazgo, muchos de nosotros no nos
detenemos
a
Probablemente
matrimonio,
pensar
muchos
pero
seriamente
hemos
¿hemos
en
el
pensado
pensado
matrimonio.
acerca
realmente
en
del
el
matrimonio? Quizás hemos pensado en la geografía (“¿Dónde
vamos a vivir?”), las finanzas (“¿Seremos pobres?”), el sexo
(“¿Seguiré atraído/a a él/ella?), y tal vez en los niños
(“¿Cuántos hijos queremos?”). Pero la vida diaria en el
matrimonio no se trata de ninguno de esos deseos o
preguntas. Por más serias e importantes que sean estas
preguntas, la verdad es que se responden muy rápidamente y
suelen surgir más adelante de forma ocasional.
¿Qué tiene que ver esto con el noviazgo? A medida que
vamos conociendo a alguien y buscando esa claridad sobre si
debemos casarnos, deberíamos estar pensando en cómo
vamos a seguir juntos a Jesús en el matrimonio, en nuestra
271
vida diaria como pareja. No estoy hablando principalmente
de las veladas románticas, ni de su vida sexual, ni de los
pasatiempos o los intereses que tienen en común. Estoy
hablando de seguir a Jesús y de gastar sus vidas por Su
causa, de poner sus vidas, su matrimonio y su familia día
tras día para servir a los demás y llevarles a Él. Alcen sus
miradas. Esperen más el uno del otro. Persigan y construyan
un matrimonio que logre más para Cristo que lo que
podrían hacer solos. Tengan un noviazgo y cásense
pensando en sueños específicos.
SU BODA SOÑADA
A medida que se dirigía hacia el pasillo, llena de temor y
vergüenza, vio a su futuro esposo. De repente, era como si no
hubiera nadie más allí, solo ellos dos mirándose a los ojos. Él
no dijo una sola palabra, pero su cara decía todo lo que ella
necesitaba escuchar. Sus ojos le decían que él ya lo sabía todo,
cada segundo de su pasado—cada noche solitaria, cada
decisión equivocada, cada relación enfermiza, cada acto
sexual —y que aun así la había escogido y quería que fuera su
esposa. Tal vez ella no merecía ir de blanco aquel día, pero él
le había comprado ese vestido para cubrir todos sus errores.
Su sonrisa le decía que ella había sido perdonada y que era
amada —el deleite de sus ojos. Al ella darse cuenta de esto, se
olvidó de que alguna vez se sintió desapercibida o indeseada.
Una lágrima corrió por su mejilla. Esa lágrima derritió toda su
272
vergüenza y su temor. Ella había encontrado a su Esposo, el
único dispuesto a morir por ella, en una cruz, “para
presentársela a Sí mismo como una iglesia radiante, sin
mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e
intachable” (Ef 5:27).
Nosotros somos la esposa pecadora y herida, llena de
remordimiento, temor y vergüenza —no importa cuál sea
nuestro historial de noviazgos o de pecado sexual— y Jesús
está esperando al final del pasillo para deshacer todo aquello
que hemos hecho mal, y darnos la bienvenida a un amor y
una relación que están mucho más allá de nuestros sueños
más románticos. De este lado del cielo, todos somos solteros
todavía. Todos estamos esperando ese día en que, después
de que se haya celebrado la última boda—después del último
desfile por el pasillo, del último pastel de bodas, del último
baile de novios—, juntos como una familia conoceremos a
nuestro Esposo. Y en esa boda cantaremos: “¡Alegrémonos y
regocijémonos y démosle gloria! Ya ha llegado el día de las
bodas del Cordero. Su novia se ha preparado” (Ap 19:7). Para
muchos de nosotros, el matrimonio llegará, pero nos
parecerá que fue solo un día comparado con la eternidad que
pasaremos con nuestro Salvador y Rey. Miraremos a Jesús
sin vergüenza, sin culpa, sin tristeza, sin temor; y
experimentaremos los primeros momentos de una felicidad
diferente a todas las que vivimos aquí en la tierra.
Estaremos casados, y ese matrimonio afecta profundamente
273
las vidas, los noviazgos y los matrimonios que tenemos
ahora.
274
NOTAS
1.John Piper fue quien primero me introdujo a esta idea en su sermón
“Why Did God Create the World?” [“Por qué creó Dios al mundo?”], 22
de septiembre de 2012, Desiring God, URL:
http://www.desiringgod.org/messages/why-did-god-create-the-world.
2.John Piper, Desiring God: Meditations of a Christian Hedonist [Sed de
Dios: Meditaciones de un hedonista cristiano], ed. rev. (Colorado
Springs: Multnomah, 2011), 288.
3.John Piper, God Is the Gospel: Meditations on God’s Love as the Gift of
Himself [Dios es el evangelio: Meditaciones sobre el amor de Dios y
como un regalo de Él mismo] (Wheaton, IL: Crossway, 2005), 47.
4.David Platt, Radical: Taking Back Your Faith from the American
Dream [Radical: Volvamos a las raíces de la fe] (Colorado Springs:
Multnomah, 2010), 105.
5.Para leer más acerca de la lucha contra la lujuria sexual y la
pornografía, puedes leer mi artículo “Never Harmless, Never Private,
Never Safe” [“Nunca inofensivo, nunca privado, nunca seguro”],
Desiring God, URL: http://www.desiringgod.org/articles/neverharmless-never-private-never-safe.
6.¿A qué edad deberían los jóvenes empezar a tener noviazgos? Respondo
esa pregunta en mi artículo “Wait to Date Until You Can Marry” [“No
inicies un noviazgo hasta que puedas casarte”], Desiring God, URL:
http://www.desiringgod.org/articles/wait-to-date-until-you-canmarry.
7.Timothy Keller, The Meaning of Marriage: Facing the Complexities of
Commitment with the Wisdom of God [El significado del matrimonio:
Cómo enfrentar las dificultades del compromiso con la sabiduría de
Dios] (New York: Dutton, 2011), 109, 120–21, 123.
8.Timothy Keller, The Meaning of Marriage, 87.
275
9.Para leer más sobre el papel que juega la atracción física, puedes leer mi
artículo “Isn’t She Beautiful?” [“¿No es ella hermosa?”], Desiring God,
http://www.desiringgod.org/articles/isn-t-she-beautiful.
10.Keller, The Meaning of Marriage, 222.
11. Para leer más acerca del rol de los padres en el noviazgo, puedes leer
mi artículo “Dads, Date Your Daughter’s Boyfriend” [“Padres, salgan
con los novios de sus hijas], Desiring God,
http://www.desiringgod.org/articles/dads-date-your-daughter-sboyfriend.
276
AGRADECIMIENTOS
No sé cuál parte de Soltero por ahora será la más memorable
para los lectores, pero sí sé que esta fue la parte que más
disfruté escribir.
Desiring God ha sido mi hogar de escritura, pero eso apenas
comienza a describir su influencia en mi vida. En un
mensaje de 2006, John Piper dibujó la más grande imagen
que jamás había visto de Dios, una que sigue aumentando y
profundizando mi gozo en Él. David Mathis ha sido un sabio
y fiel mentor y defensor—y como amigo, mucho mejor.
Stefan Green, Tony Reinke, Jonathan Parnell, Jon Bloom y
Phillip Holmes caminaron conmigo un artículo a la vez,
agudizando mis pensamientos y haciéndome reír mucho en
el camino.
Crossway me abrió las puertas para que pudiera publicar mi
primer libro. Han sido grandes aliados en cada paso. Un
agradecimiento especial a Lydia Brownback por el amor que
derramó en cada capítulo. Solo yo sé cuán excelentemente
les ha servido.
Dios utilizó a hombres clave para fortalecerme y refinarme a
lo largo de mi vida de soltero. Algunos estaban casados,
otros eran solteros, pero todos siempre me apuntaban hacia
Jesús. Kevin, Dieudonné, Eric, Dan y Ben fueron quienes
más me moldearon como hombre.
277
Pero los pilares más fuertes y devotos en mi vida de soltero
fueron mis padres. Simplemente no hay forma de comenzar
a cuantificar el rol que ellos tuvieron en este libro. Sus
personalidades, sus convicciones, su sentido del humor, su
amor, su sabiduría y su paciencia están reflejados en cada
página.
Alyssa Faye, mi compañera durante este viaje. Tú fuiste la
maravillosa, perdonadora y amorosa última parada en mi
largo camino hacia el matrimonio. Pero, desde antes que
escribiera la primera palabra, ya eras, y continúas siendo, la
campeona de este libro. Este libro es nuestra historia. Estos
capítulos están llenos de las lecciones que aprendimos
juntos. Cada página representa nuestro sueño para los
solteros. Gracias por todo tu alegre sacrificio al construir
este libro conmigo.
Todo lo valioso y lo verdadero que pueda haber en este libro
proviene de Dios. Todo cambio significativo en tu soltería y
en tu noviazgo también provendrá de Él, será por medio de
Él y será para Él (Ro 11:36). Todos los tesoros de la sabiduría
y del conocimiento—para todos los aspectos de la vida—
están escondidos en Él (Col 2:3). Escribí por lo que Él ha
hecho en mi vida, orando que Él haga lo mismo y más en la
tuya. Él es quien merece todo el agradecimiento.
278
Índice
Índice
Recomendaciones
Derechos
Dedicatoria
Introducción
Parte 1: La vida del soltero
2
2
7
9
11
24
1. El amor te está buscando
2. Soltero, satisfechos y enviado
3. Sin impedimentos ni distracciones
4. Ama la vida que nunca quisiste
5. Conociendo a todos sin ser conocido
6. 100,000 horas
7. La postergación de la búsqueda de Dios
8. El paso secreto más importante
25
39
54
69
86
99
113
127
Parte 2: Cuando dos solteros se conocen
138
9. Piensa más allá del matrimonio
10. La mejor guía para el noviazgo
11. Tu última primera cita
12. ¿Es esta la persona indicada?
13. La libertad sexual y la pureza
14. Actos de guerra en el amor
15. El mal tercio que todos necesitamos
16. "No eres tú; es Dios"
Conclusión: Mis anhelos para tu matrimonio
Notas
Agradecimientos
279
139
155
169
185
201
217
233
250
265
275
277
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