270 Introducción a la historia de la filo so fía cho, no puedo inspirar en mis lectores un piadoso sentido de la pre­ sencia de D ios.103 D avid Hume, em pírico y escéptico David Hum e (1711-1776) nació en Edim burgo, de buena fam ilia escocesa aunque sin grandes m edios económ icos. C om o escribe el propio Hum e pocos m eses antes de su m uerte en la carta The Life o f D avid Hume, decidió suplir su escasa fortuna m ediante una “muy rígida frugalidad” . Solam ente más tarde, después de publicar su Historia de la Gran Bretaña, encontró que el éxito de librería lo había hecho “no m eram ente independiente sino ri­ co” . Vida tranquila la de Hum e, que transcurre entre su cargo de bibliotecario de la Escuela de A bogados, su residencia diplom áti­ ca en París y su retiro en las tierras que le vieron nacer. David Hum e pertenece, ya de lleno, al siglo x v m . Su filoso­ fía es inseparable del am biente de pensam iento que solem os lla­ m ar la Ilustración. Hum e es contem poráneo de Voltaire, D iderot, D 'A lem bert, Rousseau y dem ás enciclopedistas; ve desarrollarse en tom o a él una sociedad burguesa que inicia, principalm ente en Inglaterra, la revolución industrial; es am igo del m ás grande de los econom istas liberales, Adam Smith; convive con aquellos filósofos escoceses que, com o H utcheson, basan toda la vida moral en el sentim iento y creen en la infalibilidad de la vida ins­ tintiva; respira el m ism o am biente que en sus retratos pintan los artistas de la alta burguesía com o Reynolds o G ainsborough: en­ cuentra, entre los intelectuales, tendencias deístas a lo Voltaire, en las cuales se afirm a la existencia de Dios, pero se niega la idea de un Dios personal. Y no es que Hum e sea específicam ente deís­ ta, ni específicam ente “sentim entalista” , ni filósofo de un progre­ so técnico e industrial que ya está en pleno desarrollo. M ás bien que el deísm o, la m oral del sentim iento y. en general, el am biente de la Ilustración tiñen toda su obra sin que por ello, deje de ser una obra de prim era im portancia y originalidad. En sus libros más propiam ente filosóficos, Hume representa la últim a conse­ cuencia del em pirism o clásico inglés: así en Tratado de la natu­ 105 Ibid., 156. D el Renacim iento a Kant 271 raleza humana, Una investigación acerca del entendim iento hu­ mano, Historia natural de la religión o, más populares en la for­ ma, en sus Ensayos m orales y políticos. Pero este em pirism o aca­ ba en una filosofía agnóstica consecuencia clara de deísm o y en una moral y una política de la utilidad y del bien com ún que no es menos típica de la idea del progreso que desarrollaban en su tiempo econom istas com o Adam Smith. Tendrem os ocasión de precisar el sentido de la Ilustración. En estas páginas nos lim itarem os a considerar la filosofía de Hume com o un resultado del em pirism o inglés y com o su m anifesta­ ción más álgida. C oncebida com o una form a del em pirism o, la filosofía de Hume puede centrarse en dos puntos: el origen de las ideas y la crítica de las ideas abstractas. El origen de las ideas Ya hemos visto cóm o el em pirism o inglés hace depender todo el conocim iento de la experiencia, si por experiencia se entiende el conocim iento que procede de los sentidos. Hemos visto tam ­ bién cóm o la crítica de la experiencia, a partir sobre todo de Locke. adquiere tonalidades idealistas que, por una parte, concluyen en el esplritualism o de Berkeley. Estas m ismas tendencias condu­ cen al idealism o escéptico de Hume. Hum e distingue entre pensam ientos e impresiones. Los prim e­ ros son vagos, abstractos e indefinidos; las segundas precisas e intensas. Una im presión no es m ás que una percepción fuerte. Ahora bien son estas im presiones fuertes las que constituyen la base m ism a de nuestro pensam iento. P or ello puede decir Hume: “Todos los colores de la poesía, por espléndidos que sean, no pueden llegar a pintar los objetos naturales de tal m anera que tom em os la descripción por el paisaje real. El pensam iento más vivo es inferior al paisaje real. El pensam iento más vivo es infe­ rior a la sensación más apegada.” 1116La im agen del original y de la copia es sum am ente útil para entender claram ente lo que Hume pretende decir. La sensación fuerte o im presión es el original: la copia es el pensam iento. Este árbol que percibo aquí ahora y es ■'* David Hume, Una investigación acerca del entendim iento humano, 11. Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant m ás real, m ás verdadero y m e da una sensación más fírm e que la idea general de un árbol o la im agen del árbol cuando, ya el árbol ausente, trato de revivirlo en mi pensam iento. Hum e no se contenta con decir sim plem ente que las ideas vienen de la experiencia. Trata, con toda precisión, de explicar el m ecanism o m ediante el cual los pensam ientos proceden de ella. En suma, Hume quiere encontrar una ley que sea tan precisa para el pensam iento com o lo fue para la física la ley de la gravita­ ción universal descubierta por Newton. Esta ley la encuentra Hu­ me en la asociación de ideas. La teoría de la asociación de las ideas no es del todo nueva. Ya puede encontrarse, parcialm ente, en Platón, en Aristóteles y, so­ bre todo, en Epicuro, en Luis Vives y en Locke. Pero en la filoso­ fía de Hume, la teoría de la asociación adquiere un sentido claro precisam ente porque tiende a convertirse en esta ley única de todo el pensam iento. Una vez adm itida la ley de la asociación de ideas, palabra con la cual Hume designa aquí a las “im presiones”, es fácil describir su m ecanism o. Tomemos un ejem plo que será fácil generalizar. Su­ pongam os que querem os saber cóm o hem os adquirido la idea general de “verde” . En prim er lugar hem os tenido repetidas ex­ periencias de color verde -e n el árbol, la yerba, ésta o aquella tela, éste o aquel tono del m ar-. Esta experiencia repetida crea una repetida cantidad de im presiones que tienden a asociarse m ediante el hábito y la costum bre y, una vez asociadas, tienden a dam os la im agen general de verde, la idea general del color verde que nos lleva a reconocer que este color o aquel tono son verdes. La asociación procede m ediante una repetición de las im presiones, un hábito creado por esta repetición y tres form as asociativas: la semejanza, el contraste y la relación de causa y efecto, que nos pue­ de hacer asociar dos hechos que parecen sucederse en form a cau­ sal, com o la sem illa y el árbol, el padre y el hijo o cualquier otro tipo de sucesión en la cual exista un antecedente y un consecuente. Así. del original que es la im presión, pasamos a la copia, que es la idea abstracta. Esta copia puede ser la de nuestro ejem plo. Puede ser cualquier idea abstracta, ya sea la del triángulo, la de una ley física o la de Dios. H asta este punto Hum e no hace sino describir una parte del proceso de abstracción que nos lleva de la experiencia a las ideas generales vagas. Pero Hum e no se contenta con com probar estos hechos. Sobre ellos erige una teoría que niega la posibilidad m is­ m a de la m etafísica o, en conjunto, del pensam iento abstracto. Una vez que hem os form ado las ideas abstractas, una vez que hemos adquirido la costum bre de pensar m ediante abstracciones, creemos que estas abstracciones son reales y corresponden a una realidad concreta. Pero esta creencia es falsa. La verdad es que lo real siguen siendo las im presiones, pero no las ideas abstractas. ¿D ónde están, en efecto, las cualidades reales que corresponden a nuestra idea de triángulo en general o de alm a o de Dios? No están en la experiencia, no están en el original y, por lo tanto, son m eras creencias inverificables, puesto que no se refieren a nada concreto. En este punto Hum e se nos aparece com o el m ás cien­ tífico de los nom inalistas y com o la consecuencia m ás clara de la célebre “navaja” de Ockham . La m etafísica, que se basa en ideas abstractas, quiere hacer­ nos tom ar la copia por la realidad, quiere hacernos pensar que las ideas generales tienen un referente real y dem ostrable. Las ideas abstractas de los m etafísicos son, sin em bargo, m eras ideas, es decir creencias form adas por un hábito que acaba por hacem os creer en la verdad de los objetos creados en nuestra m ente por la costum bre y la repetición. El asociacionism o de Hum e es, ante todo, un ataque a la m eta­ física. No es de extrañar que la filosofía de Hum e conduzca a la crítica de algunas ideas m etafísicas que están en la base de casi todos los grandes sistem as de pensam iento. E sta crítica es espe­ cialm ente precisa cuando Hum e analiza las ideas de causalidad, del yo y de Dios. 272 273 Crítica de las ideas abstractas La m etafísica clásica se basa m uchas veces en la causalidad para dem ostrar la existencia de Dios; suele culm inar en la afirm a­ ción de la existencia de Dios y de la inm ortalidad y la sim plici­ dad del alm a hum ana. Son estas ideas las que Hume considera especialm ente cuando habla de ideas abstractas. Si estas tres ideas no tienen un referente real, si no puede referirse a la expe­ riencia, son ideas que hay que poner en duda, ideas sobre las 274 Introducción a la historia de la filo so fía cuales resulta im posible edificar una teoría lógica que sirva de base a la m etafísica. Podrá extrañarse el lector que Hum e critique la idea de causa­ lidad. ¿No ha afirm ado él m ism o que una de las form as de asociar ideas es precisam ente m ediante la relación de causa y efecto? No hay que ver sin em bargo, en la crítica de Hume, una contradic­ ción real, porque la causalidad puede significar dos cosas muy distintas. Por una parte, cuando santo Tomás o Descartes hablan de causalidad quieren decir que realm ente existe en los hechos una naturaleza más o m enos escondida que hace que un objeto (la causa) produzca otro hecho (el efecto). No es otra la noción aristotélica de potencia y acto: la potencia contiene al acto com o posibilidad y la sem illa contiene ya al árbol. Pero la causalidad puede concebirse sim plem ente com o una sucesión de im presio­ nes. En este sentido, la palabra causalidad quiere tan sólo decir que existe “un objeto seguido por otro cuya aparición siem pre trae consigo el pensam iento de este otro” .107 Tal es el significado que Hum e da a la causalidad. La causalidad no es una sucesión real que pueda encontrarse en los hechos naturales; es, nada más y nada m enos, una sucesión de hechos mentales. Con lo cual ya hem os dicho, im plícitam ente, en qué consiste la crítica de Hum e a la idea de una causalidad real; consiste en decirnos que la noción m ism a de la causalidad es una idea abstracta, u n a idea sin referente. Podem os h ab lar de causa y efecto si por ello en ­ tendem os sucesiones de ideas; no podem os hablar de cau sa y efecto si por ello entendem os hechos dentro de la naturaleza m ism a de las cosas. Estos hechos, estas cualidades ocultas, no pueden ser descubiertas: La prim era vez que un hom bre vio la com unicación del m ovi­ m iento m ediante el im pulso, com o por el choque de dos bolas de billar, no podía decir que el acontecim iento estuviera conecta­ do con el otro, sino tan sólo que estaba conjuntado. D espués de haber observado varios casos de esta naturaleza dice que están conectados. ¿Qué alteración ha sobrevenido para que nazca esta nueva idea de conexión ? N ada sino que ahora siente que estos hechos están conectados en su im aginación y puede fácilm en­ 107 Ibid., vil, ii. D el Renacimiento a Kant 275 te predecir la existencia de uno de ellos a partir de la aparición del otro."'8 La crítica de la idea de Dios es concebida por Hum e en térm i­ nos sem ejantes a la critica de la causalidad. Cuando decim os que existe una relación de causa y efecto es porque querem os hacer que la naturaleza adopte leyes que son leyes de nuestra concien­ cia. La idea de Dios no es más que una “proyección” de nuestra propia conciencia. “La idea de Dios, que significa la idea de un ser infinitam ente inteligente, sabio y bueno, nace de pensar en las operaciones de nuestro propio pensam iento y de aum entar sin lím ites estas cualidades de bondad y de sabiduría.” 109 N ótese bien que Hume no sostiene que la causalidad o la divi­ nidad no existan. Lo que dice, sim plem ente, es que m ediante la experiencia, que es la única fuente de conocim iento, no podem os decir ni que existan ni que no existan. Pero si Hum e es escéptico y nom inalista en cuanto al conoci­ m iento y es agnóstico en cuanto a la existencia de Dios, no suce­ de lo m ism o en cuanto a sus ideas sobre el alm a hum ana. En este punto Hum e es más claram ente negativo. La existencia del al­ m a es no sólo una invención de los filósofos y de los teólogos; es una pura ficción. “A lgunos filósofos, afirm a Hum e, im aginan que estam os a cada m om ento íntim am ente conscientes de lo que llam am os nuestro YO; que sentimos su existencia y su continuidad de exis­ tencias; y que estam os ciertos, m ás allá de la evidencia dem ostra­ tiva, de su perfecta identidad y sim plicidad.” 110 Los filósofos a que se refiere Hume son, en general, los racionalistas, si bien el problem a que discute fue tem a de m oda entre los filósofos in­ gleses de su tiempo. C ontra ellos. Hume escribe que “desgracia­ dam ente, todas estas afirm aciones positivas son contrarias a las m ismas experiencias que para ellas se reclam an”.111 El yo es tam ­ bién una abstracción. Existen, en realidad, “percepciones par­ ticulares de un tipo u otro, de calor, de frío, luz o som bra, am or u odio, dolor o placer. N unca puedo apresarm e a m í m ismo, en mo108 Loe. cit. m Ibid.. II. 1,0 David Hume, Tratado de la naturaleza humana, IV, v. 111 Loe. cit. Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant m entó alguno, sin una percepción” .112 El yo de los m etafísicos, el yo que llam am os alm a o espíritu, no existe. Solam ente existe, en nuestra conciencia una “colección de percepciones distintas que se suceden una a otra con una velocidad inconcebible y están en perpetuo flujo y m ovim iento”. 113 David H um e renuncia a la m etafísica. Su nom inalism o no adm ite palabras abstractas que no puedan verificarse en los d a ­ tos de la experiencia. Hum e acepta las m atem áticas y las cien ­ cias experim entales, pero rechaza los problem as teológicos y m etafísicos: hipótesis. A sí concebida, la sociedad debe dirigirse, y de hecho se dirige, al bien com ún.115 276 277 Obras de consulta A l e x a n d e r , S., Locke, Londres, 1898. B r é h i e r , Émile, Histoire de la philosophie, Alcan, Paris, 1938, vol. Il, pp. 20-45; 272-295; y vol. Il, pp. 312-321; 338-358; 402-425. B u r t t , Edwin A., “Introduction”, en The British Philosophers from Bacon to Mill, Modern Library, Nueva York, 1939, pp. ix-xxiv. Si tomamos entre manos cualquier volumen de teología o de meta­ física escolástica por ejem plo, preguntémonos: ¿Contiene algún C o p l e s to n , Frederick, History o f Philosophy, vol. v , Burn Oats and razonamiento abstracto acerca de la cantidad o del número? ¿ Con­ tiene algún razonamiento experimental acerca de las verdades de hecho y de la existencia? No. Echémoslo, pues, a las llamas porque G o o c h , G. P. Hobbes, Londres, 1940. H e n d e l, C. W., Studies in the Philosophy o f David Hume, Princeton, no puede contener nada sino sofismas e ilusión.114 Washbourne, Londres, 1959. 1925. R o m e r o , Francisco, Historia de lafilosofia moderna, Fondo de C ultu- ra Economica, México, 1959. [Breviarios. 150.] D os consecuencias Dos son las consecuencias prácticas de im portancia de esta fi­ losofía nom inalista y escéptica. Atañen a la vida m oral y a la vi­ da política. En m oral, Hum e no concibe que la razón pura pueda determ inar la vida. La m oral depende de un sentim iento. A dife­ rencia de los sentim entalistas escoceses, Hum e piensa que este sentim iento es universal y que depende del hecho de que, viviendo en sociedad, los hom bres se ven conducidos a generalizar den­ tro de las coordenadas hechas de hábitos sociales que cada grupo hum ano impone. La moral de H um e es relativa, pero relativa a un grupo social dado y preciso. En cuanto a la sociedad - y ésta es la segunda consecuencia del em pirism o hum ano-, no puede creerse que dependa de un contrato social ya que éste, tanto si se tom a en el sentido de Hobbes com o en el de Locke, es sim plem ente una hipótesis sin base en la experiencia. La sociedad debe ser consi­ derada en su realidad, analizada en su vida concreta, sin em plear 1,2 Loe. cit. 113 Idem. 114 David Hume. Una investigación acerca del entendimiento humano, vil. W a r n o c k . G. J.. Berkeley, Penguin, Harmondsworth, 1953. IV. D O S N U EV O S C A M IN O S : P A S C A L Y V IC O Si toda regla tiene sus excepciones, toda época del pensam iento, adem ás de sus ríos caudalosos, lanza corrientes más o m enos sub­ terráneas cuya influencia se hace sentir sobre todo en los siglos futuros. Tales son los casos de Pascal, en el siglo xvn, y de Vico en el tránsito del siglo xvm. Im portantes en sí mismas, las filoso­ fías de Pascal y de Vico parecen dirigidas hacia el futuro, tendi­ das, más allá de sus propios tiem pos, hacia el m odo de pensar de la filosofía contem poránea. 115 La influencia de Hume ha sido poderosa en varios cam pos. En la filosofía es el m aestro del positivismo contem poráneo y. especialm ente, del positivismo lógico del Círculo de Viena que se présenla en la últim a parte de este libro. En psicología, Hume tu­ vo una influencia decisiva en cuanto a la form ación de la escuela asociacionista que, en form a m ás científica, persiste en la psicología de nuestros días.