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UCSC. Español 156. Cultura de España
Profesor: Álvaro Romero
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LECTURA 1
LA PREHISTORIA Y LA ANTIGÜEDAD
La península ibérica ha estado habitada desde la prehistoria. Algunos de los últimos hallazgos
están dando fechas tan antiguas como un millón de años. Sin embargo, la cronología no es
totalmente exacta y, por otro lado, en los últimos años, los descubrimientos en algunos
yacimientos de España son tan numerosos que cada poco tiempo se dan nuevas fechas, más
antiguas.
Pero lo que sí es cierto es que ya desde el periodo Paleolítico (hace aproximadamente 1.000.000
de años en la península, hasta 10.000 a. C.) prácticamente todo el territorio peninsular ha estado
habitado.
Al Paleolítico superior (entre 35.000 y 10.000 años a. C.), la época asociada al homo sapiens u
hombre de Cromagnon, pertenecen las manifestaciones artísticas de arte rupestre de las cuevas
cantábricas: El Castillo, Altamira y Tito Bustillo.
Del 9.000 y el 6.000 a. C, entre el Paleolítico y el Neolítico, surge un periodo denominado
Epipaleolítico, fase de transición en la que la zona cantábrica y la mediterránea son las más
habitadas. A partir del 6.000 a. C comienza el Neolítico en la Península. Al igual que en el resto
de Europa, es sobre todo un desarrollo procedente del exterior, principalmente de Oriente
Próximo. Durante el Neolítico surge la agricultura y la ganadería, ésta última la más
predominante en la península.
En la Edad de los Metales, que comienza en torno a la segunda mitad del tercer milenio a. C., el
hombre comienza a utilizar metales para fabricar útiles de trabajo y armas. Está dividida en el
Calcolítico, o Edad del Cobre, Edad del Bronce y Edad del Hierro. Es durante esta época, sobre
todo durante la Edad del Hierro, cuando las sociedades se hacen más complejas. Se desarrollan
los llamados pueblos prerromanos y entran los primeros “colonizadores” de la península.
Los pueblos prerromanos
La primitiva población de la Península Ibérica estaba formada por pueblos muy diferentes
agrupados en dos grandes grupos:
Los iberos, en las zonas Sur y Este. Eran pueblos agricultores y ganaderos, con un desarrollo
agrícola de un nivel técnico muy alto, parecido al romano. Se especializaron en la metalurgia del
hierro y en la fabricación de piezas de cerámica a torno. Desarrollaron un arte arquitectónico y
escultórico de influencia fenicia y griega pero con rasgos propios. No se trata de un grupo
poblacional uniforme sino de un conjunto de pueblos: los sordones, layetanos, cosetanos, etc.
Los celtas y celtíberos: la entrada de los pueblos indoeuropeos (celtas) en la Península
empieza en el siglo XII a. C., y continúa hasta el siglo IV a. C. Se asientan en el norte atlántico y
en la meseta. Allí conviven con pueblos autóctonos como vascones y cántabros. Se dedicaban a
la agricultura, la ganadería y, en menor medida, al comercio. Sabían trabajar diferentes metales,
como el hierro y el plomo. Los celtas adoptaron muy pronto rasgos de la cultura ibera, lo que dio
lugar a los pueblos conocidos como celtíberos, en el norte y centro de la península.
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Profesor: Álvaro Romero
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Pueblos colonizadores
Las colonizaciones en la Península Ibérica se limitaron, fundamentalmente, a pequeños
asentamientos breves, especialmente fenicios y griegos, que dieron mayor importancia a
comerciar y asegurarse el control de las riquezas mineras para sus metrópolis, que a asentarse
de una forma estable en el territorio peninsular.
Las colonias fenicias eran ciudades estado, independientes entre sí. Las relaciones con los
indígenas fueron intensas, por lo que hubo una gran mezcla cultural. Los fenicios fundaron en la
península tres ciudades importantes. Gadir (Cádiz), hacia el 1100 a. C., Sexi (Almuñécar) y
Abdera (Adra). Gadir es el principal centro comercial, junto con Cartago.
La colonización griega comienza hacia el siglo IX a. C. Sin embargo, su presencia es menos
clara que la fenicia. Las fundaciones griegas llegan de Massalia (Marsella, 650 a.C.). En la
península fundaron Rode (Rosas) y Emporio (Ampurias). Se supone que fundaron más colonias,
pero probablemente no fueron más que centros comerciales, de los que no quedan restos. Rode
y Emporio funcionaron como ciudades estado y acuñaron moneda.
Cartago fue la primera potencia que pretendió dominar la península. El pueblo cartaginés
sustituyó a los comerciantes fenicios y se instalaron en las factorías comerciales costeras
mediterráneas desde las que controlaban los productos del interior, principalmente las minas de
Cástulo (Linares), mientras que dejaban su influencia sobre las culturas ibéricas. Existen
abundantes cerámicas, objetos funerarios y restos de la influencia cultural cartaginesa, como el
culto a la diosa Tanit1 y a otras divinidades púnicas en los antiguos asentamientos fenicios, sobre
todo en Baria (Almería) y en Gades.
Según las fuentes clásicas, el general cartaginés Asdrúbal el Bello en el año 227 a. C. fundó la
ciudad de Qart Hadasht, actual Cartagena, posiblemente sobre un anterior asentamiento
tartésico denominado (Mastia Tarseion. Cartagena fue amurallada y reurbanizada y se convirtió
en la principal base púnica de la Península Ibérica.
Tartesos
Se tiende a considerar Tartesos como un reino autóctono surgido por la aculturación de los
indígenas, producida por el contacto con griegos y fenicios, que se encontraría en el suroeste de
España (actual Cádiz) aunque su área de influencia fue bastante mayor. El nombre de Tartessos
se lo dieron los griegos. Se traba de una sociedad muy desarrollada, jerarquizada, en cuya
cúspide se encontraba la oligarquía comercial, de la que tenemos constancia a través de los
tesoros de El Carambolo y Aliseda. Debió de desarrollarse a principios del primer milenio a. C.,
(aunque los pueblos autóctonos ya estuvieran ahí con anterioridad) y desapareció en torno al
siglo VI a. C.
1 Divinidad femenina de la tierra y la fertilidad. En Ibiza hay una cueva-santuario de Tanit, de entre los siglos
IV y III a. C. El culto a la divinidad fue recuperado aquí en los años sesenta y setenta por la colonia de
hippies que poblaron la isla.
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Profesor: Álvaro Romero
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La colonización romana
Tras las llamadas Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, la primera se convierte en la dueña
indiscutible del Mediterráneo y de la península. Ahora tendría que pacificarla luchando contra los
pueblos celtas e íberos.
Los romanos desembarcaron en Ampurias (en la actual Gerona) en el año 218 a.C. y
establecieron allí un campamento para cortar el aprovisionamiento de las tropas cartaginesas,
que tenían en la península una de sus bases fundamentales.
La ocupación se desarrolló en tres fases: Primero conquistaron la franja mediterránea y los valles
del Ebro y del Guadalquivir (año 206 a. C.). Una vez expulsados los cartagineses, hacia el año
155 a. C. se inició la conquista de los accesos a la Meseta y el Oeste peninsular, en las guerras
contra lusitanos y celtíberos. Concluyó en el año 133 a.C. con la destrucción de Numancia. Por
último, se lleva a cabo la conquista de la zona cantábrica, iniciada en el año 29 a. C. por Octavio
Augusto y concluida en el año 19 a.C.
Con la llegada de los romanos, su lengua, sus costumbres y sus instituciones modificaron
profundamente la vida de los pueblos indígenas de la península. Es lo que se llama la
romanización de la península ibérica. El latín se impuso como lengua, de la que se derivarían las
lenguas románicas como el gallego, el portugués, el castellano y el catalán. El derecho romano
se convirtió en fuente de la organización legal y jurídica, y su influencia ha llegado hasta los
ordenamientos legales modernos.
Junto con los campamentos militares y las ciudades que habían fundado los romanos, las
calzadas y otras obras públicas –como acueductos y puentes– facilitaron la colonización. A lo
largo de todo el territorio peninsular encontramos obras de ingeniería, algunas de ellas
perfectamente conservadas. Del mismo modo, son visibles las huellas de otras construcciones
menos “prácticas”, como teatros, anfiteatro o circos.
En la romanización intervinieron de manera muy importante los legionarios, que se asentaban en
los lotes de tierras que el Estado les asignaba. Muchos indígenas se alistaron en las legiones,
con lo que aprendieron los usos y costumbres de los romanos.
Los romanos introdujeron diversos cambios en la economía que convirtieron a Hispania en una
provincia importante para el Imperio. En agricultura, se introdujo el arado romano (que aumentó
la producción) y se desarrollaron los cultivos de trigo, vid y olivo. En la Industria destacó la
producción de vino y aceite y la salazón de pescado. La minería fue uno de los recursos
hispanos más importantes para los romanos: se extraía plata en Sierra Morena, cobre en Huelva
y Almería, mercurio en la Sierra de Almadén y oro en el noroeste.
Los romanos permanecieron en Hispania durante aproximadamente seis siglos, hasta la caída
del Imperio Romano, en el siglo V, y el asentamiento de los visigodos en la península.
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