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Ensayo TMM

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Se ha mencionado mucho por parte de economistas
convencionales que el gobierno no tiene margen de maniobra
para seguir gastando, que se requiere de una reforma
tributaria. Para ello se pronuncian por ampliar la base
tributaria, gravar a las herencias, al gran capital. Ello hay que
hacerlo, pero no para financiar el gasto del gobierno. Un
gobierno soberano que controla la moneda y no se
compromete a su convertibilidad a un tipo de cambio fijo, o
apreciado como ha estado por mucho tiempo en el país, puede
gastar, sin haber recaudado primero. El gasto es el que genera
el ingreso, pues al gastar el gobierno reactiva la economía,
incrementa el ingreso de empresas e individuos y termina
recaudando lo que gasta.
La Teoría Moderna del Dinero señala que los impuestos son
para que la moneda emitida por el gobierno sea aceptada, lo
que le permite al gobierno gastar y los que venden bienes y
servicios la aceptan porque con ella tienen que pagar
impuestos. También los impuestos son para restar poder de
gasto a los que más tienen, y que el gobierno pase a gastar
donde ellos dejan de hacerlo. El neoliberalismo con la
autonomía del banco central le quitó el poder al gobierno de
financiarse con su moneda, para así obligarlo a trabajar con
austeridad fiscal a costa de dejar de invertir en los sectores
estratégicos y en infraestructura y en muchos otros rubros,
para que la cúpula empresarial pasara a invertir donde el
gobierno dejara de hacerlo. Los impuestos deben gravar al
gran capital para reducirles su poder económico, y que el
gobierno pase a invertir donde ellos dejan de hacerlo (no
porque requiera de esos impuestos, pues un gobierno
soberano que controla la moneda no necesita impuestos ni
deuda para poder gastar, simplemente gasta) para cubrir el
espacio dejado por el menor gasto de la cúpula empresarial. Se
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debe gravar al sector financiero que ha obtenido altas
ganancias por las altas tasas de interés y comisiones que
cobra, gravar a las grandes empresas y a las que han
especulado con altos precios durante la inflación.
La diferencia entre un gobierno soberano que controla la
moneda y el sector privado es que el gobierno no requiere de
ingreso, ni de deuda para gastar, simplemente gasta, a
diferencia de las empresas y familias que requieren de ingreso
y/o de deuda para poder gastar.
El gobierno gasta acreditando en la cuenta bancaria de los que
le venden bienes y servicios, lo que incrementa los depósitos
y las reservas bancarias y ahí es donde interviene el banco
central emitiendo deuda, no para financiar el gasto, sino para
regular las reservas bancarias y evitar que la tasa de interés
objetivo baje a cero. Así, el banco central acompaña el mayor
gasto púbico, independientemente de la autonomía del banco
central.
El gobierno no enfrenta restricción financiera. Su restricción
está dada por la disponibilidad de recursos reales con los
cuales cuenta la economía y no puede gastar más allá de ello,
pues generaría inflación. El mayor gasto público tiene que
estar canalizado a sectores que tengan capacidad ociosa, como
a incrementar la capacidad productiva y el empleo. Debe
impulsar la sustitución de importaciones de granos básicos,
como de productos manufactureros de bienes de consumo
asalariado para evitar presiones sobre precios y sobre el
sector externo. Las finanzas públicas hay que evaluarlas en
torno a su impacto en la actividad económica y no en torno a
su equilibrio fiscal o baja relación de endeudamiento.
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Al financiarse el gobierno con su moneda, no cae en
insolvencia. Se refinancia y se tiene que asegurar baja tasa de
interés, para evitar que ésta genere un déficit público
financiero y le reduzca la capacidad de gasto e inversión del
gobierno como acontece ahora.
Tanto el banco central como Hacienda son instituciones del
Estado y la deuda entre ellas puede cancelarse sin que pase
nada, sino al contrario, se beneficiaría la capacidad del
gobierno para atender los reclamos nacionales de
crecimiento, empleo, beneficio y combate al cambio climático.
Para incrementar el gasto público y bajar la tasa de interés
para el cumplimiento de los propósitos nacionales, se debe
dejar de priorizar el peso fuerte y trabajar con tipo de cambio
flexible que a su vez favorecería la competitividad de la
producción nacional. La política económica debe responder al
sector productivo y al objetivo de pleno empleo, y no al interés
del sector financiero, como ha venido aconteciendo.
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