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La Restauración Borbónica y la Regencia de María Cristina. El sistema canovista
0. Introducción
El giro a la derecha de la República con Castelar abrió el camino para la vuelta de un Borbón, Alfonso XII (1857-1885), hijo de Isabel II. El ideólogo del nuevo sistema será Cánovas del Castillo, el
cual había participado en los gobiernos de la Unión Liberal de O’Donell y que durante el propio
Sexenio Democrático, estuvo preparando la vuelta de la monarquía. Durante ese tiempo creó un
partido alfonsino y el 1 de diciembre de 1874 redactó el Manifiesto de Sandhurst donde el futuro Rey se comprometía a implantar un régimen constitucional, parlamentario y liberal frente a la
inestabilidad de la República si era proclamado rey.
El nuevo sistema y la Constitución de 1876 son los más duraderos de la Historia Contemporánea
de España abarcando desde 1875 a 1923. Se subdivide en dos periodos:
1875-1902. Coincide con el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina, desde
la muerte de éste hasta el reinado de Alfonso XIII a partir de 1902. Es el periodo de formación,
consolidación y auge del sistema canovista. El gran desastre de 1898 inicia la crisis del sistema
canovista.
1902-1931. El reinado de Alfonso XIII es el de la crisis del sitema finalizando con la Dictadura de Primo de Rivera y la proclamación popular de la II República.
La convulsión política del sexenio revolucionario, especialmente junto a la I República y su giro
derechista con Castelar allanaron el camino de la Restauración monárquica. En enero de 1874 el
golpe del General Pavía reunió a los opositores de la República Federal. Se formó un gobierno
presididio por el general Serrano profundamente autoritario apoyado por la oligarquía. En diciembre de 1874, Martínez Campos dió un pronunciamiento en Sagunto. El periodo acababa con el
tan característico pronunciamiento secular español. En enero de 1875 Alfonso XII sería proclamado rey por las Cortes.
1. Causas y orígenes de la Restauración
El temor de la burguesía durante el sexenio a un nuevo proceso revolucionario allanó el camino a
las posiciones más conservadoras. La vuelta de los Borbones era una nueva realidad, siempre y
cuando se estableciesen nuevas bases políticas para conseguir orden y estabilidad.
A pesar de que existiesen varias posibilidades para la vuelta de la monarquía, Cánovas del Castillo preparó el retorno de Alfonso XII. El Manifiesto de Sandhurst, dirigiéndose al pueblo español,
y el pronunciamiento de Martínez Campos (diciembre de 1874) proclamando rey a Alfonso.
Nuevamente el cambio de gobierno vino marcado por los militares, algo que Cánovas quiso evitar
en todo momento pero no le quedó más remedio que reconocer.
2. Cánovas y la teoría del sistema político de la Restauración
Las características de la Restauración
Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) es el gran teórico y artífice de esta nueva etapa. Admirador del sistema británico y de como ellos consiguieron pasar del Antiguo Régimen a una monarquía constitucional basada en el bipartidismo, parlamentarismo y liberalismo. Ese fue el modelo que implantó en España. Fue una persona profundamente conservadora y reaccionaria, tuvo
que aceptar el sufragio universal masculino, aunque siempre prefirió el sufragio restringido. Defendía la vieja idea moderada de la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey, alejándose de
las Consittuciones y principios progresistas del s. XIX. Su objetivo fue establecer un sistema político estable, marcando distancias respecto a la inestabilidad anterior, y sólido. El modelo inglés
de balanza de poderes era el mejor ejemplo.
Consiguió que Isabel II, tremendamente impopular, renunciase a la Corona en favor de su hijo,
Alfonso XII. Cánovas tenía claro que se debía acabar con el protagonismo del ejército y con las
continuas intervenciones militares, pronunciamientos, en la política. La pervivencia del nuevo régimen se basaría en la estabilidad y convivencia de dos partidos, Conservador, creado por él, y
Liberal, presidido por Sagasta, que sería el heredero del Sexenio de 1869 adaptado a los estrechos márgenes del canovismo. El bipartidismo pactado sería un pilar clave.
Dos instituciones históricas: el rey y las Cortes
Cánovas consideraba que en la nación española, las Cortes y la figura del rey eran la columna
vertebral del etado y que en ellos debía residir la soberanía. Esto encaja ideológicamente en lo
que se ha llamado liberalismo doctrinario y el concepto de soberanía compartida, una soberanía
limitada y que da mucho poder al rey.
Estas dos instituciones formaban la columna vertebral del sistema.
Dos partidos principales: el conservador y el liberal
Siguiendo el modelo inglés de bipartidismo, el nuevo sistema se basará en el juego pactado entre
dos partidos. Es lo que se ha llamado turnismo y bipartidismo. Dos grandes partidos marcan la
época. El Partido Conservador de Cánovas del Castillo y Francisco Silvela y el Partido Liberal de Sagasta.
El Partido Conservador aglutina a los sectores más conservadores dentro del liberalismo e incluso sectores más allá del moderantismo. Se fundó en 1868 como continuador del Partido Moderado. Su modelo constitucional es el de la de 1845.
El Partido Liberal se situó y aglutinó a la izquierda moderada burguesa, ciertamente heterogénea. Aunó a sectores del Partido Demócrata, los republicanos más posibilistas y los sectores más
liberales dentro del moderantismo. Su lider fue Sagasta. Eran partidarios del sufragio universal
masculino y lo hicieron efectivo en la ley electoral de 1890.
Más allá de matices asumían lo sustancial e ideológicamente eran prácticamente iguales. Al margen de este sistema estaban carlistas, republicanos, el naciente nacionalismo y el futuro PSOE.
La Constitución moderada de 1876
Es una constitución profundamente moderada pero permitía cierto juego político para el encaje
de las ideas moderadas y liberales. Las elecciones a Cortes Constituyentes se celebraron con la
participación exclusiva de conservadores y liberales.
Cánovas fue el presidente del nuevo gobierno y el encargado de preparar la nueva Constitución
(1876). Las Cortes consituyentes se eligieron por sufragio universal masculino y tras profundos
debates se aprobó en febrero de 1876. Fue la más duradera hasta el momento en la Historia de
España, cumpliendo así uno de los objetivos de Cánovas, la estabilidad y el orden. Sus características fueron:
- Soberanía compartida entre las Cortes y Rey. Lo que significaba la negación de la idea
de soberanía nacional.
- Cortes Bicamerales donde el Congreso es electo pero con un sufragio sin especificar,
por tanto podía modificarse a gusto, y el Senado está formado por las antiguas clases dirigentes
y la nueva oligarquía. Senadores de la antigua aristocracia, vitalicios nombrados por el Rey y senadores elegidos por los más ricos del país.
- Poder legislativo compartido entre Rey y Cortes y poder ejecutivo con gran peso del rey.
- Derechos y libertades sólo en el plano teórico, muy limitado. Se nombraban en general
pero el gobierno de turno que podía limitarlos con leyes concretas.
- No se especifica el sufragio, aunque Cánovas lo limitará a los ricos unos años después
(ley electoral de 1875) y Sagasta lo ampliará a todos los hombres en la ley electoral de 1890.
- La religión católica será la oficial del estado.
En definitiva una Constitución y un sistema muy similar al de Isabel II y hecho a medida para beneficio de la oligarquía.
3. El funcionamiento real del sistema
Todo el sistema supuestamente democrático se concretaba en el turno de partidos, algo pactado de antemano y en el caciquismo, las elecciones no decidían el gobierno, eso se acordaba
antes y una vez tomada la decisión se preparaban las elecciones y se amañaba todo. Ahí jugaba
un papel crucial el cacique.
Primero el rey hablaba con alguno de los líderes de los dos partidos para formar gobierno. Después se convocaban elecciones a Cortes y tras eso, uno de los dos partidos debía asegurarse la
victoria electoral.
El turno de partidos
Los dos partidos, eran mucho más cercanos ideológicamente de lo que aparentaban realmente.
Se turnaban en el poder pacíficamente y por acuerdo. Ambos asumían las leyes de profundidad y
políticas del gobierno anterior para no modificarlas. Cuando llegaba el momento del cambio, el
rey disolvía las Cortes y convocaba nuevas elecciones.
El primer gobierno lo formaron los conservadores hasta 1881 para asentar el sistema. De 1881 a
1890 gobernaron los liberales con algunas modificaciones sustanciales, la ley de sufragio universal y la ley de asociaciones. Este sistema de adulteración electoral no fue único de la España de la época. El “transformismo” en Italia y el “rotativismo” en Portugal fueron sistemas similares.
Caciquismo y fraude electoral
El sistema farsa necesitaba de una justificación. El proceso electoral se preparaba a través de
una ley electoral favorable y de la figura del cacique. En una España rural y atrasada debían tener
estos personajes en cada provincia, terratenientes, profesionales liberales y burgueses, y estos
contaban con caciques locales, señoritos en el ámbito rural, y empresarios o personas de influencia en el caso urbano. Ambos partidos tenían sus redes organizadas y previstas. Era un sistema piramidal:
En Madrid, la oligarquía formada por políticos y personajes influyentes vinculados a las
clases dirigentes.
En las capitales de provincia el gobernador civil que recibía instrucciones del Ministerio de
la gobernación. Debía preparar todo y dar instrucciones.
En cada pueblo, los caciques locales.
Los caciques seguían las instrucciones del Gobernador Civil de cada provincia para amañar las
elecciones. Los gobernadores habían sido a su vez informados por el ministro de Gobernación de
los resultados que "debían" salir en sus provincias, siguiendo el "encasillado" acordado por las
elites políticas.
Hacían todo lo posible para mantener la farsa. Amenazas, despidos, paternalismo,
“pucherazo” (meter votos, eliminar o sustituir urnas). En el ámbito rural era mucho más extenso
que en el mundo urbano, donde era más difícil controlar y existían votos obreros a partidos extraparlamentarios.
4. Los excluídos del sistema
El nacimiento movimiento obrero, expresado en una constante agitación social en la ciudad y el
campo, quedó excluído de este sistema, al igual que republicanos y carlistas. Un hecho que fue
la propia tumba del sistema.
Los republicanos del sexenio fueron dividiéndose durante la Restauración. A pesar de éxitos de
representación electoral puntuales, no consiguieron aglutinar una alternativa a la monarquía. Algunos sectores del republicanismo, la rama federal, acabó radicalizando sus posturas de autonomía y mutar en posiciones nacionalistas en Euskadi, Cataluña y Galicia.
Tras la derrota de la 3ª Guerra Carlista, los carlistas acabaron divididos en el exilio, en su lucha
frontal al liberalismo o integrados y reconociendo a Alfonso XII. Un sector de los carlistas fundaría
a principios del s. XX los requetés, una organización paramilitar cercana al fascismo que apoyaría
y participaría del golpe franquista en 1936.
Emergencia de regionalismos y nacionalismos
A fines del siglo XIX, nacen en Cataluña y el País Vasco movimientos que cuestionan la existencia
de una única nación española en España. El punto de partida de los argumentos nacionalistas
consiste en afirmar que Cataluña y el País Vasco son naciones y que, por consecuencia, tienen
derecho al autogobierno. La afirmación la basan en la existencia de unas realidades diferenciales: lengua, derechos históricos (fueros), cultura y costumbres propias. Estos movimientos
tendrán planteamientos desde el autonomismo al independentismo o separatismo.
El nacionalismo catalán
En los años 30 del s.XX se dió en el plano cultural la Renaixença, un espíritu de recuperación de
la lengua catalana. No será hasta la publicación de Lo Catalanisme (1886) por Almirall cuando se
pueda hablar del catalanismo como movimiento político. El nacionalismo catalán entroncará con
el republicanismo federal de Pi i Margall.
Prat de la Riba, un burgués católico e industrial y profundamente conservador, fundará junto a
Francesc Cambó la Lliga Regionalista Catalana, partido conservador que buscaba la autonomía
catalana y su base social eran las clases dirigentes de Cataluña, antes beneficiadas e integradas
en el sistema de la Restauración. El éxito y desarrollo del nacionalismo catalán a partir del 1900
será fruto de la necesidad de la burguesía catalana, mucha con intereses comerciales en concreto en Cuba, que se verá muy perjudicada por la pérdida de sus intereses en Cuba. Será ahí,
cuando necesite competir a nivel comercial y por cuotas de mercado con la oligarquía asentada
en Madrid cuando empiece a reivindicar espacios de poder y un mercado nacional concreto. Están muy lejos de ser independentistas.
Triunfaron principalmente entre la alta burguesía y las zonas rurales. Tuvo cierto desarrollo las dos
primeras décadas del s. XX pero lejos de incidir entre la clase obrera catalana.
El nacionalismo vasco
Durante el siglo XIX el carlismo fue quien aglutinó la defensa de los fueros vascos, viejas leyes de
orígen feudal que se mantenían en el País Vasco hasta su abolición en 1876. La industrialización
y la aparición de una potente burguesía financiera, ligada también a la industria siderometalúrgica y naval y a una nueva clase media-alta, en Vizcaya fue el caldo de cultivo para el nacionalismo
vasco.
Sabino Arana, de una familia ultracatólica y carlista, será el impulsor del nacionalismo vasco
fundando el PNV en 1895. Su ideario independentista se centra en sus inicios en Vizcaya. Más
tarde el PNV virará hacia el autonomismo. Entre sus ideas defendían el catolicismo ultra (Dios y
leyes viejas), un sentimiento antimaketo (español) vinculado al obrero industrial de otras zonas de
España, euskaldunización y recuperación de lo vasco desde un punto de vista étnico, mitificación
del mundo rural vasco y la unidad de los 7 territorios históricos de cultura vasca, 4 en España y 3
en Francia.
El nacionalismo vasco tuvo una presencia destacada entre la pequeña y mediana burguesía de
Vizcaya y Guipuzcoa, sobre todo en el mundo rural.
En Galicia (O Rexurdimento) y el País Valenciano el nacionalismo o regionalismo fue muy minoritario, al igual que en el caso andaluz, donde destaca la figura de Blas Infante.
El movimiento obrero y campesino
Además de los partidos y movimientos precitados, republicanos, carlistas y nacionalistas, surgió
un potente movimiento obrero entre el proletariado urbano y rural. El primer gobierno de la Restauración acabó con la única organización obrera importante en ese momento histórico: FRE (la
Federación Regional Española de la Iª Internacional). La represión y clandestinidad generó la radicalización del movimiento obrero.
La ley de asociaciones (1887) del gobierno de los liberales de Sagasta las organizaciones obreras empezaron a ser legales. El movimiento obrero en España, al igual que a nivel internacional,
se dividía en marxistas (socialistas) y anarquistas.
El movimiento anarquistas hasta finales de siglo
Los anarquistas fueron la corriente mayoritaria dentro del movimiento obrero español. Tuvo mucha presencia en Cataluña y en el campo andaluz. Fundaron en 1881 la FRTE (Federación de
Trabajadores de la Región Española) para defender por medios legales a la clase obrera aunque
se disolvió 7 años después. La ideología anarquista basada en la acción directa rechazaban la
participación política y eran partidarios de la violencia individual, “terrorista” en el sentido de
atentados a personas concretas. En los 90 fueron habituales los atentados anarquistas.
El movimiento socialista hasta finales de siglo
En 1879 de manera clandestina Pablo Iglesias y otros obreros fundaron el PSOE, Partido Socialista Obrero Español. De ideología marxista en 1888 crearon la UGT, Unión General de Trabajadores.
El PSOE se adhirió a la II Internacional donde el marxismo era la corriente mayoritaria. La celebración de las manifestaciones del 1º de mayo a partir de 1890, día de la clase obrera. Aún así, el
movimiento socialista fue minoritario en comparación al movimiento anarquista.
Como elemento para controlar a la clase obrera se crearon organizaciones obreras de signo católico.
5. La etapa de los éxitos: el reinado de Alfonso XII (1875-1885)
Durante el reinado de Alfonso XII se produjo la consolidación del sistema político canovista, hasta
su muerte con 28 años en 1885. Gobernó el Partido Conservador casi siempre, excepto de
1881 a 1885 que gobernaron los liberales. Durante esta primera etapa se basó en los éxitos iniciales:
- Constitución de 1876.
- Los militares dejaron de tener protagonismo en la política, característico del s. XIX.
- Finalizaron dos guerras heredaras de la época anterior, Cuba y carlista.
- Coyuntura económica favorable.
Estabilización de la vida política y consolidación del poder civil
La burguesía consiguió su gran objetivo, estabilidad y orden, gracias al sistema ideado por Cánovas. Dicha estabilidad fue posible gracias a una Constitución elástica (adaptable a ambos partidos) y el turnismo pacífico del bipartidismo. La consolidación del poder civil, uno de los objetivos
de Cánovas del Castillo, fue posible y eso permitió asentar el sistema.
La desaparción del carlismo como opción política se dió también en este periodo. La última guerra carlista acabó en 1876 y el pretendiente Carlos VII marchó a Francia. El otro gran conflicto, la
Guerra de Cuba, se solucionó en parte con una mezcla de victorias militares y habilidades políticas (mejoras administrativas y políticas y amnistía). El conflicto con Cuba seguirá latente hasta el
desarrollo de una nueva revuelta y la independencia definitva en 1898.
Hacia la crisis: la regencia de María Cristina (1885-1912)
A la muerte de Alfonso XII gobernará María Cristina, embarazada del futuro Alfonso XIII, y con un
gobierno del Partido Liberal de 1885 a 1890. Durante este periodo destaca la muerte de Cánovas
del Castillo en 1897 por un atentado anarquista y la labor legisladora de los liberales, principalmente, la aprobación de la Ley de Asociaciones (1887) un impulso para que el nacimiente movimiento obrero abandonase la clandestinidad, y la Ley de Sufragio Universal Masculino (1890),
Cánovas sustituyó este sufragio por uno restringido, y los liberales lo aprobaron de nuevo pero no
como un elemento de justicia democrática sino como maniobra política.
El desastre colonial y la crisis del 98
La negación de España a conceder la autonomía hizo que las posiciones independentistas avanzaran en Cuba y Filipinas. El líder cubano fue José Martí, dirigente del Partido Revolucionario
Cubano, y los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo. Éstos empezaron a desarrollar la tercera Guerra de Cuba contra España. La respuesta de España fue la mano dura.
El elemento clave fue la entrada de EEUU siguiendo la Doctrina Monroe (1823, América para
los americanos) en el conflicto para defender sus intereses económicos en la isla, el 85% de la
producción de azúcar era yankee. EEUU voló su propio acorazado, el Maine, y declaró la guerra a
España. Tras humillar a España invadió Cuba y Puerto Rico.
Filipinas fue el otro conflicto colonial donde la intervención nortemaericana hizo que los EEUU
invadieran las islas. La firma del Tratado de París entre EEUU y España eran la ejemplificación de
la humillación, España perdía sus restos coloniales en América y Asia después de más de 400
años de la llegada de Colón a América, sólo quedaban unos archipiélagos marginales que fueron
vendidos más tarde.
A parte de la humillación, las pérdidas humanas procedentes de la clase trabajadora, no sentaron
nada bien en el imaginario colectivo de los españoles. El sistema de reclutamiento era a través
del servicio militar de jóvenes llamados a quintas del cual te podías librar si eras burgués y pagabas una cantidad. Hubo un intento de modificarlo pero la burguesía lo paralizó demostrando que
las guerras coloniales eran guerras donde morirían sólo los hijos de la clase obrera. Este es un
elemento fundamental para entender el antimilitarismo de las capas popualres españolas.
La crisis del 98
Este desastre colonial marcó un antes y un después en la conciencia colectiva de los españoles.
Se empezó a hablar del desastre del 98 a pesar de que la Restauración sobreviviese. Una crisis
moral en todos los sentidos. A nivel político y de la propia conciencia nacional empezó a plantearse la necesidad de una Regeneración. En el plano intelectual, el pesimismo marcó a toda
una generación de literatos, la generación del 98.
Esta crisis situó encima de la mesa todas las limitaciones del sistema y su parálisis para plentear
soluciones. A partir de aquí, el sistema empezó a languidecer hasta 1923.
7. La mentalidad social y las nuevas propuestas
El dominio de las viejas clases dominantes en el plano económico y político tenía su reflejo en el
ámbito de las mentalidades, imponen su modo de analizar el mundo, sus costumbres y modos
de vida, análisis y comportamientos sociales. Esa cosmovisión seguía pesando en las cabezas de
los miembros de las capas populares. España seguía siendo mayoritariamente un país rural y
agrario donde la propiedad de la tierra es un símbolo de prestigio, la alta burguesía aspira al ennoblecimiento como algo vinculado a llegar a la cumbre desde el punto de vista social y la ostentación pública de riqueza es habitual entre la burguesía.
Regeneracionismo
Fue una corriente política que surge a raíz de la crisis del 98 como respuesta al sistema político
de la Restauración. Recibe el apoyo de una emergente pequeña y mediana burguesía que no se
siente identificada con un sistema en manos de la oligarquía. Hay que recalcar que el regeneracionismo no es un movimiento político, sino una posición ética, crítica con el sistema y que ni
mucho menos es uniforme. Dentro de esta posición crítica se encontraban desde Maura y Silvela,
minisitros del Partido Conservador que son críticos pero no superan los márgenes del sistema, y
también Joaquín Costa quienes eran mucho más críticos y hablaban de un sistema “enfermo” y
“degenerado”.
La educación estaba en manos de organizaciones religiosas y era algo exclusivo de la oligarquía,
2/3 de la población eran analfabetos. Hay que destacar que surgieron organizaciones al margen
del control y el impuslo gubernamental, la Institución de Libre Enseñanza, fundada por Francisco
Giner de los Ríos, la cuál defendía una educación integral y activa, en un clima tolerante y de libertad de opinión frente a los métodos tradicionales. Destaca también la Escuela Moderna fundada por Francisco Ferrer Guardia que confrontaba también con los métodos tradicionales y que
defendía una pedagogía basada en la igualdad y solidaridad y vinculada al movimiento obrero.
El fin de la regencia de María Cristina y la crisis del 98 marcan el final de esta etapa histórica.
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