ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA E. Serrano Dirigida por: Pío serie Biblioteca Cubana Serie dedicada a difundir lo mejor de la literatura cubana clásica y contemporánea. Agrupa temas y abordajes relativos a las letras cubanas, con títulos de diferentes géneros y autores de dentro y fuera de la Isla, en un diálogo cultural útil y generador de intercambios. Entre los autores más destacados de la Serie, figuran: José Martí, José María Heredia, Julián del Casal, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Cirilo Villaverde, Ramón Meza, Jorge Mañach, Alejo Carpentier, Pablo de la Torriente, José María Chacón y Calvo, Humberto López Morales, Nivaria Tejera, Juan Arcocha, Guillermo Cabrera Infante, Leonardo Padura, Abilio Estévez, Pedro Juan Gutiérrez, José Lorenzo Fuentes, Dulce María Loynaz, Isel Rivero, Roberto González Echevarría, José Olivio Jiménez, Manuel Díaz Martínez, Severo Sarduy, Francisco Morán, Lilliam Moro, Carlos Montenegro, Lino Novás Calvo, Eugenio Suárez Galbán, José Prats Sariol, Félix Luis Viera, Rafael Alcides, Armando Álvarez Bravo, José Abreu Felippe, Antonio José Ponte, Reinaldo Montero, Luis Manuel García, Reinaldo García Ramos, Julio Travieso, José Kozer, Lydia Cabrera, Eliseo Diego, Gastón Baquero, Lina de Feria, Virgilio López Lemus, Ramón Fernández Larrea, Enrique Pérez Díaz, José Triana, Rogelio Riverón, Virgilio Piñera… HUMBERTO LÓPEZ MORALES Estudios sobre el español de Cuba esta obra ha recibido una ayuda a la edición del ministerio de educación, cultura y deporte El editor agradece la colaboración de Carlos Domínguez Cintas, Coordinador de Publicaciones RAE © Humberto López Morales, 2018 Imagen de portada: CUVA INSULA, fragmento de El Mediterráneo Americano, según T. de Bry, 1594 © Editorial Verbum, S. L., 2018 Travesía Sierra de Gata, 5. Madrid 28500 & 910 465 433 e-mail: info@editorialverbum.es www.editorialverbum.es I.S.B.N.: 9788490745311E Diseño de cubierta: Pérez Fabo Fotocopiar este libro o ponerlo en red libremente sin la autorización de los editores está penado por la ley. Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. ÍNDICE Humberto López Morales, cosmopolita doméstico Darío Villanueva ................................................................... 9 Presentación Orlando Rodríguez Sardiñas ................................................ 11 ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA Nota del autor ................................................................................. 17 Introducción .................................................................................... 19 Indigenismos en el español de Cuba .............................................. 57 Elementos africanos en el español de Cuba ................................... 73 Tres calas léxicas en el español de La Habana (indigenismos, afronegrismos, anglicismos) ........................................................... 85 Contribución a la historia de la lexicografía en Cuba: observaciones pre-pichardianas ..................................................... 103 Observaciones fonéticas sobre la lengua de la poesía afrocubana ...................................................................................... 121 Fricativas y cuasifricativas no aspiradas en el español de Cuba (notas de fonética genética) ............................................. 129 Neutralizaciones fonológicas en el consonantismo final del español de Cuba ............................................................... 143 Nuevos datos sobre el voseo en Cuba ............................................. 151 El español de Cuba: situación bibliográfica ................................... 157 Abreviaturas bibliográficas ............................................................ 177 Bibliografía ................................................................................... 181 7 Humberto López Morales, cosmopolita doméstico Humberto López Morales reedita sus Estudios sobre el español de Cuba, casi medio siglo después de su primera publicación en la ciudad de Nueva York. Nunca he comentado el asunto con él. Con Humberto, uno de los más generosos conversadores que he frecuentado, pocas veces hablé de libros, suyos, míos o de terceros. No sé qué decir a este respecto: quizás nos interesaba más a ambos hablar de la vida, de las nuestras y de las de los demás. También se ejerce de humanista, título que no nos desagrada a ninguno de los dos, platicando sobre la condición humana. A nuestras conversaciones de este tenor podríamos ponerles un título terenciano, si fuese necesario hacerlo (que no lo era): Homo sum, et nihil humanum a me alienum puto. Decía que nunca comenté con Humberto si este libro que ahora reaparece sin haber perdido vigencia en su contenido y aportaciones lingüísticas era o no el preferido por él. Ciertamente, mi amigo tiene muchos entre los que elegir. Alguno de ellos, además, distinguido con un codiciado premio como el Isabel de Polanco de ensayo, y muy ampliamente difundido. Pienso, por caso, en La andadura del español por el mundo, de 2010. Pero se me figura que estos estudios sobre el español de Cuba están profundamente entrañados con la trayectoria vital, no solo intelectual, de su autor. En el decenio anterior a su publicación, el joven profesor e investigador Humberto López Morales había destacado ya por sus aportaciones a un capítulo poco cultivado de la literatura española: los orígenes medievales del teatro castellano. Pero antes, finalizados los estudios de licenciatura en la Universidad de su ciudad natal, La Habana, Humberto había comenzado a pergeñar una tesis doctoral precisamente sobre el español de Cuba. Para documentar los aspectos léxicos y fonológicos de su empeño, el joven investigador salió al campo para entrevistar a guajiros camagüeyanos y orientales como lo que eran: los genuinos propietarios de un idioma global como el español en su fluencia cubana. Como el propio Humberto escribiera, "el curso de los acontecimientos nacionales" torció el renglón de su vida; aquella nonnata tesis sobre la fonología del español en Cuba cedió paso a otros proyectos como los antes apuntados, pero sobrevivieron las hijuelas que se recogen en el libro que ahora reaparece: Estudios sobre el español de Cuba. 9 10 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Tuve la fortuna de conocer muy pronto, al principio de mi carrera como profesor, a Humberto López Morales, cuya producción literaria, sociolingüística, lexicográfica y dialectológica me ha ilustrado durante medio siglo de un aprendizaje que para nosotros, los filólogos, nunca concluye. Pero esta relación se intensificó para mi beneficio en los años en que conviví con él, codo con codo, en la Real Academia Española, yo en mi función de secretario primero y de director después, y él como Secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Fue entonces cuando, amén de conversar y leernos, viajamos juntos. Y así descubrí una condición de Humberto López Morales que en mi fuero interno lo señala e identifica: la de un gran cosmopolita doméstico. Me explico. Humberto es un habanero puertorriqueño, un tejano madrileño, un español europeo (valga la redundancia), pero también mira directamente a los ojos y le habla de tú a tú a cualquier nativo de esa patria ecuménica que el mexicano Carlos Fuentes gustaba denominar "el territorio de la Mancha". Quiero ello decir que gracias a la lengua que compartimos más de quinientos millones de personas desparramadas por cuatro continentes, Humberto se ha desenvuelto como Perico por su casa por casi el mundo entero. En ningún lugar lejano de España al que yo haya llegado él había dejado de estar una o varias veces, y en todos me preguntaban por Humberto porque invariablemente había depositado allí su huella. Huella académica e intelectual, pero también, y quizá sobre todo, huella humana. Después de dos decenios largos de entrega a ASALE, Humberto López Morales ha vaciado su despacho madrileño de Felipe IV, 4. Lo sabemos en Miami, pero el cosmopolitismo doméstico que lo caracteriza le hace seguir presente en todos los lugares en que se habla español, que conforman para él un vasto hogar sin fronteras. Conservamos además como oro en paño en la sede madrileña de ASALE su espléndida biblioteca de varios miles de volúmenes, entre los que menudean los de temática hispanoamericana. Pero entre todos ellos, los escritos por Humberto López Morales (los menos) o por otros autores (lógicamente, los más), hay uno que me gusta pensar que está muy cerca de su corazón: estos Estudios sobre el español de Cuba. Darío Villanueva Director de la RAE y Presidente de ASALE Presentación El libro recoge, como lo hace notar su autor, “una serie de trabajos sobre el español de Cuba publicados en diferentes revistas especializadas entre 1961 y 1969”, así mismo se añaden en esta edición una serie de estudios que pertenecen ya a este tema y que el lingüista se proponía unificar y dar a la luz en un solo tomo. El trabajo que se recoge en estas páginas, para la fecha de su publicación inicial, representa un gran paso en las investigaciones lingüísticas en Cuba y, en general, en el Caribe. Ponen de manifiesto que las escasas investigaciones llevadas a cabo con anterioridad a la fecha de estas exposiciones necesitan ser replanteadas “en términos científicos” y que habría que prescindir de una gran parte de ellas ya que son más bien producto de unas ideas dialectológicas completamente obsoletas. La obra recorre un mundo lingüístico extenso y destacan un panorama que lleva desde los indigenismos en el español de la Isla hasta los últimos datos sobre el voseo en Cuba, pasando por capítulos que se adentran en los elementos africanos del español isleño, las calas léxicas del habla capitalina, así como la historia de la lexicografía en Cuba hasta observaciones fonéticas sobre la lengua de la poesía afrocubana. Los estudios contenidos en este trabajo sobre aspectos de las fricativas y cuasifricativas no aspiradas, y las neutralizaciones fonológicas en el consonantismo final del español de Cuba, hacen de este libro un tomo absolutamente indispensable tanto para especialistas como para investigadores y estudiantes de la lengua española. El libro contiene una amplísima, y no fácil de conseguir, bibliografía sobre el tema del que se ocupa. Orlando Rodríguez Sardiñas, 2018 11 ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA A Rafael Lapesa, mi maestro, en humilde homenaje por sus cuarenta años de cátedra universitaria, siempre ejemplares y generosísimos. Este libro recoge una serie de trabajos sobre el español de Cuba publicados en diferentes revistas especializadas entre 1961 y 1969, más otros que por diversas causas permanecieron inéditos o que fueron escritos para aparecer aquí. Los artículos tratan principalmente de temas léxicos y fonológicos; son fragmentos inconexos de un amplio proyecto que debió haberse realizado y presentado a la Universidad de La Habana como tesis doctoral, de haber sido otro el curso de los acontecimientos nacionales. El antiguo proyecto sigue en pie, pues a estos trabajos parciales seguirá, espero que en breve, una fonología del español de Cuba. Para los sujetos que dentro y fuera de Cuba hicieron posible estas investigaciones, mi agradecimiento más profundo, en especial para aquellos guajiros camagüeyanos y orientales entrevistados en 1959, que con su espléndida cooperación supieron suplir en la encuesta lingüística mi inexperiencia y mis deficiencias técnicas de entonces. Quiero también consignar mi gratitud a Gordon von Miller, del Radiology Department de la Baylor School of Medicine, en Houston, sin cuya experta y generosa ayuda me hubiera sido imposible obtener e interpretar adecuadamente las cinemarradiografías del estudio sobre fricativas y cuasifricativas, y a Las Americas Publishing Co. por la oportunidad que me ha brindado de volver a examinar los trabajos publicados y replantear algunos de sus puntos. Houston, febrero de 1970. Introducción Ubi nihil erit quod scribas, id ipsum scribito. Epistulae at Atticum, IV, 8, 4. El español de Cuba es en muchos aspectos terra incognita. Sólo algunos puntos han sido explorados, aunque casi siempre de manera insuficiente. Ahora que preparo mi Introducción a la fonología del español de Cuba compruebo a fondo lo que ya había observado en dos estudios bibliográficos anteriores, que algunas de las investigaciones hechas hasta la fecha sobre el español de la isla necesitan ser replanteadas en términos científicos y que, por consiguiente, es lamentablemente necesario desentenderse de una buena parte de esta literatura, pues los resultados ofrecidos son más bien producto de un empirismo diletante o de unas ideas dialectológicas en extremo caducas. Por el momento la penuria informativa es tal, que me he decidido a recoger en este librito varios estudios publicados entre 1961 y 1969, más otros inéditos, a pesar de que reconozco lo relativo y provisional de algunos de los trabajos: Ubi nihil erit quod scribas, id ipsum scribito. Los que aquí aparecen reunidos no ofrecen más unidad que, en términos generales, el tema central de que se ocupan. El lector podrá juzgar rápidamente por el índice que a pesar de esa unidad, algo forzada desde un punto de vista lingüístico, los trabajos apuntan en varias direcciones. Demás está advertir que el alcance y el propósito de éstos es muy desigual. He revisado todos los artículos que aquí se reimprimen procurando ponerlos al día; el proceso ha ido desde simples retoques bibliográficos a la reelaboración total. I La primera vez que me ocupé de la influencia de las lenguas prehispánicas en el español de Cuba estaba demasiado preocupado con el sustrato 1. Cierto que ya A. Alonso (1939) había dado el golpe de gracia 1 «¿Un sustrato lingüístico indígena en el español hablado en Cuba?», Trabajos y Conferencias, Seminario de estudios americanistas, Madrid, 3 (1961), 133-46, y 19 20 HUMBERTO LÓPEZ MORALES a la teoría indigenista de Lenz, y que Jungemann (1955) y Malmberg (1959) habían puesto seriamente en tela de juicio varios postulados sustratísticos tradicionalmente aceptados; pero también era cierto que algunas conclusiones de estos últimos no parecían definitivas y que A. Alonso, lejos de desanimar con los resultados de su investigación, invitaba a continuar sobre el asunto 2. Aquel trabajo mío tuvo, como era de esperar, conclusiones paupérrimas. Materiales demasiado abigarrados y resabios de un historicismo mal comprendido viciaron aquel estudio, de concepción algo prematura además. Hoy no parece que haya lugar para presentar el tema, pues la hipótesis de que la realización velar y ensordecida de /r̄ / pudiera tener alguna relación con el llamado taíno está en franca decadencia. Cuando Navarro Tomás (1966), 95, señaló el fenómeno en Puerto Rico, donde se da con frecuencia de norma, observó que su mayor densidad coincidía geográficamente con la zona de Maricao, donde había una mayor pervivencia de influencias indígenas en varios aspectos de la cultura; pensó no en un hecho de sustrato, sino en una «influencia refleja» por la que cabía «suponer que la rr velar de Puerto Rico puede ser efecto de la acomodación del sonido castellano al medio indígena y mestizo, bajo alguna influencia especial de la fonética boricua». La hipótesis adelantada por Navarro Tomás tropieza con graves dificultades, algunas señaladas por él mismo. En primer lugar obliga a suponer que el dialecto o dialectos hablados en Puerto Rico poseían /r/, pero no /r̄ /. BFE, III (1961), 10-20. 2 En general las hipótesis de sustrato han ido perdiendo terreno desde entonces. Trabajos teóricos han cooperado a clarificar los límites y el funcionamiento del sustrato; junto a los muy conocidos de A. Alonso (1941) y Menéndez Pidal (1950), cf. los más recientes de Malmberg (1959, 1963), Gamillscheg (1960), Cisneros (1961), Gessmann (1963). Modificaciones de importancia a ideas tradicionales sobre los sustratos prerromanos en la península han sido hechas, directa o indirectamente, por Haudricourt y Juilland (1949), Martinet (1951-2, 1952), Joos (1952), Jungemann (1956) y Galmés (1962). Véase ahora un riguroso análisis de la cuestión en Craddock (1969). Con respecto al sustrato indígena del español de América, poco se ha avanzado desde el estudio general de Malmberg (1947-8). Los trabajos posteriores son muy contradictorios; cf. a manera de ejemplo, Corvalán (1956), Révah (1957), da Silva Neto (1957), Dávila (1959), Stepanov (1961), Bar- Lewan (1963) y Lope Blanch (1969, 1970 a, 1970 b). Creo que el problema del sustrato en el español (y en el portugués) americano debe plantearse de nuevo, deslindando cuidadosamente los fenómenos de adstrato y las interferencias de hablantes bilingües. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 21 Para llegar a esta conclusión es necesario basarse en testimonios escritos y dar por fidedignas transcripciones españolas hechas durante un período de la historia de la lengua que se caracteriza por su gran inestabilidad y polimorfismo; y aún así, dado que el corpus es exiguo 3, sería muy difícil llegar a establecer este aspecto del sistema fonológico de dichos dialectos, e imposible lo relativo a sus realizaciones alofónicas. Nadie puede asegurar que el arauaco de Puerto Rico contaba con un fonema /r/ realizado fonéticamente como monovibrante alveolar, ni tampoco que esta realización que hoy damos al fonema en los indigenismos no haya sido producto de una interferencia española para suplir un sonido sin paralelo en su sistema. El presupuesto inicial, formado a base de suposiciones, como se ve, necesita por lo menos mayor refuerzo diatópico. Hasta ahora la 3 Se reduce a una frase recogida y transcrita por Las Casas, al léxico fósil de la toponimia y al escaso vocabulario indígena —quizá muy hispanizado—, más observaciones aisladas de conquistadores, cronistas y misioneros. La frase que trae Las Casas es O cama guaxerí guariquen caona yarí, que según él significaba «Oye, señor, mira el joyel de oro». Queda claro que cualquier deducción que se saque de aquí es hipotética en grado superlativo. La transcripción pudo no ser fiel en lo fonético, quizá el grupo fónico está arbitrariamente dividido y es posible que la traducción sea sólo aproximada; problemas irresolubles, como se ve. El otro texto, que durante algún tiempo se creyó indígena, es en realidad un canto negro de Haití; hoy se sabe que Aya bomba ya bombai / Lamassam Ana caona / Van van tavana dogai / Aya bomba ya bombai / Lamassam Ana caona, no son restos de ningún areíto de los indios de La Española. El fragmento había sido conservado por tradición oral hasta 1852, en que H. R. Schoolcraft (1851-60) lo imprimió con letra y música. Tres años más tarde, el historiador haitiano Emile Nau (1854) explicaba el origen haitiano de este canto. Recientemente, M. Henríquez Ureña (1963), I, 26-7, tras compendiar estos datos, observa que la música de la canción se ajusta a la escala eptafónica y no a la pentafónica, que se entiende era la usada por los indígenas. Además, la melodía es muy semejante a la de una canción francesa —Monsieur Contin— popular en Santo Domingo a principios del siglo XIX. Desechada la fantasía del areíto, sólo parece quedar la posibilidad de encontrar pictografías que puedan arrojar alguna luz sobre el problema; pero esto no parece muy probable, al menos para Cuba. En una exploración a Punta del Este (Isla de Pinos), realizada en 1922, F. Ortiz pudo ver restos de algunas pictografías; pero la exploración dirigida por Herrera Fritol, dieciséis años después, no pudo encontrarlas ya. En los años 1959-60, la Sociedad Espeleológica de Cuba descubrió nuevo material pictográfico, aunque muy dañado, pero no he sabido que se haya efectuado ningún estudio sobre el mismo. Ante esta situación es más de lamentar que se haya perdido el vocabulario de fray Domingo de Vico —cf. P. Henríquez Ureña (1940), 121 y nota 1—, pues aunque reducido al plano léxico, sin duda hubiera ampliado el horizonte a la investigación. 22 HUMBERTO LÓPEZ MORALES investigación dialectal ha.encontrado realizaciones de /r/ semejantes a la de Puerto Rico en zonas de Colombia (Cértegui, Istmina, Tadó, Condoto y Nóvita) 4, en Trinidad 5 y posiblemente en un pequeño punto del oriente de Cuba 6. Si se acepta, como ha hecho de Granda (1966), que la realización velo-alveolar vibrante está de algún modo relacionada con [x], entonces habría que añadir a otras zonas de Colombia (Montería) 7 y al oriente de Venezuela 8. La información no 4 Flórez (1951), 232-5. 5 Thompson (1957), 365. 6 En Yateras, donde parece ser norma, en contraste con Caujerí, Zapata, Güira, Yara y Dos Brazos, donde /r/ se realiza siempre con articulación alveolar; pero este asunto tiene que ser estudiado in situ con metodología cartográfica, pues las fuentes de información que poseo no son suficientes, ya que para Yateras, Zapata y Dos Brazos sólo tengo datos a nivel de idiolecto. Debe tenerse en cuenta que en otros puntos orientales, donde los antropólogos han señalado supervivencias de elementos indígenas —étnicos, técnica alfarera y restos institucionales, como la herencia por vía materna; cf. Pichardo Moya (1943), 289-97 y (1945) 234, y Rosenblat (1954), II, 47-54—, no se da la realización alveolar. Ni Almendros (1958), ni Salcines (1967), ni Isbăşescu (1965, 1968 a) consignan el fenómeno, pero ello es explicable: Almendros, a pesar de lo general de su título, trabaja sólo con materiales del Occidente, Salcines analiza exclusivamente las áreas metropolitanas de La Habana y Santiago de Cuba, e Isbăşescu ha trabajado con un sujeto (de Santiago) como representante de toda la provincia de Oriente. 7 Flórez (1951), 235; (1960), 177; (1963), 273. Para esta última obra, véase Bibliografía, Flórez (1964 b). Flórez (1957), 46, señala también para Guarumo, en Antioquía, la pronunciación de /r̄ / inicial «con un elemento velar fricativo sordo», pero el autor especifica bien que es un caso de idiolecto. 8 Rosenblat, en su reseña a El español de Puerto Rico, de Navarro Tomás, NRFH, IV (1950), 161-6. En estas mismas páginas, Rosenblat se pregunta: «¿No será esa rr con comienzo aspirado la primera etapa del proceso de velarización?» De Granda (1966) trabaja en esta dirección: cree que la variante velo-alveolar es una etapa del proceso hacia la velarización total, y así lo consigna en un intento de fechar el cambio [r] → [x] en Puerto Rico. De Granda (1966) acaba de revisar en detalle lo relativo al posible origen indígena del fenómeno; a los materiales conocidos añade nuevos datos que imposibilitan aún más la hipótesis indigenista, entre ellos el de la «coincidencia casi exacta de la zona de conservación de rr alveolar (ángulo S.O. de la isla desde Adjuntas a Cabo Rojo) con los últimos testimonios que poseemos de la existencia de indios en el siglo XVIII». En esta última revisión del problema faltan los datos suministrados por Canfield (1962), 91-2, que dice que /r/ con realización velar sorda o sonora se da en Puerto Rico, y «ahora se conoce en Cuba, en Santo Domingo y recientemente en las costas de Colombia y Venezuela». La información es muy imprecisa, y quizá por eso no haya sido tomada en cuenta por de Granda. Lo cierto es que quedamos sin saber si Canfield se ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 23 es muy abundante, pero lo suficiente para comprobar que el fenómeno no coincide geográficamente con los antiguos asientos taínos; mientras que se da en zonas de dominio prehispánico chibcha no se encuentra en otras arauacas, vecinas además de Puerto Rico. También merecen consideración otros puntos extralingüísticos. A juzgar por los testimonios antiguos, los indios de las Antillas mayores aprendieron español muy rápidamente 9, aunque es imposible saber con qué interferencias lo hablarían. Ahora bien, para pensar en un fenómeno de adstrato se necesita que los hablantes indios hubieran constituido un numeroso núcleo de población durante los siglos coloniales 10, y que, refiere a las variantes mixtas señaladas por Flórez y Rosenblat, o si se trata de variantes exclusivamente velares, en cuyo caso sería necesario saber más detalladamente su distribución geográfica. En cuanto a Santo Domingo y Cuba da la impresión —revisando su bibliografía— de que sus informes proceden de los ya viejos de Henríquez Ureña (1940), 139, y de Navarro Tomás (1966), 94. El primero dice que la realización velar es muy rara, «cuando existe es puramente individual», y el segundo se limita a apuntar en nota: «Informes personales dan idea de que la rr velar realiza progresos en Cuba», pero sin más detalles es difícil formarse alguna idea sobre la exactitud de tal información. 9 Según Las Casas, hacia 1540 la extinción del llamado taíno era casi un hecho, y desde diez años antes no era necesario aprenderlo —dice— porque los indios sobrevivientes hablaban español. P. Henríquez Ureña (1940), 119-20, pensaba que Las Casas exageraba cuando al escribir su Historia de las Indias, 1550-61, da como extinguidos a estos dialectos de las Antillas, pero reconoce que no debió de exagerar mucho. En realidad, el sistema de convivencia que se implantó desde los primeros momentos propiciaba una rápida castellanización: las encomiendas, sobre todo, y también los amancebamientos y las uniones legales, donde siempre se impuso la clase dominante. Cf. Pichardo Moya (1943), 288-352, y E. S. Santovenia (1935), 14-35. La convivencia lingüística indígena-castellana no fue muy duradera en ninguna de las grandes Antillas. En Cuba, quizá menor, pues aunque Colón llega a sus costas en 1492, la isla no fue colonizada hasta 1515 con la empresa de Diego Velázquez. 10 Según informes de la Colección de documentos inéditos de ultramar (IV, 252), en 1532, es decir, diecisiete años después de terminada la expedición de Velázquez, quedaban en Cuba 5.000 indios. La información choca algo con la de Marrero (1966), 144, que afirma que para 1537 eran 5.000 los indios encomendados. De cualquier forma se nota cuán escaso era su número para entonces. La población indígena con anterioridad a estas fechas ha sido objeto de especulación. Las Casas y Pánfilo de Narváez, al terminar la expedición colonizadora, pensaron que los habitantes de la isla no pasaban de 200.000. A Las Casas, Cuba debió parecerle semideshabitada, pues hablaba de 3.000.000 para La Española. En tiempos modernos, A. Hüne (1820) afirmó que en 1511 la población de indocubanos era de un millón, cifra astronómica que fue seguida 24 HUMBERTO LÓPEZ MORALES además, hubieran gozado de algún respaldo social, situaciones éstas que la historia impide imaginar. Parece, pues, forzoso abandonar la hipótesis arauaca; sin embargo, Malmberg (1961, 1964) seguido de de Granda (1969), que han tratado de explicar el fenómeno acudiendo a otras causas, no han ofrecido soluciones del todo convincentes 11. Otro punto no menos interesante es el de la entonación, pero en Cuba, así como en el resto de las Antillas mayores, resulta totalmente intocable. En el caso de Cuba sólo es posible seguir sospechando que las diferencias de esquemas de entonación entre la zona oriental y el resto de la isla 12 tenga alguna relación con el taíno, dado que por algunos historiadores para «documentar» la leyenda negra. En 1942, las investigaciones de I. Rose revitalizaron la idea de una numerosísima población indígena en la isla, porque después de hacer excavaciones y de analizar el material encontrado, Rose pensaba que en un área de 10 kilómetros alrededor de Bañes debió de haber existido por largo tiempo una población de 5.000 indios. La falsa suposición de que esta densidad demográfica fuese válida para toda la isla quedó demostrada con el estudio definitivo de A. Rosenblat (1945), donde se ofrece la cifra de 80.000 para los indocubanos en 1492. Cf. sus riquísimos elementos bibliográficos en el Apéndice, V, 196-8. 11 Malmberg (1961), 100-1 y (1964) 237, al rechazar la influencia indígena del fenómeno, dice: «Debe ser una casualidad que la rr uvular no se encuentre nada más que en algunos lugares aislados americanos. Su existencia en otro dialecto hispánico peninsular [el portugués de Lisboa] y en otras lenguas románicas [galo-romance, dialectos provenzales y fraco-provenzales] demuestra, empero, su carácter hispánico. Y la uvularización de la rr es tan sólo aspecto de un fenómeno más general. (Cf. el artículo sobre las r-es portuguesas de Jorge Moráis Barbosa, en el volumen III de Miscelánea homenaje a Martinet, 1963.) Por consiguiente, no debe explicarse por influencia de ningún idioma indígena.» De Granda (1969) retoma el punto de Moráis Barbosa, y piensa en un proceso general de desfonologización de /r/, que en el dominio español llevaría a la neutralización sistemática de r̄ /r. El trabajo está muy documentado, y se basa en el hecho de que r̄ /r es una oposición aislada en el sistema fonológico español, y que, por tanto, no se integra en ninguna correlación fonológica. Señala que en Madrid y en otras zonas hispánicas, /r̄ / se articula con sólo dos vibraciones, y que en áreas muy periféricas —el judeo-español y el español de Filipinas— /r̄ / se ha desfonologizado y la neutralización es un hecho. Dejando a un lado otros puntos que podrían discutirse, el mismo de Granda piensa que en Puerto Rico lo que se produce es una transfonologización, con lo que no puedo estar de acuerdo si se toma el término en el sentido generalmente aceptado, pero aún así, el origen de esta llamada transfonologización no parece que esté en conexión con los fenómenos señalados más arriba. El asunto requiere más discusión. 12 Salcines (1967). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 25 la influencia indígena subsistió con insistencia mayor en las áreas orientales. El artículo que se publicó con el título de «¿Un sustrato lingüístico indígena en el español hablado en Cuba?» ha sido ahora totalmente rehecho. Como no existen influencias gramaticales de ningún tipo y como las fonológicas —concretamente la entonación— no son susceptibles de comprobación al haber desaparecido las lenguas indígenas desde el siglo XVI, los estudios de las influencias lingüísticas indígenas se han concentrado en el léxico. Los indigenismos llenan diccionarios: allí aparecen ordenados alfabéticamente en una confusión de etimologías, consideraciones semánticas no muy fundamentadas, y observaciones diacrónicas y sincrónicas mezcladas arbitrariamente. A veces se les ha agrupado en ámbitos semánticos y se les ha buscado ‘autoridades’, pero no siempre éstas constituyen la documentación probatoria o al menos sustentadora de tal o cual teoría, sino que se las incluye como una especie de adorno 13. Justo es reconocer que todos estos estudios pertenecen a una época en que lexicografía, lexicología, etimología y semántica integraban un oscuro e indiscriminado conjunto. Las tendencias estructuralistas y post-estructuralistas de la semántica, la autonomía y deslinde de los estudios etimológicos, la lexicoestadística y la sociolexicología son en verdad asuntos novedosos 14. Pero lo relativo a la metodología etimológica (tradicional), a la semántica diacrónica y a la técnica lexicográfica pre-estructuralista es asunto bien conocido desde hace 13 Cf. infra, 173, 4.1. 14 Desde Hjelmslev (1958) hasta el momento son varias —y encontradas— las tendencias de la semántica, que hasta en los círculos lingüísticos norteamericanos ha sido reconsiderada y vuelta a valorar. Véase un resumen introductorio en Pottier (1964). Hitos significativos en los trabajos posteriores son: Coseriu (1964), Prieto (1964), Katz y Postal (1964), Nida (1964), Greimas (1966), Pottier (1968) y Rodríguez Adrados (1969 a). Con respecto a las nuevas directrices de los estudios etimológicos, los trabajos fundamentales son los de Malkiel (1957, 1962). En cuanto a la lexicoestadística, la bibliografía es amplia y desigual: una buena introducción teórica en Gudschinsky (1956), una revisión de principios en Hoijer (1956) y en Rea (1958), en Hymes (1960) un análisis de la bibliografía. Cf., además, infra, 83, n. 2. La sociolexicología no constituye per se un capítulo lingüístico independiente; hay que buscar algunos principios e indicaciones de método en trabajos sociolingüísticos de enfoque más amplio: McDavid (1946), Schatzman (1955), Bernstain (1960), Alleyne (1961), Kurath (1962), Labov (1964, 1966, 1968). 26 HUMBERTO LÓPEZ MORALES bastantes años 15, aunque por desgracia quienes se han ocupado de estas investigaciones han estado profesionalmente al margen de la lingüística. Su empeño primordial ha sido la recopilación, inspirada en criterios cuantitativos casi siempre. Cuando se compara el resultado de las recientes investigaciones de Lope Blanch (1969) con las interminables listas de aztequismos de Robelo (1904) y de Santamaría (1959), se comprende la enorme distancia que separa la realidad lingüística del espejismo de los diccionarios 16. Se comprende que cualquier estudio sincrónico sobre los indigenismos debe partir de una realidad de norma. Hasta que ésta no se determine estaremos moviéndonos sobre base poco sólida, manejando materiales cadavéricos o de sub-norma. El nuevo enfoque de este trabajo —«Indigenismos en el español de Cuba»— ha sido determinar la nómina de estos elementos léxicos en la lengua viva. Pero en realidad se trata de la nómina pasiva, y sólo teniendo esto en cuenta los resultados que aquí se ofrecen pueden ser tomados como índice general con bastante seguridad. Cuando pueda hacerse el análisis sobre un corpus adecuado, tendremos acceso a la nómina activa, que a juzgar por la tabulación de una muestra 17 debe ser 15 Los trabajos etimológicos —monográficos o en artículos de diccionario— cuentan con muchos e ilustres cultivadores desde el Etymologisches Wörterbuch der romanischen Sprachen, de Diez (1854). Cierto que el diccionario de Diez no fue tan conocido y divulgado en América como el Romatisches Etymologisches ~ Wörterbuch, de Meyer-Lübke; pero la primera edición del Wörterbuch es de 1911-20, y ya antes habían aparecido numerosos trabajos de éste y otros romanistas. En el ámbito hispánico, Cuervo (1883) y J. F. López (1884) habían trabajado ya en esa dirección, y en el umbral de este siglo, Menéndez Pidal (1900) daba excelentes modelos de investigación etimológica. Aun antes de que se terminara la impresión del diccionario de MeyerLübke, García de Diego (1919, 1920) comenzaba sus investigaciones de etimología española. Los estudios de semántica diacrónica arrancan, en teoría, desde el mismo Bréal, pero en realidad no es hasta 1921 cuando su discípulo A. Meillet (1921-36) sistematiza y jerarquiza materiales que pudieron servir de pauta metodológica. 16 El equipo dirigido por Lope Blanch trabajó con un Corpus léxico de 4.600.000 palabras aproximadamente, de las cuales 2.393.000 pertenecían a la lengua escrita y 2.211.000 a la lengua hablada. El número total de indigenismos encontrados fue 21.938, pero de éstos 18.554 son topónimos o patronímicos, lo que hace que los indigenismos pertenecientes al sistema léxico de la capital mejicana sean sólo 3.384. Esta cantidad equivale al 0,07 por 100 del léxico total. 17 Cf. infra, «Tres calas léxicas en el español de La Habana», 83-100. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 27 bastante más modesta. La distribución diastrática y diatópica de esta nómina general está todavía lejos de poder intentarse, pues no hay materiales en que apoyarse 18. El establecimiento de la nómina, o mejor, del complejo de nóminas de los indigenismos léxicos, debería estar directamente relacionado con investigaciones estadísticas, que tampoco estamos en condiciones de comenzar como no sea en modestísima escala. Las relaciones proporcionales entre indigenismos y el léxico básico no pueden hacerse, simplemente porque no sabemos cuál es el léxico básico del dialecto que estudiamos, y los análisis de frecuencia, dispersión y uso habría que hacerlos sobre lengua escrita, lo cual no ofrece mayores inconvenientes si acudimos a la computación mecánica, pero sólo nos daría una visión parcial de los hechos lingüísticos 19. A la determinación de la nómina procede su clasificación. Varios son los puntos de vista que pueden servir de base, pero ninguno presenta tantos problemas como el de clasificar por origen dialectal. El determinar la procedencia lingüística de los elementos de la nómina tropieza —para empezar— con que, a pesar de los trabajos de la antropología arqueológica, carecemos de suficiente información sobre las culturas indígenas que habitaban la isla a la llegada de los descubridores 20. El núcleo guanatahabibe sigue siendo un enigma etnolingüístico 21, 18 No hay estudios de estratificación sociocultural para La Habana ni para ningún otro centro urbano del país; las áreas rurales están igualmente vírgenes en este sentido. 19 Cf. infra, 83, n. 2. 20 Cf. Fewkes (1904), Harrington (1921), Bureau of American Ethnology (1921) y Loven (1935). A estos estudios ya clásicos en la arqueología antillana y cubana en particular, añádanse los más recientes de Ortiz (1943), Kriekberg (1946), Álvarez Conde (1956) y Pichardo Moya (1945, 1956). 21 S. Loven (1935) piensa en un desprendimiento continental del Norte, del que se encontraba en Cuba un pequeño resto a la llegada de los descubridores; los guanatahabibes estarían emparentados con los timucuanos de la Florida y habrían salido de la península en tiempos en que la fisiogeografía antillana era distinta de la actual. Según esta hipótesis; los guanatahabibes estuvieron extendidos por toda la isla y por las otras Antillas. Bastantes años antes, C. Thomas (1903), apoyado en una ponencia de Gatschet leída ante un congreso de la American Philological Society en 1800, creía que, aunque el origen de los timucuanos era incierto, en lo referente al vocabulario presentaban más semejanzas con los indios de la América del Sur, especialmente con los arauacos, que con los del norte de la Florida. Si los guanatahabibes estaban entroncados con los timucuanos, y junto a 28 HUMBERTO LÓPEZ MORALES y aunque creemos saber los puntos de procedencia de las invasiones siboneyes, no es segura su filiación lingüística 22. La caracterización cultural de guanatahabibes, siboneyes y taínos cuenta con esquemas éstos con los arauacos, la comunidad racial y lingüística debió estar muy desvanecida a la llegada de los españoles, quizá por un aislamiento de siglos, porque entonces estos cortos grupos de guanatahabibes estaban claramente diferenciados de los otros indios, también arauacos. Los testimonios no dejan lugar a dudas. Colón, en su carta a Luis de Santángel y a Gabriel Sánchez, especifica que la parte oeste de la isla estaba poblada por indios distintos; el Almirante se convenció de esto cuando los intérpretes que llevó en su segundo viaje se entendieron con todos los indios de la costa Sur y de los cayos, pero no con los guanatahabibes. Sobre ellos escribió Velázquez al rey: «Son los postreros indios della [Cuba]; y la vivienda destos guanatahabibes es a manera de salvajes, porque no tienen casas, ni asientos, ni pueblos, ni labranzas, ni comen otra cosa sino las carnes que toman de los montes y tortuga y pescado», Colección (1869), XI, 429. También Bernal Díaz (1933-4), I, 44-5, anota que en el extremo oeste de la isla está «la tierra de los guanatahaveys, que son unos indios como salvajes». Por el relato de Las Casas (1875-6), I, 400, sabemos del aislamiento voluntario y la tenaz incomunicación de estos indios porque no podían entenderse con los demás, entre otras razones. 22 Llegan a las Antillas procedentes de la península de la Goajira, el valle del Magdalena y, sobre todo, del delta y las inmediaciones del Orinoco. La toponimia prehispánica de la isla pudiera ayudar a comprobar el origen geográfico de estas invasiones. Cuanajay coincide con uno de los nombres indígenas de la isla que habitaban los guamás; Macurijes, en Pinar del Río, Matanzas, Camagüey y Oriente, con el nombre de los indios macurix o macurijes, asentados en las márgenes del río Macurís, en Brasil. Los términos Yara, Marianao, Guajara, Guama, Macabí y otros, tienen correspondencias exactas en la toponimia indígena brasileña. Guanacaste ofrece notables coincidencias de estructura con Guaranacaste, en Costa Rica; Jaruco, con Jacurucu; Tinguaro y Baire, con Tingúa y Baurú; Soroa, con Surá, todos estos en Brasil. Sagua, en Las Villas y Oriente, parece estar presente en Saguarema, río de Brasil; Jagua, en la Habana y Las Villas, en Jaguararí; Güira, en Güiricema, ambos en Brasil. Y muchos topónimos más que podrían aducirse. Estos materiales tienen que ser manejados con cautela, pues la presencia de estos topónimos en Cuba puede responder a causas muy diversas. Las Casas pensaba que estos indios, «gente bonísima... [que] llamábanse en su lengua ciboneyes, la penúltima sílaba luenga», venían de la sierra de Cibao y que de aquí deribaba el gentilicio. Vivanco (1952) se inclina a ver diferentes grupos étnicos en esas migraciones, pero cree que en su mayoría eran indios de las sierras de Sibundoy y Abibes, en la zona nororiental de Colombia, y que, por tanto, debieron llamarse sibundoyes. Es una hipótesis difícü de comprobar. Para información sobre estos sibundoyes de Colombia, vid. Castellvi (1940), con bibliografía lingüística en las páginas 96-7. Las clasificaciones modernas de lenguas indígenas de Centro y Suramérica no han podido resolver la cuestión. Cf. Alden Masón (1950), MacQuown (1955), Greenberg (1960), Loukotka (1945, 1966) y Tovar (1961). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 29 relativamente completos, pero hay otros puntos que necesitan esclarecimiento. Nuestra considerable ignorancia con respecto al primer núcleo quizá no sea un factor demasiado negativo en la investigación lingüística, pues al parecer esos indios estaban ya a punto de extinguirse a la llegada de los españoles y la documentación parece indicar que los sobrevivientes desaparecieron rápidamente. 23 Sabemos que los siboneyes fueron en realidad los pobladores de la isla, que durante varios siglos fueron llegando en olas sucesivas y que la ocuparon en su totalidad, probablemente con excepción de las zonas extremas del Occidente. Esta cultura siboney sucumbió ante la invasión taína, pueblo de cultura superior que muy pronto se convirtió en amo, sometiendo a servidumbre a los antiguos pobladores. Suponemos que estas invasiones taínas datan sólo de unos cincuenta años antes de la llegada de Colón; quizá sea por esto que la arqueología no haya podido encontrar sus restos mucho más allá de las provincias orientales 24. La cuestión caribe es todavía asunto debatido, aunque las investigaciones más recientes se inclinan a ver una huella muy superficial de los caribes en las grandes Antillas, las que habrían invadido y sojuzgado, como habían hecho ya con las menores, de no haber llegado los españoles 25. 23 La primera posesión oficial de los españoles en Guaniguanico, tierra de guanatahabibes, es de 1554; para entonces debieron estar ya casi totalmente extinguidos o muy apartados en cavernas costeras, pues no figuran en los censos de encomiendas. 24 P. García Valdés, en su discurso de entrada a la Academia Cubana de la Historia, planteó la tesis de que en Pinar del Río, la región más occidental de la isla, existió un asiento de civilización taína. Se basaba en el descubrimiento de algunos utensilios de ese origen, según creía. Ortiz (1935) rechazó este planteamiento con argumentos sólidos. 25 Sobre el asiento caribe en las Antillas mayores no hay acuerdo entre los estudiosos de estas culturas prehispánicas. Loven (1935), 54-8, piensa que no había establecimientos caribes en Puerto Rico a la llegada de los españoles; se apoya en Las Casas fundamentalmente, pero su opinión sigue siendo muy discutida. Cf. Pichardo Moya (1956); 17, y Tovar (1961), 122. Pichardo Moya (1956), 48, en cambio, pone en duda el asiento caribe en Cuba defendido por Ortiz (1943) y por Vivanco (1952). Pichardo piensa que los gladiolitos, que vienen considerándose como caribes, son decididamente taínos; con respecto a unas hachas y objetos enigmáticos encontrados en San Vicente, cree que la ornamentación presenta ciertas analogías visibles también en ornamentaciones taínas, aunque reconoce con Ortiz que puede tratarse de una influencia remota. Véase DeGoeje (1926), 63-7. La toponimia de origen caribe que se conserva en Oriente, y en la que se basa Vivanco en parte para su argumentación, es factor demasiado inseguro. El mismo autor sólo aduce Maicí, nombre del cacicazgo 30 HUMBERTO LÓPEZ MORALES De todo esto se saca la conclusión de que en el momento del descubrimiento vivían en Cuba tres culturas indias y que sólo la taína, recién llegada por lo demás, es lingüísticamente clasificable; aunque el nombre se debe a una convención propuesta por S. Loven (193.5) y aceptada ya comúnmente, se trata de un dialecto del núcleo arauaco. ¿Hablaban también los siboneyes un dialecto arauaco? Desconocemos la situación lingüística de la isla en 1492, aunque algunos autores dan por sentado, basándose en el testimonio de algunos cronistas, de que en las grandes Antillas se hablaba una especie de koiné arauaca 26. más oriental de la isla, que según él significó maíz. Pero aparte de la imponente escasez de estos topónimos, Vivanco, con su miopía característica en asuntos lingüísticos, no considera la posibilidad del vocabulario transportado, que es la única forma posible de explicar la presencia en las Antillas mayores de elementos léxicos de otras zonas. Parece seguro que a fines del siglo XV los caribes se habían apoderado de las Antillas menores, y sólo entonces comenzaron a extenderse a las mayores. El testimonio de Gómez de Gomara indica claramente el estado de asedio que padecían los habitantes antillanos ante las irrupciones belicosas y antropofágicas de los caribes: «...los indios, como los vieron salir a tierra con armas [a los españoles], a gran prisa huyeron de la costa a los montes, pensando que fuesen como caribes que los iban a comer...» Cf. P. Henríquez Ureña (1938), 95-102, y Zayas (1914), s. v. caribe. 26 Colón dice: «En todas estas islas non vide mucha diversidad de la fechura de la gente, ni en las costumbres ni en la lengua, salvo que todos se entienden que es cosa muy singular», Documentos, IV. Las Casas anota lo mismo repetidas veces: «Por todas estas islas, como sea toda o cuasi toda una lengua...» «Como todas estas islas hablasen una lengua...» «...su lengua, la cual es toda una en todas estas islas de las Indias, y todos se entienden.» Sus referencias a «la lengua destas islas» son continuas. Cf. Las Casas (1875-6), I, caps, xliii, xlv, xlvi, liii y ex; II, cap. xxi. Bernal Díaz (1933-4), cap. viii, dice que él y muchos de sus compañeros de la expedición de Juan de Grijalva a Méjico sabían la lengua indígena de Cuba y entendieron a la india de Jamaica que encontraron en la isla yucateca de Cozumel («Muchos de nuestros soldados e yo entendimos muy bien aquella lengua que era como la propia de Cuba»). Miembros de la expedición conquistadora de la Florida encontraron que aquellos indígenas llamaban «con el mismo nombre que los habitantes de Cuba —guanajos— a unas aves que comían». Sin embargo, Fernández de Oviedo (1851-5), IV, cap. xliii, hablaba de lenguas diferentes en las Antillas, pero P. Henríquez Ureña (1940), 105 señala que Oviedo no sabía taíno y que es posible que se confundiera con pequeñas diferencias regionales, como las que señala el mismo Las Casas. Cf. Rosenblat (1964). Las opiniones modernas siguen encontradas. Cf. Tovar (1961), 119, 122-3, con amplia bibliografía. Schmidt (1926) y Rivet (1952) dieron por seguro la presencia de dialectos arauacos en la Florida, con lo que este núcleo lingüístico adquiere una extensión muy considerable: desde la Florida ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 31 Sin embargo, el asunto no parece tan fácil de despachar, a menos que llegásemos a saber que los siboneyes eran también arauacos y que su dialecto con respecto al llamado taíno presentaba diferencias pequeñas y superficiales. Pero de no ser así nos encontraríamos con el hecho de que por lo menos la mitad de la isla pertenecía a un dominio lingüístico diferente del taíno. Esta situación nos presenta nuevos problemas, pues habría quizá que considerar que eran tres los núcleos dialectales que convivieron y no sólo el taíno y el caribe, lo que aumenta las ya no pocas dificultades de clasificación. Un trabajo dedicado a cuestiones léxicas no puede dejar de plantear este inconveniente. Pero hasta ahora es un caso sin solución. Nos es imposible distinguir entre términos taínos y caribes en más ocasiones de las confesadas, a pesar de que hay dialectos del mismo núcleo todavía vivos, así que se comprenderá fácilmente la imposibilidad total de despejar la incógnita con respecto al siboney. Y es que el conocimiento que ahora tenemos del caribe y de algunos dialectos arauacos 27 no suple la información morfológica estructural que necesitamos a fin de poder identificar los elementos léxicos. Los testimonios históricos valen poco en este sentido, pues no consideran casi nunca la posibilidad de vocabulario transportado, que no debió ser poco juzgando por las condiciones históricas y geográficas. La nómina puede clasificarse de muchas otras formas: (i) atendiendo a los tipos de lexías, cuyo rendimiento sería mínimo, pues y las Antillas hasta los territorios actuales de Bolivia y Paraguay. Recientemente la tesis de Perea Alonso (1942) sobre el origen arauaco de las lenguas indígenas del Uruguay ha sido rebatida por Blixen (1958). 27 Taylor (1957 c) señaló hace trece años, en su artículo sobre canoa, que este término pudo haber provenido de alguna lengua antillana desconocida, de donde pasaría al dialecto de las primeras tribus arauacas que llegaron a las islas, pues el estudio comparado de este término no parece apoyar origen arauaco o caribe. Quizá el mismo razonamiento sea válido para otros términos que aún esperan estudio semejante. Taylor (1957 a) ha señalado la dificultad de estos estudios dentro del núcleo arauaco, pues la descripción que hoy se tiene de los diferentes dialectos que lo integran es insuficiente. Cf. para el arauaco: Holmer (1949), Taylor (1957 a, 1957 b, 1957 c, 1969, 1970), Caudmont (1951); para el caribe: Taylor (1952, 1953) y DeGoeje (1939, 1946). No me ha sido posible consultar el Glosario etimológico taíno-español, de J. A. y S. Perea, publicado en Mayagüez en 1941. 32 HUMBERTO LÓPEZ MORALES todas son del tipo lexema (+gramema, –s); (ii) atendiendo a la sustancia semántica de las lexías, que al igual que (i) daría una clasificación nada productiva, pues todas caen dentro de la misma categoría. Más variedad arrojaría una clasificación que atendiera a (iii) semas, (iv) sememas, (v) archisemenas, y/o (vi) clasemas; pero creo que siendo los indigenismos parte integral de la norma léxica y mostrándose sincrónicamente indiferenciados, ese tipo de clasificación no pasaría de ser un ejercicio académico, muy interesante, pero de una utilidad relativa 28. Los indigenismos se diferencian de otros elementos léxicos por razones de procedencia y a veces por su estructura fonológica, pero ninguno de esos dos factores conlleva suficiente importancia como para patrocinar un estudio semántico independiente. La misma observación me parece válida con respecto al análisis de la sustancia de los indigenismos en relación con la estructura de la norma dialectal. No es que dejen de producirse casos de neutralización, infección, polarización y otros fenómenos estudiados por Fernández Adrados (1969 a) ni que algunas distribuciones dejen de crear ciertos microproblemas, pero es que lo mismo ocurre con elementos de otro origen. En un plano sincrónico no veo cómo pueda desmembrarse el sistema léxico partiendo de consideraciones tan endebles. En un estudio diacrónico de los indigenismos los puntos de vista cambian, principalmente porque aquí sí resulta muy pertinente el estudio semántico exhaustivo de los indigenismos en proceso de incorporación que permitan explicar lo relativo a introducción, com28 Una clasificación por sememas, aunque con método intuitivo, es lo que se ha venido haciendo hasta ahora cuando los autores nos hablan de que tal o cual porcentaje de indigenismos pertenece a la fauna, o a la flora, o designan utensilios, etc. Creo que esto es útil en términos diacrónicos, pero que en una descripción léxica sincrónica no es esta la información más relevante, pues aquí se impone la consideración de toda la estructura léxica, o si fragmentada, atendiendo a categorías semémicas generales, donde también podría verse la proporción de indigenismos. Aunque en «Indigenismos del español de Cuba» no fue mi intento pasar más allá de la lexicoestadística, resultó imposible evitar la sustancia semántica de las lexías en la etapa de reconocimiento. Una revisión de estos resultados obliga en algunos casos a replantear las llamadas definiciones de nuestros diccionarios de indigenismos. Al elaborar estos materiales tuve la oportunidad de comprobar in extensu varias de las observaciones teóricas presentadas por Rodríguez Adrados (1969 a), 27-90, pero es asunto complejo del que no puedo ocuparme aquí. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 33 petición, desplazamiento y reajustes del sistema, y ver además proporcionalmente qué mundos nocionales se enriquecen, empobrecen o quedan indiferentes. Nada de esto es posible conseguir sin proyectar semánticamente los indigenismos sobre la estructura de la lengua. Claro que esto exige trabajos previos de glotocronología o lexicoestadística diacrónica que aún están por hacerse y que dejarían saber, además, la frecuencia y proporción de los indigenismos en diversas épocas y en distintos planos de lengua. II Otro de los trabajos reproducidos aquí trata de la influencia africana en el español de Cuba. Los resultados lingüísticos del contacto entre africanos e hispanohablantes de Cuba es tema de gran interés, aunque no exento de problemas de difícil solución, sobre todo si se enfocan estos estudios desde un ángulo diacrónico progresivo. En cualquier consideración al respecto tiene que entrar como premisa el conocimiento adecuado de la estructura y el léxico de las lenguas africanas que entran en contacto con el español colonial. Es necesario, además, disponer de cuadros cronológicos que especifiquen el núcleo etnolingüístico de los esclavos importados, así como su proporción, y, por último, aunque no menos importante, contar con suficiente información sociológica que ayude a trazar los esquemas de influencia 29. La investigación tropieza con dificultades desde los primeros momentos. Estamos lejos de saber con seguridad el origen de los africanos transportados a América, pues los datos que podemos manejar son pocos, inseguros y muy irregulares. Los problemas de información son de dos tipos: ausencia de documentación para reconstruir la fase de captura y transporte a los puertos 29 Muy recientemente, algunos trabajos de De Granda (1968 a, 1968 b, 1968 c) han venido a llamar la atención de los dialectólogos hispánicos hacia las múltiples facetas que es necesario considerar para un enfoque integral de la cuestión negra. Pienso en lo futuro poder ocuparme de éste y otros problemas teóricos y de método de la dialectología hispanoamericana. 34 HUMBERTO LÓPEZ MORALES de embarque, fase ésta no manejada por europeos, sino por mercaderes africanos y autoridades políticas locales, e insuficiencia de los documentos de las etapas posteriores. Lo primero, que parece ser un lugar común en la historiografía africana, sigue todavía en pie a juzgar por las recientes palabras de P. Curtin (1964 a), 40, que insiste en que no podrá llegarse a conocer el verdadero impacto de la trata hasta que no se sepa más sobre las fuentes de suministro y las formas en que se satisfacían las demandas de esclavos. La situación ha llevado a historiadores y antropólogos a la literatura testimonial en busca de fuentes. La pauta inicial fue dada por Koelle en su introducción a la Polyglotta Africana (1854), donde recoge la narración de 179 casos de captura y esclavización, analizados y valorados recientemente por Hair (1965). Curtin (1967) defiende la legitimidad historiográfica de tales testimonios y da amplia información bibliográfica de textos que no figuran en su antología (pág. 4, nota 2). Por otra parte, los capítulos VII, VIII y IX de Ortiz (1916 b) están elaborados exclusivamente sobre este tipo de fuentes; son en su mayoría narraciones de viajeros de la segunda mitad del siglo XIX: William B. Baikie, Narrative of an exploring voyage up the rivers Kwora and Binué in 1854 (London, 1856); Thomas J. Hutchinson, Ten years wanderings among the ethiopians; with sketches of the manners and customs of the civilized tribes, from Senegal to Gabon (London, 1861); Degranpre, Voyage à la côte occidental d’Afrique fait pendant les années 1786 et 1787 (Paris, 1801); extractos de Campagne dans le haut Senegal et le haut Niger, citados en Frey, Côte occidentale d’Afrique (Paris, 1890); Lander, Expedition to Niger (New York, 1858); Laffitte, Le Dahomé (Tous, 1874); D. Turnbull, Travels in the West-Cuba, with notices of Porto Rico and the Slave Trade (London, 1840), y selecciones de las narraciones recogidas en los tomos de la Collection des relations de voyages, de Walckenaer. Ortiz también hace uso de textos más novelados, como el libro de V. Tissot y C. Amero, Au pays des nègres, peupaldes et paysages d’Afrique (Paris, 1887), y de observaciones de comentaristas de la trata. En esto recoge y amplía los materiales de la enciclopédica obra de A. Saco (1879), ya clásica en la historia de la esclavitud africana en América. Aún así la información sigue siendo precaria, pues en unos casos se reduce a experiencias personales, en otros, a narraciones de tono muy ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 35 subjetivo donde es difícil entresacar el dato histórico, y en su mayoría se trata de testimonios muy recientes. Con anterioridad, las incursiones al interior en busca de esclavos debieron ser también de grandes proporciones, aunque quizá menos organizadas, a juzgar por la catastrófica devastación comentada por viajeros de principios del siglo pasado, como observa Curtin (1964 a), 41. En ayuda de esta literatura confesional o testimonial ha venido el estudio de la tradición oral, que cuenta ya con trabajos importantes 30, pero hasta ahora no se ha conseguido arrojar más luz sobre esta fase de la trata. Quizá en lo futuro, las investigaciones arqueológicas en África, que ahora comienzan con gran intensidad 31, puedan ayudar a resolver la nebulosa. Con respecto a la documentación conservada —filiaciones, registros generales de esclavos, declaraciones de la Compañía de Assiento, documentos aduanales, contratos de venta 32— sucede que en numerosas ocasiones no se consigna la procedencia del esclavo, sino otros datos más importantes para el comercio 33, y que 30 N’Diaye Leyti (1966) ha podido construir un esquema de la historia de los reyes y su genealogía desde el siglo XVI hasta el XX, así como de la organización política y administrativa del antiguo reino del Senegal; Afigbo (1966) ha trabajado en la historia de la Nigeria oriental y ha expuesto principios metodológicos con respecto a la tradición oral; Alagoa (1967) ofrece pautas para el fechado de estos materiales. Más dedicados al análisis de casos concretos, Brou Tanoh (1967), Fischer y Tame-Tabmen (1967) y Camochan (1967). P. E. H. Hair (1967) expone algunos reparos al utilizamiento exclusivo de fuentes orales en asuntos africanos e indica que la investigación documental, siempre que esto sea posible, debe preceder a la valoración de datos —especialmente en los casos de Wölkerwanderungen— generosamente suministrados por la tradición oral. Más recientemente, J. Ki-Zerbo (1969) ha pasado revista a las posibilidades de utilizar la tradición oral como fuente de la historia africana. 31 Cf. Davies (1967), esp. 305-20. 32 Cf. ahora la recopilación de repositores documentales sobre africanos y sus descendientes en América, preparado por especialistas de los países americanos bajo la dirección de M. Acosta Saignes (1969). Lamentablemente, Cuba no proporcionó información al respecto. 33 Álvarez Nazario (1961), después de revisar tres manuscritos, posiblemente los únicos conservados de los que podrían arrojar luz sobre la procedencia de los esclavos llegados a Puerto Rico, observa lo siguiente. En el primero de ellos —Libro, en que por el Governador Juez-conservador de la Rl. Compañía de Assiento de Negros, hecho por 36 HUMBERTO LÓPEZ MORALES cuando el origen se encuentra especificado, no siempre es informe fiable. Son varias las causas conocidas que hacen dudar al investigador. Parece que desde el mismo siglo XVI comenzaron a infringirse las disposiciones de la corona y que muchos esclavos procedían de otras zonas que no eran las autorizadas de Angola, Guinea, costas de Cabo Verde e islas vecinas. Parece también que los traficantes tuvieron otra razón de peso para encubrir el verdadero origen de ciertos grupos étnicos: la fama de belicosos e insubordinados que algunos comenzaron a disfrutar desde muy pronto 34. Si sumamos a éstos los casos en que, por ignorancia o comodidad, los esclavos pasarían a los registros como originarios del puerto de exportación 35, las poDn. Miguel de Uriarte, para proveer de ellos diferentes Provincias de Indias; se toma razón de los que dicha Compañía vende en esta Ysla, con expresión del día de la venta, la calidad del Negro, quien lo compró y en quanto [1768-1779]— «no consta el registro de la procedencia de los negros importados, y sí tan sólo el nombre del comprador del esclavo, con la especificación de si este es ‘pieza’, ‘muleque’ o ‘mulecón’, sexo, precio, y en alguno que otro caso, si se informa que el negro es ‘ladino’ se da su nombre». En el segundo MS. —Negros emancipados. Filiaciones (1859)— «que contiene 434 filiaciones de los negros que arribaron a Humacao en la barca Majestic, confiscada por las autoridades españolas a traficantes contrabandistas»; y en el tercero —apenas unos folios del Registro Central de Esclavos: Quinto y Séptimo Departamentos (1872)— «sólo se declara en contados casos el origen africano particular de los negros aludidos», 17, nota. La situación no parece haber sido diferente para Cuba, pero esto es difícil de precisar hasta que no contemos con una investigación seria y sistemática que venga a sustituir el trabajo de Ortiz (1916 b), 168-73. Información más segura, pero también precaria en cuanto al origen, en Aimes (1907), que, sin embargo, ha podido construir un cuadro con los precios de venta según las fechas, y en ocasiones según la calidad del esclavo (bozal, muleque, mulecón, pieza, ladino, criollo), Vid. explicación detallada de estas categorías en Ortiz (1916 b), 171-2. Fuera de las Antillas la situación parece ser muy heterogénea. 34 Fue lo que sucedió con los yolofes desde el alzamiento general de esclavos en Puerto Rico, en 1527. Una real cédula firmada por Carlos V en 1532 menciona a los jelofes como causantes de la revuelta y los califica de «soberbios, inobedientes, revolvedores e incorregibles»; es la misma cédula que prohíbe su importación a las Indias sin licencia expresa. Cf. Álvarez Nazario (1961), 50. 35 Cf. A. Ramos (1943), 70-1. Es muy de lamentar que la ponencia conjunta presentada ante un congreso de especialistas por el Instituto de Estudios Africanos en América Latina y el Caribe, de La Habana, sobre «Aspectos del establecimiento de la esclavitud en América», sólo sea una antología de lugares comunes sobre el tema. Cf. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 37 sibilidades de trabajar con cálculos de error mínimo se reducen aún más. A pesar de estas limitaciones, se hicieron varios intentos de clasificación étnica de los negros llevados a Cuba. El trabajo más extenso, el de Ortiz, fue publicado en forma definitiva en 1916 como parte de su libro Los negros esclavos (24-48) 36. Como resultado de este intento Ortiz ofrece una nómina de noventa y nueve regiones africanas, no todas ellas localizadas sobre el mapa. Sería, sin embargo, algo apresurado lanzarse a trabajar en un plana lingüístico sobre estos resultados. La identificación de grupos étnicos y núcleos dialectales sigue siendo difícil, aún después de los trabajos de Greenberg (1953, 1963), Hair (1966) y Ladefoged (1968) principalmente, pero no del todo imposible. Lo que detiene cualquier intento es que la base etnológica ofrecida por Ortir no parece científicamente sólida. No se precisa ser especialista en esta materia para hacer ciertos reparos de método y, en consecuencia, dudar de las conclusiones ofrecidas. En primer lugar, Ortiz trabaja con elementos de segunda mano; no ha hecho su investigación en forma sistemática sobre los archivos, sino recopilando nombres que ha visto citados en libros antiguos de autores cubanos y en documentos que quedan sin especificar. En realidad lo que ofrece es una lista de «apelativos etnográficos usados por los afro-cubanos», pág. 24, pero sin ninguna jerarquización en cuanto a la naturaleza de las fuentes, y sin ni siquiera ocuparse del fechado de los testimonios. Los materiales coleccionados, que no reciben el menor análisis —el mismo autor reconoce que su trabajo está desprovisto de «depuración etnológica», pág. 48—, aparecen presentados en línea alfabética. Entre sus fuentes figuran, por un lado, el Diccionario de Pichardo y su mapa de 1866, entonces inédito, Macías, Pérez Beato, periódicos del siglo XIX, viejos negros amigos del autor, etc. Todas ellas de poca solvencia científica. Otras fuentes menos impresionistas, como reales cédulas, libros de geografía, estadísticas, IEA (1969) en la Bibliografía. 36 En 1866, E. Pichardo preparó un mapa de procedencias para ser incluido en la Antropología y Patología comparada de los negros esclavos, de H. Dumont, que empezó a publicarse en 1515 (RBC, X, núms. 3 y ss.). Este material ha sido utilizado en el estudio de Ortiz de 1916. También están recogidos en este libro los datos proporcionados por M. Pérez Beato (1910) y, por supuesto, los de un trabajo previo del mismo Ortiz (1905). 38 HUMBERTO LÓPEZ MORALES comentarios y diarios de viaje, libros históricos, mapas de la Enciclopedia Británica, etc., están aducidos con cierta incoherencia y superficialidad; el autor identifica caprichosamente sus materiales con los de estas obras, sin que medie explicación alguna. Muchas de las hipótesis que se presentan parecen en extremo discutibles. Dejando aparte la información de detalle, las conclusiones que se sacan de este trabajo de Ortiz indicarían que los elementos africanos transportados a Cuba eran principalmente mandingas, gangás, minas, lucumíes [yorubas], carabalíes y congos, aunque en menor escala fueron también introducidos ashantis, falas y yolofes 37. Aun suponiendo que se tratara de resultados irrefutables resulta que en un área bastante menor que la que supone la localización geográfica de estos grupos, Westermann y Bryan (1952) encuentran alrededor de 173 diferentes lenguas o complejos dialectales. Investigaciones más recientes han ampliado este número considerablemente 38. 37 Álvarez Nazario (1961), con rica documentación, aunque con todas las reservas del caso, ha preparado para Puerto Rico el siguiente esquema para los negros traídos directamente de África: (i) bozales de origen sudanés, y (ii) bozales de origen bantú. Entre los primeros están los yolofes, los mandingas, los fula, los biafaras, los gangá, los mendé, los grebo, los minas (procedencia fanti o ashanti), los lucumíes [yorubas], los hausas y los carabalíes; entre los de origen bantú, los congos, los angolos y los mozambiques. Cf. especialmente las páginas 46-74. La base de tal clasificación no deja de parecer algo simplificada, tanto desde un punto de vista antropológico como lingüístico, pero cuenta con el apoyo de otros autores. Muller (1964), 108-11, habla del Sudanic Branch, donde incluye los dialectos fula, mandinga, mossi, kpelle, twi-fante, mende; fon, ewe, hausa, kanuri, yoruba, iba, bini, efik y nubio, y del Bantú Branch, donde coloca los dialectos congo, lingala, fangbulu, mbundu, ndongo, makua, thonga, shona, nyanja, bemba, sotho, zulu, xhusa y tswana. El reciente trabajo de Mukarousky (1966), tras analizar treinta lenguas con propósito lexicoestadístico, ofrece parecida conclusión, ya que habla de dos grandes núcleos lingüísticos, el Erythreo-Sudanic y el Bantu-Guinean, para el África occidental, aunque hay algunas discrepancias de catalogación. Vid. la nota siguiente. 38 Spencer ha compilado las respuestas de un cuestionario que investigaba la diversidad de lenguas en esa área del continente, y los resultados indican que debe haber cerca de trescientas lenguas diferentes en Sierra Leona, Costa de Marfil, Gana y Nigeria. Ladefoged (1968), xi, que cita esta investigación de Spencer, especifica que si se añaden las lenguas habladas en el Senegal, Gambia, la Guinea portuguesa, Guinea, Mali, Liberia, el Alto Volta, el Níger, Togo, Dahomay y parte de la República de Cameroun, que comúnmente se la considera perteneciente al África occidental, la suma total ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 39 Un ensayo de clasificación lingüística de (i) mandingas, (ii) gangas, (iii) minas, (iv) lucumíes y (v) carabalíes arroja el siguiente resultado: (i) dyola, serer, bambara, fula (?); (ii) temne, limba, loko, soso; (iii) cama, nzima, fante, effutu, ga, twi, kyerepong, late; (iv) batonu, yoruba, bini, y (v) igbo, kalabari, ibidio, efik, ngwo, ngwe, bafut, kom. Teniendo en cuenta que la localización geográfica de estos grupos étnicos es imprecisa en tiempos históricos 39 y que la información lingüística utilizada es moderna se comprenderá lo tambaleante de tales ensayos. Sólo es posible trabajar por aproximación, y aún así, sobre informes etnológicos inadecuados. Pero aunque los problemas de procedencia estuvieran resueltos no es posible realizar el análisis contrastivo, pues no sólo desconocemos lingüísticamente los dialectos aumentaría a más de quinientas lenguas. La clasificación de las lenguas africanas ha sido tema de investigación desde hace largo tiempo, pero el período de mayor intensidad y crédito científico se abre con los dos volúmenes de Migeod y Hugh (1911-13). A este estudio suceden los trabajos de Delafosse (1929) sobre los dialectos mandingas en particular, de Werner (1930) y Delafosse (1930), de Guthrie (1948, 1953, 1959) sobre el bantú y sus dialectos, de Homburger (1949) y los rigurosos trabajos de Greenberg (1955, 1963 a), que marcan época en estos estudios, más el de Bryan (1961) sobre las lenguas bantúes. Sin embargo, la clasificación de las lenguas africanas es asunto no terminado. Cf. el trabajo de Johnson (1965), que plantea un problema más serio que el de simple terminología, el de Jungraithmayr (1967), el de Goodman (1969) y, en menor escala, el de Weil (1968). Las obras generales también ofrecen discrepancias. Cf. Meillet y Cohen (1952) y Paul (1952). Lo mismo se advierte en los manuales de von Ostermann (1952) y de Muller (1964). 39 Faltan trabajos para otras regiones centrales del occidente africano comparables al estudio de P. E. H. Hair (1967) para la costa de Guinea. Hair ha trazado un inventario de las unidades etnolingüísticas de esta región costera del continente basándose en la documentación portuguesa y en otras fuentes europeas de entre 1440 y 1700. Comparando este inventario con otro preparado sobre materiales actuales, el autor demuestra que en nomenclatura, localización y lengua estas unidades han permanecido bastante inalterables durante tres, cuatro y hasta cinco siglos. Hair se refiere a condiciones lingüísticas externas, principalmente a cuestiones de límite y desplazamiento. Trabajo de parecido propósito es el de Moreira (1964), pero limitado a los fulas de la Guinea portuguesa. Steward (1966) comprueba que ha habido poco cambio en el dominio lingüístico del dialecto guan, a pesar del prestigio de dialectos vecinos, especialmente del norte de Akan pero los materiales con los que trabaja son modernos, igual que los analizados por Wioland y Calvet (1967). La localización de las unidades etnolingüísticas del África de los siglos XV al XVIII sigue siendo desconocida en detalle. A partir del XVIII ya se cuenta con información más rica, gracias a investigaciones históricas, como la de Arhin (1967). 40 HUMBERTO LÓPEZ MORALES africanos, sino también el español colonial de Cuba. Esta última deficiencia puede ser salvada en lo futuro, aunque es trabajo de grandes proporciones; pero no parece posible por el momento llegar a conocer el estado de los dialectos africanos del Oeste central con anterioridad al siglo XIX, dada la falta casi total de corpus analizable. Hoy, a pesar del enorme avance de la dialectología africana de los últimos años, todavía no se está en condiciones de iniciar procesos de reconstructivismo 40, y sólo pueden rastrearse estados anteriores de lengua a través de arcaísmos de la tradición oral. Hasta 1841 no se contó con estudios de importancia sobre las lenguas africanas. Los vocabularios que habían sido confeccionados con anterioridad a esta fecha quedaron compilados en el pequeño diccionario multilingüe que E. Morris preparó para uso de la famosa expedición del Níger: Outline of a Vocabulary of a Few of the Principal Languages of Western and Central Africa (1841) 41. Constaba de más de 1.500 palabras inglesas y sus equipavalentes en hausa, ibo, yoruba, fulfulde, mandinga, bambara, fante y wolof. Después de esta compilación aparecieron grandes diccionarios de fanti, eyo, yoruba y ashanti 42. Para 1847 se conocían catorce vocabularios de lenguas de akán, once de varios dialectos ibo, ocho de yoruba y varios otros 43. 40 En realidad el único trabajo de reconstrucción lingüística de una lengua del Occidente central que conozco es el de Gregersen (1967), y se ocupa sólo de las consonantes palatales. Swadesh (1966) y Painter (1966) han iniciado investigaciones glotocronológicas y lexicoestadísticas, pero con radio muy reducido. Fuera de estos pocos casos específicos sólo se cuenta con los estudios accesorios de Dalby (1967, 1968), que ha trazado la historia de los silabarios de vai, mende, loma, y kpelle y el alfabeto del bassa, todos dialectos de Sierra Leona, y el silabario de Surinam; la investigación sólo se ha podido remontar hasta alrededor de 1830. 41 El diccionario de Norris continuó un primer esfuerzo de la Senegal Company en cuanto a preparar un lexicón multilingüe de las lenguas africanas. Cf. las Mémoires de la Societé Ethnologique, II (1845), 205-67. Curtin (1964 b), 388-400, que cita este trabajo, ofrece una exposición de conjunto sobre este primer momento de la investigación lingüística en Africa. Valoración lingüística e identificaciones modernas de los núcleos dialectales, en Hair (1966 b). Especialmente sobre las lenguas bantúes, Doke (1954), 11-9; para los trabajos posteriores a 1860, Doke (1945). 42 Brookings (1843), Raban (1831), Crowther (1843) y Halleur (1845). 43 Cf. R. G. Latham, «On the Present State and Recent Progress of Ethnographical Philology», Reports of the British Association for the Advancement of Science, XVII (1847), 154-229, citado y comentado por Curtin (1964 b), 392. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 41 Siete años más tarde se publicaba la primera edición de la famosa Polyglotta Africana. Durante este período inicial, con excepción de las obras de Macbriar (1837) y de Brookings (1843), la atención de los investigadores se concentró exclusivamente en el léxico. Hay que esperar a la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, al XX para poder contar con descripciones gramaticales más extensas, aunque a menudo viciadas por deficiencias teóricas propias de su momento. Las descripciones estructurales que hoy tenemos de ciertos dialectos africanos son trabajos recientes 44, algunos de ellos muy discutidos todavía 45. De acuerdo con esto, lo que parece más accesible al investigador es el estudio léxico, pero aun aquí no parece que pueda avanzarse más allá de mediados del siglo XVIII. En cuanto a estructuras, en principio y siempre en un plano hipotético, podría trabajarse con descripciones de modernos dialectos del oeste africano. De esta forma, sin embargo, no es posible calcular el margen de error que forzosamente se producirá al suponer esquemas estructurales paralelos entre el dialecto actual y el de períodos anteriores en varios siglos. Otra desventaja para iniciar estos estudios es lo inadecuado de nuestra información en cuanto a la cantidad, fecha y localización de los elementos africanos. El investigador cuenta con fuentes generales de información 46, y en particular para Cuba con los trabajos de Saco (1879), Humboldt (1856), de la Pezuela (1863-1866), Aimes (1907), Ortiz (1916), Guerra (1935, 1938) y Corwin (1967). Es idea general que de 1512 a 1886 entraron en la isla cerca de un millón de africanos. A esta cifra se ha llegado sumando las cantidades que ofrece Aimes para el período de 1512 a 1865, que arrojan un total de 527.828, y añadiendo cada uno por su cuenta los cálculos que ha creído oportuno para los años subsiguientes. 44 Pueden consultarse en las revistas especializadas, principalmente ALR, ALS, AN, AS, JAL, JWAL. 45 Véanse las discrepancias de Newman (1965) y Jungraithmayr (1967) sobre ciertas características de los dialectos del occidente de Chadie, y la polémica de Oladele Awobuluyi (1967 a, 1967 b), y Ayg Bamgbgse (1967 a, 1967 b) sobre algunos aspectos del vocalismo yoruba. 46 Scelle (1906, 1910), Monheim (1927), Donnan (1930-35), Wyndham (1935), King (1943), Ducasse (1948), Bonilla (1961), Mannix (1962), Mellafe (1964), Uranich (1966), Lapeyre (1967), Cowley (1968), Curtin (1969) y Fage (1969), trabajos como se supondrá muy desiguales en cuanto a su alcance y utilidad para nuestro propósito. 42 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Como el trabajo de Aimes se basa solamente en las importaciones legales, se ha abierto otra puerta a la especulación con las entradas de contrabando. Ortiz suma a la cifra de Aimes unos 200.000, y en otro lugar (1916 b), 20 nota 1, casi el doble, pero sin apoyo documental. No sorprende que las estadísticas de la esclavitud en Cuba varíen con los diferentes autores, pues otro tanto sucede en todo el continente: las cifras van desde los cálculos más conservadores, como el de Mellafe (1964) —1.000.000 de entradas legales y otro de contrabando durante todo el período colonial de la América española—, hasta los más alucinantes, como los de Cooper (1876), Curtin (1969), que con mucha minuciosidad acaba de reestudiar la cuestión, afirma categóricamente que los esclavos que llegaron a América no pudieron ser más de 9.000.000, y es muy probable que hasta menos. Curtin se basa, entre otras cosas, en la disponibilidad de transporte transatlántico de esos siglos, punto novedoso y probadamente útil en este tipo de estudios. Parece que las cifras de las investigaciones más recientes y serias aconsejarían reducir los cálculos para Cuba, pues resulta exagerado pensar que la isla absorbiera la mitad de toda la importación a Hispanoamérica, si atendemos a los números de Mellafe, o la novena parte de la importación continental, si seguimos los de Curtin. Sin embargo, el que pueda llegarse a precisar la cantidad de africanos llegados a Cuba durante los trescientos setenta y cuatro años de la trata, es factor de utilidad relativa, pues para un enfoque socio-lingüístico de la cuestión se necesitarían cifras clasificadas y densidad demográfica en los distintos momentos del período esclavista. Intentando proporcionar en parte esta información, Ortiz (1916 b) compuso un cuadro tomando informes de diversas fuentes, donde a base de cálculos aproximados muestra la proporción de blancos y negros 47. 47 López Prieto (1882), 40; Ferrara (1915)) 8-9; Saco (1879), I, 261; Labra (1873), 251, y Colección de documentos inéditos de Ultramar, IV, 252. Obsérvese que el cuadro deja sin especificar la proporción entre negros esclavos y libres, información que podría ser significativa para un estudio lingüístico, dado el mayor porcentaje de criollos entre estos últimos. De los 76.180 habitantes negros de 1792, sólo 44.333 eran esclavos, según Guerra (1935), 71. De acuerdo con informes del censo de 1817, recogidos por Humboldt (1856), 224.268 eran esclavos y 115.691 eran negros libres. Guerra (1938), 188, ha subrayado que en 1791 uno de cada cuatro habitantes era esclavo. Corvvin (1967), 12-3, dice que para este mismo año había en Cuba un esclavo por milla cuadrada, proporción muy modesta en comparación con Haití y las Barbados. El número de esclavos fue disminuyendo drásticamente hacia la segunda mitad del siglo XIX; en 1869 los esclavos eran 363.288; nueve años más tarde la cifra se había reducido a 227.902. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 43 BLANCOS NEGROS 1532 37,5 62,5 1620 93,4 6,6 1775 56,2 43,8 1792 56,4 43,6 1811 45,5 54,5 1817 45 55 1827 44,2 55,8 1830 44 56 1841 41,5 58,5 1846 47,4 52,6 1849 48,5 51,5 1855 47,8 52,2 1859 52,2 47,8 1860 51,6 48,4 1861 56,8 43,2 1872 55,4 44,6 1877 67,8 32,2 1899 67,9 32,1 1907 70,3 29,7 El cuadro muestra que, con excepción de la violenta fluctuación de 1620, la población negra superó a la blanca casi constantemente hasta 1859, y que sólo en este siglo la población blanca la duplicó con amplio margen. En términos matemáticos, el elemento africano debería haber tenido gran importancia durante el contacto lingüístico, pero es preciso tener también otros factores en consideración. Mientras que los hablantes blancos presentaban, en general, homogeneidad lingüística, el elemento africano era dialectalmente diverso hasta Claro que más útil que este tipo de estadística sería saber la proporción entre negros bozales y criollos, pues sabemos que los negros nacidos en Cuba hablaban ya sin interferencias. Cf. infra, 76, 1.24. A veces es posible conseguir esta información a través de los censos, pero sólo para épocas relativamente recientes. 44 HUMBERTO LÓPEZ MORALES un grado imposible de precisar. Además, esta diversificación tuvo siempre proporciones irregulares, a pesar de ciertas prohibiciones de importación y de algunos períodos de mayor preponderancia de unos grupos sobre otros 48. Pero por sobre todo, el ínfimo nivel social de estos africanos, muchos de ellos sometidos a la esclavitud, impone al análisis consideraciones sociolingíiísticas especiales. Sin embargo, lo que en realidad resulta más problemático es el no disponer de un corpus analizable. Un estudio contrastivo, además del conocimiento previo de las lenguas que entran en contacto, necesita de textos que permitan analizar y fechar los procesos de interferencias en el español de los hablantes negros, y su grado de permeabilidad en la norma lingüística, con los casos de fracaso y regresión. Quizá con respecto al léxico esto pueda intentarse, pero exigiría manipular un volumen tal de textos que no veo posibilidad de efectuarlo a menos que se mecanice la investigación. La situación podría quedar esquematizada así: I II III IV x X N Y N y N w W N Z N N1 z 48 La importación de yolofes se prohibió, o al menos se restringió, desde el mismo siglo XVI, pero ello no garantiza que en realidad dejasen de traerse. En el siglo XIX disminuyó la trata de mandingas y gangas, pues al parecer, los ingleses de Sierra Leona vigilaban muy estrechamente las costas vecinas y sus flotillas de cruceros impedían el comercio a otros países. Dumont, en cita recogida por Ortiz (1916 b), nos informa también de que «hace mucho tiempo que los mandingas han dejado de ser transportados a Cuba». El P. Dumont escribía esto poco después de mediar el siglo pasado, lo que hace suponer que esta unidad etnolingüística no llegó a la isla —o al menos no llegó en cantidad significativa— desde el siglo XVIII. Marrero (1966), 147, afirma que se prohibió la importación de mandingas, pero es información no documentada; no me ha sido posible confirmar el dato en otras fuentes. Marrero asegura también que entre 1845 y 1850 entraron gran número de carabalíes como consecuencia de las guerras tribales africanas, y que de todos los esclavos importados a la isla, el mayor renglón lo constituían los lucumíes [yorubas]. Pero estas afirmaciones necesitan confirmación. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 45 Donde (I) serían las lenguas africanas, (II) la norma dialectal, (III) el español adquirido por las unidades etnolingüísticas llegadas de África y (IV) la norma dialectal modificada por los elementos africanos incorporados. El proceso estaría representado por la siguiente fórmula: [ [ Y W Z [ [ X +N→ x N y N w →N 1 N z N Queda clara la imposibilidad de hablar de la influencia de un dialecto sobre otro hasta que el proceso no haya cumplido su ciclo, hasta que no se tenga un estado de lengua como el representado por N1 en la fórmula de arriba. Es importante no caer en la simplicidad teórica de confundir N(x, y, w, z) con N1, pues aunque lo uno sea teóricamente causa de lo otro, son en sí fenómenos diferentes. Un estudio de N(x, y, w, z) será, en rigor, un análisis de interferencias lingüísticas en los hablantes bilingües o en proceso hacia el bilingüismo. En el caso de estas lenguas africanas y el español no puede hablarse de lenguas en contacto con el sentido que la expresión tiene desde Weinreich (1953), puesto que en realidad, al menos en las Antillas, no se establece una situación de bilingüismo. Los hablantes negros se vieron forzados a aprender rápidamente un nuevo código de comunicación, y con esto se inició un proceso hacia la mortandad lingüística de sus dialectos 49, lo que explica que los elementos africanos transportados a la norma española no hayan sido muchos. A falta de otros textos más fidedignos, se hace necesario en el caso de Cuba acudir a obras literarias y a testimonios 50, pero lamentablemente estos últimos son breves y muy recientes. La excepción a esta 49 Algunos han vivido hasta hoy como lengua de agrupaciones religiosas y sociedades secretas. Cf. J. L. Martín (1944, 1945, 1946), Díaz Fabelo (1956) y L. Cabrera (1957). Es asunto que necesita revisión muy cuidadosa. 50 Cf. infra, 72-76. 46 HUMBERTO LÓPEZ MORALES penuria de materiales es una lista de veintiún términos que se supone especie de vocabulario para la comunicación rudimentaria con los negros bozales. De éstos, quince fueron anotados por Pichardo (1836) y el resto añadidos por Ortiz (1916 b), sin que ninguno parezca tener más fuente que la experiencia personal: brucu ‘malo, mal hecho, desaprobación’, capiango ‘ladrón’; cucha-cucha ‘escuchar, oír’; chapi-chapi ‘chapear, limpiar la tierra de hierba con el machete’; fino-fino ‘bueno, bien hecho, aprobación’; fon-fon ‘castigo de azotes, azotar’; guari-guari ‘lavar, limpiar’; luku-luku ‘ver, mirar’; llari-llari ‘llorar, tener melancolía o tristeza, padecer de algún dolor, enfermar’; meri-meri ‘estar borracho’; musenga-musenga ‘¡caña, caña!’, excitación al trabajo del corte de caña de azúcar’, napi-napi ‘dormir’; ñami-ñami ‘comer, comida’; piquinini ‘cosa o persona pequeña’; pisi-pisi ‘orinar’; puru-puru ‘evacuar el viente’; quiquiribu ‘morir’; sangara ‘caminar, aguardiente’; soqui-soqui ‘fornicar’, y tifi-tifi ‘robar’ 51. 51 Pichardo (1836) ofreció ocho etimologías inglesas de este vocabulario: lukuluku < (to) look, napi-napi < (to) nap, pisi-pisi < (to) piss, tifi-tifi < (to) thieve y merimeri < marry, que da por seguras; mientras que propone con signo interrogante: guasiguasi < (to) wash, llari-llari < (to) yearn y guari-guari < (to) ward. De las ocho, las seis primeras parecen irrefutables; la séptima no logra sostenerse, pues no hay ningún contacto semántico entre llari-llari y to yearn; y sí mucha analogía fonética, además de semántica, con el español llorar, étimo que también apunta Pichardo como posibilidad. Con respecto a guari-guari pensó en el verbo to ward, que sin duda es error por word (Ortiz corrigió to word, pero tal verbo no existe). Creo que es posible pensar en word como hipótesis mientras no se encuentre explicación más satisfactoria. En 1923, Ortiz rechazó dos de estas etimologías inglesas: guari-guari le pareció reduplicación verbal de un lexema guarí —también presente en guariao y guaricandilla, dice— con la significación de ‘cacareo’; se apoya en Crowther (1843), 167, que trae el lucumí o yoruba shwerewere ‘charlar, hablar mucho sin ton ni son, cotorrear’, y llari-llari fue explicado partiendo del fanti o ashanti yari ‘enfermedad’. Las dos hipótesis son problemáticas, pues habría que empezar por preguntarse por qué los negreros aprendieron estos términos de ciertos dialectos africanos y no al revés, como sería de esperar, y aún así, si sería funcional emplearlos, dado el muy diferente origen lingüístico de los esclavos. En el caso del yoruba shwerewere no tenemos transcripción fonética, lo que dificulta precisar la evolución (aunque el haber sido escrito así por un inglés haría pensar en un elemento inicial palatal fricativo, cuya desaparición no se explica bien). El étimo fanti para llarillari me parece ocioso, tanto por las razones señaladas arriba como por las que trae Álvarez Nazario (1961), 127 y 377. Quizá sea posible añadir soqui-soqui a la lista de los anglicismos (< to fock?) o a la de onomatopeyas, como ñami-ñami y fon-fon. Con ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 47 Este pequeño vocabulario abre nuevas interrogantes, pues no sabemos si fue norma general entre los bozales o sólo entre ciertos grupos, o si Pichardo y Ortiz lo compusieron por acumulación a base de informes tomados de diferentes idiolectos. Tampoco sabemos si esta lista es exhaustiva, si es válida para épocas anteriores al siglo XIX y si se trata de transcripciones fieles o convencionales. Problemas irresolubles como se ve. Pero lo esencial a nuestro tema es observar que los africanismos de esta lista no pasaron a ser norma léxica en ninguna de las áreas de Cuba. Este camino de diacronía progresiva parece llevarnos a un callejón sin salida. No sucedería lo mismo si se enfocaran estas investigaciones diacrónicas en dirección regresiva, pues en el caso de Cuba el elemento africano tiene su representación activa en la norma léxica actual. Zwernemann (1968) acaba de hacer este trabajo con un vocabulario recogido en el Brasil en el siglo XX 52, y también sería posible hacerlo con los llamados afrocubanismos. Esto exigiría como trabajo previo una revisión cuidadosísima de las nóminas léxicas preparadas hasta ahora, pues en parte al menos son pródigas en etimologías inaceptables. Partiendo de una base segura podría iniciarse el proceso de identificación y estadística, y sabríamos por fin cuáles son los verdaderos afrocubanismos léxicos, cuáles sus fuentes dialectales y cuál su proporción. La investigación es seductora, pero requiere un trabajo preparatorio amplio que aún está por hacer. Painter (1966) ha demostrado, con respecto a las lenguas africanas mismas, que este tipo de estudio, proyectado sobre una línea cronológica, además de su valor lingüístico, es un instrumento inapreciable para otras disciplinas, especialmente la historia. respecto a piquinini hay que pensar en el portugués pequenino y no en el español pequeñín o pequeñito. En el inglés del sur de los Estados Unidos se conservan las formas picaninny, piccaninny y pickaninny, introducidas por los negros de las Antillas. Partridge (1958) piensa en el español pequeñito o en el portugués pequenini [sic]. En resumen, ocho términos parecen provenir del inglés, cuatro del español, uno del portugués, dos o quizá tres sean de origen onomatopéyico y cinco de origen desconocido, posiblemente africanismos adaptados o productos híbridos. 52 El vocabulario fue recogido y publicado por Nina Rodrigues en su libro Os Africanos no Brasil a finales del siglo pasado (2.K edição, São Paulo, 1935). Zwernemann ha comparado esta lista con las preparadas por Koelle, Westernan y Rattray, y ha llegado a la conclusión de que se trata de un vocabulario de origen buli (o bulea), dialecto del grupo mosi, pues a él pertenece el 89,5 por 100 de sus elementos. 48 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Si desde un punto de vista diacrónico la investigación tropieza con obstáculos a veces insalvables, al trabajar con un corte sincrónico en nuestro siglo el panorama cambia totalmente; se cuenta con un corpus amplísimo (hipotéticamente) y con suficiente información extralingüística, al menos en cuanto a población y a algunos aspectos antropológicos. Sin embargo, excepción hecha del léxico, es muy poco lo estudiado. Los lexicógrafos han estado trabajando a caballo entre etimologías y uso, pero la atención ha ido preferentemente a las primeras 53. Igual que con los indigenismos se necesita establecer las nóminas activas y pasivas, y efectuar análisis de frecuencia y proporción en la lengua viva. Me ocupé de las influencias africanas en el español de Cuba en 1964 y 1967 54. Este último trabajo, de tono más bien divulgador, incorporó el material anterior donde sólo trabajaba con el plano fonológico y añadió consideraciones generales sobre el léxico, pero ahora he creído de más utilidad desglosar la estadística del léxico negro y su sustancia semántica. Ya he apuntado anteriormente las razones que me impulsan a no dar consideración semántica particular a un grupo léxico por el simple hecho de su origen extrahispánico. Sin embargo, en el caso de los afronegrismos y aun tratándose de un corte sincrónico actual, quizá valdría la pena estudiar monográficamente algunos casos de competición —que no se dan con los indigenismos—, por ejemplo. Pero de esto no me es posible ocuparme por el momento. III Estudiadas las nóminas pasivas de indigenismos y afronegrismos quedaban en pie dos investigaciones muy relacionadas. Tratar de establecer la nómina activa de ambos núcleos y obtener datos de su proporción dentro del léxico total. Esta tarea tiene que ser relegada para el futuro por falta de corpus y de investigaciones sociológicas previas para conseguirlo. Se puede acudir a la lengua escrita, pero trabajando con materiales tan parciales sólo se conseguirían cifras de muy relativa aproximación, y habría que resolver serios problemas 53 Cf. infra, 158-168. 54 «El supuesto africanismo del español de Cuba», Arch, XIV (1964), 202-11, y «Elementos africanos en el español de Cuba»; BFE, XXI (1967), 27-43. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 49 de selección como los señalados por Muller, ZRPh, LXXXI (1965), y Bustos (1966-67) al material utilizado en la computación de Juilland y Chang-Rodríguez (1964). Aprovechando el léxico recogido recientemente con el cuestionario preliminar del PILEI (1968) decidí practicar algunas calas sobre indigenismos, africanismos y anglicismos. Poco después de completado este trabajo se terminó la transcripción de las primeras doce encuestas de un corpus destinado al estudio de la norma culta del español de La Habana 55; sometí este texto a tabulación con el mismo propósito y así poder confrontar las proporciones entre diálogo espontáneo y encuesta dirigida. Se trata, por supuesto, de una muestra muy acotada diastrática y diatópicamente. IV Sobre la fonología del español de Cuba aquí se vuelven a publicar dos trabajos de muy diferente propósito. Las «Observaciones fonéticas sobre la lengua de la poesía afrocubana» 56 surgió como reacción a uno de los tantos mitos que por ahí circulan sobre el español de América y el de Cuba en particular, y es que algunos críticos literarios, preocupados con la llamada poesía afrocubana, han pensado que ciertas características fonéticas, que la lengua escrita transcribe, son copia fidedigna del habla de los negros. Desde un punto de vista lingüístico tal razonamiento es muy ingenuo. En el ámbito hispánico, la lengua de los negros y la de otros personajes exóticos de algunas obras literarias ha sido estudida por de Chasca (1946), Veres d’Ocón (1950) y Weber de Kurlat (1967). Gillet (1925), Weber de Kurlat (1959), Lihani (1958), Teyssier (1959) y López Morales (1965) han examinado total o parcialmente la lengua rústica de los pastores de la literatura peninsular de los siglos XV y XVI. Toda esta investigación ha tenido por objeto describir los elementos lingüísticos utilizados por un autor para construir el habla de sus criaturas literarias. Todos estamos de 55 Cf. Boletín informativo de la Comisión de lingüística y dialectología iberoamericanas del PILEI, núm. 2 (Lima, 1970), y López Morales (1970). 56 Publicado en EA, 7 (1966), 1-3, con el título de «La lengua de la poesía afrocubana». 50 HUMBERTO LÓPEZ MORALES acuerdo con Rona (1962) en que esos elementos no surgen de la nada, sino de una observación más o menos cuidadosa y penetrante de la realidad lingüística. Pero este ejercicio tiene diferentes grados de éxito, el más sobresaliente de ellos bastante alejado de la realidad que se intenta imitar. Muchos factores, y todos subjetivos, condicionan de algún modo esta parcialidad, que se hace muy obvia cuando se compara el esfuerzo del autor con los resultados de un análisis lingüístico. Es un error de método —en el mejor de los casos— proyectar los resultados de un análisis de T (texto literario) hacia H (habla real) y describir H por T, porque la relación H → T es teóricamente falsa: mientras H → ea ......... ez, T → ed + eh+ep. Esto sólo hace referencia al punto más grueso de la cuestión, pero en rigor factores como la distribución y frecuencia de los elementos son también decisivos en la comparación. Todo esto, suponiendo que el autor haya alcanzado conciencia de diferenciación dialectal y que no mezcle elementos de H con H1, H2, etc., o que no haga privativos de H, lo que es también común a H1 y H2, como ha sucedido con las ‘caracterizaciones’ de la lengua de la lírica afrocubana. V En el estudio «Neutralizaciones fonológicas en el consonantismo final del español de Cuba» 57 los problemas abordados son otros; se ha intentado analizar un aspecto del sistema. A algunos lectores parecerá anacrónico el que después de la irrupción del transformacionalismo siga yo insistiendo en estos esquemas estructurales. Decidí dejar el trabajo como estaba, con algún dato nuevo de distribución, porque es material que retomaré en la Introducción a la fonología del español de Cuba; no se crea con esto que estoy convencido de que la lingüística transformativa ha superado completamente al estructuralismo funcional y que se han acabado los problemas teóricos para el dialectólogo. El asunto es complicadísimo y no voy a desarrollarlo aquí, pero convendría recordar que la descripción integral y coherente de un complejo de normas dialectales 57 Publicado en AL, V (1965), 183-90. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 51 supone un enorme paso de avance dentro de lo limitado de nuestro conocimiento de ciertas áreas hispánicas. La descripción de cualquier sistema dialectal presupone necesariamente una teoría lingüística de base. El sistema puede ser considerado como una estructura estática o como un conjunto de procesos, una serie de cadenas de comportamientos predictibles; se tendrá entonces una descripción llamada estructural o una generativa (no menos estructural que la anterior). Pero aún dentro del estructuralismo fonológico las diferentes interpretaciones de principios teóricos fundamentales pueden llevar a posturas conceptuales muy diferenciadas. Es erróneo creer que en estos casos estamos ante discrepancias metodológicas, y nada más. El fonema es —para los fonólogos de Praga y sus seguidores— una unidad bifuncional: demarcativa y distintiva. Entendido así el fonema, la tarea de localizarlos, identificar sus alófonos y trazar los esquemas de distribución en el sistema se centra en el carácter contrastivo que le dan sus rasgos relevantes. En tales términos, la descripción de un sistema fonológico puede alcanzar gran complejidad al comprobar que en ciertos decursos el carácter contrastivo desaparece; se hace necesario entonces llegar a una complicada maquinaria de neutralizaciones, tanto más complicada en cuanto se acepten sin modificación los postulados de Trubestkoy (1938) y los teóricos de su línea, puesto que hay situaciones de norma dialectal que no logran ser explicadas según las clásicas cuatro posibilidades de realización del archifonema, como creo haber ejemplificado en «Neutralizaciones fonológicas en el consonantismo final del español de Cuba». Quienes reaccionan contra las implicaciones semánticas que casi forzosamente acompañan al carácter contrastivo del fonema no se limitan a proponer un análisis donde las oposiciones fonológicas no se busquen en contextos de ceteris paribus, según la expresión de Jakobson, sino en el examen de múltiples contextos fónicos y la observación distributiva de sus unidades. Cuando esta otra postura estructuralista niega de hecho que lo distintivo sea un carácter o una función del fonema, no estamos sólo ante diversos métodos analíticos, sino ante dos teorías: una que ve al fonema como unidad demarcativa y distintiva, los funcionalistas, y otra que lo ve sólo como unidad demarcativa, los formalistas. La relevancia contrastiva 52 HUMBERTO LÓPEZ MORALES es función fonológica para los primeros, mientras que es resultante extrafonológica para los segundos. Las implicaciones de esta última definición del fonema son de larguísimo alcance teórico, pues una vez suprimido el carácter contrastivo, los conceptos de neutralización, archifonema, el propuesto de archialófono, prosodema y tonema son enteramente inoperantes. El problema no pertenece al pasado, como pudiera pensarse al cotejar las fechas de los trabajos de Bloch (1950), Harris (1951), Hockett (1955) y otros defensores del formalismo fonológico, sobre todo en Norteamérica, donde las ideas de Chomsky se han impuesto vertiginosamente y con un dogmatismo que asusta. Chomsky ha ganado los círculos teóricos, pero sólo parcialmente los dialectales. Eso que ahora se llama «lingüística antropológica», sin que se sepa muy bien por qué 58, sigue cultivando tal formalismo en sus análisis de lenguas indígenas americanas y de lenguas africanas. Cierto que lo que ahora se construye para ellas son más bien sketches de los que estuvieron de moda por los años cuarenta para las llamadas lenguas de cultura 59. La llegada del estructuralismo a la semántica, por el contrario, ha revitalizado —redefiniéndolos según el nuevo alcance— conceptos ya muy tradicionales dentro de la fonología funcional, lo que invita a revisar dichos conceptos en su totalidad, como ha hecho ya Alarcos Llorach (1957) con el de neutralización. VI Las notas fonéticas sobre fricativas y cuasifricativas estaban redactadas ya en 1965, pero no quise publicarlas hasta poder comprobar algunos puntos que aún me parecían cuestionables. Ahora he tenido oportunidad de someter el asunto a nuevo análisis, utilizando palatogra58 Véase la certera crítica de K. Teeter (1964) que rechaza la denominación, y la respuesta de C. F. Voegelin (1965), que en defensa de la lingüística antropológica termina por identificarla con una especie de metodología de colecta de materiales lingüísticos. El libro de J. H. Greenberg (1968), a pesar de su título, no trae nada que lo haga diferir de la llamada lingüística descriptiva. 59 Para las insuficiencias de tales trabajos, cf. la reseña de Martinet, Word, (1949), 13-35, al esquema preparado por R. Hall (1948) para el francés. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 53 mas y cinemarradiografías, y completando la investigación con material filmado del movimiento labial de las articulaciones. Sólo en unos pocos casos, el resultado de esta última investigación obligó a modificar el trabajo de 1965. Con posterioridad a esta fecha salieron las monografías de Isbăşescu (1965-1968 a) y las tesis de Lamb (1967) y Salcines (1967); mis resultados no siempre son coincidentes, pero me atengo aquí de hacer consideraciones al respecto, primero para respetar la estructura original del artículo, y después porque de ello me ocuparé in extensu en mi libro sobre la fonología del español de Cuba. VII La única investigación geolingüística que pude llevar a efecto antes de 1960 fue la del voseo, y también surgió como reacción a una vieja tradición libresca de la dialectología hispanoamericana 60. Como allí digo, no se trata de resultados definitivos, pues algunas zonas marginales a las que integraban mi programa de encuestas deberían ser revisadas también. Ahora añado que quizá valdría la pena reexaminar la cuestión con una red más tupida de la que pude preparar entonces y aprovechando los avances teóricos y las modificaciones técnicas de los últimos diez años de la geolingüística. Como se comprenderá, trabajar en esta línea desde fuera de Cuba se hace muy difícil, aunque no del todo imposible 61. VIII He añadido al libro otros dos trabajos que hacen todavía más heterogéneo el material, pero que no dejan de tener cierto denominador común con su tema central. «Contribución a la historia de la lexicografía en Cuba: 60 «Nuevos datos sobre el voseo en Cuba», EA, 4 (1965), 4-6; 5 (1965), 12. No está de más seguir insistiendo en el asunto: Gutu-Romalo (1959) piensa que en español, vos persiste sólo en oraciones y en la lengua dramática o jurídica, y M. Molho (1968) dice que el voseo se extiende por «la majeure partie des territoires américains de langue espagnole», pág. 56. 61 Es de lamentar que las instituciones que podrían patrocinar este tipo de estudio no se preocupen del asunto, aunque quizá sea mejor así, pues en definitiva es de agradecer que no se nos someta a la ingrata tarea de revisar trabajos de un nivel científico ínfimo, como la opera magna del Instituto de Literatura y Lingüística [sic] de la Academia de Ciencias de Cuba: La lingüística en Cuba (1868-1968). O miseras hominum mentes, o pectora caeca! (Lucrecio, De Rerum Natura, II, 59). 54 HUMBERTO LÓPEZ MORALES observaciones prepichardianas» debió haber aparecido en el volumen de homenaje a Ramón Menéndez Pidal de Filología, pero otras ocupaciones inminentes me impidieron terminarlo antes de la fecha señalada. Desde aquí agradezco vivamente la gentil invitación de Frida Weber de Kurlat. El otro trabajo, «El español de Cuba: situación bibliográfica», fue originalmente una ponencia presentada al V Congreso del PILEI, motivada por lo disperso e insuficiente de la información bibliográfica sobre el español de Cuba. En espera de la gran Computarized Bibliography of Spanish Linguistics, que prepara el profesor R. J. Campbell y su equipo de la Universidad de Indiana, me propuse reunir los materiales disponibles, tratando de valorarlos lingüísticamente, en la medida de lo posible. Cuando preparé este trabajo —en 1968— la información que el estudioso del español de América tenía a su disposición para Cuba era la proporcionada por Nichols (1941) y por Serís (1964) principalmente. Nichols, en un trabajo no superado todavía en algunos aspectos, daba 35 títulos para Cuba, distribuidos entre estudios generales, diccionarios y vocabularios, trabajos individuales, influencias de otras lenguas y toponimia. La Bibliografía de la lingüística española, de H. Serís, aprovecha íntegramente los materiales de Nichols, incorporándoles las adiciones de los reseñantes L. B. Kiddle, RI, VII (1943), 213-40; C. Rosenbaun, RR, XXXIV (1943), 285-7, y R. H. Valle, Hisp, XXXVII (1954), 274-84, más los trabajos posteriores de Hatzfeld (núm. 14.875), Wagner (núm. 14.876), Conrad (núm. 14.877) y Cantell-Patrick (núm. 14.979). En la sección «Cuba» aparecen 45 títulos agrupados en: estudios generales, fonética, sintaxis, lexicografía, fauna y flora, jerga, toponimia y onomástica, y lexicografía local. En la sección «Indigenismos», un título; en «Lenguas indígenas de América», otros seis; en «Lexicografía» [general], otro, y quizá sea posible encontrar alguno más buscando exhaustivamente en esta caótica bibliografía. El trabajo bibliográfico de Alvar (1962) incluye al español de América como «Complemento bibliográfico», de ahí que siendo otra la finalidad de la obra se anoten sólo unos pocos títulos para Cuba. La bibliografía de Quilis (1963), por la misma causa apuntada para el trabajo de Alvar, da también muy contados títulos. Revisando las bibliografías cubanas (generales) tampoco es mucho lo que podía encontrarse. En los ocho volúmenes de la Bibliografía cubana del siglo XIX, de Carlos M. Trelles (1911-5), se anotan siete títulos (Cf. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 55 especialmente, VII, 431-3); en los dos tomos de su Bibliografía cubana del siglo XX (1916-7), cuatro; en su Biblioteca científica cubana (1918-9), tres, y en su Biblioteca histórica cubana (1922-6), seis; advirtiendo que muchos de los títulos están repetidos varias veces. Mayor información trae Dihigo (1936), pero ni aquí los números útiles a nuestro propósito superan la docena. Una revisión de las obras escritas o dirigidas por Fermín Peraza, el más docto de nuestros bibliógrafos, no arrojaba resultados más positivos. En su imprescindible Anuario bibliográfico cubano, publicado en La Habana hasta 1959, en Medellín (Colombia) durante 1961-2, y desde entonces en Gainesville (Florida) no se encuentran más de trece títulos, que el lector puede consultar en la sección de «Filología y literatura» desde su fundación hasta 1943, en la de «Filología general» entre 1944-5 y en la de «Lingüística» a partir de 1946. Los números del Anuario publicados en Gainesville, lamentablemente, carecen de índice de materias. Cuando preparaba el material de este libro llegó a mis manos La lingüística en Cuba, ensayo histórico y bibliográfico, de F. M. Mota (1968). El propósito de esta bibliografía es anotar los estudios lingüísticos hechos en Cuba desde 1868 a 1968; dentro de este plan, los estudios sobre el español en Cuba son minoría. Para nuestro interés, el aporte de este trabajo es muy limitado, pues excluye las investigaciones sobre Cuba hechas en el extranjero, que en los últimos diez años son las únicas científicamente aceptables, y aún la lista de las hechas en el país es en extremo deficiente 62. La bibliografía sobre el español de Cuba que acompañaba al artículo de 1969 ha sido ahora integrada a la bibliografía general 63, pero los números que presentan alguna importancia para el estudio de esta área hispánica van marcados con un asterisco. 62 Cf. infra, 157-158, 0.13. 63 Igual que el artículo de 1969, esta bibliografía excluye: (i) estudios sobre la lengua de autores específicos, (ii) libros de folklore (colecciones de cuentos, cantos, adivinanzas, etc., con excepción de la obra de Feijoo, que aunque incluye adivinanzas y trabalenguas, trae también refranes y dicharachos; científicamente es obra modestísima, pero informativa), (iii) vocabularios colocados al final de novelas, cuentos, etc., y (iv) obras que, a pesar de su título, no dan información lingüística alguna, por ejemplo, los Apuntes caracteriológicos sobre el léxico cubano, de Entralgo (La Habana, 1941). Indigenismos en el español de Cuba 0. Hasta el momento, los indigenismos del español de Cuba han ocupado mucho la atención de los investigadores, pero esta labor ha estado concentrada principalmente en (i) la discusión de etimologías para aceptarlos o rechazarlos como tales indigenismos, y (ii) su recolección exhaustiva para alinearlos en diccionarios 1. No hay recuento de cubanismos que no recoja una impresionante cantidad de estos elementos léxicos. Cierto que muchos de ellos incluyen topónimos, antropónimos y gentilicios, pero aun descontando estas aportaciones, el número de indigenismos seguía siendo impresionante. Revisando estos materiales era fácil llegar a la conclusión de que el inventario de indigenismos, tal y como era presentado en los diccionarios, no correspondía con el de la lengua hablada. La razón principal para explicar este hecho es que ninguno de los diccionaristas había hecho uso sistemáticamente de materiales orales. Las deficiencias de información aumentaban al comprobar que, en gran parte, se habían mezclado con mucha arbitrariedad fuentes de épocas muy diversas, lo que daba entrada lo mismo a elementos sacados de los cronistas que a los de un relato popular del siglo XX. Y todo presentado con idéntico índice de vitalidad, cuando en realidad una buena proporción estaba constituida por fósiles léxicos, términos que llegaron a las páginas de los historiadores de Indias, pero que si se habían incorporado a la norma léxica de entonces, fueron eliminados de ella posteriormente. Otra causa de este espejismo son los trabajos de léxico especializado —como el de Roig Mesa (1963) en el ámbito botánico, por ejemplo—, donde con puntillosa insistencia se han recogido centenares de indigenismos (reales o supuestos), cuyo reconocimiento se hace difícil o imposible de unas áreas rurales a otras. Es éste un trabajo valioso de especialización y constancia, pero que no logra dar idea justa de la nómina general. 1 Cf. infra, 158-168. 57 58 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Con respecto a la supuesta vitalidad de algunos indigenismos, debe señalarse el hecho de que en el siglo XIX alcanzó gran moda un movimiento literario llamado siboyenismo 2, que resucitó y reanimó a un gran número de indigenismos ya caducos. Se trataba de una resurrección libresca que nada o poco tenía que ver con la lengua hablada, pero que lamentablemente influyó en los trabajos posteriores que partían de textos escritos, dando con esto una visión falsa del inventario. 1. La presente investigación tiene por finalidad cooperar al establecimiento de la nómina pasiva de los indigenismos léxicos en la norma general del español hablado en Cuba. 1.1 Preparación de los materiales. 1.11 Se comenzó por revisar el diccionario de Pichardo (1953) y sacar todos los indigenismos verdaderos que aparecen en su lexicón, excepción hecha de topónimos, antropónimos y gentilicios. Las ediciones del diccionario de Pichardo son todas del siglo XIX (descontando el Pichardo novísimo), lo que la hace la colección léxica más antigua de que podemos disponer en Cuba. Como a partir de entonces no surgen nuevos indigenismos, sino a lo más, algunos se reajustan o se modifican semánticamente, seleccionarlo como base de la investigación parece ser una medida prudente, pues el riesgo de omisiones se reduce así lo más posible. 1.12 Pero como el Pichardo es un diccionario de voces cubanas solamente, necesita ser complementado, a fin de incluir en nuestros materiales básicos indigenismos de otras procedencias que pudieran pertenecer también a nuestra norma. Una segunda lista fue confeccionada 2 El movimiento comenzó en 1855, cuando José Fornaris publica su libro de poemas Cantos del siboney; el éxito popular fue inmediato, a pesar de la ínfima calidad literaria de sus composiciones, que llevan títulos tales como «Los últimos siboneyes», «Muerte de Doreya», «La canoa», «La canción del cacique», «El cacique del [sic] Camagüey», «Hatuey», etc. José L. Luaces, también poeta y gran amigo de Fornaris, se unió al siboneyismo, y juntos fundaron la revista La Piragua, de corta vida, que vino a constituir el órgano de expresión del movimiento. Pero ninguno de los siboneyistas llegó a tanta mediocridad estética como Napóles Fajardo, más conocido por «El Cucalambé»; su único libro, Rumores del Hórmigo (1856), recoge poemas como «Hatuey y Guarina», «Al cacique de Maniabón», «El behique de Yariguá», «Caonaba» y otros títulos por el estilo; sus composiciones avulgaradas e incongruentes pueden ejemplificarse con la siguiente estrofa: Con un cocuyo en la mano / y un gran tabaco en la boca, / un indio desde una roca / miraba el cielo cubano. Sin comentarios. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 59 con los materiales de Buesa Oliver (1965); se incluyeron todos los indoamericanismos aparecidos en su monografía, inclusive los elementos arauacos y caribes. La lista resultó muy extensa y parcialmente inadecuada, debido a la cantidad de elementos chibchas, quechuas, aimaras, tupí-guaraníes y araucanos desconocidos en esta área antillana; sin embargo, no me pareció indicado hacer una selección a nivel de idiolecto o basada en experiencias lingüísticas individuales. Se realizó entonces una encuesta previa de carácter eliminatorio con doce sujetos, dos de cada una de las provincias del país 3. Aquellos elementos que no fueron identificados por ninguno de los sujetos quedaron automáticamente excluidos. 1.13 El próximo paso fue la composición del inventario base. Se integraron los materiales sacados del Pichardo y los que arrojó la encuesta de los indoamericanismos de Buesa Oliver; se eliminaron las repeticiones, y, además, los términos batea, boniato, fotuto, guagua, guarapo, jimagua, maloja, manjuarí, tabaco y tanda, que no parecen ser indigenismos 4. 1.14 Como el propósito de la investigación no era el reconocimiento formal de los elementos, sino el reconocimiento integral del signo en cuanto forma y sustancia, se añadió a cada término del inventario base una serie de semas —de 2 a 6— sacadas de las definiciones de Pichardo (1953), Macías (1885), Suárez (1921), Ortiz (1923), Martínez Moles (1928), Dihigo (1928-1946) y Rodríguez Herrera (1959). Este cotejo arrojó múltiples discrepancias, como era de esperar, tratándose de diccionarios compuestos a lo largo de más de un siglo y hechos sobre muy diferentes criterios y bases teóricas. En los casos en que evidentemente estábamos ante diferentes sememas se hizo necesario abrir una nueva entrada en el inventario 3 Cf. el cuadro del 1.2. Los sujetos fueron 1, 5, 8, 10, 18, 19, 24, 28, 32, 35, 46 y 49. 4 Todos estos términos están ampliamente discutidos en el DCELC, y aunque en algunos casos (batea, boniato, manjuarí, fotuto) Corominas no rechaza de plano la posibilidad de indigenismo, sus razonamientos en contra son lo suficientemente poderosos como para eliminarlos de nuestro inventario. Guagua es efectivamente indigenismo, pero como nombre popular del insecto fue identificado sólo por dos sujetos; su homónimo guagua ‘ómnibus’, que es al que me refiero arriba, aunque de etimología discutida, no parece que tenga nada que ver con el indigenismo. 60 HUMBERTO LÓPEZ MORALES base. Lo mismo sucedió con las homonimias causadas por metaforización; en este último caso el proceso de adición no se detuvo hasta después de terminadas las encuestas 5. 1.2 Los sujetos entrevistados fueron cincuenta: procedían de todas las provincias del país, de todos los estratos sociales —reflejados en las ocupaciones— y de todos los niveles culturales; la edad fluctuaba entre un mínimo de dieciocho y un máximo de sesenta y uno. Los sujetos fueron entrevistados en Miami durante el verano de 1966; ninguno de ellos llevaba más de seis meses de residencia fuera de Cuba. CUADRO I 6 I II III IV V VI VII 1 M 52 B A médico Pinar del Río 2 M 29 B C oficinista Pinar del Río 3 F 48 B E ama de casa Los Palacios, PR 5 Por esta razón el inventario base duplicó sus entradas para doce términos: caguama2: animado (persona), sexo femenino, edad avanzada; ciguato, -a2: animado (persona), aspecto enfermo general / pálido, decaído/desanimado; guanajo, -a2: animado (persona), estúpido / atontado / imbécil; guajiro, -a2: animado (persona), trato social torpe, retraído en reuniones por temor social; güin2: animado (persona), delgadez extrema; jaiba2: animado (persona), cobarde; jutía2: animado (persona), cobarde; loro2: animado (persona), hablador incansable; morrocoyo2: animado (persona) / inanimado, de gran tamaño, de movimientos pesados/ de formas pesadas; papaya2: inanimado, órgano sexual femenino; tiburón 2: animado (persona), arriesgado / atrevido, actividades exitosas; guataca2: animado (persona), adulador. 6 I = sujeto, II = sexo, III = edad, IV = raza (M[ulato]), V = nivel educativo, VI = profesión y VII = procedencia. El código utilizado para designar el nivel educativo es el siguiente: A = estudios universitarios a nivel de doctorado, B = estudios universitarios a nivel de licenciatura, C = estudios superiores especializados (no universitarios), D = estudios secundarios, E = estudios primarios a nivel superior, F = estudios primarios y G = sin educación escolar; el diacrítico volado + indica que el sujeto ha desarrollado estudios en el nivel inmediato superior, pero sin completarlos. Esta escala se basa en el esquema de las instituciones educativas de Cuba con anterioridad a 1961. Las profesiones que figuran en el cuadro son las desempeñadas en Cuba por nuestros sujetos. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 61 I II III IV V VI VII San Juan, PR 4 M 31 N G carpintero 5 F 34 B C oficinista San Luis, PR 6 F 28 M E peluquera San Luis, PR 7 M 47 B G campesino Artemisa, PR 8 M 33 B B ingeniero La Habana 9 F 32 B B profesora La Habana 10 F 58 B C oficinista 11 M 46 N C maestro Guanabacoa, H 12 F 55 B E dueño de tintor Guanabacoa, H 13 F 36 M F dueña de tintorería Bejucal, H 14 M 31 B D ama de casa Marianao, H 15 F 21 B C negociante Marianao, H 16 M 41 B F estudiante San José de lasVegas, H 17 M 44 B F obrero Batabanó, H 18 F 40 B B dueño de bar Matanzas 19 M 48 B C profesora Matanzas 20 F 34 M E concejal Cárdenas, M 21 M 39 B F dependiente Jovellanos, M 22 M 41 M G chófer de camión San Jn. de los Ramos, M Regla, H 62 HUMBERTO LÓPEZ MORALES I II III IV V VI VII 23 M 47 B B carpintero Santa Clara, LV 24 M 53 B C abogado Santa Clara, LV 25 F 35 B C dueño de hotel Placetas, LV 26 F 33 B E ama de casa Caibarién, LV 27 M 61 B C+ empleada Cienfuegos, LV 28 F 47 B B negociante Cienfuegos, LV 29 M 40 M E abogada Quemado de Güines, LV 30 M 58 B E dueño de tabaquería Remedios, LV 31 M 41 B C maestro Camagüey 32 F 36 B C actriz Camagüey 33 F 37 M C maestra Ciego de Ávila, C 34 M 53 B B abogado Ciego de Ávila, C 35 F 28 B D+ oficinista Nuevitas, C 36 M 50 B B médico Morón, C 37 M 55 B A juez Santiago de Cuba, O ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA I II 63 III IV V 38 M 46 M C dirigente obrero Santiago de Cuba, O 39 F 38 B C ama de casa Santiago de Cuba, O 40 M 43 B B sacerdote Guantánamo, O 41 F 51 B E modista Guantánamo, O 42 M 47 M B periodista Guantánamo, O 43 F 18 B E+ estudiante Holguín, O 44 M 48 B E empleado Bayamo, O 45 M 53 B C dueño de ferretería Manzanillo, O 46 M 49 B G campesino Yateras, O 47 M 40 B E obrero Alto Songo, O 48 F 52 B F ama de casa Victoria de las Tunas, O 49 M 50 N B notario Victoria de las Tunas, O 50 M 42 M E empleado Puerto Padre, O 64 HUMBERTO LÓPEZ MORALES 1.3 Cada elemento del inventario base fue presentado al sujeto. Para colocarlo en la columna positiva era necesario que éste diera en su definición un mínimo de dos semas. Por consiguiente, si el sujeto no lograba llenar este requisito, el término se marcaba como no reconocido 7. 2. Los resultados de la encuesta fueron tabulados. Se desecharon los elementos identificados por menos de 31 sujetos, y los otros fueron agrupados en cinco categorías, de acuerdo a la cantidad de sujetos que identificó los indigenismos: I (31-34), II (35-38), III (39-42), IV (43-46) y V (47-50) 8. 8, 9 7 1, 2 5, 6 4 3 11, 12 14 10 16 15 13 17 18, 19 20 21 22 27, 28 29 30 26 23, 24 25 36 33, 34 35 31, 32 50 48, 49 45 44 43 42 47 37, 38, 39 40, 41 46 Mapa 1 7 Las respuestas fueron desde parcas negativas a larguísimas y muy detalladas descripciones. La exigencia de los dos semas permitió eliminar respuestas del tipo «es una mata», «es un pájaro», cuando el sujeto no pudo añadir más información; se trata de identificaciones vagas, demasiado generales para tomarlas en consideración. También pudieron ser eliminados los casos en que a la sustancia semántica de la lexía se le ha impuesto la de una estructura paremeológica, como sucedió con piragua, no identificada como tal (embarcación, de gran tamaño, para navegación marinera) por la mayoría de los sujetos, probablemente porque se han impuesto las expresiones «Estar al borde de la piragua», «Estar en el pico de la piragua» (riesgo, situación peligrosa), que dejan sin identificación semántica al elemento en cuestión. 8 Es justo reconocer que al preparar el cuadro con los resultados del cómputo ha sido necesario acudir a límites arbitrarios. En primer lugar, al seleccionar sólo los términos reconocidos por más de 30 sujetos implica que la norma está constituida por los elementos comunes a un 60 por 100 de los sujetos. Si se cree que es una proporción muy baja para el establecimiento de la norma, siempre se podrá poner la línea divisoria entre cualquiera de los grupos, y se tendrán así proporciones de un 70, 78, 86 y 94 por 100 respectivamente. También la agrupación propuesta es arbitraria, como lo hubiera sido cualquier otra; me he decidido por esta división de tipo matemático para que no haya lugar a apreciaciones subjetivas. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 65 CUADRO 2 I II III IV V aguacate aguacate aguacate aguacate aguacate ají ají ají ají ají anón anón anón anón anón areíto aura aura aura aura aura bajareque bajareque bajareque bajareque bajareque barbacoa batey batey bejuco bejuco bejuco bohío bohío bohío bohío butaca butaca bija bohío butaca butaca butaca cacao cacao cacao cacique cacique cacique cacique cacique caimán caimán caimán caimán caguama2 caimán caimito caimito caimito caníbal caníbal caníbal caníbal canoa canoa canoa canoa canoa caoba caoba caoba caoba caoba carey carey catibía catibía catibía catibía cayo cayo cayo cayo cayo cazabe cazabe cazabe ceiba ceiba ceiba ceiba ceiba ciguato ciguato ciguato ciguato coca coca 66 HUMBERTO LÓPEZ MORALES I II III IV V cocuyo cocuyo cocuyo cocuyo cocuyo colibrí colibrí comején comején comején comején comején curiel cusubé chapapote chapapote chapapote chapapote chapapote chicle chicle chicle chicle chicle chirimoya chirimoya chirimoya chirimoya chirimoya chocolate chocolate chocolate chocolate chocolate guacamole guajiro guajiro enagua guacamayo guacamole guacamole guácima guácima guajiro guajiro guajiro guanábana guanábana guanábana guanábana guanábana guanajo guanajo guanajo guanajo guanajo guano guano guano guao guao guao guao guasa guasa guataca guataca guataca guataca guataca guateque guateque guayaba guayaba guayaba guayaba guayaba guayo guayo guayo guayo guayo güin güin güin güin güin güira güira güira hamaca hamaca hamaca hamaca hamaca henequén henequén huracán huracán huracán huracán huracán jaba jaba iguana iguana iguana jaba jaba jaba jagüey jagüey ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA I jaiba II jaiba 67 III jaiba IV V jaiba jaiba jarana jarana jarana jarana jarana jején jején jején jején jíbaro jíbaro jíbaro jíbaro jícara jícara jíbaro jicotea jicotea jicotea jicotea jicotea jutía jutía jutía jutía jutía loro loro loro loro loro maíz maíz maíz maíz maíz majagua majagua mamey mamey mamey macana magüey mamey mamey manatí manatí mangle mangle mangle maní maní maní maní maní manigua manigua manigua manigua manigua maraca maraca maraca maraca maraca marañón marañón marañón marañón marañón miraguano miraguano miraguano morrocoyo2 morrocoyo morrocoyo morrocoyo papa papa papa papa papa papalote papalote papalote papalote papalote papaya papaya2 papaya petaca petaca piragua pita pita sabana sabana sabana sicote sicote sicote sicote sicote sinsonte sinsonte sinsonte sinsonte sinsonte tamal tamal tamal tamal tamal 68 HUMBERTO LÓPEZ MORALES I II III IV V tiburón tiburón tiburón tiburón tiza tiza tiza tiza tiburón tomate tomate tomate tomate tomate tuna tuna yagua yagua yuca yuca yuca yuca yuca zapote zapote zapote zapote 3. La clasificación de esta nómina pasiva de los indigenismos del español de Cuba, atendiendo a su procedencia dialectal, presenta dificultades irresolubles. Nuestro conocimiento de las lenguas prehispánicas habladas en las Antillas es muy insuficiente, y a pesar del trabajo de los especialistas no es mucho lo que puede afirmarse con entera seguridad. Después de examinar las etimologías y las opiniones de Cuervo (1954), Friederici (1960), Lokotsch (1926), Henríquez Ureña (1935, 1938), DeGoeje (1939, 1946), algunas monografías de Taylor (1953, 1956, 1957 a, 1957 b, 1957 c) y el imprescindible Corominas (19541957) ofrezco la siguiente clasificación provisional. CUADRO 3 9 I ARAUACO II CARIBE III ARAUACO O CARIBE IV NÁHUATL V QICHUA ají butaca bija aguacate coca anón *caimán caguama cacao *chirimoya areíto caníbal catibía chapapote *jarana batey loro cocuyo chicle papa bejuco *manatí guayaba chocolate bohío morrocoyo guasa guacamole cacique piragua guateque jícara huracán papalote caimito 9 El asterisco indica que la clasificación ofrece grandes dudas a los especialistas. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA I II 69 III IV caoba mangle petaca carey maraca *sicote cayo sinsonte cazabe tamal *ceiba tiza comején tomate curiel zapote enagua guacamayo guácima guajiro guanábana *guanajo *guao *guayo güira hamaca iguana jaba jagüey *jaiba *jején *jíbaro jicoteca jutía macana magüey maíz majagua mamey V 70 HUMBERTO LÓPEZ MORALES I II III IV V maní *manigua *miraguano sabana runa yagua yuca MAYA TUPÍ ANTILLANISMOS ? *henequén *tiburón aura cusubé bajareque marañón barbacoa pita canoa ciguato colibrí guataca güin papaya papaya2 5. En resumen, los indigenismos que integran la nómina del español hablado en Cuba suman 97, distribuidos (provisionalmente) de la siguiente forma, según el origen dialectal: CUADRO 4 INDIGENISMOS arauaquismos caribismos clasificados NÚM. POR CIENTO 45 46,38 7 7,21 nahuatlismos 15 15,46 quichuísmos 4 4,12 ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA INDIGENISMOS clasificados inclasificados 71 NÚM. POR CIENTO mayismos 1 1,03 tupismos 1 1,03 arauaquismos o caribismos 10 10,30 antillanismos 10 10,30 3 3,00 ? Elementos africanos en el español de Cuba 0. Es casi un lugar común en los estudios de dialectología hispanoamericana pensar que la influencia africana en el español de Cuba es grande y fácilmente observable en el plano fonológico y por supuesto en el léxico. En lo relativo a la pronunciación el examen de estos postulados se dificulta sobremanera, pues nunca han sido presentados en términos específicos, sino de manera general y vaga 1. El que carezcamos de referencias concretas y el hecho —mucho más importante— de que los análisis más recientes no arrojen ninguna 1 Montori (1916), 109, habla de «la influencia prosódica de los negros africanos que desde los primeros tiempos de la colonización fueron importados». La apreciación es enteramente subjetiva como casi todo el libro. Cf. la reseña de Dihigo, RFLQ XXIII (1916), 353-5. Se explica mejor que a partir de esta información dada por un estudioso cubano, y apoyándose en factores extralingüísticos como el mestizaje y el folklore, lo de la influencia negra se haya convertido en un tópico de nuestra dialectología. Las obras de Ortiz han cooperado, de manera nada modesta, a perpetuar esta imagen desfigurada. Pero conviene recordar, por una parte, lo ya puntualizado por los McDavid hace diecinueve años en su trabajo «The Relationship of the Speech of American Negroes to the Speech of Whites», con respecto a las relaciones entre raza, como concepto biofísico, y lengua, tema que ha vuelto a conquistar gran popularidad gracias a los recientes estudios de etnolingüística. Por otra parte, la africanía de la música cubana es fenómeno del siglo XX (danzón [?], son, mambo, sucusucu, [ahora mozambique]), como ha observado el mismo Ortiz (1950, 1951), y mucho antes que él, los musicólogos Sánchez de Fuentes (1923, 1927), García Agüero (1936) y Elíseo Grenet (1939), pues antes del siglo XX, excepción hecha de la conga, el elemento consustancial del cancionero cubano tradicional (zapateo, punto cubano, guajira, bolero, guaracha, habanera, canción y rumba) es la música andaluza. Con respecto al español de Puerto Rico, se han señalado específicamente ciertos fenómenos que algunos autores creen atribuibles a la influencia negra. Álvarez Nazario (1961), 198-9, piensa entre otros, en la neutralización 1/r, la aspiración o desaparición de -/s/, las asimilaciones de /l,r/ y la velarización de / r̄ /; también Dillard (1962) defiende la influencia afronegroide en la aspiración de -/s/. Todos estos casos son insostenibles por razones diacrónicas y diatópicas que se anotan más adelante. En cuanto a la velarización de /r̄ /, cf. de Granda (1966), con refutación detallada a Álvarez Nazario y a otros autores que han mantenido el punto. 73 74 HUMBERTO LÓPEZ MORALES diferencia fonética entre la lengua de los hablantes blancos y negros 2, obliga a revisar la cuestión desde un punto de vista diacrónico progresivo. 1. Los textos más antiguos que tenemos son ya del siglo XIX, y la gran mayoría, de carácter literario. 1.11 Por una parte, novelas y narraciones costumbristas: la más conocida de estas novelas es Cecilia Valdés o La loma del Angel, de Cirilo Villaverde, publicada por primera vez completa en 1882, pero el primer volumen había visto la luz en 1839. Le siguen Francisco, de Ambrosio Suárez, que empezó a escribirse en 1838; Petrona y Rosalía, de Féliz Tanco, también de 1838, y El negro Francisco, de Antonio de Zambrana, escrita en 1875. Además de estas novelas, los relatos Escenas de la vida privada en la Isla de Cuba, de Félix Tanco; las Costumbres del campo, de Anselmo Suárez, recogidos en el libro Colección de artículos (1859); Tipos y costumbres populares. Los negros curros, de Carlos Noreño (s. a.); Tipos y costumbres populares, de Francisco P. Gelabert (1881), y la Garandísima y sobreisaliente baile de gente de colore, en la grurieta de Marinabo, la noche de vinticuatro de angosto diete mimo saño de la Siñó y de la rinvuetura de la mundo. Dincrinsión jecha po la negro bosale cuñusío po Creto Gangá, a quiene tata Dió lo bindiga, amene, de Creto Gangá [seudónimo de Bartolomé Crespo Borbón], escrita en 1863. 1.12 En teatro, del mismo Bartolomé Crespo, el juguete cómicolírico Debajo del tamarindo (1864). 1.13 Por último 3, unas coplas anónimas publicadas en un periódico de Matanzas y transcritas por Bachiller y Morales (1883), 100-1: Criollo. Venga uté a tomai seivesa y búquese un compañero, que hoy se me sobra ei dinero. En medio de la grandesa, Dio, mirando mi probesa, me ha dado una lotería, 2 Cf. Almendros (1958), Isbăşescu (1965, 1968) y en un futuro próximo mi Introducción a la fonología del español de Cuba. 3 No he tenido acceso a la Proclama anónima; es «una hoja suelta de la época del marqués de Someruelos [1799-1813] en que el rey del cabildo congo de La Habana llama a sus súbditos a rechazar la invasión de Bonaparte ». Cf. Alzola (1965), 361-6. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 75 y en mi randiante alegría me ha convertido en poeta; y aquí está mi papeleta, que no he cobrao entuavía. Africano. ¡Ah! si oté no lo cubra, si oté tovía no fue, ¿pa qué buca que bebe? ¿Con qué oté lo va pagá? Cuando oté lo cubra, anjá, antonsí ma qui ti muere bebe oté como oté quiere, come oté como dan gana, y durmi oté una semana má que lan tempo si piere. 1.2 En estos textos se encuentran hablantes blancos, negros y mulatos; entre los negros, los hay bozales o nacidos en África y criollos. Algunos autores han intentado expresamente ofrecer una caracterización dialectal de bozales y criollos —como el autor de las coplas de arriba—; pero aun éstos se sirven de determinados fenómenos de manera muy irregular. En síntesis, la norma de los bozales de esta literatura decimonónica estaría caracterizada en cuanto a su fonología de la siguiente forma: 1.21 La estructura silábica general corresponde al esquema: S → (C)(C)(‘)V(V) {C} {V} Dentro de ella habría que distinguir una serie de fenómenos diversos no sólo en naturaleza, sino también en distribución y frecuencia. De los textos analizados pueden sacarse conclusiones siempre relativas, puesto que no hay homogeneidad lingüística en la presentación. Los fenómenos comunes en estos textos son: λ→ɳ/ (3) s→θ/ (4) r→θ/ (5) r→ (6) l→ (7) d→θ/v# (8) θ→h/ (9) λ→j/ // # // # # // # // l i r i / / v // # v# # v // (10) d→r/ # v# v { { # // # // { { { { { { { (2) # { { { { { θ→s/ // { (1) HUMBERTO LÓPEZ MORALES { 76 ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 77 Todas estas reglas deben ir marcadas como potestativas, pues en los textos los fenómenos señalados alternan continuamente con los fenómenos de norma 4. Con respecto al vocalismo: e { ({ i { o u { (´) V → { ) a e { (11) aunque habría que hacer la misma observación anterior. 1.22 Comparando estos resultados con los del dialecto (literario) del criollo, los fenómenos que resultan comunes al dialecto (literario) del bozal son los representados por las reglas 1, 3, 5, 6 y 7. Los otros han desaparecido. Sin embargo, con excepción de las coplas, estos fenómenos comunes ocurren muy esporádicamente en los criollos, cuyas peculiaridades lingüísticas, según esta literatura, son la preferencia de un léxico arcaizante (entodavía, semos, dende, dispierte, dispués, naiden, rompido, mesmo, vide, vinió, escuro, asina, dentre, etc.) y el empleo de algunos vulgarismos fonéticos, ya lexicalizados (suidad, haigan, güenos, etc.), bien conocidos en todo el ámbito hispánico. 1.23 El testimonio de Bachiller y Morales (1883 b) coincide, en líneas generales, con la información que se saca de los textos: el negro criollo distinguía bien los elementos vocálicos, realizaba -/s/ como cero fonético y neutralizaba las oposiciones l/r, l/i, r/i en contextos fónicos específicos. (A estos fenómenos se podría añadir el seseo y el yeísmo esporádicos y la pérdida de /d/ intervocálica que traen los textos.) Partiendo de aquí se podría llegar a la conclusión de que el dialecto de los negros criollos estaba fonéticamente caracterizado por 1, 3, 5, 6, 7 (y 9). El siguiente paso de la investigación sería contrastarlos 4 En principio traté de analizar todos los idiolectos de los personajes negros de Cecilia Valdés para tener no sólo la descripción de los mismos, sino datos estadísticos; pero el polimorfismo y la alternancia son tales que el habla de muchos de los personajes es un verdadero caos que no parece conducir al investigador a ninguna parte. Lo mismo, aunque en menor medida, puede observar el lector en las coplas transcritas: uté y búquese, pero está; cobrao, pero dado y convertido. 78 HUMBERTO LÓPEZ MORALES con la norma cubana del XIX y ver si en realidad se trata de fenómenos caracterizadores, es decir, discrepantes de la norma o comunes a ella. De nuevo aquí el investigador se encuentra con limitaciones, pues no hay estudios serios sobre el español de Cuba del siglo XIX, y los textos sobre los que podrían hacerse están, según creo, erizados de problemas. 1.24 Acudiendo de nuevo a los testimonios tenemos que, según Pichardo, que escribe en 1836, «un lenguaje relajado y confuso se oye diariamente en toda la isla, por donde quiera, entre los negros bozales o naturales de África (...): este lenguaje es común e idéntico en los negros, sean de la nación que fuesen, y que conservan eternamente, a menos que hayan venido mui niños: es un castellano desfigurado, chapurrado, sin concordancia, número, declinación ni conjugación, sin r fuerte, s ni d final; frecuentemente trocadas la ll por la ñ, la e por la i, la g por la v…» (liii). Adviértase que estas características fonéticas pertenecen a los hablantes negros que a su llegada a la isla como esclavos eran expuestos al primer contacto con el español. Este proceso de exposición y contacto se repitió constantemente durante más de dos siglos, pero estas peculiaridades fonéticas —resultado de un esfuerzo de adaptación del español— casi desaparecen en la primera generación, en los negros criollos. El mismo Pichardo exceptúa ya entre los hablantes de ese «lenguaje relajado y confuso» a los que han venido mui niños, que adoptaban fácilmente la lengua de los amos. «Los negros criollos —dice— hablan como los blancos del país (léase región) de su nacimiento o vecindad, aunque en la Habana y Matanzas, algunos de los que se titulan curros, usan la i por la r y l; v. g., poique ei niño puee considerai que es mejoi dinero que papei (liv). 1.3 Que la neutralización l/r no era en Cuba fenómeno exclusivo de los hablantes negros se desprende claramente del mismo Pichardo cuando al hablar de algunas características generales del español de la isla dice: «En la Habana se oye con frecuencia pronunciar con l las voces terminadas en r, amal por amar, y viceversa, sordado por soldado» (liv). El seseo y el yeísmo estaban totalmente generalizados entre los criollos blancos y negros. Pichardo dice: «… en la isla de Cuba no hay persona de su suelo que pronuncie ce, ci y la z como se debe: lo mismo sucede con la ll y la y, con la v y la ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 79 b; todo es s y b…» Las neutralizaciones l / i, r / i son señaladas por Pichardo como usual en algunos negros curros, pero conviene señalar que para nuestro diccionarista, curro significa «de movimientos afectados y de pronunciación andaluza», lo que parece indicar que Pichardo no atribuye el origen de la solución vocalizada de estas neutralizaciones a los hablantes negros. También a este fenómeno se refiere Bachiller y lo explica porque «fueron andaluces los más de los pobladores (...) que dejaron huellas que van desapareciendo», y añade: «por lo demás tiene que confesarse que una gran parte de sus alteraciones [las de los negros criollos] las inicia la generalidad de la gente del pueblo, con especialidad la del campo» (101). 1.4 Afortunadamente todos estos fenómenos tienen, en el ámbito hispánico general, una historia y una geografía muy conocidas. Las neutralizaciones l/r se registran en Andalucía desde el siglo XIV, y en América, desde principios del XVI; la confusión andaluza de las sibilantes estaba ya en marcha en el siglo XV; en América hay muestras de seseo desde el primer cuarto del siglo XVI; la pronunciación yeísta está documentada en la península desde el siglo XVI, y posiblemente desde mucho antes a juzgar por algunos textos mozárabes; en América, desde el siglo XVII. La aspiración de -/s/ parece darse en la península desde el siglo XVI; lo mismo sucede con la desaparición de /d/ intervocálica, aunque es muy posible que estos fenómenos estuviesen vivos desde antes en la lengua oral. Sólo las neutralizaciones l/i, r/i —casi inexistentes hoy en el español de la isla— parecen recientes, pero el testimonio de Pichardo y de Bachiller, así como el hecho de su actual vitalidad en áreas del Mediodía y de Canarias, y entre los hablantes más viejos, hacen sospechar que el fenómeno tenga un nacimiento anterior y que sea igualmente de procedencia peninsular. La revisión de la actual geografía de estos fenómenos termina por rechazar su procedencia africana 5. 5 Cf. Malmberg (1947, 1947-8, 1950), MacCurdy (1950), Matluck (1951), Silva Fuensalida (1952-3), Canfield (1952, 1953, 1960, 1961, 1962), A. Alonso (1953), A. Alonso y R. Lida (1953), Toscano (1953), Washington Vázquez (1953), Corominas (1953), Alvar (1955, 1959 a, 1959 b, 1966, 1968), Galmés (1962), Catalán (1956-7, 1960, 1964), Lapesa (1956, 1957, 1964), Boyd-Bowman (1960), Menéndez Pidal (1962), Alarcos (1964), Vidal de Battini (1964), Flórez (1964, 1965), Cárdenas (1967) y Clegg (1969). 80 HUMBERTO LÓPEZ MORALES 2. Pero si desde el punto de vista fonético no puede aceptarse influencia africana, no ocurre lo mismo con el léxico 6. 2.11 Conviene advertir desde el principio que una buena parte de este vocabulario transportado son topónimos, antropónimos y gentilicios, y que igual que con los indigenismos, los diccionarios y monografías, con su acumulación exhaustiva e indiscriminada cronológica, diatópica y diastráticamente, dan una idea muy equivocada hasta de la nómina pasiva de estos afronegrismos léxicos 7. 2.12 Por eso se hizo necesario repetir con los afronegrismos del español de Cuba el mismo tipo de investigación llevada a cabo con los indigenismos. (Cf. supra, 56-66.) Se utilizó la misma metodología y los mismos sujetos, sólo que aquí el inventario base fue construido exclusivamente sobre el Glosario, convenientemente podado de (i) topónimos, antropónimos y gentilicios, (ii) elementos de origen extra-africano que amparados por etimologías insostenibles fueron incluidos por Ortiz en muy generosa proporción 8. 2. 2 Los resultados de la encuesta aparecen ordenados en el cuadro que sigue. En principio se trató de hacerlo paralelo al de los indigenismos, pero a medida que se tabulaban los materiales se fue imponiendo una clasificación diferente. Los cinco grupos de los indigenismos quedaron reducidos a tres, delimitados de acuerdo con el número de sujetos que los identificaba satisfactoriamente: I (31-35), II (36-44), III (45-50). De nuevo aquí son procedentes las consideraciones hechas en la nota 8 de la pág. 62.9 6 Nadie —hasta donde llegan mis noticias— ha planteado o señalado influencias africanas en la morfosintaxis del español cubano. 7 El Glosario de afronegrismos trae más de quinientos términos; el mismo autor consideró que el material reunido por él era escaso: «No son muchos, sin embargo, si se tiene en cuenta que aún hoy [1922], según el censo de población de 1917, el 27 por 100 de los habitantes de Cuba son de color, y de ellos, 2.500 nativos de África. La escasa influencia lingüística africana en el habla vernácula criolla queda explicada por la diversidad de lenguas...» 8 El Glosario —ya ha quedado dicho en otras ocasiones— necesita de una cuidadosa revisión, pues la fantasía etimológica de Ortiz ha hecho aparecer como afronegrismos a muchísimos términos indígenas e hispánicos. Véase, a manera de ejemplo, sus etimologías para cáncamo, cucaracha, churre, fo, fuñió, gago, merengue, sambumbia. Cf., además, Rosenblat (1956). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA I 81 II III [de] ampanga bachata de] ampanga bachata de] ampanga bachata banana bemba bembé *biyaya bongó cachimba cachimbo candangazo, cañangazo conga banana bemba bembé biyaya bongó cachimba banana bemba candangazo, cañangazo conga congo cumbancha cundango congo cumbancha cundango congo cumbancha champola champola champola cheche cheche cheche chimpancé chimpancé chimpancé fufú guaguancó guinea *jelengue jubo fufú guaguancó guinea jelengue jubo fufú biyaya bongó cachimba guinea jelengue jubo macaco majá majá majá malanga malanga malanga mambo mambo mambo 2 *ñame *ñame *ñáñara ñinga ñame ñame ñáñara 9 El * indica que la etimología africana ofrece serias dudas a los especialistas. 82 HUMBERTO LÓPEZ MORALES quimbamba (s) quimbamba (s) quimbamba (s) quimbombó quimbombó sanaco, -a sirimba sanaco, -a quimbámbara (s) quimbombó quimbumbia, cambumbia sanaco, -a *sirimba subuso10 *titingó tonga *yaya titingó tonga yaya yaya 3. Conclusiones.10 3.1 Hoy no es posible observar diferencias de realización fonética entre hablantes blancos y negros11. Por otra parte, la idea de que algunos rasgos de la pronunciación cubana general se deben a influencia de los hablantes negros tiene que ser totalmente rechazada, pues los fenómenos que según los textos y los testimonios parecían típicos de los negros criollos del siglo XIX son todos de carácter hispánico, tienen documentación temprana y están presentes en otras áreas donde no es posible pensar en influencia africana. Todo esto nos lleva a una conclusión contraria al supuesto que muchos han venido aceptando sin análisis: la fonética del español de Cuba no tiene influencias africanas; por el contrario, fueron los negros criollos los 10 A diferencia de los otros términos, subuso parece ser de introducción reciente; originariamente fue término jergal hampesco tomado del vocabulario ñáñigo —como iyamba, ecobio, manguá —, pero hoy es ya parte de la norma léxica, sobre todo en el occidente de la isla. La influencia del vocabulario ñáñigo y brujero en el léxico popular cubano no deja de tener cierta importancia. En la mayoría de los casos se trata de calcos semánticos en formas hispánicas: araña "inofensivo, cobarde"; bayú "amancebado" (Castellanos, s.v.), hoy exclusivamente "prostíbulo"; bicho "cuchillo"; bolo "falto de inteligencia"; casco "prostituta agotada, sin valor" (hoy, cualquier mujer en las condiciones señaladas); fiñe "muchacho"; grajo "hedor fortísimo que se despide de las axilas; guillarse " marcharse, fugarse", en la actualidad "disimular en general"; indio "sol"; jama "comida", etc. 11 Las excepciones son contadísimas. Cf. Alzola (1965), 366, que describe una entrevista hecha en mayo de ese mismo año con Salomé Urrutia Vasallo, anciano negro de ciento nueve años de edad. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 83 que aprendieron un español con rasgos fonéticos de origen andaluz, asentados ya en la isla por lo menos desde el siglo XV 12. 3.2 En cuanto al léxico, si consideramos que la norma general pasiva está compuesta por I en el cuadro de arriba, los afronegrismos que la integran son 40, prescindiendo de las derivaciones (bemba: bembón, bembona, bembita, bembetear, bembeteo), que en realidad son siempre fenómenos de estructura hispánica. Pero en esto serán los índices de frecuencia y dispersión los que dirán la última palabra.11 12 13 12 Esta es la conclusión a que se llega analizando la información de que se dispone hasta este momento. Dado el estado incipiente y precario de la dialectología hispanoamericana no es posible especificar más. Cuando se cuente con análisis sistemáticos del vocalismo hispánico de América y de muchas regiones peninsulares que aún están por estudiar con rigor, se podrá proceder con los estudios de dialectología comparada. No es que no haya problemas con el consonantismo (para no decir nada de los elementos suprasegmentales, 11 la morfosintaxis y hasta el léxico), pero la masa de información sobre realizaciones de los 12 fonemas 13 vocálicos no puede ser más anacrónica, excluyendo las excepciones de rigor. Tres calas léxicas en el español de La Habana (indigenismos, afronegrismos, anglicismos) 0. En ocasiones anteriores he tratado de establecer la nómina pasiva de indigenismos y afronegrismos léxicos en la norma cubana 1. En esos trabajos expresaba la necesidad de llegar a la nómina activa y a índices de frecuencia y dispersión, pero al mismo tiempo indicaba la imposibilidad de llevar a efecto la investigación, dada la escasez de registros de lengua viva 2. 0.1 Muy recientemente, y gracias al proyecto de estudio de la norma lingüística culta de las grandes ciudades del mundo hispánico que patrocina el Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI), ha sido factible la recolección de materiales para el estudio de la norma habanera. 1 Cf. supra, 55-69, 78-81. 2 Hasta el presente los únicos trabajos léxico-estadísticos que conozco, dedicados exclusivamente al español, son los de Keniston (1920), Cartwright (1925), Buchnan (1927), Céspedes (1928-9), Rodríguez Bou (1952), García Hoz (1953), Juilland Chang-Rodríguez (1964), Patterson (1967), Urrutibéheity (1968) y Lope Blanch (1969). Para otros trabajos estadísticos sobre el español que no se ocupen esencialmente del léxico, e investigaciones hechas sobre otras lenguas, cf. las bibliografías de Dale (1948) y de Guiraud (1954). Todos estos autores, con excepción de Rodríguez Bau y Lope Blanch, trabajan exclusivamente con lengua escrita. Rodríguez Bau incluye en su universo 1.073.243 elementos de lengua oral (aproximadamente una séptima parte), y Lope Blanch, 2.211.000 en un universo de 4.600.000. Estas investigaciones han sido motivadas por muy diferente propósito: se trata en unos casos de diccionarios de frecuencia con base a aplicaciones pedagógicas de la enseñanza gradual del léxico básico español, o con finalidad lingüística pura, para estudiar la estructura del léxico, y, consecuentemente, estructuras morfológicas y fonológicas. Casi todos trabajan con un interés centrado en el léxico básico, por eso no resultan comparables ni en teoría ni en método con nuestro propósito, donde más que la frecuencia y la dispersión nos interesan los índices de densidad de cierto tipo de elementos. El cuarto punto de la investigación de Urrutibéheity que trae el cómputo de elementos heredados, prestados y creados del universo de Juilland y Chang-Rodríguez, resulta de especial interés para nuestro tema, pero el trabajo de Lope Blanch es el único que en realidad ofrece posibilidades de comparación. 85 86 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Por una parte, la aplicación de un cuestionario de 4.649 puntos a doce sujetos arrojó un corpus léxico de 54.825 unidades; por otra, al completarse la transcripción gráfica de las doce primeras entrevistas de un conjunto de trescientas ochenta horas de grabación —destinado principalmente al análisis fonológico y morfosintáctico— se contó con otro corpus de aproximadamente 39.695 unidades, lo cual hace un universo de 94.515 palabras. 0.2 A primera vista estas cantidades pudieran parecer demasiado pobres para efectuar un recuento léxico. Sin embargo, conviene especificar que el universo que sirve de base a este trabajo no es en modo alguno insignificante, si se tiene en cuenta que se trata de (i) un área urbana particular, y (ii) dentro de ésta, un estrato sociocultural específico 3. Lo que sí resulta —a mi juicio— insuficiente es el número de sujetos que han participado en la creación del universo —27 en total 4—, hecho que aconseja tomar estos materiales como muestra y tener por provisionales los resultados de este cómputo hasta que pueda trabajarse con un universo más representativo. 1. Corpus léxico A. 1. 11 Se obtuvo mediante la aplicación del cuestionario léxico del PILEI 5. El cuestionario divide su universo en veintiuna áreas, cada 3 Lope Blanch utiliza un corpus de 2.211.000 términos de lengua hablada para su estudio de los indigenismos en la ciudad de Méjico, que tenía una población de 3.353.033, según United Nations (1968). La Habana, según la misma fuente, cuenta con una población de 1.665.770, lo que para igualar la proporción de Lope obligaría a trabajar con un corpus de 1.098.413 términos. Pero esta cifra tiene que ser reducida muy drásticamente, pues mientras Lope Blanch trabaja con todos los estratos socioculturales, este estudio se hace sólo sobre uno de ellos, el menos populoso, además. Lamentablemente no se cuenta con medios para intentar un cálculo aproximado ■sobre la población clasificable en este estrato; no existe estratificación sociólógica para La Habana, y los datos estadísticos que ofrece el Gobierno cubano no son fiables, como acaba de demostrar Mesa-Lago (1969) con materiales irrebatibles. 4 El número de sujetos empleados en la recolección del corpus de lengua hablada para el estudio de Méjico fue de 490, pero sólo el 29 por 100 de esta cifra correspondía aproximadamente al nivel sociocultural alto (personas cultas = 19 por 100; personas de cultura superior = 10 por 100); es decir, unos 122 sujetos. 5 Cuestionario provisional para el estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica, I (México, ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 87 una de ellas con un número de entradas que variaba desde un máximo de 447 a un mínimo de 17. CUADRO 1 ÁREAS I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX XXI El cuerpo humano Alimentación Vestuario La casa La familia. El ciclo de la vida. La salud Vida social. Diversiones La ciudad. El comercio Transporte y viajes Medios de comunicación y difusión Cine, televisión, radio, teatro Comercio exterior. Política nacional Sindicatos. Cooperativas Profesiones y oficios El dinero. La banca. Las finanzas. La bolsa Instituciones. La enseñanza. La Iglesia Meteorología El tiempo cronológico El terreno Vegetales. Agricultura Herramientas caseras Animales. Ganadería ENTRADAS 328 348 447 346 265 298 277 346 214 112 241 39 197 102 148 50 104 239 170 17 300 1.12 Los sujetos fueron seleccionados de acuerdo con las normas del proyecto del PILEI, según la reunión de Madrid, más requisitos especiales para el caso de La Habana, cuya investigación no se lleva a efecto in situ 6. 1968), editado por el Centro de Lingüística Hispánica de la UNAM y el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, bajo la dirección de J. M. Lope Blanch. Contiene: fonética y fonología (18-61), morfosintaxis (65-205) y léxico (209-399). En la reunión de Méjico —septiembre de 1969— se revisó cuidadosamente lo relativo al léxico, que quedó completamente rehecho. Esta última versión, que no será todavía la definitiva, se publicará en breve en Madrid, por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con el cuidado editorial de Antonio Quilis. 6 (a) mayores de veinticinco años; (b) igual proporción de hombres y mujeres —que 88 HUMBERTO LÓPEZ MORALES CUADRO 2 7 I II III A M 51 B C A B M 39 M C C+ C C S V C C V D S S C+ C D E F G H I J K L M F F M M M F M F F 44 42 28 58 48 61 63 50 33 34 IV B B M B N B B B B B V VI A C A B C B C B B VII VIII IX X médico PR LH LH maestro LH LH LH corredor de aduana inspector escolar maestra catedrático de química abogado negociante ama de casa dirigente de coperativa maestra de ballet maestra LH LH LH LH O LH LH LH LH LH LH LV LH LH LH LH LH LH LH LH M LH LH LH LH LH LH 1.13 Al tabular los resultados del cuestionario se hizo necesario reajustar las cifras iniciales debido a (i) eliminación de entradas que no consiguieron respuesta por parte de ninguno de los sujetos, (ii) inclusión de los añadidos léxicos producidos al aplicar una técnica de series abiertas en la encuesta, y (iii) suma de nuevas entradas producto de la sinonimia y la metaforización. no me fue posible cumplir—; (c) hijos de hispanohablantes nativos de La Habana o residentes en ella por más de cinco años, y (d) nivel terciario o educación no sistemática equivalente. En el caso de La Habana, por tratarse de una situación especial bien conocida de todos que nos obliga a trabajar con refugiados políticos en Miami, se ha añadido otra exigencia a la selección de los sujetos: tras la llegada de La Habana, una permanencia en Miami no superior a tres meses; en muchos casos nuestros sujetos fueron entrevistados a las pocas horas de su llegada de Cuba, gracias a la ayuda de los oficiales de inmigración. Cf. el Boletín informativo de la Comisión de Lingüística y Dialectología Iberoamericana del PILEI, 2 (Lima, 1970). 7 I = sujeto; II = sexo; III = edad; IV = raza (M[ulato]); V = estado civil (C[asado]), (S[oltero]), (V[iudo]), (D[ivorciado]); VI = nivel cultural (A, educación universitaria a nivel de doctorado; B, educación universitaria a nivel de licenciatura; C, educación superior especializada —no universitaria—; el diacrítico+ indica que además se han cursado algunos estudios en el nivel inmediato superior); VII = ocupación; VIII = lugar de origen del padre; IX = lugar de origen de la madre; X = lugar de origen del cónyuge (PR, Pinar del Río; H, Habana; M, Matanzas; LV, Las Villas; O, Oriente). Para la organización de los informes he seguido en parte la pauta de Shuy et al (1968). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 89 CUADRO 3 (i) 322 312 430 321 262 245 263 319 199 105 237 35 194 101 145 42 101 230 151 17 283 I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX XXI (ii) 4 71 16 7 5 26 5 16 3 6 8 20 18 12 1 1 1 5 86 7 76 Total (iii) 63 1 21 10 32 1 6 2 0 0 0 0 0 2 2 1 0 0 5 0 10 Total 389 384 466 338 299 271 274 337 202 111 245 55 212 115 148 44 102 235 242 24 369 4.862 1.21 Los resultados lineales de esta investigación fueron los siguientes 8. CUADRO 4 INDIGENISMOS I marañón [nariz de] AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS bembón 8 No me he planteado aquí algunos problemas que están todavía en pie con respecto al origen de ciertos términos. Cf. los trabajos citados en la nota 1. En los casos de duda acudo al DCELC como autoridad máxima, y en su defecto, al consensus de los especialistas. En el caso de los anglicismos también dejo por resolver algunos puntos que no son axiales a este trabajo. Los he alineado a todos como si se tratara del mismo tipo de anglicismo, prescindiendo de si se trata de traslados in solidum, como paddock y handicap (términos deportivos), o de versiones hispanizadas, como parquear, ponche, etc.; tampoco he atendido al tipo de adaptación —ni fonológica ni morfosintáctica—, lo que hubiera dado por sí tema para un largo estudio. 90 HUMBERTO LÓPEZ MORALES INDIGENISMOS AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS güin II maíz [sopa de] bisté jaiba rosbif guanajo bacon ají cake mamey pie anón bar guanábana guayaba chocolate aguacate zapote chrimoya III enagua overol zipper straples blume tisar(se) (to tease) boy [corte a lo] vanity smoking sprey champú shawl suéter Dandy [como un] IV guayo bar (mueble) doilies frigidaire high fidelity file ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA INDIGENISMOS 91 AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS block V manigua [hijo de la] VI mambo poquer conga bridge mozambique ring round crawl fútbol high (la) fox (-trot) blues night club show coctel paddock handicap short field right field central field left field pitcher catcher home ampaya (umpire) hit homerun inning out VII bell boy 92 HUMBERTO LÓPEZ MORALES INDIGENISMOS AFRONEGRISMOS VIII ANGLICISMOS ticket steward jet ponche (to punch?) parquear cloche chasis yippy (jeep) convertible X butaca ticket cawboys [películas de] dial XI cacique clearing mitin (meeting) líder retirado (retired) marketing XIII barman XV clergyman XVI huracán XIX guayabe caoba majagua apasote guácima henequén yuca tuna ñame ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA INDIGENISMOS 93 AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS ceiba mamey maní zapote marañón anón guanábana XX guataca cocuyo jubo comején majá jején sinsonte guanajo jaiba carey jicotea guano 1.22 Estos resultados arrojan las siguientes proporciones por área: CUADRO 5 ÁREAS INDIGENISMOS I II III 2 12 1 IV AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS 0,51 % 3,12 0,21 1 0 0 0,25 % 0,00 0,00 0 6 13 0,00 % 1,56 2,78 1 0,29 0 0,00 6 1,77 V VI VII 1 0 0 0,33 0,00 0.00 0 3 0 0,00 1,10 0,00 0 26 1 0,00 9,59 0,36 VIII 0 0,00 0 0,00 9 2,64 IX 0 0,00 0 0,00 0 0,00 94 HUMBERTO LÓPEZ MORALES ÁREAS X XI XII XIII XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX XXI Totales INDIGENISMOS 1 1 0 0 0 0 1 0 0 15 1 9 45 AFRONEGRISMOS 0,90 0,40 0,00 0,00 0,00 0,00 2,27 0,00 > 0,00 6,19 4,16 2,43 0,98 % 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 2 7 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,41 0,00 0,54 0,14 % ANGLICISMOS 3 5 1 0 0 1 0 0 0 0 0 0 71 2,70 2,04 1,80 0,00 0,00 0,67 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 0,00 1,42 % 2. Corpus léxico B. 2.1 A diferencia del corpus léxico A, éste no es producto del estímulo lingüístico de un cuestionario; no se trata, por tanto, de léxico provocado, sino libre 9. 2.21 Los resultados lineales del análisis fueron los siguientes: CUADRO 6 INDIGENISMOS AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS aguacate ají bijol canoa guayaba güin güira hamaca maíz sinsonte tomate congas majá malanga ñame basket (ball) bisté blume cake convertible ferry frigidaire fútbol guinga (gingham) yaquis jet 9 Los sujetos, en términos generales, fueron seleccionados según las normas establecidas. Todos los detalles específicos los encontrará el lector en la tesis que prepara B. Vallejo (The Social Stratification of Cuban Spanish) para la Universidad de Texas. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA INDIGENISMOS 95 AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS monorail o.k. ping pong sandwich shock slide standard subway test 2.22 Estos resultados arrojan las siguientes proporciones: CUADRO 7 INDIGENISMOS AFRONEGRISMOS ANGLICISMOS 0,03% 0,01% 0,05% 3. Resultados generales. 3.1 Al comparar los resultados de ambos cómputos en cuanto a proporción, las diferencias son verdaderamente notables. Esto es explicable, puesto que en A no ha sido posible recopilar nexos ni un altísimo porcentaje de verbos, adverbios y adjetivos 10, materiales que ayudarían a reducir el coeficiente de densidad de indigenismos, afronegrismos y anglicismos, que con pocas excepciones caen en la clase de sustantivo (de lengua). 3.2 Con respecto a la frecuencia, el contraste de A y B es igualmente notable. El caso de ser A léxico provocado explica por sí solo el amplio índice de frecuencia de algunos elementos. 10 Las estadísticas de Urrutibéheity (1969) muestran que las lexical words (nombres, verbos, adjetivos y adverbios) constituyen el 97 por 100 del vocabulario básico, pero que sólo alcanzan el 46 por 100 del uso. En cambio, las funtion words (pronombres, artículos, preposiciones y conjunciones), que constituyen el 2 por 100 del vocabulario básico, alcanzan el 52 por 100 del uso. 96 HUMBERTO LÓPEZ MORALES CUADRO 8 indigenismos I (A) II (B) III (A) IV (B) V 12 3 15 ají 9 1 10 anón 16 16 1 1 aguacate apasote bijol butaca cacique 1 1 12 12 3 3 canoa 1 carey 2 2 caoba 11 11 ceiba 10 10 cocuyo 5 5 comején 5 5 chirimoya 6 6 chocolate 12 12 enagua 2 2 guácima 3 guajiro 3 2 2 guanábana 17 17 guanajo 15 15 guataca 2 2 guano 4 4 guayaba 19 guayo 8 güin2 1 henequén 5 24 8 1 güin 1 1 güira 2 2 hamaca 4 4 6 6 ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA I (A) II (B) 97 III (A) IV (B) V huracán 8 8 jaiba 5 5 jején 6 6 jicotea 8 maíz 6 8 3 9 majagua 4 4 mamey 14 14 maní 9 9 manigua 1 1 marañón 3 3 sinsonte 9 tomate tuna 1 yuca 12 zapote 1 10 5 5 1 16 6 28 6 CUADRO 9 Afronegrismos I (A) II (B) III (A) bembón 12 IV (B) V 12 conga 12 jubo 3 1 13 majá 6 2 8 malanga 4 10 14 3 mambo 11 11 mozambique 5 5 ñame 6 1 7 98 HUMBERTO LÓPEZ MORALES CUADRO 10 Anglicismos I (A) II (B) ampaya III (A) IV (B) V 10 10 bacon 3 3 bar 9 9 bar (mueble) 1 1 barman 1 basket (ball) bisté 1 1 12 3 15 bell boy 1 1 blues 1 1 blume 4 block 11 11 1 1 boy [corte a lo] bridge 1 1 5 1 cake 12 catcher 10 10 9 9 10 1 cawboys [películas de] center field 4 12 clearing 1 1 clergyman 1 7 cloche 7 9 coctel 9 11 convertible (auto) 10 1 1 crawl 1 3 chassis 3 1 dandy [como un] 1 1 dial 7 7 ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA I (A) II (B) champú doilies 99 III (A) IV (B) V 11 11 4 4 ferry 1 1 file 1 1 fox (-trot) 1 1 frigidaire 8 1 9 fútbol 5 1 6 1 1 1 1 guinga handicap 1 high fidelity 1 high (la) 1 1 1 hit 10 10 home 10 10 home run 10 10 inning 10 yaquis jet 10 9 9 left field 10 9 12 3 10 lider 6 6 marketing 1 1 mitin 4 monorail night club 4 1 5 o.k. 1 5 1 1 out 8 8 overol 3 3 paddock 1 1 parquear 12 12 6 6 pie ping pong 7 7 100 HUMBERTO LÓPEZ MORALES I (A) II (B) III (A) IV (B) V pitcher 10 10 ponche 12 12 póquer 511 5 retirado 10 11 right field 7 10 ring 1 7 rosbif 6 1 round 6 sandwich shwal 4 2 shock 4 2 1 1 short field 10 10 show 10 10 yipy 9 smoking 3 9 slide sprey 9 1 4 standard strapless steward 1 6 6 6 6 12 12 1 test ticket 1 4 1 subway suéter 12 1 1 17 17 tisar(se) 7 7 vanity 8 8 zipper 4 4 4. Conclusiones. 4.1 Por tratarse del análisis de una muestra sólo se han ofrecido resultados generales en cuanto a índices de densidad y frecuencia. Teniendo a mano un corpus limitado y no del todo homogéneo, no me ha parecido útil preparar coeficientes de dispersión y de uso. En un futuro ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 101 espero poder trabajar en un léxico básico del español de Cuba, y entonces habrá que entrar de lleno en estos asuntos que todavía presentan serios problemas teóricos. 4.2 Por el momento disponemos de tres elementos de juicio con respecto a indigenismos y afronegrismos. En cuanto a inventario es fácil observar las diferencias entre la nómina pasiva y el empleo provocado y libre de los elementos. CUADRO 11 NÓMINA PASIVA LÉXICO PROV. LÉXICO LIBRE Indigenismos 97 45 11 Afronegrismos 39 7 4 El mismo decrecimiento es observable en la frecuencia. El corpus A nos da, además, la oportunidad de ver el índice de densidad en sus diferentes áreas. 4.31 He incluido los anglicismos en este cómputo, aun cuando no tenemos nómina pasiva como punto de comparación, porque es idea bastante difundida que en Cuba la influencia inglesa (supongo que en el léxico) es enorme; Criado del Val (1957) incluye a Cuba entre las «zonas de competencia con el ingés», y Roña (1964) la coloca entre las «zonas de mezcla [con el inglés]». Es imposible reprochar estas afirmaciones cuando los dialectólogos han carecido de estudios esclarecedores sobre Cuba 11. 4.32 Convendría añadir a la información ofrecida por el cómputo algunas especificaciones. En primer lugar, la investigación ha sido hecha en un área urbana, justamente la más cosmopolita del país, y con unos sujetos de nivel cultural alto, donde son muy frecuentes los estudios universitarios especializados, el dominio de lenguas extranjeras —fundamentalmente el inglés— y los viajes al extranjero. El material utilizado es, por tanto, el más propicio para encontrar anglicismos, 11 El único trabajo moderno sobre el tema es el de Padrón (1962), donde el nivel teórico no puede ser más elemental ni la información más insuficiente; se ocupa ■—muy subjetivamente— de galicismos, anglicismos, italianismos y latinismos. Cf. López Morales (1970). 102 HUMBERTO LÓPEZ MORALES galicismos, latinismos, etc., en mayor proporción. En otras palabras, que las cifras anotadas aquí son, con mucha probabilidad, las más altas que pudieran encontrarse. Y aun así, conviene tener presente que algunos elementos, como slide, pertenecen a una norma léxica especializada —según mis materiales—, pues sólo aparece en el idiolecto de una históloga que describe un proceso de biopsia. Naturalmente que el coeficiente de dispersión en un universo adecuado sería lo único que pudiera confirmar estos casos. Si se trabajara con otros estratos socioculturales, y por supuesto con áreas rurales, de seguro desaparecerían del inventario —no es posible saber en qué proporción— anglicismos relativos a la moda y a la vida social. Pero esto habrá que comprobarlo en trabajos futuros. Contribución a la historia de la lexicografía en Cuba: observaciones pre-pichardianas En 1795 se sintió por primera vez la necesidad de componer un diccionario de regionalismos para Cuba. Fray José María Peñalver presentó entonces a la Sociedad Económica de Amigos del País una propuesta para que se confeccionara un Diccionario provincial de la isla de Cuba 1 pero la idea nunca llegó a realizarse. Sin embargo, los estudiosos de asuntos léxicos disponen hoy de dos valiosos textos antiguos: un fragmento del Viaje de Perico Ligero al país de los moros, de A. López Matoso (1816), y una lista de palabras aparecidas en el Cuadro estadístico de la siempre fiel isla de Cuba (1827); ambos documentos anteriores al Diccionario de Pichardo 2. I El Viaje de Perico Ligero al país de los moros es un manuscrito parcialmente inédito donde el mejicano López Matoso narra las vicisitudes de su exilio político 3. Su estancia en La Habana, además de 1 Cf. Dihigo (1916), 328-9. Debe citarse, además, el Diccionario de provincialismos cubanos preparado por Domingo del Monte, con la colaboración de Francisco Ruiz, José Estévez, Joaquín Santos Suárez y José del Castillo. El manuscrito de este diccionario se ha perdido, pero E. J. Varona, que lo conoció, publicó unos severos comentarios en La Enseñanza, Revista quincenal de Instrucción Pública, 3 (1875), 29-33. Cf. Rodríguez Herrera (1953), xvi-ii. 2 Es también de mucho interés la colección de «Vozes provinciales» incluida en el Cuadro estadístico de la siempre fiel isla de Cuba, compuesto durante el gobierno de O’Donnell y publicado en 1847, pero este trabajo es posterior en once años al Diccionario de Pichardo. 3 El manuscrito pertenece a la colección del Middle American Research Institute de la Universidad de Tulane; lleva por título Viaje de Perico Ligero al país de los moros, y fue escrito «por el Lic. A. López Matoso, Relator de la Audiencia de México, desterrado por Calleja en 1816». El texto consta de cinco capítulos, llamados libros en el MS. En el IV, 37-45, describe su estancia en La Habana. D. Wogan ha publicado dos fragmentos del Viaje: «La Habana vista por un mexicano en 1817-1829» (1955) y «El primer vocabulario de cubanismos de A. López Matoso» (1961). En este último 103 104 HUMBERTO LÓPEZ MORALES pintorescas descripciones de la ciudad y sus gentes, le animó a anotar una serie de términos que llamaron su atención. «El idioma y nombres teqnicos de los avaneros —escribió con su estilo burlón y satírico— es una monserga de el diablo» 4: Anones son las anonas q. en nada se distinguen de las nuestras. Ajiaco es un guizo de baca, tazajo, platano, jamón, yuca, muniato, y mucha especería. Alegría es maíz crudo tostado asta q. revienta, y asi sin mas ni mas se une con miel en unas pelotas. Anafe es el braserillo de lunbre para cigarrarricho [sic]. Ají es el chile. Los ai de todas claces: grandes y dulces q. se comen crudos y no saben mal: ó encurtidos en vinagre: otros chicos amarillos mui picantes, q. saben a cucaracha. trabajo, Wogan reproduce las páginas donde se encuentra la pequeña colección léxica; el vocabulario va acompañado sólo de una brevísima nota preliminar con algunos datos sobre el autor, pero sin comentarios lingüísticos. Recientemente, el MS de López Matoso ha sido objeto de una edición preparada por James C. Tatum como tesis doctoral, aún inédita, para la Universidad de Tulane (A Critical Edition of Antonio Ignacio López Matoso’s Viaje de Perico Ligero al pais de los moros: The Unpublished Diary of a Mexican Political Exile). Agradezco esta última información al profesor Otto Olivera, quien, además, me facilitó la consulta del Cuadro estadístico (1829), uno de cuyos rarísimos ejemplares se guarda en la Howard Tilton Library de la Universidad de Tulane. El «perico ligero» es auto-designación del autor, y el «país de los moros» hace referencia a Ceuta, «donde López Matoso temía que hubiesen de terminar sus andanzas de exilado político». Nació en la ciudad de Méjico en 1761, de padre habanero y madre segoviana. Según Wogan (1961), López Matoso llegó a La Habana el 16 de octubre de 1817, y allí permaneció hasta el 15 de mayo de 1820, cuando pudo regresar a Méjico gracias al indulto del virrey Apodaca, sucesor de Calleja; tendría entonces entre sesenta y sesenta y cinco años. Más información personal sobre López Matoso en Tatum (1968), 1-21; el vocabulario —IV, 37-46 del MS— en 253-260. 4 He sustituido los acentos graves del MS por acentos agudos, pero he respetado la ortografía original, sin desarrollar las abreviaturas, tengan o no diacrítico. Mantengo el orden de las entradas según el original, aunque no siempre éste sea estrictamente alfabético; he corregido un evidente error del MS: guajira por guajiro. A pesar de que este texto ha sido editado en dos ocasiones, como queda dicho, ninguno de estos trabajos es enteramente fiable. En la edición de Wogan falta el artículo tazajo brujo, y en la de Tatum, el de cazavi. Hay otros descuidos editoriales: la entrada para melón debe ser melón de agua, y las de los tasajos, tazajo aporreado y tazajo brujo; la coma de Wogan entre tazajo y aporreado carece del menor sentido. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA Bélicas llaman a las Ysabeles qizá porq. fueron aciendo didiminutivos: de Ysabelitas, Ysabelicas, y de estas bélicas. Búcaros son las jícaras ó tecomates. Bojíos son las casuchas de paja o jacales. Bolántas son las q. los guachinangos dicen bolantes. Cajéles son las naranjas agria-dulces de cascara berde. Conchitas son las Concepciones qizá porq. primero dijeron conchón y como esto era mui gordo lo achicaron en conchita. Candéla es la lumbre de cigarro o puro. Caimitos son una fruta mui parecida en la figura al zapote blanco; pero su gusto es agri-dulce: la carne incipida, y el ueso en un capullo como algodón q. es lo q. principalme. se come y sabe bien. Crianderas son las amas de leche q. los Guachinangos dicen chichiguas. Comadronas son las parteras. Cativia es la yuca grueza mui molida y echa masa de q. se forman unas grandes tortillas. Son un pan mui seco y terroso; pero en dulce, remojado con vino es mui deleitoso. Cazavi es la yuca grueza mui molida y echa masa de q. se forman unas grandes tortillas. Son un pan mui seco y terroso; pero en dulce, remojado con vino es mui deleitoso. Chunhos llaman a los Geronimos. Chanos a los Sebastianes. Cozinar es guizar, y asi «cocíname un par de uebos» es freírlos. Cheleqe es chaleco por q. suena mas curro lo Primero. Corujo es el coyole, el cual lo ablandan no se como y acen en dulces. Chico es el octavo ó tlaco. Contra son unas monedas de ojalata con una seña de cada tienda en donde unicame. sirven y valen lo q. los pilones en Méjico. Cantinas son las tiendas de comestibles, y en las q. se vende carbón y manteca se dicen tabernas. Funche es una arina de maíz cocida la cual ó se guiza con arroz, gallina, o carne de zerdo, ó se ace en dulce. Fuetes son unos látigos delgados de tejido de cañamo o de cuero mui 105 106 HUMBERTO LÓPEZ MORALES duros, mas q. garrotes. Al negro q. al amo condena a su antojo es con la prudena. de darle 100. o 200 latigazos, ó sin señalar docis cascarle el tienpo de la voluntad. Tanbien las negras se regalan con igual agazajo, aun cuando están preñadas. Si muere el paciente mas pierde el amo q. es su dinero. Si escapa, mejor, mañana se repetirá la misma comedia. Fogón es el fuego de la cocina. Flusion es el catarro ó resfriado. Fletar es frotar, y asi decir q. un enfermo se flotó con aceite; es diciendo q. se fletó. Guarapo es el suco de la caña, ó miel sin fuego, y lo comen como un plato regalado. Guanajo es el guajolote. Guachinango es voz de desprecio á todos los nativos de Veracruz á todo el reino. Asi es q. asta los negros unos a otros cuando acen una pica día se dicen: esa es guachinangada. Aun en la jente de rango es este jenial desprecio. El año de 818 parió la sr̄ a Yntendenta una niña a quien se puso por nonbre Guadalupe, y por cariño todos le decíamos Guachi nanguita. Fué a visitar a la sra otra de las señoronas, y aco tumbrada aqella al cariño dicho; dijo a una criada: traeme á la Gu chinanguita. Al verla la visita dijo con seriedad: no le dee vm. ese nombre a esta niña ¿no vee vm. q. es blanca y bonita? Guanabana es una tercera entidad entre chirimoya y Anona. La cascara en su color, delgado, y terso es de chirimoya aunq. un poco mas verde. La carne es una masa blanca mui semejante a la mas dulce chirimoya: la pepita esta dentro de un capullo como algodon de un agrio mui gustoso. Se come natural, ó en agua con azúcar, ó en dulce. De todos modos es mui sabrosa y mui fria. La cascara tiene unos votoncitos pequeños. Guano son unas pencas del gruezo, color y tamaño q. las de magei, de las cuales acen los techados de las casas pobres, y las sacan de las ojas secas de la palma real. Guajiros son los rancheros, ó payos del campo. Güiras son tecomates. Con mucha gracia equibocan la h y la j; y así dicen hardin por jardín hornada por jornada. Hotel es la hospedería, ó posada por seguir la voz inglesa. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA Insultar es acer tomar colera a otro; y asi fulano está insultado es decir q. está colérico. Jovos son los mui pocos y malos tejocotes. Jaibas son los cangrejos peqeños. Jabas son los tonpiates, y Jabucos los chicos. Maní son los cacahuates. Muniato es el camote. Jutia son unos ratones del campo q. los comen como conejo. Mangos son una fruta como zapotes amarillos: su carne amarilla mui ebrosa y cierto gusto á reciña: el ueso, está dentro de una túnica delgada pero dura como la de zapote blanco. Malanga aunq. amarilla y grande es en todo una papa. Maloja es el tlazole ó zacate de maíz. Melón de agua es la zandía. Malarrabia es un dulce mui sabroso de camote frito y miel. Manjarete es un dulce de maíz molido cocido en leche. Mata-hambre es la yuca mui molida y cocida en dulce. Maruga es lo mismo q. maula. Tu relox es maruga es decir: q. anda mal. Ñame es la raíz de chayote. Palmitos son los cohogollos de la palma mui blancos y tiernos y se comen en dulce. Palmiche es una semilla q. produce la palma como pimienta grueza y sirve para engordar marranos. Palanqetas son ponte-duro. Pacana la nuez criolla chica. Papagayos son los papelotes de los muchachos. Quimbonbó es una fruta q. tiene muchas pepitas redondas y pardas, las cuales se cocinan y dan una baba espesa y mui larga y se comen con carne de cerdo, gallina, etc. La r. y la 1 siempre la pronuncian alrebes. Armas del pulgatorio: almas de los sordaos: cerdas de monja: celdas de marrano. Sumideros son las letrinas. 107 108 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Tibor es el vacin. La letra s siempre la sincopan. En un conbite una señorita pidió un mulito de gallina por decir un muslito. Tazajo aporreado es un guizo de tazajo en ebras peqeñas, baca y platano frito. Tazajo brujo es la baca mal tasajeada q. solo comen los negros. Tarros son los cuernos. Virar es moverse de un lado a otro. Vatarraba ó Vatarrabia es el vetabel. Yo solo es frace para decir q. se singulariza. Yo solo me rei: Yo solo lloré: Yo solo comi; quiere decir que yo mas q. nadie rei, lloré y comi. Yaguas son las pencas mui gruesas y grandes de palma real y sirven para techados de casas pobres. Ziguato se dice al pezcado q. olisca. Ziguas son los caracoles marinos, q. se comen. La lista consta de 70 entradas, y es —como se ve— un conjunto indiscriminado de observaciones personales basadas en una experiencia dialectal única. Junto al léxico aparecen expresiones y hasta apuntes de carácter fonético. El fragmento en cuestión viene a ser una especie de comparación entre el dialecto de La Habana y el de la meseta central mejicana, hecho en forma casual, divertida y sin el menor asomo científico, como demuestra ejemplarmente su explicación para el hipocorístico Conchita. El tratamiento de muchas de las entradas responde a este propósito comparativista de manera gruesa: anones = anonas, ají = chile, búcaros = jícaras o tecomates, corujo = coyole, chico = octavo ó tlaco, guanajo = guajolote, maloja = tlazote ó zacate de maíz, etc. Aun cuando el autor se libra algo de este ingenuo esquema y añade mayor información, nunca logra desprenderse del todo de su experiencia dialectal (cf. bojíos, caimito, criandera, contra, jabas, mangos, ñame), sólo que algunas comparaciones están equivocadas y otras no parecen del todo exactas. El autor compara búcaro con tecomate y con jícara, pero tecomate es «vasija ordinaria de barro en forma de jícara (...) usado para beber en ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 109 él», y según el mismo Santamaría (1959) 5, jícara es (1) «fruto del árbol [Crescentia cujete, L] (...) sólido, duro, con pulpa y pepitas semejantes a la de la calabaza, de corteza leñosa como el espesor de un peso duro, de la cual se hacen vasijas del mismo nombre, (2) Vasija hemisférica de boca grande, hecha del fruto anterior. Se pinta de varios colores, se graba y pulimenta, y aun se negrea al humo, (3) Por extensión llegóse a llamar así cualquier vasija empleada principalmente para tomar chocolate, que fue el uso primitivo de la jícara». Como se ve en estas definiciones el sema más importante es utensilio para beber en él, que no corresponde en absoluto al contenido semántico de búcaro, que nunca ha sido utensilio para beber en él, sino para colocar flores y plantas. Lo que corresponde al tecomate y a la jícara mejicanos es jícara, que se hace cortando en dos mitades una güira, sacando la pulpa y dejando secar la corteza; la usan todavía los campesinos para tomar café sobre todo. Güira y güiro son nombres del «fruto semejante a la calabaza, producido por el árbol tropical Crescentia cujete» (Vid. Buesa Oliver, 21); se trata del mismo árbol y del mismo fruto, sólo que en Cuba se prefiere el arauaquismo güira para designar el fruto. Con respecto a jovos hay una confusión ya señalada por Tatum (1968): «The author may mean jocotes since jobos and tejocotes are not the same, nor are called the same in Cuba. Possibly the te- dropeed from tejocotes at later date.» También Tatum señaló la inexactitud de identificar ñame con chayote: «The Academy identifies ñame as a plant of the dioscoraceous family and chayote of the cucurbitaceous or gourd family. Pichardo says essentially the same, as does Santamaría.» Se trata, en efecto, de plantas diferentes, el Sycios edulis —chapote— y la Dioscorea alata, sativa, etc., los diversos tipos de ñames. El autor dice que bolantas son las 5 Aunque trabajo con el Diccionario de mejicanismos, publicado en 1959, conviene recordar que la recolección léxica de Santamaría comienza a principios de siglo. El primer y único tomo de su Provincialismo tabasqueño es de 1921, y según confesión del autor (1959), XXIII-IV, el «caudal lexicolójico» del Diccionario de mejicanismos estaba completo cuando decidió acometer la empresa del Diccionario de americanismos; esta obra, publicada en 1942-3, llevó a Santamaría treinta años de labor. Luego el Diccionario de mejicanismos es en realidad del primer cuarto de este siglo. No debe olvidarse tampoco que en la elaboración de sus trabajos, Santamaría incorporó los materiales de García Icazbalceta y que éstos fueron recogidos en el siglo XIX, pues su inconcluso Vocabulario de mexicanismos comenzó a publicarse en 1899. 110 HUMBERTO LÓPEZ MORALES que los guachinangos llaman bolantes (Vid. infra, guachinango). En el léxico dialectal de Méjico no encuentro bolantes, sino bolán, volán, «nombre con que se conoce la volanta en Yucatán; carruaje que en otras partes se llama chispa; usual en pueblos y haciendas. VARS. bolán, bolánkoche, volancoché», Santamaría (1959), s. v. volán. Por lo demás, volanta parece ser término conocido en todo Méjico a juzgar por Santamaría, que lo define como «Quitrín descubierto, con varas largas, tirado por una sola bestia»; muy usado por los campesinos. Es quizá el mismo volante [?] de las Antillas. En Cuba no fue carruaje rural, sino urbano, y en contra de lo que dice Acad. (1956) los hubo también de cubierta desplegable, tal y como se ven en los grabados de la época. Según las identificaciones de López Matoso, una jaba es un tonpiate. Tompiate, tompeate es una «esportilla tejida de palma, cilíndrica y honda, a manera de bolsa o morral, muy usada para guardar granos y cosas semejantes», según Santamaría (1959); pero la jaba, además de que pudo estar hecha de otros materiales y tener otras formas, se usaba y se usa principalmente para transportar cosas, no para guardarlas. La maloja queda definida como tlazole o zacate de maíz; tlazole es «planta y hojas secas de la caña de maíz o de azúcar, que sirve de forraje y combustible»; zacate, «paja, rastrojo, cañas secas de maíz». La identificación, lo mismo que en jaba, es parcial, pues maloja es «hierba de prados empleada como pienso» y no conlleva las anotaciones de hojas secas, paja, rastrojo, que sugiere la comparación del autor, aunque éstas pudieran estar presentes. En otros casos, donde la comparación no es tan insistente y donde el autor se detiene a presentar algunos rasgos del objeto que describe, López Matoso abunda en información, que puede ser irrelevante lingüísticamente, como es el caso de fuetes, o, por el contrario, muy útil, como en caimito y guanábana. Sorprende encontrar los términos comadronas, cozinar y hotel en esta lista de supuestos occidentalismos cubanos. Comadrona es término que no recoge Pichardo, quizá por parecerle —con razón— elemento patrimonial hispánico y no regionalismo. Se trata de un arcaísmo conservado en varias partes del mundo hispánico. Aut (1726-1739) trae comadre como «mujer que tiene por oficio el asistir y ayudar á parir á otras: que por otro nombre se llama Partéra». No parece muy explica- ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 111 ble tampoco el que López Matoso haya incluido a cozinar en su lista, cuando se trata de un término hispánico de difusión general en el siglo XIX y desde bastante antes. Cf. Fernández de Palencia (1490) y Aut (1726-39). En tiempos del autor convivía con cocer y guizar; cocinar es término conocido también en Méjico. Vid. Santamaría (1959). No se comprende bien por qué incluye hotel; es galicismo y no anglicismo, como piensa López Matoso —en inglés es también galicismo, cf. Partridge (1958)—, muy conocido y extendido por todo el mundo hispánico; debió ser también conocido en Méjico, al menos entre la gente culta. Los artículos para cantina, contra y guachinango son confusos. La distinción entre cantina y taberna parece ser arbitraria, pero carecemos de otras fuentes lexicográficas contemporáneas para comprobarlo. En contra parece que López Matoso generalizó lo que debió de haber sido costumbre de algunos comercios habaneros, pues la contra no es «la moneda de ojalata», que no pasaría de ser una contraseña cualquiera, sino lo que se regala al comprador. Pilón en Méjico es «lo que da por añadidura el vendedor al comprador», según Santamaría (1959), lo que prueba que el autor tenía ciertas ideas adecuadas que no logró expresar con claridad. Es cierto que guachinango sirvió para apodar al mejicano, pero no encuentro el sentido depreciativo en los diccionaristas cubanos, a lo más como sinónimo de astuto. Cf. Pichardo (1953), Suárez (1921), Ortiz (1923). En cuanto a guachinangada, es término desconocido en las otras fuentes consultadas para Cuba, pero en Méjico debió ser popular. Santamaría (1959) lo trae como «acción indigna y poco arreglada a la decencia, propia de un guachinango», y añade, «de uso costeño». ¿Se refiere López Matoso a Veracruz en este pasaje? Es significativo que no recoja la acepción de pez (pargo) que dan Pichardo (1953) y Maclas (1888), y que pareció ser la más común. Fuera de estas objeciones, sólo queda por especificar que el anafe no fue para cigarrillos, que fogón no es el fuego, sino, como ya señaló Tatum (1968) apoyado en Acad (1956) y en Gagini (1919), el lugar donde se hace el fuego para cocinar; que el chichigua de la descripción de criandera es efectivamente ‘nodriza’, pero que no es término de norma desde hace mucho tiempo en que se encuentra relegado a niveles rurales y muy populares; que muniato fue una variante muy poco frecuente de boniato, y que el papelote del artículo de papagayo es de López Matoso; pues en La Habana, la norma dijo papalote. Por otra parte, 112 HUMBERTO LÓPEZ MORALES papagayo y tarro, que el autor siente necesidad de «traducir», no fueron términos desconocidos en Méjico; papagayo es común en Tabasco, Campeche y Yucatán, y tarro parece ser general. Cf. Santamaría (1959). II El Cuadro está lleno de valiosa información léxica, especialmente las secciones destinadas a los «reinos animal, vegetal y mineral» (6-17); sin embargo, conviene detenerse en la «Definición de varias voces provinciales», especie de vocabulario de regionalismos compuesto para ayudar en la lectura del libro a los no familiarizados con las peculiaridades léxicas de la isla, principalmente —supongo— a los españoles de la administración pública del reino. La Definición consta de veintiocho entradas, pero de ellas, dos deberían eliminarse por razones de sinonimia (burén-cazabe, hacienda o sitio de criar-hato), y, en cambio, deberían añadirse otras siete; son términos que resultan definidos dentro de los artículos (burenes, bramadero o fundo, conuco, trapiche, miel de descarga, hormas y furos). Esto hace un corpus léxico de treinta y dos términos. Definición de varias voces provinciales y algunos objetos de esta isla de que se hace mención en el Cuadro estadístico: estadístico 6 Algodonal. Finca de muy poco cultivo establecida sobre las costas algo escabrosas, en terrenos estériles poco útiles para otros objetos de agricultura: el algodón que se produce en este pais no es de la mejor calidad; y la razón que dan generalmente para ello es, que este arbusto se reciente mucho de la desigualdad de temperatura que se esperimenta en estos climas. Bocoy. Embase construido con duelas á semejanza del tonel, y sirve para la miel de purga, el azúcar mascabado y el café: los de la primera especie tienen 110 galones de capacidad, los de la segunda de 50 á 6 Cuadro estadístico / de la siempre fiel / Isla de Cuba, / correspondiente al año de 1827, / Formado / por una comision de gefes y oficiales, / de orden y bajo la dirección / del escelentisimo señor capitan general / don Francisco Dionisio Vives; / precedido / de una descripción histórica, física, geográfico, y acompañada de / cuantas notas son conducentes para la ilustración del cuadro. / Habana, Oficina de las viudas de Arazoza y Soler, impresoras del Gobierno y Capitanía / general por S. M., 1829. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 54 arrobas, los de la tercera se dividen en pequeños y grandes, y su cabidad ordinaria es de 28 hasta 40 arrobas. Burén. Véase casabe. Caballería de tierra. Medida agraria provincial, que equivale á un cuadrado de 432 varas de lado, ó una superficie de 186.624 varas cuadradas. Cacagual ó cacaotal. Finca de mas ó ménos estension en terrenos de bosques húmedos, en que se crian los árboles que producen el cacao: fructifica solamente con ventaja en parages sombríos, y necesita poco cultivo. Cafetal. Finca destinada al cultivo y beneficio del café, establecida en esta Isla de pocos años á esta parte: hay grandes y pequeños cafetales, los primeros suelen ser de gran costo y casi tanta servidumbre como los ingenios. Este arbusto se siembra simétricamente en cuadros de dos varas y se deja crecer poco: las habitaciones están colocadas por lo general en el centro donde terminan las calles pobladas de árboles frutales, palmas y otros árboles que atraviesan la finca, haciendo de ella una mansión de recreo muy deliciosa. Carga ó caballo. Es el peso que se considera generalmente á una béstia de carga, que es de ocho arrobas. Casabe. Tortas circulares y muy delgadas de 10 hasta 20 pulgadas de diámetro, de una especie de pan que se fabrica de la raíz harinosa de la yuca ágria rallada despues de esprimido el jugo venenoso de esta planta: se cuecen en unos hornos que se llaman burenes y son como fogones sobre cuya parte superior hay marcados uno ó mas círculos algo cóncavos, de igual diámetro prócsimamente al de las tortas, en los que se echa por un cedazo la fécula ya preparada; se estiende y comprime con una paleta hasta que cocida de un lado la vuelven del otro; en este estado se conservan mucho tiempo; es el pan común de los campos, y usado también en las poblaciones. Cimarrón. Adjetivo que se aplica a los esclavos prófugos; también al ganado que se huye á los montes, y otros parajes solitarios sin domicilio ni cuidado del propietario. Colmenar. Pequeño espacio de tierra regularmente cercado, en donde se reune un cierto número de colmenas, ó cajas que contienen los enjambres de abejas productoras de la cera y miel: estas pequeñas fincas, se hallan generalmente anecsas á las haciendas de crianza, aunque 113 114 HUMBERTO LÓPEZ MORALES también las hay aisladas en los terrenos mas solitarios. La colmena de este pais se forma, ya de trozos de cedro, guácima, varía, ó palma real ahuecados ó bien de un cajón de cuatro tablas, pues se carece de corcho. Corral. Espacio circular de tierra de una legua provincial de rádio que es de 5 varas castellanas, y tiene por objeto la cria de todo ganado. (Véase Hato.) Guano. Ramas ó pencas secas de las diferentes especies de palmas que hay en la Isla; el guano llamado de Yarey es la palma que sirve á los tegidos de serones, sogas y esteras, particularmente para sombreros de paja, por ser mas fino y flexible que los demás; el de cana es el que se usa generalmente para techar casas, aunque también se emplea á este objeto el de manacas y palma real; pero este último es de mucha ménos duración que los anteriores: la palma real se cria generalmente en toda la Isla, sobre las costas y en los terrenos bajos muy feraces de lo interior; la de manaca solo es peculiar á ciertos parages pedregosos y anegadizos, las demas clases son propias de las sabánas ó llanuras. Hacienda ó sitio de criar. Véase Hato. Hacienda principal. Con este nombre genérico se designan en la presente estadística los hatos, corrales y realengos de alguna estension que hay en la Isla de Cuba, por no haber sido posible clasificar con exactitud el de cada una de estas clases, en razón á la obscuridad que aparece sobre esta materia en varios distritos. Hato. Hacienda principal de una periferia circular de dos leguas de rádio, ó para hablar con mas propiedad, un polígono de muchos lados con dicho rádio: tanto estos como los corrales son haciendas destinadas á la cria de toda especie de ganado que se alimenta en sus llanuras y bosques, y que se multiplica naturalmente sin mas esmero que el de un corto número de hombres que las recorren constantemente. La primera casa que se fabricó en cada una de estas haciendas se llamó bramadero, fundo, ó sitio principal de ellas; mas en muchas, vendieron, cedieron ó arrendaron después algunas partes de terreno en que establecieron también sus habitaciones los nuevos propietarios, herederos ó arrendatarios; estas partes constituidas cada una de ellas en una finca, se han indicado con el nombre de hacienda ó sitios de ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA criar, incluyendo también bajo esta denominación los sitios principales. Todas ellas, ó el mayor número, tienen sus pequeños espacios cercados que llaman conucos, en donde se cultivan las viandas para el consumo de sus habitantes. En los principios de las concesiones de estas tierras, el hato solo criaba ganado vacuno, caballar y mular, asi como el corral el de cerdo. En el dia muchos de los hatos y corrales están demolidos en parte ó en el todo, y reducidos sus terrenos á la agricultura. Miel de purga. Aunque sale de la caña, y está denominada de este modo en los estados de producciones, no es la que viene directamente del guarapo ó zumo de dicha planta, sino la que produce el azúcar cuando se está purgando. La miel de purga se divide en dos clases, la primera resulta del azúcar despues de compactado por medio del cocimiento y baticion, hasta antes de purgarla y se llama miel de descarga, es mas gruesa y apropósito para convertirla en azúcar y de mejor sabor; la segunda que es propiamente de la que se trata, la produce el mismo azúcar cuando se está purgando en las hormas, que son unas piezas de barro de figura cónica, de tres cuartas de alto, 18 á 20 pulgadas de diámetro en su base, y en la cúspide tienen un agujero de 2 á 3, se sientan ó colocan perpendicularmente en una tabla en sentido inverso, en que hay otros agujeros de 14 pulgadas nombrados furos: se le echan dos tortas de barro batido en el espacio de 30 á 40 dias, con la distancia de 16 de uno á otro, y durante esta operación, está destilando la miel de purga que es mas delgada y participa de mas ácidos que la anterior, aunque toda se mezcla y espende por miel de purga. Mascabado. Azúcar bruto, sin el beneficio de la purga, al cual tampoco se le dá tanta baticion, para que quede de calidad poroso y grano mas entero. Potrero. Porcion indeterminada de terreno cercado que se destina al pasto, cria y cepa de toda especie de ganado. Pulpería. Tienda que abraza el ramo de taberna y el de comestibles; las del campo están ademas provistas de loza, fierro c. y son las que se indican con el nombre de mistas. Rapadura. En los ingenios en que se elabora azúcar son aquellas partículas que van quedando pegadas en la resfriadera donde se bate el azúcar 115 116 HUMBERTO LÓPEZ MORALES para cuajarla, y se hace una masa compacta que se la dá este nombre. En los pequeños en que solo se hace rapadura, se le dá a la miel el punto correspondiente, y despues de una pequeña batición se echa en unos moldes que se tienen para su venta; es el azúcar mas común en los campos, particularmente en los departamentos del Centro y Oriente. Realengo. Terreno encerrado entre las curvas circulares que sirven de límite á los hatos y corrales: aquel cuya superficie llega por lo menos á la de un corral, está comprendido entre las haciendas principales, y si menos, en las haciendas ó sitios de criar; en lo demas ocurren las mismas cicunstancias que en los hatos y corrales. Estos espacios que se consideraron como realengos, fueron despues cedidos ó vendidos á los particulares, y conservaron el mismo nombre. Sitio de labor ó estancia. Finca de corta estension destinada á todos los cultivos menores, y de cuyos productos se abastecen los pueblos. Tasajo. Carne de vaca, cerdo ú otro animal, salada ó ahumada y seca. Tejamaní. Listones de madera de 12 á 18 pulgadas largo, 4 á 6 de ancho y media de grueso, que se emplean en techar edificios; pero es preciso darles betún ó pintura para que resistan á la intemperie: generalmente son de pino tea ó blanco, aunque algunos los usan también de cedro: la duración de esta cubierta no escede de 15 años. Tejar. Fábrica de teja, ladrillo, hormas c.: una parte de éstos forman por sí fincas rurales, y los demas están anecsos á ingenios, cafetales y potreros. Vega. Se distingue con este nombre un pedazo de tierra baja, regularmente sobre las márgenes de los rios, destinado al cultivo del tabaco. Yaguas. Véase la palma real en el reino vegetal. Ingenio. Se dá este nombre á unas haciendas de gran estension de terreno, en donde se cosecha la caña dulce y se elabora el azúcar. Cuando las fincas de esta especie son pequeñas y solo producen miel ó rapadura se llaman trapiches, cuya denominación tiene también el molino ó máquina donde se esprime la caña. Son los ingenios las fincas mas valiosas que se conocen en la Isla por sus fábricas, laboratorios y servidumbre, que en algunos pasa de 500 esclavos: muchas de estas fincas queman sus mieles, que reducen á aguardientes por medio de alambiques. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 117 Al revisar este vocabulario de regionalismos sorprende encontrar algunos términos que aparecen con idéntico significado en diccionarios antiguos. Algodonal está ya registrado en Aut (1726-39): «La tierra en que nacen las plantas del algodón: yá sea producidas por la misma tierra, ó yá sembrádas y cultivadas», aunque es posible, como pudiera sugerir la definición del Cuadro, que se haya aplicado también a cualquier finca de las características señaladas (poco cultivo, establecida sobre costas algo escabrosas, terrenos estériles), aunque no se cultivase en ellas algodón. Cacaotal está igualmente en Aut: «El sitio donde se plantan los cacaos, que los hai mui dilatados y mui numerosos en las Indias. Es voz formada por los españoles de la palabra Indiana, y en terminación castellana»; es el mismo contenido semántico que da el Cuadro. Modernamente la significación sigue en pie en algunos lugares americanos, principalmente en Méjico, aunque a juzgar por Santamaría (1921) es cultismo: «Lo común en Tabasco es llamar hacienda al plantío de cacao; sólo las personas leídas usan de cacaotal, aunque aparezca algo exótica la voz.» Santamaría rechaza las variantes cacahual y cacagual que da el cubano Ramos Duarte (1898) y antes el Cuadro, y que son las que han prevalecido en Cuba, aunque hoy sólo se conoce como topónimo. Cazabe, en Aut (1726-39): «Torta, que á manéra de pan se hace en algúnas partes de las Indias Occidentales de la raíz de la Tucubia ó Yuca, la qual raen fuertemente los naturales y después la ponen como en lagár con una gran piedra encima, para que exprima todo el zumo, y lo que queda seco se cuece á fuego lento en vasos de barro, cuya figura dexa hechas las tortas, que sirven de pan á los Indios y Españoles. Nuestros Historiadores casi vulgarmente le llaman Pan de cazábe.» El término está documentado desde 1492 en el diario de Colón. Cimarrón, en Requejo (1717): «Monticula, ae; Montivagus, i»; Aut (1726-39): «Sylvestre, indómito, montaráz. Llámanse por común nombre estos toros y vacas cimarrones: y aun es nombre común en las Indias de todos los animales sylvestres.» Aplicado también a personas fue conocido en la literatura áurea y en América. Vid. DCELC y Registro (1951), 258. Colmenar, con idéntico sentido al del Cuadro, desde Nebrija: «aluearium, ii; apiarium, ii; mellarium, ii»; Covarrubias (1611): «El lugar donde tienen las colmenas»; Aut (1726-39): «El cercado, sitio ó lugar donde están las colménas.» Azúcar mascabado, en Aut (1726- 118 HUMBERTO LÓPEZ MORALES 39), que trae un texto de la Recopilación de Indias (s. a.): «Que del primer azúcar blanco, cuajado y purificado le pague de diezmo á razón de cinco por ciento: y del refinado, espumas, caras, mascabádos, cogúyos, clarificados, miéles y remiéles, se pague á razón de quatro por ciento.» Pulpería está documentado desde Simón (1627), y lo trae Aut (172639) así: «Tienda en las Indias, donde se venden diferentes géneros para el abasto: como son vino, aguardiente y otros liquóres, géneros pertenecientes á droguería, buhonería, mercería y otros, pero no paños, lienzos ni otros texidos.» Tasajo, en Covarrubias (1611) y Aut (1726-39); tejar, desde Nebrija (1942): «do hazen tejas, t. do hazen ladrillos»; Aut (172639): «El sitio, ú oficina donde se fabrican las tejas.» Ingenio de azúcar, en Aut (1726-39), con prolija descripción. Claro que la aparición de estos términos en diccionarios antiguos no acredita que fueran conocidos de la norma léxica peninsular de principios del siglo XIX. Si estas definiciones se incluyeron en el Cuadro, dada la finalidad específica de la «Definición», parece indicar que los términos no eran usuales entonces. Esto parece explicable en los casos de cacaotal, cazabe, pulpería, ingenio, y cimarrón (en ambientes ciudadanos de la península), que aunque recogidos por estos diccionaristas son casi todos de procedencia americana; más difícil resulta explicar la inclusión en el Cuadro de tasajo, tejar y hasta algodonal, pues son de origen peninsular, y en la península vivieron sin competición léxica. Aceptables resultan los que pudiéramos llamar regionalismos semánticos, pues se comprende que aunque la lexía fuese idéntica a la española, una sustancia semántica diferente podía confundir la lectura. Por esto aparece caballería de tierra; según Aut (1726-39): «Se llama también en las Indias cierto repartimiento de tierras á haciendas que permitieron los Reyes se pudiessen dar á las personas que fuessen pobladores de las partes que se conquistaban, para que se avecindassen y mantuviessen en ellas.» Pero entonces una caballería era «solár de 100. pies de ancho, y 200 de largo», y no «un cuadrado de 432 varas de lado, ó una superficie de 186, 624 varas cuadradas». En cuanto a carga o caballo, ya Nebrija (1492) trae el concepto; Covarrubias (1611) dice: «El peso que lleva sobre si la bestia (o el hombre)», y añade: «Carga menor, la que lleva un jumento. Carga mayor, la del macho»; Aut (1726-39) repite: «El peso que lleva, ó puede llevar sobre sí el hombre ó la bestia, ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 119 transportándolo de una parte a otra, como también el carro ó la nave», y más adelante: «Cierta porcion de granos, que en castilla son quatro fanegas. Díxose assi por ser el peso que regularmente puede llevar una bestia.» La clave diferenciadora parece estar en la medida de la carga, pero las comparaciones resultan imposibles porque el arabismo fanega fue medida de capacidad (equivalente a ‘saco’ aproximadamente, Vid. DCELC), mientras que lo que se da en el Cuadro es una medida de peso (ocho arrobas). En cuanto a corral, Fernández de Palencia (1490) habla de corrales de ovejas, pero Nebrija (1492) y otros diccionaristas antiguos hablan exclusivamente de corral como lugar para aves. Covarrubias (1611), sin especificación de medidas, trae corral de bacas, aunque con referencia concreta al que «tienen en los mataderos». Aut (1726-39) sólo recoge el término como «sitio o lugár que ahi en las casas ó en el campo, cercado o descubierto, que sirve para diversos ministerios: como son para tener gallinas, leña y otras cosas semejantes». No sabemos cuándo se hace general la acepción ‘recinto para encerrar ganado’ que traen los diccionarios modernos, pero parece que en Cataluña y en Mallorca la acepción es antigua. Cf. DCELC, s. v. corral. De aquí pasaría a designar en Cuba el espacio de tierra «que tiene por objeto la cría de todo ganado», y que, según el Cuadro, tuvo medida y forma específicas. Lo mismo sucede con hato, cuya acepción de ‘rebaño, manada’ (ya en Nebrija y en Aut) daría base a la definición ofrecida por el Cuadro. En el caso de realengo, como indican los mismos compiladores, estamos ante un arcaísmo; fue el terreno «encerrado entre las curvas circulares que sirven de límite a los hatos y corrales», que debió pertenecer a la corona, antes de que fuesen cedidos o vendidos a particulares; aunque dejaron de pertenecer al rey, «conservaron el mismo nombre». Los términos cafetal, miel de purga, ra(s)padura y tejamaní son de creación reciente, y quizá sean americanismos semánticos; todos de formación hispánica. Potrero quizá esté documentado en un texto mozárabe de 1204 (Vid. DCELC, s. v. potro), pero no lo recogen los diccionarios antiguos; hoy es común a toda América, donde ha sustituido a prado. Bocoy es galicismo reciente (fr. boucaut ‘odre, barril grosero para materias secas’); ésta parece ser la primera documentación, pues es anterior en 26 años a la mejicana (1853) que trae Corominas. 120 HUMBERTO LÓPEZ MORALES En realidad los regionalismos de forma y contenido son sólo los seis indigenismos anotados: burén, cacagual, cazabe, guano, yaguas y, quizá, conuco. III La información lexicográfica sacada de los vocabularios del Viaje y del Cuadro resulta, en rigor, incomparable, dado lo disímil del propósito y el carácter de ambas obras; mientras que López Matoso anota principalmente terminología gastronómica, hipocorísticos y de actividades urbanas diversas, el Cuadro se interesa por los regionalismos técnicos relativos más bien a la agricultura y a la industria. A pesar de estas direcciones encontradas los dos vocabularios coinciden en tres indigenismos (cazabe, guano, yagua) y en tazajo; en el tipo de definición ofrecida puede apreciarse el carácter más utilitario de los compiladores del Cuadro. Aunque la publicación de la obra de Pichardo reduce considerablemente la importancia de estos vocabularios, todavía es preciso acudir a ellos en el caso de varios términos no recogidos en el Diccionario provincial de voces cubanas, y, por supuesto, para trabajos glotocronológicos del léxico cubano. Observaciones fonéticas sobre la lengua de la poesía afrocubana 1. Cuantos se han ocupado del tema con alguna amplitud han creído necesario apuntar al menos que dentro del carácter de la poesía afrocubana el hecho lingüístico constituye un factor importante. Valoraciones de diversa índole y diverso alcance se suceden desde hace bastantes años. 1.1 Cuando Francisco Martín Llorente estudia al poeta negro del siglo XIX, Cabrera Paz 1 subraya que «nadie antes —que sepamos— escribió, con firma responsable, en jerga africana» (10). Lo que Martín Llorente llama jerga africana no es más que un español sometido convencionalmente a ciertos cambios fonéticos que en un tiempo quizá hayan caracterizado el habla de los negros africanos recién llegados a la isla. Esta situación requiere un análisis más detenido que no puedo hacer aquí 2. Baste indicar que estos fenómenos casi desaparecen por completo del habla de los criollos, y que no siempre hubo que esperar a la primera generación nativa porque «ese lenguaje relajado y confuso» de que habla Pichardo, ese «castellano desfigurado, chapurrado, sin concordancia, número, declinación ni conjugación, sin r fuerte, s ni d final [en el que aparecen] frecuentemente trocadas la ll por la ñ, la e por la i, la g por la v» no alcanza ya a los que han venido mui niños 3. Cierto que los contingentes de esclavos africanos estuvieron llegando a Cuba por lo menos hasta 1886, y, por consiguiente, la imitación literaria del habla de estos negros —llamados congos popularmente— pudo contar con modelos vivos hasta el primer cuarto de este siglo o algo más. Pero no fue así; desde mucho antes, la jerga se había estereotipado. Todavía hoy, las novelas y los dramas que traen a sus páginas el período colonial 1 Presencia negra en la poesía popular cubana del siglo XIX, conferencia leída en la Sociedad de Estudios Afrocubanos (Club Atenas) el 19 de abril de 1938, y publicada el mismo año en La Habana. El trabajo se imprimió bajo el seudónimo literario del autor, Armando Guerra. Cf. Bibliografía: Guerra, Armando (1938). 2 Cf. «Elementos africanos en el español de Cuba», en este volumen, 71-81. 3 Pichardo (1953), LIII. 121 122 HUMBERTO LÓPEZ MORALES hacen que sus negros hablen como los de la novela costumbrista de entonces. Esta convención lingüística, muy desligada ya de toda realidad, es tradición literaria; precisamente esa tradición es la que engañosamente lleva a Martín Llorente a decir que cuando Cabrera Paz describe en un poema unos festejos de su pueblo lo hace en congo (12). 1.2 Esta línea caricaturesca, siempre moldeable al propósito cómico o dramático del autor, es olvidada por la poesía afrocubana del siglo XX, que utiliza diferentes recursos lingüísticos. Basándose en ellos, Max Jiménez dice de la obra de Güirao: «Cuba tiene poetas, pero no de carácter internacional, es decir, de hablar castellano. Sus mejores poetas son regionales, Cuba y África» 4. El mismo Güirao (1938) habla de una «poesía bilingüe», pero sospecho que la expresión es metafórica porque en otro lugar dice «en nuestro caso, la ingenuidad primitiva del negro utiliza el cauce seguro de lo español para hacerse, por así decir, localmente universal» (xxiv). Emilio Ballagas (1946), sin entrar en mayores especificaciones, anota que «la poesía negra posee un material lingüístico inconfundible a base de sonidos consonantes nasales y de terminaciones agudas en o, en a, en e y en u, generalmente de gentilicios o nombres de bailes afroamericanos, como arará, gangá, bongó [?], tombuetú» (11-2). 1.3 José J. Arrom (1941-2) y Dorothy Feldman Harth (1956) son los primeros que analizan la lengua de esta poesía. Arrom empieza por hablarnos del dialectalismo negro (393) y más adelante expone lo que considera «más comunes cambios morfológicos [sic] del lenguaje del negro cubano», nota 28, pág. 411. La señora Harth, por su parte, considera que la innovación lingüística es uno de los factores que distinguen a la poesía de Nicolás Guillén, pero apunta en seguida que el poeta emplea «el dialecto peculiar de las Antillas y varias partes de la América del Sur». La confusión que se produce es todavía mayor cuando la autora sostiene que Guillén da sabor popular a su poesía «de una manera imitativa (...) por medio de cambios fonológicos». Las contradicciones no pueden ser mayores y no parecen explicarse ni siquiera pensando en autores que manejan la terminología lingüística de manera tan impresionista. 4 Apud, Guerra, A. (1938), 6. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 123 Tras semejantes introducciones ya no causa sorpresa el candoroso análisis fonético a que Arrom y Harth someten los textos. Ambos han visto rasgos tipificadores en la pérdida de -/d/, -/l/, -/r/ y, sobre todo, -/s./; la pérdida de /d/ intervocálica en las terminaciones -ado, -ada, y en las expresiones apocopadas pa ‘para’, pa na ‘para nada’, ta ‘está’. Arrom, por su parte, añade las peculiaridades: seseo, yeísmo, asimilación de consonantes, metátesis de líquidas, reduplicaciones de consonantes, y finaliza con la ininteligible afirmación de que «el rotacismo pasa también a la escritura: bo<voz» [! ]. La señora Harth, en lo que llama «nota de filología negra», suma a lo dicho la pérdida de las «letras» j, x y z en posición final y la simplificación del grupo /kt/. 2. Vayamos a estas ‘peculiaridades’. 2.1 Realizaciones fonéticas del fonema /d/. 2.11 En posición inicial de sílaba (intervocálica), /d/ se realiza como cero fonético en el habla popular de todo el país; fuera de este ámbito, aunque se trate de pronunciación espontánea, rara vez desaparece, al contrario de lo que ocurre en zonas castellanas. Lo normal es [δ]: [kansáδo]. En expresiones enfáticas el habla popular alarga el elemento vocálico anterior [kansá:o]. Cuando esta /d/ se encuentra entre elementos vocálicos iguales, desaparece y se funden las vocales; pero en el habla popular, que ■es donde ocurre, no es sistemático: frente a [patá] ‘patada’, [tó] ‘todo’, [kansá] ‘cansada’, se encuentra [kóδo, méδiko]. Nunca se oye [kóo, méiko], como notó Navarro Tomás (1966) en Puerto Rico. 2.12 La realización del fonema /d/ en posición final de sílaba es variable. Lo normal es una fricación muy poco tensa, producida con gran abertura del canal linguoalveolar; la fricación plena es afectada, pero realizaciones oclusivas y ensordecidas son frecuentes en pronunciación cuidadosa. En el habla muy popular puede realizarse como [r, ɹ, ŗ, 1, ļ]; la realización [1] no es muy frecuente, y parece darse preferentemente en las zonas rurales del Occidente. El cero fonético no es común y la realización linguointerdental sorda, totalmente desconocida. 2.13 El fonema /d/ en posición final absoluta desaparece casi sistemáticamente en el español de Cuba; las excepciones sólo ocurren 124 HUMBERTO LÓPEZ MORALES en pronunciación cuidadosa, donde se articulan muy ensordecidas y relajadas [berδáᶁ, uhtéᶁ]. La norma es [berδá, uhté]. En pronunciación afectada llega a [δ], pero nunca se soniza plenamente. 2.14 En los enlaces fonosintácticos también desaparece con bastante regularidad: [berδáehke, uhte:htá]. 2.2 Realizaciones del fonema /s/. 2.21 La tendencia más general de -/s/ es la realización aspirada, con múltiples diferencias de grado y con variantes sordas y sonorizadas. En pronunciación cuidadosa, /s/ se realiza como dorsodentoalveolar convexa, generalmente sorda. La aspiración más intensa parece darse en Occidente: [h, h] se dan ante cualquier sonido; ambos son siempre laríngeos y en términos generales predomina la aspiración sorda. Las situaciones en que la aspiración se realiza con alguna sonoridad son pocas: ante /b, d, g, 1, n/, pero no sistemáticamente. El cero fonético es infrecuente, aunque a veces la aspiración resulta de difícil percepción. 2.22 Las asimilaciones de /s/ son muy raras. Formas como [lobbráso, il-líta], que Navarro Tomás encontró en Puerto Rico, no tienen paralelo en mis materiales, donde la aspiración es siempre clara. Ante nasal la aspiración se nasaliza con alguna frecuencia, casi nunca se asimila, aunque no faltan casos de [mímmo]. 2.23 /s/ en posición final absoluta tiene varias realizaciones, desde la dorsodentoalveolar convexa en pronunciación cuidadosa hasta el cero fonético, pasando por diversos grados de aspiración. Cuando ocurre el cero fonético, se observa el desdoblamiento fonológico de las vocales anteriores, aunque las realizaciones fonéticas de estas vocales no parecen coincidir con las ya conocidas en otras áreas. La aspiración de /s/ es fenómeno muy extendido en América y en la península 5, pero su pérdida no es tan frecuente. También aquí la aspiración es débil y sorda a veces, y entonces se dificulta la percepción. 2.3 Realizaciones de /l/. 2.31 /1/ en posición final absoluta se realiza normalmente como en posición final de sílaba; el habla popular la pronuncia algo ensordecida, pero no la hace desaparecer [sóḽ, káɹseḽ]. 5 Cf. la nota de A. Alonso al número 155 de Espinosa (1930), I, y Henríquez Ureña (1938 b), 304-5. Cf., además, supra, 77, n. 5. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 125 2.32 En las ciudades, el habla popular a veces neutraliza l/r, y entonces es posible oír una realización fricativa apicoalveolar muy poco tensa y algo ensordecida. También en el habla popular, /l/ llega a realizarse como una aspiración nasalizada y sorda: [papɛɦ, saɦ]. No es frecuente que /l/ llegue al cero fonético. 2.4 Realizaciones de /r/. 2.41 En posición final las realizaciones son múltiples, aunque predomina la fricativa; puede ser sonora o sorda, y la tensión articulatoria puede ser mínima. 2.42 También en el habla popular de las ciudades se realiza como una aspiración nasalizada sorda: [benĭɦ, koměɦ]. No es común que -/r/ llegue a cero fonético, pero sin una observación cuidadosa, estas variantes podrían hacer sospechar que no se ha producido articulación de ningún tipo. 2.5 Realizaciones de /k/ en el decurso /kt/. 2.51 El fonema /k/ de este grupo ofrece varias realizaciones. La normal es [karaγteɹ, doγtóɹ]. El habla popular de las ciudades relaja considerablemente esta [γ], que casi nunca llega a perderse. 2.52 La realización oclusiva sorda es afectadísima, lo mismo que en otras partes del mundo hispánico. 2.53 Los casos de asimilación no son excepcionales, y se dan por lo menos en La Habana, Matanzas y Las Villas: [dot-tóɹ]. 2.54 Sólo en áreas rurales -/k/ llega al cero fonético, pero allí este fenómeno compite con la vocalización a /i/, aunque no mucho. 2.6 Las metátesis de líquidas son raras y ocurren en situaciones fijas [próβe, graβjeɦ], que hacen sospechar que quizá no se trate de un fenómeno fonético, sino de arcaísmos léxicos. 2.7 Las neutralizaciones l/r ocurren en posición final (de sílaba y absoluta), pero no con más frecuencia que en otras zonas americanas y del Mediodía peninsular 6. 2.8 La asimilación de consonantes es fenómeno mucho más intenso de lo que Arrom supone, y, por supuesto se da en todos los hablantes 6 Cf. A. Alonso y R. Lida, «Geografía fonética: -1 y -r implosivas en español», RFH, IV (1945), 313-345; el trabajo, con algunas adiciones, está recogido en Alonso, A. (1953), 263-331. 126 HUMBERTO LÓPEZ MORALES negros y blancos del país, mayormente en el habla muy popular. El ejemplo que trae Arrom me parece infeliz (connettin<cornetín), porque en el habla popular es difícil que /r/ se asimile a una nasal, y mucho más frecuente es que se aspire: [kohnetíŋ]. 2.9 La geografía del seseo y del yeísmo es bien conocida; no es necesario insistir aquí en que semejantes fenómenos no pueden ser caracterizadores de los hablantes negros de Cuba 7. 2.10 Los casos de pérdida de las «letras» j, z y x son perfectamente ociosos: [r̄ eló] por [r̄ elóx] es la pronunciación normal de cualquier hispanohablante; [ar̄ ó] por [ar̄os] ‘arroz’ es lo más esperable en una zona donde /θ/ ha sido desfonologizado y donde -/s/ se realiza con aspiración. El caso de [flú] ‘flux’ debe añadirse al de aspiración de -/s/; la autora se ha dejado llevar por lo que Rosenblat llama el «fetichismo de la letra». 3. Repasando lo de arriba se llega fácilmente a la conclusión de que el esfuerzo del poeta por acercarse a la realidad lingüística es aquí pobre y limitado. Conviene subrayar además que los factores usados para crearla no son ni siquiera rasgos fonéticos dialectales típicos y característicos de los cubanos en general, no ya de los hablantes negros del país. Los datos más recientes de la dialectología hispánica confirman cada vez más la amplitud geográfica de estos fenómenos 8. No hay aquí más «innovaciones lingüísticas» —estirando el contenido semántico de la expresión— que la introducción de vocabulario africanos 9. 7 Sigo sin entender lo que este autor quiere decir con «reduplicación de consonantes»; su ejemplo es de nuevo connettin. No debe ser alargamiento consonántico porque este fenómeno no se da en los hablantes cubanos, y porque es precisamente lo contrario lo que podría caracterizar el dialecto cubano. 8 Vid. supra, nota 5 de la pág. 77. 9 El primer lugar lo ocupan los nombres de los dioses lucumíes heredados por la santería cubana (Sensemayá, Changó, Ochún, etc.); además, gentilicios ya totalmente olvidados, en resurrección libresca, como arará cuébano, arará sabalú, y algunos cantos (Congo solongo del Songo) y fórmulas rituales (mayombe, bombe, mayombé) utilizados en su mayoría —quizá fuera de contexto— por la feliz armonía imitativa del bongó. Este afán de musicalidad lleva a algunos poetas, como Guillén, a la expresión jitanjafórica, de la que es un buen ejemplo el título de su libro Sóngoro cosongo. Para ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 127 4. El tema negro, siempre fascinante, ha creado otros espejismos. No son pocos los que ven en esta poesía una novedad estilística emanada de lo misterioso y exótico de la raza. Pero conviene no perderse en ingenuas confusiones étnico-literarias. La peculiaridad de estilo que se observa en algunos buenos poetas —que no en toda la poesía negra— no es indicio de originalidad de recursos poéticos. Aliteraciones, onomatopeyas y cuantas figuras retóricas se observan en la poesía negra tiene ya antecedentes en la producción poética occidental. (Ya se ha señalado en más de una ocasión cómo hasta el atrevido juego de metáforas de Nicolás Guillén encuentra fuentes peninsulares.) Las excelencias, y mucho menos la originalidad de esta poesía no hay que buscarla en su instrumento lingüístico 10. lo relativo a la brujería, el ñañiguismo y la santería en Cuba, cf., principalmente, Perseverancia, R. (1894), Trelles (1909), Ortiz (1914), Castellanos, I. (1916, 1928), Valdés Rodríguez (1929) y Lachatañeré (1940, 1942, 1943). 10 Sin tener que acudir a la lengua de los negros del teatro prelopesco (y lopesco) concebida con un propósito muy particular, el siglo XIX cubano ofrece incontables ejemplos en las novelas y relatos costumbristas. También del siglo XIX es la pequeña colección de poemas negroides que puede leerse en la Antología de Güirao (1938), «Antecedentes folklóricos», 3-25. Fricativas y cuasifricativas no aspiradas en el español de Cuba (Notas de fonética genética) 0. En el español de Cuba siete son los fonemas que se realizan fonéticamente como fricativos no aspirados: /b, d, g, f, s, j, r/ 1. Estos fonemas también presentan otras varias realizaciones, incluyendo el cero fonético en ciertos contextos. Fenómenos de diverso tipo patrocinan las múltiples realizaciones: relajamiento o refuerzo de tensión articulatoria, influencias de contexto fónico, como asimilaciones totales o parciales, neutralizaciones, condicionadas o no, etc. Toda esta interesantísima fenomenología queda excluida de estas notas, cuyo propósito es el estudio de las realizaciones fricativas en sí, más algunas consideraciones en cuanto a su distribución. 0.1 Como es sabido, un sonido fricativo se produce cuando el aire atraviesa un canal expiratorio estrecho (en todos o algunos de sus puntos) producido por el cierre incompleto de dos órganos articulatorios. Empleo el término cuasifricativo para aquellas articulaciones en que el canal queda considerablemente abierto, los órganos que forman la zona articulatoria están más distanciados que en la norma hispánica general, y, por tanto, al no producirse estrechez en el canal, la fricación disminuye y, en ocasiones, la articulación se acerca al tipo vocálico. El sonido resultante es poco fricativo y muy débil de tensión. 1.10 El fonema /b/ se realiza a través de dos variantes fricativas: 1.11 [β] fricativa bilabial sonora, común a la norma hispánica general 2. 1 Excluyo de este inventario, siguiendo la tradición, al fonema /l/, cuyas realizaciones son también fricativas, pero laterales. 2 Para lo relativo a la articulación de [β, δ, γ], según la norma de Madrid, cf. Quilis (1964), con esquemas hechos sobre cinemarradiografías y con abundante material espectrográfico (1966 c). No conozco ningún estudio cinemarradiográfico sobre dialectos hispánicos de América. 129 130 HUMBERTO LÓPEZ MORALES 1.12 [β] cuasifricativa bilabial sonora. En su articulación queda entre los labios una abertura elíptica más alta y ancha que en la norma hispánica; ante /o, u/ la labialización es mucho mayor. En todos los casos hay poca fricación y tensión débil. En las figuras 1-4 puede observarse el contraste de abertura de canal expiratorio entre articulación fricativa y cuasifricativa de /b/ 3. En las figuras 3 y 4, según el corte vertical de la técnica cinemarradiográfica 4. 4 3 2 ------------------------------ 1 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Figura 1 Abertura del canal bucal en la articulación de /b/ en /trabajaba/ por un hablante segoviano. 4 3 ------------------------------------------------ ------------- 2 1 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Figura 2 Abertura del canal bucal en la articulación de /b/ en /trabajaba/ por un hablante de La Habana. 3 El material filmado fue: para el movimiento labial de las articulaciones de /b/, (1) trabajaba en La Habana, (2) el baile está muy bueno, (3) Beva viene el jueves; para /f/, (4) fueron fieles, (5) eso fue fácil, (6) era una fiesta fugaz. Las fotos se proyectaron sobre papel milimetrado para facilitar la comparación de los gráficos. 4 Los esquemas han sido preparados siguiendo la técnica usual en cinemarradiografía. Cf. Quilis (1964, 1966 a), que es la autoridad máxima en estos estudios en el ámbito hispánico. El material cinemarradiografiado que aquí utilizo corresponde a los siguientes grupos fónicos: trabajaba en La Habana, Beva viene el jueves, ese dedal, el dedo de Dios, agua gaseada, la guagua, el guante grande, fueron fieles, eso fue fácil, se asustó, ese asunto, san seacabó, ese cantar, comer sabroso, se armó la gorda. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 131 Figura 3 /b/ en /lababa/, según Quilis y Fernández (1966) Figura 4 /b/ en /trabajaba/ 1.10.1 En general, las dos variantes fricativas de /b/ ocurren en todos los contextos fónicos, menos tras un sonido nasal articulado; en posición inicial absoluta y tras /l, r/ son muy poco frecuentes según mis materiales, pero tengo ejemplos de diversos idiolectos 5: [hwέʹβeh ~ hwέβeh, sáβaδo ~ sáβaδo, pwéβlo ~ pwéβlo]; [aβía, nwεʹβe, laβana, líβros, iβailã:moh, r̄ epúβlika, aβsolúto]; [peγaβamoh, traβahaβa:í, tuβe, boβo, taβa ‘estaba’]. 5 En posición inicial absoluta: [βwéno] (3 veces); tras /l/: [kálβo, alβehtiδo, alβérto, elβíso]; tras /r/: [karβóŋ, komerβoβería], estos últimos con articulación vibrante de /r/; pues en los casos en que /r/ se realiza fricativo, la fricación de /b/ es más frecuente. 132 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Figura 5 /d/ en /todo/, según Quilis y Fernández (1966) Figura 6 /d/ en /dedo/ De los ejemplos anteriores puede notarse que la tendencia a la mayor abertura articulatoria ocurre en situación intervocálica —como en la norma hispánica—, especialmente en a# — a. Tras nasal articulada siempre encuentro [b], pero hay dos casos [kaɳõβjého, φwerõβwénoh] ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 133 en que la nasal no se articula 6, y, por consiguiente, la nasalidad deja de ser un elemento consonántico de la estructura fónica y se convierte en un rasgo de la articulación vocálica anterior. En realidad estamos ante situaciones intervocálicas (ó#—je, o# — we). Figura 7 /g/ en /paga/, según Quilis y Fernández (1966) Figura 8 /g/ en /lagana/ 6 En posición final absoluta y final de palabra en grupo fónico se realiza generalmente velarizada [pãɳ, tãmbjēɳ, r̄ asõɳ]. Fonosintácticamente se presentan algunos problemas interesantes que han sido explicados en otras áreas por influjo de una transición abierta; el fenómeno es muy complejo y no puedo detenerme aquí a discutirlo. Lo relevante ahora es ver que la pérdida de -/n/ parece ocurrir sólo en algunos casos de final de sílaba; mis materiales no son suficientes para ver si hay algún tipo de contorno fónico determinante. 134 HUMBERTO LÓPEZ MORALES 1.20 El fonema /d/ tiene dos realizaciones fricativas: 1.21[δ] fricativa linguointerdental sonora, común a la norma hispánica. 1.22 [δ] cuasifricativa linguointerdental sonora. Se articula con gran abertura entre el ápice y el borde de los incisivos superiores. Véanse las figuras 5 y 6 para el contraste del canal articulatorio en ambas realizaciones 7. 1.20.1 Las variantes fricativas de /d/ ocurren en todos los contextos fónicos, menos en posición inicial absoluta 8, tras /n, 1/ y con frecuencia tras /r/, cuando su articulación es vibrante. Entre las variantes fricativas la distribución es libre, pero la tendencia a la mayor abertura articulatoria se da en posición intervocálica: [kasaδe, sáβaδo, méδjo, salíδo, oportuniδá:, aproγsimaδamente], y en posición potsnuclear: | aδβertir, aδmirar] 9. 1.30 El fonema /g/ se realiza a través de dos variantes fricativas: 1.31 [γ] fricativa linguovelar sonora, como en la norma hispánica. 1.32 [γ] cuasifricativa linguovelar sonora. Se articula con muy poca fricación debido a la gran abertura entre el postdorso y el velo, que la acerca a una articulación vocalizada posterior alta. Obsérvense las diferencias del canal articulatorio en [γ, γ] en las figuras 7 y 8. 7 Encuentro un caso de cuasifricativa ensordecida en posición intervocálica [toδo. El grupo fónico donde aparece —[tenemoɦδetoδoaki]— fue sometido a análisis espectrográfico, donde se comprobó que a pesar de articularse esta [δ] con un canal bucal muy abierto, la frecuencia del primer formante no sólo no era alta, como debía esperarse, sino que no había reflejo de vibraciones laríngeas en la barra de sonoridad. El ejemplo parece estar aislado. 8 Anoto un solo caso [δetóδo] tras pausa muy breve. 9 La asimilación no es fenómeno frecuente, con excepción de /rd/ en el habla popular: [bébde, adde]; en estos casos la /d/ asimiladora es oclusiva, tensión más fuerte que lo regular en las oclusivas antillanas; la /d/ asimilada es también oclusiva, pero muy ensordecida. Cuando la fricación ocurre tras /r/ nunca se realiza con refuerzo del elemento interdental, ni tampoco adquiere el redondeamiento labial ni el principio de vocalización que observó Navarro Tomás (1966) en Puerto Rico. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 135 Figura 9 /f/ en /fue/ Figura 10 /f/ en /fue/ Figura 11 /f/ en /fue/ 1.30.1 La distribución de las variantes fricativas es como sigue: en posición inicial absoluta la realización oclusiva es casi constante ante 136 HUMBERTO LÓPEZ MORALES /a, e, i/, y muy variable ante /o, u, w/: [γóma, γúhto, γwáγwa ~ gotéra, gúhto]. En el resto de los casos se dan las variantes fricativas en franca mayoría, con la única excepción de posición postnasal, donde predomina, con mucho, la oclusión: [luγár, laγíto, maγníφiko, sjéγo ~ sjéγo, iγnorante, lohγátoh] 10. Figura 12 /s/ en /siempre/ Figura 13 /s/ en /sano/ 1.40 el fonema /f/ se realiza a través de tres variantes fricativas: 1.41 [φ] cuasifricativa bilabial sorda, con diverso grado de fricación. 1.42 [φ’] fricativa cuasilabiodental sorda; la zona articulatoria entre el borde de los incisivos superiores y la pared interna del labio inferior 11. 10 Ante /we, wa/ hay tendencia a la fricación a pesar de la nasal: [lēɳγwa, uɳγwájo]. 11 Compruébese la apertura del canal bucal en las figuras 9-11. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 137 1.43 [f] fricativa labiodental sorda, como en la norma hispánica. 1.40.1 La distribución de las tres variantes de /f/ es totalmente libre, pero la variante labiodental plena es escasísima: [φo ~ φ’o, φjéhta ~ φ’jehta, φásil ~ φ’ásil]. Figura 14 Palatograma de /j/, según Navarro Tomás 1.50 El fonema /s/ se realiza a través de dos variantes fricativas: 1.51 [s] fricativa predorsodentoalveolar convexa sorda. Se articula con el ápice apoyado en la pared interna de los incisivos inferiores, y, en ocasiones, en los alveolos; la zona articulatoria formada por el predorso y los alveolos superiores; en ocasiones esporádicas, por el predorso y la zona prepalatal. Según mis materiales, es el sonido más fricativo de todos los analizados. Figura 15 Palatograma de /ʝ/, según Quilis y Fernández (1966). 138 HUMBERTO LÓPEZ MORALES 1.52 [s] fricativa predorsodental plana sorda; no he conseguido ejemplos en el corpus que ahora analizo, pero la he oído esporádicamente. 1.50.1 Aparece indistintamente en posición prenuclear y postnuclear cuando esta última no se realiza como aspiración. 1.60 El fonema /j/ se realiza mediante dos variantes fricativas: 1.61 [j] fricativa linguo(pre)palatal sonora; en general, como la norma hispánica 12. 1.62 [j] cuasifricativa linguo(pre)palatal sonora. Se articula con el dorso elevado en forma muy convexa tocando los molares a ambos lados; en ocasiones toca también, aunque levemente, la bóveda. La altura y la amplitud del canal linguopalatal es mucho mayor que en la norma hispánica. Compárense los palatogramas de las figuras 14-17. 1.60.1 La distribución de las variantes fricativas de /ʝ/ es libre: ocurre en todos los contextos fónicos, incluyendo posición inicial absoluta y postnasal, donde alterna con [J]: [jo ~ Jo, jéma ~ Jema], [unjélo ~ unJélo]. ̶ Figura 16 Palatograma de /j/ en /eja/ 12 Cf. Quilis (1966 b), 87. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 139 Figura 17 Palatograma de /j/ en /aja/ 1.70 El fonema /r/ se realiza a través de cuatro variantes fricativas: 1.71 [ɹ] fricativa linguoalveolar sonora, igual que en la norma hispánica. 1.72 [ɹ] cuasifricativa linguoalveolar sonora. Se articula dejando un amplio canal expiratorio entre el ápice y los alveolos, ■como puede comprobarse en la figura 19. 1.73 [ŗ] fricativa linguoalveolar ensordecida. 1.74 [ŗ] cuasifricativa linguoalveolar ensordecida. Figura 18 /r/ en /arar/, según Quilis y Fernández (1966) 140 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Figura 19 /r/ en /pera/ 1.70.1 La distribución de las variantes sonoras es libre, pero lo común es que ocurran en posición final; las variantes ensordecidas sólo ocurren —según mis materiales— en posición final. Aquí alternan entre sí los alófonos fricativos y también el vibrante, aunque en pequeña proporción: [kóɹo, koloɹáo ~ kolorao, kantáɹ ~ kantáɹ ~ kantáɹ ~ kantár, daɹ ~ daɹ]. 2.1 De los fonemas con realización fricativa, seis tienen variantes muy abiertas, de las que hemos llamado cuasifricativas: ORDEN labial linguodental lingualveolar linguo(pre)palatal linguovelar SERIE sorda sonora ŗŗ [β] [δ] [ɹ] [ĵ] [γ] [φ] Aparte de los alófonos fricativos (plenos) de los fonemas /b, f, d, r, ĵ, g/ y de las realizaciones de /s/, es notable que en el español de Cuba existe una tendencia a relajar las articulaciones fricativas, abriendo el canal bucal. Determinar la proporción de tal tendencia exigiría investigaciones cuantitativas que aún están por hacerse, pues con toda seguridad estas cuasifricativas se dan también en otras áreas hispánicas, y no será la naturaleza del fenómeno, sino ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 141 su frecuencia, lo que podría llegar a caracterizar en parte la norma dialectal cubana. Debe notarse, además, otra tendencia a hacer desaparecer o a convertir en realizaciones aspiradas a las fricativas de articulación posterior. Obsérvese que /x/ nunca se realiza [x] —rasgo que parece ser general en las Antillas y en muchas otras zonas hispánicas a ambos lados del Atlántico—, y que el alófono [γ] no sólo tiene un uso más amplio que [γ] y por supuesto que [g], sino que a veces llega a vocalizarse y a fundirse con la vocal que le sigue, si ésta es posterior alta o media, y con mucha más frecuencia si es [w]. De nuevo aquí faltan análisis estadísticos de estas realizaciones, pero en principio y como hipótesis de trabajo podría plantearse que, con respecto a las realizaciones fricativas, la norma dialectal cubana parece distinguirse por la tendencia a la distensión articulatoria extrema y a la eliminación de articulaciones fricativas posteriores. 2.2 Con respecto a /s/ se impone una reconsideración. En 1940, Henríquez Ureña anotó que [s] (coronal predorsodental plana) era la norma en Santo Domingo, y que la predorsodentoalveolar convexa y la apical eran realizaciones muy esporádicas. Se sintió entonces autorizado a decir que «la coronal plana es (...) la que se usa en las Antillas, Santo Domingo y Colombia» (¡porque al parecer Santo Domingo no entra en las Antillas!). A partir de aquí la especie se ha seguido difundiendo, a pesar de los estudios de Navarro Tomás (1966) y de Matluck (1961) para Puerto Rico. Navarro, en sus investigaciones de 1927-8, encontró que la variante plana parecía ser la más común, pero que también existían la dorsoalveolar convexa y la apicoalveolar cóncava, más una apicodental que adquiría en muchas ocasiones timbre interdental, dando la impresión de ceceo. Esta variante, decía, se oye «con más frecuencia de lo que suele creerse». Treinta años después, Matluck (1961) volvía a encontrar que a pesar de que la coronal dentoalveolar plana seguía siendo muy frecuente, a menudo adquiría timbre dentointerdental; estas afirmaciones parecen indicar que resulta arriesgado generalizar sobre la realización de /s/ en Puerto Rico. En Cuba los materiales recogidos y analizados hasta ahora hacen pensar, por el contrario, que la realización de norma es la convexa, aunque en rigor sólo una investigación diatópica podría resolver definitivamente esta última cuestión. Neutralizaciones fonológicas en el consonantismo final del español de Cuba 1 1. Se entiende por neutralización el fenómeno fonológico que resulta cuando desaparece una oposición distintiva entre dos fonemas. El archifonema es, según Trubetzkoy, el conjunto de los rasgos pertinentes comunes a los dos miembros de la oposición. Para que desaparezca la oposición es necesario que uno de los dos fonemas pierda la relevancia fonológica de sus rasgos. Martinet da buenos ejemplos con las nasales españolas, donde /m, n, n/ llegan a neutralizarse en determinadas posiciones: ante sonido bilabial desaparece la oposición m / n; ante palatal, la oposición n/n. En estas posiciones lo único que tiene valor fonológico es la nasalidad, ya que la zona articulatoria pierde su relevancia. De aquí que el archifonema —representado convencionalmente por N— contenga los elementos comunes a m/n y a n / n, que son nasalidad y sonoridad. 1.1 Cuando nos encontramos con otras oposiciones que las de nasales, laterales o vibrantes entre sí, cada miembro de la oposición puede ser un archifonema, resultando entonces entre alma / arma lo que Alarcos Llorach describe como una oposición lateral / intermitente de los archifonemas L/R 2. ¿Qué sucede cuando una oposición de archifonemas como ésta se neutraliza? Como toda neutralización lleva implícita la idea del archifonema, no cabe duda de que aquí también se encontrará un archifonema, sólo que un archifonema total, que no podrá reunir en sí los rasgos comunes de los dos archifonemas parciales de la oposición, sino los del archifonema triunfante en la neutralización, liste archifonema total será 1 Comunicación leída ante la Comisión de Lingüística y Dialectología Hispanoamericana durante la celebración del III Congreso del Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI), celebrado en Montevideo del 4 al 13 de enero de 1966. 2 Alarcos Llorach (1954), 156. En este texto pueden consultarse las ideas de Trubetzkoy y Martinet sobre la neutralización y el archifonema, págs. 35-6. La exposición es breve, pero muy clara, dado su carácter didáctico. 143 144 HUMBERTO LÓPEZ MORALES relativo y subordinado a la naturaleza de su realización fonética, alma/ arma se neutraliza [árma]/[árma] en zonas de Andalucía, y [álma]/ [álma] en Puerto Rico. La neutralización andaluza se realiza con un sonido vibrante, la puertorriqueña con uno lateral, luego en el primer caso el archifonema total será R; en el otro, L: Andalucía: Puerto Rico: /áRma/áRma/ /áLma/áLma/ 2. Tanto en el español general como en los dialectos, las neutralizaciones consonánticas se producen generalmente en posición final donde hay distención silábica y relajamiento articulatorio. Desde 1945, en que Amado Alonso publicó su trabajo «Una ley fonológica del español: variabilidad de las consonantes en la tensión y distensión de la sílaba» 3, sabemos con precisión por qué la nómina de fonemas consonánticos se reduce en posición final. Sus conclusiones, basadas en el español general, adquieren continuo refuerzo a medida que la dialectología va ocupándose seriamente de diferentes zonas del dominio lingüístico español. En las costas del golfo de Méjico, y muy especialmente en las Antillas, el inventario de estos fonemas finales es todavía menor. Aunque faltan investigaciones cuidadosas y recientes para muchos puntos de estas áreas, los datos allegados por Henríquez Ureña (1940) para Santo Domingo y por Navarro (1966) para Puerto Rico ya nos hacían sospechar que en las islas la reducción del consonantismo final era de importancia notable. 2.1 Treinta años después de las encuestas de Navarro, Joseph Matluck (1961) vuelve al análisis del español de Puerto Rico, rectificando y aumentando las antiguas conclusiones. En posición final absoluta, Matluck encuentra sólo dos de los seis fonemas que se dan en el español regular. Dejando al margen la desfonologización de /θ/, vemos que han desaparecido /d/ y /s/; /r/ se neutraliza sistemáticamente destruyendo la oposición r/1. Quedan /l/ y /ɳ/. En posición final de sílaba, los siete posibles fonemas del español general se reducen a tres: /s/ realizado fonéticamente como aspiración; /ɲ/ que existe únicamente en la nasalización de la vocal anterior, y de nuevo la neutralización de r/1 que elimina de 3 A. Alonso (1951). Originalmente apareció en la HR, XIII (1945), 91-101. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 145 las posibilidades a la realización vibrante o fricativa. Puede verse sin dificultad que la neutralización es uno de los factores en la reducción de los fonemas consonánticos finales en los dialectos. 3.0 En Cuba, como en el resto del mundo hispánico, son comunes ciertas neutralizaciones en posición final de sílaba. En pronunciación normal se escucha: [aséβto, konseβsjõn, eklíβse], [aδmóhφera, ariδmétika], [aγsjȏn, áγto], etc.; con neutralización de las oposiciones proporcionales y privativas p/b, t/d y k/g, tan conocida en todas partes. 3.1 Otras neutralizaciones que se dan en el español de Cuba no merecen ser tomadas en consideración, o porque ocurren en casos aislados: [aɹmiráħ, almiráħ] o porque se trata de una tendencia semiculta y esporádica: [aγsolúto, konseγsjõn, oγseɹβáɹ, eklíγse]. 3.2 Como en la isla la asimilación es fenómeno intenso, aunque no tanto como en Puerto Rico, también ocurren otras neutralizaciones de carácter general: [manníφiko, innoránte, dottóħ]. Son del tipo que Alarcos, siguiendo a Trubetzkoy, califica de condicionadas por el contexto. En pronunciación muy popular los ejemplos podrían multiplicarse. 4.0 Atención especial merece el tratamiento de /r/ final de sílaba. La conocida neutralización vibrante/líquida ocurre sólo esporádicamente, tanto en esta situación como en otras. En posición inicial de sílaba se da en unos casos aislados: [seléβro] ‘cerebro’, [peleγríno] ‘peregrino’, que indican que no se trata de un fenómeno fonológico vivo, sino de arcaísmos léxicos. En posición agrupada no se da. En posición final, esta neutralización no es, como dicen Amado Alonso y R. Lida (1953), muy corriente en el habla vulgar, sino que, por el contrario, se encuentra reducida a áreas rurales con pocos ejemplos. Se conoce que los autores están pensando en Santo Domingo y Puerto Rico cuando hablan en términos generales sobre las Antillas. Los datos que traen para Cuba son los de Pichardo, según la edición de 1862; es decir, que traen una situación que era válida para algunas regiones del Occidente de la isla hace más de un siglo. Henríquez Ureña (1938 b), 152, nota, siguiendo a Navarro, dice: «En Puerto Rico, como en Cuba y Santo Domingo, abunda un tipo peculiar de r final que sirve indistintamente para sustituir la r y la l.» La observación es muy imprecisa y lingüísticamente vaga. Para posición final de sílaba, lo más cercano a esta neutralización apuntada son casos 146 HUMBERTO LÓPEZ MORALES de asimilación. En el habla vulgar, tanto /r/ como /l/ ofrecen la misma realización fonética ante dentales: ‘caldo’ [kád-do]/[kád-do] ‘cardo’ ‘marta’ [mát-ta]/[mát-ta] ‘malta’ 4.1 /r/ final de sílaba se realiza normalmente [ɹ] con cierta tendencia al ensordecimiento, menos en caso de pronunciación culta cuidadosa, o como [ɹ] ante consonante sorda. En el habla popular hay una fuerte tendencia a la asimilación de /r/ ante dental, como hemos visto, especialmente ante /d/: [béd-de] ‘verde’, [kwéd-da] ‘cuerda’, [bed-dá] ‘verdad’, [kwéd-do] ‘cuerdo’. Este tipo de neutralización asimilatoria es menos frecuente cuando la vocal que antecede es otra que /e/; [addéħ] ‘arder’, por ejemplo, sólo se oye en el habla muy vulgar. En el resto de los casos las neutralizaciones son esporádicas; conviven [láɹγa ~ lág-ga], [kwéɹpo ~ kwép-po], [pwéɹta ~pwet-ta]. 4.2 La neutralización de r/i es casi totalmente desconocida. Las formas [pwé i ta, tá i δe, pó i ke] no tienen existencia regular en Cuba, probablemente desde hace más de setenta años. Marden, y después Henríquez Ureña (1938 b), 63, en nota a su texto, registran este fenómeno para la isla, seguramente influidos por el prólogo del Diccionario de Pichardo. También en Puerto Rico existió la vocalización en voces como [tá i de, po i ke], pero Navarro Tomás ya no la encontró en sus investigaciones de 1927 y 1928. 4.3 Lo más notable en cuanto a neutralizaciones de elementos finales de sílaba es la desaparición de la oposición r/s, constante en el español regular. î î î î î Toda /s/ final de sílaba puede aspirarse en todo el país, aunque con diferencias de grado; la aspiración más intensa se da en Occidente. En pronunciación culta se necesita un esfuerzo para restituir la variante [s]. En toda Cuba, [h] convive con [h] ante cualquier sonido. Ambos son siempre laríngeos y en términos generales predomina la aspiración sorda. Las situaciones en que la aspiración se realiza con alguna sonoridad son pocas: ante /b, d, g, 1, n/. Las asimilaciones de -/s/ son rarísimas; formas como [lob-brásɔ] ‘los brazos’, [lax-xayínä] ‘las gallinas’, [illíta] ‘islita’, que Navarro anotó para Puerto Rico, no tienen paralelo en ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 147 mis materiales, donde la aspiración es siempre clarísima. Ante nasal la aspiración se nasaliza con alguna frecuencia; casi nunca se asimila, aunque no faltan casos de [mímmo]. En fonosintaxis /s/ presenta las mismas características. Sólo ante /c/ desaparece en el habla popular [locíkɔ] ‘los chicos’, [locáhlɔ] ‘los chascos’. En poquísimas ocasiones de enlace sintáctico la lengua popular pronuncia [s] sibilante. La oposición no bilateral r/s resulta neutralizable en el español popular de Cuba ante /l, n/. Los siguientes ejemplos demuestran muy claramente la neutralización: ‘isla’ [íɦla] / [iɦla] ‘ir la’ (a ver) ‘verlo’ [béɦlo] / [béɦlo] ‘veslo’ ‘hazlo’ [áɦlo] / K[áɦɔ] ‘Carlos’ ‘asno’ [áɦno] / Kant[áɦnɔ] ‘cantarnos’ ‘irnos’ [iɦnɔ] / t[íɦnɔ] ‘tizno’ El hecho de que aquí la neutralización fonológica ocurra a través de una variante dialectal de un fonema nos coloca de plano ante un problema teórico con respecto al archifonema. Si concebimos el archifonema sólo como unidad parcial de neutralización, en las oposiciones originales de los ejemplos anteriores, tendríamos la oposición de archifonemas S/R. Pero cuando esta oposición de archifonemas queda a su vez neutralizada, como hemos visto, se hace necesario buscarle archifonema. Vemos entonces que ni aun entendiendo el concepto de archifonema en una forma más amplia, éste resulta satisfactorio para los casos aducidos, puesto que lo que aquí produce la neutralización S/R no son rasgos de las realizaciones normales de estos archifonemas. Veámoslo en esquema 4: 4 He suprimido del cuadro original las indicaciones de distribución complementarias, pues aunque todavía no me es posible afirmar nada categóricamente, los materiales que llevo analizados para la Introducción a la fonología del español de Cuba me hacen dudar muy seriamente de esta distribución en la norma cubana. He preferido dejar la presentación de estos fenómenos en forma de cuadro, aunque si se prefiere podrían indicarse mediante reglas generativas; en este caso la diferencia sería sólo de formalización. Norma hispánica 148 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Fonema Alófonos /s/ /s/ /θ/ Fonema /r/ Alófonos /r/ /ş/ /ɹ/ [h] h [θ] [θ] [ɦ] ɦ Como archifonema de esta neutralización, /R/ no sirve ni remotamente, puesto que en definitiva es él quien resulta neutralizado y puesto que aquí su realización fonética no es nunca vibrante. De /S/ los rasgos que se dan en la realización fonética son: el modo articulatorio —ambos fricativos— y a veces la misma distribución complementaria de sordez-sonoridad. Pero estos rasgos no son suficientes para perfilar la unidad de neutralización en [iɦla] / [iɦla], donde el rasgo común más significativo es la aspiración. Si las posibilidades de encontrar un archifonema para esta neutralización no satisfacen, ya que la aspiración no se da como rasgo pertinente ni en /s/ ni en /r/, no queda otro camino que pensar en una nueva unidad de neutralización que reúna en sí todas (o casi todas) las características comunes a los dos alófonos específicos -[ɦ] y -[ɦ], o sea en un archialófono. El archialófono será, pues, una unidad de neutralización —utilísima en el estudio de los dialectos— basada en los rasgos de una determinada variante y no en los de las realizaciones fonéticas normales de un fonema. Se representará también con mayúsculas por tratarse de un arquetipo, y entre corchetes para indicar su carácter alofónico. De manera que en los ejemplos de arriba, la neutralización fonológica se realiza en el archialófono [H]; la transcripción fonológica de la neutralización isla / ir la se hará así: /í[H]la/ í[H]la/ 5. 5 Comprendo que el concepto de archialófono necesita mayor elaboración, pero no es mi propósito ofrecer aquí una exposición teórica detallada del asunto, sino estudiar estas neutralizaciones del español popular de Cuba. Como me es imposible explicarlas ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 149 5.0 La neutralización de fonemas consonánticos en posición final absoluta ocurre solamente en la oposición r/1. Es posición final absoluta /r/ casi nunca se realiza [r] ni [ŗ]. Es siempre fricativa en las hablas culta y semiculta. En el habla popular esta [ɹ] convive con una aspiración nasalizada. Ya Henríquez Ureña había advertido algo de este fenómeno describiéndolo como un sonido nasal alveolar precedido por una aspiración sorda. Sólo en el habla muy vulgar -/r/ puede perderse, pero no es fenómeno común. Nunca se vocaliza en /i/. En los siguientes casos: ‘mal’ [máɦ] / [máɦ] ‘mar’ ‘oral’ [oráɦ] / [oráɦ] ‘orar’ las neutralizaciones son muy obvias, pero una vez más surge el problema del archifonema. Ni R ni L pueden serlo, porque la realización fonética de esta neutralización carece de sus rasgos más específicos, ni intermitencia ni lateralidad. Se realiza como aspiración nasalizada, y esta realización no se da en español regular ni para -/r/ ni para -/l/. De nuevo el concepto de archialófono se hace imprescindible, ya que la oposición R/L desaparece a costa de una variante dialectal específica. El archialófono de la neutralización [máɦ]/[máɦ] es, pues, [Ĥ], 6. Conclusión.—En el español popular de Cuba están presentes casi todas las neutralizaciones condicionadas que se dan en el español general (menos en las que interviene el fonema /θ/, como en [maδríθ/maδríɖ]. Estas neutralizaciones —sobre todo las asimilatorias— son más frecuentes de lo que normalmente se cree, ya que algunos estudios podrían hacer pensar que el consonantismo final de sílaba del español de Cuba es casi nulo. Fuera de los casos regulares, la neutralización de la oposición S/R, que ocurre siempre ante /n/ o /l/, no encuentra archifonema satisfactorio, y es preciso acudir a otro concepto que satisfaga teóricamente la situación fonética. Ese otro concepto es el archialófono: unidad de neutralización que posee los rasgos comunes de los alófonos que se neutralizan y que no se encuentran en las realizaciones regulares de ninguno de los fonemas de la oposición primitiva. sin el archialófono, doy unas breves consideraciones, dejando para otra oportunidad una caracterización más completa. 150 HUMBERTO LÓPEZ MORALES En el consonantismo final absoluto —más pobre que el de final de sílaba— sólo encuentro un caso de neutralización que responde a las mismas necesidades teóricas del archialófono para una explicación satisfactoria. Nuevos datos sobre el voseo en Cuba 1. En 1836 se publicó en Matanzas la primera edición del Diccionario provincial de voces cubanas, de Esteban Pichardo. Las ediciones sucesivas aparecieron notablemente enriquecidas 1; las dos cortas páginas del primer prólogo se multiplicaron hasta diecinueve, y en ellas aparecieron muy valiosos datos para el conocimiento del español hablado en Cuba en el siglo XIX. Fue Pichardo quien consignó por primera vez el voseo en la isla: «En tierra-dentro, singularmente en Puerto Príncipe [hoy Camagüey] y Bayamo, es aún mui usado el antiguo pronombre personal vos, mal empleado el verbo que le sigue por una especie de síncopa de rutina, v. g.: vos habís visto..., vos sabís esto..., por vos habéis visto..., vos sabéis esto..., etc. De consiguiente se conserva el traella, dalle, mercallo, etc.» (VII). Ya en nuestro siglo, Cuervo (1954) 2, II, 543, y mucho después Tiscornia (1930), 135, aprovechan sin modificaciones su información. Bien es verdad que en las referencias al mapa del voseo que encabeza el libro de Tiscornia (289-90), el autor agradece a P. Henríquez Ureña nuevos datos sobre la geografía del fenómeno. Los datos a que aquí hace referencia llevan a la original conclusión de que «el uso de vos, en las Antillas, sólo se registra en una pequeña región oriental de Cuba». El mismo Henríquez Ureña había escrito en 1921: «...y podría decirse que falta totalmente en las Antillas españolas (...) si no fuera porque en Cuba quedan rezagados entre los campesinos del [sic] Camagüey restos de voseo...» (390). En aquella ocasión Henríquez Ureña se apoyaba en una nota del poeta Regino Botti que decía: «Todavía puede asegurarse que el vos suplantando al tú se usa con bastante frecuencia entre los campesinos camagüeyanos, si bien su empleo se va limitando 1 Para las ediciones del Diccionario, cf. Bibliografía: Pichardo y Rodríguez Herrera (1953). 2 La información procede de su trabajo «El castellano en América», que se publicó por primera vez en el BH, III (1901), 35-62. 151 152 HUMBERTO LÓPEZ MORALES cada vez más... Se pronuncia vo [sic]... Los campesinos cuando van a la ciudad o tienen la oportunidad de hablar con una persona desconocida nunca emplean dicho vocablo... Se oye comúnmente traélo o tráelo [sic] por traedlo, vendélo por vendedlo» (390, nota 3). Diecinueve años después el mismo autor escribe: «... el vos hizo su aparición [sic] en los campos de Camagüey, Bayamo y Manzanillo, al oriente de Cuba...» 3, con lo que la situación del fenómeno regresaba a tiempos de Pichardo, con la diferencia de que ahora se incluía también a Manzanillo, en la costa oeste de la provincia de Oriente. Henríquez Ureña ha sido la fuente de todos los investigadores posteriores. Kany (1945) dice: «In Puerto Rico and Santo Domingo only tú is used. In Cuba the voseo is known to a very limited section in the eastern part of the island. (...) so that vos appeared only in the interior of easter Cuba, principally Camagüey, Bayamo y Manzanillo.» (Véase en el mapa 3 cuán interior es Manzanillo.) Kany cita también a Pichardo y el artículo de Henríquez Ureña. Además, como «evidencia» de que el uso se mantiene, añade varios ejemplos de la novela Ciénaga (1937). Padrón (1948), en comentarios al libro de Kany, dijo: «El voseo en Cuba subsiste, como muy bien dice Ud. en la pág. 90, en las provincias de Camagüey y Oriente. En cuanto a las formas verbales que se usan en tales casos son las empleadas por Luis Felipe Rodríguez en su novela «Ciénaga», de la cual transcribe Ud. algunos pasajes en la pág. 91» (483). ¿Cómo iba a saber un dialectólogo sin conocimiento directo del fenómeno en Cuba que las palabras de Padrón, estudioso cubano algo improvisado, no eran más que unas afirmaciones hechas al correr de la pluma, sin observación ni análisis previo y llenas de inexactitudes? 3 Henríquez Ureña (1940), 49. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 153 FLORIDA SAN JERÓNIMO ALTAGRACIA CAMAGÜEY VERTIENTES Río San VISTA HERMOSA CONTRAMAESTRE Pedro Mapa 2 Más adelante, Lapesa (1949), apoyado en el mapa de Tiscornia y en las palabras de Kany, trae la existencia del voseo «en una pequeña parte de Cuba». Zamora Vicente (1960) dice que «en Cuba quedan rastros muy ricos de voseo en una comarca pequeña al este de la isla (Camagüey, Bayamo y Manzanillo)» 4. La señora Vidal de Battini (1964 b) incluye a Cuba en su reciente mapa del voseo, conservando los mismos límites de Tiscornia y de Lapesa. Por último, José Pedro Roña (1964), al hablar de la zona 18 (Cuba y Puerto Rico), hace la salvedad de que «hay restos de un voseo del tipo A en el oriente de Cuba» 5. 2. Estas afirmaciones necesitan una revisión cuidadosa. 2.1 Atendiendo a la geografía del fenómeno, vemos que, según Pichardo —que había recorrido toda la isla por tierra y por mar—, en 1846 (en las ediciones posteriores Pichardo se limita a repetir este párrafo) había voseo en los alrededores de Camagüey y Bayamo. Y añade 4 El profesor Zamora Vicente ha corregido el pasaje en la segunda edición de Dialectología española (1967), 403 y nota 23, de acuerdo con la información de estos Nuevos datos. 5 El profesor Roña, en su esperada Geografía y morfología del voseo (1967), recoge los nuevos datos aportados por mi investigación de 1959, publicados en 1965. 154 HUMBERTO LÓPEZ MORALES en 1875: «Sin embargo, los progresos de la civilización en aquellos lugares van reduciendo ese lenguaje a un corto número del vulgo. En 1921, Henríquez Ureña dice que sólo hay voseo en Camagüey (obsérvese que en ningún momento apunta que no tenga datos recientes para Oriente como los que confiesa haberle proporcionado el papelito de Botti para Camagüey), y también consigna que «se va limitando cada vez más», según las palabras de su informante. Pero en 1940 el voseo no sólo ha recuperado sus antiguos dominios, sino que se encuentra también en Manzanillo. Hasta hoy no me ha sido posible averiguar el origen de esta última afirmación de Henríquez Ureña. Sabemos que estuvo en Cuba en varias ocasiones: 1904-5; marzo-junio de 1911, estos meses compartidos con una estancia en Santo Domingo; abril-noviembre de 1914, y quizá alguna otra vez, también por breve tiempo 6; pero todo parece indicar que no visitó el interior del país, ya que en 1921 no pudo valerse de experiencias personales con respecto al uso del vos. Tampoco pudo haberse apoyado para la adición de Manzanillo en la novela de Luis Felipe Rodríguez, pues las ediciones de Ciénaga no le fueron conocidas como a Kany. 2.2 Atendiendo a la estructura del fenómeno no es menor la confusión. Pichardo denuncia un voseo de tipo B 7: habís, tenis, y sólo da ejemplos de la segunda conjugación. A este tipo B se atiene Cuervo: «... sabis, tenis, y lo mismo se oye en parte de Cuba.» Pero Henríquez Ureña habla de un voseo «con matiz culto, acompañado comúnmente de os y de vuestro, sin la mezcolanza con te y tuyo». Vale decir: tenéis, habéis, etc., en expresiones como os tenéis que marchar a vuestra casa; en otras palabras, voseo del tipo A. ¿Por qué recoge para Cuba este tipo de voseo, después de confesar que «ninguno de los novelistas y costumbristas cubanos que ha leído recoge el vos (390, nota 3) y después de citar a Pichardo? Francamente no lo sé; pero es este último tipo de voseo del que habla Roña en 1964, claramente influido por Henríquez Ureña. 2.3 Se impone una última consideración del material acumulado hasta aquí; los ejemplos de Ciénaga. Luis Felipe Rodríguez nace en 1888 en un pequeño pueblo cercano a Manzanillo. Casi a los cincuenta años de edad publica esta novela, ampliación de la de 1923, La conju6 Cf. Roggiano, A. (1961). 7 Empleo los tipos de voseo propuestos por Roña (1964). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 155 ración de la ciénaga. A poco que se lean unos cuantos capítulos puede verse que el lenguaje de los campesinos es enteramente convencional, tanto en el uso del vos como en las características fonéticas con que el autor trata de presentar el habla de los guajiros. En la media docena de personajes que vosean no hay la menor sistematización, como es de esperar en una lengua fabricada. Se conoce que Rodríguez quiso dar un lenguaje pintoresco y arrusticado, y para ello recurrió —entre otras cosas— a revivir el arcaísmo que en su juventud debió escuchar a los más viejos. De acuerdo con el material de la novela, el escenario de este relato no puede ser considerado como zona de voseo: son pocos los viejos que vosean, y los que vosean no son todos viejos, lo cual es ya un absurdo lingüístico, sin considerar que en las mismas circunstancias todos los personajes alternan voseo y tuteo indiscriminadamente. Poner voseo en boca de un representante de la República, por muy populachero que éste sea, es ya demasiado. SALADO GUAMO CAUTO DEL PASO Río Cauto CAUTO CAUTO EMBARCADERO JIGUANÍ BAYAMO MANZANILLO CAMPECHUELA CALIC ITO VEGUITAS STA. RITA YARA GUISA ZARZAL BAIRE SAN RAMÓN Mapa 3 3. Teniendo en cuenta algunas de estas consideraciones, me propuse, en septiembre de 1959, realizar una investigación sobre el voseo en 156 HUMBERTO LÓPEZ MORALES el oriente de Cuba. Fue una encuesta directa en Camagüey, Bayamo y Manzanillo y sus alrededores, en áreas cuyo radio oscilaba entre los 30 y los 70 kilómetros (Vid. mapas 2 y 3). Además de un cuestionario sencillísimo, utilicé el diálogo espontáneo en todos los casos, sin tomar en consideración la primera parte del mismo, que naturalmente casi nunca era todo lo espontáneo que necesitaba. De las 153 personas entrevistadas entonces, el 67 por 100 pertenecía al sexo masculino y el 33 por 100 al femenino; sólo seis eran menores de cuarenta años, pero mayores de treinta y uno; un poco menos de las dos terceras partes carecía de educación escolar; pero ninguno de los sujetos había pasado del cuarto grado de la escuela primaria. La investigación arrojó sistemáticamente la ausencia de voseo de ningún tipo. De mis entrevistados, aun los de mayor edad (entre 69 y 71), nadie fue capaz de seguir un simple ejercicio de sustitución con os, y un 40 por 100 aproximadamente recibió con extrañeza modelos como vuestro bohío, vuestra siembra. A finales de marzo de 1964 recibí los dos tomos de Presente y futuro de la lengua española. Allí encontré dos trabajos, donde utilizando la información tradicional se colocaba al oriente de Cuba dentro de la zona de voseo. Las monografías de la señora Vidal de Battini y del profesor Roña, ambas de magnífica calidad, me comprometieron a ordenar y clasificar mis datos sobre el voseo, recogidos en el 59. No creo que el resultado de esta investigación deba tomarse como definitiva hasta que puedan ser estudiadas las zonas del sur de Vertientes y Contramaestre, en Camagüey, y las del oeste de Guamo y Cauto, en Oriente. No es de sorprender que el voseo haya desaparecido de las regiones clásicas, ya que fueron éstas las que sufrieron transplantes de núcleos enteros de población rural con las vicisitudes de las guerras de independencia, y las que mayores beneficios —dado su aislamiento anterior— han recibido con el crecimiento constante de las comunicaciones en la época republicana. El español de Cuba: situación bibliográfica 1 0. Los estudios sobre el español de Cuba presentan una situación bien paradójica. En 1836, cuando para el español de América sólo se contaba con las ya viejas observaciones de los cronistas, unos pocos datos marginales, entresacados de gramáticas y vocabularios de lenguas indígenas, y comentarios de algún viajero curioso, se publica en Matanzas el Diccionario provincial de voces cubanas, de Esteban Pichardo. Esta semilla, nueva entonces en América 2, dio sus frutos en Cuba, y otros diccionarios, glosarios, catauros, vocabularios, etc., salieron casi ininterrumpidamente hasta los alrededores del año 30, en que, salvo excepciones, estas colectas léxicas quedaron detenidas. Fuera de este tipo de trabajo, los estudiosos cubanos mismos no parecieron muy interesados en otros aspectos de la lengua, como no fuera discutir etimologías —muchas veces peregrinas— o señalar de paso y apresuradamente algunos rasgos fonéticos. En los últimos años la bibliografía sobre temas lingüísticos cubanos ha decrecido notablemente, tanto que el conocimiento que el dialectólogo puede tener hoy sobre el español de Cuba es, en el mejor de los casos, de venerable antigüedad. No sorprende entonces encontrarnos muy significativas deficiencias de información en valiosas investigaciones dialectales; a veces 1 Comunicación leída ante la Comisión de Lingüística y Dialectología Hispanoamericana durante la celebración del V Congreso del Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI), celebrado en São Paulo del 9 al 14 de enero de 1969. 2 Antes de Pichardo, Mayáns, en sus Orígenes de la lengua española (1737), había agrupado las «voces americanas y de germanía» [!] que encontró en el castellano peninsular, y Alcedo (1786-9), en un trabajo mucho más ambicioso, había dado entrada en su Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales a numerosas «voces provinciales de la América». Pero estas obras no se escriben en América y son de enfoque general. Aun después de Pichardo, hay que esperar a 1882 para ver aparecer los primeros tomos de E. Busto (1882-6), pero esta obra no es, en rigor, un diccionario de mejicanismos, sino una especie de enciclopedia léxica del mundo hispánico, que quedó además inconclusa. El Diccionario de Macías sale por primera vez en 1885. 157 158 HUMBERTO LÓPEZ MORALES porque se ha utilizado al decimonónico Pichardo como fuente única, en otros casos porque se ha dado crédito científico a trabajos más recientes, pero preparados por entusiasmos de aficionado 3. Esta breve introducción nos lleva de la mano a contemplar el panorama: Cuba, que primero en América contó con un estudio sobre un aspecto de su lengua, es hoy una de las áreas lingüísticas americanas más insuficientemente conocidas 4. 0.1 Las bibliografías cubanas sobre materia lingüística son tres, si exceptuamos el trabajo inaugural de Bachiller y Morales (1885) 5. 0.11 «El movimiento lingüístico en Cuba», de Dihigo (1916), es una revisión muy completa de la labor lingüística llevada a cabo en el 3 Revisando las bibliografías de los tomos de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana (1930-49), encuentro que, con excepción de las obras de Pedro Henríquez Ureña, la fuente de información para el español de Cuba es el Pichardo, afirmación que puede extenderse también a algunos trabajos de geolingüística de Amado Alonso. El DCELC de Corominas es obra de excepción, pues trae, como fuentes lexicográficas para Cuba, además de Pichardo, a Bachiller y Morales (1883), Suárez (1921), Ortiz (1923 c, 1924 c) y Martínez Moles (1928). 4 En el «Bosquejo histórico de la filología hispanoamericana», de G. L. Guitarte (1965), no se menciona ni un solo estudio sobre Cuba; es cierto que se trata de un brevísimo panorama, donde tampoco han tenido cabida trabajos importantes sobre otras áreas americanas. Entre los trabajos del volumen IV de la serie Current Trends in Linguistics, dedicado a Ibero-American and Caribbean Linguistics (1968), Coşeriu no hace mención de los estudios sobre Cuba; Lope Blanch cita a Pichardo, Dihigo (1928-46), Rodríguez Herrera (1952-3, 1954-5, 1958-9), A. F. Padrón (1948, 1949 a, 1949 b, 1951), N. Almendros (1958); Malkiel menciona a Pichardo, Perdomo (1940) y Rodríguez Herrera (1954-5). En los trabajos de objetivos más específicos del mismo volumen, Erica García habla de Almendros (1958) y de Padrón (1938); F. A. Martínez cita a Pichardo y a Vivanco (1956-58). Es también significativo que en el I Congreso de Instituciones Hispánicas, cuyas ponencias y recomendaciones fueron recogidas en los dos volúmenes de Presente y futuro de la lengua española (1964), no haya un solo trabajo sobre Cuba. 5 En esta bibliografía se reseñan las siguientes obras: Diccionario filológico comparado de la lengua castellana, de M. Calandrelli (Buenos Aires, 1882); el Diccionario cubano-etimológico, de J. M. Macías (Veracruz, 1885); las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, cuarta edición, notablemente aumentada, de R. J. Cuervo (Chartres, 1885); Elementos latinos del español, sinopsis de las lecciones dadas en la clase de raíces del colegio preparatorio de Veracruz, de J. M. Macías (Veracruz, 1884), y el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, de R. J. Cuervo (Paris, 1884) (Cuaderno de muestra). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 159 país hasta 1916. El concepto de labor lingüística que inspira el trabajo está tomado en un sentido muy amplio, por lo que se da entrada a gramáticas y otros textos escolares (cuadernos de ejercicios de latín y griego, paradigmas, vocabularios, etc.), traducciones, principalmente de lenguas clásicas, y de cuanta actividad tuviese algo en común con la investigación lingüística. Los trabajos dedicados al español de Cuba y a las lenguas prehispánicas habladas en la isla están recogidos en la sección «El idioma primitivo y los provincialismos» (328-39), donde Dihigo ofrece información relevante, pero acompañada de juicios críticos muy mediatizados por el afecto personal que le unía a varios de los autores cuyas obras comenta. 0.12 El discurso de ingreso a la Academia Cubana de la Lengua de Alfredo F. Padrón (1961), «Dicccionaristas de cubanismos», recogido después en el BACL, no es —lamentablemente— más que un imperfecto recuento hecho con el modesto nivel científico que siempre caracterizó el trabajo del autor. 0.13 Por último, el ensayo histórico y bibliográfico de Francisco M. Mota (1968) titulado La lingüística en Cuba (1868-1968), sexto trabajo de la serie «Cien años de lucha. Cien años de ciencia», que publica la Academia de Ciencias de Cuba. La bibliografía trae 382 números ordenados cronológicamente, aunque un índice onomástico ayuda —a pesar de sus numerosos errores— en la búsqueda por autores. El material es amplio y heterogéneo, pues se ha seguido el viejo criterio de Dihigo y se ha dado entrada a cuanto trabajo se ha encontrado (y aun a aquellos de los que el autor sólo tiene referencias lejanas e inseguras), independientemente de su solvencia científica y sin el enjuiciamiento crítico necesario. El ensayo que abre el folleto divide la materia en los siguientes apartados: «el latín, el griego, el sánscrito, lenguas semitas, lenguas orientales, el francés, el italiano, el alemán, el inglés, las lenguas eslavas, las lenguas africanas, lenguas aborígenes, el estudio del español, los gramáticos, la prosodia y la ortografía, la sintaxis, la filología y la lingüística, la lexicología y la semántica, la onomatología y la etimología, la fonética, los diccionaristas, los cubanismos [y] los instrumentos bibliográficos». Tras leer esta clasificación, que parece sacada de un manual del siglo XVIII, ya no es necesario que el autor nos confiese que es uno de los «pocos —y en muchos casos improvisado— 160 HUMBERTO LÓPEZ MORALES trabajadores» de esta disciplina. Las consideraciones críticas que se hacen a lo largo de este «ensayo», el extraño panorama de la lingüística general en que el autor parece moverse, y su examen de las causas motivadoras del «subdesarrollo» de la lingüística en Cuba, son de un infantilismo aterrador; por lo demás, la información bibliográfica en sí es deshilvanada y los criterios selectivos denuncian una ingenuidad lingüística muy desbordada. Cf. mi reseña en RIB, para errores, falsas interpretaciones y omisiones de esta bibliografía. 1. Cualquier comentario de la labor lingüística sobre Cuba parece obligado a comenzar por los estudios léxicos. 1.1 Dejando a un lado las anotaciones anteriores a Pichardo sobre vocabulario de la isla 6, ocupa un primer lugar indiscutido su Diccionario provincial de voces cubanas. A la primera edición sucedieron las de 1849, 1862 y 1875, todas ellas notablemente enriquecidas 7: el pri6 Cf. supra, «Contribución a la historia de la lexicografía en Cuba: observaciones pre-pichardianas», 101-118. 7 El Diccionario ha sido reeditado hace unos pocos años: Pichardo Novísimo o Diccionario provincial casi-razonado de vozes y frases cubanas, novísima edición, corregida y ampliamente anotada por Esteban Rodríguez Herrera (1953). Este es uno de los poquísimos casos, como bien anota Malkiel (1968, 181), en que un trabajo lexicográfico antiguo recibe la atención de una edición moderna. El Pichardo Novísimo lleva un prólogo con información biográfica sobre Pichardo y unos comentarios algo desarticulados y caducos sobre el Diccionario, sus materiales y sus formas gráficas. Tanto el prólogo como las anotaciones tienen un tono científico muy limitado. De un editor moderno se hubiera esperado: a) una revisión sistemática y cuidadosa de todas las críticas y comentarios hechos sobre el Diccionario; b) estudio y jerarquización de a; c) análisis, a la luz de la lingüística moderna, de todos los artículos del Diccionario, determinando lo relativo a (i) la etimología, (ii) la sustancia semántica, (iii) la distribución vertical (niveles socioculturales), y (iv) la distribución horizontal (alcance geolingüístico). Con esto Rodríguez Herrera hubiera hecho un servicio útil a la dialectología, actualizando las observaciones de Pichardo. En lugar de este mínimo necesario, el editor deja sin tocar muchísimos artículos, a otros se contenta con añadirles alguna ‘autoridad’ o con indicar, a veces, «es anticuado», sin especificación alguna; suele extenderse en consideraciones ociosas sin relevancia lingüística o en observaciones «novísimas», como que algunos términos que Pichardo consideró «corrompidos» son, en realidad, arcaísmos conservados, generalmente en áreas rurales. El Diccionario hubiera merecido un tratamiento más inteligente; pero esta edición tiene, al menos, la ventaja de hacer accesible a muchos el texto de Pichardo. Cf. la elogiosa reseña de Chacón y Calvo, BACL, II (1953), 111-2. La reseña de M. P. González, NRFH, IX (1955), 169-70, es también muy ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 161 mer prólogo, de sólo dos páginas, se multiplicó hasta diecinueve, y el mismo cuerpo léxico del Diccionario dio cabida a nuevas entradas y acepciones. Como obra de su tiempo, el Diccionario delata un criterio híbrido: hay consideraciones etimológicas unas veces, diversas indicaciones geo-semánticas otras, no faltan observaciones impresionistas del uso, según niveles socioculturales, ni contrastes con elementos léxicos peninsulares. Nada que pueda reprochársele a un lexicógrafo de principios del siglo XIX, y menos a Pichardo, que fue hombre esencialmente dedicado a otras cuestiones 8. A pesar de que algunas etimologías han sido rectificadas y que otros varios juicios están todavía sujetos a revisión, el balance de un estudio detenido del material del Diccionario es muy positivo, como algún día se verá. Tras Pichardo, el Diccionario cubano, etimológico, critico, razonado y comprensivo, de José Miguel Macías 9 (1885), es la primera de nuestras colecciones de cubanismos. La obra incorpora, a veces críticamente, el Diccionario provincial de voces cubanas, el Diccionario geográfico, estadístico é histórico de la Isla dé Cuba, de Jacobo de la Pezuela (1863-66), y los vocabularios de Juan Ignacio de Armas (1882) y de Antonio Bachiller y Morales (1883). Inspirado básicamente en las ideas de Armas toma una postura anti-indigenista tan extremosa que le lleva a decir: «... lo que se habla [en toda América] es castellano, no son lenguas indígenas, sino castellances; esto es, romances corrompidos.» Y más adelante, en el mismo prólogo: «Las voces americanas que se entusiasta, aunque al final se lamenta de que el editor no haya puesto al día el Diccionario con las adiciones necesarias. 8 Abogado, poeta, novelista, autor de un arte poético, recopilador de corpus jurídicos, pero por sobre todo geógrafo. Jacobo de la Pezuela, amigo y biógrafo de Pichardo, dice que fueron siempre las ciencias las que constituyeron su verdadera vocación. Pichardo recorrió la isla varias veces de un extremo a otro en busca, principalmente, de datos topográficos; producto de estas investigaciones son: Itinerario general de la isla, los cuatro tomos de su inacabada Geografía de la isla de Cuba y su Gran carta geográfica de Cuba, considerada por los geógrafos de su tiempo como trabajo excepcionalmente notable. 9 Profesor, periodista, escritor didáctico, de vida inquieta y azarosa; la situación política de la isla le llevó al exilio veracruzano, donde preparó casi todo el material de su Diccionario. Fue el más fanático de los defensores del anti-indigenismo lingüístico: son famosas sus polémicas con Bachiller y Morales, a quien trata, sin embargo, de «egregio y sabio maestro», y las más virulentas con el periódico La Nueva Iberia. Dihigo (1916, 330-1), ofrece de Macías un juicio amistoso y muy consecuente. 162 HUMBERTO LÓPEZ MORALES reputan de origen indio hasta por la misma Academia de la Lengua, son todas —absolutamente todas— adulteraciones del español, salvo las procedentes del nahuatl o mexicano, del maya o yucateco, del quichua o peruano, o de alguno que otro idioma determinado.» Su Diccionario es, pues, un continuo rechazo del origen americano de términos, como ají, anón, batey, Caguaguán, guayacán, huracán, hutía, Jagua, Jagüey, yuca, papa, etc., para las que ofrece etimologías pintorescas y fantásticas, que limitan considerablemente el valor científico de la obra. Hasta a Fernando Ortiz, no muy versado en asuntos lingüísticos, le ha parecido obra marcadamente ridícula, a pesar de sus aciertos. En la primera mitad del siglo XX van a recopilarse en América muchos diccionarios de americanismos, tanto generales como regionales 10. En Cuba, los diccionarios de cubanismos que llegaron a publicarse son los de Suárez (1921), Ortiz (1923), Dihigo (1928-1946), Rodríguez Herrera (1959) y, en parte, Bustamante ( ?-l 948). El Vocabulario cubano, de Constantino Suárez (1921), fue concebido originalmente como un suplemento a la decimocuarta edición del Diccionario académico: trae 6.828 términos, 6.005 cubanismos, 513 americanismos y 310 términos comunes. Es un intento de recopilar el léxico cubano más característico, pero la base técnica poco sólida del autor, así como la metodología enteramente casual que empleó arrojan como resultado grandes lagunas en diferentes áreas léxicas 11. Un catauro de cubanismos. Apuntes lexicográficos, de Fernando Oritz (1923), tuvo una larga gestación a través de artículos y reseñas. Es obra asistemática y muy irregular, sin criterio de ningún tipo, ni siquiera el alfabético, para la organización de sus materiales. Los materiales 10 Para una visión de conjunto de los diccionarios de americanismos disponibles hasta comienzos del siglo XX, Cf. Lenz (1904); para los trabajos posteriores, Toro y Gisbert (1912) y Malaret (1940), además de las bibliografías generales. 11 La reseña de Ortiz, RBC, XVI (1921), 58-64, empieza con una defensa de C. Suárez, «El Españolito», al que aparentemente acusaban de «haber colocado palabras indecentes» en su Vocabulario [!]; después se lamenta de que, en cuanto al lenguaje hampesco, la obra no fuera tan exhaustiva y recomienda la consulta de Montori y de Castellanos para subsanar esa deficiencia. Invita a que en los registros de cubanismos se trate cuidadosamente lo relativo a la etimología y que se preste mayor atención a los vocablos afrocubanos. En general, sobre la obra de Suárez dice: «No dudamos en calificarla de recomendable.» ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 163 mismos son muy heterogéneos, algunos muy valiosos por lo informativos, pero demasiados artículos resultan lingüísticamente irrelevantes. A las deficiencias lexicográficas se une su improvisación en materia etimológica 12. El monumental Léxico cubano, de Dihigo (I, 1928, II, 1946), ha quedado interrumpido en sus principios (A-B). Es el único de los diccionarios de cubanismos que ha sido preparado conforme a un método coherente, si bien no del todo satisfactorio para las exigencias actuales. Dihigo trabajó exclusivamente con un corpus de lengua escrita, confeccionado con obras de la literatura costumbrista y popular, de aquí que el Léxico sea obra rica en ‘autoridades’, elemento que el autor consideraba de importancia sobresaliente. El Léxico es el mejor y más completo de esta clase de estudios: su caudal informativo, la presentación y revisión de conceptos aparecidos en los diccionarios y trabajos anteriores (Pichardo, Poey, Macías, Gómez de la Maza, de la Torre, Arboleya, Gundlach, Zayas, Suárez) lo convierten en un verdadero tesoro de cubanismos 13. El Léxico mayor, de E. Rodríguez Herrera (1959), no es en rigor un diccionario de cubanismos; sus dos volúmenes recogen palabras y acepciones usuales en Cuba, por lo que aparecen igualmente elementos autóctonos y exóticos, pero de arraigo en la isla. Es trabajo 12 Cf. Corominas, DCELC, I, LI-II. El profesor Nicolás Farray, ahora en la Universidad de Costa Rica, me informa que la Universidad de La Habana ha hecho una nueva edición del Catauro, en la que los artículos —por fin— han sido ordenados alfabéticamente, y hasta se le han añadido a unos pocos algunas «novedades», como que amarrar es de origen marinero. No conozco ejemplares de esta segunda edición. 13 Cf. la entusiasta reseña de Chacón y Calvo, BACL, I (1952), 28-34. El resto del Léxico (C-Z) se conserva en 18, 171 fichas depositadas en la Academia Cubana de la Lengua. Por los tres trabajos de Dihigo que aquí comentamos no se tendrá una idea exacta de la significación e importancia de su obra. Desde sus cátedras de Lingüística y Filología Clásica de la Universidad de La Habana, Dihigo fue el verdadero director y orientador de la cultura lingüística en Cuba durante los primeros cuarenta años de este siglo. Desde las páginas de la RFLC comentó y analizó los trabajos de Bréal, Hatzidakis, Meillet, Meyer-Lübke, Rousselot, de Saussure, y cuanta actividad lingüística importante se desarrollaba por entonces. Junto a sus trabajos eruditos, dedicó gran parte de su tiempo a la divulgación de temas lingüísticos, como aquel ciclo de conferencias sobre el español de América que dictó para los obreros de las escuelas nocturnas. Entre libros, artículos, reseñas, consultas y conferencias, la imponente bibliografía de Dihigo consta de 816 títulos, en los que trata de griego, latín, árabe, catalán, francés, inglés, italiano, filología clásica, arte, literatura e historia. Cf. E. Dihigo (1964). 164 HUMBERTO LÓPEZ MORALES de observación personal que intenta ser una especie de léxico básico; resulta apreciable como resumen general, pero igual que en el Léxico de Dihigo, la descripción está constantemente viciada por consideraciones normativas. Coexisten las etimologías con observaciones de semántica y hasta fonología diacrónica, pero hechas a un nivel muy elemental 14. La Enciclopedia popular cubana, de C. J. Bustamente (?-1948), es obra de síntesis. Se ocupa de afrocubanismos, cubanismos, indigenismos y provincialismos junto a agricultura, artes, biografías, botánica, ciencias, comercio, comunicaciones, diplomacia, docencia, estadística, folklore, geografía, geología, historia, industria, legislación, literatura, mineralogía, mitología y zoología. La Enciclopedia hace uso de trabajos especializados; desde un punto de vista estrictamente lingüístico carece de mayor interés 15. 1.2 Entre los estudios léxicos de menor extensión habría que consignar algunos artículos de Fernando Ortiz (1923 a, 1924 a, 1926 a, 1926 b) que no entraron entre los materiales del Catauro 16, y las recolecciones ametódicas y llenas de observaciones, un tanto pueriles, de Juan Marinello (1926, 1927, 1928). 1.3 El estudio de los cubanismos también ha sido hecho atendiendo a algún aspecto específico del universo léxico: hay monografías y vocabularios sobre (i) botánica, (ii) onomatología, (iii) sistema monetario, (iv) ornitología, (v) economía, (vi) jurisprudencia, (vii) asuntos marítimos y pesqueros, (viii) industrias del tabaco, (ix) de la construcción, (x) de jabones, detergentes, glicerina, perfumes y cosméticos, y (xi) sobre el mundo de la marihuana 17; todos estos trabajos son ricos en 14 Véase la amistosa reseña de J. M. Chacón y Calvo, BACL, VII (1958), 182-4. J. M. Lope Blanch (1968 b), 74, dice: «A veces las explicaciones que ofrece sobre el origen y evolución de las voces cubanas no están bien fundadas y resultan discutibles.» 15 El Diccionario de observaciones criticas sobre el lenguaje de escritores cubanos (1912), de Ramos Duarte, no es absolutamente léxico, sino también morfológico y sintáctico, lo que no deja de añadir cierta originalidad a este tipo de trabajo, por lo demás, muy preocupado en establecer normas de corrección idiomática; su interés es principalmente histórico, pues sus consideraciones están basadas en principios muy caducos. 16 El Catauro salió primero, en forma de artículos, en la RBC: XVI (1921), 51-7, 65-75, 129-57, 201-32, 262-94, 328-53; y XVII (1922), 17-55, 87-106, 150-65, 209-31, 295-314; y conservó la misma estructura en su publicación de 1923 17 (i) Poey (1856), Griesebach (1866), Gómez de la Maza (1889, 1914), Roig Mesa ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 165 información, pero exigen —como es de esperar— una consulta cuidadosa dada la disparidad de criterios, de épocas, de finalidad de las obras mismas y de formación profesional de sus autores. 1.4 El único trabajo lexicográfico sobre materiales acotados en un plano diatópico es el voluminoso Vocabulario espirituano, de Martínez Moles 18 (1928). Ha sido hecho con un criterio exhaustivo, por lo que da entrada a cientos de términos que son norma léxica en toda Cuba y fuera de ella, y no sólo en Sacti Spiritu. Los términos se ordenan alfabéticamente, pero no hay consideraciones marginales 19. 1.5 En cuanto a las lenguas prehispánicas 20, los estudios deberían haber seguido dos direcciones: (i) investigaciones de los dialectos indígenas, por una parte, y (ii) influencia de éstos sobre la norma cubana; pero lo cierto es que, sin excepciones, los trabajos hechos hasta el momento mezclan en forma indiscriminada ambas cuestiones. Con respecto a (i), la penuria documental no permite afirmar nada en términos categóricos. Atendiendo a la transcripción de la frase taína, que trae Las Casas 21, pudiera conjeturarse que, en el plano morfológico, los formantes constitutivos tenían una distribución condicionada en el decurso, que su ordenamiento era relevante semánticamente, y en (1928), Alain y León (1951-3); (ii) Ramos Duarte (1905); (iii) Portell-Vilá (1927); (iv) Gundlach (1893); (v) Riccardi (1958); (vi) Rodríguez Herrera (1942); (vii) Masden (1943), Sánchez Roig (1952); (viii) Perdomo (1940), Coult (1952); (ix) Guiral Moreno (1908); (x) Boehme (1959); (xi) Sobrado (1943). Véase la reseña del libro de Perdomo hecha por Amado Alonso en la RFH, IV (1942), 390-2; el tono es muy consecuente; sin embargo, los reparos de Malkiel —(1968), 186, nota 55— son muy justificados. 18 Senador de la República y estudioso del folklore de su Sancti Spiritu natal. Fundó en 1926 la revista Contribución al Folklore, de la que sólo llegó a publicarse el primer tomo (hasta donde llegan mis noticias), con trabajos sobre historia y regionalismos de Sancti Spiritu; también catalogó y estudió las colecciones de periódicos de la Biblioteca municipal de su ciudad. Cf. Martínez Moles (1930). Se comprenderá ahora mejor que el Vocabulario sea más una obra de devoción que de lingüística. Corominas, DCELC, I, XLIX, lo califica generosamente de «rico y espontáneo». 19 También se han hecho estudios de etimología y semántica de elementos léxicos aislados: pringar, mambí, criollo y chévere. Cf. Ortiz (1926 a), Martín (1944) y Arrom (1951,1966). 20 Desde un punto de vista arqueológico, las indoculturas cubanas han sido muy estudiadas y la bibliografía es amplia. Cf. supra, 28-31. 21 Cf. supra 19 y nota 3. 166 HUMBERTO LÓPEZ MORALES el plano fonológico, que el acento —al parecer de intensidad— era marca distintiva. Pero esto es sólo conjetura. Tampoco en cuanto a lo semántico parece que pueda ahondarse demasiado 22. Esta situación ha propiciado el que muchos autores hayan dado en ejercitar su imaginación a costa de estos núcleos lingüísticos prehispánicos. Así la obra más característica por lo disparatada de Fort Roldán (1881), seguida de cerca por el delirio de Armas (1882), por el 22 Según Las Casas: «...Una provincia (...) se llama Cubanacán, cuasi en medio de Cuba, porque nacán quiere decir en la lengua destas islas medio o en medio, y así componían este nombre Cubanacán, de Cuba y nacán.» Y otros pocos ejemplos como éste. Pero quizá esta observación no sea del todo exacta, pues es posible que nacán sea a su vez un compuesto de dos morfemas, dada la frecuencia del formante na en los topónimos conservados (Guanabacoa, Tinama, Chipiona, Habana, Aguainama, Canabacoa, Caonao, etc.). Formalmente, es también posible aislar los morfemas: gua (Bacumagua, Managuato, Yaguarí, Sagua, Guajay, Guamacaro), co (Sisuagaco, Guajumico), ne (Guane, Guaney), re (Guareira), ra (Guara, Guaraguasi, Jaragua), ni (Guanimar, Guatiguanico, Camajuaní), no (Higuanojo, Turiguano), ya (Guayananes, Guacanayabo, Cuyaguateje); pero sin lengua viva ni textos más amplios, el análisis no puede llegar a establecer una nómina de morfemas, y menos su sistema distributivo. Todos los intentos de explicación semántica de estos formantes parecen gratuitos; el único testimonio antiguo es el de P. Martyr de Anghiera, que dice que gua es artículo determinado: ‘el que es’ o ‘este que es’. Bachiller y Morales repite esta información al analizar el término guaranis —entre otros—, que explica como compuesto de gua, artículo, y arami, «corrupción de Arián» [?]. Navarro Tomás (1966), 183, recoge la atribución en términos muy generales. Zayas (1914), xxii, la acepta en parte: «El cacique de la provincia de la Habana se llamaba Habaguanex, ‘el que es de la Habana’, y el de Yacayo, Yaguacayex, ‘el que es de Yacayo’»; pero rechaza tal función en otros términos. Cf. Taylor (1953 a). Para Pichardo, la terminación agua tenía idéntico contenido semántico al español. Zayas (1892), 33-4, y (1914 a), xxi-iv, tras estudiar una buena cantidad de elementos léxicos, ofrece algunas hipótesis semánticas: ari, ‘río’ o ‘cosa que al río se refiere’, porque aparece con bastante frecuencia en nombres de ríos (Arimao, Mayarí), crustáceos (cayari) y peces de agua dulce (manjuarí); pero hay una larga lista de nombres de ríos sin este morfema (Ay, Azimo, Bacajama, Baconao, Bacunagua, Bacunayagua, Cauto, para citar sólo unos pocos); Navarro Tomás (1966), 183, encuentra que en nombres de ríos el morfema de mayor frecuencia en Puerto Rico es bon. Según Zayas, abo indica «pluralidad de individuos de una misma especie o abundancia de lo designado»; así, de caoba, Caobabo; de jiquí, Jiquiabo; de guano, Guanabo; de majagua, Majaguabo; de caona, Caonabo. Para indicar ‘estado’, condición de una persona o cosa: ato (cynato, ‘el que está airado’; manicato, ‘el que está animoso’; ciguato, ‘el que está enfermo’; jupato, ‘el que está aguachento’, etc.). ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 167 absurdo más obvio de las explicaciones semánticas de Macías 23 (1885) y por la tesis, sencillamente increíble, de Pérez Beato, que en 1942 pensaba que los conquistadores y colonizadores que llegaron a Cuba —y a las Antillas en general— no hablaban sino «la aljamia hablada en Granada y Málaga»; de aquí que derroche sus etimologías árabes para explicar cuanto indigenismo cayó en sus manos: caribe vendrá de kerib, ‘vecino’; ajiaco de axiaj, ‘reunión o junta’; los topónimos Gibara y Jibacoa —regiones montañosas— de geb, ‘monte’, y así sucesivamente. Paralelamente a esta cómica corriente anti-indigenista se habían desarrollado estudios más sensatos. Desde 1800, Bachiller y Morales 24, con todas las limitaciones de época esperables, acomete la tarea de estudiar la Cuba primitiva, donde abundan las observaciones sobre las lenguas pre-hispánicas; al final de la obra se incluyen listas de palabras indias. Mucho más adelante aparece la Lexicografía antillana, de Alfredo Zayas (1914). No es obra de rigor científico, pero aquí la fantasía aparece en menores dosis. Zayas creía en la posibilidad de reconstruir 23 Véanse, a manera de ejemplos, un par de sus etimologías: Para Armas, patata «procede del arábigo bad, ‘piedra’, más la desinencia burlesca -ata, como de cosa, cosiata, que todavía se usa en tierra firme como término despreciativo. Es voz castellana de uso antiguo en España (...); se lee en un refrán de la colección del Comendador Griego publicada en 1555: ‘Más valen dos bocados de vaca que siete de patata’ ». Sin comentarios. No menos curiosa es la etimología de Macías para yuca, pues la hace derivar de una variante * suca, del latín juca, de donde resulta que suca ( ~ yuca) es peyorativo de suco, ‘jugo’. Estas etimologías fueron muy pronto rebatidas por Bachiller y Morales (1882), E. J. Varona (1885) y por Ramos Duarte (1893, 1919). Sin embargo, no se haría justicia a la figura de J. I. de Armas si sólo presentáramos estos excesos. Armas trabajó también en otros campos de la cultura, y en el plano lingüístico (1882) se le debe la primera clasificación de Hispanoamérica en zonas dialectales, que más tarde tomara y ampliara P. Henríquez Ureña, cosa que suele olvidarse con injusta frecuencia. Claro que ambos intentos sólo tienen hoy un valor histórico. 24 Bachiller y Morales fue abogado, hombre público y trabajador incansable. Para tener una idea de la amplitud temática de sus investigaciones, léanse los siguientes títulos: Memoria sobre el libre tráfico del tabaco en rama, Apuntes para la historia de las letras [en Cuba], Cuba primitiva, Estudio sobre los filósofos italianos contemporáneos, Elementos para la filosofía del derecho, La educación pública en los Estados Unidos. Por sus trabajos bibliográficos ha sido llamado «el padre de la bibliografía cubana». Es de notar que fue Bachiller y Morales quien hizo la primera bibliografía en América sobre el español hablado en el Nuevo Mundo («El castellano en América: bibliografía americana», RC, II (1885), 276-83). 168 HUMBERTO LÓPEZ MORALES la lengua india antillana, tanto su gramática como su léxico, y aquí adelanta algunas observaciones sobre su morfología, que no parecen del todo desatinadas 25. Ramos Duarte es quizá el hombre que más tiempo de su vida ha consagrado al estudio de lo indígena. En sus Orígenes del lenguaje cubano (1892) había rechazado las conclusiones de Armas, y en 1919 comenta críticamente algunas etimologías propuestas por Pichardo, de la Torre, Fort, Armas, Macías, Bachiller y Morales, Zayas y Montori; pero la gran obra de su vida fue el Diccionario yucayo, que constaba de 6.000 artículos y 1.000 ilustraciones. Se ha conservado sólo el manuscrito de la primera parte (A-M) y algunas pocas muestras impresas. Los que conocieron el manuscrito emitieron juicios muy laudatorios, pero en opinión de Fernando Ortiz la importancia del Diccionario yucayo descansa más bien en la gran acumulación de datos, y añade: «Por lealtad intelectual debemos hacer constar que el crédito científico de los trabajos de Ramos Duarte no es brillante. Son obra de paciencia desdichada, de labor mal invertida, de erudición atropellada, de conocimientos incompletos, de fantasía infrenada, de entusiasmos sobreconsentidos» 26. Más recientemente encontramos los trabajos lexicográfi25 Cf. la crítica de Dihigo (1916), 331-3, donde se le reprocha severamente su poca base de lingüística diacrónica española y sus deficiencias técnicas de lexicógrafo. Sin embargo, convendría reparar en que algunas de sus hipótesis son teóricamente muy aceptables desde un punto de vista lingüístico. Si bien es verdad que su análisis morfológico está hecho siempre en función semántica y es algo endeble, la idea de que el acento tuviera función contrastiva en estos dialectos no carece de fundamento, pero está muy pobremente documentada (macana, ‘garrote’ o ‘instrumento para dar muerte’ / macaná, ‘acción de matar’). Lo mismo ocurre en cuanto a la relevancia de las metátesis de formantes (manaca, ‘madera de la palmera’ / macana, ‘garrote hecho de manaca’). Lo más notable es que toda esta labor de minucioso estudio fuera llevada a cabo en medio de ajetreos de una vida pública que se hizo más activa después de la independencia, cuando llegó a desempeñar los cargos de senador, vice-presidente y presidente de la nación. La segunda edición de la Lexicografía, corregida y ampliada, se publica en 1931, dos años después de haber abandonado la Presidencia. Para una valoración de su obra literaria Cf. Silva M. Céspedes Ponce (1949). 26 En el artículo de M. I. Mesa Rodríguez, «Félix Ramos y Duarte y el Diccionario Yucayo» (1950), encontrará el lector una presentación del Diccionario escrita por el mismo Ramos Duarte, la muestra de algún artículo y ciertas opiniones muy favorables, más la citada de Ortiz. En las páginas 190-206 se copia el título de las 212 obras que sirvieron de fuente bibliográfica para la confección del Diccionario. Mesa Rodríguez ofrece también una biografía sucinta del autor, como parte de este trabajo que acom- ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 169 cos de otro entusiasta aficionado. El lenguaje de los indios de Cuba, de Julián Vivanco (1946), es una lista alfabética de indigenismos; su Diccionario americanista (1956-58) sigue la misma técnica en cuanto a presentar sólo las equivalencias semánticas. No trae prólogo ni especificaciones, ni siquiera —como Zayas— el de los núcleos lingüísticos de procedencia; en cambio, en algunos momentos aislados se extiende en la narración de leyendas y en la consideración de ciertos elementos mitológicos. Parte de las graves omisiones señaladas se suplen en otros lugares, y aquí sus teorías resultan muy discutibles 27. 1.6 Los afronegrismos cuentan con una bibliografía relativamente amplia donde descuella el nombre de Fernando Ortiz 28, seguido muy de lejos por Mesa Rodríguez, Nascentes, Castellanos, Larrazábal, Beceo y D’Alburquerque. Ortiz ha dedicado muchos años de su vida a estudiar las culturas negras de Cuba, y con ello los afronegrismos a través del lenguaje de las comparsas, de la economía política, de la toponimia, de la culinaria, de los juegos infantiles, etc., material que ha recopilado y ampliado en su conocido Glosario de afronegrismos. El Glosario es un vivo ejemplo de trabajo de aficionado donde la técnica lexicográfica está suplida por un constante interés en el tema y donde la formación lingüística se compensa con su amoroso apego al trabajo. El Glosario, pañaba a una gestión que hizo ante la Junta Nacional de Arqueología y Etnografía para conseguir —ya muerto Ramos Duarte— la publicación del manuscrito conservado: las gestiones fueron infructuosas. Además de la obra sobre Cuba, Ramos Duarte escribió durante su exilio en Méjico un Diccionario de mexicanismos (1896), elogiosamente enjuiciado por A. Malaret, IL, II (1934), 357-8. 27 Vivanco (1952, 1953). 28 Abogado, fiscal de la Audiencia, profesor de Economía política, Hacienda y Derecho constitucional en la Facultad de Derecho, y de Etnografía en la Escuela de Verano de la misma Universidad de La Habana. Fundador de la Sociedad del Folklore Cubano, la Sociedad de Estudios Afrocubanos y la Institución Hispanocubana de Cultura. Dirigió durante muchos años la RBC, fundó los AFC, los EAF y el mensuario Ultra. Ha dirigido la publicación de varias colecciones de libros cubanos; ha traducido y reeditado importantes obras de arqueología y etnografía. La bibliografía de Ortiz es imponente, pues escribió sobre las materias más diversas con resultados muy desiguales, como era de esperar; aunque su obra —y no sólo en el aspecto lingüístico— necesita de una revisión a fondo para poder ser utilizada, su contribución a la cultura de su tiempo fue muy estimable. Cf. Le Riverend (1966) para un enjuiciamiento crítico de su labor intelectual. Para la bibliografía de Ortiz Vid. Valle (1957) y Becerra (1957). 170 HUMBERTO LÓPEZ MORALES también exhaustivo en su criterio, trae más de quinientos términos, algunos de ellos con varias entradas. Una revisión cuidadosa denuncia, en primer lugar, que muchos de los términos son indiscutiblemente indígenas y que otros muchos están en el Glosario amparados por una etimología africana más que discutible. Ortiz se dejó engañar, además, por un espejismo, el de las «palabras amulatadas», concepción que le abrió las puertas a muchísimos términos, como mangüé y cachumbambé, para los que acepta etimología extra-africana, pero que incluye de todos modos por terminar en /e/ tónica, lo mismo que los africanismos cumbé, bembé, cocuyé. El Glosario, sin embargo, tiene el mérito de rechazar etimologías absurdas, como algunas de Leo Wiener (1920-24) 29, aunque incomprensiblemente esos mismos términos desposeídos de origen africano pasen también a formar el Glosario. El vocabulario de Ortiz tiene múltiples errores que en realidad no le son achacables a él, sino a las fuentes que seleccionó como autoridades de los diversos núcleos dialectales africanos. En general, el Glosario, convenientemente podado, puede ofrecer al dialectólogo algunas indicaciones seguras 30. 2 Sobre cuestiones morfosintácticas el silencio es casi absoluto. Apenas si pueden señalarse unos pocos trabajos de Alfredo F. Padrón sugeridos por el libro de Charles E. Kany, American Spanish Syntax (1945). En el primer artículo, «Giros sintácticos corrientes en el habla popular, culta y semiculta cubanas» (1948), sigue número a número el libro de Kany, añadiendo comentarios e información específica sobre el español de Cuba, trabajo que repite con poquísimas modificaciones en sus «Comentarios acerca de sintaxis cubana» (1949). Con una estructura un poco más independiente redacta los «Giros sintácticos usados en Cuba» (1949), en cuya introducción dice: «Nuestros filólogos y lingüistas hasta ahora no han hecho un estudio serio respecto a los giros sintácticos que son peculiares de nuestra habla. Sólo se han escrito libros, monografías y artículos en cuanto al aspecto lexicológico 29 Acierto ya ampliamente reconocido desde P. Henríquez Ureña (1940), 131, nota 1. 30 También se han hecho trabajos sobre elementos léxicos particulares: Cf. Galvís (1929) y Mesa Rodríguez (1929). Los términos africanos de la lengua del hampa han sido estudiados por Israel y Jesús Castellanos; interesante información sobre la lengua del hampa en Cuba se encontrará en Fidel Aragón y Arturo Nespereira (1913) y Rafael Roche (1914), aunque, como se supondrá, resultan anticuadas para el estudio de un léxico tan fluctuante. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 171 [sic], morfológico [?] y fonético del español hablado en Cuba; pero de la sintaxis propiamente dicha sólo se ha tratado esporádicamente», y añade: «Conscientes de que un estudio de esta naturaleza requeriría una extensión que no cabría dentro de los límites de estas breves apuntaciones, nos ceñiremos a dar a conocer algunos de los giros más usuales en las hablas popular, culta y semiculta de Cuba.» Exactamente la misma finalidad atomista y folklórica guía su otro artículo «Giros sintácticos en las hablas cubanas» (1951). Para estos últimos, además del citado libro de Kany, se ha tenido en cuenta el Cuestionario lingüístico hispanoamericano, de Navarro Tomás. Tomados en conjunto estos trabajos, y eliminando sus constantes repeticiones, el lector se encuentra con que bajo la expresión «giros sintácticos» se han agrupado fenómenos de muy diversa procedencia y categoría. Padrón incluye ciertas irregularidades paradigmáticas (pronombre, adjetivo, verbo) que son sólo problemas morfológicos, y señala varios casos de coexistencia o preferencia de formas que poco tienen que ver con la sintaxis, sino con un rudimentario análisis de frecuencia 31. Los fenómenos realmente sintácticos de los que trata están organizados de forma heterogénea y seleccionados en virtud de los postulados de la vieja dialectología, nada integral. Padrón trabaja con un corpus casual al que aplica un sistema de análisis algo anacrónico. La información es valiosa por lo singular de estos estudios dentro de los del español cubano, pero deshilvanada y dispersa. A pesar de algún título que hace referencia a ciertos niveles de lengua, es necesaria mucha cautela en el manejo de los datos, pues la distribución del material lingüístico en niveles ha sido hecha a priori y en forma subjetiva 32, teniendo en cuenta criterios normativos en más de los casos esperables. También responden al mismo criterio, quizá de una manera más rígida, los trabajos de E. Rodríguez Herrera y Juan Fonseca. 31 Hay, además, muchos casos de léxico y no pocos de elementos lexicalizados, cuya inclusión en estos trabajos no se explica bien. Para el dialectólogo tienen interés especial las páginas finales del primer artículo de 1949, donde trata de algunas fórmulas de tratamiento; pero debe estar prevenido, porque Padrón, además de asistemático, no es exhaustivo en la presentación de las variantes, no especifica el carácter patrimonial o transitorio de los «giros» ni, con rigor, los niveles socioculturales. 32 Situación nada singular en los estudios americanos; véase lo que señalo en RFE, L (1967), 331-34. 172 HUMBERTO LÓPEZ MORALES Son representativos los comentarios que ambos autores ofrecen en las páginas del BACL. «La gramática, el lenguaje y los periódicos» (1952-3), de Rodríguez Herrera, como indica su título, es una serie de correcciones al descuido y la «barbarie» de la lengua periodística hechas con todo el peso, rigurosamente aplicado, de la doctrina académica. Su valor es muy relativo, lo mismo que «El plebeyismo en Cuba» (1954-5), donde su purismo gramatical llega a extremos jocosos 33. Nada, sin embargo, puede compararse a los trabajos que Fonseca ha agrupado en su sección del BACL, «Modos y modas de hablar mal» (1958-64). Con una lengua farragosa y trasnochada, Fonseca toma la defensa del «hermoso y caudaloso romance»; sus ataques carecen de límites sensatos, lo mismo en cuanto a la selección del material que estudia como en la forma misma de presentarlos: en cada párrafo abundan interjecciones como ¡horribile dictu! [sic] y comentarios como Así, ya no es posible vivir [!]. Por último, debemos señalar una nota sobre el voseo aparecida en EA, «Nuevos datos sobre el voseo en Cuba» (1965). El trabajito tiene más un carácter geolingüístico que estrictamente morfosintáctico. Presenta resultados negativos —aunque no definitivos— sobre el voseo en Cuba, en contra de una larga tradición libresca de la dialectología hispanoamericana 34. 3. En cuanto a la fono-fonología, se impone antes de cualquier recuento una división de objetivos: estudios y observaciones de carácter meramente fonético, y los de criterio fonológico. 3.1 Los apuntes fonéticos se abren desde el siglo XIX con el prólogo de Pichardo y el trabajo de Bachiller y Morales «Desfiguración a que está expuesto el idioma castellano al contacto y mezcla de las razas» 33 Véase la reseña de Fonseca en el BACL, XI (1964), 229-32, donde con su enervante estilo de siempre hace algunos reparos etimológicos (chusma, belitre, greña) o de alcance geolingüístico (pasar el charco, soplón). 34 Los resultados de esta investigación han sido recogidos en Zamora Vicente (1967), 407, nota 23, y en Roña (1967), 52. Sin embargo, con respecto a este último libro convendría especificar que en mi trabajo de 1965 no se «niega terminantemente la supervivencia del vos en el oriente de Cuba», sino que, por el contrario, allí digo: «No creo que el resultado de esta investigación deba tomarse como definitivo hasta que puedan ser estudiadas las zonas del sur de Vertientes y Contramaestre, en Camagüey, y las del oeste de Guamo y Cauto, en Oriente.» ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 173 (1883), que plantea por primera vez, después de Pichardo, el problema de la influencia negra. A partir de aquí —y a pesar de que ni Pichardo ni Bachiller y Morales dan pie para ello— los estudiosos cubanos e hispanoamericanos han repetido una y otra vez lo de la fuerte influencia negra en la fonética cubana. Lo insostenible de esta afirmación, la imposibilidad de pensar que fenómenos como yeísmo, seseo, aspiración de -/s/, neutralización l/r, etc., obedezcan a influencia de los hablantes negros —sino al revés— creo haberlo demostrado ya en otra ocasión 35. En este siglo tenemos el artículo de Dihigo «El habla popular a través de la literatura cubana: estudio sobre su transformación» (1915), que tiene la desventaja de ofrecer resultados basados exclusivamente en el análisis de textos literarios 36. Al año siguiente, A. Montori escribe su libro Modificaciones del idioma castellano en Cuba (1916). El profesor de la Escuela Normal parte desde la romanización de la península Ibérica, y al llegar a las modificaciones del castellano en Cuba está ya cansado después de haber recorrido tan largo camino. Vuelve a plantear la tesis de la «profunda influencia africana en la prosodia [sic] y presenta una breve nómina de lo que estimó peculiaridades fonéticas 37. El discurso de Espinosa Rodríguez «La evolución fonética de la lengua castellana en Cuba» (1935) apenas si tiene nada útil en sus veinticuatro páginas. Mayor información traen las cincuenta páginas de Castellanos Bonilla «De cómo se habla el español en Cuba» (1950), pero en lo fonético sigue siendo una nómina indiscriminada. El trabajo de Néstor Almendros «Estudio fonético del español de Cuba» (1958) fue lo más reciente hasta aparecer el artículo de C. Isbăşescu. El lector hábil puede entresacar de las páginas 35 Convendría estudiar con más detenimiento los problemas de interferencia en el español de los llamados bozales. Vid. supra, 73-76. Cf. la interesante observación de E. García (1968), 74, con respecto al alófono [ɳ] intervocálico del moderno yoruba /ĵ/ en conexión con formas como [ɳamár] ‘llamar’ de algunos dialectos españoles de las Antillas. 36 El trabajo es una traducción y ampliación de su «Histoire de la phonétique du langage populaire à Cuba», ponencia presentada al Congrés International des Orientalistes [!] de 1912, celebrado en Atenas. La versión española lleva mejor título con el añadido «a través de la literatura». 37 Con anterioridad se habían publicado algunos capítulos en CP y en CC. Cf. la dura, pero justa reseña de Dihigo, RFLC, XXIII (1916), 353-5. 174 HUMBERTO LÓPEZ MORALES de este artículo alguna información, después de vencer ciertos inconvenientes como la inexistencia de transcripciones fonéticas, la mezcla de material morfológico y las deficiencias teóricas de todo tipo. El artículo está, además, muy pobremente estructurado, de manera que fenómenos muy diferentes, como [sjakaβó] ‘se acabó’ y mesmo, aparecen en el mismo apartado vocálico. Es penoso tener que desechar muchos párrafos, pues la descripción de las realizaciones fonéticas de los respectivos fonemas no está hecha atendiendo a criterios genéticos ni genémicos (si separamos el análisis acústico científico de las impresiones de oyente inexperto). La pronunciación paine por peine queda presentada así y descrita en los siguientes términos: «... el sonido no está exactamente representado con la vocal a, pues es más bien un sonido intermedio entre la a y la e» Hablando de la pronunciación de -/r/ dice: «La r final de palabra, bien marcada y clara en España, es muy rara oírla aquí.» Son pronunciadas entre personas de cierta cultura —como una especie de transacción que compromete menos [!]— de tres maneras: «(...) la más popular de ellas ‘con un sonido atenuado’.» Unos últimos ejemplos: «la b y la v suenan en Cuba como en España, con el mismo sonido sordo. La rr es más suave que en España. La x [se refiere a la letra] tiene un sonido parecido al de s». Como si esto fuera poco, despacha fenómenos fonéticamente complicadísimos en un par de líneas, y salpica su trabajo con extrañas referencias a una metanorma indescifrable: «... ya en Santa Clara —dice— se puede oír en algunas personas una pronunciación más próxima a la corrección normal.» 3.2 Me he detenido en el artículo de Almendros más de lo recomendable, porque dada la fecha de su publicación y en una revista de bastante circulación como el BACL podría servir de fuente a algunos estudiosos, como ha sido el caso de Cristina Isbăşescu. Su libro El español de Cuba: observaciones fonéticas y fonológicas (1968) es con mucho lo mejor que se ha escrito sobre este aspecto del español de Cuba. La profesora rumana ha sabido suplir casi todas las deficiencias de Almendros y ha trabajado con buen método; lástima que se haya contentado sólo con observaciones de lo que considera rasgos caracterizantes, pero al menos trata de establecer y presentar lo fonológico como sistema y no como un inorgánico repertorio. ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL DE CUBA 175 4. Una recapitulación de lo dicho hasta aquí nos lleva a las siguientes conclusiones: 4.1 La situación de los estudios léxicos no es demasiado precaria. En Cuba, como en el resto de América, muchos aficionados entusiastas se han ocupado de preparar estos recuentos léxicos donde la observación personal —con mayor o menor acierto— ha sustituido a la base técnica lexicográfica. Los resultados, desde un punto de vista informativo, son apreciables, aunque científicamente modestos. Se necesitan todavía trabajos que respondan a las necesidades de la dialectología contemporánea. Obsérvese que casi todos nuestros diccionaristas han llegado a los estudios léxicos desde otros campos de trabajo (folklore, etnografía, literatura, historia) sin una preparación lingüística previa. Esto explica las insuficiencias de método en la recogida, interpretación y organización de los materiales. Los trabajos de más rigor metodológico se han limitado a textos escritos con muy pocas indicaciones a la lengua viva. Los diccionarios de indigenismos y afronegrismos, hechos todos con carácter exhaustivo, son en buena parte depósitos de cadáveres; faltan análisis de frecuencia y cómputos estadísticos que nos dejen saber la proporción de estos elementos en la norma léxica de cada estrato sociocultural. Falta también un léxico básico del español de Cuba hecho a base de frecuencias sobre un corpus vivo y no sobre fuentes librescas o literarias. 4.2 Parece que con respecto a la morfosintaxis los comentarios finales huelgan, puesto que en realidad todo está por hacer. 4.3 En cuanto a la fono-fonología, los estudiosos del español americano tienen a mano para Cuba varios intentos de nóminas de sonidos: casi todos presentan como denominador común notables deficiencias teóricas que los invalidan parcialmente. Las nóminas son muy precarias, ya que el oído no especializado sólo anota las diferencias más gruesas, y aun los sonidos consignados están tan insuficientemente descritos, con tanto vocabulario acientífico (sonidos claros, suaves, bien marcados, oscuros, sordos —no con la significación de ausencia de vibraciones laríngeas—, correctos...), que la interpretación no es siempre fácil. La única excepción, el trabajo de C. Isbăşescu, aunque representa un paso de avance, deja todavía muchísimo por hacer. Faltan descripciones minuciosas de las múltiples realizaciones fonéticas de cada uno 176 HUMBERTO LÓPEZ MORALES de los fonemas del sistema, estudio de su distribución, de las oposiciones constantes, de las neutralizables; en fin, del sistema fonológico del español en Cuba 38. 4.4 La investigación sobre el español de Cuba está en pañales, como se ve. A pesar de una bibliografía que excede los cien títulos, es poco —y ese poco, desorganizado— lo que sabemos de esa área lingüística. La tarea que queda por realizar es ardua, pero podemos sentirnos optimistas porque en los últimos seis años se ha comenzado a trabajar seriamente en estos estudios, canalizados en monografías, tesinas y tesis doctorales presentadas en universidades norteamericanas principalmente, y porque en breve comenzará el análisis de un corpus en proceso de recolección sobre la norma culta de La Habana 39. 38 En este trabajo, que es esencialmente una reseña bibliográfica, he evitado entrar en problemas de teoría y de método. No es éste el lugar de discutir qué es, en este aspecto, lo más conveniente a una investigación dialectal. De esto pienso ocuparme en otra ocasión. 39 Cf. Salcines, Clegg, Lamb, Farray y Castellanos. De los trabajos de fonología me ocuparé en Introducción a la fonología del español de Cuba. La ponencia del profesor Farray, no incluida en los Résumés des Communications (Bucarest, 1967), fue escrita todavía en Cuba; es un interesante estudio semántico, preparado con criterio pre-estructuralista. El trabajo sobre el español de La Habana es parte del proyecto del Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI), que estudiará la norma culta del español hablado en las grandes ciudades del mundo hispánico (México, La Habana, San Juan, Bogotá, Caracas, Lima, Santiago, Buenos Aires, Madrid y Sevilla). El corpus total que piensa recolectarse ha sido ya grabado en el caso de La Habana; se han utilizado refugiados políticos recién llegados a Miami, con límites de permanencia en esa ciudad entre unas horas —en muchos de los casos— y tres meses, para evitar la más mínima posibilidad de interferencia. El análisis del material se hará conforme a una guía-cuestionario compuesta por un equipo de especialistas, cuyo primer volumen de la versión provisional se publicó en Méjico en 1968. Cf. supra, 84, n. 5. ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS AA American Anthropologist, Washington. ACALH Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, La Habana. AFC Archivos del Folklore Cubano, La Habana. AI América Indígena, Méjico. AION-R Annali dell’Istituto Universitario Orientale, Sezione Romanza, Napoli. AJIL American Journal of International Law, Washington. AJS American Journal of Sociology, Chicago. AL Anuario de Letras, Méjico. ALR African Language Review, London. ALS African Language Studies, London. AN African Notes, Ibadan. Arch Archivum, Oviedo. AS African Studies, Johannesburg. ASp American Speech, New York. AU Afrika und Uebersee, Hamburg. BAAL Boletín de la Academia Argentina de Letras, Buenos Aires. BACL Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana. 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AUGUSTA LÓPEZ BERNASOCCHI Y MANUEL GALEOTE Tesoro castellano del primer diccionario de América I.S.B.N.: 978-84-7962-485-9 Fray Alonso de Molina ocupa un lugar de honor en la Lingüística Misionera de tradición hispánica por confeccionar el diccionario bilingüe, que da origen al Tesoro que el lector tiene entre manos. Su Vocabulario castellano-náhuatl (1555) –un “incunable americano” (Menéndez Pidal)– fue “vocabulario de urgencia” para la comunicación de religiosos e indígenas y testimonio de las preocupaciones renacentistas por la lengua, incluso fuera del Viejo Continente. Como un Nebrija de las Indias, Molina completó la labor de sus maestros Olmos y Sahagún. Culminó un Arte de la lengua mexicana y tres diccionarios (castellano-náhuatl y náhuatl-castellano de 1555 y 1571) nunca superados ni superables. La presente recopilación, lematizada y con las concordancias del vocabulario castellano contribuye al conocimiento minucioso del olvidado diccionario, que estableció las equivalencias entre el caudal léxico del español que arribó al Nuevo Mundo y el vocabulario de una lengua indoamericana que jamás había conocido la ortografía. En consecuencia, este Tesoro está llamado a convertirse en fuente historicolingüística para revisar los diccionarios etimológicos y completar el anhelado Diccionario histórico del español, justo cuando se cumplen quinientos años del nacimiento de Molina (15102010). La metodología, los datos y el esfuerzo editorial que subyace en estas páginas brindan una potente herramienta, que enriquecerá el corpus documental para la Historia de la Lengua Española en América, desde una perspectiva histórica y etimológica.