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Javi carnicero - Gratis - INteligencia artificial

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​ Javi Carnicero presenta:
La terrible maldición de lo gratis
Deja que te ponga en situación.
Estaba haciendo las maletas para mudarme a una
nueva ciudad y me di cuenta de algo que ya no
necesitaba:
Tres meses de membresía en mi gimnasio.
Y entonces, apareció mi amigo Carlos, con ojos
de cachorro abandonado.
"¡Tío, justo me iba a apuntar yo al gimnasio,
déjamelo a mí!" me dijo.
Y claro, como buen amigo, le ofrecí mi pulsera
del gimnasio, pensando que le estaba haciendo
un favorazo.
Ahora, aquí viene la parte divertida (o triste,
según cómo lo veas).
Carlos, con esa pulsera en mano, tenía la llave
de la felicidad fitness… o eso pensaba yo.
Resulta que, durante esos tres meses, ¿sabes
cuántas veces fue al gimnasio?
Exactamente cero. Ni una sola visita.
“Es que, hasta que mi novia no se apunte, pues
claro, no es lo mismo y blablablablabla”
Hablamos de un pase premium, con todo el
paquete completo. Hasta había pagado por un
programa especial de crossfit.
Carlos tenía en sus manos el santo grial del
fitness, pero lo dejó escapar como si fuera un
volante de publicidad más.
¿Por qué?
Simplemente porque no le costó nada.
No invirtió ni un céntimo, ni un segundo de su
esfuerzo para obtenerlo.
Ahí es cuando te das cuenta: cuando algo nos
llega gratis, sin sacrificio ni inversión, lo
valoramos tanto como una servilleta usada.
Parece una contradicción, ¿verdad? Siempre
estamos buscando ofertas, descuentos, cosas
gratis…
Pero cuando lo gratis cae en nuestras manos,
como por arte de magia, pierde su atractivo.
Esto va más allá, toca algo fundamental en
nuestra psicología.
Y si eres tú quien ofrece algo gratis, piensa
en el mensaje que estás enviando.
El precio y su poder de control mental
Una vez conocí a un chico que trabajaba en una
planta de combustible. Esa planta repartía
gasolina a todas las gasolineras de Madrid.
Le pregunté si había gasolina buena y una mala.
Me dijo: “Que va, es la misma gasolina para
todos, tiene que cumplir una normativa”.
“¿Y por qué en algunos sitios es más barata y en
otros más cara?” - le pregunté yo (fue hace
años)
“Pues porque en las caras te están cobrando que
te pone la gasolina un gasolinero, hay una
tienda o cosas así. En las baratas no hay nada
de eso, no tienen que pagar tantos sueldos, no
es más que eso”.
Da igual cuantas veces le cuente esta historia
a mi suegro. Él jamás pondrá gasolina de la
barata.
Está convencido de que “jode el motor”.
No es que sea tonto ni nada de eso. Todo lo
contrario. Ya me gustaría ser tan listo como
él.
Pero es que esto no va de inteligencia. Va de
psicología.
Oye, y es verdad que Repsol y demás ponen
aditivos para mejorar (se supone) la calidad de
la gasolina.(Al menos, eso dicen).
Pero eso no justifica la diferencia de precio.
Y tampoco significa que la barata “joda el
motor”. De hecho, la calidad es la misma.
Pero este hecho está tan arraigado en nuestra
mente que más de uno estará leyendo esto y
pensará “sí, pero yo echaré gasolina de la
buena por si acaso”.
Somos así.
Otro ejemplo.
Un estudio fascinante mostró que las personas
que pagaban más por unas pastillas placebo
reportaban más alivio que aquellos que las
obtenían a un precio más bajo.
Y eran la misma pastilla. La misma.
Esto nos lleva a un punto crucial: el precio no
solo es una etiqueta, es una historia que
cuentas sobre tu producto.
Si das algo gratis, estás contando una historia
muy diferente a si cobras 100€ por ello.
Otro ejemplo clásico: el vino.
En un estudio, los participantes probaron el
mismo vino pero se les dijo que uno era más
caro que el otro.
¿Adivina cuál "sabía mejor"?
Sí, el más caro. Pero, ¡surprise! Era el mismo
vino en ambas botellas.
El precio puede hacer que tu cerebro perciba un
sabor más "premium".
Tu cerebro lo hace real para ti.
Podrías jurar que el sabor es mejor porque de
hecho sabe mejor.
Y no nos olvidemos de la moda. Si dos camisetas
parecen idénticas, pero una lleva una etiqueta
de diseñador y cuesta cinco veces más, mucha
gente asumirá que la más cara es de mejor
calidad.
Aunque, en realidad, ambas camisetas han salido
de la misma fábrica de Bangladesh.
Estos ejemplos revelan un aspecto interesante
de la psicología humana:
Asociamos precio con valor.
Si es más caro, debe ser mejor.
Y si es gratis… Es mierda.
Cómo el precio afecta a nuestro compromiso
¿Alguna vez has pagado por algo y luego has
sentido que debías sacarle el máximo provecho?
Eso es lo que los psicólogos llaman "Sunk Cost
Fallacy" o la falacia del costo irrecuperable.
Y es una trampa mental en la que todos caemos
alguna vez.
Cuando invertimos dinero en algo, nuestro
cerebro automáticamente lo valora más.
No solo porque hemos gastado recursos, sino
porque asociamos el precio con el compromiso.
Si pagas por un gimnasio, es más probable que
asistas; si compras un curso, es más probable
que lo completes; si pagas a un dietista, es
más probable que sigas la dieta.
¿Por qué?
Porque no queremos sentir que hemos malgastado
nuestro dinero. Esa inversión inicial actúa
como una especie de ancla, manteniéndonos
comprometidos.
Por eso, cuando cobras a alguien, en cierto
modo le estás haciendo un favor.
Esta peculiaridad de nuestra psicología es lo
que hace que el precio sea una herramienta tan
poderosa.
No es solo un número; es un símbolo de valor,
un compromiso, una promesa de que lo que
estamos obteniendo vale nuestro tiempo y
atención.
Cuando ese algo es gratis, el ancla desaparece.
El coste oculto de regalar tu esfuerzo
Veamos cómo la gratuidad puede convertir tu
valioso esfuerzo en algo tan apreciado como un
chicle masticado.
Es un ciclo vicioso: crees que al dar cosas
gratis atraerás más interés, pero lo que
realmente haces es devaluar tu trabajo a los
ojos de tu audiencia.
Es como decir: "Ni yo mismo creo que lo que
ofrezco vale la pena pagar".
Hablemos claro: todos hemos descargado esos
PDFs gratuitos que prometen revelar los
secretos del universo, para después dejarlos
olvidados en una carpeta perdida de nuestro
escritorio.
¿Suena familiar? Es la maldición del contenido
gratuito.
Yo mismo caigo en esta trampa continuamente. El
otro día, emocionado, descargué un ebook que
prometía enseñarme los diez mandamientos del
marketing digital. "¡Esto es oro!", pensé.
Pero, ¿sabes qué? Nunca lo abrí.
¿Por qué? Porque fue gratis.
No sentí ese compromiso que viene cuando
inviertes dinero en algo.
Cuando das algo gratis, la gente no lo valora.
Es como esos folletos que te dan en la calle y
terminan en la papelera más cercana sin una
segunda mirada.
Un superpoder con sus letras pequeñas
Pero lo gratis es como una moneda de dos caras.
Por un lado, es como un imán gigante.
Es como ese adolescente que fantasea con estar
con una estrella del cine porno. Suena
emocionante, ¿verdad? Pero aquí viene la
trampa.
Una vez que consigues lo que es gratis,
empiezas a pensar: "Si cualquiera lo puede
tener, ya no me gusta tanto".
Y ahí está el peligro: lo que no nos cuesta
obtener, lo despreciamos.
Por eso, usar lo gratis en tu estrategia no es
jugar con fuego, es jugar con dinamita.
Es un arma muy peligrosa que hay que saber
usar.
Es como tener un superpoder en tus manos, y ya
sabes lo que dicen: "Un gran poder conlleva una
gran responsabilidad".
Piénsalo: lo gratis puede atraer a multitudes,
volver loca a la gente, pero si no lo usas
bien, puede terminar en la basura.
Es como cuando vas a un buffet donde puedes
comer todo lo que quieras… siempre y cuando
pagues la entrada.
La barrera del precio hace que la gente valore
lo que tiene delante. Sin ella, el mismo buffet
podría convertirse en una batalla campal de
comida, con patatas fritas volando por los
aires y ensaladas derramadas en un frenesí de
locura gratuita.
Pero, ¿cómo usar este poder a nuestro favor?
La clave está en establecer una barrera, aunque
sea simbólica.
Ofrece algo de valor, pero haz que tu audiencia
dé algo a cambio, aunque no sea dinero.
Piénsalo, tú me has dado tu email.
Así que, cuando pienses en ofrecer algo gratis,
recuerda que debe ser parte de una estrategia
más amplia.
¿Cómo? Aquí te doy unas pistas.
Por ejemplo, yo ofrezco actualizaciones gratis
de por vida en mi contenido, pero solo para
aquellos que ya han pasado por caja.
Ellos ya son parte de mi club selecto, y para
ellos, sí, hay cosas gratis. Es un premio a su
lealtad y una forma de mantenerlos enganchados
y satisfechos.
Otro ejemplo.
¿Has oído hablar de Russell Brunson, el gurú
del marketing digital?
Este tipo es un maestro del arte de usar 'lo
gratis' a su favor.
Él te dice: "Oye, te voy a regalar mi último
libro, totalmente gratis"
Pero espera, que hay truco.
Russell te pide que cubras los gastos de envío,
unos 7 dólares.
Parece poco, pero aquí está la magia:
Primero, así consigue que sientas que estás
perdiendo algo que ya te pertenece. “Joder, es
gratis y no lo puedo tener solo por esos gastos
de envío.”
Te hace sentir que eso ya es tuyo.
Y segundo, una vez que sacas la tarjeta y pagas
esos 7 dólares, has cruzado una barrera
psicológica crucial.
Ya no eres un mero observador; eres un cliente
comprometido.
Brunson no solo cubre los costes de producción
y envío con esos 7 dólares, sino que también
abre la puerta a un mundo de upsells y
productos adicionales.
Así, ese libro 'gratis' se convierte en el
primer paso de un viaje mucho más rentable,
tanto para él como para el cliente que, ahora
sí, valora lo que ha obtenido.
Dar demasiado valor gratis atrae a la audiencia
incorrecta.
Déjame contarte algo que le pasó a un amigo.
Una vez, en un arrebato de generosidad, decidió
ofrecer un curso completo gratuitamente en su
sitio web. "¡Voy a cambiar el mundo!", pensaba.
Pero la mayoría de los que se inscribieron
nunca completaron ni el primer módulo.
Estaban ahí por el precio, no por el valor.
Aquí está el truco: cuando das demasiado
gratis, atraes a personas que valoran el
"gratis" más que el contenido en sí.
Son como mariposas que van de flor en flor; se
posan un momento y luego vuelan hacia la
siguiente cosa gratuita que ven.
Y lo peor es que estas personas rara vez se
convierten en clientes que pagan.
No se trata solo de monetizar tu esfuerzo; se
trata de filtrar a tu audiencia y atraer a
aquellos que realmente valoran lo que haces.
Demostrar sin regalar en las Redes Sociales
Navegar por las redes sociales es como hacer
malabares en la cuerda floja:
Te inclinas demasiado hacia un lado y caes en
el abismo del contenido gratuito sin fin; Te
inclinas hacia el otro y te conviertes en un
vendedor de coches usados.
Entonces, ¿cómo mantener el equilibrio
perfecto?
Imagínate las redes sociales como un
escaparate. Es donde muestras lo mejor de tu
tienda, pero no estás regalando los productos
por la ventana.
Debes demostrar tu conocimiento, sí, pero
siempre dejando claro que lo mejor está detrás
de la puerta, esperando a aquellos que
realmente aprecian y están dispuestos a
invertir en tu valor.
Pongamos un ejemplo: digamos que eres un
experto en fitness.
En Instagram, publicas fotos de tus rutinas,
consejos breves sobre nutrición, incluso algún
vídeo de tus entrenamientos.
Pero, ¿das tu plan de entrenamiento de 12
semanas gratis? (desgraciadamente hay gente que
hace esto)
¡Por supuesto que no! Eso es lo que vendes.
Lo que compartes en redes es solo una muestra,
un aperitivo que deja a la gente queriendo más.
Mucha gente se equivoca aquí.
Piensan que al compartir sus mejores consejos y
estrategias gratuitamente en las redes,
atraerán más clientes.
Pero lo que sucede es lo contrario: devalúan su
trabajo.
Y además, el contenido más específico y
complejo, no funciona en redes.
La gente piensa, "Si esto lo dan gratis, ¿por
qué debería pagar por el resto?".
Al mostrar solo la punta del iceberg en tus
redes, incitas la curiosidad, construyes tu
autoridad y mantienes tu valor intacto.
El valor de tu trabajo: Nunca Trabajes Gratis
Aquí va una regla de oro que deberías grabar a
fuego en tu mente: nunca trabajes gratis.
Sí, incluso si eres un becario recién salido de
la universidad, o si estás dando tus primeros
pasos en tu carrera.
Trabajar gratis es como poner un cartel gigante
sobre tu cabeza que dice "Lo que hago no vale
nada".
Y créeme, esa no es la impresión que quieres
dar. Tú tienes que poner un valor a lo que
sabes hacer.
Ya sé que el mundo es complicado y todos
queremos abrirnos camino, ser vistos y
reconocidos.
Pero aquí está el truco: incluso cuando eres
nuevo, puedes y debes establecer tu valor.
No digo que no seas generoso o que no ofrezcas
algo extra para destacar, pero el núcleo de tu
trabajo, eso por lo que has estudiado,
practicado y te has esforzado, siempre debe
tener un precio.
Pongamos un ejemplo práctico: digamos que eres
un diseñador web.
Puedes ofrecer un bonus, como el mantenimiento
gratuito de la página durante un año.
Eso es un valor añadido que muestra tu
compromiso y tu confianza en tu trabajo.
Pero la creación de la página web, ese trabajo
intenso y creativo que requiere de tu habilidad
y conocimiento, lo cobras.
Porque lo que haces tiene valor, y cuando pones
precio a tu trabajo, comunicas ese valor al
mundo.
Y enseñas a los demás a valorarlo también.
Y ese, amigo mío, es el comienzo de una carrera
llena de éxitos y reconocimiento.
La ironía de lo gratis: Un giro inesperado
Y aquí estamos, al final de nuestro viaje por
el mundo del "gratis no tan gratis".
Ahora, vamos a enfrentarnos a la ironía más
evidente en todo esto.
Aquí estoy yo, hablándote de que lo gratis no
se valora, que regalar tu trabajo es
prácticamente un pecado…
Y sin embargo, ¿qué estoy haciendo?
Exactamente, te estoy dando un ebook gratis.
What the fuck?
Este ebook gratis no es solo un acto de
generosidad desinteresada. Es una estrategia.
Una muy pensada, por cierto.
Cuando ofrezco algo gratis, no es un truco
barato para atraer miradas; es una muestra de
mi mejor trabajo.
Es una demostración de lo que puedo hacer, de
lo que tú podrías lograr conmigo. Es una
ventana a un mundo de posibilidades que solo se
abren si decides comprometerte más.
La clave aquí no es simplemente regalar algo.
Es regalar algo breve que sea increíblemente
útil y de tan alta calidad que, aunque no te
haya costado ni un céntimo, te haga querer
explorar más, querer invertir en lo que
realmente importa.
Es hacer que ese pequeño pedazo gratuito sea
tan valioso que la sola idea de obtener más de
lo mismo (pero mejor) te lleve a abrir tu
billetera con una sonrisa.
Aquí está la diferencia clave: este ebook no es
solo un regalo, es una invitación.
Y si esto te hace reflexionar sobre cómo
valoras lo gratuito y lo pagado, entonces mi
trabajo aquí está hecho.
–
PD: Y recuerda, si quieres seguir creciendo en
este mundo donde lo gratis abunda, pero la
calidad y el valor escasean, te espero en mi
lista de correo. Porque ahí es donde comparto
lo mejor de lo mejor, y créeme, vale cada
segundo de tu tiempo.
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