El dadaísmo desde “Las vanguardias artísticas del siglo XX” de Mario De Micheli. El movimiento dadaísta nació en Zúrich en 1916. Para poder explicar las razones de este nacimiento, Tristán Tzara declaraba en una entrevista de 1950: “Para comprender cómo nació Dadá es necesario imaginarse, de una parte, el estado anímico de un grupo de jóvenes en aquella especie de prisión que era Suiza en tiempos de Primera Guerra Mundial, y de otra, el nivel intelectual del arte y de la literatura de la época”. Tzara declara, que a pesar de que la guerra terminó y vinieron otras, en ese momento (1916 - 1917) parecía que la PGM no iba a terminar nunca. Ahí nace el disgusto. Este grupo se declaraba contra la guerra, sin caer en un pacifismo. Fundante del movimiento en 1918, Tzara afirmó que “Dadá no significa nada”. Dado que en el momento que nace el Dadá todas las tendencias del arte estaban afirmadas, el movimiento se basó en la renuncia de todo. Lo que se llama “arte dadaísta” no es algo definido ni enunciado, sino una mezcla de ingredientes. El proceso de creación es bastante distinto a las demás vanguardias. En el caso del dadaísmo, lo que caracteriza la creación (si es que se le puede llamar así) no es una razón ordenadora ni una búsqueda de estilismo, todo aquello que estimula a otro artista no interesa a los dadaístas. Ellos no crean obras, sino que fabrican objetos. Lo que interesa de esta fabricación es el significado del procedimiento, la afirmación de una potencial virtud en las cosas. Estos objetos dadaístas están unidos a un gusto polémico, arbitrario e irreverente. Es en el manifiesto de 1920 donde Tzara sintetiza el método de fabricación de un poema Dadá. En él se presenta que la poesía no está sujeta a reglas establecidas, la poética debe ser un gesto. Muchas obras son construidas con el método “poesía de sombrero”, recogiendo elementos disparatados y poniéndolos juntos. Dadá en Nueva York Si la producción Dadá es verdaderamente un gesto, entonces los artistas dadaístas por excelencia fueron Duchamp y Picabia. Ya en 1913 o 1914, Duchamp había tomado un portabotellas y una bicicleta y los había firmado como una obra suya. Hasta llegó a enviar a una exposición un urinario, un producto comercial fabricado en serie, con el título: Fuente. La noche de la presentación, su amigo Cravari, que daría una conferencia sobre la pintura, se presentó borracho, arrastrando una maleta de donde sacó ropa interior sucia. Ambos habían actuado como auténticos dadaístas. En 1918, de regreso a Europa, Picabia irá a Zúrich a conocer a Tzara, encontrando coincidencias en ambos Dadá, convirtiéndose en un activo defensor. Dadá en Alemania Los resultados más interesantes del dadaísmo se encuentran en Alemania. En abril, en 1918, se imprimió el primer manifiesto dadaísta. Precisamente, una de las características del Dadá había sido el querer romper con la barrera de los géneros literarios y artísticos, lo cual lograban con el cuadro-fotografía. El fotomontaje, así como la poesía dibujada por ejemplo, era un arte sin mayúscula, sin pretensiones de eternidad. Hacia finales de 1919 Tzara viaja a París y con esta llegada empiezan las manifestaciones dadaístas allí. El Dadá era un movimiento de emergencia, precisamente por ello no podía prolongar su existencia. Entraba dentro de la lógica dadaísta, que el Dadá matase a Dadá. El verdadero final del dadaísmo tiene ahí su explicación. su final inevitable tuvo lugar en 1923. Un final inevitable pero consciente. Años más tarde, Tzara hablará de un final voluntario. El dadaísmo desde “Manifiesto y vanguardia: intento de definición de la forma a través de los manifiestos del Futurismo, Dadá y Surrealismo” de Cristina Jarillot Rodal. La palabra Dadá presenta grandes ventajas para la difusión del movimiento: por un lado su fácil memorización es lo que permite la creación de gran número de compuestos, y por otro su internacionalidad. Se trata de una palabra sencilla y posible en distintas lenguas europeas, sin que sea identificada con ninguna en particular. Al no estar lastrada con una carga semántica precisa se presta para transportar el mensaje de negación y ruptura que caracterizará el movimiento. Al mismo tiempo no destaca, como los nombres de otros movimientos, ningún tipo de cualidad que pueda resultar excluyente. Dadá no tiene dueño y todo el mundo puede ser Dadá. El dadaísmo desde “Apariencia desnuda. La obra de Marcel Duchamp” de Octavio Paz. La obra dadaísta por excelencia es el ready made, y su máximo exponente es Duchamp. Es estúpido discutir acerca de la belleza o fealdad de los ready-made, tanto porque están más allá de la belleza o fealdad como porque no son obras sino signos de interrogación o negación frente a las obras. No se pretende postular un valor nuevo. Es crítica activa, es un golpe contra la obra de arte apoyada en un pedestal. Para Duchamp el buen gusto no es menos nocivo que el malo. Sabemos todos que no hay diferencia entre uno y otro, entonces ¿qué es el gusto? Aquello que llamamos bonito, hermoso, feo o maravilloso sin saber su razón de ser. Los primitivos no tienen gusto, sino instinto y tradición, por lo que repiten ciertos arquetipos. Desalojado, fuera de su contexto original (la utilidad o propaganda) el ready-made pierde todo su significado y se transforma en un objeto vacío. Pero esto solo por un instante ya que todas las cosas manipuladas por el hombre tienen la fatal tendencia de emitir sentido. De ahí la necesidad de rectificar el ready-made, la ironía lo ayuda a preservar su anonimato y neutralidad. El ready-made no es una obra sino un gesto que sólo puede realizar un artista. El ready-made es un arma de dos filos: si se transforma en obra de arte no cumple su cometido; si preserva su neutralidad es efectivamente una obra. En esa trampa han caído la mayoría de los seguidores de Duchamp. A su vez, la práctica del ready-made exige un absoluto desinterés. Duchamp ha ganado grandes sumas de dinero que ha donado. En suma, su gesto es un juego filosófico o dialéctico, es una negación que a través del humor se vuelve afirmación. Su finalidad es la no contemplación, instalándose el ready-made en una zona nula del espíritu, en la belleza de la indiferencia.