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De la República. Traducción di recta de A. Z. XXI. MARCO AURELIO. Los doce libros. Traduc ción de D. J. Díaz de Miranda. EN PREPARACIÓN XXII. ARISTÓTELES. La política. Tomo I. O BIBLIOTECA ECONÓMICA FILOSÓFICA VOLUMEN XXI LOS DOCE LIBROS DEL EMPERADOR MARCO AURELIO TRADUCIDOS DEL GRIEGO POR D. JACINTO DÍAZ DE MIRANDA nora con Dios; CORREGIDOS NUEVAMENTE MADRID DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN Plaza del Progreso, 3 , 2.0 1885 NOK Ga 73 · 80150 HARYARD COLLEGE LIBRARY FROM THE LIBRARY OF JEAN SANCHEZ ABREU SEPT. 14. 1918 Queda hecho el depósito que marca la ley. IMPRENTA DE MANUEL MINUESA DE LOS Ríos 13 13 www.c Miguel Servet SOLILOQUIOS DEL EMPERADOR MARCO AURELIO LIBRO PRIMERO I. Aprendí de mi abuelo Vero el ser de ho nestas costumbres y no enojarme con facilidad. II. De la buena fama y loable memoria de mi padre, el portarme con modestia y varonil mente. III. De mi madre, la religión para con Dios; la liberalidad para con todos ; el abstenerme, no sólo de ejecutar acción mala, sino también de cebarmé en el pensamiento de ella ; y además el ser frugal en la comida y no hacer vida opulenta. IV. De mi bisabuelo, el no desdeñarme de frecuentar las escuelas públicas , y en casa echar mano de los mejores maestros ; bien persuadido de que en esto no se debe perdonar gasto... V. Del ayo aprendí el no tomar partido en los juegos públicos, no siendo del bando de los Prasinos, ni Venecianos , ni inclinándome á los 6 Parmularios 6 Scutarios. Enseñóme también la tolerancia en el trabajo ; el contentarme con poco, el servirme á mí mismo ; el no mezclarme en los negocios ajenos, y no ser fácil en dar oídos á los chismosos. VI. Habiendo aprendido de Diogneto el des precio de ciertas artes inútiles y vanas, me man tuve en no dar crédito á nada de cuanto dicen los encantadores y magos acerca de sus hechizos y arte de espantar los demonios, y otras super cherías de esta clase. Jamás me entretuve en la que llaman pelea de codornices , ni me dejé em baucar de semejantes bagatelas. Él mismo me ha bituó á saber llevar la zumba en las conversacio nes; el familiarizarme con la filosofía, dándome por maestros, primero á Bacchio, después á Tan dasis y á Marciano ; que de niño me ejercitase en componer diálogos morales ; que en vez de asien to blando usase de unas duras tablas cubiertas con una piel ; que, en fin, pusiese por obra cuanto lleva consigo la profesión de filósofo griego . VII. Consejo fué de Rústico pensar que te nía necesidad de corregir y componer mis cos tumbres, y que corría por mi cuenta el cuidar de ellas, evitando todo género de hinchazón sofisti ca; sin publicar nuevas instrucciones y métodos de vivir ; sin recitar exhortacioncillas á la virtud ; no queriendo sorprender al público con una pro fesión ostentosa de hombre bien ocupado en la meditación y ejercicio de la filosofía ; no procu 7 rando pasar plaza ni de orador , ni de poeta , ni de astrólogo ; no usando en casa vestido grave y de ceremonia, ni dando otras iguales pruebas de aparente severidad. El mismo Rústico me persua dió de que aun en las cartas siguiese un estilo natural y sencillo , semejante al que se deja ver en aquella que él mismo desde Sinuesa escribió á mi madre ; que de tal manera dispusiese mi ánimò para con aquellos que , faltando á su de ber, me diesen algo que sentir, que al punto que quisiesen volver á mi amistad , yo con toda faci lidad y buena gracia me reconciliase con ellos. Del mismo aprendí á leer con mucha reflexión, no contentándome con una noticia superficial y pasajera de los escritos ; á no dar fácil asenso á aquellos que sobre todo hablan de ligero. Dé bole también el favor de haber leido los escritos de Epicteto , habiéndome enviado el ejemplar que en su casa tenía. VIII. Debo á Apollonio el saber obrar con li bertad de espíritu, desembarazado de vanos respe tos; el fijarme en mis resoluciones sin perplejidad; el no gobernarme por otros principios que por los de una buena razón, aun en las cosas míni mas; el ser siempre el mismo en los dolores agu dos, en la pérdida de los hijos, en las largas en fermedades ; y en él mismo, como en vivo ejem plar, vi claramente que cabe muy bien el que uno propio, según la cosa lo llevare, sea ya muy eficaz, ya remiso ; vi que no debe un maestro en 8 sus lecciones mostrarse desabrido é impaciente ; vi un hombre que no hacía alarde de su destre za en saber proponer y acomodar las instruccio nes á la capacidad de los oyentes ; un hombre , por fin, que sabía cómo se deben recibir de parte de los amigos los que se llaman beneficios , sin que por ellos quede uno hecho como esclavo del otro, y sin que, por no contar con los favores re cibidos, se muestre desconocido. IX . Enseñóme Sexto un afecto cordial para con todos ; me dió en su familia el modelo de uña · casa gobernada antes con amor de padre que con severidad de amo ; me dió la idea de una vida conforme á la razón natural y de una gravedad sin afectación ; me avisó del cuidado que se debe tener de acertar con el gusto de los amigos, y de sobrellevar las groserías de los ignorantes y ato londrados ; en suma, el arte de acomodarse uno á todos, de modo que en su trato familiar se note más atractivo que suele experimentarse en toda adulación, y al propio tiempo se adquiera entre aquellos mismos la mayor veneración y respeto debido. Otra instrucción suya fué el método claro y camino seguro de inventar y ordenar las máxi mas necesarias para una vida ajustada, y que no se trasluzca señal de ira ú otra pasión; antes bien , por el contrario, libre de estos afectos, al mismo tiempo sea muy entrañable é inclinado á honrar sin darlo á entender, así como muy instruído sin ostentar la erudición. 9 X. Alejandro el gramático hizo con su ejemplo que yo no fuese amigo de reprender ni de zahe rir á aquellos que se les fuese, ó un barbarismo ó un solecismo, ó una viciosa pronunciación de una sílaba ; antes bien procurase con maña sus tituir aquello sólo que se debía haber proferido, ó bien como quien pregunta, ó bien como quien confirma, ó como quien examina, no la palabra misma, sino la cosa dicha ; ó, por fin, como quien amonesta con disimulo de alguna otra semejante manera cortés y agradable. XI. Frontón me hizo comprender perfecta mente cuál suele ser la envidia, la astucia y la hipocresía propias de un tirano; y al mismo tiempo observar que, en general, estos que entre nosotros llevan el nombre de patricios son en cierto modo insensibles á aquel amor que la naturaleza ins pira para con las personas allegadas. XII. Debo á Alejandro el platónico el conse jo, no sólo de no decir frecuentemente á nadie ni de escribir, sin que sea absolutamente necesa rio, que estoy muy ocupado , pero aun de no re husar jamás, con el pretexto de los negocios pre sentes, el cumplimiento de ninguna de aquellas obligaciones que los varios respetos de la socie dad piden de justicia. XIII. De Cátulo entendí no deberse despre ciar las quejas de los amigos , aun cuando acon teciere que se quejen sin razón , sino que, al con trario, es bien satisfacerles y procurar reducirles 10 á la buena armonía acostumbrada ; ser cosa muy loable el que los discípulos, con gusto y buena voluntad, alaben á sus maestros, como es fama que lo hacían Domicio y Athenodoto ; por fin , que la naturaleza exige de los padres un afecto verdadero para con los hijos. XIV. En mi hermano Severo tuve ejemplo de ser amante de la familia , de la verdad y de la justicia ; debile elfavor de haber conocido por su medio á Thraseas, Helvidio, Catón , Dion y Bru to ; me dió igualmente una idea cabal de un go bierno republicano en que rija un derecho igual y común libertad en dar su voto, como de un reino que se proponga por objeto principal el conservar la libertad de sus vasallos ; ni menos obligado me reconozco al mismo por haber apren dido de su trato el saber vivir sin zozobra , con aprecio y aplicación constante á la filosofía ; el ser amigo de favorecer á otros , ejercitando con empeño la beneficencia ; el esperar siempre bien y vivir persuadido de la buena fe y correspon dencia de los amigos ; el no disimular por esto la poca satisfacción que de alguno de ellos tal cual vez se tuviese ; el no esperar que los amigos le adivinen á uno con su gusto ó inclinación , sino procediendo francamente con ellos. XV. En Máximo advertí que debe uno ser dueño de sí mismo, sin dejarse jamás arrastrar de las ocasiones ; que así en otras cualesquiera cir cunstancias como en las mismas enfermedades , II ha de estar uno de buen ánimo ; que debe gene ralmenteres tener bien templadas y moderadas las costumb , parte suaves y apacibles , parte gra ves y majestuosas ; que sin quejas ni murmura ciones debe uno cumplir con las obligaciones que le están á su cargo; observé que todos creían de él que así sentía como decía, y que cuanto obra ba todo lo hacía de buena fe y sin fin torcido. Noté en el mismo un no admirarse jamás, no pasmarse de nada , no andar jamás apresurado , jamás perezoso, jamás perplejo , jamás en lo inte rior acongojado ni en lo exterior fingidamente ri sueño, jamás de nuevo enojado, jamás, finalmen te, poseído de sospecha. Á más de esto, vi en él una gran inclinación á hacer bien , á perdonar dando que an siempre fácilmente, la verdad, pruebas ádedecir tes pervertido no poder ser jamás necesitar alguna vez de ser corregido ; y lo que de par me eció cosa bien rara, que nadie tuvo jamás motiv o iaba ni se tenpara que Máximo él ; por finle, qdesprec ía popensar ue no que r mejor que ria ser sobradamente urbano y dis creto nreputado i que se ppor agaba de cortesías . virt.udes Mi: padre ejemplar de todas me ncia dió un lasXVI de cleme y mans edumbre ; de constancia inalterable en las resoluciones toma das con madurez ; de indiferencia respecto á la glori a las qu popular hacer ; d appoco casoá lde s t , mostrando p h os neg e e ienen or onras e licaci ón á oir con gust , y sin cesa pres oci r o tánd os ose 12 á los que quisiesen proponerle algún proyecto de pública utilidad. Este mismo me presentó á la vista el modelo de un príncipe tan amante de la justicia, que era in accesible á toda sugestión que le estorbase el dar á cada cual su merecido ; hábil en sostener sus resoluciones y en desistir de ellas cuando conve nía ; ajeno de familiaridad con los mancebos, con todos jovial y humano, dejando en plena liber tad á sus amigos para que no asistiesen á sus con vites, ni obligándoles á que le acompañasen en sus largos viajes, sin que, por esto, los que por alguna precisión se hubiesen quedado dejasen de hallarle siempre el mismo. Me acuerdo de su aplicación exacta y constan te en sus consejos y deliberaciones, no alzando mano de ellas sin una cabal averiguación , ni dándose por satisfecho con una información pron ta y superficial ; de su cuidado en conservar la correspondencia con sus amigos, no fastidiándo se de unos ni apasionándose de otros con exceso; de su fácil resignación en todo acontecimiento , y estar siempre risueño ; de lo próvido que solía ser, previniendo sin ruido ni alboroto, y muy de antemano, aun las cosas de menor consideración; de cuán amigo era de reprimir el aplauso y todo género de lisonja hacia su persona ; cómo con suma atención miraba por las necesidades del imperio , dispensando con cuenta y razón los te soros públicos del erario, y despreciando las 13 murmuraciones de cuantos en este particular le tachasen de poco espléndido y liberal , como tam bién procuraba no ser supersticioso en el culto de los dioses , ni menos intentaba granjearse el aplauso popular por medio de agasajos ó lison jas ; antes bien era en todo muy moderado y constante, sin que jamás faltase á su decoro ni fuese amigo de novedades. Por lo que mira á los bienes que sirven de re galo á la vida, de los cuales la fortuna es la que da la abundancia, me gobierno por el régimen que tenía mi padre, aprovechándose de ellos , aunque sin fausto, con plena libertad; de suerte que, cuan do los tenía, sin rebozo los gozaba ; y cuando ca recía de ellos, ni aun daba señales de echarlos de menos ; en cuanto á su manera de discurrir, ja más .ninguno dijo que fuese sofista, ni un bufón criado en palacio, ni un bachiller ó escolástico sombrío; antes bien era de todos tenido por un hombre maduro, de un saber consumado, enemi go de ser lisonjeado, capaz de gobernar, no sólo sus propios negocios , sino también los ajenos. Siendo inclinado á honrar á aquellos que de ve ras se daban á la virtud y ejercicio de la filosofía, no por eso solía dar en cara á aquellos otros que se vendían por filósofos sin serlo ; en la conver sación y trato familiar era afable, y de un chiste moderadamente gracioso y sin fastidio ni ofensa - de nadie ; yo le veía diligente en el cuidado y compostura de su propio cuerpo ; pero con tal mo 14 deración que no pareciese un hombre demasia do amante de la vida, ni dado á un adorno afec tado, ni, por el contrario, enemigo de todo aseo, sino de modo que procuraba con diligencia man tenerse en un estado en que no necesitaba de re medios interiores ni exteriores de la medicina. Y lo que es más, yo le veía ceder, sin dar señal de envidia, á los hombres excelentes en alguna fa cultad, por ejemplo , en la oratoria , en la juris prudencia, en la ética ó en cualquiera otra seme jante, dándoles la mano para que cada uno en su profesión consiguiese una suma aceptación y aplauso. Siendo en realidad observante de la dis ciplina antigua y de las leyes de su patria , no por esto afectaba ser tenido por tal. Tampoco gustaba de andar á menudo mudando de lugares y ocupaciones; antes bien tenía mucho gusto en morar en unos mismos sitios y ocuparse en los mismos ejercicios ; tanto que, así que le cesaban los agudos dolores de cabeza de que solía verse molestado, al punto con nuevo empeño y vigor volvía á sus acostumbradas fatigas. Era un principe que rarísima vez y en po quísimas cosas hacía misterios , y nunca sobre otros negocios que en los que eran propios del Estado. Como no se gobernaba sino por las re glas sólidas de su deber, sin dejarse llevar del aura popular, guardaba una prudente modera ción en lo que mira á dar espectáculos y rego cijos públicos ; á levantar fábricas y monumentos 15 magníficos ; á regalar al pueblo con donativos y distribuciones, y en otras cosas de esta natura leza. No usaba á deshora del baño ; no tenía pa sión por edificar ; no se cuidaba de manjares de licados en la comida, de nuevas modas y exqui sitos colores en el vestido ; no solicitaba tener entre sus pajes la flor de la más bella juventud . La toga, que en el lugar de Lorio llevaba, había sido trabajada en una aldea vecina ; co múnmente en Lanubio iba con sólo la túnica, y en el Tusculano usaba la pénula , si bien solía disculparse de la libertad que en esto se tomaba. Y ésta era habitualmente su manera de vivir; de suerte que no se conocía en su conducta rastro alguno ni de aspereza, ni de altanería, ni de ex ceso tan vehemente y precipitado que tuviese en ello lugar lo que vulgarmente se dice: No más; basta ya, que apunta el sudor; antes bien se veían todas sus cosas meditadas con madurez, despacio y sin turbación ; con orden , vigor y perfecta correspondencia entre sí mismas ; y así se le podía aplicar con razón lo que de Sócrates suele decirse : que sabía y podía igualmente abs tenerse y gozar de aquellos bienes, de los cuales generalmente ni pueden los hombres privarse por su delicadeza, ni disfrutar moderadamente por su destemplanza. Y en realidad de verdad, es prueba de un hombre perfectamente sabio y su perior a las pasiones el saber en lo uno ser su frido y en lo otro templado. Por fin, en mi padre 16 admiré mucho el modo con que se portó en la en fermedad de Máximo. XVII. Debo á los dioses, así el haber tenido buenos abuelos, buenos padres, una buena her mana, buenos maestros, buena familia, parientes, amigos, y, por decirlo en breve, todo género de bienes, como el no haber faltado en nada á mi deber con ninguno de ellos, tanto más teniendo yo en mí mismo tal disposición que, en fuerza de ella, si se me hubiese ofrecido la ocasión, ha bría sin duda cometido alguna falta en este par ticular; pero gracias á los dioses , que con su fa vor nunca hubo tal concurrencia de cosas , que en ella se descubriese mi ruin disposición. Á los mismos agradezco, ya el no haber sido por largo tiempo educado en casa de la dama de mi abuelo, ya también el no haber marchitado con ninguna infamia la flor de mi juventud, y el no haber consentido en contraer matrimo nio antes de sazón , sino haber dejado que pasase primero algún tiempo . Los mismos dispusieron que yo viviese bajo la dirección de un príncipe y juntamente padre, de quien no ignoraban que me había de quitar todo género de orgullo, ha ciéndome entrar en la idea de que se puede componer fácilmente el que uno viva en palacio, sin que necesite de guardias, ni use vestidos suntuosos , ni le precedan en el público lámpa ras , ó sean hachas encendidas ; no teniendo en los salones aquella larga serie de estatuas , ni 17 gastando semejante pompa y aparato ; antes, por el contrario, cabe muy bien que uno en palacio se reduzca á imitar muy de cerca la vida priva da de un ciudadano particular, sin que por esto pierda un punto de su grandeza y fuerza para ejercer con toda la autoridad de superior las fun ciones públicas del Imperio. Beneficio fué de los dioses el haberme cabido en suerte un hermano tal, que, por una parte, me obligase con sus costumbres á cuidar mucho de mi misma conducta, y por otra, con el respeto y amor que me tenía, me sirviese de grande con suelo ; beneficio, el haberme dado unos hijos no faltos de talento y no contrahechos ; beneficio, el que yo no hiciese grandes progresos en la retó rica, ni en la poesía, ni en otros estudios ; porque tal vez en éstos me hubiera estancado, sin pasar á otra cosa, si en ellos me hubiera visto muy adelantado. Me reconozco obligado á los mismos por haber yo promovido á los que corrieron con mi educación, concediéndoles los honores que á mi parecer deseaban, y no dilatando sus espe ranzas con las buenas razones de que todavía eran jóvenes y que con el tiempo les premiaría. Tengo por singular favor de la Providencia divi na el haber conocido á Apolonio , Rústico y Máximo, como también el que muy á menudo y con mucha claridad se me representase el siste ma de una vida conforme á la naturaleza. De modo que, por lo que mira á los dioses, á 2 18 los movimientos interiores, á los auxilios é ins piraciones que de parte de ellos recibí, me hallo en estado de vivir acorde con la naturaleza, si yo por mi culpa, ó por no querer seguir y obser var los avisos, y no sé si diga las lecciones, que ellos mismos me dan, no me quedare atrás. ¡Qué diré de que mi cuerpo haya podido por tanto tiempo resistir al trabajo en este género de vida; de que yo no llegase á tener un trato poco decen te ni con Benedicta ni con Theodoto, sino que con el tiempo me viese libre de aquellos afectos poco castos á que antes había dado lugar ; de que, eno jado muchas veces contra Rústico , no por eso jamás me propasé á alguna resolución de que después tuviese que arrepentirme ! No vivo menos reconocido á la misma Providen cia, habiéndola debido el que mi madre, aunque hubiese de morir joven, con todo tuviese el con suelo de pasar en mi compañía los últimos años de su vida; el que yo , cuantas veces quise socorrer á algún pobre, ó bien á otro cualquiera que tuvie se necesidad de mí para distinto fin, jamás me oyese decir que no tenía por entonces dinero con que poder hacerlo, y que ni tampoco me viese yo en igual necesidad de socorro ajeno. El que yo, por mi buena suerte, tuviese una con sorte de unas prendas tan bellas, tan inclinada á complacerme, tan apasionada por mí, de una condición tan llana y sencilla ; el poder echar mano de tantos y tan hábiles maestros para mis 19 hijos ; el proponerme entre sueños aquellos re medios de que yo necesitaba, y, entre otros, los que me habían de servir contra el esputo de san gre y los vahidos de cabeza, lo que me aconte ció en Gaeta. El que, habiendo yo concebido mucha pasión por la filosofía, ni tuviese la des gracia de dar con algún sofista, ni de perder ma lamente el tiempo en revolver escritores, ó en resolver silogismos, ó en discurrir de meteoros; porque sin duda es así, que cuanto acabo de re ferir no me pudo acontecer sin el socorro de los dioses y favor de la fortuna. Esto se escribió entre los quados, cerca de Granea. . LIBRO SEGUNDO I. Por la mañana no dejes de hacerte esta cuenta, diciendo : tropezaré hoy con algún curio so, con algún ingrato, con algún provocativo, con otro doloso, con otro envidioso, con otro intrata ble: todos estos vicios les vienen á ellos de la ig norancia del bien y del mal. Pero yo , que, por una parte, tengo bien visto y meditado que la na turaleza del bien totalmente consiste en lo hones to, la del mal en lo torpe, y que, por otra, conoz ço á fondo ser tal la condición del que peca que no deja de ser mi pariente, no por un vínculo 20 común de una misma sangre ó prosapia, sino porque participamos de una misma mente y par ticula 6 porción divina , bien sé que ninguno de éstos puede perjudicarme (puesto que ningún otro, no queriendo yo , puede complicarme en su infamia), ni debo enojarme contra quien es mi pa riente, ni concebir odio contra su persona. Porque los hombres hemos nacido para ayudarnos mu tuamente, como lo hacen los pies, las manos, los párpados, los dos órdenes de dientes ; por tanto, es cosa contra la naturaleza que unos á otros nos ofendamos, como sin duda lo hace el que se eno ja con otros y les es contrario. II. Todo mi ser consiste en una porción de carne , espíritu y mente, que es la parte princi pal. Déjate ya, pues, de libros : no te distraigas, ¿No tienes en tu mano hacer cuanto te digo? Tú, como quien en breve ha de morir , desprecia tu cuerpezuelo, que no es otro que una crasa sangre, unos huesecillos y un tejidillo de nervios, de pe queñas venas y de arterias. Mira qué cosa viene á ser tu espíritu : viento es ; ni siempre un mis mo viento , antes bien de un instante á otro re novado. Quédate, pues, en tercer lugar la mente, parte principal. Hazte así la cuenta : viejo eres, no permitas más que el alma , de suyo señora, se esclavice , ni que sea agitada con el ímpetu de las pasiones contrarias á la sociedad : no te desa zonen las presentes disposiciones del hado , ni las futuras te asusten. 2L III. Las obras de los dioses se dejan ver lle nas de providencia ; las de la fortuna, ó tienen su origen en la misma naturaleza, ó no suceden sin concierto y conexión con aquellos efectos á los cuales rige y preside la Providencia, de la cual todo dimana. Además de que así la necesidad co mo la utilidad del universo , del cual tú eres una parte , pide de suyo que las cosas tengan este curso que vemos. Y podemos decir que es bien de cada una de las partes de la naturaleza aquello mismo que la condición del universo lleva con sigo, y aquello también que de suyo se ordena á la conservación del mismo. Ahora pues, ¿quién no ve que igualmente la mutación de los elementos y de los mixtos con servan en su ser al mundo ? Esto te baste ; estos sean para ti tus dogmas perpetuos ; echa, pues, de ti esa sed insaciable de leer, para que no mueras con repugnancia; antes bien con resignación ver dadera, y agradecido á los dioses, por más que no hayas podido leer tanto libro como deseabas. IV. Recuerda cuánto tiempo hace ya que dilatas la ejecución de estas máximas, y cuántas veces, habiéndote los dioses concedido aquel pla zo que te habías prefijado, con todo no te has aprovechado de él. Es menester, pues, que ahora por fin conozcas de cuál mundo eres una parte, y de cuál gobernador del mundo has salido como un destello ; que medites que tienes predefinido el término de tu vida en un tiempo acotado ; del 22 Cual, si no te aprovechares, serenando tus apeti tos y pasiones, él se te pasará, y tú pasarás con él, y otra vez no volverá. V. Cuida á todas horas de obrar valerosa mente, como corresponde á un romano y á un hombre de gran vigor, ejecutando aquello que tu vieres entre manos con una gravedad perfecta y natural, con mucha humanidad, con franqueza, con entereza y justicia ; poniendo en calma tu co razón, desembarazado de cualquiera otro cuidado y pensamiento. Y podrás ciertamente ponerlo en calma si hicieres cada acción en particular, como si ella fuere la última de tu vida; libre de toda temeridad, libre de todo afecto contrario á los dictámenes de la razón, libre de ficción, de amor propio y de displicencia en las disposiciones del hado. ¿No ves cuán pocas máximas son aquellas que, bien practicadas, bastan para norte de unafe liz navegación en el mundo y entable de una vida casi divina ? Porque los dioses se darán por satisfechos del que estas cosas observare. VI. Tú, oh alma mía, te deshonras, te lo vuel vo á decir, te deshonras á ti misma, ni te haces cuenta que no tendrás más tiempo de adquirirte aquel honor que á ti misma te debes ; porque ninguno tiene más que una vida, y ésta se te pa só casi toda sin contar con el respeto debido á tu misma dignidad, antes poniendo toda tu felicidad en hacerte honor para con los otros. VII. Mira no te distraigan los negocios ex 23 teriores que te sobrevinieren ; antes bien procura desocuparte para aprender algo más, y déjate de andar girando de acá para allá, como una deva nadera. Porque ve aquí otro engaño y error, y es que muchos, en una vida muy ocupada y laborio sa, emplean su trabajo en cosas frívolas, sin pro ponerse blanco alguno al cual absolutamente di rijan todas sus miras y afectos. VIII. No irá mal á alguno por no entrome terse en lo que ocurre en el ánimo de otro ; pero es imposible el que deje de ir mal á quien no es cudriña lo que pasa en el suyo. IX. Es menester tener siempre presentes es tas pocas ideas : primera, cuál es la naturaleza del universo ; segunda, cuál es mi misma naturaleza; tercera, cuál es el orden y respecto que ésta tie ne para con aquélla ; cuarta, cuál parte viene és ta á ser, y de qué todo viene á ser la tal parte; quinta, que ninguno puede impedir que tú hagas siempre y digas aquello que sea conforme con aquella naturaleza de que eres una parte. X. Verdaderamente habló como filósofo Teo frasto cuando , en aquella comparación que hacía de los pecados entre sí (según que uno, vulgar mente hablando , puede comparar cosas entre sí iguales), dijo : que los pecados cometidos por de leite son más graves que los que por ira se sue len cometer ; porque se ve que un hombre enoja do se aparta de la razón con cierta angustia de corazón; pero el que por satisfacer su gusto peca, 24 vencido del deleite muestras da d eser un hom bre más destemplado y en cierto modo afemina do en sus pasiones. Dijo, pues, bien , y conforme á las máximas de la filosofía , que un desorden cometido por gusto era mayor delito que otro hecho con dolor. Lo que no se puede dudar es que el uno se parece más á un hombre que, provoca do, se ve forzado á irritarse por la pena que en si siente; pero que el otro de suyo hiere, siendo el primero en hacer una sinrazón , movido á obrar por capricho y antojo. XI. Es necesario que en todas tus acciones y pensamientos te portes como quien puede en el mismo punto salir de esta vida, si bien -esto de salir de entre los hombres, si hay dioses, nada quiere decir, puesto que ellos ningún mal podrán hacerte ; pero si no los hay, 6 si, por más que los haya, no cuidan ellos de las cosas humanas, ¿ para qué quiero yo vivir en un mundo falto de dioses y sin Providencia? Pero la verdad es que los hay, y que miran por las cosas humanas, dejando en nuestra mano el que no vengamos á incurrir en los que son verdaderamente males. Y la verdad es que si alguna de las otras cosas que se repu tan por males fuese un verdadero mal , habrían los dioses tomado sus medidas á fin de que fue se libre cada uno de no caer en él. Pues en este sistema de cosas, ¿ cómo podrá lo que no hace peor al hombre en sí mismo empeo rar la vida del hombre ? Ello es cierto que la na S 25 turaleza del Universo ni por ignorancia habría dejado de proveer de remedio para este mal, ni de propósito lo habría despreciado (como sin ar bitrio para precaverlo ó corregirlo, según algu nos falsamente opinan), ni, en suma, habría co metido un descuido tan grande, ó por falta de poder, ó de saber, como sería el que, con suma confusión , los bienes y los males verdaderos fuesen igualmente comunes á buenos y malos. Nosotros ahora, sin duda, vemos que la muerte y la vida, el honor y la infamia , la molestia y el deleite , la riqueza y la pobreza, no siendo cosas de suyo honestas ni torpes , acontecen á bue nos y malos; luego ellas en rigor ni son bienes ni males. XII. Es asunto digno de toda atención refle xionar con cuánta velocidad se pasa todo ; cuán presto en el mundo mismo desaparecen los cuer pos ; cuán en breve hasta la memoria de ellos se borra en la posteridad : que ésta es la condición de todos los objetos sensibles , y con particulari dad de aquellos que blandamente nos halagan, 6 con molestia nos apartan de sí, ó con su vanísimo aparato nos encantan : concluir cuán viles son es tas cosas, cuán dignas de desprecio, cuán sórdidas , cuán caducas y perecederas. Ni conviene meditar menos quiénes son aquellos de cuyo modo de pensar y hablar depende la gloria y la fama. Pero sobre todo es necesario tener bien entendido qué cosa sea morir ; porque si uno lo considera como 26 ello es en sí, procurando con una precisión exac ta en sus ideas separar de la muerte los horrores y espantos que abulta la imaginación, verá que el morir no viene á ser otra cosa que un efecto propio de la naturaleza , y claro está que es cosa pueril si alguno teme los efectos de la naturale za. Lo más es que no sólo el morir es efecto de la naturaleza, pero aun conveniencia de la misma. Por fin debe un sabio meditar de qué manera se une un hombre con Dios. XIII. No puede darse cosa más infeliz que un hombre que, girando de acá para allá, y corrién dolo todo, averiguando hasta lo que está bajo tierra é indagando por conjeturas los pensamien tos y secretos de su prójimo, no acaba de enten der que le basta el saber conversar con sola aque lla mente que dentro de sí tiene, haciendo con ella los oficios que la son debidos. Y los oficios que se deben hacer con ésta consisten en conservarla libre de pasiones, de temeridad , de disgusto y repugnancia en aquellas cosas que de parte de los dioses y de los hombres acontecieren . Porque las cosas de los dioses son dignas de toda veneración por ser obras virtuosas , y las de los hombres, siendo éstos nuestros prójimos , deben sernos gra tas y bien aceptadas , si bien alguna vez las mis mas en cierto modo nos deben ser objeto de com pasión, atendida la ignorancia del bien y del mal de la cual proceden ; siendo así que no es menor defecto este género de ceguedad en el 27 ánimo que aquella que nos priva de poder dis cernir lo blanco de lo negro. XIV. Por más que tú hubieses de vivir tres mil años, y, si quieres aun, treinta mil , con todo, haz por acordarte que ninguno pierde otra vida al morir que esta con que vive, ni vive con otra · que con esta que pierde ; así que lo más largo y lo más breve de la vida viene al cabo á reducirse á lo mismo, porque para todos es igual aquel momento presente en que se vive ; será, pues, igual á todos lo que se pierde de vida , y de este modo lo que se pierde viene á ser un indivisible. Y la razón de todo es porque ninguno puede per der ni aquel tiempo que ya se le pasó, ni tampo co el que aun está por venir: porque ¿ cómo se puede quitar á uno lo que uno no tiene? Convie ne, pues, tener siempre en la mente estas dos máximas : la una es que, puesto que todas las co sas desde una eternidad se presentaron con el mismo semblante y siguieron el mismo curso y giro, el contemplarlas ciento, doscientos años ó un tiempo ilimitado, en realidad no se diferencia en nada. La otra es que el que hubiere de vivir una vida muy larga, y el que hubiere de morir muy pronto, igual momento de vida pierden; por que únicamente podían ser privados del tiempo presente que sólo gozaban, visto que nadie pier de lo que no posee. XV. Que todo sea una vanidad fundada en sola opinión lo declara Monimo el Cínico en 28 sus escritos, cuya utilidad claramente verá aque que supiere valerse del chiste que en ellos reina, sin pasar más allá de lo que permite la verdad. XVI. El alma del hombre se infama á sí misma, con particularidad cuando viene á ha cerse, por lo que á sí toca, como un tumor ex traordinario en el cuerpo político del mundo ; por que el no conformarse con alguno de los acon tecimientos que ocurren viene á ser cierto absceso de la naturaleza universal , en la que to das las demás cosas, cada una por su parte, ocu pan su lugar respectivo . ¡Y acaso no la sucede esto mismo siempre que se muestra adversa ó hace oposición á alguno de los otros hombres con el fin de hacerle mal, como suelen practicarlo las almas que se hallan poseídas de ira ! Lo tercero , á sí misma se deshonra el alma racional cuando cede y se da por vencida del deleite ó de la pe na; lo cuarto , cuando , á manera de hipócrita, hace ó dice algo fingida y falsamente ; lo quinto, cuando, no proponiéndose blanco alguno en sus acciones ni en sus apetitos, obra temerariamente, siendo así que aun las más mínimas acciones de ben hacerse con el debido orden y respecto á su fin, el cual fin en las racionales no es otro que el obedecer á la razón y sujetarse al derecho de la naturaleza, que es, por decirlo así, la más noble y más antigua ciudad y gobierno. XVII. El tiempo de la vida humana no es más que un punto ; la materia de que se compone el 29 hombre padece sin cesar una continua disipación; sus sentidos torpes y oscurecidos ; toda la cons titución del cuerpo se inclina fácilmente á la co rrupción ; el alma inconstante y en continua agi tación ; la fortuna incierta y difícil de atinar ; la fama muy dudosa é indefinible ; en suma, to das las cosas propias del cuerpo son á manera de un río, que siempre corre; las del alma vienen á ser un sueño y un poco de humo ; la vida , una guerra perpetua y la corta detención de un pe regrino ; la fama de la posteridad, un olvido. ¿Qué cosa, pues, hay que nos pueda llevar á sal vamento ? Una sola , y ésta es la filosofía; digo aquella filosofía que se empeña en conservar sin ignominia ni lesión el espíritu, ó mente interior, en mantenerlo superior al deleite y al dolor; lejos de obrar sin reflexión , lejos de toda falsedad y ficción ; contento consigo mismo , y sin necesitar de que otro haga ó no haga tal cosa ; conforme con todo lo que viniere, y satisfecho, además de esto, con la parte que le tocare en los varios su- ` cesos , ya que todos vienen de aquella misma mano de donde él salió, y sobre todo capaz de ver venir la muerte con un ánimo plácido y so segado, persuadiéndose de que no es otra cosa que la separación de aquellas partes de que todo viviente animado se compone. Y, en efecto, si á los mismos elementos no les viene mal alguno de que los unos de continuo se muden y conviertan en otros, ¿por qué temerá uno la mutación y re 1 0 30 solución de todas las otras cosas ? ¿No es ella conforme á la naturaleza? ¿Puede acaso una cosa conforme á la naturaleza ser mala ? Esto se escribió en Carnuto . LIBRO TERCERO I. No se debe contentar uno con hacerse sólo la cuenta que, acortándosele de día en día el tiempo de la vida, la parte que le queda por ins tantes se le va haciendo menor, sino que mucho más debe reflexionar que, si más tiempo viviere, estará siempre incierto si una igual disposición de mente en que se halla le acompañará en ade lante , pronta para la inteligencia de las cosas ocurrentes, y para aquella meditación que de su yo conduce al verdadero conocimiento de las co sas divinas y humanas. Porque si una vez la ra zón empezare á flaquear, por más que no le falte á uno ni la transpiración, ni la nutrición , ni la fuerza de imaginar y de apetecer, ni de otras fa cultades semejantes, con todo , se le apagará el vigor para poder usar de sí mismo, para cumplir á la perfección con su deber, para ordenar y arre glar bien sus pensamientos y para resolver con madurez si ya es tiempo de darse la muerte; final mente, para ejecutar todas aquellas cosas que pi den una razón ejercitada y vigorosa. Conviene, 31 pues, darse prisa, no sólo porque por momentos se va uno acercando más á la muerte, sino por que le va desamparando el conocimiento y refle xión en los negocios . II. Ni deja de ser cosa digna de considera ción que todo aquello, que es como sobrepuesto á alguna obra principal de las que hace la natu raleza, lleva un atractivo particular. Lo mismo vemos que sucede al pan que en el horno se abre, no obstante eso, aunque aquellas hendi duras son de algún modo fuera de la intención del panadero, con todo le dan hermosura y ex citan muy particularmente la gana de comerle. Asimismo los higos, cuando están muy sazona dos, suelen abrirse; y en las aceitunas reventadas de maduras, el mismo distar poco de la corrup ción añade al fruto una estima y aprecio singu lar. Y si uno se pusiese á considerar despacio y en particular la naturaleza, hallaría que el incli narse hacia abajo las espigas, que la melena del león, que la espuma en la boca del jabalí, y, por abreviar, otras mil cosas más, aunque por sí mis mas ninguna hermosura ofrezcan á la vista , no obstante, por ser añadiduras, que de suyo van con las demás obras de la naturaleza, á un mis mo tiempo las hermosean y causan admiración; de modo que si uno tuviese un ánimo atento y fijase altamente la consideración en las cosas que se hacen en el mundo, estoy por decir que aun en estas como consecuencias y adiciones na 32 turales, nada se le presentaría que no le parecie se en cierta manera más agradable ; y así tam bién aquella abertura de boca, vista en las fieras á quienes es natural, no le deleitaría menos de lo que suele deleitar cuando los pintores y estatua rios la remedan ; y este mismo podría con ojos castos mirar igualmente la amable belleza de los niños que aquella madurez y gracia ya pasada que muestran en su semblante las personas de mucha edad. Y, por último, otras muchas cosas de este jaez se le pondrían delante, las cuales no pueden ser del gusto de todos, sino sólo de aquel que se ha hecho familiar la naturaleza y tiene ejercitada la mente en la verdadera con templación de sus obras. III. Hipócrates, habiendo curado á muchos de grandes males, enfermando él mismo , al cabo murió. Á muchos predijeron la muerte los cal deos, y no por eso dejó de llegarles su día y des tino fatal. Alejandro, Pompeyo y Cayo César, habiendo tantas veces destruído desde los ci mientos muchas ciudades y habiendo degollado en campo de batalla muchísimos centenares de infantes y caballos , al fin también fallecieron ellos mismos. Murió Heráclito de enfermedad de hidropesia y cubierto de estiércol , sin que le preservase una prolija disertación sobre el últi mo incendio del universo. Demócrito murió co mido de parásitos, y parásitos, bien que de otra casta, quitaron la vida á Sócrates. Pero ¿ á qué 33 viene todo esto ? ¿Á qué ha de venir ? Te embar caste, hieisté tu viaje, Hegaste al puerto, desem barcaste, qué si es para vivir otra vida, ni aun allá echarás menos á los dioses ; pero si es para que darte del todo sin sentido, acabarás ya de verte agobiado de penas y privado de gustos, no sir viendo ya á ese vaso inmundo de tu cuerpo, qué es de condición tan inferior, y que de suyo de biera servir como esclavo, puesto que, en el hom bre, la una parte consiste en la mente y espíritu; la otra no és más que tierra. IV. No malogrés el tiempo que te queda en averiguar vidas ajenas, á no ser que lo hagas con la mira de servir al pueblo , quiero decir que no revuelvas en tu imaginación qué hace este ó aquel y por qué lo hacé; que dice, qué piensa, qué maquina, y otras cosas â este modo, porque la cu riosidad de los hechos ajenos distrae del cultivo y cuidado de su mismo espiritu. Es menester, pues, guardarse mucho, que en la serie y discurso de tus pensamientos nada se entrometa de temerario y superfluo, y con más especialidad nada de cu rioso y maligno ; y también acostumbrarte á me ditar solamente en aquello sobre lo cual, de re pente reconvenido : ¿ en qué piensas ahora ?, pu dieses al punto con toda franqueza responder : en esto 6 en aquello pensaba ; de suerte que por la tal respuesta, al momento se dejase ver un ánimo en todo sincero, y bondadoso, propió de quien ama la sociedad, de quien desprecia los placeres y 3 34 de una vez echa de sí las ideas de una vida afe minada ; de quien ni tiene odio, ni envidia, ni sospecha contra nadie, ni otro afecto alguno des ordenado, por el cual le sea preciso avergonzarse al decir claramente que aquello era lo que en la mente tenía. Porque un hombre de esta clase, debiendo sin más pruebas ser reputado por un varón perfecto, viene á ser como un sacerdote y ministro de los dioses, que se sirve, como es ra zón, de aquel numen que tiene en su pecho con sagrado. Esto mismo hace que un hombre tal no se contamine con los deleites ; que sea invenci ble en todo trabajo , exento de toda especie de injuria, ni le haga impresión alguna la maldad ajena; que sea un atleta glorioso en el más bello certamen, nunca vencido ni arrastrado de pasión alguna ; empapado en la justicia y virtud ; abra zando con toda el alma cuanto acontece y dis pensan los hados ; entretenido rara vez, y nunca sin grande necesidad y utilidad pública, en pen sar lo que otros dicen, hacen ó maquinan , úni camente pára sus mientes en perfeccionar sus acciones y está atento continuamente á la parte que le cabe en el repartimiento de los hados consiguientes en el universo ; y así en lo uno cumple con su deber, y en lo otro se persuade de que las disposiciones son santas, puesto que la suerte que á cada uno en particular se le ha deș tinado , sobre cuadrarle muy bien, al mismo tiem po se ve serle muy útil. Él mismo tiene bien pre 35 sente que, logrando todo lo que participa de ra zón un común parentesco, también es conforme á la naturaleza humana el cuidar é interesarse en las cosas pertenecientes á su prójimo ; pero no de modo que busque el aplauso y aprobación de to dos, sino solamente de aquellos que, sin disputa alguna, viven conforme á las leyes de la natu raleza ; porque respecto de los que no viven en esta forma, no se olvida jamás de cómo estos ta les se portan en casa y fuera de ella, de día y de noche, y cómo gustan de revolcarse en un mismo lodo con otros sus iguales ; por consiguiente, tampoco cuenta con las alabanzas de aquellos que de sí mismos no están satisfechos. V. No hagas cosa alguna de mala gana, ni hagas tus cosas sin respecto al bien común ; nada harás sin examinarlo de antemano, ni lo harás arrastrado de alguna pasión. No busques un ador no afectado de palabras para explicar tus pensa mientos ; no seas amigo de hablar demasiado, ni hombre de muchos negocios, Antes bien, procu ra que ese tu dios 6 tu espíritu sea el conductor y guía de un varón grave, de un anciano, de un ciudadano amante del pueblo , de un romano, de un príncipe tan resuelto como el que más á partirse de esta vida sobre la marcha al mismo punto que oyere la señal de la retirada. Nunca necesites de juramento ni de testigo alguno para ser creído. Á más de esto mantén un semblante placentero, indicio de un ánimo que no necesita 36 de que otros le procuren su tranquilidad interior; es menester, pues, que te mantengas sobre ti, no necesitando de otro apoyo. VI. Si en el discurso de la vida hallares algo más recomendable que la justicia, la verdad, la moderación , la fortaleza , y, para decirlo de una vez, de mayor aprecio que aquella disposición de ánimo en fuerza de la cual uno se conforma gustoso con la recta razón en la práctica de sus acciones , y se contenta con las disposiciones del hado, que no dependen de su elección ; si algo, digo, hubieres visto de mejor condición , abrazán dolo con toda tu alma, goza enhorabuena de ese mayor bien. Pero si nada se te presentare más excelente que ese tu espíritu ó numen en tu pe cho consagrado , que es el que tiene á raya sus propios apetitos , que examina los pensamientos que se ofrecen á la fantasía, que se desprende de los halagos de los sentidos , como Sócrates solía decir ; que se sujeta á sí mismo á los dioses y que tiene cuenta con el bien del prójimo ; si hallares , pues, que toda otra cosa es mucho menor y de menos valor que tu espíritu , no quieras dar cabi da á otro bien alguno ; al cual si una vez te rin dieres , ya no podrás después , sin mucha repug nancia y contradicción, dar el primer lugar á aquel otro que es propiamente tu bien. Y, en realidad de verdad , no es conforme á justicia y razón que ningún otro género de bien, como es el aplauso popular , el mando , la riqueza , el de 37 leite, se atreva á disputar el primer lugar contra el bien honesto, propio de la razón y sociedad; bien entendido que si uno juzgare deber con descender en algo con cualquiera de estos bie nes enseñoreados de su corazón, lo arrastrarán tras sí. Digo, pues, que, escogiendo tú de buena fe y generosamente lo mejor, te afirmes en ello. Y sin duda lo mejor es lo más útil, y en que de berás mantenerte, si te conduce como á racio nal, y huir, si como á dominado del apetito, y sobre todo procura conservar un juicio recto y li bre de preocupaciones, para que con toda segu ridad puedas hacer un examen verdadero. VII. Jamás califiques de útil para ti mismo lo que tal vez puede empeñarte en faltar á tu palabra, en desestimar la modestia, en aborrecer á otro, en tenerle por sospechoso , en abominar de él, en mostrarte doble; finalmente, en apasio narte por alguna cosa de las que no pueden ha cerse sino á puertas cerradas. Pues quien á todo lo demás antepusiere su mente y alma, no ha biendo para él cosa más sagrada que las religio sas ceremonias de la virtud, este tal no se entre gará al llanto, no temerá la soledad ni el con curso, y, lo que más es, no vivirá buscando la muerte ni huyendo de ella; persuadido que nada le va en que por más*6 menos tiempo viva unida su alma con su cuerpo. Porque si al mismo punto le fuese necesario partirse del mundo, tan expe dito y desembarazado se marcharía como si hu 38 biese de ir á practicar con decoro y buen modo cualquiera otra función de la vida, siempre acos tumbrado á precaverse tan sólo de que su mente rehuse los oficios propios de hombre racional y sociable. VIII. En el espíritu de un hombre muy mo derado y cándido , nada hallarás corrompido ni contaminado. Ni menos podrá la Parca arreba tarle la vida en tal estado, que no haya llegado ya al término de su perfección, al modo que po dría alguno decir de una persona de teatro, que se salía de él antes de dar fin á la acción trági ca que representaba. Á más de esto, en el mismo jamás verás cosa servil , ǹi afectada , ni postiza, ni sectaria ó sediciosa, ni que se resista al exa men, ni que pretenda quedar oculta. IX. Ten gran cuenta con la opinión , porque todo depende de ahí, para que jamás se intro duzca en tu espíritu alguna opinión repugnante á la naturaleza y condición de un viviente que participa de razón. Y lo que la tal condición re quiere es reserva en el juzgar , familiaridad para con los hombres y obediencia á los dioses. X. Echando, pues, de ti todo otro cuidado, pon sólo atención en estas consideraciones, y al mismo tiempo acuérdate de que cada uno no vive más de lo que es el tiempo presente, en que vi ve, que es un punto indivisible, y que todo el resto de su vida, ó ya lo acabó de vivir, ó es in cierto. Es, pues, nada lo que uno yive; nada el 39 rincón de la tierra en donde pasa su vida ; nada la más extendida fama de la posteridad ; fama propagada por la sucesión de unos hombrecillos que muy en breve se morirán, y que, no cono ciéndose bien á sí mismos, están muy lejos de poder juzgar de los que antes murieron. XI. Á los avisos que llevo dichos, debe aña dirse uno más, y es que siempre se haga la defi nición ó la descripción de aquello que nos pre sentare la imaginación de modo que distinta mente contemple uno cuál es su naturaleza, to mada de por sí precisamente y mirada según to das sus partes, y que tambien diga para consigo mismo : tal es el nombre propio y peculiar de la tal cosa, tales los nombres de las partes de que se compuso y en las que se resolverá. Porque ver daderamente nada contribuye tanto á la grande za de ánimo como el saber examinar con método y exactitud cada una de las cosas que suelen acon tecernos y poder escudriñar siempre las mismas en tal conformidad, que venga en conocimiento de qué sirve tal cosa, qué estimación merece com parada con el universo y qué aprecio comparada con el hombre, siendo éste, como es, un dada no de aquella suprema ciudad, de la cual estas ciudades de acá vienen á ser otras tantas casas y familias ; de qué condición es, de qué princi pios se compuso ; por cuánto tiempo deberá na turalmente durar este objeto que ahora me con figura la imaginación; de qué virtud convendrá 40 echar mano para podérmelas haber con él; por ejemplo, si de mansedumbre, de fortaleza, de verdad, de confianza, de candor, de frugalidad ó de otras semejantes. Conviene, por lo mismo , decir en cada aconte cimiento particular : esto en verdad me viene de la mano de Dios; eso otro sucede en fuerza de la coligación de las cosas y del hilo fatal de las Parcas, por esta complicación de sucesos y por el acaso de la fortuna; aquello nace de parte de aquel que es hombre de mi misma patria, de mi mismo´linaje y mi amigo, pero que al mismo tiempo ignora lo que le corresponde según los derechos de la naturaleza, los cuales sé yo muy bien; por esto me portaré con él con benevolen cia y con justicia, conforme lo pide y exige ` la ley natural de la sociedad , si bien en estas cosas comunes de la vida no perderé de vista que debo tratarle correspondientemente á su mérito . XII. Si tú, siguiendo la recta razón, haces lo que tienes entre manos, con estudio , con em peño y buena voluntad, sin poner la mira en ninguna otra conveniencia ni diversión ; antes bien conservas tu espíritu por entonces tan puro como si ya lo hubieses de restituir á quien te lo ha dado; si, vuelvo á decir, llevas adelante tu obra, no buscando otro bien ni huyendo de otro mal, sino dándote por satisfecho con hacer el presente trabajo conforme á la naturaleza y con hablar con suma entereza lo que hubieres de de 41 cir, vivirás feliz y dichoso, además de que no hay persona alguna que pueda impedirtelo. XIII. Al modo que los cirujanos tienen siem pre á la mano los instrumentos de su profesión para las curas repentinas, así deberás tú tener prontos tus principios, ya para entender las cosas divinas y humanas, ya para hacerlo todo , aun lo mínimo, en tal conformidad, como quien tiene presente la mutua relación que unas y otras co sas tienen entre sí, por lo que ningún oficio po drás hacer debidamente para con los hombres sin el tal respecto á las cosas divinas. XIV. No te extravies más, supuesto que no has de tener tiempo para acabar de leer tus co mentarios, ni las proezas de los antiguos roma nos y griegos, ni los apuntamientos que entresq cas de los libros y reservas para el tiempo de tu vejez. Date, pues, prisa en llegar al fin, y, deja das las vanas esperanzas, si tienes cuenta contigo mismo, procura mirar por tu bien, XV. Porque esto aun pueden hacerlo los que no saben cuántos significados tienen los verbos de robar, sembrar , comprar , de ver lo que se debe hacer , lo cual no se ve con los ojos cor porales, sino con otra cierta vista interior. XVI. Tenemos cuerpo, alma y espiritu : del cuerpo son los sentidos, del alma los apetitos, del espíritu los principios. Ello es así, que el for mar la fantasía las ideas de los objetos es cosa común á los brutos ; el ser impetuosamente agi 42 tado, como lo es un autómata, conviene también á las fieras, á los hombres afeminados, á un Fa laris y un Nerón ; á aquellos que no creen en los dioses ; á los enemigos y traidores á su patria ; á aquellos, finalmente, que de nada tienen empa cho, después que cerraron la puerta. Ahora, pues, si todas las otras cosas son comunes á estos de quienes acabamos de hablar, resta que sea pro pio del hombre virtuoso tener á su espíritu por guía en aquellas cosas que le parecieren ser de su obligación y abrazar con amor las disposicio nes que los hados le hubieren decretado. El no manchar su espiritu , que á manera de un numen divino lo tiene consagrado en su pecho, ni per turbarlo con un tropel de imaginaciones; antes bien conservarle plácido y propicio, obedecién dole con el mayor respeto y siguiéndole como á un dios ; por fin , el que no diga cosa que sea contra la verdad, ni ejecute acción alguna con traria á los derechos de la justicia. Y si uno no fuere del agrado y satisfacción de los hombres porque siga este género de vida sencilla, modes ta y plácida, no por eso deberá enojarse contra nadie, ni desviarse de aquel camino, que condu ce y lleva al término de la vida, al cual es nece sario que uno llegue puro y tranquilo, desemba razado y sin la menor repugnancia con la propia suerte que le cupiere. 43 . LIBRO CUARTO I. El espíritu , que en el hombre domina cuando va bien concertado con la naturaleza, se halla en tal estado respecto á los acontecimien tos, que siempre puede aplicarse con facilidad á lo que en el lance se le permite y propone como practicable; porque no se ata ni prefiere á mate ria alguna en particular, sino que de suyo se propone lo mejor, aunque siempre con la debida excepción si se pudiere; y así, cualquier estorbo que le sobreviniere, hace de él y lo mira como materia y ejercicio de virtud. No de otra manera que cuando un vehemente fuego se apodera de la materia que encuentra ó le arrojan, capaz de apagar otra pequeña luz, al instante se la con vierte en sí mismo y resuelve, y con esto mismo se propaga y crece. II. Ninguna obra se ha de ejecutar en vano, ni de otro modo que con una exacta atención y conformidad con las reglas del arte. III. Muchos, para su retiro, buscan las casas de campo, las orillas del mar, los montes ; cosas que tú mismo solías desear con anhelo ; pero todo esto es una vulgaridad, teniendo uno en su mano el recogerse en su interior y retirarse dentro de sí en la hora que quisiere ; porque en ninguna parte tiene el hombre un retiro más quieto ni más 44 desocupado que dentro de su mismo espíritu, es pecialmente aquel que dentro de sí tiene tal pro visión de documentos, que al punto , dándoles una ojeada, se halla en suma tranquilidad : la que yo ahora llamo tranquilidad no es otra cosa que un ánimo bien dispuesto y ordenado . Date, pues, de continuo á este retiro y rehazte de nuevo en él. Tendrás para esto ciertos recuerdos breves como primeros principios 6 elementos, los cuales, prontamente reducidos á la memoria, serán efica ces para borrar y quitarte toda pesadumbre y para restituirte libre de enfado á aquellas funcio nes á que hubieres de volver. Porque ¿ qué cosa es la que no puedes sufrir con paciencia ? ¿Es la ruindad de los hombres ? Sin embargo, haciendo tú sobre estas máximas la reflexión de que los hombres nacieron para ayudarse unos á otros, y que de justicia deben sufrirse mutuamente, y que pecan forzados y contra su intento; haciendo tam bién memoria cuántos son los que hasta aquí, da dos á la enemistad, al odio, á las sospechas, á las pendencias y contiendas, al cabo murieron y fue ron reducidos á cenizas , créeme, podrás ya con estas reflexiones dejar de enojarte contra nadie. Pero ¿ quizá llevas pesadamente las disposiciones y sucesos del universo ? Mira : dejarás de disgus tarte renovando en tu memoria aquel dilema : ó la Providencia, 6 los átomos lo llevan así; 6 tenien do presentes aquellas razones, con las cuales se de muestra que el mundo es como una ciudad 6 es 45 tado, cuyo bien público debes anteponer altuyopro pio. Pero ¿ acaso te dan pena estas cosas corpóreas y sensibles de acá? Sin embargo,dejarás de afligir te reflexionando que la mente, si una vez se re coge dentro de sí, y conoce su propia virtud, no se mezcla ni toma partido en las conmociones le ves ni ásperas que en el cuerpo siente, y recapa citando también todo cuanto hayas oído y apro bado acerca de la molestia y del placer. Pero ¿por ventura te arrastra la ambición y deseo de aplauso? No obstante, dejarás de andar solicito en estepunto echando los ojos hacia la prontitud con que vie ne el olvido de todas las cosas ; hacia aquel caos de la eternidad por una y otra parte interminable; hacia la vanidad del aplauso ruidoso ; hacia la in constancia y falta de juicio en aquellos que al parecer nos favorecen con su aplauso, y, finalmen te, hacia la estrechez del lugar en que la fama se encierra. Porque además de que toda la tierra es un punto, dime : ¿ cuán reducido es aquel rincon cito que en ella se habita? y en ésta, ¿ cuántos son y cuáles al cabo los que te han de alabar? Résta te, pues, el que te acuerdes de retirarte dentro de aquella soledad, en donde mora tu mismo espíritu, y sobre todo que no te distraigas, ni tomes so brado empeño por cosa alguna ; antes bien mués trate superior á todas ellas, y míralas como varón fuerte, como hombre grave, como buen ciudada no, como quien vive para morir. Pero con espe cialidad, entre las otras máximas de que muy 46 á menudo sueles echar mano, debes tener á pun to estas dos : la una, que las mismas cosas no lle gando al alma, sino quedándose inmobles á la parte de afuera, todas tus inquietudes provienen sólo del modo que interiormente tienes de opi nar; la otra, que todas estas cosas que ves, no bien habrás vuelto los ojos, cuando se habrán ya mudado, para no permanecer más. Y tú mismo puedes frecuentemente reflexionar cuántas mu taciones has alcanzado ya en ellas : el mundo es una continua mutación y una imaginación la vida. IV. Si es verdad que todos los hombres te nemos un mismo principio de entender , también lo es que todos tenemos una misma razón, con la que somos racionales ; y si esto es así , igual mente estamos dotados de una razón práctica de lo que se debe hacer ó no ; si esto es cierto , á todos nos comprende una misma ley ; y si nos comprende, todos somos conciudadanos ; y si lo somos, todos participamos de la policía común; y si todo es verdad, viene á ser el mundo un es tado universal. Pues si no, que diga alguno de qué otro estado común podrá participar todo el linaje humano. Sin duda que de aquí, de esta co mún ciudad del universo nos viene á nosotros la facultad de entender y de usar de razón, como también de poder obrar según ley ; y si no , ¿de donde nos proviene? Porque así como la parte térrea que tengo en mí, la tengo fomada del ele 47 mento de la tierra; la húmeda tomada de algún otro elemento ; la aérea y la cálida é ignea to mada de su origen particular (supuesto que na da viene de la nada, al modo que nada va á pa rar á la nada), así también de alguna parte nos viene el principio de entender. V. La muerte y la generación, cosas entre sí mny parecidas, son un misterio de la naturaleza; ésta es una condensación de aquellos mismos ele mentos, de que aquélla es una disolución ; en su ma, nada hay en aquéllas de que deba uno aver gonzarse, no hallándose en ellas cosa que no sea conforme á un viviente animado é inteligente, ni que repugne á su estado y condición. VI. Siendo tales los hombres, tales deben ser natural y necesariamente sus acciones ; y quien no quisiere esto , querrá que no tenga leche la higuera. Absolutamente será bueno que te acuer des que dentro de brevísimo tiempo, tanto tu co mo esotro tu enemigo, moriréis, y que poco des pués ni aun de vuestro nombre quedará me inoria. VII. Echa de ti esa mal entendida opinión , y con eso no se incurre en la queja importuna de decir: he sido infamado ; precávete de esto tam bién, y así se evita todo daño. VIII. Todo aquello que no hace que un hom bre sea en sí peor de lo que antes era, no em peora su vida, ni le acarrea mengua alguna ni exterior ni interiormente. IX. 48 Por su propio interés y provecho se vìó obligada la naturaleza á producir esto que vemtos. X. Advierte bien que todo cuanto sucede hay razón para que acontezca ; porque si tú lo pensa res atentamente, hallarás, no digo sólo que todo viene en fuerza del orden y enlace de los hados, pero aun también que todo se hace con justícia y razón, y como dispensado por una mano que reparte á cada cual según su merecido. Lleva, pues, adelante esta observación como has empe zado, y todo cuanto hicieres haslo contó corres ponde que lo haga uso que sea hombre de bien, tomando con toda propiedad esta palabra; y esto obsérvalo bien en todas tus acciones. XI. No mires las injurias por el lado que las ve quien te injuria, ó por el lado que éste pre tende que las vcas , sino míralas como sen. XII. Conviene siempre tener muy prontas es tas dos reflexiones : la una, para hacer sólo áque llo que en pro del pueblo te dictare la razón, eu yo es mandar y dar la ley ; la otra, para mudar de resolución siempre que se presentare quien te corrija y apee de alguna opinión ; pero bien en tendido que esta mutación de sentencia sólo de ba estribar siempre en alguna razón probable de que sea justo, ó que se haga por la utilidad pú blica, & por otro bien semejante, y nunca por tu capricho 6 vana ambición. XIIL Dime: ¿te hallas dotado de rasón ? Me hallo, responderás sin duda; ¿ luego por qué no 49 usas de ella? Pues haciendo ella su deber, ¿ qué otra cosa pretendes y quieres? XIV. Subsistes ahora como parte del univer so; vendrá tiempo en que desaparecerás resuelto en el principio que te engendró ; ó, para decirlo con más propiedad, por medio de una mutación , serás resumido en aquella mente que es el principio y la fuente de donde saliste. XV. Vemos sobre un mismo altar que arden muchos grumos de incienso, de los cuales los unos caen antes y los otros después ; pero cayendo todos alcabo, nada importa el orden con que caen. XVI: No bien habrán pasado diez días, cuan do ya te reputarán por un dios aquellos mismos que ahora te tienen por una bestia, si de veras te dieres á seguir las leyes de la razón . XVII. Tú no cuentes como quien ha de vi vir millares de años; tienes ya la muerte encima de ti ; mientras tienes vida, mientras te lo permi te la ocasión, procura hacerte bueno. XVIII. ¡Cuánto tiempo libre y desocupado logra el que no se cuida de lo que dijo, hizo 6 pensó su vecino; sino que sólo tiene cuenta con lo que él mismo hace, para que todo esto sea una cosa justa y santa ! O como dice Agathon : ¡ para que no seas de negras costumbres ! Conviene, pues, que lleves adelante tu camino, sin mirar acá ni allá, y sin desviarte á parte alguna. XIX. El que anda alucinado con la pasión de dejar grande nombre y memoria de sí, no se 50 imagina que cada uno de los que se acordaren de él en breve morirá y él también ; y después , por su orden, cualquiera que les sucediere, hasta que se borre toda su memoria, continuada por la sucesión de los que le hubieren admirado y des pués también hubieren fenecido. Pero demos que los que de ti se acordaren hayan de ser inmorta tes, y que lo haya de ser también tu memoria; dime: ¿ qué parte, pues, tendrás tú en ella? No di go después que hubieres muerto; pero aun aho ra viviendo, ¿de qué te sirven las alabanzas, si en éstas no tienes la mira á algún otro bien y pro vecho? Lo que sucede es que deja uno de cum plir con lo que le encargó la naturaleza, en tanto está colgado de lo que otros dirán de él. XX. Todo lo honesto , de cualquier modo que lo sea, es por sí mismo honesto y en sí encie rra su bondad, sin que en ello tenga parte la ala banza; y así, el que sea alabado, no lo hace me jor ni peor. Esto mismo digo de los que vulgar mente se llaman bienes; por ejemplo, de los efec los por naturaleza materiales y de las obras del arte. Lo que fuere, pues, realmente bueno , de na da más tendrá necesidad ; como no la tiene la ley, la verdad, la benevolencia y la modestia. Pregun to: ¿ cuál de estas últimas cosas es buena por ser alabada, ó por ser vituperada se vicia? ¿Es de peor condición la esmeralda porque no la ala ben? ¿Se hace por eso menos apreciable el oro, el marfil, la púrpura, el puñal y la florecilla? 51 XXI. Aesta pregunta; si las almas duran por largo tiempo, ¿ cómo desde una eternidad caben ellas en el aire ?, puede satisfacerse con otra: ¿ Có mo, después de una eternidad, los cuerpos sepul tados en la tierra pueden caber en ella? La ra zón de uno y otro es porque como aquí la muta ción y disolución de los cuerpos, que después de alguna breve duración sucede, hace lugar á otros, del mismo modo allí, las almas transportadas á la región del aire, después que por algún tiempo kubieren permanecido, se mudan, se disipan , se vuelven á inflamar, recibidas otra vez dentro de aquella mente, principio y fuente originaria del universo; y de esta manera las primeras hacen lugar á las que van viniendo después. Esto, digo, podrá uno responder en la hipóte sis de que las almas por largo tiempo perma nezcan fuera del cuerpo. Pues por lo que toca á los cuerpos, se debe considerar, no sólo la mu chedumbre de aquellos que son en esta forma se pultados, sino también la de aquellos animales que son diariamente comidos tanto por nosotros como por otros vivientes. Y á la verdad, ¿ cuán grande es el número que de ellos se consume, y que en cierto modo se sepulta en las entrañas de los que con éstos se alimentan y viven ? Y, sin embargo, vemos que hay lugar para todos ellos; parte, porque se convierten en sangre; parte, por que se mudan, adquiriendo la forma de aire ó de fuego. Mas esta doctrina, ¿ qué fundamento tiene 52 de verdad ? Estriba en aquella común división que de todo se hace en causa material y eficiente. XXII. Mira no te arrastren las pasiones: sin embargo de cualquier impetu que sintieres, da á cada cosa lo suyo; y no obstante la viveza de la fantasía, conserva un juicio recto. XXIII. Digote con toda verdad, oh naturaleza comoda, me del mundo, que todo lo que á ti te acon avengo yo bien con ello; nada es para mí tem prano, nada tardio, si á ti te parece sazonado; es para mí una fruta regalada todo aquello que tus estaciones llevan , oh naturaleza ; de ti viene todo, en ti subsiste todo, en ti va á resolverse todo. Si el otro dijo, hablando con Atenas : ¡ Oh querida 'ciudad de Cécrope !, no dirás tú, hablando con el mundo: ¡ Oh querida ciudad de Jove! XXIV. No te cargues con muchos negocios, dice Demócrito, si quieres vivir quieto; pero mira si fuera mejor el haberlo dicho así : carga con los negocios necesarios y con cuantas ocupaciones la razón dicta á un viviente por su naturaleza polí tica y sociable, y procura cumplir con ellas como la misma razón lo sugiere; porque el hacerlo así, no sólo acarrea aquella quietud que nace del obrar rectamente, sino también aquel sosiego que lleva consigo el no tener mucho que hacer. Por que si uno supiese cercenar las más de aquellas cosas que los hombres decimos y hacemos no siendo necesarias, se hallaría más desocupado y con menor perturbación; de aquí se colige que es 53 C muy del caso reflexionar en cada una de las co sas si alguna de ellas será ó no una de las nece sarias. Además de que no sólo conviene cercenar las acciones no necesarias, pero aun los pensa mientos ociosos; porque de esa suerte no serán superfluas las acciones que sobrevinieren. XXV. Examina cómo te va en la profesión que haces de hombre sabio y virtuoso; de hom bre, digo, que se propone el conformarse con las disposiciones de la Providencia y el contentarse con un modo de obrar justo y con una disposi ción de ánimo lleno de bondad. XXVI. ¿Has entendido esto? Atiende, pues, á estotro: No te perturbes ; dilata tu corazón: ves que peca alguno ? sobre su cuenta peca ó para si hace: ¿te ha sucedido algo de bueno? des de el principio los hados te tenían dispuesto y ordenado todo lo que te acontece. En suma : sien do la vida breve, conviene aprovechar el tiempo presente empleándolo con discreción y justicia, y reduciéndote á ser moderado en las recreaciones. XXVII. Es preciso que el mundo, ó sea un sistema bien ordenado, ó un montón de cosas mez cladas, las cuales, por más perturbadas y revuel tas que estén, con todo no perjudican á la forma ción del mundo. ¿ Será posible que en ti subsista un buen orden, y qué en este todo del universo reine el desorden? Especialmente hallándose en él las cosas así repartidas en sus respectivos lu gares y esparcidas de tal modo, que se dan la 54 mano y conspiran a la simpatía y formación de un todo. XXVIII. Las negras y depravadas costumbres consisten en ser el hombre afeminado, testarudo , fiero y bestial; pueril, pérfido y tirano. XXIX. Si es peregrino en el mundo quien ignora lo que hay en él, no menos será peregri no quien no sabe lo que en él pasa; será fugitivo el que huye de seguir y acomodarse á la razón política; pasará por ciego el que tiene cerrados los ojos de la razón; por mendigo el que necesi ta de otro y que en sí mismo no tiene todo cuan to es útil para la vida; reputaráse como un apos tema y corrupción del mundo el que se separa y retira de lo que prescribe la razón de esta natu raleza común, disgustándose con los sucesos acae cidos, siendo así que los produce aquella misma causa que te produjo á ti . Por fin es como miem bro cortado de este cuerpo y ciudad común el que, por decirlo así, separa su alma de la de los otros racionales, siendo una misma en todos ellos. XXX. Hace este profesión de filósofo sin lle var túnica; aquel sin tener libros, y el otro igual mente estando medio desnudo; no tengo, dice uno, pan que comer, y, sin embargo, insisto en la filosofía; yo, dice otro , no tengo el salario co rrespondiente al ejercicio de mi enseñanza, y con todo me doy á la filosofía constantemente. XXXI. Estima y vive satisfecho con el arte que aprendiste; y lo que te restare de vida, pá 55 salo de manera que, poniendo todas tus cosas en las manos de los dioses, á ninguno de los hom bres tiranices y ti nadie te esclavice. XXXII. Ponte á pensar en los tiempos pasa dos; por ejemplo, en los de Vespasiano; verás que sucedía lo propio que hoy día: se casaban los hom bres, educaban la prole, enfermaban y morían; guerreaban, hacían sus fiestas, ejercían la mer cancía y labraban; adulaban, estaban llenos de presunción y arrogancia; vivían con sospechas y armándose asechanzas; había quien deseaba á otros la muerte; quien murmuraba del estado de las cosas presentes; quien andaba enamorado; quien atesoraba; quien deseaba el consulado y el imperio . Acabóseles , pues , así la vida, sin que ahora quede rastro alguno de ella. Pasa en se gundo lugar á los tiempos de Trajano: hallarás de nuevo que todo era lo mismo; murieron tam bién los que entonces vivían. De la misma suer te reflexiona sobre las otras épocas de los tiem pos de todas las naciones ; y repara bien cuán ⚫tos, después de haberse afanado , muy en breve murieron y se resolvieron en sus elementos. Pero muy especialmente convendrá que hagas memoria de aquellos á los que tú mismo conocis te ocupados y distraídos en estas cosas vanas, omitiendo el hacer lo correspondiente á su pro pio estado, y el entregarse con constancia al cum plimiento de su obligación, con sólo lo cual de bían contentarse. Es necesario, del mismo modo, 56 que te acuerdes que la aplicación y esmero en cada acción en particular debe corresponder al mérito y proporción de la misma ; porque así no llegarás á fastidiarte , si no te has entretenido en cosas de poca consideración. XXXIII. Las voces antiguamente trilladas son ahora tan oscuras, que necesitan de glosa y explicación; asimismo, pues, los nombres de los héroes en otro tiempo muy celebrados, en cierto modo al presente ya no se entienden sin inter pretación; tales son, por ejemplo, Camilo , Cesón , Voleso, Leonnato; tales serán dentro de poco tiempo Escipión y Catón; tal será después Augus to, y en lo sucesivo Adriano y Antonino. Porque todas las cosas son caducas, y presto vienen á hacerse fabulosas; y es que un pronto y total ol vido las cubre y sepulta. Y esto digo aun de aquellos que en cierto modo resplandecieron con admiración de los hombres; porque los otros, al punto que espiraron, quedaron desconocidos y no sé volvió á hablar más de ellos. Pero ¿qué viene á ser en sustancia una fama inmortal? Absoluta mente una pura vanidad. ¿Qué cosa, pues, es aquello á que conviene dedicarse con empeño? Una sola cosa, y es que el pensar sea justo, las acciones llenas de bondad respecto al bien pú blico , las palabras incapaces de engañar á na die, la disposición de ánimo conforme y resig nada, abrazando todo lo que acaeciere, como que es necesario , como que es cosa sabida , como 57 que proviene de aquella fuente y principio uni versal. XXXIV. Entregate de todo tu corazón al ha do, estando pronto á que te destine á los fines que quisiere. XXXV. Todo se reduce á la breve duración de un día: el que alaba y el que es alabado. XXXVI. Considera de continuo que todas las cosas se hacen por mutación, y acostumbrate á pensar que la naturaleza del universo nada ape tece tanto como el mudar las cosas existentes y hacer otras nuevas semejantes á las primeras; porque todo ente es en cierto modo la semilla de otro que de él ha de renacer. Pero tú te imagi nas que solas las semillas son las que se echan en la tierra. XXXVII. Ya dentro de poco habrás de mo rir. ¡Y que aun no acabes de ser sincero é imper turbable, libre del error y sospecha de que lo que está fuera de ti pueda dañarte, benévolo para con todos y persuadido de que no hay otro saber que el bien obrar! XXXVIII. Mira con atención el corazón hu mano, sus cuidados y aficiones; de qué cosas hu yen los hombres y cuáles desean alcanzar. XXXIX . Tu mal no proviene de otro espíri tu que esté fuera de ti, ni consiste en alguna mu tación y alteración de ese tu cuerpo que te ro dea. ¿ De dónde pende, pues? De aquella fuerza aprensiva de los males que en ti mismo tienes; 58 haz, pues, que ella no se imagine ni tenga por mal lo que no es, y todas las cosas te irán bien; y así, por más que este tu cuerpezuelo, el vecino más allegado á tu alma, sea sajado, quemado , co rrompido, podrido, con todo, aquella tu parte cu yo es el juzgar sobre estas cosas, persevere tran quila; esto es, persuádase que aquello por sí no es bueno ni malo , que sin diferencia puede so brevenir á hombres buenos y malos; pues lo que igualmente acontece al que vive conforme y al que vive contra la naturaleza, esto sin duda no la es á ella conforme ni contrario. XL. Conviene tener siempre en la mente que el mundo es como un viviente animado que tie ne una materia y un alma ; y pensar cómo á su noticia, que en él es un sentido , llega todo; y có mo con un ímpetu 6 acción común haga todas las cosas, y concurra con las demás causas parti culares á todos los efectos que se producen; y, por último, considerar cuál es la dependencia y enlacé de todas las cosas entre sí. XLI. Tú, alma mía, según decía Epicteto, no haces más que llevar sobre ti un muerto. XLII. Ningún mal viene á las cosas, porque se hallen en actual mutación , como tampoco las viene algún bien porque después de mudadas subsistan en su nuevo estado. XLIII. El tiempo es como un río, y aun como un rápido torrente, que arrastra cuanto hay en el mundo; porque lo mismo es dejarse ver cada una 1 59 de las cosas, que desaparecer precipitadamente; y sucederla otra, y también ser arrebatada, XLIV. Todo lo que en el mundo sucede es una cosa tan usada y trivial, como las rosas en la primavera y las frutas en el verano : tal es la en fermedad, la muerte, la calumnia, las traiciones y cuantas cosas alegran ó entristecen á los fa tuos é ignorantes. XLV. En la naturaleza, los sucesos posterio res siempre van consiguientes á los anteriores con correspondencia y buen orden; no porque su curso venga á ser como una enumeración de co sas sueltas y desordenadas, las cuales sola la fuer za haga que por necesidad concurran; antes bien es una serie encadenada por justo motivo y razón fundada. De suerte que, como los entes están en el mundo ordenados con la debida proporción y armonía, del mismo modo los efectos no demues tran una mera sucesión de los unos á los otros, sino una admirable conveniencia entre sí mismos. XLVI. Acuérdate de tener siempre presente esta sentencia de Heráclito: que la muerte de la tierra es convertirse en agua, la del agua es trans mutarse en aire, la del aire hacerse fuego y al contrario. Es necesario también acordarte de aquel que se olvidó del camino por donde debía ir; y cómo los más en nada siguen aquella razón con quien especialmente conversan con más fre cuencia, y con la que la naturaleza todo lo rige y gobierna, á los cuales les parecen extrañas y 60 peregrinas aquellas mismas cosas que cada día ocurren. También conviene conservar en la me moria que no es conducente el decir ni hacer nuestras cosas como quien sueña ; porque, á la verdad, entonces, cuando soñamos, nos parece que mucho decimos y hacemos ; tampoco te olvides cuán acertado será no imitar la conducta de aquellos que como muchachos siguen á ciegas las pisadas de sus padres y mayores, gobernados por una mera tradición. XLVII. Así como tú, si alguno de los dioses te hubiese dicho que mañana, ó, á lo más, después de mañana, habías de morir, tendrías en nada el morir después de mañana, antes que mañana mis mo, sino es que fueses en extremo vil y cobarde; porque ¿ qué viene á ser el espacio de un día que había de mediar ? Del mismo modo piensa que no debe reputarse por cosa grande el que mueras al cabo de muchísimos años ó mañana mismo. XLVIII. Es muy del caso pensar continua mente cuántos médicos murieron después de ha ber encogido muchas veces las cejas sobre los en fermos, en señal de que los desahuciaban; cuántos matemáticos, después que predijeron la muerte á otros, pareciéndoles hacer en ello una cosa gran de, murieron también; cuántos filósofos, habiendo dicho mil divinidades acerca de la muerte é in mortalidad, no obstante perecieron; cuántos bravos y excelentes soldados, habiendo dado la muerte áotros muchos, también tuvieron elmismofin; cuán 61 tos tiranos, abusando de su poder sobre las vidas ajenas con gran fiereza y crueldad, como si ellos fuesen inmortales, del mismo modo fallecieron. Y cuántas ciudades , por decirlo así, murieron: He lice, Pompeya, Herculano y otras innumerables. Sigue también considerando sucesivamente á cuantos tú mismo has visto , y observa que uno de ellos, después de haber sepultado á otro, se murió y fué sepultado por un tercero, y éste por otro, acaeciendo todo en breve tiempo. Por tan to, es conducente que siempre tengas á la vista ⚫ cómo todas las cosas humanas vienen á ser cosa de un día, y no más, cosas absolutamente viles; siendo así que los que ayer eran un poco de hu mor asqueroso, mañana serán un cadáver embal samado ó reducido á cenizas. Procura, pues, pasar este punto indivisible de tiempo, conformándote con la naturaleza y muriendo consolado ; al modo que cuando la aceituna, estando ya madura, de suyo suele caerse como si bendijera á la natura leza que la crió y diera gracias al árbol que la produjo. XLIX. Has por ser semejante á un promon torio contra quien las olas de la mar se estrellan de continuo, y él se mantiene inmóvil, mientras que ellas, hinchadas, caen y se adormecen alrede dor. Infeliz de mí ! dice uno, porque tal cosa me aconteció; en verdad no tiene razón ; diría mejor: dichoso yo que, en medio de lo que me sucedió, quedé sin recibir pena alguna, ni me quebranta 62 lo presente, ni me espanta lo venidero ; porque una semejante desgracia á todos pudo acontecer; pero no todos sin pena la hubieran podido llevar. ¿ Por qué, pues, la adversidad ha de ser antes una desgracia, que la paciencia en tolerarla una ven tura? Pero ¿ acaso tú absolutamente llamas desgra ,cia del hombre aquello que no es un desvío del intento de la naturaleza del hombre ? 6 ¿ por ven tura te parece que aquello es un desvío del in tento de la naturaleza del hombre, lo que no es contrario á la voluntad de su misma naturaleza? ¿Y cuál es esa su voluntad? Ya lo sabes bien, ni es menester decirlo aquí. Lo que yo pregunto es si este acaso puede impedirte el que seas un hom bre justo, magnánimo, templado, prudente, cuer do, mirado é incapaz de engañar ni ser engañado, modesto, libre de respetos vanos ; y, por abreviar, el que tú no poseas las otras virtudes, con las cuales, cuando la naturaleza del hombre las tiene en sí, queda ella del todo satisfecha y bien galar donada. Acuérdate, en adelante, de que en todo acontecimiento capaz de contristarte, puedes echar mano de este aviso : la adversidad no es una desgracia; antes bien, al contrario, el sufrirla con grandeza de ánimo es una dicha. L. Ciertamente es un remedio vulgar, pero, sin embargo, muy eficaz para el desprecio de la muerte, la frecuente memoria de • aquellos que por un dilatado tiempo vivieron con mucho ape go á su vida. ¿ Qué ventaja lograron éstos sobre 63 aquellos otros que murieron antes de sazón ? Ya cen sin duda tendidos en algún sepulcro Cecilia no, Fabio, Juliano, Lépido y si algún otro hubo semejante á ellos ; los cuales , después que habían llevado muchos al sepulcro, también fueron lle vados allá. Verdaderamente fué cortísima la dife rencia de tiempo en la vida; y ésta ¿ con cuántas molestias, con qué hombres y en cuál cuerpezuelo se toleró? No tengas, pues, eso por gran negocio. Porque mira bien la inmensidad de tiempo que ya pasó y la infinidad que aún queda por venir; y puesto en medio de este abismo, dime, ¿ qué di ferencia hallas en que uno muera al día tercero, á al tercer siglo después que nació ? LI. Camina siempre por el atajo, y el verda dero atajo es que vivas arreglado á la naturaleza; de manera que hagas y digas todas las cosas con la entereza posible; porque un tal propósito te li brará de trabajos y campañas, de toda disimula ción y ostentación vana. 1 LIBRO QUINTO 1. Por la mañana, cuando sintieres pereza al levantarte, ten luégo á mano esta reflexión: yo me levanto para cumplir con los oficios propios de un hombre; ¡y que aun sea yo moroso, si voy á ejecutar aquello para que nací y para lo que 64 vine al mundo! Ó ¿por ventura he sido yo forma do para que, arrellanado en cama y envuelto en tre cobertores, me esté aquí calentando y solo zando? Pero me dirás que esto es un placer. Pues que, ¿has nacido tú para deleitarte y no ocuparte ni trabajar nada? ¿No ves cómo esos arbolitos , esos pajarillos, las hormigas, las arañas, las abe jas, cada cual por su parte, se esmeran en per feccionar su labor? ¿Y tú no querrás hacer los oficios propios de un hombre? ¿Ni te darás prisa en poner por obra lo que es conforme á tu na turaleza? Me responderás: así es; pero también es nece sario descansar. Conviene, sin duda; y la natura leza prescribió en esto su regla, como la ha pres crito en el comer y beber; y tú, con todo, en esto último pasas más allá de lo que es regular y su ficiente; y en lo que toca á tu deber, no lo haces así, sino que te quedas mucho más atrás de lo que pueden tus fuerzas. La razón es porque de veras no te amas á ti mismo; que si en realidad te amases, amarías también tu naturaleza y abra zarías sus dictámenes, visto que otros , teniendo pasión por sus artes, se consumen en el ejercicio de sus obras y descuidan de su aliño y aun de su sustento; mas tú cuentas menos con tu natu raleza que un torneador con el arte de tornear, que un cómico con el teatro, que un avariento con la plata, que un ambicioso con la gloria. Y éstos, una vez poseídos de semejante pasión, ni el 65 dormir, ni el comer estiman más que adelantar aquellas cosas á que se inclinan y de que se de jan arrastrar. ¿Y á ti los oficios debidos á la so ciedad te han de parecer muy despreciables y dignos de menor atención? II. ¡Cuán fácil cosa es el que uno sacuda y borre de su fantasía toda representación turbu lenta é impetuosa, y que al punto se quede en suma paz y toda tranquilidad ! III. Juzga por decoroso á tu persona el de cir y hacer todo aquello que no desdice á la na turaleza, ni te haga desmayar la vituperación que de algunos hombres pueda originársete; antes, por el contrario, si la cosa dicha ó hecha fuese honesta, no te desdeñes de ella ; porque aquellos tienen su propio espíritu y modo de pensar, y se dejan llevar de su propio ímpetu y pasión; mas tú no quieras atender á ellos , sino acaba el ca mino emprendido con rectitud , siguiendo la di rección de tu propia naturaleza y de la común del universo, puesto que ambas guían por un mismo camino. IV. Voy siguiendo las huellas de la naturale za sin parar, hasta tanto que descanse en la muerte , volviendo mi espíritu á aquel mismo principio por el cual vivo cada día, y convir tiéndome en aquel elemento del cual mi padre recogió la materia con que me engendró, mi ma dre la sangre con que me nutrió, mi ama la leche con que me alimentó; en aquel elemento, digo, del 5 66 cual por tantos años diariamente recibí la comi da y bebida, sufriendo que yo le pise y abuse de él para tantos usos de la vida. V. ¿No estás dotado de un ingenio tan agu do que excite la admiración? Sea así; pero otras muchas cosas hay respecto de las cuales no pue des alegar la disculpa de que por naturaleza no eres apto para ellas. Pon, pues, por obra aquellas cosas que totalmente penden de tu arbitrio, co mo es la integridad y gravedad; el ser tolerado en el trabajo y abstenido en el deleite, conforme con tu suerte, contento con poco, manso, inde pendiente, enemigo del lujo, serio y espléndido; porque no ves que, pudiendo tú hacer muchas cosas en las cuales no tiene lugar ese tu pretexto de falta de ingenio y habilidad natural con to do, te has quedado muy atrás por tu gusto. Pues qué, ¿acaso por la cortedad natural de tu talento te hallas en la necesidad de murmurar, de ser miserable, de adular, de echar la culpa de todo á la fragilidad de tu cuerpo, de ser muy condescendiente , de ser jactancioso é insolente y de tener el alma siempre agitada de tantas pa siones? ¡Por Dios, que no ! Antes bien, podías tiempo há verte libre de tales vicios. Si tú eres notado de ser un poco tardo y no tan capaz, lo que sólo debías hacer era corregir con diligen cia ese tu vicio, y no tenerlo en poco ni estar bien hallado con esa falta de talento. VI. Suele hallarse alguno que, cuando ha 67 hecho algún beneficio á otro, no sosiega hasta echarle en cara la tal merced y publicarla; otro hay que, no siendo tan temerario é imprudente, á sus solas reputa por su deudor al favorecido y no se olvida del bien que le ha dispensado; no falta otro que en cierto modo no sabe ni se acuerda del favor que hizo, sino que es muy se mejante á la vid que produjo la uva, y dado ya una vez su fruto, no pretende otra cosa; al modo que el caballo habiendo hecho su carrera, el pe rro seguido su caza y la abeja trabajado la miel, asi el hombre que hizo bien á otro no debe an dar publicándolo, sino pensar solamente cómo podrá servirle otra vez, imitando en esto á la vid que á su tiempo vuelve á llevar la uva. Se gún eso, ¿conviene que yo sea uno de aquellos que en algún modo hacen bien sin mirar á quién? Sin duda. Pero me dirás que es necesario cono cer lo que uno hace, porque el oficio propio de un hombre sociable, de suyo pide que se advier ta que se obre conforme á las leyes de la socie dad; y ¡ por Dios ! que también debe pretender que su compañero en la sociedad lo llegue á co nocer. Es mucha verdad lo que dices; pero si no te haces cargo de lo que poco há dije, vendrás por esto á ser uno de aquellos bienhechores jac tanciosos de quienes hice mención en primer lu gar; porque también esos se engañan con cierta apariencia de verdad. No obstante, si tú quisieses entender bien cuán interesante es la prevención 68 insinuada , no tendrás que temer que por esto faltes en algo de lo que debes á la sociedad. VII. La oración de los atenienses era en esta forma: « Envía, ¡ oh amado Júpiter!, envía la lluvia »sobre la tierra de labor y los prados de los ate >> nienses.» Y en verdad que, ó no se debe orar, ó con esta sencillez y franca ingenuidad se ha de hacer la oración. VIII. Al modo que suele decirse que el dios Esculapio ordenó al tal enfermo que hiciere ejer cicio á caballo, que tomase un baño de agua fría ó que fuese descalzo, así se ha de entender es totro, cuando se dice: que la naturaleza universal ordenó al tal la enfermedad, la mutilación 6 al guna pérdida, ú otro trabajo de esta clase; porque allí la palabra ordenó quiere decir que Esculapio dejó dispuesto el tal remedio para el tal enfer mo, como conducente á la sanidad; y aquí sólo significa que lo acaecido á cada uno se dispuso en cierto modo y se dirigió á lo mismo que era oportuno al hado; pues así debemos decir que estos respectivos sucesos no cuadran y vienen bien, como suelen explicarse los artífices que las piedras cuadradas ajustan y vienen perfectamen te á las murallas ó pirámides, armando entre sí por su especial composición y estructura , su puesto que absolutamente es una la armonia y sistema de todas las cosas. Y á la manera que el mundo es un cierto cuerpo perfecto que se com pone de todos los otros cuerpos particulares, así 69 el hado viene á ser una cierta causa general que consta y se perfecciona con todas las otras cau sas singulares. Esto que digo lo entienden aun aquellos que son sumamente rudos é idiotas; porque dicen: esto lo llevaba el hado para ese tal. Según eso, la tal cosa la llevaba el hado para la tal persona, y para esta misma había sido or denada con especial destino ; y así debemos en tender estas cosas que miran al hado, como aque llas cuando se dice: Esculapio se lo ordenó; pues aunque en estas recetas de Esculapio suele haber muchos tragos amargos, sin embargo, con la es peranza de sanar, los aceptamos gustosamente. Tal debes imaginarte la ejecución y fin de cuan to pareciere bien á la común naturaleza, cual es lo que pasa tocante á tu salud; y con esta refl xión, haz por abrazar todo lo que sucediere, por más áspero que te parezca , con la mira de que aquello conduce á la salud del mundo y también á la prosperidad y felicidad de Júpiter. Y sin duda que si esto no fuese adaptado al buen or den del universo, no lo hubiera Júpiter ordenado así; porque ni una sola de estas naturalezas vul gares lleva cosa alguna que no tenga relación y sea proporcionada á aquel mundo entero al cual gobierna la naturaleza universal . Por dos razones, pues, conviene contentarse con aquello que acae ciere: la una, porque esto para ti se hizo, para ti se ordenó y á tu medida, en cierto modo , se aco modó, disponiéndolo antes causas muy principa 70 les; la otra, porque esto contribuye á la prospe ridad, á la perfección, y, aun me atrevo à jurar por el mismo Júpiter, á la permanencia de aquel mismo que todo lo gobierna; y en verdad que este mundo, en sí perfecto y entero, vendría á quedar manco y mutilado, si uno cortase y desconcerta se, por poco que fuese, la conexión y contigüi dad , tanto de sus partes cuanto de sus causas particulares; y, sin embargo, tú cuanto es de tu parte lo quisieras cortar y desunir, y aun en cier ta manera lo haces, cuando te disgustas con lo que en el mundo acaece. IX. Si no consigues siempre que cada una de tus acciones sea hecha conforme á las máxi mas rectas de la filosofía, no por eso debes co brarla hastío, caer de ánimo ni impacientarte: antes bien, rechazado, vuelve á insistir, dándote por satisfecho con tal de que el mayor número de tus acciones sea conforme con la obligación de un hombre, y abrazando de veras la resolución que te mueve á insistir; no volviendo á la filoso fía y ejercicio de la virtud, como vuelve el niño al pedagogo, sino como los que padecen mal de ojos suelen volver á sus remedios, al pincel y á la clara del huevo , ó co no el otro recurre á la cataplasma y el otro al baño; porque haciéndolo así, nada echarás de menos, á fin de dejarte per suadir de la razón; antes con placer te adherirás á lo que ella te dictare. Ten asimismo presente que la filosofía quiere solamente aquellas cosas 71 que tu naturaleza quiere. ' ¿Y tú querrás otra• cosa que no sea conforme con la naturaleza? ¿Pues qué cosa puede darse más gustosa que esta? ¿No es verdad que por este cebo del gusto te engaña el deleite? Pero repara y mira con atención si te será más placentera la magnanimidad , la libera lidad, la ingenuidad, la igualdad de ánimo, la pureza y santidad de costumbres. ¿Y qué cosa po drás hallar más agradable que la prudencia, cuando pensares que tienes en ti una facultad adornada de ciencia é inteligencia, la cual nun ca tropieza y que en todo obra con prosperidad y acierto ? X. Las cosas, á la verdad, de tal suerte están escondidas y ocultas , que á no pocos filósofos les parecieron que absolutamente eran, incom prensibles; aun los mismos estoicos fueron de dic tamen de que eran muy difíciles de comprender; y es que todo nuestro juicio y asenso está sujeto y expuesto á errar ; porque ¿en dónde hallarás uno que pueda vanagloriarse de ser infalible é inmu table ? Da un paso ya hacia los mismos objetos , y hallarás de cuán poca duración y qué viles son; pudiendo pasar al dominio de un joven obsceno, • de un ladrón y de una ramera : adelántate un po co más , y mira de cerca las costumbres de aque llos con quienes vives , entre los cuales con di ficultad podrá uno sufrir aun al más cortés y urbano, por no decir que apenas habrá uno que pueda tolerarse á sí mismo. Por lo que yo no veo 72 qué cosa pueda darse que absolutamente sea dig na de aprecio y atención en medio de tal oscu curidad y de tal basura ; de tal flujo ya de la ma teria , ya del tiempo , ya del movimiento y de las cosas movidas; antes bien , soy de opinión que de be uno consolarse á sí mismo con esperar su na tural ruina y disolución , y no llevar á mal el que ésta se dilate , sino que debe aquietarse con estas dos solas consideraciones : la una , que nada me sucederá que no sea conforme á la naturaleza del universo ; la otra , que tengo yo en mi mano el no hacer cosa alguna contraria á mi Dios á mi numen ó genio , puesto que nadie hay que pueda precisarme á ofender mi propia divinidad. XI. En cada una de tus acciones particulares deberías preg intarte : ¿ en qué empleo ahora mi alma? Y también examinarte de este modo : al pre sente, ¿ qué cosa tengo en esta mi parte , que se llama la parte principal ? ¿En qué estado tengo presentemente mi alma ? ¿ Acaso en el de niño , de un mancebo , ó de una mujercilla ? ¿Por ventura en el de un tirano , de un jumento , 6 de una fiera? XII. Cuáles sean aquellas cosas que en el con cepto del vulgo pasan por bienes , podrás colegirlo de esto que diré ahora : si uno llegase formar . en su mente la idea de los que realmente son bienes verdaderos , como la prudencia , la tem planza , la justicia , la fortaleza , este tal no podría oir, habiendo hecho de antemano el debido con cepto de estas virtudes , el que se lesjuntase cosa 73 alguna que no se conformase con aquella idea del bien verdadero. Por el contrario , si uno hu biese primero formado la idea de los bienes , que el vulgo reputa por tales , este tal oiría con indi ferencia y fácilmente aprobaría lo que dijo el cómico, como cosa bien aplicada . De este modo los más de los hombres se imaginan la diferencia de bienes á bienes ; porque, á no ser así , el dicho del cómico no chocaría tanto ni disonaría apli cado á aquellos bienes , mirándose como traído con propiedad y muy al caso respecto de la ri queza y de la abundancia de cosas conducentes al deleite y á la pompa . Anda, pues , y pregunta si deberán ser dignas de aprecio y contadas en tre los bienes verdaderos aquellas cosas á las cuales , de antemano concebidas en la mente , se se las pueda propiamente aplicar : que poseyendo tantas con opulencia , no tiene en dónde colocarlas, no verificándose esto haciendo relación á las virtu des mencionadas. XIII. Yo he sido compuesto de materia y forma; però ninguno de estos dos principios se aniquilará, como ni tampoco han venido de la nada. Cualquiera, pues, de estas partes pasará, me diante la mutación , á ser alguna parte del mun do , y ésta pasará segunda vez á ser otra parte del universo , continuándose después esta sucesión hasta al infinito . Ni solo yo vine al mumdo por esta vía de la mutación ; vinieron también los que me engendraron , y por su orden otros , retroce 74 diendo al infinito . Ni hay motivo alguno para que esto no parezca verdad , por más que el uni verso se rehaga y ordene de nuevo, según sus períodos determinados. XIV. La razón y el arte de vivir según ella son ciertas facultades que, contentas y abasteci das por sí mismas, no necesitan para sus accio nes de socorro extraño; de ahí es que no sólo em piezan éstas á obrar por un principio propio, sino que también por sí se encaminan hacia el fin que se han propuesto. Por lo que este género de accio nes se llama catortosis, ó sean obras rectas, sig nificando con el nombre lo recto y derecho del camino que siguen. XV. Ninguna de estas cosas se debe decir propia del hombre que no le convenga por razón de tal, ni se pueden exigir del hombre por obli gación, ni su naturaleza se las promete, ni ellas perfeccionan la naturaleza humana. De aquí es que en ninguna de éstas tiene el hombre puesto su fin, y en ninguna se halla tal bondad que com plete y perfeccione el mismo fin . Á más de que si alguna de las cosas dichas perteneciese al hom bre, por cierto que no le estaría bien al mismo el que la despreciase ni fuese contra ella; y así este mismo no sería digno de alabanza, dando seña les de que no necesitaba de ellas; ni mucho me nos sería tenido por hombre bueno el que en al guna de éstas se fuese á la mano, si es que exis tiesen y fuesen dables tales bienes. Però ahora BORED 75 vemos que cuanto más uno se despoja de estas y otras cosas semejantes, ó con cuanta mayor pa ciencia lleva el que se las quiten, tanto más cré dito adquiere de hombre sabio y bueno. XVI. Tu alma, ó sea mente, será tal, ni más ni menos, cuales fueren las cosas en que frecuen temente pensares, porque el alma queda imbuída y como penetrada de sus ideas y pensamientos; imbúyela, pues, con frecuencia de los pensamien tos de esta clase; por ejemplo: en donde quiera que se pueda vivir, allí mismo se puede vivir bien; es así que en el palacio se puede vivir; luego en el palacio también es posible vivir bien; y también con éste : que cada cosa ha sido hecha para ejercitar en busca de su fin, y de suyo se in clina al tal ejercicio, ni el fin consiste sino en ajus tarse á la tal inclinación; además de que en el fin está cifrado todo el bien y provecho de cada uno; y asi se concluye que el bien propio de un vi viente racional es la sociedad, supuesto que ya se ha mostrado que para ésta nacimos. Pues qué, ¿no es evidente que las cosas inferiores fue ron hechas por causa de las superiores, y que és tas se hicieron con respecto entre sí? ¿ Yquién no ve que las cosas animadas son de mejor condición que las inanimadas , y que entre las animadas son las más excelentes las racionales? XVII. El ir tras de imposibles es propio de un loco furioso, y es verdaderamente un im posible el que los malos no hagan cosa tal. Ri 76 XVIII. Á nadie acontece cosa alguna que no pueda él mismo soportar naturalmente. Lo mis mo que te sucedió á ti suele acaecer á otro ; el cual, ó bien ignorando lo que le pasó , ó bien ha ciendo alarde de un ánimo valeroso, se está fir me y queda sin lesión. Sería , pues, cosa fuerte que pudiesen más la ignorancia y deseo de complacer á otro que la prudencia. - XIX. Las cosas por sí mismas de ningún modo tocan al alma, ni se las permite entrada en ella, ni pueden hacer que vuelva atrás, ni que sea movida; ella sola es la que se muda é impele á sí misma; y cuales fueron los dictámenes que ella admitiere, tales hará que sean para sí los objetos que se la ofrecieren . XX. El hombre es, para sotros, una cosa muy allegada atendida esta razón, porque debo hacerle bien y sufrirle con paciencia; pero mi rando á estotra, que hay algunos hombres que se nos oponen en el cumplimiento de nuestras obli gaciones, ya el hombre viene á ser para mí una de las cosas indiferentes y extrañas, no menos que lo son el sol, el viento y una bestia; porque, á la verdad, pueden también estas cosas impedirme la ejecución de la obra; bien que no sean de impe dimento contra mi conato y mi disposición por motivo de la excepción hecha tácitamente y por razón de la facilidad en convertir mi ánimo á lo que se me presentare, siendo así que la mente con vierte todos los impedimentos de la acción y los 77 transfiere á otra obra más aventajada; de manera que le sirve de medio para obrar mejor el mis mo impedimento de obrar bien, y le facilita el camino ese mismo estorbo de caminar. XXI. Honra y ten en gran estimación lo que en el mundo es lo mejor y más excelente; esto es, aquello que se sirve de todas las cosas y que las gobierna. En esta conformidad honra tam bién y ten en mucho aprecio lo que en ti es lo más sobresaliente y aventajado, porque esto es en un todo homogéneo con aquello mismo que en el mundo domina, y porque también tu vida es regida y gobernada por aquel que usa de las otras cosas que tú tienes. XXII. Lo que no es nocivo á la ciudad, tam poco daña al ciudadano. Esta verdad sírvate de regla general siempre que te venga la sospecha ó temor de que alguno intenta hacerte mal. Si la ciudad no recibe daño por esto, ni yo tam poco, y, dado caso que al público se le hiciese mal tercio, no por eso debes enojarte contra el que se lo hizo, sino que sólo convendrá darle á entender su error. XXIII. Piensa muy á menudo en la breve dad y presteza con que se nos arrebatan y qui tan delante de los ojos las cosas existentes y. las que se van haciendo. Porque, á la verdad, la na turaleza, á manera de un rio, está en un curso continuo; las acciones consisten en una perpetua mutación; las causas se ven en mil vueltas y re 78 vueltas, y casi no hay cosa firme ni estable. Piensa también en la inmensidad del tiempo pa sado y en lo interminable del venidero, en don de desaparecen todas las cosas. Siendo esto cierto, ¿cómo, pues, no se reputará por insensato el que con éstas se engría ó se aflija, ó el que en algu na adversidad, molestándole por tan corto espa cio, se lamente como si fuese por más tiempo? XXIV. No te olvides de la común naturale za, de que participas una muy pequeña parte, ni pierdas de vista el todo de una eternidad en la que te ha cabido un breve é indivisible intervalo ; y del hado universal , ¿ qué parte eres tú? XXV. Peca alguno, ¿qué se me da á mi? Él Se lo verá, que tiene su modo de pensar y pro pia manera de obrar. Yo tengo ahora lo que la común naturaleza quiere que tenga al presente, y hago lo que mi propia naturaleza apetece que por ahora ponga en ejecución. XXVI. La parte principal y dominante en tu alma manténgase firme é inmóvil contra los mo vimientos excitados en el cuerpo, ni se mezcle ó tome parte en ellos; antes bien, prescríbale sus límites y reprima en los miembros aquellas su gestiones y afectos. Y cuando por aquella sim patía que resulta de la unión del alma con el cuerpo se entrometieren en la parte principal , entonces no se ha de intentar la resistencia con tra la sensación , siendo ella natural; pero el es 79 píritu suspenda su dictamen, no formando juicio de que tales afectos sean buenos ó malos. XXVII. Conviene vivir con los dioses, y lo hace así el que frecuentemente les presenta su misma alma resignada y satisfecha con el repar timiento de los hados, y pronta á hacer cuanto sea del agrado de su numen interior, que es una parte de la divinidad que el mismo Júpiter dió á cada uno por ayo y conductor, y esta es la men te y razón que cada uno en sí tiene. XXVIII. ¿ Por ventura te irritas con el que huele á sudor ? ¿ Acaso te encolerizas contra quien le huele mal el aliento ? ¿ Qué quieres que haga? El uno tiene así la boca , y el otro de tal suerte los sobacos , que es preciso salga de ellos se mejante exhalación . Pero el hombre , dices , está dotado de razón , y puede , haciendo reflexión, conocer la falta en que incurre; ¡ sea enhorabue na! Por lo mismo, pues, tú, que participas de ra zón , muévele con tu facultad persuasiva á que haga semejante discurso ; persuádeselo, recuér daselo , porque si quiere oirte , conseguirás el remedio y no estarás expuesto ámontar en cólera. XXIX . Ahora mismo puedes llevar aquel gé nero de vida que haces cuenta observar al tiem po de morir; y si no te dejan en libertad de ha cerlo , entonces exímete de vivir , y en tal confor midad , como quien no padece mal alguno , y como me aparto yo de la chimenea , si hace humo . ¿ Por qué reputas esto por negocio de gran 80 momento ? Yo , mientras que ninguna cosa tal me saque de este mundo quedo libre , y nadie me impedirá hacer lo que quiera ; y lo que yo quie ro es portarme según lo pida la naturaleza de un viviente racional y sociable . XXX . El alma del universo es amante de la unión y sociedad , y por eso hizo las cosas de baja esfera con respecto á las de superior calidad; y con mucha armonía concilió entre sí las más aventajadas ; y así ves cómo las subordinó , las coordenóy distribuyó á cada una según su estado y condición , y redujo á una recíproca concordia las que eran entre todas las más excelentes. . XXXI. Examina contigo mismo cómo te has portado hasta ahora con los dioses , con tus pa dres , hermanos , mujer, hijos , maestros , ayos, amigos , familiares , criados ; si contra todos ellos has acaso hecho hasta este punto , ó dicho algo opuesto á la piedad y á la religión . Haz memo ria también de cuántos negocios han pasado por tu mano y á cuántas fatigas has podido resistir, y advierte que la historia de tu vida ya la has completado y desempeñado tu ministerio ; acuér date, igualmente, de cuántas bellas cosas has visto, cuántos gustos y disgustos has padecido , cuán tas cosas llenas de gloria has despreciado , y con cuántos desconocidos é ingratos te has portado con benevolencia. XXXII. ¿ Por qué razón las almas rudas y sin arte ni habilidad han de perturbar á la que 81 se halla adornada de instrucción y sabiduría? ¿Cuál, pues, es el alma instruída y sabia? dirás tú. Es la que conoce el principio y fin de las cosas, y también á aquella mente extendida por el uni verso que , desde toda una eternidad , lo dispone y gobierna todo , siguiendo ciertos plazos y pe ríodos determinados . XXXIII . En un abrir y cerrar de ojos vendrás á ser un poco de " iza ó un esqueleto , y á lo más quedará solamente tu nombre , ó ni menos el nombre, siendo éste, á la verdad, un puro soni do y el eco de la voz . Las cosas de mayor apre cio en la vida son vanas , pútridas y de ningún valor, y como otros tantos perrillos que se muer den mutuamente , ú otros tantos niños que, riñen do entre sí , tan pronto lloran como se rien. Pues la buena fe y el pudor natural , la justicia y la verdad, huyendo de la espaciosa y ancha tie rra, de un vuelo se subieron al Olimpo. ¿Qué cosa, pues, hay que aun te detenga aquí y embelese? Porque verdaderamente las cosas sensibles son muy expuestas á la mutación y nada consisten tes; los sentidos ciegos , y fácilmente reciben tras tornadas las impresiones ; el alma es una exhala ción de la sangre , y el que seas celebrado entre estas gentes es una pura vanidad. ¿Por qué, luégo, no esperas con un animo plácido , ó bien tu ex tinción, ó bien tu traslación? Mas entretanto que llega el tiempo oportuno para ella , ¿ qué cosa bastará que yo haga? ¿ Qué otra cosa ha de bastar 6 82 sino que veneres y alabes á los dioses , que hagas bien á los hombres, que sepas sufrirles y abstener te de su trato en ciertas ocasiones , que te acuer des que cuanto está fuera de los límites de tu cuerpo y espíritu no es cosa tuya ni depende de tu voluntad? XXXIV. Siempre podrás salir con felicidad en tus empresas, si sabes proceder con rectitud y si quieres pensar y obrar con método y razón. Estas dos cosas son comunes, así al alma de Dios como á la del hombre y de todo viviente racional : la una, el no poder ser impedido por otro alguno ; la otra, el tener puesto todo su bien en una disposición santa y acción justificada, dando con esto fin á tu deseo. XXXV. Si esto que sucede no es maldad mía, ni efecto nacido de mi vicio, ni daña al común del universo, ¿por qué me agito pensando sobre ello ? ¿ Qué cosa puede ser nociva á esta univer salidad del mundo ? XXXVI. No te dejes sorprender temeraria mente de la primera impresión de un objeto ; an es bien debes procurar socorrer á los necesitados según tus posibles y su estado; y aunque veas que padezcan mengua en estas cosas medias, no por eso debes imaginar que en esto haya daño, supuesto que no es mal verdadero, sino que ha rás como aquel viejo que, no ignorando cuán pueril cosa era una peonza, se la pedía al chiqui llo al despedirse ; á este modo , pues , debes por 83 tarte en las cosas del prójimo. Y cuando tú te ha llas en la tribuna perorando y gritando : dime, hombre, ¿ tienes olvidado qué cosa sea esto ? no por cierto ; pero me hago cuenta de que en tales cosas ponen los hombres la mayor atención y les agradan mucho. Y por esto tú también has de ser loco como ellos. Yo alguna vez fui dichoso. ¡ Hom bre! mira bien, que en cualesquiera parte podrás ser feliz, si tú mismo te labrares la fortuna la cual no consiste sino en tener costumbres loables, buenos afectos y laudables acciones. LIBRO SEXTO I. La materia del universo se rinde y se dis pone con facilidad ; la mente que la rige y' mo dera de ningún modo es en sí maléfica, puesto que no es maligna ni propensa á dañar á otro, ni capaz de recibir agravio de nadie. En el mundo se ejecuta todo como ella lo ordena, II. Lo mismo es que cumplas con tu deber yerto de frío que abrigado ; falto de sueño que harto de dormir ; murmurado que alabado ; mu riendo que haciendo otra cualquiera cosa ; por que también es una de las acciones del vivir la que ejecutamos muriendo , pues basta que cerca de ésta dispongamos bien lo que entonces tuvié remos entre manos. 84 III. Observa interiormente y procura que en ninguna cosa se te pase por alto su mérito . IV. Todas las cosas subsistentes se muda rán bien presto y se unirán al todo , 6 bien ex haladas (si es que es compaginada la sustan cia universal), ó bi disipadas se derramarán. V. La mente gobernadora del universo sabe muy bien en qué estado se halla lo que hace y en qué materia lo ejecuta. VI. El mejor modo de vengar la injuria es no imitar al que la hizo. VII. En esto sólo ten tu gusto, y pon tu re creo en que , acabada una acción en pro de la sociedad, pases luégo á emprender otra seme jante, acordándote siempre de Dios. VIII. Es la mente la que se excita á sí mis ma, y convierte á los objetos; la que se finge tal como quiere; la que hace que todos los aconteci mientos la parezcan tales como desea. 1 IX . Cada una de las cosas se perfecciona y lleva á cabo conforme apetece la naturaleza y alma del universo, porque no están regidas por alguna fuerza natural que exteriormente conten ga y abrace al mundo, ó esté dentro de él conte nida, ó se halle fuera de él separada. X. Ó el mundo es un conjunto de diferentes cosas, ya complicadas entre sí, ya nuevamente di sipadas, ó un complejo bien unido y ordenado con método, al que rige la Providencia. Si es, pues, lo primero, ¿ por qué yo anhelo detenerme y 85 vivir en medio de tan temerario desorden é igual confusión ? ¿por qué yo pienso en otra cosa que en buscar el modo de convertirme en tierra ? ¿ por qué me perturbo ? Pues por más que yo haga, ven drá sobre mi la disolución y separación de partes. Pero si es verdad lo segundo, debo venerar á Dios, ser constante en la virtud y confiar firme mente en el árbitro y gobernador del universo. XI. Cuando por la concurrencia de las cir cunstancias te vieres como necesitado á perder tn tranquilidad, vuelve al punto sobre ti y no te propases sin necesidad fuera de lo debido y jus to, porque así te sentirás más esforzado para conservar la buena armonía en tus acciones, re cuperándola frecuentemente. XII. Si á un mismo tiempo tuvieses madras tra y madre, procurarías obsequiar á aquélla, y, sin embargo, hacer continuas visitas á tu madre : imagínate , pues , ahora que éstas son para ti la corte y la Filosofía ; vuelve muchas veces á ésta, y con ella descansa ; con cuya asistencia te pa recerán soportables los negocios ocurrentes en la corte, y los hombres te podrán tolerar á ti. XIII. Al modo que conviene sobre las vian das y otros comestibles semejantes hacer la re flexión que este es el cádaver de un pez, esotro el cadáver de un ave ó de un lechón , y también advertir que el falerno es el zumo de la uva , que la púrpura es el pelo de la oveja, mojado en la sangre de la concha ; y por lo respectivo á la ge 86 neración, considerar que no es sino un mero con tacto y cierta excreción de humor , junta con una especie de convulsión (siendo realmente estas consideraciones muy eficaces para que, pe netrando lo más interior de las mismas cosas apartándolas el velo, se vea con mayor claridad lo que son al fin ) , de esta suerte también impor ta mucho que se haga la reflexión sobre todo lo ocurrente en el discurso de la vida ; y cuando las cosas se nos presentan demasiadamente autori zadas y acreedoras á nuestro aprecio, convendrá despojarlas y ver á las claras su vileza, poniendo á un lado la relación de elogios con que aparen tan su fingida gravedad ; porque el fausto es un fuerte impostor , y entonces nos encanta más, cuando especialmente deliberamos sobre cosas al parecer dignas de mayor aprecio. Mira , pues, con atención lo que Crates dijo hablando de Jenócrates. XIV. Las más de las cosas de que se admira el vulgo pueden reducirse á ciertas clases ó gé neros universales, conteniéndose las unas en la clase de sustancias dotadas , ó de sola forma y figura inerte, ó de naturaleza y fuerza dinámica, cuales son , ya las piedras y los maderos, ya las higueras, vides y olivos ; perteneciendo otras, que aprecian las gentes de mediana esfera, á la clase de las que tienen alma sensitiva, tales son, por ejemplo , los rebaños de ganado mayor y menor; comprendiéndose otras, á que se inclinan 87 los hombres de más honor, en la clase de las que tienen alma racional, no en cuanto es alma uni versal del mundo, sino en cuanto se mire como industriosa y diligente, ó en cuanto simplemen te se considere como racional : tal es, verbi gra cia, el ser dueño de un crecido número de es clavos. Mas aquel que honra debidamente á su alma racional en cuanto es universal y amante de la sociedad, dejando aparte cualquiera otro cuidado, procura ante todas cosas que su alma se conserve en estado racional y sociable, y que también coopere á que otros de su naturaleza hagan esto mismo. XV. Unas.cosas se apresuran para recibir su ser, otras se dan priesa en perderlo, y aun una misma cosa, al momento de hacerse, ya en parte se extingue; y así las disoluciones y alteraciones renuevan continuamente el mundo, al modo que la incesante sucesión del tiempo representa là eternidad siempre nueva. En esta precipitada co rriente, en donde no es posible fijarse, ¿ quién podrá apreciar cosa alguna de estas así pasaje ras? Sería lo mismo que si uno empezara á ena morarse de una de las aves que, volando por el aire, al instante desaparecieron de la vista. Á un modo semejante viene á ser la vida de cada uno, que es como una exhalación de la sangre ó como la respiración y atracción del aire ; pues cual es el respirar una vez y atraer el aire lo que todos hacemos cada momento, tal es, en verdad, el vol 88 / ver á dar toda la fuerza de respirar á aquel prin cipio de donde la habías tomado antes y adqui rido naciendo ayer ó antes de ayer. XVI. No es cosa digna de mucha estima ción ni el transpirar como las plantas, ni el res pirar como las bestias, ni el estamparse en la fantasía las ideas, ni el agitarse el apetito con los afectos, ni el vivir congregados, ni el nutrir se con el alimento, porque esto es una cosa se mejante á la que sucede en el expeler las super fluidades de la comida. ¿ Qué cosa, pues, mere cerá nuestro aprecio ? ¿El ser aplaudido con pal moteo ? Ni esto tampoco ; luego ni menos lo se rá el ser aclamado con los gritos de viva y más viva; porque las alabanzas del pueblo no son si no un estrépito y sonido de la lengua. Dejada, pues, también la gloria del aplauso popular, ¿ qué restará digno de estima ? El portarse conforme á nuestro propio estado y atarearse á lo que los cuidados y las artes nos mueven é incitan . Por que toda arte tienė su mira en que lo dispuesto y preparado sea muy á propósito para aquella obra para la que se había ordenado y destina do ; esto pretende el labrador cuidando de la vid, el picador domando el potro, y el cazador amaes trando el perro. Y la educación y disciplina de la juventud, ¿ á qué otra cosa aspira con su afán y diligencia? Luego en esto consiste lo aprecia ble; y si esto te saliere bien, no será necesario que procures adquirir para ti otra cosa más. ¿ Eš 89 posible que ni aun por eso dejes de apreciar otras muchas cosas ? Pues haciéndolo así, ni te verás li bre de cuidados, ni estarás contento con tu suer te, ni vivirás sin pasiones ; por necesidad serás envidioso y competidor ; tendrás por sospechosos á los que pueden privarte de lo que gozas ; ar marás asechanzás á los poseedores de lo que tie nes en tanta estima; y así es absolutamente ne cesario que, hallándote necesitado y privado de alguna cosa apreciable por ti , te perturbes é in quietes, y aun te quejes muchas veces de los dio ses. Al contrario, la veneración y estima hecha de tu propia alma, hará que vivas contento y pagado de ti mismo ; que te avengas y acomodes con los demás hombres ; que te conformes y re signes con los dioses ; esto es, alabándoles y apro bando cuanto ellos dispensan y determinan. XVII. El movimiento de los elementos es hacia arriba, hacia abajo, alrededor ; pero el cur so de la virtud no está sujeto á ninguna de es tas variaciones, sino que tiene un no sé qué de di vino ; de modo que, caminando por una vía ocul ta é incomprensible, hace felizmente su jornada. XVIII. ¡ Qué desatino cometen los hombres! No quieren hablar bien de sus contemporáneos y compañeros, y los mismos tienen en gran esti ma ser alabados por los venideros á quienes no han visto ni verán jamás. Esto es casi lo mismo que si se contristasen porque los antepasados no hubiesen hecho honorífica mención de ellos. 90 XIX. No debes suponer que si á ti te pare ce difícil de practicar alguna cosa, sea imposi ble á todo hombre ; antes bien, te has de persua dir que, si es posible y correspondiente á un hombre, también es asequible á ti. XX. En los ejercicios de la lucha, aun dado que alguno nos arañe y arremetiendo con la ca beza nos haga alguna herida, sin embargo, no damos señal de enojo, ni nos enfadamos, ni le ca lificamos en lo sucesivo de traidor ; y si bien nos guardamos de él, pero no como de un enemigo, ni por sospecha ó desconfianza, sino que con buen modo y ánimo benévolo le huimos el cuerpo. Así debemos hacer en el resto de la vida, no pa rando mientes en muchas de las cosas que ha cen los hombres , mirándoles como si fuesen nuestros antagonistas ó competidores ; porque, como yo decía, es permitido huirles el cuerpo sin tenerles por sospechosos ni odiarles. XXI. Si alguno pudiese convencerme y ha cerme patente que yo no pienso con rectitud ú obro bien , con mucho gusto mudaría de dicta men y de conducta; porque yo busco la verdad, la cual jamás dañó á ninguno, siendo así que quien se obstina en su error é ignorancia, queda ma lamente burlado. XXII. Yo hago y cumplo con mi deber ; las demás cosas no solicitan mi atención ; porque, 6 son inanimadas ó irracionales, ó van fuera de ra zón é ignoran el camino verdadero. 91 Como hombre dotado de razón, usa con magnanimidad y libremente de los anima les, y, en general, de las cosas y sustancias que carecen de razón ; empero á los hombres, como participantes de racionalidad , trátales sociable mente, y en todo pide á los dioses su favor y amparo; no te interesa saber en cuánto tiempo podrás hacer tus cosas ; porque sólo el espacio de tres horas bien empleado te basta y sobra. XXIV. Alejandro el de Macedonia y su mo zo de mulas, habiendo muerto, vinieron á parar en una misma cosa; porque, ó bien fueron resu midos en los mismos principios y razones semina les del universo, ó fueron igualmente dispersos y reducidos á sus átomos. XXV. Considera qué de cosas pasan á cada uno de nosotros en un mismo punto de tiempo indivisible , tanto por parte del cuerpo cuanto respecto del alma; y de este modo no te mara villarás si muchas cosas más, ó, por decirlo me jor, si absolutamente todas las cosas hechas en este singular universo, que llamamos mundo, se producen al mismo tiempo. XXVI. Si alguno te preguntase cómo se es-' cribe el nombre de Antonino, ¿por ventura pro ferirías cada una de las letras levantando la voz XXIII. Pues qué, dado caso que se irritasen, ¿te enfa darías tú también? ¿No sería mejor que tú, pasan do adelante, pronunciases con quietud cada una de las letras? Á este modo , pues, hazte ahora la 92 cuenta que toda obligación consta de ciertos puntos, los cuales conviene observar, llevando al cabo con buen orden lo que estés haciendo, y no alborotándote ni disgustándote de los que se in dignasen contra ti. XXVII. Viene en cierto modo á ser una crueldad que no se permita á los hombres de jarse llevar de las cosas que les parecen propias y conducentes. Y cierto que tú de alguna mane ra no permites que ellos lo hagan así cuando te irritas porque pecan, puesto que entonces se de jan absolutamente tirar como de cosas propias y convenientes á los mismos. Pero no es así: díse lo, pues, á ellos y muéstraselo sin enojarte. XXVIII. La muerte es el fin y descanso de ias impresiones de los sentidos, de la agitación del apetito, del discurso de la mente, de la ser vidumbre y cuidado cerca del cuerpo. XXIX. Muy mal parecido es que el alma afloje y desmaye en el deber de la vida antes que en el cuerpo se pierda y disminuya el vigor para las funciones humanas. XXX. Mira bien no te transformes, en César de pies á cabeza, ni te revistas de este carácter de soberanía y majestad, como suele suceder; consérvate, pues, en un aire de simplicidad , de bondad, de entereza, de gravedad, de seriedad; prosigue siendo amante de lo justo, religioso, benévolo, sincero en tu afecto, constante y es forzado en el cumplimiento de tus obligaciones. 93 Pretende con empeño que te mantengas tal cual quiso hacerte la filosofía; venera á los dioses; protege á los hombres. La vida es breve; uno el consuelo y fruto de vivir sobre la tierra, que todo consiste en una disposición de ánimo pia doso, junto con el ejercicio de acciones bené ficas. Procura en todo portarte como discípulo de Antonino; imita su tenor constante en obrar, se gún razón; su conducta en todo uniforme; la piedad y apacibilidad del semblante; la afabili dad y desprecio de la vanagloria; el estudio y empeño en hacerse bien cargo de los negocios , y en tal conformidad, que nada dejaba absoluta mente por hacer, mirándolo antes con atención y madurez, y reflexionando con prudencia y sa biduría; observa cómo también sufría á los que, sin razón, le vituperaban, no quejándose contra ellos; cómo en ningún negocio se apresuraba; cómo no admitía fácilmente las delaciones; cómo era exacto y mirado en sus costumbres y hechos, no injuriador, no medroso, no suspicaz, no so fista. Nota su parsimonia, contentándose con poco, por lo que mira á la habitación, cama, vestido, comida, familia; siendo amante del trabajo y su frido; pudiendo perseverar en un mismo sitio desde la mañana hasta la noche, efecto de su vida frugal y parca; no teniendo necesidades corporales fuera de su hora acostumbrada; per 94 maneciendo constante y siempre el mismo en las amistades; admira también que llevase con pa ciencia á los que con libertad se oponían á su dictamen, y que se alegraba si alguno sugeria mejor pensamiento, y cómo era pío y religioso, sin escrúpulo ni superstición. Imítale, pues, en todo esto, para que la última hora de la muerte te coja con tan buena conciencia como á él. XXXI. Recupérate y recapacítate un poco, y después de bien vuelto sobre ti, y considerando que era una ilusión lo que te perturbaba, mira bien despierto y con atención segunda vez estas cosas de acá, como habías mirado aquéllas. XXXII. Yo consto de cuerpo y de alma: al cuerpo todo le es indiferente, porque no puede discernir nada; al alma también es indiferente todo aquello que no sea acción suya peculiar; pero penden de su arbitrio todas sus obras par ticulares, aunque entre éstas sólo se deben con tar las que presentemente estuviere haciendo, puesto que los hechos pasados y los que podrán sobrevenirla también la son indiferentes. XXXIII. Mientras que la mano hace lo que es propio de la mano , y el pie lo que asimismo es peculiar del pie , ni la mano ni el pie tienen un trabajo que no sea natural : del mismo modo , pues, en tanto que el hombre hace lo que es pri vativo del hombre, su trabajo no es superior á sus fuerzas naturales ; de consiguiente, tampoco es para él mal alguno, no siendo fuera de lo natural. 1 .95 XXXIV. ¡ Cuántos deleites suelen percibir y gozar los ladrones, prostituídos y tiranos! XXXV. ¿No vés cómo los artífices mecánicos, aunque suelen condescender algún tanto con los idiotas é ignorantes de su arte , no por eso dejan de alegar contra ellos sus razones , é insisten en no separarse de ellas ? Ahora bien : ¿ no sería mal visto que un arquitecto , ó un médico , hiciese más aprecio de lo que prescribe su arte que un hombre hace de lo que le dicta la razón , que es común al mismo hombre y á los dioses? XXXVI, Asia y Europa son unos rincones ó ángulos del universo ; el mar entero es una me nudísima parte de agua del universo ; el monte Atos es un insignificante terrón del mundo ; to do tiempo presente es un punto de la eternidad; todas las cosas son de poco momento , caducas, perecederas , vanas ; todas vienen de allá , de aquella mente común , ó ya de propósito pensa das y dispuestas , ó bien naturalmente consi guientes; así, pues, la grande abertura de la boca del león , el maleficio y cuanto es nocivo , como las espinas y el lodo , vienen á ser como unas adi ciones ó apéndices naturales de los demás visto sos y hermosos efectos de la naturaleza : no por eso te imagines que tales cosas sean indignas ó ajenas de aquella mente universal á quien ve neras ; antes bien, completa y reconoce por ellas el origen de todo lo existente. XXXVII. Quien ha visto lo presente , ya lo 96 vió todo , no sólo cuanto sucedió desde la eterni dad , sino también cuanto acaecerá por toda una infinidad de tiempo , puesto que todas las cosas son de una misma naturaleza. XXXVIII. Considera muchas veces la mutua conexión que tienen entre sí todas las cosas del universo , y la relación de las unas con las otras, pues en cierto modo están entre sí enlazadas y por este respecto se comunican amigablemente; y así las unas son consiguientes á las otras , ya por el movimiento local , ya por la conspiración y simpatía , ya por la unión de la materia. XXXIX. Ajústáte y acomodate á lo que el hado te ha destinado , y ama á los hombres con quienes te cupo en suerte el vivir. XL. La máquina , el instrumento , todo pre parativo , si sirve para lo que fué dispuesto , tiene su aprecio , aun estando lejos de allí el que lo dispuso . Mas en los efectos que produce y con tiene en sí la naturaleza , siempre se queda den tro y reside en ellos la virtud y principio que los había hecho ; convendría que uno venerase más á la naturaleza y que se persuadiese que , si él mismo viviese y perseverase conforme con lo que ella quiere , le sucedería todo á medida de su deseo y del mismo modo que al universo le salen todas sus cosas como apetece . XLI. Si supieses que algo de aquello que no está en tu mano, sea lo que se fuere, es para ti bueno 6 malo, sería necesario que en la incur 97 sión en el tal mal y en la separación de semejan te bien formases tus quejas contra los dioses y concibieses odio contra los hombres, reputándo les autores ó sospechando que podrian serlo de tu caída en el mal ó pérdida del bien. Y, en efec to, sucede que muchas veces obramos contra jus ticia y razón por la discordia de opinión acerca de estas cosas. Pero si nosotros juzgásemos por bienes ó males los que solamente penden de nuestro arbitrio, no nos quedaría motivo alguno, ni de culpar á Dios, ni de odiar. XLII. Todos cooperamos á un mismo fin: los unos sabiendo y comprendiendo bien lo que se hacen; los otros sin entenderlo; del mismo modo que Heráclito dice, si no me engaño, que tam bién los dormidos son operarios, que por su par te coadyuvan á lo que en el mundo se está ha ciendo. Bien es verdad que otro contribuye de distinto modo, excediéndose el que se queja, el que intenta hacer resistencia, y el que pretende destruir lo hecho, porque aun de este tal se apro vecha y sirve el universo; y así, mira al cabo y reflexiona con quiénes te querrás alistar , supues to absolutamente que hará buen uso de ti el que todo lo rige, y te recibirá en alguna de las clases de los operarios que mutuamente se ayudan en su trabajo. Pero guárdate bien de que no hagas en el mundo un papel semejante al que hace en el drama aquel verso vil y ridículo de que hace mención Crisipo. 7 98 XLIII. ¿Por ventura el sol anhela hacer lo que es propio de la lluvia? ¿Acaso Esculapio pre tende hacer lo que es privativo de la tierra? ¿Qué diré de cada astro en particular? ¿No es verdad que, siendo diferentes entre sí , conspiran todos á un mismo efecto? XLIV. Si es, pues, cierto que los dioses han acordado ya sobre mí, y lo que me debe aconte cer, bien resuelto estará, porque no es fácil for marse la idea de un Dios inconsiderado y sin reflexión; ¿pues con qué motivo se habían ellos de mover á la resolución de hacerme mal? ¿Qué pro vecho les resultaría de aquí ó al común del uni verso, de quien ellos tuviesen especial providen cia? Pero si es que no han determinado sobre mí en particular, por lo menos habrán decretado en general acerca de las cosas del mundo, con las que también tienen enlace mis cosas particulares, que debo abrazar con gusto y darme por con tento con ellas. Y dado que los dioses de nada tuviesen providencia (que es una impiedad creer lo), entonces de ningún modo sacrificaríamos , orariamos, juraríamos ni hariamos otras cosas que en particular hacemos, como para con unos dioses entre nosotros existentes y que viven en nuestra compañía. Mas si los dioses no delibe rasen sobre ninguna de nuestras cosas, sin em bargo, me sería lícito mirar por mí, estando en mi mano la inspección de lo que es conducente; y cierto que á cada uno conviene lo que dice bien 99 con su condición y naturaleza . Por último , mi na turaleza es racional y sociable; mi patria y ciu dad, en cuanto Antonino, es Roma; pero en cuan to hombre, es el mundo; y así lo que á estas ciu dades Roma y Mundo fuere útil, esto será mi único bien. XLV Cuanto sucede á cada individuo con duce al universo, y esto debería bastar; pero aun hay otra cosa, como verás haciendo la observa ción en general, que lo conducente á un particu lar también conduce á los otros hombres; bien entendido que ahora se debe tomar la palabra conducente en sentido común, aplicada á las co sas medias é indiferentes. XLVI. Á la manera que suelen ofenderte los espectáculos representados en el teatro y en otros lugares semejantes, porque el ver siempre lo mismo y sin mudanza de aspecto causa tedio á la vista , del mismo modo podrá sucederte en todo el curso de tu vida; porque todas las cosas superiores é inferiores son siempre las mismas y provienen de los mismos principios. XLVII. Medita sin cesar qué de hombres de todas condiciones, de todas profesiones, de todas naciones murieron ya, de suerte que desciendas de este modo hasta dar con Filistión, con Fe bo y Origanión; entonces pasa con la considera ción á otras clases de gente, pues es preciso que nosotros hagamos el mismo camino que hicieron tantos oradores elocuentes, tantos filósofos vene 100 rables, un Heráclito, un Pitágoras, un Sócrates; tantos héroes primero, tantos caudillos y tiranos después: además de éstos, un Eudoxo , un Hi parco, un Arquímedes y otros de agudo ingenio, de corazón magnánimo, de industria singular, de suma astucia y de mucha arrogancia; hasta los mismos motejadores satíricos de esta vida cadu ca y casi momentánea, como Menippo y otros tales, y cerca de todos estos haz la reflexión de la Q 6 P te P SU ca & que mucho hace fueron sepultados; si bien ¿qué mal les vino por eso á ellos? ¿Qué daño á otros muchos, de quienes absolutamente ni queda el nombre? Así, que una sola cosa hay en este mun do de que debemos hacer mucho aprecio, que es el saber vivir entre hombres falsos é injustos si guiendo la verdad y la justicia. XLVIII . Cuando quieras darte un rato de contento , ponte á considerar la ventaja de los que viven contigo; por ejemplo, de este lo indus trioso, de aquel lo modesto, de uno lo liberal y de otro cualquiera otra prerrogativa, porque nin guna cosa nos deleita tanto como el contemplar las imágenes de las virtudes que resplandecen en las costumbres de los que viven con nosotros, y ue de tropel, por decirlo así, se nos entran por los ojos, por lo que conviene tener á mano esta consideración. XLIX. ¿Por ventura llevas á mal ser de peso de tantas libras y no llegar al de trescientas? No te inquietes por eso, porque hayas de vivir has tam 101 ta un determinado número de años y no puedas pasar más adelante; pues al modo que conviene contentarse con la estatura, así también con la cantidad del tiempo prefijado . L. Insistamos en persuadir á nuestros próji mos lo que sea justo y razonable; no dejemos de hacerlo , aunque se resista, cuando así lo pida el derecho de justicia ; mas si alguno , usando de violencia, se te opusiese , vuélvete á tu ánimo plá cido y tranquilo y aprovechate de la resistencia para ejercitar otra virtud ; y acuérdate de que con la debida excepción emprendías el asunto, y que no pretendías imposibles. ¿ Qué cosa, pues, era la que deseabas ? Era este mismo conato que consi gues, aunque no tenga efecto aquello á que ha bías puesto la mira . LI. El que es ambicioso, juzga por bien pro pio la acción ajena ; el que es dado á los delei tes, cree que su bien consiste en el goce de sus pasiones; pero el que tiene juicio, conoce que en su proceder estriba toda su felicidad. LII. Puede uno muy bien no formarjuicio acer ca de esta ú otra cosa, y no inquietarse en su in terior, pues las cosas no tienen por sí tanta fuerza que nos precisen á calificarlas de buenas 6 malas. LIII. Acostumbrate á estar con atención á lo que dice todo hombre, y en cuanto te sea posible intérnate dentro de su alma. LIV. Lo que no es bueno para el enjambre tampoco es conducente para la abeja. 102. LV. Si los marineros tratasen malamente al piloto , ó los enfermos injuriasen de palabraalmé dico, ¿ á qué otro podrían apelar ? Ó ¿cómo sería posible que los unos ejecutasen lo que conduce á la conservación y seguridad de los navegantes, y los otros lo que sirve para la sanidad y cura de los enfermos ? LVI. ¡ Cuántos de aquellos con quienes en tré en el mundo ya salieron de él! LVII. A los ictericiados les parece amarga la miel ; á los mordidos de un perro rabioso, el agua les es cosa formidable ; á los niños, la pelota les parece cosa bella ; ¿ pues á qué viene el enojarte? ¿ Acaso te parece á ti que ha de poder menos el engaño de la mente que un poco de cólera en el enfermo de ictericia y el veneno en uno que pa dece mal de rabia ? LVIII. Nadie te impedirá que vivas según dicta la luz de tu razón natural , y nada te acae cerá contra la razón y orden de la naturaleza. LIX. Piensa bien cuáles son aquellos á quie nes deseamos agradar; con qué miras y esperan zas les queremos complacer; por qué especie de servicios les queremos ganar , y verás cómo en breve sepultará el tiempo todas estas cosas , y cuántas ya ha sepultado. 103 LIBRO SÉPTIMO I. ¿Qué viene á ser la perversidad? Es lo que has visto muchas veces; y así, en todo aconteci miento ten á la mano esta reflexión : esto es lo que viste en varias ocasiones. Absolutamente desde el principio al fin hallarás los mismos su cesos de que están llenas las historias, de que al presente abundan las ciudades y familias par- . ticulares; nada encontrarás de nuevo; todo es cosa trillada y de breve duración. II. ¿De qué otro modo se te pueden borrar las máximas de la filosofía, á no ser que se amor tigüen las ideas que son correspondientes á los mismos preceptos filosóficos? De ti pende el avi varlas de continuo. Yo puedo formar sobre este y el otro punto el debido juicio; y si puedo, ¿por qué me turbo? Nada absolutamente tiene que ver con mi mente lo que está fuera de ella. Man tente en esta disposición, y todo te irá bien. Tienes en tu mano el revivir, volviendo sobre ti; mira otra vez las cosas con los mismos ojos con que antes las viste, porque en esto consiste el revivir y recuperarse un hombre. III. La vana afición y cuidado en todo gé nero de pompa; las representaciones del teatro; los rebaños de ganado mayor y menor; las justas 6 ejercicios militares, pueden compararse al en 104 tretenimiento de echar huesos á los perros y mi gajas á los peces en los estanques; al afán y acarreo de las hormigas ; á las corridas de los amedrentados ratoncillos; á las figurillas de los titiriteros. Conviene , pues, que en estas diversio nes se pase un rato con gusto, pero sin hacer ostentación de semejantes bagatelas; antes bien entendiendo que cada uno se hace de tanto ma yor mérito cuanto son más importantes las cosas en que emplea su estudio. IV. En la narración conviene atender á las palabras que se van diciendo, igualmente que á cada uno de los movimientos é impulsos de lo que se está haciendo; y, á la verdad, en esto im porta mirar luégo á qué fin se dirige su intento; pero en lo otro débese reparar bien qué es lo que se quiere significar . V. ό me basta mi talento y habilidad para el tal negocio, ó no. Si me es suficiente, me val go de ellos, para el efecto, como de un instru mento dado por la común naturaleza; si no son proporcionados, ó cedo el asunto á otro que pue da darle mejor y más feliz éxito, salvo que por otro lado no sea esto de mi obligación personal, 6 lo hago como puedo, tomándome un compa ñero, el cual, con la ayuda de mi mente, pueda hacer aquello que entonces sea oportuno y útil á la sociedad, visto que cuanto yo hiciere por mí mismo ó con la asistencia y favor de otro se de be encaminar al bien del público. L dhid 2Stm1 VIE que 2015m toal tando solo, VI porgi cuent ahora IX dena casi la ot buye que e das Sustar anim una partie X. rece Causa mente 105 VI. ¡ Cuántos se hallan ya sepultados en el olvido, habiendo antes sido muy aplaudidos ! Y ¡ cuántos de los que celebraron á éstos fueron asimismo borrados tanto há de la memoria de los hombres! VII. No te corras de ser ayudado de otro: lo que á ti te incumbe es cumplir con tu deber del mismo modo que al soldado le toca dar el asal to á la fortaleza. ¿Pues qué importa que tú, es tando cojo, no puedas subir á las almenas por ti solo, si te es posible con el amparo de otro? VIII. No te perturbe lo que vendrá después; porque, si fuere necesario , tú le saldrás al en cuentro armado de la misma razón de que ahora te vales para las cosas presentes . IX. Todas las cosas están trabadas y enca denadas entre sí, y su enlace es tan sagrado que casi no se halla una que sea extraña y ajena á la otra; porque todo se ve coordinado y contri buye esto al adorno del mismo universo. Y es que el mundo viene á ser un compuesto de to das estas cosas y un dios en todas ellas; una sustancia, una ley, una razón común á todos los animales; finalmente, una verdad, puesto que es una misma la perfección de los vivientes que participan de una misma razón. X. Todo lo material muy en breve desapa rece en la sustancia común del universo, y toda causa prontamente se resume en la razón ó mente universal; finalmente, la memoria de todas 7106 las cosas queda presto sepultada en lo inmenso de la eternidad . " XI. Para un viviente racional es una misma la acción conforme con la naturaleza y la que es según razón. XII. Conviene ser justo, 6 si no amonestado. XIII. Á la manera que los miembros de un cuerpo dependen entre sí en sus compuestos, á ese modo las criaturas racionales , aunque se paradas, tienen entre sí igual relación, habiendo sido producidas para cooperar á un mismo fin. Esta consideración se te imprimirá más altamen te si muchas veces dices para contigo mismo: Yo soy un miembro de este sistema, que consta de na turalezas racionales. Pero caso que tu digas, usan do de la letra R, Rhoo, que eres una mera parte, aun no amas de corazón á los hombres, todavía no recibes la debida complacencia en eso mismo de hacerles bien; además, que sólo haces eso por puro decoro, no como si á ti te hicieses bien. XIV. Acaezca exteriormente lo que se quie ra á los miembros de mi cuerpo, que están sujetos á padecer por un acaso semejante; quéjense ellos, si quieren, que son los mortificados, pues yo, mientras no opine que algún mal en lo acaecido, no recibo daño, y más estando en mi mismo el no imaginármelo. XV. Diga 6 haga otro lo que le plazca, á mí 10me conviene ser bueno; no de otra suerte que si el oro, ó la esmeralda, 6 la púrpura, igualmente 107 dijese siempre: por más que haga 6 diga cual quiera, conviene que yo sea esmeralda y que retenga mi propio color. XVI. ¿No es la mente la que se alborota y perturba á sí misma? Quiero decir , ¿ no es la que se amèdrenta á sí misma ? ¿ la que de suyo se afli gela que excita en sí las pasiones? Y caso que algún otro pueda intimidarla, ó entristecerla, há galo; pues pende de su voluntad el que no se mueva á semejantes afectos, opinando que hay algún mal. El cuerpo, si puede, cuide de sí para que no le venga algún trabajo; y si padece alguna molestia en todo lance, quéjese. Pero el alma que teme, quese aflige, que absolutamente hace su juí cio acerca de estos afectos, nada tendría que sufrir si no incurriese en la falta de formar un tal dic tamen, puesto que la mente por sí de nada nece sita, si á sí misma no seacarreara la necesidad, y no está sujeta á perturbaciones y embarazos, á no ser que ella se perturbe y embarace á sí misma . XVII. Consiste la felicidad de un hombre en tener buen numen interior ó buena alma J' buena conciencia. Pues en vista de esto, ¿qué haces acá, oh imaginación mía? Vuélvete, te lo pido por los dioses, como has venido; para nada te necesito; tú has venido según la antigua costumbre; no me irrito contra ti; sólo te suplico que te vayas. XVIII. ¿Por qué teme alguno la mutación? ¿Pues qué cosa se puede hacer sin que ella inter venga? Y ¿qué otra cosa se hallará más agrada 108 ble que ésta, ó más familiar á la naturaleza del universo? ¿ Por ventura podrás usar del baño ca liente sin que la leña se mude y convierta en fue go ? ¿Te podrás nutrir sin que la comida se mude en tu alimento? ¿Acaso se puede llevar á cabo alguna cosa á no ser que sea por vía de muta ción? Ahora, pues, ¿no ves tú que viene á ser una cosa semejante tu mutación, é igualmente nece saria á la naturaleza del universo? XIX. Todos los cuerpos, á manera de un to rrente, van pasando á la sustancia del universo, con el cual tienen un mismo ser y conspiran á una misma obra; no de otro modo que los miem bros de nuestro cuerpo van á una entre sí mis mos. Y en efecto, ¡ cuántos Crisipos, cuántos Só crates y cuántos Epictetos se absorbió ya el tiem po! Haz, pues, que esto mismo te ocurra á la me moria respecto de cualquier hombre ó cosa. XX. Una sola cosa me hace andar fuera de mí mismo, y es que acaso haré yo lo que no sea conforme á la condición del hombre, ó de modo que no sea correspondiente á su estado, ó lo que, atendidas las circunstancias, no es debido. XXI. Ya está cerca el tiempo en que á todos los echarás en olvido y todos se olvidarán de ti. XXII. Es propio del hombre amar aun á los que le ofenden; esto se hará, si al mismo tiempo se te ofreciere, que también son de tu misma na turaleza y que pecan por ignorancia y como for zados; además de que, así tú como ellos, moriréis 109 dentro de poco tiempo, y, sobre todo , que ellos no te hicieron daño, puesto que no han hecho que tu alma fuese peor de lo que antes era. XXIII. Lanaturaleza del universo forma de la sustancia común, como de una cera, ahora un po tro; luego después, deshaciendo éste ó fundién dole, se sirve de la materia para producir un ár bol; más adelante, para la formación de un hom bre; finalmente, para la producción de cualquie ra otra cosa, subsistiendo cada una de éstas por un tiempo muy limitado; pero jamás es penoso á la arquilla el que la deshagan, como no lo fué el haberla fabricado. XXIV. El aspecto desagradable en el sem blante es muy contrario á la naturaleza; y cuan do se afecta con frecuencia, hace desaparecer la hermosura y gracia natural, ó al cabo la echa á per der de manera que después no es posible recupe rarla del todo; de esto mismo podrás colegir que también es contrario á la razón. Porque si uno cogiese tal hábito que llegase á perder todo el remordimiento de su conciencia en el obrar mal, ¿á qué fin había de prolongar sus días? XXV. La naturaleza, que todo lo rige y or dena, muy en breve transformará todo cuanto ves en el mundo, haciendo que de su materia naz ca otra cosa, y de la materia de esta misma se produzca despues otra, para que el mundo vaya siempre renovándose. XXVI. Cuando alguno delinquiere en algo IIO contra ti, luego procura discurrir qué juicio ha brá hecho del bien ó del mal cuando pecó. Por que, examinando esto, le compadecerás y no te admirarás ni te moverás á indignación, visto que tú también sueles formar dictamen de que aque llo mismo, ú otra cosa semejante, es un gran bien; y así, es razonable que le perdones. Y dado que no convengas con él, teniendo por buenas ó malas las mismas cosas, aun por esto mismo, con mayor facilidad deberás estar de buen ánimo para quien pecó por ignorancia. XXVII. No conviene pensar tanto en los bie nes que nos faltan cuanto en los que presente mente tenemos , aunque entre éstos deberás pa rar la consideración sobre los más aventajados , y con este motivo reflexionar con cuánta solici tud los buscarías si no lo tuvieses; sin embargo, guárdate al mismo tiempo de que por está com placencia en poseerlos no te acostumbres á te nerlos en tanta estima, de modo que si alguna vez no los tuvieres, su falta te haya de perturbar é inquietar. XXVIII. Recógete dentro de ti mismo , su puesto que la mente racional es tal por natura leza, que vivirá contenta en sí obrando con jus ticia y logrando además de eso mismo la tran quilidad más apetecible. XXIX. Borra esas ideas de tu fantasía; re prime los ímpetus desordenados del apetito; cíñe te al tiempo presente; penetra bien cuanto á ti ỏ III á otro acontezca; distingue y divide todo objeto en causa eficiente y material; piensa en la última hora de tu vida; la falta cometida por otro, déja la allí donde subsiste el pecado. XXX. Conviene extenderse en la contempla ción de lo que se habla, y penetrar con la consi deración en lo que se hace. XXXI. Adórnate con la simplicidad , mo destia é igualdad de ánimo acerca de las cosas de suyo medias entre la virtud y el vicio; ama al linaje humano; sigue á Dios, porque, como dice aquel poeta : « Todo de arriba viene asi ordenado. » Pero caso que solos los elementos sean de arri ba dirigidos, te debe bastar el acordarte de que todas las cosas, ó por lo menos las más de ellas, son gobernadas y están sujetas á cierta ley, XXXII . Por lo que mira á la muerte, ya sea una mera dispersión de las partes, ya una reso lución en átomos ó una pura aniquilación, al cabo viene á reducirse, ó á una total extinción, ó á una mutación solamente. XXXIII. Por lo que toca al dolor, claro está que si es insoportable, en breve mata, y que si da largas, es tolerable. Entretanto, la mente po drá con su modo de pensar mantener su paz sin que quede deteriorada en algo la parte princi pal. Pero los miembros, maltratados con el do 112 lor, expliquense contra él, si pueden, y den su queja como les parezca. XXXIV. Respecto á la fama, considera los ánimos de los ambiciosos, qué son en sí, las co sas que rehusan y cuáles las que apetecen; y re flexiona también que , como los montones de arena, acumulados unos sobre otros , quedan ocultos los primeros; así, en la vida, los sucesos anteriores se ven presto sepultados en el olvido con los que ocurren después. XXXV. Nota este dicho de Platón : « ¿Por ventura juzgas que aquel que tenga un entendi miento elevado con una justa idea de toda la eternidad y de toda la naturaleza, le parecerá ser una gran cosa la vida humana? No es posi ble, dijo. ¿Luego este tal no reputará la muerte por una cosa terrible? Nada menos que eso. »> XXXVI . Ve aquí la bella sentencia de An tistenes: « Es cosa regia hacer mercedes, reci biendo en pago murmuraciones. > XXXVII. No es puesto en razón que la men te tenga á su mando el semblante para fingirlo y ajustarlo á su gusto, y que ella no sepa aco modarse y componerse como es debido. XXXVIII. Dice muy bien Eurípides: «El enojo volver contra las cosas No es razón, pues de enojos no se cuidan. » XXXIX . Épico escribe : Á los dioses y á mí da regocijo. » 113 XL. Eurípides, en otro lugar, dice asi: «Se debe, á guisa de madura espiga, Una vida cortar y dejar otra. » XLI. Escribía el otro Trágico: «No sin causa 6 motivo, ya los dioses Desestiman á mí y á mi linaje. »> XLII. Con mucho fundamento dijo el Cómico: «La razón y justicia á mi se inclinan.» XLIII. No debes lamentarte con los afligi dos ni mostrarte conmovido. XLIV. Estas son palabras de Platón: « Yo á este tal le opondría la siguiente y justa razón: No piensas rectamente, ¡ oh buen hombre!, si eres de parecer que un varón, aun siendo de poca suposición, debe contar mucho con el riesgo de perder ó no perder la vida, ni que sólo debe Considerar, cuando obra, si lo que él hace es , y si su acción es propia de un justo ó inj hombre bueno ó de un malhechor. » XLV. Del mismo es el presente lugar: « En realidad es así, ¡oh varones atenienses!, que en donde quiera que alguno se colocare, juzgando aquel puesto por el mejor, ó que fuere destinado por el magistrado, debe perseverar en él, según mi dictamen, aunque corra peligro, no reputan do en nada ni el perder la vida, ni otra cual quiera cosa, á trueque de evitar la infamia. » 8 I 114 XLVI. Del mismo es lo que sigue: «Pero , joh hombre feliz!, mira si el ser generoso y bueno sea otra cosa que el conservarse á sí ó salvar á otros. Ni, á la verdad, un hombre que sea ver daderamente bueno debe desear con ansia esto de vivir por tanto tiempo, ni conviene amar so brado su vida, sino que sólo debe pensar en adelante de qué modo podrá vivir lo mejor que quepa todo aquel tiempo que hubiere de gozar de la vida, dejando á Dios esos otros cuidados y dando crédito al dicho de las mujeres, que nin guno puede evadirse del hado. » XLVII. Conviene mirar el curso de los as tros, como quien gira con ellos, y contemplar también las mutuas conversiones de los elemen tos, porque las consideraciones de estas cosas 7 purifican esta vida terrestre. XLVIII. Es bello aquel lugar de Platón en donde dice: «Importa mucho á quien raciocine acerca de los hombres que contemple también, como desde una atalaya, lo que pasa en la re dondez de la tierra: cada cosa en su género, los ejércitos, las labranzas, los matrimonios, las tre guas ó pactos, los nacimientos y las muertes, el tumulto de los tribunales, los países desiertos, las diferentes naciones de gente bárbara, las fies tas, los funerales, las ferias, una total confusión; y, por fin, el universo, que se compone de cosas entre sí contrarias.» XLIX. Hace muy al caso el que uno consi 115 dere los sucesos pasados y tantas conversiones de dominios , pudiendo con esto prever lo veni dero ; porque sin duda lo que vendrá despues tendrá absolutamente el mismo aspecto , no sien do posible que salga de aquel orden con que se hace lo presente. De aquí es que viene á ser lo mismo observar por cuarenta años lo que pasa en la vida del hombre que observarlo miles de años... pues ¿ qué más habría de ver? L. Observa lo que dice Euripides: Lo nacido en la tierra, en tierra cae; Y torna al cielo lo que de él provino.> Siendo esto, ó una desunión del enlace que tie nen entre sí los átonos , ó una igual dispersión de los elementos insensibles por naturaleza. LI. También conviene notar estotro , que es cribe el mismo : «De mortal vida entretener queremos El curso , con comer y divertirnos ; Pero al fin , no sin llantos laboriosos , Por fuerza tras dėl aire nos iremos , Suscitado por Dios. » LII. Sufre enhorabuena que alguno sea más hábil luchador que tú ; pero guardate de que nin guno , sea más liberal , ni más modesto , ni más bien dispuesto á lo que acontezca, ni humano y benigno respecto de los defectos del prójimo. LIII. En donde quiera que se puede perfec 116 cionar alguna obra, según lo pide la razón, que es común á los dioses y á los hombres, no es po sible que allí haya mal grave ; puesto que no hay por qué sospechar algún daño en aquello en que se puede lograr la ventaja y utilidad de que su operación salga con prosperidad y tenga el éxi to conforme á la condición humana. LIV. En todo y por todo pende de tu arbi trio, ya el complacerte religiosamente en la pre sente disposición de la Providencia, ya el tratar según justicia y razón con tus contemporáneos, ya el usar con artificio de la presente idea para que ni lo más recóndito se te pase por alto. LV. No gustes de escudriñar el espíritu de otro ; antes bien mira de hito en hito hacia aquel término á que te conduce la naturaleza , ya sea ésta la universal , mediante las cosas que te acon tezcan , ó la tuya propia por razón de los oficios que debes practicar , teniendo cada uno la obli gación de hacer lo que es correspondiente á su estado ; pues el resto de las criaturas fué dis puesto para servir á los racionales, al modo que, lo inferior se hace por respecto 2 en toda otra cosa, de lo superior ; pero las racionales han sido he chas para ayudarse mutuamente, y así, lo que tie ne el primer lugar en la condición humana , es lo que mira á la común sociedad ; y el segundo , el no rendirse á los halagos de los sentidos ; porque es propio de la facultad racional el reducirse á ciertos límites no vencerse jamás de los mo 117 vimientos sensuales é impulsos del apetito , por ser ambos brutales. Además de que la virtud in telectiva pretende conservar su superioridad , y no permitirá dejarse subyugar de ellos ; y con mu chísima razón , puesto que por naturaleza le per tenece servirse de todos ellos. Finalmente , tiene el tercer lugar en la naturaleza racional el no incurrir en algún error ni el dejarse seducir. El alma, pues , que se adhiera á las máximas insi nuadas , prosiga su camino derecho y habrá con seguido lo que la es propio. LVI. El resto que te quedare de vida con viene pasarlo , según dicta la naturaleza , como muerto ya al mundo y como quien sólo hubiese vivido hasta el tiempo presente . LVII. Sólo debes tener afición á lo que te acontezca y venga destinado de la Providencia; pues ¿ qué otra cosa te podrá ser más oportuna? LVIII. En todo evento haz por tener á la vista aquellos hombres á quienes ha sucedido lo mismo que á ti, y después lo llevaban con re pugnancia, lo extrañaban y se quejaban amar gamente; y al cabo, ¿en dónde se hallan ahora? En ninguna parte ya. Pues ¿por qué deseas imi tarles? ¿No sería mejor dejar esos extraños senti mientos á quien se conmueve é inmuta con ellos, dedicándose en un todo á pensar cómo podrás aprovecharte de los acontecimientos humanos? Porque si hicieres buen uso de éstos, también të servirán de materia en que ejercites la virtud; 118 mira sólo por ti, y en cuanto hicieres intenta dar á conocer tu bondad, acordándote que en cualquiera de los sucesos también hay diversi dad de materia sobre que pueda recaer una ac ción virtuosa. LIX. Reconoce tu interior: dentro de ti está la fuente del bien, que puede manar de continuo si la profundizas siempre. LX. También conviene que el cuerpo no de note violencia en el movimiento ni en el ade mán; porque se debe exigir de todo el cuerpo lo mismo que hace el alma con el semblante, con servándolo apacible y modesto ; pero todo esto debe observarse sin afectación. LXI. El arte de vivir bien tiene más seme janza con la palestra que con la orquesta, por cuanto debe uno estar sobre sí é inmoble contra los repentinos é improvisos accidentes. LXII. Debes reconocer quiénes son esos por quienes deseas ser alabado , y qué modo tienen de pensar ; porque de esta suerte no los vitupe rarás , incurriendo involuntariamente en alguna falta , ni echarás de menos sus aprobaciones , y más si mirares el origen y causa de sus juicios y pasiones del apetito. LXIII. Toda alma , según dice Platón , está privada de la verdad sin su consentimiento ; lo mismo , pues', la sucederá también respecto de la justicia , de la prudencia , de la benevolencia y de toda otra virtud semejante. Es de suma im 119 portancia que á menudo te acuerdes de esto, porque así serás más afable y benigno. LXIV. En todo trabajo ten luégo á mano esta reflexión: que aquello no es indecoroso ni deteriora la mente , dueña de las acciones ; pues no la vicia, en cuanto es material ni en cuanto es sociable ; y así, en las más de tus cuitas, válete del dicho de Epicuro : que el dolor no será insu frible ni eterno , si te acordares que tiene sus límites naturales. Pero advierte también que muchas cosas nos son bien molestas , sin que las echemos de ver, siendo en realidad cierta espe cie de dolor ; tal es el dormirse intempestiva mente , el abrasarse de calor y el sentirse con inapetencia ; cuando , pues , te veas desabrido por alguna de estas cosas , di para contigo: ¡Mira que te dejas vencer del dolor! LXV. Mira bien no sea que alguna vez te portes con los hombres inhumanos como suelen éstos tratar á los hombres. LXVI. ¿ De dónde nos consta si Sócrates ha sido mejor y de índole más excelente que la de un Telauges ? Porque no basta saber que Sócra tes murió con mucha gloria y grande valor ; que disputaba ingeniosamente con los sofistas; que con gran paciencia sabía pasar toda una noche sobre el hielo ; que habiéndole mandado prender á un ciudadano Salaminio , le pareció más justo el resistirse con bizarría ; y que por las calles públicas andaba con fausto y arrogancia , aun 120 que acerca de esto , con razón , puede uno dudar si fué verdad. Además, conviene también consi derar en qué disposición tenía Sócrates su áni mo , y si era capaz de contentarse con ser justo para con los hombres y religioso para con los dioses; no indignándose en vano contra el de fecto de otro, ni fomentando la imprudencia de alguno ; no recibiendo como cosa extraña ó lle vando como insoportable cualquiera disposición de la Providencia ; no permitiendo , finalmente, que la mente consintiese en las pasiones. LXVII. En la formación humana , la natura leza no unió tu espíritu con el cuerpo de tal modo que no te fuese libre el contenerte den tro de ciertos límites y pendiese de ti el cumplir con tus obligaciones , por lo que cabe muy bien que uno , cultivando su espíritu , se haga un hombre en sí divino y que sea desconocido de todos; acuérdate siempre de esto , y además no te olvides de que son menester muy pocas cosas para pasar felizmente la vida. Y no porque uno desconfíe de poder ser un gran dialéctico y físi co, por eso debe perder las esperanzas de llegar á verse libre de pasiones, á ser modesto, á ser amigo de la sociedad y á ser rendido y obediente á Dios. LXVIII. Pende de tu voluntad pasar la vida con el mayor júbilo , por más que todos den las voces que quieran contra ti , y aunque las fieras despedacen tus miembros. Pues ¿ quién impide al alma que en medio de todos esos infortunios 121 no se conserve en su tranquilidad, no mantenga un juicio verdadero acerca de los sucesos que la rodean , no persevere pronta en hacer el uso de bido de los accidentes que tiene á la vista ? De modo que el Juicio dé á entender á lo que ocu rra: tú, en realidad, eres esto , aunque en la apa riencia muestres ser otro , y el Uso diga á lo que se presente : yo á ti te buscaba , porque lo que se me pone delante siempre me sirve de materia para ejercitar las virtudes propias de la razón y sociedad ; y, en una palabra , para dedicarme al ejercicio del arte peculiar de un hombre ó de un dios , supuesto que cuanto acontece es corres pondiente al hombre ó á Dios ; no cosa nueva ni dificil de manejar, sino cosa muy sabida. LXIX. La perfección de las costumbres lleva consigo el vivir cada día como si aquel fuese el último de la vida, sin apresurarse, ni caerse de ánimo, ni obrar con ficción. LXX. Los dioses, siendo inmortales, no se irritan al ver que por tan largo tiempo absoluta mente convendrá que ellos siempre sufran con paciencia á los malos, siendo éstos tales y tantos en número, sino que además también cuidan en un todo de los mismos . ¿Y es posible que tú, que en un abrir y cerrar de ojos dejarás de ser, te canses de tolerarlos, y más siendo uno de los malos? LXXI. Es triste que no procures separarte de tu propio vicio, pudiendo, ciertamente, hacer lo, y que intentes huir de la maldad de otros. 122 LXXII. Con mucha razón, la facultad inte lectiva y sociable tiene por cosa de menos valer todo aquello que hallare no conducir ni para la sabiduría ni para la sociedad. LXXIII. Cuando tú has hecho un favor y otro le ha recibido, ¿porqué todavía buscas, á más de esto, un medio término para parecer bienhe chor 6 lograr otra recompensa? LXXIV. Ninguno se cansa de recibir bene ficios; es así que la beneficencia es una acción conforme con la naturaleza; luego no debes tam poco cansarte en hacer bien á otro. LXXV. La naturaleza del universo primera mente emprendió la fábrica del mundo; pero, ahora, 6 todo lo que se hace sucede por una con secuencia necesaria, ó las criaturas racionales son el principal objeto en que la mente gober nadora pone especial esmero. Haciendo este re cuerdo te hallarás muy tranquilo . LIBRO OCTAVO I. Sirve también , para que no tengas vani dad, el que en adelante no te puedes lisonjear de haber pasado filosóficamente toda la vida, ó, por lo menos , la que medió desde tu juventud hasta ahora; antes bien has estado muy lejos de la filosofía, como no ignoran otros muchos y á ti 123 te es bien claro. Viviste, pues , distraído, de modo que en lo porvenir no te será fácil adquirir la gloria del filósofo , á lo cual también se opone tu manera de vivir. Ahora bien : si es que verda deramente has conocido en qué consiste la vida filosófica , despreciando toda apariencia , contén tate con vivir el tiempo que te queda , sea el que fuere, según te dicte tu naturaleza ; y así , piensa atentamente en lo que ella quiere , y no te dis traiga otra cosa ; porque en cuantas cosas an duviste divertido , la experiencia te ha enseñado que en ninguna hallaste la felicidad de la vida; no en hacer silogismos , no en la posesión de ri quezas , no en los aplausos , no en las delicias, por último ni en parte alguna. Pues ¿ en qué consiste? En hacer lo que exige la naturaleza hu mana. Y esto , ¿ cómo se ejecutará ? Después que tuvieres los principios por que se regulan los de seos y las obras. ¿Y cuáles son esos principios? Los que deciden del bien y del mal ; de modo que no se repute por bien del hombre lo que no le hace justo , templado , fuerte y liberal, ni por mal lo que no cause los efectos contrarios á lo que acabamos de decir. II. En todas tus acciones hazte la pregunta: ¿cómo me va en esto ? ¿ acaso me arrepentiré de ello después ? Dentro de poco también yo ha bré muerto y todo se acabó para mí : luego ¿ qué más puedo pretender que el que la presen te obra sea propia de un viviente racional y so 124 ciable, dirigido por las leyes con que se gobier na Dios? III. Alejandro , César y Pompeyo , ¿ qué tie nen que ver , comparados con Diógenes , Herá clito y Sócrates ? Porque estos filósofos eran de un espíritu tan excelente , que penetraban bien las cosas , sus formas y materias ; pero aquellos príncipes, de todo esto ignorantes , ¿ á cuántos cuidados se vieron sujetos? IV. Ten bien entendido que los hombres, ha gas lo que hagas , serán siempre los mismos. V. En cualquiera caso, lo principal es que no te turbes ; porque todo acontece según la lleva la naturaleza del universo , y muy en breve perece rás , no dejando rastro de ti en parte alguna , como sucedió con Adriano y Augusto. Después, contemplando con atención el asunto , indaga lo que es en sí mismo ; y reflexionando que te con viene ser hombre virtuoso , ejecuta constante mente lo que exige de ti la naturaleza humana, y di siempre lo que te parezca más justo con in tención sana y la mayor modestia. VI. La ocupación ordinaria de la naturaleza universal se reduce á transportar lo que se halla en estelugar á otro, convertirlo en otra cosa y qui tarlo de acá y llevarlo allá. Todo es una continua mutación; de modo que no se puede temer que su ceda algo de nuevo, siendo todo cosa sabida, ade más de que las disposiciones son siempre iguales. VII. Toda naturaleza queda contenta ha 125 ciendo su carrera prósperamente ; empero la na turaleza racional sólo camina con felicidad no asintiendo á ninguna idea falsa ni oscura; encami nando únicamente sus intentos á hacer obras en beneficio del público ; ocupando solamente sus deseos y aversiones en lo que pende de su arbi trio , y aceptando con resignación todo lo que la común naturaleza la dispensa , por ser una parte de ésta , como la naturaleza de una hoja es par te de la naturaleza del árbol ; sólo con la diferen cia de que, en el árbol, la naturaleza de una hoja es parte de una naturaleza insensible , irra cional y expuesta á ser estorbada en sus ope raciones; pero la nuturaleza del hombre es par te de una naturaleza inteligente , justa y libre en todos sus designios , que sin duda hace una igual distribución de tiempo , forma , materia, fuerza y accidentes, dando á cada uno según su mérito; mas advierte que absolutamente no comprenderás la igualdad si consideras sepa radamente una cosa; pero sí haciendo el cote jo de las partes de un todo con las de otro. VIII. Por tu ignorancia , no puedes leer un libro ; pero bien puedes reprimir tu insolencia, puedes superar el deleite y el dolor , puedes des preciar la vana gloria. IX. En adelante, ninguno te oiga quejarte de la vida de palacio ni de la tuya propia. X. El arrepentimiento es cierta vindicación 6 displicencia de sí mismo , por haber omitido 126 hacer alguna cosa interesante; en el supuesto de que es necesario que todo bien sea una cosa útil y acreedora á que un hombre bueno y honrado cuide de ella , pues ningún hombre bien reputa do y sincero se arrepintió jamás por haber deja do pasar algún deleite ; luego el placer ni és cosa útil ni bien alguno. XI. Examina qué viene á ser esto en sí mis mo, según su propia condición ; cuál es su sus tancia ó materia, cuál su forma , para qué sirve ó qué hace en el mundo , cuánto tiempo dura. XII. Cuando sintieres repugnancia en levan tarte de dormir , acuérdate de que es correspon diente á tu estado y á la naturaleza humana el ejecutar acciones útiles al bien de la sociedad, pues el dormir también es común á las bestias; además de que lo que es conforme con la natu raleza de cada uno , le es más propio y conna tural , y, sin duda alguna; más gustoso. XIII. En cuanto te sea posible , procura exa minar en cualquiera idea que te viniere á la imaginación cuál es la naturaleza de su objeto, discurriendo sobre los efectos que causa y dis cerniendo lo verdadero de lo falso. XIV. Con cualquiera que te encontrares , al instante di para contigo mismo: Este tal, ¿ qué máximas ó qué modo tiene de pensar, por lo que mira al bien y al mal ? Pues el que tuviere má ximas de esa clase acerca del deleite y dolor, y de las causas de donde procede uno y otro, 127 acerca de la gloria é ignominia , de la muerte y la vida, no me parecerá extraordinario ni extra ño si hiciese tales acciones; antes bien me acor daré de que el infeliz está necesitado á ello. XV. Ten presente que , al modo que es una extravagancia el admirarse si la higuera produ ce higos, asimismo lo es el que uno extrañe si el mundo da de sí lo que lleva de suyo; como sin duda seria también indecoroso al médico el ma ravillarse de que él mismo tuviese calentura ó al piloto de que le hiciese viento contrario. XVI. Recuerda que igualmente te es libre el mudar de parecer y el seguir el aviso de quien te corrija, porque tuya es la obra , procediendo conforme á tu intención y resolución , además de que se lleva á cabo según tu beneplácito. XVII. Si esto depende de tu arbitrio, ¿ por qué lo haces? Y si de otro, ¿ contra quién las has ? ¿contra los átomos, ó contra los dioses? Uno y otro es una locura, no debiendo enojarte con tra nadie; porque si puedes , enmienda la cosa; pero si no te fuere posible, ¿qué utilidad sacas de irritarte? Y más no debiendo hacer nada en vano. XVIII. De todo cuanto muere ó perece, nada sale fuera del mundo ; pues si permanece aquí y se transmuta, igualmente se disuelve aquí mismo en los propios principios , que son los elementos del mundo y también los tuyos , los cuales no murmuran, sin embargo de su mutación. Į 128 XIX. Cada cosa nació con algún destino: por ejemplo, el caballo, la vid. En esto , ¿ de qué te admiras ? Pues también el sol y los otros dio ses nacieron destinados para algún misterio. Se gún eso, tú, ¿para qué naciste? ¿ Acaso para vivir entre placeres ? Reflexiona un poco si esto lo su fre la buena razón ó común inteligencia. XX. La naturaleza tiene su mira y designio en cada cosa , no menos por lo que toca al fin y paradero de la misma que por lo que pertenece á su principio y duración , como el que, arrojan do la pelota , pone su cuidado en la buena juga da. ¿Pues qué bien ó utilidad rèsùlta á la pelota echándola alto , 6 qué pérdida sacándolą bajo y aun cayendo en tierra ? Mas ¿ qué interés percibe la ampolla permaneciendo hinchada sobre el agua, ó qué daño recibe deshaciéndose ? Lo mis mo puede decirse del candelero , que nada gana encendido ó pierde apagado. XXI. Da una vuelta al cuerpo y contempla qué es , qué será cuando haya envejecido , enfer mado y muerto ; estando también en la inteli gencia de que es corta la vida de quien elogia y del que es celebrado ; de quien honra y del que es memorable; además de que esto se hace y queda en el rincón de este clima, en donde no todos concuerdan en los elogios ni aun uno suele ir acorde consigo mismo. XXII. Pon tu atención en lo que tuvieres entre manos , sea un dogma, una acción ó una 129 palabra. Con razón llevas tu merecido , porque quieres más dilatar á mañana el ser bueno. XXIII. ¿ Hago alguna cosa ? La ejecuto re firiéndola al bien de los hombres. ¿Me sucede algún trabajo ? Lo recibo consagrándolo á los dioses y atribuyéndolo á la fuente común , de la cual trae su origen cuanto se hace en el universo. XXIV. ¿ Qué juicio formas del baño y qué te presenta á la vista ? Aceite, sudor, asquerosidad, agua y viscosidad : todo causa hastiq. Una cosa tal viene á ser cualquiera parte de la vida y todo lo que percibimos por los sentidos. XXV. Lucila dió sepultura á Vero , y des pués fué sepultada Lucila ; Segunda la dió á Máximo, y después no faltó quien la diese á Se gunda; Epitynchano vió morir á Diótimo, y des pués murió Epitynchano; Antonino hizo las exe quias á Faustina; otro se las hizo á Antonino; Celer sobrevivió á Adriano , y después falleció Celer: así sucede con todas las cosas. ¿Y en dónde paran ahora aquellos ingenios agudos, aquellos astrólogos judiciarios, aquellos hombres • engreídos ? Digo ingenios agudos, por ejemplo, un Xierace, un Demetrio el Platónico, un Eude món, y si algún otro hubo de esta clase : todos fueron de breve duración y tuvieron su fin tiem po há, no quedando memoria de los unos dentro de poco ; pasando los otros á ser una fábula algunos ya no se cuentan entre las fábulas. Con vendrá, pues, acordarte de esto , porque será for 9 130 zoso, ó que venga á desunirse ese tu compues to, ó que se extinga el espíritu , ó si no, que mude de habitación y vaya á situarse en otra parte. XXVI. La verdadera complacencia de un hombre consiste en hacer lo que es propio del hombre , y más siendo privativo de éste la bene volencia para con los que son de su mismo lina je , el desprecio de los movimientos sensuales , el discernimiento de las ideas probables , la con templación de la naturaleza del universo y de lo que se hace conforme á la misma. XXVII. Cada cual tiene en si tres géneros de dependencia y correlación : una , para con la causa que nos circunda, ó sea el cuerpo ; otra, para con la causa divina ; y la tercera , para con nuestros contemporáneos. XXVIII. El dolor , ó es pernicioso al cuer po , y en ese caso que él mismo lo demuestre y se queje de él, ó puede ser infausto al alma; pero ésta tiene en su mano el conservar su quie tud y serenidad , y no opinar que el dolor sea mal , porque todo juicio , afecto , apetito y aver sión está en lo interior del alma , adonde no llega mal alguno. XXIX. Borra esos desvaríos de tu fantasia, diciéndote de continuo á ti mismo : al presente pende de mí el que en mi alma no haya vicio alguno ni mal deseo , ni absolutamente alguna perturbación ; antes bien, mirándolo todo como 131 es en si, puedo usar de cada cosa según su mé rito lo pidiere. XXX. Así en público senado como privada mente con cualquiera otro individuo , conviene hablar con modestia y compostura , debiéndose usar del razonamiento más sano y natural . XXXI. La corte de Augusto , su mujer , su hija sus nietos y entenados, la hermana , Agrip pa, los parientes y domésticos, los amigos, Ario, Mecenas, sus médicos, sus arúspices; en fin, toda la corte murió. Pásate después á otros, no con siderando la muerte de cada hombre en particu lar, sino una descendencia entera, como la de los Pompeyos , ni olvidándote de lo que suele escri birse sobre los sepulcros : El último de su linaje. Y luego piensa para contigo con cuánto cuidado y solicitud habrán vivido sus antepasados por ver si podían dejar un sucesor , como si al cabo no fuese preciso que alguno haya de ser el últi mo. En fin , reflexiona inmediatamente sobre el exterminio de toda una nación. XXXII. Es necesario arreglar la vida en cada una de las acciones , y darse por satisfecho si cada una tiene la perfección que la corresponde y es posible ; en la inteligencia de que ninguno puede impedirte el que tu acción reciba el gra do de bondad que la es debido . Mas ¿si lo im pidiese alguna causa exterior ? No sería tal para obrar con justicia , prudencia y juicio . ¿ Y si aca so se opusiese alguna otra cosa á la facultad ope 132 rativa ? Pero con la resignación en el mismo obs táculo , y con la prudente adhesión á lo que se presentare , al instante se sustituirá otra acción que sea conforme al buen orden de vida. XXXIII. No te engrías por los bienes recibi dos , ni muestres repugnancia en dejarlos. XXXIV. Si has visto alguna vez una mano arrancada , ó un pie , ó la cabeza cortada y puesta en algún lugar aparte de lo demás del cuerpo , del mismo modo hace consigo cuanto es de suyo cualquiera que no se conforma con lo acaecido , y se separa á sí mismo ó ejecuta algo no conducente á la sociedad. Y tú, en cierta ma nera, te excluiste de aquella unión característica de la naturaleza , porque habías nacido miembro de ella , y ahora te dividiste á ti mismo ; sin em bargo , de tal suerte se dispuso eso , que puedes reunirte otra vez con ella siendo así que Dios á ninguna otra dió esta facultad , de que , cortada y separada , se incorporase de nuevo con su todo. Por tanto , considera la bondad con que Dios honró al hombre , habiéndole puesto en su mano el que no se separase de todo punto del univer so, y que, segregado , fuese árbitro de restituirse nuevamente y coadunarse , como también de re cuperar el puesto y orden que había tenido. XXXV. Al modo que cada uno de los racio nales participó casi todas las facultades de la na turaleza universal , así también recibimos de la misma esta otra ; pues de la manera que aquélla 1 133 convierte en su uso todo lo que se la opone y re siste, colocándolo en el orden de su destino y haciéndole su parte , de la misma suerte el hom bre puede hacer que todo el obstáculo le sea ma teria de virtud , y valerse del mismo . XXXVI. No te conturbe la imaginación re presentándote los sucesos de toda tu vida , ni consideres á un tiempo qué infortunios es verosi mil que te sobrevengan ; antes bien pregúntate en cada uno de los presentes acontecimientos: ¿qué mal hay en esto que no sea tolerable y lle vadero ? Además de esto , haz de nuevo memoria que ni lo venidero ni lo pasado te es gravoso, sino lo que siempre está presente; y aun esto se disminuirá si tú , ciñéndolo dentro de sus pro " pios límites , das en cara á tu alma , caso que no pueda hacer frente á cosa tan leve. XXXVII. ¿Por ventura Panthea ó Pérga mo subsisten todavía asidos al sepulcro de Vero? ¿Acaso Xabrias 6 Diótimo permanecen aún junto al de Adriano? Sería una ridiculez Pues qué, si éstos estuviesen allí fijos , ¿ lo habían de advertir los otros ? Y puesto que lo advirtiesen, ¿se habían de consolar? Y dado caso que se consolasen , ¿habían esos de ser inmortales ? Pues qué , ¿ á éstos no les estaba decretado primero la vejez , para que al cabo se hiciesen viejos y después muriesen ? Y luégo que esos hubiesen muerto , ¿ qué habían de hacer aquéllos después , y más convirtiéndose todo eso en hediondez? 134 XXXVIII. Si puedes ver con perspicacia, ob serva lo que dice el muy sabio Critón. XXXIX . En la constitución de una natura leza racional , no contemplo virtud alguna que se oponga á la justicia ; pero veo bien que la vir tud de la continencia se opone al deleite. XL. Si depones esa tu sospecha cerca de lo que al parecer te causa el sentimiento , al punto tú mismo te pondrás á cubierto de toda molestia. ¿Quién es ese tú mismo ? La mente. Pero yo no sólo soy mente. Está muy bien: la mente, pues, que no se aflija ni se tome cuidado ; y si alguna otra cosa te diere pena , que piense lo mismo. XLI. El obstáculo que impide el sentimien to , es un mal de la naturaleza sensitiva; y si no deja obrar el apetito , igualmente es un mal de la misma ; del mismo modo es impeditivo cualquie ra otro que se opone y es mal corporal ; y así se rá mal intelectual lo que no deje obrar al espí ritu ; todo esto aplícatelo. ¿ Te asalta el dolor ó te incita el deleite? El sentido se estará á la mira. ¿Te sobrevino algún embarazo el emprender la acción ? si la emprendías sin ninguna excepción, ya en esto estaba el daño de tu naturaleza ra cional ; pero si comprendías la reserva ordinaria, no por eso has recibido mal ni has sido impedi do ; siendo cierto que ninguna otra cosa acos tumbra impedir las acciones propias del espíri tu ; porque á éste no le llega ni el fuego, ni el hierro , ni el tirano , ni la infamia , ni cosa algu 135 na, cuando él se hubiere hecho á manera de una esfera y quedare bien redondeado. XLII. No tengo por justo darme á mí mismo que sentir , puesto que yo jamás he dado volun tariamente que sentir á otro. XLIII. Unos reciben complacencia de ciertas cosas, otros de otras; pero yo me deleito si ten go el espíritu sano, sin aversión á hombre naci do y sin repugnancia en cosa alguna que acon tezca á los hombres; antes bien, mirándolo todo con buenos ojos, recibiéndolo y haciendo uso de cada cosa, según fuere su mérito. XLIV. Mira que todo ese tiempo se te ha concedido gratuitamente . Los que intentan con eficacia conseguir la gloria póstuma , no se ha cen cargo de que han de ser otros tales cuales son esos á quienes llevan con impaciencia, sien do unos y otros mortales . En suma : ¿ qué se te daría á ti de que te hiciesen odioso con seme jantes dichos, ó formasen de ti igual concepto? XLV. Cógeme y échame donde quieras por que allí tendré mi genio plácido, o sea deidad propicia ; esto es , quedará mi espíritu satisfecho, con tal que tenga y haga lo que es correspon diente á su estado . Pues qué , eso de ser llevado á otra parte ¿merece la pena de que por ello mi alma lo pase mal y se haga de peor condición, abatiéndose y entregándose á sus deseos , con fundiéndose y llenándose de consternación? XLVI. Á ningún hombre puede sucederle 136 cosa que no sea un acontecimiento humano; nada al buey , que no sea peculiar al buey ; nada á la vid, que no corresponda á la vid; nada á la pie dra, que no sea propio de la piedra . Ahora , pues, si á cada uno acontece lo que es costum bre y natural, ¿ por qué te enfadas, puesto que la común naturaleza no te cargará con peso que te · sea insoportable? XLVII. Si te contristas por alguna cosa ex terior, no es ella la que te conturba, sino el pro pio juicio formado de la misma ; si bien tienes en tu mano el abolirlo al instante. Mas si te da cuidado lo que pende de la disposición de tu espíritu , ¿ quién te impide rectificar tu opinión? No obstante , si te afliges á causa de que no ha ces esto ó el otro, pareciéndote recto , ¿por qué no eliges antes hacerlo que afligirte ? Pero dices: me lo estorba un impedimento superior ; luego no te mortifiques , supuesto que no tienes la cul pa de que no se haga la cosa. Pero replicas: no soy acreedor á vivir no haciendo la tal cosa; se gún eso, sal de la vida con tranquilidad , como se saldría el que hubiese hecho su gusto, permane ciendo al mismo tiempo de buen ánimo para con los que se oponían á tus intentos . XLVIII. No olvides que la parte principal del alma se hace inexpugnable cuando , recogi da dentro de sí, se contenta no haciendo lo que no es de su gusto , aunque se oponga sin motivo ó por mero capricho. Pues ¿qué será cuando, go. 137 bernada por la razón , resuelve con prudencia al guna cosa? Por esto el alma libre de pasiones es como un alcázar; y realmente el hombre no tie ne lugar más seguro. Quien , pues , no ha visto este alcázar, es un ignorante ; y quien habién dolo visto no se ampara en él , es un desdi chado. XLIX. Cuenta solamente con lo que las pri meras ideas te representan. ¿ Te dieron la noticia de que fulano habla mal de ti ? Participósete esto , pero no dijeron que habías recibido agravio. ¿Veo que enferma el niño ? Mirólo , mas nò con templo que peligre su vida. Detente , pues , siem pre de esta suerte en las primeras representacio nes, sin que añadas otra cosa en tu interior , y no te sucederá cosa sensible ; ó antes bien aña de alguna reflexión como quien conoce á fondo la naturaleza de cuanto acaece en el mundo . L. El pepino es amargo , déjalo ; hay zarzas en el camino , desvíate y basta. No prosigas di ciendo : ¿á qué fin se hicieron estas cosas en el mundo? De otra suerte serás la irrisión de un hombre perito en la física , como sin duda serás despreciado de un carpintero y de un zapatero culpándoles porque ves en sus oficinas las ase rraduras y retazos de lo que trabajan , sin embar go de que tienen donde arrojarlos ; dando por supuesto que la naturaleza del universo nada tie ne fuera de sí ; pero lo más primoroso de su arte consiste en que ella , no saliendo de sus límites, 138 convierte en sí misma cuanto se corrompe dentro de sí, se envejece, y, al parecer, es ya casi inútil, yen que de esto mismo después fabrica otras co sas nuevas , sin que se valga de otra materia ex traña, ni necesite sitio donde eche lo corrompi do; por eso se halla satisfecha con su propio lu gar , con su misma materia y propia facultad. LI. No debe uno ser lento en sus acciones . ni en las conversaciones entrometido ; no andar vagando con la imaginación , ni en un todo es trechar el ánimo violentamente ó alegrarse con exceso , ni en el curso de la vida enredarse con muchos negocios. Ya te maten y provoquen con maldiciones , ¿ impide eso conservar tu alma pura , sabia , prudente y justa ? Porque si algu no , estandojunto á una fuente cristalina y dul ce, la maldijese , no por eso ella cesaría de ma nar una bebida saludable ; y aunque la echa se cieno y estiércol , al momento lo separaría , y de ningún modo se ensuciaría. Pues ¿ cómo po drás tener un perenne manantial y no un pozo? Si con el continuo uso te hicieres natural la li bertad con la igualdad de ánimo modestia. LII. El que no sabe que hay un mundo , ig nora dónde se halla él mismo ; el que no conoce para qué fin nació , no advierte quién es él mis mo , ni qué cosa es el mundo ; el que carece de una de esas noticias , tampoco podrá decir con qué motivo vino al mundo. Ahora, pues, ¿cuál te parece será el que huye los vituperios , ó preten 139 de los vanos aplausos de los hombres que no tie nen noticia en dónde estáu , ni quiénes son? LIII. ¿Quieres ser alabado de un hombre que tres veces cada hora se maldice á sí mismo? ¿Deseas agradar á un hombre que no se satisfa ce á sí mismo ? ¿Y se complace á sí mismo el que se arrepiente de cuanto hace? LIV. En adelante no cuides sólo de ir á una con el aire que te rodea y sostiene , sino que también debes conformarte con la mente univer sal que lo abraza y conserva todo ; porque esta virtud intelectiva no menos se difundió por to das partes é introdujo en quien puede atraerla que lo aéreo en quien es capaz de respirarlo. LV. La maldad, en general , nada daña al común del universo , y en particular ningún mal hace á otro alguno ; siendo solamente nociva á quien pudo eximirse de ella. LVI. La voluntaria resolución de mi próji mo es igualmente indiferente á mi libre determi nación, como lo es su espíritu y cuerpo ; y aun que en realidad los unos hemos nacido princi palmente por causa de los otros , no obstante, cada uno de nuestros espíritus tiene su propio al bedrío; que á no ser así , la maldad de mi próji mo vendría á ser mía también. LVII. El sol parece que está difundido , y en realidad se halla extendido por todas partes , sin que pierda nada de su luz, porque esta su difu sión es una extensión solamente ; y así sus luces 140 se llaman rayos , del griego ecteinein, extenderse. Verías , sin duda , lo que es un rayo , si observa ses la luz del sol que por algún estrecho aguje ro entra en alguna casa oscura ; porque va dere chamente y de la manera que reverbera en cual quiera cuerpo opaco que se le oponga , quitán dole la comunicación del aire contiguo ; se para allí mismo sin haber deslizado ni caído . Tal, pues , conviene que sea la soltura y dilatación del pensamiento , y de ningún modo una distrac ción , sino una extensión , con que no haga una violenta y precipitada impresión contra los im pedimentos que ocurran ; ni menos debe la men te desbarrar , sino pararse y aclarar cuanto hubie re percibido . Y en verdad que se privará á sí mismo de esta luz el que no quisiere admitirla . LVIII El que tiene miedo á la muerte, 6 te me la insensibilidad , ú otro género de sentimien to. Pero si quedare absolutamente sin sentido, no percibirá mal alguno ; y si hubiere adquirido otra especie de sensibilidad , se transformará en otro animal y no cesará de vivir. LIX. Los hombres han sido hechos unos por causa de otros. Tú , pues , enséñales ó súfreleş. LX. De un modo se dirige la saeta, de otro se conduce la mente ; ésta, en realidad, ya cuando huye con motivo justo , ya cuando se convierte á la contemplación , no menos camina derechamen te que si fuese á dar en el blanco. LXI. Procura entrar en la mente de cada 141 FC,43 estrech uno , y permite á otro cualquiera que se intro duzca en la tuya propia . erbera ponga, 7 y 20 nohag ontral debela uantob privari4n ti e adadmimit e rt ue , sentime Sentido. adquin Ormara t unospr sufreles le otro s cuand vierte hamer e cada LIBRO NOVENO I. Quien peca contra justicia , comete una impiedad ; porque habiendo la naturaleza del universo hecho á los hombres con la mira de que se dieran un socorro mutuo , de suerte, que , ayu dándose unos á otros según su mérito, no se hi ciesen entre sí mal alguno , sin duda el que tras pasa esta voluntad , obra impíamente contrà la más principal de las deidades , puesto que la na turaleza universal lo es de lo existente , y lo que realmente subsiste tiene una estrecha correlación con todo lo que es más principal. Á más de esto, la misma naturaleza se llama también verdad , y es la primera causa de todo lo que es verdadero. De aquí es que quien miente por su gusto , peca contra piedad , en cuanto hace una injusticia engañando á otro; y que quien, mal de su grado, cuanto no se con miente , también es impío, forma con la naturaleza universal , y no cumple con su deber oponiéndose á la naturaleza del mundo , porque va siguiendo el partido contra rio á la verdad ; pues habiendo despreciado los auxilios que antes había recibido de la naturale za , no le es posible ahora el discernir lo falso 142 de lo verdadero. Igualmente es falto de piedad el que va en pos del deleite como de un verda dero bien, y huye del dolor como de un mal ver dadero , porque será necesario que frecuentemen te impropere á la naturaleza común , como que sin justicia ha distribuído alguna cosa entre ma los y buenos , á causa de que muchas veces los -malos abundan de placeres y tienen medios que se los pueden facilitar; y al contrario , los bue nos se ven rodeados de disgustos , y suelen en contrarse con motivos que son su causa. Además de eso , el que teme los disgustos , alguna vez tendrá miedo á lo que acaecerá en el mundo , lo cual ya es una impiedad ; y el que busca los pla ceres , no se irá á la mano en hacer alguna inju ria , lo que evidentemente también es impiedad. Respecto de aquellas cosas en que se muestra indiferente la naturaleza común (pues no hubiera producido las unas ni las otras , si no se mani festara uniforme en ambas) , es necesario que es tén con igualdad de ánimo los que quisieren se guir á la naturaleza manteniéndose conformes. De donde se ve claramente cómo es reo de impie dad cualquiera que de por sí no se mostrare in diferente cerca de los disgustos ó placeres , ó de la muerte y la vida , 6 de la gloria é infamia, de que no hace distinción la naturaleza universal. Y entiendo que la naturaleza común usa indistin tamente de éstas, por lo mismo que suceden con proporción y según la serie de lo que se está pro 143 duciendo , y va sucediendo atento aquel primer impulso de la providencia , con el cual , desde el principio , se propuso la naturaleza y emprendió la perfección de este presente sistema ; habiendo antes concebido en su mente cierta idea de lo futuro , y discernido las virtudes productoras de las existencias , mutaciones y de las sucesiones. II. Sin duda es propio de un varón muy perfec to el salirse de entre los hombres sin haber tenido complacencia en la falacia, ni en todo género de ficción , en el lujo , ni en la soberbia. Sería , pues, el segundo grado de felicidad que , estando har to de estas cosas , quisiese antes morir que ele gir el vivir de asiento en el seno de la maldad. ¿Y es posible que ni aun la experiencia te persua da de que huyas de la peste ? Pues la corrupción del espíritu es peste ciertamente más nociva que la destemplanza é infección del aire á nuestro re dedor esparcido ; porque ésta es peste de los vi vientes en cuanto son animales, pero aquélla lo es de los hombres en cuanto son racionales. III. No desprecies la muerte , antes bien re cíbela con gusto , como una de las cosas que quiere la naturaleza. Porque es tal y tan natural el separarse el alma del cuerpo como ser uno jó ven y envejecerse , crecer y estar en la flor de la edad; salir los dientes , la barba , las canas ; en gendrar, estar en cinta, parir y otros efectos na turales que las varias edades de la vida llevan de suyo. Según esto, es propio de un hombre dotado 144 de razón no descarse la muerte temerariamente , ni correr con impetu hacia ella, ni despreciarla con orgullo , sino esperarla como una de las otras consecuencias naturales , y á la manera que tú ahora aguardas á que el embrión salga del vien tre de tu mujer ; á ese modo debes esperar aque lla hora en que tu alma saltará de la cárcel del cuerpo. Pero si quieres un remedio vulgar, te ser virá principalmente para estar de buen ánimo to cante á la muerte la consideración hecha acerca de los objetos de que te habrás de ausentar , y el que no tendrá ya tu alma que mezclarse más ni luchar con tales costumbres. Porque, si bien es verdad que de ningún modo conviene chocar ni ofenderse de los que las tienen , sino mirarlos con amor y llevarlos con paciencia , será útil el acordarte de que , muriéndote , te verás libre de unos hombres que no concuerdan contigo en las máximas. Pues sólo esto , si acaso fuese dable, contendría á uno y mantendría en la vida si se le concediese el vivir en compañía de hombres que siguiesen unos mismos principios. Pero tú bien ves ahora cuánta molestia se origina de la dis cordia de opiniones entre aquellos con quienes se vive ; de suerte que se halla uno precisado á decir: ¡Oh muerte , ven cuanto antes , no sea que yo me olvide de mí mismo ! IV. El que peca, se engaña á sí mismo ; el que obra injustamente , á sí propio se perjudica haciéndose á sí mismo malo . 145 V. Muchas veces, no sólo peca contra justicia el que nada hace, sino también el que hace algo. VI. Bástale á uno el que presentemente ten ga un juicio comprensivo de su deber, el que haga la acción que tenga entre manos en bien de la sociedad , y el que su presente disposición de ánimo sea tal que se contente con todo aque llo que proviene de la primera causa. VII. Purifica tu fantasía , reprime tu apetito, apaga ese deseo , conduciendo todo para mante ner tu espíritu libre. VIII . Una es el alma sensible que está dis tribuída entre los animales que carecen de ra zon, una es el alma inteligente que está reparti da entre las sustancias racionales, al modo que también es una la tierra de todas las sustancias terrenas, y vemos con una luz y respiramos un mismo aire. IX. Cuanto participa de alguna razón com ún se apresura á unirse con lo que es de su género: todo lo terreno se inclina hacia la tierra; todo lo húmedo corre hácia lo que fluye ; lo aéreo va á unirse igualmente con el aire; tanto, que es menes ter poner algo de por medio que con violencia lo separe. Se sube arriba el fueg por estar en lo alto el fuego elemental ; hallándose de tal suerte pronto para pegarse acá con cualquiera otro fue go, que toda materia, por muy poco seca que esté, se encuentra bien dispuesta á concebir la llama, por estar menos mezclada con lo que pueda im 10 146 pedir su incendio. Y así, todo lo que participa de una misma naturaleza intelectual, del mismo mo do, ó con más aceleración , se da prisa para lle gar á lo que es de su género ; porque cuanto es más aventajado que las otras cosas , se halla tan to más dispuesto á incorporarse adunarse con su igual. Examinándolo , pues , con recto orden, entre los irracionales se encuentran enjambres, rebaños, crías de pollos , y unos como amores; porque desde luego se ve en éstos una misma alma, y en lo más noble existe con más extensión aquella fuerza de unión, cual no la tienen las plantas, ni las piedras, ni los leños. Entre los ra cionales se hallan amistades , familias y comuni dades; y en tiempo de guerra, confederaciones y suspensión de armas . Entre aquellas sustancias que son más perfectas , aunque en algún modo disten entre si, subsiste cierta unión como la de los astros; de suerte que el mayor grado de bondad sobre lo perfecto pudo conciliar entre ellos mismos , por separados que se hallen , esta gran simpatía. Ve , pues , ahora, lo que pasa: que solas las sustancias inteligentes no reconocen, al presente, esta mutua afición y recíproco asenso; en ellas solas no se ve esta conspiración de vo luntades; mas sin embargo de que pretendan huir, se verán coger por todas partes, porque siempre vence la naturaleza. Y tú comprenderás ser así, observando lo que yo digo. En efecto, más fácilmente uno hallaría algún cuerpo terreno sin 147 tocar en nada de lo que es tierra, que un hombre segregado enteramente de todo otro hombre. X. Lleva su fruto el hombre , lleva el suyo Dios el mundo, y cada uno de ellos lo da á su tiempo y sazón. Y aunque el uso común de ha blar ha contraído principalmente esta locución á la vid y otras plantas semejantes, esto nada es contra lo que decimos. La razón lleva también su fruto , que , siendo común á todos al mismo tiempo, es peculiar de ella ; y de la misma nacen otros frutos tales como la razón. XI. Si puedes, enseña de nnevo al que peca; si no te es posible, recuerda que á este fin se te dió la clemencia, y que aun los mismos dioses se muestran benignos con tales personas , y en cier tas cosas también les dan la mano, ayudándoles en lo que mira á la salud , á la riqueza y á la gloria; tan buenos son como todo eso ; tú puedes hacer otro tanto; y si no , dime , ¿quién te lo impide? XII. Sufre el trabajo, no creyendo que por esto seas un infeliz, ni pretendiendo de esta suer te que te compadezcan 6 te admiren; antes bien apetece una sola cosa , que es tomar la fatiga y desistir de ella como y cuando lo exige la razón de Estado y bien público. XIII. Hoy me eximí de toda molestia, ó, por mejor decir, sacudí de mí todo enfado, visto que el mal no estaba fuera , sino en mi interior. XIV. Todas las cosas son siempre unas mis mas , por la experiencia sabidas , de breve dura 148 ción en el tiempo y en la materia asquerosas; tales ahora todas como eran en tiempo de aque llos que hemos sepultado. XV. Las cosas están para nosotros como de puertas afuera metidas dentro de sí mismas , sin que sepan nada de sí ni declaren á nadie lo que son: luego ¿quién da noticia de ellas? La mente. XVI. El bien y el mal de un viviente racio nal y sociable no consiste en los afectos que percibe, sino en las accciones que ejecuta; asícomo su virtud y vicio no está en lo que padece, sino en lo que hace. XVII. Á la piedra arrojada á lo alto, no la per judica el caer ni el subir. XVIII. Recorre por dentro las almas de los hombres, y verás qué jueces temes. XIX . Todas las cosas están siempre mudan do; tú mismo te hallas también en una continua alteración y corrupción de alguna de tus partes. • XX. No propales el pecado de otro. XXI. No es mal la intermisión de una obra, ni la suspensión del deseo ú opinión, aunque sean en cierto modo una muerte. Repasa las edades de tu vida, por ejemplo, la niñez, la pue ricia , juventud y vejez , porque también la mu tación de todas éstas es una especie de muerte. Y en eso, ¿qué daño hay? Vuelve al mismo tiem po á dar una vista á la vida que pasaste bajo el poder de tu abuelo, después bajo el de la madre y luego bajo el del padre, y, encontrándote con 149 otras muchas diversidades, mutaciones é inte rrupciones, pregúntate: ¿qué mal hubo en todas ellas? Pues de este modo podrás inferir que el fin, el término y la entera mutación de toda tu vida no es mal alguno. XXII. Da una vuelta por tu misma mente, por la del universo y de tu prójimo: por la tuya, para que la puedas hacer justa; por la del uni 30 SICHE ebs dar נשמע artes obre, nque alas pue mu erte. Ciem jo el adre con verso, para que reflexiones de quién eres parte; por la del prójimo, para que sepas si peca por ignorancia ó por malicia y al mismo tiempo te hagas cargo que no deja de ser tu pariente. XXIII. En la conformidad que tú mismo de bes llenar tu lugar en el estado político del mun do, así también conviene que todas tus acciones ocupen el suyo en la vida civil y sociable; pues cualquiera de tus hechos que ó de cerca ó de lejos no tenga la relación debida al fin común, de suyo trastorna la vida y no permite que sea uniforme, siendo antes bien causa de alboroto, como lo es en el pueblo el que separa de la co mún armonía á los que son de su facción. XXIV. Contiendas y juegos de niños son lo que pasa entre los hombres; y éstos son ciertas al mas pequeñas, que sobre sus hombros llevan unos muertos; de suerte que así puede represen társenos lo de la Necya de Homero. XXV. Acércatè á ver la cualidad de la for ma, ý, separándola de la materia, contémplala atentamente; después ponte á determinar el tiem 150 po que á todo más podrá naturalmente subsistir la sustancia asi formada y dispuesta. XXVI. Has tenido mil cosas que sufrir á causa de no hallarte satisfecho de tu alma, ha ciendo ella lo que correspondía á su natural es tado. Pero baste ya; no incurras más en esa falta. XXVII. Cuando otros te vituperaren ó te aborrecieren, ó profirieren contra ti cosas de esta clase , éntrate por el alma de esos tales , penetra su interior y mira quiénes son al cabo; verás que no conviene angustiarte por lo que ellos pien sen y digan de ti , antes bien es razón tener les buena ley , siendo realmente tus amigos por naturaleza. Á más de que también los dioses les favorecen de todos modos , ya por medio de sueños , ya por medio de oráculos , aun en aque llas cosas en que van desatinados. XXVIII. Las cosas del mundo son siempre las mismas en sus vueltas orbiculares, de arriba á abajo , de siglo en siglo. Esto supuesto , ó la men te del universo da su impulso respectivo á cada uno de los efectos , en cuyo caso acepta tú lo promovido por ella , ó de una vez dió el ímpetu general á la naturaleza , al cual , por consecuen cia natural , se sigue todo lo demás , viniendo al cabo á formar un sistema , ó sea una serie encade nada de sucesos; ó si no, se habrá de recurrir á los átomos ó cuerpos indivisibles , como á principios del universo. Por último , si hay algún dios , todo va bien ; y si sucede todo fortuitamente , no 151 debes tú obrar con temeridad , habiendo de cu brirnos dentro de poco la tierra, la cual des pués se convertirá en otra cosa ; y ésta , proce diendo al infinito , se mudará en otra; y aqué lla , segunda vez en otra , sin acabar jamás. Á la verdad , el que considerare el flujo y reflujo de estas mudanzas y alteraciones , junto con su ra pidez, fácilmente despreciará todo lo perecedero. XXIX. La causa y naturaleza universal lo arrastra todo á manera de un torrente impetuoso. Pero cuán despreciables son estos políticos que, según su parecer , obran filosóficamente es tando llenos de presunción ! Haz tú alguna vez, joh buen hombre!, lo que ahora exige de ti la na turaleza , y déjalos. Manos á la obra mientras hay lugar para ello , y no mires alrededor. No espe res ver establecida la república de Platón ; antes bien conténtate con que se promueva un poco la utilidad pública ; ni pienses ser poco fruto de tu trabajo este pequeño progreso. ¿ Quién, pues, es capaz de hacer mudar á estos hombres de opi nión y modo de pensar ? Ó sin que ellos muden de máximas , ¿ qué otra cosa te puedes prometer que una servidumbre de quien gime y aparenta obedecer ? Vé ahora , y tráeme por modelo á un Alejandro , á un Filipo y á un Demetrio Falereo; ellos se lo verán si han sabido lo que la común naturaleza quería , y se gobernaron por su di rección ; porque si fueron unos meros represen tantes , ninguno me obliga á imitarles. La profe 152 sión de la filosofía es sencilla y digna de vene ración. XXX. Haz por contemplar como desde lo alto la infinidad de rebaños , las innumerables ceremonias en los sacrificios , todo género de na vegaciones , ya en tiempo de borrasca , ya en tranquilidad , y la diversidad de cosas pasadas, presentes y que acaban de suceder. Considera la vida que antiguamente se pasó bajo el imperio de otros también; la que se observará después del tuyo , y la que al presente se hace entre las na ciones bárbaras. Reflexiona , igualmente, cuántos hay que ni menos tienen noticia de tu nombre; cuántos te olvidarán muy presto ; cuántos quizá de los que presentemente te alaban , muy en bre ve te vituperarán, y verás cómo ni la memoria ni la fama es digna de estimación. . XXXI. En lo que proviene de causa exterior, es necesaria la serenidad de ánimo ; y en lo que nace de un principio interior , es muy del caso la justicia ; es decir , que la intención y la acción tengan sólo por único objeto hacer bien. XXXII. Muchas cosas superfluas que turban tú paz interior podrás cercenarlas consistiendo todas en tu modo de opinar , y desde luego con seguirás un campo más ancho al desahogo de tu espíritu , con abarcar en tu mente todo este mundo, con traer á la memoria el siglo en que vives , con meditar la pronta mutación de cada cosa en particular, reflexionando cuán breve es 153 pacio media desde su principio hasta su ruina, cuán inmenso fué el tiempo que pasó antes de su generación y cuán infinita igualmente será la eternidad que sucederá después. XXXIII. Todo cuanto ves perecerá breve . mente, y los que lo ven fenecer también perece rán; entonces quedará igual el que fallece al úl timo de su vejez con quien muere en agraz. XXXIV. Considera las pequeñas almas de los hombres desnudamente ; cuál es su espíritu , en qué cosas han puesto su afición , y por qué mo tivos se irritan contra otros ó los honran ; cuán ta es la vana estimación de sí mismos cuando determinan perjudicar á alguno vituperándole, ó favorecerle haciéndose lenguas de él. XXXV. Cualquiera pérdida no es otra cosa que una mutación ; en esto tiene sus delicias la naturaleza universal , que todo lo hace perfecta tamente. Del mismo modo ha sido siempre , y eternamente sucederá otro tanto. Pues ¿ por qué dices que desde el principio se hizo tode mala mente , y que también irá mal todo en lo sucesi vo? ¿Acaso entre tantos dioses no se halló jamás fuerza alguna que corrigiese este desorden , sino que el mundo se ha visto condenado á estar en vuelto en males interminables ? XXXVI. Observa que la pútrida materia que en cada cosa sirve de base , viene á ser agua, polvo , huesecillos y sordidez ; si no , repara de nuevo que los mármoles son unos callos de la 154 pa tecom Noma re a de SOF de est para pede paster forqu que t Brey tu dis Do no libert tal pe desea gos pa CO para c El de le mue temer tus ora cuánta XLI no em ਕੁ tierra; el oro y la plata , heces de la misma ; cl vestido no es más que un tejido de pelos ; la púr pura no es otro que un poco de sangre de cierta especie de concha ; también el alma del univer so es otra tal, que gusta de andar mudándose de unos cuerpos en otros. XXXVII. Basta ya de vida llena de calami dades , lamentos y, fingidas adulaciones. ¿ Por qué te turbas? ¿ qué cosa de éstas te llega de nuevo? ¿ qué te saca de juicio ? ¿ acaso la forma? vela ahí , mírala bien ; ¿ por ventura la materia? aquí está, examínala á fondo ; fuera de esto, nada más hay. Pero ya es tiempo que alguna vez seas más sincero y de mejor correspondencia con los dioses , siendo lo mismo el haber inquirido seme jantes cosas por cien años ó por tres. XXXVIII. Si es que alguno ha delinquido, en eso está su mal ; pero quizá no pecó; y así, suspende eljuicio. * XXXIX . Ó todo cuanto dimana de un prin cipio inteligente se comunica después al mundo como á un cuerpo, y en esta suposición no debe parte alguna quejarse de lo hecho en utilidad del universo , 6 bien los átomos son la causa princi pal, y entonces no será el mundo sino una con mixtion y mera dispersión . Pues ¿ por qué te aturdes ? ¿ acaso dices á tu alma que está muerta y corrompida ; que dice uno y hace otro ; que vive brutalmente y se convierte en fiera ? XL. Ó los dioses no pueden nada , ó pueden 155 algo; pues si no pueden , ¿á qué fin les ruegas? y si pueden, ¿por qué no les suplicas más bien que te concedan el no temer algunos de estos que se llaman males, el no desear alguno de estos que se reputan por bienes, el no sentir pena en algu na de estas que se tienen por adversidades , antes que pedirles que no suceda ó suceda alguna de estas cosas? Porque si tienen poder absoluto para favorecer á los hombres, también en esto pueden ayudarles. Pero acaso dirás que los dioses pusieron esto en tu mano. ¡Pues qué! ¿no será me jor que te aproveches con entera libertad de lo que tienes á tu mando, antes que, con servidum bre y vileza de ánimo, irte tras lo que no está á tu disposición ? ¿ Y quién te dijo que los dioses no nos dan ayuda en lo que depende de nuestra libertad ? Comienza , pues , á suplicarles estas co sas, y lo verás. Éste les pide: ¿ cómo conoceré á tal persona ? suplícales tú: ¿ cómo haré para no desear el trato con ella? El otro encamina sus rue gos para que le den manera cómo verse libre de tal cosa; pídeles tú : ¿ de qué medio me valdré para que no sea necesario el libertarme de ella? El de más allá hace sus súplicas para que no se le muera su hijo; pídeles tú : ¿cómo haré para no temer el perderlo? En suma: haz en esta forma tus oraciones y dirígelas á ese fin, y observarás cuánta utilidad te redunda. XLI. Dice Epicuro: Yo , en mis enfermedades, no empleaba mis discursos sobre aquellos males 156 que padecía en mi cuerpo , ni introducía tales pláticas, afirma él mismo, con los que me visi taban; sino que lo pasaba examinando físicamen te las causas que habían antecedido á mis indis posiciones ; dedicándome también más particu larmente á ver cómo mi alma, participando de los movimientos y dolores del cuerpo , permane ciese imperturbable , conservando su propio bien. Ni tampoco me sujetaba, dice , á prevenirme de médicos como quienes pueden algo ; antes bien, sin este recurso, la vida se alargaba fácil y feliz mente. Haz, pues, lo mismo que aquél en su en fermedad, caso que enfermares y te vieres en cualquier otro estado de aflicción. Porque el no abandonar las máximas filosóficas en cualquier suceso posible , ni el hacer argumentos fútiles á un idiota é ignorante de la naturaleza, es dogma común á toda secta para estar sólo atento á lo que presentemente se hiciere y valerse del ins trumento con que lo ejecutare. XLII. Cuando te vieres ofendido con la in solencia de alguno, pregúntate al instante: ¡Pues qué ! es posible que en el mundo deje de haber desvergonzados ? No pueden faltar : según eso, no pretendas imposibles , porque ese tal es uno de aquellos insolentes que forzosamente se en cuentran en el mundo ; y esta reflexión tenla á la mano por lo que mira á un tramposo , á¸un fementido y á cualquier hombre perverso y malo. Porque lo mismo será acordarte que no puede · 157 faltar en el mundo esta maligna raza de hom bres , que empezar á estar de mejor ánimo para con cada uno en particular. También es útil que al punto pienses con qué genero de virtud dotó la naturaleza al hombre para evitar tal desorden; por qué dió la mansedumbre , como antídoto, contra el hombre tonto ; y contra otro defecto, otra cierta virtud. En suma : tienes en tu mano, el dirigir al prójimo que vivió extraviado ; en el supuesto de que todo el que peca yerra el blan co propuesto y anda perdido. Y qué , ¿ por eso te hizo daño ? Pues no hallarás que alguno de estos contra quienes te irritas haya hecho cosa tal con que tu espíritu se pudiese empeorar ; luego sólo consiste tu mal agravio en ese juicio erra do. Mas ¿ qué mal qué cosa extraña es si un ignorante hace lo que es propio de un necio? Mirá tú no sea que con mucha más razón me rezcas ser reprendido por no haberte hecho la cuenta de que un hombre tal podía haber falta do en tal cosa , y más que tenías motivos para sospechar que era probable que ese mismo hu biese cometido un delito semejante ; y sin em bargo de que te has olvidado de eso , te mara villas si el otro delinquió. Lo más principal con siste en que, cuando acuses á uno de infiel é in grato , te reconvengas á ti mismo , puesto que evidentemente es tuya la culpa , 6 bien porque creiste de quien tenía tal disposición , que te guardaría fidelidad, 6 bien porque, haciéndole tú 158 da co una gracia , no se la hiciste puramente con el fin de hacerle bien , ni de manera que en sola la acción de favorecerle ya dieses por percibido todo el fruto y logrado todo tu interés. Y ¿qué más quieres beneficiando al hombre ? ¿ No te basta esto sólo ? ¿ No has obrado conforme á tu naturaleza ? Y ¿aun de esto mismo pretendes la paga ? Esto viene á ser lo propio que si los ojos pidiesen recompensa porque ven, ó los pies por que caminan; pues así como estos miembros fue ron hechos con el fin único de que, ejerciendo sus funciones respectivas, tuviesen en eso sólo su premio , del mismo modo el hombre , habiendo nacido para hacer bien , cuando lo hubiere prac ticado ó de otra suerte hubiere cooperado á la utilidad pública , en esto cumplió con aquello para que fué naturalmente criado , y en ello mismo ya recibió su galardón. LIBRO DÉCIMO I. ¿Si llegarás alguna vez , oh alma mía , á ser buena, sencilla , uniforme , sin rebozo y más patente á los ojos de todos que ese cuerpo de que estás vestida ? ¿ Si al cabo empezarás á tener gusto en la benevolencia y sincero amor para con todos ? ¿ Si algún día te hallarás satisfecha y sin necesidad de nada , no deseando ni codician para TA DEAMID! NO ST co cio? c'e . sadi rene tos pl condu do aut hermo las co misma jantes hagas los ho quejar conde II. encu tatroa; quese en cua servar siderac esto,S tu nat que l 159 do cosa alguna, ni animada ni menos inanimada para el goce de tus delicias ; no apeteciendo tiempo en que puedas disfrutarla más á la larga; no suspirando por país , región , cielo benigno ni compañía de hombres más adaptada á tu ge nio? ¿ Si vivirás contenta con tu presente situa ción , tendrás placer en el estado actual y te per suadirás de que nada te falta , todo te va bien y viene de la mano de los dioses ; que cuanto á és tos pluguiere será bueno; que cuanto dispensaren conducirá á la salud y prosperidad de este mun do animado , de este ser perfecto , bueno , justo , hermoso; principio que produce todas las cosas, las contiene , abraza y recoge , para hacer de las mismas , después que se disuelvan , otras seme jantes ? ¿ Si , por último , vendrás á ser tal , que hagas una vida tan conforme con los dioses y los hombres , que no tengas motivo alguno para quejarte de ellos , ni des causa para que ellos te condenen ? " II. Observa lo que tu naturaleza exige de ti , en cuanto es dirigida por sólo la naturaleza vege tativa; y después hazlo y no lo rechaces, á no ser que se haya de empeorar tu misma naturaleza, en cuanto es sensible. Con igual orden debes ob servar lo que pretende de ti la naturaleza , con siderada como sensible; no rehusando nada de esto , si es que no se ha de seguir menoscabo á tu naturaleza en cuanto racional ; y claro está que lo racional también es sociable. Valién 160 dote de estas reglas , no te dé cuidado lo de más. III. Todo lo que acontece, ó sucede en tal conformidad que hayas nacido para llevarlo , 6 de tal suerte que no seas hombre para tolerar lo. Ahora bien : si acaece de tal modo que pue das sufrirlo naturalmente , no te enfades ; antes bien , sopórtalo según alcancen tus fuerzas na turales ; pero si sucede de tal-manera que no seas capaz de aguantarlo naturalmente, no te moles tes por eso , porque después que te haya consu mido , también acabará consigo. Con todo ten presente que estás dotado de una virtud natural para llevar todo aquello que en tu modo de opi nar consiste el hacerlo soportable, aunque sea insufrible ; juzgando , ó que te conduce , ó que es de tu obligación el que así lo hagas. * IV. Si tu prójimo se deslizase , procura amo nestarle amigablemente y hacerle ver la fragili dad en que ha incurrido. Pero si no te es posi ble el reducirle , échate á ti mismo la culpa de tu poca habilidad, ó quizá nî aun á ti mismo tendrás por qué echarte culpa alguna. V. Todo lo que te va aconteciendo se te ha bía dispuesto desde la eternidad , y es que la en cadenada serie de causas fatales, desde el princi pio entretejió con tu existencia aquellos aconte cimientos. VI. Ó bien dominen los átomos, 6 la natura leza gobierne todas las cosas , dese por asentado 161 primeramente , que yo soy una parte del univer so dirigido por la naturaleza ; en segundo lugar, que tengo un cierto vínculo y parentesco con las otras partes que son de mi mismo género. Por que yo , acordándome de esto en cuanto me con sidere como parte , no me avendré mal con cosa alguna de las dispensadas por el universo , puesto que no es nocivo á la parte aquello que conduce al todo , ni tampoco el todo tiene cosa que á él mismo no le sea útil . Siendo esto co mún á todas las naturalezas particulares , las ex cede la del universo en no verse precisada por cau sa alguna exterior á producir cosa que sea per judicial á sí misma. Según eso , con traer á la memoria que soy una parte de tal universo, abra zaré gustosamente todo lo que suceda; y en cuanto me repute con cierta estrecha correlación con las otras partes que son de mi mismo linaje, no ejecutaré nada contra el derecho público ; an tes bien , miraré por los de mi especie y dirigiré todos mis intentos hacia lo conducente á la uti lidad común , y me retraeré de todo lo que sea contrario á este fin . Ejecutando esto así , es ne cesario que la vida sea feliz , y del modo mismo que si te imaginases la próspera vida de un ciu dadano , el cual llevase por delante el poner por obra las acciones convenientes á sus conciuda danos y aceptase con placer el encargo á que le destinare la ciudad . VII. Es necesario que se corrompan y perez II 162 can las partes del universo , aquellas , digo , que se contienen en el ámbito del mundo ; pero esto podrá decirse con más propiedad de su alteración y mutación . Digo yo ahora : si esto, siendo tam bién necesario , fuese al mismo tiempo un mal para aquellas partes , no le iría muy bien al uni verso cuyas partes estuviesen siempre de muda , y de mil modos dispuestas á su ruina y perdi ción. ¿ Acaso la naturaleza intentó tratar tan ma lamente a sus mismas partes , haciéndolas tales, que no sólo estuviesen expuestas á incurrir en el mal , sino que por necesidad hubiesen de caer en él ; ó le salieron hechas así , sin que lo echa se de ver? Uno y otro es inverosímil. Pero si al guno , no tomando en boca el nombre de natu raleza , nos quisiese explicar el ' enigma con de cir que esa es la esencia y condición de las par tes, ¿ no sería una cosa verdaderamente ridícula que al mismo tiempo que nos dijese ser de esen cia de las partes el mudarse , juntamente se ma ravillase y llevase á mal la mutación, como cosa acaecida contra el orden de la naturaleza ? Espe cialmente siendo también el fin de la disolución, que se vuelvan á los mismos principios de que cada uno constaba. Porque en esto de parecer las cosas, ó sólo interviene una dispersión de aquellos elementos , de los cuales se habían compuesto , 6 una conversión de la parte sólida en tierra y de la gaseosa en aire ; de manera que las cosas sean otra vez restituídas á las razones seminales y 163 principios del universo : ahora sea verdad que éste , después de un cierto período y revolución de años haya de perecer por un incendio, ahora que deba ser renovado con una perpetua scrie de sucesiones. Mas no te imagines que lo sólido y gaseoso de que hablamos haya durado en cada cosa desde su generación ; porque todo esto es cosa de ayer , cosa que, por medio del alimento y respiración del aire , ha conseguido incorporar se con los vivientes ; así que sólo se muda aque llo que se adquirió después , no lo que la madre dió á luz. Y aun dado por supuesto que aquello te una en sumo grado á su peculiar cualidad, sin embargo , juzgo que no obstará á esto. VIII. Después que tú mismo hayas adquirido los nombres de bueno , modesto y verídico , de prudente , condescendiente y magħánimo , mira bien no mudes jamás de nombre ; y si por tu culpa perdieres los dichos dictados, vuelve á re cobrarlos con prontitud. Pero debes tener pre sente que el nombre de prudente quería signifi carte que procurases una exacta inteligencia y continua atención en cada cosa ; el de condescen diente te exhortaba á una voluntaria admisión de todos los sucesos que fueren dispensados por la naturaleza universal ; el de magnánimo te movía á una elevación de ánimo sobre los movimientos suaves ó ásperos del apetito sensual , sobre la vanagloria , la muerte y cuanto fuere de este jaez. Pues si te conservares en la justa posesión 164 de estos títulos , no anhelando que otros te lla men con ellos , serás otro hombre y pasarás á otro género de vida. Porque, en realidad, el que rer aun ser tal cual has sido hasta aquí y per manecer lacerado y contaminado en una vida de esta clase , es propio de un hombre demasiada mente insensato y con exceso amante de su vida,y muy parecido á los bestiarios medio comidos de las fieras, que, estando llenos de heridas y de sangre, con todo , piden con mucha instancia que los re serven vivos hasta el día siguiente , para ser otra vez echados á las mismas garras y presas. Pro cura , pues , poner todo tu gusto en la adquisi ción de estos pocos nombres ; y caso que puedas mantenerte en la posesión de ellos mismos , per manece constante como quien ha sido llevado y colocado en las Islas Fortunadas. Mas si conocie res que te va faltando el ánimo y que no te es posible salir con la empresa , vete con valor y retirate con denuedo á algún rincón , en donde podrás hacer algo; ó lo mejor será que te salgas de una vez de la vida , no con cólera ó despe cho , sino como quien tal no hace , con des einbarazo y buen modo ; ejecutando siquiera esta sola proeza en tu vida con salir en tal confor midad del mundo. No obstante , para recuerdo de los nombres mencionados , te servirá mucho la frecuente memoria de los dioses , y que éstos no quieren ser adulados , sino que todos los racio nales se les hagan semejantes en el proceder ; no 165 olvidándote que haciendo la higuera lo que es propio de la higuera , el perro lo que es pecu liar al perro , la abeja lo que es privativo de la abeja, estará el hombre igualmente obligado á cumplir con el deber del hombre . IX. La comedia , la guerra, la consternación , el estupor , la servidumbre , de día en día irán Borrando en ti aquellos principios que tú , dado al estudio de la naturaleza , ibas concibiendo y depositando en tu mente ; por cuya razón con viene que en todo premedites y obres de mane ra que , al mismo tiempo que se perfeccione la vida activa , juntamente se ejercite la contempla tiva; y la propia satisfacción nacida de ver que todo lo entiendes , se conserve , disfrazándola con modestia , no ocultándola con misterio , pues en tonces hallarás gusto en la simplicidad , tendrás fruición en la gravedad, te complacerás en el co nocimiento de cada cosa particular , entendiendo cuál es según su esencia , qué región habita en el mundo , cuánto tiempo podrá naturalmente subsistir , de qué partes está compuesta , á quién puede caber en suerte , quiénes , por fin , son dueños de darla y quitarla. X. La araña queda muy ufana habiendo ca zado una mosca ; otro está ufano habiendo segui do una liebre ; otro , que pescó en la red un aren que; otro , que cogió unos jabalíes ; otro, unos osos; otro , por fin , que cautivó algunos sár matas. ¿Acaso no reputarías á éstos por unos 166 ladrones , si examinases atentamente sus máxi mas ? XI. Procura adquirir el método de contem plar cómo todas las cosas van mudando las unas en las otras ; dedícate siempre á esto , y ejercíta te en semejante punto de meditación , puesto que nada conduce tanto al logro de la magnani midad. Y, en efecto , el que hiciere la reflexión de que cuanto antes será forzoso desamparar to das las cosas , dejando la compañía de los hom bres , abandonará su cuerpo , entregándose todo á la justicia en cuanto debe ejecutar por sí , y de jándose gobernar por la naturaleza universal en los demás acontecimientos ; ni menos le vendrá al pensamiento qué dirá otro , qué sospechará, 6 qué hará contra él viviendo satisfecho con es tas dos cosas : con obrar con rectitud lo que hu biere de hacer por entonces , y abrazar con re signación lo que al presente le tocare en suerte. Finalmente, separándose de todas las otras ocu paciones y cuidados , no apetecerá otra cosa más que ir derechamente en pos de la ley y seguir á Dios, que siempre guía por un camino recto. XII. ¿ A qué viene esa desconfianza y sos pecha, teniendo á mano el averiguar bien lo que debes hacer ? Pues caso que lo descubrieres claramente, sigue por ese camino de buen ánimo y con constancia ; mas si no llegares á conocer lo , haz alto allí, y valte de los más hábiles con sejeros ; y si aun te ocurrieren otras dudas, pro 167 cura según las circunstancias presentes llevar ade lante con prudencia tus determinaciones, sin des viarte jamás de lo que te pareciere justo , porque no hay cosa mejor que conseguir lo que es con forme á justicia. Demás de que al hombre á quien no le saliesen bien sus intentos, siguiendo en to do la razón , le sería fácil juntar , con la quietud, la pronta expedición en el obrar , y con la vida alegre, la moderación en sus costumbres. XIII. Al punto que te dispertares , pregúnta te : ¿por ventura te interesará si otro ejecuta ac ciones justas y buenas? No me resultará utilidad. ¿Acaso te has olvidado de que esos mismos se ensoberbecen con las alabanzas de otros, y se ate rran con los vituperios ? ¿ Qué tales son en sus lechos , qué tales á sus mesas ? ¿Qué cosas ha cen , de cuáles huyen , cuáles pretenden ? ¿De qué manera roban, de qué modo arrebatan , no sólo con las manos y los pies, sino con lo que es más respetable en ellos mismos , á cuyo cargo está siempre que quisiere el guardar la fe , la ver dad y la bondad de su conciencia ? XIV. El hombre bien educado y dẹ modera ción dice á la naturaleza, que todo lo dispensa y todo lo recupera : dame lo que gustares, y vuel ve á tomar lo que quisieres. Ni esto lo diría con altanería , antes bien con ánimo benévolo. XV. El tiempo que te resta de vida es poco; vívelo como si te hallares en una montaña ; por que lo mismo es vivir aquí que vivir allí, con tal 168 que en cualquier lugar viva uno en el mundo como en su ciudad. Vean los hombres y reco nozcan en mí un hombre que lo es de veras vi viendo según la naturaleza; si no me pueden su frir , que me maten, puesto que vale más morir que vivir como ellos quieren. XVI. De hoy más, déjate absolutamente de disputar cuál conviene que sea un hombre bue no, si no procura ser tal en realidad. XVII. Piensa con frecuencia en el todo de una eternidad y de la naturaleza universal ; refle xiona también que todas estas cosas particula res, por lo respectivo á su ser , montan poco; por lo tocante á su duración , son nada. XVII. Parando la consideración en cada cosa que se te presente , podrás comprender que ella misma se va ya disolviendo y mudando, como que también la és propio el pudrirse y di siparse , ó que, de algún modo, casi el morir la es natural. XIX. Observa qué vienen á ser los hombres cuando comen , duermen , tienen acceso y ejecu cutan otras funciones de esta clase . Mira des pués cuáles son mandando á otros , engriéndo se, enfureciéndose y reprendiéndolos con supe rioridad . Reflexiona á cuántos obsequiaban poco antes y con qué miras tan viles los servían ; por último , en qué vendrán á parar poco des pués. XX . Á cada uno es útil todo aquello que la 169 naturaleza del universo le dispensa ; y entonces le es conducente cuando aquélla se lo da. XXI. La tierra árida desea la lluvia , el aire recio apetece lo mismo ; también el mundo anhe la poner por obra lo que se ha de hacer. Digo, pues , hablando con el mundo : yo amo lo que tú amas. ¿Acaso eso no es así y no se dice vulgar mente que esto ó aquello ama ser hecho? XXII. Ó bien que hayas siempre de vivir aquí, y entonces ya estás hecho á esta vida ; ó bien que te salgas fuera , y esto ya lo deseabas; ó bien que te mueras , y con eso has cumplido con tu ministerio. Fuera de esto , nada más hay; con que así prosigue de buen ánimo . XXIII. Ten siempre por cosa cierta y averi guada que lo mismo se es e' campo que cual quiera otro lugar , y que las mismas convenien cias logra el que vive aquí que otro que pasa la vida en la cumbre de un monte ó en la orilla del mar. Sin disputa alguna, hallarás ser verdad lo que decía Platón: Que un sabio , del mismo modo está encerrado dentro de los muros de una ciudad, que lo está un pastor dentrò del redil de su majada. XXIV. Mi alma , ¿qué viene á ser para mí, y cómo me la finjo yo al presente? Y al cabo, ¿qué uso hago de ella ahora? ¿Acaso está falta de en tendimiento ? ¿Por ventura se ve separada y arrancada de la común sociedad? Y, en suma, ¿se halla tan íntimamente unida y mezclada con la vil carne , de modo que vaya á una con ella? 170 XV. El que huye de su señor es un desertor; es así que la ley es la señora; luego también será desertor el que la traspasa. Igualmente quebran ta la ley el que se queja , ó se irrita, ó teme, por que no quisiera que hubiese sido hecho , se hi ciese ó hubiese de hacerse algo de lo ordenado por aquel que gobierna todas las cosas , el cual es la misma ley, que reparte con justicia lo que corresponde á cada uno; luego el que vive con temor , el que se aflige y el que se enoja, ese es un desertor , un fugitivo . XXVI. Habiéndose ausentado el que dejó el germen del feto, se desarrolla. ¡ Qué bello efecto de causa tan vil ! Al embrión , ya formado, da la madre el alimento que pasa por el esófago, y des pués, recibiéndolo otra causa, produce en ese mis mo el sentido y movimiento ; en suma, la vida, fuerzas y lo demás. ¡Cuántas y cuán admirables cosas! Son, pues, dignos de contemplar estos ar canos, que tan en secreto obra la naturaleza, y observar en igual conformidad su virtud produc tiva , así como miramos la fuerza que lleva abajo ó arriba las cosas materiales, no con los ojos del cuerpo, pero no por eso con menor evidencia. XXVII. Con la frecuente reflexión de que todas las cosas, en cierto modo , han sido tales an tes de ahora como existen al presente, podrás también formar juicio de las futuras, y ponerte á la vista los dramas enteros y las escenas unifor mes, teniendo conocimiento de cuanto has ad 171 quirido por la experiencia y aprendido de la his toria antigua ; por ejemplo, toda la corte de Adriano, la corte entera de Antonino, toda la de Filipo y de Creso, porque todas eran muy se mejantes, diferenciándose solamente por los dis tintos personajes que entonces representaban. XXVIII. Imagínate que todo aquel que se aflige y disgusta por cualquier suceso se aseme ja á un cerdo, que, llevado al matadero, cocea y gruñe mucho: semejante al mismo es también aquel que á sus solas , echado sobre un escaño, llora su desdicha. Considera también esa cadena fatal á que estamos atados, y que sólo á los ra cionales se les dió la facultad de acomodarse voluntariamente á los acontecimientos , siendo así que es necesario á todos el seguirla. XXIX. Parando la consideración en cada cosa particular de las que intentas, examina si te sería muy sensible la muerte, porque te priva se de ejecutarla. XXX. Cuando te chocare la falta de alguno, al punto, vuelto sobre ti, reflexiona si tú cometes algún error semejante : por ejemplo , juzgando que la plata, que el deleite, que la gloria mun dana y otras cosas de esta especie sean un bien verdadero; porque añadiéndose á esto que el otro, habiendo incurrido en igual ignorancia, obra por fuerza, al instante echarás en olvido tu enojo. Pues ¿qué otra cosa podría hacer? á no ser que tú procurases libertarlo de la violencia. 172 XXXI. Viendo á Satyrón el Socrático , ima ginate ver á Euthyches , ó á Hymeno; visto á Eu frates, idéate ver á Eutychión ó á Sylvano; cuan do veas á Alcifrón , represéntate que ves á Tro peoforo; habiendo visto á Jenofonte, forma la idea de que ves á Critón ó á Severo ; y cuando vuelvas sobre ti los ojos, represéntate en la ima ginación alguno de los Césares ; finalmente, ima ginándote en cada uno otro semejante, luégo te ocurrirá al pensamiento en dónde paran esos ahora. En ninguna parte del mundo ; ó ¿qué sé yo adónde están? Porque de esta manera verás de continuo que las cosas humanas son un poco de humo y un nada; particularmente si te hicieres la reflexión que, lo una vez pasado, no volverá ya por toda una eternidad. ¿Tú, pues, cuánto tiempo vivirás? Bien poco. Pero ¿por qué no te contentas con vivir ese poco de tiempo con la perfección que corresponde ? ¡ Oh cuán bella y oportuna ocasión te dejas perder ! Pues ¿ qué otra cosa más son todos estos sucesos humanos que un ejerci cio de la razón que ha visto ya con toda exacti tud y contemplado sobre la naturaleza de las vicisitudes de la vida ? Según eso, persiste en es tas reflexiones hasta que te las hagas familiares, como un estómago robusto abraza todo género de comida, ó como un grande fuego reduce á llama y resplandor todo cuanto le arrojares. XXXII. Cuida que ninguno pueda decir con verdad de ti que no eres un hombre ingenuo, ó 173 que no eres hombre de bondad ; antes bien engá ñese ó mienta cualquiera que de ti pensare ó dijere alguna de estas dos cosas. Todo esto pen de de ti. Porque ¿ quién te impide el ser bueno y sincero? Forma únicamente el juicio de que no te conviene vivir, á no ser tal , puesto que la ra zón no dicta que, siendo otro , debas vivir. XXXIII . ¿Qué es lo que con más acierto se puede hacer ó decir en este negocio particular? Á la verdad, sea eso lo que se fuere, tienes en tu mano el hacerlo ó decirlo; y no pretextes que te lo impiden. Ni dejarás antes de gemir, hasta tan to que puedas verte en tal disposición de ánimo que en cualquier caso y circunstancia te sea igualmente gustoso el cumplimiento de los oficios propios de la condición humana , cual lo es la vida mole á quien se entrega á los deleites, por que debe servirte de complacencia el ejecutar todo aquello que te es posible, según tu propia naturaleza, en la inteligencia de que en todo tiem po y lugar te es permitido. Pues al cilindro no se le da la propiedad de tener su movimiento en cualquiera sitio, ni al agua, ni al fuego, ni á otra cosa alguna que sea gobernada por su propia na.. turaleza ó por una alma irracional, siendo, en realidad, muchos los obstáculos que las contienen y se ponen. Pero el alma racional puede pasar sobre todo impedimento, y en tal modo, hacer li bremente su carrera como exige su naturaleza. Poniéndote ante los ojos esta facilidad con que 174 el alma podrá vencer y pasar por encima de todo óbice, así como el fuego sube hacia arriba, como la piedra desciende hacia abajo y como el cilindro rueda por un terreno declive, no inquieras ya otra cosa más. Porque los demás obstáculos, ó son res pectivos á tu cuerpo, ó son de suyo tales que, sin una falsa persuasión y sin un asenso libre de la razón, ni lastiman ni hacen mal alguno; y á no ser así, al momento se haría malo el que los pa deciese, visto que en las otras obras, naturales ó artificiosas , cualquier daño que sobrevenga á al guna de ellas, por eso empeora á quien lo reci be. Mas entonces, si se pudiese decir así, se me jora el hombre y es más digno de loor haciendo buen uso de las adversidades acaecidas. En suma: recuerda que aquello que no perjudica á la ciudad no hace daño á su ciudadano natural, y que no daña á la ciudad aquello que no es nocivo ni con trario á la ley, ni alguno de estos quellaman infor tunios perjudica ni es contra la ley; luego aquello que no causa detrimento á la ley, ni á la ciudad ni al ciudadano podrá dañarles . XXXIV. Á un hombre bien imbuído en las máximas verdaderas de la filosofía, le basta la menor palabra, y la más vulgar, para recordarle y exhortarle á la permanencia de un ánimo libre de toda inquietud y temor ; por ejemplo , las si guientes palabras de Homero: Unas hojas al árbol quita èl viento , 175 >Y otras le restituye primavera. »Nacen unos por turno, y otros mueren. » Y, en realidad, hojas vienen á ser tus hijue los; igualmente son hojas esos hombrecillos que, teniéndose por hombres de crédito, celebran y di vulgan la fama de otros; 6, por el contrario, los llenan de improperios ó los vituperan en secreto y motejan; del mismo modo son hojas los que han de ser tus panegiristas en la posteridad, por que todo ello son hojas que lleva la primavera y que después el viento echa por tierra; en cuyo lugar la selva produce después otras, siendo co mún á todas una duración momentánea. Pero tú huyes 6 pretendes todas las cosas como si hubie ran de ser eternas , habiendo también de cerrár sete presto los ojos; y que , por fin, otro llorará la muerte de aquel que te lleve al sepulcro. XXXV. El ojo sano debe ver todo lo visible y no decir : yo sólo quiero ver lo verde ; también es necesario que el oido y el olfato estén prontos á percibir cualquier sonido y olor ; y el estóma go robusto no menos debe estar dispuesto á todo género de comida que lo está la muela hecha con el fin de moler cuanto la echaren . Así tam bién conviene que el alma sana se halle pre parada á recibir todo lo que la suceda; pues la que dijere: yo quisiera la salud de los hijos y que todos alabaran cuanto hiciese, será muy parecida al ojo que solamente busca lo verde ó á los 176 dientes que únicamente quieren cosas tiernas y delicadas. XXXVI. Ningún hombre hay tan afortuna do que al morir no tenga á su lado quien se alegre del mal que le sucede. Y aunque haya sido hombre bueno y sabio , ¿dejará acaso de haber al cabo quien contra el mismo diga : Finalmente, pedremos ya respirar libres de este pedagogo ; en realidad, con ninguno de nosotros era rigido; an tes bien noté que nos reprendía con ánimo plá cido? Esto, pues, se suele decir de un hombre bue no; pero, por lo que mira á nosotros, ¡cuán otros son los motivos por los que no pocos desean verse libres de nuestra compañía! Pues si estan do para morir pensases en esto , te partirías también con un ánimo más plácido, haciendo el discurso siguiente : Yo me parto de una vida de tales circunstancias, que desean que me salga de ella aun aquellos mismos que vivían conmigo, por quienes yo tanto me afané, hice promesas por su salud, me desvelé por su bien, esperando ellos con mi muerte recibir quizá algún alivio. ¿Luego por qué uno ha de apetecer el mantenerse por más largo tiempo entre estos tales? Con todo , no por eso te partas menos propicio para con ellos ; an tes bien , observando tu costumbre, muéstrate amigo benevolo y apacible , y que de ninguna manera parezca que te arrancan de su compa ñía, sino que debe ser de tal suerte la separación, como cuando en una buena muerte el alma se 177 desprende con facilidad del cuerpo. Porque la misma naturaleza que te enlazó y unió á ellos también te suelta ahora. En fin , me separa de ellos como de mis domésticos , no sacado con violencia, sino despedido voluntariamente , pues to que esta es también una de las cosas subsi guientes en la naturaleza. XXXVII. En todo aquello que otro hiciere, acostumbrate, en cuanto te fuere posible, á exa minar para contigo mismo: Este ¿qué fin lleva en eso? Mas procura empezar por ti mismo y escu dríñate en primer lugar. XXXVIII. No olvides que lo que te agita y mueve á manera de un autórata es una cierta fuerza dentro de ti ocuita y reconcentrada; esta fuerza, que pende del resorte de las propias pa ciones y aficiones, es para nosotros la elocuen cia que persuade, es la viḍa que nos tira, es, si se puede decir así , todo el hombre. Jamás quie ras juntar con esta idea del hombre la idea del ´cuerpo, vaso que contiene dentro de sí el alma; ni la idea de los miembros, instrumentos alrede dor del alma fabricados ; porque son muy pare idos á la azuela , y sólo diferentes en cuanto ellos nacieron con nosotros á nuestro lado. Sien do así que todos estos miembros sin el alma, causa que los mueve y da vigor, no tendrían otro uso del que tiene la lanzadera para la tejedora, y el látigo para el cochero. 12 178 LIBRO UNDÉCIMO I. Las propiedades del alma racional son : que ella se vea; que se componga á sí propia y haga cual ella quiere ; que coja el fruto que ella mis ma lleva ( siendo así que otros recogen el fruto de las plantas, y lo que hace veces de fruto en los animales); que ella, por fin , en cualquiera par te que acabare la carrera de sú vida, llegue siem su término. Pues no se debe discurrir del la danza, de la representación y in las cuales quedaría im ase é interrum 185 cual piese en ad 12 se pu quiera lugar que la plena y perfectamente cum que se la había cometido ; de modo que ser podrá decir: Á mí nada me falta de lo que m pertenece. Á más de esto, el alma corre y da vuelta á todo el universo ; contempla el estado vacío ó imaginario que la rodea; ve la figura del mundo; extiende su consideración hasta lo infi nito de la eternidad; comprende la generación periódica, ó sea palingenesia de todas las cosas del universo, y la considera; entiende con toda claridad que ni los venideros verán cosa nueva, ni los antepasados vieron más que nosotros aho ra, porque, en cierto modo, el que haya vivido 179 cuarenta años, por poco entendimiento que hu biere tenido y meditado en los sucesos , pudo ha ber formado concepto de todo lo pasado y lo ve nidero , según que es la uniformidad de lo uno con lo otro. Finalmente, es propio del alma ra cional la caridad para con el prójimo, la verdad, la modestia, no anteponer nada á sí misma, lo cual también es peculiar de la ley; de ahí se co lige que la recta razón del alma en rigor no se di ferencia de la razón legítima de la justicia. II. Menospreciarás la cantinela más deleita ble al oido, el baile, el pancṛacio ó juego de la palestra, si en la voz sonora hicieres la división de sus tonos particulares, y en cada uno te pre guntares á ti mismo: ¿Acaso es esto lo que me en canta y lleva tras, si? Pues sin duda te avergon zarías confesarlo. Si por lo que mira al baile hi cieres otro tanto en cada movimiento y gesto par ticular del cuerpo, y la mismo á proporción por lo que toca al juego de la palestra. Así que en todo, menos en la virtud y en las acciones vir tuosas, acuérdate de volver con la consideración á las partes tomadas de por sí , y con la división de ellas podrás llegar á conseguir su desprecio. Haz traslación de esto mismo á toda tu vida. III. ¿Qué alma se hallará pronta á despren derse del cuerpo , si al momento la fuere necesa rio, bien para extinguirse, bien para disiparse 6 bien para subsistir después? Pero esta prontitud debe ser tal que provenga de la cordura del pro 180 pio juicio, no de una mera obstinación, como se ve en los cristianos; antes bien, de una reflexión madura y gravedad respetable ; de modo que, sin ostentación, pueda persuadir lo mismo á otro. IV. ¿Hice algún beneficio á la sociedad? pues ya con eso estoy premiado. Procura siempre tener á mano esta consideración, y no dejes jamás de ejercitarte en ella. V. ¿Qué arte profesas? el de bien vivir; pero ésta ¿ de qué otra suerte se puede ejecutar mejor ne gobernándose por los preceptos, que parte 14 naturaleza del universo , parte á la Face del hombre? * ** -11'.. lugar la tragedia, } inst.. La de Cdis anos, con la mira de que19 ai tidos de que éstos nau .. para que en este gran teatro der . vásemos pesadamente aquello mismo que serviría de diversión representado en las tablas; porque sabemos por la experiencia que todo ne cesariamente tendrá este paradero, y que toleran eso mismo aun aquellos que hayan exclamado: ¡Oh Citherón! Y, en realidad, los autores del dra ma dicen algunas cosas muy útiles ; como aquello «Que no sin causa ni razón, los dioses >>Me desestiman hoy, y á mi linaje. » Y en segundo lugar estotro: «El enojo volver contra las cosas >>No es razón, pues de enojos no se cuidan.> 181 Y esto también : « Se debe á guisa de madura espiga, >> Una vida cortar y dejar otra. » y otras muchas cosas de esta clase. Después de la Tragedia se introdujo la Comedia antigua, la cual tenia una libertad y censura magistral, que, sin rodeo ni rebozo, amonestaba, no sin pro vecho , á que se evitase la insolencia y fausto en la vida, para cuyo fin también Diógenes se solía servir de algunos pasajes de ella. Pasa después considerar cuál haya sido la Comedia que maron media, y á qué fin más adelante sucedió a ésta la Comedia nueva, la cual ɔco á poco vino á parar en la pantomima articiosa. Ninguno ig nora que realmente en estas representaciones se dice algo que puede ser útil, por cuya razón de bemos reflexionar cuál sea el alma de este géne ro de poesía y cuál su objeto. VII. ¿Cómo sabes con evidencia que ningún otro género de vida es tan á propósito para la profesión de la filosofía como el presente? VIII. Un ramo cortado de otro ramo con el que estuviese unido no puede menos de quedar cortado del árbol entero; á este modo , pues, tam bién el hombre separado de otro hombre no pue de dejar de quedar separado de toda la sociedad. Además de que es otro el que divide el ramo, pero el hombre se aparta á sí propio de su prójimo, 182 aborreciéndole y siéndole contrario, sin hacerse cargo de que al mismo tiempo queda separa do de todo el cuerpo de la sociedad. No obstan te, tiene á su favor aquel gran privilegio conce dido por Júpiter , autor de la sociedad , para que podamos incorporarnos otra vez con quien había mos estado unidos y llenar de nuevo aquel lu gar que nos había cabido en el universo ; bien que el repetir á menudo esta separación hace que sea bien difícil y mala de soldar la reunión en lo porvenir. Y sobre todo, finalmente, el retoño que desde el principio brotó y fué creciendo natural diferencia del vástago , que mente con el árb gerir en otro después de cortad árbol , que es Idea que el ingerto I 112 བྱས། བ་གྲྭ ། fruto con el árbol, pero no ra que el tronco y serán distintas las ramas. IX. Al modo que no te podrán hacer desistir de una buena obra los que se te opongan cuando sigas la recta razón , así tampoco deberán apartar de ti la benevolencia para con los mismos; por cuya razón, procura observar con igual constan cia ambos propósitos, de no sólo mantenerte fir me en la resolución de llevar adelante lo comen zado, sino también en la de conservar la apacibi lidad con los que intentaren impedirte la acción ó de otra manera te fueren molestos. Porque igual debilidad de ánimo es el enojarse contra ellos que, consternándose, retirarse de la empresa y 183 darse por vencido; siendo, á la verdad, no menos desertor de su puesto y profesión el que, atemori zado, dejó de cumplir con su deber que quien, se parándose, se mostró ajeno con el que es su pa riente y amigo por derecho de naturaleza. X. Ninguna naturaleza es de condición más inferior que el arte , puesto que las artes imitan á la naturaleza ; si esto es así , lo será también que la naturaleza es la más perfecta, y que, abra zando en sí todo lo demás , no la cederá en ha bilidad y destreza á otro algún artífice. Siendo, pues , cierto que todas las artes hacen lo menos perfecto con relación á lo más sobremen consiguiente que tambi´a a n2 " ast by me targe sjad 5000* eRides leza co la justo d mig elinos observar lo infides. Porqu jejaltsuva Wh andamos afanados y perdi busca de las cosas medias é indiferentes no contando con las honestas , ó si , temerarios é inconstantes en nuestros juicios , somos fáciles en dejarnos engañar , no dando á cada cosa sujusto valor . XI. Si las cosas cuyo deseo ó aversión te causa inquietud 6 te turba la paz no te vienen á buscar á ti, sino que tú en cierto modo las vas á buscar , debe el juicio dejar de hacerlas la gue rra , y no las apetecerás más ni las huirás. 2. XII. La esfera es una viva imagen del alma cuando ésta no se extiende á lo que está fuera de 184 si, ni consiente interiormente, ni se hace una con la idea que se la presenta , sino que se deja iluminar con aquella luz con que ve la verdad de todas las cosas y la de lo que en sí encierra. XIII. ¿ Me despreciará alguno ? Sabrá el mo tivo ; yo, por mi parte, me prevendré bien para no ser cogido haciendo 6 diciendo cosa digna de menosprecio. ¿ Me aborrecerá otro ? Él se lo sabrá. Sin embargo , yo , por lo que á mí toca, proseguiré siendo afable y benévolo con todo el mundo , aun para con ese mismo , estando pron to á manifestarle su error , no contumeliosamen te ni como que deseo hacer alarde de mi sufri miento , antes bien ingenua y amigablemente, al modo que lo hizo aquel Foción , si es que en su proceder no disimulaba el rencor; porque conviene que estas acciones sean tales interior mente y que los dioses puedan ver que eres un hombre que nada lleva á mal , ni recibe pena de cosa1 alguna. Y, en efecto , ¿ qué mal te podrá ve nir si tú haces lo que corresponde á tu naturale za? ¿ Pues tú no has de saber abrazar aquello que ahora parece oportuno á la naturaleza universal, siendo hombre por naturaleza encargado de ha cer de todos modos cuanto sea justo? XIV. Aquellos hombres que ahora se despre cian mutuamente , después se lisonjean los unos á los otros ; y los que al presente quieren recípro camente disputarse la preeminencia , esos mis mos se humillan los unos á los otros. 185 XV. ¡ Qué intención tan dañada y ánimo fin gido tiene quien dice : Yo quisiera hablarte con ingenuidad ! ¡ Qué haces , buen hombre ! No es necesario usar de este preámbulo ; la cosa por sí misma lo dirá ; las palabras deben al instante leerse escritas en tu frente , y al punto manifes tarse en los ojos , al modo que un amante al mo mento lo conoce todo en los ojos de la persona amada. En suma: conviene que el hombre since ro y bueno sea tal cual es el que mal huele, para que al mismo tiempo de acercarse á él , co nozca y eche de ver , quiera ó no quiera , su candor , pues la ingenuidad afectada es de per sona doble , y nada hay más abominable que la amistad del lobo. Huye de este vicio con más particularidad que de los demás. Un hombre de veras bueno , sencillo y benévolo , manifiesta es to propio en los ojos , sin que pueda ocultarlo. XVI. El alma tiene en su mano el poder vi vir una vida felicísima si mira sin distinción lo que es indiferente ; pero se portará con indife rencia si á cada cosa la considera ya por partes, ya en general, y recuerda que ninguna nos obli ga á formar juicio sobre ellas , ni menos nos sale al encuentro , sino que se está muy quieta , sien do en realidad nosotros los que hacemos nues tros juicios acerca de ellas y como que los es culpimos en nuestra alma , pudiendo , no sólo no grabarlos , pero aun borrarlos al punto , por descuido se nos hubiese impreso alguno . Pero 186 ¿qué dificultad hay en que esto se haga bien , reflexionando que semejante cautela durará por poco tiempo y que al cabo se terminará la vida? Pues si ello es conforme con la naturaleza , alé grate con eso mismo, y luego se te hará bien fá cil de llevar ; pero si es contra la naturaleza, examina lo que te corresponde según tu propia naturaleza , y al punto corre tras ello, aunque no sea cosa de mucho honor , porque se debe disi mular con cualquiera que busca su bien propio . XVII. Examina de dónde ha salido cada de qué está compuesta , en qué otra cosa será después de mudada , como, por la mutación. 36094 23 lo siguiente : partne que yo tengo con los que hemos nacido para ayudarnos i te , ya, porque por otro título especial, les esto obligado , habiendo sido encargado de conducir los como el morueco guía el rebaño y el toro la vacada. Luego después remonta más alto la consi deración , que si los átomos no reinan , todo, por consiguiente, lo gobierna la naturaleza; si esto es así , lo inferior se hizo por causa de lo superior, y las cosas sobresalientes , las unas por razón de las otras. En segundo lugar, que tales son á sus mesas , en sus camas y lo demás. Pero reflexiona con particularidad en qué necesidad tan dura les ha puesto su mismo modo de pensar y con 187 cuánta ostentación y pagados de su dictamen prosiguen en sus errores. En tercer lugar , que si éstos ejecutan eso con la rectitud debida, no es razón que nos indigne mos contra ellos ; pero si no obran rectamente, ya se ve que lo hacen sin plena libertad y por su ignorancia. Pues todo hombre, del mismo modo que mal de su grado carece de la verdad, así también se halla falto del conocimiento con que debe portarse con cada uno, según lo merece: por eso llevan con impaciencia el oirse llamar injustos, ingratos, avaros , y, en una palabra, fal tos de caridad para con el prójimo. En cuarto lugar, que tú también cometes mu chos yerros y eres como ellos ; y aunque te abs Fiener de gör en itas faltas, con todo tienes ita disposición para hacer ardía, ó por otro fin sinies en semejantes delitos. En quinto lugar, que tú no estás bien cierto y seguro de si pecan no; porque muchas cosas se ejecutan por vía de providencia, ó sea razón de economía, y, sin duda, es necesario enterarse primero de muchas particularidades para que uno pueda fallar de una acción ajena. En sexto lugar, que cuando te indignares so bremanera ó recibieres algún pesar, debes acor darté de que la vida de los hombres es momen tánea, y que dentro de poco todos desaparece remos. 188 En séptimo lugar, persuadete de que no son las acciones ajenas las que nos inquietan, puesto que se quedan allá dentro del alma de otro , sino realmente son nuestros modos de opinar ; depon los, pues, de tu imaginación y resuelve á echar de ti ese juicio formado, como si hubiera sido acerca de una cosa en realidad grave, y con eso, sobre la marcha, se te habrá ido la cólera. Pero ¿cómo me lo quitaré de la cabeza? Haciendo cuenta de que aquello no te causó infamia; • por que si no fuese verdad que lo infame sólo es mal á quien lo comete , sería necesario que tú sin culpa tuya pecases en infinitas cosas, que fueses un ladrón y un malhechor rematado. Lo octavo, que la ira y el dolor concebido por la culpa ajena no nos acarrean más grave daño del que nos podrían causar aquellas mismas fal tas, por las que nos irritamos y resentimos. Lo noveno, que la mansedumbre, si es natu ral, sin afectación, ni fingimiento, será invenci ble. Porque ¿ qué te podrá hacer el hombre más insolente, si tú perseveras siéndole benevolo , y si lo permitieren las circunstancias, le exhortas con mansedumbre , y en aquella misma ocasión en que intentare hacerte mal lo amonestas con mucha paz dándole el desengaño siguiente ? ¡ No, hijo mío, no ; para otro fin hemos nacido : tú á mí no me acarreas mal alguno ; á ti sí que te perjudicas, hijo mío ! Haciéndole también wer con discreción y, en general, que ni las abeja's . www 189 suelen proceder así, ni otra especie de animales por naturaleza sociables, se porta de esta mane ra ; conviene, pues, hacerlo sin ironía ni impro perio ; antes bien con un amor muy sincero y un ánimo nada exasperado ; ni menos como maestro que reprende en pública escuela, ni con el fin de causar admiración á quien estuviere á su lado , sino como si lo hablases á solas, por más que al gunos otros se hallen presentes. Ten presente en tu memoria estos nueve ca pítulos como otros tantos dones recibidos de las musas, y empieza alguna vez, mientras to la vida, á ser de veras hombre: no debes guardarte de en que de adult rech Ao al públi es tener pronta la refle CS propio de un hombre el eno 1 antes bien, asi como es más humano, tam bién es más varonil el ser manso y sosegado, participando éste de gran vigor, resistencia y fortaleza ; no aquel que se impacienta y da por ofendido, porque cuanto más uno se acerque á la inmunidad y exención de pasiones, serán tan to mayores sus fuerzas. Y á la verdad, al modo que la tristeza es propia de un ánimo débil, así también lo es la ira, pues uno y otro son heridos y se dan por vencidos de semejantes pasiones. Pero si quieres, puedes también recibir de las musas el décimo regalo, á saber, que es propio 190 de un maniático el pretender que no pequen los malos, porque esto es desear un imposible ; pero el consentir que ellos sean tales con los demás y mismo tiempo querer que no te perjudiquen á ti en cosa alguna, es pretensión necia. XIX. Debes principalmente estar observan do de continuo cuatro inclinaciones del espíritu, y después que dieres con ellas, procurarás echar las de tu imaginación , hablando asi con cada una en particular : con la sospecha, no viene al caso ese juicio vano ; con la murmuración, esa de suyo es destructiva de la sociedad ; con laficción, eso que vas á decir no es conforme á lo que sientes ; debes, pues, reputar por una de las co sas más absurdas el hablar contra tu propio sentir; queda, finalmente, en cuarto lugar, la in temperancia, con la cual te afrentas, porque con ella se da por vencido el espíritu, parte la más divina, y se pone bajo los pies de tu cuerpo, par te la más vil y perecedera, haciéndole esclavo de sus brutales placeres. XX . Todo lo aéreo é ígneo que se te ha in fundido, por más que naturalmente se incline á subirse á lo alto, obediente á la disposición de la naturaleza universal, se detiene acá abajo en esa masa del cuerpo. También cuanto hay en ti de té rreo y húmedo, aunque por sí se incline hacia aba jo, sin embargo, es elevado, y ocupa un puesto que naturalmente no le corresponde. Y es de ad vertir que, á este modo, los elementos obedecen 191 también á la naturaleza del universo, puesto que permanecen en donde fueron colocados con vio lencia, hasta que allí mismo se les haya dado de nuevo la señal de la disolución. ¿Pues no es una enormidad que sola tu parte inteligente sea des obediente y que no se halle contenta en su des tino? Y más que á ésta no se la encarga cosa al guna violenta, sino sólo lo que es conforme á su naturaleza ; pero ni aun por eso se contiene, an tes bien sigue el partido contrario, porque ese movimiento que la inclina á la injusticia, al fausto, á la tristeza y al miedo, no es otro una separación del camino recto de za. Y en realidad el espíri alguno de los sue d sido para su dad y piedad cia, ya porque esas vir-. 11 yen al buen orden y conservación sociedad , á más de ser más antiguas y de más mérito que los oficios de la justicia. XXI. Aquel que no se propone siempre un mismo blanco en el vivir no puede ser uno mis mo en todo el curso de su vida; y á no añadir también cuál deba ser ese blanco, tampoco basta lo dicho. Porque así como no es una misma la opinión acerca de todas aquellas cosas que ge neral y vulgarmente parecen buenas, por más que sea muy semejante la idea formada respecto de algunas otras, á saber, de las que se refieren 192 al común de los hombres , á este modo también conviene que uno se proponga un blanco condu cente al bien público y útil á la sociedad, pues el que dirija á este fin todos sus intentos y conatso guardará uniformidad en todas sus acciones, y con eso será siempre uno mismo. XXII. Reflexióna sobre la fábula de los dos ratones, el uno silvestre y el otro doméstico , y observa el temor é inquietud de éste. XXIII. Á las opiniones del vulgo solía Sócra tes llamarlas cuentos de brujas y espantajos de niños. XXIV. Los lacedemonios en sus espectácu los solían poner á la sombra asientos para los extranjeros; mas ellos se sentaban donde quiera que se les proporcionaba. XXV. Sócrates, reconvenido por Perdicas por que no le iba á visitar, por no tener, dijo, un fin el más desgraciado; esto es , por no verme en la dura necesidad de no poder corresponder al be neficio que hubieres recibido . XXVI. En los escritos de Epicuro se hallaba este aviso: que debe uno de continuo llevar pre sente en la memoria alguno de aquellos hombres antiguos que se dedicaron con esmero al ejerci cio de la virtud. XXVII. Los pitagóricos encargaban que bien de mañana mirásemos al cielo, para que, hacien do memoria de aquellas sustancias que siempre siguen un mismo curso, y concluyen de una mis 193 ma manera su obra, nos acordásemos de su orden, pureza y desnudez, porque los astros no tienen velo alguno con que cubrirse. XXVIII. Imagina cuál estaría Sócrates medio envuelto con una piel, cuando su mujer Xantipa, tomándole sus vestidos, se salió de casa con ellos; y acuérdate de lo que Sócrates dijo á sus com pañeros corridos y resueltos á retirarse cuando le vieron en semejante traje. XXIX. No podrás ser maestro en el arte de leer y escribir sin que primero hayas sido buen discípulo; esto con mucha mayor razón se debe rá aplicar al arte de vivir. XXX . Tú naciste siervo; no debes hablar. XXXI. Se alegró interiormente mi corazón. XXXII. Á la virtud insultan con denuestos. XXXIII . Es propio de un loco buscar higos en el invierno; cerca le va aquel que clama por el hijo perdido, cuando ya no se lo restituirán jamás. XXXIV. Epicteto persuadía á un padre que estaba besando á un hijo pequeño, para que di jese dentro de sí : tal vez morirá mañana. ¡ Ah, eso es un mal agüero ! Nada, respondió Epicteto, de cuanto significa un efecto natural puede ser cosa infausta, si no es que tienes por mal agüero el que las espigas hayan de ser segadas. XXXV. La uva verde, la madura y la pasa, todas son mutaciones, no en la nada, sino en lo que entonces no existe aun. 13 194 XXXVI. Es sentencia de Epicteto que la vo luntad no está expuesta á ladrones. XXXVII. Decía el mismo Epicteto que debía uno aprender el arte de dar su consentimiento. Y por lo que toca á los ímpetus de las pasiones, convenía poner mucha atención para obrar con la reserva debida, com el fin de que las acciones mirasen al bien público, y para que tuviesen por objeto el mérito correspondiente á cada cosa ; y así es igualmente necesario abstenerse en un todo del deseo, como de la aversión á nada de cuanto no pende de nuestro arbitrio. XXXVIII. No son nuestras porfías, asegura ba él mismo, sobre cosas de poco más o menos, sino sobre si somos ó no somos locos. XXXIX . Sócrates hacía el siguiente argu mento: ¿ Qué apetecéis? Deseáis tener almas de racionales ó de irracionales? Las queremos de racionales. ¿De qué racionales? ¿De los buenos, ó de los malos ? De los buenos. Pues ¿ por qué no las buscais ? Porque las tenemos ya. ¿ Luego por qué andáis riñendo y porfiando? C LIBRO DUODECIMO ه دارFIT POTR L Ya puedes, si no te envidias á ti mismo, alcanzar todo aquello á que deseas llegar por ro deos. Sin duda sucederá esto si dieres de mano á todo lo pasado, dejares también á la Providen cia lo venidero, y sólo encaminares lo presente á 195 un fin piadoso y justo. Á la virtud de la piedad pertenece que abraces cuanto te fuere dispensa do, puesto que la naturaleza te lo envió, y tú has nacido para ello ; á la virtud de la justicia co rresponde que digas libremente y sin doblez la verdad, y que hagas al mismo tiempo lo que es conforme á la ley y según lo pida el mérito de la cosa. Por lo mismo no te sirva de impedi mento ni la maldad ajena ni el concepto que formarán de ti, ni los discursos que harán sobre tu conducta, ni mucho menos la pasión de la carne que te estimula, porque allá se lo verá el paciente. Ahora, pues, ya que casi estás al fin de la carrera; si tú , separándote de todos los otros cuidados, respetases solamente á tu espíritu y honrases esa divinidad que en ti tienes, ni te mieses al mismo tiempo el morir alguna vez, sino el no haber empezado jamás á vivir confor me lo manda la naturaleza , vendrías á ser un hombre digno de ese mundo , o sea de ese Dios 727 que te produjo , dejarias de ser huésped en tu An misma patria , no admirarías como cosa inespe rada lo que sucede cada día , y , por último , no estarías de nada pendiente. II. Dios ve todos los espíritus desnudos de esos vasos materiales , de esas cortezas y basuras del cuerpo , porque con sola su mente llega á conocer todas aquellas cosas que de él mismo dimanan. Y si tú te acostumbrases 9 á hacer esto mismo , cercenarías muchas de tus distracciones, 196 pues aquel que no pusiere la mira en la carne de que está rodeado , ni mucho menos pensare en el vestido, en la casa, en la fama, ni en todo este aparato y pompa exterior, tendrá una vida tran quila. III. Tres son las cosas de que has sido for mado : cuerpo , alma y mente ; las dos primeras en tanto son tuyas en cuanto es menester que las cuides ; sólo la tercera es tuya en propiedad. Por lo que si tú apartares de ti , esto es, de tu mente, cuanto otros hacen 6 dicen, lo que hiciste 6 dijiste , lo que imaginado como futuro te per turba , lo que, ahora respecte al cuerpo que te circunda, ahora al alma nacida con el cuerpo, no depende de tu arbitrio ; en fin , todo aquello que ese torbellino exterior de la naturaleza de conti nuo envuelve en sí , de modo que tu mente 6 inteligencia , puesta en salvo contra los sucesos del hado, pura y libre de pasiones , viva conten ta consigo misma, haciendo lo que es justo, con formándose con lo que suceda y hablando siem pre verdad; si tú, vuelvo á decir, apartares de tu mismo espíritu aquellos afectos á que dió lugar por una pasión vehemente, y, no acordándote de lo pasado ni pensando en lo venidero, te hicieres á ti mismo, cual Empédocles describe el mundo , una como Redonda esfera que sin cesar gira, y sólo dirigieres tus cuidados á vivir bien lo que vives , á saber el tiempo presente, sin duda po 197 drás pasar el resto de tu vida hasta la muerte con toda tranquilidad , con generosidad de áni mo y perfecta armonía con tu misma deidad, ó seaparte principal. IV. Muchas veces me he maravillado cómo es imaginable que , amándose cada uno á sí mis mo más que á todos , sin embargo , estime en menos el concepto propio formado de sí en com paración del que se merece de otros. Así sucede que si Dios ó un prudente maestro, estando pre sidiéndonos, mandase á uno de nosotros que na da imaginase dentro de sí ni discurriese, sin que al mismo punto de pensarlo lo profiriese, no ha bría quien pudiese aguantarlo sólo un día; en esa conformidad respetamos más al prójimo cuando opina algo de nosotros que á nosotros mismos. V. ¿Cómo puede ser que los dioses , habien do dispuesto tan sabiamente todas las cosas y con tanto amor hacia el género humano , hayan descuidado sola ésta, á saber: que algunos de los hombres que hayan sido del todo buenos, tenido las más de las veces casi correspondencia inte resante con Dios, habiéndosele hecho muy fa miliares y amigos por sus obras santas y funcio nes sagradas , después que una vez hayan muer to no hayan de volver á vivir jamás, antes bien hayan de quedar extinguidos para siempre? Da do caso que sea así , ten por cierto que los dio ses lo hubieran hecho de otra manera si hubiera sido del caso hacerlo de otro modo ; porque si 198 era justo, también era posible; y si conforme con la naturaleza , esta misma lo hubiera puesto por obra. De aquí es que, sólo porque no sucede de esta suerte, si es que así no suceda , puedes dar por indubitable que no era conveniente que se hiciese en esa conformidad. Y, en realidad, bien ves tú mismo que, proponiendo esta cuestión, entras á disputar en justicia tus derechos con Dios, los cuales, ciertamente, no disputaríamos de este modo con los dioses , si ellos no fuesen muy buenos y muy justos; á más de que si son talės , sin duda no han omitido injustamente ni sin razón dejado de atender à cosa alguna per -teneciente al buen régimen del universo. VI. Debes acostumbrarte á ejercitarte aun en aquello de que desconfías poder salir; porque la mano izquierda, no siendo á propósito para otras acciones por falta de uso, con todo mantiene las riendas más fuertemente que la derecha , por cuanto se acostumbró ello. VII. Piensa en qué estado de cuerpo y alma conviene que te coja la muerte; reflexiona sobre la brevedad de la vida , la inmensidad del tiem po pasado y lo interminable del futuro , como también en la poca consistencia de todo lo que es material. VIII. Mira las formas 6 naturalezas de cada cosa desnudas de sus cortezas ; atiende al fin de las acciones ; considera qué viene á ser el dolor, qué el deleite , qué la muertè , qué la gloria; cuál 199 es la causa de hallarte implicado en negocios; cómo ninguno puede ser impedido por otro; final mente , que todo depende del modo de opinar. IX. En la práctica de los principios filosófi cos debe uno antes parecerse á un luchador que á un gladiador, porque éste, después que deja de la mano la espada, alli mismo queda muerto ;* pero aquél siempre conserva su brazo, ni es me nester más que manejarlo con destreza. X. Es muy del caso examinar lo que son es tas cosas en sí mismas, haciendo la división de su materia, forma y fin. XI. El hombre tiene tanta facultad, que pen de de su arbitrio el no hacer sino aquello que ha de ser del agrado de Dios, y admitir con gusto todo lo demás que el mismo Dios le enviare. XII. En lo que es subsiguiente y conforme á la naturaleza, no debe uno quejarse de los dio ses, porque ni voluntaria, ni involuntariamente faltan en cosa alguna, ni contra los hombres, porque en nada yerran espontáneamente ; de modo que no se debe culpar á nadie. XIII. ¡Cuán ridículo y extravagante es aquel que se admira de cosa alguna de las que pasan en esta vida! XIV. Ó domina una fatal necesidad é invio lable orden, ó una aplacable Providencia, ó una temeraria confusion, sin superior que dirija. Aho ra bien; si reina una necesidad insuperable, ¿á qué viene la resistencia? Si gobierna una Provi 200 dencia capaz de dejarse aplacar, procura hacerte digno del socorro divino. Pero si todo está suje to á una ciega confusión sin que presida algún Numen, conténtate con tener en ti mismo la mente para que te sirva de conductor y piloto en medio de tan deshecha tempestad. Y caso que las enfu *recidas olas te arrollen, procura que solamente lleven tras sí el cuerpo, el espíritu vital y las otras cosas exteriores, pero guárdate bien de que no arrebaten al mismo tiempo el alma. XV. ¿Es posible que la luz de una lámpara no deje de alumbrar ni cese de despedir de sí su resplandor hasta tanto que la apaguen, y la verdad, la justicia y la prudencia se han de ex tinguir en ti antes de morir? XVI. Para desechar el pensamiento que te representa con vehemencia que alguno haya pe cado, di para ti: ¿qué sé yo si ese ha sido peca do? Y si es que pecó, ¿cómo me consta si se ha echado á sí mismo la culpa? Pues de ese modo se parecería al que se arañase el rostro de puro dolor. Por lo mismo, reflexiona que quien preten de que el malo no peque, se asemeja al que no quiere que la higuera lleve leche en los higos, que lloren los niños recién nacidos, que relinche el caballo, ni que sucedan otras cosas natural mente necesarias. Pues ¿qué podría hacer quien se hallase con tan mal hábito? Por eso, si te tie nes por capaz y estás expedito, remedia ese mal y cúrale . 201 XVII. En realidad, todo tu deseo debería en caminarse á que no hicieses cosa á no ser que fuese decorosa, ni dijeses palabra á no ser que fuese verdadera. XVIII. En todo y por todo conviene siem pre considerar qué es lo que excita esa idea en tu imaginación, como que está á tu cuidado po ner en claro eso mismo, haciendo la división en forma, materia, fin y tiempo, dentro del cual ha de terminar. XIX. Acaba de reconocer alguna vez que en tí mismo tienes alguna cosa más excelente y di vina que aquello que excita en ti los afectos y te agita enteramente á manera de un autómata. Y entoncespregúntate: ¿cuál es ahora mi pensamien to? ¿acaso el miedo? ¿la sospecha? ¿la lascivia? ¿por ventura ha sido algún otro ímpetu de esta clase? XX. Procura, en primer lugar, no hacer co sa alguna temerariamente y sin designio; en se gundo lugar, que tus acciones no hagan rela ción á otra cosa alguna que á un fin útil al bien público. XXI. Haz cuenta de que dentro de poco ni tú mismo, ni cosa alguna de cuantas ahora ves, ni otro alguno de los que al presente viven, es taréis en. parte alguna, porque todas las cosas nacen expuestas á la mutación, conversión y co rrupción, para que de sus ruinas se hagan des pués otras cosas nuevas. 202 XXII. Persuadete de que todo es una apren sión y que ésta pende de ti. Borra, pues, esa imaginación cuando quieras, y en esa conformi dad, en todo serás firme, así como el que dobló un cabo tiene suma tranquilidad y logra un puer to adonde no llegan las olas. XXIII . Una, y cualquiera acción que se ter mina á su tiempo, nada desmerece por haberse terminado, ni menos recibió menoscabo alguno quien la puso en ejecución , sólo por eso de ha berla concluído; luego del mismo modo el con junto de todas las acciones en que consiste la vida, si á su tiempo cesare, sólo por eso de ha ber cesado no recibirá algún daño, ni será ma lamente vejado el que con oportunidad hubiere dado fin á la serie de sus acciones. Pero es de advertir que la naturaleza mide el tiempo y se ñala el fin de la vida, aunque alguna vez lo hace también la naturaleza particular de cada uno, como sucede al que muere en la vejez, si bien la naturaleza universal generalmente es la autora, procediendo de ella el que, mudando y renovan do las partes, se mantenga siempre todo el mun do como recién hecho y muy vigoroso. Además de que todo lo conducente al universo siempre es bueno y tempestivo ; luego el fin de la vida realmente no es mal para ningún particular, no siendo disforme, supuesto que no pende de nues tra elección, ni tampoco se opone al orden natu ral, antes bien es bueno, visto que es oportuno y 203 congruente. Y á la verdad, de esta manera sería dirigido por un Numen el que se conformase en todo con Dios y se encaminase con fina voluntad al mismo fin. XXIV. Conviene tener muy presentes estas tres cosas : Primera , que cuanto pusieres por obra, no lo hagas temerariamente, ni de otro modo que como lo haría la misma justicia ; pero en lo que mira á los acontecimientos exteriores, persuadete, ó bien sucedan ellos por acaso ó por providencia, que no por eso debes quejarte de la fortuna ni menos echar la culpa á la Providen cia. La segunda, el que reflexiones cuál es cada uno desde su concepción hasta el tiempo de animarse y desde la animación hasta restituir el alma, como también de qué partes se compuso y en cuáles se disuelve. La tercera, que si, levanta do en alto y con espíritu elevado, considerases atentamente las cosas humanas y comprendieses cuánta es su diversidad, observando al mismo tiempo cuánto es también lo habitado por todas partes de vivientes aéreos y etéreos, verías al fin, por más veces que te remontases, que son de un mismo aspecto y de breve duración aquellas cosas sobre que fundas tu vanidad. XXV. Echa fuera de ti esa aprensión, y con eso te preservarás de todo mal ; pues ¿ quién po drá impedir el que te sacudas de ella? XXVI. Siempre que te resintieres de algo, será señal de tener olvidado el que todo sucede 204 conforme con la naturaleza del universo, y que la falta cometida por otro no te perjudica. Á más de esto, también te has olvidado de que todo lo . sucedido siempre aconteció en esa conformidad, y acaecerá en lo porvenir, como ahora se hace, ni te acuerdas cuánto sea el parentesco de un hombre con todo el linaje humano, no siendo á la verdad por enlace de carne y sangre, sino por la participación común de una misma mente. Por último, también pusiste en olvido que la mente de cada uno es un dios y que provino de la divi nidad; que nadie tiene cosa alguna propia, antes bien, hijos, cuerpo y aun la misma alma nos vino de Dios; que todo es una mera opinión; que sólo vive cada uno el tiempo presente, y que eso mis mo pierde solamente al morir. XXVII. Conviene hacer de continuo un re cuerdo de aquellos hombres que se indignaron excesivamente con algún motivo, de los que vi vieron con grandes honores ó sumas calamida des, de los que han tenido ruidosas enemistades 6 han florecido en cualquiera género de fortuna; después deberás preguntar: ¿en dónde están aho ratodos aquéllos? Se convirtieron enhumo y ceniza, y pasan por fábula 6 ni menos se tienen por fábu la. Por fin, conviene también que te ocurra al pensamiento todo lo de esta clase, por ejemplo , cuál fué Fabio Catullino en su granja, Lusio Lupo y Stertinio en Baías, Tiberio en Caprea y Velio Rufo; y en suma, la gran diferencia en 205 todo, junto con una vana presunción de sí mis mos. Y no se te pase por alto cuán vil era todo aquello que los traía fuera de sí, y cuánto más conforme es con la filosofía el que uno mismo, según se le ofrezca, se muestre justo, prudente, siguiendo á los dioses á cara escubierta y con sencillez, porque nada hay tan insufrible como la presunción insolente, disfrazada con capa de humildad. XXVIII. Á los que te preguntaren en dónde viste á los dioses ó por dónde sabes de cierto que existen para darles ese culto, respóndeles, en primer lugar, que también son perceptibles á nuestra vista; además de que, aunque yo no haya visto á mi propia alma, sin embargo, la respeto también: á un modo, pues, semejante, sé con cer tidumbre que hay dioses, y los venero por las mismas razones , porque experimento en todas partes los efectos de su poder. XXIX. La conservación de una vida feliz y ajustada estriba en que uno, en todo y por todo, discierna qué es cada cosa de por sí, cuál su materia, cuál su forma; que ese mismo haga con toda su alma lo que es justo, y que siempre trate verdad. ¿Y qué más le falta ya sino disfrutar el tiempo de su vida encadenando una obra buena con otra mejor, de suerte que no deje el más mínimo intervalo entre las acciones buenas? XXX. Una misma es la luz del sol, por más que se vea impedida con murallas, montes y 206 otras infinitas cosas ; una es la materia común, aunque se halle dividida en infinitos cuerpos de distintas cualidades; una es el alma universal, por más que esté encerrada en infinitas natura lezas; una el alma racional, aunque parezca es tar separada. Y, á la verdad , las otras partes de las cosas insinuadas, esto es, sus formas y mate rias, carecen de sentido ni tienen vínculo alguno que mutuamente las una ; pero esas mismas las junta la mente universal y el peso que las incli na á un mismo lugar. Finalmente, el alma racio nal se aficiona con particularidad á lo que es de su mismo género, y se une , sin que este afecto de comunicación ceda á los impedimentos. XXXI. ¿Cuál es tu anhelo? ¿Acaso tu propia conservación? ¿por ventura el sentir? ¿el mover te? ¿ el crecer? ¿ el cesar después de crecer ? jel hablar? ¿el pensar? ¿Cuál de estas cosas te pare ce acreedora á tu deseo? Pero si cada una en particular la tienes por vil y despreciable, inclí nate á este último partido, que es el de seguir la razón y obedecer á Dios, aunque se opone á esta resolución el llevar á mal que por la muerte nos hayamos de privar de alguna de aquellas cosas . XXXII. ¡ Cuán pequeña es la parte de tiem po infinito é inmenso que se ha distribuído y se ñalado á cada uno! Porque realmente desaparece muy pronto en el abismo de la eternidad. ¡Cuán pequeña porción tiene uno de la materia univer sal! ¡Cuán pequeña igualmente te cupo del alma 207 universal! ¡ En cuán pequeña gleba de toda la tierra andas arrastrado ! Habiendo considerado todo esto, nada te imagines por cosa grande, sino el hacerlo todo como tu propia naturaleza te dirige, y recibirlo como lo envía la naturaleza común. XXXIII. El espíritu , en cierto modo , hace uso de sí mismo , y á la verdad, en esto estriba todo; pues lo demás , ó bien sea voluntario 6 in deliberado , es cosa caduca y se reputa por T humo. 1 XXXIV. .{ El mayor desengaño para el des precio de la muerte es la consideración de que aun la menospreciaron también aquellos que juzgaban el deleite por bueno y el trabajo por malo. XXXV. De ningún modo es temible la muer te á quien sólo tiene por bueno lo que es opor tuno, á quien lo mismo se le da poder ejecutar muchas acciones conformes á la recta razón que practicar muy pocas; finalmente , á quien mira con indiferencia el contemplar por más o menos tiempo el mundo ó sus cosas. XXXVI. ¿Has hecho tú , buen hombre , una vida interesante al público en esta gran ciudad del mundo? Luego ¿ qué te importa el haber sólo vivido cinco años ? Porque es igual á cada uno lo que se conforma con las leyes. Pues ¿ qué mal hay en que te destierre de esa ciudad, no digo un tirano ni un juez inicuo , sino la misma natu 208 raleza que te había introducido ? Esto es lo mis mo que si el pretor despidiese del teatro el re presentante que él mismo había recibido. Pero yo , dirás , aun no he representado cinco actos, sino sólo tres. Has dicho bellamente, aunque en la vida tres actos solos componen un drama en tero; porque determina el fin y cumplimiento de la vida aquel que antes fué causa de tu compo sición y lo es ahora de tu disolución, sin que tú seas autor de ninguna de las dos cosas. Vete, pues, con ánimo alegre, supuesto que quien te despide es benigno y te será propicio. FIN DE LOS DOCE LIBROS DE MARCO AURELIO BIBLIOTECA ECONÓMICA FILOSÓFICA 2 reales tomo. OBRAS PUBLICADAS Volúmenes. 1. PLATON. Diálogos socráticos. Trad. de J. de Vargas. (2.ª edición . ) II. DESCARTES . Discurso del método. Tra ducción de id . (Agotado .) III. KANT. Fundamentos de una metafisica de las costumbres. Trad. de Antonio Zozaya. (Próximo á agotarse.) IV . SCHELLING . Bruno ó del principio divino y natural de las cosas . Trad. de id. V. LEIBNITZ. La Monadologia . De la natu raleza. Trad. de id. VI . VII y VIII. SPINOZA. Tratado teológico politico. Trad. de A. Z. y J. V. IX. SANZ DEL Rio. El idealismo absoluto. Discurso pronunciado en la Univer sidad. Voltimenes. X. ROUSSEAU. Del contrato social . Trad. de A. Zozaya. XI. LAMENNAIS. El libro del pueblo. El eco de las cárceles . Trad. de id. XII y XIII. SANTO TOMAS. Teodien . Traduc ción directa de J. V. XIV. EPICTETO. Máximas. Trad. de A. Zozaya. XV. RICHTER. Teorias estéticas . Trad. de J. V. XVI. PASCAL . Pensamientos. Trad . de 1. G. y González. XVII. FENELON. El ente infinito . Trad. de A. Z. XVIII y XIX. PLATON. Diálogos polémicos . Tra ducción de id. XX. CICERON. De la República . Trad . direc ta de id. XXI. MARCO AURELIO. Los Doce libros. Tra ducción directa de J. Diaz de Miranda. 3 EN PREPARACIÓN DESCARTES . Meditaciones metafisicas. ARISTÓTELES . La Politica, tomo I. Advertencias . -A los Sres . Libreros se les hace rebaja del 25 por 100 . Los pedidos se dirigirán , acompañando su importe, al administrador . This book should be returned to the Library on or before the last date stamped below. A fine of five cents a day is incurred by retaining it beyond the specified time. Please return promptly.