Caos y cosmos V. M. Peñafiel V MP Caos y cosmos El pequeño libro de las preguntas incontestables por V. Miguel Peñafiel N., Ph.D. AUTOR DE “Introducción al tratamiento de datos experimentales”, “Para vivir más o menos...” y “Mecánica sin aplicaciones prácticas” LA PAZ (Publicado en la neobarbarie) V MP Copyright © 2020 V. Miguel Peñafiel N. Publicación de la Carrera de Física, FCPN (UMSA) www.fiumsa.edu.bo RR Bajo licencia de la Carrera de Física, FCPN (UMSA), sobre la base de “como está”, sin garantías o condiciones de clase alguna, implicada o expresa. El uso de este archivo está permitido estrictamente para fines no comerciales. Su distribución debe ser gratuita citando y poniendo de manifiesto los respectivos créditos. Primera edición, Marzo de 2020 Contenido Contenido · iii 2 0 ¿Por qué? · 1 1 Metafísica · 5 Conocimiento · 21 3 4 5 Voluntad · 47 Sentimiento · 57 Comportamiento · 74 6 Sociedad · 86 7 Agur... · 96 0 ¿Por qué? “Somos una pasión inútil.” –J. P. Sartre Filosofía es la actividad de buscar conocimiento racional y, también, el resultado de esa actividad. Incluye la indagación sobre la existencia y la realidad pero, igualmente, de la naturaleza fundamental del conocimiento mismo; es la búsqueda que la persona emprende, tratando de entender verdades fundamentales acerca de sí misma, el mundo en el que V. M. Peñafiel Caos y cosmos vive, las relaciones con el mundo y las que se dan entre individuos. También es una disciplina académica, por supuesto, pero con un contenido no esencialmente diferente de lo que las inquietudes personales esperarían y, sólo para hacerla más sistemática, es usual dividirla en varias áreas mayores de estudio. No obstante, la experiencia ha demostrado que la práctica filosófíca implica el preguntar, contestar y argumentar y es parte inherente de la naturaleza humana. Hasta rechazar esa práctica es filosofar; el hombre no puede desprenderse de la filosofía. A diferencia de lo que ocurre con la ciencia, la utilidad de la filosofía no es inmediata ni manifiesta. Es, más bien, muy personal: apunta a que una buena filosofía puede ser la base para decidir con acierto, analizar con criterio y mejorar, así, la calidad de vida. Pero, además, con Will Durant, “Hay un placer en la filosofía, y un atractivo incluso en los espejismos de la metafísica, que todo estudiante experimenta hasta que las prosaicas necesidades de la existencia material lo hacen bajar bruscamente de las alturas del pensamiento al tráfico de la batalla y las ganancias 2 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos económicas.” Sin duda, muchas desventuras, equivocaciones e incertidumbres son originadas por malas concepciones, malos razonamientos o injustificados prejuicios ideológicos; esto es, a filosofar defectuoso. Tampoco, contrariamente a la práctica científica, en la tradición filosófica la construcción de teorías únicas es compulsiva. Más bien, una gran variedad de “sistemas filosóficos” parecen coexistir en una especie de ambiente ecológico conceptual, sostenido principalmente por el significativo peso de su historia. Así, todos sabemos que es imposible hablar de filosofía sin mencionar a los pensadores griegos -quienes inventaron esta palabra, para empezar-. Ellos (Anaximandro, Heráclito) introdujeron también la palabra “caos”, un espacio, grieta o abismo vacío primordial transformándose continuamente hasta formar toda la realidad, el “cosmos”. El vacío tenía propiedades físicas y el proceso su propio “ímpetu”. ¡Cuanta intuición! -se diría-, la descripción más moderna parte de una región muy pequeña con una gran energía 3 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos potencial, liberada en un instante y denominada “la gran explosión (big bang)”. ¿Por qué ésta última es mejor que la primera? Igualmente, el origen de la palabra “átomo” es griego (Leucipo, Demócrito) y también la idea de la materia constituida por pequeñas entidades discretas, para ellos, eternas e infinitas en número, conformando una química de cuatro elementos. Por supuesto, en este caso, la visión moderna es sobrecogedoramente más sofisticada e incontrastable, como se sabe. Interesante, ¿no es así? Todavía para 1676 un análisis como este hubiera sido sencillamente imposible. Mas, el conocimiento es un proceso sin fin. El “amor por la sabiduría” sería inútil si los métodos para obtenerla no se refinaran, las definiciones no se precisaran y los conceptos obtenidos no se perfeccionaran en consecuencia. ¿Cuál es pues el estado del arte respecto de esas preguntas filosóficas tan difíciles de contestar? RR 4 105 1 Metafísica Y, realmente, interesa saber si se está ahora en mejores condiciones para tratar esos viejos problemas como el de la “gran pregunta metafísica”. Ésta la propuso Gottfried Wilhelm Leibniz y dice “¿Por qué es que hay algo más bien que nada?” Existe la sospecha de que Leibniz tenía la intención de que la respuesta inevitable fuera “porque dios lo hizo” (en la “Teodicea” afirma que el mundo fue creado por un dios perfecto). Pero la idea no era -y no es- buena: Benito Espinoza observó acertadamente que un dios perfecto, al no admitir defectos, debería contener al universo; y la pregunta equivalente sería, entonces, “¿por qué hay dios en vez de nada?” y, claro, V. M. Peñafiel Caos y cosmos no hubiera adelanto alguno. La otra respuesta es la de que no hay respuesta; de que el mundo sólo es. Ésta es la manera en que se podría solucionar todas las interrogantes, con un “por que sí”, dando por concluida la necesidad de filosofar. Sin embargo, por otra parte, no hay evidencia de que el universo -tal como es ahora conocidotenga un propósito definido (no tiene un “para qué”); entonces, el universo es contingente. Pero, siendo no necesario, se deduce que pudo haber sido... o no. Y la repuesta a la (gran) pregunta metafísica debe ser algo equivalente a “por suerte”. —ooOoo— 1.1. Probabilidad Es muy conocida la idea de Epicuro acerca del “clinamen atómico”. Átomos desviándose impredecíblemente de su curso esperado para permitir a los humanos el libre albedrío en medio de un universo absolutamente determinístico. Fuera de esa interesan6 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos te referencia, los griegos nunca desarrollaron nada parecido a la noción de “probabilidad” (cuyo significado se relaciona con la acción de “comprobar”). Platón y los pitagóricos tenían a la matemática en muy alto concepto, mezclarla con prácticas relativas al juego les hubiera parecido despreciable e indigno; el mero concepto de probabilidad les hubiera sido contradictorio, un intento de obtener conocimiento a partir de la ignorancia. La realidad estaba hecha de formas ideales, el mundo físico era sólo imperfecta sombra de la realidad. También Aristóteles estaba más interesado en evitar ambigüedades que en darles alguna forma matemática. La doctrina de eterna recurrencia de los estoicos los alejaba, por otra parte, de cualquier noción referente al azar. Además, ellos eran fundamentalmente deterministas; aun los pequeñas incidentes humanos estaban regidas por el hado y muchas otras eran consecuencia de escaramuzas y caprichos divinos descendiendo del olimpo. Al prescindir de los dioses, la vida del ser humano queda irremediablemente librada al azar y la literatura recoge esa realidad con las muchas palabras rela7 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos cionadas a la “suerte” (que originalmente significaba reparto); unas como azar y aleatorio provienen de dado, respectivamente en árabe y latín; otras, fortuna, casualidad, conjetura, estocasticidad, etc, muy cerca de las ideas asociadas a la adivinación. En fin, griegos o no, los seres humanos siempre estuvimos conscientes de nuestra fragilidad e inseguridad, de que nada está garantizado y sólo podemos asignar un “grado de credibilidad” aun a nuestras más caras convicciones (firmes creencias). La intuición de su naturaleza es tan antigua como la de lugar, que conduce a la geometría, o la de tiempo, que es la base de la aritmética (por su relación con el conteo); a pesar de ello, el fatalismo de los griegos y de casi todas la culturas antiguas hizo que el tratamiento matemático del azar haya sido relativamente tardío. La primera evidencia registrada de la teoría probabilística, por supuesto, se refiere a un estudio sobre resultados de lanzamientos de dados hecho por Cardano en 1550. En 1654, cierta discusión entre jugadores llevó a la primera teoría matemática de probabilidades asociada a una correspondencia entre los 8 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos famosos Blaise Pascal y Pierre de Fermat. Christian Huygens, enterado de tal correspondencia, publicó en 1657 el primer libro sobre probabilidad titulado -para que no quepan dudas- “De Ratiociniis in Ludo Aleae”, problemas relativos al juego de dados. Los aportes importantes de Jakob Bernoulli, Abraham de Moivre, Thomas Bayes (“Por chance entiendo lo mismo que probabilidad”) y -más tarde- Pierre de Laplace con “Théorie Analytique des Probabilités” consolidaron y extendieron el área de estudio al de muchos problemas científicos, como la teoría de errores, y prácticos como la matemática actuarial. Pero la definición de probabilidad se mantuvo elusiva hasta 1933 año en el que el matemático soviético Andréi Kolmogórov publicó la monografía “Fundamentos de la teoría de probabilidad” estableciendo la axiomatización que conforma la base de la teoría moderna; matemáticamente, parte de la más general “teoría de la medida”. El disponer de una definición rigurosa y consistente de probabilidad y de los principios que la gobiernan, es sólo una parte del problema. La otra -muy 9 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos independiente de la anterior- es la manera en que las probabilidades son calculadas o asignadas. Ésta va desde la probabilidad matemática, basada sobre la simetría “a priori” de algunos problemas (v. g., dado ideal), hasta las complejas soluciones de la ecuación de Shrödinger, fuente inagotable de útiles distribuciones de probabilidad. Los filósofos de la probabilidad se han centrado sobre el “problema de la interpretación” con varias versiones. Por ejemplo, se denomina “interpretación clásica” a los procedimientos de cálculo asociados al principio de indiferencia formulado por los fundadores de la teoría; “interpretación sujetivista” o “bayesiana” que asigna valores probabilísticos como grados de confianza individual y pueden ser corregidos sobre nueva evidencia usando el teorema de Bayes; “interpretación frecuencista” y otras, mucho menos significativas. Resulta demasiado obvio el que no existe tal problema de interpretación; se trata sólo de las maneras o criterios empleados para la determinación de las cantidades que se usarán en una determinada aplicación 10 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos del “cálculo de probabilidades”. Cualquier conjunto que satisfaga la definición y axiomas de Kolmogórov es, pues, válido como distribución probabilística. Por ejemplo, es posible demostrar que el álgebra booleana y la lógica difusa tienen base común con la teoría de probabilidades. La interpretación frecuencista se origina, al parecer, en una antigua definición de probabilidad como el límite de la frecuencia relativa (la razón entre los casos favorables y el total de casos) cuando el “experimento” se repite infinitas veces. Actualmente, una generalización de este procedimiento se llama “ley de los grandes números” y es la conexión matemática entre la teoría de probabilidades con la estadística. La palabra “estadística” apareció en la mitad del siglo 18, usada por primera vez por Gotifried Achenwall en referencia a las técnicas estatales concernientes a la recolección y uso de datos. Actualmente constituye, más generalmente, el tratamiento de frecuencias numéricas en el marco de la teoría de probabilidades. Al margen de sus aplicaciones cotidianas, su uso en la ciencia es tan vasto y compulsivo que puede 11 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos ser considerada como la matemática de la inducción científica. El concepto detrás de la probabilidad y la estadística representa todavía el punto ciego de la filosofía. La distinción que hizo Kant entre juicios apodícticos y contingentes le permitió explicar la diferencia entre las ciencias formales (lógica y matemáticas) y las ciencias de la naturaleza, cuyos resultados admiten el tratamiento laplaciano por errores. El énfasis de J. P. Sartre sobre la contingencia del ser es, quizá, la aproximación más cercana a una visión aleatoria de la existencia. Más bien, la experiencia científica actual -donde la probabilidad y la estadística fueron usadas primero en metrología, para refinar las observaciones cuantitativas; luego en mecánica estadística, para dilucidar el comportamiento microscópico de la energía y, finalmente, en mecánica cuántica para entender la dinámica a nivel atómico- ya no puede ser considerada como el soporte del determinismo. Además, ni la cosmología, ni la biología dan el menor indicio de objetivo o propósito en el universo, permeado 12 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos esencialmente por el azar. No hay otra posibilidad; el universo que observamos es contingente, aleatorio y ferozmente violento. O existió siempre (porque la nada podría ser imposible) o su existencia sólo se justifica si se la asocia a una fluctuación estocástica. —ooOoo— 1.2. Dios Dios ha sido, por siglos, un socorrido y cómodo implemento metafísico. La necesidad de un creador proviene, curiosamente, del más conspicuo rasgo de la naturaleza humana: su habilidad de construir e inventar. Se trata de una clara extrapolación mental que ahora ya está muy superada. Con todo rigor, si se insistiese en que la respuesta de que dios creó al universo es válida, entonces la pregunta de quién creó a dios sería igualmente válida dando lugar, inevitablemente, a una regresión infinita de dioses creando a dioses. Si un dios hubiera creado el mundo, éste, que no 13 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos es perfecto, lo sería. Científicamente, la objeción es igualmente insalvable: el proponente debe presentar de inicio al creador. No es posible erigir una teoría sobre un creador indetectable y menos comprobar la primera y más fundamental de sus hipótesis (la existencia); por eso el “creacionismo” en biología es insostenible, inclusive en tribunales de justicia. Dios queda -así- como una “variable oculta” destinada a restaurar el determinismo a un universo manifiestamente aleatorio. Para la filosofía, la ciencia y para cualquier mente racional, este concepto histórico termina así, siendo una hipótesis innecesaria e improbable (imposible de probar). Posteriormente, toda referencia a una divinidad ya no es una cuestión filosófica sino de fe, esto es, de creencia ciega (aceptación sin prueba) donde ningún argumento tiene valor. Como los estilos artísticos y culturales, la religión es inculcada en la infancia y permanece, por tanto, en el nivel más bien convencional, con muchos enigmas (como la gratuidad del sufrimiento humano) tolerados sin demanda de explicación convincente. 14 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos —ooOoo— 1.3. Ser No nos apercibimos de la realidad objetiva mediante el intelecto sino mediante la voluntad. Este descubrimiento filosófico lo debemos a Schopenhauer. Sabemos que el mundo existe porque (o cuando) se opone a nuestras voliciones. Y nos obliga a adoptar acciones consecuentes. Por eso, “la realidad” es algo que el intelecto ayuda a comprender, en un proceso que dura la vida entera. El resultado colectivo es la ciencia, que presupone la existencia y cognocibilidad del universo y es la actividad humana destinada a penetrar en los detalles que constituyen la esencia del ser. Naturalmente, la ciencia no es independiente de la filosofía; ésta empezó con la observación del mundo “a escala humana”, actualmente es posible observar el mundo con más detalle y a escalas extendidas y, muy a pesar de algunos filósofos, el espacio metafísico clásico se redujo considerablemente. Más bien, ahora es posible 15 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos una descripción razonablemente objetiva del ser, sólo en términos de objetos materiales, transitando desde las partículas subatómicas, los átomos, las moléculas, la materia orgánica e inorgánica, los organismos vivos, el sistema solar y el cosmos. La riqueza de detalles filosóficos sobre tal “infraestructura” es, por supuesto, inmensa; siempre que la norma científica de observar con objetividad y razonar con rigor, guardando las distinciones, sea aplicable también a la metafísica; eso la dispensaría de las muchas lamentables opiniones vertidas por filósofos pobremente versados en ciencias. Así, los intentos de rebatir el positivismo que la práctica y resultados científicos implican, son cada vez más forzados y poco trascendentes. ¿Qué es lo que existe, qué es el ser? El universo en movimiento, eso es todo y nada más. —ooOoo— 16 105 V. M. Peñafiel 1.4. Caos y cosmos El cosmos y el caos La palabra “ontología”, introducida en el siglo XVII, se usa en referencia al estudio de los detalles del ser -su descripción más aproximada-. Ese anhelo de los pensadores griegos está ahora al alcance del ser humano acucioso. El conocimiento científico está compuesto de verdades interpersonales, es válido para todos y es una tarea colectiva, donde ninguna contribución está -en principio- excluida. Y tiene las respuestas a las preguntas que más nos preocupan, si tenemos la entereza para aceptarlas. Steven Weinberg lo expresa de esta manera: “Cuanto más el universo parece comprensible, también tanto más parece fútil.” La astronomía, finalmente, permite al hombre conocer su lugar en el universo, admirar la enormidad de éste y estudiar la variedad de objetos que lo componen. Los astrónomos modernos son capaces de calcular distancias, detectar composiciones y tamaños de esos “cuerpos celestes”; ellos pueden afirmar rápidamente que, en la actualidad, es posible obser17 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos var hasta una distancia de unos 4.5 × 1026 metros, encontrando no sólo planetas y estrellas, sino muchos otros inimaginables componentes: nebulosas, galaxias, cuásares, púlsares, agujeros negros, materia oscura, etc. Se estima que el universo conocido tiene unos 14 miles de millones de años; la Tierra, un punto dentro de él, quizá de menos de 5 miles de millones de años, reúne todas las condiciones para albergar vida, al parecer, escasa en el universo. Respecto de los seres vivos, los resultados de la biología, la paleontología y la arqueología se complementan confirmando la evolución de los organismos desde estructuras “simples” hasta organismos muy complejos, incluyendo, naturalmente, al ser humano, el único ser -conocido hasta ahora- capaz de filosofar. Pero sabemos que la vida, inteligente o no, también está hecha de los mismos componentes que el resto del universo. En física de partículas se define como “elemental” o “fundamental” a una partícula subatómica que carezca de estructura. Actualmente el “modelo estándar” acepta un esquema de doce elementos o “partículas de materia”: (electrón, neutrino elec18 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos trónico, quark arriba, quark abajo); (muon, neutrino muónico, quark extrañeza, quark encanto); (tauón, neutrino tauónico, quark fondo, quark tope). Esos son los componentes de los núcleos atómicos y de los átomos, éstos de las moléculas y luego el resto de los materiales inorgánicos y orgánicos incluyendo a los seres vivos. El cosmos es, pues, así de material. La “gran pregunta metafísica” acepta la existencia del mundo al oponerlo (como “algo”) a la nada porque, desde luego, sería absurdo hablar de un “algo” inexistente. Análogamente, la metafísica acepta de modo implícito la existencia de su objeto principal, el cosmos; y en la ontología queda definido, en consecuencia, por el análisis de la actividad y resultados del conjunto de las ciencias. La palabra “caos” -que hoy tiene otros significadosderiva del griego “χάoς” y se refiere a un estado de vacío que precedió a la creación del cosmos. Clásicamente, el vacío es la ausencia total de materia. En relatividad general, el vacío es un lugar donde las componentes del “tensor de materia y la energía” se anulan; pero admite todavía una curvatura producida 19 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos por otras fuentes (v.g., ondas gravitacionales). ¿Existe realmente el vacío? No, en el sentido de “nada”. En mecánica cuántica se obtiene desarrollos mostrando que el más perfecto vacío clásico no está verdaderamente desocupado, suele ser descrito como un continuo de pares de partículas “virtuales” que aparecen y desaparecen dejando alteraciones detectables en los niveles de energía de los átomos. RR 20 105 2 Conocimiento 2.1. Epistemología ¿Es la epistemología independiente del sustrato objetivo? No. La escasa información acerca del funcionamiento del cerebro llevó a Descartes a una errónea interpretación de la subjetividad y a su idea de la “dualidad mente - cuerpo”; por supuesto, fue incapaz de explicar el mecanismo preciso de la interacción (¿cómo es que un “ente” espiritual actuaría sobre la materia?). Los progresos en el estudio del cerebro humano y sus operaciones, más bien, permiten identificar a la conciencia con el estado de funcionamiento del cerebro, un sistema electroquímico donde los datos entregados por los sentidos y la memoria V. M. Peñafiel Caos y cosmos son procesados en forma de comandos “si...entonces”, para convertirlos en señales e información útiles al accionar del organismo entero. En la época de Kant, el espacio era una especie de contenedor absoluto de la materia, y nadie hubiera puesto en duda el que su geometría era euclidiana. Por eso, en “Crítica de la razón pura” aparece como una categoría a priori, embebida en el cerebro desde el nacimiento y con la finalidad de permitirle la capacidad de ordenar adecuadamente los objetos. Pero el éxito de la relatividad general demostró que el espacio es una propiedad de la materia y su geometría depende de la distribución de ésta. El espacio y su geometría no pueden ser, por tanto, intuiciones a priori; deben ser aprendidas mediante experiencia directa. Descartes estaba, pues, equivocado y Kant también. La evidencia empírica debe llevarnos, así, a conclusiones filosóficas mejor cimentadas. La información contenida en la memoria se denomina conocimiento. Conocer es, entonces, percibir nueva información como distinta de toda la que ya se posee. Aparte del conocimiento intuitivo (alimen22 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos tación, reacción a estímulos, empatía, uso de las extremidades, etc.) y del conocimiento consetudinario (personas, lugares) propios también de otros seres vivos, es de particular importancia -y objeto de la epistemología- el conocimiento razonado o proposicional. Un aspecto epistemológico muy importante es que lo que se sabe, está compuesto básicamente de creencias. Creer es la actitud de considerar algo como cierto aún sin haberlo comprobado. Contrariamente, una pieza de información es una certeza cuando es imposible dudar de ella. Pero, ¿cuánta comprobación es necesaria para convertir la creencia en certeza? —ooOoo— 2.2. Lógica La verdad es un valor que se atribuye al juicio cuando el contenido de éste coincide con su referente. Esto es, la coincidencia entre una afirmación y los hechos a los que la afirmación se refiere. Cuando 23 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos eso no ocurre, se dice que el juicio es falso. Verdad y falsedad están muy asociadas al lenguaje. Si alguien exclama “¡hay fuego en la casa vecina!”, uno sale a la calle y mira en dirección de la casa vecina para ver si, en efecto, hay fuego; y es lo único que se puede hacer -además, quizá, del respaldo de otros testigospara decidir si el juicio citado es verdadero o falso. Pero, si es falso, hay dos posibilidades: en el lenguaje ordinario, la palabra “falso” significa erróneo y, también, mentira, que no está asociada con la lógica sino con la honestidad y es muy propia de los humanos; mentir es una posibilidad exclusivamente humana. Los animales creen y se equivocan, pero no pueden mentir. La mentira es la pronunciación intencional de un juicio falso. Por otra parte, la creencia es una posibilidad privativa de los seres vivos, es la función que les permite la adaptación al medio ambiente porque es la base del aprendizaje; de paso, se puede percibir claramente, ahí, la dificultad en el logro de una inteligencia artificial. Pero, aun en la perspectiva de posibles aplicaciones, la admisión de la creencia como un espectro 24 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos de valores intermedios de verdad (o grados de credibilidad), permite una visión más realista de la lógica en la teoría del conocimiento. La lógica es la teoría de la inferencia. Estudia, no únicamente las reglas del razonamiento correcto, también muchos otros aspectos relativos como la formación de los conceptos, la pertinencia de las definiciones, la naturaleza de los enunciados, proposiciones y argumentaciones. Cubre todos los estudios con orientaciones especiales como la lógica filosófica, lógica simbólica, matemática, etc. La inferencia es el acto de derivar conclusiones a partir de premisas mediante proposiciones, y se dice que las premisas implican la conclusión. La distinción más importante se da entre la inferencia deductiva, en la cual la conclusión particular se halla necesariamente en alguna premisa general, y la inferencia inductiva donde la conclusión sigue de generalizar desde premisas particulares. Como la habilidad del lenguaje y de la aritmética, la lógica básica se desarrolla muy rápidamente durante el proceso de formación racional, al punto que hay personas que, sin entrenamiento especial, 25 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos pueden distinguir entre razonamientos correctos e incorrectos; la práctica, desde luego, mejora sin límite esta habilidad. En la literatura especializada, en muy pocas ocasiones se debe analizar una inferencia con detenimiento técnico. No obstante, el requerimiento científico de “razonar con rigor” se refiere a que cualquier práctica especializada debe se expresada en total apego a los principios lógicos. A diferencia de los juicios que se obtienen por deducción que son de la forma “Si A es B y x es A, entonces x es B”, los juicios por inducción (por enumeración simple) se parecen a “Si x1 , x2 , ...xn son B, entonces todo x es B”. La inducción es la base de todas las operaciones que conducen a establecer, por ejemplo, los postulados de algunas teorías. El requerimiento científico de “observar con objetividad” implica que el más prolijo cuidado debe caracterizar a descripciones o mediciones (x) que van a enriquecer los resultados de la investigación en ciencia. Pero, con la debida prudencia, es aplicable -o debiera serlotambién en filosofía. Como un argumento válido sólo requiere que la 26 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos conclusión sea una consecuencia lógica de las premisas, no que éstas sean necesariamente verdaderas, usualmente la obtención de premisas válidas es tan importante como la propia construcción de los argumentos; al respecto, una cantidad de formas falaces o paradójicas son objeto de atención por parte de los lógicos. Finalmente, la lógica formal es extensible a valores continuos de verdad (lógica difusa). Es posible demostrar que, entonces, la lógica difusa está muy relacionada con la teoría de probabilidades; así, si x e y son variables aleatorias con valores entre cero (falsedad) y uno (verdad), la probabilidad de “x ∪ y” está dada por “x + y - xy”, es fácil constatar que, cuando (x,y) quedan restringidas a sus valores extremos (0,1), esa expresión es identificable con la “tabla de verdad” de la proposición lógica “x o y”; lo mismo es cierto para otras operaciones lógicas. Una vez que las bases observacionales y otras consideraciones garantizan la validez de las premisas, es la lógica, al final, la que determina la validez de un razonamiento. Cuando el sistema simbólico es el 27 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos lenguaje, su interacción y relación con el pensamiento y su estructura lógica usualmente son suficientes para la construcción y análisis de una argumentación. —ooOoo— 2.3. Lenguaje El rasgo externo más conspicuo en los humanos es el lenguaje. Somos animales que hablan. El crear, reconocer y usar signos (sonoros y escritos, entre otros) en forma compleja y versátil ha permitido que formemos sociedades estables y exitosas, biológicamente hablando. Por supuesto, la primera aproximación al lenguaje se puede asociar a la llamada definición ostensiva; esto es, el aprendizaje de palabras sin el uso de otras palabras. Se practica con los niños cuando inician su entrenamiento básico, mostrando el objeto y pronunciando el respectivo nombre. El aprendizaje del lenguaje es, así, simultáneo con los primeros pensamientos y memorias. Una vez que la estructura 28 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos comunicativa está totalmente formada, suponemos que toda palabra puede ser definida mediante otras palabras, usualmente de varias maneras. La zoología actual ha logrado detectar lenguaje rudimentario en varias especies, tanto para comunicar emociones cuanto información, proporcionando indicios de desarrollo gradual en diversas manifestaciones de la inteligencia. En cualquier caso, el proceso de emisión de signos, su reconocimiento y posterior interpretación, no es privativa de los humanos; varias especies son capaces de transmitir información (sobre comida, por ejemplo) o emociones (“¡peligro!”). La conclusión es que nuestro lenguaje es una adaptación gradual, innata y apropiada a nuestra naturaleza social. La observación y estudios modernos apuntan a señalar la inevitable interacción del lenguaje con el pensamiento; en el sentido en que ambos se desarrollan en el cerebro en forma paralela hasta casi confundirse en ciertas circunstancias. Pero en otras, es clara la diferencia entre el pensamiento y su expresión en palabras, son muchas las declaraciones en sentido de la dificultad de transmitir aquél mediante 29 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos éstas. Los signos en la memoria, por ejemplo las palabras, conforman algo así como “bases de datos” (contenido cognitivo) más o menos complejas. Una palabra “hace sentido” cuando puede ser reconocida y referida a algún elemento del contenido memorístico. Desde luego, esta operación nada tiene que ver con la asignación posterior de verdad o falsedad. La complejidad en el manejo del lenguaje está asociado, también, a la gradación continua desde una estructura primitiva animal (signos no o pre lingüísticos) hasta el más elaborado funcionamiento del cerebro humano (tratamiento lexicográfico). ¿Pensamos usando sólo palabras? Naturalmente que no. El pensamiento se alimenta de palabras, pero puede procesar otros estímulos -imágenes, por ejemplo-. Pero no es independiente del lenguaje; recurre a éste paralelamente o cuando es necesario; inclusive, hay pensamientos e ideas que no podrían existir sin el lenguaje. Precisamente las exposiciones filosóficas muestran de manera más clara tal interacción. Internamente se forman los conceptos (el 30 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos pensamiento concibe), éstos deben ser transmitidos en palabras, la única expresión pública de aquéllos; es ahí donde la imprecisión entre el pensamiento y el lenguaje se presenta y genera los problemas más diversos: desde las discusiones más eruditas hasta elementales malos entendidos y pedestres equivocaciones. Desde luego, en ciertas circunstancias, la correlación de conceptos y palabras es más fuerte, de modo que la inexistencia de los unos se reflejará en la ausencia de las otras. Un ejemplo muy ilustrativo es el de Benjamin Lee Whorf quien, habiendo estudiado la lengua de la tribu nativa americana Hopi, observa: “(Los Hopi) no tienen palabras, formas gramaticales, construcción o expresiones que se refieran directamente a lo que llamamos ‘tiempo’.” Pues, el tiempo no es un existente, es una convención conceptual emergente de la comparación entre cambios o movimientos, un parámetro en el que todos podemos -y debemos, cuando es necesario- ponernos de acuerdo. Finalmente, la base de esta discusión no varía por el hecho de que otros mensajes, especialmente estéti31 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos cos, pueden ser comunicados mediante la pintura o la música, usadas como formas lingüísticas. —ooOoo— 2.4. Ciencia Es importante notar que las funciones que se ejecutan para adquirir conocimiento científico son, básicamente, refinaciones de los que todos practicamos a lo largo de la vida cotidiana. Aprendemos primero ostensivamente, observando y tocando los objetos, luego mediante definiciones y descripciones verbales; podemos comparar, verificar, prever y pronosticar. Podemos refinar las creencias hasta admitirlas como verdades e inclusive, sin mayor entrenamiento, estimar subjetivamente la probabilidad (grados de credibilidad) de ocurrencia de ciertos eventos. Es la necesidad de justificar las creencias (aumentar su credibilidad) la que condujo a perfeccionar los métodos de observación y razonamiento y sistematizar los conocimientos en el cuerpo que ahora llamamos ciencia 32 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos y que, lo mismo que la sabiduría de cada persona, es un proceso inexorable. A este punto, todos los filósofos que defendieron el predominio de la experiencia en la formación del conocimiento tuvieron razón, mientras la posición contraria es ya indefendible. El individuo adquiere información principalmente del “mundo externo” precisamente para adaptarse a los estados de éste. El conocimiento, por tanto, puede no ser exacto ni preciso; puede no ser completo, pero siempre será suficiente para las necesidades inmediatas. Contenido cognitivo (conocimiento) es toda la información disponible en el cerebro. Las capacidades operativas de éste admiten y complementan el flujo de datos que provee -principalmente- la percepción. Aún los cerebros más primitivos (moscas, cucarachas) exhiben ciertas capacidades operativas básicas para procesar las señales aportadas por la percepción sensible, permitiéndoles distinguir entre contextos biológicamente favorables y peligrosos. Los chimpancés son capaces de organizar partidas de caza completas, comunicándose y afinando sus estrategias. 33 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos El conocimiento humano es una obvia continuación del conocimiento animal; más sofisticada pero manteniendo las características fundamentales: procesamiento de percepciones, recuperación de memorias, introspección y razonamiento. La adquisición de conocimiento es un proceso. Los conceptos se van perfeccionando o corrigiendo con la experiencia. Las ideas se conectan de diversas maneras y, finalmente, el conjunto termina dependiendo de la interacción entre individuos (verdades intersubjetivas). La definición de conocimiento como “creencia verdadera justificada” es, por ello, francamente errónea. Como ya se dijo, las creencias son susceptibles, más bien, de diversos “grados de verdad”. Es la práctica continua la que aumenta la probabilidad de que la creencia se consolide como conocimiento confiable. Ahora, el conocimiento más confiable es el conocimiento científico, porque es un conocimiento objetivo. Como ya se dijo, la ciencia presupone las premisas filosóficas de que (i) el Universo existe y (ii) es cognoscible. Por tanto, la existencia del “mundo exterior” no es un problema científico. El problema fundamen34 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos tal de la actividad científica es -precisamente- el de adquirir conocimiento a partir de la experiencia. Se considera solamente eventos observables, hechos. No es posible erigir teorías científicas sobre la base de experiencias subjetivas (sueños, imaginaciones, intuiciones o hipótesis no verificables empíricamente). Las verdades de la ciencia son siempre intersubjetivas (criterio débil de objetividad) y se extrapolan como válidas aún en ausencia de observadores (criterio fuerte de objetividad). También es un conocimiento racional. La ciencia es el conocimiento razonado de las cosas. Sí, una de las principales características del conocimiento científico es su racionalidad, el ser accesible a la inferencia deductiva y a todos los procesos lógicos propios de la inteligencia. Es el tipo de conocimiento que permite inferir (derivar nueva información), explicar (generalizar y exhibir información implícita) y entender (aprehender información). No todo conocimiento es racional. Por ejemplo, la relación cotidiana con otra persona da un conocimiento intuitivo de su carácter; el conocimiento que lleva al dominio del equilibrio corporal para caminar 35 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos o montar una bicicleta, es instintivo, como lo es el conocimiento básico de algunas fuentes de dolor y placer; etc. Es un conocimiento metódico. Los datos (resultados observacionales) de las ciencias no se extraen y verifican en forma desordenada e inconexa; para aprender el mundo objetivo se requiere de procedimientos definidos, repetibles y confiables. Son los procedimientos propios de la teoría de la inferencia inductiva (probabilidades y estadística) y los muchos métodos de observación. Tampoco son considerados aisladamente, sino agrupados en cuerpos de conocimiento, o relacionados con ellos. La ciencia no es una simple suma de conocimientos dispersos. Entendiendo por “sistema” un conjunto de partes organizadas de acuerdo a una función común es, más bien, un conocimiento sistemático. En su forma más amplia, una ciencia es un conjunto de teorías enlazadas de modo consistente. Así, la teoría del movimiento y sus causas (Mecánica), la teoría de las fuerzas electromagnéticas (Electromagnetismo), la de las fuerzas nucleares (Física Nuclear), etc., etc., son construcciones del tipo descrito que se complementan unas a 36 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos otras y conforman, en total, el estudio de todas las interacciones existentes en el universo o la ciencia conocida como física. “La Ciencia” se refiere al sistema conformado por todas las ciencias particulares las cuales, obviamente, son totalmente compatibles unas con otras. Finalmente, el adquirir información a cerca del mundo real es, obviamente, un proceso aproximativo (adaptativo). Por una parte, el progreso científico se traduce en progreso tecnológico y éste en más y mejores medios de observación los cuales, a su vez, implican refinamientos o correcciones importantes a la ciencia. Por otra parte, el trabajo científico posee una componente heurística intrínseca e inevitable que compromete al juicio humano. El estado actual de la ciencia o de una ciencia, es el efecto no solamente de la calidad y poder de nuestros medios observacionales, también lo es, al fin de cuentas, del esfuerzo crítico común: de nuestra habilidad de juzgar la diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo fino y lo basto o entre lo pertinente y lo inapropiado. Las teorías científicas, pues, son construcciones sometidas a revisión y corrección permanentes y la 37 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos ciencia, en resumen, es un conocimiento crítico. Entonces, como una definición, Ciencia es un conocimiento objetivo, racional, metódico, sistemático y crítico. Es, claro, un típico emprendimiento humano, una tarea y -a la vez- un patrimonio social. La capacidad predictiva del conocimiento científico permite su aplicación utilitaria (y prueba final de su validez): la tecnología. Esto es, la norma científica de observar con método y razonar con rigor, se extiende a todas las operaciones necesarias como: El análisis de los datos para la formulación de hipótesis, principios, postulados o leyes. La construcción de la teoría adecuada a tales hipótesis, principios, postulados o leyes, mediante inferencia deductiva. La confirmación empírica de consecuencias deductivas que se desprenden de la teoría constituyendo prognosis (predicciones) propias y específicas de la misma. Las predicciones de estos cuerpos lógicos o “teorías científicas”, van más allá de los hechos que les sirvieron como punto de partida; las leyes establecidas explican no sólo las experiencias iniciales, sino todas 38 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos las posteriores experiencias que le son pertinentes. Por otra parte, guardan compatibilidad específica con los hechos; esto es, si los hechos fueran diferentes a los que se observaron, la teoría elaborada para explicarlos se invalidaría de inmediato; e inversamente, cualquier cambio arbitrario sustancial en la teoría la tornará incompatible con los fenómenos basales. Es esta consistencia recíproca entre los datos y su explicación teórica la que diferencia al conocimiento científico de una simple especulación ideológica. Por ejemplo, uno podría intentar una teoría según la cual todos los hechos y fenómenos actualmente observados son tales como resultado de la voluntad divina; pero, claro, esta “explicación” nada explica, pues sería compatible con cualquier otro conjunto diferente de hechos y fenómenos, o sea, la creencia religiosa permanece aplicable a cualquier universo, real o imaginario, observable o no. —ooOoo— 39 105 V. M. Peñafiel 2.5. Caos y cosmos Fuentes El problema de los epistemólogos sobre el conocimiento a priori (independientemente de la experiencia) y el que sólo puede adquirirse a posteriori (a través de la experiencia) parece ser una cuestión de lenguaje. No existe prueba alguna de que haya conocimiento innato; más bien, abundante evidencia (observacional y experimental) apunta en la dirección opuesta, de que todo el contenido cognitivo es -directa o indirectamente- a posteriori. Del conocimiento perceptual se deriva otros mediante razonamiento, recuperación de memoria o por testimonios externos, esto es, mediante el empleo de las capacidades propias del cerebro (que también se pueden mejorar mediante la experiencia y el entrenamiento). Por ejemplo, éste es capaz de abstraer, clasificar y generalizar (que son funciones, no conocimientos); por eso puede formar, desde conjuntos de particulares, conceptos generales que se suelen llamar también “universales” (la blancura, el número, la forma, la justicia) y puede, mediante inferencias, aumentar su 40 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos contenido cognitivo y usarlo para anticipar y prevenir experiencias. Immanuel Kant propuso la distinción entre proposiciones “analíticas” (cuya verdad es necesaria) y “sintéticas” (cuya verdad es contingente) y también el problema de la existencia de juicios sintéticos a priori; especialmente las expresiones matemáticas, que se obtienen sólo por razonamiento (sin referencia externa) pero cuyo predicado no está contenido, necesariamente, en el sujeto. La explicación es que las expresiones matemáticas son tautológicas, en el sentido en que su verdad está ya contenida en las premisas que las sustentan; el razonamiento, entonces, sólo la pone de manifiesto. No hay escapatoria. Según el conocimiento humano progresa, más es evidente que proviene -como fuente elemental- de un ente exterior, el universo en movimiento, al que sólo podemos aproximarnos gradualmente (porque nuestros sentidos, lo mismo que cualquier instrumento físico, tienen inexactitudes e imprecisiones). Nuestras “verdades” son siempre creencias con probabilidad gradual, mejorando con el 41 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos tiempo, con la experiencia y con la interacción humana (social). Nuestro conocimiento es, así, una gradual adaptación al mundo externo. Entonces, si todo conocimiento tiene origen en la experiencia, ¿los empiristas tenían razón y los racionalistas estaban equivocados? Sí, la razón es un mecanismo interno del cerebro que abstrae y procesa conocimientos previamente adquiridos: “todo lo que piensa existe, yo pienso, luego yo existo”. Si Descartes objetara ese silogismo, en el cual las dos premisas son obtenidas por experiencia, su propia formulación, “pienso luego existo” sólo expresa un hecho que él experimenta y del que induce la conclusión. También el idealismo queda ya, ontológica y epistemológicamente, únicamente en la historia de la filosofía; le sería imposible justificar rigurosamente la aparición de ideas sin objetos externos ahora que buena parte de los aspectos relevantes en la estructura de la mente humana están teórica y experimentalmente muy explorados y -excepto por detalles- razonablemente comprendidos. 42 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos —ooOoo— 2.6. Datos Estrictamente hablando, la ciencia y la filosofía no son disciplinas separadas, aunque se las considera así porque el conocimiento humano es vasto y social, demasiado para un solo individuo. Vagamente, se pretende que la metafísica tendría un carácter no empírico en su investigación acerca del “cosmos” (y del “caos”). Pero parece más un asunto de tradición. Los griegos filosofaron sobre lo que tenían a la mano, no contaban con microscopios ni telescopios, su mundo - y, consecuentemente, su ideologíaestaba confinado a lo que podían observar. La metafísica actual puede continuar la inquisición con los resultados, la orientación o las implicaciones de la ciencia. Pero, el problema fundamental de la ontología, la esencia del ser, puede considerarse resuelto en términos clásicos; el ser es muy material y la fuente del conocimiento. El positivismo científico, al final, dará cuenta de las otras inquietudes metafísicas si 43 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos se mantiene la objetividad y el rigor en el ejercicio intelectual. Quizá también sea tiempo de abandonar a esos filósofos con actitud “lamarckiana”, interesados principalmente en las clasificaciones y en las categorías estáticas. Particulares y universales, abstractos y concretos, primarios y dependientes, etcétera. Pero no hay lugar a extravíos: lo universal proviene de los particulares y lo abstracto de lo concreto; todo depende de identificar las funciones cerebrales con la misma objetividad con que se conoce, por ejemplo, las funciones del sistema gástrico. El “sistema epistemológico” contiene registros obtenidos de los instrumentos primarios, los sentidos. Esos registros son conjuntos de datos conteniendo sabores, olores, cantidades, formas, colores, sonidos, texturas y descripciones consistentes en combinaciones complejas de datos primarios. El sistema es capaz de enriquecer permanentemente esos registros y hacer determinadas operaciones con ellos. Así, una piedra se conoce empíricamente y tiene un registro inicial con una forma, un color y una textura; de ese 44 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos registro etiquetado con “piedra” podemos abstraer una forma, o imaginar varios de esos registros y abstraer “el número”; hasta es posible rehacer toda la aritmética (la palabra “cálculo” significa “piedra”) sin más referencia empírica. Pero no podemos, del sólo recuerdo (“idea”) averiguar, digamos, su dureza o composición (“sustancia”), para ello es necesario regresar al objeto mismo. Spinoza lo entendió de ese modo: “... una idea verdadera debe concordar con su objeto, esto es, lo que está contenido objetivamente en el intelecto debe necesariamente estar en la naturaleza.” En general, se puede decir que la matemática resulta de ejercitar las funciones cerebrales sobre todas las propiedades abstraíbles de los objetos “reales”; cantidad, tamaño, forma, posición relativa, etc. Entonces, ¿existen las ideas? Claro que sí, en el sentido de “estar ahí”; existen, pero no de la misma manera que los objetos. Las ideas desaparecen con la mente que las sustenta, los objetos permanecen aún cuando nadie los percibe. Por tanto, el proceso cognoscitivo en cada individuo fluirá necesariamente desde las percepcio45 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos nes primarias hasta las abstracciones más elaboradas, a lo largo de toda su existencia. De igual manera, el conocimiento humano es un patrimonio histórico de siglos de actividad social y se enriquecerá, tal vez, hasta el fin de la especie. RR 46 105 3 Voluntad 3.1. Existencia Resulta evidente, ahora, que no es posible el análisis ontológico ni epistemológico sin el análisis paralelo sobre algunos aspectos de la naturaleza humana. Como ya fue dicho, la existencia del mundo no es racionalmente demostrable y debe ser aceptada como un postulado, cuya validez debe ser continuamente verificada, y proviene de la experiencia directa: la presencia de lo externo, que limita y rige nuestras “interacciones”, las dos maneras en que el sujeto se relaciona con el objeto: la sensación y la volición. Independientemente del mecanismo físico sobre los sentidos, el transcurso de impulsos en los nervios, su V. M. Peñafiel Caos y cosmos recepción y procesamiento por el cerebro, etcétera, la sensación es un efecto mental primario de una causa física. La volición, en cambio, es un efecto físico actual o potencial de una causa mental. Es posible experimentar sensaciones simuladas, pero no es posible tener voliciones simuladas. Entonces, sabemos que el mundo existe porque arbitra nuestra voluntad, imponiéndole limitaciones. Por ese motivo, el “sentido común” tiende a no crear un abismo entre lo mental y lo físico, trata de engranarlos, instintivamente, más a conveniencia. La observación biológica directa permite comprobar que ese “mecanismo”, el que frecuentemente las sensaciones disparan actos de voluntad, es el mínimo que garantiza la preservación del individuo y, consecuentemente, el de la especie. Cuanto más simple es el organismo, más directa e inmediata es la respuesta a cada estímulo. El ser humano puede calificar un estímulo, relacionarlo con otros y ponderar la urgencia, magnitud y pertinencia de una reacción volitiva; una mosca, en cambio, dispara de inmediato una respuesta a cada estímulo. La voluntad es, así, 48 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos también la encargada de poner a prueba al postulado que afirma la existencia del mundo exterior el cual, por lo que se sabe, no ha fallado aún. —ooOoo— 3.2. Libertad libertad es, simplemente, la ausencia de sujeción o restricción. En física se tiene el interesante concepto de “grados de libertad”, entendiendo que la dinámica de los cuerpos puede ser gradualmente controlada. Ahora, ¿es libre nuestra voluntad? o, como usualmente se expresa, ¿tenemos “libre albedrío”? El sentido común sugiere que sí; por lo menos en principio, tenemos la capacidad de elegir -sin presiones- el curso de nuestras acciones. No obstante, de los animales decimos que son libres en su estado natural, donde actúan sin más presiones que su instinto, pero menos libres en estado de domesticación y menos aún en confinamiento. Análogamente, en los humanos se reconoce fácilmente que los niños tienen menos 49 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos grados de libertad que sus padres, en ciertos ambientes, las mujeres respecto de los varones y siempre los subordinados respecto de los jefes. Podría decirse, en principio, que gozamos de más grados de libertad cuanto más cerca estamos del poder. Zanjado el análisis del proceso adaptativo a las limitaciones materiales (las cuales no son consideradas coercitivas del libre albedrío), sólo queda volcar toda la atención a las ligaduras sociales. Es irresistible pensar, por ejemplo, en el anarquista -enemigo de todo poder- que debe ceder su “libertad de acción”, debe ejercer cierta “adaptación social” y, quizá, asumir cierta “responsabilidad moral” sacrificando, desde luego, su “felicidad existencial”; o simplemente correr con todos los riesgos que implique su libre albedrío. La libertad es también sentimiento o sensación y depende de una explícita aceptación de las limitaciones. Baruch Spinoza, como aún algunos hoy, pensaba que tenemos impulsos rebeldes primarios (“Tendemos siempre a lo prohibido y deseamos lo que se nos niega”): “Nitimur in vetitum semper, cupimusque negata.” 50 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos Estamos capacitados para balancear los impulsos con el sentimiento y la razón; por eso, aunque la dinámica social es altamente estocástica, los individuos pueden -habiendo evaluado sus derechos y obligaciones- afirmar su libertad. Desde luego, la coerción y la manipulación eliminan el libre albedrío y, por tanto, la responsabilidad moral. En un ambiente de consentimiento colectivo, la felicidad dependerá de los grados de libertad restantes y disponibles. Bertrand Russell dice “En la acción, en el deseo, debemos someternos perpetuamente a la tiranía de las fuerzas exteriores; pero en el pensamiento, en la aspiración, somos libres; libres de los demás hombres, libres del minúsculo planeta por el que arrastramos impotentes nuestros cuerpos; libres incluso, mientras vivimos, de la tiranía de la muerte.” Sobrevivir en la naturaleza y sobrevivir en la sociedad son dos lados de la misma moneda. El mecanismo volitivo para buscar la libertad conociendo las limitaciones es similar al necesario para preservar la existencia. El callejón hacia la solución religiosa, desde el punto de vista filosófico, es ya intransitable: “eres libre de hacer lo que te plazca, 51 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos pero si haces lo que te prohíbo, serás destruido”. Se parece al esquema de libertad en medio de derechos y obligaciones. Mas, a diferencia del poder político, el poder divino pudo crear a los individuos siendo todos “buenos”. Al poder político lo creamos y lo experimentamos entre todos. —ooOoo— 3.3. Praxis Independientemente de los mecanismos físico químicos de los pulsos nerviosos “aferentes” y “eferentes” (bastante bien estudiados), está la conexión mente materia que Descartes no pudo explicar. Con mejor información científica, sabemos que la conciencia o “mente” no puede ser sino un centro de procesamiento donde los impulsos nerviosos son convertidos en sensaciones de imágenes, sonidos, olores, sabores y texturas; son comparadas, evaluadas y, eventualmente, desencadenan una serie de eventos desde el interior del cerebro hasta los músculos del cuerpo 52 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos que expresan, finalmente, la volición. Este mecanismo de sensaciones y voliciones, que -desde luegono es exclusivamente humano, es el responsable de la interacción de los sujetos con su entorno; en el caso de los humanos, de gran importancia tanto para la mera adaptación como para el paso posterior: la apropiación, empleo y transformación del medio externo. Praxis significa práctica e implica acción. La palabra y sus repercusiones no merecieron demasiada atención clásica; la idea griega dominante era que “las artes” constituían una mera imitación de la naturaleza. Más bien, parece ser de gran significación entre algunos filósofos marxistas para enfatizar el enlace entre la “teoría” y la “práctica”, tan importantes para la política. Pero éste es sólo un aspecto dentro de varios otros; “praxis” implica también las aplicaciones de la ciencia (y la filosofía) a las necesidades humanas: la tecnología. Aun el idealismo platónico reconoce el peso epistemológico de la “téchne” considerando al cosmos como resultado del acto creador de un artesano divino (demiurgo), una versión celestial 53 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos del técnico mortal que materializa diseños dibujados en planos. El desarrollo histórico desde las técnicas artesanales hasta la tecnología moderna ha reforzado el punto de vista evolutivo. Se entiende mejor la evolución cultural aceptando que, en el caso humano, la adaptación no es sólo a la naturaleza, lo es también a la sociedad. Este enorme proceso de adaptación (del individuo al grupo y viceversa) debe contener cambios graduales, una evolución continua y, tal vez con menor frecuencia, cambios violentos y profundos (llamados revolucionarios) como se observa, análogamente, en la naturaleza y en la historia política. La influencia de la voluntad en el proceso de adquirir conocimiento se ve en la indisoluble relación ciencia - tecnología; la tecnología es, muy especialmente, la manera en que el conocimiento científico se confirma y se desarrolla. Por una parte, muchos descubrimientos y avances dependen de mejor tecnología: mejores herramientas, mejores instrumentos de medición, mejores equipos de computación, etc. Desde la perspectiva gnoseológica, los instrumentos son prolongaciones de los sentidos humanos; las he54 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos rramientas, extensiones de las capacidades físicas de manos y brazos; los telescopios y microscopios las de los ojos o los computadores, proyecciones del cerebro. Por otra parte, la necesidad (carencia de cosas, servicios o resultados) es el estímulo para el progreso tecnológico; la comprobación y verdadera utilidad de la capacidad predictiva de la ciencia (cómo los buenos cálculos evitan la caída de puentes, predisponen la trayectoria de cohetes, etcétera). Mucho del conocimiento es buscado, precisamente, por su eventual utilidad práctica. La huella volitiva está, igualmente, en el énfasis teleológico puesto en los objetos tecnológicos, en cuanto éstos están destinados a alcanzar el objetivo previsto en su diseño (los teléfonos son para comunicar, los automóviles para trasladar, etcétera). Y, adicional y finalmente, está el rasgo instintivo y compulsivo, materializado en la anatomía y operatividad de la mano humana: la creación y uso de pertrechos, cuya versión primitiva es detectable en algunas especies de animales, especialmente de primates. La invención común del arco y la flecha en culturas inconexas indica, en parte, que 55 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos el ser humano es proclive a dar soluciones similares a problemas similares pero, también, soluciones equivalentes pero distintas; está ahí el conjunto de arados primitivos y su perfeccionamiento posterior. RR 56 105 4 Sentimiento 4.1. Homo sapiens Así, pues, “conocimiento”, con todas sus imprecisiones y limitaciones, queda mejor definido si se reconoce desde el principio que no está restringido por conceptos posteriores como “verdad” o “falsedad”; eso es fácil de advertir dada su relación con lo observado en el comportamiento animal, profundamente originado en datos “crudos”, no verbalizables pero de utilidad directa, como la básica relación entre olores y sustancias potencialmente comestibles. La necesidad de la inferencia científica es, más bien, de origen social; las complejidades de la vida individual dentro de la comunidad aumentan paulatinamente V. M. Peñafiel Caos y cosmos en el tiempo y la urgencia de respuestas se hace cada vez más intensa frente a las perplejidades filosóficas. Muy bien, pero es indudable que, al final, los argumentos filosóficos apuntan a fines más egoistas. En el fondo de las preocupaciones ontológicas o epistemológicas están esas quemantes cuestiones las cuales, como las del protagonista de “El cuervo” (E. A. Poe), a veces se hacen conociendo la amarga respuesta. ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Tenemos un alma? ¿Tenemos libre albedrío? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Qué es el amor? —ooOoo— 4.2. Homo sensitivus Si la biología no tuviera lastres históricos, como también los tiene la filosofía, estudiaría la biósfera incluyendo a todas las plantas y a todos los animales, tal vez con un especial capítulo dedicado a las particularidades y comportamiento humano. Pero estos detalles son lo suficientemente complicados para jus58 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos tificar de sobra el conjunto de las otras disciplinas y estudios a que dan lugar. No se haría referencia a “los animales y el hombre”, pues los humanos somos animales también compartiendo con los ancestros, no únicamente elementos de ADN sino, igualmente, instintos básicos, urgencias e -inevitablemente- el común destino final. Los griegos jamás lo hubieran aceptado. Dirían algo como: “Doy gracias a los dioses por haber nacido humano y no animal, varón y no mujer, griego y no bárbaro.” Por supuesto, para ellos y para pueblos anteriores y posteriores, había vida después de la muerte; el viaje al inframundo (el hades) empezaba con la intervención del dios de la muerte (Tánatos) luego la guía de Hermes hasta el río Estigia, el transporte a través por el barquero Caronte y el encuentro con Cerbero, el perro de tres cabezas que cuidaba la entrada al inframundo impidiendo el retorno al mundo de los vivos. La idea del juicio final está ilustrada, sólo como un cuento ilustrativo, en “La República” (Platón), pero, muy obviamente, ese juicio y los conceptos de cielo 59 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos e infierno fueron tomados de esa mitología. El juicio tenía lugar en los Prados Asfódelos de donde las almas “limpias” eran enviadas a los Campos Elíseos y las que molestaron a los dioses terminaban en el Tártaro, un lugar oscuro con terribles castigos. Como aquél impuesto a Sísifo, obligado a empujar una gran piedra colina arriba sólo para verla rodar hacia abajo una y otra vez por siempre. O el del hambriento y sediento Tántalo, muy cerca de agua y comida que jamás podría alcanzar. En fin, la realidad es ciertamente más terrible. La Tierra es un planeta privilegiado (por albergar vida) pero irremediablemente aislado. Un sistema planetario similar al del Sol está absolutamente fuera del alcance terrestre. Hay peligros que amenazan la biósfera, pero aun si éstos fueran soslayables, el Sol tiene todavía un estimado de 5000 millones de años de duración estable; se calienta gradualmente, crece en radio y en luminosidad, por lo que quizá en unos 4000 millones de años la vida en la Tierra será ya insostenible. El sueño de los escritores de ciencia ficción, de un grupo humano escapando en una nave hacia 60 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos otro planeta habitable en algún lugar del cosmos, es ciertamente improbable. Lo más probable es el fin de la sociedad, sin importar el grado de desarrollo que hubiera alcanzado (donde tampoco hay certezas). Después de un trillón de años, la única huella -importante para nadie- será, tal vez, la enana negra en la que se habrá convertido el modesto Sol. Todo acabará. La Tierra desaparecerá -absorbida por el Sol en expansión- en unos 7000 millones de años; el Sol desaparecerá, finalmente, en unos 14000 millones de años; la Via Láctea (nuestra galaxia) terminará en 25000 millones de años; hasta los leptones y quarks se extinguirán en 150000 millones de años. Pero es posible que el destino de la especie humana esté ya marcado: se estima que la duración promedio de una especie de animales superiores es sólo de unos 500 mil años. El homo sapiens se extinguirá, pues, en algo así como 450 mil años. La gratuidad de toda la existencia que Sartre enfatizó, y el vértigo que describió, el que acompaña al descubrimiento de nuestra propia contingencia, están ahí sin duda. Así que, después de todo, ¿es61 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos tamos hechos para nada? Y, lo que es aún peor, no podemos elegir; la existencia humana tal como es, se nos impone sin justificación. No importa si muchos individuos mueren, siempre habrá otros que reconozcan su ser (su yo) independientemente de los detalles específicos. Ahora emergen los rescoldos de nuestro pasado animal; la territorialidad, la competitividad alimentaria, el miedo, la ira y excitación. La menos especializada observación muestra que la naturaleza privilegia la reproducción. Los humanos también somos seres “diseñados” para ella, por eso se da tanta importancia a la descendencia, al amor, a los entuertos de pareja, a la familia y a los legados. —ooOoo— 4.3. Amor y muerte Schopenhauer advirtió la naturaleza fuertemente instintiva del amor. Su estrecha e innegable relación con la reproducción y las interesantes repercusiones sociales a las que esa relación lleva. En parti62 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos cular, su interpretación del amor como eugenésico no carece de plausibilidad. Muy posteriormente, la biología muestra, con fundamento científico, el peso de las urgencias reproductivas (aún por encima de las alimenticias) en los entramados ecológicos. Eso permite entender y trazar la manera en que los impulsos animales son sublimados para ensamblar en los elaborados convencionalismos del comportamiento colectivo humano. El instinto de conservación es también objeto de adecuaciones convencionales, como es sabido. Pero, filosóficamente, la conciencia de ser perecedero y vulnerable a las muchas formas de peligro, hacen del humano un ser singularmente propenso a la hiperactividad emocional. Benjamin Constant da cuenta de esas complejidades: “De todos los sentimientos el amor es el más egoísta y, en consecuencia, una vez herido, es el menos generoso.” Análogamente, a diferencia de los animales, el estar consciente de su finitud desencadena en el hombre intensas reacciones emocionales, culturales, artísticas y -claro- filosóficas. La resistencia a la resignación llevó a inventar muertes no definitivas, resurrecciones y 63 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos vidas después de la muerte; infiernos, paraísos y retribuciones por las infelicidades terrenales. Pero, esa conciencia de finitud no resuelve los intrincados y muy aleatorios recovecos de la existencia individual, desde el nacimiento hasta la muerte. Sólo nos hace testigos impotentes del holocausto de vidas animales y humanas en el curso inexorable de la naturaleza. Mas, es cierto que también hubo miradas frías aun entre los autores de las escrituras judeocristianas cuando en “polvo eres y en polvo te convertirás” parecieran describir los innegablemente materiales origen y final del hombre. Y, cuando generación tras generación se ha agotado las fantasías de almas inmortales y ansias de perpetuidad, el mejor conocimiento de la anatomía y fisiología, especialmente cerebral, demuestra más allá de toda duda que la muerte es el fin absoluto de la conciencia, y que los residuos corporales sólo sirven para reciclar los materiales primarios en la naturaleza. No obstante, en la naturaleza, miles de hormigas nacerán para reemplazar las miles que murieron, y así para el resto de seres vivientes. Es obvio que los 64 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos individuos no importan tanto como ellos creen de sí mismos, ¿qué es, entonces, lo que la muerte destruye? Sólo un conjunto de accidentes. Un hombre sólo difiere de otro por detalles que, de todos modos, no son ni permanentes ni decisivos. Lo que nos hace verdaderamente iguales es la conciencia de existir, del “yo” separado de las otras conciencias. Por eso, la muerte de un hombre sólo es la desaparición de sus accidentes; otra conciencia albergada en otros accidentes puede reemplazarlo y el curso de la naturaleza humana seguirá sin haber sufrido detrimento alguno. —ooOoo— 4.4. Estética Como parte de la estrategia de supervivencia, las sensaciones están acompañadas de emociones, esto es, de estados anímicos cuyo correlato químico es un juego, ya muy estudiado, de neurotransmisores en el cerebro. El verbo “sentir” alude tanto a experimen65 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos tar sensaciones cuanto a experimentar emociones. El elemento conocido, entonces, llega siempre acompañado de alguna señal calificativa como “inofensivo” o “peligroso”, “agradable” o “desagradable”, “útil” o “inútil”, “bueno” o “malo”, “bello” o “feo”, etcétera. Pero también los procesos mentales, como el de recuperar memorias o disponer acciones, tienen el efecto de disparar emociones, ello implica que las voliciones llevan, análogamente, cierta carga emocional. La palabra griega “αίσ θητικóς” (aisthetikos) significa sólo “sensible”; la relación de su versión derivada “estética” con el sesgo hacia “bello” o “agradable” es muy posterior. Si se mantuviere el significado de “pertenceciente a la emoción sensible” entonces es fácil evaluar “la capacidad estética de las acciones y creaciones humanas” y llamarlas “arte”. Esta definición de arte, que es equivalente a “actividad o producto realizado con finalidad principalmente estética”, permite dilucidar todos esos puntos oscuros, como el de si esas pinturas que representan escenas desagradables son arte; cómo ciertos objetos útiles (muebles de ebanistería) son 66 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos también artísticos; cómo ciertos bailes son artísticos y otros no; etc. Además, por supuesto, el considerar que algo es arte -o no- es muy personal. Como otros aspectos de la vida social, por tanto, el valor artístico es colectivamente convencional, con tendencias vigentes pero temporales (modas). Por ejemplo, Platón decía que el arte era (o debía ser) una imitación de la naturaleza, opinión que a la larga coincidiría con las tendencias denominadas “realistas”; en cambio, para Hipócrates, el arte “es una revuelta, una protesta contra la extinción”. En fin, el arte, como actividad creadora, o como producto de esa actividad, puede o no ser bello, expresivo, intelectual, edificante, armónico o aun original. Depende del contenido emocional puesto tanto por el autor cuanto por el observador. —ooOoo— 67 105 V. M. Peñafiel 4.5. Caos y cosmos Emociones Entonces, el arte resulta sólo un efecto colateral de un fenómeno más general. Muchas especies están adaptadas a la vida en sociedad; desde insectos como las abejas u hormigas hasta mamíferos como los lobos, mandriles o chimpancés y, desde luego, el hombre. El cerebro en los individuos de tales especies tiene más funciones que los solitarios, pero el propósito es el mismo: la adaptación para la preservación individual y, finalmente, la preservación de la especie. Por eso las sensaciones no proporcionan datos crudos (como en los aparatos de medición) sino datos calificados; así es como una mosca “sabe” si la figura que se aproxima es una oportunidad o una amenaza. Las formas complicadas en que ese conjunto de fenómenos se superponen, combinan y entreveran en el cerebro humano conformará no únicamente el ensamble del conocimiento individual sino, simultáneamente, el modo específico en que se expresa y que los sicólogos llaman “personalidad”. Parte de ella es instintiva, compartida con otras especies (y 68 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos prefijada físicamente); otra parte se formará por la experiencia diaria (educación), la restante, mediante el estímulo de un agente externo, proceso que puede ser identificado como entrenamiento. Desde luego, lo mismo ocurre con datos que cada individuo puede obtener sólo observándose a sí mismo. La introspección, en general, cuando no es practicada intencionalmente, busca sobre todo la información colateral de los datos obtenidos por observación directa, por razonamiento, o por simple analogía con datos de experiencias pasadas. Esa información colateral es la “calificación” de los datos que siempre es asignada por la conciencia. Es de ese modo que se forman nociones como “alegría”, “tristeza”, etc. Y, también, permite concebir el dolor ajeno y otras experiencias privadas que no pueden ser experimentadas directamente. El problema de aislar ciertos datos que sólo pueden ser experimentados en forma privada (como los sueños, sin duda las experiencias más subjetivas) y construir, con ellos, patrones explicativos sobre el comportamiento humano, parece ser -en principio69 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos algo posible y practicable. La sicología está precisamente, basada sobre una larga experiencia de que ciertos eventos subjetivos pueden ser inferidos desde otros eventos subjetivos, inclusive pertenecientes a distintos sujetos. Pero no son los sicólogos los únicos que aprovechan el aspecto objetivo de los datos subjetivos. Un chef es capaz de satisfacer los gustos de muchas personas, un publicista, análogamente al político, puede manipular cierta información de manera que su mensaje estimule las creencias y expectativas privadas del público. Mucho de lo que pensamos se origina en hábitos, personales y sociales, formados durante experiencias pasadas; en creencias forjadas por tales hábitos, en repeticiones, prejuicios, intereses, etc. —ooOoo— 4.6. Cuerpo y alma En la naturaleza, como se dijo, los animales, presas o depredadores, tienen la misión reproductora, alre70 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos dedor de la cual se organizan las funciones vitales que consisten en la gestión del alimento, la elección de la pareja y el eventual cuidado de las crías; éstas, en ciertas especies, tienen un lapso de entrenamiento que depende de la complejidad del entorno. Hay ocio, en ciertos casos, pero su voluntad no es creadora, en general las expresiones emotivas son muy limitadas. Pero no ausentes; la transición gradual hacia la humanidad es justo la que explica todas esas funciones que se atribuyen al espíritu humano. Una vez que la inteligencia alcanza su nivel actual, el éxito en la supervivencia tiene algún costo. El hombre ya no tiene depredadores, muchas enfermedades potencialmente peligrosas han sido controladas y, de no ser por las desigualdades, la humanidad estaría suficientemente alimentada. Precisamente en las desigualdades -que son culturales- es donde, en el pasado y en la actualidad, se hallan las miserias y los sufrimientos. La gente emprende tareas y actividades que requieren mucho esfuerzo o gran pericia y terminan metas intensa pero fugazmente placenteras, semejantes a las conquistas del alpinismo, pero no rehuye las labo71 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos res rutinarias o monótonas cuando le son necesarias. Según Voltaire, “No estar ocupado y no existir, equivale a lo mismo.” La mente y el cuerpo humanos están adaptados para la creación y el trabajo; para el uso y transformación del ambiente. Por eso, cubiertas sus necesidades de supervivencia, sus habilidades se vuelcan al dominio “secundario” de los insumos sensuales mediante muchas actividades: las artes, los deportes, las aficiones, etc. Todas destinadas a llenar la urgencia ocupacional; porque, como lo advirtió Schopenhauer, el tedio es una clase de sufrimiento anímico que las personas evitan tanto como lo hacen con el dolor corporal. Persona es una institución social (cap. 6) definida por su identidad, domicilio, actividad laboral, etc. El objeto físico sobre el que descansa esa definición es un cuerpo, con las características de humano, cuyo funcionamiento genera la conciencia (mente) la cual contiene toda información almacenada durante su existencia. Tal información es registrada cronológicamente, eso hace que la persona se reconozca 72 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos y sea reconocida como la misma a lo largo del tiempo. Cuando el cuerpo muere, la mente se apaga y el contenido cognitivo desaparece. Ningún estudio objetivo mostrará un fenómeno diferente. La mente, que puede también denominarse “alma”, no es una sustancia, es sólo el resultado del funcionamiento cerebral, es un proceso. Una de las características más importantes de este funcionamiento es la capacidad de razonar, la inteligencia. Esta palabra, que proviene de “intelligere” (leer entre líneas), no debiera ser sinónima de “talento” y no lo es de “astucia”; denota más bien el grado de entendimiento, de lucidez necesario para el desempeño material y social de la persona, incluyendo la habilidad en el uso de sus talentos. Desenvolverse con éxito entre esas limitaciones materiales y sociales es lo que se podría llamar “libre albedrío” y, quizá, la base para lo que usualmente se entiende por “felicidad”. RR 73 105 5 Comportamiento 5.1. Moralidad Sociedades como las de las hormigas o abejas no necesitan de la moralidad. Cada individuo ocupa un lugar específico y su comportamiento seguirá en consecuencia. Los pocos casos de desviaciones -por fallas genéticas, tal vez- son eliminados y “limpiados” de la comunidad. Los mamíferos que viven en grupos establecidos, ya muestran más “grados de libertad”; los patrones de comportamiento son inculcados a las crías por sus progenitores y otros adultos. Como esos grupos son territoriales, usualmente se organizan en jerarquías sostenidas por la fuerza y las desviaciones merecen violentos correctivos, incluyendo, a veces, V. M. Peñafiel Caos y cosmos la expulsión o la muerte. Los humanos heredamos algunos rasgos instintivos (grupalidad, territorialidad), pero nuestras relaciones sociales son bastante más elaboradas, como lo son todas las demás características orgánicas. Las capacidades de acumulación de conocimiento, independencia volitiva y la de comunicación mediante el lenguaje hacen de la convivencia un proceso con enorme potencialidad donde, a nivel individual, se regula mediante esos conjuntos de rústicos, implícitos o explícitos “preceptos” que se denominan “reglas morales”. Se ha intentado dar un fundamento filosófico a la moralidad de varias maneras, en gran medida porque su concepción tiene una incómoda arbitrariedad, injustificable dentro de un “sistema” ideológico. Kant lo pone de manifiesto diciendo “Pues en lo que se refiere a la naturaleza, la experiencia nos da la regla y es la fuente de la verdad; pero respecto de las leyes morales, la experiencia (desgraciadamente) es madre del engaño y es muy reprensible tomar las leyes acerca de lo que se debe hacer (o limitarlas) atendiendo a lo que se hace.” Ningún análisis objetivo hallará fundamentos in75 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos contrastables para la manera en que los individuos deben comportarse. Entonces, simplemente, la moral es el conjunto de prejuicios sobre lo que en la comunidad se considera “correcto” y “erróneo” para el comportamiento humano. ¿Está la moralidad asociada al nivel de conocimiento? No, si así fuera todos los sabios sería morales y los ignorantes inmorales, tal no es el caso, en general. ¿Es una cuestión de “autocontrol”? Claro que no; la introspección, el contentamiento, la serenidad y la paz mental presuponen una moralidad. ¿Está relacionada con la intuición, hay un “sentido moral”? No; si así fuera, luego de siglos de estudio sobre la naturaleza humana, sin duda ya hubiera sido descubierto y verificado que debiera ser el mismo en todos los seres humanos. Lo contrario es cierto, no hay valores morales objetivos. —ooOoo— 76 105 V. M. Peñafiel 5.2. Caos y cosmos Ética La ética es la teoría de la moralidad. Comprende una serie de preguntas difíciles de contestar, como ¿qué debemos hacer?, ¿qué son el bien y el mal?, ¿qué son lo correcto y lo erróneo?, ¿hay una moralidad objetiva?, ¿cómo tratar a los “otros”?, ¿por qué debo ser moral? En filosofía, la ética “estudia, sistematiza y explica los conceptos del comportamiento correcto e incorrecto”. Como la estética, involucra asuntos de valores. Entonces, ¿hay una manera de saber con seguridad lo que es correcto? No, ya desde Aristóteles se vio que el hábito y la aculturación son más determinantes en la esfera de los valores (cuyo tratamiento se conoce como axiología). Nadie puede mostrar los valores del mismo modo que es posible con los fenómenos naturales o los objetos matemáticos; la diferencia entre hechos y valores es completamente esencial. Así, los valores de “verdad” y “falsedad” no son aplicables a otros valores. Los valores no son cosas, no hay algo identificable como “moralidad verdadera”. Sin 77 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos embargo, ya se vio (sec. 4.3) que el conocimiento de las cosas va siempre acompañado de “señales calificativas” éstas constituyen valores estéticos y, ahora también, éticos en el sentido en constituyen o dan lugar a preceptos morales. El origen de estos calificativos es trazable también hasta los cerebros más simples; las sensaciones, en el caso de los insectos, son asociadas con “avisos” inmediatos de aprovechamiento o peligro. En el caso de especies más evolucionadas, tales avisos son también mediatizados para almacenarse como conocimiento calificado. Para el cerebro humano, desde luego, los procesos contienen más detalles y éstos son más complejos; pero, en último análisis, el propósito de los valores está aún asociado a reacciones instintivas. Así, como los valores estéticos, los valores éticos son subjetivos y relativos, pero pueden ser socialmente compartidos. Los animales no acumulan conocimiento por placer; el acto cognoscitivo está siempre asociado a la supervivencia individual e, indirectamente, de la especie. En los humanos la referencia instintiva se ramifica y mediatiza y puede resumirse en la palabra 78 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos “interés”; entonces, el “bien” es lo que conviene a los intereses individuales o colectivos y “mal” lo que los perjudica o limita; lo “correcto” es lo que va de acuerdo al interés común y “erróneo” lo que lo vulnera; “virtud” es la tendencia a lo correcto y “vicio” la compulsión a lo erróneo; “justicia”, la satisfacción de un interés y “crimen” el atentado al interés ajeno; etc. El placer y la felicidad no son los únicos intereses individuales, por eso el hedonismo parece la forma más primitiva de ética, aunque cualquier arreglo de éste es igualmente arbitrario. En los hechos, desde las sociedades más primitivas, los humanos tuvieron que adaptar sus intereses individuales con los intereses colectivos de un modo estocástico, esto es, forzado por urgencias externas conocidas pero circunstancialmente aleatorias. Así, uno de los vínculos más fuertes y primarios ha sido el marcial; la lealtad al grupo resulta, entonces, la actitud moral por excelencia en tanto que su contraria la más reprochable; aún actualmente, la “traición a la patria”, en algunos países, se castiga con la pena de muerte. Se ha pensado que la moralidad debiera ser evaluada según que sus 79 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos principios contribuyeran o no al bienestar común o individual. El punto de vista deontológico presupone bondades inherentes sobre cuya base la gente tendría el deber de actuar. Según Kant, actuar según la “ley moral” consiste en actuar por el deber de hacerlo, por el deber de buena voluntad; su “imperativo categórico” una de cuyas formulaciones es “Actúa sólo de modo que tus motivos puedan devenir en leyes universales”, equivale a “no hagas a otros lo que no quieras que te lo hagan” o, la llamada “regla de oro”: “trata a los otros como deseas ser tratado”. En fin, seguramente algunas de tales propuestas se dan en el curso de la formación axiológica individual. También, las legislaciones civil y penal tienen evidentes influencias desde principios morales estructurados, dependiendo del desarrollo histórico y cultural de cada sociedad. La religiosidad no es igual al teísmo. Éste introduce el concepto divino sobre todo para explicar el origen del universo. La religión está asociada, más bien, con la manera de relacionarse en una comunidad, esto es, con la moralidad. Por eso la religión, como la vestimenta, la música y otras costumbres, es diferente en 80 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos sociedades diferentes. Por supuesto, el concepto de dios -o dioses- varía también. Pero el objetivo es obviamente el mismo: salvar la arbitrariedad de la moral invocando “mandamientos divinos”. Ahora, bastaría contestar a la pregunta ¿cuál religión es la verdadera? para encontrar la “verdadera” moral. Lamentablemente, la respuesta, en el mejor de los casos, será: “nadie lo sabe”; la arbitrariedad de los preceptos morales es, pues, irreducible. En los hechos, la sociedad parece haber tomado más la vía kantiana, dejando que sea la propia humanidad la que establezca, instintivamente, una ley moral. Evidentemente, la moralidad es convencional, como lo es el “comportamiento correcto”; por eso, ética y moral aparecen, a veces, como sinónimos. Una vez que esas convenciones se han establecido, “de facto” o “de jure” el proceder posterior, los premios y los castigos estarán más o menos definidos. —ooOoo— 81 105 V. M. Peñafiel 5.3. Caos y cosmos Convenios La sociedad se involucra convencionalmente en muchos asuntos; el lenguaje, los símbolos patrios o el calendario. La moralidad también es un convencionalismo más o menos impersonal, en el sentido en que a veces es posible identificar las fuentes principales y otras no. La moral preponderante “media” es una mezcla de resultados de pleitos por intereses, luchas por el poder, acción de grupos de presión, imposiciones o influencias externas o, al final, consensos implícitos o explícitos. La evolución social implica la evolución de la moralidad mediante coerción, manipulación o acuerdo entre partes y, claro, mediante una adaptación lenta o rápida a necesidades instintivas o racionales. En la práctica, toda reforma social implica una serie de reformas morales. Los discursos éticos giran principalmente alrededor de conceptos como libertad, bienestar, solidaridad, igualdad y justicia. Entonces, ¿por qué todavía no hay un acuerdo moral universal? Porque los principios éticos son sólo consecuencias 82 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos de los conflictos de intereses y no al revés. La moral y la ley son, por supuesto, diferentes; pero están inevitablemente relacionadas. Así, el aborto y la eutanasia pueden llegar a ser legales, pero seguirán siendo moralmente controversiales porque, a diferencia de los preceptos legales que son siempre coercitivos, los preceptos morales no provienen de un ente regulador y no siempre son obligatorios. Las decisiones éticas no son ni correctas ni erróneas y menos reducibles a respuestas binarias (“sí” o “no”). El carácter convencional de los preceptos morales se ven más claramente en situaciones prácticas particulares como la ética de la medicina, de la biología, de la ciencia, de la política, del servicio público o de la guerra, donde se debe pulsar muchos botones para encontrar el acuerdo entre facciones o el “bien común”. —ooOoo— 83 105 V. M. Peñafiel 5.4. Caos y cosmos Educación A diferencia de la transmisión de conocimientos (a lo que podría llamarse “instrucción”), la transmisión de valores -estéticos y éticos- se da fundamentalmente por el ejemplo y son adquiridos por imitación. Desde luego, pueden ser descritos en forma de mandatos, pero el lenguaje solo no será eficaz; el “haz lo que digo, no lo que hago”, se sabe, es la peor educación. La información acumulada sobre los valores que la gente ostenta puede ser descrita en forma verbal y pasa a convertirse en “conocimiento sobre la gente”, no un patrón axiológico. Los preceptos morales pueden ser comprendidos, pero la práctica efectiva presupone su necesaria aceptación. Desde luego, se los puede imponer, pero eso mismo, en ciertas circunstancias, es éticamente condenable; el principio de “objeción de conciencia”, por ejemplo, apunta a esa última dirección. La tendencia histórica es incluir los derechos y obligaciones de los agentes morales en los códigos éticos de la sociedad. Una obligación es una imposición cuyo cumpli84 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos miento es (legalmente) conminable. Un derecho es una facultad (o beneficio) exigible, que la autoridad (legal) establece a favor de una persona. Los animales y las cosas no pueden ser demandados por la autoridad ni pueden demandar facultades o beneficios de la autoridad; por tanto, no pueden tener derechos. Más bien, son las personas las que deben tener ciertas obligaciones con los animales o las cosas, cuando corresponda. Un código ético sobre tal base es siempre transmitido por la educación (aún si ésta es deficiente), esto es, por el hogar, las relaciones y las escuelas. Consecuentemente, las huellas de todo fenómeno social enfermizo (como el exceso de criminalidad) tendrán su origen, seguramente, en el sistema educativo; por supuesto, una vez ahí, siempre es más fácil especular que corregir. RR 85 105 6 Sociedad 6.1. La realidad social Hay un universo muy aproximadamente descrito por la física, la química y las otras ciencias. El límite de la realidad consiste de entidades que genéricamente llamamos “partículas”. Ciertos sistemas de partículas se llaman orgánicos y rematan en seres conscientes que la evolución, como a otras especies, ha orientado a ser irremediablemente grupales. Sin esa característica, el ser humano no existiría pues esa es inherente a él. En cualquier etapa de la historia, el individuo está definido por el estado de su colectividad. Ha evolucionado no únicamente para adaptarse a la naturaleza, sino, igualmente, para adap- V. M. Peñafiel Caos y cosmos tarse a la sociedad; la vestimenta, la comida cocinada y el lenguaje son ejemplos muy conspicuos de ese proceso. La sociedad existe porque los individuos que la componen existen físicamente. Pero ellos ven a su colectividad “desde adentro” y, casi sin estar demasiado conscientes de ello, se ven confrontados con los “objetos sociales”. Éstos como todos los objetos creados artificialmente son dependientes del observador; a diferencia de los objetos físicos, si los seres humanos desaparecieran, por supuesto que cosas como sillas, mesas, el tiempo, la propiedad y la economía desaparecerían también. Una gran cantidad de entidades, convencionalmente creadas, forman parte de la estructura institucional. Hay una “realidad social” principalmente porque la gente es capaz de consensuar, de llegar a acuerdos, de formar partidos y de establecer convenciones. Es de ese modo cómo aparecen “instituciones” como la propiedad, el dinero o el gobierno, cuya existencia es, en gran medida, verbal. El pegamento institucional, el agente constitutivo, es el lenguaje. Muchas de las instituciones sociales 87 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos sólo existen porque hay una frase que así lo expresa en cierto documento. Los objetos sociales también tienen intencionalidad, siempre son creados con un fin (son “teleológicos”) y tienen funciones artificial y convencionalmente asignadas, como a los instrumentos y a las herramientas. Mas, a diferencia de éstas, el propósito y las funciones de las instituciones son relativas y dependen enteramente de los actores y testigos; en los hechos, de cierta intencionalidad colectiva o cierto comportamiento cooperativo, no obstante las creencias, deseos e intenciones individuales, que pueden ser marcadamente aleatorias. Finalmente, en la realidad social, los objetos institucionales poseen reglas constitutivas que definen su naturaleza, propósito y operaciones. Así, la demarcación de una frontera puede separar a dos comunidades tan efectivamente como si hubiera un muro físico en virtud sólo de reconocimiento y aceptación (estatus deóntico, una forma de poder). Los individuos no están, en la mayoría de los casos, conscientes, o incluso informados, del estado y desarrollo de tales estructuras las cuales parecen funcionar mejor, a veces, cuando 88 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos la gente tiene falsas creencias al respecto. Herbert Spencer pudo concebir la esencia del colectivo: “El organismo social es como un organismo individual en estos rasgos esenciales: se desarrolla, y mientras lo hace, se vuelve más complejo, mientras se hace más complejo, sus partes adquieren una dependencia mutua creciente; su vida es inmensa en longevidad, comparada con la vida de sus unidades componentes ...pero en ambos casos hay una integración creciente, acompañada de heterogeneidad cada vez mayor.” En la vida cotidiana, para el individuo es una cuestión de aceptar o rechazar, o de luchar contra una realidad institucional. Frecuentemente, una manera de crear una institución es actuar como si ya existiera, lo cual es posible cuando se es capaz de usar favorablemente las circuntancias. Éstas dependen de la manera en que una institución respalda a otra pero, en general y en última instancia, la institucionalidad descansa siempre sobre la fuerza bruta. En efecto, como ya se dijo, el lazo más fuerte entre los hombres es el militar; basta notar la persistente presencia lingüística de términos relacionados como “militante”, “estrategia de la empresa”, “nuestro cuartel general”, “victoria pírrica”, “comandar el proyecto”, “disciplina 89 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos marcial”, etc. La mayor parte de las naciones fueron creadas con el apoyo directo de una fuerza armada en guerras de conquista, de secesión o de liberación. Es muy evidente, además, que la monarquía -que parece ser la forma más “natural” de organización primaria- se formó como consecuencia del poder adquirido por los primeros jefes o comandantes de las batallas, convertidos luego en reyes. —ooOoo— 6.2. Los colectivos numéricos La sociología clásica es todavía esencialmente descriptiva. La historia da cuenta de la manera en que la sociedad evolucionó hasta llegar a su estado actual, pero las explicaciones no son únicas ni definitivas y, sobre todo, no admiten soluciones claras en las muchas cuestiones cruciales. ¿Quién debe ostentar el poder? ¿Siempre habrá ricos y pobres? ¿Cuál es el mejor sistema político? ¿Cuál es el mejor sistema económico? 90 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos Mientras tanto, siendo que la sociedad es un objeto físico real, su visión como un conjunto de “elementos” en interacción ha generado una serie de modelos matemáticos que ahora pueden ser calculados computacionalmente. Por ejemplo, tomando a los individuos como nodos y sus interacciones como aristas, el modelo resultante, llamado “red social”, permite explicar ciertas características de la dinámica colectiva como la velocidad y estructura de la propagación de noticias o enfermedades. Es una herramienta teórica adaptable también a la simulación de grupos especializados en sociología, economía, biología, antropología, comunicaciones, etc., dependiendo de la definición de las interacciones más bien que de los elementos, unidades o nodos. En un análisis de red, por supuesto, hay muchos tipos de configuración de la estructura, con relaciones binarias o múltiples, débiles o intensas, permanentes o intermitentes y, así, es útil para la investigación en un amplio rango de problemas. Para la filosofía, el individuo y sus instituciones están inmersos en la dura realidad del grupo; la estructura iterada de los respaldos convencionales remata 91 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos siempre en algo físico. Una orden empieza en una frase verbal o la firma en un papel y luego desencadena una serie causal de consecuencias institucionales; cuando se agotan las posibilidades, se encuentra siempre un hecho concreto o potencial, como la amenaza armada. Es ahí donde, respecto del “libre albedrío”, las personas perciben, finalmente, los límites institucionales de derechos y obligaciones construidos sobre la base, mediata o inmediata, de cierta realidad física. ¿Cuánto depende este esquema de proyectos individuales de la evolución colectiva que puede ser simulada matemáticamente? La sociedad, como un “sistema complejo”, bien podría, por ejemplo, transitar asintóticamente hacia un estado de equilibrio, de máxima probabilidad o máximo “desorden”, donde las tensiones entre sus elementos se hubieran relajado, minimizando, finalmente, los conflictos internos. El efecto de la inercia social, el hecho de que -para los propósitos individuales- el colectivo numérico sea tan resistente como una roca, implica que los individuos deben acomodar no únicamente sus proyectos, sino toda su vida, al estado de la sociedad 92 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos a un tiempo dado. El colectivo numérico sobrevive siempre sacrificando a sus elementos; lo hace con los insectos y con los mamíferos, incluidos los humanos. ¿Cómo es que el sistema, con sus instituciones, es tan poderoso? ¿Cómo es que tales estructuras tengan tan enorme efecto en nuestras vidas a pesar de parecer tan frágiles? Al parecer, porque están siempre entrelazadas e interconectadas; este contrato que establece un empleo está sujeto al sistema legal, a prestaciones de salud, al sistema de impuestos, al sistema educativo, etc. La sociedad misma es un sistema de hechos institucionales interconectados los cuales, al final de la cadena, eventualmente, harán que los hechos materiales brutos ocurran. Es una estructura cuyo propósito no es sólo empoderar a otras instituciones, sino, eventualmente, el de controlar la base material. Sin embargo, tal andamiaje es muy susceptible a las circunstancias; si éstas le son adversas, puede devenir lo suficientemente frágil como para colapsar con rapidez. Hay muchos ejemplos de esos hechos que, consensuadamente también, pueden ser llamados “revoluciones”. 93 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos —ooOoo— 6.3. El poder Ahora, claro, en el fondo, ese sistema de instituciones interconectadas para organizar y regular nuestras vidas, tiene que ver con el poder. Es la manera en que la sociedad organiza sus relaciones. Lo hace a través de la institución y funciones del “estado”. Alguien es el jefe y alguien es el mandado, esclavo o empleado. El diseño garantiza la intersección con otros elementos sociales. Para cada función individual habrá un sistema de derechos y obligaciones. ¿Quieres dinero? debes tener la habilidad de trabajar, de comprar y vender, de almacenar valores, de recibir remuneraciones por servicios prestados, etc. El motivo de la complejidad interconectada es la de regular el comportamiento de la gente en grupos complejos, en relaciones de poder. Hay, además, un papel constitutivo del lenguaje. Para los hechos institucionales, tiene que haber alguna clase de simbolismo, palabras 94 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos -o algo equivalente-, para asignar funciones individuales o colectivas. Una vez asentadas las relaciones de poder, frases como “X será el presidente” o “X se ocupará de la seguridad” serán suficientes para establecer el estatus de X. Como todos somos individuos en medio de un conglomerado complejo, todos deseamos -o debiéramosser partícipes del poder. La idea de una democracia directa, que parecía posible en sociedades todavía pequeñas como la ateniense, pudiera resurgir con el advenimiento de tecnologías más confiables de comunicación social. Cuando la gente pueda votar para decidir políticamente en vez de para elegir representantes (políticos), tal vez las respuestas a otras interrogantes relacionadas con el bienestar, la subsistencia y la economía sean más aceptables. RR 95 105 7 Agur... 7.1. Idealismos El inventar hipótesis es, a veces, un excelente artificio para resolver problemas. Unas veces son evidentes y otras es posible probarlas; el criterio general es que la validez de una hipótesis se confirme con los desarrollos posteriores. Otro propósito para usarlas ha sido, especialmente en filosofía, el de introducir doctrinas subjetivas, paradojas o temas controversiales. Desde luego su empleo requiere cuidado y buen juicio. Por ejemplo, uno podría argüir que los caballos tienen alas, pero que sólo pueden verlas quienes creen en ellas. Por supuesto, es imposible probar su falsedad una vez que se acepta el enunciado. Por eso, V. M. Peñafiel Caos y cosmos se sobrentiende que la prueba recae siempre en el proponente. Como ya se vio, la existencia del mundo no es una cuestión racional sino volitiva; la hipótesis de su realidad externa no es gratuita, se justifica por los datos que los sentidos recogen y almacenan en la memoria. Esos datos constituyen -digamos- una simulación del universo conocido. Entonces, las palabras “idea” y “objeto” son diferentes porque denotan conceptos diferentes. Las ideas de los objetos no agotan las propiedades de los objetos; si uno ve un árbol, tendrá imagen mental de ese árbol que puede ser bastante buena; pero si necesita verificar el color exacto de las hojas, tendrá que regresar al objeto externo, es una información que la idea del árbol no puede proporcionar. Además, es bastante conocido también que los animales perciben los objetos de modos muy diferentes. Basta el ejemplo del crótalo que, en la oscuridad, puede tener una muy clara imagen del ratón usando sus sensores para radiación infrarroja. El hecho de que nuestro conocimiento no es de “la cosa en sí” propiamente, sino que consiste de una 97 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos reconstrucción mental sobre la base de sensaciones, condujo a la introducción de varias hipótesis cuya característica común es la de negar la existencia del universo material exterior y que genéricamente pueden ser denominadas “idealismo”. El idealismo siempre ha merecido algún comentario filosófico. Y es comprensible, por cuanto permite ilustrar con claridad la importancia de postular hipótesis que se mantengan permanentemente coherentes con todo el desarrollo de las teorías. Si uno emprende la formulación de una “doctrina” basada sobre la hipótesis de que el mundo material no existe, entonces: (i) Si se acepta el origen empírico del conocimiento y se pretende que las ideas provienen de dios (Berkeley) o de una colonia de mónadas (Leibniz), lo único que se hace, estrictamente, es un superfluo juego lingüístico, cambiando la denominación “cosa en sí” o “mundo material” por las palabras “dios” o “mónadas” (la mónada infinita y perfecta es dios, según Leibniz). (ii) Si se insiste en asignar una “realidad ideal” a esas entidades, la hipótesis ya no es sostenible; los sentidos, que interactúan con la realidad y se en98 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos cargan de enviar sus señales al cerebro, dejarían de ser necesarios pues las ideas podrían ser transmitidas directamente, agotando su contenido, esto es -contrariamente a lo que se sabe-, el conocimiento de la realidad sería completo, exacto y preciso. ¡Que no lo es! Porque los sentidos tienen imprecisiones y errores producidos por las interacciones entre objetos (¡los sentidos son también objetos!). (iii) Además, cualquier idealismo, al implicar que todo es sólo mental, desembocará necesariamente en un “solipsismo”, esto es, la creencia de que sólo el “yo” existe. Los detalles de su cuerpo, del cuerpo de los otros y del universo restante, al no tener garantía de existencia, quedarían reducidos a la condición de ideas y a residir en la mente que los evoca. Además, aquí sería necesaria una fuente externa (el dios de Berkeley o la colonia de mónadas de Leibniz) para garantizar la permanencia, esto es, que los “objetosideas” no desaparezcan cuando no se los perciba o se los piense. El resultado es un esquema ilógico y absolutamente improbable, esto es, inmune a toda prueba. 99 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos Una versión “moderna” de solipsismo, la hipótesis de simulación, consiste en afirmar que todo el universo es una simulación computacional, sin respaldo objetivo. Pero el sistema que ejecuta la simulación debe ser distinta de lo simulado y es objeto de la misma hipótesis; esto es, el simulador podría ser simulado también, en una superposición infinita como en el caso del dios creador. Finalmente, una simulación tan exacta tendría que partir de un conocimiento absolutamente exacto del universo (¿dios el programador?). —ooOoo— 7.2. ¿Entonces? Sobran los indicios de que el hombre siempre supo su destino. Pero inventó muchas formas de autoengaño. Más de veinte siglos de filosofía llevan -al fina encarar ese destino sin adornos. ¿Existe el mundo y podemos conocerlo? Suponemos que sí. Lo conocemos mediante la ciencia, no con absoluta certeza pero 100 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos con muy buena aproximación, observando cuidadosamente e intentando razonar con rigor. Al presente no podría decirse que se ha hecho mal trabajo. Sabemos mucho del “macrocosmos” y del “microcosmos” y, así, del cosmos. Pero la travesía tuvo sus costos. La concepción antigua del hombre como el rey de la creación, el centro del universo, el llamado a ser eterno, se fue quedando sin sustento. En el borde de una de muchas galaxias, la Tierra, un “punto azul”; el único con vida en una enorme extensión, la suficiente para considerarnos aislados para siempre. El hombre, supuestamente tan especial, se encontró a sí mismo compartiendo, con los otros animales, las marcas de la naturaleza. Arrastra los instintos más primarios, territorialidad, agresividad y grupalidad los cuales, con el entendimiento y el lenguaje, terminaron conformando las particularidades de la sociedad actual. Ahora, el estudio de un número de casos de personas que crecieron en aislamiento o con animales, con resultados similares respecto de discapacidades insalvables y permanentes, demuestra -por sí faltaran pruebas- que el ser humano no puede prosperar 101 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos sin la comunidad. Es un ser social por naturaleza e instinto y, desde el nacimiento hasta la muerte, su “personalidad” está enteramente configurada por la comunidad; el idioma, las costumbres, la ideología y hasta sus diversiones y pasatiempos provienen directamente del grupo (como en la infancia) o de la interacción con él. Por otra parte, la sociedad humana es ciertamente un ente físico y su evolución y destino definen, ciertamente, el destino de los individuos. ¿Y el libre albedrío? A su vez, cada uno emprende su lucha por la supervivencia dentro de esos límites colectivos. Las instituciones sociales parecen a veces sólidas como muros y, a veces, simples castillos de papel. Una gran parte de la gente es crédula e influenciable o particularmente irreflexiva. Millones de personas creyeron y millones creen en dios porque hay una corriente ideológica muy difundida según la cual se puede conocer ciertas verdades sin evidencia. También, políticamente, se ven manipulados por arteros políticos, los que -curiosamente- son profundamente despreciados. Como ciencia, la sociología está aún en desarrollo; no tiene soluciones para un 102 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos sistema en notorio desequilibrio. La gente discrepa acerca de lo que es bien y mal porque se ha difundido una falsa versión de esos valores que llega a considerarlos casi si fueran entes reales. Estrictamente, en cambio, “bien” significa “conveniente” y “mal” se aproxima a “perjudicial”; por eso son términos relativos y lo que es conveniente (bueno) para unos llega a ser inconveniente (malo) para otros. No es difícil retrotraer esos conceptos a su origen más lejano, la lucha por la supervivencia, común a todos los seres vivos. Es importante verificar que el cerebro siempre califica los datos que ingresan como conocimiento; son buenos, malos, bellos, feos, peligrosos, inofensivos, etc. Finalmente, las formas más sofisticadas del procesamiento de tales datos calificados rematan en esos esquemas morales que la ética estudia. Entonces, ¿cuál es el destino final de la humanidad? Los datos actuales indican claramente que la Tierra y el sistema solar entero desaparecerán a la larga y sin remedio. Igual que los proyectos individuales, los proyectos colectivos simplemente se esfumarán. ¿La 103 105 V. M. Peñafiel Caos y cosmos humanidad? Nadie habrá para recordarla. Al respecto, Norbert Wiener dice: “Tengamos el coraje de encarar el final definitivo de nuestra civilización, como tenemos el valor de considerar la certidumbre de nuestra propia muerte.” Pero hay muchos millones de años todavía. Si la humanidad no tiene futuro definitivo, aun si a muy largo plazo, el sufrimiento es absolutamente inexplicable. La gente inteligente no se engaña ni engañará a otros y espera que los prejuicios y puntos ciegos desaparezcan y se logre una sociedad donde todos nazcan con iguales oportunidades y mueran con la sensación filosófica de que su vida -después de todovalió la pena. RR 104 105 Caos y cosmos “Filosofía” también significa -por supuesto- “adicción al saber”. Nada de lo que se sabe, y aún lo que no se sabe, está lejos de su alcance. La realidad, ¿cómo la vemos? ¿Cuán asequible es a nuestra curiosidad? —oo (χάoς και κóσ µoς) oo— Victor Miguel Peñafiel Nava es físico teórico. Actualmente investigador asociado en el Instituto de Investigaciones Físicas, C. F., FCPN (UMSA). Premio de Ciencias TWAS-ANCB (1995). Correo electrónico: • vmiguel@fiumsa.edu.bo Carrera de Física, FCPN (UMSA): • http://www.fiumsa.edu.bo Libro digital por V. M. Peñafiel