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La Familia Novoa y
las cinco leyes biológicas
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La Familia Novoa
Cuentos para aprender Medicina Germánica
Por Gastón Vargas, autor de
la Gran Confusión y el Origen de la vida
Edición de Fátima Gamero
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Dedicatoria
Este cuento está dedicado a todas las personas que quieran vivir sin miedo
a la enfermedad, y que quieran enseñar a sus hijos desde chicos a entender
para que sirven las enfermedades, a enseñarles a ser responsables con sus
actos, para generar algo nuevo en la sociedad, un verdadero cambio hacia
el nuevo paradigma, donde la atención a la vida, la coherencia, la
responsabilidad y el amor son la única prioridad.
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Índice
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Capítulo Uno: Un nuevo amanecer para la Familia Novoa
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Capítulo Dos: Echando raíces
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Capítulo Tres: Un gran descubrimiento
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Capítulo Cuatro: Descubriendo un nuevo Paradigma
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Capítulo Cinco: Integrando un nuevo Paradigma
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Capítulo Seis: La enfermedad es otra cosa
60
Capítulo Siete: Un acto de bondad
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Capítulo Ocho: Lo que sucede conviene
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Capítulo Uno
Un nuevo amanecer para la Familia Novoa
Era el inicio de la primavera. En la ruta 38 mano a Capilla del Monte,
el viento fresco acariciaba suavemente los rostros de Gabriel, Sofía y
la pequeña Celeste, mientras contemplaban felices el paisaje serrano,
que se desplegaba ante sus ojos. La familia Novoa estaba formada por
Gabriel de 37 años, Sofía de 38 años y la pequeña Celeste de 2 años.
Era la primera vez que la pequeña Celeste veía las sierras de Córdoba
y no le daban los ojos para contemplar todo al mismo tiempo. El paisaje era hermoso.
La familia iba rumbo a una casita, que recién habían comprado, de
madera y chapa de zinc, pintada de color negro. El terreno no era de10
masiado grande, pero tampoco pequeño. Fácilmente en el fondo de su
casa podían poner un gallinero para criar las gallinas que desde pequeña tanto soñaba Sofi con tener. Era una casa modesta, que cumplía
con todos los requisitos para estar cómodos. Se encontraba justo al pie
de las Sierras Gemelas en Capilla del Monte, Córdoba; un lugar
emblemático en Argentina.
Eran las nueve de la mañana cuando la bruma matutina comenzaba a disiparse, revelando un cielo despejado y un paisaje que parecía sacado de un cuadro, retratado con las mejores pinturas de la
naturaleza.
La familia Novoa había dejado atrás la ruidosa vida en Buenos Aires
y emprendieron juntos aquel viaje que marcaría un antes y un después
en sus vidas.
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El punto de partida para este cambio radical fue la herencia que
Gabriel recibió tras el triste fallecimiento de su padre. El sueño de esta
joven pareja siempre fue el tener una casa en las montañas, despertarse y ver un amanecer soñado, lejos del ruido y la contaminación
de la ciudad. Aunque el dolor de la pérdida de su padre seguía latente,
la oportunidad de mudarse y cumplir su sueño de vivir entre la tranquilidad de las montañas, le brindaba una nueva esperanza.
Gabriel, con su traje de contador ahora colgando en el armario,
dejó atrás los complicados números y los lustrosos zapatos para
abrazar el verdor de los árboles, las alpargatas cómodas, ropa más
holgada y unos mates frescos; sin el celular vibrando toda la mañana.
Sofía, quien solía tener una peluquería de barrio en la Paternal,
cerró la pureta de su local para ir tras su sueño tan anhelado, en busca
de un estilo de vida más sereno. Ella soñaba con abrir su peluquería
en un pueblo serrano, ahí donde la gente vive a otro ritmo. Si bien los
desafíos de adaptarse a esa nueva vida eran evidentes, la emoción de
dar el paso hacia sus sueños les quitaba cualquier temor que pudiera
atravesar sus mentes.
La travesía hacia su nuevo hogar no fue un camino sin obstáculos.
Un viaje que se suponía debía ser fluido se convirtió en un conjunto
de pequeñas adversidades. Una rueda pinchada a mitad de camino, el
camión de mudanzas que se desvió por un sendero incorrecto y la
ansiedad de Sofía ante el temor de que sus pertenencias fueran robadas crearon tensiones inesperadas. Sin embargo, cada uno de esos
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episodios fue quedando eclipsado ante la majestuosidad del panorama que les rodeaba.
No obstante, los retos no terminaron con la llegada a su hogar.
Luego de atravesar tantas situaciones conflictuales, Sofía sufrió una
desagradable diarrea que la mantuvo en cama durante todo el día.
Gabriel por su parte enfrentó un fuerte dolor de hígado, justo después
de haber firmado la escritura para la nueva casa.
¡Parecía mentira! Habían resuelto sus mayores desafíos y ahora su
cuerpo parecía jugarles una mala pasada. Algo que más adelante entenderían por completo, de una manera completamente distinta y jamás
pensada. Aun así, no podían evitar sentir que aquellos inconvenientes
eran los últimos obstáculos que debían surcar, para lograr asentar un
nuevo capítulo en sus vidas.
Celeste, con su curiosidad y energía propias de una niña de dos
años, no parecía estar afectada tras aquel enorme cambio de vida ni
por los percances de sus padres. Cada rincón de la casa y hasta cada
hoja que caía de los árboles meneándose eran motivo de asombro y
alegría para ella.
Incluso el primer día, una pareja de jóvenes cóndores pareció darles la bienvenida, mientras sobrevolaban el cielo azul por encima de
su casa. Celeste nunca había visto pájaros tan grandes e imponentes.
Estaba tan entusiasmada que no quería ni dormir.
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Por su inocencia, Celeste representaba un recordatorio constante
para de que este cambio no solo era una transformación en las vidas
de Gabriel y Sofía, sino también una aventura para su pequeña.
Así comenzaba esta nueva etapa para la familia Novoa.
Un capítulo que prometía ser una mezcla de desafíos y recompensas, alegrías y contratiempos, pero sobre todo, un capítulo lleno
de aprendizaje y crecimiento.
La pequeña casita al pie de las Gemelas los recibió en su regazo con
los brazos abiertos, listos para ser testigos de las páginas que estaban
por escribirse en el libro de sus vidas.
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Capítulo Dos
Echando raíces
Un capítulo desconocido iniciaba en sus vidas. La nueva casa se alzaba
frente a la familia. Sofía y Gabriel, expectantes pero llenos de felicidad, se encontraban abrazados junto a su hija Celeste, el símbolo
viviente de su amor y valentía.
Ya habían transcurrido cinco días desde su llegada y un problema
inusual había comenzado, preocupando a Sofía. Celeste no había hecho sus necesidades desde que dejaron atrás Buenos Aires. La
ansiedad se asomaba en su mirada mientras observaba a su pequeña.
Justo cuando la incertidumbre amenazaba con crecer, se escuchó un
golpeteo en la puerta; alguien estaba llamando. La joven pareja sorprendida y con un poco de miedo, pues no conocían a nadie del barrio,
contestaron al llamado sin abrir la puerta por completo.
—¿Quién es? —preguntó Sofía.
—Soy Betty —respondió una voz dulce—, la vecina de en frente.
Betty era una señora que enviudó un año atrás. Vivía sola junto a
su perro coco en la casa de enfrente. Ella había venido a darles la bienvenida al barrio de las Gemelas y hasta les había traído una torta de
zanahoria recién horneada por ella como presente, para que se sientan más cómodos en el barrio. A Gabriel le recordaba a su abuela
Delia, porque Betty era una señora muy amable y servicial.
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Betty escuchó de manera casual la conversación entre Gabriel y
Sofía acerca de la preocupación que tenían de que Celeste hacía varios
días no iba al baño. Ella con mucha cautela, intentando no invadirles,
le preguntó:
—¿Les interesaría aprender sobre un punto de vista distinto al que
conocen? —La joven pareja intercambió miradas—. Para entender el
por qué Celeste no va al baño hace varios días—. Gabriel y Sofía asintieron con la cabeza.
Entonces Betty tuvo vía libre para contarles algo que muy pronto
cambiaría sus vidas. Les reveló, dulcemente, la razón de por qué
Celeste probablemente no hacía ni pis ni caca, y les dio su recomendación.
—Para que Celeste vaya al baño, primero debemos hacer de esta
casa y del barrio su lugar… Su nuevo nido —dijo serena—. Debemos
estimular su enraizamiento, hagan de cuenta que acaban de trasplantar de un jardín un árbol, el árbol debe echar nuevas raíces antes
de reponerse, en el caso de Celeste es igual.
—Claro… —murmuró Gabriel.
—Es muy importante que logre adaptarse y enraizarse… Reconocer
por completo este nuevo lugar. Luego, hará sus necesidades —afirmó
Betty.
También se tomó el tiempo necesario, sin apuros, para contarles
que los cambios de territorio podrían haber activado un antiguo ins-
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tinto de retener líquidos como medida de supervivencia, entre otros
programas biológicos.
—Un dato no menor es que Celeste tiene menos de 7 años. Todas
sus reacciones serán siempre cien por ciento arcaicas —agregó.
Sus consejos eran simples pero profundos. Antes de partir, les dio
algunas recomendaciones para ayudarles. Por ejemplo, podían decorar su habitación y dejarla similar a la que tenía en Villa del Parque,
colocar sus juguetes, explorar el vecindario, mostrarle donde compraran alimento, buscar alimentos similares a los que consumía en su
hogar, socializar con otros niños, entre otras opciones.
Entre tantos consejos y charla, se hicieron las seis de la tarde. Betty
recordó que tenía clase de yoga. En menos de un segundo se levantó.
—¡Pero che, qué cabeza la mía! —exclamó Betty—. Estoy llegando
tarde a mis clases. Nos estamos viendo. ¡Hasta luego familia!
Su partida dejó a los Novoa muy intrigados. Aunque dudaban de la
efectividad de sus palabras, decidieron poner a prueba sus consejos.
No tenían nada que perder y antes de darle algún tipo de químico a
Celeste —algo que Gabriel detestaba—, eligieron seguir las palabras de
Betty. Lo primero que hicieron fue pintar y decorar su habitación lo
más parecido que pudieron a su antiguo cuarto. Pintaron las paredes
de un tono lila pastel, armaron su cama, pusieron sus peluches
encima de las sábanas y desparramaron los juguetes sobre el suelo.
Les costó, pero luego de un rato, lograron su objetivo. Celeste no
paraba de sonreír, pues su antiguo cuarto se había materializado en
su nuevo hogar.
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Al día siguiente, la llevaron a explorar el barrio. Dieron varias
vueltas con el auto para que Celeste observara dónde estaba, para que
descubra mejor su entorno. Para la joven pareja eso parecía algo que
no tenía mucho sentido, pero aprovecharon para pasear y conocer un
poco más el vecindario.
Por último fueron a una plaza del barrio donde había otros niños
en el arenero, allí presentaron a Celeste y la vieron integrarse rápidamente al grupo.
Eran ya las ocho y la noche se acercaba, tiñendo el cielo de un manto
azulado. La temperatura empezaba a descender en las Sierras y decidieron volver a casa para estar más calientitos, sin darse cuenta de
que algo había ocurrido…
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Cuando entraron al auto, notaron un olor muy fuerte. Gabriel y
Sofía se miraron, intercambiando una mirada cómplice y se echaron
a reír. Ya no sabían si creer o reventar, pero luego de haber hecho todo
lo que Betty les aconsejó, Celeste había hecho pis y caca. De hecho, el
pañal se desbordaba.
Pocas veces, Sofi había estado tan contenta de cambiar un pañal.
La pareja no podía creerlo. Al regresar a casa, Celeste había superado su bloqueo, para asombro de todos. Evidentemente, se había
empezado a enraizar. Ya había hecho pis y caca en abundancia. Ahora
lloraba de hambre, algo que también les llamó la atención, pues desde
que habían llegado, Celeste casi no había tomado la teta. Como si fuera
poco, aquella noche durmió de corrido.
La eficacia de las palabras de Betty los dejó en shock. A la mañana
siguiente, decidieron ir a visitarla antes de su clase de Yoga e interrogarla sobre ese conocimiento del que les había hablado, pues
funcionó.
Betty amablemente les contó cómo había aprendido esos conocimientos. Tomó asiento en su sofá, y le dio un sorbo a su mate antes
de relatar su historia.
Años atrás, Betty había luchado incansablemente contra el síndrome
del colon irritable hasta que descubrió un libro, un libro que cambiaría su vida para siempre, porque no solo había explicado la causa de
su colon irritable, sino también la enfermedad de su difunto marido.
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Un día soleado fue a comprar provisiones a la techada, la avenida
principal de Capilla del Monte. Entonces se detuvo en una librería y
vislumbró la portada de un libro que le llamó poderosamente la atención. Justo cuando estaba por leer la descripción de la contratapa, se
asomó una persona detrás de ella.
—¡Hola Betty! —Rápidamente se giró, y se topó con una señora cuyo rostro se le hacía familia— ¿Te acuerdas de mí? Acabo de llegar a
Capilla y retome mi trabajo en la librería.
—¡Marcela, hola! —le saludó Betty— ¡Claro que me acuerdo de ti,
pero que gusto verte nuevamente! ¡Se te extrañaba por estos lugares!
Marcela era una antigua amiga del colegio de Betty. Las casualidades de la vida las llevó a reencontrarse con Marcela, justo en el
momento más oportuno. Compartieron un abrazo y Marcela miró a
Betty de pies a cabeza. Intuitivamente, le preguntó si se encontraba
bien. La cara de Betty reflejaba mucho sufrimiento.
—Vengo teniendo problemas con el colon, ya sabes —le respondió.
—¡Busca Awaking Project! —exclamó Marcela —Busca a “los chicos”, que seguro te van a ayudar a encontrar el origen de tu problema.
Betty frunció el ceño.
—¿Y eso qué es?
—Dame tu celular —Marcela le tendió la mano—, que busco su página ahora mismo la opción de sacar un turno, sin falta. Acordate,
tenes que escribir www.awakingproject.com y allí buscas las consultas
online.
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—Pues… Genial —dijo Betty mientras le echaba un vistazo a lo que
Marcela escribía en el navegador.
—Y a propósito Betty, ¿te fijaste quién es el autor de libro que estabas chusmeando? —Marcela esbozó una sonrisita. Betty no perdió
un segundo y leyó rápidamente.
El nombre del libro era “La Gran Confusión”
y su Autor Awaking Project.
Aquello era demasiada “casualidad.” Parecía una fuerte señal, la cual
no desperdició y sin dudarlo, los contactó. Esto condujo a Betty a
través de un camino de investigación y cambios profundos y determinantes en su vida, que resultaron teniendo un efecto beneficioso
para su salud.
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Betty también le contó a la familia Novoa, que la raíz de su enfermedad era un conflicto biológico. Un hecho ocurrido que se vivió
con gran drama, de manera inesperada, en soledad y sin solución
definitiva. En su caso, el conflicto biológico fue el de no poder
eliminar una situación familiar muy fea que había estado viviendo con
recaídas. Resolverlo definitivamente fue la clave para eliminar de una
vez por todas su dolor, el cual disminuyó drásticamente en pocas
semanas.
Luego, adquirió el libro “La Gran Confusión”, porque estaba decidida a incorporar todos esos conocimientos que le parecían vitales.
—Yo decidí integrar esta nueva medicina en mi vida —dijo Betty—.
Porque chicos… Es una medicina que sirve de brújula para nuestras
vidas.
El relato de Betty fue una revelación para Gabriel y Sofi. Nunca
habían escuchado nada parecido. Ellos pensaban que la enfermedad
siempre era el resultado de un contagio, de un problema genético o de
la mala suerte. Jamás se habían imaginado que la enfermedad podría
aparecer como respuesta a una situación particular, pendiente de
solución, donde la persona día y noche piensa en el problema que
tiene y no le encuentra una solución. Parecía demasiado épico lograr
entender el “para qué” del proceso de la enfermedad. Incluso dudaron
un poco de su veracidad, pero como había funcionado a la perfección
con Celeste, decidieron darle una oportunidad. El beneficio que podrían llegar a obtener si esta nueva medicina resultaba ser real, era
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incalculable, fundamentalmente en sus vidas, y por supuesto, en la
crianza de su pequeña Celeste.
Inspirados por la historia de Betty, decidieron ir a la librería y
obtener el libro aquella misma tarde, para explorar este nuevo paradigma y enriquecer sus conocimientos, enfrentando así los desafíos
con diferentes perspectivas.
Fue así como en la humilde casa al pie de las Sierras, la semilla del
conocimiento había sido plantada, anunciando un nuevo capítulo de
descubrimiento y transformación en sus vidas.
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Capítulo Tres
Un gran descubrimiento
Eran las siete de la mañana del viernes. Había poco y nada de
humedad. El sol comenzaba a asomarse de entre las Gemelas. La temperatura iba subiendo. Hacía ya una hora que Celeste se había
levantado. Gabriel y Sofi tomaban un mate viendo el amanecer y escuchando los fuertes cacareos del gallo de los vecinos.
Así se desarrollaban las nuevas mañanas de la familia Novoa.
Desde hacía solo diez días que habían dejado atrás las pesadillas con
los ruidos de la jungla de cemento. Habían quedado 800 kilómetros
atrás. Allí en las Gemelas, durante la mañana, solo se escuchaban los
cacareos de los gallos vecinos y los cantos de los pajaritos, junto
algunos ladridos de los perros que avisaban si alguna persona pasaba
caminando frente a las casas.
Frente a la puerta de la casa de los Novoa había un árbol majestuoso. Era un aguaribay.
La sombra que proyectaba la copa del árbol les permitía poner una
manta debajo del mismo y echarse a descansar. Siempre y cuando la
mañana no fuera muy fresca, la familia desayunaba bajo la sombra,
acompañados de unos ricos mates calientitos allí mientras Celeste
jugaba en su triciclo.
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Un dato sumamente interesante para los Novoa era que en Buenos
Aires, Celeste siempre andaba congestionada y con un poco de Tos.
Allá en las Sierras se encontraba perfectamente. Y es que Buenos
Aires era una ciudad que se caracterizaba por un elevado nivel de humedad, algo que todos sabían, no beneficiaba la salud. Además, Sofía
recordaba que su bisabuela le había contado que cuando era pequeña,
si alguna persona tenía problemas pulmonares, se le recomendaba ir
a pasar unos días a las sierras de Capilla del Monte, donde la falta de
humedad, la altura y alguno que otro factor, hacía que los pulmones y
su respiración mejoraran rápidamente. Un hecho que evidentemente
estaba verificando con la experiencia de Celeste.
Ese viaje se estaba transformando en un camino de aprendizaje
constante para la familia Novoa.
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Aquella mañana decidieron ir a dar un paseo, llevando a Celeste a
unos juegos que estaban cerca de la vía, solo una cuadra de la avenida
principal de Capilla del Monte, un lugar con mucho movimiento. Llegaron cerca del mediodía y se detuvieron en un bar llamado “La City”
para comer, que les habían recomendado.
Justo cuando estaban entrando, Celeste salió corriendo tras un perrito que andaba suelto en la calle. Gabriel rápidamente corrió detrás
de ella y la agarró justo en la puerta de la famosa librería de Capilla
del Monte. Suspiró, relajado de que había evitado que Celeste vaya
mucho más lejos. Cuando alzó la mirada, se encontró con el libro que
Betty les había comentado.
—Woaw —murmuró Gabriel. Y para darle una grata sorpresa a Sofi,
decidió comprarlo.
Sofia ya se encontraba sentada en una mesa de la City, esperando
a que Celeste y Gabriel regresaran. Gabriel muy entusiasmado le
contó a Sofía que había frenado a Celeste justo en la puerta de la librería, donde vendían ese libro del que Betty les había hablado, y que lo
había comprado para disfrutarlo juntos.
—¡Qué emoción, Gabriel! —exclamó Sofi echándole un vistazo—
Esta es otra señal. Hay que empezar a leerlo.
El mozo se acercó para preguntarles si ya habían decidido qué
platos y bebidas ordenar.
—Aún no, denos unos minutos más, por favor —respondió Gabriel.
La pareja rápidamente empezó a ojear el índice del libro llamado
“La Gran Confusión”.
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El libro no era ni muy grande ni muy pequeño. Pero era robusto y
tenía mucho contenido. Notaron que estaba dividido en dos partes.
Una primera parte llamada Revisionismo Histórico y una segunda parte
titulada Teoría y Práctica de la Medicina Germánica.
Por la forma en que estaba distribuido y el contenido que alcanzaron a ver, era un libro que estaba orientado a personas que
desconocieran por completo del tema. También explicaba los fundamentos de por qué realmente uno necesitaba saber esa Nueva Medicina Germánica.
Los Novoa estaban muy entusiasmados y no podían contener las
ansias de aprender y descubrir más. Solo debían terminar de comer y
esperar a que se hiciera la hora de la siesta para Celeste. Pondrían el
agua a calentar, se harían unos ricos mates y comenzarían a leer
juntos aquel apasionante libro.
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Capítulo Cuatro
Descubriendo un nuevo Paradigma
El sol había empezado a ocultarse en el horizonte, bañando al cielo de
colores cálidos. Ya era tarde, la familia Novoa recién llegaba del paseo, con Celeste dormida entre sus brazos.
Todo estaba preparado para adentrarse en el apasionante viaje de
la lectura hacia un nuevo paradigma, con aquel nuevo libro que prometía un sin fin de reflexiones importantes.
Encendieron el fuego del hogar, calentaron el agua para el mate y
pusieron un poco de música suave de fondo. Para Gabriel y Sofi, era
una tarde mágica. A ambos les gustaba mucho la lectura, así que se
disponían a iniciar la lectura del libro antes de que Celeste se despertara para la cena.
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Dos horas transcurrieron desde que iniciaron juntos la lectura, y tan
solo habían avanzado diez hojas. No podían creer cómo su mundo se
había dado vuelta con únicamente el inicio del libro. Cada frase que
leían era por lo menos, media hora de debate.
Realmente estaban prestando atención a lo que leían. En la medida
que avanzaban cada hoja la información del libro se volvía más
coherente para ellos. Gabriel y Sofi habían notado que la intención del
libro no era invadir ni cuestionar a las personas, sino compartir una
realidad que los chicos de Awaking aparentemente, habían descubierto, puesto a prueba, investigado y comprobado. El libro era
literalmente una invitación a cambiar la forma de ver las cosas y de
animarse a cuestionar e investigar que tan cierto era todo lo que planteaban.
Como Gabriel era muy ansioso, convenció a Sofi de saltarse la
primera parte del libro, que hablaba sobre la historia de la medicina y
de cómo podría haberse distorsionado por intereses privados, para
leer directamente la segunda parte; específicamente el capítulo que
hablaba de las cinco leyes biológicas.
Empezaron por la primera ley de la biología.
—Primera ley de la biología —leyó Gabriel en voz alta—. Esta ley
explica de donde provienen las enfermedades. En primer lugar
tenemos que entender que cuando decimos “LEY” hacemos referencia que siempre y en todo lugar se cumplirá —Sofi asintió con la
cabeza—. No es una hipótesis o una teoría, sino es una ley de la
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naturaleza que se cumple en el cien por ciento de los casos y puede
ser verificada por cualquier persona que lo desee…
—Sigue —pidió Sofi y le dio un sorbo a su mate.
—Toda enfermedad se produce por un conflicto biológico o choque
biológico conflictivo —continuó Gabriel— ya que esa situación genera
un shock en la persona, altamente dramático, vivido en soledad… Es
decir, que no lo logra compartir, vivido de forma inesperada y que no
tiene solución inmediata.
—Altamente dramática, vivida en soledad, totalmente inesperada y
sin solución inmediata —repitió Sofi—. Lo entiendo.
—Donde la persona luego de vivir esa situación conflictiva y no haberla resuelto en su momento piensa día y noche sobre el asunto,
aumentando día a día su sufrimiento —Gabriel se rascó la barbilla.
Todo el contenido del libro le resultaba coherente—. Es importante
destacar, que a raíz de este "choque conflictivo biológico", ocurrirá un
impacto a tres niveles, a nivel psíquico, generando una emoción como
remanente, por ejemplo bronca, enojo, rencor, etc.
—Vaya… —susurró Sofi.
—Luego habrá un impacto a nivel cerebral generando una lesión
en un área específica del cerebro, y luego una adaptación de un
órgano en particular que sufre una lesión o modificación temporal —
finalizó Gabriel.
Solo se alcanzaba a escuchar el golpeteo del viento contra las
ventanas y del susurro de las ramitas quemándose en la chimenea.
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Esta primera ley biológica era toda una revelación. Sofi y Gabriel
se habían quedado boquiabiertos. Parpadeaban constantemente, y en
cada parpadeo se reflejaba un pensamiento. y el pensamiento proyectaba el recuerdo, vinculado a un hecho conflictivo con su posterior
síntoma.
—¡La diarrea, Gabriel! —exclamó Sofi—. Esta apareció luego de
ponerme muy nerviosa… Es que tenía miedo de que el chofer del
camión de mudanza nos robe nuestras cosas.
—No lo puedo creer Sofi… Tenes razón, qué coincidencia —dijo
Gabriel—. Pues ya hemos verificado dos veces esta nueva medicina,
con tu diarrea y con el conflicto de Celeste de por qué no hacía pis ni
caca.
—Vamos continúa leyendo —murmuró Sofi—. No puedo esperar a
escuchar la segunda ley de la biología.
Gabriel se aclaró la garganta.
—Segunda ley de la biología —pronunció—. Esta ley explica cómo
transcurre una enfermedad. Es la ley del carácter bifásico de las
enfermedades que presentan solución al conflicto biológico. Es decir,
toda enfermedad o sistema biológico y sensato de la naturaleza (SBS)
tiene dos fases.
»Una fase activa y una fase de reparación, siempre y cuando el
conflicto se haya resuelto o producido la conflictolisis (CL), la cual indica que la solución del conflicto ha sido aplicada. No alcanza con
conocer la solución, hay que resolver el conflicto. El conflicto se
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puede resolver mediante una acción física o también mediante la
comprensión de lo que ocurrió, evitando continuar de esa manera en
conflicto.
»Un paciente, el que soporta, que no haya resuelto su conflicto se
encontrará en la primera fase, la de conflicto activo. Si consigue resolverlo, automáticamente entra en la segunda fase, la de reparación
orgánica. Es importante saber que un choque biológico interrumpe
inmediatamente el ritmo normal día-noche, e inicia la fase activa del
conflicto.
»El choque dispara el inicio de un Programa Biológico Especial y
Significativo, que permite al organismo (psique, cerebro y órgano) incrementar el funcionamiento diario y enfocarse de lleno en resolver
la situación imprevista.
—Woaw… Qué increíble —susurró Sofi, atenta a las palabras del
libro.
—En algunos casos, puede ser preferible no resolver el conflicto
sino reducir su intensidad a un nivel razonable, antes que afrontar la
segunda fase, la cual en algunos casos puede ser bastante difícil de
atravesar —leyó Gabriel.
—Che, Gabriel esto es muy fuerte, ¿entendes la profundidad de esta
ley? ¿Será cierta? —se preguntó Sofi y tragó saliva —En caso de serla,
implicaría que todas nuestras decisiones siempre convendría que
estén basadas en estas leyes para evitar sufrir y tener grandes enfermedades… ¿verdad? —Gabriel y Sofi intercambiaron miradas—
¡Esto lo cambia todo!
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Gabriel seguía boquiabierto, procesando lo leído, uniendo y vinculando cientos de situaciones conflictivas vividas con posteriores enfermedades.
—Entonces Sofi… ¿Luego de vivir un conflicto emocional
aparecerá siempre la enfermedad? —inquirió Gabriel.
—No no, aquí dice que la emoción es uno de los tres efectos del
choque conflictivo biológico, Gabriel —respondió Sofi—. La emoción
es un remanente de ese conflicto biológico vivido en soledad, con
mucho drama y de manera inesperada y… no al revés.
Sofi parecía haber entendido rápidamente esta nueva medicina,
sin ningún tipo de problema ni confusión ya que parecía algo lógico e
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intuitivo. Se acomodó en el asiento, preparándose para seguir escuchando atentamente a Gabriel mientras leía el libro, cuando de pronto
se escuchó una puerta abriéndose. Era Celeste. La pequeña ya se había
despertado y estaba muy hambrienta. Las muecas de decepción en los
rostros de Gabriel y Sofi, que querían continuar leyendo, se transformó en una sonrisa al instante cuando Celeste entró corriendo, se
abalanzó sobre ellos y les dio muchos besos.
—Vamos a la cocina a preparar unas milanesas con puré —dijo
Gabriel.
Aquella era, sin duda alguna, la primera noche de un nuevo rumbo
de la vida de la familia Novoa.
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Capítulo Cinco
Integrando un nuevo paradigma
Habían trascurrido dos meses desde que la Familia Novoa comenzó su
nueva vida en Capilla del Monte.
El recuerdo de la ciudad se había desvanecido más rápido de lo que
esperaban. Las costumbres serranas se habían integrado con rapidez
a sus vidas. El ritmo de vida pausado, sereno y silencioso les invitaba
a reflexionar sobre cada paso que daban a diario. Ya no tomaban decisiones apresuradas, pues no había ningún apuro.
Un nuevo día comenzaba. Los gallos cacareaban y la pava silbaba, avisando que el agua estaba hirviendo. Como el mate no se toma con el
agua hirviendo, Gabriel se levantó del sillón, apagó el fuego y esperó
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a que se enfriara un poco, antes de servirla en su segundo termo de la
mañana.
Celeste dormía sonriente, mientras Gabriel y Sofi tomaban un
mate en el salón de estar de la modesta casa, al pie de las Gemelas.
Habían aprovechado el silencio matutino para continuar leyendo el
libro de la Gran Confusión. Gabriel arrulló entre sus brazos a Celeste,
mientras ella iba despertándose poco a poco. Sofi tomó el libro entre
sus manos y aclaró la voz, antes de retomar la lectura.
—La tercer ley de la biología —leyó Sofi—. Esta ley explica cómo se
comporta la enfermedad y cómo se comportan los órganos creados
por las cuatro capas de nuestro cerebro, durante la fase activa de conflicto y durante la fase de solución del conflicto, la cual solo aparece
si el conflicto ha sido resuelto, esta fase es la que comúnmente se
llama enfermedad porque aparecen síntomas claros.
—Impresionante —comentó Gabriel
—Los órganos creados por el Viejo cerebro, endodermo y viejo
mesodermo, tienen una reproducción celular durante la fase de conflicto activo, el crecimiento de un tumor con pleno sentido biológico
—continuó Sofi—. Durante la fase de reparación, es decir, cuando el
conflicto ha sido resuelto, el tumor creado durante la fase de conflicto
activo como mejora biológica, al no ser ya necesario es descompuesto
y eliminado del cuerpo mediante la acción de las bacterias o trabajadores designados por el cerebro, en el caso de que estas bacterias
o trabajadores no estén presentes, debido a la acción perjudicial de
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alguna vacuna o antibiótico, los tumores no se descomponen y el
cerebro los encapsulan, activándolos cada vez que hay una recaída del
conflicto.
»Los órganos creados por el nuevo cerebro, nuevo mesodermo y
ectodermo, tienen una necrosis, parálisis o úlceras respectivamente
durante la fase de conflicto activo, siempre con un pleno sentido biológico. Durante la fase de reparación, una vez que el conflicto ha sido
resuelto, se rellenan las lesiones gracias al trabajo bacteriano y los
órganos van recuperando progresivamente su funcionamiento normal y habitual. Es importante destacar que estas leyes se aplican tanto
para seres humanos como para plantas y animales.
La sorpresa e intriga de Gabriel y Sofi se profundizaban con cada
palabra que leían acerca de la tercera ley biológica.
Tras terminar de leer, ambos decidieron posponer la lectura de ese
día, para intentar procesar e incorporar lo que habían leído; algo que
no era tarea fácil, ya que implicaba eliminar todas las creencias y
dogmas sobre la medicina tradicional, para zambullirse en un nuevo
mundo, un nuevo paradigma biológico.
Sofi y Gabriel estaban debatiendo sobre lo que habían leído,
cuando alguien llamó a la puerta. Gabriel se levantó y abrió la puerta.
—¡Buenos días! —saludó un hombre robusto—. Soy Pedro, el vecino
de al lado.
—Buenas Pedro, un gusto. ¿En qué podemos ayudarte? —preguntó
Gabriel.
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—Quería pedirles permiso para revisar su jardín… Mi perro se ha
escapado intentando atrapar a una comadreja que intentó comerse las
gallinas de mi gallinero. Y ahora se ha quedado escondido en el fondo
de su casa…. Disculpen.
—Pasa tranquilo, Pedro —dijo Gabriel sonriente.
Tras unos minutos, Gabriel y Sofi vieron como Pedro se llevaba a
su perro con la correa hacia su casa. Antes de retirarse les saludó por
la ventana, meneando la mano en señal de agradecimiento. Pasó una
hora aproximadamente hasta que volvieron a escuchar golpes en la
puerta.
—Buenas tardes familia. Soy Pedro, otra vez. Quería presentarme
formalmente.
Sofi y Gabriel, junto a Celeste en brazos, fueron a recibir a Pedro.
—Un gusto conocerlo. Somos los Novoa. Mi nombre es Gabriel —se
presentó y le estrechó la mano—. Mi mujer es Sofía y mi hija se llama
Celeste.
—Un gusto conocerlos familia… Disculpen que no me presente
antes, pero estaba tratando de atrapar a esa comadreja. Hace unos
días que está intentado comerse a las gallinas —dijo Pedro y suspiró.
—No se preocupe buen hombre, no hay ningún problema —afirmó
Sofi—. Ahora somos vecinos y en lo que podamos ayudarlo por favor
no dude en avisar. Y vimos que tiene gallinas, como pensábamos tener
nosotros, así que vamos a aprovechar para preguntarle algunos tips
sobre el tema.
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Pedro asintió con la cabeza.
—Si claro, como no. En lo que pueda les compartiré mi experiencia,
pero no es mucho —Pedro frunció el ceño—. Hace sólo 5 meses que
tengo las gallinas, y ahora desde hace 10 días estoy con un problema
enorme, porque las gallinas dejaron de poner huevos. Ponía religiosamente todos los días, pero desde hace 10 días exactos dejaron de
poner —dijo Pedro.
Gabriel miró a Sofía y se acercó a ella.
—Sofi, en el libro dice que los conflictos biológicos aplican para seres humanos pero también en animales, y justo hace 10 días las
gallinas dejaron de poner huevos, justo cuando Pedro nos contó que
apareció la comadreja que se las quería comer —murmuró—. ¡No me
parece casualidad!
—Estoy de acuerdo con vos Gabriel, las gallinas podrían estar con
un conflicto activo —reflexionó Sofi—. ¿Será que no ponen huevos porque se sienten amenazadas? Estoy segura de que todas están viviendo
el mismo conflicto biológico de susto o amenaza y tienen un conflicto
en su nido, el cual ya no es seguro como antes… Bueno yo me sentiría
así si alguien me quiere lastimar.
Sofi y Gabriel parecían haber entendido muy bien lo que habían
leído en el libro. Estaban muy cerca de verificar nuevamente la Medicina Germánica.
—Solo hay una forma de estar seguros, Sofi —cuchicheó Gabriel—.
Contémosle a Pedro lo que sabemos y tratemos de resolver el conflicto
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de las gallinas. Si Pedro está dispuesto podría ser una manera de
verificar nuevamente este nuevo paradigma médico.
Pedro escuchaba atentamente lo que hablaban Sofi y Gabriel, pero
no entendía nada.
—No sé lo que están diciendo, pero si puede ayudar a mis gallinas
a volver a poner huevos, no tengo problema con intentarlo —dijo
Pedro.
—Muy bien Pedro. Primero tenemos que explicarte un poco para
que nos ayudes a elaborar una solución biológica al problema —dijo
Sofi.
—Las gallinas dejaron de poner huevos, justo el mismo día que
apareció la comadreja, ¿verdad Pedro? —preguntó Gabriel.
—Si, correcto— asintió Pedro.
—A mí no me parece casualidad, sino causalidad. Las gallinas
tienen miedo y se sienten amenazadas. Esto es lo que se llama un conflicto biológico —afirmó Gabriel.
—Si, una situación dramática, inesperada y sin solución inmediata,
la cual activa un mecanismo natural de defensa ante esa situación que
pone en alerta a la persona o el animal —dijo Sofi. Pedro se rascó la
barbilla—. Y hasta que no se resuelve el conflicto, el animal, las
gallinas en este caso no vuelven a su ritmo normal.
—Entiendo, parece lógico —Pedro levantó los hombres —Entonces
si no me equivoco, su teoría es que solo cuando las gallinas se vuelvan
a sentir seguras volverán a poner huevos, ¿es correcto?
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—Si —exclamó Sofi.
—Muy bien, pongamos a prueba su teoría —dijo Pedro—. Además
es justo lo que estaba tratando de hacer, atrapar a esa comadreja para
que nos deje en paz.
—Entonces Pedro, tenemos que lograr trasladar el gallinero a un
lugar donde la comadreja no pueda entrar ni dañar a las gallinas —
propuso Gabriel. Pedro asintió—. Luego hay que esperar y ver si se
sienten cómodas y seguras en ese nuevo lugar. Si nuestra teoría es
correcta y eso ocurre, volverán a poner huevos.
—Tengo una idea. El gallinero es móvil. Podríamos trasladarlo fácilmente al invernadero del fondo de casa y dejarlo cerrado —comentó
Pedro—. El invernadero tiene paredes de vidrio y piso de cemento. Allí
la comadreja no podrá hacer ningún pozo para entrar y las gallinas
deberían estar más tranquilas…
—¡Vamos entonces Pedro, no perdamos más tiempo! —chilló Sofi.
Gabriel agarró a Celeste, le puso un abrigo y rápidamente se dirigieron
todos a la casa de Pedro. Sofi y Gabriel estaban viviendo su primera
aventura en Capilla, poniendo a prueba un paradigma que podría revolucionar sus vidas.
—Entren por aquí, por favor —señaló Pedro—. No le tengan miedo
al perro, solo ladra, pero es muy bueno.
—Vamos entonces, ¿te ayudo a mover el gallinero Pedro? —
preguntó Gabriel.
—Si, por favor que es muy pesado.
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Los dos entraron el gallinero en el invernadero de vidrio que tenía
Pedro, al fondo de su lote. El invernadero estaba lleno de plantines de
tomates, lechugas y mucha rúcula. Pero aún quedaba bastante espacio
libre para poner el gallinero móvil y las gallinas. Tras acomodar el gallinero, fueron a buscar las gallinas. Pedro las llamaba por su nombre
y las gallinas parecían responder, como si fueran perros amaestrados.
Sofi y Gabriel estaban sorprendidos de cómo se comunicaba Pedro
con sus gallinas y de cómo estas lo entendían.
—Ya terminamos chicos —Pedro sacudió las manos contra el pantalón—. Les agradezco mucho, de verdad… Veremos si mañana
tenemos huevos y si llegan a poner, les prometo regalarles tres huevos
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por días para que coman en su casa, como forma de agradecimiento
—prometió Pedro.
—Bueno, ya veremos qué pasa mañana —dijo Gabriel—. Y por
favor, Pedro, mantengámonos en contacto.
—Así será Gabriel, buenas tardes —dijo Pedro y se despidió de la
familia.
Los Novoa volvieron a su hogar. Estaban muy ansiosos. No podían
esperar al siguiente día para conocer el resultado de su estrategia.
Pronto se hizo de noche y entre jugar con Celeste, y preparar la comida, se habían hecho casi las once de la noche. Gabriel se había
quedado dormido en la cama de Celeste tras contarle un cuento y Sofi
dormitaba profundamente en su habitación.
Al día siguiente, por la mañana, los gallos cacareaban señalando el
inicio de un nuevo amanecer, pero la familia Novoa aún seguía durmiendo, hasta que un golpe en la puerta y un grito les despertó
sobresaltados.
—¡Gabriel, Sofía! ¡No saben lo que ocurrió! —gritó Pedro desde
afuera.
—¡Ya vamos! —exclamó Gabriel.
Sofi y Gabriel se vistieron rápidamente mientras que Celeste seguía
durmiendo.
—Decinos Pedro, ¿qué pasó? —preguntó Sofi, ansiosa.
—¡Las gallinas! —chilló Pedro.
—¿Las gallinas qué? —preguntó Gabriel
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—Las gallinas pusieron huevos. Todas —chilló de la felicidad. —No
lo puedo creer. Por favor cuéntenme donde aprendieron esos conocimientos. Es increíble que solamente con resolver su miedo… Su
conflicto biológico… Alcanzó para que las gallinas vuelvan a poner
huevos.
Sofi y Gabriel intercambiaron miradas, totalmente sorprendidos y
contentos del resultado. En poco tiempo habían vuelto a comprobar
la Medicina Germánica. Y no solo eso, sino que habían ayudado a su
vecino y las gallinas habían vuelto a poner huevos; algo que en otro
contexto hubiese parecido mágico, pero en realidad lo único que
hicieron, fue seguir los pasos que describía el libro de la “Gran confusión” y elaborar una estrategia para resolver los conflictos biológicos
definitivamente. Realmente poder ver con sus ojos como lo que el
libro contaba se verificaba, cambiaba por completo su manera de ver
la vida, y empezaban a obsérvala con otros ojos, desde una mirada
nueva y coherente.
—Aquí tengo lo que les prometí… Tres huevos… Por favor
acéptenlos en forma de agradecimiento —dijo Pedro, y les dejó los
huevos en una canasta.
—Muchas gracias, Pedro —dijo Gabriel.
—Gracias Pedro —dijo Sofi y recibió la canasta.
—Buenos chicos, me voy a descansar que me parece que me voy a
engripar —dijo Pedro y se rascó la nariz—. Estoy medio bajo de
defensas… Ya saben.
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Gabriel y Sofi intercambiaron una mirada cómplice. Se despidieron de Pedro y ni bien se fue, se pusieron a charlar.
—Pedro, seguro que se siente mal porque resolvió su conflicto
biológico, el de no tener huevos o el de la amenaza de perder a sus gallinas o el de la invasión de la comadreja —comentó Sofi—. No sé bien
cual… pero seguro que uno o todos. Y ahora que resolvió entró en la
segunda fase, entró en reparación. El libro decía que solo se entra en
fase de reparación si el conflicto ha sido resuelto y es donde aparecen
los famosos síntomas de la enfermedad… ¡Woaw, Gabriel!
—Estoy seguro de que es así, Sofi… No lo puedo creer, es maravillo.
Todo es tan claro ahora, ¿sabes? Que increíble poder ver estos procesos tan claramente. La enfermedad entonces no es un mal de la
naturaleza —Sofi asintió—. Es un proceso orgánico del cuerpo, sensato, que ocurre como respuesta a un choque biológico.
—¡Y ya lo hemos confirmado! —exclamó Sofi, con los ojos abiertos
y una enorme sonrisa formada en sus labios.
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Capítulo Seis
La enfermedad es otra cosa
Eran las nueve de la mañana de un sábado tranquilo. El sol se asomaba
por detrás de las Gemelas, resplandeciendo en el cielo, mientras la
familia Novoa se despertaba.
—Gabriel —susurró Sofía—. Vamos rápido a continuar leyendo el
libro, antes de que Celeste se despierte. Quiero saber de qué se trata
la cuarta ley de la biología.
—Buen día Sofi —le saludó Gabriel—. Bueno dale, vamos rápido. Yo
enciendo el hogar y vos pone el agua para el mate, ¿dale?
50
—Dale Gabi, yo me encargo del mate —respondió Sofía.
Estaba todo listo para continuar con su lectura de la “Gran Confusión”
—La cuarta ley biológica —leyó Sofia en voz alta y se estremeció. Se
encontraba muy emocionada—. Esta ley explica qué papel juegan los
microbios en la enfermedad.
—¡Vaya Sofi! —exclamó Gabriel—. Ahora vamos a saber realmente
por qué están los microbios… Aquellos seres tan diminutos a los
cuales durante miles de años los seres humanos le han tenido miedo,
¡que emocionante!
Sofi tenía los ojos bien abiertos y ponía mucha atención a cada
palabra escrita en el libro.
—Es lo que llamamos el sistema ontogenético de los microbios —
leyó Sofi—. Explica cómo será el trabajo de los microbios durante el
programa biológico aclarando que los microbios siempre fueron
nuestros fieles aliados y nunca atentaron contra nuestra biología.
»Los microbios siempre hacen trabajos de reparación orgánico y
no causan enfermedades sino que nuestro cuerpo los usa, siguiendo
las instrucciones del cerebro, para optimizar la fase de reparación, si
están disponibles. En el momento de solución del conflicto, éstos reciben una señal del cerebro para comenzar a trabajar en la tarea que
les fue asignada, causando la inflamación, como fase previa a la reparación.
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—¡Entonces cuando nos enfermamos nos estamos curando, Sofi! —
exclamó Gabriel.
—Me parece Gabi que la palabra curar puede generar un poco de
confusión —aseguró Sofi—. Yo diría, según lo que entendí, que cuando
aparecen los síntomas famosos de la enfermedad como… la fiebre,
gripe, inflamaciones, mocos y demás, todos estos son indicadores de
que hemos entrado en una fase de reparación, debido a haber resuelto
un conflicto biológico, o una situación muy dramática, vivida en
soledad, de manera inesperada y que siempre y cuando la solución sea
definitiva —Sofi tragó saliva. Las palabras del libro resonaban con ella,
y ahora las entendía mejor, tras haberlas puesto a prueba—. La
enfermedad o el proceso de reparación durará lo que tenga que durar
para terminar de reparar los órganos afectados durante la fase de conflicto activo y luego desaparecerán los síntomas.
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Gabriel había quedado boquiabierto ante la comprensión tan clara de
Sofi sobre la enfermedad. Él todavía estaba tratando de unir las ideas,
pero Sofi parecía haberlas asimilado rápidamente. Tras el comentario
de Sofi, hubo un silencio. Solo se escuchaban los pajaritos cantando.
Ambos estaban procesando lo que esta información implicaba, y su
profundidad.
—Entonces, el mundo está patas para arriba, totalmente confundido con la idea de la enfermedad, demonizando y persiguiendo a
unos pequeños microorganismos… que solo están a disposición nuestras para ayudarnos en cada etapa de nuestra vida —Gabriel se llevó
las manos a la boca—. ¡Esto es demasiado fuerte, Sofi!
—Si Gabi, esto es una comprensión de la enfermedad tal, que nos
permite anticiparnos a los procesos del cuerpo, solo con prestar un
poco de atención a lo que va ocurriendo, y esta anticipación de la
enfermedad —dijo Sofi—. Por ejemplo avisando a Pedro que cuando
resolviera su conflicto con las gallinas, se iba a enfermar, podría perfectamente haberse catalogado como brujería en otra época,
simplemente por el gran desconocimiento científico del cuerpo que
se tenía y se tiene hoy en día, pero todo va a cambiar ahora…
Sofi tenía una mirada nueva. Se apreciaba una certeza en sus ojos,
que irradiaba confianza y seguridad. La mirada de Gabriel tampoco se
quedaba atrás. Parpadeaba múltiples veces, procesando lo que
acababa de escuchar. Ambos parecían haber cambiado, algo inter-
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namente estaba resonando. Mientras meditaban y reflexionaban
sobre la cuarta ley biológica, Celeste se despertó.
—Buenos días, Celeste, aquí estamos —dijo Sofi—. En el living con
papá leyendo un libro.
—Buen día hija —le saludó Gabriel—. ¿Estás lista para ir de paseo?
Celeste asintió. Todavía no hablaba pero parecía entender todo lo
que sus padres decían.
Sofi y Gabriel habían planeado un día de aventura para que Celeste
experimente un paseo por las majestuosas sierras de Córdoba.
El plan era dar un paseo por las grutas de Ongamira, un lugar con
una vista maravillosa y una historia muy particular. Sofi y Gabriel
habían escuchado mucho sobre el lugar y su historia que los vinculaba
con sus antiguos habitantes, los "comechingones".
Estos fueron un grupo de pueblos indígenas, muy particulares, que
habitaban principalmente en la región central de Argentina, específicamente en las provincias de Córdoba y San Luis. Eran particulares
debido a que eran altos, rubios, de ojos claros y de pelo cobrizo, algo
que les hacía acordar a los antiguos vikingos o pueblos germanos. Su
territorio se extendía por las Sierras de Córdoba y San Lui. Y son parte
de las culturas que vivieron en América del Sur antes de la llegada de
los colonizadores europeos.
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Sofi y Gabriel tenían muchas ganas de ir a este majestuoso lugar. No
solo por sus paisajes, sino también porque luego de investigar un
poco, se dieron cuenta de que ellos estaban leyendo un libro sobre
Medicina Germánica, y los mismos comechingones, según el antropólogo y sociólogo Guillermo Alfredo Terrera, eran descendientes de
los pueblos Germanos que habitaron los alrededores del mar Baltico.
Algo que estaría reflejado en la ópera Parsifal de Wolfram Eschenbach
de 1150. Donde se narra el viaje de Parsifal a Argentum, en el
continente de Armórica, buscando un cerro Sagrado, el cual sería el
cerro uritorco en Capilla del Monte Córdoba. Esta información la
habían escuchado de un amigo llamado Alejandro, quien les había
narrado muchas historias sobre Terrera, pues había sido muy allegado a él.
Ya eran casi las diez de la mañana. El sol estaba radiante y pocas
nubes se divisaban en el cielo. Tampoco había mucho viento. Era un
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día perfecto para ir de excursión, así que juntaron sus cosas y decidieron iniciar el viaje.
—Vamos Gabriel —dijo Sofía—. Tengo la intuición de que es importante que vayamos antes del mediodía para Ongamira. Apresurémonos.
—Dale Sofi, salgamos —respondió Gabriel—. Ya me has demostrado que tus intuiciones y sueños premonitorios siempre se cumplen,
así que no perdamos más tiempo.
Gabriel había confirmado múltiples veces que cuando Sofi tenía
una intuición o un sueño premonitorio, la mayoría de las veces terminaba pasando; así que ya no discutía con ella sobre sus corazonadas.
Gabriel encendió el auto y Sofi agarró a Celeste, la sentó en su silla
dentro del auto e iniciaron el rumbo hacia Ongamira.
Iban manejando lo más tranquilos cuando de repente vieron a una
mujer en la ruta haciendo dedo; lo que significaba que pedía si la podían llevar. Ellos intercambiaron miradas.
—Paremos Gabi —le pidió Sofi—. No parece una persona peligrosa,
es una señora mayor, seguramente está muy cansada y podemos
acercarla a su destino.
—Muy bien Sofi —dijo Gabriel. Frenó el auto y bajó la ventanilla,
para llamar a la mujer—. Buenos días, señora, ¿para dónde va?
—Buenos día joven, gracias por detenerse. Mi nombre es Aurora y
voy para Ongamira —se presentó la señora.
Sofi y Gabriel se miraron anonadados.
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—Suba adelante señora, que yo voy atrás con mi hija —dijo Sofi y
abrió la puerta—. La llevamos, no se preocupe.
—Muchas gracias, linda —dijo Aurora.
Sofi se sentó atrás con Celeste, y Aurora entró al auto. Tras acomodarse, Gabriel encendió el auto para retomar el rumbo a
Ongamira.
—Pero mire que casualidad señora, sabe que nosotros también
vamos para Ongamira, vamos de paseo para que nuestra pequeña
Celeste conozca ese lugar del cual hemos escuchado tantas historias
—comentó Gabriel—. ¿Pero usted por qué asunto va para Ongamira?
—Yo voy a ayudar a una amiga que no se encuentra muy bien, y me
pidió ayuda —respondió Aurora—. Está sin dormir y desde hace tres
días que no tiene apetito y ha bajado varios kilos. Estoy muy preocupada, así que decidí ir a verla y como no tengo transporte propio,
decidí acercarme a la ruta para ver si alguien me aventaba.
Sofi y Gabi intercambiaron esa mirada cómplice y como hablándose telepáticamente, asintieron con la cabeza.
—Sabe que Aurora, se me ocurre que quizás podamos ayudar a su
amiga —dijo Gabriel.
—¿Son médicos? —preguntó Aurora.
—No, no, señora. Nada más lejos que eso —afirmó Sofi—. Gabriel
se refiere a que quizás podemos ayudar a investigar el "por qué" de los
síntomas de su amiga. Desde hace unos días hemos conocido una
ciencia, la medicina germánica, que podría explicar el origen de todas
57
las enfermedades existentes, no como un mal de la naturaleza, sino
todo lo contrario con un pleno sentido biológico —Aurora frunció el
ceño, algo confundida—. Hasta ahora ya lo hemos comprobado y verificado varias veces, y no nos molestaría investigar el caso de su amiga
para intentar resolverlo, si es que a usted no le molesta y siempre y
cuando su amiga esté interesada.
—Yo creo que Alicia… mi amiga, estará encantada de conocerlos.
Ella se rehúsa a ir al médico. No quiere saber nada con la medicina
tradicional. Ha tenido muy malas experiencias. Entonces me parece
que ustedes caen como anillo al dedo en este caso.
Mientras Gabriel manejaba, rumbo a Ongamira, por la ruta 38, iba
reflexionando sobre todo lo que había ocurrido en los últimos días, y
como las sincronicidades de la vida se potenciaban si uno fluye con
cada señal que tiene, señales que no siempre son del todo claras, pero
que si uno se acostumbra a seguirlas cada vez se vuelven más claras.
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Capítulo Siete
Un acto de bondad
—Doble por favor a la derecha —señaló Aurora—. Ahí donde dice ruta
diecisiete.
—Si claro Aurora, justo vi el cartel metido entre los espinillos, que
indica doblar a la derecha para ir hacia Ongamira —dijo Gabriel,
girando el timón.
—Que hermoso paisaje Celeste —le dijo Sofi—. Mira por la ventana
las hermosas sierras de Ongamira. Te dejan sin aliento…
—También si miran hacia la izquierda, verán las sierras de quebrada
de luna —dijo Aurora. Sofi y Celeste se giraron —, y un cerro muy particular. El cerro "pajarillo", hace unos pocos años todavía se veía la
60
huella de un objetivo volador no identificado, que bajó la noche del 9
de enero de 1986 en ese cerro y dejó una huella redonda perfecta al
irse, donde el pasto quedó incinerado —Sofi se quedó boquiabierta—.
Es una historia muy interesante que con mucho gusto otro día les
contare con unos ricos mates de por medio, obvio.
—Vaya, qué interesante —dijo Sofi contemplando el panorama a través
de la ventana—. Cómo me gusta este lugar, Gabi.
—Si Sofi… Este lugar está lleno de sorpresas. A mí también me
parece super interesante, la verdad —aseguró Gabriel.
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Avanzaron cuatro kilómetros más, hasta encontrar la casa de Alicia
a mano izquierda.
—Es aquí —indicó Aurora—. Es aquí. En la tranquera que está abierta, entramos directo… Y la casa de Alicia está unos 50 metros adentro
subiendo la sierra. Entren despacio con el auto porque hay muchas
piedras, y no quiero que lo rayen por mi culpa —comentó y señaló el
camino a Gabriel.
—Gracias Aurora, entonces entro por este camino que sube y baja
y me imagino que la casa de Alicia será la que se ve allá arriba a lo lejos
¿verdad? —inquirió Gabriel.
—Exacto, Gabriel —asintió Aurora.
Mientras iban estacionando, la señora Alicia ya había escuchado el
ruido de un carro entrando a su terreno, y se dispuso a salir de su casa
para ver quién había llegado.
—Buenos días —dijo Alicia.
—Buenos días, Alicia, me tenías preocupada —dijo Aurora, bajando
del auto—. ¿Cómo estás hoy?
—No me siento muy bien. Cada día que pasa pierdo más las fuerzas,
Aurora —dijo Alicia. Tenía ojeras debajo de los ojos y un aspecto agotado.
—No te preocupes querida amiga. Traje una familia que estoy
segura de que te van a dar una mano con esto que te está pasando —
dijo Aurora y le dio un abrazo a su amiga—. Te presento a la familia
Novoa.
Celeste movió la mano de lado a lado, saludando a la señora.
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—Mucho gusto familia, sean bienvenidos a mi hogar, y por favor
pasen, que hay mucho viento y no quiero que su hija pase frío — dijo
Alicia.
—Muchas gracias, señora —murmuró Gabriel.
Entonces todos entraron en la casa de Alicia, y se sentaron en un
sillón grande que había en el medio del comedor. La casa estaba
helada. Sofi rápidamente le puso un abrigo a Celeste, quien se estaba
portando muy bien y tenía la mirada curiosa. No hacía ningún ruido,
solo observaba las decoraciones de la casa. Pues había muchas estatuas de duendecillos y hadas sobre las repisas y muebles, que
llamaban poderosamente la atención de la pequeña Celeste.
—Alicia no perdamos tiempo —dijo Aurora cuando su amiga se
disponía a entrar a la cocina para servir unos mates—. Ellos son Sofia,
Celeste y Gabriel. Amablemente se ofrecieron para venir a compartir
contigo una nueva medicina, llamada medicina Germánica, que podría explicar el origen de todas las enfermedades. ¿Puedes creerlo?
—Bueno la verdad Alicia es que nosotros recién estamos aprendiendo —reconoció Sofi, y se acomodó en el sillón—. Pero sería un
placer para nosotros investigar en tu vida y buscar los factores detonantes de los programas biológicos en tu vida.
—¿Programas biológicos? ¿Qué es eso? —preguntó Alicia.
—Los programas biológicos, son procesos que ocurren en nuestro
organismo para ayudarnos a superar situaciones conflictivas en un
63
contexto de conflictos biológicos, lo que comúnmente llamamos enfermedades —respondió Gabriel.
—Que interesante, ¿eso quiere decir que según la medicina germánica, las enfermedades no son el resultado de un contagio o de un
problema genético o hereditario? —inquirió Alicia, sorprendida.
—Así es señora, las enfermedades tienen un sentido biológico,
ayudarte a resolver los problemas que estás teniendo que no estás
pudiendo resolver. —agregó Gabriel.
—Muy bien, me gusta este modo de ver la vida, empezamos entonces, ¿qué necesitan saber para poder ayudarme? —preguntó Alicia
y esbozó una sonrisa tímida.
—En principio necesitamos que nos enumere los síntomas —le dijo
Sofi—, y luego ordenarlos cronológicamente para entender si los síntomas corresponden a la fase de conflicto activo, o a la fase post
conflicto activo, comúnmente llamada fase de reparación o vagotonía.
—Entiendo, entonces les cuento —Alicia suspiró—. Desde hace tres
semanas estoy con insomnio, me despierto a las cuatro de la mañana
y no logro volver a conciliar el sueño. Luego…
—Un momento por favor, Alicia —interrumpió Gabriel—. Más despacio, así puedo ir anotando todo y armar una verdadera anamnesis
ordenando los datos.
—Si, entiendo… este… Luego a los tres o cuatro días de empezar
con el insomnio, note que la ropa me quedaba grande, y había perdido
bastante peso. Casualmente tenía una balanza y cuando me pese había
perdido tres kilos en dos días, y me pareció mucho… Me preocupé un
64
poco pero no me extraño tanto porque tampoco estaba comiendo, ya
que no tenía hambre —les contó Alicia.
—¿Y no le duele nada? —preguntó Sofi.
—No, solo estoy muy fatigada y me siento muy débil. Cada día más.
Supongo que debe ser porque aún no logro dormir bien, ni recuperar
el apetito — dijo Alicia.
Sofi y Gabriel se miraron, concluyendo juntos lo que estaba
pasando a la señora Alicia, como si de una telepatía entre ambos se
tratara. Todo indicaba que, como no había inflamación ni dolor, se debía a una fase de conflicto activo. Alicia tenía todos los síntomas de
una Fase Activa de conflicto. Tenía insomnio donde la persona se
despierta a la madrugada, pérdida de apetito, bajada súbita de peso y
fatiga.
—Dígame una cosa doña Alicia, ¿es posible que también tenga
algún pensamiento recurrente que no logre quitar de su mente? —
preguntó Gabriel.
—Sabes que justamente que lo menciona hace casi un mes, o mejor
dicho ahora que lo pienso bien, justo antes de empezar a perder el
apetito y no poder dormir, ocurrió algo que me hirió profundamente
y desde ese momento no he dejado de pensar en esa situación —dijo
Alicia, apenada.
—¡Ahí está! —exclamó Sofi— ¡Ese es el Conflicto Biológico, Alicia!
No es casual que justo antes de que empiece con el insomnio, la
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pérdida de peso y del apetito haya ocurrido ese hecho. ¿Qué le ocurrió
a Alicia?
—Ahora que lo decís, no parece casual, paso a contarte querida —
Alicia se abrazó a sí misma—. Resulta que esta zona de quebrada de
luna es un lugar muy seco, ya que no llueve mucho y las plantas y los
árboles suelen ser tan secas que cualquier chispa que ocurre inicia un
incendio que arrasa con todo a su camino.
»Resulta que hace justamente unas tres semanas, un grupo de
turistas vinieron de paseo a esta zona en busco de una experiencia en
las sierras. Ellos decían que venían a hacer avisaje de OVNIS, un
objeto volador no identificado, y que iban a acampar cerca del cerro
pajarillo donde en otra ocasión había descendido una nave. Nosotros
les advertimos que si querían acampar no había problemas, pero que
por favor no enciendan ningún fuego por que estaba prohibido. Algo
a lo cual no hicieron caso, ya que esa misma noche yo me asomé por
la ventana y vi humo, algo que me alertó, menos mal que hice la denuncia y avise de que habían encendido fuego porque si no, no les
estaría contando esta historia.
»Luego de hacer la llamada a la comisaría del pueblo, me fui a
acostar. Estaba muy cansada y me dormí rápidamente, cuando de
repente me desperté tosiendo y sin poder casi respirar. Allí fue cuando
me di cuenta de que ese humo que vi antes de acostarme se había
transformado en un incendio enorme. Los bomberos estaban tratando de apagarlo y no lo conseguían. Me desperté y vi como la
habitación del fondo de mi casa estaba en llamas. Afortunadamente
66
entraron los bomberos antes de que se incendie toda mi casa y justo
cuando pensamos que el fuego se iba a expandir aún más, una lluvia
torrencial apareció como por arte de magia y apagó todo el fuego de
la sierra, salvando mi casa y toda la zona…
—Cuanto lo siento Alicia —dijo Sofi y puso su mano sobre el hombro
de la señora —Que impotencia y que bronca por la situación ocurrida
y el descuido y falta de cuidado de esos turistas, que triste me pone
cuando la gente es tan descuidada. Por suerte el fuego se apagó y su
casa se salvó Alicia, hay que estar agradecidos…
—Si, tienes razón querida —afirmó Alicia, con una mirada triste—.
Pero realmente el problema es más grave de lo que aparenta, porque
el frio que se siente ahora en casa es debido a que el fuego llegó a que67
mar parte del techo de la habitación del fondo, junto con una pared y
un mueble de medias y remeras que tenía…
—Bueno Alicia no es tan grave… podemos ayudarla a reparar el
techo para que no le entre más el frio y construir un nuevo mueble para su ropa —ofreció Gabriel.
—Muchas gracias querido por tu oferta, pero ese no es el verdadero
problema —dijo Alicia—. Lo que realmente me tiene sin dormir es que
dentro de ese mueble que se quemó había una caja más pequeño con
mis últimos ahorros que eran para terminar de pagar el crédito con el
banco, que había tomado para poder pagar mi casa. Y como yo soy
jubilada, mi sueldo no alcanza y jamás alcanzara para completar la
parte que me queda, y si no pago antes de la semana que viene me vendrán a desalojar, entonces desde ese día no duermo pensando dónde
iré a vivir, ya que con mi pobre sueldo solo me alcanza para la comida,
y jamás podría conseguir el dinero que me falta para terminar de
pagar la hipoteca de mi casa.
En ese momento, Alicia se echó a llorar. Su amiga Aurora se
apresuró a consolarla. Sofi y Gabriel se miraron fijamente, intercambiado una mirada bondadosa. Ya se habían dado cuenta de que su
conflicto biológica era la carencia de algo vital, en este caso de dinero,
para pagar terminar de pagar su casa. También tenía otro conflicto de
desarraigo donde la iba a arrancar literalmente de su casa por no
poder terminar de pagarla, y que la única manera de resolverla era
con algo concreto. No alcanzaba algo simbólico. Entonces abrazando
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a Celeste los dos, la miraron con compasión y mediante preguntas,
buscaron darle una de esas primera lecciones de vida.
—¿Y cuánto es que le falta? —preguntó Gabriel.
—Me faltan tres mil dólares —respondió Alicia.
—No se preocupe entonces Alicia, nosotros se lo damos —ofreció
Gabriel. Sofi asintió.
—¿Cómo? —chilló Alicia—. No chicos… Claro que no. No puedo
permitirles afrontar dicho gasto. No los conozco y no me conocen.
¿Porque harían semejante acto de bondad?
—Por varias razones, primero porque si nosotros estuviéramos en
la misma situación que usted y alguien pudiera ayudarnos, sería lo
más importante del mundo —dijo Sofi, y le sonrió. La señora Alicia se
limpió los ojos con un pañuelo—. Y segundo porque queremos
mostrarle a Celeste con el ejemplo, que ayudar a otros es un acto de
amor desinteresado. Y tercero porque sabemos que el origen de sus
síntomas se debe a este hecho. Si logramos verificar que solamente
brindándole la solución a su problema sus síntomas desaparecen, ese
hallazgo valdría mucho más que esos tres mil dólares, con los cuales
hoy contamos y casualmente es un dinero que para fortuna nos sobra,
porque cobramos hace un tiempo la herencia del papá de Gabriel.
—No lo puedo creer chicos —dijo Alicia, sollozante—. Muchas gracias de verdad. Realmente estaré agradecida toda la vida, y no sé
cómo, pero algo haré para recompensarlos o devolverles el gran gesto
que han hecho por mi…
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—Hoy por ti, mañana por mí —dijo Gabriel.
—Vaya, ese dicho se lo he escuchado decir a mi padre hace muchos
años —comentó Alicia—. Que lindo que haya gente como ustedes
chicos, gracias, gracias y mil gracias. Saben una cosa, se me acaba de
abrir el apetito, y tengo mucha hambre —Alicia soltó una carcajada.
—¡Muy bien Alicia! —exclamó Sofi—. Es el primer síntoma de reparación, significa que su conflicto biológico, el cual le quitaba el apetito
¡ha sido resuelto!
—¿Serán chicos? Ojalá, realmente no voy a saber cómo agradecerles todo esto que están haciendo por una anciana desconocida —
sollozó Alicia—. Por favor, quédense a comer algo, les prepararé unas
ricas milanesas con puré que son mi especialidad...
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—Si claro Alicia, aceptamos su oferta —dijo Gabriel y se puso de
pie. Se acercó a la ventana y analizó el panorama—. se ha nublado, ha
bajado la presión y parece que en cualquier momento se larga la
lluvia, tendremos que dejar el paseo de las grutas de Ongamira para
otro día, así que no tenemos apuro.
Alicia silenciosa observaba todo lo que había pasado. Estaba sorprendida de como la sincronicidad de la vida la había llevado a
conocer a esta fabulosa familia, quienes desinteresadamente estaban
dispuestos a dar todo por ayudar a quien sea.
Después de un rato, comieron juntos en el comedor. Había
empezado a oscurecer y era el momento de que la familia Novoa
regresara a su hogar, para que Celeste no se acostara tarde. Alicia se
despidió con un fuerte abrazo a toda la familia y un gran agradecimiento a su amiga Aurora, quien gracias a su preocupación, había
habilitado una sincronicidad de hechos que llevaron a que Alicia resuelva de una vez por todas su conflicto biológico.
Antes de irse, Alicia les pidió el número de teléfono para poder
comunicarse con ellos y contarles las novedades. Se despidieron, se
acomodaron y encendieron el auto para iniciar el rumbo a su hogar,
en el barrio Las Gemelas.
Al llegar acostaron a Celeste, quien ya se había dormido en el viaje
de regreso, y pasaron un rato frente al fuego reflexionando sobre lo
que habían vivido. Cuando el fuego del hogar se consumió, fueron a
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dormir en un estado de dicha total, donde sentían que lo que habían
hecho tendría hermosas consecuencias en un futuro no muy lejano.
Transcurrieron las horas y un nuevo día empezó. Eran las 10 de la
mañana y escucharon sonar el teléfono. Una alarma estridente. Gabriel estampó la mano contra la mesita de noche y recogió su celular.
—¿Quién es? —preguntó Gabriel, aun todavía medio dormido. Aun
seguían en la cama, envueltos en las sábanas, y bien calientitos por el
calor corporal.
—¡Soy Alicia chicos! Me acabo de despertar y son las diez de la mañana! —Gabriel suspiró y se frotó los ojos para quitarse el sueño de
encima—. Lo primero que quise hacer al despertarme fue contarles
que por primera vez en un mes logré dormir toda la noche de corrido,
sin despertarme y es más voy a seguir descansando un rato más,
¡siento como si mi cuerpo quisiera dormir varios días seguidos!
—Qué bueno Alicia —dijo Gabriel sonriente—. Nos alegra muchísimo por vos, aprovecha y seguí descansando, sería lógico que si
has resuelto una situaciones que te tiene varias semanas sin dormir,
te tome varios días recuperarte al cien por ciento, pero aprovecha y
descansa que ahora sí puedes…
—Así lo haré, y estaré eternamente agradecida con ustedes, gracias
nuevamente, que tengan un hermoso día —murmuró Alicia. Su voz se
escucha diferente, más alegre y dispuesta a disfrutar de la vida.
—Gracias Alicia, vos también, que continúe tu descanso y tu paz
mental —le dijo Gabriel.
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Sofi había escuchado toda la conversación desde un costado. Al
terminar la llamada, abrazó a Gabriel y le dio un beso en la mejilla.
—Me gusta esta nueva vida que estamos llevando Gabi —susurró
Sofi. Gabriel le devolvió el abrazo—. Te quiero mucho. Continuemos
esta aventura juntos.
Había pasado muy poco tiempo desde que llegaron a Capilla y sentían que sus vidas habían cambiado rotundamente. Aquel día lo pasaron en la cama, ya que ellos también estaban muy cansados. Todo este
proceso de re-aprendizaje del cuerpo y de la enfermedad era muy
fuerte y seguramente iba a necesitar mucho tiempo para lograr
terminar de asimilar, pero la semilla estaba plantada y comenzaba a
germinar.
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Capítulo Ocho
Lo que sucede conviene
Habían pasado ya dos semanas desde la última aventura de la familia
Novoa. El maravilloso libro que estaba cambiando la vida de la familia
seguía encima de la mesita donde lo habían dejado. Sofi y Gabriel decidieron frenar la lectura unos días para poder asimilar toda la información que venían aprendiendo.
Pero el libro parecía llamarlos, había algo que aún estaba pendiente. Les faltaba aprender la última ley de la biología que terminaría por hacerles comprender los extraordinarios sucesos de la vida.
Eran las siete de la mañana y el sol se hacía notar a través de las
sierras. Los primeros rayos solares atravesaban las ventanas de la
humilde casa, aumentando lentamente la temperatura de su hogar
con un calor reconfortante. Uno de los rayos de sol que el vidrio de la
ventana proyectaba, descendía justo en el ojo izquierdo de Gabriel, lo
cual le hizo despertarse. Tras levantarse, fue rápido al baño, se lavó
los dientes, puso el agua para el mate y mientras esperaba a que calentase, fue a mirar por la ventana esa maravillosa imagen del sol,
pintando las sierras con sus rayos dorados.
Otro rayo de sol bañaba justo la mesa donde aguardaba el libro, el
cual parecía estar iluminado por un aura dorada y esperando a que sus
lectores continuaran la lectura. Gabriel parecía muy tentado de
continuar leyéndolo pero no estaba seguro si el momento era el
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indicado. Se quedó pensando un instante hasta que escuchó el silbido
de la pava. El agua ya estaba hirviendo, se le había olvidado la tetera
en el fuego, así que apagó la cocina y dejó que se enfriara un poco para
tomar los primeros mates del día. Mientras aguardaba mirando por la
ventana, Sofí se despertó y le recibió con un beso.
—Buenos días, mi amor, ¿cómo estás? —le preguntó Gabriel.
—Buen día mi vida. Muy bien, pero me despertó el ruido de la pava,
sino hubiese seguido durmiendo —Sofi abrazó a Gabriel por los hombros y observó el paisaje a través de la ventana—. ¡Esta tan hermosa la
mañana!
—Si Tenes razón. Bueno, yo me levanté porque me despertó el sol,
sino también hubiese seguido calentito en la cama —dijo Gabriel.
—Pero me alegro Gabi que nos hayamos despertado porque me parece que es una mañana perfecta para continuar con lo que tenemos
pendiente del libro —Sofi le echó un vistazo—. ¡Mira! ¡El libro está
iluminado por un rayo de sol! Esta tiene que ser la señal para
continuar avanzando!
—¡Muy bien Sofi, estoy de acuerdo! —exclamó Gabriel—.
Continuemos leyendo porque me intriga saber que más nos enseñara.
Ya me siento listo.
Gabriel se sentó en el sillón de la sala. Sofi tomó el libro entre sus
manos y le imitó, dejándose caer en el suave asiento.
—Vamos —susurró Gabriel.
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—La quinta ley biológica —leyó Sofi—. Esta ley explica cuál es el
sentido biológico de cada enfermedad, es decir “para qué sirve la
enfermedad". Descartando por completo la posibilidad de que estas
sean el resultado de un contagio, de una enfermedad hereditaria, genética o autoinmune.
»Es la ley de la comprensión, de las “así” llamadas enfermedades
corresponden a un sentido biológico especialmente programado por
la naturaleza, lo que antiguamente se conocía como Quintaesencia.
Cada par de enfermedades tal como ha quedado descrito es un
Programa Especial de la naturaleza con un Sentido Biológico, desarrollado a lo largo de la evolución para permitir a los organismos salir de
su funcionamiento ordinario para lidiar con situaciones particulares
de emergencia.
—Woaw… —murmuró Gabriel.
—Aquí termina la explicación de las cinco leyes biológicas —Sofi
cerró el libro y se quedó mirando el techo—. Que hermoso saber que
la enfermedad es una aliada y no un enemigo, Gabi.
—Si Sofi, realmente esta comprensión de la naturaleza proporcionada por la medicina Germánica otorga la posibilidad de
entender que todo ocurre por algo… —reflexionó Gabriel—, y que la
enfermedad, aquella que hasta ahora juzgamos como una mala suerte
o algo maligno, siempre fue lo mejor que nos pudo pasar, era el
intento de la naturaleza de continuar con su evolución. Para que nosotros podamos avanzar ante cualquier adversidad, realmente esta ley
completa las anteriores, Sofi, y le da a la vida un sabor hermoso…
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Gracias a todas las experiencias que tuvieron desde que llegaron, y
al haber entendido las cinco leyes de la biología, Gabriel y Sofi lograron verificar por ellos mismos que lo que decía aquel libro era
correcto. Les permitía vivir en libertad, sin miedo a la enfermedad,
algo que hasta ahora jamás había ocurrido, ya que en la historia de la
humanidad siempre se le ha tenido miedo a la enfermedad, y el mayor
miedo de las personas ha sido el de contagiarse de alguna enfermedad. Ahora sabían que estaban equivocados y tenían la posibilidad
de vivir sin miedo, haciéndose cargo y responsables de su salud,
identificando los conflictos biológicos en sus vidas y resolviéndolos en
el momento que aparecen lo que antes que pudieran, para evitar así
fatigar su cuerpo.
—Además que tenemos la posibilidad de criar a nuestra hija
Celeste sin miedo a la enfermedad —reflexionó Sofi—. Que regalo tan
hermoso hemos recibido, Gabriel… Estoy tan contenta.
—Así es Sofi. Tenemos en nuestras manos el potencial de cambiar
el mundo, pero para hacer eso, lo importante es que nosotros mismos
vivamos con coherencia y responsabilidad, haciéndonos cargo de
nuestros actos —afirmó Gabriel, a lo que Sofi asintió con una hermosa
sonrisa dibujada en su rostro—, poniendo atención a todo lo que
hacemos y en el caso de que sin querer lastimamos a alguien o dejamos algo pendiente, en el mismo momento que nos damos cuenta de
lo ocurrido, tenemos que ir y enmendar la situación. Cosa que muchas
veces no es fácil, pero es nuestra responsabilidad. La medicina
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germánica nos permite saber si las decisiones que tomamos nos
convienen o no. Es maravillosa.
—Es un regalo divino que tenemos que aprovechar, Gabi. Ojalá en
algún momento podamos contribuir con la difusión de este nuevo
paradigma médico.
—Bueno, antes de poder compartir este conocimiento, me parece
prudente tomarnos un tiempo, continuar poniéndola a prueba,
verificando y poniendo atención a cómo nuestro cuerpo reacciona
ante las situaciones —dijo Gabriel—, es decir, creo que tenemos que
integrar por completo en nuestras vidas, para poder luego compartirlo.
—Por supuesto, Gabi. Y no es tarea fácil ya que tenemos que derribar un sinfín de ideas erróneas que nos han programado desde niños,
pero estoy seguro de que vamos a poder juntos —dijo Sofi y agarró su
mano.
En ese instante, Celeste se despertó y se unió a sus padres en el
salón de la casa de los Novoa, ubicada en las sierras de Córdoba, para
observar el amanecer de un nuevo día, de una nueva vida tras conocer
la Nueva Medicina Germánica.
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FIN.
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Este cuento está realizado por Gastón Vargas y su difusión es gratuita.
Está permitida su difusión pero no su distorsión.
El objetivo de este cuento para niños y adultos es el de vivenciar
mediante experiencias y situaciones cómo los programas biológicos
están siempre en los momentos que más los necesitamos, incluso como a través de un completo entendimiento de los mismos, podemos
entender que es lo que le ocurre a una persona.
La Medicina Germánica desarrollada por el Dr Ryke Geerd Hamer
es una medicina del futuro, la cual estamos intentando que llegue a
los niños y a los padres, para que estos continúen con su difusión, para
lograr generar un verdadero cambio en la sociedad, un cambio que
sea real y permanente, ya que una vez verificadas las leyes de la biología en uno mismo, es imposible volver al viejo paradigma médico.
Para esto proporcionamos en nuestra página web
https://awakingproject.com/ una formación profesional de Medicina
Germánica, donde cualquier persona sin conocimiento previo puede
formarse y aprender Medicina Germánica. Incluso tenemos una sección para consultas privadas y una comunidad donde gente de todo
el mundo se nuclea para debatir ideas, conocerse y donde además,
pueden hacer todo tipo de preguntas sobre medicina germánica y
sobre cualquier enfermedad, las cuales son respondidas de manera
completa para que la persona no tenga nunca más dudas al respecto.
En la presencia del amor, el miedo desaparece,
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No puede haber amor si hay miedo a la muerte.
No puede haber amor si no estás presente.
El verdadero amor ocurre solo cuando no hay división
ni preferencia. El amor es plena atención.
Si no hay atención no hay amor.
Pongamos atención.
Libertad, familia y verdad.
¡Que viva la medicina germánica!
Gracias por leer este libro
~Gastón Vargas
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