Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans. Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo. No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro. Disfruta de la lectura. 2 Créditos Traducción: Albaxxi Danielle OnlyNess Corrección: BVEM Kote Ravest Lectura Final: Lalyta Diseño: Bruja_Luna_ 3 Dedicatoria Para los traseros del hockey. Gracias por existir. 4 Índice Créditos ___________________ 3 16 ______________________ 169 Dedicatoria ________________ 4 17 ______________________ 182 Sinopsis ___________________ 6 18 ______________________ 199 1 _________________________ 7 19 ______________________ 211 2 ________________________ 20 20 ______________________ 220 3 ________________________ 28 21 ______________________ 222 4 ________________________ 38 22 ______________________ 229 5 ________________________ 46 23 ______________________ 235 6 ________________________ 57 24 ______________________ 236 7 ________________________ 66 25 ______________________ 237 8 ________________________ 80 26 ______________________ 238 9 ________________________ 90 27 ______________________ 239 10 _______________________ 97 Epílogo __________________ 247 11 ______________________ 110 Epílogo Bonus ____________ 254 12 ______________________ 118 Puck Shy – Carta de Amor ___ 263 13 ______________________ 132 Próximo Libro_____________ 265 14 ______________________ 144 Sobre La Autora ___________ 266 15 ______________________ 155 5 Sinopsis Estoy teniendo la definición de un mal año. ¿La pérdida del sexto partido le costó a mi equipo la Copa? Chequeado. ¿Ser arrestado y arruinar mi imagen? Chequeado. ¿Ser casi atropellado después de que mi auto se averió? Oh, mira, un triplete. Mi contrato es con los Carolina Comets finaliza este año y necesito recomponerme si quiero seguir en el equipo. Necesito relajación, no una relación. Pero cuando estoy haciendo scroll en una aplicación de citas y tropiezo con la hermosa chica que casi me atropella, sé que esta vez no puedo dejarla marchar. Harper es divertida, inteligente y no le importa el hockey. Se supone que no debo centrarme en otra cosa que no sea mi carrera, pero no puedo quitarme a Harper de la cabeza. Sé que no debo enamorarme de ella... pero creo que ya lo hice. PUCK SHY es una comedia romántica de hockey independiente. Es una diversión buena y poco angustiosa con algunos jugadores de hockey calientes. Puck Shy (Carolina Comets #1) - Teagan Hunter 6 1 Collin —No, no, no… El humo sale de debajo del capó de mi viejo y destartalado Land Cruiser, que sin duda ha visto días mejores. Con un gruñido, lo conduzco hasta la orilla y, justo cuando saco la última rueda de la carretera principal, el auto se apaga por completo. El miedo se hunde en mis entrañas. Soy más capaz de manejar un palo de hockey que una llave inglesa, pero hasta yo sé que ese tipo de humo no es una buena señal. Suspiro y tiro del freno de emergencia, luego golpeo mi mano contra el volante con frustración. Llevo dos días varado en un pueblo de mala muerte mientras espero que me entreguen neumáticos nuevos para reemplazar los dos que se han reventado. Ahora, a menos de cuatro horas de casa, estoy jodido otra vez. Supe que atravesar el país con el viejo auto destartalado no era la mejor idea. Debí haber escuchado a mi padre cuando me sugirió que llamara a la grúa. Él supo que el auto no haría el viaje desde el medio de la nada de Kansas hasta Carolina del Norte. Sin embargo, estuve decidido a tener los últimos días de mi descanso para mí. Solo yo y la carretera abierta, nada más que mis pensamientos para hacerme compañía. Resultó que también fue una mala idea porque mis pensamientos apestan tanto como este auto. El final de la temporada pasada se repite constantemente en mi cerebro, y paso todo el viaje pensando en todas las cosas que pude haber hecho de manera diferente para no costarnos la Copa Stanley. 7 Como, por ejemplo, no cometer un penal minutos antes del final del partido reglamentario empatado, lo que provocó un gol y la pérdida del sexto partido en la prórroga. Después de ganar el primer partido, nos sentimos bien, listos para llegar hasta la final. Pero después de perder los partidos dos, tres y cuatro (en la prórroga, nada menos) nos sentimos derrotados. Nos recuperamos en el quinto partido y apenas ganamos, pero la chispa volvió. Entonces llegó el sexto partido y nos derrumbamos como un castillo de naipes en el último minuto, arruinando la serie. Fue un golpe total al corazón. Deseo poder decir que eso fue lo peor que me paso a mí. Un auto pasa a toda velocidad, sacudiendo el todoterreno y sacándome del recuerdo de uno de los peores momentos de mi vida. No necesito hacer un viaje por el carril de la memoria. Ahora mismo, tengo que pensar qué demonios voy a hacer para volver a casa. El entrenador espera que el equipo se presente mañana a las ocho de la mañana, y después de decepcionarlo la temporada pasada, no puedo llegar tarde. Este año tiene que ser mejor que el anterior. Tengo un contrato en juego. Tengo que poner en orden mi mierda, demostrar que valgo el tiempo y el dinero. Quiero quedarme con los Comets, y hacer lo que sea necesario para lograrlo. Abro el capó y salgo del auto para echar un vistazo a los daños. Cuando miro el motor, es obvio que no voy a ir a ninguna parte pronto. Hay líquido errante y un silbido bajo resuena en la carretera, que por lo demás está tranquila; viene de donde se eleva el humo. Definitivamente, tengo que pedir una grúa. Me limpio las manos en mis jeans (algo por lo que mi madre me mataría si me ve) y rodeo el auto para tomar el teléfono del portavaso. Busco el mecánico más cercano y pulso IR en los resultados. Y espero. Y espero un poco más. Nada. No hay suficiente servicio para que se carguen los resultados. Camino de un lado a otro por la carretera, pero es inútil. Estoy en medio de la nada. No hay nada en kilómetros. 8 Con mi creciente frustración, regreso a mi auto y examino la zona. No estoy seguro de lo que estoy buscando. ¿Un rescate, tal vez? No me cruce con muchos autos mientras conduje, así que no espero que nadie venga por la carretera en breve. Estoy a una hora y media de la puesta de sol, tal vez menos, y creo que vi una salida a unos ocho kilómetros. Si me apresuro, probablemente pueda llegar antes de que oscurezca demasiado. —A la mierda —murmuro a nadie más que a mí mismo—. Voy a caminar. Diablos, tal vez sea bueno para mí. Ayudará a despejar mi cabeza. Tomo mi billetera de la consola central y una linterna de la guantera por si la necesito, y cierro el auto. Le envió un mensaje de texto a Rhodes, el único miembro del equipo que no quiere ahogarme; con la esperanza de que lo reciba y pueda enviar a alguien para que me ayude. Meto el teléfono en mi bolsillo trasero y, de alguna manera (a pesar de que lo hago cientos de veces antes) fallo. El pedazo de metal demasiado caro se estrella contra el suelo. Ni siquiera tengo que levantarlo para saber que la pantalla está destrozada, porque ese es el tipo de suerte que tengo últimamente. No es que me importe una mierda que el teléfono esté roto. Puedo comprar otro sin problema. Mi problema es que todo lo que puede salir mal desde que arruinamos la Copa sale mal. La semana siguiente a la derrota, unos cuantos chicos del equipo (los que todavía me hablan) nos reunimos en un bar local para ahogar nuestras penas. Después de tomar demasiadas copas, se produjo una pelea luego de que presenciara cómo un imbécil maltrató a una mujer. Hice lo correcto. Intervine y Manejé la mierda. Pero ¿Adivina a quién le pusieron las esposas cuando todo estuvo dicho y hecho? A mí. Fui ese maldito quién. Afortunadamente, el idiota terminó retirando los cargos cuando se supo la verdad sobre lo que habría empezado la pelea. 9 Pero el daño ya está hecho. Me tacharon de exaltado cuando la prensa comenzó a indagar en mi pasado, y un expediente que debió estar limpio de repente no lo estuvo. ¿Dos arrestos por agresión? No es una buena imagen para el equipo. Con mi nombre y mi rostro salpicados en los titulares y en las redes sociales, el entrenador sugirió que pase el verano tranquilo, para poner en orden mi cabeza antes de la próxima temporada. Así que hice mi maleta y fui hacia el oeste, a la granja de mis padres. ¿El vuelo a casa de mis padres? Reprogramado… dos veces. Para colmo, mi equipaje se perdió y terminé teniendo que usar ropa demasiado pequeña de mi hermano los tres primeros días que estuve allí. Mamá se olvidó de mencionar que convirtió mi antiguo dormitorio en una oficina, así que dormí en el mismo sofá incómodo y lleno de bultos que tuvimos desde que estuve en la escuela secundaria. Con mi metro noventa, el sofá fue el último lugar en el que necesité dormir. Esa primera semana en casa la pasé con una contractura en el cuello, y juro que todavía estoy jodido. Eso fue sólo el comienzo de la tormenta de mierda que siguió. Pensé que volver a casa durante el verano fue bueno para mí, pensé que estar lejos de la ciudad que defraudé era lo mejor. Pude dejar atrás la pérdida, los chismes y poner en orden mi mente. Pero todo lo que puede salir mal sale mal, y cuanto más se estropea, no puedo evitar pensar que todo fue mi culpa de alguna manera. Pellizco el puente de mi nariz con mis dedos, inhalando y exhalando lentamente para mantener la calma. Solucionar problemas bajo presión no suele ser un problema para mí. No te conviertes en una selección de primera ronda en la NHL por no ser capaz de soportar el calor. Pero hoy, mi capacidad para mantener la calma está siendo puesta a prueba más allá de lo imaginable. Primero mi auto, ahora mi teléfono. —¿No me puede salir una cosa bien, para variar? Con un resoplido, levanto mi teléfono del suelo para evaluar los daños. Como es de esperar, la pantalla está destrozada. ¿Pero la verdadera patada en las pelotas? 10 No enciende. —Simplemente genial. —Ahora, si mi mensaje llega de alguna manera a Rhodes, él no tiene ninguna forma de ponerse en contacto conmigo. La furia se apodera de mí y lo único que quiero hacer es estrellar el aparato inútil contra un árbol, pero me abstengo. En lugar de eso, vuelvo a caminar por la carretera, agachando la cabeza y asegurándome de alejarme de la autopista de dos carriles. El cielo se oscurece mucho más rápido de lo que espero, y calculo mal el tiempo que me queda hasta la puesta de sol y qué tan lejos está la salida. Camino alrededor de un kilómetro y medio antes de ver los faros aparecer sobre una colina en la distancia. Sea quien sea, viene a toda velocidad. Y eso me preocupa porque cuanto más se acercan al borde de la carretera, más se acercan a mí. ¿El universo me odia tanto que estoy a punto de ser atropellado en medio de la nada sin que nadie lo presencie? ¿Dónde probablemente no encuentren mi cuerpo durante días? El conductor no da señales de reducir la velocidad ni de apartarse. Ralentizo mi paso a medida que se acerca, dispuesto a saltar si es necesario. Y realmente creo que voy a tener que hacerlo. Justo cuando estoy seguro de que voy a tener que tirarme a la cuneta para ponerme a salvo, un fuerte chillido atraviesa el aire cuando frenan abruptamente, dando coletazos por toda la carretera. El auto derrapa unos treinta metros más, antes de detenerse por completo. Estoy paralizado. No puedo moverme. No puedo apartar la vista del auto que ahora está detenido en medio de la carretera. ¿Qué demonios acaba de pasar? El cielo todavía está lo suficientemente brillante como para que pueda distinguir la figura del conductor en el auto. Puedo verlo sentado e inmóvil, probablemente en el mismo estado de shock en el que yo me encuentro. Finalmente, niega con la cabeza y quita el pie del freno. 11 ¿Simplemente se va a marchar? ¿Después de haber estado a punto de atropellarme? ¿Jodidamente así de fácil? Doy dos pasos hacia el vehículo, dispuesto a… mierda, no sé ni lo que voy a hacer. ¿Gritarle? ¿Perseguirlo? Eso sería una estupidez. Además, no necesito meterme en más problemas de los que ya tengo. Pero estoy enojado. ¿Quién sería capaz de marcharse como si nada luego de casi atropellar a una persona? Dejo de caminar cuando el auto se desliza lentamente hacia la orilla y el conductor apaga el motor. Supongo que, después de todo, va a detenerse. Espero a que haga el primer movimiento. Que baje la ventanilla y me pregunte si estoy bien. Que se baje y se disculpe. Que haga cualquier cosa que no sea quedarse sentado allí. Está demasiado oscuro para ver el interior del auto, pero puedo sentir que me miran por el espejo retrovisor. Le devuelvo la mirada, mi ira aumenta con cada minuto. Juro que pasan horas antes de que la puerta finalmente se abra. —¿Cuál es tu maldito problema? —Me abalanzo sobre el vehículo en cuanto la puerta se entreabre—. ¿Tienes idea de lo cerca que estuviste de atropellarme? Podrías haberme matado… Trato de controlar mi sorpresa cuando una mujer que no puede medir más de un metro sesenta y cinco sale del auto y se gira para mirarme. Aparta los largos y ondulados mechones de cabello de su rostro. Todavía está a unos metros de distancia, pero desde aquí puedo ver la sorpresa en sus ojos. Su mandíbula está desencajada y sus manos tiemblan a los lados. Da un paso hacia mí. Luego otro. Se detiene en la parte trasera de su auto y me mira con los ojos muy abiertos. Pero no es la misma mirada de ojos abiertos que recibo de los fans. No hay señales de reconocimiento en su rostro. Parece aterrorizada. Como si me tuviera miedo. Ridículo, teniendo en cuenta que soy yo quien casi muere. 12 Nos miramos fijamente durante varios segundos, sin decir nada. Está tranquilo aquí fuera, no hay mucha brisa. No hay nada que llene el silencio entre nosotros, excepto su tranquila respiración. No sé cuál es la etiqueta aquí. Hace un momento estaba listo para atacarla, pero la mirada que me está dando… —Yo, eh… Una pausa. Pasan diez segundos. —Yo… —Lo intenta de nuevo, su lengua humedece sus labios y los coloca en el inferior entre sus dientes, atrapándolo allí mientras reflexiona sobre lo que va a decir a continuación. Un suspiro. Y finalmente: —¿Estás bien? Su voz es suave. Tímida. Asiento. —Yo… no te vi. Y luego lo hice. Pero pensé… pensé que no eras real. Inclino la cabeza. —¿No era real? Mi voz sale más gruesa de lo que pretendo, probablemente por no haber hablado con nadie durante mucho tiempo. Ella parece tan sorprendida como yo por el sonido. —Ya sabes, las historias sobre esta carretera. Pensé que eras el Vagabundo Fantasmal. —¿El Vagabundo Fantasmal? No tengo ni idea de por qué estoy repitiendo el final de sus oraciones. A ella no parece importarle. —¿No has escuchado las historias? Niego con la cabeza. Retuerce sus manos y mira a su alrededor, observando la zona boscosa que nos rodea. 13 —Bueno, supuestamente, a lo largo de este tramo de carretera, un vagabundo merodea. Se dice que aparece al anochecer y que solo se les aparece a las personas que están solas. Te hace señas, diciendo que su auto se ha estropeado, y te pide que lo lleves. Si lo dejas subir a tu auto, le estás dando permiso. —¿Permiso para qué? —Para devorar tu alma. Se dice que absorbe todo lo bueno de ti, dejando todo lo malo. Todos los que informaron que lo recogieron han cometido un crimen horrible en las semanas siguientes. —Eso… suena como un montón de mierda. Ella suelta una carcajada. —Pero nunca he visto a nadie deambulando por esta carretera antes de esta noche, y bueno… —Ella levanta los hombros—. Me asusté. Probablemente porque estaba escuchando Strange, Dark, and Mysterious. —¿Escuchas a Johnny? Sus ojos se agrandan con sorpresa y sonríe. —¿Eres fan del podcast? —Lo escucho todo el tiempo durante… —Hago una pausa, sin querer revelar demasiado sobre quién soy. No tengo ni idea de quién es esta mujer. No da señales de reconocerme, pero podría estar jugando conmigo. No sería la primera vez que ocurre—. Cuando estoy en un avión —termino. —¿Vuelas mucho? —A veces más de lo que me gustaría. El silencio vuelve a caer entre nosotros y ella vuelve a retorcer sus manos. Está nerviosa, pero no puedo decir si soy yo quien la hace sentir así o si ambos acabamos de experimentar algo que nos cambiará la vida. —Yo… lo siento mucho —dice en voz baja. Su voz apenas supera un susurro, pero me llega con facilidad. Acabo de darme cuenta de lo silencioso que es este tramo de la carretera. Y después de su historia (aunque sea una mierda total) es un poco espeluznante estar aquí. —¿Qué estás haciendo aquí? —Mi auto se estropeó. 14 Un suave chillido sale de sus labios y no puedo evitar reírme. —No soy el vagabundo, lo prometo. Sus ojos se estrechan. —Eso suena exactamente como lo que él diría. —Bueno, supongo que la única forma de saberlo es dejándome subir a tu auto. Su rostro decae y da un paso atrás, alejándose de mí. —Mierda. —Levanto la gorra de mi cabeza, pasando una mano por mi cabello antes de volver a colocarla—. Eso ha sonado espeluznante, ¿no? Asiente. —Mira —digo, dando un paso adelante. Ella retrocede de nuevo y me detengo, dándome cuenta de que probablemente la estoy asustando—. Estoy en esta carretera desde las seis de la mañana, y ahora mi auto está averiado. Intenté llamar a la grúa, pero perdí la señal. Luego mi teléfono se cayó, y como hoy en día nada se fabrica como antes, se rompió. Así que ahora estoy varado. Vi una salida a un par de kilómetros atrás y estaba caminando en esa dirección cuando casi me atropellas. Hace una mueca, su rostro me dice que lo siente. —Ha sido un largo día —le digo—. Estoy cansado, frustrado y solo quiero llegar a mi destino para poder dormir. Así que gracias por no atropellarme. Estoy bien. Estás bien. —Señalo con mi pulgar por encima de mi hombro—. Me voy a poner en marcha antes de perder más luz. Giro sobre mis talones y meto mis manos en los bolsillos, manteniendo la cabeza erguida en caso de que alguien más decida bajar por la colina y casi atropellarme. Qué maldito día. Y ahora estoy aquí fuera en la oscuridad total. Mierda, espero que mi linterna no me falle. —¡Espera! Escucho el crujido de la grava bajo sus zapatos cuando se acerca. Me doy la vuelta, esperando. 15 —Yo… —Ella suspira—. ¿Esa salida que viste? Está por lo menos a veinticuatro kilómetros de aquí. —¿Qué? ¿Estás segura? —Habría jurado que no eran más de tres kilómetros. Pero todo aquí se ve igual… Ella asiente. —He conducido por esta carretera cientos de veces. Es la salida para Springsville. La siguiente salida es en esa dirección —Señala la dirección a la que se dirigía—, está a otros dieciséis kilómetros. —Deja caer la mano y la mete en su bolsillo trasero y se balancea sobre los talones—. Estamos en una zona muy rural, y el servicio de telefonía es famoso por ser inexistente. Escogiste un mal lugar para quedar varado. Genial. Es bueno saber que estaba caminando en la dirección equivocada. —¿A dónde te diriges? Tengo en la punta de mi lengua decírselo, pero no creo que sea lo más inteligente. Por lo que sé, ella puede ser el Vagabundo Fantasmal. No seas idiota, Col. Los fantasmas no existen. —Cerca de Jonesville —digo en cambio. No es exactamente a donde voy, pero es un pueblo más allá. —Me dirijo a Bartlett. Eso está en mi camino… ¿Está ella...? —¿Te estás ofreciendo a llevarme hasta allí? Se encoge de hombros. —Casi te atropello. Me parece justo. —Podría ser peligroso. Inclina la cabeza hacia un lado, observándome de cerca. No puedo ver claramente el color de sus ojos desde aquí, pero apuesto a que es algo brillante. —No creo que lo seas. No lo soy, pero… 16 —No me conoces. —¿Estás tratando de convencerme de que eres peligroso? —No. Solo creo que… —¿Soy una mujer, estoy indefensa y soy incapaz de manejarme? — Cruza sus brazos sobre su pecho, inclinando la cadera hacia un lado. Me observa fijamente con una mirada intensa—. Tengo un arma en mi guantera. Parece tan dura en este momento, como si no fuera a aceptar esto de mí. Me gusta que se defienda, pero aun así… —No iba a decir eso. Pero tampoco deberías decirme dónde guardas tu arma. Ella presiona sus labios. —Eso es justo. Aunque podría estar mintiendo al respecto… Tengo la sensación de que no. —¿Quieres que te lleve o no? Realmente odio que se ofrezca a llevar a un completo desconocido, pero me alegro de que el completo desconocido sea yo. —Es domingo —dice—. Los talleres de reparación van a estar cerrados. ¿Qué vas a hacer? ¿Tratar de dar vueltas en algún lugar hasta que alguien pueda venir a buscarte? Caminar por ahí en público durante horas no suena atractivo. No tengo ni idea de dónde estoy y ahora no tengo teléfono para comunicarme con alguien. —Está bien —acepto—. Un paseo sería genial. Puedo pedir una grúa más tarde. Me hace un gesto con la cabeza y se dirige al auto. Damos cuatro pasos antes de que se dé la vuelta de nuevo. Esta vez estoy mucho más cerca de ella, lo más cerca que he estado hasta ahora. Sus ojos son de un azul intenso, tan brillantes que casi son blancos. Sus labios son carnosos y voluptuosos, el inferior un poco más grande que el superior. Su nariz es pequeña y respingona, pero no de una manera que distraiga. Es… bonita. 17 Ella es bonita. —¿Cómo te llamas? —¿Eh? —Aparto mi mirada de su boca, y vuelvo a mirar sus ojos que me observan con cautela. —¿Tu nombre? —Es… Collin. —¿Por qué no pareces seguro de eso? ¿Es un nombre falso? —No lo es. —No estoy del todo acostumbrado a que alguien no sepa quién soy—. Mi nombre es Collin. Mis amigos me llaman Col. —Omito mi apellido a propósito. —Collin. —Ella prueba mi nombre en sus labios, como si estuviera tratando de decidir si le gusta o no. Extiende su mano—. Harper. —Encantado de conocerte, Harper. —Tomo su mano en la mía, notando lo pequeña que es en comparación con mis gigantescas garras. Su piel también es suave—. Gracias por no atropellarme. Una sonrisa tira de la comisura de sus labios. —Vamos. Todavía tenemos unas cuatro horas de viaje por delante. —Uh ¿Debería conducir yo? No estoy del todo seguro de confiar en tu visión nocturna. Esos ojos blanco-azulados se estrechan. —Arma, ¿recuerdas? —Correcto, en la guantera. Lo recuerdo. Gira sobre sus talones y se dirige al lado del conductor del pequeño Honda blanco. Es entonces cuando lo veo. Una pegatina de los Carolina Comets. Que me jodan. Realmente no parecía reconocerme en absoluto, pero quizá sea una buena actriz. No tengo nada en lo que basarme. No la conozco. Lo que me convierte aún más idiota por subir voluntariamente al auto con ella. Debe notar que estoy dudando. 18 —¿Estás memorizando mi matrícula? Ya lo hice. —No. Estaba viendo la pegatina. ¿Aficionada al hockey? Ella deja escapar una única carcajada. —No. No me gustan los deportes en absoluto. Venía con el auto. —Ella se encoge de hombros—. ¿Y tú? —Se podría decir que soy un fanático. —Oh, genial. —Pone los ojos en blanco mientras me dirijo a la puerta del copiloto—. Pero, por favor, no me hables de eso durante todo el viaje o me quedaré dormida al volante. Estas van a ser cuatro horas muy largas. 19 2 Harper Nunca te das cuenta de lo largo que es un kilómetro hasta que estás sentada en silencio con un desconocido al que casi atropellas con tu auto. Ahora soy muy consciente de lo mucho que se siente como una eternidad mientras el silencio se extiende entre nosotros. Santa mierda. No puedo creer que casi atropelle a alguien. Realmente no puedo creer que ese mismo alguien esté ahora sentado en mi asiento de pasajero. Y le mentí. No hay tal cosa como el Vagabundo Fantasmal. Estuve completamente distraída con mi estéreo, tratando de conseguir que mi cable auxiliar quede bien puesto para que mi podcast deje de cortarse. Pero inventar una historia me pareció mejor, que admitir que soy como uno de esos imbéciles que juegan con su teléfono mientras conducen. Le doy un vistazo. Es alto, tan alto que cuando se sienta en el auto, sus rodillas están contra el salpicadero. Inclina el asiento hacia atrás para que su cabeza no roce también el techo. Sus hombros son anchos y ocupa cada centímetro de su lado del auto y parte del mío. Gira su gorra de béisbol hacia delante, y estoy un poco decepcionada por la forma en que cubre sus ojos. Son de un verde brillante, y me entristece no poder verlos nunca a la luz del día porque apuesto a que el color es hermoso. Sus manos también son grandes y están apoyadas sobre sus muslos cubiertos por unos jeans. Son venosas, pero no de esa manera que es 20 demasiado venosa. Más bien de la forma en que una enfermera miraría las manos y pensaría, Wow. Eso es algo de porno para enfermeras justo ahí. Estoy atrapada en un auto con un hombre guapísimo que huele a cuero y a algo más que no puedo identificar. Está sentado tan quieto que me hace sentir incómoda. —Entonces, ¿Qué tan lejos está tu auto? —Me muevo de un lado a otro, tratando de entablar una conversación. —Creo que a un kilómetro y medio más o menos. ¿Te importa si nos detenemos en el rápidamente? Necesito tomar mis maletas. —Suelta una carcajada que no contiene nada de humor—. Realmente pensé que iba a ser capaz de caminar hasta una estación de servicio o algo así y tener esto resuelto esta noche, pero eso claramente no va a suceder. Realmente no. No mentí cuando le dije que estuvimos prácticamente en una zona sin servicio de celular. Conduje por estos lugares suficientes veces en los últimos tres años para saber eso. Vengo de pasar el fin de semana en casa de mi madre para celebrar el compromiso de mi hermana con su prometido abogado. Algo que mi madre se aseguró de mencionar cada segundo del viaje. «No entiendo por qué no sientas cabeza, Harper» «Deberías encontrar un hombre exitoso como tu hermana, Harper» «Estás espantando a los pretendientes con todas esas cosas espeluznantes que haces, Harper» Tiene buenas intenciones. Sé que las tiene. Pero cuando viste a tus padres amarse durante dieciséis años y luego descubres que la razón por la que tu padre murió repentinamente en un accidente automovilístico, que fue porque iba a visitar a su amante… Bueno, eso te fastidia y te aleja de las relaciones. —¿Eres de por aquí? —El profundo estruendo de Collin me saca de mis pensamientos. —Más o menos. Soy de Howardsville, pero vivo en Bartlett desde que me gradué en la universidad. 21 —¿Qué pasa con todos los pueblos de esta zona? Juraría que todos terminan en ville. Me rio. —Pensé que era la única persona que se había dado cuenta de eso. Me vuelve loca. Es confuso. —Lo miro—. ¿Eres de aquí? Se toma su tiempo para responder, pero finalmente dice: —No. Soy de Kansas. —¿De verdad? ¿Qué haces aquí? —Trabajar. —No da más detalles, solo señala la carretera—. Mi auto está justo al otro lado de esta colina. Una oleada fluye a través de mí cuando llegamos a la cima y el auto está en la orilla. Por lo menos no estaba mintiendo cuando dijo que se quedó varado. Eso me hace sentir ligeramente mejor acerca de dejar entrar a un hombre extraño en mi auto. No mintió cuando le dije que no parecía del tipo peligroso. Tal vez sea yo la que tiene esperanzas y es ingenuo, pero en general se me da bien leer a las personas. Me detengo detrás de su camioneta. No es tan bonita como esperaba. Solo lleva un par de jeans y una camiseta, pero incluso yo tengo suficiente sentido de la moda como para darme cuenta de que ninguna de las dos prendas cuesta menos de cien dólares. Lo cual es una locura. Creo que mi atuendo completo me costó diez. Me encanta un buen estante de liquidación. —Vuelvo enseguida —dice en voz baja, pero no hace ningún movimiento para salir del auto. Lo miro y lo encuentro mirándome fijamente, como si estuviera esperando la confirmación de que no voy a dejarlo en la orilla o algo así. —Estaré aquí —le digo de manera tranquila, tratando de fingir que no me gusta la forma en que la luz proyecta sombras sobre su rostro. Apago el motor para demostrarle que no me voy a ir. Me hace un gesto con la cabeza y empuja la puerta para abrirla. Corre hacia el vehículo y abre la puerta trasera. No hay mucho, unas cuantas maletas. 22 Una de ellas es enorme y parece que pesa casi la mitad de lo que peso yo, pero la cuelga sobre su hombro sin ningún esfuerzo aparente. Toma las otras dos y cierra la puerta trasera con el codo. Abro el maletero y salgo del auto para encontrarme con él. Se queda mirando la pegatina de los Carolina Comets en el parachoques y me pregunto si lo ofendí por no ser una fanática del hockey. No es que sea antideportiva ni nada por el estilo, simplemente no consiguen exactamente que mis pezones se pongan duros. Hago una pausa justo cuando estoy a punto de levantar la puerta del maletero, recordando lo que tengo ahí dentro. Lo fulmino con una mirada que espero sea feroz. —No me juzgues por el contenido de mi maletero. —Mientras no sea un cadáver, creo que estamos bien. Cuando hago una mueca, porque no es un cuerpo en sí, levanta una ceja oscura, pero no dice nada. Huh. Terriblemente confiado. Levanto la puerta y contengo la respiración, esperando su reacción. Se ríe, y es un sonido profundo y gutural que voy a fingir que no me resulta atractivo. —¡Oye! He dicho que no me juzgues. —No prometí no hacerlo. —Desliza sus ojos hacia mi maletero—. ¿Vas a mover estas cosas espeluznantes o qué? —¡No son espeluznantes! —Meto mi mano en el maletero para agarrar una caja con partes de muñecas y pasarla al asiento trasero—. Bueno, está bien. Son un poco espeluznantes. Pero ese es el objetivo. —Por favor, dime que no las coleccionas. —¿Para uso personal? No. Pero las uso para decorar. —¿Tú… haces cosas con esto? Asiento mientras abro la puerta trasera del pasajero. —Tengo una tienda online especializada en ellas. Hago y vendo otras cosas también, pero estas siempre dan un gran beneficio, normalmente porque las puedo comprar muy baratas. 23 Empujo la caja por el asiento trasero hacia mi lado. —¿Qué haces con ellas? —pregunta cuando vuelvo a salir para tomar la otra caja. —Todo tipo de cosas. Prácticamente cualquier cosa espeluznante. Suelo pintarlas para que parezcan muertas o zombis. A veces las uso como base para crear versiones infantiles de íconos de terror populares, como Michael, Jason o Freddy. —Eso es… —Espero a que haga la misma mueca que hace la gente—. Bueno, es jodidamente increíble. —¿Sí? —Demonios sí. Me encantan las películas de terror de la vieja escuela como esa. Ya no las hacen como antes, eso es seguro. —¿Verdad? Ya ni siquiera dan miedo, solo se basan en sustos que puedes ver venir desde un kilómetro de distancia. Gruño cuando agarro la segunda caja para que pueda dejar sus cosas en el maletero. Es mucho más pesada que la primera, y ya puedo sentir el sudor que comienza a formarse en la parte posterior de mi cuello. Estoy segura de que me veo muy atractiva en este momento. —Totalmente, no dan miedo. —Coloca sus tres maletas en el maletero y luego me quita de las manos la caja con partes de muñecas. Quiero protestar, pero algo me dice que no me dejara llevarla de todos modos—. ¿Has visto la de los cazadores de fantasmas? —¿Los que resultaron estar muertos todo el tiempo? —Sí. Pone los ojos en blanco y luego desaparece momentáneamente en el asiento trasero. Cuando reaparece, coloca los brazos sobre el techo del auto y pasa su mano por la barba incipiente que cubre su fuerte mandíbula. Mierda, ¿Cuándo se ha vuelto tan sexy ese movimiento? —¿Y el de la familia que se mudó a la granja y terminaron siendo acosados por el peón que aparecía literalmente cada vez que ocurría algo espeluznante y nunca sumaron dos y dos? —Esa me hizo enfurecer con la pantalla. Como, ¡Vamos! Primero, ¿Por qué te mudas a una casa en la que ha habido un doble asesinato y luego te sorprendes cuando empiezan a ocurrir cosas espeluznantes? Segundo, ¡Él estaba literalmente allí cada vez! ¡Obviamente era él! 24 Se ríe. —Tan horrible. Nos quedamos en silencio, los débiles sonidos de los insectos comienzan a cobrar vida en el bosque cercano. Aunque no estamos hablando, no siento la necesidad de llenar el silencio. Es extraño lo fácil que es hablar con él, pero también estoy agradecida porque tenemos cuatro horas sólidas por delante. —Entonces, ¿Es todo lo que necesitas de tu camioneta? Asiente en lugar de responder, y luego pasa la mano por el capó. —¿Qué? —Las llaves. —¿Qué? De ninguna manera. —Sí, claro —dice mientras se aleja del auto y camina hacia mí. No se detiene hasta que está justo frente a mí, y tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para poder mirar su rostro—. He visto la forma en que estrechabas los ojos mientras conducías hacia mi camioneta. Estás jodidamente ciega. Casi me atropellas cuando todavía había luz afuera. Estamos a media hora de que anochezca, y me gustaría llegar a mi destino en una sola pieza. Rechino los dientes porque no se equivoca. Estoy jodidamente ciega por la noche. Por eso me molesta tanto que mi madre insistiera en que fuéramos a comer con mi hermana esta tarde. Se ha alargado como supe que lo haría y eso me ha retrasado unas dos horas cuando quise comenzar el viaje para evitar conducir de noche. —Puedes confiar en mí, Harper. Lo miro y mi boca se seca. ¿Puedo confiar en él? No sé por qué estoy dudando de repente, por qué justo ahora mis nervios están a flor de piel. Quizá sea la realidad de que estoy a punto de conducir varias horas con alguien que no conozco sentado a mi lado. Alguien increíblemente atractivo, además. O tal vez sea que entregarle mis llaves es como entregarle mi vida. 25 Las dejo caer en su mano extendida. —Si destrozas mi auto, te juro que… —¿Me dispararas con tu arma? —¡Sí! En esa parte no miento. Tengo un arma. —Bien —dice, sin parecer amenazado en lo más mínimo—. Tomo nota. Pongámonos en marcha, entonces. Me dirijo al lado del pasajero y subo a mi auto. Se siente raro estar de este lado del vehículo, y no solo porque tenga que subir mucho el asiento. El auto no es gran cosa para la mayoría de las personas, pero es mío y está completamente pagado, lo que es una gran ventaja en mi opinión. Quise algo fiable, y esto ha demostrado ser precisamente eso. De acuerdo, no pensé que fuera tan pequeño cuando lo compré, pero sé que ahora lo parece porque Collin ocupa la mayor parte del espacio. Observo la forma en que sus músculos se contraen mientras nos lleva de vuelta a la carretera. Se ve tranquilo y sereno, mucho más seguro de sí mismo al conducir que yo mientras la noche cae a nuestro alrededor. Pasan varios kilómetros antes de que cualquiera de los dos hable. —¿Lo haces a tiempo completo? Mis cejas se fruncen ante su pregunta, me mira de reojo cuando no respondo de inmediato. —Las muñecas —aclara—. ¿Eso es lo que haces a tiempo completo? Asiento. —Sí, así es. Fui a la escuela de arte y descubrí que tenía un don para crear accesorios y demás. —¿No sería ese un trabajo más adecuado para California? ¿Hollywood y demás? —¿Alguna vez has escuchado hablar de Internet? —Me estremezco ante el sarcasmo que gotea de mis palabras—. Lo siento. No soy precisamente buena con las personas, y a veces mis palabras salen un poco más duras de lo que pretendo. 26 —Quiero decir, mi primera impresión de ti fue que estabas tratando de atropellarme. Es un poco difícil superar eso a estas alturas. Otro escalofrio. —Lo siento. Se ríe. —Todo bien. Estás más que compensándolo, dándome un aventón. Mi co-jefe probablemente patearía mi trasero por subirme a un auto con alguien que no conozco, pero apuesto a que se enojaría aún más si yo hubiese sido atropellado. —Dudo que hubieses muerto. Ni siquiera iba tan rápido. Me lanza una mirada que dice claramente que estoy llena de mierda antes de volver su mirada a la carretera. —De acuerdo —resoplo—. Así que tal vez estarías un poco muerto. Sin embargo, me alegro mucho de no haberte matado. Eso se habría visto muy mal para mi negocio. —Sí, que tu negocio esté en peligro también fue mi mayor preocupación. Una sonrisa se dibuja en sus labios. Quizá mi compañero de viaje por carretera sorpresa no sea tan malo después de todo. 27 3 Collin —¡Retire eso ahora mismo, señor! Niego con la cabeza. —De ninguna manera. Tengo razón y lo sabes. —Estás equivocado. Tan increíblemente equivocado. Michael es un millón de veces mejor que Freddy. —¿Pero lo es? Freddy es divertidísimo y aterrador, esa combinación es perfecta. —¿Sin embargo, lo es? —replica ella—. Michael es amenazante. Siempre está… ahí. Observando y esperando. —Se estremece—. Es espeluznante. —Es predecible. Acechar, apuñalar, perseguir, repetir. —Pongo los ojos en blanco—. Freddy es todo lo contrario. Nunca sabes qué demonios va a hacer el tipo a continuación. —Excepto llamarte perra. Siempre llama perra a sus víctimas. Voy por ti, perra. —se burla con voz grave—. Oh, Dios, esas películas son tan cursis. —Absolutamente horribles. ¿Pero de alguna manera siguen siendo adictivas y buenas? Excepto por ese reboot 1. Eso fue terrible. —Curiosamente, pensé que era demasiada oscura. —Estoy de acuerdo. Intentaron tomárselo demasiado en serio. —¿Qué hay de Freddy vs. Jason? 1 Filmes que constituyen nuevas versiones de películas anteriores, adaptadas a la época actual. 28 —Un clásico absoluto. Una obra maestra. —¡Kia, tiene asma! —cita ella, y volvemos a reírnos. Un fuerte estruendo resuena sobre nuestros sonidos. Ahora es solo Harper quien se ríe mientras yo me estremezco. —¿Eso fue tu estómago? —Asiento—. ¿Tienes hambre? —Jodidamente muerto de hambre. Suelo tener un horario bastante establecido para las comidas, y ahora mismo llevo unas cuatro horas de retraso. —Podrías haber dicho algo o simplemente llevarnos a través de un autoservicio. Podría haberlo hecho, pero no me pareció bien entrar en un local de comida rápida. Ella ya me está haciendo un favor llevándome. No quiero añadir más tiempo a su viaje. —Detente en la siguiente salida —indica, señalando la señal cuando la pasamos—. Yo también podría querer comer algo. No te importa comer mientras conduces, ¿verdad? —Creo que puedo arreglármelas. Llevamos una hora en la carretera, pero solo hemos recorrido otros cincuenta kilómetros después de encontrarnos con un largo tramo de obras en el que estuvimos atascados en el tráfico durante media hora. Gracias a eso, todavía estamos a unas cuantas horas de nuestro destino. Ahogo un bostezo, sabiendo que voy a estar muy cansado para el entrenamiento de mañana. Tomo la siguiente salida y atravesamos lentamente la ciudad en busca de algo para comer. Es bastante árido y solo hay un autoservicio abierto. —Bueno, supongo que eso elimina toda la conversación de “dónde quieres comer” que siempre termina en discusión —dice mientras entro en la fila corta. —Si no fueras a elegir un lugar, habría ido a donde quisiera comer y tú encontrarías algo o no. Sus cejas se levantan de una manera que dice: ¿En serio? Me encojo de hombros. —No juego cuando se trata de comida. 29 —Tomo nota. Hago nuestro pedido: dos hamburguesas con queso y nuggets de pollo para mí y una hamburguesa con patatas fritas para ella. —Toma. —Giro mi cabeza y veo a Harper entregándome su tarjeta de débito. Le devuelvo la mirada con las cejas levantadas. —No está pasando. La empuja hacia mí y niego con la cabeza. Se da por vencida con un gemido y vuelve a meterla en su billetera antes de guardarla en su bolso. —Eres un poco molesto. Me rio. —A partir de ahora, consideraré seriamente que la chica que intentó atropellarme me encuentra molesto. Se cruza de brazos con un resoplido. —¿Vas a recriminarme eso para siempre? —Oh, lo siento, ¿Se supone que debo olvidarlo ya? —Ha pasado más de una hora. —Ya. —Golpeo mi frente—. Olvidé que todos los eventos traumáticos solo tienen una ventana de una hora para cuando se me permite estar de mala racha por ellos. —Vaya. Así que no solo eres molesto, también eres dramático. —Pensé que solo era un poco molesto. —Has subido de nivel. Felicidades. Pero hay una sonrisa en su rostro cuando lo dice. Incluso bajo las duras luces amarillas del autoservicio, sigue siendo hermosa con los brazos cruzados, los ojos estrechados y los labios apretados con fuerza. Me dijo que la razón por la que conduce de Howardsville a Bartlett es porque su hermana mayor se va a casar y tuvo que ir a casa para una fiesta de compromiso. Nunca entendí el sentido de esas fiestas, pero ella parecía emocionada, así que no dije nada para aplastar su espíritu. 30 Cuando me preguntó a qué me dedicaba, rápidamente desvié la conversación hacia ella. Se iluminó como el cielo en una noche de julio y comenzó a hablar animadamente de su amor por todo lo relacionado con el terror. Empezamos a comparar nuestras películas favoritas, y la conversación ha fluido de forma natural… y lejos de mí. Justo como me gusta. Hablar con ella ha sido tan fácil que no he pensado ni una sola vez en la pérdida de la Copa. O en el hecho de que mis compañeros de equipo probablemente me odien y tenga que enfrentarme a ellos mañana. Me estremezco. No importa. Ahí está. Harper se entretiene con su teléfono, y me cuesta mucho no mirar la pantalla para ver qué está haciendo. Es un movimiento estúpido, pero quiero saber si ya me reconoció, si está introduciendo mi nombre en Google solo para ver todas las mierdas que hice últimamente. Nos acercamos a la ventanilla para pagar, y en el momento en que el chico que está detrás de la caja registradora me ve, el reconocimiento se refleja en su rostro. Sus ojos se agrandan y su boca se abre. Por favor, no digas nada. Por favor, no digas nada. —Mierda —murmura el chico—. Tú… tú eres Col… —Un té dulce y otro sin azúcar —interrumpo, girando mi cuerpo para bloquear su reacción de la vista de Harper. No quiero que esto se convierta en un gran problema y que ella haga demasiadas preguntas. Aunque ella todavía no ha dado un indicio de saber quién soy, no quiero arriesgarme a una escena—. Tengo un poco de prisa. —Claro. Por supuesto. Lo entiendo perfectamente. Pero te importa… —El chico, que no parece lo suficientemente mayor como para estar fuera de la escuela secundaria, sostiene un bolígrafo en mi dirección. —Claro, no hay problema. —Lo tomo y garabateo mi nombre en el papel de recibo en blanco que me entrega. —Gracias, hombre. Soy un gran fan. —Me encanta escuchar eso. —Le dirijo una sonrisa—. ¿Puedo conseguir esas bebidas? —Oh, mierda. Sí, claro. Ya vuelvo. El chico sale corriendo y me relajo en el asiento. 31 Estoy acostumbrado a que me noten, pero muchas veces las personas de la ciudad me dejan tranquilo. Claro que me mirarían con una expresión de asombro y a veces me pedirían un autógrafo, pero creo que al verme todos los días y darse cuenta de que soy una persona normal, la fama desaparece para ellos. Algo que sin duda agradezco. Algunos jugadores ingresan a la NHL con el sueño de la fama, la fortuna y de que sus rostros aparezcan por todas partes. Y otros ingresan porque están casados con el juego y lo único que anhelan es su próximo turno en el hielo. Yo pertenezco a esta última categoría. ¿Fortuna? Bueno, no me ves quejándome de que me paguen por jugar el juego que me gusta. ¿Fama? Prefiero recibir un disco de hockey en el estómago de parte de Zdeno Chara antes de que me obliguen a ser el centro de atención. Por eso siempre mantengo un perfil bajo. Mi vida privada simplemente eso: privada. No hago grandes fiestas ni me atrapan con pantalones en los tobillos. Mantengo la cabeza baja y juego el juego. tengo relaciones y realmente no permito que las personas entren en círculo. es los No mi Hasta hace poco, se me conocía por ser muy reservado. Ahora que toda mi historia se ha difundido para que el mundo la vea, me resulta más difícil mantenerme al margen. El chico regresa a la ventanilla con nuestras bebidas y comida, e intento entregarle mi tarjeta de nuevo, pero niega con la cabeza. —Ni hablar. Yo invito. Normalmente discutiría, pero ahora mismo solo quiero tomar mi comida e irme antes de que más personas comiencen a reconocerme. Ya puedo ver a algunos empleados en el fondo tratando de echar miradas furtivas. —Gracias. Te lo agradezco. Tomo la comida y le hago otro saludo al chico antes de pisar el acelerador con demasiada fuerza en un esfuerzo por salir de allí rápidamente. —¿Qué fue todo eso? —pregunta Harper, tomando la bolsa de mi regazo—. Saliste como un murciélago del infierno. 32 —Es solo que no estoy acostumbrado al auto, eso es todo —explico. —Lo suficientemente justo. Ya que hemos parado, probablemente también deberíamos pasar por esa gasolinera también. Llenar el tanque por si acaso nos encontramos con más tráfico por obras. Mierda. Probablemente no sea una mala idea. Entro en la gasolinera justo al otro lado de la calle. —¿Puedes cargarlo? Será mejor que vaya al baño antes de volver a la carretera. —Seguro. Me entrega de nuevo la maldita tarjeta de débito. —Toma. Usa esto. —Harper… —gruño. —Solo cállate y úsala, maldita sea. No me conoces tan bien, Collin, pero soy muy terca. Así que será mejor que la uses o te juro que haré una escena. Hay un brillo en sus ojos que me dice que no está mintiendo. —Bien —le digo, aunque no tengo intención de usar su tarjeta—. Pero date prisa. No te entretengas o enviaré a Freddy a por ti. —Oooh, estoy temblando de solo pensarlo. —Levanta los ojos hacia el cielo y sale del auto, entrando a toda prisa en la pequeña gasolinera. Introduzco mi tarjeta en el surtidor, ella nunca notará la diferencia, y meto la boquilla en el auto, luego me apoyo en él, esperando que no tarde demasiado en volver. Un auto se detiene en el surtidor junto a mí, y bajo mi gorra. Sin embargo, es inútil. Tan pronto como el conductor sale, veo la familiar mirada de sorpresa. Le dedico una sonrisa tensa y miro a cualquier parte menos a él. Él capta la indirecta, desliza su tarjeta en el surtidor y comienza a llenar el tanque de su auto. Pero, con mi suerte, nada sirve. 33 —Eres Collin Wright, ¿verdad? —Me regala una sonrisa triste que estoy empezando a reconocer de los fans—. Una dura derrota en el sexto partido, hombre. No jodas. —Sí, no fue mi mejor noche. —Sin embargo, ese tipo se tiró totalmente. No puedo creer que te hayan pitado ese penal. Una mierda, hermano. Fue una mierda. El mayor saco de mierda que vi nunca. Todos los que vieron la cinta sabían que se tiró. Sabían que no hice una mierda. Pero no importa. Yo tuve mi palo allí en posición y él aprovechó la oportunidad. Creé la oportunidad y dejé que la aprovechara. Nos costó el partido. —¿Y esos arrestos? Hombre, ese… eras menor de edad. La mierda no cuenta. Y todo el mundo sabe que lo que pasó en el bar fue una broma — resopla negando con la cabeza—. Pero no te preocupes, amigo. Estoy seguro de que todos ya lo han olvidado. Vas a patear traseros esta temporada. Puedo sentirlo. Pero ¿Todos lo han olvidado? Me mantuve alejado de las redes sociales durante el verano, pero eso no significa que no haya escuchado los rumores. Ha habido innumerables artículos preguntándose cómo voy a arruinarlo y voy a ser arrestado de nuevo. Ya tienen un nombre acuñado: El impulsivo Triplete, a la espera del próximo tiro. —¿Cómo dijiste que te llamabas? —Max. —Gracias, Max —le digo, tendiéndole la mano. Él me mira con asombro, pero finalmente se acerca y me da un apretón de manos. —El equipo está agradecido por fans como tú —le digo—. Vamos a necesitar tu apoyo esta temporada. —No soy fan solo en los buenos tiempos. Hemos pasado tanto tiempo sin una Copa. No voy a darle la espalda a mi equipo ahora. Aunque estén enfadados conmigo, yo tampoco les voy a dar la espalda. 34 Mi surtidor hace clic y golpeo la boquilla contra el depósito de gasolina unas cuantas veces. Lo vuelvo a colocar y enrosco el tapón mientras suena el timbre. —¡Dios mío, Collin! —Levanto la vista para ver a Harper mirándome con ojos grandes y emocionados—. ¡Tienen salchichas en escabeche! ¿Puedes creerlo? Voy a conseguir algunas. Vuelve a entrar en la gasolinera con un nuevo impulso. La observo mientras corre por los pasillos, luego deposita todo lo que lleva en sus dos brazos llenos de dulces y bocadillos en el mostrador. Se ve… linda. Hombre, tengo que dejar de llamarla así. Pero no hay otra forma de describirla. Sé que no debería juzgar a las personas por su aspecto, pero el hecho de que la chica que usa un par de pantalones cortos, una camiseta cubierta de flores rosas y unas Converse de purpurina haga accesorios de terror… Sí, me sorprende. Aunque no la conozco, creo que encaja. Parece marchar al ritmo de su propio tambor, y eso me gusta. —Oye, uh, ¿Collin? —Me giro hacia el tipo del surtidor, que ahora tiene un bolígrafo y un papel—. ¿Te importa si te pido un autógrafo? Esbozo mi sonrisa para fans. —Te daré algo mejor. Abro el maletero del Honda de Harper y busco un disco en mi bolsa de hockey. Cuando por fin saco uno, escribo mi nombre en él y se lo doy al tipo. —Aquí tienes. Como dije, el equipo necesita más fans como tú. Lo mira con asombro. —Maldita sea, hombre. Gracias. ¿Crees que podría conseguir otro? Mi… amigo también es un gran fan. Hay algo en su forma de decirlo que me recuerda a la forma en que mi hermano presenta a su novio a personas que no está tan seguro de que estén dispuestas a aceptar su sexualidad. Me arriesgo y tomo uno de los pocos discos de la Noche del Orgullo que tengo metidos en el bolso, lo firmo y se lo entrego. 35 Sus ojos se agrandan mientras mira del disco a mí y viceversa. —Los traje para que mi hermano los repartiera en un refugio. Me sobraron algunos. Traga y asiente. —Te lo agradezco. —Y nosotros a ti, Max. —Oye, tú… oh. Lo siento. Me doy la vuelta para encontrar a Harper sosteniendo dos bolsas, que puedo ver que están llenas de todo tipo de cosas, incluyendo… ¿Eso es una manta? Cierro el maletero de golpe, no quiero que ella vea el equipo de hockey que traje por si quería entrenar, y me giro hacia Max. —Gracias de nuevo —dice, dedicándome una gran sonrisa. —Por supuesto. Cuando quieras. Me doy la vuelta hacia Harper. —¿Estás lista? Ella asiente, mirando a Max con curiosidad mientras se dirige a la puerta del pasajero. Espero a que entre en el auto antes de exhalar un fuerte suspiro. Tal vez debería decirle quién soy. Dejar que tome sus propias decisiones sobre mí. Tal vez no le importe una mierda mi estatus. O tal vez le importe, como a todo el mundo. Tal vez lo use en mi contra o para su propio beneficio como tantos otros lo han hecho. No sé… es agradable ser simplemente Collin Wright, un tipo común, en lugar de Collin Wright, un jugador de la NHL con una impresionante hoja de estadísticas y un historial de arrestos. Hago una mueca, no quiero pensar en eso ahora. Cuando finalmente vuelvo sentarme al asiento del conductor, Harper está ocupada rebuscando en sus bolsas. —¿Compraste toda la tienda? 36 Me mira con ojos culpables. —¿Quizás? ¿Mencioné que las gasolineras son mi debilidad? Siempre termino gastando mi dinero de emergencia en ellas. No puedo evitarlo. —No lo has mencionado, o si no, no te habría dejado correr como loca hacia allí. —¡No puedo evitarlo! —Se ríe—. Siempre tienen las mejores cosas. — Saca una manta de la bolsa, luego la envuelve alrededor de sus hombros, acurrucándola cerca—. Además, las mantas de las gasolineras son las mejores. Niego con la cabeza, sonriendo mientras enciendo el motor. —Te tomo la palabra. —Deberías hacerlo. ¿Qué quería ese tipo? —¿Eh? —Me hago el tonto—. Oh, él, eh, necesitaba algo de dinero para la gasolina. —Mi estómago se revuelve ante la mentira—. ¿Te escuché decir algo sobre salchichas en escabeche? —¡Oh! —Se sumerge de nuevo en la bolsa, buscando su salchicha en escabeche de emergencia. Bala esquivada. 37 4 Harper Collin es… extraño. No me asusta ni me preocupa, y de hecho me siento muy segura en el auto con él. Pero no se me escapa que definitivamente está ocultando algo. Solo que no puedo descifrar lo que es. El cajero de la gasolinera lo miró como si fuera alguien conocido. Luego el tipo del surtidor de gasolina lo miró con asombro. Al principio, pensé que no era nada, como que tal vez solo tuviera uno de esos rostros conocidos. Pero la forma en que sigue evitando responder preguntas personales me hace sospechar lo contrario. De cualquier manera, no es asunto mío. Mientras lleguemos a nuestro destino y no me asesine, lo doy por ganado. Además, no es que vaya a volver a ver al tipo después de esta noche. —Mójamelo —dice, sosteniendo un nuggets de pollo. Hace una hora que hemos vuelto a la carretera y no tengo ni idea de cómo sigue teniendo hambre después de haberse devorado dos hamburguesas con queso, la mitad de mis patatas fritas y una salchicha en escabeche que no le ha sentado nada bien. —¿Cómo demonios sigues comiendo? —Soy un chico en crecimiento —responde—. Y, además, necesito quitar el sabor de la salchicha en escabeche de la boca. —Hace una mueca— . Ahora mójamelo, mujer. Pongo los ojos en blanco y le tiendo una taza de kétchup. Sumerge su nuggets en ella, lo mismo que hemos estado haciendo durante los últimos 38 diez minutos, y la mete en su boca de un solo bocado. Pide un poco de salsa y yo se la doy. —Me parece totalmente asqueroso que comas nuggets de pollo con kétchup cuando hay tantas otras salsas increíbles para mojarlos. Traga el bocado, y es un poco ridículo de mi parte estar impresionada de que un chico esté tragando su comida antes de hablar. —El kétchup es el rey de los condimentos. Es el primero que todos probamos de pequeños. Si crees que solo porque soy un hombre de casi treinta años no voy a seguir teniendo una relación de amor con el kétchup, estás muy equivocada. Así que tiene casi treinta años, eh. —Por cierto, tengo veintisiete —dice como si pudiera escuchar mis pensamientos. Entonces toma otro nuggets de pollo—. Mójamelo. Nuestros brazos se rozan mientras él vuelve a poner sus manos en el volante, y yo trato de ignorarlo igual que he intentado ignorarlo todo este tiempo. —Veinticuatro —respondo a su pregunta no formulada. —Eh. Una mujer exitosa de veinticuatro años que dirige su propio negocio. Qué bien. Mete el nugget en su boca. —Un joven de veintisiete años de Kansas que ahora trabaja en Carolina del Norte en una misteriosa empresa. Veo los músculos de su mandíbula tensarse. Sí, así que estoy buscando información, gran cosa. El tipo es una trampa de acero, y tengo curiosidad. —Industria del deporte —dice después de varios minutos de silencio. ¿Ese es el gran secreto? ¿Deportes? Como no digo nada, me mira de reojo. —Trabajo en la industria del deporte. —¿Estás enojado porque dije que no me gustan los deportes? Porque solo estaba bromeando con que me hablaras de ellos. Realmente no me importa si los deportes son lo tuyo. Simplemente no es lo mío. 39 —¿Así que no miras ningún deporte? ¿Ni siquiera con tu novio? Me rio de su manera completamente obvia de preguntar si tengo novio. —No tengo novio. Estoy muy soltera. Gracias por el recordatorio. Aunque podrías haberme preguntado directamente. —Bien. Levanto una ceja. —¿Bien que no tenga novio? ¿Está… interesado? —Sí. No quiero meterte en problemas ni nada parecido. Oh. —Si tuviera un novio que se enojara porque ayudé a un desconocido, ya no querría que fuera mi novio. —Para ser justos, yo me enojaría muchísimo si mi novia fuera tan tonta como para dejar entrar en su auto a un tipo raro cualquiera. —Tonta, ¿eh? —Completamente. No parece arrepentido de haberlo dicho, y no lo culpo del todo. Fue una tontería. Tan estúpido. Pero Collin no me asusta. Mi instinto me dice que puedo confiar en él, y mi instinto nunca se ha equivocado antes. —Bueno, tu novia no tiene que preocuparse de que te coquetee. —No, solo tiene que preocuparse de que intentes atropellarme. — Gimo, y él se ríe—. Y podrías haberme preguntado directamente, ya sabes. —Sonríe, sintiéndose orgulloso de devolverme mis palabras—. No tengo novia. —Bien. —¿Bien? —repite. —Sí. No querría que te metieras en problemas. Otra sonrisa. 40 Ignoro la forma en que hace que mi corazón se acelere un poco. —Pero para responder a tu pregunta, no, no veo ningún deporte. No podría decirte nada sobre ellos. Solía ver algunos con mi padre, pero solo lo hacía para pasar tiempo con él. —Trago con fuerza, no quiero entrar en la triste historia de cómo solía ver partidos con mi padre, pero ahora que está muerto, no siento lo mismo. Me miraría con lástima, como lo hacen todos, y no quiero que lo haga—. Sin embargo, no se mantuvo. Lo dejé. —¿Qué le gusta ver a él? —Fútbol. —Su cabeza se balancea ante mi respuesta—. Pero no se te ocurra hablar de deportes de repente. Ya te advertí sobre mi tendencia a quedarme dormida cuando se habla de ellos. Sonríe. —Bien. Pero ¿Puedo decir que experimentar los partidos en directo es muy diferente a verlos en la televisión? —Lo tendré en cuenta. Parece que quiere decir algo, pero se lo piensa mejor. En lugar de eso, sostiene otro nugget de pollo. —¿Lo mojaras o qué? —¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres muy demandante? —Mujer… —gruñe, y me rio, dándole su preciado kétchup. Cuando abro mis ojos, estamos en el puente que conduce al centro de la ciudad. No estoy segura de cuándo sucedió, pero en algún momento del trayecto debo haber apoyado la cabeza en la ventanilla y me quedé dormida. Me muevo en el asiento, mi espalda grita por haber estado sentada en la misma posición durante tanto tiempo. Mi nueva manta está envuelta a mi alrededor, aunque no recuerdo haberla puesto así. Oh, diablos. 41 ¿Qué tan estúpida puedo ser para quedarme dormida? Podría haberme pasado cualquier cosa. Podría haberme llevado a su guarida secreta y haberme secuestrado para siempre. O algo peor. Soy tan idiota. —Oye —dice Collin suavemente—. Estás despierta. Aparto el cabello de mis ojos y limpio la saliva que se ha secado en mi rostro, luego lo miro. —Te quedaste dormida —explica. —Vaya, gracias por esa astuta observación. Sus ojos se estrechan. —Alguien está de mal humor cuando se despierta. Y para que conste, no tengo una guarida. Oh, mierda. Debo haber estado hablando en voz alta. —Solo estoy de mal humor cuando me despierto junto a extraños que me han secuestrado en mitad de la noche. —Bueno, si no te hubieras dormido, sabrías que hubo un accidente grave y nos desviaron. Es justo después de medianoche. —¿Tanto tiempo ha añadido al viaje? —El tráfico era una mierda. —Pasa una mano por su mandíbula mientras bosteza—. Mi maldita espalda me está matando después de todo eso. —Espera, pensé que ibas a Jonesville. Hace una mueca y me mira de reojo. —Mentí. No quería que supieras a dónde iba realmente hasta que supiera que no eras una psicópata. —Oh, Dios mío. Casi atropellas a un tipo con tu auto una vez y de repente eres una psicópata. No estoy enojada. No lo estoy. Honestamente, fue probablemente un movimiento inteligente y lo que debería haber hecho. Voy a atribuir todas mis malas decisiones a estar conmocionada por casi terminar con la vida de alguien. 42 —Pensé en dejarte para que puedas estar descansada cuando llegaras a tu destino. No sé cuánto dura tu viaje, pero estoy a unas pocas cuadras de aquí. ¿Vive en el centro? Eso no es… barato. En absoluto. Debe ganar una fortuna haciendo lo que sea que hace. Su vehículo no era nada llamativo, pero ¿Tal vez sea algo sentimental? Niego con la cabeza. Lo que sea. No debería juzgarlo ahora mismo. Collin conduce unas cuantas cuadras más antes de estacionar el auto en paralelo de manera experta justo frente a un edificio donde el alquiler es fácilmente el doble que el mío. Apaga el motor y un silencio incómodo cae sobre nosotros. Es la primera vez desde que estamos en el mismo auto que me siento así. Esta sensación de… incertidumbre. El viaje con él ha sido sorprendentemente fácil. Natural. ¿Pero este momento? Se siente como subir una colina sin final a la vista. Después de lo que parecen horas, Collin se aclara la garganta, el fuerte sonido casi me hace saltar. —Bueno, aquí estoy —dice sin convicción. —Bien. Empujo la puerta para abrirla y él hace lo mismo. Nos reunimos en la parte trasera del auto y observo en silencio cómo saca sus maletas del maletero. No sé qué decirle. ¿De nada? ¿Debería disculparme de nuevo? ¿Se supone que debo darle mi número? ¿O pedirle el suyo? No. Eso es estúpido. Esta fue solo una de esas cosas únicas en la vida que guardas en tu bolsillo trasero para una buena historia en una fogata. Cargado con sus maletas, está parado cerca, y aunque estuve sentada a su lado durante horas, esto de alguna manera se siente diferente. Hay un hilo entre nosotros, y no puedo evitarlo cuando doy un paso más cerca de él, como si ese hilo estuviera siendo jalado. 43 Las farolas lo iluminan ensombreciendo sus rasgos, pero de alguna manera, sigue teniendo buen aspecto. Su gorra nuevamente está hacia atrás y sus ojos, de un color que aún no puedo distinguir, me miran con vacilación. Su lengua se asoma para lamer su labio inferior. Mis ojos siguen el movimiento, con la respiración entrecortada. Y lo retengo, esperando. Esperando. Deseando. Creo… que quiero que me bese. Se acerca y me pongo de puntillas, preparada. Ansiosa. Se escucha un fuerte sonido al final de la calle y nos alejamos de un salto como si nos hubieran atrapado haciendo algo que no debíamos. Una ambulancia grita por la calle y el momento se rompe. —Uh, escucha, Harper, yo... Agito la mano, dando un paso atrás. —No hagamos esto incómodo de repente, ¿de acuerdo? Se ríe. —Me parece justo. —Me tiende la mano—. Gracias por no matarme. Estrecho su mano y trato de ignorar el calor que me invade. —Gracias por no secuestrarme. —Con mucho gusto no te secuestraría en ningún momento. Pongo los ojos en blanco ante su estúpida broma y retiro mi mano, metiéndola en el bolsillo mientras vuelve el incómodo silencio. —Bueno… —digo, balanceándome sobre mis talones—. Será mejor que me vaya antes de que se haga más tarde. —Bien. —Asiente, y luego retrocede, con una pequeña sonrisa en sus labios—. Buenas noches, Harper. —Adiós, Collin. No lo miro mientras subo a mi auto y avanzo por la calle. 44 Pero, de alguna manera, sé que me está mirando incluso cuando mis luces traseras desaparecen de la vista. 45 5 Collin —Por el amor de Dios, Wright. ¿Nunca has patinado antes? Pareces una vaca recién nacida buscando una teta ahí fuera. Muévete o te muevo. No creo que el entrenador Heller, o el entrenador infierno, como nos gusta llamarlo, tenga ni idea de cómo es una vaca recién nacida. Ha sido un habitante de ciudad toda su vida. La vida en la granja lo mataría. No respondo. Solo empujo más fuerte. Sé que estoy patinando como el culo, pero estoy muy cansado. Esperé hasta que las luces traseras de Harper desaparecieron antes de caminar las cuatro cuadras de regreso a mi apartamento. De ninguna manera iba a llevarla a mi edificio actual. Cuando finalmente arrastré mi trasero hasta el vigésimo piso, estaba jodidamente acabado. Me quité los zapatos y me tiré de frente sobre la cama. No me moví hasta que sonó la alarma a las seis de la mañana. Aunque no me moví, soñé. Y, hombre, mis sueños estaban llenos de Harper. Cuanto más tiempo pasábamos juntos en ese auto, más me gustaba. Fue divertida, inteligente y casi dolorosamente honesta, por no mencionar que fue increíblemente atractiva. Ella no tiene ese tipo de belleza arrogante. Es del tipo sutil que te sorprende, y maldita sea, me sorprendió. Cada vez que se movía en el asiento y sus pantalones cortos se levantaban más, tenía que convencer a mi pene para que no reaccionara. Quería pedirle su número mientras estaba allí con mis maletas. Quería preguntarle si podía volver a verla. Y realmente quería besarla. Pero fui demasiado cobarde para hacer todo eso. En vez de eso, la dejé marchar sin saber siquiera su apellido. 46 Y esta mañana me masturbé pensando en ella. Después de venirme, me sentí como un imbécil. Lo primero que debería haber hecho era preocuparme por si llegaba bien a casa, no masturbarme pensando en ella. Por lo que sé, ella también mintió sobre su destino final y tenía un viaje aún más largo por delante. Soy un idiota. Mi compañero de defensa patina a mi lado mientras hacemos ejercicios. —Será mejor que borres esa mirada perdida de tu rostro antes de que la vea el entrenador. Llevamos media hora en el hielo y Rhodes y yo ya estamos sincronizados. Es por eso que no importa lo mal que esté patinando hoy, la amenaza del entrenador de moverme es solo eso: una amenaza. Pero trasladarme a otro lugar… a un nuevo equipo… Niego con la cabeza, no quiero pensar en eso. Miller, un joven novato, se desliza junto a nosotros. —¿El entrenador ha estado alguna vez en una granja? Un extremo derecho que se unió al equipo hace dos años, es un gran jugador con una prometedora carrera por delante. Todos en este hielo saben ahora que él es la razón por la que llegamos tan lejos como lo hicimos el año pasado, gracias a ese gol suyo en el tiempo extra, pero no a todos les agrada. Algunos de los jugadores más veteranos no estaban contentos de que él se ganara un puesto en la primera línea. Me rio. —Eso mismo pensaba yo. —Eh, idiotas, será mejor que no dejen que Heller los escuche hablar mierdas de él. Se pondrá en plan Goon y limpiará el hielo con ustedes. — Lowell, el capitán de nuestro equipo, habla lo suficientemente bajo como para que el hombre en cuestión no escuche mientras patina más cerca de nosotros—. Muevan esas piernas, muchachos. De todos los chicos del equipo, estos tres son los más cercanos a mí, ya que somos los que más tiempo pasamos juntos en el hielo. Además, no me odian por lo que pasó el año pasado, lo que siempre es una ventaja. —¿Cervezas esta noche? —pregunta Rhodes después de que Lowell y Miller se alejen patinando. 47 —Por supuesto —le digo, sin olvidar nuestra tradición de la primera práctica. El tiempo en el hielo dura un poco más de lo habitual y luego nos dirigimos a las reuniones del equipo durante otras dos horas. De alguna manera, esas reuniones son casi tan agotadoras como los ejercicios de carrera. Repasamos las reglas de conducta, la nutrición y todas las tonterías básicas que todos ya deberíamos saber. Para cuando terminamos el día, estoy agotado y con muchas ganas de tomar esa cerveza. —¡Wright! —El entrenador grita justo cuando estoy a punto de salir. Llevo suficiente tiempo en los Comets para saber que eso significa que quiere verme en su oficina. Arrojo mi maleta al hombro y me dirijo hacia allí, esperando que lo que sea no lleve demasiado tiempo. Necesito comida y una maldita siesta. —Cierra la puerta, chico —me indica cuando cruzo el umbral. Hago lo que me dice y me siento en la silla frente a él. El entrenador es un hombre mayor y más bajo. Su vientre es redondeado, seguramente por todos los productos de panadería que prepara su mujer, y le falta una gran mata de cabello en la parte posterior de la cabeza. Pero no dejes que su pequeña estatura y sus suaves rasgos te engañen: es una bestia en el hielo. Es campeón de la Copa Stanley y un gran luchador. Es capaz de jugar con los más grandes y mejores y se defiende muy bien. —¿Buen verano? —pregunta, cruzando las manos sobre el estómago. —Casi sin incidentes, gracias a Dios. Aparte de todos los pequeños inconvenientes que sucedieron, me las arreglé para salir sin otro arresto y mi nombre se mantuvo fuera de los titulares durante unas semanas. Eso es una victoria para mí. —Escuché que tu camioneta se dañó ayer y que te quedaste varado. ¿Te ocupaste de eso? ¿Cómo diablos descubre estas cosas tan rápido? 48 —Trabajando en ello, entrenador. —Bien. —Asiente, observándome con esa mirada marrón oscura que juro que lo ve todo—. ¿Estás bien, chico? Sé lo que está preguntando. Está preguntándose si estoy preparado para esta temporada. Si dejé atrás toda la mierda del año pasado. Si vamos a tener un problema de nuevo. Si estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarnos de volver a las finales y ganar la Copa. Si voy a fracasar durante un año de contrato y hacer que mis posibilidades de que los Comets me ofrezcan un nuevo contrato sean aún más escasas. Necesito que este sea un buen año para mí, especialmente después de la mierda de la temporada pasada. Él lo sabe tan bien como yo. —Estoy bien, entrenador. Las palabras suenan fuertes y firmes. Pero honestamente no estoy jodidamente bien. Patiné como el culo esta mañana. A pesar de que Rhodes y yo estuvimos bien compenetrados como siempre, estuve mal con la mayoría del equipo. Algunos de los chicos definitivamente todavía están enfadados conmigo por haber cometido ese penal que nos costó el partido. Creo que en el fondo saben que fue una decisión de mierda, pero siguen decididos en culpar a alguien por la derrota. Ese alguien resulta ser yo. El entrenador asiente, pareciendo creer mi respuesta. —Muy bien, chico. Me alegro de escuchar eso. Baja la cabeza y centra su mirada en la pila de papeles que tiene delante. Me pongo de pie, captando la indirecta de que estoy despedido. —¿Wright? —El entrenador me llama justo cuando estoy a punto de salir por la puerta. Le devuelvo la mirada, su atención sigue en su escritorio. —¿Hmm? 49 ¿no? —Quizá deberías reducir las distracciones al mínimo esta temporada, Asiento, aunque no me mira. —Entendido, entrenador. Lo que está diciendo llega alto y claro: Mantén la cabeza baja. Concéntrate en el juego. Y eso es justo lo que pienso hacer. —¿Te has enterado de que Colter dejó embarazada a una chica durante las vacaciones? —Espera… ¿otra? Rhodes asiente. —Sí, hombre. Dos conejitas en el último año, más el pollito de hace un par de años. Salió en todos los periódicos. No lo sé. Los estoy evitando. Diablos, estoy evitando cualquier cosa que me meta remotamente en problemas. Esta noche es la primera vez que estoy en un bar en meses, y me estoy asegurando de mantener los ojos bien abiertos para detectar posibles problemas. Solo accedí a venir porque estuve fuera todo el verano y (no es que lo admita ante él) extrañaba a Rhodes. —El chico necesita aprender a envolver su mierda o mantenerla en sus pantalones. —¡Eso es lo que le dije! —Rhodes levanta los brazos, la cerveza chapotea en su botella. Llama la atención de unas cuantas mujeres sentadas en el otro extremo de la barra, y veo la chispa en sus ojos cuando se dan cuenta de quiénes somos—. ¿No aprendió la lección la primera vez? —O la segunda, al parecer. 50 —Supongo que esa es su forma de conseguir un triplete. —Rhodes guiña un ojo, y yo niego con la cabeza ante su tonta broma—. Supongo que eso significa que te has librado del problema. Los medios de comunicación están difundiendo la historia de la chica por todas partes. Está hablando con cualquiera que la escuche, vendiendo todo tipo de información sobre él. —Es por eso por lo que no me involucro con mujeres. —Le doy un trago a mi cerveza—. Arruinarán tu carrera. Se encoge de hombros, pellizcando la etiqueta de su botella. —No todas son tan malas. —Por favor, dime que no sigues saliendo con Brittney. Cuando no dice nada, sé que lo está haciendo. —¡Amigo! —Lo fulmino con la mirada—. Hemos hablado de esto. Estuvimos conversando durante horas como chicas en ese partido de fuera de casa. —Niego con la cabeza—. Tienes que romper con ella. No le importas una mierda. Te está utilizando. —Oye, hombre, cuando el corazón quiere lo que quiere… Frunzo el ceño decepcionado y se encoge de hombros. Creo que ella es una perra hambrienta de dinero que quiere aprovechar su influencia, pero Rhodes no la ve así. Se enamoró de ella rápidamente. Creo que me dijo que iba a casarse con ella en la segunda cita, pero Brittney no estaba en la misma página. Ella quería algo casual. Sin ataduras… excepto su mano en su billetera. Hace dos años que son amigos con beneficios, y con eso quiero decir que Rhodes se sienta a esperar que ella se dé cuenta de que está enamorada de él mientras ella sigue saliendo con todos los idiotas que hay, para volver a él cuando le rompen el corazón. Por alguna razón que no puedo comprender, él está dispuesto a esperarla. Algunos chicos del equipo le tiran mierda por eso, diciendo que ella debe tener un coño mágico o algo así, pero yo creo que el pobre imbécil está seriamente enamorado de ella. —No quiero escuchar una mierda de ti. Al menos tengo sexo con frecuencia. —Sí, tú y todos los otros tipos con los que se acuesta. 51 —No estamos… eso no es lo que tenemos. Puedo ver a otras mujeres si quiero —argumenta, pero puedo ver la decepción en sus ojos. —Y que sepas que a mí me va muy bien en el departamento de conseguir sexo, muchas gracias. —¿En serio? Porque esta mañana estabas patinando como basura. Patinar como basura significa que no estás relajado. Si estuvieras teniendo sexo, estarías relajado. —¿Así es como funciona? —Sí. Muy bien, de acuerdo. Él no está equivocado. Llevo mucho tiempo sin echar un polvo, y últimamente no estoy nada relajado. Ni siquiera masturbarme esta mañana podría ayudar a solucionarlo. Pero ¿Realmente pueden culparme? Estoy estresado por volver a la carga con el equipo. Por la temporada. Por asegurarme de que estoy siguiendo la línea y no lo arruino como hice el año pasado. Por ganarme un puesto para poder seguir en este equipo que tanto quiero. Me da una palmada en la espalda. sexo. —Conozco esa expresión. Es la expresión de un hombre privado de Me encojo de hombros con el ceño fruncido. —No estoy privado de sexo. Solo estoy… concentrado en mi juego. Al mencionar el sexo, el rostro de Harper aparece en mi cabeza. Recuerdo cómo me miraba, cómo sus ojos recorrían lentamente mi cuerpo. Cómo me miraba fijamente cuando creía que yo estaba concentrado en la carretera. La forma en que me miró mientras estábamos parados en la acera a solo unos centímetros de distancia. Cómo sus labios se separaron y su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas. Mierda, debería haberla besado. Debería haber deslizado mis manos en su cabello y haberla acercado y besado hasta que ambos nos quedáramos sin aliento. Luego debería haberla llevado a mi apartamento y darle las gracias apropiadamente por el viaje. 52 Me muevo en el taburete, el anhelo que ha estado latente vuelve a cobrar vida. Rhodes me sonríe con suficiencia ante mi respuesta encriptada. —Solo acéptalo: estás privado. Pongo los ojos en blanco y le hago señas al mesero para que me traiga otra (y última) cerveza. Le quita la tapa a una cerveza local y la desliza frente a mí… junto con una servilleta. Hay un garabato femenino en ella, y antes de que diga nada, sé de quién es. —De esas dos al final de la barra —dice el mesero, señalando con su pulgar por encima de su hombro—. Les dije que no estabas interesado, pero no aceptaron un no por respuesta. Slapshots se ha convertido en una especie de refugio para el equipo. El propietario es un gran fan de los Comets y nos deja venir aquí siempre después de los partidos. Los demás clientes tienden a no molestarnos y nos dejan hacer lo nuestro, pero de vez en cuando hay algunas personas que no entienden la regla no escrita y se meten en nuestro tiempo de descanso. Como esta noche. —Gracias, Rod. Me hace un gesto con la cabeza antes de marcharse a atender a otro cliente. Rhodes mira a las mujeres que lo estaban mirando antes. En el momento en que sus ojos se posan en ellas, se inclinan hacia delante, levantando sus tetas y sonriéndonos. —Bueno, te encontré algo de acción. Paso. —¿Y terminar como Colter con dos mamás? —Niego con la cabeza—. —Tres… ahora tiene tres. ¿Y por qué no? Están calientes. Me encojo de hombros. —Simplemente no me gusta. —¿Quién es ella? 53 —¿Quién es quién? Rhodes levanta las cejas. —Amigo, te conozco desde hace casi la mitad de mi vida. No te hagas el tonto conmigo. ¿Quién es la chica? ¿Has conocido a alguien este verano? ¿Es por eso que no aceptas la oferta de esas chicas tan dispuestas? —Si te gustan tanto, ¿Por qué no aceptas tú su oferta? Me mira fijamente. Suspiro, sabiendo que no lo va a dejar pasar. —No hay ninguna chica, Rhodes. —Si no hay ninguna chica, entonces camina hacia allí. —No me interesa. Abre la boca para decir algo, pero niego con la cabeza. La cierra de nuevo. Bebo otro trago de mi cerveza. —De acuerdo, está bien —dice Rhodes después de un minuto de silencio—. Si no quieres ir a hablar con ellas, al menos busca a alguien que te ayude con tu problema. —Mueve las cejas arriba y abajo como si no supiera de qué está hablando. —¿Por qué te preocupa tanto lo que hago, o no hago, con mi polla? —¡Porque afecta al equipo, hombre! —Lo dice como si fuera lo más obvio del mundo—. Si estás ahí fuera y no estás relajado, no juegas bien. Si no juegas bien, nos jodemos otra vez y no conseguimos la Copa… otra vez. Me estremezco ante sus palabras, aunque sé que no es nada personal. Aun así, jodidamente duele mucho más que recibir un disco en el muslo. Levanto la palma de mi mano. —Tengo una solución aquí mismo. Él baja mi mano. —Eres un defensa estrella de la NHL. No puedes, bajo ninguna circunstancia, pasear a tu propio perro. Eso es como una ley o algo así. Me rio. —Una ley, ¿eh? 54 —Sí. —Hincha el pecho, redoblando la apuesta—. Es una blasfemia cuando tienes tantas opciones prácticamente llamando a tu puerta. —¿Estás diciéndome que cuando Brittney no está haciendo lo que sea que hace —estrecha los ojos—, no te… relajas? Suspira. —En primer lugar, mi relación —resoplo de su uso de la palabra y me lanza una mirada asesina—, con Brittney no es tan dramática como la pintas. Estamos más juntos de lo que no lo estamos. No sé en qué mundo delirante vive, pero lo dejaré pasar por ahora. —Pero algunas veces cuando que hemos… roto —continúa—, no es como si yo mismo hubiera sido célibe. Esto sí que es sorprendente. —¿Quién? Se encoge de hombros. —Unas cuantas mujeres diferentes. No fue gran cosa. —Sí, pero ¿Quién? ¿Cómo? No te he visto ir a casa con nadie en… bueno, desde mucho antes de Brittney. —Iuseapps. —Vuelve a inclinar su bebida, sin encontrar mis ojos. —Amigo ¿Qué? Resopla, dejando su cerveza sobre la barra. —Dije que uso aplicaciones. —¿Para qué mierda? Otro encogimiento de hombros. —Es… más fácil. No soy precisamente el mejor para ligar con mujeres, ya sabes. —Señala la larga cicatriz que atraviesa sus labios y sube por su mejilla—. No hay muchas que clamen por estar con este feo rostro. Conocí a Rhodes el verano anterior de que se hiciera la cicatriz. Fuimos al mismo campamento de hockey en Minnesota y congeniamos rápidamente. Por aquel entonces, era ruidoso y engreído, pero después de recibir un patín sucio en el rostro, que le dejó una profunda cicatriz después de la cirugía reconstructiva a la que tuvo que someterse, cambió. Ahora, es tranquilo. Algunos incluso dirían que es melancólico. Se esfuerza más por 55 pasar desapercibido que por destacar, y sé que eso tiene que ver con lo que pasó. Cree que es lo único que ven las personas. Creo que su cicatriz podría tener que ver con la razón por la que sigue volviendo a Brittney. Ella se siente cómoda con él. A salvo. A ella no le importa su cicatriz. Solo el tamaño de su billetera. Pero eso es otra cosa. —¿Qué dicen cuando apareces y eres tú? —Realmente no pienso en eso en el momento. No es diferente de ir a casa con una conejita, supongo. No estoy allí para tener una conversación, y ellas tampoco quieren una. Supongo que sería muy parecido. No es que no lo haya hecho antes, llevarme una conejita a casa quiero decir. Simplemente no lo he hecho en mucho tiempo. Cuando ingresas a la NHL, tus primeros años son mágicos en lo que respecta a las mujeres. Todas te quieren por el título, y la mayoría de los chicos ceden a esa tentación, incluido yo. Después de un tiempo, aburre. Pero las noches a solas también aburren. No estoy en el mercado para nada serio. Quiero diversión fácil y sucia. Algo casual que me ayude a canalizar todas mis… frustraciones adicionales. Tal vez esta aplicación es la solución perfecta para eso. —¿Qué aplicación usas? Sus ojos se agrandan y sus cejas se elevan hasta la línea de su cabello rubio oscuro. Una lenta sonrisa tira de sus labios. —Sabía que estabas privado de sexo. —Es por el equipo —murmuro. Aunque ninguno de los dos creemos eso. 56 6 Harper —Te lo digo, Harp, deberías haber visto la forma en que me miraba. Era como si quisiera alcanzar el mostrador y estrangularme. —Bueno, le dijiste que su calva te estaba cegando. —¡Porque lo estaba! Me rio, negando con la cabeza a mi mejor amiga, Ryan. —Sabes que estamos en FaceTime y que puedo verte, ¿Verdad? —Oh, soy muy consciente. Está sentada fuera de una cafetería, tomando lo que parece un café negro amargo y comiendo su almuerzo mientras está en el descanso de la peluquería. Las dos somos artistas a nuestra manera. Su medio es el maquillaje. El mío es... bueno, cualquier cosa que pueda usar para hacer algo espeluznante. Agarro una muñeca zombi y la pongo delante del teléfono, y Ryan grita. —¡Maldita sea, Harper! Sabes que odio esas malditas cosas. Me rio y dejo la muñeca a un lado. —En serio, odio que estés en tu estudio hablando por teléfono. Es tan... espeluznante. No está del todo equivocada. Las paredes están llenas de carteles de películas, moldes y piezas de fundición, y hay accesorios de temática de terror por todas partes. Es inquietante para cualquiera que no esté metido en el género. 57 —Muy bien, de acuerdo. Entiendo la indirecta. Sólo déjame terminar este corte muy rápido y me tomaré un descanso. Con cuidado, muevo el bisturí por el vientre de la muñeca, asegurándome de hacer las líneas justo como las quiero, luego saco el relleno y lo dejo a un lado. Me queda una muñeca desinflada que voy a cubrir con estopa y a rellenar con espuma negra y bichos y cosas espeluznantes para hacer un bebé Oogie Boogie. 2 Cuando estoy satisfecha con mi punto de parada, tomó el teléfono y salgo de mi estudio hacia la cocina para prepararme un café. Me llama la atención un pedido que saldrá mañana: una muñeca de Freddy Krueger. Al instante pienso en Collin. Quedé destrozada cuando no me pidió mi número. No iba a ofrecerle el mío para ser la patética chica que se sienta junto a su teléfono a esperar la llamada del misterioso y sexy desconocido. Puede que no esté en el mejor estado de la vida sexual, pero no estoy tan desesperada... todavía. —Muy bien. Repíteme: ¿Qué aspecto tenía este tipo? —dice Ryan como si supiera que estoy pensando en él. La llamé por la mañana después de dejar a Collin y le conté todo. No se alegró de que dejara entrar a un extraño en mi auto, pero eso lo olvidó pronto cuando le conté lo bueno que está. No hay un solo día esta semana en el que no ha sacado el tema. Lo que significa que no hay un día esta semana en el que no he pensado en él. De acuerdo, está bien, así que no tengo que esperar a que Ryan lo mencione para pensar en él. Está metido en mi cabeza por sí solo. Pero no creo que se me pueda culpar. Collin está caliente. 2 Villano principal en la película de Disney Pesadilla Antes de Navidad, El Extraño Mundo de Jack o The Nightmare Before Christmas. 58 Ridículamente. Tal vez incluso es el hombre más sexy que he visto nunca, y eso que una vez estuve a seis metros de Shemar Moore en un aeropuerto. Pero no sé nada de él, así que encontrarlo es casi imposible. Además, si me lo encuentro, ¿Cómo voy a explicar que lo estuve buscando? Oh, hola. ¿Te acuerdas de mí? ¿Soy esa chica loca que casi te atropella con mi auto y luego te obligó a entrar en dicho auto, te obligó a comer salchichas en escabeche y te puso ojos de sexo durante horas? Sí, sólo quería ver lo que estás haciendo. Dudo mucho que eso vaya a salir bien. Además, estoy segura de que ya se olvidó de mí, que es lo que yo debería hacer también: olvidarme de él. La ciudad es grande. Si no me lo he encontrado antes, probablemente nunca lo haré. —No. Creo que has hecho suficiente investigación en Internet para toda la vida. —Claramente no he hecho lo suficiente porque aún no lo hemos encontrado. Ryan está decidida a encontrarlo. En su corazón romántico, nuestro encuentro en la autopista esa noche y el hecho de que ambos estuviéramos extrañamente obsesionados con las películas de terror fue el destino. Intenté decirle que su lógica no es sólida porque él trabaja en la industria del deporte y yo odio los deportes, pero ella fue y señaló mi pegatina de los Carolina Comets y cómo tal vez eso fue lo que nos unió mágicamente. —Porque no sé nada de él y él lo quería así. Collin estuvo evasivo toda la noche, cuidando de no darme ningún detalle personal. Sé que estaba siendo cauteloso. No sólo era un extraño para mí; yo también lo era para él. Pero ahora me gustaría tener algo que me sirviera. —Bien. Si no me dejas acechar a tu atractivo autostopista para que se puedan enamorar locamente, al menos déjame crearte un perfil en BeeMine y podrás encontrar el verdadero amor allí. O al menos una buena polla para montar un rato. Parece que necesitas una buena polla. 59 El tipo sentado en la mesa detrás de Ryan tose una carcajada, su café se derrama por la mesa. Se da la vuelta. —¿Escuchas mucho? Tengo que reprimir mi propia risa ante su brusquedad, sin importarme que esté en un lugar público y hablando en voz alta. Así es Ryan. Nos conocimos en la orientación de nuestro primer año en la escuela de arte y congeniamos de inmediato, lo cual es curioso porque, aunque somos similares en muchos aspectos, somos igual de opuestas en otros. Mientras que Ryan es una romántica empedernida, extrovertida y mordaz, yo soy reservada y tranquila, y prefiero quedarme en casa y emocionarme con una película de miedo, no salir. Y luego, por supuesto, está nuestra diferencia de intereses artísticos. El maquillaje no es lo único que se le da bien. Sabe manejar una cámara mejor que nadie que conozca, y además es consciente de ello. Así es como ha acumulado más de un millón de seguidores en Instagram y YouTube con sus tutoriales de maquillaje y sus habilidades fotográficas. —De todos modos —continúa, lanzando sus largos rizos rubios miel detrás de su hombro—. Como decía, déjame crearte un perfil y emparejarte con alguien. Así, cuando vuelvas a encontrarte con tú Autostopista Caliente, podrás decir: “No, lo siento, estoy ocupada porque eres un idiota y no me has pedido el número”. —Ella aplaude con entusiasmo—. ¡Sí! ¡Hagamos eso! —No. Absolutamente no. —Absolutamente sí. —Ryan... —Harper... —se burla, y luego levanta sus ojos verdes oscuro hacia el cielo—. Vamos. Las dos sabemos que no eres tan feliz estando soltera como pretendes. Empujo la encimera en la que me he apoyado y dejo el teléfono contra un jarrón de flores. Busco una taza y luego saco una cápsula de café expreso del cajón superior de mi estación de café. 60 Una de las cosas que más deseaba cuando por fin conseguí mi propio apartamento, era una barra de café llena de diferentes formas de preparar mi muletilla favorita. Pongo dos chorros de vainilla y uno de lavanda en mi taza, meto la cápsula en la máquina y dejo que haga su magia. Tomo la crema de la nevera y la huelo, la crema dulce golpea mis sentidos, luego vierto una buena dosis en el espumador que tengo y lo hago funcionar hasta conseguir una buena espuma. Ryan. —¿Por qué no vas a una cafetería como una persona normal? —dice —Porque las cafeterías son caras. —Sí, pero aquí ponen amor en sus cafés. —También le ponen mucho descaro. Ese barista de Cup of Joe's siempre está lanzando miradas de muerte. —Y yo se las devuelvo. —Ryan la Leona —bromeo, usando el apodo que le puse en la universidad. Ella levanta las manos y gruñe, luego guiña un ojo. Me rio. Después de la muerte de mi padre, mi madre fue protectora hasta el punto de asfixiarme. Tuve que rogarle durante más de un año para que me permitiera solicitar una plaza en la escuela de arte, al otro lado del estado. Cuando por fin llegué allí y experimenté lo que era no estar bajo su control, me sentí libre por primera vez en años. Así que, durante la escuela, dejé la piel para ahorrar dinero y, tras la graduación, me quedé. Aunque han pasado tres años desde que me gradué, mi madre pide que vuelva cada semana. Pero no me arrepiento ni un segundo. Se lo debo a Ryan. Me sacó de mi caparazón, me obligó a defenderme. Y la quiero mucho por ello. Agarro mi expreso terminado, vierto mi brebaje de espuma encima y lo remato con unas cuantas sacudidas de canela. Tomo un sorbo mientras tomo mi teléfono y salgo a mi pequeño patio. 61 Puede que no viva en el corazón del centro de la ciudad, pero me parece muy bien. Tengo una excelente vista de la ciudad desde mi balcón sin todo el ruido adicional. —En cuanto a tu acusación sobre mi felicidad, no es cierto. Estoy bien con la soltería. Se ríe ante mi respuesta, tan fuerte y espeluznante que juraría que ha salido directamente de una película de terror. —Me encanta cómo crees que puedes mentirme. —No estoy mintiendo. No dice nada. Sólo me mira fijamente y me hace retroceder. —Deja de mirarme así. —No. No hasta que admitas que estás mintiendo. —Yo... —¡Harper Dolores Kelly! Gimoteo. —No saques el segundo nombre. —Entonces admítelo. —¡Bien! —digo en voz demasiado alta—. Bien, me siento un poco sola a veces, pero no es nada que me agobie. ¿Eres feliz? —Sí. —Sonríe triunfante y luego se da cuenta de lo que ha dicho—. Bueno, no. No me alegro de que te sientas sola, sino de que por fin lo hayas admitido. —Se golpea con las yemas de los dedos—. Ahora, déjame arreglarlo. —¿Con una aplicación de citas? —¡Sí! —Vamos, Ryan —me burlo—. Esas cosas son solo para ligar. Todo el mundo lo sabe. —En primer lugar, ¿Qué hay de malo en sólo engancharse? Claramente lo necesitas. Y segundo, eso no es cierto. Mira a Charlie. Se refiere a su compañera de trabajo que conoció a un chico en alguna aplicación el año pasado. Se enamoraron perdidamente el uno del otro y se 62 comprometieron la semana pasada. Ryan me obligo a salir unas cuantas veces y los vi juntos. Es enfermizo lo lindos que son. —Ella era la excepción. Nunca he hecho eso de las aplicaciones de citas. Los pocos novios que tuve, los conocí en la escuela o a través de amigos comunes. Admito que desde que empecé a trabajar desde casa, a veces me siento sola, y si alguna vez quisiera conocer a alguien, mis opciones serían bastante limitadas. Hmm... quizás las citas online no serían la peor idea. —Iré esta noche —dice Ryan como si pudiera leer mi mente y supiera que lo estoy considerando—. Podemos pedir unos bocadillos, ver una película y trabajar juntas en tu perfil. Sus ojos brillan de emoción, y claramente que le encanta su plan. Me encanta la parte de los bocadillos y la película. ¿La parte de la aplicación? No tanto. La verdad es que no tengo prisa por entrar en algo serio. Pero supongo que encontrar a alguien con quien divertirse un rato no sería tan malo. —Bien —Acepto. Ella da una palmada, chillando de alegría. —¡Pero! —Interrumpo su celebración—. Cuando digo que he terminado, he terminado. Sin discusiones. ¿Entendido? dice: Levanta las manos para mostrarme que no está cruzando los dedos y —Lo prometo. —No me fío de ti. Probablemente estás cruzando ese extraño dedo de la suerte que tienes. —¡Oh mi Dios! —Mira a su alrededor, asegurándose de que nadie me ha oído—. ¡Maldita! Te odio. Llevaré el vino. Nos vemos esta noche. Te amo. Adiós. —Wow. Realmente lo estás sacando todo a la luz, ¿No es así? 63 —¿Qué? —Tomo un sorbo de mi copa de vino. Es la tercera y definitivamente estoy sintiendo los efectos. No soy una gran bebedora, y el vino dulce es todo lo que puedo soportar—. Prefiero ser honesta sobre mis pasiones por adelantado que soltarlo después. —Cierto, cierto. Pero es tan... —Estrecho los ojos y ella levanta las manos— Bien. Entonces cuéntale todo sobre tu obsesión por los monstruos. Escribo y borro... y vuelvo a hacerlo. —Ya está —digo finalmente, acercando el teléfono a su rostro—. ¿Qué tal esto? Llevamos dos horas acurrucadas en mi sofá, con una botella de vino entre las dos y unas cajas de snack vacíos en la mesa de centro y The Haunting of Hill House sonando de fondo para hacer ruido. Ryan arrebata el teléfono de mi mano y lo lee por encima, teclea algunas cosas y sonríe. —Ya está. Ya está. Miro la pantalla, con los ojos muy abiertos. —¡Ryan! No puedes poner eso ahí. Se encoge de hombros. —¿Por qué no? Es verdad, ¿no? Mis mejillas se calientan y ella se ríe de mi incomodidad como una mocosa. Agarro el teléfono y borro la parte de la deglución que ha añadido al final, y luego vuelvo a leerlo. Soy una artista torpe y amante del terror. Quiero más a los perros que a las personas y no me fío de nadie que no beba café. No busco un Michael para mi Laurie. Es decir, quiero un tiempo de diversión, no un tiempo largo. Nada de bichos y nada de fetiches de pies. Sin excepciones. Es... una mierda. Una mierda absoluta. No puedo hacer esto. No puedo inscribirme en una aplicación de citas. No estoy hecha para esto. 64 Un dedo largo y perfectamente cuidado aparece, y antes de que me dé cuenta, aparece una pantalla que dice ¡Felicidades! Tu perfil ya está activo. —Ahora no puedes echarte atrás. —Ryan sonríe con suficiencia. —Puedo borrar el perfil. —Podrías... pero no lo harás porque me amas. Mierda. Tiene razón. Inclino mi cabeza hacia atrás con un suspiro. —Esto no es para mí, Ryan. Tú eres la extrovertida y divertida. Yo soy la relajada y torpe. ¿Citas en línea? Es tan... —Perfecto. Es perfecto. Estás detrás de una pantalla. Puedes ser tú misma. Y lo mejor es que si no te gusta alguien, simplemente dejas de hablar con él. Es mucho mejor que tratar de conocer a alguien en la vida real, donde tienes que ser muy educada y no puedes simplemente marcharte. —Ella levanta un hombro—. Honestamente, no puedo creer que no hayamos hecho esto por ti antes. —Porque si estuviera en mi sano juicio, nunca habría accedido a esto. —Pero estás sola, así que lo hiciste. Ahí va ella usando esa palabra de nuevo. Sola. Hasta que dejé a Collin parado en la acera, no me di cuenta de lo sola que me sentí. Hablar con él era fácil y divertido. No me di cuenta de que extrañaba esa simple conexión con otra persona hasta que me alejé de él. Extraño reír. Extraño esa sacudida de electricidad cuando los brazos se rozan. Extraño que me sonrían. Que me tomen el cabello. Que me escuchen. Que me vean. No voy a aguantar la respiración para que esto de las citas online funcione. Pero quizás no será tan malo si lo hago. 65 7 Collin —No puede ser. Me incorporo, la manta rodea mi cintura mientras miro el teléfono con incredulidad. Hago clic en la imagen para que aparezca el perfil. Leo la biografía, riéndome de la obvia referencia a Halloween. Sólo hay tres imágenes, pero reconocería esa sonrisa coqueta en cualquier lugar. —Harper. Digo su nombre en voz alta por primera vez desde que la vi alejarse en su auto, y no se me escapa lo mucho que me gusta decirlo. Por primera vez desde que Rhodes me convenció de que me inscribiera en esta estúpida aplicación, estoy realmente emocionado. Todo mi tiempo en las últimas dos semanas lo he pasado en el hielo entrenando y jugando partidos de exhibición, así que no he tenido oportunidad de hacer mucho más que desplazarme un poco. He visto al menos cuatro perfiles con las mismas imágenes, uno que sólo tenía fotos de sus pies y otro de una mujer que parecía lo suficientemente mayor como para ser mi madre. Eso fue suficiente para mantenerme alejado por un tiempo. Pero con el comienzo de la temporada regular pronto, tengo que ponerme las pilas y rápido. Entonces, ¿Encontrar a Harper? ¿La chica que no he podido olvidar? Sí, enciende una maldita chispa. Antes de que pueda disuadirme de hacerlo, pulso MATCH y vuelvo a su perfil, mirando de nuevo las pocas fotos. 66 La primera es de ella y una amiga. Se abrazan y sonríen a la cámara. Parece que están en algún tipo de función elegante. Su amiga es rubia y sin duda está muy buena, pero mi atención no se centra en eso. Mi atención se centra en el vestido azul marino hasta el suelo que parece ajustarse a Harper como si estuviera hecho para ella, mostrando sus curvas y sus tetas, que sé que estuvieron escondidas en nuestro viaje en auto, porque si no, me acordaría de ellas. Tiene el cabello más rizado que cuando la conocí y lleva mucho más maquillaje, pero sigue estando preciosa. La segunda es más parecida a la Harper que conocí. Lleva una camiseta de Fleetwood Mac que parece realmente vintage, no una que acaba de comprar en la tienda, y un par de pantalones cortos similares a los que llevaba antes. Las mismas Converse brillantes están en sus pies. La tercera es una de ella en una fiesta de Halloween. Va disfrazada de campista muerta del Campamento Crystal Lake, y me hace gracia porque parece tan... ella. Una notificación llena mi pantalla. ¡HAS SIDO EMPAREJADO! Paso por varias pantallas de reglas de la aplicación; como la forma en que podemos denunciar a los usuarios por ser inapropiados y anular el emparejamiento en cualquier momento, antes de que finalmente pueda enviar algo. Escribo algunos mensajes. Hola. Soy Collin. Ya sabes, el tipo que casi atropellas con tu auto. Directo al grano. Sé lo que hiciste este verano. Hmm. Funciona con todo su tema de terror, pero también es espeluznante como la mierda. MUÉSTRAME LAS TETAS Borro esto último inmediatamente, y luego miro mi polla porque sé que el es quien habla. Baja el tono, amigo. La verdad es que no sé cómo empezar esta conversación con ella. Lo cual es una mierda porque antes hablar con ella era muy fácil. Ahora, no sé qué decir. Podría decirle que soy yo, pero eso va a ir en una de dos direcciones. 67 1. Se reirá de la extraña coincidencia y volveremos a las bromas. 2. Va a pensar que soy un bicho raro y que la he acosado en Internet. Realmente espero que sea la primera, pero tampoco quiero arriesgarme. Antes de que pueda enviar nada, aparece un mensaje suyo. HorrorHarper: Soy una gran fan de la honestidad, así que aquí va: Sólo hice clic en MATCH por tu gusto por el cine. No soy una persona de deportes en absoluto. *espera a ser desempatado* Soy una gran fan de la honestidad. Mierda. No puedo decirle que soy yo. Nunca le dije que jugaba al hockey. Si le digo que soy yo, preguntara por mi Nick. Entonces se dará cuenta de que no le dije toda la verdad sobre mí y sin duda se enfadará. Debería desempatar con nosotros. Debería olvidarme de ella. Seguir adelante. Mi dedo se posa sobre el botón UNMATCH. Pasa un segundo. Luego otro. Cinco más. No puedo hacerlo. Porque no puedo no hablar con ella. Pasar esas horas en el auto con ella fueron algunos de los mejores momentos que tuve en mucho tiempo. Quiero volver a sentir eso. vida. HockeyGuy69: Entonces no sabes lo que te pierdes. El hockey es la HorrorHarper: ¿Un grupo de hombres adultos chocando entre sí mientras embisten un trozo de plástico? No, gracias. HockeyGuy69: Es goma, no plástico. 68 HockeyGuy69: Y suena muy sexual cuando usas la palabra "embestir". Se llaman golpes por una razón, ya sabes. HorrorHarper: No estoy segura de que puedas quejarte de las insinuaciones sexuales con el número 69 en tu Nick. Me siento un poco inmaduro por haber elegido ese número, pero nunca pensé que encontraría a alguien tan interesante en esta aplicación. HockeyGuy69: En realidad quería escribir 96, pero supongo que lo llamaremos un feliz accidente. Bob Ross estaría orgulloso. HorrorHarper: Por favor, no me digas que crees que el 69 es divertido. Es... mucho trabajo. Completamente sobrevalorado. Tienes que preocuparte de no asfixiar a un tipo y de hacer tu parte. No es divertido en absoluto. HockeyGuy69: Si el hombre con el que sales tiene 69 años no quiere ser sofocado, estás con el hombre equivocado. HorrorHarper: Eso es... anotado. Me rio. Sí, esta es definitivamente Harper. HorrorHarper: Así que, chico del hockey, ¿Tienes un nombre? Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. De alguna manera no estaba preparado para esa pregunta en absoluto. ¿Qué mierda le digo? HockeyGuy69: Lo tengo. HorrorHarper: ¿Y bien? El mío ya lo conoces. Lo justo es lo justo. HockeyGuy69: Wright. HorrorHarper: ¿Te llamas Wright? HockeyGuy69: Sí. No es una mentira completa. Es mi apellido. Y es una prueba. 69 Con mi nombre relacionado con el hockey y mi obvia referencia al número de mi camiseta, si ella realmente no es una fanática del hockey, no tendrá ninguna pista de que soy yo. Esto también significará que no estaba mintiendo la noche en que la conocí: realmente no me conocía. Trago la bilis que sube a mi garganta. Ella no es la mentirosa. Soy yo. HorrorHarper: Eso es... diferente. Me gusta. HockeyGuy69: Gracias, pero no puedo atribuirme ningún mérito. HockeyGuy69: ¿Cuál es tu película de miedo favorita? HorrorHarper: No. Por favor. Para. La originalidad me está matando. HorrorHarper: Además, es Halloween. Lo sé, lo sé, no es la respuesta más original. Pero es un clásico y dio vida al género de terror. Yo lo sabía. Al menos Collin lo sabía. Pero Wright no lo sabía. HockeyGuy69: Eh. Freddy es mejor. HorrorHarper: Sabes, alguien me dijo lo mismo hace poco. Oh, mierda. HorrorHarper: También se equivocó. HockeyGuy69: *Correcto* HockeyGuy69: Así que, Harper, háblame de ti. HorrorHarper: Bueno, me gustan los largos paseos a solas por el bosque, disfruto duchándome cuando hay un asesino suelto y nunca, nunca, rechazo la oportunidad de gritar “¿Quién está ahí?” cuando escucho un ruido extraño en mi apartamento, aunque vivo sola. Me rio. Qué lista. HockeyGuy69: Eso realmente me hizo reír a carcajadas. HorrorHarper: Gracias. Estaré aquí toda la noche. HorrorHarper: Espera, eso ha sonado demasiado desesperado, como si fuera a dormir con mi teléfono al lado toda la noche. 70 HorrorHarper: Quiero decir que dormiré con mi teléfono al lado. También es mi despertador, porque ¿Quién tiene ya un despertador? No soy psicóloga, pero creo que eso es una señal de alarma de algún tipo. HorrorHarper: Voy a dejar de hablar ahora. HockeyGuy69: ¿Y si te digo que tengo un despertador? HorrorHarper: OH DIOS. *Se muere de vergüenza* roja. HockeyGuy69: Estoy bromeando. Definitivamente es una bandera HorrorHarper: *Se limpia la frente* ¡Uf! HorrorHarper: Aunque realmente estaba bromeando sobre estar aquí toda la noche. Me estaba metiendo en la cama cuando recibí la notificación de la partida. Debería intentar dormir un poco. HockeyGuy69: ¿Estás... en la cama? HorrorHarper: NO te voy a enviar fotos de mí en la cama. HockeyGuy69: No he pedido ninguna. HorrorHarper: ¿Es esto una especie de psicología inversa en la que crees que sólo porque eres todo un “caballero” voy a ser como “Pobre chico, aquí hay una foto de tetas” HockeyGuy69: ¿Estás ofreciendo una foto de tetas? HorrorHarper: ¡¿Qué?! ¡NO! HorrorHarper: Oh Dios. Esto está siendo horrible. HorrorHarper: Por favor, siéntete libre de desempatar conmigo en cualquier momento. HockeyGuy69: No. No me asusto tan fácilmente. HorrorHarper: ¿Eso es una bandera roja? HockeyGuy69: Tú eres la psicóloga. Dímelo tú. HorrorHarper: Dije que no lo era. Soy una artista. HockeyGuy69: ¿Artista? ¿De qué tipo? HorrorHarper: No, lo siento, Hockey Guy. Estoy cansada. Tendrás respuestas mañana. HockeyGuy69: ¿Esto significa que puedo volver a hablar contigo? 71 HorrorHarper: Eso depende de ti. HorrorHarper: Buenas noches, Wright. HockeyGuy69: Buenas noches, Harper. Estaba destinado a amar el hockey desde el día en que nací y llegué a casa desde el hospital envuelto en la vieja camiseta de los St. Louis Blues de mi padre. Una vez, cuando tenía cuatro años, me escapé de mis padres para ir al estanque congelado de nuestra propiedad y me deslicé durante los diez minutos que tardaron en encontrarme. Me dieron una paliza, pero mis padres también se dieron cuenta ese día: el hielo es mi lugar. Así que me compraron unos patines y me apuntaron a todo lo que podía hacer. Tenía un talento natural. Había nacido para estar aquí. El hockey se convirtió en algo natural para mí. ¿El hielo? Es mi hogar. Es donde me siento más cómodo. Donde encuentro mi paz. ¿Así que el hecho de que esté jugando como una mierda ahora mismo? Es una mierda. —Vamos, Wright. Contrólate, hombre. Pégate a la maldita cinta, no pegues al Océano Índico. Hago una mueca ante las palabras del entrenador. Ha estado encima de mí todos los días y tiene todo el derecho a estarlo. Si no está Rhodes en el hielo para atrapar mi disco, no va a golpear la cinta. Es oficial: estoy fuera de juego, y todo el mundo lo sabe. Tal vez Rhodes estaba en lo cierto, sobre el estrés después de todo. Tal vez necesito encontrar una manera de relajarme, para dejar de pensar en la temporada pasada. O tal vez es el hecho de que no pude dormir anoche porque no podía dejar de pensar en Harper. No puedo creer que la haya encontrado. 72 Bueno, no la encontré. Me tropecé con ella. En una aplicación de citas. La chica que no he podido quitarme de la cabeza ha vuelto a caer en mi regazo tan al azar como la primera vez. Una gran figura de ciento ochenta centímetros se detiene frente a mí. —Pon tu cabeza en el juego. No podemos permitir que vuelvas a arruinar nuestra oportunidad en la Copa. Colter llegó al equipo el año pasado cuando estuvimos preparados para ganar la Copa. Creo que es el más enojado de todos por haber defraudado al equipo. Rechino los dientes. No reacciones. No reacciones. No reacciones, mierda. —Oye, Colter, ¿Has embarazado a alguien más este fin de semana? — Rhodes choca con el gigante lo suficientemente fuerte como para desequilibrarlo—. ¿Qué? ¿Tu mamá no te enseñó a envolver tu pito, tonto? Colter lo fulmina con la mirada, y yo no me molesto en tratar de ocultar mi sonrisa. No debería ser gracioso que Rhodes, que es más ancho que yo y tiene uno o dos centímetros más que yo, llame tonto a un hombre adulto, pero lo es. Y eso enfada a Colter. Mira fijamente a Rhodes y se coloca frente a él. Los dos se miran fijamente. —Sólo un recordatorio amistoso —dice Rhodes—, estas manos están clasificadas E para todos. Me importa una mierda si eres mi compañero de equipo o no. Debería ponerme en medio, intentar separarlos, pero una parte enferma de mí; le encantaría ver cómo Rhodes le baja los humos a Colter. Es un gran cabrón, pero Rhodes es el tipo de hombre con el que no quieres soltar los guantes. Puede que sea un tipo tranquilo la mayor parte del tiempo, pero cuando lo pones en marcha, se pone realmente en marcha. —¿Pasa algo, chicos? —Lowell se detiene frente a nosotros, con los ojos pasando entre los tres. 73 Después de varios latidos, Colter se echa atrás, mirando con desprecio a Rhodes. —No es nada, capitán. —Bien —dice Lowell, ignorando la indirecta, probablemente acostumbrado a ella—. Volvamos a lo que estábamos, entonces. Lowell espera a que Colter se aleje patinando antes de girarse hacia Rhodes y hacia mí. —¿Me convierte en un mal capitán decir que odio a ese chico? Rhodes sonríe. —No. El chico es un jodido pene. —¿Un jodido pene? —Sí —dice Rhodes por encima del hombro mientras se aleja patinando—. Feo y débil. Lowell sacude la cabeza, viendo como Rhodes patina intencionadamente hacia Colter y le roba el disco, burlándose de él. —Lo juro, a veces parece que estoy tratando con niños. —Eres como dos años mayor que nosotros. —Mantengo lo que dije. No lo desafío. Estoy seguro de que a veces se siente así, especialmente con algunos de estos tontos. Se acerca, cruzando los brazos. —Lo digo con todo el respeto del mundo: estás mal de la cabeza. Suspiro. —Mierda, ¿Crees que no lo sé, hombre? —Es un año de contrato, ¿sí? Vuelvo a rechinar los dientes, no necesitando también ese pequeño recordatorio, y le hago un único gesto con la cabeza. Mira a nuestros compañeros de equipo mientras patinan sin esfuerzo por el hielo. —Estoy presionando para que estés con el equipo y con el entrenador todo el tiempo que pueda, pero... Se detiene, y sé a dónde va. 74 Tengo que ponerme las pilas. Y rápido. —Muy bien. Sólo quería que supieras que estoy aquí. —Gracias, Lowell —digo en voz baja. Asiente una vez y se aleja. Terminamos el entrenamiento y, en lugar de ir a casa, me voy al gimnasio para tratar de eliminar mis frustraciones. Rhodes entra paseando y agarra unas mancuernas en la estación que está a mi lado. Estoy en un banco haciendo pesas por encima de la cabeza. Él está haciendo unas sentadillas en repetición. —Te vi hablando con Lowell. —Rhodes finalmente rompe el silencio en el que hemos estado trabajando. —Sí. —Hago otra repetición. —¿Estás bien? —Cómo puedo estarlo. Otra repetición. —Sabes, realmente creo que necesitas... —Relajarme. Lo sé. —Dejo caer las pesas con un ruido sordo y me siento, apoyando los brazos en los muslos—. He descargado esa aplicación. —¿Sí? —Deja de hacer sentadillas y me mira con los ojos muy abiertos—. ¿Ya has conocido a alguien? Me encojo de hombros sin compromiso porque todavía no le he hablado a Rhodes de Harper. No sé por qué. ¿Tal vez porque la historia suena demasiado loca para creerla? ¿Quizás porque quiero mantenerla para mí durante un poco más de tiempo? No lo sé. —He escuchado a Miller y a Lowell hablar de ir a Slapshots esta noche. Podríamos —sus labios se curvan—, acompañarlos. yo. Me rio. Apenas le salen las palabras. Rhodes es tan hogareño como —Aprecio la voluntad de sacrificar una noche, pero no necesitas hacer de mi compinche. 75 —Gracias a la mierda —murmura—. Odio salir. —Y por eso nos llevamos tan bien. Gruñe y devuelve las pesas a la estantería. —¿Quieres venir a ver unas películas esta noche? No. Quiero quedarme en casa y mandarle un mensaje a Harper. —Probablemente debería —digo en su lugar—. Pero creo que voy a intentar descansar un poco. —Deberías bañarte. Ni siquiera finjo no estar sorprendido por sus palabras. —¿Te bañas? ¿Con velas, burbujas, todo eso? —Sí. —Se encoge de hombros—. Poner la música adecuada y es relajante de maravilla. —Lo tendré en cuenta. —Oye, no critiques esa mierda hasta que la pruebes. Además, es por el equipo, ¿no? Levanta una ceja, y sé a qué se refiere. Estás en el hielo. Intento apartar todo de mi mente el resto del entrenamiento, pero todas mis cagadas rondan en la periferia, compitiendo por la atención. Después de cuarenta y cinco minutos intensos, me despido de Rhodes y me voy a las duchas. El entrenador me detiene cuando me dirijo a mi auto. Ni siquiera tiene que decirme nada. La decepción es evidente en sus ojos. Lo jodido es que prefiero que mis padres estén decepcionados conmigo que mi entrenador. —Tal vez salir con algunos de los chicos, ¿eh? Hacer algo de unión fuera de la pista. No es una sugerencia. No lo es. —Sí, señor. Me mira, tal vez buscando una respuesta a mi problema. 76 Pero primero, tendría que reducirlo. ¿Es la pérdida del Sexto Juego lo que me desconcierta? Definitivamente tiene algo que ver. ¿El arresto y la investigación de mi pasado y toda la atención que absorbe mi energía? Sí, porque esa mierda también apesta. ¿El resto de mi equipo me mira como si fuera el culpable de todos sus problemas? Sí, eso es un puto gran problema. —Vas a recuperar el ritmo, chico. Sólo necesitas un poco de tiempo. Pero lo escucho... esa preocupación que se refleja en su voz. Y yo también me preocupo. El entrenador sonríe y me da una palmada en la espalda, despidiéndome. No vuelvo a respirar hasta que estoy a salvo en mi auto. En lugar de volver a casa, recojo el almuerzo y me dirijo a un parque local, con la esperanza de que el aire libre me ayude a despejarme un poco. Después de unas horas de paseo y de observar a la gente, paso por el taller que está arreglando mi Land Cruiser, que por fin ha llegado hasta aquí, sólo para comprobar cómo está todo, y luego me dirijo a casa. —Hola, Beau —digo al portero de setenta y tantos años cuando entro en mi edificio. —¡Señor Wright! Buenas tardes, señor. ¿Ha tenido un buen entrenamiento hoy? Quiero decirle que no me llame señor, pero sé que es inútil. En los cuatro años que llevo viviendo aquí, nunca me ha hecho caso, y sé que no va a empezar ahora. —Todo fue bien. ¿Cómo estuvo tu día? ¿Meghan te sigue dando problemas? Sus ojos se iluminan al mencionar a su mujer, con la que lleva ya cincuenta años. —Siempre, pero ella es mi tipo de problema favorito, señor. Es la misma respuesta que me da siempre, y como siempre, me hace sonreír. Si hay alguien por ahí que no cree en el amor, le diría que le diera cinco minutos con Beau y cambiaría de opinión. 77 —Te traje algo. —Busco en la bolsa de papel que tengo en la mano y le doy uno de los pasteles de crema de avena que compré en la tienda de la cuadra. Sus ojos se excitan tanto como cuando mencioné a su mujer. Después de un susto el año pasado, Meghan se aseguró de que Beau sólo comiera alimentos saludables. Atrás quedaron los pasteles y galletas que solía traer al trabajo. Todo es pollo y arroz, algo de lo que se ha quejado con frecuencia. Le doy algunas golosinas a escondidas cada vez que me acuerdo. No muy a menudo, pero lo suficiente para que siga sonriendo. —Sólo entre nosotros —digo con un guiño. —Gracias. —Él mira el bocadillo como si fuera su última comida—. ¿Estará usted aquí toda la noche, señor? —Sí, aquí estaré. —¿Quiere que llame al ascensor por usted? —No, yo me encargo. —Le doy una palmadita en el hombro—. Que tengas una buena noche, Beau. —Buenas noches, señor. Y gracias de nuevo. Sonrio y subo en el ascensor hasta el vigésimo piso. Me quito los zapatos y abro una cerveza nada más entrar. Dejo la bolsa en la encimera y meto las cervezas en la nevera antes de acostarme en el sofá y encender la televisión. Un error. Un gran error. Mi foto de la ficha policial llena la pantalla de SportsCenter. —Entonces, Jonesy, ¿Qué piensas? ¿Crees que Collin Wright va a conseguir un Triplete con esposas este año? La pantalla se desplaza hacia el copresentador y yo pulso el botón de apagado en cuanto abre la boca. Genial, la temporada ni siquiera empieza oficialmente y ya me están acosando. Suelto un suspiro y bebo el resto de mi cerveza, toda la frustración que estuvo empezando a abandonar mi cuerpo me golpea de nuevo con fuerza. 78 —A la mierda —murmuro, levantándome del sofá. Dejo la botella vacía en el contenedor de reciclaje, agarró la bolsa de la compra y otra cerveza, y me dirijo al baño. Dejo la cerveza en la encimera y me vacío los bolsillos. Abro el grifo y dejo que empiece a llenar la bañera que, literalmente, nunca la he utilizado en los cuatro años que llevo viviendo aquí. El agente inmobiliario estaba súper entusiasmado con ella cuando me mudé, diciéndome que podía usarla para recuperarme después de los partidos, pero nunca me moleste. El único tipo de baño que he tomado es un baño de hielo, y lo hago en la pista de patinaje. Mientras la bañera se llena, agarró la botella de burbujas y las sales Epsom que compré en la tienda y echo una buena cantidad de ambas. Saco la vela de lavanda de una sola mecha que he comprado y la enciendo con las cerillas que tomé, y la pongo en el borde de la bañera. Cuando la bañera está bien llena y el agua está humeante, me desnudo, tomo mi cerveza y mi Oatmeal Creme Pie; que se puede comer en la bañera, ¿verdad? Hace un poco de calor, pero no es tan insoportable como para no acostumbrarse. Coloco mi teléfono en una lista de reproducción de música clásica y me recuesto, cerrando los ojos. Relájate, Collin. Deja que todo se vaya. Estás sano, aún eres joven. Te quedan un montón de años de juego. Sal de tu cabeza y relájate. Intento evocar la última vez que me sentí relajado, y lo único que me viene a la mente es mi viaje en auto con Harper. La forma en que me hizo reír y mantuvo mis nuggets de pollo bañados en salsa. La forma en que no tenía miedo de bromear y ser juguetona. Diablos, incluso cuando se quedó dormida a mi lado y me dejó solo con mis pensamientos, todavía me sentía a gusto. Necesito recuperar esa sensación. Agarro mi teléfono y abro BeeMine, y vuelvo a ver nuestros mensajes de anoche. Los leo por encima y sonrio ante su actitud de sabelotodo. Dijo que dependía de mí si volvíamos a hablar. Y realmente quiero volver a hablar con ella. 79 8 Harper —Sólo una más... Atrapo mi lengua entre mis labios, algo que sé que hago cuando me concentro mucho, y le presto toda mi atención al proyecto que tengo entre manos. —¡Ya está! —No le digo a nadie en absoluto cuando termino la última puntada que he pegado penosamente en la chica zombi en la que he estado trabajando durante las últimas cuatro horas. Me siento a admirar mi trabajo. Son magníficas, tal vez algunas de mis mejores piezas hasta ahora. Es un pedido personalizado para una clienta que vive en Canadá. Quería un rey y una reina zombis a juego para ella y su prometido, que se casan el mes que viene. Van a celebrar una boda con temática de Halloween y ella quería sorprenderlo con ellos. Los dejé a un lado para consultarlos con la almohada antes de decidir si están terminados o no. Es lo mismo que hago con cada proyecto. Creo que todo artista necesita alejarse de su oficio y mirarlo con una mirada nueva por la mañana. A veces, dejar que se asiente arroja luz sobre las áreas problemáticas. Y a veces ilumina las partes que nunca pensaste que podrían ser tus favoritas. Apago mi lámpara de trabajo, agarro mi café, que hace tiempo que se enfrió, y cierro mi estudio por la noche. No tengo ningún plan y podría seguir trabajando, pero me prometí a mí misma cuando empecé mi negocio que establecería un horario de oficina y lo cumpliría. 80 Tiro mi café frio, enjuago la taza y la vuelvo a llenar con un poco de vino blanco antes de dirigirme a mi dormitorio para ponerme el pijama. Cambio los leggins por los pantalones cortos y la camiseta cubierta de pintura por una camisola, y luego vuelvo por mí vino. Suspiro cuando por fin me acomodo en el sofá con mi bebida y una bolsa de palomitas de queso que pienso devorar mientras veo más The Haunting of Hill House. La mayoría de la gente reacciona a mi amor por el terror como Ryan: confundida y sin interés. Pero a veces, la gente como Collin viene y lo abraza. Collin. Lo admito: cada vez que salgo de mi apartamento en las últimas semanas, lo he buscado. Es una tontería, realmente. Las posibilidades de encontrarme con él son tan escasas que es irreal, pero no puedo evitar dejar que mis ojos vaguen, buscándolo. Pensé que podría haber visto su rostro en la televisión la otra noche cuando Ryan me obligó a salir a cenar, pero el canal había cambiado antes de que pudiera hacer una doble toma. Además, ¿Por qué iba a salir Collin en la tele? Tomó mi teléfono mientras como las palomitas, y la saga de la familia Crain suena de fondo mientras navego por las redes sociales. Ryan insistió en que creara una cuenta para mi negocio. Al principio, me resistí porque siempre he sido cautelosa con las redes sociales, pero como siempre hace, me convenció para que lo intentara. Sinceramente, me alegro de haberlo hecho. Mis ventas eran buenas antes de tener cuentas, pero desde que empecé a publicar con regularidad, mis pedidos se han disparado. Ahora casi la mitad de mis pedidos personalizados son el resultado de mis publicaciones. Mis ojos se deslizan hacia una notificación que llega, y luego vuelven a la tarea que tengo entre manos. Un momento... Hago clic en la notificación de BeeMine y mi estómago da una pequeña vuelta. HockeyGuy69: Así que ya que fuiste sincera conmigo sobre tu desprecio por el hockey, algo a lo que volveremos más tarde, tengo que confesarte algo. 81 HockeyGuy69: Tengo 27 años y nunca me he bañado (obviamente, sin contar que era un bebé), y ahora mismo estoy sentado en una bañera llena de burbujas. HorrorHarper: ¿Has encendido una vela? HockeyGuy69: ¿Qué pasa con los baños y las velas? HockeyGuy69: Y sí. HorrorHarper: ¿Tienes puesta música relajante? HockeyGuy69: Sí. HorrorHarper: ¿Tienes alcohol presente? (asumiendo que bebes) HockeyGuy69: Sí, y sí. HorrorHarper: ¿Y estás comiendo pizza? HockeyGuy69: Tengo un pastel de crema de avena. HorrorHarper: Los Ding Dongs 3 son mejores, pero lo permitiré. HockeyGuy69: *Se resiste a hacer un chiste de dongs* HockeyGuy69: Pero gracias. Me alegro de tener tu aprobación. Me preocupaba que me juzgaras. HorrorHarper: ¿Por bañarse? Es más, de lo que hacen la mayoría de los hombres. HockeyGuy69: Yo me sentiría ofendido, pero sí, tienes razón. HorrorHarper: Sinceramente, me da un poco de envidia. Ojalá pudiera estar en la bañera contigo ahora mismo. HorrorHarper: ESPERA. HorrorHarper: NO. HorrorHarper: ¡ABORTA, ABORTA! HorrorHarper: También me refería a la bañera. Como en general. Y a solas. Pero como... aún contigo porque nos estaríamos mensajeando. 3 Ding dongs: Pastelitos rellenos. La autora hace referencia a la palabra dongs que también puede significar pene/polla. 82 HorrorHarper: Sí, eso es totalmente lo que quería decir. HorrorHarper: Vaya. Esta conversación ya va muy bien. HorrorHarper: ¿Ya te has asustado? HockeyGuy69: Ni de lejos. Me gusta que te pongas nerviosa por mí. HockeyGuy69: Oh, mierda. Creo que se me está pegando. HorrorHarper: Mientras no te me pegues, estamos bien. Miro fijamente mi teléfono con incredulidad. ¡NO! No, no, no. ¿Qué demonios te pasa, Harper? Por eso no puedes encontrar a nadie con quien salir. Eres torpe. Dices lo primero que se te ocurre. ¡Contrólate, mujer! HockeyGuy69: Bueno, eso dio un giro. HockeyGuy69: Ahora estoy deseando haber hecho ese chiste de la polla después de todo. HorrorHarper: Para ser justos, empezaste esta conversación con el pie izquierdo. HorrorHarper: Me envías un mensaje sólo para presumir de que estabas desnudo. HorrorHarper: Estoy sobre ti. HockeyGuy69: Si al menos estuvieras SOBRE mí en vez de... HockeyGuy69: Ya está. Ahora estamos en paz. HorrorHarper: Lo has hecho a propósito para hacerme sentir mejor. HockeyGuy69: ¿Funcionó? HorrorHarper: Un poco. HockeyGuy69: Cambio de tema... HorrorHarper: ¿Se supone que tienes que advertir sobre eso? ¿O simplemente cambiarlo? HockeyGuy69: *Deja de pensar cosas sucias * HockeyGuy69: Somos naturales en esto. 83 HorrorHarper: No es para nada incómodo. HockeyGuy69: Ni un poco. tipo? HockeyGuy69: Anoche mencionaste que eras una artista. ¿De qué HorrorHarper: ¡Por fin! ¡Un tema seguro! HorrorHarper: Mi guía es el ¡¡Sí!! y mi especialidad es el terror. Impresionante, lo sé. HockeyGuy69: ¿Guía? HorrorHarper: Sí, lo que uso para crear mi arte. Al igual que para un pintor, su guía es aquello sobre lo que pinta o los tipos de pintura que utiliza. Para un escultor, la piedra o la arcilla. El mío es un poco de todo. HorrorHarper: Hago mucha utilería a veces para películas de bajo presupuesto o para exposiciones en casas encantadas. También vendo cosas por Internet y hago pedidos por encargo. Y siempre que me apetece, pinto y los pongo en una galería local que vende creaciones de artistas de la zona. HockeyGuy69: Wow. ¿Haces todo eso? Ahora me siento un poco flojo. HockeyGuy69: *bebe cerveza en la bañera* HorrorHarper: En realidad no es nada tan impresionante. HockeyGuy69: De ninguna manera, lo dudo. HorrorHarper: ¿Y tú? ¿Alguna habilidad artística? HockeyGuy69: La verdad es que no. HorrorHarper: ¿A qué te dedicas? HockeyGuy69: A la industria del deporte. Una sensación de déjà vu me golpea. ¿Industria del deporte? ¿Dónde he oído esa respuesta antes? HockeyGuy69: Lo siento. Sé que no eres una fanática de los deportes. No te aburriré con los detalles. HorrorHarper: Bueno, no es justo que yo pueda hablar de mis aficiones y tú no puedas hablar de las tuyas. HockeyGuy69: Está bien. De todos modos, prefiero saber más sobre ti. ¿Siempre quisiste ser artista? 84 HorrorHarper: No. Antes quería ser cantante de country. Luego me di cuenta de que no podía cantar una mierda. HockeyGuy69: Seguro que no es tan malo. HorrorHarper: Cuando era niña, mis padres nos llevaron a mi hermana y a mí a un bar local que hacía karaoke familiar los domingos por la noche. Me abuchearon literalmente en el escenario. HorrorHarper: Tenía 12 años. HockeyGuy69: ¡¿Abuchearon a una niña de 12 años fuera del escenario?! HorrorHarper: Alguien incluso me tiró un paquete de azúcar. mala. HorrorHarper: O realmente odiaban a “Tim McGraw” o yo era así de HockeyGuy69: Eso suena traumatizante. HorrorHarper: Juro que todavía tengo pánico escénico por ello. HorrorHarper: Mis padres también me pagaron para que no me presentara a la audición de American Idol porque no querían sentirse avergonzados cuando inevitablemente pusieran mi horrible audición en la televisión. HockeyGuy69: Eso es extrañamente dulce de su parte. HockeyGuy69: Yo era Peter Pan en la obra de teatro de mi colegio y me tiré un pedo cuando me levantaron por el arnés para volar. HockeyGuy69: ¡En un auditorio silencioso! HockeyGuy69: Me llamaban Peter Pedorro hasta el décimo grado. HorrorHarper: ¡¿Décimo grado?! Eso es un compromiso. HockeyGuy69: Sí, por fin di mi estirón y tenía como diez centímetros y nueve kilos más que todos. Después de eso se callaron. HorrorHarper: ¿Cuánto mides? HockeyGuy69: ciento noventa centímetros Masajeo mis muslos. Siempre me han gustado los hombres altos. 85 No es que sea impresionante. Sólo mido ciento setenta centímetros Prácticamente todos son más altos que yo. ¿no? HockeyGuy69: Ya sabes lo que dicen de los jugadores de hockey altos, HorrorHarper: Sinceramente, no estoy segura de sí será peor que digan que tienen la polla grande, los calcetines o los zapatos. HockeyGuy69: Palos grandes. HorrorHarper: ¿Broma de hockey? Ese es la peor sin duda. HockeyGuy69: Me alegro de que lo hayas captado. Quizá no odies el hockey tanto como dices. HorrorHarper: Sin comentarios. HockeyGuy69: Pronto te atraeré al lado oscuro. HorrorHarper: ¿Eso es lo que intentas hacer? ¿Cortejarme, Peter Pedorro? HockeyGuy69: *Arruga los ojos* Bueno, ya no, Miss No American Idol. Tengo un cubo y una melodía perfectamente buena para meterla, a diferencia de otros. HorrorHarper: Ouch. Eso ha picado un poco. HockeyGuy69: Algo me dice que puedes soportarlo. HockeyGuy69: Por favor, no te lo tomes a mal, pero me estoy quedando dormido. HorrorHarper: Oh, sí, no me ofende en absoluto. HorrorHarper: *Está totalmente ofendida* HockeyGuy69: El baño me dio una patada en el culo. ¿Cómo es que las mujeres los toman todo el tiempo? HorrorHarper: En nuestra defensa, siempre estamos agotadas porque tenemos que tratar con hombres. Estamos acostumbradas a ello. HockeyGuy69: Ouch. Eso sí que ha dolido. Me rio de su repetición de mis palabras. HockeyGuy69: ¿Puedo volver a hablar contigo? 86 Sonrio mirando el teléfono, porque ya son dos veces las que me lo pregunta. La mayoría de los chicos no lo harían. Se limitarían a enviarme un mensaje preguntando qué llevo puesto o no tendrían ninguna pretensión y me enviarían una foto de la polla. Es... considerado que lo pregunte. HorrorHarper: Eso depende de ti. HockeyGuy69: Entonces eso es un sí. HockeyGuy69: Buenas noches, Harper. HorrorHarper: Buenas noches, Hockey Guy. HockeyGuy69: Si pudieras viajar a cualquier parte del mundo ahora mismo, ¿A dónde irías? Sonrio al leer el mensaje de Wright, que llega justo a tiempo. Acabo de acurrucarme en el sofá después de rechazar una invitación para salir con Ryan y su amiga de la peluquería. Sé que tendré que compensarla más tarde, pero he estado muy ocupada intentando hacer estos encargos a tiempo y sigo posponiéndolos. HorrorHarper: A Escocia. HockeyGuy69: ¿Por qué? HorrorHarper: ¿Tienes que preguntarlo? ¡Los acentos, duh! HorrorHarper: También para poder traer a casa a un escocés buen morro y que mi madre por fin me dejara de molestar para encontrar el amor o lo que sea. HockeyGuy69: Uf. Supongo que estoy fuera de la carrera, entonces. No hay acento aquí. HorrorHarper: Qué pena. Esperaba que fueras un expatriado de Escocia. O incluso de Australia. HockeyGuy69: *No hagas una broma, no hagas una broma* una. HorrorHarper: Casi me decepcionaría que no se te ocurriera al menos 87 HockeyGuy69: ¿Porque no esperabas menos de un tipo con 69 en su mango? HorrorHarper: Sí. HockeyGuy69: Fallas el cien por cien de los tiros que no haces. HorrorHarper: Bien, Gretzky. 4 HockeyGuy69: Creía que no eras aficionada al hockey. HorrorHarper: No te emociones demasiado. Todo el mundo conoce esa cita. Al igual que todo el mundo sabe que fue realmente Michael Scott quien la dijo. HockeyGuy69: *Añade a la lista de cosas que me gustan de ti a un fan de The Office* HorrorHarper: Quiero escuchar más sobre esta lista... HockeyGuy69: No. Todavía no me la he ganado. HorrorHarper: Boo. Apestas. HorrorHarper: ¿Y tú? ¿Dónde irías de vacaciones? HockeyGuy69: Va a sonar patético, pero volvería a casa. No de forma permanente ni nada parecido, sino para tomar un respiro. Estuve de visita hace poco y me di cuenta de lo mucho que extraño una vida tan pausada y a mi familia, especialmente a mi hermano. HorrorHarper: No es una tontería. De hecho, es un poco dulce. HorrorHarper: ¿Tu hermano y tú están muy unidos? HockeyGuy69: Mucho. Nos llevamos menos de dos años y siempre hemos estado muy unidos. HockeyGuy69: ¿Tienes hermanos? HorrorHarper: Una hermana. Es mayor que yo por dos años y a veces es un gran dolor de cabeza. Se acaba de comprometer y mi madre está encantada con ello y no deja de preguntar cuándo me toca a mí. HockeyGuy69: Te propondría ayudarte, pero creo que no estaremos ahí. Quizá la semana que viene. 4 Jugador de hockey profesional. 88 HorrorHarper: La semana que viene, ¿eh? ¿Seguro que para ese entonces seguiremos hablando? HockeyGuy69: Creía que dependía de mí. HorrorHarper: Huh. He dicho eso, ¿no? HockeyGuy69: Lo dijiste. HockeyGuy69: Y como depende de mí, sí, seguiremos hablando entonces. HockeyGuy69: Buenas noches, Harper. HorrorHarper: Buenas noches, Wright. 89 9 Collin Hemos perdido cuatro de nuestros partidos de exhibición. Claro, no son nada para sudar de verdad, pero sigue siendo una mierda. Pero eso no es lo que me hace querer volver a tirar la cena. Lo que me está matando es que sé que estoy jugando como una mierda y parece que no puedo ponerme las pilas. Con el inicio de la temporada regular en sólo dos días, y comenzando en la carretera, nada menos; está empezando a preocuparme más y más. ¿Estoy acabado? ¿Se acabó? ¿Se acabó el hockey para mí? —Entonces, ¿Es algo de lo que tenemos que preocuparnos? Miro al otro lado de la mesa a mi agente. Su vaso de agua se mantiene suelto en una mano, con el brazo colgado en la silla de al lado. Tiene la pierna levantada, apoyada en la rodilla, mientras me mira con atención. Para la mayoría, parecería tranquilo, incluso despreocupado. Pero para mí no. mía. Veo la inquietud en sus ojos, y estoy seguro de que coincide con la Más que nada, quiero responder a su pregunta con un no rotundo. Quiero asegurarle que no es nada. Que aún me estoy sacudiendo las malas vibraciones de la temporada pasada y que estaré listo cuando la temporada comience oficialmente. Pero sé que se dará cuenta de lo que digo. Así que no digo nada. Asiente y se sienta hacia delante, con los brazos apoyados en la mesa en la que hemos estado sentados durante la última hora, charlando 90 ociosamente, evitando el verdadero meollo de las cosas hasta que nuestros estómagos estaban llenos. —Muy bien. Vamos a abordar esto juntos, entonces. ¿Qué pasa? Así que se lo cuento. Le cuento todo lo que estoy arrastrando esta oscura nube de incertidumbre desde el final de la temporada pasada. Toda la mierda que pasa. Toda la presión de ser un año de contrato. La forma en que mis compañeros de equipo me miran. Dejo de lado a Harper y lo culpable que me siento por mentirle. Cuando termino, no habla durante mucho tiempo, sólo me observa con esos ojos perspicaces. Luego se ríe. Se ríe, mierda. —Tendrás que disculparme si esto no me hace gracia. Lo fulmino con la mirada y meto una patata frita en mi boca, molesto por su reacción. A él no le importa. Sigue riéndose. Tiene suerte de ser un agente increíble y de haberse convertido en un buen amigo con los años. Cuando Shepard Clark llamó a mi puerta, preguntando si me representaba, lo mandé a la mierda. ¿Qué demonios quiere una antigua estrella del béisbol profesional y campeón de las Series Mundiales con un jugador de hockey? Resultó que mucho. Fue honesto desde el principio. Él y su mejor amigo crearon una agencia, y él quería salir de su zona de confort y empujarse a sí mismo sumergiéndose en otro mundo. No hubo ninguna mentira con él. No trató de engatusarme. Fue directo y al grano. Me gustó enseguida y firmé un contrato sin dudarlo. Por suerte para mí, confiar en mi instinto fue lo correcto. Cuando me arrestaron y se conoció la noticia de mi acusación anterior, ni siquiera se inmutó. Estaba ahí, dispuesto a ayudar a arreglar las cosas. Hemos tenido una buena y sólida relación a lo largo de los años. 91 Pero ahora mismo tengo ganas de darle un puñetazo. —Lo siento, lo siento —dice finalmente, luego se aclara la garganta y sacude los hombros, tomando un trago del agua que tiene delante—. Estoy bien. —¿Qué es tan jodidamente gracioso? —¡Tú! —Se ríe de nuevo y se pasa una mano por el cabello—. ¿No ves que eres tú? —Se acerca y me da un golpecito en la sien. Le doy un manotazo a su mano—. Estás ahí arriba, no estás en el juego como necesitas. Tienes que relajarte. Echar un polvo. Recibir un masaje. Meditar. —Tú también no —gimoteo, echando la cabeza hacia atrás—. El jodido de Rhodes sigue diciendo la misma mierda. —Y tiene razón. —Se encoge de hombros—. He estado en tu posición antes, enojado con el mundo porque te está jodiendo. Pero de atleta a atleta, si no estás relajado, no vas a jugar bien. Realmente es así de simple. —Díselo a mi cerebro. No se apaga. —¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste? ¿La última vez que no estabas completamente estresado al máximo? ¿La última vez que te dejaste llevar y te divertiste? Mi mente se desplaza a Harper y ese viaje en auto que compartimos. A Harper y nuestros mensajes por la noche. Hablar con ella es fácil. Sin esfuerzo. Cada vez que una conversación entre nosotros termina, no puedo esperar a que empiece otra. —Oh. —Shep atrae mi atención hacia él—. Sea lo que sea o quien sea, en lo que estés pensando, hazlo... ellos. Todo. —Agita una mano sobre mí— , todo acaba de cambiar. —Frunzo el ceño y él se ríe, dejando el agua y llamando a nuestro mesero—. Escucha, Col, sabes que quiero que esta temporada vaya bien tanto como tú. Te mereces levantar esa Copa tanto como cualquier otro jugador. El mesero aparece con nuestra cuenta en la mano, y Shep le pasa una tarjeta negra sin siquiera mirar la cuenta. Se lo puede permitir. Sé lo que gana en comisiones sólo conmigo, por no hablar de sus otros clientes. —Pero si no te quitas de en medio, no va a pasar nada —termina una vez que el mesero vuelve a desaparecer. Suelto un largo suspiro porque, en el fondo, sé que probablemente tenga razón. 92 Esto significa que Rhodes también tiene razón, no es que se lo vaya a decir al imbécil. Pero no es tan fácil como lo pintan. Cada vez que salgo al hielo, el lugar que una vez fue mi refugio, todo lo que veo son los rostros de decepción de mis compañeros de equipo. Todo lo que escucho es el silencio ensordecedor de cuando se hizo la llamada que selló nuestro destino. Por lo general, cuando uno piensa en un estadio de hockey, piensa en hinchas bulliciosos y animados. Pero la mayoría de la gente se olvida de los momentos de silencio. Aquellos en los que todo el mundo contiene la respiración de forma colectiva. Aquellos en los que el juego de centímetros y segundos se convierte realmente en un juego de centímetros y milisegundos. Yo los recuerdo. Los recuerdo demasiado bien. —Los Comets te quieren —dice como si pudiera leer mis pensamientos—. Los aficionados te quieren. Tus entrenadores, el personal, los compañeros de equipo... todos quieren que te quedes aquí tanto como tú. Pero... Mi estomago se revuelve, sabiendo ya hacia dónde va esto. —Si no te haces a un lado y dejas que tu sentido del hockey se haga cargo, dada tu... historia... probablemente deberíamos empezar a hablar de la posibilidad real de jugar en otro lugar el próximo año. Sus palabras caen a nuestro alrededor como una pesada cortina. Quiero quedarme con los Comets. Por mucho que quiera a mis padres y los extrañe, este es mi hogar ahora. Sé que no hay garantías en el hockey, pero si tuviera la oportunidad de trabajar duro y lograrlo, me quedaría. El mesero deja la cuenta, Shep firma el recibo y cierra el libro con un chasquido. —Esperaba quedarme a charlar un poco más, pero tengo que volver con mi esposa. Su esposa, Denver, es periodista y siempre está al tanto de cualquier cosa que esté a punto de estallar en relación con los atletas de Shep. Gracias 93 a ella, supe que la prensa había escarbado en mi pasado antes de emitir la historia. —Nunca tengas hijos, hombre —dice, poniéndose de pie. Sigo su ejemplo, tomando el resto del agua y agarrando mi gorra de béisbol desgastada, colocándola sobre mi cabeza. Estoy seguro de que la mayoría de la gente no me molestará en el restaurante, pero me gusta pasar desapercibido en la calle—. Te juro que nunca dejan de cagar. Me rio. —Créeme, para desgracia de mis padres, soy bueno con los niños. —Eso mismo decía mi hermano, y supongo que hasta cierto punto tenía razón, pero esas malditas cabras suyas son tan malas como tener hijos humanos. Niega con la cabeza mientras salimos del restaurante. Sólo me paran una vez, lo cual es una victoria para mí. —Mira —dice Shep cuando salimos—, piensa en lo que... —Niega con la cabeza—. ¿Sabes qué? No. No pienses. No pienses para variar, sólo hazlo. Lo que te haga sentir bien, hazlo. Asiento —Bien. Ahora vete a casa y descansa un poco. —Me da una palmada en el hombro—. Te mandaré un mensaje, ¿De acuerdo? Otro asentimiento. Gira sobre su talón, luego se da la vuelta, chasqueando los dedos. —Mierda, casi lo olvido. ¿Juego inaugural? ¿Vienen tus padres? —No. Tienen que preparar un gran festival de otoño. —¿Te importa si me quedo con tus asientos? Denver compró unas fotos a un fotógrafo local y se enamoró de la chica. No paran de cotorrear entre ellos. Pensé que podríamos conseguirle a ella y a un amigo entradas para un partido en casa o algo así. —Por supuesto —digo—. Son todas tuyas. Me encargaré de ello. —Gracias. Te lo agradezco. —Otra palmada en el hombro mientras se aleja—. Recuerda, relájate. Le doy un tirón de orejas y se ríe. 94 Me dirijo en dirección contraria, mi apartamento está a un par de cuadras. Mantengo la cabeza baja mientras me dirijo a casa, sin querer que nadie me moleste. Al principio de mi carrera, esto siempre me hacía sentir como un imbécil. Pensaba que tenía que estar “encendido” para mis fans en todo momento. Pero cuanto más me instalo en el centro de atención, mejor soy creando los límites. —Buenas noches, señor —dice Beau, abriendo la puerta cuando me acerco—. Parece que estás muy concentrado. ¿Puedo ayudarle en algo? —Aparentemente pienso demasiado. ¿Crees que puedes hacer una lobotomía? —Una vez aterricé un avión en el agua y sobreviví flotando en el océano durante cinco días. Era piloto, no médico, pero puedo dar lo mejor de mí. — Se inclina cerca—. Por un pastel de crema de avena, señor. Aprieto los labios ante su respuesta. —Estoy recién salido esta noche. ¿Comprobamos el pastel y la lobotomía? —Por supuesto. —Me dedica un guiño mientras entro en el ascensor— . Que tenga una buena noche, señor. —Buenas noches, Beau. Saluda a Meghan de mi parte. Una vez dentro de mi apartamento, me pongo un par de pantalones de chándal, renunciando a la camiseta, y luego tomo una cerveza y me acomodo en el sofá. Estoy físicamente cansado, pero mi cerebro no está ni mucho menos preparado para ir a la cama. Sé que, si me acuesto ahora, sólo esperaré horas sin dormir. Cuando enciendo el televisor, aparece SportsCenter y hago clic rápidamente. No quiero pensar en el hockey esta noche. Sólo quiero ver algo sin sentido y no pensar. Me conformo con una repetición de FRIENDS y agarro mi teléfono, navegando por Internet sin ningún propósito real. Las palabras de Shep suenan en mi mente una y otra vez. Lo que te haga sentir bien, hazlo. No pienses, sólo hazlo. 95 No me permito pensar demasiado mientras navego por la aplicación BeeMine y hago clic en los mensajes de Harper. HockeyGuy69: Entonces... Los puntos bailan en mi pantalla casi al instante, y sonrio. HorrorHarper: Oh no. Nada bueno empieza nunca con entonces HorrorHarper: Estás rompiendo conmigo, ¿verdad? HockeyGuy69: ¿Me he perdido un paso en nuestra relación? HorrorHarper: Bueno, no me refiero a romper. Me refiero a que... me vas a dar la noticia de que has conocido a otra persona y que estás enamorado y toda esa mierda y que tenemos que dejar de mensajearnos. HorrorHarper: Pero como eres todo un caballero, me lo dices. HorrorHarper: Al menos te tengo en mi cabeza como un caballero. HorrorHarper: ¿Eres un caballero? HockeyGuy69: Depende del escenario. HorrorHarper: Oh. OH. *Se sonroja* HockeyGuy69: Además, no estoy mandando mensajes a nadie más. Sólo para que quede claro. HorrorHarper: Yo tampoco. HockeyGuy69: Bien. Eso es bueno. HockeyGuy69: Por cierto, esto es bueno. Creo. HorrorHarper: Suenas totalmente seguro de ello. HockeyGuy69: ¿Qué puedo decir? Soy un tipo confiado. HorrorHarper: *Espera el golpe*. HockeyGuy69: Sal conmigo. 96 10 Harper HockeyGuy69: Sal conmigo. Lanzo mi teléfono. Lo arrojo a través de la habitación, sólo para darle un lanzamiento. Porque ¿Qué mierda? Mi teléfono vibra en el lugar donde aterrizó, y me da miedo tomarlo. Esto debe ser lo que la gente quiere decir cuando dicen que su corazón saltó a la garganta. Porque ahí es donde está el mío ahora mismo. ¿Una... cita? No es que no haya considerado la posibilidad antes. Quiero decir, eso es lo que se supone que lleva todo esto, ¿verdad? De repente se siente tan real. Tangible. Emocionante. Porque creo que me gustaría tener una cita con Wright. Quiero saber si es así de divertido y atrevido en la vida real. Si es así de encantador. Camino por la habitación ante la idea de verlo bien vestido y tomo mi teléfono del suelo. HockeyGuy69: Mierda. Te asusté, ¿verdad? HorrorHarper: No. HorrorHarper: De acuerdo, bien. Puede ser. 97 HockeyGuy69: Supongo que lo que debería haber preguntado es... ¿Estás libre el próximo sábado? HorrorHarper: Siempre estoy libre los sábados. HorrorHarper: Oh Dios. Eso hace que parezca que no tengo vida. Juro que tengo una esposa. HorrorHarper: ¡Mierda! Quise decir VIDA. HorrorHarper: Tengo una VIDA. No una esposa. Aunque si Kate Beckinsale llamara a mi puerta, no estoy del todo segura de que la rechazaría. HockeyGuy69: Ninguna persona en su sano juicio lo haría. HockeyGuy69: Además, tus mensajes de texto en pánico son tan lindos HorrorHarper: Ah. La temida palabra “lindo.” HockeyGuy69: ¿Es malo ser lindo? HorrorHarper: No del todo. Es sólo que... Bueno, lo lindo siempre parece ser delegado a la hermana menor del mejor amigo. O al amigo que te hace reír, pero no te pone... ya sabes... duro. HorrorHarper: Como tú pene. Me refiero a que tu pene se ponga duro. HockeyGuy69: ¿Harper? HockeyGuy69: Lo digo con todo el respeto del mundo, pero cállate. HockeyGuy69: Las mujeres piensan demasiado en la mierda. HockeyGuy69: Tus divagaciones son lindas porque significan que te importa lo que pienso de ti. Eres linda porque eres divertida y rápida. Linda porque te gusta lo que te gusta. Linda porque eres lo suficientemente valiente como para ponerte a disposición de las citas en línea. HockeyGuy69: Pero ¿Harper? También eres jodidamente preciosa, y tendría mucha suerte si dijeras que sí a tener una cita conmigo. Leo sus mensajes una y otra vez con las manos temblorosas y las mejillas encendidas. Me siento tan tonta poniéndome nerviosa por la palabra “linda”, pero cuando lo explica todo así... HockeyGuy69: ¿Te asusté? 98 HorrorHarper: No. HockeyGuy69: No a no me asustaste o no a una cita. HorrorHarper: No estoy asustada. Bueno, tal vez un poco. Pero sólo estoy asustada porque realmente quiero decir ¡¡Sí!! al próximo sábado, pero... también estoy preocupada. HockeyGuy69: ¿De qué hay que preocuparse? HorrorHarper: Bueno, para empezar, podrías asesinarme totalmente. Soy una amante del cine de terror. Estoy bien familiarizada en los peligros de encontrarse con extraños. HockeyGuy69: Prometo no asesinarte. HorrorHarper: ¿Lo prometes? HockeyGuy69: Sí. Me queda muy bien un traje, siempre que no sea un mono. HorrorHarper: ¿Por qué acabo de tener visiones de ti con un traje de Michael Myers? HockeyGuy69: Porque estás demente. HockeyGuy69: Hablando de Michael... pensé que tu perfil decía específicamente que no eras Laurie Strode buscando a su Michael. Un buen tiempo, no un largo tiempo. HorrorHarper: Cierto... HockeyGuy69: Entonces ven a pasar un buen rato conmigo, Harper. ¿Una cita con Hockey Guy? Es una mala idea. Sé que lo es. Estoy casi segura de que me dejarán plantada o me decepcionarán. Así es como suele ir todo esto de las citas por internet. Pero no puedo evitar que esos pensamientos de “tal vez” aparezcan. Tal vez no sea malo. Quizás sea todo lo que espero que sea. Tal vez incluso más. Antes de que pueda disuadirme, respondo. HorrorHarper: Sí. 99 —De acuerdo, ¿Qué demonios está pasando? Has mirado tu teléfono no menos de seis veces en los últimos diez minutos. Se supone que este es nuestro momento, ¿Recuerdas? Mis mejillas se sonrojan bajo la mirada atenta de Ryan. Por supuesto que se daría cuenta de eso. No quiero ser el tipo de chica pegada al teléfono, pero no tengo noticias suyas esta noche y ya ha pasado la hora a la que suele enviar mensajes. ¿Se dio cuenta de que cometió un error? ¿Fue todo un juego? ¿Me está engañando? Ryan jadea y da un golpe en la mesa. —Oh, Dios mío. Por favor, dime que conociste a alguien en esa aplicación y que has sido una muy mala amiga al ocultarme algo. Sus ojos están brillantes y excitados mientras mueve los dedos. No quiero mentirle, pero tampoco quiero compartir a HockeyGuy con ella todavía. nada. Pero como Ryan es Ryan, sabe la verdad antes de que yo pueda decir —¡Lo estás haciendo! Me estás ocultando todo. ¿Quién es él? Quiero verlo. —Alcanza mi teléfono, pero lo quitó de en medio justo a tiempo. Ella saca el labio y cruza sus brazos sobre el pecho, haciendo un puchero—. Das asco. —Estos son nuestros mensajes privados, mocosa entrometida. —Espera un momento... —Se sienta hacia delante como si le diera de golpe—. Harper Dolores, ¿Has tenido una cita con esta persona? —No. Ella estrecha los ojos. —¿Por qué parece una respuesta comprometida? Me encojo ante su penetrante mirada verde oscuro. 100 No me asustan muchas cosas, pero ¿Ryan? Me aterroriza muchísimo. —Porque le faltan las palabras “todavía no” —murmuro, dando un sorbo a mi daiquiri helado para evitar mirarla, esperando su reacción. —¿Tú... tienes una cita y no me lo has dicho? Suena... herida. Y yo no quería herirla. —Sí. Pero la única razón por la que no dije nada es porque no quería atraer la mala suerte. Hemos estado hablando todas las noches, y las cosas van bien. Me invitó a salir. —Cállate. ¿Para cuándo? —Para el sábado. —¿El sábado? ¿Cómo dentro de tres días? —Asiento y ella chilla de alegría—. ¡Dios mío! ¡Estoy tan emocionada por ti! —Yo también. Es cierto. Aunque nuestros mensajes han sido breves desde que me invitó a salir, hay algo en mi interior que me dice que puedo confiar en él. auto. Es la misma sensación que tuve cuando dejé entrar a Collin en mi Mi mente empieza a derivar de nuevo hacia el desconocido, pero no dejo que llegue muy lejos. No debería seguir pensando en él, en realidad no. No era nadie. Sólo una historia divertida para contar a la gente. Eso es todo. —¿Así que hemos renunciado a tú Autostopista Caliente, entonces? — Ryan pregunta como si supiera que estoy pensando en él. Levanto los ojos hacia el cielo. —Nunca estuvimos “sobre” Autostopista Caliente. Eras tú la que estaba obsesionada con él. —Ajá. Lo dice la chica que se sonrojó todo el tiempo que habló de él. —Ella toma un sorbo de su cóctel, levantando una ceja puntiaguda hacia mí—. De todos modos, vamos a ver a nuestro nuevo novio. ¿Está bueno? 101 Hago clic en su perfil y se lo leo, dejando que eche un vistazo a las pocas fotos que tiene. Las mismas fotos que yo he estado mirando durante demasiado tiempo. —Mierda. ¿Son reales? —Estrecha los ojos, acercándose—. Porque, Dios mío. Juro que podría lavar mi ropa en esos chicos malos. Específicamente mis bragas. —¡Ryan! —¿Qué? Yo también lavaría la tuya. ¿Cómo es que no hay fotos de su rostro? Me encojo de hombros. —No lo sé. Aunque muchos perfiles son así. —¿No te preocupa eso? —La verdad es que no. —Hockey Guy, ¿eh? —pregunta, todavía mirando sus abdominales—. Pero tú odias los deportes. ¿Qué es lo que te atrae últimamente de los chicos a los que les gustan los deportes? —Lo sé. —Arrugo la nariz y dejo el teléfono a un lado—. Es su único defecto. Pero hemos coincidido en otras cosas, así que decido ignorar esa pequeña pasión suya. —¿Juega o sólo es un aficionado? Resoplo. —Claro, porque un jugador de hockey necesita entrar en alguna aplicación de citas para conseguir que una chica salga con él. —Oye, nunca se sabe. Una vez vi una película en la que... —Ryan, ya hemos hablado antes de mezclar los cuentos de hadas con la vida real. Saca la lengua ante mi burla. —Bien. De todos modos, me alegro de que por fin vayas a salir con alguien. Hace siglos que no lo haces. —No han pasado años. Sólo... —Pienso en la última vez que tuve una cita. Oh, mierda—. Ha pasado como un año —susurro. Ella se ríe. 102 —Sí, como he dicho, años. Has estado encerrada en tu apartamento siendo una chica jefa y creo que eso es genial, pero no has prestado atención a tus otras necesidades. —Sus cejas rebotan hacia arriba y hacia abajo—. Si me entiendes. —Me cuido mucho, muchas gracias. —Claro, el vibrador es genial, pero ambas sabemos que lo real es mejor. —Mi vibrador siempre se asegura de que me venga primero. Ella gime. —Ugh. Eso es lo peor. O bien se meten dentro de ti como si estuvieran follando en un sofá, o bien no encuentran tu clítoris. Señor, ¡Está literalmente ahí! —¿Qué? ¿Quieres decir que no es el rollo de grasa en mi muslo? —¿Se siente bien, nena? —se burla con voz grave—. No lo sé, Brad. ¿Se siente bien cuando te lamo el ombligo en lugar de la polla? Porque eso es lo que tienes ahora mismo de mi clítoris. Caemos en un ataque de risa, varias personas nos miran. No puedo decir si es por nuestra fuerte risa o si es por Ryan a quien todos miran, sin duda reconociéndola de las redes sociales. Eso suele ocurrir a menudo cuando salimos. —Deberíamos salir con hombres mejores —dice Ryan, recomponiéndose. Inclina su bebida hacia mí—. Espero que tu Hockey Guy se ocupe de todas tus necesidades. —¡Ryan! No voy a acostarme con él en la primera cita. —Hola, ¿Has visto sus abdominales? Quizá tengas que volver a mirar. —Agarra el teléfono otra vez y se lo quito—. ¡Boo! —¿Sabes qué? Tal vez deberías encontrar a alguien con quien salir. Claramente estás cachonda. —De hecho, voy a ver a Steven mañana por la noche en mi exposición —dice en voz baja—. Todavía vas a venir, ¿verdad? Ugh. Steven. Es una pieza de trabajo, y no entiendo qué ve Ryan en él. Es un tipo artístico que está demasiado metido en el tropo del artista malhumorado. Para ser franca, es un idiota, y Ryan se merece algo mejor. 103 —Sabes que estaré allí. No puedo esperar a ver a Steven de nuevo. — Y darle un puñetazo en su lienzo. Conociendo mi desagrado por él, se ríe de mis palabras, pero veo la incertidumbre en sus propios ojos. —De todos modos —dice, echándose el cabello por encima del hombro y apoyando los brazos en la mesa—. Sé cómo puedes compensarme. —¿Compensar qué? —No hablarme de tu absoluto —guiña un ojo ante su propia broma— , bombón de hockey. —Te lo dije, fue porque... —No querías atraer la mala suerte, no sabías si iba a ser algo... sí, sí. —Ella se deshace de mis excusas—. Sólo deja que te haga sentir culpable, ¿De acuerdo? —No creo que debas decirme que me estás culpabilizando. —Tengo algunas entradas... —¡No! —Levanto la mano, negando con la cabeza—. No. Ya sé a dónde va esto. —¡Vamos, Harper, por favor! —Ella junta las manos—. ¡Por favor! Eres mi mejor amiga en todo el mundo y quiero experimentar mi primer partido de hockey en vivo contigo. —¿Dónde has conseguido entradas para un partido de hockey? ¿Eres siquiera una fanática del hockey? —Me gustan los culos. Está bien, es justo. —¿Y recuerdas esas fotografías que le vendí a ese ex jugador de béisbol profesional? Supongo que ahora es una especie de agente deportivo de lujo y le sobraban algunas entradas. No iba a decir que no. —Ella agita sus pestañas hacia mí—. Por favor, Harper, por favor. Es este viernes y realmente quiero ir. —Odio los deportes. Ya lo sabes. —Sí lo sé. Pero sabes que odio que me ocultes cosas, y bueno. —Agita la mano sobre la mesa, sentándose de nuevo en su silla con confianza—, míranos ahora. 104 Maldita sea. —Eso es un golpe bajo. Levanta un hombro. —Te dije que te haría sentir culpable. Lo hizo. Me lo advirtió. —Bien —digo rechinando los dientes—. Bien. Pero pienso quejarme todo el tiempo. Sonríe triunfante. —No esperaba menos. —Oh, Dios. Un gemido bajo se escapa de mis labios, y ni siquiera me importa. Me quito el otro zapato y se me escapa otro gemido mientras hundo los dedos de los pies en la suave alfombra, amando la sensación bajo mis doloridos pies. No estoy acostumbrada a llevar zapatos de verdad más que para un recado rápido, y definitivamente no estoy acostumbrada a llevar tacones. Ryan tenía una pequeña exposición en una galería del centro, por lo que he estado tolerando a gente durante las últimas cuatro horas, lo que es demasiado tiempo para mí. Mañana tendré que hacer lo mismo en el partido de hockey al que me obliga a asistir. Estoy agotada. Y hambrienta. Los entremeses que servían eran demasiado pequeños. Necesito comida y una cama, en ese orden. Me dirijo a mi habitación y no siento ni un ápice de vergüenza cuando gimo en el momento en que mis tetas se salen del sujetador. Cambio mis jeans por unos pantalones cortos de pijama y mi blusa de seda por una camisa de gran tamaño que tiene unos veinte agujeros. Estoy retirando la mínima cantidad de maquillaje que me puse esta noche cuando mi teléfono vibra contra la encimera. 105 Me apresuro a comprobarlo, esperando que sea Wright y sintiéndome como un demonio en busca de mi próxima emoción. HockeyGuy69: Digamos que estoy a la caza de algo sabroso y necesito un estímulo por la mañana. ¿Cuál es la mejor cafetería de la ciudad? HorrorHarper: La mía. HockeyGuy69: ¿Tienes una cafetería? HorrorHarper: No. Hago mi propio café. HockeyGuy69: A ver si lo entiendo, ¿Te pido algo rico y me invitas? HockeyGuy69: Porque si ese es el caso, la respuesta es sí. Me rio entre dientes. Por supuesto que ahí va. HorrorHarper: Tranquilízate, señor Romance. HockeyGuy69: Percibo sarcasmo con respecto al nombre. HorrorHarper: Has intuido bien. HorrorHarper: En cuanto al café, tengo todo un bar de café en mi apartamento y todo. Aunque el Jennie's Java no está tan mal si estás en un apuro. café? HockeyGuy69: ¿Un bar de café? ¿Cómo un bar de bebidas, pero de Me dirijo a mi cocina, hago una foto rápida de mi instalación y se la envío. Mientras espero su respuesta, busco comida en los armarios, pero no hay casi nada y lo que tengo no suena nada bien. Hago un pedido de un subway de mi sitio favorito a pocos kilómetros de aquí, luego agarro una copa de vino y me acomodo en el sofá mientras espero. HockeyGuy69: Qué Pinterest el tuyo. HorrorHarper: No te burles. Es una genialidad. Me ahorro muchísimo dinero haciéndolo así. HockeyGuy69: Siempre he pensado que el café es equivalente a los sándwiches o las ensaladas: siempre saben mejor cuando los hace otra persona. HorrorHarper: Claro, si no sabes lo que estás haciendo. 106 HockeyGuy69: Siento que acabas de insultar mis habilidades culinarias. HorrorHarper: Los sándwiches y las ensaladas no cuentan como cocina. HockeyGuy69: Eso es justo. Y para ser honesto, no cocino mucho de todos modos. HorrorHarper: Pero puedes cocinar, ¿no? ¿Simplemente eliges no hacerlo? Porque un tipo que sabe cocinar... wow. *Se abanica a sí misma* HockeyGuy69: Cocinar te excita, ¿eh? HorrorHarper: Mucho. HockeyGuy69: *Se apunta a clases de cocina* HockeyGuy69: Aunque, sinceramente, a veces mi horario no me deja mucho tiempo para meterme en la cocina, así que a menudo opto por la comida para llevar o por las comidas preparadas del nutricionista. HorrorHarper: “¿Nutricionista” es una palabra clave para decir mamá? HockeyGuy69: Acabo de escupir mi cerveza y ahora todos mis compañeros me miran raro. HorrorHarper: ¿Estás con amigos ahora mismo? HockeyGuy69: Por desgracia. Preferiría estar en casa, pero también necesito estar aquí. Es una cuestión de trabajo. HockeyGuy69: Y no, en realidad me refiero a mi nutricionista. HorrorHarper: *Silbido* Alguien se ha encaprichado. HockeyGuy69: Eh. Ventajas del trabajo. HorrorHarper: Supongo que trabajando en el deporte tendrías acceso a cosas así. HorrorHarper: Y no, eso no es una invitación para empezar a hablar de deportes. Me niego a que me gusten. HockeyGuy69: Eso ya lo veremos. HorrorHarper: Más vale que lo dejes mientras vas ganando. No va a suceder. HockeyGuy69: Puedo ser muy persuasivo, ¿Sabes? 107 HorrorHarper: Oh, no lo dudo ni un segundo. HorrorHarper: Aunque no muestres tu rostro en las fotos de tu perfil, estoy dispuesta a apostar que tienes un estúpido hoyuelo en tu estúpido rostro y que eso te hace conseguir todas las cosas estúpidas que quieres. HockeyGuy69: ¿Quieres unas patatas fritas para acompañar esa sal? HorrorHarper: ¡SÍ! HorrorHarper: Pero sólo porque tengo hambre y aún no ceno. HockeyGuy69: ¡Son como las nueve de la noche! Ya paso la hora de los “nom-noms.” 5 HorrorHarper: De acuerdo. Y si no me dan pronto unos nominativos, puede que monte en cólera. HorrorHarper: He pedido que te envíen algunos. HockeyGuy69: Por favor, no hagas daño al repartidor. No quiero tener que ir al juzgado a testificar contra ti. Es decir, como he dicho, me queda muy bien el traje, así que lo haría, pero por favor no me obligues. HorrorHarper: ¿Testificarías contra mí sólo para demostrar a todo el mundo lo bien que te queda el traje? HockeyGuy69: 100% Los puntos bailan por la pantalla y luego desaparecen. Vuelve a ocurrir. Y luego otra vez. Hmm. Dejo mi teléfono a un lado, dándole tiempo para que descubra lo que claramente está luchando por decir. Presto atención a la televisión que he puesto como ruido de fondo. Me gustaría poder decir que para cuando el repartidor toca el timbre y yo abro, pago y vuelvo a sentarme con mi comida, ya me he olvidado de los puntos que bailan. Pero no es así. 5 Se refiere al sonido cuando alguien está comiendo o masticando algo y realmente disfrutándolo. 108 Finalmente, cuando estoy a mitad de la cena, mi teléfono vuelve a sonar. HockeyGuy69: últimamente. Siento haber estado un poco desaparecido HockeyGuy69: No quiero poner la excusa del trabajo, pero... el trabajo. El horario es un poco malo a veces. Confío en sus palabras, pero algo me dice que no es toda la historia. Me merezco toda la historia. HockeyGuy69: Seguro que ya estás dormida, pero quería que lo supieras. HockeyGuy69: Buenas noches, Harper. No respondo el mensaje. 109 11 Collin Resulta que no monumentalmente idiota. pensar es realmente estúpido. Como, Tenemos nuestro primer partido en casa esta noche y se supone que debemos estar preparándonos para él, pero no puedo concentrarme. Todo lo que puedo pensar es cómo voy a explicarle a Harper quién diablos soy. En nuestra cita. Cita. A la que la invité a salir mañana por la noche. Estúpido, estúpido, estúpido Se suponía que esta aplicación me ayudaría a encontrar a alguien con quien relajarme, no a causarme más estrés. ¿En qué mierda me metí? —¡Saca tu maldita cabeza de tu culo, Wright! —La voz de Colter atraviesa mis pensamientos y frunzo el ceño al pinchazo—. Esta temporada no se trata solo de ti, chico de oro. ¿Chico de oro? Ni siquiera cerca. —Vete a la mierda, Colter. —¿Yo debería irme a la mierda? —Él patina hasta detenerse justo en frente de mí, acercándose a mi rostro—. ¿Qué tal si tú te vas a la mierda? Tú eres el que está arrastrando al equipo. —Solo hemos perdido un juego. 110 Nuestros primeros tres juegos de la temporada han sido juegos fuera de casa, dejándonos sin la ventaja de jugar en casa, y el único juego que perdimos fue la prórroga, por lo que todavía obtuvimos un punto. No estamos exactamente luchando aquí. —Sí, no gracias a tu mierda de juego. Rechino los dientes, tratando de no mostrar cuánto me afectan sus palabras. Eso es lo gracioso del hockey: tu equipo puede ganar un juego tras otro, pero tú aún puedes estar luchando. Pases caídos, tiros que fallan la red por un centímetro, ser sacados de la pista. Ahí es donde estoy ahora. Estamos ganando, pero todos los demás bien podrían estar jugando un juego diferente al mío. Estoy estropeando cosas básicas y la gente empieza a darse cuenta. No podemos seguir así toda la temporada, ganando juegos por solo un punto, casi dejando que el otro equipo anote por simples errores. Lo sé y todos los demás también lo saben. Jugar así no me dará otro contrato, ni mucho menos. Colter se acerca aún más, nuestras narices casi se tocan. —La única razón por la que ganamos fue porque tu feo amigo Rhodes te sacó del problema. Asustó a Boston con esa jodida cicatriz suya. —Vete. A. La. Mierda —gruño de nuevo, mi paciencia con este imbécil se está agotando. —¿O qué? ¿Vas a hacer que Rhodes venga a pelear tu batalla por ti otra vez? —Sus labios dibujan una fea sonrisa—. No tienes las jodidas bolas para golpearme. Eres débil, Wright. Y si el capitán no estuviera tan enamorado de ti y no convenciera al entrenador de que vales el tiempo en el hielo, ambos sabemos que tendría tus minutos en un santiamén. Ah. Así que de eso se trata. Está celoso. Lo cual, dado mi mal juego últimamente, es cómico. Rhodes patina más cerca de mi periferia, y niego con la cabeza hacia él, reteniéndolo. Esta no es su batalla. Es mía. Doy un paso hacia mi compañero de equipo. 111 —Incluso en tu mejor momento, no pudiste manejar los minutos extra. Y es verdad. Colter es un jugador egoísta y eso es lo que lo frena. Podría ser una mierda en este momento, pero él no pudo acabarlo. Estaría demasiado ocupado tratando de hacer jugadas elegantes y nos costaría preciados minutos. Puede que no sea perfecto, pero tengo años de experiencia y paciencia. Me empuja. —Vete a la mierda, Wright. Le concedo ese empujón porque me lo merezco. Pero no conseguirá otro. —Crees que eres intocable, piensas que tu lugar no se puede llenar fácilmente. Te equivocas. Otro empujón y me rompo. Guantes caen y escucho su nariz crujir bajo mi puño. Tropieza hacia atrás, luego me ataca de nuevo, llegando a mi mandíbula. El único sabor metálico me golpea. Paso la lengua por mis dientes y sonrio. Me gusta esto. Mierda, tal vez incluso necesitaba esto. Colter va por otro golpe y falla. Él tira de mi suéter, tratando de sacármelo por la cabeza, pero soy más grande que él y me aparto fácilmente, dándole otro golpe en la mandíbula. Damos vueltas y vueltas. De un lado a otro, balanceándonos en círculos ahora, emparejándose golpe por golpe. Nadie a nuestro alrededor se mueve hasta que chocamos con el hielo y, de repente, todos tiran de nosotros. Rhodes me agarra por debajo de los brazos, levantándome y sacándome de Colter, quien se apresura a salir del agarre de Miller para alcanzarme de nuevo. —¡Suficiente! —grita Lowell, una mano en cada uno de nuestros pechos, empujándonos lejos el uno del otro—. Jodidamente suficiente. Cálmense. 112 Miller trata de arrastrar a Colter, y él lo empuja, lo que me enoja de nuevo, luego patina hacia el vestidor. Todos escuchamos las puertas cerrarse de golpe mientras avanza por el pasillo. Lowell me mira. —¿Estás bien? —Asiento—. Bien. No vuelvas a hacer esa mierda. — Cuando está patinando a mi lado, murmura—: He querido hacer eso desde el primer día. La sonrisa en mis labios se interrumpe cuando veo la mirada del entrenador desde el otro lado del hielo. Él no está feliz. En absoluto. Increíble. Colter no regresa, lo cual no me importa, y el resto de la mañana transcurre sin incidentes. lado. Estamos en el vestidor cuando Rhodes se deja caer en el banco a mi —Todo bien. Suéltalo. —¿De qué estás hablando? Presiona un dedo duro en el pliegue entre mis cejas. —Estoy hablando de esa mierda. Se supone que yo soy el melancólico. Aparto su mano de un golpe. —Jódete. —No hasta que me digas lo que está pasando. —No es nada. Permanece en silencio por un momento, y creo que va a dejarlo pasar. Pero él es Rhodes, así que por supuesto que no lo hace. En cambio, se agacha, inclinando su cabeza hacia la mía, y habla en voz baja. —Tenemos un juego esta noche, ya sabes. Así que será mejor que empieces a hablar antes de que tu cabeza esté tan metida en tu propio 113 trasero que perdamos y tu contrato con los Comets se convierta en cenizas justo frente a ti. Mierda. Tiene razón, y odio que tenga razón. Rechino los dientes, tratando de controlar mi frustración. —Bien. Le hablo de Harper. Cómo nos conocimos... luego, sobre cómo nos volvimos a encontrar. Cómo omití algunos detalles menores como el hecho de que juego hockey profesional. Cómo no le he dicho que HockeyGuy69 también es el tipo con el que jugó una partida horrible de “Veo, veo” durante la noche. Cuando termino, solo me mira fijamente, con la boca entreabierta y los ojos muy abiertos. —¿Eres… eres extra tonto o algo así? ¿Tienes una contusión? —Él coloca su mano contra mi frente—. ¿Estás enfermo? Lo ahuyento de nuevo. —Estoy bien. —Si estás tirando mierda como esta, claramente no lo estás. ¿Qué demonios, hombre? ¿Por qué? —No sé. Yo solo... ¡Mierda! —Paso una mano por mi cabello sudoroso—. A ella no le gustan los deportes y no tiene ni idea de quién soy. No le importa en absoluto. —Me encojo de hombros—. Es bueno no preocuparse por todo eso para variar. Rhodes niega con la cabeza. —Odio cómo eso realmente tiene sentido para mí. —¿Ves? No estoy completamente loco. —No. Lo estás. ¿Qué diablos ibas a decirle cuando la veas, ¿eh? ¿Solo esperabas que se riera y follaran y eso sería todo? Aprieto los puños ante la idea de que eso sea todo. —Esperaba que ella entendiera, sí. 114 —Sabes que la probabilidad de eso es casi inexistente, ¿Verdad? ¿Estás realmente seguro de que esto es lo que quieres hacer? No es demasiado tarde para echarse atrás. Aún no has ido a la cita. —No voy a desaparecer como un imbécil. —No tienes ningún problema en mentirle como uno. Aprieto de nuevo mis puños. —Acéptalo, estás jodido. —¿Crees que no lo sé? —resoplo una risa burlona—. Si se suponía que esto era una charla alentadora, apestas. —Sí, bueno, no pensé que me dirías esta mierda. Solo pensé que Colter estaba siendo un idiota otra vez o esa mirada que el entrenador te dio después de la pelea. —Cruza los brazos sobre su pecho, apoyándose en su cubículo—. Mierda, hombre. No es de extrañar que estés jugando como la mierda, fallando pases fáciles y sin tener la cabeza en el juego. Estás todo jodido por esto. Nos sentamos en silencio durante unos minutos, algunos compañeros de equipo rezagados entran arrastrando los pies. No sé por qué invité a salir a Harper, como si la mierda ya no fuera lo suficientemente complicada. Bien, eso es mentira. Sé exactamente por qué lo hice: me gusta. Probablemente mucho más de lo que me permito admitir. Pero podría haber encontrado una mejor manera para que ella descubriera que soy yo. Podría haber sido honesto desde el principio también, pero es demasiado tarde para eso. Ahora tengo que averiguar cómo diablos voy a arreglarlo todo. Si fuera cualquier otra chica, alguna conexión al azar, no sería gran cosa porque no significaría nada. Pero Harper... ella significa algo. —Sabes que tienes que decirle antes de tu cita, ¿verdad? —Lo sé. —Va a enloquecer. 115 —Lo sé. —Eres un idiota. —Lo sé. —Yo… —No estás ayudando —lo interrumpo, mirándolo—. Se lo diré, ¿De acuerdo? Diablos, se lo diré. —¿Cuándo? Es una palabra simple, pero el significado detrás de ella es todo lo contrario. Lo que realmente quiere decir es antes de esta noche. Me quiere en el juego con la conciencia tranquila. Necesito estar en el juego con la conciencia tranquila. —Se lo diré —prometo en voz baja. —Bien. No hay nada como jugar frente a un público local. Hay un zumbido en tus venas y en el aire. Esta noche, estoy zumbando por una razón diferente. Me dirijo al vestidor, tratando de bloquear todo. Varias cabezas giran en mi dirección, probablemente por mi labio roto y el moretón en mi mandíbula después de la pelea con Colter esta mañana. Mantengo la cabeza baja mientras me cambio el traje y me pongo unos pantalones cortos y una camiseta, luego me coloco los auriculares y me acomodo en el sofá que tenemos en la sala de estar. Saco mi teléfono de mi bolsillo y enciendo una lista de reproducción aleatoria de los 90 para tratar de relajarme. Mis ojos se desvían hacia la aplicación BeeMine. Intenté varias veces enviarle un mensaje a Harper antes, pero todo lo que escribí sonaba horrible. 116 No hay duda de que se va a enojar. Puede que nunca me perdone o me hable de nuevo. Y me lo merecería al cien por cien. Pero Rhodes tiene razón. Necesito decirle. Si no lo hago, es todo en lo que voy a estar pensando esta noche, y no puedo estar pensando en eso esta noche. Si esa pelea con Colter esta mañana me enseñó algo, es que no puedo seguir metiendo la pata. Quiero ser mejor que eso. Mejor que él. Hago clic en la aplicación y abro mis mensajes con Harper. HockeyGuy69: Hay algo que necesito decirte. HockeyGuy69: Probablemente te moleste, pero tengo que aclarar las cosas. HockeyGuy69: Soy Collin. HockeyGuy69: Collin Wright. Y juego para la NHL. 117 12 Harper HockeyGuy69: Hay algo que necesito decirte. Se forma un nudo en mi estómago mientras leo sus palabras. No hablamos anoche y me esforcé todo el día para no pensar mucho en ello, pero no voy a mentir, me estuvo carcomiendo. Desde que me invitó a salir, algo se sentía… raro. No sé si son los nervios o si de verdad está ocupado con el trabajo, pero de todos modos está como desconectado. Llega otro mensaje. HockeyGuy69: Probablemente te moleste, pero tengo que aclarar las cosas. Oh mierda, aquí viene. —¡No! —Ryan roba mi teléfono justo cuando vuelve a vibrar. Lo desliza en el abismo conocido como su bolso mientras bajamos las escaleras de la arena hacia nuestros asientos—. Eso es mío por esta noche. No más suspirar por el chico Hockey. Esta noche es noche de chicas. Debería protestar. Debería decirle que es una regla estúpida. Pero no me atrevo a decirlo porque no estoy tan segura de querer escuchar lo que él tiene que decir. ¿Quiere librarse de la cita? ¿Fingió ser alguien más todo este tiempo? Quiero decir, parecía demasiado bueno para ser verdad desde el primer día, así que no me sorprendería del todo. —Aquí estamos —dice Ryan, deslizándose por el pasillo. Ella aplaude, saltando de emoción—. Santa mierda. ¡Estos asientos son increíbles! 118 Quiero señalar que, como nunca había ido a un partido de hockey, no sabe si estos asientos son realmente buenos. Pero teniendo en cuenta que estamos a solo tres filas del cristal, diría que su suposición es correcta. Ryan nos obligó a llegar casi una hora antes. Dijo que quería asegurarse de que llegáramos bien a nuestros asientos, pero sé que no quería perderse los calentamientos. También prometió bocadillos si accedía. —Entonces, ¿Cuándo llegamos a la parte buena? —Bueno, aparentemente hacen ejercicios de calentamiento y luego hay un pequeño descanso y… —Hace una pausa, luego suelta una carcajada cuando capta mi expresión de aburrimiento—. Oh. Querías decir comida. —Prometiste palomitas de maíz. Nachos también. —Y alcohol. —Todo el alcohol. Ella se ríe. —Muy bien. Volveré enseguida. Pero nada de nachos hasta más tarde. —¿Porque esa es la única forma en que vas a hacer que me quede todo el juego? Sonríe. —Me conoces tan bien. Ella se va por la comida, dejándome sentada allí sin nada que hacer ya que mi teléfono está en su bolso. Los espectadores comienzan a desfilar a mi alrededor. Una mujer se sienta unos asientos más abajo y puedo oírla hablar por teléfono hablando de algo que tiene que ver con cabras. Todavía no hay nadie en las dos filas delante de nosotros. Todavía no puedo creer que estemos sentadas tan cerca del hielo. Una vez fui a un partido de fútbol con mi papá y estábamos tan lejos del campo que apenas podías distinguir a los jugadores. Aquí... va a ser como si pudiera extender la mano y tocarlos. Y hace frio también. 119 Ajusto mi abrigo, temblando un poco por el aire. —¿Primera vez? —pregunta la mujer, llamando mi atención. —¿Cómo lo supiste? Asiente hacia donde tengo los brazos cruzados sobre mí. —Era igual en mi primer partido. Pero te acostumbras a ello. —Realmente no pensé que tendría tanto frio, pero debería haberlo sabido. Soy una cobarde cuando se trata del frio. Ella ríe. —Yo también. Se calentará una vez que entren más cuerpos aquí, pero no lo suficiente como para quitarte el abrigo. Una sombra cae sobre ella y una cerveza aparece frente a su rostro. Ella le sonríe al tipo alto con el cabello negro como la tinta y gafas de montura negra que se sienta junto a ella. Lleva una camiseta que dice “Papá C.A.B.R.A.” con una foto de él y varias cabras pequeñas. Por lo general, no me gusta toda la onda de nerd que tiene, pero este tipo es... wow. Ella toma la bebida de su mano extendida, luego inclina la taza en mi dirección. —Además, el alcohol ayuda. Soy Delia, por cierto. —Ella hace un gesto hacia el chico a su lado—. Este es mi esposo, Zach. Por favor, ignora su camiseta vergonzosa. No se la quitaría. Se inclina hacia ella y me envía una sonrisa. —Ella siempre está tratando de desnudarme. Ella lo golpea. —¡Zachary! Me rio. —Soy Harper. Es un placer conocerlos a ambos. —¿Estás aquí por los Comets o los Caps? Asumo Comets ya que estás en asientos de boletos de temporada. —Eh, Comets. Solo estoy aquí por los refrigerios principalmente. Se ríen como si estuviera bromeando. No lo estoy. 120 —Oh, Dios mío —dice Ryan, dejándose caer de nuevo en el asiento a mi lado—. Deberías haber visto las colas por ahí. Fue como si de repente viniera gente de la nada. Estoy tan contenta de haber llegado aquí cuando lo hicimos. Escuché a alguien en la fila decir que los calentamientos comienzan… Los jugadores vienen disparados sobre el hielo. —Bueno, ahora mismo, supongo. Da otro pequeño aplauso, observando cómo se mueven por la pista. Se ven... un poco hermosos si soy honesta. La forma en que se mueven es impresionante. Es suave, como si estuvieran deslizándose en el aire. Me da unas cuantas servilletas. —Aquí. Para que limpies tu baba. Y las palomitas de maíz. Frunzo el ceño. —No estoy babeando. —Seguro que no. —Me guiña un ojo y luego me pasa una cerveza—. Estas fueron gratis, por cierto. —Ryan, ¿Coqueteaste para obtener bebidas gratis? —Por supuesto lo hice. ¿Has visto los precios aquí? —Se encoge de hombros, se da la vuelta y saluda a un tipo sentado unas filas más arriba— . Además, era lindo —dice, dándose la vuelta con una sonrisa coqueta. Niego con la cabeza hacia ella, luego regreso mi mirada al hielo. Algunos jugadores de los Comets están patinando en círculos en una mitad. Algunos están haciendo algún tipo de estiramiento que los hace parecer como si estuvieran montando el suelo, y otros... Un cuerpo choca contra el vidrio, lo que me hace dar un brinco y derramar cerveza sobre mi camiseta de segunda mano de Aerosmith y el abrigo que llevo puesto. —Hijo de… —Me levanto de mi asiento, un líquido frio y pegajoso se aferra a mí. —¡Oh mierda! —Ryan agarra un puñado de servilletas y comienza a frotar mi camisa—. Maldita sea. Me encanta esta camisa también. Yo… 121 Hay un golpecito en el cristal que llama nuestra atención. Uno de los jugadores, que tiene una cicatriz irregular en su rostro, nos dice Lo siento. Toca a su amigo en el hombro, atrayendo su atención hacia nosotros. En el momento en que nuestros ojos chocan, me congelo. Me mira boquiabierto, sus ojos, que ahora puedo ver son de un verde claro, muy abiertos por la sorpresa. —¿Collin? —Espera, ¿Cómo Collin Autostopista Caliente? —pregunta Ryan. No respondo. Estoy demasiado ocupada mirando al tipo que nunca pensé que volvería a ver. Su amigo dice algo en voz baja y Collin asiente sin mirarlo. Parece que él tampoco puede quitarme los ojos de encima. Estamos en trance, incapaces de movernos. Entonces alguien grita su nombre desde el otro lado del hielo, y así, se rompe. Se gira y yo jadeo. Wright. Está ahí, cosido claro como el día en la parte posterior de su camiseta, junto con el número 96. De hecho, quise escribir 96, pero supongo que lo llamaremos un feliz accidente. Él asiente con la cabeza a quienquiera que le habló, luego se gira hacia mí. Da un paso más cerca y su compañero de equipo tira de su brazo, tratando de alejarlo. Incluso desde aquí, puedo ver que sus ojos están llenos de muchas emociones: conmoción, preocupación, arrepentimiento. Otro tirón de su compañero de equipo, y esta vez Collin se deja apartar. Él me mira tres veces en su camino hacia el otro lado del hielo, y cada vez se siente como un puñetazo en el estómago. 122 Luego desaparece por un túnel y me quedo aquí sintiéndome como una completa tonta. se va. —Dame mi teléfono —le digo a Ryan, encontrando mi voz una vez que Ella mete la mano en su bolso sin dudarlo y me lo entrega. Mi respiración se acelera mientras hago clic en la notificación de la aplicación BeeMine, con la esperanza de que todo esto sea una especie de coincidencia enfermiza. No lo es. Está justo ahí, su confesión. De esto es de lo que quería hablar. HockeyGuy69: Soy Collin. HockeyGuy69: Collin Wright. Y juego para la NHL. —Santa mierda. —Exhalo pesadamente. —¿Qué? ¿Es realmente Autostopista Caliente? —Ryan… —Empujo mi teléfono en su rostro—. También es HockeyGuy. —¿Qué? No, no lo es. —Ella agarra el teléfono de mis manos mientras me dejo caer en mi asiento. Su mandíbula cae cuando lee su texto—. Ay, Dios mío. Su… —Sí. —Santa mierda. —Sí. —Esto es... vaya. Se sienta a mi lado, revisando nuestros mensajes. Ni siquiera me importa lo suficiente en este momento para detenerla. Ya no importa. Toda nuestra relación es una mentira de todos modos. —No puedo creer esto. ¿No tenías idea? —¡No! yo no hago deporte. No podría decirte nada sobre el hockey. Pensé que el disco estaba hecho de plástico. —Es de goma —corrige Ryan—. Todos saben eso. 123 —¡No lo hice! ¡Eso es lo mucho que no hago deporte! Ella junta los labios, tratando de no reírse. Pero no funciona. Estalla en un ataque de risa y, antes de darme cuenta, me estoy uniendo a ella. Estoy casi segura de que la gente nos está mirando, pero no me importa. Se siente bien reír, y si no me rio, podría llorar. Mi Autostopista es mi chico de hockey. Su nombre es Collin Wright y juega para la NHL. ¿Qué diablos se supone que debo hacer con eso? —¿Quieres irte? —pregunta Ryan durante el descanso entre el primer y el segundo periodo. hielo. Una parte de mí quería irse en el momento en que vi a Collin en el Pero hay otra parte de mí que parece que no puede alejarse ahora. Tenía razón: ver el partido en vivo es mucho mejor que verlo por televisión. Hay algo emocionante en escuchar los cuerpos chocar contra las tablas. Algo tan intrigante sobre escuchar el disco golpeando el travesaño. ¿Y ver a los jugadores deslizarse por el hielo sin esfuerzo como si no estuvieran jugando un juego de alta velocidad en agua congelada con cuchillos atados a sus pies? Es embriagador. Lástima que todo se vea ensombrecido por el hecho de que Collin me mintió. Dos veces. Industria del deporte. Eso es lo que me dijo, y lo dijo dos veces. Realmente, debí haberme dado cuenta entonces. 124 Pero si no, debí haber visto las otras pistas también. Pasé el tiempo antes de que cayera el disco retrocediendo a través de todos nuestros mensajes, separándolos. Wright abogó por Freddy Krueger, al igual que lo hizo Collin. Tiene veintisiete años, igual que Collin. Diablos, incluso trató de convencerme de que me gustaran los deportes, al igual que Collin. Y a pesar de que admitió que era un fanático del hockey, eludió el tema con tanta frecuencia que debería haberlo descubierto tratando de ocultar algo. Estoy tan avergonzada. Debió pensar que era hilarante, pretender ser una persona diferente. Fingiendo que no nos conocimos antes. Fingiendo que no sostuve su maldita salsa mientras mojaba sus nuggets de pollo. Creo que esa es la parte que más duele. Sabía que era yo. No es como si ocultara mi nombre o mi identidad detrás de fotos sin rostro. Fui directa desde el principio. Él nunca lo fue. Y sí, está bien... Lo entiendo hasta cierto punto. Es un atleta profesional que probablemente gana millones de dólares al año. Él va a querer ser un poco privado. Pero soy yo. No me importa su estatus. Sólo me gusta él. Me Gustó, me recuerdo. En pasado. —No —respondo—. Podemos quedarnos. —¿Estás segura? —Ella tiene su labio atrapado entre sus dientes, sus cejas se juntan mientras me estudia de cerca. —Estoy segura. Pero definitivamente me vendría bien más alcohol. —¿Quieres que vaya? Niego con la cabeza. —No, lo tengo. Me vendría bien el aire fresco. Ella asiente y me deja salir del pasillo. 125 Paso entre varios fanáticos, tomando nota de la cantidad de personas que usan WRIGHT en sus espaldas. Algunos de ellos me miran y juro que siento su juicio, como si supieran y estuvieran de acuerdo con lo tonta que soy por no sumar dos y dos antes. La cola para la bebida es larga y no vuelvo hasta justo antes del comienzo del segundo periodo. —Te perdiste por completo a los niños pequeños deslizándose por el hielo —dice Ryan mientras le paso una de las tres cervezas que compré—. Supongo que se llaman Mites o algo así. De todos modos, eran tan adorables. Ella no comenta sobre la cerveza extra como la buena amiga que es. Lo que ella dice es: —Lo siento. —¿Por qué? —Por empujarte a entrar en esa aplicación. Si no lo hubieras hecho, tal vez no te sentirías como ahora. Ryan nunca se pierde de nada. —Me siento como una tonta —confieso en voz baja. —Lo sé. Pero tú no eres la tonta, él lo es. Él es quien te engañó. —Sí, pero si hubiera prestado un poco más de atención, tal vez podría haber conectado los puntos. —Como dijiste, no haces deporte. —Ella sonríe ante las palabras—. ¿Cómo se supone que vas a saber algo sobre algo que no sigues? Eso sería como si yo tratara de reconstruir cualquier cosa sobre películas de terror. No es lo mío, ya sabes. Supongo que tiene razón. El locutor dice algo por el intercomunicador y la multitud enloquece, vitoreando en voz alta mientras los jugadores se abren camino hacia el hielo. El juego comienza de nuevo, veinte minutos en el reloj. Collin está ahí afuera, quedándose atrás en la línea azul que no está muy lejos de donde estamos sentadas. 126 La forma en que se mueve... es increíble. No tengo idea de cómo me perdí que era un atleta. Hay tal enfoque y precisión en cada movimiento que hace. Sus cejas se juntan por la concentración mientras observa cómo el disco se mueve de un palo a otro, su boca se contrae en una delgada línea. Está completamente concentrado en el juego, y es fascinante verlo. No tengo idea de cómo está ahogando el ruido de la multitud, pero es como si ni siquiera estuviéramos aquí. Agarra el disco, luego lo envía volando al otro lado del hielo, al tipo con la cicatriz en el labio. Rhodes, dice su camiseta, con un gran número 6 justo debajo. Su compañero envía el disco de regreso y Collin anota. La multitud estalla a nuestro alrededor cuando se enciende la luz roja. ¡Anotó! Todo el mundo está saltando, el sonido es ensordecedor. Nosotras también nos ponemos de pie, levantando los puños en el aire. La espalda de Collin golpea el vidrio mientras sus compañeros de equipo se amontonan a su alrededor, palmeando su espalda, chocando sus puños. Están junto a nosotras, varias personas golpeando el cristal con celo. Es todo tan... electrizante. Justo cuando Collin está a punto de irse patinando, se gira... y me mira directamente. Luego me guiña el ojo. Juro que me derrito en mi asiento. Los Comets ganan 4-2, y aunque Collin no vuelve a anotar, gana, lo que aprendí se llama asistencia. La arena está llena de emoción y los fanáticos están encantados de haber visto a Collin anotar. Escuché a algunas personas hablar sobre cómo 127 el equipo perdió la Copa Stanley el año pasado y decir que fue culpa de Collin, por lo que están contentos de verlo regresar. También me pareció escuchar la palabra arresto, pero estoy segura de que estoy equivocada acerca de eso. —Está bien, es oficial: soy fanática del hockey —dice Ryan, mirando el hielo con nostalgia mientras los jugadores lo dejan. —¿Eres fanática del hockey o simplemente te gusta mirar a los jugadores de hockey? —Sí. —Ella suspira soñadora—. Como, no voy a mentir, estoy totalmente cachonda en este momento. No lo admitiría, pero yo igual. Y ni siquiera se trata de los jugadores. Es todo sobre el juego. La velocidad, el zumbido, el poder que exudan. Es todo tan... caliente. —Ven, vamos a pararnos junto al vidrio. Ella agarra mi mano, arrastrándome por las pocas filas antes de que pueda protestar. Un par de otras personas también están allí abajo, aplaudiendo y vitoreando, y ella nos mete entre ellos para que podamos ver. —¡Damas y caballeros, sus tres estrellas del juego! —exclama el locutor con esa voz exagerada que tienen todos los locutores—. ¡Nuestra tercera estrella, con el primer gol del partido, tenemos al número 13, Grady Miller! Hay silbidos y gritos de alegría cuando el jugador toma el hielo, hace un círculo y luego vuelve a desaparecer, no sin antes entregarle su palo a un niño que cuelga sobre la barandilla. —¡Nuestra segunda estrella de la noche, con el gol de la victoria, tenemos al número 6, Adrian Rhodes! La multitud vitorea cuando el compañero de Collin patina de regreso al hielo, levanta su bastón y hace un círculo corto antes de regresar. También le da su palo a un joven aficionado. —Y nuestra primera estrella del juego, que viene de una temporada difícil el año pasado, pero más que compensarlo con un gol y una asistencia, ¡Tenemos al número 96, Collin Wright! 128 Todos están de pie mientras Collin patina hacia atrás. Hace unos cuantos círculos rápidos y luego le pasa el bastón a alguien que está junto al túnel. Se inclina para hablar con la persona, señalando en la dirección en la que estamos paradas. Las campanas de alarma comienzan a sonar en mi cabeza y jalo a Ryan, tratando de que se vaya conmigo. —No —dice ella, arrastrándome hacia abajo—. Definitivamente no. —Ryan, vamos. — ¡Shhh! Va a hablar. Ella apunta hacia la gran pantalla. La cámara enfoca a Collin mientras se desliza en un banco, sentado al lado de un tipo con un micrófono. Está respirando con dificultad, sin el casco, con el cabello erizado por todas partes. Y, aun así, de alguna manera, se ve increíble. Tal vez incluso mejor que antes. Hay una capa de sudor cubriendo su rostro y sus mejillas están rojas por el esfuerzo, pero maldita sea, todavía se ve lamible. Ryan resopla a mi lado. —Tienes razón. Oh mierda. Debo haber dicho eso en voz alta. —Collin, wow —dice el entrevistador—. Qué noche para ti, ¿eh? —Acabo de salir y jugar al hockey, ya sabes —responde Collin. —Ay, Dios mío. Nunca me dijiste que su voz era tan profunda. Ryan está prácticamente babeando, y no puedo culparla ni un poco. —Apuesto a que tenía que sentirse bien anotar un gol y una asistencia después de la derrota del sexto juego la temporada pasada y el drama fuera de temporada que sucedió después. Collin se ríe, una sonrisa que podría parecer juguetona para otros tirando de sus labios. Sin embargo, esa no es su verdadera sonrisa. Lo sé por seguro. —Es una forma de decirlo —dice. 129 —Ahora, Collin, no es ningún secreto que has estado luchando un poco esta temporada hasta ahora. Sabemos que todavía es pronto, pero la pretemporada fue un poco complicada. ¿Qué cambió para ti esta noche? Los ojos de Collin revolotean por el hielo. Aparto los ojos de la pantalla y, por tercera vez esta noche, nuestras miradas chocan. —Simplemente tenía un mejor enfoque. Algo que probar, ya sabes. —Y sí que lo hiciste. —El entrevistador se ríe como si acabara de hacer la broma más divertida del mundo—. Muy bien, Collin, te dejaremos volver con tus compañeros de equipo. Gracias por hablar con nosotros por un momento y felicidades nuevamente por la victoria de esta noche. —Gracias, JP. Collin le da la mano al chico, luego sale del banco y baja por el túnel. El entrevistador continúa hablando, pero no le hago caso. Ryan chilla a mi lado. —Mierda, Harper. Él es… —Ella se abanica—. Caliente. Tan jodidamente caliente. —Lástima que sea un mentiroso. —Mierda. —Un ceño tira de sus labios—. Me olvidé de esa parte. ¿Lista para salir de aquí? —Por favor. —¿Unos tragos? —Dios, sí. Ella se ríe, entrelazando su brazo con el mío, arrastrándome escaleras arriba. —¿Señorita Harper? —llama alguien. Me doy la vuelta para encontrar a un hombre parado allí, sosteniendo un palo. —Em… ¿sí? a ti. —Esto es del Sr. Wright. Él específicamente pidió que te lo entregaran 130 —¿A mí? —Sí, señorita. Soy muy consciente de que la gente nos está mirando en este momento. Este hombre con ese palo de hockey, tratando de pasármelo. Yo simplemente parada allí con la boca abierta, tratando de entenderlo. —Harper —dice Ryan en voz baja—. Sólo tómalo. La gente está mirando. —Él insistió, señorita—dice el tipo, sacudiendo el palo. —Yo... está bien —respondo en voz baja, curvando mis dedos alrededor de él—. Gracias. —Que tenga una buena noche, señorita. El tipo sale corriendo, dejándome allí de pie con un palo de hockey largo y pesado en la mano. —¿Eso... acaba de pasar? —pregunta Ryan. —Creo que sí. —Lo agarro con cautela. Nunca antes había sostenido un palo de hockey—. Es mucho más grande de lo que esperaba. —Y sinceramente espero que eso sea lo que estés diciendo cuando lo lleves a la cama. —¡Ryan! —¿Qué? —Ella se encoge de hombros—. Es lo romántico que hay en mí. —Ella tira de mí—. Ahora ven. Hay un bar a la vuelta de la esquina. Bebamos y averigüemos cómo vamos a manejar esto. 131 13 Collin —¡Amigo! ¡Sí! —exclama Rhodes mientras entro al vestidor después de todas las reuniones de prensa. Da unas palmaditas en mi espalda y yo toso el agua que estaba bebiendo—. ¡Mierda, sí! Esa es la mierda que necesitamos toda la temporada, hombre. Estoy extasiado, sonriendo tanto como Rhodes. —Sí, sí. Tú también anotaste —le recuerdo. —Sí, pero tú lo necesitabas más que yo. Lo necesitaba. Tan jodidamente mal. Estoy emocionado de haber anotado. Tener al entrenador mirándome con orgullo en lugar de preocupación, tener a mis compañeros de equipo que han estado indecisos sobre mí mirándome como si no fuera un completo fracaso... se siente tan condenadamente bien. Pero no puedo sacarme de la cabeza esa mirada en el rostro de Harper. —¿Qué ocurre? Tu expresión se cayó por completo. Tú, oh. Mierda. La mujer. —Harper. —¿Quién es Harper? Y lo que es más importante, ¿Tiene ella algo que ver con tu juego de esta noche? —pregunta Lowell, dejándose caer a mi lado—. Porque si es así, mantén su culo cerca. —Ella es... Bueno, mierda. ¿Es la chica que casi me atropella? ¿La chica a la que estoy enviando mensajes? ¿La chica con la que se supone que tengo una cita mañana? ¿O es solo a quien apenas conocí? 132 Me conformo con: — “Es complicado”. —Sí, bueno, no lo compliques. Necesitamos tu cabeza en el juego como esta noche. Necesitamos esa magia. Y si es ella, arréglalo. Jodidos jugadores de hockey y sus supersticiones. Algunos de nosotros pegamos nuestro propio palo antes de cada juego. Algunos quieren ser los últimos en salir del hielo. Algunos tienen rutinas especiales que siguen. Todos tenemos algo. A decir verdad, se me pasó por la cabeza por una milésima de segundo que anoté gracias a Harper. Ella es la única diferencia que he hecho. Tal vez... tal vez ella sea mi amuleto de la buena suerte. Rhodes se aclara la garganta y lo miro. —Arréglalo por las razones que no están dando vueltas en tu cabeza en este momento. Suspiro. Tiene razón... otra vez. Estúpido. —Te escucho —digo. La mirada de Lowell rebota entre nosotros dos, tratando de averiguar qué está pasando. —Slapshots esta noche, muchachos —expresa Miller, acercándose para unirse a nosotros. Aplaude, probablemente todavía zumbando por el juego—. Tengo que celebrar esos dos puntos por nuestro viejo favorito. Lowell le dedica una mirada asesina. —Soy mayor que él y me ofende mucho eso, así que terminaré contigo. —Estoy temblando. —Miller pone los ojos en blanco, completamente imperturbable por la amenaza del capitán. —Necesito recordarles que soy mayor que todos ustedes por mucho — dice Smith, uno de nuestros centros, desde el banco. 133 Es uno de esos tipos que ha estado en la NHL durante años y el tipo que quieres en tu equipo. No hace jugadas sofisticadas y hace el trabajo, un jugador de fondo del que nunca escuchas mucho pero que mantiene unido a un equipo mucho más de lo que la mayoría cree. Los ojos de Miller están muy abiertos mientras mira al gigante de dos metros —Tonterías. Ahora realmente estoy temblando. Todos nos reímos del novato. —Estoy dispuesto a ir a Slapshots —dice Lowell—. Nunca puedo dormir después de una victoria de todos modos. —Rhodes, ¿Te sumas? Me mira antes de comprometerse y me encojo de hombros. —¿Por qué no? —A la mierda —dice Rhodes—. También me sumo. Pero Lowell nos invita a todas las cervezas. —¿Lo hago? —Sí. —Rhodes palmea su espalda—. No te preocupes, he visto tu auto, puedes permitírtelo. En el momento en que entramos en Slapshots, fuimos bombardeados con fanáticos ansiosos por nuestra atención. Dimos nuestras mejores sonrisas a la prensa y nos abrimos paso entre la multitud para encontrar una mesa tranquila en la parte de atrás. Rod deja nuestras bebidas habituales, envía un claro mensaje de Déjenlos en paz a la multitud con una mirada mortal, y salvo por algunos de los fanáticos borrachos que se tropiezan de vez en cuando, funciona. Solo llevamos aquí veinte minutos, y creo que reviso mi teléfono al menos dos veces por minuto. ¿Harper no vio mi número garabateado en el palo? ¿Lo vio y simplemente no le importó? 134 Contengo la respiración mientras hago clic en la aplicación BeeMine, esperando descubrir que ya no somos match. Aún no. Todos nuestros mensajes están ahí. Escribo algunas cosas diferentes. La cagué. Borrar. Soy un idiota. Borrar. Lo siento. Enviar. —Muy bien, hombre, ¿Qué pasa con la comprobación obsesiva del teléfono? Oh, mierda, ¿Qué estupidez dijiste durante la prensa esta vez? Le doy la vuelta a Lowell y se ríe. Puede que tenga un poco de reputación por maldecir accidentalmente durante las reuniones de prensa en vivo o decir algo que no debería. Sigo diciéndole al entrenador que me mantenga alejado de la cámara, pero él nunca escucha. —Es una chica —dice Miller, mirando por encima de mi hombro para ver lo que estoy mirando—. Tiene que serlo. Veo la aplicación BeeMine en su teléfono. No lo entiendo. Eres un gran jugador de hockey, puedes echar un polvo cuando quieras. Capto la mirada de Lowell desde el otro lado de la mesa. No pregunta por qué estoy en la aplicación, probablemente porque lo entiende sin que yo diga nada. Todos solíamos ser como Miller alguna vez: jóvenes, tontos, entusiasmados con las mujeres que se nos tiraban encima. Luego nos hicimos mayores, cansados y más cautelosos. Teniendo en cuenta cómo fue la última relación de Lowell, sé que lo entiende. —No es nada —murmuro. —Sí, definitivamente una chica. Apuesto… 135 Mi teléfono vibra y lo reviso más rápido que un estudiante de secundaria que espera saber de la persona que le gusta. Shep Clark: Maldito buen trabajo esta noche. Es bueno tenerte de vuelta. Envío un mensaje de texto rápido, luego dejo mi teléfono con un suspiro. Cuando miro hacia atrás, todos los chicos me están mirando. —¿Qué? —gruño. Lowell se ríe, Miller no dice una mierda y Rhodes simplemente niega con la cabeza. —No es una chica. Es... ¿Harper? Está sentada al otro lado de la barra, con la cabeza inclinada hacia abajo, riéndose de algo que dice su amiga, la misma chica de sus fotos de perfil. No puedo creer que sea ella. No puedo creer que ella estuviera en mi juego esta noche. No puedo creer que ella esté aquí. Aquí mismo. En este bar. Un cuerpo se para frente a su mesa, bloqueándola de mi vista. El tipo se acerca demasiado, apoyando los codos en la mesa, ignorando todas sus señales mientras ella se aleja de él. Se da la vuelta, y juro que lo veo rojo. Reconocería a ese idiota feo en cualquier parte. Es Colter. Me levanto de mi asiento y cruzo la barra antes de saber lo que estoy haciendo, los chicos gritan a mi espalda. Los ignoro porque no hay manera de que la deje a solas con él. Es un baboso de mierda y no confío en él. Harper llama mi atención cuando me acerco, y ya puedo ver el alivio brillando en su mirada. digo: No me molesto en mirar a Colter mientras la rodeo con el brazo y le 136 —Ahí estás. Ella se hunde en mí, y no sé si es por espectáculo o si es su cuerpo actuando por sí solo; De cualquier manera, me gusta demasiado. —Intenté enviarte un mensaje de texto. —Levanto las cejas como si dijera Solo hazlo—. Estamos a la vuelta en la esquina. —Muevo mis ojos a mi compañero de equipo—. Oh, hola, Colter. No te vi allí. Sus ojos rebotan entre Harper y yo. —Uh, ¿Ustedes dos se conocen? —Sí. —La acerco más, plantando un beso en su sien—. Gracias por hablar con ella, pero lo tomo desde aquí. —Miro a Harper—. Vamos, señoritas. No quiero que idiotas las molesten por mucho tiempo. Harper junta los labios, tratando de no reírse, y su amiga toma su bebida, luciendo más que feliz de dejar a Colter atrás también. Jalo a Harper detrás de mí hacia la parte trasera de la barra, tratando de no pensar demasiado en lo bien que se siente su mano en la mía. Ella tira de mi mano, deteniéndome cuando ya casi llegamos. —Estamos libres. —Aparta la mano e instantáneamente ectraño el calor. Casi chocamos cuando me giro para mirarla y ella se sobresalta, mirándome—. Gracias por el rescate. —Ese tipo es repulsivo —dice su amiga. Ella sobresale una mano entre nosotros—. Hola, soy Ryan. Aprieto su mano en la mía. —Encantado de conocerte, Ryan. Yo soy… —Oh —interrumpe, apretando mi mano con más fuerza—. Sé quién eres. Eres un imbécil. Miro a Harper en busca de ayuda, pero ella solo levanta las cejas como si dijera Sí, lo que ella dijo. —No estoy en desacuerdo —contesto, retirando mi mano. Quiero sacármela porque maldita sea, tiene un agarre fuerte, pero no quiero darle la satisfacción. Me dirijo a Harper—. ¿Podemos hablar? —Yo… —Sí —responde Ryan por ella. Señala la mesa con Lowell, Miller y Rhodes—. Voy a encontrar a mi futuro esposo. Ustedes dos vayan a hablar. 137 Ella le da a Harper una mirada que no tengo idea de cómo interpretar y se pavonea hacia la mesa. —Buenas noches, muchachos. —La escucho decir, deslizándose en la silla que abandoné. Todos se animan ante su presencia, listos para salivar por ella. No es que los culpe. Ryan es hermosa. Pero ella no es Harper. Me giro para encontrarla mirándome con ojos cautelosos. Inclino mi cabeza hacia la barra. —¿Quieres sentarte? Ella no responde, solo me da un breve asentimiento y me muestra el camino. Nos acomodamos en dos taburetes y le hago señas a Rod. Normalmente no tomo más de uno o dos tragos cuando salimos durante la temporada, pero esta noche puedo decir que voy a necesitar varios. Me trae una cerveza y me deja otra de lo que sea que esté tomando Harper. Vuelvo a inclinar mi bebida y tomo un largo sorbo, dejando que el alcohol haga lo suyo. Me limpio la boca con el dorso de la mano y miro a Harper. Sus dedos están envueltos alrededor de su pajita y está revolviendo su bebida, mirándola como si contuviera todas las respuestas a las preguntas de la vida. Paso una mano por mi cabello y giro hacia ella. —Mira, Harper, yo… —¡Hey, hombre! Buen gol de mierda esta noche —dice un chico, tropezando demasiado en mi espacio. —Gracias —respondo secamente, alejándome poco a poco. Le doy mi atención a Harper—. Yo… —Oh, hombre. ¿A quién tenemos aquí? —interrumpe el chico, inclinándose hacia el rostro de Harper esta vez—. Maldita sea, eres caliente. Extiende la mano como si fuera a tocarla, y me rompo. 138 Me pongo de pie y agarro al tipo por el cuello, tirando de él hasta las puntas de los pies. Débilmente escucho el roce de las sillas en el suelo y no tengo ninguna duda de que son los muchachos, listos para respaldarme si es necesario. Hay varias personas a nuestro alrededor, mirando con sorpresa, esperando a ver qué pasa. Tiro al idiota borracho más cerca. —Ni siquiera pienses en poner tus manos sobre ella, o sobre cualquier otra persona. Levanta las manos en el aire, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. —Yo-yo… —¿Lo entendiste? —gruño. El tipo mueve la cabeza hacia arriba y hacia abajo varias veces, tragando saliva. —S-Sí, hombre. L-Lo siento. —Pídele disculpas a ella, no a mí. Mira a Harper con miedo en sus ojos. —L-Lo siento, señorita. Tuve demasiados tragos. —No es una jodida excusa. —Lo dejo caer sobre sus pies y se tropieza un poco—. Ahora ve. Ponte sobrio de una maldita vez. —Mierda, hombre —murmura mientras se apresura a irse—. Creo que ya lo he hecho. Lo miro hasta que desaparece entre la multitud. —¿Bien? —grita Rhodes. —Te juro que estoy tan mojada ahora mismo —escucho decir a Ryan. Me dejo caer de nuevo en el taburete, ignorándolos a todos. —¿Estás bien? —le pregunto a Harper. —Esas son dos veces. —¿Eh? —Que me has rescatado esta noche. Van dos veces. 139 —Oh. —Me encojo de hombros—. No es gran cosa. Ella simplemente asiente, luego toma un sorbo de su bebida. Un silencio incómodo cae entre nosotros, y lo odio. Extraño ese nivel de comodidad que teníamos juntos en el auto. Esa conversación fácil que tuvimos cuando nos enviábamos mensajes. No me gusta lo que sea que es esto, y sé que todo es mi culpa. —Lo siento —digo finalmente, rompiendo la tensión. Ella gira su cabeza hacia mí, un pliegue profundo entre sus cejas. —¿Lo lamentas? —Sí. —¿Cuál parte? —Ella agita sus manos, dándome la palabra—. Sigue. Explícate. Dime de qué te arrepientes exactamente. Abro la boca para explicar las cosas, pero no sale nada, las palabras quedan atascadas en mi boca. Ella se burla. —Por supuesto. Lo sientes, pero no puedes admitir lo que hiciste mal. —Ella niega con la cabeza—. Probemos: Harper, lo siento, no te dije quién soy esa noche en el auto. Claro, pasamos más de cuatro horas juntos y podría haberlo mencionado en cualquier momento, pero en lugar de eso, elegí mentir al respecto. O: Lamento que cuando encontré tu perfil en una aplicación de citas, en lugar de simplemente enviarte un mensaje y decirte quién soy como una persona normal, mentí y te engañé durante semanas. O tal vez incluso: Lo siento, te dejé creer que era un buen tipo. Por cierto, tengo dos arrestos por agresión. Prueba cualquiera de esas, Collin. Ella escupe mi nombre como si fuera la cosa más repugnante que jamás haya escuchado. Y, sinceramente, tiene todo el derecho de sentirse así. Me lo merezco. Todo lo que dijo es verdad, y su ira está justificada. Eso no hace que duela menos. —Siento no haberte dicho quién era yo al principio. Es... Bueno, antes había gente que se aprovechaba de mí por lo que soy, y no sabía si podía confiar en ti. Y sí, debería haberte dicho quién era cuando te encontré en 140 BeeMine. Pero te mentí por omisión —digo deliberadamente porque no era una mentira absoluta, lo que hizo que ella pusiera los ojos en blanco—, ya estaba grabada en piedra en ese momento. Abre la boca para decir algo, pero la interrumpo. —Y, solo quiero señalar, fui arrestado por asalto dos veces, pero solo fui declarado culpable una vez. —¿Se supone que eso lo mejora? —Bueno no. Pero no es como si hubiera saltado sobre alguien por mierda y risitas. Tenía mis razones. Ella espera a que dé mi versión de las cosas. No hablo mucho de eso, principalmente porque nunca tuve que hacerlo antes al ser mencionado. Ahora que está ahí, todavía quedo con los labios apretados porque al final del día, no importará por qué lo hice. Van a creer lo que quieran de todos modos. Pero con Harper... quiero dejar las cosas claras con ella. Me inclino y, a diferencia de los otros dos hombres que entraron en su espacio esta noche, ella no se asusta. Ella también se inclina más cerca. Huele a manzanas frescas y crujientes, y me encantan las manzanas. —¿Recuerdas a mi hermano del que te hablé? —¿Te refieres al hermano del que Wright me habló? Rechino los dientes, irritado conmigo mismo. —Si. —Aclaro mi garganta—. De todos modos, la mierda cuando era más joven era sobre él. Algunas personas en la pequeña ciudad de Kansas no tomaron muy bien el hecho de que él es gay. Después de que algunos niños lo agredieran y la junta escolar hiciera la vista gorda, tomé el asunto en mis propias manos. Nadie quería creer ni le importaba lo que le pasó al niño marica, así que fui yo quien se metió en problemas. Yo tenía dieciséis años. Me juzgaron por asalto, obtuve un año de libertad condicional, tuve que pagar restitución, recibí un abrazo de mi hermano y un pastel de mis padres. ¿Los otros niños? No recibieron una mierda por lo que hicieron. — Niego con la cabeza, asqueado por el trato que recibieron, como si fueran jodidamente intocables—. Tan pronto como pude, hice que lo borraran de mi registro, pero una vez que los medios se apoderaron del… —Levanto un hombro—. Ya no importó. 141 Ella me mira por un momento, sus ojos revolotean por mi rostro, sobre el corte en mi labio de mi pelea con Colter esta mañana. Estoy seguro de que para ella no parezco más que un exaltado. Pero me niego a disculparme por defender a mi hermano. Lo haría todo de nuevo en un santiamén. Al igual que le daría un puñetazo a ese tipo que estuvo tocando a esa mujer sin su permiso. —Gracias por contármelo —dice en voz baja—. Tu hermano tiene suerte de tenerte. Sus palabras me sorprenden y se forma un nudo en mi garganta, aunque no estoy seguro de por qué. —¿Cómo te enteraste de los arrestos de todos modos? —Algunas personas estaban haciendo comentarios en el juego y… —¿Buscaste en Google? —Ryan lo hizo. Me gusta que tenga a alguien que la cuide. Eso es bueno. Ryan parece... divertida. Por primera vez desde nuestra noche en el auto, Harper me dedica nrisa genuina. No me di cuenta de lo mucho que lo necesitaba tampoco. —Ella es la mejor. Verdaderamente. Me obliga a salir de mi caparazón, tal vez un poco, demasiado a veces. Ella mira hacia otro lado, su atención vuelve a su bebida mientras retuerce la pajilla entre sus dedos, ese silencio que realmente estoy empezando a odiar cae sobre nosotros una vez más. Dura y dura… y dura un poco más. Incapaz de soportarlo más, abro la boca para hablar, pero ella se me adelanta. Subo la mirada para encontrarla mirándome con una mirada intensa. —Estoy muy enojada contigo, Collin. Exhalo un profundo suspiro e imito su pose. —Sé que sí. 142 —Odio que me mientan. Es una especie de factor decisivo para mí. —¿Es una especie de factor decisivo? —Ella asiente—. Muy bien. Sus cejas se juntan y ella inclina su cabeza hacia un lado. —¿Es bueno que sea un factor decisivo? —Es bueno que sea una especie de factor decisivo. Eso significa que tengo margen para convencerte de lo contrario. Hay un asomo de sonrisa en la comisura de su boca, pero se ha ido tan rápido como apareció. Atrapa su labio inferior entre los dientes, como si estuviera tratando de luchar contra la sonrisa que quiere salir. Como si estuviera tratando de aplacar lo que siente. Antes de que me dé cuenta de lo que estoy haciendo, me estiro y lo libero, pasando la yema de mi pulgar sobre la marca que han dejado sus dientes. Su aliento es cálido contra mi piel, sus ojos azules muy abiertos por la sorpresa. Trazo sus suaves labios de un lado a otro y de atrás hacia adelante. Parece que no puedo obligarme a dejar de tocarla, y ella no me dice que me detenga. El ruido del bar se desvanece. Solo somos nosotros ahora. —Lamento no haberte dicho quién soy —digo en voz baja, inclinándome más cerca—. Pero si me dejas, te lo mostraré. Hay una dificultad obvia en su respiración, y traga con dificultad. mí. Paso mi pulgar sobre su labio de nuevo, sus ojos se oscurecen ante —Sal conmigo, Harper. Por favor. Toma otro trago. Entonces, asiente. —Está bien. 143 14 Harper —Se honesta. ¿Soy estúpida por decirle que sí? —¡Diablos, no! —Las palabras de Ryan hacen eco en mi pequeño baño. Tengo mi teléfono apoyado contra una botella de suero capilar para poder hablar con ella mientras me arreglo—. No, no, no. Tenías toda la razón, al cien por cien. Sonrio. —Solo dices eso porque estás totalmente enamorada de sus compañeros de equipo. Levanta una mano, estudiando sus uñas que está pintando. —Quiero decir, no eran feos. A pesar de que ese chico era un completo gruñón, todavía estaba caliente. Sonrio al ver cómo llama a Rhodes ese tipo a pesar de que no dejó de hablar de él en nuestro viaje en Uber a casa anoche. Anoche cuando dije que sí a una cita con Collin... otra vez. No sé por qué lo hice y, a pesar de lo que dice Ryan, ¿cómo puedo confiar en su trasero romántico de todos modos?, no estoy tan segura de que fuera la mejor idea. Pero… podía entender por qué no fue completamente comunicativa con la información la primera noche que nos conocimos. Yo era una extraña y él estaba en una situación difícil. No sabía si podía confiar en mí. En cuanto a mentir por segunda vez, dejarme pensar que era otra persona durante semanas... bueno, esa parte es un poco menos perdonable. Aunque mi cerebro me gritó que le dijera que no, eso no fue lo que dijo mi boca. 144 Dijo que sí. Bueno, más exactamente, dijo está bien. NHL. Así que aquí estoy, preparándome para una cita con un jugador de la —Suéltalo —indica mientras voy a ponerme el cabello en una cola de caballo. —¿Qué pasa si se interpone en el camino? Ni siquiera sé adónde vamos. —¿No te lo dijo? —No. Y le dije que eso era increíblemente inconveniente para mí porque no tengo idea de cómo vestirme, pero él solo se rio. ¡Se rio, Ryan! —Hombres. —Ella pone los ojos—. Simplemente no lo entienden. Probablemente aparecerá con una camiseta que se adhiera a esos estúpidos músculos suyos y jeans que parecen haber sido pintados. Dejo caer mi cabello y levanto mis cejas hacia ella. —¿Has estado mirando a mi cita? —Claro que sí. Es caliente. Me rio. Dejo que Ryan sea honesta acerca de comerse con los ojos a Collin. No es que la culpe. Está bueno. Cuando lo vi en el juego anoche, las luces brillantes de la arena iluminaban todas sus facciones de una manera que no había visto antes... simplemente wow. Es atractivo en las sombras, pero ¿bajo las luces? Incluso con el corte en el labio y el moretón formándose en su mandíbula, es hermoso. Paso mis dedos por mi cabello, dejando que mis rizos naturales hagan lo suyo. Siempre dejo mi cabello para el final, y si lo llevo suelto, entonces… Dejo caer mis manos a mis costados, mis palmas comienzan a sudar cuando los nervios se asientan cuando me doy cuenta de que esto es todo. Voy a tener una cita con Collin Wright. Me doy un repaso. Normalmente no uso mucho maquillaje, y esta noche no es una excepción. Solo unas pocas capas de rímel, una capa ligera de sombra de ojos y un lápiz labial rosa mate suave. Como no tengo ni idea 145 de adónde vamos, opté por algo informal. Combiné jeans que me abrazan en todos los lugares correctos con una simple camiseta sin mangas de color naranja oscuro, un cárdigan a juego y un par de Converse. —¿Me veo demasiado... simple? —No. —¡Ni siquiera me estás mirando! —me quejo. —Porque no necesito hacerlo. No hay nada en ti que sea simple. Lo prometo. —Eso suena casi como un cumplido y un insulto. —Porque lo fue. Le saco la lengua. —Mocosa. —Me amas. Ahora, hazme un favor y ve a la cocina. No pregunto qué estamos haciendo, solo tomo mi teléfono y nos llevo a la cocina. —Ve a tu gabinete de licores y toma un trago de ese whisky que tienes escondido en la parte de atrás. —¡Ryan! No beberé antes de mi cita. —Sí, lo harás, porque te juro que puedo sentir tu tensión desde aquí. Es palpable. —No lo es —argumento, aunque me pongo de puntillas y alcanzo la bebida que está escondida. Saco un vaso de chupito, uno que Ryan dejó aquí, estoy segura, y me sirvo un trago. —Deja de mirarlo y bébelo. Aquí, lo haré contigo. —Sabes, es divertido porque suenas resignada a ayudarme, pero sé que hacer algunos tragos no es una dificultad para ti. —Bien, me atrapaste. Solo estoy haciendo esto para no beber sola. —Pensé que verías a Steven otra vez esta noche. Me lanza una mirada que dice que no quiere hablar de eso y toma un trago de la botella de tequila que ahora está sosteniendo. Quiero presionar, pero sé que simplemente cambiará de tema. Si ella quisiera discutirlo, lo 146 haría. La conozco lo suficientemente bien como para saber cuándo retroceder. —Continúa —alienta—. Bebe. Ayudará a tus nervios. Eh... qué diablos. ¿Por qué no? Levanto el vaso y bebo, el alcohol quema la parte posterior de mi garganta. Toso un poco, negando con la cabeza. —Ugh. —Saco la lengua—. No se mezcla bien con mi pasta de dientes. —Toma otro solo para quitar el mal sabor. Ella no tiene que convencerme esta vez. —Ah. Mucho mejor —digo, pasándome la lengua por los labios, ya sintiendo el alcohol correr por mis venas. —¿Otro? —pregunta. Niego con la cabeza. —Mejor no. No quiero emborracharme en mi primera cita. —¡Buuu! —Toma dos tragos, uno por cada una de nosotras. Hace una mueca y se frota los labios con el dorso de la mano, luego me sonríe, con los ojos vidriosos por el zumbido—. No puedo creer que tengas una cita con un jugador de la NHL. Es como, ¿qué? Odias los deportes. —Pero me encantan los hombres calientes. Ella se ríe. —Los hombres atractivos son agradables. Especialmente los que no te joden. —Agrega la última parte en voz baja, pero sé a qué se refiere. Está en la punta de mi lengua preguntarle si debo cancelar esta noche y pasarlo con ella, pero sé que probablemente me gritará si lo sugiero. Ella niega con la cabeza como si estuviera sacudiendo los malos pensamientos. —De todos modos, será mejor que reciba un mensaje de texto o una llamada telefónica cuando llegues a donde sea que vayas esta noche. En caso de que necesite ir a rescatarte. Miro deliberadamente la botella en su mano. Si alguien está haciendo algún rescate esta noche, seré yo a ella. Hago una nota mental para mantener mi teléfono cerca en caso de que ella me necesite. 147 —¿Qué? —Ella se encoge de hombros—. Tomaría un Uber. Mi timbre suena y mi espalda se endereza como un palo. ¡Santa mierda! — ¡Él está aquí! Los ojos de Ryan se agrandan y hace un pequeño baile feliz. — ¡Ah! Bien, bien. Ve. Duerme con él. Entonces ve a tu cita. — ¡Ryan! —¡Al menos dale al chico una mamada! Niego con la cabeza, tratando de contener la risa mientras me dirijo a la sala de estar para llamar a Collin. —Bien. —Ella resopla—. Primero la cita, luego el sexo. —Compórtate. Está en camino —digo. —Será mejor que me mantengas al teléfono hasta que él llegue. Quiero establecer algunas reglas básicas. —No. Voy a colgar ahora. —No eres divertida. —Ella hace pucheros—. Pero bien. —Parece estar sobria por un minuto y mira profundamente el teléfono—. Si me necesitas llámame. No importa dónde estés. No importa lo lejos. —Ahora sé que estás borracha. Estás hablando con letras de canciones. —Estaba citando a una reina, muchas gracias. Diviértete esta noche. Por ti y por mí. —Eso puede ser más divertido de lo que puedo manejar. —Probablemente. Hay un golpe en mi puerta y Ryan chilla fuerte. —¡Shhh! —siseo. —Lo siento lo siento. Nunca había estado tan emocionada de que alguien más tuviera sexo antes. —¡Ryan Felicity Bell! —¿Qué? Sabes que me amas. 148 —Lo hago. Por eso estoy colgando. —No te estás moviendo—dice. —Es porque estoy nerviosa. sé. —No lo estés. Solo vamos. Se tú misma. Él te amará tanto como yo, lo —Tú eres mi mejor amiga. Tienes que decir eso. —No. Te amo. Adiós. Ella cuelga, dejándome allí de pie mirando mi teléfono, todavía incapaz de moverme. Otro golpe suena en la puerta, y salto. otro. Froto mis manos sobre mis jeans, soltando un pesado suspiro. Luego Bueno. Está bien. Puedo hacer esto. Tengo esto. Es solo una primera cita. He tenido de esas antes. No es la gran cosa. Claro, es con un jugador de la NHL, pero lo que sea. Tengo esto. —Sabes que estás hablando en voz alta, ¿verdad? Dejo escapar un chillido y la risa profunda y retumbante de Collin se filtra a través de la puerta. —Prometo no morder. Bueno, eso no es cierto. Te morderé, pero no en lugares que nadie más pueda ver. Si cree que eso va a ayudar a mis nervios, está equivocado. En todo caso, la forma en que sus palabras hacen que mis piernas se sientan como gelatina me hace querer esconderme aún más. —Harper… Mi nombre en sus labios es mi perdición. Abro la puerta y... Hija de puta. Ryan tuvo razón. Lleva una camiseta verde oscuro que se pega a él y un par de jeans que estoy segura se ven muy bien por detrás. Hay una chaqueta de cuero marrón oscuro sobre sus hombros que lo hace parecer un poco peligroso con su labio partido. Una capa de barba que cubre sandíbula y sé que el moretón también está ahí. 149 Cuando finalmente arrastro mis ojos por su cuerpo y su rostro, lo encuentro mirándome con una sonrisa. —Hola. La palabra sale como un susurro, y su sonrisa crece. —Hola. Sus ojos revolotean por encima de mi hombro, recorriendo mi pequeño y escaso apartamento. Probablemente no sea tan grande y llamativo como lo que él puede pagar. —¿Quieres, eh, entrar un momento? —En realidad, estamos en una especie de crisis de tiempo. —¿Vas a decirme a dónde vamos? —No. Una simple respuesta seguida de otra sonrisa. —Está bien, pero si llegamos allí y no estoy vestida apropiadamente, voy a... a... patearte en la espinilla. —¿Porque eso es lo más alto que puedes llegarme? Mis cejas se disparan, y no se me escapa cómo tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo correctamente. —¿Fue eso... una broma? —Si. ¿Necesitaba inclinarme para decirlo y así pudieras escucharme mejor? Me rio, niego la cabeza y me estiro para agarrar mi bolso del gancho al lado de la puerta. —¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres un idiota? —pregunto, obligándolo a salir mientras cierro la puerta principal y la cierro. —Unas pocas veces. —Él está parado cerca, su calor fluye sobre mí y me hace desear haber recogido mi cabello. Sus labios rozan mi oreja—. Te ves preciosa, Harper. Trago. —Gracias. 150 Nos dirigimos al ascensor y bajamos cuatro pisos en silencio. El auto es pequeño y por lo general se siente como tal, pero con Collin aquí, se siente aún más pequeño. Sostiene la puerta abierta para mí mientras salimos del edificio, su mano aterriza en mi espalda baja mientras me conduce en la dirección correcta. No vamos a tomar un taxi, y de repente me alegro de no haber usado tacones. Caminamos uno al lado del otro durante aproximadamente media cuadra, sin decir una palabra, nuestros brazos se rozan cada pocos pasos. —Entonces, hockey, ¿eh? Él suelta una carcajada. —¿Ahí es donde quieres empezar? —Quiero decir, es un gran problema para ti. Levanta sus anchos hombros. —Se podría decir que soy un fan. Estrecho mis ojos. —Es gracioso, dijiste lo mismo la primera vez que te pregunté si te gustan los deportes. Él se estremece. —Supongo que lo hice. Y técnicamente no estaba mintiendo. Soy fan. —Y un jugador. —Y un jugador —confirma, metiendo sus manos en los bolsillos—. Lamento no haber sido honesto contigo, Harper. Dejo de caminar y él también se detiene abruptamente. Estamos de pie en medio de la acera, mirándonos el uno al otro. —Sé que sí, Collin. Pero también quiero que sepas que incluso si crees que lo estás haciendo por la razón correcta, no toleraré que me mientan. Él asiente una vez. —Entendido. Retomamos la marcha. 151 —Entonces, ¿qué hace un jugador de la NHL en una aplicación de citas? Se ríe, pero no hay humor en ello. —Es estúpido, de verdad. He estado... teniendo algunos problemas este año para salir de mi cabeza y entrar en el juego. Como puedes imaginar, las citas son difíciles. Así que imaginé que… —¿Encontrarías a alguien en la aplicación y la sacarías de tu sistema? Él se estremece. —Mierda. Eso suena horrible, pero sí, bastante. Aunque eso fue antes de que te viera allí. Cuando encontré tu perfil, los planes cambiaron y yo… —¿Así que no quieres acostarte conmigo? —¿Qué? ¡No! ¡Quiero decir: si! Por supuesto que sí. Eres hermosa. Totalmente dormiría contigo. Yo... oh. —Se da cuenta de la sonrisa en mi rostro—. Estabas burlándote de mí. —Así es. Pero es bueno saberlo…—Lo miro—. Por si acaso. Sus ojos brillan con interés ante mis palabras. —Por si acaso, ¿eh? —Sí. Antes de que me dé cuenta, unas manos grandes están rodeando mi cintura y me empujan hacia un callejón y contra una pared. Collin me tiene atrapada, con una mano en mi cintura, la otra acunando mi cabeza para que no rebote contra la pared de ladrillos. Mantiene su cuerpo alejado del mío, pero no tan lejos como para que su calor no se filtre en mis huesos. Sí, definitivamente debería haberme recogido el cabello. El sudor comienza a formarse en la parte posterior de mi cuello y no tiene nada que ver con el clima exterior. Es una tarde fresca de octubre. Ni una onza de humedad en el aire. Sus ojos verdes me taladran mientras se acerca. —¿Por si acaso qué, Harper? Al igual que antes, mi nombre saliendo de su lengua me hace algo. Mis rodillas casi se doblan, pero él me sostiene con facilidad. 152 —¿P-Pensé que estábamos en una crisis de tiempo? —pregunto, sin aliento a pesar de que no he hecho nada para causarlo. —Lo estamos, pero tengo tiempo para escuchar tu escenario por si acaso. Trago el nudo en mi garganta, mi lengua sale para humedecer mis labios secos. Sus ojos siguen el movimiento. Su mano deja la pared para ahuecar mi rostro, su pulgar traza a lo largo de mi labio como lo hizo anoche. Contengo la respiración, saboreando la sensación de su simple toque que juro que todavía pude sentir mientras me dormía anoche. Era como si me hubiera quemado la piel y me hubiera marcado. —Hueles a whisky. —Tomé algunos tragos. Sus cejas se juntan en una pregunta no formulada. —Estaba nerviosa —explico—. Me pones nerviosa. —¿Lo hago? Asiento, incapaz de hablar. Mira fijamente mi boca, observando el pulgar que está rozando de un lado a otro. —Debí haberte besado —murmura. Arrastra sus ojos hacia los míos— . Esa noche después de nuestro viaje... debí haberte besado. —Debiste haberlo hecho —concuerdo—. Lo dese tanto. Te habría dejado. —Quiero besarte ahora. —Puedes. Sus ojos se oscurecen ante mis palabras y se inclina más cerca, sus labios flotando solo una pulgada por encima de los míos. —No puedo. —Las palabras son susurradas, y ninguno de los dos se pierde el gemido que me deja—. Si te beso ahora, no me detendré. —¿Eso es algo malo? —Lo es cuando tengo toda una velada planeada. 153 —¿Tenemos que irnos? Deja escapar una serie de malas palabras, luego pone algo de espacio entre nosotros. —Sí. Te dije que quería mostrarte quién soy, y lo dije en serio. Quiero ganarme tus besos, no quitártelos. Quiero señalar que él no está tomando, estoy ofreciendo. Pero también respeto su deseo de querer compensar sus errores. —¿Este es uno de esos momentos en los que estás siendo un caballero? —Sí. Así que disfrútalo mientras dura. Sonrio y me aparto de la pared. —Entonces guía el camino. 154 15 Collin —No puedes hablar en serio. —Oh, sí. Ella mira hacia el edificio en cuestión. —Esto es cruel. Ella no tiene idea de lo que he planeado a continuación. —Que no. —Pero voy a querer llevármelos a todos a casa. —Lo harás. —Y no puedo llevarlos a todos a casa. —No puedes —concuerdo—. Pero confía en mí, esta es la siguiente mejor opción. —Bien, pero te juro que, si salgo de aquí con el corazón roto, quiero que conste que es tu culpa. —Trato. Abro la puerta de Pawever in Love y acompaño a Harper al interior. —¡Ah, Collin! Es tan bueno verte. Te extrañamos este verano. Harper me lanza una mirada burlona, y espero que la que le devuelvo diga que lo explicaré más tarde. —Hola, Rachelle —saludo a la técnica veterinaria sentada detrás del mostrador ante el que me he parado demasiadas veces como para contarlas—. ¿Cómo están los niños? 155 —Son un reto. De hecho, te los acabas de perder. Dante está comenzando primer grado este año y Dixon está en sexto. Me dijo que quiere jugar al fútbol. —¿Fútbol? ¿Está seguro de que no quiere hockey en su lugar? Ella ríe. —Le dije que dirías eso, pero… —Ella se encoge de hombros—. Está obsesionado con Tom Brady. —Me aseguraré de aparecer un día cuando estén aquí. Tal vez pueda influir en él. —Guiño un ojo—. ¿Qué pasa con los otros niños? ¿Están listos para nosotros? —Oh, por supuesto. Iré por ellos. —Ella me da una cálida sonrisa, negando con la cabeza—. No tienes idea de cuánto nosotros, y ellos, lo apreciamos. Todos sabemos que estás muy, muy, muy ocupado. Cómo encuentras el tiempo, no lo sé, pero no lo damos por sentado, eso es seguro. —Confía en mí, hago esto por mí tanto como lo hago por ellos. Rachelle corre por el pasillo y me giro hacia Harper, cuya mirada puedo sentir ardiendo en un lado de mi cabeza. —¿Vienes aquí a menudo? —Siempre que mi agenda me lo permite. Por lo general, me detengo algunas veces a la semana si estamos en un tramo de juego en casa. Por lo general, paso mucho tiempo aquí fuera de temporada, pero este año el entrenador pensó que sería mejor que volviera a casa. Ella asiente, entendiendo. —El arresto. Trato de no estremecerme. —Sí. —¿Y qué haces aquí? ¿Voluntariado? —Yo… Me llama la atención el raspado de patas emocionadas en el suelo, y me giro para encontrar a Rachelle siendo arrastrada por el pasillo por dos cachorros revoltosos. —¡Ah, Mario, mi hombre! —Me pongo en cuclillas mientras mi bulldog inglés favorito trepa hacia mí y salta a mi regazo lo mejor que le permiten 156 sus piernas rechonchas. Froto mi mano entre sus orejas mientras se apoya en mí, lamiendo mi camisa—. Yo también te extrañé, amigo. Un chihuahua, un perro nuevo que no conozco, trata de empujar a Mario, pero él no se mueve. —¿Y cómo te llamas, eh? Por favor, dime que es Luigi. —Tan increíble como sería eso, no. Esta princesita es Nacho. Miro a Rachelle. —¿Nacho? —La descubrieron detrás de un bar comiendo nachos y el nombre se quedó. Para consternación de Mario, paso mis manos sobre Nacho. Ella parece estar en buena forma. Sin cicatrices ni problemas visibles. —¿Nadie la reclamó? —No, pero alguien llamó buscando un chihuahua poco después de que la trajeron. Cuando les hablé de Nacho, parecieron aliviados y colgaron. Supongo que era de ellos y la dejaron en algún lugar, luego se sintieron culpables y querían asegurarse de que estaba bien. —Hijos de puta —digo—. Perdón por el lenguaje. Rachelle agita su mano. —Por favor. Mi marido estaba en la Marina. Habla diez veces peor. Me pongo de pie y ambos perros saltan sobre mis espinillas, no queriendo que los suelte. Nacho salta hacia Harper, la huele, luego se acurruca sobre sus pies. —Ah, diablos. Soy tan grosero. Harper, esta es Rachelle, mi técnica veterinaria favorita. Rachelle, esta es Harper. Ella es… —Una amiga —proporciona Harper, extendiendo la mano para saludar a Rachelle, quien mira entre nosotros dos, sin creer lo de los amigos por un segundo—. Encantada de conocerte. —Igualmente. —Rachelle se inclina—. No dejes que este hombre te engañe. Sé que Penny es su favorito. Tiene unos sesenta y cinco años y siempre le está dando palmaditas en el culo. Todos sabemos que ella es la razón por la que sigue regresando. Harper se ríe. 157 —Confío en tu palabra. Rachelle le pasa la correa de Nacho a Harper y la de Mario a mí. —Está bien —dice ella—, ustedes cuatro diviértanse. Solo asegúrese de que regresen dentro de una hora para que tengamos tiempo para la limpieza. —Sí, señora —digo, dejando que Mario me jale hacia la puerta. Salimos por la puerta principal y ni siquiera llegamos a seis metros cuando alguien se detiene para acariciar a los perros. —Entonces, un jugador de hockey con debilidad por los animales, ¿eh? —pregunta Harper una vez que finalmente estamos en camino a nuestro destino. —Sí. —Asiento—. Tuvimos un perro mientras crecía y lo quería mucho. Íbamos a todos lados juntos. Juro que lloré durante unas tres semanas cuando murió Bobby. —¿Llamaste a tu perro Bobby? —Sí. Por Bobby Orr, uno de los mejores defensas que haya jugado jamás. Ella sonríe. —Por supuesto que sí. —De todos modos —digo, dirigiéndonos hacia el parque no muy lejos de la calle—, siempre he querido tener un perro, pero como soy solo yo, y con mi horario, no es algo que me sienta bien hacer. Así que, en cambio, siempre que puedo, saco a pasear a los perros del refugio. De esa manera paso tiempo con ellos y reciban el amor y la atención que se merecen. —Eso es increíblemente dulce, Collin. —Realmente no es gran cosa. —Me encojo de hombros, esperando que no vea el calor que siento cubriendo mis mejillas. Cuando finalmente llegamos al parque, guío a los perros hacia el área separada y dejo las correas dentro de la cerca. Se vuelven locos, corriendo de un lado a otro, deteniéndose para orinar cada pocos metros para marcar su territorio. Tomamos asiento en el banquillo, dejándolos jugar unos minutos, pero vigilándolos. 158 —¿Puedo decirte algo? Miro a Harper. Sus ojos están en la dirección de los perros, pero su mirada está muy lejos, en otro lugar completamente diferente. —Por supuesto. —En el auto, tenía toda esta imagen tuya construida en mi cabeza. Eras un tipo normal que trabajaba en la industria del deporte —ignoro la mirada mordaz que me da—, y hacías y te gustaban las cosas normales, como los nuggets de pollo de comida rápida y las películas de terror. —Todavía me gustan esas cosas. —Cierto. Pero cuando descubrí que eres jugador de hockey, todo eso se borró. Te convertiste en… —Ella levanta un hombro, negando con la cabeza—. No sé. Algo más. Algo... más grande. Y ahora… —¿Ahora? —Ahora todavía tengo ganas de patearte en la espinilla. Inclino mi cabeza en una risa. —¿Por qué? —Porque sigues siendo una cosa grande e intocable, pero también eres un tipo normal que hace cosas amables como llevar perros de refugio a pasear y hablar con Rachelle sobre sus hijos y me salva de idiotas borrachos y golpea a la gente porque es horrible con tu hermano. Es molesto. —¿Molesto? —¡Sí! Porque tú eres… —Ella lanza sus manos en el aire como si estuviera exhausta—. ¡Pues tú! Un jugador de hockey caliente y famoso con mala reputación, pero con un secreto corazón de oro. Y, bueno yo, solo soy yo. —En primer lugar —digo, moviéndome hacia ella, con un brazo extendido en el respaldo del banco, la otra mano yendo a su rostro para traer sus ojos a los míos—. Me halaga que pienses que estoy caliente. Ella pone los ojos en blanco, tratando de soltarse de mi agarre, pero no la dejo. —Segundo, sigo siendo yo. Además de no decirte que juego al hockey, todo lo que te dije era cierto. El hockey es una gran parte de mi vida, sí, no lo negaré. Pero también tengo una identidad fuera del juego. 159 —Yo sé eso. Yo solo… —Tercero —interrumpo—, tú no eres solo tú, Harper. Eres inteligente, divertida y hermosa. Talentosa como el infierno. Haces esa linda —me aseguro de enfatizar la palabra—, cosa divagante. Te gusta lo que te gusta y no te disculpas por ello ni tratas de encajar en la sociedad. Eres tú... y es exactamente por eso que me gustas. Sus ojos están buscando los míos, buscando algún indicio de que estoy mintiendo, estoy seguro. Pero yo no lo hago. Lo digo en serio. Sé que es tan jodidamente cliché decir todo eso de No eres como las otras chicas, pero en este caso, es verdad. Si su perfil no hubiera sobresalido porque la conocía, lo habría hecho por una razón diferente. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he conocido a las esposas de mis compañeros de equipo y comienzan a hablarme de ellas y parece que están leyendo el mismo guion. Demonios, incluso sus páginas de redes sociales se ven todas iguales. Mismos filtros, mismo contenido, mismas publicaciones patrocinadas, mismos atuendos, mismas casas. Igual, igual, igual. Se vuelve aburrido. ¿Harper? Ella es cualquier cosa menos aburrida. —¿Y cuarto? —Me inclino más cerca, y ya sea que lo haga a propósito o inconscientemente, ella hace lo mismo—. Te aseguro que no soy intocable. Puedes tocarme cuando quieras. —¿Ves? ¡Eso! —Ella gime, alejándose—. No puedes decir cosas así. —¿Por qué no? —¡Porque hace que me gustes! —¿Es algo malo? —Todavía no lo sé. 160 Tardamos quince minutos en dejar a Nacho y Mario porque Harper no paraba de abrazarlos. —Si amas tanto a los perros, ¿por qué no te compras uno? —pregunto mientras salimos de Pawever in Love y nos dirigimos al estacionamiento donde dejé mi auto. —No sé. No estoy segura de estar lista para ese tipo de compromiso. —Tu perfil también decía algo sobre el compromiso —señalo. —Solo soy... cautelosa, eso es todo. —Ella no me mira cuando dice esto y siento que hay algo más, pero en realidad no es asunto mío. Además, tampoco busco gente seria. No ahora mismo, de todos modos. —Entiendo. ¿Quieres que sea informal y ver qué pasa? —Sí. ¿Eso... está bien? Harper me ayuda a mantener mi mente alejada del juego, ¿y el hecho de que ella no quiere condiciones cuando no estoy en posición de ofrecérselas? Sí, informal es perfecto. —Puedo hacerlo informal. —Bien, bien. Me alegro de que estemos en la misma página. —Ella sonríe—. Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos ahora? —A cenar, si quieres. —Oh, Dios. —Se da palmaditas en el estómago, que estoy bastante seguro de que escuché gruñir hace unos minutos—. Esperaba que dijeras eso. Estoy hambrienta. ¿A dónde vamos? Sonrio. —Es una sorpresa. —Debería haberlo sabido. —Solo tienes que mantener la mente abierta y tal vez mantener esas peligrosas patadas en las espinillas para ti. Entrecierra los ojos, pero no dice nada mientras la guío hacia mi elegante Audi S8 gris oscuro. Noto la sorpresa en su mirada cuando lo ve, pero en realidad no es nada demasiado extravagante, no comparado con lo que conducen la mayoría de los chicos del equipo. —¿Qué pasó con tu camioneta? 161 —Todavía está en la tienda. La voy a volver a pintar y tapizar. —Oh. —Vuelve a mirar el auto—. Y pensé que mi Honda pagado era increíble—murmura mientras la ayudo a entrar—. Me siento mal vestida para esto. Me rio. —¿Para viajar en mi auto? —Sí. —Por lo que vale, creo que tu Honda pagado es muy rudo. —¿Tú crees? —Sí. Trabajaste duro para lograrlo, y en mi libro, esa es la definición misma de rudo. Una sonrisa ilumina su rostro cuando cierro suavemente la puerta, doy la vuelta al auto y me subo al volante. Charlamos mientras conduzco por el centro de la ciudad. Y por charlar, me refiero a que Harper en su mayoría solo busca mi auto en Google, contándome todo al respecto. Su emoción es adorable, y para cuando me estaciono, ella ya ha planeado cuánto dinero necesita ganar al año para poder comprar uno propio. Si la mantiene sonriendo como ahora, le compraré uno hoy. Pero no voy a decirle eso porque no debería estar pensando eso. ¿Qué demonios es lo que me pasa? Alejo mis pensamientos y la ayudo a bajar del auto. Ella me da esa misma sonrisa tonta. Me enoja y hace que algo se agite en mi pecho al mismo tiempo. Ignoro ambas reacciones y devuelvo la sonrisa. —Mantén esa sonrisa en su lugar. Su expresión se enseria, sus hermosos ojos blanco-azulados entrecerrándose. —Por qué. No sale como una pregunta y solo sonrio más brillante, llevándola hacia nuestro destino. 162 Cuando nos detenemos frente a una puerta anodina, me mira con cautela. —¿Por qué tengo la sensación de que no quiero entrar allí en este momento? —No sé a qué te refieres. —Collin… —Vamos. Hay comida esperando. Eso parece ponerla en marcha. Atravesamos las puertas hacia el edificio tenuemente iluminado. Es un lugar tranquilo que sirve un poco de todo. Nada demasiado elegante y nada demasiado simple. Hay música sonando a través de los parlantes mientras nos guían hacia una mesa. Nuestro mesero toma nuestra orden de bebidas y luego promete regresar pronto. —¿Qué es este lugar? —Es la cena. Y un espectáculo. Ella levanta una ceja. —¿Qué tipo de espectáculo? —Del tipo divertido. Sus labios forman una línea sombría y no puedo evitar reír. —Mente abierta. El mesero reaparece, con bebidas en mano. —Está bien, ¿qué puedo ofrecerte para que disfrutes con el entretenimiento de esta noche? —Mueven sus hombros, el flequillo de su camisa inspirada en vaqueras tiembla. —Tomaré el plato de muestra y una canasta de papas fritas —dice Harper—. Y lo que sea que él esté tomando. —Una hamburguesa, por favor. Sin verduras. Un montón de patatas fritas si es posible. —Claro, dulzuras. Serviré el pedido y lo enviaré de inmediato. Nuestro entretenimiento comenzará en breve. Solo recuerden mantener sus manos 163 para ustedes mismos. Las propinas están permitidas y recomendadas. — Ellos guiñan el ojo—. Diviértanse, queridos. —Collin... —comienza Harper, mirando a nuestro servidor—. ¿Esto es…? —Ella me mira—. ¿Me trajiste a un espectáculo de drags? —No. Es karaoke. Ya sabes, en caso de que quisieras adornar el escenario con ese maravilloso rango vocal tuyo. —¡Eres un idiota! —Ella ríe—. ¡Sabía que no debería haberte contado esa historia, pedorro! —Está bien, eso es simplemente grosero. —Me lanza un paquete de azúcar—. ¡Oye, no tires cosas! —No voy a cantar. —Dios, espero que no. Escuché que es horrible. —Sonrio por encima de mi cerveza. —¿Estás seguro de que es solo karaoke? —Bastante seguro, sí. Lo busqué esta mañana. —Pero… —Ella mira a su alrededor—. ¿Tal vez te equivocaste de fecha? Sigo sus ojos. La multitud está llena de viejos y jóvenes por igual. Hay gente vestida casualmente, gente disfrazada y gente... —Oh. Oh. Es tan obvio ahora, mirando alrededor. Cómo me perdí esto cuando entramos, nunca lo sabré. Ella se echa a reír. —Oh, Dios mío. Deberías ver tu rostro ahora mismo. —Yo pensé que… Harper se limpia los ojos. —¿Quieres irte? —¿Qué? No, ¿porque debería? —Porque esto —agita una mano alrededor—, definitivamente no es tu ambiente. —Si crees que esta es mi primera vez con divas, estás equivocada. 164 —¿De verdad? —Mi hermano dirige una casa de seguridad LGBTQ+. Ellos hacen noches de drags todo el tiempo. Ayudo allí cuando estoy en casa. Su boca se abre cuando me mira. —¿Qué? —pregunto, sintiéndome incómodo bajo su mirada. —Nada. Tú solo... me sorprendes. —¿Es bueno o malo? —Bueno. Muy bueno. —¡Reinas, reyes y seres humanos! —Una voz fuerte resuena por los altavoces—. ¡Junten sus manos porque esta noche nos acompaña la increíble, la vivaz, la francamente luciendo tan condenadamente buena que debería ser ilegal, Clitney Spears! La boca de Harper se abre. —¿Acaban de decir Clitney Spears? Las luces se atenúan y todo lo que se puede escuchar es un par de tacones resonando en el escenario. Luego comienza el rasgueo bajo de una canción, presumiblemente algo de Britney Spears, y las luces vuelven a encenderse una por una, iluminando el escenario. El lugar se vuelve loco, gritando y gritando mientras ella comienza a cantar y bailar. —Oh, Dios mío —dice Harper, sin apartar los ojos del artista—. Esta podría ser la mejor noche de mi vida. Deseo poder decir que el set fue bueno. Deseo poder decir que experimenté algo nuevo. Pero toda la noche, mi enfoque está únicamente en la mujer sentada frente a mí. Y cómo creo que tal vez... tal vez ella era lo que necesitaba desde el principio. 165 La risa de Harper llena el pasillo, por lo demás silencioso. —Y luego, cuando ella aterrizó en tu regazo, casi te caíste de la silla. Se golpea los muslos y se ríe con más fuerza. Esta noche, que se suponía que iba a ser cena y karaoke, no salió como lo planeé. No solo por el problema del horario, sino porque uno de los artistas se cayó del escenario y aterrizó en mi regazo. Su talón subió y me arañó justo encima de los ojos, cortando la piel y causando que el espectáculo se detuviera para que pudiera vendarme. Estoy seguro de que ya está en alguna parte de las redes sociales. A pesar de los percances de la noche, todavía fue divertido. Principalmente porque ver a Harper disfrutar tanto me hizo feliz. Por primera vez en mucho tiempo, me olvidé de todos mis problemas relacionados con el juego. Harper se detiene frente a su puerta y todas sus risitas se desvanecen. Levanta la mano, pasando un dedo por el corte en mi cabeza. —Vas a recibir muchas preguntas mañana, estoy segura. —Eh. Déjalos hablar. Deja caer sus manos, y puedo ver el segundo en que la realidad de este momento se asienta en su rostro. —Bueno, esta soy yo. Aprieto mis labios, tratando de no reírme de ella. —Sí, recuerdo eso de cuando te recogí aquí hace unas horas. Ese silencio incómodo que realmente estoy empezando a odiar vuelve a establecerse entre nosotros. Ella me mira, prácticamente retorciéndose las manos frente a ella en anticipación de este momento. Está esperando que la bese. Ella quiere que la bese. —Ah, al diablo—murmura. ella. Se pone de puntillas, desliza sus manos en mi cabello y me atrae hacia Nuestras bocas chocan y estoy atónito. 166 No creo que en toda mi vida una mujer haya tomado la iniciativa de besarme primero. Aparto mi boca de ella, y ella parpadea hacia mí con los ojos muy abiertos. —¿Qué demonios estás haciendo? Su boca se abre, sorprendida. Avergonzada. —Yo… yo… Oh, Dios. Lo siento. Yo pensé que… La apoyo contra la pared, interrumpiéndola. Ella deja escapar un chillido cuando la atraigo hacia mis brazos y sus piernas se entrelazan alrededor de mi cintura como si estuvieran hechas para estar allí. La sostengo con un brazo, el otro deslizándose en su cabello, mi pulgar acariciando su mejilla. Sus ojos azules son grandes y están llenos de sorpresa, y cuando presiono contra ella, dejándola sentir lo que me hace, se agrandan aún más. —¿Acabas de robarme nuestro primer beso? Una sonrisa se curva en las comisuras de sus labios. —Estaba cansada de esperar. Niego con la cabeza, acercándola a la suya hasta que nuestros labios apenas se rozan. —Así es como se suponía que iba a ser. Deslizo mis labios sobre los de ella, suavemente al principio, saboreándola lenta y suavemente. Sus manos se deslizan por mi pecho, gime por lo bajo, y chasqueo la lengua. Atrás quedó lo lento y suave. La beso con fuerza, mi lengua empujando más allá de sus labios, y estoy jodidamente perdido. Sabe cómo el vino dulce que estaba bebiendo en la cena. Sabe bien. Ella sabe bien. Empujo mis caderas hacia ella y otro suave gemido llena el silencioso pasillo. Sus caderas se mueven, buscando la fricción que estoy proporcionando. Nos estamos follando como un par de adolescentes cachondos, y no creo que quiera parar nunca. 167 Paso mis dedos por debajo de su camisa, necesitando sentir si su piel es tan suave como parece. Sus manos chocan contra mi cabello, acercándome más y de alguna manera alejándome, todo al mismo tiempo. —Collin... —dice contra mis labios. Me alejo con desgana, mi respiración se vuelve aguda y rápida como si acabara de pasar un turno en el hielo, y estaría jodidamente presionado para admitirlo en voz alta, pero ¿esto? Esto es mejor que cualquier cosa que me pueda dar el hielo. —Entra. Ella no tiene que preguntarme dos veces. Saco las llaves que siento en su bolsillo trasero y empujo una hacia la puerta. Por algún maldito milagro, funciona. No me muevo para llevarla adentro todavía. Una arruga se forma entre sus cejas mientras me mira. —¿Estás segura? —pregunto—. Porque si entramos apartamento, no hay vuelta atrás. Te voy a follar, Harper. en tu Ella jadea ante mis palabras, sus ojos se oscurecen con lujuria. —Primero será duro y rápido —continúo—. Entonces será suave y lento. Y después de eso, no terminaré contigo. Querré más. Ella traga, sus dedos se doblan en mi cabello. —Entonces, te estoy preguntando, ¿estás segura? Sus dientes muerden su labio inferior como si estuviera pensando en ello, y quiero liberarlo y succionarlo con mi boca para calmar el escozor. Pero espero. Ella tiene que tomar esta decisión por sí misma. Finalmente, se libera y la palabra más dulce sale de sus labios. —Sí. 168 16 Harper La boca de Collin está sobre la mía antes de que pueda terminar de decirlo. Empuja la puerta de mi casa para abrirla, luego la cierra de golpe con el pie, sin apartar sus labios de los míos ni una sola vez. Me empuja contra otra pared, y todo lo que puedo pensar es en lo jodidamente calientes que deben verse sus músculos debajo de su camiseta mientras me sostiene aquí. Retiro la chaqueta de su cuerpo, necesitando sentirlo. Sus manos empujan el suéter sobre mis hombros, quitándomelo. Apenas toca el suelo antes de que sus dedos levanten mi blusa, deslizándose contra mi piel sobrecalentada. Y luego mi camisa también se ha ido. Mis piernas están envueltas alrededor de su cintura y todo lo que llevo puesto es un par de jeans y mi sostén. Maldita sea, me alegro de haberme puesto uno lindo esta mañana. Collin me mira fijamente, sus ojos verdes recorriéndome. Puedo sentir cada centímetro que recorren, marcando mi piel con el fuego en ellos. —Dormitorio —masculla—. ¿Dónde está tu dormitorio? Con un dedo tembloroso, señalo el pasillo detrás de él. Me suelta y deja que mis piernas caigan al suelo. Casi desearía que no lo hubiera hecho porque no puedo soportarlo en este momento, estoy temblando de tanto deseo. —Ve. 169 Una palabra. Es todo lo que dice. Así que lo hago. Voy. Tropiezo junto a él, corriendo por el pasillo hacia mi habitación. Está justo detrás de mí, esa calidez suya que realmente me está empezando a gustar me envuelve como una manta. Cuando llego a mi habitación, enciende la luz y mi corazón comienza a acelerarse. ¿Luces encendidas? ¿Qué es él, una especie de maníaco? —Quiero verte —explica, como si supiera que estoy enloqueciendo internamente. Sus manos rodean mi cintura, tirando de mí contra él. Siento su erección clavándose en mi espalda mientras toma mi cabello y lo aparta de su camino. Sus labios bailan sobre mi cuello expuesto. Ni siquiera me doy cuenta de que desabrocho mi sostén hasta que la tela comienza a deslizarse por mis brazos. Lo dejo caer al suelo, muy consciente de que estoy medio desnuda y él completamente vestido. Normalmente, me avergonzaría estar tan expuesta frente a alguien. Pero no con Collin. Nunca con Collin. Él acuna mis senos, sus dedos tirando de mis pezones endurecidos. —He estado queriendo jugar con estos desde que vi tu perfil. —¿De verdad? —Sale como un jadeo cuando muerde mi cuello y luego pasa su lengua a lo largo. —Sí. —Deja una mano en mi pecho, la otra recorriendo un camino por mi estómago hasta la parte superior de mis jeans. Sus dedos juegan en el borde de mis bragas—. En una de tus fotos, estás elegante, con este vestido azul marino caliente, y tus tetas están muy altas. —Otro mordisco—. Demasiadas jodidamente altas. Apuesto a que todos te miraban fijamente esa noche. —Baile del Cuerpo de Marines —le digo mientras desliza su mano en mi ropa interior y sobre mi montículo prolijamente recortado—. El hermano de Ryan es un infante de marina. No sé por qué le digo eso. No importa. 170 —¿Harper? —Mmm. No es una pregunta. Es un gemido puro cuando la yema de su dedo roza mi clítoris. —No hables de otros hombres en este momento. No cuando mi mano está en tu coño. Asiento y trago, tratando de mantenerme de pie mientras dibuja círculos cortos y lentos sobre clítoris hinchado. Juro que podría venirme ahora mismo solo con este suave toque. La parte loca es que sé que todo es Collin y no porque no me hayan tocado en mucho tiempo. No tengo idea de cuánto tiempo estuvimos allí, él con una mano en mi seno y otra entre mis piernas, pero apuesto a que no es mucho. Estoy a punto de venirme y lo juro, si Collin aplicara un poco más de presión y frotara dos círculos más, explotaría. Pero no lo hace. Aparta la mano y yo gimo. Se ríe sombríamente. —Quítate los pantalones y métete en la cama. No pierdo ni un segundo. Quito los pantalones, dejándome la ropa interior puesta, y entro en la cama, acostándome boca arriba. Collin se para en el borde del colchón, mirándome con obvio deseo en su mirada. Quita la camiseta y esos abdominales que paso demasiado tiempo imaginando finalmente están a la vista. Demonios, se ve increíble. Puro músculo definido y bordes afilados como si hubiera sido cincelado en piedra. No pinto a menudo, y ciertamente no a la gente, pero tengo el deseo más loco de agarrar mi caballete y mi pincel y poner esta imagen en un lienzo. Una rodilla aterriza en la cama, el colchón se hunde bajo su peso. Lentamente, casi demasiado lentamente, se dirige hacia mí. Se acomoda entre mis piernas como si fuera su lugar, nuestros cuerpos se amoldaron como si estuvieran hechos para encajar. Su polla se 171 presiona contra sus jeans. El material es áspero contra mi piel, pero aun así se siente tan bien cuando se muele contra mí. Sus labios se sellan sobre los míos en un beso abrasador. Dejé que mis manos recorrieran sus músculos, pasándolas por su estómago y alrededor de su espalda, sintiendo curvas y su deliciosa dureza. Mientras tanto, sus manos también exploran. Sus dedos se pasean sobre mis costados, trazando un camino propio. Besa mi mentón, mi cuello y mis senos. Mantiene sus ojos en los míos mientras cierra su boca alrededor de un pezón fruncido, chupándolo en su boca expertamente. Roza sus dientes sobre el punto sensible, luego alivia la mordedura con su lengua. Le da el mismo trato al otro pezón, adelante y atrás y atrás otra vez hasta que estoy frotando mi coño contra él, necesitando algo para ayudar a aliviar el dolor cegador entre mis piernas. No hay forma de que no sienta la mancha húmeda que estoy dejando atrás. Comprendiendo lo que necesito, les da a mis pezones una última probada, luego arrastra su boca por mi cuerpo, sin detenerse hasta que está entre mis piernas. Muerde las partes sensibles de mis muslos, y no puedo evitar pensar en su promesa anterior de hacer exactamente esto en lugares que nadie vería. —¿Te gusta? —¿Qué? —Esta ropa interior… —Él roza un nudillo sobre mí y gimo—. ¿Te gusta? —Yo... ¿sí? —No sé. Apenas puedo pensar. Ni siquiera puedo recordar lo que estoy usando en este momento. —Bueno, eso es muy malo, ¿no? Escucho que el material se rasga y una ráfaga de aire frio golpea mi coño expuesto. Sin previo aviso, su lengua está ahí, empujando mis pliegues. Da varias lamidas largas y juguetonas, luego succiona mi clítoris con su boca. Juro que dejo de respirar. Todo mi cuerpo tiembla cuando me vengo más fuerte y más rápido que nunca. 172 Él no me deja ir. Sigue lamiendo y chupando, drenándome. Llevándome de vuelta al borde como un mago. Justo cuando estoy a punto de venirme de nuevo, retira su boca. —Ay, Dios mío. Te odio. Se ríe, subiendo por mi cuerpo. —Basado en la forma en que tu coño estaba apretando mi lengua, lo dudo mucho. Coño. Suena tan sucio, la forma en que sale de sus labios y los míos. Es... oh Dios. Es un poco caliente. Presiona su boca contra la mía y me saboreo en sus labios... en su lengua. Quiero llorar cuando se aleja, pero cuando se empuja de la cama y se pone de pie, luego se abre el botón de sus jeans, decido que está bien. Mete la mano en su bolsillo trasero y saca su billetera. Saca un condón del interior, no quiero pensar en por qué lo tiene, y me lo arroja. Sus manos van a sus jeans de nuevo y levanta una ceja, esperando. Si cree que voy a detener esto, se equivoca. Quiero esto, jodidamente demasiado para parar. Quiero sentirlo encima de mí... dentro de mí. Quiero verlo caer por el borde como lo hice yo. Cuando no digo nada, baja lentamente su cremallera y no le quito los ojos ni por un segundo. No cuando se quita los jeans y la ropa interior. No cuando vuelve a gatear sobre la cama, inclinándose sobre mí en sus rodillas mientras abre el condón. No cuando rueda la goma por su longitud, acariciándose un par de veces mientras sus ojos se desplazan hacia el lugar expuesto entre mis piernas. Y no cuando se pone encima de mí, envolviendo una pierna alrededor de su cintura y alineando su polla con mi entrada. Es solo cuando se desliza lentamente dentro de mí con un gemido que cierro mis ojos y disfruto de la forma en que se siente mientras me estira más de lo que nunca antes me había estirado. Es grande y duele, pero se siente tan bien al mismo tiempo. —Mírame —instruye. Lo hago. 173 —Jodido Cristo —murmura, apartándose de mí, sin atreverse a moverse mientras me ajusto a su tamaño—. Te sientes increíble. Tan jodidamente bien. Mejor de lo que imaginé. —¿Te imaginaste esto? —Demasiadas malditas veces. Él traga una vez. Dos veces. Y no me pierdo las diminutas gotas de sudor que empiezan a formarse en sus sienes. —¿Collin? —¿Sí? —Suena forzado, pero lo escucho. —Pensé que habías dicho duro y rápido. Sus ojos saltan a los míos por mis palabras, y es como si algo en él se rompiera. Se suelta de todas las ataduras, se pone de rodillas y se clava en mí con pericia. Trato de no pensar en cuánta práctica tiene en comparación conmigo, cómo es probable que perfeccione esta habilidad suya tanto como su habilidad en el hielo. vez. Deja caer su frente sobre la mía, empujando dentro de mí una y otra —Solo tú, Harper —susurra—. Sólo tú. No sé lo que quiere decir, pero me sumerjo en sus palabras de todos modos. Paso mis manos por su espalda, acercándolo más mientras continúa bombeando dentro de mí. Me encanta la forma en que sus músculos se tensan contra mis manos, la forma en que su cuerpo se mueve encima del mío. Desliza una mano entre nosotros, su dedo encuentra mi clítoris, acariciándome en esos círculos decadentes de nuevo. Mi segundo orgasmo me golpea de la nada y me desmorono a su alrededor. —Jodidamente hermosa —dice, acariciándome una vez más. Como si hubiera estado esperándome todo el tiempo, agarra mis caderas, embistiéndome más fuerte y más rápido hasta que finalmente se 174 queda quieto. Su boca se abre, los ojos bien cerrados, la cabeza inclinada hacia atrás mientras se corre. Se derrumba en la cama a mi lado. Mis manos tiemblan mientras me acuesto allí, completamente agotada. El único sonido en el apartamento es nuestra respiración ardua, y apuesto a que, si se esforzara, Collin podría escuchar el sonido de mi corazón tratando de salirse de mi pecho. Esto es casual, Harper. Nada a lo que apegarse. Solo tengo que seguir recordándome eso. La luz de la mañana atraviesa el dormitorio y llega a mis ojos, sacándome de mi sueño del que realmente no quiero despertar. Soñé que estuve en la cama con Collin. Soñé que enterró su rostro entre mis piernas hasta que me corrí. Soñé que me folló duro, luego lento, luego me despertó con su rostro entre mis piernas otra vez. Me estiro contra las sábanas, mi cuerpo dolorido y cansado. Y ahí es cuando me golpea. Lo de anoche no fue un sueño. Todas esas cosas sucedieron. Collin. Abro los ojos, buscándolo, pero su lado de la cama está frio, como si hubiera estado vacío durante algún tiempo. Me siento, mirando alrededor de la habitación en busca de alguna señal de él. Su ropa que estaba esparcida por el suelo se ha ido. La toalla que usó después de la ducha, la que tiró al suelo junto a la cómoda, no se encuentra por ninguna parte. Se fue. Trato de no decepcionarme por eso, porque por supuesto que se ha ido. Estoy segura de que quedarse a dormir después del sexo no grita casual. Además, no es como si esperara que él me preparara el desayuno o algo así. 175 Se fue porque esencialmente se lo pedí. Sin embargo, un adiós al menos habría sido agradable. Me levanto de la cama, deseando que mi cerebro ignore el dolor y me dirijo al baño. Hago mis necesidades y entro en la ducha, tratando de borrar cómo me siento en este momento. Cuando finalmente llego a la cocina, me detengo. Descansando en la mesa hay una caja brillante de color azul bebé. Hay un trozo de papel al lado. Me siento culpable por estar molesta con él y asumiendo que se fue sin siquiera pensarlo en el último momento, pero más aún estoy enojada conmigo misma por preocuparme tanto porque sé que no debería. Alcanzo el papel, y una sonrisa cubre mi rostro incluso antes de leer lo que dice. Buenos días, preciosa. Espero que estas donas compensen el hecho de que tuve que irme antes de tiempo. Son de un camión de comida local. Es uno de mis lugares favoritos de la ciudad. Te llevaré en persona la próxima vez, si me dejas. Rayos, espero que me dejes. Col PD: ¿Sabías que cantas mientras duermes? Tus padres tenían razón al pagarte para que no te presentaras en American Idol. Abro la tapa y dentro hay dos donas: una glaseada y otra de chocolate rociada con glaseado blanco. Voy por esa primera. Le doy un mordisco y casi gimo. Él lo recordó. Dentro de la dona de pastel hay un relleno de crema, y me recuerda exactamente a un Ding Dong, solo que más delicioso. Preparo una taza de café, una combinación de caramelo salado y jarabe de moca, y tomo la otra dona para sentarme afuera en mi patio. 176 Entonces me doy cuenta de que no tengo el número de Collin, así que abro la aplicación BeeMine para enviarle un mensaje. HorrorHarper: Primero, gracias por las donas. Son increíbles. HorrorHarper: Segundo, la respuesta es sí. Puedes llevarme en persona la próxima vez. HorrorHarper: Tercero, gracias por lo de anoche. Fue... wow. Ni siquiera tengo palabras. HockeyGuy69: Con mucho gusto tomaré ese wow. HorrorHarper: ¿Muy engreído? HockeyGuy69: Confiado. HockeyGuy69: Lamento haber tenido que irme temprano. Patinaje en la mañana. Por lo general, es opcional en los días de juego, pero necesitaba estar aquí. HorrorHarper: Entiendo totalmente. preocupada de que acabaras de escapar. Aunque estaba un poco HockeyGuy69: Sabía que debería haber puesto las donas en la almohada. Pero eres una especie de acaparadora de camas, y no quería que te volcaras sobre ellas. HorrorHarper: Te lo agradezco. Quiero decir, igual me las habría comido, pero gracias. HockeyGuy69: Alguien ya preguntó por mi corte. Horror Harper: ¡LOL! ¿Qué les dijiste? HockeyGuy69: La verdad. Una drag queen me golpeó con su zapato. HockeyGuy69: No dejan de molestarme. HorrorHarper: ¿Está mal decir que espero que deje cicatrices? ¿Te imaginas explicar cómo te hiciste esa cicatriz a tu futura esposa e hijos? HockeyGuy69: Con un poco de suerte, no tendré que hacerlo. HockeyGuy69: Ya no puedo esperar a verte de nuevo. HockeyGuy69: ¿Puedo llamarte más tarde? HorrorHarper: Me gustaría eso. 177 Le envío mi número de teléfono y mi corazón se acelera cuando llega un mensaje de texto de inmediato. Collin: En caso de que no lo haya dejado claro, anoche también fue INCREÍBLE para mí, Harper. Collin: Vas a estar en mi cabeza todo el día. Yo: Para mí también. Collin: Me tengo que ir. Tenemos algunas reuniones por comenzar. Collin: ¿Verás mi juego esta noche? Yo: Lo haré. Collin: ¿Ves? Sabía que conseguiría que te gustara el hockey. Yo: Y todo lo que se necesitó fue una dona ding dong.... Collin: *entrecierra los ojos* Collin: ¿Nada que ver con los orgasmos… EN PLURAL… que te di? Yo: Supongo que fueron bastante persuasivos. Collin: Eso es lo que pensé. —¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Ahora vas a ser una puta del hockey! Miro a Ryan desde el otro lado de la mesa. —¡Shhh! Mantén la voz baja. Miro alrededor del bar deportivo en el que estamos, asegurándome de que nadie nos esté prestando atención. Cuando Collin me pidió que viera su juego y le dije que sí, no pensé en la logística. No tengo cable y no podría decirte en qué canal buscar un partido de hockey, así que solicité la ayuda de Ryan. Ella sugirió un bar deportivo. Creo que realmente solo quería salir después de su noche en casa cuidando su corazón roto por Steven. —No soy una puta del hockey. Ni siquiera sé qué es eso. 178 —Yo tampoco. No sé si es una cosa. Simplemente no puedo creer que tú, de todas las personas, esté buscando activamente un deporte para ver. Debe haberte follado bien anoche. —¡Ryan! —¿Qué? ¡Lo hizo! Vi la forma en que entraste cojeando aquí. Escondo mi cara detrás de mis manos, esperando y rezando para que nadie más esté escuchando esta vergonzosa conversación. Pero la verdad es... que me lo hizo bien. Muy, muy bien. Entre dormir de más y comenzar tarde con mis proyectos y no poder pensar en nada más que en las manos de Collin sobre mi cuerpo, hoy he sido un desastre. Finalmente me di por vencida alrededor de las cuatro y di por terminado el día, sumergiéndome en el baño para aliviar la rigidez que había estado sintiendo. —Eres horrible —digo mientras aparta mis manos. —Y te encanta. Además, si no me burlo de ti, ¿quién lo hará? Collin. —Oh Dios. Estás pensando en él otra vez, ¿verdad? —¿Qué? Claro que no. —Lo haces. Estás haciendo esa sonrisa tonta que haces cuando piensas en él. Le doy otra mirada asesina y ella solo se ríe. —Entonces, además del sexo increíble, ¿cómo fue realmente? ¿Quieres volver a verlo... fuera del dormitorio? Esa es la cosa. El sexo fue genial, pero creo que la razón por la que fue tan genial fue por lo bien que se sentía estar cerca de él, lo fácil que fue. Creo que cualquier otro chico con el que haya salido se habría escapado en el momento en que se enteraron de que accidentalmente llevaron a su cita a un espectáculo de drags. Y ciertamente no habrían pasado el poco tiempo libre que tenían en un refugio de animales. No me 179 habrían abierto la puerta ni me habrían ayudado a entrar en su auto. No me habrían hecho reír hasta que casi me orino en los pantalones. Con Collin, se siente diferente. —Fue realmente bueno —digo—. Casi demasiado bueno. —¿Demasiado bueno? —Sí. Como sabes cuando vas a ver una película y todo es perfecto. El encuentro lindo, la música, las historias de fondo... te encanta todo. ¿Pero luego llegas a casa y lees las reseñas y ves todas las pequeñas cosas que te perdiste y te arruina la película por completo? Así es con Collin. Es perfecto y solo estoy esperando que lleguen las críticas para descubrir que no es tan bueno como parece. —Bien, bien. Escucho lo que estás diciendo... —Apoya los codos en la mesa—. ¿Pero y qué pasa si lo es? ¿Y si es tan bueno y tan perfecto? —Eso no es posible. Ella frunce el ceño. —¿No lo es? Quiero decir, mira a Goldie Hawn y Kurt Russell. Ni siquiera están casados y están prosperando. —Fueron la excepción. Y, además, solo dices eso porque eres una romántica empedernida y esperas que tengamos una historia de amor épica. Sus labios se curvan hacia arriba. —Eso es cierto. Lo soy. Pero tal vez tengo razón esta vez. —No la tienes. Es simplemente informal. —¿Dijo eso? —Ambos lo hicimos. —Mmm. Interesante. —¿Por qué es tan interesante? —Nada —dice, y luego señala la televisión—. Mira, tu hombre está de vuelta. Le permití hacer su intento no tan sutil de distraerme de nuestra conversación, principalmente porque en realidad me encuentro con ganas de ver jugar a Collin. Pero no olvido su comentario durante toda la noche. 180 No cuando los Comets ganan y Collin me llama después del juego, pidiéndome que vaya. No cuando me quita la ropa y me acuesta en la cama, deslizándose dentro de mí lentamente. más. Y no cuando me duermo pensando que tal vez... podríamos ser algo 181 17 Collin Todavía está empezando la temporada y no estoy tratando de engañar a nadie, pero vamos increíbles. Estamos en una racha ganadora de seis juegos, y de esos seis juegos, sumo un punto en todos menos uno. El entrenador está contento conmigo. Shep está feliz conmigo. Y Colter por fin me dejó jodidamente tranquilo. No sé si es solo el jugador de hockey supersticioso que hay en mí, pero no puedo evitar pensar que es toda Harper la que hace que todo salga bien. Creo que podría ser mi amuleto de la buena suerte. —Col, hombre. Ese gol fue una locura. ¿Saldrás a celebrar? — pregunta Rhodes, dejándose caer en el banco a mi lado—. Escuché que aquí hay algunos buenos clubes de drag. Acabamos de ganar en Las Vegas y no nos vamos hasta mañana por la mañana, así que algunos de los muchachos van a salir a tomar una copa de celebración y al libertinaje en general. Pongo los ojos en blanco. —No. Estoy bien. Voy a… —¿Llamar a tu chica? —Ella no es mi chica. —Amigo, vamos. —Me da una mirada—. La llamas todas las noches que estamos de viaje, y todas las noches que no, estás en su casa. Acéptalo, es tu chica. —No. —Niego con la cabeza—. Es casual. 182 Eso es lo que acordamos. Mantenerlo simple y fácil. Dado que mi enfoque debe estar en mantener mis números altos y ganar juegos, estoy perfectamente bien con eso. —Ajá. Lo que tú digas. Su tono dice que no está de acuerdo, pero me da una palmadita en la espalda y me deja terminar de desvestirme de todos modos. Me duché muy rápido y me puse el traje justo a tiempo para tomar el autobús. Es un viaje rápido de regreso al hotel, y la mayoría de los muchachos dejan sus porquerías y regresan. Me quedo dentro, pido algo de cenar y vuelvo a acostarme en la cama, con el teléfono pegado a la oreja mientras llamo a Harper. Es tarde allí, pero sé que estará despierta. No importa cuántas veces le diga que no necesita quedarse despierta para ver los juegos, especialmente los que se juegan en diferentes zonas horarias, ella simplemente se ríe. No creo que esté lista para admitirlo, pero es totalmente adicta al hockey. —¿Hola? —Hey —digo con una sonrisa cuando su voz suave y tersa resuena—. Por favor, dime que viste ese gol. —¿El de Colter? Sí, fue bastante bueno. Un gruñido vibra a través de mi pecho, y ella se ríe. —Sí, Collin, vi tu gol. Fue una belleza. —Una belleza, ¿eh? Veo que alguien estuvo repasando su jerga de hockey. —Podría haber buscado en Google algunas cosas que dijeron los locutores. Es como si estuvieran hablando un idioma extranjero a veces. —Lo captas rápido. —Estoy aprendiendo. Entonces, aparte de la belleza de gol —juro que puedo escuchar su sonrisa—, ¿cómo estuvo tu noche? —Misma mierda, diferente ciudad. Acabo de pedir un servicio a la habitación y planeo ver algo en la televisión. Pero basta de mí. ¿Cómo estuvo tu día? 183 —Largo. —Ella suspira, e imagino que está sentada en su sofá, con una copa de vino en la mano—. Pero recibí tres nuevos pedidos hoy, así que eso me hace muy feliz a mí y a mi cuenta bancaria. —¿Alguna vez podré ver tu estudio? —Nop. —Ella hace hincapié en la P. La última vez que estuve allí, traté de entrar para ver qué hacía, pero me cerró la puerta. No sé por qué está tan cohibida al respecto. Claramente tiene talento si se gana la vida haciéndolo. Pero dejaré que ella lo tenga por ahora. —Entonces, ¿qué estás usando? Ella suelta una carcajada ante mi repentino cambio de tema. —Wow. Muy sutil. —Eso no responde a mi pregunta. —No, supongo que no. Escucho agua y me siento en la cama. —¿Estás en la bañera? —Quizás. —Ella arrastra la palabra bromeando. Gimo. —Eres malvada, ¿lo sabías? —Dices eso como si no me hubieras visto hace dos noches. —No fue suficiente. —Simplemente te gusta echar un polvo regularmente. —Y pasar tiempo contigo. Un golpe suena en mi puerta y me levanto, dejando entrar al servicio a la habitación. Le doy una propina al tipo y agradezco por traerlo tan tarde. Cuando me vuelvo a acomodar en la cama, me doy cuenta de que Harper aún no ha respondido. —¿Todavía estás ahí? —pregunto. —Sí. 184 —Sabes que no se trata solo del sexo, ¿verdad? Sabes que me gusta pasar tiempo contigo, ¿sí? Porque en caso de que no lo haya dicho lo suficiente, me gustas, Harper. —También me gustas, Collin. —¿Suficiente para mostrarme tus senos? Ella ríe. —Acabas de decir que no se trataba solo del sexo. —Y lo dije en serio. Pero en este momento, mi pene presiona contra mis pantalones pensando en ti desnuda en la bañera, y realmente me gustaría ver tus senos. Suena un pitido en mi oído y retiro el teléfono. Sonrio y presiono aceptar en la llamada entrante de FaceTime. Una Harper cubierta de burbujas llena la pantalla, y me sorprende lo ciertas que son las palabras que dije antes. Me gusta pasar tiempo con ella, y al verla ahora, la extraño. No sólo el sexo sino a ella. No estoy acostumbrado a extrañar a la gente. —Hola. Sus mejillas se vuelven rosadas ante la simple palabra. Apoya el teléfono en algo y se recuesta contra la bañera. —Hola. —¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres un poco linda, Harper? Ella rueda los ojos. —¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres un poco molesto? —Creo recordar que me llamaron así antes. Ella se mueve en la bañera, y los dioses de los senos deben estar de mi lado hoy, porque definitivamente veo un pezón. —¿Acabas de mostrarme a propósito? —Oh. ¿Lo hice? —Una sonrisa maliciosa curva sus labios—. Mi error. —Me estás matando. 185 —¿Lo hago? —Sí. Desearía estar allí ahora mismo. —Yo también. —¿Cuánto? —Mucho. —¿Podemos... podemos intentar algo? Ella asiente lentamente. Me deslizo hacia atrás en mi cama hasta que mi espalda descansa contra la cabecera. Apoyo el teléfono contra la lámpara y quito la camisa por mi cabeza, dejándome sin nada más que un par de jeans. Me acomodo en el colchón, levanto el teléfono y miro a la cámara justo a tiempo para ver la lengua de Harper rodar sobre su labio inferior. —¿Te gusta lo que ves? —Sí. —No hay duda en su respuesta—. Mucho. —¿Qué harías si estuvieras aquí ahora? —Probablemente pasaría mi lengua por tus abdominales. —El rosa en sus mejillas se profundiza—. He querido hacer eso desde hace mucho tiempo. —¿De verdad? —Ella asiente—. Te dejaría, ya sabes. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo. —Lo sé. —Las palabras salen como un susurro. —¿Puedo ver más de ti? Sus ojos se oscurecen y empuja lo que sea que el teléfono esté apoyando contra la espalda hasta que más de ella aparece a la vista. Ella arrastra una pierna hacia arriba, abriendo las piernas, pero todas sus partes buenas aún están ocultas por las burbujas. Se ve hermosa descansando allí. El agua caliente tiene su piel brillante y su cabello está recogido en un moño, algunos mechones colgando, enmarcando su rostro perfectamente. En este momento, ella es el epítome de todas las fantasías adolescentes que he tenido sobre atrapar a una chica caliente en la bañera. 186 —Mierda —murmuro, y ella sonríe—. Te ves increíble en este momento. Un sueño húmedo hecho realidad. Pasa las yemas de los dedos por la parte superior de sus pechos, burlándose de sí misma y de mí. —¿Estás mojada en este momento? Ella se ríe. —Depende de tu definición de mojada. —Tu coño, Harper. —Ella jadea, y así, su risa se ha ido—. ¿Tu coño está mojado para mí? Ella traga audiblemente y su mano se desliza sobre sus tetas debajo de las burbujas, justo entre sus piernas. Sé el momento en que hace contacto con su coño, sus párpados se cierran por un momento. —Sí —murmura. —Bien. Tócate. Dime cómo te sientes. —Mojada. —Sus dientes se hunden en su labio inferior mientras mueve su mano—. Suave. Bajo la cremallera de mis jeans, el sonido es casi ensordecedor en el silencio de la habitación. Hace una pausa, pero yo asiento hacia ella, animándola a seguir adelante mientras me libero de mis pantalones. Mi polla palpita y tengo muchas ganas de masturbarme, pero me abstengo. El agua chapotea a su alrededor mientras continúa. —¿Qué más, Harper? ¿Qué más se siente? ¿Cómo se sienten tus dedos en tu coño? —Bien —dice en voz baja—. Pero no tan bien como se siente cuando eres tú. ti. —Soy yo —expreso—. Estoy ahí y estoy deslizando un dedo dentro de Su boca se abre cuando hace precisamente eso. 187 —Lo estoy deslizando hacia adentro y hacia afuera... pero lentamente. Casi dolorosamente lento, asegurándome de que el borde de mi pulgar esté rozando tu clítoris con cada movimiento constante. Juega consigo misma, sus ojos tratando de cerrarse con cada movimiento que hace dentro de lo que rápidamente se está convirtiendo en mi lugar favorito. —Agrego otro dedo, Harper, pero no acelero mi ritmo. Agrega un segundo dedo, ese maldito labio inferior suyo siendo atormentado por sus dientes nuevamente mientras se estira. Santo infierno, se ve hermosa. Su cabeza está inclinada hacia atrás mientras lucha por mantener sus ojos abiertos con los dedos enterrados dentro de sí misma. Alcanzo mi polla que gotea, deslizando mis dedos a través del líquido preseminal y usándolo como lubricante mientras empiezo a masturbarme perezosamente. Juro que agrega otro dedo sin mis instrucciones, y cuando le pregunto si lo ha hecho, todo lo que puede hacer es gemir. Sus ojos están cerrados ahora, sus respiraciones se vuelven agudas. Ella está cerca y, sorprendentemente, yo también. —Sigue —digo—. Estoy justo detrás de ti. Desliza su otra mano en el agua, y sé que está frotando círculos en su clítoris. Acelero el ritmo, y justo cuando ella comienza a gritar, la sigo hasta el borde en un lío pegajoso. No sé cuánto tiempo nuestra respiración dificultosa llena la habitación, pero es lo suficiente como para preocuparme de que se haya quedado dormida. Tiene los ojos cerrados, la cabeza apoyada en el borde de la bañera. —¿Todavía estás despierta? Una sonrisa tira de sus labios. —Mmm. Me rio. 188 —Sal de la bañera antes de que realmente te duermas y te ahogues. Preferiría que tu fantasma no me persiguiera para siempre porque tuvimos sexo por teléfono hasta la muerte. —Qué manera de irse, sin embargo. No puedo discutir con eso. —Voy a meterme en la ducha —digo—. Tengo… una situación en mis manos. Literalmente. Arruga la nariz, todavía sin abrir los ojos. —Iugh. —Tú me lo estás diciendo. Envíame un mensaje de texto cuando salgas para saber que no te ahogaste, ¿de acuerdo? —Lo prometo. Se ve tan dulce acostada allí toda saciada y feliz. Ojalá estuviera allí con ella. Te extraño. Lo tengo en la punta de la lengua, pero no puedo obligarme a decirlo porque algo me dice que a Harper no le gustará. Entonces, en cambio, lo contengo. —Buenas noches, Harper. —Buenas noches, Wright. Entro en la ducha, luego como la pasta fría del servicio a la habitación. Justo cuando estoy quitando las sábanas para meterme en la cama, mi teléfono vibra contra la mesita de noche. Harper: No te preocupes. No me ahogué. Parece que el fantasma de la masturbación no te perseguirá... por ahora. Harper: PD: Gracias. Necesitaba eso. Yo: Solo algo para sacarte del apuro, corn dog. Harper: ¿Me acabas de llamar corn dog? Harper: Maldita sea. Ahora quiero un corn dog. Yo: Quise decir hot dog. Es el autocorrector. 189 Yo: Te prometo comprarte un corn dog cuando regrese. Yo: Ahora vete a la cama. Es tarde allí. Harper: Sí, señor. Harper: ¡OH! *nuevo fetiche desbloqueado* Yo: ¿Ves? Un verdadero corn dog. —No sé si estar completamente molesta o impresionada. —Los ojos de Ryan revolotean entre nosotros—. Ustedes dos planearon esto, ¿verdad? —No —decimos al unísono, lo que hace que toda esta situación sea aún más divertida. —Cierto. Sí. Me lo creo completamente. —Ella señala hacia el bar que Lowell ha instalado—. Estaré allí si ustedes dos tontos me necesitan. Ryan se pavonea hacia la barra, deslizándose junto a Rhodes. Él la mira. Ella le dice algo, y ese ceño fruncido que siempre está bordeando su rostro se profundiza, luego él se aleja. Eh. —Ya sabes —dice Harper, atrayendo mi atención—. Creo que está enfadada porque entiende nuestros disfraces. No estábamos mintiendo. No lo planeamos. Pero cuando Harper abrió la puerta vestida como Laurie Strode con una peluca rubia, un par de jeans acampanados y una camisa azul completa con una manga rota, yo parado allí vestido como Michael Myers me sentí como el destino. —Probablemente. Agarro su mano y la llevo a través de la fiesta de disfraces que Lowell ha estado organizando para el equipo desde que se convirtió en capitán. Los niños deben quedarse en casa y se fomenta la embriaguez. Tratamos de hacerlo tan cerca de Halloween como lo permite nuestro horario, y siempre es genial, a veces probablemente demasiado. 190 Espero que esta noche no sea diferente, especialmente desde que ganamos nuestro séptimo juego consecutivo anoche. Cuando llegamos a un lugar no concurrido de la casa, me acomodo en una silla vacía y la pongo en mi regazo. —Tengo una pregunta para ti —digo, quitándome la máscara y pasando una mano por mi cabello. Harper hace pucheros. —Te veías más lindo antes. —Voy a fingir que no dijiste eso. Ella rueda los ojos. —¿Cuál es tu pregunta? —¿Qué hiciste con el palo que te di en el primer partido? Toma aire a través de los dientes, arrugando su rostro. —Uh… yo como que… ¿lo regalé? —¿Lo hiciste o no? Porque eso sonaba como una pregunta. —Lo hice. —Otra mueca—. Estaba enojada contigo y realmente no sabía qué hacer con él, así que se lo di a un niño. —¿Por casualidad miraste el palo? —Quiero decir, ¿algo así? Pero no de cerca. ¿Por qué? —Escribí mi número de teléfono en él. Sus ojos se agrandan y se tapa la boca con la mano. —No. —Sí. ¿Y adivina quién me llamó esta mañana? Jonathan Lucas Kyler, 8 años. Está en la clase de la Señorita McCarthy y algún día será defensa en la NHL. Ella ríe. —Basta. —Oh, hay más. Prefiere los gatos a los perros, tuvimos una larga conversación sobre por qué se equivocó en eso, y le encantan los jalapeños en su pizza. No le gusta el kétchup, otra cosa blasfema, y su dibujo animado favorito es Hora de aventuras. 191 —Suena un poco equivocado, pero adorable de todos modos. —Tenemos una sesión de entrenamiento programada para la próxima semana. Se ofreció a enseñarme algunas cosas en las que aparentemente necesito ayuda. Sus hombros se sacuden. —Oh Dios mío. Lo siento mucho. No tenía idea de que escribiste tu número en él. Me encojo de hombros. —Está bien. El chico es muy divertido. Tal vez él pueda ayudar a enseñarme algunas cosas. —Por favor. Eres un jugador increíble. No necesitas ninguna ayuda. —Deberías haberme visto al comienzo de la temporada. Estaba completamente fuera de control. —¿De verdad? ¿Qué pasó? Aprieto su cadera. —Tú pasaste. Eres mi amuleto de la buena suerte. —No lo soy. —Que sí. Parece que quiere discutir, pero lo piensa mejor. En cambio, mira la fiesta, asimilando todo. —No puedo creer que el capitán simplemente abra su casa a todos de esta manera. —Oh, no lo hace. Este no es su lugar. Solo lo está alquilando. Lowell es súper privado. La mayor parte del equipo ni siquiera sabe dónde vive. —¿En serio? Asiento. —Sí. Tenía algunos... problemas antes. Una relación que salió mal. Realmente dio un paso atrás después de que todo se vino abajo. —Bueno, bien por él por poner límites. Apesta ser lastimado por las personas que amas. 192 Suena como si hablara por experiencia y quiero presionar, pero nos interrumpieron. —No creo que nos hayamos conocido oficialmente todavía —le dice Miller a Harper—. Soy Grady. Harper me mira como para comprobar si está bien. Asiento . —Encantada de conocerte, Grady. —Me gusta tu disfraz. Laurie Strode, ¿verdad? —Sí. ¿Eres un fanático? —Demonios sí. Jamie Lee Curtis se veía caliente en ese entonces. Demonios, ella también está caliente ahora. Como en esos anuncios de yogures para transito lento. —Te ayuda a defecar. No te hace defecar —corrijo. —Eh. Es lo mismo. —Toma un sorbo de lo que espero que sea agua porque no es precisamente el mejor aguantando el licor—. ¿Por qué ustedes dos se esconden aquí? Creo que van a montar una partida de póquer en el sótano. ¿Lowell sabe eso? Su silencio me dice que es un no. Lo que sea. Dejaré que él se ocupe de eso. Él es el que está a cargo de todos estos idiotas, no yo. —Así que, eh, Harper... vi que trajiste a una amiga contigo. Ella aprieta los labios. —Lo hice. —¿Ella, eh, ella está soltera? Harper sacude su mano. —Más o menos. —¿Quieres ayudar a un chico? Gimo. —Jesús, Miller. No puedes pedirle a mi cita que sea tu ayudante. —No, está bien —dice Harper—. Te ayudaré. Si puedes encontrarla, dile que crees que Grease es mejor que Grease 2. 193 —¿Qué es Grease? —Una película. No te preocupes, ella te lo contará todo. —Todo bien. Gracias. Se va con entusiasmo, con un nuevo brio en su paso. —Acabas de enviarlo a los lobos, ¿no? —Oh, ciertamente. Ryan se lo comería vivo. —Es un buen chico. Un increíble jugador también. Solo un poco… —¿Desesperado? Me rio. —Tú lo dijiste, no yo. —Hablando de desesperación… —Se inclina hacia mí—. Creo que alguien me debe un corn dog. —¿Acabas de referirte a mi pene como un corn dog? —¿Qué? ¡No! —Ella inclina la cabeza hacia atrás—. Oh Dios. Sonó así, ¿no? Literalmente quise decir un corn dog. Me muero de hambre y esos aperitivos simplemente no me atraen. Estoy desesperada por comida de verdad. Coloco mi mano sobre su estómago. —Juro que esto es un pozo sin fondo. —Realmente lo es. Y estoy segura de que toda esta comida me alcanzará algún día, y con suerte irá directamente a mi trasero, pero hasta entonces, voy a disfrutarlo y comer hasta reventar. —En primer lugar, creo que tu trasero es simplemente perfecto. — Deslizo mi mano sobre él, dándole un apretón—. Segundo, salgamos de aquí. Hay un lugar que conozco que sirve comida justa durante todo el año. raíz? —¿De verdad? ¿Cómo pasteles de embudo y flotadores de cerveza de Toco la comisura de su labio. —Estás babeando. —Cállate. —Ella me golpea—. Y llévame. 194 Se levanta de mi regazo y tira de mí para que me levante también. Agarro su mano y la conduzco de regreso a través de la casa por donde vinimos. Hay aún más gente que antes, pero es así todos los años. Lo que comienza como una fiesta para el equipo y sus cónyuges, siempre se convierte en un verdadero desastre. Harper tira de mi mano y yo la miro. —Tengo que decirle a Ryan que me voy —me dice al oído para que pueda oírla por encima de la música. Ella señala hacia la esquina de la sala de estar donde está sentada Ryan, hablando animadamente. Miller está junto a ella y parece que está a punto de vomitar. No sé si es por el alcohol que estoy casi seguro de que estaba bebiendo o si es por Ryan lanzándose sobre él. Harper se abre paso entre la multitud y yo me quedo atrás, cruzando los brazos sobre mi pecho, vigilándola. Se ve adorablemente pequeña zigzagueando entre los jugadores altos, pero lo divertido es que no estoy seguro de que ninguno de ellos pueda manejarla. —Eh. Me giro hacia la voz que viene de mi izquierda. Lowell está de pie allí, con una taza roja Solo cerca de sus labios. —¿Eh qué? —pregunto. —Estás encantado. —Basura. —Oh, no, amigo. Definitivamente estás encantado —Rhodes lo respalda, apareciendo a mi derecha de la nada—. Está por todo tu rostro. Estás totalmente encantado. —Por supuesto que me gusta. No estaría aquí con ella si no fuera así. —Realmente te gusta ella—, dice Lowell. —Tal vez incluso estás enamorado —agrega Rhodes. ¿Yo? ¿Enamorado de Harper? No. No es posible. —Es casual —digo por lo que parece ser la millonésima vez. 195 —Eso es lo que todos dicen. —Lowell suspira—. Entonces, un día están locamente enamorados y compran un anillo. —Luego, planean una boda y eligen nombres para un bebé. Harper y Ryan juntaron sus cabezas, y Miller aprovechó la oportunidad para escabullirse deslizándose literalmente hasta el suelo y arrastrándose fuera de su vista. Ninguna de las chicas se da cuenta. Están demasiado ocupadas cuchicheando sobre algo. Harper señala mi camino y Ryan mira por encima. Ella sonríe, luego hace gestos al aire repetidamente y dice algo que hace que su amiga se sonroje. Harper se ve exasperada y niega con la cabeza, pero incluso desde aquí puedo ver un indicio de deseo en sus rasgos. idea. Lo que sea que Ryan haya dicho, Harper no cree que sea una mala Y sea lo que sea, tampoco creo que lo sea. No puedo esperar para llevarla de regreso a mi casa y mostrarle cuánto la extrañé en los últimos días. Tengo la intención de marchar hacia allí, tirarla sobre mi hombro y sacarla de la fiesta ahora mismo. —Ahí está ese rostro otra vez —comenta Lowell. Siento mi rostro fruncir el ceño. —No estoy enamorado de ella. —Me parece que el idiota protesta demasiado —se burla Rhodes. —Sí, sí. Seguro que ha habido una perturbación en la Fuerza. —Ustedes dos son jodidos nerds. No están en desacuerdo conmigo. —No es amor —insisto—. Solo estamos jugueteando. Nada serio. Es por el equipo. Ambos se inclinan a mí alrededor, mirándose el uno al otro. La mano de Lowell aterriza en mi hombro. —Cierto. —Claro que sí, amigo. —Rhodes me da una palmadita en el otro lado. 196 —Los odio a los dos —murmuro, sacándomelos de encima. Las chicas regresan hacia mí, una suave sonrisa curva las comisuras de los labios de Harper mientras se acercan. —Escuché que vas a llevar a mi amiga a casa —me dice Ryan—. ¿Vas a traerla de vuelta caminando raro otra vez? —¡Ryan! —Harper me reprende como estoy seguro de que lo ha hecho cien veces antes. —Ese es el plan. —¡Collin! Ay Dios mío. —Harper esconde su rostro entre sus manos. —Bien. Eso es lo que me gusta escuchar. —Ryan dirige su atención a Lowell—. Escuché que hay un torneo de póquer en el sótano. ¿Quieres ir a jugar conmigo? —Maldito infierno. ¿Están jugando de nuevo? —Oh, sí, olvidé decírtelo —digo. —Mierda. —Pasa una mano por su rostro—. La última vez que hicieron esto se armó una trifulca y terminamos con dos jugadores lesionados. Creo que alguien todavía le debe dinero a otra persona también. El entrenador estaba enojado. —Entonces, ¿eso es un sí? —Eh. —Lowell se encoge de hombros—. ¿Por qué no? Si me van a meter en problemas, también podría tomar su dinero y hacer que valga la pena. Él le tiende el brazo y ella lo rodea con la mano. —Envíame un mensaje de texto con todos los detalles sucios —le dice a Harper. Rhodes los observa irse, su perpetua mirada hosca aún más pronunciada a medida que desaparecen entre la multitud. —Me voy —anuncia—. No me envíes mensajes de texto con los detalles sucios. —Luego recorre con la mirada a Harper—. O tal vez sí. Doy un paso hacia él, gruñendo en advertencia. Se ríe, negando con la cabeza mientras retrocede. —Te lo dije. 197 —¿Qué te dijo? —pregunta Harper una vez que se ha ido. —No es nada. —Extiendo mi mano hacia ella—. Vamos. De repente, también me muero de hambre. La forma en que sus ojos brillan me dice que sabe exactamente lo que quiero decir. 198 18 Harper Tenía razón acerca de que el apartamento de Collin era elegante. Todavía estamos en el vestíbulo, pero solo por la decoración y el piso de mármol, ya puedo decir que lo que sea que nos espera me dejará boquiabierta. —Buenas noches, señor Wright. —Hola, Beau. ¿Cómo te va? —Bien, señor. Veo que tienes una invitada esta noche. —El anciano mueve las cejas sugestivamente, y me cuesta mucho contener la risa—. Toda una belleza, también. De repente me alegro de que hayamos decidido quitarnos nuestros disfraces antes de ir a buscar comida. Dado que Halloween fue hace varios días, decidimos que no asustar a todos sería lo mejor, especialmente con lo reconocible que es Collin. —¿Estás coqueteando con mi chica, Beau? Se agarra el pecho. —No me atrevería, señor. —Me guiña un ojo—. Además, Meghan probablemente pondría una almohada sobre mi cabeza si pensara en salir. —Oh, definitivamente lo haría. —Collin agita una mano entre el anciano y yo—. Harper, conoce a Beau. Puede parecer viejo, pero es un tipo ágil. Beau saca pecho con orgullo. —Así es, lo soy. Sonrio, sacando mi mano. 199 —Encantada de conocerte, Beau. Agarra mi mano con la suya vieja y arrugada y se la lleva a los labios. —Te aseguro que el placer es todo mío. —Te lo digo, tengo a Meghan en marcación rápida. —Oh, está bien. —Beau suspira, dejando caer mi mano—. Lo entiendo, lo entiendo. Sonrio ante sus bromas, amando su alegría. Algo que noto en Collin es que se toma el tiempo para conocer a todas las personas con las que habla. Aprende sus nombres y les hace preguntas. No ignora a nadie como si estuviera por debajo de él solo porque es un famoso jugador de hockey. Es dulce. —Aquí. —Collin le entrega un pastel de crema de avena que recogió en Fair Foods—. Mantén esas manos lejos de mi chica y habrá más de donde vinieron esas. Beau mira el pastel, luego a mí. —Lo siento, querida, pero este es mi primer amor. Mi corazón pertenece a la señorita Debbie. ¡Y a Megan! —añade—. A ella también. Me rio. —Eso está bien. Collin aquí es todo lo que puedo manejar de todos modos. Beau se inclina para acercarse. —Él es bastante idiota, ¿eh? —En marcación rápida, Beau. En marcación rápida. El anciano me guiña un ojo, luego presiona el botón de nuestro ascensor. Entramos, y un jazz suave y relajante se reproduce en los altavoces. No hablamos en el viaje al vigésimo piso, que es sorprendentemente rápido, y creo que es porque ambos estamos demasiado nerviosos por lo que está por venir. 200 Cuando Collin desliza su tarjeta de acceso, porque aparentemente una llave normal es demasiado simple, en la puerta, mis rodillas comienzan a temblar. No tengo ni idea de porqué. No es que no hayamos hecho esto antes. Pero hay algo diferente en esta noche. Algo que se siente más... real. No sé si es porque pasamos la noche con su equipo o qué, pero definitivamente hay algún tipo de cambio entre nosotros desde que salimos de la fiesta. Me incomoda tanto en el buen como en el mal sentido. Bueno porque hay una pequeña parte de mí a la que no le importaría más estar con Collin. Malo porque... bueno, tengo miedo de darle más. Sólo conducirá a la angustia. Estoy segura de ello. Empuja la puerta para abrirla y una luz se enciende en el momento en que Collin entra. —Todas las luces son automáticas —explica. Intento ocultar mi sorpresa, pero aparentemente fallo mientras se ríe. —Vengo de una casa de campo de tres habitaciones que se construyó antes de la plomería. Créenme, yo también me sorprendí cuando el agente de bienes raíces me mostró este lugar. Salgo al pasillo y lo primero que noto es que no hay nada. Ni un zapatero ni un armario. No hay nada. —Vamos —anima Collin, señalando con la cabeza. Lo sigo detrás mientras me lleva más adentro del apartamento. Cuando llegamos al final del pasillo, todo se abre. Las pocas paredes que hay se han pintado de un gris claro, y el tema es el minimalismo. Lo primero que noto es el tamaño. Juro que cabría dos veces mi apartamento en este espacio. La parte más loca es que hay otro nivel. 201 ¿Lo segundo que noto? Las ventanas. Son altas, ocupando la mayor parte del perímetro. Camino hacia ellas, mirando afuera. Estamos en lo alto, y con el cielo despejado esta noche, se siente como si estuviéramos flotando. —Sigo siendo yo —me recuerda, viniendo detrás de mí. —Esta vista... es impresionante. —Sí, lo es. Pero puedo ver en el reflejo que él no está mirando el cielo nocturno en absoluto. Él me está mirando a mí. Sus manos se posan en mi cintura y me tira contra él. él. —Es una lástima que te quitaras el disfraz —digo, inclinándome hacia — ¿Por qué lo dices? —Porque podría haber hecho una broma como ¿Es un cuchillo lo que estás sosteniendo o simplemente estás feliz de verme? Él se ríe, frotando su erección contra mi trasero, enterrando su rostro en mi cabello. —Oh, estoy muy feliz de verte. Te puedo asegurar eso. —Así parece. Intento girarme en sus brazos, pero no me deja. En cambio, me aprieta contra la ventana fría, pasa sus manos a lo largo de mis brazos y los levanta, descansando mis palmas contra el vidrio. —Mantenlas ahí. —Pasa las puntas de sus dedos por mis brazos y baja por mis costados hasta que golpea mi cintura nuevamente. Lentamente, levanta la tela, amontonándola en sus manos—. Estoy tan jodidamente feliz de que hayas traído un vestido. Lo empaqué para usarlo mañana, pero terminó siendo útil esta noche. En este momento, con las manos de Collin deslizando la tela por mi cuerpo, no estoy molesta por eso. El aire fresco choca contra mí, mi vestido ahora completamente recogido en mis caderas. Sus dedos se enganchan en mis bragas. 202 —No te atrevas a romperlas. Una risa baja y retumbante lo deja. —Sí, señora. —Presiona sus labios en mi oreja—. Oh. Nuevo fetiche desbloqueado. Una risa brota de mí, pero rápidamente se transforma en un gemido cuando él muerde ese lugar justo debajo de mi oreja. —Me encanta tu sabor. —Otro bocado. Una lamida. Sus dedos se aprietan en mis caderas, clavándose en mí, casi magullándome. Se pone de rodillas, arrastrando las bragas de encaje por mis piernas hasta que me las quita. No tengo ni idea de lo que hace con ellas, y no me importa. No cuando sus manos están sobre mí, acercándome hasta que mi espalda está arqueada, mi mejilla aún presionada contra la ventana. Empuja mi vestido alrededor completamente expuesta a él. de mi cintura, dejándome —Sostén tu vestido —indica, y escucho, agarrando el material en una mano. Mientras sus manos recorren mi trasero, un solo dedo recorriendo el medio—. Hermosa. Coloca un suave beso en mi espalda baja mientras se acerca, su dedo encuentra mi clítoris. Tomo un fuerte respiro ante el contacto. Ya estoy tambaleándome en el borde. Me besa de nuevo. Luego otra y otra vez. Más y más descarado mientras continúa frotando círculos contra mi muy hinchada protuberancia. De repente se pone de pie, y los sonidos de él desabrochándose los pantalones llenan el aire. No quita su dedo de mi clítoris ni una sola vez, ni siquiera cuando empuja la punta de su pene contra mí. Tiene cuidado de no penetrar porque ambos somos conscientes de que no lleva condón, pero de repente necesito sentirlo sin nada. Empujo contra él, una invitación. —Por favor. 203 No tengo que decírselo dos veces. Se empuja como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, lenta y suavemente, disfrutando de la forma en que se siente tenerlo dentro de mí sin nada entre nosotros. Una vez que está enterrado hasta el fondo, comienza a bombear con movimientos cortos y lentos. La aspereza de sus jeans rozando mis piernas se siente como una sensación completamente diferente. Se siente travieso estar jodidamente vestido. —Demasiado bueno. —Recoge mi cabello suelto en su mano libre, tirando de él lo suficiente como para que me duela—. Demasiado jodidamente bueno. Sus labios encuentran mi cuello y deja un rastro de besos, todavía deslizándose lentamente dentro de mí. —Podría acostumbrarme a esto —murmura en mi oído. Yo también. Tanto que me da miedo. Hace que mi corazón duela de anhelo. Pero no le digo eso. No puedo. Cierro los ojos con fuerza, bloqueando los pensamientos mientras agrega otro dedo a mi clítoris, su toque se vuelve más firme, al igual que sus caricias. Nuestras respiraciones se agitan, la ventana se empaña con el calor proveniente de nuestros cuerpos. Los dos estamos cerca. Cuando abandona mi cabello para presionar su pulgar contra mi ano, todo lo que se está construyendo dentro de mí se rompe y me vengo con una fuerza que nunca antes he experimentado. Collin sale, agarrando mis caderas y derramándose sobre mi espalda baja, como si me estuviera reclamando. Deja caer su frente entre mis omóplatos mientras respiramos con dificultad, sus dedos se flexionan y se relajan en mis caderas una y otra vez. 204 —Eres una mujer hermosa, Harper —dice en voz baja—. Pero eres aún más impresionante después de que te he marcado. Me hace girar en sus brazos y choca su boca contra la mía. No sé cuánto tiempo nos quedamos allí besándonos, pero en algún momento él me toma en sus brazos, llevándome a la ducha... donde lo hacemos todo de nuevo. Después de patinar por la mañana, porque los Comets tienen un juego esta noche, Collin me saca de su cama con la promesa de donas. Cuando llegamos a la joya oculta, Scout's Sweets, mis ojos casi se salen de mi cabeza por la fila. Son por lo menos diez personas. Al mediodía. El camión de comida está pintado de un azul brillante, a juego con la caja de donas que me trajo Collin. Hay algunas mesas afuera y una pequeña estantería a la izquierda del camión. Es lindo y atractivo. —Santa mierda —susurro—. Esto es una locura. —Lo es, pero vale mucho la pena. —No tenemos que esperar en esta fila —digo—. Podemos ir a Dee Dee's o algo así. Él me da una mirada aguda. —Muérdete la lengua, mujer. Estoy a punto de hacer un comentario sarcástico e inapropiado cuando un niño pequeño se nos acerca. —Hola, señor —dice, tirando de la chaqueta de Collin, inclinando su cabecita hacia atrás para mirarlo—. ¿Eres ese tipo de hockey, no es así? Collin sonríe. —Depende. ¿Eres fanático de los Comets? El niño pequeño infla el pecho. —Claro que sí. 205 —Oh, Dios mío —exclama una mujer a unas pocas personas frente a nosotros, girándose para mirar. Cuando ve al niño de pie junto a Collin, se lanza hacia nosotros. Collin levanta su mano hacia ella, haciéndole saber que está bien. —Entonces, sí, soy ese tipo de hockey. —Se agacha hasta que está a la altura de los ojos del pequeñín que no puede tener más de cinco años—. Mi nombre es Collin Wright. ¿Y el tuyo? —Jefferson. —Jefferson, ¿eh? —Sip. —Él asiente.—. Pero todos mis amigos me llaman Jeff. Como mi mamá dijo que tú y yo no podemos ser amigos, supongo que debes llamarme Jefferson. —¿No puedo ser tu amigo? ¿Por qué no? Engancha los pulgares en las trabillas de su cinturón y patea las rocas del suelo. —Dijo que eres demasiado famoso y que no tienes tiempo para chicos malos como yo que no limpian sus habitaciones. Collin mira hacia el cielo, tratando de no reírse del pobre niño. —Bueno, te diré algo, si me prometes que limpiarás tu habitación hoy cuando llegues a casa, seré tu amigo. Diablos, incluso seré tu mejor amigo. Los ojos de Jefferson se iluminan. —¿De verdad? Oh, hombre. Petey va a estar tan celoso de que seas mi mejor amigo y ya no él. Es tonto de todos modos. Me robó el chicle. ¿Puedes creerlo? —Niños, hombre. —Sí, niños, hombre —repite Jefferson, luego engancha los meñiques con Collin. Algunas otras personas en la fila se dan cuenta de su intercambio, y no tarda mucho en formarse una fila para él también. Se mantiene tranquilo al respecto, firmando todo lo que le ponen delante, entablando una conversación educada, respondiendo a sus preguntas. 206 Cuando finalmente llegamos al frente de la fila, puedo decir que está cansado y necesita desesperadamente su siesta antes del juego. —Hey, Scout —le dice a la mujer en el camión de comida con familiaridad. Ella le da una sonrisa tímida. —Hey, Col. ¿Quieres lo de siempre? —Por favor, y lo que quiera Harper aquí. La mujer me mira y espero ver celos en sus ojos, pero no hay nada más que calidez. —Hola. —Saluda—. Soy Scout. Es genial conocerte. —Igualmente. Me muero por decirte que tus donas son increíbles desde que Collin las trajo a mi casa. —¿Él te llevo mis donas? —La sorpresa ata su voz. Asiento y sus ojos se mueven hacia Collin, quien le da una expresión de aburrimiento que no me creo. —¿Qué? —Se encoge de hombros—. No es gran cosa. —Ajá. —Presiona algunos botones en la pantalla, murmurando algo que no puedo descifrar—. ¿Qué puedo conseguirte? —Tomaré dos Ding-a-ling Dongs y un gran café helado. —Por supuesto. ¿Quieres añadir algún jarabe? —¿Tienes lavanda? —Oh. —Scout se agarra el pecho. —Una chica según mi propio corazón. —Ella mira deliberadamente a Collin—. Ella me gusta. —Sí, únete al club —dice, y no me pierdo la sonrisa tirando de sus labios. —Si eso es todo, serán ocho dólares con setenta y cinco centavos. ¿Lo quieres en tu cuenta? Collin asiente. —Por favor. —Seguro. Dame unos minutos y lo llevaré. 207 Nos dirigimos a una de las pocas mesas vacías, y Collin se desliza a mi lado en lugar de frente a mí. —Así que tienes una cuenta aquí, ¿eh? —No le digas a mi nutricionista, pero sí. —Tu secreto está a salvo conmigo. —Mantenlo así, ¿sí? Porque no quiero que los otros chicos se enteren de este lugar y me lo arruinen, ¿sabes? Aprieto mis labios y tiro la llave. Presiona un beso en mi sien. —Y es por eso que me gustas. —Oh, ¿es por eso que te gusto? El calor destella en sus ojos. —Entre otras razones. —Roza sus labios contra mi oído—. De las que te hablaré con gran detalle más adelante. Me estremezco ante su promesa, y él se ríe. Otro grupo de niños pequeños llama su atención y le hago un gesto para que se vaya, haciéndole saber que estaré bien por mi cuenta. Lo veo interactuar con cada persona como si fuera especial y tuviera toda su atención. Es notable, de verdad. No tengo idea de cómo lo está haciendo. Estoy cansada por él. —Es bueno con ellos, ¿eh? Lo bombardean mucho cuando viene y, al principio, espere que simplemente dejara de aparecer, pero nunca lo hizo — dice Scout, dejando nuestra caja de donas y nuestros cafés en la mesa—. También puse algunos paquetes de crema y azúcar en la caja. No estuve segura de sí los necesitarías o no. —Gracias. Lo aprecio. —Por supuesto. —Ella se desliza en el lugar frente a mí—. Entonces, ¿cuánto tiempo hace que tú y Collin se han estado viendo? —Oh… Ella agita sus manos. 208 —No, sabes qué, no es de mi incumbencia. Solo soy entrometida y me gusta estar al día con mis clientes habituales. Ninguno de los otros muchachos del equipo te ha mencionado, así que solo tenía curiosidad. —¿Otros jugadores vienen aquí? —Oh sí. Varios de ellos lo hacen. Y por alguna razón, todos parecen pensar que son los únicos que conocen este lugar. Es divertidísimo verlos tratar de pasar de puntillas uno alrededor del otro. —Los hombres son tan despistados a veces. Ella resopla como si supiera demasiado bien de lo que estoy hablando. —Amén a eso. —Tu pregunta no fue invasiva, por cierto. Yo… Bueno, la línea de tiempo de las cosas es un poco complicada. —¿Cómo es eso? Le doy una breve historia de cómo nos conocimos originalmente, luego nos encontramos en la aplicación y una vez más en el partido de hockey. Al final, ella niega con la cabeza, frunciendo los labios con incredulidad. —Debería negarle las donas. Qué completo idiota. —Oh, completamente. Estaba furiosa al principio. —Miro hacia él. Actualmente está sentado en el suelo, con las piernas estiradas frente a él, mostrando algo a los niños. Todos están haciendo exactamente lo que él está haciendo—. Pero… —me encojo de hombros—. Aquí estoy. —Creo que es dulce que ustedes dos se enamoren así. Yo... ¡oh! —Ella se sienta—. Wow. Tu rostro cambió totalmente cuando dije eso. Lo siento. Me excedí de nuevo. Le doy una pequeña sonrisa. —Está bien. Realmente no hemos hablado más sobre lo que estamos haciendo. Hay momentos en los que no se siente del todo casual, como si algo más hubiera florecido entre nosotros y nos saltáramos eso. Pero cada vez que esos sentimientos comienzan a surgir, me recuerdo a mí misma que solo nos estamos divirtiendo. Collin tiene una carrera de la que preocuparse, y yo no busco nada serio. Es el escenario perfecto, de verdad. 209 Abre la boca, luego vuelve a juntar los labios de golpe, apretándolos. —Eh. ¿Quién necesita etiquetas de todos modos? Ustedes dos son adorables juntos sin importar qué. —Gracias. —Debería volver. Tengo un montón de cosas que hacer antes de cerrar por el día. —Ella se pone de pie—. Espero que te encanten las donas. Siéntete libre de contarles a todos tus amigos sobre ellas. —Oh, definitivamente lo haré. Ella va a alejarse, luego se gira hacia mí de nuevo. —¿Puedo decir algo más que podría pasarse un poco de la raya? —Por supuesto. —Collin no trae a nadie aquí. Como, literalmente, a nadie. Cuando su familia estuvo en la ciudad la última vez, ni siquiera los trajo. Entonces, tómalo como quieras. Eso... me sorprende. Y tampoco estoy segura de lo que eso significa. De todas las personas, ¿por qué yo? Scout me da una sonrisa suave. —Ojalá te vea por aquí, Harper. —Lo harás —prometo. Ella regresa a su camión y yo pruebo mi desayuno, viendo a Collin continuar hablando con una persona tras otra. Lo juro, tienen que estar llamando a sus amigos en este momento, pero él se lo está tomando todo con calma con la paciencia de un santo. Como si pudiera sentir mis ojos en él, me mira y me guiña un ojo. Vuelve ese mismo sentimiento de anhelo de anoche. Podría acostumbrarme a esto, dijo. ¿Y la parte más aterradora de todas? Yo también podría acostumbrarme. 210 19 Collin Un disco sale volando por el hielo, justo fuera del alcance de Rhodes, y Colorado lo tomó. Han estado jugando este juego con nosotros durante los últimos cinco minutos, arrojándolo al hielo cada vez que se acerca a ellos una y otra vez, agotando el tiempo. Estamos perdiendo por un punto, pero todavía hay tiempo suficiente en el reloj para volver a marcar. Lo sabemos, y Colorado también. Se hace contacto visual entre los jugadores en el hielo, y el mensaje es claro: no intentes nada sofisticado. No intentes ser el héroe. Tirar todo lo que tenemos a la red. Y eso es lo que hacemos. Excepto que un pase errante salta sobre una hoja y luego Colorado tiene la posesión y están volando por el hielo... directamente hacia nuestra red vacía. Y así, nuestra racha ganadora llega a su fin. Con la cabeza agachada, patinamos fuera del hielo y nos dirigimos al vestuario impregnados de un hedor a sudor y derrota. Estuvimos a solo una victoria de batir un récord de franquicia, por lo que este duele más que de costumbre. Tan, tan cerca. —Salimos y les dimos un infierno. Siéntete orgulloso de eso. Los ojos del entrenador escanean la habitación, aterrizando en cada uno de nosotros por un momento sólido antes de pasar al siguiente. —Está más allá de nosotros. No hay nada que podamos cambiar ahora. Avancemos. —Él aplaude—. Vamos a subir al autobús. Vayan a casa y descansen. ¿Entendido? 211 Todos damos algún tipo de afirmación verbal y ponemos nuestros culos en marcha. —Oye, hombre —dice Rhodes a mi lado, quitándose las almohadillas— . Ese fue un pase loco para Miller. —Sí, lástima que Colorado lo recogió y anotó. —Eso depende del chico, no de ti. Él debería haber estado allí. Me encojo de hombros. Puede decir todo lo que quiera, pero ambos sabemos que no es cierto. Era un pase peligroso, un riesgo total. Y la recompensa simplemente no estuvo allí. Estamos a mediados de noviembre y vamos bien en la clasificación, ocupando el tercer lugar sin problemas. Pero sé que, si no mantenemos nuestro impulso, nos deslizaremos hasta el fondo en poco tiempo. No quiero estar en el fondo. Quiero ayudar a llevar a mi equipo a la cima, hasta las Finales. ¿Y esta vez? Quiero jodidamente ganar. —Estamos cansados, hombre. Estoy en el camino demasiado tiempo. Tenemos una buena racha de partidos en casa y siempre jugamos mejor en nuestro hielo. —Sí, seguro. Tiene razón en parte de eso. Estamos cansados. Llevamos casi diez días en la carretera, uno de los tramos más largos de la temporada. La vida en el hotel no es lo peor del mundo, pero pasa de moda después de un tiempo. Te desgasta. Estoy más que listo para estar de vuelta en mi propia cama otra vez... y tener a cierta persona allí conmigo. El vestidor está en silencio mientras nos duchamos, recogemos nuestro equipo y nos ponemos los trajes de nuevo para el viaje en autobús al aeropuerto. A veces esperamos hasta la mañana siguiente para volar de regreso a casa, pero esta noche, después de estar tanto tiempo fuera, todos estamos ansiosos por regresar, así que abordamos nuestro vuelo inmediatamente después del partido. Es tarde, o temprano, según se mire, cuando aterrizamos de nuevo en la costa este. 212 Estoy jodidamente derrotado. Cansado hasta los huesos. No me quedo para conversar y me subo a mi auto y me voy a casa para poder dormir un poco. Excepto que entro en el complejo de apartamentos de Harper, y solo entonces me doy cuenta de lo que he hecho. Tenía la intención de conducir a casa, y conduje hasta ella. Durante mucho tiempo, me siento en mi auto tratando de averiguar qué diablos significa eso. No es casual, eso seguro. Y no es amor porque no hay forma de que Lowell y Rhodes tengan razón. No estoy enamorado de ella. No puedo estarlo. Por tantas razones. Se supone que esto que estamos haciendo es algo para distraer mi mente del juego. Se supone que es divertido y fácil, sin ataduras. Solo aliviando la tensión. Es para el equipo. Además, si esto significó algo, que no es así, no puedo invertir en otra persona en este momento, no cuando no sé si estaré aquí la próxima temporada o no. Pero... tenía la intención de conducir a casa, y conduje hasta ella. Me trago esa dura verdad, y cuando el reloj marca las 3 a.m., tengo la sensación de que tal vez... solo tal vez... Lowell y Rhodes tenían razón. Creo que estoy enamorado de Harper. Estoy vestido con un traje todos los días de juego de mi vida, por lo que nunca siento que son un atuendo especial. ¿Pero de pie frente a Harper, con la boca abierta y pura lujuria sin filtrar en sus ojos? Sí, me siento muy bien en este momento. Sonrio. —Te lo dije. 213 —¿Eh? —Lentamente, y quiero decir lentamente, arrastra sus ojos por mi cuerpo y me mira a los ojos. —Que me veo bien con un traje. Te lo dije. Su lengua se desliza por su labio inferior mientras deja que sus ojos deambulen una vez más. —Sí lo hiciste. —¿Por qué siento que estás a unos dos segundos de arrastrarme a tu apartamento y salirte con la tuya conmigo? Ella arquea una ceja. —¿Te quejarías si lo hiciera? —Diablos, no. —Ella se abalanza sobre mí y esquivo su alcance impulsado por la libido—. Pero Ryan podría. —¿Quién? —ella finge. —Mejor amiga. De este tamaño. —Levanto mi mano indicando la estatura de Ryan—. Ardiente y ligeramente aterradora. También conocida como, la mujer a la que definitivamente no voy a traicionar. Harper inclina la cabeza hacia atrás, gimiendo. —¿Tenemos que irnos? Odio el poblamiento. —Sí. Tenemos que irnos. —Pero... sexo. —Ella hace pucheros. —Pensé que no todo se trataba de sexo. —Tú dijiste eso, no yo. Solo estoy aquí por el sexo. Alejo escozor que provocaron sus palabras. —Vamos. Vamos a apoyar a tu amiga. La empujo por la puerta, espero mientras cierra con llave, luego la guío hacia el ascensor. Cuando entramos, ella me mira. —Sabes que solo estaba bromeando sobre el tema del sexo, ¿verdad? No estoy muy seguro. —Lo sé. 214 —Bien. Porque me gustas, Collin. Me gusta lo que tenemos. Es divertido y no hay expectativas. Las cosas están bien así. Podrían ser mejores. Podríamos ser mejores. Estoy enamorado de ti. Pero no digo nada de eso. En cambio, la acerco a mí y cubro su boca con la mía, esperando que mi beso hable por mí. —Está bien, entonces explícamelo de nuevo. Estamos parados frente al proyecto interactivo de Ryan. Hay una cámara elegante instalada frente a un fondo blanco liso. Ryan está actualmente detrás de la cámara, fotografiando a la pareja que está frente a ella. Harper se inclina y señala con el dedo a la pareja que actualmente está frente a la cámara. —¿Ves los auriculares? Grabas algo en esa cabina de allí, un mensaje para el otro. Algo divertido, algo dulce, lo que quieras. Luego, te paras frente a la cámara y los escuchas. Ryan les dará una señal de cuándo va a encenderlo y luego dejará que la cámara capture su reacción. Creo que su plan final es tomar imágenes fijas de las sesiones e imprimirlas. algo? —Eh —digo—. ¿Así que solo está capturando tu reacción al escuchar Ella asiente. —Sí, tu reacción inicial. Puede decir mucho sobre una persona, ya sabes. Apuesto a que las fotos van a ser impresionantes. —Ustedes, la gente artística, son raros. Ella frunce su ceño juguetonamente. —Sabes que tenemos que hacerlo, ¿verdad? 215 —¿De verdad? ¿Quieres ser parte de este experimento humano? —Por supuesto. —Encojo mis hombros—. ¿Porque diablos no? Además, nada me gustaría más que una fotografía de tu rostro cuando dije algo sucio. La colgaría en mi sala de estar. —No tienes ninguna foto en tu sala de estar. —Aún no. —Guiño un ojo. —¿De verdad quieres hacerlo? —Sí, realmente quiero. —Muy bien. Se lo diré a Ryan. El vestido largo de color verde oscuro que lleva puesto, que se adhiere a sus curvas hasta las rodillas y luego se ensancha, roza mi pierna mientras se aleja. Ella le dice algo a Ryan, quien aplaude emocionada, luego me hace señas. —Oh, Dios mío —chilla cuando me acerco—. ¡Estoy tan emocionada de que ustedes estén haciendo esto! Quiero decir, iba a obligarlos a hacerlo de todos modos, pero estoy encantada de que se ofrezcan como voluntarios. —Ella sacude sus hombros—. Muy bien. Entonces, lo que deben hacer es ingresar a las cabinas y grabar un mensaje. Puede ser tan corto o tan largo como quieran. Cuando hayas terminado, enciende el interruptor de la luz y vendré a buscarte cuando estés listo. Te quedarás aquí y escucharás y yo lo capturaré todo. Luego volverás a la cabina mientras el otro va. ¿Suena bien? —Suficientemente fácil. Ryan nos lleva a las cabinas. Cada uno toma una habitación, y cuando la puerta se cierra detrás de mí, hay silencio. Está totalmente insonorizado aquí. No puedo oír nada de la proyección exterior. Sentado en el medio de la habitación hay un taburete y una grabadora. Hay una tarjeta con instrucciones básicas, y eso es todo. Nada más. Tomo la grabadora y me siento, esperando que algo me golpee. 216 Algunas cosas pasan por mi mente, especialmente las sucias porque no estaba bromeando sobre querer una prueba fotográfica de la forma en que sus ojos se iluminan cuando digo algo inapropiado. Pero nada suena lo suficientemente bueno. Nada suena bien. Así que cierro mis ojos, relajo los hombros y aclaro la mente. Es lo mismo que hago antes de cada partido. Me tomo un momento para respirar, para centrarme. Tardo varios segundos en acertar, y cuando lo hago, llevo la grabadora a la boca y hablo con mi corazón. —Está bien, ¿estás listo? —pregunta Ryan, su voz amortiguada pero audible a través de los auriculares con cancelación de ruido. Le doy un pulgar hacia arriba. —Todo bien. —Ella levanta tres dedos—. Tres, dos, uno. Presiona el botón de reproducción y, durante mucho tiempo, no sucede nada. Es silencio. Pero si contengo la respiración y escucho atentamente, puedo escuchar débilmente el suave susurro del vestido de Harper cuando se sienta en el taburete. Debió haber tocado el botón de grabar cuando lo recogió. —¿Qué diablos voy a decir? Su voz sale a través de los auriculares en un susurro, y claramente que no tiene idea de que está grabando. —Ugh, solo puedo imaginar lo que dijo. Probablemente sea coño. Oh hombre. Espero que diga coño. Esa palabra realmente me hace algo. Me rio. —Pero no —continúa—. Probablemente esté diciendo algo grandioso. Algo épico. Porque así es él. Él es perfecto. 217 Ella gime, su voz cada vez más fuerte. Creo que dejo caer su cabeza en su mano, su boca ahora más cerca del micrófono. —Puaj. ¿Por qué tiene que ser tan perfecto? ¿Por qué? Todos los perfectos terminan siendo los mayores rompecorazones. Yo debería saberlo. Mi padre también era perfecto. El mejor papá, el mejor esposo. Pero nada de eso importaba porque al final, no era más que un idiota mentiroso y tramposo que rompió el corazón de mi madre de la peor manera. Es decir, ¿qué pendejo sale a por un pedazo de culo en medio de una tormenta de nieve y se mata? Mi padre, ese es quién. Hay un crujido mientras se reajusta. —Pero Dios… la forma en que me mira a veces. Es como si estuviera asomándose a mi alma. Como si me viera en toda mi incómoda gloria y realmente le gustara. Le gusto. Se... se siente tan bien ser querido así. Ella suspira pesadamente. —Creo que lo molesté antes cuando le dije que solo era sexo para mí. Fue una mentira. No es solo sexo, y me asusta mucho. Me asusta porque creo que tal vez se esté enamorando de mí y yo... no puedo. No puedo enamorarme de él. No puedo exponerme así. No puedo dejar que sea el segundo hombre que rompa mi corazón. Él es... No vale la pena. Ella exhala bruscamente. —Está bien, Harper. Puedes hacerlo. Solo di algo divertido. Dile que tiene un lindo trasero o algo así. —Sí, eso es con lo que iré. Sin darse cuenta de que ya estaba grabando, el aire se apaga cuando hace clic en el botón. No me muevo No puedo. Pensé que el peor momento de mi vida fue cuando la lámpara se encendió en la prórroga del Sexto Juego. Pero no. Eso es todo. ¿Porque la chica de la que estoy enamorado? ¿Por la que acabo de confesar mis sentimientos en esa grabación que está a solo unos minutos de escuchar? 218 Acaba de decirme que no valgo la pena. 219 20 Harper La tensión en el auto es espesa. Sofocantemente espesa. Cuando escuché el mensaje de Collin, no quería nada más que una Boca del Infierno que se abriera debajo de mí y me tragara por completo. No habría un Slayer rudo entrando y salvando el día tampoco. Merezco todo el dolor y el castigo. Porque le dije que su trasero era bonito. ¡Mierda, le dije que su culo era bonito! ¿Y qué me dijo? No importa. No importa porque todo lo que pude pensar en decir fue algo estúpido, y cada palabra que pronunció con esa profunda y seductora voz suya fue lo opuesto a eso. Fue perfecto. Hizo que mi corazón se acelerara. Hizo que mis dedos hormiguearan. Me hizo sentir viva. Y lo arruiné todo. —Col… —Creo que deberíamos dejar de vernos. Esas seis palabras se sienten como mil cuchillas de afeitar diminutas cortando mi piel al mismo tiempo. Pero... creo que tiene razón. También creo que deberíamos dejar de vernos. Porque claramente no estamos en la misma página. Creo que tiene un buen culo, ¿y él? Él… 220 No puedo decirlo. Ni siquiera puedo pensarlo. Duele mucho. —Está bien. —Está bien —repite, entrando en mi complejo de apartamentos. Empuja la palanca de cambios a la posición de estacionamiento y apaga el auto. Abre la puerta y rodea la parte delantera del vehículo hacia la mía. Por supuesto que me va a acompañar. Por supuesto que va a ser un maldito caballero. Abre mi puerta y me tiende la mano. Reflexivamente, deslizo mi palma contra la suya, dejando que me ayude. No me molesto en reconocer el hormigueo que recorre mi cuerpo. Hace clic en el llavero para bloquear su auto, luego apoya su mano en mi espalda baja, guiándome hacia el edificio. No hablamos cuando entramos en el viejo y estrecho ascensor. Cuando llegamos a mi puerta y empujo la llave en el agujero, estamos en silencio. Incluso cuando Collin me sigue dentro y por el pasillo hasta mi habitación, hay silencio. Cuando me quita el vestido de mi cuerpo y se entierra dentro de mí... silencio. Este es nuestro adiós. Él lo sabe y yo también. No tratamos de arruinarlo con palabras. Por la mañana, cuando me despierto en una cama fría y vacía, es cuando vienen las lágrimas. Lo sostuve con el brazo extendido. Me negué a dejarlo entrar por miedo a que me rompieran el corazón. Fui una tonta al pensar que no me lo rompería de todos modos. 221 21 Collin —Colter, te juro que, si te metes en mi carril una vez más, te aplasto el culo. —Oh, vete a la mierda, Wright. —Patina hasta estar frente a mí—. Estas metiendo la pata toda la mañana. Ese no soy yo. —Me empuja—Eres tú. Le devuelvo el empujón. —Es una mierda. No puedes mantener tu mierda en orden, disparando discos por todo el hielo como un novato. —¡Oye! —protesta Miller. Lo ignoramos. —Algunos de nosotros estamos aquí tratando de arreglar la mierda. —Apuesto a que es tu culpa —se burla Colter—, esta racha perdedora que tenemos. La has jodido, ¿verdad? —Aprieta su nariz contra la mía— ¿Qué pasa? ¿Tu pedacito de cola se te escapó? Se acabó el amuleto de la buena suerte para ti. No te la follaste lo suficientemente bien, ¿verdad? — Se ríe—. Deberías haberla enviado a mi lado. Me habría ocupado de ella. Por segunda vez esta temporada, ataco a mi propio compañero de equipo. Sólo que esta vez, no recibe ningún golpe en absoluto. Le hago llover golpe tras golpe, golpeándolo por todas las veces que me molesto en el pasado. Mis nudillos empiezan a doler, y ni siquiera me importa. Los golpes sientan bien porque cualquier cosa es mejor que lo que siento ahora mismo. Un brazo rodea mi cintura, apartándome de mi compañero derribado. Está ensangrentado e hinchado y me importa una mierda. 222 —¡No hables de ella, ! No te acerques a ella —grito mientras Lowell me arrastra fuera del hielo—. ¿Me oyes, Colter? —Suficiente —dice Lowell en voz baja en mi oído—. Has terminado. No me suelta hasta que salimos del hielo y bajamos por el túnel. —Maldita mierda —dice a la espalda mientras me sigue al vestuario. Me desplomo en el banquillo, apoyando mi cabeza en las manos, intentando ocultar lo mucho que me tiemblan. —¿Qué demonios ha sido eso, Col? Has estado implacable. —Sí, bueno, el tipo ha estado sobre mi trasero toda la temporada. — Me siento de nuevo, inhalando un poco de aire, tratando de calmar mí ritmo cardíaco acelerado—. Estoy cansado de ello. —No. Esta vez lo has provocado tú. Hay algo más que eso. —Lowell se pone a mi lado con las manos en sus caderas—. ¿Qué pasa, amigo? ¿Qué pasa? Lo que pasa es que me siento jodidamente miserable. No he visto ni hablado con Harper en una semana. Apenas puedo dormir, se hace un nudo en mi estómago y cada vez que hago algo para intentar olvidarme de la mierda, es inútil porque siempre vuelvo a hablar de ella. Siento que vuelvo a estar como al principio de la temporada, el peso de todo aplastándome, sacando el aire de mis pulmones y me asfixia. Lo peor es que vuelve a ser mi estúpida culpa. Pero no le digo todo eso. De hecho, no digo nada en absoluto. Se sienta a mi lado y suspira. —¿Es cierto lo que dijo Colter? ¿Han roto Harper y tú? —Nunca estuvimos juntos. Levanta una ceja. —A mí me lo pareció. Sí, a mí también. —No. 223 Se limita a asentir. —Muy bien. Te dejaré creer esa historia si quieres. —Pasa una mano por su rostro—. Mierda, amigo. Le diste una buena paliza. —Se lo merecía. Los labios de Lowell se mueven. —Tal vez. La puerta del vestuario se abre de golpe y yo gimo interiormente cuando el entrenador entra a toda prisa. —Tú. —Me señala, con su dedo temblando, probablemente por la ira. Irradia como si fuera el puto Godzilla cargado y listo para explotar—. Estás en la banca. —¡¿Qué?! —¡Chico! —Camina por el suelo, y se dirige a mi rostro—. Ese circo de ahí fuera fue una mierda, y no lo toleraré de nadie. Me importa una mierda cuántos puntos pongas. No me importa cuánto no te gusten tus compañeros de equipo. Me importa una mierda lo que ocurra en tu vida personal. Cuando estés en mi hielo, dejas tu mierda en la puerta. Te di un pase la primera vez, pero no dejaré que vuelvas a faltar al respeto a mi juego. ¿Me explico, hijo? Rechino mis dientes y asiento porque en el fondo sé que tiene razón. —Está claro, entrenador. —Bien. Ahora lárgate de mí vista. —Mira a Lowell—. Vuelve a salir. Luego se va, la puerta se cierra de golpe detrás de él igual que cuando entró. —¡Mierda! —grito, arrancando mi jersey por encima de mi cabeza, lanzándolo por la habitación—. ¡Hijo de puta! Lowell niega con su cabeza, con el ceño fruncido y decepcionado. —Me aseguraré de que Colter tampoco salga limpio. —No —digo mientras empiezo a quitarme el equipo—. Tú mismo lo dijiste dicho, yo lo provoqué. Él resopla, empujando fuera del banco. —Sí, pero la mierda que dijo no mejoró las cosas. 224 Se dirige a la puerta y luego vacila. —Oye, hombre, escucha. Si necesitas a alguien con quien hablar... —Estás ahí. Sí, lo sé. —¿Crees que quiero hablar contigo? De ninguna manera. Iba a cargarle esa mierda a Rhodes. Es tan buen oyente y todo eso. Por primera vez en lo que parecen días, una sonrisa se dibuja en mis labios. —Y si sirve de algo, siento que no haya funcionado con Harper. Me gustaba mucho. A mí también. En cambio, trago el nudo de mi garganta y digo: —Gracias, Lowell. —Por supuesto. Desaparece de nuevo por el túnel, y me quedo en el camerino sintiéndome tan derrotado y roto como hace seis meses. Lo único peor que estar en el hielo perdiendo es ver a tu equipo perder desde la banca sabiendo que podrías estar ahí abajo ayudándolos. —Mierda. Esto apesta tanto. —¿Ya te sientes como un imbécil por haber defraudado a tu equipo? Miro fijamente a Shep, que está sentado en el palco privado del equipo a mi lado. Cuando le dije que no iba a jugar esta noche, insistió en venir a hacerme compañía. Creo que quería asegurarse de que no iba a saltar del palco o algo así. —A veces te odio de verdad —digo. Se ríe, sin importarle una mierda. 225 El segundo periodo termina y me estremezco cuando miro el marcador. Es 3-0, y con la forma en que están jugando, no veo cómo va a mejorar. Como Lowell prometió, Colter también está fuera esta noche. Creo que podría tener más que ver con lo hinchados que están sus ojos, pero aun así. Entonces —dice Shep—, ¿alguna vez vas a contarme lo que pasó? final. —Te lo dije. Pelee con Colter. El entrenador no estaba contento. El —Claro. Claro. Y la razón por la que te metiste con él fue... Encojo mis hombros. —Conoces al tipo. Dímelo tú. Shep se ríe. —Me parece justo. Pone su mano sobre el estómago y estira las piernas hacia delante. Frunce sus labios, mirando alrededor del palco ostentoso, silbando una suave melodía que me pone cada vez más nerviosa. Lo ignoro. Lo hace más fuerte. —Mierda —Lanzo las manos al aire—. Está bien, ¿de acuerdo? Te lo voy a contar. Sonríe victorioso y espera a que le cuente todos los sórdidos detalles. —No hay mucho que contar. Estaba saliendo con una chica y... —¿La que te tenía todo sonriente y todo eso? —Sí. —Aclaro mi garganta, tratando de mantener toda la emoción fuera de mi voz—. No funcionó. Nosotros... eh... queríamos cosas diferentes. Rasco mi barba que estuve dejando crecer la última semana. Y cuando digo que la deje crecer, me refiero a que fui demasiado perezoso para afeitarme. ¿Qué sentido tiene? No es que vaya a enterrar mi rostro entre los muslos pronto. —¿Y? —Shep presiona cuando no digo nada más. —¿Y qué? 226 —¿Eso es todo? ¿Esa es la razón por la que estás sentado aquí esta noche? ¿Porque una chica a la que te estuviste follando decidió seguir adelante? Mis ojos se entrecierran ante su elección de palabras, y lentamente, las cejas de Shep se elevan cada vez más. —Oh. —Asiente una vez—. Estás enamorado de ella. Me muevo en mi asiento ante su afirmación. Él se sienta. —Estás realmente enamorado de ella. Y ella no te corresponde. Inclino mi cabeza hacia atrás. —Sí, porque eso es justo lo que necesitaba oír ahora mismo. —¿Qué pasó? —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, ¿qué paso? ¿Por qué no corresponde a tus sentimientos? ¿Es porque tu polla es pequeña? —Vete a la mierda —murmuro, y él se ríe—. No. En realidad, es porque soy demasiado perfecto. Su rostro se tuerce. —¿Qué dices? Explico lo que pasó en la exposición de arte y todo lo que dijo en la grabación que no sabe que escuché. Cuando termino, no dice nada durante mucho tiempo. Luego, finalmente, dice: —Puede que esto no sea lo que quieres oír, pero entiendo de dónde viene. —¿Lo entiendes? —Sí. Quiero decir, ella pasó toda su vida pensando que sus padres tenían este matrimonio perfecto, y eso se hizo añicos de una manera grande. Está asustada. A veces el miedo te hace hacer cosas realmente estúpidas. —¿Por qué suena como si hablaras por experiencia? Se ríe sombríamente. 227 —Porque lo sé. Porque fui Harper antes. Aleje a la gente que quiero por miedo, y me arrepiento de esos años que perdí cada día. —Da una palmadita en mi espalda—. Ella entrará en razón. —¿Y si no lo hace? —Entonces puedes seguir enfadado con el mundo y dejar que arruine todo aquello por lo que te has esforzado, o puedes canalizarlo en algo grande que pese, digamos, unos treinta y cinco kilos. —Levanta una ceja—. ¿Sabes a qué me refiero? —Te entiendo. Concéntrate en la temporada. No dejes que esto se interponga en tu camino. —Bien. Pero, ¿Collin? Lo miro y él está mirando hacia el hielo, observando al conductor del Zamboni limpiar. —El verdadero amor no aparece a menudo. Demonios, a veces nunca aparece. Pero cuando llega... vale la pena esperar. Confía en mí. ¿Por Harper? Esperaría para siempre. 228 22 Harper —De acuerdo. Te doy hasta la cuenta de diez para que guardes todas tus cosas espeluznantes, porque voy a entrar. Ojalá me sorprendiera que Ryan estuviera de pie en la puerta de mi estudio amenazando con irrumpir, pero como no la he visto en más de una semana, sabía que este día iba a llegar. —¡Uno! Mierda. Debería recuperar mi llave de repuesto. —¡Dos! No me apresuro a limpiar nada, porque por primera vez en mucho tiempo, no tengo ganas de trabajar en nada. Mi trabajo, mi pasión, no me da ninguna alegría en este momento. En realidad, nada lo es. Ni mis películas de terror de toda la vida, ni mi bar de café, ni siquiera un baño en la bañera. Ya nada se siente bien, y puedo señalar el momento exacto en que comenzó. —¡Tres! Me levanto del taburete y abro la puerta de un tirón. —Diez —digo rotundamente. —No, cuatro. ¿No te ha enseñado nada el Conde von Count? —dice ella, entrando en mi estudio. Me dejo caer en el taburete y agarro el pincel. No es que esté pintando nada ahora mismo. Llevo mirando este lienzo en blanco desde que desperté esta mañana. Y cuando digo que desperté quiero decir que me levanté de la cama después de tres horas de sueño. 229 —Vaya —dice Ryan, viniendo a ponerse detrás de mí—. Es precioso. Realmente capta la emoción. No sé por qué, pero algo en sus palabras desencadena las compuertas, y las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos. —Oh, mierda. —Me toma en sus brazos, abrazándome con fuerza—. Lo siento. No quise hacerte llorar. No es su intención, pero me deja hacerlo de todos modos. No sé cuánto tiempo permanecemos allí con mis sollozos en su hombro, pero es lo suficientemente largo como para que, finalmente, las lágrimas ya no salgan. Lo único que hago es temblar. Ryan me dirige al taburete y luego desaparece durante menos de treinta segundos. Cuando vuelve, coloca una manta sobre mis hombros, envolviéndome con ella. En cuanto reconozco que es la manta que compré en la gasolinera durante mi mini viaje por carretera con Collin, vuelvo a llorar. Cuando por fin consigo que mis lágrimas se detengan por segunda vez, pasó mi mano por mi rostro con rabia. —Ni siquiera sé por qué estoy llorando. Soy yo la que lo deje. Yo soy la que quería esto. —Eso no significa que no vaya a doler. Sobre todo, porque estás enamorada de él. La fulmino con la mirada. —No lo estoy. Ni siquiera intenta ocultar su exasperación conmigo. —Sí, lo estás. —No lo estoy, Ryan. No hago eso del amor. —Lo estás, y puedo demostrártelo. Vuelve a desaparecer y esta vez la sigo. Me acurruco en el sofá mientras ella rebusca en su bolso y saca su computadora. Pulsa un montón de teclas y entonces un video mío aparece en la pantalla. Es de la exposición de arte. 230 —Sólo quiero que sepas que la única razón absoluta por la que escuché esto es porque eres mi mejor amiga y necesitaba saber cuánto debería repasar mi karate para poder patear el trasero de Collin por hacerte daño. —Una ceja perfectamente formada se levanta—. Pero resulta que es tu culo el que necesita una patada. Presiona play, y durante unos largos segundos no pasa nada. Entonces se oye un ligero crujido, y sé que es Collin moviéndose con la grabadora en su mano. Se aclara la garganta. —Entonces. Es una palabra (una palabra tonta y sencilla) y ya las lágrimas amenazan con derramarse de nuevo. —Supongo que debemos enviar un mensaje a la persona que está al otro lado de esta cosa, ¿eh? Ryan dijo que podía ser tonto o serio o algo intermedio. Apuesto a que esperas que diga la palabra coño, ¿no? Se ríe, y el sonido se desliza sobre mí como un cálido abrigo en un frio día de invierno. —Pero no lo voy a hacer. Bueno, mierda. Supongo que técnicamente lo hice, ¿eh? Otra risa baja. —Tengo que confesar algo. La semana pasada, cuando volví del partido en Colorado, todo lo que quería hacer era ir a casa y dormir. Así que en el momento en que nuestro avión aterrizó, estaba fuera y en mi auto sin tiempo para nada. Me puse al volante y conduje hasta mi casa. Sólo que no conduje hasta mi apartamento. Conduje hasta el tuyo. Al igual que la primera vez que la escuché, su confesión estruja mi corazón. —Al principio no lo entendí, así que me quedé sentado en mi auto en tu estacionamiento durante mucho tiempo. Como mucho tiempo más allá de lo apropiado. Intentaba averiguar por qué. ¿Por qué? ¿Por qué, cuando estaba muerto de miedo, cuando todo lo que quería era ir a casa, conduje hasta ti? —suspira—. Y entonces me di cuenta. Que cada vez que pienso en casa ahora, pienso en ti. Pienso en ti en la cama, esperando a que me meta en las sábanas después de un partido. Pienso en ti holgazaneando con esos ridículos pijamas con el sexy Michael Myers en ellos. Quiero decir, vamos, ¿qué demonios son esos? 231 —Grosero —murmuro. —Tampoco es en lo único que pienso, pero no voy a decir el resto en la cinta porque no estoy muy seguro de confiar en que Ryan no escuche esto. —Hombre inteligente —dice la mujer en cuestión. —Creo... creo que lo que estoy tratando de decir es que tal vez Lowell y Rhodes tenían razón. Tal vez la polla protesta demasiado y tal vez hubo una perturbación a la fuerza. Y quizás... quizás estoy enamorado de ti. —Se ríe secamente—. Oh, diablos. ¿A quién quiero engañar? No hay ningún “quizás.” Lo estoy. Sé que no es lo que dijimos que íbamos a hacer y entiendo que aún no estés aquí, pero no podía entrar en esta habitación sabiendo que tu reacción iba a ser captada por la cámara y no decírtelo. —Así que, Ryan, si estás escuchando... prepárate para hacer la toma. —Una breve pausa—. Te amo, Harper. Y te esperaré todo el tiempo que necesites. El volumen se corta y la pantalla se desvanece en negro. —¿Lo viste? —pregunta Ryan. —¿Ver qué? —Tu rostro... ¿lo has visto? Niego con mi cabeza. No estaba prestando atención. Ryan rebobina y pulsa el botón de reproducción. —Te amo, Harper —dice Collin de nuevo. —¿Lo has visto? Mira tus ojos. Mira lo que pasa cuando lo dice. Vuelve a darle al play. Esta vez, hago lo que dice. Y esta vez, lo veo. —La forma en que tus ojos cambian por completo... la luz que parpadea en ellos y transforma lentamente tu rostro... de eso se trata el proyecto, de capturar esa emoción cruda. —Señala la pantalla—. Eso me demuestra que tú también estás enamorada de él. Sería una idiota si intentara sentarme aquí y mentirle, decirle que no estoy enamorada de Collin. Pero... —No sé si puedo hacerlo —digo. 232 —¿Por qué no? ¿Por tu padre? —Sí. Lo sabes. —Sí lo sé. Igual que sé que es una razón de mierda. —¡Engañó a mi madre! ¡Murió, murió, porque la engañaba! Ella le dio todo a él y él la dejó rota y me dejó a mí. Me dejó rota. —Sé que te hizo daño. Lo entiendo. Pero no puedes esconderte de todo sólo porque tienes miedo de que te vuelvan a hacer daño. —Yo también puedo. —Bien. Puedes hacerlo. Pero vas a vivir una vida de mierda y te vas a perder muchas cosas. ¿No te parece irónico que te gusten las películas de terror, pero tengas demasiado miedo a enamorarte? —Las películas de terror son predecibles. El amor no lo es. —¡Esa es la mitad de la diversión! Arriesgarse, arriesgarse. Ese es el punto. —¿Pero si falla? —Entonces falla. Y duele y apesta. Pero te sacudes el polvo y sigues adelante. Sinceramente, si alguien me dijera que enamorarse iba a ser coser y cantar y que nunca habría ningún tipo de problemas, probablemente no querría enamorarme. —¿No lo harías? —No. Quiero decir, vamos. Incluso las comedias románticas tienen algún tipo de drama. Sería aburrido si sólo se enamoran y eso es todo. No habría... dinamismo, ¿sabes? Supongo que puedo ver de dónde viene, pero... —Tengo miedo. —Sé que lo tienes. Pero él no es como tu padre. —Ya lo sé. —¿Lo sabes? —¡Sí! Pero eso no hace que tenga menos miedo de amarlo. ¿Y si lo pierdo a él también? —¿Acaso no lo has hecho ya? ¿No prefieres amarlo ferozmente mientras puedas que no hacerlo? 233 No tengo que pensar la respuesta a esa pregunta porque es un sí rotundo. Prefiero tener algo de tiempo con él que no tener ninguno, y pensé que eso es lo que estuve haciendo al mantenerlo casual. Estuvimos juntos, pero no hubo ningún riesgo. de él. Fui una tonta al pensar que no había manera de que me enamorara ¿Cómo podría no hacerlo? —¿Qué se supone que debo hacer ahora? —Oh. —Ella golpea sus dedos con entusiasmo—. Me alegro mucho de que preguntes. Tengo una idea... 234 23 Carolina vs Nashville —Bueno, J.P., te digo que hay algo diferente en el aire esta noche. Tal vez sea tener a Collin Wright de vuelta en el hielo después de recibir un rasguño el último juego, o tal vez sea algo más. En cualquier caso, tengo la sensación de que esto va a ser un buen partido. —No hay duda, Hank —coincide J.P—. Esta noche también tenemos la casa llena. Los aficionados están entusiasmados y zumbando. Veo un montón de carteles por ahí esta noche. —Hay muchos carteles. Incluso hay uno con un mensaje especial para nuestro defensor que regresa. ¿Qué dice, J.P.? —¡Hey, #96! Se podría decir que soy una fanática. —Bueno, simple y al grano. Todos somos fans de #96. Esperemos que esta noche vuelva a tener esa racha de puntos. 235 24 Carolina vs Toronto —Dime, ¿viste el partido de Carolina la otra noche, Mikey? —Sí, lo vi. Y si te refieres a lo que yo creo, esa chica mantuvo ese cartel durante toda la noche, Jonesy. —Los entrevistadores le preguntaron a Collin Wright después del partido qué piensa y él optó por no responder, lo que llevó a muchos a especular sobre si conocía a la mujer o no. —Hmm, interesante. Oh, espera, aguanta aquí. Creo que esta noche tenemos otra Sign Girl. No, espera. Hay dos. Oye, Jobe, ¿puedes poner la cámara en la sección 217? —Bueno, lo haré. ¡Lo haremos! ¡Tenemos uno esta noche, Mikey! Parece que Collin Wright podría tener su propio club de fans siguiéndolo. —¿Qué dice esta noche, Jonesy? —¡Oye, #96! Sabes lo que dicen de los jugadores de hockey altos, ¿verdad? Y el otro dice: ¡Grandes palos! —Oh, gracias a Dios. Por un momento pensé que íbamos a tener problemas en la televisión, Jonesy. 236 25 Carolina vs Chicago —Ya estamos esta noche con otro partido de los Carolina Comets, y tengo que decir que este #SignGirlGate ha tomado el internet por sorpresa, Mikey. —Estoy esperando que tengamos uno aquí esta noche. Estoy interesado. —Cuando anoche se le preguntó a Collin por el último cartel, se rió pero no aportó más datos. —Tengo la sensación de que sabe más de lo que dice, Jonesy. ¿Quizá todo sea para hacer publicidad de algo? —No lo sé, Mikey. Collin Wright es un hombre notoriamente privado. No puedo imaginar que participe en esto para llamar la atención. —¡Bueno, parece que nuestros deseos se están cumpliendo! Me acaban de decir que hay otra Sign Girl en el edificio esta noche. Cámara, ¿podemos echarle un ojo? —¡Ah! ¡Ahí está! ¿Qué dice esta noche? —¡Oye, #96! Y luego sólo hay una foto de un corn dog. —¿Un corn dog? ¿Por qué un corn dog? —No lo sé, pero estoy seguro de que Internet va a estar revoloteando tratando de averiguar quién es esta chica. 237 26 Carolina vs Arizona —Anoche le preguntamos a Collin Wright qué opinaba del corn dog, y dijo que lo tomaba como un cumplido. —¿Explicó lo que significa? —No, pero parece que es algo bueno. La mayor parte de Twitter está afirmando que alude a algo sexual. Hablando de... el cartel de esta noche podría ser un poco picante para la televisión, Mikey. —Ni siquiera estoy seguro de que podamos mostrarlo. Oh, ¿podemos? —Oh, hombre. Estoy sonrojándome sólo con leerlo. —¿Qué dice, Jonesy? —¡Oye, #96! ¿Quieres comer Creme Pies y Ding Dongs juntos? … Han pegado un Little Debbie Oatmeal Creme Pie y un Hostess Ding Dong en el cartel. —Parece que nuestra chica del cartel se está volviendo más audaz. —Y más grande. Fue tendencia en Twitter anoche y esta mañana. Si sólo pudiéramos conseguir la visión de Collin Wright en todo esto. Ha sido muy reservado en todo el asunto. —¿En qué momento nos preguntamos si está afectando a su juego, Jonesy? —¿Afectando su juego? ¡Creo que está ayudando! Está haciendo un punto por partido, y los Comets están en una buena racha ahora mismo. Quienquiera que sea esta chica de los carteles, si es una fan de los Comets, ¡más vale que siga viniendo! 238 27 Harper —No puede ser, eres totalmente Sign Girl, ¿no? —Me giro para encontrar a la mujer del primer partido al que asistí sentada de nuevo unos cuantos asientos más abajo—. Como la original, ¿sí? Llevo mi dedo a mis labios y ella se ríe. —Oh. Te hemos seguido desde el principio. No tengo ni idea de cómo estás consiguiendo estos carteles en estas dos últimas semanas, pero es entretenido, eso seguro. —Bueno, me alegro. Delia, ¿verdad? —Sí, ¡te has acordado! —Para mí es fácil. Soy una gran fan de Beetlejuice. —Es lógico. —Se gira hacia mí, apoyándose en el asiento de al lado—. Entonces, ¿cuál es la historia? ¿Son novios o algo así? —O algo así —respondo. —Jugando tus cartas de cerca. Puedo respetar eso. —Es un poco complicado. Metí la pata hasta el fondo y estoy intentando compensarlo. —Oh, créeme, lo entiendo perfectamente. Yo también estuve a punto de perder lo mejor que me paso. Pero después de un robo de cabras muy bien pensado, al final todo salió bien. —Agita su mano como si no acabara de soltar un chisme muy jugoso—. De todos modos, ¿qué dice el cartel de esta noche? ¿Es esta en la que lo recuperas? —Espero que sí. —Yo también lo espero. Mi cuñado es en realidad el agente de Collin. Es un gran tipo. Somos grandes fans suyos. 239 —¿De verdad? —Sip. Shep es un total imbécil, pero es realmente grande en lo que hace. No es que yo le diga eso. —¿Conoces a la chica con la que estuve aquí la última vez? —¿La hermosa rubia? —Sí. Ella vendió algunas fotografías a la esposa de Shep. —No. —Los ojos de Delia se abren de par en par—. No tienes ni idea de lo obsesionada que estoy con su trabajo. Sigo intentando robar las fotos de Denver. Qué mundo tan pequeño. —Realmente lo es. —Muy bien. Tengo nachos, palomitas, patatas fritas grandes, con extra ranch, por supuesto y una Coca-Cola grande para compartir —dice el esposo de Delia, dejándose caer en el asiento de al lado. —Oh, gracias a Dios. El sustento. —Ella agarra la comida y mete un puñado de patatas fritas en la boca de una vez. —¡Oye! Esas son para mí extra ranch. Creo que quiere decir que tiene ranch para sus patatas fritas, pero no voy a cuestionarlo. Delia me tiende un cubo de palomitas. —¿Quieres? —No, pero gracias. —Si cambias de opinión, avísanos. Zach tiende a pasarse con los aperitivos. —Porque tú tiendes a acapararlos todos —refunfuña Zach. Estoy demasiado nerviosa para comer ahora mismo. Diablos, apenas he podido digerir nada en las últimas semanas. Ryan reprodujo mi mensaje a Collin y no tengo ni idea de que escucho todo lo que dije. Me enferma que pueda pensar que no vale la pena para mí. El equipo está a punto de salir al hielo para el calentamiento en cualquier momento, y desde donde estoy sentada, hay una vista clara hacia el banco de enfrente. Es imposible que Collin no me vea. 240 —Oye, ¿de qué me perdí? —Ryan se deja caer en el asiento de al lado. —Sólo yo tratando de contener mi vómito. —Basta ya. Estará bien. Le va a encantar. —¿Estamos seguras? He visto todas sus entrevistas después del partido. Cada vez que le preguntan sobre las señales, cambia de tema. —No. Cada vez que le preguntan, sus labios se mueven y luego cambia de tema. Le gusta. Créeme. La poca gente que hay en sus asientos ya empieza a vibrar a nuestro alrededor, y yo desvío mi atención hacia el hielo. Un jugador de los Comets golpea un montón de discos contra la pared y luego los patines golpean el hielo. Lo sé en el momento en que Collin sale. Uf. Incluso desde el otro lado del hielo, parece increíble. Han pasado casi tres semanas desde que lo vi. Son tres semanas de pura agonía. Tres semanas de tener que vivir con el hecho de que soy una idiota por permitirme pensar que él no valía la pena. Porque lo vale. Él lo vale todo y más. Se detiene en medio del hielo, con su cabeza agachada, hablando con Rhodes sobre algo. —¡Ve! —sisea Ryan a mi lado—. ¡Hazlo! Con mis piernas inseguras, me levanto de mi asiento, dirigiéndome a las escaleras. Bajo los pocos escalones hasta llegar al cristal. Entonces, con una respiración tranquila, empujo mi cartel contra él. No tengo ni idea de cuánto tiempo lo mantengo ahí. Segundos, tal vez minutos. No llevo la cuenta porque lo único en lo que me concentro es en recordar la respiración. Hay un golpecito en el cristal, y tropiezo hacia atrás, dejando caer el cartel. Collin. Me mira fijamente con esos ojos verdes que tanto me gustan. 241 No sonríe... pero tampoco frunce el ceño. Sólo está mirando. Sin saber qué hacer, levanto la mano y lo saludo. —¡Harper! —sisea Ryan desde algún lugar detrás de mí. Y al igual que en su entrevista, los labios de Collin se mueven. —¡Te amo! —grito, incapaz de aguantar más. Sus ojos se abren de par en par y da un paso atrás sorprendido. Al menos espero que sea un paso de sorpresa. Espero que en las últimas semanas no haya cambiado de opinión. Alguien lo llama por su nombre y él parece debatirse entre el deseo de quedarse y la necesidad de irse. —Ve —digo—. Te esperaré todo el tiempo que necesites. —Oh, Dios. Se me cansan los brazos. —Entonces deja el cartel. Collin ya lo vio. —¡No! Es mi cosa, mi marca. Deberías saberlo, señorita gurú de las redes sociales. —Ugh. Lo que sea. Algunos días realmente quiero borrar mi Instagram. Yo… Un grito colectivo recorre el estadio y la gente se pone de pie, tratando de ver qué está pasando. Hay un jugador caído, y sin siquiera ver quién es, sé que es Collin. —¿Qué paso? —Le pregunto a la persona que está a mi lado. Se encoge de hombros. —No lo sé. Me lo perdí. Pero parece herido. Quiero gritarle “Sí, no me digas que está herido,” pero me abstengo. Veo cómo los médicos del equipo corren hacia el hielo para ver cómo está. Sigue en el suelo, y realmente no me gusta que siga en el suelo. 242 Finalmente, después de lo que parecen horas, cuando queda poco más de la mitad del tercer periodo, Collin es ayudado a salir del hielo. Le da al público un pulgar hacia arriba mientras lo ayudan a bajar por el túnel. Aspiro una gran bocanada de aire, dándome cuenta de que estuve conteniendo la respiración. —Oye, no pasa nada. —Tranquiliza Ryan, tirando de mí hacia mi asiento—. Estoy segura de que está bien. Probablemente sea sólo por precaución. Se fue solo e hizo un gesto con el pulgar hacia arriba. Eso es una muy buena señal. Exhalo bruscamente y vuelvo a aspirar una bocanada de aire, tratando de calmarme. Mi estómago se revuelve y creo que voy a vomitar. Daría cualquier cosa ahora mismo por saber que está bien. El juego se reanuda y los minutos pasan muy lentamente. —¿Perdón? ¿Señorita Kelly? —Hay un hombre con una placa muy oficial colgando del cuello que se inclina hacia mí—. ¿Podría venir conmigo, por favor? Miro a Ryan y se encoge de hombros. —Ahora mismo vuelvo —le digo, entregándole mi cartel—. ¿De qué se trata? —Le pregunto al caballero mientras lo sigo por las escaleras. —El señor Wright quiere verla. No solemos hacer esto, pero como todos somos tan fans de Sign Girl... No dice nada más mientras me conduce por una serie de túneles y puertas hasta que finalmente empuja una para abrirla y allí está un Collin de aspecto maltrecho. Me dedica una pequeña sonrisa cuando me ve, y mis pies por instinto, me llevan por la habitación. No me detengo hasta que estoy de pie frente a sus rodillas. Tiene un gran corte por encima de su ceja izquierda y es obvio que está favoreciendo el lado derecho de su cuerpo. —Me veo peor de lo que me siento, lo prometo. Son las primeras palabras que me dice en semanas, y de repente son mis palabras favoritas en el mundo. —¿Qué pasó? 243 Encoge sus y hace un gesto de dolor al moverse. —Recibí un golpe raro y el casco se salió. Mi cabeza rebotó en el hielo cuando caí. —¿Estarás bien? —Sí. Terminé por esta noche, pero estoy bien. Nada grave. Sólo adolorido. —Ves, te dije que toda la embestida era una idea horrible. —No te he oído quejarte. Me sonrojo ante sus palabras. Se hace un silencio entre nosotros. Tengo tantas palabras con las que quiero llenarlo, pero no sé por dónde empezar. —Harper, yo... —No —lo interrumpo—. Quiero hablar primero, ¿de acuerdo? —De acuerdo. Pero, ¿puedes al menos venir aquí? Me tiende la mano, colocándome entre sus piernas. Deja caer su frente sobre la mía, con una mano en mi cintura y la otra acunando mi rostro. Suspira en el momento en que hacemos contacto, y yo siento exactamente lo mismo. —¿Querías hablar primero? —pregunta. Asiento y trago saliva. —Yo... lo siento. Me equivoque. Yo... te alejé. Me asusté. No sabía cómo manejar el hecho de que lo que teníamos no era casual. Diablos, no creo que nunca haya sido casual, realmente. No sabía qué hacer con el hecho de que me quisieras, no sabía cómo aceptarlo, cómo permitirlo... —Humedezco mis labios repentinamente secos—. Yo... perdí a mi padre cuando tenía dieciséis años. No nos enteramos hasta después de su muerte de que le había sido infiel a mi madre durante años. No teníamos ni idea, y nos dolió mucho. A mí me dolió mucho. Era mi mejor amigo. Hacíamos todo juntos. Él fue el que me hizo conocer el horror. Él fue el que me animó a perseguir el arte. Fue el que creyó en mí. Y mintió. Una y otra vez. Directamente en mi rostro. Me dolió mucho saber eso. Estuve dividida entre amarlo y estar enojada con él durante los últimos ocho años. —suspiro, alejándome y lo miro a los ojos—. Pero estoy cansada de estar enfadada. Estoy cansada de tener miedo. Estoy cansada de esperar siempre la otra puñalada porque no puedo confiar 244 en nadie. Quiero ser feliz. Atrevida. Valiente. Y quiero enamorarme y vivir el momento de ello, sin preocuparme de cómo o cuándo va a fallar. Estar sin ti estas últimas semanas... Me dolió mucho y no quiero volver a sentirme así. Extiendo mi mano, rozando un dedo tentativo sobre su corte fresco. —Te amo, Collin, y creo... —Niego con la cabeza—. No, sé que vales la pena. Vale la pena arriesgarse por ti... sí me lo permites. No dice nada durante un largo momento, y me preocupa que tal vez sea demasiado tarde. Pero entonces finalmente habla. —Sabes, creo que una parte de mí empezó a enamorarse de ti la primera vez que nos vimos. —¿De verdad? ¿Fue por mi habilidad para conducir? Se ríe, y luego hace una mueca de dolor. —Sí. Definitivamente fue eso. Y también el hecho de que fueras tan... guapa. —Lo fulmino con la mirada—. Eras divertida y diferente y me gustaba mucho estar cerca de ti. —Niego con la cabeza—. Debería haberlo sabido. Debería haberlo sabido cuando calmaste la tormenta dentro de mí entonces. —De nada. Sonríe y me acerca. —¿Puedo decir algo sin que te vuelvas loca conmigo? —Sí. —Te amo. Suspiro. —Dilo otra vez. —Te amo. —Roza sus labios con los míos—. No era mi intención caer. Se suponía que eras una distracción, algo para mantener mi mente fuera del juego. Y funcionó, tal vez demasiado bien. Es que... te amo. Demasiado. —Yo también te amo. Me besa lenta y suavemente y durante tanto tiempo que estoy segura de que el juego ya terminó. 245 Cuando por fin nos separamos, tengo una sonrisa permanente grabada en mi rostro. —Una pregunta más —dice. —¿Cuál? —Los carteles por todo el país... ¿cómo lo hiciste? —Fue idea de Ryan. Utilizó sus seguidores en las redes sociales para encontrar aficionados al hockey, y simplemente funcionó. —Realmente lo hizo. Aunque creo que el cartel de esta noche fue mi favorito. —¿Sí? —Definitivamente. —Asiente—. Porque yo también te amo. 246 Epílogo Collin Miro a la pantalla gigante mientras vuelo por el hielo, con el disco en la punta de mi palo. Estamos empatados en el séptimo partido a falta de un minuto y medio. Sólo un gol. Es todo lo que necesitamos. Podemos hacerlo. Sé que podemos. Lo siento en el aire. En mis huesos. Es palpable. Tan cerca que casi puedo saborearlo. Se lo paso a Rhodes y él juega un poco con el, observando a los otros patinadores, antes de devolvérmela. Veinte. Alineo mi tiro, observando a los chicos de Las Vegas en mi periferia. Quince. Espero a la pantalla. Diez segundos. Levanto mi brazo. Ocho. Y golpeo. El disco golpea el fondo de la red, y el timbre suena con sólo unos segundos de sobra. Hemos ganado. Hemos ganado, diablos.. 247 Los guantes, los palos y los cascos vuelan por los aires mientras un cuerpo tras otro se estrella contra el cristal y yo quedo atrapado en medio. Nunca antes me emocione tanto que me quedo sin aliento. —¡Mierda! —grita Rhodes, agarrándome en un abrazo cuando finalmente se abre paso entre la multitud. Nunca lo había visto sonreír tanto—. ¡Lo hemos conseguido, mierda! Lo hemos conseguido. Me da una palmada y luego se va patinando, abrazando a todos los que tiene a su alcance. ¡Ven aquí, hermoso bastardo! —Miller me agarra a continuación, besando el lado de mi cabeza—. ¡Maldita sea! Y finalmente, cuando mi capitán se acerca patinando, contengo las lágrimas. Extiendo mi mano para estrechar la suya, pero él la aparta y me arrastra hacia él. Abrazándome con fuerza, dándome palmaditas en mi espalda. —Estoy orgulloso de ti —dice en mi oído. —De ti también. Todos patinan alrededor, abrazándose unas cuatro o cinco veces cada uno. El aire es pura electricidad en este momento. Nos reunimos para las fotos y se presenta la Copa. Es todo tan surrealista, y recordaré este momento el resto de mi vida. Mis padres me abrazan, luego mi hermano y su novio. Cuando estamos todos abrazados, es cuando lo escucho. —¡Hey, Hockey Guy! Giro hacia mi sonido favorito en el mundo. Harper está de pie a unos metros de distancia, con uno de esos carteles tontos por los que es tan popular colgando entre las yemas de los dedos, con una sonrisa dibujada en el rostro. No pierdo el tiempo, patino hacia ella y la tomo en brazos. Deslizo mi boca sobre la suya y la beso hasta que nos quedamos sin aliento. —Hola —susurro en sus labios y la vuelvo a dejar en el hielo. 248 —Hola —dice ella con una sonrisa, y me da otro beso—. Estoy muy orgullosa de ti. —No podría haberlo hecho sin ti. —Lo dudo. —Es cierto. Eres mi amuleto de la buena suerte. —No crees realmente en toda esa palabrería. No lo hice, no realmente. No ante ella. —Entonces, ¿qué dice tu señal esta noche? Lo saca de su espalda y lo sostiene para que lo lea. ¡Oye, #96! Le he preguntado a Lord Stanley si quiere hacer un trio esta noche. Dijo que sí. —Hmm. Muy apropiado. —¿Cómo es eso? —Es algo en lo que he estado pensando últimamente, eso es todo. Sus ojos se iluminan con sorpresa. —¿De verdad? —Sí. ¿Te asusta? —Sí. Horrorosamente. —Mi pequeña Horror Harper. Luchará contra un asesino o matará a un demonio, pero cuando se trata del hombre que la ama pidiendo su mano en matrimonio, dirá... —Sí. —Harper agarra mi jersey, atrayéndome hacia ella—. Ella dirá que sí. —¿De verdad? Asiente con una sonrisa. —De verdad. —Hmm. Tendré que tenerlo en cuenta. —La beso de nuevo—. ¿Y si hubiésemos perdido? —No lo habrías hecho. —Pero de todas formas mandaste hacer un cartel, ¿no? 249 Ella asiente, luego se aparta y me muestra el otro lado del cartel. Se me escapa una carcajada al leerlo. ¿Imposible? Negando con mi cabeza, la atraigo hacia mí. —Te amo, Harper. Ella suspira contra mí. —Y yo te amo a ti, Hockey Guy. Resulta que marcar el gol de la victoria en el séptimo partido de la final de la Copa Stanley es una muy buena razón para que tu equipo te vuelva a contratar por seis años más. Me quedo en Carolina del Norte. Y es por eso que estamos aquí en Las Vegas para celebrar. Bueno, eso y la Copa. —¡Por el tipo caliente de hockey! —grita una Ryan ebria—. ¡Y a la Autostopista caliente! —Sostiene lo que creo que es su sexto trago... de la hora. Eso no incluye la bebida helada que se ha tragado y los tres chupitos que se ha tomado antes de salir del hotel—. ¡Tiene la Copa, tiene la chica y tiene el contrato, nena! Bebe el chupito, sin molestarse en esperar a nadie más. Atraigo a Harper hacia mí, acercando mis labios a su oído. —Tu amiga está completamente borracha. —Oh, lo sé. —¿Crees que deberíamos dar por terminada la noche? —¿Para todos nosotros? Ella me mira con esperanza en sus ojos, y yo me rio. —No tan rápido. Todavía tengo planes para bailar contigo esta noche. Me refería a la borrachera. 250 —Oh. Entonces mi respuesta sigue siendo sí. —Mira a Rhodes, que parece estar pasándolo mal—. No tengo ni idea de a dónde se han escapado Miller y Lowell, pero ¿crees que Rhodes puede llevarla a su habitación? ¿Lo creo? Sí. Confío en Rhodes con mi vida. Nunca dejaría que le pasara nada a Ryan. Le doy una patada con el pie. Dirige sus cejas fruncidas hacia mí, y deslizo mis ojos hacia Ryan. Siendo Rhodes, entiende lo que le pido. Que cuide de ella. Se levanta de la tumbona de acolchada y se levanta, bajando a Ryan de la parte superior de la cabina donde ella está gritando y bailando. —¡No, gracias! —le dice, dándole un golpe en la nariz. Su ceño se frunce y no puedo evitar reírme. Molesto, se la echa por encima del hombro. —¡Eh! ¡Gigante caliente y malhumorado! Bájame. La ignora. —¡Harper! ¡Ayuda! Harper sólo niega con la cabeza. —¡No! Acuéstate, estás borracha. Ryan jadea. —¡No lo estoy! —¡También lo estás! —¡Traidora! —Le grita a su amiga, golpeando la espalda de Rhodes—. ¡Creía que me querías! —¡Lo hago! —dice Harper—. Es por tu propio bien. —¡Va a secuestrarme y tenerme como rehén en su castillo! Juro que escucho a Rhodes murmurar: Ya quisieras. Ryan vuelve a darle un manotazo, luego agita su pequeño puño hacia nosotros y nos reímos. 251 Cuando están fuera de la vista, le quito a Harper la bebida de su mano y me pongo de pie. Ella me mira con confusión. —Baila conmigo. —De ninguna manera. —Harper Dolores Kelly... baila conmigo, maldita sea. Se ríe por el uso de su nombre completo y se pone de pie. Dejo que mis ojos recorran su cuerpo de forma muy agradecida. Lleva un vestido negro lleno de brillos, que abraza cada maldita curva que tiene. Ya estoy deseando ver cómo queda en el suelo de nuestra habitación de hotel. La arrastro por la discoteca hasta la pista de baile. No me adentro demasiado en la multitud, para asegurarme de que tiene una salida clara en caso de que quiera irse, pero lo suficiente como para que parezca que estamos en un mar de cuerpos. La atraigo hacia mí, apretando mi cuerpo contra el suyo. Coloco una mano en la parte baja de su espalda y llevo la otra a mi pecho. —¿Estás bailando lentamente conmigo en medio de un club? Sonríe. —Sí. —¿Por qué? —Estoy practicando —digo. —¿Para qué? La acerco, acercando mis labios a su oído. —Para nuestra boda. Cuando me retiro, se queda boquiabierta, mirándome con una sonrisa de sorpresa. —¿Qué? —pregunto, haciéndonos girar, sin importarme en absoluto que parezcamos tontos ahora mismo—. Estoy hablando en serio. —Sé que lo estás haciendo. —Ella niega con su cabeza—. Estás muy orgulloso de ti mismo, Hockey Guy. —No, sólo estoy seguro de que te voy a querer siempre. Su respiración se entrecorta y la observo atentamente, esperando que se asuste o diga algo. 252 No hace ninguna de las dos cosas. En lugar de eso, aprieta su boca contra la mía, diciendo que siente lo mismo con su beso. 253 Epílogo Bonus Collin —No puedo. No más. —Vamos. No te acobardes ahora. No queda tanto. —Voy a morir. —No lo harás. Estás siendo dramático. —Mi nutricionista te va a matar. —¿John? No le tengo miedo. —Deberías tenerlo. Puede que sea tranquilo, pero cuando se enfada es... ¿acabas de desabrocharte los pantalones? —Sí, y no aprecio tu tono sentencioso en este momento. —Harper me tiende un tenedor de pastel de chocolate—. Come. Con un fuerte suspiro, cedo, inclinándome hacia delante para comer lo último del trozo de pastel que cuesta 15 dólares. Es un precio estúpido para pagar por una sola porción, pero debo admitir que valió la pena sólo por ver la sonrisa en su rostro cuando la sacaron. Supe que en el momento en que lo pusieran en la mesa, que sería uno de los que se lo acaba. Es algo que llegue a esperar de ella en el último año. Sus ojos son más grandes que su estómago y rara vez se termina la comida, siempre deja algunos bocados antes de empujar el plato hacia mí. Se sienta de nuevo en su silla, apartando el plato ahora vacío. Su mano se apoya en el estómago mientras exhala un fuerte suspiro. —Por favor, recuérdame este momento la próxima vez que quiera pedir un postre después de una comida tan grande. —Lo haré. 254 Ella sonríe porque incluso sabe que será una promesa inútil. —Gracias por la cena. Hoy fue... —Ella niega con su cabeza, sonriendo soñadoramente—. Simplemente increíble. —Todavía no termina. —¿Qué? No. No más. Hoy ya me mimaste Es verdad. Lo hice. Empezamos el día con donas en la cama, luego sexo, luego almuerzo, luego más sexo. Y en algún momento entre todo eso, colé entradas para una convención de terror a la que quería asistir y un viaje a Escocia sólo porque sí. Le hice prometer que no me dejaría por un tipo bueno escocés con acento. Ella aceptó. Atrapa su labio inferior entre mis dientes. —No puedo soportar más. Ya me siento mal por haberlo olvidado. —¿De verdad estás tan sorprendida? Quiero decir, hoy hace un año te pasaste horas en el auto intentando convencerme de que nunca había pasado. —Casi te atropello una vez y nunca me dejaste olvidarlo. —Ella pone sus ojos en blanco de forma juguetona—. No puedo creer que te acordaras. —Intentaste desanimarme. Por supuesto que me acordé. Hoy, hace un año que la conocí. Y ella lo cambió todo. En algunos aspectos, es difícil imaginar que paso ya un año, y en otros, es difícil pensar que sólo fue un año. Siento como si la conociera desde siempre, en todos los mejores sentidos. —¿Puedes creer que ya paso un año? —pregunta como si leyera mi mente. —No. —Es una locura. Han cambiado tantas cosas. Tú y yo. El hecho de que seas campeón de la Copa Stanley. Tu contrato. Ryan... —Rhodes. —Niego con mi cabeza ante eso y en lo que se ha metido—. Es una locura. —Lo es. —Ella asiente—. ¿Seguro que hay más? ¿No podemos ir a casa y acurrucarnos? 255 Intento no sonreír como un idiota cuando dice casa. Con mi loco horario de hockey, le rogué que se mudara conmigo enseguida. Fue lo más lógico porque ya pasábamos todo nuestro tiempo libre juntos. Pero ella se resistió. Incluso me dijo que no en Navidad cuando le di mucha importancia. Pero este verano, cuando se lo pedí durante nuestro viaje de celebración a Las Vegas, dijo que sí. Creo que, en cierto modo, estuvo aguantando hasta después de la carrera de la Copa de los Carolina Comets para asegurarse de que yo no estuviera demasiado distraído, pero sé que una parte de ella también tenía miedo. Llevamos casi dos meses viviendo juntos y sigo esperando que ocurran esos momentos de los que todo el mundo habla. Que me moleste con toda su mierda femenina en la ducha o que me grite para que ponga mis calcetines en el cesto. Pero aún no sucede. Diablos, paso la mayor parte de mis duchas sonriendo como un tonto cada vez que veo esas malditas botellas que sin duda ocupan demasiado espacio. Estoy tan enamorado de ella que es enfermizo. Pero me encanta. La amo. —Depende —digo—. ¿Acostarse es un código para follar o es sólo acurrucarse? Se sienta erguida, con sus ojos muy abiertos mientras mira a su alrededor, asegurándose de que nadie me ha oído. —¡Collin! —¿Qué? —Encojo mis hombros—. No es que todo el mundo en este restaurante no vaya a casa a hacer lo mismo. No te gastas quince dólares en un trozo de pastel para no follarte a la persona a la que le compraste el pastel. —No estoy del todo segura de cómo me hace sentir esa frase. —¿Ayudaría si te dijera que, aunque hubiera pasado por un drive-thru mi plan siempre fue follar contigo esta noche? Porque sí pienso follarte esta noche, Harper. —Me inclino sobre la mesa, capturando su mirada con la mía—. Planeo llevarte a casa, inclinarte sobre el respaldo del sofá y follarte tanto tiempo frente a esas ventanas que tanto te gustan que las estrellas se 256 conviertan en luz matutina y estés chorreando y dolorida y suplicando un indulto. Sus ojos se oscurecen con cada palabra mientras desliza sus manos por debajo de la mesa, abrochando de nuevo esos jeans ajustados. —Estoy lista para ir a casa ahora, Collin. Vuelvo a sentarme en mi silla, fingiendo que mi polla no está haciendo fuerza contra mis jeans ahora mismo, y bebo el resto de mi whisky. —Todavía no —juro que gime. Me levanto de la mesa y extiendo mi mano—. Ven. Deja que la ponga de pie. Arrastro su cuerpo contra el mío, deslizo mi mano por su cabello e inclino su cabeza hacia atrás. Me mira con puro deseo en sus ojos. Tiene los labios ligeramente separados y está esperando. Esperando a que presione mi boca contra la suya. Para besarla. Y yo tengo muchas ganas de besarla. Pero no lo hago, y eso es por el bien de los dos. Sus ojos brillan de decepción cuando la suelto, pero también sé que lo entiende. Pongo unos cientos de dólares sobre la mesa (más de lo que nunca gasto en una comida, pero esta noche era una ocasión especial) y pongo mi mano en su espalda mientras salimos del restaurante. —¿Qué es estacionamiento. lo más? —pregunta mientras pasamos por el —Ya lo verás. —Espero que no sea más comida. Pero si es así, lo siento, pero esos planes de sexo épico van a tener que esperar. Como el infierno lo hará. —No es más comida. —Bien. Pero también... ¿qué es? Esa es otra cosa que aprendí en el último año. Harper no lleva bien las sorpresas, y precisamente por eso me encanta consentirla con ellas. 257 —Lo sé, lo sé, no lo estás contando. Pero que sepas que estoy perfectamente satisfecha con ir a casa. —Así que sigues diciendo. Empiezo a pensar que sólo lo dices porque quieres desnudarme. —¿No quieres desnudarte conmigo? Me detengo en medio de la acera. Harper tarda unas cuantas zancadas en darse cuenta. Se gira hacia mí, levantando una ceja expectante. —No hay un día que no quiera desnudarme contigo. Nunca. —Yo… —¡QUIERO DESNUDARME CON HARPER KELLY! Lo grito. Lo grito porque quiero que se entienda mi punto de vista. Lo grito porque necesito que sepa que quiero desnudarme con ella más que nada en el mundo. —¡Collin! —Ella se abalanza sobre mí, empujando una mano sobre mi boca—. No puedes hacer eso. Eres... bueno, ¡tú! —¿Mecreesahora? —¿Eh? Quito mi mano de mi boca. —¿Me crees ahora? —¡Sí! —Se ríe—. Antes te creía, psicópata. —Pensé que te gustaban los psicópatas. —Los de ficción. No los de novio. —Es justo. Agarra mi mano. —Vamos. Acabemos con esta sorpresa para poder darte mi sorpresa más tarde. —Pensé que habías olvidado qué día es hoy. —Sí, lo olvidé. Pero ahora que lo sé, puede que tenga unos cuantos trucos. —Hace rebotar sus cejas sugestivamente—, bajo la manga. 258 —¿Anal? —¡Collin! Me rio. —Estoy bromeando. Más o menos. —Le doy un tirón—. Vamos. Ya casi llegamos. Caminamos otra cuadra antes de detenernos frente a un lugar que no nos es ajeno. —No. De ninguna manera. —Harper mueve su cabeza de un lado a otro—. Te dije que no podía volver aquí nunca más. Es demasiado duro. —Tengo muchas ganas de hacer un chiste ahora mismo, pero voy a abstenerme. —Aprieto los labios y ella estrecha los ojos hacia mí—. ¿Confías en mí? —Sí. Sin dudas. Me encanta que no haya dudas. —Entonces vamos. Abro la puerta Me mira con recelo, pero pasa a mi lado y entra en Pawever in Love, el refugio de animales en el que somos voluntarios seguido. —¡Oh, Collin! ¡Harper! —dice Rachelle desde detrás del mostrador, poniéndose de pie para saludarnos con una brillante sonrisa. Lo juro, la mujer nunca está de mal humor—. Llegan justo a tiempo. Acaban de bañarse. Harper me mira, pero yo ignoro su mirada curiosa. —¿Podemos verlos? —Por supuesto. Síganme. Lo hacemos y sigo ignorando los evidentes intentos de Harper por llamar mi atención. Incluso cuando me da una patada. Ya me las pagará más tarde. Rachelle nos lleva a una pequeña habitación que no tiene mucho más que una cama para perros, una mesa y dos sillas, y unos cuantos juguetes para masticar en la esquina. 259 Desaparece de la habitación y Harper está allí en cuanto se va. —Collin —sisea—. Por favor, no me hagas sostener dulces bebés que no puedo llevar a casa. Me va a romper el corazón y definitivamente no me hará querer tener sexo contigo después. Es una advertencia. Pero no me asusta. Justo entonces, Rachelle vuelve a entrar en la habitación, y esta vez no está sola. Tiene un cachorro de seis semanas en cada mano. —Oh, Dios —murmura Harper, llevándose la mano al corazón. No tengo que mirarla para saber que se le llenan los ojos de lágrimas. —Los dejaron aquí hace dos semanas —le explica Rachelle a Harper mientras le entrega uno de los cachorros marrones—. Alguien dejó una nota diciendo que no podía hacerse cargo de ellos y se fue. Son perros salchicha, pero seguro que están mezclados con algo más. Todavía no están listos para ir a sus hogares definitivos, posiblemente en una o dos semanas, así que hasta entonces estarán aquí. Dejaré que los conozcáis un poco. Llámenme cuando estén listos. Rachelle me da el otro cachorro y guiña un ojo antes de dejarnos solos. Harper ya tiene a su cachorro acurrucado contra su pecho, dándole besos en la cabeza. Ya está enamorada. —Te odio, Collin Wright. Te odio absolutamente por esto. —No, no me odias. —Sí te odio. Te odio porque los amo y mi corazón se va a romper al salir de aquí sin ellos. —No, no es así. —Sí lo es. —No lo es porque ya he firmado todo el papeleo y son nuestros. Por fin deja de mirar al cachorro que tiene en las manos y me mira a mí, con la boca abierta. —¿Perdón? —Ya me oíste. Son nuestros. 260 —No. —Es tierna, sorprendida y llena de alegría. —Sí. Traje a Mario aquí la semana pasada para que los conociera y le encantaron. Prácticamente tuve que sacarlo de la habitación cuando llegó la hora de irse. La semana pasada le dije a Harper que iba a salir a correr con nuestro bulldog inglés que adoptamos nada más llegar a casa de Las Vegas. Pero la verdad era que les estaba presentando a nuestros nuevos cachorros. Desde el momento en que Rachelle me dejó sostenerlos, supe que debían estar con nosotros. El amor de Mario por ellos lo confirmó. —¿Por eso estuvo tan deprimido esta semana? ¿Porque los extraña? —Sí. —Collin... lo juro. Si estás jugando conmigo ahora, yo... yo... —¿Patada en la espinilla? —¡Sí! ¡Duro esta vez también! ¡Y no tendré sexo! ¡Nada para ti! Pongo al cachorro dormido que está acunado en mis brazos en la cama para perros, luego agarro el que está en manos de Harper y lo pongo al lado de su hermano. Se acurrucan juntos y es tan bonito que hasta yo tengo que tomarme un segundo para admirarlos. Me doy la vuelta hacia mi novia, que los mira fijamente con esas malditas lágrimas que vuelven a desbordar sus ojos. Deslizo mi mano hacia la suya, atrayendo su atención hacia mí. —No estoy jugando contigo, Harper. Parpadea. —¿No lo haces? No puedo evitar reírme. Parece tan... asustada. Pero de una forma muy bonita. Siempre me hace gracia que esta chica obsesionada con el terror y los cuchillos psicológicos tengan tanta debilidad por los adorables animalitos. —No lo hago. Son nuestros. Incluso podemos ponerles nombre. —Freddy y Jason. Me rio porque, por supuesto, ella dice eso. —Freddy y Jason entonces. 261 —Me encantan. ¿Podemos ir a casa y tener sexo caliente ahora? —Sí, por favor. —Feliz día de Casi Atropellarme. Te amo. —Dilo otra vez. —Feliz Día de Casi Atropellarme. Pellizca mis costillas. —Eso no. La otra parte. —Sí, por favor. Ella gruñe de frustración. —Collin... Me rio y la atraigo contra mí, dejando que mis labios se ciernan sobre los suyos. Sin besarla todavía. Sólo me burlo de ella. —Te amo, Harper. Mucho. Deja escapar un suspiro de felicidad. —Yo también te amo, Hockey Guy. Mucho más. Esta vez, la beso. 262 Puck Shy – Carta de Amor Collin En este momento estás durmiendo (y roncando, lo cual no es para nada molesto *ojos en blanco*) y yo estoy sentado aquí observándote como un completo asqueroso. Conociéndote a ti y a tu amor por todas las cosas de terror, probablemente pensaras que es caliente. (Realmente tenemos que tener una charla seria sobre esto) Caliente o no (totalmente no), parece que no puedes parar. Parece que no puedes parar porque... no puedo creer que seas mía. ¿Quién lo hubiera pensado? Yo no. No después de la forma en que nos conocimos. Pensé que después de esa noche te habías ido para siempre y que nunca te volvería a ver de nuevo. Pero no te fuiste. Estás aquí. Estás aquí y eres mía, y yo soy tuyo. No puedo creer que en unos pocos meses vayas a ser mi esposa... y yo seré tu esposo. No puedo creer que pueda pasar contigo para siempre. Y en caso de que te lo preguntes, sí, estoy diciendo todas estas cosas dulces justo porque cuando te despiertes y te des cuenta de que me comí tu dona vas a matarme. Sólo quiero que sepas que no es mi culpa. Había dos donas de chocolate justo al lado, y no sabía cuál era cuál. Y sí, claro, podría haber dejado de comerla cuando me di cuenta de que no era, mi dona, pero... Estaba tan deliciosa. ¿Puedes culparme? Lo siento, ¿de acuerdo? Pero todavía tengo tu café. Bueno, la mayor parte de tu café...tomé un sorbo (bien... más que un sorbo) de eso también. ¿Cómo es que nunca me dijiste que la lavanda en el café era tan increíble? Así que eso tampoco es culpa mía. Es culpa tuya. 263 Al igual que es tu culpa que me haya enamorado de ti. (Y sí, vuelvo a la mierda dulce, con la esperanza de que me perdones. Te amo más) HOCKEY GUY (O, ya sabes, sólo Collin) PD. Sigues cantando dormida y sigues siendo terrible. Pero todavía te amo. 264 Próximo Libro Lo que pasa en Las Vegas no siempre se queda allí. Yo lo sabía. Vuelvo a casa con un anillo nuevo en el dedo. ¿Mi esposa? Ryan Bell. Somos polos opuestos. Ella es sol y felicidad. Yo soy literalmente. malhumorado y asustado, Podríamos anularlo y nadie se daría cuenta. ¿El único problema? Lo publicamos en Internet y ya está en los titulares. No puedo permitirme llamar la atención y arruinar mi carrera, y Ryan también necesita mi ayuda. Hacemos un plan: seguir casados durante un año, interpretar nuestros papeles y divorciarnos amistosamente al final. No hay daño, no hay falta. Además, es imposible que la bella se enamore de la bestia... Blind Pass (Carolina Comets #2) - Teagan Hunter 265 Sobre La Autora Teagan Hunter es una chica criada en Missouri, pero actualmente vive en Carolina del Sur con su marido, un veterano de la Marina, donde se pasa los días rogándole que tenga un gato. Sobrevive a base de café, pizza y sarcasmo. Cuando no está escribiendo, la puedes encontrar viendo Supernatural o One Tree Hill. Le gusta el frio, compra más libros de bolsillo de los que nunca leerá y nunca dice que no a los brownies. 266 267