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Sectas y manipulacion mental Un enfoque desde la psicología - Alvaro Farias Díaz

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Sectas y
manipulación mental
Un enfoque desde la Psicología
Álvaro Farías Díaz
****
Colección RIES (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas) Nº 3
Editorial Vita Brevis
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© Editorial Vita Brevis
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14, rue de Laning, 57660 Maxstadt, Francia
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de ella mediante alquiler o préstamo público.
Primera edición: marzo de 2015
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Página de Copyright
Sectas y manipulación mental. Un enfoque desde la Psicología (Colección RIES, #3)
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I: | INTRODUCCIÓN GENERAL AL FENÓMENO DE LAS SECTAS
1.1. El problema de la definición
1.2. El líder sectario
1.3. Factores predisponentes para el ingreso en una secta
CAPÍTULO II: | LA MANIPULACIÓN PSICOLÓGICA | EN LAS SECTAS
2.1. Haciendo un poco de historia
2.2. Las técnicas de manipulación psicológica
2.3. La Manipulación Psicológica como proceso
CAPÍTULO III: | LA LIGAZÓN SECTARIA
3.1. El sueño de la completitud
3.2. Ese incastrable personaje y sus portavoces
CAPÍTULO IV: | DEVOLVER LA LIBERTAD. | LA SALIDA
4.1. Los “desprogramadores”
4.2. Los consejeros de salida
4.3. El día después
REFLEXIONES
BIBLIOGRAFÍA
Colección RIES | Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas | TÍTULOS
PUBLICADOS
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Dedicado
al Pbro. Julio César Elizaga,
pionero en el estudio de las Sectas en el Uruguay;
a Emilio, mi hijo,
y a Leticia, mi esposa,
a quienes está dedicada mi vida entera.
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PRÓLOGO
Pasan los años y este trabajo produce en mí sentimientos ambivalentes. Quizás porque
todo lo relacionado con el fenómeno de las sectas me evoca, como decimos en
Psicoanálisis, “contratransferencialmente” afectos contrapuestos. Por un lado las sectas
“me atrapan”, por otro las rechazo; por un lado me fascinan, por otro me espantan. Mi
tesis en parte me despierta satisfacción (por no decir “orgullo”) y a la vez soy muy crítico
con ella.
Voy a quedarme ahora con ese sentimiento crítico que me causa y por ello creo
pertinente hacerle al lector una serie de puntualizaciones.
Este trabajo fue pensado y escrito como una Tesina para obtener el grado de
Licenciado en Psicología en la Universidad Católica del Uruguay; como tal, se ajusta a
una serie de requisitos formales que tienen que ver con la redacción, la extensión en
páginas y el hecho de ser una investigación bibliográfica, requisitos que encuadran este
tipo de trabajos y que no hemos considerado oportuno modificar.
Cuando realizamos el proyecto de Memoria de Grado nos inclinamos hacia la idea de
hacer una recopilación bibliográfica, entre otras razones, porque en nuestro país casi no
había publicaciones referidas al tema de las sectas. La Tesis pudo ser hecha gracias al
esfuerzo económico personal y la generosidad intelectual de muchos.
Quiero agradecer de manera especial a mis colegas de la Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES) y en la persona del Pbro. Luis Santamaría del Río
condenso los agradecimientos a todos; enumerarlos sería caer en el riesgo de olvidar
algún nombre. También agradezco especialmente a Miguel Pastorino, amigo, hermano
que la vida me regaló, quien no se cansa de alentarme en cada proyecto que inicio y
quien supo estar a mi lado en los momentos más tristes y duros que me ha tocado
atravesar en mi vida hasta hoy.
Mi Tesis representa una etapa de mi vida, etapa con sueños y proyectos; algunos se
han derrumbado, otros siguen en pie y otros trato de reconstruirlos. Todo lo pongo hoy
en las manos de Aquél sin quien nada podemos hacer; también pongo en las manos de
Jesús la vida de tantas personas que han perdido su libertad en las sectas: que Cristo
“camino, verdad y vida” los sane y conduzca por el camino de la libertad.
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INTRODUCCIÓN
Desde las últimas cuatro décadas del siglo pasado, se ha venido notando un incremento
de grupos sectarios (sectas coercitivas) y el fenómeno del sectarismo es un fenómeno
que en nuestros días, lejos de disminuir, aumenta.
Nosotros, en el presente trabajo, no vamos a abordar la cuestión terminológica, es
decir, no vamos a intentar definir “secta” (para quien esté interesado en lo que se conoce
como “el problema de la definición”, lo remitimos a Baamonde, 2001 o Baamonde,
2003), ni tampoco vamos a entrar en la tortuosa tarea de discernir si son las sectas
grupos religiosos todas ellas o no, ni si son nuevas expresiones de lo religioso o no lo son.
A estas alturas de nuestro trabajo queremos dejar claro al lector que utilizaremos los
términos siguientes: sectarismo, secta, grupo de manipulación o grupo sectario como
sinónimos de la expresión del fenómeno de la Manipulación Psicológica en nuestros días.
Más allá de la doctrina que se sostenga o del fin que estos grupos busquen, lo común
a todos es el uso de un programa de Manipulación Psicológica para la captación y el
reclutamiento de nuevos adeptos. Estos programas de Manipulación Psicológica están
apoyados en la utilización de Técnicas de Manipulación Psicológica a fin de lograr el
establecimiento de un vínculo de total dependencia del adepto al líder y al grupo.
Este fenómeno de la Manipulación Psicológica excede al fenómeno de las sectas que
tradicionalmente han sido entendidas dentro del ámbito de las religiones, siendo
consideradas incluso como “religiones alternativas”, encontrándose hoy grupos sectarios
en el ámbito de la política, las empresas, las instituciones de rehabilitación de adictos,
grupos filosóficos, centros de enseñanza, en el mundo del trabajo, etc. Por eso nosotros
hemos preferido centrarnos en el hecho de la Manipulación Psicológica, que por ser lo
común a cualquier grupo sectario del que se trate, es lo que está en la base de este
fenómeno y lo que nos permitirá, por lo tanto, una primera comprensión del particular
vínculo que se establece y sus consecuencias.
Si hablamos de las consecuencias de este fenómeno y, por lo tanto, de lo que nos ha
movido a su estudio, debemos tener presente que no sólo significa la objetivación del
sujeto (y ya con esto sería sobrada la importancia), sino que en los últimos años y debido
a graves deslizamientos fanáticos de algunos grupos hemos sido testigos de suicidios en
masa cometidos por varios de éstos, a saber:
+ 17 de marzo de 2000, Uganda: Movimiento para la Restauración de los Diez
Mandamientos, 530 muertos (si se le suman los cadáveres que luego fueron encontrados
dentro de fosas comunes en predios del movimiento, la suma de muertos asciende a más
de 1.000).
+ 27 de marzo de 1997, Estados Unidos: Heaven’s Gate, 39 muertos.
+ Octubre de 1994, Canadá y Suiza: Luc Jouret, líder de la Orden del Templo Solar,
llevó a la muerte a 64 adeptos.
+ Noviembre de 1993, Ucrania: La Policía ucraniana logró evitar que 779 personas,
miembros de La Fraternidad Blanca, se autoinmolaran.
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+ 19 de abril de 1993, Waco, Texas: David Koresh, junto con 81 miembros de los
Davidianos, se suicidaron durante un asedio policial televisado.
+ 18 de noviembre de 1978, Guyana: Jim Jones condujo al suicidio a 914 miembros
del Templo del Pueblo.
Si consideramos el terrorismo religioso como otra expresión de las consecuencias que
puede alcanzar la Manipulación Psicológica debemos agregar: el atentado del 20 de
marzo de 1995, perpetrado por el grupo Verdad Suprema en el metro de Tokio, los
atentados suicidas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, y el atentado del 11
de marzo de 2004 en Madrid. Todo lo anterior sin considerar la cantidad de víctimas de
atentados cometidos por suicidas “hombres-bomba”.
Dado que los grupos sectarios suelen ser cerrados, no permitiendo el ingreso de un
investigador o dificultando en extremo su tarea, hemos optado por una investigación
bibliográfica como la metodología de trabajo que más se ajusta al objetivo de brindar una
primera comprensión psicodinámica del fenómeno del sectarismo.
En el primer capítulo el lector encontrará una introducción general al fenómeno de las
sectas, una descripción del perfil psicológico del líder sectario, detallaremos los posibles
factores predisponentes para la captación y haremos una reseña de los posibles rasgos de
personalidad de los adeptos.
En el segundo capítulo abordaremos el tema de la Manipulación Psicológica, las
Técnicas de Manipulación Psicológica, la Manipulación Psicológica como proceso, los
objetivos y fines de este tipo de procesos.
En el capítulo tercero, el lector encontrará el abordaje psicoanalítico del fenómeno de
la Manipulación Psicológica. Decíamos más arriba que consideramos que en este tipo de
vínculo muy marcado por lo perverso, hay mecanismos inconscientes que entran en
juego y por ello abordamos este fenómeno desde el Psicoanálisis. Bien vale dejar
presente al lector que no son muchos los trabajos que sobre el tema del sectarismo
encontramos en Psicoanálisis hoy, por lo que consideramos el nuestro como un trabajo
original. Por ser éste un primer enfoque de dicho tema, nos basaremos en los escritos de
Sigmund Freud y también tomaremos las recientes aportaciones del psicoanalista catalán
Miguel Perlado, miembro de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del
Abuso Psicológico (AIIAP).
En el capítulo cuarto exponemos las posibles vías de ayuda para el adepto y sus
familiares, desde los “desprogramadores” que realizaban las llamadas “operaciones de
rescate” en los años 70 y 80 hasta los Consejeros de Salida actuales, expondremos cómo
debiera ser un proceso de asesoramiento en el abandono del grupo y finalmente
brindaremos pautas para el trabajo psicoterapéutico con ex adeptos.
Finalmente expondremos a modo de reflexión personal lo que nos ha ido surgiendo a
lo largo de la realización de esta Memoria de Grado y dejaremos la puerta abierta para
futuras investigaciones en las que, retomando este primer enfoque, y recurriendo a los
conocimientos que autores Psicoanalistas contemporáneos han producido, nos permitan
una mejor y más profunda comprensión del fenómeno que nos ocupa.
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Aprovecho para aclarar que todas las obras y autores citados en el presente libro, y
que aparecen en el elenco bibliográfico final, fueron citados en referencia exclusiva al
tema que nos ocupa o para una mayor y más amplia comprensión del mismo.
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CAPÍTULO I:
INTRODUCCIÓN GENERAL AL FENÓMENO
DE LAS SECTAS
“Ustedes deben odiar a sus padres porque son perversos,
porque son de Satán... Ellos viven como animales,
comen y duermen, orinan y defecan.
Ellos no son tu familia. Sólo hay una familia.
Ésta es tu familia”.
David Berg
A menudo en periódicos, emisoras de radio o canales de televisión aparece alguna noticia
vinculada a lo que hoy se define como “grupos de manipulación” (secta coercitiva),
grupos cerrados y de funcionamiento autoritario que pueden presentarse bajo la forma de
organización no gubernamental, asociación, grupo religioso, cultural, científico, político,
artístico, terapéutico, etc. Desde que el fracaso de la razón moderna dejó paso al
sentimiento de naufragio postmoderno ha venido notándose, como en toda etapa de crisis
en la historia, un retorno a este tipo de grupos. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo
están urgidos de respuestas y creen encontrarlas en las sectas. De este apetito se
aprovechan los líderes sectarios que se transforman, a través de la manipulación
psicológica, en verdaderos “ladrones de libertad” (Almendros, 2005).
La dinámica de estas organizaciones puede provocar en sus miembros una total
dependencia del grupo y/o del líder, en detrimento de sus relaciones personales y
familiares, pudiendo generar diversas alteraciones psicológicas (inestabilidad emocional,
incapacidad para mantener relaciones afectivas normales con personas fuera del grupo,
etc.), sociales (alteración de las relaciones familiares y amistades, reducción o anulación
de la capacidad para comunicarse libremente con personas externas al grupo, etc.) y
físicas (alteración del sueño, desnutrición, deterioro del funcionamiento general, etc.).
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1.1. El problema de la definición
Definir el fenómeno de las sectas es algo muy dificultoso. Este fenómeno está en
constante variación, modificación y cambio y, si consideramos que definir es en parte
“delimitar”, delimitar las sectas es una tarea muy difícil y más aún el encontrar una
definición que satisfaga a los especialistas en este fenómeno.
El fenómeno del sectarismo es abordado desde múltiples paradigmas de estudio: lo
estudian sociólogos, historiadores, filósofos, teólogos, psicólogos, psiquiatras, etc.; es a
cada una de estas especialidades a las que les corresponde alguna de las definiciones que
encontramos en la literatura especializada en el tema. Así nos encontraremos con
definiciones sociológicas, históricas, teológicas, fenomenológicas, etc., pero cada una de
estas definiciones deja una parte del fenómeno sin abordar. Quizás sea esto consecuencia
de las propias características del sectarismo, un fenómeno muy vasto, amplio y
caleidoscópico, un fenómeno que no permite ser encasillado en una sola definición.
Nosotros abordamos el sectarismo desde la Psicología y por ello explicamos el
fenómeno a partir de la definición de Margaret Singer, que afirma lo siguiente: “prefiero
emplear la expresión ‘relaciones sectarias’ para significar de manera más precisa los
procesos e interacciones que se dan en una secta. Una relación sectaria es aquella en la
que una persona induce intencionalmente a otras a volverse total o casi solamente
dependientes de ella respecto de casi todas las decisiones importantes de la vida e inculca
en esos seguidores la creencia de que ella posee algún talento, don o conocimiento
especial” (Singer, 2003, 34). Más adelante esta autora afirma que el rótulo “secta” se
refiere a tres factores: a) el origen del grupo y el rol del líder; b) la estructura de poder o
relación del líder y los seguidores y c) el uso de un programa coordinado de manipulación
psicológica o lo que más comúnmente se denomina “lavado de cerebro” (Singer, 2003).
Esta definición toma en cuenta aspectos que consideramos centrales a la hora de analizar
el sectarismo: el vínculo de dependencia líder-adepto, la influencia del grupo y la
manipulación psicológica. Estos tres puntos en los cuales se basa Singer serán, más
adelante, el punto nodal de nuestro análisis.
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1.2. El líder sectario
Singer afirma que el rol del líder y la estructura de poder dentro de una secta son dos de
las notas que caracterizan el sectarismo. Es oportuno entonces que dediquemos espacio
en nuestro trabajo al líder sectario.
En la mayoría de los casos hay, en la cima de la estructura de poder de una secta,
una sola persona, un predador económico o sexual, normalmente el fundador del grupo,
y absolutamente todo lo referente a la toma de decisiones se centra en su persona.
Según Margaret Singer (2003) estos líderes típicamente poseen las siguientes
características:
- Los líderes de sectas son personas autodesignadas y persuasivas que afirman tener
una misión especial en la vida o poseer un conocimiento extraordinario.
- Los líderes de sectas suelen ser decididos y dominantes y a menudo son descritos
como carismáticos.
- Los líderes de sectas centran la veneración en su persona y mantienen el foco del
amor, devoción y lealtad en sí mismos.
Escribe Pepe Rodríguez: “el líder resulta una figura marcadamente inhibitoria y su
carácter es de tipo autoritario. Tiene la particularidad de estar sometido a tendencias
impulsivas sadomasoquistas que utiliza para evadirse de la angustiosa sensación de
aislamiento, insignificancia e impotencia... Su pulsión sádica se traduce en la patológica
necesidad de dominar a los que “ama”, mientras que por otra parte la pulsión masoquista
aporta su porción de seguridad por el mecanismo de disolución del yo al disolver la
propia personalidad en el ámbito de una entidad muy superior (Dios, “conciencia”,
nación, etc.)” (Rodríguez, 1998, 74, 75). Esta descripción se ajusta a los rasgos básicos
de uno de los más frecuentes tipos de líder sectario.
Por otro lado Pepe Rodríguez más adelante dice, describiendo el perfil psicológico del
líder: “un sujeto, frecuentemente con una estructura de personalidad paranoide, se siente
‘iluminado’ y queda cautivo de la obligación, autoimpuesta, de publicitar su hallazgo”
(Rodríguez, 1998, 75). Esta estructura de personalidad paranoide se caracteriza por lo
que Ey define como “carácter paranoide” (Ey, 1966, 418), esto es: desconfianza, orgullo,
agresividad, falsedad de juicio y psicorigidez. Los delirios paranoides “se presentan como
relativamente plausibles, de ahí su poder de convicción o de contaminación (delirio de a
dos o delirio colectivo, en el que el delirante inductor hace participar activamente en su
delirio, a título de delirante inducido, a otros)” (Ey, 1966, 418).
Miguel Perlado, al hablar sobre el perfil del líder afirma: “un tirano fanático de tipo
criminal, pero siempre un manipulador, un sujeto psicopático sin escrúpulo alguno que se
aprovecharía sin piedad de sus seguidores económica y personalmente de forma
consciente y deliberada” (Perlado, 2005). El psicopático se caracteriza por la
impulsividad, la agresividad, la actuación y la manipulación para la obtención de un
beneficio, de afectividad fría y cínica conoce a veces el miedo pero poco o nada la
angustia. De vida sexual anormal (homosexualidad, sadismo, sadomasoquismo,
fetichismo) el psicopático es también muchas veces un toxicómano, un ludópata,
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estafador u homicida (Ey, 1966). Como podemos ver muchas de las características del
líder sectario se corresponderían con las características de personalidad del psicopático.
En relación al perfil psicopatológico del líder afirma Perlado: “con el sujeto que ejerce
la función de líder no resulta tan clara su inclusión en un grupo diagnóstico, pese a que
en repetidas ocasiones hayamos escuchado que son personas o bien psicóticas o bien
psicopáticas. Nos parece que la patología que muestra el sujeto que ejerce la función de
liderazgo no es tan fácilmente inscribible en un registro diagnóstico y que generalmente
tiende a estar de lleno en el campo de la patología narcisista” (Perlado, 2002). Más
adelante este autor escribe que estaríamos delante de una patología narcisista con “tintes
de perversión” y sostiene: “los individuos perversos narcisistas son aquellos que, bajo la
influencia de su grandioso yo, intentan crear un vínculo con un segundo individuo,
atacando especialmente su integridad narcisista con el fin de desarmarlo. Atacan
asimismo el amor hacia sí mismo, a la confianza en sí mismo, a la autoestima y a la
creencia en sí mismo del otro. Al mismo tiempo, intentan, de alguna manera, hacer creer
que el vínculo de dependencia del otro en relación con ellos es irremplazable y que es el
otro quien lo solicita” (Perlado, 2002).
Si se tiene la oportunidad de estudiar la historia personal de estos sujetos se
encontrará, en una gran parte de ellos, toda una cadena de experiencias que han
fragmentado su equilibrio narcisista y en donde se ha reinterpretado la propia historia
personal para adecuarla a un grandioso yo que colme todas las fallas. El perverso
narcisista pone en marcha este funcionamiento para restaurar una situación interna de
gran indefensión. Se ha observado que cuando el otro (adepto) no existe, el líder se
derrumba, ha perdido a sus portavoces y aparecen las descompensaciones psicóticas en
sus aspectos paranoides o delirantes (Perlado, 2002). En lo que nos es personal, nosotros
consideramos que el perfil “perverso narcisista” es el que más se adapta al perfil
psicopatológico de un líder sectario, razón por la cual optamos por esta última
caracterización sin descartar las anteriores.
La fuerte convicción que muestran los líderes sectarios y la poderosa seducción que
los caracteriza no tarda en rodearles de un grupo de interesados. En este grupo de
interesados se irá sucediendo una labor de criba que conducirá a dos dinámicas paralelas:
una la integrarán los íntimos, los que rodean al líder y asisten a enseñanzas más
“avanzadas” y en la otra se agruparán los que aún no están en condiciones de responder
positivamente a las demandas, cada vez más absorbentes del adoctrinamiento y que, por
ello, tienen un acceso muy superficial al “secreto salvífico”. Los íntimos terminarán por
cerrar filas en torno al líder y conformando la base de la estructura de poder sectaria.
La estructura de personalidad del líder sectario se adecuará al mensaje del grupo y
según el tipo de grupo del que se trate y habrá iluminados que, sosteniendo ser la
reencarnación de Jesucristo, anunciarán el fin del mundo (el Reverendo Jim Jones es un
ejemplo) o los que, afirmando ser extraterrestres, anunciarán que sus fieles serán
salvados de la destrucción rescatados por una nave espacial (Marshall Applewithe junto
con 39 integrantes de la secta por él liderada The Heaven’s Gate, murieron en 1997
como consecuencia de la ingesta de fenobarbital y vodka). Estos dos ejemplos son los
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extremos en cuanto a mensaje de contenido delirante. En medio encontramos una amplia
gama de grises que va desde los mensajes de Sai Baba, Sixto Paz y la Misión Rama,
David Berg y los Niños de Dios, hasta el Maestro Rolland y el Instituto Nefrú; líderes
que sin conducir a sus fieles al suicidio no por eso dejan de causar en ellos efectos
sumamente destructivos, por el abuso sistemático al que son sometidos sus seguidores.
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1.3. Factores predisponentes para el ingreso en una
secta
Serían muchas las razones por las cuales una persona ingresa en una secta. De todas
maneras creemos que es posible trazar algunas líneas orientadoras para lograr entender
las causas por las que una persona se acerca a este tipo de grupos. José María Baamonde
sostiene que entre las muchas razones, tres serían las más fuertes: angustia individual,
angustia social y distanciamiento con la Iglesia (Baamonde, 2003).
Angustia individual: muchos grupos se aprovechan de la falta de comunicación dentro
de la familia y la consecuente angustia y sentimiento de soledad que conlleva para lograr
la captación. La dificultad o imposibilidad de expresar los afectos más íntimos en el seno
de la familia, el sentimiento de soledad, el anonimato en el cual se vive, etc., se
contrapone a la aparente apertura, interés, actitud de escucha que mantienen las sectas en
sus estrategias de captación. A propósito de esto Baamonde cita el siguiente testimonio:
“Yo pertenecía a la Iglesia Católica, pero cuando iba a Misa salía como entraba. No
conocía a nadie y nadie me conocía a mí. Era un anónimo. Un día un amigo me invitó a
un ‘templo’ y apenas entré me rodearon cinco o seis personas, y me preguntaron cómo
me llamaba, qué hacía, si tenía algún problema... Sentí que se interesaban por mí, me
sentí persona” (Baamonde, 2003, 64, 65). Es una de las estrategias más eficaces de las
utilizadas por las sectas: sacar a la persona de su “anonimato” por la angustia que ese
sentimiento lleva consigo.
Otra de las razones que refiere Baamonde es la angustia social, muy relacionada con
lo dicho anteriormente. En una sociedad donde el avance de la ciencia ha pretendido
explicarlo todo sin éxito, donde la sociedad de mercado ha hecho de los propios hombres
un producto de consumo y las relaciones interpersonales también, la soledad y el
desencanto campean. Históricamente en situaciones de crisis sociales se ha visto un
incremento del pensamiento mágico como forma de encontrar respuestas.
Vemos el incremento del pensamiento mágico en un cúmulo de elementos
ecuménicamente ordenados que van desde la estampita del santo de moda, a la ristra de
ajo, a la cinta colorada contra la mala suerte, o al cada vez mayor número de astrólogos,
tarotistas y augures. El pensamiento mágico es una razón importante para el ingreso en
una secta ya que todos los grupos en algún momento de la captación utilizan alguna
promesa de tipo mágica: “ven a nuestro grupo y se curará tu enfermedad... ven y serás
próspero”. En una sociedad acostumbrada a pensar mágicamente es más factible que se
responda positivamente a ofertas de tipo mágico.
En cuanto al distanciamiento con la Iglesia, se ha venido notando que cada vez más
los jóvenes se alejan no sólo de la Iglesia Católica sino de cualquiera de las otras
religiones históricas. Aparentemente las religiones históricas no están sabiendo responder
a las necesidades de sus miembros y se da un abandono por parte de los fieles que son
fácilmente captados por las sectas. Este distanciamiento de las religiones históricas y que
es señalado por los especialistas como uno de los factores predisponentes, se encuadra
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dentro de todo el gran marco histórico de la postmodernidad. Para los postmodernos no
sólo han caído los “metarrelatos” (Lyotard, 1990) sino que también han caído las
religiones históricas (Cristianismo, Judaísmo, Islam), todo aquello que huela a moderno,
a proyecto ha caído en descrédito, dando lugar al imperio de lo mágico.
En este punto de nuestro trabajo bien cabe preguntarnos si existe algún tipo de
personalidad premórbida. La pregunta de si existe o no una personalidad previa que
facilite la captación es una pregunta muy discutida. Si bien no hay un perfil único de
adepto lo cierto es que hay determinados rasgos o factores de vulnerabilidad que desde el
punto de vista psicoanalítico resultan interesantes; son factores de especial vulnerabilidad
para la sujeción sectaria las privaciones precoces ligadas a traumatismos, el no registro
genital edípico, la calidad inestable de las introyecciones primarias, la presencia de
patología familiar o el predominio de una dinámica incestual a nivel familiar (Perlado,
2005). Por su parte, Baamonde (2003) detalla lo que él define “síndrome de ausencia
paterna” como un posible factor predisponente; es decir, que la ausencia real o la
experiencia de un padre distante podría ser otro de los factores predisponentes para la
captación.
Hay un relativo consenso a nivel de los analistas especializados en el tema en el
hecho de la observación de una mayor prevalencia de las organizaciones borderline. Es
decir, personas con una marcada tendencia a la dependencia, de relaciones afectivas
tempestuosas, emocionalmente inestables, que hacen esfuerzos frenéticos por evitar ser
abandonados, incluyendo comportamientos autodestructivos (Millon, 2001). A la hora de
hablar de perfil premórbido también debemos hacerlo del depresivo, es decir, personas
que transitando por episodios depresivos intentan encontrar en la secta una respuesta,
una salida a su dolor moral.
También podemos llegar a delinear un “estado vital de particular sensibilidad para la
captación” (Baamonde, 2001, 46); este estado vital sería la conjunción de características
de personalidad, de una situación de especial insatisfacción vital.
Entre las características que presenta Baamonde (2003, 74, 75) podemos enumerar
las siguientes:
- Insatisfacción general con la vida.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Descontento con la sociedad y sus normas.
- Desilusión con su religión de origen o con todas las religiones.
- Temores para enfrentarse a un mundo que se presenta como caótico.
- Ausencia de propósito interno.
- Ausencia de adecuado autocontrol.
- Necesidad de seguridad y autovaloración.
- Cierta susceptibilidad a los estados de trance.
- Sistema familiar disfuncional.
- Carencia de guía, dirección, control y límites paternos.
- Carencia de una atención y afectos positivos e incondicionales.
- Creer que uno no va a ser captado.
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Si bien estas características no son determinantes, sí es cierto que facilitan las tareas
proselitistas de ciertos grupos de manera tal que hacen realidad el axioma de muchos
especialistas en el tema que sostiene que “toda persona es pasible de una captación si es
abordada en el momento o circunstancia justa, por el influenciador justo y por la técnica
justa” (Baamonde, 2003, 74).
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CAPÍTULO II:
LA MANIPULACIÓN PSICOLÓGICA
EN LAS SECTAS
“Con una repetición suficiente y la comprensión
psicológica de las personas implicadas,
no sería imposible probar que de hecho
un cuadrado es un círculo”.
Paul Joseph Goebbels
Cualquier persona, en determinados momentos, es susceptible de caer en estados
vulnerables en los cuales otra persona puede ejercer más influencia sobre ella. Todos
somos estamos más indefensos ante el halago, el engaño, las tentaciones y las
seducciones cuando estamos solos, tristes y nos sentimos necesitados. En tales períodos
de transitoria vulnerabilidad, la mayoría somos más manipulables y tenemos mayores
posibilidades de ser engañados por personas arteras. Sostiene Miguel Perlado: “la clínica
y la investigación realizada nos confirma que, si bien no existe un perfil típico de adepto,
éste tiende a vincularse con uno de estos grupos en un momento de crisis. No es tan
importante el contenido de la crisis (económica, afectiva, existencial, etc.) como el hecho
mismo de la crisis, el hundimiento de las convicciones básicas del sujeto y el incremento
de vulnerabilidad consecuente. En un momento de crisis, la confianza en objetos internos
buenos y continentes se pierde y es entonces cuando el otro se introduce en el mundo
interno del sujeto para llevarlo a la condición de adepto” (Perlado, 2002).
En este capítulo vamos a desarrollar el tema de la Manipulación Psicológica (en
adelante MP) en los grupos de manipulación, las técnicas de MP y los procesos de MP.
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2.1. Haciendo un poco de historia
En 1949, George Orwell escribió sobre la utopía negativa que temía se desarrollara, tal
vez, alrededor de 1984. Según Orwell en el futuro existirían sistemas políticos totalitarios
que gradualmente sofocarían la capacidad de razonar de la gente. En esos gobiernos
imaginados por Orwell, la tortura, las drogas y las técnicas misteriosas y esotéricas serían
los métodos más temidos por los cuales se podría controlar a la gente. El genio de Orwell
consistió en percibir que la combinación de técnicas sociales y psicológicas es más fácil y
más eficaz que los métodos de coerción con armas. El año 1984 ya ha pasado y hemos
sido testigos de cómo varios gobiernos totalitarios (que sin llegar a la policía del
pensamiento planteada por Orwell) controlaron, y algunos todavía lo hacen, el
pensamiento y la conducta de los pueblos a través de la censura y el acallamiento
coercitivo de los disidentes.
También hemos sido testigos de cómo a partir de la década de los 60 han venido
surgiendo cada vez más grupos de tipo empresariales independientes que se ocupan del
negocio de la MP, han surgido infinidad de falsos Mesías, charlatanes y líderes de sectas
y grupos de adoctrinamiento que emplean técnicas orwellianas de manipulación de la
mente. Este tipo de grupos someten a sus adeptos a tratamientos que obnubilan la mente
a través de un ataque directo al yo y sus mecanismos defensivos, bloquean el
pensamiento crítico, subyugan la capacidad de elección sometiendo a sus adeptos a todo
tipo de prácticas reñidas con la moral a través de procesos que, como más adelante
expondremos, dejan el yo destruido y el superyó narcotizado. Detrás de estos procesos
se encuentra la figura del líder, que siguiendo con la visión de Orwell, aparece como un
“Gran Hermano” sonriente y de apariencia benévola.
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2.2. Las técnicas de manipulación psicológica
Las técnicas de MP varían según el tipo de grupo sectario del cual se trate. En todos los
casos y en la base de todo tipo de proceso de captación y de MP está lo que se conoce
como “proselitismo engañoso” (Baamonde, 2003), es decir, a la persona que va a ser
influenciada nunca se le dicen los verdaderos fines que el grupo persigue; éstos le son
escondidos y se le somete a lo que se conoce como “develamiento paulatino de la
verdad” (Baamonde, 2003), al nuevo adepto se le dice que en el futuro se le van a ir
aclarado las dudas, que va a ir adquiriendo nuevos “niveles de conocimiento”; a la vez
que se le va develando esa nueva verdad la persona va siendo sometida a todo un
proceso de manipulación a partir de técnicas específicas que ahora vamos a detallar.
El proceso de captación sectaria comienza con un intento de adoctrinamiento que
suele darse sencillamente en la calle, en la concurrida entrada a un shopping, en plazas,
puertas de liceos y universidades; en lugares donde la gente suele sentirse sola como
hospitales, estaciones de ómnibus, aeropuertos, cárceles, etc. En ocasiones comienza con
la venta de un folleto, de un libro, de un perfume, la petición de una pequeña limosna y
una pregunta, una pregunta con la que se intenta sondear la posibilidad de un diálogo,
etc. El encuentro lo provocan personas jóvenes, de apariencia feliz, deseosos de
comunicar un mensaje que se presenta como sencillo pero a la vez importante. Sigue la
invitación a una “charla”, “conferencia”, y luego esa ocasión será propicia para la
invitación a un “campamento”, “seminario”, “taller”, “retiro”, etc.
Dice el “manual de reclutamiento de la secta Moon”: “Debemos aprender a leer en el
rostro, es necesario impresionar a la gente por nuestra calma, nuestra seguridad, nuestra
concentración; para conmover a otros debemos conmovernos a nosotros mismos.
Debemos tener una confianza absoluta en lo que decimos: hablar con sentimientos muy
fuertes. Hay que dar a nuestro rostro y particularmente a nuestra mirada y nuestra boca
una expresión que impresione. Debemos aparentar una actitud humilde. A nadie le gusta
la idea de perder algo: es preciso que la gente tenga la impresión de que van a ganar
alguna cosa escuchándonos, que los dejen satisfechos y que tengan necesidad de volver a
vernos” (Bosch, 1993, 121).
Vamos a detallar algunas de las técnicas de MP que varios autores describen
(Almendros, 2005; Baamonde, 2003; Erdely, 2003; Singer, 2003; Bosch, 1993; Hassan,
1990) y para facilitar la tarea del lector las describiremos siguiendo lo que sería un típico
proceso de captación sectaria. Las técnicas de MP no están presentadas en un orden
cronológico; el lector debería, en el mejor de los casos, entender estas técnicas más como
círculos concéntricos que como una aplicación lineal de las mismas:
a. Paternalismo benevolente. En los contactos iniciales, el influenciador, es decir,
aquél que llevará adelante el proceso, se presenta frente a la persona a captar con un
carácter paternalista y benevolente (debemos recordar que uno de los factores
predisponentes de los cuales hablamos en el capítulo anterior es el llamado “síndrome de
ausencia paterna”). De esta manera logra generar una corriente afectiva con la persona a
20
influenciar. Al generarse esta corriente afectiva, la angustia desciende y la persona
comienza a desahogarse.
b. Estatus de superioridad. Este paternalismo benevolente que se registra en los
contactos iniciales se une a un estado de superioridad que coloca al influenciador por
encima de la persona a influenciar. Dicho estado de superioridad queda manifestado por
los títulos que el influenciador se atribuye y que le son reconocidos por sus seguidores,
títulos tales como gurú, maestro, vidente, parapsicólogo, avatar, etc.
c. Confesiones íntimas. El influenciador procurará que en su desahogo, la persona
haga confesiones íntimas, minimizando algunos problemas y sobrevalorando otros; se
empiezan así a relatar hechos de la vida personal, lo cual baja el nivel de angustia y
refuerza la sensación de ser atendido y querido por otra persona con cierta ascendencia.
Asimismo, a través de estas confesiones, podrá contar con elementos concretos para
luego presionar en el resto del proceso. Pero sobre todo le interesará saber cómo es la
familia del sujeto, qué nivel de ingresos tiene, con quién se lleva mejor y con quién peor,
cuáles son sus fantasías, ideales y logros, y sobre todo le va interesar saber cuáles son
sus temores, frustraciones y fracasos.
d. Love bombing (bombardeo de amor). Después de los contactos iniciales lo
invitará a pasar unos días en una “colonia”, “campamento”, “retiro” o a realizar algún
“curso”. No hay gran diferencia, sólo que en el curso, el proceso se demora un poco
más, pero básicamente es similar. Apenas ingresa en el curso o en la colonia, es recibido
por toda la comunidad de una manera muy afectuosa, muy cariñosa, sometiendo a la
persona a un verdadero bombardeo de amor (los Niños de Dios repiten casi de manera
constante la frase “Dios te ama”).
e. Padres espirituales. Al ingresar le es asignado un “padre” o una “madre
espiritual”, un “guía” u “orientador”; en algunos movimientos los llaman “Ángeles de la
Guarda”. Estos tienen por objetivo no dejar ni a sol ni a sombra a la persona a
influenciar, seguir provocando confesiones íntimas y dar respuesta a toda pregunta que el
sujeto pudiera hacer.
f. Respuestas simplistas y maniqueas. Toda pregunta que la persona a influenciar
pueda hacer, es despachada con respuestas simplistas, reduccionistas, que no llevan más
de veinte palabras y, en consecuencia, son fácilmente memorizables. Estas respuestas
también se caracterizan por su fuerte contenido “maniqueo” y “dialéctico”, dividiendo
radicalmente al mundo en dos: todo lo bueno está dentro del grupo, y todo lo malo, fuera
de él.
g. Control de la información. Toda la información proveniente del mundo exterior
pasa previamente por un tamiz, cuando no es suprimida totalmente o reinterpretada
según las creencias particulares del movimiento.
h. Control del tiempo. Prácticamente no existe el tiempo libre. La persona pasa
largas horas escuchando sermones, conferencias, cantando canciones, leyendo o
recitando “mantras” (oraciones orientales). Para tener una idea de la intensidad de estas
prácticas diremos a manera de ejemplo que los integrantes del grupo popularmente
conocido como “Hare Krishna” tienen la obligación de recitar su mantra característico
21
1.728 veces por día. Esto produce un síntoma específico: disociación espaciotemporal
(Baamonde, 2001). Es decir, el sujeto que recita estos mantras pierde paulatinamente la
noción de tiempo y espacio, entrando en un estado confusional y adormeciendo, en
consecuencia, la capacidad de pensamiento lógico y análisis crítico. Todo proceso de MP
va a estar orientado a anular estas capacidades, para alcanzar un estado confusional
(Baamonde, 2003).
i. Trabajos agotadores, escaso descanso y alimentación pobre. En los períodos
restantes es sometido a trabajos de gran esfuerzo físico; pocas horas de sueño, que no
alcanzan para recuperase completamente; una alimentación generalmente pobre en
complejos vitamínicos y proteicos, pero muy rica en energizantes (azúcares e hidratos de
carbono), lo que genera una falsa sensación de energía, cuando ocurre todo lo contrario,
y el cuerpo se debilita rápidamente.
j. Utilización de drogas. Aunque no es lo más frecuente, algunos grupos utilizan
drogas o mezclan psicofármacos en los alimentos de tal manera que alteran directamente
el funcionamiento normal del sistema nervioso central provocando trastornos de
conciencia.
k. Sesiones de escucha. La persona a influenciar es sometida a largas horas de
escucha de sermones, conferencias, grabaciones con cánticos o discursos del líder del
movimiento y también a la lectura del material bibliográfico del grupo.
l. Atrofiamiento de la identidad, memoria y pautas de vida anteriores.
Paulatinamente y merced a diversas técnicas se busca un atrofiamiento paulatino de estas
capacidades. El atrofiamiento de la identidad se ve favorecido por el cambio de nombre
que no pocos movimientos exigen a sus miembros; el de la memoria, se logra a través de
técnicas de inducción al trance e hiperventilación; y el de pautas de vida anteriores,
ofreciéndoles la posibilidad de conseguir grandes logros o ideales heroicos, pero que sólo
podrán alcanzarse si ejercen primero “renunciamientos”.
m. Renunciamientos progresivos. Para el logro de las metas propuestas por el
movimiento o grupo, es frecuente que se exijan diversos renunciamientos que, a su vez,
refuerzan la dependencia hacia el grupo. De esta manera, progresivamente, se le inducirá
a renunciar a los estudios, al trabajo, a las amistades y a la propia familia, ya que todo
debe estar subordinado al grupo.
n. Testimonios de terceros. Esta es una de las técnicas más utilizadas y es donde
también juegan un papel importantísimo los datos que se recabaron en las “confesiones
íntimas” realizadas en los “contactos iniciales”. De esta forma integrantes del grupo de
manera aparentemente espontánea presentan testimonios con problemáticas muy
similares por las que atraviesa la persona a influenciar. Dichos testimonios culminan con
la manifestación de que sólo encontraron solución a sus problemas dentro del
movimiento y gracias a él.
ñ. Confesiones públicas. En estos casos los testimonios asumen un carácter
expiatorio y, generalmente, van acompañados con relatos donde se detallan las
consecuencias que les acarrearon las “desobediencias” o “traiciones” a las normas que
22
sostiene el grupo. Se observa asimismo, como rasgo característico de las consecuencias,
que estas son frecuentemente de tipo mágico y con una clara lógica de correspondencia.
o. Inducción a crisis. Esta es una técnica muy utilizada en grupos evangélicos de
tipo pentecostal y en cultos afrobrasileños. Mediante la misma se induce en los miembros
una crisis de tipo histérica que, amén de fuertes estados disociativos, confusionales,
provoca una serie de reacciones psicofisiológicas que pueden llevar a síndromes de
anestesia sensitiva, los cuales son reinterpretados dentro del movimiento como
“sanaciones milagrosas”.
p. Repaso de las mejoras. Periódicamente se lleva a cabo un repaso sistemático de
todas las mejoras registradas por la persona, haciendo especial hincapié en que fueron
logradas merced a la voluntaria inserción en el grupo y que sin el mismo jamás habrían
sido posibles.
q. Código comunicacional específico. También es frecuente la utilización de un
lenguaje particular, sólo entendido por los integrantes del movimiento. Esto genera un
efecto psicológico de “elegidos” y, sobre todo, “distinto” al resto de la sociedad,
ahondando aún más la separación y aumentando la dependencia con el grupo.
r. Peyoritivización y denigración de disidentes. El carácter despectivo con el que
es teñido todo lo ajeno al movimiento y la denigración constante de los que lo
abandonaron o no desearon ingresar, es también un elemento clave para el reforzamiento
constante de ese sentimiento de “elegidos y privilegiados”, a la vez que va generando
“fobias” hacia el posible abandono del movimiento en cuestión.
s. Realización de acciones valoradas por el grupo. Al acercarse a la finalización
del proceso básico de MP, se le suelen dar a la persona tareas ampliamente valoradas por
el grupo. Éstas generalmente consisten en la recaudación de dinero, venta de posters,
DVD, folletos o sahumerios; y de proselitismo, es decir, la captación de nuevos adeptos.
El proceso de MP lo tenemos que ver como una espiral que va sujetando al adepto
cada vez más. Esta espiral nace con los llamados “contactos iniciales” donde comienza la
MP, sigue con las técnicas de MP y finaliza en un punto donde todo este proceso se
autoalimenta (Baamonde, 2003): el ingreso en el grupo. Dentro de éste la sujeción es
cada vez más fuerte hasta llegar a la ya expuesta “fobia al abandono”.
23
2.3. La Manipulación Psicológica como proceso
Lo decíamos más arriba: el objetivo principal de la MP es atacar al yo para desestabilizar
el sentido de sí mismo que posee toda persona socavando su conciencia de la realidad,
sus creencias, su control emocional y sus mecanismos de defensa; es un proceso
psicológico sutil de desestabilización y dependencia inducida (Singer, 2003).
Este objetivo implica un proceso, no resulta de un acontecimiento de un solo paso,
sino que es un procedimiento gradual de abatimiento y transformación.
Las tácticas de un proceso de MP están organizadas para:
- Desestabilizar el sentido de sí misma de una persona.
- Conseguir que la persona reinterprete drásticamente su historia, altere de manera
radical su cosmovisión y acepte una nueva versión de la realidad y la causalidad.
- Desarrollar en la persona una dependencia respecto de la organización y, de esa
manera, convertir a la persona en un objeto utilizable.
Para Margaret Singer son seis las “condiciones necesarias” (Singer, 2003, 84), es
decir, las circunstancias necesarias en las que el proceso debe darse para que dé buenos
resultados:
1. Mantener a la persona inconsciente de que existe un programa para controlarla y
cambiarla.
2. Controlar el tiempo y el ambiente físico (contactos, información).
3. Crear una sensación de impotencia, temor y dependencia.
4. Suprimir conductas y actitudes antiguas.
5. Instalar conductas y actitudes nuevas.
6. Presentar un sistema de lógica cerrado.
Por su parte, el psiquiatra Robert Lifton (citado por Singer, 2003, 90) ha identificado
ocho “temas psicológicos” implicados en los procesos de MP:
1. Control del ambiente: a fin de distanciar cada vez más al adepto de su familia.
2. Cargar el lenguaje: como ya lo expresábamos más arriba, en las sectas se hace
uso de un código de comunicación específico; este código o “jerga del grupo” lleva
a la anulación del pensamiento y juicio crítico. Traducir su propia lengua al lenguaje
del grupo obliga a los miembros a censurar, reformular y desacelerar los estallidos
espontáneos de crítica; esto ayuda a reprimir los sentimientos negativos hacia el
grupo.
3. Demanda de pureza: la lógica dual, maniquea (disociada) conduce a una lógica de
“todo o nada”, de “nosotros contra ellos”; cada acción es “buena o mala”, “pura o
impura”.
4. Confesión: para lograr reescribir y transformar la historia personal de tal manera
que llegue a denigrar su pasado y todo lo con él relacionado.
5. Manipulación mística: el grupo manipula a los miembros para que piensen que
24
sus nuevos sentimientos y conductas han surgido espontáneamente en la atmósfera
del grupo. El líder da a entender que se trata de elegidos, de un grupo selecto, con
un propósito superior. Los líderes suelen decir: “ustedes han elegido estar aquí.
Nadie les ha dicho que vinieran. Nadie ha influido en ustedes”; de esta manera los
adeptos creen que son ellos quienes han elegido esa vida, cuando en realidad son
presa de la manipulación y el miedo.
6. La doctrina sobre la persona: a los miembros se les lleva a que reinterpreten su
historia vital y se les enseña a interpretar la realidad de sus vidas mediante los
conceptos del grupo ignorando experiencias y sentimientos propios cuando se
presentan.
7. Ciencia sagrada: la sabiduría del líder recibe una pátina de ciencia, lo que le agrega
una capa de credibilidad a su noción filosófica, psicológica o política central. De
esta manera el líder puede llegar a afirmar que su doctrina es aplicable a toda la
humanidad y que todo aquél que no esté de acuerdo o tenga ideas alternativas no
sólo es inmoral sino también poco científico.
8. Otorgamiento de existencia: el ambiente totalitario de la secta acentúa en los
adeptos el sentimiento de formar parte de un grupo de “elite” o de los “elegidos”,
de tal manera que los no miembros son seres indignos e inferiores. Esto permite a
los miembros que, como agentes del grupo y representantes de un grupo
“superior”, manipulen a los no miembros para el bien del grupo. Si las personas se
retiran o no aceptan incorporarse, se unirán a “la nada”; esto está vinculado con la
lógica maniquea en la cual todo lo “bueno” o “santo” se encuentra en el grupo y lo
“malo” o “pecaminoso” está fuera. Esta forma de pensar confirma la ruptura con la
familia, los amigos, etc., acrecienta la dependencia con el grupo y genera las fobias
a la salida del grupo.
Singer, citando al Psicólogo Edgar Schein, describe las etapas por las que pasan las
personas cuando son sometidas a procesos de MP y que son denominadas como
“descongelamiento, cambio y recongelamiento” (Singer, 2003, 94):
- Descongelamiento: las actitudes pasadas, el sentido del yo, la identidad y la
cosmovisión de la persona se desestabilizan mediante las técnicas de MP, lo que provoca
que esa persona sufra una crisis de identidad. Esta crisis de identidad hace que la persona
esté más abierta a la sugestión y sea más dependiente del grupo.
- Cambio: habiendo sido puesto en duda el sentido de sí misma y socavada la propia
identidad, la persona percibe que las soluciones que ofrece el grupo proporcionan un
camino a seguir; siente que la ansiedad, la incertidumbre, y la duda de sí misma pueden
reducirse si adopta los conceptos presentados por el líder del grupo.
- Recongelamiento: en esta fase final, el grupo hace las veces de reforzador del
cambio efectuado; mediante la aprobación de la aceptación de las nuevas pautas de vida
y la dura crítica de todo lo que con la “antigua vida” de la persona aparezca, se logra
estructurar una nueva pauta de vida para lograr generar una nueva identidad al servicio
del líder y de la dependencia ciega al grupo.
25
Sin duda el lector estará tomando nota de lo maquiavélicos y destructivos que los
procesos de MP son; procesos que aniquilan el yo destruyendo la persona y
transformándola de sujeto en objeto; objeto para uso y abuso del líder y el grupo, objeto
para el sometimiento de otros generando una dependencia del grupo y del dogma
propuesto cada vez mayor. Esta dependencia comenzará a ser cada vez mayor,
necesitando la persona cada vez mayores “dosis” del dogma a fin de sostener la
renegación a la que se ha llegado.
26
CAPÍTULO III:
LA LIGAZÓN SECTARIA
“De hoy en adelante yo seré vuestro cerebro”.
Rev. Sun Myung Moon
En los primeros capítulos de nuestro trabajo hemos realizado una introducción al
fenómeno del sectarismo y a la MP. En el presente capítulo lo vamos a abordar desde un
vértice psicoanalítico, tarea nada sencilla si tenemos en cuenta que los trabajos
publicados sobre el tema desde esta óptica son más bien anecdóticos. Como curiosidad,
bastará mencionar que en época tan temprana como 1916, Herman Rorschach se
interesó por el estudio de Binggeli, que enseñaba a sus discípulos que su pene era
sagrado, por lo que éstos debían adorarlo, ofreciendo su orina como medicación y/o vino
sagrado en una ceremonia de comunión (Perlado, 2002).
Consideramos que lo esencial a los grupos sectarios o de manipulación es, más que la
doctrina que se predique, el vínculo de dependencia que se establece entre el adepto, el
líder y el grupo. En este sentido creemos seguir una línea coherente en la elaboración de
este trabajo ya que la llamada “definición psicológica de Singer”, expuesta en el primer
capítulo, prefiere hablar de “relaciones sectarias” en el momento de definir el fenómeno
del sectarismo. Por lo tanto, estamos en condiciones de aseverar que en la medida que
no prestemos debida atención al vínculo sectario o a la “ligazón sectaria”, como
preferimos llamarla nosotros, estaremos evadiendo el tema central de este fenómeno.
Este capítulo pretende, entonces, dar al lector una primera comprensión
psicodinámica a este particular vínculo de dependencia que se da dentro de los grupos de
manipulación.
Nos enfrentamos ahora a un dilema metodológico: ¿por dónde empezar?, ¿por el
líder?, ¿por el adepto?, ¿por el grupo?; recordemos que estos tres factores son los que, a
criterio de Singer, definen una secta y que oportunamente expresamos serían el punto
central de nuestro análisis. Hemos creído que para facilitar la exposición trataremos el
tema del adepto en un primer punto y el del grupo en un segundo punto, siendo el tema
del líder un eje que atraviesa todo el presente capítulo.
27
3.1. El sueño de la completitud
Del grupo sectario se dice que manipula, que conduce al sujeto por una trayectoria
desconocida de antemano y distorsionada intencionalmente con tal de llevarle a un punto
determinado y desconocido en su inicio, siempre en beneficio personal del conductor y
en detrimento del sujeto. Podemos llegar a entender el proceso de MP como una
inversión del diálogo analítico. En la práctica clínica se atiende al paciente que presente
un estado de crisis para conducirlo por una trayectoria desconocida de antemano que va
orientada, entre otras cosas, a disolver la dependencia derivada de la transferencia para
incrementar la autonomía del paciente; el propósito del analista no es el lucro a costa de
un tratamiento interminable, sino ayudarlo para que pueda alcanzar un mayor bienestar
personal, familiar y social.
Si bien en momentos de la relación analítica, la transferencia puede presentarse como
adhesiva o idealizante (lo cual se acercaría bastante a lo que pasa entre el adepto y el
líder), la misma no es asumida como cierta –esto pasa en el discurso manipulativo–, sino
que se asume esa proyección (se interpreta esa transferencia para que cese) y se la toma
como derivada de una fantasía inconsciente. Es este punto el que nos permite entender la
MP como una perversión del vínculo transferencial encaminada a alimentar el yo
narcisista del líder (Perlado, 2002). No debemos olvidar que en el capítulo primero
hacíamos referencia a que uno de los llamados “factores predisponentes” para la
captación por parte de un grupo sectario es lo que Baamonde define como “síndrome de
ausencia paterna” (Baamonde, 2003). Según este autor un padre ausente en lo real o en
lo imaginario es uno de los factores que más predisponen para la MP; en este sentido, y
teniendo en cuenta que la mayor parte de los líderes de sectas históricamente han sido
hombres, podemos llegar a inferir que se establece con el líder del grupo una
transferencia de tipo paterna, siendo el líder el padre ideal soñado desde la infancia.
El compromiso del adepto se apoya sobre un lazo transferencial muy intenso;
podemos decir que es una verdadera “realización” de la transferencia, favoreciendo la
regresión para incrementar la dependencia y explotado al máximo por el líder para su
beneficio personal.
El proceso de MP viene a resultar una violenta intrusión en el mundo interno del
sujeto. Todo comienza como una seducción; a partir de esta seducción nace una forma
sutil e insidiosa de violencia, de presión emocional sobre la base del poder destinada a
transformar al sujeto en objeto, en un objeto mudo. La seducción se inicia en lo que en
el capítulo anterior definíamos como “contactos iniciales”; en los mismos se trata de
obtener un grado suficiente de conocimiento del sujeto que alcance como para que
desnude sus grietas narcisistas, estas grietas narcisistas se hacen más visibles en los
momentos de crisis vitales en los que decíamos que todos somos más vulnerables. Así
también decae la confianza en los objetos buenos continentes; el “bombardeo de amor”,
el otorgamiento de “padres espirituales”, el “sobredimensionamiento de los conflictos”,
sobre todo los familiares, será la manera de comenzar un ataque a los objetos parentales
(de hecho, como ya lo hemos señalado más arriba, las figuras de liderazgo dentro de los
28
grupos sectarios son generalmente presentadas como padres o madres perfectos) para
luego ser sustituidos por verdaderos “objetos internos implantados mediante un proceso
de infiltración masiva en la mente del sujeto que terminará por despojarlo de su mundo
simbólico llevándolo a un estado de no-pensamiento” (Perlado, 2002). Afirma al respecto
Miguel Perlado: “Los procedimientos de manipulación se dirigen a devaluar las
introyecciones benéficas y a atacar los imagos familiares, desvalorizando y proponiendo
una prótesis” (Perlado, 2005); esta “prótesis” de la que habla Perlado es el propio grupo,
su ideología y el sueño de completitud buscado.
La seducción sectaria es una forma de seducción narcisista en tanto que despliega un
proceso tendiente a envolver y enredar cada vez más al sujeto en la espiral del grupo,
prometiéndole un ideal a través de una adhesión pasional y radical que se supone que
operará como una suerte de transformación personal radical y trascendente a través de
rupturas en las relaciones (“renunciamientos” a los amigos, trabajo, estudios, familia). Lo
que se ofrece es una convicción totalizante a través de experiencias afectivas oceánicas
que llevan a una inflación yoica (a la búsqueda del “yo ideal” infantil); de esta manera el
narcisismo dañado por la crisis del sujeto es sustituido por una convicción dogmática que
recubre el daño con la apariencia de bienestar. Una vez seducido el sujeto y atacado su
equilibrio narcisista se ponen en marcha prácticas destinadas a desmantelar el yo
(“atrofiamiento de identidad, memoria y pautas de vida”), a desmantelar el aparato
mental, lo que luego encontraremos en la clínica como pacientes con una importante
“hemorragia narcisista” (Perlado, 2005).
Si los procedimientos de MP dirigidos a la descalificación del mundo interno han sido
exitosos, el adepto queda en una situación psicológica catastrófica; queda, por lo tanto,
necesitado de buscar fuera el objeto que le provea de aquello que siente que carece. Y en
lo real, el líder se presenta como poseedor de esas características anheladas. Queda así
establecido el cimiento psicológico para que se dé la relación dogmática. La MP va
logrando que se vaya realizando paulatinamente una descatexis de la libido del yo hasta
que la libido yoica se deposita en el líder y el grupo.
A estas alturas cabe preguntarse cuál puede ser la raíz más profunda que permita que
se den este tipo de vínculos. El psicoanálisis Kleiniano ha mostrado la existencia de un
funcionamiento psicótico en el desarrollo del bebé y la permanencia de núcleos psicóticos
en el adulto neurótico (al igual que existen núcleos neuróticos en el psicótico). Desde este
dato nos podríamos preguntar si existen “núcleos sectarios” (Perlado, 2002) que dada
determinada conjunción de circunstancias internas y externas harán su eclosión o que
permanecerán latentes. Podemos decir que esos núcleos sectarios guardan también un
correlato con el desarrollo infantil y con la primera relación objetual; para ello debemos
remitirnos a la primera relación “cerrada” (relación madre-bebé) y obtener los elementos
de comprensión necesarios. La interpretación del estado mental del bebé por la madre,
aparte de ser continente es además dogmática, en tanto que impone una convicción
absoluta sobre el estado mental del bebé y que por carecer de los recursos necesarios no
puede ser contrastada. Aparte del lazo sensorial con la madre y su contención emocional,
el andamiaje del mundo relacional del bebé hace necesario que sea otro quien le
29
suministre las convicciones. Estas primeras relaciones van conformando ya un
pensamiento que se establece en términos de omnipotencia y que aglutina
concéntricamente diversos aspectos totalizados en torno a un núcleo dogmático (Perlado,
2002).
Decíamos más arriba que el proceso de MP favorecía la regresión gracias a un
vínculo transferencial perverso, regresión a estadios pregenitales que permiten la eclosión
de estos núcleos sectarios. La ambivalencia es negada, se manipula la culpa, se niega la
finitud, se niega la castración, se reinterpreta la historia personal llegándose incluso a
negar la parentalidad a través de la descalificación parcial o total del discurso social, se
achacan a la familia todas las causas del sufrimiento personal (“sobredimensionamiento
de los conflictos”). Incluso la persona puede llegar a estar convencida de que fue
agredida o abusada sexualmente en su infancia cuando en realidad nada de esto sucedió;
esta reinterpretación perversa de la historia infantil deja a la persona en un estado de
indefensión tal que lo lleva a investir al líder como único salvador y a colocarse delante
de éste en una verdadera condición de esclavo. A través de “peyoritivización de los
disidentes” y de las “respuestas simplistas y maniqueas” el grupo y su discurso paranoide
conducen al adepto a una situación donde prima el recurso a la escisión y a la
proyección.
Esta situación de tal perversión está apoyada sobre un recurso a la renegación como
mecanismo de defensa por el que se rechaza reconocer la realidad de una percepción
traumatizante y que se acompaña con una importante escisión del yo. Vale realizar
algunas consideraciones sobre este recurso defensivo, un mecanismo que fue
especialmente invocado por Freud para explicar el fetichismo y las psicosis (Freud, 1927;
Freud, 1940). Freud comienza a describir la renegación en relación con la castración y
con el hecho de que los niños, ante la ausencia de pene en las niñas, reniegan de esta
carencia; más adelante Freud sostendrá que si bien este mecanismo no es ni raro ni
peligroso en la vida de los niños, en el adulto constituirá el punto de partida de una
psicosis; en la medida en que la renegación se refiere a la realidad exterior, Freud ve en
ella un contraste con la represión; mientras el neurótico comienza reprimiendo las
exigencias del ello, el psicótico comienza por renegar la realidad.
Es popular la creencia de que los adeptos son ignorantes de lo que sucede a su
alrededor. Algunos de ellos conocen lo que está sucediendo, ya que no llegan a perder
totalmente su capacidad crítica, pero pese a ello reniegan de ese mismo conocimiento
manejándose luego en la clínica como pacientes muy disociados (Perlado, 2005).
Este vínculo perverso sectario se articulará con las formas clínicas, sean éstas
neuróticas, piscóticas o perversas, brindando distintas combinatorias posibles. De esa
manera un neurótico encontrará en la secta un modo de “pegarse” al discurso del líder
(en una versión límite, consideramos la patología limítrofe como la que probablemente
más se dé dentro de los adeptos a grupos sectarios), o bien un perverso podrá ofertarse
como herramienta para el goce del líder. Un psicótico podrá, por su parte, encontrar en el
grupo el nudo (para lograr unir los fragmentos de su yo quebrado) que haga las veces de
30
prótesis simbólica que suele atemperar provisoriamente al desencadenamiento de algunas
psicosis.
Pepe Rodríguez (2000) propone un modelo de comprensión de la MP tomando el
modelo adictivo y nos ofrece así la posibilidad de comprender este fenómeno de
dependencia desde otro ángulo. Según este autor la “adicción a sectas” (Rodríguez,
2000) está ubicada dentro de lo que hoy se conoce como “socioadicciones” (Perlado,
2004). Más allá de la homofonía de los términos dogma/droga, adepto/adicto se
encuentran entre el fenómeno de las adicciones y la sectadependencia varios puntos en
común:
1. El fenómeno de la dependencia cruzada y la intercambiabilidad entre algunas
adicciones.
2. La importancia de la dimensión de búsqueda de sensaciones.
3. El entrecruzamiento entre el sectarismo y la toxicomanía (“utilización de drogas”.
4. La equivalencia en cuanto a los efectos a nivel biológico: en la “inducción a crisis”
se desencadenan mecanismos neuroendocrinos como la secreción de endorfinas
(neurotransmisor de estructura molecular similar al opio) a las cuales el adepto se vuelve
adicto.
5. El aspecto dogmático de algunas comunidades de ayuda a toxicómanos.
6. La despersonalización y la disociación que resultan de la utilización de la
droga/dogma.
7. La convicción de control omnipotente del objeto dogmático/tóxico.
La metáfora de la adicción nos ayuda a acercarnos a otros aspectos del proceso que
también son importantes (Perlado, 2005):
- La necesidad de incrementar la dosis, ya sea de droga o de dogma; generalmente se
observa un uso frecuente y en aumento de la dosis de convicción necesitada para
sostener el vínculo.
- La droga o la convicción se transforma progresivamente en algo central en la vida
del sujeto, adquiere un lugar protagónico y termina condicionando toda la vida del sujeto.
- El riesgo de perder el sentido crítico, los logros adquiridos del desarrollo, el trabajo,
la familia o la economía.
Singer (2003) afirmaba que la MP estaba destinada a desbaratar el sistema defensivo
de la persona y a destruir el yo; hemos sido testigos a lo largo de la historia (sobre todo
hacia finales del siglo pasado) de cómo algunos grupos han conducido a la muerte física
de sus adeptos debido a un grave deslizamiento fanático; esto quizás para algunos no
sean más que acontecimientos anecdóticos, pero lo que generalmente encontramos en los
grupos sectarios, gracias a la destrucción yoica, son diversas formas de muerte psíquica
dentro del grupo.
31
3.2. Ese incastrable personaje y sus portavoces
Lo expuesto hasta aquí muestra cómo es el funcionamiento perverso de los procesos de
MP dirigidos a disolver el yo, pero ¿alcanza con esta explicación? La respuesta es más
que evidente y algo adelantábamos en el capítulo segundo cuando decíamos que la
espiral que significa la manipulación dogmática se cierra y a su vez se autoalimenta en el
grupo.
Líder y grupo son un binomio inseparable, no existen el uno sin el otro y en los
grupos sectarios el grupo es el portavoz del líder. En el punto uno de este capítulo
hicimos hincapié en los efectos que la MP produce sobre el yo y sus mecanismos
defensivos; el lector se preguntará entonces qué sucede con las otras dos instancias.
Intentaremos responder a esto tomando como referencia teórica el texto freudiano
Psicología de las masas y análisis del yo así como las recientes aportaciones de Miguel
Perlado.
Freud, en 1921, al escribir este libro, nos brinda suficientes claves de comprensión de
cómo adepto/líder/grupo se entrelazan. Si decíamos que la MP buscaba la regresión y la
dependencia, esto lo veremos potenciado cuando se dé efectivamente el ingreso del
nuevo adepto en el grupo (masa): “Tenemos el derecho a decirnos que las extensas
ligazones afectivas que discernimos en la masa bastan por sí solas para explicar uno de
sus caracteres: la falta de autonomía y de iniciativa en el individuo, la uniformidad de su
reacción con la de todos los otros, su rebajamiento a individuo – masa, por así decir.
Pero, si la consideramos como un todo, la masa exhibe algo más: los rasgos de
debilitamiento de la actividad intelectual, desinhibición de los afectos, incapacidad de
moderarse y de diferir la acción; estos rasgos y otros semejantes que encontramos
pintados en Le Bon, presentan un cuadro inequívoco de regresión de la actividad anímica
a un estadio anterior, como no nos sorprende hallar entre los salvajes o los niños” (Freud,
1921, 111). Si la descripción freudiana refiere lo que sucede con el individuo, llamémoslo
en condiciones “normales”, que forma parte de un grupo el lector podrá comenzar a
hacerse una idea más cabal de lo que puede llegar a suceder con un individuo que pasa a
formar parte de un grupo sectario en las condiciones que resultan después de haber sido
sometido a la MP.
Freud, citando a Le Bon, afirma: “La primera de estas causas consiste en que dentro
de la masa el individuo adquiere, por el solo hecho del número, un sentimiento de poder
invencible que le permite entregarse a instintos que, de estar solo, habría sujetado
forzosamente. Y tendrá tanto menos motivo para controlarse cuanto que, por ser la masa
anónima, y por ende irresponsable, desaparece totalmente el sentimiento de la
responsabilidad que frena de continuo a los individuos” (Freud, 1921, 71). El individuo
dentro del grupo sufre una especie de liberación de sus instintos y pulsiones, el adepto
conducido al estado de regresión y dependencia dará rienda suelta a la búsqueda de
completitud dentro del grupo.
Si el proceso de MP no hubiese sido del todo exitoso, al ingreso del nuevo adepto al
grupo estamos en condiciones de aseverar que dentro del grupo las deficiencias en el
32
proceso de captación se cubren por efecto de lo que Freud llama “contagio”: “En la
multitud, todo sentimiento y todo acto son contagiosos, y en grado tan alto que el
individuo sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés colectivo. Esta aptitud es
enteramente contraria a su naturaleza, y el ser humano sólo es capaz de ella cuando
integra una masa” (Freud, 1921, 72); y más adelante sostiene: “el individuo inmerso
durante cierto lapso en una masa activa muy pronto se encuentra -por efluvios que
emanan de aquella o por alguna otra causa desconocida- en un estado singular, muy
próximo a la fascinación en que cae el hipnotizado bajo la influencia del hipnotizador.
[...] La personalidad consciente ha desaparecido por completo, la voluntad y el
discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y pensamientos se orientan en la dirección
que les imprime el hipnotizador” (Freud, 1921, 72). Esta última afirmación de Freud nos
remite enseguida a lo que sucede en grupos pentecostales, neopentecostales o
afrobrasileños y a una de las técnicas de manipulación que más se observan en estos
grupos: la llamada “inducción a crisis”, y que oportunamente expusimos en el capítulo
segundo de nuestro trabajo.
La descripción de Le Bon que Freud cita afirma que esta fascinación hipnótica que se
da dentro de la masa es atribuible al poder misterioso del conductor de la misma y la
denomina “prestigio” (Freud, 1921). El conductor de la masa deberá tener una intensa
convicción en sí mismo si pretende lograr influir (manipular) a la masa: “Si la necesidad
de la masa solicita un conductor, este tiene que corresponderle con ciertas propiedades
personales. Para suscitar la creencia de la masa, él mismo tiene que estar fascinado por
una intensa creencia (en una idea); debe poseer una voluntad poderosa, imponente, que
la masa sin voluntad le acepta” (Freud, 1921, 77). El líder debe tener también un
importante monto de narcisismo.
Para explicar la sugestión que opera dentro de estos grupos Freud recurre a la teoría
de la libido y sostiene que son los lazos sentimentales la esencia del “alma de las masas”.
El individuo dentro del grupo resigna su particularidad y se deja influir por los otros “por
amor de ellos” (Freud, 1921, 88); la cuestión es que en los grupos sectarios predomina la
pulsión de muerte y este resignar su propia particularidad sumerge al adepto en una
espiral destructiva.
En relación a la teoría de la libido Freud afirma que en los grupos se establece una
doble ligazón libidinosa, una con el líder y otra con los demás integrantes del grupo; de
esta doble ligazón libidinosa es de la que se desprende la alteración y la restricción de la
personalidad de los individuos observada en el grupo. Esto suele ser potenciado en los
grupos sectarios que en sus estrategias manipulativas van haciendo que el adepto sea
cada vez más dependiente del líder y del grupo hasta llegar a generar lo que ya hemos
explicitado como “fobias al abandono”. Podríamos llegar a decir que se establece entre el
adepto y el grupo una “doble ligazón libidinal perversa”; decimos “perversa” porque cada
vez se vuelve más exclusiva y única, no permitiendo que la libido se traslade a otros
objetos.
Más adelante y refiriéndose a la identificación, Freud afirma que es la identificación la
forma primera y más originaria del lazo afectivo y aplicando esto a los vínculos que se
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dan en un grupo afirma: “Podemos sintetizar del siguiente modo lo que hemos aprendido
de estas tres fuentes: en primer lugar, la identificación es la forma más originaria de
ligazón afectiva con un objeto; en segundo lugar, pasa a sustituir a una ligazón libidinosa
de objeto por la vía regresiva, mediante introyección del objeto en el yo, por así decir; y,
en tercer lugar, puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una
persona que no es objeto de las pulsiones sexuales. Mientras más significativa sea esa
comunidad, tanto más exitosa podrá ser la identificación parcial y, así, corresponder al
comienzo de una nueva ligazón. Ya columbramos que la ligazón recíproca entre los
individuos de la masa tiene la naturaleza de una identificación de esa clase (mediante una
importante comunidad afectiva), y podemos conjeturar que esa comunidad reside en el
modo de la ligazón con el conductor” (Freud, 1921, 101).
El vínculo sectario propone una modalidad de relación que puede devenir en nudo,
auténtica atadura que sujeta e inmoviliza. En relación a cómo se entienda la atadura
existente entre el adepto y una secta, pueden darse diversas explicaciones; a propósito de
estas explicaciones sostiene Perlado: “Ahora bien, la dependencia patológica a un grupo
sectario se da en un punto de encuentro en el que el sujeto inviste el discurso del otro sin
reserva, en una confianza ciega a un discurso único. Y el grupo no se detiene en la
desvalorización de los objetos buenos introyectados, sino que exige de sus miembros la
entrada en un sistema donde encontramos un pacto tácito de renegación, estableciéndose
vínculos identificatorios entre sus miembros bajo la forma de ataduras” (Perlado, 2005).
Este tipo de vínculo entre los miembros, que parte de esta renegación primaria y
fundante (por la que se segmenta la parte de la violencia, la locura y la perversidad del
líder) conduce inevitablemente a una regresión individual y grupal a todos los niveles, a
una dependencia primitiva a un objeto presuntamente omnipotente.
La noción de superyó todavía no era utilizada por Freud cuando escribe Psicología
de las masas y análisis del yo, a estas alturas utiliza el término “ideal del yo”. Dice
Freud: “llamamos el ‘ideal del yo’, y le atribuimos las funciones de la observación de sí,
la conciencia moral, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia en la
represión” (Freud, 1921, 103). Podemos llegar a sostener que el superyó es sustituido
por un superyó externo, en el caso de los grupos sectarios por la figura del líder; este
objeto implantado a través del proceso de MP se ha puesto en el lugar del ideal del yo,
calla la crítica operada por esta instancia y todo lo que el objeto hace y pide es
considerado justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que
acontece a favor de este objeto. Freud en relación a esto termina definiendo a la masa
como un grupo de individuos que han colocado un objeto en el mismo lugar, en el lugar
de su “ideal del yo” y que por lo tanto se identifican entre sí en su yo (Freud, 1921).
Lo anterior también está relacionado con la “ausencia paterna”; el superyó es el
heredero del complejo de Edipo y se conforma en estrecha relación con la imagen
paterna; un padre ausente puede dar lugar a un superyó débil y a la necesidad del adepto
de sustituir el superyó por un superyó externo, en este caso el líder y el grupo sectario.
La regresión que se produce en los individuos integrantes de una masa como lo
define Freud, los conduce a una situación primitiva que el autor compara con la “horda
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primordial”. Freud dice: “El carácter ominoso y compulsivo de la formación de masa,
que sale a la luz en sus fenómenos sugestivos, puede reconducirse entonces con todo
derecho hasta la horda primordial. El conductor de la masa, sigue siendo el temido padre
primordial; la masa quiere siempre ser gobernada por un poder irrestricto, tiene un ansia
extrema de autoridad: según la expresión de Le Bon, sed de sometimiento. El padre
primordial es el ideal de la masa, que gobierna al yo en reemplazo del ideal del yo”
(Freud, 1921, 121). El adepto resigna su ideal del yo y lo permuta por el ideal del yo del
grupo corporizado en el líder y, por lo tanto, está resignando parte de su subjetividad.
Es cierto que la experiencia sectaria genera rupturas en diversos espacios, en lo
familiar y en lo relacional, pero no menos importante es la ruptura interna, el progresivo
desmantelamiento del aparato psíquico. El yo queda objetivizado, diluido en el discurso
del grupo; el grupo viene a sustituir al “yo ideal” infantil de manera tal que posee toda
perfección; donde está la libido implicada aparece un deseo de no perder la satisfacción:
así el discurso del grupo es el sustituto del perdido narcisismo de la infancia negando la
castración.
El adepto pasa a regirse por el dictado del líder, por el ideal vehiculizado por el grupo
y sus instancias superyoicas; esta sumisión a un líder incastrable es el origen de
patologías individuales y colectivas que pueden desencadenar todo tipo de
acontecimientos perversos como hemos sido testigos a lo largo del siglo pasado.
Tras un período variable de tiempo, un grupo puede dogmatizarse como resultado de
un proceso en gran parte inconsciente: emerge un sujeto (líder) que se erige en portavoz
de una convicción absoluta, que mantiene y alimenta la ilusión grupal y que introduce
prácticas grupales que conducen a una importante disociación y la regresión a un estado
mental donde predomina el aspecto dependiente y simbiótico. Sobre la génesis de este
tipo de grupos afirma Perlado: “Quien haya tenido oportunidad de estudiar micro grupos
en formación, habrá podido observar cómo en numerosas ocasiones, la secta se forma a
partir de una pareja que colusiona en una especie de folie a deux que irradia hacia otros
seguidores y que se retroalimenta; de ahí que algunos autores hablen de estos grupos
como grupos de contagio paranoide” (Perlado, 2005).
Ya se defina al líder como estafador o como sujeto trastornado, se olvida que el líder
fue el primer adepto, ya que fue el primero en sostener la convicción absoluta de su
fantasía omnipotente, irradiándola hacia los demás a la espera de portavoces que
secundaran su convicción. El grupo finalmente tiende a amplificar la maniobra perversa
en juego mediante el empleo de propaganda o anti-pensamientos, debido a la fuerte
identificación que existe con el sistema de realidad propuesto. No podemos concebir a un
líder sin adeptos, al igual que sería difícil imaginar la situación inversa.
Se da una situación paradójica en los grupos sectarios; la alienación que éstos causan
se basa en un doble movimiento: en un primer momento, al adepto se le descalifica en su
condición de sujeto, se atacan todos sus vínculos y eso es reinterpretado como una
experiencia de liberación y de denuncia de los secretos familiares. Sin embargo, en un
segundo momento, el grupo solicitará exactamente lo mismo que criticaba: mantener el
35
secreto, encriptar ciertas experiencias y renegar de otras experiencias o percepciones, una
compulsión a la repetición verdaderamente guiada por la pulsión de muerte.
Afirma Perlado: “El líder y sus portavoces, invaden la mente del sujeto y terminan
siendo destructivos debido a la repetición de la misma maniobra que acaba llevando al
sujeto a un estado de indefensión. Aunque este funcionamiento muchas veces lo
entendamos como defensivo (contra la psicosis o la melancolía), eso no elimina el daño
que termina generando en la vida del adepto” (Perlado, 2002). La finalidad de la
maniobra que pone en marcha el perverso narcisista no es exclusivamente la obtención
del dinero del adepto, sino alcanzar el poder sobre él, ya que al emplearlo como un
objeto obtiene su goce. A través de un proceso inicial de seducción, el líder y sus
portavoces logran atraer la mente del sujeto; el objetivo inicial es seducir para
progresivamente desestabilizar, poniéndose luego en marcha un proceso mental por el
cual el líder penetra en el mundo interno del sujeto para transformar su identidad.
Simultáneamente, deben conseguir que el sujeto crea que es libre de escoger lo que
desee, que no perciba el manejo que se pone en marcha. La influencia que ejerce el
perverso narcisista va orientada a lograr un beneficio personal o grupal, sin contar con las
necesidades del sujeto. La relación que se establece entre ambos es de dependencia
afectiva, una dependencia que se instaura en el sujeto pero que en realidad ha sido
proyectada masivamente por el líder. Lo característico en este ataque perverso es
aprovecharse de los puntos vulnerables del sujeto y emplearlos como fisuras a través de
las cuales fomentar la dependencia. Empleando esos puntos débiles y mediante
maniobras simultáneas a nivel social por las cuales ellos se exculpan, logran invertir la
situación hasta que el observador llega a creer que fue el sujeto quien escogió esa
situación.
Respecto de las masas y totalmente aplicable a los grupos de manipulación y a la
función de líder dentro de la misma dice Freud: “Quien quiera influirla no necesita
presentarle argumentos lógicos; tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y
repetir siempre lo mismo” (Freud, 1921, 75).
¿Existe alguna manera de ayudar al adepto?; ¿hay alguna forma de colaborar con las
familias y amigos de los adeptos para que logren ayudarles a disolver esta dependencia?;
¿de qué manera la Psicología puede colaborar con este desafío? Vamos a intentar
responder a estas preguntas en lo que resta de nuestro trabajo.
36
CAPÍTULO IV:
DEVOLVER LA LIBERTAD.
LA SALIDA
“Conoceréis la verdad y
la verdad os hará libres”.
Juan 8, 32
En el presente capítulo vamos a exponer las vías de salida del adepto y cómo la
Psicología y los profesionales de salud mental pueden ayudar en el abandono de los
grupos de manipulación.
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4.1. Los “desprogramadores”
En el año 1951 el periodista estadounidense Edward Hunter publicó un libro titulado
Brainwashing in Red China (Lavado de cerebro en la China Roja). El libro trataba de
cómo eran utilizadas técnicas de MP en la China Comunista; con él se empezó a
popularizar el término “lavado de cerebro” en occidente y más aún cuando después de la
guerra de Corea y Vietnam se vieron muchos casos de prisioneros que habían sido
sometidos a este tipo de manipulación. En la década de los 60 y 70 y de la mano del
término “lavado de cerebro” se empezó a popularizar también la figura de los
“desprogramadores”. Tanto el tema del lavado de cerebro como el de la desprogramación
han sido motivo de más de una película de cine.
Desde un paradigma que considera al hombre como máquina, se concibe la MP
como un “programa de reforma del pensamiento” y si los adeptos han sido sometidos a
un programa para modificar sus convicciones, es oportuno entonces, desprogramarlos.
Los desprogramadores (Hassan, 1990; Singer, 2003; Baamonde, 2003) eran especialistas
en MP (en general ex adeptos) que intentaban hacerle al adepto el proceso inverso al cual
había sido sometido para la captación. Todo comienza con lo que se conocía como
“operaciones de rescate”: se intentaba localizar al adepto por parte de la familia y, una
vez encontrado, era secuestrado en la calle o bien lo hacía el desprogramador que se
había infiltrado en el grupo para ese fin. Después de alimentar al adepto y de hacerlo
descansar a fin de que recuperase fuerzas, se le obligaba a leer material crítico sobre el
grupo, se le sometía a largas sesiones en las cuales se intentaba deshacer lo que la MP
había logrado en el sujeto, se le hacía ver cintas de video, escuchar material de audio,
etc.
Este tipo de procedimientos implica una violencia tal que hasta pone en riesgo la
propia vida del adepto. Al respecto afirmaba Baamonde: “Si bien los defensores de tales
prácticas sostienen que las dos terceras partes de las desprogramaciones suelen tener un
resultado satisfactorio y, en algunos casos pareciera a primera vista no haber otra salida,
no son en absoluto recomendables. Lamentablemente no se mencionan los casos de
desprogramaciones que culminaron con el suicidio o automutilación del afectado. Es tal el
bombardeo a que se somete a los integrantes de algunos movimientos en relación a la
desprogramación, que esta los pone, en algunos casos, al borde de la locura absoluta”
(Baamonde, 2003, 167). Y es que si tenemos en cuenta lo que ha colocado el adepto en
el líder y en el grupo y si a ello sumamos la convicción de que si son arrancados del
grupo corren serio peligro de condenarse eternamente, comprenderemos cómo un adepto
en tal situación prefiera perder la vida terrena para salvar la eterna. Dice Baamonde:
“Esto ha provocado que algunas personas hayan intentado suicidarse delante de sus
mismos padres o desprogramadores, o que para escapar no duden en arrojarse por una
ventana desde un segundo piso; o que, para no escuchar o ver a los desprogramadores,
intenten mutilarse los oídos o los ojos” (Baamonde, 2003, 168). Además no debemos
perder de vista que en toda desprogramación se encuentra generalmente implícito un
secuestro, una privación de la libertad y la utilización de técnicas, que por ser también
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manipulativas, están fuera de toda ética. Debemos sumar además lo traumático de la
situación tanto para el afectado como para sus familiares.
Si bien el fin de la desprogramación se presenta como loable, en esto como en todo,
el fin no justifica los medios y debemos por lo tanto buscar otras alternativas que desde
una visión ética nos permitan ayudar al adepto y a su familia. Pero, ¿cuáles pueden ser
esas otras vías?
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4.2. Los consejeros de salida
Afortunadamente para los adeptos y sus familias existen otras alternativas que no
implican ni los riesgos ni las consideraciones de carácter ético que encerraría una
desprogramación.
En algunos países existe lo que se ha dado en llamar “asesoramiento en la salida”
(exit counselling) y está brindado por profesionales de la Salud Mental que se han
especializado en el tema de la MP; estos especialistas se definen como “consejeros de
salida”. Podemos decir que la diferencia fundamental entre el “asesoramiento en la
salida” y la “desprogramación” radica en que el primero se lleva a cabo de acuerdo con la
persona afectada, sin conculcar sus derechos y sin utilizar técnicas manipulatorias. Estos
consejeros de salida en general suelen trabajar en equipos multidisciplinarios que incluyen
especialistas en temas religiosos, sociológicos, médicos y psicológicos, entre otras
especialidades.
Generalmente el modo de llegar a la consulta es a través de los padres, pareja o
amigos del adepto; es raro que sea el propio afectado el que consulte. A partir de estos
primeros contactos el consejero deberá tener varios encuentros con la familia del adepto
a fin de conocer en qué tipo de grupo se encuentra, cuánto tiempo hace que está dentro,
consultar material crítico sobre el grupo y sobre las estrategias de captación y las técnicas
de MP que más utilizan, y los efectos de las mismas; será oportuno también contactar, si
es posible, con ex adeptos de ese mismo grupo a fin de conocer un poco más de cerca la
figura del líder, la estructura, los fines que dice perseguir, etc. Cabe destacar que para
llegar a este punto, es imprescindible que el trabajo sea en equipo y muy bien coordinado
(es conveniente que la familia tome conciencia de que es ella una parte importante del
equipo), a fin de que no existan mensajes contradictorios. Generalmente, el consejero de
salida deberá llevar a cabo varias reuniones con los padres y familiares del afectado, no
sólo para recabar información acerca del particular modo de interacción familiar y su
historia, sino también para asesorarlos en diversas técnicas de comunicación ya que la
misma familia, como hemos visto, se encuentra con frecuencia profundamente dañada.
“Los resultados obtenidos por medio de este método son sumamente alentadores,
razón más que suficiente para no recurrir a medidas como la desprogramación, y a
diferencia de lo que comúnmente se piensa, un promedio de entre tres días y una semana
en contacto intenso con el afectado, suele bastar para que se efectúe el abandono del
movimiento” (Baamonde, 2003, 171).
¿Qué es lo que se hace en ese período? Por razones de espacio dentro de este trabajo
no podríamos detallar lo que una salida significa (casi abarcaría el espacio de una tesis
entera), así como tampoco dar una idea minuciosa de un proceso de asesoramiento en la
salida. Sí vamos a proporcionar una pincelada de lo que sería un proceso de este tipo
para que el lector pueda tener una idea de ello, en particular los puntos sobre los cuales
un profesional de la salud mental al que le llegue una consulta de este tipo debe apoyarse
para lograr una ayuda efectiva al adepto y a su familia.
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“Uno de los elementos a tener en cuenta y que generalmente se descuida, por la
confusión que genera la observación de ciertos cambios en la conducta de la persona que
está siendo captada, es que la decisión adoptada por ella no es simplemente un acto, sino
que obedece a todo un proceso. Este proceso se inicia mediante un proselitismo que,
ocultando muchas veces sus verdaderos fines, ha utilizado algún factor particular de la
persona para su captación. Por esta razón la desvinculación no se dará tampoco en un
momento, sino a través de un proceso” (Baamonde, 2003, 172, 173). Hemos de tener en
cuenta que una de las cosas que más dificulta este proceso es el hecho de que en la
mayoría de estos movimientos, lo primero que se procura en la captación es socavar las
relaciones que tiene el adepto, no sólo a nivel familiar, sino con todas aquellas personas
ajenas al grupo que, de alguna manera, tengan cierta ascendencia sobre él. Por eso lo
más recomendable es que quien guíe en el proceso de egreso sea un tercero, en este caso
el asesor.
Decíamos en el capítulo anterior que el proceso de MP estaba basado en un recurso a
la renegación y que si bien es popular la creencia de que los adeptos a grupos sectarios
son totalmente ignorantes de lo que dentro del grupo sucede ya que no llegan a perder
totalmente su capacidad crítica y que pese a ello de todas maneras reniegan de ese
conocimiento. Es sobre la base de estos “restos críticos”, por llamarlo de alguna manera,
que el asesor debe cimentar el proceso de salida; además, por más conflictiva que pueda
haber sido una familia o por más desvalorizados que los imagos parentales estén, siempre
ha de haber alguna huella de afecto sobre la cual poder sostener el proceso de salida y
también por el hecho de que el yo no termina de objetivarse nunca.
Las recomendaciones que vamos a exponer son de tipo general; cada una de ellas
deberá adaptarse a las condiciones, siempre particulares, de cada adepto, de cada familia
y de cada grupo de manipulación del cual se trate. En el acercamiento a un afectado
pueden resultar convenientes las siguientes recomendaciones que describe Baamonde
(2003, 172, 195):
a. Incrementar el diálogo. El primero y más importante de los pasos iniciales es la
reanudación del diálogo. Éste debe incrementarse no sólo en frecuencia, sino
especialmente en intimidad y profundidad. Una vez logrado un buen nivel de diálogo, se
podrá hablar de cualquier tema, incluso de aquellos más delicados y dolorosos. Si no se
consigue este nivel de diálogo, no será posible ni siquiera decir “buenos días” sin que
suene a conflicto. Si la situación personal del adepto o las características del grupo no
permitieran el diálogo personal, es recomendable iniciar el acercamiento mediante un
intercambio epistolar, siempre teniendo presente que estas cartas con toda seguridad
serán leídas por las autoridades del grupo, razón para ser muy cuidadoso en lo que se
escribe.
b. Buscar nuevas formas y lugares de encuentro. El ser humano no puede
sustraerse a las costumbres y a las asociaciones, por ello habrá lugares donde nos será
más fácil o difícil entablar una conversación. Si siempre discutimos en la sala,
terminaremos por asociar las situaciones con los lugares, dificultando en gran medida
poder lograr una conversación cordial. Por ello es de suma importancia tratar de
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encontrar nuevos lugares y formas de contacto. Algo que facilita el diálogo consiste en
intentarlo mientras se camina. El caminar, como dice el dicho, “afloja la lengua”. Y el
hecho de no estar frente a frente, facilita un grado mayor de intimidad, sin que posibles
sentimientos de vergüenza o pudor dificulten la comunicación.
c. Recabar información. También será importante poder recabar la mayor cantidad
de información posible y de diversas fuentes sobre el movimiento en el cual se encuentra
involucrado el afectado. Toda información será importante, pero en especial la siguiente:
orígenes, prácticas y creencias, estrategias proselitistas que utiliza, objetivos,
características particulares del fundador y sus dirigentes, actitud del grupo frente al
mundo en general, la sociedad, la salud, la educación y las leyes; si el movimiento, el
líder o los dirigentes tienen antecedentes judiciales; posible utilización de técnicas de MP
y cuáles específicamente. De ahí podrán surgir elementos que nos vayan descubriendo
qué sedujo al afectado para su ingreso, así como también potenciales riesgos para su
salud e integridad física, que podría implicar su inserción en el mismo.
d. No confrontar. Bajo ningún concepto se deberá confrontar con la persona
afectada. Como ya escribimos anteriormente, al responder las adhesiones a cuestiones
eminentemente emocionales, toda confrontación le hará reaccionar de manera personal,
corriendo el riesgo de que, por defenderse, se reafirme aún más en las doctrinas del
movimiento.
e. Evitar pensamientos o sentimientos de culpa. Bajo ningún aspecto los
familiares de la persona afectada deben perder tiempo y energías en buscar posibles
culpas. En esos momentos toda la atención y energía deben estar puestas en la persona a
ayudar, y seguir las indicaciones que eventualmente señale el profesional que se
encuentre llevando adelante la tarea de asesoramiento. Más adelante, y una vez
solucionado el problema, será la ocasión de asumir un tratamiento psicoterapéutico,
donde puedan reevaluar posiciones, actitudes y posibles responsabilidades.
f. Expresar dudas con respecto a los postulados del movimiento. En este caso es
recomendable que las dudas sean expresadas en voz alta, pero como para uno mismo,
para evitar que la posible angustia que pudieran generar estas dudas, provoquen que el
afectado asuma una posición defensiva, aferrándose aún con más fuerza a dichos
postulados.
g. Mediatizar las respuestas. No se puede pretender que se tenga respuesta para
todo. En caso de llegar a una situación donde el afectado nos exija una respuesta, y sobre
todo si en algún momento del diálogo se prevé que puede acabar en discusión, es
recomendable la mediatización. Esto dará tiempo –que en lo posible no deberían ser más
de 24 horas– para reflexionar o buscar información y estudiar la forma más adecuada de
compartirla. Una vez hecho esto, no hay que esperar a que el afectado nos pregunte, sino
que hay que abordarlo y decirle que ya hemos pensado en el tema pendiente, y retomar
así la conversación. Con esto, además de lograr la continuidad del diálogo en forma
cordial y enriquecedora, como en un espejo le estamos demostrando al afectado “que
tenemos derecho a tomarnos un tiempo para pensar”, cosa que habitualmente el
movimiento no le permitirá. Por esto, además de hacerlo quien esté llevando adelante el
42
diálogo con el afectado, hay que incentivarlo también a él, a que se tome un tiempo para
pensar en los diversos tópicos de la conversación.
h. Recordarle períodos de su vida anterior a la inserción con el grupo, que
hayan sido vivenciados como agradables. Es importante ayudarle a recordar a la
persona afectada, de forma espontánea y natural, períodos de su vida anteriores a su
ingreso en el movimiento y que hayan sido vivenciados positivamente. La mayoría de los
grupos de características sectarias, tienden a calificar muy negativamente el período
presectario, porque se ha vivido en tinieblas y no se contaba con el verdadero
conocimiento que posibilita la felicidad real. Asimismo es frecuente que al
sobredimensionar los conflictos larvados que tenga la persona a influenciar, esta vea
mucho más fácilmente los aspectos negativos de su pasado que los positivos. El llevar
adelante la presente recomendación va minando progresivamente las consignas del
movimiento.
i. Recontactarlo con antiguas amistades. El alejamiento progresivo de la familia va
precedido por el alejamiento de los vínculos sociales y las amistades. A fin de que el
afectado pueda recibir, aunque sea indirectamente, otros marcos referenciales distintos a
los esgrimidos por el grupo, es de gran importancia recontactarlo con antiguas amistades.
j. Detección de fisuras en el discurso. A través de la profundización del diálogo se
intentará detectar fisuras en el discurso del afectado. Generalmente estas fisuras se
manifestarán en forma de dudas. Una vez manifestadas éstas se le debe escuchar y
demostrar una verdadera empatía, para luego incentivarlo a recabar información para la
superación de dichas dudas.
k. Contención afectiva y contacto físico. Es posible que cuando comiencen las
fisuras en el discurso estas vengan acompañadas de períodos de profunda angustia y
ansiedad. Aquí, al igual que en el resto del acercamiento, es de vital importancia que se
expresen los sentimientos de amor y cariño que se tienen para con el afectado, y que
exista un contacto físico que demuestre nuestra cercanía y disposición hacia él. Un
apretón de manos, una caricia en la cara, tomarlo unos segundos de las manos... muchas
veces expresan más que las palabras.
l. Posibilidad de contacto con especialistas. Llegado el momento oportuno, se le
puede ofrecer la posibilidad de ponerse en contacto con especialistas en el fenómeno de
las sectas, a fin de que pueda recabar tanto información general sobre los mismos y sobre
el movimiento al que se ha adherido como sobre las técnicas de proselitismo,
adoctrinamiento y los efectos que algunas de éstas producen. Es aquí donde el psicólogo
que estaba asesorando a la familia en el proceso de salida del adepto, entra en contacto
personal con el mismo.
43
4.3. El día después
Acabamos de exponer de manera sintética lo que sería un proceso de asesoramiento en
salida; este tipo de procesos con la guía del asesor y el rol protagónico de la familia y los
amigos, suele ser un proceso largo, dificultoso, con idas y vueltas y, sobre todo, muy
doloroso, que en el mejor de los casos finalizará con la salida del grupo por parte del
adepto.
Después del abandono el ex adepto es invadido por el miedo, la culpa, la vergüenza y
es abrumado por un sinfín de preguntas: ¿automáticamente vuelve todo a la normalidad?
¿Todo ha sido un mal sueño? Después de una experiencia tan traumática y movilizante:
¿naturalmente se generarán “anticuerpos”? ¿Qué pasará con las relaciones? ¿Cambiarán
mágicamente? Y, finalmente: ¿aquel dolor que queda metido muy adentro del alma,
podrá ser acallado? ¿No será conveniente olvidarse lo más pronto posible de todo y hacer
borrón y cuenta nueva? Éstas son tan sólo algunas de las muchas preguntas que suelen
surgir en el corazón de todos los involucrados.
La salida no es el fin del proceso, sino el inicio. Es necesario que al abandono le siga
un proceso psicoterapéutico; surgirán muchos temas e interrogantes, tales como qué
hacer de ahora en adelante, cómo ayudar a eventuales amigos que han quedado dentro
del grupo, si enfrentarse o no a los líderes, cómo tratar los sentimientos de culpa e
incomodidad, las pesadillas y otros síntomas habituales, cómo aceptar sin resentimientos
todo lo pasado, etc.
Afirma Perlado: “Si la afiliación no se emplea como cabeza de turco para ventilar
problemas previos de la familia y el acercamiento de la red que formamos se centra en la
comunicación y en las relaciones, es más probable que pueda darse un cambio en el
sentido de abrir la posibilidad a hablar con el adepto; este proceso puede ser más o
menos largo ocupando algunos meses” (Perlado, 2002).
La experiencia clínica ha demostrado que el asesoramiento terapéutico en el egreso es
el tratamiento de elección para ayudar al adepto a tomar distancia física y emocional del
grupo. Si la intervención es exitosa y tras un tiempo prudencial de seguimiento
observamos que el sujeto necesita de una ayuda más continuada, se indicará un
tratamiento psicológico.
Con respecto a la aplicabilidad de una psicoterapia psicoanalítica o de un análisis,
ambos deberían postergarse hasta que sea realizado un asesoramiento terapéutico por
parte del especialista. La clínica nos enseña que estos pacientes son pobres demandantes
de ayuda psicológica debido a que:
- Les cuesta ver que su implicación en el grupo pudiera tener algo que ver con su
historia personal.
- Quieren abandonar y olvidar la experiencia del grupo.
- La crítica que ejercen algunos grupos sobre los psicólogos o psiquiatras.
- La culpa que pueden sentir y/o la vergüenza de qué dirán.
- La falta de recursos económicos derivada de su explotación.
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- El desconocimiento de los profesionales de salud mental de la dinámica de la
manipulación.
Dentro de este enredo, uno se pregunta qué lugar queda para una posible
intervención psicoanalítica que busque favorecer el insight y la maduración emocional
dentro de un proceso encaminado a ayudar al ex adepto a reconectar con su experiencia,
reintegrar las partes disociadas de su yo y entender el sentido del vínculo establecido
dentro de su historia personal para no repetirlo. “La experiencia clínica muestra en este
sentido los efectos de la compulsión de repetición; pacientes, por ejemplo, que tras
abandonar un grupo considerado secta entran en relaciones abusivas o ampliamente
confusas, no son una excepción” (Perlado, 2005).
Desde una aproximación psicoterapéutica, y una vez el adepto ha abandonado el
grupo, será necesaria una adecuada contención emocional así como “el interrogarse
continuamente sobre la propia contratransferencia, para poder ir elaborándola, pero sobre
todo una gran libertad de acción dentro del dispositivo analítico, con un encuadre
flexible” (Perlado, 2002). La contratransferencia con adeptos nos lleva a elaborar
nuestras propias relaciones con el poder, los grupos, la jerarquía, la autoridad, las
instituciones o la formación, por lo que existe el riesgo de que caigamos en
identificaciones proyectivas o asumamos una idealización incuestionable.
La rigidez de encuadre no podrá ser mantenida; deberemos ir explorando lentamente
las relaciones de objeto aceptando que sea el mismo paciente quien vaya pasando
progresivamente a una asociación más libre (Perlado, 2002). Deberíamos dejar que fuera
el mismo paciente quien reconociera el encuadre, los límites, la técnica y la referencia de
la psicoterapia. “La claridad del dispositivo deberá ser máxima, asegurando una
estabilidad de base que permita el desvelamiento del mundo interno. Debemos ir
reconstruyendo un espacio simbólico, yendo de lo más concreto a lo más simbólico, sin
apresurarse en la interpretación y evitando silencios prolongados porque en los momentos
iniciales no pueden ser aprovechados para la elaboración” (Perlado, 2002).
Será básica la contención de proyecciones violentas, manteniéndose firme el
terapeuta, pero al mismo tiempo en una contención benevolente, aunque la pasividad no
es recomendable. “Deberemos no perder de vista la existencia de un factor traumático
externo real, junto a la participación de una voluntad perversa, sin descuidar la propia
subjetividad que irá abriéndose camino” (Perlado, 2002).
Una supervisión del caso con un especialista en psicoterapia y grupos sectarios podría
servir al clínico a ayudar más efectivamente al paciente y también para poder ir
reconociendo las posibles actuaciones contratransferenciales que se puedan estar
teniendo.
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REFLEXIONES
Que hayamos preferido titular esta última parte de nuestro trabajo como “reflexiones” en
lugar de “conclusiones”, no es casual. Creemos que este es un trabajo que hace las veces
de puntapié inicial de un proceso de investigación y de elaboración personal que acaba de
comenzar. Además, ¿sería posible concluir este tema? Nos parece una pretensión
desmesurada dar por concluido el tema; más bien volcaremos una serie de reflexiones
personales que nos motivan a seguir profundizando en el apasionante tema de la
Manipulación Psicológica.
Hemos abordado el tema del sectarismo tomando como punto de partida el vínculo
adepto/líder/grupo porque entendemos que, al ser este vínculo lo que está en la base de
las estructuras sectarias, es también lo común a cualquier grupo sectario del que
hablemos, sean estos del origen que sean. Este tipo de vínculo de dependencia puede
aparecer en cualquier ámbito y así pueden aparecer grupos sectarios bajo la forma de una
organización no gubernamental, un partido político, una asociación cultural, una iglesia,
un movimiento de tipo orientalista, en el ámbito laboral (mobbing), etc.
La Nueva Era ha traído consigo el florecimiento de una “nueva religiosidad”, una
religiosidad “a la carta” (Mardones, 1988), nuevas formas de la religiosidad en las que
muchas veces “lo religioso” aparece bajo una pátina de filosofía, ciencia, política,
empresas, etc. Aquí es dónde surge nuestra primera pregunta: ¿es el de las sectas un
fenómeno estrictamente religioso?; porque de ser un fenómeno estrictamente religioso,
deberíamos tomar al sectarismo como un tipo de religiosidad patológica y sería entonces
tema de enfoque para la Psicología de la Religión. Quizás para algún lector desprevenido,
la respuesta a nuestro interrogante resulte una obviedad, pero no lo es; hoy en día en
distintos foros de especialistas en sectas se discute este tema y se discute mucho.
Lo que sucede es que cuando hablamos de sectas inmediatamente pensamos en
Testigos de Jehová, Mormones, Hare Krishna, grupos budistas, Niños de Dios, sectas de
origen cristiano, paracristiano o grupos de corte orientalista, etc., que son, a su vez, los
más difundidos a nivel del conocimiento popular. Pero cada vez más están surgiendo
grupos que no sólo no se presentan como religiosos sino que alzarían la voz al saber que
se les está considerando como tales. Grupos de Insight (Argentina Works, Uruguay
Works, Grupo Torch), empresas (Amway), grupos de tipo platillista, Gnosis, Nueva
Acrópolis, etc.; movimientos sectarios que utilizan técnicas de MP para la captación y el
reclutamiento y que a priori no se presentan como grupos religiosos.
Se da un entrecruzamiento entre movimientos que siendo sectarios no se presentan
como religiosos y movimientos religiosos que efectivamente son sectarios. El
discernimiento fino de este entramado es muy complejo y deberíamos recurrir al apoyo
de otras disciplinas (Filosofía, Fenomenología de la Religión, Teología, etc.) que también
abordan el fenómeno del sectarismo, para poder lograr un esclarecimiento del mismo. Lo
común es el tema de la manipulación psicológica que se da en todos los grupos sectarios
más allá de la doctrina que se sostenga.
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¿Cuáles son las causas de la proliferación de grupos de manipulación en nuestros
días? La lógica instrumental propia de la sociedad de consumo capitalista ha
transformado todo en un objeto de consumo. Lo descartable invade las góndolas de los
supermercados, todo se compra hecho, se usa y se tira. De alguna manera esta lógica ha
invadido los vínculos y así las relaciones humanas se han vuelto también instrumentales y
lo subjetivo ha quedado devaluado; de alguna manera hemos llegado al punto en el que la
persona ha dejado de ser un fin en sí misma para pasar a ser un medio para otros fines.
“Cabe consignar la existencia de un momento postmoderno y, por lo tanto, de un sujeto
de la postmodernidad. Este sujeto es fruto, efecto, de la globalización, que ha estado
acompañada por las políticas neoliberales, el desfondamiento de los Estados-Nación,
cuyas consecuencias han sido un decaimiento del Otro y la destitución subjetiva. Sus
características han sido puestas de manifiesto por Dany-Robert Dufour, y adquiere
cuatro modalidades: 1) la pandilla; 2) la secta; 3) la inscripción, no en el orden del deseo,
sino en el de la necesidad (toxicomanías); 4) la tentativa de convertirte en el Otro” (Gil,
2006).
En una cultura donde la finitud y la inseguridad campean (todo parece ser efímero,
inestable), el sujeto vive en una situación de mucha inseguridad y angustia frente al
futuro. No se sabe qué sucederá mañana con el trabajo, el dinero y la patria; se han
terminado las seguridades. Los grupos de manipulación capitalizan en su favor este
sentimiento de abandono y naufragio. Por un lado, a través de la manipulación
psicológica intentan transformar al sujeto en objeto y, por otro lado, a personas que viven
inmersas en una cultura en la que donde todo parece provisorio, les ofrecen seguridades.
Los fundamentalismos son dogmatismos que ofertan seguridad al precio de la libertad y
de la subjetividad.
La modernidad se derrumbó delante de nuestros propios ojos y con ella
aparentemente también se derrumbaron las seguridades; quizás el acontecimiento que
simboliza este desmoronamiento sea la caída del Muro de Berlín en 1989 que marca la
caída del llamado “socialismo real”, uno de los utópicos proyectos modernos. Junto con
la modernidad cae la razón omnicomprensiva moderna que pretendía explicarlo todo y
sus proyectos; a lo largo del siglo XX, todas las esperanzas modernas se han manifestado
inconsistentes. Es verdad que la ciencia ha beneficiado notablemente la vida de las
personas, pero también ha hecho posible desde el holocausto judío hasta las tragedias de
Hiroshima y Nagasaki; el marxismo, en lugar de traer el paraíso comunista, dio origen a
la masacre de Tiananmen; las sociedades capitalistas avanzadas han alcanzado un alto
nivel de vida, pero están a su vez corroídas por dentro por el gusano del tedio y del sin
sentido... En resumen, para toda una generación, el mundo, de pronto, se ha venido
abajo. La postmodernidad hunde sus raíces en lo más profundo del proyecto moderno, y
desde el fracaso de este, brota toda ella hecha de desencanto, nihilismo y ese peculiar
sentimiento de naufragio. Si a la postmodernidad se la define como una “manera de ser”
(González Carvajal, 1991), nosotros podemos decir que esta manera de ser ha dado lugar
a lo que Roudinesco define como “el paradigma del hombre depresivo” (Roudinesco,
2002).
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El hedonismo postmoderno parecería una reacción a este particular estado de
depresión y sin sentido, y lleva a que en nuestros días estemos bombardeados por una
multitud de técnicas para el cuidado de la salud, del cuerpo, de la mente y proliferan los
ejercicios corporales y masajes, la sauna, la dietética macrobiótica y las vitaminofilias, la
bioenergética, así como toda una multiplicidad de terapias (deberíamos llamarlas
pseudoterapias) “religiosas” New Age (Almendros, 2005). En nuestros días el dolor y el
sufrimiento han sido acallados, a nuestras sociedades no les gusta conocer el dolor y
prefieren hacer a un lado la cara para no verlo. Quizás el descubrimiento del
antidepresivo sea la expresión viva del triunfo de la ciencia sobre el dolor, “el
medicamento psicotrópico devino lo que es sólo porque apareció en un momento
oportuno. Se convirtió entonces en el símbolo de la ciencia triunfante, la que explica lo
irracional y cura lo incurable. El psicotrópico simboliza el triunfo del pragmatismo y del
materialismo sobre las borrosas elucubraciones psicológicas y filosóficas que intentaban
delimitar al hombre” (Roudinesco, 2002, 23).
Los hombres prefieren, entonces, entregarse al consumo de recetadas sustancias
químicas antes que hablar de sus sufrimientos. Este intento por enmudecer el dolor trae
consigo no sólo la negación de la subjetividad –a cada paciente se le receta la misma
gama de medicamentos frente a cualquier síntoma (Roudinesco, 2002)–, sino también el
hecho de que ante el dolor no curado, la persona se pierda en un laberinto de medicinas
paralelas. “Asistimos en las sociedades occidentales a un increíble auge de ensalmadores,
hechiceros, videntes y magnetizadores. Frente al cientificismo erigido religión y frente a
las ciencias cognitivas, que valorizan al hombre-máquina en detrimento del hombre
deseante, vemos florecer, como consecuencia, toda una clase de prácticas surgidas, ya de
la prehistoria del freudismo, ya de una concepción ocultista del cuerpo y el espíritu:
magnetismo, sofrología, naturopatía, iriología, auriculoterápia, energética transpersonal,
prácticas medúmnicas y de sugestión, etc.” (Roudinesco, 2002, 16).
Nos falta hacer mención a otro aspecto de este fenómeno: el milenarismo. Las
décadas de los 60, 70 y 80 fueron quizás en las que más se vio un florecimiento de
grupos de manipulación. El clima milenarista se desarrolla de manera decisiva en
ambientes en los que, ante la inquietud de cataclismos naturales, ante la aparición de
comportamientos sociales deteriorados (terrorismo, violencia étnica, etc.) o ante la
proximidad de un fin de milenio, surgen miedos irracionales que generan un estado de
ansiedad religiosa, mezcla de pánico visceral y exaltación mesiánica, que de alguna
manera induce a la aparición de grupos que proclaman la llegada de un Mesías capaz de
fulminar este mundo corrompido y hacer aparecer una nueva creación. Pero esto exige
conversión, seguimiento, separación y ruptura con la sociedad. Y lógicamente, pide
trabajo de captación de nuevos adeptos.
Creemos que hemos pintado, a grandes pinceladas, el marco dentro del cual se
presenta el complejo fenómeno de la Manipulación Psicológica. Dentro de este marco se
desarrollarán desde grupos que buscarán el sometimiento del adepto para el logro de un
lucro económico hasta grupos destructivos que, como lo ha demostrado la historia,
pueden llegar hasta el suicidio colectivo. Entretanto aparecen el intrusismo profesional y
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el abuso terapéutico, la manipulación en el ámbito empresarial, de la familia, del trabajo,
etc.
Consideramos que estamos en un momento en el cual podemos, de alguna manera,
interpelar a nuestra propia casa de estudios en el sentido de nulo espacio (por lo menos
así lo fue mientras cursamos nosotros) que al tema que nos ocupa se le da en nuestra
Facultad de Psicología. Bien valdría que se abriese la discusión dentro de nuestra
Facultad y bien estaría que este tema tuviese su lugar en la formación de los futuros
psicólogos, mucho más teniendo en cuenta que los dogmatismos en Psicología están
encima de la mesa sobre todo en lo referente a posturas epistemológicas, marcos
teóricos, o “corrientes” como se les suele llamar dentro del ámbito psicológico. Poder
hacer esta Memoria de Grado no ha sido tarea sencilla; pudimos constatar que a las ya
consabidas resistencias que suele provocar el Psicoanálisis debemos sumar las ampollas
que el tema del sectarismo levanta. Constataciones estas que nos deberían llevar a
cuestionarnos a todos.
En lo referente a nuestro trabajo hemos enfocado el mismo como un primer enfoque,
y en ese sentido creemos que, con el recurso a los textos freudianos y los aportes de
Miguel Perlado hemos logrado el objetivo planteado. En la medida que avance nuestra
formación en Psicoanálisis nos propondremos seguir en la investigación del fenómeno de
la Manipulación Psicológica recurriendo a las aportaciones teóricas de autores como:
Klein, Kohut, Winnicott, Bion. También consideramos importante seguir en la línea de
un diálogo entre Psicoanálisis y Religión, como lo han venido haciendo autores como
Carlos Domínguez Morano y Ana María Rizzuto.
A propósito del lugar que el tema de la Manipulación Psicológica y el Sectarismo
debieran ocupar dentro del currículo de la carrera de Psicología, queremos terminar
compartiendo un pensamiento acerca de este tema del recientemente fallecido Lic. José
María Baamonde, quien en una entrevista que se le realizara en Radio María de España
poco antes de fallecer dijo: “Hoy más que nunca es prioritario que las Universidades
Católicas se aboquen al estudio profundo y metódico del fenómeno de las sectas y
nuevos movimientos religiosos, pues lejos de decrecer, aumenta y desde hace algunos
años se perfilan nuevos campos de estudio como es el de sectas y actividades terroristas.
Es prioritario que las Universidades Católicas fieles también a ser maestras en
humanidad, y no otras instituciones que virtualmente puedan obedecer a intereses
particulares, se erijan en faros orientadores y esclarecedores en un tema harto árido y
escabroso”.
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Barcelona: Ed. Herder.
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Colección RIES
Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas
TÍTULOS PUBLICADOS
Nº 1
Teodoro García González
Los testigos de Jehová.
Una guía para católicos
Año 2013 – 260 pp.
Nº 2
Luis Santamaría del Río
Entre las sectas y el fin del mundo.
Una noche que murmura esperanzas
Año 2013 – 238 pp.
52
53
***
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
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Índice
Página de Titulo
Página de Copyright
Sectas y manipulación mental. Un enfoque desde la Psicología
(Colección RIES, #3)
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I: | INTRODUCCIÓN GENERAL AL FENÓMENO DE
LAS SECTAS
1.1. El problema de la definición
1.2. El líder sectario
1.3. Factores predisponentes para el ingreso en una secta
CAPÍTULO II: | LA MANIPULACIÓN PSICOLÓGICA | EN LAS
SECTAS
2.1. Haciendo un poco de historia
2.2. Las técnicas de manipulación psicológica
2.3. La Manipulación Psicológica como proceso
CAPÍTULO III: | LA LIGAZÓN SECTARIA
3.1. El sueño de la completitud
3.2. Ese incastrable personaje y sus portavoces
CAPÍTULO IV: | DEVOLVER LA LIBERTAD. | LA SALIDA
4.1. Los “desprogramadores”
4.2. Los consejeros de salida
4.3. El día después
REFLEXIONES
BIBLIOGRAFÍA
Colección RIES | Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas |
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