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Biografias Biblicas

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Biografías
Bíblicas
Titulo de la obra original:
Biografías Bíblicas
Autor:
Mario Pereyra
Página web:
www.mpereyra.com
E-mail:
pereyram@um.edu.mx
Direccion Editorial:
Mario R. Pereyra
Diagramación de contenido y diseño de la portada:
Eliseo Vergara Martínez
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión en
forma idéntica, extractada o modificada en castellano o en cualquier idioma. Esto incluye
fotoduplicación, fotocopia o escaneado, ya sea para fines de lucro o por encargo directo de
estudiantes; no puede ser memorizado con sistemas de archivo ni transmitido por cualquier
forma o medio electrónico o mecánico. La reproducción no autorizada por el editor viola los
derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.
© Copyright 2010 Mario R. Pereyra
Primera edición: Septiembre de 2010
Impreso en los talleres de
Editorial Montemorelos, S.A. de C.V.
Montemorelos, N .L., México
Impreso en México
Contenido
Prólogo
Introducción
...................................................
...............................................
Capitulo 1
Lea: El triunfo del amor
17
.....................................
27
..........................
35
............................
47
................................
55
...........................
69
.........
79
................................
87
Capitulo 3
Séfora: El rostro oculto de moisés
Capitulo 4
Rahab: La búsqueda de la libertad
Capitulo 5
Gedeón: Un hombre valiente
Capitulo 6
Jeé: vida y tragedia de un héroe
Capitulo 7
Abigail: El irresisble encanto de la inteligencia
Capitulo 8
La Sulamita: Canto al amor
13
.............................
Isaac: Una “vida de obediencia”
Capitulo 2
9
Capitulo 9
Esdras: Un intelectual comprometido
...................
Capitulo 10
Natanael: Cuando el cielo muestra el camino
.........
95
111
Capitulo 11
Una metáfora de la libertad
.......................
Capitulo 12
Vidas paralelas: La mujer perdonada y el ciego sanado
Capitulo 13
Bartimeo: la búsqueda de visión
121
...
129
.........................
145
Capitulo 14
Zaqueo: La auténtica superioridad
.......................
153
Capitulo 15
Personalidad humana y Dios
161
Bibliografía
175
...........................
.....................................
Prólogo
Tiene usted ahora en sus manos un libro único en su contenido,
profundo en sus análisis y claramente descriptivo de la personalidad y
del comportamiento de quince personajes bíblicos, que el Dr. Mario
Pereyra nos entrega en su obra Biografías bíblicas. Me atrevo a afirmar
que lo hace con el propósito de motivarnos y de conducirnos al pasado
a reconocer a seres humanos como nosotros, que fueron usados por
Dios para cumplir una misión determinada en situaciones problemáticas, difíciles y enfrentando grandes desafíos.
Al leer este libro se dará cuenta que refleja una gran riqueza literaria, lo que hace que la lectura sea amena y fluida, presentada en un lenguaje relativamente sencillo y claramente explicativo. Nos expone con
increíble precisión a detalles que se le escapan aún a una mente acuciosa, enseñándonos cómo los personajes bíblicos se enfrentaron con ellos
mismos, con las personas que los rodeaban y con el mismo Dios. Son el
reflejo de historias reales dirigidas a todos los seres humanos.
El libro inicia con un relato ameno y motivador sobre la vida de
obediencia y fidelidad de Isaac, hábil en el manejo de las relaciones
interpersonales. Seguidamente describe la vida y sufrimientos de Lea,
donde se aprecia el dolor provocado por un amor no correspondido,
en un relato breve pero expresivo, colmado de amor, esperanza y una
continua e intensa lucha por alcanzar el amor del esposo.
(9)
10
Biografías Bíblicas
Continúa el autor analizando de manera muy gráfica y detallada
la vida de Séfora, mujer inteligente, calmada, sensible y discreta, que
cumplió un papel definitivo en la vida de su esposo, Moisés, y en la del
pueblo de Israel. El autor menciona que en el relato bíblico no se ve
su presencia al habitar en las sombras del silencio, oculta detrás de la
figura de un gran hombre, destino lamentable de la mayor parte de las
mujeres bíblicas. Luego aparece la historia de Rahab, enmarcada en un
contexto histórico determinante en el destino del pueblo de Israel que
revela los asombrosos caminos de Dios, cuando al finalizar la narrativa
sobresale su gran fe y decididas acciones, que la colocaron dentro de
los personajes bíblicos que integran la cadena familiar de la genealogía de Jesús, desvaneciendo el prejuicio que marca la vida de mujeres
como ella.
El Dr. Pereyra nos transporta a la historia de Gedeón, un ejemplo
de cómo Dios no siempre elige para su obra a personas de mayores talentos, sino a quienes puede usar de la mejor manera para alcanzar sus
propósitos y las convierte en instrumentos de cambio. Paso a paso va
analizando cómo Gedeón de un humilde campesino se convierte en un
osado guerrero venciendo su miedo ante el llamado de Dios a redimir
al pueblo de Israel. Pero por otro lado, también describe a personas
sabias, eruditas, conocedoras de las enseñanzas de la palabra de Dios,
como es el caso de Esdras, a quien Dios usó para mejorar las condiciones espirituales del pueblo de Israel y la suya propia. Ambos cumpliendo la voluntad de Dios.
Siguiendo la atrayente lectura del libro nos involucramos en esos
trágicos sucesos que caracterizaron la corta vida de Jefté, quien después
de muchos sufrimientos y rechazos familiares, cultiva una gran confianza y fe en Dios, que lo llevan a convertirse en un personaje admirable al
rescatar al pueblo de Dios de dominaciones extranjeras. Luego relata
las penosas situaciones en las que se vio envuelta Abigail como esposa
de un alcohólico y en la dramática narración se presentan estrategias
de superación para situaciones co-dependientes, que pueden ser lecciones de mucha utilidad en la vida actual cotidiana. Continúa el capítulo que nos lleva al análisis de la vida intensa de la sulamita, donde
encontramos un inesperado poema de amor extraído del texto bíblico,
que puede ser vivido intensamente en todos los tiempos.
Editorial Montemorelos
Prólogo
Leyendo las fascinantes interpretaciones de la vida y experiencias
de los nueve personajes bíblicos del Antiguo Testamento antes mencionados, irrumpimos en un análisis tan nítido y sugestivo, que nos invita a seguir esos ejemplos. Hoy podemos llegar a ser personas privilegiadas de Dios, sin importar la cultura, la nacionalidad, el color de la
piel, el género o el estatus social. Los personajes se caracterizan por su
fe, inteligencia, humildad, obediencia, integridad de carácter y servicio
al pueblo de Dios. Son ejemplos de realización de acciones concretas,
decididas y de logros auténticos, por el poder de la voluntad y el espíritu religioso. Seres humanos inspirados y entregados totalmente a Dios.
Además, en estos relatos se aprecia una innegable evidencia de que los
obstáculos que se presentan en esta vida, Dios los puede convertir en
bendiciones y en un llamado a confiar más en Él.
Al continuar con la lectura de las páginas de Biografías Bíblicas, el
Dr. Mario Pereyra hace una interpretación psicológica de la asombrosa
vida de otros seis personajes bíblicos del Nuevo Testamento, quienes
disfrutaron el privilegio de encontrarse directamente con Jesús en diferentes circunstancias. Cada personaje transmite un mensaje de amor,
de misericordia, de humildad, de esperanza y de salvación eterna. Los
análisis psicológicos de los personajes, así como de las problemáticas
presentadas, se perciben muy apegados a la realidad, dentro de lo que
se asume o supone que sucedió en esa época histórica. En los casos de
la mujer jorobada, el ciego de nacimiento y la mujer adúltera, ilustra de
manera detallada la cosmovisión que se puede manejar dentro de los
religiosos y la moral de las apariencias. Se reafirma a través de esta lectura el por qué Jesús curó a estas personas y qué lecciones maravillosas
y eternas heredamos en poderosos mensajes de ayer, hoy y siempre.
Al analizar el caso de Natanael, el autor muestra a un intelectual
sincero, reflexivo y estudioso, que buscaba siempre la verdad y refiere
la manera en cómo llega a formar parte del equipo de los discípulos de
Jesús. Luego en la narración de la experiencia de Bartimeo, nos percatamos de una extraordinaria lección de fe, descrita de una manera muy
explicativa, clara y convincente. En la historia de Zaqueo el autor rememora una vida marcada por complejos y problemas de personalidad,
aportando lecciones concretas para superarlos. En las historias de estos
tres personajes bíblicos se percibe la participación activa de la persona
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
divina y cómo Dios los usó para desempeñar un trascendental papel en
el inicio del movimiento cristiano, al constituirse en predicadores de las
buenas noticias sobre la salvación, el perdón y la esperanza. La fe los
encaminó al cambio definitivo de sus patrones de comportamiento.
De las vidas de los personajes bíblicos, afirma el Dr. Pereyra, podemos extraer la seguridad de que las mismas bendiciones recibidas por
ellos en la antigüedad, están disponibles ahora para toda persona que
se acerca a Dios con espíritu arrepentido y movido por la gracia de la
fe. Cada página de este singular libro, endosa la seguridad de que la luz
de Jesús ilumina a toda persona que ha tomado la decisión de no vivir
más en tinieblas y del beneficio de la salud, la libertad y la salvación, tan
ansiadas en estos tiempos de crisis, conflictos y angustias existenciales.
Dra. Ana Lucrecia Salazar
Montemorelos, 7 de Junio del 2010
Editorial Montemorelos
Introducción
“Porque las cosas que se escribieron antes,
para nuestra enseñanza se escribieron,
a fin de que por la paciencia y la consolidación de
las Escrituras, tengamos esperanza.”
San Pablo (Rom.15: 4)
E
l filósofo francés Roger-Pol Droit (1996), escrutaba el misterio de la construcción de la personalidad, en estos términos:
“¿De qué está hecha una vida? ¿Una sucesión caótica de
gestos ínfimos que rápidamente desaparecen? ¿El silencio o
el dolor de los órganos, hora tras hora, las palabras pronunciadas y los
pensamientos fugitivos? Sentimientos, digestiones, despertares, éxtasis,
tedios, ideales, ilusiones, apremios ―un fárrago donde fluctúan cuerpo
y alma, antes de disolverse para siempre―... ¿Es verdaderamente solo
eso? ¿O bien lo que se llama una vida es el conjunto de actos que perduran, rastros inmóviles que las noches no borran, decisiones memorables, combates insensatos, novelas crudas, rostros de piedra tallada?
¿Cómo comprender, cuando el cuerpo está podrido desde hace tanto
tiempo, esta extraña existencia que persiste, detrás de las obras, más
allá del polvo dispersado de los gestos y las palabras, como un estilo, un
sello, al cual se le reconoce el cometa llamado genio? ¿De qué manera
escribir esta presencia desaparecida que, sin embargo, no muere? No
( 13 )
14
Biografías Bíblicas
es la colección de realidades probadas, sino el signo oculto que las reúne, ni una voz ni un alma, nada más que una gran firma”.
Es posible que en estos tiempos hipermodernos, la personalidad
se construya como una “colección de realidades probadas”, gracias a
algún gesto, palabra o pensamiento que perdura más allá de la acción
corrosiva del tiempo, escribiendo la firma de la identidad. Pero en los
tiempos bíblicos, la personalidad se construía sobre valores más resistentes y robustos, ya que todavía los conservamos a pesar de dos mil
años de estragos. En forma más precisa, el personaje bíblico se proyecta y estructura sobre el fundamento de una dimensión olvidada en
la actualidad, sobre los cimientos de la palabra de Dios y el vínculo
trascendente con el Eterno. La relación con Dios es un componente
indispensable en la articulación de la persona. El ser humano no se
concibe sin el ámbito interrelacional con el otro y con el Ser Divino.
Incluso, los procesos de maduración personal y de actuación social son
resultados de esas relaciones. Las vidas ejemplares que alcanzaron niveles de excelencia en el escenario privilegiado de la Biblia son precisamente aquellas que lograron profundizar e intensificar la relación con
los hombres y con la divinidad.
El sentido trascendente de vida establecido sobre relaciones de reciprocidad, basado en principios individuales y transindividuales, no significa falta de identidad, todo lo contrario, la singularidad se entreteje a
partir de esos contextos interrelacionales, Precisamente, es el Ser Divino quien da el soporte para la configuración de la identidad personal. El
ser humano no queda flotando al garete en los espacios sociales, al arbitrio de fuerzas indefinidas, sin recalar en ningún lado. Esa es la imagen
del hombre de hoy, pero jamás del hombre bíblico. Aún aquellos que
han perdido la brújula divina y malograron su existencia ―como Saúl,
Dan, Herodes Antipas o Judas― no son seres anónimos y vacíos, tienen
individualidad propia, aunque lejos de los valores que la Biblia invoca y
convoca a integrar al ámbito de la pertenencia privada.
Los personajes bíblicos habitan un universo con clara conciencia
de la unidad fundamental de su ser, con sentido individual y social, con
clara definición de su destino personal y de su misión en el mundo.
Especialmente los personajes que alcanzaron niveles de excelencia se
presentan como ejemplares no mutilados de la humanidad, en donde
Editorial Montemorelos
Introducción
ninguna noble facultad del espíritu queda obliterada y las virtudes aparecen potencializados. Seres desarrollados en todo el espectro de lo
posible en la plenitud de su ser, alcanzando la dignidad bienaventurada de la salvación. Es de destacar que en ese camino del desarrollo
humano, uno de los factores decisivos en la perfección fueron las experiencias cumbres, las teofanías, los encuentros con el ser divino, ya
sea en forma de voces, visiones, sueños o presencias, por medio de las
cuales, recibieron llamados, revelaciones, mandatos o prescripciones,
pero siempre, constituyendo momentos claves en el desenvolvimiento
de la personalidad y en la definición del destino.
Las historias bíblicas no son entretenimientos o escritas para el
pasatiempo, donde los personajes son revividos en tono ameno y ágil,
sino son experiencias auténticas de vida, muchas de ellas dramáticas,
intensas, críticas, donde la existencia aparece despojada de falsos ornamentos, relatadas con toda crudeza, como el caso de Lea, luchando
enérgicamente por el amor de su esposo, o Jefté por ser reconocido por
sus hermanos y paisanos. No son personajes furtivos ni grises, que se
mueven en territorios indecisos de fantasía y sueños, por el contrario,
se los ve auténticos y reales, con sus debilidades y fortalezas, aunque
siempre desde el horizonte de los valores trascendentes, portadores de
un mensaje de esperanza (Rom.15:4).
Las biografías bíblicas recogen las experiencias vividas por una persona, con sus sentimientos, creencias y valores, pero especialmente se
detienen en los puntos de inflexión o hitos que permiten entender con
mayor profundidad los contextos y circunstancias en que se inscribe o
define el destino de esa vida. Por ejemplo Natanael, uno de los doce
discípulos de Jesucristo, de quien desconocemos la mayor parte de su
vida, sólo se narran las circunstancias previas y el momento del encuentro con el Maestro. ¿Por qué? Seguramente porque ese episodio fue
el más relevante y decisivo que determinó su destino y singularizó su
existencia.
Así el texto bíblico va delineando personajes inolvidables ―Rahab,
Gedeón, Abigail, Esdras, Bartimeo―, algunos nítidos, coloridos y brillantes ―como Zaqueo―, otros sumergidos en las sombras del tiempo,
haciendo necesario rescatarlos de los intersticios de la historia, como
Séfora. Algunos aparecen con nombre propio (ejs., Isaac o Sansón),
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
otros anónimos (ej., la mujer perdonada, el ciego de nacimiento), pero
todos leyendo los signos de su propio destino en el amplio espacio de
la historia, escuchando y siguiendo la voz de Dios, para construir la
arquitectura de la existencia, sin traicionar la singularidad de su personalidad. De esa manera han dejado las huellas de su paso en la tierra durante siglos, preservando la memoria de sí mismos, pero también enseñando la ciencia del existir para quienes busquen conocerla
y reproducirla. Es que los personajes bíblicos son arquetipos, es decir,
modelos soberanos y eternos, ejemplares siempre vigentes para el mortal común. Si bien esos personajes vivieron sin pretender erigirse en
soberanos de la historia, el texto bíblico los ha recogido como muestras
siempre vigentes de ejemplaridad, porque seguramente tienen algo de
la biografía de la vida, que se relaciona con los pliegues más íntimos de
nuestra experiencia.
En este libro seguimos el trabajo iniciado en Psicología de los personajes bíblicos (Pereyra, 2004), añadiendo quince nuevos personajes,
siempre buscando una nueva óptica de estudio, gracias a las herramientas que nos concede la psicología y las ciencias sociales. El criterio de
presentación de los personajes es en lo posible de carácter histórico.
Persistimos en el intento de extraer de la lectura del texto bíblico todos los contenidos que nos resulten posibles, evitando fuentes externas
que no se atienen al original. Pretendemos extraer el mensaje de estas
biografías y asimismo, fines académicos, como sería la concepción implícita que tiene la Biblia en el tratamiento y comprensión de la persona humana, para incorporarla en nuestras clases de Psicología de la
Personalidad. En este punto, incorporamos algunos nuevos descubrimientos a los encontrados en la obra anterior, que el lector evaluará su
importancia. Esperamos que los personajes seleccionadas en este libro
―que no son tan rutilantes como los tratados en la anterior―, cuenten
con el interés del lector en esta renovada propuesta de internarse en las
biografías de quienes ya hicieron el viaje de su vida y se presentan a la
posteridad como un recorrido hacia una identidad posible.
Mario Pereyra
11 de Junio de 2010
Universidad de Monemorelos, NL, México
Editorial Montemorelos
Capítulo 1
Una “vida de obediencia”
“¿Qué es el hombre
sino este inquieto anhelo que desea las estrellas?.”
Khalil Gibrán
I
saac fue uno de los hijos más deseados y esperados de la historia. La promesa de su nacimiento, realizada tempranamente, fue
dilatándose a medida que los años de los padres transcurrían. A
la postre, se extinguió la etapa fértil de la madre y humanamente feneció la esperanza de ser progenitores, pero aún así la promesa
subsistía y persistía. Un enviado del cielo ratificó a Abraham, el futuro
padre, que tendría un hijo (Gn.18:10). Sara, la madre, no pudo reprimir
una sonrisa de incredulidad (vs.11-15). Pero para Dios nada hay imposible y esa mujer de 90 años dio a luz un hijo varón, fruto de la relación
con su esposo de 100 años de edad. Isaac fue primero, el hijo de la promesa, luego, el hijo del milagro. Cuando hace su aparición, Abraham
y Sara estallan en una risa de alegría contagiosa, al experimentar la
felicidad inigualable de la paternidad y la prolongación de la estirpe.
Ese sentimiento jubiloso de dicha plena fue la inspiración para ponerle
el nombre al hijo.
Isaac, significa “risa” o “él ríe”. ¿Será que ese estado de alegría y
risa que acompañó su nacimiento es la clave para interpretar la per( 17 )
18
Biografías Bíblicas
sonalidad de Isaac? ¿Su nombre fue la esencia de su carácter? ¿Isaac
se caracterizó por ser risueño, de humor jovial, divertido, con una expresión sonriente dibujada en su rostro contento? No tenemos registros que informen explícitamente sobre su temple anímico. Lo que conocemos son algunos pocos episodios de su vida que pueden darnos
ciertos indicios de como fue Isaac. Esos episodios corresponden a dos
etapas, la primera, cuando estuvo bajo la dependencia de sus padres
(nacimiento y destete: Gn.18; el sacrificio de Moriah: Gn.22; al fallecer la madre a los 37 años: Gn.23; y cuando se casa a los 40 años de
edad: Gn.24) y la época de su patriarcado (nacimiento de Jacob y Esaú:
Gn.25:19-26; cuando va a Gerar: Gn.26; la bendición a Jacob y Esaú:
Gn.27; la partida de Jacob y el casamiento de Esaú: Gn.28:1-9; y su
muerte: Gn.35:27-29).
Un rasgo común a todos los sucesos narrados de su vida fue que
siempre actuó en roles secundarios. No fue el protagonista principal. Invariablemente otro ocupó el centro de la escena. Por ejemplo,
en ocasión del destete, Sara le exige a Abraham que expulse a Agar
e Ismael, porque se burlaban del hijo (Gn.21:8-13). Aunque la acción
está centrada en Isaac, es realizada por la actitud proteccionista (¿o
sobreprotectora?) de la madre. De igual manera, en el Monte Moriah,
cuando a Abraham se le ordenó sacrificar a su hijo Isaac, “un adolescente en ese momento”, fue la víctima, pero el héroe de esa historia
fue el padre, ya que esa experiencia terrible constituía una prueba de
fe para Abraham (Gn:22:1), no para Isaac. De paso, en esa ocasión, se
reveló una característica sobresaliente de la personalidad de Isaac, el
sometimiento total a la voluntad del padre. Un muchacho joven, como
era, podía fácilmente liberarse del anciano debilitado por el agobio de
la carga impuesta por Dios. Sin embargo, no lo hizo, aceptando dócilmente su destino.
A los 40 años es el padre quien se encarga de encontrarle esposa,
al descubrir la necesidad de consuelo después de tres años (Gn.7:17;
23:1) de estar llorando la muerte de su madre (Gn.24:67). Después de
fallecidos los progenitores, sigue bajo la sombra del padre. En tierras
extranjeras, comete el mismo error que el padre, mintiendo con respecto a su esposa (Gn.26:6-11; ver 12:11-20). Aparece como un hombre pacífico y conciliador, pues a pesar de haber sido expulsado por los
Editorial Montemorelos
Una “vida de obediencia”
filisteos envidiosos (Gn.26:12-16), estuvo dispuesto a firmar un pacto
de amistad con sus agresores (vers.26-31). El Diccionario Bíblico Adventista, dice al respecto: “habría tenido una disposición contemplativa
y retraída, y habría sido afectuoso e indulgente” (DBA, 582).
Por último, ya viejo y ciego, es la mujer y el hijo quienes conspiran
contra él, haciendo que bendiga a Jacob en lugar de Esaú (Gn.27), frustrando sus planes para el futuro de la familia. Sin embargo, no se enoja
con Rebeca ni con Jacob, al contrario, se somete al destino, bendiciendo y aconsejando a su hijo para que sea receptor de la promesa hecha a
su padre, Abraham (Gn.28:1-5).
“Una vida de obediencia”
“Nunca pensé que estaría criando niños a mi edad.
Se suponía que todo eso había quedado atrás.”
Martha, abuela de 61 años de edad que está criando al niño de su hija
¿Qué tipo de personalidad ostentó Isaac? ¿Cómo se le puede definir? Decíamos que hay dos aspectos relevantes de su vida, el nombre
“risa” (en la Biblia el nombre es un referente de la personalidad) y el
hecho de ejercer un rol secundario o dependiente. ¿Cómo se integran
estos ejes biográficos en la configuración de su ser? Una historiadora de los tiempos bíblicos, Elena G. de White (EGW, 1985, 173-174),
tiene una declaración significativa que alude a ambas variables. Dice
ella: “El respeto de Isaac por el juicio de su padre era resultado de su
educación, que le había enseñado a amar una vida de obediencia. Al
mismo tiempo que Abrahán exigía a sus hijos que respeten la autoridad
paterna, su vida diaria daba testimonio de que esta autoridad no era un
dominio egoísta o arbitrario, sino que se basaba en el amor y procuraba
su bienestar y dicha”.
Para EGW el hecho más destacado de la historia de Isaac fue que
exhibió “una vida de obediencia”, lo que significa la sujeción plena a
la figura de autoridad, que ejerció el padre, con firmeza y amor. Es
Mario Pereyra
19
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Biografías Bíblicas
llamativo que el texto que relata el nacimiento de Isaac refiere que en
ocasión del destete, cuando tenía tres años (1CBA, 357), se produjo
una crisis familiar grave, que produjo la desintegración de la familia,
con la expulsión de su hermano Ismael y Agar, la madre. Ismael era 14
años mayor, por lo tanto era más grande y fuerte, imponiéndose en los
juegos y en todas las actividades. Como es sabido el hermano era hijo
de otra madre, que anteriormente había estado subordinada a Sara (la
mamá de Isaac), como esclava. La misma Sara, le había pedido a Abraham que tomara a Agar como concubina para tener hijos ya que ella
no podía dárselos. Al pasar a la categoría de concubina, Agar cambió
su estatus, independizándose de su ama, convirtiéndose en la madre
del hijo primogénito de Abraham. Al nacer Ismael, Agar sintió que
desplazarían a su hijo, incentivando a Ismael para humillar a Isaac. El
texto bíblico, declara que Ismael se “burlaba” (Gn. 21:9) o ridiculizaba
(1CBA, 357) a Isaac, parecía que “jugando” (según la BJ) con el nombre de “reírse”. Esa situación, que se prolongó durante los primeros
tres años de vida llegó a resultar insoportable para Sara, quien exigió
a su esposo que echara a Ismael y a su madre. Abraham se sintió muy
apenado por esta situación (Gn.21:11), sin embargo, aceptó el pedido
de su esposa para conservar la paz y la armonía familiar.
A partir de ese momento, Isaac fue criado sin ninguna restricción u
obstáculo, con todo el cariño de sus padres senescentes, que parecían más
abuelos o bisabuelos que padres. Al perder a su hermano mayor, Isaac perdió la oportunidad de hacer el aprendizaje de enfrentar la hostilidad y las
circunstancias adversas. El amor materno protector se intensificó. ¿Cómo
tratan los abuelos a sus nietos? ¿Qué diferencia hay con el tratamiento de
los padres? Los abuelos suelen brindar estabilidad, predictibilidad, los beneficios de una mayor experiencia, pero también una educación más acogedora y sobreprotectora, además de ser condescendientes y permisivos.
Según la bibliografía psicológica, hay cuatro estilos de paternidad según
el grado de control y de apego que expresen los padres (ver Cuadro 1).
Ellos son: aceptador y controlador (padres con autoridad), aceptador y no
controlador (permisivos), distante y controlador (autoritarios) y distante
y no controlador (indiferentes). ¿Qué tipos de padres fueron Abraham y
Sara? Seguramente fueron muy apegados pero también controladores,
de allí que Isaac haya aprendido a ser muy obediente.
Editorial Montemorelos
Una “vida de obediencia”
Ciertamente el padre ejerció un fuerte sentido de autoridad, como
modelo paradigmático de la sociedad patriarcal, en tanto, la madre
debe haber amado a ese hijo con todas las fibras de su amante corazón, considerando lo deseado, buscado y esperado que resultó. Esas
dos peculiaridades —control y apego—, tan fuertemente establecidas,
explican porqué Isaac no se rebeló ni reaccionó en ocasión de ser amarrado y puesto sobre un altar para ser sacrificado en el Monte Moria.
Fue la intervención de última instancia del “Ángel de Jehová” quien le
salvó la vida (Gn.22:11-12), ya que Isaac se había sometido totalmente
a la decisión de su padre anciano, cuando siendo joven y fuerte fácilmente podía haberse liberado si lo hubiese querido. Otro dato sugestivo que ilustra esa obediencia extrema se muestra cuando falleció su
madre, Sara. A la edad de 37 años (según se deduce de Gn.23:1) sufrió
la pérdida aciaga, que le produjo un duelo prolongado de 3 años, hasta
que a los 40 años pudo finalmente consolarse al casarse con Rebeca
(Gn.25:20). Fue su padre Abraham quien tomó todas las providencias
del caso para proporcionarle una esposa (Gn.24), sin ninguna intervención de Isaac en la elección y decisión, solamente intervino aceptando
alegremente la mujer que le traían (Gn.24:66-67).
GRADO DE CONTROL
Aceptador y
sensible
Distante e
insensible
GRADO DE ACEPTACIÓN
Y APEGO
Controlador y exigente
Padres con
autoridad
Padres
autoritarios
No controlador ni exigente
Padres
permisivos
Padres no
comprometidos
Estilos de parentalidad (Shaffer, 2007)
Cuadro 1
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
La personalidad de “estilo devoto”
La pregunta que queda pendiente es: ¿esa obediencia fue voluntaria o sumisión pasiva, aceptación o sometimiento? ¿Qué grado de autonomía llegó a desarrollar Isaac? En la narración biográfica que hace
EGW comenta que en la elección de la esposa “se sometió al juicio de
su padre cuando envió a un servidor experto y piadoso a buscarle esposa” (1985, 173). Ya vimos que también se sometió en el Monte Moria al
intentarse el sacrificio. Ya viviendo en forma independiente en Guerar
(Gn.12:10-20; y cap.20), también volvió a someterse al criterio del padre, mintiendo igual que su progenitor, en circunstancias semejantes,
cuando dijo que su esposa era su hermana (Gn.26:7-11). Posteriormente, cuando quiere darle la bendición a Esaú, es engañado tontamente
por un complot urdido por Rebeca y Jacob, haciendo que la bendición
recaiga sobre el hijo menor. Cuando Esaú lo increpó pidiendo su bendición, Isaac repitió en esencia la misma bendición emitida sobre Jacob
y le dijo a Esaú que no podía hacer más nada por él. Aceptó dócilmente
la realidad de los hechos sin protestar ni escandalizarse. Aún fue obediente en el engaño.
Otro punto clave que habla elocuentemente de la personalidad de
Isaac fue su debilidad por su hijo Esaú. El texto bíblico es breve pero
elocuente: “E Isaac amó a Esaú, porque le gustaba comer de su caza;
pero Rebeca amaba a Jacob” (Gn.25:28). Dividió su familia en dos
bloques antagónicos, debido al favoritismo que manifestó por el hijo
mayor. Isaac sabía que el hijo destinado a sucederlo sería Jacob, según
la profecía dada en momento del nacimiento. Además, Esaú había despreciado la primogenitura (Gn.25:29-34) y además se había apartado
del plan de Dios casándose con mujeres cananeas (Gn.26:34-35). ¿Por
qué tanta devoción por ese hijo? “La preferencia de Isaac por Esaú
parece haberse basado, en parte a lo menos, en su afición a la carne de
venado”, comenta el 1CBA, 382, agregando: “El extremo hasta el cual
el patriarca permitió que su amor y su sentido de justicia y piedad fueran controlados por su apetito, a la vez sorprende y causa desilusión.”
Es cierto, tal explicación resulta sorprendente y difícil de creer. ¿Cuál
sería otra explicación posible y más comprensible?
Probablemente no fue sólo la carne de venado lo que amó Isaac,
sino la aventura de la caza. Isaac fue un hombre doméstico, al ser tan
Editorial Montemorelos
Una “vida de obediencia”
protegido por sus padres, vivió siempre en la tranquilidad de su hogar.
Desconocía las correrías por los campos, el riesgo y las emociones de
las cacerías, la hazaña de obtener la presa, luego de perseguirla por horas, entre la vegetación exuberante y accidentadas geografías, viviendo
peripecias escabrosas. En cambio, Esaú fue un hombre agreste, áspero,
montaraz y bravío. Esa vida libre por los campos en busca de aventuras
era su hobby favorito. Seguramente, cuando llegaba a casa, después de
algunas de sus peripecias campestres, Isaac lo esperaba para escucharlas con avidez, disfrutando en la imaginación lo que nunca vivió en la
realidad. Si esto fue así, la obediencia de Isaac fue expresión de su fidelidad o devoción a su padre, más que la expresión de su más genuino
interés o deseo profundo.
De acuerdo a estas consideraciones, podemos retomar la pregunta
de ¿cómo podríamos describir y clasificar la personalidad de Isaac?,
diciendo que respondería a un perfil o patrón de comportamiento, que
se ha denominado “estilo devoto o fiel”. Se describe como la persona quien revela una fuerte tendencia a la fidelidad. Se caracteriza por
mostrar siete rasgos típicos en forma intensificada en comparaciones
con otras formas de comportamiento. Ellos son:
1. Comprometidos: están dedicados enteramente a las relaciones con los demás, manteniendo lazos de fidelidad y compromiso, tanto en el trabajo, en el matrimonio, la familia
o la amistad.
2. Sociables: prefieren la compañía de una o más personas que
estar solos.
3. Cooperativos: son respetuosos de la autoridad, cooperadores y buenos trabajadores en equipo.
4. Respetuosos: son considerados y respetuosos de las opiniones ajenas, a las cuales están dispuestos a seguir.
5. Armónicos: son corteses, afables, agradables y mantienen
muy buenas relaciones con los demás;
6. Considerados: ellos son solícitos y complacientes con los
otros, manifiestan buena voluntad y actitud conciliadora
7. Apegados: desarrollan vínculos de afecto intenso con las
personas significativas de su vida.
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Para la persona “devota o fiel”, el área de las relaciones interpersonales es clave. Las otras personas son la razón de su ser. Tienen facilidad
para hacer nuevas relaciones, se llevan bien con todos, son muy buenos
compañeros. Recuerdan los días de los cumpleaños, se acuerdan de
los amigos enfermos, están dispuestos a escuchar y ayudar a quienes
tienen problemas y necesidades. Poseen muy buenos sentimientos y excelente disponibilidad hacia quienes lo demandan.
“Nacido según la promesa”
“Hermanos, ustedes son como Isaac:
son los hijos que Dios había prometido.”
San Pablo (Gal.4:28)
El patriarca Isaac, hijo de Abraham, “el padre de la fe”, fue el progenitor de Israel, fundador del pueblo judío. Situado en el cruce de
las generaciones, aportó una vida pacífica y dócil cuyos rastros parecen
olvidados, de ahí la necesidad de recordarlo y reflexionar en su existencia original. El patriarca Isaac es un personaje que aparece entre dos
figuras brillantes, su padre Abraham, el amigo de Dios, y su hijo Israel,
fundador del pueblo hebreo. Queda un tanto eclipsado por esos personajes extraordinarios y probablemente por su carácter pacífico, humilde, afable y dócil. Como la violeta, no buscó sobresalir ni ser estrella,
se limitó a vivir en armonía con la voluntad de sus mayores y seguir los
mandatos de Dios. No le animaba el afán de figuración, ni la voluntad
de poder. No fue un idealista como su padre, que dejó todo por seguir
un llamado, ni tampoco fue un soñador como su hijo, que peleó con
Dios y construyó una nación. Si bien admiraba el temperamento intrépido y la bravura del hombre valiente como Esaú, prefirió la dulce tranquilidad de la vida doméstica y ser leal a la voluntad de Dios. No fue el
héroe de las batallas, sino de la vida sosegada de los tiempos pacíficos.
Sabía que era el hijo de la promesa, un escogido de los designios
divinos, así que no tuvo necesidad de buscar su destino como el padre
ni de pelear por el porvenir como su hijo; sólo tuvo que vivir a la altura
del ideal que se le impuso. Y así lo hizo. No enfrentó competidores ni
adversarios porque le allanaron el camino. Lo que se pidió de él es obeEditorial Montemorelos
Una “vida de obediencia”
diencia a sus padres y a Dios. Eso fue lo que hizo a lo largo de toda su
vida, manteniendo constancia e integridad. Sin duda, los sucesos claves
de su vida, que revelan su carácter y personalidad, fueron el de la adolescencia y la vejez. En ambas se destaca la docilidad de su espíritu para
aceptar la voluntad de Dios.
El primer episodio está retratado en aquellas palabras, frescas e
inocentes, que expresó cuando descubrió la falta del cordero para el
sacrificio en el Monte Moriah: “Padre mío, ... he aquí el fuego y la leña;
mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” ¿Acaso no intuyó la
realidad siniestra que le esperaba? ¿No leyó en el rostro acongojado de
su padre el secreto terrible que guardaba en sus labios apretados? No
fue así, confió en las palabras de Abraham: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío.” (Gén. 22:5 8.). Llegado el momento,
la voz temblorosa del padre reveló el mensaje de Dios. “Con terror
y asombro Isaac se enteró de su destino —narra Elena de White—;
pero no ofreció resistencia. Habría podido escapar a esta suerte si lo
hubiera querido; el anciano, agobiado de dolor, cansado por la lucha
de aquellos tres días terribles, no habría podido oponerse a la voluntad
del joven vigoroso. Pero desde la niñez se le había enseñado a Isaac a
obedecer pronta y confiadamente, y cuando el propósito de Dios le fue
manifestado, lo aceptó con sumisión voluntaria. Participaba de la fe de
Abrahán, y consideraba como un honor el ser llamado a dar su vida en
holocausto a Dios. Con ternura trató de aliviar el dolor de su padre, y
animó sus debilitadas manos para que ataran las cuerdas que lo sujetarían al altar” (1985, 133-134).
El otro episodio clave fue cuando ya viejo y ciego descubre el engaño
perpetrado por su hijo, bajo la dirección de su esposa. Cualquier otro
hubiera hecho un escándalo y tomado represalias. Sus planes futuros
habían sido desbaratados, sin embargo, Isaac no reacciona en forma
descomedida. Aunque ciego, dice Elena de White, “elevó los ojos de su
fe y discernió el desarrollo de las ‘cosas venideras’, la manera en la cual
se cumpliría el propósito infinito de Dios” (7CBA, 491). Aceptó ese
hecho como un designio divino, sometiéndose a esa orden superior.
San Pablo exalta la figura de Isaac. Declara que todos somos como
él (Gal.4:28), hijos de la promesa, promoviéndolo como modelo a reconocer y reproducir. ¿En que sentido lo dice? En el sentido de que
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
todos pertenecemos a la dinastía de la promesa, somos hijos de la fe y
de la libertad. Aún los hijos indeseados o inesperados también son de la
promesa, porque un hijo es siempre una apertura al futuro, un proyecto a realizar, del cual se espera lo mejor. Por supuesto, la promesa no
supone determinismo ni impone un destino fijo, sino es la expresión de
una ventura por venir, que será para aquel que la sepa conquistar. Es
un crédito abierto, que cada uno tendrá que gastarlo en forma productiva. Estamos destinados a constituirnos en hijos de Dios, no en función
de la raza ni el parentesco sino en el cumplimiento de la promesa de
Dios.
“Y serás un destino”, sería la consigna que recae sobre cada
uno. Siendo la vida una promesa, solo falta cumplirla, como hizo Isaac,
siendo leales u obedientes al llamado recibido, para que cada cual sea
el mejor ser que puede ser. En tiempos cuando los hijos de Isaac (los
judíos), combaten con los hijos de Ismael (árabes), es inspirador recordar la historia de aquel que fue ejemplo de bondad, docilidad y espíritu
conciliador. ¿Por qué no seguir su ejemplo de vida y cumplir la promesa de ser hijos fieles a la voluntad reconciliadora de Dios?
Editorial Montemorelos
Capítulo 2
Lea:
El triunfo del amor
“Amor y dolor se confunden cuando caigo en la cuenta
de que tu ausencia se vuelve presencia infinita.”
Anónimo
E
ntre las experiencias humanas más dolorosas, probablemente se encuentre el amor no correspondido. Es cuando el tierno sentimiento de pareja se convierte en tragedia y la pasión
se confunde con el dolor. Cuando el amor carece de reciprocidad, el afecto es prisionero del amante, vive en la clandestinidad,
pone en escena una de las formas fatídicas de lo imposible. Allí no hay
miradas que se encuentren, ni éxtasis, ni deslumbramientos de las noches y los suspiros se pierden en el olvido. Falta la ternura del abrazo, el
calor de las caricias y el encuentro de los cuerpos, que sólo se vive en la
imaginación del deseo insatisfecho. Allí domina un silencio impiadoso
sin palabras que flota entre las nieblas de la ilusión.
Desde siempre la literatura romántica, la poesía, las melodías amorosas y las telenovelas han cantado y dramatizado estas manifestaciones del amor sordo e indiferente. Lamentablemente muchos transitan
por esos territorios tan llenos de sinsabores. Hay varias modalidades
de vivir el amor no correspondido. Muchas veces se ama a una persona casada, que por imposible nunca llega a saber el sentimiento
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28
Biografías Bíblicas
que produjo en el desdichado que no puede dejar de soñar la pasión
quimérica. La célebre obra Werther, inmortalizada por Goethe, exhibe el desenlace trágico —el suicidio— que a muchos conduce la
pasión frustrada. Otra veces el objeto del amor es indiferente a las
manifestaciones del cariño, a pesar del afán del enamorado. Bécquer
rimaba ese desaire al escribir: “Soy amor, rey del mundo, niña tirana;/ámame, y tú la reina/ serás mañana”. También están quienes aún
se ríen del amante, coqueteando con él, como la “divina Eulalia” de
una poesía de Rubén Darío, quien “risas y desvíos daba a un tiempo
mismo para dos rivales”.
Estas historias del amor elevadas a la categoría de la tragedia,
por efecto de la incomprensión o de algún obstáculo insalvable, no
son meros relatos de libros o episodios televisivos, constituyen tristes realidades. Frecuentemente recibo pedidos de asistencia, tanto
en el consultorio como a través de mi página web (www.mpereyra.
com) de esta triste experiencia. Muchas veces se ama a una persona
casada o comprometida, haciendo que el sentimiento se convierta en
una pasión caprichosa muy peligrosa. Tales casos he tratado pudiendo certificar que existen riesgos grandes en aventurarse por esos abismos resbaladizos. Por ejemplo, una chica que insistió en conquistar
un hombre casado consiguió su objetivo, pera después recibió una
doble frustración, ya que el hombre regresó a su hogar, dejándola
decepcionada y embarazada. Otras personas desgraciadas, viven de
sus sueños, sientiendo la realidad llena de sinsabores; personas que
sufren lo indecible por conseguir una respuesta de amor, como el
caso de una señora que me consultó porque no podía soportar ver
a su amado esposo indiferente a su cariño, porque tenía una amante
confesada a la cual le entregaba todo su querer y tiempo. La esposa
aceptó esa horrenda situación y aún trataba de complacerlo en todo
con la ilusión de recuperarlo. ¿Qué debería hacer para reconquistar
su amor? ¿Podría ser la vida abnegada de Lea un remedio para curar
esos males del amor?
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
El síndrome de Lea
“¡Ah!, cuando todavía embriagado por el sueño busco esa mano y
me despierto, un torrente de lágrimas brota de mi corazón oprimido,
y lloro sin consuelo, pensando en las tinieblas de lo por venir.”
Goethe (Werther)
Quizás la figura que mejor reproduce los infortunios del amor sin
reciprocidad sea Lea, la esposa de Jacob, el legendario personaje bíblico, fundador del pueblo de Israel. Era la hija mayor de Labán, que
por engaño fue dada a Jacob en lugar de Raquel, su hermana menor,
a quien Jacob amaba y había servido durante siete años para conseguirla. El relato bíblico, aunque breve es muy expresivo. Narra que el
padre de Lea, Labán, un hombre astuto y tramposo, dándose cuenta de
lo laborioso y productivo que era Jacob, se aprovechó de él haciendo
que se casara con las dos hijas para hacerlo trabajar el doble de tiempo. Por medio de una estratagema logró embaucar a Jacob, diciendo
que la costumbre del lugar impedía que se casara la hija menor antes
que la mayor. Entonces, Jacob tuvo que aceptar a Lea para conseguir
a quien realmente amaba, Raquel, pero al darse cuenta que Lea había
desempeñado su parte en la estafa, no pudo amarla. Entonces, empezó
el drama de Lea, mujer desechada por su esposo, que tuvo que compartir y competir con su propia hermana para recibir un poco de cariño
conyugal.
Lea era menos atractiva que su hermana, quien exhibía una “bella
presencia y (era) de buen ver” según el relato bíblico de Génesis 29:17.
De Lea solamente se dice que tenía “ojos delicados o tiernos” (Gn.
29:16 26). Su nombre hebreo Lê’âh, significa “fatigada” o “lánguida”,
quizás como expresión gráfica de esa mirada de amor callado que sufría
en el secreto de su alma solitaria. Hay que hacer notar que los nombres
bíblicos no son un mero título identificador, como las etiquetas que se
ponen en los cuadernos o archivos para saber el propietario. “La palabra hebrea shem, ‘nombre’, muchas veces se traduce como ‘persona’”
(1CBA, 179). Por eso el nombre describe lo que es característico de
la persona. “Pone de relieve la naturaleza esencial o el carácter de la
persona” (3CBA, 653). De allí que la mirada lánguida y melancólica
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
de Lea sea la mejor descripción de la naturaleza de su personalidad;
la mirada tierna del amor que sufre silenciosamente su postergación
permanente.
Probablemente Lea se enamoró de Jacob cuando éste llegó a su
casa a conocer a la familia (era su primo). Quizás alentó alguna ilusión
de que se fijara en ella. Pero debido a su carácter tímido, suave y delicado, siempre era superada por su hermana Raquel, más expresiva y vivaz, quien se ocupó más de halagar al primo. Su temor se hizo realidad
cuando Jacob pidió casarse con Raquel. Una vez más fue aventajada
y eclipsada por su hermana. Se dio cuenta que Jacob había quedado
prendado de Raquel desde el mismo día que llegó, junto a la fuente
donde la conoció (Gn.29:9-14). Durante siete años observó las atenciones y galanteos que Jacob destinaba a su amor. Quizás sintió felicidad por su hermana, pensando en lo venturoso que sería, algo que ella
jamás disfrutaría. Sin embargo, su ilusión renació cuando su padre le
comunicó el plan para casarse con Jacob (deseo que Labán debe haber observado). Sabía que estaba mal, pero creyó en la palabra de su
progenitor que le aseguró, que según la ley de la primogenitura le correspondía a ella casarse primero. Es posible que haya pensado, en su
candidez, que al casarse y ocupar un lugar en el lecho nupcial, ganaría
el corazón de Jacob. Más tarde comprendió con dolor que el corazón
no conoce de artilugios leguleyos ni de derechos legales, al experimentar el rechazo de su esposo. Jacob la conservó porque el padre le rogó
que no la repudiara, pues en ese tiempo tal acto se consideraba una
tremenda desgracia, no sólo para la esposa sino para toda la familia. Si
bien no la repudió socialmente, lo hizo en la intimidad.
El drama que vivió Lea durante décadas se evidencia en el nacimiento de sus hijos. Lea dio a luz siete hijos en siete años, con un intervalo entremedio (Gn.29:35-30:9). En cada uno de ellos expresó, en
forma patética, su deseo de conseguir el amor y reconocimiento de su
esposo. El primer hijo, recibió por “nombre Rubén, porque dijo: Ha
mirado Jehová mi aflicción; ahora, por tanto, me amará mi marido”
(Gn.29:32). En un harén oriental, la madre del hijo varón destinado a
convertirse en heredero, es la esposa más honrada. Sin embargo, su anhelo experimentó una nueva frustración. Volvió a quedar embarazada,
vaya a saber bajo que humillantes condiciones establecidas por su rival
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
(ver Gn.30:14-16). Entonces, nació Simeón, que le hizo exclamar: “Por
cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también
éste” hijo (vers.33). La nueva bendición, tan apreciada por los hombres
antiguos, tampoco modificó el corazón de Jacob entregado totalmente
a Raquel. Así que “concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Ahora
esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos;
por tanto, llamó su nombre Leví” (vers.34). Y otra vez sufrió una nueva
decepción.
Lea no podía entender por qué Jacob no transfería su afecto de
Raquel, su hermana estéril, a ella. Sin embargo, no renunció a su esperanza, continuó luchando intensamente por su amor. Y entonces vinieron cuatro hijos más: Judá, Isacar y Zabulón, y Dina (29:35; 30:17 21),
todos convertidos en un testimonio conmovedor de búsqueda desesperada del amor y de reconocimiento de Dios, como su ayuda y fortaleza.
Por ejemplo, Judá, quien ocupó un puesto de honor entre las tribus,
recibió el nombre “alabar”, ya que Lea dijo cuando nació su hijo: “Esta
vez alabaré” (Gén. 29: 35). Una manifestación de agradecimiento a
Dios por que ahora sí Jacob la amaría. Asimismo, con el nombre de su
sexto hijo Zabulón, “morada”, Lea exclamó su esperanza de que ahora
Jacob la preferiría a ella antes que a su hermana. Estaba luchando por
el primer lugar en el afecto de él, para que él “morara” con ella en la
honrosa relación de primera esposa.
Es llamativo que una mujer pagana, hija de un hombre malicioso y
artero, que se crió en un hogar idólatra, aprendiera a aferrarse tanto
en el Dios de su esposo, para recibir fuerzas en su titánica lucha. Es
evidente que ella se convirtió de corazón a la religión de Jahavé, que
adoraba Jacob, a diferencia de Raquel, que siguió con prácticas idolátricas, hasta que emigraron del hogar paterno (Gn. 31:30-35). Después
de esta historia increíble de maternidad al servicio del amor, el Comentario Bíblico Adventista (1CBA, 402), concluye: “Lea debe haber sido
una mujer piadosa, una esposa consagrada y una madre fiel”. Quizás
tantos sufrimientos ayudaron a purificar su carácter engañoso, heredado del padre.
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
El triunfo del amor
“El amor todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta… nunca deja de ser.”
1 Corintios 13: 7-8
Esta búsqueda desesperada del amor —que hemos llamado “Síndrome de Lea”—, a diferencia de las tragedias literarias o de los melodramas televisivos, termina con un signo de triunfo y esperanza. La
historia narra que Raquel, tuvo un mal parto y falleció al nacer su hijo
Benjamín (Gn.35:16-20). Aunque no hay registros del matrimonio posterior a ese evento, seguramente Lea pudo disfrutar del amor de su
esposo en sus últimos años de vida sin la presencia de su rival. ¿Cuántos
años pudo disponer junto a su marido? Al emigrar Jacob y su familia a
Egipto no aparece el nombre de Lea (Gn.46:26-27; 1CBA, 481), pues
había fallecido (Gn.49:31). Aunque no sabemos la fecha exacta de su
muerte, considerando que desde el nacimiento de Benjamín hasta que
José fue a Egipto deben haber transcurrido unos diez años, más 22 que
estuvo éste en Egipto (1CBA, 446), podríamos suponer que Lea pudo
vivir por lo menos 20 años junto a su hombre. En ese tiempo, ¿habrá
conseguido que Jacob finalmente la amase?
“No puede haber duda de que la excelencia de carácter de Lea,
tanto como su sinceridad y piedad, finalmente produjeron un cambio
en la actitud de Jacob hacia ella (Gen.31: 4, 14; 49: 31)”, concluye el
Comentario Bíblico Adventista (1CBA, 403). La razón principal para
pensar en ese final feliz es que Jacob decidió descansar junto a Lea,
disponiendo el lugar para que los restos de ambos cónyuges estuvieran juntos. Ellos se encuentran en una cueva ubicada debajo de una
mezquita musulmana en una colina próxima a la ciudad de Hebrón, en
Macpela (Gn.49:31). Macpela ha sido identificada con dos cuevas, una
encima de la otra. Durante siglos el acceso a esa tumba familiar estuvo
prohibido, pero en 1882 se hizo una excepción por parte del entonces
futuro Jorge V de Inglaterra. Desde la Primera Guerra Mundial, varios cristianos han tenido la oportunidad de visitar la cueva superior,
la cual contiene piedras marcadas que llevan los nombres de Abrahán,
Sara, Isaac, Jacob, Rebeca y Lea. Esas lápidas señalan sus tumbas reales en la cueva inferior labrada en la roca. Si la antiquísima tradición
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
concuerda con los hechos, seguramente se confirmará con los estudios
científicos que se realizan en las cuevas. Ese mausoleo podría considerarse una expresión de elogio al amor que alcanza su objetivo por la vía
del sacrificado y la abnegación.
Si bien Rut 4:11 menciona a Lea junto con Raquel como fundadoras de Israel es de hacer notar que Raquel contribuyó con la gestación
de dos de las doce tribus de Israel, en tanto que Lea, con seis, tres veces
más que su hermana (ver Gn.49), la mitad de todo el pueblo. Sin embargo, el registro bíblico más significativo sobre Lea es Génesis 49:31,
que recoge las últimas palabras de Jacob. Antes de morir, dijo Israel,
con relación a la cueva mausoleo de Macpela: “Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí
también sepulté yo a Lea.” El nombre de “Lea” fue la última palabra
que pronunció Jacob en su lecho de muerte, al manifestar su voluntad
postrera de descansar junto a ella, reconociendo que era “su mujer”
legítima, en iguales condiciones que Sara para Abraham y Rebeca para
Isaac, los patriarcas que le precedieron. ¿Acaso esa declaración no es
el mayor homenaje y reconocimiento más importante para quien fue
durante la mayor parte de su vida desplazada y no querida? Los siglos
y milenios han transcurrido desde aquella lejana historia de amor cumplido. Pero aún hoy queda ese testimonio del premio del amor que alcanza su objetivo por la vía del sacrificio y la abnegación. El registro de
estos hechos nos llega con su dulce carga emotiva.
San Pablo alaba las excelencias del amor verdadero, en el himno
que compone en 1 Corintios 13, describiendo sus características más
sobresalientes. Allí, dice que el amor: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo
lo espera, todo lo soporta” (vers.7). Es probable que la vida de Lea sea
un fiel reflejo de ese amor que todo lo sufrió y soportó, sin embargo,
nunca renunció a él, esperando contra toda esperanza, hasta que finalmente alcanzó el fruto de su esperanza. Un proverbio oriental sentencia: “Para que nazcan virtudes es necesario sembrar recompensas.” En
el caso de Lea, tendríamos que decir que sembró virtudes con mucho
sacrificio y finalmente logró cosechar la más extraordinaria de las recompensas el amor de su esposo, el premio más querido.
Mario Pereyra
33
Capítulo 3
Séfora:
El rostro oculto de Moisés
A través del despojamiento y el silencio
se siente de modo directo la voz de la verdad, el roce sublime de la belleza,
la calma de una conducta santa, el misterioso llamado de la heroína.
Anónimo
“
D
etrás de un gran hombre, hay una gran mujer”, afirma un
refrán muy conocido y sabio, que reconoce una gran verdad, la influencia gravitante y decisiva que suelen tener
las mujeres en la vida de los hombres. Hay que hacer justicia con Séfora, la esposa silenciosa, furtiva (precisamente su nombre
significa “ave”) y morena de Moisés, que permaneció casi toda su vida
bajo la sombra de su esplendoroso esposo. ¿Cuánta influencia tuvo
Séfora en la vida de Moisés? Seguramente jugó un rol trascendente en
cambiar su carácter fogoso e impulsivo, en la organización del pueblo
de Israel, probablemente intervino en muchas de las normativas mosaicas y aún aconsejando en la conducción sabia que consumó el gran
líder judío durante el éxodo. Tenemos algunas evidencias para pensar
que una parte importante del éxito de Moisés se debió a la disposición
calmada, dulce, reflexiva y a los consejos de esa mujer discreta y sigilosa que compartió su lecho durante la mayor parte de su vida.
La historia, como los vientos que azotan las arenas del desierto y
borran todas las huellas, casi deja su nombre en el olvido, perdiéndose
( 35 )
36
Biografías Bíblicas
entre los intersticios del recuerdo. ¿Cómo permitir que los prejuicios
cieguen nuestros ojos –como el sol del mediodía— para no ver una verdad que aflora entre las grietas de los textos bíblicos? ¿Por qué no escuchar los gritos que emergen del silencio del Pentateuco para reconocer
la valía de esa mujer noble y digna que forjó al hombre que venció a
Dios y al diablo, ganando un lugar único en la historia humana y en los
espacios infinitos de la eternidad?
Al abordar la historia de Séfora, de acuerdo al registro bíblico, el
primer hecho que llama poderosamente la atención es el escaso y casi
nulo protagonismo que presenta, con apenas referencias mínimas a su
persona. De los cinco libros que escribió Moisés, sólo hay tres alusiones
explícitas a su esposa, tres breves episodios:
1. La referencia a su casamiento y el nacimiento del primer hijo
(Ex.2:21-22);
2. En camino a Egipto cuando Dios quiso matar a Moisés y Séfora intervino rauda y con notable decisión, para salvarle la
vida (Ex.4:24-26); y
3. Cuando se reencuentra con Moisés durante el éxodo, al regresar con su marido, traída por su padre Jetro (Ex.18).
En esas tres únicas referencias manifiestas (hay otras ímplicitas)
sólo el segundo episodio nos retrata a Séfora en acción, asumiendo un
protagonismo único, ya que en la primera cita apenas se la menciona
y en el tercero aparece insólitamente en forma marginal, poniendo en
escena bajo las luces de la historia, a su padre Jetro, a pesar que habían
estado separados durante un tiempo crítico, cuando Moisés tuvo que
negociar con el faraón la salida de Egipto, padeciendo las plagas que
abatieron esa nación.
¿Por qué Moisés no escribió más sobre ella? ¿Acaso no fue Séfora
con quien compartió 40 años de su vida cuando estuvo viviendo en el
desierto de Madián? ¿No estuvo Séfora la mayor parte del éxodo junto
a su esposo, soportando las arduas peripecias y tortuosas vicisitudes
que tuvo que atravesar durante esa difícil y trascendente etapa, también de 40 años? ¿Es muy extraño que después de 70 o más años de
vida en común y decenas de páginas escritas de la historia de su vida y
del pueblo Moisés haya dejado una sola referencia claramente explícita
a la voluntad y determinación de la mujer de su vida? ¿Por qué no un
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
mayor reconocimiento, un tributo de gratitud? ¿O será que el elogio
más importante fue el silencio?
No queda otra respuesta lógica y comprensiva que pensar que fue
un silencio pactado, que obedece a una estrategia de ocultamiento, a
un plan definido a no ser involucrada, a una voluntad de discreción
y recato. “Por favor, a mi no me menciones para nada”. “Haz como
que no existo. No quiero problemas.” Es evidente que Séfora fue una
mujer inteligente y ella sabía que era extranjera, de un color de piel
más oscuro que las personas de la raza de Moisés, teniendo que actuar
en un sociedad patriarcal de fuerte matiz machista, por lo tanto, buscó
evitar los prejuicios raciales, religiosos y de género, rechazando toda
notoriedad y protagonismo, tratando de pasar desapercibida, procurando no despertar envidias o celos. Decidió quedarse en las sombras,
no aparecer en escena, porque esa era la mejor forma de ayudar a su
esposo a convertirse en el líder que llegó a ser. Como veremos más
adelante hay evidencias textuales para sostener esta hipótesis y que
realmente Séfora tenía razones para creer que podía despertar malestares, como realmente ocurrió con su cuñada María y su cuñado
Aarón (ver Num.12).
El triunfo del amor
“Encaminará a los humildes por el juicio,
y enseñará a los mansos su carrera.”
Salmo 25: 9
El relato bíblico informa que Moisés, en un arrebato de justa indignación, mata a un guardia egipcio que trataba a un siervo hebreo en
forma abusiva, con crueldad. Al descubrirse el crimen huyó de Egipto,
exiliándose en tierra de Madián (Ex.2:12-15). Moisés era un hombre
de carácter impulsivo, de temperamento violento, con un concepto
sumamente elevado de sí mismo. Dios no podía utilizar un hombre
con ese grado de suficiencia propia y espíritu exaltado para realizar la
misión de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. Por eso permitió
que fuera al desierto, solo así podría desprenderse de lo que había
aprendido en las aulas de la universidad de Egipto y adquirir la indisMario Pereyra
37
38
Biografías Bíblicas
pensable y necesaria humildad y paciencia. Posteriormente la Escritura reconoce que la transformación del carácter se había consumado
con éxito: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los
hombres que había sobre la tierra” (Num.12:3).
¿Quién cambió a Moisés? ¿Fue el desierto quien abatió su orgullo
y le enseñó la humildad? ¿Fueron las ovejas, las arenas, las piedras o la
soledad de esos páramos inhóspitos los que tuvieron la virtud de cambiar su carácter arrebatado e imperioso? EGW asegura: “Fue la experiencia que adquiriera durante los muchos años de trabajo y espera en
Madián, el espíritu de humildad y longanimidad que cultivara allí, lo
que preparó a Moisés para arrostrar con paciencia la incredulidad y la
murmuración del pueblo, y el orgullo y la envidia de los que hubieran
debido ser sus asistentes firmes y resueltos.” (1985, 403). ¿Pero qué o
quién le ayudó a obtener esa “experiencia”?
Seguramente que la geografía y el trabajo de pastor de ovejas mitigaron, en cierto grado, sus ímpetus, pero hoy sabemos, a través de muchos años de investigación psicológica y sociológica que ha acumulado
innumerables evidencias empíricas, que lo que realmente cambia a las
personas “son las relaciones humanas” (Yalom, 1980). Por ejemplo,
John Norcross (2002), recogió decenas de estudios durante los últimos
cuarenta años de investigaciones por medio de un metanálisis, que demuestra que son ciertos componentes de las relaciones sociales —especialmente de la relación terapéutica—, las que se asocian estadísticamente a la efectividad de los cambios de la personalidad. Algunos
de esos componentes son, por ejemplo, la empatía, los compromisos
y asociaciones, el trabajo en común, el hecho de compartir objetivos,
planes y expectativas comunes.
¿Quién puede enseñar la humildad sino una persona humilde?
¿Quién puede educar la mansedumbre sino una persona mansa? ¿Qué
persona mansa y humilde tuvo Moisés, sino la figura modesta, sencilla
y reservada de Séfora? No es difícil imaginarse a Moisés llegar a su
casa exasperado, enfurecido porque un cabrito se le escapó de la manada, frustrado porque después de correrlo no pudo traerlo de vuelta,
recibiendo la palabra calma y dulce de Séfora, tranquilizándolo: “No
te preocupes, querido, vas a ver que volverá. Eso ocurre frecuentemente.” EGW describe a Séfora con pocas pero elocuentes palabras:
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
“era de un temperamento tímido y retraído, tierno y afectuoso, y se
afligía mucho en presencia de los sufrimientos” (1985, 403).
Para suavizar un temperamento emotivo, vehemente y apasionado como poseía el gran líder del pueblo de Israel, fue necesario ese
tipo de mujer suave, dulce, paciente y contenedora. Para poder llevar
adelante la obra gigantesca que realizó Moisés de conducir, organizar,
adoctrinar y enseñar durante 40 años a un pueblo díscolo y rebelde,
precisó muchas veces de una voz calma y aplacadora en el hogar. Seguramente fueron las aulas del matrimonio con el magisterio de Séfora, en un curso de 40 años, donde Moisés aprendió las disciplinas de
la paciencia, la moderación, la mesura, la prudencia y la obediencia,
entre muchas otras lecciones que enseña la vida conyugal y las esposas
amantes, generosas y sabias.
Una mujer con determinación
“Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y
cortó el prepucio de su hijo y lo echó a sus pies, diciendo:
A la verdad tú me eres un esposo de sangre.”
Exodo 4:25
Después de los 40 años de vida en Madián, Moisés y su familia se
encaminaron a Egipto a cumplir la misión que Dios les había encomendado (Ex.3). En el camino ocurrió un episodio trágico e inesperado.
Parecería que le sobrevino a Moisés una enfermedad súbita y grave que
reconocieron como un castigo de Dios por no haber cumplido con una
de sus órdenes (ver 1CBA, 529). EGW lo describe en forma clara y precisa en los siguientes términos: “Mientras se alejaba de Madián, Moisés tuvo una terrible y sorprendente manifestación del desagrado del
Señor. Se le apareció un ángel en forma amenazadora, como si fuera a
destruirle inmediatamente. No le dio ninguna explicación; pero Moisés
recordó que había desdeñado uno de los requerimientos de Dios, y cediendo a la persuasión de su esposa, había dejado de cumplir el rito de
la circuncisión en su hijo menor. No había cumplido con la condición
que podía dar a su hijo el derecho a recibir las bendiciones del pacto de
Dios con Israel, y tal descuido de parte del jefe elegido no podía menos
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
que menoscabar ante el pueblo la fuerza de los preceptos divinos. Séfora, temiendo que su esposo fuese muerto, realizó ella misma el rito, y
entonces el ángel permitió a Moisés continuar la marcha. En su misión
ante Faraón, Moisés iba a exponerse a un gran peligro; su vida podría
conservarse sólo mediante la protección de los santos ángeles. Pero no
estaría seguro mientras tuviera un deber conocido sin cumplir, pues los
ángeles de Dios no podrían escudarle.” (1985, 261)
Dios se enoja y Séfora lo calma. La experiencia de apaciguar a
Moisés durante tantos años, le sirvió para aplacar al mismo Dios. Por
otra parte, ella era la responsable del incumplimiento de la orden (los
madianitas consideraban la circuncisión como un acto cruel y brutal) y
asume su responsabilidad, realizando el ritual de derramar la sangre de
su hijo. EGW declara explícitamente, que Moisés obedeció a su esposa
antes que a Dios. Séfora ejercía una influencia persuasiva muy fuerte
sobre la voluntad del gran líder. Entonces su determinación fue notoria y aterradora. En un arranque osado, busca una piedra afilada y sin
titubear desnuda a su hijo y procede a realizar la cirugía sin anestesia,
en carne viva, acuchillando a los golpes el prepucio de Eliezer, insensible a los gritos desesperados de dolor del hijo, mostrando su fibra de
mujer decidida y temeraria. Ese último acto es impresionante. Verla
con las manos ensangrentadas, en actitud desafiante gritándole a su esposo para que escuchara su voz sobre los alaridos del llanto del niño,
mientras le arroja el pedazo de piel chorreando, diciendo: “Ahora, eres
esposo de sangre” (Ex.4:25).
La sangre de los sacrificios ofrecidos a Dios purifica y salva a los
hombres. Ese ritual sangriento de la circuncisión del hijo, salvó la vida
de Moisés y renovó los votos matrimoniales con una extraña y cruenta
liturgia de aflicción compartida. Séfora actuó con determinación, para
que su esposo pudiera ser aprobado por Dios y ejerciese el noble ministerio para el cual fue llamado. Esa acción de Séfora posibilito que
su esposo cumpliera su misión y quizás su férrea voluntad al salvarle
la vida, pudo inspirarlo para que este, posteriormente, estuviera dispuesto a ofrecer su vida a Dios para salvar al pueblo de la impiedad
de la idolatría y la rebeldía reincidente (Ex.32:10-14; Num.14:10-20).
La figura ensangrentada de Séfora, aquel día en camino a Egipto, es
posible que aya marcado a Moisés como líder mediador y conciliador.
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
Desde ese día en adelante probablemente las palabras de Séfora quedaron profundamente grabadas en el alma de Moisés, como el tronco
del árbol guarda las heridas que se abrieron en su corteza.
El rostro oculto de Séfora
“Todos la tenían en gran consideración, sin celos y sin reservas.
Por desgracia, Séfora tiene la piel negra.
¿Cómo iban a reconocer su valía los hombres de Madián,
si sus prejuicios los ciegan más que el sol?”
Jetro, padre de Séfora (Halter, 2004)
Una de las características de la narración bíblica la constituyen los
huecos en el relato. Son esas cosas que no se dicen, dejando un espacio
abierto para que la imaginación o las ideas más verosímiles del lector
rellenen los vacíos con su propia interpretación. En el capítulo 18 del
libro de Éxodo descubrimos los intersticios de un hueco en el texto,
que encierra un hecho insólito muy sugestivo para vislumbrar la fisonomía oculta de nuestra heroína. Allí narra la llegada al campamento de
Israel, de Jetro con Séfora y los dos hijos de Moisés. ¿Por qué estaban
ellos en casa de Jetro? La última vez que los vimos fue en el capítulo
cuatro, cuando toda la familia iba camino a Egipto para liberar a los
judíos, de acuerdo al mandato de Jehová. Ahora descubrimos que Moisés «la había mandado a casa de su padre» (18:2), junto con sus hijos.
¿Por qué la envío de regreso a la casa paterna? En este caso el silencio bíblico es llenado por la inspiración de EGW que explica la causa.
Cómo Séfora “se afligía mucho en presencia de los sufrimientos. Por
ese motivo cuando Moisés fue a Egipto, consintió él en que ella regresara a Madián. Quería evitarle la pena que le significaría presenciar los
juicios que iban a caer sobre los egipcios.” (1985, 403).
La información que proporciona “la mensajera del Señor” (1978,
11) parece decir que fue a pedido de la misma Séfora que Moisés permitió que regresara su familia a Madián. La causa es que “se afligía mucho de los sufrimientos” ajenos, considerando que pronto comenzarían
a caer las plagas sobre Egipto. Esa razón no es compatible con el hecho
de cortarle el prepucio a Eliezer, donde hizo oídos sordos al sufrimienMario Pereyra
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Biografías Bíblicas
to desgarrador del propio hijo. ¿Si soportó el sufrimiento de su propia
carne, como no iba a soportar el sufrimiento de los déspotas egipcios?
Entonces, ¿por qué dio esa excusa para abandonar a su esposo en medio de una disputa tan severa como la que sobrevendría al enfrentar
al Faraón? Hay que tener presente que en toda la negociación con la
corte faraónica, Moisés no estuvo solo, ya que fue acompañado por
su hermano Aarón y probablemente apoyado por María, la hermana,
que ejercía el liderazgo entre las mujeres. Es posible que Séfora haya
advertido que no era persona grata para la familia de su esposo, por
ser extranjera y morena, prefiriendo dar un paso al costado antes que
producir descontentos o discordias en ese momento tan crítico. Prefirió el sufrimiento más grande de vivir a la distancia la angustia de la
incertidumbre sobre el futuro de su esposo, que entorpecer su misión
produciendo disensiones familiares.
Pero hay otro silencio más llamativo, que se encuentra en Éxodo 18.
Es un vacío que grita con estruendo en un texto increíble. Séfora y sus
hijos llegan al campamento israelita, después de no ver al esposo y padre
por bastante tiempo y Moisés no atiende a su familia, dejándolos marginados en un silencio asombroso y chocante. Los esposos estuvieron separados durante ese tiempo dramático y terrible (de las plagas y la salida de
Egipto) y ahora se reencuentran sanos y salvos, pero ni se saludan. Ni un
abrazo, ni un “hola, ¿cómo estás?” “¿Cómo han pasado?” “¿Ni un ‘que
tal se encuentran los chicos’?” ¿Cómo es posible? La narración es sorprendente: “Y Moisés salió a recibir a su suegro, y se inclinó y lo besó; y
se preguntaron el uno al otro cómo estaban, y vinieron a la tienda” (18:7).
Casi tenemos ganas de gritarle: “Oye Moisés, mira también vino tu mujer
y tus hijos. Está bien ocuparse del suegro, pero aunque sea un besito para
Séfora y los chamacos que te extrañaron mucho y sufrieron con la idea de
que quizás no verían más al padre. Pero Moisés parece no oír nada y le da
la espalda a su propia familia. Sigue la narración en forma inaudita: “Y
Moisés contó a su suegro todas las cosas que Jehová había hecho a Faraón y a los egipcios por amor de Israel” (18:8) y allí continúan platicando
en la carpa, en forma muy amena, mientras Séfora y los chicos, quedan
afuera, bajo la inclemencia del sol del desierto y la indiferencia esquiva
del esposo y padre. Incluso, después Moisés y Jetro celebran el encuentro, junto con los ancianos del pueblo, con una opulenta comida (18:12).
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
Es forzoso pensar que un olvido tan brutal es sospechoso, no puede
ser casual ni fortuito. Debe responder a un sigiloso plan premeditado.
¿Cuál plan? ¿Por qué Séfora no debía ser mencionada en absoluto?
¿Será que ella misma confeccionó la estrategia del silencio? Es un hecho significativo que los episodios mencionados del reencuentro son
previos a la más importante reorganización social, política y jurídica
que vivió el pueblo de Israel durante el éxodo. Al otro día de llegar la
familia, Jetro le aconseja a Moisés una nueva metodología administrativa, consistente en ejercer un liderazgo compartido, en trabajar en
equipo y dividir al pueblo en jurisdicciones integradas por jueces organizados jerárquicamente para tratar los asuntos que el pueblo demandaba, quedando Moisés solamente para resolver los pleitos de última
instancia. Esos cambios tan importantes Moisés los acepta con llamativa docilidad. “Y oyó Moisés la voz de su suegro y ejecutó todo lo que le
dijo” (Éx.18:24). ¿Qué relación tiene la reestructuración demográfica y
jurídica con Séfora? Muchísima, ya que ella fue quien propuso la idea,
según nos informa EGW. Entonces, ahora se entiende el enigmático
misterio del olvido premeditado.
Así lo expresa EGW: “Cuando Séfora se reunió con su marido en el
desierto, vio que las cargas que llevaba estaban agotando sus fuerzas,
y comunicó sus temores a Jetro, quien sugirió que se tomasen medidas
para aliviarle. Esta era la razón principal de la antipatía de María hacia
Séfora” (1985, 403). ¿Cómo una mujer extranjera podía producir esa
transformación organizacional tan importante en la nación judía? Si
la hubiera presentado directamente jamás hubiera sido aceptada por
el cuerpo dominante de los ancianos, de cultura machista nacionalista.
Pero como la idea vino de un hombre respetable, que tenía la investidura sacerdotal, con cierto linaje reconocido (era descendiente de Abraham), entonces fue aceptado. Sin embargo, esa estratagema secreta
y reservada pudo engañar a los ancianos, pero no la sutileza de otra
mujer, María, quien inmediatamente descubrió detrás de esas medidas
políticas, la mano oscura de Séfora. La reorganización administrativa
descentralizada le quitaba mucho poder a los hermanos de Moisés, que
eran figuras privilegiadas, como ministros plenipotenciarios. Ahora,
quedaban circunscriptos a trabajos administrativos menores.
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
La sombra de un destino
“Sin embargo, la “sombra” no es realmente nuestro lado oscuro,
sino el más primitivo, el más instintivo e infantil,
en el que radicarían los impulsos más fuertes hacia la Vida
y no al contrario. Es, si queréis,
nuestro lado más divertido, aventurero y arriesgado.”
Victoria Sendón de León (La mujer y lo sagrado)
El concepto de “sombra” fue estudiado por Carl Jung (1939, 265),
quien lo consideró como “otro aspecto” o “el hermano oscuro” de la
personalidad humana. Es el lado negativo donde se alojan los aspectos
rechazados y negados que, de alguna manera, nuestra civilización nos ha
enseñado a repudiar. Es la cara oculta de sí mismo, la zona encubierta
y negada de la personalidad. Desde el punto de vista social puede considerarse a las mujeres como la “sombra”, tanto tiempo despreciadas y
no reconocidas, siendo la esencia misma de nuestra propia naturaleza.
Dice Vaccaro (2002). “La sombra sólo resulta peligrosa cuando no le
prestamos la debida atención..., cuando intentamos desconocerla como
individuos y como sociedad. Cuando jerarquizamos las diferencias entre los géneros y propiciamos su accionar violento sobre aquellos y
aquellas que vivenciamos como ‘diferentes’ e inferiores”. Para Victoria
Sendón “la ‘sombra’ no es realmente nuestro lado oscuro, sino el más
primitivo, el más instintivo e infantil, en el que radicarían los impulsos
más fuertes hacia la Vida y no al contrario. Es, si queréis, nuestro lado
más divertido, aventurero y arriesgado.”
Hay que reconocer que Séfora no fue la única mujer que habitó entre las sombras del silencio, oculta detrás de la figura de un gran hombre. Fue el destino ominoso de la mayor parte de las mujeres bíblicas.
La cultura machista prevaleciente las sometió a la negra y densa oscuridad de la historia, cuando no al mismo anonimato, cercenándoles
la posibilidad de acceder al espectáculo del despliegue de los valores
inestimables de la feminidad en toda su expresión. Muchísimas mujeres se perdieron en la noche del tiempo sin dejar ninguna huella de su
trayectoria vital. Cuántas fueron reprimidas desde niñas, “no corras, no
grites, no des portazos, no pelees, no digas palabrotas”. Ese gran NO
Editorial Montemorelos
Lea: El triunfo del amor
castrador de la libertad también las ha dejado al costado de la historia,
sin que pudieran difundir la espontaneidad de sus seres ricos, perfumados y bellos.
La diferencia entre Séfora y otras mujeres es que ella eligió su destino de silencio, replegándose en la reserva de su ser misterioso y callado, para convertirse entonces en un trofeo olvidado aún de la galería
de Hebreos 11, que descubre la presencia de catorce héroes pero sólo
dos heroínas. Séfora prefirió ocultarse bajo la máscara del silencio,
optó por la estrategia del disimulo, veló su rostro moreno para permitir
que la faz de su esposo pudiera brillar con destellos enceguecedores.
Caminó con cautela en la sigilosa noche de su misión autoimpuesta.
Observamos sus huellas —algunas de ellas escritas con sangre—, pero
no vemos su presencia.
En el mundo actual, que sufre la fiebre del anhelo de notoriedad,
es casi inverosímil pensar en una mujer escondida, que se esfuerza por
alejarse de las pasarelas y los flash que perpetúan el presente para optar por la vida ignorada del desierto. Sabemos que siempre hay secretos
en la familia y especialmente en los matrimonios, pero el hermetismo
de Séfora es colosal, ya que buscó en los márgenes de la existencia,
esconder el destino en el reverso de su biografía. De ahí su humildad y
grandeza colosal.
Mario Pereyra
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Capítulo 4
Rahab:
La búsqueda de la libertad
“Jesús les dijo: De cierto os digo,
que los publicanos y las rameras
van delante de vosotros al reino de Dios”.
S.Mateo 21:31
E
s sabido que la prostitución aparece excomulgada y perseguida como si fuera el mayor de los males, el que lidera con
ventaja el escalafón de los vicios y calamidades que hacen
estrago en la sociedad. Constituye una lacra repulsiva para
los valores morales. Por eso el mayor de los insultos que se le puede
propinar a alguien es atribuir a la madre el ejercicio de ese despreciado
oficio. En contraste con esa actitud de menosprecio tan generalizada
en nuestro hábitat moral, las Sagradas Escrituras adoptan una posición
más condescendiente hacia las pobres mujeres que muchas veces se ven
obligadas a ejercer esa actividad. Por ejemplo, en cierta ocasión, Jesucristo les dijo a los representantes más conspicuos de la moralidad judía, los venerados “sacerdotes y ancianos del pueblo” (Mt.21:23), que
las rameras los aventajaban en la fe y en la disposición a aceptar la voluntad de Dios. Otro ejemplo notable es una antigua historia, que fuera
encarnada por un personaje singular, que ejercía el antiguo oficio del
comercio corporal, pero a pesar de sus malos antecedentes, fue incorporada al pueblo de Dios en una posición envidiable, de descomunales
repercusiones históricas.
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Biografías Bíblicas
Es una historia insólita y en gran parte misteriosa, que revela los
asombrosos caminos de Dios. El nombre de la protagonista fue Rahab,
una cananea habitante de la ciudad de Jericó, que ejercía en ese lugar
las tareas de la carne. Su nombre en hebreo significa “ancha” o “grande” (heb. Râjâb; DBA, 972). ¿Sería ese el nombre original o fue cambiado cuando se integró al pueblo de Israel? De todos modos, parece
valorarse la amplitud de alguna cualidad física, psicológica o espiritual.
¿En qué fue grande Rahab? ¿En su lucidez y perspicacia para aprovechar las circunstancias propicias? ¿En su fe para creer en el poder de
Dios? ¿O fue grande en sus ansias de libertad y deseos de cambiar su
vida? No lo sabemos, pero sí hay evidencias para pensar que estuvo
movida por un intenso deseo de liberación y esa fuerza fue premiada
con la salvación propia y de su familia.
Narra la historia bíblica que luego de la esclavitud egipcia y la peregrinación en el desierto, el pueblo de Israel se aprestó a introducirse en
Palestina para afincarse en esas tierras, de acuerdo al mandato y la promesa divina. Luego de cruzar la frontera del río Jordán, encontraron la
populosa y fortificada ciudad de Jericó. “Era virtualmente la llave de
todo el país, y representaba un obstáculo formidable para el éxito de
Israel” (1985, 447). Para organizar la conquista, Josué, el líder hebreo,
envió dos jóvenes a espiar. Debían recorrer la ciudad y averiguar todo
lo que pudieran sobre la población, especialmente sobre sus recursos
defensivos y bélicos. Los habitantes de la ciudad estaban aterrorizados
por el temor de un ataque y se mantenían en constante alerta. A pesar
de ser una ciudad muy visitada por extranjeros (estaba instalada en el
camino del comercio entre oriente y occidente), los espías no pasaron
desapercibidos, teniendo que buscar refugio. Allí aparece Rahab en acción, ofreciendo hospedaje a los dos hebreos. Igualmente fueron detectados por algunos ciudadanos que dieron cuenta a la autoridad. Como
era una cuestión de estado, el mismo rey tomó el asunto en sus manos,
llamando a Rahab para que entregara a los espías. Entonces, la ramera
arriesgó su vida para proteger a los hebreos. Como retribución a su
bondad, los espías prometieron salvarla, junto con su familia, cuando
la ciudad fuese conquistada (ver Jos.2).
¿Por qué Rahab traicionó al rey y a su nación para favorecer a enemigos dispuestos a conquistar su patria? La determinación y osadía con
Editorial Montemorelos
Rahab: La búsqueda de la libertad
la cual actuó y la respuesta que dio a los espías, muestra que no fue
un acto impulsivo, producto de un arranque del momento, sino, por el
contrario, una decisión largamente madurada, a la luz de la información que fue recibiendo de como Dios protegía y dirigía a ese pueblo.
“Se que Jehová os ha dado esta tierra”, dijo Rahab, agregando: “Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante
de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos
reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a
Og, a los cuales habéis destruido”. Concluyendo con un confesión de
fe admirable: “porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos
y abajo en la tierra” (Jos.2:9-11). Después de eso, allí en el burdel, se
celebró un pacto de honor y lealtad que garantizaba la seguridad de
los espías y prometía la libertad a la prostituta y a su familia. ¿Cómo se
explica un acto de tan elevado contenido moral en el mismo escenario
de la inmoralidad? El hecho fue que ambas partes cumplieron con su
palabra más allá de los roles que el destino les había asignado desempeñar en ese momento.
La liberación
“Lo que invoco es el ejercicio de la libertad: eterna aventura del ser humano
que crea medios para alcanzar sus fines, pero suele quedar prisionero de los medios.
Estos fines de la libertad son la belleza, la verdad, el bien y lo sagrado.”
Víctor Massuh (1999, 172-173)
¿Por qué una ramera fue la única capaz de realizar ese acto de coraje
y reconocimiento de los verdaderos valores de la religión en toda esa numerosa ciudad? El Comentario Bíblico Adventista, interpreta: “Todos
los habitantes de Jericó oyeron y temblaron; sólo Rahab pasó del temor
a la fe y al servicio”(2CBA, 187). ¿Cómo fue posible que diera ese salto
gigantesco de fe? ¿Será que aquellos que se sienten perdidos, que no
tienen bienes o motivos a que aferrarse en este mundo, están más dispuestos a jugarse en la entrega de la fe que quienes están aposentados
en lugares seguros y respetables? ¿Una mujer acostumbrada a adaptarse
a todas las exigencias y deseos de los hombres tiene más capacidad para
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Biografías Bíblicas
responder a las demandas de una nueva situación? ¿Estaría cansada de
la vida que llevaba y en su deseo de libertad había soñado con escapar de
la ciudad y unirse al pueblo que gozaba del favor de Dios?
Hay muchas interrogantes sin respuestas. Ciertamente Rahab buscaba una salida que le permitiera un resquicio de esperanza para un
nuevo porvenir. Sabemos que no sólo trabajaba como ramera, también
era una mujer hacendosa, ocupada en trabajar el lino. Esa actividad requiere un proceso prolongado y mucho esfuerzo. Después que se arrancan las plantas, se separan los tallos de las semillas. “Estos tallos, entonces, se remojan, se exponen al sol por un poco de tiempo y se sumergen
en agua por una semana y media. Esto ablanda las fibras antes de su
separación. Después, se carda y se le prepara para los tejidos”(DBA,
717). Narra la historia que los espías fueron escondidos bajo manojos
de tallos de lino que estaban sobre la terraza de la casa para secarse
(Jos. 2:6). ¿Qué estaría tejiendo Rahab con ese lino? ¿Juntaría dinero
para emanciparse y construir una nueva vida?
Hay evidencias para pensar que Rahab fue una mujer inteligente, carismática y de fuerte personalidad, además de atractiva o bonita.
Es de hacer notar que influyó fuertemente en los espías ya que éstos
trasmitieron casi textualmente sus palabras (2:24), estimulando fuertemente el ánimo de los conquistadores. El relato enfatiza que Josué
tomó muy en serio el pacto que habían hecho sus enviados. De alguna
manera esos hombres hicieron sentir a Josué que bajo ningún concepto
deberían fallarle a la prostituta. Justamente, cuando se produjo la conquista de la ciudad, el líder hebreo fue claro y explícito que “solamente
Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella” (6:17).
Incluso comisionó a los mismos “dos hombres que habían reconocido
la tierra” (vers. 22) para la misión del rescate, que estos cumplieron
fielmente (vers.23). ¿Cómo una prostituta extranjera pudo tener tanta
influencia y poder entre los conquistadores que por lo general no respetan a los vencidos?
Los misterios del amor
Hay otra pregunta sugestiva que puede dar indicios insospechados.
¿Quienes fueron los dos espías enviados a Jericó? Conocemos los nombres de los doce espías que Moisés envió tiempo antes a reconocer la tieEditorial Montemorelos
Rahab: La búsqueda de la libertad
rra de Canaán (Dt.1:19-33; Num.13), pero no se informa quienes fueron
estos dos. ¿Por qué se los mantuvo deliberadamente en el anonimato, especialmente considerando que realizaron valientemente su misión? Sí se
nombra a aquellos doce, ¿por qué estos dos fueron omitidos? Si tanto se
habla de Rahab, ¿por qué no de los príncipes que la liberaron? De todos
modos, podemos investigar la historia y sugerir una hipótesis posible y
verosímil. Sabemos que los doce espías fueron príncipes, los más importantes de cada una de las tribus. Es casi seguro que los dos espías también
fueran príncipes. Era necesario mandar líderes, gente prestigiosa del
pueblo para que su testimonio fuera creíble y aceptado por todos. ¿De
qué tribus fueron convocados los espías? Es viable pensar que fueron de
las dos tribus de mayor reputación. ¿Cuáles eran esas tribus? En la experiencia anterior del envío de espías, sólo dos se destacaron del grupo de
los doce, por su coraje y confianza en Dios. Esos espías fueron los únicos
que conservaron la vida y el privilegio de entrar en la tierra prometida.
Fueron Josué de la tribu de Efraín y Caleb de la tribu de Judá. Sería lógico pensar que dos príncipes de esas tribus —Efraín y Judá— fueran los
candidatos con mayor chance para cumplir la misión.
Si así hubiera acontecido, seguramente uno de los elegidos pudo ser
muy bien un destacado príncipe de la tribu de Judá, llamado Salmón.
Era descendiente del hijo mayor de Judá, Fares (ver 1 Cron.2:3-11) y su
actuación destacada durante la conquista (ver Jos.9:48 y Sal.68:14) revela que era un aspirante meritorio para ser convocado como espía. Si ese
fuese el caso, ahora sí puede entenderse mejor la razón del anonimato,
pues, Salmón fue el que se casó con Rahab (Mat.1:5). ¿Dónde está la
razón del anonimato histórico? Reconocer que Salmón fue uno de los
espías hubiera significado pensar que ese encuentro con Rahab fue el inicio de una historia de amor y que el intenso interés del espía por salvarla
sería algo más que un compromiso de lealtad. ¿Cómo no sospechar que
esa noche pasada en la casa de la ramera no fue una mera estrategia de
ocultamiento? La suspicacia histórica hubiera dañado la confianza del
líder. Pero, por otro lado, ¿por qué dejar en el silencio esa encantadora
historia de amor? Porqué no imaginar que el príncipe que llamó aquella
tarde a la puerta de Rahab, no era un cliente más sino era el prometido
soñado que le daría la libertad. ¿Acaso Rahab no había soñado con su libertad? Como mujer ¿no tenía derecho a dejarse mecer en los ensueños
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
del amor? ¿Qué son los sueños sino nubes que como capullos florecen en
el cielo de nuestro corazón? Muchos siglos antes que se contara el cuento del príncipe encantado que libera a la doncella con un beso de amor,
ocurrió esta bella historia soslayada (recatada y pudorosa a las miradas
livianas) entre las páginas de la Biblia.
¿Cómo habrá sido el reencuentro? ¿Con que emoción Rahab estuvo esperando a su amado? Seguramente fue el mismo príncipe, después de la caída y destrucción de los muros de Jericó, quien anduvo recorriendo entre los
escombros y la confusión reinante en la ciudad, gritando su nombre, buscándola con ansiedad, hasta lograr ubicar la cinta escarlata, la señal convenida
y encontrarla con toda su familia, para abrazarla jubilosamente y rescatarla.
El relato bíblico calla las posibles escenas románticas que pudieron haber
sucedido. Fue necesario que pasaran catorce siglos para conocer la verdad
que sintéticamente refiere el evangelio sobre el matrimonio del espía y la
ramera, cuando registra los datos genealógicos de Jesucristo, como de paso,
diciendo: “Salmón engendró de Rahab a Booz” (Mat.1:5).
El hijo de Rahab y Salmón, Booz, fue quien se casó con Ruth y llegó a ser
el abuelo de David, el glorioso rey fundador de la nación judía. Y por esa cadena genealógica que Rahab tuvo el honor extraordinario de integrar nació
Cristo, el Salvador. “¡Qué bendito privilegio es el que aguarda a los que por
fe se unen con el pueblo de Dios! ¡Cuán maravilloso es saber que el Evangelio de Jesucristo trasciende aun la herencia y el ambiente más desfavorable!
Todo el que lo desea, de cualquier raza, color o categoría social, puede participar de los gloriosos privilegios de ser hijo de Dios” (2CBA, 202).
Héroe de la fe
“Por la fe Rahab la ramera,
no pereció junto con los desobedientes,
porque recibió a los espías en paz.”
Hebreos 11:31
La historia de Rahab y Salmón parece un cuento de hadas. Con respecto a este último género de la literatura fantástica, dice J.C. Cooper
(2004, 18): “La fascinación que ejerce el cuento de hadas en todas las
edades radica en que revela nuestra propia naturaleza interior, con infiEditorial Montemorelos
Rahab: La búsqueda de la libertad
nitas posibilidades espirituales, psíquicas y morales. Es la búsqueda del
significado de la vida. El argumento gira en torno al héroe, o la bella
afligida, que se enfrentan a poderes titánicos. Los sufrimientos, pruebas
y tribulaciones son imprescindibles para la realización de la trama, la
evolución de los individuos involucrados y la unificación final.” Todas
estas particulares las encontramos en la historia bíblica, sin embargo, no
es cuento de hadas, porque los cuentos son ficción y la historia es real.
Los cuentos de hadas “se desenvuelven en un mundo de magia y fantasía
exento de las limitaciones temporales, característica que se encuentra íntimamente asociada con la naturaleza esencialmente sobrenatural y con
los poderes de transformación que describen” (Ídem, 14).
Nuestros héroes fueron personas de carne y hueso, con acciones
concretas y logros auténticos, no por efecto de una varita mágica o de
una fuerza sobrenatural sino por el poder de la decisión y la voluntad,
inspirados en Dios. Tan reales fueron que se le atribuye a Salmón,
junto con su esposa Rahab, haber fundado la ciudad de Belén (ver 1
Crón.2:51,54), siendo pioneros y constructores del lugar que vio nacer
a Jesús (3CBA, 139). Es cierto que también a los héroes legendarios se
les adjudican hazañas y fundaciones, ¿dónde, pues, estaría la diferencia
que caracteriza a los personajes bíblicos de aquellos otros engendrados
por la imaginación o la fantasía? El principal componente constituyente
del héroe bíblico, según la carta a los Hebreos, es la fe. Precisamente a
Rahab se la incluye en la galería de los héroes de la fe (Heb.11:31), distinción que solamente comparte con otra mujer, Sara, la excelsa madre
de la fe, gestadora del pueblo de Israel. El capítulo 11 de Hebreos cita
a catorce hombres pero solo dos mujeres. “El nombre de Rahab puede
parecer a primera vista fuera de lugar en esta enumeración de héroes de
la fe, pues era pagana y, además, ramera. Pero estas mismas circunstancias hacen que su acto de fe sea aún más notable” (7CBA, 492-493).
La epístola de Santiago agrega otro elemento, complementario de
la fe, al referirse a nuestra heroína. “Rahab la ramera, ¿no fue justificada por sus obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por
otro camino?” (Stgo.2:25). Es el componente de las obras o la acción.
Rahab no solo confió en el Dios de Israel, también tuvo un comportamiento osado, de arriesgar su vida para salvarse y salvar a su familia.
En su historia se supera la antigua disputa teológica entre la fe y las
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obras, porque ella es un ejemplo admirable del creer y practicar lo que
se cree.
Así, pues, la aventura de concebir la libertad como un acto vital,
como una reafirmación de la plena autonomía de la voluntad humana,
abre posibilidades inimaginables de logros y de proyección histórica.
Lo que de algún modo se señala aquí es la importancia de una disposición espiritual ―como es la fe y las obras― para alcanzar un estado
de trascendencia. Una historia que enseña a través del despojamiento y
del silencio, a escuchar de modo directo la voz de Dios, el roce sublime
de la belleza, la calma de una conducta santa, el misterioso llamado del
héroe, la búsqueda y el encuentro de la libertad.
Capítulo 5
Gedeón:
Un hombre valiente
“Todas las memorias, todos los universos de sentido,
todos los imaginarios colectivos que se refieren al pasado
pueden invocarse y reutilizarse para la construcción de identidades
y la realización personal de los individuos.”
Gilles Lipovetsky et al. (2006, 103)
J
osé Ortega y Gasset acuñó la famosa frase de «yo soy yo y mis
circunstancias» para dar a entender que el ser humano no es
independiente del contexto en el que se encuentra instalado. No
puede entenderse la vida de una persona prescindiendo de las
circunstancias en las que vive. Sin mis circunstancias yo no soy yo, el
yo se construye como emergente de su entorno familiar, del grupo de
amigos, del medio laboral, de la realidad social en que vive, de la cultura y de todas las otras influencias del medio. Vivir es encontrarse en
el aquí y el ahora, es tomar conciencia de la coexistencia con el mundo circundante. Nunca estamos solos, siempre estamos abiertos y en
interrelación con “mis circunstancias”. Así, pues, la persona humana
es una correlación, algo dinámico, donde tanto uno mismo como las
circunstancias nunca son las mismas, sino que ambas están en perpetuo
cambio.
En el caso de la Biblia parece ocurrir lo contrario de lo que pensaba
Ortega y Gasset, donde la persona surge a partir de las circunstancias,
( 55 )
56
Biografías Bíblicas
especialmente de aquellas que son adversas o reclaman la intervención
de alguien especial para resolverlas. La interpretación bíblica presenta
un nuevo escenario en la construcción de la persona. Se trata de un
complejo entramado, muy expresivo, donde se desarrollan las circunstancias que van a otorgar sentido al protagonista, ya que a partir de
esas situaciones o coyuntura histórica podrá madurar su destino hacia
la gloria o hacia la vergüenza o el anonimato. No es que hay un destino
hacia el cual el héroe es arrastrado, como en las obras trágicas griegas,
sino un futuro que se ordena de acuerdo a como el personaje responda
a los desafíos que se le presentan.
En una situación de ese tipo es que vemos aparecer a Gedeón, el
personaje que nos proponemos estudiar en este capítulo. De Gedeón
no conocemos su infancia, ni su adolescencia, ni cuáles fueron sus experiencias de vida más importantes que signaron su personalidad. No
sabemos si era soltero o casado, si tenía hijos antes de su aparición
histórica (luego de alcanzar la gloria, llega a tener setenta hijos). La
voz del narrador que construye la historia bíblica va aportando las informaciones pertinentes de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos. Sólo conocemos lo que resulta útil para comprender la acción. Los
antecedentes desde los cuales irrumpe el protagonista en cuestión se
describen en estos términos:
“Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová
los entregó en mano de Madián por siete años. Y la mano de Madián
prevaleció contra Israel. Y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados.
Pues sucedía que cuando Israel había sembrado, subían los madianitas
y amalecitas y los hijos del oriente contra ellos; subían y los atacaban.
Y acampando contra ellos destruían los frutos de la tierra, hasta llegar
a Gaza; y no dejaban qué comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos.
Porque subían ellos y sus ganados, y venían con sus tiendas en grande
multitud como langostas; ellos y sus camellos eran innumerables; así venían a la tierra para devastarla. De este modo empobrecía Israel en gran
manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová.”
(Jueces 6:1-6)
Editorial Montemorelos
Gedeón: Un hombre valiente
El pueblo de Israel estaba sometido a una situación insoportable y
vejatoria, recibiendo un tratamiento injusto e indignante, de parte de
unos pueblos nómades, madianitas y amalecitas, que les robaban sus
bienes y los despojaban de todos sus alimentos, llevándolos a la ruina
y al peligro de la extinción. Así, pues, el clamor angustiante de ayuda y
justicia emergía de todos lados, buscando a Dios y esperando de Él una
intervención liberadora sobrenatural. Ese clamor es el que preanuncia
la aparición del héroe, que surgirá para traer la redención desde la humillación. Esas son las circunstancias que van a promover el montaje
del personaje.
Elección y llamado
“En esta decisión reconoceremos el lugar donde
cada uno de nosotros es llamado a oponer resistencia;
se crearán entonces espacios de libertad
que pueden abrir horizontes hasta el momento inesperado.”
Ernesto Sábato (2000, 130)
Los capítulos 6 al 8 del libro de los Jueces son el escenario privilegiado donde Gedeón actuó como protagonista principal, saturando
con su presencia y su nombre esos espacios de la historia bíblica. La
palabra “Gedeón” se utiliza 48 veces en esos tres capítulos. Ella es de
origen hebrea y tiene varias acepciones: “leñador [talador]”, “picapedrero” o “guerrero” (DBA, 483-484). Seguramente el nombre alude a
la actividad de Gedeón, ya que probablemente fue leñador y después
por la fuerza de las circunstancias, guerrero, hasta constituirse en juez,
alrededor de los años 1240 A.C., durante el sistema de la teocracia, en
la historia de Israel. Su aparición ocurre cuando estaba trillando trigo
en un lagar en Ofra para esconder su cosecha de los madianitas. El
relato permite apreciar que se trata de un hombre común, un agricultor como seguramente habría muchos en aquella época, un habitante
típico de esos días, con los mismos temores que tenían todos al ultraje.
Allí está en plena actividad, cuando es sorprendido por el “ángel de
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Jehová” para invitarlo a ser el libertador de los hebreos de la opresión
madianita y constituirse en un personaje prominente, trascendiendo en
la historia.
¿Por qué fue escogido Gedeón? ¿Qué tenía ese hombre de especial
para realizar una misión tan importante? Es sugestiva la escena del llamamiento. El ángel se sienta debajo de un árbol y se pone a observar a
Gedeón. ¿Qué habrá llamado su atención? Gedeón estaba realizando
su trabajo, fastidiado, tenso, con un gesto de contrariedad pintado en
su rostro. Su irritación se debía a que probablemente todo su esfuerzo
podía caer en manos de los madianitas, convirtiendo en inútil su faena.
No tenía miedo, como la mayor parte del pueblo en esos días, estaba
enfadado y aún defraudado con Dios, por permitir esos atropellos e
injusticias. Probablemente reflexionaba nuestro héroe mientras trabajaba: “En otros tiempos Dios intervenía en forma milagrosa librándonos de los enemigos, pero ahora no lo hace.” “¿Por qué Dios no actúa
ahora? ¿Por qué permite este martirio?” El ángel miraba sus músculos
endurecidos, los maxilares apretados, el rostro duro y curtido por el sol;
seguramente comprendía su estado anímico y lo que pensaba, ya que
exclamó espontáneamente, con cierto acento de admiración: “Jehová
está contigo, varón esforzado y valiente” (Jue.6:12). Gedeón no escuchó el elogio, sólo estalló con toda su indignación reprimida. “¿Jehová
está conmigo? ¡Si Jehová estuviera conmigo no tendríamos que soportar estos ultrajes que sufrimos. Nuestros padres nos han enseñado que
Dios estuvo con ellos, haciendo milagros para salvarlos de la esclavitud
y los peligros, pero ahora, ¿qué pasa? Jehová nos ha desamparado y
nos ha entregado en manos de los madianitas”.
Parece que Dios buscaba un hombre así, molesto, con pólvora interior, rebelde contra la iniquidad, que reclamara justicia, que gritara
a Dios para que éste actuara. Casi todos los demás protestaban por los
abusos de los enemigos, pero no tenían coraje, eran temerosos. Las circunstancias exigían un hombre que fuera un detonador, capaz de descargar todas sus energías contra el enemigo. Nadie tenía esa determinación y disposición para canalizar su fastidio contra los originadores
de sus desgracias y reclamar la intervención divina con absoluta convicción. Por eso el ángel le dijo: “Ve con esta tu fuerza y salvarás a Israel?”
(v.14) Sin embargo, al enfrentar la realidad en toda sus facetas se dio
Editorial Montemorelos
Gedeón: Un hombre valiente
cuenta de ciertas insuficiencias que lo desacreditaban para la gestión.
“Ah, señor mio, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia
es pobre en Manasés y yo el menor en la casa de mi padre” (v.14). No
era temor sino falta de recursos e influencia social para representar y
mover al pueblo a luchar contra los enemigos.
Elena de White comenta al respecto: “Gedeón sintió profundamente su propia insuficiencia para la gran obra que estaba delante de él... El
Señor no siempre elige para su obra a hombres de los mayores talentos,
sino que escoge a los que puede usar mejor. Individuos que podrían
hacer un buen servicio para Dios, quizá sean dejados en la oscuridad
por un tiempo, aparentemente inadvertidos por su Maestro y sin ser
empleados por él; pero si realizan fielmente los deberes de su humilde cargo, fomentando una disposición para trabajar y sacrificarse para
Dios, a su debido tiempo él les confiará mayores responsabilidades. A
la honra precede la humildad. El Señor puede usar más eficazmente a
los que mejor se dan cuenta de su propia indignidad e ineficiencia. Les
enseñará a ejercer el valor de la fe. Los hará fuertes uniendo su debilidad con la fortaleza de él, sabios al unir su ignorancia con la sabiduría
divina.” (2CBA, 997).
Entonces el ángel le aseguró la ayuda divina y además le propuso una estrategia para ser reconocido y poder convocar a todos para
luchar a favor de Dios contra el mal. Debía derribar el altar local de
Baal y construir otro dedicado a Yehová y ofrecerle un holocausto
(Jue.6:12-27). Al hacerlo, provocó la furia de los habitantes del lugar
quienes protestaron violentamente, deseando matar a Gedeón, pero
su padre lo defendió argumentando que si Baal era dios debería poder defenderse por sí solo. Este incidente le valió a Gedeón el nombre
de “Jerobaal” (significa: “contienda Baal contra él”, vs 28-32); aunque
más tarde, cuando el nombre de “Baal” era mal mirado, fue cambiado
por Jerubeset (heb. Yerubesheth), donde “beset” significa “vergüenza” (Guthrie et al., 1977, 289).
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Biografías Bíblicas
La vía de la victoria
Dios “es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,
según el poder que actúa en nosotros.”
San Pablo (Efe.3:20)
Después de haber recibido su nombramiento divino, Gedeón convocó a los hombres de Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí para atacar a los
madianitas (Jue. 6:33-35). Pero antes de la batalla, Gedeón pidió a Dios
dos señales. Quería estar seguro de que Dios realmente estaba con él.
Tomó un vellón de lana en sus manos y le pidió a Dios lo siguiente: “Si
has de ayudar a Israel a derrotar a Madián, tenderé este vellón de lana
sobre el suelo. Si mañana aparece mojado porque el rocío cayó solamente sobre el vellón y todo el suelo alrededor queda seco, sabré que salvarás
a Israel por mi conducto”. A la mañana siguiente, Gedeón encontró el
vellón como le había pedido a Dios. No había humedad de rocío en el
suelo, pero el vellón estaba empapado. Pero Gedeón no se convenció,
probó una vez más a Dios. “Esta vez haz que el vellón de lana esté seco
y el suelo a su alrededor esté mojado”. A la mañana siguiente, Gedeón
encontró que Dios le había concedido también esa nueva petición.
Al llamamiento para enfrentar a los enemigos acudieron 32.000
hombres. No eran muchos comparados con el ejército enemigo de
135.000 hombres (Jue.8:10). Pero antes de la batalla, otra vez ocurre
un pedido de señales o pruebas, pero en esta ocasión proviene de Dios,
quien dispone dos tests para evaluar la preparación de los soldados
israelitas para la guerra. Había muchos incrédulos y temerosos, que
seguramente se atribuirían las glorias de la victoria y no reconocerían
el poder de Dios. Gedeón permitió que todos los que no estaban dispuestos a arrostrar peligros y penurias o tenían intereses que desviaban
su corazón de la obra, tuvieren la libertad de regresar a sus hogares.
22.000 desertaron por su propia voluntad, quedaron solamente 10.000
soldados. Dios todavía estimó ese grupo como numeroso. La segunda
prueba de selección fue una evaluación de la motivación para la lucha,
el test de las aguas de Harod (7:1-6).
Editorial Montemorelos
Gedeón: Un hombre valiente
“Es evidente que la gente pensaba cruzar inmediatamente el arroyo
y avanzar hasta el campamento enemigo a cierta distancia de allí. Unos
pocos estaban ansiosos de comenzar la lucha, y mientras iban cruzando el arroyo, simplemente tomaban un poco de agua con la mano, y
seguían avanzando. Otros, temerosos de la inminente batalla y con
escasas esperanzas de obtener la victoria, vieron allí una posible excusa para demorarse. Se arrodillaron y pausadamente bebieron hasta
satisfacerse. Los que apresuradamente tomaban sólo un poco de agua
en la mano y la sorbían mientras avanzaban hacia el campamento del
enemigo, fueron sólo 300” (2CBA, 347). El carácter se prueba por los
medios más sencillos. Los que en un momento de peligro se empeñaban en suplir sus propias necesidades, no son hombres en quienes se
puede confiar en una emergencia. Así, pues, Dios instruyó a Gedeón
para escoger hombres que no permitieran que sus propias necesidades
les hicieran demorar en el cumplimiento del deber. Esos eran los que
Dios podía dirigir y por su medio liberar a Israel. El mensaje divino es
claro. El éxito no depende del número. Dios puede liberar por medio
de pocos, como de muchos. No es el número sino la disposición y el
carácter de quienes le sirven.
Con esos 300 atacó de noche a los madianitas, por diferentes lugares
y al son de trompetas, gritando y quebrando vasijas dentro de las cuales
habían ocultado antorchas, produciendo en los enemigos la sensación
de ser acometidos por un ejército numeroso. Entonces los madianitas
huyeron en el mayor desconcierto. Tomados por sorpresa, se llenaron
de pánico, de modo tal, que cada soldado peleó contra su compañero y
el ejército se dispersó. Gedeón los persiguió hasta los confines del desierto y dio muerte a los dos jefes madianitas Oreb y Zeeb (7:25). Los
efraimitas, instruidos por Gedeón para que cortaran las rutas de escape
en el Jordán, apresaron a dos de los príncipes de Madián y enviaron sus
cabezas a Gedeón. Esta notable victoria más tarde se llegó a conocer
como el “Día de Madián” (Is.9:4; cf 10:26; Sal. 83:9).
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Biografías Bíblicas
La personalidad de Gedeón
“Al héroe le sucede la aventura para la cual estaba preparado.
La aventura es una manifestación simbólica de su carácter, por ello,
en el relato, hasta el paisaje suele disponer al protagonista para su acción.”
Leticia Aragón (2005)
La descripción más breve y específica sobre la personalidad de
nuestro héroe fue enunciada por el ángel. El diagnóstico fue: “varón esforzado y valiente”. ¿Qué quiso decir con esas palabras? Una
posible explicación es la siguiente: “Estas palabras podrían sugerir
que Gedeón ya se había destacado por su valentía en la guerra. En
la declaración del cap. 8:18 se insinúa que en el monte Tabor había ocurrido algún encuentro anterior con los madianitas. Cuando
pasó esto, Gedeón ya no era joven, pues tenía un hijo mozo (8: 20).
El hecho de que tuviera muchos siervos y un criado que lo atendía
personalmente (7: 10) podría indicar que era un hombre pudiente.
Pero a pesar de ser un hombre rico y conocido, no pensó que fueran degradantes los humildes trabajos de un agricultor. Es digno de
notarse que cuando Dios llama a un ser humano para realizar cierta
tarea, o para darle un mensaje del cielo, generalmente lo busca entre los que están ocupados, quizá en las tareas comunes, como los
apóstoles mientras pescaban y los pastores mientras guardaban sus
rebaños” (2CBA, 341-342).
Los dos términos que traduce la versión Reina Valera, “esforzado y valiente”, la Biblia de Jerusalén los une en la frase: “valiente
guerrero”. Las versiones inglesas de King James y Webster Bible,
también asocian “mighty man of valour”, hombre poderoso de valor. El primer término, en hebreo “gibbowr”, es una forma intensiva que significa “poderoso” y por implicación “guerrero”, “fuerte”,
“hombre valiente”, según Strong´s Greek and Hebrew Dictionaries
(Theophilos, 1998-2000). Por su parte, el término “valiente” (hebreo:
chayil), parece significar “una fuerza”, que al aplicarse a hombres,
quiere decir “un ejército, riqueza, virtud, valor, fuerza” (Strong´s
Greek and Hebrew Dictionaries). Es alguien capaz de realizar una
Editorial Montemorelos
Gedeón: Un hombre valiente
gran empresa, con fuerzas suficientes y valiente. Esa es la virtud más
importante de Gedeón para el ser divino, quizás porque observó con
que diligencia y fuerza trillaba su grano. Es alguien que muestra esmero y aplicación en realizar un trabajo común, poniendo todas sus
energías en la tarea. Alguien así, seguramente aplicará el mismo patrón de conducta en cualquier otra empresa que emprenda.
Pero hay otras características importantes que definen a nuestro
héroe. Se distingue por su humildad, pues no creía ser suficiente para
salvar a Israel. Suponía que al ser el menor de su familia y ésta ser muy
pobre no estaba capacitado para realizar la gran misión. Es una persona
que tiene conciencia de sus debilidades y carencias. Otra característica
fue la obediencia. Cuando Dios mandó a Gedeón a derribar el altar de
Baal y cortar la imagen de Asera, aunque tomó algunas precauciones,
cumplió fielmente el mandato divino.
Es evidente que Gedeón fue un hombre carismático, un líder con
una fuerte ascendencia sobre el pueblo. El relato bíblico narra que: “el
espíritu de Jehová vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, los
abiezeritas se reunieron con él”. Lo siguieron sus propios paisanos y de
otras tribus; fue capaz de convocar a 32 mil hombres en poco tiempo.
La gente captaba esa fuerza espiritual que dimanaba de su persona,
la inspiración y la certeza absoluta con que hablaba, la convicción que
trasmitía que Dios los guiaba y luchaba a su favor. El relato bíblico
menciona un discurso fogoso y muy persuasivo que dio Gedeón poco
antes de atacar a los madianitas; probablemente hubo muchas otras
arengas ardientes. El hecho fue que todo el pueblo le pidió que fuera su
líder, ordenando que ejerciera como juez, durante 40 años, en un clima
de paz (Jue.9:29) y prosperidad. Fue el quinto juez de la historia. Hay
que señalar que el nombre de schofetim, derivado de la raíz hebraica
schft (schofet), y que ordinariamente se traduce por “jueces”, tiene un
significado más amplio que lo meramente jurisdiccional, significando
el ejercicio de plenos poderes otorgados de dirección y gobierno, por
supuesto, sin excluir las funciones de arbitraje y de administración de
justicia dentro de su circunscripción.
Indudablemente no fue únicamente un hombre apasionado y temperamental, también fue un hombre inteligente y astuto. Era ilustrado,
conocía muy bien la historia (6:13) y estaba especialmente dotado de
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
sensatez y comprensión. Fue capaz de diseñar una estrategia de combate muy inteligente para derrotar a sus enemigos, dividiendo sus trescientos soldados en tres grupos de cien, ubicándolos en lugares claves
del campamento enemigo, para sorprenderlos y asustarlos en medio
de la noche con sus bocinas y teas ardientes, produciendo un alboroto
tan grande que 120 mil soldados se mataron entre ellos (7:20-22; 8:10).
También, el hecho de ejercer el gobierno como juez durante 40 años en
un clima tranquilo, es un indicador que fue un hombre sabio y justo, de
juicio maduro y prudente.
Pero hay otra cualidad valiosa de Gedeón. Ocurrió al enfrentar
una situación política muy grave cuando los hombres de Efraín “le reconvinieron fuertemente” (8:1), enojados, por no haberlos convocado
cuando fue a la guerra con Madián. Un mal manejo de esa situación
podría haber llevado a una guerra civil, ya que había mucha animosidad entre esa tribu y la de Manasés, de la cual él provenía. Gedeón
pudo haberles enrostrado su cobardía por no haber hecho nada contra el yugo madianita, pero respondió dando una muestra magnífica
de tacto e inteligencia social. Los trató respetuosamente, minimizando
su propio mérito y destacando la victoria que ellos habían obtenido, ya
que los efrainitas habían capturado a Oreb y Zeeb. “¿Qué he hecho yo
ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que
la vendimia de Abiezer? Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb
y a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido yo hacer comparado
con vosotros?” (8:2-3). Gedeón dijo que lo peor de Efraín era superior
a lo mejor de Manasés. Desde el día de la bendición de Jacob, en que
puso a Efraín antes que a Manasés, por ser el primogénito, los de Manasés se sentían menoscabados ante Efraín. Y ahora Dios usó a uno de
Manasés para libertar al pueblo, sin embargo, Gedeón no se dejó llevar
por la irritabilidad contra Manasés, y, por lo contrario, se consideró el
más pequeño, reconociendo las victorias de ellos antes que las propias.
Su respuesta humilde aplacó la ira de los de Efraín, “luego que él habló
esta palabra” (8:3).
Claro que no todo lo que hizo Gedeón fue para aplaudir. Aunque
rehusó la oferta del pueblo de hacerlo rey, reconociendo que Dios era
su único rey (8:22, 23), actuó en forma insensata al hacer un efod con
las joyas traídas por Israel, exhibiéndolo en su pueblo natal de Ofra.
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Gedeón: Un hombre valiente
Ese efod llegó a ser un objeto de adoración y un medio que llevó a la
idolatría (vs 24-27). Asimismo, tuvo un gran harén y parece que se entregó a los placeres de la carne, descuidando los deberes familiares. El
hecho fue que luego de su muerte, Abimelec, un hijo suyo tenido con
una concubina, asesinó a todos los demás hijos de Gedeón, menos uno
y se hizo rey (vs 30-31; 9:1-6).
La historia bíblica todavía pone de manifiesto otro rasgo notable del
carácter de Gedeón, que es considerado el más importante: su fe religiosa. Como dijimos, conocía muy bien la historia de su pueblo, particularmente como Dios había actuado en el pasado con Israel. Otra evidencia
de su religiosidad fue la forma intrépida de actuar contra las creencias
prevalecientes hacia Baal, edificando un altar a Jehová encima de un peñasco y realizando un holocausto (Jue.6:24-28). Además, en la hora del
triunfo, cuando el pueblo le pidió que fuera “nuestro Señor” y los gobernara, como los reyes y sus dinastías, Gedeón se negó, diciendo: “No seré
señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros” (8:23). Otro texto afirma que “adoró” a Dios (7:15) cuando descubrió que los amalecitas y los demás enemigos estaban atemorizados y
convencidos de que Dios estaba con Gedeón, esperando ser vencidos.
¿Heroé de la fe?
“Valentía no es la ausencia de temor,
sino la conquista del mismo”.
Anónimo
Entre los aforismos de Martín Hopenhayn (1999) hay uno que dice:
“No debe escribir para lápidas, ni versos bajo las estatuas de los héroes,
ni frases para los escudos. El aforista debe ser lo contrario de un moralista y la manera de eludir ese peligro es la poesía.” Gedeón tiene su
frase no en una lápida ni bajo una estatua sino en el célebre capítulo 11
del libro de los Hebreos (v.32), donde se exhiben los vencedores de la
fe. La frase que se le aplica declara: “por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas… sacaron fuerzas de debilidad, se
hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros…”
(vs.33-34). No se trata de un aforismo sino de un reconocimiento múlMario Pereyra
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Biografías Bíblicas
tiple, una apología gloriosa que lo reconoce como héroe de la fe, administrador de la justicia, gestador de la esperanza y encarnación de las
virtudes de la fortaleza y la valentía. ¿Qué otro elogio más importante
se podría dar a una persona? ¿Cuál agradecimiento podría ser mayor?
Se trata de una distinción notable, un reconocimiento portentoso que
lo consagró para toda la posteridad.
Es cierto que aplicó la justicia, cumplió con la promesa de la liberación, luchó con todas sus fuerzas y puso en fuga al ejército multitudinario de los enemigos, pero ¿héroe de la fe? Un hombre que continuamente estuvo pidiendo señales o reclamando pruebas a Dios para
confirmar que le ayudaría, ¿se puede decir que es un héroe de la fe?
¿Acaso la fe no es creer sin ver ni pedir pruebas? Jesús dijo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Jn.20:29), reprochando la poca
fe de Tomás que tenía que tocar las cicatrices en las manos y la herida
en el costado de Jesús para creer realmente que había resucitado. ¿Por
qué se consagró a Gedeón como héroe de la fe? ¿Qué tipo de fe tuvo
para ese formidable reconocimiento?
Cuando el ángel lo visitó por primera vez, Gedeón le rogó “si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo”
(6:17). El ángel consintió e hizo salir fuego de la roca, que consumió los
alimentos que había preparado para obsequiarlo. Entonces, Gedeón
exclamó admirado: “Ah, Señor Jehová, que he visto al ángel de Jehová
cara a cara” (v.22). Después de haber reunido el ejército para la guerra, le pidió a Dios dos señales para confirmar “si has de salvar a Israel
por mi mano, como has dicho” (v.36). Primero que el rocío mojara el
vellón de lana y dejara la tierra seca, cuando se produjo ese milagro,
pidió la prueba inversa, que el vellón estuviera seco y la tierra mojada
por el rocío. Dios no sólo respondió los pedidos de Gedeón, sino hasta
agregó una nueva señal sin que se la pidiera. La noche antes de la batalla, lo invitó a ir a hurtadillas hasta el campamento enemigo y observar
el estado anímico de los tales. Entonces escuchó un diálogo entre dos
soldados, donde uno le contaba al otro un sueño donde vió un pan rodando hasta el campamento de Madián, que arrasaba con las tiendas y
lo destruía todo. El compañero del soñador enseguida interpretó que
ese era Gedeón y su ejército (7:9-14). Esa señal adicional entusiasmó
tanto a Gedeón que enseguida movió a sus 300 para la lucha.
Editorial Montemorelos
Gedeón: Un hombre valiente
La fe de Gedeón buscó evidencias empíricas que la confirmaran y
afirmaran. Se trató de una fe experimental, basada en pruebas sobrenaturales o milagrosas. ¿Acaso es fácil tener una fe de ese tipo? ¿No
sería un grado inferior de fe aquella que demanda demostraciones o
comprobaciones ratificadoras? ¿No es un grado superior aquella otra
que no exige certificaciones previas sino cree en base a la palabra? Esa
época de la historia del pueblo de Israel, dirigida por los jueces parece
haber sido escuálida en fe, paupérrima en creencia, carente de espiritualidad. Quizás por eso Dios hizo algunas concesiones. Pero más allá
de esos momentos puntuales, Gedeón mantuvo una relación estrecha
con Dios, un diálogo permanente, que le ayudó a crecer en la gracia y
a ser un ejemplo de espiritualidad. Quizás en ese proceso estuviese el
secreto de su presencia en la galería de los héroes de la fe.
Hay quienes piensan que el hecho central y culminante de la historia de Gedeón no fue la victoria conseguida contra los madianitas
por medio de ese resonante triunfo militar, sino asumir la misión que
Dios le confió, aceptando el destino prometido; no en vencer sino ser
vencido. La gran victoria no reposa en posición, cargos o fuerza propia,
sino reposa en la entrega total a Dios. En este sentido, el momento más
glorioso de Gedeón no fue el día de la victoria sobre sus enemigos, sino
cuando rehusó ser rey, diciendo: “No seré señor sobre vosotros… Jehová señoreará sobre vosotros” (8:23), reconociendo que él fue solamente un instrumento, adjudicando a Dios la gloria de la victoria, y, por lo
tanto, confesando que Dios es el único capaz de enseñorearse sobre todos. Allí Gedeón fue un auténtico héroe de la fe, dio una lección de pedagogía de confianza y obediencia a Dios ante el pueblo, construyendo
un altar de alabanza, que produjo un despertar espiritual, de notable
renovación de la fe. ¡He ahí la misión del héroe de la fe!
Mario Pereyra
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Capítulo 6
Jefté:
Vida y tragedia de un héroe
“El arte de vencer se aprende en las derrotas.”
Simón Bolivar
L
os orígenes fueron de frustración e impotencia, un desafío
del infortunio. ¿Esas angustias y tensiones desgarradoras
previas eran premonitarias de las penurias de luchar siempre
contra la adversidad? Es posible. El hecho fue que el matrimonio había probado todos los métodos sin éxito. Todas las fórmulas
sugeridas para llegar al embarazo sucumbieron en el fracaso total y el
sueño del hijo parecía desvanecerse ante la dura imposibilidad. Particularmente el esposo, Galaad, se resistía a claudicar y sufrir la humillación de no dejar descendencia; no podía aceptar la idea que la esterilidad de la esposa pudiese ser irrevocable. Se aferraba a creer en alguna
incapacidad pasajera o que el miedo estuviese cerrando la matriz de
la señora. Galaad vivía angustiado y obsesionado con el pensamiento
de ser padre, en la ciudad que ostentaba su propio apellido, herencia
de antepasados que no quería defraudar. Un día se le ocurrió una idea
insólita. Decidió realizar un acto temerario e imprudente. La señora
debió aceptarlo para no contrariarlo más. El hombre se propuso alquilar una matriz para tener un hijo. Pagaría a una ramera el servicio de la
gestación y el alumbramiento. Tenía la esperanza que cuando la esposa
( 69 )
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Biografías Bíblicas
sintiera el calor de la infancia en su seno, despertara su deseo de procreación, como había escuchado ocurrió en algún caso que el destino
trajo un bebé a un hogar infértil.
Así nació el hijo del deseo, impuesto forzadamente contra el destino, llamado a burlar la imposibilidad, condenado a cumplir una misión de liberación. La ilusión de Galaad fue que el niño se constituyera
en la llave que abriera la matriz de su esposa y pudiera hacer realidad
el sueño de alcanzar una familia numerosa, que diera futuro, brillo y
continuidad al pueblo de su linaje. Así, la esperanza de perpetuidad
paterna quedó sellada para siempre en el nombre del hijo, que grabó
profundamente su identidad con la expresión, “él abrirá” (o “Jehová
abrirá”, por medio de él), conocido en la historia bíblica por la expresión hebrea de, Jefté (2CBA, 371).
Podemos suponer que Jefté, desde bebé, despertó sentimientos
contradictorios. Por un lado reía dichoso, reflejando la satisfacción y el
cariño del padre, en tanto, recibía de la madre fabricada, sentimientos
ambiguos, confusos e indefinidos. La señora se esforzaba por reprimir
el desprecio que sentía hacia esa criatura extraña, producto de la infidelidad y la prostitución, pensando en su consentimiento y dejándose
embriagar por la agradable sensación que le producía ese cuerpecito
tierno e indefenso agitándose entre sus brazos con una alegría expansiva y contagiante. La magia fascinante del bebé, con su fortaleza y vitalidad, le hacía olvidar por momentos su resentimiento y conmovía sus
entrañas con el despertar de sentimientos nuevos de amor y de vida.
Entonces, se cumplieron los sueños de Galaad. La familia fue creciendo con la aparición de los hijos legítimos. Uno tras otro fueron llegando para colmar el hogar de alegría, bullicio, agitación, pero también
para instalar la discordia y el conflicto. La dicha ahora era compartida
por igual por ambos esposos, sin embargo, la desgracia se cebaba impiadosamente en el pequeño Jefté. Desde el nacimiento de su primer
hermanastro, Jefté perdió para siempre a su madre adoptiva. La maternidad reivindicó a la señora de Galaad como mujer y esposa. Entonces
sus sentimientos de amor encontraron como únicos destinatarios a los
hijos de su carne y permitió que la aversión hacia el hijo de la ramera
brotara en las formas del rechazo. Cada niño que emergía de su seno,
reforzaba su orgullo y afirmaba su dignidad ofendida. Ese sentimiento
Editorial Montemorelos
Jefté: vida y tragedia de un héroe
de oposición contagió espontáneamente a su descendencia. Los hijos
legítimos crecieron con el sentimiento del antagonismo y el repudio al
bastardo.
La vida es un combate
““La vida es un combate, que a los débiles abate,
que a los fuertes y a los bravos sólo quiere exaltar.”
Leonardo Boff (1998, 70)
Desde chico, Jefté, tuvo que luchar contra el viejo insulto alusivo
al oficio materno, viéndose forzado a combatir por su reconocimiento y derechos. Cuando los hermanos fueron pequeños, nuestro héroe
pudo imponer su voluntad, gracias a su mayor contextura y potencial
físico, pero cuando ellos crecieron en tamaño y número, quedó en una
inferioridad sólo compensada por las intervenciones de Galaad. Con
el transcurrir del tiempo la rivalidad fraterna se agudizó a pesar de los
esfuerzos paternos por mantener la concordia y la convivencia pacífica.
Aumentaba la intolerancia y el espíritu de beligerancia. De pelearse por
juguetes, ropas o determinados privilegios que gozaba el primogénito,
los legítimos al crecer, fueron cuestionando los derechos económicos y
de herencia establecidos por la ley de la primogenitura. ¿Quién sería el
heredero de los muchos bienes de Galaad? ¿El hijo de la prostituta o
ellos? La madre era una aliada incondicional de sus hijos carnales, en
tanto, el padre exhibía una clara simpatía por Jefté, quizás porque veía
en ese muchacho el ideal de virilidad que no observaba en los otros
hijos crecidos bajo la sombra protectora de la madre.
Los ataques y descalificaciones en lugar de amilanar o deprimir
a Jefté, por el contrario, lo estimulaban a enfrentar la oposición con
vehemencia y osadía. Exhibía una rara capacidad dialéctica como coraje para dirimir la controversia por la persuasión o la fuerza física,
si los argumentos fracasaban. Nos imaginamos a Jefté argumentando:
“¿Desde cuándo la primogenitura se trasmite por vía materna? ¿Qué
aprendieron ustedes en la escuela?” ―impugnaba enérgicamente a sus
hermanos, afirmando―, “Ésta es una sociedad patriarcal. Sepan, que
quien determina los derechos es el padre no la madre. ¿Por qué dan
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
tanta importancia a la mujer? ¿A qué tanto interés por el vientre que
me gestó? ¿Tienen algún problema de identidad?” ―preguntaba con
ironía―. “Por otra parte, ¿quién elige a la mujer para casarse sino el
hombre? Fue vuestro padre el que decidió tomar por mujer quien fue
mi madre como eligió a vuestra madre. Si estuvo mal, díganselo a él
no a mi; pero recuerden que el hombre está jurídicamente capacitado
para tomar la mujer que le plazca y ningún hijo tiene derecho a cuestionar su actitud.”
Sin embargo, la oposición y el repudio se aumentaban. Paralelamente también se intensificaba la actitud contestataria y enérgica de
Jefté, sus discursos ardientes y recios, toda su personalidad áspera e
impetuosa, que contrastaba con las formas suaves, educadas y un tanto
afectadas de los hermanos. Las actitudes de nuestro héroe provocaban
malestar entre la familia, vecinos y mucha gente del pueblo. Los únicos
que simpatizaban con el impetuoso joven ―además de su incondicional aliado, el padre―, fueron otros muchachos díscolos, rebeldes e indóciles. Muy pronto, nuestro héroe tuvo un conjunto de admiradores
fieles, que lo seguían con placer y devoción, arrastrados por el influjo
de su valentía y carisma. Veían en él un líder capaz de luchar apasionadamente contra las injusticias y una encarnación del ideal de bravura y
temeridad, en una época donde escaseaban los modelos de integridad y
rectitud, dominada por la satisfacción egoísta, el acomodo complaciente y la aceptación sumisa a los poderosos.
Así, pues, la disputa familiar se extendió a la comunidad. De la lucha por el reconocimiento personal, Jefté se convirtió en abogado de
los marginados y defensor de los derechos pisoteados de los débiles.
Estudió leyes, investigó la historia, conoció los trucos y estratagemas
de los gobernantes para evadir responsabilidades y obtener beneficios
personales. Le sublevaba toda forma de corrupción e injusticia. No fue
sólo el defensor fogoso de los juicios perdidos, también se constituyó
en fiscal y crítico del gobierno. Denunció con claridad y fervor el error
como la indolencia, la cobardía como la arbitrariedad. El malestar de
las autoridades fue creciendo, viéndolo como un revolucionario peligroso. Al principio lo trataron con respeto y consideración por temor a
sus discursos incisivos y violentos y a la pandilla que lo secundaba, pero
especialmente por el apoyo del padre, tenido en alta estima debido a
Editorial Montemorelos
Jefté: vida y tragedia de un héroe
su gloriosa tradición. Era el único que podía dialogar con el rebelde,
apaciguar su vehemencia y críticas por medio de negociaciones y acuerdos.
Pero un día ocurrió algo trágico para Jefté, falleció Galaad. La noticia cayó como un rayo sobre su querido hijo. Esa pérdida fue nefasta para nuestro personaje. No solo perdía el afecto incondicional de
su padre sino el apoyo y auxilio en los altercados familiares y sociales.
La coyuntura fue aprovechada por sus hermanastros quienes llevaron
el caso de la herencia a los tribunales. Se discutió la legitimidad de la
primogenitura de Jefté. El caso fue debatido en los tribunales y en los
corrillos callejeros, pero el resultado era previsible. Muchos de los ancianos jueces, encargados de dirimir el litigio, habían sido heridos por
las acusaciones de corrupción de nuestro héroe, inclinando el ánimo
y la sentencia a favor de los hijos de la esposa de Galaad. El bastardo
fue acusado de subversivo y condenado al ostracismo. Entonces, Jefté,
quebrantado anímicamente, sin la ayuda de su padre, habiendo perdido todos sus recursos y derechos tuvo que marchar al destierro, para
vivir nómada como un paria, sufriendo el desarraigo. Sólo sus fieles
seguidores lo acompañaron al exilio.
Llamado a cumplir una misión de liberación
A través del despojamiento y el silencio se sienta otra vez,
de modo directo, la voz de Dios, el misterioso llamado del héroe.
Víctor Massuh (1999)
En aquellos tiempos, sobrevivir fuera de la protección de la ciudad
era prácticamente una misión imposible. De acuerdo con lo que entonces podía esperarse tenía que llevarle a la perdición o la extinción.
En el desierto no había ley, ni seguridad alguna; era el dominio de los
malhechores y del pillaje. Pero para Jefté, amante de la aventura y los
desafíos, los peligros y refriegas con los salteadores y forajidos fue un
estímulo para su espíritu aguerrido, una vía de escape para descargar
las frustraciones y un ejercicio de fe. Como antes acudía a su padre,
ahora las amenazas lo llevaban a Dios. Dialogaba con el Padre Eterno
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Biografías Bíblicas
en oración y aún discutía para terminar negociando. Sobretodo aprendió a confiar y depender de la ayuda divina. Esa fe acuñada en la necesidad, acompañada de su coraje y sagacidad lo convirtieron en un
combatiente victorioso.
Rápidamente ganó fama y respeto como caudillo. Muchos proscritos, desclasados y aventureros acudieron a nuestro héroe para adoptarlo como líder y protector. Así constituyó un pequeño ejército, ganándose la vida como mercenario, brindando custodia a los ricos o repeliendo
las incursiones de los invasores del desierto. Antes de las batallas arengaba a su gente, contagiándolos con su temperamento impetuoso, la fe
vigorosa que experimentaba en Dios y la seguridad de que “Jehová de
los Ejércitos” les daría la victoria. Así, siempre salía triunfante. En esa
dura geografía del peligro, por el imperio de sus hazañas, construyó
una mística de invencible, se convirtió en jefe indiscutido de la región,
formó una familia y sedimentó su fe en Dios.
Los años transcurrieron hasta que los vientos de guerra comenzaron a soplar por los escarpados cerros de Galaad. Otra vez el Cercano
Oriente estaba a punto de convertirse en un polvorín. Ahora, el peligro
para Israel venía del este, “donde los amonitas estaban subyugando a
las tribus que vivían del otro lado del Jordán... Envalentonados por sus
victorias.., los amonitas cruzaron el río Jordán, y comenzaron a atacar todo el centro de Palestina” (2CBA, 368). Los gobernantes judíos,
apremiados por la prepotencia militar del enemigo, debieron buscar
un jefe militar para convocar a los competentes para la guerra, organizar un ejército y lograr el éxito que les garantizara la libertad y la paz.
¿Quién podría ser el hombre para enfrentar la terrible crisis y enfrentar a los poderosos enemigos? La decisión fue unánime, el único que
podría salvarlos de la destrucción, era Jefté. Así, el repudiado y desterrado fue convocado con honores para asignarle la misión suprema de
liberar al pueblo del despotismo enemigo.
La respuesta que les dio Jefté a la propuesta de los dirigentes judíos
fue: “¿Pues no me odiaban ustedes, y hasta me obligaron a irme de la
casa de mi padre? ¿Por qué vienen a buscarme ahora que están en
aprietos?” (Jueces 11:7, DHH). Les cuestionó el despojo y la actitud
interesada actual. Los gobernantes, eludieron astutamente el tema del
destierro, para ofrecerle el cargo de comandante. Comprendiendo el
Editorial Montemorelos
Jefté: vida y tragedia de un héroe
manipuleo de los políticos, Jefté, aprovechó la situación propicia para
negociar su intervención a un alto precio. “Pues bien, si ustedes quieren que yo comande el ejército, entonces quedaré como jefe supremo
del gobierno”. Los dirigentes, urgidos por la inminencia de la guerra
y sin otra alternativa, se vieron obligados a aceptar la exigencia. Era
preferible ser dominado por un connacional que por un extranjero.
Así, el aborrecido bastardo, que había sido humillado y desechado, tenía ante sí, por primera vez en su vida, la posibilidad de ser reivindicado y aún asumir la más alta magistratura. La condición era
vencer la batalla suprema, ganar la guerra más importante de toda
su vida. Pues, el combate no era solamente contra los amonitas, era
contra el destierro injusto, contra esos gobernantes maliciosos y acomodaticios, contra los hermanos y el desprecio, contra sus orígenes y
el insulto. Por fin podría salir de las sombras del menosprecio y obtener el trofeo de la legitimidad y el reconocimiento; ser un hijo que no
tuviese de que avergonzarse.
En una asamblea multitudinaria en Mizpa, Jefté pronunció un encendido discurso, arengando al pueblo con la misma pasión que lo hacía cuando tenía que combatir a los malhechores del desierto. Calificó
a los amonitas de villanos y salteadores, que injustamente querían someterlos por el solo imperio de la fuerza y la prepotencia, ya que carecían de derecho alguno para ejercer potestad en esas tierras que les
pertenecían históricamente. Reforzando la legalidad de sus derechos
con expresiones conmovedoras ―quizás por sentirse muy identificado con la cuestión política―, Jefté hizo un llamado fervoroso a defenderse contra el agresor y combatir denodadamente por la libertad. La
muchedumbre lo aclamó con gran entusiasmo y todos reconocieron
lo atinado que fue poner a ese hombre al frente del ejército.
Fiel a su estilo, nuestro héroe inició primero la guerra dialéctica,
enviando mensajeros para impugnar la actitud belicosa del enemigo
y exigirles una justificación, a la vez que se hacía cargo de la defensa: “¿Qué tienes tú contra mí, para que vengas ahora a atacar a mi
país?” (Jue.11:12, DHH). Los endebles argumentos de los amonitas
fueron demolidos por una avalancha de razones históricas, teológicas
y lógicas, que como era de esperar, el rey de los amonitas rechazó
(Jue.11:28, DHH), haciendo inevitable tener que dirimir el pleito por
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
las armas. Entonces, el aguerrido e impetuoso líder movilizó el pueblo para lanzarlo al combate. Tomó la iniciativa e invadió el territorio
de los amonitas. Ya no podía esperar más la gran batalla, la que definiría su futuro, ya que ella sería su consagración o su muerte.
En ese instante supremo, previo a la confrontación, hizo una promesa a Dios: “Si entregas en mis manos a los amonitas, el primero que
salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los amonitas, será para Yahveh y (o) lo ofreceré en holocausto”
(Jue.11:30-31, BJ). Probablemente sintió que era lo máximo que podía
entregarle a Dios para negociar una respuesta providencial facilitadora
del triunfo. Y, efectivamente, “el Señor le dio la victoria. Mató Jefté
a muchos enemigos y conquistó veinte ciudades entre Aroer, Minit y
Abel-keramim. De este modo los israelitas dominaron a los amonitas”
(vers 32-33, DHH). Pero, después del gran triunfo aconteció la peor
desgracia. Cuando el sueño de su vida parecía haberse cristalizado
exitosamente, al retornar a la casa, “la única hija que tenía salió a recibirlo bailando y tocando panderetas. Aparte de ella, no tenía otros
hijos” (vers.34). Una hipótesis probable sería que al verla, desesperado, se rasgó la ropa y le explicó el voto que había hecho. La hija, criada
en el espíritu de la obediencia a su padre y a Dios, aceptó consagrar
su vida al templo y renunciar al matrimonio. Luego de haber llorado
su virginidad junto con sus amigas, se entregó al ministerio sagrado,
constituyéndose en un símbolo de las doncellas del pueblo, las cuales,
desde entonces, dedicaron cuatro días del año para visitarla. Esa es la
interpretación acorde a una crítica fundada en el estudio del contexto
escriturístico y socio-cultural, como los datos históricos, las costumbres
reinantes en la época y la teología del pentateuco, para no admitir la
hipótesis del holocausto, como sacrificio humano (Cayrus, 1996).
Había logrado limpiar su pasado pero, al mismo tiempo, había perdido su futuro. Como hijo, consiguió derrotar la humillación de sus orígenes pero como padre fracasó en postergar la gloria del linaje familiar, sufriendo la humillación de no tener descendencia.
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Jefté: vida y tragedia de un héroe
El guerrero de la fe
“Jefté… que por fe conquistaron reinos,
hicieron justicia, alcanzaron promesas…,
evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad,
se hicieron fuertes en batallas,
pusieron en fuga ejércitos extranjeros.”
Hebreos 11: 32-34
La historia posterior de Jefté parece deslizarse rápidamente por un
declive que sucumbe en la tumba. Se registra en el libro bíblico de los
Jueces (cap.12), que fue forzado a otra guerra con la tribu de Efraín,
por supuesto, previa negociación frustrada. Así resolvió por la fuerza de las armas un viejo pleito pendiente de la época de Gedeón (ver
Jue.8). Fue una victoria sangrienta que costó la vida a más de cuarenta
mil efrainitas. Posteriormente, ejerció el gobierno como juez durante
un breve período de seis años y falleció. En forma escueta, como una
epitafio en una lápida, la historia bíblica, registra: “y fue sepultado en
una de las ciudades de Galaad” (12:7).
Aparentemente murió joven. ¿Falleció de tristeza o depresión?
¿Será que finalmente claudicó ante la desgracia? Seguramente fue un
golpe terrible el perder la esperanza de la trascendencia terrena al no
tener hijos y la única hija ser consagrada a la iglesia. No obstante, no
podemos imaginar a nuestro héroe desertando al final de su vida, ya que
vencer la adversidad fue siempre su principal característica. Entonces,
¿murió en combate?, ¿habrá caído luchando? Es posible, aunque no
hay ningún indicio para pensar que el soldado airoso de todas las batallas haya caído en la última. ¿De qué murió? No sabemos, es otra de las
tantas interrogantes que quedan abiertas al misterio de su vida. Hemos
intentado reconstruir algunos de los vacíos de su biografía, buscando la
lógica y la psicología de la secuencia, pero para la muerte no tenemos
respuesta. El hecho fue que llegó el final, en una tregua anticipada, que
permitió que el guerrero finalmente descansara.
El libro de los Jueces, ubica a Jefté entre los líderes que rescataron al
pueblo de la dominación extranjera, castigo permitido por Dios debido a la
impiedad y corrupción del pueblo. Jefté fue, pues, un libertador, un nuevo
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Biografías Bíblicas
Moisés, la voz que clamó en el desierto de la cobardía y el derrotismo, para
despertar la conciencia aletargada entre los marasmos del pecado y asumir
el sentido de la libertad, la dignidad y la pureza. Le tocó actuar en una etapa oscura de la historia del pueblo de Israel, constituyendo una luz de fe y
valor. Su palabra encrespada e indómita atacó duramente la injusticia, la
falsedad y la indolencia. Fue, también un reformador, un restaurador de
los valores morales olvidados y de las creencias religiosas abandonadas.
Este hombre que ganó todas las batallas que combatió, de alguna manera parece ser derrotado por esta situación fatal, que quizás
le hizo sospechar estar excluido del mundo alegre y brillante de la
felicidad, sin embargo, proclamó su dignidad en la desdicha, redimiéndose por su fe incorruptible. Y si bien no logró descendencia
humana, igual venció la muerte del anonimato, quedando su historia como testimonio permanente de su vida heroica. Pero aún tuvo
otra recompensa inimaginada por él, fue exhibido en la vitrina de la
trascendencia. Muchos siglos después, San Pablo, ejemplificando las
virtudes de la fe, incluyó a Jefté en la lista privilegiada de los próceres
sagrados (Heb.11:32). ¿Por qué este hombre, signado por un destino
corto y trágico, fue un héroe de la fe? Sin duda, no fue el “caballero
de la fe”, como Kierkegaard (1968) calificó a Abraham, en todo caso
fue el guerrero de la fe. Ya que vivió inmerso en una suerte de conspiración perpetua, tuvo que combatir continuamente contra la oposición y el peligro; fue el gladiador de la adversidad en los territorios
del menosprecio. A diferencia de Moisés no “se sostuvo como viendo
al Invisible” (Heb.11:27) sino discutiendo con Dios, argumentando,
defendiendo la justicia y la verdad. Fue el guerrero del debate y la
polémica, maestro de la negociación. Sólo llegó a derramar sangre
cuando se desconocía la fuerza de las razones y de la lógica.
A la distancia se acrecienta la solidez de la fe de Jefté, la valoración
de su espíritu rebelde ante las veleidades del poder, la evidencia que los
obstáculos pueden convertirse en bendiciones y los conflictos en una invitación a confiar en Dios (White, 1975, 400). Esa figura señera y legendaria, enorme en su valentía, auténtica e integra, con sus luchas y vicisitudes,
constituye un modelo curioso y aleccionador de fe, la idea de una obstinada necesidad de perseverar denodadamente, aún contra el insulto y el repudio, en el objetivo de que el triunfo reivindicativo siempre es posible.
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Capítulo 7
Abigail:
El irresistible encanto de la
inteligencia
Una dulce y dramática historia bíblica
nos introduce en la intimidad
de un mundo de fiereza y belleza
convertidos en modelo siempre vigentes.
Anónimo
U
n antiguo relato bíblico narra el episodio protagonizado
por personalidades contrastantes que encierra sugestivos y variados registros. Con una prosa sin estridencias ni
declamaciones, evitando efectos altisonantes, describe la
historia de un matrimonio peculiar, que los siglos y milenios persisten
en reproducir. En estilo conciso, la narración capta, con sorprendente
transparencia, un conjunto de revelaciones inesperadas, sin perder su
vibración dramática. El despliegue de los acontecimientos transcriptos
por el texto es el siguiente.
En una región del oriente llamada Maón, hace 3000 años, había
un hombre muy rico, de nombre Nabal, que era grosero, violento, de
malas actitudes y alcohólico. Estaba casado con Abigail, una mujer hermosa e inteligente. Por ese entonces, David —futuro rey de Israel—,
dirigía una milicia de 600 hombres y vivía exiliado en ese paraje, ocu( 79 )
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Biografías Bíblicas
pado en tareas de seguridad. Como había protegido a los obreros de
Nabal y cuidado sus rebaños, el caudillo hebreo envío una delegación
a cobrar la retribución que le correspondía. Nabal respondió de malas
maneras a la gente de David, negándose a pagar. Cuando David supo
del insulto, estalló en cólera y armó parte de sus hombres para tomar
una violenta represalia por tal ignominia. Mientras tanto, un empleado
de Nabal que había presenciado el agravio, le comunicó a Abigail lo
ocurrido. Le explicó que el esposo había tratado groseramente a los
mensajeros de David, cometiendo una tremenda imprudencia e injusticia, ya que “esos hombres se han portado muy bien con nosotros”—
dijo—, pues “de día y de noche nos protegían, tanto a nosotros como
a nuestros rebaños”. Agregó, además: “como el marido de usted tiene
tan mal genio que no se le puede hablar, piense usted y vea lo que debe
hacer, porque con toda seguridad algo malo va a venir contra él y contra toda su familia” (1 Samuel 25:15-17, DHH).
En esas circunstancias entra en acción Abigail. Sin decirle nada a su
esposo, inmediatamente preparó una cantidad importante de comestibles —“doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas asadas, unos
cuarenta litros de grano tostado, cien tortas de uvas pasas y doscientas tortas de higos secos” (vers.18)—, y los envío a David y a su gente.
Asimismo, ella siguió tras sus emisarios que llevaban los comestibles.
Cuando la mujer se encontró con David y su escuadrón, ya habían recibido los alimentos, logrando aplacar los ánimos. Entonces Abigail
pronunció un hábil e inteligente discurso, con un notable despliegue de
argumentos certeros, acompañado de la dulce delicadeza que emanaba
de la bella dama. David recibió el impacto de las palabras y del suave e
íntimo encanto de la personalidad de Abigail. La señora le pidió que
perdonara a su “insensato” esposo (precisamente ese era el significado
de su nombre), que no perpetrara ese acto vengativo de hacer justicia
por su propia mano, que seguramente Dios le tenía reservado un futuro glorioso y aceptara ese regalo como expresión de agradecimiento
por su perdón. Incluso, aprovechó para pedirle “cuando el Señor le dé
a usted prosperidad, acuérdese de esta servidora suya”. Esas palabras
embargadas del perfume de su atractiva personalidad, apaciguó el espíritu exaltado del líder, quien desistió de la represalia. David sintió un
sutil estremecimiento hacia esa tierna y encantadora criatura.
Editorial Montemorelos
Abigail: El irresistible encanto de la inteligencia
La historia concluye con un desenlace inesperado y feliz. Abigail le
informó a su esposo lo ocurrido, aprovechando un momento de lucidez
después de una de sus habituales borracheras. El hombre quedó tan
impactado por la noticia que le produjo un ataque, probablemente un
accidente cerebro vascular, quedando paralítico y mudo. Diez días después, un nuevo y fulminante ataque terminó con la vida del insensato.
Al enterarse David del deceso de Nabal, agradeció a Dios por haberle
hecho justicia. Entonces no dudó en ofrecer matrimonio a Abigail, concretándose la boda para felicidad de los contrayentes.
Relaciones complementarias
La articulación complementaria suele presentar
aspectos colaborativos y hasta de comprensión.
Sin embargo, cuando la relación aparece excesivamente polarizada
adquiere un valor de rigidización
en donde las posiciones de los integrantes
pueden adquirir la forma de dominación - sumisión.
Universidad Nacional de la Plata (2008)
¿Cómo una mujer tan cautivante e inteligente como Abigail pudo
casarse con un hombre tan tosco, violento y todavía alcohólico? ¿Lo
hizo por dinero? Las personas sabias conocen que el dinero no hace
la felicidad y aún puede ser objeto de muchas desgracias. ¿Cómo se
entiende la existencia de una pareja tan dispareja? Cuando se observa
la realidad de los matrimonios, se advierte que ese hecho no es un fenómeno único ocurrido 3000 años atrás, sino algo frecuente, especialmente entre los cónyuges con un miembro alcohólico. Entonces descubrimos que no es una ficción inverosímil, por el contrario, constituye
un drama patético de todos los tiempos. Una historia íntima atravesada
por un eje de complementación que determina un tipo de relaciones
difíciles, con pactos oblicuos y entrecruzamientos sentimentales que
encarnan las desdichas de la cotidianidad doméstica.
Aunque la gente no suele dividirse en opuestos absolutos, es frecuente un tipo de interrelación que se llama complementario, donde
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Biografías Bíblicas
uno de los miembros complementa al otro, asumiendo posiciones contrarias. Así, por ejemplo, uno adopta un rango superior y el otro inferior, si uno ordena el otro obedece, si uno grita el otro se calla, como
son las relaciones madre-hijo, médico-paciente, o maestro-alumno. En
los matrimonios complementarios sanos los roles de superior e inferior
se alternan mutuamente, funcionando en las áreas de competencia de
cada uno. Por ejemplo, en temas gastronómicos quizás la esposa sea
la experta y entonces el esposo asume el rol complementario de someterse a su opinión; sin embargo, en temas políticos puede ser el esposo
la autoridad y es ahora la esposa quien acata su dictamen. La forma
disfuncional de la complentariedad es cuando ambas partes conservan
rígidamente sus posiciones de superior e inferior sin intercambiar los
roles. Uno siempre manda y el otro siempre obedece, uno decide y el
otro siempre acata. Estos vínculos se agravan cuando hay hostilidad
o violencia. Esas relaciones se enferman gradualmente haciendo que
cada miembro se vuelva más extremo, hasta los límites radicales de
constituir polos opuestos. Así parece que ocurrió con el matrimonio de
Nabal y Abigail.
Un dato clave para explicar el caso bíblico, es el alcoholismo de
Nabal. Como todos sabemos es una enfermedad que va deteriorando
lentamente a su víctima hasta la incapacidad total o la muerte. En esas
circunstancias, el cónyuge se ve obligado a complementar las funciones
que no pueden ser cumplidas por el alcohólico. Así la esposa, por ejemplo, tiene que hacer frente al negocio, resolver los problemas, cumplir
con los compromisos y aún reparar los daños o perjuicios causados por
el marido bajo los efectos etílicos. Ese ejercicio continuo va desarrollando la inteligencia, la prudencia y la prevención. Por otra parte, el
esposo que advierte que su cónyuge lleva adelante el hogar y los negocios con eficiencia, se siente tranquilo y respaldado para continuar
bebiendo. De este modo, se establece una suerte de pacto implícito en
la pareja, un tanto perverso, que favorece el alcoholismo, aunque concientemente la esposa lo aborrezca y procure que la abandone. Es un
hecho conocido para todo terapeuta que cuando un alcohólico se va recuperando frecuentemente se enferma la esposa. ¿Por qué? Pues, ahora tiene que replegarse y transferir al esposo esas funciones que tuvo
que ejercer y la hacía sentirse importante y autosuficiente. No siempre
Editorial Montemorelos
Abigail: El irresistible encanto de la inteligencia
existe la disposición para volver a un rol menos importante, y al tener
que hacerlo, emerge el malestar.
¿Acaso las virtudes de Abigail se debían a la necesidad de complementar a su incapaz esposo? Es muy posible. El relato bíblico deja
constancia que los yerros y desatinos de Nabal debían ser frecuentes
porque un “criado” inmediatamente avisó a Abigail del disparate que
había cometido y las terribles consecuencias que se avecinaban. Parecía que era una práctica común que alguien informara a Abigail cada
vez que Nabal cometía algún atropello, exceso o arbitrariedad, para
que ella solucionara los problemas. Tal gimnasia de vida debe haberla
convertido en una experta en resolución de conflictos, como da evidencias tan claras en la forma sabia en que intervino en el caso de David.
Mujeres que aman demasiado
Todas las mujeres que aman demasiado
han experimentado (en su infancia)
por lo menos un profundo abandono emocional
con todo el vacío y el terror que eso implica.
Robin Norwood (2006)
Existe una suerte de martirio doméstico, que se expresa por una
fachada de sacrificio generoso por los demás y que en realidad encubre
sentimientos de auto desconfianza, impotencia y culpa, que sufren ciertas mujeres. El Dr.W.Fezler (1986) lo definió como “La mujer que lo da
todo... y aún así se siente culpable” y la Dra. Norwood (1986) lo llamó:
“Las mujeres que aman demasiado”, las que “siempre desean y esperan
que él cambie”. Son las que estiman al hombre como un ser superior y
con todo el derecho de gobernar, incluso se ven a sí mismas como los
hombres dicen que son, servidoras incondicionales. Cumplen fielmente
con todas las normas haciendo de la abnegación su virtud principal. Se
consagran al hogar con santa devoción, piensan que disfrutar del sexo
es algo pecaminoso, reprimen fuertemente la ira y sienten la independencia como peligrosa. Por lo general, provienen de hogares disfuncionales: madre timorata, pasiva y aprensiva y padre fuerte, dominante y
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Biografías Bíblicas
violento. Familia de origen con frecuentes discusiones, tensiones constantes, maltratos, abuso de alcohol o drogas, con carencia de auténtico
amor, rigidez y cierto énfasis en la acatación a las reglas. Por no haber
podido convertir a los progenitores en los seres gentiles y cariñosos que
tanto ansiaba tener, la “mujer abnegada” se siente atraída por los hombres problemas, irresponsables o enfermos. Por lo general es la esposa
de un alcohólico, drogadicto, mujeriego o inmaduro. Practican el rol de
mujer fuerte a cargo del bienestar de su hombre, aunque éste sea cruel,
indiferente, abusivo y desinteresado con ella.
Se tiene la idea de que el amor sufrido puede redimir al hombre.
De esta manera vive obsesionada por su cónyuge convirtiéndose en
adicta a su pareja. “Una experiencia adictiva es aquella que absorbe
la conciencia de una persona y al igual que los analgésicos alivia su
sensación de ansiedad y dolor” (Norwood, 1986, 40). La mujer mártir, similar al adicto, no puede tolerar la falta del esposo sin sufrir
una serie de síntomas ―síndrome de abstinencia―, le aterra la idea
de la separación o que la abandonen. En tal caso es posible que experimente náusea, sudor, escalofríos, temblores, depresión y ataques
de angustia. En un esfuerzo por aliviar los síntomas correrá desesperada a unirse nuevamente con su pareja. Naturalmente que este tipo
de mujer tiene muy pobre autoestima. Se disculpa excesivamente por
casi todo. Frente a una contrariedad o error se menosprecia echándose inmediatamente la culpa (“yo siempre soy la misma tonta”).
Está a la defensiva y se esfuerza por justificar su comportamiento. Es
muy susceptible. Toma fácilmente un desacuerdo como un ataque
personal, aunque difícilmente discuta. Nunca espera que alguien le
haga un favor, más bien está dispuesta a darlo. En el fondo supone
que ella merece ser la última.
¿Nuestro personaje bíblico padecía del síndrome de la mujer abnegada? ¿Abigail era una mujer que amaba demasiado y por eso se
casó con Nabal y estuvo a su lado hasta que murió? Es posible. Por
lo menos resulta llamativo que Abigail no jugó ningún rol importante en la vida de David. Si era una persona tan inteligente y hábil
en resolver problemas, debería haber resultado muy útil para el rey
de Israel. Sin embargo, el registro bíblico sólo menciona que tuvo
un hijo al enumerar los descendientes de David (1 Crónicas 3:1-9),
Editorial Montemorelos
Abigail: El irresistible encanto de la inteligencia
observándose que después de la “viuda de Nabal” (así se le llama
en la historia bíblica, como si el fantasma de Nabal la persiguiera
aún después de muerto) continuaron otras damas ocupando el afecto conyugal del rey de Israel. Siendo una mujer tan inteligente sería
razonable pensar que podía haber tenido un desempeño más destacado, como ocurrió con Betsabé (ver 1 Reyes 1:11-31). Al no ocurrir
así, queda la interrogante si la inteligencia y prudencia de Abigail no
fue acaso una expresión contrastada en comparación con su inepto
cónyuge, producto de un matrimonio complementario patológico.
Modelos para enfrentar la crisis
En los escritos hipocráticos, la crisis,
la crisis de una enfermedad, es el momento paroxístico
al cabo del cual el enfermo o bien morirá o bien,
por una reacción salvadora provocada por la crisis misma,
comenzará su proceso de cura.
Anónimo
La historia es útil, no tanto, por lo que leemos del pasado, sino por
lo que permite leer del presente y del porvenir. En ese sentido, la memoria de Nabal y Abigail trasmite lecciones que alcanzan a todos los
tiempos. Una que resulta valiosa es considerar los personajes como
modelos para enfrentar la crisis. Es cierto que la personalidad está
enraizada en un mundo de valores y creencias, que cuando se le desprende de su contexto, pierde su sentido. Pero, igualmente ejemplifica
patrones de conductas que suelen reproducirse más allá del entorno
histórico de donde derivan.
¿Cómo enfrentar las dificultades? ¿De qué manera abordar y superar la adversidad? Nabal y Abigail se vieron ante un trance complejo y
peligroso, ¿cómo actuó cada uno? Esos hechos memorables presentan
una semblanza de sus protagonistas y de sus recursos de afrontamiento.
Nabal subestimó el problema, no percibió que su actitud presuntuosa y áspera podía aparejarle la muerte. No advirtió los riesgos. Reveló
una peligrosa ceguera o, por lo menos, una miopía muy grave ante la
situación que tuvo que afrontar. Tomó las cosas con cierta indiferencia
Mario Pereyra
85
86
Biografías Bíblicas
despectiva. En contraste, Abigail demostró una notable capacidad al
abordar la dificultad, poniendo de manifiesto un despliegue admirable
de recursos para superarla y aún extraer beneficios de la calamidad. No
evadió el conflicto, ni se escondió para salvar su pellejo. Lo enfrentó
con decisión y coraje, pero también con inteligencia y humildad. Fue
sabia, cauta, diplomática, le dijo a David lo que quería escuchar, pero
con respeto y dignidad. Reveló un espíritu religioso, casi profético, y
una exquisita sensibilidad. Triunfó donde Nabal fracasó. Dos modelos
que exhiben, uno lo que no debe hacerse y el otro, cómo hacerlo.
Se trata, pues, de una historia portadora de gratas sorpresas y lecciones. Un texto polifónico, que contrasta la insensatez y la sabiduría,
que presenta los terribles avatares de un hombre inepto y bruto, junto
a los atractivos de una mujer inteligente y eficiente. Un relato que atisba en el fondo oscuro de la existencia humana y enseña las estrategias
para superarlas. ¿Acaso en todos nosotros no palpitan los deseos furibundos de un Nabal y los proyectos inteligentes de una Abigail? ¿No
luchamos para vencer el parasitismo evasivo por medio de la osadía y
el espíritu magnánimo? En síntesis, es una crónica precisa que trasluce
que cada uno maneja los resortes de su destino y es responsable de sus
actos. Que el destino es reencontrarse con la esencia de lo que cada
uno es. Un elogio a la libertad más allá de las condiciones sociales y culturales. En fin, una luz que nos llega de aquellos tiempos lejanos como
un amanecer en el mar; para iluminar la senda, entre la fiereza de las
olas y la tersura de la arena.
Editorial Montemorelos
Capítulo 8
La Sulamita:
Canto al amor
“Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi corazón,
lo busqué, y no lo hallé.
Entonces me levanté y recorrí la ciudad,
por las calles y las plazas en busca del que ama mi corazón.
Lo busqué, y no lo hallé.
Pregunté a los guardas que rondan la ciudad:
‘¿Habéis visto al que ama mi corazón?’
Apenas me alejé de ellos, encontré al que ama mi corazón.
Trabé de él, y no lo dejé.
Hasta que lo llevé a casa de mi madre,
a la cámara de la que me dio a luz”.
Cantar de los Cantares (3:1-4)
E
l Cantar de los Cantares es una hermosa poesía de amor, un canto de elogio al afecto conyugal. Es un libro único dentro de
la biblioteca que conforma la Biblia. Se trata de una escritura diferente por la fuerza pasional que trasmite, la riqueza
incomparable de sus metáforas y los diálogos arrebatados de emoción.
Desarrolla un mundo imaginario, exuberante, con una fragancia deliciosa, cargado de un lirismo refinado, que describe en forma admirable
la intimidad de la pareja, en sus momentos de éxtasis y exacerbación
del erotismo como también en las experiencias dramáticas de desen( 87 )
88
Biografías Bíblicas
cuentros y alejamientos. Las palabras aparecen pulidas con una suave
delicadeza, adquiriendo una sonoridad susurrante, como si hablaran
al oído y al corazón, haciendo brotar la vibración amorosa en todo el
amplio teclado de sus voces. Hay escenas hondamente conmovedoras,
como la que transcribimos al comienzo, que revelan con tremenda intensidad la búsqueda del amor, el ansia impetuosa y ardiente del contacto físico, que sólo se suple con la presencia física del ser amado.
“El Cantar apareció en la edad de oro de la monarquía hebrea. Parece como si el rey (Salomón) hubiera escrito acerca de sus propios
amores. Y entonces surge la pregunta en forma espontánea: ¿para cuál
de sus muchas esposas compuso esta canción de amor? Salomón amó
a muchas mujeres extranjeras (1 Rey.11:1), entre las que se incluyeron
700 esposas, princesas y 300 concubinas (1 Rey.11:3). El número que
se da en Cantares 6:8 es mucho menor: 60 reinas y 80 concubinas. Si se
acepta el Cantar de los Cantares como una unidad y que el casamiento
que se celebra es el de Salomón, se tiene la impresión de que éste escribió el Cantar cuando era joven. La novia es descrita como una niña
campesina sulamita. Un enlace con una joven de esta clase sería un
verdadero “casamiento por amor”, sin motivos políticos ni otra clase de
conveniencias como otros matrimonios de Salomón” (3CBA, 1127-8).
Hay muchas interpretaciones acerca del libro. La tendencia más
fuerte dentro de la iglesia adventista propone leer el relato de los amores de Salomón y la sulamita como si fuera una ilustración o símbolo de
la relación entre Cristo y la iglesia (ver Ed 254; DMJ 57; 3JT 109). Hay
otras interpretaciones, un tanto extravagantes, que dan sentido alegórico a cada detalle y episodio. Todo se espiritualiza, aplicando significados místicos. Por ejemplo, “esta pérdida del Esposo, durante la noche,
suele interpretarse como imagen del pueblo de Israel que pierde a su
Dios en la noche de la idolatría” (Straubinger, 1955, 73), la búsqueda
infructuosa de la esposa, es la “cultura talmúdica y rabínica” que no
satisface las necesidades espirituales del sincero buscador de la verdad,
“los guardias representan los príncipes del pueblo judío que no supieron mostrar a Israel la llegada del Mesías” (Ídem, 74), finalmente, el
encuentro (vers.4) con el amado es el alma que se encuentra con Cristo
y la “casa de mi madre”, se interpreta como la Sinagoga y después la
iglesia cristiana.
Editorial Montemorelos
La Sulamita: canto al amor
Nuestro propósito no es seguir la lectura alegórica ni hacer interpretaciones simbólicas, más bien buscamos la lectura directa y clara del
texto, aplicado a la experiencia del amor conyugal. También tomamos
la obra como una unidad, más allá de los problemas técnicos de integración de los poemas. ¿Acaso los sentimientos y las emociones son
ordenados? ¿Desde cuando le van al amor las medias tintas?
¿Quién era la Sulamita?
“¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna,
esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden.”
Cantares 6:10
La sulamita (Cant.6:13) es la protagonista principal del libro, junto
a su amado. No es un nombre propio sino un derivado de su procedencia. Parecería que la doncella era oriunda de Sunem, que ahora se
llama Sólem, pueblo del territorio de Isacar, a unos 11 kms. al este de la
fortaleza de Meguido. En realidad, debería llamarse “sunamita” como
la madre del niño que resucitó Eliseo (ver 2 Rey.4) y la bella joven que
daba calor al rey David en su ancianidad (1 Rey.1:3). Habría evidencias
para suponer que el nombre de la ciudad haya cambiado a Sulem, en algún momento de su historia, justificando la designación (DBA, 1119).
Se han propuesto varias teorías con respecto al sentido y organización del poema. Según la más probable, la composición poética celebra
el casamiento de Salomón con la sulamita después de enamorarse. “El
rey la lleva a Jerusalén para cortejarla, ocurre el casamiento, y luego
aparecen expresiones mutuas de admiración y amor, primero de parte de la novia y luego del novio (Cant.1:2 2:7). En una feliz ocasión
posterior el rey y la novia recuerdan el momento de su compromiso y
su casamiento (2:8 5:1). Por alguna razón no explicitada (quizás una
pesadilla) se produce un distanciamiento en la corte, pero el amor se
restablece y el rey nuevamente ensalza a su esposa (5:2 6:9). La incomparable belleza de la sulamita contrasta con la de las otras jóvenes de
Jerusalén, y Salomón queda arrobado por ella (7:6 9). Con el tiempo,
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
ambos vuelven a la casa de ella, y se entabla el diálogo entre el rey, su
esposa y los hermanos de ella (7:10 8:14)” (3CBA, 1127 1130).
¿Quién era, en definitiva, la sulamita? No conocemos su nombre
y muy poco de sus orígenes, pero tenemos mucha información de su
cuerpo y apariencia. En un libro como la Biblia, tan renuente de dar
descripciones fisionómicas o antropomórficas, el caso de la sulamita
es una grata excepción. Nuestra heroína es la figura mejor dibujada
de la Biblia, aunque teñida por la subjetividad de los ojos del amor.
La sulamita era alta y delgada, de silueta elegante y ágil, que daba la
impresión de una palmera (7:7), donde sobresalían los “racimos” (7:8)
de sus pechos enhiestos (4:5; 7:3) y las curvas refinadas de sus caderas
(7:1). Morocha, con su tez tostada por el sol, ya que fue obligada por
sus hermanos a trabajar en el campo (1:5-6). La característica principal
era su mirada sutil y ligera, con grandes pestañas, comparables a las
alas de “paloma” (1:15; 4:1; 5:12), donde sus ojos celestes (5:12; 7:5)
irradiaban una dulce serenidad (5:12) (“Sus ojos, palomas junto a los
arroyos de agua, bañadas en leche, en pleno reposo”, traduce Straubinger, 1955). Por eso el novio la llama cariñosamente, en su intimidad,
“palomita mía” (2:14; 5:2; 6:9).
Impresionaban sus cabellos rizados (7:6), que se movían graciosamente por la brisa del campo, pareciendo “cabritos que retozan por los
montes de Galaad” (4:1; 6:5), que cuando el sol brillaba parecían “hilos
de púrpura” (7:5; DHH). Sus labios eran rojos, como “escarlata” (4:3;
DHH), igual que sus mejillas, que parecían “gajos de granada” (4:3;
6:7; DHH). La sonrisa era contagiosa; dejaba ver unos dientes blanquísimos, en perfecta armonía (4:2; 6:6). Tenía la nariz respingada, el
cuello muy blanco y elevado, como “una torre de marfil” (7:5; BJ).
En fin, era una criatura encantadora y bellísima, cuyo delicada feminidad, inflamada por los efluvios del amor romántico, exhalaba una
fragancia deliciosa de “perfume de manzanas” (7:8). A los ojos de su
novio, era la reina de la belleza, superando grandemente a cualquier
otra dama, pues exclamaba en su elogio. “Mi amada es, entre las mujeres, como una rosa entre los espinos” (2:2).
Editorial Montemorelos
La Sulamita: canto al amor
La Búsqueda del Amor
“Si Dios puso en mi alma avidez de quimeras,
si conocí el Amor, de cristalino encanto,
elevo hacia el cielo el vuelo de mi canto,
con la esperanza eterna de eternas primaveras.”
María Isabel Biedma de Ungaro
El amor empieza por una metáfora ha dicho Milan Kundera (1993,
210). En el Cantar de los Cantares, el amor empieza, crece y continúa exhibiéndose entre metáforas; no hay una, sino decenas, a cual más bellas.
Las imágenes estéticas ocurren entre metáforas engarzadas, una dentro de otra, como por ejemplo, cuando se refiere a la primavera, cuanto
todo está en flor, cuando todo huele a perfumes y “llega el tiempo de
cantar” (2:10-13). Una característica de las figuras del lenguaje es que
todas proclaman el amor como arrebato y éxtasis, como el apasionado
apego a una única persona, como exaltación de la ternura y el encantamiento por el ser amado. El amor erigido en virtud superior, como fluido magnético que todo lo sublimiza y la fuerza espiritual que gobierna
al mundo. Pero hay veces cuando el amor adquiere la liturgia de la ausencia y estalla en ansiedad y desesperación desde la falta y el vacío. Un
amor con hallazgos, pero también con desencuentros, con presencias
pero también sufriendo la ausencia; cuando la búsqueda fracasa y alimenta más las ansias y el deseo.
Uno de los cantos más bonitos es la búsqueda frustrada del amor
del capítulo 5, los versos 2 al 8, que son paralelos del capítulo 3, del 1 al
4. La diferencia entre ellos es el contraste entre el encuentro del capítulo 3 y el desencuentro del capítulo 5.
“Yo dormía, pero mi corazón velaba.
Es la voz de mi amado que llama:
Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía,
Porque mi cabeza está llena de rocío,
Mis cabellos de las gotas de la noche.
Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir?
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Mi amado metió su mano por la ventanilla,
Y mi corazón se conmovió dentro de mí.
Yo me levanté para abrir a mi amado,
Y mis manos gotearon mirra,
Y mis dedos mirra, que corría sobre la manecilla del cerrojo.
Abrí yo a mi amado; Pero mi amado se había ido, había ya pasado;
Y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió.
Me hallaron los guardas que rondan la ciudad;
Me golpearon, me hirieron;
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado,
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor” (5:2-8).
El Cantar está compuesto de seis poemas. En todos hay búsquedas,
pero no todos tienen encuentros con presencia de los protagonistas,
como el caso patético y dramático del cuarto canto que aparece más
arriba. Aquí se muestra el rostro atormentado de la sulamita, padeciendo la “noche oscura del alma” (Straubinger, Ídem, 88), como la
califican los autores místicos. Esta escena tiene el mismo marco que el
anterior del capítulo 3 (ver epígrafe), el despertar, la noche, la carrera a
través de la ciudad y los centinelas, pero con resultados y motivaciones
diferentes. El novio estuvo en la puerta llamándola con afecto, pero
ella se hace de rogar, pone excusas, que después quiere reparar en la
prisa por abrir. Pero él ha desaparecido, sólo halla la fragancia de su
presencia, en el pestillo. Entonces se desespera. Lo busca por las calles
vacías y silenciosas de la ciudad. Los centinelas la confunden con una
ramera y la maltratan. Su búsqueda fracasa. Termina en un llamado
angustioso y agónico. Es cuando el amor adquiere la poesía de una plegaria y vive la angustia de la soledad.
En el sentimiento del amor, cuentan los silencios tanto como las
palabras, las ausencias como las presencias. Hay momentos cuando se
consuma felizmente la relación de pareja y hay otros cuando prevalecen
las diferencias, en tiempos y deseos. Están los encuentros y los desencuentros, tanto en el lecho como en otras acciones y relaciones. Oportunidades que se aprovechan y otras que se dejan pasar, descubriendo
Editorial Montemorelos
La Sulamita: canto al amor
demasiado tarde cuan dolorosas son. Es entonces cuando la búsqueda
se convierte en plegaria y esperanza, porque el amor es “inquebrantable”(8:6) y debe triunfar sobre los desacuerdos y frustraciones, aún
sobre las ausencias y desencuentros; porque es una “llama divina, que
todos los mares no podrían apagar ni los ríos podrían extinguir (8:7).
Mario Pereyra
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Capítulo 9
Esdras:
Un intelectual comprometido
“Porque Esdras había preparado su corazón
para inquirir la ley de Jehová
y para cumplirla, y para enseñar en Israel
sus estatutos y decretos.”
Esdras 7:10
E
sdras fue un escriba y sacerdote, que vivió en el siglo V antes
de Cristo, contemporáneo de Sócrates, quien vivía en Atenas, Grecia. Era descendiente de una estirpe sacerdotal,
que provenía de Sadoc y Finees (Esd.7:1-6), descendientes
directos de Aarón, fundador del sacerdocio hebreo. Recibió una educación cuidadosa y estricta, especialmente en las enseñanzas religiosas. Además se familiarizó con los escritos de los astrólogos y sabios
del reino medo-persa, ya que vivió en Babilonia durante la hegemonía
de ese imperio, formando parte de los judíos que habían sido desterrados cuando fue destruida Jerusalén por el rey Nabucodonosor, durante el imperio neobabilónico. Por sus dotes intelectuales, trabajaba
en la corte, como consejero del gobierno persa, para los asuntos judíos
(Montoya, 2004, 12), durante el gobierno del rey persa Artajerjes I
(465-423). En esos tiempos la ciudad de Jerusalén estaba en ruinas,
hecho que preocupó seriamente a Esdras y a otros de sus compatriotas. Movido por la fe que Dios haría una obra poderosa con su pueblo,
( 95 )
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Biografías Bíblicas
Esdras habló con el rey Artajerjes de su interés en ir a Jerusalén para
ayudar a reconstruir la santa ciudad. El rey quedó muy impresionado
por la historia del pueblo hebreo y decidió enviar a Esdras como representante especial del reino, confiriéndole amplios poderes para la
ejecución de los propósitos restauradores.
Por un sorprendente decreto del rey persa, fue enviado a Jerusalén a fin de organizar la administración civil y religiosa de la ciudad y
tomar las medidas necesarias para el bienestar de sus habitantes (vs.626). Acompañado por un grupo de 1800 hombres exiliados, Esdras llegó a Jerusalén probablemente en agosto del 457 a.C. para cumplir con
el mandato del rey. Al arribar, encontró a los judíos muy negligentes
con respecto al cumplimiento de las leyes mosaicas, por lo cual realizó
una serie de reformas importantes. Por ejemplo, muchos hombres y
aún sacerdotes se habían casado con mujeres extranjeras que no compartían las creencias religiosas hebreas, contraviniendo las leyes mosaicas. Esdras los convenció de la necesidad de divorciarse (Esd. 9 y
10). Bajo el gobierno de Nehemías, unos 13 años más tarde, dirigió la
lectura y exposición pública de la ley (Neh.8), y tuvo un papel relevante en la dedicación del nuevo muro de la ciudad (Neh.12:36), después
de su reconstrucción.
El nombre “Esdras”, proviene del hebreo y del arameo, significando “ayuda”, “asistencia” o “auxilio”, seguramente puesto por sus
padres, con el propósito de que su vida cumpliera un servicio social.
Se le adjudica la autoría del libro bíblico que lleva su nombre, que
antiguamente incluía también el libro de Nehemías y el de Crónicas.
No conocemos mucho acerca de la vida personal o familiar de Esdras.
¿Tuvo familia? ¿Estuvo casado o era soltero? ¿Dejó descendientes?
No hay ninguna referencia a detalles de la vida familiar lo que podría
suponer que fuera soltero. ¿Fue eunuco como Nehemías y el profeta
Daniel? Es probable, ya que era costumbre que a quienes trabajaban
en la corte del rey se los castrara, especialmente si eran extranjeros,
para prevenir cualquier contacto con las mujeres de la corte.
Pero el hecho más relevante de su vida fue su vocación y celo para
mejorar la condición espiritual del pueblo de Israel y la suya propia. De
esto da testimonio Elena de White (1985, 446-447), al escribir: “Anhelaba estar en completa armonía con Dios; deseaba tener sabiduría para
Editorial Montemorelos
Esdras: Un intelectual comprometido
cumplir la voluntad divina... Esto le indujo a estudiar diligentemente
la historia del pueblo de Dios, según estaba registrada en los escritos
de los profetas y reyes. Escudriñó los libros históricos y poéticos de la
Biblia, para aprender por qué había permitido el Señor que Jerusalén
fuese destruida y su pueblo llevado cautivo a tierra pagana...”
Una historia difícil
Después del cautiverio, el escenario político y social de la capital
del imperio había cambiado mucho, haciendo que los judíos que permanecían en Babilonia corrieran peligros en su libertad religiosa e
incluso en su propia vida. Lo acontecido durante el reinado de Esther,
que por poco fueron todos los judíos exterminados, fue un riesgo muy
grande y a la vez una señal de que debían regresar a su tierra. Los
profetas Hageo y Zacarías ayudaron a convencer a los indecisos. “Había llegado el momento cuando les resultaba peligroso permanecer
en medio de influencias paganas. En vista de las condiciones alteradas, los sacerdotes que estaban en Babilonia debieran haber discernido prestamente que en la promulgación del decreto se les dirigía
una invitación especial para que volviesen a Jerusalén” (White, 1985,
451). Esdras envió una invitación “a los principales de Israel” para que
“subiesen” con él a Jerusalén (7:28), especialmente a los sacerdotes y
“servidores del templo” (8:16-20). El templo de Jerusalén había sido
reedificado y dedicado y se precisaban sacerdotes para atender los servicios. También había una imperiosa necesidad de hombres sabios y
consagrados para enseñar al pueblo.
Al terminar todos los preparativos para el viaje, Esdras escribió: “Y
partimos del río de Ahava el doce del mes primero, para ir a Jerusalén:
y la mano de nuestro Dios fue sobre nosotros, el cual nos libró de mano
de enemigo y de asechador en el camino.” (8:31). El viaje duró unos
cuatro meses, por el alto número de personas que constituía la caravana que comprendía muchas mujeres y niños lo que exigía avanzar
lentamente. El desplazamiento fue favorable. A pesar de que viajaron
sin protección de poder humano, todos fueron guardados sanos y salvos. Finalmente, en el primer día del quinto mes, en el año séptimo de
Artajerjes, llegaron a Jerusalén. Entonces “ofrecieron holocaustos al
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Biografías Bíblicas
Dios de Israel, en ofrenda por el pecado y en prueba de su gratitud por
la protección de Dios durante el viaje. Y dieron los despachos del rey a
sus gobernadores y capitanes del otro lado del río, los cuales favorecieron al pueblo y a la casa de Dios.” (8:35-36).
Desde el inicio la situación fue difícil. Varios dirigentes de Israel se
acercaron a Esdras para comunicarle una denuncia muy grave. Algunos
del “pueblo de Israel, y los sacerdotes y levitas” habían desobedecido los
mandamientos de Dios al casarse con personas de los pueblos circundantes. “Han tomado de sus hijas para sí y para sus hijos, y la simiente santa
ha sido mezclada con los pueblos de las tierras” paganas; “y la mano de los
príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en esta prevaricación”
(9:1-2). Esdras había aprendido en la historia sagrada que había sido precisamente la apostasía de Israel la que había conducido al cautiverio babilónico, el hecho de haberse involucrado con las naciones paganas. Sabía
que si hubiesen obedecido la orden de mantenerse separados de los pueblos circundantes se habrían liberado del cautiverio y ahorrado muchas
tristezas y humillaciones. “De manera que cuando supo que a pesar de
las lecciones del pasado, hombres eminentes se habían atrevido a transgredir las leyes dadas para salvaguardarlos de la apostasía, su corazón se
conmovió” (White, 1985, 456). “Lo cual oyendo yo —describe el mismo
Esdras—, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué de los cabellos de mi
cabeza y de mi barba, y senteme atónito.” (9:3).
Fue tan profunda su aflicción y desconsuelo, que oró en un estado
de profunda contrición y arrepentimiento, con su espíritu abrumado
por el pecado, hecho que movilizó gran parte del pueblo identificado
con él, que se pusieron a llorar afligidamente. Ese fue el comienzo de
una reforma extraordinaria. Reunido el pueblo en la plaza, bajo una
fuerte lluvia, tiritando por el frío y el agua, sintiendo la gravedad del
asunto, dio a Esdras pleno poder para llevar a cabo la reforma propuesta. Aquellos que se habían casado con mujeres extranjeras decidieron despedirlas, con alguna escasa excepción (10:15). “Con infinita
paciencia y tacto, y con una cuidadosa consideración de los derechos y
el bienestar de todos los afectados, Esdras y sus asociados procuraron
conducir por el camino correcto a los penitentes de Israel. Sobre todo
lo demás, Esdras enseñó la ley; y mientras dedicaba su atención personal a examinar cada caso, procuraba hacer comprender al pueblo la
Editorial Montemorelos
Esdras: Un intelectual comprometido
santidad de la ley, así como las bendiciones que podían obtenerse por
la obediencia” (White, 1985, 458-459).
Después de estos acontecimientos, se cree que Esdras continuó en
Jerusalén hasta la época de Nehemías, 13 años después. No hay información durante ese tiempo, más que suponer que Esdras tuvo que enfrentar a los enemigos de su pueblo y hacer cumplir todas las disposiciones de las ordenanzas de Dios. Se afirma que “alrededor del año 450
ó 449 AC, Megabises, gobernador de la provincia de ‘Más allá del río’,
que incluía a Judea, se rebeló durante unos años contra el rey de Persia.
Durante esa rebelión, o los judíos permanecieron fieles a su benefactor Artajerjes, y fueron atacados por samaritanos partidarios de Megabises, o los samaritanos fueron leales y aprovecharon la oportunidad
para acusar a los judíos de apoyar a Megabises. En cualquiera de los
casos, la rebelión de Megabises” (3CBA, 77), explica que los enemigos
derribaran “el muro de Jerusalén” y quemaran con fuego “sus puertas”
(Neh. l:3). Estos hechos promovieron la llegada de Nehemías, en el 444
AC, nombrado gobernador de Judea.
Durante el gobierno de Nehemías se reconstruyó el muro de Jerusalén en tiempo récord, 52 días (Neh.6:15). Pero eso no significó que no tuvieran problemas, ya que hubo de afrontar el peligro constante de un ataque devastador de los enemigos extranjeros, la falta de interés de ciertos
sectores del pueblo y la oposición de parte de otros (Neh.4:10;6:10-12).
Fue la notable determinación y valentía de este gran líder que desanimó a los enemigos y afianzó el triunfo. Después de que Nehemías completó el muro, se dedicó a gobernar. Durante 12 años sirvió a su pueblo
(Neh.5:14). Abolió una cantidad de abusos de autoridad y obligó a los
usureros a no aprovecharse de sus conciudadanos; también se negó a
aceptar pago alguno para sí, sufragando de su propio peculio sus gastos oficiales (5:l-19). Se tomó un censo, y se decidió traer a Jerusalén a
uno de cada diez habitantes de la población rural de Judea. Se animó
a muchos otros a trasladarse a la capital (7:4-5; 11:1-2). Pero quizás lo
más trascendente fue incentivar la vida espiritual del pueblo, organizando grandes reuniones públicas. La primera serie de ellas se describe en
Nehemías, capítulo 8. “Esdras y otros dirigentes leyeron y explicaron la
ley al pueblo. El resultado fue un verdadero reavivamiento espiritual que
dio como resultado un pacto firmado por laicos y ministros. Todos proMario Pereyra
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Biografías Bíblicas
metieron seguir la ley de Moisés, no contraer matrimonio con paganos,
observar el sábado, sufragar los gastos del templo y otros servicios religiosos, y atender otros asuntos necesarios” (3CBA, 80). “Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió, ¡Amén!...
Y humilláronse, y adoraron a Jehová inclinados a tierra” (Neh.8:6).
La personalidad de un intelectual
El intelectual es aquel, que en todos los tiempos,
se ha propuesto el viejo rol del despertador de conciencias.
Anónimo
Quizás la semblanza más elocuente y reveladora de la personalidad
de Esdras sea la que expresara el rey Artajerjes en el decreto de autorización a los judíos para restaurar Jerusalén. Las instrucciones que
dio el rey Artajarjes a nuestro personaje son admirables y revelan una
estima muy especial. Le dijo: “Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría de
tu Dios que tienes, pon jueces y gobernadores, que gobiernen a todo el
pueblo que está del otro lado del río, a todos los que tienen noticia de
las leyes de tu Dios; y al que no la tuviere, le enseñaréis. Y cualquiera
que no hiciere la ley de tu Dios, y la ley del rey, prestamente sea juzgado, o a muerte, o a desarraigo, o a pena de la hacienda, o a prisión”
(7:24-26). Para que un monarca absolutista pueda decir esas palabras
tan elogiosas de un empleado extranjero fue evidente que Esdras debió
impresionar profundamente al rey con servicios notables de sabiduría
y eficiencia, haciendo que lo apreciara tanto por sus virtudes extraordinarias. Artajerjes se refiere a Esdras como “sacerdote escriba, escriba
de las palabras mandadas de Jehová, y de sus estatutos a Israel,” “escriba perfecto de la ley del Dios del cielo.” El rey hizo ofrendas liberales
junto con muchos de sus consejeros, “al Dios de Israel, cuya morada
está en Jerusalén;” y proveyó además lo suficiente para sufragar numerosos gastos al ordenar que fuesen pagados “de la casa de los tesoros
del rey.” (vers.11-12,15,20). Artajerjes declaró a Esdras: “De parte del
rey y de sus siete consultores eres enviado a visitar a Judea y a Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que está en tu mano.” “Todo lo que es
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Esdras: Un intelectual comprometido
mandado por el Dios del cielo, sea hecho prestamente para la casa del
Dios del cielo: pues ¿por qué habría de ser su ira contra el reino del rey
y de sus hijos?” (vers.14,23).
¿Cómo fue Esdras? ¿Por qué se distinguió tanto? ¿Qué virtudes
adornaron su carácter? Era un erudito, un hombre deseoso de saber las
enseñanzas reveladas por Dios y de cumplirlas estrictamente. La narración que hace en su libro permite inferir que fue un hombre cuidadoso,
detallista, responsable, metódico en registrar el número exacto de las
personas que fueron a Jerusalén, la cantidad de objetos preciosos que
llevaron, y aún hace un recuento de los animales que trasladaron, camellos, caballos, mulos, asnos. Esdras es un modelo diferente y original de
intelectual. Por lo general, “los intelectuales se han caracterizado por
ser ‘heterodoxos’, rebeldes, impugnadores, antagonistas, transgresivos,
en resumen disidentes por vocación, y en ciertos casos abiertamente
subversivos, revolucionarios” (Maldonado, 1998). Nada de eso ocurrió
con el escriba hebreo. Al contrario, fue un intelectual comprometido
con su pueblo, profundamente estudioso, pero con el propósito de recuperar la ortodoxia. “Esdras procuró preparar su corazón para la obra
que, según creía, le aguardaba. Buscaba fervientemente a Dios, a fin de
ser sabio maestro en Israel. Y mientras aprendía a someter su espíritu
y su voluntad al dominio divino, se fueron incorporando a su vida los
principios de la santificación verdadera, que en años ulteriores ejercieron una influencia moderadora, no sólo en los jóvenes que procuraban
sus instrucciones, sino también en todos los que estaban asociados con
él.” (White, 1985, 447).
Los intelectuales han sido en todos los tiempos vanguardistas, despertadores de conciencias, promotores de una visión más abarcadora
del mundo y de la realidad, quienes han denunciado y luchado contra la
insensibilidad, las costumbres irracionales, el sedentarismo de espíritu
y el achatamiento de las costumbres. Esdras cumplió con estos objetivos de los líderes sociales y pensadores de todos los tiempos. Fue un
hombre que ofreció la combinación exacta de sensibilidad, pasión y trabajo intelectual. Un constructor del sentido que debía tener su pueblo
y nación; un pionero y reformador, que condujo al pueblo de Israel en
un momento crítico y decisivo de su historia para recuperar su razón
de ser.
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Biografías Bíblicas
En una entrevista periodística, decía el filósofo español Fernando
Savater (1990): “la única definición convincente de intelectual que conozco es ésta: es intelectual quien se dirige a los demás como si fuesen
intelectuales, quien se dirige a lo intelectual de los demás”. Podríamos
decir que Esdras cumplió con esa fórmula, pero con un sentido espiritual, ya que él se dirigió a los demás en su espiritualidad, apelando al
sentido trascendente de su religiosidad. Despertó el nacionalismo, más
allá de la razón y las adversidades, invitó a levantarse del exilio y el derrotismo para asumir el compromiso de restaurar el altar a Dios, símbolo de lo más sagrado y esencia misma de su vida. Fue un intelectual,
pero no a la manera pasiva, que aplican su mente a largas y complejas
divagaciones, por el contrario, Esdras tenía objetivos y metas claras,
además del vigor necesario para alcanzarlas; su pensamiento fue enérgico como para plasmar en palabras convincentes e instigadoras de acciones, sin dejar de apelar a la luz del pensamiento y de la verdad, por
medio de la escritura. Por eso se acrecienta la solidez de su mensaje,
la valoración de su espíritu inalterable, la evidencia de que más allá de
las amenazas de los enemigos se puede vencer con autenticidad moral
e intelectual.
Cualidades de carácter
“Esdras... era escriba diligente en la ley de Moisés,
que Jehová Dios de Israel había dado.”
Esdras 7: 6
Hombre de fe práctica. Esdras habló con el rey Artajerjes de su proyecto de ir a Palestina a reconstruir el templo de Jehová que permanecía en ruinas desde la destrucción realizada por los babilónicos. El rey
quedó impresionado por la historia prodigiosa del pueblo de Israel y se
sintió movido a autorizar el pedido y aún patrocinar el plan. Viajar en
aquellos tiempos por lugares descampados era casi suicida sin custodia
y protección armada. El rey dio el permiso y además ofreció a Esdras
un servicio de seguridad con soldados, pero Esdras lo rechazó ya que
aceptarlo hubiera significado falta de fe en la ayuda de Dios, luego de
haberle contado como el Dios de Israel había protegido al pueblo a lo
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Esdras: Un intelectual comprometido
largo de su historia. “Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropa y gente de a caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino; porque
habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios es para
bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra todos
los que le abandonan.” (Esd.8:22). “Cuando Esdras declaró su perfecta
confianza en el Dios de Israel como el que podía proteger y cuidar a
su pueblo, el rey se quedó profundamente impresionado... Hizo de él
un representante especial del reino medo-persa, y le confirió extensos
poderes para la ejecución de los propósitos que había en su corazón...”
(White, 1979, 448).
Ordenado. “El cuidado ejercitado por Esdras al proveer para el
transporte y la seguridad del tesoro de Dios enseña una lección que
merece un estudio reflexivo. Se eligieron únicamente personas de carácter fidedigno, ya probado; y se las instruyó con claridad acerca de la
responsabilidad que les incumbía. Al designar magistrados fieles para
que actuasen como tesoreros de los bienes del Señor, Esdras reconoció
la necesidad y el valor del orden y la organización en lo relativo a la
obra de Dios.” (White, 1985, 453)
Enfrentó la adversidad con buen ánimo. Esdras tenía la expectativa de que una gran multitud regresaría a Jerusalén, pero quedó decepcionado por el número reducido de los que respondieron al llamado. Muchos habían adquirido casas y tierras y no deseaban sacrificar sus bienes.
Amaban la comodidad y estaban contentos de permanecer en su bienestar. “Cuando Esdras revisó la congregación, se sorprendió al no encontrar
ningún levita. ¿Dónde estaban los miembros de la tribu que había sido
designada para el servicio sagrado del templo? A la convocación: ¿Quién
está de parte del Señor? los levitas debieran haber sido los primeros en
responder. Durante el cautiverio, y después de él, les habían sido concedidos muchos privilegios. Habían gozado de la mayor libertad para atender
a las necesidades espirituales de sus hermanos en el destierro. Se habían
edificado sinagogas, en las cuales los sacerdotes dirigían el culto tributado
a Dios e instruían a la gente. Se les había permitido observar libremente el
sábado y cumplir los ritos sagrados característicos de la fe judaica” (Ídem,
450-451)
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Biografías Bíblicas
Reformador. La llegada de Esdras a Jerusalén trajo confianza y la esperanza de un cambio en quienes habían trabajado lealmente durante
mucho tiempo en medio de las dificultades. Desde la llegada de la primera compañía de desterrados, se había acabado el templo y parte de
los muros de la ciudad habían sido reparados, pero no todos estaban viviendo a la altura de los requerimientos de Dios. “Buen número de los
que habían regresado a Jerusalén en años anteriores, habían permanecido fieles a Dios mientras vivieron, pero una proporción considerable
de los hijos y de los nietos se habían olvidado del carácter sagrado de
la ley de Dios. Aun algunos de los hombres a quienes se habían confiado responsabilidades vivían en pecado abierto. Su conducta contribuía
mucho a neutralizar los esfuerzos hechos por otros para hacer progresar la causa de Dios; porque mientras se permitía que quedasen sin
reprensión las violaciones flagrantes de la ley, la bendición del Cielo no
podía descansar sobre el pueblo” (Ídem, 455). Fue Esdras quien encaminó el pueblo al fiel cumplimiento de las enseñanzas divinas.
Líder espiritual. Gracias a Esdras el pueblo de Israel adquirió
conciencia del “carácter odioso del pecado y el horror con que Dios
lo considera. Vieron cuán sagrada es la ley promulgada en el Sinaí, y
muchos temblaron al pensar en sus transgresiones” (Ídem, 458). Precisamente uno de los culpables, de nombre Sechanías, reconoció su
error y confesó: “Nosotros hemos prevaricado contra nuestro Dios,
pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra: mas hay
aún esperanza para Israel sobre esto.” Sechanías propuso que todos los
que habían transgredido se comprometieran ante Dios a abandonar su
pecado, y a ser juzgados “conforme a la ley.” Dijo, entonces a Esdras:
“Levántate, porque a ti toca el negocio y nosotros seremos contigo; esfuérzate.” “Entonces se levantó Esdras, y juramentó a los príncipes de
los sacerdotes y de los Levitas, y a todo Israel, que harían conforme a
esto.” (Esd.10: 2-5)
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Esdras: Un intelectual comprometido
El perfil de un maestro
““Mientras estaba cerca de la corte del rey de Medo-Persia
como cuando se hallaba en Jerusalén,
su obra principal consistió en enseñar.”
EGW (Ídem, 447)
Esdras fue un maestro, un hombre estudioso e inquieto que leía
y trasmitía al pueblo lo que aprendía. Era un sacerdote que oficiaba
en el templo, aprovechando toda circunstancia propicia para enseñar y
transformar en aula cada lugar. Sus discursos al pueblo y sus oraciones
fueron lecciones más que una arenga política o la acción de un reformador social. Se sintió llamado a ser un portavoz de Dios que educaba
en los principios que rigen el cielo. A medida que comunicaba a otros
las verdades que aprendía, aumentaba su propia capacidad para educar al pueblo. Fue un hombre piadoso y celoso, un testimonio vivo del
poder que tiene la verdad bíblica para ennoblecer el espíritu.
Elena de White explicó cuál fue la clave de ese afán de saber que
sintió Esdras, al escribir: “Esdras meditó en forma especial en lo experimentado por Israel desde el tiempo que fue hecha la promesa a
Abrahán. Esdras procuró preparar su corazón para la obra que, según
creía, le aguardaba. Buscaba fervientemente a Dios, a fin de ser sabio
maestro en Israel. Y mientras aprendía a someter su espíritu y su voluntad al dominio divino, se fueron incorporando a su vida los principios de la santificación verdadera, que en años ulteriores ejercieron
una influencia modeladora, no sólo en los jóvenes que procuraban sus
instrucciones, sino también en todos los que estaban asociados con él”
(Ídem, 447).
Hugh Williams (1985, 161-162), distingue algunos aspectos importantes que destacaron a nuestro héroe, basado en el texto de Esdras
9-10. Los enumera de la forma siguiente:
1. El liderazgo ejemplar de Esdras, basado en la enseñanza y la
persuasión sin coerción.
2. Gracias a las circunstancias, la comunidad adoptó una interpretación de las Escrituras donde “el texto bíblico no es solamente
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Biografías Bíblicas
un objeto de la interpretación comunitaria, sino también un sujeto activo en la vida comunitaria”
3. La oración de Esdras y la respuesta del pueblo representan un
paradigma de arrepentimiento apropiado.
4. La insistencia de Esdras en la necesidad de mantener a los judíos unidos como un pueblo diferente con una misión divina
especial en el mundo.
Umberto Eco afirmó que existen dos tipos de maestros: los que ofrecen su vida y su actividad como modelo y los que construyen modelos
teóricos o experimentales para ser aplicados. Esdras fue un ejemplo del
primer tipo de maestros, entregando todas sus energías y capacidad en
el esfuerzo de conocer las enseñanzas de Dios y comunicarlas al pueblo.
No pretendió ser un modelo de perfección, en todo caso, procuró ser
una medida de estudio diligente de la Palabra de Dios, para conformarse
a los preceptos aprendidos. Esdras fue un maestro del estudio y de la
obediencia, un profesor de la historia sagrada y un defensor de sus enseñanzas.
“Dondequiera que actuase Esdras, revivía el estudio de las Santas Escrituras. Se designaban maestros para que instruyesen al pueblo; se exaltaba y se honraba la ley del Señor. Se escudriñaban los libros de los profetas
y los pasajes que predecían la llegada del Mesías infundían esperanza y
consuelo a muchos corazones tristes y agobiados. Han transcurrido más
de dos mil años desde que Esdras aplicó “su corazón a la búsqueda de la
ley” de Jehová y a “su práctica”, pero el transcurso del tiempo no ha disminuido la influencia de su ejemplo piadoso. A través de los siglos la historia
de su vida de consagración inspiró a muchos la determinación de buscar y
practicar esa misma ley (Esd.7:10)” (White, 1985, 459)
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Esdras: Un intelectual comprometido
El sentido de la historia y del destino
Pero la historia es más que la conservación pasiva de sus enseñanzas,
es una fuerza que debe crecer en dirección de la fe,
en la resolución beatífica de la historia.
Anónimo
Todavía hay un aspecto esencial de la vida de Esdras que no hemos
tratado suficientemente. Más allá de reformador, maestro y hombre de
características relevantes, creemos que la esencia de la personalidad
de Esdras fue su apasionamiento por la historia, ya que se constituyó
en un reconstructor del pasado y un diseñador del futuro. A Esdras
le interesaba la historia no como quien lee el pasado con curiosidad
e interés de conocer lo ocurrido, si no como alguien que buscaba desesperadamente recuperar ese pasado, sacarlo del olvido y rehacerlo.
Sentía que el pueblo de Israel fue escogido por Dios para una misión
trascendente, de acuerdo a lo que se extraía de la historia sagrada. Era,
pues, necesario recobrar esa misión y cumplirla, pero tal cosa no se
podía hacer si se desconocía la historia, si se perdía el registro sagrado.
Olvidar es pecado, recordar es divino. El pasado es la voz de Dios que
el tiempo ha acallado y que es necesario volver a escuchar. Más que
reconstruir el templo y los muros, el afán de Esdras fue que el pueblo
reconstruyera la voluntad de Dios en sus vidas. Más que erigir las paredes del templo y los muros de la ciudad, su pasión fue que el pueblo
recordara siempre a Dios, que recuperara la memoria de su identidad,
que supiera que Dios los escogió para cumplir una misión, custodiar las
verdades reveladas y representar al Ser Divino.
¿Por qué pone Esdras tanto entusiasmo y fervor en reconstruir el
templo? ¿Por qué es tan detallista en citar nombres, número de personas, cantidad de oro y plata y hasta los animales que regresaron a Jerusalén? ¿A qué obedece ese esfuerzo tan celoso por la información? Es
evidente que había un gran interés en dejar escrito para la posteridad
el nombre de todos aquellos que realizaron el heroísmo de abandonar Babilonia para retomar la senda de la reconstrucción. De la misma
manera que se registra el llamado de Dios a Abraham para constituir
el pueblo escogido, Esdras escribió a quienes respondieron al llamado
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Biografías Bíblicas
de retornar a Jerusalén como si fueran nuevos Abrahanes, los nuevos
forjadores de la nacionalidad.
Esdras no se considera un arquitecto de la historia, sino su custodio; no pretende escribir una nueva historia, sólo quiere conservarla
para que el pueblo recuerde sus raíces y sean capaces de vivir a la altura
de su identidad histórica. Esdras no concibe la historia como algo dinámico, en constante reconstrucción, que sea necesario interpretarla, la
entiende como una consigna o un mandato a respetar y obedecer, por
eso fue un cronista más que un historiador. Para él el pasado está allí,
como un tesoro que hay que encontrar para el beneficio propio. No es
una huella o un fósil que hay que investigar para deducir su sentido, por
el contrario, es como tablas de piedra donde la ley está escrita por el
dedo de Dios para su cumplimiento. El pasado es la biografía del pueblo, que nadie debe escamotear ni desconocer, ya que hacer tal cosa, es
perder su identidad y su destino.
De igual manera que tiene un interés ardiente por recuperar el pasado, Esdras tiene una fuerte voluntad en construir el futuro, no como algo
nuevo que haya de hacerse, sino como algo proveniente del destino profético que debe consumarse. El destino está dispuesto por Dios, sólo podemos aceptarlo o rechazarlo, lo que no podemos es ignorarlo. Es que la
identidad de una persona y de un pueblo está hecha no sólo de recuerdos,
también de su futuro, de su perseverancia en los valores que la constituyeron, en su lealtad a la voluntad de Dios. Pasado y esperanza, historia y destino, parecen ser la síntesis de la pasión de Esdras, el meollo de su vida y el
afán de su existencia, las hebras principales que tejen la trama de la historia. Esdras nos enseña que no podemos olvidar el pasado, especialmente
aquel pasado que conserva la voz de Dios, la enseñanza de su voluntad.
Pero la historia es más que la conservación pasiva de sus enseñanzas, es
una fuerza que debe crecer en dirección de la fe, en la resolución beatífica
de la historia.
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Esdras: Un intelectual comprometido
Un ejemplo inspirador
“Han transcurrido más de dos mil años desde que Esdras aplicó
‘su corazón a la búsqueda de la ley’ de Jehová y a ‘su práctica’,
pero el transcurso del tiempo no ha disminuido
la influencia de su ejemplo piadoso.”
EGW (1985, 459)
“Como ocurre con muchos hombres que han jugado una parte
importante en las épocas trascendentales de la historia, con el curso
del tiempo la personalidad y actividad de Esdras asumió en las mentes del pueblo proporciones gigantescas mezcladas con historias para
completar la escasez de datos que hay sobre su vida. Se le vio como
a un segundo Moisés y se le atribuyeron todas las instituciones que
no se le pudieron atribuir a Moisés. Según la tradición judía restauró
de memoria –una gesta casi milagrosa– todos los libros del Antiguo
Testamento que se creyeron perdidos durante el Exilio. Y fue él también quien remplazo, al copiar la Sagrada Escritura, la escritura fenicia antigua por el alfabeto aún en uso. Hasta la Edad Media y aún
hasta el Renacimiento la cosecha de logros legendarios atribuidos
a él siguió creciendo. Entonces se le saludó como organizador de la
Gran Sinagoga –cuya existencia parece un mito– y el invento de los
signos vocales del hebreo.” (Souvay, 1999).
Se sabe que Esdras escribió el libro que lleva su nombre, el libro
de Nehemías y se cree que también los libros de Crónicas, además de
restaurar y conservar el canon bíblico existente hasta ese momento.
Además, explicó e interpretó los primeros cinco libros de la Biblia
para que el pueblo pudiera estudiar, entender y observar la ley. Los
esfuerzos de Esdras para hacer revivir el interés en el estudio de las
Escrituras adquirieron carácter permanente por la obra esmerada a
la cual dedicó su vida para preservar y multiplicar los Escritos Sagrados. Recogió todas las copias de la ley que pudo encontrar, y las hizo
transcribir y distribuir. La Palabra pura, así multiplicada y puesta en
las manos de mucha gente, le comunicó un conocimiento de valor
inestimable.
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Biografías Bíblicas
Según la tradición, Esdras habría escrito muchos más libros que
los pocos capítulos que aparecen en el canon bíblico. Dios le habría
encargado conseguir cinco veloces escritores y tablas suficientes,
para recoger la revelación. De esa manera, se cree que fueron escritos 94 libros en los cuarenta días asignados. Entonces, la voz divina
le habría dicho: “Los 24 libros que escribiste primero serán dados
a conocer y darás cuenta de ellos lo mismo a los dignos como a los
indignos. Pero los últimos 70 libros habrás de guardarlos, para entregarlos sólo a los sabios de entre tu pueblo” (Montoya, 2004).
De todos modos, más allá de de las tradiciones, el hecho es que
esas fuentes bibliográficas marcan y describen una etapa crucial de
la historia del pueblo de Israel, ya que el trabajo de recopilación y de
registro escrupuloso de su época realizado por Esdras, posibilitó que
el pueblo de Israel no se haya diseminado y perdido en las arenas
del tiempo, al darle cohesión, identidad y sentido de pertenencia.
Esdras no sólo fue testigo y escriba de su tiempo, fue también un
protagonista privilegiado de la sobrevivencia del pueblo escogido de
Dios. Incluso, Esdras también fue cultor de un estilo de aprendizaje
de la Biblia, un tipo de lectura que se centraba en los significados a
rescatar más que en la sonoridad de las formas. Dice el registro bíblico, que: “Leían en el Libro de la Ley de Dios claramente, dando
el sentido, para que entendieran la lectura” (Neh.8:8). ¿Quién pudo
enseñarles a leer de esa forma, sino el campeón de la lectura y el
estudio?
Por todo ello y quizás mucho más que no sabemos, el humilde escriba de Israel de la época persa, es un ejemplo inspirador e hito fundamental en esa coyuntura histórica, que enseña que las crisis pueden superarse cuando se conoce el pasado y se encuentra la palabra
que guía el futuro. Por eso, la “vida de este siervo de Dios debiera ser
una inspiración para nosotros para servir al Señor con corazón, mente y fuerza. Necesitamos primero dedicarnos a conocer los requerimientos de Dios, y luego a practicarlos. Entonces podremos sembrar
semillas de verdad que lleven fruto para vida eterna” (3CBA, 1134).
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Capítulo 10
Natanael:
Cuando el cielo muestra el camino
Busqué a Dios y no lo encontré,
busqué a mi hermano y nos encontramos los tres
San Agustín
L
os encuentros son momentos privilegiados, situaciones picos
en la gráfica de la topología vital. Son las circunstancias cuando salimos de nuestra soledad y ocurre la magia de alcanzar
al otro, en el intercambio de las palabras, ideas y sentimientos. Son espacios de convergencias de las miradas, de interpelación de
los rostros, cuando se suspende el anonimato y los gestos denuncian
la identidad de cada uno. Allí el diálogo entreteje las relaciones, en la
participación y el compartir, es decir, en entregar parte de uno al prójimo. Es el lugar del “entre” yo-tu (Buber, 1969), cuando se construye
el discurso de la amistad o de la discordia, donde pueden aparecer los
enfrentamientos, malestares y disputas, pero también las manifestaciones más ricas de sí mismo y de los afectos del ser humano.
Hay encuentros importantes en la vida, otros son decisivos, pero
hay algunos que son trascendentes; son los encuentros con uno mismo, con los otros y con Dios; en estos últimos es cuando se descubre
el sentido de la vida. Los encuentros son el reino de la comunicación,
el corazón de la sociabilidad, el ámbito del “nosotros”, el campo predilecto donde puede surgir la sorpresa y lo inesperado, la chispa del
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Biografías Bíblicas
humor, la reflexión y la creatividad, la caricia y el amor, aunque también puede manifestarse la rabia, el insulto y la agresión; pero sobre
todas las cosas, es la posibilidad de generar un espacio iluminado por el
descubrimiento de sí mismo en el espejo del otro y la apertura del cielo
a visiones sublimes que lanzan la existencia a los horizontes superiores
del crecimiento y el desarrollo enriquecedor. Esos son los encuentros
trascendentes, cuando el cielo muestra el camino.
Este capítulo describe la experiencia imperecedera de las vicisitudes de un joven sincero que halló su destino en un emotivo encuentro
trascendente con Jesús. De él nos narra el evangelio de Juan en los
términos que se transcriben a continuación:
“Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Encontró
a Felipe, y le dijo:
- Sígueme.
Este Felipe era del pueblo de Betsaida, de donde eran también
Andrés y Pedro. Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo:
- Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros
de la ley, y de quien también escribieron los profetas. Es Jesús, el hijo
de José, el de Nazaret.
Dijo Natanael:
- ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
Felipe le contestó:
- Ven y compruébalo.
Cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo:
- Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño.
- ¿Cómo es que me conoces?
Jesús le respondió:
- Te vi antes que Felipe te llamara cuando estabas bajo la higuera.
Natanael le dijo:
- Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!
Jesús le contestó:
- ¿Me crees solamente porque te he dicho que te vi bajo la higuera?
Pues vas a ver cosas más grandes que éstas.
También dijo Jesús:
- “Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y a los ángeles de
Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (San Juan 1: 43-51; DHH).
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Natanael: Cuando el cielo muestra el camino
Es un relato emotivo, dinámico, cargado de sorpresas y descubrimientos; un encuentro signado por la búsqueda y el hallazgo. Parece
desprenderse de él una irradiación fresca y suave, un sentido de novedad, ganas de descubrir y conquistar. Es una narración de trama abierta, diáfana, caudalosa, que opera por acumulación de elementos hasta
el paroxismo, cuando alcanza su plenitud. Es un proceso que avanza en
conocimientos y reconocimientos hasta alcanzar la cumbre del éxtasis
supremo de lo celestial. Especialmente impresiona por ese carácter de
confidencia, por ese emotivo intercambio de vivencias, de augurios de
inicios y signos de final, que anuncian la presencia de Dios y vaticinan
su advenimiento. Se trata de la inauguración de un comienzo y el pronóstico de un fin glorioso. Hay que reconocer que en el fondo de cada
comienzo hay un hechizo que nos protege y nos ayuda a vivir, que se
refuerza cuando en el fin brilla la esperanza.
En un nivel de superficialidad el relato describe el encuentro entre
dos hombres y de éstos con Jesús, pero intuimos estratos más profundos que articulan significaciones de una experiencia trascendente. La
lectura psicológica pone de manifiesto la presencia de perfiles distintivos de personalidad en los protagonistas, pero la mirada espiritual
rescata una experiencia religiosa densa y sustanciosa, la cual configura
ese encuentro excepcional donde se despierta el sentido y estallan proyecciones gloriosas de realizaciones futuras.
Natanael, “Don de Dios”
“Natanael quiere decir don de Dios,
y representa al israelita cuyo corazón está limpio de prejuicio
y vio en Jesús el anhelo de su corazón que esperaba y buscaba.”
Germán Alanoca M. (2008)
Llaman la atención algunos puntos aparentemente discordantes
del relato, particularmente de la conducta de su protagonista más activo. ¿Cómo se explica que un hombre íntegro y de los valores morales
de Natanael adopte una actitud de descalificación tan generalizada hacia un pueblo y toda una región? Si manifiesta escepticismo al dudar
de la capacidad de Nazaret para producir algo bueno, ¿cómo es que
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Biografías Bíblicas
tan fácilmente acepta la divinidad de Cristo, hecho que hasta parece
sorprender al mismo Jesús? Natanael es un hombre que pregunta y
quien pregunta es alguien que piensa y razona en forma lógica, ¿por
qué, entonces, se dejo llevar por las primeras impresiones, como aparentemente ocurrió al producirse el encuentro con Jesús? ¿Cómo se
entienden estas incoherencias?
Ciertamente hay contenidos ocultos del relato que es necesario
explicitar para comprender el comportamiento de Natanael y descubrir -de acuerdo al significado de la etimología de su nombre (Nelson,
1978)-, el “don de Dios” que el mismo encierra. Este joven o quizás
adolescente (Badenas, 2000) era un sincero estudioso de las Escrituras
que buscaba con afán el camino de Dios. En su búsqueda se sintió atraído por la prédica de Juan el Bautista, aquel carismático predicador del
desierto, que vestido a la usanza de los antiguos profetas, hacía vibrar
los corazones y las conciencias con su mensaje de arrepentimiento y
anuncio de la inminencia de la venida del Mesías. Un día, el Bautista,
proclamando ese mensaje, señaló entre el público a Jesús de Nazaret
como el indicado por las profecías. Natanael, presente en el auditorio,
dirigió ansiosamente su mirada hacia el punto que señalaba el predicador para contemplar la figura del ser divino esperado por tantos siglos.
Entonces, sufrió un chasco brutal y cruel. “Al mirar a Jesús, Natanael
quedó desilusionado. ¿Podía ser el Mesías este hombre que llevaba señales de pobreza y de trabajo?” (White, 1975a, 113). ¿Podría ser Dios
ese ser de apariencia común, con su túnica usada, llena de polvo y la
mochila al hombro, como caminante del desierto? “Sin embargo, Natanael no podía decidirse a rechazar a Jesús, porque el mensaje de Juan
le había convencido en su corazón” (Ídib). ¿Qué hizo entonces? Como
estudioso y devoto fue a investigar las profecías y buscar la respuesta en
la intimidad de su reflexión y la comunión con Dios.
¿Cuáles fueron las profecías que Natanael estuvo estudiando? ¿Qué
lecturas realizó? ¿Cuál fue la dirección que siguió su pensamiento en
la búsqueda personal de Dios? No tenemos ninguna información que
responda estas interrogantes, pero sí hay ciertos indicios que presenta
el relato trascripto más arriba que podrían ayudarnos a reconstruir el
hipotético camino que siguió y permitiría armonizar las incoherencias
mencionadas. Asimismo, esa experiencia tiene la gracia de constituir
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Natanael: Cuando el cielo muestra el camino
un don espiritual sumamente enriquecedor y sugestivo. Pero antes de
hacer nuestra propia indagación interpretativa, ¿por qué es tan importante detenerse en este punto? ¿Por qué fue tan importante para
Natanael aquella experiencia de indagación bíblica y de oración bajo
la higuera? Era evidente que Natanael no estuvo haciendo un mero
ejercicio intelectual para verificar si Juan tenía razón. En ese estudio
estaba jugando su vida y su destino. Si Jesús era el Mesías no podría
permanecer indiferente, ciertamente lo seguiría hasta el final. De modo
que en aquel día, debajo de la higuera, Natanael estaba definiendo su
futuro y buscando cristalizar su vocación. Era un momento coyuntural
de su existencia. A partir de allí todo podría cambiar, como efectivamente ocurrió. Esas decisiones trascendentes de resolver el camino del
futuro, siempre los creyentes lo hacen en el espíritu de súplica y en la
búsqueda de evidencias confirmatorias de la respuesta divina.
¿Cuáles fueron, pues, las profecías examinadas por Natanael? Seguramente aquellas que usó Juan el Bautista en el sermón pronunciado
en ocasión de la revelación de Jesús. Las mismas aparecen registradas
en Isaías 52:13-53:12. Allí trata del Siervo del Señor como “cordero de
Dios”, tema de la predicación del Bautista. Ese texto presenta al Mesías como alguien que genera asombro en quienes lo observarán por
“su semblante, tan desfigurado que había perdido toda apariencia humana” (Is.52:14). Esa presencia pobre o devaluada levanta la pregunta:
“¿Quién va a creer lo que hemos oído? ¿A quién ha revelado el Señor
su poder? El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que
hunde sus raíces en la tierra seca. No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo rechazaban” (53:1-3 DHH). No es difícil pensar que Natanael debe haberse
sentido impresionado e identificado con esas palabras. La aplicación a
su caso era tan evidente que seguramente la convicción de que Jesús
fuese el Cristo empezó a ganar terreno en su voluntad. Pero en medio
de estas expresiones hay una figura curiosa y llamativa. Es la imagen de
la “raíz” y el “vástago” (“retoño”, “renuevo”, “germen” o “planta tierna”, según las diversas versiones) como símbolo del Siervo de Dios. Es
muy probable que para una mente inquisitiva y ávida de conocimiento
como la de Natanael esas figuras no hayan pasado inadvertidas e incluso promovieran la investigación de sus significados bíblicos. Las proMario Pereyra
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Biografías Bíblicas
fecías mesiánicas pronosticaban que después de la caída del reino de
Judá, que había sido talado como un árbol a ras del suelo, del cual no
queda más que el tocón (Is.6:13 BJ), brotaría un retoño de la dinastía
de David (Is.11:1). Ese “vástago” “reinaría como Rey”, haría “juicio y
justicia” y proveería salvación a Judá (Jer.23:5-6; 33:15-17).
Estas referencias aparecen conectadas con un mensaje directo y
personal que exhibe el libro de Zacarías. Allí se anticipa la venida del
Renuevo ―”He aquí, yo traigo a mi siervo el Renuevo” (3:8)― y agrega una promesa muy especial: “En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y
debajo de su higuera” (Zac.3:10). Podríamos imaginarnos que si Natanael leyó esta profecía, debió haber caído de rodillas, allí debajo de la
higuera donde se encontraba, con una súplica profunda y sentida que
quizás pudo ser algo así: “Señor Dios Todopoderoso, tú revelaste estas
palabras que dicen ‘en aquel día cada uno de vosotros convidará a su
compañero debajo de su higuera’; si realmente ese hombre que señaló
Juan es tu Hijo, el descendiente de David anunciado, el futuro Rey de
Israel, te ruego que si este día es el mencionado por Zacarías, cumplas
tus palabras aquí mismo debajo de esta higuera”. Todavía sobrecogido
por las sensaciones benditas de la plegaria, Natanael abrió los ojos y se
encontró con su amigo Felipe, que hacía un esfuerzo para reprimir su
entusiasmo en espera de que terminara la oración, entonces descargó
su alborozo con una noticia impactante.
― Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros
de la ley, y de quien también escribieron los profetas...
Esas primeras palabras produjeron un shock paralizador; “pareció
a Natanael una respuesta directa a su oración” (White, 1975a, 114).
Su corazón galopaba frenéticamente. Esa profecía centenaria se estaba
cumpliendo delante de sus ojos. “¡Qué grandioso! ¡Es increíble!” Pero
Felipe continuó diciendo:
― Es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.
Entonces, súbitamente todo se desmoronó. Esa última palabra
echaba por tierra todas sus expectativas. “¿De Nazaret? No, imposible.
No puede ser”. “Los prejuicios volvieron a levantarse en el corazón
de Natanael. Exclamó: ‘¿De Nazaret puede haber algo de bueno?’”
(Ibíd).
Editorial Montemorelos
Natanael: Cuando el cielo muestra el camino
¿Qué ocurrió? ¿Por qué Jesús no podía provenir de Nazaret? ¿Qué
quiso decir? Nazaret estaba ubicada al norte, en Galilea. Esa región había estado sometida al paganismo. “Durante el período de los macabeos
habitaban allí pocos judíos y la influencia gentil llegó a ser tan fuerte
que más tarde fue separada del resto de Palestina durante medio siglo”
(Nelson, 1978, 243). Se la llamó el “Círculo de los paganos” (Guignebert, 1959, 8). Aunque posteriormente fue colonizada por judíos, muy
pocas familias habían podido substraerse a la contaminación del paganismo y conservar la pureza étnica y religiosa para mantener la ascendencia de David. Por eso los galileos eran menospreciados (Jn.7:52).
El mismo Natanael, oriundo de una ciudad galilea, Caná, conocía muy
bien el enorme esfuerzo que había hecho su familia para permanecer
fiel y pura. Su nombre hebreo daba testimonio de ello. Ese era su gran
orgullo. En consecuencia, ¿podía haber un descendiente de David en
Galilea que conservara la pureza del linaje? Era prácticamente imposible. Y menos en Nazaret, más propensa al contacto con extranjeros y
dar asilo a bandoleros, que Caná (Idem, 11).
Ante estas objeciones, “Felipe no entró en controversia. Dijo: ‘Ven y
ve’” (White, 1975a, 114). Entonces se produjo el encuentro trascendente
que cambió la vida de Natanael. Jesús al verlo, reconoció la autenticidad
de su ascendencia y la integridad de su carácter, “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn.1:47 BJ). Esa declaración
inesperada y de agudo reconocimiento de algo tan querido sorprendió al
escéptico investigador. “¿De dónde me conoces?” (vs.48), balbuceó inquieto. Intuyó la presencia de alguien sobrenatural y empezó a sentir que
los cielos comenzaban abrirse para él. Las próximas palabras del Maestro
fueron contundentes, penetró en la intimidad de su ser y aniquiló toda
resistencia. “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (vs.49). Ahora sí la convicción resplandeció fulgurante en su
mente. Las sombras de dudas se disiparon totalmente. Comprendió que
Jesús era la respuesta a la oración. Entendió que estaba ante el cumplimiento de las profecías bíblicas. Sólo un ser celestial podía leer el tesoro
de su súplica personal. Entonces, exclamó conmovido y sobrecogido por
la impresión celestial: “Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey
de Israel!” (vs.50 DHH).
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Vidas complementarias. Hacia un destino común
Nuestro destino es reencontrarnos
con la esencia de lo que somos.
Anónimo
Plutarco escribió un célebre libro titulado, Vidas paralelas (1962),
donde desarrolló la biografías de personajes del pasado que de alguna manera se asociaban a la distancia, pero que jamás habían estado
juntos, ya que pertenecieron a culturas y épocas distintas de la antigua
Grecia y de Roma. El caso de Natanael y Felipe fue diferente. No se
trató de vidas antagónicas ni independientes, sino de personalidades
que se complementaron.
Felipe era la persona sociable, simpática, interesado en los otros,
que no podía dejar de compartir sus experiencias con los amigos. Podríamos imaginarlo con aire jovial, extrovertido, de mirada alegre y
amable. Para él lo más importante era la persona humana, le interesaba la gente más que las cosas. Felipe, no pareció ser un intelectual,
teórico o un individuo preocupado por las abstracciones teológicas o
filosóficas, fue más bien un hombre práctico. Si bien presentó a Jesús,
como aquel anunciado por “Moisés en la Ley, y también los profetas”,
pareció más bien como una forma de convencer a su amigo, que lo conocía muy bien para saber que no iba a aceptar nada que no tuviera una
base bíblica, pero no tanto porque él hubiese estudiado esas profecías
y estuviese convencido de las mismas. El mismo hecho de referirse a
cosas tan generales y citar a Moisés muestran que no tenía muy claro
cuales eran las profecías que específicamente se referían a Jesús, que
había estado explicando Juan el Bautista. Pero sabía que su amigo necesitaba argumentos, así fue que elaboró algunos para la ocasión. Pero
cuando fue interpelado por Natanael, de manera específica ya no supo
que decir, entonces recurrió a su practicidad, “ven y lo verás”. “Compruébalo por tu mismo”, fue su consigna. Más que las complicaciones
de los razonamientos lo importante es la experiencia, el contacto con
la realidad, la comunicación personal, todo eso que define la relación
con el otro. Precisamente, la palabra griega Felipe, es un derivado de
Editorial Montemorelos
Natanael: Cuando el cielo muestra el camino
amistad (del griego: “Philos-hipos”, significa “Aquel que es amigo de los caballos”). Probablemente esa condición amistosa hace que Jesús apele a
su solidaridad para calcular la necesidad de la multitud en ocasión del
milagro de los panes (Jn.6:5-9) y la razón que despertó la confianza de
los griegos que querían conocer a Jesús (Jn.12:20-22). Así, pues, Felipe
es la figura del amigo.
Por su parte, Natanael es el modelo del intelectual sincero, del hombre reflexivo y estudioso, del buscador genuino de la verdad. El inquisidor profundo, quien interroga para conocer y no se contenta con explicaciones superficiales o baladíes. Es quien antepone el pensamiento a
las impresiones de los sentidos y a sus apreciaciones personales. Donde
el conocimiento genera un cambio de actitudes y de comportamiento.
Quien privilegia la investigación bíblica como fuente de inspiración,
orientación y definición de vida. Es el símbolo de la revelación, cuando el
sentido profético oculto descubre la verdad y la Biblia muestra su fuerza
emancipadora. Natanael, es la figura del intelectual.
Se ha dicho que el héroe es la tentación de la excelencia (Savater,
1996, 93), este relato presenta el modelo de dos héroes susceptibles de
generar la admiración e imitación. Hombres que perfilan personalidades propias, pero que se unen en un mismo destino. Ambos fueron discípulos de Jesús. Ambos gozaron de la experiencia única de acompañar
al Hijo de Dios en su ministerio terrenal por más de tres años. Ambos
vieron abrirse el cielo para descubrir el camino de una vida de servicio
y plenitud.
Se trata de una historia que navega por ese remanso de sabiduría
que constituye el evangelio de las “buenas nuevas” de salvación, que
nos permite ver el lado distinto de las cosas y comunica un sentimiento
de riqueza, bienestar y paz. Propone una fórmula cristiana o creyente
para encontrar los grandes ejes de nuestra identidad y futuro, que son
las nervaduras de la vida.
Mario Pereyra
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Capítulo 11
Una metáfora de la libertad
“Cristo nos dio libertad para que seamos libres.
Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad
y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud”
San Pablo (Gálatas 5:1)
D
el evangelio se desprende la música de la vida con un vago
murmullo que exhala un delicioso perfume de amor, salud
y libertad. Aquellos tiempos esplendorosos, que palpitaban bajo el sosiego de los lirios del campo y de las aves
circulando por la expansión de los cielos, han quedado eternizados en
la Palabra que todavía nos desborda con acepciones inéditas. Conserva
el gusto del infinito que despierta la sed de eternidad. Persiste la tibieza
de la intimidad y la calidez de una voz que descubre los secretos de la
existencia, con revelaciones conmovedoras. En uno de sus memorables
episodios se narra la historia de una mujer curada del peso abrumador
de una enfermedad que es una metáfora de la libertad, una enseñanza
siempre vigente, que conserva la frescura de una sabiduría perenne.
Dice así:
“Una vez, en el día de sábado, Jesús se había puesto a enseñar en una sinagoga; y había allí una mujer que estaba enferma desde hacía dieciocho años. Un
( 121 )
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Biografías Bíblicas
espíritu maligno la había dejado jorobada, y no podía enderezarse para nada.
Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
- Mujer, ya estás libre de tu enfermedad.
Entonces puso las manos sobre ella, y al momento la mujer se enderezó y
comenzó a alabar a Dios. Pero el jefe de la sinagoga se enojó, porque Jesús la
había sanado en el día de reposo, y dijo a la gente:
- Hay seis días para trabajar; vengan en esos días a ser sanados, y no en el
día de reposo.
El Señor le contestó:
- Hipócritas, ¿no desata cualquiera de ustedes su buey o su burro en día de
reposo, para llevarlo a tomar agua? Pues a esta mujer, que es descendiente de
Abraham y que Satanás tenía atada con esta enfermedad desde hace dieciocho
años, ¿acaso no se la debía desatar en el día de reposo?
Cuando Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron avergonzados; pero toda la
gente se alegraba al ver las grandes cosas que él hacía.
Jesús dijo también ‘¿A qué se parece el reino de Dios y con qué puedo compararlo? Es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo,
y que crece hasta llegar a ser como un árbol, tan grande que las aves hacen nidos
en sus ramas’. También dijo Jesús: ‘¿Con qué puedo comparar el reino de Dios?
Es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer
fermentar toda la masa’”. (Lucas 13:11-21)
Es la historia de una mujer víctima de una enfermedad cruel que la
sometía brutalmente cada hora de su existencia. Su columna vertebral
había perdido la verticalidad, doblándose de tal manera que estaba
obligada a mirar hacia abajo, teniendo el polvo de la tierra como horizonte natural, necesitando hacer grandes esfuerzos para comunicarse
con la gente. Estaba sometida a condiciones infrahumanas, como un
cuadrúpedo vivía en una situación vergonzosa y humillante. Le resultaba casi imposible establecer contacto ocular con otro adulto. Hacía
dieciocho años que venía sufriendo esa implacable enfermedad. Hasta
que apareció Jesús, el sanador.
Conmovido por su dolor realizó el milagro de la restauración. Las
mujeres estaban en una sección aparte del templo. Cuando Jesús le
pidió a la mujer encorvada que viniera, estaba transgrediendo la norma
que discriminaba a las mujeres, que las consideraba indignas de ocupar
el lugar de santidad de los hombres. Jesús no aceptaba ese reglamento
Editorial Montemorelos
Una metáfora de la libertad
segregador, que excluía a las mujeres, atacándolo al quebrantarlo de
ex profeso. Era una forma de decir que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre, concediéndole dignidad e interés especial ante la
presencia de Dios. De la misma manera lo hace cuando predica acerca
del hombre que plantó la semilla de mostaza y la mujer que puso la
levadura en la masa. Trata ambos géneros en pie de igualdad.
Annice Callahan en su libro Spiritual Guides for Today (1992) comenta el episodio del evangelio en estos términos: “Hablarle en público
representa dejar a un lado las restricciones impuestas sobre la libertad
de las mujeres. Situarla en medio de la sinagoga fue desafiar el monopolio de los varones sobre la gracia y el acceso a Dios. Afirmar que su
enfermedad no era un castigo divino a causa del pecado, fue declararle la guerra a todo el Sistema de Dominación. Tocarla fue revocar el
código de santidad con sus escrúpulos masculinos sobre la impureza
de las mujeres. Llamarla ‘Hija de Abraham’ fue hacerla un miembro
pleno del pacto en igualdad de condiciones con los hombres ante Dios.
Además, al sanarla en el día de reposo libera el Sábado para que sea un
jubileo de libertad y restauración”.
Entonces el Maestro procedió a la liberación de la enfermedad que
la tenía sometida durante tantos años. Poniendo su mano sobre ella
(cometiendo otro acto prohibido por las leyes rabinas), le dijo: “Mujer,
ya estás libre…” Al producirse el milagro estalló espontáneamente una
expresión de alabanza y reconocimiento de la intervención divina. Fue
un momento de alabanza y glorificación de Dios aquel sábado en el
medio de la Sinagoga, una genuina manifestación de culto como hacía
tiempo no se realizaba en ese lugar.
Pero sucedió que cuando aspiraba el perfume de su libertad, en
momentos que gozaba de ese ámbito de emancipación inesperadamente conquistado se sintió alterada por una voz severa y recriminadora. El sumo sacerdote desautorizaba la sanidad, declarando
ilegal el acto ya que transgredía la norma sabática. La reacción de
Jesús no se hizo esperar. Respondió con inusitada violencia e indignación. El Maestro raramente se enojaba. Fueron muy pocas las
ocasiones en que se enfadó. Ésta es una de ellas. No pudo reprimir
la irritación ante este supuesto representante de Dios, tan insensible a la necesidad y el dolor ajeno, estrecho de miras, practicante de
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
una doble moral, que desconocía el auténtico sentido y alcances de
la religión.
Era un dirigente religioso embotado por una ortodoxia rigurosa y
compulsiva, dominado por los imperativos del deber, que lo incapacitaba para ver la alegría de la salvación. También él era un “jorobado” que
vivía encorvado por el peso de las obligaciones. Sólo sabía de rituales y
cumplimiento estricto de las normas. Vivía bajo los mandatos del “deberías ser” o “deberías hacer”. Lo único que comprendía era la rigidez
y dureza de los estatutos y las normas. Más que custodio de la legalidad
era un súbdito del deber, una víctima del formalismo fundamentalista.
Por eso Jesús, en aquel día, explicó en que consistía la soberanía del
“reino de los cielos”, la auténtica religión, quiénes son los verdaderos
hijos de Dios, en definitiva, expuso la lección de la libertad. El mensaje
de emancipación seguramente tenía una aplicación para la mujer sanada. Fue como decirle que ahora podía ella crecer, quizás tener hijos, se
abría para ella un nuevo mundo de oportunidades y esperanza.
Dos teologías contrapuestas
La historia de la humanidad puede resumirse
en la eterna confrontación entre dos fuerzas antagónicas,
una de progreso hacia la racionalidad, la libertad y la coexistencia plural,
y otra retrógrada hacia la preeminencia del instinto y la sinrazón,
del monolitismo religioso y la intolerancia fanática
Mario Vargas Llosa
La historia del evangelio transcripta dibuja senderos que se bifurcan, mundos contrapuestos. Nos confronta dos tipos de religiones antagónicas, dos morales y dos cosmovisiones antinómicas de la existencia.
Para aquel guardián de la ley ―el “jefe de la sinagoga”―, el cuarto
mandamiento prescribe: “Seis días trabajarás y harás toda tu obra; mas
el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna...” (Ex.20: 9-10). Su respuesta se ajustó exactamente a la letra de la
ley, no a su espíritu. Concebía una religión del cumplimiento, del some-
Editorial Montemorelos
Una metáfora de la libertad
timiento a un orden superior, pero no comprendía el sentido del amor y
la libertad que tiene esa orden. No había descubierto que “el sábado ha
sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mr.2:27,
BJ). Sólo reconocía las fórmulas de los rituales y las ceremonias litúrgicas no los signos milagrosos de la gracia divina. Era feligrés de un Dios
severo e implacable, desconocía el Dios del crecimiento de la semilla
que se convierte en árbol y el Dios de la libertad, que es el infinito torbellino de posibilidades.
Esa concepción religiosa era el fundamento de una moral de apariencias. Todas las leyes tienen excepciones, especialmente las destinadas a regular la conducta humana. Pero las excepciones estaban al
servicio del intérprete, sólo proporcionaba beneficios a su guardián no
a los presos del sistema. Era por tanto, una moral egoísta que estaba
a contramano de la benevolencia. Jesús denunció esa doble moral y
puso en evidencia sus contradicciones. Trató de “hipócrita” a su mentor, descalificándolo públicamente por enseñar valores distorsionados
y malsanos. Entonces, el Maestro confrontó la moral de la obligación
con la moral de la libertad. De su discurso, habló de la semilla fecunda,
que desprende el olor de las flores y las frutas, donde vuelan las aves
con un sentido de la plenitud. Su palabra suelta y franca, manifestó una
ligereza caudalosa que superó todas las inhibiciones. Del sermón de
Jesús de aquel sábado en la Sinagoga emerge la fuerza expansiva del
desarrollo que alcanza a todo hombre y mujer con el signo misterioso y
dichoso de una gracia gratificante y multiplicadora.
El intransigente jefe de la sinagoga parecía concebir el mundo bajo
un sistema de necesidad, movido por la sucesión implacable de un orden riguroso que determina los días y los actos, como el reloj que dispone cada segundo, sin dejar fisuras ni espacios libres. Todo está fijado
por un orden donde todo está previsto. No hay azar ni casualidad, sólo
estricta necesidad. Es el dominio de la racionalidad fría y reglamentada. Un mundo de leyes y obediencia, bajo la hegemonía de la inercia,
sin sorpresas ni novedad. La religión que de allí se desprende, debe
recitar mecánicamente las fórmulas del deber, obedeciendo los imperativos que dictaminan los representantes del sistema.
Jesús enseñó otra religión y una cosmovisión muy diferente. Su bre-
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
ve homilía es altamente significativa y sugestiva:
“¿A qué se parece el reino de Dios y con qué puedo compararlo? Es como una
semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo, y que crece hasta llegar
a ser como un árbol, tan grande que las aves hacen nidos en sus ramas. También
dijo Jesús: ‘¿Con qué puedo comparar el reino de Dios? Es como la levadura
que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la
masa’.” (Lucas 13:18-21)
Un discurso que habla de expansión, crecimiento y prodigalidad.
De cosas pequeñas que se abren, dilatan y multiplican por todo el espacio, para fructificar y alimentar. Enseña del árbol que ofrece generosamente sus ramas a las aves para que éstas hagan sus nidos y procreen
llenando de vida y movimiento el cielo. Predica de la fecundidad, de
las maravillas de la gestación, de la abundancia exuberante de las cosas
creadas; libera nuevas vivencias de prosperidad y grandeza. Es todo lo
opuesto a la sobria parsimonia del sacerdote que reproduce las formas
estrechas y mezquinas del legalismo. En definitiva, en aquel sábado de
sanidad, Jesús proclamó la vigencia del lenguaje vivo de la auténtica
religión que enseña las verdades eternas del amor y la libertad.
Vidas paralelas
Construid el templo de vuestra libertad
no volviendo al momento en que fuisteis despojados de ella
Juan Pablo II
La «jorobada» representaba al público de la sinagoga, abrumado y
doblegado bajo el pesado e insoportable yugo de la enseñanza sinagogal de cariz legalista e intimidatorio. Esta historia de la mujer sanada
en sábado, que aparece en el capítulo 13 de Lucas, es paralela a otro saneamiento ocurrido también en sábado (¿habrá sido el sábado siguiente?) de un hombre hidrópico que narra el capítulo siguiente (14:1-6),
del mismo evangelio. El hidrópico es el que tiene el vientre y el cuerpo
hinchado por la acumulación de líquidos, que igual que la mujer encorvada, puede considerarse un símbolo de los fariseos y sacerdotes, que
estaban hinchados de su propia doctrina. La enseñanza impartida en la
Editorial Montemorelos
Una metáfora de la libertad
sinagoga «doblega» en lugar de elevar y es como un líquido que inflama
pero no alimenta, sino enferma. Ambos personajes son también una
caricatura del pueblo subyugado, por una religión que desconoce las
auténticas verdades del Reino de los Cielos.
A pesar de la Ley del reposo sabático, Jesús libera al hidrópico, lo
mismo que curó a la mujer jorobada. El argumento que emplea es el
mismo: se puede hacer bien en sábado; “si vosotros admitís rescatar
en sábado un animal caído a un pozo, con más razón se puede curar
a un ser humano.” Cuando está en juego el bien y la dignidad de las
personas, no hay excusa en ninguna ley. Lo sugestivo es que tanto la
mujer jorobada como el hidrópico no eran casos de urgencia. Jesús podía haber esperado un día más para sanarlos (como le pidió el jefe de
la sinagoga), pero no lo hizo. Con ello está mostrando el escaso valor
de la casuística farisaica y el valor supremo de la persona humana. Para
Jesús todo tiene que ponerse al servicio del hombre, ya que éste es «señor del sábado». Una vez que ha enderezado a la mujer y liberado al
hidrópico, podrá instruirlos sobre el banquete del reino.
¿Qué sabemos de estos dos personajes antes o después de ese acontecimiento central en que se encontraron con Jesús? ¿Quiénes eran?
¿Cómo se llamaban? ¿Qué fue de ellos? No lo sabemos, más que el
hecho de que eran enfermos de larga data. ¿Por qué el evangelio es tan
avaro en proporcionar información? Probablemente porque el anonimato permite alcanzar a más cantidad de lectores que puedan sentirse identificados con ellos, en sus dolores y desgracias. Una mujer y un
hombre, como representantes de la humanidad, ambos enfermos como
millones, ambos encontraron en Jesús la salud y la redención de sus vidas, produciendo un cambio sustancial, al dejar de ser discapacitados y
minusválidos. Jesús les concede la dignidad de personas sanas, dándoles una nueva oportunidad de vida plena y potencialmente realizable.
Esa intervención de Jesús fue un llamado a la libertad.
Cuando Jesús puso sus manos sobre la mujer y le dijo que era “libre”,
inmediatamente se enderezó y empezó a alabar a Dios. No siempre
el Señor produce sanidad en forma tan repentina, pero aquel milagro
realizado el sábado en la sinagoga puede repetirse en todos aquellos
que se sientan oprimidos por el peso de los fracasos, las angustias, los
dolores u otras razones que están doblando o inflamando la existencia
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
haciéndola difícil o casi imposible de soportar. De alguna manera esas
historias del evangelio conservan vigencia a lo largo de los milenios y
los siglos para todo aquel que se sienta “jorobado” por sus cargas o hinchado por líquidos enfermizos. La oferta de libertad también sigue en
vigor a fin de dar gracias, “por todas las cosas maravillosas” que Dios
continúa realizando.
Editorial Montemorelos
Capítulo 12
Vidas paralelas:
La mujer perdonada y
el ciego sanado
“Busca a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario”.
Antonio Machado (1989, t.1, 629)
E
n el tomo 1 de esta obra, reflexionábamos acerca del método
comparativo y los contrastes, que aparece como algo constitutivo de la literatura bíblica, cuyo formato paradigmático es
el paralelismo, ya sea de manera sinonímica o por antítesis.
Por ejemplo, en Proverbios10:19 se opone: “En las muchas palabras no
falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (paralelismo
antinómico). Un muestra de paralelismo sinonímico es: “El corazón
del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia” (Prov.18:15). Comentábamos al respecto que “en la articulación
de los contrastes aflora el saber y aparece la verdad con respecto a la
realidad de la persona humana” (Pereyra, 2004, 13). En la publicación
anterior presentamos varios ejemplos de vidas contrastantes, como son
las de Saúl/David (1 Samuel), Nicodemo/mujer samaritana (Juan caps.
3 y 4) y Pedro/Judas (evangelios). En este volumen, queremos tratar el
paralelismo de dos personajes, una mujer y un hombre, que se encuentra en el Evangelio de Juan, en los capítulos 8 y 9.
( 129 )
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Biografías Bíblicas
El método comparativo se diferencia del estudio específico de las
características de un sujeto, centrado en la trayectoria individual con
acontecimientos marcados que tienden a polarizar la narración en términos de un antes y un después, para descubrir el perfil básico de la
persona. En cambio, las relaciones comparativas se basan en oposiciones y semejanzas, en la búsqueda de organizaciones estructurales que
identifiquen roles, funciones o definiciones que posibilitan la analogía
o la correlación. Se indaga el entrecruzamiento de los relatos de vida
para describir las conexiones que faciliten la liberación de nuevos significados, que abran otros horizontes interpretativos que el centrado
en la exégesis específica. Se trata de una mirada múltiple emplazada en
dos relatos biográficos, bajo el formato de “vidas paralelas” (Pujadas,
1992), para utilizarlos como una nueva unidad de estudio
Por ejemplo, en la primera parte del Evangelio de Juan se presentan dos relatos sucesivos que tienen como protagonistas sendos personajes, un hombre y una mujer, que aparecen dialogando con Jesús. El
primero es Nicodemo, que se encuentra en el capítulo 3:1-21, en tanto,
el segundo, la mujer samaritana, se halla en el capítulo 4, del 1 al 30. En
esos encuentros afloran sus respectivas historias de vida, que aunque
fuertemente contrapuestas aparecen unidas por conexiones sutiles (ver
Pereyra, 2004). Nada hace pensar que el autor haya tenido la intención
de compararlos, pero la descripción que se hace de ellos resulta tan
llamativamente diferente, que forzosamente tendemos a relacionarlos.
No nos extendemos en el tema ya que fue suficientemente tratado en
el tomo anterior. Aquí seguimos la misma lógica, para descubrir que
en la segunda parte del evangelio aparece otra pareja de personajes,
que aunque aparentemente no tienen ninguna relación, igualmente
podemos conjuntarlos para buscar cómo se articulan ambas historias y
qué podemos extraer de ellas. Se trata de la mujer adúltera que fuera
perdonada en el patio del templo (8:2-11) y el ciego de nacimiento que
fuera curado por Jesús (cap.9).
¿Quiénes fueron esas personas? ¿Cómo se relacionan entre sí?
¿Qué semejanzas y contrastes se pueden descubrir entre ellos? ¿Qué
enseñanzas o ideas transmite la experiencia que vivieron en aquellos
memorables encuentros con Jesús? ¿Qué nos dicen esas historias acerca de la psicología de tales personajes? La idea es interrogar los relatos,
Editorial Montemorelos
Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
penetrar en su significado, descubrir las correlaciones que articulan
ambos personajes más que los datos específicos de cada uno de ellos y
buscar los mecanismos de comprensión múltiple, más allá del proyecto
o plan de aquel que los escribe.
¿Cuáles son las razones para integrar ambos personajes? La mujer
fue “usada” por los filisteos para atrapar a Jesús, era parte de una conspiración o trampa (8:6) para desacreditarlo y condenarlo, a fin de eliminar la influencia del Maestro que atentaba contra el establecimiento
de los dirigentes religiosos (ver 7:44-52). En cambio el ciego parece ser
parte de una contraofensiva de Jesús ―en esa confrontación ideológica que estaba planteada―, ya que ese milagro puso en evidencia la
“ceguera” de los filisteos y sacerdotes, que aparecen enjuiciados por la
incapacidad de percibir la divinidad de Jesucristo. Asimismo, tanto el
adulterio como la ceguera eran considerados pecados, aunque de carácter muy diferente, en tanto, el perdón y la visión son expresiones de
las estrategias redentoras y de liberación que despliega Jesucristo.
Estrategias de muerte o de vida
“Entonces Jesús dijo:
‘Para juicio he venido a este mundo;
para que los que no ven, vean;
y los que ven, sean cegados’.”
Elena G. de White (CyV, 301)
Ambos relatos presentan dos niveles de interpretación, uno aparente y otro profundo, uno supuesto o simulado y otro real. En el caso
de la mujer perdonada, se le acusa de haber sido sorprendida en adulterio (Jn.8:2-11). Pesa sobre ella la sentencia de una condena a muerte
y es llevada ante Jesús para el dictamen final, sin embargo, la cuestión
de fondo era otra, ya que todo constituye una estratagema para “tenderle un lazo” a Jesús “y poder acusarlo” (Jn.8:6). Plantea un escenario
de juicio, que ubica a Jesús como Juez supremo, a fin de condenar a la
adúltera, pero es un teatro, una mera farsa, porque la intención vertebradora de ese montaje era enjuiciar a Jesús, él era realmente el acusaMario Pereyra
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Biografías Bíblicas
do, no la mujer, ya que pretendían hacerlo transgredir la ley (romana
o mosaica) y destruirlo. De la misma manera, el relato del ciego de
nacimiento también presenta un doble mensaje (Jn.9). A primera vista
se trata de la curación de un ciego, pero la razón principal era abrirles
los ojos a los sacerdotes y fariseos, que eran más ciegos de lo que había
sido el mismo ciego de nacimiento (Jn.9:40). De modo que el adulterio
y la ceguera eran subterfugios de dos tipos de estrategias diferentes.
Por un lado, las maniobras malvadas de los sacerdotes y fariseos que
no tuvieron reparos en utilizar una pobre mujer para llevar a cabo sus
intenciones criminales y por otro lado la estrategia redentora de Jesús,
que aprovecha las circunstancias (al beneficiar a las víctimas del pecado y la enfermedad) para enviar un mensaje de vida a sus adversarios.
En esencia, los dos relatos presentan sendas situaciones de juicio,
en el primer caso, era el juicio de la mujer adúltera, aunque quien realmente se quería enjuiciar era a Jesús, pero en definitivo, los verdaderos
juzgados y condenados, fueron los “escribas” y “fariseos” (8:3), ya que
al oír las palabras de Jesús, “acusados por su conciencia, salieron uno a
uno, empezando desde los más ancianos” (8:9), hasta no quedar ninguno. En tanto, en el caso del ciego, es más claro que es Jesús quien pone
a juicio a los fariseos (9:13). Lo dice en forma clara: “Para juicio he
venido a este mundo; para que los que no ven, vean; y los que ven, sean
cegados” (9:39). En definitiva, estas palabras de Jesús sitúan ambos
episodios ante el auténtico juicio, que no es un juicio de cumplir con la
“Ley de Moisés” (8:5) o la ley de la enfermedad, o la ley romana, sino
el juicio de la condenación del pecado, que solamente Jesús permite
liberar. Ante la pregunta de los fariseos: “¿Somos nosotros también
ciegos?”, “respondió Jesús: ‘Si fuerais ciegos, no tendrías pecado. Pero
ahora que decís: ‘Vemos’, vuestro pecado permanece’.” (9:40-41).
El Dr. Mario Veloso (1997, 263), comenta estos episodios, diciendo: “El ciego acepta la acción de Jesús, lo ilumina, le devuelve la vista,
y lo libra del pecado. Los fariseos lo rechazan y permanecen en su pecado. La presencia de Cristo divide a los hombres en estos dos grupos:
Los que creen en él, abandonan su pecado; y los que no creen, en el
pecado permanecen. Este es el juicio divisorio que establece la presencia de Cristo entre los hombres. Pero cada uno debe decidir. El ciego
decidió aceptar a Jesús: Creyó en él y lo adoró. Los fariseos decidieron
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Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
rechazarlo. No creyeron en él y permanecieron en sus pecados. El que
rechaza a Cristo se ata a sí mismo a su pecado; y el que lo acepta, recibe
la liberación.”
En consecuencia, la historia de nuestros dos personajes constituye
el campo de batalla de un conflicto entre “los escribas y los fariseos”
(8:3) y Jesús, que exhibe un enfrentamiento de doctrinas y estrategias
divergentes, una de muerte y otra de vida. Para pensar el poder, decía el filósofo francés Michel Foucault (Castro, 2004, 50), no hay que
concebirlo como una propiedad sino como una estrategia, un conjunto de “disposiciones, maniobras, tácticas, técnicas, funcionamientos”.
Los fariseos estaban al servicio del poder, recurriendo a maniobras de
duplicidad y engaño, violentando a la mujer y buscando intimidar al
ex ciego, con abusos y cinismo. En contra de esas estrategias del mal,
Jesús recurre a la estrategia de lo mejor, de perdón y curación, de liberación y salvación, abriendo la visión a la fe y a la redención.
Perfiles de personalidad
Los perfiles de personalidad son una poderosa herramienta de análisis,
que nos permite comprender las motivaciones y las intenciones
de las personas que determinan los movimientos principales de su existencia.
Elena G. de White (CyV, 301)
El patrón óptico o perceptivo.
Los perfiles de personalidad son una herramienta de información importante para conocer a las personas, ya
que trata de identificar los patrones de decisión y acción que predicen
la conducta. Tienen valor para entender la historia e interpretar cómo
es una persona, que puede ser semejante a otras en muchos aspectos,
pero que tiene diferencias propias que la distinguen de otras personas
de su misma condición. Por ejemplo, la mujer sorprendida en adulterio, es posible que fuera bonita, joven, ingenua, receptiva, dependiente,
callada, víctima de las circunstancias, quizás con una pobre visión de la
realidad, tanto en lo social y político, como en lo moral. Sería la psicología de una mujer común, pues en aquellos días estaban supeditadas al
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
arbitrio de los hombres poderosos. Pero, ¿por qué esa mujer en particular fue la que tuvo el privilegio de encontrarse con Jesús? ¿Qué tenía
ella de distintivo? ¿Cuál fue el perfil de su personalidad o el patrón de
su comportamiento típico?
Pero, ¿es posible delinear un perfil de personalidad de quién poseemos muy escasa información? De esa mujer sólo tenemos dos palabras
que pronuncia, cuando Jesús le pregunta: “¿Dónde están los que te
acusaban?” Hasta fue necesario que Jesús le adelantara la respuesta,
probablemente porque estaba cohibida o choqueada por lo sucedido,
por eso agrega: “¿Ninguno te condenó?” Y entonces, recién ella contesta: “Ninguno, Señor”. Sólo sabemos lo que sucedió con ella en esa
ocasión, que deberíamos interpretarlo como el hecho más importante
de su vida, el hito más significativo que marcó un cambio decisivo en
su existencia y destino. Pero, ¿qué fue de ella antes y después de ese
acontecimiento? Seguramente después se convirtió en una seguidora
de Jesús, acompañándolo en sus viajes y ministerio (Luc.8:1-3). Probablemente estuvo presente en la crucifixión y supo de la resurrección
(Mat.27:55). Habría que pensar que fue miembro de la iglesia apostólica y que se constituyó en predicadora de las buenas nuevas de la
salvación. Acerca de su historia pasada, lo único que conocemos es que
era casada y cayó en adulterio, probablemente bajo la conspiración de
los fariseos, quizás con la complicidad del amante y del esposo (ver
Pereyra, 2004ª). ¿Es posible con estos datos identificar un patrón de
comportamiento? Creemos que sí.
El relato de la mujer perdonada, en su estilo narrativo, contrasta
fuertemente con la narración del capítulo 9 del Evangelio de Juan, por
su dinamismo, dramatismo, intensidad y por constituir un espectáculo
ante la mirada de todo el pueblo que “vino a él” (Jn.8:2). Es una obra
de un solo acto, que apela a la mirada, a la observación; tiene primordialmente un contenido óptico. En cambio, el relato del ciego sanado
tiene un carácter dialéctico, de discusiones, argumentaciones y planteamientos lógicos, con un estilo reflexivo, que apela al pensamiento.
Desde esos dos contextos literarios emergen sus sendos protagonistas.
Nuestra hipótesis es que el relato no solo describe los hechos sino también sus actores, que el estilo narrativo es otra forma de decir algo acerca de quien se dice.
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Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
Juan 8:2-11 diseña una escenografía muy vívida, casi la podemos
imaginar con detalles. Jesús llega al patio del templo. Una gran multitud lo sigue y se apresta a escucharlo. El Maestro se sienta y está
por empezar la lección de esa mañana. De pronto, sorpresivamente, aparece una comitiva con los principales sacerdotes, ataviados
con ropas espléndidas, detrás de los cuales, traen arrastrando a una
mujer desgreñada. Es un momento de gran tensión y expectativa.
Entonces, uno de los ancianos más encumbrados, interroga a Jesús.
“Maestro, esta mujer ha sido tomada en el mismo acto del adulterio.
En la Ley, Moisés nos mandó apedrear a estas mujeres. ¿Qué dices
tú?” (8:4-5). Podemos imaginarnos a todo el pueblo observando boquiabiertos, fascinados por el espectáculo increíble que estaban presenciando. “¿Qué diría el Maestro?” “¿Será que habrá un apedreamiento?” Estamos en medio de una escena donde los gestos dominan
sobre las palabras. El rostro expectante y presumido del sacerdote,
que ya avizora el triunfo, la mujer con el semblante desencajado,
angustiada, esperando resignada las piedras que terminarían con su
desdichada vida. Entonces, Jesús hace otro gesto significativo, ante
la extrañeza y estupefacción de los sacerdotes, se agacha e inclinado
en tierra comienza a escribir. Los sacerdotes que lo rodean leen en
el piso, escrito con polvo, la suciedad de sus vidas inmorales. “¡Tú
también eres un adúltero!” “¡Corrupto!” “¡Ladrón!” y así, después
de cada nombre se leían los pecados de cada dignatario. El pueblo
mira sin entender lo que está pasando, sólo ve a los sacerdotes alejarse horrorizados, casi corriendo, uno por uno. Finalmente, queda
Jesús con la mujer, en medio del patio, aturdida, confundida y asombrada. Ella sí pudo leer lo que el pueblo no pudo. Entonces, Jesús,
le pregunta: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te
condenó? Ella contestó: ‘Ninguno, Señor’.” (vs.10-11)
Este relato presenta un estilo narrativo de carácter óptico, centrado en los movimientos que transcurren ante la mirada de la gente.
Estamos en presencia de un escenario de acciones y representaciones, la exacerbación de un juego de apariciones y apariencias, en el
campo de la fascinación y la seducción, todo aquello que cae bajo la
esfera de la contemplación, de imágenes cambiantes que impactan.
Hay que tener en cuenta “que lo que seduce no tiene que ver con la
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Biografías Bíblicas
belleza o la fealdad en sí, o sea con un discurso de valores y de moral,
sino con aquello que deja al sujeto perplejo, sin palabras, fuera del
discurso. ... no apunta a un sentido sino que rescata el efecto fascinante de lo que está más allá del sentido” (Zambrini, 1993, 14-15).
Si la mujer cayó en adulterio, podemos pensar que fue por efecto
de la seducción, por ser una mujer externalizada, ocupada más en
lo externo que en los valores morales internos. Esta característica
se corresponde a la “personalidad dramática con impacto estético”,
que fuera descripta por David Liberman (1978): “Se trata de una
personalidad que muestra, exterioriza. Se expresa con una gran riqueza mímica y verbal. En general son personas muy atractivas y seductoras, con tendencia a la dramatización. Su modo de presentarse
no pasa inadvertido. Poseen una gran plasticidad y teatralidad. Parecen vivir todo con mucha intensidad, lo que les permite producir
en el otro un fuerte ‘impacto estético’. Su lenguaje es pleno de adjetivos, dan pocos datos concretos. Su lenguaje es rico en metáforas.
Ejemplo: ‘me duele el corazón’ o ‘me clavó un puñal’ para hablar de
un dolor amoroso… Son personas que captan rápidamente el interés
del otro y tratan de adaptarse a lo que suponen se espera de ellos. En
las relaciones les cuesta hacer verdaderos contactos. Tienden a ser
centros de atención y no les molestan las situaciones de exposición,
si bien en ese lucirse, suelen depender enormemente de la mirada de
otros. Suelen presentar problemas en la sexualidad, frigidez o impotencia. Su necesidad de llamar la atención y su afán de hacerse notar
está al servicio de seducir y estar ubicados en el ‘centro de la escena’.
Necesitan ser estimados. Tienen por lo tanto un beneficio secundario, ya que muchas veces logran llamar la atención de su familia y su
entorno (por ejemplo, con alguna dolencia física)” (Ruiz, 2005).
El patrón cognitivo o reflexivo. En cambio, todo el capítulo nueve, donde transcurre la historia del ciego que recupera la visión, es una obra
en tres actos, algunos de ellos con varias escenas, de acuerdo a Mario
Veloso (1997). La primera sección, contiene el relato de la curación
del ciego (vs1-7). La segunda (8-34), incluye cuatro escenas, el interrogatorio de los vecinos (8-12), el primer interrogatorio de los fariseos
(13-17), luego sigue el interrogatorio a los padres (18-23) y finalmente
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Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
continúa el segundo interrogatorio de los fariseos (24-34). La última
sección (35-41), presenta el tema de la ceguera espiritual, exponiendo
el encuentro de Jesús con el hombre sanado (35-38) y el pecado de los
fariseos (39-41).
Es un capítulo lleno de preguntas (vs.2,9,10-12,15-17,19,2627,34,35-36,40), de discusiones; es dialéctico, controversial, con mucho
intercambio verbal, interrogatorios, donde se debate la cuestión del
milagro de la curación del ciego producida en sábado y si Jesús “era
el Mesías” (v.22). Es, pues, un conflicto ideológico que debe dirimirse
en la confrontación de las ideas, en el campo de la lógica. Cómo puede
apreciarse estamos en un contexto narrativo muy diferente al del capítulo anterior. En este entorno emerge la figura del ex ciego como una
persona con criterio propio, claridad conceptual, que no se deja intimidar por la prepotencia y el autoritarismo de los fariseos, como ocurrió
con los padres (18-23). Tiene intuiciones certeras, capta el sentido de
las preguntas, responde con corrección, en forma objetiva y precisa,
ajustándose a la verdad de los hechos.
Las respuestas del ex ciego llaman la a atención. Los fariseos quieren confundirlo con la discusión teológica, pero él contesta con certeza
y con el argumento irrefutable de su experiencia personal: “Entonces
él respondió: ‘Si es pecador, no lo sé. Pero una cosa sé, que yo era ciego, y ahora veo” (Jn 9:25). Incluso le resulta difícil entender como los
fariseos siendo teólogos no sean capaces de distinguir la divinidad de
Jesús “Esto es asombroso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí
me abrió los ojos” (v.30). Es evidente que alguien capaz de hacer un
milagro tan extraordinario deba tener un carácter divino o algo semejante, sin embargo, estos intelectuales son rígidos y obsesivos, manteniéndose inflexiblemente en la misma postura; “¿Por qué lo queréis oír
otra vez?” (v.27), pregunta un tanto fastidiado el nuevo vidente, ante la
insistencia de los fariseos, respondiéndoles con ironía: “¿Queréis vosotros también haceros sus discípulos?” (v.27).
La manera de razonar y juzgar del ex ciego es impecable, por su lógica y firmeza en sus convicciones. Mientras los fariseos buscan imponer
sus ideas por la fuerza de la autoridad, el nuevo vidente sostiene una
lógica irrebatible, basado en su experiencia personal. Demuestra una
clara capacidad de discriminación y no se deja engañar por las sutilezas
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Biografías Bíblicas
de las argucias teológicas ni por el impacto del ambiente (seguramente
fue interrogado en alguna sala lujosa del templo o del Sanedrín), como
ocurrió con la mujer perdonada. Un hombre que toda su vida ha tenido
que mirar hacia adentro, buscando discriminar los signos del exterior
con los poderes de la reflexión, no se deja engañar por las imágenes impactantes y las estrategias de la apariencia (como sucedió con la mujer
perdonada). Estas características se corresponden a la “personalidad
reflexiva”, descrita por Liberman (1978).
Se trata de personas “observadoras, austeras con un predominio de
lo racional. Son generalmente buenos escuchas y más bien pasivos…
Su ideal del yo es muy alto, así como su conciencia y su moral. Tienden
a manejarse ingenuamente y se mueven con la lógica y por lo general
no comprenden aquello que no siga esa lógica... Discriminan lo fundamental de lo accesorio con facilidad, y funcionan bien en las actividades autónomas; no les gustan los horarios fijos ni el control. Les cuesta expresar los afectos. Están todo el tiempo pensando y analizando,
pero normalmente muestran el final de frase. Son muy autoexigentes y
los exámenes internos no se pasan... Este estilo posee la capacidad de
disociarse, de observar sin participar para percibir totalidades con los
detalles distinguibles dentro de dichas totalidades” (Ruíz, 2005).
Iluminando nuevas visiones
“Tengo que hacer las obras del que me envió, mientras es de día.
La noche viene, cuando nadie puede obrar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”
Juan 9:4-5
En la sección anterior tratamos los personajes más importantes
de los dos episodios del Evangelio de Juan en estudio. Ahora consideraremos las intervenciones de Jesús, como actuó en cada caso.
En la narración de la mujer perdonada, reiteramos, casi todo es de
predominio de la mirada, con la escenografía del simulacro y el engaño montada por los fariseos. Pero Jesús actúa con la estrategia de
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Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
la verdad, muy diferente a la maniobras de fingimiento de sus adversarios; plantea la cuestión fuera del espacio visual, en el plano de la
conciencia, en el nivel de la moral y los valores, en la interioridad de
cada ser humano. La única parte de esa escena que sale de la esfera
de la mirada es cuando Jesús proclama: “El que de vosotros esté sin
pecado, tire la primera piedra” (Jn.8:7). Esas palabras apuntan al
ámbito de la realidad interna de cada uno, al reconocimiento de la
condición personal; es un llamado a la introspección, a escudriñar,
el propio yo, a realizar la autoexploración con sinceridad de la propia conciencia moral.
Aunque es un escenario dominado por el impacto visual y las
estrategias del simulacro, Jesús se centra en el plano moral, en el
juicio de la conciencia. Hay un juicio legal y un juicio moral. “Los
escribas y los fariseos” proponen un juicio legal, basado en leyes
que juzgan la conducta, sin investigar cuales fueron las intenciones
que llevaron a esos hechos. Jesús anunció: “Para juicio he venido a
este mundo” (9:39). ¿Pero a qué tipo de juicio se refiere? Aquí lo
aclara. No es el juicio de la hipocresía y la impostura, basado en las
astucias de la mala fe, sino un juicio verdadero y sincero. Es sabido
que los poderosos compran a los jueces y así los tribunales humanos
no son confiables, pero el juicio de la propia conciencia es insobornable, especialmente si está iluminado por Dios. Por eso Jesús
proclama que es la “luz del mundo”, para esclarecer las conciencias
y reconocer los propios errores, a fin de buscar el perdón de los
pecados. Jesús recupera el rol de “despertador de conciencias” que
deberían haberlo ejercido los mismos fariseos y sacerdotes, pero,
por el contrario, ellos habían contribuido a embotar e insensibilizar
la percepción espiritual con su comportamiento simulado y doble
moral, llegando a ser implacables con las faltas ajenas y excesivamente benévolos con las propias.
Por su parte, el capítulo 9 de Juan es un texto dominado por
tinieblas que se disipan, donde el espacio de la narración tiene, por
momentos (cuando aparecen los fariseos), algo indefinido y borroso, cuando no voluntariamente negro y oscuro, pero que finalmente
despliega la sustancia lumínica de la gloria de Dios, con la revelación de Jesucristo. Aquí el Maestro interviene al principio y al fin
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Biografías Bíblicas
del capítulo, cuando abre los ojos al ciego a las luces del día y luego
al final, cuando encuentra nuevamente al hombre recuperado de
la visión. En la primera parte, le da la visión física y al final, la visión espiritual, al preguntarle: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” (35),
Respondiendo: “¡Creo, Señor! y lo adoró” (v.38). Esa confesión de
fe y acto de adoración, le permitió abrir sus ojos a lo trascendente
y percibir los horizontes de la eternidad. En contraste, los fariseos
permanecen en el pecado de su obcecación, sin percibir la divinidad
de Jesús. Esa es la principal ceguera. Aquí el juicio del Maestro se
refiere a la apertura a lo espiritual. El hombre curado, tiene esa
capacidad de abrirse más allá de las luces físicas, para asumir una
actitud de fe, que no la revelan los que deberían estar más capacitados, por su formación religiosa.
Al comparar los dos relatos (8:2-11 y 9), se observan temas semejantes y respuestas que se complementan. La pregunta de los fariseos en el patio del templo —¿Qué dices tu, sobre el pecado de
esta mujer que merece apedrearse? —, es semejante a la formulada
por los discípulos cuando ven al ciego: “¿Quién pecó para que naciera ciego?” (v.2). Ambas preguntas apuntan a las causas del mal.
La respuesta que no da Jesús en el capítulo 8, aparece en el capítulo 9: “Ni éste pecó, ni sus padres, sino que sucedió para que las
obras de Dios se manifiesten en él” (v.3). Tanto para la mujer como
para el ciego, lo importante fue lo que ocurrió después: el perdón
y la visión. Lo importante no es lo que sucedió, sino lo que sucederá; no interesa los “por qué” sino los “para qué”, no hay que mirar
hacia atrás sino hacia delante. Atrás está la condenación, adelante
la liberación, atrás están las miserias humanas, los adulterios y las
conspiraciones del mal, adelante la gloria luminosa de las bendiciones divinas. Atrás está el pecado, delante el perdón, la curación y la
esperanza, siempre cuando Jesús este allí para producir esa transformación milagrosa.
El final de ambas historias también es semejante. En la primera,
los escribas y fariseos huyen condenados por sus propios pecados,
sin ser capaces de arrepentirse, en tanto, la mujer es perdonada y
liberada. En el caso del hombre sanado, los fariseos (aquí no aparecen los escribas), tocados en su conciencia, preguntan: “¿Somos
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Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
nosotros también ciegos?” (v.40), recibiendo el juicio condenatorio
por su falta de arrepentimiento: “Pero ahora que decías ‘Vemos’,
vuestro pecado permanece” (v.41). En cambio, el ex ciego cree y
recibe la bendición de Dios, la salud y la liberación. El contraste es
evidente y muy fuerte, Jesús la luz del mundo, ilumina a todo hombre, sin embargo, hay quienes prefieren permanecer en tinieblas y
son condenados por sus pecados, en tanto, aquellos desechados, pecadores y enfermos, marginados sociales, son los que se benefician
de la salud y de la salvación.
Perdón versus visión
“Entonces Jesús le dijo: ‘Ni yo te condeno.
Vete, y desde ahora no peques más’.
Otra vez Jesús les dijo: ‘Yo Soy la luz del mundo.
El que me sigue, no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida’.”
Juan 8:11-12
En el relato de la mujer perdonada, el perdón aparece como liberación de la condenación a muerte que le correspondía de acuerdo a
la legislación vigente. Cuando Jesús sentenció el caso, declarando: “Ni
yo te condeno, vete y no peques más” (8:11), estaba restituyéndole la
libertad y la capacidad de gozar de la vida en plenitud, sin el peso de
ese rótulo de “adúltera”. De igual manera, cuando el ciego recobra la
vista, adquiere la capacidad para moverse por sí mismo, se abren sus
ojos a la luz, dándole la posibilidad de ser dueño de sus pasos, de controlar su accionar en el mundo. Supone una liberación de las tinieblas
en las cuales había nacido. Así, la palabra libertad aparece entrelazando ambos relatos, exhibiendo la disposición de vida que Jesús trasmite, posibilitando un destino común de felicidad.
Asimismo, el tema del perdón se presenta como el remedio a la
condenación, que apunta hacia el pasado, donde la “mujer (fue) descubierta en adulterio” y, todavía más atrás, a la ley promulgada por
Moisés que dispuso el apedreamiento para esos casos. Así, el peso del
pasado condenatorio lleva a la mujer al cadalso, pero el perdón actúa
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
como liberación, abriendo las puertas del futuro, como algo nuevo que
se inaugura, bajo el signo de la esperanza. De modo, que la condenación tiene un sentido retrospectivo, en tanto, el perdón es prospectivo,
concede a la vida un sentido teleológico (del griego, “telos”, fin). Con
respecto al ciego los discípulos preguntan: ¿Quién pecó? ¿Éste o sus
padres? Es nuevamente la pregunta pretérita, causalista, que busca en
el pasado la respuesta. Jesús responde aplicando otra vez el principio
teleológico, ya que la cuestión no es de causa, sino de efecto, “sucedió
para que las obras de Dios se manifiesten en él” (9:3), esto es, mostrar
la gloria de Dios.
¿Hay alguna otra relación entre perdón y visión? ¿Qué componentes comunes tienen ambas acciones de Jesucristo? El perdón libera de
la culpa, la visión de la ceguera. Culpa y ceguera eran antiguamente
expresiones del pecado. La estrategia de Jesús es salvar al mundo del
pecado, por lo tanto, culpa y ceguera pueden ser revertidas gracias al
perdón y la visión. Por otra parte, el perdón abre un tiempo futuro
nuevo, sin la mácula de la condenación (el estigma social de “mujer
adúltera”) ni de la culpa (la vivencia interior de pecado). Por su parte,
la visión abre los ojos al espacio iluminado por los colores de la vida,
que libera al ciego de la dependencia de otras personas ―guía o lazarillo―, además, de conceder la capacidad para guiar los propios pasos
con seguridad por el mundo. Así, pues, el perdón abre las dimensiones
del tiempo, en tanto, la visión las dimensiones del espacio. Tiempo
y espacio son los parámetros básicos en que transcurre la existencia
humana.
Pero todavía hay otra dimensión que va más allá del espacio y el
tiempo, es la dimensión trascendente de la espiritualidad, la que abre
los ojos a las luces de la creencia, del reconocimiento de Jesús como
el Hijo de Dios y Salvador del mundo. El ciego expresa una notable
profesión de fe, al aceptarlo con profunda convicción: “¡Creo, Señor!”
Es como si las discusiones con los fariseos lo hubieran ayudado a comprender mejor la divinidad de Jesús, ya que antes lo veía sólo como
profeta (9:17), pero ahora lo adora como Dios. En el caso de la mujer
perdonada, no hay una declaración manifiesta de fe, pero Jesús debe
haber leído su corazón, entendiendo que esa era su disposición, ya que
le dijo: “Ni yo te condeno. Vete, y desde ahora no peques más” (8:11).
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Vidas paralelas: La mujer perdonada y el siego sanado
Así, que ambos personajes tuvieron el privilegio de acceder a la dimensión espiritual, a diferencia de los escribas y fariseos, que siendo
custodias de las verdades divinas, quedaron afuera de su administración.
En síntesis, estos dos personajes anónimos, una mujer y un hombre, los dos polos de los géneros humanos, tan opuestos entre sí, pero
a la vez unidos en la liberación y la salvación operadas sobre ellos, exhiben el abanico de las posibilidades de la humanidad, como si en ellos
quisiera decirse, que todos estamos representados. ¿Acaso todos no
tenemos un pasado que nos acuse y condene a muerte, como la mujer
adultera? ¿No somos ciegos a las verdades trascendentes que Jesús
ilumina con su gloria? Los escribas y fariseos también tenían un pasado condenatorio que los acusaba y culpabilizaba, pero ellos intentaban
neutralizarlo con las estrategias del ocultamiento y la cauterización de
la conciencia. También ellos eran ciegos a las realidades espirituales
que el Hijo de Dios estaba dispuesto a mostrar, si lo hubieran pedido
con humildad y arrepentimiento. Pero solamente aquella mujer débil
fue liberada y perdonada y solamente aquel ciego de nacimiento recibió la visión, física y espiritual. Del texto bíblico emana la fragancia
de la idea de si aquellos personajes del pasado pudieron recibir esas
bendiciones, las mismas están disponibles para todo aquel que se acerque a Dios, con espíritu de arrepentimiento y movido por la gracia de
la fe.
Mario Pereyra
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Capítulo 13
Bartimeo:
La búsqueda de visión
“Y la noche era la matriz de ese saber, el lugar,
el tiempo en el que se abren los ojos
y se puede finalmente ver de que lado está
la apariencia y de que lado la verdad”.
San Pablo (Gálatas 5:1)
E
l evangelio presenta un relato muy sugestivo, donde se describe una escena dramática, altamente emotiva, donde un
ciego es curado por Jesús. Ocurrió en las afueras de Jericó,
en el último viaje que realizó Jesús y sus discípulos a Jerusalén, donde fue crucificado. Allí en el camino se realiza el milagro a
través del cual Bartimeo obtiene la vista, luego de una súplica incansable, que expresa su fe inquebrantable, en el “Hijo de David”. Se trata
de una narración donde se entrecruzan varios senderos y posibilita diversas visiones de los hechos, unidas en un tejido de sutiles correspondencias. Un texto iluminador que enaltece el valor de la fe y presenta
a un personaje de características notables y ejemplar. El episodio es el
siguiente, según narra el evangelio:
“Entonces llegaron a Jericó. Y cuando Jesús, sus discípulos y una
gran compañía, salían de Jericó, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, es( 145 )
146
Biografías Bíblicas
taba sentado junto al camino mendigando. Al oír que era Jesús el nazareno, empezó a gritar y a decir:
― ¡Jesús! ¡Hijo de David! ¡Ten misericordia de mí!
Y muchos lo reprendieron para que callara. Pero él daba mayores
voces:
― ¡Hijo de David! ¡Ten misericordia de mí!
Entonces Jesús se detuvo, y lo mandó llamar. Lo llamaron diciéndole:
― Ten confianza. Levántate, te llama.
El entonces, arrojó su capa, se levantó y vino a Jesús. Y Jesús le preguntó:
― ¿Qué quieres que te haga?
El ciego respondió:
― Maestro, ¡que recobre la vista!
Jesús le dijo:
― Puedes irte. Tu fe te ha sanado.
Y en el acto recobró la vista, y siguió a Jesús por el camino” (Marcos 10:46-52).
Se trata de un relato ágil, fresco, transparente, con una escritura despojada
de falsos ornamentos y de una notable economía, que con muy poco dice muchísimo. Un escrito con palabras iluminadoras, que registra las operaciones de la
búsqueda y el hallazgo, cuando la fe convoca con pasión a la visión. Es un poema
que descubre el drama patético de una experiencia dolorosa, cruel y opresiva,
que mueve una energía incontenible de liberación alcanzando las luces de un
nuevo amanecer vital. Donde se propicia el diálogo, el llamado a la meditación,
que despliega la irradiación de los fulgores esplendorosos de la actitud trascendente; que habla de una identidad perdida por una larga y dolorosa desposesión,
que se recupera con valentía y coraje. Una historia que triunfa sobre la ceguera,
promoviendo la visión de nuevas realidades, develando el entretejido de finas
conexiones. Cuando se abren los ojos a la multiplicidad espléndida de la vida, en
forma súbita e inopinadamente. Todo ocurrido a la vera del camino.
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Bartimeo: la búsqueda de visión
En camino a Jerusalén
“Nuestra vida es un viaje en el invierno y la noche,
buscamos nuestro camino en el cielo donde nada brilla.”
Louis-Ferdinand Céline (1971, 70)
La historia del evangelio que describe Marcos (que tiene su paralelo en Mateo 20:29-34 y Lucas 18:35-43) narra con precisión una serie
de detalles sugestivos. El episodio ocurrió en camino a Jerusalén, en el
último viaje de Jesús. Se dirigía a Jerusalén para morir como los corderos que eran sacrificados en los holocaustos; avanzaba, pues, hacia
su destino de expiación y salvación. En ese camino que pasaba por la
muerte para llegar a la vida, aparece Bartimeo como ilustración anticipada de Cristo, pues vivía entre las sombras de la muerte de sus ojos,
para luego adquirir las luces de la visión, resucitando la mirada a una
nueva existencia. También el ciego que recobra la vista es símbolo de
fe. Aquellos que quieren ir a Jerusalén, para comprender el misterio
de la redención, necesitan la fe que abra los ojos del entendimiento,
para captar las dimensiones trascendentes de las enseñanzas eternas
que encierra la Pascua de Jesucristo.
En un análisis más detenido, el texto puede dividirse en cinco
partes claramente diferenciadas:
1. Descripción del contexto del episodio (Mar.10:46);
2. El grito del ciego (Mar.10:47);
3. Reacción de la gente ante el grito del ciego (Mar.10:48);
4. Reacción de Jesús ante el grito del ciego (Mar.10:49-50);
5. Diálogo de Jesús con el ciego y su curación (Mar.10:51-52).
Búsqueda y hallazgo
La búsqueda de la sustancia divina
convierte el universo en un espacio de revelaciones.
Anónimo
El relato aparenta la claridad de un día radiante, pleno de un sol
sin nubes, sin embargo, hay hechos ocultos que de pronto salen a la luz.
Bartimeo el ciego, estaba sentado a la vera de la ruta, pidiendo limosMario Pereyra
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Biografías Bíblicas
nas. Conocía lo que ocurría por los sonidos que le traía el movimiento
del camino. Ese día escuchó los ruidos de una multitud. Preguntó que
estaba ocurriendo y le informaron que “era Jesús el nazareno” quien
pasaba acompañado de sus discípulos y un gentío que le seguía. Entonces el ciego se levantó como movido por un resorte y comenzó a gritar
desesperadamente en la dirección donde provenía el bullicio: “¡Jesús,
Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Lc.18:38). Esas palabras denunciaban que el ciego sabía de Jesús. Seguramente escuchó de sus
saneamientos milagrosos y de sus enseñanzas. Al identificarlo como
“Hijo de David” reconocía su origen real y probablemente su carácter
mesiánico. El hecho indudable es que había llegado a pensar que Jesucristo era la única esperanza que tenía de curación.
De alguna manera, la luz de esa esperanza había empezado a alumbrar su interior hasta convertirse en un potente faro. Jesús era el Hijo
de Dios, el único que podía curarlo. Se aferró a ese pensamiento con
todas las energías de su alma y espíritu. ¿Cómo hacer para encontrarlo? Su ceguera le impedía salir a buscarlo, lo único que podía hacer era
esperar que algún día pasara frente a él. Así que dejó de pedir limosnas
por las calles de Jericó y se instaló en las afueras de la ciudad, en el
camino que iba a Jerusalén. Quizás sabía que algún día pasaría por allí
para ir a la Pascua. Seguro que era más cómodo y redituable mendigar
en la ciudad, donde es más fácil obtener albergue y hay más gente que
podía ser movida a misericordia. Por otro lado, el camino era peligroso. Aquel hombre samaritano que recorrió el mismo camino tiempo
antes había caído en manos de ladrones, que lo despojaron, hirieron y
lo dejaron medio muerto (Luc.10:30). Pero a Bartimeo no le importó
la comodidad ni los riesgos, lo único que le interesaba era encontrarse
con Jesús. Sabía que el Maestro y sus discípulos recorrían los caminos y
tuvo fe, que algún día pasaría por allí para pedirle que le devolviera la
vista. Entonces soñó con ese día, mientras pedía limosnas a los viajeros,
agudizando el oído para descubrir en cada uno, si era Jesús. Su único
interés estaba depositado en encontrar al Maestro. Poco le importaba
que le dieran limosnas, la única limosna que quería era esa muestra de
misericordia para poder volver a ver. ¿Cuánto tiempo estuvo el ciego
esperando a Jesucristo? ¿Cuántas veces preguntó a los extranjeros y
nativos por el Hijo de Dios? ¿En cuántas ocasiones le pareció oír el
Editorial Montemorelos
Bartimeo: la búsqueda de visión
ruido de los pasos de su salvación? No lo sabemos, pero sí sabemos que
lo esperaba con ansias inusitadas, buscando la gran oportunidad de su
vida.
Por eso, cuando supo que se acercaba el Médico de los médicos, no
pensó en el ridículo, ni que otros se pudieran molestar, ni en la ferocidad de los agresores. Nadie ni nada podía detenerlo. Era El esperado.
Su búsqueda alcanzaba su fin. El hallazgo era un hecho. Lanzó su grito
de fe con todas las fuerzas de sus pulmones. Jesús lo oyó. Es posible
que Él quien todo lo sabe y todo lo escucha supiera de ese hombre
necesitado, conociera de esa búsqueda profunda y ya viniere dispuesto
a responder a su llamado. Jesús es sensible a este tipo de búsqueda.
Entonces lo convocó delante de su presencia. El ciego arrojó lejos su
“capa” de mendigo; sabía anticipadamente que no la necesitaría más y
corrió ante de toda vida y toda visión. “¿Qué quieres que te haga?” El ciego
respondió: “Maestro, ¡que recobre la vista!” Jesús le dijo: “Puedes irte. Tu fe te
ha sanado”. Y en el acto recobró la vista, y desde entonces siguió a Jesús
gozoso hasta el fin del camino.
La psicología de Bartimeo
¿Qué quieres que haga por ti?
Le dice el Señor a Bartimeo.
Y él le responde:
“Maestro que pueda ver”.
Marcos 10:51
¿Quién era Bartimeo? ¿Qué nos dice el relato de su historia? “Bartimeo padecía por la ceguera, situación por la cual en aquel tiempo no
le era posible laborar; ganarse el pan con el sudor de su frente se tornaba imposible; no podía vestirse con su trabajo; su esfuerzo no le podía
permitir tener su propia casa; más aún no le era factible ver el rostro de
los que le socorrían, sólo conocía las voces y posiblemente sus sombras;
no podía contemplar y no podía imaginarse ni la belleza de la bóveda
del cielo ni el diseño de las nubes, ni el horizonte ni el sol, más aún no
conocía ni los rasgos de sus propios padres ni los de sus hermanos”
(Narváez, 2006).
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Son escasos los datos, pero muy esclarecedores. Bartimeo, en realidad no tenía nombre. Esa designación sólo significa “Hijo de Timeo”
(probablemente una abreviación de “Timoteo”) (1). Es como decir,
“hijo del padre”. No tener nombre es como no existir, ya que el nombre es, en el pensamiento bíblico, una definición de la persona (2). En
otras palabras, Bartimeo, no era nadie o era un nadie. Otro dato que
se menciona de él es su ocupación de mendigo. Vivía junto al camino
de la caridad pública. El dato más importante de Bartimeo es su ceguera. “Bartimeo se encuentra sumergido en una noche interminable, sin
poder contemplar la amplia gama de tonalidades que tiene la vida, y viviendo, o mejor dicho, sobreviviendo de las limosnas que le prodigaban
aquellos que a fuerza o caritativamente se acercaban a él” (Narváez,
2006). Así, pues, todo lo que sabemos de él habla de un ser marginado, extremadamente carenciado, que era no sólo subestimado sino
también desechado, rechazado socialmente. Cuando empezó a gritar la
gente lo “reprendió” y le exigió que se callara. Es como decirle: “Cómo
te atreves a llamar al Maestro si no eres nadie”. Sin embargo, Jesús
escuchó ese grito desesperado del marginado, lo mandó a llamar, recepcionó su pedido y respondió a la demanda de curación. Los valores
de Cristo son diferentes a los sostenidos por aquella gente del pasado
que no es diferente de la actual que sigue expulsando y despreciando a
los discapacitados y carenciados.
Cuando la fe enciende la visión
“El ver es en todo momento el ver una visión de la vida,
visión que impera en todo lo viviente”.
Martín Heidegger (1979, 46)
¿Cuál es la clave que permite entender a Bartimeo y su historia?
Jesús lo reveló en pocas palabras: “Tu fe te ha sanado”. ¿Cómo se comprende la fe del ciego? El autor del libro a Los Hebreos define esa actitud con aquella célebre declaración: “la fe la sustancia de las cosas que
se esperan, la demostración de las cosas que no se ven” (Heb.11:1). La
“sustancia” de lo que esperaba el ciego era la convicción de que Jesús
Editorial Montemorelos
Bartimeo: la búsqueda de visión
podía hacer el milagro de curarlo, de restituirle la vista. Sabía que su
mal no tenía solución humana, pero para Dios todo es posible. Su fe era
la certeza que Jesús encarnaba a Dios en la tierra y constituía la única
respuesta. La suya era una fe como visión de redención, por lo menos
a nivel humano, de tener una vida mejor. Cuando la oportunidad se
presentó su fe fue una visión del ahora como centro de convergencia de
los tiempos. Fue una visión provocadora y molesta para la gente, pero
para él fue todo, su única y anhelada oportunidad. Allí su fe alcanzó el
objetivo buscado. Cuando el milagro se produjo, “todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios” (Lc.18:43).
Siempre existe la posibilidad del cambio, de proyectar un destino diferente y superior, de mejorar la calidad de vida. La fe es el camino del
cambio. El cambio de Bartimeo transitó, en primer lugar, por no resignarse, no aceptar la suerte de condenado a la marginación oscura en una
existencia disminuida. Quizás, en sus momentos de desánimo, escuchaba
las voces alejándose de sus oídos entre las sombras de sus ojos. Tuvo la
impresión que se hundía en un hoyo profundo, a cuyo fondo no llegaba
jamás, con la espalda encorvada y la cabeza gacha, inclinábase sobre el
piso como si buscara el lugar donde instalar su tumba. Pero dejó al demonio de la derrota en el umbral, buscó hasta encontrar la salvación en
Jesús. Descubrió que en “ningún otro hay salvación, porque no hay otro
Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hech.4:12). Se aferró obstinadamente a esa fe, sin claudicar ni flaquear,
venciendo la oposición de la gente y las incomodidades del camino.
La historia de Bartimeo enseña a mirar la realidad con los ojos
de la fe. Esa visión adquirida e inaugurada aquel día es resultado
de la fe. Está conformada por el saber del espíritu que sustenta el
ojo y la mirada; esa fe de la escucha que se apoya en el alma, del
gesto que sostiene el movimiento, de las posibilidades del destino
que transmite la esperanza. Se trata de una fe que transita por el
camino de la salvación, del sacrificio de sí mismo. Que es conquista
de la luz, el salir de las sombras estrechas de la ceguera para encontrarse con los colores de la naturaleza. La fe es pasar de lo cerrado
a la abierta expansión de la visión que llega hasta distancias lejanas,
para perderse en los horizontes remotos. La fe es entrar en el mundo de lo sagrado.
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Biografías Bíblicas
“La fe auténtica es dinámica. Es saber nadar contra corriente, y
aún cuando el mundo te diga que: “No tienes remedio, te digo que
ya no molestes a Dios, que ya no le quites su tiempo...” la fe va siempre contra toda lógica humana, todos nos pueden decir: “eso que
pides no tiene sentido, no puede ser”; pero la verdad es que cuando
se cree en Jesús se seguirá gritando, y nadie conseguirá callarnos.”
(Narváez, 2006).
La fe consiste en encontrarse con Jesús y tomar su camino. Acompañarlo en los momentos decisivos que continuaron en la trayectoria
hacia el Calvario, como ocurrió con Bartimeo, que tuvo el privilegio de
observar el sacrificio, la muerte y la resurrección del Salvador. Lo que
deviene la visión principal del relato es precisamente el acontecimiento capital de la historia: el acto de la redención. La búsqueda de fe de
aquel pobre mendigo lo proyectó al acontecimiento culminante de los
siglos, a ver el misterio de la salvación del mundo. Entonces, ¿por qué
mirar con ojos recelosos, por qué tener un corazón desconfiado? Sólo
puede vencerse la adversidad con la fortaleza interior de la fe que se
aferra a la palabra de la esperanza en Dios.
Editorial Montemorelos
Capítulo 14
Zaqueo:
La auténtica superioridad
Este sentimiento de inferioridad se transforma en complejo
para aquellas personas que reniegan de su realidad
por ser o sentirse “inferior” a otras personas.
GFDL (www.MiTecnologico.com)
E
l Dr. Alfred Adler, fundador de la escuela , “Psicología Individual”, fue el primero en describir minuciosamente el funcionamiento de la vida anímica dominada por el sentimiento
de inferioridad. Descubrió que es resultado de la conciencia
de imperfección o incompletud, del sentimiento de pequeñez, insuficiencia o debilidad, que lleva a experimentar vergüenza por uno mismo
al verse menos que los otros. Este complejo emocional puede producirse al nacer con alguna anomalía física, un déficit en el funcionamiento
del organismo o por carecer de ciertos atributos que se perciben poseen los demás. Muchos sienten esas limitaciones y carencias permaneciendo toda la vida en un estado de minusvalía, achicándose ante
todo y todos, con actitud huidiza, descalificándose o considerándose
incompetentes para enfrentar cualquier cosa, mirando al mundo con la
cabeza gacha. En cambio, otros reaccionan ante la minusvalía asumiendo una disposición contraria de plusvalía. Es como si la falta generase
un movimiento ascensional de sobrecompensación, que movilizase el
cuerpo y el alma en una incesante tendencia a la superioridad. Enton( 153 )
154
Biografías Bíblicas
ces, aparece un afán desmedido de poder o grandeza, buscando ocupar
cargos de alta jerarquía social, económica o de cualquier tipo que sea
importante, movidos por la ambición de sobresalir, asumiendo un gesto presumido y altanero.
Un ejemplo de este caso puede ser el “chaparro” o pequeño. Se
trata de personas, cuya conciencia de la baja altura, los llevan a adoptar ese patrón de conducta de enaltecimiento propio. Es importante
señalar que no todos los de talla pequeña experimentan ese complejo
de superioridad. Hay bajitos que actúan normalmente pero hay chaparros “agrandados” y aún otras personas que sin ser pequeños también
pueden asumir esos comportamientos de superioridad. Por lo tanto, la
altura no es un determiante exclusivo de esa forma de ser. Ahora, bien,
¿qué es lo que caracteriza los que tienen esa tendencia a la superioridad?
El chaparro puede ser una persona dominada por el complejo de
inferioridadsuperioridad, esto es, la conciencia del déficit de altura,
su disconformidad y malestar por ello y la reacción consiguiente de intentar compensar la deficiencia con esa orientación “hacia arriba”. El
complejo de superioridad es fácilmente observable en gestos de aire
arrogante o de porte jactancioso; el “compadrito” se lo llama en los
países rioplatenses. Suelen pararse muy derechitos, como sacando
pecho, muchas veces con la costumbre de apoyarse en las puntas de
los pies. Buscan sobresalir en la conversación siendo parlanchines, de
charla amena o hablando grandezas. También son ágiles, movedizos,
rápidos física y mentalmente. A veces se destacan en los negocios, en
el comercio, en la política o en la aspiración exagerada a la originalidad. Tienden a hacerse valer y manifestar mucha susceptibilidad ante
el juicio de desaprobación. Son comunes las exaltaciones emocionales,
de cólera, venganza, llanto y duelo. Aunque hacen un culto a los héroes
pueden desestimar o aborrecer a todos los que le rodean y tener un espíritu descontentadizo. Cuando ocupan cargos de mando son capaces
de dominar en forma tiránica, cruel y desconsiderada, especialmente a
los débiles o personas de poca monta, aunque no es raro que en otras
ocasiones exhiban un amor generoso y gestos de altruismo heroico.
Hay que reconocer que a veces se utiliza el término “chaparro” en
forma peyorativa y aún como insulto, pero también en algunas regiones
Editorial Montemorelos
Zaqueo: La auténtica superioridad
se lo aplica en sentido cariñoso (“mi chaparrito”). Quizás esa expresión agrandada, prepotente y vanidosa produzca aversión y promueva
la condenación y el rechazo. Sin embargo, las personas con esa disposición a la superioridad muchas veces se constituyen en protagonistas
de sucesos memorables. Hay muchos casos históricos de pequeños que
sobresalieron gracias a ese impulso hacia las cosas grandes. Entre ellos
podemos citar a San Pablo, Napoleón y a un pintoresco personaje que
relata el evangelio de Lucas.
El caso de Zaqueo
“Bajo su apariencia de mundanalidad y orgullo,
había un corazón susceptible a las influencias divinas.
Zaqueo había oído hablar de Jesús.”
Elena G. de White (1970, CyV 301)
El evangelio de Lucas narra un episodio curioso y revelador de la
personalidad de un hombre inquieto y sincero, de pequeña talla, llamado Zaqueo (derivado del griego, Zakjáios, que deriva del hebreo
Zakkai), cuyo nombre significa “puro”. El relato bíblico lo dibuja en
los siguientes términos:
Jesús entró en Jericó y comenzó a atravesar la ciudad. Vivía allí un hombre rico
llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Este quería conocer a
Jesús, pero no conseguía verlo porque había mucha gente y Zaqueo era pequeño de estatura. Por eso corrió adelante y, para alcanzar a verlo, se subió a un árbol cerca de donde
Jesús tenía que pasar. Cuando Jesús pasaba por allí, miró hacia arriba y le dijo:
- Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa.
Zaqueo bajó aprisa, y con gusto recibió a Jesús. Al ver esto, todos comenzaron a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en la casa de un pecador.
Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor:
- Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he
robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo:
- Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es
descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar
lo que se había perdido.
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Aunque el relato es breve (también “pequeño”) y concreto, atenido a los hechos, es muy rico, dinámico y expresivo. Tiene mucha
acción y un par de escenas definidas, en las calles de la ciudad y luego en la casa de Zaqueo. En todo ese accionar se presentan algunos
contenidos importantes que describen el perfil característico de la
personalidad de Zaqueo, que se diseña a partir de la actividad de
Jesús. Ese cuadro identifica la psicología del “chaparro”.
Al analizar el texto desde la perspectiva funcional, es llamativo
que se distinguen dos ejes espaciales o geográficos bien diferenciados, el primero, horizontal, que tiene como centro a Jesús, y el segundo, es de tipo vertical, teniendo a Zaqueo como protagonista. El
texto muestra al “Señor” ingresando a la ciudad de Jericó, caminando por sus calles y veredas arboladas de Jericó, seguido por la multitud y finalmente llegando a la casa del publicano. Hay un itinerario
dinámico que va delineando el personaje divino sobre una geografía
de camino. Tiene un punto de partida, hitos intermedios y la llegada
final a la casa. Se trata, pues, de una trayectoria direccionada sobre
un plano horizontal.
Diametralmente opuesto es el caso de Zaqueo. Todas sus apariciones están enmarcadas en el eje de la verticalidad. En primer lugar, se informa que era rico y jefe de los cobradores, es decir, estaba
ubicado en una posición elevada o alta en el nivel económico y en la
jerarquía social. Después, cuando aparece en acción, lo vemos en el
esfuerzo de elevarse para mirar por sobre la multitud, quizás saltando para llegar a sobresalir por sobre los demás. Ese intento ascensional es frustrado porque su baja estatura le impide mirar a pesar
de su esfuerzo. Entonces, mira hacia arriba, calcula la trayectoria de
Jesús y encuentra un emplazamiento superior, arriba de un árbol,
donde podría hacer el avistaje. Desde esa situación privilegiada por
la altura observa el espectáculo, hasta que Jesús lo invita a bajar.
Luego, contento lo llevó a su casa, probablemente dando saltitos
de felicidad. Finalmente, en la última escena, lo vemos poniéndose
de pie para hablar ―en un gesto típico del chaparro―, ofreciendo
a “los pobres” ―los que están abajo―, “cuatro veces más” de lo
supuestamente quitado ―para que puedan subir de nivel―. De esta
manera, se perfila la dinámica característica de la vida de Zaqueo
Editorial Montemorelos
Zaqueo: La auténtica superioridad
en un proceso que funciona entre el “abajo” y el “arriba”, imponiéndose como eje determinante el movimiento a la superioridad.
Quizás el acto más significativo, que lo pinta de pies a cabeza,
sea cuando descubre que es inútil todo esfuerzo por sobresalir con
los propios recursos físicos, valiéndose entonces de su ingenio, rapidez y capacidad de previsión y planeamiento, para darse cuenta
por donde iba a pasar Jesús y corriendo, adelante de todos, ubicarse
sobre la multitud. La figura del pequeño Zaqueo encaramado ridículamente en un árbol urbano parece ser una metáfora de su vida,
la expresión de su estilo de ser, su gloria y tragedia. Es posible que
siempre haya hecho lo mismo. Nos imaginamos que, gracias a su
inteligencia y perspicacia, haya comprendido tempranamente que
la mejor manera de sobresalir era trabajar a favor del imperio, con
aquellos que estaban en la cima del poder. Se dio cuenta, antes que
nadie, que la historia pasaba por Roma. Así decidió unirse a los superiores. ¿De que manera hacerlo? De la única posible; siendo un
funcionario del imperio en la tarea de recaudar impuestos que era
de las pocas que no hacían los romanos directamente. Desde ese
lugar de privilegio, gracias a su habilidad, fue escalando posiciones
hasta ser jefe de los cobradores y amasar una fortuna. Pero el dinero
no le dio el reconocimiento social, al contrario, el pueblo odiaba a
los colaboracionistas y especialmente a quienes eran instrumento
de la expoliación económica. Era una superioridad rechazada, un
emplazamiento incómodo y grotesco, igual como estar arriba de un
árbol una persona grande.
La historia permite inferir que Zaqueo quería cambiar, que estaba cansado de mantenerse en esa situación privilegiada pero penosa. Dice Elena de White (1975ª, 507): “Zaqueo había oído hablar
de Jesús. Se habían divulgado extensamente las noticias referentes
a uno que se había comportado con bondad y cortesía para con las
clases proscritas. En este jefe de los publicanos se había despertado
un anhelo de vivir una vida mejor”. Había escuchado el mensaje
de Juan el Bautista que le dijo: “No exijáis más de lo que os está
ordenado” (Lc.3:13). “Sintió que era pecador a la vista de Dios”.
Descubrió que “el arrepentimiento, la reforma de la vida, eran posibles aún para él” (Íbid). Por eso estaba tan interesado en conocer
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
a Jesús, porque veía en el maestro divino su salvación, la posibilidad
de ser otro hombre, de vencer el complejo de superioridad que le
imponía tantos malestares y sinsabores. Jesús percibió la necesidad
de este hombre y administró la terapia eficaz para su conversión.
El tratamiento de la superioridad
El tratamiento de los sentimientos y complejos de inferioridad se realiza
mediante una psicoterapia individual que ayude al sujeto
a comprender mejor el origen del problema y a desmontar
los mecanismos psicológicos que refuerzan, conociéndose mejor
a sí mismo, a la vez que se van ofreciendo nuevas pautas
de autovaloración y de comportamiento.
Conchi Soler Marcos (2009)
La multitud avanzaba lentamente por las calles de Jericó, entre el
clamor de los comentarios y las bienvenidas que le proporcionaban a
Jesús y al grupo de sus discípulos. Un frondoso sicómoro extendía sus
ramas y proyectaba su sombra sobre la acera. La muchedumbre pasaba
por debajo de la copa del árbol aprovechando ese oasis de refrigerio
cuando Jesús se detuvo y miró hacia arriba. Todos hicieron lo mismo.
Entonces, divisaron el cuerpo pequeño de un hombre camuflado entre
las ramas y las hojas, con sus ojos brillantes y movedizos mirando hacia
abajo. Jesús abrió su boca y realizó una notable intervención terapéutica, pronunciando las palabras que resolvían el complejo de inferioridad/superioridad de ese hombre y cambiaron su vida: “Zaqueo, baja en
seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa”.
Hay que entender esa declaración como un mensaje que va más allá
del mero cambio de la posición física que ocupaba Zaqueo arriba del
árbol. La respuesta espectacular que da el publicano rico esa misma
tarde, haciendo una confesión pública de arrepentimiento y realizando
un gesto tan generoso de dar la mitad de sus bienes a los pobres, hace
pensar que las palabras de Jesús llegaron a las fibras más íntimas de su
alma, a la misma matriz dinámica de su personalidad, para producir un
cambio espectacular. Por eso, cuando el terapeuta divino le dijo que
bajara del árbol, estaba diciendo que abandonara esa posición incómoEditorial Montemorelos
Zaqueo: La auténtica superioridad
da de ocultamiento y superioridad, que dejara de sobresalir como había sido su estilo de vida hasta ese momento, que viviera en la dirección
horizontal, de la solidaridad y la concordia con los otros. Asimismo, era
un llamado a renunciar a las prácticas fraudulentas y corruptas que lo
llevaron a ese lugar de privilegio embarazoso, a protagonizar una conducta integra, honrada y hospitalaria. Ese “quedarme en tu casa” era la
oportunidad de practicar la misericordia y el interés por los demás, que
era una de las prédicas de Jesucristo. Elena de White (1975ª, 509) nuevamente nos aporta que “Zaqueo se rindió a la influencia del Espíritu Santo,
abandonó toda práctica contraria a la integridad”. Desde entonces cambió
su disposición altanera de “chaparro” inflado por el gesto humilde y
agradecido de alguien que ha recibido el favor de Dios.
Esta historia no es un simple acontecimiento ocurrido a principios
de la era cristiana, es una historia actual, que nos alcanza a todos. De
alguna manera, todos tenemos algo de pequeño e inferior. Todos nacemos débiles e indefensos, con la necesidad de realizar esfuerzos de
superación. Todos somos “chaparros” en algún aspecto de la vida, en
fuerza física, en ciertas habilidades, en determinadas capacidades, en
las relaciones con los demás. Algún déficit tenemos que quizás, por no
reconocerlo o rechazarlo, haya producido un comportamiento exagerado en sentido de contrario, con expresiones de orgullo o prepotencia. El
éxito en ese intento puede hacernos creer que somos grandes, perfectos,
omnipotentes o superiores a otros. Los sentimientos de inferioridad no
son anormales en sí mismos. Constituyen la causa de todos los mejoramientos en la posición de la humanidad. Lo anormal es cuando esa
actitud configura una constitución hiperemotiva que convierte la minusvalía en un complejo de superioridad. Allí se aplica el remedio de Jesús, baja en seguida de esa actitud de superioridad vanidosa, porque hoy
tengo que quedarme en tu casa.
Es necesario bajar del pedestal del orgullo y la soberbia, cultivar la
solidaridad y la simpatía, ser hospitalarios y generosos, conservando el
espíritu de humildad de Cristo en el interior de nuestra vida. Es el remedio para vencer la disposición enfermiza de la manía de grandeza.
Clemente de Alejandría, uno de los padres de la iglesia, del siglo
II de nuestra era, ha identificado a Zaqueo con Matías (derivado del
griego, Maththías o Matthías), cuyo nombre significa “don [dádiva] de
Mario Pereyra
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Biografías Bíblicas
Dios”. Ese personaje fue un discípulo elegido por los representantes de
la iglesia apostólica para ocupar el lugar de Judas (Hch. 1:21-26), quien
después de traicionar a Jesús, se suicidó (Mat.27:5). Matías había seguido a Cristo desde los días de su bautismo y sido testigo de sus actos
y predicaciones, aunque no fue de los discípulos más íntimos. Seguramente Zaqueo, al integrarse al grupo de Cristo, gracias a sus recursos,
pudo haber hecho mucho bien y adquirido cierta preeminencia auténtica, entre los cristianos, que pudo llevar a ocupar ese lugar de discípulo. No hay otra evidencia para relacionarlo con Zaqueo (más que el
testimonio de Clemente), pero más allá de ser o no cierto, seguramente
Zaqueo fue un “don o dádiva de Dios” y debe de haber ocupado un lugar importante en el inicio del movimiento cristiano al seguir el consejo
de permitir que el Señor habitase en su hogar.
Editorial Montemorelos
Capítulo 15
Personalidad humana y Dios
“El Señor sólo exige de las personas aquello
que está dentro de las posibilidades de cada uno.”
Paulo Coelho (1997, 159)
L
a etimología de la palabra personalidad proviene de diferentes términos griegos relacionados con la máscara utilizada
por los actores en el teatro de la antigua Grecia, que representaban diferentes personajes, con sus respectivos estados
anímicos. Con el tiempo, esa palabra empezó a utilizarse para referirse
al sujeto detrás de la máscara y, por tanto, a incluir todas las cualidades
que conforman lo que hoy llamamos “personalidad”. Según el diccionario de la Real Academia Española, en la actualidad entendemos por
personalidad la diferencia individual, entendida como un conjunto de
cualidades, que constituye a cada persona y la distingue de otra. Pero,
más concretamente y de acuerdo con la psicología, la personalidad es
un patrón complejo de características interrelacionadas, en gran medida constantes, no todas conscientes, que se expresan de manera casi
automática en las conductas humanas; estas características o rasgos
emergen de una matriz compleja en la que están presentes disposiciones biológicas y experiencias de aprendizaje, en función de las que se
organizan formas relativamente estables (estilos) de pensar, percibir,
( 161 )
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Biografías Bíblicas
sentir, afrontar situaciones y vincularse con otros seres humanos y objetos del mundo cultural (Sánchez y Casullo, 2000).
Desde el punto de vista bíblico, estas ideas son insuficientes para
entender a la persona humana, ya que la “matriz compleja” que configura al individuo, no sólo se integra con “disposiciones biológicas”,
“experiencias de aprendizaje”, estilos de vinculación y “objetos del
mundo cultural”, sino también, en gran medida, con la participación
activa del Ser Divino, que suele ser gravitante en la estructuración de la
existencia y la definición del destino. Por lo menos, en aquellos personajes que aparecen como paradigmáticos, como modelos de excelencia
(que suelen ocupar la galería de los héroes de la fe de Hebreos capítulo 11), la vocación y la identidad están construidas por intervenciones
trascendentes.
Como decíamos en Psicología de los Personajes Bíblicos (Pereyra,
2006): “En algunos casos la persona divina se hace presente en forma
directa y encarnada, por ejemplo, a través de teofanías (v.gr., Sal.97,
Hab.3), ya sea en forma de voz, visión, presencia o en la expresión suprema de la encarnación de Jesucristo (Heb.1:1-2). A veces no es Dios
en persona quien aparece sino un mensajero divino, como son los ángeles (v.gr., el ángel Gabriel a Daniel; Dn.9:21) o un profeta (como Natán
a David; 2 Sam.12:1) e incluso algún fenómeno natural (como ocurrió
con Elías; ver 1 Rey.19:11-13). El hecho es que lo trascendente y sobrenatural es algo normal en los personajes bíblicos, no un fenómeno
exótico o extraordinario que se encuentra fuera de la realidad humana,
como supone a las teorías psicológicas del desarrollo humano y de la
personalidad” (Pereyra, 2004, 238-239).
Precisamente, el texto bíblico valora especialmente como el hombre responde al llamado de Dios (“vocación”, del latín: vocare, llamado) o como vive las creencias, las enseñanzas o la disposición que manifiesta ante la presencia o la palabra de Dios. Por ejemplo, declara 1
Samuel 16:7: “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni
a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová mira
no lo que el hombre mira; pues el hombre mira lo que está delante de
sus ojos, mas Jehová mira el corazón.” La palabra “corazón” es “muy
frecuente en las Escrituras, se usa muy raramente con respecto al órgano real de nuestro cuerpo (1 S. 25:37; 2 R. 9:24; etc.). Generalmente
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Personalidad humana y Dios
designa el asiento de diversas actitudes y emociones y de la inteligencia.
La ‘sencillez de... corazón’ del rey Abimelec (Gn. 20:5) expresaba la honestidad de intención... El endurecimiento del corazón de Faraón (Ex.
8:32) indicaba una actitud de rebeldía contra Dios (cf He. 3:7-10)...
Un ‘corazón de piedra’ describe un estado de insensibilidad espiritual
y de indiferencia moral (Ez. 11:19). Aunque los hombres pueden ser
‘hipócritas de corazón’ (Job 36:13)… y puedan tener ‘ídolos’ en su corazón (Ez. 14:3), sin embargo, Dios puede dar a cada uno un ‘corazón
de carne’, un ‘corazón nuevo’ (11:19; 18:31), lo que indica un cambio
completo de actitudes, deseos y ambiciones (2 Co.5:17)... Expresiones
como ‘sabio de corazón’ (Pr. 10:8) y ‘cavilaban en sus corazones’ (Mr.
2:6) muestran que se atribuía al corazón el asiento de la inteligencia (cf
Ex. 31:6, Dt. 29:4; 1 R. 3:9)” (DBA, 248-249).
En el estudio anterior (Pereyra, 2004), precisamos diez características distintivas que encontramos en el texto bíblico acerca de la persona
humana y su desarrollo; ese decálogo podría bosquejar una suerte de
concepción bíblica referida a la personalidad. La lista completa es la
siguiente:
1. La participación activa de la persona divina
2. Singularidad
3. Multidimensionalidad de la personalidad humana
4. Sentido de misión
5. Significado del nombre propio
6. La idea de conflicto
7. La presencia y el significado de las crisis
8. La trascendencia de las decisiones claves
9. El hombre en situación
10. La valoración de la vida
En la presente obra profundizamos el primer punto ―que nos parece esencial y específico del pensamiento bíblico― y abordamos el tema
de la formación del carácter desde la perspectiva de las fortalezas y virtudes que se desprenden del estudio de los personajes que tratamos en
los capítulos anteriores. La narración biográfica bíblica, aún los breves
esbozos, nos introduce no sólo en las circunstancias particulares de la
trayectoria individual del personaje mismo, sino también en los sistemas de valores personales y sociales contraídos, permitiendo extender
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Biografías Bíblicas
las fuerzas y fortalezas que los hicieron trascender. No es un estudio
de la corteza de la vida, sino de su dinámica vital, de la matriz constitutiva y constituyente, que define y enhebra las acciones siguiendo el
argumento de la existencia. Desde esa posición encaramos la narración
biográfica para descubrir el legado que nos han dejado los personajes
bíblicos.
Personalidad humana y participación divina
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo
a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo,
a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Hebreos 1: 1, 2
En el volumen anterior de esta obra, destacábamos un tipo sobresaliente de intervención de Dios, como son la teofanía, y su incidencia en
la vida humana. Un ejemplo extraordinario de ese manifestación de la
gloria de Dios es cuando se presentó ante Josué “vestido como un soldado a la usanza de esos tiempos, mostrándose como ‘Jefe del ejército
de Yahveh’ (5: 14). Tan semejante a un militar era, que Josué, en un
primer momento, lo confunde con algún integrante del ejército propio
o enemigo. Cuando descubre su carácter divino, cae rostro en tierra,
en actitud de adoración (5:14). Entonces, Dios le da instrucciones de
cómo conquistar la ciudad de Jericó” (Pereyra, 2004, 117). Comentábamos al respecto: “¿Por qué un Dios ‘comandante’ y estratega? ¿Será
que Dios se manifiesta, apareciendo según la mentalidad y la capacidad
de percepción del hombre escogido? ¿Un Dios que se encarna amoldándose a las dimensiones de la comprensión humana del escogido?”
Al estudiar la personalidad de Josué se advierte claramente que este
líder responde al perfil del militar, es el prototipo del soldado, un hombre con mentalidad y disciplina marcial, que Dios usó en la coyuntura histórica de conquistar Palestina. En conclusión, encontramos que
Dios se manifiesta adaptándose a la configuración de la personalidad
del protagonista, un Dios que “habla” de “muchas maneras” (Heb.1:1),
siendo una de ellas asumir las características de la individualidad psicoEditorial Montemorelos
Personalidad humana y Dios
lógica del receptor. Es como si Dios se pusiera en el mismo canal o frecuencia de onda de aquel a quien se manifiesta, para darle el mensaje o
para actuar sobre su vida.
Siguiendo la exégesis del texto de Hebreos 11: 1 y 2, habría que
entender que Jesús fue una teofanía continua a lo largo de su vida, de
la manifestación de Dios. De acuerdo a lo que veníamos diciendo, las
intervenciones de Jesucristo habría que entenderlas también como sintonizadas a la personalidad del caso en cuestión. EGW (1975, 327),
siguiendo la exégesis tradicional, lo expresa en estos términos: “Dios
vio que se necesitaba una revelación más clara que la naturaleza para
retratar a lo vivo su personalidad y carácter. Mandó a su Hijo al mundo
para que manifestara, en la medida en que la humana visión pudiera
mirarlos, la naturaleza y los atributos del Dios invisible.” Pero, igualmente se podría entender que lo inverso es también cierto, que todas
las revelaciones de Dios que conocemos son aquellas acotadas y vertidas en las estructuras de las personalidades humanas. Seguramente
que hay “más Dios” que las manifestaciones que tenemos en el texto bíblico; Dios por naturaleza es siempre más, superávit, tiene un carácter
desbordante para nuestra estructura humana, pero lo que conocemos
de Dios es en función de la naturaleza humana.
El hecho más significativo que pretendemos enunciar es que esas
manifestaciones de Dios no son mera extravagancia divina, sino tienen
un fin, consiste en promover el desarrollo humano, a nivel personal o
del pueblo inserto en el caso. En los capítulos anteriores hay casos sugestivos, muy interesantes, que descubren algunas de esas “maneras”
en que Dios habla, que son a través del discurso directo del profeta
o de Jesucristo, del contenido específico de la palabra, pero también
usando otros recursos sorprendentes, de gran originalidad. En el caso
de Zaqueo, por ejemplo, observamos que la narración que lo describe, tiene un carácter eminentemente kinestésico, con mucha acción,
donde el protagonista se mueve predominantemente en el eje de la
verticalidad (de abajo a arriba; semejante al caso de Jonás; ver Pereyra, 2004, 120-137), mientras Jesús lo hace en el plano horizontal.
Cuando Jesús interviene, en esa teofanía personal de Zaqueo, le dijo:
¬”Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu
casa” (Luc.19:5). Comentábamos al respecto, que esa orden iba más
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Biografías Bíblicas
allá de bajar del árbol, “estaba diciendo que abandonara esa posición
incómoda de ocultamiento y superioridad, que dejara de sobresalir
como había sido su estilo de vida hasta ese momento, que viviera en
la dirección horizontal, de la solidaridad y la concordia con los otros.
Asimismo, era un llamado a renunciar a las prácticas fraudulentas y
corruptas que lo llevaron a ese lugar de privilegio embarazoso, a protagonizar una conducta integra, honrada y hospitalaria.”
Asimismo, notábamos en el relato del ciego de nacimiento (Juan
9), que es una narración dominada por contenidos cognitivos, discusiones y confrontación de ideas, que seguramente describían algunos
aspectos de la personalidad del ciego, obligado toda su vida a tener que
mirar hacia adentro, clarificar sus ideas y pensar correctamente para no
confundirse. Jesús, de alguna manera lo envía a enfrentar a los fariseos
(da la impresión que evita verlo antes) que eran expertos polemistas,
pero carecían de la verdad. Cuando el ciego hubo descubierto que el
raciocinio de estos teólogos era ilógico o inconsistente Jesús le hace un
llamado a creer y entregarse a Dios. Para el ex ciego, lo más importante
era que fuera capaz de abrirse a la visión espiritual, que descubriese los
horizontes de la trascendencia y tuviera esa experiencia supremamente
enriquecedora.
En estos casos y otros más que podríamos citar, las intervenciones
de Dios promueven un cambio cualitativo de la existencia, una transformación esencial, una modificación del patrón de comportamiento
que los caracterizaba para adquirir otro superior. Afirman Cuadra y
Florenzano (2003, 93-94), que: “El bienestar psicológico, como aparece apuntar los hallazgos, no es simplemente la vida feliz “per se” sino
los procesos del “vivir” con sus mezclas de sabores dulces y amargos;
una vida que no evita el dolor, sino que todo lo contrario, lo enfrenta y
le da significado constructivo para transformar lo doloroso y conflictivo
de la vida en algo hermoso y digno de vivirse.” Igualmente, en el género
biográfico bíblico los personajes “visitados” por Dios, no siempre son
para sustraerlos de sus dolores y amarguras (muchos son curados y han
mejorado sensiblemente su calidad de vida), sino para dotarlos de un
nuevo sentido, más constructivo, de una vida virtuosa, abriéndoles la
posibilidad a las realidades espirituales y la gloria inconmensurable e
inigualable de la eternidad futura.
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Personalidad humana y Dios
Personalidad humana y participación divina
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras -dijo Cristo-, y las hace,
le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos,
y golpearon contra aquella casa;
y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace,
le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos,
y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”
Mateo 7: 24-27
La tradición interpretativa de la parábola de los dos constructores
manifiesta la importancia de los “fundamentos” en la vida humana, entendiendo por ellos las enseñanzas o valores cristianos incorporados y
practicados en la vida diaria. Entiende que “la roca” es el Señor Jesucristo, sobre el cual “cada cristiano, y también la iglesia cristiana como
conjunto de constructores de carácter, deben construir” (5CBA, 349).
Así, pues, los valores asumidos constituyen los “cimientos” del ser, esto
es, la estructura básica que da apoyatura, dirección, orden y significado
a toda la persona humana. Para explicar este fenómeno se habla del
“carácter”, como concepto central y decisivo en el comportamiento humano y la formación de la personalidad.
Así, por ejemplo, interpreta Elena G. de White ―como portavoz del pensamiento protestante del siglo XIX (Seligman, 2003, 173174)―, la parábola cuando declara: “El que recibe las palabras que
os he hablado y las convierte en el cimiento de su carácter y su vida,
dijo Jesús, es como los que construyen su casa sobre la roca” (1964,
124-125). Tan importante es el concepto de carácter que EGW, llega a
decir: “La formación del carácter es la obra de toda la vida, y es para la
eternidad. Si todos pudiesen comprender esto, como también el hecho
de que estamos individualmente decidiendo nuestro propio destino y
el destino de nuestros hijos para la vida eterna o la ruina eterna, ¡qué
cambio se produciría! ¡Cuán diferente sería nuestra manera de ocupar
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Biografías Bíblicas
el tiempo de gracia, y con cuántos nobles caracteres se llenaría nuestro
mundo!” (1948, 60)
La noción de carácter ha sido descalificada y subestimada por la
psicología del siglo XX, siendo actualmente rehabilitada por las investigaciones de la Psicología Positiva (PP). Así, por ejemplo, una de las
obras más importantes de esta nueva rama de la Psicología, como Character Strengths and Virtues, de Peterson y Seligman (2004), vuelve a las
ideas clásicas, al asegurar: “Creemos que las fortalezas del carácter son
el cimiento de la condición humana y que la actividad conducente a la
fortaleza representa una importante ruta hacia la buena vida psicológica” (Peterson y Seligman, 2004, 4). Incluso, agrega Martin Seligman
(2003, 176-177): “Toda ciencia que no utilice el carácter como idea básica –o por lo menos explique con acierto el carácter y la capacidad
de elección- nunca será aceptada como ilustración útil de la actividad
humana. Por consiguiente, considero que ha llegado el momento de
resucitar el carácter como concepto central del estudio científico del
comportamiento humano. Para ello necesito demostrar que las razones para dejar de lado el concepto de virtud ya no se sostienen, y luego
erigir sobre un terreno sólido una clasificación viable de la fortaleza y
la virtud.”
“El carácter consiste en valores operativos, valores en acción”, afirma
Lickona (1991, 51), agregando: “Progresamos en nuestro carácter a medida que un valor se convierte en una virtud, una disposición interior confiable para reaccionar ante las situaciones de una buena manera. El carácter
tiene tres partes interrelacionadas: conocimiento moral, sentimiento moral y comportamiento moral. Un buen carácter consiste en saber lo que es
bueno, desear el bien y hacer el bien, los hábitos de la mente, del corazón
y los hábitos de acción. Los tres son necesarios para conducir una vida moral, los tres conforman la madurez moral.”
Siguiendo estas ideas, varios autores han escrito, lo que en alguna
fuente de Internet aparece atribuido a un “sabio chino”, quien escribió:
“Siembra una idea, cosecha una acción. Siembra una acción, cosecha un
hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter. Siembra un carácter,
cosecha un destino.” La PP coincide que el carácter define el destino
(por lo menos, a nivel humano), investigando cuáles son las fortalezas
principales del carácter y las virtudes o guías del comportamiento, desEditorial Montemorelos
Personalidad humana y Dios
cubriendo veinticuatro fortalezas que se agrupan en seis virtudes. Esas
fortalezas son “rasgos morales” que definen un “buen carácter” y que
se obtienen gracias a la decisión de la persona y su voluntad para conseguirlas. El catálogo que ha descubierto la PP acerca de las fortalezas
y virtudes es el siguiente:
1. Sabiduría y conocimiento. Incluyen las fortalezas cognitivas que
implican la adquisición y el uso del conocimiento.
• Curiosidad, interés por el mundo
• Amor por el conocimiento y el aprendizaje
• Pensamiento crítico, mentalidad abierta, capacidad de juicio
• Creatividad, originalidad, inventiva, inteligencia práctica
• Perspectiva
2. Coraje. Es la virtud de las fortalezas emocionales que implican
la consecución de metas ante situaciones de dificultad externa
o interna.
• Valentía
• Perseverancia y diligencia
• Integridad, honestidad, autenticidad
• Vitalidad y pasión por las cosas
3. Humanidad. Comprende las fortalezas interpersonales que
implican cuidar y ofrecer amistad y cariño a los demás.
• Amor, apego, capacidad de amar y ser amado
• Simpatía, amabilidad, generosidad
• Inteligencia emocional, personal y social
4. Justicia. Trata de las fortalezas cívicas que conllevan una vida
en comunidad saludable.
• Ciudadanía, civismo, lealtad, trabajo en equipo
• Sentido de la justicia, equidad
• Liderazgo
5. Moderación. Abarca las fortalezas que nos protegen contra los
excesos.
6. Capacidad de perdonar, misericordia
• Modestia, humildad
• Prudencia, discreción, cautela
• Autocontrol, autoequilibrio
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7. Trascendencia. Se refiere a las fortalezas que forjan conexiones con la inmensidad del universo y proveen de significado la
vida.
• Apreciación de la belleza y la excelencia, capacidad de asombro
• Gratitud
• Esperanza, optimismo, proyección hacia el futuro
• Sentido del humor
• Espiritualidad, fe, sentido religioso
Las virtudes de los personajes bíblicos
“Ahora permanecen estas tres virtudes:
la fe, la esperanza y el amor. Pero la mayor es el amor.”
San Pablo (1 Cor.13:13)
¿Cuáles son las virtudes de los personajes bíblicos? ¿Por qué ellos
sobresalieron y alcanzaron una vida virtuosa? ¿Coincide con las fortalezas y virtudes de la PP? Haciendo una síntesis de los casos analizados en este libro, podríamos decir que el catálogo de fortalezas de los
personajes bíblicos (por lo menos, los tratados aquí) no coincide plenamente con la PP, aunque en algunos casos hay concomitancia. Los
valores encontrados son los siguientes:
Obediencia.
Esta es la virtud principal de la vida de Isaac, el patriarca. La obediencia (del latín Obêdire, “escuchar”, “Obeceder”) es una virtud que
no se encuentra en el catálogo de la PP. Actualmente parece no tener
buena prensa este valor, quizás porque significa aceptar y cumplir la
voluntad de una autoridad, asociada a sometimiento, dependencia y,
a veces, humillación. En Isaac era muy fuerte la dependencia a los padres y posteriormente a la esposa, llegando a ser un rasgo propio de su
personalidad. En la Biblia, por lo general, la obediencia tiene que ver
con la aceptación y reconocimiento de Dios, oponiéndose a la rebeldía
Por ejemplo, Samuel le dijo a Saúl, el rey: “¿Se complace tanto el EterEditorial Montemorelos
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no en holocaustos y víctimas como en la obediencia a su Palabra? El
obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención mejor que la
grasa de los carneros” (1 Sam.15:22). Por eso ha llegado a decir EGW:
“La senda de la obediencia a Dios es la senda de la virtud, la salud y la
felicidad” (1981, 299) La obediencia puede ser un hecho o un hábito,
más específicamente, un hábito moral.
Amor
Esta virtud la encontramos en dos de los personajes estudiados, ambas mujeres, Lea y la sulamita. En ambas el amor se expresa en la relación de pareja, aunque de forma muy distinta, una de manera romántica,
casi idílica, en tanto, en Lea el amor tiene un carácter trágico, cargado de
sufrimiento porque no puede consumarse debido a que el esposo ama
otra mujer, su hermana Raquel. En la sunamita y Salomón, cautivados
por la hermosura recíproca, la virtud del amor llena las noches de estrellas, iluminando los encuentros apasionados, con sus éxtasis y exacerbación del erotismo. Si bien hay experiencias dramáticas de desencuentros,
predomina la vibración amorosa con su dulzura y calidez. Es cuando el
amor se convierte en melodía que brota del corazón al ritmo del sentir,
un fluido magnético que todo lo sublimiza. Sin embargo, esa fuerza espiritual tiene el rostro angustioso, cuando no es correspondido, convertido
en el eco de la propia voz, asumiendo la forma del deseo insatisfecho. Así
vive Lea durante años o décadas, hasta que finalmente triunfa. Entonces
el amor se convierte en perseverancia y esperanza, para llegar a ser la raíz
de todas las virtudes, como dice San Pablo (1 Cor.13), aún reconocida
por la PP como virtud de Humanidad.
Humildad
Es reconocida como la virtud que protege contra los excesos, siendo
la fortaleza que deja que sean los demás los que hablen de uno mismo, sin buscar ser el centro de atención ni pensarse más especial que
los otros (Seligman, 2003, 210). La figura bíblica de Séfora es una digna representante de esta actitud, ya que prefirió mantenerse entre las
sombras para no generar problemas con la familia de su esposo ni despertar recelos o prejuicios raciales. Su actitud modesta y humilde fue la
principal característica de esta noble y respetable dama.
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Biografías Bíblicas
Libertad
Seguramente Rahab fue una mujer líder en su comunidad y aún en la
familia, además de inteligente, valiente y una heroína de la fe (así es reconocida en Heb.11:31), pero nos parece que la característica más relevante de su
vida (conocida) fue el amor a la libertad, haber luchado por abrir un espacio
de emancipación para sí y su familia. Decíamos al respecto: “la aventura de
concebir la libertad como un acto vital, como una reafirmación de la plena
autonomía de la voluntad humana, abre posibilidades inimaginables de logros y de proyección histórica.” Resulta extraño que esa fortaleza tan reconocida en las historias de los pueblos que adquirieron la liberad no aparezca
en el catálogo de la PP, en la virtud de la justicia.
Valentía
Gedeón y Jefté se caracterizaron por el coraje y la valentía Se ha
definido el coraje, como la fortaleza que implica “la consecución de
metas ante situaciones de dificultad, externa o interna. No dejarse intimidar ante la amenaza, el cambio, la dificultad o el dolor. Ser capaz de
defender una postura que uno cree correcta aunque exista una fuerte
oposición por parte de los demás, actuar según las propias convicciones
aunque eso suponga ser criticado. Incluye la fuerza física pero no se
limita a eso” (Peterson et al., 2004, 214). La historia de los dos jueces
tratados, son ejemplos paradigmáticos de estas cualidades poderosas
del carácter.
Inteligencia social
La virtud que comprende las fortalezas interpersonales relacionadas con el amor a los otros, el cuidado, la amistad y las buenas relaciones sociales es lo que actualmente se denomina “inteligencia emocional”. Consiste en ser consciente de las emociones y sentimientos de
uno mismo y de los demás, saber comportarse en diferentes situaciones
sociales, saber qué cosas son importantes para otras personas, tener
empatía. Ese valor práctico fue uno de los que adornaron el carácter de
Abigail, la memorable ex esposa de Nabal, el necio y de David, el rey de
Israel. Abigail supo actuar con tacto y dulzura en la crisis extrema, exhibiendo sabiduría práctica en medio de la insensatez predominante.
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Civismo
De Esdras, dijimos que fue un hombre de fe práctica, ordenado,
reformador, líder, con notable capacidad para enfrentar la adversidad,
pero todo eso lo hizo siguiendo el llamado de Dios al servicio de su pueblo. Se trata, pues, de fortalezas cívicas que busca crear una comunidad
saludable. La PP reconoce esta fortaleza de carácter como “ciudadanía,
civismo, lealtad, trabajo en equipo”, es decir, “trabajar bien dentro de
un equipo o grupo de personas, ser fiel al grupo y sentirse parte de él.”
Seguramente Esdras responde bien a esta definición.
Búsqueda de la verdad
Uno de los discípulos de Jesucristo, Natanael, fue un hombre sincero, de pensamiento crítico, buscador profundo de la verdad. Supo tener
menta abierta, capacidad de juicio y pensar las cosas, examinando sus
significados y matices, para no sacar conclusiones al azar, sino tras evaluar cada posibilidad. Cuando descubrió que Jesús respondía a lo que
decían de él las profecías, estuvo dispuesto a cambiar sus ideas y aceptar la evidencia con devoción. Es una cualidad que la PP incluye entre
la virtud de la “sabiduría y el conocimiento” Esa característica adornó
la personalidad de este personaje memorable.
Búsqueda del cambio
La insatisfacción con la vida presente y el anhelo profundo por alcanzar una experiencia vital plena y feliz, con proyección espiritual, debería incluirse entre las fortalezas del carácter (no está reconocida por
la PP). Esa fue la cualidad que caracterizó a Zaqueo, llevándolo hasta
el ridículo para conseguir ver y estar cerca de Jesús. El Maestro percibió esa aspiración de su alma y le prometió habitar en su casa, para
consumar esa necesidad. Fue un cambio completo, no sólo espiritual,
también abarcó sus negocios, trabajo, familia y relaciones.
Perdón
La capacidad de perdonar y tener misericordia es una fortaleza reconocida actualmente por la PP y la investigación especializada. La psicología ha demostrado las propiedades sanitarias del perdón y la toxicidad del rencor y la venganza (ver Pereyra, 2004ª), por lo tanto, es una
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Biografías Bíblicas
fortaleza de carácter loable y saludable. Jesús dio varias muestras de la
importancia de cultivar esta virtud, concediendo una segunda oportunidad y ejercer la noble virtud del perdón, como fue el caso de la mujer
sorprendida en adulterio, tratado en este libro.
Fe
La espiritualidad, desarrollar la fe con sentido religioso, es también otra fortaleza del carácter reconocida por la psicología. Reside en
pensar que existe un propósito o un significado universal en las cosas
que ocurren en el mundo y en la propia existencia. Creer que existe
algo superior que da forma y determina nuestra conducta y nos protege. Esa fuerza del alma que construye el carácter fue característica
de gran parte de los personajes bíblicos, que en este libro, estudiamos
especialmente en el caso de la mujer encorvada (Lc.13: 11-17), el ciego
Bartimeo y el ciego de nacimiento (Jn.9), entre otros.
Las virtudes constituyen ejes vertebradores de la identidad, que dan
sentido y definen la personalidad y el carácter de una persona. Se las
entiende como fortalezas o potencialidades del alma, la expresión de
excelencias, de alta calidad de vida, aquello que hace que una persona
sea lo mejor que puede ser. Si los vicios degradan y llevan a la persona
a su peor condición, las virtudes, por lo contrario, enaltecen y llevan a
alguien a su mejor estado. Son formas de floración y celebración de la
existencia, ejemplos de lo que se puede llegar a ser. De ahí la importancia siempre vigente de los personajes bíblicos y sus virtudes, espejo de
la verdad, sobre quienes hemos dado una nueva mirada, aunque limitada, pero con ansias de aprender y crecer.
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