Una casa come te. Recientemente he tenido la fortuna de poder observar la Casa Malaparte y sus alrededores desde un pequeño bote en el cabo Masullo en Capri. Existe un vínculo con algunas otras obras construidas, en las que la aspiración universalista y profundamente humana de ellas niega cualquier aspecto de carácter personalista de las misma. Es fácil en un primer momento pensar que se trata de un capricho, de un momento fortuito, de la expresión de una personalidad exuberante y disparatada. El problema, reside en el lugar en el que se emplaza la casa en su aspecto metafísico y que por su orden y vocación pertenece a un linaje difícil de entender para el hombre contemporáneo. Cuando uno observa con cuidado, empieza a comprender que la casa ofrece al visitante que la observa la capacidad de hacerse preguntas. Estas otras obras como por ejemplo las maravillosas pirámides de Gizah,el Panteón o la Alhambra de Granada no son más que advocaciones profundísimas del quehacer humano en la tierra , y nos ofrecen al ser humano la capacidad de reconocer en ellas , la cicatriz, las nuestras propias, las de todos. ¿No es este acaso el objetivo de la arquitectura? Es por eso, que la casa de Capri posiblemente no sea más que un espejo en el que asomarnos para descansar y tomar consciencia de nuestro ser. Es por tanto no ya de Malaparte, si no ya “Una casa come te”.De ti, de todos.