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Mari Carmen Camacho

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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
La inconfundible huella de Núñez en este toro de pelo mulato girón de preciosa estampa perteneciente al hierro de Carmen Camacho.
Mari Carmen Camacho:
el legado de un
taurino histórico
Manuel Camacho Naveda fue un influyente personaje que vivió en primera fila la evolución de la tauromaquia
desde los tiempos de Joselito y Belmonte hasta los años 80. Íntimo amigo de grandes figuras, hombre emprendedor, afable y polifacético, de una época en la que los negocios no estaban reñidos con el señorío, don Manuel fue un taurino en el más amplio sentido del término. Ejerció como apoderado, empresario y ganadero de
éxito, sus toros ocuparon muchos carteles de lujo durante varias décadas y supo darles una especial personalidad,
mezclando diferentes ramas sobre la base fundamental de la brava sangre Núñez. Tras fallecer en 1983, la ganadería pasó a su hija Carmen y su nieta Silvia, quienes mantuvieron la misma línea, si bien en los últimos años,
sin motivo lógico que lo justifique, han pasado de triunfar en las ferias al silencio casi total. La crítica situación del mercado ganadero, distorsionado por las prácticas monopolísticas fruto de las modas absurdas, la comodidad y el inmovilismo suicida, ha conducido al arrinconamiento de vacadas excelentes, como ésta, que hoy
se limita a la lidia sin picadores, aunque sigue viva en espera de tiempos mejores. Su historia y gran categoría justifican sobradamente que sea la protagonista de este número de Taurodelta.
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotografías: Joaquín López del Ramo,
Manuel Durán y Sánchez Vigil
14
N
acido en la localidad gaditana de
Vejer de la Frontera, don Manuel Camacho fue empresario
de éxito en el sector de la automoción,
y pronto hizo una estrecha amistad con
lo más granado del ambiente taurino de
esta zona de la Baja Andalucía, que tan
decisivo influjo tuvo en el devenir de la
tauromaquia. Nada menos que la fami-
lia Tamarón, los Domecq y los Núñez
fueron sus referentes ganaderos más
próximos, lo que, además de su cercanísimo trato con muchas de las figuras
del torero, los principales empresarios y
otros actores de máximo nivel del toreo,
le dieron un impresionante bagaje de conocimientos y experiencias. En un tiempo en que los profesionales de este es-
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pectáculo sí tenían categoría y cultura
taurina, nuestro hombre siempre estuvo entre los mejores.
Don Manuel fue un maestro del
trato, participó en numerosas operaciones de compra y venta de ganado
bravo, y además era corredor de fincas,
lo cual puso en sus manos varias vacadas, entre ellas la antigua y muy prestigiosa de Guadalest, que compró en
1931 junto a Antonio Márquez, quedando más tarde como único propietario, y de cuyo hierro lidió bastantes corridas en plazas importantes hasta
1933. Esta ganadería, por cierto de
magnífica calidad, la tuvo posteriormente Julia Cossío, esposa de Juan Belmonte, luego el malagueño José Quesada y más tarde Julio Aparicio.
DE BRAGANZA
A CURRO CHICA
A mediados de los años 50, nuestro
protagonista adquirió en sociedad con
Álvaro Domecq y Díez la mitad de la
ganadería de Curro Chica. Manuel Camacho se quedó con el hierro y la divisa, que anunció a nombre de su esposa, Francisca García Villalón, ya que
por entonces él era titular de otra vacada. Finalmente, y una vez vendida
aquella, el propio don Manuel quedó
como propietario de la que ahora nos
ocupa. Este hierro que tuvo Curro
Chica era el antiguo de la casa de Braganza, cuyo dibujo es una corona representativa de la familia real portuguesa, y así ha llegado a nuestros días
con pequeñas variaciones.
La ganadería de Braganza se formó a
partir del lote de vacas vazqueñas cedido
por Fernando VII al infante don Miguel,
hijo de su hermana Carlota Joaquina,
quien era a su vez esposa de rey Juan VI
de Portugal. A la muerte de éste, se produjo en el país vecino una guerra por la
sucesión dinástica entre don Miguel y su
hermano Pedro, siendo derrotado el primero de ellos y su ganadería repartida
entre los correligionarios del nuevo
monarca. Tras la llegada al trono de Carlos I, buen aficionado a la tauromaquia,
la vacada real portuguesa se rehízo con
las reses de la antigua, a las que se agregaron otras del Duque de Veragua, que
era dueño en solitario desde 1849 de la
antigua ganadería de Fernando VII.
Más tarde, siendo su propietaria Doña
Amelia de Portugal, se incorporaron varios sementales de Ibarra escogidos por
el matador Ricardo Torres Bombita, lo
Lance de Finito de Córdoba a uno de los toros de Carmen Camacho con los que triunfó en Madrid bajo el
diluvio el 17 de mayo de 1993.
cual dio lugar a la cruza entre la antigua
casta Vazqueña y la de Vistahermosa.
La ganadería sufrió los avatares de la
propia Casa Real, por lo que una vez instaurada la Republica, salió de tierras lusitanas, siendo vendida en 1910 al sevillano Antonio Flores Iñiguez, que
hizo su presentación en Madrid el 8 de
junio de 1913 y logró darle un estimable cartel, ya que sus toros encajaban
bien con el gusto de los espadas de la
Edad de Oro del toreo. En 1929 la vacada fue enajenada al gaditano Ramón
Ortega Velázquez, quien la trasladó a la
finca “Los Alburejos”, muy próxima a
Medina Sidonia y, siguiendo el consejo
de Ramón Mora-Figueroa, echó dos
sementales tamarones del conde de la
Corte llamados Jilguerito y Chavetero, ambos de magnífica reata.
A nombre de Ramón Ortega, tuvo
lugar el debut en Las Ventas del histórico hierro de Braganza el 14 de abril de
1935, en la corrida conmemorativa del
advenimiento de la República, que despacharon los rejoneadores Cañero y
Mascarenhas y los espadas Chicuelo,
Cagancho y Lorenzo Garza, y en la cual
hubo varios astados buenos, como Rebuscado, Paradicho y Saleroso, éstos últimos berrendos en negro. El señor Ortega lidió ese mismo año en la
Monumental una novillada y un par de
sobreros, entre los que destacó Romito,
al que le hizo una buena faena Lorenzo
Garza el 26 de mayo. La última comparecencia de Ramón Ortega en esta
plaza se registró ya iniciada la guerra civil, el 22 de agosto de 1936, con cuatro
novillos.
En 1940 adquirió la ganadería el jerezano Francisco Chica Navarro, conocido en el ambiente taurino como Curro Chica, que la poseyó hasta su muerte en febrero de 1955, pastando en la dehesa “San Andrés”. El señor Chica también fue durante un breve periodo dueño de la antes mencionada vacada de
Guadalest, pero su fama ganadera le
vino con los antiguos braganzas, que colocó en muchísimos carteles de primera fila. Esta ha sido sin duda la ganadería contemporánea de origen veragüeño con más noble estilo y mejor clase,
quizás por la mejora que supusieron las
aportaciones de los sementales de Ibarra y Tamarón, aparte de dar un tipo de
toro bastante bonito, serio pero no excesivamente aparatoso de cara, y con las
variopintas capas propias de su sangre:
negros, castaños, cárdenos, berrendos de
diferentes gamas y, sobre todo, melocotones y jaboneros.
Curro Chica lidió bastante en Madrid
a lo largo de la década de los 40, y aunque lo hizo con desigual éxito, quedaron
en su palmarés varios ejemplares sobresalientes, entre los que merecen destacarse los siguientes: Tablajero, berrendo
en jabonero, al que Jaime Pericás cortó
una oreja el 26 de septiembre de 1940,
corrida del debut del ganadero en este
coso, en la que también hicieron el paseíllo Nicanor Villalta y Pascual Márquez,
que confirmó la alterativa. Otro buen astado fue el novillo Azuquero, jugado el 30
de abril de 1941, así como el toro Galileo, colorado, que estoqueó José Ignacio
Sánchez-Mejías el 2 de mayo de 1943.
No desentonó con los anteriores el entrepelado Altanero, del que paseó una ore-
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El chorreado Gorrero embistiendo al capote de Rivera Ordoñez, que le cortó una oreja el 29 de mayo de
1996. Obsérvese que se trata de un toro serio de cara, pero bajo y de buenas hechuras.
ja Rafael Llorente tras una faena rubricada
con una de sus grandes estocadas el 6 de
octubre de 1946. También Altanero se llamó el que probablemente fuera el más
bravo y completo de los toros mencionados, lidiado el 5 de junio de 1947, que
además fue la última ocasión en que el
criador de Jerez compareció en Madrid.
NÚÑEZ CON
TOQUE PERSONAL
Una parte de las reses compradas a
Curro Chica pasó a Álvaro Domecq,
que por entonces comenzaba a formar
lo de Torrestrella en la ya citada finca
“Los Alburejos”, donde en su día pas-
taron los braganzas. Manuel Camacho
se quedó con el lote más numeroso, al
que adicionó 25 vacas y el semental
Jaulero, de Villamarta. El hecho de ser
gran amigo del genial Carlos Núñez
Manso, le facilitó la adquisición de varios lotes selectos de esa extraordinaria ganadería, que finalmente constituyeron el núcleo esencial de la suya,
como también pasó en buena medida
con la de don Álvaro. El propio Camacho compró a Núñez y tentó el novillo Catalejo, que luego cedió a Domecq y sería el padre del histórico
semental Lancero, básico en la génesis
de Torrestrella.
Napolitano, uno de los ejemplares más destacados de la brava la corrida de Camacho lidiada en Madrid
el 17 de mayo de 2001. Correspondió a Ortega Cano.
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A mediados de los años 60, Manuel
Camacho adquirió a los herederos de
Carlos Núñez más de medio centenar de
vacas paridas junto con los sementales
Guitarrero y Condesano, rebautizado
como Marquesito. También echó dos toros de Juan Pedro Domecq, pero no ligaron bien y su prole fue eliminada. A
todo lo anterior se sumaron aportaciones frecuentes de progenitores de Torrestrella. No obstante al predominio de
la sangre Núñez, no se eliminó lo antiguo de Braganza ni lo de Villamarta, y
quizás por ello los toros de Camacho
han tenido atributos físicos diferenciados, con un punto más de corpulencia,
seriedad en sus caras rizadas y la presencia testimonial del clásico pelo jabonero, procedente de Veragua-Braganza, además de otros como el ensabanado, salpicado, colorado, mulato,
chorreado o girón. Y todo ello con el sello especial de “familia” de Núñez, de
bonitas hechuras y a menudo “tocaditos” de pitones.
Desde hace muchos años, la ganadería de Camacho se asienta en la finca “La Quinta”, situada en el corazón de
la Ruta del Toro, enfrente de Medina Sidonia y al lado de “Los Alburejos”. Aparte de esta y otras dehesas, don Manuel
tuvo una de las fincas de bravo con más
solera de la provincia de Madrid: “Los
Linarejos”, sita en las proximidades de
Moralzarzal, y que en tiempos perteneció a los herederos de don Vicente
Martínez. Como curiosidad, aún se recuerda en la zona un tentadero que toreó El Cordobés en su momento de eclosión, que congregó en dicha finca a una
multitud de aficionados y curiosos, hecho, que sepamos, sin precedentes en un
escenario campero.
Manuel Benítez fue uno de los toreros que con más frecuencia lidiaron las
reses de Camacho en los años 60, cuando la ganadería ya apuntaba las condiciones de nobleza y clase que posteriormente fueron su seña de identidad,
especialmente a raíz de apostar más por
la sangre Núñez. En la temporada 1970
se jugaron los primeros toros con porcentaje mayoritario de este origen, uno
de los cuales fue el excepcional Ramillete,
al que Paquirri cortó el rabo en la feria
de Granada. Francisco Rivera fue uno de
los toreros incondicionales de esta casa,
así como luego lo sería Dámaso González, que apreciaron y gozaron en la intimidad con la gran sabiduría del ya veterano don Manuel y en las plazas con
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el magnífico son de sus toros, que en
esta década acrecentaron su prestigio entre los toreros por la clase y regularidad
de su embestida, muy en la línea de los
núñez de aquél momento.
Los éxitos del antiguo hierro de Braganza se acrecentaron durante los años
80, pudiendo servir como exponente de
los mismos la extraordinaria corrida lidiada en el Puerto de Santa María el 7
de agosto de 1983, en la que Galloso,
Emilio Muñoz y Paco Ojeda cortaron
siete orejas y un rabo y el toro Avellano
obtuvo la vuelta al ruedo. Otro ejemplo
sobresaliente fue el excepcional juego
del toro Cobardón, con el que Paco
Ojeda cuajó una faena histórica en la feria de Granada de 1986.
LA CORONA
VUELVE A MADRID
Don Manuel Camacho falleció el 16 de
junio de 1983 a los 84 años, y la ganadería pasó a su hija Carmen, que contó con el asesoramiento del administrador Antonio Moreno y la colaboración de su hija Silvia, la cual tomó gradualmente mayor protagonismo. Los
nuevos responsables mantuvieron la estrategia de continuidad con la línea ya
trazada, y si bien tuvieron que subir algo
el tamaño y las cornamentas para adecuarse a las imposiciones del radicalismo “torista”, lo hicieron sin alterar en
exceso las hechuras clásicas.
En esta nueva coyuntura, la familia
Camacho debuta en Madrid el 27 de
mayo de 1990 con un bonito y serio
lote que estoquean Manili, Emilio Oliva
y Rafael de la Viña y que obtiene el premio a la mejor corrida de la feria, destacando por su nobleza el tercero, un
chorreado listón llamado Mariposa. Las
camadas de estos años 90 marcan una
línea ascendente de éxitos en ferias importantes, en las que la ganadería gaditana triunfa de forma repetida. Retorna
a Las Ventas el 12 de mayo de 1992,
con Emilio Muñoz, Litri y Mariano Jiménez al frente de las cuadrillas, y aunque algunos morlacos sacan dificultades, salta uno de buena clase llamado
Tabernero, que le toca a Miguel Báez.
Más completa es la corrida de la feria de
San Isidro de 1993, que despachan en
tarde de diluvio Armillita, Finito de Córdoba y Chamaco, y en la que hay tres
ejemplares importantes: Barbanegra, el
cuarto, y los dos del lote de Finito, que
llevan por nombre Montañés y Galero, y
con cuya embestida luce la clase pro-
Magnífico estilo de embestida de Mariposo, al que Uceda Leal cortó una oreja en Las Ventas el 20 de
mayo de 2003.
verbial de este torero, que corta la oreja
de uno y da la vuelta al ruedo en el
otro. Este encierro se enmarcó dentro
de una camada de altísimo nivel.
La divisa de Carmen Camacho se ausenta de Madrid un par de temporadas,
hasta el 29 de mayo de 1996. Pero en
dicha ocasión los veterinarios montaron uno de los “numeritos” de capricho
autoritario que periódicamente protagonizan, por lo que finalmente sólo se
jugaron tres toros, de los cuales dos
fueron buenos, Mascotero, y sobre todo
Gorrero, al cual cortó una oreja Rivera
Ordóñez. Después de este episodio,
hay un nuevo lapso de tres años durante el cual los morlacos de Camacho
triunfan en ferias de la categoría de Zaragoza, Sevilla, Granada, Bayona o
Mont-de-Marsant, pero no vienen a
Madrid.
El 1 de junio de 2000 vuelve a anunciarse en Las Ventas otra corrida de
esta vacada, para Fernando Cepeda,
Uceda Leal y Juan Bautista; de los cuatro toros que se lidian esa tarde dos sacan alta nota: el tercero, Ranchero, y el
quinto, castaño de nombre Ramillete.
Más redondo si cabe es el resultado en
San Isidro de 2001, gracias a un bravo
encierro que torean Ortega Cano, Finito de Córdoba y Javier Castaño y en
el sobresalen los toros Napolitano y Barbablanca. Esta brillante etapa se cierra
en Madrid con la corrida del 20 de junio de 2003, en la que es obligado re-
cordar al excelente toro Mariposo, del
que Uceda Leal obtiene un trofeo.
Hasta el 15 de agosto de 2009 no
vuelve a lidiarse en Madrid una corrida
completa de esta divisa; la estoquean
Juan Mora, José Luis Moreno y César
Girón, y aunque los toros muestran nobleza, duran poco, si bien el segundo de
los espadas cortar una oreja de Montapeño tras una solvente actuación. Después de un sobrero que lidia Morante el
21 de mayo de 2010, la temporada de
2011 es la última en que la ganadería ha
venido a Madrid. El 17 de abril de dicho
año lidia una corrida que acusa flojedad,
defecto que también muestran los dos
toros jugados el 11 de junio siguiente,
y el 9 de octubre se juega una novillada que torean Daniel Morales, Cayetano García y Raúl Rivera, también noble
pero falta de gas, en la que brilla por su
buen juego el quinto, de nombre Zurrón,
que fue aplaudido en el arrastre.
La caída brutal del mercado ganadero
llevó a vender a la casa Matilla las camadas de añojos de los guarismos 10, 11
y 12, y desde entonces los machos tienen salida de erales. En aras a asegurar la
viabilidad económica de la explotación,
se cría ganado manso selecto, pero el núcleo de la vacada brava se mantiene con
la esperanza de poder lidiar en un plazo
breve de nuevo utreros y cuatreños.
Ojalá podamos verlo y esta excelente
ganadería vuelva a ocupar el sitio que
merece por su historia y calidad.
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