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Traductoras
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Revisión Final:
Diseño:
PLAYLIST
CAPÍTULO 16
SINOPSIS
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 13
EPÍLOGO
CAPÍTULO 14
SOBRE EL AUTOR
CAPÍTULO 15
“Addicted to Love” by Robert Palmer
“All She Wants to Do Is Dance” by Don Henley
“Bad Medicine” by Bon Jovi
“Glory Days” by Bruce Springsteen
“Guys My Age” by Hey, Violet
“Hurts So Good” by John Mellencamp
“I Love Rock ‘n Roll” by Joan Jett & The Blackhearts
“I’m on Fire” by Bruce Springsteen
“Jessie’s Girl” by Rick Springfield
“Pity Party” by Melanie Martinez
“Poison” by Alice Cooper
“Pour Some Sugar on Me” by Def Leppard
“Run to You” by Bryan Adams
“The Girl Gets Around” by Sammy Hagar
“The Distance” by Cake
“Cuando creces, muere tu corazón”.
Allison Reynolds, The Breakfast Club
De la autora éxito en ventas del New York Times, Penélope Douglas, llega una
nueva historia de amor prohibido...
Él me recogió cuando no tenía otro lugar a donde ir.
Él no me utiliza, me lastima o se olvida de mí. No me trata como si no fuera
nada, me subestima o me hace sentir insegura.
Él me recuerda, se ríe conmigo y me mira. Él me escucha, me protege y me ve.
Puedo sentir sus ojos sobre mí en la mesa del desayuno, y mi corazón late tan fuerte
cuando lo escucho estacionar en la entrada después del trabajo.
Tengo que detener esto. No puede suceder.
Mi hermana me dijo una vez que no hay hombres buenos, y si encuentras uno,
él probablemente no esté disponible.
Solo que Pike Lawson no es el que no está disponible.
Yo soy.
La llevé, porque pensé que yo estaba ayudando.
Ella cocinaba algunas comidas y limpiaba un poco. Fue un arreglo fácil.
A medida que pasan los días, sin embargo, se está convirtiendo en algo menos
fácil. Debo evitar que mi mente se desvíe hacia ella y dejar de contener la respiración
cada vez que me tropiezo con ella en la casa. No puedo tocarla, y no debería desearlo.
Sin embargo, cuanto más encuentro mi camino cruzando el de ella, más se está
convirtiendo en parte de mí.
Pero no somos libres de ceder a esto. Ella tiene diecinueve años y yo tengo
treinta y ocho.
Y el padre de su novio.
Desafortunadamente, ambos se mudaron a mi casa.
*BIRTHDAY GIRL es un romance independiente y contemporáneo apto para
mayores de 18 años.
No responde. Es la segunda vez que llamo en quince minutos, y también he
estado enviando mensajes de texto sin suerte. ¿Pensaba seguir recordando de estar
aquí a las dos?
Termino la llamada y miro el reloj sobre la barra, viendo que ya es casi
medianoche. Todavía dos horas, antes que mi novio piense que salí del trabajo y que
necesito que me recoja.
Y yo que pensaba que tendríamos una sorpresa esta noche, yo saliendo
temprano.
Mierda.
Necesito arreglar mi auto. No puedo seguir confiando en él para que me lleve
a todos lados.
La música llena el aire a mi alrededor, los clientes ríen a mi derecha y uno de
los otros camareros llena el refrigerador con hielo a mi izquierda.
Siento unas punzadas de inquietud en la nuca. Si no responde, entonces está
dormido o salió. Ambas cosas podrían significar que se acordará de mí después que
sea demasiado tarde. No siempre es poco confiable, pero ésta tampoco sería la
primera vez.
Ese es el problema de hacer de tu amigo tu novio, supongo. Todavía piensa
que puede salirse con la suya con cualquier cosa.
Saco la camisa y la mochila del gabinete debajo de los grifos y meto el teléfono
en mi bolsillo. Me pongo la camisa de franela sobre la blusa, la abotono y meto la
parte delantera del dobladillo en mis jeans, tapándome. Me visto un poco sexy para
conseguir propinas, pero no voy a salir de aquí de esta manera.
—¿A dónde vas? —pregunta Shel, mirándome mientras saca una cerveza.
Miro a mi jefa, su cabello negro con mechones rubios en la parte superior de su
cabeza y una cadena de pequeños corazones tatuados alrededor de su antebrazo.
—Hay una función de medianoche de Evil Dead en The Grand Theatre —
contesto mientras cierro el gabinete y deslizo la correa de mi bolso de cuero sobre
mi cabeza—. Iré a matar el tiempo y esperaré allí a Cole.
Termina de servir su cerveza y me mira como si hubiera un millón de cosas
que quisiera decir, pero ni siquiera sabe por dónde empezar.
Sí, sí, lo sé.
Desearía que dejara de mirarme así. Hay una buena posibilidad de que Cole
no esté aquí a las dos de la madrugada, considerando que no contesta el teléfono en
este momento. Ya lo sé. Podría estar completamente borracho en la casa de algún
amigo.
O podría estar en casa durmiendo, con la alarma puesta para venir a buscarme
a las dos, y dejó su teléfono en otra habitación. No es probable, pero es posible. Tiene
dos horas. Le daré dos horas.
Además, mi hermana está trabajando, y nadie aquí puede irse para llevarme a
casa. El trabajo es lento esta noche y me voy temprano porque soy la única sin un
hijo que mantener.
Aunque necesito desesperadamente el dinero de la misma manera.
Agarro la correa del bolso sobre mi pecho, sintiendo que debería tener más de
dieciocho años.
Bueno, diecinueve ahora, casi olvido qué día es hoy.
Respiro hondo, alejando la preocupación por esta noche. Muchas personas de
mi edad luchan por dinero, no pueden pagar facturas, y tienen que conseguir
aventones. Sé que es demasiado esperar que a estas alturas ya tuviera todo resuelto,
pero sigue siendo embarazoso. Odio parecer incapaz.
Y tampoco puedo culpar a Cole. Fue mi decisión utilizar lo que quedaba del
dinero de mi préstamo estudiantil para ayudarlo a arreglar su auto. Él también ha
estado allí para mí. En un momento, fuimos lo único que teníamos.
Girando, Shel deja la cerveza en la barra frente a Grady, uno de los clientes
habituales, y toma su dinero, lanzándome otra mirada mientras introduce la venta
en la caja registradora.
—No tienes un buen auto —afirma—. Y está oscuro afuera. No puedes caminar
al teatro. Los traficantes sexuales solo buscan chicas sexys y jóvenes con cabello
rubio y esa mierda.
Resoplo.
—Tienes que dejar de ver películas de Lifetime.
Puede que estemos a poca distancia de algunas ciudades más grandes, y
Chicago está a solo unas pocas horas, pero todavía estamos en medio de la nada.
Levanto la partición y salgo de detrás de la barra.
—El teatro está a la vuelta de la esquina —indico—. Llegaré en diez segundos
si corro como si estuviera siendo entrenada en la milicia.
Le doy una palmadita en la espalda a Grady mientras me voy, el cabello gris
de su cola de caballo se mece mientras se gira para guiñarme un ojo.
—Adiós, niña —se despide.
—Buenas noches.
—Jordan, espera —grita Shel sobre la máquina de discos, y giro mi cabeza para
mirarla.
Observo mientras saca una caja del refrigerador junto con una caja de vino de
una sola botella y las empuja sobre la barra hacia mí.
—Feliz cumpleaños —dice, sonriéndome como si supiera que pude haber
pensado que se olvidó.
Esbozo una sonrisa, levanto la pequeña caja de Krispy Kreme y veo media
docena de donas.
—Fue todo lo que pude recoger a toda prisa —explica.
Oye, es pastel. Más o menos. No me estoy quejando.
Cierro la caja y levanto la solapa de mi bolsa de cuero, escondiendo mi botín,
vino y todo. Por supuesto, no esperaba que alguien me diera algo, pero aun así es
agradable ser recordado. Cam, mi hermana, sin duda me sorprenderá con una linda
camisa o sexy par de pendientes, mañana cuando la vea, y mi padre probablemente
me llame en algún momento de esta semana.
Sin embargo, Shel sabe cómo hacerme reír. Tengo edad suficiente para trabajar
en un bar, pero no tengo edad para beber. Darme un poco de vino que pueda
disfrutar fuera del local será mi pequeña aventura de esta noche.
—Gracias —contesto y salto sobre la barra, plantando un beso en su mejilla.
—Cuídate —dice.
Asiento y me doy vuelta, saliendo por la puerta de madera y hacia la acera.
La puerta se cierra tras de mí, la música en el interior ahora es un sordo
zumbido, y mi pecho se hunde, liberando la respiración que no sabía que había
estado conteniendo.
La quiero, pero desearía que no se preocupara por mí. Me mira como si fuera
mi madre y quisiera arreglarlo todo.
Supongo que debería sentirme afortunada al tener una madre como ella.
El bien recibido aire fresco me inunda, el frío de la noche me eriza la piel en los
brazos y el fragante aroma de las flores de mayo me recorre la nariz. Echo la cabeza
hacia atrás, cierro los ojos y aspiro una bocanada de aire mientras mi largo flequillo
me hace cosquillas en la mejilla con la ligera brisa.
Las noches de verano están llegando.
Abro los ojos y miro a la izquierda y luego a la derecha, viendo que las aceras
están vacías, pero los autos siguen alineados a ambos lados de la calle. El
estacionamiento VFA también está lleno. Su noche de Bingo generalmente se
convierte en una escena de bar a esta hora, y parece que los viejos tiempos aún
siguen fuerte.
Girando a la izquierda, saco la goma de mi cabello, dejando caer los rizos
sueltos, y deslizo la banda alrededor de mi muñeca mientras empiezo a caminar.
La noche se siente bien, a pesar que todavía está un poco helada. Hay mucho
licor en cada grieta, filtrándose en mi nariz toda la noche.
Demasiado ruido y demasiados ojos, también.
Aumento el paso, emocionada por desaparecer en el oscuro teatro por un
tiempo. Normalmente no voy sola, pero cuando muestran una película de los 80,
como Evil Dead, tengo que ir. A Cole le gustan los efectos especiales y no confía en
las películas hechas antes de 1995.
Sonrío, pensando en sus peculiaridades. No sabe lo que se está perdiendo. Los
80 fueron fantásticos. Es toda una década de diversión. No todo tenía que tener un
significado o ser profundo.
Es un escape bienvenido, especialmente esta noche.
Al doblar la esquina y llegar a la taquilla, veo que llego unos minutos antes, lo
cual es genial. Odio perder los avances al principio.
—Uno, por favor —le digo al cajero.
Saco de mi bolsillo un montón de propinas que hice esta noche y pago los siete
con cincuenta por el boleto. No es que tenga dinero de sobra, con el alquiler vencido
y un pequeño montón de facturas sobre el escritorio de Cole y mío, en nuestro
apartamento, que todavía no podemos pagar, pero no es como si siete dólares me
hicieran rica o me dejaran en la ruina.
Y es mi cumpleaños, entonces…
Al entrar, evito el puesto de venta y me dirijo al siguiente juego de puertas
dobles. Solo hay un teatro, y sorprendentemente, este lugar ha sobrevivido durante
sesenta años, incluso en el auge de los grandes centros de cine con doce salas
construidos en las ciudades circundantes. The Grand tuvo que ser creativo, con
proyecciones de medianoche de películas clásicas como esta noche, pero también
eventos de disfraces y fiestas privadas. No vengo aquí mucho, con mi horario escolar
y de trabajo, pero es un lugar agradable y oscuro en el que te quieres perder por un
tiempo. Privado y tranquilo.
Al pasar por las puertas, reviso mi teléfono una vez más para ver que Cole aún
no ha llamado ni enviado mensajes de texto. Silencio el tono y lo vuelvo a deslizar
en mi bolsillo.
Algunos anuncios se repiten en la pantalla, pero las luces de la sala todavía
están encendidas, y escaneo rápidamente la habitación, viendo a unos pocos
solitarios dispersos. También hay una pareja sentada en la fila de atrás a mi derecha,
y un pequeño grupo de chicos está en medio; digo jóvenes por el sonido de su risa
desconsiderada. De aproximadamente trescientos asientos, doscientos ochenta y
cinco todavía están disponibles, y prácticamente puedo elegir.
Bajo cinco o seis filas, encuentro una vacía y me deslizo, tomando asiento en la
mitad. Dejo mi bolsa y saco en silencio la caja de vino púrpura, leyendo la etiqueta
en la tenue luz.
Merlot. Esperaba que fuera vino blanco, pero estoy segura que Shel necesita
deshacerse de estas cosas. Solo lo servimos cuando hay un evento al aire libre y no
queremos vidrio afuera.
Descorchándola, olfateo el aroma picante, sin sentir ninguno de los aromas
sofisticados que los sommeliers parecen captar del vino. No hay rastro de roble con
un “audaz aroma de cerezas dulces” o algo por el estilo. Deslizando mi bandeja
frente a mí, aprovecho la fila vacía que tengo delante y doblo las rodillas, colocando
mis Chucks en el apoyabrazos entre los asientos vacíos.
Dejando la caja, saco mi teléfono del bolsillo trasero, por si Cole llama, y lo
pongo en la bandeja junto al vino.
Pero, en cambio, se cae de la bandeja. Cae entre mis piernas y al suelo, subo
mis rodillas para intentar atraparlo, pero golpean la bandeja y hacen que la caja de
vino se derrame en el suelo.
Mi boca se abre y jadeo.
—¡Mierda! —suelto en un suspiro.
¿Qué demonios?
Plantando de nuevo mis pies en el suelo, aparto la bandeja y me hundo en el
suelo, tanteando alrededor en busca de mi teléfono. Mis dedos se hunden en el vino
derramado, y hago una mueca ante el desastre. Mirando sobre los asientos, veo el
grupo de tres chicos unas filas más abajo, exactamente al frente de mí y justo en la
línea de la inminente cascada de vino.
Gimo. Genial.
Una ligera capa de sudor enfría mi frente, y me levanto, sacando la bufanda de
mi bolso para secarme los dedos. Odio arruinarla, pero no tengo servilletas.
Qué desastre.
Hasta aquí llegó lo de escaparme por dos horas.
Busco alrededor un acomodador con una linterna, estando muy segura que
este teatro no los contrata, en especial a esta hora de la noche, pero la única linterna
que tengo está en mi teléfono, y los pisos están oscuros.
Al no ver a nadie, tomo mi bufanda y mi bolso y subo a la siguiente fila,
inclinándome y mirando bajo los asientos para ver si puedo ver mi teléfono. Cuando
no encuentro nada. Subo a la siguiente fila y luego a la siguiente, muy segura de que
lo escuché deslizarse. Ya que las filas de asientos están inclinadas, no pudo haber
ido muy lejos. Maldición.
Moviéndome a la siguiente fila, dejo mis cosas y me arrodillo, mirando bajo las
filas a mi izquierda y derecha, tanteando con las manos. Un par de largas piernas,
cubiertas por jeans están al frente, y alzo la mirada, viendo a un hombre sentado con
los dedos llenos de palomitas a medio camino de su boca. Baja la mirada hacia mí
con las cejas levantadas.
—Lo siento —susurro, metiendo mi cabello tras mi oreja—. Dejé caer mi bebida
y mi teléfono se deslizo a alguna parte. ¿Le importaría…?
Duda un momento y luego parpadea, enderezándose.
—Sí, claro. —Mueve su bandeja a un lado y se levanta, sacando algo de su
bolsillo—. Toma.
Enciende la linterna de su teléfono y se agacha, iluminando bajo los asientos.
Inmediatamente, veo mi teléfono bajo el asiento a su lado y lo tomo. Gracias a
los cielos. Ambos nos ponemos de pie, y mis hombros se relajan. No puedo
permitirme un reemplazo ahora. Paso los dedos sobre la pantalla, asegurándome de
no sentir grietas.
—¿Todo bien? —pregunta.
—Sí, gracias.
Apaga su linterna y estira la mano, pasando sus dedos por la parte inferior de
mi teléfono, los lleva a su nariz, oliendo.
—Es… —Hace una mueca—. ¿Vino?
Bajo la mirada al suelo, viendo que está de pie sobre la bebida que derrame tres
filas arriba.
—Oh cielos. —Lo miro—. Lo siento mucho. ¿Está por todas partes?
—No, no, está bien. —Suelta una risita, y sus labios se curvan más hacia un
lado con su sonrisa, mientras se aparta del desastre—. No sabía que vendían licor
aquí.
Agarro mi bufanda y limpio mi teléfono.
—Oh, no lo hacen —respondo suavemente, para no perturbar a los otros en la
sala—. Acabo de salir del trabajo. Mi jefa me la dio por… mmm —sacudo la cabeza,
buscando las palabras—, para, eh… celebrar.
—¿Celebrar?
—Shh —sisea alguien.
Ambos miramos al tipo una fila atrás y en el extremo derecho, quien nos está
disparando una mirada fulminante de reojo. Ni los avances ni la película han
comenzado todavía, y no estamos en su línea de visión, pero supongo que estamos
molestándolo. Me muevo, de regreso a mi bolso.
El hombre ayudándome toma su bebida y palomitas y me sigue, y puedo
percibir el ligero aroma de su gel de baño.
—Solo voy a alejarme del desastre —indica.
Se sienta un par de sillas a un lado, me mira y luego de regreso a donde estuve
sentada cuando mi teléfono y vino se cayeron.
—Puedes sentarte. —Apunta el asiento a su lado, probablemente dándose
cuenta que también estoy sola esta noche.
—Gracias —le dijo—. Solo iré…
No termino. Retrocedo y tomo mi bolso, dándome la vuelta para ir a mi propio
asiento cuando veo a un tipo y una chica entrar al teatro. Me congelo, viéndolos girar
a la izquierda hacia la fila trasera del otro lado de la sala y tomar asiento.
Mierda.
Jay McCabe. El único otro novio que he tenido aparte de Cole, y hace parecer
a Cole como un príncipe. Desafortunadamente, todavía le encanta lanzarme
indirectas cada vez que tiene la oportunidad, y no hay forma en el infierno de que
vaya a lidiar con él esta noche.
—¿Estás bien? —pregunta el tipo de la luz del teléfono cuando no me muevo—
. Prometo que no me propasaré. Eres muy vieja para mí.
Le disparo una mirada, olvidándome de Jay y la chica por un momento.
¿Demasiado vieja para él? Observo su más de metro ochenta, la silueta de los músculos
a través de su camiseta, y su abultado brazo derecho con una manga completa de
tatuajes desapareciendo bajo su camiseta. He visto muchos tipos en el bar, y no se
ve como ninguno de diecinueve años que haya conocido. Tiene que tener al menos,
¿qué? ¿Treinta?
Resopla.
—Estoy bromeando —señala, su boca se extiende en una amplia sonrisa que
hace que mi rostro caiga un poco—. Si no quieres ver la película sola, eres bienvenida
a sentarte. Es lo único que quise decir.
Muevo mi mirada a Jay y a quien sea que está con él, pero luego un grupo de
chicos de repente entra por las puertas dobles, haciendo mucho ruido mientras
ingresan al teatro. Veo a Jay apartar la vista de la chica y mirar la conmoción, y me
dejo caer en el asiento al lado del tipo por instinto, sin querer que Jay me viera.
—Gracias —le digo al tipo a mi lado.
Siento la presencia de mi ex en el teatro, y los viejos recuerdos regresan,
recordando lo impotente que le permití hacerme sentir en un momento. Solo quiero
una noche en la que no esté pensando en todo.
Me echo hacia atrás y me relajo, pero entonces miro de reojo, la cercana
proximidad de un tipo que no conozco sentado a mi lado de repente es como una
ardiente hoguera e imposible de ignorar.
Giro la cabeza, mirándolo con aprensión.
—No eres un asesino en serie, ¿verdad?
Frunce su ceño y me mira.
—¿Tú lo eres?
—Por lo general son hombres caucásicos y antisociales.
¿Un hombre apuesto aquí solo? Mmm…
Arquea una gruesa ceja.
—Y se ven como una persona normal —añade, con sospecha en su voz
mientras me mira de arriba abajo.
La luz de los avances en la pantalla se refleja en sus ojos, ninguno de los dos se
mueve, pero no puedo soportarlo más. Suelta una suave risa.
Finalmente extiendo mi mano hacia él.
—Soy Jordan. Lamento lo del vino.
—¿Jordan? —repite, tomando mi mano y estrechándola—. Un nombre inusual
para una chica.
—No, en realidad no. —Me relajo contra el asiento y me cruzo de brazos,
levantando las rodillas y plantando mis zapatos entre los dos asientos vacíos frente
a mí—. Es el nombre del interés romántico de Tom Cruise en Cocktail, ¿recuerdas?
Alza las cejas con duda.
—¿Cocktail? —repito—. La película de 1988 sobre las acrobacias del barman.
—Oh, claro. —Pero tiene esta mirada de inseguridad en sus ojos, y no estoy
segura de que sepa de qué demonios le estoy hablando.
—¿Te gustan las películas de los 80? —pregunto, apuntando a la película que
estamos por ver en la pantalla.
—Me gustan las películas de terror —aclara y me ofrece las palomitas—. Esta
es un clásico. ¿A ti?
—Amo los 80. —Tomo un pequeño puñado y pongo una en mi boca—. Mi
novio odia mi gusto para las películas y la música, pero no puedo resistirme. Vengo
aquí cuando proyectan algo de la década.
Me siento incomoda con la mención al azar del novio, pero no quiero darle una
impresión equivocada aquí. Miro rápidamente su mano izquierda, afortunadamente
no veo un anillo de bodas. Sería erróneo sentarme aquí con un tipo casado.
Pero solo me mira a sabiendas.
—¿Breakfast Club es tu favorita, verdad? —dice—. ¿Y cualquier otra creación de
John Hughes?
—¿Tienes algo en contra de The Breakfast Club?
—Las primeras diez veces que la vi, no.
Una sonrisa estira mis labios. Supongo que la pasan mucho por televisión.
Se inclina cerca.
—Los 80 fueron la época de los héroes de acción —dice, su profunda voz cerca
y susurrada—. La gente olvida eso. Arma Letal, Duro de Matar, Terminator, Rambo…
—Jean-Claude Van Damne —añado.
—Exactamente.
Muerdo la esquina de mi boca, así no me rio, pero mi estómago se sacude igual,
y dejo salir un resoplido.
Frunce el ceño.
—¿De qué te ríes?
—Nada —respondo rápidamente, asintiendo—. Van Damne. Es un gran actor.
Tiene películas muy relevantes.
Sin embargo no puedo ocultar la risa de mi rostro, y frunce el ceño sabiendo
que soy una mentirosa.
Justo entonces escucho una risita desde alguna parte detrás de mí, y giro la
cabeza sobre mi hombro, viendo a Jay alejado de la pantalla e inclinándose hacia la
chica, besándose abiertamente.
—¿Los conoces? —pregunta el hombre a mi lado.
Niego. Él no debe saber mis cosas.
Nos quedamos en silencio, y termino las palomitas en mi mano, dejando caer
mi cabeza hacia atrás mientras miro el techo alto y los antiguos arcos dorados arriba.
Él está sentado a mi lado, e inhalo y exhalo lentamente, a pesar del golpeteo en mi
pecho.
¿Por qué estoy nerviosa? Es Jay.
No, ni siquiera estoy pensando en él en este momento.
La gente habla a nuestro alrededor, esperando que la película empiece, pero
no puedo escuchar lo que están diciendo, y no me importa. Mi piel se siente cálida.
—Entonces, ¿qué estudian en Doral State? —pregunta.
Le disparo una mirada de sorpresa. ¿Cómo sabe a dónde voy a la escuela?
Asesino serial.
Pero entonces apunta a mi bolso en el suelo, y veo el llavero colgando de este
con el emblema de la universidad grabado.
Oh, duh.
Me enderezo.
—Paisajismo —contesto—. Quiero hacer bonitos los espacios exteriores.
—Eso es bueno. Trabajo en construcción.
Le muestro una media sonrisa.
—Entonces, haces bonitos los espacios interiores.
—No, en realidad no.
Me rio ante su tono sombrío como si estuviera muy aburrido de lo que hace.
—Los hago funcionales —me corrige.
Mueve sus ojos avellana hacia mí, cálidos y penetrantes, pero entonces su
mirada baja a mi boca por un segundo, y un aleteo llega a mi estómago. Aparta la
mirada rápidamente y bajo los ojos, teniendo dificultades para respirar.
Aclarándome la garganta, me inclino y saco la caja de donas de mi bolso y las
pongo en la bandeja, moviendo la pequeña bandeja frente a mí y levantando la tapa.
El dulce aroma golpea mi nariz inmediatamente, y mi estómago gruñe.
Vuelvo a mirar a la ventana de proyección, preguntándome si la película
comenzará pronto, porque estaba guardándolas para ese momento, pero ahora estoy
muerta de hambre.
Siento los ojos del tipo sobre mí, y lo miro, explicando el porqué de las donas.
—Es mi cumpleaños. Adicional al vino, mi jefa me dio el único pastel que pudo
conseguir en un supermercado.
Tomo una y me recuesto, subiendo mis pies al reposabrazos frente a mí.
—¿Vas a comerte seis donas? —cuestiona.
Detengo la dona a unos centímetros de mi boca y lo miro.
—¿Eso te disgustaría o algo?
—No, solo me pregunto si obtendré una.
Sonrío y muevo la caja, indicándole que se sirva.
Toma la del glaseado sencillo, y no estoy segura si es porque no le gustan las
florituras o solo está tratando de dejarme las que tienen las chispas de colores, pero,
de cualquier forma, me gusta. Nos acomodamos, pero no puedo evitar echarle una
ojeada de vez en cuando.
Su cabello es castaño claro, y sus ojos se ven azules, verdes o avellana
dependiendo del tipo de luz que los ilumine desde la pantalla. Tiene un poco de
barba en su rostro ovalado, una nariz pulida y mi mirada es atraída a la forma en
que su cincelada mandíbula se flexionaba mientras mastica. Hay unas líneas muy
débiles alrededor de sus ojos, así que puede que tenga más de treinta, pero podría
ser solo por el tiempo de trabajar bajo el sol. Es alto, fuerte, atlético y bronceado, y
sus ojos de repente se mueven a un lado como si sintiera que lo estoy mirando.
Vuelvo a dirigir la mirada al frente.
Demonios.
Eso está bien, ¿verdad? Es normal encontrar a otras personas atractivas. Eso
sucede. Quiero decir, Scarlett Johansson es atractiva. Eso no quiere decir que esté
interesada en ella.
Mordisqueo de nuevo mi dona, mi mirada yendo a un lado de nuevo,
observando sus brazos y los múltiples tatuajes. Engranajes y pernos, como el
armazón de un robot, un trabajo tribal que definitivamente dice que fue un chico de
los 90, y apenas puedo ver lo que creo es un reloj de bolsillo que parece que está
tratando de romper su piel. Es como una mezcla sin ningún tema discernible, pero
es un trabajo hermoso. Me pregunto cuál es la historia tras ellos.
Tomo otro bocado, el glaseado rosa y las chispas arcoíris envían descargas
eléctricas al fondo de mi boca, haciéndome querer meter toda la cosa en mi boca.
—Sabes, de verdad me gustaría tener abdominales —comento, masticando—,
pero estas están muy buenas.
Suelta una carcajada, mirándome y riéndose.
—¿Qué?
—Nada. Simplemente eres… —Aparta la mirada como si buscara las
palabras—. Eres solo, como, interesante o… ¿algo? —Sacude la cabeza—. Lo siento,
no sé qué quiero decir. —Y entonces de la nada dice—: Linda. —Como si acabara de
recordarlo—. Quiero decir que eres linda.
Mi estómago da un vuelco, y el calor inunda mis mejillas como si estuviera de
nuevo en quinto año, cuando era un halago tremendo que el chico que te gustaba te
dijera que eras linda. Sé que habla de mi personalidad y no de mi apariencia, pero
me gusta.
Termina la dona y toma un sorbo de su soda.
—Entonces, ¿qué edad tienes? —pregunta—. ¿Unos veintitrés, veinticuatro?
—Claro, en un tiempo.
Suelta una risa.
—Diecinueve —respondo finalmente.
Toma aire y suspira, hay algo extraño en su mirada.
—¿Qué? —Tomo el último mordisco y rozo mis manos entre sí, apoyando e
inclinando mi cabeza contra la silla.
—Ser tan joven de nuevo —reflexiona—. Parece que fue ayer.
Bueno, ¿qué edad podría tener? Diecinueve no pudo haber sido hace tanto para
él. ¿Diez años? ¿Tal vez doce?
—Entonces, ¿harías algunas cosas diferentes si pudieras volver? —indago.
Esboza una tensa sonrisa y me mira, sus ojos serios.
—Déjame decirte algo… un pequeño consejo, ¿está bien?
Escucho, mirándolo y con mis ojos fijos en los suyos.
—Avanza a toda marcha —me dice.
¿Eh?
Debe ver la confusión en mis ojos porque continúa:
—El tiempo se pasa como una bala —asegura—, y el miedo te da las excusas
que buscas para no hacer las cosas que sabes que deberías. No dudes de ti misma,
no lo pienses dos veces, no dejes que el miedo te contenga, no seas perezosa, y no
bases tus decisiones en lo felices que harán a otros. Solo hazlo, ¿bien?
Lo miro, y desafortunadamente, parece que es lo único que puedo hacer.
Quiero sonreír, porque mi corazón está henchido y se siente bien, pero también estoy
llena de algo que no puedo identificar. Es como una docena de emociones diferentes
inundándome a la vez, y lo único que puedo hacer es tomar pequeñas y superficiales
bocanadas de aire.
—Bien —le susurro.
No estoy segura si lo que dijo fue lo que quería escuchar o lo que necesitaba
escuchar, pero siento que mis hombros se cuadran un poco más y mi barbilla se
levanta con buena disposición. Por el tiempo que dure, soy un poco más valiente, y
él es mi nuevo héroe.
Observo mientras saca una pequeña caja y procede a encender un fósforo, la
pequeña llama brilla intensamente. Lo pone en una de las donas, todo el glaseado
rosa que Shel pidió, porque sabe que es mi color favorito, brilla en la luz. Siento mi
corazón calentarse por el gesto.
Bajando los pies, me inclino hacia adelante, cierro los ojos y pido lo que quiero
en mi cabeza, luego apago la llama.
Sin embargo, no deseé lo que siempre deseo. Mi mente de repente queda en
blanco, y no estoy recordando todas las cosas que necesito y quiero ahora mismo
fuera de este teatro. Solo lo único en lo que puedo pensar.
Ambos nos sentamos y nos acomodamos, cada uno con otra dona cuando las
luces finalmente se atenúan, y el sonido envolvente nos golpea desde ambos lados
del teatro.
Durante los próximos noventa minutos, comemos y reímos, y escondo mi
rostro un par de veces cuando sé que algo está por venir. Salto aquí y allá, y me río
de él cuando lo hace, porque parece avergonzado. Después de un rato, noto que mi
cabeza se inclina hacia él, y él tiene su pie sobre la silla vacía delante de nosotros con
su cabeza inclinada, también, y estamos completamente cómodos. Ni siquiera se me
ha ocurrido mantener una cierta distancia.
No veo muchas películas con otras personas. No estoy acostumbrada a
simplemente sentarme en silencio con alguien más. Los horarios de Cole y los míos
no siempre se combinan, mi hermana Cam ya no tiene tiempo libre, y la mayoría de
mis amistades de la escuela secundaria no duraron más allá de la graduación hace
un año. Es agradable pasar el rato.
En el momento en que se publican los créditos, no estoy segura de recordar
gran parte de la película. Pero no he estado tan relajada en mucho tiempo. Me reí,
sonreí, bromeé y olvidé todo lo que estaba sucediendo allí afuera, y lo necesitaba.
Realmente no quiero volver a casa todavía.
Las luces comienzan a encenderse y lentamente me siento, llevando mis pies al
suelo mientras trago el nudo en mi garganta y lo miro. Él también se sienta, pero
apenas se encuentra con mis ojos.
De pie, paso la correa del bolso sobre mi cabeza y recojo mi basura.
—Bueno, van a dar Poltergeist en unas pocas semanas —dice detrás de mí,
levantándose y llevándose la basura consigo—. Si te veo, me aseguraré de sentarme
en un terreno más alto.
Me río en voz baja, pensando en el vino. Ambos salimos de la fila y caminamos
hacia las puertas, y noto que Jay y su cita ya no están en sus asientos. Deben haberse
ido ya, pero, a decir verdad, olvidé que estaban aquí hace mucho tiempo.
Poltergeist. ¿Eso significa que él estará aquí entonces? ¿Es esta su manera de
avisarme despreocupadamente en caso de que también quiera venir?
Pero no, sabe que tengo novio.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar que, si por alguna razón Cole y yo no
pasamos otro mes, ¿vendría al cine entonces, sabiendo que él estaría aquí?
Parpadeo larga y duramente, sintiéndome culpable mientras camino por el
pasillo. Probablemente estaría aquí. No hay muchos “partidos” en esta ciudad, y me
divertí esta noche. Este tipo es interesante.
Y apuesto.
Y con trabajo.
Debería juntarlo con mi hermana mayor. Cómo ha pasado desapercibido bajo
su radar todo este tiempo es un misterio para mí.
Empujamos la puerta, los últimos salen del teatro y nos detenemos en el
vestíbulo, tirando toda nuestra basura.
Lo miro y mi corazón se salta un latido al verlo a la luz más brillante y parado
frente a mí. Ojos avellana. Definitivamente avellana. Pero más verde en el exterior
del iris.
Su cabello está peinado con poco producto y es lo suficientemente largo como
para pasarle los dedos, dejo caer la mirada a su cuello liso y bronceado. Sin embargo,
no puedo ver si hay una línea de bronceado bajo el cuello de su camiseta. ¿Es así en
todas partes? Una imagen espontánea de él martilleando y arrastrando madera sin
una camisa destella en mi mente y yo…
Cierro los ojos otra vez, sacudiendo la cabeza. Sí, vaya, está bien.
—Mmm, será mejor que me vaya —menciono, agarrando la correa de mi
bolso—. Espero que mi novio me esté esperando en el bar para recogerme ahora.
—¿Bar?
—¿Grounders? —respondo, pensando que probablemente debería conocer el
lugar. Es uno de los únicos tres bares en la ciudad, aunque muchos favorecen a Poor
Red's o al club de striptease por sobre el bar en que trabajo—. Salí un poco temprano
esta noche, inesperadamente, pero es quien me recoge, y no pude ponerme en
contacto con él. Aunque debería estar allí ahora.
Empuja la puerta para abrirla, sosteniéndola para mí cuando salgo del teatro,
y me sigue.
—Bueno, espero que hayas tenido un buen cumpleaños, a pesar de tener que
trabajar —dice.
Me muevo hacia la derecha hacia donde está Grounders, y él se desvía hacia la
izquierda.
—Y gracias por hacerme compañía —le digo—. Espero no haber arruinado la
película para ti.
Me mira por un momento, su respiración se vuelve más pesada cuando una
mirada desgarrada cruza su rostro. Finalmente, sacude la cabeza, apartando la
mirada.
—No, en absoluto —asegura.
Pasa un momento de silencio y, lentamente, ambos nos alejamos un poco más,
pero ninguno de los dos da la espalda.
El silencio se hace más largo, la distancia más lejana, y finalmente levanta una
mano, dándome una pequeña despedida antes de meter ambas manos en sus
bolsillos traseros.
Se despide.
—Buenas noches —dice.
Solo lo miro fijamente. Sí, buenas noches.
Y luego me alejo, mi estómago se retuerce más apretadamente.
Ni siquiera conseguí su nombre. Sería bueno decir “hola” si me encuentro con
él de nuevo.
Sin embargo, no tengo tiempo para lamentarme porque mi teléfono suena y lo
saco del bolsillo, viendo el nombre de Cole en la pantalla.
Me detengo en la acera y respondo:
—Hola, ¿estás en Grounders? —pregunto—. Estoy casi allí.
Sin embargo, no dice nada, y me detengo, llamándolo por su nombre.
—¿Cole? ¿Hola, estás ahí?
Nada.
—¿Cole? —digo más fuerte.
Pero la línea está muerta. Voy a llamarlo, pero escucho una voz detrás de mí.
—¿Tu novio se llama Cole? —pregunta el hombre del teatro—. ¿Cole Lawson?
Me giro para verlo caminar lentamente hacia mí.
—Sí —contesto—. ¿Lo conoces?
Duda por un momento, como si estuviera aceptando algo, y luego extiende su
mano y finalmente se presenta.
—Soy Pike. Pike Lawson.
¿Lawson?
Se detiene un momento y luego agrega:
—Su padre.
Mis pulmones se vacían.
—¿Qué? —Exhalo.
¿Su padre?
Mi boca se abre, pero la cierro de nuevo, mirando a este hombre con nuevos
ojos mientras la comprensión es asimilada.
Cole ha hablado de su padre de pasada, sabía que vivía en el área, pero no son
cercanos, por lo que sé. La impresión que tuve del padre de Cole, por las breves
menciones de su hijo, no coincide con el hombre con el que hablé esta noche en el
teatro. Es agradable.
Y es fácil hablar con él.
Y apenas parece lo suficientemente mayor como para tener un hijo de
diecinueve años, por todos los cielos.
—¿Su padre? —repito en voz alta.
Me da una sonrisa cortante, y sé que este es un giro de los acontecimientos que
tampoco esperaba.
Después oigo su celular vibrar en su bolsillo, y lo saca, revisando la pantalla.
—Y si me está llamando ahora, debe estar en problemas —dice, mirando el
teléfono—. ¿Necesitas un aventón?
—¿Un aventón adónde?
—La estación de policía, supongo. —Suspira, contesta el teléfono y lidera el
camino—. Vámonos.
—No creo que esta sea una buena idea —le digo a Cole, sacando mis cajas de
leche apiladas de la parte trasera de su auto—. Me siento como una vividora.
Mi novio muestra esa peculiar inclinación de sus labios donde solo ves el lado
izquierdo de sus dientes.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —Me mira, deslizando mi mesa de dibujo
plegable hacia él y levantándola—. ¿Quedarte en casa de tus padres?
Sus ojos azules están entrecerrados, probablemente por la falta de sueño,
mientras ambos caminamos y colocamos nuestras cosas en los escalones del porche
de la casa de Pike Lawson.
Nuestro nuevo hogar.
Los últimos días han sido una locura, y no puedo creer que ese tipo sea su
padre. ¿Cuáles son las posibilidades? Ojalá nos hubiéramos conocido de un modo
un poco diferente. No conduciendo a la estación de policía a las dos en punto de la
mañana para sacar a su hijo, mi novio, de la cárcel.
—Vamos, te lo dije —comenta Cole, volviendo al auto por más cosas—. Mi
papá fue quien se ofreció a dejar que nos quedáramos aquí. Simplemente ayudamos
en las tareas domésticas, y esto nos da la oportunidad de ahorrar para un nuevo
lugar. Un mejor lugar.
Claro. ¿Y cuántos niños se mudan a casa para hacer eso y terminan quedándose
otros tres años en su lugar? Su padre tenía que saber a qué se estaba ofreciendo.
Haré todo lo posible para irme lo más pronto posible, pero Cole no ahorra
dinero. Conseguir un nuevo lugar, con un depósito, el cual perdimos en el
apartamento anterior debido a daños menores en las alfombras, y los servicios
públicos requerirán un efectivo sustancial. Una vez que tengamos un lugar, Cole
puede ayudar a pagarlo, pero en realidad conseguirlo y asegurarlo dependerá de
mí.
Han pasado tres días desde el teatro y de conocer a Pike Lawson. Una vez que
sacamos a Cole, llegué a casa y encontramos nuestro departamento completamente
destrozado. Aparentemente, estaba tratando de hacerme una fiesta de cumpleaños
tarde en nuestra casa, pero nuestros amigos, sus amigos, no esperaron para
comenzar las festividades. A las once, todos estaban borrachos, la pizza ya no estaba,
pero bueno, me guardaron un pedazo de pastel.
Tuve que ir al baño para no llorar frente a ellos cuando vi el lugar.
Aparentemente, comenzó una pelea durante la fiesta, los vecinos se quejaron
del ruido, Cole los insultó, y él y otro de sus amigos fueron llevados para que se
calmaran. Mel, el propietario, declaró en términos inequívocos que ya había tenido
suficiente y que Cole tenía que irse. Fui bienvenida a quedarme, pero no había forma
de que pudiera pagar todo por mi cuenta. No después de haber agotado mis ahorros
ayudando a reparar su auto el mes pasado.
Y, gracias a Dios, la policía lo dejó ir sin fianza esta vez, porque no tenía cien
dólares para exprimir de ninguna parte, mucho menos dos mil quinientos.
—Eres su hijo —le recuerdo a Cole, agarrando mi lámpara de pie, una de las
únicas cosas importantes que no almacenamos, ya que el padre de Cole ya tenía una
de las habitaciones extras amuebladas—. ¿Pero quedarme aquí también, que él
pague todas las cuentas? No es correcto.
—Bueno, no creo que sea correcto por mi parte tener que prescindir de esto
todos los días —bromea con una sonrisa engreída mientras me acerca a él y me rodea
con sus brazos. Suelto la lámpara y sonrío, complaciendo su alegría a pesar que me
siento mal. Ha pasado mucho tiempo desde que me sentí a gusto el tiempo suficiente
para olvidarme del estrés que nos golpeaba en todo momento. No hemos sonreído
juntos desde hace tiempo, y está empezando a no ser algo natural.
Pero en este momento, tiene ese brillo infantil en sus ojos como si fuera el
tornado más adorable y dijera “¿no me amas?”.
Planta su frente en la mía, entrelazo mis dedos a través de su cabello rubio y
miro sus ojos azul oscuro que siempre dan la impresión de que acaba de recordar
que tiene un pastel entero esperando en el refrigerador.
Tomando mi mano derecha en la suya, levanta ambas entre nosotros, y
estrecho la suya en la mía, sabiendo lo que está haciendo. Nuestros dedos se
envuelven alrededor de la mano del otro, nuestros pulgares uno al lado del otro, y
sostiene mi mirada, mientras los mismos recuerdos pasan entre nosotros.
Para cualquier otra persona, parece un agarre de lucha libre, pero cuando
miramos hacia abajo, vemos nuestros pulgares uno al lado del otro y la pequeña
cicatriz del tamaño de un guisante que ambos tenemos y compartimos solo con una
persona más. Es tonto cuando le contamos a la gente la historia: El arma de balines
del hermano pequeño de un amigo, que era demasiado pequeña para nuestras
manos, y nos lastimamos la piel cuando tratábamos de usarla, los tres nos reímos
cuando nos dimos cuenta que teníamos la misma cicatriz en el dorso de nuestros
metacarpianos.
Ahora solo somos Cole y yo. Apenas los dos. Dos cicatrices, ya no somos tres.
—Quédate conmigo, ¿de acuerdo? —susurra—. Te necesito.
Y por un extraño momento, veo vulnerabilidad.
También lo necesité una vez, y él estuvo allí. Hemos pasado por muchas cosas,
y probablemente sea mi mejor amigo.
Por eso soy demasiado indulgente con él. No quiero que sufra.
Y es por esa razón que permito que me convenza de esto. Realmente no quiero
mudarme con mi papá y mi madrastra, y es solo hasta el final del verano. Una vez
que reciba mis préstamos estudiantiles para el otoño y haya ahorrado dinero por
trabajar este verano, puedo pagar mi propio apartamento nuevamente. Creo.
Cole me abraza y se queda callado. Sabe que todavía estoy enojada con él por
haber sido arrestado y por el daño al apartamento, pero sabe que me preocupo.
Estoy comenzando a preguntarme si es una de mis fallas. Definitivamente mi
debilidad.
Se inclina y ahueca mi trasero, se zambulle en mi cuello y me besa. Jadeo
cuando se presiona contra mí, y me río, retorciéndome en sus brazos.
—¡Detente! —lo regaño en un susurro mientras miro nerviosamente a la casa
de dos pisos detrás de mí—. Ya no tenemos privacidad.
Sonríe.
—Mi papá todavía está en el trabajo, nena. No estará en casa hasta alrededor
de las cinco.
Oh. Bueno, al menos eso es bueno. Miro a un lado y al otro de la calle del
vecindario, viendo una casa tras otra, las cortinas abiertas y niños jugando aquí y
allá. No es como en los apartamentos donde todo el mundo se entera de todo, pero
realmente no importa, porque estás de forma temporal y no te quedarás lo suficiente
como para que nadie piense que mereces su atención. Aquí, en un vecindario de
verdad, las personas invierten su tiempo en quién vive al lado.
Respiro profundamente, empapándome del olor de las parrillas y el sonido de
las cortadoras de césped. Es un barrio realmente agradable. Me pregunto si esta
podría ser yo algún día. ¿Encontraré un buen trabajo? ¿Tendré una buena casa? ¿Seré
feliz?
Cole inclina su frente hacia la mía otra vez.
—Lo siento. —No me mira, sino al suelo—. Sigo arruinando las cosas, y no sé
por qué. Soy tan inquieto. Simplemente no puedo…
Pero no termina. Solo sacude la cabeza, y lo sé. Siempre lo sé.
Cole no es un perdedor. Tiene diecinueve años. Es impulsivo, está enojado y
confundido.
Pero a diferencia de mí, nunca tuvo que crecer. Siempre hay alguien que se
ocupa de él.
—Sabes quién debes ser —le digo—. Comprometerse a eso es un proceso
diferente para todos, pero llegarás allí.
Alza la mirada, y un momento de duda cruza su mirada como si fuera a decir
algo, pero luego se fue. En su lugar, muestra su pequeña sonrisa arrogante.
—No te merezco —contesta, y luego me da una palmada en el trasero.
Me estremezco, conteniendo mi molestia mientras nos separamos. No, no me
mereces. Pero eres lindo y das buenos masajes.
Terminamos de descargar el auto y hacemos varios viajes de ida y vuelta,
llevando todo a la casa. Dejo los pocos alimentos que compré antes en la cocina y
luego llevo una última caja por la sala de estar y subo las escaleras hasta nuestra
habitación, la primera a la izquierda.
Inhalo profundamente mientras giro la puerta de entrada de nuestra nueva
habitación, incapaz de ocultar mi sonrisa ante el olor a pintura fresca. Por el aspecto
de la casa en la que nos estamos mudando, el padre de Cole la está renovando.
Aunque parece que la mayor parte del trabajo principal está hecho. Había
relucientes pisos de madera en la planta baja, con molduras de corona en cada
habitación, encimeras de granito en la cocina con todos los electrodomésticos de
acero inoxidable nuevos, y los gabinetes de vidrio y negro hicieron que mi corazón
se agitara un poco. Nunca había vivido en un lugar ni remotamente tan agradable.
Para un trabajador de construcción, Pike Lawson no es un mal diseñador.
Definitivamente es una bonita casa. Un lugar realmente agradable, de hecho.
No es que sea una mansión, simplemente una casa de dos pisos con un pequeño
porche que conduce a la puerta de entrada, pero está reconstruida, hermosa, bien
cuidada, y los patios delanteros y traseros son verdes.
Dejo la caja y camino hacia la ventana, mirando entre las persianas. Un patio de
verdad. La situación de la mamá de Cole no siempre fue excelente, así que es bueno
saber que tiene un vecindario limpio y seguro aquí cuando lo necesita. Me pregunto
por qué siempre hacía que pareciera que necesitaba a alguien que lo cuidara cuando
tenía esto en cualquier momento que quisiera. ¿Qué pasa con él y Pike Lawson?
Algún día también voy a tener un lugar como este. Desafortunadamente, mi
padre morirá en ese remolque en el que crecí.
Cole entra, dejando un par de maletas sobre la cama, e inmediatamente se va
de nuevo, sacando su teléfono en su salida.
—¿Crees que a tu papá le importará si uso la cocina? —pregunto, siguiéndolo
fuera de la habitación—. Tengo cosas para hacer hamburguesas.
Sigue caminando, pero escucho su risa entrecortada.
—No me puedo imaginar a ningún hombre, ni siquiera a mi papá, diciéndole
a una mujer que no puede usar su cocina para hacerle una comida, nena.
Sí, claro. Echo un vistazo a su espalda cuando gira a la derecha en la sala de
estar y se dirige hacia afuera. Sigo yendo directo a la cocina.
Solía gustarme hacer cosas por Cole. Estar allí para él más de lo que mi madre
estuvo para mi padre. Tener una casa limpia, o un departamento, y verlo sonreír
cuando le hacía la vida un poco más fácil, o me aseguraba que tuviera lo que
necesitaba. Aunque, se ha vuelto unilateral en los últimos meses.
Sin embargo, su padre está haciendo mucho por nosotros, y cocinar algunas
noches a la semana es parte del acuerdo, así que no tengo problema para cumplir mi
parte del trato. Bueno, nuestra parte del trato, pero Cole no va a cocinar, así que le
dejaré el trabajo del jardín, lo que su padre también estipuló era su responsabilidad
de mantenerse ocupado.
Pike Lawson. Tuve que hacer un esfuerzo para no pensar en el teatro la otra
noche. Todavía es difícil entender la aleatoriedad de toda la situación.
Sigo pensando en el fósforo de la donut, y la charla que me dio sobre ir detrás
de lo que quiero. Una parte de mí, sin embargo, siente que también se decía esas
cosas a sí mismo. La experiencia y tal vez un poco de decepción se juntaron en su
tono, y quiero saber más sobre él. Por ejemplo, cómo fue ser un padre joven.
Y también pensé que era lindo. ¿Y qué? Creo que Chris Hemsworth es lindo. Y
Ryan Gosling, Tom Hardy, Henry Cavill, Jason Momoa, los hermanos Winchester…
No es que tuviera pensamientos sexuales, por todos los cielos. No tiene por qué ser
incómodo.
No puede serlo. Estoy con su hijo.
Caminando hacia una de las sillas en la mesa de la cocina, saco mi teléfono de
mi bolsa y abro mi aplicación, Jessie's Girl, empezando inmediatamente donde
quedó, después de mi carrera esta mañana. Hago un escaneo de la cocina, así como
de la sala de estar, asegurándome que ninguna de nuestras cosas esté por ahí. No
quiero molestar a su padre más de lo que ya lo hacemos.
Camino hacia el refrigerador, pasando la mano por la encimera de la isla de
paso. Mientras que los otros mostradores son de un granito marrón con pizcas de
negro, la parte superior de la isla está hecha de madera gruesa. La madera suave
está cálida bajo las yemas de mis dedos, y no siento ningún surco de tallado. Toda
la cocina parece renovada recientemente, así que tal vez no haya usado mucho la
tabla de cortar. O tal vez no es un gran cocinero.
Una práctica lámpara de bronce cuelga sobre la isla, y doy un pequeño giro
antes de llegar al refrigerador, riendo en voz baja. Es agradable poder moverse sin
toparse con algo. Lo único que necesita esta cocina para hacerme pasar de una
inclinación de cabeza poco impresionada a abanicarme del calor, sería una pared de
azulejos contra salpicaduras. Los azulejos son sexys.
Al llegar al refrigerador, saco la carne picada, la mantequilla y la mozzarella,
doy una patada a la puerta con el pie mientras doy la vuelta y pongo todo sobre la
isla. Recojo las dos cebollas que dejé en el mostrador antes y bailo con la música,
deslizándome y balanceándome, mientras tomo un cuchillo de carnicero del bloque
y comienzo a cortarlas en finas rebanadas.
La música en mis oídos aumenta, el vello en mis brazos se eriza, y siento un
estallido de energía en mis piernas, porque quiero bailar, pero no me lo permitiré.
Espero que Pike Lawson esté de acuerdo con la música de los 80 en su casa de vez
en cuando. En el teatro, no dijo que no le gustaba, pero tampoco contaba con que
viviríamos con él.
Me limito a mover los labios y mover la cabeza mientras formo cinco
hamburguesas grandes en mis manos y las comienzo a poner en una sartén limpia,
ya calentada y cubierta con mantequilla derretida.
Estoy balanceando las caderas de lado a lado cuando siento un cosquilleo que
se abre paso alrededor de mi cintura. Salto, mi corazón salta en mi pecho mientras
un jadeo se aloja en mi garganta.
Dándome vuelta, veo a mi hermana detrás de mí.
—¡Cam! —me quejo.
—Te atrapé —se burla, sonriendo de oreja a oreja y pellizcándome en las
costillas de nuevo.
Detengo la música en mi teléfono.
—¿Cómo entraste? No escuché el timbre.
Rodea la isla y se sienta en un taburete, apoyando los codos y levantando un
aro de cebolla.
—Vi a Cole afuera —explica—. Me dijo que entrara.
Arqueo mi cuello, mirando por la ventana y lo veo a él y un par de sus amigos
rodear el viejo VW de mi abuela, por el que pagó el papá de Cole para que lo trajeran
aquí, ya que ahora no funciona. No podía dejarlo en el departamento, y parece que
Cole finalmente va a cumplir su promesa de arreglarlo, para que pueda tener un
auto.
El chisporroteo de la carne friéndose en la sartén golpea mis oídos, y me giro,
volteando las hamburguesas. Una mancha de grasa golpea mi antebrazo, y hago una
mueca por el dolor.
Sé que Cam está aquí para ver cómo estoy. Viejos hábitos y eso.
Mi hermana solo es cuatro años mayor, pero fue la madre que nuestra madre
no quería ser. Me quedé en el parque de casas rodantes hasta que me gradué de la
escuela secundaria, pero Cam se fue cuando tenía dieciséis años y ha estado sola
desde entonces. Solo ella y su hijo.
Echo un vistazo al reloj, viendo que son poco más de las cinco. Mi sobrino ya
debe estar con la niñera, y ella debe estar en camino al trabajo.
—Entonces, ¿dónde está el padre? —me pregunta.
—Todavía en el trabajo, supongo.
Sin embargo, pronto estará en casa. Paso las hamburguesas de la sartén al plato
y saco los panecillos, abriendo el paquete.
—¿Es amable? —pregunta finalmente, sonando vacilante.
Estoy de espaldas a ella, por lo que no puede ver mi molestia. Mi hermana es
una mujer que no tiene pelos en la lengua. El hecho que esté cuidando su tono dice
que probablemente tenga pensamientos que no quiero escuchar. Como por ejemplo:
¿Por qué diablos no solo acepto el trabajo mejor pagado, que su jefe me ofreció el
otoño pasado, para poder quedarme en mi apartamento?
—Parece agradable. —Asiento, lanzándole una mirada—. Un poco callado,
creo.
—Tú eres callada.
Le lanzo una sonrisa, corrigiéndola.
—Hablo en serio. Hay una diferencia.
Se ríe y se sienta derecha, tirando del dobladillo de su top blanco sin mangas,
el sujetador de encaje rojo debajo muy visible.
—Alguien tenía que ser serio en nuestra casa, supongo.
“En nuestra casa” al crecer, quiere decir.
Pone su cabello castaño detrás de su hombro, y veo los largos pendientes de
plata que usa y que combinan con su maquillaje brillante, sus ojos ahumados y sus
labios brillantes.
—¿Cómo está Killian? —pregunto, recordando a mi sobrino.
—Un mocoso, como de costumbre —responde. Pero luego se detiene como si
recordara algo—. No, espera. Hoy me dijo que les dice a sus amigos que soy su
hermana mayor cuando voy a buscarlo a la guardería —se burla—. La pequeña
mierda está avergonzada de mí. Pero, aun así, estaba como “Vaya, ¿la gente
realmente cree eso?”. —Y luego sacude su cabello otra vez, montando un
espectáculo—. Quiero decir, todavía me veo bien, ¿no?
—Solo tienes veintitrés años. —Termino la hamburguesa con mozzarella
rallada, agrego otra hamburguesa, y también le pongo queso—. Por supuesto que
sí.
—Ajá. —Chasquea los dedos—. Tengo que ganar dinero mientras pueda.
La miro a los ojos, y es solo por un momento, pero es suficiente para ver la
vacilación en su humor. La forma en que su sonrisa desconcertada parece una
disculpa y la forma en que parpadea, llenando el silencio mientras sus torpes
palabras cuelgan en el aire.
Y cómo tira del dobladillo de su blusa hacia abajo para cubrir la mayor parte
de su estómago en presencia de su hermana menor.
Mi hermana odia lo que hace para ganarse la vida, pero le gusta más el dinero.
Finalmente vuelve su atención a mí, su tono suena casi acusador.
—Entonces, ¿qué estás haciendo, por cierto?
—Haciendo la cena.
Sacude la cabeza, poniendo los ojos en blanco.
—Entonces, ¿no solo no dejas al hombre con el que estás, sino que ahora estás
sirviéndole a otro?
Coloco un par de aros de cebolla en la primera hamburguesa doble con queso
y la cubro con un panecillo.
—No lo hago.
—Sí, lo haces.
La miro con furia.
—Nos quedaremos aquí, en este fabuloso vecindario, imagínate, libre de
alquiler. Lo menos que puedo hacer es asegurarme de mantener nuestro acuerdo.
Limpiamos y compartimos algunos de los deberes de la cocina. Eso es todo.
Arquea con severidad la ceja derecha y se cruza de brazos, sin creérselo. Oh,
por todos los santos. De hecho, creo que estamos obteniendo la mejor parte de este
trato que Pike Lawson, después de todo. Aire acondicionado, televisión por cable y
Wi-Fi, un armario-vestidor…
Extiendo la mano por encima del mostrador y tiro de las persianas, espetando
para que deje de molestarme.
—¡Tiene una piscina, Cam! Quiero decir, por favor.
Abre los ojos de par en par.
—¿De verdad?
Se levanta de la silla y se acerca, mirando hacia el patio trasero. La piscina es
perfecta. Con forma de reloj de arena, las baldosas multicolores en la cubierta son
de estilo mediterráneo, y tiene una entrada con un piso de mosaico. El padre de Cole
todavía debe estar trabajando en eso porque hay una pantalla en el otro extremo de
la piscina con macizos para flores sin flores y picos para mini cascadas que todavía
no están instalados. Hay una mesa y sillas colocadas al azar alrededor del perímetro,
y el resto del patio trasero cubierto de hierba tiene varios muebles de jardín que aún
no están acomodados de manera discernible. Una sombrilla de mesa se encuentra a
la derecha, al lado de la manguera, y una parrilla de barbacoa está cubierta con una
lona a la izquierda.
Mi hermana asiente con aprobación.
—Esto es bonito. Siempre quisiste vivir en una casa como esta.
—¿Quién no? —respondo. Todos deberían ser tan afortunados.
Aunque todavía se siente mal estar aquí. Sin embargo, me preocupo mucho
por Cole, y prefiero estar con él que en casa de mi padre.
Termino las hamburguesas, mientras ella se da la vuelta, agarrando ambos
costados del mostrador y mirándome.
—¿Estás segura que lo único que quiere es que limpies y cocines un poco? —
insiste—. Los hombres, sin importar la edad, son todos iguales. Yo debería saberlo.
Sí, puedes callarte ahora. Puedo cuidar de mí misma. Si los novios de la escuela
secundaria y trabajar en un bar no me han enseñado eso hasta ahora…
Pero vuelve a hablar, entrando en mi espacio y deteniéndome.
—Solo escúchame por un segundo. —Su tono se vuelve firme—. Es una casa
bonita, un vecindario seguro, y sí, puedes ahorrar un poco de dinero. Pero no tienes
que quedarte aquí.
—No es la casa de papá y Corinne, así que al menos hay eso —le respondo—.
Y no puedo quedarme contigo. Agradezco la oferta, pero no puedo estar en el sofá,
en el camino de todos, y ser capaz de estudiar con un niño de cuatro años tratando
de ser un niño en su propia casa.
Tengo una clase de verano los jueves, así que necesito algo de espacio para
trabajar.
—Eso no es lo que quise decir —replica rápidamente—. Podrías haberte
quedado en ese departamento. Podrías haberlo pagado.
Abro la boca, pero la cierro de nuevo, dando la vuelta para meter las
hamburguesas en el horno durante unos minutos.
No otra vez. ¿Cuándo se va a dar por vencida?
—No puedo, ¿de acuerdo? —le digo—. No quiero. Me gusta mi trabajo, y no
trabajo donde trabajas.
—Por supuesto que no. —Me mira con aburrimiento—. Está por debajo de ti,
¿verdad?
—Eso no es lo que dije.
No pienso menos de mi hermana por su trabajo. Alimenta y viste a su hijo. Se
tragó su orgullo e hizo lo que tenía que hacer, y la amo por eso. Pero, y nunca se lo
diría, no es una carrera que hubiera escogido si hubiera tenido otras opciones.
Y aún no me he quedado sin opciones.
Cam ha estado bailando en The Hook desde que tenía dieciocho años. Al
principio, era solo un trabajo temporal para mantenerse, después que su novio la
dejara y también a su hijo. Pero hacer malabarismos con la universidad y su hijo
llegó a ser demasiado y, finalmente, dejó la escuela. El plan era retomar el rumbo
una vez que Killian comenzara el jardín de infantes, pero eso será pronto, y no creo
que tenga planes inmediatos para dejarlo pronto. Está acostumbrada al dinero.
Y hace casi un año, su jefe me ofreció un trabajo de camarera allí, y desde
entonces ella ha estado detrás de mí, molestándome para que lo tome. Después de
todo, podría ganar más que suficiente para mantenerme, y tal vez tampoco tenga
que sacar tantos préstamos estudiantiles. Unos años y eso es todo, había dicho. Estaría
fuera.
Pero sé que servir es el trabajo, que su jefe hace que tomen las chicas, mientras
las convence para que comiencen a bailar en el escenario.
Y no haré eso. Tampoco veré a mi hermana hacer eso todas las noches.
Mi cuerpo es privado. Es personal para mí y para quien quiera mostrárselo. Me
quedaré en Grounders, gracias.
—Estoy bien donde estoy —reitero—. Lo tengo bajo control.
Suspira.
—Está bien —cede, rindiéndose por ahora—. Solo prepárate si esto no
funciona, ¿de acuerdo?
Esto, es decir que Cole y yo vivamos en la casa de su padre.
Me muevo a su alrededor para sacar un poco de limonada del refrigerador y
de repente escucho el ruido sordo de un motor cada vez más cerca. Me detengo,
mirando hacia la ventana y veo la esquina de una camioneta negra entrar en la
calzada. El mismo Chevy Cheyenne del 71 al que subí después de la película la otra
noche para llegar con Cole a la estación de policía.
Mi corazón golpea mi pecho, pero lo ignoro y cierro rápidamente el
refrigerador.
—Llegó su padre —le digo, agarrando su bolso del mostrador y empujándolo
hacia ella—. Tienes que irte.
—¿Por qué?
—Porque esta no es mi casa —mascullo, empujándola hacia el cuarto de lavado
y a la puerta de atrás—. Al menos déjame esperar una semana antes que me imponga
en su espacio con todos mis amigos.
—Soy tu hermana.
Oigo el portazo de un auto.
Sigo empujándola hacia la parte posterior, pero está clavando sus talones al
suelo.
—Y será mejor que me mantengas informada —exige—. No voy a dejar que
permitas que un pervertido de mediana edad y barriga cervecera que estuvo feliz
con dejar que una adolescente sexy se mudara a su casa comience a exigir un poco
más a su nueva inquilina.
—Cállate. —Pero no puedo evitar reír un poco.
Sí, no tiene panza, ni es de mediana edad, ni es un pervertido. No lo creo, de
todos modos.
Se da vuelta, golpeándome en el estómago juguetonamente y bajando la voz a
un tono profundo y ronco:
—Vamos, cariño. —Se retuerce hacia mí, tratando de
seductoramente con sus brazos—. Es hora de pagar la renta, cariño.
rodearme
—¡Cállate! —susurro, medio gritando, riendo e intentando sacarla de la
cocina—. Dios, me avergüenzas. ¡Sal!
—No tengas miedo —continúa, fingiendo que es un tipo viejo y espeluznante
mientras se lame los labios y trata de besarme—. Las niñas cuidan de sus papás.
Y empuja contra mí en broma, inflando toda la barriga cervecera que puede
reunir con su cintura de cincuenta centímetros.
—¡Basta! —suplico, ardiendo de vergüenza.
Me toca las caderas, sonriendo mientras intento sacarla de la cocina.
Pero luego se detiene de repente, su expresión cae y sus ojos se centran en algo,
o alguien, detrás de mí.
Cierro los ojos por un momento. Estupendo.
Dándome la vuelta, veo al padre de Cole en la entrada, entre la sala de estar y
la cocina, parado y mirándonos. El calor sube por mi cuello al verlo de nuevo.
Escucho a mi hermana respirar profundamente, y me alejo de ella, aclarando
mi garganta. No creo que haya escuchado nada. Al menos, espero que no.
Mueve la mirada entre nosotras y finalmente la deja sobre mí. Su cabello corto
está un poco desordenado, y puedo ver el sudor de su día de trabajo todavía
humedeciendo los lados, y la sombra de barba en su mandíbula. Marcas negras
manchan sus antebrazos, y los tendones de sus manos bronceadas se flexionan
cuando agarra su cinturón de herramientas y el contenedor del almuerzo.
Inhala profundamente y avanza, colocando sus cosas sobre la isla.
—¿Ya mudaron todo? —me pregunta, pasándose una mano por el cabello.
Asiento.
—Ajá —dejo escapar—. Quiero decir, sí.
Mi corazón está haciendo esa cosa de nuevo, donde se siente como si estuviera
navegando en olas del océano dentro de mi pecho, y no puedo recordar lo que se
supone que debo hacer. Así que solo asiento de nuevo, parpadeando hasta que mi
hermana aparece a mi lado y finalmente recuerdo lo que estaba pasando.
—Pike. Señor Lawson —me corrijo—, lo siento. Esta es mi hermana, Cam. —
Apunto hacia ella—. Y ya se iba.
La mira.
—Hola.
Y después, para mi sorpresa, su mirada regresa a mí por un momento antes de
mirar el correo sobre el mostrador y comienza a hojearlo como si no estuviéramos
aquí.
Parpadeo, un poco confundida.
Cam es una atracción de feria. Puede que sea más joven que él, pero sin duda
es una mujer, y la mayoría de los hombres dejan que sus ojos se detengan sobre ella,
sus largas piernas y los pechos turgentes y grandes que tiene debajo de esa camiseta
sin mangas. Él no.
—Sí, encantada de conocerte —dice—. Gracias por recibirla.
Nos lanza una mirada rápida y una media sonrisa antes de tomar todos los
sobres y meterlos en un cajón del correo.
Cam comienza a salir de la cocina, y la sigo mientras entra al cuarto de lavado.
Una vez que está fuera de su línea de visión, gira, diciéndome con un brillo
travieso en sus ojos abiertos:
—Oh, Dios mío.
Aprieto la mandíbula, sacudiendo mi barbilla para que siga caminando. Ahora
va a estar aquí todos los días coqueteando con él.
Escucho a Pike detrás de mí, abriendo uno de los hornos, y me doy vuelta.
—Estaba preparando la cena —le digo—. Para nosotros tres. ¿Está bien?
Cierra el horno, y veo un atisbo de alivio en su rostro.
—Sí, eso es genial, en realidad. —Suspira—. Gracias. Estoy hambriento.
—Estará lista en quince minutos.
Alcanza el refrigerador y saca una Corona, mete la tapa debajo de un abridor
clavado debajo de la isla y la quita, dejando caer la tapa en la basura.
—Suficiente tiempo para ducharme —responde, mirándonos—. Disculpen.
Y luego sale de la cocina, con la botella colgando de sus dedos mientras sale
con solo medio paso. Me detengo, y de nuevo caigo en cuenta de lo alto que es. Esta
es una casa de buen tamaño, también, pero sería imposible no notarlo en una
habitación.
—Ahora lo entiendo —me susurra mi hermana con burla al oído—. Y aquí
estaba yo, preocupada porque sufrieras avances indeseados de un viejo sudoroso y
gordo.
—Cállate. —Cierro los ojos con exasperación.
Escucho que se abre la puerta trasera y el humor se adueña de su voz mientras
bromea:
—Ahora cuídate de tus hombres.
Me giro para cerrarle la puerta de golpe en el rostro, pero grita, cerrándola
antes que tenga oportunidad.
—Oh, no me gustan las cebollas.
Me detengo ante las palabras de Pike y miro la salsa de barbacoa rociada sobre
mis obras maestras de aros de cebolla. Son una publicación de Instagram esperando
a suceder. Si quito las hermosas cebollas doradas, será solo un fail para Pinterest.
—¿Y si pruebas un poco? —Me arriesgo, con una sonrisa tímida—. Te gustará.
Lo prometo.
En mi experiencia, los hombres comerán lo que tienen enfrente.
Parece pensarlo un momento y luego cierra el refrigerador y se encuentra con
mi mirada. Su expresión se suaviza.
—Bien.
Probablemente siente que me lo debe, ya que hice la cena, así que lo acepto.
Cubriendo la hamburguesa, le doy el plato, y él lo lleva hasta un taburete, tomando
un bocado antes de sentarse. Echo un vistazo por encima de mi hombro. Su
mandíbula deja de moverse, y parpadea un par de veces, los músculos de sus
mejillas se flexionan. Y luego escucho un gemido.
Me vuelvo hacia la estufa para que no pueda ver mi sonrisa.
—En realidad, está bueno —asegura—. Realmente bueno.
Solo asiento, pero noto una pequeña pizca de orgullo.
—Cuando comes barato al crecer —indico—, encuentras tus propias maneras
de agregarle un toque gourmet.
No dice nada durante unos segundos, pero después de un momento
concuerda:
—Sí.
No estoy segura si eso significa que solo está escuchando atentamente o está
de acuerdo conmigo. Si ha descubierto mi apellido, debe saber quién es mi padre.
Todos en la ciudad conocen a Chip Hadley, así que tendría una idea de cómo
vivíamos.
No sé mucho sobre la familia de Cole, o si siempre han vivido en esta ciudad.
Pike Lawson no es rico, pero ciertamente no es pobre por el aspecto de su casa.
—Es muy bueno. Lo digo en serio —dice nuevamente.
—Gracias. —Me doy vuelta y coloco un plato en la isla perpendicular a su
asiento para Cole, y el mío junto a ese.
Nos quedamos en silencio, y me pregunto si también se siente raro. Hablamos
tan fácilmente la otra noche cuando no sabíamos quién era el otro, pero eso ha
cambiado ahora.
Escucho movimiento desde la sala de estar y miro alrededor para ver a Cole
entrando a la cocina. Sonrío. Tiene grasa en toda la camisa y una mancha bajo su
labio. Puede comportarse mal como si fuera su trabajo, pero también puede
presumir de un encanto infantil como si nada.
Agarra la hamburguesa de su plato en una mano y mete una parte oxidada y
sucia del auto debajo de su brazo, inclina su barbilla hacia mí.
—Hola, nena. Estamos trabajando en tu VW. No te importa si como afuera,
¿verdad?
Lo miro.
¿Habla en serio? Disparo una mirada entre él y su padre.
—Sí —contesto suavemente, intentando decir más con mis ojos. No quiero
comer a solas con su papá.
—Vamos. —Cole ladea la cabeza, intentando convencerme con su expresión
juguetona—. No puedo simplemente dejarlos allá. Podrías venir y sentarte afuera
con nosotros.
Cielos, gracias. Frunzo los labios y me vuelvo hacia el refrigerador, tomando la
jarra de limonada. Es grosero simplemente irse. Su padre no es nuestro restaurante.
Debería esforzarse un poco por conocerlo.
Pero antes que pueda decirle a Cole que solo se vaya y coma afuera, su padre
habla:
—¿Por qué no te sientas diez minutos? No te he visto en un tiempo.
El alivio me golpea, y estoy agradecida por el respaldo. Finalmente escucho a
Cole soltar un suspiro y las patas de uno de los taburetes de la isla de la cocina raspan
el suelo mientras toma asiento frente a su plato.
Me aseguro que el horno esté apagado, agarro mi bebida, y sigo al padre de
Cole mientras toma asiento, dejando el asiento entre él y Cole vacío. Lo tomo,
estirándome sobre la isla y acercando el plato hacia mí.
—Entonces, ¿cómo va el trabajo? —pregunta el señor Lawson, y asumo que
está hablándole a Cole.
La mano derecha de Cole encuentra mi muslo mientras usa la izquierda para
llevar la hamburguesa a su boca, y miro a su padre, viendo sus ojos mirando hacia
abajo y observando la mano de Cole sobre mí. Su mandíbula se flexiona mientras
vuelve a alzar la mirada.
—Es trabajo. —Cole se encoge de hombros—. Sin embargo, es mucho más fácil
ahora que el clima ha calentado.
Cole ha estado haciendo construcción de carreteras desde que nos mudamos
juntos hace nueve meses. Ha pasado por muchos trabajos desde que lo conozco, pero
este le ha durado.
—¿Has pensado en la universidad? —pregunta su padre.
Pero Cole solo frunce el ceño.
—Tuve que esforzarme demasiado para terminar la secundaria. Ya lo sabes.
Llevo la limonada a mis labios y tomo un sorbo, mi estómago se tensa y ahora
no tengo ganas de comer. El padre de Cole mastica y deja su hamburguesa,
levantando luego su botella.
—El tiempo se mueve más rápido de lo que crees —contesta suavemente, casi
para sí mismo—. Casi me uní a la marina cuando me enteré… —pero guarda
silencio, termina con otra cosa—, cuando tenía dieciocho años.
Pero creo que sé lo que iba a decir. Cuando me enteré que iba a ser padre. Pike
Lawson no se ve lo suficiente mayor para ser padre de un hijo adulto, así que tuvo
que haber sido muy joven cuando Cole nació. No más de dieciocho o diecinueve
años. ¿Lo que lo pondría en unos treinta y ocho? ¿Más o menos?
—Simplemente no podía comprender el hecho de que estaba renunciando a
siete años de mi vida —continúa—. Pero siete años fueron y vinieron muy rápido.
Asegurar un buen futuro requiere de una inversión y un compromiso, Cole, pero
vale la pena.
—¿Lo valió para ti? —cuestiona su hijo, arrancando un trozo de la
hamburguesa, presionando ligeramente el costado de mi muslo. Es un gesto sutil
que de hecho me gusta, a pesar de la tensión creciente en la habitación. Es su forma
de hacerme saber que puede estar enojado, pero no lo está conmigo, y odia que
probablemente me sienta incómoda en este momento.
El padre de Cole toma un sorbo de su botella y la deja calmadamente en la
mesa, su tono ahora es más duro.
—Bueno, he tenido el dinero para pagar tu fianza de la cárcel —indica—. La
última vez. Y la vez antes de esa.
La mano de Cole se tensa alrededor de mi muslo, y mi cuello está tan caliente
de repente que desearía tener una liga para mi cabello. Miles de preguntas dan
vueltas en mi cabeza. ¿Por qué no se llevan bien? ¿Qué sucedió? El padre de Cole
parece bueno, por lo poco que sé de él, pero Cole ha levantado un muro entre ellos,
y su papá tiene casi tan mal genio como su hijo.
Con la hamburguesa en mano, Cole aparta su plato y echa la silla hacia atrás,
soltando mi pierna.
—Voy a comer afuera —dice, soltando mi pierna—. Ven con nosotros si
quieres, nena. Y deja los platos. Los lavaré en un rato.
Abro la boca para hablar, pero me detengo, apretando los dientes. Bueno, esto
será divertido.
Cole se da vuelta y sale de la habitación, y momentos después escucho la
puerta principal cerrarse de un golpe. Se escuchan voces amortiguadas desde afuera,
y suena un claxon por la calle, pero de repente hace tanto silencio en la cocina que
dejo de respirar. Con suerte Pike Lawson se olvidará que estoy aquí.
¿Cómo se supone que viva aquí? No puedo tomar un lado si van a hacer esto.
Pero Pike habla, suavizando su voz.
—Está bien —asegura, y lo veo mover su cabeza hacia mí por el rabillo del
ojo—. Puedes ir con él si quieres.
Giro mi cabeza, me encuentro con su mirada y le enseño una sonrisa tensa
mientras me encojo de hombros.
—Hace calor afuera —contesto.
Ya estoy ardiendo con la tensión de aquí.
Además, los amigos de Cole no son mis amigos, y afuera no será mejor.
—Lamento eso —dice tomando de nuevo su hamburguesa—. No sucederá
mucho. Cole es muy bueno evitando los lugares donde estoy.
Asiento, sin saber qué más decir. De todos modos, tengo la sensación de que
no estaré aquí mucho tiempo. Ya siento que estoy caminando por la cuerda floja.
Me obligo a comer, porque esto no sabrá bien como sobras mañana. La música
se escucha desde afuera, el zumbido de una podadora cobra vida en la distancia, y
el aroma del césped golpea el fondo de mi garganta cuando entra por las ventanas
abiertas, las sencillas cortinas beige de la casa de Pike se mueven con la brisa que
entra. Escalofríos cubren mis brazos.
Verano.
Un teléfono suena, y veo a Pike estirarse y tomar su teléfono de la isla.
—Hola —responde.
Suena la voz de un hombre del otro lado, pero no puedo escuchar lo que dice.
Pike se levanta, cargando su plato hacia el fregadero con una mano y
sosteniendo el teléfono con la otra, y echo una ojeada mientras está distraído. Las
bromas de Cam sobre él siguen viniendo a mí, calentándome las mejillas, pero no es
así.
Pike es un misterio.
Vi fotografías de él y Cole en la sala de estar, de bebé y de niño, pero aparte de
eso, la casa no tiene mucho de su padre. Sé que es un tipo soltero, pero no hay libros
sobre la mesa de centro que muestren sus intereses, no hay recuerdos de vacaciones,
ni mascotas, ni arte, ni adornos, ni revistas, ninguna parafernalia que indique sus
pasatiempos como deportes, juegos, o música… es una casa hermosa, pero es como
una casa de exhibición donde en realidad no vive una familia.
—No, necesito otra excavadora y al menos cien bolsas más de cemento —le
dice al tipo, sosteniendo el teléfono entre su hombro y oreja, y subiendo más sus
mangas abre el grifo.
Sonrío para mí misma. Está lavando los platos. ¿Sin que se le pida? Suelto un
suspiro y me levanto del asiento. Supongo que normalmente vive solo, después de
todo. ¿Quién más lo haría?
Se ríe ante algo que le dice el tipo y sacude la cabeza, mientras limpio mi plato
en la basura.
—Dile a ese imbécil que no está enfermo —exige al teléfono—, y que si no sale
de donde sea que esté metido en la mañana, iré y lo buscaré yo mismo. Quiero seguir
adelantado a la programación.
Voy a su lado y suavemente dejo mi plato en el mostrador antes de poner la
limonada y condimentos de regreso en el refrigerador.
—Sí, sí… —lo escucho mientras enjuaga los platos, y los pone en el
lavaplatos—, bien, te veré por la mañana.
Cuelga y deja el teléfono, y le lanzo otra rápida mirada.
—¿Trabajo? —pregunto.
Asiente, echando algo en un vaso y tirándolo.
—Siempre. Estamos construyendo un edificio de oficinas en la veintidós antes
de llegar al parque. —Me mira—. No importa cuánto lo planees y presupuestes,
siempre hay sorpresas que intentan desestabilizarte, ¿sabes?
La autopista veintidós. El mismo camino que tomo para ir a clases al Doral.
Debo haber pasado por su lugar de trabajo muchas veces.
—Nada nunca sale según lo planeado —reflexiono—. Incluso a mi edad, ya lo
sé.
Se ríe, las esquinas de su boca curvándose en una sonrisa mientras me mira.
—Exactamente.
De repente titubeo, un déjà vù me golpea. Por un momento, veo al tipo en el
teatro otra vez.
Parpadeo, tratando de mirar hacia otro lado. Sus ojos color avellana se ven más
verdes bajo la lámpara que cuelga sobre su cabeza, su cabello se secó de la ducha y,
de repente, parece más un hermano mayor de Cole que su padre. Aparto los ojos de
su sonrisa, captando un vistazo de los tendones de su brazo que se están flexionando
mientras trabaja en el fregadero.
Tomo mi teléfono del mostrador y me doy vuelta para irme, pero luego
recuerdo algo.
—¿Puedo tener tu número de teléfono? —Me giro y pregunto—: ¿En caso que
haya un problema aquí, pierda mi llave o algo así?
Me mira por encima del hombro, con las manos todavía en el agua.
—Ah, claro. —Cierra el grifo y agarra una toalla, secándose—. Buena idea.
Toma.
Agarra su teléfono y abre la pantalla, entregándomela.
—Pon también el tuyo en el mío, entonces.
Le doy mi teléfono y tomo el suyo, ingresando mi nombre y mi número de
teléfono. Me alegro de haberlo recordado. Cualquier cosa podría salir mal con la
casa. El sótano podría inundarse, podrían entregarse paquetes que no son míos,
podría no poder encargarme de la cena alguna noche, que Cole y yo estemos juntos
y necesite avisarle… Este no es mi apartamento donde puedo tomar todas las
decisiones.
Le devuelvo el teléfono y él el mío, pero comienza a sonar música del mío, y
mira la pantalla del teléfono. Mi aplicación de música debe haber estado activa y la
encendió accidentalmente o algo.
Mierda.
Father’s Figure de George Michael comienza a sonar, y arquea las cejas cuando
comienza el sugerente coro.
Mi boca se seca al escuchar la letra.
Le arrebato el teléfono y lo apago.
Él exhala una carcajada.
Increíble.
Luego se endereza, aclarando su garganta.
—Música de los 80, ¿eh?
Me paso los dedos por el cabello, deslizando el teléfono en mi bolsillo trasero.
—Sí, no estaba bromeando.
Después de un momento, vuelvo a mirar y lo veo observándome, con una
sonrisa en los ojos.
Desvía la mirada a un lado, y se inclina, recogiendo una de las revistas de casa
y jardín que no me había dado cuenta había caído de mi bolsa sobre la mesa de la
cocina.
—Y es Pike—señala, entregándome la revista—. No señor Lawson, ¿de
acuerdo?
Está tan cerca, y mi estómago da un vuelco, incapaz de mirarlo.
Tomo la revista y asiento, sin poder mirarlo a los ojos.
Vuelve a su tarea, y me doy la vuelta para alejarme, pero me detengo y lo
admiro.
—No tienes que hacer eso, ¿sabes? —le digo, refiriéndome a los platos—. Cole
dijo que lo haría.
Veo temblar su cuerpo con una risa, y luego se inclina para dejar caer algunos
cubiertos en el lavaplatos antes de mirarme.
—También tuve diecinueve años —responde—. “En un momento” significa
con el tiempo, y con el tiempo no significa esta noche.
Resoplo, mis hombros se alivian un poco. Cierto.
No sé cuántas veces me levanté a la mañana siguiente con un fregadero lleno
de platos. Por supuesto, no me haría más feliz con Cole si su padre soportara su peso
con las tareas, pero lo ignoro como diciendo “no es mi problema”.
Mientras yo no tenga que hacerlo.
—Gracias —contesto, rápidamente me lanzo rápidamente al refrigerador y me
llevo una botella de agua.
Pero luego se me ocurre un pensamiento.
—¿Tienes otros hijos? —pregunto. Supongo que necesito saber si habrá otras
personas que entren o salgan de la casa.
Pero cuando lo miro veo su mandíbula tensa y su ceño fruncido, luciendo un
poco demasiado serio.
—Creo que Cole te diría si tuviera hermanos, ¿no es así?
Contra mi voluntad, mi columna se endereza instantáneamente. Su tono es
castigador. Por supuesto, Cole me diría si tuviera hermanos. Lo conozco desde hace
tiempo.
—Claro —respondo apresuradamente, sacudiendo la cabeza como si estuviera
en una niebla y por eso había hecho una pregunta tan tonta.
—Además, nunca he estado casado —agrega, su manzana de Adán sube y
baja—. Tener varios hijos de varias mujeres no era un error que quisiera seguir
cometiendo.
Me quedo quieta, mirándolo y sintiéndome un poco mal. Definitivamente Cole
no fue planificado e, incluso en un pequeño grado, no deseado por sus padres
adolescentes. Parte del misterio de su mala relación comienza a esclarecerse.
Pero también aprecio su pragmatismo. No le llevó mucho tiempo a un joven
Pike Lawson aprender que, hacer bebés con cualquiera no era lo correcto para él.
Esa era una consecuencia que nunca quería experimentar, ni siquiera una vez.
Parece darse cuenta de lo que ha dicho y probablemente cómo se escuchó,
porque se detiene y me mira, entrecerrando sus ojos en una disculpa.
—No quise decirlo… así. Yo…
—Sé lo que quisiste decir. Está bien.
Muevo mi pulgar detrás de mí y retrocedo.
—Voy a estudiar. Voy a tomar un par de crédito este verano, así que… buenas
noches.
Se da la vuelta, cargando el lavaplatos con jabón y encendiéndolo.
—Gracias de nuevo por permitir que nos quedemos aquí —digo.
Me mira.
—Gracias por la cena.
Y antes de irme, camino hacia la mesa donde dejé una vela aromatizada
encendida. Debería haberle preguntando al respecto. Puede que no le gusten los
aromas tontos en su casa.
Inclinándome sobre la mesa, cierro los ojos, inhalo y pido mi deseo de siempre.
Qué mañana sea mejor que hoy. Y soplo, casi inmediatamente oliendo el fuerte aroma
del humo que flota en el aire por la mecha apagada.
Siempre es el mismo deseo. Cada vela. Cada vez. Quiero una vida de la que no
tenga que tomar nunca vacaciones. Esa es mi meta.
Excepto por el fósforo que apagué en el teatro. Pedí algo diferente esa noche.
Cuando abro los ojos, veo a Pike observándome. Rápidamente se endereza y
se da la vuelta.
Y mientras salgo de la cocina y me dirijo hacia las escaleras en la sala de estar,
dejo mi revista en el extremo de la mesa junto al sofá.
Ahora alguien vive aquí.
Parpadeo despertándome, mis párpados están pesados y lentos mientras la
habitación oscura aparece a la vista.
Todavía está oscuro. Normalmente no me levanto antes de las cinco y media.
Por qué estoy…
No, espera. Gruño, abro los ojos un poco más y noto el tenue resplandor que
baila en la pared de mi dormitorio.
Gotas de lluvia. Ah, mierda, no está oscuro. Está nublado.
Me tumbo de espaldas y entrecierro los ojos al techo mientras espero un
momento y escucho. Y luego, casi de inmediato, lo escucho. El repiqueteo de
pequeños golpes rebotando en las canaletas de la lluvia.
Dejo escapar un suspiro. Maldita sea. No es bueno. Me pongo las palmas sobre
los ojos y froto el sueño antes de mirar el reloj en mi mesita de noche. Cinco y
veintinueve.
Sí. Como un reloj.
Dejé de necesitar un despertador hace años, mi cuerpo simplemente se
acostumbró a despertar a la misma hora todos los días. Aun así, lo configuro, por las
dudas. Al acercarme, tanteo el interruptor en el costado y lo presiono en dos puntos,
apagando la alarma antes que suene.
La lluvia realmente podría retrasarnos hoy. No necesito estar en el sitio hasta
dentro de una hora y media, pero la mitad de los muchachos probablemente
intentarán llamar, pensando que no podremos trabajar un día completo de todos
modos, así que bien podrían quedarse en la cama.
Sin embargo, no va a suceder. Hoy haremos algo, cualquier cosa, porque no
tengo ganas de evitar el mal humor de mi hijo y sus ceños fruncidos durante todo el
día si me quedo en esta casa. Prefiero estar en el trabajo.
Cuando era más joven, era diferente. Era mío. Hacíamos cosas juntos y
hablábamos y él quería estar cerca de mí, pero ahora…
Ella lo ha cambiado. Mi hijo es lo único que alguien podría usar en mi contra,
y hombre, su madre sabía cómo usar eso. Lo movía como una pieza de ajedrez hasta
que él creyó todo lo que salió de su boca, que ella era la víctima en cada situación, y
yo era el enemigo. Ella no podía equivocarse, y yo no podía hacer nada bien.
Después de un tiempo, decidí estar allí para él. Con el tiempo se dará cuenta,
y lo superaremos. Verá a través de sus mentiras, y solo necesito esperar. Sin importar
cuánta paciencia vaya a necesitar o las discusiones, mientras tanto.
Al menos Jordan es bastante buena. Será un buen amortiguador entre nosotros.
Incluso si casi me caigo de culo cuando descubrí quién era.
Cierro los ojos, apoyo el dorso de mi mano sobre mis ojos y pienso en esa noche.
Me divertí saliendo con ella en el cine. Sus respuestas, su humor, lo fácil que
fue hablar con ella… La forma en que se relajó a mi lado durante la película fue tan
jodidamente cómodo y natural.
La forma en que su sonrisa se sintió en mí…
No la habría invitado a salir. Es demasiado joven y sabía que tenía novio.
Pero fue difícil no pensar en la idea por un momento. Ella es genial.
Y luego, cuando descubrí quién era, casi me enojé.
Recuerdo haberla escuchado durante esa llamada telefónica y apretar los
dientes con tanta fuerza que me dolió la mandíbula al darme cuenta. Estaba enojado,
porque en ese momento estaba celoso de mi hijo. Estaba celoso de cualquier chico
que tuviera diecinueve años y tuviera la oportunidad de estar con ella.
Su piel perfecta y su nariz respingona. Su magnífico labio inferior que creo que
me atrapó mirándolo.
La forma en que inclinó la cabeza hacia atrás, levantó los pies, y podía estar
simplemente a mi lado.
Todo se sintió fácil.
Pero la chica de mis sueños está fuera de los límites. Es de Cole, y tiene
diecinueve años. No hay forma.
Es una niña, y mis pensamientos breves y sórdidos permanecerán escondidos
en mi cabeza.
Mi teléfono vibra sobre la mesita de noche, extiendo la mano y lo agarro,
mirando la pantalla.
Y gimo. Ahora no.
Pero deslizo el botón verde de todos modos y cierro los ojos, sosteniendo el
teléfono en la oreja.
—Un poco temprano para ti, ¿no es así?
Lindsay, mi ex, se ríe suavemente, el sonido sensual de su sexy voz bien
afinado ahora. La mujer está acostumbrada a obtener lo que quiere de cualquier
persona.
Casi cualquiera.
—No cuando no has estado en la cama —se burla.
Guardo mi risa para mí mismo. Algunas mujeres que se convierten en madres
jóvenes luego sienten como si hubieran perdido su juventud al saltar a la maternidad
tan temprano. Lindsay Kenmont, madre de mi hijo, no se perdió una maldita cosa.
No dejó que estar embarazada de nueve meses la retuviera más de lo que dejó que
Cole la retuviera cuando era un niño pequeño.
—¿Cómo está? —pregunta.
Me quito las mantas y me siento, balanceando las piernas sobre la cama y
bostezando.
—Cálido, alimentado y seguro. —Froto mi mano sobre mi cuero cabelludo—.
Eso es todo lo que sé ahora. —Pero luego agrego—: Por cierto, estoy sorprendido de
que estés de acuerdo con esto.
—Entonces, ¿por eso les ofreciste dejar que se quedaran contigo? ¿Porque no
pensaste que realmente sucedería? —insiste—. Estoy de acuerdo con que se quede
contigo. Ya es hora de que asumas una cierta responsabilidad con él.
Es hora de que yo… Jesús. Me río entre dientes y sacudo la cabeza, poniéndome
de pie.
—No eres como me gusta comenzar mi día, Lin. Ya lo sabes. ¿Ahora qué
quieres?
Se queda callada por un momento, y luego escucho su voz suave volver a su
tono burlón.
—Oh, sabes lo que quiero.
Y a pesar del desdén que ahora siento por ella, la sangre todavía corre a mi
ingle, para mi disgusto. Nos divertimos un poco, después de todo. Hace tiempo.
Y mi cuerpo lo recuerda.
Además, no he tenido sexo en mucho tiempo.
Pero no estoy lo suficientemente desesperado como para ser utilizado. No
todavía, de todos modos.
—¿Así que eso es todo? —Coloco el teléfono entre mi hombro y oreja mientras
tomo el jean del banco al final de la cama y meto las piernas—. ¿Crees que voy a
estar listo para ir contigo cada vez que rompes con un tipo, te emborrachas y quieres
tener sexo?
—¿Por qué no? —replica—. No importa quién entra en tu vida o sale de la mía,
siempre hubo una cosa que hacíamos muy bien juntos, ¿verdad?
—Claro, Lindsay. —No me molesto en esconder el sarcasmo de mi tono.
—Bueno, no estás viendo a nadie, ¿verdad? —pregunta, pero ya sabe que no—
. Y no es como si no hubiéramos saltado juntos a la cama a lo largo de los años para
desahogarnos un poco de vez en cuando. No recuerdo que alguna vez no te haya
gustado.
—Sí. —Dejo escapar un profundo suspiro—. Se llama falta de opciones. La
ciudad pequeña y todo eso.
—Estúpido.
Me río a mi pesar. Tengo que concedérselo. La mujer podía adaptarse a
cualquier insulto.
La verdad es que tiene razón. Después de la ruptura, cuando Cole tenía dos
años, todavía nos vimos de vez en cuando, pero lo que dije también es verdad. El
sexo era bueno, todavía tiene un gran cuerpo, y la cama era el único lugar en el que
nunca nos odiamos, pero solo volvía porque era fácil. Todas las demás mujeres de
este pueblo son hermanas o hijas de alguien, y puedes acostarte con ellas sin que
esperen un anillo en algún momento. Y no estaba preparado para eso. No después
del desastre de convertirme en padre a los diecinueve años. Si alguna vez dejo
embarazada a otra mujer, será mi esposa, y mi esposa será alguien de quien no me
cansaré.
Y quiero más niños. Siempre he querido más. Pero a los treinta y ocho, dos
años menos de los cuarenta, es probable que Cole sea mi único hijo ahora. Me estoy
volviendo demasiado viejo para comenzar de nuevo.
—Vamos —dice—. ¿Qué puedes perder? Sé que lo recuerdas, y sé que te gusta
todo lo que recuerdas, Pike. ¿Ese verano cuando tenía diecisiete años? Todavía son
los mejores recuerdos de mi vida.
Sí, pero no todo lo que vino después.
—¿Tú y yo haciéndolo bajo una manta en el sofá, mientras mis padres dormían
en el piso de arriba? —me dice como si no recordara—. Sé que todavía tienes un
apetito muy saludable.
El calor sube por mi piel, y hago una pausa.
—Así que ven aquí y fóllame —exige.
Dudo por solo un momento, pero luego sacudo la cabeza. Es tentador. Mi
cuerpo lo quiere Y si solo lo admito para mí, me siento un poco solo cuando me
detengo lo suficiente como para permitirme sentirlo. Hay tantas mañanas que odio
despertar solo.
Pero no. Mi orgullo está cansado de recibir un golpe cada vez que cree que
estaré listo para ir a su entera disposición.
—Tengo que ir a trabajar. —Cuelgo el teléfono antes de tener la oportunidad
de pensarlo más, o peor, reconsiderarlo. Deslizo mi celular en mi bolsillo trasero y
me acerco al tocador por una camiseta. Mi teléfono vuelve a sonar—.Es implacable
—refunfuño y lo saco de mi bolsillo.
Pero esta vez, veo el nombre de Dutch en la pantalla.
Lo respondo, sosteniéndolo contra mi oreja.
—¿Qué?
—Está lloviendo.
—¿De verdad? ¿No me digas? —Me río entre dientes, tirando de mi camisa
sobre mi cabeza—. Eres un genio.
—Mira afuera.
Me callo, cada músculo se tensa al instante. Maldición. Por su tono, sé lo que
voy a ver, pero camino hacia la ventana de todos modos y abro una de las cortinas,
mirando la tormenta de la mañana.
—Mierda.
La calle está bordeada a ambos lados por rápidos de agua de lluvia, todos
corriendo hacia los desagües pluviales, la cal estrellándose contra la acera antes de
hundirse en las alcantarillas. La calle en sí es una orquesta de ruido blanco, las gotas
rebotan en el suelo o los capós de los autos, la lluvia es tan espesa que apenas puedo
ver las casas frente a mí.
—Me reuniré con los muchachos en la tienda —dice Dutch—. Cargaremos
lonas y sacos de arena y nos encontraremos contigo en el sitio.
—Estaré allí en veinte —contesto, y los dos colgamos.
Saco unos calcetines de mi cajón, me guardo el teléfono en el bolsillo y entro al
baño, haciendo un rápido barrido con el cepillo de dientes antes de salir de la
habitación. Camino por el pasillo, pasando la habitación vacía, el baño principal, y
luego una puerta cerrada, la otra habitación libre, recordando rápidamente que ya
no está vacía.
Pero cuando llego a la parte superior de las escaleras, un aroma dulce y
embriagador golpea mi nariz, haciendo que mi piel zumbe, y me detengo a respirar.
Una ligera punzada de hambre golpea mi estómago, y me estremezco. La niña apagó
una vela ayer. ¿Dejó otra ardiendo toda la noche? Podríamos tener que hablar de
eso. No solo es inseguro, sino que realmente no me gusta todo lo relacionado con la
aromaterapia, donde se engaña a tu cuerpo para que crea que hay magdalenas de
arándanos en la casa cuando en realidad no las hay.
Bajo la escalera, la casa cruje bajo mi peso, pero cuando llego al final, miro a mi
alrededor, notando que las luces de la sala están encendidas y hay música suave que
viene de la cocina.
Al entrar, veo a Jordan sentada en la isla, en la oscuridad. Su computadora
portátil está abierta frente a ella mientras que sus manos están rodeando una taza de
café.
Dudo por una fracción de segundo, conmocionado por lo diferente que se ve
en este momento. La luz de la pantalla hace que sus ojos brillen mientras el vapor
sale de la taza frente a su rostro. Luego frunce los labios y sopla, tratando de enfriar
la bebida, mientras que el cabello rubio cae sobre su rostro desde el moño
desordenado en la parte superior de su cabeza.
La delgada pendiente de su mandíbula, las largas pestañas, la punta suave de
su pequeña nariz y… mis ojos bajan antes que pueda detenerlos, y observo sus
piernas perfectas, suaves y bronceadas, visibles porque todavía tiene su pantalón
corto de pijama. El calor se remueve en mi estómago, y aparto la mirada,
pellizcándome las cejas.
No pueden ser de la misma edad. Mi hijo es un niño, y ella es…
Una niña, también, supongo.
Es extraño. La última vez que conocí una de sus novias, la chica llevaba un
aparato de ortodoncia. Es desagradable pensar en que ahora sale con chicas que eran
mi tipo en el pasado.
—Buenos días —saludo mientras paso junto a ella ala Keurig1.
Por el rabillo del ojo la veo levantar la cabeza.
—Oh, hola. Buenos días.
Su voz es suave y entrecortada, y escucho la tapa del portátil cerrarse mientras
pongo una capsula en la máquina y una taza de metal debajo de la boquilla. Miro
1
Marca de máquina de café.
por encima de mi hombro para verla bajarse silenciosamente del taburete y recoger
su computadora y cuaderno.
—No tienes que irte —le digo—. Ya me voy de todos los modos.
Muestra una pequeña y tensa sonrisa, pero no me mira mientras coloca sus
cosas a su lado y toma su café de nuevo.
—¿Llevas despierta mucho tiempo? —pregunto
—Tengo el sueño ligero. —Finalmente levanta los ojos y se ríe para sí misma—
. Las tormentas eléctricas son difíciles para mí.
Asiento, entendiendo. El calor es igual para mí. El aire acondicionado debe
ajustarse a dieciocho grados todas las noches para poder dormir. Está en la punta de
mi lengua preguntarle si la temperatura la molestó anoche, pero realmente no tiene
sentido. Necesito dormir, no voy a cambiarlo, y sabe dónde están las mantas extra si
necesita algo.
Nos quedamos en silencio por un momento, y luego finalmente parpadea y
hace un gesto a la cocina detrás de mí.
—Hay, mmm… magdalenas de arándanos si tienes hambre —indica—. Son
precocinadas, pero son bastante buenas.
Giro la cabeza y, por supuesto, un molde de magdalenas que no es mío está en
la parte superior de la cocina, cada molde rebosa con una magdalena dorada.
Extiendo la mano y agarro una, ocultando mi sonrisa. Entonces, no son velas
perfumadas que despiertan falsas esperanzas, después de todo. Creo que ella me
gusta.
Se da vuelta y comienza a salir de la cocina, pero la llamo.
—¿Crees que puedas levantar a Cole muy rápido, por favor? La lluvia
realmente está en mi horario de trabajo, y aún estamos sentando los cimientos, así
que hoy necesito ayuda con los sacos de arena.
Me mira por encima del hombro, curiosa.
—¿Cimientos?
—Del sitio que me contrataron para construir —aclaro—. Hoy no puedo
trabajar con el clima, pero tenemos que asegurarnos que el sótano no se inunde. Me
vendría bien la ayuda de Cole.
Cae en cuenta y la confusión en su rostro desaparece.
—Cierto. Claro. —Asiente y sale rápidamente de la habitación, sus pasos
resuenan en las escaleras con determinación.
Si no hubiera estado despierta, probablemente no habría pensado en pedirle a
Cole que viniera a ayudar, pero la oportunidad de pedir el favor por medio de ella
era demasiado buena. Si pregunto, lo enojaré. Si ella pregunta, podría ir mejor.
Y, además, él sabe que esto es parte del acuerdo. Él y Jordan limpian lo suyo,
ayudan con la cocina, hacen el trabajo de jardinería y hacen otras cosas que puedan
necesitarse, y yo pago las cuentas. No es pedir demasiado.
Arreglo la tapa de mi taza para llevar y pongo dos capsulas más para llenar mi
termo antes de ir a la puerta donde están las botas de trabajo. Sentado en el banco
junto a la puerta, dejo mis cosas y me pongo los zapatos, tomo mis llaves, y saco mi
chaqueta negra para la lluvia del armario de la entrada, poniéndomela.
Recojo mi taza y el termo.
—¡Cole! —grito, listo para irme.
El techo sobre mí cruje, y escucho pasos rápidos. Luego se produce un ruido
sordo antes que una puerta se cierre de golpe, y puedo decir que finalmente está
bajando las escaleras.
Agarro la manija de la puerta y miro por encima del hombro.
—Tengo café extra. Podemos ir a comprar algo de desayuno si quieres algo
para comer rápidamente.
Pero no es él quien rodea la esquina. Jordan está vestida con unos vaqueros
ajustados de color azul oscuro, enrollados en la parte inferior, con Chucks, y se está
recogiendo el cabello en una coleta mientras intenta sostener un impermeable
amarillo bajo su brazo.
Estrecho mis ojos hacía ella.
—¿Dónde está Cole?
—Está, eh… no se siente muy bien —responde, poniéndose la chaqueta—. Sin
embargo, iré y te ayudaré.
No se siente bien. ¿Código para resaca?
—No, está bien —le digo—. Quédate aquí. Es más seguro. Aunque, gracias.
Alza los ojos, se concentran en mí y luego se estrechan.
—¿Más seguro? —pregunta como si acabara de decir que saldré a hacerme la
pedicura—. ¿O simplemente te preocupa que pases más tiempo sosteniendo mi
mano que haciendo algo del trabajo?
Intento mantener una expresión seria. Es muy inteligente.
De acuerdo, sí, lo siento, cariño, pero sí. Al menos Cole tiene algo de experiencia,
un poco, que yo sepa, pero algo, al ayudarme durante los veranos y los fines de
semana. No necesito desviarme para explicar las instrucciones en lugar de darlas
hoy.
—Te diré qué… —Se abrocha el impermeable, su actitud dulce y tímida es
reemplazada lentamente por una actitud más determinada—. Si la señorita no puede
soportar un poco de lluvia en el cabello o el barro debajo de las uñas, entonces
volverá a la camioneta y te esperará. Donde es seguro. ¿De acuerdo?
Y luego arquea una ceja hacia mí como si ni siquiera debiera responder a eso.
Ni siquiera sé cómo hacerlo, porque mi cerebro ahora está en blanco, y olvido
por qué tengo un termo en la mano.
Sacudo la cabeza para despejarla y abro la puerta.
—Está bien. Sube a la camioneta.
Esta maldita tormenta vino de la nada.
Siempre miro el clima porque a veces determina si podemos trabajar en todo
ese día, así que es muy importante. Especialmente durante el verano.
Sin embargo, pensé que esta tormenta se desviaría y se dirigiría hacia el norte.
Apago el motor y subo la cremallera de mi chaqueta, escudriñando por el parabrisas
delantero. El aguacero está difuminando todo más allá del cristal, pero veo un
destello naranja y un casco amarillo que flota unos metros más adelante y sé que
algunos de los muchachos ya están aquí.
Jordan levanta su capucha a mi lado, pero no la miro ni le digo qué hacer.
Puede seguir mi ejemplo si quiere estar aquí.
Salto de la camioneta, las duras gotas de lluvia golpean instantáneamente la
parte superior de mi cabeza y mis hombros, instintivamente me agacho un poco
mientras cierro la puerta y corro hacia el edificio. Mis botas salpican pequeños
charcos, y corro hacia la tina de una camioneta de la compañía, bajando de
inmediato la puerta trasera y tomando tantos sacos de arena como puedo cargar en
mis brazos. El amarillo brillante aparece a mi lado y, sin decir una palabra, Jordan
hace lo mismo, rápidamente carga más bolsas en sus brazos y me sigue por el
costado del edificio hasta donde los chicos están esperando.
Dejo caer las bolsas y miro a través del marco de acero de la estructura, notando
la plataforma de cemento destapada en el nivel inferior. Hijo de puta. Nueve
hombres, incluido mi mejor amigo, me miran fijamente, esperando instrucciones. El
viento sopla la lluvia en la parte trasera de mis jeans, empapando el material en mi
piel.
—¡Quiero estas bolsas alrededor de todo el perímetro! —grito sobre la
tormenta—. ¡Un metro de alto! ¿Entendido?
Rápidos asentimientos.
—¡Y cubran ese cemento, maldita sea!
Muevo mi barbilla hacia la plataforma descubierta que está arruinándose.
Lluvia o no, siempre debe cubrirse, por si acaso, y alguien la dejó así en el último
turno.
Dutch, mi mejor amigo desde la escuela secundaria, mueve sus ojos marrones
a mi lado, suavizando su expresión al instante. Echo un vistazo para ver a Jordan,
su cabello escondido en la capucha de su impermeable, pero afortunadamente no se
queda para ser presentada. Volviendo a la camioneta, saca más sacos de arena de la
plataforma, y me vuelvo hacia Dutch que me mira con curiosidad.
Solo sacudo la cabeza. Ahora no. No es extraño que la novia de mi hijo quiera
pagar y ser útil, pero es extraño que él no esté aquí también. ¿Él sabe que ella tomó
su lugar, ayudando esta mañana? ¿Qué clase de hombre está de acuerdo con eso? Le
enseñé a cumplir con sus obligaciones, maldita sea.
O tal vez simplemente no quería venir conmigo.
Necesito hacer algo con respecto a él, pero no sé qué. Esta táctica de “esperar y
ver” no funciona. Necesita una patada en el culo.
Los hombres se ponen a trabajar, cargan pilas de tres bolsas y las colocan a los
lados del edificio, mientras yo saco mi navaja de la caja de herramientas en la
camioneta y corto rectángulos de lona azul para engrapar alrededor del marco del
primer piso. Antes de darme cuenta, ha pasado una hora, las lonas están alzadas, los
sacos de arena están haciendo su trabajo, y aparte de mí, todos parecen haberse
desvanecido.
Arrojo mi cuchillo y la pistola de grapas de nuevo en la camioneta y cierro la
puerta, mirando alrededor del sitio en busca de Jordan.
No la he visto en un rato. El arrepentimiento comienza a abrirse paso en mi
estómago. Debí haberle dado algún tipo de instrucción aquí. Probablemente no sabe
cómo moverse. Es fácil que la gente se lastime si no están entrenados.
Caminando por un costado, veo todas las bolsas alineadas como deberían estar,
las lonas aún intactas, incluso con el viento, y la plataforma de cemento prolijamente
cubierta. Escucho voces y recorro la parte de atrás, al instante viendo a Jordan
ayudando a llevar los insertos de las ventanas al remolque, uno de los chicos
asegurándose que estén cubiertos, también.
Está sonriendo. Como loca.
Con ojos que brillan de emoción y como si estuviera a punto de saltar en las
puntas de sus pies, por el amor Dios.
¿Se está divirtiendo?
Su capucha se ha caído, y su coleta cuelga empapada mientras los mechones
de cabello se pegan a su rostro. Sus zapatos están empapados, sus jeans están
embarrados, y gracias a Cristo no está usando una camiseta blanca, porque el
impermeable está haciendo muy poco para mantener los ojos de los muchachos
alejados de ella como está.
Miro a Dale, Bryan y Donny, que llevan equipo al remolque mientras miran
hacia ella, sonriendo, y luego se miran, riéndose de algo que no puedo oír.
—Dense prisa —les grito y se ponen firmes, continuando.
Jordan camina hacia donde estoy de pie, al lado del edificio y se agacha,
metiendo la lona debajo de una viga.
—Entonces, tú eres el jefe, ¿eh? —Me mira inquisitivamente. Algo en su
expresión parece más suave que esta mañana. Más feliz. Más a gusto.
¿Cole no le dijo que soy dueño de una empresa de construcción? ¿Habla de mí
en absoluto?
Un dolor serpentea por mis entrañas.
—Bueno, trata de serlo —bromea Dutch, respondiendo su pregunta.
Le echo una mirada, pero estoy tentado de sonreír. Bromear es lo nuestro, pero
me gustaría que el imbécil no lo hiciera en el trabajo. Me deja como un tonto, maldita
sea.
—¡Mierda! —exclama Jordan de repente.
Levanto mis ojos hacia ella y veo agua de lluvia cayendo sobre su cabeza como
una cascada. La lona se rasgó en la parte superior del marco y derramó en su grieta
toda el agua que había recogido. Salta, escapando del aguacero, y la alcanza,
tratando de volver a colocarla en su lugar.
Pero no puede alcanzarla.
Colocándome detrás de ella, me estiro y la agarro, sosteniéndola en su lugar
mientras giro mi cabeza y hago un gesto con mi barbilla hacia Dutch. Asiente y se
marcha para recuperar la pistola de grapas de nuevo.
Jordan suelta la lona y se desliza entre mis brazos, dando un paso hacia un lado
y riéndose para sí misma.
—¿Estás bien? —pregunto.
Asiente, secándose el rostro y sacudiendo su chaqueta.
—Sí. Supongo que el impermeable era inútil, ¿eh?
Poso la mirada en su camisa, viendo la empapada camisa azul marino pegada
a su cuerpo, ajustada y moldeando cada centímetro de su pecho y estómago. Una
franja de sus caderas y barriga se asoma justo debajo de donde se pega la camisa. Su
piel es perfecta, sus curvas hermosas. Me trago el nudo en la garganta y me alejo
rápidamente.
Definitivamente tiene un cuerpo que no recuerdo que las chicas de diecinueve
años hayan tenido a esa edad, pero solo tiene diecinueve años.
Y es de Cole. No es mía. No la mires de nuevo.
Dutch aparece y me da la pistola de grapas, y empiezo a reajustar la lona.
Retrocede bajo mis brazos extendidos, ella se vuelve a colocar entre mis brazos
extendidos y coloca sus manos debajo de las mías y se estira para sostener la lona
mientras la engrapo.
Algo cálido pasa bajo mi piel, pero lo sacudo.
—¿Tengo que… llevarte a casa? —le pregunto—. ¿No tienes clase o algo hoy?
—Horario de verano —contesta, mirándome—. Solo tengo una clase este
trimestre, pero no es hasta mañana. Sin embargo, tengo que trabajar en el bar más
tarde.
Me pregunto cómo va y viene a trabajar, o a la universidad, ya que Cole
comienza su día a las diez y no sale del trabajo hasta las seis. No tiene un vehículo
para ir a trabajar. Lo que me recuerda… Tomaré algunas herramientas antes de irme
de aquí que no tengo en casa. Tal vez pueda ayudar a Cole a trabajar en su VW hoy.
Después de aproximadamente otra hora, todo está tan ajustado como se puede,
el equipo está asegurado y guardado, y todos están empapados hasta los huesos.
Dejo que los chicos se vayan. Odio perder tiempo, pero los veranos son lluviosos y
hemos hecho lo que hemos podido.
Demonios, ni siquiera la mitad de ellos apareció de todos modos.
Subo a la camioneta con Jordan y me quito la chaqueta mojada, mientras ella
se abrocha el cinturón de seguridad junto a mí. Enciendo el motor y espero a que el
estacionamiento se despeje un poco antes de finalmente salir, ambos en silencio.
Hace tanto silencio de repente, y me doy cuenta que la lluvia había sido tan
constante durante las últimas horas que no había podido escuchar una voz a menos
que se gritara. O un movimiento, a menos que fuera el mío. Ahora, mis oídos buscan
instintivamente algo a lo que aferrarse, a la lluvia golpeando mi camioneta como
balas de goma, la fricción del cuero en el volante en mi puño. El chapoteo de la lluvia
debajo de los neumáticos cuando avanzo por la carretera, mi motor retumbando
como una canción de cuna.
Pero, aun así, es tan silencioso.
Ella respira profundamente.
Su abrigo cruje mientras desliza sus manos debajo de sus muslos.
Escucho un suave clic y muevo mis ojos al piso donde está entrechocando
suavemente sus zapatos.
Se lame los labios, y hago una mueca. Jesús.
Estirándome, enciendo la radio. Cualquier cosa para distraerme.
No sé por qué estoy tan irritable hoy. No, sí lo sé. Desperté con Lindsay al
teléfono. Es la última persona con la que quiero tratar a primera hora de la mañana.
No es difícil pasar por alto lo feliz que era a la edad de Cole y Jordan,
divertirme con todo lo que pudiera tener en mis manos y no forzarme a pensar
demasiado en las decisiones que estaba tomando. Pero no mucho después de
conocer a Lindsay, la factura de toda esa diversión caducó. Hice un niño con una
niña que apenas conocía. Una mentirosa patológica y alguien que manipula como si
fuera un maldito deporte.
Y cuando me fui, lo dejé con ella. Cole nunca tuvo una oportunidad.
La llevé a la corte, por supuesto, tratando de obtener la custodia, pero los jueces
de esa época a menudo veían a la madre como la mejor opción, y ella sabía cómo
apelar por simpatía. Quería a Cole, porque Cole significaba una manutención. Y
ciertamente me sacó eso.
Era como estar en prisión, tener que llevarlo con ella después de mis fines de
semana con él. Ella retuerce las cosas en nudos, y eso es lo que le hizo a él. Para
cuando tenía diez años, se ponía delante de ella si necesitaba decirle algo, y yo
siempre estaba equivocado.
Para cuando tenía catorce años, dejó de querer visitarme cada dos fines de
semana, y ahora, apenas nos conocemos. Ni siquiera llamaba a menos que necesitara
dinero.
Sacudo la cabeza, despejándola.
—¿Quieres poner una cinta? —sugiero a Jordan.
No la miro a los ojos, pero puedo ver su cabeza moverse en mi dirección.
—¿Una cinta? ¿Como una cinta de casete?
De repente, su mirada se dirige al estéreo de mi auto y sus ojos se abren, la
sorpresa ilumina su rostro. Casi me río.
¿No lo notó de camino hacia aquí?
—¿Eso es una casetera de verdad? —dice.
Alarga la mano y toca la radio del auto viejo como si fuera un jarrón precioso
y presiona Abrir. Aparece una cinta de casete transparente con letras blancas que
nunca escuché.
La quita, la ahueca en su mano y lee el título.
—Guns N 'Roses. —Se lleva la mano a la boca, como si estuviera a punto de
llorar—. Oh, Dios mío.
Lanzándose hacia la guantera, la abre y mira fijamente la fila de cintas
ordenadamente dispuestas.
—Deep Purple —lee—, Rolling Stones, Bruce Springsteen, John Mellencamp,
ZZ Top…
Luego, parece detectar algo que realmente la emociona, porque se acerca y saca
el estuche negro de Def Leppard.
—¿Hysteria? —exclama, leyendo el título del álbum—. Ya no hacen ese álbum.
¡Todo lo que puedes conseguir es la versión en vivo!
Alzo las cejas, no estoy seguro de por qué todo esto es tan emocionante.
—Te tomaré la palabra —digo, un poco divertido por su emoción—. Esta
camioneta era de mi padre. Esas son sus cintas. Simplemente nunca llegué a sacarlas
después que… falleció hace unos años.
Se me ocurre que es la primera en tocar la cinta de Guns N'Roses desde que él
la puso en el reproductor.
Mira de nuevo a la colección.
—Bueno, eso está bien, supongo —murmura—. Claramente no sabes lo que
tienes aquí y estos habrían terminado en el fondo de un basurero, por el amor de
Dios. Tu padre era un tipo genial.
Sonrío, estoy de acuerdo. Coloca cuidadosamente la cinta Guns en su estuche
y saca la cinta Def Leppard.
—¿Puedo? —pregunta, haciendo un gesto hacia la casetera.
Me río entre dientes y cambio de velocidad cuando salimos a la carretera.
—Adelante.
Escuchamos dos canciones de camino a casa, entramos al pueblo y tomamos
un atajo más allá del puente del ferrocarril sobre el río a nuestra derecha.
—Vaya, mira eso —dice.
Bajo la velocidad y sigo su mirada hacia la derecha, por la ventanilla del lado
del pasajero, y veo que el río ha aumentado considerablemente. En lugar del metro
ochenta normal de espacio libre entre el puente y el agua, ahora el agua corre como
una amenaza justo debajo del fondo del puente. Afortunadamente, la lluvia se ha
ralentizado, por lo que no debería subir más.
Piso de nuevo el acelerador, llevándonos a casa.
—Eso fue divertido —comenta—. Hoy, quiero decir.
Arqueó las cejas y la miro.
—Quiero decir… —Parpadea, corrigiéndose—. No me refiero a que fue
divertido. Quiero decir, espero que no te retrases ni pierdas dinero, pero… —Inhala
y exhala, moviendo sus ojos a la ventana—. Un par de veces casi sentí que mi vida
estaba en peligro.
También parece estar demasiado complacida con eso, y puedo decir por su
tono que está sonriendo.
—¿Y eso es divertido? —cuestiono.
Vuelve a mirar por el parabrisas y se encoge de hombros, la diversión tira de
la esquina de su boca.
Me río.
—Sí, fue divertido. Gracias por ayudar. Me aseguraré de avisarte cuando la
próxima tormenta esté a punto de llegar, para que puedas entrar en acción.
—Genial.
Continúo conduciendo por la carretera hacia nuestra tranquila ciudad, girando
a la izquierda y luego a la derecha hacia mi vecindario, contento por primera vez
hoy. Es una buena niña. Espero que Cole no lo arruine, porque ya puedo decir que
este es el tipo de chica que sería una buena madre y que trabajaría a tu lado,
construyendo una vida en lugar de dejarte seco.
Y por alguna razón me agrada que haya disfrutado el día. Nadie en mi familia
se interesó mucho, ni se enorgulleció, de lo que hago para ganarme la vida. Mi
madre me ama, por supuesto, al igual que mi papá antes de morir, pero presionaron
tanto para que fuera a la universidad, y ese fue el plan hasta que llegó Cole.
Siempre fue una decepción que me quedara en este pueblo y trabajara en algo
que pensaban que requería más fuerza que cerebro.
Sin embargo, cuando fundé Lawson Construction, mi propio negocio, y
construí mi propio hogar, siempre me miraban como si quisieran algo mejor, pero
sabían que era inútil decir algo. Se habían dado por vencidos.
No es que odiaran lo que hice, o que no estuvieran contentos con el hombre en
el que me he convertido. Lloraron mis oportunidades perdidas y todavía estaban
preocupados por la felicidad de su hijo. Lo que no se dieron cuenta, sin embargo, es
que ahora tengo mi propio hijo y su felicidad es lo primero.
Y realmente amo muchas cosas sobre lo que hago. Consigo horas de aire fresco
todos los días, el sol, el ejercicio… Es una buena vida. Duermo bien por la noche. Es
agradable ver que otra persona lo disfrute como yo.
—Mi día está arruinado ahora —dice Jordan—. Nada sobrepasará eso.
—¿Sobrepasar qué? —respondo—. ¿Mojarte bajo la lluvia?
—Y jugar en el barro.
Sonrío y sacudo la cabeza cuando entro en mi calzada.
—Eso no es jugar en el barro.
Se vuelve hacia mí.
—Oh, ¿te refieres a enlodarse? ¿Por eso tu camioneta se ve tan desagradable?
Me burlo y apago el auto, lanzándola una mirada.
—Niña, si puedes decir de qué color es la pintura, entonces no estás usando tu
camioneta correctamente. ¿Lo entiendes?
Pone los ojos en blanco y abre la puerta del auto. Los dos bajamos y nos
dirigimos al porche.
Ahora que lo pienso, si no le importara mojarse y ensuciarse hoy,
probablemente le encantaría enlodarse. No lo he hecho en mucho tiempo. Mi
camioneta solo se ve desagradable porque nunca la lavo. Eso no es natural.
—¿Alguna vez has llevado a Cole? —pregunta, subiendo los escalones.
—Algunas veces mientras crecía, sí.
Extiendo la mano antes que llegue a la puerta y la abra, manteniéndola abierta
para que entre primero.
Pero se da vuelta, mirándome antes de entrar.
—Quizás puedas llevarnos a los dos la próxima vez que vayas —sugiere—.
Mientras pueda conducir. No eres muy posesivo con tu camioneta, ¿verdad?
—No. Una camioneta está hecha para ser usada. Adelante. Solo me pondré el
cinturón de seguridad.
Sonríe suavemente y me mira por un momento, algo que no puedo descifrar
cruza su rostro. ¿Dije algo?
La miro por un momento, notando cómo sus ojos se ven casi como una
acuarela. Azul medianoche, pero cada vez más claro cuanto más se acercan a la
pupila. Miro hacia otro lado, aclarando mi garganta.
—¡Jordan! —grita Cole de repente desde el piso de arriba—. Nena, ¿estás en
casa? ¡Ven acá!
Me encuentro con su mirada otra vez, y se aleja, mostrándome una sonrisa de
disculpa.
—Tengo que ir a prepararme para el trabajo. Gracias por permitirme ayudar
hoy.
Asiento, pero me quedo en la puerta, viéndola cruzar la sala de estar y
desaparecer por las escaleras. Un sentimiento extraño me invade mientras la miro.
¿Cómo es con Cole? ¿Cómo es él con ella? ¿Es bueno con ella?
Me quedo junto a la puerta de entrada, escuchando la puerta del dormitorio
cerrarse y sabiendo que está en la habitación con él. La casa de repente se siente
pesada. Sofocante y tensa, y no puedo respirar. No quiero entrar, no importa si
necesito ropa seca o no.
Dejo caer mis llaves sobre la mesa a mi izquierda y veo la llave del VW allí. La
tomo y retrocedo, cerrando la puerta antes de volver a bajar los escalones del porche
y al garaje a la derecha de la casa.
—Conseguiste unos huéspedes, ¿eh? —Escucho a alguien decir.
Miro hacia el lado y veo a Kyle Cramer de pie en el porche con una taza de café
en la mano, cubierto por la lluvia, que ahora es una ligera brisa.
Muevo mi barbilla, saludándolo, pero no respondo. Nunca me gustó el tipo y
nunca me importó ser amable. Lo que debe haber notado a estas alturas.
No me importa, sin embargo. Solo mirarlo me irrita. Y no es nada específico lo
que odio. Solo pequeñas cosas que se suman a lo largo de los años. Cómo trató a su
esposa. Cómo era infiel y nunca estaba en casa. Cómo se quedó con la casa después
del divorcio y la envió a ella y a sus hijos a vivir a un apartamento. Cómo contrata
constantemente niñeras cuando se supone que sus hijos pasan tiempo con él durante
el fin de semana.
Eh, ¿quién sabe? Tal vez intentó obtener la custodia y tal vez ella lo engañó
primero. Nunca se sabe realmente lo que sucede en la casa de alguien. Mírame a mí
y cómo se crió mi hijo, después de todo. ¿Quién soy para juzgar?
Todavía no me gusta el tipo. Piensa que su carrera de ejecutivo y los triatlones
lo convierten en un héroe.
Y ahora sueno malditamente celoso. Estupendo.
Pulsando el código en el panel al costado de la puerta del garaje, retrocedo y lo
abro. No guardo ningún automóvil aquí, así que hay espacio para que sirva como
taller de mecánica y área de trabajo.
Hay herramientas, un compresor de aire, un refrigerador extra, un par de
bancos de trabajo y una mesa completa llena de piezas de automóviles que acaban
de ser arrojadas aquí a lo largo de los años. El auto de Jordan está en el camino de
entrada, pero sé que tendré que entrar aquí por unas cuantas cosas después de abrir
el capó. Cole no es malo con los autos, pero sé que va a necesitarse dinero para
conseguir que funcione nuevamente, y dinero que no tienen. Al menos echaré un
vistazo, para ver qué tan malo es.
—Hola, hombre.
Miro por encima de mi hombro y veo a Dutch subiendo por el camino de
entrada. Tiene ropa seca y una cerveza en la mano. Nada raro. Mantiene un
refrigerador en la parte trasera de su camioneta.
—Hola. —Me quito la camiseta aún húmeda por la cabeza y la tiro en un banco
de trabajo. Sacando un gato de debajo de una mesa, salgo del garaje hacia el VW
verde desvaído. Dutch saca una silla de jardín y la lleva a la hierba junto al auto de
Jordan.
—¿A las cinco mañana? —pregunta.
—Sí.
Como perdimos tiempo hoy, sabe que mañana querré comenzar temprano.
—Entonces, los muchachos estaban pensando en ir a Grounders en un rato.
Tomar algunas cervezas, escuchar música… —me dice—. No hay nada más que
hacer con este clima.
Giro la llave inglesa pero lo miro.
—¿Grounders? ¿Desde cuándo vas allí? ¿Se cerró Poor Red's?
—No —responde, encogiéndose de hombros—. Simplemente se dieron cuenta
que hay con qué alimentar el ojo en el Grounders.
Miro hacia él, sonríe y señala con la cabeza hacia la casa y a quien está dentro.
—Sí, cállate. —Aprieto la llave—. Esa es la chica de mi hijo. Déjenla en paz.
—¡No voy a hacer nada! —Alza sus manos en defensa—. Estoy casado.
—Ni siquiera quiero que la vean —afirmo, poniéndome de pie y dejando la
herramienta.
De acuerdo, yo he estado mirando, pero no sabía quién era cuando nos
conocimos.
Me limpio las manos con el trapo del taller.
—¿Entendido? Dejen a la chica en paz.
Solo se burla, recostándose en su asiento y echando la cabeza hacia atrás.
—La chica, estoy seguro, ya ha tratado con mucha atención masculina,
trabajando en ese bar. Y estoy seguro que no le importaría un poco de ingresos extra
esta noche.
La hace sonar como una prostituta. Pero supongo que tiene razón. Evitar la
atención no deseada tiene que ser una habilidad, especialmente trabajando en un
hoyo como ese
Aun así, no puedo verlo. La chica tiene una gran boca, pero es bastante inocente
y dulce, también. Imaginarla en ese ambiente es imposible.
—Hola —chilla una voz femenina.
Me inclino y miro alrededor del capó, viendo a la misma joven que estuvo aquí
anoche. De nuevo, ¿cuál era su nombre?
—Pike, ¿verdad? —menciona, poniendo una mano sobre su pecho—. Cam,
¿recuerdas? Soy la hermana de Jordan.
Dutch la está mirando fijamente, con la boca ligeramente abierta.
—Solo vine para llevarla al trabajo —dice Cam y luego sus ojos bajan por mi
torso y mis brazos—. Tienes unos tatuajes geniales.
Sus ojos se iluminan cuando asiente en aprobación. Noto que también tiene
algunos en la parte superior de su brazo y un fénix en el costado de su torso. Lo cual
solo puedo ver, porque casi no lleva ropa, vestida con una minifalda negra y una
camiseta sin mangas negra cortada justo debajo de sus pechos.
¿Dónde demonios está tu padre? En serio…
Detrás de ella, un Mustang descapotable blanco nuevo está estacionado junto
a la acera, el auto está lleno con otras dos mujeres, todas vestidas de forma similar
por lo que puedo ver. Tienen mucho cabello, y desde aquí puedo sentir la brisa de
sus pestañas cuando parpadean.
Pero luego se me ocurre algo, y miro alrededor del capó de nuevo.
—¿Todas trabajan juntas? ¿Con Jordan?
—No, trabajamos en The Hook.
Dutch hace un sonido de gárgaras, y me doy cuenta que se está ahogando con
su cerveza. Tose y se ríe al mismo tiempo que se aclara la garganta.
Cam asiente y se burla.
—Sí, ya conoces The Hook.
Se ríe, y juro que lo veo sonrojarse.
—Es posible que haya estado familiarizado con el lugar en algún momento.
The Hook es un club de striptease en el centro, no lejos de Grounders, donde
trabaja Jordan.
—Jordan no trabaja allí, ¿verdad? —pregunto. Quiero decir, podría tener dos
trabajos, supongo, pero si no puedo imaginarla detrás de la barra en Grounders,
realmente no quiero la imagen mental de ella en The Hook.
Pero afortunadamente, Cam se apresura a responder.
—Oh, no, pero mi jefe sí le ofreció un trabajo de camarera —contesta—. Ha
estado tratando de convencerla por un año. Sin embargo, es tímida.
Dice lo último con un pequeño guiño, y no estoy seguro de lo que eso significa.
¿Tímida sobre qué? ¿Tendría que usar algo similar a las bailarinas para trabajar
detrás de la barra?
Sí, no. Imaginarla en The Hook, tratando con los tipos que llegan queriendo
una cosa, me estresaría. ¿Sabe Cole sobre la oferta de trabajo? No me puedo imaginar
que quiera que trabaje allí.
Sin embargo, no tengo tiempo para pensarlo más, porque Jordan baja por el
porche delantero y camina hacia su hermana por el césped.
—Deja de hablar de mí —le advierte, agarrando la correa de su bolso sobre su
pecho, pero Cam solo le lanza una mirada juguetona.
Jordan responde poniendo los ojos en blanco, pero apenas lo noto. Mi corazón
late con fuerza, mirando su atuendo.
Miro hacia otro lado.
Por alguna razón, el juicio que le di a Cam por su ropa no se transfiere a Jordan,
a pesar que es unos años más joven. Vestida con shorts jean azul oscuro, bajos en la
cadera y ajustados en el muslo, no están cortados, sino enrollados, y su holgada
camiseta negra muestra su estómago y cuelga de un hombro. El cabello le cuelga por
la espalda en grandes rizos sueltos, y sus ojos están bordeados por un delineador
oscuro y una sombra de ojos oscuros, haciendo que el azul medianoche en sus ojos
explote como una corriente de luna en un mar nocturno.
Me pregunto si está usando sus Chucks, pero eso significaría pasar sus piernas,
y estoy teniendo dificultades para hacerlo, así que mantengo mi mirada apartada y
continúo trabajando en el auto.
La culpa me divide. Ella es de Cole. Él la besa. La abraza. La hace sonreír. No
me corresponde tener ninguna opinión sobre ella, especialmente las territoriales,
como dónde trabaja o cómo se viste. Sigo sintiéndome como en el teatro. Es una
mujer joven que conocí y me divertí hablando con ella, y nadie más tuvo nada que
ver con eso. Una parte de mí sigue sintiendo que la conocí primero, aunque sé que
no fue así.
—Hoy tengo un turno doble —dice, y creo que me está hablando—, así que
llegaré tarde, pero tengo mi llave.
Asiento y vuelvo a ponerme la gorra, sin mirar a nadie.
Hay un breve silencio antes que ella empiece a alejarse.
—Está bien, los veo a ambos más tarde —se despide.
—Gracias por la ayuda de hoy, dulzura —le dice Dutch.
Levanta su brazo y se despide de las chicas, y escucho algunas risitas antes que
el auto arranque. Continúo con lo que estoy haciendo, sin pensar en cuán insegura
es la zona de la ciudad por la noche, o la ventaja de trabajar detrás de un bar es que
los clientes no pueden poner sus manos sobre ella, lo cual es bueno. Su trabajo es
genial, en realidad. Es más dinero del que hará en Burger King o siendo una agente
de telemercadeo. Ella y Cole saldrán de la casa en poco tiempo.
Pero no es de extrañar que ese imbécil de Mick esté tratando de hacerla trabajar
en The Hook. Por el amor de Dios. ¿Luciendo como esta noche? Los hombres pagan
mucho dinero por jóvenes sexys, pero aún más por la joven y ardiente hija de un
granjero.
Estoy desatornillando, limpiando y volviendo a ajustar las tapas cuando me
doy cuenta que me duele la mano y que los músculos están cansados. Me detengo y
me enderezo, estallando los nudillos.
Pero luego veo a Dutch mirándome por el rabillo del ojo, y miro hacia él,
encontrándome con su mirada.
—¿Qué? —pregunto.
¿Por qué me está mirando?
Pero solo me da una pequeña sonrisa y sacude la cabeza.
—Nada.
—¿Me das un Fuzzy Navel2?
Echo un vistazo y veo a April Lester de pie en la barra, entre Grady Jones y
Rich Hensburg, mirándome expectante. Asiento y termino de apilar los vasos que
acababa de lavar, luego extiendo la mano y tomo la botella de Schnapps.
—Así que, ¿vienes a casa conmigo? —le pregunta Rich a April, mirándola con
escepticismo.
Grady se ríe suavemente, mientras sonrío para mis adentros. April se da
vuelta, luciendo molesta.
Todas estas personas son clientes habituales. April por lo general no va a casa
sola, y todos lo saben. Sin embargo, Rich solo hace una media broma para evitar la
humillación cuando lo rechaza constantemente. Hombre, al parecer, es su único
límite. Cualquier otra persona es juego limpio. No duele que siga intentándolo,
supongo. Podría tener suerte una de estas noches.
No es que me moleste ella. ¿Qué sé yo? Es una buena clienta, y da buenas
propinas, después de todo. Simplemente no puedo evitar vigilarla cuando Cole está
cerca. La he visto perseguir a hombres casados, por lo que el novio de alguien
ciertamente no la desalentará.
Termino de verter el jugo de naranja y coloco una servilleta antes de poner la
bebida encima. Toma una pajita y toma su vaso.
—Gracias —canturrea y de inmediato se da vuelta, tomando un sorbo mientras
camina de regreso a su mesa.
La veo irse y deslizarse con otros dos hombres que he visto antes.
A veces me hace pensar en mi madre. No estoy segura de por qué, no se
parecen en nada. Mi madre era rubia, es rubia y April es morena. El cabello es tan
oscuro que casi parece negro.
Pero tendrían más o menos la misma edad. April tiene que estar llegando a los
cuarenta y se viste como recuerdo que se viste mi madre. Faldas cortas, onduladas,
camisetas sin mangas de seda, joyas y tacones de diez centímetros.
2
Un “ombligo borroso” es una bebida mixta hecha de aguardiente de melocotón y jugo de naranja.
Como Cam. Mi hermana heredó el estilo sexy de mi madre.
Me pregunto si mi madre se ha establecido con alguien o si todavía necesita
esa libertad que anhelaba tanto cuando yo tenía siete años. No la extraño. Apenas la
recuerdo. Pero todavía me pregunto sobre ella.
Me estiro detrás de mí, agrego a la cuenta de April su bebida y tomo una toalla
para terminar de secar los vasos.
Pero luego la puerta de entrada se abre y una voz retumba.
—Mierda, esto está muerto.
Alzo la mirada y el vello en mis brazos se eriza al instante. Mi novio entra con
algunos de sus amigos, pero es la voz familiar que lidera el grupo la que hace que se
erice mi piel.
Jay McCabe, mi exnovio, entra lentamente y se toma su tiempo, entrando a la
habitación como el mariscal de campo estrella que era en la escuela secundaria y
todavía esperando un maldito aplauso. Es gracioso cómo se volvió menos guapo
cuanto más lo conocía. Enderezo la espalda como una barra de acero, y la conciencia
hace que el calor se extienda por mi cuello.
Cole entra detrás con un par de chicos, y Elena Barros los sigue, y veo su ceja
arqueada y la leve mueca en su rostro mientras mira a Jay y luego a mí.
No se llevan bien, pero a veces se encuentran en las mismas fiestas. Supongo
que Jay se dirigió aquí con su grupo y Cole lo siguió para asegurarse que estoy bien.
Jay escanea la habitación y luego sus ojos se posan sobre mí, una pequeña
sonrisa curva las esquinas de su boca. Inmediatamente aparto mi mirada, se me
revuelve el estómago.
Trato de fingir que ya no tiene importancia, pero creo que sabe que ganó.
Debería estar en la maldita cárcel después de lo que me hizo, y no lo está, porque
hace dos años, estaba asustada y era patética.
Ojalá alguien lo lastimara.
Y aún mejor si ese alguien resultara ser yo.
Cole se acerca mientras sus amigos caminan alrededor, conversando con
personas que conocen. Sube la partición y viene detrás de la barra, con una mirada
de disculpa en su rostro mientras se acerca por detrás, rodeándome la cintura con
sus brazos.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, mientras limpio el interior de un vaso con
una toalla.
Lo siento encogerse de hombros.
—No te he visto. Solo te extrañé.
Suelto una carcajada, tratando de relajar mi cuerpo rígido.
—Estoy bien. No tienes que preocuparte por mí en el trabajo.
Acaricia mi cuello, y ambos sabemos que solo está preocupado porque Jay está
aquí.
Pongo mi mano sobre la suya, sintiendo la pequeña cicatriz en su pulgar, e
inhalo su aroma limpio. Se ve fresco y guapo, mucho mejor que esta mañana. Nadie
puede librarse de una resaca como él.
—Sabes, es malo para los negocios si el novio anda por ahí —advierte Shelley,
acercándose al frente de la barra y dejando una bandeja con vasos.
Shel se imagina a sí misma como la dueña del bar en la película Coyote Ugly.
“Debes parecer disponible, pero nunca estar disponible” o algo así. El problema es
que este es un pequeño bar en un pueblo pequeño, por lo que, de cualquier forma,
las propinas no establecerán ningún récord. Ya sea que mi novio esté aquí o no.
Cole acaricia mi cuello, y sonrío, sintiéndome segura contra la pared de su
cuerpo. Las voces de sus amigos llegan a medida que el nivel de ruido aumenta en
la sala, y miro el reloj, viendo que es casi medianoche.
Y es miércoles. Cole tiene trabajo por la mañana.
Tomo aliento, girando la cabeza para mirarlo.
—Sabes, realmente no podemos permitirnos perder esas horas hoy —le digo.
Y si sale esta noche, es probable que no vaya mañana y pierda más dinero.
Aún tenemos facturas del antiguo departamento que deben pagarse, y haré mi
parte justa, pero más le vale que ayude. Si falta otro día, me pondré furiosa.
Pero solo me mira pensativo.
—No soy estúpido, cariño —me asegura—. Ya sé todo lo que quieres decirme,
¿de acuerdo?
—Y sabes que tienes mucha suerte de tener tu licencia, ¿verdad? —Lo molesto
más. Lo último que necesitamos es un accidente estando ebrio en su historial, y tienta
al destino constantemente.
Especialmente después de todo lo que sucedió. ¿Cómo puede ser tan
descuidado?
Bajo la mirada a nuestras cicatrices de nuevo, recordando.
—¿Qué haría sin ti? —dice, su aliento me hace cosquillas en la oreja.
Me alejo.
—Probablemente lavarías tu propia ropa.
Pero solo se ríe, apretando su agarre en mí.
—Lo siento, soy un perdedor.
—No siempre lo has sido.
Arquea una ceja ante mis palabras y me acorrala contra la barra, con una
sonrisa en sus labios.
—Soy bueno en algunas cosas, ¿no?
Inclina mi barbilla hacia atrás y se sumerge en mi cuello, su boca caliente besa
y muerde.
Escalofríos se extienden por mis brazos, y jadeo.
—Cole…
Bien, sí. No eres completamente terrible en todo.
Siempre ha sido capaz de hacerme sonreír, y es bueno besando. Solo desearía
que lo hiciera más en casa. No me ha estado tocando mucho últimamente.
Y ahora saldrá de nuevo esta noche.
Giro la cabeza, lo beso y tengo hambre de la conexión, pero luego me aparto
rápidamente, empujándolo con una sonrisa.
—No aquí —lo regaño.
Me giro y quito un par de botellas de cerveza de la barra, tirándolas.
—Lo siento mucho, ¿sabes? —me dice a la oreja—. No quise que nos echaran
de allí y nos pusieran en esta situación con mi padre.
Asiento, bastante segura que lo dice en serio. Es buena persona, y lo he visto
en su mejor momento. En este momento, está en una mala racha, pero estuvo a mi
lado cuando nadie más lo estuvo, así que quiero creer que se enderezará.
Miro a Jay, recordando cómo Cole fue mi único amigo después de romper con
ese imbécil. Todos los demás se pusieron de parte de Jay.
—Entonces, ¿mi padre es amable contigo? —pregunta, alejándose y
soltándome.
—Por supuesto. ¿Por qué no lo sería?
Se encoge de hombros.
—Solo estoy asegurándome. Antes solía ser un imbécil. Engañaba mucho a mi
madre, y por eso no nos llevamos bien. —Hace una pausa y luego agrega—: Solo
para explicar la tensión que probablemente sientas entre nosotros.
¿Engañar? ¿Por qué no me dijo esto antes? Jesús.
Sin embargo, Pike no parece ser de esa forma. No me parece tan superficial.
Pero las personas crecen y cambian. Quizás fue un hombre diferente hace
veinte años.
Pero espera…
—Pensé que dijiste que tus padres se separaron cuando tenías dos —le
pregunto.
Si era tan joven, ¿cómo lo recordaría?
—Sí. —Empieza a caminar hacia el final de la barra—. Solo sé lo que me dijo
ella. Al parecer no era bonito, así que no le creas ninguna mierda. Le gusta presionar
a las mujeres, lo que probablemente sea la razón por la que todavía está soltero.
Bueno, su padre sí parecía confundido hoy cuando trató de decirme que me
quedara en casa, y me planté en mi sitio. Creo que está acostumbrado a que la gente
siga sus órdenes. La última declaración de Cole suena como verdadera.
—Vamos a ir al Cue —me dice Cole, abriendo la partición y caminando hacia
el otro lado de la barra—. Te veré en casa.
—No llegues tarde —murmuro.
Su turno no comienza hasta las diez de la mañana, pero quiero verlo cuando
llegue a casa. No hemos tenido mucho tiempo juntos hoy.
Él y sus amigos se escurren por la puerta principal, se dirigen a The Cue para
jugar al billar, pero Jay echa una mirada en mi dirección mientras se dirige a la
puerta, pasando su brazo alrededor de Shawna Abbot. Sus ojos se posan en mi pecho
y luego vuelven a subir, mirándome con una parte de deseo y tres partes de
amenaza.
Y durante dos años ha sido solo eso. Recibir las miradas asquerosas que me
lanza por miedo de reaccionar otra vez. Sin embargo, me ha dejado en paz, así que
simplemente lo evito y finjo que no está allí.
Ambos grupos se van, decidiendo encontrar su diversión en otro lugar, pero
antes que la puerta de entrada tenga la oportunidad de cerrarse, mi hermana la
atraviesa, y un par de compañeras de trabajo la siguen. Todos los ojos en la
habitación se vuelven hacia ellas, mirando a las mujeres sexys en sus diminutas
blusas y tacones altos.
The Girl Gets Around, de Sammy Hagar, suena en la máquina de discos, y Cam
se dirige a la barra, sosteniéndose en el borde y haciendo un pequeño baile mientras
canta en play-back para mí.
Es todo un personaje.
—¿Ya terminaste? —pregunto por sobre la música, mirando el reloj en la
pared—. No me iré por al menos otra hora.
—Está bien. —Cam le resta importancia con un gesto mientras se estira y saca
el ron y los vasos limpios frente a mí—. Necesitamos relajarnos antes de ir a casa a
dormir de todos modos.
Sirve un solo trago, vuelve a colocar la botella y toma la pistola de soda,
llenando su vaso con Coca-Cola Light.
Saco la pala del recipiente de hielo y agrego unos cubos a su vaso antes de bajar
por la barra, revisando a los clientes.
Sustituyo las cervezas de Grady y Rich, vuelvo a servirle al marido de Shel
jugando al video póker, y mezclo tres Cosmos para unas pocas damas que dejaron
sus ediciones de The Gift de Deepak Chopra en su mesa, las que traen todas las
semanas para que sus maridos piensen que, de hecho, están en una reunión del club
literario.
—¿Quieres saltar aquí atrás? —grita Shel a Cam—. Necesito reponer cerveza.
Lanza una mirada a Shel, pero se levanta y va detrás de la barra. Shel va por el
pasillo donde se guarda el refrigerador y la cerveza.
—Saca todas las propinas y comienza a llenar el jarro otra vez —digo a mi
hermana desde el otro extremo—. No tendrás una parte de las mías.
Se ríe, mirándome con aire de suficiencia mientras se lleva las manos a las
caderas. Me vuelvo para mezclar un Screwdriver3 para otro cliente, y lo siguiente
que sé es que hay un rollo de dinero en mi rostro.
—Como si necesitara tus diez centavos y cinco monedas, nena —responde con
aire de suficiencia.
Abro los ojos de par en par, mientras miro boquiabierta.
—¿Qué demonios? —Lo tomo de su mano y abanico los billetes, viendo
muchos de uno, pero una impresionante cantidad de decenas y veinte también.
—Ese es el aspecto que tiene hacer tu alquiler en una noche, cariño. —Me lo
quita de la mano—. Tuvimos una despedida de soltero.
3
Un “screwdriver” es una popular bebida hecha con jugo de naranja y vodka.
Muchos tipos borrachos tirando dinero. La veo volver a deslizar el dinero
dentro de su bolsillo trasero y frunzo el ceño ante el brillo de sus ojos. Tiene sentido
que haga muchísimo más que yo. Yo trabajo en un bar. Ella trabaja en un club. Ella
entretiene. Yo sirvo bebidas.
Sin embargo, debe ser agradable irse a casa esta noche, sabiendo que puedes
pagar tus cuentas mañana. Que puedes ir a la tienda de comestibles y poner lo que
quieras en tu carrito.
Alzo la vista a sus ojos, y puedo decir que está pensando exactamente lo
mismo. También podría ser más fácil para mí si acepto la oferta de trabajo de su jefe.
No haré tanto como mi hermana siendo camarera allí, pero ganaría más que
aquí.
Pero, aunque The Hook puede ofrecer dinero rápido, nada sobre ese lugar es
fácil. Los hombres miran a Cam como una comida gratis, y soporta mucha mierda.
Aun así, sin embargo… estoy cansada de preocuparme por el dinero cada
maldito día.
Vuelvo a trabajar, pero puedo sentir sus ojos en mí. Piensa que soy un hámster
en una rueda.
—Cállate —murmuro.
Resopla.
—No dije nada. Ni una sola cosa.
—Gracias —digo, saliendo del Mustang de Cam poco más de una hora
después. Doblo el asiento delantero y agarro mi bolso de la parte de atrás, miro
rápidamente por encima del hombro para ver si el auto de Cole está en el camino de
entrada.
No está. Solo la camioneta de Pike.
Sacudo la cabeza.
—No trabajas mañana, ¿verdad? —pregunta Cam.
Me vuelvo.
—No, pero lo hago el sábado a la noche. Te enviaré un mensaje de texto con mi
agenda más tarde.
—Bueno.
Cierro la puerta y busco la llave de la casa en mi bolsillo.
—Te amo. Adiós —grito.
—¡Oh, compré algo para ti, por cierto! —chilla Cam a través de la ventana
abierta del lado del pasajero—. Mira en tu mochila cuando entres en tu habitación.
Pruébalo. Mira cómo se siente.
Me detengo, doy media vuelta y clavo los ojos en ella.
—No otro vibrador… —gimoteo.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe del presente que me regaló por mi
cumpleaños número dieciocho el año pasado. No habría sido tan malo si no me
hubiera dejado abrirlo en una fiesta llena de gente.
—No eso —asegura—. Pero definitivamente es algo que tú y Cole pueden
disfrutar juntos. —Y luego mueve su barbilla hacia la oscura casa detrás de mí—. O,
mmm… tal vez al hombre de la casa también le guste. Me refiero al otro hombre de la
casa.
Menea sus cejas y le lanzo una mirada sucia.
—Ni siquiera quiero abrir el paquete ahora.
—¡Buenas noches! —se burla y se aleja de la acera.
Imbécil. Amo a mi hermana, pero sabe cómo avergonzarme.
Después de abrir la puerta de entrada, entro, la cierro, bloqueo la cerradura y
miro alrededor de la sala oscura. Está ordenado, y paso frente a la entrada de la
cocina, mirando la pequeña luz de la cocina dejada de forma que pueda ver. El
fregadero está vacío de platos por lo que puedo ver, y exhalo, amando la sensación
de volver a una casa limpia.
Subo las escaleras, la casa emite un silencio espeluznante a mi alrededor.
Caminando por el pasillo oscuro, levanto la cabeza y veo la puerta del dormitorio
de Pike justo delante de mí. Está cerrado y no brilla luz debajo de la puerta.
Abro la primera puerta a la izquierda y enciendo el interruptor, descubriendo
lo que ya sospechaba. La cama está vacía, Cole todavía está afuera.
Dejo caer mi bolso, cierro la puerta silenciosamente y saco mi teléfono del
bolsillo trasero.
Estoy en casa. ¿Dónde estás?, escribo y espero a que aparezcan los tres
pequeños puntos, mostrándome que está respondiendo.
Pero después de unos minutos, no pasa nada, y arrojo mi teléfono a la cama.
Tiene que estar trabajando en ocho horas, y será mejor que vaya. De lo
contrario, no vendrá conmigo cuando ahorre lo suficiente como para salir de aquí.
Me quito los zapatos y me dirijo hacia la cama, lista para desplomarme y
descansar mis pies cansados, pero me detengo, recordando el “algo” que mi
hermana dijo que puso en mi bolso. Dando la vuelta, recojo mi bolso y lo abro,
poniéndolo en la cama. Y allí, justo en la parte superior, hay una bolsa de compras
con rayas rosas que no puse ahí. Es de Victoria's Secret.
Al desenrollar el paquete, alcanzo el interior y al instante lleno mi mano con
tela. Reprimo un gemido, y mis ilusiones mueren. Saco las bragas de encaje de color
crema y la camisola a juego que no se ve lo suficientemente grande como para cubrir
mucho. El escote es bajo, y no es lo suficientemente larga como para cubrir mi
estómago.
Definitivamente es bonito. Y sexy. Pero es increíblemente pequeño. Cole
tendría un día de campo, viniendo a la cama para encontrarme en esto.
Sin juegos preliminares. Estaría encima de mí en un segundo.
Pero ¿por qué me compró esto? No es que no use ropa interior sexy. No
necesito lecciones sobre cómo mantener a un chico interesado, gracias.
Pero luego veo un pedazo de papel sobre la cama que debe haber estado con
la ropa. Recojo la media hoja y leo el volante.
Noche de aficionados
¡Mójate! (Tu camiseta, como sea)
27 de mayo a las 9 p.m.
The Hook en Jamison Lane
¡¡Gran Premio $300!!
—Genial. —Me río entre dientes y dejo caer el volante y la ropa, sacudiendo la
cabeza. Mi propia hermana está tratando de cambiarme de trabajo. ¿Qué demonios
le pasa?
No le mostraré mis tetas a todos los viejos de la ciudad para tener la
oportunidad de ganar trescientos dólares. Puedo trabajar en Grounders, porque
disfruto de algunas personas, escucho música y tengo un trabajo en el que gano
propinas, así que tengo un poco de dinero en efectivo después de cada turno, pero
no hay nada sobre un concurso de camisetas mojadas que disfrutaría, a menos que
estuviera borracha. Tal vez.
Me aseguro que las persianas estén cerradas, me quito la camiseta y
desabrocho el jean corto. Dejo que todo caiga al suelo, estiro la mano y desabrocho
el sujetador, y luego busco una camiseta del buró.
Sin embargo, me detengo y observo la nueva lencería que yace en la cama. Cole
podría lamentarse por quedarse afuera cuando llegue a casa para ver lo que se
perdió.
Quitándome las bragas, alargo la mano y tomo la ropa interior nueva y
suavemente me pongo todo. Mi taza de café con bolígrafos y lápices descansa sobre
la cómoda, estiro la mano y saco las tijeras, cortando las etiquetas de todo.
De pie frente al espejo, me revuelvo el cabello y paso mis manos a través de
este, ajustando la tela en mis caderas y mis senos en las copas sin alambres. Me doy
vuelta, mirándome en el espejo por encima del hombro.
No puedo evitar la sonrisa que se asoma. Cam no es estúpida, ¿verdad? Es el
color perfecto en mí, mi bronceado ya está en pleno apogeo. Las bragas se asientan
perfectamente en mis caderas e incluso sin mucho apoyo en la parte superior, mis
senos permanecen erguidos y favorecedores. Paso la mano por mi estómago liso y
plano y por las curvas de mi cintura, deseando que alguien estuviera aquí para
apreciar la vista y hacerme sonreír.
Un charco de calidez se asienta entre mis muslos, y no puedo evitar pensar
cómo una simple muda de ropa puede hacerte sentir un mundo de diferencia. Me
quito una de las tiras de mi hombro, amando lo sexy que me siento. El pulso en mi
clítoris comienza a latir, y definitivamente estoy de humor ahora.
Subiendo la tira en mi hombro, agarro mi teléfono y le envío otro mensaje a
Cole, notando que todavía no me ha enviado un mensaje de texto.
Te necesito en este momento, cariño. *guiño guiño*
Espero, pero los tres puntos aún no aparecen. Inicio la aplicación Spotify en mi
teléfono, reproduzco Run to You, teniendo cuidado de mantener el volumen bajo
cuando me dejo caer sobre la cama.
Estoy completamente despierta ahora.
Y excitada.
Cerrando los ojos, dejo que la música corra bajo mi piel y lentamente deslizo la
punta de mis dedos por mis muslos, y subo por el interior de mi pierna, haciéndole
cosquillas a la carne hasta que se me eriza la piel. Suavemente acuno entre mis
piernas, muevo mis caderas y froto, mi sangre comienza a calentarse y mi corazón
late más rápido mientras mi clítoris hormiguea.
Gimo, sintiendo mis endurecidos pezones frotándose contra el encaje. Con la
otra mano tomo un seno y lo aprieto mientras giro la cabeza hacia un lado, mi cabello
cae en mi rostro.
A veces me pregunto si alguna vez podría hacer lo que hace mi hermana.
Cuando veo todo el dinero que trae a casa, y estoy cansada de la preocupación y el
estrés, ¿podría hacerlo?
Me doy la vuelta y me pongo de rodillas mientras me inclino con las manos
sobre la cama entre mis muslos. Presiono mis brazos contra mis pechos, forzándolos
a juntarse, llenos y a punto de salir de la parte superior. Girando la cabeza, mi cabello
acaricia mi espalda mientras mantengo los ojos cerrados y empiezo a moverme con
la música.
No, no puedo hacer lo que ella hace. No quiero que muchos hombres me miren.
¿Pero un hombre? ¿Como un novio? Un hombre que me anhele y que me mire
con ojos posesivos mientras bailo para él…
Él me está mirando. Estoy en una habitación oscura, un escenario brillante y
blanco debajo de mí, y una suave luz púrpura por encima. Avanzo a cuatro patas,
gateando y mordiéndome el labio inferior, inclinándome hacia adelante,
extendiendo mis muslos y mis rodillas presionando el suelo mientras llego al
escenario.
Está atrás, lejos, pero está allí. Es el único allí. Estoy solo para él. Se esconde en
las sombras y apoya su hombro en la pared mientras me mira. Muevo mis caderas
lentamente, tentándolo y provocándolo, y luego me pongo de rodillas, agarrando la
cabecera para sostenerme mientras bailo y me muevo.
La tira del sujetador cae por mi brazo, y tomo mi pecho desnudo, mirándolo
por encima del hombro. El cigarrillo o puro en su mano cuelga a su lado, quemando
una corriente de humo en el aire. Pero parece haberse olvidado de eso mientras me
mira.
Se me ocurre que Cole no fuma, pero la idea se va tan rápido como se presenta.
Quiero que me vea. Quiero que me desee. Siento que me desea y me gusta.
Dios, me gusta. Sigue mirándome. Me pregunto cómo sabe su boca. ¿Cómo se sienten
sus dientes? Mis pezones se tensan y se endurecen, anhelando su boca.
Haré que te corras. Sigue mirándome. Sigue mirándome.
Me apoyo en mis manos, moviendo mis caderas más rápido y más fuerte, y
puedo sentir mi piel humedecerse de sudor mientras froto mi coño y muevo mi
trasero por él.
Solo él.
—Oh, Dios —gimo, sintiendo mi orgasmo—. Ya voy, ya voy…
Pero luego un fuerte portazo hace eco en toda la casa, levanto la cabeza y abro
los ojos. ¡Mierda!
Me congelo, escuchando. Las tablas del suelo en el pasillo crujen, y alguien se
mueve por el pasillo y luego baja las escaleras. Salto de la cama con prisa, en caso
que sea Cole.
No desperté a su padre, ¿verdad? ¡Eso fue tan estúpido! ¿Qué pasa si la cama
estaba crujiendo?
La vergüenza arde como fuego en mi rostro, y avanzo hacia la puerta de la
habitación, abriéndola para echar un vistazo. El pasillo todavía está oscuro, pero
puedo oír voces y luego una puerta se cierra de golpe.
Frunzo el ceño. Al cruzar el pasillo, me escondo rápidamente en el baño y
cierro la puerta. Manteniendo la luz apagada, me acerco a la ventana y abro una de
las persianas.
—Sí, no te preocupes por eso. No me importa que me despierten por esto. —
Escucho decir a Pike, y me asomo para verlo de pie al lado de la piscina, hablando
por su teléfono—. Los bebés son impredecibles. Toma el tiempo que necesites.
Estaremos bien en los próximos días.
Está vestido con un pantalón gris, pero sin camisa, y lo veo frotarse el cuero
cabelludo mientras bosteza. Mis hombros se relajan un poco. La llamada
probablemente lo despertó.
Asiente a quien sea que esté hablando por teléfono.
—Envíanos un mensaje de texto cuando nazca el niño. Felicidades, hombre.
Luego se ríe, y mis músculos se relajan, muy agradecidos. Eso hubiera sido
embarazoso si me hubiera escuchado.
Me muevo para cerrar la ventana otra vez, pero veo que toma algo de un plato
en la mesa del jardín y se lo pone en la boca mientras sigue escuchando a quien esté
hablando por teléfono.
Me detengo, mis ojos se agrandan cuando lo veo encender una colilla de
cigarro. El vello en mi cuello se eriza y mi pulso se acelera. Cierro la persiana de
golpe, sin importarme si me escucha.
¿Qué demonios? No lo he visto fumar. ¿Por qué habría aparecido eso en mi…?
Vuelvo a mi habitación, cierro la puerta y me quito la ropa interior.
Poniéndome una camiseta y pantalones cortos de hombre, apago la música, la luz y
me subo a la cama.
Cam y sus estúpidos y malditos mensajes subliminales y mierdas. Muchas
gracias.
—Oye, Corinne. ¿Está mi padre en casa? —pregunto por teléfono.
Escucho a mi madrastra moverse en el otro extremo. Una puerta de malla cruje.
—¡Chip! —grita, su voz ronca por años de fumar—. ¡Es Jordan!
La puerta se cierra de nuevo, y creo que escucho la freidora en la cocina. Casi
puedo sentir el linóleo granuloso bajo mis pies desde aquí. Estoy tan contenta de
estar fuera de ese remolque, incluso si eso significa molestar al padre de Cole.
—¿Necesitas dinero? —dice mientras espero que mi padre se ponga al
teléfono—. Porque no tenemos nada. Tu padre se lastimó la espalda y perdió algo
de trabajo hace un par de semanas, así que las cosas están apretadas en este
momento.
Parpadeo.
—No, yo… —tartamudeo, agravada por su pregunta—. No necesito dinero.
Y si así fuera, serían las últimas personas a las que les pediría. Mi padre nunca
tiene efectivo por más de un día antes de quemarle un agujero en el bolsillo. Una de
las muchas razones por las que mi madre se fue.
Pero al menos mi padre se quedó.
—¡¿Chip?! —lo llama otra vez, pero luego gruñe a los perros—. Salgan del
camino, ustedes dos.
Sacudo la cabeza, la sospecha previa de que un mensaje de texto hubiera sido
mejor ahora se solidifica. Si mi papá logra llegar al teléfono, simplemente colgaré
sintiéndome enojada porque sea tan cálido como esta mujer. Gracias a Dios que no
fue mi madrastra por mucho tiempo bajo ese techo. Me fui tan pronto como pude.
—Solo quería que supieran que me mudé —explico—. En caso de que necesiten
mi nueva dirección.
—Ah, sí, claro. —La escucho inhalar y sé que está fumando—. Te mudaste con
Cole a la casa de su padre. Sí, lo hemos oído.
—Sí, yo…
—¡Chip! —grita de nuevo, interrumpiéndome.
Me cubro los ojos, exasperada.
—Está bien —le digo—. Eso es todo para lo que llamé, así que no molestes a
papá si ya lo sabe. Los llamaré… más tarde.
—Está bien. —Sopla humo—. Bueno, cuídate y llamaré dentro de una semana
más o menos. Te invito a cenar o algo así.
Mi cuerpo tiembla con una risa amarga que contengo. No es gracioso. Es triste,
realmente. Pero cuelga sin esperar a que le diga “adiós”, y dejo escapar un suspiro,
lanzando mi teléfono sobre la cama.
Ni mi padre ni mi madrastra son malas personas, aunque tampoco ninguno
me llamó el día de mi cumpleaños.
Nunca fui golpeada, matada de hambre o abusada verbalmente. Solo un poco
olvidada, supongo. Lucharon por algo bueno en la vida, por lo que era demasiado
pedir que dejaran que la responsabilidad o la preocupación por sus hijos
interfirieran con el pequeño placer que lograban reunir con sus noches de cerveza y
bingo.
Después que Cam se fue y consiguió su propio lugar, no tuve a nadie con quien
hablar. No era nadie en ese remolque, y nunca más quería volver a sentirme sola.
Recojo mi libreta de la cama y reanudo la tarea de mi clase de verano ese día.
Mi libro de texto se abre frente a mí y pulso mi lápiz mecánico para obtener más
ventaja.
Suena un golpe en la puerta de la habitación, y levanto la cabeza, tensándome.
—¿Entre? —digo, pero parece una pregunta. Cole no llamaría. Debe ser su
padre. ¿Dejé la ropa en la secadora? ¿La estufa encendida? Repaso mi lista mental
de verificación.
La puerta se abre, y Pike se queda allí, sosteniendo la perilla, pero se mantiene
plantado en el pasillo.
—Voy a pedir pizza para la cena —me dice—. ¿Cole estará en casa pronto?
Jugueteo con el lápiz en mis manos.
—Uno de sus amigos fue promovido en la compañía de cable —le explico—,
así que van a tener una fiesta en la granja de su padre. Estoy segura que llegará
bastante tarde.
Se queda allí un momento, su gran cuerpo llena toda la puerta. Mis ojos siguen
moviéndose hacia los tatuajes en sus brazos, así que simplemente miro hacia abajo,
pretendiendo estar absorta en mi trabajo.
—¿No vas a ir? —presiona.
Extiendo las manos, haciendo un gesto hacia la tarea frente a mí.
Asiente, comprendiendo.
—Bueno… —me mira por un momento, parece inseguro y luego continúa—,
tienes que comer también, ¿no? ¿Qué tipo de pizza te gusta?
—No, está bien —le digo, negando—. Ya comí.
Sus ojos se posan en el plato con el sándwich de mantequilla de maní a medio
comer en la cama, y sé lo que está pensando.
—Bueno.
Se mueve para cerrar la puerta, pero luego se detiene.
—Sabes que no necesitas esconderte aquí, ¿verdad?
Miro hacia arriba, enderezando mi columna vertebral.
—No me estoy escondiendo. —Me río un poco para disimular, pero creo que
me ha atrapado.
—Estás haciendo los quehaceres —afirma—. Estás pagando por tu derecho a
estar en la casa. Entonces, si quieres usar la piscina o traer un amigo o te gusta…
salir de la habitación, está bien.
Me lamo los labios secos.
—Sí, lo sé.
—Está bien —dice finalmente—. Supongo que comeré la pizza solo entonces.
Tendré sobras durante días, como de costumbre. —Suspira, sonando más patético.
—Entonces no pidas una grande —balbuceo, mirando mi libreta de nuevo.
Pero su risa silenciosa antes de cerrar la puerta me dice que escuchó mi
comentario sabihondo.
Estoy segura que ha pedido muchas pizzas en todos los años que ha vivido
aquí solo. Solo está tratando de ser amable y hacerme sentir bienvenida. Lo cual es
genial por su parte, y lo aprecio, pero aun así no me hace sentir como menos que
una vividora. No puedo dejar que me compre pizza también.
Y pienso en lo sola que me sentí al crecer en el remolque de mi padre e incluso
lo sola que me he sentido con Cole a veces. Tal vez Pike Lawson está cansado de
estar solo, de comer solo y de ver televisión solo, soy una invitada en su casa y tal
vez le gustaría conocer a las personas que viven bajo su techo, ¿verdad? Es solo
razonable.
Y tal vez estoy cansada de estar sola mucho, también, y tal vez todavía tengo
hambre y la pizza suena bastante bien, en realidad.
Suelto un suspiro y aparto la libreta de mi regazo antes de ponerme de pie.
Corriendo hacia la puerta del dormitorio, la abro y miro afuera.
—¿Pizza de Joe’s? —pregunto, viéndolo justo antes que bajara las escaleras.
Se detiene y gira la cabeza para mirarme.
—Por supuesto.
Es la mejor pizza del pueblo, así que es obvio. Salgo del dormitorio y cierro la
puerta.
—¿Pedimos por mitades?
De ninguna manera iba a pagar la mitad de la pizza, por Dios santo. La invité,
¿no es así? Y la razón por la que se quedaran aquí era para ahorrar dinero, ¿cierto?
Paso a su lado, ignorando el dinero en su mano mientras llevo la pizza a la isla de la
cocina.
Suspira, dejando salir un pequeño gruñido. Me rio.
—Mira, yo pedí la pizza, ¿está bien? Simplemente asegúrate que no tenga nada
de tu lechuga blandita en mi mitad.
—Ja, ja. —Camina hacia el refrigerador y toma dos sodas.
Soy un hombre simple de pepperoni y puedo soportar una pizza de tacos, pero
no esa lechuga cálida y destrozada que viene con ella. Puede quedársela por
completo.
Repartimos los trozos en dos platos, pero antes de irnos a la sala de estar, pone
una pila de vegetales en mi plato con unas pinzas.
—Uh, gracias.
—Si comes primero los vegetales —indica—, tendrás menos sitio para la pizza.
Un pequeño truco que saqué de Pinterest.
¿Pinter… qué?
—Entonces comerás menos pizza —continúa—, consumirás menos calorías y
te sentirás mejor después de la comida.
Sí, claro. Si me preocupara por consumir menos calorías, supongo.
Bien. A la mierda. Lo que sea. Me dirijo al refrigerador y tomo la salsa ranchera
que hay en la puerta.
—No —exclama, deteniéndome—. Ya tiene salsa. Una vinagreta de frambuesa.
Me enderezo y la miro fijamente.
Simplemente sonríe y se aleja.
Tomo dos tenedores, le paso uno y llevo mi plato y mi soda a la sala de estar,
con ella detrás de mí.
Una vez sentado, tomo el tenedor y dejo salir un suspiro antes de hundirlo en
la ensalada. Recuerdo lo que mi madre decía sobre los vegetales mientras crecía.
Sabían mejor si los comías cuando tenías hambre. Acabaré con eso de una vez y los
comeré primero como Jordan sugirió.
Meto un bocado en mi boca y el sabor amargo de las hojas disminuye solo un
poco por el aderezo dulce.
—Bueno, ¿verdad? —comenta.
—No. —Niego—. Me estás matando.
Se ríe.
—Bueno, gracias por probarlo. Puedes dejar de comerlo si quieres.
Pero, de todos modos, persevero. No es como si no pudiera con una dosis de
vegetales, ¿cierto?
Y no es como si odiara los vegetales. Me gustan las mazorcas de maíz y me
gustan… las patatas y eso. Técnicamente son vegetales, ¿verdad?
—Así que, ¿qué estás viendo? —pregunta.
Miro hacia la televisión y me doy cuenta que el volumen está muy bajo.
Alcanzo el control remoto y lo subo.
—El club de lucha —contesto.
—Oh, mira, nací el año en que se creó.
Arqueo una ceja, pero mantengo la boca cerrada.
Pero hago las cuentas en mi cabeza, recordando que vi esto en mi último año
de secundaria. Así que, sí, sería alrededor de esa época.
Mierda, estoy envejeciendo. Al pensar en todo lo que ha pasado en mi vida
donde ella no estuvo, o no era lo suficientemente mayor para recordarlo. La observo,
admirando su joven piel y esperanzadores ojos.
Estaba justo en la secundaria hace un año.
Comemos en silencio el siguiente par de horas, absortos en una de mis
películas favoritas. No tengo idea si la ha visto, pero después de un tiempo, su plato
está a medio comer y olvidado sobre la mesa de café, y está sentada al otro lado del
sofá, abrazándose las piernas y mirándola con interés.
—Hacen que fumar se vea apetecible —comenta finalmente, mirando a Marla
Singer en la pantalla.
—¿Apetecible?
Se aclara la garganta y se endereza.
—Bueno, es como Bruce Willis —explica—. Podría verlo fumar durante días.
Es como si estuviese comiendo. Comiendo un agradable, suculento…
—Filete —termino por ella, comprendiéndolo.
—Exacto. —Me lanza una suave sonrisa—. Lo posee totalmente. Es parte de su
vestuario.
—Bueno. —Suspiro, recogiendo nuestros platos—. No comiences a fumar.
—Tú lo haces.
Me detengo, bajando la mirada hacia ella. Solo he fumado una vez desde que
se mudaron y nunca fumo en casa. Ni siquiera creo que Cole sepa que fumo.
Probablemente viendo la confusión en mi rostro, aclara:
—Noté la colilla de cigarro en el cenicero de afuera.
Ah. Me dirijo a la cocina, rodeando la mesa de café mientras llevo los platos.
—En raras ocasiones, sí. Me gusta el olor.
—¿Por qué? —Se levanta del sofá, tomando las latas vacías de soda y servilletas
mientras me sigue.
—Simplemente me gusta. —Limpio los platos y los coloco en el lavavajillas—.
Mi abuelo fumaba, así que…
Parecía natural comenzar a compartir, pero de repente se siente estúpido.
—¿Así que…? —insiste.
Pero simplemente sacudo la cabeza, cerrando el lavavajillas y poniéndolo en
marcha.
—Solo me gusta el olor, es todo. —Termino bruscamente.
No estoy seguro de por qué estoy teniendo problemas para hablar con ella. No
hay ningún misterio. Mi abuelo era increíble, tuve una gran infancia, pero mientras
más crezco, más alejado me siento del sentimiento de cuando tenía ocho años. El
sentimiento de estar en algún lugar que amaba y sintiendo lo que sentía.
Felicidad.
Fumo cigarros de vez en cuando para transportarme allí.
Aunque no es el tipo de cosas con las que me siento cómodo compartiendo.
Pero es divertido lo cerca que llegué a estar de hacer eso con ella hace un
momento.
Puedo sentir su mirada sobre mí, y siento la incomodidad.
—¿Quieres una cerveza? —pregunto, abriendo el refrigerador y sacando dos.
Cualquier cosa para cambiar de tema.
—Um… claro.
Las abro y le entrego una Corona, finalmente encontrándome con su mirada.
Con sus ojos muy jóvenes, muy azules y muy de diecinueve años de edad. Mierda.
De nuevo olvidé que es menor de edad.
Lo que sea. Tomo un trago y salgo de la cocina. Trabaja en un bar, ¿no es así?
Estoy seguro que los clientes la han invitado a unos tragos antes.
Pongo mi trasero en el sofá, poniendo el brazo en el respaldo y tomando otro
trago. A la película todavía le quedan unos minutos y se sienta al otro lado del sofá
para terminar de verla, pero parece que ya no puedo seguir concentrado.
Y tampoco creo que ella la esté viendo.
Algo ha cambiado. La conversación era ligera y luego no. Y es mi culpa. Soy
frío. De algún modo después de Lindsey y el caos, dejé de ser capaz de abrirme. Me
acostumbré demasiado a estar solo.
Frunzo el ceño. No quiero que ella me evite por no poder mantener una jodida
conversación. Es la novia de Cole y no quiero más muros entre él y yo. Ella podría
ayudar con eso.
—¿Estás planeando quedarte en la ciudad después de terminar la universidad?
—pregunto.
Me mira y se encoge ligeramente de hombros.
—No estoy segura. Todavía quedan unos cuantos años —responde—. No me
importaría quedarme aquí mientras pueda permitirme unas vacaciones de vez en
cuando. —Se ríe un poco—. Simplemente no quiero estar en un trabajo sin futuro
para siempre, ¿sabes? Si puedo encontrar un trabajo en la zona, entonces podría ser
agradable quedarme durante un tiempo por mi hermana y mi sobrino.
Hay muchas obras aquí y en las ciudades y suburbios de los alrededores. Por
eso me fue fácil quedarme todos estos años. Si se interesa en el diseño de paisajes, es
muy posible que tenga buenas oportunidades si se queda en la zona.
—¿Alguna vez has viajado? —indago, echándole un vistazo.
Pero luego me detengo, olvidando de repente lo que estaba diciendo. Bajo la
mirada hacia su trasero, su cuerpo ahora girado mientras está inclinada sobre el
brazo del sofá para dejar la cerveza en el suelo. Sus pequeños pantalones cortos
abrazan cada curva, sus rodillas están separadas y, por un momento, soy atraído
hacia la humedad entre sus piernas.
El calor inunda mi ingle y mi polla se remueve.
Mierda. Aparto la mirada.
Lucho por respirar y el sudor estalla en mi cuello. ¿Qué demonios?
Puede que no luzca joven, pero lo es. Es una niña. ¿Qué demonios estoy haciendo?
Vuelve a sentarse e inclino mi botella, tomando otro trago para cubrir mis
nervios.
—No realmente —responde.
De nuevo, ¿qué le pregunté? Oh, cierto. Viajar…
—Fui a Nueva Orleans con mi hermana cuando tenía quince años y gané una
beca para una escuela de verano en Virginia cuando tenía doce años —dice—. Eso
es todo.
—¿Nueva Orleans a los quince? —bromeo. Debió haber sido interesante.
Una conocedora sonrisa cruza su rostro, pero desaparece rápidamente.
—Ahí es donde vive mi madre —indica.
Oh, sí, cierto. Su padre es Chip Hadley. No le presto mucha atención a los
chismes, pero sé que ha estado casado unas cuantas veces.
Jordan se aclara la garganta, enderezándose.
—Se marchó cuando yo tenía cuatro años.
¿Cuatro? ¿Qué clase de persona la dejaría de ese modo?
Se sienta en silencio, aparentando como si estuviera pensando, y la urgencia
de tomarla entre mis brazos me recorre.
Ahora mismo.
—Cuando mi hermana se graduó de la secundaria, la encontramos —explica—
, e hicimos un viaje por carretera ese verano para visitarla.
—¿Cómo resultó?
Se encoge de hombros.
—Bien, supongo. Estaba trabajando de camarera, tenía un pequeño
apartamento y estaba viviendo su vida. Estaba encantada de vernos. Ahora que
habíamos crecido y no necesitábamos muchos cuidados, supongo —añade.
Finalmente me mira, portando una sonrisa triste.
—¿Le preguntaste por qué se fue? —pregunto.
Pero simplemente sacude la cabeza.
—No, solía querer saberlo, pero luego cuando la conocí, realmente ya no me
importaba. —Se detiene y luego añade—: Ella no me gustó.
La observo, permaneciendo en silencio. ¿Cole tiene esos pensamientos sobre
mí?
—Así que, ¿has estado casado? —Su voz es ligera, y me doy cuenta que está
intentando cambiar de tema.
Me enderezo, respirando profundamente y poniendo los ojos en blanco para
mí mismo.
—La madre de Cole y yo no duramos mucho tiempo después que él nació —le
digo—, y no lo sé… me quedé atrapado intentando crear un sustento… un futuro.
Me acostumbré a estar solo.
Deslizo mis dedos por mi cuero cabelludo, finalmente apoyando mi cabeza en
mi mano y mirándola. Pero parece escéptica, estudiándome con cierta cautela en sus
ojos, como si no creyera que esa sea la razón por la que todavía estoy soltero.
—Hubo oportunidades de casarme —le aseguro—, pero supongo que incluso
en la secundaria nunca quise ser parte de las estadísticas y hacer lo que se supone
que debía hacer, ¿sabes? Graduarme, conseguir un trabajo, casarme, tener hijos…
morir.
Dejo salir una risa, pero sorprendentemente, ahora las palabras salen con
facilidad.
—Mi abuelo, quien también fumaba cigarros —aclaro—, murió cuando yo
tenía nueve años, pero todavía recuerdo esa fiesta en casa que mis padres
organizaron cuando mi padre terminó la universidad. Estaba en sus treinta, el
primero de la familia en ir a la universidad, así que fue algo importante.
Se recuesta, sosteniendo la botella con ambas manos y escuchando.
—Creo que tenía unos seis años en aquel entonces —le cuento—. Mis abuelos
estaban allí, y todo el mundo estaba hablando y riendo, pero lo que más recuerdo es
a mi abuelo, de sesenta años, metro ochenta de altura y ciento quince kilos de peso
haciendo temblar los cimientos de la casa porque estaba bailando Jump De Pointer
Sisters.
Rompe en una sonrisa. Sí, puedes imaginarlo.
—Mi abuela observaba desde la mesa, riendo con los demás con esa mirada de
felicidad. —Trago saliva, recordando la gran sonrisa en su rostro—. Todo el mundo
estaba simplemente tan feliz, incluso a su edad, seguían creciendo, divirtiéndose,
siendo tontos… —Me detengo—. No lo sé. Me gustó eso, supongo.
—Quieres eso —dice Jordan en voz baja.
Pienso en mis abuelos, haciéndose reír constantemente el uno al otro y en todas
las mujeres con las que he estado y cómo nunca sentí eso. Ni siquiera con Lindsey.
Probablemente fui incapaz.
—Simplemente no parecía forzado, ¿sabes? —continúo, girando hacia ella—.
Establecieron estándares altos. Es difícil encontrar esa persona que hable tu mismo
lenguaje.
Baja la mirada, aparentando estar sumida en sus pensamientos.
Continúo, cambiando de tema.
—¿Qué hay de ti? —indago—. ¿Alguna idea de cómo quieres que sea tu vida
algún día? Tu matrimonio, la boda, el día perfecto… ¿El vestido perfecto?
Simplemente suspira y toma un trago de la botella.
—Realmente no me preocupo por la boda —responde, volviendo a mirar la
televisión—. Solo quiero una buena vida.
Buena vida.
Esas palabras golpean con fuerza y no sé por qué.
Tal vez porque todavía estoy esperando lo mismo.
Una semana después y la casa se ha organizado en una rutina, gracias a nuestra
pizza y la noche de película.
Normalmente Jordan ya está levantada cuando bajo por la mañana, y noto que
hay un agradable brillo en las encimeras y en las puertas de los armarios que no
estuvo ahí la noche anterior. Los suelos se sienten limpios, el refrigerador está
mágicamente libre de mala comida y sobras de hace tres días, y los
electrodomésticos brillan.
También todo huele increíble y a veces es porque hace muffins o hotcakes, y
otras veces por las velas aromáticas, las que ya no me preocupan que queme la casa.
Usa una cafetera francesa para el café y yo he dejado de usar mi Keurig en favor de
eso.
Cualquier cosa que Cole deje en la sala de estar la noche anterior, como zapatos
o latas de soda, desaparece repentinamente y no puedo recordar la última vez que
tuve que usar la lavadora.
Y no, ni por un momento creo que sea gracias a mi hijo. Se ha convertido en un
jodido perezoso y parece que, no me había dado cuenta de cuánto había cambiado.
Cuanto más crecía menos tiempo quería pasar conmigo, y veo muestras de
cómo era su madre conmigo en la forma que trata ahora a Jordan. Es descuidado, y
me encuentro apretando los dientes para mantener mi boca cerrada y guardarme
mis opiniones.
Amo a mi hijo, pero es difícil ver por qué la merece.
Difícilmente está en casa excepto para dormir, y cuando lo está, Jordan está en
el trabajo hasta las dos de la mañana. Estaba preocupado por encontrarlos teniendo
sexo en el sofá o algo así cuando ofrecí dejarlos vivir aquí, pero gracias a Dios, sus
horarios no compaginan bien, así que difícilmente están aquí al mismo tiempo. Y si
lo están, estoy en el trabajo y no tengo que escuchar o ver algo.
Aun así, ella está bastante tiempo sola. Él ni siquiera permanece en casa las
noches que ella tiene libre y me pregunto por qué demonios lo soporta. Ella parece
capaz y con fortaleza. Una chica que puede cuidarse sola. ¿Qué los unió? De hecho,
no parece tener a nadie más que a Cole y esa hermana suya. Ningún amigo u otros
miembros de la familia han pasado por aquí a verla, que pueda decir.
Aunque, de cualquier modo, estoy disfrutando teniéndola por aquí, incluso si
deseo que Cole estuviera más en casa. Sonrío en cuanto paso por la puerta cada
tarde, escuchando música de los ochenta sonando por la casa y de algún modo
parece incluso más verano aquí dentro. Es agradable no volver a una casa vacía para
variar, e incluso me sorprendo dejando el trabajo a tiempo todos los días, porque en
realidad ahora disfruto estar en casa.
Ella y yo hemos charlado más a lo largo de los últimos días, hablando sobre
cómo fue el trabajo o cómo le está yendo en la escuela, y la chica tiene la extraña
habilidad de hacerme hablar. Le gusta hacer cosas y es buena burlándose o haciendo
bromas para tranquilizarme.
Puedo prescindir de su lasaña de berenjena, eso está claro, pero si no estuviera
aquí, Cole me estaría evitando incluso más de lo que lo hace hasta ahora, y no me
estaría mordiendo la lengua con él como lo hago. Estoy contento de que ella esté
aquí.
Sosteniendo la bolsa de la ropa sucia sobre mi hombro, bajo las escaleras,
girándome en la barandilla y entrando a la lavandería.
Después de sacar mi ropa de la secadora, saco otras cosas de la lavadora y meto
una nueva carga, encendiendo de nuevo ambas máquinas. Veo un rastro de polvo
al frente de mi camiseta por trabajar esta mañana en el garaje y me la quito,
metiéndola en la lavadora antes de cerrar la tapa.
Dejando la bolsa sobre la ropa seca, tomo el cesto y vuelvo escaleras arriba. En
mi habitación, arrojo la ropa sobre la cama y hurgo entre la pila, buscando otra
camiseta.
Pero me detengo, pasando ligeramente mis dedos sobre una pequeña pieza de
tela roja que no reconozco. Está amontonada en mis jeans y no tengo que pensar dos
veces para saber qué es.
Mierda.
Enganchando el dedo en la pequeña banda, miro a través de la pequeña tanga
roja colgando de mi dedo.
—¿Qué demonios? —digo entre dientes, bajando la mirada hacia la ropa para
comprobar dos veces que es la mía—. ¿Cómo llegó esto a mis cosas?—. ¡Jord…! —
grito pero me detengo, dándome cuenta de lo extraño que va a parecer si tengo su
ropa interior. Voy a parecer un morboso, siendo atrapado con su ropa interior. Jesús.
Suelto la prenda como si fuera un sartén caliente.
Cae sobre la cama y me froto la nuca, sintiendo el ligero sudor en mi piel. Mi
mente divaga.
Ha pasado maldito largo tiempo desde que cualquier ropa interior de mujer
estuvo sobre mi cama. O en mi cama.
Y ciertamente tampoco fue una tanga. Una imagen de la pequeña e inocente
novia de mi hijo llevando esto aparece en mi mente, y pongo los ojos en blanco,
retrocediendo un poco.
—Maldición. Voy a ir al infierno.
Regojo de nuevo toda la ropa, enterrando la tanga entre esta para esconderla,
así puedo llevar la cesta de nuevo abajo. Simplemente lanzaré la ropa interior sobre
la secadora o algo así y dejaré que ella la encuentre.
Aunque, tomando la cesta, registro el suave estruendo de la cortadora de
césped fuera y dejo caer la ropa, caminando hacia la ventana.
Jordan está en el patio trasero, moviéndose por el césped con mi cortadora
verde Crafstman. ¿Qué está…?
Aprieto la mandíbula, el agravio asentándose. Le dije a Cole que cortara el
maldito césped. Ayudar con el trabajo de jardinería es su responsabilidad.
Observo mientras ella balancea la cabeza, y es entonces cuando noto el agudo
zumbido de guitarras y golpes de batería. Debe estar escuchando música.
Sonrío. ¿Qué horrible banda de los ochenta está escuchando hoy?
El sudor oscurece su camiseta gris a mitad de su espalda e incluso desde aquí
puedo ver su cabello, algunos mechones que se habían liberado de su coleta,
pegándose a su cuello. Sus pequeños pantalones cortos blancos muestran los
músculos de sus muslos y pantorrillas, flexionándose mientras empuja la máquina.
Su piel brilla con sudor, y me centro en su espalda baja, viendo la pequeña porción
de piel brillando al sol.
El calor inunda mi estómago y mi sonrisa desaparece mientras la miro.
Estoy congelado. No quiero apartar la mirada.
Pero finalmente pestañeo, alejando mis ojos y tragando saliva a través de la
sequedad de mi garganta.
¿No tiene un proyecto o algo en qué trabajar para su clase de verano? Mencionó
eso hace unos días. Cole puede cortar el maldito césped.
Estirando los brazos, abro la ventana y saco la cabeza, abriendo la boca para
llamarla, pero de repente suelta el manillar, gira la cabeza hacia adelante y hacia
atrás y hace que toca la guitarra.
Me detengo y la observo, frunciendo el ceño pero también muy cerca de
estallar en risas.
—¡Pon algo de azúcar en mí! —Suena desde el altavoz Bluetooth—. ¡Ooooh, en
nombre del amor!
Mueve los labios en sincronía, inclinándose hacia atrás, y luego haciendo otros
movimientos, bailando y dejándose llevar por la canción.
Agarrando de nuevo el manillar, lo usa de apoyo y echa la cabeza de lado a
lado, girando el cabello y moviendo las caderas. La goma en su coleta cae y los
mechones giran, la hermosa perversión en los mechones que caen sobre su rostro la
hacen verse absolutamente hermosa. Mis pulmones arden por aire mientras el deseo
me recorre al observarla moviéndose. Dios, si ella es tuya, ¿cómo no la tocas a cada
momento?
Sin embargo, detengo ese pensamiento inmediatamente y comienzo a meter la
cabeza, pero vislumbro a Kyle Cramer, el vecino de al lado, de pie en el balcón de
su dormitorio.
Baja la mirada hacia Jordan, observándola bailar.
Aprieto los dedos alrededor del marco de la ventana.
Imbécil. Probablemente sus hijos están en la casa, y está mirando lascivamente
como un jodido pervertido.
Intento pensar en que prácticamente estoy haciendo lo mismo, pero siento una
urgencia protectora de conseguir un arma o algo. Esta no va a ser tu niñera, idiota.
De repente el cortacésped se detiene, y giro hacia Jordan justo a tiempo para
verla caminar hacia el borde de la piscina, respirando pesadamente y empapada en
sudor. Se aparta el cabello del rostro, respira profundamente y luego da un paso,
cayendo en la parte profunda de la piscina y hundiéndose, con ropa y todo.
Dejo de respirar.
Hace calor. Cerca de los treinta y dos grados y necesita refrescarse. Pero muevo
la mirada hacia Kyle mientras inclina la barbilla, intentando conseguir un mejor
vistazo. Entonces Jordan resurge a la superficie, flotando de espaldas y descansando
allí, su camiseta moldeada a su cuerpo como una segunda piel. Duros, pequeños
puntos señalan al cielo por debajo de su camiseta y veo una sonrisa curvarse en los
jodidos labios de él.
—Maldito infierno —siseo entre dientes. Volviendo a meter la cabeza en la
habitación y cerrando la ventana de golpe.
Dejando la habitación, salgo rápidamente al pasillo y bajo corriendo las
escaleras. Moviéndome por la cocina, atravieso la lavandería y salgo por la puerta
trasera. Jordan está nadando junto al borde de la piscina de nuevo, saliendo.
Alzo la mirada para ver a Kyle observando mientras ella sale, su ropa aplastada
contra su cuerpo y el agua corriendo por cada centímetro disponible de su piel.
Él desliza su mirada hacia mí y le enseño mi dedo medio. Simplemente se ríe
y sacude la cabeza, regresando a su jodida casa.
Jordan toma su cabello, pasándoselo por su hombro y escurriéndolo. Bajo la
mirada por sus piernas, donde el agua se desliza por sus tonificados muslos y sus
pantalones cortos mezclándose con su trasero.
Me enderezo, poniendo una expresión dura.
—Jordan —la llamo.
Se gira, mirándome, y duda solo un momento antes de dirigirse hacia mí. Debe
tener alguna idea de que no está completamente presentable ahora mismo, porque
cruza los brazos sobre su pecho.
—Pensé que le había dicho a Cole que cortara el césped. —Intento esconder el
gruñido construyéndose en mi pecho.
Asiente y toma su agua fría de la mesa del césped.
—Mientras se haga, ¿cierto? —Y luego me mira, preguntando—: ¿Estoy
haciendo un mal trabajo?
—Por supuesto que n-no —contesto rápidamente, odiando lo rápido que me
hace sentir como un estúpido desagradecido—. Se ve bien, pero ya estás haciendo
suficiente. Más que suficiente. Él tiene el trabajo del césped. Puede encontrar el
maldito tiempo.
—Está bien. —Le resta importancia y deja el agua, girándose de nuevo hacia el
cortacésped—. De todos modos necesito sol y el ejercicio.
—Yo lo terminaré. —La detengo, adelantándome hacia el cortacésped.
Pero me sujeta por el brazo.
—Lo tengo —asegura, la furia mostrándose en sus ojos—. En serio. No estamos
aquí de gratis. Puedo ocuparme de algunas labores.
—No vestida así, no lo harás.
Frunce el ceño.
—¿Disculpa?
Me acerco, bajando la voz mientras hablo con ella.
—Mi vecino ha estado pegado a su balcón vigilando cada uno de tus
movimientos —digo con aspereza—. Dios sabe lo que está pensando.
—Ese no es mi problema —protesta—. Tenía calor. Salté a la piscina. Tengo la
ropa puesta.
—Sí, como una segunda piel —termino por ella, mostrando los dientes—. No
puedes hacer esas cosas aquí. Es un vecindario familiar. No el club de striptease de
tu hermana.
—¡Estoy en el patio trasero! —masculla, tensándose—. ¿A quién le importa
cómo estoy vestida?
—¡A sus esposas!
Arquea una ceja y su pecho se mueve con furiosas respiraciones.
Bajo la mirada hacia ella, calmando mi voz.
—Las mujeres en el vecindario no aprecian a las calienta pollas paseándose
alrededor y tentando a sus maridos, ¿está bien? —lo digo planamente, para que
entienda.
Pero solo deja salir una risa amarga como si no pudiera creer que lo digo en
serio.
—Uh… sí, vaya. —Asiente y toma una respira profundamente, alzando la
barbilla y mirándome fijamente—. Um, está bien, ésta es la cuestión… Soy
consciente que probablemente las cosas eran un poco diferentes cuando eras un
adolescente… ¡HACE OCHENTA Y NUEVE AÑOS! —replica.
—Fue hace veinte años, gracias.
—Pero hoy en día —continúa—, no le echamos la culpa a las mujeres por el
comportamiento de los hombres. —Fija la mirada, luego hay una pequeña mueca en
sus labios—. Si él quiere mirar, no puedo evitarlo. Si quiere irse a algún sitio privado
y darse un poco de amor, oye, nunca lo sabré. ¡No es mi problema!
Aprieto los puños. Maldita mocosa.
No puedo recuperar el aliento, pero no rompemos el contacto visual.
Tiene razón.
Sé que tiene razón. No está haciendo nada malo. Solo…
No me gusta él mirando.
Mirándola.
Después de unos segundos, me recompongo y me enderezo, disfrutando ser
treinta centímetros más alto.
—Cole hace el trabajo del césped. O yo —le indico, rodeándola hacia el
cortacésped—. ¿Lo entiendes?
No espero su respuesta mientras camino alrededor, dirigiéndome hacia el
cortacésped.
Pero escucho su dulce y baja voz detrás de mí.
—Sí, papi.
Parpadeo largo y fuerte, la mano picándome con la urgencia de darle una
nalgada a alguien por primera vez en mi vida.
No he hablado con Pike desde la discusión de ayer. Me niego a llamarlo una
pelea. Apenas nos conocemos. ¿Cómo podemos estar peleando?
Tampoco he hablado con Cole desde ayer, pero por alguna razón, eso no me
molesta. Así es como funcionamos. Se fue ayer, para ayudar a un amigo con su auto,
y para cuando llegó a casa yo estaba en el bar. Dormí hasta tarde esta mañana, más
como un esfuerzo por evitar a Pike en casa, y solo desperté una vez cuando Cole
dejó un beso de despedida en mi mejilla antes de irse a trabajar.
He tenido un nudo en el estómago toda la mañana. ¿Por qué diablos estaba
Pike tan enojado? Pensé que nos llevábamos bien. No hice nada malo. De hecho,
estaba cortando su maldito césped, y lo siguiente que supe fue que estaba
regañándome como si estuviera tomando el sol semidesnuda en el jardín delantero
mientras niños de seis años andaban en sus bicicletas por la calle.
Es tan volátil. Muy diferente a su hijo, que nunca se toma nada en serio.
Salgo del auto de Cole, uno de sus amigos le dio un aventón esta mañana así
yo podría ir a la biblioteca. Agarro la lonchera con el almuerzo de Pike que dejó en
casa y echo un vistazo alrededor del sitio de trabajo. Está más ajetreado que la última
vez que estuve aquí.
Los trabajadores se mueven de un lado a otro, usando cascos de seguridad, con
cinturones de herramientas de cuero marrón colgando de sus caderas, y el polvo se
levanta por los camiones que entran y salen del área. Los martillos golpean el acero
y hombres con botas sucias y jeans rasgados están sentados a horcajadas en las vigas,
suspendidas en el aire, mientras hacen lo que sea que hacen para convertir los
materiales en un edificio. No muchos llegan a ver los huesos desnudos. Me pregunto
por qué Cole no trabaja para su padre. Este empleo tiene que ser bien remunerado.
Después de todo, conozco a algunos de estos chicos. Mantienen a sus familias con
este empleo.
Mi mirada deambula, buscando a alguien accesible con quien dejar la lonchera,
pero también estoy un poco alerta buscando los tatuajes de Pike. No quiero verlo,
de verdad. Mi plan, cuando vi que había dejado su lonchera en casa esta mañana,
era hacer una buena acción, entregarla, y dejar la pelota en su cancha para superar
la discusión al tener que buscarme y decir “gracias”. Quiero superar cualquier
incomodidad entre nosotros.
Caminando por la suciedad y los escombros, me dirijo hacia la estructura y veo
a su amigo, Dutch, inclinándose para recoger algo justo adentro. Me nota y se
levanta.
―Hola, Dutch. ―Sonrío―. ¿Está Pike?
Sus ojos se deslizan hacia la bolsa térmica negra en mi mano.
―¿Su almuerzo?
―Lo dejó en la mesa de la cocina. ―La levanto ―. Pensé en dejarlo mientras
estoy haciendo recados.
―Eso es amable de tu parte. ―Pero no toma la lonchera. En cambio, lanza una
herramienta en una caja y me hace un gesto―. Vamos, te llevaré.
―Oh, no, está bien ―le digo―. No quiero molestarlo. Solo lo dejaré contigo.
―Si dejas eso conmigo, me lo comeré. O lo perderé. ―Se ríe y me guía hacia
unas escaleras.
Mis hombros se desploman. Increíble.
Nos dirigimos al tercer piso, tomando lo que supongo serán las escaleras de
emergencia una vez que los elevadores estén instalados, y llegamos a un piso con
solo marcos en las paredes, mostrando cómo estarán divididas las oficinas y áreas
de trabajo, una vez que esté terminado.
Pike es el único en el piso, muy lejos en el lado izquierdo y sobre un
portapapeles.
Nos escucha acercarnos y alza la mirada de sus papeles, girando su cabeza.
Sus ojos se estrechan en mí, y parpadeo con fuerza y largo, sintiéndome
estúpida.
Está usando una camiseta azul marino, y el color en él calienta mis mejillas. Me
encanta cómo luce contra sus brazos bronceados y las curvas de sus bíceps.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta.
Sin embargo, no suena molesto a como temía. Solo desconcertado.
Levanto la bolsa.
―Dejaste tu almuerzo sobre la mesa.
Su expresión se relaja, y la tensión en su cuerpo se alivia.
―Oh, gracias. ―Se acerca, y se lo entrego―. Aunque, no pasa nada ―me
dice―. Pude haber comido algo del camión de comida. No tenías que molestarte.
¿Camión de comida?
―Bueno, no podía dejar que comieras basura de un camión de comida ―digo.
Y para mi alivio, sonríe un poco.
―Es básicamente lo mismo que hay aquí ―recalca, poniendo la lonchera sobre
una mesa de trabajo.
Pero estoy muy por delante de él.
―Bueno, también metí un burrito de pavo, queso y pepino, en caso que
quisieras algo diferente.
Su rostro cae.
―No te preocupes ―bromeo―. Tu almuerzo sigue ahí. Solo hice demasiado y
necesitaba ayuda para terminar los burritos.
El leve miedo en sus ojos se disipa, y respira.
―¿No serás feliz hasta que coma humus, cierto?
Intento no reír.
―Te construiré lentamente.
Pone los ojos en blanco, y finalmente respiro profundo. Supongo que
terminamos la discusión.
Me quedo ahí, sintiendo sus ojos sobre mí, y los sonidos de martillos golpeando
y la brisa soplando a través de la estructura se desvanecen lentamente.
Entonces me doy cuenta que Dutch todavía está en la habitación.
Ambos lo miramos, y su mirada se mueve entre nosotros.
―Iré… â€•traga y se aclara la garganta―, a hacer algo ―dice y se va,
dejándonos solos.
Miro de nuevo a Pike, y supongo que también debería irme y dejarlo, pero en
cambio, deslizo mis manos en mis bolsillos y miro alrededor.
―El aserrín huele bien ―le digo.
Una sonrisa cruza sus ojos, y asiente, mirando alrededor.
―Sí. Es como estar en casa para mí.
Cuando nuestras miradas se encuentran otra vez, el calor se desliza en mi
vientre, y olvido respirar por un momento. Aparto la mirada rápidamente.
—Me disculpo por haberte hablado así ayer ―dice―. No hiciste nada malo.
Cramer estaba mirándote lascivamente, y fue espeluznante. Me molesté. ―Y luego
aclara―: Me molesté con él, quiero decir. Siento haberme desahogado contigo.
―Trabajo en un bar ―recalco―. Estoy acostumbrada a las miradas lascivas.
Puedo manejarlo.
En realidad, puedo levantarme y luchar por mi honor. Y también Cole. Si
alguna vez se le ocurre. Pike no necesita sentirse responsable por mí. No soy suya
para cuidar.
―Bueno, me iré ―le digo y comienzo a retroceder.
Pero me detiene.
―¿Quieres ver? ―ofrece―. ¿Un pequeño recorrido?
Ya he visto gran parte del lugar, después que estuve aquí haciendo bolsas de
arena la semana pasada, pero asiento de todos modos.
―Sí, seguro.
Me lleva hacia la parte trasera del edificio, y me pregunto si se supone que
debería estar usando un casco, pero él tampoco está usando uno, así que no
pregunto.
―Se supone que este es el lugar de las oficinas para ese barco casino que
vendrá al área ―explica―. Habrá un pabellón en el muelle, con restaurantes y
espacio para eventos, pero manejarán todo desde aquí. Contrataciones, finanzas,
publicidad…
Me lanza una sonrisa, y aparto la mirada.
―Es como un esqueleto ―comento―. ¿Cuándo construirán las paredes?
―Una vez que los plomeros y los electricistas tengan todo resuelto
―responde―. Instalo el aislamiento y luego comenzamos a construir. Verás
habitaciones en lugar de huesos.
Entramos a un gran espacio en la esquina trasera del edificio, y a diferencia de
las otras habitaciones, hay una pared entera sin vigas. Como si fuera solo una
enorme ventana panorámica. Entro en el pequeño espacio adyacente y miro sobre la
viga frente a mi rostro.
―¿Qué es este espacio?
Me mira.
―Es un baño privado para esta oficina.
Debe ser agradable. Camino de regreso a la oficina con él y me acerco al borde,
contemplando la tierra verde y no desarrollada en la distancia.
―Linda vista. ―Sonrío y muevo mi cabello, caminando alrededor de mi falsa
oficina como si fuera dueña del lugar―. Sí, Christopher, ¿podrías poner a Japón en
la línea? Necesitamos discutir la línea de producción en Malasia ―bromeo
Se ríe.
―¿Tienes un secretario?
―Un hombre puede ser cualquier cosa ―respondo―. No dejes que tu sexo te
detenga.
Sacude la cabeza, la diversión curvando sus labios.
Volvemos a la tranquilidad que tuvimos la otra noche cuando miramos
televisión y comimos pizza, y lo sigo alrededor del edificio, dejándolo explicar el
proceso de meses, o posiblemente años, de construir un edificio desde cero.
Comenzó a hacer este trabajo antes que Cole naciera, y eventualmente creó su propia
compañía, capaz de hacer sus propias reglas y tener más control sobre el tipo de
proyectos que tomaba. Sin embargo, tiene que ser mucha responsabilidad, saber que
estás a cargo de dos docenas de trabajadores y los cheques con el pago que
mantienen a sus familias.
Pero aun así… está ayudando a construir nuestro pueblo, aportando trabajo y
dando empleos por sí mismo.
―Debes estar muy orgulloso de construir cosas que puedas ver todos los días
―le digo cuando volvemos al primer piso―. Lugares donde las personas van a
pasar sus vidas y ganar sus sustentos.
―En realidad nunca lo pensé así. ―Se detiene en la parte trasera del edificio,
mirando los acres de espacio vacíos más allá―. También es mi sustento de vida,
supongo.
Miro hacia afuera y noto el espacio al aire libre conectado a la parte trasera del
edificio. Es grande, y puedo ya ver una fuente de mármol colocada al azar para una
configuración posterior.
―¿Esto será un jardín? ―pregunto, notando que no hay techo―. Es una buena
idea. ¿Construirás esto, también?
―Oh, no ―responde―. Una compañía de paisajismo vendrá cuando el edificio
esté casi completo y se ocupará de plantar el césped, árboles, e instalar la estética.
Justo lo mío. Me encanta el antes y el después, ver la transformación de un
espacio al aire libre.
―Te avisaré cuando comiencen ―dice como si leyera mi mente―. Puedes
venir de vez en cuando para ver el proceso.
Sonrío.
―Gracias.
En realidad, me gustaría eso. Además de mis profesores, nadie más sabe que
en verdad disfruto ese tipo de cosas. Nuestros ojos se encuentran, y me doy cuenta
que hay algo que me estoy perdiendo. No tengo mucho en común con las otras
personas en mi vida, ¿no es así?
Nos encerramos el uno en el otro pero solo por un momento. Un trabajador
pasa, cargando leña por encima de su hombro, y Pike de repente se endereza,
rompiendo el contacto conmigo y saludándolo.
―Bueno, debería… ―Muevo mi pulgar detrás de mí―. Irme, supongo.
―Sí ―responde―. También yo.
Retrocedo.
―Te veo en casa. Tendré la cena lista a las cinco.
Solo asiente y regresa a su trabajo.
Casa. ¿No la casa? No es mi hogar, después de todo.
Camino de regreso al auto y subo, sintiéndome peor que cuando llegué. ¿La
cena a las cinco? Cole no sale hasta las seis. ¿De repente solo olvidé que existía?
Envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo y recojo mi ropa sucia, el baño
todavía está lleno de vapor. Abriendo la puerta, me asomo al pasillo y me aseguro
que está despejado, y corro hacia mi habitación, cerrando mi puerta tras de mí.
Sigo olvidando llevar ropa limpia conmigo, así puedo vestirme justo después
de ducharme. Aún estoy acostumbrada a tener mi propio lugar y no me preocupaba
si cruzaba el pasillo en toalla. Al menos estoy recordando ponerme un short de
pijama si bajo por agua a mitad de la noche. Dudo que no muriera de vergüenza si
el papá de Cole me viera en ropa interior y camiseta.
Tomando mi cepillo, peino mi cabello húmedo y escojo algo para dormir.
Veo un resplandor desde afuera y me acerco a las persianas, mirando a través
de una grieta. Está oscuro afuera —son más de las nueve—, pero Pike sigue allí, en
la entrada, trabajando en mi VW.
Es bastante increíble. Cole ha estado ocupado con los autos de todos menos el
mío, aunque sospecho que es solo una excusa para salir de la casa.
Un foco cuelga del capó, Pike rodea el VW y se inclina, desenroscando algo.
Ha estado ahí afuera desde después de la cena. Quería la ayuda de Cole, pero por
supuesto, está fuera de nuevo. Creo que está esperándolo.
Un par de mujeres caminan por la acera, vestidas con ropa de ejercicio, y se
detienen, sonriendo y diciéndole algo a Pike.
La morena de la izquierda trota en el mismo lugar, incluso aunque hace un
momento caminaba velozmente, mientras la pelirroja pone sus manos en sus caderas
y le da una sonrisa coqueta.
―¿En serio? ―murmuro. ¿Quién diablos sale a caminar a estas horas de la
noche?―. Que inteligentes, señoras. Muy inteligentes.
Como si no vieran a Pike trabajando aquí a través de las ventanas de sus
cocinas, sin camisa, flexionando sus músculos contra su piel bronceada, todavía
luciendo como el chico malo sexy por el que babeaban en la secundaria,
probablemente. Entonces se llaman para trazar un plan para ponerse su ropa
deportiva y luego “pasan por su casa” ¿cierto? Quiero decir, después de todo sería
grosero no saludar, ¿cierto?
Pongo los ojos en blanco. Las amas de casa de los suburbios, aburridas de sus
esposos, intentando provocar a Pike Lawson, es una parada rápida para
emocionarlas.
Suelto las persianas y retrocedo.
Estoy siendo tan mala.
Entonces, están coqueteando. ¿Y eso, qué?
Me enorgullece el hecho de ser una persona tranquila y sensata, pero mi
comportamiento ha sido errático últimamente. La mudanza, las cuentas, Cole…
Estoy fuera de mí, insegura, y confundida. No me gusta.
Comienzo una lista de reproducción en mi teléfono, Pity Party zumbando para
que coincida con mi enojado humor cuando la puerta del dormitorio se cierra detrás
de mí. Dejo de peinar mi cabello, girando mi cabeza.
Cole está de repente de pie en mi habitación, inclinado contra la puerta, y
mirándome con una mirada en sus ojos que conozco demasiado bien. ¿Cuándo llegó
a casa?
El calor se eleva en mi piel, y aprieto mi toalla, pero no sé por qué.
Cruza los brazos sobre su pecho mientras sus ojos escalan por mi cuerpo de
arriba hacia abajo.
―¿Qué? ―pregunto cuando no dice nada.
―Suelta la toalla.
¿Ahora? Pero su padre todavía está despierto, y…
―Vamos ―protesto pero trato de mantener mi tono ligero y calmado―. Se
está haciendo tarde y estoy agotada.
―Te pondré de humor. ―Se aleja de la puerta y se mueve hacia mí, un metro
ochenta fácilmente llenando la pequeña habitación―. Ya nunca te veo. Te extraño.
Se acerca y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, mirándome. No
puedo evitar sonreír un poco.
Muerdo mi labio inferior juguetonamente y agarro su suave cabello rubio en la
cima de su cabeza, trayéndolo por un rápido beso.
―Estuve en casa anoche ―respondo―. Tú no.
Me alejo de él, y aprieto la toalla a mi alrededor.
―Te invité a salir ―señala.
―Estaba cansada ―digo, pero puedo sentir todo lo que se ha estado
construyendo dentro de mí por días, a punto de estallar―. Y he tenido que hacer tus
tareas, así que…
―No te dije que hicieras eso.
―Tenían que hacerse.
El deseo que sentí por él hace un momento se desvaneció, y ahora hay una
pared alzándose entre nosotros.
Pero intenta sortearla de todos modos.
―Mi papá no va a echarme si dejo de cortar el césped por unos días, Jordan
―dice, tratando de poner sus brazos alrededor de mí otra vez―. Te tomas las cosas
demasiado en serio.
―No, no lo hiciste porque sabías que yo lo haría. ―Me alejo―. Como siempre.
Necesitas organizarte y dejar de hacer lo mínimo.
Deja salir un suspiro y me libera, girándose hacia la puerta.
―¿A dónde vas?
―No puedo escuchar esto justo ahora ―espeta―. ¿Sabes por qué siempre me
voy? Por eso. ―Señala mi rostro―. La forma en que me miras. Estoy cansado de no
sentirme lo suficientemente bueno.
―Oh, es increíble ―replico sarcásticamente, sacando unos de sus calzoncillos
de un cajón y una de sus camisetas de la silla―. Solo estoy aquí para estar contigo,
y tú siempre te vas. Sabes, ¡paso más tiempo con tu papá! ¿No crees que sea un poco
incómodo para él?
―Si tienes otro lugar a dónde ir, entonces vete si estás tan incómoda.
Mi respiración se atora en mi garganta, y lo miro.
―¿Hablas en serio? De verdad estás diciéndome eso ahora.
Ya me siento como un parásito patético cuando no soy quien nos desalojó.
Siempre he estado ahí para él. Somos amigos, maldición. Siempre nos hemos
cuidamos el uno al otro. Nunca lo haría sentir… hijo de puta.
Me pongo los calzoncillos y lanzo la toalla, poniéndome la camisa y
abotonándola. Las lágrimas brotan de mis ojos.
Mi hermana tenía razón. Pude haber aguantado durante unas cuantas
semanas, trabajado en The Hook, y haberme quedado en mi casa. Al menos no me
sentiría como si no soy bienvenida.
Se mueve hacia mí otra vez, con voz más suave.
―Todo lo que estoy diciendo, es que sería agradable olvidar el estrés de vez
en cuando y mostrarnos un poco de atención. No puedo recordar la última vez que
tuvimos sexo.
¿Y después el sexo? Todo lo que está mal todavía estaría mal.
―Quizás si no estuviera aquí haciendo toda tu mierda y trabajando hasta las
dos de la mañana, no estaría tan cansada todo el tiempo ―le digo―. Y quizás si
estuvieras ayudándome a ahorrar dinero para poder conseguir otra vez nuestro
propio lugar en vez de beberte tus pagos cada maldita noche, no estaría tan
preocupada y estresada por el dinero. Me siento jodidamente sola. ¿Dónde estás?
Solo sacude la cabeza, y no puedo evitar que las lágrimas broten. Pero me niego
a llorar. Necesitamos hablar, y él no lo hará. No me dará lo único que arreglaría esto.
Se acerca a mí, tomando mi rostro en sus manos.
―Solo cállate un momento y fóllame.
Me besa, y cierro los ojos con fuerza, las lágrimas ahora caen y corren por mis
mejillas. Maldito sea. Me roba el aliento, cubriendo mi boca y moviéndose sobre mis
labios duro y forzado, y quiero ceder. El estrés y la preocupación han durado tanto
y han sido tantas, y si puedo olvidar solo por un rato se sentiría muy bien.
Agarrando mi trasero con ambas manos, me levanta, forzando mis piernas
alrededor de su cintura, y caemos en la cama, bajando sobre mí.
Sin embargo, algo me detiene. Como si estuviera de regreso en el parque de
casas rodantes con mi papá y mi madrastra. Ellos no me ven.
Cole no me ve. Podría ser cualquiera justo ahora.
Aparto mi boca y lo empujo.
―Aléjate de mí.
―Nena, por favor. ―Besa mi cuello, y lo conozco lo suficientemente bien para
conocer el sonido en su voz. Está molesto, también―. Solo sé una novia por esta
noche. Solíamos divertirnos. Vamos a divertirnos.
―No. ―Sacudo la cabeza, tensándome―. Estoy enojada contigo. Necesito un
poco de aire.
Y me sentiré peor cuando esto termine.
Sigue besándome, y gruño, empujándolo. Finalmente me suelta y cae en la
cama junto a mí. Apenas titubea y entonces está de pie abriendo la puerta, saliendo
de la habitación.
En un momento, escucho el encendido del motor, las llantas despegar, y
entonces se ha ido.
Idiota.
Pero parte de mí no puede evitar respirar más fácil ahora, también.
Siento como si perteneciera más aquí cuando él no está.
Nunca solía tratarme así. Las lágrimas llenan mis ojos, pero parpadeo,
alejándolas.
Levantándome de la cama, voy al soporte de la televisión y recojo la pila de
facturas por pagar. Una factura de agua del antiguo apartamento, una factura del
doctor todavía sin terminar de pagar, de cuando pensé que rompí mi tobillo el
verano pasado, una factura de teléfono, y dos facturas de la tarjeta de crédito de Cole
a punto de ir a la colección. No tengo seguro médico, y todos los días temo que me
ocurra algo que me lleve al hospital por una visita a emergencias de veinte mil
dólares.
No tengo un auto que funcione, e incluso si lo tuviera, igualmente apenas
puedo permitirme el seguro, el dinero extra del préstamo estudiantil, que tendré
después que mi colegiatura esté pagada en invierno, será para gastos de
manutención. Puedo tomar otro préstamo, pero no quiero sentirme abrumada con
esa cuenta por el resto de mi vida, así que intento no tomar mucho.
Y cada vez que reviso mi correo, hay una nueva y desafortunada sorpresa.
Abriendo el cajón superior del escritorio, saco las propinas que hice la semana
pasada, que todavía no he depositado, y extiendo los billetes en mis manos.
Ciento cuarenta y dos dólares. El agujero en el que estoy se hace cada vez más
profundo, porque no estoy ganando suficiente para sacarme de ahí.
Meto el dinero de regreso en el cajón y recojo el volante del concurso de
camisetas mojadas que también había escondido ahí, y lo miro. Trescientos dólares
no son suficientes para que valga la pena, pero ser camarera en The Hook o… hacer
lo que mi hermana hace y traer a casa esa cantidad de dinero podría serlo.
Por un momento, no puedo evitar considerar la idea. Ser capaz de tener
efectivo en mi bolsillo que no haya desaparecido en el momento en que lo gano.
Tener cosas lindas. Tener un auto.
Pero entonces pienso en Cole y Jay, y los chicos con los que fui a la escuela
llegando y mirándome, y meto el papel de regreso al cajón, queriendo vomitar. Los
extraños podrán no ser insoportables, pero no bailaré para los chicos con los que fui
a la secundaria.
Y ser camarera ahí sería casi igual de malo. La ropa que tendría que usar, los
clientes a los que estaría sirviendo…
Dejando la habitación, voy abajo y rodeo la barandilla, caminando por la
cocina, a través de la lavandería, y salgo por la puerta trasera.
El aire me golpea, y de repente, puedo respirar otra vez. Los fragantes árboles
y la hierba recién cortada llenan mi nariz, y aparte de la luz que ilumina la piscina
debajo del agua, está completamente oscuro aquí afuera.
Camino hasta el final y me siento en el borde, sumergiendo mis piernas en el
agua hasta la mitad de mis pantorrillas. El agua fría cubre mi piel como un abrazo,
aliviando instantáneamente mis nervios.
Cole regresará tarde. Para entonces, ambos estaremos calmados, subirá a la
cama, me acurrucaré con él, y pondrá sus manos sobre las mías, nuestra señal de
que todo estará bien.
Necesito relajarme. Tengo diecinueve, y tengo preocupaciones con el dinero y
problemas de relación. ¿Quién no los tiene a mi edad? Soy demasiado dura conmigo
misma. Pike parece estar bien con que me quede aquí, así que seguiré haciendo lo
mejor, y no tendrá motivos para quejarse.
Y en el peor de los casos, mi padre nunca me daría la espalda. Todo estará bien.
Podría no estarlo ahora, pero lo estará.
Sonrío un poco, casi convencida. Mirando abajo, a la superficie azul del agua y
la luz blanca iluminando el limpio fondo de la piscina, siento una repentina urgencia
de probarla.
Puedo hacerlo.
Todo estará bien.
Y respiro profundo, cierro mis ojos, y salto, empujándome del borde y dentro
del agua. Salen burbujas por montones de mi boca cuando suelto el aire y me hundo
hasta el fondo de la piscina. Mi cabello flota a mi alrededor, el agua acaricia mi cuero
cabelludo, y la camiseta se eleva mientras cruzo mis piernas y me siento en el suelo
de la piscina.
No sé cuándo comencé a hacer esto. No crecí con una piscina, por supuesto,
pero quizás fue el campamento de verano cuando tenía doce, o Cam llevándome a
la piscina pública cuando era niña, que me di cuenta de lo asustada que podría llegar
a sentirme por lo desconocido. Me gusta desafiar esa parte de mí, porque eleva mi
confianza cuando tengo éxito.
Llevando mi ropa hasta la lavandería en el sótano de mala muerte de mi viejo
apartamento, sola. Dormir en la oscuridad sin siquiera una luz en el pasillo.
Conducir a casa a las dos de la mañana después de un turno y sin revisar el asiento
trasero para asegurarme que estaba sola en el auto.
Miro alrededor, girando mi cabeza y viendo solo agua, pero mi visión solo me
lleva hasta cierto punto y la vista se desvanece en nada. Cualquier cosa podría venir
nadando hacia mí de la distancia. Cualquier cosa podría estar detrás de mí.
Cualquier cosa podría salir del desagüe, o sumergirse desde la superficie.
Cierro mis ojos.
Si puedo hacer esto, Cole y yo estaremos bien. Todo estará bien, y seguiré
adelante.
Mis pulmones comienzan a arder, pero mantengo mis ojos cerrados y
permanezco quieta. Algo está mirándome. Y hay algo deslizándose en el agua,
dirigiéndose directo hacia mí. Lo siento. Está viniendo por mí.
Sé que es mi miedo, así que mantengo mis ojos cerrados, perseverando. Sé que
todo estará bien. Es mi imaginación.
Puedo hacerlo. Puedo hacerlo. Mis pulmones se estiran dolorosamente, y mi
garganta quema, pero aprieto mis puños. Solo otro segundo. Un segundo más.
Pero de repente, el agua se sacude a mi alrededor, y abro mis ojos, sabiendo
que esta vez no es mi imaginación. Levanto la mirada y veo a Pike justo cuando llega
hasta mí. Me agarra debajo de los brazos y lo golpeo, sacudiendo mi cabeza.
Sin embargo, mis pulmones están cansados y ya no puedo soportar más.
Alejándolo en el agua, coloco mis pies en el fondo de la piscina y salgo disparada
hacia la superficie.
Me abro paso, tosiendo con el cabello pegado a mi rostro. Lo escucho escupir
agua junto a mí.
―¿Qué diablos estás haciendo? ―gruño.
―¡Pensé que te estabas ahogando! ¿Qué diablos? ¿Qué estabas haciendo?
Toso otra vez, jadeando mientras inhalo bocanadas de aire.
―Enfrentando mis miedos. Maldición ―refunfuño mientras nado hacia el
borde.
―¿Estás bien?
―Estoy bien. ―Muevo mi brazo arriba y sobre el borde, mis músculos están
débiles por el susto que me dio.
―¿Estás segura?
Se levanta y sale de la piscina, estirando una mano para ayudarme.
Ignoro su mano y la pregunta, impulsándome para sentarme en el borde otra
vez.
Si me vio entrar al agua, entonces supongo que probablemente se esté
preguntando qué estaba haciendo ahí, pero aun así…
Casi supero el desafío.
La camisa me cuelga pesada y mojada, pero no puedo quitármela. No hay nada
debajo. Toso otra vez, aclarando mi garganta y recuperando el aliento. Él se detiene
junto a mí, en silencio.
―Los escuché a Cole y a ti peleando ―dice finalmente.
¿Desde afuera? Genial.
Se sienta a mi lado, frente al agua. No puedo imaginar lo que debe estar
pensando. Estoy peleando con su hijo, y después estoy buceando completamente
vestida en la piscina. Claro…
Respiro profundo, asegurándome de suavizar mi tono para tranquilizarlo.
―Hago tratos conmigo misma ―le digo pero no encuentro sus ojos―. Si
puedo hacer algo que no quiero hacer, entonces todo estará bien. Si hago algo que
me asusta, entonces puedo soportar cualquier cosa que venga. ―Sonrío a medias―.
No me gusta nadar sola. Me asusta. Especialmente de noche.
Finalmente dirijo mi mirada hacia él. Está mirando la piscina, escuchando.
—Es algo que juego conmigo misma ―le digo.
Asiente, entendiendo.
―Cole no me quiere aquí ―digo, dejando caer mi mirada mientras el dolor se
extiende por mi garganta―. No creo que me quiera en absoluto.
No sé por qué estoy diciéndole esto, pero escucha. En las raras ocasiones en
que hemos hablado, parece querer escuchar. Es fácil con él.
―Es joven ―explica―. Todos hacemos y decimos cosas egoístas cuando
pensamos que somos dueños del mundo.
―¿Yo soy así? ―replico.
Quiero decir, no soy un ángel, pero sé que trato a Cole mejor de lo que él me
trata.
Pike no dice nada, pero puedo verlo mirándome.
Soy una presa fácil. Me alejé de mi ex y mis padres, pero nunca les di su
merecido. Nunca luché. Solo corrí.
Además de mi hermana, Cole es todo lo que tengo, y permito esta mierda
porque era más que solo un novio para mí.
―¿Puedo hacerte una pregunta? ―dice Pike.
Lo miro, y mi corazón se salta un latido al ver que sus ojos se ciernen sobre mí.
El reflejo del agua los hace parecer azul.
―¿Cómo se conocieron Cole y tú? ―pregunta.
Y a pesar de mi irritación, sonrío un poco.
Mis ojos van a la cicatriz en mi pulgar.
―Cuando tenía dieciséis, trabajaba en un auto lavado ―le digo―. No había
otras chicas trabajando allí, pero fue todo lo que pude encontrar, así que lo hice con
un equipo lleno de chicos.
Siento el calor de su cuerpo junto a mí, mido el subir y bajar de su pecho, y me
encuentro emparejándolo.
—Tuve mucha mierda ―continúo, recordando los comentarios sarcásticos
cada vez que me inclinaba o me recargaba en un auto―. Los adolescentes pueden
ser…
―Sí ―termina Pike por mí concordando, sin humor en su voz. Intercambiamos
una sonrisa.
Él también solía ser un adolescente, después de todo, supongo.
―Había un chico llamado Nick que siempre alejaba a la gente de mí
―continúo, recordando―. Era amable conmigo y me hablaba. No me miraba, ni
actuaba inmaduro.
Froto mi dedo sobre la cicatriz ausentemente.
―Un día me invitó a salir, y trajo a Cole. ―Miro a Pike, la rabia de antes de
repente se ha ido―. Nos volvimos amigos, nos divertíamos mucho, y creo que me
volví más cercana a ellos de lo que había sido con alguien. Excepto mi hermana,
claro.
Asiente, luciendo como si estuviera pensando. Y entonces pregunta:
―¿Y tú y Cole comenzaron a salir? ¿Cómo tomó eso Nick?
Vuelvo a mirar a la piscina, respirando profundo.
―Nunca lo supo ―digo en voz baja.
Pike permanece en silencio, la tensión en el aire ahora es espesa. Dije que él
nunca lo supo. No que no lo sabe.
Aclaro mi garganta.
―Una noche, hace un par de años, antes que Cole y yo estuviéramos juntos
―le digo―. Él y Nick salieron. Cole bebió demasiado y se desmayó. Nick consiguió
un aventón con alguien más.
Me arden los ojos por las lágrimas que intento contener, y mi boca está tan seca.
—El conductor perdió el control de su camioneta, dio vueltas, y todos los chicos
en la parte de atrás se cayeron.
―Oh, Dios mío ―dice en voz baja, dejando caer su cabeza.
Termino:
―Nick quedó atrapado debajo de la camioneta. Murió un par de días después.
Aprieto mis puños para intentar no llorar. Él era la única persona que conocí
que murió. No fue como el abandono de mi madre. Nick no quería irse. Él vivía por
los videos juegos, y su cabello siempre estaba colgando fuera de sus gafas, y extraño
todas sus peculiaridades.
A veces, me pregunto qué sucedió con la pistola Nerf de su hermano menor, la
que todos usamos y a todos nos lastimaba el pulgar.
―Jesucristo ―murmura Pike―. ¿Cómo no sabía de esto? Recuerdo vagamente
escuchar algo, pero no sabía que Cole era amigo de alguien en ese accidente.
Me enderezo y asiento.
―Sí, Cole… ―hago una pausa, tratando de encontrar mis palabras―, fue
difícil para él superarlo.
Los ojos de Pike se estrechan en mí.
―Se suponía que él llevara a Nick esa noche ―explico.
La comprensión cruza su rostro, y estoy segura que siente como si debería
saber todo esto, pero tiene sentido que Cole no le dijera a mucha gente. Estaba
avergonzado.
―No nos separamos después de eso ―le digo.
Estaba herida, Cole estaba herido, y era la única que sabía por qué se sentía
responsable, así que era la única con quien podía hablar.
Y después de un tiempo, solo se volvió un hábito. Nosotros, juntos. Nosotros,
ayudándonos. Nosotros, queriendo lo que era familiar, constante, y seguro.
Nosotros, aferrándonos a Nick al aferrarnos el uno al otro. Ambos estábamos
desesperados por un amigo verdadero. Él y yo lamentándonos por Nick, pero
también yo alejándome de mi ex novio. Fue tan fácil sumergirse el uno en el otro y
escapar. Tan fácil.
―Lo siento mucho, Jordan ―dice Pike―. ¿Estás bien?
Lo miro fijamente.
—Lo siento ―vacila, apartando la mirada―. Es estúpido preguntar esto ahora,
supongo.
No, no es estúpido en absoluto. Es agradable tener a alguien con quien hablar.
―Todo está bien. O lo estará ―digo―. Tiene que estarlo.
Lanza su mirada hacia mí otra vez, y señalo hacia la piscina.
―Me senté en el fondo de una piscina oscura con los ojos cerrados hasta que
no pude contener más mi respiración. Tiene que estar bien ahora, ¿cierto?
―pregunto.
Resopla, curvando su boca en una sonrisa.
Se levanta y estira su mano de nuevo, y esta vez la tomo. Me levanta, y nos
dirigimos a la casa, pero noto que la vela todavía está encendida sobre la mesa de
madera.
Dirigiéndome ahí, me inclino sobre la mesa, cierro los ojos, y soplo, la vela se
apaga. Retrocediendo, lo sigo por las escaleras.
―¿Puedo hacerte otra pregunta? ―dice.
―Claro.
―¿Por qué haces eso? ―Me mira.
―¿Qué?
―Lo de cerrar los ojos para soplar una vela ―explica―. Te he visto hacerlo
unas cuantas veces.
Me encojo de hombros, sin darme cuenta que lo había notado. Pensé que me
había vuelto bastante buena haciéndolo rápidamente y sin que nadie me viera.
―Solo una peculiaridad. ―Lo sigo por la puerta mosquitera―. Los deseos de
cumpleaños no siempre se hacen realidad, así que no pierdo la oportunidad cuando
soplo una vela.
—Hola, ¿puedes recogerme a las dos? —Coloco el teléfono entre mi oreja y mi
hombro mientras cuento el efectivo y lo pongo en la caja—. Ash no vino. Su bebé
está enfermo, y no tengo quien me lleve.
—Sí, sí —dice Cole—. Por supuesto. Estaré allí.
Después de nuestra última pelea, las cosas progresaron exactamente como lo
predije. Llegó borracho y relajado a casa, se metió en la cama, y nos acurrucamos.
Las cosas casi han vuelto a la normalidad, o lo que es nuestra normalidad, en
cualquiera caso, lo suficiente como para que no me importara cuando trató de
llevarme a la ducha esta mañana. Sin embargo, cuando entramos a nuestro baño,
descubrimos que su padre había arrancado el lavamanos y había comenzado a
arrancar las baldosas de la ducha, nuestro baño era lo siguiente en su lista de
renovación. ¿Cómo habíamos dormido con todo eso? ¿Y a qué hora se levantó esta
mañana?
—Terminaré a las dos —repito, cerrando la caja registradora.
—Sí, lo tengo. Te amo.
—También te amo —respondo y cuelgo.
Pike ha estado trabajando en mi auto, y en un esfuerzo por suavizar las cosas,
estoy segura que Cole realmente ayudó hoy. Sin embargo, no estoy segura cómo voy
a pagarle a su papá, porque sé que está gastando dinero, a pesar que actúa como si
compró el nuevo tubo de escape a buen precio o simplemente tenía esas llantas
nuevas guardadas. He estado tratando de ir más allá en la casa, haciendo cosas como
preparar el desayuno para todos esta mañana y limpiar debajo de los cojines del
sofá. Incluso planté algunas flores en el patio trasero, alrededor del borde, para la
estética, lo que Pike aceptó siempre y cuando no lleve flores a la casa. Me río,
pensando en lo gruñón que puede ser a veces. Es bastante gracioso.
Horas más tarde, exhausta y con los pies adoloridos, no puedo esperar para
regresar a casa. A casa y a la cama. Estoy tan cansada.
Atando mi cabello en una coleta, cuento el efectivo, lo vuelvo a colocar en la
caja y deslizo la bandeja en la caja fuerte. Después de tapar las botellas de licor,
guardar los platos y apagar las luces, miro por la ventana y veo el auto de Cole junto
a la acera. Sonrío, encantada porque llegue a tiempo.
Soplo las velas restantes en la barra, cerrando los ojos y respirando hondo cada
vez. Espero que mañana sea mejor que hoy. Es mi deseo de siempre, cuando no tengo
nada más en mente, y cada día que pasa, intento acercarme a hacerlo realidad.
Agarro mi bolso, deslizo las propinas en mi bolsillo y salgo por la puerta,
cerrándola tras de mí. El aire fresco se siente bien en mis pulmones, y lanzo mi bolso
por la ventana abierta antes de abrir la puerta del lado del pasajero. Me deslizo en el
asiento delantero, girando mi cansada pero agradecida sonrisa hacia Cole.
—Hola… —Me detengo, y mi sonrisa cae de inmediato.
Jay, mi ex, está sentado en el asiento del conductor. Miro por encima de mi
hombro, asegurándome que Cole no esté desmayado en el asiento trasero, pero está
vacío.
Mis manos tiemblan.
—¿Dónde está Cole?
Jay ladea la cabeza, como disculpándose.
—Está borracho, cariño. Los muchachos no querían dejarlo conducir. —Su
brazo descansa sobre el respaldo de mi asiento, su mano a centímetros de mi cabello
y cuello—. Está durmiendo en la casa de Bentley. Le dijeron que alguien se
aseguraría de que llegaras a salvo a casa. Me ofrecí.
No. Claro que no. De ninguna manera.
No lo dudo. Tirando de la manija, abro la puerta y salgo, alcanzo el asiento
trasero y recupero mi bolso.
—Está bien —le digo—. Puede llevarme Shel. Todavía está adentro.
—No, no está. Acabas de cerrar.
Sabía que me desafiaría. Nada se le escapa.
Una extraña calma se une a su voz, pero sé que es solo superficial.
—Vamos, ya estoy aquí —presiona—. No quieres que haya venido aquí por
nada, ¿cierto?
Me inclino, mirando sus oscuros ojos marrones, mientras al mismo tiempo,
saco las llaves del bar de mi bolsillo trasero.
—No te pedí que vinieras. Y como dije, tengo quien me lleve.
Dando media vuelta, me apresuro a la entrada de Grounders y abro la puerta
rápidamente.
—¡Jordan! —Lo escucho gritar.
Abro la puerta de un tirón y entro, lanzándole una mirada dura mientras
todavía está sentado en el auto.
—Vete a casa.
Y cierro la puerta de nuevo, girando la cerradura y retrocediendo como si fuera
a intentar derribarla. Me quedo allí, respirando con dificultad y temblando.
No permitirá que eso pase. No hará nada esta noche, porque hubiera salido del
auto más rápido de lo que yo hubiera podido llegar a la puerta del bar si fuera a
intentarlo, pero estará lo suficientemente enojado como para no olvidarlo.
Fue un error de seis meses que cometí en la escuela secundaria, pero no volveré
a ser tan estúpida. Mi guardia está arriba ahora.
Y no vino a llevarme a casa esta noche. No directamente, de todos modos. Tal
vez después de haber terminado conmigo.
Cierro los ojos, tratando de ahogar el recuerdo de él golpeando la ventana de
mi auto una noche mientras yo trataba frenéticamente de poner la llave en el
contacto. Todavía puedo sentir el fuego en mi cuero cabelludo donde jaló mi cabello.
Me doy la vuelta y abro los ojos, alejando los pensamientos. Después de un
momento, escucho el rugido del motor más allá de la barra y los neumáticos
chirriando por la calle.
Se ha ido.
Pongo mi bolso en la barra y corro por el pasillo, deslizándome por los baños,
revisando las cerraduras de la puerta trasera, abriéndola y volviendo a cerrarla,
tirando del mango para asegurarme que no abre, y luego vuelvo a correr al frente y
reviso la puerta de entrada nuevamente y las ventanas.
Sacando el teléfono de mi bolso, me siento en un taburete de la barra,
agarrándolo con mi puño. ¿A quién llamo?
Probablemente Jay esté diciendo la verdad. Cole está borracho de nuevo. ¿Por
qué haría eso? Sabía que estaba contando con él para que me buscara. Estoy segura
que no sabe que Jay fue quien vino en su lugar, pero aun así… podría malditamente
matarlo.
Trago el dolor que sube por mi garganta.
Llamo a mi hermana, pero como siempre, va al correo de voz. Probablemente
ya está saliendo del trabajo o está en casa durmiendo.
¿Mi papá? ¿Madrastra?
Ni siquiera han llamado desde que los llamé hace una semana. No pueden
hacer nada sin actuar como si fuera una gran imposición. Pedirles algo es deberles.
Es una carga.
Soy una carga.
Pike cruza por mi mente. No tengo dudas que vendría.
Pero eso solo enojaría a Cole si su padre descubriera que metió la pata esta
noche, y tampoco quiero que Pike lo sepa. Es vergonzoso. Somos adultos y nos
hemos buscado esto. Me está cuidando lo suficiente y no lo despertaré cuando tiene
que trabajar por la mañana. Eso me hace una carga.
La única persona a la que podría llamar es Shel, y su casa está al otro lado de
la ciudad.
No quiero llamar a Cole, porque, por supuesto, no puede conducir, pero tal
vez podría enviar a otro amigo.
Pero no. No lo llamaré. Estoy muy enojada ahora mismo.
Y esta ciudad tampoco tiene taxis.
Veo la mesa de billar, los ceniceros que están en los bordes y las marcas de
arañazos en todo el asqueroso fieltro.
Bueno, maldición. Amanecerá en unas pocas horas. Puedo caminar a casa
entonces. Tendré que esperar. No le voy a pedir mierda a nadie.
Saltando del taburete, vuelvo a dirigirme detrás de la barra y saco dos
montones de toallas blancas limpias y las llevo a la mesa de billar, abriéndolas una
por una y cubriendo la superficie sucia.
Apagué el aire acondicionado hace horas, por lo que ahora hacen unos
cómodos veinticuatro grados, pero saco mi sudadera con capucha de mi bolso en
caso que quiera cubrirme más tarde. Agarrando mi teléfono, dejo encendida la luz
del pasillo y me subo a la mesa, bajando lo suficiente, para tener espacio para
acostarme. Metiendo mi brazo debajo de mi cabeza, bostezo y verifico el volumen y
la batería de mi teléfono, asegurándome de tener suficiente energía en caso que algo
salga mal mientras estoy sola aquí toda la noche.
Algo como Jay regresando.
Encuentro mi aplicación que hace sonar un ventilador y la pongo, con la
esperanza de poder dormir un poco, pero no soy optimista No me siento segura, así
que no puedo relajarme.
Cerrando los ojos, siento el peso de la fatiga en mis párpados y la agradable
sensación de agotamiento. Es del tipo que sabes que te mereces, porque trabajaste
duro ese día.
Pero después de veinte minutos, mi mente todavía está corriendo. Mi cuerpo
está agotado por hoy, pero mi cerebro no.
Cuando suena mi celular, estoy bastante segura que es la señal de que no estoy
destinada a dormir esta noche.
Lo traigo hasta mis ojos, entrecerrándolos por la luz brillante.
Pike.
Frunzo el ceño.
—¿Hola? —Lo sostengo en mi oído, bostezando de nuevo.
—Hola —dice como esperando que no contestara—. Yo… a-acabo de ver que
son más de las tres, y no había nadie en casa, así que solo quería ver que todo estaba
bien. Asegurarme que todo estaba bien.
Me pongo de lado, todavía usando mi brazo inferior como almohada, y
sostengo el teléfono junto a mi oreja con la otra mano.
—Estoy bien. —Sonrío ante su preocupación y broma—. ¿Tengo un toque de
queda o algo así?
—No —responde, y puedo escuchar el humor en su voz—. Quédense afuera y
diviértanse. Hagan sus cosas. Yo solo… —Hace una pausa por un momento y luego
continúa—: Sabes, no te preocupas por cosas que desconoces. Cuando Cole no vivía
conmigo, no siempre sabía dónde estaba o qué estaba tramando, así que no pensaba
al respecto todo el tiempo. Ahora, ustedes dos viviendo bajo mi techo, parece que
me preocupo constantemente. —Suelta una carcajada—. Ese bar es peligroso. Solo
quería asegurarme que saliste del trabajo de forma segura y que todo está bien. Solo
estoy… asegurándome.
No me ofende su comentario. No es mi bar, después de todo, y sí, es peligroso.
Estoy tentada a ver si quiere venir a buscarme después de todo, ya que está
despierto, pero mi orgullo no me deja. No quiero ser un problema. Y definitivamente
no quiero ser responsable de crear problemas entre él y Cole. Puedo pelear mis
propias batallas.
—Sí. Todo está bien —miento, agregando un poco de burla a mi voz—. No soy
una niña, ¿sabes?
—De alguna forma lo eres.
Resoplo. Bueno, niña o no, creo que es bueno tener a alguien que cuide de mí.
—¿Llamaste a Cole también? —pregunto.
Pero no responde. En su lugar escucho un fuerte golpe y algo moviéndose.
—Mierda —gruñe.
Mis ojos se abren, asustándome.
—¿Qué pasa?
—El maldito microondas no funciona bien —gruñe—. Sabía que no debí
haberlo reemplazado solo para que coincidiera con los otros electrodomésticos
nuevos, maldición. No hace palomitas de maíz.
Estrecho mis ojos, pero quiero reírme mucho. Se altera tanto.
—Hay un botón para las palomitas de maíz —le recuerdo.
—¡Lo presioné!
—¿Dos veces?
—¿Por qué tendría que presionarlo dos veces? —responde como si fuera
estúpida.
—Porque el tamaño de las bolsas que usas toma tres o cinco minutos de cocción
—señalo.
—Lo sé.
—Bueno, en tu nuevo horno de microondas, al presionarlo una vez solo le da
dos minutos de cocción. Para las bolsas más pequeñas —aclaro—. Necesitas
presionar dos veces para poner el minuto correcto.
Hay silencio y luego escucho un murmullo.
—Oh.
Aprieto mis labios para no reírme. Su desamparo por esto es bastante
divertido. Ojalá estuviera allí.
—Bueno —dice después de un breve silencio—, supongo que te dejaré ir
entonces.
—Oye, espera —le digo, deteniéndolo.
Me detengo, insegura de cómo decir esto.
—¿Te importa si te pregunto algo? —digo finalmente.
—No, supongo.
Me humedezco los labios, vacilante. No quiero ofenderlo, pero tengo
curiosidad.
—¿Dónde están todas tus cosas de la casa? —pregunto.
—¿Qué?
Respiro hondo, preparándome.
—Hay muebles, pero no mucho más. No parece que vivas allí. ¿Por qué?
El otro lado del teléfono está en silencio, y dejo de respirar, con miedo de no
escucharlo hablar.
¿La pregunta fue insultante? No quise que lo fuera. Me di cuenta que él sabe
mucho sobre mí, y apenas sé nada sobre él. Sabe quiénes son mis padres, qué le pasó
a Cole y a mi amigo, que amo las cosas de los 80, que crecí sin una madre, lo que
estudio en la universidad…
Pero él todavía es un gran misterio.
—Lo siento si eso sonó mal —le digo cuando no responde—. Es una hermosa
casa. Es solo que Cole mencionó que tú y su madre se conocieron en la secundaria,
donde eras una especie de estrella de béisbol. Debes amar el deporte. Solo tengo
curiosidad por qué no veo trofeos o imágenes, o algo así en la casa. No hay fotos
recientes de ti y Cole, tampoco música, ni libros… Nada que describa lo que te gusta.
Respira, se aclara la garganta y un sudor frío recorre mi cuello.
—Está todo empacado en el sótano —me dice—. Supongo que nunca lo saqué
después de mudarme a la casa.
—¿Cuánto tiempo has estado en esa casa?
—Eh… —se voz se desvanece como si estuviera pensando—, supongo que la
compré hace diez años.
¿Diez años?
—Pike… —digo, tratando de no reírme.
Exhala una risa en mi oído, y sonrío, sacudiendo la cabeza.
—Supongo que suena raro, ¿eh? —pregunta.
¿Que todavía no hayas desempacado todo? Sí.
Giro sobre mi espalda, manteniendo mi brazo metido debajo de mi cabeza.
—Entiendo que botemos ciertas cosas a medida que envejecemos —le digo—.
Pero has tenido una vida desde que te mudaste a ese lugar, ¿cierto? No veo nada de
tu personalidad. Lugares que has visitado, baratijas que has recogido a lo largo de
los años…
—Sí, lo sé, yo eh…
Vacila de nuevo, dejando escapar un suspiro, y el sonido de su aliento vibra en
mi oído, enviando hormigueos por mi espina dorsal.
Ojalá pudiera ver su rostro. Es tan difícil leerlo por teléfono. Todo lo que puedo
imaginar es la forma en que baja los ojos a veces, como si no quisiera que alguien
supiera lo que está sintiendo, o la forma en que asiente, como si temiera lo que va a
salir de su boca si habla.
Finalmente continúa:
—Cole se hizo más importante —admite—. En algún momento, quién era yo y
lo que quería se volvió irrelevante.
Entiendo. Cuando tienes hijos, tus esperanzas se transfieren a ellos. Tu vida
queda relegada a lo que ellos necesitan. Lo entiendo.
Pero Cole es un adulto ahora, y Pike ha estado solo por un tiempo. ¿Qué hace
cuando no está en el trabajo?
—Me encantaría ver algunas de las cosas —le digo—. Si alguna vez quieres
desempacar, te ayudaré.
—Nah, está bien.
Frunzo el ceño por la rapidez con que me rechaza.
—¿Quieres decir que no puedo ver anuarios antiguos, y si tú y Cole eran
iguales a la misma edad? —bromeo.
Suelta una risita tranquila.
—Dios no. ¿De regreso a cuando lo único importante que tenía que hacer era
mi cabello?
Sonrío, pero por supuesto, no puede verlo. ¿Era un chico de una sola chica en
la escuela secundaria, o tenía muchas como Cole antes que yo?
Recuerdo lo que dijo Cole sobre que su padre engañó a su madre, pero por
alguna razón no me parece así.
—La verdad es, Jordan —dice—, cuando eres joven, puedes ser realmente
estúpido. No me importa recordar ese momento de mi vida. Quiero seguir adelante.
Pero no estás avanzando del todo, por lo que parece.
—Necesitas algo de sabor en tu vida —bromeo—. Deberías tener una mujer.
—Sí, y deberías volver con tus amigos ahora —responde.
Me río.
—Oh, vamos.
—¿Qué te hace pensar que todavía no tengo una mujer, Jordan?
Su voz es burlona, y puedo sentirlo hasta los pies.
Mi boca se seca.
—¿La tienes? —pregunto.
Quiero decir, solo estaba bromeando. ¿No sería incómodo tener a dos mujeres
caminando por la casa? Ya tengo mis quehaceres, y hago la mayor parte de la cocina.
Esa isla con bloques de carnicero y yo tenemos una relación ahora. Podría ponerme
un poco celosa si otra mujer la toca.
—No me has conocido desde hace mucho tiempo —dice juguetón—. Debo
ocuparme de mis necesidades de vez en cuando. Soy humano, después de todo.
Se me revuelve el estómago y frunzo las cejas. ¿Sus necesidades?
Una imagen de cómo se ve cuando tiene que satisfacer esas necesidades
destella en mi mente. La aparto.
Mmm, sí. Bueno.
De repente, se ríe.
—Estoy bromeando —dice—. Sí, salgo de vez en cuando, pero no veo a nadie
ahora. No tienes que preocuparte por encontrarte con una mujer que no conoces en
la casa.
—O mujeres —digo—. ¿Cierto?
Se burla, y solo puedo imaginar su rostro.
—¿De verdad me ves siendo capaz de hacer malabares con más de una mujer?
¿Alguna vez?
—No, te gusta tomarte tu tiempo.
—Exactamente.
Mi corazón se calienta y sabía que estaba en lo cierto. La madre de Cole lo
alimentó con tonterías para que su hijo rivalizara con su padre.
Está en la punta de mi lengua decir algo sobre Cole, pero si Pike lo confronta,
con las mentiras que probablemente le contó su madre, Cole lo verá como que
traicioné su confianza. Y podría avergonzar a Pike. Ellos no son mi familia No es mi
lugar.
Un bostezo estira mi rostro, y dejo escapar un pequeño gemido, mis ojos se
vuelven más pesados.
—Bueno, supongo que te dejaré ir —dice Pike—. Diviértanse, ¿de acuerdo?
Cuídate.
—Lo haremos. —Mis párpados se cierran, su voz persiste en mi oreja—. Y
recuerda —le digo—, presiona el botón dos veces.
Resopla.
—Sí, señora.
—Hasta luego —digo.
Se detiene un momento antes de contestar.
—Buenas noches, Jordan.
Cuelga, y dejo mi teléfono, bostezando nuevamente y sin molestarme en volver
a encender la aplicación del ventilador.
Una sonrisa estira las comisuras de mis labios. ¿Cómo puede un hombre de
treinta y ocho años no saber cómo hacer palomitas de maíz para microondas? Es
literalmente a prueba de idiotas.
Me río, mis párpados se vuelven pesados y somnolientos mientras me olvido
de Jay y Cole, de lo incómoda que es esta mesa de billar o lo exhausta que
probablemente estaré mañana. Pike recorre mi mente y todo lo que dijo, lo profunda
que era su voz cuando me dijo “buenas noches, Jordan”, y cómo se me puso la piel
de gallina en los brazos.
Y que esta es la tercera noche, de esta semana, en que él ha sido la última
persona con quien hablo antes de dormirme por la noche.
A la mañana siguiente, me sorprende ver que soy el primero en levantarse.
Jordan normalmente está moviéndose de un lado a otro, bañándose o trabajando en
su computadora antes de bajar, pero la casa parece estar vacía. Abro la puerta
principal y veo que el auto de Cole tampoco está en el camino de entrada.
Es domingo por la mañana. No estaría despierto todavía. ¿No volvieron a casa
entonces?
Me ocupo de ms asuntos, siguiendo con mi mañana, pero cuando son las diez
quiero continuar con el baño principal, arrancar la vieja bañera y levantar las
baldosas del piso, pero haré mucho ruido. Toco la puerta de Jordan y Cole para
asegurarme que no estén allí.
Nadie responde, y abro la puerta para ver la cama aún hecha y el dormitorio
vacío. Supongo que anoche debieron haberse quedado en casa de un amigo. Cierro
de nuevo y me pongo a trabajar.
—Hola —dice Cole mientras entra en la cocina una hora después.
Cierro el refrigerador, agarrando un refresco, y me vuelvo hacia él mientras
arroja sus llaves sobre el mostrador. Se ve demacrado, con el cabello enmarañado y
los ojos enrojecidos.
—Hola. —Hago un gesto hacia el gabinete a la izquierda—. La aspirina está
ahí. Busca un poco de agua y dúchate. Puedes ayudarme con el baño.
Asiente, pero parece que está a dos segundos de vomitar. Su piel es de un color
verde, y realmente siento pena por él. No extraño ese sentimiento.
—Estás bebiendo mucho —le digo.
Me ignora, arrastrando los pies hasta el armario y toma una aspirina.
Lo presiono.
—Estás bebiendo demasiado.
Todavía no dice nada, pero su mandíbula se tensa, indicando que me escuchó.
Desearía que me hablara. Incluso que peleara conmigo, porque es mejor que
nada. Quiero escuchar sobre su trabajo y su vida. Sobre el amigo que perdió. No
debería haber aprendido algo así por Jordan.
Debí haber insistido más cuando comenzó a dejarme fuera. Mucho más.
Pero sé a quién debo culpar realmente por la brecha que hay entre nosotros.
—Fui bueno con tu madre —le digo.
Resopla, tomando otro gran sorbo de agua y todavía sin mirarme.
Él le creerá. Aún no está listo para escucharme. Pero igualmente lo voy a decir.
—Trabajé duro, los apoyé a ambos y fui fiel. —Me levanto del asiento y lo
miro—. Puedes hacerme preguntas. No voy a mentir.
Pero solo sacude la cabeza, termina el vaso y lo baja.
—Tengo que darme una ducha.
Se da vuelta para alejarse, pero no he terminado todavía.
—¿Alguna vez no hice algo que me pediste que hiciera? —le pregunto.
Se detiene pero no se vuelve.
Cada vez que necesitaba dinero, se lo daba. Cada vez que necesitaba un
aventón, yo estaba allí. Cada vez que quería ir a algún lado, ver algo, tomar una clase
de karate o simplemente estar conmigo, siempre estuve allí para él. El dolor se
extiende por mi pecho mientras le miro la espalda.
Era un buen padre. Cuando me quería cerca.
—¿Alguna vez me descubriste una mentira? —continúo.
Una mentira que ella no le enseñó a creer, ¿verdad?
Me mira por encima de su hombro, y puedo ver la lucha en sus ojos. Quiere
estar enojado con algo o con alguien, y fui ese objetivo durante mucho tiempo, pero
ahora no está seguro del por qué. Tiene que empezar a ver quién es su madre y qué
le hace a la gente. Tiene que dejar de permitir que ella se lo haga.
—Estoy aquí —digo—. ¿Está bien?
Lo escucho respirar, su pecho subiendo y bajando y finalmente asiente, todavía
parece vacilante, pero es algo.
Luego se da vuelta y sale de la habitación, hacia las escaleras, pero de repente
miro hacia la puerta principal, y algo se me ocurre.
—¿Dónde está Jordan? —grito, caminando hacia la sala de estar.
Está a mitad de camino por la escalera, pero vuelve a mirarme y niega, todavía
sin hablar.
—¿No la recogiste del trabajo anoche? —pregunto—. ¿No estaban juntos?
—No. —Bosteza y se pasa la mano por el cabello—. Había bebido demasiado,
así que envié a uno de mis amigos para que la recogiera y la trajera a casa.
Probablemente salió a trotar y no te diste cuenta.
Me quedo allí, tratando de reconstruir mi conversación con ella la última noche
mientras Cole se dirige escaleras arriba.
Así que, cuando hablé con ella anoche, no estaba con Cole. No estaba con él en
absoluto.
Y no ha estado en casa. Su cama todavía está hecha.
Cole se dirige al piso de arriba, y grito detrás de él, recordando.
—¡Usa mi baño!
Trabajaré un poco más en el suyo y el baño principal tiene la única otra ducha
en la casa.
Regreso a la cocina, todavía pensando.
¿Por qué ella mentiría sobre eso? Si se quedó con un amigo, su hermana, lo que
sea... está bien. Pero me dejó creer que ella y Cole estaban juntos, que es la razón por
la que llamé, para asegurarme que los dos estuvieran bien.
Envié a uno de mis amigos para que la recogiera y la trajera a casa.
Sí, tu amigo no la trajo a casa. Podría haberme preocupado, pero mintió por
una razón.
Y a pesar de lo mucho que me gusta Jordan, no puedo evitar los viejos
sentimientos cerniéndose en mi interior, que hace mucho no siento. No me gusta
que me mientan.
Especialmente las mujeres.
Una hora después, entro en Grounders y ya veo la multitud del almuerzo
llenando las mesas y el bar. Un par de camareros vestidos con sus jeans, camisas
ajustadas y pequeños mandiles llevan platos a los motociclistas que se detienen para
descansar durante sus carreras del domingo y los cazadores que vienen de sus
excursiones matutinas. El bar está lleno de veteranos que parecen haber dormido
vestidos la noche anterior, y las luces fluorescentes hacen que todo se vea sucio a
pesar del olor a Pine-Sol escociéndome la nariz.
Las suelas de mis botas de trabajo se pegan al suelo con cada paso que doy por
la habitación. Nunca he entendido el atractivo de este lugar o por qué ha durado
tanto.
Veo a Jordan en el otro extremo de la barra, su puño cubierto con una toalla
blanca y enterrado en un vaso mientras lo seca. No estaba seguro de que estuviera
aquí, pero cuando no está en la casa, es aquí donde está.
Todavía lleva la misma ropa de anoche cuando la vi salir, y un bostezo se
extiende por su rostro. Su cabello está atado en una coleta alta, y sus labios rosados
con un toque de lápiz labial.
Estaba bonita ayer. Esta mañana, mi sospecha está desdibujando todo. De
repente, tengo veinte años nuevamente y estoy preguntándome dónde estuvo la
madre de Cole toda la noche.
Pero Jordan no es así. Es una buena chica.
Simplemente, no tiene sentido que haya dicho que estaba con Cole cuando no
era así.
A menos que estuviera metida en algo que no debería.
No quiero que Cole pase por eso con Jordan. No como lo hice con su madre.
¿Qué pasa si la deja embarazada y se queda atascado, tratando con una persona así?
No quiero que se quede solo para siempre, porque cree que no es suficiente para
ella.
Me obligo a calmar mi respiración. Estoy sacando conclusiones. Relájate.
Ella me ve acercándome, y sus ojos se iluminan un poco. Abre la boca para
decir algo, pero hablo primero.
—¿Estás bien? —pregunto—. ¿Tuviste una buena noche?
Ladea la cabeza, titubeando un poco.
—Um, sí, supongo.
Así que, nada malo pasó entonces. Está en una sola pieza y parece feliz.
—¿Tú y Cole se divirtieron? —presiono, y mi pulso comienza a acelerarse.
Deja caer su cabeza evitando mis ojos mientras coloca el vaso debajo de la
barra.
—Sí. —Asiente.
Y tenso mi mandíbula, mi temperamento se eleva. Acaba de mentir otra vez.
—Sí, Cole cree que nunca te recogió. —Pongo mis manos en la barra y me
apoyo—. Dice que uno de sus amigos te recogió, pero no te vio el resto de la noche,
y no regresaste a casa.
Me mira, sonrojándose.
—Um... Sí, es... yo... yo estaba...
Tartamudea, nerviosa, y me quedo allí esperando la explicación simple y fácil
que sé que vendrá, pero...
No es así.
Abre la boca para decir algo otra vez, pero luego la cierra, hay una ligera mueca
de dolor en sus ojos como si supiera que ha sido atrapada.
Controlo mi tono, tratando de sonar tranquilo.
—¿Dónde estuviste toda la noche, Jordan?
Mira a todas partes menos en mí, sus hombros se tensan, y su respiración se
vuelve más pesada. Puede responder la pregunta. Simplemente no quiere.
—¿Jordan?
—¿Cole está en casa ahora? —pregunta.
—Sí.
—Entonces ambos estamos bien. El resto no es asunto tuyo —afirma.
Estrecho mi mirada hacia ella.
—Y mi casa no es un hotel, niña.
Puede que se haya quedado con su hermana o un amigo, pero ¿por qué mentir
sobre eso? Está escondiendo algo.
Levanta la barbilla, y continúa:
—Dónde dormí anoche, es entre Cole y yo.
Mantengo mi expresión seria, pero todo lo que inunda mi cabeza, son las
imágenes de un muy joven y estúpido yo, atrapando a mi novia follando con un tipo
en un auto frente a nuestro apartamento a las tres de la mañana. Si parece un pato y
camina como un pato...
Sí.
Me alejo de la barra y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Honestamente, no me importa lo que hagas, Jordan —le digo, y mi corazón
se congela lentamente—, pero tampoco soy estúpido. Cole puede ser distraído, pero
yo no. Quien sea que te recogió anoche no te trajo a casa, así que si estás jugando con
mi hijo, me ofenderé por eso —le advierto—. Y luego te pediré que te vayas de mi
maldita casa. No pagaré para apoyar a alguien así. ¿Entiendes? Nunca me vuelvas a
mentir.
Su mandíbula se tensa como si estuviera tan enojada como yo. Espero que su
lengua afilada salga volando hacia mí, y por un momento creo que lo hará, pero
luego no lo hace. En cambio, sus ojos comienzan a humedecerse, y su barbilla
tiembla cuando inhala pequeñas y superficiales respiraciones. Mira hacia otro lado,
parpadeando.
—Sí, entiendo —dice en voz baja. Y luego baja la toalla y levanta la partición,
dejando la barra—. Discúlpame, por favor.
Se aleja por el pasillo y se pierde de vista. La miro fijamente.
Puede que me equivoque. Podría estar equivocado.
Pero he ignorado mi instinto muchas veces, y ahora he aprendido. Pensé que
era una de las buenas, pero no me van a volver a engañar. Si no estaba haciendo
nada, habría respondido la pregunta.
Dando media vuelta, vuelvo a bajar por la barra hacia la puerta. Pero una voz
me detiene.
—Jugando con tu hijo… —se burla de mis palabras una voz femenina—. Tu
precioso hijo.
Me detengo y miro a Shel Foley, la dueña, de pie detrás de la barra con un
cigarrillo en la mano y humo ondeando frente a su rostro.
—¿Tienes algo que decir?
Se aleja del mostrador de atrás e inhala antes de apagar el cigarrillo en el
cenicero y plantar sus manos en la barra. Me fulmina con la mirada.
—Se suponía que el imbécil de tu hijo la recogería en el trabajo anoche después
de trabajar un turno de diez horas —me dice—. Se emborrachó en una fiesta y
adivina quién vino a buscarla en su lugar. Jay McCabe, su ex, quien pensó que era
divertido golpearla después de haber perdido un juego, cuando estaban en la
escuela secundaria.
¿Qué?
—Se negó a estar en un auto con él —masculla Shel—. En cambio, la encontré
acurrucada, durmiendo en la sucia mesa de billar esta mañana porque no tenía a
nadie más a quien llamar anoche. —Y luego entrecierra los ojos—. No quería que
averiguaras lo perdedor que es tu hijo.
Me quedo quieto, sin poder moverme.
No respiro, y no puedo parpadear, la ira amenaza con desbordarse.
Él la golpeó. ¿Él la golpeó? Mis puños se cierran y me arden los pulmones.
Cada músculo quema.
Hijo de puta.
¿Y Cole estaba en la misma fiesta? ¿Lo envió a buscarla? ¿Qué diablos? ¿Cómo
puede estar cerca de una bolsa de mierda como esa?
La visión de un pequeño y cobarde punk agarrando a Jordan, lastimándola,
haciéndola llorar... Yo...
Cierro mis ojos.
Acabo de hacerla llorar.
—Es una buena niña con un corazón realmente bueno —continúa Shel—. Y
merece muchísimo más que los imbéciles de esta ciudad, incluido tu hijo. Espero
que los deje a todos y nunca mire hacia atrás.
Jesucristo. ¿En qué estaba pensando?
Doy vuelta y camino hacia donde Jordan desapareció por el pasillo. Tengo que
hablar con ella ahora. Todo lo que tenía sentido en mi instinto hace unos minutos
ahora parece ridículo. ¿Por qué iba a saltar a conclusiones de las que no tengo
ninguna prueba?
¡Maldita sea, Cole! No puedo creerlo.
Camino por el pasillo, viendo los baños, una oficina y otra habitación con la
puerta entreabierta. Probablemente esté en el baño, pero antes de decidir esperar,
abro la otra puerta para comprobar ahí primero.
Está de pie en el centro de la pequeña habitación, de espaldas hacia mí, pero
puedo notar que se está limpiando los ojos. Los estantes de piso a techo están
alineados en las paredes, almacenan botellas de licor, batidoras, jugos y otros
suministros como servilletas, pajitas y velas.
Me paro en la puerta y la escucho sollozar.
—¿Jordan? —digo vacilante.
Se endereza instantáneamente, girando lo suficiente para poder ver un lado de
su rostro.
—¿En serio? —dice, tratando de endurecer su voz—. Solo vete. ¿Quieres que
me vaya? Lo tienes, ¿está bien? Me iré.
Doy un paso hacia adelante.
—Jordan, lo siento mucho. No sé en qué estaba pensando.
—Solo vete.
—Debiste haberme llamado —le digo, dando un paso más—. Hubiera estado
aquí en un abrir y cerrar de ojos. Lo siento. Yo solo…
Pero de repente se da vuelta, mirándome.
—¿Sabes algo de los hombres? —pregunta, limpiándose los ojos, con una
dureza en la mandíbula—. Creen que pueden tratarte mal, porque lo soportarás.
Pero ganas cuando nunca los dejas hacerlo otra vez. —Se acerca a mí y agrega—:
Puedes besarme el culo.
Y luego me rodea y sale de la habitación.
Me desanimo. Quiero seguirla. Quiero dejar las cosas claras y hacerle saber que
estaba equivocado. Quiero decirlo y hacerlo bien, pero...
No lo sé.
Esta es la segunda vez que discutimos, y las dos veces fue por mi culpa. No
deberíamos pelear. Es lo que hace una mujer con su novio, no con su padre.
Y eso es lo que soy. El padre de su novio.
Nada más.
Pero en el fondo de mi corazón, el pequeño calor creciendo cada día más y más
grande sabe que es una mentira.
Esto es más. No perdí los estribos por el bien de Cole. Fue por el mío.
Ella se volvió importante, y por primera vez en mucho tiempo, me encontré
realmente disfrutando de hablar con alguien. Empecé a bajar la guardia.
Se siente bien tenerla cerca.
Y acabo de enviarla a empacar.
Shel trata de mandarme temprano a casa en mi turno doble, pero después del
episodio con Pike, el último lugar en el que puedo estar ahora mismo es en su casa.
No tengo ningún otro sitio a donde ir, por no mencionar que necesito el dinero.
¿Cómo pudo hacer eso esta mañana? ¿Interrumpir en mi trabajo como si
supiera algo? No le pertenezco.
Y si está preocupado, ¿por qué no puede decirlo amablemente? No todas las
mentiras son para hacer daño a alguien. Estaba cubriendo el trasero de Cole.
Sí, entiendo las sospechas. Lo entiendo. Él no me conoce lo suficiente, y está
preocupado por su hijo, ¿pero cómo pueden ambos hombres Lawson apestar tanto
en una conversación adulta y madura?
Me froto los ojos, mi mente volviendo al momento en que dijo que no apoyaría
a alguien así y que me fuera de su maldita casa. En ese momento me sentí indeseada.
De nuevo. Indeseada en otro sitio. Por otra persona. Me sentí como una carga. Como
en casa de mis padres, e incluso a veces con Cole y Cam.
¿Por qué siempre me permito sentir como si no mereciera algo mejor? Pensé
que él era agradable. Pensé que éramos amigos y comencé a relajarme.
Gimo, intentando mantener las lágrimas bajo control. Odio haber llorado frente
a él.
Trabajo hasta que el turno de la noche llega a las seis y me quedo lo suficiente
como para comerme la otra mitad de mi sándwich como cena, guardo mis propinas
y cierro la caja antes de ponerme la sudadera y tomar mi bolso. No me he duchado
en veinticuatro horas y un dolor de cabeza pulsa entre mis ojos por la falta de sueño.
Solo quiero sentarme bajo una ducha caliente y ahogar todo lo demás.
Me da un vuelco el estómago, recordando que no tengo ningún sitio al que ir
para tomar esa ducha. No voy a volver a aceptar una maldita cosa de Pike Lawson
nunca más. Por no mencionar que todavía estoy molesta con Cole. Me envió un
mensaje para asegurarse que estuviera bien y para disculparse de nuevo, pero no le
respondí.
Me despido de Shel y las otras chicas y salgo del bar, entrando en el agradecido
aire de la noche. El sol se ha puesto, pero todavía hay algo de luz mientras me coloco
el bolso y me dirijo a la izquierda por la calle.
Necesito mi propio lugar. Mío y de nadie más. Necesito mi propia casa, que
sea toda mía y donde pueda sentirme como yo y nunca sea echada, arrinconada o
indeseada. Donde me sienta segura.
Y eso significa que necesito dinero.
Sin pensar, mis piernas me llevan por la Calle Cornell y hacia Lambert, el cielo
está oscureciendo más y las luciérnagas brillan sobre los árboles. El tráfico ha
disminuido, pero se intensifica en la siguiente hora mientras me acerco más y más a
las afueras de la ciudad. Las casas llenan las calles, al igual que unas cuantas tiendas
y gasolineras del barrio, pero hay menos luz aquí, así que me pego a un lado de la
acera y agradezco las luces de los porches a la izquierda y la derecha.
Después de menos de una hora, veo las luces de The Hook al frente y el
estacionamiento, cada vez más grande, lleno de autos. He estado aquí antes, pero
odio entrar en un lugar muy concurrido con la ropa del día anterior y el cabello
oliendo a cigarros.
Busco en el estacionamiento y veo el Mustang de mi hermana a un lado del
edificio. Cada noche, uno de los porteros acompaña a las chicas a sus autos, solo en
caso que un fan loco decida agarrar a una de ellas cuando esté sola.
Entrando en el club, de repente soy rodeada por la oscuridad, y el fuerte ruido
de la música hace vibrar el suelo bajo mis pies. Hace calor y huele a neblina y
perfume. A diferencia de Grounders, aquí no está permitido fumar, y en lugar de un
viejo suelo de madera, con suciedad alojada en todas las grietas, un brillante suelo
negro cruje bajo mis zapatillas deportivas.
—¡Hola, Melocotón! —dice una mujer—. ¿Qué estás haciendo?
Me giro y veo a Malena a través de la ventana de la pequeña taquilla. Nunca
me cobra, por supuesto. No vengo aquí por eso.
—¿Cam está aquí? —pregunto.
—Acaba de terminar en el escenario —contesta—. Probablemente ahora está
en alguna parte. Entra.
—Gracias. —Le doy una sonrisa y entro al club, el pequeño nudo en mi
estómago se tensa aún más. Nunca he molestado a Cam aquí, a menos que tuviese
que hacerlo. Algunas de las hermanas de las chicas o amigas se sentarán en la parte
de atrás con otras bailarinas para quedar y socializar, pero es difícil para mí. Puedo
soportar ver a mi hermana desnuda, pero tengo un problema viendo a otros
viéndola desnuda. Padres de amigos de la escuela, un antiguo novio… incluso
mujeres de la ciudad que vienen en grupo para una noche de chicas “para hacer algo
diferente”, pero sé que se irán y solo hablarán mierda sobre las bailarinas al día
siguiente con cualquiera que las escuche. Mirar desde detrás del telón y ver al
conductor del autobús de mi escuela infantil o algo así me desconcertaría. No sé
cómo lo hace.
La habitación está llena de luces estroboscópicas, rotando de arriba hacia abajo
y alrededor, hay bombillas alineadas en los bordes del escenario que sobresale entre
la multitud y está rodeado por mesas a ambos lados. No es un lugar grande, pero
hay dos pedestales independientes con barras y sus propias luces, donde las
bailarinas pueden seguir más entre la audiencia, lejos del acto principal.
Deteniéndome en la barra justo en la entrada, busco el cabello castaño de Cam,
probablemente peinado lo suficientemente alto para que cualquier mujer de Texas
sienta celos. Esta noche hay un buen número de clientes. Algunas personas solas,
unas cuantas parejas, las cabinas llenas de hombres, con apariencia de recién salidos
de la oficina, devorando filetes y hamburguesas, y una gran fiesta de chicos jóvenes
que no reconozco.
Gwen, una de las amigas de Cam, pone sus manos en los brazos de una silla y
baja hacia el asiento.
Y sobre el regazo de un hombre ya sentado ahí.
Apoyándose en sus brazos, se mueve y se frota, balanceando las caderas y
echando la cabeza hacia atrás sobre el hombro de él. Mi piel se calienta y mi
respiración se acelera. Ya la he visto, a ella o a cualquiera de las otras chicas, hacer
esto una docena de veces. Sin embargo, es él quien me tiene cautivada.
Su cliente parece de veintitantos, un hombre joven vestido de jeans y una
camiseta, pero es guapo y en forma. Tiene la mirada hacia abajo, mirando sobre el
hombro de ella y descendiendo sobre el frente de su cuerpo mientras se mueve sobre
él. Sus manos, incapaces de tocarla, están aferradas a los brazos de la silla, y alzo la
mirada, viéndolo apretar la mandíbula.
Burlándose, provocando, cautivando su atención y poniendo algo que desea
justo frente a él y después alejándolo, porque no puede tenerlo…
En este breve momento, me pregunto si sería tan buena.
—Ya veo algunos ojos sobre ti.
Giro la cabeza, viendo a Mick Chan, el propietario de The Hook, de pie en la
otra esquina de la barra. Mick es de mediana edad, un ex luchador de lucha libre
quien se casó con una stripper y decidió que quería pasar el resto de su vida en un
bar, así que él y su esposa abrieron este lugar y vivieron felices desde entonces.
Me sonríe, su camiseta negra está tensada sobre su pecho aún musculoso.
—El dinero que podríamos hacer juntos —menciona, guiñándome un ojo.
Regreso mi mirada a la habitación, conteniendo la risa. El tipo realmente
debería poner un puesto en la feria de empleo de la secundaria, así puede tomar a
las mujeres en cuanto lleguen a la edad legal de dieciocho años, en lugar de seguir
acosándome.
—Tu hermana dice que no tienes la cabeza para esto, y se supone que te deje
en paz, pero Jordan…
—No vine aquí para eso —interrumpo—. Vine a hablar con ella.
Terminé analizando la habitación y estoy a punto de irme a la parte trasera,
pero de repente se mueve hacia mí, con tono calmado pero severo.
—También ves a estos clientes en Grounders, ¿cierto? —Mira la multitud y
luego hacia mí—. Son los mismos tipos a los que sirves allí, ¿no es así?
Vuelvo a poner la mirada en las mesas y las cabinas, reconociendo a algunos.
Es una ciudad pequeña. ¿Y qué?
—¿Por qué crees que van ahí? —cuestiona, estrechando su mirada en mí—.
Aquí tengo un chef y un menú mucho mejor. Camareros entrenados. Baños limpios.
¿Por qué no pasar todo su tiempo en los bares aquí?
—Porque Grounders es más barato.
—Porque Grounders también vende sexo —contesta—. Estos chicos van a
Grounders para verte a ti, a Shel, Ashley, Ellie… No por la cerveza barata y las
cáscaras de cacahuete en el suelo. Después de todo, ¿por qué crees que allí no hay
hombres trabajando? Shel te contrató por tu apariencia.
No digo nada, sino que vuelvo a centrarme en el escenario donde veo a mi
hermana salir detrás del telón. Mick me observa, y casi puedo sentir su aliento en mi
nuca, aunque está a dos metros.
—No te engañes —me dice—. Todavía te están mirando como un trozo de
carne, incluso con toda la ropa puesta. —Y luego levanta la mirada hacia el
escenario, hacia mi hermana girando en la barra—. Ella simplemente gana mucho
más dinero.
Al día siguiente mi hermana no me pregunta por qué dormí en su sofá. Nos
lleva a su hijo y a mí a desayunar, y luego vamos a Farmer’s Market 4 por algún
producto. Hablamos sobre la feria del condado que se aproxima, qué hay de nuevo
en los cines y qué tipo de fiesta quiere tener Killian para su cumpleaños en
septiembre.
A mi hermana le gusta hacerme pasar un mal rato, pero también es buena al
ver cuando estoy herida. Sabe cuándo retroceder.
Después de su baile de anoche, la seguí a la parte trasera del club y conseguí
sus llaves, así pude usar su auto e ir a su casa. No sabía qué decirle sobre por qué
necesité quedarme a dormir con ella, así que no expliqué nada. ¿Por dónde debería
empezar? ¿Cole dejándome plantada al no recogerme la noche anterior? ¿Yo sola
con Jay en su auto, en una calle desierta a mitad de la noche por primera vez en dos
años? ¿Yo pasando la noche en una mesa de billar? ¿Pike acusándome de jugar con
su hijo y tomar ventaja de su generosidad?
¿Su jefe presionándome de nuevo para trabajar con él?
¿Cole apenas actuando como si yo existiera?
Siento un sollozo tensar mi garganta. No puedo regresar ahí. Preferiría dormir
en mi auto. La chica de tres años en mí, con el orgullo del tamaño del Pacífico, se lo
enseñará ¿no es así? Viviré en mi auto destartalado sin aire acondicionado y las
manillas de la puerta rotas, porque no necesito a nadie, ¿cierto?
A través de mis ojos llenos de lágrimas, sonrío un poco mientras conduzco el
auto de mi hermana. En realidad no es tan malo como eso. Tengo la casa de mi padre.
Puede que mi madrastra no me quiera ahí, pero no me rechazarán.
No siempre será así.
Giro en el vecindario de Pike, frenando el Mustang de mi hermana y
acercándome a su casa.
Mi hermana no tiene que trabajar hoy, así que me dejó usar su auto para sacar
mis cosas de casa de Pike.
Cuando su casa aparece a la vista, veo su camioneta en el camino de entrada y
me da un vuelco el estómago.
No quiero verlo ahora mismo.
Debería volver más tarde.
4
Farmer’s Market: Es un mercado minorista físico destinado a vender alimentos directamente por los
agricultores a los consumidores.
Pero no, necesito mi ropa y mis libros para la universidad. Puedo conseguir el
resto en otro momento, pero ahora mismo necesito algunas cosas.
Estaciono y salgo del auto, tomando la pequeña maleta que tomé prestada de
mi hermana y atravieso el césped hacia las escaleras. Sacando mi llave, voy a
desbloquear la puerta pero veo que ya está abierta. Doy un cuidadoso paso dentro.
La sala de estar está vacía y me dirijo a la cocina, viendo que ahí tampoco hay
nadie. Relajo los hombros ligeramente. Dirigiéndome a las escaleras me sujeto a la
barandilla.
—Jordan.
Me congelo, la conciencia y los nervios hacen que se me erice el vello de la
nuca. Mierda.
Girándome, endurezco mi expresión y alzo la barbilla cuando enfrento a Pike.
Está de pie entre la cocina y la sala de estar, limpiándose las manos con una toalla
sucia, sus brazos y dedos están cubiertos de tierra. Está mojado, el sudor empapa
partes de su camiseta gris y su rostro está más moreno que la última vez que lo vi.
Como si hubiese estado fuera las últimas veinticuatro horas.
—Solo necesito recoger mis cosas —le indico y giro de regreso a las escaleras.
Pero me detiene de nuevo.
—Jordan.
—Mira, lo que sea, ¿está bien? —Lo detengo, girando de nuevo hacia él —. De
todos modos no debería estar aquí, y tampoco es como si Cole estuviera aquí la
mitad del tiempo, así que permíteme que corte por lo sano y recoja mis cosas.
Da un paso adelante.
—¿A dónde irás?
Casi quiero llorar.
—A casa de mi padre. En Meadow Lake —respondo—. No soy tu problema,
¿está bien?
Ahí. Está hecho. No necesito fingir que no tengo otras opciones. Me marcho.
Odio la idea de volver a ese parque de casas rodantes de mierda, pero no será para
siempre. Sobreviviré.
Me muevo de nuevo hacia las escaleras, pero él habla, casi apresurado.
—Por favor —dice rápidamente, deteniéndome—. Ven aquí un minuto. Tengo
algo que quiero mostrarte.
Debe ver la sospecha en mis ojos, porque lo pide de nuevo, esta vez más firme
y con más resolución.
—Por favor —dice—. Solo un minuto.
Se gira, dirigiéndose a la cocina, y por un momento dudo antes de seguirlo. No
quiero ser curiosa, pero lo soy.
Entro en la cocina y lo veo atravesar el cuarto de lavado adjunto y hacia la
puerta trasera. ¿Qué hay en el patio trasero que quiere que vea?
La puerta mosquitera se cierra, respiro profundamente y me enderezo
mientras lo sigo.
Permanece junto a una parcela rectangular de tierra, que hace veinticuatro
horas simplemente era parte del patio. Ahora, el césped ha desaparecido. Hay un
borde delimitando el perímetro, y tierra rica y negra apareció en el recuadro. Hay
una manguera enganchada a algún tubo de PVC, que está incrustado en la tierra con
surtidores de aspersión a diferentes intervalos.
Mira en mi dirección, casi como si estuviera nervioso por mi reacción.
—¿Qué es esto? —pregunto.
Mira detrás de él y luego de nuevo hacia mí.
—Es un jardín —responde—. Estaba esperando que quisieras ayudarme con
él.
Estoy sin palabras. El corazón me está latiendo con tanta fuerza, y el sol se
siente tan caliente. ¿Cómo…? Pero luego recuerdo. Sabe que me encanta el
paisajismo. Sabe que leí todas esas revistas. Sabe lo que me gusta.
Un dolor alcanza mi corazón. ¿Hizo todo esto en un día?
Pero no me voy a enternecer por él. Endurezco mi voz:
—¿Desde cuándo querías un jardín?
Se acerca a mí, y cruzo los brazos sobre mi pecho, preparando mi armadura.
—Jordan, fui un imbécil —asegura—. Salté a una conclusión, porque lo pasé
mal y soy viejo y amargado. Espero un mísero comportamiento de todo el mundo.
—Se detiene y frunce el ceño—. Pero fui yo quien tuvo un comportamiento horrible.
Eres diferente y realmente lo arruiné. No sucederá de nuevo. No puedo creer que
haya dicho esas cosas.
Se está volviendo borroso y no puedo evitar que se me llenen los ojos de
lágrimas, a pesar que estoy apretando los dientes.
—Quiero que te quedes —continúa—. Me gusta tenerte aquí. Es agradable
volver a casa y tener vida en ella. Tener gente con quien hablar. Es agradable tener
ayuda, y… —Aprieta la mandíbula, pareciendo enfadado—. Y no deberías haber
tenido que dormir sobre una maldita mesa de billar. Te quedarás aquí mientras lo
necesites, ¿entiendes? No quiero que te vayas.
Me tiembla la barbilla. Y no puedo evitarlo, las lágrimas se derraman, agacho
la cabeza para ocultarlo.
—Por favor, no llores de nuevo —suplica—, o tendré que quitar la piscina y
construirte un gazebo5 o alguna mierda así.
Estallo en carcajadas, sorbiendo por la nariz y secándome los ojos.
—No, no quites la piscina. Me gusta la piscina.
Acercándome al nuevo jardín, admiro lo grande que es y cuánto trabajo debió
tomar. Esto no hace correcto su comportamiento, pero ayuda saber que se esforzó
en algo que pensó que me haría feliz. Nadie ha hecho algo así por mí.
Quiero decir, mi hermana me ha comprado ropa y me ha llevado a comer, pero
Pike ha hecho algo que sabía que yo amaría. Algo que es mucho para mí.
—Esto es increíble —aseguro, diciéndolo en serio—. Pero realmente creo que
es mejor si simplemente me voy.
—Esta es tu casa —me dice—. Quédate mientras quieras. Tú y Cole pueden
invitar a sus amigos, poner tu música, encender tus velas…
—¿Cobertores de retretes? —bromeo.
—Maldición, no.
Intercambiamos una risa y vuelvo a mirar la tierra. Podemos cultivar muchos
vegetales aquí.
—Compré un montón de semillas —indica, tomando una bolsa, y
removiéndola a puñados—. Pero no estoy seguro de cómo se planta todo, o cómo se
reparte el espacio para cada vegetal, así que pensé ¿que tal vez quieras plantarlo?
Me encuentro con su mirada y ambos nos observamos por un momento. Creo
que tal vez me quiere cerca más de lo que deja saber. Tal vez como si fuera una
intermediaria entre él y Cole, y como dijo, está disfrutando el tener gente en casa.
Pone la bolsa de semillas en mi mano y lentamente me quita la maleta de la
mano.
Gazebo: Es un pabellón de planta simétrica, generalmente hexagonal o circular, que comúnmente
se encuentra en los parques, jardines, y en áreas públicas.
5
—Pondré esto en el garaje —dice—. Voy a tomar una ducha. ¿Tal vez podamos
comenzar a plantar por la mañana?
Su mirada parece buscar la mía, y me quedo sin respiración por un momento
ante su mirada.
Finalmente asiento, dándome la vuelta.
Camina de nuevo hacia la casa y luego escucho su voz detrás de mí.
—Y si necesitamos más suministros, solo avísame. De todos modos mañana
tengo que ir a Home Depot6.
—Está bien —susurro.
Y luego lo miro sobre el hombro.
—Y no eres viejo, ¿sabes? —grito.
Me mira, con diversión en su mirada.
—Lo suficientemente viejo como para tener mi propia opinión. Y eso estuvo
mal de mi parte.
—Gracias.
Los músculos en su brazo se flexionan mientras sujeta mi maleta, y no puedo
evitar deslizar la mirada por los tatuajes a lo largo de ellos. Se ven ligeramente
descoloridos, como si se los hubiera hecho cuando era un adolescente.
¿Cómo era a la edad de Cole? Es difícil imaginárselo como… bueno, un chico,
supongo. Es muy serio. Casi en exceso.
Pero es sincero.
—La próxima vez que necesites un aventón… o cualquier cosa —dice—,
¿prometes que me llamarás?
Asiento de nuevo y me giro de vuelta hacia las semillas, emocionada por el
verano que se acerca.
Home Depot: Es una empresa minorista estadounidense de mejoramiento del hogar, bricolaje y
materiales de construcción.
6
—Dos —le digo a Dutch y le lanzo las cartas que no quiero.
Apartando sus ojos de sus cartas, me tira dos más, las coloco en mi palma y las
examino. Es una mierda, pero tengo dos sietes, así que no es una pérdida total.
No es que me importe. No soy un hombre competitivo —al menos no en lo que
respecta al póker— pero organizar estas reuniones una vez al mes en mi casa nos da
algo que hacer mientras hablamos. Dirijo mi mirada hacia Dutch y luego deslizo mis
ojos alrededor de la mesa, viendo a Todd, uno de mis supervisores, así como a Eddie,
John y Schuster intercambiando y reorganizando las cartas. Todos ponen unos
cuantos dólares en el medio, y Todd sube la apuesta por tres más. Todos aceptan…
esperando que sea un engaño.
—No me entusiasma que mis hijas crezcan, te diré —dice Dutch, mostrándome
una mirada divertida.
—¿Por qué?
Solo niega, suspirando.
—Ese ruido me volvería loco. Por ahora, todo lo que tengo que soportar es una
pijamada ocasional con un montón de niñas de ocho años que se ríen tontamente.
Me río suavemente, los golpes en el piso de arriba comienzan a parecer muros
derrumbándose. Me estremezco. Son solo alrededor de las nueve y media. Si
continúa así de ruidoso en una hora, le diré a Cole que baje la música o el vecindario
estará sobre mí. No se suponía que fuera una fiesta, pero los alenté a él y a Jordan
para que invitaran a sus amigos, así que es mi culpa, supongo.
—No hace mucho tiempo nos gustaba también el ruido —menciono,
lanzándole una sonrisa.
Los muchachos se ríen y murmuran concordando. Todos nos graduamos
juntos, y fue un feliz acontecimiento que algunos trabajáramos juntos ahora, aunque
John y Schuster no lo hacen, siendo un policía y un techador, respectivamente.
No hacía mucho tiempo que nos parecíamos mucho a Cole, haciendo desastres
y divirtiéndonos demasiado con nuestros errores. Fui el primero en ser empujado a
la adultez, pero aun así nos mantuvimos cerca con los años. Matrimonios, niños, un
divorcio, todos habíamos pasado por algo, y fue una llamada de alerta un día,
cuando me di cuenta que había estado esperando que mi vida comenzara —mi vida
real— solo para darme cuenta que ya había ocurrido cuando no estaba prestando
atención.
Ese tren que estaba esperando para abordar, pasó a mi lado sin detenerse.
Probablemente no habría una esposa, y nunca sabría lo que sería criar a mis hijos
todos los días. En este punto, estoy demasiado acostumbrado a estar solo que soy
como un hijo único.
Y un hijo único no sabe cómo compartir sus cosas.
Todd apuesta otro dólar, y yo salgo, seguido por Lin, Dutch y Eddie. Todd
recoge el bote, y Dutch mezcla todas las cartas, repartiendo nuevamente.
La música del piso de arriba, de repente, resuena cada vez más fuerte, y
escucho pisadas en las escaleras seguidas por una puerta que se cierra. Los pies
descalzos aparecen en el hueco de la escalera, las piernas se hacen más visibles a
medida que descienden.
Jordan se agacha, mirando debajo del techo del sótano.
—Oye, ¿te importa si saco los Otter Pops7 del congelador?
Todos la miran, girando sus cabezas, y hago un gesto, apenas apartando la
mirada de mis cartas.
—Sí, adelante —respondo rápidamente.
Un calor líquido corre por mis brazos, y me miro la mano, luchando por
concentrarme, porque ella es de lo único que estoy consciente ahora.
Baja apresuradamente el resto de las escaleras, con pasos ligeros y rápidos
como si tratara de no ser vista o escuchada mientras se lanza hacia la pared a mi
derecha y levanta la tapa del gran congelador.
La habitación se ha vuelto silenciosa, y no estoy seguro si los muchachos tienen
miedo de hablar normalmente, porque hay una mujer en la habitación o si están
distraídos. Miro mis cartas y busco en mi cerebro. ¿De qué estábamos hablando hace
un minuto?
Oh, niños. Claro.
Escucho cosas que se mueven en el congelador y echo un vistazo, mi mirada
inmediatamente cae a sus pies. Está de puntillas e inclinada, sosteniendo la tapa con
una mano mientras rebusca en el enorme contenedor. Parece ser consciente de sus
7
Helados
pantalones cortos y que está agachada frente a una mesa de hombres, porque se
endereza en unos pocos segundos y se baja los pantalones tanto como puede.
Las uñas de sus pies están pintadas de un color rosa suave, y puedo decir que
está usando un bikini debajo de su camisa gris. Las tiras son visibles atadas detrás
de su cuello, y puedo ver más a través de los costados de su camiseta sin mangas,
las que están recortadas, mostrando la piel curva y bronceada de su cintura. Los
músculos en sus muslos se flexionan, y mi estómago se revuelve.
Empiezo a mirar mis cartas, pero la veo metiendo su cabello detrás de sus
orejas, y es entonces cuando noto los pequeños agujeros en la camiseta. En el
hombro, por la costura.
¿Esa es…?
—¿No es esa tu camiseta? —susurra Dutch, inclinado hacia mí.
Entrecierro un poco los ojos, y luego noto que mi número de béisbol está
desteñido y verde por detrás de su cabello. Sabía que reconocía esos agujeros.
Miro hacia otro lado. Debo haberla dejado sobre los muebles el otro día, y la
recogió, pensando que tal vez era de Cole. También le gustaba el béisbol, supongo.
¿Y le cortó los lados? De alguna manera quiero enojarme por eso. He tenido
esa camiseta desde la secundaria, pero…
De todos modos, estaba demasiado vieja para usarla en público. Y se ve mejor
en ella que en mí. La miro de nuevo, viendo la camiseta que cubre su suave piel
bronceada por el sol, y una sutil oleada de placer se arrastra por el hecho que lleva
algo mío sobre ella.
Me muevo en mi silla, parpadeando ante mis cartas para disipar las luces en
mi visión.
—¿Necesitas una mano? —le ofrece Eddie.
Dirigiendo mi mirada hacia Jordan, la veo inclinarse hacia el congelador y
frunzo el ceño.
Pero Todd comenta, un humor astuto llenando su tono.
—Oh, déjala en paz. Lo está haciendo muy bien sola.
Los chicos se ríen entre dientes, inconfundiblemente disfrutando de la vista, y
Jordan se endereza de nuevo, levantando la caja de Otter Pops en el hueco de su
brazo. Arquea una ceja hacia Todd mientras deja que la tapa se cierre de golpe.
Me preparo para su boca sabihonda, pero en lugar de eso, se dirige hacia la
mesa y mira por encima de su hombro y hacia su juego.
—Oh, mira eso —dice, sus ojos se iluminan y su voz vibra—. Tienes todos los
reyes en el mazo. Qué suerte, ¿no?
Dutch resopla, y no puedo evitar temblar de la risa mientras todos se unen a la
diversión. Todos menos Todd, que arroja sus cartas, renunciando a su mano ahora.
Compone una sonrisa satisfecha en su rostro y sube las escaleras de nuevo.
Estoy medio tentado a decirle que se asegure que nadie coma esas paletas en la
piscina, pero estoy tratando de no tratarla a ella y a Cole como si fueran niños.
—Oh, oye, ¿puedo hacerte una pregunta? —dice, deteniéndose a mitad de
camino por las escaleras.
La miro a los ojos.
—Hay un pequeño pastel en el refrigerador —continúa—: Cole está rogando
por comérselo, pero no lo compré y no estaba segura de dónde vino. Solo quería
consultarte antes que se lo coma.
Mierda. Mantengo el rostro serio a pesar de mi irritación. Puedo sentir los ojos
de los chicos sobre mí.
—Oh, eh, es un… —murmuro, sacudiendo la cabeza y fingiendo estudiar mis
cartas de nuevo—. Yo, eh… lo compré para ustedes… hoy, en la tienda… para
ustedes dos.
No dice nada, y después de un momento de silencio completamente incómodo,
miro hacia arriba. Ladea la cabeza, luciendo confundida.
Le tiro tres cartas a Dutch para que me pase tres más, aunque no estoy seguro
de cuáles son las tres que acabo de descartar.
Todavía me está mirando. Puedo sentirlo.
Suelto más información, esperando que diga algo y salga de aquí.
—Solo pasaba por Etienne’s y recordé que no tuviste ningún pastel en tu
cumpleaños —le digo, actuando con indiferencia—, o la oportunidad de celebrar
realmente. Solo pensé que les podía gustar. —Tomo tres cartas nuevas de la pila
cuando Dutch no puede pasarme las nuevas—. Iba de pasada de todos modos. No
es gran cosa.
Si no fuera gran cosa, no me habría sentido raro al respecto cuando llegué a
casa. Fue estúpido comprarlo en primer lugar. Ella no es mi hija.
Pero por alguna razón, al pasar por la ventana y ver el pastel de tres capas, con
rosas que cubrían cada centímetro, pensé en ella. Creo que todavía estaba tratando
de compensarle por actuar como un idiota el otro día.
Y la otra noche mencionó apagar velas, pedir deseos… No pudo hacer eso
correctamente en su cumpleaños, las donas no cuentan, así que me sentí mal aunque
no fue mi culpa. Comprarlo parecía una buena idea en ese momento.
Sin embargo, llevarlo a casa se sintió sentimental. Demasiado sentimental. Lo
metí en el refrigerador, escondido en la caja rosa, esperando ver si el estado de ánimo
me golpeaba de nuevo antes de botarlo.
—Pero sí, es tuyo, así que deja que lo coma —digo finalmente, mirándola de
reojo antes de volver a mirar mis cartas.
—¿No ibas a decirme que estaba allí?
Me encojo de hombros.
—Me olvidé, supongo.
La mentira no suena convincente, pero su voz emocionada me salva del calor
de los ojos de todos en mí.
—Bueno, en ese caso, entonces no —afirma firmemente—. No puede comerlo.
Es mío.
Mi corazón se calienta y no puedo evitarlo. Miro hacia arriba lentamente. Me
sonríe mientras asciende el resto de las escaleras.
—¡Gracias! —dice, y luego escucho la puerta abrirse y la música inundar el
espacio antes de cerrarse de nuevo.
Rosado. Le compré un jodido pastel rosado como si tuviera siete. Con rosas.
¿Vio el pastel? ¿Se ve como el pastel de una niña? O peor, ¿algo romántico? Tenían
pasteles con globos. Tenían pasteles sencillos. Mierda, soy un idiota. Ni siquiera
pensé.
Tiro mis cartas, cierro los ojos y deslizo mi mano por mi cabello.
—Solo un minuto, muchachos —digo, empujando mi silla hacia atrás y
rodeando la mesa, hacia las escaleras.
Estallan algunas risas y carcajadas detrás de mí cuando salgo del sótano y corro
detrás de la chica.
Sabes, no fue hace mucho tiempo que podía pensar claramente. No dudaba
constantemente de cada movimiento que hacía y enumeraba todos los resultados
posibles para una sola acción y cómo respondería Jordan a ella. No he estado tan
confundido sobre nada en mucho tiempo.
Saliendo por la puerta en la parte superior de las escaleras, escucho el
estruendo de I Love Rock 'n Roll que viene del patio y el chapoteo de alguien que
salta a la piscina. Le pedí a Jordan que recogiera las llaves de cualquiera que bebiera,
pero si los vecinos deciden llamar a la policía por el ruido, mi medida de seguridad,
para evitar que los niños conduzcan en estado de ebriedad, no me salvaría de la
ilegalidad de permitir que menores de edad beban aquí, en primer lugar.
Aunque tengo un policía abajo, así que supongo que las probabilidades están
de mi lado.
Entro en la cocina, viendo fugazmente a los asistentes de la fiesta afuera, y veo
a Jordan junto al refrigerador, sacando la caja rosa con el pastel.
Se da vuelta y lo coloca en la isla, mirando hacia arriba y encontrando mis ojos.
—No voy a comerlo todavía —dice—. De lo contrario, tendré que compartirlo.
Solo quiero verlo.
La aprehensión se apodera de mí mientras levanta la tapa, y hay una disculpa
en mis labios incluso cuando la veo romper en una sonrisa emocionada.
Camino hacia el refrigerador y tomo un refresco por la que finjo que vine aquí.
—Lo siento si es infantil —le digo—. No estoy seguro de lo que estaba
pensando.
Se cruza de brazos y muerde sus labios, como si tratara de contenerse, pero no
funciona. Puedo ver el rubor en sus mejillas en la cocina oscura y la forma en que su
aliento está temblando.
Gira su cabeza hacia mí.
—No creo que alguna vez haya tenido un pastel tan lindo —dice—. Gracias
por pensar en mí. Es una agradable sorpresa.
Mira de nuevo el pastel, con una mirada de nostalgia en sus ojos.
Estupendo. Ahora me siento peor. Parece que esto es lo más amable que
alguien ha hecho por ella, y ¿no sería eso jodidamente triste?
Aunque es un bonito pastel. El glaseado está diseñado en rosas y comienza en
la parte inferior en blanco y lentamente se va haciendo más rosado por fila a medida
que sube hacia la parte superior, donde finalmente está envuelto en un sexy rosa
oscuro.
Viste, no fue estúpido. Sabía que le gustaba el rosa.
—También es rosa por dentro —le digo—. Pastel rosa, quiero decir.
Su sonrisa se hace más grande.
Y ahora que lo recuerdo, no está hecho para niños. El pastel está hecho con
champán, dijo la vendedora.
Bueno, lo hice bien. Mi cabeza finalmente evoluciona hacia la perspectiva que
tenía cuando la compré, y me siento menos torturado.
Sumerge su dedo en una rosa y se lo lleva a la boca, chupando el azúcar. Mi
mirada se congela, viendo la forma en que sus labios se fruncen y su lengua sale
para lamer el pedacito de glaseado que queda en la punta.
Gimo por dentro, incapaz de evitar preguntarme qué tan cálida es su boca.
Me aclaro la garganta.
—Eh, me olvidé por completo de las velas —lo admito, moviéndome al cajón
detrás de mí—, pero sé que tienes que hacer esto, así que…
Saco una caja de fósforos, al lado del sujetador para sartenes, y enciendo uno,
voy a colocarlo en el centro del pastel, pero me detengo.
—¿Deberíamos llamar a Cole?
Mira por la ventana y luego hace un gesto con la mano restándole importancia.
Coloco el fósforo en el pastel.
Observo mientras cierra los ojos, exhala un suspiro y relaja sus hombros, y
luego, lentamente, una pequeña sonrisa curva sus labios. Instintivamente, sonrío
también, como si no supiera lo que está pensando, pero creo que sé lo que siente en
ese momento.
Apaga el fósforo y abre los ojos, la corriente de humo blanco ondea frente a su
rostro.
Me quedo a su lado por un momento, sin querer moverme.
Alguien debería abrazarla ahora mismo. Alguien debería acercarse para
pararse frente a ella, poner ambas manos en el mostrador a los lados, y sentir su
aliento contra su rostro.
Respiro un poco más rápido, imaginando a qué sabe.
Y luego tomo la lata de refresco que había dejado en el mostrador y la empuño
hasta que el aluminio se aplasta.
Eso no es bueno. Esos pensamientos no son buenos.
Me alejo, tragando tres veces para mojarme la garganta, y tomo el contenedor
de cintas de casetes de mi camioneta del mostrador y lo deslizo a través de la isla
hacia ella.
—Y eso es para ti, cumpleañera —digo para distraerme de cualquier vibración
que pueda haber estado emitiendo—. De nada.
Sus ojos caen sobre el contenedor negro, reconociéndolo, y se abren, al igual
que su mandíbula.
—¿Qué? —exclama—. Es en ser… ¡de ninguna manera!
alegremente—. ¡No puedo recibir esto! Eran de tu padre.
—Sonríe
Asiento, ahora me siento más seguro con la isla entre nosotros.
—Mi papá querría que los tuviera alguien que los atesorara. Los atesorarás,
¿verdad?
No es como si alguien reprodujera las malditas cosas. Solo escucho lo que sea
que esté en la radio. Parecía bastante asombrada por ellos, así que fue lo único que
pude pensar en darle que le gustaría.
Levanta sus manos animadamente y hace una mueca como si no supiera qué
hacer conmigo.
—Pero… —se detiene, resoplando—, Pike, yo…
—Los quieres, ¿verdad? —pregunto.
Resopla de nuevo, haciendo una mueca. Puedo ver la lucha en sus ojos. Para
ella, es un regalo valioso, y no tiene derecho a ellos. Pero también se muere por
tomarlos.
—¿Hablas en serio? —pregunta, ahuecando su rostro en sus manos.
No puedo evitar reír. Es divertido hacerla feliz.
Los levanta y los abraza.
—Tengo casetes. Tengo una colección. ¡Mierda! —estalla—. Me siento tan mal,
pero… también los quiero. Entonces, los tomaré.
Finge una mirada de disculpa, pero se ríe, lo que me divierte aún más.
—Bien —digo.
Y me siento mejor ahora, también. Al menos, con suerte, he compensado mi
comportamiento a principios de semana. Con esto y el jardín, luce eufórica.
Me alejo del mostrador para despedirme, pero me detiene.
—Oh, espera.
Dándose la vuelta, saca una bandeja del refrigerador y camina hacia mí,
colocando una bolsa de nachos en la parte superior y entregándome todo.
—Hice salsa extra para ti y los chicos.
Miro hacia abajo y mi estómago gruñe de inmediato.
—Oh, no tenías que hacerlo. —Normalmente pedimos alas y pizza. Pero esto
realmente se ve muy bien—. Gracias. Les encantará.
Sonríe, y por tres largos segundos estamos encerrados allí, en la mirada del
otro. Casi como si el aire fuera tan pesado con algo más que no pudiéramos mover.
Finalmente, inhalo y respiro.
—Asegúrate que limpien cuando terminen, ¿de acuerdo? —No te obligues a
hacer todo, quiero agregar, pero no lo hago.
Solo pone los ojos en blanco y vuelve a mirar sus casetes.
Un ruido fuerte me despierta de mi sueño, y me despierto bruscamente,
parpadeando en la oscuridad. ¿Qué diablos? Podría haber jurado que la cama
también había vibrado. Me lleva un momento ubicar todos los sonidos afuera, y
luego escucho el ritmo de la música amortiguada filtrándose a través de las ventanas
cerradas.
Jesús, ¿todavía están despiertos? Miro el reloj, viendo que es justo después de
la una de la madrugada. Muevo la sábana y bostezo, deslizando mis dedos por mi
cuero cabelludo.
Hace mucho calor aquí.
Me siento, balanceando mis piernas sobre el borde de la cama y me levanto.
Al cruzar la habitación, abro la puerta y me dirijo hacia el pasillo y las escaleras.
En la parte inferior, verifico el termostato y enciendo el aire acondicionado. Veintiséis
grado dentro. Estoy dispuesto a comprometerme, pero eso es insoportable. Tampoco
ayuda el hecho que tengo que dormir con pantalones de pijama ahora que hay gente
en la casa, pero temo despertarme de repente y olvidar que estoy jodidamente
desnudo.
Entro en la cocina, manteniendo las luces apagadas, y me detengo en el
fregadero, mirando por la ventana hacia el patio. Me sorprende que no hayan
llamado a la policía. Es menos ruidoso de lo que era antes, pero todavía es
demasiado fuerte para esta hora.
Miro alrededor del patio trasero por lo que causó el golpe y mis ojos se abren
de inmediato, y me doy vuelta. En serio, Cole, ¿qué tipo de amigos hacen esta mierda
en la casa de otra persona?
Al menos a dos chicas les falta la parte superior de sus bikinis, una de ellas es
tocada por un tipo que solo puedo suponer es uno de los amigos de Cole mientras
se besan en la piscina. La otra chica está acostada en una silla de jardín, con un brazo
metido detrás de la cabeza y las gafas de sol puestas a pesar del hecho que está
oscuro.
Me doy vuelta, buscando en mis pantalones por mi teléfono. Necesita sacar a
esas pequeñas mierdas de mi propiedad, pero no puedo salir. No estoy seguro si
sería incómodo para ellos, pero definitivamente sería extraño para mí. De seguro
conozco a sus padres, probablemente.
¿Dónde demonios está Jordan? No sé por qué ese pensamiento aparece en mi
cabeza, pero por alguna razón, es instinto sospechar que también tendrá un
problema con esto. ¿Dónde demonios está mi teléfono?
Recuerdo que está conectado a mi cargador al lado de mi cama, y vuelvo a
subir las escaleras y cruzo el pasillo, entro en mi habitación y lo desconecto.
Al menos la mayoría de la fiesta se ha despejado, por lo que parece. No debería
ser demasiado difícil deshacerse de los restantes ocho o algo así. Pero el patio trasero
es un desastre, y he sido más que amable con esto. Es mejor que no pida otra maldita
fiesta durante mucho tiempo.
Bajando las escaleras, llamo a Cole con mi teléfono mientras me detengo dentro
de la cocina. Sosteniéndolo en mi oído, escucho cuando suena su línea.
Pero pronto escucho un tintineo que viene de algún lugar en la sala de estar y
miro detrás de mí para ver una luz que viene del brazo del sofá. Es el teléfono de
Cole que se enciende con mi llamada. Maldita sea.
Mientras cuelgo, muevo mi pulgar y hago clic en el nombre de Jordan,
llamándola. Pero cuando estoy a punto de presionar Llamar, miro hacia arriba y de
repente me detengo.
Esta allí. De pie en el extremo poco profundo de la piscina, hundida hasta los
muslos, con los brazos unidos en la parte delantera de su cuerpo, tratando de
mantener la parte superior puesta mientras Cole tira de los lazos en la parte posterior
de su cuello. Se para frente a ella, mirando hacia abajo, mientras ella sacude la
cabeza, tratando de resistir, pero sonriendo de todos modos. Puedo ver su
vergüenza desde aquí.
Una oleada de sentimientos me golpea, y muchos pensamientos nadan en mi
cabeza mientras trato de mirar hacia otro lado, pero no puedo.
No la mires, me digo.
Y mi puño se cierra alrededor de mi teléfono, deseando que Cole también la
deje en paz. A ella obviamente no le gusta.
Y a mí no me gusta.
Pero no puedo evitar que mis ojos se vuelvan a levantar hacia ella, viendo el
bikini rosado que lleva puesto y las delgadas correas que se deslizan lentamente
sobre su piel.
Dios, es hermosa.
Siento un nudo doloroso dentro de mí, observando su largo cabello cayendo
contra su cuerpo desnudo, y sus brazos, lo único que sostiene los trozos de tela que
la cubren.
Deslizo mi mano por mi rostro, tratando de borrar la vergüenza, porque si
fuera Cole, la trataría igual, pero mucho más en privado. No quisiera que nadie más
viera lo que solo yo puedo ver.
Soltando un suspiro, bajo mi mirada. Esta noche debe terminar. Tal vez debería
cortar la electricidad, para que todos se vayan.
Pero antes de tener la oportunidad de moverme, veo que Jordan está fuera de
la piscina y se mueve hacia la ventana. Sostiene la parte superior de su bikini con
una mano y se vuelve a poner mi vieja camiseta con la otra, estirándose y atando las
tiras de su bikini una vez que se pone la camiseta.
Tiene las cejas fruncidas, como si estuviera molesta, y arqueo la cabeza,
mirando hacia atrás para ver que Cole ha seguido adelante, riendo y lanzándole una
pelota de fútbol a alguien.
Se dirige a la casa, hacia la puerta de atrás, y me enderezo cuando entra a la
cocina. Conecto mi teléfono al cargador en el mostrador para que parezca que estoy
haciendo algo.
—Oh, hola —dice, deteniéndose cuando me ve.
La miro, aclarando mi garganta.
—Hola, ¿todo está bien?
—Sí, solo iba a… —duda como si buscara una respuesta—, cortar un poco de
sandía.
Asiento una vez y me acerco al refrigerador, alcanzo la parte superior y agarro
la fruta por ella.
Saca una tabla para cortar y un cuchillo, y me olvido de pedirle que termine la
fiesta. No parece querer estar allí en este momento.
Sacando la otra tabla de cortar al lado del refrigerador, me acomodo en el
mostrador a su lado y corto la sandía a la mitad por ella.
Una parte se queda en mi tabla, muevo la otra mitad a la suya, y ambos
empezamos a cortar.
Los que quedan de la fiesta corren por el patio trasero, un chico atrapa a una
chica que chilla medio desnuda, y bajo los ojos otra vez, sintiéndome jodidamente
estúpido, como si esta no fuera mi casa, y como si fuera un pervertido de setenta
años espiando a adolescentes que se volvieron locos corriendo por mi maldito jardín.
La veo mirar por la ventana frente a nosotros y luego rápidamente a mí,
probablemente notando mi molestia. Hay mujeres en topless en mi patio trasero,
después de todo, enloquecí por su camiseta mojada cuando cortaba el césped el otro
día.
Pero, en cambio, recurro al sarcasmo esta vez.
—¿Crees que Cramer al lado está disfrutando de la vista?
Resopla, titubeando mientras corta, y suelta una risita.
Sin embargo, después de un momento, escucho su voz burlona.
—¿Tú lo haces? —responde.
Abro los ojos un poco, sorprendido, y la miro. Me lanza una pequeña sonrisa
engreída.
—Todavía eres joven —señala, bromeando conmigo—. Todavía luces enérgico.
¿Por qué no sales más?
¿Quién dice que no salgo? Mis días de ir a un bar se han terminado, pero
también invité amigos esta noche. De acuerdo, eso no es “salir”, pero no soy un
ermitaño.
—No eres gay, ¿verdad?
Le lanzo una mirada. ¿Disculpa? ¿No hablamos sobre mis hábitos de citas la otra
noche?
Pero sacude la cabeza de inmediato, despejándolo.
—Sí, no importa. No lo creo.
Jesús.
De acuerdo, no tengo tanta vida social como podría. Lo sé. Todavía no tengo
cuarenta años, y mi tiempo de inactividad se parece al retiro de mi abuelo.
Me detengo un momento, buscando las palabras más fáciles para explicarle.
—Me gusta mi vida aburrida —le digo, mi voz suena como una disculpa—. A
la mayoría de las mujeres no les gusta.
—Tal vez a las chicas no —responde, con un ligero humor en su voz que
aprecio—. Me parece que estás lejos de ser aburrido. Deberías salir más. Hay escasez
de hombres en esta ciudad. Demasiados chicos.
Sonrío para mí mismo. Me ve como un hombre, no solo como el padre de
alguien. Eso no debería gustarme tanto.
Y sí, puede haber muchos chicos, pero también hay muchas mujeres, y ninguna de ellas
es para mí. Créanme, si mi futura esposa viviera en esta ciudad, la habría encontrado
a estas alturas.
Corta una de sus secciones por la mitad y la gira de lado para cortar triángulos
de a dos. Hago lo mismo.
Afuera, una mujer joven con una larga cola de caballo marrón se desliza por la
piscina, su bikini naranja hace que su piel bronceada parezca más oscura.
Muevo mi barbilla.
—¿Debería ir tras ella?
Jordan mira a la chica que está fuera de la ventana, baja la vista otra vez, y sigue
cortando la fruta.
—Es demasiado sexy para ti.
—¿Crees que no puedo manejarla? —bromeo, cortando dos triángulos más—.
He tenido bastante experiencia, ¿sabes?
—Mucha a tu edad, estoy segura. ¿Ya necesitas una siesta?
Por qué, pequeña…
Corto la fruta, y el cuchillo cae, su punta se clava justo en el interior del dedo
medio en mi mano izquierda.
—¡Mierda! —Dejo caer el cuchillo y levanto mi mano, el dolor hundiéndose
hasta el hueso. Respiro profundamente. Maldición.
—Oh. —Jadea Jordan y también suelta su cuchillo, secándose las manos—. Lo
siento —ofrece una pequeña risa arrepentida—. Ven, ven aquí.
Me chupo la sangre del dedo, sin darme cuenta que me ha empujado hacia un
taburete de la barra en la isla mientras toma los vendajes del armario.
¿Los coloqué ahí? No lo hice.
Corriendo hacia mí, abre un paquete, y veo que es una toallita húmeda,
probablemente con “antibacterial”, o algo así.
—Puedo hacerlo. —Extiendo mi mano.
Pero se acerca de todos modos, inspeccionando la gota de sangre del tamaño
de un guisante en mi dedo otra vez.
—Lo sé —dice—. Simplemente me siento mal. No quise molestarte y distraerte.
Solo estaba bromeando.
Siseo por lo que sea que haya en la toallita tocando mi herida abierta.
—No me molestas —le digo, pero sale como un gruñido—. Bueno, lo hiciste,
supongo. Siempre lo haces, pero es en un buen sentido.
—¿En un buen sentido? —Frunce el ceño.
Sí, como, ya sabes, divertido. Eres divertida. Y algo graciosa. Y bastante
interesante. No sé cómo hace que mi temperamento se eleve tan rápido, y por cosas
estúpidas e insignificantes, y no puedo explicar por qué, pero me gusta.
Sin embargo, no sé cómo decírselo. Suena extraño.
Cuando no respondo la pregunta, continúa, su voz es tranquila y seria.
—Sabes —dice, sin mirarme—, si estás interesado en ella, puedo traerla más
seguido. Si quieres.
¿La chica del bikini naranja?
—¿Traerla?
Asiente, aún secándome el dedo.
—Una fiesta de pijamas o algo así. No tendrás que hacer un movimiento. Te
saltará encima.
No me mira, pero la observo. ¿Quiere que tenga sexo?
Siento que un sudor cálido y ligero me cubre la columna cuando me doy cuenta
del calor de su cuerpo de pie entre mis piernas. Observo cómo se retira el cabello del
rostro solo para que vuelva a caer en el mismo lugar.
La del bikini naranja no es la que quiero que me salte encima.
Distraídamente, levanto la mano y le quito el cabello del ojo, rozando su frente
mientras lo pongo detrás de su oreja. Levanta su mirada, encontrando la mía
mientras dejo que mi mano caiga por los mechones de su cabello liso, y mi corazón
se detiene un segundo mientras estamos parados ahí, mirándonos.
Casi puedo sentir su rostro en mis manos. El impulso es tan fuerte por saber lo
que es tener solo una parte de ella.
Jesucristo. Dejo caer mi mano, mirando hacia la pequeña herida en mi dedo
medio.
—Entonces, ¿quieres que lo haga? —Habla en voz baja, casi como si temiera lo
que voy a decir.
Sacudo la cabeza.
—No —digo finalmente—. No está mal, pero no es lo que me gusta.
Desenvuelve un curita y lo coloca en mi dedo, lentamente alisando el vendaje
una y otra vez.
Mis dedos hormiguean donde los sostiene, y miro su rostro, su enfoque aún no
abandona mi mano.
Y de repente, casi susurra:
—Bueno, ¿qué te gusta?
Observo mientras se lame los labios, su respiración es superficial, y mi polla se
sacude, casi como si estuviera a punto de romper algo con mis dientes.
¿Qué está haciéndome?
—Mujeres con edad suficiente para beber, para empezar —replico, retirando
mi mano.
Arquea una ceja.
—Sí, como si fueras un amante de los bares.
Sí, tiene razón. Bebo en casa
—Pero bien. —Suspira, retrocediendo y colocando sus manos en sus caderas—
. Realmente no quería presentártela.
—¿Por qué?
—No creo que sea tu tipo. —Arroja los envoltorios, moviendo sus ojos ahora—
. Además, estaría celosa. Me gusta ser la única mujer en la casa.
—¿Y si hubiera dicho que sí?
Se encoge de hombros, fingiendo una mirada de disculpa.
—Bueno, entonces no obtendrás tus nuevas hamburguesas favoritas como te
gustan.
Sonrío, negando. Qué presuntuosa.
Pero sí, de hecho me encanta su forma de hacer hamburguesas.
Toma mi mano, dándole un vistazo a mi pequeña herida.
—Está bien. Gracias. —Me levanto, obligándola a retroceder un poco—. Sal con
tus amigos.
Vuelve su cabeza por encima de su hombro, mirando hacia afuera, pero no
parece de humor para seguir de fiesta.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta caminando de regreso a la sandía y llenando
un gran tazón con los trozos.
—Intentar volver a dormir, supongo —le digo.
Afortunadamente no se meterá con mi aire acondicionado, y podré volver a
dormir.
Saliendo de la cocina, froto mi dedo, sintiendo el dolor de la puñalada.
La miro de nuevo y veo sus ojos sobre mí mirando sobre su hombro.
Rápidamente vuelve a su trabajo, y simplemente quiero quedarme.
Después de un largo rato, trago saliva.
—Buenas noches —digo.
Pero antes de llegar a la sala de estar, escucho su voz a mis espaldas.
—¿Qué quisiste decir con “en un buen sentido”?
Sus ojos están sobre mí de nuevo, y levanto la esquina de mi boca en una
pequeña sonrisa. No estoy seguro de qué decir que no suene completamente
inapropiado.
Finalmente, simplemente me decido por soltar la respuesta más sencilla,
dándome la vuelta y dirigiéndome hacia las escaleras.
—Me gusta hablar contigo —digo por encima de mi hombro.
¿Me gusta hablar contigo? ¿Qué he dicho que fuera tan fascinante? Resoplo,
sacudiendo mi cabeza mientras pelo las patatas para la cena.
Tal vez es una falta de opciones. ¿Ha vivido solo durante tanto tiempo que
cualquier conversación parece interesante? No tenemos absolutamente nada en
común.
Pero, la verdad es... me encantó escucharlo. ¿Por qué deseo tanto gustarle? Y
también, ¿por qué la fiesta era el último lugar donde quería estar anoche cuando me
di cuenta que él no estaría allí?
Levanto mi mirada y lo veo en el patio trasero a través de la ventana frente a
mí. Trabaja recortando el árbol junto a la valla que separa su patio del de Cramer,
sosteniendo un largo aparato de mano que se extiende hacia arriba hasta las ramas
altas. Mencioné que no está llegando suficiente sol al jardín, así que se ocupó de
resolver el problema. Sin siquiera habérselo pedido.
Me encanta el jardín más de lo que se lo admito. Es como mi propio espacio
pequeño y todavía estará ahí después que me vaya. Es reconfortante.
Las semillas están plantadas y los aspersores riegan la tierra durante unos
minutos todas las mañanas y todas las noches puntualmente. Ha comenzado a
gustarme escucharlos encenderse a primera hora, cuando todavía está oscuro y soy
la única persona despierta y en la cocina con mi café.
Todo está comenzando a sentirse familiar y cálido aquí. Como un hogar.
Corto la piel de la patata, con dureza y fuerza. Típico. Siempre me apego a las
cosas que no son para siempre. La idea de mi madre regresando cuando era
pequeña, Nick, Jay, mi apartamento y el deseo de hacer un hogar para mí... Me
sorprendo de cuán absolutamente patética sigo siendo. Clavo el cuchillo en la tabla
de cortar y saco de la bolsa unas cuantas patatas más.
Y para empeorar las cosas, no he podido dejar de pensar sobre anoche en todo
el día y la fiesta es lo último de ello.
El pastel de cumpleaños, las cintas, bromear con él... La forma en que recordó
que tenía que soplar una vela y pedir un deseo. Un revoloteo alcanza mi corazón y
sonrío, luego frunzo el ceño, confundida y no queriendo esos sentimientos.
Apagué el cerillo anoche, deseando lo mismo que deseé en el cine aquella
noche. Me encantó cómo me sentí en ese momento y esperaba poder sentirme de ese
modo todos los días. Eso es todo lo que quería.
No porque algo fuera diferente, o por algo que no tuviera, sino porque me
sintiera exactamente igual al día siguiente. Y al siguiente.
Especial, recordada, feliz.
Él me hace feliz.
Feliz de un modo en que mi novio debería hacerme.
Pelando otra patata, lo veo moverse por el rabillo de mi ojo e intento
detenerme, pero levanto la mirada de todos modos.
Levantando sus brazos, se quita su camiseta azul marino y la pone en su
bolsillo trasero, estirándose para levantar el cortador de ramas de nuevo.
Por un momento, me congelo. Mis manos dejan de hacer su labor y los sonidos
del cortador, la podadora de césped al otro lado de la calle y la música sonando en
la cocina se desvanecen lentamente.
Su piel, dorada y tonificada, se ve caliente y suave, los músculos de su
estómago y las venas recorriendo sus antebrazos se presionan contra su piel,
mostrando cuánto y cuán duro ha trabajado en su vida. El sudor se resbala por su
cuello y espalda y puedo ver las ondulaciones de los músculos de su espalda. Incluso
a través de los tatuajes.
Largas piernas en jeans desgastados con su camiseta colgando de su bolsillo
trasero y cubriendo parte de su... Humedezco mis labios mientras aparto la mirada
de su trasero y observo la forma en que sus jeans cuelgan de sus caderas.
Cada músculo se flexiona mientras corta rama tras rama y todo lo que puedo
lograr son respiraciones cortas y superficiales mientras aún admiro la forma en que
las piernas de su pantalón caen sobre sus botas marrones de construcción.
El señor Lawson es sexy. Es capaz, con un cuerpo fuerte y me pregunto cómo
se siente. ¿Cómo es con una mujer?
Bajo mi mirada de nuevo.
—Oh, eso es sexy. —Escucho decir a una voz.
Parpadeo y muevo mi cabeza rápidamente, mirando detrás de mí. Cam.
Está parada a un costado de la isla, atravesó la puerta de entrada sin que la
escuchara. Tiene un antebrazo apoyado en el granito, inclinándose casualmente con
una mirada divertida en su rostro.
Me giro para volver a mi labor, mi corazón latiéndome en los oídos.
Es suficientemente malo comerse con los ojos a alguien que no es Cole, pero
también tenía que ser ella quien me atrapara.
—Nunca te he visto mirar a Cole de ese modo —dice.
¿Cuánto tiempo estuvo ahí parada?
Decido cortarlo de raíz.
—¿De qué modo? —espeto—. Deja de intentar comenzar alguna mierda.
La escucho moverse mientras viene a pararse junto a mí en el fregadero. Lanzo
una mirada hacia Pike para ver que todavía está trabajando, ajeno a nosotras en la
casa.
—Ambos se están poniendo bastante cómodos aquí —se burla, enjuagando las
patatas peladas y metiéndolas en la olla—. Está haciendo trabajo de jardín. Estás
cocinando. Es como si fueran una pareja.
—Cállate. Soy lo suficientemente joven como para ser su hija.
—Pero no eres su hija —contesta, girándose hacia mí e inclinándose—. Eres una
pieza sexy y joven de coño viviendo bajo su techo y sabes que ha pensado en eso.
Puede que sea el papá de Cole, pero también es un hombre. —Se gira, mirando por
la ventana y observándolo—. Y también uno atractivo y saludable.
—Tengo novio. Su hijo.
Es cierto, Jordan. Es exactamente lo que deberías haberte dicho a ti misma cuando lo
estabas mirando fijamente hace un minuto.
Pero mi hermana solo se encoge de hombros.
—Incluso más excitante.
Dejo salir una risa amarga.
—Si te gusta, ve por él.
—Nuh-uh. —Sus labios se levantan juguetonamente—. Ahora estoy excitada
por la fantasía. Quiero a mi propio padre de mi novio.
Ugggghhhh... ms mejillas se sonrojan de nuevo.
—Eres sórdida. Y no tienes novio —señalo.
—Bueno, debería conseguirme uno. Uno que tenga un papá atractivo.
Sacudo mi cabeza, no voy a seguir hablando sobre esto. Está convencida de
que estaba comiéndomelo con la mirada y se regocija con la picardía. No voy a
alentarla.
—Además eres mi hermana —declara—. No quiero ponerte celosa al pasar el
rato con él.
—¿Por qué estaría celosa? —digo rápidamente, terminando con la última
patata—. En serio. Tengo novio. A quién se folle Pike Lawson no tiene relevancia
para mí. Ve por él.
Girándome, seco mis manos, la rodeo y tomo la olla de agua con las patatas y
la pongo sobre la estufa, encendiendo el fuego. Las chuletas de cerdo se están marinando.
La masa para las galletas se está asentando. Repaso mi lista mental de tareas tan rápido
como puedo para mantener mi mente ocupada. Y alejada de él.
Puede ver a quien quiera. Esta es su casa.
—Bueno. —Escucho decir a Cam—. Si te parece bien, entonces...
Permanezco en la estufa, fingiendo revisar el fuego, pero mi mano aprieta el
mango, el miedo retorciendo mi interior.
Lo siguiente que escucho es la puerta trasera chocando con el marco y me
enderezo de golpe, viendo que ha salido de la cocina.
Hija de...
Volviendo hacia el fregadero, miro por la ventana y veo a Cam cruzando el
patio hacia donde Pike está trabajando. Me lanza una mirada por encima de su
hombro como si supiera que estoy mirando. Sonríe con satisfacción y frunzo mi
ceño.
No lo decía en serio. La idea de las manos de ella sobre él... los brazos de él
alrededor de ella... no quiero ver eso. Es mi hermana.
La siente acercarse y baja la mirada hacia ella, apagando la herramienta y
observo mientras escucha, probablemente preguntándose por qué lo está
molestando.
Tal vez se lo está preguntando, eso es.
Mi hermana es atractiva y no muchos hombres la rechazarían, si pone sus ojos
en ellos. ¿Tal vez Pike esté atraído por ella? Es un hombre, como dijo ella.
No es una “niñita”.
Cruza sus brazos sobre su pecho, moviendo un poco sus pies, dando la
impresión de modestia y sacudo mi cabeza porque Cam no es modesta. En absoluto.
Simplemente es muy buena leyendo a las personas. Sabe que acercándose
demasiado fuerte lo asustará.
Después de un momento, toca su brazo y apenas respiro mientras la observo
inclinar su cuello, inspeccionando sus tatuajes. Luego, rápidamente, se endereza y
levanta su brazo, mostrándole el gran fénix negro que tiene en el costado de su torso.
Él observa mientras ella se levanta su camiseta blanca sin mangas y los tirantes
de su sujetador, y mi estómago se hunde, esperando que él se sonroje o luzca
incómodo, porque incómodo es algo que le sucede a Pike, pero no lo hace. En
cambio, la observa mientras ella habla animadamente, emocionada y luego
repentinamente, él sonríe, su cuerpo temblando con una risa ante lo que sea que le
esté diciendo.
Algo tira desde el fondo de mi garganta y no me siento bien. Sigue mirándola.
Sus ojos apenas se han apartado de ella desde que salió ahí fuera. ¿La desea? ¿Lo
excita?
Quiero decir, quiero que le guste, solo no que la desee. No está bien. No quiero
escucharla gimiendo y jadeando al fondo del pasillo durante toda la noche.
Además, a ella no le gustará. Es demasiado serio. Bastante aburrido, en
realidad.
Pero definitivamente lo haría sentirse bien durante un rato.
Cierro mis ojos, un peso de cinco toneladas sobre mis hombros.
Ella se gira y comienza a recoger ramas del suelo y él regresa a cortar,
trabajando juntos en feliz simultaneidad. Pero la veo girarse para articular algo hacia
mí con una pequeña sonrisa engreída.
Me lleva un momento registrar lo que dijo.
¿Ya estás celosa?
No puedo evitar el gruñido que se me escapa mientras le muestro mi dedo
medio y luego me doy la vuelta, alejándome de la ventana. Maldita sea. No hará nada.
Piensa que me gusta. Simplemente está intentando hacerme enojar.
Tiro del cuello de mi camiseta para alejarla de mi cuerpo, sintiendo cada
centímetro de mi piel irritada. Necesito un descanso.
Caminando hacia la estufa, apago el fuego y salgo de la cocina, subiendo las
escaleras rápidamente. Entro en la habitación de Cole y mía, saco algo de ropa limpia
de los cajones y salgo, cruzando el pasillo hacia nuestro baño.
Pero en cuanto entro, me detengo, viendo el desastre que Pike ha hecho. La
bañera está arrancada, las válvulas están desconectadas del lavabo y hay escombros
por todo el suelo blanco de baldosas.
Todavía lo está renovando. Lo olvidé.
La puerta de su habitación está abierta y puedo ver su cama directamente al
frente, la cabecera contra la pared opuesta mientras me dirijo hacia su habitación.
Cada vez que he pasado por aquí para darme una ducha esta última semana, se
sintió extraño. Estar sola en su habitación.
No fisgoneo, pero es tentador.
Su cama siempre está hecha. Unas sábanas acomodadas descuidadamente en
un apuro, pero no puedo evitar estar un poco sorprendida. Sino fuera por mi
madrastra, la cama de mi padre nunca estaría hecha.
Dirigiéndome hacia al baño, veo las fotografías de Cole, retratos desde su
nacimiento hasta su último año alineadas en el marco del espejo de su tocador. Una
pantalla plana cuelga de la pared, el cable eléctrico está colgando y desconectado. El
modelo de un barco está sobre su cómoda con solo con una fina capa de polvo sobre
las velas blancas.
Y un reloj viejo con una desgastada correa de piel que nunca lo he visto ponerse
está sobre un plato en su cómoda. No hay otra joyería en ningún otro lugar.
Además de la cama, las dos cómodas, la televisión y las mesitas de noche, la
habitación es minimalista. Nada en las paredes, por supuesto, una lámpara negra
con una pantalla gris y la fuerte luz de la tarde filtrándose a través de las grietas en
las persianas parcialmente abiertas.
Odio que viviera aquí solo durante tanto tiempo. Alguien necesita alegrar un
poco este lugar. No mi hermana.
Cerrando la puerta del baño detrás de mí, la bloqueo y estiro mi brazo hacia la
ducha, abriendo el agua. Dejo mi cambio de ropa en el mostrador del lavabo y me
desnudo, sacando una toalla del armario y colgándola en el gancho afuera de la
regadera.
¿Ya estás celosa? Sacudo mi cabeza, mi ira despierta de nuevo mientras entro en
la regadera y cierro la puerta de cristal.
No estoy celosa. Simplemente no quiero verla mangoneándolo como sé que
definitivamente puede hacerlo. Mayormente es un juego para mi hermana y esconde
sus inseguridades detrás de un comportamiento caprichoso y sarcasmo.
Pike no es así. Necesita a alguien tranquilo. Alguien que sepa cómo mantenerlo
tranquilo.
Alguien que pueda envolver sus brazos alrededor de su cuello y hacer que el
resto del mundo desaparezca.
Inclinando mi cabeza hacia atrás, mojo mi cabello y cierro mis ojos, sintiendo
el calor del agua golpear mis hombros y cuello. Piel de gallina se extiende por mis
brazos, y de repente mi cabeza nada con el placer del calor.
Girándome, apoyo mis manos en la pared y muevo mi cabeza bajo el chorro,
finalmente enderezándome de nuevo e inclinándome contra la pared detrás de mí
mientras llevo mi cabello hacia atrás.
Mi estómago se revuelve. Si Cole no estuviera en el panorama y Pike entrara
en el bar una noche, se sentara en un taburete y hablara conmigo... me gustaría.
Realmente me gustaría.
Lo desearía.
Cierro mis ojos con más fuerza. Dios, mi hermana tiene razón. Algo está
sucediendo. Ha estado sucediendo, en realidad. ¿Todos los demás también lo notan? ¿Él
lo nota?
Mierda.
Abriendo mis ojos, caen inmediatamente en su gel de ducha frente a mí
colocado en la repisa de la regadera. Cole normalmente utiliza Axe, pero todavía no
ha sacado sus cosas de la otra regadera, probablemente simplemente está utilizando
el Irish Spring de su papá.
Lanzo una mirada rápida hacia el cristal, asegurándome que estoy sola y tomo
la botella del estante y abro la tapa.
Quedan pocas burbujas alrededor de la abertura por las duchas de los chicos
de esta mañana y cierro los ojos, llevando el gel de ducha de Pike a mi nariz. La
fuerte fragancia llena mi cabeza y un hormigueo se extienden por mi piel. Es un
jabón barato, pero no es de adorno, hace el trabajo y me recuerda a jeans, madera y
el vello más corto de una barba incipiente en la mandíbula de un hombre.
Es él.
Mi garganta se hincha como si tomara un trago de agua y paso saliva,
sintiéndome decepcionada porque no haya nada ahí. Lamo mis labios, respirando
con dificultad.
Suspendo a la realidad en alguna parte del fondo de mi mente y ausentemente
dejo caer una gota del jabón en mi mano. Llevando mi mano a mi nariz, inhalo de
nuevo, mi respiración entrecortándose, mis ojos cerrándose y mi clítoris pulsando
inmediatamente.
¿Debería ir detrás de ella? Recuerdo su sonrisa extraña y engreída que me excitó
anoche. No quería que fuera detrás de nadie, pero Dios, estoy desesperada por ver
cómo se vería eso. ¿Cómo es con una chica?
¿Crees que no puedo manejarla? He tenido bastante experiencia.
La mano con jabón cae por mi cuello, se desliza por mis clavículas y baja por
mi pecho y pasa por encima de mi pezón. ¿Manejarla?
—No a ella —mascullo para mí.
Mis dedos se deslizan por mi estómago mientras me inclino de nuevo contra
la pared y deslizo mi mano entre mis piernas, mordiendo mi labio y
estremeciéndome ante el toque.
Comienzo a frotarme lentamente, haciendo pequeños círculos en mi clítoris
endurecido con mis dedos.
—No —susurro, abriendo mis ojos—. Detente, detente, detente...
Obligo a Cole a entrar en mi mente. Sus manos sobre mi cuerpo. Sus labios en
mi oreja. La forma en que hunde su cabeza en mi cuello, así nunca puedo ver sus
ojos.
Oh, nena.
Mierda, nena, mierda.
Te sientes bien. Tan bien.
Sus manos toman mi trasero y froto la protuberancia con más fuerza. Más
rápido. Persiguiendo el impulso que acabo de tener. El orgasmo se burla de mí en la
parte baja de mi vientre y quiere salir con tanta fuerza.
—Cole —digo, cerrando mis ojos de nuevo—. Más fuerte.
Me giro, mi frente hacia la pared y me presiono contra ella con mi mano
todavía enterrada entre mis piernas. Está detrás de mí, exigiendo entrar. Quiere
follar.
Deslizo un dedo dentro y comienzo a moverlo. Apoyo mi mejilla contra la
pared, intentando ir rápido, así no puedo pensar. Tal vez si es simplemente follar,
pueda correrme.
Mi dedo está húmedo y lo vuelvo a sacar y froto mi clítoris de nuevo. Quiero
correrme. Está justo ahí. Pero no puedo. Los músculos en mi brazo se tensan y mis
pulmones duelen por la falta de aire.
Por favor.
Pero no llega. Mis dedos se ralentizan y exhalo, lágrimas quemando la parte
posterior de mis ojos.
Muerdo mi labio de nuevo, deseándolo desesperadamente. Estoy tan mojada.
Y entonces, mi mente en una neblina y mi voluntad desaparecida, me arrastro
al interior de mi mente, a donde nadie más puede ver excepto yo.
Me escondo y cedo, porque nadie más que yo tiene que saberlo. En ese
momento. En mis sucios pensamientos y pequeña tórrida fantasía, lo deseo a él.
Quiero estar con él. Nuestro pequeño secreto.
Oculto.
—Una niña tan buena —susurra una nueva voz en mi oído.
La voz de Pike.
Ahora su cuerpo está detrás del mío, más grande y más alto, atrapándome
contra la pared. Su mano toma un puñado de mi cabello y lentamente lleva mi
cabeza hacia atrás, inclinándose para lamer mi labio con su lengua. Gimoteo.
—Ocupándote de la casa del modo que me gusta —se burla y mi mano se
convierte en la suya en mi cabeza mientras comienza a masturbarme con el dedo—.
Preparando mis comidas del modo que me gusta. Una cosa bonita a la que mirar. Lo
estás haciendo muy bien, Jordan.
Mantengo mis ojos cerrados, sintiendo sus labios, todo mi cuerpo pulsando con
una corriente eléctrica ante el sabor de su boca caliente y el agua de la ducha cayendo
en cascada sobre su piel caliente. Puedo sentir su polla, dura y preparada detrás de
mí.
—Ahora necesito que hagas todo lo que hace una mujer —instruye—. Todo lo
que una chica buena hace por un hombre. ¿Puedes hacer eso?
Asiento, jadeando.
—Sí.
Mi orgasmo está creciendo de nuevo, mis pezones están presionados
dolorosamente contra la pared de baldosas y se siente muy bien entre mis piernas.
Lo deseo. Lo deseo sobre mí. Quiero saber cómo se siente.
Estirándome detrás de mí, no pienso. Tomo una esponja y la deslizo entre mis
piernas. La red roza mi clítoris de un modo que me envía sobre el borde. Ruedo mis
caderas contra ella, deseando sentir algo, porque en mi cabeza es él y eso es
suficiente. Su olor me rodea, su boca chupa mi cuello y me levanta, así puede
deslizarse dentro de mí. Es rudo y fuerte, sus manos están en mis tetas en un instante
y su boca robándome el aliento al siguiente. Dios, su lengua sabe bien.
El orgasmo hormiguea en lo profundo, construyéndose más y más y el padre
de Cole me está follando tan bien.
Me corro, la ola me recorre y grito en silencio, respirando con dificultad, pero
sin hacer ningún sonido. Dios. Colapso contra la pared, casi derrumbándome
mientras me estremezco, el orgasmo baja por mis piernas debilitando mis rodillas.
Cierro mis ojos con fuerza y tiemblo hasta que se desvanece, dejándome mareada.
Cuando la regadera deja de girar y mi respiración ha vuelto a la normalidad,
abro mis ojos, y un flujo de emociones me recorre.
Oh, Dios mío. Quiero llorar.
¿Qué demonios está mal conmigo? ¿Por qué haría eso? ¿Y con su padre? Yo...
Estoy confundida, estresada y buscando consuelo en un tipo porque ha sido
amable conmigo unas cuantas veces. Jesús.
No importa lo que suceda con Cole y yo, Pike Lawson está fuera de los límites.
No olvido eso. Hay cientos de hombres ahí afuera justo como él. No es especial.
No puede ser él. Jamás.
Me enderezo, respirando profundamente. Aunque al bajar la mirada, veo que
la esponja en mi mano no es la rosa. Es la plateada de Pike.
—Mierda.
Todavía le queda algo de espuma por su ducha de esta mañana.
Y la usé para llegar al orgasmo. Genial.
Gimo interiormente.
Saliendo de la ducha, la entierro debajo del papel higiénico en el bote de basura
y hago una nota mental de conseguirle una nueva la próxima vez que salga.
Y también creo que un jabón de ducha diferente.
—¿Jordan?
Muevo mi mirada a la izquierda y a la derecha cuando paso por cada pasillo,
habiéndola perdido hace casi diez minutos. ¿A dónde diablos se fue?
Los chicos y yo terminamos en el sitio hoy más temprano y con un poco de luz
del día, regresé a casa del trabajo para encontrar a Jordan trabajando en el jardín.
Ella quería comprar un poco de tela de alambre o algo así para las plantas de tomate
y pensé en añadir un borde de piedra alrededor del árbol en el patio trasero, así que
nos subimos a la camioneta y nos dirigimos a Home Depot.
Sin embargo, después de hacer la orden para la piedra, la perdí.
Finalmente la encuentro al final de un pasillo hurgando en una caja poco
profunda que está en un estante. Estando parado, saca una hoja de baldosas y la
sostiene frente a ella, estudiándola. Llevando las dos herramientas de jardín nuevas
que había escogido, camino hacia ella, armándome de valor.
Hoy se ve hermosa y le sigue sucediendo mierda a mi cuerpo cada vez que la
miro. Como si hubiera cables vivos debajo de mi maldita piel. Camiseta negra,
pantalones cortos blancos, cabello suelto y libre, maquillaje al mínimo, no usa
frivolidades y le funciona. Hija de granjero y exactamente mi tipo de hace algún
tiempo.
Sacudo mi cabeza, despejándola.
—¿Qué es eso? —pregunto, acercándome.
Me mira, aún sosteniendo la hoja cuadrada de baldosas.
—Es una placa para salpicaduras.
Extiendo mi mano libre y paso mi pulgar sobre las tiras de piedra marrones
pegadas al papel.
—¿Placa para salpicaduras?
—Te dedicas a la construcción —dice, dándome una mirada de regaño—.
¿Nunca miras HGTV? Las placas para salpicaduras lo son todo en la decoración del
hogar.
—Sí, lo he visto —le aseguro, dejando caer mi mano—. Es solo que... no sé.
Parece como algo superfluo.
Pone los ojos en blanco, con su mirada en las piedras otra vez.
—Son las pequeñas cosas las que añaden personalidad a una casa —me dice—
. Un candelabro artístico, la alfombra correcta y la placa para salpicaduras. —Da
vuelta a la hoja, mirándome y mostrándome—. Esto va contigo. Quedaría genial con
lo que has hecho en la cocina.
—Conmigo, ¿eh? —Dejo escapar una risita, mirándola a los ojos—. ¿Y qué soy?
Su sonrisa cae y una mirada de sorpresa atraviesa sus ojos.
Parpadeo.
—No quise decir eso... de esa forma —le digo.
No es lo que dije, sino cómo lo dije. Demasiado insinuante.
Sin embargo, parece restarle importancia, girando la hoja y mirándola con
aprecio nuevamente.
—Me recuerda a una cueva —dice finalmente—. Eres como una cueva. No
revelas todos tus secretos a la vez. Quién sabe qué tan profundo llegas, ¿cierto?
Mis cejas se levantan. ¿Qué?
¿Qué tan profundo llego? ¿Acaba de...?
Sus ojos repentinamente recorren el espacio y mueve su mirada rápidamente
hacia mí, luciendo mortificada.
—Quiero decir —dice apresuradamente—, como... en el... en el interior. Tu
personalidad. —Un rubor cubre sus mejillas—. No quise decirlo como... ugh. —Sus
hombros se hunden y vuelve a meter la hoja en la caja, rindiéndose—. Ahora iré a
babear sobre los accesorios para el baño. Adiós.
Y se aleja de mí rápidamente, desapareciendo por un pasillo.
Mi boca se curva en una sonrisa y rompo en una risa silenciosa, mirándola.
—Entonces, ¿qué piensa? —Un joven con un delantal naranja aparece por el
rabillo de mi ojo.
Sin embargo, no lo miro, sigo mirando el pasillo por el que ella acaba de
desaparecer.
—Comenzaremos con tres cajas de esto. —Señalo las baldosas en el estante—.
Veremos cómo lucen...
Se acerca y comienza a descargar las cajas.
—Sabia elección. Esposa feliz, vida feliz, ¿cierto?
Esposa feliz, vida…
Lo miro sacar una caja y llevársela, y el pulso en mi cuello palpita
repentinamente.
¿Piensa que es mi esposa?
Una sonrisa tira de la esquina de mi boca y no estoy exactamente seguro de
qué emoción está llenando mi pecho en este momento, pero se siente bien y hay
mucho de eso.
Más tarde esa noche, me recuesto en el sofá con el brazo metido detrás de la
cabeza y una cerveza en la mano, mirando la televisión. He estado en un lúcido
aturdimiento desde hace un rato, mientras un programa se ha convertido en cinco.
Dejo mi cerveza y levanto el control remoto, finalmente apagando el HGTV y
parpadeando, creo que por primera vez en tres horas.
—Tiene razón —murmuro—. Están malditamente obsesionados con la placa
para salpicaduras.
En un momento de curiosidad, había sintonizado el canal después de llegar a
casa de Home Depot y es como si me hubiera desmayado después de eso, solo
despertando momentáneamente para hacer un sándwich e intentar hablar con Cole.
Sin embargo, ahora salió de nuevo, dándose una ducha rápida y saliendo
rápidamente después de llegar a casa del trabajo y darse cuenta que Jordan no estaba
aquí. Pensé que podríamos ir a cenar tarde o algo así, pero al parecer, sus planes no
se podían cancelar de nuevo.
O tiene miedo de estar a solas conmigo. No es como si quisiera pelear, tampoco.
Incluso simplemente ver juntos un programa en la televisión estaría bien. Quiero
decir, hemos logrado no matarnos el uno al otro en el pasado. Solía caerle bien.
¿Y de dónde saca todo este dinero para salir de fiesta? Tiene que estarse
gastando todo lo que está ganando.
No es que tenga prisa por hacer que ahorre dinero y se vaya, pero creo que
ahora puedo juzgarme tan duramente como juzgué a Jordan. Cuanto más haces por
alguien, menos hacen por sí mismos. Soy tan culpable como ella. Cole no crecerá hasta
que se vea obligado a hacerlo.
Bebo el resto de mi cerveza y me pongo de pie, llevando la botella vacía a la
cocina.
Mi teléfono suena en mi bolsillo y lo saco.
Dutch.
—Hola —respondo, arrojando la botella a la basura.
—Hola. Deberías venir a Grounders ahora mismo.
¿Eh?
—Como en este momento —agrega antes que tenga la oportunidad de decir
algo.
—¿Por qué?
—Porque... —hace una pausa y escucho una risa un poco entrecortada—,
Jordan está, mmm... portándose mal, supongo que podría decirse.
Me enderezo y frunzo las cejas.
—¿Portándose mal? —repito—. ¿Qué significa eso? ¿Y por qué crees que me
importa? No soy su papá.
La música retumba en el fondo y puedo escuchar a una multitud hablando y
riendo. Uno de mis chicos se va a casar en un par de semanas, así que el equipo lo
sacó esta noche. Necesitamos al menos una persona sin resaca mañana, así que me
quedé en casa.
—Si tú lo dices, hombre —responde como si no creyera que no me importa—.
Pero a tu hijo puede no gustarle lo que estoy viendo en este momento. Lo que todo
el mundo está viendo en este momento.
—¿De qué estás hablando? —pregunto.
—Vas a tener que venir a averiguarlo. Solo espero que no llegues aquí
demasiado tarde.
Se escucha un clic y creo que colgó.
—Dutch —grito al teléfono—. ¡Dutch!
Exhalo y aparto el teléfono de mi oreja, cerrando de golpe la tapa del bote de
basura.
Pero me detengo, mirando bien algo que está encima. Levantando la tapa
nuevamente, saco media hoja color rosa; la chica pin-up en el volante llama mi
atención. Estudiándola, dejo que se cierre la tapa y la leo.
¡Noche de aficionados!
¡Mójate! (Tu camiseta, como sea)
27 de mayo a las 9 p.m.
The Hook en Jamison Lane
¡¡¡Gran Premio $300!!
Enderezo mi espalda, tomando nota de la fecha y luego me relajo un poco. Aún
faltan un par de semanas, así que Dutch no se refería a esto. No está sucediendo esta
noche y no es en Grounders.
De todos modos, probablemente el volante sea de Cole.
Pero por reflejo, le doy la vuelta y veo la escritura en la parte posterior.
¡¡Haz ese $, chica!!
Arqueo una ceja.
¿Esto es de Jordan? Es de The Hook. ¿Su hermana le dio esto? Jesús, ¿qué le
pasa a esa chica? ¿Quién animaría a su hermana menor a participar en un concurso
de camisetas mojadas, por el amor de Dios?
Aunque por otro lado, no es esta noche y ella lo desechó, así que eso es algo
bueno.
Pero ahora estoy ansioso.
Me gusta la chica. No quiero que sienta que tiene que hacer mierdas como esta
para ganar dinero. No los estoy echando de mi casa, ¿o sí?
Arrojo el papel y froto mi cuero cabelludo, exasperado. A Dutch le gusta
meterse con la gente, especialmente conmigo, pero sí durmió en una mesa de billar
porque era demasiado orgullosa para pedir ayuda. No toma las mejores decisiones.
Gruño, sabiendo que ahora no me voy a relajar. Deslizando mi teléfono en mi
bolsillo, tomo mis llaves y apago las luces antes de salir de la casa.
Subiendo a mi camioneta, enciendo el motor y prendo la radio lo más alto que
puedo soportarlo para distraerme de la preocupación acumulándose en mis
entrañas. Solo tuvo que llamar e inventar una mierda, ¿cierto?
Aunque parecía más entretenido que angustiado, por lo que probablemente
estaba fastidiándome. Solo quiere que salga de la casa.
Toma menos de diez minutos llegar a Grounders y encuentro un espacio de
estacionamiento a la vuelta de la esquina, no demasiado lejos. Puedo escuchar la
música desde aquí y me pregunto si las ligas locales tuvieron algunos partidos de
béisbol esta noche y todos siguen celebrando.
Portándose mal. Sacudo mi cabeza, abriendo la puerta. La chica no sabe el
significado de la palabra. Es tan buena como el oro.
Respirando profundamente, abro la puerta y casi hago una mueca por el ruido.
Es difícil de creer que, esto exactamente fue lo mío alguna vez.
Addicted to Love resuena a través de terribles bocinas y las mesas redondas y
altas están repletas de clientes. El bar está lleno, ni un solo taburete vacío y miro
alrededor, viendo que las cabinas también están llenas. Algunas mujeres hacen cola
para ir al baño, la mesa de billar está rodeada por espectadores y el aire es humeante
y cargado. Ya puedo sentir los ojos sobre mí.
Asiento hacia Calista Mankin mientras sus ojos se iluminan y me saluda, y veo
a James Lowry por el rabillo mi ojo. Ambas personas probablemente solo las he visto
cinco veces desde la escuela preparatoria y ya me siento incómodo.
Mi mirada finalmente cae sobre Jordan mientras se para frente a la rocola, las
páginas dan vuelta frente a ella mientras escanea la lista de reproducción a través
del cristal. La multitud es densa, pero veo la parte de atrás de su cabeza. Reconocería
su cabello en cualquier parte.
Mis hombros se relajan un poco. Sabía que era solo una trama estúpida para
que viniera aquí. Está bien.
Me muevo entre la gente, intentado encontrar a Dutch y a los chicos, pero luego
veo a Jordan alejarse de la máquina de música y regresar a la barra, y ahí es cuando
la veo entre la multitud y veo lo que lleva puesto.
Mis ojos se encienden. Jordan, Jesús...
Sus jeans le quedan tan ajustados como siempre, las curvas de su trasero en
forma de corazón son perfectas, pero sus malditos pechos amenazan con salirse de
su... corsé. ¿Por qué demonios está usando lencería?
Es una blusa blanca, brillante y atada al frente en un corpiño en forma de
corazón con pequeños volantes de apariencia recatada a lo largo de los bordes. Mis
ojos caen a su escote, mi cabeza gira con imágenes de lo que se derramará cuando lo
desamarre esa noche.
El corsé ni siquiera llega a la parte superior de sus jeans, sino que se detiene
justo por encima de sus caderas, su cintura estrecha y su vientre atraen la atención
de cada hombre junto al que pasa. Los cordones se ven ajustados, dándole un
aspecto de reloj de arena que solo mendiga las manos de un hombre. Empuño las
mías.
La piel de sus hombros desnudos, su cabello cayendo por su espalda, el
balanceo de sus caderas mientras camina... Arranco mis ojos antes de ser atrapado.
Se abre paso hacia detrás de la barra de nuevo e ignoro algunas de las sonrisas
satisfechas de los hombres que están en la habitación mientras la siguen con la
mirada y trato de no preguntarme qué es lo que sus silenciosos susurros se dicen
entre sí.
Veo una mano agitándose en la esquina de mi visión y muevo mi mirada
rápidamente hacia Dutch sentado con los chicos en una butaca. Me acerco.
—¿Qué diablos lleva puesto? —refunfuño, deslizándome dentro de la butaca.
Dutch gira su cabeza hacia mí, con su bebida a escasos centímetros de sus
labios.
—Es el espectáculo de lencería —me dice—. Lo tienen todos los jueves por la
noche. Las cantineras y las camareras se ponen camisones o corsés y sirven bebidas
y comida. Es divertido.
No, en realidad no.
Pero miro a mi alrededor y veo a otras mujeres que llevan aperitivos y traen
bebidas, algunas de ellas con atuendos muy delgados. Al menos el corsé de Jordan
parece tan delgado como una armadura.
—Pero Jordan nunca lo ha hecho antes —continúa—. Eso es lo que me
sorprendió. Pensé que deberías saberlo.
—¿Por qué diablos querría saberlo? —Saco una cerveza del cubo de hielo sobre
la mesa.
—Sí, lo siento. —Se da vuelta, murmurando en su vaso—. Parece que no te
puede importar menos.
Lo miro de reojo, escuchando la risa en sus palabras.
Volviendo a poner la cerveza en el cubo, sin tocar, me levanto y me dirijo a la
barra. Oigo un bufido detrás de mí, pero no me importa. Ella es como mi
responsabilidad y no quiero que haga cosas como esta, porque piense que necesita
dinero.
Solo hay una cantinera además de Jordan. La dueña, Shel. Estoy seguro que no
me ha olvidado, así que me dirijo hacia el extremo opuesto y capto la atención de
Jordan mientras quita las tapas de una fila de seis botellas de cerveza.
—¿Qué diablos llevas puesto? —Me inclino, hablando tan bajo como puedo.
Mueve su cabeza hacia mí, encuentra mis ojos y rápidamente se aleja de nuevo
como si fuera la última persona con la que quiere lidiar en este momento.
Entrega las cervezas, recoge el efectivo y se gira, tocando la pantalla frente a
ella.
—Está bien —me asegura—. Solo es un corsé, Pike.
—Todos te están mirando.
Asiente, sonriendo sarcásticamente.
—Ese es el punto.
—Jordan. —Suspiro, intentando susurrar mientras me aprieto para rodear a un
anciano en la barra—. Este es un pueblo pequeño. ¿Qué pasa si tu padre entrara?
—No viene aquí —dice, cerrando el cajón de la caja registradora y mirándome
finalmente—. Y normalmente tú tampoco. —Un rubor cruza sus mejillas—. Además,
no soy estúpida. No tomaría parte en algo que creyera que me humillará.
Se da vuelta y entrega el cambio al cliente, pero él le hace señas para que se lo
quede. Sonríe y se da la vuelta, dejando caer los billetes en un recipiente ya
desbordado.
—¿Qué siquiera estás haciendo aquí? —dice, comenzando a mezclar otra
bebida—. Pensé que no vendrías a la despedida de soltero, porque... —deja la botella
y hace comillas en el aire mientras imita mi voz gruñona—, tiene que haber al menos
una persona sobria en el trabajo mañana.
Arqueo una ceja hacia ella. No sueno así.
Metiendo mi mano en mi bolsillo, saco el volante y lo empujo sobre la barra
hacia ella.
Se queda quieta y su rostro palidece.
—¿Dónde encontraste eso?
Lo agarra y lo tira en algún lugar debajo de ella. A un bote de basura,
probablemente.
Tomando una servilleta, la coloca frente a un cliente y le da la bebida fresca
que acaba de preparar.
—Si necesitas dinero —le digo mientras se gira para marcar un pedazo de
papel—. Te prestaré lo que sea que necesites, ¿de acuerdo?
Y se detiene, moviendo lentamente sus ojos hacia mí. Su mirada se agudiza,
enojada y parece como si quisiera gritarme, pero no lo hace. En cambio, se da la
vuelta rápidamente, camina hacia el otro lado de la barra y atraviesa la partición,
girándose solo lo suficientemente rápido para hacerme un gesto con el dedo para
seguirla antes de volverse a girar y dirigirse por el pasillo.
Mi estómago se hunde. Realmente no es mi intención molestarla tanto como lo
hago. ¿Qué dije ahora?
Moviéndome a través de la multitud, camino por el pasillo vacío, llegando
finalmente a la misma habitación en la que estaba llorando cuando la hice molestarse
la última vez.
Entrando por la puerta abierta, la veo de pie con las manos en las caderas y su
cabeza inclinada hacia mí.
—Preferiría comer en un contenedor de basura que tomar dinero de ti —dice
mordazmente.
Debería callarme. Pero Dios me ayude, no puedo.
—Odio decírtelo, pero ya lo haces —le digo—. Vives en una casa donde no
pagas alquiler, ni servicios públicos, señorita.
—¡Cocino y limpio para ti! —grita, pero dudo que alguien pueda escucharnos
aquí atrás y por encima de la música—. ¡Pago a mi manera, imbécil arrogante!
—Está bien, está bien —gruño, parpadeando larga y duramente—. Tienes
razón, ¿de acuerdo? Pero, Jordan, los hombres se harán ideas. Pensarán que tienen
un pase libre y pueden tocar lo que le pertenece a mi hijo. Lo estás avergonzando.
—¿Tu hijo? —se burla, riendo—. Bueno, no lo viste, en realidad. Ya me vio y
no le importa, Pike. Pensó que me veía bien y luego se fue con sus amigos. ¡No le
importa!
—¡Bueno, a mí me importa!
Las palabras salen de mi boca antes que pueda detenerlas y me congelo, casi
demasiado asustado para respirar.
Oh, mierda. ¿Que acababa de decir?
Su boca se abre un poco, pero se calla, probablemente conmocionada por mi
arrebato. Sus ojos permanecen fijos en los míos, sin pestañear, con una mezcla de
confusión y sorpresa escrita por todo su bonito rostro.
Pero en lugar de arrepentirme, mi temperamento vuelve a aumentar
rápidamente. ¿Cómo diablos puede no importarle?
¿Y por qué a mí sí?
Jesús, mierda.
Es una adulta, ¿cierto? Y si a su novio no le importa, entonces ¿quién soy yo o
cualquier otra persona para dar su opinión sobre sus decisiones? No me
corresponde.
No, no hay nada de malo con lo que hace su hermana para mantenerse a sí
misma o en cómo Jordan está vestida esta noche. Se ve jodidamente hermosa.
Simplemente no... quiero que su cuerpo sea para todos.
—Eres especial, Jordan. —Me acerco un paso más hacia ella—. Lo sabes,
¿cierto?
Sus ojos comienzan a brillar, su mirada vacila y mira hacia otro lado.
Dios, ¿sabe lo increíble que es?
Me permito observar su piel suave y resplandeciente y la curva de su cintura
frente a mí que es perfecta para aferrarse a ella. Un hombre debería verla vestida así
y debería ser un hombre que aprecie lo que tiene.
—No hagas cosas fuera de tu naturaleza por dinero —le digo—. Eres perfecta
como eres. No cambies.
No quiero que cambies.
—Es solo un corsé, Pike.
—Sí y luego será un concurso de camisetas mojadas y un trabajo en The Hook,
¿cierto? —contrarresto.
Pone los ojos en blanco y se da la vuelta, agarrando una caja de Bud Light y
dejándola en mis brazos. La agarro justo a tiempo. Luego se estira para tomar una
caja de Budweiser y toma la delantera para salir de la habitación, terminando con
nuestra conversación.
Pero la sigo, llevando la caja para ponerla sobre mi hombro.
—No vas a trabajar en The Hook —le digo.
—Y no eres mi papá.
Casi le lanzo una mirada de odio detrás de su espalda, pero eso sería inmaduro.
¿Por qué arruinar el excelente ejemplo de un adulto sensato y responsable que he
establecido desde que entró en mi casa?
Deja su caja sobre la barra y se da vuelta, tomando también la caja que tengo
yo.
Abro la boca para tratar de decir algo, cualquier cosa, para suavizar cualquier
daño que haya hecho de nuevo y aun así, intentar que se ponga algo de maldita
ropa.
Pero me interrumpe antes que pueda decir algo.
—Necesito otra caja de Bud Light —me ordena por encima del hombro.
Sacudo mi cabeza. Maldito sea su descaro.
Me doy la vuelta y vuelvo al almacén de licor, tomando otra caja de cerveza.
Después de dejarla en la barra, me dirijo a la mesa donde los chicos todavía están
congregados y saco la misma botella de Busch Light que tenía antes.
—¿Te quedas? —pregunta Dutch.
Me encojo de hombros, mirando a cualquier parte menos a la barra.
—Por un rato, supongo.
Me bebo la botella en un minuto y no es mi cerveza favorita, pero de repente
estoy demasiado avergonzado para ahora ir al bar y pedirle Corona. Debí haber
pedido una cuando estuve allí.
Sin embargo, una mesera se acerca y estoy a punto de llamar su atención, pero
noto que ya se dirige hacia mí con una bandeja de tragos. Es linda con su minifalda
negra y chaleco negro, pero no luce mucho más grande que Jordan.
Sonríe.
—Hola, chicos. —Y luego comienza a descargar su bandeja, acomodando una
ronda de tragos frente a nosotros. Tienen rosa o naranja en el fondo con algún tipo
de líquido amarillo en la parte superior.
—¿Qué es esto? —pregunta Jason Bryant, uno de mis chicos.
—Se llama Pastel Volteado de Piña —dice—. Va por cuenta de la casa. Jordan
dice que son los favoritos de Pike.
Una ronda de risas explota alrededor de la mesa ante el trago “elegante” que
ahora todo el mundo cree que bebo y lanzo a Jordan una mirada en la barra.
Sonríe, dándome su sonrisa más grande y orgullosa.
Y ahora ya no estamos enojados el uno con el otro.
Tomando el trago, lo bebo, el alcohol baja como un caramelo y aunque sabe
bien, no estoy seguro de cuál es el punto. No puede haber suficiente alcohol para
sentir algo.
Aunque estoy seguro que será un chiste muy exitoso si alguna otra vez decido
unirme a los chicos para tomar una copa.
Después de aproximadamente una hora y otra cerveza, la multitud se ha
reducido un poco y estoy bastante animado con la música de los 80s. Jordan parece
estar bien y no estoy seguro de por qué pensé que necesitaba protección.
Simplemente debería irme.
Pero justo entonces, aparece una Corona frente a mí y levanto la mirada para
ver a Jordan parada a mi lado.
—Hola —dice, su expresión es suave y gentil.
Estoy seguro que sería así todo el tiempo si simplemente dejara de joderlo todo.
—¿Estás bien, cariño? —le pregunta Dutch.
Ella lo mira y sonríe y luego vuelve a mirarme.
—En realidad, iba a llamarte —dice, bajando la voz—. No sé si te vas a quedar
hasta tarde, pero me preguntaba si había alguna forma de que pudieras llevarme a
casa esta noche. No salgo hasta las dos. ¿Es demasiado tarde?
Sus ojos se disculpan como si temiera ser un inconveniente, pero por supuesto,
le dije que me dijera si necesitaba que la llevaran a casa. Estoy feliz de hacerlo.
—No hay problema. Aquí estaré.
Pero Dutch empuja mi codo.
—Tenemos que estar en el sitio a las cinco de la mañana, solo recuerda.
—Está bien —digo secamente, apenas mirándolo.
Por supuesto, me encantaría dormir más de un par de horas, pero esta no es
una elección.
Jordan da un paso atrás.
—¿Estás seguro? —pregunta nuevamente—. Podría preguntarle a Shel. Está
un poco fuera de su camino, pero no quiero que pierdas horas de sueño.
—Está bien —le aseguro—. Aquí estaré.
—Bueno, ¿por qué no simplemente le das tus llaves? —dice Dutch—. Te dejaré
en casa y ella puede llevarse tu camioneta. De todos modos, me iré de aquí pronto.
Hijo de... ¿Cuál es su maldito problema?
Pero Jordan se apresura a intervenir, disculpándose.
—No, no, está bien. Puedo...
—Mierda, dije que estaba bien —digo bruscamente, callando a todos. Luego
miro a Dutch—. ¿Te podrías callar?
Se da vuelta, frunciendo los labios, porque quiere malditamente sonreír como
si supiera algo.
Todos se quedan quietos por un momento, sacudo la cabeza, sacando mis
llaves del bolsillo. No hay ninguna razón lógica para esperarla si Dutch me ofrece
un aventón ahora.
Le entrego las llaves.
—Aquí tienes. Funciona a la perfección.
—¿Estás...?
—Sí, estoy seguro —le digo—. Está bien.
Desliza las llaves en su bolsillo.
—Gracias.
—La camioneta está estacionada a la vuelta de la esquina.
Asiente y se dirige de regreso hacia la barra, mirándome una vez. Reviso mi
teléfono, viendo que es casi medianoche y si Dutch me va a dar un aventón preferiría
terminar con esto ahora.
Tomo un trago largo de la Corona, bebiéndome aproximadamente la mitad.
No escapó a mi atención el hecho que también recordara qué cerveza me gusta.
Sacando un poco de dinero, tiro unos cuantos billetes en la mesa por lo que sea que
haya bebido y le digo a Dutch:
—Vamos.
Se levanta de la mesa, su corte de cabello se desordena mientras bosteza. Nos
dirigimos hacia la puerta y paso frente a la barra, arrojando algunos billetes en la
parte superior frente a Jordan.
Me da una mirada conocedora.
—¿No hablamos sobre esto?
—Solo soy un cliente.
La mirada en sus ojos dice que no cree en mi razón para darle propina, pero el
humor en su mirada dice que lo dejará ir. Esta vez.
Salimos y cruzamos la calle en dirección a la Tahoe de Dutch y subimos.
—Realmente no querías esperar hasta las dos, ¿verdad? —pregunta mientras
nos abrochamos el cinturón de seguridad.
De hecho...
—No —le digo, decidiendo que no tengo la energía para hablar de eso—.
Gracias por el aventón.
Se aparta de la acera y me reclino un poco, moviendo el asiento hacia atrás para
obtener más espacio para las piernas. Su esposa usualmente está en este asiento.
Echo mi cabeza hacia atrás y la cubro con mi mano, cerrando los ojos.
Siento que el auto da una vuelta en U y acelera por la calle, dirigiéndose a casa.
Permanece en silencio durante unos minutos mientras encuentra una estación de
radio y el resplandor de las luces de la calle brilla a través de mis párpados cerrados.
Es un camino corto de regreso a casa, pero aun así, me hubiera gustado haber sido
quien la trajera. ¿Quién sabe si ese imbécil de su ex intenta volver en la próxima
hora? ¿Caminará hasta el auto con alguien?
Aunque no solo estoy preocupado por su seguridad. Tengo este impulso de
asegurarme que esté bien y que sea cuidada y aunque he intentado transformarlo en
un tipo de responsabilidad “paternal”, no lo es.
Nunca lo será.
Me gusta lo que siento cuando la veo y hablo con ella y pienso en ella. Incluso
cuando peleamos. Y debo admitirlo, me siento atraído por ella.
Lo odio, pero ya no puedo seguirlo ignorando y pretendiendo que no está allí.
Necesito lidiar con eso.
Sin embargo, no tiene que ser un gran problema. Pasamos por la vida
encontrándonos con personas que nos atraen todo el tiempo. Sucede y no puedes
evitarlo. No significa que intentaría algo. Simplemente me siento culpable porque
sucediera con ella.
Y el hecho que esté en mi casa lo hace más difícil.
Cole realmente tuvo mala suerte en cuanto a sus padres. ¡Qué jodido personaje
soy!
No puedo evitarlo, pero puedo asegurarme de no actuar en consecuencia.
Sin embargo, ella no lo hace fácil, metiéndose conmigo tan fácilmente como lo
hace. Sabe cómo presionar mis botones. Casi como si estuviera hecha para eso.
—Parece una buena chica. —Dutch rompe el silencio.
Abro los ojos, mis párpados están pesados por el largo día.
—Sí. —Suspiro—. Es tranquila. Limpia. Apenas sé que está en la casa.
—Eso es genial. —Puedo verlo mirándome de vez en cuando—. ¿Se llevan
bien?
—Sí, ¿por qué?
Lo siento encogerse de hombros.
—Parece nerviosa cerca de ti.
Me río. Podría decir lo mismo de mí si estuviera mirando con suficiente
atención.
—Bueno, puedo ser intimidante —bromeo.
—Sí, parecía que quería montar tu duro e intimidante polla allí mismo en el
bar.
Mis ojos se abren por completo y lo fulmino con la mirada.
—¿Estás intentando bromear conmigo? ¿Qué demonios?
—Oh, por favor —replica—. ¿Me estás diciendo que no la viste inquieta y
mordiéndose el labio simplemente por verte cuando te trajo tu cerveza favorita?
¿Lo hizo?
—Era como un cachorro con la lengua colgando fuera de su boca —agrega.
¿Lo era?
Aclaro mi cabeza y miro por la ventana, el desconcierto está grabado en mi
rostro.
Lo que sea.
—No hables así de ella —le digo—. Es la novia de mi hijo, hombre. Vamos.
Montando mi... sacudo la cabeza. Increíble.
—Entonces, ¿está fuera de los límites para ti?
—¡Sí!
—Entonces, ¿por qué la miraste como si te encantara lo que llevaba puesto y
quisieras verlo en el suelo de tu dormitorio esta noche?
—No estaba mirándola así —digo a través de mis dientes apretados
Pero solo se ríe entre dientes.
Idiota.
—Oye, no estoy faltándole al res...
—Cállate —digo.
Maldición. No está bien. Ya es bastante malo que la mire como si fuera una
mujer real y no la chica de mi hijo, pero estaría condenado si alguien se entera de
ello.
—Todo lo que digo es que es exactamente tu tipo —me dice, regulando su
voz—. ¿Lo notaste? Siempre fuiste por chicas como ella en la escuela secundaria.
Antes de Lindsay, el Desastre, de todos modos.
—Solo cállate.
Pero no lo hace.
—No digo que debas hacer algo. Y es por eso que intervine y no dejé que la
trajeras a casa.
Su tono se vuelve serio.
—Bromas aparte, Pike —continúa—, es exactamente tu tipo. No deberías estar
a solas con ella.
Sí.
Lo sé.
Solo espero que sea la única persona que lo haya notado.
—Gracias por la intervención —le digo—, pero incluso si me sintiera atraído
por ella, soy capaz de controlarme.
—No te estás viendo desde mi perspectiva. —Mira por el parabrisas delantero,
con seriedad—. Se miran el uno al otro como...
—¿Cómo?
Traga saliva, un ceño inusualmente fruncido en su frente.
—Como si tuvieran su propio idioma.
Entro en el camino de entrada, balanceando mi cuerpo de lado a lado mientras
los faros caen sobre el garaje cerrado al frente. Apretando el embrague, presiono el
freno, me estaciono y apago el motor.
El bar se vació temprano, Shel y un par de chicas más se quedaron para cerrar,
así que esta noche salí antes de las dos. Pike se fue hace solo una hora, pero
indudablemente ya está en la cama. No es un ave nocturna.
Echo un vistazo, viendo el Challenge de Cole estacionado en el lugar de al lado.
Está en casa.
Frunzo el ceño, la aprensión me golpea repentinamente.
La distancia entre nosotros se está ampliando y siento como si estos días
estuviera a kilómetros de distancia. La necesidad que parecía tener por mí hacía
unas semanas ahora es casi inexistente y me pregunto por qué sigo aquí.
Pero tengo una idea.
La culpa se abre paso en mis entrañas cuando recuerdo lo que sucedió en la
ducha el otro día y cómo mi cerebro tomó un giro completamente diferente al que
yo quería. O no sabía que quería.
Solo fue el estrés. El momento se me escapó y Pike fue el punto focal. Ha estado
siendo agradable y preocupándose y he estado deseosa de un poco de atención y la
centré en él. Eso es todo.
Aunque llegados a este punto, casi no tengo razones para permanecer aquí,
pero todavía lo hago, incluso con mis problemas y los de Cole, odio la idea de irme.
Esta casa se ha vuelto algo familiar y cálido. Un hogar. Y aunque ciertamente
algunas veces Pike puede ser un idiota invasivo, me gusta. Se preocupa. No expresa
sus preocupaciones con mucha elocuencia, por supuesto, pero sé que sus intenciones
están en el lugar correcto. Es agradable tener a alguien que se preocupe por mí y lo
que hago.
Y odio admitirlo, pero me gusta la forma en que me hace sentir. La forma en
que sus ojos me miran como si fuera lo único en el mundo.
Saliendo de la camioneta, tomo mi bolso con el corsé en ella. Me cambié a una
camiseta antes de dejar el bar y aunque me sentí bastante expuesta durante toda la
noche con unos cuantos pares de ojos más sobre mí de lo que estaba acostumbrada,
sonrío para mí, pensando en el montón de propinas en mi bolsillo ahora mismo. No
es de cerca lo que Cam consigue o lo que podría conseguir trabajando en la barra en
The Hook, pero es más de lo que normalmente consigo en una semana, así que...
Y no puedo mentir. En parte me gustó la atención. Supe el momento en que
sus ojos estuvieron sobre mí esta noche cuando entró y yo estaba junto a la rocola.
También pude verlo por el rabillo mi ojo cuando caminé hacia la barra y conozco esa
mirada. Posesiva.
Bloqueo la puerta de la camioneta, el corazón me late con fuerza de nuevo
mientras me dirijo hacia la casa.
Necesito hablar con Cole. Necesito mirarlo a los ojos y tomar su mano en la
mía, bajar la mirada a nuestras pequeñas cicatrices a juego y ver si todavía siento
que esto va a alguna parte. Hace unos meses, siempre tenía su brazo a mi alrededor.
Ahora, no puedo recordar la última vez que me tocó.
Entrando a la casa, cierro la puerta, dejo caer mi bolso y me quito los zapatos.
Curvo los dedos de los pies, el dolor en mis pies se eleva hasta mis pantorrillas.
La sala de estar está a oscuras y camino hasta la oscura escalera y me detengo,
escuchando. Ningún ruido proviene de la parte de arriba, así que Pike y Cole
probablemente estén dormidos. Intentando ser lo más silenciosa posible, camino de
puntillas hasta la cocina y tomo un vaso de la alacena, colocándolo bajo el
dispensador de agua del refrigerador.
Pero cuando levanto la mirada, veo a Cole en el patio trasero y me quedo
inmóvil.
Aparto la mano del dispensador, el vaso volcándose y el agua en él salpicando
todo el suelo de madera. El calor sube por mi cuello, mis pulmones se quedan sin
aire y no puedo apartar la mirada. Todo me golpea a la vez y siento como si estuviera
fuera de mí, observándome mirándolo.
Cole.
Trago dos veces, apenas capaz de humedecer mi garganta. Elena Barros está
en la piscina con él, sus codos apoyados detrás de ella sobre el borde, mientras él se
inclina sobre ella, su frente apoyada sobre la de ella como hace conmigo. El cuerpo
desnudo de ella brilla con el agua y se mueve en una ola, igualando el ritmo de él
mientras la toma del trasero y la folla, sus pechos rozan el pecho de él una y otra
vez.
Ausentemente, doy un paso, acercándome al fregadero y continúo intentando
procesar lo que estoy viendo. Cole nunca me haría esto. No es mi ex. No es como
mis padres.
Mi pecho se desploma, demasiado pesado para tomar más aire. Las náuseas
ruedan por mi estómago y la bilis sube por mi garganta.
Él le sujeta el rostro y la besa, su cuerpo se mueve constante y fuerte y se
sostienen la mirada mientras él entra en ella una y otra vez. No puedo escuchar sus
gemidos, pero sé que lo está disfrutando.
Lágrimas llenan mis ojos, tenso mi mano alrededor del vaso y aprieto mis
dientes. Estoy más enojada conmigo que con él. Debí haber sido la que terminara
con esto cuando nos desalojaron de nuestro apartamento. Sabía que solo me quería
porque no quería estar solo. Pude sentirlo entonces.
Pero ahora aquí estamos y él ha tenido la última palabra, ¿cierto?
Mi barbilla tiembla y las lágrimas se derraman. Mi mamá, Jay, Cole... siempre
soy la persona más jodidamente patética que conozco. Sigo deseando que la gente
más terrible me quiera. ¿Por qué?
—Hola —dice alguien, pero la voz suena distante—. En casa temprano, ¿eh?
Me alegro de que no lleves puesto el corsé. ¿Lo quemaste por mí?
El refrigerador se abre y la luz se derrama mientras alguien busca y saca algo,
pero sigo mirando por la ventana, algo frío y pegajosos cubre mi estómago
lentamente como el sirope.
Puedo cambiar en el momento en que decida.
—¿Jordan? —Escucho decir a Pike—. ¿Estás bien?
Finalmente soy consciente de que él está de pie junto a mí. La puerta del
refrigerador se cierra y me giro para mirarlo, las lágrimas todavía están húmedas en
mis mejillas.
Sus ojos avellana, parecen ambarinos ahora mismo, se entrecierran
inmediatamente, preocupados. Pero luego su mirada se mueve hacia la ventana y
todo el color desaparece de su rostro.
—Oh, Jesús —masculla y sujeta mi brazo, apartándome de un tirón.
Pierdo la compostura y comienzo a jadear, tomando pesadas respiraciones
superficiales mientras él me rodea y sale abruptamente por la puerta trasera. Me
limpio las lágrimas del rostro, porque estoy molesta y herida, pero sobre todo
enojada. Y tampoco completamente con Cole. Me hice esto a mí misma. Siempre me
hago esto a mí misma.
—¿Qué demonios estás haciendo? —escucho gritar a Pike.
Escucho un chapuzón de agua, voces sorprendidas y un jadeo.
—¡Mierda! —exclama Cole—. Pensé que estabas dormido.
—¡Nadie está jodidamente dormido!
—¿Qué? —cuestiona Cole.
Nadie. Creo que acaba de darse cuenta de que también yo estoy en casa.
Secándome los ojos, cruzo la cocina y dejo que mis piernas tomen el control.
Atravesando la puerta trasera, bajo los escalones de madera y veo a Elena
escondiendo su cuerpo desnudo detrás de Cole, quien todavía está hundido hasta la
cintura en la piscina.
—¿Cuál es tu problema? —Pike se adelanta, tomando las toallas y
lanzándoselas a su hijo.
Las atrapa y Elena toma una, cubriéndose rápidamente mientras la mitad de la
toalla toca el agua alrededor de ella. Me lanza miradas asustadas.
—Pensé que estaría en el trabajo hasta las dos —le dice Cole, sonando culpable
y hablando con su padre como si yo no estuviera ahí. Su cabeza está agachada y no
está mirando a nadie.
—¿Así que hacerlo a espaldas de ella está bien?
—No, yo solo...
—Puedo encargarme de esto —los interrumpo, adelantándome.
Me sorprendo a mí misma por lo tranquilo que es mi tono y porque no estoy
llorando. No me importa llorar frente a Cole, pero no voy a descontrolarme frente a
ella.
Pike me mira, dudando varios segundos. Finalmente, se gira y escucho la
puerta mosquitera cerrarse.
En cuanto se ha ido, Elena sale rápidamente de la piscina, apretando la toalla
a su alrededor mientras toma su ropa de la tumbona.
—Voy a irme —indica, con una mirada arrepentida en su rostro mientras
mueve su mirada entre Cole y yo—. Realmente lo siento, Jordan.
Agacha la cabeza y pasa rápidamente junto a mí, hacia la casa y probablemente
directo al baño donde puede cambiarse.
Vuelvo mis ojos hacia Cole. Su cabello rubio está echado hacia atrás y me mira
con la misma expresión que tenía justo antes de decirme que Nick no lo logró.
Desearía estar más enfadada con él.
Mayormente, solo estoy decepcionada.
—¿Ha estado sucediendo durante un tiempo? —pregunto.
Baja sus ojos y asiente con solemnidad.
—Desde tu fiesta de cumpleaños.
¿Quieres decir a la que no fui?
Respira profundamente y cuadra los hombros, saliendo de la piscina y
envolviendo una toalla alrededor de su cintura.
—Te he conocido durante un largo tiempo —dice—, y ambos nos
necesitábamos mucho el uno del otro cuando esto comenzó, pero tú ibas a seguir
adelante. Lo sabes.
—¿Entonces por qué vine aquí? —le pregunto—. ¿Por qué mantenerme cerca?
Podría hacerme las mismas preguntas. Ambos éramos débiles, aferrándonos a
lo único bueno que teníamos. E ignoramos cómo al estar juntos lo estábamos
arruinando.
Lo quiero. Era mi amigo. ¿Cómo pudo humillarme de esta manera?
—No se suponía que fueras como él —le digo, mis ojos se llenan de lágrimas
de nuevo.
Levanta la mirada, sabiendo exactamente de quién estoy hablando. Jay era un
pedazo de mierda. Cole no. Cole sabía por lo que pasé. ¿Estaba intentando hacerme
daño?
—Fuiste mi amigo primero —continúo. Se supone que un amigo sea bueno
contigo.
Pero no dice nada. No hay nada que decir. No es culpa suya que terminara.
Solo es su culpa terminarlo de una forma tan mala.
—¿También en nuestra cama? —pregunto—. ¿En las noches que estaba
trabajando?
Su silencio me dice que tengo razón y una ola de furia se apodera
repentinamente de mí. ¿Pike sabía que Cole la traía aquí? ¿O tal vez a otras chicas?
Pero no... me detengo, los nudos en mi estómago se deshacen un poco. Parecía
tan sorprendido como yo en este momento.
Asiento, también dándome cuenta de que Cole tampoco se encontraba con
Elena a solas. Se veía con ella en las fiestas, sin duda.
—Y todos tus amigos lo sabían —digo, la traición volviéndose perfectamente
clara.
Ahora estoy por mi cuenta. Aparte de Cam y las chicas en el bar, he perdido a
mi último amigo.
Se acerca, deteniéndose frente a mí.
—Voy a quedarme con Elena por un tiempo —dice—. Quédate aquí hasta que
puedas...
—Vete a la mierda. —Levanto mis ojos, diciéndolo con la misma indiferencia
como “de nada”.
Volviendo a la casa, no me detengo para comprobar si Elena se ha ido o si está
esperando fuera junto al auto de Cole. Tomo mi bolsa y me dirijo al dormitorio,
sacando mi teléfono y deslizándome hasta el suelo contra la puerta cerrada.
Llamo, responden al cuarto tono y limpio una lágrima silenciosa mientras
endurezco mi voz:
—Hola, papá.
Al día siguiente observo la habitación de Cole y mía, sus cosas abandonadas
donde las dejó y todo lo mío finalmente empacado y en el auto.
Supongo que estoy contenta de no haber traído mucho. La mayoría de mi ropa
cabe en las dos maletas que tengo, una pertenece a Cam que traje cuando pensé que
iba a irme hacía un par de semanas.
Pero luego Pike Lawson me construyó un jardín y eso simplemente demuestra
que ningún hombre tiene que esforzarse mucho para hacerme que vuelva corriendo.
Me río de mí entre dientes. Aunque echaré de menos el jardín.
Llevo la última caja por la sala de estar y salgo por la puerta principal, viendo
la camioneta de Pike llegando del trabajo.
Mi corazón comienza a latir con más fuerza. Maldición. Desearía haber podido
salir de aquí antes que llegara a casa. Todavía ni siquiera son las cinco. También salí
antes de mi turno de la comida, así también podría empacar todo y salir de aquí a
tiempo. ¿Qué está haciendo llegando a casa?
—¿Qué estás haciendo? —Me sigue alrededor de la camioneta.
Meto la caja en el asiento trasero, sobre otra y el auto es justo lo suficientemente
grande para contener todo lo que traje. Todo cabe en dos maletas y tres cajas. El resto
está almacenado. Y parece que tampoco voy a ir por ello pronto. La “casa” de mi
padre no tiene más sitio para una mesa de dibujo que mi habitación aquí.
—Gracias por todo —le digo, sabiendo que sabe exactamente lo que estoy
haciendo—. Has sido realmente increíble.
—¿Te vas? —Parece confundido.
Cierro la puerta del auto y me giro hacia él, mi estómago da un vuelco mientras
trago el nudo en mi garganta.
—Con Cole fuera y nosotros separados, no es correcto que me quede —digo—
. Nunca has tenido la obligación de ayudarme, pero lo hiciste y no puedo
agradecértelo lo suficiente. Realmente aprecio todo. —Y luego no puedo evitar
forzar una pequeña sonrisa por el bien de ambos—. Especialmente mis cintas de
casete.
Miro hacia sus ojos preocupados, el verde en los iris parecen oscurecerse y un
dolor golpea mi pecho. Me giro, fingiendo asegurarme de que la puerta está cerrada
para darme un segundo para recomponerme.
—Mi papá me va a dejar quedarme en casa por un tiempo. —Me giro y le
digo—: Estaré bien.
—Pero...
—Oh, olvidé mi bolso. —Paso los dedos por la parte superior de mi cabello y
entro rápidamente en la casa, no dejando que termine mientras me alejo.
No quiero discutir con él y tengo miedo de que si dice algo más, comenzaré a
llorar.
No quiero irme, pero sé que ya no tengo derecho a seguir aquí y tal vez irá al
bar de vez en cuando para visitarme, ¿cierto? Tal vez lo veré más ahora que lo
conozco y lo reconoceré.
Por supuesto, también estoy molesta por lo de Cole. He hablado con él
prácticamente todos los días durante los tres últimos años.
Pero quiero estar lejos de él. Realmente no me gusta dejar a Pike.
¿Quién lo va a hacer conversar con la gente y ahora quién va a ponerle extracto
de vainilla y canela que no sabe que le gusta en su café?
Pestañeo para alejar el dolor en mis ojos, reprendiéndome. Estará bien.
Sobrevivió treinta y ocho años sin mí, ¿cierto?
Tomando mi bolso del sofá, lo abro, haciendo un inventario visual: Tarjetas,
llaves, cartera, teléfono... Y lo cierro haciendo una comprobación mental y
asegurándome que tomé el cargador de mi teléfono, mi rasuradora y mi champú del
baño y cualquier otra ropa que quedara en la lavadora y secadora.
Mierda. Olvidé reemplazar su esponja, ¿cierto? Oh, bueno...
Finalmente respiro profundamente, dándome cuenta que lo tengo todo,
supongo.
Volviendo afuera, fijo una media sonrisa en mi rostro y enderezo la espalda. A
la izquierda, Kyle Cramer entra en su casa con un par de niños que asumo son suyos,
pero no hago contacto visual. No quiero que los vecinos husmeen.
—Jordan… —comienza Pike.
Pero lo interrumpo.
—De nuevo, muchas gracias. Por todo.
Me dirijo al asiento del conductor y abro la puerta, mi estómago hundiéndose
con cientos de pequeñas bolas, cada una volviéndose más y más apretada.
—Jordan —llama de nuevo—. El auto no está listo para irse. Se apagará cada
vez que te detengas.
Le lanzo una sonrisa temblorosa.
—Lidiaré con ello. De verdad, ya estoy curada de espantos. No creo que me
moleste mucho más. Estaré bien.
Sacando mis llaves, me subo.
—Gracias por todo el trabajo que ya hiciste en él. Definitivamente no tenías
que hacer nada de eso.
—Espera —dice rápidamente, pareciendo apresurado.
Me detengo, incapaz de mirarlo, pero lo siento dar un paso adelante. Vacila
como si estuviera buscando las palabras.
Levanto la mirada.
—Solo... —Sacude su cabeza, viéndose exasperado—. Mueve las cosas a la
parte trasera de mi camioneta. Te llevaré.
Abro la boca para discutir, pero me interrumpe.
—Necesito terminar el VW —dice—. Tiene que quedarse aquí un par de días
más. Y no protestes por ello. ¿De repente puedes permitirte un mecánico?
Meadow Lakes. Quiero reír. No hay praderas, ni lagos y ciertamente no hay un
lago en una pradera. Es un estacionamiento de tráileres viejos de sesenta años de
antigüedad, lleno de basureros apoyados en bloques de hormigón.
¿De verdad creció aquí?
Estoy empezando a pensar que Cole no estaba tan mal, después de todo. Miro
a mi alrededor, asimilando los viejos tráileres plateados Airstream mezclados con
algunas casas rodantes de los años 80s, con persianas rotas apenas visibles detrás de
ventanas sucias y fachadas verdes con moho carcomidas por las termitas y sus
aislamientos térmicos expuestos. Todo este maldito lugar es un riesgo de incendio
esperando a suceder. No la quiero aquí. No tiene que quedarse en mi casa, pero
simplemente... no aquí.
Jordan está sentada en el asiento junto a mí, pasa lentamente sus manos una
sobre la otra, mirando fijamente hacia abajo de forma inexpresiva, perdida en sus
pensamientos. No puedo sacudirme la sensación de que está intentado postergar
tener que mirar por la ventana tanto como sea posible.
Todavía no está oscuro, pero el sol se ha puesto y una par de niños salen
corriendo de entre dos casas rodantes, persiguiendo un balón. Bajo la velocidad en
caso que corran hacia la calle.
—Justo ahí —dice Jordan.
Echo un vistazo, viéndola señalar hacia mi izquierda y sigo su mirada hacia un
tráiler con un revestimiento verde lima asqueroso y aprieto los dientes.
Una unidad de aire acondicionado sobresale por la ventana de enfrente, una
cerca de madera desvencijada y vieja rodea la base, hay partes caídas y rotas sobre
el césped o simplemente hay secciones faltantes y el porche está lleno de porquerías
al azar, ropa y un par de bolsas llenas de basura. Tres jóvenes están de pie en el
porche, fumando y hablando.
—¿Aquí? —Me volteo y le pregunto.
Pero solo se desabrocha el cinturón de seguridad, preparándose para bajarse.
—¿Quiénes son esos tipos? —digo.
Levanta la mirada solo por un momento antes de apartar sus ojos de nuevo,
tomando su bolso.
—Probablemente sean mi hermanastro y un par de sus amigos.
Me detengo frente al tráiler, dado que la pequeña entrada para auto está
ocupada y apago el motor.
—¿Tienes un hermanastro? —No lo ha mencionado.
Solo se encoge de hombros.
—En el sentido técnico —dice, esbozando una sonrisa—. No hablo mucho con
él.
—Pero vive aquí —digo intentado conseguir algo de claridad.
Asiente y antes que pueda decir algo más, se baja de la camioneta, llevando su
bolso con ella.
Bueno, ¿cuántas habitaciones puede tener este lugar, si hay otro chico viviendo
aquí? ¿Siquiera tiene una cama?
Saca una maleta de la parte trasera, pasa su bolso por encima de su cabeza, y
guía el camino. Tomo una caja y la sigo, apretando mis dientes para mantener mi
jodida boca bajo control. No sé si estoy furioso o preocupado o qué, y no sé si tengo
derecho de sentir esas cosas o si cualquier preocupación está justificada.
Probablemente estará bien. Esta es su familia. Yo solo...
Siento como si fuera a explotar en cualquier segundo.
Subimos los pocos escalones hacia la puerta principal y Jordan apenas si mira
a su hermanastro y sus amigos mientras abre la puerta.
—Ryan, este es el papá de Cole —murmura—. Pike, este es mi hermanastro,
Ryan.
Me giro hacia el chico y se endereza, tendiéndome su mano.
—Qué tal, hombre.
Muevo la caja en mis brazos y logro estrechar su mano.
—Hola.
Es bajo y fornido para ser un chico, de la estatura de Jordan, pero intenta
compensarlo con un tatuaje en el cuello y una chaqueta de cuero negra.
En verano.
—Así qué, ¿ahora estás en casa? —le dice, tomando un trago de su cerveza.
—Sí.
Uno de los amigos de Ryan le da un codazo.
—¿Ella es la que es desnudista?
Aprieto mis dedos alrededor de la caja.
Resopla, casi escupiendo su cerveza.
—No, hombre. Esa es la otra. —Pero entonces sus ojos van hacia Jordan,
moviéndose de arriba abajo con una sonrisita—. Aunque, esta también puede bailar
un poco.
Todos se ríen y siento un bulto subiendo por mi garganta como un gruñido.
Tranquilizándome, me volteo y abro la puerta para Jordan, obligándola a entrar.
Debo ser más indulgente. No es como si yo no fuera el ocasional idiota de
tiempo en tiempo mientras crecía.
¿Cómo demonios sabe cómo baila?
Me doy una sacudida mental y respiro profundamente. Deja su mierda y ve a
casa. No es mi problema. Esta es su decisión. Y si yo fuera ella, habría hecho lo mismo.
Estoy realmente orgulloso de mí. No es ajena a mis exabruptos o mis demandas
prepotentes y me estoy manteniendo asombrosamente callado, dado el hecho que
odio este vecindario y toda esta situación está desgastando mis engranajes. Puedo
aguantarlo durante cinco minutos más, ¿cierto?
Y si lo hago, quizás entonces me premiaré con Dairy Queen de camino casa por
mantener mi boca cerrada por una vez.
Su padre, Chip, está desmayado en un sillón reclinable a la izquierda, la
televisión reproduciendo alguna serie en un volumen bajo, mientras un par de
mujeres están sentadas en la mesa de la cocina a la derecha. Están fumando
cigarrillos con latas de cerveza frente a ellas. El equipo de sonido de un auto resuena
a la distancia y unos pocos petardos de pólvora explotan afuera a nuestro alrededor.
—¿Necesitan ayuda? —pregunta una señora de cabello oscuro desde la mesa.
Levanta su cerveza, tomando un trago y dándome apenas algo de atención.
Jordan sacude su cabeza y se desvía hacia la cocina, alrededor de las señoras
en la mesa. No nos presenta y ciertamente no me importa si esta señora no lo hace.
Su hija o su hijastra, viene a casa con un hombre que nunca has visto ¿y eso no hace
que le hagas al menos una pregunta?
Asumo que es su madrastra, de cualquier forma, ya que tiene los mismos ojos
pequeños y cafés del chico de afuera.
Inhalo el olor a desinfectante mezclado con un toque de burritos y tierra
húmeda, como si algo se hubiera mojado por la lluvia o estuviera pudriéndose en
algún lugar. Avanzamos por el pasillo con nuestras pisadas creando un ruido sordo
mientras entramos a la primera puerta de la izquierda.
—Puede haber algo de ropa sucia para lavar que arrojáramos allí—dice la
mujer de la mesa—. Recógelo y llévalo a la lavadora, ¿quieres?
Tomo otra respiración profunda. Estará bien.
Abre la puerta de la habitación y miro el interior de su vieja habitación. Mi
mandíbula se tensa.
—¿Dónde está mi cama? —grita Jordan, suspirando.
Pero nadie le responde.
La habitación está repleta de jodida basura. Tiene un tocador al que le faltan
cajones, una toalla de playa colgando de su ventana y telarañas en la esquina del
techo. Puedo oler la pila de ropa sucia que ahora habita su cuarto y entrecierro mis
ojos hacia el agujero en la pared.
No.
Jordan baja su maleta y se voltea hacia mí, tomando la caja.
—No te preocupes —dice, sonriendo a la que sea la mirada que tengo en el
rostro—. Estaré bien. Me conoces. Tendré este lugar como nuevo para mañana.
Pero no le daré la caja, manteniéndola segura en mis brazos.
Arranco mis ojos lejos de la trampa para ratones situada al lado del conducto
de calefacción sin rejilla para mantener los roedores fuera y bajo mi mirada dura
hacia ella.
—Demonios, no —gruño—. He terminado esta conversación. Nos vamos
ahora.
Sosteniendo la caja en la curva de un brazo, me agacho y tomo su maleta con
la otra mano e inmediatamente me volteo, saliendo rápidamente de la casa.
—¿Disculpa? —Sale apresurada detrás de mí, atónita.
Pero ya me estoy marchando. Ignoro a las mujeres en la cocina y ni siquiera
volteo para ver si su padre se ha despertado antes de atravesar la puerta del frente
y pasar junto a los chicos que siguen holgazaneando en el porche.
—¡Pike! —grita detrás de mí.
La ignoro. Sé que me seguirá. Tengo todas sus cosas.
Dejando la caja y la maleta en la parte trasera de la camioneta, saco mis llaves
y subo al asiento del conductor. Camina alrededor de la parte frontal de la camioneta
y abre la puerta del lado del pasajero.
Me fulmina con la mirada.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—No te vas a quedar aquí. —Enciendo el motor.
—¿Cuál es tu maldito problema? —dice con fuerza.
Miro a través de mi ventana, viendo a los chicos en el porche mirándonos
curiosos.
—¿Tu hermanastro ha intentado algo contigo? —le pregunto.
—Nada que no pueda manejar.
—¿Y sus amigos?
Toma una respiración y sé que intenta mantener la calma. Está impaciente por
mis preocupaciones.
—Estaré bien —afirma—. No soy tu hija. Mi papá está aquí.
—Tu papá no es... —digo abruptamente, pero me detengo.
Insultarla no nos llevará a ningún lado.
Presiono mi espalda contra el asiento y golpeo mi puño contra el volante.
Su padre no es un hombre malo. Por lo que sé sobre él de todas formas. Incluso
hemos hablado un par de veces en el pasado.
Pero es débil.
Es un borracho y un perdedor. Es el tipo de persona que hace lo mínimo en la
vida y aporta migajas, porque es demasiado perezoso para luchar por algo mejor.
No puede estar allí para ella.
—Esto es estúpido —digo—. No vas a cambiar un hogar perfectamente bueno,
en un vecindario agradable y seguro, por esto. Trágate tu orgullo, Jordan.
—¡No pertenezco a tu casa! —Furia quema sus ojos—. Y esto es de donde
vengo, gracias. Cole va a regresar, eventualmente y es tu hijo. ¿Cómo crees que va a
funcionar con los dos allí? No tengo derecho.
—Lidiaremos con eso.
—No —responde—. Este no es asunto tuyo. Esta es mi casa.
—¡Esta no es una casa! Tú no...
Abro mi boca para terminar, pero mi corazón está latiendo tan fuerte y estoy
asustado por lo que iba a decir.
Mi respiración es superficial y rápida, dirijo mis ojos hacia adelante de nuevo
y lejos de ella. Bajo mi voz.
—No tienes a nadie que se preocupe por ti en este agujero de mierda.
—¿Y lo tengo en tu casa?
Muevo mis ojos hacia ella, la respuesta a esa pregunta viene tan fácilmente y
es tan pesada en la punta de mi lengua que quiero decirle.
Pero no lo hago.
Y se queda mirándome fijamente, mi respuesta no dicha colgando entre
nosotros. Titubea, la comprensión suavizando sus ojos.
—Solo entra a la camioneta —le digo con los dientes apretados—, y vayamos
a casa.
—Pero...
—¡Ahora, Jordan! —Golpeo el volante con la palma de mi mano.
Toma una respiración con sus ojos encendidos. No sé si la asusté o si está
preocupada por hacer una escena, pero se sube rápidamente a la camioneta y cierra
la puerta de golpe. Está tensa y enojada y probablemente piensa que lidiará conmigo
más tarde, lejos de las miradas indiscretas de los demás, pero no me importa. Ya la
tengo y vamos a salir de aquí.
Muevo la camioneta y me pongo en marcha, girando y luego retrocediendo
para dar una vuelta en U. Finalmente de frente hacia el camino por donde llegamos,
presiono el acelerador y nos saco de allí, conduciendo de regreso por el sendero y
entrando a la calle que nos llevará de regreso al pueblo.
No tengo idea de lo que su hermanastro o hermanastra probablemente estaban
pensando y realmente no me importa en absoluto. Que piensen lo que quieran
durante los próximos cinco minutos, porque es exactamente ese tiempo lo que les
tomará olvidar que existe de nuevo.
No hay duda de por qué se mudó de aquí en primer lugar. No creo que fuera
abusada o cualquier otra cosa así, nunca escuché hablar alguna cosa así sobre su
padre, pero definitivamente fue desatendida y descuidada. Se merece algo mejor.
Los árboles se ciernen a ambos lados de la oscura autopista y bajo mi ventana
por algo del muy necesitado aire.
No dice nada, solo se queda ahí sentada, inmóvil y podría patearme, porque
debí haber hablado con ella en la casa en lugar de pasar por todo esto. Sabía cómo
iba a terminar esto. No había forma de que se quedara en Meadow Lakes. Realmente
no la estaba ayudando a mudarse en serio esta noche. Estaba encontrando mi coraje.
Pero ¿y si quería mudarse con su hermana? ¿O quedarse con una amiga? Aun
así habría peleado con ella. Sé que lo habría hecho.
No es que no pueda cuidar de sí misma. Sé muy bien que puede hacerlo.
Simplemente, no quiero que tenga que hacerlo. En algún momento del camino
me comprometí a ello.
Nadie más en su vida puede darle lo que merece y hasta que pueda mantenerse
por su cuenta, tomaré esa responsabilidad. A la mierda todo. Se merece lo mejor. Va
a obtener lo mejor.
Miro fijamente hacia adelante y apoyo mi codo en la puerta, pasando mi mano
por mi cabello. Aunque no es mi decisión. ¿Cierto? Presionarla no me hace mejor que
nadie más en su vida.
Y no quiero ser otro más que la reprima. También terminará resintiéndose
conmigo. Si hay una cosa que he aprendido sobre relaciones, cualquier tipo de
relación, es que nadie debe llevar los pantalones. Hay que saber cuándo entrar con
fuerza y cuándo retroceder. Ambas partes.
Dar y recibir. Compartir el poder.
Freno y me giro lentamente hacia el lado derecho del camino, deteniéndome
cuando un auto pasa rápidamente junto a mí.
Sus ojos se mueven, pero todavía no me mira.
Dios, lo que debe estar pensando.
—Lo siento —digo, mi tono ahora es más tranquilo y más suave—. No era mi
intención ordenarte de esa manera. —Dejo caer mis manos del volante e intento bajar
el ritmo de mi corazón un poco—.Cole se está quedando con… —mi voz se va
apagando, sabiendo que sabe con quién se está quedando—. Por el momento —
termino—. Tendrás espacio y puedes ocupar la otra habitación de invitados. Es tu
propio espacio. Te gusta mi casa, ¿verdad?
Respira, buscando las palabras.
—Sí, pero...
—Me gusta tener ayuda en la casa —explico—. Y es bueno venir a casa y no
tener que hacer la cena cada noche. Mantengamos el mismo acuerdo.
Hace una pausa y el miedo aumenta gradualmente. Tal vez la leí mal, después
de todo. Tal vez solo está intentando buscar la manera de zafarse de mí. Tal vez
realmente no quiere quedarse en mi casa.
—¿Estarás contenta? ¿En mi casa? ¿Honestamente? —pregunto—. ¿Más feliz
que regresar allá?
El silencio se estrecha entre nosotros y estoy empezando a sentirme estúpido.
Como si hubiera malinterpretado todo y no estaba poniéndose cómoda bajo mi
techo.
Pero todas la veces que tuve vistazos de ella esta semana: encendiendo sus
velas, trabajando en el jardín, nadando en la mañana o cocinando en la cocina y
agitando su cabeza de arriba abajo por una de esas horrorosas bandas que escuchó
esta semana, parecía como si estuviera en casa, ¿sabes? Estaba sonriendo mucho, nos
pusimos lo suficientemente cómodos como para bromear e incluso se portó de forma
traviesa conmigo, añadiendo esas estúpidas coles y aguacates al sándwich de pavo
de mi almuerzo del otro día.
Sonrío un poco, pensando en eso.
No quiero que tenga algo peor porque piense que no la quiero en mi casa, o
que se le está imponiendo algo. Quiero estar seguro que sabe que no tiene que irse.
Parpadeo largo y fuerte, agotado de repente. Y odio jodidamente la idea de que
esté en ese agujero de mierda con nadie allí que vaya a apreciar las cosas que hace.
Dejo caer mis ojos y mi voz.
—Por favor no me hagas dejarte allí.
Veo su cabeza girar en mi dirección y sé cómo debo estar sonando.
—Por favor —susurro de nuevo.
Está viéndome fijamente, pero me reúso a mirarla, porque estoy asustado de
que mis ojos digan algo más o revelarán algo que está balanceándose en el borde de
mi cerebro y que todavía no quiero enfrentar.
Está feliz en mi casa, está segura allí, tiene una cama y no hay jodidos ratones.
Es así de simple.
Sí. Así de simple.
Después de un momento, la escucho inhalar tranquilamente mientras se estira
y toma su cinturón de seguridad, abrochándolo.
Trago.
—Están pasando Fright Night en Netflix —dice—. ¿Mitad de pepperoni y mitad
de taco?
Sonrío. Girándome hacia ella, veo sus ojos azules mirándome con el mismo
humor que tenía cuando estábamos cortando la sandía el otro día.
Vuelvo a poner el auto en marcha y asiento.
—Llama —le digo—. La recogeremos de camino a casa.
Llegamos a un nuevo acuerdo.
Básicamente, ahora soy una arrendataria y aunque el objetivo final es vivir aquí
y ahorrar dinero para mi propio lugar en algún momento, no puedo vivir de él como
lo estuve haciendo. Quizás pude haber inventado excusas cuando era la novia de
Cole, pero ahora, esto tiene que ser justo. Sin importar lo mucho que se oponga.
—No necesito tus cuarenta dólares al mes para la cuenta del gas, Jordan.
—Entonces déjame pagar el recibo de la luz.
—¿Por qué te diría que te quedaras aquí para ahorrar dinero y luego te pediría gastar
más dinero?
—Estoy ahorrando dinero. Y puedo seguir ahorrando dinero mientras pago al menos
una de las facturas, Pike.
—O podrías no pagar ninguna factura, ahorrar incluso más dinero y solo irte de aquí
más rápido.
Y entonces eso me molestó, como si realmente no me quisiera aquí, después de
todo.
—No, espera. —Se encoge—. No quise que sonara así. Solo... no necesito tu dinero,
¿está bien? Vamos a dejar de hablar ahora. ¿Por favor?
Pero no lo hicimos. Seguimos discutiendo hasta que finalmente cedió y me dejó
pagar la factura del gas y de los víveres, aunque me hizo prometerle que no
remplazaría sus botanas con ninguna cosa orgánica o baja en grasa, con lo que estuve
de acuerdo. Si me atrapa cambiando a hurtadillas el café y la leche de almendras,
solo le diré que lo olvidé.
Llevando la escoba hasta el porche delantero, levanto el tapete de bienvenida
y lo sacudo antes de colgarlo sobre el barandal. Afuera llueve torrencialmente y las
calles lucen como la parte blanca de las olas del océano mientras las gotas de lluvia
caen y salpican el suelo.
Me pregunto qué tan bien podrá Pike ver las calles de camino a casa. Aunque
todavía es alrededor de la una de la tarde, y aún hay luz afuera, solo que está
bastante gris, así que podría dejar de llover antes que salga del trabajo.
Paso la escoba sobre el porche de madera, protegido de la lluvia por el saliente.
El aire es agradable y espeso, mi piel se siente húmeda aun cuando la lluvia no me
está golpeando bajo la marquesina. Mi camiseta se pega un poco a mi estómago y
pongo mi cabello detrás de mi oreja porque me está haciendo cosquillas en los
brazos. Levantando la mirada, veo a Kyle Cramer estacionando su BMW en su
entrada, cubriéndose la cabeza con su maletín mientras corre hacia su porche
delantero.
Me nota y muestra una sonrisa. Lo saludo con la mano.
Me pregunto por qué él y Pike no se llevan bien.
Desaparece en el interior de su casa y termino de limpiar la pequeña cantidad
de tierra y maleza sobre el porche antes de dejar el tapete de bienvenida de regreso
en su lugar.
Adicional a las facturas del gas y de los víveres, he tomado la responsabilidad
de la planta baja de la casa: Limpiar el polvo, pasar la aspiradora, barrer, trapear,
mantener la cocina ordenada, aunque él tiene que encargarse de los platos cuando
cocino, y yo solo tengo que hacerlo cuando cocina. Lo cual, en realidad, no ha hecho
para nada durante los últimos tres días desde que regresé aquí. En algún punto de
las pocas últimas semanas, me di cuenta que realmente solo prepara cenas de la
sección de comida congelada del supermercado o sopas y guisos de lata, así que me
he encargado completamente de las comidas y él de los platos y estoy muy bien con
eso.
También arreglo el jardín, mientras él se encarga del césped, la piscina y los
rociadores. Nuestras habitaciones son nuestra responsabilidad, pero limpio mi baño
y él mantiene el sótano en orden.
Establecer las tareas individuales de la casa fue casi demasiado bueno para ser
verdad. Di por hecho que él fallaría y yo terminaría limpiando las porquerías que
dejara en las áreas que yo tenía asignadas a mantener ordenadas.
Pero no ha sucedido. Lanza sus botas en el closet después del trabajo, recoge
las camisetas que descarta si tiene mucho calor y nunca tengo que molestarlo para
que saque su ropa de la secadora. Reconozco que nunca he vivido con un hombre
que haya vivido solo antes de mí.
Hasta ahora, eso es todo. Pike está acostumbrado a cuidar de sí mismo y de sus
cosas, porque no hay nadie más que lo haga por él. Es todo un mundo nuevo.
Caminando de regreso al interior de la casa, meto la escoba en el armario y me
dirijo arriba para ordenar mi ropa sucia. La antigua habitación de Cole, nuestra
antigua habitación, sigue vacía, dado que no ha regresado desde que se fue. No estoy
segura de lo que ha estado vistiendo en los últimos días y no sé si ha hablado con su
papá, pero estoy segura de algo, con el tiempo, volverá.
Aguanté tanto como lo hice porque Cole era un amigo y no solo un novio. La
mayoría de las chicas, si son más inteligentes que yo y eso no sería difícil, creo, se
cansan de los holgazanes realmente rápido. Saber que él y Elena probablemente no
durarán es el único consuelo para el dolor. Saltó de mi cama inmediatamente a la
suya, ¿verdad?
Pero quizás me hizo un favor. ¿Lo querría que regreso? No. No quiero odiarlo
y sé que es mejor que esto, pero lo forzamos porque necesitábamos aferrarnos a algo
por una vez en la vida. Forzamos lo que no estaba allí, no porque nos necesitáramos
el uno al otro, sino porque necesitábamos a alguien. Siempre fuimos mejores amigos.
Siento que ahora puedo respirar. Y si él tiene un problema conmigo por estar
aquí, dejaré que su papá lidie con eso.
Frente a la habitación de Cole, abro la puerta de la otra habitación de invitados,
mi nueva habitación, y saco mi cesta plegable para la ropa sucia de la esquina.
Amo mi nuevo espacio. Ya había una cama aquí, así que simplemente fui y
compré un nuevo juego de sábanas. Pude haber traído mi viejo juego de sábanas de
la cama de Cole, dado que es mío de cualquier forma, pero quise empezar de nuevo.
Nada que me recordara quién había sido con él. Moví el resto de mis cosas, cerré su
puerta y no he vuelto a entrar.
Pike y yo fuimos a IKEA y compramos un tocador, por el cual pagué, pero
necesitábamos su camioneta para traerlo, una mesita de noche y un sillón acolchado.
Me divertí un poco decorando, dado que no necesité considerar a nadie más que a
mí. Hay luces parpadeantes ondeando en la cabecera de hierro forjado de mi cama,
algunos cojines divertidos, una lámpara y una pintura que le compré a un vendedor
ambulante en Nueva Orleans cuando fui con mi hermana. Incluso Dutch, el amigo
de Pike, me trajo su vieja radio casetera Panasonic vintage que encontró limpiando
el garaje de sus padres un par de días atrás. Supongo que Pike le contó sobre los
casetes.
—¡Jordan! —Llega un bramido desde abajo.
Dejo caer la camiseta blanca que estaba acomodando y sacudo mi cabeza,
escuchando la puerta mosquitera cerrarse de golpe contra el marco en el piso de
abajo.
Mi corazón late un poco más fuerte.
Saliendo de la habitación, bajo rápidamente las escaleras. Pike está en la puerta
principal sacando su chaqueta del armario. Agua cae por su rostro y la piel dorada
de sus brazos tatuados, y su cabello está pegado a su cuero cabelludo. Se quita la
chaqueta y su camiseta empapada.
Camino hacia él.
—¿Qué pasó?
—La orilla del río está inundándose —dice, entrando rápidamente en la cocina
y directo hacia el refrigerador—. Están llamando a cualquiera que pueda venir a
ayudar con sacos de arena antes que llegue a la calle.
Entendido. Saco mis zapatillas deportivas del armario, saltando en un pie
mientras me pongo cada uno de ellos.
—¿Llamaste a Cole?
—Sí, pero no responde. —Toma un montón de botellas de agua—. ¿Por qué no
lo intentas tú?
Tomo mi abrigo de lluvia del gancho y cierro el armario, tomando mi gorra de
béisbol del gancho de afuera.
—Si no te contestó a ti, definitivamente no me contestará a mí.
Pike vuelve a entrar en la sala de estar, apretando las cinco botellas de agua
entre sus dedos. Levanta sus cejas, pidiéndome silenciosamente que lo haga de
nuevo y pongo los ojos en blanco.
—Pero lo intentaré en el auto —le digo, abriendo la puerta—. Vámonos.
Bajamos a la ensenada del río en cuestión de segundos, Pike ya ha cargado
tantos sacos de arena como ha podido en la parte trasera de su camioneta. Aunque
la ciudad tiene un considerable suministro y ya están aquí con sus camiones.
Con la lluvia siendo tan terrible este verano y hasta el último centímetro de
nieve finalmente habiéndose derretido desde el norte, el río ha sido una bomba de
tiempo. Lo recuerdo inundando las casas en el lado oeste hace unos cuantos años
atrás, pero la ciudad se preparó después de eso. Policía, bomberos, equipos de la
ciudad y ciudadanos, ahora están dispersos entre las rocas de la barrera contra
inundaciones que ya está puesta en su lugar. Pilas de sacos de arena están colocadas
desde el borde del agua, arriba por la pendiente del peñasco, hacia la tierra y el
césped de aquí arriba. Hay un poco menos de cien metros de maleza, árboles y vías
del ferrocarril qué cruzar antes de las casas en ruinas del viejo lado oeste que fue la
primera parte que se estableció de Northridge. El agua está subiendo pero
lentamente, así que con un poco de suerte, si la barrera para inundaciones no es
suficiente, los sacos de arena sí lo serán. Las personas en este vecindario no pueden
darse el lujo de irse, mucho menos de perder sus casas.
El río corre hacia el sur, creciendo en velocidad y me estremezco un poco, cada
centímetro de mí está empapado. Gotas de lluvia caen de la visera de mi gorra y la
lluvia corre por mis piernas.
—¿Agua?
Pike me tiende una botella y doy un vistazo desde abajo de la visera de mi
gorra y sonrío, tomándola.
—Gracias.
Me rodea sin decir una palabra más, tomando un saco de arena y lanzándoselo
al tipo que sigue en la fila. Hemos estado aquí por tres horas y no hemos podido
contactar a Cole, aunque no puedo decir que lo intentara demasiado. No quiero
verlo justo en este momento, así que lo dejo timbrar tres veces y luego cuelgo.
Miro la botella de agua en mi mano. Mi boca es como un desierto.
Desenrosco la tapa, trago la mitad del agua, respiro profundamente y trago dos
sorbos más. Queda solo un par de centímetros más, así que la meto en el bolsillo de
mi chaqueta para terminármela después.
—Hola, Jordan —llama una voz alegre, pasando junto a mí.
Veo a April Lester poniéndose un par de guantes de trabajo y bajando por las
rocas hacia Pike, vestida en jeans que abrazan cada centímetro de sus piernas y una
linda camiseta de camuflaje y un sombrero. Una cola de caballo negra cuelga del
agujero en la parte trasera.
Se ve linda y tierna. Estoy tan acostumbrada a verla en su ropa “para salir” en
el bar.
Saco un saco de arena de la caja de carga del camión y llevo el saco de dieciocho
kilos hacia el siguiente hombre en la fila y giro de nuevo hacia el camión, repitiendo
la tarea. Cada saco hace su camino de un par de manos al siguiente hasta que llega
a su lugar a la orilla del río.
Noto a April en otra fila de ensamblaje, justo frente a Pike y está hablando con
él.
Intento mantener mis ojos alejados porque no es asunto mío, pero me
encuentro lanzando miradas de soslayo y no sé por qué.
Calor líquido recorre mi pecho y siento un sudor frío aparecer en mi frente.
¿La conoce? ¿Alguna vez han hablado? No creo que hayan salido alguna vez.
No pueden haber salido. Pike es como un sacerdote. Es tan estirado y esa mujer
viene más fuerte que un martillo a la cabeza. Lo asustaría.
Humedezco mis labios, pasando otro saco y no puedo evitar mirarlos. Ella dice
algo y sonríe brillantemente, y él le echa un vistazo, escuchando con diversión. Le
muestra una de sus extrañas sonrisas espectaculares y hermosas y mi corazón deja
de latir.
Frunzo el ceño y tomo otro saco.
¿Está malditamente ruborizándose? En realidad luce un poco tímido, pero no
luce como si estuviera ignorando su coqueteo.
Gruño.
Supéralo. Es un hombre. Uno aún joven y estoy segura que también es uno
saludable. Ha tenido sexo con mujeres, Cole es una prueba de ello. Es irreal pensar
que se está privando de eso. En algún momento traerá una mujer a la casa. Todo el
mundo tiene necesidades.
Dejo caer mis ojos a su torso, donde la delgada chaqueta de lluvia negra se
moldea a su cuerpo como una segunda piel. Sus mangas están subidas, mostrando
sus antebrazos y juro que puedo ver la lluvia cayendo por su cuello desde aquí. Es
tan alto y ancho y me encanta la forma en que se ajusta su camiseta y como lleva
esos jeans.
Cuando un hombre luce así de bien con ropa, sabes que luce bien sin ella.
Y si se veía la mitad de bien en la preparatoria, todas las chicas deben haberlo
deseado. Tengo curiosidad por saber cómo era él en ese entonces, pero luego hay
algunas cosas que tampoco quiero saber.
April le pasa un saco, pero se tambalea y él se mueve rápidamente para
atraparlo antes que caiga de los brazos de ella.
Están sonriendo e inclinándose uno cerca del otro y me duelen los pulmones.
Y, como si me sintiera observándolo, sus ojos repentinamente se levantan,
encontrándose con los míos y por un momento todos los demás desaparecen.
Dejo de respirar. Mierda.
Aparto la mirada, tomando rápidamente otro saco.
No miro hacia atrás, incluso cuando puedo sentirlo mirándome.
Una vez que el camión está vacío, saco mi botella de agua y bebo lo que
quedaba, caminando hacia la camioneta de Pike y lanzándola hacia la caja.
—¿Lista? —dice.
Giro y lo veo acercándose mientras se quita la chaqueta empapada. Su camiseta
se levanta con el movimiento y aparto mi mirada de su estómago.
—¿Está... está todo listo? —pregunto.
Arroja la chaqueta en la parte de atrás y saca otra botella de agua de la hielera.
—Esto es todo lo que podemos hacer, creo. Solo tenemos que esperar que sea
suficiente y que resista.
Doy una última mirada alrededor, notando que todos se han movido a hacer
otras cosas. Algunos están subiendo a sus autos y otros siguen colocando sacos de
arena o conversando.
También me quito la chaqueta, arrojándola hacia la caja de la camioneta y subo
al asiento del pasajero.
Cierro la puerta y enciende el motor, los limpia-parabrisas se ponen en marcha
inmediatamente desde donde se quedaron en su recorrido.
Miro hacia afuera por la ventana.
—Oh, mierda —digo, mirando a la distancia. Sigue mi mirada.
La camioneta se sitúa en lo más alto y tenemos una vista completa del río a la
distancia, todo el camino hasta el otro lado. Un pequeño conjunto de islas que están
situadas en la mitad ahora están casi cubiertas por el agua y las casas en el lado
opuesto se ven amenazadas a medida que el río se eleva hasta la mitad de sus
soportes.
Todavía tiene un largo camino por recorrer y la lluvia ya ha empezado a
disminuir un poco. Con suerte, estará bien.
—No puedo creer lo alto que está —digo—. Irreal.
Se gira hacia mí.
—Estás sonriendo de nuevo.
Encuentro sus ojos, mi rostro relajándose ¿Estaba sonriendo?
—Bueno, estoy intentando no hacerlo —le digo, mostrando otra sonrisa—. Lo
que quiero decir es que espero que nadie salga herido y nadie se inunde, pero...
—¿Pero?
Me encojo de hombros, sintiéndome un poco culpable.
—Me gustó mucho ayudar hoy, creo. Es divertido ensuciarse.
Ríe entre dientes y pone la camioneta en marcha.
—Todavía no te has ensuciado —se burla—. Ponte el cinturón.
****
Media hora después, estoy gritando y agarrando la manija encima de la puerta
mientras él baja por el enlodado canal. Gira con brusquedad el volante, así que
saltamos por el costado y entramos de regreso a terreno alto, y río, rebotando en mi
asiento.
Oh, Dios mío, esto es divertido. Siento como si fuera a morir. Mis ojos lagrimean
y estoy riéndome a carcajadas.
—No puedo creer que nunca hayas hecho esto —dice, mirándome como si
necesitara redimir mi carnet de chica de pueblo pequeño—. En mis días, este era el
lugar al que llevabas a una chica para mostrarle qué tan rudo eras en tu camioneta.
Me tambaleo hacia la izquierda y luego hacia la derecha mientras la camioneta
pasa por todas las pendientes enlodadas y los charcos. Me deja tener completo
control del equipo de sonido y Glory Days de Bruce Springsteen suena en el casete
que puse. Subo el volumen y me agarro al tablero.
—Todavía lo es —le informo—. Aunque en mis días se está volviendo cada vez
más difícil que los chicos con los que sales mantengan válidas sus licencias para
conducir.
Sonríe.
—Te creo.
Llueve y el lodo se levanta a nuestro alrededor y puedo ver manchas de ambas
cosas golpeando las mangas de mi impermeable más cerca a la puerta y mi muslo
desnudo. Pike insistió en que bajáramos las ventanas, sin importarle en absoluto que
el interior pudiera ensuciarse. Dijo que eso mejoraría la experiencia.
—¿Has traído a tus citas aquí? —pregunto.
—De vez en cuando.
Frunzo la esquina de mi boca en una sonrisa conocedora.
—¿Y después las llevabas a Hammond Lock para luego besuquearse?
Mueve su mirada rápidamente hacia mí, luciendo sorprendido.
—¿Qué sabes tú sobre Hammond Lock?
Me encojo de hombros.
—Oh, escuché que es donde los viejos llevaban a sus citas hace algún tiempo,
eso es todo.
Simula un ceño fruncido y revoluciona el motor, bajándonos a toda velocidad
por otra zanja. Mi estómago cae a mis pies y grito de nuevo, riéndome.
—¡Detente! —suplico—. ¡Vas a hacernos volcar!
El frente del guardafangos choca contra el fondo, lanzando una ola de barro y
agua frente a nosotros. Mi cuerpo se lanza con violencia contra el cinturón de
seguridad y grito emocionada, entrecerrando mis ojos.
¡Mierda!
Pero no puedo dejar de reírme. Tiene razón. ¿Cómo es que nunca he hecho
esto? Me lo he estado perdiendo.
La fría lluvia cae suavemente a través de la ventana, rociando mi pierna y abro
mis ojos de nuevo y limpio mi mejilla, viendo manchas de barro en mi mano.
Girándome hacia él, veo sus ojos encontrándose con los míos, los cuerpos de
ambos se sacuden con carcajadas silenciosas.
—¡Está bien, es mi turno! —suelto emocionadamente.
Desabrochando mi cinturón de seguridad, jalo la manija de la puerta,
moviéndome para salir.
—No, solo deslízate —me dice—. Saldré y daré la vuelta.
Me detengo y giro, viéndolo abrir su puerta y en vez de bajarse, se levanta y
da la vuelta por la caja de la camioneta detrás de nosotros. Me deslizo rápidamente
hacia el otro lado del asiento y frente al volante. La ventaja de que su camioneta sea
tan vieja es que tiene un solo asiento completo al frente. Y no necesito pasar por
encima de una consola.
Abrocho mi cinturón de seguridad y doy un vistazo por el parabrisas, una ola
de calor cubriendo mi estómago mientras sonrío.
—¡Cuidado con el lodo! —le grito por la ventana.
No tengo idea cuán profundo es en el exterior del lado de la puerta del
pasajero.
Pero espero mientras la camioneta se sacude por sus movimientos en la parte
trasera y entonces la puerta del lado del pasajero se abre, su mano aparece en la
manija y salta al interior, sin tocar ni una sola vez el suelo.
Deslizándose en el asiento junto al mío, cierra la puerta de un golpe y pasa su
mano por su ahora húmedo cabello.
Mis ojos caen a su camiseta moldeada contra su pecho, definiendo su clavícula
y los músculos de sus pectorales y sus hombros anchos.
Se gira hacia mí.
—¿Qué?
Parpadeo y aclaro mi garganta, recuperándome.
—Nada. Solo que todavía eres bastante ágil para tu edad, ¿eh?
Sus ojos resplandecen. Pasa su mano por la parte externa de la puerta de la
camioneta, la mete de regreso y la sacude hacia mí, lodo deslizándose por mi rostro.
Jadeo, cerrando mis ojos por reflejo y retorciéndome para alejarme.
—¡Detente! —Río, extendiendo mis manos hacia el frente mientras más lodo
viene volando—. ¡Sólo estaba bromeando!
—¿Desde cuándo treinta y ocho años te convierte en un maldito ciudadano
anciano? —gruñe, pero puedo escuchar la diversión en su voz.
Más lodo vuela hacia mí y me encojo con mi espalda girada hacia él, intentando
protegerme.
—¡Lo siento! ¡No fue lo que quise decir!
Pero no puedo dejar de reírme.
Dos horas después, el cielo está oscuro y estoy felizmente relajada. Ahora no
puedo pensar, incluso si lo intentara. Las facturas de Cole y las mías están en mi
habitación, la matrícula con la que me voy a endeudar aún más en cuanto a mis
préstamos estudiantiles que pagar, se vence en un par de meses y el empujón que
siento en mi espalda sabiendo que puedo hacer más dinero si solo tuviera las
agallas... Todo está a kilómetros de distancia en este momento. He estado sonriendo
sin parar durante toda la tarde.
—Eso fue divertido —le digo a Pike, ambos dando la vuelta a la casa hacia el
jardín trasero.
Estamos embarrados de lodo y no queremos dejar huellas por toda la sala, así
que le sugerí limpiarnos un poquito primero con la manguera en el jardín trasero.
Alzando la mirada hacia Pike, veo lodo en su cuello y sus ojos apagados, fuera
de foco, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Una pequeña sonrisa cuelga
de sus labios.
—¿Qué? —le pregunto.
Finalmente parpadea, respirando profundamente y sacudiendo su cabeza.
—Solo me acabo de dar cuenta que nunca hago nada —dice, empujando la
puerta de madera de la cerca y manteniéndola abierta para mí—. No me he reído así
desde... ni siquiera recuerdo cuándo.
Mi corazón da un brinco. Me alegra no haber sido la única que lo disfrutó. Me
alegra que le gustara pasar tiempo conmigo, porque...
Porque me estoy acostumbrando a él.
Me encuentro mirando el reloj y emocionándome más todos los días a medida
que se acercan las cinco de la tarde. Lo espero con ansias y desearía no hacerlo. Con
el tiempo me iré. No quiero encariñarme.
La ducha pasa por mi mente y recuerdo su esponja y me arden las mejillas.
Me siento bien con él y estoy agradecida que se sienta bien conmigo. Solo que
no puedo sentirme tan bien.
Vamos alrededor de la parte de atrás de la casa, hacia la puerta trasera y me
agacho para abrir la llave del agua. El agua sale por la manguera y la levanto del
suelo.
Enderezándome, paso mi mano por debajo del chorro de la manguera,
agradecida porque el agua todavía siga caliente debido al sol del día.
Se la paso y la toma.
—Gracias por venir hoy —dice en voz baja—. Necesitábamos la ayuda.
Asiento, quitándome mis zapatillas deportivas y mi gorra.
—También es mi pueblo.
Enjuaga su rostro, brazos y botas de construcción y noto el agua derramándose
en su ropa y todavía goteando lodo.
Solo lo estamos empeorando.
—Hay algunas toallas en la secadora —digo distraídamente. Puede ir adentro
y ponerse una toalla mientras me quedo afuera y me enjuago.
Se quita su camiseta y la tomo, torciéndola en mis puños para exprimirle el
agua, mientras pasa la manguera por encima de su hombro y la baja por su espalda.
—¿Ya se ha quitado todo el lodo? —pregunta.
Se da la vuelta, todavía sosteniendo la manguera y mostrándome su espalda y
repentinamente, puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Mi sangre empieza
a calentarse debajo de mi piel y tengo miedo de mirarlo.
—Sí —digo, apenas audiblemente.
Me quito una de mis bandas para el cabello y empiezo a deshacer una trenza,
mi piel está ardiendo. Me está mirando.
Cierro mis ojos por un momento, absorbiéndolo.
Quiero que me mire.
Aunque lo escucho soltar una risita, abro mis ojos para verlo estirarse y tomar
mi otra trenza en su mano. Levanta la manguera y enjuaga el extremo.
Oh, el lodo...
—Sí, gracias por eso, por cierto. —Obligo un tono sarcástico.
—Tú lo pediste.
Sí. Lo hice. Está feliz de burlarse.
Siento cosquillas en mi cuero cabelludo por su toque y aunque ya no estoy
relajada, estoy sonriendo de nuevo. Solo está tocando los extremos de algunos
mechones de mi cabello y estoy mareada.
Me trago el nudo en mi garganta y giro lentamente, susurrando:
—¿Podrías revisar mi espalda?
Espero un momento, mi pulso acelerándose en mis oídos y el sonido del agua
derramándose de la manguera hacia el suelo.
Pero entonces lo siento. Los suaves y ligeros roces de sus dedos a lo largo de
mi camiseta y el agua fría filtrándose a través de la tela mientras limpia el lodo.
Está tan callado y es tan ruidoso que está palpitando en mis oídos.
Al inicio, es rápido. Envuelvo mis brazos al frente de mi cuerpo, nerviosa como
si esta fuera la primera vez que me tocan.
Pero entonces se hace más lento, su mano se queda en mi hombro por más
tiempo y aumenta la presión mientras presiona mis curvas y pasa sus dedos por la
pendiente de mi cuello, mi columna y luego mis caderas.
El pulso entre mis piernas empieza a palpitar y mis parpados se agitan.
Su mano llega a la piel desnuda de mi cadera, deteniéndose ahí por un
momento y dejo salir el aire, tan nerviosa en este momento, pero excitada.
No estoy imaginando esto. No estoy imaginado la forma en que se siente su
toque.
Tragando saliva, miro lentamente hacia el costado, viendo su cuerpo por
encima de mi hombro y estiro mi brazo, tomando el dobladillo de mi camiseta,
vacilando solo durante un momento antes de pasarla por encima de mi cabeza.
Luego, rápidamente, me estiro y tomo una de las toallas limpias de las escaleras,
abrazándola frente a mi cuerpo.
Quiero que me vea, pero estoy tan asustada de que me aparte.
Dejo caer mi camiseta empapada y me quedo ahí parada, miedo y deseo
consumiendo cualquier pensamiento racional. Durante un rato, el chorro continuo
de agua solo cae, excavando un agujero en el césped.
Y entonces, está sobre mí. Cayendo en cascada sobre mi hombro, bajando por
el filo de mi espalda, mientras su mano sigue la caída del agua, limpiando cualquier
suciedad que todavía permaneciera. Cierro mis ojos, mareada.
Es cálido en mi espalda y me doy cuenta que ahora está más cerca, cerniéndose
por encima de mí desde atrás.
Lo escucho tragar saliva.
—La toalla se va a mojar —dice, su voz suena rasposa.
Una sonrisa tira de mis labios, pero no la dejo mostrarse por completo.
Abriendo mis ojos, alejo la toalla de mi cuerpo y la lanzo de regreso hacia las
escaleras, la excitación como una corriente eléctrica bajo cada centímetro de mi piel.
No recuerdo alguna vez desear tanto algo como esto.
Limpia mi espalda, mis brazos y también inclina mi cabeza de lado a lado para
asegurarse que no haya suciedad allí. Termino de destrenzar mi cabello y paso mis
dedos por él para peinarlo, sintiendo algunos mechones húmedos revueltos con los
que están secos.
Quiero verlo y saber lo que está pensando, pero estoy asustada de romper el
hechizo, y si lo miro, ambos podríamos ser ahuyentados.
Y esto se siente tan bien.
—¿Mis piernas están limpias? —pregunto por encima de mi hombro.
Sé que estoy siendo malvada, pero todavía no quiero que termine.
Solo toma un momento, pero entonces siento el agua golpear la parte de atrás
de mis piernas, y lentamente, toma una rodilla intentado obtener un mejor punto de
vista.
Vuelvo a cerrar los ojos, sumergiéndome profundamente en mi cabeza, donde
está a salvo todo lo que quiero en este momento pero estoy muy asustada para
decirlo. No es solo su toque. Es cómo lo hace. Las caricias largas y lánguidas bajando
por mis muslos y la forma en que la punta de sus dedos se mueven solo un
centímetro más arriba de lo que probablemente deberían. Y cómo intenta evitar la
parte interna de mis piernas, pero sigue tonteando cerca como si quisiera ir hacia allí
y está luchando por contenerse.
Termina mis pantorrillas y mis pies, y finalmente miro sobre mi hombro y
hacia él.
—Mi turno —digo.
Levanta su mirada, su pecho moviéndose arriba y abajo en respiraciones
superficiales. Sus labios están separados y hay cientos de emociones diferentes en
sus ojos. Pero reconozco las mismas que estoy sintiendo. Miedo y anhelo, confusión
y necesidad.
Lo queremos, pero sabemos que no deberíamos.
Giro y le quito la manguera y su mirada cae a mis pechos justo allí para él y
solo cubiertos por mi fino sostén de encaje rosado con rosas en él.
Soy una chica femenina de corazón y creo que eso le gusta.
Sin una palabra, se endereza y me mira fijamente, impávido cuando levanto la
manguera y empiezo a lavarlo de nuevo. En primer lugar, ninguno tenía tanto lodo.
Podríamos fácilmente entrar en la casa y en la ducha, y ambos lo sabemos.
Paso mi mano sobre la piel suave de su pecho, trazando el mural que tiene
tatuado a lo largo de su hombro, su pectoral y su brazo.
No miro sus ojos, pero sé que está observando mi rostro.
—¿Te hiciste todos estos tatuajes cuando eras más joven? —pregunto en voz
baja.
—La mayoría de ellos —dice, con voz áspera—. En el pasado cuando no tenía
otra cosa en la que gastar mi dinero.
—¿Te arrepientes de alguno de ellos? —Veo lodo bajo su oreja y me pongo de
puntillas, poniéndonos pecho contra pecho.
—No, yo... —Se detiene, su pesada respiración sobre mi mejilla mientras me
acerco.
—Tienes algo de lodo —explico, mirándolo, con mi cuerpo presionado contra
el suyo.
Me dejo caer de nuevo sobre mis pies y continúo:
—¿Me decías?
Aclara su garganta.
—Oh, sí. Estoy un... estoy un poco cansado de algunos de ellos para este punto,
supongo, pero en algún momento —me dice—, eran exactamente quien yo era y lo
que necesitaba decir sobre mí mismo.
Asiento, entendiendo. Me estiro hacia su espalda y lavo su cuello, el filo de sus
hombros y dejo que mis dedos bajen por su columna. Se mueve bajo mi toque y calor
se filtra a través de mi mano, subiendo por mi brazo y estoy tan excitada. No quiero
dejar de tocarlo, pero utilizar mis manos ya no se siente que fuera suficiente. Quiero
sentir sus manos de nuevo.
¿Cómo es Pike Lawson cuando toma?
Gira su cabeza, preguntando suavemente:
—¿No vas a preguntarme lo que significan los tatuajes?
Retrocedo rodeándolo hasta volver a estar frente a él, observando mis dedos
mientras acarician su musculoso brazo.
—Algún día —susurro en respuesta.
Realmente quiero saber. Quiero saber todo de él. Pero quizás, me imagino,
seguiremos teniendo una razón para encontrarnos el uno al otro si guardamos
algunas cosas para más tarde.
Y en este momento, estoy desesperada por ver qué más puede hacer su boca,
aparte de hablar.
Tócame. Por favor.
Bésame.
Dejo caer la manguera a mi costado y arrastro los dedos de mi mano izquierda
por sus abdominales. Se tensan cuando mis uñas se deslizan a lo largo de los
músculos y estoy tan asustada de mirarlo. Mi corazón late tan fuerte que duele.
Esto está mal. Sé que está mal.
Pero Dios, se siente tan bien. Puedo sentir sus ojos sobre mí y cada fibra de mi
sostén está irritando mi piel y solo quiero estar desnuda ahora mismo. Quiero que
me vea.
Cierro mis ojos. Oh, Dios.
—Jordan... —Sujeta mi mano y puedo escucharlo respirando fuertemente.
Asiento, abriendo mis ojos, pero todavía incapaz de encontrar los suyos.
—Lo sé —exhalo—. Lo lamento.
Estoy sedienta, mis ojos arden por las lágrimas contenidas y no sé por qué, y
hay una necesidad entre mis muslos que es casi dolorosa.
Lentamente, levanta mi mentón. Finalmente levanto mi mirada, pero tampoco
me está mirando. Sus ojos están bajos y su ceño está contraído con dolor.
—Solo estás decaída —dice en voz baja—. Extrañas a Cole y sucede que estoy
aquí. Está bien.
Me quedo allí inmóvil, mis dedos todavía en su estómago y su mano aún en
mi barbilla. Su pecho se mueve arriba y abajo y por un momento, pienso que voy a
darme la vuelta y correr. Está inventando excusas para mí. Una fácil detrás de la cual
esconderse. Tendría sentido que me sintiera perdida y necesitara a alguien más para
refugiarme.
Pero, cuál es su excusa. Sé que me mira. Sé que lo hace cuando piensa que no
lo veo, pero lo hago.
Mis ojos arden, llenándose con lágrimas.
—Eso no era por lo que me estaba disculpando —le digo.
Levanto mis ojos, encontrándome con los suyos y aunque estoy asustada, tengo
que saltar. No puedo contenerme.
—Lo lamento, porque —susurro de forma temblorosa—, esta es no es la
primera vez que quise que me tocaras.
Y su mirada se congela en mí.
Sostiene mi mirada, sin moverse a excepción del subir y bajar de su pecho y no
tengo idea de qué estará pasando por su cabeza en este momento, pero no creo
lamentarlo. No más excusas sobre que esto es sobre mí porque estoy desconsolada
por causa de Cole.
La atracción ya estaba allí.
Lentamente deja que sus dedos caigan de mi barbilla, cierra sus manos en
puños y aprieta su mandíbula, luciendo repentinamente enojado.
Por reflejo, doy un paso atrás, pero no consigo ir más lejos. Aferrándose a mi
cintura, me lleva hacia él, rodeándome con un brazo y tomando mi mandíbula en su
mano entre su pulgar y los otros cuatro dedos. Jadeo, amando la sensación de su
cuerpo duro contra el mío, pero también asustada, porque se ve muy enojado.
—No —gruñe, mostrando sus dientes y mirándome con furia en sus ojos—.
¿Lo entiendes? Esto no va a suceder. No vas a conseguir eso de mí.
Lágrimas llenan mis ojos y apenas puedo seguir viéndolo mientras mi cuerpo
se sacude con un sollozo silencioso.
Su brazo es como el acero a mi alrededor y puedo sentir el calor de su furia
saliendo por su piel.
Me sacude.
—Quieres tener sexo, entonces ve a conseguirlo en otro lugar.
Inhalo y me giro para alejarme de él, empujando su cuerpo.
Está en lo correcto. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué habría de hacer eso? Me
siento tan estúpida y me agacho, recogiendo rápidamente mi camiseta y mis
zapatos.
Pero no me lo estaba imaginando, ¿verdad? Hubo algo entre nosotros y venía
tanto de él como de mí. ¿Solo vi lo que quería ver?
Quiero gritar. Lágrimas bajan por mi rostro y simplemente se queda ahí
parado, fulminándome con la mirada.
—Ve a tu habitación —ordena.
Se me sale una risa, el sonido es amargo goteando con incredulidad.
—¡Vete a la mierda! —Me enderezo, endureciendo mi voz—. Esta noche
encontraré otra cama, gracias. Cualquiera lo haría con una puta como yo, ¿verdad?
Me giro rápidamente y corro hacia la puerta trasera, pero agarra el interior de
mi codo y me arrastra hacia la pared de su pecho. Dejo caer mi camiseta y mis
zapatos y nos obliga a movernos hacia adelante contra la pared de la casa. Estiro mis
manos rápidamente, chocando contra el revestimiento.
Jesús.
Tiemblo, respirando entrecortadamente mientras mi corazón se acelera y mi
sangre corre caliente bajo mi piel.
¿Qué demo...?
Su mano me rodea, tomando mi rostro y su aliento caliente en mi oreja.
—No me amenaces con una mierda como esa. Si quieres actuar como una
mocosa, entonces tal vez debería castigarte como una, ¿eh?
Casi me río a través de las lágrimas secándose en mi rostro.
—Por supuesto —me burlo—. Me muero por ver cómo intentas controlarme.
Ni siquiera puedes hacer que Cole haga sus quehaceres y ¿cuándo fue la última vez
que una mujer consiguió excitarse en tu cama? Ni siquiera eres un hombre.
Gruñe y su palma choca contra la casa frente a mí.
Salto.
Y lo siguiente que sé es que su mano está en mi cabello y mi cabeza está siendo
girada hacia el costado mientras sus labios se estrellan contra los míos.
Gimo, la sensación y el sabor de él inundándome es tan fuerte que mi clítoris
late entre mis piernas. Oh, mierda. Mis párpados se cierran, el calor y la adrenalina
caen en picada desde mi pecho hasta mi ingle en el lapso de un segundo.
Retrocede.
—Mierda. —Y su puño se tensa en mi cabello.
Pero regresa, su boca cubre la mía exigiendo más y apenas puedo recuperar mi
aliento. Estoy ardiendo por todos lados.
Sabe tan bien. Se siente tan bien. Solo toma un momento, pero mi cerebro
finalmente se activa y estiro mi mano, tomando la parte de atrás de su cuello y
besándolo también.
Su mano se aferra a mi cintura y puedo sentir sus dedos deslizarse debajo de
la tira de seda roja de mis bragas asomándose, enrollando su mano una vez en la
tela como si estuviera a punto de arrancarla.
Mi coño palpita ante la idea. Su lengua es ardiente y exigente, moviéndose
rápidamente en el interior de mi boca, jugando con la mía y cuando retrocede una
milésima para mordisquear mi labio inferior, me levanto sobre la punta de mis pies,
sintiendo el dolor cálido y resbaloso entre mis piernas.
Oh, Dios.
Se mueve de mis labios a mis mejillas, dejando besos a lo largo de mi
mandíbula y de regreso por mi cuello. Solo puedo arquearlo para darle vía libre.
Y sonrío por dentro. Desea esto. Me desea.
Mi piel vibra, el vello se eriza en mis brazos y me dan escalofríos al sentir sus
manos que comienzan a explorar tanto como su boca.
Presiono mi trasero contra su entrepierna y siento la rugosidad de su polla,
dura y tentadora. Aparta su boca, gimiendo ante mi empujón.
—Jordan. —Jadea, con los ojos cerrados y sus cejas fruncidas con dolor—.
Mierda, no podemos hacer esto.
Me doy la vuelta, arqueándome sobre las puntas de mis pies y apoyo mi frente
contra la suya con mis manos en su cintura.
—Lo sé —digo—. Lo sé.
Dios, ¿por qué tenía que suceder esto?
Me cierno sobre sus labios, sintiéndolos mientras su cálido aliento hace que
quiera envolverme dentro de él.
—Lo sé —susurro de nuevo—. Lo arruiné, ¿cierto?
Somos víctimas de las circunstancias. Al menos estoy convencida que me
hubiera gustado sin importar nada. Si fuera cualquier otro tipo que entrara a mi bar,
se sentara y hablara conmigo, lo habría deseado. Puede ser brusco y está fuera de
práctica respecto a tratar con la gente, pero soy feliz con él y me gusta que lo único
que parece necesitar de mí, es mi presencia. Es más feliz conmigo aquí.
—No necesitas pelear contra mí, ¿de acuerdo? —le digo—. Mañana me iré a la
casa de mi hermana y estaré más que bien. No tienes que preocuparte por mí. Nunca
debí haberme quedado...
Aunque repentinamente, agarra la parte posterior de mis muslos y me levanta,
obligando a que mis piernas se envuelvan alrededor de él. Fijándome contra la
pared, me mira y niega con la cabeza.
—No vas a ir ninguna parte.
Y luego se lanza hacia mí, capturando la parte inferior de mi barbilla en su
boca. Jadeo, mi cabeza cae hacia atrás y mis párpados se cierran, mientras muerde y
besa, enviando cosquillas a lo largo de mis brazos.
Me aferro a sus hombros y cedo, retorciéndome contra él y anhelando la
fricción de él entre mis piernas.
Uno de sus brazos me sostiene mientras el otro se arrastra hasta el tirante de
mi sostén, tirando hacia abajo, así puede besar la piel de mi hombro.
Jadeo, desesperada.
—Quítalo. Por favor.
Su mano se mueve a mi espalda, pero en lugar de desabrocharlo, tira del tirante
y lo lleva hacia abajo. Sin embargo, solo estoy desnuda por un momento antes que
ambos escuchemos una puerta cerrándose de golpe en el interior de la casa y nos
sobresaltamos.
—¿Papá? —dice Cole en voz alta—. ¿Estás despierto?
—Mierda —sisea Pike entre dientes.
—Oh, Dios. —Me retuerzo fuera de su agarre y me suelta. Me agacho,
recogiendo mi camiseta y mis zapatos de nuevo, levantándolos para cubrirme. Veo
la luz de la cocina encendiéndose a través de la puerta trasera y rodeo el costado de
la casa, escondiéndome fuera de vista.
Mi corazón late con fuerza en mis oídos y no puedo tragar. Echo un vistazo
alrededor de la esquina hacia Pike y él mira alrededor como si no estuviera seguro
de qué hacer, pero finalmente toma la manguera, el agua sigue corriendo y continúa
lavando sus brazos y manos ya limpios.
—¡Sí, aquí afuera! —llama, su manzana de Adán rebota de arriba abajo.
Oigo el crujir de la puerta mosquitera al abrirse y me retraigo, asegurándome
de estar fuera de la vista.
—Hola, ¿qué estás haciendo? —pregunta Cole.
Rápidamente vuelvo a abrochar mi sujetador y me pongo de nuevo mi
camiseta empapada.
—Solo limpiando —responde Pike—. El río casi inundó al puerto hoy. Intenté
llamarte.
—Sí, lo siento.
Hay un momento de silencio y todo lo que puedo escuchar es el agua
derramándose sobre la hierba ahora inundada.
—¿Dónde está Jordan? —dice Cole.
—No sé... ¿adentro?
Mis ojos caen y la culpa me golpea como una puñalada. Tuvo que mentirle.
Quiero decir, por supuesto que lo haría. Yo también lo hubiera hecho. Pero la
realidad se asienta respecto a que puedo dejar a Cole y alejarme y la vida continuará.
Pike no puede hacer eso. Es su hijo.
—¿Te quedas? —pregunta Pike.
—Solo voy a recoger algunas cosas —explica Cole, sonando solemne—. No
creo que ella me quiera cerca por lo menos durante un tiempo. Gracias por dejarla
quedarse aquí.
La voz de Pike apenas está por encima de un susurro.
—No hay problema.
Hay más silencio y luego escucho que el agua se detiene y algo de movimiento.
—Realmente me cuidó cuando... —Cole se queda en silencio y luego
continúa—, cuando no podía soportar tener a nadie más cerca. Nunca quise
lastimarla.
Agujas pinchan mi garganta. Todo esto es tan desastroso, porque no sé cuán
enojada se me permite estar.
Lo hizo justo debajo de mi nariz. Durante semanas.
Pero en mi corazón, tampoco le fui fiel.
En algún lugar profundo, siempre supimos que esto era finito.
—Puedes volver a casa —dice su padre en voz baja, casi suplicando.
Pero Cole no responde y me gustaría poder ver su rostro. ¿Está mirando a su
padre? No puede mirar a los ojos de la gente cuando está molesto o triste.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunta Pike, con tanta tristeza en su voz—.
¿Qué estás haciendo contigo, eh?
Escucho un suspiro y luego Cole dice:
—Hablaré con ella. Con el tiempo.
Y entonces la puerta mosquitera se cierra, estrellándose contra el marco y
lentamente echo un vistazo al otro lado de la esquina, viendo a Pike solo, de pie en
el lugar donde lo dejé.
Su frente está marcada por el dolor y está mirando fijamente hacia el suelo.
Aunque su cabeza se gira ligeramente hacia mí.
—No te trata bien y debería hacerlo —dice Pike, su rostro lleno de culpa—.
Pero esto no puede suceder, Jordan.
Aprieto mis dientes, las lágrimas se acumulan en el fondo de mi garganta.
Lo sé.
Lo sé.
Puedo sentirla. Sus cálidas piernas moviéndose sobre las mías entre las
sábanas, y está caliente y húmeda entre sus piernas mientras se mueve sobre mí.
Agarro sus caderas y le doy la vuelta, quitándole las bragas, zambulléndome y
tomándola en mi boca.
Dios, sus gemidos son tan dulces y no quiero irme nunca de esta cama. No
quiero hacer nada más que sentirla y saborearla, hacerla sonreír y sudar y correrse.
Es mía.
Pero de repente abro mis ojos, parpadeando ante la tenue luz de la madrugada.
Estoy solo, y respiro profundo, persiguiendo su olor en mi sueño.
Cierro mis ojos.
—Jesús. —Jadeo, lamiendo mis labios.
Empuño mi mano, aún sintiendo su trasero en mis palmas, necesitándola.
Necesito tanto el mismo cuerpo suave que tuve en mis brazos la noche anterior que
me duele la mandíbula por apretarla.
Limpiando el sudor de mi cuello, bajo la mirada y veo mi polla haciendo una
tienda de campaña con las sábanas.
Mierda.
Necesito echar un polvo. Eso es todo. Jordan no es especial.
No lo es.
Es una ardiente y joven mujer viviendo en mi casa y constantemente en mi
mente, caminando por ahí en shorts cortos con sus largas piernas, su alegre trasero
y labios que saben como un maldito durazno. Es como poner un filete frente a un
pitbull8 hambriento y decirle “no toques”.
Gruño mientras mi polla se llena de sangre, endureciéndose aún más.
Dios, ¿si la llamara y le dijera que viniera aquí justo en este momento, vendría?
Estoy tentado a retirar lo que le dije la noche anterior, quiero recuperar tanto lo que
tuve en mis manos.
Pitbull:Es una raza canina, originaria de Estados Unidos y descendiente del Bull-and-terrier, una
mezcla entre el antiguo bulldog y terriers.
8
Pero no.
Ya estoy adolorido por la culpa y perder el control e ir más lejos con ella sería
un mundo de dolor. La noche anterior fue simplemente el resultado de no haber
tenido sexo en mucho tiempo. Nada más.
Cristo, es una niña. Si fuera dos años más joven, podría ir a prisión por lo que
estuve a punto de hacerle la noche anterior.
Necesito sacar esto de mi sistema.
Apartando la sábana, salgo de mi cama y me pongo unos boxers y jeans.
Después lavo mi rostro con agua fría, cepillo mis dientes, y me pongo algo de gel en
el cabello, mi polla está lo suficientemente tranquila como para salir de la habitación.
Me pongo una camisa y agarro el resto de las cosas que necesitaré para trabajar y
salgo de la habitación.
Si Cole no hubiera venido a casa cuando lo hizo…
Bajo trotando las escaleras, alejando eso de mi cabeza. Solo espero que ella no
piense que tiene que irse por esto. Probablemente sería lo mejor, pero no quiero ser
otra persona más con la que no pueda contar.
En la cocina, me sirvo una taza de café y abro el refrigerador, buscando la leche.
Frunzo el ceño, moviendo las cosas y solo encuentro leche de almendras. La
saco y arrugo mi nariz, estudiándola. ¿Las almendras producen leche?
Jordan. Pongo los ojos en blanco y la destapo, oliéndola.
—Hmm… —No huele mal.
Me encojo de hombros y la vierto en el café.
Levantando el café, deslizo mi otra mano en mi bolsillo y me inclino contra la
encimera, soplando el café.
Escucho las pisadas de Jordan en las escaleras y mi estómago se retuerce
mientras parpadeo largo y fuerte para prepararme.
Entra en la cocina, alzando sus ojos y encontrándose con los míos lo suficiente
como para darme una media sonrisa rápida y cortante antes de rodear la mesa y
sacar su bolso de una silla.
Parece tener prisa.
Fuerzo las palabras. Cuanto antes lo solucionemos, más rápido podremos
volver a la normalidad.
—Lo siento por lo de anoche —le digo—. Fue mi culpa, y no debió haber
sucedido. ¿Está bien?
Sus manos se ralentizan, y veo que sus ojos se mueven mientras busca en su
bolso, pero no me mira.
Cierra la cremallera y se endereza, se dirige hacia mí y abre el refrigerador.
—Me tengo que ir —dice.
La miro con cautela. No parece enojada. Solo luce nerviosa. Tal vez estaba
esperando que yo tomara la iniciativa para ver cómo manejar esto.
O tal vez quiere actuar como si no hubiera sucedido nada en absoluto. Tal vez
esté arrepentida.
¿Yo estoy arrepentido?
Sí. Sí, por supuesto que sí.
Pero lo disfruté también. La necesidad de llevarla a mi cama y saborear cada
segundo y cada centímetro de ella fueron como mirar hacia el cielo la noche anterior.
Lo deseaba. No podía esperar.
Y no me habría detenido. Me dolían los músculos al solo pensar en lo que iba
a hacerle pasar a mi cuerpo para disfrutar cada momento con ella.
Pero incluso sin Cole, todavía tiene la mitad de mi edad. Nada sobre esto es
correcto.
—Eres una chica hermosa, Jordan —digo casi en un susurro—, pero eres solo
una niña.
Se detiene en el refrigerador a mi lado, y la veo aclarar su garganta. Es tan
linda. Con su cabello limpio y sedoso, con maquillaje sutil con solo un toque de rosa
en los labios...
—No estaba pensando en ese momento —le explico—. Ambos estamos solos,
y me ha encantado tanto tenerte aquí que los límites se desdibujaron. No volverá a
suceder.
Asiente, y su mirada cae. Desearía saber lo que estaba pensando. No es como
si ella fuera muy callada. ¿Me odia?
—Está bien —dice suavemente.
Pero sacudo la cabeza.
—No lo está. No espero eso de ti. Quiero que lo sepas.
Dios sabe que tiene suficiente de esa mierda en el trabajo.
Tomando su manzana y una botella de agua, se da la vuelta y camina hacia la
mesa, levantando su bolso. No puede asistir a clase tan temprano, pero no voy a
cuestionarla como si fuera asunto mío. Ya le he hecho suficiente por las últimas
veinticuatro horas.
Observo mientras sale de la cocina y entra en el vestíbulo, tomando las llaves
del gancho. Cuando llega a la puerta, se detiene.
—Mis manos también estaban sobre ti —dice ella.
Y luego abre la puerta y sale, cerrándola suavemente tras de sí.
Miro fijamente el espacio vacío haciéndome desearla de repente.
—No digas cosas como esas —le murmuro a una casa vacía.
Si sé que también lo deseas, ¿cómo seré capaz de resistirte?
—¿Estás seguro que no quieres venir? —pregunta Dutch.
Sacudo la cabeza, lanzando mis herramientas a la camioneta.
—Nada suena peor en este momento que un bar lleno de personas y palos de
queso de mozzarella pre-congelados —le digo—. Tengo una cita con restos de
calzones en el refrigerador.
Todd pasa por mi lado, sonriendo.
—Apuesto que los calzones saben incluso mejor con cierta rubia descalza que
también los prepara.
Mi cuello se calienta ante la broma. No creo que nadie sepa que Cole ya no se
está quedando en la casa en este momento, pero las interacciones entre Jordan y yo
no han pasado desapercibidas. La noche de póker, el desfile de ropa interior, ella
trayéndome la cena… Estoy seguro que los chicos están sacando sus propias
conclusiones.
Y, de hecho, los calzones los compré para llevar hace un par de días, pero sí,
Jordan no trabaja esta noche y estoy ansioso por ver como está. Y, con suerte, volver
a la normalidad con ella.
Aunque, no demasiado ansioso. Me quedé hoy con los chicos una hora más a
propósito, porque a pesar de estar muriéndome por verla, no quiero estar muriendo
por verla, y necesitaba probarme que tengo algo de control sobre mí mismo.
Dutch se pone su gorra de béisbol, lanzándome una media sonrisa como si
estuviera de acuerdo con Todd, pero solo frunzo el ceño y me subo a la camioneta.
No necesito la imagen mental de Jordan caminando en mi cocina con los pies
descalzos, inclinándose sobre el mostrador para agarrar algunas cosas, y haciendo
esa cosa linda que hace cuando sopla un mechón de su cabello para alejarlo de su
rostro, y que simplemente luego cae de nuevo justo en el mismo lugar.
Podemos vivir allí, y nuestras vidas continuarán hasta que consiga su propio
lugar. Irá a la universidad y al trabajo, y de vez en cuando un chico irá a recogerla,
y yo también seguiré adelante. Soy un hombre soltero. Ella debe saber que tengo que
salir con una mujer aquí o allá. Está bien, y así es como debería ser.
Si ella fuera diez años mayor, tal vez…
Sonrío, sintiendo finalmente que pienso correctamente. Le doy vuelta a la llave,
encendiendo el motor, saliendo del lote y dirigiéndome a casa.
Estoy feliz de no haber salido del lugar justo a las cinco. Después de todo, hice
bien. Fui el que detuvo las cosas anoche, ¿verdad? ¿Dos veces? Tengo un límite
moral, y mientras no flaquee, encontraré el verdadero norte. Con el tiempo.
Y soy humano. ¿Podría alguien no notar lo hermosa que es?
Exhalo, encendiendo la radio mientras conduzco y me dirijo entre las calles del
vecindario.
Necesito una cita. Solo le daré la vuelta, enrollaré y convertiré lo que pasó
anoche con Jordan en un golpe de suerte de seis minutos bajo la luna llena y volveré
a ser... para ella, como... un hombre mayor y esa mierda. Solo un adulto responsable
en quien confía como guía. Eso es todo.
Ella no es una mujer. No tiene experiencia en el mundo, y no soy el hombre
con quien va a casarse o darle hijos. No tengo derecho sobre ella.
Respiro profundamente, sintiéndome listo, y entro a mi calle y subo a la
entrada. Son justo después de las seis, el VW de Jordan está aquí, pero eso no
significa que ella lo esté. Le dije que no lo condujera todavía, pero también podría
estar con su hermana.
Me estaciono y agarro mi caja para el almuerzo antes de bajarme de la
camioneta. Alcanzando la parte de atrás, saco mi cinturón de herramientas y lo
coloco sobre mi hombro, caminando a través del césped hacia las escaleras del
porche.
Pero por la esquina de mi ojo veo algo y giro mi cabeza para ver la casa de Kyle
Cramer. Jordan está saliendo por la puerta principal, seguida por Kyle que le pasa
un pedazo de papel y le sonríe.
Ella continúa alejándose poco a poco, pero le devuelve la sonrisa y señala con
el pulgar hacia mi casa, ambos intercambian unas palabras y asienten. Volviéndose,
se dirige hacia mí, y mi mirada se dirige hacia él todavía de pie detrás de ella, viendo
que sus ojos se deslizan por su trasero.
Mis pulmones se llenan de calor, el instinto empieza a hacer efecto. Ni siquiera
lo intentes, imbécil.
Ella se acerca, alzando la mirada y reduciendo la velocidad por solo un
segundo cuando me ve.
Levanto mi barbilla, manteniendo mi tono de voz plano.
—¿Qué fue todo eso?
Parpadea, subiendo las escaleras del porche.
—Oh, él, uh… tiene a sus hijos esta noche —dice—, pero olvidó que tenía un
juego de béisbol, así que me pidió que los cuidara. Dije que sí. Solo estaba dándome
un recorrido por la casa y diciéndome las normas.
—¿Por qué tú? —La sigo.
Me devuelve la mirada, y me doy cuenta que eso sonó grosero.
—Quiero decir, él ya debe tener una fila de niñeras —añado—. Solo tenía
curiosidad de por qué te lo pidió.
—No lo sé. —Se encoge de hombros y agarra su bolso, revisándolo para
asegurarse que tiene lo que necesita—. Probablemente porque estoy justo en la
puerta de al lado y piensa que todavía necesito dinero para mis dulces —bromea—
. Está bien. En serio. No tengo nada más que hacer. Llegaré tarde, ¿está bien?
¿Tarde? El juego es alrededor de las diez.
Seguramente él se reunirá con el equipo en el bar después.
Y entonces el depravado va a venir a casa borracho, donde estará una linda
niñera.
Maldición no.
Se mueve hacia la puerta, lanza su bolso sobre su hombro, y doy un paso
adelante.
—Espera… —digo.
Se da la vuelta, pero sus ojos solo se deslizan sobre mí, nunca fijamente.
Está tratando de ignorarme.
—Si quieres —menciono gentilmente—, puedes traer a los niños aquí. Pueden
nadar en la piscina.
Finalmente, encuentra sus ojos con los míos, y noto que están rojos. No está
feliz, pero está tratando de esconderlo. Jesús.
Sacude la cabeza, luciendo arrepentida.
—Acabas de salir del trabajo. Quieres relajarte, y ellos harán mucho ruido.
Deja caer su mirada de nuevo, luciendo nerviosa.
¿Soy yo o es algo más? Hice lo correcto la noche anterior. No quiero que se
sienta rechazada, porque ella haría a cualquier hombre el más afortunado del
mundo.
Algún día.
Aunque, quizás no está molesta porque lo detuve. Quizás está molesta por
todo lo que sucedió.
Doy otro paso, bajando mi voz como si tuviera miedo de que los vecinos
puedan escucharnos.
—¿Estás molesta conmigo? —le pregunto.
Abre sus ojos de repente, respondiendo rápidamente.
—No. —Y entonces piensa antes de hablar—. Solo estoy tratando de aclarar
algunas… cosas en mi cabeza.
Puedo ver las lágrimas brotando de sus ojos, y me duele. ¿Por qué siempre
quiero abrazarla?
Inclina su cabeza tratando de esconder las lágrimas que no puede detener, subo
un escalón hacia ella y dudo un momento antes de poner mi mano a un lado de su
rostro. Mis dedos se envuelven alrededor de su nuca, y no me aleja.
—Estoy aquí, ¿está bien? —susurro—. Nada va a cambiar. Todavía me encanta
el olor de tus velas y el sonido de tu música en la casa. —Me detengo y luego
añado—: Aunque no soy un gran fan de los Wraps de pepino que metiste a
escondidas en mi almuerzo ayer.
Rompe en una silenciosa carcajada mientras sus hombros se sacuden.
Acaricio su mejilla con mi pulgar.
—No voy a ir a ningún lado.
Y la atraigo hacia mí, abrazándola contra mi pecho y deseando nada más que
solo protegerla y darle todas las malditas cosas que no tiene.
Envuelvo mi brazo libre a su alrededor, y después de un momento cede y sus
brazos me envuelven, fundiéndose conmigo. Nos abrazamos tanto que no sé si la
estoy sosteniendo o ella me está reteniendo, pero por un momento, tengo miedo de
caerme si la dejo ir.
—Tráelos aquí —le digo—. Te quitará la presión de tener que entretenerlos.
Prepararé los flotadores y pediré pizza.
Se aleja, sollozando, pero no hay más lágrimas brotando de sus ojos y esboza
una media sonrisa.
—A los niños les gusta solo de queso —dice, con un aire de paz en su expresión.
—Sí, lo recuerdo. —Creo que a Cole todavía le gusta solo de queso, en realidad.
Deja caer su bolso por la puerta donde estaba antes y me mira antes de irse,
una comprensión estableciéndose entre nosotros. No estoy aquí para lastimarla.
Siempre que me mantenga alejado de ella mejor que la noche pasada, entonces
no lo haré.
—¡No puedo hacerlo! —grita Jensen, con el agua saliendo de sus labios.
El niño de siete años pisotea el agua con unas enormes gafas protectoras en su
rostro. Debajo de él, tres anillos de buceo están ubicados en el fondo de la piscina, y
después que conseguí que fuera lo suficientemente valiente como para agarrarme
del cuello mientras me zambullía para recuperarlos, pensé que era hora de que él lo
intentara.
Cramer es un idiota, pero sus hijos no.
—Intenta mover los pies primero —le digo—. Aquí, hunde tu rostro y mírame.
La piscina alcanza un metro ochenta, pero nado de todos modos, poniéndome
por encima de los anillos. Jordan está en la parte menos profunda con Ava, que tiene
solo dos años, y le enseña cómo hacer burbujas con el agua. Me sentí aliviado de
verla salir con un bikini más conservador que ese pequeño maldito bikini, pero
desafortunadamente no me está resultando más fácil de manejar.
—¿Listo? —digo, alejando mi mirada de su cabello empapado en su espalda y
miro a Jensen.
Asiente, como si su cabeza pesara demasiado para su cuerpo, respiro hondo,
me impulso hacia arriba y luego caigo al fondo de la piscina, liberando aire mientras
desciendo y empujo el agua hacia arriba con las manos.
Mis pies golpean el suelo, agarro un anillo, y me empujo de nuevo hacia la
superficie, tomando otra respiración profunda. Él saca su cabeza, escupiendo un
poco de agua.
—¿Viste? —pregunto, limpiándome los ojos—. Solté burbujas y empujé el agua
sobre mí, y me ayudó a hundirme hasta el fondo.
Asiente de nuevo.
—¿Quieres probar?
Sacude la cabeza.
Me río, moviendo mi cabello hacia atrás.
—Bueno. En otro momento entonces.
En ese momento, un chorro de agua golpea mi espalda, y miro por encima de
mi hombro, viendo a Jordan disparándome con una pistola de agua. La pequeña
niña en su cadera se ríe, y Jordan arruga la nariz, haciendo una mueca lista para la
batalla y lanzando agua hacia mi cabeza. Me alejo, escuchando a la pequeña
divirtiéndose detrás de mí.
—¡Quiero una! —Jensen se apresura hacia un lado de la piscina y agarra una
de las pistolas de agua que dejó Dutch cuando trajo a sus hijos durante un día el
verano pasado. Tomo la otra, y todos empezamos a llenar nuestras armas, Jordan le
da la suya a la pequeña niña y consigue otra para ella.
Durante los siguientes diez minutos, apenas nos detenemos para respirar
mientras reímos, atacamos y corremos a toda velocidad alrededor de la piscina para
escapar de las arremetidas. Todos se vuelven en contra, la pequeña niña
disparándole a Jordan directamente a los ojos, y Jensen disparándome en la cabeza.
Agarro a la niña, usándola como una falsa cubierta, y Jordan chilla, buceando
debajo del agua para escapar de los disparos provenientes de Jensen, Ava y yo.
El chico finalmente se impulsa para sentarse en un escalón, y tanto Jordan
como yo respiramos con dificultad por el esfuerzo. Pongo a la niña en la cubierta y
ella se acerca a la mesa de picnic y comienza a comer sandía. Jensen se une a ella,
tomando otra rebanada de pizza sobrante.
Un déjà vù me golpea. Me sorprende tener la energía para esto. Parece que fue
hace años cuando estaba tratando de enseñarle a Cole a nadar y cuando dejé que
trajera a su primera novia de la escuela secundaria, mientras secretamente los
vigilaba desde el interior de la casa. Aunque esto no es tan estresante como lo
recuerdo. Tal vez porque soy mayor.
O tal vez porque es más fácil cuando hay dos adultos jugando con los niños en
lugar de uno. De hecho, me divertí esta noche.
Observo a Jordan mientras salta a la cubierta de la piscina y se sienta con las
piernas todavía colgando en el agua. Tomando cada pistola de agua, las vacía y las
sacude, dejándolas a un lado.
La dualidad de su traje de baño tiene a mi cerebro dando vueltas retorciéndose
más y más, y estoy tan confundido. Usa negro en la parte inferior. Adulto, sexy y
hermoso contra su piel bronceada. Y rosa en la parte superior. Inocente, dulce y
enteramente Jordan, porque puede ser tan femenina.
Sus tonificados y suaves muslos, y la expresión linda y estudiosa en su rostro
mientras frunce el ceño y se concentra en su tarea. Todo sobre ella es joven.
Excepto sus ojos.
Unos ojos que pueden ser tan pacientes, porque ha tenido años de práctica
siendo decepcionada, pero unos ojos que también pueden estar enojados, porque
sabes que la mierda ha estado golpeando al ventilador en su vida desde el primer
día y no ha disminuido un poco.
Puedes ver su cerebro trabajando con cada decisión y cada interacción, porque
ahora es tan buena para evaluar las consecuencias y el peligro que ahora se ha
convertido en una segunda naturaleza.
Sabe que el tiempo siempre pasa y su día llegará. Solo hay que esperar.
Tiene la piel suave y el cuerpo de una mujer joven, pero los ojos de alguien que
ha visto décadas.
Mis ojos se deslizan hacia su boca, recordando la sensación de sus besos, y otra
ráfaga de calor cubre mi pecho justo debajo de mi piel. Me alejo, deslizando mi mano
por mi cabello mojado.
No fue un golpe de suerte. La deseo.
Me encanta su olor en la casa, la forma en que se sienta a mi lado, aquí o en el
cine esa primera noche, tan fácil y cómodamente como si fuéramos dos guisantes en
una puta vainita, y cómo me emociono al despertar todos los días sabiendo que
puedo verla.
—Jesucristo —digo en voz baja.
Estoy teniendo mi primer enamoramiento en veinte años.
—¿Qué? —La escucho preguntar.
Alzo mi cabeza, girando es su dirección. ¿Lo dije en voz alta?
—Nada —respondo rápidamente.
Me mira mientras vacía la última pistola, y saco los flotadores de la piscina y
los arrojo sobre la cubierta para evadir sus ojos.
Quiero más de lo que sucedió la noche anterior, y no sé qué voy a hacer.
Un teléfono comienza a sonar en la mesa de picnic otra vez, y miro hacia ella.
—Tu teléfono está sonando de nuevo.
Asiente, frunciendo levemente el ceño.
—Sí, sé quién es.
Mis cejas se elevan un poco. ¿A quién está tratando de evitar?
El teléfono había sonado varias veces desde que había estado en casa y, que yo
sepa, no había respondido.
Me echa un vistazo, sin duda viéndome observarla con una mirada inquisitiva.
Solo se ríe para sí misma y explica:
—Los muchachos de la ciudad creen que soy fácil de seducir ahora que Cole y
yo hemos terminado. —Desliza sus dedos por su cabello, dejando los mechones
húmedos—. Están abalanzándose para consolarme.
Dice lo último con comillas en el aire, y mi armadura se endurece al instante
como el acero. ¿Consolarla?
Pero me obligo a retroceder. En realidad, es justo lo que necesito para poner
las cosas en la perspectiva correcta. Ella debería salir con sus amigos.
—Bueno, tal vez deberías darles una oportunidad —le digo, forzando las
palabras—. Quiero que tú y Cole se arreglen y sean amigos nuevamente, pero
deberías salir y pasar un buen rato.
Las palabras me saben a mierda, pero me siento bien de haber hecho lo
correcto. Ella saldrá con alguien. Puedo comenzar a ver a alguien. Nos distraeremos
e invertiremos en nuevas personas.
—Lo haré —responde, interrumpiendo mi tren de pensamientos—. Carter
Hewitt me invitó a ir a hacer Tubing9 este fin de semana, así que le dije que iría.
Mi rostro cae. No conozco a Carter Hewitt, pero...
—¿Tubing? —digo, tratando de mantener la calma. Me acerco a ella al borde
de la piscina—. Uh... no —le digo, sacudiendo la cabeza—. No.
9
Es una actividad recreativa en el que una persona da un paseo dentro de un neumático gigante, ya
sea en el agua, nieve o en el aire.
—¿Qué? —Frunce las cejas, confundida.
—¿Seis horas a la deriva en un río sin nada más que hacer que beber hasta
quedar desmayada sobre tu trasero? —Dejo escapar—. Para cuando te traiga de
regreso en su camioneta, estarás completamente borracha, y entonces realmente
serás fácil de atrapar. —Dejo escapar una risa amarga—. Absolutamente no.
Sus ojos se amplían, y su mandíbula se aprieta con enojo.
Oh, mierda.
—Eres tan... —susurra-grita, para que los niños no escuchen—, ¡de la vieja
escuela! —Me frunce el ceño, con los labios apretados—. ¡Esta cosa alfa, posesiva,
manteniendo a tu “hija” encerrada con una escopeta es insultante! No soy una idiota,
y tú... —muestra sus dientes—, no eres mi padre.
Arqueo una ceja mientras saca sus piernas del agua y se levanta, resoplando.
Retrocedo, flotando a través del agua. Sí, créeme, lo sé. Los pensamientos que tengo sobre
ti no son para nada paternales.
—Envuelve la pizza en papel de aluminio antes de ponerla en el refrigerador
—me ordena—. No solo la lances en un plato.
Aprieto mi mandíbula para ocultar mi diversión ante sus órdenes. Como si no
hubiera guardado sobras antes en mi vida adulta.
Agarrando los bolsos y las toallas de los niños, toma la mano de Ava y dirige
a Jensen hacia la puerta trasera.
—Voy a llevarlos a casa y los meteré en la cama —me dice y luego se vuelve
hacia ellos—. ¿Qué hay que decirle al señor Lawson, chicos?
—¡Gracias! —dicen los niños con palabras mal pronunciadas y bocas llenas de
comida.
Salgo de la piscina y agarro una toalla, secándome el cabello.
—El señor Cramer dijo que estaría en casa a las once —dice Jordan—. Pero sé
que el equipo generalmente pasa por el pub para tomar cervezas después del juego,
por lo que podría llegar tarde. Tengo mi llave por si cierras.
—Estaré despierto —respondo en voz baja. Confiaría en un drogadicto para
sostener mi billetera más de lo que confiaría en Kyle Cramer.
Escucho cuando se abre la puerta de madera y los niños entran arrastrando los
pies.
Entonces escucho su voz.
—Oh, y eres un idiota —dice.
La miro.
—Me lo agradecerás cuando no te hayan violado en una cita.
Hace una mueca y cierra la puerta, golpeándola con fuerza.
La miro fijamente, riendo en silencio. Es tan jodidamente adorable.
Y luego mi rostro cae, dándome cuenta de que estoy casi mareado. No soy una
persona sonriente, y he superado con creces mi cuota desde que ella entró en la casa.
Termino de limpiar el patio trasero mientras el cielo se vuelve negro sobre mí,
y me aseguro de envolver la pizza en papel de aluminio, según las instrucciones. La
piscina está despejada, los juguetes y flotadores guardados, y la mesa de picnic está
limpia. Agarrando las toallas húmedas de la cubierta, entro en la casa y cierro la
puerta trasera, apagando también la luz de la piscina.
Tirando las toallas a la lavadora, dejo la tapa abierta, para poder poner más
ropa después de la ducha.
Mientras me dirijo hacia las escaleras, suena el timbre.
Cruzando la sala de estar, abro la puerta de entrada y veo a un joven a través
de la puerta mosquitera. Mi guardia se eleva un poco, pero la abro, forzándolo a
retroceder.
—Hola —dice.
Asiento, mirando al creído aspirante de fraternidad, que me parece algo
familiar, aunque no recuerdo de dónde.
—¿Se acuerda de mí? —dice, tendiéndome la mano—. Soy Jay McCabe. Amigo
de Cole.
Le estrecho la mano, estudiándolo. Jay…
—¿Jordan está aquí? —pregunta—. Me dijeron que todavía se está quedando
aquí.
¿Jordan? ¿Qué quiere él con...?
Y entonces lo comprendo.
—Jay —digo, la comprensión me ilumina mientras mi columna vertebral se
endereza como una barra de acero recta—. ¿Su ex novio?
La esquina de su boca se curva en una sonrisa y un brillo se desliza en sus ojos.
—Sí, éramos novios.
Pero ya ni siquiera estoy escuchando. Paso mis dedos sobre mi pulgar, con
ganas de apretar mis manos, mientras mi pecho comienza a subir y bajar con fuertes
respiraciones.
Salgo de la casa y camino directamente hacia él, apenas un centímetro más alto,
pero me aseguro de que lo sepa.
Su rostro cae cuando no me detengo, y se tropieza hacia atrás para evitar que
choque con él.
—Oye —protesta.
Pero continúo. Camino hasta que lo obligo a retroceder, a bajar las escaleras y
dirigiéndolo hacia el maldito césped.
La alarma se asienta en sus ojos.
—Jesús, ¿qué diablos?
Me le acerco y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Normalmente no empujo mi peso a un niño como tú, pero quiero dejar esto
en claro —lo provoco—. Puedes tener tu propio grupo de seguidoras que están
enamoradas de ti o te tienen miedo, pero yo... —hago una pausa para darle efecto—
, no. Sé quién eres y qué te gusta hacer. Mantente alejado de Jordan, y también
realmente apreciaría que te alejaras de mi hijo. —Comienzo a caminar hacia él otra
vez, obligándolo a abandonar mi césped—. No vuelvas a pisar mi propiedad, o te
meteré en un agujero debajo del cemento húmedo, y te haré parte de la base de la
siguiente casa que construya para que no seas visto nunca más. Ahora vete de una
vez.
Y hago un gesto con la barbilla para que se vaya.
—¿Qué…?
—¿No hablé claro? —lo interrumpo.
Está respirando con dificultad, su nuez de Adán moviéndose hacia arriba y
abajo, y hurga en su bolsillo en busca de sus llaves, supongo.
—Jesús —dice y se sube a su auto.
Pero todo lo que puedo ver es rojo. Quiero desmembrarlo. ¿Cómo puede mi
hijo llamarle amigo a ese tipo?
Se atrevió a ponerle las manos encima. Él nunca volverá a mirarla de nuevo si
de mí depende.
Observo mientras sale a toda velocidad del camino de entrada y hacia la calle,
arrancando lo más rápido que puede. En un momento, cualquier temor que pueda
sentir se convertirá en enojo y se dirá a sí mismo que no soy capaz de cumplir la
amenaza.
Y una parte de mí espera que pruebe su suerte nuevamente solo para darme
una excusa.
Echo un vistazo a la casa de Cramer, viendo todas las luces encendidas, pero
no hay ningún movimiento en las cortinas, así que con suerte no lo vio venir aquí.
Al entrar, le pongo seguro a la puerta, pero luego lo pienso mejor y la vuelvo
a abrir. Ya saben, por si acaso ella está afuera y él regresa y necesita entrar a la casa
rápidamente o algo así.
Pongo los ojos en blanco. Jesús.
Subiendo las escaleras, me desvió al baño principal y abro la puerta de la
ducha, abriendo el agua. Rápidamente se llena de vapor, y me quito los pantalones
cortos, entro y cierro la puerta.
El agua caliente golpea mi piel como un millar de agujas, pero rápidamente le
sigue una calidez que se siente tan bien que estoy casi mareado.
Colocando mis manos en la pared, sumerjo mi cabeza debajo de la regadera,
dejando que el agua caiga en cascada sobre la parte posterior de mi cabeza, mi cuello
y mi espalda.
Que maldito desastre.
No puedo contactar a mi hijo, y cuando puedo, no quiere hablar conmigo. Y
definitivamente no ayuda a la situación el hecho que estoy babeando sobre su última
novia, como nunca lo había hecho con ninguna otra mujer en mi vida.
Y peor aún, ahora que está soltera voy a tener a todos los imbéciles de la ciudad
husmeando en la puerta de mi casa, muriendo por ponerle las manos encima.
Sé que no puedo tenerla, pero todavía no se detendrá. El deseo.
Cierro los ojos, vaciando mis pulmones y sintiéndola en todas partes.
—Jordan —susurro.
Mi polla se hincha inmediatamente, y siento que se endurece solo con el sonido
de su nombre. Ella me devolvió el beso la noche anterior. También se siente atraída
por mí. ¿Fantasea conmigo?
Me endurezco aún más al pensar en ella en la cama, pensando en mí.
Deseándome.
Empuño mi polla porque me duele mucho, pero la acaricio sin querer, y gimo
por lo bien que se siente.
Ella llena mi cabeza, y juro que puedo olerla. Está tan cerca.
Me acaricio, cediendo a la fantasía.
Estoy en la cama, y la habitación está completamente oscura. Suena un golpe
en mi puerta, y me muevo, sentándome.
—¿Sí? —digo, doblando una pierna sobre la rodilla y descansando un brazo
sobre ella.
Jordan empuja la puerta y solo puedo decir que es ella por su cabello dorado.
—¿Pasa algo malo? —le digo suavemente.
Estoy desnudo debajo de la sábana, pero ella no puede ver nada.
—Hay una tormenta eléctrica —dice, deteniéndose en el marco de la puerta—
. ¿Puedo dormir contigo?
Un relámpago atraviesa las ventanas, iluminando su cuerpo, y vislumbro sus
piernas desnudas y su dulce rostro. El agua continúa vertiéndose sobre mí, y mi
polla en mi mano se alarga. La realidad se escapa mientras caigo en picada,
persiguiendo lo único que podré tener de ella.
Lo que sea que esté en mis sueños.
—Ven aquí —le susurro.
Se apresura hacia el lado de la cama, y abro las sábanas para ella.
Deslizándose, se acurruca cerca de mí, y coloco mi brazo a su alrededor,
sintiendo su pierna acercarse a la mía. Mis manos vagan, y todo lo que siento son
sus muslos y estómago desnudos. Está escasamente vestida.
—Jordan… —Jadeo.
Dios, su piel es tan suave, y se siente tan bien.
—Tengo frío —dice, su aliento acaricia mi mandíbula—. ¿Está bien?
Mi muslo se posiciona entre sus piernas, y puedo sentir el calor saliendo de
ella. La acerco más.
—Ven acá.
Le froto los muslos y las caderas, le cubro la espalda y mantengo su nariz
enterrada en mi cuello. Cada centímetro de ella es como una corriente eléctrica para
mi polla.
Me acaricio más despacio, pero lo mantengo apretado, mientras la imagino.
—¿Así está mejor? —le pregunto.
Asiente con sus labios a centímetros de los míos.
—Tu boca es incluso más cálida —me dice, sintiendo mi aliento sobre ella—.
Es la parte más cálida de ti.
Lucho para esconder mi sonrisa ¿Quién soy yo para no darle a mi chica lo que
necesita?
Girándola sobre su espalda, sigo deslizando mis manos por su cuerpo, pero
empiezo a mover mi boca sobre su piel también. Respirando a través de su cuello y
a través de su pequeña camisa negra, tipo top, sobre sus pechos y los pezones duros
llamándome a través de la tela, pero me resisto. Me arrastro por su estómago,
moviendo mis labios por su ombligo, y por un momento, salen mis dientes,
muriendo por tomar un pedazo de ella en mi boca, pero gime, y miro hacia arriba,
viendo los montículos de sus pechos asomarse desde debajo de la pequeña camiseta.
El agua de la ducha se derrama sobre mi rostro y mi barbilla, y quiero que esto
sea real. La quiero en mi maldita cama.
—¿Mejor? —le pregunto.
Asiente con sus ojos todavía cerrados.
—Mmmm —dice ella—. Aunque, ¿puedes seguir haciéndolo? Todavía tengo
frío.
Demonios sí. Agarro sus muslos mientras me doy la vuelta sobre mi espalda,
poniéndola encima de mí.
—Ven aquí, bebé.
No puedo tenerla toda, pero tomaré esto.
Froto sus muslos y deslizo mis manos más arriba por su cuerpo, burlándome
justo debajo de su camisa.
Está usando un top negro y bragas negras, y bromeo:
—Pensé que te gustaba el rosa.
No puedo ver su sonrisa, pero lo escucho en su voz.
—¿Quieres rosa? —se burla.
Y luego levanta su camiseta corta, colocándola justo encima de sus hermosos
pechos. Roza sus pezones, mostrándome dónde está su rosa.
Me levanto, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura y tomo uno en mi
boca, tirando de él y luego chupándolo en mi boca.
Siento que la sangre corre por mi polla, y ya estoy tan cerca. Abro mi boca,
como si realmente pudiera sentir su suave piel entre mis dientes.
Jesús, quiero saber cómo sabe ella realmente.
—¿Más caliente? —pregunto, sabiendo malditamente bien que su piel está
caliente ahora.
Siento su asentimiento y sé que tengo que detener esto. Lo dejé pasar
demasiado tiempo.
—Jordan, tenemos que detenernos.
Pero puedo sentir que está empapada.
Comienza a molerse contra mí, rodando ese culo suyo mientras sus palabras
caen sobre mi frente.
—Está bien —susurra—. Nadie tiene que saberlo.
Comienza a montarme con la ropa puesta cada vez más rápido, sus gemidos
son cada vez más fuertes y más pesados, y aquí estamos, solos, está oscuro, y nadie
tiene que saberlo.
—Jordan. —Jadeo, mi mundo inclinándose sobre su eje por el maldito placer—
. Bebé, no podemos. ¿Qué estás haciendo?
—Te pondré más duro.
Sí, no, mierda.
Me masturbo con más fuerza, el calor inunda mi ingle y el fuego se extiende
desde mi estómago hasta mis muslos.
Clava sus uñas en mis hombros, y aprieto sus caderas mientras se aleja de mí.
—Bebé, tienes que detenerte —le ruego. Dios, me voy a correr.
—Pero se siente tan bien cuando está duro.
Sacudo la cabeza, susurrando contra sus labios.
—No soy para ti. Algún otro hombre va a... No podemos.
—No puedo detenerme —gime—. Por favor, no hagas que me detenga.
Sus tetas sobresalen sobre mí y sus caderas se mueven, y es la maldita cosa más
sexy que he visto en mi vida.
Maldición, sí.
—Bien. —Finalmente gruño y caigo de nuevo sobre la cama, todavía agarrando
sus caderas mientras la cresta de mi polla se frota contra ella—. Dale a tu coño lo que
desea.
Chilla y cierra los ojos dejando caer sus manos sobre mis rodillas y tomando lo
que quiere de mí.
Aprieto mi polla como si mi vida dependiera de ello, siento sus caderas que
sobresalen en mis manos, y me corro, tirando más y más fuerte a medida que me
derramo.
—Oh, maldición. ¡Maldición! —grito—. ¡Mierda!
Oh, Dios mío. Dejo caer mi cabeza hacia la pared de la ducha, el semen se
derrama y desacelero mi mano, con los músculos ardiendo mientras dejo salir el
resto.
Veo manchas detrás de mis ojos, pero aún puedo oler su sudor, y no quiero
que se acabe. Quiero más.
—Maldición —digo, lamiendo mis labios y forzándome a tragar saliva—.
Mierda.
Quiero más.
No puedo recordar la última vez que me corrí de esa forma, pero aun así... no
fue suficiente.
Alejo mi mano de mi polla y cierro mis manos en puños, molesto. Se suponía
que eso ayudaría, maldición. Se suponía que eso la sacaría de mi sistema.
Siento que mi polla comienza a calentarse de nuevo, y me alejo de la pared,
gruñendo. Golpeo el grifo con fuerza, apago el agua caliente y me enjuago.
Solo necesito follar una cosa real. No a ella. Solo a alguien más. Me encerraré
en una habitación de motel con una caja de condones y la sacaré de mi sistema.
Sí. Eso es lo que haré.
Esta semana. Lo lograré.
Me estiro hacia el estante y coloco la mano en mi gancho, tomando lo que
necesito para terminar de bañarme, pero no hay nada allí.
No ha estado por días, de hecho, y frunzo el ceño, mirando a mi alrededor.
—¿Dónde demonios está mi esponja?
—Hiciste la salsa de tacos, ¿verdad?
Asiento, navegando en mi Instagram desde el asiento del pasajero.
—Sí.
—¿Y los rollitos de jalapeño envueltos en tocino? —pregunta Pike.
—Sí —refunfuño—. Acabas de preguntarme hace como diez minutos.
Se calla por un momento, conduciendo a través de un vecindario no muy lejos
del nuestro.
Quiero decir, el suyo.
Nuestro.
—Solo es que me gustan, es todo —dice.
Una sonrisa perezosa tira de mis labios, y siento un toque de orgullo. Me
encanta que no sea solo amable con algunas cosas. Que en realidad le guste mucho
que yo contribuya. Tanto si es una comida o un aperitivo que le dejo listo sobre la
encimera para después del trabajo o el nuevo camino de piedra que hice para el
jardín ayer, el que le encantó.
Había tenido la idea después de enlodarnos y notar cómo la manguera había
hecho más barro, así que decidí que sería divertido poner una caja de piedras lisas
junto a la manguera, así ahora podemos estar de pie con la manguera funcionado y
mantener nuestros pies limpios al mismo tiempo. También drena el agua
excepcionalmente bien, y será práctica. Cuando vayamos a enlodarnos de nuevo.
Ha pasado una semana desde esa noche, y seis días desde que los hijos de Kyle
estuvieron de visita nadando, y he intentado transformar lo que pasó entre nosotros,
en solo un extraño accidente por estar despechada y vulnerable por atención o algo
así, pero eso no ha evitado que crezca lo que he empezado a sentir por él. Es un
enamoramiento. Estamos a solas demasiado tiempo, y es comprensible que
formemos un lazo.
Con suerte, asistir a esta fiesta del barrio, donde llevamos comida para
compartir, salir de la casa y estar cerca de otras personas, pondrá las cosas en
perspectiva nuevamente.
—Y no es tocino de pavo, ¿verdad? —espeta, de repente.
¿Ah?
—¿En los rollitos? —aclara, y puedo ver por el rabillo de mis ojos, que me está
mirando.
Jesús, ¿todavía está pensando en la comida?
—Y no le pusiste a hurtadillas nada extraño, como germen de trigo o usaste
coliflor en lugar de papas reales en la ensalada de papas como lo hacen algunas de
esas malditas dietas bajas en calorías ¿verdad? —continúa.
Estallo en carcajadas, dejando caer mi cabeza hacia atrás, mi teléfono cae en mi
regazo y cierro mis ojos. Oh, Dios mío.
—Jordan, lo digo en serio —me regaña—. He estado esperando esto toda la
semana.
Mi cuerpo se convulsiona cuando sacudo la cabeza y sonrío. Él es tan raro.
Y me divierte que anhele las cosas que hice con tanta vehemencia.
Termino riéndome en silencio y entierro mi nariz en mi teléfono otra vez.
—Todo es grasoso, salado y delicioso —le digo—. No te preocupes. Te voy a
dar un día libre de dieta. Puedes obstruir tus arterias hasta el cansancio.
Siento cómo asiente.
—Bien. —Hay una breve pausa y luego vuelve a hablar—. Si te sientes
incómoda, avísame. Puedo llevarte a casa.
—Estaré bien —respondo—. Hablo con gente todo el tiempo en el trabajo. Sé
cómo hacer conversación.
Dutch y su esposa nos invitaron a Pike, Cole y a mí, pero Cole dijo que tenía
que trabajar un turno extra hoy y que no podría venir.
Pero cuando estoy revisando la página principal, me encuentro una foto de
Patrick’s Last Ditch, la súper tienda de conveniencia a las afueras de la ciudad, y
reconozco el automóvil de Cole en la estación de gasolina. Es su publicación.
¡Salimos de la ciudad por el día! ¡Yuhuuuuu!
Trabajando, mi trasero. Pero sí parece inusualmente ambicioso por parte de él.
Irse de viaje por carretera en su día libre. Sorprendentemente, no examino el lugar
para buscar a Elisa o ninguna otra de las chicas que podrían estar con él, pero sí
siento una punzada de resentimiento porque simplemente esté siguiendo adelante
como si yo nunca hubiera existido. Quiero decir, no es como si le hubiera respondido
el teléfono, pero sería lindo saber que ha intentado llamar. Saber que al menos está
interesado en saber cómo estoy. Supongo que salir juntos, también arruinó cualquier
tipo de amistad que teníamos.
No sé por qué me importa. Mi papá, mi mamá, mis exnovios… Lo que dice
mucho a favor de mantener tu círculo social pequeño, supongo. Tengo a Cam y a
Shel.
Damos la vuelta en Owens e inmediatamente vemos la calle adelante
bloqueada por un par de barricadas. Pike gira a la derecha y se estaciona a lo largo
de la curva. Es solo un poco después de las dos de la tarde, y aunque la fiesta empezó
hace un par de horas, la esposa de Dutch dijo que duraría hasta tarde, así que los
niños podrían tener algo de diversión con los cohetes.
Nos bajamos y lentamente apilamos la comida en nuestros brazos, Pike toma
sus preciosas bandejas de rollitos de jalapeños envueltos en tocino y salsa de tacos,
mientras yo hago rodar la pequeña nevera con bebidas en el interior y la ensalada
de papa apoyada en la parte superior.
—Hola, hombre —dice Dutch, dirigiéndose hacia Pike con una cerveza metida
en un Koozie10 que tiene escrito YO ORINO EN LAS PISCINAS.
—¡Hola, Pike! —dice alguien más desde el interior de las barricadas.
Pike saluda con la cabeza a quien sea que lo haya saludado, y me detengo junto
a ellos con Dutch lanzándome una sonrisa. Dios sabe qué conclusión está sacando
sobre el por qué estoy aquí con Pike. Por qué siempre estoy con Pike. No estoy
segura si sabe que Cole y yo rompimos.
Una hermosa mujer con cabello castaño oscuro se acerca y toma las bandejas
de Pike, inclinándose para besarlo en la mejilla.
—¿Cómo estás? —pregunta, sonriéndole.
Él se agacha y levanta la ensalada de papa de la nevera por mí.
—Bien. ¿Cómo estás tú?
—Oh, lo estamos pasando genial —bromea, mostrándonos el camino al interior
de la fiesta—. Aunque, éste —dice, gesticulando hacia Dutch—, tuvo que beberse
una cerveza cada vez que se vio obligado a mover una mesa para picnic esta mañana.
Pike se ríe en voz baja, y me doy cuenta que esta es la esposa de Dutch.
—Esta es Jordan —me presenta, Pike—. La… amiga de Cole. Él no pudo venir.
Porta latas fabricado con una goma sintética de neopreno.
10
Me río para mí misma por su tartamudeo. Supongo que es una mejor
explicación que: "Esta es la ex novia de Cole que aún vive conmigo y constantemente
discute conmigo, y realmente odio su música, pero mira... ¡salsa de tacos!
—Soy Teresa —dice, rodando la lengua en la r y mirándome por encima del
hombro con una sonrisa. Gesticula con mis bandejas—. ¿Esto es queso crema?
—Oh, sí.
—Sííí —canturrea, guiándonos a las mesas de comida.
Todo está dispuesto como un buffet, tres largas mesas alineadas y llenas de
comida. Hay varias neveras al final, y el olor a hamburguesa rostizada golpea el
fondo de mi garganta, y mi boca se hace agua. Grupos de personas se relajan
sentados en sus patios o en la calle bloqueada, y los niños corren por todas partes,
juegan a la pelota o ruedan por las colinas de algunos prados. Unos cuantos
adolescentes, no mucho más jóvenes que yo, están sentados alrededor jugando con
sus teléfonos, mientras los adultos se ríen y conversan, de vez en cuando se detienen
a gritar órdenes a uno de sus hijos. Puede que aún no sea técnicamente el verano,
pero el calor nos golpea y solo se ve atenuado por la capa de nubes esporádicas. Es
un hermoso día.
—Vamos —dice Dutch, dándole un codazo a Pike.
Pike me mira, probablemente para asegurarse que estoy bien, y finalmente deja
la ensalada antes de irse. Se detiene, estrechando la mano de algunos amigos y
quitándole la tapa a una cerveza que alguien le da.
Me acerco a Teresa mientras coloca todo sobre la mesa.
—¿Hace cuánto tiempo que tú y Dutch están casados? —pregunto.
Suspira.
—Catorce años. —Me mira—. Y tres niños más tarde, todavía quiero matarlo
todos los días, pero prepara buenos espaguetis, así que…
Resoplo. Estoy segura que solo está tratando de ser graciosa, porque dudo que
pueda explicarlo. Ella se ve bastante elegante, mientras que él usa una franela y unas
botas de trabajo pesado.
—Esto se ve tan bien —dice, quitando el papel de envoltura—. Gracias por
traer tanto. No durará mucho.
Justo en ese momento, un brazo se interpone entre nosotras, toma cuatro
rollitos por los palillos de dientes y se los roba. Reconozco la tinta en el brazo de
inmediato.
—Oye —regaño a Pike, pero no puedo dejar de sonreír.
Me mira con los párpados pesados y se ve completamente sexy.
—Discúlpame —susurra y se voltea alejándose, caminando de regreso hacia
sus amigos. Me devuelve la mirada, sonriéndome con satisfacción, y levanto una
ceja. Debí haber sabido que iba a estar asustado porque los rollitos fueran comidos
antes de tener la oportunidad de probarlos.
—Escuche que tú y Cole se están quedando con Pike por un tiempo —dice
Teresa.
—Sí. —Muevo nuestra nevera con las otras y saco una botella de agua—.
Parece que pagar nuestro propio apartamento fue demasiado adulto para nosotros
—bromeo.
Asiente intencionalmente.
—Tómate tu tiempo. Quería tanto alejarme de mis padres, y entonces fue
cuando descubrí que no tenía dinero, porque pagar las cuentas eran más
responsabilidades de lo que podía manejar, y corrí de regreso a casa. —Toma su
vaso y lo sostiene contra sus labios, lanzándole una mirada a los chicos—. Aunque
estoy feliz de que Pike haya conseguido algo de compañía. Esa casa es demasiado
grande para una sola persona.
Tomo un trago de mi botella de agua, siguiendo su mirada. Odio pensar en
Pike viviendo solo en esa casa cuando me vaya. De verdad debería compartir su
vida con alguien más.
—Conozco un par de mujeres solteras que no lo pensarían si les diera la
oportunidad —comento, pensando en April, mi hermana, y la mitad de las mamás
de nuestra cuadra que coquetean con él cuando pasan por su casa mientras trotan.
—Sí, pero él es un solitario —replica.
Asiento, sonriendo en acuerdo.
—Sí, estoy empezando a entender eso.
—No siempre fue así. —Me mira, tomando un sorbo de su bebida—. Se parecía
mucho a Cole en ese entonces. Festejando, riendo, excediendo la velocidad,
rompiendo las reglas… Incluso pasó la noche en la cárcel una vez.
Mis cejas se levantan en un salto. ¿En serio?
Dirijo mis ojos de regreso a él y lo veo sacar la gorra de béisbol de su bolsillo
trasero y ponerla sobre su cabello castaño claro, los músculos de sus brazos tatuados
sobresaliendo contra su camiseta.
—Pero luego nació Cole —digo, adivinando la historia desde allí.
—Sí. —Suspira Teresa, meciéndose de izquierda a derecha con la música que
suena desde un altavoz en una de las casas—. Alguien tenía que ser el adulto, y
Lindsay… —se voz se desvanece y luego se endereza, aclarando su garganta—, lo
siento. No pretendo ser una chismosa.
—Está bien —le digo—. Evidentemente es muy reservado.
He visto a la madre de Cole aquí y allá, y es difícil imaginarla con Pike. Es
bastante ostentosa, y siento que el Pike que conozco sufriría un latigazo tratando de
seguirle el ritmo.
Al menos, por lo que Cole me ha dicho, sé que el asunto entre sus padres no
duró mucho tiempo, y si él no tuviera los mismos rasgos de su padre, me pregunto
si Pike estaría seguro que Cole es su hijo. Ella ha tenido al menos cuatro novios a
quienes he visto en los últimos años.
Teresa exhala y baja la voz.
—Pike es una prueba de que aprendemos cuando nos vemos obligados a
hacerlo y la madurez es más el resultado de la experiencia que de la edad —me
dice—. Era el único chico de veinte años que sabía que trabajaba en dos empleos, sin
siquiera pensar un segundo en todos los amigos que estaba perdiendo porque nunca
podía salir.
Miro hacia ella, queriendo repentinamente saberlo todo. Quiero saber
cualquier información sobre quién era antes de conocerlo.
—Todos sus amigos estaban comprando autos de moda —continúa—, pero él
ha estado conduciendo la vieja camioneta de su padre desde que lo conozco. Nunca
fue un sacrificio para él, y nunca tuvo dudas sobre cuidar a Cole. Se necesita
convicción para hacer lo que sabes que se supone que debes hacer,
independientemente de lo que quieras.
Sus palabras me golpean, y dejo caer mi mirada. Convicción para hacer lo que
sabes que se supone que debes hacer...
Y de repente me siento como una mierda.
Me deseaba la otra noche. Y si no fuera por Cole, no tengo dudas que
hubiéramos dormido juntos.
Pero Cole está allí, entre nosotros, y no podemos cambiarlo. Jamás. Está mal, y
no importa cuánto lo deseo, solo se odiaría después. Su hijo siempre será más
importante que cualquier otra cosa.
—Es un buen hombre —dice.
Luego se da vuelta para poner una cuchara para servir en la ensalada y abre
las papas fritas para la salsa de taco, y me quedo ahí, sintiendo que un camión se
dirige hacia mí, pero no me puedo mover.
Él es un buen hombre.
No puedo arruinar eso.
De repente, siento como si necesitara salir de aquí. Pike no es mi familia, y por
muy natural que se sienta estar donde él está, es tiempo prestado.
Durante el siguiente par de horas, mantengo mi distancia de Pike. Teresa me
da un tour por su casa, me siento con ella y unos pocos más, comiendo y hablando,
aunque no digo mucho, y uno de los hijos de Dutch me discute jugando quemados
en la entrada del auto de alguien. Ayudo a los niños con los cohetes, aunque aún no
está oscuro, y a Teresa llevando las bandejas vacías a la basura y recogiendo todas
las latas de soda y botellas de agua.
No estoy segura si Pike me está poniendo atención, porque no he mirado en su
dirección para ver dónde está, pero de vez en cuando, siento la parte posterior de
mi cuello ponerse caliente o un pequeño estremecimiento extendiéndose por mi
columna vertebral.
—Oh, hola, Jordan —dice alguien, saltando sobre mis piernas, a punto de
tropezar—. No te vi allí.
Él se ríe, y echo un vistazo desde donde estoy tendida en el césped para ver a
Carter Hewitt sonriéndome por encima de su hombro. Otro chico y una chica están
a su alrededor, pero no recuerdo sus nombres a pesar que nos graduamos juntos.
Carter y yo supuestamente iríamos a hacer tubing hoy, pero canceló por esta
fiesta ya que sus padres le pidieron que estuviera aquí. Por suerte también, porque
me estaba costando convencerme de no cancelarle. No quería dejar que Pike ganara
esa discusión, pero estaba en lo correcto. Hacer tubing es una excusa para
emborracharse, y no estaba de humor.
Me siento derecha y sacudo el césped de mis brazos, que estaba usando como
almohada para ver las estrellas que empezaban a salir.
—Hola, ¿qué están haciendo, chicos? —pregunto.
—Todo menos esto. —Suspira—. Hay un montón de gente en el A&W11
¿Quieres venir? Te compraré una cerveza de raíz con helado.
Sonrío entre dientes y me pongo de pie. Eso suena realmente bien.
11
Franquicia de comida rápida famosa por su cerveza de raíz.
—No he estado allí en mucho tiempo —comento—. ¿Por qué no? Solo déjame
decirle a la persona que me trajo.
Él y sus amigos se dirigen a sus autos al final de la calle y corro hacia las sillas
de jardín llenas de personas en el centro de la carretera. Pike está sentado dándome
la espalda, mientras Dutch está en el suelo a su lado con su esposa sobre su regazo,
y unos pocos más en un círculo que puedo reconocer del juego de póker en casa de
Pike.
—Hola —digo, llegando al lado de Pike—. Algunos amigos van al A&W.
Cervezas de raíz con helado y eso. Me invitaron a ir.
No le estoy pidiendo permiso, pero de alguna manera sale así.
No me está mirando, solo levanta su cerveza y toma un sorbo.
—¿Cerveza de raíz con helado? —repite con severidad—. ¿Cuántos años
tienes… cinco?
Idiota.
—Noooooooooooo —digo—, pero así es como te gusta tratarme algunas veces.
Dutch se ríe silenciosamente a su lado pero alza la voz en mi defensa.
—Oye, todavía amo la cerveza de raíz.
Le pongo los ojos en blanco a Pike, y veo a Teresa, sonriendo.
—Muchas gracias por la invitación —le digo—. Fue agradable.
—Gracias por venir, cariño. Y gracias por la comida.
—¿Cómo volverás a casa? —interrumpe Pike, todavía ignorando mi mirada.
—Yo la llevaré.
Echo un vistazo para ver a Carter acercándose a nosotros, Pike gira su cabeza
solo un poco para verlo antes de darse la vuelta de nuevo.
Levanto la esquina de mi boca en una pequeña sonrisa de suficiencia, y me
agacho hablándole a pocos centímetros de su oreja.
—¿Tengo toque de queda?
Dutch resopla, y veo un pequeño gruñido brotando de la boca de Pike antes de
desaparecer.
—Diviértete —dice severamente.
Me pongo de pie de nuevo, y me doy la vuelta siguiendo a Carter a su
camioneta mientras la diversión aligera mi humor.
Pike está celoso.
Y aunque no quiero estar pensando en él, realmente me gusta saber que está
tratando de no pensar en mí.
¿Cuánto de lo que desea, está escondiendo, enterrando o intentando reprimir?
¿Cómo es cuando ya no se controla a sí mismo?
****
—Oh, Dios mío, ¿oíste lo de Jillian? —Selena Gardner le hace un gesto a otra
chica, masticando intermitentemente el extremo de una pajita—. Le dice a Dean y
Matt que uno de ellos es el padre, van a hacerse las pruebas de paternidad y ninguno
de ellos es el padre. —Se ríe.
—¡Oh, Dios mío! —Se le salen los ojos a la otra chica—. Mierda, ¿siquiera sabe
de quién es?
—¿A quién le importa? —Selena frunce el ceño, volviendo a apoyarse en el
auto—. Yo estaría más preocupada por atrapar algo que no sea un bebé. Ya no salgo
de la casa sin condones. Nunca sabes cuándo vas a necesitarlos. Como muy…
Todo el mundo se ríe y simulo una media sonrisa en un esfuerzo por no estar
incómoda, pero estoy segura que lo estoy, ya que apenas he dicho dos palabras en
los últimos diez minutos.
Llegamos al A&W hace una hora, y como era de esperarse, el lugar está lleno
de adolescentes y familias con camionetas repletas de niños. La luz de la luna y los
grillos compiten con todos los faros y los estéreos de los autos, y el olor de las
hamburguesas a las brasas y el asfalto caliente llena el aire cuando los motores giran
y las puertas de los autos se cierran.
No hay una sola persona aquí con la que haya hablado más de dos veces desde
que me gradué hace más de un año.
—Me encanta esto —le dice alguien a Selena, acercándose y agarrando su
pequeño bolso Louis Vuitton—. ¿De dónde lo sacaste?
—¿No es lindo? —Selena se pasa la correa sobre la cabeza, mostrándole a la
chica el bolso—. Me siento un poco mal. Le debo tanto dinero a mi padre, pero tenía
que tenerlo.
Dejo caer los ojos al bolso con cantidades iguales de celos y exasperación. Claro,
me encantaría tener un bolso como ese, y me encantaría tener sus problemas donde
puede vivir a expensas de su familia, porque para eso es una familia cuando tienes
diecinueve años.
Parte de mí desea poder ser así.
Pero incluso después de terminar el colegio, estaré tan ajustada de dinero con
los préstamos estudiantiles que frivolidades como bolsos de diseñador seguirán
siendo una posibilidad muy remota. Y por extraño que parezca, me parece bien.
Prefiero tener un auto decente. Una casa. La capacidad de pagar todas mis cuentas
el mismo mes.
Selena y yo estamos viviendo problemas completamente diferentes, y me
identifico con ella incluso menos ahora que cuando estábamos en el colegio. Estoy
segura que el sentimiento es mutuo.
Sin inventar alguna excusa para escapar, solo doy la vuelta y me alejo hacia un
lado del edifico, saco mi celular.
—Hola, Jordan. ¿Estás bien? —Escucho a Carter.
Giro mi cabeza, viéndolo de pie con los otros, y asiento.
Una vez que llego a un lugar más silencioso, llamo a Cam y sostengo el teléfono
contra mi oreja, lanzando mi vaso desocupado en el contenedor de basura.
—Hola —dice con voz chillona, sabiendo que soy yo.
—Hola —digo, su voz me relaja inmediatamente—. ¿Estás trabajando?
¿Puedes venir y recogerme?
—Estoy trabajando —me dice—, pero puedo tomarme un descanso por media
hora. ¿Dónde estás? ¿Todo está bien?
Noto la música en el fondo y me doy cuenta que está trabajando.
—Sí, todo está bien. —Meto mi cabello detrás de mi oreja—. Estoy en el A&W.
Solo quiero ir a casa.
Casa.
Hago una pausa cada vez que lo digo, sabiendo muy bien que no es realmente
mi casa, pero también se siente extraño decir, “La casa de Pike” o” La casa del papá
de Cole”.
Después de terminar la llamada, voy al baño primero y luego le informo a
Carter que conseguí quién me lleve a casa. Momentáneamente hay desilusión en su
rostro, estoy bastante segura que es porque perdió su ligue para esta noche. Aunque,
no estoy muy segura de cómo pensó que lo sería de todos modos, especialmente
después de ignorarme para hablar sobre autos y después estar demasiado feliz al
dejarme para "ponerme al día" con un grupo de chicas. Nunca antes hice nada como
ponerme al día, incluso en la escuela secundaria.
No es que realmente haya nada malo con Carter, Selena o con cualquier otra
persona aquí. Pero cuando hablan, te das cuenta que tienen cosas bonitas, como
dinero en sus bolsillos. Y sus madres. Tienen esta ligereza en sus voces en la que se
puede escuchar que no han sido desalojadas de un apartamento antes, o que están
tratando de decidir si deben cambiar sus teléfonos inteligentes por un teléfono
plegable, porque es más barato.
Soy diferente a ellos, y siempre lo he sido. Estar aquí esta noche me devuelve
esos sentimientos, los sentimientos que odiaba tener en la escuela secundaria, y
cuando estoy con Pike, yo...
Frunzo el ceño, pensando.
Cuando estoy cerca de él, estoy en mi elemento, supongo.
Y más que nada en este momento, solo quiero irme a casa. O donde sea que
esté él.
Cam llega en menos de quince minutos, y me subo en su auto sin protestar
mientras corre por la ciudad hacia el vecindario de Pike. Su jefe es indulgente, pero
cuanto más tiempo está lejos, más dinero pierde, así que la dejo apresurarse.
—Gracias —le digo—. Perdón por hacerte venir hasta tan lejos.
Está vestida con un abrigo negro hasta los muslos, atado a la cintura, y estoy
bastante segura que no está vestida por debajo, simplemente se puso algo para
caminar por el estacionamiento sin ser molestada.
—¿Estás segura que estás bien? —pregunta nuevamente.
Agarro el salpicadero con una mano mientras ella gira a la derecha.
—Sí.
—¿Todo está yendo bien con el papá? —Me da un vistazo—. Sabes que puedes
venir a mi casa en cualquier momento. Eres bienvenida a quedarte.
—Lo sé.
Nada está mal. De hecho, ahora me estoy dando cuenta que todo está bien, y
no lo está en el A&W. Sé lo que quiero, y sé que no puedo estar con Pike, solo necesito
encontrar alguien exactamente igual a él.
Me aferro a la cerveza de raíz que compré para él como si fuera una mordaza
mientras mi hermana serpentea a través de las calles y finalmente se detiene frente
a la casa de Pike.
Gruño con mi estómago todavía dando volteretas.
—Gracias.
Me bajo del auto, engancho mi bolso en la muñeca y cierro la puerta.
—¿Ese es el carro de April Lester? —pregunta Cam a través de la ventana
abierta.
Giro mi cabeza, viendo un Mazda convertible rojo estacionado detrás de la
camioneta de Pike, y me estómago se hunde.
¿Qué carajos sucede? Es tarde.
Mis ojos se mueven como un rayo hacia la casa y veo que está oscuro, no hay
luces encendidas en ningún lugar. ¿Qué estarán haciendo allí con las luces
apagadas?
Tengo un nudo en la garganta y siento como si fuera a vomitar.
—Probablemente está vendiéndole galletas de las niñas exploradoras —
bromea Cam.
Pero estoy furiosa.
—No es temporada de galletas.
—Oh, cariño, para algunos de nosotros, siempre será temporada de galletas.
Giro hacia mi hermana que está haciendo una V con sus dedos frente a su boca
y metiendo su lengua entre ellos, retorciéndola.
Empujo la puerta, hablándole entre diente.
—Muérdeme.
Pero solo se ríe, arrancando su auto a toda velocidad.
—¡Bueeeeena sueeeeeerte!
Me toma dos intentos pasar saliva mientras le echo un vistazo a la casa. ¿Qué
está haciendo ella ahí? ¿Qué está haciendo ella ahí adentro?
Sí, esta es la casa de él, y por lo que sé, no se ha estado acostando con nadie
desde que vine aquí hace semanas. Es joven, soltero, tiene todo el derecho a traer
mujeres a casa.
Pero eso no evita que mi corazón esté latiendo a kilómetros por hora, o que me
duela el estómago. Estoy aquí. ¿No pudo ir mejor a la casa de ella? ¿O a un motel?
Subo los escalones del porche delantero, mi corazón palpitando en mis orejas
y giro la perilla, pero está cerrada. Pike casi siempre deja la puerta desbloqueada
para mí. Incluso si estoy trabajando hasta las dos de la mañana.
Trato de mantener estable la cerveza de raíz en mi mano izquierda mientras
busco la llave en mis pantalones cortos. Sacándola, desbloqueo la puerta, el terror
me invade mientras la abro. Si los sorprendo haciendo algo, no estoy segura de no
romper a llorar o empezar a gritar.
Por favor, no lo hagas, Pike. Por favor no hagas esto.
Entro en la casa, cerrando suavemente la puerta tras de mí. Miro la sala oscura,
y mis oídos espabilándose ante el silencio, escuchando cualquier cosa que confirme
mis peores temores.
Entrando lentamente en la cocina, veo mi vela de dulce de manzana encendida
sobre la mesa, su suave resplandor ilumina la oscuridad. Aunque yo no la encendí.
Aprieto los dientes. ¿Estaba buscando crear ambiente o algo así?
Miro el patio trasero a través de la ventana sobre el fregadero, viendo la piscina
encendida, pero nadie por ahí.
Caminando hacia la sala de estar, me dirijo hacia las escaleras pero luego
escucho una risa apagada y me detengo. Dirigiéndome a la puerta del sótano, giro
suavemente la perilla y abro la puerta en silencio, escuchando inmediatamente sus
voces.
—Quiero golpear la negra —se queja April.
—La negra es la última —explica Pike, su voz es más profunda y juguetona de
lo habitual—. Si la pones en la tronera, pierdes el juego.
—¿Qué obtengo si gano?
—¿Qué deseas?
Ella ríe suavemente, y escucho el ruido de pies arrastrándose. No puedo verlos
ya que están a la vuelta de la esquina en la mesa de billar, pero ella está haciendo
algo, y aprieto el pomo de la puerta con frustración.
Y luego escucho su voz baja.
—Creo que eso es si yo gano —responde él a lo que sea que esté haciendo ella,
y puedo escuchar la sonrisa en su voz.
—Mmm hmmm. —Gime ella, y pongo los ojos en blanco, no estoy segura si le
está haciendo algo a él, o él a ella.
¿Qué demonios? ¿Es en serio? ¿Cuánto tiempo han estado aquí? Él sabía que
yo podría llegar a casa en cualquier momento.
Soy una niña, ¡por Dios! ¿Cómo se supone que terminaré los deberes de la
universidad y dormiré si ellos van a hacerlo toda la noche?
Estoy segura que esto es lo que él estaba planeando. Si querían jugar billar,
pudieron haber ido a The Cue. La trajo aquí por sexo.
Doy marcha atrás a través de la cocina y dentro del cuarto de lavandería,
abriendo deprisa la puerta de la lavadora, y vaciando la cerveza de raíz en el
contenedor con vaso de papel y todo. Cierro de un golpe la tapa de nuevo, enciendo
la máquina y entonces abro la puerta de la secadora, sacando toda su mierda y
cerrándola de un golpe también. Sí quería tratarme como una niña, entonces aquí
vamos.
Subo corriendo las escaleras y entro en mi habitación, enciendo mi radio
casetera y pongo Bad Medicine altísimo, mientras me quito la ropa del día y me pongo
un pantalón de pijama y una camiseta corta.
Tomando la agarradera de la casetera, bajo las escaleras hasta la mesa de la
cocina y me siento frente al último modelo de paisaje en el que estoy trabajando para
la universidad, con la música todavía resonando a mi lado.
Son casi diez segundos antes de escuchar las pesadas pisadas de Pike en las
escaleras del sótano, y tenso mi mandíbula, preparándome.
Entra a la cocina y viene directamente hacia la mesa, presionando el botón
Stop/Eject de mi reproductor. La casa queda inmediatamente en silencio, y alzo mi
cabeza de golpe fingiendo una mirada inocente en mi rostro.
—Oh, lo siento —digo—. Pensé que no había nadie.
Pike se endereza pinchándome con una mirada que dice que soy una terrible
mentirosa.
—Hola, Jordan. —April entra a la cocina detrás de él—. ¿Cómo estás?
Le doy una tensa sonrisa.
—Bien. —Y regreso mi atención a mi modelo, ensuciándome con algo de falso
lodo.
Pike aún está mirándome fijamente, hay un largo e incómodo silencio mientras
April, probablemente, intenta descubrir qué está sucediendo.
—Me… marcharé —dice finalmente.
Pike vacila por un momento, y puedo ver sus puños apretados alrededor de la
silla al otro lado de la mesa, pero no lo miraré a los ojos.
Sé que acabo de actuar como una mocosa maleducada, y estoy un poquito
avergonzada, especialmente porque no lo engañé, pero…
Pudo haberla llevado a cualquier parte. La trajo aquí con la esperanza de que
los viera juntos.
La acompaña afuera, y no puedo oír las pocas palabras apagadas que
intercambian, pero en cuanto se cierra la puerta y oigo el clic de la cerradura, exhalo.
Se ha ido.
Camina de regreso a la cocina hacia el refrigerador, y noto que todavía usa la
camiseta azul marino y los jeans de antes con sus botas de trabajo todavía puestas.
No está ni un poco desnudo, así que es una buena señal.
—Lo siento si fue incómodo —me dice, sacando un refresco—. De hecho,
acabamos de llegar por nuestra cuenta. Ella se detuvo para...
—Es tu casa. No me importa —le digo, fingiendo estar concentrada en mi
tarea—. Haz lo que quieras.
—¿Estás segura? —pregunta con tono divertido—. Estabas golpeando las
puertas de la lavadora y secadora y poniendo la música a todo volumen a las diez
de la noche. Pareces... irritada.
Sacudo la cabeza, encogiéndome de hombros.
—Por supuesto que no. No esperaría que cambies tu estilo de vida solo porque
estoy aquí. Adelante.
Guarda silencio, y puedo verlo por el rabillo del ojo por un momento,
simplemente allí de pie. Ahora, me siento mal por estar eufórica de que vaya a la
cama solo. Quiero que él tenga a alguien. Alguien que lo ame y lo haga sentir bien.
Pero…
No ella.
Y nadie más, en realidad.
Me estoy enamorando de él. Quiero que me tenga a mí.
Y es tan terco, que hizo eso esta noche solo para probar lo mucho que no me
desea.
—Pero creí que tendrías mejor gusto, por el amor de Dios —comento, pegando
más césped debajo del árbol falso.
—¿Disculpa?
Levanto la mirada.
—¿Sabías que terminó con el matrimonio de Marcus Weathers? —le
pregunto—. Ella merodea por el bar, esperando ver quién la llevará a su casa una
noche determinada, y no es exigente. Casados, tomados, lo que sea...
—Lo bueno es que no estoy tomado entonces —replica—. No hay problema.
Bajo la mirada y vuelvo a tomar el pegamento, dándome cuenta que perdí esa
ronda.
—Puedes conseguir algo mejor —murmuro finalmente.
No es que odie a April. No me importaba lo que le hizo al matrimonio de él
antes. Se necesitan dos para bailar tango, ¿no? Y Marcus Weathers también fue el
culpable.
Pero me importa ahora que está poniendo el blanco demasiado cerca de casa.
Pike está tomado.
—¿Qué problema tienes con esto? —cuestiona, caminando de regreso a la
mesa—. Soy un hombre adulto que ha estado teniendo relaciones sexuales desde
antes que nacieras. Estoy acostumbrado a tenerlo siempre que quiero, y no respondo
ante ti, ¿me oyes? —Sus palabras muerden, y me siento pequeña—. Seguiré
haciendo lo que quiera, independientemente de las opiniones de una niña que vive
bajo mi techo.
La palabra "niña" me golpea como un martillo, y mi corazón se hunde. Aprieto
los dientes, convirtiendo el dolor en enojo.
—Lo entiendo. —Lo miro—. Me iré a mi habitación entonces.
Me levanto, y sus ojos se posan inmediatamente en mi estómago desnudo. La
camiseta cae muy por encima de mi ombligo, y disfruto de la forma en que su cuerpo
se congela y tiene que apartar los ojos.
Doy vuelta alrededor de la mesa, hacia la sala de estar, pero recuerdo la vela
encendida. Dando la vuelta, me inclino sobre la mesa ovalada, arqueo mi espalda y
siento cómo mis pantalones cortos descienden para dejar al descubierto la correa
roja dela misma tanga que usé cuando salimos al patio hace una semana.
—Me olvidé de la vela —le digo, alzando mis ojos ardientes hacia él—. Pero
puedo dejarla encendida si quieres. Sé que el rojo es tu favorito.
¿La vela roja o la tanga roja? No se necesita más de una suposición para saber
en cuál está su atención.
Traga y sus tímidos ojos miran la seda roja que se asoma sobre los pantalones
cortos. Esbozo una sonrisa, y sus ojos se clavan en los míos, estrechándose.
—Me estás haciendo enojar a cada segundo. —Su ronco gruñido suena
peligroso—. Arruinaste mi noche, y todavía tengo mucha energía para
desahogarme, así que ten cuidado.
Cierro los ojos, formulando mi deseo, y apago la vela antes de volver a
enderezarme.
—Esta “niña” es la razón por la que tienes tanta energía para desahogarte, ¿no?
—me burlo—. Eres un mentiroso.
Cuadra sus hombros, respirando con dificultad.
—Ve a tu habitación, Jordan.
—Afortunadamente —retrocedo, burlándome de él—, tengo un vibrador con
pelotas más grandes que tú.
Corre hacia mí y me levanta, lanzándome sobre su hombro, y gruño cuando
me quedo sin aire y su hombro se clava en mi estómago.
¿Qué demonios?
Sube las escaleras, y siento que voy a caer entre más subimos.
—¡Pike, detente! —grito.
—¡Entonces deja de presionarme! —grita, y una palmada aterriza en mi culo.
Grito, la quemadura se extiende por mi mejilla izquierda. Hijo de…. Extiendo
la mano y trato de cubrir mi trasero en caso que me azote de nuevo.
Suena como si abriera de un puntapié la puerta de mi habitación, y lo siguiente
que sé, es que estoy volando sobre su hombro y chocando contra mi cama.
Clavo los codos en el colchón y muevo mi cabeza hacia adelante, haciendo que
mi cabello caiga sobre mi rostro.
—¡Ahora vete a la cama! —gruñe.
Me quito el cabello de los ojos y lo veo salir.
—¿Me arropas?
Lo veo bajar la cabeza y está respirando tan fuerte, como si estuviera casi sin
combustible. Se da vuelta, calmando su voz solo un poco.
—¿Qué diablos te está pasando esta noche?
¿Está bromeando?
Me bajo de la cama de un tirón y me paro frente a él.
—La trajiste aquí, eso es lo que pasa.
—¡Es mi casa!
Sacudo la cabeza.
—Ella no te satisfará —le digo—. Ella no es lo que quieres.
—Entonces, ¿estás celosa?
Bajo mi voz, acercándome a él.
—Tienes todo lo que necesitas en esta casa. No hay razón para buscar en otro
lado... —dejo caer la cabeza, un poco avergonzada de repente—, cualquier cosa que
necesites —le digo.
Soy todo lo que necesita.
Su pecho sube y baja frente a mis ojos, y aspiro su aroma que es único, solo de
él. Sol, madera y las débiles fragancias de su cuerpo, champú y el jabón con el que
ha lavado su ropa. Huele a una calurosa noche de verano y a como me hubiera
gustado que fuera mi primera vez, y la disfruto mientras puedo porque en cualquier
momento se irá.
—Entonces, ¿tuviste una pequeña rabieta a propósito? —dice, sin preguntar
realmente—. ¿Porque querías ser quien estuviera en mi cama esta noche?
Levanto mis ojos, estrechándolos.
—Porque la invitaste para hacerme daño, pero conozco tu juego y serás tú
quien pierda —replico.
Me acerco el último centímetro entre nosotros, mi camisa rozando la suya. Su
mentón cae cuando me mira, y mi corazón late contra mi pecho.
—Porque incluso si se quedaba y te llevaba a otro mundo toda la noche —le
digo—, todavía despertarías pensando en mí antes que siquiera recordaras que ella
está en la cama junto a ti.
Su respiración se hace más pesada, y puedo ver que se está debilitando.
Continúo:
—Te estarás preguntando qué estoy haciendo en mi cama sola, si estoy
despierta y caliente, o… —me pongo de puntillas y cierro la boca sobre su
mandíbula mientras susurro—, si me estoy tocando y soñando con que vienes y me
comes a través de mis bragas.
Toma aire, cierra los ojos y puedo sentirlo endurecerse a través de sus jeans.
—Jordan, por favor —suplica, sonando desesperado—. Maldición.
Trato de mantener mi sonrisa para mí, pero estoy muy feliz. Sé que me desea.
Engancho mis dedos en la cintura de sus jeans, empujando su barbilla con mi
nariz para provocarlo:
—Sé que lo deseas —susurro de nuevo—. Quieres agarrarme tanto.
Me quedo allí, junto a él, pero le quito las manos de encima y deslizo mis dedos
en mi propia cinturilla, quitándome suave y lentamente mis pantalones cortos. Caen
a mis pies, y cierro mis manos en puños, mi cuerpo tan vivo de miedo, deseo y
necesidad.
Mírame.
Tócame.
—Me muero por probarte —le digo—. Y sentirte. Cada día se hace más difícil
ignorar lo que mi cuerpo quiere. Me despierto tan mojada, Pike. —Muevo mi boca
hacia la suya, cubriendo nuestros labios—. Quiero que me desees. Quiero verte
deseándome y corriéndote sobre mí.
Puedo sentir la humedad escurriéndose entre mis piernas, y su aliento es tan
caliente. Me apoyo nuevamente sobre mis pies, pero mantengo mis ojos en los suyos.
—Me encanta cómo te preocupas por mí y cómo quieres protegerme —le
digo—. Pero una niña también tiene necesidades, y eventualmente, tendré que
buscar a otro hombre que pueda hacer mejor tu trabajo.
La rabia arde detrás de su mirada congelada, pero no pestañea.
—Otro hombre me besará. —Suspiro—. Y me quitará la ropa y me mirará en
su cama, en su ducha, y me extenderá sobre la mesa de la cocina para desayunar...
Los labios de Pike están casi retorcidos en un gruñido, y está respirando con
fuerza, dentro y fuera, dentro y fuera mientras me fulmina con la mirada.
Está ahí. Puedo sentirlo. Es como si estuviéramos envueltos juntos, el calor
entre nosotros es casi sofocante, y todo lo que tiene que hacer es tender la mano y
tomarme en sus brazos.
Tómame.
Espero.
Soy tuya. Solo extiende la mano y tómame.
Pero no lo hace.
Solo se queda allí, y las lágrimas arden en la parte posterior de mis ojos
mientras se mantiene inmóvil.
Poco dispuesto.
Mi corazón está rompiéndose.
Sacudo la cabeza.
—No tienes ni idea de qué hacer conmigo, ¿verdad?
Me burlo y me alejo, pero de repente, agarra mis brazos y me lleva de vuelta
hacia él. Jadeo mientras pone sus manos bajo mis brazos y me levanta sobre mis pies,
llevándome cara a cara con él como si tuviera cinco años.
—Oh, puedo estar fuera de práctica, pequeña niña —dice en tono
amenazante—, pero creo que lo resolveré.
Y me atrae hacia sí, besándome y robando mi aliento tan duramente que lo
único que puedo hacer es envolver mis piernas a su alrededor y aguantar.
Maldición, sí.
Maldita sea ella.
Maldita sea. No me voy a detener. A la mierda. No puedo.
Siguió presionando y presionando, presionando todos mis botones, todo lo que
sabía me traería a esto, y yo quería que lo hiciera. En el fondo de mi mente, siempre
supe que no podría no tenerla.
Agarro su trasero y caemos en su cama. Abre sus piernas y se sienta a
horcajadas sobre mí, nuestros labios nunca rompen el contacto. Amo su boca.
Caliente y dulce, y se burla de mí con esa lengua, meneando y deslizándose de
maneras que me vuelven loco.
—Odiaba sentirme así. —Jadea.
—¿Así cómo? —Deslizo mis manos sobre ella, agarrando y apretando mientras
respira por mi boca y me aprieta, poniéndome dolorosamente duro.
—Celosa —dice.
Me toma un momento recordar que estábamos peleando porque April
estuviera aquí. Deslizando mi mano por su camisa, tomo su pecho en mi palma, y
deja escapar un pequeño grito ahogado. Gemí finalmente por tenerla en mi mano.
—Lo sé —digo—. Cuando saliste de la fiesta con esa mierda esa noche, estaba
tan enojado. —Muerdo su labio inferior entre besos—. Como si tuviera diecisiete
años otra vez y alguien más tomara lo que era mío.
Mi polla se hincha, y Dios, no puedo dejar de tocarla. Es tan malditamente
hermosa. Su piel suave y cabello revuelto. El pequeño triángulo de tela roja entre
sus piernas donde ya puedo ver que no mentía sobre estar excitada. Está mojada, y
estoy hambriento por probarla.
Otro hombre para hacer mejor mi trabajo… Patrañas.
Aparto el cabello de su rostro mientras se presiona sobre mí y nos miramos a
los ojos. Dice todo lo que siento y ambos estamos cayendo.
Maldición.
—¿Qué ves en mí, pequeña? —pregunto, sacudiendo la cabeza. No pude
mantener feliz a una mujer de diecinueve años cuando yo tenía diecinueve. ¿Cree
que puedo hacerlo ahora?
—No tienes ni idea, ¿cierto? —Toma mi rostro, besándome—. Cuando nos
conocimos y vimos esa película juntos en el teatro, me sentí tan culpable. —Me besa
de nuevo—. Porque cuando mencionaste que pasaríanPoltergeist, yo... me sentí
tentada, porque quería verte de nuevo —confiesa—. Había algo allí incluso
entonces.
Me hundo en su boca, besándola larga y profundamente, mientras paso un
brazo alrededor de su cuerpo y la presiono contra mí. Curvando mis dedos
alrededor de la seda en su cadera, siento la necesidad de enterrarme dentro de ella
en este momento.
Pero no. Para ella terminaré siendo una aventura, pero me aseguraré de que
sea la mejor que haya tenido.
Le beso el cuello, chupando y mordisqueando todo el camino hasta su barbilla
y deslizando mis pulgares sobre sus pequeños y duros pezones.
—Pike —suplica—. Por favor dime que tienes condones.
Asiento, volviendo a su boca.
—En mi cuarto.
—Más de uno, ¿verdad?
Sonrío.
—Sí.
—Ve a buscarlos.
La rodeo con mis brazos y me levanto, llevándola conmigo.
—Tengo una mejor idea.
Une sus tobillos detrás de mi espalda, y la llevo fuera de su habitación y por el
pasillo hacia la mía. Necesitamos una cama más grande.
No deja de besarme todo el tiempo, y casi cierro los ojos de placer, porque no
creo que alguna vez me haya sentido tan bien. Me va a arruinar tanto que nadie más
lo hará nunca más.
Entramos a mi habitación, pateo la puerta detrás de nosotros, y la dejo en la
cama. Pero cuando me alejo de ella y me levanto, protesta.
—No…
Retrocedo hacia la puerta, mirándola —finalmente teniéndola en mi cama— y
siento que acabo de ganar la puta lotería.
Alcanzando detrás de mí, cierro la puerta con llave y la miro fijamente,
mientras la luz de la luna entrando por la ventana a ilumina. Está sentada con las
rodillas dobladas y las manos colocadas tras de sí, apoyándose en sí misma. Sus
labios están hinchados por los besos, y ya la estoy imaginando desnuda entre mis
sábanas.
—Dios, eres tan tierna —digo en voz baja.
Una sonrisa tímida juega en sus labios.
—En realidad no.
Arqueo una ceja ante su desafío.
—Entonces, ¿qué te gusta?
—¿Qué haces?
Una pequeña mierda.
Regresando hacia la cama, me inclino sobre ella y me empuño sus bragas.
—Dijiste que querías que comiera algo —le recuerdo—. ¿Dónde quieres mi
boca?
Baja su mirada a mis labios.
—Sí… —Traga y acaricia su muslo interno, moviendo su mano hacia su
entrepierna—. Aquí abajo.
—¿Y qué hay ahí abajo? —Juego con ella, manteniéndome fuera de su alcance
cada vez que se acerca a besarme—. Usa tus palabras para adultos, Jordan. ¿Qué
quieres que bese?
—Um… —balbucea, excitándose y muriéndose por ello—. Um, mi...
¿Mi…?
Busca mi boca otra vez, pero me alejo, haciéndola descubrir sus dientes con un
pequeño gruñido.
—Mi…
—¿Sí?
—Mi, um... mi coño —susurra.
Mis cejas se disparan, sorprendido. No esperaba esa palabra, en realidad, pero
está bien.
—Quiero que me beses y me chupes —susurra, suplicando—. ¿Haz que me
corra?
Y cierro mis ojos con fuerza por un momento, mi polla luchando contra mis
jeans por espacio.
Mierda.
Todo lo que quieras.
Apretando mi mano alrededor de sus bragas, les doy un tirón y las rompo. La
tela se desgarra y la arrojo al otro lado de la habitación mientras toma aliento.
Luego me quito mi propia camiseta y me sumerjo, llevando su lindo coño a mi
boca.
—Pike. —Gime, agarrando mi cabeza contra su cuerpo y cayendo sobre la
cama.
Jesús, estoy jodidamente drogado. He deseado esto por tanto tiempo, y
finalmente la tengo, con las piernas extendidas sobre mi cama, su cuerpo
rogándome.
Primero chupo su clítoris, estirándolo en mi boca y volviendo una y otra vez,
haciéndola retorcerse y desesperarse por correrse. Lamo de arriba hacia abajo,
girando mi lengua alrededor de su protuberancia y emborrachándome con su aroma
y sabor. Sin embargo, después de un minuto pierdo el control, y la estoy besando y
mordisqueando en todas partes. Curvo mi brazo debajo de su muslo y lo agarro por
apoyo mientras me alimento de ella, haciéndolo tanto para mí como para ella. Su
espalda se arquea cuando la golpeo con la lengua y gime.
Sigo haciendo eso hasta que jadea tan rápido que sé que está lista para
desmoronarse. Palmeando uno de sus pechos, mantengo mi cabeza enterrada entre
sus piernas hasta que siento que su estómago comienza a temblar y luego toma una
respiración profunda y se congela cuando el orgasmo se afianza.
Grita, dejándolo ir, y continúo lamiendo sin parar hasta que comienza a
calmarse.
—Jordan —susurro contra su piel. No sé por qué digo su nombre, pero creo
que tengo miedo de que no esté realmente aquí y todo esto sea un sueño.
Sus dedos se enredan en mi cabello, y me deslizo sobre ella. Alejando el sudor
de su frente, la miro fijamente, observando sus mejillas sonrojadas y sus ojos
brillantes, su pequeña camisa se ha levantado, exponiendo sus hermosos pechos y
pezones.
Bajo, tomando uno en mi boca, chupando y arrastrándolo como a su clítoris.
Gime y sus manos regresan para envolverse alrededor de mi nuca. Cambio al otro,
arrastrando una mano por su cuerpo e intentando asimilarla tanto como pueda.
Sé que todo lo que hacemos está mal, y no sé cómo voy a explicar esto a alguien,
pero aquí mismo —en este momento— no quiero estar en ningún otro lado. Ojalá
pudiera morir tan feliz como lo estoy ahora. Aquí, en la oscuridad de la noche, en
esta habitación oscura, detrás de una puerta cerrada, no necesitamos explicarle nada
a nadie.
Porque solo este momento, es nuestro.
Me levanto de la cama y me pongo de pie, desabrochando mi cinturón y
abriendo mis jeans. Busco en la mesita de noche y saco un condón de la caja,
volviendo a levantarme y mirándola. Tiene las piernas cerradas, una rodilla
ligeramente arqueada y las manos a los costados, frotando el edredón mientras me
mira.
—¿Estás segura de esto? —le pregunto.
Asiente.
Me quito las botas y el resto de la ropa, poniéndome de pie otra vez. Al abrir
el paquete, la miro, pero sus ojos se han reducido a otra cosa, su respiración se hace
cada vez más superficial. Siento una sonrisa curvar las comisuras de mis labios,
preguntándome cuántas otras palabras adultas sabe.
Pero no tengo la oportunidad de preguntar. Se sienta, balanceando sus piernas
sobre el borde de la cama, y va por mi polla, llevándosela a la boca.
Gimo y jadeo al mismo tiempo, su lengua está húmeda y caliente cuando se
retira y chupa la punta.
—Jordan, por favor. —Agarro la parte posterior de su cabello, tratando de
alejarla suavemente—. Eso me pondrá al borde, y quiero que te corras de nuevo.
Empujándola hacia atrás en la cama, me poso sobre ella, derritiéndome en su
boca y besándola profundamente. Me acurruco entre sus piernas, y dobla sus
rodillas mientras desliza sus uñas por mi espalda.
Deslizando mi mano debajo de su cuerpo, agarro su culo y presiono nuestros
cuerpos, el mundo gira detrás de mis ojos cerrados. Tenerla debajo de mí, piel sobre
piel... mi polla está tan dura que no puedo soportarlo.
Esto es mío.
Recostándome sobre mis talones, me coloco el condón, sin apartar la vista de
ella.
—Estoy un poco asustada —dice, la preocupación arrugando su frente.
Me detengo, tratando de no apretar el puño alrededor de mi polla con
demasiada fuerza.
¿Asustada?
—¿Qué pasa si hago demasiado ruido? —susurra.
Y exhalo, aliviado de que no esté teniendo dudas. Acaricio mi polla y vuelvo
sobre ella de nuevo.
—Levanta tu camiseta, Jordan —le susurro—. Quiero ver tus tetas cuando te
folle.
Su aliento tiembla y una sonrisa emocionada juega en sus labios, pero levanta
su camiseta para mí, y me zambullo rápidamente y agarro un pezón entre mis
dientes otra vez.
Jadea y abre sus piernas, y la punta de mi polla encuentra el calor húmedo de
su coño apretado como un jodido imán.
Subo, apoyándome en un brazo, e inclinándome, mordisqueando sus labios.
—Trata de no hacer mucho ruido, ¿de acuerdo? —susurro, burlándome de
ella—. ¿No podemos dejar que Cramer descubra lo que le estoy haciendo a su
niñera?
Se ríe y me devuelve el beso.
—Sí, señor Lawson.
Estirando la mano, sostengo su mirada mientras coloco mi punta en su entrada,
y luego la agarro de la cadera y me empujo dentro de ella, abrumado
inmediatamente por la sensación de nuestros cuerpos temblando.
Arquea el cuello hacia atrás y cierra los ojos, gimiendo, y sus pechos rebotan
con el movimiento.
—Oh, mierda, mierda... —lloriquea—. Pike…
—Lo sé, cariño. —Te sientes tan bien.
Empujo de nuevo y agarra mi cintura para aferrarse mientras lentamente tomo
el ritmo, hundiéndome más profundo en su interior e hipnotizado por su cuerpo
debajo de mí. Bajo, chupando su pecho mientras gime y gime.
Subiendo otra vez, beso su boca y hace esa cosa donde lame mi lengua, y estoy
en espiral.
—Jordan, maldición. —Exhalo, empujando más rápido y más fuerte hasta que
lo único que escucho es nuestros cuerpos uniéndose.
Sus gemidos llenan la habitación, cada vez más fuerte y la beso, amortiguando
el ruido mientras se corre de nuevo, apretándose alrededor de mi polla mientras
alcanza el orgasmo.
Miro hacia arriba y nos veo en el espejo del tocador, excitado al ver sus piernas
a mi alrededor. Ella sigue mi mirada, travesura parpadeando en sus ojos.
Se inclina y me susurra al oído:
—Quiero ver.
Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura y nos giro, así que está arriba. Su
camiseta vuelve a caer sobre sus pechos, y su cabello cae a su alrededor en hermoso
desorden. Agarro sus caderas solo para poder sentir su cuerpo moverse mientras
ella me lleva. Me mira a los ojos, girando sus caderas, su estómago ondeando, y su
culo sobresaliendo y entrando mientras me monta.
Luego mira hacia arriba, una curva instantánea en sus labios, diciéndome que
le gusta lo que ve en el espejo.
—Estás tan apretada —gimo.
Pone sus manos sobre mi pecho y aprieta, mostrando sus dientes y respirando
con dificultad mientras me folla más rápido.
—Sí —dice, cerrando sus ojos—. Sí, Dios, por favor...
Agarro su culo y me arqueo, tomando un pezón en mi boca otra vez, chupo y
tiro y luego me muevo al siguiente en un frenesí. Se inclina hacia mí, sin desacelerar
el paso, y puedo sentir el sudor deslizándose por su espalda.
Respiro profundamente, mis músculos se tensan, y estoy cerca. Le doy la
vuelta, hambriento de tener el control otra vez, y su cabeza cae a un lado de la cama,
demasiado cerca de la mesita de noche. Agarro el borde y lo giro, haciéndola caer,
la lámpara y todo estrellándose contra el suelo.
Gime y me besa, atrapada en la locura del momento, también.
—No pares. —Jadea—. No te detengas. Voy a correrme otra vez.
Presiono mi frente contra la suya, ambos malditamente cerca de hiperventilar
mientras empujo una y otra vez, tratando de pensar en cualquier cosa que no me
hiciera correrme, pero se siente demasiado bien, y estoy demasiado perdido.
—Oh, Pike —lloriquea—. Justo ahí. Sí…
Mis músculos están ardiendo, mi cabeza está girando, pero no rompo el ritmo,
porque si muero ahora mismo, así es como quiero morir.
—Ah —gime, su cuerpo se tensa y su respiración tiembla.
Se queda en silencio y luego... echa la cabeza hacia atrás y grita.
—¡Oh, Dios!
La beso con fuerza, verla correrse otra vez es suficiente para empujarme por el
borde. Empujo con fuerza, cerrando los ojos y derramándome, zambulléndome
dentro de ella una y otra vez mientras el orgasmo se apodera de mi cuerpo y el
agotamiento y la euforia se activan al mismo tiempo.
El caliente flujo blanco se desliza por mis muslos, y mi polla se mueve, y todo
sobre ella es el cielo. Todo parece ser la primera vez.
Desciendo, descansando mis codos a cada lado de su cabeza y alejando el
cabello de su rostro.
Me mira, su rostro enrojecido y brillante con una ligera capa de sudor.
—No la besaste, ¿verdad? —pregunta en voz baja.
Me río.
—¿Y eso es lo que estás pensando en este momento?
Tuerce los labios avergonzada, pero presiona de todos modos.
—No lo hiciste, ¿verdad?
—No —le digo—. Y no hubiera pasado la noche aquí. Estaba tratando de
olvidarme de ti y de lo mucho que quería esto, pero no habría sucedido. Tenías
razón. Te deseaba a ti.
La beso, sorprendido de que, aunque me he corrido, no he terminado con ella.
Podría quedarme aquí toda la noche.
—¿Y esa pequeña mierda de la fiesta? —cuestiono—. No pasó nada, ¿verdad?
Sus débiles hoyuelos se hacen más profundos.
—Jordan —advierto, frunciendo el ceño.
Se ríe.
—No —responde finalmente—. Él no tiene tu cuerpo —me da un beso en la
mejilla—, o tus tatuajes —me besa la mandíbula—, o tu boca —besa mis labios—, y
cada palabra que sale de ahí se desliza bajo mi piel y me vuelve loca de todas las
mejores maneras.
Me hundo en ella, besándola larga y duramente. El jodido daño ya está hecho.
Me sentiré culpable mañana.
—Una cosa, sin embargo —dice, apartando su boca de la mía dejando un rastro
de besos en mi mejilla—. Sé que tienes trabajo mañana, y probablemente quieras
dormir, pero tengo hambre. ¿Podemos bajar a tomar un helado y luego hacerlo de
nuevo antes de acostarnos?
Dejo caer mi cabeza en su hombro, temblando de risa.
Cualquier cosa que quieras, nena.
Muevo mi cuello bajo el agua caliente, cada músculo de mi cuerpo está tenso y
adolorido. Realmente no hago ejercicio, pero casi nunca me siento cansado, así que
pensé que estaba en buena forma. Sin embargo, ella lanzó esa idea de mierda anoche.
No puedo dejar de disfrutar de la fantasía de tenerla aquí todos los días, tantas veces
al día como quiera, solo por el bien de mi salud muscular, por supuesto.
Pero sé que no puedo. Lo hicimos nuevamente anoche y luego se estrelló, y por
mucho que la desee aún más esta mañana, ahora que sé lo que me he perdido, no
podemos permitir que esto se vuelva normal. Ya será bastante doloroso cuando
termine.
Cierro el agua y salgo de la ducha, sacando la toalla del gancho y secándome
el cabello. El baño está oscuro, porque quería engañarme a mí mismo de que la noche
aún no había terminado, pero son solo las cinco de la mañana y tengo que estar en
el trabajo en una hora. Cuando la vuelva a ver, estará a la luz del día, y tendré que
enfrentar que hice algo tan jodidamente horrible anoche.
Termino de secarme y envuelvo la toalla alrededor de mi cintura antes de
caminar hacia el lavamanos y cepillarme los dientes. Y tratando de no pensar en la
mujer sexy y joven que aún está dormida en mi cama en la otra habitación.
Quiero decir, ¿qué tan mal está lo que estamos haciendo? Ella es soltera, estoy
soltero. Ambos somos adultos. Sí, está la diferencia de edad, pero no es algo
inaudito.
Y ella me gustaba mucho antes de saber quién era. Nadie más fue un factor en
eso. No estamos tratando de lastimar a nadie.
Caminando hacia el dormitorio, la miro en la cama. Dormida sobre su
estómago, abrazando una de mis almohadas bajo su cabeza, y su cabello extendido
detrás de ella. Está usando una de mis camisetas, y aunque me encanta desnuda, no
me puedo quejar. Me encanta en mi ropa, también.
Caminando hacia su lado de la cama, tomo mi reloj de la mesita de noche —el
que no se cayó al otro lado— y lo deslizo en mi muñeca mientras la miro fijamente.
Nos conocemos hace menos de un mes, pero siento que siempre ha estado allí.
Como hubiera estado guardando ese lado de la cama solo para ella.
No sé si la amo, pero nunca he deseado tanto a nada ni a nadie.
Su pie se asoma desde la sábana, y sonrío ante sus dedos con color rosado. Tan
Jordan.
Gime y gira la cabeza, levanto mis ojos, viéndola voltearse mientras duerme,
apoyando la mano en la almohada junto a su rostro.
La sábana está abajo de su cintura, y la camisa se ha subido, mostrando una
parte de su estómago, y dejo que el instinto tome el control. Todavía está oscuro
afuera.
La noche no tiene que terminar aún.
Moviendo la sábana, veo sus bragas rosadas y no me importa que no duerma
desnuda. Significa que puedo desnudarla.
Bajando su ropa interior suavemente, subo sobre ella, pongo una rodilla entre
sus piernas y deslizo su camisa con una de mis manos.
La toco y la beso suavemente, pasando por su mejilla a su oreja y de regreso a
su boca.
—Buenos días —susurro, mordiéndola.
Vuelve a gemir, arqueándose para encontrarse con mis labios que se arrastran
por su cuerpo, saboreando su estómago, sus caderas, y de regreso a sus pechos.
—¿De verdad? —dice, bromeando.
Me río.
Alcanzando mi mesita de noche, saco otro condón y me arranco la toalla.
—Solo un rapidito, ¿de acuerdo? —bromeo—. Para ayudarme a pasar el día.
Gime de nuevo, estirando los brazos por encima de su cabeza.
—Está bien.
Y me sumerjo en ella.
Varios minutos después, ambos estamos jadeando y sudados otra vez, y
necesito otra ducha, pero no tengo tiempo.
Maldición, eso estuvo bien. ¿Soy yo o se siente mejor por la mañana?
Miro el reloj.
—Me tengo que ir.
No obstante, no quiero irme. ¿Qué tan horrible sería si el jefe llama por estar
enfermo, para poder quedarse en casa y follar con su pequeña y caliente chica todo
el día?
Me levanto a regañadientes y camino hacia mi tocador, sacando unos jeans y
una camiseta.
—¿Tienes que trabajar esta noche? —pregunto.
Se cubre con la sábana y me mira soñolienta.
—Tal vez.
Sacudo la cabeza. Siempre jugando juegos.
—Tal vez estaré en casa —explica—. O tal vez tendrás que encontrarme.
Cierro el cajón del tocador y abro otro, agarrando calcetines.
Me vuelvo hacia ella, fijando una mirada severa en mi rostro.
—Estaré en casa a las cinco. Quédate aquí —le ordeno. Y luego empiezo a
caminar hacia la puerta pero giro y suavizo mi voz, agregando—: ¿Por favor?
Sonríe y se da vuelta, abrazando mi almohada debajo de ella y mirándome con
los ojos más dulces.
—Extráñame.
Ya lo hago.
Me voy, cerrando la puerta tras de mí y cerrando también la puerta de su
dormitorio. En caso que Cole llegue a casa, vea su cama vacía y empiece a
preguntarse dónde está.
Bajando por las escaleras, siento el impulso de sonreír, incluso cuando la culpa
se desliza por mi estómago. Casi me siento normal. Pero más afortunado que
cualquier chico que conozca. La chica de mis sueños está ahora en mi cama, y puedo
llegar a casa por ella. Ella tenía razón. Tengo todo lo que necesito bajo este techo.
Excepto mi hijo. Este es su hogar y no está aquí, y Jordan hace que me olvide
de él.
Durante diecinueve años, siempre fue él. Sacrificándome para construir mi
negocio para poder darle un buen hogar y educación, y tener miedo de las relaciones
después de lo que pasé con Lindsay o perder las relaciones, porque otras mujeres no
querían tener que lidiar con la madre de mi niño por el resto de nuestras vidas. Mi
vida giraba en torno a él, pero sin importar lo que hiciera todo se fue a la mierda.
Ella lo retorció y lo usó en mi contra, y él no sabe en quién confiar.
Ser feliz con una mujer no está mal, pero que esa mujer sea Jordan es lo que
podría romper la fe que le queda en sus padres. ¿Por qué no puedo detenerme? ¿Por
qué me duele tanto el corazón cada vez que sonríe? ¿O se muerde la uña del pulgar
o se pone de puntillas para alcanzar algo en la cocina o parpadear, por el amor de
Dios?
Entro en la cocina y sirvo café en mi taza de viaje. Aprieto la tapa y saco mi
almuerzo del refrigerador, arrojando algunas papas extra, ya que no tengo tiempo
para el desayuno.
De repente suena el timbre, y me vuelvo, frunciendo el ceño. ¿Quién aparece a
esta hora de la mañana?
Dejando todo en el mostrador, camino hacia la puerta principal y me inclino,
mirando por la ventana delantera.
Y hablando del diablo...
Mi ex está parada en pantalones de nylon y una camiseta sin mangas a juego.
Su cabello está recogido en un moño marrón desordenado, pero tiene el rostro lleno
de maquillaje. Es la única persona que conozco que se maquilla para ir al gimnasio.
Por supuesto, probablemente solo va a conocer chicos.
Abro la puerta, tratando de estar en silencio, para que Jordan no se despierte.
—¿Qué es lo que quieres? —le digo, abriendo la puerta.
—Bueno, qué amable —se burla, manteniendo los brazos cruzados sobre su
pecho—. Siempre eres tan imbécil, ¿eh?
Y sin esperar una invitación, entra, empujando más allá de mi brazo.
—Si te presentas en mi puerta a las cinco de la mañana, no puede ser amable
—le digo, cerrando la puerta—. ¿Estás borracha?
Entra a la cocina, arrojando sus llaves en mi mostrador y da media vuelta,
mirándome.
—¿Por qué mi hijo está viviendo en la casa de alguna chica y no contigo?
Lucho contra el impulso de poner los ojos en blanco ante su falsa preocupación,
que es solo una excusa para ser invasiva.
—Es bienvenido a volver a casa en cualquier momento —le explico,
dirigiéndome al taburete y agarrando mi camiseta—. Él es quien se fue.
—Porque estás permitiendo que Jordan se quede. ¿Por qué?
Me paso la prenda por la cabeza.
—Si quieres saber qué está pasando con Cole, pregúntale a él. En cuanto a
quién le alquilo una habitación, no es asunto tuyo.
Deslizo mis dedos por mi cabello, olvidándome de darle un estilo. Se queda en
silencio por un momento, y no la miro mientras saco mi teléfono del cargador y lo
guardo en el bolsillo.
Se para a mi lado y toma mi barbilla, forzándome a enfrentarla.
Me alejo.
—¿Qué?
—Estás sonrojado.
—Hace calor —le respondo.
Pero debajo de mi piel, mi sangre se calienta y mi corazón late con más fuerza.
Recojo mi café, tomando un sorbo para ocultar mi nerviosismo. La mujer es un
tiburón. Puede oler sangre a través de un océano.
—Sé cómo luces después de correrte —acusa—. Entonces, la pregunta es... ¿es
ese dulce pedazo de culo adolescente que está arriba o alguien nuevo?
Bajo mi taza de golpe, mirándola.
—Suficiente.
Maldita sea. Olvidé lo inteligente que es. Ni siquiera he salido de la casa, y ni
siquiera puedo entender lo que siento por la única persona con la que me he
encontrado. Increíble.
Dirigiéndome a la mesa, me siento, me pongo los calcetines y las botas y recojo
todo lo que necesito para el día.
—Cole renunció a su trabajo en la planta —dice finalmente—. Hace tres días.
Miro hacia arriba, deteniendo lo que estoy haciendo. ¿Tres días?
—Déjame darte un consejo. —Se vuelve condesciende—. La crianza de los hijos
no se detiene cuando cumplen los dieciocho años y cuando ya no tienes que pagar
manutención. Él todavía te necesita.
—Perdóname si no tomo lecciones de crianza de una mujer que se embarazó
para tener un boleto de comida por el resto de su vida. —Me vuelvo hacia ella,
inmovilizándola con mi mirada—. Tal vez renunció para no tener que trabajar por
nada ya que lo haces sentir culpable para que te dé la mitad de sus cheques de pago.
Me da una bofetada, y mi cabeza se mueve a un lado.
Pero solo me río.
Por supuesto que estoy preocupado. Él ha estado sin trabajo y no ha estado en
casa, pero no voy a soportar una conferencia de ella. Lo usó, y he tenido suficiente
de su mierda.
—Esa es la razón por la que no dejas que trabaje para mí, ¿no es así? —
pregunto, sin dar marcha atrás—. Porque a cambio, iba a pagar sus cuentas y darle
un estipendio para asegurarme que no pondrías tus manos en todo su maldito
salario. Sólo te preocupas por él cuando viene con dinero en efectivo. —Recojo mi
mierda y camino hacia la puerta, abriéndola—. ¿Sabes de quién estoy realmente
celoso? De todos los hombres que se escaparon antes que los atraparas con un niño.
No lamento tener a Cole, sino que haya sido contigo. Vete.
Estoy orgulloso de haber mantenido mi voz baja y haber podido controlarme
un poco, pero estoy furioso por dentro. Ella entra a mi casa, acusándome de ser un
mal padre y luego me golpea. No es mi esposa y nunca lo ha sido. Tengo que
aguantarla, pero no del todo.
Se queda allí, pareciendo casi divertida, y finalmente camina hacia mí.
—Sí —dice, a punto de irse, pero se da vuelta y se burla de mí por encima de
su hombro—. Porque tu casa es la única parte de tu vida de la que puedes sacarme.
Y luego sus ojos se deslizan por las escaleras y vuelven a mí, una sonrisa
enfermiza se curva en sus labios.
Se va, y me quedo quieto, mientras todo lo que sentí en mi habitación hace
unos minutos desaparece por completo. Cole está en una espiral y ahora me necesita
más que nunca.
Y Lindsay sabe sobre Jordan. Puede que no sepa nada con certeza, pero sus
sospechas serán suficientes.
Destrozará a Jordan. No hay forma de que la haga pasar eso.
Solo desearía haberla tenido por más de siete horas.
Presiono las piedras en el escalón con mi pico y tomo el pegamento, echándolo
en las grietas para unir las piezas del modelo. Siento la urgencia de mirar de nuevo
el reloj del microondas pero me retengo, sabiendo que no han pasado más de dos
minutos desde la última vez que lo miré.
Son pasadas las seis y Pike llega tarde. Rara vez llega tarde.
Aunque, mientras pasan los minutos siento mi temperamento bullir, porque
tampoco ha llamado y específicamente me pidió que estuviera en casa. Esto no se
parece a él, pero sí muy parecido a cada tipo que he conocido. Soy la chica que
pueden tratar como basura y hacerla esperar porque lo acepto.
Por un tiempo, de todos modos.
La pizza que pedí, mitad de pepperoni y mitad de taco, llegó hace una hora y
se está conservando caliente en el horno mientras mi ensalada está en el refrigerador
manteniéndose fría. The Lost Boys, continuando con nuestro maratón de películas de
terror de los 80, está en la televisión, preparada para reproducir, y estoy sola.
De nuevo.
Está bien. Puede que esté a mitad de algo, todavía en el trabajo. Entendible y
soy un adulto. No necesito que me tomen de la mano. También pudo haber tenido
un accidente, pero eso es extremo, y tampoco quiero ser esa chica que llama. Pensará
que… me estoy encariñando o algo así.
Pego las bolas de cristal de lo que pronto será el río, dejando que los minutos
le quiten sus oportunidades mientras me siento ahí, esperando y enfadándome.
El día había sido tan genial. Me desperté dolorida pero difícilmente notándolo,
porque los recuerdos de la noche anterior me hicieron sonrojarme constantemente.
No estaba fuera de práctica en lo absoluto, y no pude evitar sonreír mientras
limpiaba la lámpara rota y arreglaba la mesita de noche de nuevo.
Y limpié lo que quedaba delvaso A&W del lavavajillas cuando eché el helado
flotante anoche. Gracias a Dios él no lo averiguó, o habría cambiado su opinión sobre
si era una adulta o no.
Después de limpiar la casa, realmente no quería sacarme el olor de él, pero
necesitaba desesperadamente una ducha. Me limpié y luego llamé a Cam y le pedí
su auto para conseguir mi cheque de paga de Grounders e hice algunos recados.
Obtuve miradas ladeadas de mi hermana y Shel, probablemente ambas
preguntándose por qué estaba prácticamente corriendo, pero no me importó.
Porque en unas horas, sus ojos estarían nuevamente sobre mí, y realmente me
gusta cuando su mirada está sobre mí. Tal vez iríamos a nadar esta noche, o
pondríamos algunos cojines y mantas en la parte trasera de la camioneta para
enrollarnos en alguna parte. O tal vez provocaría una pelea, así él me inclinaría sobre
la mesa de la cocina para otra sesión de azotes.
Estúpida. Fantasías y expectaciones que nunca se cumplen en la realidad.
Debería haberlo sabido. Aquí estoy, sentada, esperando a que él aparezca, lista para
estar a su servicio y llamada.
Después de un tiempo, tomo mi teléfono de nuevo comprobando si tengo
algún mensaje.
Todavía nada.
Miro la hora, y ahora son casi las siete. Dos horas tarde.
Él sabría que lo estaría esperando. Si no llamó, entonces sucedió algo.
Lo llamo, a punto de sentirme realmente patética si no está sentado en la sala
de emergencias ahora mismo, o realmente mal por todas mis dudas si lo está.
Sin embargo, la llamada va al buzón de voz y cuelgo, dudando solo un
momento antes de levantarme y dirigirme al refrigerador, pasando el dedo por la
lista de contactos de Pike. Veo el número de Dutch y lo llamo, pensando en algo que
decir para no parecer desesperada.
La línea suena tres veces antes que responda.
—¿Diga?
—Hola, Dutch —contesto rápidamente, añadiendo un poco de alegría a mi
tono—. Soy Jordan. Siento molestarte. Sé que Pike no siempre lleva el teléfono
encima y pensé que tú lo tendrías. Estoy a punto de irme al trabajo y perdí mi llave
de la casa. —Me lamo los labios secos, el corazón latiéndome con fuerza—. ¿Ya
terminaron allí? No sabía a qué hora volvería Pike a casa y no quería irme dejando
la puerta sin bloquear.
—Oh, cerramos el negocio hace dos horas, cariño —me comenta—. Ya estoy en
casa, y él se fue con los chicos a tomar una cerveza al Poor Red’s. Estoy seguro que
si lo llamas irá a casa y cerrará.
Se me cierra la garganta y las lágrimas pican por salir.
Él se fue.
Fuerzo una tensa sonrisa, esperando que disfrace mi furia interior.
—Sí. Lo haré. Gracias.
Cuelgo y cierro los ojos, obligándome a tranquilizarme. Él se fue. Sin decirme
nada. Simplemente me dejó esperando aquí.
Pestañeo para alejar las lágrimas, negándome a sentirme herida. Me preocupé
por él y follé con él, pero no lo amo y claramente a él le importo una mierda. Obtuvo
lo que quería.
Toda la posesividad, la necesidad de vigilarme y protegerme solo fue para
tenerme aquí, así podría meterse en mis bragas. Se resistió porque se sentía mal, pero
simplemente estaba ganando tiempo para convencerse. Llevarme a la cama siempre
fue el plan. Ahora que ha tenido su pedazo de trasero se quitó el problema de
encima, y caray, puede que April también esté en Red’s esta noche, y pueden
retomarlo donde lo dejaron.
Gruño, pateando una silla.
Eso no me sucede a mí. Ya no más. Se termina ahora.
Tomo el teléfono y llamo a Cam, recordando qué noche es.
—Hola, ¿qué sucede? —responde.
Curvo los labios, sintiéndome repentinamente audaz.
—Siento que quiero ver mi primer concurso de camisetas mojadas.
Jadea, luego chilla en el teléfono.
—¡Sí!
Me detengo en el camino de entrada un poco después de las nueve y miro la
casa. Todavía no estará dormida, y no estoy en mejores condiciones de lidiar con ella
que hace cuatro horas, cuando el trabajo terminó. Pero no puedo seguir
posponiéndolo. Necesitamos hablar.
Veo una pequeña luz encendida en la cocina y sé que probablemente es la que
está sobre la estufa, pero el resto de la casa está a oscuras, y una parte de mí espera
que realmente esté en la cama, porque no quiero hacer esto.
Salto de mi camioneta, cierro la puerta y camino hacia la casa. Deslizando la
llave en el cerrojo, la giro y abro, entrando en la sala oscura. No hay luz entrando
desde ningún lado, y no escucho su música. Sé que plantarla no pasó desapercibido.
Llamó hace un par de horas pero no dejó un mensaje. Indudablemente está enojada.
Inhalo y al instante huelo el queso caliente y la carne picante. Pizza.
Al entrar en la cocina, abro el horno y encuentro la caja grande de Joe's y la
saco, colocándola sobre la estufa.
Levanto la tapa. Cada pieza aún se encuentra en la caja, intacta.
Mi estómago se retuerce, y me siento como una mierda. Por supuesto, sabía
que tendría algo para cenar. De regreso a la sala de estar, tomo el control remoto y
enciendo el televisor, viendo como el cristal oscuro cobra vida y la portada de The
Lost Boys (1987) aparece en la pantalla de Netflix. Tenía todo listo para una noche en
casa.
Subiendo las escaleras, me detengo en la puerta de su habitación, sin ver una
luz desde dentro que fluya por debajo.
Llamo dos veces y espero. Cuando no hay respuesta, giro la manija y abro la
puerta.
A través de la luz de la luna entrando por su ventana, veo su cama aún hecha
y una habitación vacía.
Mi pulso se acelera. Todavía no tiene un auto que funcione. ¿A dónde fue?
¿Tenía que trabajar después de todo? Reviso mi teléfono de nuevo en busca de
mensajes de texto, pero no veo nada.
Tal vez su hermana le dio un aventón.
Pero me habría dicho si tenía que trabajar.
Marcándole a Jordan, bajo corriendo las escaleras cuando suena la línea y
apago el televisor otra vez.
Cuando la línea se levanta, una explosión de música golpea mi oreja y me
estremezco, alejándolo solo un poco.
—Hola —dice, y me sorprende que suene tan... calmada.
—¿Dónde estás?
—Fuera —responde—. Estaré en casa más tarde.
—¿Estás trabajando?
Se ríe, y escucho la voz de otra mujer y una serie de conversaciones en el fondo.
—Uhm, no —responde finalmente.
Entonces escucho un bramido de lo que parece ser como cuarenta hombres
vitoreando de fondo, y me enderezo, tratando de descubrir qué demonios está
pasando.
—Jordan, lo siento, llegué tarde —le digo.
—¿Huh?
—¡Lo siento, llegué tarde! —grito en el teléfono—. Había trabajo que hacer, y
tuve que quedarme.
—Entonces, ¿por qué no llamaste? —responde, su voz es cada vez más fuerte—
. No estabas en el trabajo. Estabas en Red's, y no voy a esperar. Ya no. Estoy fuera
con mis amigas y me estoy divirtiendo. Estaré en casa más tarde.
Y luego, toda la música y la voz del DJ en el fondo se apagan y la línea se corta
cuando cuelga.
Me cuelga.
Bajo mi teléfono y miro fijamente la llamada finalizada. Ok, entonces está
enojada. Creo. Sin embargo, no parecía enojada. O borracha. Sonaba indiferente, y
por alguna razón, eso se siente peor. Puedo lidiar con la ira, pero no con una chica
que parece estar perfectamente contenta con las conclusiones que ha sacado. Mierda.
Entonces se me ocurre lo que anunciaba el DJ de fondo.
Noche de Camisetas Mojadas en The Hook.
Mis ojos se amplían. No sería tan estúpida, ¿verdad?
Maldita sea. ¿Qué demonios se supone que debo hacer? ¿Se está divirtiendo
como dijo o me está poniendo en jaque? ¿Está tratando de tentarme para que vaya a
buscarla, amenazándome con hacer algo que no me gustará, o me quedo donde
estoy, averiguando si miente, y veo qué pasa? Esta es la razón por la cual las mujeres
y yo no nos llevamos bien y mis relaciones no duran. No tengo la cabeza para esta
mierda.
Pero el hecho que saliera fue mi culpa. Si hubiera llegado a casa cuando le dije
que lo haría, estaría acurrucada junto a mí en el sofá en este momento, burlándose
de mí con sus ojos, sus manos, su olor y esa sexy forma en que arquea su espalda
cuando se estira.
Suspiro y sacudo la cabeza.
La deseo demasiado.
Metiendo el teléfono en mi bolsillo, saco las llaves y me dirijo hacia la puerta.
En cuanto la abro, veo a Cole ahí parado con su mano extendida como si estuviera a
punto de abrir.
Me detengo, mis cejas se disparan.
—Hola —dice, su voz es inusualmente agradable.
Abro la boca para hablar, pero me lleva un minuto encontrar mi voz.
—Ho-ola —tartamudeo, un poco conmocionado al verlo de repente—. He
estado intentando contactarte todo el día. Incluso estuve fuera en algunos de tus
lugares habituales durante mi almuerzo. ¿Dónde demonios has estado?
—Sí, lo sé, lo siento. —Entra y se dirige a la cocina—. Tenía algunas cosas que
concluir.
Se acerca al refrigerador y saca un refresco, luego se da vuelta y se apoya en el
fregadero mientras abre la tapa.
—Entonces, ¿qué pasa contigo? —Me paro junto a la isla—. Tu mamá apareció
esta mañana, diciendo que ¿dejas tu trabajo?
Me muestra una mirada divertida como si estuviera reaccionando
exageradamente.
—Si me mantuvieras informado, no me molestaría —estallo pero intento que
parezca una broma.
Mira detrás de él por la ventana, viendo algo, y se aleja del mostrador,
dirigiéndose a través del cuarto de lavado y al patio trasero. Lo sigo.
—Estoy bien —dice por encima de su hombro—. De hecho, tengo un nuevo
trabajo. Es por eso que renuncié.
Camina hacia la piscina y comienza a jalar el tubo para aspirar. Me había
olvidado completamente de eso. Había estado funcionando desde ayer por la tarde.
—¿Un nuevo trabajo? —le pregunto, tomando la cuerda detrás de él—.
¿Dónde?
—Es una sorpresa.
—No me gustan las sorpresas. ¿Dónde es el trabajo?
Comienza a reír, y frunzo el ceño.
—¿Por qué te ríes? —exijo. ¿Sabe cuán preocupado está todo el mundo por él,
y ahora actúa como si tuviera todo solucionado, y se supone que no debemos hacer
preguntas?
—Porque estoy emocionado —dice—. Te lo contaré pronto. Lo prometo.
—¿Es legal? —Tomo el tubo, sintiendo el peso de la aspiradora mientras
comienza a flotar a través de la piscina hacia nosotros.
Le tiembla la espalda con otra risa.
Levanto una ceja.
—Lo prometo, este trabajo es lo más legal posible —me dice, sus palabras
encierran un chiste privado que no entiendo—. Recibo un sueldo constante, seguro
médico, dental, jubilación, todo completo. —Me mira—. No tomo drogas, y no estoy
en problemas. Estoy absolutamente bien. Lamento, no haber estado cerca.
Simplemente no quería que fuera incómodo para Jordan.
Dejo caer el tubo, habiendo llegado casi al final.
—Entonces, ¿estás bien? —pregunto, para puntualizar.
—Sí.
—¿Vendrás a casa?
Pero se encoge de hombros, pareciendo inseguro.
—Sería incómodo, creo. Quiero que Jordan se quede aquí todo el tiempo que
necesite.
Me acerco a él. Todavía soy un par de centímetros más alto, pero siempre me
sorprende lo grande que parece cada vez que lo veo.
Dudo en decirlo, porque no quiero que se vaya a ninguna parte, pero sé que el
lugar de Cole está aquí.
—Puedo encontrar un arreglo diferente para ella —digo.
Puedo resolver algo para asegurarme que ambos estén cuidados.
Sin embargo, no parece necesitar pensar en ello.
—No. —Sacude la cabeza, cuadrando los hombros—. No valdría la pena.
Tendré mi propio lugar pronto de todos modos.
—¿En serio? —Ahora estoy preocupado. Este nuevo trabajo parece demasiado
bueno para ser verdad—. Me estás poniendo nervioso de nuevo —le digo.
Pero comienza a reírse de nuevo, y luego vuelve su atención a la aspiradora, y
me uno a él para subirla.
—Escucha —dice—, quería hacerme mi primer tatuaje antes que este trabajo
comience. Estaba pensando que podríamos hacernos uno juntos. ¿Te gustaría? —Me
mira con nerviosismo, y puedo decir que le fue difícil preguntar—. Como ¿el
próximo fin de semana?
¿Un tatuaje?
El último que me hice, él tenía dos años, creo. Realmente ya no es algo que me
guste, pero definitivamente lo haría por él. Estoy agradecido que incluso pida hacer
algo conmigo.
—Sí. —Asiento—. Suena bien.
Incluso sé lo que quiero hacerme, también, la idea aparece en mi cabeza tan
rápido.
—Vamos. —Me da un empujoncito, tirando de la aspiradora—. Te ayudaré con
esto, y luego me reuniré con unos amigos, ¿de acuerdo?
—Sí. —Tomo lo último del tubo y la aspiradora que drena el agua emerge.
De hecho, también tengo un pequeño encargo que hacer.
****
Ni siquiera creo que se le permita entrar en este lugar a nadie menor de
veintiún años, a menos que sea un empleado, y mejor que Jordan no lo sea. Tengo
un pensamiento fugaz, en el camino, de llamar y reportar a Mick Chan por permitir
que una chica de diecinueve años entre en su club de striptease, pero tampoco es
que no me haya aprovechado de los indulgentes propietarios de bares cuando tenía
diecinueve años. Además, solo enojaría más a Jordan. Puedo escucharla ahora. Oh,
soy lo suficientemente mayor para que puedas estar sobre mí pero ¿no lo suficiente como para
tomar una copa?
Bueno, sí, legalmente hablando. Si quiere ser técnica al respecto, de todos
modos.
Deslizando mis llaves en mi bolsillo, me dirijo al estacionamiento y abro la
puerta de The Hook. La música rebota en las paredes y vibra bajo mis pies, y aspiro
el olor familiar del champú con aroma a orquídea que Mick siempre usa para las
alfombras. Huele como la avalancha de perfume que sientes al entrar en un casino
de gama alta, que intenta ocultar el olor a cigarrillos. Ha pasado mucho tiempo
desde que vine aquí, pero de repente, tengo diecinueve años otra vez.
Pago la entrada y entro, deteniéndome al pasar el bar y ver el mar de gente en
el lugar. Chicos jóvenes, hombres mayores, algunas mujeres y parejas, luces
moradas bajo el escenario blanco e hilos de humo flotando en el aire desde los
extremos anaranjados de los cigarrillos.
La aprehensión se afianza. No debí haber venido aquí.
Debería irme antes que me vea. Es un adulto, se cuidó bien por mucho tiempo,
y esa pequeña voz en mi cabeza tiene razón. Si puedo llevarla a la cama y mantenerla
despierta la mitad de la noche, entonces es lo suficientemente mayor como para
tomar sus propias decisiones. Debería poder salir con sus amigos. Quiero que salga
con sus amigos.
Simplemente no la quiero aquí, porque sé que Mick la quiere, ella necesita
dinero, y esta noche hice que su situación en mi casa se sintiera inestable. Está
molesta, ¿y si comienza a pensar que necesita mudarse? ¿Qué pasa si toma unas
copas y decide que necesita ganar un dinero extra?
Paso mi mano por mi cabello, sintiendo el gel que puse en él y recordando
cómo me limpié para ella, incluso me cambié de ropa.
Echo un vistazo al traje azul marino que compré el año pasado para la
graduación de Cole, pero esta noche dejé fuera la corbata. Solo una camisa blanca
abierta en el cuello, y unos zapatos negros. No sé por qué me lo puse, porque ahora
me siento estúpido, pero creo que solo quiero que sepa que no soy un libro abierto,
puedo ser diferente, aún puedo sorprenderla.
Retrocedo para irme, rezando para que no me haya visto, pero la multitud en
el club vitorea y brama, y mi atención se dirige al escenario donde un grupo de
chicas están de pie en una fila.
Están vestidas con cualquier cosa, desde jeans hasta faldas y tangas, con
aspecto nervioso pero riendo y jugando. Un par de mujeres ya han comenzado el
concurso, y parece que la voluntad de ganar trescientos dólares ahora exige medidas
más extremas que en mi época. Dos mujeres ya están mojadas, una mujer mayor
viene y les arroja jarras de agua mientras se meten las camisas empapadas y agitan
sus pechos y luego se dan la vuelta, sentadas a horcajadas sobre el piso mientras
mueven sus culos para la multitud rugiente. Vierten más agua en sus espaldas. Las
cabezas de cabello mojado vuelan, y bien pueden estar jodidamente desnudas.
Prácticamente lo están.
Algunos de los chicos tienen sus teléfonos con cámara, y estoy bastante seguro
que no está permitido, pero a nadie le importa. Estas mujeres no son principiantes,
¿verdad? Jordan no puede hacer esa mierda.
¿Puede?
Justo en ese momento, un grupo de mujeres arrastra a una joven rubia al
escenario y veo a Jordan resistirse, riéndose pero sacudiendo la cabeza con
nerviosismo.
Qué dem...
No puedo escucharla, pero veo sus labios articular no una y otra vez mientras
clava los talones e intenta alejar sus brazos de su hermana.
Alguien por detrás se estira frente a ella y baja la cremallera de su pequeña
sudadera blanca, y me lanzo hacia adelante, pero luego vierten una jarra de agua
sobre su pecho, y me detengo, momentáneamente congelado.
Sus ojos y boca se abren, y se ve como si estuviera conmocionada por el agua
fría, indudablemente, mientras permanece allí con las manos extendidas y la
sudadera colgando de sus brazos desnudos.
Las puntas de su cabello están mojadas, pero sus capas largas y sensuales se
revuelven alrededor de su rostro, y el agua fluye por su estómago, haciendo que su
piel brille.
¿De dónde sacó esa lencería? Es de color crema y delgadas cintas de encaje
sobre los hombros, y malditamente casi transparente. Sus pezones oscuros son
visibles desde aquí, al igual que las curvas de sus pechos, ya que la tela húmeda se
adhiere a su cuerpo.
Y mis ojos queman mientras giran por la sala hacia cada hombre que la mira y
la llama. Debería estar usando eso en mi maldita cama. No en un maldito escenario.
Aprieto mis puños.
Parece salir de su conmoción, porque de repente abraza su cuerpo y sale
disparada del escenario, dejando atrás su sudadera. Baja los escalones y corre a lo
largo de la pared, hacia el pasillo donde están los baños. Algunas chicas en una mesa
la agarran llamándola por su nombre, sigue avanzando, les devuelve la sonrisa y se
sonroja ante sus amigas. O los amigos de su hermana.
De repente, alza sus ojos y sostiene mi mirada, deteniéndose. Las chicas de la
mesa la ven detenerse y siguen su mirada, observando entre ambos.
Las pendientes en su estómago a ambos lados de su ombligo brillan, cubiertas
en gotas de agua, y la vista de su piel hace que mi polla se llene de sangre.
Usó eso. Deliberadamente se lo puso, lo que significa que estaba considerando
ir allí. Levanto la vista de su cuerpo y la miro, dando un paso adelante.
Mía.
Retrocede un paso.
Me muevo de nuevo Y ella también.
—Fue un accidente —dice, frunciendo el ceño—. Ella solo estaba jugando. No
necesito ninguna mierda sobre algo que no fue mi cul…
Corro hacia ella y le rodeo la cintura con un brazo, tomando su rostro con mi
mano y tirando de su boca hacia la mía.
Gime, sorprendida, y no me importa quién nos vea en este momento. Sin
romper el beso, la llevo hacia atrás, hacia el pasillo y doblando la esquina.
Aparta su boca.
—¿Qué estás haciendo?
Pero, Dios, estoy tan hambriento. Me tiro de nuevo por sus labios, saboreando
su lengua y pasando mi mano por su suave cabello.
—No. —Se aleja de mí.
Dejo caer mis brazos, mi corazón palpita y mis dedos aún zumban con la
sensación de su piel.
—No voy a pelear contigo —le digo, respirando con dificultad—, y no voy a
pedirte que vengas a casa. Solo quiero decir que lo siento.
Levanta la barbilla, fingiendo ignorancia.
—¿Acerca de?
—La pizza, la película...
—Olvidarme —agrega.
Me acerco, tratando de mantener la calma y mantener mis manos alejadas de
ella.
—No te olvidé. No puedo... olvidarme de ti.
Se queda en silencio, sosteniendo mi mirada, y no estoy seguro de lo que está
pasando en su cabeza, pero solo necesitaba decirle eso a la cara. No quiero que actúe
porque cree que estaba siendo descuidado con ella.
Sin decir una palabra, se gira y se dirige al pasillo, empujando la salida.
—¿Adónde vas? —La sigo.
—Mi hermana tiene un cambio de ropa en su auto —responde, todavía
sonando impaciente conmigo—. Estoy bien, y estaré en casa más tarde, ¿de acuerdo?
Llega al Mustang blanco de Cam en el atestado estacionamiento y va al lado
del conductor.
—Detente. —Acercándome por detrás, pongo mi mano en la puerta frente a
ella—. Solo déjame explicarte.
Se gira, con una mirada comprensiva en su rostro.
—Oh, estoy segura que tienes una excusa. Una muy buena. No te preocupes.
Se da la vuelta y busca el mango, pero necesito que escuche. Sólo por un
segundo.
—Detente. Por favor. —Respiro con fuerza, mirando la parte posterior de su
cabeza—. Jordan, yo...
Trago saliva, solo quiero que se gire y me mire con su dulce sonrisa y sus dulces
ojos otra vez.
Dejo caer mi voz a apenas un susurro.
—No puedo perderlo —le digo.
Se congela, y lo único que puedo escuchar es su respiración. ¿Se arrepintió
cuando se despertó esta mañana?
Finalmente se da vuelta y me mira, asintiendo con calma.
—Lo sé —dice en voz baja—. Entonces tienes que perderme, lo entiendo.
Tampoco quiero lastimarlo.
Gira nuevamente para abrir la puerta, pero mi cabeza cae hacia su cuello y mis
ojos se cierran. Es como el agua que se desliza entre mis dedos, y me estoy muriendo
aquí.
—Me estoy enamorando de ti —le susurro.
Se da la vuelta lentamente otra vez, y no sé si debí haberle dicho eso, pero alzo
mis ojos cansados, observando su expresión tranquila. Sus ojos se ven igualmente
derrotados y algo atrapado entre el deseo y la lucha por contenerse.
—Sabía que estabas ahí en algún lado —le digo, esbozando una sonrisa triste—
. Las novias, mujeres con las que salí, la madre de Cole... Nunca quise casarme con
nadie, porque no eran lo que estaba buscando. Comencé a pensar que mis
expectativas eran demasiado altas, y tú no existías. —Le aprieto la nuca y deslizo los
pulgares por su garganta—. Resulta que la chica de mis sueños pertenece a la única
persona que me mataría lastimar.
Lágrimas inundan sus ojos, y la atraigo, mis labios encontrándose con su
frente.
—No quiero asustarte —continúo—. Pero me asustas un poco, porque te deseo
como si necesitara aire, y...
Asiente.
—Y complicaciones. —Termina por mí.
Alejándose, mira hacia otro lado y ninguno de nosotros está seguro de qué
hacer a continuación. El problema está allí para quedarse.
—Necesitaba tiempo para pensar esta noche —le explico—. Lamento haberte
plantado.
—¿Y qué descubriste? —Baja los ojos, tirando de mi maldito corazón—. ¿Con
toda tu reflexión?
No vacilo, porque sé que no puedo parar.
—Que puedo dejar de sentirme culpable hasta mañana.
Tomo sus labios y la beso con fuerza, sintiéndola derretirse lentamente en mí
y presionando su cuerpo contra el mío. El calor me inunda y me pongo duro,
moviendo mis manos alrededor de su espalda, agarrando su culo y levantando su
pierna por la parte posterior de su rodilla. Dejo un rastro de besos sobre su mejilla y
su cuello, y deja caer su cabeza hacia atrás, dándome rienda suelta mientras la
presiono contra el auto y le mordisqueo la garganta y la clavícula.
—Pike, alguien nos verá —suplica.
Pero estoy tan hambriento de esto. La correa de su camisa cae por su brazo, le
saco la copa del pecho y me sumerjo, tomando un bocado de su carne, pezón y todo,
en mi boca.
Jadea.
—Pike. Oh, Dios…
Gime mientras la beso y la chupo, mordisqueando la endurecida piel de su
pezón.
—Jesús, tenemos que llegar a casa —gimo—. O te voy a follar aquí mismo.
—Hola, Pike —dice alguien.
Salto, Jordan grita, y la abrazo mientras se mete en mi pecho, tratando de
ocultar su cuerpo apenas vestido.
—Mierda —gruño y vuelvo la cabeza, viendo a Ben Lovell en su auto de
policía, al ralentí junto a nosotros. ¿Cómo no lo escuchamos venir?—. Ben —digo,
respirando con dificultad—. ¿Qué demonios?
Está haciendo un pésimo trabajo al ocultar su diversión mientras responde:
—Solo estoy haciendo mis rondas, hombre —dice—. ¿Es la chica de Chip
Hadley la que tienes allí?
—No es asunto tuyo. —Me muevo, tratando de asegurarme que Jordan esté
fuera de su vista.
Pero todavía trata de mirarla.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta, todavía sonriendo.
Ella envuelve sus brazos alrededor de su cuerpo, cubriendo su desnudez
mientras sonríe entre dientes.
—Um, sí, señor.
Él se ríe y sacude la cabeza.
—Maldición —murmura entre dientes, pone su auto en marcha y avanza
lentamente.
Espero a que abandone el estacionamiento antes de dirigirme a Jordan.
—No te preocupes. No dirá nada.
Lovell no es un chismoso.
Rápidamente levanta la correa de su camiseta y cruza sus brazos sobre su
pecho, mirando alrededor nerviosamente.
—Vamos. —Tomo su mano, llevándola a mi camioneta—. Vámonos a casa y
salgamos a nadar.
—¿Desnudos? —se burla.
Abro la puerta, sacudiendo mi cabeza.
—No —respondo—. Usa las conchas. He estado muriendo por la oportunidad
de quitarte ese traje.
Sonríe y se sube al asiento, rodeo la camioneta y abro mi puerta. Saca su
teléfono, probablemente para enviarle un mensaje a su hermana avisándole que se
va, y enciendo el motor, poniéndolo en marcha.
Antes que salgamos del estacionamiento, se arrastra a mi lado y comienza a
mordisquear mi cuello.
—Hablando de trajes... —dice, deslizando una mano dentro de mi chaqueta y
acariciando mi pecho—. Podría acostumbrarme a esta apariencia en ti.
—No —le advierto—. Es solo para ocasiones especiales.
—¿Y soy una ocasión especial?
—Creo que sabes que lo eres —bromeo—. No amplío mi zona de confort por
cualquiera.
Le lanzo una sonrisa burlona, ni un poco molesto porque haya vuelto al revés
todo mi aburrido y cuidadosamente construido mundo. Estoy haciendo cosas que
normalmente no haría solo para complacerla, pero también me hace sentir cosas que
no había sentido en mucho tiempo. Algunas de ellas, nunca. De hecho, hoy me
encontré considerando una lista mental de todas las cosas que quiero hacer con ella.
Llevarla a juegos de béisbol, viajes por carretera, y hoy investigué en el jodido eBay
cintas de casete de los 80 con las que pensé que podría sorprenderla, como si fuera
a estar cerca en las festividades importantes y su próximo cumpleaños, por todos los
cielos.
Hace que me emocione por todo lo que vendrá. Sea lo que sea.
Me vuelvo hacia ella, tratando de mantener un ojo en el camino y besarla al
mismo tiempo, pero acabo riendo.
—Cinturón de seguridad. Me vas a meter en problemas.
Retrocede y se aparta un poco, poniéndose el cinturón de seguridad.
—Oh —le digo, mirándola—, y sé que Mick quiere contratarte. No vas a
trabajar allí. ¿Entendido?
Descansa su cabeza en el asiento, mirando por el parabrisas.
—Oh, ¿estás poniendo las reglas ahora?
—No me gusta preocuparme. Esto se soluciona ahora.
Realmente no creo que hable en serio, pero me gustan las cosas talladas en
piedra.
Solo se encoge de hombros.
—Mi hermana gana mucho dinero. No está lastimando a nadie, y no voy a
dejar que nadie me mantenga. —Hace una pausa y luego continúa—. Creo que haré
lo que tenga que hacer. Realmente no necesito tu permiso, ¿sabes?
Frunzo el ceño, la irritación de esta situación arrastrándose por mi espalda.
Pero luego recuerdo lo duro que tiraron de ella al escenario esta noche,
obviamente, decidiendo que un concurso de camisetas mojadas no era para ella, sin
importar si se había vestido para eso o no.
Suelto un bufido, recordando la forma en que protestó.
—Ni siquiera sé lo que me preocupa —digo, mi voz llena de humor—. Eres
una buena chica. No tienes lo que se necesita para trabajar allí.
—No soy una niña.
Presiono mis labios para dejar de sonreír, pero es difícil. Lo sé, lo sé, es una
mujer.
—¿Y si entran Dutch o ese pequeño idiota Jay o cualquiera de los tipos que
trabajan para mí? —presiono—. ¿Podrías usar un bikini detrás de la barra y servirles
bebidas, o peor aún, quitarte la ropa y bailar para ellos? ¿Dejar que te usen para
correrse? ¿Sentarte en sus regazos y frotarte contra ellos por cuarenta dólares?
No puedo evitar reír entre dientes ante la ridícula idea. Si realmente lo piensa
y se pone mentalmente en esa situación, sabrá que es absurdo.
Gira su cabeza hacia mí.
—¿Te estás riendo de mí?
—Estoy diciendo que te conozco —le digo, nivelando mi tono—. Tú y yo
sabemos que no tienes más agallas de las que yo tendría, así que vamos a dejar de
perder el tiempo discutiendo sobre algo que nunca sucederá.
Mira hacia adelante y se queda en silencio, pero veo su mandíbula tensa
mientras mira por el parabrisas. Asumir que conozco su mente más de lo que ella lo
hace probablemente sea condescendiente, pero está actuando de manera infantil,
manteniendo esta pretensión. Tiene más sentido común que eso, y no me gustan los
juegos. Sabe que nunca podrá tratar con esos clientes, y definitivamente no puede
desnudarse y bailar desnuda. Probablemente estaría tan avergonzada de que la
vieran que rompería a llorar.
Sin embargo, siete minutos después, me detengo en el camino de entrada y
salta antes que incluso haya apagado el motor.
—¿Jordan? —llamo, abriendo mi puerta.
¿Qué demonios? No vamos a pelear de nuevo, ¿verdad?
Pero mira por encima del hombro mientras camina hacia el porche.
—Solo voy a entrar por mi traje de baño.
Me quedo allí, girando el llavero en mi dedo. Estáaa biien.
La conciencia me pincha en la nuca, y vuelvo la cabeza, buscando en el
vecindario el auto de Cole o el de su madre. Luego lanzo mi mirada hacia las
ventanas de las casas cercanas para ver si hay movimientos de cortinas.
Estoy seguro que hay conversaciones en la cuadra ahora.
La gente nota cosas, y Cole rara vez está aquí, mientras que su novia y yo
estamos constantemente juntos. No tomará mucho tiempo para que las personas
lleguen a sus propias conclusiones.
Para cuando llego a la casa, Jordan no está por ningún lado. Subiendo las
escaleras, paso la puerta cerrada de su habitación y me dirijo a la mía para ponerme
unos shorts de baño. Todavía está en su habitación cuando salgo, y vuelvo a bajar
para agarrar algunas botellas de agua y encender las luces del patio trasero. La
piscina se ilumina, y enciendo la radio colocada debajo del gabinete. Algunos chicos
cantan sobre Guys MyAge ya está sonando en la estación que Jordan tiene
sintonizada.
Mi teléfono suena con un timbre desconocido, camino hacia la isla y lo recojo.
Jordan. ¿Por qué está llamándome por FaceTime?
Contestando, la veo aparecer en la pantalla, pero me está mirando hacia abajo,
como si su teléfono estuviera apoyado en algo más bajo que ella. Como su escritorio.
Su cabello la cubre, y realmente no puedo ver nada más que el resplandor de la luz
del techo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, llevando el teléfono a la sala de estar.
Pero permanece en silencio.
Me siento en el sofá, apoyando los codos sobre mis rodillas y observándola.
Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios, y mueve su cabeza hacia la izquierda y
luego hacia la derecha, y puedo decir que está jugando conmigo. Se pone derecha y
pierdo de vista su rostro, pero su hermoso cuerpo aparece a la vista, y veo que lleva
el bikini con conchas.
Mi corazón se salta un latido, y tengo que luchar contra una sonrisa. Sus pechos
sobresalen de la pequeña tela rosa, y los finos hilos se ven tan delicados en su piel
bronceada. Quiero pedirle que se dé la vuelta, pero prefiero tenerla aquí.
La pantalla se agita, y veo que está recolocando el teléfono más atrás, y cuando
aparece de nuevo, puedo ver parte del escritorio, su cuerpo y su rostro. Se inclina
sobre el escritorio, observándome con una mirada coqueta, sus brazos presionando
su cuerpo y, casualmente, sus pechos, también.
Esbozo una sonrisa.
—¿Sí, Jordan?
—No soy una niña —dice, y su sonrisa desaparece de repente.
Me invade una sensación de inquietud y supe que era demasiado bueno para
ser verdad. Está jugando conmigo, y no va a bajar ahora.
Suspiro y me recuesto en el sofá.
—Entonces deja de actuar como tal —respondo.
Mira hacia abajo, inmovilizándome con sus desafiantes ojos.
—No soy una niña —dice nuevamente.
Y la miro mientras pone una mano detrás de su cuello, la otra detrás de su
espalda y tira de ambos hilos, los patéticos pedazos de tela caen de su cuerpo y al
piso.
Trago un bulto duro al verla. Yo iba a hacer eso, maldición.
Sus pezones duros se destacan ante mí, y la piel de mis palmas zumba con su
recuerdo en mis manos. Mi estómago se estremece, y mi polla ya se está hinchando
por la necesidad.
Por favor no me hagas esto.
Pero no puedo mirar hacia otro lado.
No puedo escuchar la música en su habitación, o tal vez está oyendo la mía en
la cocina, pero comienza a balancearse un poco y a mecer las caderas, cierra los ojos
y desliza las manos hacia arriba, abajo y por todo su cuerpo, rostro y cabello. Parece
un postre.
Mordiéndose el labio inferior, juega conmigo, acariciando sus tetas y
deslizando sus manos por su estómago y jugando con el dobladillo de su tanga,
amenazando con tirarlo hacia abajo.
Se burla de mí con sus ojos y la promesa de ver algo bueno. Como una stripper.
La comprensión me golpea, y finalmente sé lo que está haciendo.
Sacudo la cabeza, mi cuerpo ardiendo por ella.
—No puedes hacerlo —bromeo.
No puede quitarse la ropa y bailar.
—Tienes razón —dice, dándose la vuelta y mirándome por encima del
hombro—. No puedo hacerlo. Solo soy una pequeña niña, ¿verdad? Una niña tonta.
Se enfrenta a mí otra vez, dándome una sonrisa tímida mientras inclina la
pantalla hacia abajo, y noto que está a horcajadas sobre la esquina redondeada del
escritorio. Todavía de pie, coloca una mano en el escritorio y la otra en la pared, creo,
con la esquina del escritorio de madera descansando entre sus piernas.
Y la miro mientras comienza a follarla lentamente. Sus caderas giran y su
estómago se hincha dentro y fuera mientras su culo se mueve y rechina sobre la
mesa, y puedo oír la fricción de la tela sobre su coño frotando contra la madera.
Oh, Jesús. Mi pecho sube y baja más rápido mientras la veo hacer la cosa más
hermosa que creo haber visto en mi vida. Dios, me encanta mirarla. Sus tetas se
balancean con el movimiento, rebotando un poco cuando comienza a ir más fuerte,
y mi boca se ha secado tanto que no puedo tragar.
—¿Quieres verme hacer esto? —bromea. Sus grandes ojos me dicen que sabe
muy bien que me gusta lo que estoy viendo.
—Deja de bromear y ven aquí.
Deja caer su cabeza hacia atrás, pasando sus dedos por su rostro y su cuerpo,
ahuecando un pecho y apretándolo antes de arrastrar la mano por su estómago.
—Te dije que tenía un vibrador —dice, mirándome de nuevo—. Aunque no lo
uso. —Aumenta la velocidad, y puedo escuchar que la fricción se ha vuelto más
fuerte—. Me gusta estar en control. Me gusta trabajar para ello, como si fuera real.
Me lamo los labios.
—Jordan…
—Shhh...
Abre la boca y gime, luego levanta una rodilla, colocándola sobre el escritorio
para separar más sus piernas. El sudor me enfría la frente, y me levanto,
inclinándome hacia adelante otra vez.
—Me gusta que me mires —dice—. Siempre me has visto, ¿verdad? Siempre
quise divertirme conmigo.
Titubeo, sabiendo que lo que dice es verdad. La desee desde la primera vez que
la vi.
—Está bien —susurra—. Siempre lo supe, y siempre me gustó. Siga
mirándome, señor Lawson.
Trago saliva, mi boca todavía está seca.
—Lo hago —exhalo.
—Oh, Dios —gime.
Mis ojos arden, y estoy desesperado por pestañear, pero no puedo apartar mi
mirada de ella. Casi puedo sentirla. Como si la esquina del escritorio fueran mis
dedos follándola, y su suave carne estuviera moliéndose contra mi mano. O mi
jodida boca, no me importa. Nunca he estado tan celoso de un objeto inanimado.
—Mueve el teléfono a la cama —le digo—. Quiero verte desde atrás.
Ralentiza sus movimientos, temblando y respirando con dificultad, y puedo
decir que la atrapé justo cuando estaba persiguiendo su orgasmo.
Oh, bueno, tendrá que trabajar duro para recuperarlo.
Llevando el teléfono a la cama, lo apoya contra algo y rápidamente mira de ida
y vuelta entre la pantalla y el escritorio para asegurarse que la tenga a la vista, y
luego regresa a la esquina del escritorio.
Pasándose los dedos por el cabello, me mira por encima del hombro,
sonriendo. Aprieto mi puño, ansioso por sentir ese culo firme.
Pero antes de levantar la rodilla otra vez, desliza sus dedos debajo del
dobladillo de su bikini y lo desliza justo bajo su trasero. Y lo deja allí. Plantando sus
manos en el escritorio, se inclina sobre él, levanta su rodilla, y arquea su espalda
hacia mí, sacando su culo mientras comienza a montar de nuevo la esquina del
escritorio.
Su trasero, su cabello cayendo por su espalda, su forma de moverse y burlarse...
Me estiro y ajusto mi polla, ahora dolorosamente rígida y lista. Por tener esta visión
de ella, me estoy muriendo.
—Mmmm, eso es lo que me gusta. —Jadea, mirando mis ojos por encima de su
hombro—. Mírame. Mírame follar para ti. Haré lo que tú digas. Es todo para ti.
Va más duro, más fuerte y más rápido, y no estoy seguro de si quiero su coño
en mi boca o alrededor de mi polla primero. La tomaré por detrás esta noche. Tengo
que tenerla así.
—Jordan... —El teléfono cruje en mi mano.
—¿Te gusta? —se burla—. ¿Te gusta cuando juego conmigo para ti?
—Nena. —Me levanto del sofá.
La necesito.
—Mmm, me gusta que me mires —gime—. ¿Estoy siendo buena ahora?
No le quito los ojos de encima mientras subo las escaleras.
—Ojalá hubiera diez más de ti, mirándome —dice—, queriendo verme.
Si hubiera más de mí, tendría un gran problema esta noche.
—Pike, estoy tan mojada. Podrías deslizarte directamente dentro de mí.
Mi polla salta y pulsa, llego a su puerta y giro la perilla.
—¿Te gusta? —Bombea más rápido—. Estoy tan caliente y húmeda para ti.
La puerta está cerrada, y sacudo la perilla, muriendo por entrar.
—¿Jordan? —llamo, mi paciencia inexistente—. Abre la puerta.
—Oh, Pike. Oh, Dios.
Miro la pantalla otra vez, viendo su cabello malditamente cerca de tocar su culo
mientras echa la cabeza hacia atrás y folla el escritorio. Dios, su culo...
—Más, más, más, más... —gime—. Estoy llegando. Oh, Dios. ¡Sí!
—Jordan, mierda... —Le doy un tirón a la puerta, listo para derribarla—. Abre
la puerta.
No te corras sin mí.
—¡Fóllame! —grita, jadeando y gimiendo—. ¡Sí! Sí… sí… sí…
Su voz se vuelve más baja y más tranquila mientras lo monta, corriéndose al
otro lado de la puerta y terminando sin mí.
—¿Jordan?
Maldita sea, no la quiero satisfecha todavía.
Pero la puerta no se abre, y cuando miro el teléfono, sus movimientos se han
ralentizado, solo el más mínimo ruido y pequeños sonidos cuando termina. Voy a
inclinarla sobre ese puto escritorio ahora mismo.
—Jordan, Jesús, abre la puerta —gruño.
Se endereza, apoya el pie en el suelo y se pone los pantis del bikini otra vez.
Caminando hacia la cama, se inclina y se encuentra con mis ojos, con una mirada
soñadora en su rostro.
—Me encanta verte disfrutar de eso —dice, con la dulce expresión de
satisfacción en su rostro—. Me encanta ver que puedo mantener tu atención. Y no
solo puedo hacerlo, Pike, sino que creo que me gustó.
Curva sus labios en una pequeña sonrisa.
Agito la perilla de la puerta otra vez.
—Jordan, abre la puerta.
Solo chasquea.
—Me gustaría, nene, pero... —suspira—. El baile terminó, y no puedes tocar a
las chicas. —Luego me guiña un ojo—. Buenas noches, cariño.
La luz en la pantalla desaparece cuando finaliza la llamada, y todo el pasillo se
apaga de repente. Me quedo allí, tratando de descubrir si realmente está haciendo
lo que creo que está haciendo, cuando la luz debajo de la puerta también desaparece,
y me doy cuenta que ha apagado las luces.
¿Se va a la cama?
Tiro de la puerta.
—Jordan —gruño—. ¿Qué diablos?
Escucho un cajón abrirse y cerrarse de golpe y luego la cama cruje bajo su peso.
Después de unos momentos, no hay sonidos, y mis peores temores se han hecho
realidad. Tengo una erección furiosa. ¿Qué haría ella si rompiera la puerta ahora
mismo? ¡Mierda!
Dejo que mi frente caiga en la puerta, y estoy a punto de tirar mi tarjeta de
hombre y llorar.
—Cuando te atrape, no será bonito —le advierto—. Es una promesa. Lo vas a
pagar.
Mi teléfono emite un pitido y miro hacia abajo, deslizando la pantalla.
Vete a la cama, dice el texto.
Se me revuelve el estómago, y estoy a medio camino entre bajar y colocar la
música tan fuerte que no pueda dormir mientras disminuyo la presión haciendo
vueltas en la piscina o provocar otra pelea para sacarla de la cama otra vez.
Es tarde, sin embargo, y si ejercito ahora estaré despierto durante horas. Tengo
mi mano e Internet, ¿no? Aunque no necesito porno cuando solo su recuerdo, de
hace un momento, no se ha ido lo suficiente como para dejarme ablandar todavía.
Bajando a mi habitación, cierro la puerta tras de mí y choco contra la cama,
frotándome la ingle dolorida.
Otro texto suena.
Y no te masturbes, dice.
Aprieto los dientes y lanzo el teléfono a un lado, escuchándolo golpear el
tocador y caer al suelo.
Mejor me despierto y la encuentro en mi polla por la mañana o nadie estará a
salvo mañana.
No tardé mucho en conciliar el sueño la noche anterior a como pensé que sería.
Momentos después de enviar mi último mensaje de texto, escuché que algo golpeó
una pared en la habitación de Pike, y me sentí un poco mal pero también sonreí,
sintiéndome un poco poderosa. Jugar con él no era mi objetivo, aunque me encanta
que seamos buenos para meternos debajo de la piel del otro.
Simplemente quería mostrarle que soy capaz de más de lo que él cree, y no
aprecio que la gente me diga lo que tengo en mi cabeza.
Luego, cuando trató de entrar a la habitación, lo deseaba muchísimo —sus
manos, su boca, sus palabras—, pero siempre lo perdono con demasiada facilidad y
ya no quiero ser esa chica. Incluso si Pike es uno de los buenos, y estoy bastante
segura que lo es, necesitaba demostrarme que valgo la pena el trabajo y la espera.
Era necesario elevar el estándar y no darle a todos lo que quieren de mí tan
fácilmente. He sido una incauta el tiempo suficiente. Jay, Cole, mis padres...
Y me quedé dormida, orgullosa de ser más fuerte.
Hoy por otro lado... puede tenerme tanto como quiera, porque tampoco puedo
seguir esperando. Después de decirle que mantuviera sus manos lejos de sí mismo
anoche, me obligué a hacer lo mismo hoy, y lo primero que voy a hacer cuando lo
vea es quitarle la camisa, porque me encanta cómo se ve solo en pantalones.
El clima es cálido hoy, pero hay una pequeña capa de nubes manteniendo el
calor a raya, y me acuesto en la hierba sobre mi estómago, escuchando a Don Henley
en el reproductor de casetes mientras ojeo el catálogo de cursos de otoño de mi
universidad. Ya me había registrado para el próximo semestre pero estoy pensando
en agregar otra clase.
Mis piernas, cruzadas en los tobillos, se balancean hacia atrás y adelante en el
aire detrás de mí, pero luego suena mi teléfono, me extiendo y lo recojo de la hierba.
Mirando la pantalla, frunzo el ceño.
¿Qué quiere Dutch?
Respondo y lo sostengo en mi oreja.
—Hola —digo—. ¿Todo bien?
Mi mente sospechosa se ve inmediatamente atraída por Pike y un espantoso
accidente con cualquiera de las máquinas con las que trabaja.
—Uh, sí, siento molestarte —me dice—. ¿Sabes qué le pasa a Pike hoy?
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, ha estado de mal humor —se queja—. Todo el mundo tiene miedo
de acercársele. Está gritando a todo el mundo, golpeó alrededor de ochenta clavos
en cada tablón que colgó, y luego aceptó accidentalmente un envío equivocado de
madera, lo que provocó una rabieta realmente interesante que me recuerda a mi hija
de doce años. Ha sido extraño.
Resoplo, pero luego coloco mi mano sobre mi boca para sofocarla.
—Uhm... —Busco palabras, mi garganta se llena de risa—. En realidad no tengo
idea.
En realidad, tengo una muy buena idea.
—Bueno, cúbrete, cariño —dice—. Está de camino a casa, y no sé cuál es su
jodido problema.
Mi cuerpo tiembla con una risa silenciosa, y justo en ese momento, veo que la
camioneta de Pike viene rugiendo por la calle. Incluso su motor suena enojado.
—Está bien —le digo a Dutch—. Me tengo que ir.
Cuelgo, sin esperar su "despedida", y observo mientras Pike entra en el camino
de entrada y la camioneta se detiene bruscamente. Echando un vistazo a mi teléfono,
veo que solo son las cuatro de la tarde. Es muy temprano.
Me mira sobre el pasto y sus ojos se concentran, la ira y la intensidad fluyen a
través de mí como si estuviera a punto de obtener la gran y gorda paliza que
merezco.
Pongo una mirada tímida en mi rostro y arqueo mi espalda, elevando mi
trasero, y luego disminuyo el balanceo de mis piernas para llamar su atención a mi
cuerpo.
Sale de la camioneta y azota la puerta, y no puedo ocultar mi sonrisa
presumida cuando se acerca, ninguno de nosotros puede apartar la mirada.
—No me estoy riendo —señala severamente—. Ahora entra y quítate la ropa.
He tenido todo un día para soñar el parque temático que voy a hacer de tu cuerpo
esta noche, niña.
Una oleada de excitación se acumula en mis pulmones, y no puedo respirar.
Puedo ver todas las promesas de lo que está por venir en sus ojos, y ya no puedo
mentir ni jugar con él. También lo deseo.
Sosteniendo su mirada, me levanto, y sus ojos recorren mi cuerpo mientras
lentamente retrocedo hacia la casa.
Y él avanza, siguiéndome.
Pero luego se oye una voz sobre su hombro, interrumpiéndonos.
—¡Pike, hola! —dice una mujer.
Ambos nos detenemos y veo a la señora Taft, una de las vecinas, detrás de él.
—¿Cómo has estado? —pregunta ella.
Él muestra los dientes, cierra los ojos y se ve a punto de golpear algo. Mi
estómago se sacude con diversión que no dejo escapar.
Rápidamente se da vuelta, colocando una sonrisa falsa.
—Constanza, hola —dice, casi sonando alegre—. Estoy bien. Solo ocupado.
Ella asiente y mira alrededor de su hombro.
—Hola, Jordan.
—Hola, señora Taft.
Me acerco al lado de Pike, deslizando mis manos en mis bolsillos.
Ella desliza una mano por su cola de caballo marrón, sosteniendo la correa del
King Charles spaniel que ha estado paseando desde que salí a tumbarme en la hierba
hace media hora. Mira a Pike.
—No he visto mucho a tu hijo.
—Oh, sí. Está... uhm... ocupado, también —tartamudea, tratando de inventar
alguna excusa—. ¿Qué pasa?
—Bueno, escuché que Jordan podría hacer de niñera. —Me mira—. ¿Algún
interés? Hay una fiesta de inauguración de la casa al otro lado del río, en la casa de
los Kuhl —le dice a Pike—. Deberías venir conmigo. Relajarte. Solo necesito que
alguien cuide a los niños.
—¿Esta noche? —suelta.
Pero ella no le responde, solo me mira de nuevo.
—Jordan, ¿qué tal? Sé que ya no tienes quince años, pero pensé que valía la
pena intentarlo.
—Sí, seguro…
—No. —Me interrumpePike.
Cierro los ojos por un momento. Jesús, Pike. Eso fue realmente suave y
totalmente nada obvio.
Constance lo mira, sorprendida.
—Tiene clase por la mañana —explica rápidamente.
Sí, tengo clases los domingos.
—Y, uhm, tareas que hacer en la casa —agrega, lanzándome una mirada
severa—, que ha sido mala por no atender.
Sí, señora Taft. Después de lavar los platos, tengo que atender al señor Lawson,
entonces...
—Lo siento —dice.
Ella mira entre nosotros, y sabe que algo está pasando, porque está siendo
jodidamente raro ahora, pero lo maneja con clase.
—Oh, no te preocupes —chilla—. Tal vez en otro momento.
Le doy una sonrisa y asiento, tratando de recuperarme de mi vergüenza y
agradecida cuando finalmente se mueve.
Pike y yo nos quedamos allí un momento, y estoy tratando de medir cómo, si
aún no hablan de nosotros, lo harán después de eso.
—Señor Lawson... —Reprimo, sacudiendo la cabeza.
Me giro y empiezo a caminar hacia la casa, y cuando miro hacia atrás, me está
siguiendo, con los ojos fijos en mí.
—La gente está mirando —le digo—. Será mejor que no me sigas. Se verá raro.
Veo que sus ojos se disparan a izquierda y derecha, observando a los vecinos
que trabajan en sus jardines, jugando con sus hijos afuera o sentados en sus porches.
Realmente no me importa, pero sé que a él sí.
Con su larga zancada, está detrás de mí en un santiamén, y siento escalofríos
cuando abro la puerta apresuradamente y entro. Su cuerpo me obliga a entrar, la
puerta se cierra detrás de nosotros, protegiéndonos del mundo exterior, me da la
vuelta y me atrae a sus brazos. Solo tengo un momento para respirar antes que su
boca esté en la mía, una de sus manos sosteniéndome la nuca y el otro brazo
alrededor de mi cintura, presionándome con tanta fuerza que casi no puedo respirar.
Pero Dios, no me importa. Estoy cálida y rodeada de su olor, y se siente tan ido
que me lleva con él. Rodeando su cuello con mis brazos, extiendo mis piernas
cuando me levanta mientras bloqueo mis tobillos detrás de su espalda.
—Mierda, nena, estoy sucio —dice, todavía devorando mis labios—. Debería
tomar una ducha.
—Tomaremos una después —gimo, alejándome solo un poco.
Me lleva a la cocina y me pone sobre la mesa. Levanto su camisa por encima
de su cabeza, rompiendo el beso por solo un momento antes que nuestros brazos
vuelvan a rodearnos. Se inclina hacia mí, obligándome a retroceder un poco
mientras profundiza el beso.
—No podía esperar para llegar a casa —susurra—. No sabes cuánto me estaba
tratando de controlar hoy.
—¿Cuánto? —Trabajo en su cinturón, desesperada por quitárselo.
—Estaba en el peor estado de ánimo —gruñe—. No podía sacarte de mi cabeza.
Todo lo que quería era esto. —Sus manos bajan por mis costillas, me empuja hacia
atrás y levanta mi camisa y sostén sobre mis tetas. Caigo en la mesa y se lanza,
mordiendo y lamiendo mis pezones.
Cierro los ojos y gimo, retorciéndome debajo de él y arqueando mi espalda, no
estoy segura si estoy tratando de acercarme a su boca, o si es demasiado para tomar.
Puedo sentir sus labios hasta los pies.
El calor llena mi coño mojado, y miro como su lengua caliente golpea el
endurecido botón de mi pezón, mi clítoris palpita con tanta fuerza que no puedo
respirar. Me estremezco, una explosión de placer se apodera de mí y me calienta las
entrañas. Pongo lo ojos en blanco y grito.
¡Mierda! Mierda, mierda, mierda...
Me estremezco, abro los ojos, un poco sorprendida.
Miro hacia abajo, viendo a Pike mirándome.
—¿Acabas de correrte? —pregunta, con sus ojos sorprendidos.
Trago, mi boca seca de repente, y asiento.
—Sí. Creo que sí.
Sus cejas se disparan.
—Te gusta que besen tus pechos, ¿eh?
—Me gusta cuando besas cualquier parte en mí.
Se levanta y me pone de pie, sosteniendo mis ojos mientras desabotona mis
pantalones cortos.
—Estuviste tan increíble anoche.
Mis ojos se iluminan.
—Entonces, estuvo bien, ¿eh? —Tal vez tengo una actriz en mí, después de
todo.
Pero solo levanta una ceja.
—No te hagas ilusiones. No será así con nadie más.
Mis pantalones cortos caen al suelo, me gira y pongo mis manos sobre la mesa
para sostenerme. Escucho el crujido de un envoltorio y luego el ruido metálico de
su cinturón mientras abre sus jeans. Me tiemblan los muslos, tan excitada por lo que
viene. Gracias a Dios que las persianas están cerradas.
Arqueando mi espalda, abro mis piernas para él y miro por encima de mi
hombro.
—Lamento haberte hecho eso anoche —le digo.
Saca su polla de sus jeans y se pone el condón, luego se acerca, envolviendo
una mano alrededor de mi cuello y me besa con fuerza.
—Bueno, en realidad no lo siento, supongo —jadeo contra sus labios—. Esto
hace que valga la pena.
Demonios, sí. Está tan caliente en este momento. Bueno, siempre lo está, pero...
Bajando mis bragas, me agarra donde mi muslo se encuentra con mi cadera y
guía su polla hacia mi entrada. Una vez que me está coronando, tira de mis caderas
hacia él, y soy cortada en dos, jadeando y temblando mientras su polla se desliza
profundamente en mi interior.
—Oh, Dios mío. —Lloriqueo, con la cabeza baja, porque estoy temblando tan
fuerte.
No me da tiempo para recuperarme, y todo lo que puedo hacer es aguantar
mientras me abraza fuertemente y me folla. Levanto la rodilla derecha hacia la mesa
y me inclino un poco más hacia adelante, su polla se desliza más profundo y me hace
gemir.
Jadea con fuerza, gruñendo en mi oreja, y sus manos están por todos lados
mientras me rodea con sus brazos, una mano apretando mi pecho y la otra
sumergiéndose entre mis piernas para frotar mi clítoris.
—Puedes hacerlo de nuevo más tarde, ¿verdad? —pregunto por encima de mi
hombro.
—Me estás insultando —gruñe en mi oído—. ¿Crees que no puedo seguir tu
ritmo?
—Realmente quiero...
—¿Quieres qué?
Abro mi boca, susurrando contra sus labios mientras nuestros cuerpos se
encuentran una y otra vez.
—Quiero chuparte. —Froto mis labios sobre los suyos, burlándome de él—.
Quiero sentirte en mi boca.
Exhala con fuerza, mostrando los dientes y cerrando los ojos.
—Jordan... —Sacude la cabeza casi como una advertencia.
Lo beso, nuestros labios se ciernen uno sobre el otro mientras el sudor se
desliza por mi espalda.
—¿Quieres tu polla en mi boca? —susurro.
Muerde mi labio inferior suavemente y lo suelta.
—Dilo otra vez.
—Quiero chuparte la polla —digo de nuevo.
Su polla me golpea como un martillo, y curvo los dedos de mis pies, sintiendo
la cima de mi orgasmo.
—Quiero lamerte —le susurro—, saborearte y hacer que te corras.
Sus dedos se clavan en mi carne, y me duele la parte superior de mis muslos
donde siguen golpeando la mesa, pero está haciendo que me corra de nuevo, y nada
en el mundo se ha sentido tan bien. Estoy casi allí.
Muevo su labio con mi lengua, sintiendo el fuego extenderse a través de mis
muslos y sacudir mi interior.
—¿Por favor? —susurro, retrocediendo en su polla y persiguiéndolo,
también—. ¿Follarías mi boca esta noche?
—¡Jordan, Jesús! —grita, y agarra mi hombro cerca del cuello y me golpea con
tanta fuerza, que no puedo hablar, incluso si quisiera.
Los dos nos corremos, mis nudillos se vuelven blancos mientras clavo las uñas
en la mesa de madera, tensándome y apretando cada maldito músculo de mi cuerpo.
—¡Pike! —grito—. Oh, Dios.
Caigo sobre la mesa, abrazándome, cerrando los ojos y sintiéndolo pulsar
dentro de mí. Su mano está plantada al lado de mi cabeza, y se cierne sobre mí,
respirando con dificultad y sacudiéndose en mi interior un par de veces más.
Quiero que se corra dentro de mí. Quiero que se derrame y quiero sentirlo.
Estoy tomando la píldora, y soy saludable. Una vez que sepa que él también está
saludable, le diré que las malditas gomas pueden irse a la jodida basura.
Podría volver a provocarlo por video si su frustración acumulada me excita así.
Unos momentos más tarde, mi respiración ha vuelto a la normalidad, y estoy
agotada.
—Sabes que estoy bromeando, ¿verdad? —le digo—. Solo lo haré para ti.
Su mano se desliza por mi espalda húmeda, y lo escucho inhalar como si fuera
a hablar, pero entonces algo golpea la puerta.
—¡Jordan! —grita una voz—. Jordan, ¿estás aquí o no?
Ambos saltamos, mi corazón se salta un latido. Cam.
Pike se aparta de mí y me pongo las bragas, apresurándome a buscar mi
sujetador y mi camisa. Escucho que la tapa del bote de la basura se cierra de golpe,
y luego Pike está a mi lado mientras se apresura a meterse en su camiseta y yo en mi
ropa.
Pero justo en ese momento la puerta cruje y escucho la voz de Cam.
—¡Jordan! —llama desde el interior de la casa.
—¿Qué diablos? —gruñe Pike en voz baja, lanzándome una mirada asustada
justo cuando Cam entra a la cocina.
Pike se aleja un par de pasos de mí y se pasa la mano por el cabello mientras
me abrocho los pantalones cortos.
Cam nos mira, sus ojos se mueven velozmente entre Pike y yo, claramente
asimilando nuestro desorden.
—Hola —dice, con un tono sospechoso en su voz.
Me lamo los labios secos, tratando de recuperar el aliento.
—Hola —le digo—. Así que, ¿ahora solo entras en las casas de las personas?
—Estaba golpeando la puerta y tocando el timbre —señala, su sorpresa se ha
ido y ahora ha sido reemplazada con diversión—. Vi los dos autos afuera, así que
sabía que estabas en casa.
Un silencio incómodo sigue mientras mira a Pike con una sonrisa en los ojos y
a mí con las cejas levantadas.
Pike parece que quiere escapar. Se endereza, señalando con el pulgar hacia el
patio trasero.
—Voy a lanzar algunos perritos calientes a la parrilla para la cena.
Y rápidamente saca un paquete de la nevera y se dirige al patio trasero.
En cuanto se va, la boca de Cam se abre, sus ojos se ensanchan sobre mí.
—¡Oh, Dios mío! —dice.
—Shhh... —le digo, lanzando una mirada preocupada hacia donde se fue Pike.
—¿En serio? ¿Cómo fue? —Se acerca a mí y desliza su pulgar sobre mi frente
húmeda—. Así de bien, ¿eh?
No puedo evitar soltar una pequeña carcajada, porque no sé qué más hacer.
No puedo pensar con claridad ahora mismo.
Estoy segura que me estoy sonrojando.
—Aw. —Me mira con amor, frotando mi brazo—. Estoy feliz por ti. Es
alucinante, ¿no? Follar con alguien que es realmente bueno en eso.
Sí. No es que Cole fuera malo, propiamente dicho. Es solo que con Pike es
diferente. Está en mi cabeza más de lo que nadie ha estado.
—Bueno, diviértete —me dice, caminando hacia la nevera y sacando un
refresco—. Simplemente no te embaraces, ¿de acuerdo?
—¿Por qué? —suelto, pero luego me doy cuenta de cómo sonó eso—. Quiero
decir, no es que esté planeando hacerlo. Tengo diecinueve años. —Me acerco a ella—
. Pero no dijiste eso con ninguno de mis otros novios. ¿Por qué Pike?
—Porque te estás divirtiendo —dice, cerrando el refrigerador y girando hacia
mí—. Y puede que eso sea lo único que él también esté haciendo. Sólo sé cuidadosa.
Las palabras son como una puñalada. ¿Tiene razón? ¿Eso es todo lo que
estamos haciendo?
—Puedes disfrutar de un hombre estable que tiene un trabajo y una licencia de
conducir activa al mismo tiempo —explica—. Y él tiene una jovencita sexy en su
cama. Disfrútalo mientras dure. Hasta el día del juicio final. —Me aprieta la barbilla
como si tuviera cinco años—. Simplemente no te hagas ilusiones. Mantente alerta.
No me hago ilusiones.
Pero creo que ya se dispararon cuando no estaba prestando atención.
Huelo la parrilla en el patio trasero, pero ya no tengo hambre.
El jueves siguiente tengo mi clase de verano, y Pike me deja usar su camioneta.
Ha estado viajando con Dutch hacia y desde el trabajo toda la semana, así que tengo
un vehículo confiable para andar, e incluso mencionó comprar otro auto bajo el
pretexto de que debería tener algo mejor para ”salir”, pero sé que es solo su excusa
para conseguirme algo mejor que el VW.
Lo rechacé. Casi tiene mi auto en funcionamiento, así que me las arreglaré con
él el tiempo que dure y cruzaré ese puente cuando tenga que hacerlo.
Me detengo junto a la acera y estaciono la camioneta fuera del camino, viendo
a Dutch y Pike trabajando en mi auto, en el camino de entrada. En realidad, Pike está
trabajando en él, y Dutch está acampado en una silla de jardín cercana con una
cerveza en la mano.
Agarro mi mochila, camino por la calle y subo por nuestra entrada.
—Hola, chicos —canto—. ¿Cómo les va?
Pike me mira por encima del hombro, con los ojos recorriendo todo mi cuerpo.
Reprimo mi sonrisa y él también lo hace, mientras rápidamente vuelve a trabajar
bajo el capó.
Me desperté con su boca bajando por mi estómago a las dos de esta mañana,
terminando entre mis piernas y quedándose allí hasta que me corrí, dos veces.
Y luego no volvimos a dormir hasta las cuatro. El hombre tiene más energía de
la que puedo tomar, y hoy estoy tan cansada, pero de la mejor manera posible. Cada
centímetro de mi cuerpo está siendo bien utilizado, y es difícil concentrarse en
cualquier otra cosa excepto la necesidad de estar con él cuando no estoy a su lado.
No quiero enamorarme de él.
Quiero decir, quiero, pero no hasta que sepa exactamente lo que está
sucediendo aquí. Cam podría tener razón y esto es solo una aventura.
—Estamos bien, cariño —responde Dutch, su lata de cerveza descansa sobre
su rodilla—. Casi está listo para salir de aquí.
Paso por delante del auto y veo a Pike apretando o soltando algo con una llave
inglesa.
—¿En serio? —Frunzo el ceño—. ¿Ya casi está listo?
Pike levanta sus ojos.
—Pronto.
Bueno, sí. Sería bueno no tener que depender. Por un tiempo, al menos.
—Gracias —les digo y luego miro a Dutch—. ¿Qué puedo hacer por ti?
¿Emparedado? ¿Cerveza? ¿Cuidado de niños gratis?
Él solo se ríe.
—Aw, está bien. Vi lo bonita que se ve la casa, así que Pike ya debe estar
aprovechándose duro de ti.
—Oh, no tienes idea —bromeo—. Últimamente estoy sudando mucho más allá
de mi hora de dormir.
La llave inglesa en la mano de Pike se tambalea, y pierde el control del cerrojo,
mirándome.
Oculto mi sonrisa entre mis dientes y doy la vuelta, subiendo los escalones y
desapareciendo dentro de la casa.
Llevo mi bolso a la cocina, lo coloco junto a mi modelo sobre la mesa, y luego
saco una botella de agua del refrigerador y me dirijo al piso de arriba. Saco una toalla
del armario del pasillo, camino por la habitación de Pike y me dirijo a su baño
privado. El baño principal está terminado, pero aún no he sacado mis cosas, y no
tengo planes de hacerlo.
Cerrando la puerta, me desvisto hasta quedar en sujetador y bragas, inicio la
aplicación en mi teléfono, reproduciendo Hurts So Good, y mojo mi cepillo de dientes
antes de ponerle un poco de pasta dental.
La puerta se abre, y me incorporo, momentáneamente sobresaltada hasta que
veo que es Pike.
Cierra detrás de él.
—Eso no fue divertido —dice, mirándome severamente.
—No estaba tratando de hacerte reír —murmuro sobre el cepillo de dientes.
Sus labios se curvan con leve diversión mientras viene detrás de mí, dándome
la vuelta y empujándome hacia el fregadero.
—¿Tratando de sacarme de mi zona de confort entonces?
Sonrío.
—Lo haces con mucha frecuencia —acusa, pero sé que no está enojado.
Me encojo de hombros y me doy vuelta, escupiendo la pasta de dientes y
enjuagándome la boca.
—No puedo evitarlo —le digo, secándome la boca con la toalla en el fregadero
y mirándolo a través del espejo—. No me gusta tu zona de confort. Está muy
apretado allí para los dos.
Sus manos recorren mi estómago, y me abraza a su pecho desnudo mientras
besa mi cuello.
—Pero me gustan los lugares apretados —susurra.
Me giro y sostengo su mirada mientras desabrocho su cinturón.
—Necesitas una ducha —le digo—. ¿Todavía está aquí?
Toma mis manos, deteniéndome.
—Sí, por desgracia...
Camino hacia la ducha, abro la puerta y enciendo el agua.
—Sabes —le digo—, si soy demasiados problemas, puedo salir de tu vista.
April me llamó hoy. Me hizo una oferta.
Se da vuelta y cruza sus brazos sobre su pecho, recostándose en el fregadero.
—¿April? —repite—. ¿Cómo consiguió tu número? ¿Y qué tipo de oferta?
Desabrocho mi sujetador, dejándolo caer al suelo, y empujo mi ropa interior
por mis piernas. Sus ojos se posan en mí, descansando en mis pechos, su parte
favorita, y continúo.
—Su hermano es dueño de una casa y no ha tenido suerte alquilándola —le
explico—. Pensó que sería genial para que me mudara. El alquiler es barato a cambio
de limpiar el lugar. Toda una casa para mí sola.
Entro en la ducha, pero cuando trato de cerrar la puerta, Pike la mantiene
abierta.
—Bueno, fue muy amable por su parte —dice, sin parecer nada feliz.
Luego comienza a desabotonar sus jeans, de repente decide unirse a mí,
supongo.
Asiento inocentemente.
—Mmm-hmm —digo—. Ella es un ángel. Muy desinteresada.
—Correcto. —Frunce una ceja y entra, cerrando la puerta.
Los dos sabemos muy bien que arruiné su noche cuando estuvo aquí la última
vez, por lo que puede estar "ayudando" todo lo que quiera, pero lo que realmente
está haciendo es ayudarse a sí misma al sacarme de su camino.
—¿Y qué le dijiste? —pregunta, inclinando la cabeza hacia atrás bajo el rocío y
humedeciéndose el cabello.
—Dije que lo pensaría.
—Pero puedes ahorrar más dinero quedándote aquí por un tiempo —señala—
. Creo que es lo mejor. ¿No?
Me río, enjabonando mi esponja. Sus motivos tampoco son exactamente
desinteresados.
—Le preocupaba que pudiera sentirme incómoda —le explico—. Nosotros
aquí solos, juntos...
Me empuja contra la pared, y respiro hondo, dejando caer la esponja vegetal.
Su mano se hunde entre mis piernas, y levanta mi rodilla, abriéndome para él. Suave
y lentamente frota mi clítoris en círculos, haciéndome pulsar y debilitándome las
rodillas.
—¿Estás incómoda? —pregunta, su voz baja y ronca.
—No. —Mi respiración tiembla—. ¿Pero tal vez echas de menos tener el lugar
para ti? Tal vez pensó que estaba molestándote.
Sus ojos acalorados se clavan en los míos, y sacude la cabeza lentamente.
—Si te vas, no tendré todo lo que necesito en esta casa.
Aumenta su velocidad, pasando su boca sobre la mía, y luego desliza un dedo
en mi interior.
Jadeo, cerrando mis ojos, y sus labios se hunden en los míos, besándome suave
y lentamente mientras entra en mi cuerpo una y otra vez.
Su lengua muerde mi labio superior, y luego susurra:
—¿Cómo podría no querer volver a casa por esto todos los días? Tan
jodidamente dulce.
Se aparta de mí y luego se desliza dentro, esta vez con dos dedos, lento y gentil,
mientras me clava en la pared. Dejo caer mi cabeza hacia atrás, gimiendo mientras
mira mi rostro.
Dios, es bueno. Me estiro entre nosotros y acaricio su polla.
—Tiene razón en cuidarte, Jordan —dice mordiéndome el labio inferior—. Eres
demasiado joven para todas las malditas cosas que quiero hacerte.
—No soy tan joven —me burlo—. Tengo edad suficiente para muchas, de
hecho.
—¿Sí? —gime, poniéndose más grande y duro en mí mano—. Aguanta, cariño.
Saca sus dedos, agarra la parte posterior de mis muslos, y me levanta,
presionándome contra la pared. Su polla es larga, dura y lista, y lo siento
provocando mi entrada.
Sí.
—¡Oye, Pike! —grita Dutch.
Los dos levantamos la cabeza, Pike me baja al suelo, y vuelve la cabeza,
mirando por el cristal esmerilado.
—¡Estoy en la ducha! —gruñe, protegiendo mi cuerpo de la vista.
—Sí, duh —bromea su amigo—. Tu teléfono sonó un par de veces. Parece
Lindsay. Voy a ponerlo en el mostrador aquí.
Pike presiona su cuerpo sobre mí, por lo que Dutch solo vería un cuerpo aquí
si mirara el cristal.
—Sí, gracias —dice secamente.
Me muerdo el labio inferior, sintiéndome traviesa. Me apoyo en él, besando su
mandíbula y acariciándolo.
—Jordan... —gruñe entre dientes.
Me río en silencio.
—Shhh... —Escucho que me regaña.
—Voy a poner el juego —grita Dutch—. Te esperaré abajo.
—De acuerdo.
Hay una pausa y luego Dutch vuelve a hablar.
—Así que, ¿a dónde fue Jordan? No la vi allí abajo.
—¿Cómo se supone que voy a saberlo? —Lanza Pike de regreso, perdiendo la
paciencia—. ¿Saldrías de aquí?
—Bien, bien —dice. Pero luego agrega—: Solo dile que no se olvide de recoger
toda su ropa del suelo cuando salga de la ducha contigo, ¿de acuerdo?
Mis ojos se abren, mi boca cae y entierro mi rostro en el cuerpo de Pike justo a
tiempo para ahogar mi risa. Oh, mierda.
La puerta del baño se cierra, la cabeza de Pike cae sobre mi hombro, y el calor
del momento ha salido del edificio cuando la vergüenza calienta mis mejillas.
Gracias, Dutch.
Me levanto tarde, me sacan de mi sueño y siento que estoy a punto de caerme.
Abro los ojos, viendo que estoy en los brazos de Pike. Me levanta, un brazo debajo
de mi espalda y el otro debajo de mis rodillas.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, cerrando mis ojos nuevamente y
acurrucándome en él.
—¿Dormirás conmigo? —pregunta.
¿Dormir con él? ¿Siquiera necesita preguntar? Algunas noches me he quedado
dormida con él, pero en general he intentado pasar las noches en mi propia cama en
caso que Cole llegue a casa y comience a buscarme. O peor, entre a la habitación de
su padre y me encuentre allí. Quiero que Cole lo sepa, no quiero ocultar esto a nadie,
pero ambos acordamos que no necesita saberlo.
Me tiende en su cama, y tiro la sábana sobre mi ropa interior y camiseta sin
mangas.
—¿Me quieres desnuda? —bromeo.
—No, por favor no lo hagas. —Cierra la puerta con llave y luego camina por el
extremo de la cama y se sube al otro lado—. De hecho, necesito dormir un poco, y
va a ser lo suficientemente difícil como para empeorarlo, justo ahora, contigo
desnuda, también.
Levanta su brazo, indicándome que entre, y me acurruco junto a él,
descansando mi cabeza en su hombro.
Una ola de paz se asienta sobre mí. Esto se siente tan bien.
Bajo los dedos por su pecho y estómago y luego lo rodeo con mi brazo,
mirándolo en la oscuridad.
Él y yo estamos en dos lugares completamente diferentes en nuestras vidas.
Me preguntó una vez qué es lo que veo en él. Podría preguntarle lo mismo.
—¿Qué estás mirando? —pregunta.
Inclino mi cabeza hacia abajo, frotando mis labios sobre su piel y pensando.
—Te envidio.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros.
—Simplemente tienes todo resuelto y yo no —le digo—. Me preocupo por
todo. ¿Superaré la escuela? ¿Seré quien quiero ser? ¿Tendré amigos y contribuiré con
el mundo o simplemente terminaré haciendo un trabajo que odio como mi hermana,
mi padre y todos los demás que conozco? —Lo miro de nuevo—. Todos menos tú,
claro. Da la impresión que estás justo donde quieres estar contigo mismo, y no te
arrepientes de nada. Me arrepiento de todo.
Suelto una pequeña risa.
—Bueno, no todo —me corrijo—. Sin embargo, me siento un poco estúpida.
Acerca de las palabras que digo en cuanto salen de mi boca, cosas que hago,
decisiones que tomo, siempre estoy dudando de mí. Como si tal vez fuera más feliz
si me quedara en silencio y mantuviera mi maldita boca cerrada y mi cabeza baja.
Su brazo se aprieta a mí alrededor.
—¿Más feliz o más segura?
¿No son lo mismo?
Pero no, sé lo que está diciendo. Un barco en el puerto es seguro, pero eso no es para
lo que son los barcos.
—Creo que tienes miedo, porque la gente ha trabajado duro para hacerte
pensar que no mereces su atención, Jordan —dice—. Tus padres, ese ex tuyo de la
escuela secundaria... incluso Cole. Les diste a las personas una oportunidad, y
abusaron de ella. Esa es su culpa, no la tuya. —Inclina mi barbilla hacia arriba para
que mis ojos se encuentren con los suyos—. No pienses que tiene algo que ver con
quién eres. Y no dejes que nadie te haga temerte. Eres increíble.
Mi sonrisa se asoma, y aunque pasan por mi cabeza mil dudas sobre a dónde
nos dirigimos él y yo, estoy tomando una noche a la vez. Necesitaba escuchar eso.
La única persona que me habla así es mi hermana.
Pero Pike es mejor, porque también puedo besarlo.
—Y me convertí en lo que soy, porque no tenía otra opción —señala—. Si las
cosas hubieran sido diferentes, me hubiera gustado ir a la universidad. Viajar. Tal
vez usar un traje para trabajar. —Su cuerpo se pone rígido—. Te envidio. Sigues
creciendo, y aún puedes ser quién quieras. Tienes todas las opciones en el mundo
delante de ti.
No había pensado en eso. Qué diferente sería su vida si Cole nunca hubiera
venido.
—Te recuerdo en ese traje —reflexiono—. Deberías llevarme a una cita. Nunca
me has visto con un vestido.
Se queda en silencio, su pulgar frota arriba y abajo de mi brazo, y sé lo que no
está diciendo. No puede llevarme a menos que vayamos a algún lugar fuera de la
ciudad.
Respiro hondo, empujando la preocupación hacia el fondo de mi mente.
—Cuando te vi por primera vez, sentí que me habían golpeado —susurra—.
Tienes un cuerpo que me hace sentir como si estuviera en una montaña rusa cuando
lo toco.
Sonrío y me quito las bragas antes de balancear una pierna sobre él, quedando
a horcajadas y sentándome.
Exhala, agarrando mis caderas.
—Pero en realidad, no fue hasta la acumulación de cada pequeña cosa que
haces, llevarme el almuerzo, servirme mi propio trasero en esa sala de suministros
en el bar, en ambas ocasiones, e incluso diciéndome que consiga ese salpicadero y
haciéndome reír con tu insinuación de que soy como una cueva. —Se ríe—. Haces
que mi corazón palpite tan fuerte que duele, Jordan. Tú, tu boca y quién eres, todo
hace que quiera tocarte. Me hace no querer detener esto.
Se encuentra con mis ojos y me coloca el cabello detrás de la oreja izquierda.
—¿Te arrepientes de mí? —pregunta.
Sacudo la cabeza.
—Está bien —dice—. Puedes ser honesta, incluso si es solo una pequeña parte
de ti. Entenderé.
Me inclino, plantando una mano al lado de su cabeza.
—Lamento la forma en que no pude dejar de mirarte el día que me mudé
cuando llevabas algunas de mis cajas a la casa —le digo—. Cómo me gusta la forma
en que no dices mucho y cómo te gusta ver películas conmigo. Lamento la forma en
que se me revuelve el estómago cuando te escucho mover en tu habitación por la
mañana, y sé que te veré pronto. —Paso mi mano por su pecho y cuello—. Y lamento
buscarte cuando entro en una habitación y que, después que te vayas a trabajar a la
mañana siguiente, tenga que bañarme otra vez, porque no puedo dejar de fantasear
contigo y excitarme mientras espero que vengas a casa. —Sus abdominales se
flexionan mientras se arquea un poco, presionando su polla contra mí—. Y lamento
que no haría nada diferente —continúo—. No podría no sentir esto.
Balanceo mi pierna hacia atrás, me doy vuelta y me levanto sobre él otra vez,
esta vez de vaquera inversa. Levanto mi camiseta por encima de mi cabeza, dejando
que mi cabello caiga por mi espalda desnuda, y lanzo una mirada sobre mi hombro,
coqueteando con él.
Su polla se hincha debajo de mí, y empiezo a rodar mis caderas, frotándome.
—Estás tratando de matarme —gime.
Paso mis dedos por mi cabello, sintiendo sus manos correr por todo mi cuerpo
y llegar hasta ahuecar mis pechos.
—¿Con cuántas mujeres te acostaste? —le pregunto.
—¿Con cuántos hombres te has acostado? —replica—. No, no importa, no
respondas eso.
Sonrío, respondiéndole de todos modos.
—¿Antes de ti? Dos.
—Más de dos —me da su respuesta.
—¿Hay algo que no esté haciendo que quieras hacer? —Continúo rodando
sobre él, sus ojos congelados en mi culo mientras se mueve.
—¿Por qué preguntas eso?
—Simplemente me pregunto cómo estoy a la altura de un hombre con mucha
más experiencia —le explico.
Encuentra mi mirada.
—Primero que nada, no es mucha más experiencia. Y, en segundo lugar, hay
muchas cosas que aún no hemos hecho y que tengo la intención de hacer contigo
una vez que podamos calmarnos y dejar de arrancarnos la ropa al segundo en que
entro a la maldita casa después del trabajo todos los días —gruñe en broma.
Me recuesto sobre él, mi cabeza junto a la suya y una de sus manos se extiende
entre mis muslos.
—Deja de sentirte tan bien, y me controlaré —le digo.
Me besa y luego sostiene mi mirada, algo serio en la suya.
—No pienses en las otras mujeres —me dice—. Yo no lo hago.
Mi pecho se hunde cuando lo miro fijamente, y estoy llena de cosas que no
puedo decir. Yo…
Abro mi boca. Yo…
Lo beso, sintiendo la barba alrededor de su boca, su olor se siente como en casa.
No puedo amarte, no te amo, ¿verdad? Es un impulso. Eso es lo que dirá. Dirá que soy
una niña. Dirá que no es real.
Te amo.
—Jordan, Dios. —Jadea, besándome más profundo—. ¿Qué me estás
haciendo?
Lo mismo que me estás haciendo a mí.
Su teléfono comienza a sonar, y tratamos de aferrarnos al beso e ignorarlo, pero
a regañadientes, finalmente suspira y se aleja.
Levantando el teléfono, mira la pantalla.
—Mierda —sisea.
Lo beso en la mejilla y le mordisqueo la mandíbula.
—Bebé, solo un minuto. —Se sienta, y me deslizo, dejándolo atender la
llamada.
Balancea sus piernas sobre el costado de la cama y responde el teléfono. Tiro la
sábana, cubriéndome.
—Hola. —Lo escucho decir.
Oigo una fuerte voz masculina en el otro extremo, y creo que es Cole.
—Sí —responde Pike, enderezando la espalda y pasándose la mano por el
cabello—. Sí, lo siento, he estado muy ocupado, no me di cuenta que era urgente.
Cole habla de nuevo, y no creo que Pike esté respirando.
—Cole, yo…
Cole lo interrumpe y Pike sigue quieto mientras escucha.
—No, no creo que eso sea bueno.
Es interrumpido de nuevo cuando Cole habla.
Después de un momento, lo veo jadear y asentir.
—Sí —dice—. Está bien... sí. Bien. Te veo mañana.
Cuelga el teléfono y lo tira sobre la cama, cayendo de espaldas y frotándose el
rostro.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—¿Quieres decir algo más que hablar por teléfono con mi hijo mientras su ex
novia está desnuda en la cama junto a mí?
Frunzo el ceño.
Inclina la cabeza hacia atrás y me mira.
—En realidad, tenemos un problema mayor que eso. Prepárate.
—Puse sábanas y mantas en el sofá —le digo, caminando hacia la cocina—. El
refrigerador está lleno. Siéntanse como en casa.
Cole y su madre me siguen adentro, la puerta de entrada se cierra y todo menos
hospitalidad fluye de mi voz. Cole es más que bienvenido, pero me encantaría
ponerla en un hotel si pudiera.
Sin embargo, me está dando un viaje de culpa.
—No voy a dormir en el sofá —me informa Lindsay, dejando caer su bolso en
mi mostrador—. Necesito privacidad. Soy una mujer adulta.
Jordan se rezaga detrás de ellos en silencio, cruzando los brazos y apoyándose
contra el marco de la puerta. Sus ojos están abatidos, y no creo que me haya mirado
desde anoche cuando Cole llamó. Tenía que trabajar hoy, y ella tomó el turno de día
en el bar, y entre la mudanza de todos sus artículos de tocador a su propio baño y
estar encerrada en su habitación haciendo quién sabe qué esta noche y yo dando los
toques finales en su auto, no hemos hablado mucho. Supongo que no sé qué decir
más de lo que ella lo hace.
Miro a Lindsay, sus labios con demasiado labial rojo que combina con el
sujetador de encaje rojo asomándose por su camisa de seda negra, y por unos cinco
minutos, veinte años atrás, pensé que era sexy y segura de sí misma. Ahora, no es
atractiva en absoluto, porque sé lo que hay dentro.
Con suerte, solo tengo que aguantarla por una noche o dos. Cole se había
mudado de nuevo con ella los últimos días, pero están reemplazando las ventanas
para tormenta en su departamento, por lo que necesitaban un lugar donde quedarse
mientras los trabajadores terminan.
—Puedes tener toda la privacidad que deseas en un hotel —le recuerdo—.
Ofrecí pagar.
—Papá, vamos —murmura Cole, caminando hacia el refrigerador para tomar
un refresco.
Mira a Jordan, pero ella no está mirando a nadie a los ojos.
La habitación se vuelve silenciosa, y es tan incómodo.
Me aclaro la garganta.
—Bueno, a menos que quieras compartir una habitación con Cole —le digo a
Lindsay—, no hay otro lugar, excepto el sótano.
—¿Qué hay de la habitación de invitados? —replica.
—Esa es la habitación de Jordan.
—Jordan ni siquiera debería estar viviendo aquí —dice, casi en un silbido. Y
luego se dirige a Jordan—. ¿Puedes compartir una habitación con mi hijo por un par
de noches para poder tener la habitación de invitados?
—Ya no es un cuarto de invitados —digo mordaz, mi corazón golpea de
repente—. Es su habitación.
No hay una jodida forma...
—Esto es ridículo. —Lindsay me mira—. Soy la madre de tu hijo, y necesito un
cuarto. —Mira a Jordan de nuevo—. Has pasado mucho tiempo en una cama con
Cole. Otra noche o dos no te matarán, ¿verdad?
Avanzo, plantando mis manos sobre la isla.
—Ella no dormirá con Cole. Ya no están juntos. Es injusto.
—Es una cama —dice finalmente Cole, suspirando—. Solo es dormir. Podemos
manejarlo.
Miro a Jordan, esperando que pelee y me ayude, pero lo único que hace es
levantar los ojos, encontrarse con los míos y no decir nada. Como si fuese quien
permite que esto suceda, y está esperando que haga algo.
Si no va a respaldarme, entonces me veo estúpido, luchando por su honor. Es
una niña grande. No entenderán por qué soy el único que protesta.
Y ahora estoy asustado.
Quiero que ella y Cole se reconcilien y sean amigos de nuevo eventualmente,
pero no quiero que estén juntos, solos, toda la noche. Eran una pareja, maldición. Él
conoce su cuerpo tan bien como yo. ¿Qué pasaría si comienzan a sentir lo que
sintieron cuando estuvieron juntos por primera vez y todo fue bien? ¿Qué pasa si
ella comienza a pensar que necesita a alguien... más joven? Ellos tienen historia.
No voy a tener celos de mi hijo. No estamos compitiendo, pero la conoce
mucho más. ¿Qué pasa si hablan y vuelven a conectar?
Está en la punta de mi lengua simplemente decirlo de una vez. Es mía y no
compartirá la cama con otro hombre.
Pero miro a Lindsay y al desastre que ha sido, y cómo, en los últimos seis años,
él se ha puesto de su parte en repetidas ocasiones. Ella siempre jugó como la víctima
y lo hizo sentir culpable para que la defendiera, y la defenderá otra vez porque sabe
que puedo defenderme por mi cuenta. Estaría muy feliz de descubrir que estaba
follando a Jordan a espaldas de Cole. Ella solo está buscando algo que odiar, y no
pondré a Jordan en medio de eso.
Dejo caer los ojos, apenas capaz de abrir mi mandíbula.
—Jordan, hay mantas en el sofá —digo en voz baja—. Avísame si tienes frío.
Empiezo a caminar fuera de la habitación, pero luego escucho que Jordan
finalmente habla.
—No, Cole tiene razón —responde—. Es una cama, será para dormir, y es solo
por una noche o dos. Estoy bien con eso.
Me detengo y la miro, pero solo se enfoca hacia adelante, totalmente tranquila.
Aprieto mi puño derecho y salgo de la habitación, dirigiéndome escaleras arriba.
Son apenas las siete de un viernes por la noche, pero si no tengo espacio, haré algo
estúpido.
Como elegir la pelea que tan desesperadamente quiero con ella ahora mismo,
frente a todos.
En algún momento después de la medianoche me quedo dormido. Estuve a
punto de delatarnos media docena de veces esta noche, pero el riesgo de
arrepentirme de haberlo hecho fue demasiado grande. Ahora no. No frente a mi ex.
Esto es una aventura. Una aventura sucia y sórdida, ¿verdad? Al menos eso es
lo que todos pensarán.
Y rompería el corazón de Cole. Estoy seguro que espera que ella siga adelante
en algún momento. Después de todo, no se había preocupado demasiado por ella
desde que se fue.
Pero saber que entré, jugué con uno de sus juguetes, y que hay una posibilidad
de que yo la haga más feliz... Sí, hablando por experiencia, siempre hay una parte
de ti que siente que tienes más derecho a una ex novia que cualquier otra persona,
incluso después de la ruptura. Verá esto como una traición. Como si estuviera de su
lado y tratando de hacerlo mejor donde él no pudo.
Y estaría en lo cierto. Cada sentimiento que tendría lo entendería.
Diré la verdad. En algún momento. Ella se dará cuenta que soy demasiado
viejo, demasiado estable, y querrá más. No durará.
Sin embargo, saber eso no me impide desearla, extrañarla y necesitarla.
La cama se hunde detrás de mí, y parpadeo, dándome cuenta que hay alguien
más en la habitación. Me toma un momento registrarlo, pero luego el alivio me
inunda, y llevo mi mano hacia atrás, atrayéndola hacia mí.
Jordan.
Pero luego frunzo el ceño, mi corazón martilleando mientras el Heavenly de
Victoria's Secret recorre mis fosas nasales, y siento una pierna que no tiene las
mismas curvas y el mismo tono que he llegado a ansiar todos los días.
Saltando, vuelvo la cabeza y veo un contorno familiar a mi lado pero no el que
quiero.
—¿Qué demonios?
Arranco las sábanas y enciendo la lámpara, sentándome y mirando a Lindsay.
Está usando un camisón de seda rojo.
¿Qué diablos cree que está haciendo?
—¿En serio? —Me mira sorprendida, como si esa no fuera la reacción que
esperaba—. No pretendas que no recuerdas la rutina, Pike. Cuando algo seguro
aparece medio desnudo y caliente en tu cama, no lo rechazas.
Se inclina, presionando su cuerpo contra el mío y yendo por mi cuello con su
boca.
—Detente. —Me levanto de la cama y tomo mis jeans de la silla,
poniéndomelos—. No estoy tan jodidamente desesperado.
—No tiene por qué ser así, Pike. —Suspira, se desliza más cerca de rodillas y
se coloca el cabello oscuro detrás de la oreja—. Era joven, estúpida y egoísta —
suplica—. No vi lo buen hombre que eres. Lo afortunada que fui al tener a alguien
ambicioso, responsable y estable. Te quiero. —Ladea la cabeza, jugando con sus
ojos—. No fue del todo malo. Lo recuerdas, ¿verdad? Recuerdas lo ardiente que
éramos.
Busco en el cajón de mi mesita de noche, viendo la nueva caja de condones que
tuve que comprar, porque Jordan y yo pasamos por la última más rápido de lo que
esperaba. Rápidamente saco un cigarro de la caja y el encendedor y cierro el cajón,
para que Lindsay no lo vea y empiece a ser entrometida.
—No tenía mucho de un marco de referencia en ese momento —escupo—.
Ahora sí.
—Estás solo —afirma—. Quiero intentarlo de nuevo. Por el amor de Cole.
¿Sabes cuánto le gustaría vernos juntos? Era demasiado joven para recordar.
Dejo escapar una risa amarga. Y gracias a Dios por eso. Llegar a casa después de
un turno doble y desembolsar sesenta dólares a una niñera antes de pasar el resto
de la noche durmiendo una hora cuando podía, entre las horas de alimentación de
Cole mientras ella estaba de fiesta.
—¿No estás cansado de salir solo? —Se levanta de la cama y se acerca a mí—.
¿Ver a todos nuestros amigos con sus familias, hogares y vacaciones? Podemos ser
eso. Crecí. Podría estar aquí para ti, cuidándote y cuidando esta casa.
Esta casa. Se refiere a nuestra casa. Quiere vivir aquí.
La idea de ella en mi casa, caminando como si fuera suya, me enferma. Esta no
es su casa. Nunca será de ella. Es…
Me detengo, sin necesidad de poner el pensamiento en palabras. Solo veo una
mujer viviendo en esta casa.
Camino hacia la puerta.
—Y, déjame adivinar... a cambio, te apoyaría financieramente en este arreglo,
¿verdad?
—Podría hacerte feliz —me dice—. Lo hice antes.
Dejo caer los ojos, apenas necesitando reflexionar sobre esa afirmación. Hace
un mes, pude haber estado de acuerdo con ella. Hubo una vez, durante un breve
período de tiempo, que fuimos felices. Días aquí, horas allá.
Pero ahora lo sé, ni siquiera se acercó. Ni siquiera se compara con lo que he
tenido en las últimas semanas.
—Vuelve a tu habitación. —Salgo, dejando la puerta abierta y luego agregando
sobre mi hombro—. Quiero decir, a la habitación de Jordan.
Corro por el pasillo, disminuyendo la velocidad cuando paso frente a la puerta
de Cole y tan jodidamente tentado de abrirla. Eso allí es mío. ¿Qué clase de hombre
pone a su mujer en esa situación? ¿Qué clase de hombre no confiesa y toma lo que
es suyo?
Necesito pensar. Bajo corriendo las escaleras y me dirijo a la cocina y luego al
cuarto de lavandería, cada momento que espero me acerca cada vez más a no poder
soportar esto. Sé que no dejará que pase nada, pero la necesito fuera de allí.
Pero en cuanto salgo, veo que el problema ya está resuelto. Por el momento, de
todos modos. Está sentada en el borde de la piscina, con las piernas colgando en el
agua, y me mira cuando salgo.
Me detengo momentáneamente, sus ojos azules fríos y distantes. La conciencia
me pincha la espalda, sabiendo que la habitación de Lindsay —la habitación de
Jordan— está orientada hacia el patio trasero, y que posiblemente podría estar
mirándola.
Casualmente, camino hacia la mesa de jardín, enciendo mi cigarro y bajo el
encendedor, fumando e inhalando hasta que el final se vuelve naranja. El dulce
aroma llena mi nariz y exhalo el humo, inmediatamente siento un cosquilleo en mi
cabeza. Me acerco a un lado de la piscina frente a ella y la miro, viendo que está
vestida con unos pantalones cortos de dormir y una camisa negra sin sujetador.
Los puntos duros de sus pezones son visibles desde aquí.
Tenso mi mandíbula.
—¿Vas a dormir en eso? —murmuro, apenas moviendo mis labios y
manteniendo mi voz lo más baja posible.
—Me ha visto en menos.
Aprieto el cigarro y golpeo el extremo con mi dedo medio.
—¿Y?
—¿Y qué?
Arqueo una ceja.
—¿Te tocó?
Escucho su aliento con una risa.
—Tal vez. —Luego estrecha sus ojos en mí—. Y tal vez se lo permití. De tal palo
tal astilla, después de todo.
Me duele la mandíbula y sacude la cabeza, apartándose de mí.
Sé que está enojada. Sé por qué está enojada. Y sé que todos hacemos cosas
estúpidas cuando estamos enojados. Me está alejando, y solo necesito tiempo para
pensar. Solo algo de tiempo.
—No hagas esto —le digo.
—Entonces no me hagas preguntas estúpidas.
Su pecho se levanta y cae con respiraciones superficiales, y se ve miserable. No
sé qué hacer.
—Esto me está matando —le susurro, disparando mis ojos a su ventana para
asegurarme que Lindsay no está mirando—. Jodidamente matando, saber que estás
en su cama.
—Entonces debiste haberles dicho la verdad —responde—. Que podían usar
mi habitación todo lo que quisiera, porque ahora duermo en tu cama.
Se pone de pie, sacudiéndose el polvo del culo, y ya no puedo mirarla a los
ojos. Ella duerme en mi cama ahora. Sí, lo hace.
Y la quiero allí más que nada en este momento.
—Si me quieres, vamos a tener que enfrentarlo tarde o temprano —dice—. No
puedes mantenerme encerrada aquí, Pike. Quiero hacer cosas contigo, salir contigo,
ir a cenar, besarte y no tener que preocuparme de estar a puertas cerradas cuando lo
hago.
Guardo silencio un momento, y no espera a que encuentre mi lengua. Camina
hacia la casa, y miro frenéticamente hacia la ventana antes de ir a buscarla.
Agarrando su mano, la jalo por la esquina de la casa y la apoyo contra la pared.
—No podemos —suplico, mirándola—. Aún no. Lo que estamos haciendo no
está bien. Todos hablarán. Cole no lo entenderá.
Sus ojos brillan con lágrimas mientras me mira, pero su mandíbula se tensa de
ira.
Retrocedo un paso, pasando mi mano por mi cabello.
—¿Qué pasa si esto termina en dos semanas, y he destruido la relación que
tengo con mi hijo, porque no pude mantener mi polla en mis pantalones? —le digo—
. ¡Solo debí haber mantenido mis manos lejos de ti! ¿Por qué no pude resistir? ¿Eh?
Es una pregunta retórica, pero es la verdad. Debí haber mantenido mis manos
alejadas. ¿Quién diablos sabe cómo tomará esto Cole? ¿Cuánto más profundo podría
Lindsay hundir sus garras en él por esto? Todo lo que hice en mi vida fue para él.
No fui a la universidad porque ella no iba a trabajar, y necesitábamos dinero. Trabajé
duro, así podía pagar todo lo que necesitaba. Finalmente se está acercando, y esto
podría arruinar todo.
Guarda silencio por un tiempo, y lo odio. Quiero saber qué está pensando, y
cuando está enojada al menos sé que quiere pelear. En este momento, su respiración
es lenta y constante, y solo me mira, demasiado tranquila.
Asiente para sí misma.
—No vale la pena —descifra. Y luego comienza a alejarse—. Sé que tienes
razón.
—Jordan…
—No, está bien. —Se detiene—. Lo entiendo. Sabía que mi hermana tenía
razón. Esto nunca iba a suceder.
Eso no es…
Pero es lo que quise decir, ¿verdad? Si no puedo decírselo ahora, ¿alguna vez
planeaba hacerlo? ¿Cuándo sería más fácil? ¿Después de hubieran terminado por un
par de años?
Cuando no respondo, me mira.
—Te veré en la mañana.
Camina hacia la puerta de atrás, y siento que me han pateado. Siento que nunca
más volveré a verla.
Corro detrás de ella, tomándola de la mano y deteniéndola.
—No —se lo ruego—. Jesús, no quise decir eso. Jordan, yo... tú lo vales. Yo
solo... —Sacudo la cabeza—. No lo sé.
—Está bien —dice, sonando tan tranquila que tengo miedo—. Realmente lo
está. Debería agradecerte, en realidad. He estado tratando durante años, al parecer,
ser el tipo de mujer que admiro, y de repente, siento que soy esa mujer ahora. Sé que
lo valgo Simplemente tú no.
Se mueve para alejarse, y la detengo de nuevo.
—Jordan.
Esta vez se da vuelta, levantando la cabeza y tirando de su mano fuera de mi
alcance.
—Díselo ahora —exige.
El aire sale de mis pulmones con el ultimátum.
—Dile que estás conmigo ahora —dice—, para que pueda ir a nuestra cama, y
podamos ir a dormir y mañana podamos comenzar a avanzar, porque todo estará
hecho, y no tendremos que preocuparnos más por eso. —Sus ojos me desafían—.
Díselo ahora.
Abro la boca para hablar. Para decirle que lo haré. Voy a marchar ahora mismo
y decirle la verdad a mi hijo. Creo que la amo y lo siento, no quise lastimarla.
Pero sé que tengo razón. Regresará a la escuela a tiempo completo en dos
meses, conocerá hombres educados que tendrán toda la vida por delante. No voy a
arruinar a mi familia cuando aún no sé qué es esto. No tiene derecho a pedirme eso.
Comienza a retroceder, el azul en sus ojos como hielo.
—Es tan increíble lo rápido que puede suceder, ¿no? —dice mientras me deja
lentamente—. Cómo no siento absolutamente nada por ti ahora.
—No te ves tan bien, dulzura.
Levanto la mirada del refrigerador donde estoy colocando las botellas de
cerveza de una caja, y le doy a Grady una débil sonrisa.
—Nada que una caja de Thin Mints no pueda arreglar —le digo.
O un contenedor de helado Sherbert o Pike entrando aquí justo ahora,
tomándome en sus brazos frente a todos y diciéndome que me ama.
Dios, estoy tan cansada. Y agotada. No pude soportar mirarlo anoche y no
quería nada más que estar lejos de él y fuera de su vida.
Tomé mi VW recién reparado y me quedé en casa de mi hermana y luego vine
a trabajar a las diez para alistarme para el turno del almuerzo y he estado aquí
durante doce horas, quedándome mucho después de lo que el horario dictaba.
Mi ira y mi resolución siguen ahí, pero ahora también la tristeza. Lo extraño.
Pero me odio más.
Lo amo y lo deseo, pero...
No puedo estar cerca de él.
Me hace reír y cuando estoy con él, me siento como en casa. Como si fuera lo
único en mi vida que entiendo.
Pero ya no me entiendo. Alguien tiene que pelear por mí, para variar.
No voy a volver.
—Te fuiste sin cerrar la cuenta antes de irte la última vez —dice Grady, sacando
dinero de su billetera—. Aquí está tu propina.
Desliza un par de billetes de veinte por la barra, cierro el refrigerador y me río
entre dientes, mis ojos se sienten pesados por el cansancio.
—Grady, ni siquiera se me ocurrió —le digo—. No te preocupes por cosas así.
Estoy feliz de que estés aquí.
Lo cual es cierto, me evita tener que forzar conversación con alguien más
mientras estoy trabajando. No coquetea, ni hace comentarios groseros y le gusta mi
música en la rocola.
Dejo el dinero y recojo su botella vacía, destapando la parte superior de una
nueva y poniéndola frente a él.
—Oye, ¿puedo tener dos Buds? —dice alguien, poniendo dinero en la barra.
Me dirijo hacia allá, escuchando sonar el teléfono y veo a Shel tomarlo.
Abriendo el refrigerador, saco las dos Buds.
—¿Jordan? —repite Shel en el teléfono.
Miro hacia ella, dejando las dos cervezas frente al tipo.
—¿Quién está llamando? —pregunta.
Mantengo mis ojos en ella, mi respiración se vuelve superficial mientras tomo
el dinero del tipo y cobro sus bebidas.
—¿Pike? —dice.
Me dirige una mirada y sacudo mi cabeza. Es tarde, me fui desde la noche
anterior y estoy realmente sorprendida de que no haya venido a buscarme, haciendo
sus demandas insistentes como de costumbre.
—Sí, no está aquí —miente Shel—. Su turno terminó. Intenta con su teléfono
celular.
Cuelga, probablemente sin esperar a que él diga nada más y definitivamente
sin saber que Pike ya ha llamado a mi celular varias veces hoy. Sin embargo, no dejó
mensajes y no envió mensajes de texto.
Se acerca a mí.
—¿Que está pasando?
—Nada.
Inclina su cabeza, sin creerme.
—Luces agotada. —Aparta mi cabello con gentileza colocándolo detrás de mi
oreja mientras limpio la barra—. ¿Has comido algo hoy?
—Estoy bien —le digo—. Solo cansada.
—¿Cole te está causando más problemas?
Suspiro, sintiendo que mi estómago se vuelve tembloroso. Quiero hablar con
alguien, pero estoy harta de ser la chica con problemas de tipos. Estoy cansada de
que Shel se preocupe por mí y no quiero que lo sepa. Ya piensa que Pike es un idiota
y por alguna razón, odio eso. No quiero darle más municiones.
—¿Por qué te está llamando su padre? —me presiona.
Evito su mirada, dejo caer el trapo de cocina en el cubo de agua caliente y tomo
uno nuevo, limpiando las mismas botellas de licor que ya limpié esta tarde.
Siento sus ojos en mí.
—Jordan, ¿en qué te has metido?
Mi barbilla tiembla y las lágrimas pican en la parte posterior de mis ojos.
—Nada —digo, todavía sin mirarla—. Estaré bien.
Un mesero sale de la cocina con comida y camino alrededor de uno de los otros
meseros que regresa con una nueva botella de Captain del armario de licores. Pienso
por un momento, intentando determinar qué puedo hacer después y finalmente me
agacho para recuperar un paquete de servilletas de un gabinete. Abriéndolo,
empiezo a rellenar uno de los contenedores en la barra.
—Vete a casa —dice Shel, poniendo su mano sobre el contenedor—. Duerme
un poco.
—Estoy bien. Prefiero estar aquí.
—Si no vas a casa, entonces ve a casa de tu hermana —sugiere—. Solo, por
favor, descansa un poco. Si trabajas más horas hoy, no podrás conducir a casa esta
noche. Te veré mañana.
Abro mi boca para discutir, pero simplemente sacude su cabeza hacia mí,
sabiendo lo que estoy a punto de decir.
—No soy tu mamá —señala—, pero soy tan buena como una. Necesitas
dormir. Consigue algo de comida de la cocina y vete. Por favor.
****
Hago lo que dice Shel, me preparo un sándwich que no tengo ganas de
comerme y subo a mi auto, encendiendo el motor. Una canción de Alice Cooper está
sonando en la estación de los 80’s que tengo sintonizada, pero la apago, no estoy de
humor para el escape que generalmente anhelo.
Casa. Me toma unos buenos veinte minutos conducir sin rumbo por la ciudad,
perdida en mi cabeza, antes de decidir a qué casa es a la que voy. Necesito ropa y
mis libros escolares y aunque no quiero ver a Pike, ni a Cole, ni a su madre, no puedo
utilizar el maquillaje de mi hermana por otro día. Todo tiene brillos en él.
Al llegar a Windy Park Place, observo el flujo de autos y camionetas que
bordean ambos lados de la calle, así como todo el camino de la entrada de Pike.
Algunos vehículos los reconozco, otros no, pero me meto en un espacio entre dos
autos frente a la casa de Cramer y veo las luces que salen por encima de la cerca de
Pike en su patio trasero.
Cole debe estar teniendo una fiesta. Súper.
Dejo mi bolso en el auto, tomo mis llaves, lo cierro con llave, y camino hacia la
casa, queriendo estar en cualquier lugar menos aquí, pero sabiendo que tengo que
hacer esto. Mi piel zumba con conciencia, y el vello en mis brazos se eriza cuando la
música me inunda los oídos. Pero cargo los escalones del porche, todavía vestida
con mi blusa sin espalda del trabajo. Me aprieto la coleta y espero que con toda la
gente de aquí, Pike y Cole no se den cuenta que vengo y me voy.
Entro a la casa y miro alrededor, viendo que la puerta trasera se cierra cuando
alguien sale y luego escucho que la puerta del baño se cierra en el cuarto de lavado.
La luz debajo de la puerta del sótano está encendida y la charla en el exterior es casi
tan fuerte como la música. Al menos Cole mantiene a la gente fuera de la casa, en su
mayoría. Es muy probable que Pike no esté durmiendo con esto.
Subiendo suavemente por las escaleras, camino silenciosamente por el pasillo,
viendo la puerta del dormitorio de Pike cerrada y la luz del interior apagada. La
puerta de Cole también está cerrada y abro la mía, mirando dentro y viendo que está
vacía. Mi cama está deshecha donde la madre de Cole durmió anoche y miro
alrededor, usando la luz que entra desde afuera para ver. Ninguna de las cosas de
Lindsay está aquí, así que tal vez su apartamento ya está listo. Dejando la luz
apagada, tomo mi mochila de cuero y la lleno con libros y cuadernos de mi escritorio
y comienzo a llenar una mochila de lona con ropa y cualquier cosa que necesitaré de
inmediato.
—Pensé escuchar a alguien entrar —dice una voz detrás de mí.
Mi corazón se detiene y vacilo, reconociendo la voz al instante. Cierro mis ojos,
deseando que se vaya.
Cole no lo habría invitado. Debe haberse colado en la fiesta.
Las tijeras están sobre mi escritorio frente a mí y las miro, el instinto
activándose.
—Cole rompió con Elena —me dice Jay—. ¿Vas a regresar con él?
¿Rompió? ¿Realmente estaban juntos? Miro hacia mi pulgar, viendo la pequeña
cicatriz en la oscuridad y apenas sintiendo algo más. Cómo siempre podía tirar de
mi corazón, pero ahora, parece que fue hace mucho tiempo que Cole se preocupaba
por mí. Ni siquiera puedo reunir un gramo de nostalgia esta noche por la conexión
que alguna vez tuvimos.
El modo de supervivencia ha comenzado. Mi cerebro ahora tiene el control y
no me dará las llaves de mi corazón hasta que esté seguro que puede soportarlo.
—¿Quieres una pequeña venganza primero? —se burla Jay y puedo escuchar
su voz acercándose—. Vamos, Jordan. Te daré una buena follada ahora y aquí
mismo.
—¿A diferencia de lo terrible que siempre era follar contigo? —replico.
No dice nada, pero simplemente puedo imaginar el pequeño gruñido que se
dibuja en sus labios y el cosquilleo que siente en sus manos, que le suplica que me
haga pagar por esa observación.
Tomando las tijeras en mi mano, me giro y las giro en mis dedos, jugando con
ellas mientras lo miro.
Está parado justo pasando mi puerta, vestido con sus jeans y camiseta, con sus
ojos fríos fulminándome con la mirada desde debajo de sus cejas oscuras.
—Lo que debes haberte dicho para convencer a ese cerebro de guisante dentro
de tu cabeza de que me hiciste correr tan bien —digo fríamente—. Las tres veces que
lo hicimos fueron tan malas, me quedaba allí confundida y luego me divertía, hasta
que finalmente rompía en llanto porque no había nada en ti que no fuera
absolutamente patético.
Su labio superior se frunce y justo ahora, está calculando qué tan probable es
que pueda salirse con la suya respecto a lo que quiere hacerme con un patio trasero
lleno de testigos justo afuera de mi ventana.
—Ahora simplemente temo por todas las mujeres con quienes te veo —
continúo—, pero secretamente también sonrío, porque sé que después de fingir lo
mucho que aman tu polla en la cama, están en el baño, masturbándose con la imagen
mental de cualquier tipo en la ciudad que no seas tú.
Rápidamente da un paso hacia adelante y me enderezo, dejando caer mis
manos y apretando mi puño alrededor de las tijeras. Sus ojos se mueven hacia la
herramienta y se detiene.
—Sal de mi habitación —le digo, mi tono tranquilo y uniforme—, y no vuelvas
a hablarme nunca más.
Vacila por un momento.
—Ahora —recalco.
Su pecho se hunde con respiraciones pesadas y puedo escuchar la furia
hirviendo dentro de él.
Quiere embestir contra mí con tantas ganas.
Pero ni siquiera estoy asustada. No siento nada.
Le toma un momento a su orgullo darse cuenta que no llegará muy lejos si
decido gritar, pero después de un momento, retrocede y finalmente se da vuelta,
desapareciendo por el pasillo. Sus pisadas golpean las escaleras y espero escuchar el
golpe seco de la puerta trasera al cerrarse antes de arriesgarme a moverme de nuevo.
Puede que no permanezca fuera de mi camino para siempre, pero tiene un
historial de decidir que valgo el esfuerzo mínimo antes de pasar a otra persona.
Esperemos que siga haciendo eso.
Termino de empacar mi ropa y entro al cuarto de baño, recogiendo mi cepillo
de dientes, mi afeitadora y mi champú, metiendo todo en mi mochila y cerrándola.
Balanceando ambas mochilas en mi hombro, salgo de la habitación, resistiendo el
impulso de mirar hacia atrás y bajo las escaleras hacia la sala de estar.
Sin embargo, Pike está parado justo antes de atravesar la puerta principal y me
detengo, nuestras miradas se encuentran.
Mierda. Casi había salido de aquí.
—Estaba fuera buscándote —dice—. Solo quería asegurarme que estuvieras
bien.
Su mirada se dirige a mis bolsas y su puño se cierra alrededor de sus llaves. Su
voz se convierte en un susurro.
—No lo hagas. Por favor.
—¿No haga qué? —Doy un paso hacia adelante—. ¿No me voy o no le digo a
Cole?
La fiesta ruge afuera y estamos parados en la habitación a oscuras, encerrados
en una batalla sin ganador. Es solo una cuestión de quién resulta lastimado y es una
decisión que todavía cree que puede no tomarla.
Me quiere, pero es un cobarde.
—Esto tenía que terminar, ¿cierto? —dice ahogadamente, hablando lo
suficientemente alto para que lo escuche—. En diez años, estaré cerca de los jodidos
cincuenta. No voy a cargarte con eso. Esto iba a terminar. Sabes que siempre fue así.
Ahora lo hago. Mis ojos arden, las lágrimas se acumulan, pero es extraño. No
estoy segura de estar triste. Lo que dice es casi un consuelo, porque conozco esta
historia. Estoy acostumbrada a ella.
Camino hacia la puerta.
—No estoy listo para dejarte ir —me dice, parándose frente a mí—.
Simplemente no todavía. No he terminado... —busca las palabras—, de hablar
contigo y... de amarte. —Me toma de los hombros, moviéndonos detrás de la puerta
de entrada, mi espalda contra el armario—. Vayamos a algún sitio, solo nosotros.
Hoy hay un espectáculo de medianoche. Vamos. Salgamos de aquí y alejémonos por
un par de horas y hablaremos.
Lo miro fijamente.
—En algún lugar oscuro, ¿cierto?
¿En un teatro donde no seremos vistos?
Me mira como si eso fuera exactamente lo que estaba pensando y lo lamenta,
pero así son las cosas.
—Lo solucionaremos. —Planta sus manos a ambos lados de mi cabeza en la
puerta detrás de mí y se inclina—. Simplemente todavía no. No te vayas todavía.
El entumecimiento que he sentido desde anoche flaquea y lo escucho en mi
cabeza. No voy a ninguna parte. No voy a ninguna parte...
No tengo dudas de que eso sea verdad. Y siempre será verdad, Pike no se aleja
de sus responsabilidades. Siempre cuidará de mí.
Y no puedo pensar en nada más que preferiría ser para él más que una
obligación. No puedo ser como Cole o su trabajo, su casa o sus facturas. No soy una
obligación.
Soy cualquier otra cosa.
—¿Me amas? —pregunto—. ¿Estás enamorado de mí?
Sostiene mis ojos e incluso en la oscuridad, puedo ver que sus ojos están rojos,
cansados y dolidos. Pero cuando abre la boca, no salen las palabras.
Sacudo mi cabeza.
—No importa, supongo. —Me rindo—. No tienes el valor, así que no serás para
siempre. —Me enderezo, apretando mi mano alrededor de las correas de mis
bolsas—. Y al final, acabarás siendo nada más que una pérdida de mi tiempo.
Su rostro cae y se ve tan completamente derrotado. No tiene la convicción de
hacer nada. Todo lo que sabe es que no quiere que me vaya.
—Oh, esto es demasiado bueno —dice alguien—. Así que ese es tu perversión,
¿eh, Jordan?
Pike y yo giramos nuestras cabezas rápidamente para ver que Jay acaba de salir
de la cocina y entrar en la sala de estar. Pike deja caer sus manos y se endereza,
fijando a Jay con una mirada dura.
—Vamos, nena —se burla Jay de mí y puedo oler la cerveza en su aliento desde
aquí—. Seré tu papá y podrás abrir tus piernas para mí también por un poco de
dinero de alquiler.
Pike se lanza hacia él y jadeo. Toma a Jay por el cuello y lo lanza, enviándolo
volando para atravesar la contrapuerta. Jay apenas se estremece, probablemente
porque sabía lo que estaba haciendo.
Mi corazón se detiene, viéndolo tambalearse hacia el porche y a Pike correr
detrás de él.
Ambos caen por las escaleras, algunas personas se dispersan por el césped
cuando salen de la fiesta desde la puerta de atrás o salen de sus autos.
Jay empuja a Pike, pero Pike toma su brazo, lanza su puño hacia atrás y lo deja
caer como un martillo, golpeando a Jay en el rostro y enviándolo a colapsar hasta el
suelo. Camino hacia el porche, viendo a los transeúntes detenerse y observar,
mientras otros gritan.
—¿Qué diablos está pasando? —escucho la voz de Cole.
Echando un vistazo, lo veo salir desde el costado de la casa. Me acerco al
barandal y observo a Pike, levantando a Jay del suelo y lanzándola hacia un auto.
—¡Papá! —grita Cole, apresurándose.
Pero nadie más parece notarlo.
—No te preocupes. —Se ríe Jay de Pike, sangre goteando de su labio—.
Podemos compartir a la pequeña perra.
Cole se vuelve hacia mí.
—¿Jay te lastimó?
Supongo que no fue difícil para él descubrir a qué “perra” se estaba refiriendo.
No digo nada.
Jay mueve su mirada hacia mí, gritando:
—¿Por qué no le dices a Cole lo amigables que tú y su papá han sido aquí sin
él?
—¿Qué? —Cole mira entre nosotros, la confusión grabada en su rostro.
—¡Te veré de nuevo, Jordan! —grita Jay, apartando la mano de Pike y sacando
las llaves de su auto—. Trabajarás en The Hook justo como tu hermana, iré y
compraré tu trasero. Es una prom...
Otro puño aterriza en su rostro, pero esta vez no es Pike. Cole corrió hacia él y
lo envió tambaleándose hacia atrás por la acera.
Jay gruñe, escupiendo en el suelo y llevando su mano hacia sus labios y
apartándola, inspeccionándola.
—¡Tiraste uno de mis dientes! —espeta.
—¡Sal de aquí! —grita Cole, extendiendo sus brazos—. ¡Vete!
El sudor brilla en la frente de Pike y me mira con los mismos ojos que tenía la
noche en que dormimos juntos por primera vez. Cuando me senté a horcajadas sobre
él en mi cama, y me contempló, cediendo y dándome todo lo que tenía.
Todo lo demás a nuestro alrededor desaparece. Aprieta sus puños a sus
costados y su cuerpo está rígido, como si estuviera a punto de lanzarse contra mí,
tomarme en sus brazos y llevarme lejos.
—¿Ustedes dos? —Escucho decir a Cole.
Parpadeo, Pike baja su mirada y el hechizo se rompe. Cole se interpone entre
nosotros, mirando del uno al otro mientras la gente se dispersa lentamente y lo veo
que comienza a conectar los puntos por la forma en que justo nos estábamos
mirando el uno al otro.
—¿Jordan? —Cole me presiona para que diga algo, pero solo bajo mi mirada,
incapaz de mirarlo.
Pike traga, respirando superficialmente.
—Cole...
—Oh, vete a la mierda —le dice Cole, interrumpiéndolo y retrocediendo.
Pike da un paso, pero Cole gira y sale corriendo, fuera del patio y por la calle.
Pike no lo sigue. Conoce a su hijo al menos tan bien como yo y Cole no
escuchará nada esta noche. ¿Y qué diría Pike para mejorarlo de todos modos? El
daño está hecho.
Pike se queda allí, mirando a Cole y luciendo como si la vida le hubiera sido
succionada. ¿Qué tiene ahora?
Sacando mis llaves, bajo por la escalera del porche y camino hacia mi auto, sin
detenerme, ni titubear cuando paso junto a Pike Lawson.
Y tampoco me sigue.
Ahora sé que dijo en serio lo que dio a entender anoche. No valgo la pena.
****
Sé que todo es un desastre, escribo en mi teléfono.
Por favor, debes saber que no se trató de venganza. Simplemente sucedió y lo
siento.
He estado contemplando mi teléfono durante veinte minutos, tratando de
averiguar qué decirle a Cole. Estoy desconectada de las redes sociales y solo hablo
con mi hermana y algunas otras personas seleccionadas durante un tiempo. Necesito
espacio y silencio. Simplemente no quería quedarme en silencio sin decir algo
primero.
No lamento que sucediera, pero lamento si eso lo lastimó. Razoné conmigo que
me engañó y no le debo nada.
Pero no quiero que termine así. Estoy bien con irme. Estoy bien con no verlo
en este momento.
Solo necesitaba que supiera... que no se trató de él.
¿Lo amas?, aparece su respuesta.
Agujas punzan el fondo de mi garganta y presiono el botón de Encendido en el
costado de mi teléfono, apagándolo.
Obligo a bajar al bulto en mi garganta y meto el teléfono en el bolsillo lateral
de mi bolso y lo abrocho, cerrando mis ojos para hacer retroceder las lágrimas.
Shel entra en el cuarto de licores, donde estoy parada frente a una pila de cajas
de cerveza y en lugar de entregarme mi cheque de pago que fue a buscar, toma un
fajo de billetes y lo mete en mi bolsa sin dejar que lo vea.
Después que pasé la noche con mi hermana nuevamente, vine aquí hoy para
recoger mi pago antes de irme. Pero a juzgar por la pila de billetes que acaba de
esconder en mi bolso, sin duda me entregó mucho más de lo que había ganado.
Si peleo contra ella, solo sería un desperdicio de energía. Hago una nota mental
para trabajar horas extras cuando regrese. Cuando sea que eso pase.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta, apoyando su mano en su cadera y
mirándome.
—No lo sé.
—¿A dónde irás?
—No lo sé.
Suspira y tiro mi bolsa hacia arriba, colgándola sobre mi hombro.
—Normalmente eso me asustaría, pero... —Me detengo, pensando—. No
quiero seguir haciendo nada de lo que he estado haciendo. Solo quiero despertar
mañana y no reconocer nada sobre mi vida. —Levanto mis ojos, mirándola—. Y por
favor no me des un sermón sobre cómo estoy escapando, tambaleándome, dejando
que otros controlen lo que siento...
Toma mis hombros, hablando firmemente.
—Corre —me dice rotundamente—. Corre lejos. Solo vete, llama si necesitas
algo, ¿está bien?
Asiento, agradecida de que entienda.
—¿Puedes decirle a Cam que no se preocupe? Estoy bien y la llamaré.
—¿No vas a ir a verla?
Las lágrimas amenazan y rodeo a Shel y me muevo fuera de su alcance,
saliendo del cuarto de licores.
—No puedo.
Si pienso demasiado o miro su rostro, me acobardaré. Pike me dijo una vez que
“empezara algo con energía y éxito”. Estoy segura que no se refería a esto, pero así
lo haré.
Jordan Hadley no deja su trabajo. No entra en un auto destartalado y poco
fiable y sale a la carretera sin ningún lugar adonde ir. Y, ciertamente, está demasiado
asustada para alguna vez estar sola.
Si pienso, no lo haré. Me iré. No hay vuelta atrás. Tal vez regrese mañana, al
día siguiente o la semana próxima, pero mientras más tiempo mantenga mi pie en
el acelerador, más lejos estaré de quién era.
Me detengo en el bar y recojo mi suéter que había puesto en un taburete.
—Sé que duele —dice Shel, viniendo detrás de mí—. Eras feliz.
—Estaré bien. —Engancho el suéter por encima de mi bolso, evitando sus
ojos—. No fue mi primero.
—Sí, lo fue.
Me detengo y la miro, los nudos en mi estómago se tensan.
—No tienes que decir nada, pero lo sabes... —continúa—, no sentiste esto con
Cole, ni con Jay, ni con nadie más.
Miro hacia otro lado de nuevo, mordiendo la comisura de mi boca para
mantener mis sentimientos bajo control.
Lo superaré. Y muy pronto, cada recuerdo se desvanecerá, todas sus palabras y
cómo se sintió cada toque. Todo se desvanecerá.
—Pero déjame decirte algo, chica —continúa, hablando en voz baja y discreta
por los pocos clientes del lugar—. Lo que sientes por él o por cualquier otra persona
no es lo que necesitas. Esto... —toca mi pecho sobre mi corazón—, lo que estás
sintiendo ahora mismo, es lo mejor que te puede suceder. Porque cuando todos los
pedazos de tu corazón comiencen a volver a estar juntos y lo harán, serán más
fuertes. Y es mucho más difícil para que alguien los despedace. —Aparta mi cabello
detrás de mi oreja de la manera en que siempre lo hace—. Así que puedes estar
segura que cuando alguien finalmente lo haga, habrá trabajado por ello. No
necesitamos comida para sobrevivir en esta vida tanto como necesitamos que
nuestros corazones se rompan al menos una vez. Pero la mejor parte es que la
primera ruptura siempre es la peor. Nunca más se sentirá así de mal de nuevo.
Y por eso, estoy contenta.
Pero también me hace preguntarme... si mi corazón nunca volverá a romperse
tanto, entonces ¿amaré a alguien como amaba a Pike Lawson?
Me detengo frente a Lindsay, escaneo el estacionamiento a mi alrededor por el
Challenger de Cole. No lo veo, pero apenas puedo ver nada bajo la lluvia en este
momento. Lo llamé y a Jordan sin parar durante las últimas veinticuatro horas, pero
no puedo soportarlo más. Si él quiere tiempo, puedo hacer eso. Si necesita espacio,
se lo daré.
Pero necesito disculparme cara a cara. Necesito que sepa que lo amo, y no quise
que esto sucediera.
No es que él me escuche o probablemente incluso me escuche a través de su
ira, pero no puedo sentarme sin hacer nada.
Salgo de mi camioneta, corro hacia la puerta de Lindsay, bajo el porche
cubierto, y golpeo con mi puño. Ha estado lloviendo todo el día y, aunque dejé que
los chicos tuvieran el día libre, todavía fui al sitio y me encargué del negocio solo
para matar el tiempo hasta que Cole saliera del trabajo hoy. Si es que ya comenzó su
nuevo trabajo, claro.
Lin abre la puerta, todavía con su falda recta de oficina, pero descalza y con la
camisa por fuera. Me ve y cruza sus brazos sobre su pecho, inmovilizándome con
una mirada presumida.
—Quiero hablar con él —le digo.
—Has hecho suficiente —se burla, sacando su cola de caballo apretada—.
Jesús, pensé que yo era una mala madre. ¿Qué estabas pensando? ¿Tomando sus
sobras como si no hubiera otra mujer en esta ciudad que pudieras follar?
—No fue así.
—Ahórrame los detalles. —Se acerca a una mesa cercana y toma un vaso que
lo más probable es que sea vodka y jugo de naranja—. Ella no es diferente de lo que
pensabas que era yo. Ella te usó, Pike. Te utilizó por un lugar para vivir y
conveniencia, y oh, ¿qué más hiciste? ¿Arreglar su auto también? —Sacude la
cabeza, sonriendo amargamente—. Ella tuvo suerte contigo, y todo lo que tuvo que
hacer fue abrir sus piernas. Cristo, ustedes los hombres son realmente densos
cuando se trata de una cara bonita.
Mi mandíbula se tensa. Jordan no es así. Ella no se parece en nada a ti.
No estoy aquí para hablar de ella de todos modos.
—Tú no sabes nada —digo.
—Aw, ¿están enamorados?
Mi corazón late dos veces más fuerte, y mi rostro cae, una imagen parpadea en
mi mente de ella de pie junto a la piscina hace tres noches, pidiéndome que le contara
a Cole y luego que la llevara a la cama, a nuestra cama.
Mi estómago se hunde. La extraño tanto.
—Oh, Dios mío, la amas —dice Lindsay, mirándome a la cara y luciendo como
si estuviera a punto de reír.
Pero antes que pueda decirme algo más, me enderezo.
—¿Dónde está?
—Se fue —dice, apoyándose en la puerta y tomando un sorbo de su bebida—.
Por las próximas ocho semanas.
—¿Qué?
—Bueno, tal vez si estuvieras prestando más atención a tu hijo que a su pedazo
de basura desechada, sabrías que fue a MEPS12 hace más de una semana para sus
exámenes físicos y otras pruebas —me dice, muy complacida de restregarme en la
cara todo lo que no sé—. Se alistó en la Marina, Pike. Parece que estaba desesperado
por la orientación que claramente no consigue de ti. Se embarcó esta mañana.
Mis cejas caen en picada.
—¿Qué? —grito esta vez.
¿La Marina? No solo te unes a la Marina. Lleva meses enlistarse. Yo debería
saberlo. Casi lo hice cuando tenía su edad.
Como si sintiera mis preguntas, continúa.
—Lo ha estado planeando por un tiempo. Está perdido, quiere una dirección
—dice como si recitara su lista de compras—. Tenía miedo de contarle a alguien,
porque tiene la costumbre de no seguir con las cosas. Quería sorprendernos cuando
estuviera seguro. Después que fue a MEPS, hizo su prueba, obtuvo su examen físico
y estaba comprometido. Sin embargo, iba a decírtelo, pero supongo que nunca tuvo
la oportunidad.
Mis pulmones están vacíos, y agacho la cabeza.
12
Military Entrance Processing Station: es donde llegan las solicitudes para el servicio militar y
completar el proceso de enlistamiento.
Agujas me apuñalan la garganta y me escuecen los ojos. Esto no es correcto. Él
no habría hecho algo así. Cole no es... disciplinado. ¿Se sometería voluntariamente
a eso? ¿Qué estaba pensando?
—Está en la Estación Naval de Great Lakes —dice—. Regresará en un par de
meses. Comprueba su Instagram si no me crees. Hizo un último comentario esta
mañana.
¿Instagram? Yo no…
Jesucristo.
Ella cierra la puerta, e inmediatamente escucho que la cerradura gira.
Me quedo allí, afuera de su puerta, la lluvia que me rodea con los últimos días
corre por mi cabeza mientras intento conectar cualquier pista que Cole haya dejado
sobre sus planes. Renunció a su trabajo, diciéndome todos los beneficios de su
nuevo... él quería un tatuaje.
Este nuevo trabajo secreto era una gran cosa.
¿Realmente se unió al ejército?
Dirigiéndome a mi camioneta, subo y cierro de golpe la puerta contra el
aguacero y reviso mi teléfono en busca de mensajes o textos nuevamente.
Pero aún nada. Nada de Cole o Jordan.
¿Sabía ella sobre esto?
No, ella me lo habría dicho.
Recordando lo que dijo Lin, escribo Cole Lawson Instagram en la barra de
búsqueda e inmediatamente veo aparecer algunas cuentas diferentes. Al hacer clic
en ellas, encuentro una con su foto y veo que la primera publicación es la más
reciente. Es solo una imagen de las puertas abiertas de un autobús que parece que
está a punto de abordar con una leyenda que dice: Debí haber tomado la píldora azul.
¿Qué significa eso? Entonces recuerdo The Matrix. Una de sus películas
favoritas cuando era pequeño.
Paso mi mano a través de mi cabello, listo para salir de mi maldita piel. ¿Cómo
no pudo al menos enviar un mensaje de texto? Entiendo si él no me habla, pero tiene
que saber que estaría preocupado. Por dejarme durante meses con todas estas
preguntas…
Me siento en la camioneta, pasando la siguiente media hora buscando sitios
web y blogs de padres, tratando de descubrir cómo puedo hablar con él. No se le
permite un teléfono celular durante el entrenamiento, y no puedo llamarlo a menos
que haya una emergencia, e incluso entonces tengo que pasar por la Cruz Roja para
localizarlo.
Mierda. Siento que estoy en Twilight Zone en este momento. Él se fue. Sin forma
de contactarlo inmediatamente durante ocho semanas.
No hemos pasado mucho tiempo juntos los últimos años, pero todavía estaba
a solo una llamada de distancia. No puedo dejar que las cosas se queden así durante
dos meses.
Busco la estación local de reclutamiento en el área y llamo a la oficina. Podría
conseguir su dirección una vez que reciba su asignación.
No hay respuesta, así que lo rastrearé mañana y descubriré cómo encontrarlo.
Maldita sea.
—¡Mierda!
Me siento tan impotente.
Sabiendo que su teléfono celular probablemente ha sido confiscado por ahora,
lo llamo de todos modos y sostengo el teléfono en mi oreja. Va inmediatamente al
correo de voz.
—Cole —digo, tragando algunas veces para mojarme la garganta—. Yo... yo...
Sacudo mi cabeza, cerrando los ojos.
—Te amo —le digo—, y siempre estaré aquí para ti. Sé que... sé que no tengo
excusa. Yo solo… —Lágrimas brotan de mis ojos y no sé qué más decir, excepto la
verdad—. Traté de no enamorarme de ella. Lo intenté. Lo siento.
Cuelgo y tiro el teléfono, sintiéndome vacío.
No quiero a ninguno de los dos fuera sin que sepan que los amo.
Estoy solo otra vez, y solo los quiero de vuelta. Ellos son todo.
Jordan tenía razón. Debí habérselo contado, acabar con ello y procurar que lo
aceptara. Yo nunca iba a dejarla de buen grado. ¿Cuánto tiempo pensaba mentirle?
Incluso si ella y yo no terminamos las cosas, habría tenido que decírselo en algún
momento.
Enciendo el motor y cambio a reversa, retrocediendo fuera del estacionamiento
y saliendo a toda velocidad. Volviendo a la carretera, me dirijo a la ciudad, revisando
periódicamente mi teléfono en busca de mensajes.
Jordan dejó casi todo en mi casa. Tomó algunas ropas, sus libros y algunas
cosas personales, pero sus modelos, su cama, muebles y la pintura todavía están allí.
Volverá por esas cosas, ¿verdad? No toda la esperanza está perdida todavía. La veré
de nuevo.
Pero no la he visto en ninguna parte de la ciudad, no ha estado en el trabajo, y
no he visto su auto. ¿Dónde está?
Estaba tan tranquila la otra noche. Misteriosamente calmada, en realidad.
Como si ya no le importara.
Me odiaré para siempre si la arruiné. Mi hermosa, feliz y sexy chica que me
mata con sus sonrisas y bromas.
Entrando en el estacionamiento de The Hook, salgo de la camioneta y camino
bajo la lluvia hacia el club.
No hay nadie en la puerta, protegiéndola, pero dudo que me detuviera de
todos modos. Entro y me detengo, déjà vù inundándome. La misma canción del
pequeño baile del FaceTime de Jordan suena mientras dos mujeres dan vueltas
alrededor de los tubos en el escenario. La imagen de su hermoso cuerpo actuando
solo para mí me golpea, y estoy casi enfermo con lo jodidamente estúpido que soy
y por lo que perdí.
Al ver a Cam a la izquierda, me acerco, sin importarme que esté encima de un
tipo en este momento. Está sentada a horcajadas sobre él, con los brazos apoyados
sobre sus hombros.
—¿Dónde está? —exijo.
Cam me dispara una mirada, arqueando una ceja mientras aprieta al tipo, sin
perder el ritmo.
—Mira, solo quiero hablar con ella, ¿de acuerdo?
Cam termina con el tipo, susurrando algo en su oreja, y se levanta de la silla,
pasando a mi lado.
La sigo.
—¿Al menos puedo saber si está bien? —pregunto en tono firme—. Han
pasado días. ¿Se está quedando en un lugar seguro? Dejó casi todo atrás, así que sé
que no tiene su propio lugar.
Cam sigue caminando, y estoy un poco incómodo con la media de red que tiene
alrededor de su tanga, pero sigo persiguiéndola. Hace un gesto al camarero quien
busca en una nevera portátil y saca una botella de agua para ella, deslizándola por
la barra.
Pero en lugar de detenerse, toma el agua, se da vuelta y sigue alejándose de
mí.
—¡Jesús, Cam! —Dejo escapar, busco mi billetera y saco dinero—. ¡Aquí hay
cien dólares por cinco minutos de tu tiempo! —Lo coloco con fuerza sobre la barra—
. No quiero un baile, lo único que quiero…
Ella gira, y no tengo tiempo para reaccionar antes que su rodilla conecte entre
mis piernas, haciéndome caer hacia adelante.
Gruño, jadeando cuando un dolor incandescente arde como balas en mi ingle,
muslos y estómago. Cierro los ojos con fuerza, cayendo sobre una rodilla y un sudor
frío me recorre todo el cuerpo.
Escucho débilmente su voz en mi oreja.
—No bailaría para ti ni aunque valieras mil millones de dólares y tu polla
tuviera el sabor de un Tootsie Pop de cereza —dice con rabia—. Aléjate de mí y de
mi hermana. Olvida que existió.
Un malestar se enrolla a través de mí, y me toma un tiempo antes de poder
respirar regularmente de nuevo. Para cuando soy capaz de levantarme, mis piernas
están temblorosas y Cam se ha ido.
Y también mis cien dólares.
—No la amas, ¿verdad? —pregunta Dutch.
Termino de apilar las cajas en el garaje, mi cuarto proyecto en la última semana
para mantenerme ocupado cuando no estoy en el trabajo.
Dutch está afuera, sentado en una silla de jardín, inclinado hacia delante, sus
codos sobre sus rodillas y mirándome como si fuera un toro en una tienda de China,
a punto de romper una mierda en cualquier momento.
Han pasado nueve días desde que vi a mi hijo o a Jordan, y cada día que pasa
siento que se están alejando cada vez más de mí. Como si hubiera seguido adelante
y como si nunca hubiera existido para ella.
Cualquier esperanza que tenía se está agotando rápidamente.
He llamado, enviado mensajes de texto y dejado mensajes para ambos, y la
única ventaja que tengo es una dirección para escribirle a Cole. Tuve que acosar a su
reclutador para que me la consiguiera. Envié mi primera carta ayer.
En cuanto a Jordan, la única certeza que he podido obtener de que está bien es
de Dutch, que tuvo noticias de su esposa, quien supo por Shel que Jordan está fuera
de la ciudad visitando amigos y está bien.
¿Regresará?
Dejé de llamar después de unos días, porque claramente no quiere hablar y
estoy intentando respetar sus deseos, pero... si llamara ahora mismo, iría a buscarla
desde cualquier lugar y le daría todo lo que quisiera. Por el resto de mi vida ella
puede tener todo lo que quiera.
—Pike, no puedes casarte con ella —declara Dutch como si supiera dónde está
mi cabeza—. Lo sabes, ¿verdad?
Le doy la espalda, volviendo a colocar las herramientas desechadas en el banco
de trabajo y despejando lentamente la mesa.
Hace nueve días hubiera estado de acuerdo con él. Hubiera dicho que tenía
razón.
La gente hablará. Probablemente ya estén hablando. Lo harán sucio e
incorrecto y sus amigas de la escuela secundaria bromearán sobre ella, y nadie nos
tomaría en serio. Todo lo que verían es su edad y cómo cambió del hijo a su padre,
y sería la comidilla de la ciudad.
Pero ahora no estoy tan seguro. ¿A quién le importa lo que piensen? Lo
superaríamos, y el círculo de amigos de Jordan es tan pequeño como el mío. A ella
no le importará lo que los extraños tengan que decir al respecto.
Seríamos jodidamente felices, y finalmente la gente seguiría adelante.
Ella me quería. Quería amarme.
Estaba lista para nosotros.
Sacudo la cabeza, argumentando:
—Ella es diferente.
—No, no lo es —responde Dutch—. Es joven y llena de esperanza. Como
solíamos ser.
Me giro lentamente y lo miro. No es como que él se oponga a mí.
Pero lo escucho mientras continúa.
—Todo es nuevo y fresco para ella —dice—. Está entusiasmada con la vida y
te hace recordar cómo se sentía. Antes que creciéramos y nos diéramos cuenta que
no íbamos a ser pilotos de caza salvando el mundo o reyes de Wall Street montados
en alargadas limusinas. —Se ríe en voz baja, recostándose en la silla—. Antes que
hubiera facturas que pagar y responsabilidades que aumentaban a medida que
pasaban los años.
Su mirada cae, y puedo ver todo lo que siento en su rostro. Él no odia su vida,
adora a su esposa e hijos, pero si pudiéramos regresar y hacer al menos una cosa
diferente, sé que ambos lo haríamos.
Aquí estamos, sentados, y no estamos seguros de qué más tenemos que
esperar.
—Mira, hombre. —Levanta sus ojos hacia mí—. Te divertiste con ella. No digo
que hayas hecho nada malo. Si el sexo es bueno, entonces disfrutan el uno del otro.
Pero debes pensar en el futuro y sabes que no siempre se sentirá así. —Hace una
pausa, frunciendo el ceño—. Se despertará en diez años y verá en línea una foto de
un amigo de la escuela que está recorriendo Nepal o alguna mierda y mirará su
propia vida y pensará en cómo se enganchó con dos niños en esta pequeña ciudad
y se casó con un hombre de casi cincuenta años cuya vida está a más de la mitad de
camino.
Permanezco en silencio, y el peso de sus palabras en mis entrañas es como
ladrillos.
—¿Crees que no se arrepentirá de elegirte, sabiendo que sus mejores años casi
se han ido? —pregunta.
Pero no tengo que responder. Él sabe que tiene razón.
En diez años, aún será joven y hermosa, y voy a merecerla incluso menos que
ahora. No puedo darle todo lo que ella quiere sin importar lo mucho que mi ego
piense lo contrario.
Nació para grandes cosas. Es inteligente, fuerte y se merece el mundo. Merece
una vida que me pasó hace mucho tiempo.
Otro hombre será para ella todo lo que no soy y nunca seré, y aunque esa idea
es como ácido en mi boca, estará más feliz por ello. Y sobre todo lo demás, eso es lo
que quiero. Ella se hará mayor con otra persona, y esa es la vida que merece.
Dutch se va, y cierro el garaje, me dirijo a la casa e inmediatamente subo las
escaleras. Me detengo en el dormitorio de Jordan, la puerta se abre y la ligera brisa
que sopla fuera de su ventana sopla las hojas del árbol en el patio trasero.
Su leve aroma permanece, y la marca que su cuerpo hizo todavía está grabada
en la almohada apoyada en su silla.
Sin embargo, no entro. No es mi habitación, ya no es mi chica y está por ahí en
algún lado, siguiendo con su vida, y necesito hacer lo mismo.
Suficiente. Haz lo correcto.
Alcanzando la perilla, inhalo su perfume por última vez.
Y cierro la puerta.
Dos meses después
Enrollando la delgada cuerda blanca alrededor de la rueda, tiro de ella viendo
como se mueve hacia mí sobre la polea. Me muevo al otro poste de madera que
coloqué en el jardín y tiro de esa cuerda, probándola.
No tengo idea de por qué estoy poniendo un tendedero.
Lo único que sé, es que me estoy quedando sin ideas. Ya construí una mesa de
picnic con hielera integrada en la mitad, la pinté y agregué las bancas. También había
puesto un pozo para fogatas, un camino de piedra que llevaba de la puerta trasera
al portón de atrás, una cama de flores, antorchas alrededor de la alberca, una
pérgola, una hamaca, un pequeño estanque con un jardín de piedras. Seguía
moviéndome de un proyecto al otro, para no tener tiempo de pensar, no voy a
hacerlo. Supongo que lo disfrutaré cuando termine.
—Se ve diferente aquí atrás —dice alguien.
Miró hacia arriba, viendo a Kyle Cramer de pie en el balcón de su habitación y
mirando hacia mi patio.
¿Este tipo tiene obsesión conmigo o qué? ¿Por qué siempre está intentando
hablarme?
—¿Tienes tiempo libre, huh? —pregunta—. Noté que ha estado más tranquilo
en las últimas semanas.
Le dirijo otra mirada, dándole una sonrisa de cortesía. Quizás si le respondo,
me dejará en paz.
Y sí, ha estado más tranquilo. Hasta ahora.
—Entonces, um —comienza, y gruño entre dientes—. Te vi a ti y a Jordan una
noche.
Me detengo y vuelvo a levantar los ojos, mirándolo. Calor sube por mi cuello
al escuchar su nombre. No he hablado sobre ella con nadie en meses.
—Mi cocina está frente a la tuya —explica—, era tarde, y ustedes estaban en el
lavaplatos.
Mi cuerpo se calienta, recordando eso. La vista de ella caminando desnuda a
la cocina una noche, y como no la dejé tomar un bocadillo de media noche hasta que
yo tuviera el mío. Estaba tan hermosa.
Me enderezo, apretando los dientes.
—¿Observaste?
—No. —Suelta como si nunca se atreviera. Y luego se encoje de hombros—.
Quiero decir, lo hubiera hecho si no hubieran terminado en el suelo eventualmente
y fuera de mi línea de visión.
Continua con una risa, y si pudiera volar, estaría sobre su cerca en este
momento, estrangulándolo.
Parece notar mi ira e intenta calmarme.
—Escucha, no pretendía ver nada, ¿está bien? Sabes, podrías intentar
permanecer alejado de las ventanas. —Mueve la cabeza—. Solo digo que creo que es
la primera vez que te vi sonreír. Ciertamente parece que te hizo feliz. En realidad no
podría creer que ella no fuera capaz de hacer feliz a cualquier otro hombre.
—Cállate de una jodida vez —murmuro, inclinándome y recogiendo las
herramientas, tirándolas en la pequeña caja.
¿De verdad? ¿Cómo pudimos ser tan descuidados? Él es la última persona
cuyos ojos quiero sobre ella.
—Entonces, ¿a dónde fue? —pregunta—. ¿No funcionó para ustedes?
Lo ignoro, reuniendo mi mierda, para poder escapar adentro.
—¿Cómo lo echaste a perder, hombre? —Se ríe, tomando un sorbo de su
cerveza—. Si encuentras a una mujer así, joven y ardiente con un cuerpo en buena
forma, no la pierdes.
Lanzo la llave al suelo, moviéndome hacia adelante sin tener a dónde ir.
—Voy a patear tu trasero. Cierra la maldita boca.
—Entonces, está disponible ahora, ¿verdad?
—Hijo de perra —gruño.
Se ríe entre dientes. Debe ser tan divertido.
—Definitivamente eres triste —dice—. Las mujeres no son tan difíciles de hacer
feliz si te interesa un poco.
—No soy incapaz —espeto—. Pero ese no es el punto. Las chicas adolescentes
deben estar con chicos adolescentes, y no lo olvides de una jodida vez la próxima
vez que te cruces con una. Ella merece a alguien de su propia edad.
Él asiente, pensando. Y luego me lanza una mirada.
—Entonces, tu hijo es de su edad, ¿verdad? ¿La trató mejor que tú?
Respiro pesadamente, pero permanezco en silencio. Me da una sonrisa medio
complacida y se aparta, regresando a su casa.
Eso no es el punto, imbécil.
Sí, puedo decir con seguridad que sus relaciones con chicos de su misma edad
tampoco son ganadoras, pero…
¿Pero qué? ¿No voy a ser capaz de darle todo lo que quiere? ¿No voy a crecer
con ella? ¿No voy a comenzar de nuevo, y construir una familia a mi edad?
Dos meses atrás, todos esos parecían argumentos válidos, pero con el tiempo
se sintieron menos convincentes. Como que quizás, quién soy y dónde estoy en mi
vida, no está grabado en piedra. Todavía puede cambiar.
Sacudo la cabeza. No lo sé.
No, hice lo correcto. Han pasado meses, y no he sabido de ella. Claramente
siguió adelante.
Pero Dios, la extraño. Es como si estuviera constantemente enfermo de hambre,
pero la comida no me satisfará. Existe un vacío en mi interior que no puedo llenar
por mi cuenta.
Levanto la caja de herramientas y giró hacia la casa, pero cuando miro hacia
arriba, veo a Cole de pie en la puerta trasera de la casa.
Me detengo. Jesús. ¿Desde hace cuánto tiempo ha estado parado ahí?
La caja cuelga de mis dedos mientras nos miramos, y estoy completamente
sorprendido de verlo ahí.
—Te vi en la graduación —dice, una mano en su bolsillo.
Su graduación del campo de entrenamiento fue ayer, y había estado
escribiéndole y acosando a su reclutador todo el verano para poder contactarlo.
Aunque tenía que verlo. No podía perdérmelo. Es un logro impresionante.
Lentamente, camino hacia él, incapaz de apartar la mirada. Se ve increíble. Más
alto y grande, un largo verano en el campo de entrenamiento había bronceado su
piel y aclarado su ahora cabello corto. Está usando su uniforme verde de camuflaje
con su gorra en una mano mientras se recarga en el marco.
—Solo quería verte —le digo—. No estaba seguro si me habías puesto en la
lista o tu reclutador, pero no respondiste ninguna de mis cartas, así que no estaba
seguro si me querías ahí.
Después que la ceremonia terminó quise hablar con él, pero su mamá estaba
ahí con su último novio, y con él estaban unos amigos que habían conducido para
verlo. No quería arruinarlo, así que me fui. Él tendría de regreso su teléfono, así que
podría ver las llamadas, mensajes, y correos de voz. Me haría saber cuando estuviera
listo.
Agacha la cabeza, escaneando el suelo frente a él.
—Recibí todas tus cartas. Gracias por las tarjetas telefónicas.
¿Quieres decir las que no usaste para llamarme? Sonrío, sin culparlo. Era una
pequeña posibilidad, pero me alegra que recibiera todo. Siempre y cuando supiera
que estaba pensando en él…
—¿Cómo estás? —Doy un paso al frente y bajo la caja de herramientas, sacando
un trapo de mi bolsillo trasero para limpiarme las manos.
No habla y respira profundamente. Finalmente, levanta sus ojos azules.
—¿Tienes cerveza?
Asiento suavemente y lo llevo a la cocina. El aire acondicionado me golpea,
enfriando el sudor en mi espalda, y mis nervios hacen que sea difícil respirar, peor
en este momento no estoy tan nervioso como pensé que estaría. No está gritando
todavía, así que es una buena señal.
Abro dos botellas de Corona. La luz del sol de la tarde se desvanece de la mesa
de la cocina mientras se oculta detrás de unas nubes.
Toma asiento, y hago lo mismo. Cuando permanece en silencio, me doy cuenta
que la pelota está en mi cancha.
—Entonces, ¿eres feliz? —le pregunto—. ¿En la fuerza militar?
Tuve tiempo para acostumbrarme a la idea, especialmente después que su
reclutador me lo asegurara, pero necesitaba escucharlo de él.
—Sí. —Baja su cerveza a la mesa, manteniendo su puño alrededor de ésta—.
No lo sé, supongo que es lo que necesitaba. Ser desgarrado para que me
reconstruyeran mejor.
Espero para que continúe.
—No puedo dormir hasta tarde —dice—. No puedo llegar ebrio. No puedo
decir que estoy enfermo si me siento flojo ese día… apesta, pero tengo un trabajo y
dinero en la cuenta. Una carrera. Eso se siente muy bien. —Finalmente levanta la
mirada—. Tengo un futuro, y para alguien que nunca supo dónde demonios estaba
su lugar en el mundo, es algo bueno que los militares decidieran por ti y te dieran
dirección.
—¿Estás seguro? —Levanto la botella, dándole un trago.
Me encanta que esté haciendo algo con su vida, pero también quiero
asegurarme que esté haciendo su propio camino.
Continúa.
—Ahí es donde Jordan y yo nunca tuvimos sentido. Ella sabía lo que estaba en
su mente, y lo resentía cuando estaba con ella, porque yo nunca lo supe. —Deja
escapar un suspiro—. Yo no era su igual, nunca lo suficientemente bueno para ella.
Nunca sería lo suficientemente fuerte mentalmente. Algunos de nosotros
simplemente no lo somos.
Mi corazón se detiene ante sonido de su nombre, pero lo ignoro. No estoy
seguro de que unirse a los militares fuera algo que realmente quisiera hacer con su
vida, pero estoy seguro que no estaba encontrando respuestas en este pueblo. Al
menos lo sabía.
Fue lo suficientemente fuerte para dar ese salto.
—Tú hiciste eso, ¿no es así? —pregunto—. Lograste pasar el entrenamiento.
Estoy orgulloso de ti.
Veo su manzana de Adán subir y bajar, y los músculos de su mandíbula
moverse. Toma otro sorbo, todavía sin mirarme.
—Entonces, ¿dónde está? —pregunta, echando un vistazo a la sala como si
todavía estuviera en la casa.
—No lo sé. —Muevo la cabeza—. Se fue después de ti. No la he visto en dos
meses.
Su mirada brinca a la mía, su ceño fruncido en preocupación.
—He hablado con su hermana —lo tranquilizo—. Ella está bien. Donde sea que
se encuentre.
Parece aceptar la respuesta, porque toma otro trago. Pero ahora, me siento más
desanimado. Está claro que tampoco ha mantenido contacto con Cole. No es que
pensara que seguían en contacto después de todo, pero eran amigos. Dependiente
del otro en algún momento. Entre más lazos corte, menos razones tendrá para
regresar.
—¿Estás viendo a alguien más? —pregunta.
—Nop, no en este momento. —Doy otro sorbo—. Solo concentrándome en la
casa y los negocios.
—Sí, me encontré con Dutch de camino al pueblo, me dijo que están
adelantados por dos años.
Me río.
—No es tanto…
Aunque, vamos jodidamente bien. Puedes terminar mucho trabajo cuando no
te apresuras a llegar a casa con una mujer que enciende tu cuerpo.
—Entonces, ¿ella lo terminó o tú con ella? —pregunta, regresando a Jordan.
Lo miro. No quiero hablar de esto. Solo quiero que él esté bien. Quiero que
hable de cualquier otra cosa menos yo.
Pero mayormente, es porque no estoy orgulloso de mi respuesta. Si Jordan no
se hubiera ido, la hubiera mantenido por todo el tiempo que hubiera estado
dispuesta. Debí renunciar a ella por él, y no lo hice. Y no estoy seguro si lo hubiera
hecho si ella me hubiera dejado decidir.
—Lo lamento —digo en su lugar—. Nunca sabrás lo arrepentido que estoy.
Sus ojos se fijan en los míos, con una ola de emociones. No estoy seguro si
quiero enfrentar su mirada. Dolor, decepción, confusión, soledad… Pero también:
calma, resolución y aceptación.
—Cuando te vi en la graduación ayer, quería estar molesto contigo —dice—. Y
estaba molesto porque no fuera así.
Baja la mirada, las ruedas girando en su cabeza.
—Supongo que hay algo que decir sobre el tiempo y la distancia. —Me da una
sonrisa triste—. Te da mucha perspectiva. Mucho tiempo para pensar en ciertas
cosas.
Sí.
—Cuando tenía seis —continúa—, perdiste un contrato porque fuiste a un
juego de las ligas menores. En mi cumpleaños diez, cambiaste mi fiesta y pagaste
por todos para que fueran al lugar de go-carts, porque mamá y uno de sus novios
comenzaron a pelear en casa y me avergonzaron frente a todos. Cuando me gradué
de la secundaria, tomaste una segunda hipoteca para pagar por mi universidad, la
cual tiré por el caño.
Mi garganta se hincha. ¿Recuerda todo eso?
—Hacer lo que pudieras para hacerme feliz, sin importar el sacrificio, nunca
pareció una decisión difícil para ti. —Me mira, su voz gruesa con emoción—.
Entonces, creo que hacer algo que sabías me lastimaría, definitivamente no fue una
decisión fácil —dice—. Sé que me amas.
Aprieto los dientes para mantener mi respiración calmada, y el alivio se
apodera de mí.
—No sé cuán de acuerdo estoy con todo esto, pero… —asiente—. Sé que me
amas.
Estoy sin palabras. Es un poco desgarrador ver a tu hijo y preguntarte si tuviste
algo que ver en lo bueno que resultó ser. No puedo creer que esté sentado justo aquí
cuando no estaba seguro de sí volvería a verme.
—¿Todavía la amas? —pregunta.
Dudo por un momento, buscando las palabras. Sí, todavía la amo, pero…
—Ella está mejor sin mí —le digo.
Lo deja, sin presionar más.
—Tengo que regresar mañana en la noche. ¿Está bien si me quedo la noche?
—Por supuesto.
Se levanta, llevando su cerveza con él a la sala.
—Los Twins jugarán contra los Cubs esta noche —dice—. ¿Quieres verlo?
Inhalo profundamente y lo suelto, sintiendo cómo mi cuerpo se relaja por
primera vez en meses.
—Suena bien. Ordenaré la pizza.
—Queso —especifica.
Me río.
—Sí, lo recuerdo.
Saco el teléfono de mi bolsillo y comienzo a marcar, pero luego escucho su voz.
—Y papá —dice.
Levanto la cabeza.
—Te amo —me dice—. Pero nadie está mejor sin ti.
****
Esa noche, despierto por un relámpago a la distancia. No abro los ojos, el peso
de muchos largos días de trabajo pesan en mis párpados. Giro a mi costado,
sabiendo que volveré a dormir si espero un minuto.
La parte interna de mi brazo derecho quema con el tatuaje que me hice más
temprano esta noche. Cole y yo decidimos ir al Rockford después de la pizza y
hacernos esos tatuajes que había mencionado. Él eligió un ancla a la mitad de su
espalda, acompañado por una brújula y un nudo de pescador con la frase “Forjado
por el Mar” a su alrededor. Aunque todo solo tiene las líneas. Dice que le daría color
después que se lo gane.
Supongo que significa después de sus primeros seis meses en el mar.
La vela grabada en mi piel se siente como si estuviera realmente encendida, el
humo de la mecha sube por mi brazo hasta mi codo. Desde la primera vez que Cole
mencionó los tatuajes hace dos meses, supe que algo que representara a Jordan sería
la única cosa que querría en mí por el resto de mi vida. La cumpleañera y sus deseos.
Siempre sería una parte de mí.
Inhalo profundamente, y a pesar que he lavado las sábanas muchas veces
desde que se fue, todavía puedo sentir el aroma de su cabello en la almohada.
Y si me concentro lo suficiente y dejo mis ojos cerrados, ella está junto a mí.
Muevo un brazo alrededor de su cuerpo, y la atraigo hacia mí, clavando mi
nariz en su frío cabello.
—¿Estaba roncando? —susurra.
Sonrió, tratando de no reír.
—No.
Se siente tan cohibida, y es adorable. La abrazo, sintiéndome tan lleno, porque todo lo
que necesito es ella en mis brazos ahora. Sus curvas encajan perfectamente conmigo, y estoy
lleno. Mi pecho se llena de algo que es prácticamente demasiado para poder contener.
Ella respira calmadamente, y deslizo mi mano sobre su estómago desnudo, mi cuerpo
vuelve a la vida por ella. Tan fácilmente, como siempre lo hace.
De pronto, su pequeña voz interrumpe una vez más el silencioso cuarto.
—Me embarazaste —susurra.
No me muevo. ¿Qué dijo?
No, eso no puede ser verdad. Hemos tenido cuidado.
Cuando no digo nada, gira para mirarme.
—No tuve mi período la semana pasada —dice tímidamente—. Me hice unas pruebas
en la mañana. Mi mejor suposición es que tengo un mes.
Cierro los ojos. Dios mío. ¿Un bebé?
Mi bebé.
—Espero que tenga mis ojos —dice.
Abro los míos.
—¿Tus ojos?
—Bueno, ella será una mezcla de ambos después de todo —explica—, y quiero que
tenga tu sonrisa. Eso lo pone parejo, ¿verdad?
Toco su rostro.
—¿Estás segura? ¿Un bebé?
Asiente.
—Estoy segura. —Me mira con cautela y pregunta—. ¿Está bien?
Abro mi boca, pero ninguna palabra sale. ¿Un bebé? Me imagino despertando con un
infante a mitad de la noche, asientos para auto, y caricaturas, y me siento abrumado, pero
extrañamente, me siento… tan jodidamente enamorado de ella y de la idea de su cuerpo
creciendo con mi niño.
Pero quería que tuviera opciones. ¿Realmente quiere esto?
Lo único que sé, es que la quiero a ella. Quiero todo con ella, y deseo, por su bien, que
todavía no lo estuviera, pero lo querría eventualmente.
—Te amo —susurro—. Te amo tanto.
Exhala y sonríe como si hubiera estado conteniendo el aliento todo ese tiempo, y se
coloca sobre mí, a horcajadas.
—Te amo, también. —Me besa, su cuerpo desnudo acoplándose al mío—. Estaba tan
nerviosa. No estaba segura si querías más niños, o…
—Shh, nena —le digo, besándola y sosteniendo su rostro—. Te amo. Es solo… —me
detengo y luego continúo, mirándola a los ojos—, estás atrapada conmigo, ¿no es así?
Me regala una pequeña sonrisa, y tomo su trasero en mis manos.
—He visto muchas veces el amor fracasado, Pike —dice—. Ambos lo hemos visto, ¿no
es así? —Y luego se mueve contra mí, despertando mi cuerpo de inmediato—. Este es de la
buena clase. Cuando lo encuentras, lo conservas. Nada es más importante.
Me pongo duro, mientras ella se mueve contra mí, y tomo su rostro, mirándola a los
ojos.
—¿Me amas? —pregunta.
—Nunca dejaré de amarte.
Se agacha y me besa, cerniendo sus labios sobre los míos.
—Entonces, soy muy afortunada —susurra—. Somos tan afortunados.
Clavo mis manos en ella y la acerco, pero de pronto no hay nada aquí, y abro
los ojos, viendo que mis brazos están vacíos. Era un sueño, y no puedo calmar mi
respiración. Apartando las sabanas, me siento, columpiando mis piernas, y
cubriéndome la cabeza con las manos.
—Mierda —digo ahogadamente. Mi frente está cubierta en sudor.
Todavía estoy duro, sangre pulsando atreves de mi polla, porque todavía
puedo sentir lo que sentía hace dos meses. Daría lo que fuera por tenerla en mis
brazos en este momento.
Levantándome, me pongo los jeans y salgo de la habitación. Paso la habitación
de Cole donde sigue dormido y silenciosamente abro la puerta de Jordan. Su
habitación ha estado cerrada por ocho semanas, y me siento perdido en cuanto
inhalo. Ella está en todas partes, cierro la puerta y enciendo la luz.
Sus revistas Home & Garden están debajo de su cama, y miro su escritorio, mis
ojos moviéndose a la esquina y recordando lo hermosa que estaba esa noche. El
sistema de sonido que Dutch le dio está encima, y camino hacia éste, bajando el
volumen y presionando Play. Reconozco a Bruce Springsteen I’m On Fire saliendo
de las bocinas, y vuelvo a ajustar el volumen, sin querer despertar a Cole.
Camino a la cama, me siento y escucho la canción, mirando alrededor.
No puedo alejarme de ella, y nunca quiero hacerlo. En algún momento pensé
que estaba enamorado de Lindsay, pero no era así. No era como esto.
Y ni siquiera se lo dije. Ella no sabe que la amo.
Nunca pensé que diría esto, pero Cramer tiene razón. La hubiera amado con
todo lo que tenía. Era la indicada para mí. Hubiera llegado lejos para poder hacerla
feliz por el resto de su vida.
Pero lo arruiné.
Mirando alrededor, noto un frasco en su mesa de noche, la etiqueta dice Sueños.
Muevo la mano y lo tomo, estudiando unos pequeños rollos de papel, todos de
diferentes colores y amarrados con hilo dorado dentro del frasco.
Mi corazón retumba en mis oídos, no quiero invadir su privacidad pero
necesito saber, necesito saber que sus sueños no me incluyen o cosas que puedo
darle. Su amor nubla su mente. Lo que escribió aquí, será la verdad.
Abriendo la tapa, dejo caer los rollos sobre la cama y tomo uno. Deslizando el
hilo, mi estómago se retuerce por los nervios mientras desenrollo el primero.
Inventar mi propia tradición de Navidad.
Sonrío débilmente, algo como eso suena exactamente a ella. Es creativa, y
hubiera amado ver con qué salía.
Dejándolo a un lado, tomo otro, lo abro y leo.
Conducir un convertible con la capota abajo en la lluvia.
Sí, puedo verla arrastrándome a hacer algo así, intentando hacer que me
divierta.
Tomando otro rollo, mi sonrisa cae, y mi boca se seca, preparándome de nuevo
para ver algo que quizás no me guste. El pulso de mi cuello se acelera mientras
desenrollo.
Tener una biblioteca en mi casa algún día. Con estantes a la medida, hojas soplando
afuera, y un sillón cómodo con frazadas calientes.
Muevo las cejas y suelto el papel, tomando otro rápidamente.
Me pregunto si puedo hacer que Pike se quede en cama todo el día, en un día de lluvia,
para ver películas.
Te lo garantizo chica, ver películas no sería todo lo que haríamos si nos
quedáramos en cama todo el día.
Desenrollo otro.
Subir a un globo aerostático.
Mi respiración se acelera mientras sigo abriendo papeles, uno detrás del otro.
Adoptar un perro.
¿Cómo haces tu propia cerveza? Me gustaría intentar eso.
Llevar a mis hijos a paseos al lago en los veranos.
Instalar un tendedero en el jardín de mi futura casa. ¡Ya nadie hace eso!
Parpadeo. Acabo de instalar un tendedor. Ella lo tiene ahora.
Continúo.
Correr un maratón.
Tener una cobija en la cajuela para picnics espontáneos.
Ver un desfile.
Aprender a hacer chili.
Ir en cuatro ruedas.
Nadar en el océano.
Llenar la camioneta de Pike con mantas y almohadas e ir a mirar las estrellas.
Sigo leyendo papel tras papel, finalmente sin ser capaz de leer más y
alejándolos.
—Mierda. —Respiro, mis ojos ardiendo.
Puedo darle todo esto. Cada una de esas cosas, sus sueños, la vida que desea,
puedo dárselo. Todo eso.
¿En qué pensaba? ¿Qué ella quería poder, dinero, y fama? ¿Qué dijo en una de
sus primeras noches aquí?
No me importa la boda. Yo solo quiero la vida.
Ella quiere un hogar. Quiere que las personas se amen.
Quería que la quisiera. Es todo lo que quería.
Lágrimas que no dejaré caer brotan de mis ojos.
—¿Qué demonios hice?
Respiro profundamente y lo sostengo mientras tomo la perilla de la puerta de
Grounders. Intenté llamar a Cam, e incluso volví a The Hook pero no pude
encontrarla. Entonces, Shel es, supongo. Estoy seguro que es una pérdida de tiempo,
la mujer me ha odiado desde que me conoció, pero estoy desesperado.
Abriendo la puerta, entro, la música y el olor a comida frita me atrapan
inmediatamente. Shel está detrás del bar con solo tres clientes frente a ella, y miro
alrededor, viendo algunas mesas llenas pero la mayor parte vacías. Es un lunes por
la noche bastante tranquilo.
Trueno mi cuello, preparándome mientras me acerco al bar.
Ella me ve de inmediato y deja de secar el vaso mientras endereza su espalda.
—Cam, ¿puedes servirle a ese hombre? —dice.
Miro al otro extremo y observo a la hermana de Jordan inclinándose sobre éste.
Debe estar cubriendo los turnos de Jordan mientras no está.
Su cabeza descansa en sus manos mientras habla con un cliente, pero en cuanto
sus ojos se encuentran con los míos, se endereza y su sonrisa se desvanece.
Shel comienza a alejarse.
—Espera —digo, deteniéndola—. No voy a quedarme.
—Bien.
—Yo solo…
—No voy a decirte dónde está —me interrumpe.
Veo a Cam observándonos, y respiro profundamente una vez más, dejando
caer mis hombros.
—Solo necesito saber que está bien.
—Ella está bien —responde cortantemente—. Y estará mucho mejor si
permanece alejada de ti y este pueblo.
Me muevo, dejando caer mi voz.
—Necesito verla. Por favor.
—Tú la tuviste.
Sus ojos están casi cubiertos por su largo fleco negro, pero puedo ver el rencor
en ellos bastante bien.
No quiero molestar a Jordan. Se alejó y no he sabido nada de ella, así que eso
me dice que hice lo correcto. Ella está bien, y será más feliz.
Pero yo no. Esto no se ha terminado para mí. Necesitas tú corazón para poder
salir de la cama, caminar, hablar, trabajar, y comer, y ella se lo llevó cuando se fue.
No era mucho, antes que ella apareciera, pero lo que había dentro de mí, se lo llevó.
Soy jodidamente miserable.
—Por favor dile… —me detengo, admitiendo en voz alta lo que temía
admitir—. Que la amo.
Shel no dice nada, y ni siquiera puedo mirarla a los ojos y ver que está
pensando lo que sé es verdad. Lo arruiné.
Estoy a punto de irme cuando Cam se acerca.
—Han pasado dos meses —le dice a Shel—. Y todavía tiene un aspecto de
mierda.
—Ese no es problema de Jordan.
—Y no somos las guardianes de Jordan —responde Cam—. Se fue una vez y
puede volver a alejarse si es lo que decide. No tenemos que protegerla.
Shel duda, me lanza una mirada, y finalmente se da por vencida, caminando
alrededor de Cam al otro lado del bar.
Cam se dirige a mí.
—Mira, no sabemos exactamente dónde está —dice—. Me llama y se reporta
cada pocas semanas. Pero tiene una amiga cuya familia tiene un motel al este de
Virginia. Ha estado intentando que Jordan vaya a visitarla e incluso le ofreció un
trabajo durante un verano. —Duda y luego se encoje de hombros—. Sin mucho
dinero, no puedo imaginar a Jordan yendo a otro lugar.
Virginia. Eso está a doce horas conduciendo. ¿Lo habrá hecho con el VW?
Supongo que si Cam dice que ha estado llamando, está a salvo. Y ésta es la
mejor pista que voy a poder conseguir. Sus clases de otoño inician en una semana, y
si tuviera la intención de regresar ya lo habría hecho, ¿no es así? Querría sus cosas
fuera de mi casa, y tendría que averiguar dónde va a vivir. ¿Estaba planeando
regresar a casa?
Necesito encontrarla. No puedo esperar.
Doy la vuelta pero luego me detengo.
—¿Cuál es el nombre del motel? —le pregunto a Cam.
Pero ella solo suspira.
—Hmmm, no puedo recordarlo —dice, jugando conmigo—. Supongo que si la
quieres lo suficiente, la encontrarás.
Y luego se aleja satisfecha por estarlo haciendo más difícil para mí. Podría
llamar, supongo, pero si logro encontrarla quizás solo me cuelgue. Necesito
encontrarla.
Necesito al menos verla una última vez y decirle que la amo y que ella lo es
todo.
Y que estoy muerto sin ella.
Presiono el ratón, moviendo el seis de corazones rojos y todo debajo de éste al
siete de tréboles negros. Luego abro la nueva carta, presionando dos veces, y viendo
el As moviéndose automáticamente a la casilla libre.
Después de nueve semanas, me he vuelto bastante buena en este juego. Danni
continúa sugiriendo que aprenda póker o blackjack o incluso que comienza a jugar
con personas de todo el mundo, pero no soy tan genial. Me gusta jugar sola. Solo
algo para mantener mi cerebro ocupado. Han sido unas vacaciones agitadas. He
ganado cerca de trescientos cinco juegos de cuatrocientos, y solo perdí esos porque
seguía jugando demasiado tarde y me quedé dormida, haciendo que la batería
muriera.
En realidad me siento un poco patética cuando me permito pensar en cómo he
pasado horas y horas en este hermoso verano. Pero cuando comienzo un nuevo
juego, dejo de pensar al respecto.
Escucho sonar la campana en la puerta del lobby, y miro hacia arriba, viendo
a un hombre joven, en una camisa negra y jeans, entrar y dirigirse al escritorio del
frente.
Me deslizo de mi banco y me levanto. Siempre me pongo nerviosa cuando
llegan clientes tan tarde. El motel se encuentra en una vieja carretera sin muchos
negocios o luces. La mayoría de las personas se quedan con la interestatal,
especialmente cuando está así de oscuro, y los que no lo hacen, me hacen dudar.
Pero bueno, es negocios.
—Hola. —Sonrío—. Bienvenido a The Blue Palms.
Se acerca al mostrador, y mi sonrisa titubea, viendo el enorme tatuaje de alas
en su cuello con las palabras El Demonio No Duerme en tinta negra. Esta es un área
bastante conservadora. No puede ser local.
—Hola. —Se encuentra con mis ojos pero solo por un segundo—. ¿Cuántas
habitaciones vacías tiene?
—Um… —Miro los cubículos y cuento las llaves para asegurarme—. Seis —le
digo.
Asiente, moviendo la mano hacia su bolsillo trasero por su cartera, asumo.
—Tomaré cinco. Por una noche, por favor.
¿Cinco? No creo que hayamos estado así de cerca de Sin Vacantes desde que
llegué aquí. ¿Para qué necesita todas esas habitaciones?
No es que me esté quejando. Necesitamos el negocio.
The Blue Palms, propiedad de mi amiga Danni y su familia, se encuentra casi
en un camino desierto. La nueva interestatal que se terminó hace veinte años hace
difícil el negocio. Las únicas personas que parecían saber dónde estábamos eran los
locales, o las familias de los locales que viajaban para visitar, y los motociclistas en
búsqueda de una experiencia más auténtica rodando por las antiguas carreteras.
Sin embargo, me alegra haber venido a ayudar. Danni me había suplicado por
años para que la visitara, y ha sido un viaje en el tiempo el pasar otro verano con
ella. Ella y yo ganamos una beca para un campamento cuando teníamos doce, y nos
hemos mantenido en contacto desde entonces. Siempre había querido conocer el
lugar de donde provenían muchas de sus historias tontas y sexis.
El cliente me da su identificación, y la tomo.
—Gracias —digo, llevándola al teclado para registrar las habitaciones a su
nombre.
La puerta de repente se vuelve a abrir, la campana suena, y escucho una voz
demandante gritar.
—¡Necesitamos comida!
Miro hacia arriba, viendo a tres mujeres de pie en la puerta y notando a unas
más afuera. No veo a otro hombre. Mis ojos caen a sus atuendos, y comparado con
éstas, la ropa de mi hermana en The Hook parecen prudentes. Cabello, maquillaje,
tacones…
Lanzo la mirada al chico y lo veo parpadear larga y pesadamente, viéndose
ofendido. Levanta los menús de papel que están en la pared y toma algunos de
diferentes lugares.
—¿Estos restaurantes hacen entregas? —pregunta, bajándolos y sacando
billetes de su cartera.
—Sí, todos.
Levanta los menús con el dinero, y una de las chicas entra y le quita todo de
las manos.
—Quiero facturas y el cambio —ordena sin mirarla.
Ella le hace un gesto a su espalda y desaparece junto a las demás.
Me siento obligada a advertirle. Este lugar tiene un código no oficial de
conducta, y Danni es bastante estricta sobre no obedecer. Han estado aquí por
mucho tiempo, pero el pueblo está buscando comprar la propiedad y no quiere
darles ninguna excusa para que quieran desaparecer este lugar.
—Este es un lugar familiar y muy silencioso —le digo, escribiendo lentamente
su nombre y dirección—. No están permitidas las fiestas, solo para que lo sepa…
Me mira, sus ojos marrones oscuros casi divertidos.
—Son mis hermanas —dice.
Reprimo una sonrisa e intento concentrarme una vez más en mi trabajo. Seguro.
Si esas son sus hermanas, entonces yo soy la mamá.
Pero ciertamente parecía bastante fastidiado como un hermano lo estaría,
supongo.
Coloco las llaves sobre el mostrador, con los antiguos llaveros en forma de
diamantes, e imprimo el contrato para que lo firme.
—La alberca cierra a las diez —le digo—. El hielo y las máquinas expendedoras
están entre los dos edificios, y tenemos una lavandería cruzando el camino ahí. —
Lo miro y señalo detrás de él, afuera—. El mostrador está abierto las veinticuatro
horas. Háganos saber si necesita algo. Y serían doscientos ochenta dólares y cuarenta
centavos, por favor.
Pero mientras coloco la pluma sobre el contrato y espero su respuesta, veo que
ni siquiera me había estado escuchando. Está mirando al letrero con las luces de
neón en la pared a su derecha y la frase escrita en cursiva.
Bueno, no se parecen en nada a Billy y yo…
Su expresión severa se transforma en una pequeña sonrisa mientras mira la
señal, tiene una expresión mezclada entre sorpresa y confusión en su rostro, como
si un recuerdo estuviera cruzando su cabeza. Vuelvo a mirar al letrero, la obsesión
de Danni con la música de los 90 es la cruz de mi verano. Es una frase de una canción
de Sheryl Crow, y nunca le pregunté si significaba algo, porque luego pone la
canción, y yo sufro.
—¿Señor? —digo.
Parpadea, girando hacia mí, todavía desorientado por un momento.
—¿Está bien?
Mueve la cabeza y abre de nuevo su billetera.
—¿Cuánto es?
—Doscientos ochenta, y cuarenta y dos —le digo.
Me pasa trescientos dólares, y tenemos un letrero que dice que no aceptamos
billetes mayores de cincuenta, pero viendo la cantidad de dinero en su billetera, no
me siento cómoda al decírselo. Tomo el dinero y le doy el cambio.
Da golpecitos sobre el mostrador mientras espera, y me doy cuenta que está
siguiendo el ritmo de The Distance por Cake que Danni colocó en el altavoz del lobby.
—Oh, no haga eso —bromeo, dándole su cambio—. Alentará al dueño. Estoy
intentado convencerla que su música está alejando a los clientes.
Toma el dinero y me lanza una mirada.
—La música de los noventa es la mejor. Es cuando las personas decían la
verdad.
Curvo la comisura de mis labios, sin querer discutir más. Claramente él bebió
del mismo Kool-Aid que ella.
—Gracias —dice, tomando las llaves.
Le regreso su identificación, y lo observo alejarse. Afuera, reparte las llaves a
las señoritas, y después de un momento, todos se dirigen a sus habitaciones. Estoy
medio tentada a ir a la ventana y ver si va con una de ellas. O las cinco de ellas.
Tengo mucha curiosidad.
—¿Era un cliente? —pregunta Danni detrás de mí, y miró hacia atrás, viéndola
caminar a la oficina. El departamento donde vive con su abuela está detrás de la
oficina, así que es fácil pasar y revisar si se necesita algo.
—Sí —le digo—. Pidió cinco habitaciones para la noche, y está viajando con al
menos media docena de mujeres, así que diviértete con el turno nocturno.
Se burla y camina, tomando el contrato.
—¿Tyler Durden? —Lee su nombre, entrecerrando los ojos por encima de sus
lentes.
Asiento, jalando un cabello de su camisa de franela. Ella incluso se viste como
en los noventa.
—¿No tomaste su identificación? —Me hace una mueca—. Es un nombre falso.
—Su identificación decía Tyler Durden —digo—. ¿Por qué piensas que es un
nombre falso?
—Tyler Durden es el personaje principal en Fight Club —dice, como si fuera
una idiota—. La mejor película de los noventa, y uno de los mejores libros. Es
desconcertante que no sepas eso, Jordan.
Me río, moviendo la cabeza. Ella quizás sea un año mayor que yo, pero estamos
a mundos de distancia en intereses.
Fight Club.
Mi sonrisa se desvanece, y bajo la mirada, regresando a la computadora. He
visto la película, pero ese nombre no me sonaba. Y había visto recientemente la
película también, con Pike…
Trago. Siento un nudo en el pecho. Mierda. Había estado bastante bien las
últimas semanas, girando mi atención a otra parte, para no pensar en él. Había sido
tan difícil al inicio, pero no verlo todos los días lo había vuelto más fácil. Fue correcto
haberme ido como lo hice.
Pero de vez en cuando, aparecía en mi cabeza cuando hacía dip de taco para
Danni durante un largo turno del sábado, o escuchaba una canción o cuando veía
mi impermeable aún con manchas de lodo de cuando jugamos. Ni siquiera he
encendido ninguna vela, porque no sé qué desear cuando tenga que apagarlas.
El desear sentir lo que sentía cuando estaba con él, vuelve a darle poder sobre
mí, pero en el fondo, es lo que todavía quiero.
Sentirme bien una vez más.
Solo que ahora tendrá que ser con alguien más.
—Entonces… —Danni empuja otro banco—. ¿Tus clases de otoño no inician
pronto?
Salgo del juego gratis, evitando su mirada.
—Sí.
Espera a que diga más, pero no estoy segura de qué decir. Mi apoyo financiero
llegó, así que mis clases ya están pagadas y tengo lo suficiente para conseguir un
departamento cuando regrese a casa, pero se siente casi como dar un paso hacia
atrás. Él llamó cuando me fui, pero después de unos días dejó de hacerlo, y no he
escuchado nada desde entonces.
Odio admitirlo, pero me pregunto demasiado qué está haciendo, si está viendo
a alguien más, si me extraña…
Si voy a casa, puede que me encuentre con él. ¿Cómo será?
Estoy orgullosa de mí por mantenerme alejada, pero aun así me siento
avergonzada porque siga en mi cabeza, permaneciendo todo el tiempo. Todavía no
lo supero, y hasta que pueda soplar una vela y tenga algo mejor que desear, no creo
que mi cabeza se encuentre en el lugar adecuado para regresar todavía. Tengo
miedo.
—Sabes que puedes quedarte por siempre —dice Danni—. De verdad. Mi
universidad no es mala. Puedes transferirte.
—Gracias —le digo—. Pero necesito regresar. Sé que tengo que hacerlo. Solo
que no he querido pensar al respecto.
—No quieres verlo.
Me encuentro con sus ojos, sus lentes con borde negro cayendo por su nariz,
de nuevo.
—No quiero ser quien era cuando me fui —aclaro.
—No lo eres. —Recarga su codo sobre el mostrador, descansando la barbilla
en su mano—. Tienes permitido estar herida. Pero no le permitiste derrumbarte —
señala—. Eso es lo que nos hace fuertes. No lo has llamado, y nos hemos divertido.
No arruinó tu verano, porque no se lo permitiste.
Sí. Nos emborrachamos en el estanque, cantando mala música mientras
conducíamos por el pueblo en su Pontiac Sunbird convertible del ’92, y tuvimos unas
fiestas de piscina donde me reí un poco.
—Y no es como si me hubiera rastreado tampoco, entonces… —le digo—.
Supongo que ambos sabíamos que era tiempo prestado. Era solo una aventura. Él
tenía razón.
Una aventura.
Una buena historia que me divertirá mirando en retrospectiva cuando ya no lo
ame, y pueda apreciarlo por el sexo que fue.
Siento sus ojos sobre mí, porque sabe que estoy mintiéndome a mí misma, pero
como una amiga, me permite zambullirme en mi engaño. A veces se necesitan
mentiras para sobrevivir, porque la verdad lastima demasiado.
Quizás transferirme sea una buena idea después de todo.
Me levanto.
—La impresora necesita papel —le digo.
Y sin mirarla, camino a la oficina de atrás, apartando el ardor de mis ojos antes
que lo vea. No voy a llorar. No pudo esconderme por siempre aquí, después de todo.
Northridge es mi hogar, mi familia está ahí, y tengo que regresar a la escuela en
algún momento. Puedo hacerlo.
—Hola —dice Danni alegremente a alguien—. Bienvenido a The Blue Palms.
Me río. The Blue Palms son un conjunto de palmeras neones afuera que no son
reales y ciertamente no son originarias de Virginia. Pero me gustan los colores
tropicales del lugar, los rosas y azules antiguos, y el encanto playero de la vieja
escuela. Puede que no tenga las comodidades de grandes hoteles, pero es privado,
limpio, y nostálgico. Tiene su encanto.
—Uh, gracias —dice una voz masculina—. Um…
Abro el gabinete, tomando un paquete de hojas. Sus voces suenan ahogadas en
el lobby. Espero que solo necesite una habitación, porque por primera vez, estamos
casi agotados.
—¿Jordan Hadley? —dice Danni más fuerte como si estuviera repitiendo.
Me detengo con el papel en mi brazo y el gabinete todavía abierto.
—Sí —contesta el hombre, y me acerco un poco más a la puerta para escuchar
mejor—. Lamento molestarte. ¿Ella trabaja aquí? Me dijeron que trabajaba en un
motel en el área, y he estado casi en todas partes.
La vena en mi cuello salta, y apenas puedo conseguir respirar lentamente.
—¿Y tú eres? —pregunta Danni.
—Pike Lawson —responde—. Un amigo.
Mis brazos se debilitan, y casi suelto el paquete de papel.
—Pike… —repite Danni—. ¿Cómo en Buffy the Vampire Slayer?
—¿Perdón?
—¿Clásico de culto de 1992? —explica Danni—. ¿Luke Perry? ¿Su nombre es
Pike en la película?
Normalmente me burlaría de su diarrea verbal, pero mi cabeza está nadando
y mi estómago está saltando. ¿Está aquí? ¿Realmente está aquí?
Hay silencio por un momento, y luego Pike pregunta.
—Entonces, ¿Jordan trabaja aquí? Realmente necesito verla.
Suena tan vulnerable, su voz hace que me dé cuenta de que lo extraño más de
lo que pensé.
Pero de algún modo, en el interior, mi fuerza crece y enderezo mi espalda, lista
para mostrarle que no voy a esconderme de él. No sé porque está aquí, pero si intenta
hacer demandas una vez más como cuando intenté regresar con mi papá, no creo
que me sea difícil enfrentarlo. Él no me dirá que hacer.
No importa qué tan fuerte lo intente.
Apareciendo detrás de la esquina, entro al lobby, viendo a Pike de pie del otro
lado del mostrador. Su mirada inmediatamente se fija en la mía.
Inhala, y solo me mira. Su cuerpo está rígido.
Observo su camiseta negra y su bronceado, como si hubiera tenido un verano
completo trabajando afuera, y mi corazón da un vuelco al ver esos penetrantes y
cálidos ojos avellana y sus grandes manos que me levantaron y cargaron media
docena de veces. Se ve más alto, pero por supuesto sé que no ha crecido.
Danni salta de su banco.
—Yo solo… iré a ver a mi abuela —dice y silenciosamente camina por mi lado,
a su departamento.
Pike está entre la puerta y el escritorio, con sus manos hechos puños a un
costado y pareciendo que va a moverse al frente pero no lo hace.
Camino al escritorio y bajo el papel.
—¿Qué? —pregunto.
Pero de nuevo, él sigue ahí como si estuviera en un trance.
La parte de atrás de mi cuello comienza a sudar, y me estoy poniendo nerviosa.
¿Por qué está parado ahí, mirándome?
—¿Qué quieres? —presiono en tono cortante.
Abre su boca, pero luego la cierra y traga.
—Pike, Jesús…
—El día que te fuiste —suelta, y me detengo.
Espero, escuchando mientras una mirada de temor cruza sus ojos.
—La casa estaba tan vacía —continúa—. Como un silencio que nunca antes
había estado ahí. No podía escuchar tus pasos arriba o tu secadora o anticipar tu
entrada a la habitación. Ya no estabas. Todo se había… —baja la mirada—, ido.
Tengo un nudo en mi garganta y siento las lágrimas amenazantes, pero tenso
mi mandíbula, rehusándome a dejarlas ir.
—Pero todavía podía sentirte —susurra—. Todavía estabas en todas partes. El
contenedor de galletas en el refrigerador, el protector de salpicaduras que elegiste,
la manera en que colocaste mis fotografías en el lugar incorrecto después que
sacudiste mi librero. —Sonríe—. Pero no podía reorganizarlas, porque tú fuiste la
última en tocarlas, y quería todo de la forma en que lo dejaste.
Mi barbilla tiembla, y cruzo los brazos sobre mi pecho para esconder mis
puños.
Se detiene y luego continúa.
—Nada volvería a ser de la forma en que era antes que llegaras a mi casa. No
quería que lo fuera. —Sacude la cabeza—. Iba a trabajar, regresaba a casa, y me
quedaba ahí cada noche y cada fin de semana, porque ahí es donde estábamos
juntos. Era donde aún podía sentirte. —Se acerca. Bajando su voz—. Ahí era donde
podía enredarme en ti, y aferrarme hasta el último hilo en esa casa que demostraba
que fuiste mía solo por un momento.
Su tono se vuelve denso, y veo sus ojos llenarse de lágrimas.
—Ralamente pensé que estaba haciendo lo que era mejor —dice, frunciendo el
entrecejo—. Pensé que estaba aprovechándome de ti, porque eres joven y hermosa
y tan alegre y llena de esperanza a pesar de todo por lo que has pasado. Tú hiciste
que sintiera que el mundo fuera un lugar grande de nuevo.
Mi respiración tiembla, y no sé qué hacer. Odio que esté aquí. Odio amar que
esté aquí. Lo odio.
—No podía robar tu vida y tenerte solo para mí, ¿sabes? —explica—. Pero
entonces, me di cuenta que no eras feliz y llena de esperanzas, o me hacías sentir
bien porque eres joven. Tú eres esas cosas y eres capaz de esas cosas porque eres una
buena persona. Es quien eres tú.
Una lágrima cae, deslizándose por mi mejilla.
—Nena —susurra, sus manos temblando—. Espero que me ames, porque te
amo como loco, y voy a quererte por el resto de mi vida. Intenté mantenerme alejado
porque pensé que era lo correcto, pero no puedo. Te necesito, y te amo. Esto no va a
suceder dos veces, y no volveré a ser estúpido. Lo prometo.
Mi barbilla tiembla, y algo se atora en mi garganta, e intento contenerme pero
no puedo. Mi rosto se quiebra, y me derrumbo, dándole la espalda. Las lágrimas
llegan como una maldita cascada, y lo odio. Lo odio.
Sus brazos me envuelven en un segundo y me abraza desde atrás, enterrando
su rostro en mi cuello.
—Lamento que me tomara tanto tiempo —susurra en mi oreja.
—Así fue. —Lloro—. Te tomó demasiado tiempo.
—Te compensaré. —Me gira y toma mi rostro, presionando sus labios en mi
oreja—. Lo prometo.
Me sostiene por un momento, y mi orgullo me dice que no me deje llevar. Que
no lo deje entrar y no más segundas oportunidades.
Pero no estoy completamente segura de que no haría lo mismo si estuviera en
sus zapatos. Cole, Lindsay, Shel, mi hermana, Dutch, todo el vecindario… ellos
hablarán. Algunos lo juzgarán por esto. Su temor es justificado.
Pero ellos no saben. No saben lo afortunados que somos y lo bueno que es esto.
Lo amo.
Me aparto y limpio mis lágrimas en su camiseta.
—Y no coloqué los marcos en el lugar incorrecto —le digo—. Ahí es donde
siempre pertenecían.
Se ríe, secando las lágrimas de mi rostro, y acercándome para besarme. Todo
regresa a mi memoria —su boca, suave pero fuerte, y su sabor—, y le devuelvo el
beso, levantándome de puntillas para profundizarlo.
—¿Necesitan una habitación? —interrumpe alguien—. Vinieron al lugar
correcto.
Me vuelvo a apartar, y Pike se aclara la garganta mientras Danni entra y se
sienta en su banco.
—Pike, esta es Danni —digo—. Danni, Pike.
—Encantada de conocerte —contesta.
—Sí, igualmente. —Levanta su mano y la sacuden.
—Entonces, ¿quieren una habitación? —pregunta nuevamente—. ¿La casa
invita?
Saca la última llave del cubículo y la levanta.
Pike se mueve hacia adelante, tomándola.
—Gracias. De verdad. Eso sería genial.
Ella desvía su mirada a mí, y puedo ver que está buscando confirmación de
que todo está bien. Asiento, tranquilizándola.
—Bueno, tengan una buena noche —nos dice—. Los veré en la mañana.
Pike toma mi mano, y caminamos afuera. El húmedo aire de agosto comienza
a humedecer mis brazos. Él me toma como si fuera a perderme mientras caminamos
a su camioneta y toma su bolsa y un pequeño paquete. Me río, viendo todavía lodo
en la puerta y llantas.
Caminado a la habitación, paso las cinco que asigné para “Tyler” y sus chicas,
y puedo escuchar música, charla, y risas en el interior de varias. Pasamos otra
habitación con las cortinas cerradas, pero la luz de la televisión atraviesa la tela.
En la acera, Peter, uno de los regulares, camina hacia la máquina de sodas con
una espada atada a su espalda desnuda y usando sus pantalones de cuero negro.
—¿Qué demonios es eso? —murmura Pike, mirándolo.
—Ese es Peter —digo, admirando el cabello negro que se mueve casi hasta su
cintura—. Viene cada fin de semana a LARPing.
Pike frunce el ceño y me mira.
—Juegos de Rol de Acción en Vivo —explico—. A veces trae a una hermosa
princesa Elfo, y se vuelven traviesos. Puedes escucharlos a través de las paredes.
Resopla mientras llegamos a nuestra habitación, y abre la puerta. Entro y me
dirijo a la mesa de noche, encendiendo la lámpara, mientras cierra y coloca el seguro
a la puerta.
—¿Puedo llevarte a casa mañana? —pregunta—. Estoy ansioso.
Lo miro.
—¿Ansioso de qué?
Solo me regala una sonrisa.
—De todo, supongo.
Me lanza una pequeña caja, y estiro el brazo, atrapándola.
—¿Qué es? —pregunto.
—Ábrelo.
Camino al lavabo frente al espejo, rompiendo la cinta y abro la caja. Saco tres
cintas de casete, e inmediatamente sonrío.
—Te encontré algo de música de los 80 que puedo soportar —dice, acercándose
a por detrás mí mientras inspecciono las nuevas adiciones a mi colección.
—AC/DC —leo la etiqueta—. Metallica… Beastie Boys.
Lo miro, y se agacha para besarme. Cierro los ojos, sintiéndome mareada. Me
pregunto por cuántos problemas pasó para encontrarlas. Espero que muchos.
Golpeo su lengua con la mía, el beso volviéndose más caliente y fuerte, y
muevo las manos, tomando su cuello, sin dejarlo ir.
Toma aire por sus dientes, y puedo sentir como se endurece en sus jeans.
—Bebé, he estado por toda la jodida Virginia. —Jadea—. Necesito una ducha.
—Tomaremos una más tarde —digo, recordando nuestra aventura en la mesa
de la cocina hace dos meses cuando quería ducharse primero.
Dejo caer las cintas sobre mostrador, y presiono mi espalda contra de él,
gimiendo.
Me besa y me aparta un poco solo para mirarme a los ojos.
—No ha existido nadie desde que te fuiste —me dice.
Parpadeo.
—Lo sé. Aunque, no puedo decir lo mismo.
Su rostro cae, y su mandíbula se tensa.
Lo inmovilizo con ojos de arrepentimiento.
—Te extrañaba, así que bebí en poco el cuatro de julio, y tuve un pequeño
encuentro con la esquina del escritorio en la habitación 108 —le digo—. Fue bastante
ardiente.
Comienza a reír, su cuerpo temblando detrás del mío.
En realidad, no hice eso, pero me sentí tentada algunas veces. Aunque, cuando
cierro los ojos, solo lo veo a él, y se sentía patético masturbarse por un chico al que
no sabía si me quería.
Entonces, he sido casta, y ahora estoy lista para ponerme salvaje.
Dándome la vuelta, me levanta, y coloco mis piernas alrededor de su cintura
mientras me lleva a la cama. Dejándome caer, se saca su camisa y me mira fijamente
mientras se desabrocha el cinturón.
Sin embargo, de repente, un muy fuerte y rápido golpeteo, llega contra la pared
detrás de nuestra cama, y estridentes gemidos y chillidos atraviesan las paredes.
Ambos nos detenemos, y escuchamos mientras Peter y su princesa están en ello en
la habitación de al lado, golpeando su cabecera contra la nuestra y empujándola
hacia delante y hacia atrás.
Sus ojos se amplían.
—Oh, son ruidosos.
Síp.
Luego me mira, con un aire travieso en sus ojos.
—Podemos acabar con ellos. —Y luego me toma de los tobillos, jalándome al
final de la cama, y chillo mientras se coloca sobre mí.
Un año después
—¡Aprenderé por mi cuenta si dejas de revisar hasta el último detalle! —regaño
a Pike, intentando apartar sus manos de mis manillares.
Está sentado detrás de mí en mi nuevo cuadriciclo y pisa el acelerador,
impulsándonos fuera del desfiladero y el barro. Jadeo, recostándome contra él y mi
estómago cae a mis pies mientras aferro sus antebrazos para estabilizarme. Me rio.
—Bueno, si llevaras el casco… —dice.
—Pero no puedo ver con el casco.
Estamos enlodándonos. No es como si estuviéramos yendo a una velocidad de
cincuenta y seis kilómetros por hora ahí fuera. No necesito un casco para esto. Y
además, sólo estoy aprendiendo a usar el cuadriciclo hoy. Tendrá suerte si subo a
diecinueve kilómetros por hora.
Pero si no llevo el casco, entonces no me dejará conducirlo sola hasta que haya
recibido una instrucción apropiada. De ahí la lección de conducción.
Aceleramos a través de la ladera, el barro salpica por todo mi nuevo cuadriciclo
rojo, mis botas y jeans. También siento unas gotas de algo frío aterrizar
periódicamente en mi cabello, apartado de mi rostro con una gorra de baseball, y en
mi camiseta.
Mis exámenes finales han terminado esta semana, y he tenido dolores de
cabeza por falta de sueño sin parar, pero me siento mucho mejor hoy. Me alegra que
me sorprendiera con esto. Un día de él, diversión y aire fresco es todo lo que
necesitaba.
Ha sido tan bueno a través de mi malhumor durante el último par de semanas
mientras estudiaba, haciéndome aperitivos y siendo bueno al no distraerme
mientras terminaba el trabajo.
Aunque vino a la biblioteca —mi viejo dormitorio— y me tentó con un rapidito
aquí y allá bajo la pretensión que necesitaba un descanso del estudio.
Sí, de acuerdo.
Sonrío, recordándolo entrar mientras tenía la nariz enterrada en un libro,
quitarse su camiseta y decirme que va a tomar una ducha, pero sé lo que realmente
quiere, porque sabe que la vista de él con solo sus jeans es mi jodido porno. No puse
pelea. Nunca lo hago. Lo deseo tanto como él a mí.
Pero ahora los finales han terminado y también las clases hasta el próximo
otoño, y soy toda suya.
Su camioneta está estacionada delante, y su cuadriciclo todavía está en el tráiler
unido, limpio y brillando como nuevo.
Se detiene y apaga el motor, enterrando sus labios en mi cuello y besándome.
—Tengo un regalo para ti —se burla.
Vuelvo mi cabeza, rozando su mejilla con mis labios.
—Ya me diste mi regalo. —Paso mis dedos por los manillares de mi nuevo
cuadriciclo y también recuerdo el orgasmo que tuve a las seis de la mañana. Ha sido
un muy buen cumpleaños hasta ahora.
—En realidad, el cuadriciclo era solo una excusa para comprarme uno —
explica.
Mordisqueo su mandíbula.
—Entonces, ¿qué es? ¿Más antigüedades para mi colección?
—Las cintas de casete no son antigüedades, Jordan —declara con firmeza.
Me rio.
—Tienes razón, tienes razón. Son consideradas clásicas. Como los autos de más
de treinta años. ¡Como tú! —trino—. Eres clásico.
Pone su mano sobre mi boca, amortiguando mi risa y sacudiendo la cabeza. No
está ofendido por mi broma. Solo me burlo sobre su edad porque todavía piensa que
es un problema, y estoy intentando aligerar el humor.
Y para algunas personas en la ciudad, es extraño. Pero no significan nada para
nosotros. Cole, mi hermana y Shel han llegado a estar de acuerdo, no obstante Cole
un poco más lento que los otros, pero son todo lo que importa.
Muerdo sus dedos, jugando, pero de repente, sostiene una pequeña caja de
cuero negro frente a mí y me detengo.
Mi rostro cae y ya no me rio.
Bajando su mano de mi rostro, permanece en silencio mientras miro fijamente
la caja. Un millón de diferentes pensamientos recorren mi cabeza ahora mismo, pero
apenas puedo oírlos porque el pulso en mis oídos es ensordecedor.
Oh, Dios mío. No es un… anillo, ¿cierto? Quiero decir, no hemos hablado sobre
esto.
Siempre esperé que llegara a esto, pero Pike no da grandes pasos sin un poco
de ayuda. No tenía ni idea…
Extendiendo la mano lentamente, tomo la caja y la abro. Mi boca está tan seca
como un desierto, cuando veo el anillo de diamantes dentro.
Lágrimas pican en mis ojos y mi boca se abre.
Es una rosa. Como las de mi pastel de cumpleaños que me compró el año
pasado y las flores que planté alrededor de la casa esta primavera. Un diamante
enorme se asienta en medio de los pétalos de platino, adornados con pequeñas
piedras, y es diferente de cualquier cosa que haya visto jamás. Hermoso y especial y
completamente mío.
¿Quiere casarse conmigo?
Dejo escapar un pequeño sollozo, abrumada.
—¿Te estás burlando de mí ahora mismo? —espeto—. ¡Estoy cubierta de barro!
¿Está haciendo esto ahora? ¿Cuando hubo cientos de cenas y desayunos en la
cama este último año cuando estaba linda y limpia?
Su pecho se sacude con una risa detrás de mí y envuelve su brazo en mi cintura.
—Eres hermosa.
Paso mi pulgar sobre la enorme piedra. Es real. Todo esto es real.
—He estado planeando esto por un largo tiempo —dice—. Creerías que sabría
qué quería hacer o decir, pero no puedo pensar en nada ahora mismo. —Su aliento
cae por mi cabello mientras susurra—: Supongo que debí haberme puesto sobre una
rodilla, ¿eh?
—No, no me sueltes. —Mi voz tiembla.
Trago el bulto en mi garganta y saco el anillo, bajando la caja y probándomelo.
La fría banda se desliza perfectamente y tomo su mano, poniéndola sobre el manillar
de nuevo con la mía encima.
Su dedo todavía no tiene un anillo cuando entrelazo nuestras manos.
Pero lo hará.
Mi corazón se hincha como si fuera demasiado para que mi pecho lo
contuviera, y estoy sin palabras. Ciertamente me sorprendió. No puedo creer que
hiciera esto sin darme ni una pista de lo que había preparado.
Miro nuestras manos unidas, recostándome contra él e incluso más excitada
ahora por todo lo que está por venir. Creo que parte de mí —una pequeña parte—,
todavía estaba esperando por él. Siempre estaba en lo profundo de mi mente, ese
miedo a que todavía pudiera verme demasiado joven o no preparada para esto o él,
pero tiene que saber…
Soy feliz cada día. No hay nada que se sienta mejor que él.
Una pocas gotas de lluvia golpean mis brazos, las nubes por encima
oscureciéndose, y finalmente encuentro mi aliento, inhalando profundamente.
—Entonces, vas a decir “sí” o… —Su voz se desvanece.
Sonrío ante la pizca de miedo que oigo en su voz ante mi silencio.
—Sí. —Me vuelvo y lo beso—. Me haces tan feliz. Te amo.
Presiona su frente contra la mía.
—Te amo tanto que duele, nena.
Su boca se hunde en la mía de nuevo y toma mi rostro en sus manos,
besándome y provocando a mi lengua a donde lo siento en todas partes. Mi aliento
se vuelve irregular y estoy a punto de sugerir que llevemos esto a la camioneta, ya
que estamos completamente solos aquí, pero la lluvia aumenta, golpeando mi
cuerpo mucho más rápido ahora.
Rompo el beso y alzo la mirada, entrecerrando los ojos contra la lluvia para ver
las nubes de tormenta por encima. Las tormentas de verano están empezando
temprano este año.
Desmonta, ayudándome, y ambos trotamos hacia el lado del pasajero de la
camioneta, abre mi puerta para mí.
—¿Podemos hacerlo hoy? —pregunto, apartando mi nuevo casco sin usar de
mi asiento y dejándolo en el suelo.
—¿Casarnos? —pregunta—. Realmente no te importa la boda, ¿cierto?
Echo un vistazo para verlo sonriéndome mientras se quita su camiseta
embarrada y la arroja a la cama de la camioneta.
Me paro en la puerta abierta y me encojo de hombros. Al crecer, nunca se me
ocurrió preocuparme por una fiesta y ropa elegante. Cuando otras mujeres jóvenes
soñaban con los colores y los vestidos de damas de honor, solo quería todo lo que
venía después de eso. El marido, los hijos, la casa con el olor a galletas después de
la escuela, picnics y viajes por carretera…
Subo el escalón, a punto de entrar en la camioneta, pero tira de mí y me vuelve
contra él. Caigo contra su pecho desnudo, mis pies todavía plantados en el escalón,
y rodeo su cuello con mis brazos.
—Como que sí me preocupo por eso —admite, encogiéndose un poco como si
se disculpara—. Nunca he estado casado antes, ¿sabes? Me encantaría verte en un
vestido.
Ahora, ¿cómo puedo decir que no a eso? Asiento, besándolo de nuevo. En
realidad, podría ser divertido. ¿Fotos de compromiso en el barro? Sí, por favor.
—Estaba pensando en México —me dice, mirándome—. ¿Una playa en el mar
de Cortés y solo tú, yo y nuestras personas cercanas?
Sonrío.
—Diablos, sí.
Suena a lo que nos gusta. Tranquilo, privado y perfecto. Y no mentiría si dijera
que me entusiasma ir a algún lugar que nunca he visto. Apenas he estado fuera de
esta ciudad, y la idea de tener que conseguir un pasaporte me emociona tanto como
tener que comprar ese vestido por el que Pike va a morir cuando me vea con él.
Ya estoy burbujeando con excitación ante la mirada que espero ver en su rostro.
Me mira, guardando silencio y sus ojos serios.
—¿Vas a querer hijos? —pregunta.
Mi corazón late con fuera, sabiendo que esto es potencialmente un tema
sensible.
—¿Uno, al menos? —menciono, tímida—. ¿Eso está bien?
Entiendo que empezar de nuevo es un mucho que pedirle, pero me encantaría
tener a su bebé.
Con el tiempo.
Para mi sorpresa, apenas duda antes de asentir.
—Estoy bien con ello —responde—. Aunque, no puedo esperar demasiado, o
recibiré el descuento por persona mayor en la cena de graduación del niño.
Estallo en risas.
—Sin embargo, después que te gradúes —me dice—, está en marcha, ¿de
acuerdo?
—De acuerdo.
Me siento en el asiento y me quito las botas embarradas, tirándolas en la cama
de la camioneta con la camiseta de Pike, y me quito mi gorra, mi cabello cayendo
alrededor de mi rostro.
—Sabes… —empiezo—. Estoy un poco nerviosa.
—¿Oh?
Niego, chasqueando la lengua.
—Casarme con un hombre mayor con mucha más experiencia…
Se acerca a mí, agarrando mis caderas y tirando de mí al borde del asiento y
hacia él. Paso mi mano por su pecho desnudo.
—No necesito que mi esposa sepa lo que les gusta a otros hombres —declara—
. Solo lo que me gusta.
Mis cejas se alzan, teniendo una idea. Lentamente, desabotono la camisa de
franela que llevo y veo sus ojos ensancharse cuando ve que no llevo nada debajo. La
abro ligeramente, invitando a sus ojos a posarse en mis pechos desnudos.
—¿Y qué te gusta? —lo provoco como esa noche en la cocina cuando le puse
una tirita en el dedo.
Su mirada está posada en mi pecho y dejo que la camisa caiga por mis brazos,
mis pezones están duros por el frío de la lluvia en el aire.
Dejo caer mi voz a un susurro.
—Creo que necesito más práctica.
Sus ojos se oscurecen y se llenan de deseo mientras me mira. Impulsándose en
el escalón, entra en la camioneta y fuera de la lluvia, bajando su cuerpo sobre el mío.
Caigo hacia atrás en el asiento, abriendo mis piernas para él mientras trabajo en
desabrochar su cinturón.
Nuestros labios se ciernen sobre los del otro.
—Lo que sea que la cumpleañera quiera —susurra.
Nueve años después
Un trueno perfora el silencio y despierto con un parpadeo mientras los rayos
destellan en la habitación. Suspiro, frotándome los ojos con mi pulgar e índice.
Más lluvia, maldita sea.
Nop. No es mi trabajo preocuparme por ello durante las siguientes dos
semanas, así que no voy a hacerlo. Dutch puede encargarse, tengo que creer eso.
Jordan y yo nos vamos en la mañana y él está a cargo mientras no estoy. Le
prometí que ella y los chicos tendrían mi completa atención mientras estamos lejos,
siempre y cuando deje su ordenador portátil en casa y tampoco intente trabajar en
nada. El problema con ella es que su trabajo también es su afición, así que en parte
me siento mal pidiéndole que se aleje de algo que ama.
Pero tiene razón. Los niños necesitan vernos sin nuestros ojos enterrados en
alguna pantalla.
Vuelvo mi cabeza, bajando la mirada a ella junto a mí. Está acurrucada de
costado, su nariz y labios enterrados en mi brazo con una mano sobre mi pecho y
hombro. Su cabello largo hasta los hombros está extendido por la almohada y bajo
la mano y levanto la sábana sobre sus piernas desnudas y bragas blancas. Lleva la
camiseta amarilla que compró en nuestra luna de miel en México, y todavía no
puedo decir que está embarazada de cuatro meses con nuestro segundo hijo.
Nuestro primero, Jake, está dormido en su habitación por el pasillo. Jake Ryan
Lawson. Le puso el nombre de algún tipo de una película adolescente de los ochenta,
pero eso no se le digo a la gente. Ella puede decirles, pero yo ciertamente no voy a
hacerlo.
Pongo mi mano en su muslo y miro fijamente al techo.
Tengo cuarenta y ocho años. ¿Qué asuntos tengo con un hijo de seis años y otro
niño en camino?
Pero maldición, soy feliz.
El repiqueteo de la lluvia golpea los cristales de la ventana y siento a Jordan
respirando muy pacíficamente a mi lado. Cierro los ojos. Mía. Mi casa, mi esposa, mi
familia… mía. A veces, estoy tan abrumado por cuán afortunado soy, que no puedo
entender que todo esto es real. Todavía no puedo dejar de alcanzarla cuando está
cerca o dejar de ser ansioso cuando entro en la cama por la noche, sabiendo que al
fin estamos solos.
De repente recuerdo la ropa secándose en la cuerda del patio trasero y salto de
la cama.
—Mierda —murmuro, poniéndome unos pantalones.
Saliendo de la habitación, camino por el pasillo deteniéndome ante la puerta
de Jake, y la abro silenciosamente. Duerme en su cama, mientras que el hijo de Cole,
Parker, está desmayado junto a él. Ambos se ven como una telaraña de brazos y
piernas y me rio en voz baja. Les hemos explicado que Jake es el hermano de Cole,
lo cual lo convierte en el tío de Parker, pero es difícil para ellos darle sentido a algo
como eso cuando tienen la misma edad.
Sin embargo, mi pecho se aprieta cada vez que los veo así. Mi hijo y mi nieto
son más como hermanos, y realmente me importa una mierda si parece extraño para
otros, porque somos una familia afortunada.
Cole conoció a su esposa, Kotori, cuando estuvo en Okinawa, y ambos están
actualmente atendiendo a alguna convención a la que su compañía la envió en Las
Vegas. Invitamos a Parker a unírsenos por un par de semanas, así podrían ir por su
cuenta.
Cerrando la puerta, bajo las escaleras, pasando por todas la fotos familiares en
las paredes, en la mayoría de las cuales estoy, y cruzo la cocina hacia el cuarto de
lavandería. Agarro una cesta de mimbre de la secadora y salgo al patio trasero. La
lluvia es poca, pero golpea mi espalda como pequeños dardos, afilados y rápidos.
Corro hacia el tendedero y empiezo a quitar las toallas de playa y cualquier otra ropa
de último minuto que Jordan quiso lavar para guardar en las maletas.
Probablemente tenemos más que suficiente empacado para el viaje por carretera por
el norte, pero mi suerte, llegaremos a la casa del lago y estará molesta durante dos
semanas porque no tiene aquella camiseta rosa que va mejor con las zapatillas que
compró esa vez en aquel viaje.
Quito la ropa, metiendo las pinzas en la bolsa, y llevo la cesta dentro. Abriendo
la secadora, meto todo y enciendo la máquina, asegurándome que esté lista para
cuando nos despertemos por la mañana.
Dirigiéndome de nuevo arriba, cierro la puerta de nuestro dormitorio y subo a
la cama, Jordan me encuentra de inmediato en su sueño y se acurruca. La rodeo con
mi brazo.
—¿Todo bien? —pregunta suavemente.
—Sí. —Beso su frente, poniendo las sábanas sobre nosotros—. Vuelve a dormir.
Gran día mañana.
—Sabes que no puedo dormir durante las tormentas.
Mi pecho se sacude con una risa, porque es tan mentirosa. Este asunto de
dormir durante las tormentas nunca ha sido un problema en nuestra cama. Duerme
como una muerta a mi lado, y me enorgullezco mucho por ese hecho.
De repente quiero ver su rostro, así que alcanzo las cerillas con mi mano libre,
prendiendo una y encendiendo la vela sobre la mesita de noche. Apagando la cerilla,
la habitación brilla con una luz suave, y bajo la mirada a su rostro, todavía en
sombras pero un poco más visible ahora.
Sus largas pestañas y hermosa piel. Sus labios rosas que he besado miles de
veces durante miles de horas. Su cuerpo que he amado durante diez años y en un
millón diferente de maneras. Pensarías que estaría acostumbrado a ella ahora, pero
mi polla empieza a endurecerse ante el solo pensamiento de ella sobre mí de nuevo.
Su cabeza se alza y mira alrededor, sobresaltada.
—Oh, la ropa —suelta.
—Ya me ocupé —le digo, palmeando su pierna para calmarla—. No te
preocupes.
Se relaja, asintiendo y bostezando al mismo tiempo.
—¿Los niños están bien? —pregunta, poniendo su cabeza de nuevo en mi
pecho.
—Síp. Durmiendo como troncos.
Froto su espalda, intentando calmarla para dormir y siento su pierna cubrir la
mía. Aprieto mis dientes, la calidez entre sus muslos filtrándose a los míos ahora.
Mi ingle pulsa.
—¿Estás nerviosa? —susurro.
—Un poco.
Hará una presentación en la apertura de los jardines botánicos que diseñó para
el nuevo museo en Rockford, mañana. Después de la universidad, trabajó para una
firma durante varios años, pero decidió empezar su propio negocio el año pasado.
El museo fue su primer y gran proyecto en solitario, y los clientes no solo están
extremadamente complacidos con su trabajo, sino que esto ha traído varios
proyectos ya. Es una artista.
Pero una que odia hablar en público, así que estoy pensando que será doloroso
pero breve mañana.
—Solo recuerda. —Beso su cabello—. Subimos al auto y nos ponemos en
camino después.
Sus brazos se aprietan a mi alrededor.
—No puedo esperar.
Después de la presentación, vamos a Minnesota donde alquilamos una casa
del lago durante dos semanas. Su hermana Cam y el último de una lista de novios
ricos, también alquilaron una casa cerca, así que van a llevar a su hijo, y tendremos
compañía cuando nos apetezca.
Y alguien para llevarse a los niños por una noche cuando no lo hagamos.
Sus dedos trazan mi pecho y arrastra sus uñas ligeramente por mi estómago.
Mi cuerpo empieza a volver a la vida bajo mi piel, y no creo que pueda dormir hasta
que lo saque de mi sistema.
—Entonces, ¿estás despierta ahora? —me burlo.
Asiente.
—¿Tú?
—Es difícil dormir cuando haces eso.
Se ríe y se alza, deslizando una pierna sobre mi cuerpo y montándome a
horcajadas.
—Oh, qué bien.
Se quita su camiseta y de inmediato toco su estómago, sintiendo el duro y
pequeño bulto donde mi hijo o hija está.
Me sonríe, inclina su cabeza juguetonamente, y todavía veo a esa chica
arrastrándose por el suelo del cine cada vez que la miro. Me tenía incluso entonces.
—Te amo —digo.
Bajando, se cierne sobre mí, mirándome a los ojos mientras mi mano va a su
pecho.
—Oh, espera. —Se incorpora y se inclina para apagar la vela.
—No, déjala encendida —gimo, rodando mis caderas contra ella—. Quiero
verte.
Baja la mirada hacia mí.
—¿Bloqueaste la puerta?
Hago una mueca.
—Mierda.
¿Por qué olvidé eso? Solo he tenido hijos durante la mitad de mi vida.
—No podemos dejar que echen un vistazo, ¿no es así? —regaña, pero me
sonríe.
Inclinándose de nuevo, cierra los ojos, hace una pausa momentánea, pensando,
y luego los abre de nuevo, soplando la vela suavemente. La habitación se oscurece
excepto por la luz de luna atravesando la lluvia brillando en la pared de nuestro
dormitorio, y veo su contorno bajar de nuevo sobre mí.
Aprieto sus caderas, sintiéndola frotarse contra mí.
—¿Alguna vez vas a decirme lo que deseas? —pregunto.
Me besa, susurrando contra mis labios:
—Trae mala suerte decirlo.
Se mueve a mi cuello, arqueo mi cabeza y cierro los ojos, dejándola entrar.
—Pero lo diré —continúa, mordisqueando mi mandíbula—. Siempre deseo la
misma cosa, y cada día se vuelve realidad.
Penélope Douglas es una escritora y profesora de
Las Vegas.
Nacida en Dubuque, Iowa, es la mayor de cinco
hermanos. Penélope asistió a la Universidad del Norte de
Iowa, obteniendo una licenciatura en Administración
Pública, porque su padre le dijo: “¡Obtén el maldito
grado!” Luego obtuvo una maestría en Ciencias de la
Educación de la Universidad de Loyola en Nueva
Orleans, porque odiaba la administración pública.
Una noche, se emborrachó y le dijo al guardia de seguridad del bar donde
trabajaba (sí, estaba borracha en el trabajo) que su hijo era sexy, y tres años después
se casó. Con el hijo, no el gorila. Han desovado, pero solo una vez. Una hija llamada
Aydan. Penélope ama los dulces, el programa Sons of Anarchy, y va de compras a
Target casi a diario.
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