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CANTO XX del libro

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CANTO XX
Cuarta fosa del octavo círculo, donde gimen los adivinos. Caminan hacia atrás, con la cabeza
vuelta al revés. - Tiresias, Aronte, Manto: Virgilio explica el origen y el nombre de Mantua. Euripilo, Miguel Scott, Guido Bonatti. - Los poetas continúan su viaje.
Mis versos, una vez más, deben ahora relatar un nuevo suplicio, el cual servirá de asunto al
vigésimo canto del primer cántico, que trata de los sumergidos en el Infierno.
Me hallaba yo dispuesto a contemplar el descubierto fondo, que está bañado de lágrimas
de angustia, cuando vi venir por la fosa circular gente que, llorando en silencio, caminaban
con aquel paso lento que llevan las letanías en el mundo. Cuando incliné más hacia ellos mi
mirada, me pareció que cada uno de aquellos condenados estaba retorcido de un modo
extraño, desde la barba al principio del pecho; pues tenían el rostro vuelto hacia las
espaldas y les era preciso andar hacia atrás, porque habían perdido la facultad de ver por
delante.
Quizás, por la fuerza de la parálisis, se encuentre un hombre de tal manera contrahecho;
pero yo no lo he visto, ni creo que pueda suceder. Ahora bien, lector, ¡así Dios te permita
sacar fruto de esta lectura! Considera por ti mismo si mis ojos podrían permanecer secos,
cuando vi de cerca nuestra humana figura tan torcida que las lágrimas le resbalaban por la
espina dorsal.
Yo lloraba en verdad, apoyado contra una de las rocas de la dura montaña, de suerte que
mi Guía me dijo: -¿Tú también eres de los insensatos? Aquí vive la piedad cuando está bien
muerta. ¿Quién más criminal el que se conmueve contemplando la Justicia que Divina?
Levanta la cabeza, levántala y mira a aquel por quien se abrió la tierra en presencia de los
tebanos, que exclamaban: "¿Adónde caes, Anfiarao? ¿Por qué abandonas la guerra?" Y no
cesó de caer en el Infierno hasta llegar a Minos, que se apodera de cada culpable. Mira
cómo ha convertido sus espaldas en pecho; por haber querido ver demasiado hacia
adelante, ahora mira hacia atrás, y sigue su camino al revés. "Mira a Tiresias, que mudó de
aspecto cuando de varón se convirtió en hembra, cambiando también todos sus miembros,
y hubo de abatir con su vara a las dos serpientes unidas, antes que recobrar su pelo viril.
"El que acerca sus espaldas al vientre de aquél es Aronte, que tuvo por morada una gruta
de blancos mármoles en las montañas de Luni, cultivadas por el carrarés, que habita en su
falda, y desde allí no había nada que limitara su vista, cuando contemplaba el mar o las
estrellas. Aquella que, con los destrenzados cabellos, cubre sus pechos, por lo cual se
ocultan a tus miradas, y tiene en ese lado de su cuerpo todas las partes velludas, fue
Manto, que recorrió muchas comarcas hasta que se detuvo en el sitio donde yo nací; por lo
cual deseo que me prestes un poco de atención. Luego que su padre salió de la vida, y fue
esclavizada la ciudad de Baco, Manto anduvo errante por el mundo durante mucho tiempo.
Allá arriba, en la bella Italia, existe un lago al pie de los Alpes que ciñen la Alemania por la
parte superior del Tirol, el cual se llama Benaco. Mil corrientes, y aún más según más, según
creo, vienen a aumentar, entre Garda, Val-Camonica y el Apenino, el agua que se estanca
en dicho lago. En medio de éste hay un sitio donde el Pastor de Trento y los de Verona y
Brescia podrían dar su bendición si siguieran aquel camino. En el punto donde es más baja
la orilla que le circunda, está situada Peschiera, bello y fuerte castillo, a propósito de hacer
frente a los de Brescia y a los de Bérgamo. Allí afluye necesariamente toda el agua que no
puede estar contenida en el lago de Benaco, formando un río que corre entre verdes
praderas. En cuanto aquella agua sigue un curso propio, ya no se llama Benaco, sino Mincio,
hasta que llega a Governolo, donde desemboca en el Po. No corre mucho sin que encuentre
una hondonada, en la cual se extiende y se estanca, y suele ser malsana en el estío.
Pasando, pues, por allí la feroz doncella, vio en medio del pantano una tierra inculta y
deshabitada. Se detuvo en ella con sus esclavas, para huir de todo consorcio humano, y
para ejercer su arte mágica, y allí vivió y dejó sus restos mortales. Entonces los hombres,
que estaban dispersos por los alrededores, se reunieron en aquel sitio, que era fuerte a
causa del pantano que le circundaba; edificaron una ciudad sobre los huesos de la difunta, y
del nombre de la primera que había elegido aquel sitio, la llamaron Mantua, sin consultar
para ello al Destino. En otro tiempo fueron sus habitantes más numerosos, antes de que
Casalodi se dejara engañar neciamente por Pinamonte. Te lo advierto a fin de que, si oyes
atribuir otro origen a mi patria, ninguna mentira pueda oscurecer la verdad."
Le respondí: -Maestro, tus razonamientos son para mí tan verídicos y me obligan a
prestarles tanta fe, que cualesquiera otros me parecerían carbones apagados. Pero dime si
entre la gente que pasando hay alguno digno de notarse, pues eso sólo ocupa mi alma.
Entonces me dijo: -Aquél, cuya barba se extiende desde el rostro va a sus morenas
espaldas, fue augur cuando la Grecia se quedó tan exhausta de varones que apenas los
había en las cunas, y junto con Calcas dio la señal en Aulide para cortar el primer cable. Se
llamó Eurípilo, y así lo nombra en algún punto mi alta tragedia. Aquel otro que ves tan
demacrado fue Miguel Scott, que conoció perfectamente las imposturas del arte magico.
Mira a Guido Bonatti, y ve allí a Asdente, que ahora desearía no haber dejado su cuero y su
bramante; pero se arrepiente demasiado tarde. Contempla las tristes que abandonaron la
aguja, la lanzadera y el huso para convertirse en adivinas, y para obrar maleficios con
hierbas y figuras. Pero ven ahora, porque ya el astro en que se ve a Caín con las espinas
ocupa el confín de los dos hemisferios, y toca el mar más abajo de Sevilla. La luna era ya
redonda en la noche anterior, pues debes recordar que a veces te prestó su ayuda cuando
ibas por la selva umbría. Así me hablaba, y entretanto íbamos caminando.
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