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Ensayo

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Lucía Caamaño Rayo
Doble Grado Derecho y ADE Línea 1
ESTA VEZ ES
DISTINTO: OCHO
SIGLOS DE
NECEDAD
FINANCIERA.
Lucía Caamaño Rayo
Doble Grado Derecho y ADE Línea 1.
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Lucía Caamaño Rayo
Doble Grado Derecho y ADE Línea 1
ÍNDICE
1. UNA BREVE INTRODUCCIÓN. ......................................................................... 3
2. UN VIAJE POR LAS CRISIS FINANCIERAS A LO LARGO DE LA
HISTORIA. ................................................................................................................. 3
3. NO HAY NADA NUEVO, SALVO LO QUE SE HA OLVIDADO. .................... 8
4. APRENDIZAJE SOBRE LAS CRISIS ..................................................................10
5. BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................12
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1. UNA BREVE INTRODUCCIÓN
“Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera”, es el libro escrito por Carmen
Reirnhart, vicepresidenta y economista del Grupo Banco mundial, y Kenneth S. Rogoff,
profesor de economía en Harvard, en el que los autores nos guían a través de un análisis
cuantitativo de una muestra compuesta por 66 países de los cinco continentes, sobre la
evolución histórica de distintos episodios de crisis a lo largo de 800 años, que son provocados
por un rasgo común: el excesivo nivel de deuda de las naciones.
El libro gira principalmente en torno a una premisa, que será el motivo fundamental para su
redacción: el síndrome de “Esta vez es distinto”. Este síndrome se basa en la creencia de los
expertos en economía de que las crisis son acontecimientos que no nos incuben en el
presente, son cosas que han ocurrido en el pasado y que no tienen por qué volver a repetirse,
ya que hemos aprendido de ellas. Tenemos herramientas y recursos más sofisticados para
detectar y hacer frente a cualquier crisis que se nos presente. Los autores defienden que este
ha sido el procedimiento que muchos gobiernos han seguido en sucesivas crisis a lo largo de
la historia: la Gran Depresión, la crisis de los años ochenta, la crisis de las hipotecas basura
en 2007… creyeron que eran sucesos aislados, cuyo comportamiento nada tenía que ver con
las anteriores crisis y que por ello no era necesario alarmarse por las señales que indicaban
que algo no funcionaba adecuadamente en la economía.
Lo cierto es que, Reirnhart y Rogoff nos muestran cómo los distintos episodios, ya sean de
inflación, impago o crisis bancarias, que se han dado a lo largo del tiempo, han seguido
patrones comunes, tanto en los años previos a la crisis y las causas, como en los años
posteriores y las consecuencias, y cómo a pesar de tener constancia de ello, hemos seguido
tropezando con la misma piedra.
2. UN VIAJE POR LAS CRISIS FINANCIERAS A LO LARGO DE LA
HISTORIA
Los autores comienzan por la introducción de los conceptos básicos que se van a tratar a lo
largo del libro, como los tipos de crisis y los criterios que han usado para distinguirlas. Se
exponen cinco tipos de eventos: crisis inflacionarias, derrumbes monetarios, crisis bancarias,
crisis de deuda externa y crisis de deuda interna. Asimismo, introducen el concepto de
impago serial, considerado como el incumplimiento de pagos por un largo periodo de
tiempo. En relación con esta última idea, hacen hincapié en el concepto de intolerancia a la
deuda. Cuando un país incumple el pago de sus deudas una vez, es más probable que vuelva
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a hacerlo en un futuro. Es muy difícil graduarse de esta condición de país “moroso” y el
conseguirlo puede tomarle un tiempo, mientras que para un país que ha saldado sus deudas
siempre, una vez que incurre en un impago le es muy fácil perder esta condición.
A continuación, se trata la deuda externa soberana, definida como el endeudamiento
contraído por una nación con sus acreedores extranjeros. Las causas fundamentales para
incurrir en este tipo de impago son diversas. La primera y la más importante, sería la falta de
voluntad del país deudor más que la capacidad para saldar su déficit. El problema no está en
la falta de liquidez, sino en la insolvencia, es decir la no voluntad. En el pasado, el empleo de
la violencia y de las amenazas imperaba en las relaciones entre los países para conseguir que
los “morosos” devolvieran aquel dinero que habían pedido prestado, cosa que hoy en día es
inimaginable. Actualmente estos países tratan de saldar sus deudas no solo por su reputación,
ya que si se incumple en el impago muy difícilmente podrán obtener créditos en el futuro,
sino también por los intereses comerciales en el extranjero, que podrían verse gravemente
afectados. El segundo motivo por el que se producen los impagos externos es la falta de un
marco legal supranacional que regule el cumplimiento de los pagos de deuda. Normalmente
los países acreedores no poseen el poder suficiente para hacer que el país moroso devuelva
la totalidad de la deuda, pero si una parte significativa, lo que es conocido como
reprogramación de la deuda.
Por otro lado, destacan la estrecha relación histórica entre las crisis de deuda externa y las
crisis bancarias. Las crisis bancarias provocan un debilitamiento del crecimiento global, que
se asocia con una bajada de los precios de las materias primas, reduciendo las exportaciones
y la entrada de divisas extranjeras. Esto supone una gran barrera para la entrada a los
mercados internacionales de capital para los países emergentes, que no tienen más remedio
que incurrir en un impago. También se plantea la conexión entre el aumento de los países
“morosos” y la inflación, conexión que es relativamente moderna y que se asocia al abandono
del patrón oro y consecuentemente a la aparición de la moneda fíat. Cuando los países dejan
de pagar una deuda su situación empeora, ya que como se ha mencionado antes, se produce
un cese en la prestación de dinero, por lo que los gobiernos recurren a otras formas de
ingresos, como es en este caso el impuesto inflacionario. En definitiva, podemos considerar
la inflación como otra forma de impago empleada por las instituciones de un país.
Como último punto de este bloque temático, los autores hacen un recuento de los episodios
de impago en los que han incurrido distintos países del mundo. Comenzando por Europa, a
la cabeza encontramos España, con nada más y nada menos que 13 episodios de impago. En
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segunda posición está Francia, con 8 impagos, aunque la situación de Francia es distinta a la
de España, ya que, a pesar de su elevado número de impagos, consiguió graduarse y no ha
vuelto a incurrir en un impago desde 1800 hasta la actualidad. En Latinoamérica el comienzo
de los episodios de impago coincide con la independencia de las colonias. El país con más
impagos es Venezuela, seguido de Chile, Ecuador, Brasil y Ecuador, todos ellos con un
número de 9 impagos. Encontramos que Argentina, a pesar de ser el país moroso por
antonomasia de Latinoamérica, no es el que presenta un mayor número de impagos.
La tercera parte trata la crisis de deuda interna, que es aquella acuñada bajo la jurisdicción
legal de una nación, normalmente emitida en la moneda local y adquirida por los nacionales
del país. Existen excepciones a lo largo de la historia de casos en los que la deuda interna ha
sido emitida en una moneda distinta a la nacional, que han desdibujado los límites entre la
deuda externa y la interna, como es el caso de los tesobonos mexicanos o los bonos emitidos
en libras esterlinas de Argentina. Se pone de manifiesto la falta de información acerca de este
tipo de impagos, como consecuencia de la poca transparencia de los gobiernos, pues si su
mala situación económica sale a la luz, es posible que se les cierren las puertas a los mercados
financieros. A pesar de la falta de datos y la poca relevancia que le han otorgado los
economistas, se llega a la conclusión de que la deuda interna tiene una mayor jerarquía frente
a la deuda externa. Esta última supone un mayor porcentaje del PIB en la antesala de un
impago, pues como resultado de una crisis de confianza con los acreedores extranjeros, los
países se ven obligados a depender en mayor medida de la deuda contraída con sus
ciudadanos.
Existen dos tipos de respuestas que un gobierno puede dar respecto a una crisis de este tipo.
Por un lado, están aquellos que deciden bien propiciar un brote inflacionario aumentando la
base monetaria, bien llevar a cabo una desmedida represión financiera o bien la combinación
de ambas estrategias, que constituyó una táctica popular a finales de los 60 y principios de
los 80. Un ejemplo muy claro de esta situación se trata de la hiperinflación alemana en 1922,
cuando la deuda interna fue casi tres veces más grande que la base monetaria. Por otra parte,
están aquellos mandatarios que optan por repudiar o restructurar la deuda. En estos casos,
los costes de propiciar un alza inflacionaria supondrían unos costes mayores para el país, ya
que la economía podría sufrir graves desajustes a largo plazo. Por último, se realiza una
comparación de dos de las variables macroeconómicas más relevantes para el análisis de la
situación económica de un país, antes de un impago externo y antes de un impago interno:
el PIB y la inflación. Según el análisis llevado a cabo por los autores, resulta evidente que la
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producción de un país cae de una forma más acusada en la antesala de una crisis de deuda
interna, concretamente el PIB cae en un 8%, frente a la caída de un 1,2% antes de un impago
externo. Además, la inflación no solo es más elevada en la antesala de un impago interno
(170% frente a un 33% previo a un impago externo), sino en el mismo año en el que se
incurre en el impago y en los años posteriores.
En la siguiente parte comienzan por las crisis bancarias y pronto, llegan a la conclusión de
que estas crisis afectan por igual tanto a los países avanzados tanto a los emergentes,
desechando la idea de que en los países desarrollados eran cosas de el pasado, que “ahora era
distinto”. Se distinguen dos tipos de crisis bancarias fundamentalmente. La primera se trata
de una de naturaleza más moderada, que vendría a coincidir con un estrés financiero,
propiciado por el gobierno, que impone restricciones tanto para los ciudadanos, que no
tienen más remedio que ingresas sus ahorros en los bancos, tanto para las entidades
financieras, que son obligadas a prestar dinero al Gobierno para financiar su deuda. Cuando
el Gobierno no tiene recursos suficientes, deja de pagar a los bancos, lo que hace que estos
tengan que restringir los retiros de dinero de los ciudadanos para evitar así un pánico
bancario. El segundo tipo se trata de una crisis bancaria sistemática, mucho más peligrosa y
perjudicial que la anterior. Se da cuando los bancos no pueden detener las retiradas masivas
causadas por una crisis de confianza, produciéndose un pánico bancario. Si los bancos ya no
tienen más activos líquidos con los que hacer frente a las demandas de dinero de sus clientes,
comienzan a vender sus activos a precios muy bajos, llevando de cabeza a la quiebra a las
entidades financieras. Como consecuencia de estas crisis los flujos de capital se reducen,
haciendo mucho más limitado el acceso al crédito externo, sobre todo para las pequeñas y
medianas empresas.
En el libro se expone que una época de bonanzas y de gran movilidad de capitales son uno
de los principales precedentes de una crisis bancaria. Del mismo modo lo es el aumento del
precio de la vivienda durante varios años, que crea una burbuja que finalmente explota en
una gran crisis financiera, como por ejemplo ocurrió en EEUU en 2007 con la crisis de las
hipotecas basura. Los efectos de una crisis de esta índole van más allá de los recates bancarios.
La consecuencia más importante es la reducción de los ingresos públicos, que trae a su vez
un aumento de la deuda pública. Es por ello por lo que estas crisis son tan peligrosas,
duraderas en el tiempo y difíciles de superar, ya que vienen acompañadas por otros tipos de
recesiones que pueden llegar a afectar a la economía global.
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Otro aspecto que se trata es la degradación monetaria, destacando episodios como el
propiciado por Dionisio de Siracusa en Grecia en el S. IV. a.C o Enrique VIII de Inglaterra
en 1543. En el pasado esta degradación se consistía en la disminución del contenido en oro
o plata de las monedas, lo que generaba una inflación que permitía a los gobiernos financiar
sus deudas. Con la aparición de la imprenta, la inflación se disparó. Aunque los medios
cambiaron, la idea era la misma: cuando los gobiernos necesitan recursos, aumentan la
cantidad de dinero en circulación. En relación con la inflación, los autores llegan a la
conclusión de que ha sido un elemento común en la época de crecimiento emergente de
todos los países que hoy en día tienen economías fuertes. Además, se observa una clara
tendencia inflacionaria a lo largo de la historia, que se hizo más intensa durante el S. XX.
superando en la mayoría de los casos una inflación del 40% con respecto al PIB. Fuertemente
ligado al alza inflacionaria, encontramos los derrumbes monetarios. Cuando los países sufren
largos e intensos periodos de inflación, se produce lo que se conoce como dolarización, que
consiste en el uso de una divisa extranjera como medio de transacción, unidad de cuenta y
reserva de valor. Se trata de uno de los costes a largo plazo de la inflación y situación de la
que muy pocos países han conseguido deshacerse. Esto se trata de la histéresis, que es la
tenencia del país dolarizado a permanecer en esta condición, aún cuando las causas que
provocaron esta situación se han extinguido. Con el fin de revertir esta situación, los
gobiernos bien pueden cubrir la deuda conforme a las condiciones originales y dejar de emitir
dichos títulos, o bien pueden cambiar la denominación de la moneda.
Con esto, llegamos al último punto que trata el libro: la segunda gran contracción. El aumento
sostenido de los precios de la vivienda, la llegada masiva de capital extranjero y la
despreocupación de las autoridades estadounidenses, formaron una burbuja que estallaría en
el verano de 2007 en forma de una de las crisis más profundas de nuestra época. Estados
Unidos pensó que esta vez si que sería distinto, ya que su país contaba con uno de los sistemas
financieros más robustos y modernos. Además, debido al excesivo ahorro de los demás
países, éstos necesitaban de un lugar con garantías para invertir, justificando así su enorme
déficit en cuenta corriente.
Los autores encuentran una serie de similitudes entre diferentes crisis bancarias pasadas y la
segunda gran contracción, sobre todo en lo que a momentos anteriores al estallido se refiere.
Las variables estudiadas siguen un patrón común, que hacen que este tipo de crisis se
conviertan en fenómenos de largo duración y de los que es muy difícil recuperarse: aumento
sostenido del nivel de precios de la vivienda y de las acciones en los años previos a la crisis y
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desplome en los años posteriores, alto déficit en cuenta corriente, disminución del
crecimiento económico, caída del empleo y aumento de la deuda gubernamental. Incluso, las
señales de alerta eran más acusadas en el caso de Estados Unidos, por lo que no se logra
entender por qué las autoridades estadounidenses, cegadas por un falso optimismo, no
hicieron nada al respecto.
Las crisis financieras son extremadamente peligrosas, no sólo por su duración en el tiempo,
sino porque se propagan de un país a otro fácilmente. Esta propagación puede ser gradual o
muy repentina y afectar a varios países en muy poco tiempo, lo que el libro define como
contagio. Las crisis más contagiosas han sido la Gran Depresión y la Segunda Gran
Contracción. Éstas no sólo han sido las más contagiosas, sino que han sido las únicas crisis
que podemos considerar como globales. Para que una crisis sea global al menos uno de los
principales centros financieros debe estar sufriendo una crisis sistemática, y, además, este
episodio debe afectar a varias regiones y a varios países dentro de una misma región.
3. NO HAY NADA NUEVO, SALVO LO QUE SE HA OLVIDADO
“No hay nada nuevo, salvo lo que se ha olvidado”. Con esta cita de Rose Bertin los autores
comienzan a exponer las conclusiones a las que han llegado tras haber llevado a cabo un
exhaustivo estudio estadístico sobre distintas variables macroeconómicas que explican las
causas que llevan a un país a la ruina.
Entre ellas, subrayan de nuevo la falta de datos y series históricas disponibles sobre la
situación financiera de los países, las cuales serían muy útiles para poder reconocer las señales
de alarma antes del estallido de una crisis. Además, consideran necesaria la creación de un
organismo internacional que sea capaz de presionar a los gobiernos que se nieguen a facilitar
información acerca de sus cuentas. En relación con lo anterior, piensan que organismos
internacionales como el Fondo Monetario Internacional, podrían ser un aliado de gran ayuda
en la labor de la detección de posibles crisis, si en lugar de limitarse a rescatar a los países una
vez que han caído al vacío, se hicieran encargados de recolectar la información sobre la deuda
necesaria para conocer la situación por la que las distintas naciones están atravesando.
Mencionan la importancia que pueden llegar a tener los indicadores de alerta temprana en la
antesala de una crisis, como pueden ser el precio de la vivienda o el tipo de cambio real.
Aunque no puedan predecir la fecha exacta en que la crisis se va a producir o la seriedad que
ésta va a tener, pueden proporcionar información muy útil sobre los síntomas clásicos que
se han producido en situaciones anteriores similares en la economía. La principal dificultad
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no está en la detección de estas señales, sino en la importancia que les dan los encargados de
las políticas económicas, que suele ser bastante poca, ya que piensan que son señales que
forman parte de modelos anticuados, que han pasado a la historia. Es por ello por lo que los
autores insisten en mejorar la instituciones, para no volver a caer en la fatalidad de cometer
los mismos errores.
Además, vuelven a introducir el concepto de graduación, definido como la capacidad de
“alcanzar y mantener un estatus internacional de alta calidad crediticia” pág. 375. Es el
proceso por el que los países pasan de naciones emergentes a naciones avanzadas. No
debemos confundir el concepto de graduación con ser inmunes a las crisis, ya que ningún
país ha logrado dicha inmunidad, sobre todo debido a lo complejas que resultan las crisis
bancarias o la inflación. Los gobiernos no deben confiar en haber obtenido el “título de
graduado”, ya que tan pronto como lo han recibido, pueden perderlo.
Destacan el protagonismo que el síndrome de “esta vez es distinto” adquirió en la última
gran crisis. Los responsables de las políticas macroeconómicas y los gobiernos confiaban
ciegamente en la invulnerabilidad de los sistemas financieros existentes por aquel entonces,
por lo que veían improbable por no decir imposible, la llegada de una nueva crisis bancaria.
Precisamente es esta habilidad de autoengaño y esta prepotencia de los gobiernos la que los
autores intentan denunciar con su libro. Mientras sigamos avanzando tecnológicamente y
mejorando las instituciones y las políticas económicas, los seres humanos nos veremos
tentados a cometer los mismos fallos, bajo la falsa ilusión de que ahora somos mejores que
antes, de que “ahora es distinto”.
Muy relacionado con el libro analizado y con el concepto anterior, encontramos “Manías,
pánicos y cracs: historias de crisis financieras” de Charles P. Kindleberger. En esta obra, el
autor nos guía a través de las numerosas burbujas financieras ocurridas a lo largo de la
historia, desde la crisis de los tulipanes hasta el crac del 29. Kindleberger llega a la conclusión
de que estos episodios, marcados por la especulación, que se repiten y continuarán
repitiéndose en el futuro, siguen un mismo patrón, coincidiendo con la ya expuesta teoría de
Reinhart y Rogoff. Por tanto, podemos volver a afirmar que “esta vez no es distinto”.
Con respecto a la crisis financiera de 2007, introduciremos el concepto de estancamiento
secular formulado por el economista Alvin Hansen y definido como la ralentización del
crecimiento y la reducción del PIB per cápita durante un largo periodo de tiempo, como
consecuencia de una insuficiente demanda agregada. Como se ha mencionado, las crisis
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financieras son acontecimientos de larga duración, y la crisis de las hipotecas suprime no es
una excepción, que trajo como consecuencias el aumento del desempleo y de la deuda
pública, además de una situación de deflación. En un contexto de gran recesión, la demanda
agregada se ve disminuida de forma drástica, ya que todos los agentes que intervienen en la
economía (familias, empresas y gobierno) deciden ahorrar y saldar sus deudas en lugar de
invertir, incluso cuando los tipos de intereses son negativos. Esta renuncia al endeudamiento
provoca el lento crecimiento y el estancamiento de la economía, alargando el tiempo de
recuperación de una crisis. Los autores llegan a la conclusión de que el estancamiento secular
fue una de las principales consecuencias derivadas de la crisis financiera del 2007 y que fue
este excesivo ahorro el que hizo que esta recesión fuera tan prolongada en el tiempo y contara
con un crecimiento económico tan débil en los años posteriores.
Son muchos autores los que se han pronunciado acerca de esta fórmula conocida como
“Secular Stagnation”. Ejemplo de ello es el reconocido economista estadounidense Lawrence
H. Summers, cuyo análisis también se centra en la economía de EEUU tras la crisis del 2007.
Nos cuenta que las ciencias sociales, al contrario que las ciencias naturales, no tienen por qué
ser la norma cualquier momento o lugar. Las teorías macroeconómicas actuales defienden
que las políticas monetarias definen la inflación, lo que quizás no coincida con la realidad,
según afirma el economista.
Quizás se había llegado a un punto en la economía de EEUU en el que no era posible
mantener un buen crecimiento del PIB sin el uso de políticas expansivas, es decir, sin crear
burbujas especulativas. A pesar de que durante años previos al estallido de la crisis los tipos
de interés eran muy bajos y de estar generando una burbuja financiera, no se experimentó
una gran inflación ni un crecimiento significativo, ni se logró reducir el desempleo. Lo mismo
ocurrió tras la crisis, se llevó a cabo una gran política expansiva, pero no se logró generar la
inflación suficiente como para alcanzar una recuperación rápida del crecimiento.
Lawrence defiende que, tras la crisis, el tipo de interés de equilibrio había bajado tanto que
ni fuertes políticas monetarias expansivas podrían volver a estimular la demanda agregada.
Se había entrado en un bucle, en el que no era posible generar un buen nivel de crecimiento
sin propiciar burbujas especulativas, que no traerían más que desgracias a la economía tras
su explosión.
4. APRENDIZAJE SOBRE LAS CRISIS
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Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff nos muestran a través de su libro ejemplos de episodios
de crisis de distinta índole: crisis de deuda externa, crisis de deuda interna crisis bancarias,
inflacionarias y derrumbes monetarios, para concluir con el análisis de las causas que llevaron
al estallido de la Segunda Gran Recesión y las causas que esta ha tenido en la economía.
Esta última crisis vivida, nos muestra que los gobiernos son los principales culpables de la
constante sucesión de diferentes crisis, como consecuencia de su falta de transparencia a la
hora de facilitar información sobre su situación financiera y del rechazo a las señales que
alertan sobre posibles fallos en la economía. A pesar de tener herramientas más sofisticadas
que en el pasado para poder prever episodios tan desastrosos como éste mencionado, los
responsables de la política económica deciden ignorar la realidad y limitarse a pensar que
simplemente “esta vez será distinto”. Precisamente ha sido esta negación para reconocer que
nos encontrábamos ante una crisis financiera lo que la ha hecho un acontecimiento de tan
larga duración. Para solucionarlo, los autores proponen la creación de un organismo
internacional que ejerza presión sobre los gobiernos, obligándolos a proporcionar datos
sobre la salud de su cuenta corriente. La idea es poder actuar antes de que la situación
empeore y la crisis se contagie por el resto de los países, en lugar de limitarse a rescatar a los
gobiernos cuando ya no hay vuelta atrás.
La segunda conclusión a la que llegan es que el excesivo nivel de deuda pública es perjudicial
para el país. Aunque haya ocasiones en las que las naciones hayan conseguido saldar sus
deudas, no deben confiarse, pues es muy fácil incurrir en un impago y perder esa condición
de país “no moroso”. Para poder mitigar este problema, los gobiernos deben tener una
imagen panorámica del endeudamiento, teniendo en cuenta tanto la deuda externa como la
interna, y ser capaces de mantener estos niveles bajo control.
Por último, ponen de manifiesto la necesidad de mantener un equilibrio: para un país no es
factible mantener elevadísimos niveles de deuda hasta el punto de caer en sucesivos impagos
con sus acreedores, pero tampoco puede descartar el endeudamiento por completo, pues
para invertir es necesario un cierto grado de endeudamiento. Sin inversión, el crecimiento
económico se detiene, agravando los efectos de una crisis financiera y haciendo que sea más
difícil salir de ella.
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5. BIBLIOGRAFÍA
Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. (2011): Esta vez es distinto: Ocho siglos de Necedad
Financiera. Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.
Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff: A decade of Debt, Harvard Kennedy School:
https://www.hks.harvard.edu/centers/mrcbg/programs/growthpolicy/decade-debt
Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff: The second Great Contraction, Princeton University
Press: https://press.princeton.edu/books/ebook/9781400841127/the-second-greatcontraction
Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff: Is the 2007 US Sub-Prime Financial Crisis So
Different? An International Historical Comparison, Harvard Library:
https://dash.harvard.edu/bitstream/handle/1/11129156/Reinhart_Rogoff_Is_the_US_Su
b-prine_Crisis_So_Different_AER2008.pdf
Revistas UCM, Reseñas. Kindleberger, Reinhart y Rogoff a debate:
https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&cad=rja&uact
=8&ved=2ahUKEwivNuBp9z0AhV_A2MBHenDDaEQFnoECAQQAQ&url=https%3A%2F%2Frevistas.uc
m.es%2Findex.php%2FPADE%2Farticle%2Fdownload%2F42822%2F40685&usg=AOv
Vaw1cwVPf3skhuNEN9_fAPr5J
Estancamiento secular, El Mundo:
https://www.elmundo.es/economia/2015/05/10/554cea1ce2704e50308b4571.html
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