Giotto di Bondone. Nace en 1267 al Norte de Florencia, en la aldea de Vicchio. Era hijo de un campesino y durante su infancia fue pastor. Fue discípulo del pintor florentino Cimabue, que era el artista más conocido de la época. Sus biógrafos relatan, que en ocasiones, cuando Giotto cuidaba de sus ovejas, dedicaba parte de su tiempo a dibujarlas. Cimabue quedó tan impresionado con el talento natural de Giotto, que decidió llevárselo con él para ejercitarlo en el arte de la pintura. El principal trabajo de este artista estuvo enfocado al área religiosa, viajo por diversas ciudades de Italia, pintando retratos de príncipes de la monarquía y de padres de alta cuna en el mundo eclesiástico. El arte de Giotto fue extremadamente innovador. Representó a la figura humana con líneas amplias y redondeadas, en perspectiva, y abandonó la figura plana y bidimensional de los estilos gótico y bizantino. La dotó de volumen, peso y naturalismo, lo que indica una mayor preocupación por el naturalismo. Su manera de representar el espacio de manera realista, supone un paso adelante en la historia de la pintura y hace que se le considere como a uno de los primeros artistas que contribuyen a la creación del Renacimiento italiano. Sus obras fueron el punto de inflexión entre el arte bizantino de la Baja Edad Media y el realista y humanista que floreció en el Renacimiento. Sus composiciones son de profunda emotividad, capta personajes en crisis, bajo presión o tomando gravísimas decisiones espirituales. El último encargo que recibió, hacia 1334, fue la dirección de los trabajos de la catedral de Florencia y de las obras urbanísticas de la ciudad. En esta última etapa de su vida, Giotto diseñó el famoso campanile (campanario) de la catedral de Florencia, pero no lo pudo ver terminado ya que falleció el 8 de enero de 1337 Lamentación sobre Cristo muerto es una escena que está realizado al fresco de tamaño 200 cm × 185 cm, y fue pintado entre 1305 y 1306, situada prácticamente en el centro de la pared izquierda de la Capilla de los Scrovegni de Padua Italia. La fuente literaria de la escena representada en este cuadro es el Evangelio según san Juan, 19, 38-42. En este cuadro se ve a Jesucristo, descendido de la cruz, rodeado por las mujeres y los apóstoles. Están juntos los rostros de Cristo muerto y de su madre María, quebrada por el dolor, que mira intensamente el cadáver de su hijo. Las demás figuras expresan su dolor, cada una a su manera: unas se muestran dobladas sobre sí mismas del dolor, otras hacen gestos. Así, san Juan aparece con los brazos abiertos, mientras que María Magdalena, sentada en el suelo, coge con afecto los pies del muerto. Incluso los diez ángeles que aparecen en el cielo, en escorzo, se unen a estas diversas manifestaciones de la desesperación: lloran, se mesan los cabellos o se cubren el rostro. vuelven la cara a las alturas con la expresión desfigurada en una súplica, que no parece encontrar oídos que la atienda. Ni siquiera María es tan dinámica. Ella parece solidificarse en la congoja de una situación inasible: ésa del dolor inconmensurable de la madre que sostiene el cadáver de su hijo en brazos, sin poder hacer nada al respecto Uno de los ángeles del cielo, en gesto de desesperación. Sin duda alguna, este Llanto sobre Cristo muerto es uno de los recuadros más expresivos y más intensos por su dramatismo de todo el ciclo de frescos. A las figuras entristecidas las rodea un paisaje árido, con una montaña rocosa que forma una diagonal hasta un árbol seco en lo alto, que subraya la desolación por la muerte de Cristo. Sin embargo, llama la atención que el artista haya hecho tanto énfasis en los gestos de cada uno de los personajes, como si la escena hubiese explotado en una catarsis inexorable. Tuvo incluso el cuidado de poner un acento rojizo en las narices de las mujeres, como en ese estado en el que la zozobra ha dominado ya al cuerpo, y se hace manifiesta incluso en la piel y en los gestos corporales de las personas. Los colores enfatizan la conmoción del momento, pero no disipan el aplomo que azota a los personajes. Giotto juega con estos dos extremos en principio dicotómicos: el de los colores ácidos y el de la escena lúgubre, que parecen no cancelarse ni contrarrestarse entre sí. Por el contrario, generan una imagen dura a la vista, que evidencia la intención autoral de generar confusión y angustia en el espectador. Acentos de oro que anuncian un desenlace luminoso, pero que no perdonan la gravedad de un momento de muerte.