COSMOVISIÓN DE LA EDAD ANTIGUA En la Antigua Grecia hubo numerosos astrónomos y filósofos que ayudaron a la formación de la cosmovisión que predominaba en la Antigüedad. El cosmos presentaba las siguientes características: - Todos los movimientos de los cuerpos celestes son circulares y constantes. - El universo es geocéntrico, es decir, la tierra se encuentra inmóvil en el centro de los demás cuerpos celestes giran a su alrededor. - El cosmos es eterno —no ha sido creado—, pleno —no existe el vacío— y finito. Su límite está formado por una esfera que en su superficie se encuentran las estrellas, que se supone que eran puntos de luz adheridos a ellas. - Además, hay otros puntos luminosos, que los griegos llamaron planetas —término griego que significa «errante»—. Los planetas conocidos en la antigüedad eran Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. También conocían el Sol y la Luna. Aristóteles y Ptolomeo sistematizaron la mayor parte de los conocimientos sobre el universo que se tenían en la Edad Antigua. Platón distinguió dos reinos: el de las cosas imperfectas y el de las cosas perfectas. El primero irreal, el segundo real. Las cosas perfectas tenían un carácter divino y las imperfectas no. Entre unas y otras, existían diversos grados. Los planetas, por su parte, estaban cercanos a la perfección, tenían una naturaleza casi divina. Por su parte, el modelo de perfección de Platón conllevaba que los entes perfectos e inmutables eran inmóviles y los cuasi perfectos eran casi inmóviles. Este era el caso de los cuerpos celestes: se movían, pero no mucho. Platón imaginó un modelo del universo, el geocéntrico, según el cual la Tierra esta en el centro del universo y todos los astros, el Sol incluido, giran alrededor de ella con un movimiento circular uniforme ordenados en el siguiente orden (hacia fuera desde el centro): Luna, Sol, Venus, Mercurio, Marte, Júpiter, Saturno. EL UNIVERSO ARISTOTÉLICO Aristóteles percibe el universo como un organismo por las siguientes razones: - Todas las partes del cosmos forman una unidad. Entre los cuerpos celestes existen vínculos que enlazan lo que ocurre en las distintas partes del universo. - Todos los elementos del cosmos tienen una finalidad. Estos elementos cambian y se mueven para ocupar su posición natural. Esta concepción se conoce como teleología. EL UNIVERSO COMO UN ORGANISMO El universo aristotélico se divide en dos mundos: supralunar y sublunar. El mundo supralunar: Aristóteles quiso entender por qué los cuerpos celestes se mueven. Según este pensador, los planetas, la Luna y las estrellas se encuentran metidas en esferas cristalinas y transparentes hechas de un material incorruptible llamado éter. En el espacio entre un cuerpo celeste y otro no habría vacío, sino más esferas unidas formando un universo pleno —el sistema aristotélico está formado por 55 esferas—. Las esferas cumplen dos funciones. En primer lugar, permiten explicar porque los astros se sostienen en el cielo en lugar de caer precipitados hacia abajo. En segundo lugar, entender cómo se mueven dichos cuerpos. Aristóteles pensaba que tenía que existir un primer motor inmóvil, con capacidad de mover sin ser movido, situado en el exterior del universo finito, y que sería la última causa de todos los movimientos del universo. Este motor inmóvil transmitiré el movimiento a la esfera de las estrellas. Esta esfera arrastraría a su vez a la siguiente esfera, y esta a las siguientes hasta llegar a mover las esferas que contienen los planetas, el Sol y, finalmente, la Luna. El movimiento, según Aristóteles, se transfiere desde la periferia hasta el centro del cosmos. El mundo sublunar. Está formado, según Aristóteles, por cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire. En el mundo sublunar, el movimiento de la esfera lunar crea unos remolinos que son la causa de que los cuatro elementos se mezclen caóticamente y den origen a los seres vivos y a los objetos inertes. Este mundo es fruto del caos y los seres que lo componen están expuestos a la degradación, la corrupción y el desorden. El cosmos aristotélico relaciona, por tanto, el movimiento de las estrellas con el mundo que nos rodea: existe una relación entre el movimiento del motor inmóvil y el caos del mundo sublunar donde se encuentran los seres sometidos a una constante degradación. Este sistema, como ya se mencionado, se conoce como teleológico. LA ASTRONOMÍA PTOLEMAICA Claudio Ptolomeo quiso ajustar el principio inviolable del movimiento circular y uniforme con aquellas observaciones que aparentemente las contradecían. Para ello ideó de una serie de soluciones teóricas y matemáticas: Teoría de los épico ciclos y deferentes. Los planetas con retrogradación no giran alrededor de la tierra directamente, sino que lo hacen sobre un punto imaginario que sí gira en torno a la Tierra. Un epiciclo es el movimiento circular que realizaría un planeta alrededor de un punto central. El deferente es el desplazamiento de dicho punto central alrededor de la Tierra. Cuando un planeta se mueve en un epiciclo que a su vez se mueve por el deferente, la combinación de ambos movimientos produce el movimiento de los planetas y explica y predice su avance y retroceso. Teoría de las excéntricas. Con esta fórmula se considera que la tierra no se encuentra exactamente en el centro de las órbitas de los planetas, sino que está ligeramente desplazado hacia uno de los lados. Teoría de los ecuantes —puntos desde los cuales el movimiento de los planetas se observaría de forma uniforme—. Los astrónomos observan que los planetas se movían a velocidad variable, en vez de uniforme. Para solucionar esta incoherencia, imaginaron puntos en el universo desde los que se podría observar una velocidad constante. Si desde la Tierra no se observaba la uniformidad del movimiento planetario, era debido a que el punto ecuante no coincidía con el centro de la Tierra.