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Los doce libros del emperador Marco Aure

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HARVARD
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LIBRARY
FROM THE LIBRARY OF
JEAN SANCHEZ ABREU
(CLASS OF 1914)
September 14 , 1918
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BIBLIOTECA ECONÓMICA FILOSÓFICA
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VOL. XXI
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LOS DOCE LIBROS
REALES
1221
MADRID
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
Plaza del Progreso, 3, 2.°
BIBLIOTECA
ECONÓMICA
FILOSÓFICA
VOLUMEN XXI
BIBLIOTECA ECONÓMICA FILOSÓFICA
2 REALES TOMO
EXTRACTO DEL CATÁLOGO
FILOSOFÍA ANTIGUA
Volúmenes .
1. PLATÓN. Diálogos socráticos . Traducción de
Julián de Vargas (2.ª edición) .
XIV. EPICTETO. Máximas. Traducción de An
tonio Zozaya.
XVIII y XIX. PLATÓN. Diálogos polémicos. Traduc
prólogo de A. Z.
~~·L
XX. CICERÓN. De la República. Traducción di
recta de A. Z.
XXI. MARCO AURELIO. Los doce libros. Traduc
ción de D. J. Díaz de Miranda.
EN
PREPARACIÓN
XXII. ARISTÓTELES. La política. Tomo I.
O
BIBLIOTECA ECONÓMICA FILOSÓFICA
VOLUMEN XXI
LOS
DOCE
LIBROS
DEL EMPERADOR
MARCO
AURELIO
TRADUCIDOS DEL GRIEGO
POR
D. JACINTO DÍAZ DE MIRANDA
nora con Dios;
CORREGIDOS NUEVAMENTE
MADRID
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
Plaza del Progreso, 3 , 2.0
1885
NOK
Ga 73 ·
80150
HARYARD COLLEGE LIBRARY
FROM THE LIBRARY OF
JEAN SANCHEZ ABREU
SEPT. 14. 1918
Queda hecho el depósito que marca la ley.
IMPRENTA DE MANUEL MINUESA DE LOS Ríos
13
13 www.c Miguel Servet
SOLILOQUIOS
DEL
EMPERADOR MARCO AURELIO
LIBRO PRIMERO
I. Aprendí de mi abuelo Vero el ser de ho
nestas costumbres y no enojarme con facilidad.
II. De la buena fama y loable memoria de
mi padre, el portarme con modestia y varonil
mente.
III. De mi madre, la religión para con Dios;
la liberalidad para con todos ; el abstenerme, no
sólo de ejecutar acción mala, sino también de
cebarmé en el pensamiento de ella ; y además el
ser frugal en la comida y no hacer vida opulenta.
IV. De mi bisabuelo, el no desdeñarme de
frecuentar las escuelas públicas , y en casa echar
mano de los mejores maestros ; bien persuadido
de que en esto no se debe perdonar gasto...
V. Del ayo aprendí el no tomar partido en
los juegos públicos, no siendo del bando de los
Prasinos, ni Venecianos , ni inclinándome á los
6
Parmularios 6 Scutarios. Enseñóme también la
tolerancia en el trabajo ; el contentarme con poco,
el servirme á mí mismo ; el no mezclarme en los
negocios ajenos, y no ser fácil en dar oídos á
los chismosos.
VI. Habiendo aprendido de Diogneto el des
precio de ciertas artes inútiles y vanas, me man
tuve en no dar crédito á nada de cuanto dicen
los encantadores y magos acerca de sus hechizos
y arte de espantar los demonios, y otras super
cherías de esta clase. Jamás me entretuve en la
que llaman pelea de codornices , ni me dejé em
baucar de semejantes bagatelas. Él mismo me ha
bituó á saber llevar la zumba en las conversacio
nes; el familiarizarme con la filosofía, dándome
por maestros, primero á Bacchio, después á Tan
dasis y á Marciano ; que de niño me ejercitase en
componer diálogos morales ; que en vez de asien
to blando usase de unas duras tablas cubiertas
con una piel ; que, en fin, pusiese por obra cuanto
lleva consigo la profesión de filósofo griego .
VII. Consejo fué de Rústico pensar que te
nía necesidad de corregir y componer mis cos
tumbres, y que corría por mi cuenta el cuidar de
ellas, evitando todo género de hinchazón sofisti
ca; sin publicar nuevas instrucciones y métodos
de vivir ; sin recitar exhortacioncillas á la virtud ;
no queriendo sorprender al público con una pro
fesión ostentosa de hombre bien ocupado en la
meditación y ejercicio de la filosofía ; no procu
7
rando pasar plaza ni de orador , ni de poeta , ni
de astrólogo ; no usando en casa vestido grave y
de ceremonia, ni dando otras iguales pruebas de
aparente severidad. El mismo Rústico me persua
dió de que aun en las cartas siguiese un estilo
natural y sencillo , semejante al que se deja ver
en aquella que él mismo desde Sinuesa escribió
á mi madre ; que de tal manera dispusiese mi
ánimò para con aquellos que , faltando á su de
ber, me diesen algo que sentir, que al punto que
quisiesen volver á mi amistad , yo con toda faci
lidad y buena gracia me reconciliase con ellos.
Del mismo aprendí á leer con mucha reflexión,
no contentándome con una noticia superficial y
pasajera de los escritos ; á no dar fácil asenso á
aquellos que sobre todo hablan de ligero. Dé
bole también el favor de haber leido los escritos
de Epicteto , habiéndome enviado el ejemplar
que en su casa tenía.
VIII. Debo á Apollonio el saber obrar con li
bertad de espíritu, desembarazado de vanos respe
tos; el fijarme en mis resoluciones sin perplejidad;
el no gobernarme por otros principios que por
los de una buena razón, aun en las cosas míni
mas; el ser siempre el mismo en los dolores agu
dos, en la pérdida de los hijos, en las largas en
fermedades ; y en él mismo, como en vivo ejem
plar, vi claramente que cabe muy bien el que
uno propio, según la cosa lo llevare, sea ya muy
eficaz, ya remiso ; vi que no debe un maestro en
8
sus lecciones mostrarse desabrido é impaciente ;
vi un hombre que no hacía alarde de su destre
za en saber proponer y acomodar las instruccio
nes á la capacidad de los oyentes ; un hombre ,
por fin, que sabía cómo se deben recibir de parte
de los amigos los que se llaman beneficios , sin
que por ellos quede uno hecho como esclavo del
otro, y sin que, por no contar con los favores re
cibidos, se muestre desconocido.
IX . Enseñóme Sexto un afecto cordial para
con todos ; me dió en su familia el modelo de uña
·
casa gobernada antes con amor de padre que
con severidad de amo ; me dió la idea de una vida
conforme á la razón natural y de una gravedad
sin afectación ; me avisó del cuidado que se debe
tener de acertar con el gusto de los amigos, y de
sobrellevar las groserías de los ignorantes y ato
londrados ; en suma, el arte de acomodarse uno á
todos, de modo que en su trato familiar se note
más atractivo que suele experimentarse en toda
adulación, y al propio tiempo se adquiera entre
aquellos mismos la mayor veneración y respeto
debido. Otra instrucción suya fué el método claro
y camino seguro de inventar y ordenar las máxi
mas necesarias para una vida ajustada, y que no
se trasluzca señal de ira ú otra pasión; antes bien ,
por el contrario, libre de estos afectos, al mismo
tiempo sea muy entrañable é inclinado á honrar
sin darlo á entender, así como muy instruído sin
ostentar la erudición.
9
X. Alejandro el gramático hizo con su ejemplo
que yo no fuese amigo de reprender ni de zahe
rir á aquellos que se les fuese, ó un barbarismo ó
un solecismo, ó una viciosa pronunciación de
una sílaba ; antes bien procurase con maña sus
tituir aquello sólo que se debía haber proferido,
ó bien como quien pregunta, ó bien como quien
confirma, ó como quien examina, no la palabra
misma, sino la cosa dicha ; ó, por fin, como quien
amonesta con disimulo de alguna otra semejante
manera cortés y agradable.
XI. Frontón me hizo comprender perfecta
mente cuál suele ser la envidia, la astucia y la
hipocresía propias de un tirano; y al mismo tiempo
observar que, en general, estos que entre nosotros
llevan el nombre de patricios son en cierto modo
insensibles á aquel amor que la naturaleza ins
pira para con las personas allegadas.
XII. Debo á Alejandro el platónico el conse
jo, no sólo de no decir frecuentemente á nadie
ni de escribir, sin que sea absolutamente necesa
rio, que estoy muy ocupado , pero aun de no re
husar jamás, con el pretexto de los negocios pre
sentes, el cumplimiento de ninguna de aquellas
obligaciones que los varios respetos de la socie
dad piden de justicia.
XIII. De Cátulo entendí no deberse despre
ciar las quejas de los amigos , aun cuando acon
teciere que se quejen sin razón , sino que, al con
trario, es bien satisfacerles y procurar reducirles
10
á la buena armonía acostumbrada ; ser cosa muy
loable el que los discípulos, con gusto y buena
voluntad, alaben á sus maestros, como es fama
que lo hacían Domicio y Athenodoto ; por fin ,
que la naturaleza exige de los padres un afecto
verdadero para con los hijos.
XIV. En mi hermano Severo tuve ejemplo de
ser amante de la familia , de la verdad y de la
justicia ; debile elfavor de haber conocido por su
medio á Thraseas, Helvidio, Catón , Dion y Bru
to ; me dió igualmente una idea cabal de un go
bierno republicano en que rija un derecho igual
y común libertad en dar su voto, como de un
reino que se proponga por objeto principal el
conservar la libertad de sus vasallos ; ni menos
obligado me reconozco al mismo por haber apren
dido de su trato el saber vivir sin zozobra , con
aprecio y aplicación constante á la filosofía ; el
ser amigo de favorecer á otros , ejercitando con
empeño la beneficencia ; el esperar siempre bien
y vivir persuadido de la buena fe y correspon
dencia de los amigos ; el no disimular por esto la
poca satisfacción que de alguno de ellos tal cual
vez se tuviese ; el no esperar que los amigos le
adivinen á uno con su gusto ó inclinación , sino
procediendo francamente con ellos.
XV. En Máximo advertí que debe uno ser
dueño de sí mismo, sin dejarse jamás arrastrar de
las ocasiones ; que así en otras cualesquiera cir
cunstancias como en las mismas enfermedades ,
II
ha de estar uno de buen ánimo ; que debe gene
ralmenteres
tener bien templadas y moderadas las
costumb
, parte suaves y apacibles , parte gra
ves y majestuosas ; que sin quejas ni murmura
ciones debe uno cumplir con las obligaciones que
le están á su cargo; observé que todos creían de
él que así sentía como decía, y que cuanto obra
ba todo lo hacía de buena fe y sin fin torcido.
Noté en el mismo un no admirarse jamás, no
pasmarse de nada , no andar jamás apresurado ,
jamás perezoso, jamás perplejo , jamás en lo inte
rior acongojado ni en lo exterior fingidamente ri
sueño, jamás de nuevo enojado, jamás, finalmen
te, poseído de sospecha. Á más de esto, vi en él
una gran inclinación á hacer bien , á perdonar
dando que
an
siempre
fácilmente,
la verdad,
pruebas ádedecir
tes
pervertido
no poder
ser jamás
necesitar
alguna vez de ser corregido ; y lo que
de par
me
eció cosa
bien rara, que nadie tuvo jamás
motiv
o
iaba
ni se tenpara
que Máximo
él ; por finle, qdesprec
ía popensar
ue no que
r mejor que
ria ser
sobradamente urbano y dis
creto nreputado
i que se ppor
agaba de cortesías .
virt.udes
Mi: padre
ejemplar de todas
me ncia
dió un
lasXVI
de cleme
y mans
edumbre ; de
constancia
inalterable en las resoluciones toma
das con madurez ; de indiferencia respecto á la
glori
a
las qu popular
hacer
; d appoco casoá lde
s t , mostrando
p h
os
neg e e ienen or onras e licaci
ón á oir
con gust , y sin cesa pres
oci
r
o
tánd
os
ose
12
á los que quisiesen proponerle algún proyecto de
pública utilidad.
Este mismo me presentó á la vista el modelo de
un príncipe tan amante de la justicia, que era in
accesible á toda sugestión que le estorbase el dar
á cada cual su merecido ; hábil en sostener sus
resoluciones y en desistir de ellas cuando conve
nía ; ajeno de familiaridad con los mancebos, con
todos jovial y humano, dejando en plena liber
tad á sus amigos para que no asistiesen á sus con
vites, ni obligándoles á que le acompañasen en
sus largos viajes, sin que, por esto, los que por
alguna precisión se hubiesen quedado dejasen
de hallarle siempre el mismo.
Me acuerdo de su aplicación exacta y constan
te en sus consejos y deliberaciones, no alzando
mano de ellas sin una cabal averiguación , ni
dándose por satisfecho con una información pron
ta y superficial ; de su cuidado en conservar la
correspondencia con sus amigos, no fastidiándo
se de unos ni apasionándose de otros con exceso;
de su fácil resignación en todo acontecimiento ,
y estar siempre risueño ; de lo próvido que solía
ser, previniendo sin ruido ni alboroto, y muy de
antemano, aun las cosas de menor consideración;
de cuán amigo era de reprimir el aplauso y todo
género de lisonja hacia su persona ; cómo con
suma atención miraba por las necesidades del
imperio , dispensando con cuenta y razón los te
soros públicos del erario, y despreciando las
13
murmuraciones de cuantos en este particular le
tachasen de poco espléndido y liberal , como tam
bién procuraba no ser supersticioso en el culto
de los dioses , ni menos intentaba granjearse el
aplauso popular por medio de agasajos ó lison
jas ; antes bien era en todo muy moderado y
constante, sin que jamás faltase á su decoro ni
fuese amigo de novedades.
Por lo que mira á los bienes que sirven de re
galo á la vida, de los cuales la fortuna es la que
da la abundancia, me gobierno por el régimen que
tenía mi padre, aprovechándose de ellos , aunque
sin fausto, con plena libertad; de suerte que, cuan
do los tenía, sin rebozo los gozaba ; y cuando ca
recía de ellos, ni aun daba señales de echarlos de
menos ; en cuanto á su manera de discurrir, ja
más .ninguno dijo que fuese sofista, ni un bufón
criado en palacio, ni un bachiller ó escolástico
sombrío; antes bien era de todos tenido por un
hombre maduro, de un saber consumado, enemi
go de ser lisonjeado, capaz de gobernar, no sólo
sus propios negocios , sino también los ajenos.
Siendo inclinado á honrar á aquellos que de ve
ras se daban á la virtud y ejercicio de la filosofía,
no por eso solía dar en cara á aquellos otros que
se vendían por filósofos sin serlo ; en la conver
sación y trato familiar era afable, y de un chiste
moderadamente gracioso y sin fastidio ni ofensa
- de nadie ; yo le veía diligente en el cuidado y
compostura de su propio cuerpo ; pero con tal mo
14
deración que no pareciese un hombre demasia
do amante de la vida, ni dado á un adorno afec
tado, ni, por el contrario, enemigo de todo aseo,
sino de modo que procuraba con diligencia man
tenerse en un estado en que no necesitaba de re
medios interiores ni exteriores de la medicina. Y
lo que es más, yo le veía ceder, sin dar señal de
envidia, á los hombres excelentes en alguna fa
cultad, por ejemplo , en la oratoria , en la juris
prudencia, en la ética ó en cualquiera otra seme
jante, dándoles la mano para que cada uno en su
profesión consiguiese una suma aceptación y
aplauso. Siendo en realidad observante de la dis
ciplina antigua y de las leyes de su patria , no
por esto afectaba ser tenido por tal. Tampoco
gustaba de andar á menudo mudando de lugares
y ocupaciones; antes bien tenía mucho gusto en
morar en unos mismos sitios y ocuparse en los
mismos ejercicios ; tanto que, así que le cesaban
los agudos dolores de cabeza de que solía verse
molestado, al punto con nuevo empeño y vigor
volvía á sus acostumbradas fatigas.
Era un principe que rarísima vez y en po
quísimas cosas hacía misterios , y nunca sobre
otros negocios que en los que eran propios del
Estado. Como no se gobernaba sino por las re
glas sólidas de su deber, sin dejarse llevar del
aura popular, guardaba una prudente modera
ción en lo que mira á dar espectáculos y rego
cijos públicos ; á levantar fábricas y monumentos
15
magníficos ; á regalar al pueblo con donativos y
distribuciones, y en otras cosas de esta natura
leza. No usaba á deshora del baño ; no tenía pa
sión por edificar ; no se cuidaba de manjares de
licados en la comida, de nuevas modas y exqui
sitos colores en el vestido ; no solicitaba tener
entre sus pajes la flor de la más bella juventud .
La toga, que en el lugar de Lorio llevaba,
había sido trabajada en una aldea vecina ; co
múnmente en Lanubio iba con sólo la túnica, y
en el Tusculano usaba la pénula , si bien solía
disculparse de la libertad que en esto se tomaba.
Y ésta era habitualmente su manera de vivir;
de suerte que no se conocía en su conducta rastro
alguno ni de aspereza, ni de altanería, ni de ex
ceso tan vehemente y precipitado que tuviese
en ello lugar lo que vulgarmente se dice: No
más; basta ya, que apunta el sudor; antes bien se
veían todas sus cosas meditadas con madurez,
despacio y sin turbación ; con orden , vigor y
perfecta correspondencia entre sí mismas ; y así
se le podía aplicar con razón lo que de Sócrates
suele decirse : que sabía y podía igualmente abs
tenerse y gozar de aquellos bienes, de los cuales
generalmente ni pueden los hombres privarse
por su delicadeza, ni disfrutar moderadamente
por su destemplanza. Y en realidad de verdad, es
prueba de un hombre perfectamente sabio y su
perior a las pasiones el saber en lo uno ser su
frido y en lo otro templado. Por fin, en mi padre
16
admiré mucho el modo con que se portó en la en
fermedad de Máximo.
XVII. Debo á los dioses, así el haber tenido
buenos abuelos, buenos padres, una buena her
mana, buenos maestros, buena familia, parientes,
amigos, y, por decirlo en breve, todo género de
bienes, como el no haber faltado en nada á mi
deber con ninguno de ellos, tanto más teniendo
yo en mí mismo tal disposición que, en fuerza
de ella, si se me hubiese ofrecido la ocasión, ha
bría sin duda cometido alguna falta en este par
ticular; pero gracias á los dioses , que con su fa
vor nunca hubo tal concurrencia de cosas , que en
ella se descubriese mi ruin disposición.
Á los mismos agradezco, ya el no haber sido
por largo tiempo educado en casa de la dama de
mi abuelo, ya también el no haber marchitado
con ninguna infamia la flor de mi juventud,
y el no haber consentido en contraer matrimo
nio antes de sazón , sino haber dejado que pasase
primero algún tiempo . Los mismos dispusieron
que yo viviese bajo la dirección de un príncipe
y juntamente padre, de quien no ignoraban que
me había de quitar todo género de orgullo, ha
ciéndome entrar en la idea de que se puede
componer fácilmente el que uno viva en palacio,
sin que necesite de guardias, ni use vestidos
suntuosos , ni le precedan en el público lámpa
ras , ó sean hachas encendidas ; no teniendo en
los salones aquella larga serie de estatuas , ni
17
gastando semejante pompa y aparato ; antes, por
el contrario, cabe muy bien que uno en palacio
se reduzca á imitar muy de cerca la vida priva
da de un ciudadano particular, sin que por esto
pierda un punto de su grandeza y fuerza para
ejercer con toda la autoridad de superior las fun
ciones públicas del Imperio.
Beneficio fué de los dioses el haberme cabido
en suerte un hermano tal, que, por una parte, me
obligase con sus costumbres á cuidar mucho de
mi misma conducta, y por otra, con el respeto y
amor que me tenía, me sirviese de grande con
suelo ; beneficio, el haberme dado unos hijos no
faltos de talento y no contrahechos ; beneficio, el
que yo no hiciese grandes progresos en la retó
rica, ni en la poesía, ni en otros estudios ; porque
tal vez en éstos me hubiera estancado, sin pasar
á otra cosa, si en ellos me hubiera visto muy
adelantado. Me reconozco obligado á los mismos
por haber yo promovido á los que corrieron con
mi educación, concediéndoles los honores que á
mi parecer deseaban, y no dilatando sus espe
ranzas con las buenas razones de que todavía
eran jóvenes y que con el tiempo les premiaría.
Tengo por singular favor de la Providencia divi
na el haber conocido á Apolonio , Rústico y
Máximo, como también el que muy á menudo y
con mucha claridad se me representase el siste
ma de una vida conforme á la naturaleza.
De modo que, por lo que mira á los dioses, á
2
18
los movimientos interiores, á los auxilios é ins
piraciones que de parte de ellos recibí, me hallo
en estado de vivir acorde con la naturaleza, si
yo por mi culpa, ó por no querer seguir y obser
var los avisos, y no sé si diga las lecciones, que
ellos mismos me dan, no me quedare atrás. ¡Qué
diré de que mi cuerpo haya podido por tanto
tiempo resistir al trabajo en este género de vida;
de que yo no llegase á tener un trato poco decen
te ni con Benedicta ni con Theodoto, sino que con
el tiempo me viese libre de aquellos afectos poco
castos á que antes había dado lugar ; de que, eno
jado muchas veces contra Rústico , no por eso
jamás me propasé á alguna resolución de que
después tuviese que arrepentirme !
No vivo menos reconocido á la misma Providen
cia, habiéndola debido el que mi madre, aunque
hubiese de morir joven, con todo tuviese el con
suelo de pasar en mi compañía los últimos años de
su vida; el que yo , cuantas veces quise socorrer á
algún pobre, ó bien á otro cualquiera que tuvie
se necesidad de mí para distinto fin, jamás me
oyese decir que no tenía por entonces dinero con
que poder hacerlo, y que ni tampoco me viese yo
en igual necesidad de socorro ajeno.
El que yo, por mi buena suerte, tuviese una con
sorte de unas prendas tan bellas, tan inclinada
á complacerme, tan apasionada por mí, de una
condición tan llana y sencilla ; el poder echar
mano de tantos y tan hábiles maestros para mis
19
hijos ; el proponerme entre sueños aquellos re
medios de que yo necesitaba, y, entre otros, los
que me habían de servir contra el esputo de san
gre y los vahidos de cabeza, lo que me aconte
ció en Gaeta. El que, habiendo yo concebido
mucha pasión por la filosofía, ni tuviese la des
gracia de dar con algún sofista, ni de perder ma
lamente el tiempo en revolver escritores, ó en
resolver silogismos, ó en discurrir de meteoros;
porque sin duda es así, que cuanto acabo de re
ferir no me pudo acontecer sin el socorro de los
dioses y favor de la fortuna.
Esto se escribió entre los quados, cerca de
Granea.
. LIBRO SEGUNDO
I. Por la mañana no dejes de hacerte esta
cuenta, diciendo : tropezaré hoy con algún curio
so, con algún ingrato, con algún provocativo, con
otro doloso, con otro envidioso, con otro intrata
ble: todos estos vicios les vienen á ellos de la ig
norancia del bien y del mal. Pero yo , que, por
una parte, tengo bien visto y meditado que la na
turaleza del bien totalmente consiste en lo hones
to, la del mal en lo torpe, y que, por otra, conoz
ço á fondo ser tal la condición del que peca que
no deja de ser mi pariente, no por un vínculo
20
común de una misma sangre ó prosapia, sino
porque participamos de una misma mente y par
ticula 6 porción divina , bien sé que ninguno de
éstos puede perjudicarme (puesto que ningún
otro, no queriendo yo , puede complicarme en su
infamia), ni debo enojarme contra quien es mi pa
riente, ni concebir odio contra su persona. Porque
los hombres hemos nacido para ayudarnos mu
tuamente, como lo hacen los pies, las manos, los
párpados, los dos órdenes de dientes ; por tanto,
es cosa contra la naturaleza que unos á otros nos
ofendamos, como sin duda lo hace el que se eno
ja con otros y les es contrario.
II. Todo mi ser consiste en una porción de
carne , espíritu y mente, que es la parte princi
pal. Déjate ya, pues, de libros : no te distraigas,
¿No tienes en tu mano hacer cuanto te digo? Tú,
como quien en breve ha de morir , desprecia tu
cuerpezuelo, que no es otro que una crasa sangre,
unos huesecillos y un tejidillo de nervios, de pe
queñas venas y de arterias. Mira qué cosa viene
á ser tu espíritu : viento es ; ni siempre un mis
mo viento , antes bien de un instante á otro re
novado. Quédate, pues, en tercer lugar la mente,
parte principal. Hazte así la cuenta : viejo eres,
no permitas más que el alma , de suyo señora, se
esclavice , ni que sea agitada con el ímpetu de
las pasiones contrarias á la sociedad : no te desa
zonen las presentes disposiciones del hado , ni
las futuras te asusten.
2L
III. Las obras de los dioses se dejan ver lle
nas de providencia ; las de la fortuna, ó tienen su
origen en la misma naturaleza, ó no suceden sin
concierto y conexión con aquellos efectos á los
cuales rige y preside la Providencia, de la cual
todo dimana. Además de que así la necesidad co
mo la utilidad del universo , del cual tú eres una
parte , pide de suyo que las cosas tengan este
curso que vemos. Y podemos decir que es bien
de cada una de las partes de la naturaleza aquello
mismo que la condición del universo lleva con
sigo, y aquello también que de suyo se ordena á
la conservación del mismo.
Ahora pues, ¿quién no ve que igualmente la
mutación de los elementos y de los mixtos con
servan en su ser al mundo ? Esto te baste ; estos
sean para ti tus dogmas perpetuos ; echa, pues, de
ti esa sed insaciable de leer, para que no mueras
con repugnancia; antes bien con resignación ver
dadera, y agradecido á los dioses, por más que no
hayas podido leer tanto libro como deseabas.
IV. Recuerda cuánto tiempo hace ya que
dilatas la ejecución de estas máximas, y cuántas
veces, habiéndote los dioses concedido aquel pla
zo que te habías prefijado, con todo no te has
aprovechado de él. Es menester, pues, que ahora
por fin conozcas de cuál mundo eres una parte,
y de cuál gobernador del mundo has salido como
un destello ; que medites que tienes predefinido el
término de tu vida en un tiempo acotado ; del
22
Cual, si no te aprovechares, serenando tus apeti
tos y pasiones, él se te pasará, y tú pasarás con
él, y otra vez no volverá.
V. Cuida á todas horas de obrar valerosa
mente, como corresponde á un romano y á un
hombre de gran vigor, ejecutando aquello que tu
vieres entre manos con una gravedad perfecta y
natural, con mucha humanidad, con franqueza,
con entereza y justicia ; poniendo en calma tu co
razón, desembarazado de cualquiera otro cuidado
y pensamiento. Y podrás ciertamente ponerlo en
calma si hicieres cada acción en particular, como
si ella fuere la última de tu vida; libre de toda
temeridad, libre de todo afecto contrario á los
dictámenes de la razón, libre de ficción, de amor
propio y de displicencia en las disposiciones del
hado. ¿No ves cuán pocas máximas son aquellas
que, bien practicadas, bastan para norte de unafe
liz navegación en el mundo y entable de una
vida casi divina ? Porque los dioses se darán por
satisfechos del que estas cosas observare.
VI. Tú, oh alma mía, te deshonras, te lo vuel
vo á decir, te deshonras á ti misma, ni te haces
cuenta que no tendrás más tiempo de adquirirte
aquel honor que á ti misma te debes ; porque
ninguno tiene más que una vida, y ésta se te pa
só casi toda sin contar con el respeto debido á tu
misma dignidad, antes poniendo toda tu felicidad
en hacerte honor para con los otros.
VII. Mira no te distraigan los negocios ex
23
teriores que te sobrevinieren ; antes bien procura
desocuparte para aprender algo más, y déjate de
andar girando de acá para allá, como una deva
nadera. Porque ve aquí otro engaño y error, y es
que muchos, en una vida muy ocupada y laborio
sa, emplean su trabajo en cosas frívolas, sin pro
ponerse blanco alguno al cual absolutamente di
rijan todas sus miras y afectos.
VIII. No irá mal á alguno por no entrome
terse en lo que ocurre en el ánimo de otro ; pero
es imposible el que deje de ir mal á quien no es
cudriña lo que pasa en el suyo.
IX. Es menester tener siempre presentes es
tas pocas ideas : primera, cuál es la naturaleza del
universo ; segunda, cuál es mi misma naturaleza;
tercera, cuál es el orden y respecto que ésta tie
ne para con aquélla ; cuarta, cuál parte viene és
ta á ser, y de qué todo viene á ser la tal parte;
quinta, que ninguno puede impedir que tú hagas
siempre y digas aquello que sea conforme con
aquella naturaleza de que eres una parte.
X. Verdaderamente habló como filósofo Teo
frasto cuando , en aquella comparación que hacía
de los pecados entre sí (según que uno, vulgar
mente hablando , puede comparar cosas entre sí
iguales), dijo : que los pecados cometidos por de
leite son más graves que los que por ira se sue
len cometer ; porque se ve que un hombre enoja
do se aparta de la razón con cierta angustia de
corazón; pero el que por satisfacer su gusto peca,
24
vencido del deleite muestras da d eser un hom
bre más destemplado y en cierto modo afemina
do en sus pasiones. Dijo, pues, bien , y conforme
á las máximas de la filosofía , que un desorden
cometido por gusto era mayor delito que otro
hecho con dolor. Lo que no se puede dudar es que
el uno se parece más á un hombre que, provoca
do, se ve forzado á irritarse por la pena que en si
siente; pero que el otro de suyo hiere, siendo el
primero en hacer una sinrazón , movido á obrar
por capricho y antojo.
XI. Es necesario que en todas tus acciones y
pensamientos te portes como quien puede en el
mismo punto salir de esta vida, si bien -esto de
salir de entre los hombres, si hay dioses, nada
quiere decir, puesto que ellos ningún mal podrán
hacerte ; pero si no los hay, 6 si, por más que los
haya, no cuidan ellos de las cosas humanas, ¿ para
qué quiero yo vivir en un mundo falto de dioses
y sin Providencia? Pero la verdad es que los hay,
y que miran por las cosas humanas, dejando en
nuestra mano el que no vengamos á incurrir en
los que son verdaderamente males. Y la verdad
es que si alguna de las otras cosas que se repu
tan por males fuese un verdadero mal , habrían
los dioses tomado sus medidas á fin de que fue
se libre cada uno de no caer en él.
Pues en este sistema de cosas, ¿ cómo podrá lo
que no hace peor al hombre en sí mismo empeo
rar la vida del hombre ? Ello es cierto que la na
S
25
turaleza del Universo ni por ignorancia habría
dejado de proveer de remedio para este mal, ni
de propósito lo habría despreciado (como sin ar
bitrio para precaverlo ó corregirlo, según algu
nos falsamente opinan), ni, en suma, habría co
metido un descuido tan grande, ó por falta de
poder, ó de saber, como sería el que, con suma
confusión , los bienes y los males verdaderos
fuesen igualmente comunes á buenos y malos.
Nosotros ahora, sin duda, vemos que la muerte y
la vida, el honor y la infamia , la molestia y el
deleite , la riqueza y la pobreza, no siendo cosas
de suyo honestas ni torpes , acontecen á bue
nos y malos; luego ellas en rigor ni son bienes ni
males.
XII. Es asunto digno de toda atención refle
xionar con cuánta velocidad se pasa todo ; cuán
presto en el mundo mismo desaparecen los cuer
pos ; cuán en breve hasta la memoria de ellos se
borra en la posteridad : que ésta es la condición
de todos los objetos sensibles , y con particulari
dad de aquellos que blandamente nos halagan, 6
con molestia nos apartan de sí, ó con su vanísimo
aparato nos encantan : concluir cuán viles son es
tas cosas, cuán dignas de desprecio, cuán sórdidas ,
cuán caducas y perecederas. Ni conviene meditar
menos quiénes son aquellos de cuyo modo de
pensar y hablar depende la gloria y la fama. Pero
sobre todo es necesario tener bien entendido qué
cosa sea morir ; porque si uno lo considera como
26
ello es en sí, procurando con una precisión exac
ta en sus ideas separar de la muerte los horrores
y espantos que abulta la imaginación, verá que
el morir no viene á ser otra cosa que un efecto
propio de la naturaleza , y claro está que es cosa
pueril si alguno teme los efectos de la naturale
za. Lo más es que no sólo el morir es efecto de la
naturaleza, pero aun conveniencia de la misma.
Por fin debe un sabio meditar de qué manera se
une un hombre con Dios.
XIII. No puede darse cosa más infeliz que un
hombre que, girando de acá para allá, y corrién
dolo todo, averiguando hasta lo que está bajo
tierra é indagando por conjeturas los pensamien
tos y secretos de su prójimo, no acaba de enten
der que le basta el saber conversar con sola aque
lla mente que dentro de sí tiene, haciendo con ella
los oficios que la son debidos. Y los oficios que
se deben hacer con ésta consisten en conservarla
libre de pasiones, de temeridad , de disgusto y
repugnancia en aquellas cosas que de parte de los
dioses y de los hombres acontecieren . Porque las
cosas de los dioses son dignas de toda veneración
por ser obras virtuosas , y las de los hombres,
siendo éstos nuestros prójimos , deben sernos gra
tas y bien aceptadas , si bien alguna vez las mis
mas en cierto modo nos deben ser objeto de com
pasión, atendida la ignorancia del bien y del
mal de la cual proceden ; siendo así que no es
menor defecto este género de ceguedad en el
27
ánimo que aquella que nos priva de poder dis
cernir lo blanco de lo negro.
XIV. Por más que tú hubieses de vivir tres
mil años, y, si quieres aun, treinta mil , con todo,
haz por acordarte que ninguno pierde otra vida
al morir que esta con que vive, ni vive con otra
· que con esta que pierde ; así que lo más largo y
lo más breve de la vida viene al cabo á reducirse
á lo mismo, porque para todos es igual aquel
momento presente en que se vive ; será, pues,
igual á todos lo que se pierde de vida , y de este
modo lo que se pierde viene á ser un indivisible.
Y la razón de todo es porque ninguno puede per
der ni aquel tiempo que ya se le pasó, ni tampo
co el que aun está por venir: porque ¿ cómo se
puede quitar á uno lo que uno no tiene? Convie
ne, pues, tener siempre en la mente estas dos
máximas : la una es que, puesto que todas las co
sas desde una eternidad se presentaron con el
mismo semblante y siguieron el mismo curso y
giro, el contemplarlas ciento, doscientos años ó
un tiempo ilimitado, en realidad no se diferencia
en nada. La otra es que el que hubiere de vivir
una vida muy larga, y el que hubiere de morir
muy pronto, igual momento de vida pierden; por
que únicamente podían ser privados del tiempo
presente que sólo gozaban, visto que nadie pier
de lo que no posee.
XV. Que todo sea una vanidad fundada en
sola opinión lo declara Monimo el Cínico en
28
sus escritos, cuya utilidad claramente verá aque
que supiere valerse del chiste que en ellos reina,
sin pasar más allá de lo que permite la verdad.
XVI. El alma del hombre se infama á sí
misma, con particularidad cuando viene á ha
cerse, por lo que á sí toca, como un tumor ex
traordinario en el cuerpo político del mundo ; por
que el no conformarse con alguno de los acon
tecimientos que ocurren viene á ser cierto
absceso de la naturaleza universal , en la que to
das las demás cosas, cada una por su parte, ocu
pan su lugar respectivo . ¡Y acaso no la sucede esto
mismo siempre que se muestra adversa ó hace
oposición á alguno de los otros hombres con el
fin de hacerle mal, como suelen practicarlo las
almas que se hallan poseídas de ira ! Lo tercero ,
á sí misma se deshonra el alma racional cuando
cede y se da por vencida del deleite ó de la pe
na; lo cuarto , cuando , á manera de hipócrita,
hace ó dice algo fingida y falsamente ; lo quinto,
cuando, no proponiéndose blanco alguno en sus
acciones ni en sus apetitos, obra temerariamente,
siendo así que aun las más mínimas acciones de
ben hacerse con el debido orden y respecto á su
fin, el cual fin en las racionales no es otro que el
obedecer á la razón y sujetarse al derecho de la
naturaleza, que es, por decirlo así, la más noble
y más antigua ciudad y gobierno.
XVII. El tiempo de la vida humana no es
más que un punto ; la materia de que se compone el
29
hombre padece sin cesar una continua disipación;
sus sentidos torpes y oscurecidos ; toda la cons
titución del cuerpo se inclina fácilmente á la co
rrupción ; el alma inconstante y en continua agi
tación ; la fortuna incierta y difícil de atinar ; la
fama muy dudosa é indefinible ; en suma, to
das las cosas propias del cuerpo son á manera de
un río, que siempre corre; las del alma vienen á
ser un sueño y un poco de humo ; la vida , una
guerra perpetua y la corta detención de un pe
regrino ; la fama de la posteridad, un olvido.
¿Qué cosa, pues, hay que nos pueda llevar á sal
vamento ? Una sola , y ésta es la filosofía; digo
aquella filosofía que se empeña en conservar sin
ignominia ni lesión el espíritu, ó mente interior,
en mantenerlo superior al deleite y al dolor; lejos
de obrar sin reflexión , lejos de toda falsedad y
ficción ; contento consigo mismo , y sin necesitar
de que otro haga ó no haga tal cosa ; conforme
con todo lo que viniere, y satisfecho, además de
esto, con la parte que le tocare en los varios su- `
cesos , ya que todos vienen de aquella misma
mano de donde él salió, y sobre todo capaz de
ver venir la muerte con un ánimo plácido y so
segado, persuadiéndose de que no es otra cosa
que la separación de aquellas partes de que todo
viviente animado se compone. Y, en efecto, si á
los mismos elementos no les viene mal alguno de
que los unos de continuo se muden y conviertan
en otros, ¿por qué temerá uno la mutación y re
1
0
30
solución de todas las otras cosas ? ¿No es ella
conforme á la naturaleza? ¿Puede acaso una cosa
conforme á la naturaleza ser mala ?
Esto se escribió en Carnuto .
LIBRO TERCERO
I. No se debe contentar uno con hacerse sólo
la cuenta que, acortándosele de día en día el
tiempo de la vida, la parte que le queda por ins
tantes se le va haciendo menor, sino que mucho
más debe reflexionar que, si más tiempo viviere,
estará siempre incierto si una igual disposición
de mente en que se halla le acompañará en ade
lante , pronta para la inteligencia de las cosas
ocurrentes, y para aquella meditación que de su
yo conduce al verdadero conocimiento de las co
sas divinas y humanas. Porque si una vez la ra
zón empezare á flaquear, por más que no le falte
á uno ni la transpiración, ni la nutrición , ni la
fuerza de imaginar y de apetecer, ni de otras fa
cultades semejantes, con todo , se le apagará el
vigor para poder usar de sí mismo, para cumplir
á la perfección con su deber, para ordenar y arre
glar bien sus pensamientos y para resolver con
madurez si ya es tiempo de darse la muerte; final
mente, para ejecutar todas aquellas cosas que pi
den una razón ejercitada y vigorosa. Conviene,
31
pues, darse prisa, no sólo porque por momentos
se va uno acercando más á la muerte, sino por
que le va desamparando el conocimiento y refle
xión en los negocios .
II. Ni deja de ser cosa digna de considera
ción que todo aquello, que es como sobrepuesto
á alguna obra principal de las que hace la natu
raleza, lleva un atractivo particular. Lo mismo
vemos que sucede al pan que en el horno se
abre, no obstante eso, aunque aquellas hendi
duras son de algún modo fuera de la intención
del panadero, con todo le dan hermosura y ex
citan muy particularmente la gana de comerle.
Asimismo los higos, cuando están muy sazona
dos, suelen abrirse; y en las aceitunas reventadas
de maduras, el mismo distar poco de la corrup
ción añade al fruto una estima y aprecio singu
lar. Y si uno se pusiese á considerar despacio y
en particular la naturaleza, hallaría que el incli
narse hacia abajo las espigas, que la melena del
león, que la espuma en la boca del jabalí, y, por
abreviar, otras mil cosas más, aunque por sí mis
mas ninguna hermosura ofrezcan á la vista , no
obstante, por ser añadiduras, que de suyo van
con las demás obras de la naturaleza, á un mis
mo tiempo las hermosean y causan admiración;
de modo que si uno tuviese un ánimo atento y
fijase altamente la consideración en las cosas
que se hacen en el mundo, estoy por decir que
aun en estas como consecuencias y adiciones na
32
turales, nada se le presentaría que no le parecie
se en cierta manera más agradable ; y así tam
bién aquella abertura de boca, vista en las fieras
á quienes es natural, no le deleitaría menos de lo
que suele deleitar cuando los pintores y estatua
rios la remedan ; y este mismo podría con ojos
castos mirar igualmente la amable belleza de los
niños que aquella madurez y gracia ya pasada
que muestran en su semblante las personas de
mucha edad. Y, por último, otras muchas cosas
de este jaez se le pondrían delante, las cuales no
pueden ser del gusto de todos, sino sólo de
aquel que se ha hecho familiar la naturaleza y
tiene ejercitada la mente en la verdadera con
templación de sus obras.
III. Hipócrates, habiendo curado á muchos
de grandes males, enfermando él mismo , al cabo
murió. Á muchos predijeron la muerte los cal
deos, y no por eso dejó de llegarles su día y des
tino fatal. Alejandro, Pompeyo y Cayo César,
habiendo tantas veces destruído desde los ci
mientos muchas ciudades y habiendo degollado
en campo de batalla muchísimos centenares de
infantes y caballos , al fin también fallecieron
ellos mismos. Murió Heráclito de enfermedad de
hidropesia y cubierto de estiércol , sin que le
preservase una prolija disertación sobre el últi
mo incendio del universo. Demócrito murió co
mido de parásitos, y parásitos, bien que de otra
casta, quitaron la vida á Sócrates. Pero ¿ á qué
33
viene todo esto ? ¿Á qué ha de venir ? Te embar
caste, hieisté tu viaje, Hegaste al puerto, desem
barcaste, qué si es para vivir otra vida, ni aun allá
echarás menos á los dioses ; pero si es para que
darte del todo sin sentido, acabarás ya de verte
agobiado de penas y privado de gustos, no sir
viendo ya á ese vaso inmundo de tu cuerpo, qué
es de condición tan inferior, y que de suyo de
biera servir como esclavo, puesto que, en el hom
bre, la una parte consiste en la mente y espíritu;
la otra no és más que tierra.
IV. No malogrés el tiempo que te queda en
averiguar vidas ajenas, á no ser que lo hagas
con la mira de servir al pueblo , quiero decir que
no revuelvas en tu imaginación qué hace este ó
aquel y por qué lo hacé; que dice, qué piensa, qué
maquina, y otras cosas â este modo, porque la cu
riosidad de los hechos ajenos distrae del cultivo y
cuidado de su mismo espiritu. Es menester, pues,
guardarse mucho, que en la serie y discurso de
tus pensamientos nada se entrometa de temerario
y superfluo, y con más especialidad nada de cu
rioso y maligno ; y también acostumbrarte á me
ditar solamente en aquello sobre lo cual, de re
pente reconvenido : ¿ en qué piensas ahora ?, pu
dieses al punto con toda franqueza responder : en
esto 6 en aquello pensaba ; de suerte que por la
tal respuesta, al momento se dejase ver un ánimo
en todo sincero, y bondadoso, propió de quien
ama la sociedad, de quien desprecia los placeres y
3
34
de una vez echa de sí las ideas de una vida afe
minada ; de quien ni tiene odio, ni envidia, ni
sospecha contra nadie, ni otro afecto alguno des
ordenado, por el cual le sea preciso avergonzarse
al decir claramente que aquello era lo que en la
mente tenía. Porque un hombre de esta clase,
debiendo sin más pruebas ser reputado por un
varón perfecto, viene á ser como un sacerdote y
ministro de los dioses, que se sirve, como es ra
zón, de aquel numen que tiene en su pecho con
sagrado. Esto mismo hace que un hombre tal no
se contamine con los deleites ; que sea invenci
ble en todo trabajo , exento de toda especie de
injuria, ni le haga impresión alguna la maldad
ajena; que sea un atleta glorioso en el más bello
certamen, nunca vencido ni arrastrado de pasión
alguna ; empapado en la justicia y virtud ; abra
zando con toda el alma cuanto acontece y dis
pensan los hados ; entretenido rara vez, y nunca
sin grande necesidad y utilidad pública, en pen
sar lo que otros dicen, hacen ó maquinan , úni
camente pára sus mientes en perfeccionar sus
acciones y está atento continuamente á la parte
que le cabe en el repartimiento de los hados
consiguientes en el universo ; y así en lo uno
cumple con su deber, y en lo otro se persuade de
que las disposiciones son santas, puesto que la
suerte que á cada uno en particular se le ha deș
tinado , sobre cuadrarle muy bien, al mismo tiem
po se ve serle muy útil. Él mismo tiene bien pre
35
sente que, logrando todo lo que participa de ra
zón un común parentesco, también es conforme
á la naturaleza humana el cuidar é interesarse en
las cosas pertenecientes á su prójimo ; pero no de
modo que busque el aplauso y aprobación de to
dos, sino solamente de aquellos que, sin disputa
alguna, viven conforme á las leyes de la natu
raleza ; porque respecto de los que no viven en
esta forma, no se olvida jamás de cómo estos ta
les se portan en casa y fuera de ella, de día y de
noche, y cómo gustan de revolcarse en un mismo
lodo con otros sus iguales ; por consiguiente,
tampoco cuenta con las alabanzas de aquellos
que de sí mismos no están satisfechos.
V. No hagas cosa alguna de mala gana, ni
hagas tus cosas sin respecto al bien común ; nada
harás sin examinarlo de antemano, ni lo harás
arrastrado de alguna pasión. No busques un ador
no afectado de palabras para explicar tus pensa
mientos ; no seas amigo de hablar demasiado, ni
hombre de muchos negocios, Antes bien, procu
ra que ese tu dios 6 tu espíritu sea el conductor
y guía de un varón grave, de un anciano, de un
ciudadano amante del pueblo , de un romano,
de un príncipe tan resuelto como el que más á
partirse de esta vida sobre la marcha al mismo
punto que oyere la señal de la retirada. Nunca
necesites de juramento ni de testigo alguno para
ser creído. Á más de esto mantén un semblante
placentero, indicio de un ánimo que no necesita
36
de que otros le procuren su tranquilidad interior;
es menester, pues, que te mantengas sobre ti, no
necesitando de otro apoyo.
VI. Si en el discurso de la vida hallares algo
más recomendable que la justicia, la verdad, la
moderación , la fortaleza , y, para decirlo de una
vez, de mayor aprecio que aquella disposición
de ánimo en fuerza de la cual uno se conforma
gustoso con la recta razón en la práctica de sus
acciones , y se contenta con las disposiciones del
hado, que no dependen de su elección ; si algo,
digo, hubieres visto de mejor condición , abrazán
dolo con toda tu alma, goza enhorabuena de ese
mayor bien. Pero si nada se te presentare más
excelente que ese tu espíritu ó numen en tu pe
cho consagrado , que es el que tiene á raya sus
propios apetitos , que examina los pensamientos
que se ofrecen á la fantasía, que se desprende de
los halagos de los sentidos , como Sócrates solía
decir ; que se sujeta á sí mismo á los dioses y que
tiene cuenta con el bien del prójimo ; si hallares ,
pues, que toda otra cosa es mucho menor y de
menos valor que tu espíritu , no quieras dar cabi
da á otro bien alguno ; al cual si una vez te rin
dieres , ya no podrás después , sin mucha repug
nancia y contradicción, dar el primer lugar á
aquel otro que es propiamente tu bien. Y, en
realidad de verdad , no es conforme á justicia y
razón que ningún otro género de bien, como es
el aplauso popular , el mando , la riqueza , el de
37
leite, se atreva á disputar el primer lugar contra
el bien honesto, propio de la razón y sociedad;
bien entendido que si uno juzgare deber con
descender en algo con cualquiera de estos bie
nes enseñoreados de su corazón, lo arrastrarán
tras sí. Digo, pues, que, escogiendo tú de buena
fe y generosamente lo mejor, te afirmes en ello.
Y sin duda lo mejor es lo más útil, y en que de
berás mantenerte, si te conduce como á racio
nal, y huir, si como á dominado del apetito, y
sobre todo procura conservar un juicio recto y li
bre de preocupaciones, para que con toda segu
ridad puedas hacer un examen verdadero.
VII. Jamás califiques de útil para ti mismo
lo que tal vez puede empeñarte en faltar á tu
palabra, en desestimar la modestia, en aborrecer
á otro, en tenerle por sospechoso , en abominar
de él, en mostrarte doble; finalmente, en apasio
narte por alguna cosa de las que no pueden ha
cerse sino á puertas cerradas. Pues quien á todo
lo demás antepusiere su mente y alma, no ha
biendo para él cosa más sagrada que las religio
sas ceremonias de la virtud, este tal no se entre
gará al llanto, no temerá la soledad ni el con
curso, y, lo que más es, no vivirá buscando la
muerte ni huyendo de ella; persuadido que nada
le va en que por más*6 menos tiempo viva unida
su alma con su cuerpo. Porque si al mismo punto
le fuese necesario partirse del mundo, tan expe
dito y desembarazado se marcharía como si hu
38
biese de ir á practicar con decoro y buen modo
cualquiera otra función de la vida, siempre acos
tumbrado á precaverse tan sólo de que su mente
rehuse los oficios propios de hombre racional y
sociable.
VIII. En el espíritu de un hombre muy mo
derado y cándido , nada hallarás corrompido ni
contaminado. Ni menos podrá la Parca arreba
tarle la vida en tal estado, que no haya llegado
ya al término de su perfección, al modo que po
dría alguno decir de una persona de teatro, que
se salía de él antes de dar fin á la acción trági
ca que representaba. Á más de esto, en el mismo
jamás verás cosa servil , ǹi afectada , ni postiza,
ni sectaria ó sediciosa, ni que se resista al exa
men, ni que pretenda quedar oculta.
IX. Ten gran cuenta con la opinión , porque
todo depende de ahí, para que jamás se intro
duzca en tu espíritu alguna opinión repugnante
á la naturaleza y condición de un viviente que
participa de razón. Y lo que la tal condición re
quiere es reserva en el juzgar , familiaridad para
con los hombres y obediencia á los dioses.
X. Echando, pues, de ti todo otro cuidado,
pon sólo atención en estas consideraciones, y al
mismo tiempo acuérdate de que cada uno no vive
más de lo que es el tiempo presente, en que vi
ve, que es un punto indivisible, y que todo el
resto de su vida, ó ya lo acabó de vivir, ó es in
cierto. Es, pues, nada lo que uno yive; nada el
39
rincón de la tierra en donde pasa su vida ; nada
la más extendida fama de la posteridad ; fama
propagada por la sucesión de unos hombrecillos
que muy en breve se morirán, y que, no cono
ciéndose bien á sí mismos, están muy lejos de
poder juzgar de los que antes murieron.
XI. Á los avisos que llevo dichos, debe aña
dirse uno más, y es que siempre se haga la defi
nición ó la descripción de aquello que nos pre
sentare la imaginación de modo que distinta
mente contemple uno cuál es su naturaleza, to
mada de por sí precisamente y mirada según to
das sus partes, y que tambien diga para consigo
mismo : tal es el nombre propio y peculiar de la
tal cosa, tales los nombres de las partes de que
se compuso y en las que se resolverá. Porque ver
daderamente nada contribuye tanto á la grande
za de ánimo como el saber examinar con método
y exactitud cada una de las cosas que suelen acon
tecernos y poder escudriñar siempre las mismas
en tal conformidad, que venga en conocimiento
de qué sirve tal cosa, qué estimación merece com
parada con el universo y qué aprecio comparada
con el hombre, siendo éste, como es, un
dada
no de aquella suprema ciudad, de la cual estas
ciudades de acá vienen á ser otras tantas casas
y familias ; de qué condición es, de qué princi
pios se compuso ; por cuánto tiempo deberá na
turalmente durar este objeto que ahora me con
figura la imaginación; de qué virtud convendrá
40
echar mano para podérmelas haber con él; por
ejemplo, si de mansedumbre, de fortaleza, de
verdad, de confianza, de candor, de frugalidad ó
de otras semejantes.
Conviene, por lo mismo , decir en cada aconte
cimiento particular : esto en verdad me viene de
la mano de Dios; eso otro sucede en fuerza de la
coligación de las cosas y del hilo fatal de las
Parcas, por esta complicación de sucesos y por
el acaso de la fortuna; aquello nace de parte de
aquel que es hombre de mi misma patria, de mi
mismo´linaje y mi amigo, pero que al mismo
tiempo ignora lo que le corresponde según los
derechos de la naturaleza, los cuales sé yo muy
bien; por esto me portaré con él con benevolen
cia y con justicia, conforme lo pide y exige ` la
ley natural de la sociedad , si bien en estas cosas
comunes de la vida no perderé de vista que
debo tratarle correspondientemente á su mérito .
XII. Si tú, siguiendo la recta razón, haces
lo que tienes entre manos, con estudio , con em
peño y buena voluntad, sin poner la mira en
ninguna otra conveniencia ni diversión ; antes
bien conservas tu espíritu por entonces tan puro
como si ya lo hubieses de restituir á quien te
lo ha dado; si, vuelvo á decir, llevas adelante tu
obra, no buscando otro bien ni huyendo de otro
mal, sino dándote por satisfecho con hacer el
presente trabajo conforme á la naturaleza y con
hablar con suma entereza lo que hubieres de de
41
cir, vivirás feliz y dichoso, además de que no
hay persona alguna que pueda impedirtelo.
XIII. Al modo que los cirujanos tienen siem
pre á la mano los instrumentos de su profesión
para las curas repentinas, así deberás tú tener
prontos tus principios, ya para entender las cosas
divinas y humanas, ya para hacerlo todo , aun lo
mínimo, en tal conformidad, como quien tiene
presente la mutua relación que unas y otras co
sas tienen entre sí, por lo que ningún oficio po
drás hacer debidamente para con los hombres
sin el tal respecto á las cosas divinas.
XIV. No te extravies más, supuesto que no
has de tener tiempo para acabar de leer tus co
mentarios, ni las proezas de los antiguos roma
nos y griegos, ni los apuntamientos que entresq
cas de los libros y reservas para el tiempo de tu
vejez. Date, pues, prisa en llegar al fin, y, deja
das las vanas esperanzas, si tienes cuenta contigo
mismo, procura mirar por tu bien,
XV. Porque esto aun pueden hacerlo los que
no saben cuántos significados tienen los verbos
de robar, sembrar , comprar , de ver lo que se
debe hacer , lo cual no se ve con los ojos cor
porales, sino con otra cierta vista interior.
XVI. Tenemos cuerpo, alma y espiritu : del
cuerpo son los sentidos, del alma los apetitos,
del espíritu los principios. Ello es así, que el for
mar la fantasía las ideas de los objetos es cosa
común á los brutos ; el ser impetuosamente agi
42
tado, como lo es un autómata, conviene también
á las fieras, á los hombres afeminados, á un Fa
laris y un Nerón ; á aquellos que no creen en los
dioses ; á los enemigos y traidores á su patria ; á
aquellos, finalmente, que de nada tienen empa
cho, después que cerraron la puerta. Ahora, pues,
si todas las otras cosas son comunes á estos de
quienes acabamos de hablar, resta que sea pro
pio del hombre virtuoso tener á su espíritu por
guía en aquellas cosas que le parecieren ser de
su obligación y abrazar con amor las disposicio
nes que los hados le hubieren decretado. El no
manchar su espiritu , que á manera de un numen
divino lo tiene consagrado en su pecho, ni per
turbarlo con un tropel de imaginaciones; antes
bien conservarle plácido y propicio, obedecién
dole con el mayor respeto y siguiéndole como á
un dios ; por fin , el que no diga cosa que sea
contra la verdad, ni ejecute acción alguna con
traria á los derechos de la justicia. Y si uno no
fuere del agrado y satisfacción de los hombres
porque siga este género de vida sencilla, modes
ta y plácida, no por eso deberá enojarse contra
nadie, ni desviarse de aquel camino, que condu
ce y lleva al término de la vida, al cual es nece
sario que uno llegue puro y tranquilo, desemba
razado y sin la menor repugnancia con la propia
suerte que le cupiere.
43 .
LIBRO CUARTO
I. El espíritu , que en el hombre domina
cuando va bien concertado con la naturaleza, se
halla en tal estado respecto á los acontecimien
tos, que siempre puede aplicarse con facilidad á
lo que en el lance se le permite y propone como
practicable; porque no se ata ni prefiere á mate
ria alguna en particular, sino que de suyo se
propone lo mejor, aunque siempre con la debida
excepción si se pudiere; y así, cualquier estorbo
que le sobreviniere, hace de él y lo mira como
materia y ejercicio de virtud. No de otra manera
que cuando un vehemente fuego se apodera de
la materia que encuentra ó le arrojan, capaz de
apagar otra pequeña luz, al instante se la con
vierte en sí mismo y resuelve, y con esto mismo
se propaga y crece.
II. Ninguna obra se ha de ejecutar en vano,
ni de otro modo que con una exacta atención y
conformidad con las reglas del arte.
III. Muchos, para su retiro, buscan las casas
de campo, las orillas del mar, los montes ; cosas
que tú mismo solías desear con anhelo ; pero todo
esto es una vulgaridad, teniendo uno en su mano
el recogerse en su interior y retirarse dentro de
sí en la hora que quisiere ; porque en ninguna
parte tiene el hombre un retiro más quieto ni más
44
desocupado que dentro de su mismo espíritu, es
pecialmente aquel que dentro de sí tiene tal pro
visión de documentos, que al punto , dándoles
una ojeada, se halla en suma tranquilidad : la que
yo ahora llamo tranquilidad no es otra cosa que
un ánimo bien dispuesto y ordenado . Date, pues,
de continuo á este retiro y rehazte de nuevo en
él. Tendrás para esto ciertos recuerdos breves
como primeros principios 6 elementos, los cuales,
prontamente reducidos á la memoria, serán efica
ces para borrar y quitarte toda pesadumbre y
para restituirte libre de enfado á aquellas funcio
nes á que hubieres de volver. Porque ¿ qué cosa
es la que no puedes sufrir con paciencia ? ¿Es la
ruindad de los hombres ? Sin embargo, haciendo
tú sobre estas máximas la reflexión de que los
hombres nacieron para ayudarse unos á otros, y
que de justicia deben sufrirse mutuamente, y que
pecan forzados y contra su intento; haciendo tam
bién memoria cuántos son los que hasta aquí, da
dos á la enemistad, al odio, á las sospechas, á las
pendencias y contiendas, al cabo murieron y fue
ron reducidos á cenizas , créeme, podrás ya con
estas reflexiones dejar de enojarte contra nadie.
Pero ¿ quizá llevas pesadamente las disposiciones
y sucesos del universo ? Mira : dejarás de disgus
tarte renovando en tu memoria aquel dilema : ó
la Providencia, 6 los átomos lo llevan así; 6 tenien
do presentes aquellas razones, con las cuales se de
muestra que el mundo es como una ciudad 6 es
45
tado, cuyo bien público debes anteponer altuyopro
pio. Pero ¿ acaso te dan pena estas cosas corpóreas
y sensibles de acá? Sin embargo,dejarás de afligir
te reflexionando que la mente, si una vez se re
coge dentro de sí, y conoce su propia virtud, no
se mezcla ni toma partido en las conmociones le
ves ni ásperas que en el cuerpo siente, y recapa
citando también todo cuanto hayas oído y apro
bado acerca de la molestia y del placer. Pero ¿por
ventura te arrastra la ambición y deseo de aplauso?
No obstante, dejarás de andar solicito en estepunto
echando los ojos hacia la prontitud con que vie
ne el olvido de todas las cosas ; hacia aquel caos
de la eternidad por una y otra parte interminable;
hacia la vanidad del aplauso ruidoso ; hacia la in
constancia y falta de juicio en aquellos que al
parecer nos favorecen con su aplauso, y, finalmen
te, hacia la estrechez del lugar en que la fama se
encierra. Porque además de que toda la tierra es
un punto, dime : ¿ cuán reducido es aquel rincon
cito que en ella se habita? y en ésta, ¿ cuántos son
y cuáles al cabo los que te han de alabar? Résta
te, pues, el que te acuerdes de retirarte dentro de
aquella soledad, en donde mora tu mismo espíritu,
y sobre todo que no te distraigas, ni tomes so
brado empeño por cosa alguna ; antes bien mués
trate superior á todas ellas, y míralas como varón
fuerte, como hombre grave, como buen ciudada
no, como quien vive para morir. Pero con espe
cialidad, entre las otras máximas de que muy
46
á menudo sueles echar mano, debes tener á pun
to estas dos : la una, que las mismas cosas no lle
gando al alma, sino quedándose inmobles á la
parte de afuera, todas tus inquietudes provienen
sólo del modo que interiormente tienes de opi
nar; la otra, que todas estas cosas que ves, no
bien habrás vuelto los ojos, cuando se habrán ya
mudado, para no permanecer más. Y tú mismo
puedes frecuentemente reflexionar cuántas mu
taciones has alcanzado ya en ellas : el mundo es
una continua mutación y una imaginación la
vida.
IV. Si es verdad que todos los hombres te
nemos un mismo principio de entender , también
lo es que todos tenemos una misma razón, con
la que somos racionales ; y si esto es así , igual
mente estamos dotados de una razón práctica de
lo que se debe hacer ó no ; si esto es cierto , á
todos nos comprende una misma ley ; y si nos
comprende, todos somos conciudadanos ; y si lo
somos, todos participamos de la policía común;
y si todo es verdad, viene á ser el mundo un es
tado universal. Pues si no, que diga alguno de
qué otro estado común podrá participar todo el
linaje humano. Sin duda que de aquí, de esta co
mún ciudad del universo nos viene á nosotros la
facultad de entender y de usar de razón, como
también de poder obrar según ley ; y si no , ¿de
donde nos proviene? Porque así como la parte
térrea que tengo en mí, la tengo fomada del ele
47
mento de la tierra; la húmeda tomada de algún
otro elemento ; la aérea y la cálida é ignea to
mada de su origen particular (supuesto que na
da viene de la nada, al modo que nada va á pa
rar á la nada), así también de alguna parte nos
viene el principio de entender.
V. La muerte y la generación, cosas entre sí
mny parecidas, son un misterio de la naturaleza;
ésta es una condensación de aquellos mismos ele
mentos, de que aquélla es una disolución ; en su
ma, nada hay en aquéllas de que deba uno aver
gonzarse, no hallándose en ellas cosa que no sea
conforme á un viviente animado é inteligente, ni
que repugne á su estado y condición.
VI. Siendo tales los hombres, tales deben ser
natural y necesariamente sus acciones ; y quien
no quisiere esto , querrá que no tenga leche la
higuera. Absolutamente será bueno que te acuer
des que dentro de brevísimo tiempo, tanto tu co
mo esotro tu enemigo, moriréis, y que poco des
pués ni aun de vuestro nombre quedará me
inoria.
VII. Echa de ti esa mal entendida opinión , y
con eso no se incurre en la queja importuna de
decir: he sido infamado ; precávete de esto tam
bién, y así se evita todo daño.
VIII. Todo aquello que no hace que un hom
bre sea en sí peor de lo que antes era, no em
peora su vida, ni le acarrea mengua alguna ni
exterior ni interiormente.
IX.
48
Por su propio interés y provecho se vìó
obligada la naturaleza á producir esto que vemtos.
X. Advierte bien que todo cuanto sucede hay
razón para que acontezca ; porque si tú lo pensa
res atentamente, hallarás, no digo sólo que todo
viene en fuerza del orden y enlace de los hados,
pero aun también que todo se hace con justícia
y razón, y como dispensado por una mano que
reparte á cada cual según su merecido. Lleva,
pues, adelante esta observación como has empe
zado, y todo cuanto hicieres haslo contó corres
ponde que lo haga uso que sea hombre de bien,
tomando con toda propiedad esta palabra; y esto
obsérvalo bien en todas tus acciones.
XI. No mires las injurias por el lado que las
ve quien te injuria, ó por el lado que éste pre
tende que las vcas , sino míralas como sen.
XII. Conviene siempre tener muy prontas es
tas dos reflexiones : la una, para hacer sólo áque
llo que en pro del pueblo te dictare la razón, eu
yo es mandar y dar la ley ; la otra, para mudar
de resolución siempre que se presentare quien te
corrija y apee de alguna opinión ; pero bien en
tendido que esta mutación de sentencia sólo de
ba estribar siempre en alguna razón probable de
que sea justo, ó que se haga por la utilidad pú
blica, & por otro bien semejante, y nunca por tu
capricho 6 vana ambición.
XIIL Dime: ¿te hallas dotado de rasón ? Me
hallo, responderás sin duda; ¿ luego por qué no
49
usas de ella? Pues haciendo ella su deber, ¿ qué
otra cosa pretendes y quieres?
XIV. Subsistes ahora como parte del univer
so; vendrá tiempo en que desaparecerás resuelto en
el principio que te engendró ; ó, para decirlo con
más propiedad, por medio de una mutación , serás
resumido en aquella mente que es el principio
y la fuente de donde saliste.
XV. Vemos sobre un mismo altar que arden
muchos grumos de incienso, de los cuales los
unos caen antes y los otros después ; pero cayendo
todos alcabo, nada importa el orden con que caen.
XVI: No bien habrán pasado diez días, cuan
do ya te reputarán por un dios aquellos mismos
que ahora te tienen por una bestia, si de veras te
dieres á seguir las leyes de la razón .
XVII. Tú no cuentes como quien ha de vi
vir millares de años; tienes ya la muerte encima
de ti ; mientras tienes vida, mientras te lo permi
te la ocasión, procura hacerte bueno.
XVIII. ¡Cuánto tiempo libre y desocupado
logra el que no se cuida de lo que dijo, hizo 6
pensó su vecino; sino que sólo tiene cuenta con
lo que él mismo hace, para que todo esto sea una
cosa justa y santa ! O como dice Agathon : ¡ para
que no seas de negras costumbres ! Conviene,
pues, que lleves adelante tu camino, sin mirar
acá ni allá, y sin desviarte á parte alguna.
XIX. El que anda alucinado con la pasión
de dejar grande nombre y memoria de sí, no se
50
imagina que cada uno de los que se acordaren
de él en breve morirá y él también ; y después ,
por su orden, cualquiera que les sucediere, hasta
que se borre toda su memoria, continuada por la
sucesión de los que le hubieren admirado y des
pués también hubieren fenecido. Pero demos que
los que de ti se acordaren hayan de ser inmorta
tes, y que lo haya de ser también tu memoria;
dime: ¿ qué parte, pues, tendrás tú en ella? No di
go después que hubieres muerto; pero aun aho
ra viviendo, ¿de qué te sirven las alabanzas, si en
éstas no tienes la mira á algún otro bien y pro
vecho? Lo que sucede es que deja uno de cum
plir con lo que le encargó la naturaleza, en tanto
está colgado de lo que otros dirán de él.
XX. Todo lo honesto , de cualquier modo
que lo sea, es por sí mismo honesto y en sí encie
rra su bondad, sin que en ello tenga parte la ala
banza; y así, el que sea alabado, no lo hace me
jor ni peor. Esto mismo digo de los que vulgar
mente se llaman bienes; por ejemplo, de los efec
los por naturaleza materiales y de las obras del
arte. Lo que fuere, pues, realmente bueno , de na
da más tendrá necesidad ; como no la tiene la ley,
la verdad, la benevolencia y la modestia. Pregun
to: ¿ cuál de estas últimas cosas es buena por ser
alabada, ó por ser vituperada se vicia? ¿Es de
peor condición la esmeralda porque no la ala
ben? ¿Se hace por eso menos apreciable el oro,
el marfil, la púrpura, el puñal y la florecilla?
51
XXI.
Aesta pregunta; si las almas duran por
largo tiempo, ¿ cómo desde una eternidad caben
ellas en el aire ?, puede satisfacerse con otra: ¿ Có
mo, después de una eternidad, los cuerpos sepul
tados en la tierra pueden caber en ella? La ra
zón de uno y otro es porque como aquí la muta
ción y disolución de los cuerpos, que después de
alguna breve duración sucede, hace lugar á otros,
del mismo modo allí, las almas transportadas á la
región del aire, después que por algún tiempo
kubieren permanecido, se mudan, se disipan , se
vuelven á inflamar, recibidas otra vez dentro de
aquella mente, principio y fuente originaria del
universo; y de esta manera las primeras hacen
lugar á las que van viniendo después.
Esto, digo, podrá uno responder en la hipóte
sis de que las almas por largo tiempo perma
nezcan fuera del cuerpo. Pues por lo que toca á
los cuerpos, se debe considerar, no sólo la mu
chedumbre de aquellos que son en esta forma se
pultados, sino también la de aquellos animales
que son diariamente comidos tanto por nosotros
como por otros vivientes. Y á la verdad, ¿ cuán
grande es el número que de ellos se consume, y
que en cierto modo se sepulta en las entrañas de
los que con éstos se alimentan y viven ? Y, sin
embargo, vemos que hay lugar para todos ellos;
parte, porque se convierten en sangre; parte, por
que se mudan, adquiriendo la forma de aire ó de
fuego. Mas esta doctrina, ¿ qué fundamento tiene
52
de verdad ? Estriba en aquella común división que
de todo se hace en causa material y eficiente.
XXII. Mira no te arrastren las pasiones: sin
embargo de cualquier impetu que sintieres, da á
cada cosa lo suyo; y no obstante la viveza de la
fantasía, conserva un juicio recto.
XXIII. Digote con toda verdad, oh naturaleza
comoda, me
del mundo, que todo lo que á ti te acon
avengo yo bien con ello; nada es para mí tem
prano, nada tardio, si á ti te parece sazonado; es
para mí una fruta regalada todo aquello que tus
estaciones llevan , oh naturaleza ; de ti viene todo,
en ti subsiste todo, en ti va á resolverse todo. Si
el otro dijo, hablando con Atenas : ¡ Oh querida
'ciudad de Cécrope !, no dirás tú, hablando con el
mundo: ¡ Oh querida ciudad de Jove!
XXIV. No te cargues con muchos negocios,
dice Demócrito, si quieres vivir quieto; pero mira
si fuera mejor el haberlo dicho así : carga con los
negocios necesarios y con cuantas ocupaciones la
razón dicta á un viviente por su naturaleza polí
tica y sociable, y procura cumplir con ellas como
la misma razón lo sugiere; porque el hacerlo así,
no sólo acarrea aquella quietud que nace del
obrar rectamente, sino también aquel sosiego que
lleva consigo el no tener mucho que hacer. Por
que si uno supiese cercenar las más de aquellas
cosas que los hombres decimos y hacemos no
siendo necesarias, se hallaría más desocupado y
con menor perturbación; de aquí se colige que es
53
C
muy del caso reflexionar en cada una de las co
sas si alguna de ellas será ó no una de las nece
sarias. Además de que no sólo conviene cercenar
las acciones no necesarias, pero aun los pensa
mientos ociosos; porque de esa suerte no serán
superfluas las acciones que sobrevinieren.
XXV. Examina cómo te va en la profesión
que haces de hombre sabio y virtuoso; de hom
bre, digo, que se propone el conformarse con las
disposiciones de la Providencia y el contentarse
con un modo de obrar justo y con una disposi
ción de ánimo lleno de bondad.
XXVI. ¿Has entendido esto? Atiende, pues,
á estotro: No te perturbes ; dilata tu corazón:
ves que peca alguno ? sobre su cuenta peca ó
para si hace: ¿te ha sucedido algo de bueno? des
de el principio los hados te tenían dispuesto y
ordenado todo lo que te acontece. En suma : sien
do la vida breve, conviene aprovechar el tiempo
presente empleándolo con discreción y justicia, y
reduciéndote á ser moderado en las recreaciones.
XXVII. Es preciso que el mundo, ó sea un
sistema bien ordenado, ó un montón de cosas mez
cladas, las cuales, por más perturbadas y revuel
tas que estén, con todo no perjudican á la forma
ción del mundo. ¿ Será posible que en ti subsista
un buen orden, y qué en este todo del universo
reine el desorden? Especialmente hallándose en
él las cosas así repartidas en sus respectivos lu
gares y esparcidas de tal modo, que se dan la
54
mano y conspiran a la simpatía y formación de un
todo.
XXVIII. Las negras y depravadas costumbres
consisten en ser el hombre afeminado, testarudo ,
fiero y bestial; pueril, pérfido y tirano.
XXIX. Si es peregrino en el mundo quien
ignora lo que hay en él, no menos será peregri
no quien no sabe lo que en él pasa; será fugitivo
el que huye de seguir y acomodarse á la razón
política; pasará por ciego el que tiene cerrados
los ojos de la razón; por mendigo el que necesi
ta de otro y que en sí mismo no tiene todo cuan
to es útil para la vida; reputaráse como un apos
tema y corrupción del mundo el que se separa y
retira de lo que prescribe la razón de esta natu
raleza común, disgustándose con los sucesos acae
cidos, siendo así que los produce aquella misma
causa que te produjo á ti . Por fin es como miem
bro cortado de este cuerpo y ciudad común el que,
por decirlo así, separa su alma de la de los otros
racionales, siendo una misma en todos ellos.
XXX. Hace este profesión de filósofo sin lle
var túnica; aquel sin tener libros, y el otro igual
mente estando medio desnudo; no tengo, dice
uno, pan que comer, y, sin embargo, insisto en
la filosofía; yo, dice otro , no tengo el salario co
rrespondiente al ejercicio de mi enseñanza, y con
todo me doy á la filosofía constantemente.
XXXI. Estima y vive satisfecho con el arte
que aprendiste; y lo que te restare de vida, pá
55
salo de manera que, poniendo todas tus cosas en
las manos de los dioses, á ninguno de los hom
bres tiranices y ti nadie te esclavice.
XXXII. Ponte á pensar en los tiempos pasa
dos; por ejemplo, en los de Vespasiano; verás que
sucedía lo propio que hoy día: se casaban los hom
bres, educaban la prole, enfermaban y morían;
guerreaban, hacían sus fiestas, ejercían la mer
cancía y labraban; adulaban, estaban llenos de
presunción y arrogancia; vivían con sospechas y
armándose asechanzas; había quien deseaba á
otros la muerte; quien murmuraba del estado de
las cosas presentes; quien andaba enamorado;
quien atesoraba; quien deseaba el consulado y el
imperio . Acabóseles , pues , así la vida, sin que
ahora quede rastro alguno de ella. Pasa en se
gundo lugar á los tiempos de Trajano: hallarás
de nuevo que todo era lo mismo; murieron tam
bién los que entonces vivían. De la misma suer
te reflexiona sobre las otras épocas de los tiem
pos de todas las naciones ; y repara bien cuán
⚫tos, después de haberse afanado , muy en breve
murieron y se resolvieron en sus elementos.
Pero muy especialmente convendrá que hagas
memoria de aquellos á los que tú mismo conocis
te ocupados y distraídos en estas cosas vanas,
omitiendo el hacer lo correspondiente á su pro
pio estado, y el entregarse con constancia al cum
plimiento de su obligación, con sólo lo cual de
bían contentarse. Es necesario, del mismo modo,
56
que te acuerdes que la aplicación y esmero en
cada acción en particular debe corresponder al
mérito y proporción de la misma ; porque así no
llegarás á fastidiarte , si no te has entretenido en
cosas de poca consideración.
XXXIII. Las voces antiguamente trilladas
son ahora tan oscuras, que necesitan de glosa y
explicación; asimismo, pues, los nombres de los
héroes en otro tiempo muy celebrados, en cierto
modo al presente ya no se entienden sin inter
pretación; tales son, por ejemplo, Camilo , Cesón ,
Voleso, Leonnato; tales serán dentro de poco
tiempo Escipión y Catón; tal será después Augus
to, y en lo sucesivo Adriano y Antonino. Porque
todas las cosas son caducas, y presto vienen á
hacerse fabulosas; y es que un pronto y total ol
vido las cubre y sepulta. Y esto digo aun de
aquellos que en cierto modo resplandecieron con
admiración de los hombres; porque los otros, al
punto que espiraron, quedaron desconocidos y no
sé volvió á hablar más de ellos. Pero ¿qué viene
á ser en sustancia una fama inmortal? Absoluta
mente una pura vanidad. ¿Qué cosa, pues, es
aquello á que conviene dedicarse con empeño?
Una sola cosa, y es que el pensar sea justo, las
acciones llenas de bondad respecto al bien pú
blico , las palabras incapaces de engañar á na
die, la disposición de ánimo conforme y resig
nada, abrazando todo lo que acaeciere, como que
es necesario , como que es cosa sabida , como
57
que proviene de aquella fuente y principio uni
versal.
XXXIV. Entregate de todo tu corazón al ha
do, estando pronto á que te destine á los fines
que quisiere.
XXXV. Todo se reduce á la breve duración
de un día: el que alaba y el que es alabado.
XXXVI. Considera de continuo que todas las
cosas se hacen por mutación, y acostumbrate á
pensar que la naturaleza del universo nada ape
tece tanto como el mudar las cosas existentes y
hacer otras nuevas semejantes á las primeras;
porque todo ente es en cierto modo la semilla de
otro que de él ha de renacer. Pero tú te imagi
nas que solas las semillas son las que se echan
en la tierra.
XXXVII. Ya dentro de poco habrás de mo
rir. ¡Y que aun no acabes de ser sincero é imper
turbable, libre del error y sospecha de que lo que
está fuera de ti pueda dañarte, benévolo para con
todos y persuadido de que no hay otro saber que
el bien obrar!
XXXVIII. Mira con atención el corazón hu
mano, sus cuidados y aficiones; de qué cosas hu
yen los hombres y cuáles desean alcanzar.
XXXIX . Tu mal no proviene de otro espíri
tu que esté fuera de ti, ni consiste en alguna mu
tación y alteración de ese tu cuerpo que te ro
dea. ¿ De dónde pende, pues? De aquella fuerza
aprensiva de los males que en ti mismo tienes;
58
haz, pues, que ella no se imagine ni tenga por
mal lo que no es, y todas las cosas te irán bien; y
así, por más que este tu cuerpezuelo, el vecino
más allegado á tu alma, sea sajado, quemado , co
rrompido, podrido, con todo, aquella tu parte cu
yo es el juzgar sobre estas cosas, persevere tran
quila; esto es, persuádase que aquello por sí no
es bueno ni malo , que sin diferencia puede so
brevenir á hombres buenos y malos; pues lo que
igualmente acontece al que vive conforme y al
que vive contra la naturaleza, esto sin duda no la
es á ella conforme ni contrario.
XL. Conviene tener siempre en la mente que
el mundo es como un viviente animado que tie
ne una materia y un alma ; y pensar cómo á su
noticia, que en él es un sentido , llega todo; y có
mo con un ímpetu 6 acción común haga todas
las cosas, y concurra con las demás causas parti
culares á todos los efectos que se producen; y,
por último, considerar cuál es la dependencia y
enlacé de todas las cosas entre sí.
XLI. Tú, alma mía, según decía Epicteto, no
haces más que llevar sobre ti un muerto.
XLII. Ningún mal viene á las cosas, porque
se hallen en actual mutación , como tampoco las
viene algún bien porque después de mudadas
subsistan en su nuevo estado.
XLIII. El tiempo es como un río, y aun como
un rápido torrente, que arrastra cuanto hay en el
mundo; porque lo mismo es dejarse ver cada una
1
59
de las cosas, que desaparecer precipitadamente;
y sucederla otra, y también ser arrebatada,
XLIV. Todo lo que en el mundo sucede es
una cosa tan usada y trivial, como las rosas en la
primavera y las frutas en el verano : tal es la en
fermedad, la muerte, la calumnia, las traiciones
y cuantas cosas alegran ó entristecen á los fa
tuos é ignorantes.
XLV. En la naturaleza, los sucesos posterio
res siempre van consiguientes á los anteriores
con correspondencia y buen orden; no porque su
curso venga á ser como una enumeración de co
sas sueltas y desordenadas, las cuales sola la fuer
za haga que por necesidad concurran; antes bien
es una serie encadenada por justo motivo y razón
fundada. De suerte que, como los entes están en
el mundo ordenados con la debida proporción y
armonía, del mismo modo los efectos no demues
tran una mera sucesión de los unos á los otros, sino
una admirable conveniencia entre sí mismos.
XLVI. Acuérdate de tener siempre presente
esta sentencia de Heráclito: que la muerte de la
tierra es convertirse en agua, la del agua es trans
mutarse en aire, la del aire hacerse fuego y al
contrario. Es necesario también acordarte de
aquel que se olvidó del camino por donde debía
ir; y cómo los más en nada siguen aquella razón
con quien especialmente conversan con más fre
cuencia, y con la que la naturaleza todo lo rige
y gobierna, á los cuales les parecen extrañas y
60
peregrinas aquellas mismas cosas que cada día
ocurren. También conviene conservar en la me
moria que no es conducente el decir ni hacer
nuestras cosas como quien sueña ; porque, á la
verdad, entonces, cuando soñamos, nos parece que
mucho decimos y hacemos ; tampoco te olvides
cuán acertado será no imitar la conducta de
aquellos que como muchachos siguen á ciegas
las pisadas de sus padres y mayores, gobernados
por una mera tradición.
XLVII. Así como tú, si alguno de los dioses
te hubiese dicho que mañana, ó, á lo más, después
de mañana, habías de morir, tendrías en nada el
morir después de mañana, antes que mañana mis
mo, sino es que fueses en extremo vil y cobarde;
porque ¿ qué viene á ser el espacio de un día que
había de mediar ? Del mismo modo piensa que no
debe reputarse por cosa grande el que mueras al
cabo de muchísimos años ó mañana mismo.
XLVIII. Es muy del caso pensar continua
mente cuántos médicos murieron después de ha
ber encogido muchas veces las cejas sobre los en
fermos, en señal de que los desahuciaban; cuántos
matemáticos, después que predijeron la muerte á
otros, pareciéndoles hacer en ello una cosa gran
de, murieron también; cuántos filósofos, habiendo
dicho mil divinidades acerca de la muerte é in
mortalidad, no obstante perecieron; cuántos bravos
y excelentes soldados, habiendo dado la muerte
áotros muchos, también tuvieron elmismofin; cuán
61
tos tiranos, abusando de su poder sobre las vidas
ajenas con gran fiereza y crueldad, como si ellos
fuesen inmortales, del mismo modo fallecieron. Y
cuántas ciudades , por decirlo así, murieron: He
lice, Pompeya, Herculano y otras innumerables.
Sigue también considerando sucesivamente á
cuantos tú mismo has visto , y observa que uno
de ellos, después de haber sepultado á otro, se
murió y fué sepultado por un tercero, y éste por
otro, acaeciendo todo en breve tiempo. Por tan
to, es conducente que siempre tengas á la vista
⚫ cómo todas las cosas humanas vienen á ser cosa
de un día, y no más, cosas absolutamente viles;
siendo así que los que ayer eran un poco de hu
mor asqueroso, mañana serán un cadáver embal
samado ó reducido á cenizas. Procura, pues, pasar
este punto indivisible de tiempo, conformándote
con la naturaleza y muriendo consolado ; al modo
que cuando la aceituna, estando ya madura, de
suyo suele caerse como si bendijera á la natura
leza que la crió y diera gracias al árbol que la
produjo.
XLIX. Has por ser semejante á un promon
torio contra quien las olas de la mar se estrellan
de continuo, y él se mantiene inmóvil, mientras
que ellas, hinchadas, caen y se adormecen alrede
dor. Infeliz de mí ! dice uno, porque tal cosa me
aconteció; en verdad no tiene razón ; diría mejor:
dichoso yo que, en medio de lo que me sucedió,
quedé sin recibir pena alguna, ni me quebranta
62
lo presente, ni me espanta lo venidero ; porque
una semejante desgracia á todos pudo acontecer;
pero no todos sin pena la hubieran podido llevar.
¿ Por qué, pues, la adversidad ha de ser antes una
desgracia, que la paciencia en tolerarla una ven
tura? Pero ¿ acaso tú absolutamente llamas desgra
,cia del hombre aquello que no es un desvío del
intento de la naturaleza del hombre ? 6 ¿ por ven
tura te parece que aquello es un desvío del in
tento de la naturaleza del hombre, lo que no es
contrario á la voluntad de su misma naturaleza?
¿Y cuál es esa su voluntad? Ya lo sabes bien, ni
es menester decirlo aquí. Lo que yo pregunto es
si este acaso puede impedirte el que seas un hom
bre justo, magnánimo, templado, prudente, cuer
do, mirado é incapaz de engañar ni ser engañado,
modesto, libre de respetos vanos ; y, por abreviar,
el que tú no poseas las otras virtudes, con las
cuales, cuando la naturaleza del hombre las tiene
en sí, queda ella del todo satisfecha y bien galar
donada. Acuérdate, en adelante, de que en todo
acontecimiento capaz de contristarte, puedes
echar mano de este aviso : la adversidad no es
una desgracia; antes bien, al contrario, el sufrirla
con grandeza de ánimo es una dicha.
L. Ciertamente es un remedio vulgar, pero,
sin embargo, muy eficaz para el desprecio de la
muerte, la frecuente memoria de • aquellos que
por un dilatado tiempo vivieron con mucho ape
go á su vida. ¿ Qué ventaja lograron éstos sobre
63
aquellos otros que murieron antes de sazón ? Ya
cen sin duda tendidos en algún sepulcro Cecilia
no, Fabio, Juliano, Lépido y si algún otro hubo
semejante á ellos ; los cuales , después que habían
llevado muchos al sepulcro, también fueron lle
vados allá. Verdaderamente fué cortísima la dife
rencia de tiempo en la vida; y ésta ¿ con cuántas
molestias, con qué hombres y en cuál cuerpezuelo
se toleró? No tengas, pues, eso por gran negocio.
Porque mira bien la inmensidad de tiempo que
ya pasó y la infinidad que aún queda por venir;
y puesto en medio de este abismo, dime, ¿ qué di
ferencia hallas en que uno muera al día tercero,
á al tercer siglo después que nació ?
LI. Camina siempre por el atajo, y el verda
dero atajo es que vivas arreglado á la naturaleza;
de manera que hagas y digas todas las cosas con
la entereza posible; porque un tal propósito te li
brará de trabajos y campañas, de toda disimula
ción y ostentación vana.
1
LIBRO QUINTO
1. Por la mañana, cuando sintieres pereza al
levantarte, ten luégo á mano esta reflexión: yo
me levanto para cumplir con los oficios propios
de un hombre; ¡y que aun sea yo moroso, si voy
á ejecutar aquello para que nací y para lo que
64
vine al mundo! Ó ¿por ventura he sido yo forma
do para que, arrellanado en cama y envuelto en
tre cobertores, me esté aquí calentando y solo
zando? Pero me dirás que esto es un placer. Pues
que, ¿has nacido tú para deleitarte y no ocuparte
ni trabajar nada? ¿No ves cómo esos arbolitos ,
esos pajarillos, las hormigas, las arañas, las abe
jas, cada cual por su parte, se esmeran en per
feccionar su labor? ¿Y tú no querrás hacer los
oficios propios de un hombre? ¿Ni te darás prisa
en poner por obra lo que es conforme á tu na
turaleza?
Me responderás: así es; pero también es nece
sario descansar. Conviene, sin duda; y la natura
leza prescribió en esto su regla, como la ha pres
crito en el comer y beber; y tú, con todo, en esto
último pasas más allá de lo que es regular y su
ficiente; y en lo que toca á tu deber, no lo haces
así, sino que te quedas mucho más atrás de lo
que pueden tus fuerzas. La razón es porque de
veras no te amas á ti mismo; que si en realidad
te amases, amarías también tu naturaleza y abra
zarías sus dictámenes, visto que otros , teniendo
pasión por sus artes, se consumen en el ejercicio
de sus obras y descuidan de su aliño y aun de
su sustento; mas tú cuentas menos con tu natu
raleza que un torneador con el arte de tornear,
que un cómico con el teatro, que un avariento
con la plata, que un ambicioso con la gloria. Y
éstos, una vez poseídos de semejante pasión, ni el
65
dormir, ni el comer estiman más que adelantar
aquellas cosas á que se inclinan y de que se de
jan arrastrar. ¿Y á ti los oficios debidos á la so
ciedad te han de parecer muy despreciables y
dignos de menor atención?
II. ¡Cuán fácil cosa es el que uno sacuda y
borre de su fantasía toda representación turbu
lenta é impetuosa, y que al punto se quede en
suma paz y toda tranquilidad !
III. Juzga por decoroso á tu persona el de
cir y hacer todo aquello que no desdice á la na
turaleza, ni te haga desmayar la vituperación que
de algunos hombres pueda originársete; antes,
por el contrario, si la cosa dicha ó hecha fuese
honesta, no te desdeñes de ella ; porque aquellos
tienen su propio espíritu y modo de pensar, y se
dejan llevar de su propio ímpetu y pasión; mas
tú no quieras atender á ellos , sino acaba el ca
mino emprendido con rectitud , siguiendo la di
rección de tu propia naturaleza y de la común
del universo, puesto que ambas guían por un
mismo camino.
IV. Voy siguiendo las huellas de la naturale
za sin parar, hasta tanto que descanse en la
muerte , volviendo mi espíritu á aquel mismo
principio por el cual vivo cada día, y convir
tiéndome en aquel elemento del cual mi padre
recogió la materia con que me engendró, mi ma
dre la sangre con que me nutrió, mi ama la leche
con que me alimentó; en aquel elemento, digo, del
5
66
cual por tantos años diariamente recibí la comi
da y bebida, sufriendo que yo le pise y abuse
de él para tantos usos de la vida.
V. ¿No estás dotado de un ingenio tan agu
do que excite la admiración? Sea así; pero otras
muchas cosas hay respecto de las cuales no pue
des alegar la disculpa de que por naturaleza no
eres apto para ellas. Pon, pues, por obra aquellas
cosas que totalmente penden de tu arbitrio, co
mo es la integridad y gravedad; el ser tolerado
en el trabajo y abstenido en el deleite, conforme
con tu suerte, contento con poco, manso, inde
pendiente, enemigo del lujo, serio y espléndido;
porque no ves que, pudiendo tú hacer muchas
cosas en las cuales no tiene lugar ese tu pretexto
de falta de ingenio y habilidad natural con to
do, te has quedado muy atrás por tu gusto.
Pues qué, ¿acaso por la cortedad natural de tu
talento te hallas en la necesidad de murmurar,
de ser miserable, de adular, de echar la culpa de
todo á la fragilidad de tu cuerpo, de ser muy
condescendiente , de ser jactancioso é insolente y
de tener el alma siempre agitada de tantas pa
siones? ¡Por Dios, que no ! Antes bien, podías
tiempo há verte libre de tales vicios. Si tú eres
notado de ser un poco tardo y no tan capaz, lo
que sólo debías hacer era corregir con diligen
cia ese tu vicio, y no tenerlo en poco ni estar
bien hallado con esa falta de talento.
VI.
Suele hallarse alguno que, cuando ha
67
hecho algún beneficio á otro, no sosiega hasta
echarle en cara la tal merced y publicarla; otro
hay que, no siendo tan temerario é imprudente,
á sus solas reputa por su deudor al favorecido y
no se olvida del bien que le ha dispensado; no
falta otro que en cierto modo no sabe ni se
acuerda del favor que hizo, sino que es muy se
mejante á la vid que produjo la uva, y dado ya
una vez su fruto, no pretende otra cosa; al modo
que el caballo habiendo hecho su carrera, el pe
rro seguido su caza y la abeja trabajado la miel,
asi el hombre que hizo bien á otro no debe an
dar publicándolo, sino pensar solamente cómo
podrá servirle otra vez, imitando en esto á la
vid que á su tiempo vuelve á llevar la uva. Se
gún eso, ¿conviene que yo sea uno de aquellos
que en algún modo hacen bien sin mirar á quién?
Sin duda. Pero me dirás que es necesario cono
cer lo que uno hace, porque el oficio propio de
un hombre sociable, de suyo pide que se advier
ta que se obre conforme á las leyes de la socie
dad; y ¡ por Dios ! que también debe pretender
que su compañero en la sociedad lo llegue á co
nocer. Es mucha verdad lo que dices; pero si no
te haces cargo de lo que poco há dije, vendrás
por esto á ser uno de aquellos bienhechores jac
tanciosos de quienes hice mención en primer lu
gar; porque también esos se engañan con cierta
apariencia de verdad. No obstante, si tú quisieses
entender bien cuán interesante es la prevención
68
insinuada , no tendrás que temer que por esto
faltes en algo de lo que debes á la sociedad.
VII. La oración de los atenienses era en esta
forma: « Envía, ¡ oh amado Júpiter!, envía la lluvia
»sobre la tierra de labor y los prados de los ate
>> nienses.» Y en verdad que, ó no se debe orar,
ó con esta sencillez y franca ingenuidad se ha
de hacer la oración.
VIII. Al modo que suele decirse que el dios
Esculapio ordenó al tal enfermo que hiciere ejer
cicio á caballo, que tomase un baño de agua fría
ó que fuese descalzo, así se ha de entender es
totro, cuando se dice: que la naturaleza universal
ordenó al tal la enfermedad, la mutilación 6 al
guna pérdida, ú otro trabajo de esta clase; porque
allí la palabra ordenó quiere decir que Esculapio
dejó dispuesto el tal remedio para el tal enfer
mo, como conducente á la sanidad; y aquí sólo
significa que lo acaecido á cada uno se dispuso
en cierto modo y se dirigió á lo mismo que era
oportuno al hado; pues así debemos decir que
estos respectivos sucesos no cuadran y vienen
bien, como suelen explicarse los artífices que las
piedras cuadradas ajustan y vienen perfectamen
te á las murallas ó pirámides, armando entre sí
por su especial composición y estructura , su
puesto que absolutamente es una la armonia y
sistema de todas las cosas. Y á la manera que el
mundo es un cierto cuerpo perfecto que se com
pone de todos los otros cuerpos particulares, así
69
el hado viene á ser una cierta causa general que
consta y se perfecciona con todas las otras cau
sas singulares. Esto que digo lo entienden aun
aquellos que son sumamente rudos é idiotas;
porque dicen: esto lo llevaba el hado para ese
tal. Según eso, la tal cosa la llevaba el hado para
la tal persona, y para esta misma había sido or
denada con especial destino ; y así debemos en
tender estas cosas que miran al hado, como aque
llas cuando se dice: Esculapio se lo ordenó; pues
aunque en estas recetas de Esculapio suele haber
muchos tragos amargos, sin embargo, con la es
peranza de sanar, los aceptamos gustosamente.
Tal debes imaginarte la ejecución y fin de cuan
to pareciere bien á la común naturaleza, cual es
lo que pasa tocante á tu salud; y con esta refl
xión, haz por abrazar todo lo que sucediere, por
más áspero que te parezca , con la mira de que
aquello conduce á la salud del mundo y también
á la prosperidad y felicidad de Júpiter. Y sin
duda que si esto no fuese adaptado al buen or
den del universo, no lo hubiera Júpiter ordenado
así; porque ni una sola de estas naturalezas vul
gares lleva cosa alguna que no tenga relación y
sea proporcionada á aquel mundo entero al cual
gobierna la naturaleza universal . Por dos razones,
pues, conviene contentarse con aquello que acae
ciere: la una, porque esto para ti se hizo, para ti
se ordenó y á tu medida, en cierto modo , se aco
modó, disponiéndolo antes causas muy principa
70
les; la otra, porque esto contribuye á la prospe
ridad, á la perfección, y, aun me atrevo à jurar
por el mismo Júpiter, á la permanencia de aquel
mismo que todo lo gobierna; y en verdad que este
mundo, en sí perfecto y entero, vendría á quedar
manco y mutilado, si uno cortase y desconcerta
se, por poco que fuese, la conexión y contigüi
dad , tanto de sus partes cuanto de sus causas
particulares; y, sin embargo, tú cuanto es de tu
parte lo quisieras cortar y desunir, y aun en cier
ta manera lo haces, cuando te disgustas con lo
que en el mundo acaece.
IX. Si no consigues siempre que cada una
de tus acciones sea hecha conforme á las máxi
mas rectas de la filosofía, no por eso debes co
brarla hastío, caer de ánimo ni impacientarte:
antes bien, rechazado, vuelve á insistir, dándote
por satisfecho con tal de que el mayor número
de tus acciones sea conforme con la obligación
de un hombre, y abrazando de veras la resolución
que te mueve á insistir; no volviendo á la filoso
fía y ejercicio de la virtud, como vuelve el niño al
pedagogo, sino como los que padecen mal de
ojos suelen volver á sus remedios, al pincel y á
la clara del huevo , ó co no el otro recurre á la
cataplasma y el otro al baño; porque haciéndolo
así, nada echarás de menos, á fin de dejarte per
suadir de la razón; antes con placer te adherirás
á lo que ella te dictare. Ten asimismo presente
que la filosofía quiere solamente aquellas cosas
71
que tu naturaleza quiere. ' ¿Y tú querrás otra• cosa
que no sea conforme con la naturaleza? ¿Pues
qué cosa puede darse más gustosa que esta? ¿No
es verdad que por este cebo del gusto te engaña
el deleite? Pero repara y mira con atención si te
será más placentera la magnanimidad , la libera
lidad, la ingenuidad, la igualdad de ánimo, la
pureza y santidad de costumbres. ¿Y qué cosa po
drás hallar más agradable que la prudencia,
cuando pensares que tienes en ti una facultad
adornada de ciencia é inteligencia, la cual nun
ca tropieza y que en todo obra con prosperidad
y acierto ?
X. Las cosas, á la verdad, de tal suerte están
escondidas y ocultas , que á no pocos filósofos
les parecieron que absolutamente eran, incom
prensibles; aun los mismos estoicos fueron de dic
tamen de que eran muy difíciles de comprender;
y es que todo nuestro juicio y asenso está sujeto
y expuesto á errar ; porque ¿en dónde hallarás uno
que pueda vanagloriarse de ser infalible é inmu
table ? Da un paso ya hacia los mismos objetos , y
hallarás de cuán poca duración y qué viles son;
pudiendo pasar al dominio de un joven obsceno,
• de un ladrón y de una ramera : adelántate un po
co más , y mira de cerca las costumbres de aque
llos con quienes vives , entre los cuales con di
ficultad podrá uno sufrir aun al más cortés y
urbano, por no decir que apenas habrá uno que
pueda tolerarse á sí mismo. Por lo que yo no veo
72
qué cosa pueda darse que absolutamente sea dig
na de aprecio y atención en medio de tal oscu
curidad y de tal basura ; de tal flujo ya de la ma
teria , ya del tiempo , ya del movimiento y de las
cosas movidas; antes bien , soy de opinión que de
be uno consolarse á sí mismo con esperar su na
tural ruina y disolución , y no llevar á mal el
que ésta se dilate , sino que debe aquietarse con
estas dos solas consideraciones : la una , que nada
me sucederá que no sea conforme á la naturaleza
del universo ; la otra , que tengo yo en mi mano
el no hacer cosa alguna contraria á mi Dios á
mi numen ó genio , puesto que nadie hay que
pueda precisarme á ofender mi propia divinidad.
XI. En cada una de tus acciones particulares
deberías preg intarte : ¿ en qué empleo ahora mi
alma? Y también examinarte de este modo : al pre
sente, ¿ qué cosa tengo en esta mi parte , que se
llama la parte principal ? ¿En qué estado tengo
presentemente mi alma ? ¿ Acaso en el de niño , de
un mancebo , ó de una mujercilla ? ¿Por ventura
en el de un tirano , de un jumento , 6 de una fiera?
XII. Cuáles sean aquellas cosas que en el con
cepto del vulgo pasan por bienes , podrás colegirlo
de esto que diré ahora : si uno llegase formar .
en su mente la idea de los que realmente son
bienes verdaderos , como la prudencia , la tem
planza , la justicia , la fortaleza , este tal no podría
oir, habiendo hecho de antemano el debido con
cepto de estas virtudes , el que se lesjuntase cosa
73
alguna que no se conformase con aquella idea
del bien verdadero. Por el contrario , si uno hu
biese primero formado la idea de los bienes , que
el vulgo reputa por tales , este tal oiría con indi
ferencia y fácilmente aprobaría lo que dijo el
cómico, como cosa bien aplicada . De este modo
los más de los hombres se imaginan la diferencia
de bienes á bienes ; porque, á no ser así , el dicho
del cómico no chocaría tanto ni disonaría apli
cado á aquellos bienes , mirándose como traído
con propiedad y muy al caso respecto de la ri
queza y de la abundancia de cosas conducentes
al deleite y á la pompa . Anda, pues , y pregunta
si deberán ser dignas de aprecio y contadas en
tre los bienes verdaderos aquellas cosas á las
cuales , de antemano concebidas en la mente , se
se las pueda propiamente aplicar : que poseyendo
tantas con opulencia , no tiene en dónde colocarlas,
no verificándose esto haciendo relación á las virtu
des mencionadas.
XIII. Yo he sido compuesto de materia y
forma; però ninguno de estos dos principios se
aniquilará, como ni tampoco han venido de la
nada. Cualquiera, pues, de estas partes pasará, me
diante la mutación , á ser alguna parte del mun
do , y ésta pasará segunda vez á ser otra parte del
universo , continuándose después esta sucesión
hasta al infinito . Ni solo yo vine al mumdo por
esta vía de la mutación ; vinieron también los que
me engendraron , y por su orden otros , retroce
74
diendo al infinito . Ni hay motivo alguno para
que esto no parezca verdad , por más que el uni
verso se rehaga y ordene de nuevo, según sus
períodos determinados.
XIV. La razón y el arte de vivir según ella
son ciertas facultades que, contentas y abasteci
das por sí mismas, no necesitan para sus accio
nes de socorro extraño; de ahí es que no sólo em
piezan éstas á obrar por un principio propio, sino
que también por sí se encaminan hacia el fin que
se han propuesto. Por lo que este género de accio
nes se llama catortosis, ó sean obras rectas, sig
nificando con el nombre lo recto y derecho del
camino que siguen.
XV. Ninguna de estas cosas se debe decir
propia del hombre que no le convenga por razón
de tal, ni se pueden exigir del hombre por obli
gación, ni su naturaleza se las promete, ni ellas
perfeccionan la naturaleza humana. De aquí es
que en ninguna de éstas tiene el hombre puesto
su fin, y en ninguna se halla tal bondad que com
plete y perfeccione el mismo fin . Á más de que
si alguna de las cosas dichas perteneciese al hom
bre, por cierto que no le estaría bien al mismo el
que la despreciase ni fuese contra ella; y así este
mismo no sería digno de alabanza, dando seña
les de que no necesitaba de ellas; ni mucho me
nos sería tenido por hombre bueno el que en al
guna de éstas se fuese á la mano, si es que exis
tiesen y fuesen dables tales bienes. Però ahora
BORED
75
vemos que cuanto más uno se despoja de estas y
otras cosas semejantes, ó con cuanta mayor pa
ciencia lleva el que se las quiten, tanto más cré
dito adquiere de hombre sabio y bueno.
XVI. Tu alma, ó sea mente, será tal, ni más
ni menos, cuales fueren las cosas en que frecuen
temente pensares, porque el alma queda imbuída
y como penetrada de sus ideas y pensamientos;
imbúyela, pues, con frecuencia de los pensamien
tos de esta clase; por ejemplo: en donde quiera
que se pueda vivir, allí mismo se puede vivir
bien; es así que en el palacio se puede vivir;
luego en el palacio también es posible vivir bien;
y también con éste : que cada cosa ha sido hecha
para ejercitar en busca de su fin, y de suyo se in
clina al tal ejercicio, ni el fin consiste sino en ajus
tarse á la tal inclinación; además de que en el fin
está cifrado todo el bien y provecho de cada uno;
y asi se concluye que el bien propio de un vi
viente racional es la sociedad, supuesto que ya
se ha mostrado que para ésta nacimos. Pues
qué, ¿no es evidente que las cosas inferiores fue
ron hechas por causa de las superiores, y que és
tas se hicieron con respecto entre sí? ¿ Yquién no
ve que las cosas animadas son de mejor condición
que las inanimadas , y que entre las animadas son
las más excelentes las racionales?
XVII. El ir tras de imposibles es propio de
un loco furioso, y es verdaderamente un im
posible el que los malos no hagan cosa tal.
Ri
76
XVIII. Á nadie acontece cosa alguna que no
pueda él mismo soportar naturalmente. Lo mis
mo que te sucedió á ti suele acaecer á otro ; el
cual, ó bien ignorando lo que le pasó , ó bien ha
ciendo alarde de un ánimo valeroso, se está fir
me y queda sin lesión. Sería , pues, cosa fuerte
que pudiesen más la ignorancia y deseo de
complacer á otro que la prudencia.
- XIX. Las cosas por sí mismas de ningún
modo tocan al alma, ni se las permite entrada en
ella, ni pueden hacer que vuelva atrás, ni que sea
movida; ella sola es la que se muda é impele á sí
misma; y cuales fueron los dictámenes que ella
admitiere, tales hará que sean para sí los objetos
que se la ofrecieren .
XX. El hombre es, para
sotros, una cosa
muy allegada atendida esta razón, porque debo
hacerle bien y sufrirle con paciencia; pero mi
rando á estotra, que hay algunos hombres que se
nos oponen en el cumplimiento de nuestras obli
gaciones, ya el hombre viene á ser para mí una de
las cosas indiferentes y extrañas, no menos que
lo son el sol, el viento y una bestia; porque, á la
verdad, pueden también estas cosas impedirme la
ejecución de la obra; bien que no sean de impe
dimento contra mi conato y mi disposición por
motivo de la excepción hecha tácitamente y por
razón de la facilidad en convertir mi ánimo á lo
que se me presentare, siendo así que la mente con
vierte todos los impedimentos de la acción y los
77
transfiere á otra obra más aventajada; de manera
que le sirve de medio para obrar mejor el mis
mo impedimento de obrar bien, y le facilita el
camino ese mismo estorbo de caminar.
XXI. Honra y ten en gran estimación lo que
en el mundo es lo mejor y más excelente; esto
es, aquello que se sirve de todas las cosas y que
las gobierna. En esta conformidad honra tam
bién y ten en mucho aprecio lo que en ti es lo
más sobresaliente y aventajado, porque esto es
en un todo homogéneo con aquello mismo que
en el mundo domina, y porque también tu vida
es regida y gobernada por aquel que usa de las
otras cosas que tú tienes.
XXII. Lo que no es nocivo á la ciudad, tam
poco daña al ciudadano. Esta verdad sírvate de
regla general siempre que te venga la sospecha
ó temor de que alguno intenta hacerte mal.
Si la ciudad no recibe daño por esto, ni yo tam
poco, y, dado caso que al público se le hiciese
mal tercio, no por eso debes enojarte contra el
que se lo hizo, sino que sólo convendrá darle á
entender su error.
XXIII. Piensa muy á menudo en la breve
dad y presteza con que se nos arrebatan y qui
tan delante de los ojos las cosas existentes y. las
que se van haciendo. Porque, á la verdad, la na
turaleza, á manera de un rio, está en un curso
continuo; las acciones consisten en una perpetua
mutación; las causas se ven en mil vueltas y re
78
vueltas, y casi no hay cosa firme ni estable.
Piensa también en la inmensidad del tiempo pa
sado y en lo interminable del venidero, en don
de desaparecen todas las cosas. Siendo esto cierto,
¿cómo, pues, no se reputará por insensato el que
con éstas se engría ó se aflija, ó el que en algu
na adversidad, molestándole por tan corto espa
cio, se lamente como si fuese por más tiempo?
XXIV. No te olvides de la común naturale
za, de que participas una muy pequeña parte, ni
pierdas de vista el todo de una eternidad en
la que te ha cabido un breve é indivisible
intervalo ; y del hado universal , ¿ qué parte
eres tú?
XXV. Peca alguno, ¿qué se me da á mi? Él
Se lo verá, que tiene su modo de pensar y pro
pia manera de obrar. Yo tengo ahora lo que la
común naturaleza quiere que tenga al presente,
y hago lo que mi propia naturaleza apetece que
por ahora ponga en ejecución.
XXVI. La parte principal y dominante en tu
alma manténgase firme é inmóvil contra los mo
vimientos excitados en el cuerpo, ni se mezcle ó
tome parte en ellos; antes bien, prescríbale sus
límites y reprima en los miembros aquellas su
gestiones y afectos. Y cuando por aquella sim
patía que resulta de la unión del alma con el
cuerpo se entrometieren en la parte principal ,
entonces no se ha de intentar la resistencia con
tra la sensación , siendo ella natural; pero el es
79
píritu suspenda su dictamen, no formando juicio
de que tales afectos sean buenos ó malos.
XXVII. Conviene vivir con los dioses, y lo
hace así el que frecuentemente les presenta su
misma alma resignada y satisfecha con el repar
timiento de los hados, y pronta á hacer cuanto
sea del agrado de su numen interior, que es una
parte de la divinidad que el mismo Júpiter dió á
cada uno por ayo y conductor, y esta es la men
te y razón que cada uno en sí tiene.
XXVIII. ¿ Por ventura te irritas con el que
huele á sudor ? ¿ Acaso te encolerizas contra quien
le huele mal el aliento ? ¿ Qué quieres que haga?
El uno tiene así la boca , y el otro de tal suerte
los sobacos , que es preciso salga de ellos se
mejante exhalación . Pero el hombre , dices , está
dotado de razón , y puede , haciendo reflexión,
conocer la falta en que incurre; ¡ sea enhorabue
na! Por lo mismo, pues, tú, que participas de ra
zón , muévele con tu facultad persuasiva á que
haga semejante discurso ; persuádeselo, recuér
daselo , porque si quiere oirte , conseguirás el
remedio y no estarás expuesto ámontar en cólera.
XXIX . Ahora mismo puedes llevar aquel gé
nero de vida que haces cuenta observar al tiem
po de morir; y si no te dejan en libertad de ha
cerlo , entonces exímete de vivir , y en tal confor
midad , como quien no padece mal alguno , y
como me aparto yo de la chimenea , si hace
humo . ¿ Por qué reputas esto por negocio de gran
80
momento ? Yo , mientras que ninguna cosa tal me
saque de este mundo quedo libre , y nadie me
impedirá hacer lo que quiera ; y lo que yo quie
ro es portarme según lo pida la naturaleza de
un viviente racional y sociable .
XXX . El alma del universo es amante de la
unión y sociedad , y por eso hizo las cosas de
baja esfera con respecto á las de superior calidad;
y con mucha armonía concilió entre sí las más
aventajadas ; y así ves cómo las subordinó , las
coordenóy distribuyó á cada una según su estado
y condición , y redujo á una recíproca concordia
las que eran entre todas las más excelentes.
. XXXI. Examina contigo mismo cómo te has
portado hasta ahora con los dioses , con tus pa
dres , hermanos , mujer, hijos , maestros , ayos,
amigos , familiares , criados ; si contra todos ellos
has acaso hecho hasta este punto , ó dicho algo
opuesto á la piedad y á la religión . Haz memo
ria también de cuántos negocios han pasado por
tu mano y á cuántas fatigas has podido resistir,
y advierte que la historia de tu vida ya la has
completado y desempeñado tu ministerio ; acuér
date, igualmente, de cuántas bellas cosas has visto,
cuántos gustos y disgustos has padecido , cuán
tas cosas llenas de gloria has despreciado , y con
cuántos desconocidos é ingratos te has portado
con benevolencia.
XXXII. ¿ Por qué razón las almas rudas y
sin arte ni habilidad han de perturbar á la que
81
se halla adornada de instrucción y sabiduría?
¿Cuál, pues, es el alma instruída y sabia? dirás tú.
Es la que conoce el principio y fin de las cosas,
y también á aquella mente extendida por el uni
verso que , desde toda una eternidad , lo dispone
y gobierna todo , siguiendo ciertos plazos y pe
ríodos determinados .
XXXIII . En un abrir y cerrar de ojos vendrás
á ser un poco de " iza ó un esqueleto , y á lo
más quedará solamente tu nombre , ó ni menos
el nombre, siendo éste, á la verdad, un puro soni
do y el eco de la voz . Las cosas de mayor apre
cio en la vida son vanas , pútridas y de ningún
valor, y como otros tantos perrillos que se muer
den mutuamente , ú otros tantos niños que, riñen
do entre sí , tan pronto lloran como se rien. Pues
la buena fe y el pudor natural , la justicia y
la verdad, huyendo de la espaciosa y ancha tie
rra, de un vuelo se subieron al Olimpo. ¿Qué cosa,
pues, hay que aun te detenga aquí y embelese?
Porque verdaderamente las cosas sensibles son
muy expuestas á la mutación y nada consisten
tes; los sentidos ciegos , y fácilmente reciben tras
tornadas las impresiones ; el alma es una exhala
ción de la sangre , y el que seas celebrado entre
estas gentes es una pura vanidad. ¿Por qué, luégo,
no esperas con un animo plácido , ó bien tu ex
tinción, ó bien tu traslación? Mas entretanto que
llega el tiempo oportuno para ella , ¿ qué cosa
bastará que yo haga? ¿ Qué otra cosa ha de bastar
6
82
sino que veneres y alabes á los dioses , que hagas
bien á los hombres, que sepas sufrirles y abstener
te de su trato en ciertas ocasiones , que te acuer
des que cuanto está fuera de los límites de tu
cuerpo y espíritu no es cosa tuya ni depende de
tu voluntad?
XXXIV. Siempre podrás salir con felicidad
en tus empresas, si sabes proceder con rectitud
y si quieres pensar y obrar con método y razón.
Estas dos cosas son comunes, así al alma de
Dios como á la del hombre y de todo viviente
racional : la una, el no poder ser impedido por
otro alguno ; la otra, el tener puesto todo su bien
en una disposición santa y acción justificada,
dando con esto fin á tu deseo.
XXXV. Si esto que sucede no es maldad mía,
ni efecto nacido de mi vicio, ni daña al común
del universo, ¿por qué me agito pensando sobre
ello ? ¿ Qué cosa puede ser nociva á esta univer
salidad del mundo ?
XXXVI. No te dejes sorprender temeraria
mente de la primera impresión de un objeto ; an
es bien debes procurar socorrer á los necesitados
según tus posibles y su estado; y aunque veas
que padezcan mengua en estas cosas medias, no
por eso debes imaginar que en esto haya daño,
supuesto que no es mal verdadero, sino que ha
rás como aquel viejo que, no ignorando cuán
pueril cosa era una peonza, se la pedía al chiqui
llo al despedirse ; á este modo , pues , debes por
83
tarte en las cosas del prójimo. Y cuando tú te ha
llas en la tribuna perorando y gritando : dime,
hombre, ¿ tienes olvidado qué cosa sea esto ? no
por cierto ; pero me hago cuenta de que en tales
cosas ponen los hombres la mayor atención y les
agradan mucho. Y por esto tú también has de ser
loco como ellos. Yo alguna vez fui dichoso. ¡ Hom
bre! mira bien, que en cualesquiera parte podrás
ser feliz, si tú mismo te labrares la fortuna la
cual no consiste sino en tener costumbres loables,
buenos afectos y laudables acciones.
LIBRO SEXTO
I.
La materia del universo se rinde y se dis
pone con facilidad ; la mente que la rige y' mo
dera de ningún modo es en sí maléfica, puesto
que no es maligna ni propensa á dañar á otro, ni
capaz de recibir agravio de nadie. En el mundo
se ejecuta todo como ella lo ordena,
II. Lo mismo es que cumplas con tu deber
yerto de frío que abrigado ; falto de sueño que
harto de dormir ; murmurado que alabado ; mu
riendo que haciendo otra cualquiera cosa ; por
que también es una de las acciones del vivir la
que ejecutamos muriendo , pues basta que cerca
de ésta dispongamos bien lo que entonces tuvié
remos entre manos.
84
III. Observa interiormente y procura que en
ninguna cosa se te pase por alto su mérito .
IV. Todas las cosas subsistentes se muda
rán bien presto y se unirán al todo , 6 bien ex
haladas (si es que es compaginada la sustan
cia universal), ó bi
disipadas se derramarán.
V. La mente gobernadora del universo sabe
muy bien en qué estado se halla lo que hace y
en qué materia lo ejecuta.
VI. El mejor modo de vengar la injuria es
no imitar al que la hizo.
VII. En esto sólo ten tu gusto, y pon tu re
creo en que , acabada una acción en pro de la
sociedad, pases luégo á emprender otra seme
jante, acordándote siempre de Dios.
VIII. Es la mente la que se excita á sí mis
ma, y convierte á los objetos; la que se finge tal
como quiere; la que hace que todos los aconteci
mientos la parezcan tales como desea.
1
IX . Cada una de las cosas se perfecciona y
lleva á cabo conforme apetece la naturaleza y
alma del universo, porque no están regidas por
alguna fuerza natural que exteriormente conten
ga y abrace al mundo, ó esté dentro de él conte
nida, ó se halle fuera de él separada.
X. Ó el mundo es un conjunto de diferentes
cosas, ya complicadas entre sí, ya nuevamente di
sipadas, ó un complejo bien unido y ordenado
con método, al que rige la Providencia. Si es,
pues, lo primero, ¿ por qué yo anhelo detenerme y
85
vivir en medio de tan temerario desorden é igual
confusión ? ¿por qué yo pienso en otra cosa que
en buscar el modo de convertirme en tierra ? ¿ por
qué me perturbo ? Pues por más que yo haga, ven
drá sobre mi la disolución y separación de partes.
Pero si es verdad lo segundo, debo venerar á
Dios, ser constante en la virtud y confiar firme
mente en el árbitro y gobernador del universo.
XI. Cuando por la concurrencia de las cir
cunstancias te vieres como necesitado á perder
tn tranquilidad, vuelve al punto sobre ti y no te
propases sin necesidad fuera de lo debido y jus
to, porque así te sentirás más esforzado para
conservar la buena armonía en tus acciones, re
cuperándola frecuentemente.
XII. Si á un mismo tiempo tuvieses madras
tra y madre, procurarías obsequiar á aquélla, y,
sin embargo, hacer continuas visitas á tu madre :
imagínate , pues , ahora que éstas son para ti la
corte y la Filosofía ; vuelve muchas veces á ésta,
y con ella descansa ; con cuya asistencia te pa
recerán soportables los negocios ocurrentes en la
corte, y los hombres te podrán tolerar á ti.
XIII. Al modo que conviene sobre las vian
das y otros comestibles semejantes hacer la re
flexión que este es el cádaver de un pez, esotro
el cadáver de un ave ó de un lechón , y también
advertir que el falerno es el zumo de la uva , que
la púrpura es el pelo de la oveja, mojado en la
sangre de la concha ; y por lo respectivo á la ge
86
neración, considerar que no es sino un mero con
tacto y cierta excreción de humor , junta con
una especie de convulsión (siendo realmente
estas consideraciones muy eficaces para que, pe
netrando lo más interior de las mismas cosas
apartándolas el velo, se vea con mayor claridad
lo que son al fin ) , de esta suerte también impor
ta mucho que se haga la reflexión sobre todo lo
ocurrente en el discurso de la vida ; y cuando las
cosas se nos presentan demasiadamente autori
zadas y acreedoras á nuestro aprecio, convendrá
despojarlas y ver á las claras su vileza, poniendo
á un lado la relación de elogios con que aparen
tan su fingida gravedad ; porque el fausto es un
fuerte impostor , y entonces nos encanta más,
cuando especialmente deliberamos sobre cosas al
parecer dignas de mayor aprecio. Mira , pues,
con atención lo que Crates dijo hablando de
Jenócrates.
XIV. Las más de las cosas de que se admira
el vulgo pueden reducirse á ciertas clases ó gé
neros universales, conteniéndose las unas en la
clase de sustancias dotadas , ó de sola forma y
figura inerte, ó de naturaleza y fuerza dinámica,
cuales son , ya las piedras y los maderos, ya las
higueras, vides y olivos ; perteneciendo otras,
que aprecian las gentes de mediana esfera, á la
clase de las que tienen alma sensitiva, tales son,
por ejemplo , los rebaños de ganado mayor y
menor; comprendiéndose otras, á que se inclinan
87
los hombres de más honor, en la clase de las que
tienen alma racional, no en cuanto es alma uni
versal del mundo, sino en cuanto se mire como
industriosa y diligente, ó en cuanto simplemen
te se considere como racional : tal es, verbi gra
cia, el ser dueño de un crecido número de es
clavos. Mas aquel que honra debidamente á su
alma racional en cuanto es universal y amante
de la sociedad, dejando aparte cualquiera otro
cuidado, procura ante todas cosas que su alma
se conserve en estado racional y sociable, y que
también coopere á que otros de su naturaleza
hagan esto mismo.
XV. Unas.cosas se apresuran para recibir su
ser, otras se dan priesa en perderlo, y aun una
misma cosa, al momento de hacerse, ya en parte
se extingue; y así las disoluciones y alteraciones
renuevan continuamente el mundo, al modo que
la incesante sucesión del tiempo representa là
eternidad siempre nueva. En esta precipitada co
rriente, en donde no es posible fijarse, ¿ quién
podrá apreciar cosa alguna de estas así pasaje
ras? Sería lo mismo que si uno empezara á ena
morarse de una de las aves que, volando por el
aire, al instante desaparecieron de la vista. Á un
modo semejante viene á ser la vida de cada uno,
que es como una exhalación de la sangre ó como
la respiración y atracción del aire ; pues cual es
el respirar una vez y atraer el aire lo que todos
hacemos cada momento, tal es, en verdad, el vol
88 /
ver á dar toda la fuerza de respirar á aquel prin
cipio de donde la habías tomado antes y adqui
rido naciendo ayer ó antes de ayer.
XVI. No es cosa digna de mucha estima
ción ni el transpirar como las plantas, ni el res
pirar como las bestias, ni el estamparse en la
fantasía las ideas, ni el agitarse el apetito con
los afectos, ni el vivir congregados, ni el nutrir
se con el alimento, porque esto es una cosa se
mejante á la que sucede en el expeler las super
fluidades de la comida. ¿ Qué cosa, pues, mere
cerá nuestro aprecio ? ¿El ser aplaudido con pal
moteo ? Ni esto tampoco ; luego ni menos lo se
rá el ser aclamado con los gritos de viva y más
viva; porque las alabanzas del pueblo no son si
no un estrépito y sonido de la lengua. Dejada,
pues, también la gloria del aplauso popular, ¿ qué
restará digno de estima ? El portarse conforme á
nuestro propio estado y atarearse á lo que los
cuidados y las artes nos mueven é incitan . Por
que toda arte tienė su mira en que lo dispuesto
y preparado sea muy á propósito para aquella
obra para la que se había ordenado y destina
do ; esto pretende el labrador cuidando de la vid,
el picador domando el potro, y el cazador amaes
trando el perro. Y la educación y disciplina de
la juventud, ¿ á qué otra cosa aspira con su afán
y diligencia? Luego en esto consiste lo aprecia
ble; y si esto te saliere bien, no será necesario
que procures adquirir para ti otra cosa más. ¿ Eš
89
posible que ni aun por eso dejes de apreciar otras
muchas cosas ? Pues haciéndolo así, ni te verás li
bre de cuidados, ni estarás contento con tu suer
te, ni vivirás sin pasiones ; por necesidad serás
envidioso y competidor ; tendrás por sospechosos
á los que pueden privarte de lo que gozas ; ar
marás asechanzás á los poseedores de lo que tie
nes en tanta estima; y así es absolutamente ne
cesario que, hallándote necesitado y privado de
alguna cosa apreciable por ti , te perturbes é in
quietes, y aun te quejes muchas veces de los dio
ses. Al contrario, la veneración y estima hecha
de tu propia alma, hará que vivas contento y
pagado de ti mismo ; que te avengas y acomodes
con los demás hombres ; que te conformes y re
signes con los dioses ; esto es, alabándoles y apro
bando cuanto ellos dispensan y determinan.
XVII. El movimiento de los elementos es
hacia arriba, hacia abajo, alrededor ; pero el cur
so de la virtud no está sujeto á ninguna de es
tas variaciones, sino que tiene un no sé qué de di
vino ; de modo que, caminando por una vía ocul
ta é incomprensible, hace felizmente su jornada.
XVIII. ¡ Qué desatino cometen los hombres!
No quieren hablar bien de sus contemporáneos
y compañeros, y los mismos tienen en gran esti
ma ser alabados por los venideros á quienes no
han visto ni verán jamás. Esto es casi lo mismo
que si se contristasen porque los antepasados no
hubiesen hecho honorífica mención de ellos.
90
XIX. No debes suponer que si á ti te pare
ce difícil de practicar alguna cosa, sea imposi
ble á todo hombre ; antes bien, te has de persua
dir que, si es posible y correspondiente á un
hombre, también es asequible á ti.
XX. En los ejercicios de la lucha, aun dado
que alguno nos arañe y arremetiendo con la ca
beza nos haga alguna herida, sin embargo, no
damos señal de enojo, ni nos enfadamos, ni le ca
lificamos en lo sucesivo de traidor ; y si bien nos
guardamos de él, pero no como de un enemigo,
ni por sospecha ó desconfianza, sino que con buen
modo y ánimo benévolo le huimos el cuerpo.
Así debemos hacer en el resto de la vida, no pa
rando mientes en muchas de las cosas que ha
cen los hombres , mirándoles como si fuesen
nuestros antagonistas ó competidores ; porque,
como yo decía, es permitido huirles el cuerpo sin
tenerles por sospechosos ni odiarles.
XXI. Si alguno pudiese convencerme y ha
cerme patente que yo no pienso con rectitud ú
obro bien , con mucho gusto mudaría de dicta
men y de conducta; porque yo busco la verdad, la
cual jamás dañó á ninguno, siendo así que quien
se obstina en su error é ignorancia, queda ma
lamente burlado.
XXII. Yo hago y cumplo con mi deber ; las
demás cosas no solicitan mi atención ; porque, 6
son inanimadas ó irracionales, ó van fuera de ra
zón é ignoran el camino verdadero.
91
Como hombre dotado de razón, usa
con magnanimidad y libremente de los anima
les, y, en general, de las cosas y sustancias que
carecen de razón ; empero á los hombres, como
participantes de racionalidad , trátales sociable
mente, y en todo pide á los dioses su favor y
amparo; no te interesa saber en cuánto tiempo
podrás hacer tus cosas ; porque sólo el espacio de
tres horas bien empleado te basta y sobra.
XXIV. Alejandro el de Macedonia y su mo
zo de mulas, habiendo muerto, vinieron á parar
en una misma cosa; porque, ó bien fueron resu
midos en los mismos principios y razones semina
les del universo, ó fueron igualmente dispersos
y reducidos á sus átomos.
XXV. Considera qué de cosas pasan á cada
uno de nosotros en un mismo punto de tiempo
indivisible , tanto por parte del cuerpo cuanto
respecto del alma; y de este modo no te mara
villarás si muchas cosas más, ó, por decirlo me
jor, si absolutamente todas las cosas hechas en
este singular universo, que llamamos mundo, se
producen al mismo tiempo.
XXVI. Si alguno te preguntase cómo se es-'
cribe el nombre de Antonino, ¿por ventura pro
ferirías cada una de las letras levantando la voz
XXIII.
Pues qué, dado caso que se irritasen, ¿te enfa
darías tú también? ¿No sería mejor que tú, pasan
do adelante, pronunciases con quietud cada una
de las letras? Á este modo , pues, hazte ahora la
92
cuenta que toda obligación consta de ciertos
puntos, los cuales conviene observar, llevando al
cabo con buen orden lo que estés haciendo, y no
alborotándote ni disgustándote de los que se in
dignasen contra ti.
XXVII. Viene en cierto modo á ser una
crueldad que no se permita á los hombres de
jarse llevar de las cosas que les parecen propias
y conducentes. Y cierto que tú de alguna mane
ra no permites que ellos lo hagan así cuando te
irritas porque pecan, puesto que entonces se de
jan absolutamente tirar como de cosas propias y
convenientes á los mismos. Pero no es así: díse
lo, pues, á ellos y muéstraselo sin enojarte.
XXVIII. La muerte es el fin y descanso de
ias impresiones de los sentidos, de la agitación
del apetito, del discurso de la mente, de la ser
vidumbre y cuidado cerca del cuerpo.
XXIX. Muy mal parecido es que el alma
afloje y desmaye en el deber de la vida antes
que en el cuerpo se pierda y disminuya el vigor
para las funciones humanas.
XXX. Mira bien no te transformes, en César
de pies á cabeza, ni te revistas de este carácter
de soberanía y majestad, como suele suceder;
consérvate, pues, en un aire de simplicidad , de
bondad, de entereza, de gravedad, de seriedad;
prosigue siendo amante de lo justo, religioso,
benévolo, sincero en tu afecto, constante y es
forzado en el cumplimiento de tus obligaciones.
93
Pretende con empeño que te mantengas tal cual
quiso hacerte la filosofía; venera á los dioses;
protege á los hombres. La vida es breve; uno
el consuelo y fruto de vivir sobre la tierra, que
todo consiste en una disposición de ánimo pia
doso, junto con el ejercicio de acciones bené
ficas.
Procura en todo portarte como discípulo de
Antonino; imita su tenor constante en obrar, se
gún razón; su conducta en todo uniforme; la
piedad y apacibilidad del semblante; la afabili
dad y desprecio de la vanagloria; el estudio y
empeño en hacerse bien cargo de los negocios ,
y en tal conformidad, que nada dejaba absoluta
mente por hacer, mirándolo antes con atención
y madurez, y reflexionando con prudencia y sa
biduría; observa cómo también sufría á los que,
sin razón, le vituperaban, no quejándose contra
ellos; cómo en ningún negocio se apresuraba;
cómo no admitía fácilmente las delaciones; cómo
era exacto y mirado en sus costumbres y hechos,
no injuriador, no medroso, no suspicaz, no so
fista.
Nota su parsimonia, contentándose con poco,
por lo que mira á la habitación, cama, vestido,
comida, familia; siendo amante del trabajo y su
frido; pudiendo perseverar en un mismo sitio
desde la mañana hasta la noche, efecto de su
vida frugal y parca; no teniendo necesidades
corporales fuera de su hora acostumbrada; per
94
maneciendo constante y siempre el mismo en las
amistades; admira también que llevase con pa
ciencia á los que con libertad se oponían á su
dictamen, y que se alegraba si alguno sugeria
mejor pensamiento, y cómo era pío y religioso,
sin escrúpulo ni superstición. Imítale, pues, en
todo esto, para que la última hora de la muerte
te coja con tan buena conciencia como á él.
XXXI. Recupérate y recapacítate un poco, y
después de bien vuelto sobre ti, y considerando
que era una ilusión lo que te perturbaba, mira
bien despierto y con atención segunda vez estas
cosas de acá, como habías mirado aquéllas.
XXXII. Yo consto de cuerpo y de alma: al
cuerpo todo le es indiferente, porque no puede
discernir nada; al alma también es indiferente
todo aquello que no sea acción suya peculiar;
pero penden de su arbitrio todas sus obras par
ticulares, aunque entre éstas sólo se deben con
tar las que presentemente estuviere haciendo,
puesto que los hechos pasados y los que podrán
sobrevenirla también la son indiferentes.
XXXIII. Mientras que la mano hace lo que
es propio de la mano , y el pie lo que asimismo
es peculiar del pie , ni la mano ni el pie tienen
un trabajo que no sea natural : del mismo modo ,
pues, en tanto que el hombre hace lo que es pri
vativo del hombre, su trabajo no es superior á sus
fuerzas naturales ; de consiguiente, tampoco es
para él mal alguno, no siendo fuera de lo natural.
1
.95
XXXIV. ¡ Cuántos deleites suelen percibir y
gozar los ladrones, prostituídos y tiranos!
XXXV. ¿No vés cómo los artífices mecánicos,
aunque suelen condescender algún tanto con los
idiotas é ignorantes de su arte , no por eso dejan
de alegar contra ellos sus razones , é insisten en
no separarse de ellas ? Ahora bien : ¿ no sería mal
visto que un arquitecto , ó un médico , hiciese
más aprecio de lo que prescribe su arte que un
hombre hace de lo que le dicta la razón , que es
común al mismo hombre y á los dioses?
XXXVI, Asia y Europa son unos rincones ó
ángulos del universo ; el mar entero es una me
nudísima parte de agua del universo ; el monte
Atos es un insignificante terrón del mundo ; to
do tiempo presente es un punto de la eternidad;
todas las cosas son de poco momento , caducas,
perecederas , vanas ; todas vienen de allá , de
aquella mente común , ó ya de propósito pensa
das y dispuestas , ó bien naturalmente consi
guientes; así, pues, la grande abertura de la boca
del león , el maleficio y cuanto es nocivo , como
las espinas y el lodo , vienen á ser como unas adi
ciones ó apéndices naturales de los demás visto
sos y hermosos efectos de la naturaleza : no por
eso te imagines que tales cosas sean indignas
ó ajenas de aquella mente universal á quien ve
neras ; antes bien, completa y reconoce por ellas
el origen de todo lo existente.
XXXVII. Quien ha visto lo presente , ya lo
96
vió todo , no sólo cuanto sucedió desde la eterni
dad , sino también cuanto acaecerá por toda una
infinidad de tiempo , puesto que todas las cosas
son de una misma naturaleza.
XXXVIII. Considera muchas veces la mutua
conexión que tienen entre sí todas las cosas del
universo , y la relación de las unas con las otras,
pues en cierto modo están entre sí enlazadas y
por este respecto se comunican amigablemente;
y así las unas son consiguientes á las otras , ya
por el movimiento local , ya por la conspiración
y simpatía , ya por la unión de la materia.
XXXIX. Ajústáte y acomodate á lo que el
hado te ha destinado , y ama á los hombres con
quienes te cupo en suerte el vivir.
XL. La máquina , el instrumento , todo pre
parativo , si sirve para lo que fué dispuesto , tiene
su aprecio , aun estando lejos de allí el que lo
dispuso . Mas en los efectos que produce y con
tiene en sí la naturaleza , siempre se queda den
tro y reside en ellos la virtud y principio que los
había hecho ; convendría que uno venerase más
á la naturaleza y que se persuadiese que , si él
mismo viviese y perseverase conforme con lo
que ella quiere , le sucedería todo á medida de
su deseo y del mismo modo que al universo le
salen todas sus cosas como apetece .
XLI. Si supieses que algo de aquello que no
está en tu mano, sea lo que se fuere, es para ti
bueno 6 malo, sería necesario que en la incur
97
sión en el tal mal y en la separación de semejan
te bien formases tus quejas contra los dioses y
concibieses odio contra los hombres, reputándo
les autores ó sospechando que podrian serlo de
tu caída en el mal ó pérdida del bien. Y, en efec
to, sucede que muchas veces obramos contra jus
ticia y razón por la discordia de opinión acerca
de estas cosas. Pero si nosotros juzgásemos por
bienes ó males los que solamente penden de
nuestro arbitrio, no nos quedaría motivo alguno,
ni de culpar á Dios, ni de odiar.
XLII. Todos cooperamos á un mismo fin: los
unos sabiendo y comprendiendo bien lo que se
hacen; los otros sin entenderlo; del mismo modo
que Heráclito dice, si no me engaño, que tam
bién los dormidos son operarios, que por su par
te coadyuvan á lo que en el mundo se está ha
ciendo. Bien es verdad que otro contribuye de
distinto modo, excediéndose el que se queja, el
que intenta hacer resistencia, y el que pretende
destruir lo hecho, porque aun de este tal se apro
vecha y sirve el universo; y así, mira al cabo y
reflexiona con quiénes te querrás alistar , supues
to absolutamente que hará buen uso de ti el que
todo lo rige, y te recibirá en alguna de las clases
de los operarios que mutuamente se ayudan en
su trabajo. Pero guárdate bien de que no hagas
en el mundo un papel semejante al que hace en
el drama aquel verso vil y ridículo de que hace
mención Crisipo.
7
98
XLIII. ¿Por ventura el sol anhela hacer lo
que es propio de la lluvia? ¿Acaso Esculapio pre
tende hacer lo que es privativo de la tierra? ¿Qué
diré de cada astro en particular? ¿No es verdad
que, siendo diferentes entre sí , conspiran todos á
un mismo efecto?
XLIV. Si es, pues, cierto que los dioses han
acordado ya sobre mí, y lo que me debe aconte
cer, bien resuelto estará, porque no es fácil for
marse la idea de un Dios inconsiderado y sin
reflexión; ¿pues con qué motivo se habían ellos de
mover á la resolución de hacerme mal? ¿Qué pro
vecho les resultaría de aquí ó al común del uni
verso, de quien ellos tuviesen especial providen
cia? Pero si es que no han determinado sobre mí
en particular, por lo menos habrán decretado en
general acerca de las cosas del mundo, con las
que también tienen enlace mis cosas particulares,
que debo abrazar con gusto y darme por con
tento con ellas. Y dado que los dioses de nada
tuviesen providencia (que es una impiedad creer
lo), entonces de ningún modo sacrificaríamos ,
orariamos, juraríamos ni hariamos otras cosas
que en particular hacemos, como para con unos
dioses entre nosotros existentes y que viven en
nuestra compañía. Mas si los dioses no delibe
rasen sobre ninguna de nuestras cosas, sin em
bargo, me sería lícito mirar por mí, estando en
mi mano la inspección de lo que es conducente; y
cierto que á cada uno conviene lo que dice bien
99
con su condición y naturaleza . Por último , mi na
turaleza es racional y sociable; mi patria y ciu
dad, en cuanto Antonino, es Roma; pero en cuan
to hombre, es el mundo; y así lo que á estas ciu
dades Roma y Mundo fuere útil, esto será mi
único bien.
XLV Cuanto sucede á cada individuo con
duce al universo, y esto debería bastar; pero aun
hay otra cosa, como verás haciendo la observa
ción en general, que lo conducente á un particu
lar también conduce á los otros hombres; bien
entendido que ahora se debe tomar la palabra
conducente en sentido común, aplicada á las co
sas medias é indiferentes.
XLVI. Á la manera que suelen ofenderte los
espectáculos representados en el teatro y en otros
lugares semejantes, porque el ver siempre lo
mismo y sin mudanza de aspecto causa tedio á
la vista , del mismo modo podrá sucederte en
todo el curso de tu vida; porque todas las cosas
superiores é inferiores son siempre las mismas y
provienen de los mismos principios.
XLVII. Medita sin cesar qué de hombres de
todas condiciones, de todas profesiones, de todas
naciones murieron ya, de suerte que desciendas
de este modo hasta dar con Filistión, con Fe
bo y Origanión; entonces pasa con la considera
ción á otras clases de gente, pues es preciso que
nosotros hagamos el mismo camino que hicieron
tantos oradores elocuentes, tantos filósofos vene
100
rables, un Heráclito, un Pitágoras, un Sócrates;
tantos héroes primero, tantos caudillos y tiranos
después: además de éstos, un Eudoxo , un Hi
parco, un Arquímedes y otros de agudo ingenio,
de corazón magnánimo, de industria singular, de
suma astucia y de mucha arrogancia; hasta los
mismos motejadores satíricos de esta vida cadu
ca y casi momentánea, como Menippo y otros
tales, y cerca de todos estos haz la reflexión de
la
Q
6
P
te
P
SU
ca
&
que mucho hace fueron sepultados; si bien ¿qué
mal les vino por eso á ellos? ¿Qué daño á otros
muchos, de quienes absolutamente ni queda el
nombre? Así, que una sola cosa hay en este mun
do de que debemos hacer mucho aprecio, que es
el saber vivir entre hombres falsos é injustos si
guiendo la verdad y la justicia.
XLVIII . Cuando quieras darte un rato de
contento , ponte á considerar la ventaja de los
que viven contigo; por ejemplo, de este lo indus
trioso, de aquel lo modesto, de uno lo liberal y
de otro cualquiera otra prerrogativa, porque nin
guna cosa nos deleita tanto como el contemplar
las imágenes de las virtudes que resplandecen
en las costumbres de los que viven con nosotros,
y ue de tropel, por decirlo así, se nos entran
por los ojos, por lo que conviene tener á mano
esta consideración.
XLIX. ¿Por ventura llevas á mal ser de peso
de tantas libras y no llegar al de trescientas? No
te inquietes por eso, porque hayas de vivir has
tam
101
ta un determinado número de años y no puedas
pasar más adelante; pues al modo que conviene
contentarse con la estatura, así también con la
cantidad del tiempo prefijado .
L. Insistamos en persuadir á nuestros próji
mos lo que sea justo y razonable; no dejemos de
hacerlo , aunque se resista, cuando así lo pida el
derecho de justicia ; mas si alguno , usando de
violencia, se te opusiese , vuélvete á tu ánimo plá
cido y tranquilo y aprovechate de la resistencia
para ejercitar otra virtud ; y acuérdate de que con
la debida excepción emprendías el asunto, y que
no pretendías imposibles. ¿ Qué cosa, pues, era la
que deseabas ? Era este mismo conato que consi
gues, aunque no tenga efecto aquello á que ha
bías puesto la mira .
LI. El que es ambicioso, juzga por bien pro
pio la acción ajena ; el que es dado á los delei
tes, cree que su bien consiste en el goce de sus
pasiones; pero el que tiene juicio, conoce que en
su proceder estriba toda su felicidad.
LII. Puede uno muy bien no formarjuicio acer
ca de esta ú otra cosa, y no inquietarse en su in
terior, pues las cosas no tienen por sí tanta fuerza
que nos precisen á calificarlas de buenas 6 malas.
LIII. Acostumbrate á estar con atención á lo
que dice todo hombre, y en cuanto te sea posible
intérnate dentro de su alma.
LIV. Lo que no es bueno para el enjambre
tampoco es conducente para la abeja.
102.
LV. Si los marineros tratasen malamente al
piloto , ó los enfermos injuriasen de palabraalmé
dico, ¿ á qué otro podrían apelar ? Ó ¿cómo sería
posible que los unos ejecutasen lo que conduce
á la conservación y seguridad de los navegantes,
y los otros lo que sirve para la sanidad y cura
de los enfermos ?
LVI. ¡ Cuántos de aquellos con quienes en
tré en el mundo ya salieron de él!
LVII. A los ictericiados les parece amarga la
miel ; á los mordidos de un perro rabioso, el agua
les es cosa formidable ; á los niños, la pelota les
parece cosa bella ; ¿ pues á qué viene el enojarte?
¿ Acaso te parece á ti que ha de poder menos el
engaño de la mente que un poco de cólera en el
enfermo de ictericia y el veneno en uno que pa
dece mal de rabia ?
LVIII. Nadie te impedirá que vivas según
dicta la luz de tu razón natural , y nada te acae
cerá contra la razón y orden de la naturaleza.
LIX. Piensa bien cuáles son aquellos á quie
nes deseamos agradar; con qué miras y esperan
zas les queremos complacer; por qué especie de
servicios les queremos ganar , y verás cómo en
breve sepultará el tiempo todas estas cosas , y
cuántas ya ha sepultado.
103
LIBRO SÉPTIMO
I. ¿Qué viene á ser la perversidad? Es lo que
has visto muchas veces; y así, en todo aconteci
miento ten á la mano esta reflexión : esto es lo
que viste en varias ocasiones. Absolutamente
desde el principio al fin hallarás los mismos su
cesos de que están llenas las historias, de que
al presente abundan las ciudades y familias par- .
ticulares; nada encontrarás de nuevo; todo es
cosa trillada y de breve duración.
II. ¿De qué otro modo se te pueden borrar
las máximas de la filosofía, á no ser que se amor
tigüen las ideas que son correspondientes á los
mismos preceptos filosóficos? De ti pende el avi
varlas de continuo. Yo puedo formar sobre este
y el otro punto el debido juicio; y si puedo, ¿por
qué me turbo? Nada absolutamente tiene que
ver con mi mente lo que está fuera de ella. Man
tente en esta disposición, y todo te irá bien.
Tienes en tu mano el revivir, volviendo sobre ti;
mira otra vez las cosas con los mismos ojos con
que antes las viste, porque en esto consiste el
revivir y recuperarse un hombre.
III. La vana afición y cuidado en todo gé
nero de pompa; las representaciones del teatro;
los rebaños de ganado mayor y menor; las justas
6 ejercicios militares, pueden compararse al en
104
tretenimiento de echar huesos á los perros y mi
gajas á los peces en los estanques; al afán y
acarreo de las hormigas ; á las corridas de los
amedrentados ratoncillos; á las figurillas de los
titiriteros. Conviene , pues, que en estas diversio
nes se pase un rato con gusto, pero sin hacer
ostentación de semejantes bagatelas; antes bien
entendiendo que cada uno se hace de tanto ma
yor mérito cuanto son más importantes las cosas
en que emplea su estudio.
IV. En la narración conviene atender á las
palabras que se van diciendo, igualmente que á
cada uno de los movimientos é impulsos de lo
que se está haciendo; y, á la verdad, en esto im
porta mirar luégo á qué fin se dirige su intento;
pero en lo otro débese reparar bien qué es lo
que se quiere significar .
V. ό me basta mi talento y habilidad para
el tal negocio, ó no. Si me es suficiente, me val
go de ellos, para el efecto, como de un instru
mento dado por la común naturaleza; si no son
proporcionados, ó cedo el asunto á otro que pue
da darle mejor y más feliz éxito, salvo que por
otro lado no sea esto de mi obligación personal,
6 lo hago como puedo, tomándome un compa
ñero, el cual, con la ayuda de mi mente, pueda
hacer aquello que entonces sea oportuno y útil á
la sociedad, visto que cuanto yo hiciere por mí
mismo ó con la asistencia y favor de otro se de
be encaminar al bien del público.
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105
VI. ¡ Cuántos se hallan ya sepultados en el
olvido, habiendo antes sido muy aplaudidos ! Y
¡ cuántos de los que celebraron á éstos fueron
asimismo borrados tanto há de la memoria de
los hombres!
VII. No te corras de ser ayudado de otro: lo
que á ti te incumbe es cumplir con tu deber del
mismo modo que al soldado le toca dar el asal
to á la fortaleza. ¿Pues qué importa que tú, es
tando cojo, no puedas subir á las almenas por ti
solo, si te es posible con el amparo de otro?
VIII. No te perturbe lo que vendrá después;
porque, si fuere necesario , tú le saldrás al en
cuentro armado de la misma razón de que
ahora te vales para las cosas presentes .
IX. Todas las cosas están trabadas y enca
denadas entre sí, y su enlace es tan sagrado que
casi no se halla una que sea extraña y ajena á
la otra; porque todo se ve coordinado y contri
buye esto al adorno del mismo universo. Y es
que el mundo viene á ser un compuesto de to
das estas cosas y un dios en todas ellas; una
sustancia, una ley, una razón común á todos los
animales; finalmente, una verdad, puesto que es
una misma la perfección de los vivientes que
participan de una misma razón.
X. Todo lo material muy en breve desapa
rece en la sustancia común del universo, y toda
causa prontamente se resume en la razón ó
mente universal; finalmente, la memoria de todas
7106
las cosas queda presto sepultada en lo inmenso
de la eternidad . "
XI. Para un viviente racional es una misma
la acción conforme con la naturaleza y la que es
según razón.
XII. Conviene ser justo, 6 si no amonestado.
XIII. Á la manera que los miembros de un
cuerpo dependen entre sí en sus compuestos,
á ese modo las criaturas racionales , aunque se
paradas, tienen entre sí igual relación, habiendo
sido producidas para cooperar á un mismo fin.
Esta consideración se te imprimirá más altamen
te si muchas veces dices para contigo mismo: Yo
soy un miembro de este sistema, que consta de na
turalezas racionales. Pero caso que tu digas, usan
do de la letra R, Rhoo, que eres una mera parte,
aun no amas de corazón á los hombres, todavía
no recibes la debida complacencia en eso mismo
de hacerles bien; además, que sólo haces eso por
puro decoro, no como si á ti te hicieses bien.
XIV. Acaezca exteriormente lo que se quie
ra á los miembros de mi cuerpo, que están sujetos
á padecer por un acaso semejante; quéjense ellos,
si quieren, que son los mortificados, pues yo,
mientras no opine que
algún mal en lo
acaecido, no recibo daño, y más estando en mi
mismo el no imaginármelo.
XV. Diga 6 haga otro lo que le plazca, á mí
10me conviene ser bueno; no de otra suerte que si
el oro, ó la esmeralda, 6 la púrpura, igualmente
107
dijese siempre: por más que haga 6 diga cual
quiera, conviene que yo sea esmeralda y que
retenga mi propio color.
XVI. ¿No es la mente la que se alborota y
perturba á sí misma? Quiero decir , ¿ no es la que
se amèdrenta á sí misma ? ¿ la que de suyo se afli
gela que excita en sí las pasiones? Y caso que
algún otro pueda intimidarla, ó entristecerla, há
galo; pues pende de su voluntad el que no se
mueva á semejantes afectos, opinando que hay
algún mal. El cuerpo, si puede, cuide de sí para
que no le venga algún trabajo; y si padece alguna
molestia en todo lance, quéjese. Pero el alma que
teme, quese aflige, que absolutamente hace su juí
cio acerca de estos afectos, nada tendría que sufrir
si no incurriese en la falta de formar un tal dic
tamen, puesto que la mente por sí de nada nece
sita, si á sí misma no seacarreara la necesidad, y
no está sujeta á perturbaciones y embarazos, á no
ser que ella se perturbe y embarace á sí misma .
XVII. Consiste la felicidad de un hombre en
tener buen numen interior ó buena alma J' buena
conciencia. Pues en vista de esto, ¿qué haces acá,
oh imaginación mía? Vuélvete, te lo pido por los
dioses, como has venido; para nada te necesito;
tú has venido según la antigua costumbre; no
me irrito contra ti; sólo te suplico que te vayas.
XVIII. ¿Por qué teme alguno la mutación?
¿Pues qué cosa se puede hacer sin que ella inter
venga? Y ¿qué otra cosa se hallará más agrada
108
ble que ésta, ó más familiar á la naturaleza del
universo? ¿ Por ventura podrás usar del baño ca
liente sin que la leña se mude y convierta en fue
go ? ¿Te podrás nutrir sin que la comida se mude
en tu alimento? ¿Acaso se puede llevar á cabo
alguna cosa á no ser que sea por vía de muta
ción? Ahora, pues, ¿no ves tú que viene á ser una
cosa semejante tu mutación, é igualmente nece
saria á la naturaleza del universo?
XIX. Todos los cuerpos, á manera de un to
rrente, van pasando á la sustancia del universo,
con el cual tienen un mismo ser y conspiran á
una misma obra; no de otro modo que los miem
bros de nuestro cuerpo van á una entre sí mis
mos. Y en efecto, ¡ cuántos Crisipos, cuántos Só
crates y cuántos Epictetos se absorbió ya el tiem
po! Haz, pues, que esto mismo te ocurra á la me
moria respecto de cualquier hombre ó cosa.
XX. Una sola cosa me hace andar fuera de
mí mismo, y es que acaso haré yo lo que no sea
conforme á la condición del hombre, ó de modo
que no sea correspondiente á su estado, ó lo que,
atendidas las circunstancias, no es debido.
XXI. Ya está cerca el tiempo en que á todos
los echarás en olvido y todos se olvidarán de ti.
XXII. Es propio del hombre amar aun á los
que le ofenden; esto se hará, si al mismo tiempo
se te ofreciere, que también son de tu misma na
turaleza y que pecan por ignorancia y como for
zados; además de que, así tú como ellos, moriréis
109
dentro de poco tiempo, y, sobre todo , que ellos
no te hicieron daño, puesto que no han hecho
que tu alma fuese peor de lo que antes era.
XXIII. Lanaturaleza del universo forma de la
sustancia común, como de una cera, ahora un po
tro; luego después, deshaciendo éste ó fundién
dole, se sirve de la materia para producir un ár
bol; más adelante, para la formación de un hom
bre; finalmente, para la producción de cualquie
ra otra cosa, subsistiendo cada una de éstas por
un tiempo muy limitado; pero jamás es penoso á
la arquilla el que la deshagan, como no lo fué
el haberla fabricado.
XXIV. El aspecto desagradable en el sem
blante es muy contrario á la naturaleza; y cuan
do se afecta con frecuencia, hace desaparecer la
hermosura y gracia natural, ó al cabo la echa á per
der de manera que después no es posible recupe
rarla del todo; de esto mismo podrás colegir que
también es contrario á la razón. Porque si uno
cogiese tal hábito que llegase á perder todo el
remordimiento de su conciencia en el obrar mal,
¿á qué fin había de prolongar sus días?
XXV. La naturaleza, que todo lo rige y or
dena, muy en breve transformará todo cuanto
ves en el mundo, haciendo que de su materia naz
ca otra cosa, y de la materia de esta misma se
produzca despues otra, para que el mundo vaya
siempre renovándose.
XXVI. Cuando alguno delinquiere en algo
IIO
contra ti, luego procura discurrir qué juicio ha
brá hecho del bien ó del mal cuando pecó. Por
que, examinando esto, le compadecerás y no te
admirarás ni te moverás á indignación, visto que
tú también sueles formar dictamen de que aque
llo mismo, ú otra cosa semejante, es un gran
bien; y así, es razonable que le perdones. Y dado
que no convengas con él, teniendo por buenas ó
malas las mismas cosas, aun por esto mismo, con
mayor facilidad deberás estar de buen ánimo
para quien pecó por ignorancia.
XXVII. No conviene pensar tanto en los bie
nes que nos faltan cuanto en los que presente
mente tenemos , aunque entre éstos deberás pa
rar la consideración sobre los más aventajados ,
y con este motivo reflexionar con cuánta solici
tud los buscarías si no lo tuvieses; sin embargo,
guárdate al mismo tiempo de que por está com
placencia en poseerlos no te acostumbres á te
nerlos en tanta estima, de modo que si alguna
vez no los tuvieres, su falta te haya de perturbar
é inquietar.
XXVIII. Recógete dentro de ti mismo , su
puesto que la mente racional es tal por natura
leza, que vivirá contenta en sí obrando con jus
ticia y logrando además de eso mismo la tran
quilidad más apetecible.
XXIX. Borra esas ideas de tu fantasía; re
prime los ímpetus desordenados del apetito; cíñe
te al tiempo presente; penetra bien cuanto á ti ỏ
III
á otro acontezca; distingue y divide todo objeto
en causa eficiente y material; piensa en la última
hora de tu vida; la falta cometida por otro, déja
la allí donde subsiste el pecado.
XXX. Conviene extenderse en la contempla
ción de lo que se habla, y penetrar con la consi
deración en lo que se hace.
XXXI. Adórnate con la simplicidad , mo
destia é igualdad de ánimo acerca de las cosas
de suyo medias entre la virtud y el vicio; ama
al linaje humano; sigue á Dios, porque, como
dice aquel poeta :
« Todo de arriba viene asi ordenado. »
Pero caso que solos los elementos sean de arri
ba dirigidos, te debe bastar el acordarte de que
todas las cosas, ó por lo menos las más de ellas,
son gobernadas y están sujetas á cierta ley,
XXXII . Por lo que mira á la muerte, ya sea
una mera dispersión de las partes, ya una reso
lución en átomos ó una pura aniquilación, al
cabo viene á reducirse, ó á una total extinción, ó
á una mutación solamente.
XXXIII. Por lo que toca al dolor, claro está
que si es insoportable, en breve mata, y que si
da largas, es tolerable. Entretanto, la mente po
drá con su modo de pensar mantener su paz sin
que quede deteriorada en algo la parte princi
pal. Pero los miembros, maltratados con el do
112
lor, expliquense contra él, si pueden, y den su
queja como les parezca.
XXXIV. Respecto á la fama, considera los
ánimos de los ambiciosos, qué son en sí, las co
sas que rehusan y cuáles las que apetecen; y re
flexiona también que , como los montones de
arena, acumulados unos sobre otros , quedan
ocultos los primeros; así, en la vida, los sucesos
anteriores se ven presto sepultados en el olvido
con los que ocurren después.
XXXV. Nota este dicho de Platón : « ¿Por
ventura juzgas que aquel que tenga un entendi
miento elevado con una justa idea de toda la
eternidad y de toda la naturaleza, le parecerá
ser una gran cosa la vida humana? No es posi
ble, dijo. ¿Luego este tal no reputará la muerte
por una cosa terrible? Nada menos que eso. »>
XXXVI . Ve aquí la bella sentencia de An
tistenes: « Es cosa regia hacer mercedes, reci
biendo en pago murmuraciones. >
XXXVII. No es puesto en razón que la men
te tenga á su mando el semblante para fingirlo
y ajustarlo á su gusto, y que ella no sepa aco
modarse y componerse como es debido.
XXXVIII. Dice muy bien Eurípides:
«El enojo volver contra las cosas
No es razón, pues de enojos no se cuidan. »
XXXIX .
Épico escribe :
Á los dioses y á mí da regocijo. »
113
XL.
Eurípides, en otro lugar, dice asi:
«Se debe, á guisa de madura espiga,
Una vida cortar y dejar otra. »
XLI.
Escribía el otro Trágico:
«No sin causa 6 motivo, ya los dioses
Desestiman á mí y á mi linaje. »>
XLII.
Con mucho fundamento dijo el Cómico:
«La razón y justicia á mi se inclinan.»
XLIII. No debes lamentarte con los afligi
dos ni mostrarte conmovido.
XLIV. Estas son palabras de Platón: « Yo á
este tal le opondría la siguiente y justa razón:
No piensas rectamente, ¡ oh buen hombre!, si eres
de parecer que un varón, aun siendo de poca
suposición, debe contar mucho con el riesgo de
perder ó no perder la vida, ni que sólo debe
Considerar, cuando obra, si lo que él hace es
, y si su acción es propia de un
justo ó inj
hombre bueno ó de un malhechor. »
XLV. Del mismo es el presente lugar: « En
realidad es así, ¡oh varones atenienses!, que en
donde quiera que alguno se colocare, juzgando
aquel puesto por el mejor, ó que fuere destinado
por el magistrado, debe perseverar en él, según
mi dictamen, aunque corra peligro, no reputan
do en nada ni el perder la vida, ni otra cual
quiera cosa, á trueque de evitar la infamia. »
8
I
114
XLVI. Del mismo es lo que sigue: «Pero , joh
hombre feliz!, mira si el ser generoso y bueno
sea otra cosa que el conservarse á sí ó salvar á
otros. Ni, á la verdad, un hombre que sea ver
daderamente bueno debe desear con ansia esto
de vivir por tanto tiempo, ni conviene amar so
brado su vida, sino que sólo debe pensar en
adelante de qué modo podrá vivir lo mejor que
quepa todo aquel tiempo que hubiere de gozar
de la vida, dejando á Dios esos otros cuidados y
dando crédito al dicho de las mujeres, que nin
guno puede evadirse del hado. »
XLVII. Conviene mirar el curso de los as
tros, como quien gira con ellos, y contemplar
también las mutuas conversiones de los elemen
tos, porque las consideraciones de estas cosas
7
purifican esta vida terrestre.
XLVIII. Es bello aquel lugar de Platón en
donde dice: «Importa mucho á quien raciocine
acerca de los hombres que contemple también,
como desde una atalaya, lo que pasa en la re
dondez de la tierra: cada cosa en su género, los
ejércitos, las labranzas, los matrimonios, las tre
guas ó pactos, los nacimientos y las muertes,
el tumulto de los tribunales, los países desiertos,
las diferentes naciones de gente bárbara, las fies
tas, los funerales, las ferias, una total confusión;
y, por fin, el universo, que se compone de cosas
entre sí contrarias.»
XLIX. Hace muy al caso el que uno consi
115
dere los sucesos pasados y tantas conversiones
de dominios , pudiendo con esto prever lo veni
dero ; porque sin duda lo que vendrá despues
tendrá absolutamente el mismo aspecto , no sien
do posible que salga de aquel orden con que se
hace lo presente. De aquí es que viene á ser lo
mismo observar por cuarenta años lo que pasa
en la vida del hombre que observarlo miles de
años... pues ¿ qué más habría de ver?
L. Observa lo que dice Euripides:
Lo nacido en la tierra, en tierra cae;
Y torna al cielo lo que de él provino.>
Siendo esto, ó una desunión del enlace que tie
nen entre sí los átonos , ó una igual dispersión
de los elementos insensibles por naturaleza.
LI. También conviene notar estotro , que es
cribe el mismo :
«De mortal vida entretener queremos
El curso , con comer y divertirnos ;
Pero al fin , no sin llantos laboriosos ,
Por fuerza tras dėl aire nos iremos ,
Suscitado por Dios. »
LII. Sufre enhorabuena que alguno sea más
hábil luchador que tú ; pero guardate de que nin
guno , sea más liberal , ni más modesto , ni más
bien dispuesto á lo que acontezca, ni humano y
benigno respecto de los defectos del prójimo.
LIII. En donde quiera que se puede perfec
116
cionar alguna obra, según lo pide la razón, que
es común á los dioses y á los hombres, no es po
sible que allí haya mal grave ; puesto que no hay
por qué sospechar algún daño en aquello en que
se puede lograr la ventaja y utilidad de que su
operación salga con prosperidad y tenga el éxi
to conforme á la condición humana.
LIV. En todo y por todo pende de tu arbi
trio, ya el complacerte religiosamente en la pre
sente disposición de la Providencia, ya el tratar
según justicia y razón con tus contemporáneos,
ya el usar con artificio de la presente idea para
que ni lo más recóndito se te pase por alto.
LV. No gustes de escudriñar el espíritu de
otro ; antes bien mira de hito en hito hacia aquel
término á que te conduce la naturaleza , ya sea
ésta la universal , mediante las cosas que te acon
tezcan , ó la tuya propia por razón de los oficios
que debes practicar , teniendo cada uno la obli
gación de hacer lo que es correspondiente á su
estado ; pues el resto de las criaturas fué dis
puesto para servir á los racionales, al modo que,
lo inferior se hace por respecto
2 en toda otra cosa,
de lo superior ; pero las racionales han sido he
chas para ayudarse mutuamente, y así, lo que tie
ne el primer lugar en la condición humana , es lo
que mira á la común sociedad ; y el segundo , el
no rendirse á los halagos de los sentidos ; porque
es propio de la facultad racional el reducirse á
ciertos límites no vencerse jamás de los mo
117
vimientos sensuales é impulsos del apetito , por
ser ambos brutales. Además de que la virtud in
telectiva pretende conservar su superioridad , y
no permitirá dejarse subyugar de ellos ; y con mu
chísima razón , puesto que por naturaleza le per
tenece servirse de todos ellos. Finalmente , tiene
el tercer lugar en la naturaleza racional el no
incurrir en algún error ni el dejarse seducir. El
alma, pues , que se adhiera á las máximas insi
nuadas , prosiga su camino derecho y habrá con
seguido lo que la es propio.
LVI. El resto que te quedare de vida con
viene pasarlo , según dicta la naturaleza , como
muerto ya al mundo y como quien sólo hubiese
vivido hasta el tiempo presente .
LVII. Sólo debes tener afición á lo que te
acontezca y venga destinado de la Providencia;
pues ¿ qué otra cosa te podrá ser más oportuna?
LVIII. En todo evento haz por tener á la
vista aquellos hombres á quienes ha sucedido lo
mismo que á ti, y después lo llevaban con re
pugnancia, lo extrañaban y se quejaban amar
gamente; y al cabo, ¿en dónde se hallan ahora?
En ninguna parte ya. Pues ¿por qué deseas imi
tarles? ¿No sería mejor dejar esos extraños senti
mientos á quien se conmueve é inmuta con ellos,
dedicándose en un todo á pensar cómo podrás
aprovecharte de los acontecimientos humanos?
Porque si hicieres buen uso de éstos, también të
servirán de materia en que ejercites la virtud;
118
mira sólo por ti, y en cuanto hicieres intenta
dar á conocer tu bondad, acordándote que en
cualquiera de los sucesos también hay diversi
dad de materia sobre que pueda recaer una ac
ción virtuosa.
LIX. Reconoce tu interior: dentro de ti está
la fuente del bien, que puede manar de continuo
si la profundizas siempre.
LX. También conviene que el cuerpo no de
note violencia en el movimiento ni en el ade
mán; porque se debe exigir de todo el cuerpo lo
mismo que hace el alma con el semblante, con
servándolo apacible y modesto ; pero todo esto
debe observarse sin afectación.
LXI. El arte de vivir bien tiene más seme
janza con la palestra que con la orquesta, por
cuanto debe uno estar sobre sí é inmoble contra
los repentinos é improvisos accidentes.
LXII. Debes reconocer quiénes son esos por
quienes deseas ser alabado , y qué modo tienen
de pensar ; porque de esta suerte no los vitupe
rarás , incurriendo involuntariamente en alguna
falta , ni echarás de menos sus aprobaciones , y
más si mirares el origen y causa de sus juicios y
pasiones del apetito.
LXIII. Toda alma , según dice Platón , está
privada de la verdad sin su consentimiento ; lo
mismo , pues', la sucederá también respecto de la
justicia , de la prudencia , de la benevolencia y
de toda otra virtud semejante. Es de suma im
119
portancia que á menudo te acuerdes de esto,
porque así serás más afable y benigno.
LXIV. En todo trabajo ten luégo á mano
esta reflexión: que aquello no es indecoroso ni
deteriora la mente , dueña de las acciones ; pues
no la vicia, en cuanto es material ni en cuanto
es sociable ; y así, en las más de tus cuitas, válete
del dicho de Epicuro : que el dolor no será insu
frible ni eterno , si te acordares que tiene sus
límites naturales. Pero advierte también que
muchas cosas nos son bien molestas , sin que las
echemos de ver, siendo en realidad cierta espe
cie de dolor ; tal es el dormirse intempestiva
mente , el abrasarse de calor y el sentirse con
inapetencia ; cuando , pues , te veas desabrido
por alguna de estas cosas , di para contigo: ¡Mira
que te dejas vencer del dolor!
LXV. Mira bien no sea que alguna vez te
portes con los hombres inhumanos como suelen
éstos tratar á los hombres.
LXVI. ¿ De dónde nos consta si Sócrates ha
sido mejor y de índole más excelente que la de
un Telauges ? Porque no basta saber que Sócra
tes murió con mucha gloria y grande valor ; que
disputaba ingeniosamente con los sofistas; que
con gran paciencia sabía pasar toda una noche
sobre el hielo ; que habiéndole mandado prender
á un ciudadano Salaminio , le pareció más justo
el resistirse con bizarría ; y que por las calles
públicas andaba con fausto y arrogancia , aun
120
que acerca de esto , con razón , puede uno dudar
si fué verdad. Además, conviene también consi
derar en qué disposición tenía Sócrates su áni
mo , y si era capaz de contentarse con ser justo
para con los hombres y religioso para con los
dioses; no indignándose en vano contra el de
fecto de otro, ni fomentando la imprudencia de
alguno ; no recibiendo como cosa extraña ó lle
vando como insoportable cualquiera disposición
de la Providencia ; no permitiendo , finalmente,
que la mente consintiese en las pasiones.
LXVII. En la formación humana , la natura
leza no unió tu espíritu con el cuerpo de tal
modo que no te fuese libre el contenerte den
tro de ciertos límites y pendiese de ti el cumplir
con tus obligaciones , por lo que cabe muy bien
que uno , cultivando su espíritu , se haga un
hombre en sí divino y que sea desconocido de
todos; acuérdate siempre de esto , y además no
te olvides de que son menester muy pocas cosas
para pasar felizmente la vida. Y no porque uno
desconfíe de poder ser un gran dialéctico y físi
co, por eso debe perder las esperanzas de llegar á
verse libre de pasiones, á ser modesto, á ser amigo
de la sociedad y á ser rendido y obediente á Dios.
LXVIII. Pende de tu voluntad pasar la vida
con el mayor júbilo , por más que todos den las
voces que quieran contra ti , y aunque las fieras
despedacen tus miembros. Pues ¿ quién impide
al alma que en medio de todos esos infortunios
121
no se conserve en su tranquilidad, no mantenga
un juicio verdadero acerca de los sucesos que la
rodean , no persevere pronta en hacer el uso de
bido de los accidentes que tiene á la vista ? De
modo que el Juicio dé á entender á lo que ocu
rra: tú, en realidad, eres esto , aunque en la apa
riencia muestres ser otro , y el Uso diga á lo que
se presente : yo á ti te buscaba , porque lo que
se me pone delante siempre me sirve de materia
para ejercitar las virtudes propias de la razón y
sociedad ; y, en una palabra , para dedicarme al
ejercicio del arte peculiar de un hombre ó de un
dios , supuesto que cuanto acontece es corres
pondiente al hombre ó á Dios ; no cosa nueva ni
dificil de manejar, sino cosa muy sabida.
LXIX. La perfección de las costumbres lleva
consigo el vivir cada día como si aquel fuese el
último de la vida, sin apresurarse, ni caerse de
ánimo, ni obrar con ficción.
LXX. Los dioses, siendo inmortales, no se
irritan al ver que por tan largo tiempo absoluta
mente convendrá que ellos siempre sufran con
paciencia á los malos, siendo éstos tales y tantos
en número, sino que además también cuidan en un
todo de los mismos . ¿Y es posible que tú, que en
un abrir y cerrar de ojos dejarás de ser, te canses
de tolerarlos, y más siendo uno de los malos?
LXXI. Es triste que no procures separarte
de tu propio vicio, pudiendo, ciertamente, hacer
lo, y que intentes huir de la maldad de otros.
122
LXXII. Con mucha razón, la facultad inte
lectiva y sociable tiene por cosa de menos valer
todo aquello que hallare no conducir ni para la
sabiduría ni para la sociedad.
LXXIII. Cuando tú has hecho un favor y
otro le ha recibido, ¿porqué todavía buscas, á más
de esto, un medio término para parecer bienhe
chor 6 lograr otra recompensa?
LXXIV. Ninguno se cansa de recibir bene
ficios; es así que la beneficencia es una acción
conforme con la naturaleza; luego no debes tam
poco cansarte en hacer bien á otro.
LXXV. La naturaleza del universo primera
mente emprendió la fábrica del mundo; pero,
ahora, 6 todo lo que se hace sucede por una con
secuencia necesaria, ó las criaturas racionales
son el principal objeto en que la mente gober
nadora pone especial esmero. Haciendo este re
cuerdo te hallarás muy tranquilo .
LIBRO OCTAVO
I.
Sirve también , para que no tengas vani
dad, el que en adelante no te puedes lisonjear
de haber pasado filosóficamente toda la vida, ó,
por lo menos , la que medió desde tu juventud
hasta ahora; antes bien has estado muy lejos de
la filosofía, como no ignoran otros muchos y á ti
123
te es bien claro. Viviste, pues , distraído, de modo
que en lo porvenir no te será fácil adquirir la
gloria del filósofo , á lo cual también se opone
tu manera de vivir. Ahora bien : si es que verda
deramente has conocido en qué consiste la vida
filosófica , despreciando toda apariencia , contén
tate con vivir el tiempo que te queda , sea el que
fuere, según te dicte tu naturaleza ; y así , piensa
atentamente en lo que ella quiere , y no te dis
traiga otra cosa ; porque en cuantas cosas an
duviste divertido , la experiencia te ha enseñado
que en ninguna hallaste la felicidad de la vida;
no en hacer silogismos , no en la posesión de ri
quezas , no en los aplausos , no en las delicias,
por último ni en parte alguna. Pues ¿ en qué
consiste? En hacer lo que exige la naturaleza hu
mana. Y esto , ¿ cómo se ejecutará ? Después que
tuvieres los principios por que se regulan los de
seos y las obras. ¿Y cuáles son esos principios?
Los que deciden del bien y del mal ; de modo
que no se repute por bien del hombre lo que no
le hace justo , templado , fuerte y liberal, ni por
mal lo que no cause los efectos contrarios á lo
que acabamos de decir.
II. En todas tus acciones hazte la pregunta:
¿cómo me va en esto ? ¿ acaso me arrepentiré de
ello después ? Dentro de poco también yo ha
bré muerto y todo se acabó para mí : luego
¿ qué más puedo pretender que el que la presen
te obra sea propia de un viviente racional y so
124
ciable, dirigido por las leyes con que se gobier
na Dios?
III. Alejandro , César y Pompeyo , ¿ qué tie
nen que ver , comparados con Diógenes , Herá
clito y Sócrates ? Porque estos filósofos eran de
un espíritu tan excelente , que penetraban bien
las cosas , sus formas y materias ; pero aquellos
príncipes, de todo esto ignorantes , ¿ á cuántos
cuidados se vieron sujetos?
IV. Ten bien entendido que los hombres, ha
gas lo que hagas , serán siempre los mismos.
V. En cualquiera caso, lo principal es que no
te turbes ; porque todo acontece según la lleva la
naturaleza del universo , y muy en breve perece
rás , no dejando rastro de ti en parte alguna ,
como sucedió con Adriano y Augusto. Después,
contemplando con atención el asunto , indaga lo
que es en sí mismo ; y reflexionando que te con
viene ser hombre virtuoso , ejecuta constante
mente lo que exige de ti la naturaleza humana,
y di siempre lo que te parezca más justo con in
tención sana y la mayor modestia.
VI. La ocupación ordinaria de la naturaleza
universal se reduce á transportar lo que se halla
en estelugar á otro, convertirlo en otra cosa y qui
tarlo de acá y llevarlo allá. Todo es una continua
mutación; de modo que no se puede temer que su
ceda algo de nuevo, siendo todo cosa sabida, ade
más de que las disposiciones son siempre iguales.
VII. Toda naturaleza queda contenta ha
125
ciendo su carrera prósperamente ; empero la na
turaleza racional sólo camina con felicidad no
asintiendo á ninguna idea falsa ni oscura; encami
nando únicamente sus intentos á hacer obras en
beneficio del público ; ocupando solamente sus
deseos y aversiones en lo que pende de su arbi
trio , y aceptando con resignación todo lo que la
común naturaleza la dispensa , por ser una parte
de ésta , como la naturaleza de una hoja es par
te de la naturaleza del árbol ; sólo con la diferen
cia de que, en el árbol, la naturaleza de una hoja
es parte de una naturaleza insensible , irra
cional y expuesta á ser estorbada en sus ope
raciones; pero la nuturaleza del hombre es par
te de una naturaleza inteligente , justa y libre
en todos sus designios , que sin duda hace una
igual distribución de tiempo , forma , materia,
fuerza y accidentes, dando á cada uno según
su mérito; mas advierte que absolutamente no
comprenderás la igualdad si consideras sepa
radamente una cosa; pero sí haciendo el cote
jo de las partes de un todo con las de otro.
VIII. Por tu ignorancia , no puedes leer un
libro ; pero bien puedes reprimir tu insolencia,
puedes superar el deleite y el dolor , puedes des
preciar la vana gloria.
IX. En adelante, ninguno te oiga quejarte de
la vida de palacio ni de la tuya propia.
X. El arrepentimiento es cierta vindicación
6 displicencia de sí mismo , por haber omitido
126
hacer alguna cosa interesante; en el supuesto de
que es necesario que todo bien sea una cosa útil
y acreedora á que un hombre bueno y honrado
cuide de ella , pues ningún hombre bien reputa
do y sincero se arrepintió jamás por haber deja
do pasar algún deleite ; luego el placer ni és
cosa útil ni bien alguno.
XI. Examina qué viene á ser esto en sí mis
mo, según su propia condición ; cuál es su sus
tancia ó materia, cuál su forma , para qué sirve
ó qué hace en el mundo , cuánto tiempo dura.
XII. Cuando sintieres repugnancia en levan
tarte de dormir , acuérdate de que es correspon
diente á tu estado y á la naturaleza humana el
ejecutar acciones útiles al bien de la sociedad,
pues el dormir también es común á las bestias;
además de que lo que es conforme con la natu
raleza de cada uno , le es más propio y conna
tural , y, sin duda alguna; más gustoso.
XIII. En cuanto te sea posible , procura exa
minar en cualquiera idea que te viniere á la
imaginación cuál es la naturaleza de su objeto,
discurriendo sobre los efectos que causa y dis
cerniendo lo verdadero de lo falso.
XIV. Con cualquiera que te encontrares , al
instante di para contigo mismo: Este tal, ¿ qué
máximas ó qué modo tiene de pensar, por lo que
mira al bien y al mal ? Pues el que tuviere má
ximas de esa clase acerca del deleite y dolor,
y de las causas de donde procede uno y otro,
127
acerca de la gloria é ignominia , de la muerte y
la vida, no me parecerá extraordinario ni extra
ño si hiciese tales acciones; antes bien me acor
daré de que el infeliz está necesitado á ello.
XV. Ten presente que , al modo que es una
extravagancia el admirarse si la higuera produ
ce higos, asimismo lo es el que uno extrañe si el
mundo da de sí lo que lleva de suyo; como sin
duda seria también indecoroso al médico el ma
ravillarse de que él mismo tuviese calentura ó
al piloto de que le hiciese viento contrario.
XVI. Recuerda que igualmente te es libre
el mudar de parecer y el seguir el aviso de quien
te corrija, porque tuya es la obra , procediendo
conforme á tu intención y resolución , además
de que se lleva á cabo según tu beneplácito.
XVII. Si esto depende de tu arbitrio, ¿ por
qué lo haces? Y si de otro, ¿ contra quién las
has ? ¿contra los átomos, ó contra los dioses? Uno
y otro es una locura, no debiendo enojarte con
tra nadie; porque si puedes , enmienda la cosa;
pero si no te fuere posible, ¿qué utilidad sacas
de irritarte? Y más no debiendo hacer nada en
vano.
XVIII. De todo cuanto muere ó perece, nada
sale fuera del mundo ; pues si permanece aquí y
se transmuta, igualmente se disuelve aquí mismo
en los propios principios , que son los elementos
del mundo y también los tuyos , los cuales no
murmuran, sin embargo de su mutación.
Į
128
XIX. Cada cosa nació con algún destino:
por ejemplo, el caballo, la vid. En esto , ¿ de qué
te admiras ? Pues también el sol y los otros dio
ses nacieron destinados para algún misterio. Se
gún eso, tú, ¿para qué naciste? ¿ Acaso para vivir
entre placeres ? Reflexiona un poco si esto lo su
fre la buena razón ó común inteligencia.
XX. La naturaleza tiene su mira y designio
en cada cosa , no menos por lo que toca al fin y
paradero de la misma que por lo que pertenece
á su principio y duración , como el que, arrojan
do la pelota , pone su cuidado en la buena juga
da. ¿Pues qué bien ó utilidad rèsùlta á la pelota
echándola alto , 6 qué pérdida sacándolą bajo y
aun cayendo en tierra ? Mas ¿ qué interés percibe
la ampolla permaneciendo hinchada sobre el
agua, ó qué daño recibe deshaciéndose ? Lo mis
mo puede decirse del candelero , que nada gana
encendido ó pierde apagado.
XXI. Da una vuelta al cuerpo y contempla
qué es , qué será cuando haya envejecido , enfer
mado y muerto ; estando también en la inteli
gencia de que es corta la vida de quien elogia
y del que es celebrado ; de quien honra y del
que es memorable; además de que esto se hace
y queda en el rincón de este clima, en donde no
todos concuerdan en los elogios ni aun uno suele
ir acorde consigo mismo.
XXII. Pon tu atención en lo que tuvieres
entre manos , sea un dogma, una acción ó una
129
palabra. Con razón llevas tu merecido , porque
quieres más dilatar á mañana el ser bueno.
XXIII. ¿ Hago alguna cosa ? La ejecuto re
firiéndola al bien de los hombres. ¿Me sucede
algún trabajo ? Lo recibo consagrándolo á los
dioses y atribuyéndolo á la fuente común , de la
cual trae su origen cuanto se hace en el universo.
XXIV. ¿ Qué juicio formas del baño y qué te
presenta á la vista ? Aceite, sudor, asquerosidad,
agua y viscosidad : todo causa hastiq. Una cosa
tal viene á ser cualquiera parte de la vida y todo
lo que percibimos por los sentidos.
XXV. Lucila dió sepultura á Vero , y des
pués fué sepultada Lucila ; Segunda la dió á
Máximo, y después no faltó quien la diese á Se
gunda; Epitynchano vió morir á Diótimo, y des
pués murió Epitynchano; Antonino hizo las exe
quias á Faustina; otro se las hizo á Antonino;
Celer sobrevivió á Adriano , y después falleció
Celer: así sucede con todas las cosas. ¿Y en
dónde paran ahora aquellos ingenios agudos,
aquellos astrólogos judiciarios, aquellos hombres •
engreídos ? Digo ingenios agudos, por ejemplo,
un Xierace, un Demetrio el Platónico, un Eude
món, y si algún otro hubo de esta clase : todos
fueron de breve duración y tuvieron su fin tiem
po há, no quedando memoria de los unos dentro
de poco ; pasando los otros á ser una fábula
algunos ya no se cuentan entre las fábulas. Con
vendrá, pues, acordarte de esto , porque será for
9
130
zoso, ó que venga á desunirse ese tu compues
to, ó que se extinga el espíritu , ó si no, que
mude de habitación y vaya á situarse en otra
parte.
XXVI. La verdadera complacencia de un
hombre consiste en hacer lo que es propio del
hombre , y más siendo privativo de éste la bene
volencia para con los que son de su mismo lina
je , el desprecio de los movimientos sensuales , el
discernimiento de las ideas probables , la con
templación de la naturaleza del universo y de lo
que se hace conforme á la misma.
XXVII. Cada cual tiene en si tres géneros
de dependencia y correlación : una , para con la
causa que nos circunda, ó sea el cuerpo ; otra,
para con la causa divina ; y la tercera , para con
nuestros contemporáneos.
XXVIII. El dolor , ó es pernicioso al cuer
po , y en ese caso que él mismo lo demuestre y
se queje de él, ó puede ser infausto al alma;
pero ésta tiene en su mano el conservar su quie
tud y serenidad , y no opinar que el dolor sea
mal , porque todo juicio , afecto , apetito y aver
sión está en lo interior del alma , adonde no
llega mal alguno.
XXIX. Borra esos desvaríos de tu fantasia,
diciéndote de continuo á ti mismo : al presente
pende de mí el que en mi alma no haya vicio
alguno ni mal deseo , ni absolutamente alguna
perturbación ; antes bien, mirándolo todo como
131
es en si, puedo usar de cada cosa según su mé
rito lo pidiere.
XXX. Así en público senado como privada
mente con cualquiera otro individuo , conviene
hablar con modestia y compostura , debiéndose
usar del razonamiento más sano y natural .
XXXI. La corte de Augusto , su mujer , su
hija sus nietos y entenados, la hermana , Agrip
pa, los parientes y domésticos, los amigos, Ario,
Mecenas, sus médicos, sus arúspices; en fin, toda
la corte murió. Pásate después á otros, no con
siderando la muerte de cada hombre en particu
lar, sino una descendencia entera, como la de los
Pompeyos , ni olvidándote de lo que suele escri
birse sobre los sepulcros : El último de su linaje.
Y luego piensa para contigo con cuánto cuidado
y solicitud habrán vivido sus antepasados por
ver si podían dejar un sucesor , como si al cabo
no fuese preciso que alguno haya de ser el últi
mo. En fin , reflexiona inmediatamente sobre el
exterminio de toda una nación.
XXXII. Es necesario arreglar la vida en cada
una de las acciones , y darse por satisfecho si
cada una tiene la perfección que la corresponde
y es posible ; en la inteligencia de que ninguno
puede impedirte el que tu acción reciba el gra
do de bondad que la es debido . Mas ¿si lo im
pidiese alguna causa exterior ? No sería tal para
obrar con justicia , prudencia y juicio . ¿ Y si aca
so se opusiese alguna otra cosa á la facultad ope
132
rativa ? Pero con la resignación en el mismo obs
táculo , y con la prudente adhesión á lo que se
presentare , al instante se sustituirá otra acción
que sea conforme al buen orden de vida.
XXXIII. No te engrías por los bienes recibi
dos , ni muestres repugnancia en dejarlos.
XXXIV. Si has visto alguna vez una mano
arrancada , ó un pie , ó la cabeza cortada y
puesta en algún lugar aparte de lo demás del
cuerpo , del mismo modo hace consigo cuanto es
de suyo cualquiera que no se conforma con lo
acaecido , y se separa á sí mismo ó ejecuta algo
no conducente á la sociedad. Y tú, en cierta ma
nera, te excluiste de aquella unión característica
de la naturaleza , porque habías nacido miembro
de ella , y ahora te dividiste á ti mismo ; sin em
bargo , de tal suerte se dispuso eso , que puedes
reunirte otra vez con ella siendo así que Dios á
ninguna otra dió esta facultad , de que , cortada
y separada , se incorporase de nuevo con su todo.
Por tanto , considera la bondad con que Dios
honró al hombre , habiéndole puesto en su mano
el que no se separase de todo punto del univer
so, y que, segregado , fuese árbitro de restituirse
nuevamente y coadunarse , como también de re
cuperar el puesto y orden que había tenido.
XXXV. Al modo que cada uno de los racio
nales participó casi todas las facultades de la na
turaleza universal , así también recibimos de la
misma esta otra ; pues de la manera que aquélla
1
133
convierte en su uso todo lo que se la opone y re
siste, colocándolo en el orden de su destino y
haciéndole su parte , de la misma suerte el hom
bre puede hacer que todo el obstáculo le sea ma
teria de virtud , y valerse del mismo .
XXXVI. No te conturbe la imaginación re
presentándote los sucesos de toda tu vida , ni
consideres á un tiempo qué infortunios es verosi
mil que te sobrevengan ; antes bien pregúntate
en cada uno de los presentes acontecimientos:
¿qué mal hay en esto que no sea tolerable y lle
vadero ? Además de esto , haz de nuevo memoria
que ni lo venidero ni lo pasado te es gravoso,
sino lo que siempre está presente; y aun esto se
disminuirá si tú , ciñéndolo dentro de sus pro
" pios límites , das en cara á tu alma , caso que no
pueda hacer frente á cosa tan leve.
XXXVII. ¿Por ventura Panthea ó Pérga
mo subsisten todavía asidos al sepulcro de Vero?
¿Acaso Xabrias 6 Diótimo permanecen aún junto
al de Adriano? Sería una ridiculez Pues qué, si
éstos estuviesen allí fijos , ¿ lo habían de advertir los
otros ? Y puesto que lo advirtiesen, ¿se habían de
consolar? Y dado caso que se consolasen , ¿habían
esos de ser inmortales ? Pues qué , ¿ á éstos no les
estaba decretado primero la vejez , para que al
cabo se hiciesen viejos y después muriesen ? Y
luégo que esos hubiesen muerto , ¿ qué habían
de hacer aquéllos después , y más convirtiéndose
todo eso en hediondez?
134
XXXVIII. Si puedes ver con perspicacia, ob
serva lo que dice el muy sabio Critón.
XXXIX . En la constitución de una natura
leza racional , no contemplo virtud alguna que se
oponga á la justicia ; pero veo bien que la vir
tud de la continencia se opone al deleite.
XL. Si depones esa tu sospecha cerca de lo
que al parecer te causa el sentimiento , al punto
tú mismo te pondrás á cubierto de toda molestia.
¿Quién es ese tú mismo ? La mente. Pero yo no
sólo soy mente. Está muy bien: la mente, pues,
que no se aflija ni se tome cuidado ; y si alguna
otra cosa te diere pena , que piense lo mismo.
XLI. El obstáculo que impide el sentimien
to , es un mal de la naturaleza sensitiva; y si no
deja obrar el apetito , igualmente es un mal de la
misma ; del mismo modo es impeditivo cualquie
ra otro que se opone y es mal corporal ; y así se
rá mal intelectual lo que no deje obrar al espí
ritu ; todo esto aplícatelo. ¿ Te asalta el dolor ó
te incita el deleite? El sentido se estará á la mira.
¿Te sobrevino algún embarazo el emprender la
acción ? si la emprendías sin ninguna excepción,
ya en esto estaba el daño de tu naturaleza ra
cional ; pero si comprendías la reserva ordinaria,
no por eso has recibido mal ni has sido impedi
do ; siendo cierto que ninguna otra cosa acos
tumbra impedir las acciones propias del espíri
tu ; porque á éste no le llega ni el fuego, ni el
hierro , ni el tirano , ni la infamia , ni cosa algu
135
na, cuando él se hubiere hecho á manera de una
esfera y quedare bien redondeado.
XLII. No tengo por justo darme á mí mismo
que sentir , puesto que yo jamás he dado volun
tariamente que sentir á otro.
XLIII. Unos reciben complacencia de ciertas
cosas, otros de otras; pero yo me deleito si ten
go el espíritu sano, sin aversión á hombre naci
do y sin repugnancia en cosa alguna que acon
tezca á los hombres; antes bien, mirándolo todo
con buenos ojos, recibiéndolo y haciendo uso de
cada cosa, según fuere su mérito.
XLIV. Mira que todo ese tiempo se te ha
concedido gratuitamente . Los que intentan con
eficacia conseguir la gloria póstuma , no se ha
cen cargo de que han de ser otros tales cuales
son esos á quienes llevan con impaciencia, sien
do unos y otros mortales . En suma : ¿ qué se te
daría á ti de que te hiciesen odioso con seme
jantes dichos, ó formasen de ti igual concepto?
XLV. Cógeme y échame donde quieras por
que allí tendré mi genio plácido, o sea deidad
propicia ; esto es , quedará mi espíritu satisfecho,
con tal que tenga y haga lo que es correspon
diente á su estado . Pues qué , eso de ser llevado
á otra parte ¿merece la pena de que por ello mi
alma lo pase mal y se haga de peor condición,
abatiéndose y entregándose á sus deseos , con
fundiéndose y llenándose de consternación?
XLVI. Á ningún hombre puede sucederle
136
cosa que no sea un acontecimiento humano; nada
al buey , que no sea peculiar al buey ; nada á la
vid, que no corresponda á la vid; nada á la pie
dra, que no sea propio de la piedra . Ahora ,
pues, si á cada uno acontece lo que es costum
bre y natural, ¿ por qué te enfadas, puesto que la
común naturaleza no te cargará con peso que te
·
sea insoportable?
XLVII. Si te contristas por alguna cosa ex
terior, no es ella la que te conturba, sino el pro
pio juicio formado de la misma ; si bien tienes
en tu mano el abolirlo al instante. Mas si te da
cuidado lo que pende de la disposición de tu
espíritu , ¿ quién te impide rectificar tu opinión?
No obstante , si te afliges á causa de que no ha
ces esto ó el otro, pareciéndote recto , ¿por qué
no eliges antes hacerlo que afligirte ? Pero dices:
me lo estorba un impedimento superior ; luego
no te mortifiques , supuesto que no tienes la cul
pa de que no se haga la cosa. Pero replicas: no
soy acreedor á vivir no haciendo la tal cosa; se
gún eso, sal de la vida con tranquilidad , como se
saldría el que hubiese hecho su gusto, permane
ciendo al mismo tiempo de buen ánimo para
con los que se oponían á tus intentos .
XLVIII. No olvides que la parte principal
del alma se hace inexpugnable cuando , recogi
da dentro de sí, se contenta no haciendo lo que
no es de su gusto , aunque se oponga sin motivo
ó por mero capricho. Pues ¿qué será cuando, go.
137
bernada por la razón , resuelve con prudencia al
guna cosa? Por esto el alma libre de pasiones es
como un alcázar; y realmente el hombre no tie
ne lugar más seguro. Quien , pues , no ha visto
este alcázar, es un ignorante ; y quien habién
dolo visto no se ampara en él , es un desdi
chado.
XLIX. Cuenta solamente con lo que las pri
meras ideas te representan. ¿ Te dieron la noticia
de que fulano habla mal de ti ? Participósete esto ,
pero no dijeron que habías recibido agravio.
¿Veo que enferma el niño ? Mirólo , mas nò con
templo que peligre su vida. Detente , pues , siem
pre de esta suerte en las primeras representacio
nes, sin que añadas otra cosa en tu interior , y
no te sucederá cosa sensible ; ó antes bien aña
de alguna reflexión como quien conoce á fondo
la naturaleza de cuanto acaece en el mundo .
L. El pepino es amargo , déjalo ; hay zarzas
en el camino , desvíate y basta. No prosigas di
ciendo : ¿á qué fin se hicieron estas cosas en el
mundo? De otra suerte serás la irrisión de un
hombre perito en la física , como sin duda serás
despreciado de un carpintero y de un zapatero
culpándoles porque ves en sus oficinas las ase
rraduras y retazos de lo que trabajan , sin embar
go de que tienen donde arrojarlos ; dando por
supuesto que la naturaleza del universo nada tie
ne fuera de sí ; pero lo más primoroso de su arte
consiste en que ella , no saliendo de sus límites,
138
convierte en sí misma cuanto se corrompe dentro
de sí, se envejece, y, al parecer, es ya casi inútil,
yen que de esto mismo después fabrica otras co
sas nuevas , sin que se valga de otra materia ex
traña, ni necesite sitio donde eche lo corrompi
do; por eso se halla satisfecha con su propio lu
gar , con su misma materia y propia facultad.
LI. No debe uno ser lento en sus acciones
. ni en las conversaciones entrometido ; no andar
vagando con la imaginación , ni en un todo es
trechar el ánimo violentamente ó alegrarse con
exceso , ni en el curso de la vida enredarse con
muchos negocios. Ya te maten y provoquen
con maldiciones , ¿ impide eso conservar tu alma
pura , sabia , prudente y justa ? Porque si algu
no , estandojunto á una fuente cristalina y dul
ce, la maldijese , no por eso ella cesaría de ma
nar una bebida saludable ; y aunque la echa
se cieno y estiércol , al momento lo separaría , y
de ningún modo se ensuciaría. Pues ¿ cómo po
drás tener un perenne manantial y no un pozo?
Si con el continuo uso te hicieres natural la li
bertad con la igualdad de ánimo modestia.
LII. El que no sabe que hay un mundo , ig
nora dónde se halla él mismo ; el que no conoce
para qué fin nació , no advierte quién es él mis
mo , ni qué cosa es el mundo ; el que carece de
una de esas noticias , tampoco podrá decir con
qué motivo vino al mundo. Ahora, pues, ¿cuál te
parece será el que huye los vituperios , ó preten
139
de los vanos aplausos de los hombres que no tie
nen noticia en dónde estáu , ni quiénes son?
LIII. ¿Quieres ser alabado de un hombre
que tres veces cada hora se maldice á sí mismo?
¿Deseas agradar á un hombre que no se satisfa
ce á sí mismo ? ¿Y se complace á sí mismo el
que se arrepiente de cuanto hace?
LIV. En adelante no cuides sólo de ir á una
con el aire que te rodea y sostiene , sino que
también debes conformarte con la mente univer
sal que lo abraza y conserva todo ; porque esta
virtud intelectiva no menos se difundió por to
das partes é introdujo en quien puede atraerla
que lo aéreo en quien es capaz de respirarlo.
LV. La maldad, en general , nada daña al
común del universo , y en particular ningún mal
hace á otro alguno ; siendo solamente nociva á
quien pudo eximirse de ella.
LVI. La voluntaria resolución de mi próji
mo es igualmente indiferente á mi libre determi
nación, como lo es su espíritu y cuerpo ; y aun
que en realidad los unos hemos nacido princi
palmente por causa de los otros , no obstante,
cada uno de nuestros espíritus tiene su propio al
bedrío; que á no ser así , la maldad de mi próji
mo vendría á ser mía también.
LVII. El sol parece que está difundido , y en
realidad se halla extendido por todas partes , sin
que pierda nada de su luz, porque esta su difu
sión es una extensión solamente ; y así sus luces
140
se llaman rayos , del griego ecteinein, extenderse.
Verías , sin duda , lo que es un rayo , si observa
ses la luz del sol que por algún estrecho aguje
ro entra en alguna casa oscura ; porque va dere
chamente y de la manera que reverbera en cual
quiera cuerpo opaco que se le oponga , quitán
dole la comunicación del aire contiguo ; se para
allí mismo sin haber deslizado ni caído . Tal,
pues , conviene que sea la soltura y dilatación
del pensamiento , y de ningún modo una distrac
ción , sino una extensión , con que no haga una
violenta y precipitada impresión contra los im
pedimentos que ocurran ; ni menos debe la men
te desbarrar , sino pararse y aclarar cuanto hubie
re percibido . Y en verdad que se privará á sí
mismo de esta luz el que no quisiere admitirla .
LVIII El que tiene miedo á la muerte, 6 te
me la insensibilidad , ú otro género de sentimien
to. Pero si quedare absolutamente sin sentido, no
percibirá mal alguno ; y si hubiere adquirido
otra especie de sensibilidad , se transformará en
otro animal y no cesará de vivir.
LIX. Los hombres han sido hechos unos por
causa de otros. Tú , pues , enséñales ó súfreleş.
LX. De un modo se dirige la saeta, de otro se
conduce la mente ; ésta, en realidad, ya cuando
huye con motivo justo , ya cuando se convierte á
la contemplación , no menos camina derechamen
te que si fuese á dar en el blanco.
LXI. Procura entrar en la mente de cada
141
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uno , y permite á otro cualquiera que se intro
duzca en la tuya propia .
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LIBRO NOVENO
I. Quien peca contra justicia , comete una
impiedad ; porque habiendo la naturaleza del
universo hecho á los hombres con la mira de que
se dieran un socorro mutuo , de suerte, que , ayu
dándose unos á otros según su mérito, no se hi
ciesen entre sí mal alguno , sin duda el que tras
pasa esta voluntad , obra impíamente contrà la
más principal de las deidades , puesto que la na
turaleza universal lo es de lo existente , y lo que
realmente subsiste tiene una estrecha correlación
con todo lo que es más principal. Á más de esto,
la misma naturaleza se llama también verdad , y
es la primera causa de todo lo que es verdadero.
De aquí es que quien miente por su gusto , peca
contra piedad , en cuanto hace una injusticia
engañando á otro; y que quien, mal de su grado,
cuanto no se con
miente , también es impío,
forma con la naturaleza universal , y no cumple
con su deber oponiéndose á la naturaleza del
mundo , porque va siguiendo el partido contra
rio á la verdad ; pues habiendo despreciado los
auxilios que antes había recibido de la naturale
za , no le es posible ahora el discernir lo falso
142
de lo verdadero. Igualmente es falto de piedad
el que va en pos del deleite como de un verda
dero bien, y huye del dolor como de un mal ver
dadero , porque será necesario que frecuentemen
te impropere á la naturaleza común , como que
sin justicia ha distribuído alguna cosa entre ma
los y buenos , á causa de que muchas veces los
-malos abundan de placeres y tienen medios que
se los pueden facilitar; y al contrario , los bue
nos se ven rodeados de disgustos , y suelen en
contrarse con motivos que son su causa. Además
de eso , el que teme los disgustos , alguna vez
tendrá miedo á lo que acaecerá en el mundo , lo
cual ya es una impiedad ; y el que busca los pla
ceres , no se irá á la mano en hacer alguna inju
ria , lo que evidentemente también es impiedad.
Respecto de aquellas cosas en que se muestra
indiferente la naturaleza común (pues no hubiera
producido las unas ni las otras , si no se mani
festara uniforme en ambas) , es necesario que es
tén con igualdad de ánimo los que quisieren se
guir á la naturaleza manteniéndose conformes.
De donde se ve claramente cómo es reo de impie
dad cualquiera que de por sí no se mostrare in
diferente cerca de los disgustos ó placeres , ó de
la muerte y la vida , 6 de la gloria é infamia, de
que no hace distinción la naturaleza universal. Y
entiendo que la naturaleza común usa indistin
tamente de éstas, por lo mismo que suceden con
proporción y según la serie de lo que se está pro
143
duciendo , y va sucediendo atento aquel primer
impulso de la providencia , con el cual , desde el
principio , se propuso la naturaleza y emprendió
la perfección de este presente sistema ; habiendo
antes concebido en su mente cierta idea de lo
futuro , y discernido las virtudes productoras de
las existencias , mutaciones y de las sucesiones.
II. Sin duda es propio de un varón muy perfec
to el salirse de entre los hombres sin haber tenido
complacencia en la falacia, ni en todo género de
ficción , en el lujo , ni en la soberbia. Sería , pues,
el segundo grado de felicidad que , estando har
to de estas cosas , quisiese antes morir que ele
gir el vivir de asiento en el seno de la maldad. ¿Y
es posible que ni aun la experiencia te persua
da de que huyas de la peste ? Pues la corrupción
del espíritu es peste ciertamente más nociva que
la destemplanza é infección del aire á nuestro re
dedor esparcido ; porque ésta es peste de los vi
vientes en cuanto son animales, pero aquélla lo
es de los hombres en cuanto son racionales.
III. No desprecies la muerte , antes bien re
cíbela con gusto , como una de las cosas que
quiere la naturaleza. Porque es tal y tan natural
el separarse el alma del cuerpo como ser uno jó
ven y envejecerse , crecer y estar en la flor de la
edad; salir los dientes , la barba , las canas ; en
gendrar, estar en cinta, parir y otros efectos na
turales que las varias edades de la vida llevan de
suyo. Según esto, es propio de un hombre dotado
144
de razón no descarse la muerte temerariamente , ni
correr con impetu hacia ella, ni despreciarla con
orgullo , sino esperarla como una de las otras
consecuencias naturales , y á la manera que tú
ahora aguardas á que el embrión salga del vien
tre de tu mujer ; á ese modo debes esperar aque
lla hora en que tu alma saltará de la cárcel del
cuerpo. Pero si quieres un remedio vulgar, te ser
virá principalmente para estar de buen ánimo to
cante á la muerte la consideración hecha acerca
de los objetos de que te habrás de ausentar , y el
que no tendrá ya tu alma que mezclarse más ni
luchar con tales costumbres. Porque, si bien es
verdad que de ningún modo conviene chocar ni
ofenderse de los que las tienen , sino mirarlos
con amor y llevarlos con paciencia , será útil el
acordarte de que , muriéndote , te verás libre de
unos hombres que no concuerdan contigo en las
máximas. Pues sólo esto , si acaso fuese dable,
contendría á uno y mantendría en la vida si se le
concediese el vivir en compañía de hombres que
siguiesen unos mismos principios. Pero tú bien
ves ahora cuánta molestia se origina de la dis
cordia de opiniones entre aquellos con quienes
se vive ; de suerte que se halla uno precisado á
decir: ¡Oh muerte , ven cuanto antes , no sea que
yo me olvide de mí mismo !
IV. El que peca, se engaña á sí mismo ; el
que obra injustamente , á sí propio se perjudica
haciéndose á sí mismo malo .
145
V. Muchas veces, no sólo peca contra justicia
el que nada hace, sino también el que hace algo.
VI. Bástale á uno el que presentemente ten
ga un juicio comprensivo de su deber, el que
haga la acción que tenga entre manos en bien
de la sociedad , y el que su presente disposición
de ánimo sea tal que se contente con todo aque
llo que proviene de la primera causa.
VII. Purifica tu fantasía , reprime tu apetito,
apaga ese deseo , conduciendo todo para mante
ner tu espíritu libre.
VIII . Una es el alma sensible que está dis
tribuída entre los animales que carecen de ra
zon, una es el alma inteligente que está reparti
da entre las sustancias racionales, al modo que
también es una la tierra de todas las sustancias
terrenas, y vemos con una luz y respiramos un
mismo aire.
IX. Cuanto participa de alguna razón com ún
se apresura á unirse con lo que es de su género:
todo lo terreno se inclina hacia la tierra; todo lo
húmedo corre hácia lo que fluye ; lo aéreo va á
unirse igualmente con el aire; tanto, que es menes
ter poner algo de por medio que con violencia lo
separe. Se sube arriba el fueg por estar en lo
alto el fuego elemental ; hallándose de tal suerte
pronto para pegarse acá con cualquiera otro fue
go, que toda materia, por muy poco seca que esté,
se encuentra bien dispuesta á concebir la llama,
por estar menos mezclada con lo que pueda im
10
146
pedir su incendio. Y así, todo lo que participa de
una misma naturaleza intelectual, del mismo mo
do, ó con más aceleración , se da prisa para lle
gar á lo que es de su género ; porque cuanto es
más aventajado que las otras cosas , se halla tan
to más dispuesto á incorporarse adunarse con
su igual. Examinándolo , pues , con recto orden,
entre los irracionales se encuentran enjambres,
rebaños, crías de pollos , y unos como amores;
porque desde luego se ve en éstos una misma
alma, y en lo más noble existe con más extensión
aquella fuerza de unión, cual no la tienen las
plantas, ni las piedras, ni los leños. Entre los ra
cionales se hallan amistades , familias y comuni
dades; y en tiempo de guerra, confederaciones y
suspensión de armas . Entre aquellas sustancias
que son más perfectas , aunque en algún modo
disten entre si, subsiste cierta unión como la
de los astros; de suerte que el mayor grado de
bondad sobre lo perfecto pudo conciliar entre
ellos mismos , por separados que se hallen , esta
gran simpatía. Ve , pues , ahora, lo que pasa: que
solas las sustancias inteligentes no reconocen, al
presente, esta mutua afición y recíproco asenso;
en ellas solas no se ve esta conspiración de vo
luntades; mas sin embargo de que pretendan
huir, se verán coger por todas partes, porque
siempre vence la naturaleza. Y tú comprenderás
ser así, observando lo que yo digo. En efecto, más
fácilmente uno hallaría algún cuerpo terreno sin
147
tocar en nada de lo que es tierra, que un hombre
segregado enteramente de todo otro hombre.
X. Lleva su fruto el hombre , lleva el suyo
Dios el mundo, y cada uno de ellos lo da á su
tiempo y sazón. Y aunque el uso común de ha
blar ha contraído principalmente esta locución
á la vid y otras plantas semejantes, esto nada es
contra lo que decimos. La razón lleva también
su fruto , que , siendo común á todos al mismo
tiempo, es peculiar de ella ; y de la misma nacen
otros frutos tales como la razón.
XI. Si puedes, enseña de nnevo al que peca;
si no te es posible, recuerda que á este fin se te
dió la clemencia, y que aun los mismos dioses se
muestran benignos con tales personas , y en cier
tas cosas también les dan la mano, ayudándoles en
lo que mira á la salud , á la riqueza y á la gloria;
tan buenos son como todo eso ; tú puedes hacer
otro tanto; y si no , dime , ¿quién te lo impide?
XII. Sufre el trabajo, no creyendo que por
esto seas un infeliz, ni pretendiendo de esta suer
te que te compadezcan 6 te admiren; antes bien
apetece una sola cosa , que es tomar la fatiga y
desistir de ella como y cuando lo exige la razón
de Estado y bien público.
XIII. Hoy me eximí de toda molestia, ó, por
mejor decir, sacudí de mí todo enfado, visto que
el mal no estaba fuera , sino en mi interior.
XIV. Todas las cosas son siempre unas mis
mas , por la experiencia sabidas , de breve dura
148
ción en el tiempo y en la materia asquerosas;
tales ahora todas como eran en tiempo de aque
llos que hemos sepultado.
XV. Las cosas están para nosotros como de
puertas afuera metidas dentro de sí mismas , sin
que sepan nada de sí ni declaren á nadie lo que
son: luego ¿quién da noticia de ellas? La mente.
XVI. El bien y el mal de un viviente racio
nal y sociable no consiste en los afectos que
percibe, sino en las accciones que ejecuta; asícomo
su virtud y vicio no está en lo que padece, sino
en lo que hace.
XVII. Á la piedra arrojada á lo alto, no la per
judica el caer ni el subir.
XVIII. Recorre por dentro las almas de los
hombres, y verás qué jueces temes.
XIX . Todas las cosas están siempre mudan
do; tú mismo te hallas también en una continua
alteración y corrupción de alguna de tus partes.
•
XX. No propales el pecado de otro.
XXI. No es mal la intermisión de una obra,
ni la suspensión del deseo ú opinión, aunque
sean en cierto modo una muerte. Repasa las
edades de tu vida, por ejemplo, la niñez, la pue
ricia , juventud y vejez , porque también la mu
tación de todas éstas es una especie de muerte.
Y en eso, ¿qué daño hay? Vuelve al mismo tiem
po á dar una vista á la vida que pasaste bajo el
poder de tu abuelo, después bajo el de la madre
y luego bajo el del padre, y, encontrándote con
149
otras muchas diversidades, mutaciones é inte
rrupciones, pregúntate: ¿qué mal hubo en todas
ellas? Pues de este modo podrás inferir que el fin,
el término y la entera mutación de toda tu vida
no es mal alguno.
XXII. Da una vuelta por tu misma mente,
por la del universo y de tu prójimo: por la tuya,
para que la puedas hacer justa; por la del uni
30
SICHE
ebs
dar
‫נשמע‬
artes
obre,
nque
alas
pue
mu
erte.
Ciem
jo el
adre
con
verso, para que reflexiones de quién eres parte;
por la del prójimo, para que sepas si peca por
ignorancia ó por malicia y al mismo tiempo te
hagas cargo que no deja de ser tu pariente.
XXIII. En la conformidad que tú mismo de
bes llenar tu lugar en el estado político del mun
do, así también conviene que todas tus acciones
ocupen el suyo en la vida civil y sociable; pues
cualquiera de tus hechos que ó de cerca ó de
lejos no tenga la relación debida al fin común,
de suyo trastorna la vida y no permite que sea
uniforme, siendo antes bien causa de alboroto,
como lo es en el pueblo el que separa de la co
mún armonía á los que son de su facción.
XXIV. Contiendas y juegos de niños son lo
que pasa entre los hombres; y éstos son ciertas al
mas pequeñas, que sobre sus hombros llevan
unos muertos; de suerte que así puede represen
társenos lo de la Necya de Homero.
XXV. Acércatè á ver la cualidad de la for
ma, ý, separándola de la materia, contémplala
atentamente; después ponte á determinar el tiem
150
po que á todo más podrá naturalmente subsistir
la sustancia asi formada y dispuesta.
XXVI. Has tenido mil cosas que sufrir á
causa de no hallarte satisfecho de tu alma, ha
ciendo ella lo que correspondía á su natural es
tado. Pero baste ya; no incurras más en esa falta.
XXVII. Cuando otros te vituperaren ó te
aborrecieren, ó profirieren contra ti cosas de esta
clase , éntrate por el alma de esos tales , penetra
su interior y mira quiénes son al cabo; verás que
no conviene angustiarte por lo que ellos pien
sen y digan de ti , antes bien es razón tener
les buena ley , siendo realmente tus amigos por
naturaleza. Á más de que también los dioses
les favorecen de todos modos , ya por medio de
sueños , ya por medio de oráculos , aun en aque
llas cosas en que van desatinados.
XXVIII. Las cosas del mundo son siempre
las mismas en sus vueltas orbiculares, de arriba á
abajo , de siglo en siglo. Esto supuesto , ó la men
te del universo da su impulso respectivo á cada
uno de los efectos , en cuyo caso acepta tú lo
promovido por ella , ó de una vez dió el ímpetu
general á la naturaleza , al cual , por consecuen
cia natural , se sigue todo lo demás , viniendo al
cabo á formar un sistema , ó sea una serie encade
nada de sucesos; ó si no, se habrá de recurrir á los
átomos ó cuerpos indivisibles , como á principios
del universo. Por último , si hay algún dios , todo
va bien ; y si sucede todo fortuitamente , no
151
debes tú obrar con temeridad , habiendo de cu
brirnos dentro de poco la tierra, la cual des
pués se convertirá en otra cosa ; y ésta , proce
diendo al infinito , se mudará en otra; y aqué
lla , segunda vez en otra , sin acabar jamás. Á la
verdad , el que considerare el flujo y reflujo de
estas mudanzas y alteraciones , junto con su ra
pidez, fácilmente despreciará todo lo perecedero.
XXIX. La causa y naturaleza universal lo
arrastra todo á manera de un torrente impetuoso.
Pero cuán despreciables son estos políticos
que, según su parecer , obran filosóficamente es
tando llenos de presunción ! Haz tú alguna vez,
joh buen hombre!, lo que ahora exige de ti la na
turaleza , y déjalos. Manos á la obra mientras hay
lugar para ello , y no mires alrededor. No espe
res ver establecida la república de Platón ; antes
bien conténtate con que se promueva un poco
la utilidad pública ; ni pienses ser poco fruto de
tu trabajo este pequeño progreso. ¿ Quién, pues,
es capaz de hacer mudar á estos hombres de opi
nión y modo de pensar ? Ó sin que ellos muden
de máximas , ¿ qué otra cosa te puedes prometer
que una servidumbre de quien gime y aparenta
obedecer ? Vé ahora , y tráeme por modelo á un
Alejandro , á un Filipo y á un Demetrio Falereo;
ellos se lo verán si han sabido lo que la común
naturaleza quería , y se gobernaron por su di
rección ; porque si fueron unos meros represen
tantes , ninguno me obliga á imitarles. La profe
152
sión de la filosofía es sencilla y digna de vene
ración.
XXX. Haz por contemplar como desde lo
alto la infinidad de rebaños , las innumerables
ceremonias en los sacrificios , todo género de na
vegaciones , ya en tiempo de borrasca , ya en
tranquilidad , y la diversidad de cosas pasadas,
presentes y que acaban de suceder. Considera
la vida que antiguamente se pasó bajo el imperio
de otros también; la que se observará después del
tuyo , y la que al presente se hace entre las na
ciones bárbaras. Reflexiona , igualmente, cuántos
hay que ni menos tienen noticia de tu nombre;
cuántos te olvidarán muy presto ; cuántos quizá
de los que presentemente te alaban , muy en bre
ve te vituperarán, y verás cómo ni la memoria
ni la fama es digna de estimación.
. XXXI. En lo que proviene de causa exterior,
es necesaria la serenidad de ánimo ; y en lo que
nace de un principio interior , es muy del caso la
justicia ; es decir , que la intención y la acción
tengan sólo por único objeto hacer bien.
XXXII. Muchas cosas superfluas que turban
tú paz interior podrás cercenarlas consistiendo
todas en tu modo de opinar , y desde luego con
seguirás un campo más ancho al desahogo de tu
espíritu , con abarcar en tu mente todo este
mundo, con traer á la memoria el siglo en que
vives , con meditar la pronta mutación de cada
cosa en particular, reflexionando cuán breve es
153
pacio media desde su principio hasta su ruina,
cuán inmenso fué el tiempo que pasó antes de su
generación y cuán infinita igualmente será la
eternidad que sucederá después.
XXXIII. Todo cuanto ves perecerá breve .
mente, y los que lo ven fenecer también perece
rán; entonces quedará igual el que fallece al úl
timo de su vejez con quien muere en agraz.
XXXIV. Considera las pequeñas almas de los
hombres desnudamente ; cuál es su espíritu , en
qué cosas han puesto su afición , y por qué mo
tivos se irritan contra otros ó los honran ; cuán
ta es la vana estimación de sí mismos cuando
determinan perjudicar á alguno vituperándole, ó
favorecerle haciéndose lenguas de él.
XXXV. Cualquiera pérdida no es otra cosa
que una mutación ; en esto tiene sus delicias la
naturaleza universal , que todo lo hace perfecta
tamente. Del mismo modo ha sido siempre , y
eternamente sucederá otro tanto. Pues ¿ por qué
dices que desde el principio se hizo tode mala
mente , y que también irá mal todo en lo sucesi
vo? ¿Acaso entre tantos dioses no se halló jamás
fuerza alguna que corrigiese este desorden , sino
que el mundo se ha visto condenado á estar en
vuelto en males interminables ?
XXXVI. Observa que la pútrida materia que
en cada cosa sirve de base , viene á ser agua,
polvo , huesecillos y sordidez ; si no , repara de
nuevo que los mármoles son unos callos de la
154
pa
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tierra; el oro y la plata , heces de la misma ; cl
vestido no es más que un tejido de pelos ; la púr
pura no es otro que un poco de sangre de cierta
especie de concha ; también el alma del univer
so es otra tal, que gusta de andar mudándose de
unos cuerpos en otros.
XXXVII. Basta ya de vida llena de calami
dades , lamentos y, fingidas adulaciones. ¿ Por
qué te turbas? ¿ qué cosa de éstas te llega de
nuevo? ¿ qué te saca de juicio ? ¿ acaso la forma?
vela ahí , mírala bien ; ¿ por ventura la materia?
aquí está, examínala á fondo ; fuera de esto, nada
más hay. Pero ya es tiempo que alguna vez seas
más sincero y de mejor correspondencia con los
dioses , siendo lo mismo el haber inquirido seme
jantes cosas por cien años ó por tres.
XXXVIII. Si es que alguno ha delinquido,
en eso está su mal ; pero quizá no pecó; y así,
suspende eljuicio. *
XXXIX . Ó todo cuanto dimana de un prin
cipio inteligente se comunica después al mundo
como á un cuerpo, y en esta suposición no debe
parte alguna quejarse de lo hecho en utilidad del
universo , 6 bien los átomos son la causa princi
pal, y entonces no será el mundo sino una con
mixtion y mera dispersión . Pues ¿ por qué te
aturdes ? ¿ acaso dices á tu alma que está muerta
y corrompida ; que dice uno y hace otro ; que
vive brutalmente y se convierte en fiera ?
XL. Ó los dioses no pueden nada , ó pueden
155
algo; pues si no pueden , ¿á qué fin les ruegas? y
si pueden, ¿por qué no les suplicas más bien que
te concedan el no temer algunos de estos que se
llaman males, el no desear alguno de estos que
se reputan por bienes, el no sentir pena en algu
na de estas que se tienen por adversidades , antes
que pedirles que no suceda ó suceda alguna
de estas cosas? Porque si tienen poder absoluto
para favorecer á los hombres, también en esto
pueden ayudarles. Pero acaso dirás que los dioses
pusieron esto en tu mano. ¡Pues qué! ¿no será me
jor que te aproveches con entera libertad de lo
que tienes á tu mando, antes que, con servidum
bre y vileza de ánimo, irte tras lo que no está á
tu disposición ? ¿ Y quién te dijo que los dioses
no nos dan ayuda en lo que depende de nuestra
libertad ? Comienza , pues , á suplicarles estas co
sas, y lo verás. Éste les pide: ¿ cómo conoceré á
tal persona ? suplícales tú: ¿ cómo haré para no
desear el trato con ella? El otro encamina sus rue
gos para que le den manera cómo verse libre de
tal cosa; pídeles tú : ¿ de qué medio me valdré
para que no sea necesario el libertarme de ella?
El de más allá hace sus súplicas para que no se
le muera su hijo; pídeles tú : ¿cómo haré para no
temer el perderlo? En suma: haz en esta forma
tus oraciones y dirígelas á ese fin, y observarás
cuánta utilidad te redunda.
XLI. Dice Epicuro: Yo , en mis enfermedades,
no empleaba mis discursos sobre aquellos males
156
que padecía en mi cuerpo , ni introducía tales
pláticas, afirma él mismo, con los que me visi
taban; sino que lo pasaba examinando físicamen
te las causas que habían antecedido á mis indis
posiciones ; dedicándome también más particu
larmente á ver cómo mi alma, participando de
los movimientos y dolores del cuerpo , permane
ciese imperturbable , conservando su propio bien.
Ni tampoco me sujetaba, dice , á prevenirme de
médicos como quienes pueden algo ; antes bien,
sin este recurso, la vida se alargaba fácil y feliz
mente. Haz, pues, lo mismo que aquél en su en
fermedad, caso que enfermares y te vieres en
cualquier otro estado de aflicción. Porque el no
abandonar las máximas filosóficas en cualquier
suceso posible , ni el hacer argumentos fútiles á
un idiota é ignorante de la naturaleza, es dogma
común á toda secta para estar sólo atento á lo
que presentemente se hiciere y valerse del ins
trumento con que lo ejecutare.
XLII. Cuando te vieres ofendido con la in
solencia de alguno, pregúntate al instante: ¡Pues
qué ! es posible que en el mundo deje de haber
desvergonzados ? No pueden faltar : según eso,
no pretendas imposibles , porque ese tal es uno
de aquellos insolentes que forzosamente se en
cuentran en el mundo ; y esta reflexión tenla á
la mano por lo que mira á un tramposo , á¸un
fementido y á cualquier hombre perverso y malo.
Porque lo mismo será acordarte que no puede
·
157
faltar en el mundo esta maligna raza de hom
bres , que empezar á estar de mejor ánimo para
con cada uno en particular. También es útil que
al punto pienses con qué genero de virtud dotó
la naturaleza al hombre para evitar tal desorden;
por qué dió la mansedumbre , como antídoto,
contra el hombre tonto ; y contra otro defecto,
otra cierta virtud. En suma : tienes en tu mano,
el dirigir al prójimo que vivió extraviado ; en el
supuesto de que todo el que peca yerra el blan
co propuesto y anda perdido. Y qué , ¿ por eso te
hizo daño ? Pues no hallarás que alguno de estos
contra quienes te irritas haya hecho cosa tal
con que tu espíritu se pudiese empeorar ; luego
sólo consiste tu mal agravio en ese juicio erra
do. Mas ¿ qué mal
qué cosa extraña es si un
ignorante hace lo que es propio de un necio?
Mirá tú no sea que con mucha más razón me
rezcas ser reprendido por no haberte hecho la
cuenta de que un hombre tal podía haber falta
do en tal cosa , y más que tenías motivos para
sospechar que era probable que ese mismo hu
biese cometido un delito semejante ; y sin em
bargo de que te has olvidado de eso , te mara
villas si el otro delinquió. Lo más principal con
siste en que, cuando acuses á uno de infiel é in
grato , te reconvengas á ti mismo , puesto que
evidentemente es tuya la culpa , 6 bien porque
creiste de quien tenía tal disposición , que te
guardaría fidelidad, 6 bien porque, haciéndole tú
158
da co
una gracia , no se la hiciste puramente con el
fin de hacerle bien , ni de manera que en sola
la acción de favorecerle ya dieses por percibido
todo el fruto y logrado todo tu interés. Y ¿qué
más quieres beneficiando al hombre ? ¿ No te
basta esto sólo ? ¿ No has obrado conforme á tu
naturaleza ? Y ¿aun de esto mismo pretendes la
paga ? Esto viene á ser lo propio que si los ojos
pidiesen recompensa porque ven, ó los pies por
que caminan; pues así como estos miembros fue
ron hechos con el fin único de que, ejerciendo
sus funciones respectivas, tuviesen en eso sólo su
premio , del mismo modo el hombre , habiendo
nacido para hacer bien , cuando lo hubiere prac
ticado ó de otra suerte hubiere cooperado á la
utilidad pública , en esto cumplió con aquello
para que fué naturalmente criado , y en ello
mismo ya recibió su galardón.
LIBRO DÉCIMO
I. ¿Si llegarás alguna vez , oh alma mía , á
ser buena, sencilla , uniforme , sin rebozo y más
patente á los ojos de todos que ese cuerpo de
que estás vestida ? ¿ Si al cabo empezarás á tener
gusto en la benevolencia y sincero amor para con
todos ? ¿ Si algún día te hallarás satisfecha y
sin necesidad de nada , no deseando ni codician
para
TA
DEAMID!
NO ST
co
cio?
c'e .
sadi
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condu
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hermo
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misma
jantes
hagas
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quejar
conde
II.
encu
tatroa;
quese
en cua
servar
siderac
esto,S
tu nat
que l
159
do cosa alguna, ni animada ni menos inanimada
para el goce de tus delicias ; no apeteciendo
tiempo en que puedas disfrutarla más á la larga;
no suspirando por país , región , cielo benigno
ni compañía de hombres más adaptada á tu ge
nio? ¿ Si vivirás contenta con tu presente situa
ción , tendrás placer en el estado actual y te per
suadirás de que nada te falta , todo te va bien y
viene de la mano de los dioses ; que cuanto á és
tos pluguiere será bueno; que cuanto dispensaren
conducirá á la salud y prosperidad de este mun
do animado , de este ser perfecto , bueno , justo ,
hermoso; principio que produce todas las cosas,
las contiene , abraza y recoge , para hacer de las
mismas , después que se disuelvan , otras seme
jantes ? ¿ Si , por último , vendrás á ser tal , que
hagas una vida tan conforme con los dioses y
los hombres , que no tengas motivo alguno para
quejarte de ellos , ni des causa para que ellos te
condenen ?
"
II. Observa lo que tu naturaleza exige de ti ,
en cuanto es dirigida por sólo la naturaleza vege
tativa; y después hazlo y no lo rechaces, á no ser
que se haya de empeorar tu misma naturaleza,
en cuanto es sensible. Con igual orden debes ob
servar lo que pretende de ti la naturaleza , con
siderada como sensible; no rehusando nada de
esto , si es que no se ha de seguir menoscabo á
tu naturaleza en cuanto racional ; y claro está
que lo racional también es sociable. Valién
160
dote de estas reglas , no te dé cuidado lo de
más.
III. Todo lo que acontece, ó sucede en tal
conformidad que hayas nacido para llevarlo , 6
de tal suerte que no seas hombre para tolerar
lo. Ahora bien : si acaece de tal modo que pue
das sufrirlo naturalmente , no te enfades ; antes
bien , sopórtalo según alcancen tus fuerzas na
turales ; pero si sucede de tal-manera que no seas
capaz de aguantarlo naturalmente, no te moles
tes por eso , porque después que te haya consu
mido , también acabará consigo. Con todo ten
presente que estás dotado de una virtud natural
para llevar todo aquello que en tu modo de opi
nar consiste el hacerlo soportable, aunque sea
insufrible ; juzgando , ó que te conduce , ó que es
de tu obligación el que así lo hagas.
* IV. Si tu prójimo se deslizase , procura amo
nestarle amigablemente y hacerle ver la fragili
dad en que ha incurrido. Pero si no te es posi
ble el reducirle , échate á ti mismo la culpa de tu
poca habilidad, ó quizá nî aun á ti mismo tendrás
por qué echarte culpa alguna.
V. Todo lo que te va aconteciendo se te ha
bía dispuesto desde la eternidad , y es que la en
cadenada serie de causas fatales, desde el princi
pio entretejió con tu existencia aquellos aconte
cimientos.
VI. Ó bien dominen los átomos, 6 la natura
leza gobierne todas las cosas , dese por asentado
161
primeramente , que yo soy una parte del univer
so dirigido por la naturaleza ; en segundo lugar,
que tengo un cierto vínculo y parentesco con las
otras partes que son de mi mismo género. Por
que yo , acordándome de esto en cuanto me con
sidere como
parte , no me avendré mal con
cosa alguna de las dispensadas por el universo ,
puesto que no es nocivo á la parte aquello que
conduce al todo , ni tampoco el todo tiene cosa
que á él mismo no le sea útil . Siendo esto co
mún á todas las naturalezas particulares , las ex
cede la del universo en no verse precisada por cau
sa alguna exterior á producir cosa que sea per
judicial á sí misma. Según eso , con traer á la
memoria que soy una parte de tal universo, abra
zaré gustosamente todo lo que suceda; y en
cuanto me repute con cierta estrecha correlación
con las otras partes que son de mi mismo linaje,
no ejecutaré nada contra el derecho público ; an
tes bien , miraré por los de mi especie y dirigiré
todos mis intentos hacia lo conducente á la uti
lidad común , y me retraeré de todo lo que sea
contrario á este fin . Ejecutando esto así , es ne
cesario que la vida sea feliz , y del modo mismo
que si te imaginases la próspera vida de un ciu
dadano , el cual llevase por delante el poner por
obra las acciones convenientes á sus conciuda
danos y aceptase con placer el encargo á que
le destinare la ciudad .
VII. Es necesario que se corrompan y perez
II
162
can las partes del universo , aquellas , digo , que
se contienen en el ámbito del mundo ; pero esto
podrá decirse con más propiedad de su alteración
y mutación . Digo yo ahora : si esto, siendo tam
bién necesario , fuese al mismo tiempo un mal
para aquellas partes , no le iría muy bien al uni
verso cuyas partes estuviesen siempre de muda ,
y de mil modos dispuestas á su ruina y perdi
ción. ¿ Acaso la naturaleza intentó tratar tan ma
lamente a sus mismas partes , haciéndolas tales,
que no sólo estuviesen expuestas á incurrir en el
mal , sino que por necesidad hubiesen de caer
en él ; ó le salieron hechas así , sin que lo echa
se de ver? Uno y otro es inverosímil. Pero si al
guno , no tomando en boca el nombre de natu
raleza , nos quisiese explicar el ' enigma con de
cir que esa es la esencia y condición de las par
tes, ¿ no sería una cosa verdaderamente ridícula
que al mismo tiempo que nos dijese ser de esen
cia de las partes el mudarse , juntamente se ma
ravillase y llevase á mal la mutación, como cosa
acaecida contra el orden de la naturaleza ? Espe
cialmente siendo también el fin de la disolución,
que se vuelvan á los mismos principios de que
cada uno constaba. Porque en esto de parecer las
cosas, ó sólo interviene una dispersión de aquellos
elementos , de los cuales se habían compuesto , 6
una conversión de la parte sólida en tierra y de
la gaseosa en aire ; de manera que las cosas sean
otra vez restituídas á las razones seminales y
163
principios del universo : ahora sea verdad que
éste , después de un cierto período y revolución
de años haya de perecer por un incendio, ahora
que deba ser renovado con una perpetua scrie
de sucesiones. Mas no te imagines que lo sólido
y gaseoso de que hablamos haya durado en cada
cosa desde su generación ; porque todo esto es
cosa de ayer , cosa que, por medio del alimento
y respiración del aire , ha conseguido incorporar
se con los vivientes ; así que sólo se muda aque
llo que se adquirió después , no lo que la madre
dió á luz. Y aun dado por supuesto que aquello
te una en sumo grado á su peculiar cualidad,
sin embargo , juzgo que no obstará á esto.
VIII. Después que tú mismo hayas adquirido
los nombres de bueno , modesto y verídico , de
prudente , condescendiente y magħánimo , mira
bien no mudes jamás de nombre ; y si por tu
culpa perdieres los dichos dictados, vuelve á re
cobrarlos con prontitud. Pero debes tener pre
sente que el nombre de prudente quería signifi
carte que procurases una exacta inteligencia y
continua atención en cada cosa ; el de condescen
diente te exhortaba á una voluntaria admisión de
todos los sucesos que fueren dispensados por la
naturaleza universal ; el de magnánimo te movía
á una elevación de ánimo sobre los movimientos
suaves ó ásperos del apetito sensual , sobre la
vanagloria , la muerte y cuanto fuere de este
jaez. Pues si te conservares en la justa posesión
164
de estos títulos , no anhelando que otros te lla
men con ellos , serás otro hombre y pasarás á
otro género de vida. Porque, en realidad, el que
rer aun ser tal cual has sido hasta aquí y per
manecer lacerado y contaminado en una vida de
esta clase , es propio de un hombre demasiada
mente insensato y con exceso amante de su vida,y
muy parecido á los bestiarios medio comidos de las
fieras, que, estando llenos de heridas y de sangre,
con todo , piden con mucha instancia que los re
serven vivos hasta el día siguiente , para ser otra
vez echados á las mismas garras y presas. Pro
cura , pues , poner todo tu gusto en la adquisi
ción de estos pocos nombres ; y caso que puedas
mantenerte en la posesión de ellos mismos , per
manece constante como quien ha sido llevado y
colocado en las Islas Fortunadas. Mas si conocie
res que te va faltando el ánimo y que no te es
posible salir con la empresa , vete con valor y
retirate con denuedo á algún rincón , en donde
podrás hacer algo; ó lo mejor será que te salgas
de una vez de la vida , no con cólera ó despe
cho , sino como quien tal no hace , con des
einbarazo y buen modo ; ejecutando siquiera esta
sola proeza en tu vida con salir en tal confor
midad del mundo. No obstante , para recuerdo de
los nombres mencionados , te servirá mucho la
frecuente memoria de los dioses , y que éstos no
quieren ser adulados , sino que todos los racio
nales se les hagan semejantes en el proceder ; no
165
olvidándote que haciendo la higuera lo que es
propio de la higuera , el perro lo que es pecu
liar al perro , la abeja lo que es privativo de la
abeja, estará el hombre igualmente obligado á
cumplir con el deber del hombre .
IX. La comedia , la guerra, la consternación ,
el estupor , la servidumbre , de día en día irán
Borrando en ti aquellos principios que tú , dado
al estudio de la naturaleza , ibas concibiendo y
depositando en tu mente ; por cuya razón con
viene que en todo premedites y obres de mane
ra que , al mismo tiempo que se perfeccione la
vida activa , juntamente se ejercite la contempla
tiva; y la propia satisfacción nacida de ver que
todo lo entiendes , se conserve , disfrazándola con
modestia , no ocultándola con misterio , pues en
tonces hallarás gusto en la simplicidad , tendrás
fruición en la gravedad, te complacerás en el co
nocimiento de cada cosa particular , entendiendo
cuál es según su esencia , qué región habita en
el mundo , cuánto tiempo podrá naturalmente
subsistir , de qué partes está compuesta , á quién
puede caber en suerte , quiénes , por fin , son
dueños de darla y quitarla.
X. La araña queda muy ufana habiendo ca
zado una mosca ; otro está ufano habiendo segui
do una liebre ; otro , que pescó en la red un aren
que; otro , que cogió unos jabalíes ; otro, unos
osos; otro , por fin , que cautivó algunos sár
matas. ¿Acaso no reputarías á éstos por unos
166
ladrones , si examinases atentamente sus máxi
mas ?
XI. Procura adquirir el método de contem
plar cómo todas las cosas van mudando las unas
en las otras ; dedícate siempre á esto , y ejercíta
te en semejante punto de meditación , puesto
que nada conduce tanto al logro de la magnani
midad. Y, en efecto , el que hiciere la reflexión
de que cuanto antes será forzoso desamparar to
das las cosas , dejando la compañía de los hom
bres , abandonará su cuerpo , entregándose todo
á la justicia en cuanto debe ejecutar por sí , y de
jándose gobernar por la naturaleza universal en
los demás acontecimientos ; ni menos le vendrá
al pensamiento qué dirá otro , qué sospechará,
6 qué hará contra él viviendo satisfecho con es
tas dos cosas : con obrar con rectitud lo que hu
biere de hacer por entonces , y abrazar con re
signación lo que al presente le tocare en suerte.
Finalmente, separándose de todas las otras ocu
paciones y cuidados , no apetecerá otra cosa más
que ir derechamente en pos de la ley y seguir á
Dios, que siempre guía por un camino recto.
XII. ¿ A qué viene esa desconfianza y sos
pecha, teniendo á mano el averiguar bien lo
que debes hacer ? Pues caso que lo descubrieres
claramente, sigue por ese camino de buen ánimo
y con constancia ; mas si no llegares á conocer
lo , haz alto allí, y valte de los más hábiles con
sejeros ; y si aun te ocurrieren otras dudas, pro
167
cura según las circunstancias presentes llevar ade
lante con prudencia tus determinaciones, sin des
viarte jamás de lo que te pareciere justo , porque
no hay cosa mejor que conseguir lo que es con
forme á justicia. Demás de que al hombre á quien
no le saliesen bien sus intentos, siguiendo en to
do la razón , le sería fácil juntar , con la quietud,
la pronta expedición en el obrar , y con la vida
alegre, la moderación en sus costumbres.
XIII. Al punto que te dispertares , pregúnta
te : ¿por ventura te interesará si otro ejecuta ac
ciones justas y buenas? No me resultará utilidad.
¿Acaso te has olvidado de que esos mismos se
ensoberbecen con las alabanzas de otros, y se ate
rran con los vituperios ? ¿ Qué tales son en sus
lechos , qué tales á sus mesas ? ¿Qué cosas ha
cen , de cuáles huyen , cuáles pretenden ? ¿De
qué manera roban, de qué modo arrebatan , no
sólo con las manos y los pies, sino con lo que es
más respetable en ellos mismos , á cuyo cargo está
siempre que quisiere el guardar la fe , la ver
dad y la bondad de su conciencia ?
XIV. El hombre bien educado y dẹ modera
ción dice á la naturaleza, que todo lo dispensa y
todo lo recupera : dame lo que gustares, y vuel
ve á tomar lo que quisieres. Ni esto lo diría con
altanería , antes bien con ánimo benévolo.
XV. El tiempo que te resta de vida es poco;
vívelo como si te hallares en una montaña ; por
que lo mismo es vivir aquí que vivir allí, con tal
168
que en cualquier lugar viva uno en el mundo
como en su ciudad. Vean los hombres y reco
nozcan en mí un hombre que lo es de veras vi
viendo según la naturaleza; si no me pueden su
frir , que me maten, puesto que vale más morir
que vivir como ellos quieren.
XVI. De hoy más, déjate absolutamente de
disputar cuál conviene que sea un hombre bue
no, si no procura ser tal en realidad.
XVII. Piensa con frecuencia en el todo de
una eternidad y de la naturaleza universal ; refle
xiona también que todas estas cosas particula
res, por lo respectivo á su ser , montan poco; por
lo tocante á su duración , son nada.
XVII. Parando la consideración en cada
cosa que se te presente , podrás comprender que
ella misma se va ya disolviendo y mudando,
como que también la és propio el pudrirse y di
siparse , ó que, de algún modo, casi el morir la
es natural.
XIX. Observa qué vienen á ser los hombres
cuando comen , duermen , tienen acceso y ejecu
cutan otras funciones de esta clase . Mira des
pués cuáles son mandando á otros , engriéndo
se, enfureciéndose y reprendiéndolos con supe
rioridad . Reflexiona á cuántos obsequiaban poco
antes y con qué miras tan viles los servían ;
por último , en qué vendrán á parar poco des
pués.
XX . Á cada uno es útil todo aquello que la
169
naturaleza del universo le dispensa ; y entonces
le es conducente cuando aquélla se lo da.
XXI. La tierra árida desea la lluvia , el aire
recio apetece lo mismo ; también el mundo anhe
la poner por obra lo que se ha de hacer. Digo,
pues , hablando con el mundo : yo amo lo que tú
amas. ¿Acaso eso no es así y no se dice vulgar
mente que esto ó aquello ama ser hecho?
XXII. Ó bien que hayas siempre de vivir
aquí, y entonces ya estás hecho á esta vida ; ó
bien que te salgas fuera , y esto ya lo deseabas;
ó bien que te mueras , y con eso has cumplido
con tu ministerio. Fuera de esto , nada más hay;
con que así prosigue de buen ánimo .
XXIII. Ten siempre por cosa cierta y averi
guada que lo mismo se es e' campo que cual
quiera otro lugar , y que las mismas convenien
cias logra el que vive aquí que otro que pasa la
vida en la cumbre de un monte ó en la orilla del
mar. Sin disputa alguna, hallarás ser verdad lo
que decía Platón: Que un sabio , del mismo modo
está encerrado dentro de los muros de una ciudad,
que lo está un pastor dentrò del redil de su majada.
XXIV. Mi alma , ¿qué viene á ser para mí, y
cómo me la finjo yo al presente? Y al cabo, ¿qué
uso hago de ella ahora? ¿Acaso está falta de en
tendimiento ? ¿Por ventura se ve separada y
arrancada de la común sociedad? Y, en suma, ¿se
halla tan íntimamente unida y mezclada con la
vil carne , de modo que vaya á una con ella?
170
XV. El que huye de su señor es un desertor;
es así que la ley es la señora; luego también será
desertor el que la traspasa. Igualmente quebran
ta la ley el que se queja , ó se irrita, ó teme, por
que no quisiera que hubiese sido hecho , se hi
ciese ó hubiese de hacerse algo de lo ordenado
por aquel que gobierna todas las cosas , el cual
es la misma ley, que reparte con justicia lo que
corresponde á cada uno; luego el que vive con
temor , el que se aflige y el que se enoja, ese es
un desertor , un fugitivo .
XXVI. Habiéndose ausentado el que dejó el
germen del feto, se desarrolla. ¡ Qué bello efecto
de causa tan vil ! Al embrión , ya formado, da la
madre el alimento que pasa por el esófago, y des
pués, recibiéndolo otra causa, produce en ese mis
mo el sentido y movimiento ; en suma, la vida,
fuerzas y lo demás. ¡Cuántas y cuán admirables
cosas! Son, pues, dignos de contemplar estos ar
canos, que tan en secreto obra la naturaleza, y
observar en igual conformidad su virtud produc
tiva , así como miramos la fuerza que lleva abajo
ó arriba las cosas materiales, no con los ojos del
cuerpo, pero no por eso con menor evidencia.
XXVII. Con la frecuente reflexión de que
todas las cosas, en cierto modo , han sido tales an
tes de ahora como existen al presente, podrás
también formar juicio de las futuras, y ponerte
á la vista los dramas enteros y las escenas unifor
mes, teniendo conocimiento de cuanto has ad
171
quirido por la experiencia y aprendido de la his
toria antigua ; por ejemplo, toda la corte de
Adriano, la corte entera de Antonino, toda la de
Filipo y de Creso, porque todas eran muy se
mejantes, diferenciándose solamente por los dis
tintos personajes que entonces representaban.
XXVIII. Imagínate que todo aquel que se
aflige y disgusta por cualquier suceso se aseme
ja á un cerdo, que, llevado al matadero, cocea y
gruñe mucho: semejante al mismo es también
aquel que á sus solas , echado sobre un escaño,
llora su desdicha. Considera también esa cadena
fatal á que estamos atados, y que sólo á los ra
cionales se les dió la facultad de acomodarse
voluntariamente á los acontecimientos , siendo
así que es necesario á todos el seguirla.
XXIX. Parando la consideración en cada
cosa particular de las que intentas, examina si
te sería muy sensible la muerte, porque te priva
se de ejecutarla.
XXX. Cuando te chocare la falta de alguno,
al punto, vuelto sobre ti, reflexiona si tú cometes
algún error semejante : por ejemplo , juzgando
que la plata, que el deleite, que la gloria mun
dana y otras cosas de esta especie sean un bien
verdadero; porque añadiéndose á esto que el otro,
habiendo incurrido en igual ignorancia, obra por
fuerza, al instante echarás en olvido tu enojo.
Pues ¿qué otra cosa podría hacer? á no ser que
tú procurases libertarlo de la violencia.
172
XXXI. Viendo á Satyrón el Socrático , ima
ginate ver á Euthyches , ó á Hymeno; visto á Eu
frates, idéate ver á Eutychión ó á Sylvano; cuan
do veas á Alcifrón , represéntate que ves á Tro
peoforo; habiendo visto á Jenofonte, forma la
idea de que ves á Critón ó á Severo ; y cuando
vuelvas sobre ti los ojos, represéntate en la ima
ginación alguno de los Césares ; finalmente, ima
ginándote en cada uno otro semejante, luégo te
ocurrirá al pensamiento en dónde paran esos
ahora. En ninguna parte del mundo ; ó ¿qué sé yo
adónde están? Porque de esta manera verás de
continuo que las cosas humanas son un poco de
humo y un nada; particularmente si te hicieres la
reflexión que, lo una vez pasado, no volverá ya
por toda una eternidad. ¿Tú, pues, cuánto tiempo
vivirás? Bien poco. Pero ¿por qué no te contentas
con vivir ese poco de tiempo con la perfección
que corresponde ? ¡ Oh cuán bella y oportuna
ocasión te dejas perder ! Pues ¿ qué otra cosa más
son todos estos sucesos humanos que un ejerci
cio de la razón que ha visto ya con toda exacti
tud y contemplado sobre la naturaleza de las
vicisitudes de la vida ? Según eso, persiste en es
tas reflexiones hasta que te las hagas familiares,
como un estómago robusto abraza todo género
de comida, ó como un grande fuego reduce á
llama y resplandor todo cuanto le arrojares.
XXXII. Cuida que ninguno pueda decir con
verdad de ti que no eres un hombre ingenuo, ó
173
que no eres hombre de bondad ; antes bien engá
ñese ó mienta cualquiera que de ti pensare ó
dijere alguna de estas dos cosas. Todo esto pen
de de ti. Porque ¿ quién te impide el ser bueno y
sincero? Forma únicamente el juicio de que no
te conviene vivir, á no ser tal , puesto que la ra
zón no dicta que, siendo otro , debas vivir.
XXXIII . ¿Qué es lo que con más acierto se
puede hacer ó decir en este negocio particular?
Á la verdad, sea eso lo que se fuere, tienes en tu
mano el hacerlo ó decirlo; y no pretextes que te
lo impiden. Ni dejarás antes de gemir, hasta tan
to que puedas verte en tal disposición de ánimo
que en cualquier caso y circunstancia te sea
igualmente gustoso el cumplimiento de los oficios
propios de la condición humana , cual lo es la
vida mole á quien se entrega á los deleites, por
que debe servirte de complacencia el ejecutar
todo aquello que te es posible, según tu propia
naturaleza, en la inteligencia de que en todo tiem
po y lugar te es permitido. Pues al cilindro no
se le da la propiedad de tener su movimiento en
cualquiera sitio, ni al agua, ni al fuego, ni á otra
cosa alguna que sea gobernada por su propia na..
turaleza ó por una alma irracional, siendo, en
realidad, muchos los obstáculos que las contienen
y se ponen. Pero el alma racional puede pasar
sobre todo impedimento, y en tal modo, hacer li
bremente su carrera como exige su naturaleza.
Poniéndote ante los ojos esta facilidad con que
174
el alma podrá vencer y pasar por encima de todo
óbice, así como el fuego sube hacia arriba, como la
piedra desciende hacia abajo y como el cilindro
rueda por un terreno declive, no inquieras ya otra
cosa más. Porque los demás obstáculos, ó son res
pectivos á tu cuerpo, ó son de suyo tales que, sin
una falsa persuasión y sin un asenso libre de la
razón, ni lastiman ni hacen mal alguno; y á no
ser así, al momento se haría malo el que los pa
deciese, visto que en las otras obras, naturales ó
artificiosas , cualquier daño que sobrevenga á al
guna de ellas, por eso empeora á quien lo reci
be. Mas entonces, si se pudiese decir así, se me
jora el hombre y es más digno de loor haciendo
buen uso de las adversidades acaecidas. En suma:
recuerda que aquello que no perjudica á la ciudad
no hace daño á su ciudadano natural, y que no
daña á la ciudad aquello que no es nocivo ni con
trario á la ley, ni alguno de estos quellaman infor
tunios perjudica ni es contra la ley; luego aquello
que no causa detrimento á la ley, ni á la ciudad ni
al ciudadano podrá dañarles .
XXXIV. Á un hombre bien imbuído en las
máximas verdaderas de la filosofía, le basta la
menor palabra, y la más vulgar, para recordarle
y exhortarle á la permanencia de un ánimo libre
de toda inquietud y temor ; por ejemplo , las si
guientes palabras de Homero:
Unas hojas al árbol quita èl viento ,
175
>Y otras le restituye primavera.
»Nacen unos por turno, y otros mueren. »
Y, en realidad, hojas vienen á ser tus hijue
los; igualmente son hojas esos hombrecillos que,
teniéndose por hombres de crédito, celebran y di
vulgan la fama de otros; 6, por el contrario, los
llenan de improperios ó los vituperan en secreto
y motejan; del mismo modo son hojas los que
han de ser tus panegiristas en la posteridad, por
que todo ello son hojas que lleva la primavera y
que después el viento echa por tierra; en cuyo
lugar la selva produce después otras, siendo co
mún á todas una duración momentánea. Pero tú
huyes 6 pretendes todas las cosas como si hubie
ran de ser eternas , habiendo también de cerrár
sete presto los ojos; y que , por fin, otro llorará la
muerte de aquel que te lleve al sepulcro.
XXXV. El ojo sano debe ver todo lo visible
y no decir : yo sólo quiero ver lo verde ; también
es necesario que el oido y el olfato estén prontos
á percibir cualquier sonido y olor ; y el estóma
go robusto no menos debe estar dispuesto á todo
género de comida que lo está la muela hecha
con el fin de moler cuanto la echaren . Así tam
bién conviene que el alma sana se halle pre
parada á recibir todo lo que la suceda; pues la
que dijere: yo quisiera la salud de los hijos y que
todos alabaran cuanto hiciese, será muy parecida
al ojo que solamente busca lo verde ó á los
176
dientes que únicamente quieren cosas tiernas y
delicadas.
XXXVI. Ningún hombre hay tan afortuna
do que al morir no tenga á su lado quien se
alegre del mal que le sucede. Y aunque haya sido
hombre bueno y sabio , ¿dejará acaso de haber al
cabo quien contra el mismo diga : Finalmente,
pedremos ya respirar libres de este pedagogo ; en
realidad, con ninguno de nosotros era rigido; an
tes bien noté que nos reprendía con ánimo plá
cido? Esto, pues, se suele decir de un hombre bue
no; pero, por lo que mira á nosotros, ¡cuán otros
son los motivos por los que no pocos desean
verse libres de nuestra compañía! Pues si estan
do para morir pensases en esto , te partirías
también con un ánimo más plácido, haciendo el
discurso siguiente : Yo me parto de una vida de
tales circunstancias, que desean que me salga de
ella aun aquellos mismos que vivían conmigo,
por quienes yo tanto me afané, hice promesas por
su salud, me desvelé por su bien, esperando ellos
con mi muerte recibir quizá algún alivio. ¿Luego
por qué uno ha de apetecer el mantenerse por más
largo tiempo entre estos tales? Con todo , no por
eso te partas menos propicio para con ellos ; an
tes bien , observando tu costumbre, muéstrate
amigo benevolo y apacible , y que de ninguna
manera parezca que te arrancan de su compa
ñía, sino que debe ser de tal suerte la separación,
como cuando en una buena muerte el alma se
177
desprende con facilidad del cuerpo. Porque la
misma naturaleza que te enlazó y unió á ellos
también te suelta ahora. En fin , me separa de
ellos como de mis domésticos , no sacado con
violencia, sino despedido voluntariamente , pues
to que esta es también una de las cosas subsi
guientes en la naturaleza.
XXXVII. En todo aquello que otro hiciere,
acostumbrate, en cuanto te fuere posible, á exa
minar para contigo mismo: Este ¿qué fin lleva en
eso? Mas procura empezar por ti mismo y escu
dríñate en primer lugar.
XXXVIII. No olvides que lo que te agita y
mueve á manera de un autórata es una cierta
fuerza dentro de ti ocuita y reconcentrada; esta
fuerza, que pende del resorte de las propias pa
ciones y aficiones, es para nosotros la elocuen
cia que persuade, es la viḍa que nos tira, es, si
se puede decir así , todo el hombre. Jamás quie
ras juntar con esta idea del hombre la idea del
´cuerpo, vaso que contiene dentro de sí el alma;
ni la idea de los miembros, instrumentos alrede
dor del alma fabricados ; porque son muy pare
idos á la azuela , y sólo diferentes en cuanto
ellos nacieron con nosotros á nuestro lado. Sien
do así que todos estos miembros sin el alma,
causa que los mueve y da vigor, no tendrían otro
uso del que tiene la lanzadera para la tejedora,
y el látigo para el cochero.
12
178
LIBRO UNDÉCIMO
I. Las propiedades del alma racional son : que
ella se vea; que se componga á sí propia y haga
cual ella quiere ; que coja el fruto que ella mis
ma lleva ( siendo así que otros recogen el fruto
de las plantas, y lo que hace veces de fruto en
los animales); que ella, por fin , en cualquiera par
te que acabare la carrera de sú vida, llegue siem
su término. Pues no se debe discurrir del
la danza, de la representación y
in las cuales quedaría im
ase é interrum
185 cual
piese en ad
12
se pu
quiera lugar que la
plena y perfectamente cum
que se la había cometido ; de modo que ser
podrá decir: Á mí nada me falta de lo que m
pertenece. Á más de esto, el alma corre y da
vuelta á todo el universo ; contempla el estado
vacío ó imaginario que la rodea; ve la figura del
mundo; extiende su consideración hasta lo infi
nito de la eternidad; comprende la generación
periódica, ó sea palingenesia de todas las cosas
del universo, y la considera; entiende con toda
claridad que ni los venideros verán cosa nueva,
ni los antepasados vieron más que nosotros aho
ra, porque, en cierto modo, el que haya vivido
179
cuarenta años, por poco entendimiento que hu
biere tenido y meditado en los sucesos , pudo ha
ber formado concepto de todo lo pasado y lo ve
nidero , según que es la uniformidad de lo uno
con lo otro. Finalmente, es propio del alma ra
cional la caridad para con el prójimo, la verdad,
la modestia, no anteponer nada á sí misma, lo
cual también es peculiar de la ley; de ahí se co
lige que la recta razón del alma en rigor no se di
ferencia de la razón legítima de la justicia.
II. Menospreciarás la cantinela más deleita
ble al oido, el baile, el pancṛacio ó juego de la
palestra, si en la voz sonora hicieres la división
de sus tonos particulares, y en cada uno te pre
guntares á ti mismo: ¿Acaso es esto lo que me en
canta y lleva tras, si? Pues sin duda te avergon
zarías confesarlo. Si por lo que mira al baile hi
cieres otro tanto en cada movimiento y gesto par
ticular del cuerpo, y la mismo á proporción por
lo que toca al juego de la palestra. Así que en
todo, menos en la virtud y en las acciones vir
tuosas, acuérdate de volver con la consideración
á las partes tomadas de por sí , y con la división
de ellas podrás llegar á conseguir su desprecio.
Haz traslación de esto mismo á toda tu vida.
III. ¿Qué alma se hallará pronta á despren
derse del cuerpo , si al momento la fuere necesa
rio, bien para extinguirse, bien para disiparse 6
bien para subsistir después? Pero esta prontitud
debe ser tal que provenga de la cordura del pro
180
pio juicio, no de una mera obstinación, como se
ve en los cristianos; antes bien, de una reflexión
madura y gravedad respetable ; de modo que, sin
ostentación, pueda persuadir lo mismo á otro.
IV. ¿Hice algún beneficio á la sociedad? pues
ya con eso estoy premiado. Procura siempre tener
á mano esta consideración, y no dejes jamás de
ejercitarte en ella.
V. ¿Qué arte profesas? el de bien vivir; pero
ésta ¿ de qué otra suerte se puede ejecutar mejor
ne gobernándose por los preceptos, que parte
14 naturaleza del universo , parte á la
Face
del hombre?
* **
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lugar la tragedia,
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La de Cdis
anos, con
la mira de que19
ai
tidos de que éstos nau ..
para que en este gran teatro der .
vásemos pesadamente aquello mismo que
serviría de diversión representado en las tablas;
porque sabemos por la experiencia que todo ne
cesariamente tendrá este paradero, y que toleran
eso mismo aun aquellos que hayan exclamado:
¡Oh Citherón! Y, en realidad, los autores del dra
ma dicen algunas cosas muy útiles ; como aquello
«Que no sin causa ni razón, los dioses
>>Me desestiman hoy, y á mi linaje. »
Y en segundo lugar estotro:
«El enojo volver contra las cosas
>>No es razón, pues de enojos no se cuidan.>
181
Y esto también :
« Se debe á guisa de madura espiga,
>> Una vida cortar y dejar otra. »
y otras muchas cosas de esta clase. Después
de la Tragedia se introdujo la Comedia antigua,
la cual tenia una libertad y censura magistral,
que, sin rodeo ni rebozo, amonestaba, no sin pro
vecho , á que se evitase la insolencia y fausto en
la vida, para cuyo fin también Diógenes se solía
servir de algunos pasajes de ella. Pasa después
considerar cuál haya sido la Comedia que
maron media, y á qué fin más adelante sucedió a
ésta la Comedia nueva, la cual ɔco á poco vino
á parar en la pantomima articiosa. Ninguno ig
nora que realmente en estas representaciones se
dice algo que puede ser útil, por cuya razón de
bemos reflexionar cuál sea el alma de este géne
ro de poesía y cuál su objeto.
VII. ¿Cómo sabes con evidencia que ningún
otro género de vida es tan á propósito para la
profesión de la filosofía como el presente?
VIII. Un ramo cortado de otro ramo con el
que estuviese unido no puede menos de quedar
cortado del árbol entero; á este modo , pues, tam
bién el hombre separado de otro hombre no pue
de dejar de quedar separado de toda la sociedad.
Además de que es otro el que divide el ramo, pero
el hombre se aparta á sí propio de su prójimo,
182
aborreciéndole y siéndole contrario, sin hacerse
cargo de que al mismo tiempo queda separa
do de todo el cuerpo de la sociedad. No obstan
te, tiene á su favor aquel gran privilegio conce
dido por Júpiter , autor de la sociedad , para que
podamos incorporarnos otra vez con quien había
mos estado unidos y llenar de nuevo aquel lu
gar que nos había cabido en el universo ; bien
que el repetir á menudo esta separación hace que
sea bien difícil y mala de soldar la reunión en lo
porvenir. Y sobre todo, finalmente, el retoño que
desde el principio brotó y fué creciendo natural
diferencia del vástago , que
mente con el árb
gerir en otro
después de cortad
árbol , que es Idea
que el ingerto I 112
བྱས། བ་གྲྭ །
fruto con el árbol, pero no
ra que el tronco y serán distintas las ramas.
IX. Al modo que no te podrán hacer desistir
de una buena obra los que se te opongan cuando
sigas la recta razón , así tampoco deberán apartar
de ti la benevolencia para con los mismos; por
cuya razón, procura observar con igual constan
cia ambos propósitos, de no sólo mantenerte fir
me en la resolución de llevar adelante lo comen
zado, sino también en la de conservar la apacibi
lidad con los que intentaren impedirte la acción
ó de otra manera te fueren molestos. Porque igual
debilidad de ánimo es el enojarse contra ellos
que, consternándose, retirarse de la empresa y
183
darse por vencido; siendo, á la verdad, no menos
desertor de su puesto y profesión el que, atemori
zado, dejó de cumplir con su deber que quien, se
parándose, se mostró ajeno con el que es su pa
riente y amigo por derecho de naturaleza.
X. Ninguna naturaleza es de condición más
inferior que el arte , puesto que las artes imitan
á la naturaleza ; si esto es así , lo será también
que la naturaleza es la más perfecta, y que, abra
zando en sí todo lo demás , no la cederá en ha
bilidad y destreza á otro algún artífice. Siendo,
pues , cierto que todas las artes hacen lo menos
perfecto con relación á lo más sobremen
consiguiente que tambi´a a n2 " ast by me targe
sjad 5000*
eRides
leza co
la justo d
mig
elinos observar lo
infides. Porqu
jejaltsuva Wh andamos afanados y perdi
busca de las cosas medias é indiferentes
no contando con las honestas , ó si , temerarios é
inconstantes en nuestros juicios , somos fáciles en
dejarnos engañar , no dando á cada cosa sujusto
valor .
XI. Si las cosas cuyo deseo ó aversión te
causa inquietud 6 te turba la paz no te vienen á
buscar á ti, sino que tú en cierto modo las vas á
buscar , debe el juicio dejar de hacerlas la gue
rra , y no las apetecerás más ni las huirás.
2.
XII. La esfera es una viva imagen del alma
cuando ésta no se extiende á lo que está fuera de
184
si, ni consiente interiormente, ni se hace una
con la idea que se la presenta , sino que se deja
iluminar con aquella luz con que ve la verdad
de todas las cosas y la de lo que en sí encierra.
XIII. ¿ Me despreciará alguno ? Sabrá el mo
tivo ; yo, por mi parte, me prevendré bien para
no ser cogido haciendo 6 diciendo cosa digna
de menosprecio. ¿ Me aborrecerá otro ? Él se lo
sabrá. Sin embargo , yo , por lo que á mí toca,
proseguiré siendo afable y benévolo con todo el
mundo , aun para con ese mismo , estando pron
to á manifestarle su error , no contumeliosamen
te ni como que deseo hacer alarde de mi sufri
miento , antes bien ingenua y amigablemente,
al modo que lo hizo aquel Foción , si es que en
su proceder no disimulaba el rencor; porque
conviene que estas acciones sean tales interior
mente y que los dioses puedan ver que eres un
hombre que nada lleva á mal , ni recibe pena de
cosa1 alguna. Y, en efecto , ¿ qué mal te podrá ve
nir si tú haces lo que corresponde á tu naturale
za? ¿ Pues tú no has de saber abrazar aquello que
ahora parece oportuno á la naturaleza universal,
siendo hombre por naturaleza encargado de ha
cer de todos modos cuanto sea justo?
XIV. Aquellos hombres que ahora se despre
cian mutuamente , después se lisonjean los unos
á los otros ; y los que al presente quieren recípro
camente disputarse la preeminencia , esos mis
mos se humillan los unos á los otros.
185
XV. ¡ Qué intención tan dañada y ánimo fin
gido tiene quien dice : Yo quisiera hablarte con
ingenuidad ! ¡ Qué haces , buen hombre ! No es
necesario usar de este preámbulo ; la cosa por sí
misma lo dirá ; las palabras deben al instante
leerse escritas en tu frente , y al punto manifes
tarse en los ojos , al modo que un amante al mo
mento lo conoce todo en los ojos de la persona
amada. En suma: conviene que el hombre since
ro y bueno sea tal cual es el que mal huele,
para que al mismo tiempo de acercarse á él , co
nozca y eche de ver , quiera ó no quiera , su
candor , pues la ingenuidad afectada es de per
sona doble , y nada hay más abominable que la
amistad del lobo. Huye de este vicio con más
particularidad que de los demás. Un hombre de
veras bueno , sencillo y benévolo , manifiesta es
to propio en los ojos , sin que pueda ocultarlo.
XVI. El alma tiene en su mano el poder vi
vir una vida felicísima si mira sin distinción lo
que es indiferente ; pero se portará con indife
rencia si á cada cosa la considera ya por partes,
ya en general, y recuerda que ninguna nos obli
ga á formar juicio sobre ellas , ni menos nos sale
al encuentro , sino que se está muy quieta , sien
do en realidad nosotros los que hacemos nues
tros juicios acerca de ellas y como que los es
culpimos en nuestra alma , pudiendo , no sólo
no grabarlos , pero aun borrarlos al punto , por
descuido se nos hubiese impreso alguno . Pero
186
¿qué dificultad hay en que esto se haga bien ,
reflexionando que semejante cautela durará por
poco tiempo y que al cabo se terminará la vida?
Pues si ello es conforme con la naturaleza , alé
grate con eso mismo, y luego se te hará bien fá
cil de llevar ; pero si es contra la naturaleza,
examina lo que te corresponde según tu propia
naturaleza , y al punto corre tras ello, aunque no
sea cosa de mucho honor , porque se debe disi
mular con cualquiera que busca su bien propio .
XVII. Examina de dónde ha salido cada
de qué está compuesta , en qué otra cosa
será después de mudada , como,
por la mutación.
36094
23 lo
siguiente :
partne
que yo tengo con los
que hemos nacido para ayudarnos i
te , ya, porque por otro título especial, les esto
obligado , habiendo sido encargado de conducir
los como el morueco guía el rebaño y el toro la
vacada. Luego después remonta más alto la consi
deración , que si los átomos no reinan , todo, por
consiguiente, lo gobierna la naturaleza; si esto es
así , lo inferior se hizo por causa de lo superior,
y las cosas sobresalientes , las unas por razón de
las otras. En segundo lugar, que tales son á sus
mesas , en sus camas y lo demás. Pero reflexiona
con particularidad en qué necesidad tan dura
les ha puesto su mismo modo de pensar y con
187
cuánta ostentación y pagados de su dictamen
prosiguen en sus errores.
En tercer lugar , que si éstos ejecutan eso con
la rectitud debida, no es razón que nos indigne
mos contra ellos ; pero si no obran rectamente,
ya se ve que lo hacen sin plena libertad y por su
ignorancia. Pues todo hombre, del mismo modo
que mal de su grado carece de la verdad, así
también se halla falto del conocimiento con que
debe portarse con cada uno, según lo merece:
por eso llevan con impaciencia el oirse llamar
injustos, ingratos, avaros , y, en una palabra, fal
tos de caridad para con el prójimo.
En cuarto lugar, que tú también cometes mu
chos yerros y eres como ellos ; y aunque te abs
Fiener de gör en itas faltas, con todo tienes
ita disposición para hacer
ardía, ó por otro fin sinies
en semejantes delitos.
En quinto lugar, que tú no estás bien cierto
y seguro de si pecan no; porque muchas cosas
se ejecutan por vía de providencia, ó sea razón
de economía, y, sin duda, es necesario enterarse
primero de muchas particularidades para que uno
pueda fallar de una acción ajena.
En sexto lugar, que cuando te indignares so
bremanera ó recibieres algún pesar, debes acor
darté de que la vida de los hombres es momen
tánea, y que dentro de poco todos desaparece
remos.
188
En séptimo lugar, persuadete de que no son las
acciones ajenas las que nos inquietan, puesto
que se quedan allá dentro del alma de otro , sino
realmente son nuestros modos de opinar ; depon
los, pues, de tu imaginación y resuelve á echar
de ti ese juicio formado, como si hubiera sido
acerca de una cosa en realidad grave, y con eso,
sobre la marcha, se te habrá ido la cólera. Pero
¿cómo me lo quitaré de la cabeza? Haciendo
cuenta de que aquello no te causó infamia; • por
que si no fuese verdad que lo infame sólo es mal
á quien lo comete , sería necesario que tú sin
culpa tuya pecases en infinitas cosas, que fueses
un ladrón y un malhechor rematado.
Lo octavo, que la ira y el dolor concebido por
la culpa ajena no nos acarrean más grave daño
del que nos podrían causar aquellas mismas fal
tas, por las que nos irritamos y resentimos.
Lo noveno, que la mansedumbre, si es natu
ral, sin afectación, ni fingimiento, será invenci
ble. Porque ¿ qué te podrá hacer el hombre más
insolente, si tú perseveras siéndole benevolo , y
si lo permitieren las circunstancias, le exhortas
con mansedumbre , y en aquella misma ocasión
en que intentare hacerte mal lo amonestas con
mucha paz dándole el desengaño siguiente ?
¡ No, hijo mío, no ; para otro fin hemos nacido :
tú á mí no me acarreas mal alguno ; á ti sí que
te perjudicas, hijo mío ! Haciéndole también wer
con discreción y, en general, que ni las abeja's
.
www
189
suelen proceder así, ni otra especie de animales
por naturaleza sociables, se porta de esta mane
ra ; conviene, pues, hacerlo sin ironía ni impro
perio ; antes bien con un amor muy sincero y un
ánimo nada exasperado ; ni menos como maestro
que reprende en pública escuela, ni con el fin de
causar admiración á quien estuviere á su lado ,
sino como si lo hablases á solas, por más que al
gunos otros se hallen presentes.
Ten presente en tu memoria estos nueve ca
pítulos como otros tantos dones recibidos de las
musas, y empieza alguna vez, mientras to
la vida, á ser de veras hombre: no
debes guardarte de en
que de adult
rech
Ao al públi
es tener pronta la refle
CS propio de un hombre el eno
1 antes bien, asi como es más humano, tam
bién es más varonil el ser manso y sosegado,
participando éste de gran vigor, resistencia y
fortaleza ; no aquel que se impacienta y da por
ofendido, porque cuanto más uno se acerque á
la inmunidad y exención de pasiones, serán tan
to mayores sus fuerzas. Y á la verdad, al modo
que la tristeza es propia de un ánimo débil, así
también lo es la ira, pues uno y otro son heridos
y se dan por vencidos de semejantes pasiones.
Pero si quieres, puedes también recibir de las
musas el décimo regalo, á saber, que es propio
190
de un maniático el pretender que no pequen los
malos, porque esto es desear un imposible ; pero
el consentir que ellos sean tales con los demás y
mismo tiempo querer que no te perjudiquen
á ti en cosa alguna, es pretensión necia.
XIX. Debes principalmente estar observan
do de continuo cuatro inclinaciones del espíritu,
y después que dieres con ellas, procurarás echar
las de tu imaginación , hablando asi con cada
una en particular : con la sospecha, no viene al
caso ese juicio vano ; con la murmuración, esa de
suyo es destructiva de la sociedad ; con laficción,
eso que vas á decir no es conforme á lo que
sientes ; debes, pues, reputar por una de las co
sas más absurdas el hablar contra tu propio
sentir; queda, finalmente, en cuarto lugar, la in
temperancia, con la cual te afrentas, porque con
ella se da por vencido el espíritu, parte la más
divina, y se pone bajo los pies de tu cuerpo, par
te la más vil y perecedera, haciéndole esclavo de
sus brutales placeres.
XX . Todo lo aéreo é ígneo que se te ha in
fundido, por más que naturalmente se incline á
subirse á lo alto, obediente á la disposición de la
naturaleza universal, se detiene acá abajo en esa
masa del cuerpo. También cuanto hay en ti de té
rreo y húmedo, aunque por sí se incline hacia aba
jo, sin embargo, es elevado, y ocupa un puesto
que naturalmente no le corresponde. Y es de ad
vertir que, á este modo, los elementos obedecen
191
también á la naturaleza del universo, puesto que
permanecen en donde fueron colocados con vio
lencia, hasta que allí mismo se les haya dado de
nuevo la señal de la disolución. ¿Pues no es una
enormidad que sola tu parte inteligente sea des
obediente y que no se halle contenta en su des
tino? Y más que á ésta no se la encarga cosa al
guna violenta, sino sólo lo que es conforme á su
naturaleza ; pero ni aun por eso se contiene, an
tes bien sigue el partido contrario, porque ese
movimiento que la inclina á la injusticia, al
fausto, á la tristeza y al miedo, no es otro
una separación del camino recto de
za. Y en realidad el espíri
alguno de los sue
d sido
para su
dad y piedad
cia, ya porque esas vir-.
11 yen al buen orden y conservación
sociedad , á más de ser más antiguas y de
más mérito que los oficios de la justicia.
XXI. Aquel que no se propone siempre un
mismo blanco en el vivir no puede ser uno mis
mo en todo el curso de su vida; y á no añadir
también cuál deba ser ese blanco, tampoco basta
lo dicho. Porque así como no es una misma la
opinión acerca de todas aquellas cosas que ge
neral y vulgarmente parecen buenas, por más
que sea muy semejante la idea formada respecto
de algunas otras, á saber, de las que se refieren
192
al común de los hombres , á este modo también
conviene que uno se proponga un blanco condu
cente al bien público y útil á la sociedad, pues el
que dirija á este fin todos sus intentos y conatso
guardará uniformidad en todas sus acciones, y con
eso será siempre uno mismo.
XXII. Reflexióna sobre la fábula de los dos
ratones, el uno silvestre y el otro doméstico , y
observa el temor é inquietud de éste.
XXIII. Á las opiniones del vulgo solía Sócra
tes llamarlas cuentos de brujas y espantajos de
niños.
XXIV. Los lacedemonios en sus espectácu
los solían poner á la sombra asientos para los
extranjeros; mas ellos se sentaban donde quiera
que se les proporcionaba.
XXV. Sócrates, reconvenido por Perdicas por
que no le iba á visitar, por no tener, dijo, un fin
el más desgraciado; esto es , por no verme en la
dura necesidad de no poder corresponder al be
neficio que hubieres recibido .
XXVI. En los escritos de Epicuro se hallaba
este aviso: que debe uno de continuo llevar pre
sente en la memoria alguno de aquellos hombres
antiguos que se dedicaron con esmero al ejerci
cio de la virtud.
XXVII. Los pitagóricos encargaban que bien
de mañana mirásemos al cielo, para que, hacien
do memoria de aquellas sustancias que siempre
siguen un mismo curso, y concluyen de una mis
193
ma manera su obra, nos acordásemos de su orden,
pureza y desnudez, porque los astros no tienen
velo alguno con que cubrirse.
XXVIII. Imagina cuál estaría Sócrates medio
envuelto con una piel, cuando su mujer Xantipa,
tomándole sus vestidos, se salió de casa con ellos;
y acuérdate de lo que Sócrates dijo á sus com
pañeros corridos y resueltos á retirarse cuando
le vieron en semejante traje.
XXIX. No podrás ser maestro en el arte de
leer y escribir sin que primero hayas sido buen
discípulo; esto con mucha mayor razón se debe
rá aplicar al arte de vivir.
XXX . Tú naciste siervo; no debes hablar.
XXXI. Se alegró interiormente mi corazón.
XXXII. Á la virtud insultan con denuestos.
XXXIII . Es propio de un loco buscar higos
en el invierno; cerca le va aquel que clama por
el hijo perdido, cuando ya no se lo restituirán
jamás.
XXXIV. Epicteto persuadía á un padre que
estaba besando á un hijo pequeño, para que di
jese dentro de sí : tal vez morirá mañana. ¡ Ah,
eso es un mal agüero ! Nada, respondió Epicteto,
de cuanto significa un efecto natural puede ser
cosa infausta, si no es que tienes por mal agüero
el que las espigas hayan de ser segadas.
XXXV. La uva verde, la madura y la pasa,
todas son mutaciones, no en la nada, sino en lo
que entonces no existe aun.
13
194
XXXVI. Es sentencia de Epicteto que la vo
luntad no está expuesta á ladrones.
XXXVII. Decía el mismo Epicteto que debía
uno aprender el arte de dar su consentimiento.
Y por lo que toca á los ímpetus de las pasiones,
convenía poner mucha atención para obrar con
la reserva debida, com el fin de que las acciones
mirasen al bien público, y para que tuviesen por
objeto el mérito correspondiente á cada cosa ; y
así es igualmente necesario abstenerse en un todo
del deseo, como de la aversión á nada de cuanto
no pende de nuestro arbitrio.
XXXVIII. No son nuestras porfías, asegura
ba él mismo, sobre cosas de poco más o menos,
sino sobre si somos ó no somos locos.
XXXIX . Sócrates hacía el siguiente argu
mento: ¿ Qué apetecéis? Deseáis tener almas de
racionales ó de irracionales? Las queremos de
racionales. ¿De qué racionales? ¿De los buenos,
ó de los malos ? De los buenos. Pues ¿ por qué no
las buscais ? Porque las tenemos ya. ¿ Luego por
qué andáis riñendo y porfiando?
C
LIBRO DUODECIMO
‫ ه دار‬FIT POTR
L Ya puedes, si no te envidias á ti mismo,
alcanzar todo aquello á que deseas llegar por ro
deos. Sin duda sucederá esto si dieres de mano
á todo lo pasado, dejares también á la Providen
cia lo venidero, y sólo encaminares lo presente á
195
un fin piadoso y justo. Á la virtud de la piedad
pertenece que abraces cuanto te fuere dispensa
do, puesto que la naturaleza te lo envió, y tú has
nacido para ello ; á la virtud de la justicia co
rresponde que digas libremente y sin doblez la
verdad, y que hagas al mismo tiempo lo que es
conforme á la ley y según lo pida el mérito de
la cosa. Por lo mismo no te sirva de impedi
mento ni la maldad ajena ni el concepto que
formarán de ti, ni los discursos que harán sobre
tu conducta, ni mucho menos la pasión de la
carne que te estimula, porque allá se lo verá el
paciente. Ahora, pues, ya que casi estás al fin de
la carrera; si tú , separándote de todos los otros
cuidados, respetases solamente á tu espíritu y
honrases esa divinidad que en ti tienes, ni te
mieses al mismo tiempo el morir alguna vez,
sino el no haber empezado jamás á vivir confor
me lo manda la naturaleza , vendrías á ser un
hombre digno de ese mundo , o sea de ese Dios
727
que te produjo , dejarias de ser huésped en tu
An
misma patria , no admirarías como cosa inespe
rada lo que sucede cada día , y , por último , no
estarías de nada pendiente.
II. Dios ve todos los espíritus desnudos de
esos vasos materiales , de esas cortezas y basuras
del cuerpo , porque con sola su mente llega á
conocer todas aquellas cosas que de él mismo
dimanan. Y si tú te acostumbrases 9 á hacer esto
mismo , cercenarías muchas de tus distracciones,
196
pues aquel que no pusiere la mira en la carne de
que está rodeado , ni mucho menos pensare en
el vestido, en la casa, en la fama, ni en todo este
aparato y pompa exterior, tendrá una vida tran
quila.
III. Tres son las cosas de que has sido for
mado : cuerpo , alma y mente ; las dos primeras
en tanto son tuyas en cuanto es menester que
las cuides ; sólo la tercera es tuya en propiedad.
Por lo que si tú apartares de ti , esto es, de tu
mente, cuanto otros hacen 6 dicen, lo que hiciste
6 dijiste , lo que imaginado como futuro te per
turba , lo que, ahora respecte al cuerpo que te
circunda, ahora al alma nacida con el cuerpo, no
depende de tu arbitrio ; en fin , todo aquello que
ese torbellino exterior de la naturaleza de conti
nuo envuelve en sí , de modo que tu mente 6
inteligencia , puesta en salvo contra los sucesos
del hado, pura y libre de pasiones , viva conten
ta consigo misma, haciendo lo que es justo, con
formándose con lo que suceda y hablando siem
pre verdad; si tú, vuelvo á decir, apartares de tu
mismo espíritu aquellos afectos á que dió lugar
por una pasión vehemente, y, no acordándote de
lo pasado ni pensando en lo venidero, te hicieres
á ti mismo, cual Empédocles describe el mundo ,
una como
Redonda esfera que sin cesar gira,
y sólo dirigieres tus cuidados á vivir bien lo que
vives , á saber el tiempo presente, sin duda po
197
drás pasar el resto de tu vida hasta la muerte
con toda tranquilidad , con generosidad de áni
mo y perfecta armonía con tu misma deidad, ó
seaparte principal.
IV. Muchas veces me he maravillado cómo
es imaginable que , amándose cada uno á sí mis
mo más que á todos , sin embargo , estime en
menos el concepto propio formado de sí en com
paración del que se merece de otros. Así sucede
que si Dios ó un prudente maestro, estando pre
sidiéndonos, mandase á uno de nosotros que na
da imaginase dentro de sí ni discurriese, sin que
al mismo punto de pensarlo lo profiriese, no ha
bría quien pudiese aguantarlo sólo un día; en esa
conformidad respetamos más al prójimo cuando
opina algo de nosotros que á nosotros mismos.
V. ¿Cómo puede ser que los dioses , habien
do dispuesto tan sabiamente todas las cosas y
con tanto amor hacia el género humano , hayan
descuidado sola ésta, á saber: que algunos de los
hombres que hayan sido del todo buenos, tenido
las más de las veces casi correspondencia inte
resante con Dios, habiéndosele hecho muy fa
miliares y amigos por sus obras santas y funcio
nes sagradas , después que una vez hayan muer
to no hayan de volver á vivir jamás, antes bien
hayan de quedar extinguidos para siempre? Da
do caso que sea así , ten por cierto que los dio
ses lo hubieran hecho de otra manera si hubiera
sido del caso hacerlo de otro modo ; porque si
198
era justo, también era posible; y si conforme con
la naturaleza , esta misma lo hubiera puesto por
obra. De aquí es que, sólo porque no sucede de
esta suerte, si es que así no suceda , puedes dar
por indubitable que no era conveniente que se
hiciese en esa conformidad. Y, en realidad, bien
ves tú mismo que, proponiendo esta cuestión,
entras á disputar en justicia tus derechos con
Dios, los cuales, ciertamente, no disputaríamos
de este modo con los dioses , si ellos no fuesen
muy buenos y muy justos; á más de que si son
talės , sin duda no han omitido injustamente ni
sin razón dejado de atender à cosa alguna per
-teneciente al buen régimen del universo.
VI. Debes acostumbrarte á ejercitarte aun en
aquello de que desconfías poder salir; porque la
mano izquierda, no siendo á propósito para otras
acciones por falta de uso, con todo mantiene las
riendas más fuertemente que la derecha , por
cuanto se acostumbró ello.
VII. Piensa en qué estado de cuerpo y alma
conviene que te coja la muerte; reflexiona sobre
la brevedad de la vida , la inmensidad del tiem
po pasado y lo interminable del futuro , como
también en la poca consistencia de todo lo que
es material.
VIII. Mira las formas 6 naturalezas de cada
cosa desnudas de sus cortezas ; atiende al fin de
las acciones ; considera qué viene á ser el dolor,
qué el deleite , qué la muertè , qué la gloria; cuál
199
es la causa de hallarte implicado en negocios;
cómo ninguno puede ser impedido por otro; final
mente , que todo depende del modo de opinar.
IX. En la práctica de los principios filosófi
cos debe uno antes parecerse á un luchador que
á un gladiador, porque éste, después que deja de
la mano la espada, alli mismo queda muerto ;*
pero aquél siempre conserva su brazo, ni es me
nester más que manejarlo con destreza.
X. Es muy del caso examinar lo que son es
tas cosas en sí mismas, haciendo la división de
su materia, forma y fin.
XI. El hombre tiene tanta facultad, que pen
de de su arbitrio el no hacer sino aquello que ha
de ser del agrado de Dios, y admitir con gusto
todo lo demás que el mismo Dios le enviare.
XII. En lo que es subsiguiente y conforme á
la naturaleza, no debe uno quejarse de los dio
ses, porque ni voluntaria, ni involuntariamente
faltan en cosa alguna, ni contra los hombres,
porque en nada yerran espontáneamente ; de
modo que no se debe culpar á nadie.
XIII. ¡Cuán ridículo y extravagante es aquel
que se admira de cosa alguna de las que pasan
en esta vida!
XIV. Ó domina una fatal necesidad é invio
lable orden, ó una aplacable Providencia, ó una
temeraria confusion, sin superior que dirija. Aho
ra bien; si reina una necesidad insuperable, ¿á
qué viene la resistencia? Si gobierna una Provi
200
dencia capaz de dejarse aplacar, procura hacerte
digno del socorro divino. Pero si todo está suje
to á una ciega confusión sin que presida algún
Numen, conténtate con tener en ti mismo la mente
para que te sirva de conductor y piloto en medio
de tan deshecha tempestad. Y caso que las enfu
*recidas olas te arrollen, procura que solamente
lleven tras sí el cuerpo, el espíritu vital y las
otras cosas exteriores, pero guárdate bien de que
no arrebaten al mismo tiempo el alma.
XV. ¿Es posible que la luz de una lámpara
no deje de alumbrar ni cese de despedir de sí su
resplandor hasta tanto que la apaguen, y la
verdad, la justicia y la prudencia se han de ex
tinguir en ti antes de morir?
XVI. Para desechar el pensamiento que te
representa con vehemencia que alguno haya pe
cado, di para ti: ¿qué sé yo si ese ha sido peca
do? Y si es que pecó, ¿cómo me consta si se ha
echado á sí mismo la culpa? Pues de ese modo
se parecería al que se arañase el rostro de puro
dolor. Por lo mismo, reflexiona que quien preten
de que el malo no peque, se asemeja al que no
quiere que la higuera lleve leche en los higos,
que lloren los niños recién nacidos, que relinche
el caballo, ni que sucedan otras cosas natural
mente necesarias. Pues ¿qué podría hacer quien
se hallase con tan mal hábito? Por eso, si te tie
nes por capaz y estás expedito, remedia ese mal
y cúrale .
201
XVII. En realidad, todo tu deseo debería en
caminarse á que no hicieses cosa á no ser que
fuese decorosa, ni dijeses palabra á no ser que
fuese verdadera.
XVIII. En todo y por todo conviene siem
pre considerar qué es lo que excita esa idea en
tu imaginación, como que está á tu cuidado po
ner en claro eso mismo, haciendo la división en
forma, materia, fin y tiempo, dentro del cual ha
de terminar.
XIX. Acaba de reconocer alguna vez que en
tí mismo tienes alguna cosa más excelente y di
vina que aquello que excita en ti los afectos y te
agita enteramente á manera de un autómata. Y
entoncespregúntate: ¿cuál es ahora mi pensamien
to? ¿acaso el miedo? ¿la sospecha? ¿la lascivia?
¿por ventura ha sido algún otro ímpetu de esta
clase?
XX. Procura, en primer lugar, no hacer co
sa alguna temerariamente y sin designio; en se
gundo lugar, que tus acciones no hagan rela
ción á otra cosa alguna que á un fin útil al bien
público.
XXI. Haz cuenta de que dentro de poco ni
tú mismo, ni cosa alguna de cuantas ahora ves,
ni otro alguno de los que al presente viven, es
taréis en. parte alguna, porque todas las cosas
nacen expuestas á la mutación, conversión y co
rrupción, para que de sus ruinas se hagan des
pués otras cosas nuevas.
202
XXII.
Persuadete de que todo es una apren
sión y que ésta pende de ti. Borra, pues, esa
imaginación cuando quieras, y en esa conformi
dad, en todo serás firme, así como el que dobló
un cabo tiene suma tranquilidad y logra un puer
to adonde no llegan las olas.
XXIII . Una, y cualquiera acción que se ter
mina á su tiempo, nada desmerece por haberse
terminado, ni menos recibió menoscabo alguno
quien la puso en ejecución , sólo por eso de ha
berla concluído; luego del mismo modo el con
junto de todas las acciones en que consiste la
vida, si á su tiempo cesare, sólo por eso de ha
ber cesado no recibirá algún daño, ni será ma
lamente vejado el que con oportunidad hubiere
dado fin á la serie de sus acciones. Pero es de
advertir que la naturaleza mide el tiempo y se
ñala el fin de la vida, aunque alguna vez lo hace
también la naturaleza particular de cada uno,
como sucede al que muere en la vejez, si bien la
naturaleza universal generalmente es la autora,
procediendo de ella el que, mudando y renovan
do las partes, se mantenga siempre todo el mun
do como recién hecho y muy vigoroso. Además
de que todo lo conducente al universo siempre
es bueno y tempestivo ; luego el fin de la vida
realmente no es mal para ningún particular, no
siendo disforme, supuesto que no pende de nues
tra elección, ni tampoco se opone al orden natu
ral, antes bien es bueno, visto que es oportuno y
203
congruente. Y á la verdad, de esta manera sería
dirigido por un Numen el que se conformase en
todo con Dios y se encaminase con fina voluntad
al mismo fin.
XXIV. Conviene tener muy presentes estas
tres cosas : Primera , que cuanto pusieres por
obra, no lo hagas temerariamente, ni de otro
modo que como lo haría la misma justicia ; pero
en lo que mira á los acontecimientos exteriores,
persuadete, ó bien sucedan ellos por acaso ó por
providencia, que no por eso debes quejarte de la
fortuna ni menos echar la culpa á la Providen
cia. La segunda, el que reflexiones cuál es cada
uno desde su concepción hasta el tiempo de
animarse y desde la animación hasta restituir el
alma, como también de qué partes se compuso y
en cuáles se disuelve. La tercera, que si, levanta
do en alto y con espíritu elevado, considerases
atentamente las cosas humanas y comprendieses
cuánta es su diversidad, observando al mismo
tiempo cuánto es también lo habitado por todas
partes de vivientes aéreos y etéreos, verías al fin,
por más veces que te remontases, que son de un
mismo aspecto y de breve duración aquellas cosas
sobre que fundas tu vanidad.
XXV. Echa fuera de ti esa aprensión, y con
eso te preservarás de todo mal ; pues ¿ quién po
drá impedir el que te sacudas de ella?
XXVI. Siempre que te resintieres de algo,
será señal de tener olvidado el que todo sucede
204
conforme con la naturaleza del universo, y que
la falta cometida por otro no te perjudica. Á más
de esto, también te has olvidado de que todo lo .
sucedido siempre aconteció en esa conformidad,
y acaecerá en lo porvenir, como ahora se hace,
ni te acuerdas cuánto sea el parentesco de un
hombre con todo el linaje humano, no siendo á
la verdad por enlace de carne y sangre, sino por
la participación común de una misma mente. Por
último, también pusiste en olvido que la mente
de cada uno es un dios y que provino de la divi
nidad; que nadie tiene cosa alguna propia, antes
bien, hijos, cuerpo y aun la misma alma nos vino
de Dios; que todo es una mera opinión; que sólo
vive cada uno el tiempo presente, y que eso mis
mo pierde solamente al morir.
XXVII. Conviene hacer de continuo un re
cuerdo de aquellos hombres que se indignaron
excesivamente con algún motivo, de los que vi
vieron con grandes honores ó sumas calamida
des, de los que han tenido ruidosas enemistades
6 han florecido en cualquiera género de fortuna;
después deberás preguntar: ¿en dónde están aho
ratodos aquéllos? Se convirtieron enhumo y ceniza,
y pasan por fábula 6 ni menos se tienen por fábu
la. Por fin, conviene también que te ocurra al
pensamiento todo lo de esta clase, por ejemplo ,
cuál fué Fabio Catullino en su granja, Lusio
Lupo y Stertinio en Baías, Tiberio en Caprea y
Velio Rufo; y en suma, la gran diferencia en
205
todo, junto con una vana presunción de sí mis
mos. Y no se te pase por alto cuán vil era todo
aquello que los traía fuera de sí, y cuánto más
conforme es con la filosofía el que uno mismo,
según se le ofrezca, se muestre justo, prudente,
siguiendo á los dioses á cara escubierta y con
sencillez, porque nada hay tan insufrible como
la presunción insolente, disfrazada con capa de
humildad.
XXVIII. Á los que te preguntaren en dónde
viste á los dioses ó por dónde sabes de cierto que
existen para darles ese culto, respóndeles, en
primer lugar, que también son perceptibles á
nuestra vista; además de que, aunque yo no haya
visto á mi propia alma, sin embargo, la respeto
también: á un modo, pues, semejante, sé con cer
tidumbre que hay dioses, y los venero por las
mismas razones , porque experimento en todas
partes los efectos de su poder.
XXIX. La conservación de una vida feliz y
ajustada estriba en que uno, en todo y por todo,
discierna qué es cada cosa de por sí, cuál su
materia, cuál su forma; que ese mismo haga con
toda su alma lo que es justo, y que siempre trate
verdad. ¿Y qué más le falta ya sino disfrutar el
tiempo de su vida encadenando una obra buena
con otra mejor, de suerte que no deje el más
mínimo intervalo entre las acciones buenas?
XXX. Una misma es la luz del sol, por más
que se vea impedida con murallas, montes y
206
otras infinitas cosas ; una es la materia común,
aunque se halle dividida en infinitos cuerpos de
distintas cualidades; una es el alma universal,
por más que esté encerrada en infinitas natura
lezas; una el alma racional, aunque parezca es
tar separada. Y, á la verdad , las otras partes de
las cosas insinuadas, esto es, sus formas y mate
rias, carecen de sentido ni tienen vínculo alguno
que mutuamente las una ; pero esas mismas las
junta la mente universal y el peso que las incli
na á un mismo lugar. Finalmente, el alma racio
nal se aficiona con particularidad á lo que es de
su mismo género, y se une , sin que este afecto
de comunicación ceda á los impedimentos.
XXXI. ¿Cuál es tu anhelo? ¿Acaso tu propia
conservación? ¿por ventura el sentir? ¿el mover
te? ¿ el crecer? ¿ el cesar después de crecer ? jel
hablar? ¿el pensar? ¿Cuál de estas cosas te pare
ce acreedora á tu deseo? Pero si cada una en
particular la tienes por vil y despreciable, inclí
nate á este último partido, que es el de seguir la
razón y obedecer á Dios, aunque se opone á esta
resolución el llevar á mal que por la muerte nos
hayamos de privar de alguna de aquellas cosas .
XXXII. ¡ Cuán pequeña es la parte de tiem
po infinito é inmenso que se ha distribuído y se
ñalado á cada uno! Porque realmente desaparece
muy pronto en el abismo de la eternidad. ¡Cuán
pequeña porción tiene uno de la materia univer
sal! ¡Cuán pequeña igualmente te cupo del alma
207
universal! ¡ En cuán pequeña gleba de toda la
tierra andas arrastrado ! Habiendo considerado
todo esto, nada te imagines por cosa grande,
sino el hacerlo todo como tu propia naturaleza
te dirige, y recibirlo como lo envía la naturaleza
común.
XXXIII. El espíritu , en cierto modo , hace
uso de sí mismo , y á la verdad, en esto estriba
todo; pues lo demás , ó bien sea voluntario 6 in
deliberado , es cosa caduca y se reputa por
T
humo.
1
XXXIV. .{ El mayor desengaño para el des
precio de la muerte es la consideración de que
aun la menospreciaron también aquellos que
juzgaban el deleite por bueno y el trabajo por
malo.
XXXV. De ningún modo es temible la muer
te á quien sólo tiene por bueno lo que es opor
tuno, á quien lo mismo se le da poder ejecutar
muchas acciones conformes á la recta razón que
practicar muy pocas; finalmente , á quien mira
con indiferencia el contemplar por más o menos
tiempo el mundo ó sus cosas.
XXXVI. ¿Has hecho tú , buen hombre , una
vida interesante al público en esta gran ciudad
del mundo? Luego ¿ qué te importa el haber sólo
vivido cinco años ? Porque es igual á cada uno
lo que se conforma con las leyes. Pues ¿ qué mal
hay en que te destierre de esa ciudad, no digo
un tirano ni un juez inicuo , sino la misma natu
208
raleza que te había introducido ? Esto es lo mis
mo que si el pretor despidiese del teatro el re
presentante que él mismo había recibido. Pero
yo , dirás , aun no he representado cinco actos,
sino sólo tres. Has dicho bellamente, aunque en
la vida tres actos solos componen un drama en
tero; porque determina el fin y cumplimiento de
la vida aquel que antes fué causa de tu compo
sición y lo es ahora de tu disolución, sin que tú
seas autor de ninguna de las dos cosas. Vete,
pues, con ánimo alegre, supuesto que quien te
despide es benigno y te será propicio.
FIN DE LOS DOCE LIBROS DE MARCO AURELIO
BIBLIOTECA ECONÓMICA FILOSÓFICA
2 reales tomo.
OBRAS
PUBLICADAS
Volúmenes.
1. PLATON. Diálogos socráticos. Trad. de
J. de Vargas. (2.ª edición . )
II. DESCARTES . Discurso del método. Tra
ducción de id . (Agotado .)
III. KANT. Fundamentos de una metafisica
de las costumbres. Trad. de Antonio
Zozaya. (Próximo á agotarse.)
IV . SCHELLING . Bruno ó del principio divino
y natural de las cosas . Trad. de id.
V. LEIBNITZ. La Monadologia . De la natu
raleza. Trad. de id.
VI . VII y VIII. SPINOZA. Tratado teológico
politico. Trad. de A. Z. y J. V.
IX. SANZ DEL Rio. El idealismo absoluto.
Discurso pronunciado en la Univer
sidad.
Voltimenes.
X. ROUSSEAU. Del contrato social . Trad. de
A. Zozaya.
XI. LAMENNAIS. El libro del pueblo. El eco de
las cárceles . Trad. de id.
XII y XIII. SANTO TOMAS. Teodien . Traduc
ción directa de J. V.
XIV. EPICTETO. Máximas. Trad. de A. Zozaya.
XV. RICHTER. Teorias estéticas . Trad. de J. V.
XVI. PASCAL . Pensamientos. Trad . de 1. G. y
González.
XVII. FENELON. El ente infinito . Trad. de A. Z.
XVIII y XIX. PLATON. Diálogos polémicos . Tra
ducción de id.
XX. CICERON. De la República . Trad . direc
ta de id.
XXI. MARCO AURELIO. Los Doce libros. Tra
ducción directa de J. Diaz de Miranda.
3
EN PREPARACIÓN
DESCARTES . Meditaciones metafisicas.
ARISTÓTELES . La Politica, tomo I.
Advertencias . -A los Sres . Libreros
se les hace rebaja del 25 por 100 .
Los pedidos se dirigirán , acompañando
su importe, al administrador .
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