Uploaded by Rossi Choque carmona

Forever After All

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Poison. Nuestro trabajo es totalmente sin fines de lucro y no recibimos
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disponible en tu localidad, si tienes la posibilidad.
Recuerda que puedes ayudarnos difundiendo nuestro trabajo con
discreción para que podamos seguir trayéndoles más libros.
Desesperada y sin opciones,
entra en un club de
caballeros, lista para vender su cuerpo en un último intento por salvar la
vida de su madre.
No esperaba que
estuviera ahí, y de hecho
tampoco esperaba que él le propusiera un matrimonio de conveniencia
en su lugar.
Casarse con Alexander significa convertirse a sabiendas en una
herramienta en su plan de venganza.
Pero, ¿qué opción puede tener ella?
Dedicado a todas las mujeres que fueron un modelo a seguir para mí
mientras crecía. Esto es para las madres por las que vale la pena luchar,
las que harían cualquier cosa por sus hijos, aquellas que dan sentido a
las palabras Amor Incondicional.
Puede que ames a tus hijos más que a la vida misma, pero nunca olvides que
ellos te aman igual a ti.
Este libro contiene escenas candentes y un macho alfa redimible. Si ninguna
de las dos cosas es lo tuyo, entonces este libro no es para ti.
1
Inclino mi vaso de vodka y pido una segundo, ignorando los intentos
del cantinero de coquetear conmigo. Gracias a Dios por la horrenda
música que lo ahoga. No estoy de humor para socializar esta noche, como
de costumbre. No debería haber salido en absoluto, pero pensé que
debería celebrar mi cumpleaños número 23 de alguna manera.
El cantinero me entrega mi bebida y trato de resistir el impulso de
terminarla de un trago. Aprendí por las malas que el licor no adormecerá
el vacío y la preocupación que siento constantemente. Si lo hiciera, sin
duda me habría convertido en una alcohólica furiosa hace dos años.
Todavía me provoca un zumbido agradable sin embargo, y esta noche me
conformaré con eso.
Sonrío disculpándome hacia el cantinero que sigue mirándome y me
doy la vuelta, con mis ojos recorriendo la pista de baile. No me toma
mucho tiempo encontrar a las chicas con las que vine. Todas trabajamos
en el mismo restaurante, y cuando se enteraron de que era mi
cumpleaños, insistieron en que me uniera a ellas esta noche. Debería
haber dicho que no, como siempre hago. Me siento como la extraña, pero
no puedo conseguir que me importe quién está enamorado de quién.
Quiero ser tan despreocupada como ellas, solo por una noche, pero estoy
fallando miserablemente.
Tomo un sorbo de mi bebida mientras navego a través de la multitud
de personas y las luces intermitentes, odiando que apenas puedo escuchar
mis propios pensamientos. Peor aún, el bajo es tan fuerte que es casi como
si pudiera sentirlo contra mi piel. Definitivamente no sentiré mi teléfono
vibrar si suena, y el mero pensamiento de eso envía un nerviosismo de
ansiedad corriendo por mi columna vertebral.
Respiro aliviada cuando llego a la terraza. El aire cálido me relaja e
inhalo profundamente mientras avanzo entre la multitud de fumadores y
mesas, hacia mi lugar escondido favorito en la esquina del bar. Casi nadie
viene aquí, y en alguna que otra ocasión que trato de actuar como la gente
mi edad y salgo, termino encontrándome aquí. La pequeña zona de
asientos escondida suele estar vacía, pero para mi consternación, esta
noche no lo está.
Hago una mueca a la espalda del tipo que está sentado en mi asiento
favorito. Sus hombros anchos y su traje sastre obviamente caro me dicen
que probablemente sea un idiota importante. Exactamente el tipo de chico
que quiero evitar esta noche, o cualquier noche, en realidad.
Él se tensa como si me sintiera fulminándolo con la mirada en la nuca,
luego se da la vuelta... y estoy segura de que mi corazón simplemente se
detiene.
―¿Alexander? ―digo, su nombre abandona mis labios antes de darme
cuenta.
Nuestros ojos se encuentran, y mi aliento se detiene. Para mí, se siente
como si el mundo que nos rodea se detuviera, pero no hay reconocimiento
en sus ojos.
Alexander me mira confundido ante el sonido de su nombre. Él sonríe
cortésmente, con una mirada inquisitiva en su rostro.
No me extraña que no me reconozca. Después de todo, he cambiado
mucho desde que tenía quince años en más aspectos además del físico.
Toda mi vida ha cambiado, estoy lejos de ser la amiga despreocupada de
su hermano pequeño.
Una breve punzada de dolor me atraviesa al pensar en Lucian, mi
amigo de la infancia y el hermano menor de Alexander. Luce es otra
persona más que perdí cuando mi padre se volvió a casar, otra parte de
una vida pasada, un mundo al que ya no pertenezco.
Mis ojos recorren a Alexander, por sus pómulos afilados, su espeso
cabello castaño oscuro y esos ojos verde profundos que siempre me han
cautivado. Está tan guapo como siempre, y no tiene ni idea de quién soy.
Es mejor así, de todos modos. Ya no soy simplemente una conocida.
No… ahora solo me verá como la hermana menor de Matthew, a él no le
importará que ya ni siquiera le hable a mi hermano, seguiré siendo un
recordatorio del tipo que le robó a su prometida y dañó severamente su
compañía al mismo tiempo.
Sus ojos recorren mi cuerpo, y estoy secretamente emocionada de ver
la apreciación en ellos. De repente, me alegro de haber dejado que las
chicas eligieran mi atuendo por mí. El mini vestido color esmeralda que
llevo se ajusta a cada una de mis curvas y me siento increíble con él. La
última vez que me vio tenía quince años, un sobrepeso enorme y un
flequillo me cubría la mitad de la cara. Los lentes y los aparatos
ortopédicos tampoco ayudaron, no me extraña que no me reconozca.
Me sonríe, y la mirada en sus ojos solo puede describirse como coqueta.
Es una locura cómo todavía puede poner mi mundo de cabeza. Siempre
ha tenido ese poder sobre mí, y nunca se dio cuenta.
Antes de que pueda pensarlo demasiado, me acerco y tomo asiento a
su lado, mientras mi corazón late salvajemente.
―No creo que nos hayamos conocido. Seguramente, habría recordado
haber conocido a una mujer como tú ―dice, recostándose en su asiento.
La línea es increíblemente horrible, pero aun así casi me desmayo. Él me
sonríe, y este lado relajado y coqueto suyo me sorprende. El Alexander
que conocí siempre estaba estresado y con exceso de trabajo.
Ni confirmo ni niego su declaración. En vez de eso, le sonrío y niego
con la cabeza.
―Has estado bastante en las noticias en los últimos años, es casi
imposible no escuchar acerca de Alexander Kennedy, el heredero de uno
de los conglomerados más grandes del mundo. Estoy bastante segura de
que vi un tabloide informando que fuiste al supermercado el otro día. Si
yo fuera tú, iría por ahí comprando cosas raras como un pepino y un poco
de lubricante, solo para molestar a los reporteros.
Parece perplejo y luego se ríe, del tipo de risa que envía mariposas a mi
estómago, es una risa profunda que sacude el cuerpo, y no puedo evitar
reírme también. Me mira con interés y niega con la cabeza.
Ya no pertenezco a su mundo. Alexander no es alguien a quien
esperaba volver a ver. Esto... esto es todo lo que tendré de él. Momentos
robados. Los tomaré, y los pondré bajo llave, para ser atesorados, para
alegrar mis días más oscuros. Si esto es todo lo que tengo de él, haré que
cuente.
2
Sus ojos… me tienen cautivado. Los remolinos de verde en medio del
marrón claro; son hermosos y vagamente familiares. La chica sentada a
mi lado es deslumbrante de una manera atemporal, y me tiene cautivado.
Observo sus pestañas ridículamente largas, sus pómulos altos y ese
cabello largo y delicioso. Es una belleza clásica, a diferencia de las chicas
de plástico de las que suelo estar rodeado. No hay nada de esa mierda
toda falsa, uñas postizas, pestañas postizas, cabello postizo, labios
postizos. Estoy cansado de eso. Esta chica… es real, y muy bien podría ser
la mujer más hermosa que he visto en mi vida.
Parece nerviosa cuando se sienta a mi lado, sus dedos tiran del
dobladillo de su vestido, como si se sintiera incómoda con ese vestido
sexy que lleva puesto. No tiene por qué estarlo, es sexy como la mierda
sin comprometer la clase que rezuma. Mira hacia arriba, y cuando sus ojos
encuentran los míos, me tiene hechizado.
―Me tienes en desventaja. Tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo.
Sus ojos se abren ligeramente, como si la pregunta la sorprendiera, y
estoy intrigado. Parece tan fuera de lugar aquí, pero su mirada está llena
de un desafío tácito.
―Diana ―murmura, con voz vacilante. Se muerde el labio y mis ojos
siguen cada uno de sus movimientos. Trago saliva mientras me pregunto
a qué sabrán esos labios suyos. Tengo la sensación de que robarle un beso
no va a ser fácil.
―Mmm, Diosa de la Caza. ¿Qué es lo que estás buscando esta noche,
Diana? ―pregunto, con tono burlón. Ella sonríe, divertida por la línea
cursi.
―Honestamente, solo un poco de paz y tranquilidad.
Levanto mis cejas, con mis ojos recorriendo su rostro. Sí, puedo ver eso.
Todas las demás mujeres con las que hablo buscan algo, pero no Diana. En
todo caso, parece molesta de encontrar este asiento ocupado.
―Entonces, ¿estás huyendo?
Se encoge de hombros, pero capto un atisbo de tristeza en sus ojos antes
de que desvíe la mirada.
―¿No lo haces tú también? De lo contrario, no estarías en mi asiento.
Miro mis piernas con una sonrisa en mi rostro, como para verificar que,
de hecho, estoy en su asiento.
―Tu asiento, ¿eh? ¿Eso significa que te encontraré aquí la próxima vez?
Ella sonríe y niega con la cabeza.
―No. No vengo aquí tan a menudo, pero sí, cuando vengo a Inferno,
generalmente termino aquí.
Sonrío y asiento hacia ella.
―Anotado. ―Ya sé que este es el primer lugar al que vendré cada vez
que venga aquí de ahora en adelante, en caso de que la encuentre aquí.
―¿De qué estás huyendo tú esta noche? ―me pregunta.
Suspiro, y mi mente regresa a las innumerables tareas que me esperan;
las interminables demandas de mi madre, el ridículo requisito de
matrimonio de mi abuelo antes de que me dejara hacerme cargo de la
empresa para la que he trabajado hasta los huesos.
―Responsabilidad ―murmuro.
Diana asiente y mira hacia otro lado, como si de alguna manera
entendiera, cuando no hay forma de que pueda hacerlo. Veo sus zapatos
gastados baratos, las uñas ásperas sin pulir. Diana es una de las
afortunadas, las que piensan que el dinero lo resuelve todo cuando, la
mayoría de las veces, tienen el tipo de felicidad con la que solo puedo
soñar. Una familia feliz, una vida plena, sueños propios, un camino de su
propia elección.
―Dado que ambos estamos huyendo… huyamos de la negatividad.
Dime tres cosas buenas que te hayan pasado hoy ―pregunta, sacándome
de mis pensamientos.
La miro fijamente, mientras mis ojos se abren como platos. Esa
pregunta... suena familiar, pero no puedo ubicarla. Se siente nostálgico de
alguna manera, algo de mi infancia, ¿quizás? Le sonrío y me sacudo los
pensamientos.
―Bueno, finalmente cerré un trato en el que he estado trabajando
durante meses. Hoy llevé a mi mamá a nuestra cita semanal para almorzar
y logramos tener una buena conversación… y te conocí a ti.
Sonríe, pero sus ojos cuentan una historia diferente. Una historia de
comprensión teñida de añoranza. Ella mira hacia su regazo y asiente.
―Mmm, suena como un día perfecto ―murmura mientras termino mi
champán. Un mesero aparece aparentemente de la nada para llenar mi
copa, sorprendiéndonos a los dos, le entrego a Diana la copa de champán
y ella me sonríe.
―Ser Alexander Kennedy ciertamente tiene sus ventajas ―dice―.
Nunca he tenido a nadie que venga a tomar mi pedido aquí ―agrega,
empujándome con el hombro.
Me río, no puedo evitarlo. No es pretenciosa, como tantas otras. Me he
acostumbrado tanto al privilegio que me rodea que me sorprende su
actitud relajada.
Los dos miramos el horizonte de Manhattan, ambos perfectamente
cómodos. Ni siquiera puedo recordar la última vez que me senté al lado
de una mujer que no me tumbó la oreja de tanto hablar, y estoy
encontrando esto extrañamente pacífico, a pesar del ruido que nos rodea.
―Oye, si pudieras pedir un deseo, ¿cuál sería? ―pregunta,
sorprendiéndome una vez más.
La miro sin comprender.
―Tengo que admitir que nadie me ha hecho esa pregunta antes.
Se ríe, con la cara levantada, y los ojos fijos en las estrellas del cielo. Es
hermosa, y se ve tan increíblemente dulce. Demasiado dulce para un
hombre como yo.
―Esa no es una respuesta ―dice―. No vas a librarte de esta.
Me río y tomo un gran trago de mi champán, perdido en mis
pensamientos por un momento.
―Desearía felicidad genuina, Diana ―le digo honestamente―. Por un
tiempo, pensé que tenía la felicidad que anhelaba, pero se demostró que
estaba equivocado. ―Niego con la cabeza, sintiéndome perdido por un
solo momento―. ¿Y tú? ―pregunto, con voz suave.
Ella sonríe, pero su sonrisa es agridulce.
―Salud ―dice ella―. Mucha salud para todos los que amo.
Salud. El dinero puede comprar casi cualquier cosa, pero no puede
comprar una buena salud. Incluso si me pidiera algo como tantas otras
mujeres hacen descaradamente, esto no es algo que pueda darle.
Suspiro y me recuesto en mi asiento, mientras mis ojos la recorren.
―Dado que ambos estamos huyendo de algo, ¿por qué no huimos
juntos? Al menos por esta noche.
Le ofrezco mi mano y ella la toma, la jalo para que se ponga de pie, y
ella tropieza con sus tacones altos. La atrapo, con mis manos en su cintura.
―¿Quieres un baile, Diana?
Ella se ríe, y el sonido recorre mi cuerpo mientras se recuesta en mis
brazos.
―¿Aquí? ―pregunta, mirando alrededor de la pequeña área en la que
nos estamos escondiendo.
―¿Por qué no?
La acerco más hasta que tengo su cuerpo pegado al mío, encaja
perfectamente conmigo.
Nos balanceamos al ritmo de una vieja canción de Ed Sheeran, ambos
tarareando. No puedo recordar la última vez que me encontré sonriendo,
haciendo algo tan tonto. No puedo recordar la última vez que una mujer
hizo que mi corazón se acelerara sin estar de rodillas frente a mí. Diana...
ella es algo especial.
―Dios, no podemos bailar una mierda ―dice, riéndose mientras la giro
de nuevo. Se ríe cuando jalo de ella hacia mí, y sus brazos se mueven hacia
mi cuello.
―¿Nosotros? Habla por ti, mujer. Yo estoy arrasando ―digo,
balanceando mis caderas mal coordinadas. Se echa a reír y dejo caer mi
frente sobre la suya, disfrutando este momento con ella. ¿Cuándo fue la
última vez que me reí así? Ni siquiera planeé venir aquí esta noche, pero
maldita sea, me alegro de haberlo hecho.
Mis manos se mueven hasta su cintura y la acerco más hasta que tengo
cada centímetro de su cuerpo pegado al mío. Ella me mira, con una dulce
sonrisa en su rostro. La miro a los ojos, incapaz de quitarme la sensación
de que he visto esos ojos antes y, sin embargo, son perfectamente únicos.
―¿Estás segura de que nunca nos hemos visto antes? ―le pregunto,
mientras mis ojos caen a sus labios.
Sonríe y se aleja un poco de mí.
―¿Pensé que dijiste que definitivamente me recordarías si lo
hubiéramos hecho?
Doy un paso más cerca de ella, salvando la distancia que acaba de crear.
Sus manos vuelven a mi cuello mientras las mías recorren su cuerpo,
acomodándose en sus caderas.
―Sí, definitivamente no te olvidaría, Diana.
Me inclino y rozo mi nariz contra la suya antes de alejarme de nuevo.
―Me gustaría preguntarte si quieres salir de aquí, pero tu teléfono ha
estado sonando sin parar. Parece bastante urgente ―digo, inclinando la
cabeza hacia la mesa detrás de nosotros. Ella se da vuelta para encontrar
la pantalla de su teléfono iluminada, y la mirada en sus ojos solo puede
describirse como pavor.
La suelto mientras revisa sus llamadas perdidas, y mi corazón se hunde
cuando me sonríe disculpándose.
―Tengo que irme ―dice, con la voz entrecortada.
―Al menos dame tu número.
Niega con la cabeza, nerviosa.
―No creo que sea una buena idea, Alec, pero fue bueno verte. Me
alegro de que estés bien.
Me congelo y la miro con incredulidad. Menos de un puñado de
personas me llaman Alec, y nunca en público. Tendría que ser cercana a
mi familia para saber mi apodo.
―¿Cómo me llamaste? ―pregunto, con la ira corriendo por mis venas.
―Lo siento, tengo que irme ―dice, con la voz teñida de
arrepentimiento. Toma su teléfono y su bolso antes de pasar corriendo
junto a mí.
Estoy tentado a seguirla y exigirle una explicación.
Pero no lo hago.
3
La enfermera que suele cuidar a mi madre me saluda cálidamente
cuando entro a su habitación en el hospital.
―Feliz cumpleaños, cariño. Ojalá no tuviéramos que llamarte esta
noche. Mereces actuar de acuerdo a tu edad de vez en cuando, pero sabes
cómo es el doctor Johnson.
―Gracias, June ―digo, haciendo todo lo posible por sonreírle mientras
me siento junto a mi madre.
El doctor Johnson no cree en mantener a mi madre aquí cuando podría
estar usando su cama para un paciente que podría salvar, pero tampoco
puede rechazarme. No mientras pueda pagar las cuentas.
Ocho años. Mi madre ha estado en coma durante ocho años y yo soy la
única que todavía cree que algún día despertará. No puedo evitar sentir
que es una carrera contra reloj. Se ha convertido en una cuestión de qué
se acabará primero, el dinero que la mantiene con vida o la salud restante
de mi madre.
El médico entra en la habitación y asiente hacia mí. No creo haber visto
nunca al hombre sonreír.
―Doctor Johnson ―le digo, asintiendo de vuelta.
―Tengo algunas noticias difíciles para compartir contigo ―dice, con
una expresión grave en su rostro. Cierro los ojos, no deseando escucharlo,
sea lo que sea, no puede ser bueno.
―Tu madre tiene una infección. Cada vez es más difícil evitar que su
estado se deteriore. También hay muchos costos asociados con las
infecciones en curso.
Asiento, sabiendo lo que va a decir.
―Entiendo, doctor, pero no estoy dispuesta a renunciar a mi madre.
Aún creo que va a despertar. Pagaré lo que sea necesario para mantenerla
con vida.
El doctor asiente y odio la lástima que veo en sus ojos. Es obvio que él
no cree que ella se despierte nunca más, y desearía poder cambiar al
médico de mi madre. Quiero que la trate alguien que crea en su
recuperación tanto como yo.
―Por favor firma aquí, te enviaré la factura, es más alta este mes por
un par de miles de dólares ―dice finalmente.
Firmo los formularios, autorizando su tratamiento y los costos
asociados, y mis ojos se cierran con resignación en el momento en que
levanto la pluma del papel.
Me siento aliviada cuando escucho al doctor cerrar la puerta detrás de
él. Cinco mil dólares. Hace unos años, no habría pestañeado dos veces
ante la cantidad. Solía tener varios bolsos de al menos cuatro veces el
precio de eso. Ya no.
Un año después de que mi madre cayera en coma, mi padre logró que
sus médicos declararan su muerte cerebral para poder volver a casarse. El
día que se casó con mi madrastra fue el día en que nuestra compañía de
seguros me informó que dejarían de pagar los tratamientos de mi madre.
No pensé mucho en eso entonces, siendo una Rousseau, pero debería
haberlo sabido, debería haber visto las señales antes de que fuera
demasiado tarde.
Entonces solo tenía dieciséis años, y a los pocos meses perdí a mi madre,
y mi hermano y yo nos vimos obligados a vivir con nuestra madrastra y
su hija. No había lidiado bien con la forma en que mi padre abandonó a
mi madre, pero habría encontrado una manera de hacerlo, incluso hubiera
sido amable si mi madrastra no le hubiera pedido a mi padre que dejara
de pagar las facturas médicas de mamá.
Pensé que mi hermano y yo podríamos salvar a mamá, pensé que él
estaría de mi lado, pero no podría haber estado más equivocada. Mi
madrastra tiene sus garras en él tan profundamente que lo tiene
convencido de que todo lo que estoy haciendo es desperdiciar dinero en
una causa perdida. Ya casi no reconozco a Matthew, me fui de casa tan
pronto como cumplí dieciocho años, pero él se quedó.
Tengo suerte de que mi madre me haya creado un fideicomiso que me
ha permitido mantenerla con vida. Hasta ahora. Esta vez, no tengo el
dinero, literalmente no tengo el dinero para mantener viva a mi madre, y
no puedo evitar echarme a llorar.
Me arrepiento de haberme comprado ese par de copas en el bar antes,
aunque sé que no habría hecho ninguna diferencia. He gastado más de
ocho millones de dólares en facturas de hospital durante los últimos seis
años, a menudo pagando aproximadamente dos mil dólares por día en
los días en que no tiene complicaciones. Ocho millones de dólares es la
cantidad exacta de mi fideicomiso, y estoy desesperada. Las pocas
pertenencias que tenía me ayudaron a mantenerla con vida un poco más,
pero no sé cómo podré pagar la cuenta del próximo mes. No me quedan
objetos de valor. Estoy real y verdaderamente arruinada.
Sostengo la mano de mi madre, con la esperanza de que me devuelva
el apretón, pero por supuesto, ella no lo hace. Cada vez que mis
esperanzas se desvanecen, sin embargo, nunca dejo de creer.
―Mamá, por favor ―susurro, sonando tan rota como me siento―. Por
favor despierta. No me hagas esto. Realmente te necesito. No puedo
renunciar a ti ahora, pero no estoy segura de cómo voy a conseguir
suficiente dinero este mes. Por favor, despierta, mamá. Por favor
―suplico, haciendo todo lo posible por reprimir un sollozo.
No importa cuánto le suplique, ella nunca se despierta. Una parte de
mí cree que se despertará cuando se dé cuenta de que estoy realmente en
problemas esta vez, pero siendo realista, sé que no lo hará. Si pudiera
endurecer mi corazón. ¿Sería la vida más fácil si fuera más como el doctor
Johnson y Matthew, y enfrentara la realidad y la probabilidad de
recuperación de mi madre?
Descanso mi cabeza en el borde de su cama, con mi mano agarrando
desesperadamente la suya. Lloro con todo mi corazón, y mis pulmones
ardiendo, y no es hasta que siento que alguien me da palmaditas en la
espalda que me doy cuenta de que no estoy sola en la habitación. Me
incorporo y tomo el pañuelo de papel que la enfermera June me entrega.
―No sabía que estabas luchando con las cuentas, cariño.
Me da una palmadita en el hombro, con sus ojos llenos de
preocupación. Hago mi mejor esfuerzo para sonreírle, pero no puedo
hacerlo, no me atrevo a fingir que estoy bien.
―¿Cuánto tiempo has estado luchando, cariño? No tenía idea de que
ha sido difícil para ti financieramente.
Asiento con la cabeza y me limpio las lágrimas, con mis ojos puestos en
mi madre.
―Se vuelve más difícil cada año ―le digo honestamente―. Esta vez…
esta vez yo... ―Ni siquiera puedo terminar las palabras, no puedo decir
lo que sé que es verdad. Después de años de lucha, podría... podría perder
a mi madre. Respiro ruidosamente, hay lágrimas frescas en mis ojos. Me
abruma una impotencia diferente a todo lo que he experimentado antes e
inhalo temblorosamente, haciendo todo lo posible para mantener una
actitud positiva, para mantener mis pensamientos bajo control.
June saca una tarjeta de visita negra del bolsillo de su pecho y me la da,
luciendo insegura.
―La hermana de uno de mis otras pacientes me habló de este lugar
―dice, vacilante―. Cuando tuvo problemas para pagar las cuentas de su
hermana, la ayudaron. Creo que es un club de caballeros o algo así. Ella...
ella me dijo que pagan muy bien por chicas inocentes.
June parece devastada, y es obvio que no quiere decirme esto.
―Espero que no necesites usar esta tarjeta, pero si lo haces, debes saber
que no hay vergüenza en hacer lo que sea necesario para mantener a
alguien con vida.
Asiento y veo la tarjeta, solo dice Vaughn's, con una dirección. Sin
número de teléfono u otra información. La tarjeta es gruesa y pesada, las
letras doradas. Se ve increíblemente lujosa.
La miro fijamente, rezando para no necesitar usarla y sabiendo que
probablemente lo haré.
4
Camino en mi habitación, exhausto. Estuve despierto toda la noche
tratando de averiguar quién es Diana.
―Encuéntrala ―le digo a Vaughn, el propietario de Inferno y de casi
todos los demás establecimientos de vida nocturna de esta ciudad―. Me
dijo que su nombre era Diana. De cabello castaño largo, deslumbrantes
ojos verde-marrón... y esa sonrisa. Dudo que sea una clienta habitual.
Parecía demasiado dulce para frecuentar tus lugares de mala muerte.
Vaughn se ríe.
―¿Desde cuándo te gustan las chicas dulces?
Me muerdo el labio, incapaz de quitarme del pensamiento a Diana. Ni
siquiera puedo precisar qué había en ella. Ni siquiera la besé. Todo lo que
sé es que quiero volver a verla. Quiero volver a verla y averiguar por qué
me llamó Alec.
―Ella era diferente. No lo sé.
Vaughn y yo hemos sido amigos desde que éramos niños. Él sabe tan
bien como yo que las chicas como Diana están lejos de ser mi tipo. Por lo
general, busco mujeres atractivas, sexys y seguras de sí mismas. No es que
Diana no fuera sexy… era jodidamente sexy, pero ella no exudaba
sexualidad, es casi como si ni siquiera se diera cuenta de lo hermosa que
es.
―Lo intentaré, hombre. Haré que mis gorilas la busquen, pero maldita
sea. ¿Cabello castaño largo y ojos deslumbrantes de color marrón
verdoso? No me estás dando mucho aquí. Haré que mis hombres revisen
las imágenes de seguridad.
Yo gimo.
―No puedo creer que no conseguí su número, pero ella me conocía, me
llamó Alec. No puede ser tan difícil encontrarla si es alguien de nuestro
círculo. Habrá alguien que conozca a alguien que la conozca.
Vaughn se aclara la garganta y se queda en silencio.
―Hablando del tipo de chicas que sueles buscar ―dice con cuidado―.
Hay algo que he querido decirte, y prefiero que lo escuches de mí en lugar
de la prensa.
Mi corazón cae, solo hay un tema con el que él sería tan cuidadoso. Solo
hay una persona que nunca me mencionaría en circunstancias normales.
Mi corazón se retuerce dolorosamente con solo pensar en ella, y el
sentimiento rápidamente es reemplazado por rabia.
―Jennifer se comprometió ―dice, sonando dolido―. Con Matthew
Rousseau. Ya eligieron una fecha para la boda, van a celebrar una boda
discreta y secreta en las Bahamas el próximo año… el 20 de junio.
20 de junio. El día que se suponía que se casaría conmigo. No puede ser
una coincidencia. Claramente eligió ese día intencionalmente; como otra
forma de apuñalarme en el corazón y retorcer el cuchillo como la perra
maldita que es.
Jennifer es la que pensé que era diferente. La primera chica que no
parecía estar detrás de mi dinero, que me vio por lo que soy, y no por mi
nombre.
Estaba equivocado.
Oh, tan equivocado.
Todavía no sé si algo de lo que tuvimos fue real o si todo fue un juego
para ella. Sé que ella es la que me robó secretos corporativos, haciéndome
perder un trato multimillonario en el que había estado trabajando durante
años con Matthew Rousseau, pero es inteligente, o eso cree ella. Ocultó
bien sus huellas, pero no lo suficiente. Una y otra vez, estoy tentado de
entregarla, pero no puedo presentar pruebas obtenidas ilegalmente, e
incluso si pudiera, no lo haría. Yo nunca le haría eso, a pesar de todo lo
que ella ha hecho, no quiero verla tras las rejas.
―Lo siento, hombre ―dice Vaughn―. Sabía que te enterarías de una
forma u otra. Prácticamente todos en nuestro círculo social ya lo saben,
así que sabía que la noticia te llegaría eventualmente. Conociéndola,
probablemente habrá un espectáculo mediático desde el momento en que
anuncien su compromiso a la prensa, hasta el día de la boda. Querrá cada
segundo en el centro de atención.
Seguro que es así, la vida es un gran espectáculo para ella. Siempre lo
ha sido, simplemente no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde.
―Mira, tengo que irme ―le digo a Vaughn.
―Alexander...
Cuelgo, mientras mis venas laten con ira apenas reprimida.
Probablemente sería capaz de superar todo lo que me hizo. Demonios,
incluso podría haberla perdonado, no podría importarme menos el dinero
que ella me hizo perder, estaba listo para convertirla en mi maldita esposa.
Pero no, tuvo que engañarme con Matthew Rousseau. Ese imbécil ha
estado atacando a mi empresa durante años. Cada decisión que tomo,
cada proyecto que persigo, él siempre está detrás de mí. Sin embargo, esta
vez no era una adquisición lo que buscaba. No. Esta vez, fue el amor de
mi vida, y ella fue de buena gana.
¿Hubiera hecho alguna diferencia si ella me dejara por otra persona?
No estoy seguro, no creo que el dolor sería menor, o que la traición dolería
menos. Tomo la foto que guardo en mi mesita de noche. Es una foto de
Jennifer y yo, ambos sonriendo, como un recordatorio de lo que sucede
cuando me permito enamorarme, cuando me permito ser débil. Guardo
esta foto aquí para momentos como estos, momentos en los que me
encuentro fascinado temporalmente por alguien, tentado por chicas como
Diana.
Dejo el marco de fotos en mi mesita de noche, mientras mi corazón se
retuerce dolorosamente. Lo que Jennifer y yo teníamos... ¿algo de eso era
real?
Nunca lo sabré.
5
Veo las fotos de mi padre en mi bandeja de entrada y aprieto el teléfono
que tengo en la mano. Esta vez, está en TiJohna con dos rubias de la mitad
de su edad.
―Ya sabes qué hacer ―digo, apretando la mandíbula
involuntariamente―. Asegúrate de que estas fotos nunca vean la luz del
día.
―Por supuesto ―dice Elliot, parloteando sobre los costos para hacer
desaparecer estas fotos.
―No me importa ―le digo. Elliot es uno de mis amigos más cercanos
y bien podría ser el mejor hacker vivo. Gracias a eso, no tiene reparos en
extorsionarme a cambio de mantener cosas como esta fuera de Internet―.
Solo asegúrate de que mi madre nunca vea esto. Nadie puede ver esto.
Termino la llamada, molesto. Mi padre ya ni siquiera intenta ser astuto
en sus asuntos. Ya no hay excusas, no más viajes de negocios inventados,
no más mentiras. Ahora simplemente desaparece durante meses, dejando
a mi madre con el corazón roto, una y otra vez.
He gastado más de veinte mil dólares tratando de mantener ocultos sus
asuntos, pero no hay forma de que mi madre no lo sepa. Hago clic en el
correo electrónico, mientras la repugnancia se asienta en mi estómago. Su
matrimonio supuestamente feliz es todo una farsa. Todos los matrimonios
que conozco lo son, ni siquiera puedo pensar en una pareja felizmente
casada.
Veo mi reloj y hago una mueca cuando me doy cuenta de que es casi la
hora de mi cita semanal para almorzar con mi madre. Nunca es más fácil
ocultarle estas cosas. Me carcome, como un veneno de acción lenta, como
un desastre en ciernes.
Suspiro y agarro el saco de mi traje, alisándome la corbata mientras
salgo. Conduzco a casa en mi Aston Martin, el auto que conduzco todos
los miércoles, simplemente porque es un descapotable, y a mi madre le
encanta la forma en que el viento sopla en su cabello mientras la llevo a
almorzar. Es la única vez a la semana que sé que pondré una sonrisa en
su rostro.
Ya me está esperando cuando me estaciono frente a nuestra mansión,
salgo de mi auto y lo rodeo para abrirle la puerta, y ella me sonríe.
―Hola, cariño ―me dice.
Presiono un beso en su mejilla y le sonrío.
―Hola, mamá. ¿Lista para el almuerzo?
Ella asiente y se sienta mientras yo corro alrededor de mi auto. Mi
madre sonríe cuando bajo el techo y mi corazón se calienta. La felicidad
que está irradiando en este momento... sí, no hay forma de que le quite
eso.
Estoy perdido en mis pensamientos todo el camino hacia el restaurante,
apenas presente cuando nos sentamos. No es hasta que mi madre dice mi
nombre que salgo de eso.
―Estás distraído, cariño ―me dice―. ¿Supongo que ya escuchaste las
noticias?
Parpadeo, mientras la comprensión se asienta sobre mí.
―¿Incluso tú sabías sobre Matthew y Jennifer?
Parece que fui el último en enterarme. Parece que todo el mundo ha
estado caminando de puntillas a mi alrededor, y odio eso. Odio que me
tengan lástima.
―Alec ―dice con cuidado―. Jennifer no es como nosotros. Nunca iba
a funcionar.
Sonrío irónicamente.
―¿No es como nosotros? ¿Qué? ¿Porque no es rica?
Mamá asiente, y la molestia se arrastra por mi columna vertebral.
―Papá tampoco lo era ―le espeto―. El abuelo hizo que papá tomara
tu apellido porque él no era nadie, todos pueden actuar como si lo
hubieran olvidado, pero eso no cambia la verdad, si él fue lo
suficientemente bueno para ti, ¿por qué desprecias a las personas como
él?
Mamá parece herida y me arrepiento de mis palabras de inmediato.
―Mamá, lo siento ―le digo, sacudiendo la cabeza―. No debería haber
dicho eso. Te ofrezco una disculpa, de verdad.
Ella asiente, con una sonrisa tensa en su rostro. No puedo evitar
preguntarme si ella se opone tanto a las personas fuera de nuestro círculo
social debido a papá. Me preocupa que trate de excusar su
comportamiento diciéndose a sí misma que todos sus problemas se deben
a que son de mundos diferentes, y no creo que sea eso. No tengo un
recuerdo agradable de mi padre. Ni uno.
Miro a mi madre con el corazón apesadumbrado. Su cabello es
perfectamente rubio, sin un solo mechón fuera de lugar. Ni siquiera veo
la más mínima arruga en su rostro. Mi madre mantiene una fachada
perfecta. La esposa perfecta, la matriarca de la familia Kennedy. La
máscara que ha usado cuidadosamente elaborada a lo largo de los años.
Cada vez que mi padre nos abandonaba, se creaba otra parte de su
fachada. A veces me pregunto qué ve cuando se mira en el espejo. ¿Ve a
la mujer que una vez fue, a la que mi padre destruyó? ¿O ha comenzado
a creer sus propias mentiras?
Saca una carpeta manila familiar de su bolso y me trago un gemido. La
abre y comienza a colocar fotos sobre la mesa.
―Estas chicas y sus familias están todas interesadas en formar una
alianza con la familia Kennedy. Los Vanderbilt son mi primera elección,
están ofreciendo una fusión si te casas con su hija mayor.
Ella sonríe con fuerza, y una mirada suplicante en sus ojos.
―Solo conócelas, Alec. Nunca sabes si te enamorarás de una de ellas.
¿Enamorarme de una de ellas? Incluso después de todos estos años,
todo el dolor por el que ha pasado, todas las veces que mi padre la ha
abandonado, a nosotros, ella todavía cree en el amor. Se niega a verlo
como la maldición que es.
―Además, la fecha límite de tu abuelo se avecina. En este momento, la
batalla por su puesto de presidente es entre tú y Dylan. Si no estás casado
a finales de junio, el puesto es automáticamente de Dylan, sin importar
cuánto más lo merezcas. ¿De verdad quieres que la empresa caiga en
manos de tu primo? Dylan no es ni la mitad de inteligente que tú, y
tampoco ha trabajado tan duro como tú.
Suspiro, mientras mis ojos se posan en las fotos.
―Mamá ―le digo, con voz suave―. ¿No puedes hablar con el abuelo?
Eres su única hija, y sabes que tiene un punto débil contigo. ¿No lo
reconsiderará? He trabajado hasta los huesos por nuestra empresa, a
diferencia de Dylan. Él solo aporta lo mínimo y el abuelo lo sabe.
Mamá niega con la cabeza.
―Lo he intentado, cariño. Él no lo moverá. Todavía cree firmemente en
las virtudes familiares por encima de todo, y no romperá las reglas por ti.
Cualquier miembro de nuestra familia que quiera ocupar su puesto en la
junta debe estar casado. Eso me incluyó a mí también, cariño. Esa siempre
ha sido la regla, y siempre lo será. Podría haber hecho una excepción
contigo si el puesto que buscabas no fuera el suyo. Su sucesor debe estar
casado, Alec. No cambiará de opinión.
Mis ojos caen en las fotos, y mi cuerpo entero se entumece con
resignación. De ninguna manera dejaré que la empresa caiga en manos de
Dylan, no hay forma de que deje que todo mi arduo trabajo se desperdicie.
Pasé toda mi vida pensando en heredar el papel de mi abuelo, y no voy a
renunciar a mis metas ahora.
Suspiro y asiento hacia mi madre.
―Como desees, madre ―murmuro―. Hazlo y comienza a organizar
reuniones con las chicas que consideres elegibles. Elegiré a una de ellas
para casarme.
6
Veo la gran mansión frente a mí, con sus puertas imponentes. Inhalo
profundamente antes de forzar mis pies hacia adelante. Presiono mi
palma contra el escáner, y un suspiro de alivio escapa de mis labios
cuando las puertas se abren. Una parte de mí esperaba que se me negara
la entrada, no me extrañaría que mi madrastra encontrara una manera de
eliminar todos mis datos biométricos. Ella trató de separarme de mi padre
y mi hermano en el momento en que entró en nuestras vidas, y lo logró,
ni siquiera estaría aquí si la vida de mi madre no dependiera de ello.
Estoy nerviosa cuando llego a la puerta, mi mirada baja a la ropa vieja
que estoy usando y mis zapatos rotos. Hace un par de años, ni muerta me
hubieran visto con este atuendo, y ahora no puedo permitirme nada
mejor. Casi nunca me siento avergonzada por la forma en que vivo mi
vida ahora, pero estar aquí frente a la casa de mi infancia, sabiendo que
seré juzgada y encontrada insuficiente... duele.
Me mata tener que venir aquí, ver que soy incapaz de cuidar a mi madre
por mi cuenta. No puedo evitar recordar cada decisión que he tomado,
cada pedacito de dinero que podría tener y debería haber ahorrado.
Me preparo mientras entro a la casa, sintiéndome fuera de lugar en esta
mansión fría y extraña, en donde no queda ni un solo rastro de mi
infancia. Me detengo junto a la cómoda en el pasillo, y mis dedos la
recorren. Siempre ha habido tres fotos aquí, una de mis padres, una de
Matthew y yo, y una de nosotros cuatro, pero las tres fotos han sido
reemplazadas para eliminar todo rastro de mi madre y de mí. Es como si
mi madrastra recreara cada foto que solía estar aquí, reemplazándonos
solo a mi mamá y a mí. Hago una mueca, y una leve punzada de dolor me
retuerce el corazón. Esta casa solía estar llena de amor, es la casa que mi
madre convirtió en un hogar, ahora es un lugar donde ni siquiera soy
bienvenida.
―¿Qué estás haciendo aquí?
Me giro, con una sonrisa agridulce en mi rostro. De alguna manera
entendería esas palabras viniendo de Elise, mi hermanastra, o incluso de
mi madrastra, Jade, pero no, es mi propio hermano.
―Hola, Matthew ―murmuro, enmascarando mi adolorido corazón
detrás de una sonrisa perfectamente elaborada.
Él hace una mueca mientras observa mi atuendo, su disgusto es obvio.
Me tenso, preparándome para el dolor que sé que está a punto de
infligirme, mis ojos se posan en la mujer que está a su lado y la inquietud
se asienta en la boca de mi estómago.
―¿Esa es tu hermana? ―pregunta Jennifer. Ella y yo nunca nos hemos
visto en persona, pero he visto muchas fotos suyas, la mayoría de cuando
salía con Alexander. Una ola de posesividad a la que no tengo ni
remotamente derecho me inunda cuando pienso en la forma en que él
siempre solía mirarla, como si ella volviera a todos los demás invisibles
para él. No entiendo cómo pudo dejarlo por un imbécil como mi hermano,
y estoy agradecida de no haber estado presente para ver cómo sucedió.
Según los rumores que circulan, estoy segura de que habría erradicado
los últimos jirones de respeto que siento por mi hermano.
―No ―dice Matthew―. ¿No ves que ella no pertenece aquí? ―agrega,
levantando la nariz.
Me quedo sin palabras, tensándome mientras hago mi mejor esfuerzo
para no tomar sus palabras en serio. Cuando mamá se metió en ese
accidente automovilístico, Matthew y yo también nos derrumbamos. Él
está convencido de que estoy haciendo sufrir a mamá al mantenerla con
vida egoístamente, y se aseguró de que yo lo supiera. Una y otra vez, papá
y Matthew trataron de convencerme de que dejara ir a mamá, hasta que
no pude más. Sin embargo, aquí estoy de nuevo, años después, a su
merced.
―No me quedaré mucho tiempo ―digo, con voz suave―. Se trata de
mamá.
Matthew levanta la ceja y cruza los brazos.
―¿Ella murió? ―pregunta, como si no pudiera importarle menos su
propia madre.
Aprieto los dientes mientras niego con la cabeza.
―Entonces no necesito saberlo ―dice, agarrando la mano de Jennifer.
Ella me lanza una mirada de disculpa, pero no me pierdo la diversión en
sus ojos.
―¿Qué es todo este alboroto?
Me giro para encontrar a papá de pie en el pasillo con Jade a su lado. El
odio rueda sobre mi piel, erizando cada vello de mis brazos. Ella parece
irritada de verme, sus ojos me recorren con consternación.
―Papá ―murmuro.
Él suspira y niega con la cabeza.
―Mírate. ¡Qué vergüenza! ¿No puedes al menos vestirte normalmente,
Elena?
Muerdo mi labio, con la desesperación arañando mi garganta.
―Lo siento, papá ―digo, queriendo retractarme de inmediato.
Papá mira hacia otro lado.
―Tu madre te dejó un fideicomiso por valor de millones, pero mírate.
Se avergonzaría de llamarte su hija.
Jade se tensa ante la mención de mi madre. Es sutil, pero lo veo. Veo el
odio en sus ojos, y la postura defensiva.
―Papá, ¿puedo hablar contigo, por favor?
Jade levanta las cejas.
―No tenemos secretos en esta familia ―dice ella―. Cualquier cosa que
le digas a tu padre, puedes decírmelo a mí.
Papá asiente y envuelve su brazo alrededor de su cintura. Ella apoya la
cabeza en su hombro, los dos son perfectos. Un año. Papá tardó un año en
declarar a mamá con muerte cerebral y casarse con Jade. ¿Alguna vez amó
a mamá en absoluto? ¿Alguna vez me amó a mí? Me ha hecho a un lado
con tanta facilidad que no puedo evitar preguntármelo.
―Se trata de mamá.
Papá se pone tenso, y por un segundo podría haber jurado que vi un
atisbo de preocupación por ella en sus ojos, pero desapareció antes de que
pudiera parpadear.
―Yo… papá, no puedo… no puedo mantenerla con vida por más
tiempo, he utilizado todo mi fideicomiso para pagar sus facturas médicas.
No creo que pueda pagar las facturas de este mes, y si no puedo, le
quitarán el soporte vital. Por favor, papá ―digo, con la voz
entrecortada―. Por favor, ayúdame. Ayúdame a salvar a mamá, por
favor.
Sus ojos se agrandan y traga saliva, pero luego Jade aprieta su agarre
sobre él y lo mira.
―Cariño, ese no es un asunto relacionado con nuestra familia ―dice
ella, entonces me mira y sonríe―. Y por lo que recuerdo, tú tampoco eres
parte de esta familia. Te fuiste sola, jurando que nunca volverías, pero
aquí estás, pidiendo dinero. Fue mi cumpleaños la semana pasada, y ni
siquiera llamaste. Sin embargo, ¿esperas ahora que te demos dinero para
desperdiciarlo en una causa perdida?
Papá se tensa y asiente.
―Jade tiene razón. Elena, es hora de dejar ir a tu madre. Lo que le estás
haciendo no es natural, y no quiero saber nada de eso. Además, Jade tiene
razón al decir que tú misma dejaste a esta familia. Ya no eres parte de esta
familia, y no puedes volver mendigando dinero. Pensé que te crié mejor
que eso.
Una lágrima de enojo cae por mi mejilla y la limpio. Está en la punta de
mi lengua decirle que él no me crio, que mi mamá lo hizo, pero no puedo
decir eso.
―Por favor, papá. Haré lo que sea. Volveré a vivir aquí y trabajaré para
ti. Todo lo que quieras. Solo ayúdame a salvar a mamá y te juro que seré
la hija perfecta.
La risa estridente de Elise suena detrás de mí, y la desesperanza me
abruma. Se acerca a papá y a su madre, y Jade la rodea con el brazo.
―Él ya tiene a la hija perfecta ―dice Elise―, y no eres tú.
El pánico se apodera de mí y caigo de rodillas mientras hago mi mejor
esfuerzo para mantener el control de mi respiración, pero mi
desesperación me está sofocando. Miro a papá con lágrimas en los ojos.
―Papá, ella morirá si no me ayudas ―me obligo a decir, con voz
entrecortada―. Te prometo que nunca más te pediré nada. Por favor,
ayúdame a mantenerla con vida, eso es todo lo que pido. Te lo ruego.
Papá me mira con nueva consternación.
―Estás haciendo el ridículo, Elena. Levántate, por el amor de Dios, te
lo he dicho antes, y te lo diré de nuevo, no gastaré ni un centavo más en
tu madre, ha sido declarada muerta y es hora de que lo aceptes y la dejes
ir.
Jade asiente con satisfacción y lo aparta mientras rompo a llorar en el
suelo. Ella me mira con una sonrisa en su rostro y mis ojos se cierran, con
mi corazón completamente destrozado.
He agotado todas las opciones para mantener viva a mi madre, todas
las opciones menos una. Pienso en la tarjeta que me dio la enfermera de
mi madre, y mi estómago se encoge ante el pensamiento incluso mientras
me levanto del suelo.
Vendería mi alma para mantener con vida a mi madre, así que si tengo
que hacerlo, también puedo vender mi cuerpo y lo haré.
7
Miro el hermoso edificio frente a mí y verifico dos veces la dirección en
la tarjeta que tengo en la mano. Este lugar no es exactamente lo que
esperaba. No parece de mala muerte en absoluto. Esperaba un club de
striptease clandestino o algo similar. En vez de eso, observo la mansión
en expansión con sus jardines perfectamente cuidados, con una enorme
puerta que me separa de lo que seguramente será la peor decisión que
tomaré en mi vida.
Me acerco tímidamente a los dos agentes de seguridad que vigilan la
puerta. Su postura rígida me recuerda a los soldados que custodian un
palacio, y la hostilidad en sus rostros no hace nada para calmar mis
nervios. Sus fríos ojos están sobre mí mientras me acerco, y por un
segundo me pregunto si podrían sacar las armas que llevan atadas a sus
cinturones. Exhalo con alivio cuando sonríen, o al menos lo intentan.
―¿Señorita? ―dice el guardia de la derecha, asintiendo hacia mí. Busco
a tientas la tarjeta de presentación negra en mi mano, sin saber qué decir.
No puedo decirles que estoy aquí para venderme al mejor postor,
¿verdad? Los ojos del guardia caen sobre la tarjeta en mis dedos, y él
asiente, presionando un botón en el dispositivo en sus manos y la puerta
se abre antes de que tenga la oportunidad de decir algo.
―Gracias ―murmuro. No hay repudio en sus ojos, así que me
pregunto si alguien con una tarjeta puede entrar, y no solo aquellos que
tienen la intención de prostituirse, o tal vez simplemente están
acostumbrados a esto. No puedo ser la primera mujer que se encuentra
en esta situación.
Camino hacia el edificio, negándome a pensar demasiado por qué estoy
haciendo esto, no puedo darme el lujo de tener dudas. Me concentro en
inhalar y exhalar constantemente, manteniendo mis pasos uniformes.
La puerta de la mansión se abre antes de que llegue a ella y mi corazón
se desploma. Me congelo, y estoy bastante segura de que mi corazón deja
de latir por un segundo, no puedo creer que me esté pasando esto.
Este es el último lugar en donde esperaría encontrarme con mi antiguo
amigo de la infancia, Lucian. Palidezco, y de repente una ola de náuseas
me golpea. Lucian camina hacia mí, y cada paso que da envía ráfagas de
puro pánico a través de mis venas.
En cualquier otro momento, me hubiera encantado encontrarme con él,
me habría tomado el tiempo para disculparme por salir de su vida como
lo hice, y le hubiera explicado que no tenía elección, que me iban a
prohibir volver a ver a mi madre, pero no ahora. Ahora no es el momento.
Se detiene frente a mí, y si se acerca más, estoy segura de que escuchará
mi corazón latir con fuerza. Trago saliva y me enderezo, con la columna
rígida.
―Lucian ―digo, complacida de encontrar que mi voz sale uniforme, y
no tan temblorosa como esperaba que fuera.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta, con la sorpresa escrita en todo
su rostro. Dudo, sin saber qué razón plausible podría tener para estar
aquí. Tampoco estoy segura de lo que él está haciendo aquí, pero me está
quedando claro que el edificio frente a mí no es simplemente un burdel.
No tengo tiempo para pensar en una excusa, porque unos segundos
después el hermano de Lucian entra por la puerta, y sus cejas se levantan
por la sorpresa cuando me ve. Alexander. Oh, Dios.
Se ve aún más guapo a la luz del día que esa noche en Inferno. Con los
pómulos afilados, un rostro perfectamente cincelado y el cabello espeso y
oscuro. Alexander se veía bien hace seis años, pero ahora se ve aún mejor.
La forma en que llena su traje es irreal, y solo puedo imaginar qué tipo de
cuerpo perfecto esconde debajo de él. Por alguna razón, verlo aquí, en este
momento, realmente me hace comprender lo que estoy a punto de hacer,
y me hace sentir mal. Avergonzada de mí misma. Me hace sentir como si
estuviera renunciando a una parte de mí que nunca recuperaré. Renunciar
a la chica que solía ser cuando Lucian y Alexander eran parte de mi vida.
―¿Elena? ―dice Lucian.
Alexander se congela en seco cuando Lucian dice mi nombre, con los
ojos muy abiertos. Puedo ver el momento exacto en que las piezas del
rompecabezas caen en su lugar.
Miro la puerta detrás de Alexander con resolución y camino hacia ella,
manteniendo la boca cerrada, ignorando la furia escrita en el rostro de
Alexander. Nada de lo que haga o diga ahora hará que se sienta menos
traicionado, lo que más odia es que la gente le mienta, y eso fue lo que
hice cuando le hice creer que no nos conocíamos, cuando robé un
momento que de otro modo nunca podría haberme pertenecido.
Mi hombro roza su brazo, y de repente me detengo en el lugar, con su
mano en mi muñeca, y su agarre fuerte.
―Elena, ¿verdad? Así es. Elena Diana Rousseau. Supongo que no
mentiste, pero tampoco fuiste honesta.
No se molesta en esconder la ira en su voz, pero es demasiado pequeña,
demasiado tarde ahora de todos modos. Miro hacia abajo, incapaz de
enfrentarlo.
―Este no es lugar para ti. ¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta, su
voz envía una punzada de nostalgia a través de mí.
Suena preocupado, y ese sentimiento, el sentimiento de que alguien
podría realmente preocuparse por mí, me rompe el corazón. Observo sus
zapatos perfectamente lustrados, incapaz de enfrentarlo.
―Tengo una cita ―susurro.
―Te acompaño, este no es un lugar al que debas entrar sola ―me dice,
y su voz no admite discusión. Mis ojos se disparan hacia los suyos, y sé
que el pánico reflejado en ellos me delató. Alexander tira de mi muñeca y
me acerca a él―. ¿Qué estás haciendo? ―él susurra.
Me muerdo el labio tan fuerte como puedo en un esfuerzo por mantener
el control de mis emociones, sacudiendo la cabeza mientras tiro de mi
muñeca para soltarme. Camino junto a él, ignorando la puñalada en mi
corazón. ¿Por qué duele tanto como cuando me alejé de los Kennedy hace
seis años?
Inhalo profundamente y me dirijo al mostrador de la recepción y miro
alrededor de la enorme sala que en su mayor parte se parece al vestíbulo
de un hotel, preguntándome en qué me estoy metiendo y sintiéndome
vacía.
―Estoy aquí para ver al señor Vaughn ―le digo a la recepcionista, que
inmediatamente asiente, con una mirada de comprensión en su rostro.
―La señorita Rousseau, ¿no? ―dice, escribiendo en su teclado.
Mis ojos se abren con sorpresa. Hasta hace una hora, ni siquiera pensé
que vendría, entonces, ¿por qué sabe ella quién soy? Tengo un mal
presentimiento sobre esto, pero es demasiado tarde para cambiar de
opinión ahora. La vida de mi madre depende de que yo termine con esto,
así que asiento.
―Nos han dicho que te esperemos. Sígueme, por favor.
8
No puedo creer que no la reconocí. Elena. Esos ojos suyos deberían
haberme dado una pista. Es la única chica que conozco cuyos ojos son una
intrigante combinación de marrón claro y verde. Debería haber confiado
en mis instintos cuando pensé que me resultaba familiar.
La última vez que recuerdo haberla visto, era una adolescente torpe con
aparatos ortopédicos y lentes demasiado grandes para su rostro. Siempre
fue bastante bonita, pero la chica que he llegado a conocer como Diana...
es francamente impresionante. El vestido negro que lleva hoy abraza su
figura, y es bastante obvio que Elena está lejos de ser una niña ahora.
¿Por qué ocultaría su identidad esa noche? ¿Por qué me engañaría?
Me detengo en los escalones del club de Vaughn, incapaz de quitarme
la sensación de que algo no está del todo bien con ella. No he dejado de
pensar en Diana desde esa noche, pero tampoco puedo quitarme la ira que
siento. Siento que ella jugó conmigo escondiendo quién era, y no me
sienta bien. Aprieto los dientes al pensar en su hermano, Matthew. Ella
parecía tan dulce, tan inocente, pero después de todo es una Rousseau,
parece que la hermana pequeña de Matthew creció y se convirtió en toda
una mujer. La repugnancia me recorre al pensar en él.
Vuelvo a mirar las puertas por las que desapareció. ¿Qué está haciendo
Elena aquí? El club de Vaughn es privado y lo ha sido durante años. Es
un club de caballeros muy exclusivo y prestigioso. Las solicitudes de
membresía de mujeres ni siquiera se consideran, y mucho menos se
aceptan. La única forma en que una mujer puede entrar aquí es como
miembro del personal. ¿Qué podría traer aquí a Elena Rousseau? Su
familia es demasiado rica para que ella necesite un trabajo, e incluso si
quisiera uno, no hay razón para que lo encuentre aquí. Pienso en la ropa
que llevaba cuando la vi en Inferno... la Elena que solía conocer ni siquiera
tendría ropa tan barata. No soy un hombre supersticioso, pero no puedo
quitarme la sensación de que algo malo está por suceder.
―¿Sabes de qué se trataba todo eso? ―le pregunto a Lucian. La mirada
contemplativa en su rostro me dice que está tan perdido como yo.
―Sé que las cosas han sido difíciles para ella con su mamá en coma y
su papá volviéndose a casar, pero eso es todo lo que sé. No he hablado
con ella en años. La sigo en las redes sociales, pero no publica exactamente
mucho, así que no tengo idea de qué está pasando. Honestamente, si no
la hubiera seguido, ni siquiera la habría reconocido.
Aunque mi hermanito nunca lo admitiría, sé que el hecho de que él y
Elena se distanciaran lo mata, era su única amiga real en el mundo
superficial en el que opera nuestra familia. Cuando ella perdió a su madre,
él la perdió a ella.
Frunzo el ceño y observo las puertas por las que Elena acaba de pasar.
Sabía quién era yo y me engañó. ¿Por qué? ¿Fue un juego divertido para
ella? ¿Una forma de molestarme? Tal vez aprendió una o dos cosas de su
hermano, después de todo es una Rousseau. Niego con la cabeza y camino
hacia mi auto, pero a mitad de camino me detengo al mismo tiempo que
Lucian.
―Mamá nos mataría si no nos aseguramos de que esté bien ―dice.
Estoy de acuerdo con él, quizás un poco demasiado rápido. Juntos damos
la vuelta y caminamos hacia el club. Agarro mi teléfono y le envío un
mensaje de texto a mi jefe de seguridad, Aiden, para solicitar una
verificación de antecedentes de Elena. Definitivamente algo está pasando
con ella, y quiero saber qué.
Cuando Lucian y yo llegamos a la puerta principal, tengo a mi amigo
Vaughn al teléfono.
―¿Dónde está Elena Rousseau? ―pregunto, sin molestarme en
bromas.
―Encantado de saber de ti, amigo. ¿Estoy bien, gracias, cómo estás tú?
―dice, sonando divertido.
Pongo los ojos en blanco.
―Déjate de estupideces, Vaughn. ¿En dónde está? Elena Diana
Rousseau. La vi entrar a tu club hace unos minutos. ¿Qué está haciendo
ella aquí?
Vaughn hace una pausa.
―Mierda. ¿Es ella? ―él pregunta.
―Sí.
―Alexander, alguien me llamó para decirme que la hermana de
Matthew iba a aparecer. Pensé que te estaba haciendo un favor, hombre.
Mierda. Se la envié a John, a la sala de conferencias ocho. Esto no te va a
gustar.
9
Tomo un sorbo del té que me preparó una de las secretarias y casi me
quemo la lengua. Estoy inquieta y nerviosa, no me sienta bien que me
reconocieran por mi nombre. Esto tiene el nombre de Elise escrito por
todas partes, estoy segura de que esto es una trampa de algún tipo, pero
tampoco puedo alejarme, no cuando existe la más mínima posibilidad de
que pueda salvar la vida de mi madre de esta manera.
¿Quizás fue June quien les hizo saber que podría pasar? Parece poco
probable, pero prefiero eso que caer en otra de las trampas de mi
hermanastra. La última vez que entré en uno de sus esquemas, casi me
acusan de posesión de drogas, y no cualquier droga, cien gramos de
cocaína. Elise lleva la expresión ‘ve con todo o vete a casa’ a un nuevo
nivel y, por alguna razón, siempre me ha visto como la ruina de su
existencia, aunque no estoy segura de por qué, ya que nunca la he tratado
injustamente. Ella es una de las razones por las que no podía esperar para
irme de casa. Mi corazón se hunde al pensar en la confabulación de la
enfermera de mi madre y Elise. Si ese es el caso, significa que Elise y Jade
tienen acceso a mi madre. Si pueden llegar a June, pueden llegar a mamá.
Miro alrededor de la habitación, haciendo mi mejor esfuerzo para
combatir mis nervios. Se parece más a una sala de reuniones que a otra
cosa, con su mesa larga y las sillas acolchadas. Todo este edificio es
diferente a lo que esperaba, pensé que estaría entrando en un club
nocturno, pero en vez de eso, me encontré en lo que parece ser una versión
céntrica de un club de campo muy lujoso. Vi carteles de innumerables
instalaciones. Si no me equivoco, incluso vi uno para la piscina y campo
de golf.
Dios, espero no estar en el lugar equivocado. Niego con la cabeza. No,
la recepcionista sabía quién era yo, así que definitivamente estoy en el
lugar correcto. Solo espero que sepan por qué estoy aquí. Realmente
espero no tener que dar explicaciones. Si lo hago, no estoy segura de
poder seguir adelante con esto.
Una parte de mí se pregunta si encontrarme con Lucian y Alexander
fue una señal, una última oportunidad para darme la vuelta, antes de
perder todo el respeto que tengo por mí misma, pero luego pienso en mi
madre, y sé que siempre me arrepentiré si me voy ahora. Nunca me
perdonaría si ella muriera cuando podría haber hecho algo para salvarla.
Incluso si nunca se despierta de nuevo, necesito saber que hice todo lo que
estaba a mi alcance para darle la oportunidad. Si nuestros roles se
invirtieran, sé que mi madre haría lo mismo por mí.
La puerta detrás de mí se abre y sella mi destino. Un hombre alto y
rubio toma asiento frente a mí, con una sonrisa lasciva en su rostro. Un
escalofrío me recorre la espalda cuando se recuesta en su asiento.
―¿Cómo está tu té, Elena? ―pregunta, con sus ojos fijos en mi pecho.
Arrugo la frente. No estoy segura de lo que está pasando, pero algo no
parece estar bien.
―Nunca le di mi nombre a nadie aquí.
Él sonríe, con un toque de crueldad en sus ojos.
―No fue necesario, no hay mucho que no sepamos de ti. Soy John, por
cierto, y tú y yo estamos a punto de conocernos muy íntimamente, como
parte de tu entrevista de trabajo, por supuesto.
Trago saliva, mientras un temblor recorre mi columna. Trato de
empujar hacia abajo el miedo que siento, pero no puedo. Empiezo a
temblar, y mi corazón late con fuerza, pero sonrío. Sabía en lo que me
estaría metiendo... sabía lo que se esperaba de mí.
―Entonces, dime por qué estás haciendo esto, Elena. ¿Aburrimiento de
niña rica? ¿Papá no te compra un bolso nuevo?
Estoy sin palabras. Realmente no esperaba esa pregunta, pero, de
nuevo, no esperaba que supieran quién soy en absoluto. Tenía la intención
de usar algún alias. Algo así como Crystal o Candy, o mejor aún, Chastity1.
Hasta ahora, nada va como lo había planeado.
―Necesito el dinero. ―Suena estúpido y obvio, pero no estoy segura
de cómo explicar por qué estoy aquí. No quiero contarle sobre mi
situación familiar, no quiero que sepa mucho sobre mí en absoluto.
―Bueno… esta entrevista sin duda será divertida para mí. ¿Qué tal si
te pones de pie y abres…?
Antes de que pueda terminar su oración, la puerta detrás de mí se abre
y golpea contra la pared. Salto en estado de shock y me doy la vuelta para
encontrar a Alexander caminando con Lucian justo detrás de él.
Los ojos de Alexander están en John, con expresión asesina.
―Tú. Vete ―dice, con su voz mortalmente tranquila. John duda y
Alexander mira a Lucian―. Sácalo de aquí antes de que lo noquee,
asegúrate de acompañarlo a la oficina de Vaughn.
Lucian asiente y lleva a John afuera, con una mirada de preocupación
en su rostro. John mira a Alexander, con un brillo salvaje en sus ojos, él
me sonríe y se detiene en la puerta.
―No está mal ―dice―. Ya hay un gran apostador interesado, ¿eh? Ni
siquiera puedo culpar al tipo, no es para preocuparse, no me importa ser
segundo.
Mi estómago se tambalea, y suspiro de alivio cuando Lucian aprieta a
John y lo empuja hacia afuera.
Pero parpadeo con incredulidad cuando la puerta se cierra de golpe,
dejándonos a Alexander y a mí solos. Él aprieta la mandíbula y camina
lentamente hacia la puerta, y el sonido de la cerradura al cerrarse me tensa
aún más. Se acerca a mí y doy un paso atrás, solo para sentir la mesa detrás
de mí. No hay ningún lugar a donde pueda ir, nunca lo había visto tan
enojado antes.
1
Castidad, en inglés.
―Alexander…
Hace una pausa, mientras sus ojos recorren mi cuerpo con
incredulidad.
―¿Quieres explicarme qué estás haciendo aquí, Elena? ¿O te haces
llamar Diana ahora?
Da un paso más cerca de mí y pellizca mi barbilla, obligándome a verlo.
La decepción y la rabia oscurecen sus ojos, e inhalo profundamente. No
hay duda en mi mente que él sabe exactamente lo que estoy haciendo
aquí, solo quiere que lo admita.
―Alec ―susurro, y la vergüenza me tiñe las mejillas de rojo.
―Alexander ―me corrige―. No somos tan cercanos.
Mi corazón se rompe y desvío mis ojos de su intensa mirada, pero
asiento de todos modos. Siempre he sido una de los pocos aparte de su
familia que podría llamarlo Alec, y me mata que ahora sea una extraña
para él.
―Tienes razón, Alexander. No somos tan cercanos, así que no hay
razón para que te explique lo que estoy haciendo aquí y tampoco debería
importarte. ―Mi voz es uniforme, y no tropiezo con mis palabras como
esperaba. Lo miro a los ojos, rezando para que mi cara de póquer sea tan
buena como imagino.
El agarre de Alexander en mi barbilla se aprieta, mientras sus ojos
recorren mi cuerpo y se fijan en el ceñido vestido negro que llevo puesto.
Lo elegí sabiendo que resaltaría mi cuerpo. En este momento, el atuendo
me hace sentir como una puta barata. Muy apropiado, supongo.
―Da la casualidad de que este club es propiedad de mi amigo, Vaughn
―dice―. Tengo entendido que estás aquí para solicitar un puesto, y
Vaughn, siendo el buen amigo que es, me permitió realizar tu entrevista
en su nombre.
Aparto la mirada avergonzada, incapaz de enfrentarlo. Sus manos se
mueven hacia mi cintura y me levanta sobre la mesa detrás de mí, y antes
de que pueda reaccionar, me separa las piernas para poder pararse entre
ellas. Sé que debe haber visto mi ropa interior de encaje rojo cuando sus
ojos se oscurecen. Si pensé que estaba enojado antes, claramente no había
visto nada todavía, sus ojos brillan con rabia y su expresión es tensa.
―Elena, ¿Si entiendes que los hombres podrán tocarte cuando y donde
quieran, y hacer contigo lo que les plazca?
Asiento con la cabeza, tragando saliva. No soy estúpida, sabía en qué
me estaba inscribiendo, y no voy a dejar que él me intimide para que no
tome esta decisión. Porque eso es exactamente lo que está haciendo, está
tratando de intimidarme para que salga corriendo de esta habitación
llorando. Vaya, se va a llevar una sorpresa.
―Sí, soy consciente. Entiendo que estés conmocionado, pero no voy a
cambiar de opinión. ―Alguien como él no puede entender lo que es estar
en mi situación. Haber perdido mi hogar y no tener a nadie alrededor en
quien pueda confiar. Peor aún, tener a alguien a quien mantener y no
poder hacerlo. La impotencia que siento me desgarra y al mismo tiempo
me otorga una determinación férrea.
Hace unos años, nunca hubiera podido soñar con encontrarme en esta
situación, así que entiendo la posición de Alexander, pero no estoy
haciendo esto por diversión, la vida de mi madre depende de que yo
termine con esto.
―Muy bien ―dice en voz baja.
Mueve una mano a mi cabello y la otra a mi pierna desnuda.
―¿Es esto lo que quieres, Elena? ¿Quieres que los hombres te toquen
cuando les apetezca? ¿Abrir las piernas para cualquiera que arroje algo de
dinero en tu dirección?
Niego con la cabeza, mordiéndome el labio. Él acaricia el interior de mi
muslo, con su mano moviéndose lentamente.
―Esto es lo que se espera de ti, y mucho más. Apenas te estoy tocando.
¿Puedes soportar ponerte de rodillas y chuparme la polla? ¿Qué pasa si
quiero agacharte y follarte?
Sus ojos están sobre los míos, y la forma en que me mira en este
momento es como siempre imaginé que lo haría en cada sueño que he
tenido con él. Como si yo fuera alguien a quien quiere y no solo una niña
que lo sigue a todas partes, como si yo fuera deseable. Acaricia el interior
de mi muslo, acercándose lentamente a mi ropa interior. Me odio por el
estallido de excitación que siento, pero a pesar de la situación, no puedo
evitarlo.
Miro su cuello, y mi corazón se acelera. Sus dedos están en el borde de
mi ropa interior, moviéndose lentamente, provocándome, y soy un
revoltijo de lujuria y pánico. Sé que está tratando de avergonzarme por
mis elecciones, sé que esto está destinado a ser un castigo, una forma de
hacerme cambiar de opinión, pero todo en lo que puedo pensar es en que
quiero más. Más de lo que me están haciendo sus dedos.
Alexander tira suavemente de mi cabello, haciéndome levantar la cara.
Su rabia no ha disminuido en absoluto, pero ahora hay algo más en sus
ojos. Lujuria.
―Mírame, y dime por qué estás haciendo esto.
Aparto la mirada, incapaz de enfrentarlo. Quiero explicarle, pero todas
mis palabras parecen estar atascadas en mi garganta.
―Si ni siquiera puedes manejar esto, ¿cómo vas a follar a innumerables
de hombres?
Me acaricia con su dedo índice justo a través de mi ropa interior, y salto,
mientras un estallido de excitación va directo a mi centro. Sus ojos se
oscurecen cuando se da cuenta de que estoy mojada y parece aún más
enojado. Empuja mi ropa interior a un lado bruscamente y desliza su dedo
a lo largo de mis pliegues resbaladizos, estoy tan mojada que su dedo se
desliza dentro de mí fácilmente, provocándome un gemido que nos
sorprende a ambos, él aprieta su agarre en mi cabello cuando se da cuenta
de lo excitada que estoy.
―Estás jodidamente empapada.
Mantiene su dedo dentro de mí y comienza a girar su pulgar alrededor
de mi clítoris, volviéndome loca.
―Dime, ¿te excita tanto la idea de ser usada por hombres? ¿Estás
disfrutando de mi dedo dentro de ti? Estás tan mojada que probablemente
pueda deslizar mi polla directamente dentro de ti. ―Su voz es ronca y se
lame los labios, mis ojos siguen su lengua mientras se lanza sobre sus
labios, haciendo que me pregunte a qué saben.
Alexander me folla con los dedos lentamente, y sus ojos nunca dejan
los míos.
―Dime que me equivoco, Elena. Dime que no estás aquí para vender
tu cuerpo en el club Vaughn’s, dime que no quisiste engañarme esa noche.
Cuando no respondo, aumenta su ritmo, y su toque me vuelve loca. Si
esto es lo que él cree que constituye un castigo, está muy equivocado.
―Alexander, por favor ―gimo.
―¿Por favor qué? ¿Por favor que me detenga? Si no quieres que te trate
como una puta común, todo lo que tienes que hacer es decir basta. Decir
no y empujarme lejos. ―Está jadeando tan fuerte como yo, y el bulto en
sus pantalones me dice que él también está excitado. Me mira mientras
me ahogo en los sentimientos que despierta en mí.
Suelta mi cabello y mueve su otra mano entre mis piernas, usando una
mano para jugar con mi clítoris mientras me folla con los dedos con la
otra. La intensidad es casi demasiado para mí, y necesito toda mi fuerza
de voluntad para no correrme ahí mismo.
Agarro sus hombros y me muerdo el labio para mantenerme callada,
sus dedos se sienten mucho mejor sobre mí que los míos, y sé que no
puedo aguantar más, estoy a punto de correrme, él me observa con tanta
atención que no puedo evitar cerrar los ojos.
―Alexander, yo… no puedo… me voy a… ―susurro, mi voz suena
más como un gemido que la protesta que pretendía que fuera. Estoy a
punto de correrme, y sé que si lo hago, él perderá la pequeña cantidad de
respeto que aún podría tener por mí.
Gime y aumenta su ritmo mientras me lleva al límite.
―Mmm, oh mierda… por favor ―gimo, perdiendo el control. Me corro
sobre sus dedos, y él me mira con una expresión satisfecha.
El momento entre nosotros se rompe cuando el último temblor sacude
mi cuerpo, y aparta los dedos de repente, como si se escaldara. Observo
mientras saca su pañuelo de su bolsillo y se limpia los dedos, mirándose
las manos con incredulidad. Es como si apenas pudiera creer que me tocó
así, y peor aún, que lo disfruté. Aparto la mirada avergonzada, y la
realidad de repente me alcanza. Estoy tan decepcionada de mí misma
como lo está Alexander, si no es que más. Me trago un sollozo cuando me
da la espalda, claramente incapaz de mirarme.
Se sienta en una de las sillas de la sala, con la cabeza entre las manos.
El silencio entre nosotros es pesado y no sé qué decir. Aprieto mis muslos,
y la humedad que todavía está ahí me hace sentir avergonzada de nuevo.
Alexander me mira y suspira, y sus ojos se suavizan un poco.
―No sé qué estás haciendo aquí, o qué ha causado que estés en estas
circunstancias, lo que sí sé es que te vienes a casa conmigo.
10
Sostengo la mano de Elena mientras la llevo de regreso al área de
recepción donde Lucian y Vaughn nos están esperando, su mano es
pequeña comparada con la mía. Elena no dice nada, está mirando al suelo
y me deja jalarla, con sus ojos rojos por las lágrimas que obviamente está
conteniendo. Esperaba que peleara conmigo cuando le dije que vendría a
casa conmigo, pero, sorprendentemente, me siguió obedientemente.
Una parte de mí está avergonzado por cómo la traté. Cuán irrazonable
fui y cuán fuera de control me sentí cuando la vi sentada ahí, con esa
mirada desafiante en su rostro. No tiene idea de en lo que casi se mete, sin
importar cuánto haya intentado convencerse de lo contrario.
Sin embargo, una parte de mí todavía está encendido, la mirada en su
rostro cuando la hice correrse hizo que mi polla se endureciera de nuevo.
Esa expresión suya, la forma en que sus músculos se tensaron alrededor
de mi dedo y la forma en que gimió. Aprieto la mandíbula y me sacudo
los pensamientos.
Lucian salta de su silla cuando nos ve acercarnos y corre hacia Elena.
Ella suelta mi mano y levanta la cabeza, con una sonrisa tranquilizadora
en su rostro. No creo que me haya sonreído ni una sola vez hoy, pero no
le he dado ninguna razón para hacerlo. Involuntariamente aprieto la
mandíbula cuando mi hermano la jala en un fuerte abrazo, enterrando su
rostro en su cuello, ella se relaja contra él y él le da un beso en el pelo.
Miro a Vaughn, que está apoyado contra la pared, con una expresión
de preocupación en su rostro. Se encoge cuando ve la ira en mi rostro, y
me mira disculpándose. Maldita sea... ni siquiera puedo estar enojado con
él. Pensó que me estaba haciendo un favor jodiendo a Rousseau. Lo que
casi le pasa a Elena... es mi culpa.
―¿En qué estabas pensando? ―Lucian murmura, con voz suave y
preocupada. Así es exactamente como debería haber reaccionado, pero no
lo hice. En vez de eso, la condené por sus elecciones antes de ver la imagen
completa―. ¿Por qué no me pediste ayuda? ―le pregunta, con su voz
temblorosa. Él mira sus ojos rojos y luego a mí, sus ojos están llenos de
acusación.
Una mirada a Vaughn me dice que debe haberle dicho a Lucian al
menos lo básico y, por alguna razón, eso no me sienta bien. No quiero que
nadie sepa lo que ella estuvo a punto de hacer hoy, ni siquiera mi propio
hermano.
―¿Por qué no lo hiciste? ―le pregunto, ella se aleja de Lucian y mi
cuerpo se relaja. Ni siquiera me di cuenta de que me había puesto tenso.
―Yo... nosotros... no somos tan c-cercanos ―tartamudea, incapaz de
mirarme a los ojos. Un leve rubor oscurece su rostro con un encantador
tono rosado. Tenía la sensación de que las palabras que escupí con ira hoy
más temprano volverían a atormentarme, pero niego con la cabeza y
agarro su muñeca, tirando de ella.
Los ojos de Vaughn van de mí a ella, y puedo decir que se está
preguntando qué pasó entre nosotros, pero no hay forma de que le diga
una mierda. Él asiente mientras pasamos junto a él, y sé que no va a dejar
pasar esto. Vaughn es una zorra para el drama y los chismes, aunque
nadie lo hubiera adivinado. Una parte de mí cree genuinamente que
dirige su club de caballeros simplemente para recopilar información sobre
la élite que lo frecuenta.
―¿A dónde vamos? ―pregunta Lucian.
―A casa.
―¿Vamos a llevar a Elena a casa? Bien.
Mi chofer abre la puerta de mi limusina y Elena duda antes de entrar.
Lucian salta detrás de ella, tomando el asiento a su lado, dejándome
sentado frente a ella. Siempre he odiado este auto pretencioso, aunque sé
que es necesario, ya que está blindado. Aunque hoy, con las piernas de
Elena entre las mías, lo odio un poco menos.
Me recuesto y observo a Lucian preocuparse por ella. Ella se remueve
en su asiento, y cuando abre ligeramente las piernas, su vestido corto se
sube. Puedo decir que su ropa interior todavía no está en su lugar
correctamente, aún están empujadas hacia un lado, como las dejé,
exponiendo parte de su delicioso coño. De repente estoy más que aliviado
de que sea yo quien esté sentado frente a ella, y no Lucian.
―Siéntate correctamente ―le digo, mi voz sale más dura de lo que
pretendía. Me frunce el ceño, pero cruza las piernas de todos modos.
Sonrío cuando se sonroja, dándose cuenta de por qué le dije que se sentara
correctamente, ella aparta la mirada de mí y se vuelve hacia Lucian.
Observo su cabello castaño hasta la cintura que cubre su pecho y su
cuerpo perfecto. No puedo negar que es hermosa, pero nunca he dejado
que la belleza me distraiga. Entonces, ¿por qué no puedo dejarla en paz?
Solo saber que ella es la hermana de Matthew debería ser suficiente para
repugnarme.
―¿Por qué no acudiste a mí en busca de ayuda? ―Lucian le pregunta
de nuevo―. Sé que no recurrirías a esto a menos que no tuvieras opciones
―agrega.
Agarro mi tablet y reviso la verificación de antecedentes que me envió
Adrian. Leí el archivo dos veces, seguro de que esta información no puede
ser correcta. Miro a Elena y la culpa que siento casi me destroza, no
recuerdo mucho de Alaric Rousseau, pero no lo recuerdo como un
monstruo. Siempre parecía adorar a Elena, incluso cuando la tensión entre
él y su ahora exesposa era alta. Entonces, ¿cómo terminó Elena en la
situación en la que se encuentra? Seguramente, ¿él vigila a su única hija?
Si mi equipo de seguridad puede averiguar sobre cada artículo que tuvo
que vender en los últimos dos meses y cada factura que pagó por su
madre, entonces no hay forma de que Alaric no lo sepa. ¿Cómo dejó que
llegara tan lejos?
Escucho distraídamente mientras Elena, vacilante, le dice a Lucian que
necesita dinero para las facturas médicas de su madre y que se fue de casa
hace años. Eso explica por qué dijo que lo que más desea es buena salud
para sus seres queridos, estaba hablando de su madre esa noche en
Inferno.
―Ya le pedí ayuda a mi padre, pero si ni siquiera él puede ayudarme,
¿cómo puedo esperar que tú lo hagas? Ni siquiera nos hemos visto en
años. Además ―dice, con la voz entrecortada―. Le pregunté a cada uno
de mis amigos, y nadie pudo ayudarme.
El rostro de mi hermano delata su dolor. Nunca lo he visto preocuparse
mucho por nada, y menos por una chica. Si alguien que no fuera Elena
hubiera llamado a nuestra puerta, de hecho habría negado su pedido de
ayuda, sin importar cuán grave fuera la situación. Sin embargo, Elena
siempre fue su debilidad, mi egoísta hermano siempre le guardaba sus
últimos bocados de pizza, miraba películas de chicas con ella, y una vez,
cuando eran pequeños, incluso lo atrapé separando los M&M por colores,
porque a Elena solo le gustan los amarillos y los rojos.
―Una vez también fuimos amigos cercanos, Elena. Habría estado ahí
para ti ―le dice Lucian.
Elena asiente y toma su mano, entrelazando sus dedos. Ella lo mira con
tanta ternura, y él la mira de la misma manera. Ya están perdidos en su
propio pequeño mundo, y parece que nunca estuvieron separados.
―Incluso si viniera a ti en busca de ayuda y estuvieras de acuerdo, me
ayudarías tal vez una o dos veces antes de convertirme en una carga.
Necesito una gran cantidad de dinero, Lucian. No es correcto de mi parte
confiar en ti de esa manera.
Yo suspiro. No puedo culparla por querer valerse por sí misma y no
confiarle a nadie más la vida de su madre, está en lo correcto. ¿Durante
cuánto tiempo un extraño puede brindarle el tipo de asistencia financiera
que necesita?
Lucian aprieta la mandíbula como lo hace cuando intenta tragarse las
palabras, y me pregunto qué quiere decir. Nunca había visto a mi
hermanito tan animado.
―Te ayudaría incondicionalmente ―le dice.
Elena niega con la cabeza.
―Necesito al menos sesenta mil dólares para fin de mes, e incluso más
con el tiempo, eso no es algo que pueda pedirte.
Lucian comienza a responder, pero lo interrumpo.
―Discutiremos esto en casa ―digo, con tono agudo. Lucian me mira
impotente y mi corazón se ablanda. Me está mirando como solía hacerlo
cuando aún éramos niños, como si yo fuera su héroe, no me ha visto con
tanta fe en años.
El chofer se estaciona en nuestro camino de entrada y Lucian salta,
extendiéndole la mano a Elena. Mis ojos se posan en sus piernas,
recordándole que tenga cuidado cuando salga del auto, y se sonroja,
asintiendo hacia mí. Sin embargo, mi hermano debe haber interpretado
su sonrojo de manera diferente, porque él también se sonroja, con su
mirada firmemente pegada a su rostro.
Una sensación incómoda se asienta en mi estómago mientras los veo
interactuar. Los acompaño a la casa, los dos claramente ya en su propia
burbuja.
11
Sigo a Lucian y Alexander a su casa, deteniéndome en el umbral
mientras los recuerdos me asaltan. Pasé gran parte de mi infancia en esta
mansión, podría conocer cada rincón y grieta tan bien como lo hace
Lucian. Aparte de algunos muebles nuevos, nada ha cambiado mucho, y
entrar aquí todavía se siente como volver a casa, más que en mi propia
casa de la infancia en estos días.
No me di cuenta de lo mucho que he echado de menos esto, cuánto he
extrañado a Lucian y el tiempo que pasamos juntos, he estado tan
ocupada trabajando y cuidando a mi madre que realmente no me he
detenido a pensar en lo sola y aislada que me he vuelto.
Al crecer, Lucian siempre fue el hermano que desearía que Matthew
hubiera sido, y de repente me siento mal por no esforzarme más por
mantenerme en contacto. Debería haberme puesto en contacto con él tan
pronto como salí de casa, pero para entonces ya era demasiado tarde.
Hacía años que no nos hablábamos y nos habíamos distanciado
demasiado. Me sentí demasiado culpable, aunque sé que no tuve más
remedio que romper el contacto.
―¿Sarah?
Levanto la vista ante la mención del nombre de mi madre. La madre de
Lucian salta del sofá cuando me ve y camina hacia mí, con los ojos muy
abiertos.
―No... ¿Elena?
Me envuelve en un fuerte abrazo y yo la aprieto con la misma fuerza,
conteniendo las lágrimas una vez más. No puedo recordar la última vez
que alguien me abrazó así, sin embargo, hoy dos personas me abrazaron.
―Sofia ―susurro, como si decir su nombre en voz alta me despertara
de este sueño nostálgico. Sofia besa la parte superior de mi cabeza y
aprieta su abrazo.
Alexander se aclara la garganta y yo retrocedo a regañadientes. Está
mirando a su madre con una expresión que no puedo descifrar, es casi
como si no la hubiera visto en mucho tiempo, pero recuerdo claramente
que me dijo que la invitó a almorzar recientemente.
―Elena se mudará con nosotros ―dice.
Mis ojos se abren en estado de shock. Alexander y yo nunca hemos
discutido nada por el estilo, y en realidad no le he dicho que he estado
luchando para pagar mis propias cuentas, y que estoy muy preocupada
por mi propio futuro y el de mi madre.
Miro a Lucian, que se ve tan sorprendido como yo, pero Sofia
simplemente asiente y tararea en acuerdo.
―Está bien ―dice, sin hacer preguntas―. Le pediré al personal que
prepare una habitación para ella.
Me muerdo el labio en un esfuerzo por contener las lágrimas. Una parte
de mí quiere negarse y conservar mi orgullo, exigirle una explicación a
Alexander y preguntarle por qué cree que tiene derecho a tomar
decisiones en mi nombre, pero luego recuerdo cuál es mi alternativa y me
muerdo la lengua.
―Quiero hablar contigo, por favor, Elena ―dice Alexander, e inclina
su cabeza hacia la gran escalera y lo sigo obedientemente, todavía sin
palabras.
―El diseño de todo este piso ha cambiado ―murmuro sorprendida.
Alexander hace una pausa y me mira.
―Sí, hace dos años renovamos la mayor parte de la casa. Lucian, mis
padres y yo tenemos cuartos separados ahora. Todavía están todos en el
mismo edificio, pero son esencialmente apartamentos diferentes.
Me lleva a su dormitorio y yo lo sigo, apenas capaz de contener mi
curiosidad. Parece que derribó varias paredes para crear un espacio tipo
loft, lo que resultó en una habitación grande y lujosa, con su propia área
de descanso, una cama enorme y una bañera independiente justo al lado
de las ventanas del piso al techo. Es bastante obvio que Alexander ha
creado su propio pequeño santuario aquí, y no puedo dejar de estar
impresionada con el buen gusto y el lujo que se ve en todo.
Me lleva a su área de asientos y me siento frente a él, en lugar de a su
lado, creando deliberadamente cierta distancia entre nosotros. Con todo
lo que está pasando, me siento abrumada. Abrumada y avergonzada,
apenas puedo pensar con claridad. Mi mente sigue vagando de regreso a
Vaughn’s y la forma en que me tocó, y me odio a mí misma por lo mucho
que lo disfruté. Es como si mi propio cuerpo me traicionara, y estoy
demasiado asustada para siquiera imaginar lo que él podría pensar de mí
ahora.
Me mira de esa manera que solía hacer cuando nos estaba dando a
Lucian a mí la oportunidad de confesar lo que sea que habíamos estado
haciendo ese día.
―¿Por qué no me dices exactamente qué te pasa?
Niego con la cabeza.
―Parece que ya sabes más de lo que te hubiera dicho.
No soy estúpida, sé cómo operan los Kennedy. Sé que me habría hecho
una verificación de antecedentes en el momento en que se dio cuenta de
quién soy, y no me siento cómoda con todo lo que eso habría revelado
sobre mí. Sobre la forma en que he estado viviendo mi vida y lo lejos que
me he alejado de la chica que solía conocer.
Su expresión se suaviza y me sonríe suplicante.
―Aun así me gustaría escucharlo de ti ―dice, con voz suave.
Dudo. No hay nada que pueda decir que él no sepa ya, y al menos de
esta manera escuchará mi versión de la historia. Así que le digo, le cuento
sobre mi padre y mi madrastra, sobre su negativa a pagar las cuentas de
mi madre, los planes de mi hermanastra y mis dificultades para pagar mis
propias cuentas. Él solo me escucha pacientemente, asintiendo de vez en
cuando para animarme a seguir hablando.
―Ya veo ―dice cuando termino de contarle mi historia. Sin preguntas,
sin juicio, solo simple comprensión. Se siente como si me hubieran
quitado un gran peso de encima. Aparte de contarle a Lucian sobre los
conceptos básicos en el automóvil, no le he contado a nadie la historia
completa, y se siente bien sacarlo de mi pecho.
―¿Qué vas a hacer ahora? Incluso si intentaras vender tu cuerpo en el
club de Vaughn, como máximo ganarías 20k al mes, y eso es como
máximo, es probable que eso ni siquiera sea suficiente para cubrir las
facturas de tu madre la mayoría de los meses, y mucho menos tus propios
gastos además de eso.
Niego con la cabeza.
―Honestamente, no lo sé. Tengo otra semana hasta que venza la
factura actual de mi madre, o le quitarán el soporte vital. Pensé en ir a
Vaughn's y luego continuar desde ahí. No es que tenga otras opciones, le
he pedido ayuda a mi padre innumerables veces y siempre se ha negado,
y tampoco estoy en contacto con ninguno de mis viejos amigos, al menos
no desde que me fui de casa.
Solo la idea de que a mi madre le quiten el soporte vital me da
escalofríos. Estoy aterrorizada, y odio sentirme tan impotente. Alexander
me ve y luego aparta la mirada.
―Puedo darte el dinero, bajo una condición.
Me siento derecha, llena de esperanza.
―Lo haré. Sea lo que sea, lo haré ―digo, revelando involuntariamente
mi desesperación.
Me doy cuenta de la breve mirada de ira en sus ojos y sé que me
recuerda lo que estaba a punto de hacer en Vaughn’s, pero simplemente
no tengo el lujo de conservar mi dignidad en este momento.
―Ni siquiera sabes lo que voy a pedirte, Elena, pero, de nuevo, no hay
nada que no harías, ¿verdad? ―se burla, sus manos se mueven hacia su
cinturón y sus dedos se contraen cuando toca el broche.
―Si te pido que te arrodilles en este momento y me chupes la polla por
10k, ¿lo harías?
Me muerdo el labio, sin saber qué decir. Sé que esto es exactamente para
lo que me inscribí en Vaughn's, pero cuando es Alexander quien me
pregunta, de repente me siento avergonzada de mí misma y de mis
elecciones. No había pensado mucho en cómo sería hacer cosas como esta,
pero pensé que lo resolvería cuando llegara el momento.
―¿Qué tal 20 mil? Sabes, he estado fantaseando con esos labios tuyos
desde esa noche en Inferno ―dice.
Se desabrocha el cinturón y la cremallera, y mete la mano en los
pantalones de su traje. Mi corazón late a una milla por minuto, y no puedo
decir si estoy aterrorizada o emocionada.
12
―Ven aquí ―digo con voz áspera.
Elena obedece, se levanta y camina lentamente hacia mí hasta que está
de pie entre mis piernas abiertas. Tiene esa exasperante mirada desafiante
en su rostro, y casi no me doy cuenta de la forma en que sus manos
tiemblan ligeramente.
Tiro de su mano y cae de rodillas sobre mi duro suelo de mármol, con
la cara precariamente cerca de mi polla. Su mera proximidad me tiene
duro como una roca.
―Estabas dispuesta a hacer esto por John en Vaughn's, ¿verdad? Si no
hubiera entrado en la habitación cuando lo hice, ¿te habrías arrodillado
ante él? ―Levanto mi mano a su cara, y mi pulgar traza su labio―.
¿Hubieras abierto tu linda boquita para él?
Sus ojos brillan con disgusto ante el escenario al que la estoy
confrontando. La realidad sería mucho peor... no tiene idea de cuánto
peor.
―Los hombres del círculo de tu padre frecuentan Vaughn's. ¿Sabes con
cuántos hombres que tú conoces tendrías que follarte? ¿Entiendes que te
humillarían? Cualquier ira que pudieran tener hacia tu padre, la
descargarían contigo.
El miedo derrite su anterior expresión de confianza y aparta la mirada.
Tanto ella como yo sabemos que los hombres de nuestro círculo no llegan
a donde estamos sin ensuciarse las manos, está claro que en realidad no
ha considerado nada más allá de su madre.
Ni siquiera se da cuenta de que caminó directamente hacia una trampa.
Vaughn me dijo que alguien llamó para decir que la hermana de Matthew
Rousseau iba a pasar. Iba a permitirle que ofreciera su cuerpo para
vengarme por toda la mierda por la que Matthew me ha hecho pasar, y
Elena no tiene ni idea, no tiene idea de lo mal que se habrían puesto las
cosas para ella.
Me mira, mientras la frustración trae lágrimas a sus ojos.
―¿Qué es lo que me estás ofreciendo, Alexander? ―pregunta―.
¿Quieres que te la chupe? Lo haré, si ayuda a salvar la vida de mi madre,
no hay nada que no haga. Si nuestros roles fueran invertidos y fuera la
vida de tu madre la que estuviera en juego, ¿puedes decirme
honestamente que no irías al infierno y regresarías para salvarla?
Coloca su mano sobre la mano con la que estoy palmeando mi erección
y la aprieta, me mira a través de sus pestañas, y su expresión es un
revoltijo de deseo, desesperación y confianza inestable.
Aparto su mano y me reajusto antes de tomarme mi tiempo para
subirme la cremallera de los pantalones y abrocharme el cinturón. Paso
una mano por mi cabello y miro por la ventana. ¿Cómo se intensifican las
cosas cada vez que estoy a solas con ella? Cuando subí aquí con ella, esto
no era lo que pretendía hacer en absoluto.
―Levántate ―le espeto, más enojado conmigo mismo que con ella.
Ella se levanta y se sienta a mi lado, yo me recuesto en mi asiento y miro
al techo, suspirando.
―Esto no va como pretendía, en absoluto ―digo, sonando tan
derrotado como me siento―. Honestamente, apenas te reconozco, Elena.
Ella mira hacia otro lado, pero la forma en que se incorpora como un
animal herido me dice que está herida por mis palabras. Suspiro y miro
por la ventana, sin palabras.
―¿Por qué no me dijiste quién eras esa noche? ―pregunto
eventualmente.
Se esfuerza por sostener mi mirada y mira hacia otro lado con culpa.
Me pregunto qué diría si se enterara de que había estado planeando
volver a Inferno todos los fines de semana hasta que me la volviera a
encontrar.
―Fue la forma en que me miraste ―me dice―. Te reconocí de
inmediato, pero sabía que tan pronto como supieras quién soy,
cambiarías. Estabas coqueteando conmigo y siendo juguetón. Vi un lado
tuyo que nunca había visto antes, y egoístamente quería más de eso,
quería más del Alexander que realmente me veía como una mujer, y no a
la adolescente torpe que lo seguía a todas partes, quería ser más que la
hermana pequeña del hombre que odias.
No estoy seguro de lo que esperaba que dijera, pero esto no es
realmente. Pensé que estaba jugando conmigo, o burlándose de mí por no
reconocerla. No pensé que lo hiciera porque en realidad estaba interesada
en mí. Sin embargo, tiene razón, es la hermana de Matthew.
Agarro su mano y entrelazo nuestros dedos, mirando nuestras manos
unidas en silencio antes de aclararme la garganta. La miro, y cepillo su
cabello detrás de su oreja con mi mano libre, ella se ve sorprendida, y un
pequeño rubor tiñe sus mejillas de rosa.
―Como dije, te daré el dinero, Elena. Puede que no hayas sido parte de
nuestras vidas durante los últimos años, pero eso no significa que mi
madre alguna vez se olvidó de ti. Estaba devastada cuando le informaron
que solo la familia inmediata podía ver a tu madre, y luego tú y Lucian
dejaron de ser amigos, y ella también te perdió a ti... me di cuenta por la
calidez que retrató justo ahora cuando te abrazó. Verla contigo fue como
ver a la mujer que era cuando era niño.
Suspiro, luchando con las palabras probablemente por primera vez en
mi vida.
―Eres de buena familia, Elena. Estás bien conectada y fuiste educada
en la Ivy League, con una beca completa, nada menos. Sé que no aceptarás
caridad, y si yo hubiera estado en tu situación, tampoco lo haría. No le
confiaría a nadie la vida de mi madre, y no sería capaz de vivir sin saber
cuándo se acaba la buena voluntad de alguien.
Ella asiente, pero se ve confundida, y no puedo culparla.
―Elena, quiero que te cases conmigo.
Ella me mira con incredulidad, con los ojos muy abiertos.
―Tú… ¿qué?
―Cásate conmigo, Elena.
Parpadea, y sus labios se mueven pero son incapaces de formar una
respuesta. Aprieto mi agarre en su mano y le sonrío suavemente.
―¿Sabes que los herederos de nuestro conglomerado deben estar
casados antes de tomar su asiento en la junta?
Ella asiente, mientras sus mejillas se enrojecen. Sin duda está
recordando la forma en que nuestras madres solían bromear sobre el
matrimonio de sus hijos. Siempre me pregunté con quién la imaginaban
casándose, si conmigo o con Lucian, pero supongo que la decisión está
fuera de sus manos ahora.
Me aclaro la garganta y miro hacia otro lado.
―Mi madre me ha estado organizando citas con miembros de la alta
sociedad y conocidas. No tengo tiempo para esta mierda, y no estoy
buscando casarme, pero no tengo elección. Sé que mi madre quiere
intentar cambiar las reglas por mí, pero mi abuelo no la deja, y yo trabajé
demasiado duro para perderlo todo ahora.
Ella asiente y se muerde el labio mientras reflexiona sobre mis palabras.
―¿Por qué yo? ―me pregunta.
―Necesitas un lugar donde quedarte y dinero para los costos del
hospital de tu madre, y estoy bastante seguro de que no quieres ser un
caso de caridad y aprovecharte de cualquiera que esté dispuesto a
ayudarte. Yo necesito una esposa que no se interponga en mi camino y
que no espere que haga ningún esfuerzo para que nuestro matrimonio
funcione. Si tengo que casarme, prefiero casarme con alguien que me
deba. Los antecedentes de tu familia son lo suficientemente buenos y estás
obligada a heredar las acciones de tu madre, por lo que podrá aumentar
la riqueza y la influencia de la familia Kennedy. Además, mi madre
siempre te ha amado, así que sé que encajarás bien en nuestra familia.
Elena se pone de pie y yo hago lo mismo, comienza a caminar en mi
habitación y me acerco, ella da un paso atrás por cada paso que doy para
alcanzarla, y antes de que se dé cuenta, la tengo contra la pared.
―Esa... ¿es la verdad?
Asiento con la cabeza.
―¿Es toda la verdad?
Sonrío y la encierro, con mis antebrazos a cada lado de su cabeza, y
nuestros cuerpos casi al ras.
―Chica inteligente ―susurro―. No ―le digo honestamente―. Toda la
verdad es que además de todo lo que te acabo de decir, tengo muchas
ganas de pasearte frente a Matthew, y que sepa que me estoy follando a
su hermana, y que eres mía.
Elena se ríe, el sonido está teñido de desesperación.
―Eres un tonto si crees que a él le importará ―dice, con sus ojos en los
míos―. Pero eres aún más tonto si crees que puedes comprarme como si
fuera uno más de tus innumerables activos. No hay nada que no haga por
mi madre, Alexander... pero debes saber que aunque seas dueño de mi
cuerpo, nunca serás dueño de mí.
Le sonrío y le retiro el cabello de la cara suavemente, y el vértigo me
llena al pensar en la mirada en el rostro de Matthew.
―Oh, a él le importará ―susurro―, y tú me pertenecerás. No es solo
tu cuerpo el que será mío, Elena. Es cada uno de tus pensamientos, y cada
uno de tus sueños. Todo tu futuro es mío.
Puedo ver los pequeños engranajes de su cerebro girando, y sus ojos
traicionando su impotencia. Quiere pelear conmigo y negar mis palabras,
pero no tiene el poder para hacerlo, veo la forma en que se contiene y no
puedo evitar sonreír. Me pregunto qué palabras se está tragando en este
momento. ¿Qué me estaría gritando si no tuviera la vida de su madre en
mis manos?
―¿Qué implicará esto? ¿Es un matrimonio de papel? ―pregunta, con
tono resignado. Sorprendentemente, no me gusta ver la pelea dejar sus
ojos, no disfruto salirme con la mía, y verla ceder. Eso es nuevo.
Niego con la cabeza.
―No exactamente. Los Kennedy no se divorcian, nunca. Eres muy
consciente de eso. Será un matrimonio legítimo, te daré acceso a todos mis
fondos y te apoyaré de la manera que se espera de mí como tu esposo. No
te pediré mucho, todo lo que te pido es que te comportes como una buena
nuera para mi madre, y que actúes como una esposa cariñosa cuando se
te requiera en público.
Ella asiente lentamente y me mira pensativa.
―¿Qué tal en privado?
―No interferiré en tu vida privada mientras tú no interfieras en la mía.
―¿Eso significa que tienes la intención de tener... amantes?
Me tenso.
―No ―espeto―. Ni tú ni yo tendremos amantes, ni siquiera sueñes con
engañarme, Elena. Ni siquiera mires a otro hombre, ¿me oyes?
Sus ojos se abren con sorpresa y odio la forma en que me mira, como si
estuviera tratando de leerme. Me relajo un poco cuando ella asiente, no sé
qué haré si alguna vez la atrapo siendo infiel, pero sé que cualquier
hombre que la toque va a estar dos metros bajo tierra antes de que se dé
cuenta de lo que le está pasando. Estaré condenado si dejo que me trate
como lo hizo Jennifer, y la forma en que mi padre siempre trata a mi
madre.
―No dejaré que me pongas en ridículo, Elena.
Elena asiente, mientras su pecho sube y baja rápidamente, con sus ojos
en los míos. La forma en que me mira... odio ver la simpatía en sus ojos.
Elena se arriesga a perderlo todo, pero soy yo por quien siente lástima,
todo gracias a Jennifer. Me convirtió en el hazmerreír nacional, hasta el
punto de que una chica que lo ha perdido todo se siente mal por mí.
―¿Qué pasa con el divorcio? ¿Qué pasa si uno de nosotros se enamora
de otra persona? ―pregunta. La mera idea de que ella me deje me
enfurece, y ni siquiera es mía todavía.
Niego con la cabeza.
―No es una opción, nunca firmaré los papeles. Si nos divorciáramos,
mi abuelo me repudiaría sin pensarlo dos veces, no lo haré. Si estás de
acuerdo con esto, estarás de acuerdo con una vida sin amor. Piénsalo con
cuidado.
Ella asiente y se sienta en silencio. Estoy extrañamente nervioso
mientras observo su rostro en busca de pistas sobre cómo se podría estar
sintiendo.
―Realmente no tengo otra opción, ¿verdad?
Niego con la cabeza.
―Sí la tienes, Elena. Si le pidieras a mi madre que pagara las cuentas
de tu madre, probablemente lo haría, sin hacer preguntas. Probablemente
durante el tiempo que tú quieras que lo haga.
Ella se ve desgarrada.
―¿Por qué no te tomas un tiempo para pensarlo?
Elena niega con la cabeza.
―No, prefiero gastar el dinero que legalmente me pertenece como tu
esposa que convertirme en un caso de caridad y estar a merced de tu
familia. Necesito un lugar donde quedarme y quiero estar 100% segura
de que mi madre reciba la mejor atención. Si confío en tu madre, solo
podré pagar su nivel actual de atención por el momento. Pero si me caso
contigo, puedo hacer que médicos de renombre mundial examinen a mi
madre y podría trasladarla a un centro privado. Mientras me garantices
que nunca restringirás mi acceso a ella o limitarás la cantidad de dinero
que puedo gastar en su cuidado, me casaré contigo, Alexander. Úsame
como peón en cualquier estúpido juego de gente rica que estés jugando,
no me importa, si me ayudas a salvar la vida de mi madre, seré lo que
quieras que sea.
Le sonrío.
―Te lo prometo Elena. Como mi esposa, el dinero siempre será la
menor de tus preocupaciones.
13
Sigo a Alexander hacia abajo aturdida, mi corazón late con fuerza.
Apenas puedo creer que acabo de aceptar casarme con Alexander
Kennedy.
―Elena.
La voz de Sofia me saca de mi aturdimiento y saco mi mano de la de
Alexander, sin darme cuenta de cuándo la agarré.
―Lucian me contó un poco sobre lo que ha estado pasando contigo, ya
llamé al hospital y pagué los cargos pendientes. No te preocupes por
nada, querida.
Hago una pausa y parpadeo para contener las lágrimas que se
acumulan en mis ojos. No nos ha visto a mi madre ni a mí en años, y aun
así hace todo lo posible por ayudarnos.
Alexander se aclara la garganta y me envía una mirada inquisitiva y yo
asiento con la cabeza hacia él, incluso ahora que ya se han hecho cargo de
los gastos de hospitalización de mi madre, aceptaré casarme con él. Él
tiene razón, no me sentiría bien permitiéndoles gastar una fortuna en
tarifas sin pagarles de alguna manera, sin preocuparme de que su
generosidad se acabe. Casarme con él es una solución fácil para los dos.
Él y yo tomamos asiento, y toma mi mano.
―Elena y yo decidimos casarnos ―dice simplemente. Se recuesta en su
asiento, como si no acabara de anunciar una noticia impactante.
Sofia no dice nada, solo nos mira a los dos, con una expresión pensativa
en su rostro. Lucian es el primero en responder.
―Mierda, no. ¿Por qué diablos ustedes dos se casarían? ¿Elena?
Lo miro, pero no estoy segura de cómo explicarme. Todo tenía sentido
cuando lo discutí con Alexander, pero ahora de repente me cuesta
expresarme.
―¿Aceptaste casarte con Alec, cariño? ―Sofia me pregunta. Su voz es
suave y amable, pero no logra ocultar la preocupación reflejada en sus
ojos. A una parte de mí le preocupa que ella pueda pensar que no soy lo
suficientemente buena para su hijo, y que él puede conseguir algo mejor.
Y tendría razón, ya no soy la heredera rica y bien relacionada que solía
ser.
―Ustedes dos tienen mi bendición si deciden casarse. ―Ella ve a
Alexander, mirándolo pensativamente por un par de segundos antes de
asentir―. La habría agregado al archivo si hubiera pensado en ella, así
que lo apruebo.
Sofia me mira, y la preocupación maternal que vi antes se ha ido. Me ve
como si me estuviera evaluando, pero no puedo leerla lo suficientemente
bien como para descifrar cómo me evaluó.
―Sin embargo, por favor piénsalo un poco más, Elena. El matrimonio
es para toda la vida.
Alexander se ve molesto por las palabras de su madre, pero Lucian se
ve furioso.
―Seguramente ¿no estás considerando seriamente esta ridícula idea,
mamá? ―pregunta, alzando la voz. Él tira de mí para ponerme de pie y
pone sus manos sobre mis hombros, apretándolos con fuerza.
―Elena, si quieres casarte con alguien de esta familia, me casaré contigo
―dice Lucian, con los ojos resplandecientes de sinceridad, y mi corazón
se siente tan lleno que podría estallar. Le sonrío pero niego con la cabeza,
la mera idea de casarme con Lucian es tan absurda que nunca se me
ocurrió.
―Sobre mi cadáver ―espeta Alexander, acercándose a mí. Pone su
brazo alrededor de mi cintura y me atrae hacia él, llevándome fuera del
alcance de Lucian.
Lucian se acerca a él, poniéndose en su cara, golpea a Alexander en el
pecho, y estoy tan sorprendida que ni siquiera tengo tiempo de
interponerme entre ellos. Lucian nunca ha sido ni remotamente violento,
yo soy la que siempre tuvo que defenderlo de los matones.
―¿Por qué diablos te casarías con ella? Tú tienes treinta, ella tiene
veintitrés, pedófilo. Tiene más sentido que ella esté conmigo, crecimos
juntos, somos de la misma edad, somos amigos de la infancia, y en
realidad la conozco.
Lucian empuja a Alexander, pero este ni siquiera tropieza, simplemente
mira a su hermano pequeño con una expresión cuidadosamente
cautelosa, manteniéndome detrás de él.
―¡Lucian! ―Sofia chasquea―. ¿Qué te pasa? ¿Cómo te atreves a
hablarle así a tu hermano? ¡Discúlpate!
Lucian mira a su hermano y luego niega con la cabeza, y se aleja
cerrando la puerta principal detrás de él. Alexander me mira, con sus cejas
levantadas en duda, pero yo solo niego con la cabeza. Tampoco tengo idea
de lo que acaba de pasar. Sofia corre detrás de Lucian, dejándonos a
Alexander y a mí parados aquí.
―¿Qué fue eso? ―él pregunta.
Niego con la cabeza.
―No lo sé ―susurro.
―¿Qué está pasando entre tú y mi hermano?
Suena receloso, y por un segundo me pregunto si está celoso, pero
descarto el pensamiento con la misma rapidez.
―Nada ―respondo con sinceridad.
Él frunce el ceño.
―¿Nada? Eso no sonaba como nada, te lo preguntaré de nuevo. ¿Qué
está pasando entre ustedes dos? Si no fuera nada, mi hermano no habría
reaccionado como lo hizo.
Lo miro, con todo mi cuerpo tenso de ira.
―¿De qué me estás acusando exactamente?
Da un paso más cerca de mí y toma mi barbilla, obligándome a mirarlo.
―Yo no comparto una mierda, Elena. No me gusta que la gente toque
lo que es mío.
Le sonrío a través de mi indignación y coloco mi palma sobre su pecho,
sintiendo sus músculos tensarse bajo mi toque.
―Todavía no soy tuya, Alexander.
Aprieta los dientes, claramente disgustado por mi respuesta.
―Pero lo serás, pronto lo serás, Elena. ―Él sonríe mientras traza su
dedo índice sobre mis labios―. Resiste todo lo que quieras, pelea
conmigo, niégalo... pero al final, será mi nombre en tus labios cuando
haga que te corras, otra vez.
Da un paso hacia atrás, su cuerpo aún irradia ira.
―Te lo advierto ahora. No toleraré rumores sobre ti. Será mejor que te
mantengas jodidamente alejada de mi hermano. Traicióname, Elena, y
será la vida de tu madre la que arriesgues.
Lo miro con un resentimiento apenas contenido, es como cualquier otro
hombre en mi vida, disfrutando de mi impotencia. Odio haberme
reducido a esto, pero no tengo otra opción. Si quiero salvar la vida de mi
madre y brindarle la atención que necesita, tendré que ser lo que
Alexander me pida que sea.
Mis hombros se hunden y él sonríe, sin duda disfrutando de su
silenciosa victoria. Todo es un juego para hombres como él.
―Nos casaremos mañana ―dice, con los ojos oscuros.
―¿Qué? ¿Mañana?
―No tiene sentido demorarse. Dejemos de lado el papeleo, para que
pueda empezar formalmente a proveer para ti y tu madre. Te quiero fuera
de ese trabajo de mesera que estás haciendo, y definitivamente quiero que
te vayas del apartamento inseguro en el que vives. Si vas a ser mi esposa,
debemos comenzar a arreglar tu imagen de inmediato.
Aparto la mirada, mientras el resentimiento y la vergüenza se funden,
sumándose a mi indignación. Parece que su verificación de antecedentes
fue bastante exhaustiva, incluso sabe que no pude encontrar un trabajo
corporativo.
―Se ha preparado una habitación de invitados para ti, pero espero que
muevas tus cosas a mi habitación mañana.
Me mira, y sus ojos se posan en mis labios.
―Esta noche es todo lo que tienes para cambiar de opinión, Elena.
Mañana por la tarde, te haré mi esposa. En lugar de vender tu cuerpo en
Vaughn's, me lo venderás a mí. Piénsalo bien, porque a partir de mañana
serás mía.
Su mirada se detiene en mis labios, y por un segundo creo que va a
salvar la distancia entre nosotros para besarme, pero luego su expresión
se endurece y se aleja un paso.
Camina hacia las escaleras, deteniéndose a mitad de camino.
―Ah, y ¿Elena? ―dice, volteándose para mirarme―. Te follaré sin
protección, así que toma la píldora si aún no quieres tener hijos. La
primera vez que te folle, quiero sentir todo de ti.
Él sonríe y se aleja, dejándome parada aquí en estado de shock.
No puedo creer que me caso con él... mañana.
14
Toda la ceremonia fue un borrón, Alexander me llevó al Ayuntamiento
y salimos unos minutos después con nuestro certificado de matrimonio
en la mano. Él no es nada sino eficiente. Todo el proceso fue mecánico e
impersonal, no sé lo que esperaba, pero realmente no era esto.
Miro hacia abajo a mi atuendo. No tuve tiempo ni dinero para comprar
nada especial, y ni siquiera tengo un vestido blanco. En vez de eso, estoy
usando pantalones formales negros y una blusa blanca, mi ropa para una
entrevista de trabajo. Es lo más bonito que tengo. Además, supongo que
es apropiado que me vistiera de negro para comenzar este matrimonio sin
alma. Alexander no me dice una palabra mientras camina de regreso a su
limusina, está perdido en sus pensamientos tanto como yo.
―Voy a estar ocupado por lo menos durante los próximos días.
Cumple con nuestro acuerdo: no interfieras en mi vida privada
innecesariamente y yo no interferiré en la tuya.
Asiento y trago el nudo en mi garganta. Esto se siente tan mal. ¿Qué
hice? ¿En qué estaba pensando?
Aparto mis pensamientos cuando me abre la puerta. Me siento y le hago
un gesto con la cabeza al chofer, sorprendida de encontrar que hay una
mujer que no reconozco sentada junto a él. Alexander se une a mí,
ignorándolos a ambos y alcanza la bolsa en el asiento frente a mí. No
estaba ahí cuando dejamos el auto antes.
La mujer se gira para mirarnos y me asiente con la cabeza.
―Buenas tardes, señora Kennedy. Felicidades. Mi nombre es Alicia
Porter, soy la secretaria de Alexander.
Me sobresalto, y me toma unos buenos diez segundos darme cuenta de
que es conmigo con quien está hablando, yo soy la señora Kennedy ahora,
y el sonido envía un escalofrío por mi espina dorsal. Asiento con la cabeza
hacia ella y pego mi sonrisa más educada en mi rostro.
―Encantada de conocerla, señorita Porter.
Ella niega con la cabeza y me sonríe.
―Por favor, llámame Alicia. ―Alice es una mujer hermosa y
sofisticada. El pelo rubio, corto y perfectamente lacio, le cae justo por
encima del hombro, y su maquillaje es impecable. Creo que
probablemente tenga la edad de Alexander, tal vez sea un poco mayor. La
escucho mientras le explica a Alexander su agenda para la próxima
semana. Cuando dijo que estaría ocupado, claramente se quedó corto.
Él abre la bolsa en su regazo mientras ella habla y saca un nuevo
teléfono móvil, lo abre y comienza a jugar con él, lo observo mientras usa
el teléfono para marcar y luego cuelga. Me lo da y toma el suyo.
Comienza a escribir en su teléfono y, unos segundos después, el
teléfono en mi mano vibra. Veo un mensaje entrante de Esposo. ¿Por qué
no se programó a sí mismo como Alexander?
Esposo: Este es tu nuevo teléfono. Está completamente encriptado utilizando
la última tecnología de nuestra empresa. También encontrarás una nueva
computadora portátil y una tablet en la bolsa. Están encriptadas de manera
similar. Es importante que utilices solo la tecnología proporcionada por mí. El
espionaje corporativo es un problema grave con el que hemos estado luchando y
pronto te convertirás en un objetivo.
Escribo una respuesta y presiono enviar.
Elena Kennedy: Lo tengo. No te preocupes.
Parpadeo dos veces cuando veo el nombre con el que ha configurado
mis mensajes. Síp, sigue ahí. No solo Elena. Elena Kennedy. Me pregunto
cuál es mi nombre en su teléfono para este nuevo número. Probablemente
solo Elena. Quizás 'Old Ball N Chains' 2 . Me desplazo a través de mis
contactos y descubro que tiene programado todos los que podría necesitar
contactar, incluido su oficial de seguridad, Aiden y Alice.
Esposo: Recuerda tu identidad a partir de ahora. Eres mi esposa ahora. Actúa
apropiadamente frente a los demás.
Frunzo el ceño ante su mensaje, sintiéndome extrañamente ofendida.
¿Qué cree que haría?
Elena Kennedy: Trataré de abstenerme de caer de rodillas para chupársela al
mejor postor.
Me arrepiento del mensaje de texto en el momento en que lo envío y
sigo mirando mi teléfono en lugar de mirar hacia él. Mis palabras estaban
fuera de lugar, pero todavía me siento amargada por la forma en que me
humilló cuando me ofreció 20 mil para chupársela. No estoy segura de lo
que más me molesta, que me lo ofreciera en absoluto, o que lo habría
hecho si él no me hubiera detenido. Sé que debería estar agradecida con
él por ofrecerme una solución en lugar de sentirme amargada, pero no
puedo evitarlo.
Esposo: Acabo de darte la mitad de mi valor neto al casarme contigo. De hecho,
también hay un duplicado de mi tarjeta de crédito en el bolso. Recuerda, Elena:
siempre seré el mejor postor. ¿Debo poner el escudo de privacidad o crees que
puedes ser una buena chica y “abstenerte”?
Término jocoso pero despectivo para el cónyuge o la pareja de una persona que se cree sofoca a la
pareja de alguna manera.
2
Lo veo alcanzar el botón que pone una pantalla de privacidad entre los
asientos delanteros y nosotros, y salto para detenerlo, casi cayendo en sus
brazos.
―No es necesario ―le digo, en pánico, pero es demasiado tarde. La
pantalla se eleva y Alexander se ríe.
Me pone en su regazo y pone sus labios contra mi oído.
―Las cosas entre nosotros pueden haber comenzado de manera poco
convencional, pero eso no cambia el hecho de que eres mi esposa, Elena.
Ahora eres la señora Kennedy. Eres mía.
Sus palabras contra mi oído me hacen cosquillas y mis ojos se cierran,
me retuerzo en sus brazos, apretando mis piernas con fuerza. Solo el
recuerdo de cómo me tocó me moja de nuevo y me da vergüenza. Odio
cómo me hace sentir, pero no puedo luchar contra eso.
―Pensé que estábamos de acuerdo en esto, Alexander. Es solo mi
cuerpo lo que compraste, nada más.
Alexander envuelve sus manos alrededor de mi cintura. Sus dedos casi
se tocan alrededor de ella, y me hace sentir pequeña. Me acerca más y
sonríe mientras pasa su mano por mi cabello.
―Solo tu cuerpo, ¿eh? Muy bien. Eso es todo lo que quiero de ti, Elena.
Será mejor que recuerdes que tu cuerpo es mío ahora. ―Su dedo índice
roza mis labios y sonríe, su mirada se calienta―. Estos labios son míos
ahora, ¿me oyes?
Asiento, y la satisfacción brilla en sus ojos.
―Buena chica ―susurra, inclinándose más cerca, mientras sus labios
rozan los míos―. Hay una parte crucial de la ceremonia de la boda que
nos perdimos ―murmura.
―¿Qué es? ―susurro de vuelta con el corazón acelerado, mis labios
rozan los suyos con cada palabra.
―La parte en donde beso a la novia ―responde, antes de bajar sus
labios a los míos por completo.
Un suave gemido escapa de mis labios cuando me besa, y Alexander
gime, profundizando nuestro beso. Me pierdo en él, en nosotros. Ni en un
millón de años pensé que me encontraría besando a Alexander Kennedy.
Se aleja y deja caer su frente contra la mía.
―Ahora eres mi esposa, Elena. Yo me ocuparé de ti, y te proporcionaré
todo lo que puedas necesitar ―dice, alejándose más―, pero nunca
obtendrás amor de mí. ¿Lo sabes bien?
Asiento, y la situación de repente parece mucho más real. He sentido
que todo fue un borrón en las últimas horas, como un sueño. Solo para
despertar y encontrar que todos mis mayores problemas han sido
resueltos. Me pregunto qué pensaría mi madre de mí si supiera que tengo
que depender de un hombre para salir de una situación difícil. ¿Estaría
decepcionada por mi falta de independencia o estaría orgullosa de mí por
hacer lo único que podía hacer?
Alexander me sonríe y parece vacilar antes de continuar.
―Me gustas, Elena. Eres una buena chica y encajas bien en mi familia.
Me alegro de que sepas que no debes esperar mucho de mí. Si quieres
sexo, puedo dártelo. ¿Pero el coqueteo, el amor y el romance? No lo
obtendrás de mí. No te cortejaré.
Asiento con la cabeza en comprensión.
―No necesito tu amor, Alexander ―digo, con voz suave―. Solo
necesito que me ayudes a salvar la vida de mi madre.
Sabía en lo que me estaba metiendo cuando acepté casarme con él. A
pesar de eso, una parte de mí esperaba ver más del Alexander que conocí
en Inferno, pero ha vuelto a ser el que conocí cuando era niña. Me
pregunto si esto es todo lo que tendré de él. Soñé con casarme con él
cuando era más joven, y ahora que sucedió, es un poco... decepcionante.
Supongo que mi matrimonio es un fiel reflejo de mi vida hasta ahora, pero
no soy tan tonta como para dar por sentado lo que tengo.
―Todas las facturas médicas actuales de tu madre ya están pagadas.
Antes de irnos, autoricé su traslado a una instalación privada segura que
mi familia usa exclusivamente. Aiden, mi oficial de seguridad, debería
estar haciendo que eso suceda mientras hablamos. También está
investigando a los expertos que podrían ayudarla y crearán un nuevo
plan de tratamiento para ella. Podrás visitarla de nuevo mañana.
Apenas puedo respirar mientras escucho sus palabras. Estas son todas
las cosas que deseaba haber podido hacer por mi madre, pero la cantidad
máxima que se me permitía sacar de mi fideicomiso por mes no era
suficiente para cubrirlo. En retrospectiva, eso fue algo bueno. Me habría
quedado sin dinero mucho antes, y no quiero ni pensar en lo que eso
podría haber significado para mi madre.
―También tendrás tu propio equipo de seguridad y chofer. Te
responderán a ti, no a mí. Por el momento, puedes usar a Alice como tu
asistente personal para cualquier asunto que necesites, y también se te ha
asignado el estilista personal de mi madre. Puedes contratar a tu propio
personal si ese arreglo no te conviene, todo lo que pido a cambio es que
aceptes los límites que he establecido.
―Entiendo, Alexander. No te molestaré innecesariamente, estoy
agradecida por lo que me estás ofreciendo. Haré el papel de cariñosa
esposa y nuera en público, y respetaré tus límites. Te lo prometo.
Él asiente y me ve, con mirada escrutadora, como si estuviera tratando
de asegurarse de que quiero decir lo que digo, y que no lo molestaré con
expectativas inútiles. Lo que ve en mis ojos parece complacerlo, porque
asiente satisfecho.
Hace una pausa y me mira fijamente durante unos segundos.
―Es muy probable que mi madre ya sepa que decidimos continuar con
nuestro matrimonio, y ella habrá tomado tu imagen en sus propias
manos. Ahora eres una Kennedy y tendrás que lucir como tal. No
anunciaremos nuestro matrimonio por el momento. En vez de eso, vamos
a poner en escena toda una relación. Tendremos citas de alto perfil, te
propondré matrimonio públicamente y tendremos una gran ceremonia de
boda el 20 de junio.
Frunzo el ceño y Alexander suspira.
―Los medios son duros con nosotros ―dice―. Me han seguido a todas
partes y me han visto en muchas citas, algunas bastante recientes, así que
saben que no podemos estar casados. No quiero que nuestro matrimonio
comience con rumores de que yo salí con alguien más durante el tiempo
que nosotros salíamos, así que primero necesitaremos que eso se calme.
Montaremos una relación perfecta para la prensa y mi abuelo.
Lo miro a los ojos, sintiéndome extrañamente herida.
―Solo dime la verdad, Alexander, ¿20 de junio? Es el día de la boda de
mi hermano. Quieres usarme para eclipsar las noticias de su compromiso
y boda.
Coloca su dedo índice debajo de mi barbilla y levanta mi rostro. Todo
lo que encuentro cuando lo miro a los ojos es crueldad.
―Chica inteligente ―dice―. Sí. Vamos a hacer precisamente eso.
Mi corazón se rompe incluso cuando fuerzo una sonrisa en mi rostro.
Estaba aterrorizada de que todo en lo que pudiera pensar cuando me
viera fuera en Matthew.
Pero es peor.
Cuando me mira, es a Jennifer a quien él ve.
Todo lo que soy es una herramienta para llegar a ella, para sacudirla,
para lastimarla. Incluso ahora, cuando soy yo quien lleva su apellido, es
en ella en quien piensa. Siempre será ella.
15
Camino por la habitación de Alexander, sintiéndome inquieta. Él me
ayudó a empacar mis pertenencias y me dejó antes de volver al trabajo,
así que tengo al menos unas horas para mí. Estoy nerviosa mientras miro
mi equipaje en la esquina. Compartir una habitación con Alexander... solo
pensar en esta noche hace que mi corazón se acelere.
Todo este espacio es increíble, y de ahora en adelante, este será mi
hogar. Se siente como una suite de lujo en un hotel de seis estrellas. Debe
haber contratado a un diseñador de interiores para remodelarlo todo, han
pasado años desde que estuve rodeada de tanto lujo.
Me detengo al lado de su cama, y mi corazón se hunde cuando me doy
cuenta de que Alexander tiene una foto de Jennifer y él en su mesita de
noche. La tomo con cuidado y me siento en su cama, mis manos tiemblan.
Ha pasado más de un año desde que se separaron, pero todavía tiene una
foto de los dos. ¿Esto es lo que mira antes de irse a la cama, y sigue siendo
ella lo primero que ve cuando se despierta?
Mi corazón se contrae dolorosamente cuando devuelvo la foto. Ha
dejado claro que nunca me amará, pero aún recuerdo la forma en que
amaba a Jennifer, estaba claro para todos ver que ella era todo su mundo.
No soy muy soñadora, cada esperanza y sueño que tenía se derrumbaron
sobre mí cuando perdí a toda mi familia, a cada uno de ellos de una
manera diferente, pero una parte de mí… una parte de mí esperaba tener
algún día una familia propia. Un esposo que me amara, y un hogar lleno
de risas y felicidad. No tendré nada de eso ahora que he sellado mi propio
destino.
No puedo tener nociones románticas, ni puedo tener esperanza.
Alexander ha sido claro desde el principio, y no puedo engañarme
pensando que me amará algún día, no puedo prepararme para ese dolor
en el corazón.
Vuelvo a mirar la foto y me muerdo el labio. Puede que ahora sea su
esposa, pero no hay garantía de que no se arrepienta de haberse casado
conmigo. Si mi padre y mi hermano pudieron darme la espalda, entonces
Alexander también, necesito recordar eso.
Hago mi mejor esfuerzo para despejar mi mente mientras entro al
vestidor de Alexander, deteniéndome sorprendida cuando encuentro una
pared entera llena de ropa, zapatos y bolsos de mujer. Por un segundo mi
corazón cae, pero luego me doy cuenta de que todo aún tiene las etiquetas
puestas, y mis ojos se cierran cuando el alivio me recorre.
Parece que la estilista de la familia trabaja rápido. No debería
sorprenderme que tengan mi talla. La verificación de antecedentes de
Alexander debe haber sido bastante completa.
Todo aquí es el tipo de cosas que esperaría que usara la esposa de
Alexander. Semiformal, elegante y locamente caro. Es el tipo de cosas que
yo solía usar, antes de que me obligaran a vender todo lo que poseo para
pagar las cuentas de mi madre.
―¿Te gusta? ―dice una voz suave detrás de mí. Me doy la vuelta
sorprendida y encuentro a Sofia apoyada contra el marco de la puerta, con
una pequeña sonrisa en su rostro.
―Sí, esto es increíble.
―Recibí una llamada tan pronto como registraron su matrimonio. Me
informo de muchas cosas que hacen mis hijos, aunque ellos no se den
cuenta.
Me río, no me sorprende en absoluto. Incluso cuando éramos más
jóvenes, ella siempre sabía lo que todos estaban haciendo. Llevó la
expresión de tener ojos en la nuca a un nivel completamente nuevo.
―Supongo que las felicitaciones están en orden, pero espero que sepas
en lo que te metiste, Elena. Alec... él no está buscando el amor. Me alegro
de que con quien se haya casado seas tú, pero a la vez quería más para ti.
Esto tampoco es lo que tu madre querría para ti, Alec ha pasado por
muchas cosas y no estoy segura de que pueda darte una oportunidad.
Espero que lo haga, Elena, realmente espero que lo haga. Si alguien puede
reparar su corazón, creo que eres tú.
Asiento, mientras mi corazón se hunde.
―Entiendo, Sofia. Y estoy lista para enfrentar las consecuencias de mis
elecciones.
Sofia suspira y toma mi mano.
―Llámame mamá, cariño. Eres mi nuera ahora.
Fuerzo una sonrisa en mi rostro y asiento hacia ella.
―Estoy egoístamente feliz de que seas tú, no tienes idea de lo mucho
que tu madre y yo deseábamos que ustedes dos terminaran juntos cuando
eran pequeños. Si las cosas fueran diferentes, si no fuéramos quienes
somos, si el apellido Kennedy no destruyera todo rastro de amor,
entonces tal vez tú y Alec hubieran sido perfectos juntos.
Sus palabras me sorprenden, ella siempre ha sido una romántica
empedernida, entonces, ¿cuándo se cansó tanto? No he visto al padre de
Alexander por aquí, y me pregunto si esa podría ser la causa.
La miro con el corazón apesadumbrado.
―¿Ustedes dos querían que Alexander y yo termináramos juntos?
―pregunto, ignorando sus otras palabras―. ¿No Lucian y yo?
Ella sonríe.
―Por supuesto no. Lucian y tú son increíblemente incompatibles, por
numerosas razones.
Me mira como si quisiera decir algo, pero no lo hace.
―Te dejaré para que te instales ―dice, sonriéndome. Asiento con la
cabeza y la miro mientras sale, cerrando la puerta del dormitorio
suavemente.
Suspiro mientras entro al baño de Alexander. Su dormitorio y baño son
en su mayoría de planta abierta, y no hay puerta, solo un montón de
piedra y vidrio. Su enorme bañera es independiente y, en lugar de estar
en el baño, está frente a sus ventanas como una pieza destacada. La vista
es asombrosa, y solo puedo imaginar cómo se verá cuando se ponga el
sol.
Camino por su baño y juego con todos los botones. Tiene controles para
todo. Hay una radio, una pantalla de televisión en su ducha y diferentes
tipos de iluminación. Pulso uno de los botones y aparece una cortina de
agua en la entrada de la ducha, como una cascada, oscureciendo el interior
de la enorme ducha de piedra. Presiono el botón varias veces y sonrío. No
debería sorprenderme que la habitación de Alexander sea tan intensiva
en tecnología.
Observo la bañera en la esquina con anhelo y compruebo la hora. 17:00.
Probablemente sea tiempo suficiente para darme un baño y bajar a cenar
a las seis. Alexander dijo que tenía que trabajar hasta tarde, así que dudo
que regrese pronto.
Me desvisto y dejo que mi ropa caiga al suelo mientras la bañera se
llena. Le siguen mi sostén de encaje y mis bragas, y de repente recuerdo
la forma en que Alexander me tocó. Se siente como hace una vida, pero
fue apenas ayer.
Entro en la tina y presiono uno de los pequeños botones en ella. Una
pequeña cantidad de gotas de jabón en el agua. Huele a lavanda, mi
favorito, parece que él tiene buen gusto. Presiono el botón unas cuantas
veces más por si acaso y luego enciendo los chorros.
―Oh, Dios ―gimo. Los chorros me golpean desde todos los ángulos,
masajeando todo mi cuerpo, ni siquiera me di cuenta de que estaba tan
cansada hasta que me acosté aquí. Combinado con la impresionante vista,
esto se siente como un lujo. Me recuesto y cierro los ojos, dejando que los
chorros me masajeen. No me he sentido tan relajada desde que tengo
memoria. Hacía años que no me sentía tan a gusto. Tomar un baño largo
solía ser una de mis actividades favoritas, pero no he podido tomar uno
en años, no desde que me mudé de la casa de mi padre.
Muevo mis manos sobre mis senos y bajo por mi estómago, disfrutando
la suave sensación de estar bajo el agua. Nunca he sido una persona muy
sensual. Claro, me he tocado un par de veces, y después de algunos
intentos, por lo general puedo obligarme a correrme, pero el sexo nunca
me ha atraído mucho. En parte porque simplemente nunca tuve tiempo
para tener citas, y el sexo casual no es lo mío. Nunca tuve la oportunidad
de acercarme lo suficiente a alguien para desearlo. La única vez que tuve
sexo no fue nada memorable.
Ayer, sin embargo... esa fue la primera vez que me pregunté qué podría
estar perdiéndome. Nunca me había corrido tan duro solo como lo hice
con Alexander.
Rozo suavemente mi clítoris con mis dedos, provocándome. Paso un
dedo por mi piel, recordando la forma en que Alexander me tocó, la forma
en que me miró con sus ojos llenos de deseo, a pesar de su ira. Muevo mis
dedos exactamente de la misma manera que él lo hizo, reproduciendo la
escena en mi cabeza. Empujo un dedo dentro mientras rodeo mi clítoris
con el otro, imitando sus movimientos. Estoy respirando con dificultad y
gimiendo, perdiendo el control sobre mi cuerpo y mi deseo rápidamente.
En mi mente, estoy tocando el cuerpo de Alexander mientras él me toca y
me besa. Sé que estoy a segundos, pero lo estoy disfrutando tanto que no
quiero que termine.
―¿Elena?
Aparto mis dedos de un tirón y me siento alarmada, olvidándome de
cubrir mis senos, exponiéndolos por encima del agua. Alexander está de
pie frente a la bañera, con la entrepierna a la altura de mis ojos, puedo ver
claramente el contorno de su erección, y me congelo.
16
Entro en mi habitación y me detengo, cerrando la puerta detrás de mí
suavemente. ¿Son los chorros de mi bañera lo que escucho? Cuanto más
me acerco, más claro se vuelve el sonido. Me acerco a la bañera y veo la
cabeza de Elena sobresaliendo, con su cabello largo y oscuro colgando
sobre el borde, su cabeza inclinada hacia atrás. Ella se ve tan seductora.
Estoy a punto de decir su nombre cuando ella gime y mueve
ligeramente los hombros. ¿Se está tocando en mi bañera? Me acerco a ella
y observo su rostro mientras se da placer, con los ojos cerrados.
Probablemente no me escuchó entrar con el sonido de los chorros, y
aprovecho ese momento para observarla. Se ve jodidamente hermosa, su
cuerpo se balancea un poco, como si estuviera montando su propia mano.
Desearía que las malditas burbujas no estuvieran en el camino para poder
ver su cuerpo, solo el sonido de ella me tiene duro como una roca, y no
puedo evitar preguntarme cómo será cuando finalmente folle a mi
pequeña esposa. Su cuerpo es todo en lo que he sido capaz de pensar
desde que tuve mis dedos dentro de ella, y necesito más. Más de ella.
―¿Elena? ―digo, con mi boca moviéndose por su propia voluntad.
Ella se dispara alarmada, y sus pechos se elevan por encima de las
burbujas. Mierda. Es hermosa. Sus tetas perfectas en forma de lágrima,
probablemente sean más de lo que pueden caber en mis manos. Se sienta
en la bañera, claramente sin darse cuenta de cuánto de sí misma está
exponiendo. Sus ojos están en mis pantalones, y tardíamente me doy
cuenta de que mi erección está justo en frente de su cara.
―¿Qué estás haciendo? ―le pregunto, y me maravillo de mi habilidad
para mantener mi tono ligero, cuando todo lo que realmente quiero hacer
es sacarla de esa tina y terminar lo que comenzó.
Sus mejillas se vuelven carmesí brillante, y el color se extiende hasta su
pecho. Se ve tan avergonzada, sus barreras están derribadas, erradicadas
por la vergüenza que claramente está experimentando. Se ve
impresionante, y oh, tan jodidamente inocente.
Aparto los ojos de ella y agarro una toalla.
―Ven aquí.
Sus ojos se agrandan y le sonrío.
―Ven aquí, esposa ―repito.
Está respirando con dificultad, y cuando su mirada se encuentra con la
mía, reconozco la lujuria en esos hermosos ojos suyos. Lujuria, pero
también molestia, a Elena no le gusta recibir órdenes, y a mí me encanta
darlas, incluso si es solo para ver sus ojos brillar así.
―¿Necesito recordarte que me vendiste tu cuerpo?
Elena se eleva lentamente, con el agua deslizándose sobre su piel, y me
quita el maldito aliento. Aprieto la mandíbula en un intento por mantener
el control, para evitar levantar a mi esposa en mis brazos y llevarla a la
cama.
Ella está frente a mí, desnuda, con sus ojos brillando con un desafío
tácito, y le sonrío.
―Hermosa ―murmuro, mi mano se desliza por su brazo y alrededor
de la parte posterior de su cuello, mi pulgar roza su garganta. Su pulso
está acelerado y está respirando con dificultad. Me pregunto si se da
cuenta de que su cuerpo la traiciona.
Me inclino y sus ojos se cierran cuando mis labios caen sobre los suyos,
corto la distancia entre nosotros, y esta vez la beso lentamente,
tomándome mi tiempo para disfrutar de esos deliciosos labios suyos.
Gime, como si quisiera más, y sonrío contra sus labios. Finge resistirse a
mí, pero en el momento en que la toco, su cuerpo la traiciona.
Mis manos recorren su cuerpo, su piel resbaladiza y húmeda contra mis
dedos. Elena se estremece ligeramente y me alejo de ella. Agarro la toalla
desechada y la envuelvo a su alrededor.
Parece decepcionada, y sonrío mientras tomo su mejilla, y mi pulgar
acaricia sus labios.
―Cariño, tenemos toda la noche, y es en mi cama en donde te quiero.
Sus ojos se posan en mi camisa ahora mojada y traza las manchas
húmedas con los dedos. Su toque me hace arder de una manera que no
había experimentado en años, si es que alguna vez lo había hecho. Agarro
su mano para mantenerla en su lugar y Elena presiona su palma contra
mi pecho. La forma en que me mira me vuelve loco.
―Así… así es como me mirabas en Inferno ―murmuro―. Esa mirada
en tus ojos, ha estado persiguiendo mis sueños desde esa noche.
Elena se sonroja y yo sonrío.
―Dime lo que estás pensando. ¿Me deseas, Elena? La forma en que me
miras me hace pensar que te estás preguntando qué hay debajo de esta
camisa.
Elena sonríe, pero parece un poco nerviosa.
―Yo... bueno ―susurra―. Sí ―dice―. Sí, me pregunto exactamente
eso, y tengo la intención de averiguarlo, Alexander.
17
Elena me mira a los ojos, sus palmas presionan mi pecho, y un rubor
colorea su hermoso rostro carmesí.
―Ábrelos ―digo, colocando sus dedos sobre los botones de mi camisa.
Elena se muerde el labio, con una mirada provocativa en sus ojos. Por un
segundo creo que me desobedecerá, pero luego hace lo que le dije.
La observo mientras más y más de mi pecho aparece a la vista. Su
respiración se acelera y sus manos se mueven sobre mi cuerpo con
entusiasmo, revelando la lujuria que siente. Ella odia lo mucho que me
desea, y yo estoy amando cada segundo de eso.
Mi camisa se abre y Elena traga saliva. No puedo evitar sonreír. Todo
en ella es tan genuino, cada una de sus reacciones, cada emoción que se
muestra en su mirada.
La levanto en mis brazos y ella jadea, mientras sus brazos encuentran
su camino alrededor de mi cuello. La llevo a mi cama y la acuesto con
cuidado.
Ella me mira y agarra las sábanas, cubriéndose lo mejor que puede. Sus
acciones traicionan el nerviosismo detrás de su bravuconería, y reprimo
una sonrisa. Estoy tentado a retirar las sábanas para poder verla acostada
en mi cama, a su piel pálida en contraste con mis sábanas oscuras, pero la
dejo tranquila... por ahora.
Sus ojos están pegados a mis manos y me tomo mi tiempo para
quitarme la camisa, cae al suelo y ella se muerde el labio. Su mirada
recorre mi pecho y se toma su tiempo para admirar mis abdominales, sin
intentar ocultar su deseo.
Sonrío cuando sus ojos siguen mis manos hasta mis pantalones. Juego
con el botón, disfrutando de la impaciencia en sus ojos.
―Ven aquí ―le digo.
Ella duda por una fracción de segundo antes de obedecer, se pone de
rodillas, y las sábanas se caen. Su belleza me deja sin aliento, su cuerpo es
la perfección absoluta, y esta mujer, esta hermosa mujer, es mía.
Tomo sus manos y las coloco en mi bragueta, disfrutando la forma en
que sus ojos se abren cuando siente lo duro que estoy.
―Sabes qué hacer.
Me mira a los ojos mientras me baja la cremallera de los pantalones, y
sonríe cuando coloca sus manos en mis caderas, tirando de mis
pantalones con cuidado, arrastrando también mis bóxers. Sonrío ante su
impaciencia y entierro mi mano en su cabello, acercándola más justo
cuando mi ropa cae al suelo.
Sus ojos se cierran cuando mis labios se encuentran con los suyos y
aprieto mi agarre en su cabello, besándola más fuerte, más profundo,
gime contra mis labios y me inclino hacia ella. Vuelve a caer sobre mi
cama, con su cabello extendido por todas partes, y su cuerpo está en
exhibición para mí.
Sonrío mientras me inclino sobre ella, levanta su mano hacia mi cara, y
sus dedos rozan mi mejilla. La forma en que me mira... es lujuria y
desprecio, todo mezclado. Esos ojos suyos... me hacen sentir cosas que no
debería.
Bajo mi cuerpo sobre el suyo y me apoyo en mis antebrazos,
tomándome un momento para mirar a mi esposa.
―Desde este día en adelante, Elena. Desde este día en adelante, eres
mía.
Ella se tensa, y su mano se abre camino a través de mi cabello. Incluso
ahora, con su cuerpo presionado contra el mío, está luchando contra su
deseo.
―Dilo.
Aprieta su agarre en mi cabello, con mirada firme, y una sonrisa en sus
labios.
―Mi cuerpo es tuyo, Alexander Kennedy. Todo tuyo.
Dejo caer mi frente sobre la suya y sonrío.
―Eso será suficiente por ahora ―susurro, con mis labios bajando hasta
su cuello. La beso suavemente, provocándole un gemido. Tendré todo de
ella tarde o temprano.
Me abro camino hacia abajo, dejando un rastro de besos en su piel.
Elena se tensa cuando me inclino para tomar su oscuro y duro pezón en
mi boca. La forma en que mueve su cuerpo debajo del mío me vuelve loco.
Es tan ansiosa, tan sensible.
Engancha su pierna alrededor de mi cadera cuando me muevo hacia
abajo, y sonrío antes de presionar un beso en su estómago.
―Alexander ―gime, con sus manos enredadas en mi cabello, y su
mirada ardiente.
―Dime lo que quieres, Elena.
―A ti. Solo a ti ―susurra.
Me muevo hacia arriba y me tumbo a su lado, sosteniéndome sobre mi
codo para poder mirarla. Me mira a los ojos mientras mi mano recorre su
cuerpo, provocándola. Le acaricio el muslo y ella se retuerce, sé lo que
quiere, pero estoy disfrutando demasiado de sus pequeños jadeos. Me
encanta la forma en que pide más con esos ojos suyos.
Trazo mi dedo índice sobre sus pliegues húmedos, y Elena gime, el
sonido es música para mis oídos.
―Tan jodidamente mojada, bebé. Me deseas tanto, ¿eh?
Me mira a través de sus pestañas, mostrando su deseo por mí.
Deslizo un dedo dentro de ella, y otro gemido escapa de sus labios,
mientras sus ojos se cierran.
―No ―le digo―. Nada de eso. Mírame, Elena.
Sus ojos se abren y me mira, sus labios están ligeramente entreabiertos,
y sus mejillas sonrojadas. Es jodidamente hermosa.
―Buena chica ―murmuro―. Me mirarás cuando estés en la cama
conmigo, ¿me escuchas?
Deslizo mi pulgar sobre su clítoris justo cuando estimulo su punto G, y
su cabeza se inclina hacia atrás en éxtasis.
―Sí ―gime ella.
La mantengo justo en el borde, disfrutando la mirada suplicante en sus
ojos. La forma en que me mira... maldita sea.
―¿Quieres correrte por mí, Elena?
Ella asiente y aprieta su agarre en mi cabello.
―Por favor, Alexander.
Sonrío y le doy lo que quiere, empujándola al límite, sus ojos están
sobre los míos y mi nombre en sus labios. Una posesividad diferente a
todo lo que he sentido antes me abruma. Ruedo sobre ella separando aún
más sus piernas con mi rodilla.
―Te lo dije Elena. De ahora en adelante, mi nombre es el único nombre
que tendrás en tus labios.
Ella asiente y agarra mi cabello, acercándome más mientras me empujo
ligeramente, su coño es como un puto vicio.
―Mierda ―gimo. La miro a los ojos mientras me hundo
completamente en ella. Elena gime debajo de mí, luchando por adaptarse
a mi tamaño. Me atrae para besarme, con sus brazos alrededor de mí.
―Alexander ―susurra, y mis labios encuentran los suyos. La beso
lentamente, tomándome mi tiempo con ella, gime contra mis labios y se
relaja debajo de mí, y me alejo, casi completamente fuera.
―Este coño es mío, ¿me oyes?
―Sí ―dice, y me estrello contra ella, y un fuerte gemido escapa de sus
labios, tira de mi cabello con una mano, mientras que con la otra deja
marcas de rasguños en mi espalda, luego jadea mi nombre, con sus ojos
en los míos. La forma en que suena... mierda.
Me sostengo sobre mis antebrazos y bajo mis labios hacia los suyos. Sus
uñas raspan mi cuero cabelludo mientras me acerca más, cortando la
distancia, ansiosa por un beso.
―Te sientes increíble, bebé. Tan jodidamente húmeda, tan jodidamente
apretada.
Me tiro hacia atrás casi por completo y empujo dentro de ella con
fuerza, me toma con entusiasmo, y la forma en que gime mi nombre me
tiene cerca.
Me vuelve a acercar para besarme, sus movimientos son frenéticos.
Atrapa mi labio inferior entre sus dientes antes de besarme, y su lengua
se enreda con la mía. La forma en que me besa es tan sexy como ella, me
tiene sin aliento cuando me alejo para mirarla.
La forma en que se mueve conmigo ya me tiene cerca, ni siquiera
recuerdo la última vez que me sentí tan desesperado, tan apasionado.
―Más ―gime, y le doy lo que pide, aumentando el ritmo―. Oh, Dios
―jadea, y bajo mis labios a los suyos, tragando todos sus gemidos. Me
follo a mi esposa fuerte y duro, y ella lo toma todo con entusiasmo.
Elena se contrae a mi alrededor de repente, un orgasmo inesperado se
apodera de ella y pierdo el control. Dejo caer mi frente sobre la suya y
sonrío mientras espero a que recupere el aliento.
―Eso fue increíble ―susurra.
Me río.
―Bebé, apenas estamos comenzando.
18
Entro en la nueva habitación de hospital de mi madre, si es que se
puede llamar así. Estoy en estado de shock mientras miro a mi alrededor.
La habitación en la que está es enorme y lujosa, parece una habitación de
hotel en lugar de una habitación de hospital, pero tiene todo el equipo
médico que mi madre podría necesitar.
Sabía que Alexander cuidaría bien de ella, pero esto supera mis
expectativas más descabelladas.
―Hola, mamá ―le susurro, sentándome a su lado. Miro a mi alrededor,
y mi corazón se llena hasta el borde de agradecimiento, felicidad. Ella
todavía está aquí, todavía está viva. Todo gracias a mi esposo. Se siente
extraño incluso pensar en él de esa manera, pero eso es lo que es ahora.
Mi esposo. Agarro la mano de mi madre y le doy un beso―. Te extrañé.
Una parte de mí todavía espera que algún día sonría y me diga que ella
también me extrañó, cada vez es más difícil para mí recordar el sonido de
su voz, el sonido de su risa.
―Hay algo que tengo que decirte ―le digo con cuidado.
A lo largo de los años, siempre le he hablado como lo haría si estuviera
despierta, porque una parte de mí cree genuinamente que puede
escucharme, y que nuestras conversaciones la ayudan.
―Yo… me casé ―digo―. Me casé con Alexander Kennedy, ¿lo
recuerdas? Es el hijo de Sofia. ¿Recuerdas a tu amiga Sofia? La traeré a
verte pronto. Alexander... se las arregló para trasladarte a las instalaciones
privadas de los Kennedy, así que ahora puedes tener invitados. Aquí no
hay una regla de que solo la familia inmediata venga a verte. Creo que
sería agradable para ti volver a ver a Sofia, ¿no crees?
Le sonrío, sintiéndome ansiosa de alguna manera. No quiero que sepa
que me casé con Alexander por ella. Le rompería el corazón si supiera que
lo hice por eso.
―Sé que suena un poco repentino, pero no lo fue. Él es muy bueno
conmigo. Habían pasado algunos años cuando Alexander y yo nos
encontramos de nuevo, y él ni siquiera me reconoció, ¿sabes? Pero hubo
chispas, mamá. Las cosas se movieron un poco rápido entre nosotros, lo
sé... pero estoy feliz. Ha cambiado mucho desde la última vez que lo viste,
y me pregunto qué pensarás de él.
La puerta se abre detrás de mí y levanto la vista sorprendida.
―Pensé que te encontraría aquí ―dice Lucian. Me pongo de pie cuando
camina hacia mí, sus ojos están puestos en mi madre.
―Hola, Sarah ―dice, lanzándole un beso a mi madre. Sonrío, y mi
corazón se calienta por el gesto. Me encanta que no la haya ignorado.
―¿Qué estás haciendo aquí?
Su sonrisa cae, y suspira.
―Necesito hablar contigo ―dice.
Miro a mi madre y asiento con la cabeza, llevándolo afuera de la
habitación, y la puerta se cierra detrás de nosotros.
―Sé cómo es mi hermano, Elena ―dice―, y sé cómo eres tú.
Probablemente te hizo sentir culpable para que te casaras con él, y
probablemente sentiste que le debías algo y accediste.
Lucian parece dolido y duda antes de continuar.
―No nos debes nada. ¿De verdad crees que mi madre no ayudaría a
una de sus amigas más antiguas? No importa cuántos años hayan pasado,
o cuánto nos hayamos distanciado, tu madre y la mía eran amigas de la
infancia, al igual que nosotros. Estaremos ahí para ustedes
incondicionalmente.
Aunque sus palabras suenan verdaderas, no puedo evitar sentirme
culpable de todos modos. Lucian se pasa una mano por el pelo y suspira.
―Sé cómo eres, sé que te sentirás en deuda con nosotros y querrás
pagarnos de alguna manera, estoy seguro de que mi hermano te
convenció de que el matrimonio es la mejor manera de hacerlo, pero te
aseguro que no lo es. El divorcio no es una opción en nuestra familia.
Literalmente estarías cambiando tu vida por dinero que ni siquiera
echaremos de menos, no es un intercambio justo.
Le sonrío, agradecida por su consideración.
―Sé que estás preocupado por mí, y te amo por eso, pero sé lo que estoy
haciendo, Luce ―digo, su antiguo apodo escapa de mis labios sin
pensarlo dos veces―. Aunque la cantidad de dinero de la que estamos
hablando puede no significar mucho para ti, es literalmente la diferencia
entre la vida y la muerte para mi madre, y la diferencia entre estar sin
hogar o no para mí. Todo lo que Alexander me pidió a cambio es que me
case con él.
Lucian niega con la cabeza con pesar.
―Tú no entiendes, princesa. Mi hermano... ya no es quien solía ser. No
serás feliz estando casada con él. Sé cómo es tu corazón, y mi hermano lo
destruirá. Si crees que necesitas casarte con alguien de la familia para
pagarnos, entonces cásate conmigo.
―Luce, como dijiste, el divorcio no es una opción en tu familia. Tú y yo
nunca podríamos estar juntos, sabes que nunca funcionaría. ¿De verdad
quieres atraparnos a los dos en un matrimonio así? Acabaríamos por
odiarnos el uno al otro. Además... ya es demasiado tarde. Alexander y
yo... ya firmamos los papeles.
La mirada en sus ojos me rompe el corazón. Se ve tan desgarrado, y sé
que desearía que las cosas fueran diferentes entre nosotros.
―¿Por qué? ¿Por qué te encadenarías a él? Yo te daría libertad, Elena.
Te apoyaría al cien por ciento en lo que sea que hagas. Cuidaría de ti y de
tu mamá, y te daría la libertad de amar a quien tú elijas.
Niego con la cabeza.
―¿Oyes lo que estás diciendo, Luce? Simplemente seríamos infelices
juntos. Si no fuera así, a lo sumo estaríamos algo contentos. Destruiría lo
que queda de nuestra amistad. ¿Qué crees que le hará eso a tu madre? ¿Y
los niños y la intimidad? ¿Puedes siquiera verte durmiendo conmigo?
Lucian mira hacia otro lado y ambos nos quedamos en silencio.
―No puedo creer que hayas seguido adelante con el matrimonio sin
tomarte el tiempo para pensarlo bien, princesa. Sé que no lo ves como una
solución sostenible, pero me hubiera encantado darte un préstamo sin
intereses.
Suspiro y niego con la cabeza.
―Luce… ―digo, con voz suave―. Ya está hecho, no tiene sentido
arrepentirse de esto. He tomado mi decisión y viviré con ella.
Sin embargo, las palabras de Lucian me hacen dudar de mí misma. ¿Me
apresuré cuando elegí casarme con Alexander? ¿Debería haberme tomado
más tiempo para considerar cuáles serían realmente las consecuencias de
mi elección? Tal vez debería haber tomado un préstamo de Lucian. Soy lo
suficientemente honesta conmigo misma para admitir que parte de mi
aceptación para casarme con Alexander proviene de la llama que siempre
he sentido por él. ¿Pero mi enamoramiento infantil me llevará a
desperdiciar mi vida en un matrimonio sin amor?
19
Me acuesto en la cama sola, incapaz de conciliar el sueño. Ni siquiera
sé a qué hora llegará Alexander a casa esta noche.
Fuera del dormitorio no hablamos, no hay mensajes de texto, ni
llamadas telefónicas. No tengo ni idea de cómo son sus días.
Incluso ahora que estoy casada, duermo sola casi todas las noches. Me
duele el corazón cuando pienso en todo lo que quería de la vida, una
familia feliz propia que no se parecería en nada a mi propia familia, niños
que serían amados sin comparación, un esposo que me adorara.
Salvé la vida de mi madre, pero renuncié a la mía a cambio. No tengo
excusas. Si me dieran a elegir, lo haría todo de nuevo, pero eso no significa
que no lamente los sueños a los que estoy renunciando, no significa que
no me pregunte qué podría estar perdiéndome.
Me doy la vuelta en la cama, y mis ojos se posan en la almohada de
Alexander. ¿Cómo es posible experimentar angustia por algo que nunca
he tenido?
La puerta se abre y me siento en la cama sorprendida, las sábanas caen
hasta mi cintura, pero él ni siquiera me nota cuando entra, con los ojos en
su teléfono.
Salgo de la cama y camino hacia él. Levanta la vista y hace una pausa,
sus ojos recorren mi cuerpo.
―Alexander, estás en casa.
Él asiente y da un paso más cerca de mí, acortando la distancia restante
entre nosotros, y me acaricia el pelo detrás de la oreja, con una expresión
ilegible en su rostro.
―Sigues despierta.
Asiento con la cabeza.
―No podía dormir.
Llevamos casados una semana, pero apenas hemos pasado tiempo
juntos. Llega a casa después de que me duermo y se despierta antes que
yo.
―¿Cómo estuvo tu día? ―le pregunto.
Él frunce el ceño.
―Largo.
Asiento con la cabeza.
―Te ves cansado.
Se pasa una mano por el pelo y suspira.
―Lo estoy. Mi primo, Dylan, es un maldito inútil. Siempre estoy
haciendo el doble de trabajo de lo que debería estar haciendo, estoy harto
y cansado de limpiar sus desastres.
Se quita la corbata e inhala profundamente.
―Mmm ―digo, tratando de pensar en una manera de aligerar su
estado de ánimo. Él y yo estaremos juntos por el resto de nuestras vidas,
y tuvimos un comienzo difícil, por decir lo mínimo. No me hará daño ser
amable y cortés―. ¿Dime tres cosas buenas que te hayan pasado hoy?
Alexander me mira, su expresión me congela.
―Elena, ¿qué es esto?
Parpadeo, sorprendida.
―Yo... ¿qué quieres decir?
―¿Qué pasa con la pequeña charla?
Muerdo mi labio, de repente molesta.
―Solo trato de animarte, pareces estresado.
Él niega con la cabeza.
―¿No acordamos que no interferirías en mi vida privada? Este no es
un matrimonio de verdad, Elena.
Mi corazón se retuerce dolorosamente incluso cuando aumenta mi ira.
―No tuviste problema conmigo haciendo esa pregunta en Inferno.
Da un paso más cerca de mí y entierra su mano en mi cabello, con su
rostro cerca del mío.
―No sabía quién eras en Inferno, en ese entonces eras solo una chica
bonita que me llamó la atención, no sabía que eras la hermana de Matthew
―dice en voz baja―. ¿Ahora? Ahora me perteneces. Te dije el día antes
de que te casaras conmigo que te venderías a mí como lo harías en
Vaughn's, ¿no?
Asiento con la cabeza, y mi corazón se acelera, con nerviosismo
corriendo por mi columna. Sé para qué me inscribí, pero tontamente
esperaba que pudiéramos disfrutar de la compañía del otro como lo
hacíamos en Inferno.
―No es tu mente lo que estabas vendiendo en Vaughn's, Elena, era tu
cuerpo, eso es todo lo que quiero de ti.
Traza los tirantes de mi camisón con sus dedos, y mi corazón comienza
a acelerarse.
―¿Quieres animarme?
Lo miro, pero todo lo que hace es hacerlo sonreír. Alexander empuja los
tirantes de mis hombros y se inclina mientras mi camisón cae al suelo, sus
labios rozan los míos una, dos veces, antes de finalmente tomar los míos.
Su mano se envuelve alrededor de mi cintura y me jala contra él. Me besa,
tomándose su tiempo, hasta que finalmente me derrito. Un suave gemido
escapa involuntariamente de mis labios y me pongo de puntillas,
profundizando el beso.
Para cuando se aleja, ambos respiramos con dificultad. Agarra mis
manos y las coloca contra su pecho, con sus ojos en los míos.
Obedezco su orden silenciosa y desabrocho su camisa, mientras mi
excitación aumenta con cada botón que desabrocho. Su camisa se abre y
trazo sus abdominales con mis dedos, disfrutando la forma en que se
tensa bajo mi toque. Cree que tiene mucho poder sobre mí, pero anhela
mi toque tanto como yo lo hago con el suyo.
Alexander sonríe y me levanta en sus brazos, llevándome de regreso a
la cama como si no pesara nada. Me coloca suavemente, sus ojos están en
los míos mientras termina de desvestirse. Me está mirando, disfrutando
del deseo que no me molesto en ocultar.
Se inclina, y engancha sus dedos alrededor de mis bragas.
―Arriba ―ordena, y levanto mis caderas mientras las jala. Alexander
me sonríe mientras levanta la tela de encaje hasta su rostro, inhalando
profundamente.
―Jodidamente delicioso, Elena.
Deja que mis bragas caigan al suelo y se une a mí en la cama,
sosteniéndose encima de mí. Baja sus labios a los míos y paso mi mano
por su cabello, acercándolo más, y sonríe mientras se pone encima de mí,
con su cuerpo pegado al mío.
Un pequeño gemido escapa de mis labios cuando me besa, y tiro de su
cabello, queriendo más. Él se ríe y mueve sus labios a mi cuello,
besándome en lugares que ni siquiera me di cuenta que eran sensibles.
Acaricia la parte interna de mi muslo, provocándome, y gimo cuando
finalmente me toca donde lo quiero.
―Tan húmeda y resbaladiza ―dice, tirando de sus dedos hacia atrás.
Me sonríe mientras los lleva a sus labios, saboreándome―. Sabía que
serías tan deliciosa como hueles.
Envuelvo mi pierna alrededor de su cadera, queriendo más,
queriéndolo más cerca, y él sonríe.
―Tan hambrienta por mi polla, bebé. Si alguien te viera en este
momento, pensaría que te mato de hambre.
Se alinea y empuja solo un poco, haciéndome gemir.
―Alexander ―susurro. Empujo mis caderas hacia arriba, tratando de
meterlo más profundo, y él sonríe.
Empuja dentro de mí lentamente, centímetro a centímetro, tomándose
su tiempo. Gimo de placer cuando finalmente está profundamente dentro
de mí, y deja caer su frente contra la mía.
Me folla lentamente, las embestidas largas y profundas me vuelven
medio loca, y él lo sabe. Tiro de su cabello y él se ríe mientras agarra mis
manos, sujetándolas por encima de mi cabeza.
―¿Nadie te ha dicho nunca que la paciencia es una virtud, bebé?
Se retira casi por completo y se estrella contra mí, inmovilizándome las
muñecas con su peso mientras lo hace.
―La paciencia está sobrevalorada ―le digo, y él sonríe.
―Parece que tendré que enseñarte una lección.
Disminuye el ritmo aún más, provocándome con cada golpe.
―¿Puedes correrte por mí así, bebé? Vamos a averiguarlo.
Me empuja lentamente, estimulando algo muy dentro de mí cada vez
que lo hace. Siento la presión creciendo dentro de mí, y estoy impaciente
por más.
―Por favor, deja de burlarte de mí ―gimo, con voz ronca.
Me mira a los ojos y sonríe mientras continúa burlándose de mí.
―Eres una pequeña zorra por mi polla, ¿no? Mírate. Mira lo
desesperada que estás por correrte sobre mi polla.
Trago saliva, haciendo todo lo posible por aguantar, pero puedo sentir
que se me escapa el control.
―Córrete por mí, Elena.
Se sale casi por completo y empuja dentro de mí con fuerza, llevándome
justo al borde.
―Oh, Dios ―gimo, y el placer me inunda, ola tras ola. Mis músculos se
contraen a su alrededor una y otra vez, y su frente cae sobre la mía.
―Buena chica ―susurra. Aumenta el ritmo, empujando dentro de mí
fuerte y rápido, con sus ojos fijos en los míos cuando se corre.
Se desploma encima de mí y nos da la vuelta, de modo que estoy
acostada en sus brazos, ambos jadeando. Envuelve sus brazos alrededor
de mí, sosteniéndome con fuerza.
Escucho los latidos de su corazón mientras el mío vuelve lentamente a
la normalidad. Mis ojos comienzan a sentirse pesados y mi respiración se
equilibra. Justo antes de quedarme dormida, lo escucho hablar, su voz es
apenas por encima de un susurro.
―Una nueva adquisición, el sol entrando a raudales por la ventana de
mi oficina y tenerte en mi cama.
20
―Déjame ver ―Sofia dice.
Levanto mi mano con entusiasmo, admirando mis propias uñas.
―Hicieron un gran trabajo ―dice, y yo asiento. Ni siquiera puedo
recordar la última vez que me mimaron tanto. Sofia organizó un día
completo de spa para las dos. Recibimos masajes juntas, seguidos de citas
para el cabello y las uñas. Ha sido increíblemente agradable, pero más que
eso, he extrañado este sentimiento, el sentimiento de pasar un día entero
con una figura materna. No hay nada como eso.
―Gracias ―le digo.
Ella me sonríe y niega con la cabeza, con su mano puesta sobre la mía.
―Cariño, ahora eres mi nuera. Mi trabajo es consentirte.
Cepilla mi cabello detrás de mi oreja, con una gran sonrisa en su rostro.
He notado que la mayoría de las veces, está perdida en sus pensamientos
en casa, con una expresión triste en su rostro, pero no hoy. Ella ha
disfrutado hoy tanto como yo.
―Alec me explicó que ustedes dos organizarán su relación para mi
padre y la prensa. Sabes que no será fácil, ¿verdad?
Asiento con nerviosismo.
―Lo sé ―murmuro―. Pero en realidad no tenemos otra opción. Él y
yo... nos juntamos demasiado de repente. Alexander está preocupado de
que su abuelo no lo crea.
Sofia asiente.
―No estaría equivocado. Amo a mi padre, pero es un zorro astuto. Lo
mejor es andar con cuidado. Si sospecha que ustedes dos no están
enamorados, le dará su puesto como presidente al primo de Alec, y mi
hijo ha trabajado demasiado duro para que eso suceda.
Asiento pensativamente.
―No te preocupes ―le digo―. Estaremos bien.
Sofia me sonríe, y sus ojos brillan.
―Sí, creo que lo estarán.
Nuestro guardaespaldas nos abre la puerta del restaurante y Sofia
suspira cuando entramos.
―Odio estos almuerzos de caridad ―me dice―. Preferiría
simplemente donar algo de dinero e irme, pero desafortunadamente
tenemos que mostrar nuestras caras. Creo que es una buena oportunidad
para que te reencuentres con algunas de las personas con las que perdiste
el contacto. Las conexiones son el activo más valioso de los Kennedy, y
deberás comenzar a hacer algunas por tu cuenta.
Asiento hacia ella nerviosamente, me sonríe tranquilizadoramente y
toma mi mano, apretando con fuerza.
―Estoy aquí ―me dice―. Ya no estás sola, Elena.
Me siento junto a Sofia, sintiéndome fuera de lugar. Hay una rubia
sentada a mi lado que nunca había visto antes, y le sonrío, haciendo todo
lo posible para mostrar confianza y fallando gravemente.
Ella sonríe y saca la mano. El gesto es tan diferente a los besos al aire a
los que estoy acostumbrada que me sobresalto, en el mejor de los sentidos.
―Emilia ―dice, su sonrisa es genuina y amistosa, diferente a las que
estoy acostumbrada en estos círculos.
Le doy la mano y asiento cortésmente.
―Elena.
Sofia sonríe y se inclina.
―Emilia es la esposa de Carter Clarke. No viven aquí, pero cuando ella
está en la ciudad, suele venir a almorzar con nosotras. Emilia y Carter han
fundado muchas organizaciones benéficas y Emilia siempre está tratando
de marcar la diferencia. Creo que realmente te gustará.
Emilia me guiña un ojo.
―Carter es el chico de Fintech ―dice, refiriéndose a su esposo.
La miro con los ojos muy abiertos.
―¡Vaya! Su compañía se diversificó recientemente en la investigación
médica y los hallazgos han sido asombrosos. Lo busqué por mi madre,
pero yo...
Mi corazón se hunde. No había forma de que pudiera ponerme en
contacto con Carter Clarke, y mucho menos obtener acceso a parte de su
tecnología.
Emilia me ve a los ojos, con mirada escrutadora, y luego sonríe, mete la
mano en su bolso y desliza una tarjeta en mi dirección.
―Esta es la línea directa de mi esposo, llámalo y dile que te dije que te
pusieras en contacto con él. Lo que necesites, él te lo conseguirá.
Miro la tarjeta, y la esperanza llena mi corazón. Alexander ya está
tratando de contratar a algunos de los mejores médicos del mundo, pero
esto también podría ayudar. Esto podría ayudar a mi madre. Agarro la
tarjeta con fuerza, mientras mi corazón se acelera.
De repente, la habitación se queda en silencio y levanto la vista con
sorpresa para encontrar a Jennifer entrando. Frunce el ceño cuando me ve
sentada aquí y se acerca, tensándose cuando se da cuenta de que Sofia
está sentada a mi lado. Todos a la vez comienzan a felicitar a Jennifer por
su compromiso y ella se sonroja.
―Oh ―dice ella―. Estábamos tratando de mantener eso en secreto.
Casi evito poner los ojos en blanco. Por lo que entiendo, le ha estado
diciendo a cualquiera que quiera escuchar.
Me siento mientras responde preguntas sobre su próxima boda y sobre
cómo podría ser la vida de casada, mira a Sofia y sonríe.
―Nadie sabe más sobre matrimonios felices que Sofia Kennedy ―dice,
señalando con la cabeza a mi suegra―. Cuéntanos, ¿cómo te mantienes
feliz durante tantos años? ¿Han sido, qué? ¿Más de treinta años?
Sofia se tensa y Jennifer no le da oportunidad de responder.
―Eso me recuerda, ¿dónde está el señor Kennedy, a todo esto? ¿En otro
viaje de negocios?
La habitación se queda en silencio y mi corazón sufre por Sofia. Lo
sospeché durante muchos años, pero después de haber estado lejos de
todos durante tanto tiempo, no podía estar segura. Sin embargo, parece
que la ausencia del señor Kennedy es un secreto a voces.
―Olvídate del matrimonio ―le digo―. Quiero saber más sobre el
compromiso. Sabes, mi hermano ni siquiera me dijo cómo se conocieron.
Cuéntanos todo al respecto. ¿Cuándo te enamoraste de mi hermano?
Digo, sabemos muy bien que engañaste a Alexander, y todos los demás
también lo saben.
Jennifer se sonroja, y sus ojos brillan con enojo. Comienza a responder,
pero me volteo y la ignoro, no me interesa su historia.
Sofia agarra mi mano debajo de la mesa y la aprieta en señal de gratitud.
Cuando la veo, la misma expresión perdida a la que me había
acostumbrado está de vuelta en su rostro, y me rompe el corazón.
Luce esa misma sonrisa triste durante el resto del almuerzo, y cuando
salimos, está distraída y resignada. Caminamos en silencio, mientras
nuestro guardaespaldas nos sigue.
―Eres mi nuera ahora, Elena ―dice―. Así que es justo que lo sepas,
todos los demás lo saben. Son solo mis dos hijos los que creen que no me
doy cuenta. Intentan protegerme de la verdad lo mejor que pueden, pero
no hay escapatoria.
Ella se sienta en uno de los bancos junto al camino y yo me siento a su
lado.
―Me casé por amor, como lo hizo tu madre ―me dice―. Pero Anthony
era diferente. Mi padre no lo aprobó, al principio no. Verás, Anthony era
de una familia muy pobre y sus padres estaban divorciados. Dos cosas
que mi padre desaprueba.
Ella suspira y pasa una mano por su cabello, arruinando su siempre
perfecto peinado.
―Pero yo estaba enamorada, así que todos los argumentos de mi padre
cayeron en saco roto. Eventualmente, se cansó. Me tomó cerca de un año,
pero mi padre me permitió casarme con Anthony, siempre que él tomara
el apellido Kennedy, y que nuestros hijos también lo hicieran.
Inhala temblorosamente y agarro su mano.
―Cuando pienso en eso, no puedo recordar que alguna vez fuéramos
felices una vez que nos casamos. Anthony se sentía castrado y endeudado,
y estaba resentido conmigo por eso. Nuestro matrimonio se fue cuesta
abajo muy rápidamente. El dinero, la presión, el brillo y el glamour.
Anthony lo disfrutó, pero nuestro matrimonio sufrió por eso.
Tomo su mano, y mi corazón se rompe por ella.
―Entonces, ¿por qué te quedas?
La mirada en sus ojos me destroza.
―Los Kennedy no se divorcian ―me dice―. Hacerlo significa ser
repudiado, pero a veces... a veces me pregunto si eso podría ser lo mejor.
Veo el daño que le hizo a Alec ser testigo de mi matrimonio. Se esfuerza
tanto por protegerme, pero al hacerlo, se está lastimando a sí mismo. Los
asuntos de su padre combinados con lo que Jennifer le hizo... le han hecho
perder la fe en el amor. Él no cree que pueda ser duradero, ha llegado a
verlo como una debilidad, y eso es en gran parte culpa mía.
Una lágrima corre por su mejilla y ella la atrapa con su pulgar,
inhalando temblorosamente, haciendo todo lo posible por recuperarse.
Me mira, sonriendo a través de sus lágrimas.
―Elena, el corazón de mi hijo está roto, y así ha estado durante mucho
tiempo. Tal vez esté dañado sin posibilidad de reparación, pero tal vez,
solo tal vez, necesita el toque correcto.
21
Elena entra al bar en el que le pedí que se encontrara conmigo y me
siento, mirándola desde lejos. Lleva un vestido rojo que a la vez se ve
jodidamente sexy en ella, pero perfectamente apropiado. Sus ojos
encuentran los míos y sonríe, llamando la atención sobre sus labios rojos.
Le dije que se encontrara conmigo aquí para que podamos empezar a
correr rumores sobre nosotros, estoy seguro de que alguien intentará
tomarnos una foto, así que le dije que se arreglara. Sin embargo, no
esperaba que se viera tan hermosa.
Hemos estado casados durante dos semanas y nos hemos metido en
una especie de rutina. Me preocupaba que estuviera necesitada, que me
prometiera una cosa y me exigiera otra, pero ese no ha sido el caso. Se ha
mantenido fuera de mi camino sin que yo tenga que recordarle sus
promesas, y le ha estado haciendo compañía a mi madre cuando no puedo
estar cerca, ha sido la nuera perfecta, y ha sido una esposa aún más
perfecta, abriendo esas hermosas piernas largas para mí sin quejarse, y sin
ningún drama. Ella accedió a darme su cuerpo, y lo ha hecho, sin exigirme
tiempo fuera de la cama.
Camina hacia mí, y no soy el único que la nota. Veo como al menos un
puñado de hombres la siguen con la mirada, pero ni siquiera se da cuenta.
La mayoría de las mujeres que conozco se deleitan con la atención, pero
no Elena. Ella me está mirando a mí.
Me levanto de mi asiento cuando llega a nuestra mesa, y mi brazo la
envuelve tan pronto como está a mi alcance. La atraigo hacia mí, y mis
labios encuentran los suyos. Elena se sobresalta y se congela, pero luego
se derrite contra mí, y sus brazos encuentran su camino alrededor de mi
cuello. No me alejo hasta que ella está sin aliento, y su lápiz labial corrido.
Me mira a los ojos, nuestros brazos todavía están entrelazados, y sonrío.
Me encanta esa expresión nerviosa suya. Hacerla sonrojar se ha
convertido en una de mis actividades favoritas.
―Hola ―dice, sonando un poco sin aliento.
―Hola.
Sus labios se inclinan en una sonrisa y lleva su pulgar a mis labios,
limpiando el lápiz labial que sin duda dejó.
―El rojo te queda bien.
Sonrío ante su tono burlón.
―Así es. Deberías tratar de dejarlo en el resto de mi cuerpo también.
Sus mejillas se sonrojan y me río mientras me alejo de ella. Elena toma
asiento, tensándose cuando se da cuenta de que todos los ojos están
puestos en nosotros.
―Este es el mejor lugar para crear algunos rumores sobre nosotros, es
el lugar para ver y ser visto, y ese beso fue el comienzo perfecto. ―Ella
asiente, sus mejillas teñidas de rojo mientras acerco mi silla―. La gente
no tardará mucho en empezar a chismear.
Pide un cosmopolitan y yo me recuesto con un whisky en la mano.
―Te ves nerviosa.
Me mira y niega con la cabeza.
―No… yo… ¿tal vez un poco? Ha pasado mucho tiempo desde que me
moví en estos círculos.
Me inclino y atrapo su barbilla entre mi pulgar y mi dedo índice.
―Tendrás que actuar con naturalidad, estás interpretando el papel de
mi novia en este momento, y pronto serás conocida como mi esposa,
necesito confianza al límite de la arrogancia. En este momento, no eres
simplemente mi posesión, Elena. Durante estos pequeños actos nuestros,
eres mi igual, la única persona que tiene algún derecho sobre mí. ―Mis
palabras solo la ponen más nerviosa, y sonrío mientras me inclino más
cerca―. Bésame ―le ordeno.
Elena duda, y luego pasa su mano por mi cabello, acercándome más.
Sus labios encuentran los míos y su mano ahueca un lado de mi rostro.
Me besa suave y profundamente, y su lengua me hace preguntarme cómo
se sentirán sus labios envolviendo mi polla. Para cuando ella termina
conmigo, estoy duro como una roca.
Elena sonríe a sabiendas cuando se aleja, y niego con la cabeza. Agarro
su mano y la coloco sobre mi bulto, disfrutando la forma en que abre los
ojos.
―Te dije que me besaras, no que follaras mi boca con la tuya, no me
hagas arrastrarte a los baños. Te tendré de rodillas y te follaré la boca, te
veré dejar anillos de lápiz labial rojo en mi polla y te mostraré lo bien que
me queda el rojo.
Elena se lame los labios, y casi caigo en la tentación aquí y ahora.
―Eso estaba destinado a ser una amenaza, bebé. No parezcas tan
emocionada.
Ella se ríe y se recuesta, alejándose de mí con una mirada satisfecha en
sus ojos. Elena Rousseau… es un enigma.
Me recuesto, mis ojos recorren la habitación, deteniéndose en una chica
que me resulta vagamente familiar. ¿No es una de las amigas de Jennifer?
Aparto la mirada y tomo un sorbo de mi bebida, escondiendo mi sonrisa
detrás de mi vaso.
―Oye, quería darte las gracias ―dice Elena, con voz suave.
La miro con las cejas levantadas.
―Sé que tenemos un acuerdo de beneficio mutuo, pero aun así, yo...
habría perdido a mi madre si no fuera por ti. ―Traga saliva, y se forma
una expresión angustiada en su rostro. Parpadea y fuerza sus labios en
una sonrisa―. Le salvaste la vida y salvaste la mía.
Empujo su cabello detrás de su oreja y niego con la cabeza.
―Yo no hice tal cosa. Tú salvaste la vida de tu madre. En cuanto a la
tuya… tu vida la compré.
Esperaba que mis palabras la hirieran, que le recordaran que no le estoy
haciendo ningún favor, que está pagando un alto precio por la vida de su
madre, pero simplemente sonríe, con expresión serena.
―Sí ―dice―, pero prefiero pertenecerte a ti que estar en Vaughn’s.
La idea de ella ahí me enfurece, si hubiera llegado unos minutos más
tarde, ¿quién sabe qué le habría pasado? John la habría tenido desnuda, y
hubiera puesto sus manos sobre su cuerpo. Quién jodidamente sabe cómo
podría haberla tocado, o lo qué le habría hecho hacer.
Tomo la parte de atrás de su cuello, y pongo mi pulgar en su garganta.
Casi me alejé de ella. Cuando la vi parada ahí, cuando me di cuenta de
que me había engañado, mierda. Casi la dejo ahí, y Vaughn habría dejado
que sus miembros usaran cada parte de su cuerpo. Por mí. Porque pensó
que me estaría vengando.
―Ahora eres mía, Elena. Nadie te tocará excepto yo.
Me inclino y la beso, su labio inferior carnoso queda atrapado entre los
míos. Un suave suspiro escapa de sus labios cuando me alejo, y su
garganta se mueve contra mi pulgar mientras traga.
―Nadie toca lo que es mío, Elena. Nadie se atreverá siquiera a pensar
en ti, o a soñar contigo. Ahora me perteneces a mí y no comparto.
22
Gimo mientras apago mi computadora, este día de trabajo ha tomado
demasiado tiempo, son casi las 10 p.m. Mi teléfono vibra justo cuando
finalmente estoy de camino a casa, y lo desbloqueo con un suspiro,
asumiendo que hay más trabajo esperándome. En vez de eso, encuentro
un mensaje de texto de la última persona de la que esperaba saber.
Jen: Creo que cometí un error, Alec. Te extraño. Por favor, ¿podemos hablar?
Miro mi teléfono con incredulidad, mientras mi corazón se retuerce
dolorosamente. ¿Cómo se atrevía a enviarme un mensaje de texto después
de todo este tiempo? Está comprometida con el puto Matthew Rousseau.
Se va a casar con él el día en que se suponía que se casaría conmigo. ¿Qué
diablos quiere decir con que me extraña? Supongo que los rumores sobre
Elena y yo llegaron a sus oídos. Sé cómo es Jennifer, incluso si no me
quiere, tampoco querrá que nadie más me tenga.
Aprieto mi teléfono en mi mano, y la tristeza llena mi corazón. Ella me
destrozó, ¿y ahora tiene el descaro de enviarme un mensaje de texto? Lo
peor es que mi primer instinto es responderle el mensaje para preguntarle
si está bien, si algo sucede, o si me necesita.
Pero ya no soy la persona que cumple ese papel. No soy la persona que
ella eligió.
Estoy distraído y enojado mientras entro a mi habitación. Elena se
sienta en mi cama, y me congelo, sintiéndome culpable como el infierno
de repente. Cuando Jen me envió un mensaje de texto, por solo un par de
segundos, olvidé que incluso me casé.
Elena me sonríe y se me parte el corazón, se ve jodidamente hermosa
sentada en mi cama así, con las sábanas en su cintura y su sexy camisón
de seda a la vista.
―Oye, estás en casa ―me dice.
Asiento y fuerzo una sonrisa en mi rostro. Elena Rousseau... me casé
con la hermana de Matthew por una razón, así que ¿por qué no la he
utilizado todavía? ¿Por qué no se la he echado a la cara a Matthew y a
Jennifer aún? Una parte de mí quiere mantenerla escondida, mantenerla
aquí en mi casa, donde está a salvo de la prensa, los rumores, y las
presiones que enfrentará como mi esposa, pero no puedo. No me casé con
ella para protegerla, me casé con ella para poder usarla, así podría usarla
como un arma contra Matthew, y como un escudo contra los términos de
mi abuelo.
Mis ojos recorren su rostro, es tan malditamente hermosa, y se ve tan
jodidamente inocente, pero, de nuevo, ella sabía en lo que se estaba
metiendo al casarse conmigo. Nunca le he hecho falsas promesas.
Empiezo a desabotonar mi camisa y me detengo cuando siento su
mirada en mí. Miro hacia arriba para encontrarla mirándome fijamente,
con una dulce sonrisa en su rostro. No hay ni una pizca de crueldad en
sus ojos, solo inocencia. Ella podría haber sabido en lo que se estaba
metiendo, pero no tenía muchas opciones, y apuesto a que subestimó lo
difícil que sería la vida como una Kennedy, como mi esposa.
Suspiro y me doy la vuelta para desvestirme antes de entrar a la ducha.
Presiono el botón de la cortina de agua, ocultándome. El agua cae sobre
mí y me apoyo contra la pared.
Si no me hubiera casado con Elena, ¿qué habría hecho? ¿Iría corriendo
hacia Jen en este momento? Y si lo hiciera, ¿importaría? He pasado meses
extrañándola, odiándola, y deseándola. Ahora que finalmente se acercó,
no estoy en condiciones de responder.
Cierro los ojos mientras los recuerdos me asaltan. Jodidamente amaba
a Jennifer con todo mi corazón. Nunca solía creer en el matrimonio,
teniendo en cuenta cómo es el matrimonio de mis padres. Ni siquiera
conozco a una sola pareja felizmente casada, y no quería saber nada de
eso, pero luego llegó Jen. Ella era solo una de mis empleadas cuando nos
conocimos, pero se convirtió en todo para mí. Era diferente, veía la vida a
través de otros ojos y me enseñó a disfrutar las pequeñas cosas de la vida
de una manera que nunca había hecho. Todavía no sé si todo fue una
farsa, o si alguna vez fue real.
Mi estado de ánimo se arruina cuando salgo de la ducha. Apenas puedo
enfrentarme a Elena, mi conciencia me pesa mucho esta noche, la tengo a
ella en mi cama, pero es Jennifer la que está en mi mente. Debería ser mi
esposa en quien me concentre, pero todo en lo que puedo pensar es si Jen
está bien.
La forma en que Elena me mira mientras camino hacia la cama usando
nada más que calzoncillos normalmente ya me tendría duro como una
roca, pero hoy todo lo que hace es aumentar la culpa que siento. La idea
de usarla me hace sentir sucio. Me acuesto en la cama y tomo mi tablet,
usándola para cerrar las cortinas y apagar las luces principales.
―Eso es impresionante.
Sonrío con fuerza y me pongo de costado para mirarla, apoyando la
cabeza en el codo.
―¿Cómo estuvo tu día? ―me pregunta, con voz suave.
Me giro para mirarla. Esa sonrisa suya, sin importar lo que pase, sin
importar lo que diga... rara vez flaquea. No pensé que se atrevería a hacer
una pequeña plática después de la forma en que la reprendí la primera
vez, pero actúa como si mi crueldad no la afectara, como si la divirtiera.
―Agotador. ¿El tuyo?
Su sonrisa se ensancha y mi corazón se desgarra.
―Fui a ver a mi mamá esta tarde, no he tenido la oportunidad de
decirte esto, pero su nueva habitación es perfecta, y las nuevas
instalaciones son increíbles.
Asiento con la cabeza.
―Me alegra oírlo. Estoy viendo algunos médicos de renombre que
podrían ayudarla, y aparentemente la esposa de Carter Clarke lo
convenció de que nos prestara uno de los médicos que emplea su
compañía. No quiero hacerte ilusiones todavía, pero quiero que sepas que
haré todo lo posible para ayudar a la recuperación de tu madre.
La forma en que me sonríe, la confianza y la esperanza en sus ojos, me
destripa. Cuando se casó conmigo, no tuvo elección. Ella no está en esto
por razones egoístas, se casó conmigo para salvar la vida de su madre.
¿Realmente puedo usar a alguien con motivaciones tan puras?
―Gracias ―dice, con sus ojos llenos de genuina gratitud.
Asiento con la cabeza hacia ella.
―Elena, necesitaremos organizar nuestras primeras citas dentro de las
próximas semanas. Retrataremos una relación apasionada y un
compromiso y una boda lujosos. ¿Estás lista?
Ella asiente, mientras su expresión se vuelve seria.
―Por supuesto, Alexander.
―Te llevaré a ver a mi abuelo pronto. A estas alturas ya debería haber
oído algunos rumores sobre nosotros, y habrá oído que te han visto con
mi madre en varios lugares, así que sabrá que voy en serio. No hay mucho
que se le escape. No le gusta escuchar cosas relacionadas con nosotros a
través de la prensa, así que te presentaré ante él como mi novia antes de
que las fotos de nosotros lleguen a los tabloides. Te adoraba cuando eras
pequeña, así que es muy probable que esté feliz por nosotros.
Elena asiente, su expresión sigue siendo seria. Odio lo mecánico que se
siente todo esto, pero nuestro matrimonio es una farsa, y siempre lo será.
Es mejor que ella se acostumbre ahora.
23
―¿Estás lista? ―pregunto, mirando el atuendo de Elena. Lleva un
vestido elegante y formal hoy, luciendo como una especie de ejecutiva,
como una Kennedy―. Te ves perfecta.
Me sonríe, pero la forma en que sigue tocando su vestido delata sus
nervios, me sigue a mi Aston Martin, y sus cejas se elevan.
―¿No dijiste que íbamos a casa de tu abuelo? ―pregunta, mirando a
su alrededor―. Pensé que todos los Kennedy vivían en la misma
propiedad.
Sonrío y le abro la puerta.
―Lo hacemos, pero la propiedad de los Kennedy es enorme. Esta es
solo la mansión de mi madre ―digo, inclinando mi cabeza hacia nuestra
casa, que es imponente por sí sola.
»Mi abuelo hizo construir su propiedad para que cada uno de sus
hermanos y todos sus hijos tuvieran su propio espacio. Es esencialmente
un vecindario privado completo, por lo que, si bien todo sigue siendo
propiedad privada, se tarda unos ocho minutos en llegar a la casa de mi
abuelo. No hay forma de que caminemos tan lejos.
Ella mira a su alrededor con asombro y niega con la cabeza. Olvidé que
la única mansión en la que ha estado es la nuestra.
―Si alguna vez tenemos hijos, probablemente nos mudaríamos a una
mansión propia. Tradicionalmente nos mudaríamos a una nueva casa en
la propiedad cuando nos casemos, pero no me gusta la idea de dejar sola
a mi madre. Lucian no está en casa a menudo y, cuando lo está, prefiere
quedarse en su habitación. A mi madre no le va muy bien cuando está
sola durante largos períodos de tiempo. ―Suspiro y paso una mano por
mi cabello―. Ha caído en depresión varias veces y eso me preocupa. No
importa cuánto personal tengamos, o cuántas personas la rodeen, eso no
evita la soledad que finge no sentir.
Elena asiente, y su expresión se llena de dolor.
―Entiendo ―dice―. Además, se siente como si tuviéramos nuestro
propio apartamento dentro de su mansión, lo cual supongo que
técnicamente tenemos. Tu madre ni siquiera viene a visitarte cuando estás
en casa, así que no creo que mudarte haga una gran diferencia. De hecho,
disfruto cenar con ella cada vez que tienes que trabajar hasta tarde. Creo
que extrañaría mucho eso.
Suspiro de alivio. Jen siempre insistió en que nos mudáramos. Quería
una mansión entera para nosotros solos, y tener un piso en la residencia
de mi madre nunca fue suficiente para ella.
Miro a Elena, y mi corazón se agita. Es una mujer increíble, y aquí estoy,
manejando hacia mi abuelo en un esfuerzo por usarla. Aprieto mi agarre
en mi volante, sintiéndome en conflicto.
Mi abuelo levanta la vista cuando entramos y lo miro con el ceño
fruncido. Está de rodillas en el suelo, con una gran maceta frente a él, y
sus manos cubiertas de tierra.
―Ven a ayudarme con esto, Alec ―grita.
Elena y yo nos acercamos y suspiro. Mi abuelo siempre está tramando
algo. ¿Por qué el anciano no puede descansar de vez en cuando?
―Abuelo ―le digo―. Esta es Elena Rousseau, mi novia. La conociste
antes, cuando era mucho más joven. ¿La recuerdas?
Mi abuelo apenas mira a Elena y me tenso. Jennifer siempre odió ser
rechazada, pero Elena simplemente sonríe y cae de rodillas, mete las
manos en la tierra y ayuda a mi abuelo a trasplantar sus orquídeas.
―Las hojas son demasiado oscuras ―dice, mientras pasa un dedo por
el borde del tallo―. Cuando están tan oscuras, significa que no reciben
suficiente luz solar, las orquídeas son un poco malhumoradas ―agrega,
riendo.
Mi abuelo hace una pausa y la mira sorprendido. Él mira sus manos y
ropa manchadas de tierra, con una sonrisa tirando del borde de sus labios.
Apuesto a que él esperaba que ella no se ensuciara las manos, y que
estuviera demasiado preocupada por su ropa.
Elena ni siquiera se da cuenta de que está siendo examinada. Maldito
sea este viejo, apuesto a que nos ha estado esperando desde el momento
en que subimos al auto.
―¿Sabes de orquídeas?
Elena asiente.
―Son las favoritas de mi madre, solíamos tener muchas en nuestra
casa.
Ella toca el borde de las flores blancas, con una sonrisa triste en su
rostro, y el anhelo en sus ojos me rompe el corazón.
―Las orquídeas son un poco peculiares ―dice ella―. Aman el sol de
la mañana, pero quieren estar a la sombra el resto del día. Son unas
pequeñas plantas malhumoradas, como dije.
Mira a su alrededor y señala un rincón del lugar.
―Ese debería ser el lugar perfecto ―le dice a mi abuelo―. Ese ángulo
debería darles el sol de la mañana que tanto aman, pero una vez que el
sol se mueve, debería cubrirlas de sombras.
Elena y yo ayudamos a mi abuelo a mover la maceta a la esquina que
ella señaló, y mi abuelo sonríe.
―Vamos ―le dice―. Te mostraré mi invernadero.
Gimo por dentro, pero Elena en realidad parece emocionada mientras
lo sigue.
―Oh, Dios ―dice Elena, caminando hacia las enredaderas en la
pared―. ¿Son melones?
Mira a mi abuelo y niega con la cabeza.
―Seguro que le gustan los desafíos, ¿verdad, señor Kennedy? ¡Son tan
difíciles de cultivar!
Él le sonríe e inclina la cabeza hacia el resto de sus cultivos.
―Puedes llamarme abuelo ―dice, y mis ojos se abren como platos.
Elena no tiene idea de lo que acaba de ofrecerle, y sonríe sin tener idea.
Todo el mundo siempre está tratando de acceder a mi abuelo, y
notoriamente mantiene a todos a distancia. La palabra abuelo está
reservada solo para sus propios nietos, no para sus cónyuges, ni para
ningún primo lejano.
Envuelve su brazo alrededor de Elena, mostrándole cada uno de sus
vegetales, y mi corazón casi se detiene cuando comienza a crear una
canasta para que Elena se la lleve a casa. La única que ha salido alguna
vez de este invernadero con alguno de sus bebés es mi madre. Ni mis tíos
lo han conseguido, yo tampoco, y lo he intentado muchas veces.
―Oh, esto es asombroso ―dice Elena, mientras sus ojos brillan con
deleite―. Puedo imaginar lo bien que va a saber esto. ¿Qué tal si te
preparo el almuerzo pronto, abuelo?
Arrugo la frente, mi abuelo no come nada que no esté hecho por su
propio cocinero, ni siquiera va a restaurantes. La única persona cuya
comida comerá, aparte de su cocinera, es la de mi madre.
―Me encantaría ―dice, y lo miro con las cejas levantadas, no es que él
se dé cuenta, toda su atención está en Elena.
Traje a Jennifer un puñado de veces, y cada vez él actuó como si ella no
existiera, me pregunto si es porque ella no era el tipo de persona que él
quería para mí, pero bueno, dejó que mi madre se casara con mi padre.
Agarro mi teléfono y abro los mensajes de texto de Jen. Me ha estado
contactando cada vez con más frecuencia desde que empezaron a correr
rumores sobre Elena y yo. No puedo entenderla. ¿Me quiere ahora que
cree que realmente me ha perdido? ¿O se dio cuenta de que estar con
Matthew no es todo lo que pensó que sería? No lo sé, y cada día estoy más
tentado a enviarle un mensaje de texto. Quiero respuestas.
―Dime tus platillos favoritos ―dice Elena, y la miro. Ella y mi abuelo
están perdidos en una conversación. Me quedo atrás mientras los dos
hablan, discutiendo recetas e ingredientes, y no puedo evitar pensar en
Jennifer. ¿Consideraría alguna vez ofrecerse a cocinar para mi abuelo? Ni
siquiera recuerdo que alguna vez se haya ofrecido a cocinar para mí.
Niego con la cabeza y salgo de eso.
―Lo espero con ansias ―dice mi abuelo, con una sonrisa genuina.
Elena mira sus manos manchadas de tierra y las frota una contra la otra,
tratando de limpiarlas, el abuelo le señala el fregadero en la parte trasera
del invernadero y ella se marcha con una sonrisa, prometiendo volver
pronto.
Me cruzo de brazos y miro a mi abuelo, esperaba que dejara de actuar
como un anciano dulce en el segundo en que ella se alejó, pero en vez de
eso, todavía está sonriendo, con los ojos brillantes.
―Es una buena chica, Alec. Muy amable. Soy viejo, hijo. Soy lo
suficientemente mayor para saber, y para ver lo genuina que es. Ella es el
tipo de persona que quiero para que críe a mis bisnietos. Has elegido bien.
Ahora no la cagues, porque si la dejas escapar, te arrepentirás por el resto
de tu vida.
Asiento con la cabeza, y mi mirada se arrastra hacia Elena.
―Sí ―le digo―. Lo sé.
24
Me despierto con la cabeza sobre el pecho desnudo de Alexander y me
acurruco más cerca, él me rodea con un brazo y entierro la nariz en su
cuello.
Sonrío ante el recuerdo de anoche, llegó tarde a la cama y me despertó
con innumerables besos en mi piel. La forma en que me tocó... es duro y
tierno conmigo al mismo tiempo.
La mayoría de los días se ha ido cuando me despierto, pero de vez en
cuando me despierto en sus brazos. Me encantan esos momentos justo
antes de que se despierte, esos momentos en los que me abraza, cuando
me hace sentir querida. Esos momentos hacen más llevadero nuestro
matrimonio, y me ayudan a olvidar que lo que tenemos no es real.
―Tu cabello me hace cosquillas.
Me congelo en sus brazos, y todo mi cuerpo se tensa, me alejo de él,
pero no me deja ir. En vez de eso, me acerca más. Parpadeo, girando mi
cabeza solo un poco. Tiene su teléfono en la mano, revisando sus correos
electrónicos tranquilamente, con su otra mano en mi cintura.
―Vamos a una cita para cenar esta noche. Creo que es hora de que
comencemos a ser noticia de primera plana.
Asiento, un poco nerviosa ante la idea. Alexander y yo no nos vemos
mucho fuera de nuestra cama y apenas hablamos durante el día. Tener
una cita con él, sin importar cuán bien orquestada esté, me pone nerviosa.
―También necesitas un anillo. Encuéntrame en el Centro comercial
Kennedy más tarde. Es donde se encuentra nuestra joyería familiar, y
también podemos ir a probar el nuevo restaurante con estrellas Michelin
en el último piso. Es la ubicación perfecta para organizar una cita.
Parpadeo, sintiéndome algo fuera de lugar. El Centro comercial
Kennedy alberga algunas de las marcas más caras del mundo, y ni
siquiera he puesto un pie ahí desde hace años. Es una tontería, pero me
siento algo intimidada. Me siento como un fraude, como si todo pudiera
derrumbarse sobre mí pronto.
―Okey ―le digo, apartando mis dudas. Levanto mi cara, y mis labios
rozan su garganta―. Tú también necesitas un anillo.
Aprieta su agarre sobre mí cuando beso su cuello.
―Entonces será mejor que traigas esa tarjeta negra que te di.
Hago una pausa, recordando la tarjeta negra que Alexander me dio
junto con un teléfono nuevo y otros dispositivos electrónicos. La reconocí
de inmediato, solo diez se emiten en todo el mundo, y recuerdo
claramente que mi padre la solicitó todos los años durante mi infancia, y
cada año su solicitud fue rechazada. No me he atrevido a usar la tarjeta,
apenas me he atrevido a mirarla.
Una parte de mí encuentra emocionante tener acceso a algo tan
exclusivo, pero una parte más grande de mí se resiente de que no puedo
mantenerme a mí misma y a mis seres queridos como solía hacerlo. Nunca
quise ser el tipo de mujer que depende de un hombre, y aquí estoy ahora.
No solo dependo de Alexander, sino que la vida de mi madre también
está en sus manos.
Alexander me suelta y sale de la cama, preparándose para su día. Es
raro que pasemos tiempo juntos por las mañanas, y descaradamente lo
veo vestirse. Él me sonríe a sabiendas mientras se va, y yo sigo sonriendo
mientras me alisto.
Mi sonrisa se borra de mi rostro en el segundo en que me miro en el
espejo y veo la marca de beso que Alexander debe haber dejado en mi
cuello anoche. Me sonrojo, mi mente regresa a la forma en que me abrazó,
y la forma en que me tocó.
Agarro una bufanda que fácilmente podría pagar por lo menos un día
de facturas de hospital y suspiro mientras cubro la marca en mi cuello,
transformándome en la esposa remilgada y adecuada que Alexander
pidió. Miro mi reflejo, sorprendida de lo que estoy viendo. Por primera
vez en años, no luzco sobrecargada de trabajo ni estresada. No me veo
exhausta y triste. Me veo mucho más como antes.
Agarro la bolsa que mi madre me dio poco antes de su accidente y
frunzo el ceño. Los bordes están desgastados y está descolorida por la
falta de mantenimiento, pero es lo último que me dio, y nunca tuve el
valor de venderla. No es que obtenga mucho por ella, mi madre mandó a
ponerle mi nombre grabado en relieve dentro, así que dudo que alguna
vez pueda venderla de todos modos. Ahora que por fin puedo
permitírmelo, tendré que restaurarla. Debería poder hacer eso después de
visitar a mi madre.
Mi día pasa volando y miro mi reloj mientras entro al centro comercial
Kennedy. Terminé pasando más tiempo con mi madre de lo que había
planeado, pero aun así terminé llegando temprano, con suficiente tiempo
para preguntar acerca de mi bolsa. Dudo un poco frente a la tienda,
sintiéndome completamente fuera de lugar. Ya no siento que pertenezco
aquí. Después de luchar con las facturas durante tantos años, gastar una
cantidad escandalosa de dinero en cosas materiales ya no tiene ningún
sentido. Miro hacia abajo a mi bolsa, y mi corazón se rompe. Todavía
recuerdo la sonrisa en el rostro de mi madre cuando me la dio. Por lo
general, hay una lista de espera de varios años para esta bolsa en
particular, pero no para mi madre. No, ella hizo este a medida para mi
cumpleaños, y yo estuve tan emocionada.
Inhalo profundamente antes de entrar a la tienda. Los dependientes de
la tienda me sonríen y yo asiento cortésmente, sintiéndome extrañamente
nerviosa.
―Hola ―murmuro, colocando mi bolsa en el mostrador con torpeza―.
Me gustaría preguntar sobre el mantenimiento de esta bolsa. ¿Crees que
eso sería posible?
Una risa aguda resuena detrás de mí y me tenso, reconociendo a mi
hermanastra incluso antes de darme la vuelta.
―Qué embarazoso. ¿Ni siquiera puedes permitirte comprar una bolsa
nueva? ―Elise dice.
Me giro para verla, con una sonrisa forzada en mi rostro. Debería haber
sabido que habría una posibilidad de que ella estuviera aquí. Esta es su
marca favorita, y esta es su tienda insignia. Es el único lugar para obtener
sus productos más nuevos, y Elise ha estado comprando al menos una
cosa de esta marca semanalmente desde que tengo memoria.
―Elise.
Ella me mira y luego se echa a reír.
―Mírate. La última vez que te vi, parecías un mendigo. Ahora estás
usando ropa que posiblemente no puedas pagar. ¿Esto es falso?
―pregunta mientras tira de mi bufanda, desenredándola.
La agarro, presa del pánico, pero es demasiado tarde. Ella jadea cuando
ve la marca del beso en mi piel y luego se echa a reír.
―Ya veo. Un sugar daddy, ¿eh? Supongo que no tuviste otra opción
después de que papá te cortó el dinero. ¿A dónde fuiste, a un club de
caballeros?
Me alejo de ella y arreglo mi bufanda, mientras mis mejillas arden de
vergüenza. Sus palabras me irritan y me duele que confirme mis
sospechas: ella es la que me envió a Vaughn’s. Es mi mayor miedo hecho
realidad. Si pudo hacer que la enfermera June me diera esa tarjeta,
entonces hay cosas mucho peores que puede hacer, mucho más a lo que
tiene acceso.
Incluso los asistentes de ventas parecen avergonzados por mí, y
desearía poder hundirme directamente en el suelo.
―Entonces, la bolsa ―digo, haciendo todo lo posible para que no
afecte―. ¿Se puede arreglar?
Elise se ríe.
―No puedo creer que tu sugar daddy ni siquiera pueda comprarte una
bolsa nueva, pero, de nuevo, estas son tan caras que equivalen a un par
de facturas de hospital, ¿no es así? Hombre, debes estar chupando una
vieja polla arrugada para poder pagar todo eso.
La asistente de ventas parece tan nerviosa como yo y niega con la
cabeza.
―Un daño como este simplemente no podemos deshacerlo ―dice ella,
sonando a disculpa―. Es el cuero el que está dañado sin posibilidad de
reparación ―agrega, pasando un dedo enguantado sobre los desgarros.
―Ya veo ―murmuro―. Yo... ¿sería posible conseguir una bolsa
idéntica?
Elise se ríe de nuevo, el sonido es chirriante.
―¿Eres estúpida? ―ella dice―. Nunca podrías permitirte una nueva.
Deja de hacer perder el tiempo de todos.
Me vuelvo hacia ella, molesta.
―¿Por qué estás tan preocupada por mí, a todo esto? Métete en tus
malditos asuntos.
Elise sonríe.
―Oh, estoy aburrida esperando que el personal traiga las bolsas nuevas
que papá ordenó para mí. Además, ¿cómo podría no estar preocupada
después de la forma en que viniste a nuestra casa el otro día, pidiendo
dinero?
Mi corazón se retuerce dolorosamente. Ni siquiera es la humillación o
todo lo que he perdido, lo que más me duele es que mi padre claramente
tiene dinero para comprar un bolso que Elise no necesita, pero no gastaría
ese mismo dinero para salvar la vida de mi madre.
Estoy temblando mucho, y aunque quiero pensar en una réplica, no
puedo, se me cierra la garganta y se me escapan las palabras.
Estoy a punto de estallar en lágrimas cuando un fuerte brazo me
envuelve.
―Llegué tarde, Buttercup, pero ya estoy aquí.
25
Me paro en la entrada de la tienda, silenciando al asistente de ventas
con mi dedo, reconozco a mi esposa de inmediato, pero
desafortunadamente también reconozco a la mujer que está junto a ella.
Me quedo atrás, fuera de la vista, con mi enfoque completamente en
Elena.
Escucho mientras Elise la acusa de tener un sugar daddy, mientras le
arroja a la cara las facturas del hospital de la madre de Elena. No se me
escapa que ella aclara deliberadamente que las bolsas que Alaric
Rousseau le compró tienen el mismo valor que las facturas del hospital.
Sigo esperando que Elena se defienda, pero no lo hace. Nada de la
confianza que tiene cuando se resiste a mí está presente. Es más luchadora
cuando me recuerda que todo lo que poseo es su cuerpo, de lo que es
ahora.
Ella comienza a temblar, y camino hacia ella. Los ojos de Elise se
agrandan cuando me ve, pero mantengo mi atención en Elena.
―Llego tarde, Buttercup ―digo, envolviendo mi brazo alrededor de
ella―. Pero ya estoy aquí.
Elena se relaja en mis brazos y me mira aliviada. La confianza en sus
ojos... hace cosas graciosas en mi corazón. Aparto los ojos de ella y me
vuelvo hacia la asistente de ventas con las cejas levantadas.
―¿No escuchaste a mi novia? Ella preguntó si puedes hacerle una bolsa
idéntica.
Los ojos de la asistente se agrandan y murmura una disculpa antes de
correr hacia la computadora para procesar el pedido de Elena. Voy a
necesitar educar a mi esposa sobre el trato que debe exigir. Ella es una
Kennedy, maldita sea.
Suspiro y tomo mi teléfono.
―Bebé ―le digo―. No tienes que hablar nunca con simples empleados.
Especialmente no en un centro comercial que nosotros poseemos.
Simplemente llama al director general de la empresa de esta marca, ¿me
oyes? Me encantaría verlo negarte cualquiera de tus solicitudes. Eso haría
que retiren sus tiendas de todos los Centros comerciales Kennedy más
rápido de lo que puede parpadear.
Elena asiente, y sus ojos se mueven de mí a Elise. Puedo ver a Elise
posando por el rabillo del ojo, y me disgusta. Está loca si cree que alguna
vez podría llamar mi atención.
Me doy la vuelta para encontrar a Elena jugueteando con su bufanda.
Frunzo el ceño y la miro con los ojos entrecerrados.
―¿Tratando de ocultar el daño que hice? ―pregunto―. ¿Para quién?
Tomo la bufanda y la desenredo para admirar mi trabajo, y se sonroja
cuando pongo su bufanda en mi bolsillo.
―Alexander ―murmura, sus mejillas están sonrojadas, y no puedo
evitar sonreír. Me encanta hacerla sonrojar, se ve tan dulce cuando lo hace,
tan desarmada. Me inclino y presiono un beso persistente en sus labios.
―No puedes hablar en serio ―dice Elise―. Esto… esto era solo un
rumor, ¿no? Ustedes dos… no pueden...
Los ojos de Elise recorren el cuello de Elena, y veo la molestia en sus
ojos, y teniendo en cuenta que ella acaba de admitir que fue la razón por
la que mi esposa terminó en Vaughn’s, sus días están contados.
―¿Tú quién eres? ―le pregunto a Elise, sabiendo muy bien quién es.
Ella me mira con incredulidad.
―Elise Rousseau, soy la hermana de Elena.
Miro a mi esposa, mientras la ira brilla en sus ojos.
―¿Tienes hermanas, bebé?
Elena niega con la cabeza y yo asiento.
―Ya me parecía que no ―digo, antes de volverme hacia Elise―. ¿A
qué ha llegado el mundo para que la hija de una amante crea que está al
mismo nivel que mi novia? Debes haber perdido la cabeza.
La asistente de ventas regresa con una cotización y niego con la cabeza.
―No te molestes en mirarlo ―le digo a Elena―. Dale tu tarjeta,
Buttercup, esta bolsa claramente significa algo para ti y vale cualquier
precio. ―Ahora es una Kennedy... los precios son irrelevantes.
Elise sonríe.
―Oh, Alexander. Si sabes que papá repudió a Elena, ¿verdad? Ella está
arruinada. ―Sus palabras están destinadas a lastimar a Elena, y sonrío
para mis adentros cuando Elena saca su billetera. Está tan desgastada
como su bolsa, y tendré que asegurarme de seleccionarle una nueva antes
de irnos de esta tienda.
Elena me mira a los ojos y le guiño un ojo, se muerde el labio mientras
saca su tarjeta negra y Elise palidece.
Elena paga la cuenta y Elise la mira todo el tiempo.
―Si tenías esa tarjeta, ¿por qué viniste a pedirle dinero a papá?
Elena se congela, y veo los nervios y la vergüenza en sus ojos. La acerco
más y le doy un beso en la parte superior de la cabeza.
―Porque mi chica es terca ―le digo a Elise―. Porque, por alguna
razón, pensó que su padre tenía corazón, y porque quería darle una
última oportunidad. Durante mucho tiempo, rechazó rotundamente mi
ayuda.
Asiento con la cabeza al guardia de seguridad junto a la puerta, y él
corre hacia mí.
―Sácala de aquí. Ya dejó de entretenerme, no quiero volver a verla en
ninguno de mis centros comerciales.
Puedo decir que quiere armar un escándalo, pero sabe que solo se
avergonzaría a sí misma.
―Ya era hora ―digo, suspirando―. ¿Dónde diablos está tu equipo de
seguridad, Buttercup? Las pequeñas moscas como ella no deberían poder
acercarse a ti. Basta de esta mierda.
Se pone de puntillas y envuelve sus brazos alrededor de mí antes de
presionar un beso en mi mejilla, sorprendiéndome.
―Gracias ―susurra―. Por todo. Sé que solo te divertiste para que yo
pudiera vengarme un poco. Es mezquino, pero lo necesitaba. Yo... gracias,
Alexander.
Entierro mi mano en su cabello y niego con la cabeza.
―Elena, eres mi esposa. Cualquier insulto que te lancen, lo tomaré
como algo personal. Además, no me gusta que la gente juegue con mis
posesiones.
A pesar de mis palabras, ella me sonríe, como si pudiera ver a través de
mí.
26
La mesera nos lleva a un lugar apartado junto a la ventana, pero Elena
ni siquiera se da cuenta de la vista. Está distraída, ni siquiera la compra
de anillos pareció emocionarla. Le ofrecí comprarle joyas adicionales,
pero no estaba interesada.
Muevo mi silla más cerca de ella, así que me siento a su lado en lugar
de estar de frente, y me mira, con una sonrisa triste en su rostro.
―Mi padre no me había visto desde que cumplí los dieciocho, pero
cuida muy bien de Elise ―dice, con la voz entrecortada―. Ni siquiera
parece importarle si estoy viva o muerta.
Veo las lágrimas acumulándose en sus ojos y agarro su mano. Ver
lágrimas en sus ojos, mierda. No puedo soportarlo.
―Sé que no es lo mismo, pero ahora me tienes a mí, Buttercup ―digo
involuntariamente.
Ella me mira y asiente.
―Lo sé, te tengo a ti ―dice, y sus ojos nunca dejan los míos―. Hay
algunas cosas que quiero hacer, Alexander… pero no puedo hacerlas sola.
¿Me ayudarás?
Levanto mis cejas, y ella aprieta su agarre en mi mano.
―Yo… quiero contratar a un investigador privado, me gustaría
investigar el accidente de auto de mi madre. Sé que han pasado años, pero
necesito saberlo. Además, Elise claramente tenía acceso a la exenfermera
de mi madre de alguna manera, y eso no me sienta bien.
Le sonrío y llevo su mano a mis labios.
―Ni siquiera necesitas pedirme algo así. Tienes todo un equipo de
seguridad a tu disposición, la mayoría solían ser del FBI. Llama a Aiden
y dile lo que quieres que haga, ya te dije que el costo no es una
preocupación.
Me mira como si le acabara de dar el mundo, y eso me mata. Todo lo
que me ha pedido ha sido para su madre, nunca me ha pedido nada para
ella, ni siquiera mi tiempo. Todas las mujeres con las que he salido me han
pedido egoístamente cualquier cosa que se les haya ocurrido, pero ella no.
―Hay más ―dice, con voz suave, insegura.
Arrastro mi silla más cerca y envuelvo mi brazo alrededor del respaldo
de su silla.
―Dime.
Se muerde el labio y odio verla tan frágil, tan vulnerable. Es mi esposa,
fácilmente una de las mujeres más poderosas de este maldito país, pero
aquí está sentada frente a mí, insegura y herida.
―Cuando me fui de casa, mi hermano y mi padre me hicieron firmar
unos documentos. En ese momento, mi padre me dijo que si me iba a ir,
sería mejor que lo tomara en serio. Me dijo que me cortaría el dinero y
acepté. Así que firmé.
Ella duda, y sus ojos se posan en su regazo. Coloco mi dedo índice
debajo de su barbilla y levanto su rostro.
―¿Qué es lo que quieres, bebé? Si está en mi poder, te lo daré.
Ella asiente e inhala profundamente.
―Quiero que me devuelvan las acciones que firmé, quiero todo lo que
es de mi madre. No me importan las cosas de mi padre, él puede quedarse
con eso, pero quiero todo por lo que mi madre trabajó. No quiero que Jade
ponga sus manos en nada de eso.
Asiento y sonrío cuando veo el destello de determinación en sus ojos.
―Muy bien, señora Kennedy. Entonces hagamos que eso suceda. ¿Qué
pasa con las acciones de Matthew?
Ella duda y me mira como si estuviera tratando de adivinar lo que estoy
pensando.
―También las quiero ―dice finalmente―. Sé que lo odias, y aunque no
conozco todos los detalles, sé que hay mala sangre entre ustedes dos.
Toma lo que quieras de él. No me importa. Él estuvo feliz de dejar morir
a mamá, así que no veo por qué debería tener algo que ella le dejó.
Asiento con la cabeza.
―Con mucho gusto ―le digo―. Esto no es una petición. Es mas un
regalo para mí, de verdad. ¿Otra forma de joder a tu hermano? Lo haré
con gusto.
Se ríe, pero veo el dolor que está tratando de ocultar. Aún ama a su
hermano, pero ha perdido la fe en él, y se ha dado por vencida. Matthew
es un maldito idiota.
―Háblame de tu infancia ―le digo―. Me hablaste de los últimos años,
pero nunca me contaste cómo terminaste distanciándote de todos los que
amabas, y cómo terminaste decidiendo irte de casa.
Elena suspira, su expresión es desgarradora.
―Fue todo muy gradual ―dice―. Mi mamá tuvo ese accidente de auto
y entró en coma. Durante meses, mi padre, mi hermano y yo fuimos un
equipo, estábamos unidos, esperábamos su recuperación. Mis abuelos
fallecieron hace años, así que todo lo que teníamos era el uno al otro. Ni
siquiera noté que papá se escapaba. Estaba completamente sorprendida
cuando me presentó a Jade, y estaba destrozada cuando me dijo que
quería casarse con ella. Esperaba que Matthew se pusiera de mi lado, pero
no lo hizo, recibió a Jade y Elise con los brazos abiertos, y ellas le
devolvieron el amor que les mostró.
Inhala temblorosamente.
―Yo no pude hacerlo, y causó mucha fricción, muchas discusiones y
un sinfín de acusaciones sobre mi negativa a aceptar a Jade en nuestra
familia. Una y otra vez me decían que era una ingrata por no desear la
felicidad de mi padre, por querer que viviera en el pasado, y no fue eso
en absoluto, ¿sabes? Estaba triste por mi madre y, de repente, me pidieron
fingir que mi madre ni siquiera existía. En ese momento, ni siquiera sabía
que mi papá estaba tratando de que los médicos declararan que tenía
muerte cerebral.
Una lágrima cae por su mejilla y la atrapo con el pulgar. Elena sonríe
temblorosa, y se ve tan malditamente rota, tan herida. Me dan ganas de
destrozar el mundo por ella. Se suponía que ella significara nada para mí,
no se suponía que fuera alguien que me importaría. Todo lo que quería
era que fuera mi esposa trofeo, alguien que mantuviera mi cama caliente,
alguien que mantuviera a mi madre feliz y entretenida, y a mi abuelo
fuera de mi espalda. No deberían importarme sus lágrimas, pero me
importan.
―Me enteré de eso el día que mi padre se casó con Jade, fue entonces
cuando la compañía de seguros me llamó para decirme que dejarían de
pagar por su atención. Fui tonta, porque me reí. Yo era Elena Rousseau,
después de todo. Sabía que teníamos el dinero, lo que no esperaba era lo
duro que iba a trabajar Jade para borrar cada rastro de mi madre.
Comenzó con las cosas de la casa y luego pasó a las relaciones que
teníamos. Los Kennedy, y tu mamá en particular, son amigos cercanos de
mi madre, así que Jade me impidió salir con Lucian, probablemente
porque no quería el recordatorio. Si me negaba a escuchar, se aseguraba
de que no pudiera ir a ver a mamá al hospital durante semanas, así que
obedecí y, poco a poco, terminé perdiendo a todos mis amigos. Estaba tan
concentrada en mi madre, y yo era tan joven... simplemente no me di
cuenta de lo que estaba haciendo, no hasta que fue demasiado tarde.
Cuando convenció a mi papá de que dejara de pagar por el cuidado de
mamá, estaba sola. No me quedaban conexiones, nadie a quien contactar,
todo lo que tenía era mi fideicomiso, y solo recé para que fuera suficiente.
Tal vez no debería haberme ido de casa, pero en ese momento todo se
había vuelto demasiado.
Hago lo mejor que puedo para reprimir la rabia que siento, y la
necesidad de golpear a Alaric Rousseau en la cara. No puedo creer todo
lo que ella ha pasado. A pesar de todo eso, nunca perdió la esperanza,
nunca dejó de luchar por su madre. ¿Por qué hay tantas cosas sobre mi
esposa de las que apenas me estoy enterando? Supongo que es porque
nunca me molesté en conocerla, o en hablar con ella.
―¿Sabes qué pasó con las acciones que tenías en la empresa de tu
padre? Todo el mundo sabe que no habría llegado tan lejos sin tu madre:
ella le proporcionó el dinero inicial a cambio de la mitad de las acciones
de su empresa. He oído la historia al menos una docena de veces.
Elena asiente y se muerde el labio.
―Sí, ella hizo eso. Matthew y yo heredamos esas acciones. Papá no
pudo quitarme mis acciones directamente, pero sí se las arregló para
cedérselas a Matthew, antes de que yo cumpliera dieciocho. Mientras las
acciones sean para mi hermano o para mí, puede salirse con la suya. No
he peleado con él por eso. Me importa más todo lo que construyó mi
madre, no estoy realmente interesada en la compañía de mi padre.
Aprieto los dientes y niego con la cabeza.
―Todo lo que has perdido, lo recuperaremos. Todo.
Ella me mira con una pequeña chispa de esperanza en sus ojos, pero
veo que el fuego se apaga casi tan pronto como se enciende. No se atreve
a poner su fe en mí, y no puedo culparla. No después de todo lo que ha
pasado. Básicamente le estoy diciendo que le daré todo lo que posee toda
la familia Rousseau, y entiendo que es difícil de creer, pero no es
imposible. Y por ella, haré que suceda.
Cuando le pedí que se casara conmigo, buscaba una chica sencilla,
alguien que se sintiera tan en deuda conmigo que no se interpusiera en
mi camino. Alguien que no se atreviera a molestarme con expectativas
inútiles y nociones de amor.
Elena es todo lo que pensé que quería, pero ahora me encuentro
queriendo darle todo lo que se niega a pedirme. Quiero que ella confíe
más en mí. Quiero que me pida ayuda. Quiero que use cada conexión que
tengo para recuperar todo lo que ha perdido.
Y ahí es donde está el peligro… Elena me hace querer darle el mundo.
27
Mi teléfono vibra justo cuando me preparo una taza de café, y frunzo el
ceño, sorprendida de encontrar a mi hermano llamándome. Vacilo antes
de contestar.
―¿Elena? ¿Qué diablos crees que estás haciendo? ¿Por qué diablos
estoy viendo fotos tuyas con Alexander Kennedy?
Le tomó mucho tiempo. Alexander y yo hemos tenido citas en los
lugares más públicos que podemos pensar durante semanas. Era solo
cuestión de tiempo antes de que llamara la atención de Matthew.
Suspiro y paso una mano por mi cabello.
―Hola ―digo―. Estoy bien, gracias. Mamá también, por cierto.
―No estoy de humor para tus tonterías ―dice―. ¿Por qué estabas con
Alexander? Sabes muy bien que el tipo y yo no nos llevamos bien. Que no
puede soportar que Jen me eligiera a mí sobre él. Tienes que dejar de
jugar.
Niego con la cabeza y tomo un sorbo de mi café.
―Me encanta cómo estás haciendo todo esto sobre ti, como siempre.
Matthew se ríe, y el sonido envía un escalofrío por mi espalda.
―Y tú sigues siendo tan estúpida como siempre lo has sido. ¿De verdad
crees que te miraría dos veces si no fueras mi hermana? Soy yo a quien
persigue. A Jen y a mí.
Él no está equivocado. Duele admitirlo, pero Matthew tiene razón.
¿Alexander se habría casado conmigo si no le diera la oportunidad de
vengarse?
―Estamos saliendo ―digo, sacudiendo mis pensamientos―. Y estoy
muy feliz.
Matthew gime.
―Maldita perra estúpida ―murmura―. No vuelvas corriendo a casa
cuando te deje. Los hombres como Alexander Kennedy no salen con
chicas como tú, simplemente las follan y las dejan. Estás siendo utilizada,
y ni siquiera puedes verlo. Perra tonta de mierda.
Cuelga antes de que pueda replicar, y me quedo sintiéndome
conmocionada. ¿Cuándo se deterioró tanto mi relación con mi hermano?
Veo la forma en que él trata a Elise, y nunca me trató de esa manera. Ni
siquiera antes del accidente de auto de mamá. Veo todas las fotos en las
redes sociales, de Matthew y Elise saliendo a almorzar juntos, de ellos
pasando el rato con amigos en común. Matthew nunca hizo nada de eso
conmigo. Se preocupa por Elise como debería hacerlo un hermano, pero
yo, siendo su hermana real… ni siquiera puede hablarme cortésmente.
¿Qué he hecho yo para que me trate así?
Pienso en Alexander, y mi corazón se hunde. Él también siempre ha
dejado en claro que no me tratará de la forma en que trataría a alguien
con quien realmente quisiera estar. Alexander y yo… sabíamos en lo que
nos estábamos metiendo. Ha sido claro sobre qué esperar y, lo que es más
importante, sobre qué no esperar. Sin embargo, a pesar de todo eso,
Matthew me hace cuestionarme a mí misma. Me pregunto si Alexander
terminará dejándome. Si Jennifer alguna vez lo quiere de regreso, ¿me
dejaría? Y si lo hiciera, ¿qué significaría eso para mi madre? ¿La vida de
mi madre estaría en peligro de nuevo?
―¿Qué ocurre? ―pregunta Lucian, y yo parpadeo, desorientada.
Niego con la cabeza y fuerzo una sonrisa en mi rostro.
―No es nada ―murmuro.
―¿Está segura? ―pregunta, preocupado.
Le sonrío y niego con la cabeza, haciendo mi mejor esfuerzo para
tranquilizarlo.
―Solo mi hermano siendo un imbécil ―digo mientras agarro mi
bolso―. Saldré a almorzar con Alexander.
―Ooh, una cita ―dice, burlándose de mí, y fuerzo una sonrisa en mi
rostro.
―No ―digo, sacudiendo la cabeza―. Es solo parte de nuestro acuerdo.
Dijimos que tendríamos un par de citas de alto perfil, y luego
prepararíamos una propuesta para poder convencer a tu abuelo de que
estamos enamorados. Alexander se va de viaje de negocios mañana, y
estará fuera toda la semana, así que hoy es un buen día para organizar
una cita.
Luce frunce el ceño y no puedo evitar sonreír. Sacudo la cabeza y me
muevo para pasar junto a él, pero me detiene.
―Oye ―dice, y me giro para verlo―. Estoy tan feliz de que estés de
vuelta en nuestras vidas, te he echado de menos, Elena. Sé que las cosas
no han vuelto a ser como antes, pero me encantaría que pudiéramos
trabajar en eso. Eres la única amiga de verdad que he tenido. La única
persona en la que confié, la única en la que realmente confié.
Mi corazón se calienta y lo abrazo con fuerza, apretándolo.
―Yo también te extrañé ―susurro, sintiéndome vulnerable de repente.
Durante años, Lucian fue mi amigo más cercano, y tenerlo de regreso justo
cuando mi vida no podía ser más difícil se sintió como una bendición―.
Y sí, trabajemos en eso.
Me da un beso en la frente e inclina la cabeza hacia la puerta.
―Vamos, iré contigo. Estaba planeando pasar por la oficina de todos
modos.
Frunzo el ceño y él se sonroja un poco.
―Conocí a alguien ―dice, mirando hacia abajo―. Es complicado…
trabaja en la empresa de mi hermano.
Mis ojos se abren y sonrío.
―¡Dios, Luce, eso es asombroso! Tendrás que contármelo todo.
Él asiente, pero veo el nerviosismo en sus ojos.
―Salgamos a almorzar pronto y te contaré todo.
Sonrío y salimos juntos, sorprendidos de encontrar la limusina
esperándonos. Lucian frunce el ceño y levanta las cejas antes de sonreír.
―Bueno, maldita sea, te has ganado a mi hermano, ¿eh? ¿Envió la
limusina a recogerte?
Estoy a punto de negar sus palabras, pero entonces la puerta se abre y
sale Alexander, y mi corazón da un vuelco cuando nuestros ojos se
encuentran.
Me sonríe, pero su expresión cae cuando ve a Lucian.
―¿Por qué estás aquí? ―pregunta, molesto. Sus ojos se mueven entre
Lucian y yo, su mirada está teñida de desconfianza.
Lucian me da un codazo y se inclina para susurrarme al oído, lo que
molesta aún más a Alexander.
―Wow, ¿él mismo vino a recogerte? Nunca hace eso.
Alexander mira a Lucian con el ceño fruncido y veo sospecha en sus
ojos. Se acerca a mí y pasa su mano por mi cabello, su cuerpo está tenso.
Se inclina y baja sus labios hacia los míos, haciendo una demostración de
posesividad, diciéndole a Lucian que le pertenezco sin pronunciar una
palabra.
Se aparta para mirarme, y su mirada se calienta. Cuando me mira de
esta manera, se vuelve difícil recordar que solo quiere mi cuerpo, que todo
lo que tenemos es un acuerdo, y que nada de eso es real.
Lucian niega con la cabeza y se abre paso entre nosotros, haciendo que
me aleje de Alexander. Estoy nerviosa, avergonzada, y él se inclina,
mientras sus labios rozan mi oreja.
―Te lo dije Elena. Voy a asegurarme de que sea evidente para todos los
hombres que eres mía, incluyendo a Lucian. Es conmigo con quien te
casaste. Recuérdalo.
Lo miro a los ojos mientras se aparta.
―¿Esto era realmente necesario? Soy solo una más de tus pertenencias,
¿no? Lucian ya lo sabe. No necesitas reclamarme, Alexander. No hay
nadie aquí para montar un espectáculo.
Alexander parpadea, lo empujo para pasar, y me meto en el auto. Me
duele el corazón hoy. Estoy cansada de que me recuerden que no significo
nada para nadie, que solo soy algo que se debe poseer, usar y desechar.
Sé que no tengo derechos sobre Alexander, pero estoy harta de sentir que
soy un simple objeto.
Él se sienta a mi lado y me abrocha, tomándose su tiempo, con toque
persistente. Sus ojos están sobre mí, con su mirada buscándome. Frunce
el ceño mientras se sienta, con su mano en mi rodilla y su teléfono en la
otra mano. Estoy tentada a alejar su mano, queriendo un poco de espacio,
pero me resisto.
Me resisto, porque Lucian nos está mirando a los dos, y sus ojos brillan.
Lo miro con los ojos entrecerrados, tratando de transmitir que necesita
dejar de hacer eso, pero continúa sonriéndonos. Sé que está viendo cosas
que no están ahí, Luce es así. Es un romántico empedernido y se está
enamorando de la mentira de su hermano.
―Buttercup ―dice Alexander, suspirando―. Necesito regresar a la
oficina. Surgió algo.
Asiento con la cabeza y él me aparta el pelo de la cara con delicadeza.
―Ven conmigo ―dice―. Ven a la oficina conmigo, no sé cuánto tiempo
llevará esto, ¿pero podemos ir a comer algo después? ¿O si tienes hambre
ahora, puedo pedirte algo de comida en mi oficina?
Lo miro con las cejas levantadas. Si no estamos montando un
espectáculo, ¿por qué necesitamos pasar tiempo juntos?
La mirada levemente impresionada en el rostro de Lucian me dice que
Alexander llevándome a su oficina en lugar de simplemente cancelar
nuestra cita es inusual, y odio que me haga ilusiones un poco... Odio que
me haga preguntarme si tal vez, solo tal vez, él quiere pasar tiempo
conmigo tanto como yo quiero pasar tiempo con él.
28
Todos los ojos están sobre nosotros cuando entramos a la oficina. Estoy
nerviosa e intento sacar mi mano de la de Alexander, pero él me sujeta
con más fuerza, se inclina hacia mí, y sus labios rozan mi oreja.
―La espalda recta, y la barbilla levantada, eres la señora Kennedy ―me
susurra.
Lo miro y él toma mi barbilla, pellizcando suavemente mientras se
inclina para besarme, justo en medio del vestíbulo. Sonríe mientras se
aleja, y estoy segura de que mis mejillas están color escarlata.
Últimamente me besa en público tan a menudo como puede,
asegurándose de que acabemos en los tabloides todas las semanas. Parece
deleitarse haciéndome sonrojar, viéndome nerviosa. Supongo que es otro
juego más para él.
Aparto la mirada y atrapo a Luce poniendo los ojos en blanco a pesar
de la sonrisa en su rostro. Alexander lanza su brazo alrededor de mí
mientras caminamos hacia el ascensor.
―¿Recuérdame por qué estás aquí? ―le pregunta a Lucian.
Veo un destello de pánico en los ojos de Lucian, pero lo controla en
segundos y le sonríe a su hermano.
―Me encontraré con un amigo ―dice, bajándose en un piso más bajo
que nosotros.
Le guiño un ojo mientras se aleja.
―Diviértete ―le digo, y sus mejillas se sonrojan un poco mientras sale
corriendo.
Alexander frunce el ceño, pero afortunadamente, no hace ninguna
pregunta, toma mi mano mientras caminamos hacia su oficina, y Alice
parece sorprendida de verme. Sus ojos se posan en nuestras manos unidas
con confusión, y le toma un par de segundos sonreírme.
―Necesito asistir a la reunión de Willis ―dice Alexander, llevándome
a su oficina. Alice nos sigue y él asiente con la cabeza mientras saca la silla
de su escritorio para mí―. Asegúrate de que mi esposa esté bien cuidada,
y consíguele algunos menús de comida a domicilio también.
Alice asiente, pero su expresión muestra incredulidad.
―Yo... ¿la va a dejar en su oficina? ¿Sola? ―pregunta, claramente
tratando de ser algo discreta, y fallando.
Alexander se endereza la corbata, asintiendo.
―Estabas ahí el día que me casé con ella, ¿verdad? Es mi esposa. ¿Qué
me va a robar? Ya es dueña de todo.
Yo me tenso. Alexander nunca lo mencionó, pero Lucian me dijo que
Jennifer le robó secretos corporativos y se los entregó a mi hermano,
haciéndole perder a Alexander un trato en el que había estado trabajando
durante años. Apuesto a que tratar de explicar una violación de datos
como esa, además de la pérdida de ingresos esperados, no puede haber
sido fácil. Ni siquiera puedo imaginar cómo debieron responder su abuelo
y sus accionistas, y lo mucho que tuvo que trabajar para compensarlo.
Me sorprende que esté dispuesto a dejarme sola en su oficina. A sus
ojos, soy una Rousseau, después de todo, pero, de nuevo, tiene razón. Él
es mi dueño.
Se da vuelta para alejarse, pero luego se detiene y se da la vuelta. Me
agarra y me levanta de su silla, con sus manos alrededor de mi cintura.
Me besa brusca y rápidamente, y luego se aparta, dejándome ahí de pie,
aturdida, y sobresaltada. Me peina el pelo detrás de la oreja.
―Volveré pronto, Buttercup ―dice. Se inclina para un beso más y
luego se aleja, dejándome mientras lo miro. ¿Por qué se está comportando
de esta manera? No hay necesidad de montar un espectáculo para su
secretaria, ¿verdad?
No soy la única que está aturdida, Alice también está mirando a la
puerta y eso me hace sentir incómoda. Visiblemente le toma un minuto
recuperarse, y cuando me mira, se esfuerza por mirarme a los ojos. Vuelvo
a sentarme en la silla de Alexander y miro su escritorio. Está tan ordenado
como siempre lo está nuestro dormitorio.
―¿Puedo ofrecerte algo de tomar? ―Alice pregunta, y yo asiento,
pidiendo un café.
Ella se aleja, sonriendo con fuerza, y la miro. Alexander dejó en claro
desde el principio que seríamos exclusivos, pero no puedo evitar
preocuparme de todos modos. No puedo quitarme la sensación de que no
soy lo suficientemente buena para él, y que nunca lo seré. Cuando era más
joven, estaba obligada a heredar la empresa de mi madre, pero ahora está
bajo el control de mi padre. No puedo evitar preguntarme sobre el
desempeño de la empresa de mi madre. ¿Le va bien bajo el control de mi
padre? Me muerdo el labio y hago clic en el teclado frente a mí. No me
sorprende encontrarlo cerrado. Dudo y luego decido enviarle un mensaje
de texto a Alexander.
Elena Kennedy: ¿Puedo usar tu computadora?
Me envía un mensaje de texto casi de inmediato, sorprendiéndome.
Esposo: Usa el escáner de huellas dactilares en el teclado.
Frunzo el ceño y con cuidado coloco mi dedo índice sobre él. Para mi
sorpresa, su computadora se desbloquea.
Elena Kennedy: ¿Cómo es eso posible?
Esposo: Toda nuestra seguridad está ligada a la biometría. Uno de mis amigos,
Elliot Everson, lo implementó por mí. El tipo es un genio, te lo presentaré en
algún momento.
Me siento cuando su bandeja de entrada de correo electrónico aparece
en la pantalla, llena de docenas de correos electrónicos con la empresa de
mi padre como asunto. Frunzo el ceño y hago clic en uno de los correos
electrónicos con curiosidad. Parpadeo con incredulidad mientras lo leo.
Parece que le está comprando acciones de la empresa a todos los
accionistas que están dispuestos a desprenderse de las suyas, y está
pagando muy bien por ellas.
¿Por qué?
¿Por qué tendría que hacer eso?
Leí todo el hilo, sorprendida por la cantidad de dinero que está
gastando para adquirir las acciones de mi padre.
Todavía estoy leyendo la correspondencia cuando Alexander regresa a
la oficina, luciendo estresado. Pasa una mano por su cabello pero se
detiene cuando ve mi expresión. Lo miro, insegura de cómo hacer las
interminables preguntas que tengo.
―¿Qué pasó? ―pregunta, con las cejas levantadas.
―Yo... recibiste un correo electrónico.
Mira la pantalla y se pasa una mano por el pelo. Alexander me saca de
su asiento y se sienta, tirando de mí hacia su regazo.
―Estoy comprando tantas acciones como puedo. Puede llevar algo de
tiempo, pero cada cosa que tu padre te quitó, te la devolveré. Todo, Elena.
Besa mi cuello y mis ojos se cierran.
―¿Una adquisición hostil? ―pregunto, con voz teñida de incredulidad.
Él asiente.
―Ahora eres una Kennedy, Elena. Más importante aún, eres mía ahora.
Tu padre es un tonto por meterse con nosotros. ¿Mierda como la de
comprarle bolsas de mierda a su hijastra en lugar de ayudarte a salvar la
vida de tu madre? A la mierda eso. El mero pensamiento de lo que casi
haces a causa de esa idiota me pone rojo. Tomaré cada cosa de él, de la
forma en que te lo quitó todo hasta que esté suplicando piedad a tus pies,
y una vez que lo tengas ahí, quiero que te alejes de él de la forma en que
él se alejó de tu madre y de ti.
Me giro en sus brazos para mirarlo.
―No tienes que hacer eso por mí ―digo, mientras mi voz tiembla. Ya
le he pedido mucho. No quiero estar en deuda con él aún más―.
Realmente solo me importa la compañía de mi madre y no necesito el
imperio financiero de mi padre. No podemos meternos con él, Alexander.
Solo estamos buscando problemas si lo hacemos. Además, esto no es parte
de nuestro acuerdo. No quiero causarte inconvenientes ni molestarte.
Me gira en su regazo, así que me veo obligada a mirarlo. Él ahueca mi
mejilla y me mira a los ojos, con expresión seria.
―Elena, ¿quién soy yo? ―me pregunta.
―Eres Alexander Kennedy.
―En efecto. ¿Y quién eres tú?
―Yo... yo soy tu esposa.
Él asiente.
―Lo he dicho antes y lo diré de nuevo. Cualquiera que se meta contigo,
se mete conmigo. ¿Y yo? No soy alguien con quien se pueda jugar.
Se aparta y me mira a los ojos.
―Esa compañía no existiría si tu madre no la hubiera financiado. Es
tuya por derecho, y me aseguraré de que termine en tus manos. Además,
no puedo esperar a ver la cara de Matthew cuando le quite todo.
Ahí está. Ahí está la verdadera motivación. Nunca le pedí las acciones
de mi padre, solo quería las de mi madre. Va tras ellas por culpa de
Matthew.
Tal como dijo Matthew, Alexander me está usando. Esta vez, me está
usando como excusa. Estoy cansada de que me utilicen, pero estoy aún
más cansada de estar indefensa.
Durante años estuve indefensa, pero ya no, no con Alexander a mi lado.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me inclino para besarlo,
sorprendiéndolo. Lo único que me ha pedido a cambio es mi cuerpo, así
que se lo daré y lo haré con una sonrisa en la cara. Alexander sonríe contra
mis labios y me devuelve el beso, y antes de darme cuenta, me tiene
levantada encima de su escritorio, con las piernas abiertas para que pueda
pararse entre ellas.
―No puedo tener suficiente de tus labios, y no estoy seguro de poder
vivir sin ellos durante una semana entera ―susurra contra mis labios―.
Ven conmigo a mi viaje de negocios.
Lo miro a los ojos y niego con la cabeza.
―No puedo dejar a mi mamá. ¿Y si ella me necesita? Me prometiste
que nunca restringirías mi acceso a ella.
Alexander suspira con resignación y entierra su mano en mi cabello. Se
inclina y me besa, provocando un gemido de mí. Sus manos recorren mi
cuerpo y me retuerzo cuando sus dedos recorren mi muslo. Se aleja, y la
pasión que se arremolina en sus ojos hace que lo desee aún más.
Me muerdo el labio y coloco mis manos sobre su pecho, con las puntas
de mis dedos recorriendo los botones. Sus músculos se sienten tan duros
debajo de mis palmas, y me encanta sentirlo.
Me mira, como si se estuviera preguntando qué haré, y tiro de su
corbata, atrayéndolo hacia mí. Él está sonriendo cuando sus labios
vuelven a chocar contra los míos y cierro las piernas a su alrededor.
Alexander gime y se empuja contra mí, enviando una emoción a través
de mi cuerpo. Desabotono su camisa, con una desesperación que nunca
había sentido antes de volverme loca. Se quita la camisa y me sube el
vestido hasta que se enrolla alrededor de mi cintura.
―Elena ―susurra, sonando tan necesitado como me siento. Gime
cuando le desabrocho los pantalones del traje, pero no es suficiente.
Quiero más de él.
Sus dedos rozan mi humedad justo cuando envuelvo mi mano
alrededor de su polla, y mis ojos se cierran con deleite.
―Te necesito ―gimo―. Ahora. Por favor.
Empuja mi ropa interior a un lado bruscamente y desliza un dedo
dentro de mí, como lo hizo en Vaughn's. La forma en que toca mi cuerpo
es una locura.
―Tan necesitada ―susurra―. Estás tan mojada para mí, bebé.
Tiro de su ropa y lo acerco más, haciéndolo sonreír.
―Siempre tan hambrienta por mi polla ―gime, alineándose contra mí.
Sus ojos están sobre mí mientras empuja dentro de mí, y yo gimo con
impaciencia. Se está tomando su tiempo llenándome, amando cómo me
está volviendo loca.
―Buena chica ―murmura―. Tomando mi polla así.
Se retira casi por completo y luego se estrella contra mí, dándome
finalmente lo que quiero. Gimo de placer y Alexander entierra su mano
en mi cabello, acercándome más. Me besa bruscamente y me pierdo en él.
―Dime cómo lo quieres, bebé. Quiero que te corras por mí ―dice, sus
labios persisten en los míos.
―Justo así ―le digo―. Más.
Él sonríe y agarra mis muslos, embistiéndome más fuerte, con la
presión aumentando más y más. La forma en que me mira casi me empuja
al límite.
Agarro su cabello y lo beso más fuerte mientras mis músculos
comienzan a contraerse, y un poderoso orgasmo sacude mi cuerpo. Sus
labios sofocan mis gemidos y su agarre en mi cabello se aprieta, su propia
liberación no está muy lejos.
―Elena ―gime, aumentando el ritmo. La forma en que gime cuando se
corre me deshace. Es lo más sexy, verlo así.
Exhala y deja caer su frente contra la mía.
―Me tienes enganchado a tu coño ―me dice, y yo le sonrío―. Voy a
odiar estar lejos de ti la próxima semana. Entiendo que no puedes dejar a
tu madre, pero maldita sea, bebé. ¿Cómo se supone que voy a sobrevivir
sin sentir que te corres sobre mi polla?
Se inclina y me besa, lento y profundo, antes de alejarse. Me mira como
si yo fuera todo lo que puede ver.
Cuando me mira de esta manera, estoy convencida de que lo que
tenemos es más de lo que está dispuesto a admitirse a sí mismo. Él me da
esperanza, y eso es lo único que no puedo permitirme tener.
29
He estado inquieta toda la semana. Estoy acostumbrada a no tener
noticias de Alexander durante el día, pero siempre sé que viene a casa
conmigo, incluso cuando no hablamos durante días, sé que se duerme
conmigo. Ahora que está en un viaje de negocios, no ha habido ningún
contacto entre nosotros. Estoy tentada de llamarlo o enviarle un mensaje
de texto, pero me dijo que no lo molestara innecesariamente y no quiero
pasarme de la raya. No pensé que lo extrañaría... pero lo hago.
―Tierra a Elena ―dice Luce.
―Lo siento, me desconecté de nuevo.
Él niega con la cabeza hacia mí, molesto. Me ha estado actualizando
sobre su vida amorosa, y todo lo que me ha hecho es preocuparme por la
mía. Tomo un sorbo de mi té y me recuesto en mi silla habitual en nuestra
cafetería local.
―Tu mente está tan ausente como mi hermano.
―¿Has hablado con él esta semana? ―pregunto, incapaz de ayudarme
a mí misma.
Lucian niega con la cabeza.
―No, pero sé que habla con mamá todos los días. ¿No te ha llamado?
Niego con la cabeza.
―¿Crees que solo me está ignorando?
Lucian se encoge de hombros.
―No sé, tal vez finalmente se dio cuenta de que estás muy enamorada
de él y eso lo asusta.
Golpeo su brazo suavemente.
―Cállate.
―No te preocupes, hermanita. Cuando se trata de emociones, mi
hermano es un poco lento.
Pongo los ojos en blanco.
―Somos de la misma edad, imbécil.
Se encoge de hombros.
―Soy como, tres meses mayor.
―Lo que sea.
Me duele un poco que Alexander parezca tener tiempo para llamadas
telefónicas, pero ni siquiera me ha enviado un mensaje de texto. Desearía
haberle dicho que iría con él cuando mencionó el viaje por primera vez,
pero estoy demasiado asustada. Tengo demasiado miedo de que mi
mamá pueda necesitarme y yo esté demasiado lejos.
―Elena, recuerdas nuestro pacto, ¿verdad? ―Lucian dice, sacándome
de mis pensamientos―. Es infantil, lo sé, pero aun así...
Asiento con la cabeza, y mi expresión se vuelve seria. Lucian siempre
supo de mi enamoramiento por Alexander mientras crecía. Solíamos
fantasear con convertirnos en hermanos cuando me casara con su
hermano, y nos habíamos hecho innumerables promesas en caso de que
alguna vez sucediera. Aunque la mayoría de nuestras promesas fueron
infantiles, hay una que sé que Lucian querrá que cumpla.
―Siempre guardaré tus secretos, y trataré de nunca quedar atrapada
entre tu hermano y tú ―le prometo.
Toma mi mano y presiona un beso en el dorso.
―Sabía que podía contar contigo, princesa. Ojalá no lo hubieras hecho,
porque no quiero ver tu hermoso corazón roto. Y, sinceramente, mi
hermano no reconocería el amor aunque le diera en la cara, pero ya que
seguiste adelante y te casaste con él, será mejor que encontremos una
forma de ganarte el corazón de mi hermano. La próxima vez que se vaya
de viaje de negocios, estará tan enamorado de ti que te llamará cada
segundo que tenga.
Gimo, esto tiene la palabra desastre deletreado por todas partes.
―¿Conoces el camino hacia el corazón de un hombre? ―me pregunta.
Asiento con la cabeza.
―Por el estómago ―respondo.
Lucian niega con la cabeza.
―No. Es a través de su polla.
Me sonrojo y miro a mi alrededor, pero por suerte nadie está sentado
cerca de nosotros.
―Dios, Luce.
Se cruza de brazos y asiente hacia mí.
―Dime, ¿cómo es tu vida sexual? No te atrevas a dejar afuera ninguno
de los detalles jugosos.
Me sonrojo.
―¿Es en serio, Luce? No puedo ―digo, sacudiendo la cabeza
furiosamente.
Él sonríe.
―¿Así que al menos te ha tocado el dedo entonces?
Golpeo mis dedos sobre sus labios.
―¡Shh! ¿Estás loco?
―¿Ya has visto sus nueces? ―murmura a través de mis labios.
Le doy una patada y gime, levantando las manos en señal de derrota.
Lo dejo ir y miro alrededor con cautela, aterrorizada de ser escuchada.
―Sí, y sí ―admito, a regañadientes.
Él sonríe como loco.
―Cuéntamelo todo ―dice entre risas.
―No hay mucho que contar ―digo―. Nosotros, eh, dormimos juntos
un par de veces a la semana. Aparte de eso, él… me tocó en Vaughn’s.
―Mierda santa. Ahora que lo pienso, nunca lo había visto tan enojado
antes. Dime exactamente lo que hizo.
Gimo, él nunca va a dejar pasar esto a menos que le cuente toda la
historia. Así que hago, le cuento sobre Vaughn’s, y termino contándole
sobre la vez que Alexander me obligó a arrodillarme entre sus piernas
justo antes de que me hiciera la propuesta, y la vez que me atrapó en la
bañera. Al final, Luce está a partes iguales divertido y asombrado.
―Maldita sea. ¿Te atrapó en la bañera? No tenía idea de que mi
hermano robot pudiera ser tan apasionado.
Me sonrojo y asiento.
―Maldita sea, entonces, ¿por qué diablos no está tratando de enviarte
mensajes sexuales, o ya sabes, tener sexo telefónico en toda regla? ¿Crees
que te está evitando porque a pesar de todo lo que dice, no quiere usarte?
Tal vez le creció la conciencia ahí.
Sonrío, no puedo evitarlo. Luce siempre quiere creer en lo bueno de las
personas, y aunque él es el primero en admitir que su hermano no es
perfecto, Alexander sigue siendo la persona que más admira.
―Eso no tiene sentido, fue muy claro en los términos cuando nos
casamos. Es un poco más agradable ahora, pero aún no duda en
recordarme que es mi dueño.
Lucian niega con la cabeza.
―Alec no es tan despiadado como cree que es, apuesto a que ya lo has
sacudido. Nadie ha activado nunca su instinto protector como tú siempre
lo has hecho, incluso cuando éramos más jóvenes. Podría haber esperado
fácilmente un par de semanas o meses para casarse formalmente contigo,
pero te encerró en el segundo que pudo. No es como si hubieras huido
con su dinero y te negaras a cumplir con los términos de tu parte, pero él
se negó a esperar. Alec nunca es impulsivo, pero te deseaba. Dudo que él
mismo se dé cuenta.
Lo miro sorprendida, asustada incluso de creer sus palabras.
―Me dijo que necesitaba casarse de todos modos, que tu abuelo lo
requiere antes de dejarlo tomar su lugar en la junta. Me dijo que no
esperara mucho y que no esperara romance, que solo se casó conmigo por
conveniencia.
Él asiente.
―Eso es cierto, estoy seguro de que en parte fue conveniencia para él,
pero, ¿de verdad crees que mi hermano se casaría con alguien solo por esa
razón? Él no se habría casado contigo si no hubiera forma de hacer que
las cosas funcionaran entre ustedes dos, pero probablemente no quiera
reconocer que se siente así. Además, tiene unos meses más hasta que mi
abuelo se jubile. Realmente no necesitaba apresurarse para casarse
contigo, podría haber esperado hasta la ceremonia de la boda, pero no lo
hizo.
Frunzo el ceño, perdida en mis pensamientos.
―Él estaba cumpliendo con su parte del trato al hacerse cargo de las
cuentas de mi madre, y al acogerme. Tiene sentido que quiera que cumpla
mis promesas también. Creo que firmar los papeles del matrimonio en
realidad era solo otro contrato para él.
Lucian piensa en mis palabras, y ninguno de nosotros es capaz de
entender el comportamiento de Alexander.
―¿Sabes qué necesitas? ―él pregunta y niego con la cabeza, demasiado
asustada de qué tipo de tonterías podrían salir de su boca esta vez―. Algo
sexy.
Pongo los ojos en blanco.
―¿Ese es tu plan? La estilista de tu madre ya se encargó de todo eso.
Cada uno de mis camisones es más sexy que cualquier cosa que haya
usado.
Luce reflexiona sobre mis palabras y niega con la cabeza.
―No. Necesitas algo más sexy que eso. Hablo en serio cuando te digo
que el camino a su corazón es a través de su polla. Vamos, nos vamos de
compras.
Luce agarra mi mano y me arrastra a la tienda de lencería más cercana,
y sé que estoy en un mundo de problemas.
30
Veo a Elena interactuar con mi hermano durante la cena, ambos
riéndose y haciendo bromas internas. Una semana. Estuve fuera por una
semana y volví con mi esposa y mi hermano siendo dos guisantes en una
vaina.
No he olvidado que Lucian quería casarse con ella en mi lugar, es obvio
que la ama. Tal vez fui egoísta cuando le dije que se casara conmigo. Me
apresuré cuando me di cuenta de que mi bromista hermano la quería. El
tipo que nunca se tomaba en serio nada estaba dispuesto a pasar el resto
de su vida con ella y me la llevé antes de que él tuviera la oportunidad.
La veo reírse de algo que dijo, y todo mi cuerpo grita Mía. La necesidad
de reclamarla como mía es irreal y es algo que nunca había
experimentado, ni siquiera con mis exnovias. Ni siquiera con Jennifer. No
entiendo de dónde viene. Tal vez sea solo porque Elena es mi esposa, y
como mi esposa, se supone que es mía. Tal vez sea simplemente porque
soy su dueño, y nunca me ha gustado compartir mis cosas. Sea lo que sea,
no me gusta.
La miro, y la forma en que se me aceleran los latidos del corazón me
irrita. Lleva un vestido blanco ajustado hoy y sus hermosos ojos brillan.
Se ha rizado el pelo y le cae en grandes ondas sueltas alrededor de la cara.
Parece una hermosa hada o algo así, una sirena. Todo en lo que puedo
pensar es en cómo se verán esos rizos en mis almohadas esta noche. No,
no hay manera de que pueda dejarla ir.
Mi teléfono vibra y mi estado de ánimo cae aún más cuando me doy
cuenta de que es otro mensaje de texto de Jennifer.
Jen: Por favor, Alec. Solo quiero hablar. La forma en que dejamos las cosas...
ninguno de nosotros consiguió un cierre.
¿Cierre? Sí, tengo innumerables preguntas, pero obtener respuestas a
esas preguntas no deshará el dolor que infligió. No quitará que ella me
engañó. Cierro mi teléfono y lo deslizo en mi bolsillo, sintiéndome
desgarrado. Una parte de mí quiere aceptar su oferta de hablar. Quiero
saber por qué hizo lo que hizo, pero otra parte de mí disfruta ignorándola.
Jennifer odia que la ignoren y debe estar volviéndola loca.
Mi hermano me sonríe y me doy cuenta de que debe haber dicho algo.
Odio que su cara me moleste en estos días. Quiero mucho a mi hermano,
pero odio tenerlo cerca de mi esposa. Elena parece disfrutar de su
atención. Si me mantuviera alejado más tiempo, ¿se desviaría como lo
hizo Jennifer? ¿Me dejaría por mi propio hermano?
―¿Qué? ―chasqueo.
Lucian gime, molesto porque tiene que repetir lo que dijo.
―Dije, ¿no crees que Elena se ve hermosa hoy? Yo elegí todo su
atuendo, de arriba hacia abajo.
Le echo un vistazo y sus mejillas se sonrojan un poco.
―¿Todo el conjunto? ¿No es solo un vestido? Es hermoso, por cierto.
La sonrisa de Elena se desvanece y me doy cuenta de que elogié su
vestido, pero no a ella. Error de principiante.
―Te ves hermosa, Buttercup. Como siempre. ―Parte de la escarcha en
sus ojos se derrite, y me sonríe, haciendo que mi corazón lata un poco más
rápido.
―Sí, todo su atuendo. ¿Qué, pensaste que estaba desnuda debajo?
―dice Lucian, y mi madre tose, enviándole una mirada de advertencia al
mismo tiempo que Elena golpea su brazo, y su cuerpo entero se tensa.
Estoy tentado de tirar a mi hermano sobre la mesa y exigirle una
aclaración sobre su declaración.
―¿Estás tratando de decirme que elegiste la ropa interior de Elena? ―le
pregunto, mirándolo fijamente. Mi voz suena más dura de lo que
pretendía, y observo sus ojos abrirse un poco. Me doy cuenta de que no
esperaba que reaccionara con tanta fuerza como lo hice, y no responde a
mi pregunta. Miro a mi esposa en su lugar―. ¿Elena? ―pregunto. Ella
tampoco responde y mira su plato, es como si estuviera de vuelta en el
pasado, con los dos poniendo un frente unido contra mí. Excepto que esta
vez, Elena debería haber estado de mi lado.
Dejo caer mis cubiertos y dejo que golpeen ruidosamente en mi plato.
Me siento, cruzando los brazos sobre mi pecho, veo que Elena y Lucian se
miran el uno al otro, ambos con aspecto de pánico, y tengo mi respuesta.
―¿Por qué exactamente estás eligiendo la ropa interior de mi esposa?
―le pregunto a Lucian, inmovilizándolo con una mirada.
―Yo… él… Luce solo está bromeando, Alexander.
Miro a Elena, molesto porque me está llamando Alexander en lugar de
Alec, pero llama a Lucian Luce.
Ella es mi esposa, pero es a mi hermano al que llama por su apodo. Lo
peor es que es mi culpa, soy yo el que le quitó los derechos sobre mi apodo
en un ataque infantil, diciéndole que no éramos lo suficientemente
cercanos para que me llamara Alec.
La miro y espero su señal reveladora. Ahí está. Ella parpadea dos veces.
Ha hecho eso cada vez que miente desde que tenía cinco años, y dudo que
se dé cuenta.
Siento que mi ira aumenta. Por lo general, controlo bien mis emociones,
soy conocido por mi cara de póquer y por dejar las emociones fuera de
mis decisiones. No podría haber ayudado a mi abuelo a hacer crecer el
negocio familiar hasta lo que es hoy sin eso, pero tan pronto como se trata
de Elena, toda mi famosa racionalidad se va por la ventana.
―Elena, un minuto por favor ―digo, inclinando mi cabeza hacia las
escaleras―. Disculpa, mamá.
Ella asiente hacia mí, con una sonrisa en su rostro, y me levanto. Me
dirijo hacia las escaleras sin comprobar si Elena me sigue. Camino
lentamente, haciendo mi mejor esfuerzo para recuperar el control de mis
emociones, mientras los tacones de Elena resuenan detrás de mí.
Cierro la puerta detrás de ella y la conduzco directamente más allá de
la sala de estar, al dormitorio. Está inquieta, algo que tampoco ha
cambiado. Siempre se inquietaba cada vez que sabía que había hecho algo
mal.
―Siéntate ―le digo, señalando la cama. Se sienta en el borde y yo me
arrodillo en el suelo frente a ella.
―Explícate. Te dije que te quitaras de la cabeza la idea de estar con
alguien más y que no toleraré rumores sobre ti. Entonces, ¿por qué
demonios mi hermano insinúa que escogió tu ropa interior? ¿Olvidaste a
quién le perteneces durante la semana que estuve fuera? ¿Tengo que
recordártelo?
Empujo sus piernas lentamente y observo cómo su vestido sube hasta
sus muslos. Sus ojos se agrandan, pero no me detiene. Cuando sus piernas
se separan, el más pequeño trozo de encaje blanco que he visto en mi vida
aparece a la vista.
―¿Qué demonios?
31
Hay un espacio entre los dos lados de su ropa interior, dejando al
descubierto la mitad de su perfectamente suave coño. La idea de que mi
hermano pequeño escogió esta cosita sexy para ella me enferma, y la idea
de que ella esté usando esto para él envía una ira pura e incontrolable a
través de mis venas. La levanto y le doy la vuelta, le desabrocho el vestido
y lo dejo caer al suelo.
―¡Alexander! ¿Qué estás haciendo?
Mis ojos se sienten atraídos por su trasero perfectamente lleno que está
bastante expuesto excepto por el pequeño trozo de hilo blanco que
desaparece entre sus nalgas deliciosamente llenas. Su cabello cae casi
hasta su trasero, dejando al descubierto los hoyuelos en su espalda baja.
Le doy la vuelta y la empujo de vuelta a la cama. Se sienta en el mismo
lugar que antes, cubriendo sus senos con sus brazos y apretando sus
piernas con fuerza.
Agarro sus muslos y los separo, bajándome para poder arrodillarme
entre ellos, y ella me deja.
―Dije que expliques.
Agarro sus muñecas y tiro sus brazos lejos de su pecho, mi respiración
se acelera cuando veo lo que está escondiendo. Mis ojos están en sus senos
apenas cubiertos. El encaje blanco transparente que los cubre no hace
nada para ocultarlos. En todo caso, resalta sus pezones oscuros y duros.
Apenas puedo evitar ponerlos en mi boca, y sé que necesitaré probarlos
antes de que termine la noche. Miro hacia abajo a su coño expuesto y lamo
mis labios.
―Alexander, yo...
Entierro una mano en su cabello y coloco mis labios en su pecho,
moviendo mi lengua sobre su pezón a través de la tela de encaje. Ella
jadea, y la veo retorcerse.
―Alec. A partir de ahora, me llamarás Alec en todo momento.
―Alec ―gime mi nombre mientras lo muerdo suavemente,
disfrutando su respuesta. Me inclino hacia atrás para mirar su cara
sonrojada.
―Lucian sabe que eres mía, ¿y todavía tuvo las agallas de ir de compras
contigo por esto? ―digo, moviendo la mano sobre su cuerpo para indicar
su ropa interior. Ella se muerde el labio y mira hacia abajo.
―No puedes decirme que eligió esto para ti sin preguntarse cómo te
verías en él.
Deslizo un dedo desde su pecho hasta su estómago y sigo bajando por
la mitad de su coño hasta que llego a su hendidura.
―Él no lo haría ―susurra. Me toma un momento recordar de qué está
hablando.
―¿Ah, no? ¿Por qué no lo haría? ¿Lo modelaste para él?
Veo el pánico en sus ojos y se me cae el corazón. Mierda, será mejor que
no lo haya hecho. Empujo su hombro suavemente y ella cae de espaldas
en la cama antes de que tenga la oportunidad de responder.
Me inclino y, antes de que pueda reaccionar, deslizo mi lengua por el
centro de su coño, cerrándola.
―Mmm ―gimo al mismo tiempo que Elena. Lamo círculos alrededor
de su clítoris y la follo con mi lengua, tomándome mi tiempo para volverla
loca.
―Oh… Mmm, no puedo. Por favor. Oh, Dios.
Entierra sus manos en mi cabello, como si quisiera apartar mi cabeza
pero no pudiera hacerlo. La acerco varias veces, solo para detenerme y
comenzar de nuevo. Me aseguro de frustrarla muchísimo, negándome a
dejarla correrse. Levanta las piernas y las envuelve alrededor de mis
hombros, usando los músculos de sus piernas para acercar mi rostro.
Sonrío contra su clítoris y la muerdo suavemente.
―Oh, Dios. Por favor.
―¿Quieres correrte, bebé? ―le pregunto.
―Mmm, sí.
Sonrío y golpeo su clítoris con mi lengua.
―Este coño es mío, Elena. Eres mía. Dilo.
―Soy tuya, Alexander ―dice, jadeando. Ella levanta sus caderas y
empuja su coño en mi cara.
―Alec ―la corrijo―. Dime que lo sientes, Elena.
Elena gime, su cuerpo está destrozado debajo de mí.
―Lo siento, Alec. Lo siento mucho ―gime ella.
Decidiendo que la he castigado lo suficiente, empujo mi dedo medio en
su apretado y caliente coño y estimulo su punto G mientras giro mi lengua
alrededor de su clítoris. Elena gime ruidosamente.
―Oh, Alec. Mmm, sí, así. Mierda... sí. ―Suena desenfrenada, y dudo
que se dé cuenta de lo seductores que son los sonidos y las súplicas que
salen de sus labios.
Acelero el paso y siento que sus paredes se tensan alrededor de mi
dedo. Chupo su clítoris con fuerza, y mi esposa se corre en mi lengua, con
mi nombre en sus labios. Le doy un minuto para que se recupere y luego
empiezo a lamerla suavemente de nuevo, manteniéndome alejado de su
sensible clítoris durante los siguientes minutos. Acaricio su punto G y
añado un dedo extra, apenas capaz de encajarlo. Su coño está tan apretado
que no hay forma de que pueda meter mi polla ahí.
―Oh, Dios, Alec. no puedo soportarlo. Por favor, no puedo… ―Ella
ruega, pero no cedo. Empujo su punto G con más fuerza, moviendo mis
dedos hacia adentro y hacia afuera más rápido, y en un minuto vuelve a
correrse.
Está jadeando y su cara está sonrojada. Me mira a través de sus pestañas
y es la cosa más sexy que he visto en mi vida. Me alejo de ella y desabrocho
los botones de mi camisa.
―Te lo advertí, Elena. No lo diré de nuevo. Eres mía, y este
comportamiento no es aceptable.
Me quito la camisa y desabrocho el botón del pantalón, tomándome mi
tiempo. Sus ojos están sobre mi piel, y su mirada se calienta.
―Yo... sí, lo sé ―susurra.
Sus ojos se agrandan cuando mis bóxers se deslizan por mis caderas, y
no puedo evitar sonreír ante la mirada en sus ojos.
―¿Te gusta lo que ves?
Sus mejillas son carmesí, y jadea cuando me meto en la cama con ella.
―Tengo que admitir que esta mierda es bastante agradable ―le digo,
mientras mis dedos rozan el encaje blanco. Elena respira con dificultad y
se muerde el labio cuando le desgarro el sujetador, el encaje es tan fino
que se rompe con facilidad. Lo aparto de ella y me inclino, tomando su
pezón en mi boca brevemente, provocándola mientras giro mi lengua a
su alrededor. Ella se retuerce contra mí y sonrío contra su piel. Me alejo y
bajo mis labios a su cuello. Chupo su piel, marcándola una y otra vez,
dejando pequeñas marcas de besos en cada lugar que puedo alcanzar,
lentamente bajando.
―Te dije que eres mía, pero no me escuchas ―susurro, justo antes de
chupar su pecho, marcándolo también―. Eres mía, y será mejor que lo
recuerdes. Me aseguraré de ser todo en lo que puedas pensar cuando te
mires en el maldito espejo, ¿me escuchas?
Ella gime cuando chupo la parte interna de su muslo.
―La próxima vez que veas a Lucian, todo lo que podrá ver serán las
marcas de los besos que dejé en tu piel. Tú me perteneces, Elena, y es hora
de que él también se dé cuenta.
Me muevo hacia arriba y me coloco encima de ella, con mi polla justo
entre sus piernas. Arquea la espalda y dudo que se dé cuenta de que lo
está haciendo.
―Lo siento, Alec ―dice, envolviendo sus brazos alrededor de mí. La
miro a los ojos y odio cuánto me cautiva. Odio que ame esos ojos suyos.
―Elena, te voy a follar tan fuerte, y estarás tan adolorida mañana que
cada vez que te muevas, pensarás en mí. Voy a dejar mi marca en ti, y me
aseguraré de que nunca más olvides a quién perteneces.
Ella asiente y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello.
―Sí, Alec ―susurra, y la empujo ligeramente, estirándola.
―Mierda, estás tan jodidamente apretada.
Sus ojos se cierran y me congelo en el lugar.
―Mírame ―le ordeno, y ella lo hace―. Mírame cuando te follo.
Salgo de ella un poco y empujo de nuevo hacia adentro, observándola
mientras gime, con sus ojos en los míos. Me he vuelto demasiado flojo con
ella, ya es hora de que le recuerde quién es su dueño.
32
Estoy nerviosa cuando entro en el bar de la terraza en el que Alexander
me pidió que nos reuniéramos. Estoy tan tensa que ni siquiera puedo
disfrutar de la impresionante vista desde aquí, o el hermoso y lujoso
interior. Ha estado retraído últimamente, su ira es palpable.
Mis ojos se posan en los grupos de sofás redondos, cada uno de ellos en
una cabina separada frente a una barrera de vidrio, lo que da como
resultado una vista incomparable tanto del horizonte como del bar. Veo a
Aiden en la esquina y asiente hacia mí, haciéndose a un lado mientras me
acerco a él. Alexander está recostado en el sofá, con sus ojos viendo el
horizonte frente a nosotros.
Levanta la vista cuando me siento a su lado, y su mirada envía un
escalofrío por mi columna. Últimamente no ha sido él mismo. Desde que
regresó de su viaje de negocios, se ha mostrado frío y distante.
He intentado una y otra vez explicarle que no pasa nada entre Lucian y
yo, pero no escucha razones. Ni siquiera puedo culparlo. Lo arruiné.
Nunca debí considerar las ideas de Lucian, debería haber sabido cómo
respondería Alexander a eso.
Levanta sus dedos hacia mi boca, con su pulgar recorriendo mis labios.
―¿Labios rojos? Perfecto.
Mi corazón se acelera cuando él me sonríe, con sus ojos oscuros, y la ira
aun brillando a través de ellos. Su mirada recorre mi cuerpo, fijándose en
el ajustado vestido negro que llevo puesto.
Me mira a los ojos y luego acaricia sus piernas.
―Ven aquí.
Parpadeo, y mis mejillas se calientan rápidamente. ¿Quiere que me
siente en su regazo? Miro alrededor del bar repleto, y mi corazón se
acelera. Puede que no conozca a todos, pero reconozco muchas caras.
―No lo repetiré.
Trago saliva y me pongo de pie. Él sonríe satisfecho y agarra mi mano,
tirando de ella para que caiga en sus brazos. Sus manos se envuelven
alrededor de mi cintura y me coloca directamente en su regazo, de
espaldas a la multitud.
―Alexander...
Me mira con las cejas levantadas, con sus manos recorriendo mi cuerpo.
―Te dije que me llamaras Alec.
Lo miro fijamente, incapaz de descifrarlo. Me dijo desde el principio
que él y yo no somos lo suficientemente cercanos como para usar ese
nombre, y sé que es verdad. Puedo contar con los dedos de una mano a
las personas que lo llaman Alec. Son solo sus padres, Lucian, su abuelo...
y Jennifer. No yo. Nunca yo.
―¿Avergonzada? ―pregunta mientras su mano se desliza sobre mi
piel, hasta que está ahuecando la parte de atrás de mi cuello, y su pulgar
en mi garganta―. Eres mía, pero pareces tener problemas para recordarlo.
No me dejas otra opción, cariño. Tendré que asegurarme de que todos lo
sepan.
Puedo sentirlo endurecerse debajo de mí y mi corazón comienza a
acelerarse. Me muevo en su regazo y él sonríe.
―¿Te gusta lo que sientes? ―pregunta, con sus manos moviéndose a
mi cintura. Me sostiene justo debajo de mis senos, y sus pulgares acarician
mis pezones. Se endurecen para él como las pequeñas perras traidoras
que son, y él sonríe.
―Dime qué llevas debajo de este vestido.
Mis ojos se abren y mis mejillas se calientan aún más.
―Yo… mmm… solo ropa interior.
Alexander se ríe.
―¿Color?
Trago saliva.
―Es negra.
―¿Es encaje?
Asiento con la cabeza.
―¿Mi hermano eligió eso para ti también?
Lo miro a los ojos, y mi corazón se retuerce dolorosamente.
―No, claro que no. No es lo que piensas. Fue un mal juicio de mi parte,
lo acepto, pero no pasa nada entre Luce y yo.
Alexander aprieta los dientes, tensando mi agarre sobre mí.
―¿Luce? Mmm... no me gusta lo familiar que eres con otro hombre. Es
Lucian a partir de ahora.
Niego con la cabeza y lo miro con los ojos entrecerrados.
―Al diablo con eso. Él es mi amigo de la infancia y no estás siendo
razonable.
Se ríe, pero no hay humor en sus ojos.
―Mmm… desobedeciéndome, ¿verdad? Estuve fuera por una semana,
y estás sobre Lucian. Estás olvidando quién es tu dueño, Elena. Eres mía
y harás lo que te diga.
Miro hacia abajo, herida por sus constantes recordatorios. Odio que
siga recordándome que solo soy otra posesión suya, que él y yo no
estamos en una relación, y que nunca lo estaremos. Se inclina hacia mí, y
su nariz roza mi cuello. Alexander me besa suavemente, donde sabe que
soy sensible, y un escalofrío recorre mi columna. Su lengua roza mi cuello,
y luego me muerde suavemente antes de succionar mi piel, marcándome
como suya.
Un suave jadeo escapa de mis labios y él se aleja, con una sonrisa en su
rostro. Su mano se desliza por mi pecho, sobre mis caderas y debajo de mi
vestido, con su dedo arrastrándose sobre mis muslos. Inhalo
profundamente, deseando que mi cuerpo no le responda por una vez,
pero como siempre cuando se trata de Alexander, me desobedece.
Empuja mi ropa interior a un lado y sonríe.
―Húmeda. Por supuesto que lo estás. Eres una pequeña zorra para mí,
¿no? Siempre deseosa de mi toque. Apuesto a que puedo hacer que te
corras aquí mismo, en mi regazo, con cientos de personas rodeándonos.
Trago saliva y niego con la cabeza.
―Alec, se darán cuenta. ¡No puedes!
Él sonríe y roza su pulgar sobre mi clítoris, haciéndome saltar.
―Quédate quieta, bebé. No te muevas, y nadie lo sabrá. Estás de
espaldas a la multitud y estamos enjaulados ―dice, inclinando la cabeza
hacia las barreras de privacidad entre los sofás―. Ahora, veamos si
puedes correrte en silencio o no.
Mis labios se abren cuando desliza un dedo dentro de mí, mientras
simultáneamente gira su pulgar sobre mi clítoris. Se ríe roncamente, con
sus ojos en los míos.
―¿Luchando?
Aumenta el ritmo y lo agarro por los hombros, aferrándome con fuerza.
―Alec ―susurro, mi voz sale como un gemido.
―Sí. Gime mi nombre, Elena, solo así. Recuerda a quién le pertenece
este cuerpo, bebé. Córrete por mí.
Estoy jadeando y sé que no podré aguantar mucho tiempo. Mis dedos
se enroscan en su cabello y lo acerco más, mientras mis labios chocan
contra los suyos. Se traga todos mis gemidos y lo beso de la manera que
sé que lo vuelve loco. Me empuja sobre el borde así, con sus labios sobre
los míos.
Estoy mareada cuando me alejo, y mi frente cae sobre la suya. Me
sonríe, con un brillo posesivo en sus ojos.
―Buena chica ―me dice―. Tan obediente, después de todo.
Su sonrisa cae cuando mira por encima de mi hombro, y me giro para
seguir su mirada, pero me agarra la barbilla, manteniendo mis ojos en él.
―Tu hermano acaba de entrar con Jennifer del brazo.
Se tensa cuando retira los dedos, y yo también.
―Maldición. Ese imbécil se dirige hacia aquí, y aún no he terminado
contigo.
―Elena. ¿Qué estás haciendo aquí? ―Escucho a mi hermano decir. Mis
mejillas todavía están sonrojadas, y rezo para que no se dé cuenta de lo
que estábamos haciendo.
Trato de bajarme del regazo de Alexander, pero él no me deja. Aprieta
su agarre sobre mí, así que me giro en sus brazos.
La mandíbula de Matthew está haciendo tictac, y eso por sí solo me
habría alegrado la noche, pero mejor aún es la mirada celosa en los ojos
de Jennifer. Mira a Alexander, pero por una vez, él no le devuelve la
mirada. Descansa su barbilla en mi hombro, presionando tranquilamente
un beso en mi cuello, como si Matthew y Jennifer ni siquiera estuvieran
ahí.
―Matthew. Me alegro de verte ―digo.
Él aprieta la mandíbula y me pregunto si revelará el idiota que hay
dentro. Se acerca a mí, pero Aiden agarra su brazo con fuerza. Aiden no
dice una palabra, simplemente aparta el brazo de Matthew bruscamente.
―Eres una maldita vergüenza, Elena. ¿Qué diablos crees que estás
haciendo, sentada en el regazo de alguien como una maldita prostituta?
Será mejor que te levantes en este momento, o que Dios me ayude ―sisea
Matthew en voz baja.
Sus palabras me hieren, pero después de años de insultarme, el impacto
se amortigua. No pica como antes, ahora es solo un dolor sordo, del tipo
de dolor que experimentas cuando sabes que te estás aferrando a algo que
deberías haber dejado ir hace mucho tiempo. Lo miro y apenas lo
reconozco. En los años transcurridos desde que mamá cayó en coma, se
ha alejado cada vez más del hermano con el que crecí. Nunca fuimos
cercanos, pero él tampoco era cruel, como lo es ahora.
Alexander se ríe de las palabras de Matthew y me da un beso en el
hombro, ignorándolo.
―Niña estúpida. Él te está usando. ¿Crees que es a ti a quien quiere?
No es sí. Eres solo un maldito peón.
Alexander mira a Matthew.
―¿Y qué? ¿Qué si estoy usando a tu hermana? ―pregunta en voz baja,
mientras mi corazón se retuerce dolorosamente ante esas palabras. Sé que
no significo nada para él, sé que solo me está usando, pero la mitad del
tiempo hace que sea tan fácil olvidar eso. Hace que sea demasiado fácil
engañarme a mí misma haciéndome creer que lo que tenemos podría ser
real algún día. Son cosas como pedirme que lo llame Alec, cuando eso solo
está reservado para los más cercanos a él. Es él actuando celoso
constantemente y reclamándome públicamente como suya lo que me da
una idea equivocada. Me da esperanza, y la esperanza es la emoción más
cruel de todas. Miro a Matthew, con una sonrisa agridulce en mi rostro.
Si me dieran a elegir, elegiría sus palabras crueles sobre las mentiras
endulzadas de Alexander cualquier día.
Matthew rechina sus mandíbulas.
―Tienes que mantenerte alejado de mi hermana, Alexander.
Alexander se ríe, el sonido envía un escalofrío por mi espalda.
―¿De la forma en la que tú te mantuviste alejado de mi prometida?
Matthew sonríe y me mira. Su expresión de suficiencia solo se suma al
dolor que infligieron las palabras de Alexander. Sé que él ama a Jennifer,
pero enfrentarme a ella de esta manera duele. La miro, y el brillo de
satisfacción en sus ojos me mata. Ella sabe que aunque soy yo la que está
en sus brazos, él no la ha superado.
―Te lo dije Elena. Ahí está. Eso es todo lo que eres para él.
Matthew niega con la cabeza y da un paso atrás, su ira se desvanece,
hasta que todo lo que queda es molestia.
―¿La quieres, Alexander? Puedes tenerla. ¿Crees que ella me importa?
No. Me están avergonzando, te lo concedo, pero sobreviviré al daño a mi
reputación que está causando mi puta hermana. ¿Pero esto? Esto no me
hará daño. ―Se ríe, y el sonido es escalofriante―. Elegiste a la hermana
equivocada. Esta me importa una mierda.
Matthew sonríe y envuelve su brazo alrededor de Jennifer. Él mira a
Jennifer y la atrae hacia él, besándola, montando un espectáculo para
Alexander. Aprieta su agarre sobre mí, y mi corazón se rompe. Me está
abrazando mientras suspira por alguien más.
Matthew sonríe y toma la mano de Jennifer. Los observo alejarse,
mientras las palabras de Matthew reverberan en mi mente, mis ojos se
cierran e inhalo temblorosamente.
―Obtuviste lo que querías ―digo, con la voz entrecortada―. Me has
arrojado a la cara de Matthew y Jennifer. Él tenía razón, ¿sabes? Me has
tratado como una especie de prostituta esta noche, y te dejé. Porque tienes
razón, Alexander. Eres mi dueño. ¿Es esto suficiente ahora? ¿Me has
avergonzado lo suficiente?
Aprieta su agarre sobre mí, y sus brazos me envuelven con fuerza.
―Elena, no hay nada vergonzoso en sentarse en mi regazo. Nadie sabe
nada más de lo que pasó. Eso fue solo entre tú y yo. Si quisiera tratarte
como una prostituta, te habría tenido de rodillas, chupándome la polla
para que todos lo vieran. En vez de eso, es tu placer lo que estaba
buscando. Estás dejando que tu hermano se meta en tu cabeza.
Inhalo profundamente, haciendo mi mejor esfuerzo para creer sus
palabras.
―¿Estaba equivocado, sin embargo? Me estás usando, no significo
nada para ti. No eres diferente a mi hermano, Alexander. Solo soy una
herramienta para ti.
Sus labios rozan mi oído, y su voz suave pero áspera.
―Y tú no eres diferente a Jennifer ―susurra―. Eres desleal. Al menos
Jen nunca habría hecho que mi hermano escogiera su maldita ropa
interior, Elena. Es una perra infiel, pero incluso ella nunca se habría
rebajado tanto.
Dejo que mis ojos se cierren, mientras la impotencia me abruma.
Alexander y yo... estamos en curso de colisión. La forma en que nos
dirigimos... no hay forma de salvarnos, y esta vez, yo tengo la culpa.
Nunca me va a perdonar las payasadas de Lucian.
33
―No te preocupes, ella se despertará. Tu madre y yo hemos sido
amigas desde que éramos niñas. Es una de las mujeres más fuertes que
conozco. No pierdas la esperanza, cariño.
Sofia toma mi mano con fuerza mientras nos sentamos al lado de la
cama de hospital de mi mamá. Ella me ha estado acompañando a ver a mi
madre una vez por semana desde hace un tiempo. Se sienta aquí durante
horas y solo habla con mi madre sobre sus recuerdos de infancia, sobre
Lucian, Alexander y yo. Me gusta pensar que mi madre puede oírla y que
los recuerdos felices la ayudarán a querer despertar.
Hoy Sofia ha estado mucho más callada que de costumbre, y sé que está
preocupada por Alexander y por mí. Él y yo apenas hemos hablado
recientemente, y puedo decir que la está afectando. Por lo general,
cenábamos con ella cada dos noches más o menos, y la forma en que
Alexander bromeaba con ella, el afecto que mostraba hacia mí, siempre la
hacía feliz. Ahora ni siquiera se molesta en actuar para su madre. En su
mayoría me ignora, y eso preocupa a Sofia.
El nuevo médico de mi madre entra, con la cara enterrada en sus notas,
parece sorprendido cuando se da cuenta de que mi madre no está sola.
―Ah, ¿señora Kennedy? ―él pregunta.
―Sí ―decimos mi suegra y yo. La miro, alterada.
El doctor se ve confundido y mira de mí a ella.
―¿Señora Elena Kennedy? ―aclara. Asiento y me pongo de pie para
estrechar su mano.
Se sonroja mientras estrecha mi mano sin fuerzas.
―Yo… tú… eres tan joven ―suelta. Lo miro con los ojos muy abiertos
y él niega con la cabeza disculpándose―. No lo dije de esa manera. Dios,
lo siento mucho. Es solo que, porque eres el guardián...
Me río y niego con la cabeza.
―Todo está bien, por favor llámame Elena. ¿Eres el doctor Taylor,
supongo? ―No parece lo suficientemente mayor para ser médico, pero
Alexander me aseguró que es un prodigio y un experto en su campo.
Alexander tardó semanas en convencerlo de que viniera a trabajar para
nosotros.
Él asiente y procede a contarme sobre la condición de mi madre.
―Volé hace unos días y no me dijeron nada sobre a quién estaría
tratando o cuál era la condición del paciente. Los Kennedy han sido muy
discretos sobre todo, así que realmente no sabía qué esperar. Seré el
médico permanente de tu madre a partir de ahora. Ella será mi única
paciente y la cuidaré las veinticuatro horas del día. Por ahora, la
mantenemos con los mismos medicamentos que el hospital anterior le dio
para no dañar su sistema, pero noté algunas anomalías en su historial y
bueno... no parece correcto. Parece que su actividad cerebral es realmente
alta para un paciente que ha estado en coma durante tanto tiempo, y
ciertamente no tiene muerte cerebral. Realizaré varias pruebas durante las
próximas dos semanas, así que sabré más pronto. Una vez dicho esto...
creo que hay una posibilidad de que despierte algún día, Elena.
Lo miro con incredulidad, y mis ojos se llenan de lágrimas. ¿Podría
despertarse de nuevo algún día? Un sollozo de alivio atraviesa mi
garganta, y entierro mi rostro entre mis manos. Sus palabras son como un
salvavidas para mí, después de años de decepción. Respiro, haciendo
todo lo posible por mantener mis emociones bajo control, y Sofia me rodea
con el brazo.
―Esas son noticias maravillosas, cariño. Lo sabía. Tu mamá siempre ha
sido una luchadora.
Asiento, sonriendo a través de mis lágrimas, dejo caer mi cabeza contra
su hombro e inhalo temblorosamente.
―Sí, lo es, ¿no es así?
La puerta se abre detrás de nosotras y me enderezo, sorprendida de
encontrar a Alexander entrando. Sus ojos encuentran los míos y frunce el
ceño cuando se da cuenta de que estoy conteniendo las lágrimas. Se acerca
a nosotras y coloca su mano sobre mi hombro, un indicio de preocupación
visible a través de su comportamiento frío.
―¿Qué pasó? ―pregunta, con voz suave.
―El médico dijo que podría despertarse ―susurro, haciendo todo lo
posible por contener las lágrimas.
Sus ojos se agrandan y sonríe, es una sonrisa real, la primera que he
visto en días, si no semanas. Me acaricia el pelo detrás de la oreja
suavemente.
―Esas son noticias maravillosas, Buttercup.
Respiro, con una sonrisa temblorosa en mi rostro.
―Todo es gracias a ti. Si no fuera por ti, ella no estaría en este centro y
no estaría recibiendo una atención tan buena.
Me mira a los ojos y niega con la cabeza.
―No fui yo ―me dice―. Fuiste tú. La fe que tienes, y los sacrificios que
has hecho.
Sofia asiente con la cabeza y me agarra con más fuerza, abrazándome,
con una amplia sonrisa en su rostro.
―Madre ―dice Alexander, presionando un beso en su mejilla. Ella le
sonríe, mientras sus ojos se mueven entre nosotros dos. Supongo que esto
es lo máximo que hemos hablado en mucho tiempo.
Alexander se acerca a mi madre y toma su mano con cuidado. Presiona
un beso delicado en el dorso y el dulce gesto envía lágrimas a mis ojos
una vez más.
Luego se vuelve hacia el médico, quien lo mira con nerviosismo.
―¿Supongo que las instalaciones de investigación son de su agrado?
―él pregunta.
El doctor Taylor asiente.
―Ciertamente, señor Kennedy. Estoy más que agradecido por la
financiación de mi estudio.
Sofia toma mi mano y sonríe.
―Alec y yo tenemos una cita permanente para almorzar todos los
martes. Dijo que quería hablar con el nuevo médico de tu madre, así que
le pedí que me recogiera aquí ―dice ella.
La miro y niego con la cabeza. Así que ella orquestó esto, está tratando
de unirnos a Alexander y a mí.
―No me entrometeré ―digo, sabiendo que Alexander no me querrá
cerca. Ha estado haciendo todo lo posible para evitarme recientemente―.
Ustedes, adelántense. Me sentaré aquí con mi mamá un poco más y luego
regresaré a casa, tengo una cita a las tres.
Alexander mira a su madre por un par de segundos y suspira.
―Vamos ―dice―. Hay un montón de tiempo. Te dejaré en casa más
tarde.
Le frunzo el ceño, pero Sofia asiente felizmente. Alexander me tiende
el abrigo, pero es a su madre a quien está mirando. Desesperada, paso mis
brazos por las mangas y luego me alejo. Antes de que tenga la
oportunidad de abrocharme los botones, envuelve sus manos sobre las
mías y me sonríe. Me mira a los ojos, y no puedo evitar la forma en que
mi corazón da un vuelco. Se siente como si no lo hubiera visto en una
eternidad, estoy bastante segura de que ha estado esperando para ir a la
cama hasta que está seguro de que estoy profundamente dormida. He
estado tratando de quedarme despierta y esperarlo, pero él nunca
aparece... sin embargo, todas las mañanas su lado de la cama está
desordenado.
Se acerca a mí y lentamente me abotona, tomándose su tiempo. Veo a
Sofia radiante desde mi visión periférica, con una mirada de alivio en sus
ojos. Ni siquiera se da cuenta de que todo es una mentira, y una parte de
mí desea que lo haga. No quiero hacer esto nunca más, no quiero fingir
que somos felices juntos cuando él ni siquiera me mira en privado.
Alexander agarra mi mano y entrelaza nuestros dedos antes de
envolver su otro brazo alrededor de su madre. Nos lleva a su auto y me
sorprende que no haya llegado aquí en su limusina. Abre la puerta del
pasajero de su auto deportivo para mí y sonríe disculpándose.
―Lo siento, Buttercup. Tendrás que meterte en el asiento trasero. Si
hubiera sabido que estarías aquí, habría venido en un auto más grande.
Sonrío y niego con la cabeza para indicar que no me importa. El asiento
trasero de su Aston Martin es realmente pequeño, pero afortunadamente
me las arreglo para caber bien.
El restaurante al que vamos no está muy lejos, y Sofia disfruta
muchísimo el paseo. Alexander baja el techo para que ella pueda sentir el
viento soplando a través de su cabello, y la observa con una sonrisa
indulgente cada vez que ella se sacude el cabello, con una gran sonrisa en
su rostro.
Él la cuida muy bien, y no puedo evitar perder un poco de mi corazón
por esta versión suya.
34
Recién llegamos al restaurante cuando suena el teléfono de Elena. Ella
lo mira, y sus ojos se abren como platos.
Ella me mira, con un brillo de pánico en sus ojos, y luego baja la mirada,
escondiendo su teléfono rápidamente. La inquietud se asienta en mis
entrañas cuando sonríe con fuerza sin mirarme a los ojos.
―Yo… necesito irme. Surgió algo ―dice.
Le sonríe a mi madre y luego se gira para alejarse antes de que pueda
detenerla.
―Elena ―la llamo, corriendo detrás de ella―. ¿A dónde vas?
Me mira a los ojos y la culpa que veo en ellos me destroza. Me está
ocultando algo.
―Oh, no es nada. Solo necesito regresar al hospital muy rápido ―dice.
Y luego parpadea dos veces, su signo revelador. Ella está mintiendo.
Agarra mi mano y me sonríe.
―Ve, almuerza con tu madre. Te veré más tarde.
Aprieta mi mano, y luego se aleja, haciéndole señas a un taxi mientras
se va. La miro fijamente, con el corazón intranquilo.
Agarro mi teléfono y llamo a mi equipo de seguridad en el momento
en que ella sube al taxi.
―Dime exactamente quién acaba de enviarle un mensaje de texto a mi
esposa y cuál era el contenido de ese mensaje ―ordeno tan pronto como
Aiden, mi oficial de seguridad, contesta.
―Sí, señor ―dice.
Camino por la acera mientras espero a que recupere los datos.
―¿Todo bien? ―pregunta mi madre―. ¿A dónde fue Elena?
Niego con la cabeza.
―No es nada, mamá, pero surgió algo. ¿Podemos reprogramar?
Ella frunce el ceño y asiente, pero puedo decir que está preocupada. Ha
estado preocupada por nosotros desde hace un tiempo, y he dejado que
mi ira hacia Elena abrume las necesidades de mi madre, su felicidad.
―Por supuesto, Alec. Haré que el chofer me recoja.
Le sonrío y le doy un beso en la mejilla mientras toma su teléfono para
llamar a nuestro chofer.
―Señor Kennedy ―dice Aiden por teléfono―. Parece que el mensaje
de texto vino de tu hermano. El contenido era el siguiente: Te necesito,
Elena. Ahora. Por favor, reúnete conmigo en esta dirección ―dice.
Espero a que me dé la dirección, mientras mil pensamientos se
arremolinan en mi mente. ¿Qué diablos están tramando? ¿Una aventura?
¿Después de que ella me jurara que no pasaba nada entre ellos? Debería
haberlo sabido. Debería haberlo sabido en cuanto me enteré de la puta
mierda de la lencería.
Pura rabia llena cada una de mis venas cuando me doy cuenta de que
la dirección es una habitación en uno de nuestros hoteles. Me tiemblan las
manos cuando me pongo al volante. Cada escenario que viene a la mente
es más doloroso que el anterior. Se siente como Jennifer de nuevo.
Encontrarla en el departamento que le compré, con Matthew encima de
ella... fui estúpido al poner mi fe en Elena. Pensar que el dinero podría
comprar su lealtad.
Veo blanco cuando entro en el vestíbulo del hotel. La recepcionista está
visiblemente nerviosa de encontrarme aquí en persona sin previo aviso, y
me mira con los ojos muy abiertos.
―Dame un duplicado de la tarjeta de acceso a la suite presidencial ―le
digo.
Parpadea y duda, pero afortunadamente para ella, su gerente se
adelanta y me entrega la llave antes de que pueda despedirla por su
incompetencia.
La tomo y envuelvo mi mano alrededor de ella con tanta fuerza que me
corta. El pavor me llena mientras tomo el ascensor, asustado de lo que voy
a encontrar. Me paro frente a la puerta, mi corazón duele como nunca
antes. Elena... debería haber recordado de quién es la hermana pequeña.
De quien es hija. Me ha engañado.
Deslizo la tarjeta en silencio y abro la puerta tan silenciosamente como
puedo, atrapándola antes de que se cierre de golpe.
Me apoyo contra la pared, esperando los gemidos, pero en vez de eso
todo lo que escucho son sollozos de dolor. Me congelo, enderezándome.
―Él rompió mi corazón. Lo hizo trizas.
Frunzo el ceño, confundido. Doy un paso más cerca hasta que aparecen
Elena y Lucian. Mi corazón cae cuando encuentro a mi hermano medio
desnudo en los brazos de mi esposa. Parece que todo lo que lleva puesto
son calzoncillos, pero Elena todavía está completamente vestida.
Lucho por dar sentido a lo que estoy viendo, lo que estoy escuchando.
Esto... esto no es una aventura.
―Realmente pensé que Marcus era diferente ―dice Lucian―. Me
enamoré tanto, Elena. Pensé que él era el indicado, iba a contarle a mi
familia sobre él. Ya trabaja con mi hermano, así que pensé que sería más
fácil aceptarlo. Es el director financiero de Alec, y sé que a él le agrada
bastante, así que tenía muchas esperanzas. ―Inhala temblorosamente, sus
ojos se cierran―. Pero Marcus solo estaba detrás del dinero. Hoy fue la
primera vez que dormimos juntos, y fue mágico para mí, tan mágico,
Elena, pero él... lo filmó y me está chantajeando.
Elena lo abraza más fuerte, con expresión angustiada.
―Ya encontraremos algo, Luce. Todo estará bien. Tenemos que
decírselo a Alexander, él sabrá qué hacer.
Lucian la aparta con dureza, hay puro pánico transformando su rostro.
―¡No! ―grita―. Mi hermano no puede enterarse ―dice, con voz alta,
presa del pánico―. Él nunca me verá de la misma manera, me perderá
todo el respeto, me encontrará despreciable. ¿Un hermano homosexual?
Él nunca lo aceptará. ¿Haber sido chantajeado también? Solo pensará que
soy débil, no puedes decírselo, Elena. Me lo prometiste, me juraste que
nunca lo dirías.
Elena envuelve sus brazos alrededor de sí misma, luciendo tan
aterrorizada como Lucian. La angustia en su rostro… mierda.
Entro en el dormitorio, sorprendiéndolos a ambos. La expresión de
Lucian se transforma en una de traición y luego de odio. Mira a Elena con
incredulidad y niego con la cabeza.
―Estaba actuando de forma sospechosa ―le digo―. Así que la seguí.
Camino hacia la cama y recojo su ropa tirada, mis ojos recorren la
desordenada habitación. Le tiro la ropa y niego con la cabeza.
―Vístete ―le digo.
Elena se pone de pie, luciendo preocupada, y suspiro. Ni siquiera sé
qué decirle. Pensar que sospechaba que ella me engañaba con mi propio
hermano, cuando no podía estar más equivocado. De alguna manera me
las arreglé para empujar a mi hermano tan lejos que confía más en mi
esposa con sus secretos que en mí, y mi mujer… la he acusado de
deslealtad una y otra vez, cuando no podía estar más equivocado. Es su
lealtad lo que le impidió decirme la verdad, cuando eso habría resuelto
todos nuestros problemas. Mantuvo las promesas que le hizo a Lucian,
incluso cuando la hice sufrir por ello.
Las lágrimas corren por el rostro de Lucian mientras se viste, y está
ahogando los sollozos, incapaz de mirarme a los ojos. Me rompe el
maldito corazón verlo así, no puedo recordar la última vez que lo vi llorar,
no en años. Debería haber sido la primera persona a la que acudiera en
esta situación, pero soy la última persona a la que quiso recurrir.
Agarro mi teléfono y llamo a Elliot, uno de mis amigos más cercanos y
un genio total de la informática. Él contesta casi de inmediato.
―¿Qué pasa? ―dice―. ¿Cómo puedo extorsionarte hoy?
Me muerdo una sonrisa y niego con la cabeza.
―Necesito que se eliminen las imágenes de una cámara ―digo,
mirando a Lucian.
―¿Cómo te filmaron, Lucian? ―pregunto, mi voz suave―. ¿Con qué
dispositivo?
Traga saliva y levanta la cabeza lentamente, con lágrimas frescas en los
ojos.
―Yo… Alec...
Le sonrío y niego con la cabeza.
―Solo dime qué dispositivo era.
Él asiente, mientras grandes y gordas lágrimas ruedan por sus mejillas.
―Era su teléfono. No recuerdo qué modelo era.
Suspiro y asiento hacia él.
―Elliot, necesito que frías todos los dispositivos propiedad de Marcus
Smith. Es uno de mis empleados, te escribiré un cheque en blanco.
Escucho a Elliot escribiendo furiosamente a través del teléfono antes de
que responda.
―¿Es para Lucian? ―pregunta, con voz suave.
―Sí ―murmuro―. Su novio lo engañó.
Elliot se queda en silencio.
―Ya veo. Entonces, él es... eh, ¿es gay?
―Sí, ¿y? ―espeto, furioso―. ¿Hay algún problema?
―No, no ―dice Elliot―. Yo solo, siempre pensé que era realmente
lindo.
Parpadeo sorprendido, completamente desconcertado. Ni siquiera sé
qué decir a eso. Me aclaro la garganta torpemente.
―Bueno, estoy seguro de que sabes cómo conseguir sus datos de
contacto, aunque ahora probablemente no sea un buen momento.
Elliot se ríe nerviosamente.
―Está bien, bueno, considéralo hecho. Sin cargo, ya que es para Lucian.
Me río, no puedo evitarlo. ¿Cómo es que me acabo de enterar de que
dos personas que conozco desde siempre no son heterosexuales? ¿De
verdad soy tan despistado?
―Gracias ―digo―. Necesito que descubras cada pedacito de suciedad
en él y que se vuelva viral. Necesito lo suficiente para poder despedirlo
sin tener una demanda en mis manos. No quiero que nunca pueda
encontrar otro trabajo.
»Vamos ―les digo a Elena y Lucian―. Nos vamos.
35
―¿A dónde vamos? ―Elena pregunta mientras los llevo a mi auto.
Lucian apenas me ha mirado, y yo tampoco sé qué decirle. Le he fallado
como hermano mayor, y ni siquiera me di cuenta.
―¿Qué te va a hacer sentir mejor? ―le pregunto a Lucian, yo mismo
perdido.
Él mira hacia arriba, con los ojos rojos.
―Honestamente, Alec... Daría cualquier cosa por simplemente tirarle
huevos a su casa, sin importar lo juvenil que sea.
Ladro una carcajada y asiento. Muy bien. Planeo hacerlo mucho peor
que eso, pero no es un mal comienzo.
―Tienda de conveniencia primero, entonces.
Elena y Lucian están callados mientras me siguen, y no es hasta que me
estaciono frente a la casa de Marcus que Lucian entra en pánico.
―Alec ―dice, sonando ansioso mientras sale del auto―. Tal vez esto
no sea una buena idea después de todo.
Le sonrío, con los huevos en la mano.
―Este tipo está a punto de descubrir qué sucede cuando te metes con
un Kennedy. Además, te sentirás mejor después de esto.
Le entrego un huevo y lo mira fijamente.
―¿No estás enojado? ―me pregunta―. ¿No estás decepcionado?
Frunzo el ceño y envuelvo mi brazo alrededor de su hombro, enviando
involuntariamente un estallido de lágrimas frescas a sus ojos.
―Lucian, no has hecho nada de lo que avergonzarte. Nunca me
decepcionarías. En todo caso, soy yo quien te ha decepcionado.
Rompe a llorar y mi corazón se rompe cuando se seca las lágrimas con
enojo, claramente odiando no poder mantener el control de sus
emociones. Como si de repente lo menospreciara por estar emocional
después de todo lo que ha pasado hoy, cuando suele ser tan estoico.
―Sé que todo lo que está pasando es mucho, y estaría igual de molesto.
Demonios, yo también estaría llorando.
Él asiente y me abraza, y yo lo abrazo con fuerza. Elena me mira con
tanto alivio en sus ojos y niego con la cabeza, suspirando. ¿Cuánto tiempo
ha estado guardando su secreto? ¿Qué tan difícil debe haber sido para ella
guardar silencio cada vez que le preguntaba sobre su relación con mi
hermano?
―Vamos ―murmuro. Lucian asiente y se recupera, alisándose la ropa.
Jadea cuando me estiro hacia atrás y lanzo uno de los huevos con tanta
fuerza como puedo, y una carcajada escapa de sus labios cuando choca
contra la ventana de Marcus.
Le entrego un par de huevos y me recuesto en mi auto mientras los
arroja, su estado de ánimo mejora con cada huevo que se estrella contra
la casa, hasta que por fin se ríe.
Miro a Elena, abrumado por la culpa. Las cosas que le dije... la lastimé,
y lo hice a sabiendas. La he estado ignorando, evitándola, y todo el tiempo
ella ha estado cuidando a mi familia mejor que yo. Me siento mal cuando
pienso en el dolor que vi en sus ojos cuando la comparé con Jennifer,
cuando le dije que incluso Jennifer era más leal que ella. Me senté ahí y vi
a su hermano insultarla, y no la defendí. Dejé que sucediera debido a mi
ira equivocada.
Me acerco a ella, dudando. Elena me mira de una manera que hace que
mi corazón trabaje horas extras. No hay ira en sus ojos, ni juicio, ni
reivindicación. En vez de eso, me sonríe tranquilizadoramente, a
sabiendas. Levanto mi brazo para envolverlo a su alrededor y exhalo con
alivio cuando entra en mi abrazo. Tiene todo el derecho de estar enojada
conmigo por ser tan duro con ella como lo he sido, cuando claramente no
hizo nada malo. En vez de eso, todo lo que veo en sus ojos es alivio. Su
enfoque no está en tener la razón, está en Lucian y su bienestar. Me inclino
y presiono un beso en su mejilla, sorprendiéndola.
―Gracias ―susurro―. Por cuidarlo en mi lugar.
Ella me sonríe, con una mirada de comprensión en sus ojos. Estoy tan
perdido en los ojos de mi esposa que no me doy cuenta de que Marcus
sale furioso de su casa hasta que Lucian se tensa a mi lado.
Me enderezo y lo intercepto antes de que pueda alcanzar a mi esposa o
a mi hermano. La mirada victoriosa en sus ojos me irrita, y retiro mi brazo
antes de golpearlo en la mandíbula tan fuerte como puedo. Tropieza hacia
atrás y cae al suelo, con el trasero por delante. Niego con la cabeza y me
sacudo el polvo del puño, irritado porque tuve que ensuciarme en primer
lugar.
Marcus se echa a reír, el sonido es histérico, y levanta su teléfono.
―Yo tendría cuidado si fuera tú. Tu hermano tiene secretos. Secretos
que puedo revelar con solo tocar un botón.
Le sonrío y asiento.
―Hazlo ―le digo.
Su sonrisa vacila, pero luego sonríe ampliamente.
―No creas que no lo haré.
Cruzo los brazos mientras él se levanta del suelo.
―¿Qué tal si me muestras lo que tienes sobre él?
Lucian se me acerca y coloca su mano en mi brazo. Puedo sentirlo
temblar, y envía una nueva rabia a través de mi cuerpo. Para cuando
termine con Marcus, nadie lo reconocerá.
Marcus hace clic en su teléfono, su sonrisa de suficiencia se transforma
lentamente en incredulidad.
―¿No funciona? Tu teléfono está frito, ¿eh? Qué coincidencia ―digo,
con tono amenazante.
Marcus se ríe, es un sonido histérico, loco.
―Tengo copias de seguridad. No soy estúpido ―dice, justo cuando tres
autos negros se detienen en la acera.
―Sí. Yo tampoco ―le digo.
Aiden y el resto de mi equipo de seguridad salen de los autos, con las
armas atadas a la cintura. De pie ahí con sus trajes negros, incluso yo
tengo que admitir que se ven intimidantes como el infierno.
―Jefe ―dice Aiden, e inclino mi cabeza hacia la puerta principal de
Marcus.
―Dice que tiene copias de seguridad de algo que quiero destruir, así
que supongo que no tenemos elección. Destruye todo lo que hay en esa
casa y tráeme todos los aparatos electrónicos que posee, pero hazlos
pedazos primero.
Marcus se lanza hacia mí, pero mis hombres lo tienen inmovilizado en
segundos. Miro a Lucian y suspiro.
―¿Ese es de quien te enamoraste? ¿En serio?
Se ve angustiado, y me arrepiento de haberlo molestado de inmediato.
Envuelvo mi brazo alrededor de él y suspiro.
―Todo estará bien, niño ―le digo―. Pero necesitamos trabajar en tu
gusto por los hombres. Elena parece tener buen gusto. Ella puede darte
algunos consejos.
Lucian se ríe y yo respiro aliviado.
―No tienes idea de lo que le he hecho a tu hermano ―grita Marcus―.
Le he hecho chuparme la polla. Le he estirado su pequeño culo. Lo hice
gritar mi nombre.
Lucian envuelve sus brazos alrededor de sí mismo, con la cabeza
agachada. Sus mejillas están rojas y se ve humillado más allá de lo creíble.
Agarro uno de los huevos restantes y se lo entrego a uno de mis hombres.
―Amordaza a este imbécil, ya me cansé de él. De hecho, parece que
sería mejor no volver a saber de él nunca más. ―Me giro hacia mi
hermano pequeño y levanto una ceja―. ¿Quieres que lo haga
desaparecer?
Antes de que Lucian pueda siquiera responderme, las sirenas de la
policía suenan desde la distancia. Miro a Marcus. Se ve jodidamente
estúpido parado ahí con un huevo en la boca, pero el brillo victorioso en
sus ojos es lo que me enoja.
―Este hijo de puta logró llamar a la policía antes de que Elliot friera su
mierda.
Suspiro y saco mi teléfono, odiando que ahora tenga que pedir un favor.
Logro comunicarme con el Director General de la Policía justo cuando el
auto se estaciona frente a nosotros. Dos agentes salen del auto, con sus
armas desenfundadas, y sus ojos en los hombres que están sujetando a
Marcus.
―Buenas tardes, oficiales ―digo, asintiendo.
Me apuntan con sus armas y suspiro.
―Terrible idea ―murmuro―. ¿Podría decirme su nombre, rango y
estación?
Ambos parpadean, sobresaltados por solo un segundo. Saben tan bien
como yo que tienen que darme la información que les pido, y lo hacen a
regañadientes.
―¿Tienes todo eso? ―le pregunto al Director General.
―Entendido ―repite―. Pero me debes una, Alexander.
Aprieto los dientes.
―Lo sé ―digo, terminando la llamada.
Miro a Marcus con odio renovado antes de girarme hacia los oficiales
de policía frente a mí.
―Ahora, voy a necesitar que dejes ir a este hombre ―dice uno de ellos,
con voz tranquila, y su arma apuntándome directamente. Tengo que
admirar su temperamento. Los superamos en número al menos cinco a
uno, pero eso no lo desconcierta.
―Me temo que no haré tal cosa ―le digo, sintiéndome un poco mal por
él.
Lucian está agarrando mi manga mientras la mano de Elena tiembla en
la mía. Odio haberlos puesto en esta situación, esto no es algo que
ninguno de ellos deba tener que experimentar, y depende totalmente de
mí. Yo soy el que los trajo aquí. Debería haber sabido que era mejor venir
solo.
―Lamento informarle ―le digo al oficial, mirando mi reloj―, que en
menos de un minuto su receptor le informará que retroceda.
Mira el dispositivo atado a su cintura y se ríe. Cuando me mira, está
claro que cree que está lidiando con algún tipo de psicópata, y no estaría
del todo equivocado.
Agarra su receptor y se lo lleva a los labios para pedir refuerzos, y ni
siquiera puedo culpar al tipo. Desafortunadamente para él, su dispositivo
cruje justo cuando está a punto de hablar.
―Retírense. Salgan de las instalaciones de inmediato ―casi puedo
descifrar, reconociendo la voz del Director General. Ambos oficiales se
ven sorprendidos y dan un paso atrás para solicitar más información, en
voz baja, pero finalmente veo que sus hombros se hunden.
Me miran, y la molestia en sus ojos está justificada. Apuesto a que se
convirtieron en policías porque querían hacer del mundo un lugar mejor
y más seguro, solo para darse cuenta de que nada de eso importa: este
mundo está gobernado por el dinero, siempre ha sido así.
―Muy bien, señor Kennedy ―dice uno de ellos. Vuelve a mirar a
Marcus y luego suspira. Sacude la cabeza mientras camina de regreso a
su auto, con su colega a cuestas.
―¿Cómo? ―pregunta Lucian, sus ojos están llenos de una admiración
que no he visto en años. Le sonrío y le alboroto el pelo.
―Conexiones, Luce ―murmuro. No necesita saber cómo me ensucio
las manos por nuestra familia.
Elena deja caer su cabeza sobre mi hombro y envuelvo mi brazo a su
alrededor.
―Vamos a casa ―digo.
Elena y Lucian asienten. Se ven exhaustos, y no estoy sorprendido.
―Cuídenlo ―les digo a mis hombres―. Asegúrense de que no hable.
Lucian mira a Marcus una vez más, con los ojos rojos, luego se da la
vuelta resueltamente, con renovada confianza en sus ojos. Me mira
agradecido y le sonrío mientras le abro la puerta.
Marcus se va a arrepentir de meterse con mi hermano.
36
Lucian me detiene cuando estoy a punto de caminar hacia mi
habitación, pone su mano en mi manga. Elena nos mira a los dos y se
escabulle, con una dulce sonrisa en su rostro.
Lucian se ve nervioso y se mira los pies.
―Yo… solo quería decir que lo siento ―dice―. Causé tantos
problemas hoy, pero no dudaste en ayudarme. No solo eso… sé que Elena
y tú han estado discutiendo. Sé que me interpuse entre ustedes dos, y
podría haber arreglado todo si hubiera hablado, si hubiera dicho la
verdad... pero no lo hice.
Pongo mi mano en su hombro y sonrío.
―Eres mi hermano pequeño, Lucian. Siempre cuidaré tu espalda.
Siempre. Lamento no haber sido alguien en quien pudieras confiar.
Traga saliva y asiente.
―¿Tú… estás bien con eso? ¿No te avergüenzas de mí?
Le frunzo el ceño.
―¿Qué? No. ¿Por qué lo haría? Ni siquiera ha cambiado nada. Sigues
siendo mi hermanito, Luce.
Me mira confundido.
―Pero, Alec… soy gay. Esto no es una fase. Lo he intentado toda mi
vida, pero nunca me sentiré atraído por una mujer. En algún momento, el
mundo se enterará.
Le sonrío.
―Bueno, cuando estés listo para contárselo al mundo, estaré ahí
contigo, si es ahí donde me quieres. No soy muy bueno en esto, Luce.
Simplemente no lo soy, no sé qué es lo correcto para decir, no sé lo que
necesitas oír. Todo lo que sé es que eres mi hermano, y siempre te querré
igual. No me importa con quién te acuestas. ―Estrecho mis ojos hacia
él―. Mientras no sea mi esposa.
Los ojos de Lucian están llenos de lágrimas, pero se echa a reír.
―Estabas preocupado por eso, ¿eh? Elena siempre ha tenido ojos solo
para ti. Siempre, Alec. Lamento no haber hablado antes. Tiene un corazón
de oro y nunca te traicionaría.
He estado casado con Elena el tiempo suficiente para saber eso, pero
dejé que mi pasado me cegara. Le sonrío a Lucian y asiento en
reconocimiento.
―¿Mamá lo sabe? ―pregunto con cuidado.
Lucian palidece y niega con la cabeza, con expresión angustiada.
―No.
―¿Quieres decirle? ―Lucian me mira, y el anhelo en sus ojos es claro
como el día―. ¿Quieres que le digamos juntos? ―Añado.
Él asiente y yo le alboroto el pelo. Ha pasado tanto tiempo desde que
mi hermanito se veía tan lindo.
―Solo házmelo saber. Cuando estés listo, estaré contigo.
Lucian asiente. Duda antes de dar un paso más cerca, lanzando sus
brazos a mi alrededor de repente. Me quedo ahí, congelado por un par de
segundos, antes de devolverle el abrazo a mi hermano.
Se aleja, visiblemente emocionado.
―Lo siento ―dice―. Gracias. Por hoy, por estar ahí. Estoy agradecido
de tenerte como mi hermano.
Él sonríe con fuerza y se da vuelta para alejarse, luciendo un poco
nervioso. Parece que los eventos de hoy realmente le afectaron. Su
confianza habitual está completamente ausente, y odio verlo lucir tan
vulnerable.
Lo observo bajar las escaleras y no puedo evitar preocuparme de que
Marcus lo haya marcado. Peor aún, no sé cómo hacerlo sentir mejor.
Todavía estoy preocupado por Lucian cuando entro a mi habitación,
deteniéndome en seco con el sonido de la ducha. Elena… mierda. Me he
tomado la molestia de hacerla sentir que no es nada para mí, como si en
verdad fuera una mera herramienta para mí. La cagué. Gravemente.
Me desvisto en silencio y dudo antes de atravesar la cortina de agua.
Elena me mira sorprendida y me detengo para mirarla. Se ve tan
jodidamente hermosa ahí de pie, con el agua corriendo por su cuerpo. La
he extrañado. Extrañaba su cuerpo contra el mío, su sonrisa.
Me acerco y me detengo frente a ella. Se recuesta contra la pared y me
mira a los ojos. No hay condena en sus ojos, ni mezquindad, no un te lo
dije. Nunca hay juegos con ella, no lleva la cuenta. Debería haberlo sabido.
Debería haber sabido que no me traicionaría.
Me acerco y entierro mi mano en su cabello mojado. Elena coloca sus
palmas contra mi pecho, deslizándolas hacia arriba, hasta que sus brazos
se envuelven alrededor de mi cuello.
―¿Estás bien? ―me pregunta. Debería estar regodeándose en este
momento, mostrando lo jodidamente idiota que soy por no ver la verdad,
por no creerle. Debería estar castigándome por la forma en que la he
tratado, mi desconfianza, las cosas que le he dicho, pero no hay nada de
eso. Todo lo que veo en esos hermosos ojos suyos es preocupación.
Preocupación por mí.
Asiento con la cabeza y doy un paso más cerca, hasta que nuestros
cuerpos están al ras uno contra el otro, y el agua se derrama sobre
nosotros.
―Lo siento ―le susurro―. He sido tan jodidamente horrible contigo,
bebé. Te he ignorado, te he hecho daño… te estaba castigando por un
crimen que no cometiste. Esta tarde, cuando te seguí... Elena, me esperaba
lo peor.
Ella asiente a sabiendas y se pone de puntillas.
―Lo sé. La mirada en tus ojos cuando me viste abrazando a Lucian en
la cama del hotel, me rompió el corazón. Vi las piezas del rompecabezas
encajar, pero antes de que todo encajara, vi el dolor en tus ojos. Alec,
nunca te haría eso. Sé que no crees en el para siempre, pero eso es lo que
te prometí el día que acepté casarme contigo. Soy tu esposa, para siempre.
Siempre serás el único para mí.
Me inclino, y mis labios rozan los suyos, una, dos veces, antes de
besarla, saboreándola. La forma en que hace que mi corazón se acelere me
aterroriza y me emociona al mismo tiempo. Nunca esperé sentir algo tan
fuerte por ella.
Elena se levanta y profundiza nuestro beso, mientras un gemido escapa
de sus labios. Pasa sus manos por mi cuerpo; su toque es ansioso,
desesperado. Me empuja contra la pared y yo sonrío contra sus labios,
dándonos la vuelta.
La levanto en mis brazos y la empujo contra la pared. Elena envuelve
sus piernas a mi alrededor, y sus manos encuentran su camino hacia mi
cabello.
―Dime que me perdonas.
Ella sonríe y aprieta su agarre en mi cabello.
―Entonces pídeme perdón, Alexander. No lo ordenes.
Dejo caer mi frente sobre la suya, y mis ojos se cierran.
―Elena, ¿me perdonarás por mi estupidez? ¿Por la forma en que te he
tratado y lastimado? No tengo excusa, todo lo que puedo decir es que no
soporto la idea de que una parte de ti pertenezca a otra persona.
Toma mi mejilla y levanta mi rostro hacia el suyo, sus labios encuentran
los míos. Me besa lentamente, encendiendo mi corazón. Exhalo
temblorosamente cuando ella se aleja.
―Te perdono. Lo siento por no decirte la verdad. No era yo quien debía
decírtelo.
Asiento con la cabeza y la abrazo fuertemente, empujándola contra la
pared con más fuerza. Sus labios encuentran los míos, y la forma en que
me besa... mierda. Me está volviendo loco y lo sabe. Estoy jadeando cuando
me alejo.
―Es hora del próximo acto de nuestra actuación ante la prensa ―le
digo.
Elena gime cuando empujo contra ella, y la forma en que levanta las
caderas en un intento silencioso por más me hace sonreír.
―¿Qué acto? ―pregunta, sin aliento.
Se retuerce contra mí, hasta que tiene el ángulo perfecto, y me deslizo
dentro de ella. Gimo y dejo caer mi frente sobre la suya. Nunca me
acostumbraré a la sensación. Ha sido tan jodidamente largo. La he
extrañado tanto. Todo este tiempo que me mantuve alejado, me estaba
castigando a mí mismo más que a ella.
―La propuesta ―le digo―. Una propuesta pública para la prensa. No
puedo esperar más, Elena. Quiero mi anillo en tu dedo.
Ella me sonríe y aprieta su agarre en mi cabello.
―No quiero nada más, Alec.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando me llama Alec. Suena tan
bien viniendo de sus labios. Agarro sus caderas y tiro hacia atrás antes de
embestirla con fuerza, como a ella le gusta. Sus gemidos son como música
para mis oídos.
―Para siempre, ¿eh?
Asiente, y un jadeo escapa de sus labios cuando empujo dentro de ella.
Retrocedo de nuevo y la miro a los ojos.
―¿Vas a gemir así por mí para siempre?
Asiente de nuevo y empujo dentro de ella, dándole lo que quiere.
―Dime, Elena. ¿Siempre me mirarás de esta manera? ¿Siempre me
querrás así?
Aprieta su agarre en mi cabello y asiente.
―Siempre, Alec.
La mantengo al límite, necesitándola con una desesperación que nunca
antes había sentido. Quiero todo de ella. Le dije que el amor nunca sería
una opción para nosotros, pero quiero ser el único al que pertenece su
corazón, el único al que ella puede ver.
Me inclino para besarla, perdiéndome en su beso. La forma en que se
siente, la forma en que susurra mi nombre. Es perfecta, en todos los
sentidos.
Su respiración se acelera, y la forma en que jadea y gime me tiene listo
para correrme.
―Eres tan jodidamente hermosa ―susurro contra sus labios.
―Alec ―susurra―. No puedo...
Sus músculos se contraen a mi alrededor, y los sonidos que hace me
empujan al límite. Me corro profundamente dentro de ella, con su nombre
en mis labios.
Dejo caer mi frente sobre la suya, mis ojos se cierran. Para siempre, ¿eh?
La idea me aterroriza y me excita.
37
Tomo la foto en la mesita de noche de Alexander, y mi corazón se
retuerce al verla. Hemos estado casados durante meses, y aunque soy yo
con quien se duerme, parece que Jennifer sigue siendo en quien piensa
cuando cierra los ojos. Pienso en la forma en que me usó para ponerla
celosa, la forma en que me sostuvo en su regazo en ese bar de la terraza.
Todo fue un espectáculo… para ella.
La puerta del dormitorio se abre de repente y doy un brinco,
sobresaltada. El marco de la foto se me escapa de las manos y cae al suelo,
el vidrio se rompe en cientos de pedazos. Jadeo y me agacho para recoger
el marco, cortándome con uno de los fragmentos mientras lo hago. Siseo
de dolor, y una gota de sangre aparece en la punta de mi dedo.
―Mierda, Elena ―dice Alexander, apresurándose.
Lo miro, mientras el pánico me envuelve.
―Lo siento ―le digo, con voz temblorosa―. No debería haberlo
tocado, lo siento mucho. Reemplazaré el marco, Alec. La foto… la foto se
puede guardar.
Su mirada cae al marco roto, y sus ojos se abren como platos. Él suspira
y niega con la cabeza, y mi corazón cae. Me siento avergonzada de que
me hayan atrapado tocando algo que obviamente es valioso para él, y me
duele mucho que la persona en la foto con él no sea yo.
Se agacha y me levanta en sus brazos de un solo golpe, con una mano
detrás de mi espalda y otra debajo de mis rodillas. Jadeo y lanzo mi brazo
alrededor de él.
―¿Qué estás haciendo? ―susurro.
Alexander niega con la cabeza.
―Qué torpe, bebé. Tienes que tener más cuidado. ¿Qué pasa si te cortas
terriblemente? ¿Y si los cortes dejan cicatrices?
Me pone en su cama y se arrodilla frente a mí, evaluando mis manos.
Lleva mi dedo a sus labios, chupándolo. Nunca lo había visto tan
afectado, tan preocupado.
―Estoy bien, Alec, pero la foto...
Me sonríe, y sus ojos brillan con satisfacción.
―Qué buena chica, llamándome Alec. Siéntete libre de destrozar todo
en nuestra habitación si finalmente te hace llamarme Alec fuera de la
cama.
Me mira y tiro de mi mano a mi pecho, acunándola, de repente
sintiéndome vulnerable.
―A la mierda la foto ―dice―. No tiene lugar en nuestro dormitorio.
Debería haberla quitado el día que me casé contigo. Lo siento, Elena.
Lo miro con los ojos muy abiertos. Esta es la primera vez que él llama a
su dormitorio nuestro, y deshacerse de esa foto… dudo que sepa cuánto
significa eso para mí. Él ahueca mi mejilla suavemente, mientras sus ojos
brillan con sinceridad.
―Lo siento, Elena ―repite.
Niego con la cabeza, nerviosa.
―No hay nada de qué lamentarse ―le digo, sintiéndome en conflicto.
No siento que tenga derecho a enfadarme por la foto. Me ha prometido
muchas cosas, pero nunca amor. Siempre me ha quedado claro que eso ha
estado reservado para Jennifer.
―Quédate aquí ―me dice mientras toma su teléfono y sale de la
habitación.
Un minuto después, las amas de llaves entran con artículos de limpieza,
con Alexander justo detrás de ellas. Supervisa su trabajo con el ceño
fruncido.
―No quiero que quede ni un solo fragmento ―les dice. ―Si mi esposa
se corta con el más mínimo trozo, las despido a todas ―amenaza.
Lo miro sorprendida. Ha cambiado desde el incidente con Marcus y
Lucian. Cuando me mira ahora, sus ojos están llenos de remordimiento.
Me está tratando mejor, y mientras disfruto de esta versión más suave de
él, desearía que no naciera de la culpa.
Vuelve a mirar los fragmentos en el suelo y luego se acerca,
deteniéndose frente a mí.
―¿Cómo te sientes? ―me pregunta―. ¿Tienes algún dolor?
Me mira y agarra mis manos, buscando cortes, y niego con la cabeza.
Nunca he visto este lado suyo.
―Estoy bien ―le digo, pero continúa revisando mis brazos, antes de
arrodillarse frente a mí para revisar mis pies.
Mis ojos se abren en estado de shock cuando el doctor Taylor entra
corriendo a la habitación.
―Señor Kennedy ―dice, caminando hacia nosotros.
―Alec ―susurro―. Por favor, dime que no llamaste al doctor Taylor
debido a unos pequeños cortes.
Frunce los labios y me ignora, volviéndose hacia el doctor en su lugar.
―Mi esposa se cortó ―dice, todavía de rodillas frente a mí.
Mis mejillas están de un rojo brillante, y agacho la cabeza avergonzada
antes de reunir el coraje para mirar al doctor.
―Mmm, son esencialmente solo cortes de papel ―le digo, mi voz es
baja.
Alexander niega con la cabeza y levanta mi dedo hacia el doctor, quien
de alguna manera se las arregla para mantener su expresión
perfectamente en blanco.
―No son solo cortes de papel ―dice―. Ella podría infectarse. También
tiene cortes en los pies.
El doctor asiente y se arrodilla frente a mí, con un botiquín médico en
el suelo a su lado.
―Ya veo, señor Kennedy ―dice, asintiendo, como si Alexander tuviera
razón y mis heridas fueran realmente graves.
Miro a Alexander con los ojos muy abiertos.
―¡No puedes llamar a un médico simplemente por unos pequeños
cortes, Alec! ―le susurro, avergonzada.
El doctor hace todo lo posible por reprimir su sonrisa, pero falla,
mientras que Alexander simplemente ignora mis reprimendas.
Mira al médico con tanta fuerza que incluso yo estoy nerviosa. Todo lo
que hace es tocarme la mano y los pies, pero la forma en que Alexander
lo mira es tan amenazante que me siento mal por él.
El doctor Taylor y yo respiramos aliviados cuando termina, y
Alexander finalmente se relaja cuando empaca sus cosas.
Se despide cortésmente antes de salir, y Alexander se queda mirando
la puerta cerrada del dormitorio.
―No me gusta ―dice―. No me gusta la forma en que te miró, la forma
en que tocó tus pies. Es demasiado joven para ser médico de todos modos.
Solicitaré otra verificación de antecedentes sobre él.
Me muerdo el labio para evitar estallar en carcajadas.
―¿No te gusta la forma en que tocó mis pies?
Me mira, muy serio, y asiente.
―Quiero decir, sí, es bastante guapo, ¿no? ―digo, bromeando.
Frunce el ceño y aprieta los dientes. Agarra mi barbilla y gira mi rostro
hacia el suyo.
―Eres mía, Elena. Tu cuerpo es mío, pero no te equivoques, todos tus
pensamientos también son míos. Ni siquiera te atrevas a soñar con nadie
más.
Le sonrío provocativamente.
―¿Ah, sí? ¿Y qué harás si no te escucho? La forma en que me tocaste
después de descubrir que fui de compras con Lucian fue increíble...
Me mira con los ojos entrecerrados y me levanta en sus brazos,
reposicionándome en la cama antes de inclinarse sobre mí.
―Elena, no me tientes. Tus lesiones no me detendrán.
Me río, no puedo evitarlo.
―Lesiones, ¿eh? ―susurro, con mis dedos recorriendo su rostro. Lo
acerco más y lo beso, sorprendiéndolo.
Él sonríe y se pone encima de mí, besándome suavemente, con cuidado.
Gimo debajo de él, ansiosa por más.
―Te das cuenta de que en realidad no estoy herida, ¿verdad?
Se sostiene sobre los codos y me mira a los ojos.
―Pero lo estás ―dice―. No quiero verte lastimada de ninguna manera,
Elena. No quiero que te pase nada malo, ni siquiera algo tan pequeño
como un corte de papel.
Le sonrío, mientras mi corazón se retuerce dolorosamente. Me hace
daño todos los días al ocultarme lo que más quiero de él. Las cosas han
mejorado mucho entre nosotros últimamente, y él nunca me había tratado
tan bien antes, pero no es amor.
38
Observo el anillo de compromiso y lo giro para ver cómo se refleja la
luz.
―Magnífico trabajo ―le digo a Francesco, el dueño de la joyería que
mi familia frecuenta desde hace años. No puedo esperar a ver la mirada
en el rostro de Elena.
El anillo en mi mano es el que ella no podía dejar de ver cuando la traje
aquí para recoger su anillo. Es el que ella claramente quería, pero que no
se atrevía a pedir. Sonrío para mis adentros, imaginando cómo se verá en
su mano.
―Seis quilates, talla esmeralda ―me dice Francesco―. Perfecto para la
señora Kennedy.
Asiento con la cabeza hacia él.
―Perfecto, de hecho. ―El peso en quilates es perfecto para alguien de
la estatura de Elena, para mi esposa. Sin embargo, la banda en sí es
sencilla. Le queda bien.
―Alec.
Me congelo con el anillo en la mano, mientras los escalofríos recorren
mi espalda. Reconocería su voz en cualquier lugar, y me duele el corazón.
No giro, en vez de eso, mantengo mis ojos en el anillo de compromiso de
Elena.
―Es... ¿qué es eso? ―Jennifer dice.
Francesco asiente hacia ella, con cara de póquer en su lugar. Traje a
Jennifer a esta tienda innumerables veces, ella posee muchas de las piezas
invaluables de Francesco, y es aquí, en la joyería de mi familia, donde vine
a buscar un anillo para Jennifer.
―Prepáralo para mí ―le digo a Francesco, y él asiente cortésmente.
―Alec ―repite Jen, con voz suave.
Me giro para mirarla, preparándome. Ella me sonríe, y mi corazón se
retuerce dolorosamente. Su largo cabello rubio es perfectamente lacio, y
me mira como si nunca me hubiera apuñalado en el corazón y luego
hubiera torcido el cuchillo.
―Es Alexander ―la corrijo.
Se ve afectada y mira a Francesco.
―Eso... ¿eso era un anillo de compromiso?
Cruzo los brazos sobre mi pecho.
―Hablando de compromisos ―le digo―, escuché que las felicitaciones
están a la orden del día. Se me olvidó la última vez que te vi, no puedo
pensar con claridad cuando tengo a Elena en mis brazos.
Sus mejillas se sonrojan y gira su anillo de compromiso alrededor de su
dedo. Mi corazón se retuerce un poco al ver su anillo, y siento un deleite
enfermizo al saber que el anillo de Elena es más grande.
―Eso es lindo ―le digo, asintiendo con la cabeza hacia su anillo.
Ella esconde su anillo detrás de su otra mano y me sonríe. Esa sonrisa
que solía amar, ya no se ve como antes. No parece inocente y dulce.
Ahora, parece falsa y calculadora. ¿Siempre fue así o recién me doy
cuenta?
―No lleves esta broma demasiado lejos, no estoy segura de lo que estás
tratando de lograr, pero estar con una chica así no me va a poner celosa.
¿Sabías que ella vino corriendo a la casa de su padre no hace mucho
tiempo, pidiendo dinero? Se veía tan patética, con lágrimas y mocos
corriendo por su rostro, llorando en el suelo, incluso vestía repugnantes
ropas rotas. Nunca podrías estar con alguien así.
La ira me atraviesa. ¿Mi Buttercup estaba en tan mal estado?
―No hace mucho tiempo, tú eras el que vestía ropa barata ―digo,
echándole un vistazo―. Pero mírate ahora. ―Niego con la cabeza y
sonrío―. Elena nació con la clase corriendo por sus venas, sin importar lo
que use. Tú puedes casarte con uno de nosotros, Jennifer, pero nunca
serás una de nosotros. No verdaderamente.
Me mira como si la hubiera abofeteado y aprieta los dientes.
―Ella te está usando. ¿Lo sabes bien? Necesita dinero para las facturas
del hospital de su madre o algo así. ¿Es la razón por la que has estado
ignorando todos mis mensajes de texto?
La falta de empatía me asombra. Siempre pensé que Jennifer tenía un
corazón de oro, pero ahora me pregunto si eso también fue una actuación,
o tal vez ni siquiera fingió, y yo estaba demasiado enamorado para ver
sus verdaderos colores.
―Lo que Elena necesita no es de tu incumbencia ―le digo―. Es mía.
Ella es mía.
Me mira con los ojos entrecerrados.
―Si yo no fui lo suficientemente buena para ti, no hay forma de que
alguien tan patética como Elena lo sea. Tu madre nunca lo permitiría.
Frunzo el ceño.
―¿De qué estás hablando?
Jennifer se ríe, pero hay una pizca de dolor en su mirada.
―Tu madre. En el momento en que nuestra relación se puso seria, ella
comenzó a mostrarme cuán inadecuados somos. Me llevó a todos estos
eventos en los que sabía que estaría fuera de lugar, y nunca me dio
advertencias ni consejos. Podría haber aceptado eso, ¿sabes? ―Jennifer se
aparta el pelo como lo hace cuando está nerviosa―. Pero luego hablamos
sobre el matrimonio, tú y yo, y tu madre me dio un acuerdo prenupcial
increíblemente restrictivo.
Levanto mis cejas. Esta es toda la información nueva para mí. Ni mi
madre ni Jennifer han mencionado nunca nada por el estilo. Que yo sepa,
mamá está haciendo lo mismo con Elena. No para mostrarle que no somos
adecuados, sino para facilitar su regreso a la sociedad, para ayudarla a
hacer nuevas conexiones. Es probable que eso es lo que estaba tratando
de hacer con Jennifer también. Mi corazón se hunde cuando pienso en mi
madre. ¿Es ella, sin saberlo, la razón por la que Jennifer se alejó?
―No podría hacerlo ―dice ella―. Constantemente me hacía sentir que
no era lo suficientemente buena para ti, que no te merecía. No podría vivir
el resto de mi vida así, no importa cuánto te amara, no importa cuánto te
ame todavía.
―¿Así que por eso me engañaste? ―pregunto, mi voz es mortalmente
tranquila.
Sus ojos se agrandan y niega con la cabeza.
―No fue así. Matthew era solo un amigo al principio, pero siempre
estuvo ahí, tú siempre estabas trabajando y me cortabas en cuanto decía
algo negativo sobre tu madre. Él estaba ahí cuando necesitaba a alguien.
Le sonrío y asiento.
―Ya veo... ¿entonces fue mi culpa que me engañaras?
Jennifer niega con la cabeza, nerviosa, y me río.
―Mi madre tuvo razón sobre ti todo el tiempo ―le digo―. Un acuerdo
prenupcial no debería haberte importado si no pensaras que alguna vez
nos divorciaríamos. Conozco a mi madre, y cualquier acuerdo prenupcial
que te hubiera pedido que firmaras te habría proporcionado suficiente
dinero para vivir. Todo lo que habría hecho sería salvaguardar los activos
de los Kennedy.
Sus ojos brillan con culpa y consternación, y sé que tengo razón. El
dinero que le ofrecieron probablemente era una cantidad considerable.
―De cualquier manera ―dice―. Era tan devota de ti, y aun así no fui
lo suficientemente buena para ti según tu madre. Si no lo fui yo, entonces
no veo cómo será Elena.
La miro fijamente, la diferencia entre Elena y ella es mayor de lo que
inicialmente pensé que era. Jen se ve falsa en todos los sentidos: su cabello,
sus labios, sus senos, pero también su sonrisa y su amabilidad. Nada de
eso se ve o se siente real. Ella no vale el odio, y el espacio mental que ha
estado ocupando.
Miro a Francesco, que corre hacia mí con una caja de anillos en la mano.
Le sonrío mientras tomo la caja de él y la coloco en el bolsillo de mi traje.
Miro hacia atrás a Jennifer, viéndola bajo una luz diferente.
―Fue bueno verte, Jennifer ―le digo―. Les deseo a ti y a Matthew lo
mejor. Se merecen el uno al otro.
Me alejo, y esta vez, no miro atrás.
39
Mis manos tiemblan mientras sostengo mi teléfono, con una foto de
Alexander y Jennifer mirándome fijamente. Ella le sonríe y él la mira; los
dos están de pie en la joyería me llevó a elegir nuestros anillos. Según el
traje que lleva puesto en la foto, esto debe haber sido hace solo unos días.
¿Él la ha estado viendo todo este tiempo? No puedo entender esto. La
forma en que reaccionó cuando rompí el marco de la foto me hizo pensar
que tal vez, solo tal vez, en realidad se estaba olvidando de ella, pero la
forma en que la mira en esta foto... es la misma forma en la que siempre
la ha mirado.
No entiendo por qué está con ella en absoluto. ¿Por qué no me lo dijo?
Ha estado actuando tan posesivo últimamente que tenía la impresión de
que soy la única mujer en su vida. ¿Estaba equivocada? ¿Fue su
comportamiento realmente solo él proyectando su propia infidelidad?
―¿Qué ocurre? ―pregunta Lucian, sorprendiéndome.
Cierro mi teléfono y lo miro, sacudiendo la cabeza. Ha estado
increíblemente deprimido después de todo lo que pasó con Marcus.
Apenas sale de su habitación, duerme la mayor parte de sus días y tiene
demasiado miedo para salir de casa, miedo de que alguien descubra su
secreto, de alguna manera. No hay nada que pueda hacer o decir para
convencerlo de que todo está bien, que sus secretos están a salvo.
―No es nada ―le digo, pegando una sonrisa en mi rostro. No necesito
que se preocupe por algo tan trivial, esto es entre Alexander y yo, después
de todo.
Mi teléfono suena y frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que es el
investigador privado que contraté.
―Señora ―dice―. Ha habido algunos avances en el caso. Tengo
algunas pruebas para mostrarle. ¿Hoy sería un buen momento?
Trago saliva y hago mi mejor esfuerzo para mantener la compostura, a
pesar de que mi corazón se está hundiendo. Esperaba estar equivocada,
que mis sospechas fueran solo eso: sospechas.
―Sí ―digo, con voz temblorosa. Mi mente está zumbando mientras le
doy mi dirección, y mi corazón se acelera.
Ni siquiera me doy cuenta cuando Lucian me ayuda a sentarme en el
sofá.
―Elena, me estás preocupando ―dice.
Me giro para verlo y parpadeo, distraídamente, antes de forzar una
sonrisa en mi rostro.
―No es nada, Luce. Lo siento.
Se sienta a mi lado, buscando en mi rostro. Mi teléfono suena de nuevo,
y esta vez es Alexander. Lo observo sonar hasta que finalmente se detiene.
Antes de ver esa foto, habría sido la primera persona con la que querría
hablar después de escuchar que hay un nuevo desarrollo en el caso de mi
madre. ¿Pero ahora? Ahora necesito algo de distancia.
Me llama de nuevo, y esta vez hago clic en desviar la llamada. Lucian
frunce el ceño y envuelve su brazo alrededor de mí.
―Okey ―dice―. Algo está definitivamente mal.
Niego con la cabeza y dejo mi teléfono mientras Aiden entra, con el
investigador detrás de él.
―Señor Starling ―digo, asintiendo hacia él. Él y yo nunca nos hemos
visto en persona. De hecho, fue Aiden quien lo encontró por mí.
―Por favor, llámeme Lucas ―dice, sonriendo. Lucas mira a su
alrededor con asombro, y tardíamente me doy cuenta de que la residencia
Kennedy no es un lugar que la gente pueda ver por dentro. Me pregunto
si debería haberme encontrado con él en otro lugar.
Saca una carpeta manila de su bolso y la coloca frente a mí.
―Tenía razón al sospechar ―me dice, su expresión es seria―.
Encontramos evidencia de que hubo juego sucio en el accidente
automovilístico de su madre.
Mi corazón se retuerce dolorosamente y me froto el pecho como si eso
aliviara el dolor. Lucas presenta algunas fotos y mi corazón se hunde.
―¿Estas... estas son partes del auto de mi madre?
Él asiente, con expresión sombría.
―Parece que no tenía nada de malo y, sinceramente, me llevó semanas
encontrar algunos de los restos. Alguien hizo todo lo posible para que este
auto desapareciera.
Asiento con la cabeza, y un escalofrío recorre mi columna vertebral.
―¿Entonces qué pasó?
Lucas señala una de las fotos.
―Esta consola, está conectada al auto. De alguna manera, alguien logró
manipularla, para que su madre perdiera el control de su auto. He traído
el objeto aquí para usted. Todo lo que mi equipo técnico pudo decirme es
que fue manipulado, pero no pude averiguar más.
Abre su bolso y saca una pieza de tecnología casi irreconocible. Tomo
el objeto envuelto en plástico con manos temblorosas y lo examino antes
de volverme hacia Lucian.
―Luce ―murmuro―. ¿Podrías llamar a Elliot por mí?
Lucian parpadea, con un rubor subiendo por sus mejillas, y los bordes
de mis labios se inclinan ligeramente. Las únicas palabras positivas que
han salido de su boca desde Marcus han sido todas sobre Elliot.
―Yo... sí, supongo ―dice, jugueteando con su teléfono.
Me siento sorprendida cuando las puertas se abren y entra Alexander,
con una expresión de preocupación en su rostro. Sus ojos encuentran los
míos y entra como una tormenta en la sala de estar, con sus ojos ardiendo.
―Estás ignorando mis llamadas y mensajes de texto ―me dice, con voz
áspera.
Le frunzo el ceño, molesta, y cruzo los brazos sobre el pecho. Sus ojos
recorren la habitación y se posan en Lucas.
―¿Quién diablos eres?
Lucas se pone de pie, sus ojos saltan entre Alexander y yo.
―Lucas ―digo―. Conoce a Alexander Kennedy.
Lucas asiente pero se esfuerza por ocultar su sorpresa. Me giro hacia
Alexander y suspiro.
―Lucas Starling es el investigador privado contratado por Aiden. Ha
encontrado evidencia de que hubo juego sucio en el accidente de mi
madre.
Alexander asiente y camina hacia mí, tomando asiento a mi lado
mientras Lucas lo pone al tanto con el caso. Coloca su mano en mi rodilla,
con su pulgar acariciando mi piel. Estoy tentada a quitarle la mano, pero
no quiero ser infantil o mezquina.
―Elliot puede resolver esto ―dice, asintiendo hacia mí―. Lo llamaré.
Niego con la cabeza.
―No hay necesidad. Lucian está en ello. Tenemos esto bajo control.
Me ve a los ojos, con mirada escrutadora, y luego suspira.
―Estás enojada conmigo.
Me alejo de él y me pongo de pie mientras Lucas empaca sus
pertenencias.
―Lamento que esto sea todo lo que pude encontrar, señora ―dice―.
Seguiré investigando este caso.
Le doy la mano y sonrío.
―Estoy agradecida por el trabajo que ha hecho ―le digo
honestamente―. Esto es más de lo que me atrevía a esperar. Sin usted,
todavía estaría viviendo con miedo y sospecha. Ahora tengo algo por lo
que seguir.
Él asiente, con una sonrisa tan triste como la mía debe ser.
―Llegaré al fondo de esto ―promete, y le sonrío agradecida mientras
el ama de llaves se acerca a él para acompañarlo.
Alexander se recuesta en su asiento, con sus ojos en Aiden. En el
momento en que las puertas se cierran detrás de Lucas, Alexander lo mira.
―¿Dónde encontraste a ese tipo? ―pregunta, con tono agudo―. Parece
más joven que yo. No hay forma de que sea un investigador
experimentado.
Aiden sonríe y niega con la cabeza.
―Te aseguro que es uno de los mejores. Viene de una larga línea de
policías e investigadores privados.
―Gracias ―le digo a Aiden y a Lucian, y luego me pongo de pie y me
alejo, dirigiéndome al dormitorio.
Como era de esperar, Alexander me sigue.
40
La puerta de nuestro dormitorio se cierra detrás de mí y Elena se gira
para mirarme, con los brazos cruzados en una posición defensiva.
―¿Estás bien? ―pregunto, preocupado por todo lo que acaba de
decirnos el investigador―. Te prometo, Buttercup, que llegaremos al
fondo de esto.
Ella sonríe, pero su sonrisa es forzada.
―Sí, eso espero. Gracias por proporcionarme los recursos que necesito.
Si no fuera por ti, si no fuera por este matrimonio, todavía estaría viviendo
en la ignorancia.
Es demasiado educada, su tono es cortante. La forma en que me mira
me inquieta.
―Viste las fotos.
Ella aprieta los dientes y asiente.
―Explícate, Alexander ―espeta, levantando la voz.
Se ve furiosa, pero maldita sea, se ve hermosa. Me mataría si le dijera
lo impresionante que la encuentro en este momento. Puedo imaginar el
fuego en sus ojos si me atreviera a decirle lo sexy que se ve. Reprimo una
sonrisa, pero claramente no hago un trabajo lo suficientemente bueno,
porque su ira aumenta.
―¿Crees que esto es divertido? ¿Te divertiste haciendo el ridículo?
Sigues hablando de retratar la relación perfecta para la prensa y tu abuelo,
pero aquí estás, avergonzándome para que todos lo vean. Después de
todo lo que me hiciste pasar con Lucian, ¿así es como te comportas?
―Bebé ―digo―, no es así en absoluto. Solo me encontré con ella, eso
es todo.
Sus ojos brillan con ira mientras me señala con su dedo índice.
―No me llames bebé. No soy tu bebé ―grita, y me tiene cautivado.
¿Por qué diablos necesita ser tan hermosa cuando está enojada?
―Está bien, Buttercup.
Ella gime y pone sus manos en su cabello.
―Tampoco te atrevas a llamarme Buttercup. ¡No me llames de ningún
modo!
Me mira y luego trata de pasar a mi lado, pero la agarro y la atraigo
hacia mí. Elena me empuja, pero no hay forma de que la deje marcharse
enojada.
La empujo contra la pared, atrapándola con mis brazos. Le sonrío, y eso
solo la enoja más.
―Te lo juro, Elena. Me la encontré cuando fui a buscar algo con
Francesco. La felicité por su compromiso y luego volví a casa. Contigo.
Me mira con los ojos entrecerrados y, aunque irradia ira, veo la
inseguridad que hay debajo.
―Elena ―murmuro―. Eres mi esposa. Tú. Nadie más. Siempre serás
la única para mí.
Su ira se esfuma, dejando solo tristeza a su paso.
―¿Pero lo seré? ―pregunta, su voz apenas por encima de un
susurro―, dices eso, pero nunca seré yo la dueña de tu corazón. Sigue
siendo ella. Siempre ha sido ella. Si no hubiera dejado caer la foto que
guardaste en tu mesita de noche, todavía estaría en nuestra habitación. Vi
la forma en que la mirabas en esa foto, Alec. ¿Y sabes qué? Nunca me has
mirado de esa manera.
Veo el dolor en sus ojos y eso me mata. Dejo caer mi frente sobre la suya
e inhalo profundamente.
―Elena ―susurro―. Cuando te propuse matrimonio, te dije que no
buscaba un matrimonio por amor.
Inhala temblorosamente y aprieta su agarre sobre mí.
―Lo sé ―murmura―. Lo sé.
Me alejo un poco para mirarla.
―No te voy a mentir, Elena. Nunca voy a quererlo. No sé si alguna vez
te amaré. No sé si eso es lo que quiero. Ciertamente no quiero que lo
esperes, o que lo quieras. Amor... aunque tú y yo lo encontremos juntos,
no durará. Mi matrimonio contigo es para siempre, Elena. ¿El amor? El
amor no dura para siempre. En su lugar, prefiero tener más lo que
tenemos ahora. Una sociedad. Confianza mutua. Sexo increíble.
Se ve tan triste, tan herida, que todo lo que quiero hacer es prometerle
el mundo, pero no puedo. No puedo darle falsas promesas.
―Lo que puedo prometerte, Elena, es esto. Yo no amo a Jennifer. No hay
sentimientos persistentes ahí, lo que sea que pensé que estaba ahí, se ha
ido. No sentí nada cuando la vi, todo en lo que podía pensar era en ti y en
querer volver a casa contigo.
Me mira a los ojos como si quisiera creerme, pero no puede. Ella ahueca
mi mejilla, luciendo perdida.
―Está bien ―me dice―. Sabía en lo que me estaba metiendo cuando
me casé contigo. Fuiste muy claro sobre lo que no debo esperar, y estoy
bien con eso, lo estoy. Es que cuando vi esas fotos... Alec, me duele. Duele
saber que le diste todo lo que ni siquiera quieres conmigo.
La acerco más y dejo caer mi frente sobre su hombro. Si alguien merece
ser amado, es Elena. Odio no poder darle lo que necesita, y una parte de
mí se preocupa de que algún día lo busque en alguna otra parte.
―Te estoy dando todo lo que puedo, Elena. Todo lo que soy. Todo lo
que queda de mí.
La llevo a nuestra cama y la acuesto suavemente antes de unirme a ella.
Me mira, luciendo tan condenadamente vulnerable, y odio poner esa
mirada en sus ojos.
―Me odio por estar tan molesta por esa foto cuando acabo de recibir
noticias tan devastadoras sobre el accidente automovilístico de mi madre,
pero no puedo evitarlo, Alec. Ambos eventos me parecen igualmente
dolorosos. Intento con todas mis fuerzas que no me afecte, pero no puedo.
No puedo hacerlo. No puedo fingir que no me importa.
Presiono un beso en su frente y suspiro.
―No tienes que fingir, Elena. Soy tu esposo y no siempre soy el mejor
comunicador, así que necesito que me digas estas cosas. Necesito que me
digas cuando te lastimé, cuando hice algo estúpido. Siempre te escucharé,
y siempre trabajaré en las cosas que estén a mi alcance. Eso se aplica a la
foto que viste hoy y a las noticias que recibiste hoy.
Me mira interrogante, y me inclino, besando la punta de su nariz.
―Me aseguraré de mantener mi distancia con ella, ¿de acuerdo? Si no
quieres verme con ella, entonces me aseguraré de mantenerme alejado.
Veo la esperanza florecer en sus ojos, y me mata. Me mata que esto es
todo lo que puedo darle. Que no puedo prometerle lo que más desea. Me
mata que ella lo quiera en absoluto. El amor no durará. Cuando todo se
desvanezca, todavía estaremos unidos. No quiero que al final me guarde
rencor, y si alguna vez nos enamoramos, lo hará.
―En cuanto a tu madre, usaré todas las conexiones a mi disposición
para ayudarte a desentrañar lo que realmente sucedió. Elliot
probablemente ya esté en eso, si es Lucian quien le pidió un favor ―digo,
con una sonrisa en mi rostro.
Elena asiente y pasa su mano por mi cabello.
―Gracias ―susurra, y me inclino para presionar un casto beso en sus
labios.
―Si es tu padre quien hizo esto, lo destrozaré. Ya estoy trabajando para
poner en marcha una adquisición hostil, pero está tomando algún tiempo.
No todo el mundo quiere vender sus acciones, y necesito hacerlo
lentamente, sin ser detectado. No puedo golpearlo hasta que tenga
suficientes acciones.
Ella asiente, luciendo mucho más relajada que antes.
―Esto… esto es suficiente, Alec. Tomaré todo lo que me des, y si esto
es todo lo que tendré de ti, es suficiente. Tú eres suficiente.
Mierda, eso espero, porque ya ni siquiera puedo imaginar mi vida sin
ella.
41
Estoy extrañamente impaciente mientras espero a Elena en la entrada
del restaurante. Le dije que la llevaría a la inauguración de nuestro último
restaurante y ella me dijo que me encontraría aquí. Sonrío para mis
adentros cuando mi limusina se detiene junto a la acera. Me acerco a la
puerta del pasajero y la abro, conteniendo el aliento cuando la veo.
Lleva un impresionante vestido negro que abraza su figura
maravillosamente, pero son sus ojos los que me llaman la atención. Es la
forma en que me mira como si ella y yo fuéramos los únicos que tenemos
un secreto.
―Te ves hermosa ―le digo mientras la ayudo a salir del auto. Elena me
sonríe, y mi corazón da un vuelco.
―Tú tampoco te ves tan mal ―dice, con sus ojos recorriendo mi
cuerpo―. Aunque creo que te verás aún mejor encima de mí esta noche.
Mis ojos se abren en estado de shock y ella sonríe satisfecha. Se está
volviendo cada vez más descarada con las cosas que me dice
últimamente. Le encanta provocarme, sorprenderme. Le sonrío y la acerco
más, besándola justo en frente del restaurante. El flash de docenas de
cámaras se dispara a la vez, y la acerco un poco más.
Cuando me alejo, tiene una expresión desgarrada en su rostro. Me
inclino y rozo mis labios sobre su oreja.
―Ese no fue para el espectáculo ―susurro―. Este sí.
La beso de nuevo, lentamente, hasta que se derrite contra mí. Mi
corazón está acelerado cuando me alejo de nuevo y niego con la cabeza.
―Será mejor que me detenga ―murmuro―. O les daré un verdadero
espectáculo.
Se ríe y le ofrezco mi brazo. No recuerdo la última vez que me sentí así.
Estoy emocionado por una cita... con mi propia esposa.
Elena se congela cuando entramos al restaurante y sigo su mirada. Veo
a su padre y al resto de su familia en una de las mesas. Matthew tiene su
brazo envuelto alrededor de Jennifer, y ella me mira, nuestros ojos se
encuentran a través de la habitación. Esperaba sentir algo, pero en vez de
eso solo hay... nada. Me he aferrado a ella durante tanto tiempo, que
dejarla ir se siente liberador. En retrospectiva, ni siquiera entiendo lo que
le vi. Una parte de mí siente que no es por ella por lo que estaba tan
molesto, sino por la traición misma. Pasé años convenciéndome de que no
terminaría como mi madre, pero lo hice. Me sonrío a mí mismo y Elena se
tensa a mi lado, intenta alejarse de mí, y la abrazo aún más cerca.
Matthew me mira y parece molesto por mi falta de reacción al verlo con
Jennifer, incluso la última vez que los vi juntos estaba más preocupado
por irritar a Matthew que por lastimar a Jennifer. Recién ahora me doy
cuenta de eso. Sonrío y presiono un beso en la sien de Elena, disfrutando
la forma en que la mano de Matthew se convierte en una bola.
―Elena, Alexander Kennedy ―dice Alaric Rousseau, asintiendo
cortésmente. Llama a un mesero y pide dos asientos más, y Elena se pone
tensa―. Deben unirse a nosotros ―dice. Miro a Elena, pero su expresión
no revela nada.
―Papá ―dice ella, asintiendo hacia él. No saluda al resto, y una
pequeña sonrisa tira de mis labios.
―Ven, únanse a nosotros ―dice―. ¿Cómo has estado?
Se congela, y puedo decir que está atrapada entre el amor que siente
por su padre y el dolor del que todavía está tratando de curarse.
―Estoy bien, papá. Estamos en una cita, así que no podemos unirnos a
ustedes hoy. Tal vez en otro momento.
―Tonterías. Deben unirse a nosotros. ―Veo el brillo calculador en sus
ojos, y me hace más decidido a tomar todo de él. Elena no valía un centavo
para él hasta que las noticias sobre nosotros llegaron a sus oídos. Estaré
condenado si él la usa de alguna manera, nunca más.
―No ―espeta ella―. Estaba tratando de ser cortés ―dice, mirando a
su alrededor a las innumerables caras que se vuelven hacia nosotros―.
Pero como no puedes entender la indirecta, déjame recordarte las
palabras que dijiste cuando me fui de casa, y luego cuando te rogué que
me ayudaras a salvar la vida de mi madre: ya no soy parte de tu familia.
Y, francamente, prefiero comer mierda que sentarme con gente que
felizmente dejaría morir a mi madre.
Hago mi mejor esfuerzo para reprimir una sonrisa, pero no puedo.
¿Comer mierda? Una risa baja escapa de mis labios y asiento hacia Alaric.
―La dama ha hablado ―digo, y me llevo a Elena sin pensarlo dos
veces.
El mesero nos lleva a una mesa junto a la ventana, e incluso yo tengo
que admitir que la vista es impresionante. Saco el asiento de Elena para
ella y me mira.
―¿Estás seguro de que no quieres este asiento? ―pregunta, con la
mandíbula apretada―. Tendrás una mejor vista de Jennifer desde aquí.
Levanto las cejas y me muerdo el labio para no sonreír. Es una locura,
porque normalmente los celos me irritan, pero en Elena simplemente me
divierten.
―¿Vas a sentarte o necesitas que te bese como el infierno hasta que tus
rodillas cedan? ―le pregunto, esperando que me desafíe más.
Elena resopla y se sienta, y su mirada se arrastra hacia su padre. Se ve
tan increíblemente herida, y no sé cómo hacerla sentir mejor. Le traje un
pequeño regalo, pero no estoy seguro de si eso la animará.
El mesero nos trae champán, pero Elena ni se fija en él. Está perdida en
sus pensamientos, con una mirada de dolor en sus ojos.
―Sé que no es lo mismo, pero mi familia ahora es tu familia, Buttercup.
Me mira a los ojos y asiente.
―Oye, ¿por qué me llamas Buttercup? ―pregunta, claramente no
queriendo hablar de lo que acaba de pasar. Muy bien.
―¿De verdad no te acuerdas? Te he llamado así desde que tenías unos
seis años y estabas obsesionada con Las Chicas Superpoderosas.
Sus mejillas se vuelven de un rojo brillante.
―Estás bromeando, ¿verdad? ¿Me pusiste el nombre de la más violenta
de las tres? No tengo un hueso violento en mi cuerpo. Claramente soy
Bubbles.
Sonrío ante su indignación.
―Buttercup también es la más valiente y la más testaruda, bebé ―le
digo, tranquilizándola.
Ella me mira, y no puedo evitar reírme. Me inclino para besar su
hombro y ella entrecierra los ojos como si acabara de pensar en algo, su
mirada es sospechosa.
―Oye, ¿cómo está programado mi nombre en tu teléfono?
Toma mi teléfono, pero está protegido por contraseña. Ella levanta la
ceja a la expectativa.
―No le digas, pero es el cumpleaños de Lucian al revés.
Sus ojos se abren cuando desbloquea con éxito mi teléfono.
―De ningún modo. A Lucian le encantaría esto. Sabes que eres su
héroe, ¿verdad? ―me dice.
Niego con la cabeza en negación.
―Tal vez alguna vez lo fui, pero en estos días ya no somos tan cercanos.
Elena me sonríe y niega con la cabeza.
―¿La forma en que lo protegiste cuando todo eso con Marcus se vino
abajo? No estoy segura de lo que estaba pasando cuando no era parte de
sus vidas, pero en este momento eres su héroe.
Sonrío al pensar en eso. Elena ha logrado acercarme a mi propia familia.
Es algo que nunca le pedí, pero lo hizo de todos modos. Así es ella.
Usa la función de búsqueda para encontrar su número de teléfono, y
veo su indignación cuando descubre que está programada como
Buttercup Kennedy. Me río mientras ella lo cambia a Esposa.
―Eso me recuerda... No creo que nos hayamos tomado una sola selfie
juntos desde que nos casamos.
Abre la aplicación de mi cámara y posa, haciéndome un gesto para que
me una a ella. Envuelvo mi brazo a su alrededor y sonrío a la cámara,
observándola divertido mientras hace algunas poses graciosas.
―Dios, eres tan linda ―murmuro, besando su mejilla. Se las arregla
para capturar el momento exacto y guarda la foto como mi protector de
pantalla antes de devolverme el teléfono.
Elena toma un gran sorbo de su champán y saco el sobre que le preparé
de mi bolsillo. Lo deslizo hacia ella con una sonrisa en mi rostro.
―No es mucho, pero esto es para ti.
Lo abre con curiosidad, y sus ojos se agrandan cuando se da cuenta de
lo que es. Ella traga y me mira.
―¿Hablas en serio?
Asiento con la cabeza.
―Sí, claro. Siempre te dije que las acciones que estaba adquiriendo son
tuyas. No tengo necesidad de ellas. Todavía no poseemos una
participación mayoritaria, por lo que no puedes usar esto para echar a tu
padre y a tu hermano de la empresa todavía. Necesitaré otros dos meses
más o menos para que eso suceda, pero una vez que tenga el resto,
también serán tuyas. Haz con ellas lo que quieras.
―¿Por qué me darías esto? ―pregunta, sonando sorprendida.
Muevo mi silla más cerca de la suya y envuelvo mi brazo a su alrededor.
―Porque te prometí que te devolvería todo lo que perdiste, Elena.
Nunca dije que quería algo para mí.
―Pero, ¿y Matthew? ¿No querías vengarte? ¿Y Jennifer? Alec, estas
acciones valen millones.
Le sonrío y me inclino para besarla, mis labios se demoran en ella.
―Ya es castigo suficiente que se case con ella. No puedo, en buena
conciencia, hacer que el hombre sufra aún más. Además, eres mi esposa.
Lo que sea tuyo, es mío. Tú eres mía.
Elena sonríe, pero su sonrisa es insegura.
―Vi la forma en que le sonreíste cuando entramos. Yo estaba parada
justo a tu lado, pero ella era todo lo que podías ver. No necesito que me
mientas, Alexander.
Mira hacia otro lado, pero veo la forma en que fuerza una sonrisa en su
rostro, la inseguridad que tanto intenta ocultar. Me preocupa que yo sea
el que lo puso ahí, y que el daño que ya hice sea permanente.
42
―¿Estás lista? ―Sofia me pregunta.
Asiento con la cabeza y me miro en el espejo. El vestido largo de color
rosa pálido que llevo puesto es absolutamente impresionante, y es
probablemente lo más bonito que me he puesto nunca.
Me he acostumbrado bastante a que Sofia me pida que la acompañe a
comidas y eventos benéficos, pero esta noche es la primera vez que me
lleva a una gala. Desearía que Alec no tuviera que trabajar hasta tarde esta
noche para que pudiéramos ir juntos, sé que probablemente terminará
apareciendo, ya que este evento es organizado por los Kennedy, pero no
es lo mismo que llegar ahí del brazo.
―Vamos ―dice Sofia, tomando mi mano.
La sigo abajo, donde nos espera la limusina. Estoy extrañamente
nerviosa. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en un evento tan
grande. Habrá tantas personas que conozco, personas con las que no he
hablado en años, personas que no sabrán nada sobre mí, excepto los
rumores que Elise ha estado difundiendo, y todo lo que hayan escuchado
sobre mí en la prensa últimamente.
Estoy temblando cuando llegamos al Hotel Kennedy. Sofia se da
cuenta, pero afortunadamente no dice nada.
La habitación se queda en silencio cuando entramos, como siempre
sucede cuando voy a algún lado con Sofia. La elegancia que emite, la
autoridad, es inigualable.
Mis ojos se abren con sorpresa cuando el abuelo de Alec camina hacia
nosotras. Rara vez aparece en este tipo de eventos, y solo lo he visto una
vez desde que me casé con Alec.
Él le sonríe a su hija y le acaricia suavemente el cabello detrás de la
oreja.
―Te ves hermosa, cariño ―dice.
Sofia le sonríe.
―Gracias, papá ―dice ella, su voz pierde su tono habitual cuando le
habla. Solo cuando está con su padre, Sofia parece una persona normal, la
hija amada de alguien.
Él se vuelve hacia mí y sonríe.
―Tú también, Elena ―dice.
Le sonrío cortésmente, haciendo todo lo posible por ocultar lo nerviosa
que me pone. Incluso Alec es cuidadoso con él, y no puedo arriesgarme a
revelar que nuestra relación no es real.
―Tendré que robarme a mi hija por un minuto, pero no creas que me
he olvidado del almuerzo que me prometiste ―dice, sonriendo, y yo
sonrío.
Sofia me mira disculpándose antes de alejarse, y me quedo aquí sola.
Escucho los susurros a mi alrededor, algunos se preguntan quién soy,
algunos me reconocen pero no entienden por qué estoy aquí con Sofia.
Me incomoda y tomo una copa de champán de uno de los meseros,
aunque sea solo para tener algo que hacer.
―Vaya, vaya, vaya ―escucho decir a alguien.
Me giro sorprendida y me encuentro cara a cara con Sebastian, mi
primer y único novio.
―Elena Rousseau, de entre los muertos, y más bonita que nunca. Has
perdido bastante peso, ¿eh? También perdiste los lentes y los aparatos
ortopédicos. ―Él sonríe, mientras sus ojos recorren mi cuerpo―. Acabo
de regresar del extranjero y escuché que has estado atravesando tiempos
difíciles. Se rumorea que has estado dando vueltas, mendigando dinero.
Yo estaría dispuesto a ayudarte, por un precio.
Me estremezco, y la repugnancia se apodera de mí. No puedo evitar
mirar hacia otro lado. Si me hubiera ofrecido una solución antes que Alec,
¿habría terminado a su merced? De cualquier manera, ambos hombres
ofrecieron un precio por mi cuerpo, y eso parece ser todo lo valioso que
tengo.
Doy un paso hacia atrás, pero Sebastian me detiene, con su mano en mi
muñeca, apretando su agarre.
Antes de darme cuenta, su mano es arrancada y Alec está de pie frente
a mí.
―¿Qué tal si quitas tus malditas manos de mi novia? ―dice, con tono
duro―. ¿Quién diablos eres?
Los ojos de Sebastian se agrandan y me mira, la expresión en sus ojos
me hace estremecer.
Se endereza y se vuelve hacia Alec, con una expresión calculadora en
su rostro.
―Alexander ―dice, asintiendo cortésmente―. Es genial conocerte
finalmente en persona.
Alec frunce el ceño y lo mira de arriba abajo.
―¿Quién diablos eres?
Veo la indignación en los ojos de Sebastian, pero la empuja hacia abajo
y fuerza una sonrisa en su rostro.
―Recientemente invertiste en mi creación. ¿Fi Solutions?
Alec frunce el ceño y agarra su teléfono, presionando los botones con
enojo mientras su brazo me rodea con fuerza.
―¿Soy dueño de acciones en una empresa llamada Fi Solutions? ―él
pregunta.
Su impaciencia aumenta con cada segundo que se queda esperando una
respuesta.
―Véndelas ―grita, antes de terminar la llamada enojado.
―¡No! ―Sebastián dice, con voz elevada―. Yo… ¿por qué lo harías?
Estamos empezando a ser muy rentables. Te daremos un gran
rendimiento, Alexander. Puedo garantizarlo. Si vendes tus acciones en
este momento, hundirás el precio de nuestras acciones. Por favor
reconsidéralo.
Sebastian me mira y agarra mi mano, apretándola con fuerza.
―Elena, por favor, díselo.
―Y ahí es donde te equivocaste ―dice, tirando de la mano de Sebastian
de la mía, mientras su ira se desborda―. No toques a mi mujer. No la
mires. No hables con ella. Ni siquiera pienses en ella. Si alguna vez
vuelves a acercarte a ella, haré algo peor que hundir el maldito precio de
tus acciones.
Alec me jala con enojo.
―¿Por qué diablos te ves tan jodidamente hermosa hoy de todos
modos? ―dice con los dientes apretados―. Ni siquiera estabas segura de
que yo iba a estar aquí. Por lo que sabes, mi abuelo habría hecho el
discurso de esta noche y yo ni siquiera habría aparecido. ¿Para quién te
ves tan hermosa, eh?
Muerdo una sonrisa cuando me acompaña a la pista de baile, y sus
brazos me envuelven. Parece inquieto, y sus manos siguen recorriendo mi
cuerpo. La forma en que me mira me divierte y me emociona.
―Los celos se ven lindos en ti ―le digo.
―¿Yo? ¿Celoso? ―dice, resoplando.
―¿No lo estás? Mmm... supongo que no te importará si voy a bailar con
Sebastian, ¿entonces?
Aprieta su agarre sobre mí y me acerca más hasta que mi cuerpo está al
ras contra el suyo.
―Ni siquiera sueñes con eso, Elena. Leí tu verificación de antecedentes,
y sé que solías salir con él. Ya es suficiente con que alguna vez fuiste suya.
No obtendrá nada más que tu recuerdo, e incluso eso es demasiado.
Le sonrío y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
―Está bien, esposo ―le digo.
Alec me hace girar antes de jalar de mí hacia atrás, y me estrello en sus
brazos.
―Repítelo. ―Levanto las cejas y Alec me quita el pelo de la cara―. Me
encanta cuando me llamas esposo así.
―¿Sí... esposo querido?
Alec se detiene en medio de la pista de baile y asiente.
―Sí ―dice―. De hecho, quiero escuchar que te llamen mi esposa en
público a donde quiera que vayamos. Quiero que la gente se dirija a ti
como señora Kennedy. Quiero que todo el mundo sepa que eres mía.
Se deja caer sobre una rodilla en medio de la pista de baile, y varios
jadeos suenan a mi alrededor. La música se detiene y un foco nos ilumina.
―Elena Diana Rousseau ―dice, sacando una caja de anillos de su
bolsillo. Mi corazón da un vuelco y lo miro con los ojos muy abiertos.
Siempre me lo ha dicho antes de actuar, así que ¿por qué no lo hizo esta
vez?
―Me cautivaste desde el momento en que me encontré contigo de
nuevo, hace tantos meses. Luché contra mis sentimientos por ti todo el
tiempo que pude, pero es una batalla perdida.
Abre la caja del anillo, y jadeo. No es el anillo que elegí, pero es el anillo
que secretamente quería. ¿Él lo notó?
―Ni siquiera puedo imaginar el resto de mi vida sin ti ―dice―. Por
favor, ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Parpadeo con incredulidad y asiento.
―Sí. Sí, Alec. Mil veces, sí.
Me mira a los ojos, y aunque estamos rodeados por cientos de personas,
es como si solo fuéramos él y yo en este momento.
Alec desliza el anillo en mi dedo y se levanta. Me pasa la mano por el
pelo y me besa apasionadamente, sin tener en cuenta a las personas que
nos rodean, y yo le devuelvo el beso con la misma pasión.
Estoy sin aliento cuando me alejo, y ambos estamos sonriendo
ampliamente.
―Alec ―susurro―. ¿El anillo?
Empuja mi cabello detrás de mi oreja y toma mi mejilla.
―Bebé, te mereces cada cosa en la que pones tus ojos. Voy a hacer que
mi trabajo sea darte todo, incluso las cosas que no te atreves a pedir.
―Alec ―susurro―. Todo lo que quiero es a ti.
Él sonríe, mientras sus dedos apartan mi cabello.
―Me tienes, Elena. Para siempre.
Estamos tan perdidos el uno en el otro que ambos nos sobresaltamos
cuando el abuelo de Alec le pone la mano en el hombro.
―Felicitaciones, niño ―dice, luciendo tan feliz como nosotros. Él me
mira y ahueca mi mejilla de una manera poco característica pero
totalmente de abuelo―. Elegiste un buen partido. No podría estar más
orgulloso.
Da un paso atrás y luego nos mira a los dos.
―Cásate con ella antes del primero de julio ―dice, con los ojos en
Alec―. Y mi posición como presidente será tuya.
Agarro la mano de Alec y lo miro con entusiasmo. Él me sonríe y se
inclina, presionando un suave beso en mi frente.
―Lo hicimos ―susurro, y él asiente.
Decenas de personas nos rodean, cada una de ellas queriendo
felicitarnos. Entre la multitud, veo a mi familia, con Jennifer a su lado. El
odio en los rostros de Jade y Elise no me sorprende en lo más mínimo,
pero la devastación en los ojos de Jennifer sí. La forma en que mira a Alec
me hace apretar más mi agarre sobre él.
Él me mira, con una mirada inquisitiva en sus ojos, y niego con la
cabeza. Me pongo de puntillas y lo beso con todo lo que tengo, estallando
aplausos a nuestro alrededor.
Nunca he sido más feliz de lo que soy hoy, pero esta felicidad se siente
fugaz y me aterra no poder aferrarme a ella.
43
Elena no puede dejar de mirar su anillo de compromiso y yo no puedo
dejar de mirarla. El viento agita su cabello maravillosamente, y me alegro
de que hayamos optado por cenar en nuestra terraza hoy. No recuerdo a
ninguna mujer que haya cocinado para mí, siempre es un chef. Sin
embargo, Elena, una mujer que creció en el mismo entorno que yo, cocina
para mí todo el tiempo. Se toma el tiempo de averiguar cuáles son mis
platillos favoritos y compra ingredientes exóticos para sorprenderme. No
estoy acostumbrado a que me cuiden de esta manera.
―Es impresionante ―dice, con los ojos brillantes―. Ojalá pudiera
mostrárselo a mi mamá.
Nunca deja de sorprenderme. Ella se niega a renunciar a su madre, sin
importar cuán escasas sean las probabilidades.
―¿Crees que a ella le gustaría? ―pregunto.
Elena asiente.
―Sí, es sencillo pero tan lujoso al mismo tiempo, definitivamente le
encantaría esto.
Le sonrío. Se ilumina cuando habla de su madre, y de sus recuerdos con
ella.
―Cuéntame sobre tu recuerdo más feliz de la infancia ―digo, con voz
suave.
Elena me mira y se toma un minuto para pensarlo.
―Creo que mi recuerdo más feliz de la infancia sería cuando las cosas
aún eran simples. Cuando tú aún eras parte de mi vida cotidiana.
Recuerdo una vez que mis padres estaban tan ocupados discutiendo que
se olvidaron de mi cumpleaños, pero Luce y tú no. Fui a tu casa, y ustedes
dos me habían horneado un pastel, que por cierto era apenas comestible,
y pusieron todas esas luces de hadas para mí. Hasta la fecha, ese sigue
siendo mi mejor cumpleaños.
Yo sonrío.
―Mmm, recuerdo eso. Fue el último cumpleaños que pasaste con
nosotros. Lucian me llamó preso del pánico cuando se dio cuenta de que
todos se olvidaron de tu cumpleaños y me hizo volver a casa de la
universidad para prepararte una pequeña fiesta. ―A lo largo de los años,
la mayoría de los recuerdos de mi infancia se perdieron, o se olvidaron.
Tengo más recuerdos con Elena de los que creía.
Elena se ríe, perdida en el recuerdo.
―Ustedes dos hicieron mi infancia soportable. Mi hogar no era un
lugar en el que me gustara estar, sin importar cuánto lo intentara mi
madre, y ustedes me permitieron escapar de él. Siempre me sentí querida
con los Kennedy.
―Eres amada, Buttercup. Todos te adoramos. De lo contrario, no me
habría casado contigo.
―Cuéntame sobre tu recuerdo favorito de la infancia ―dice ella.
Yo suspiro.
―Mi infancia no fue muy buena. Me vi obligado a crecer rápidamente,
pero tuve que ver a mi hermano disfrutar de su infancia contigo. Ustedes
dos siempre se divirtieron mucho el uno con el otro, y me hizo sentir un
poco solo. Suena muy tonto, considerando que soy mucho mayor que
ustedes dos, pero así fue. Mis recuerdos más preciados son con Lucian y
contigo, y en ese entonces ya no era un niño.
Elena presiona un beso rápido en mis labios.
―También siempre me has tenido a mí, simplemente nunca te diste
cuenta ―dice ella.
―Mmm, no estoy seguro. Incluso ahora que eres mi esposa, todavía
estás más cerca de Lucian. ―Sueno mezquino y lo sé, pero no puedo
evitarlo. Vacío mi vaso para alejar de mi mente la repentina soledad que
siento.
Elena me tiende el tenedor y me da de comer un bocado de su pescado.
―Muy pronto seremos mejores amigos también ―dice, guiñándome
un ojo.
Me río, y de repente me doy cuenta de que no quiero nada más que eso.
―Eso me gustaría, Buttercup ―digo, con voz suave.
Elena me da unos cuantos bocados más y acerco mi asiento al suyo para
que nuestras piernas se toquen.
―¿Dime tres cosas buenas que te hayan pasado hoy? ―dice, bajando el
tenedor.
Sonrío ante la pregunta.
―Debería haberte reconocido en el momento en que hiciste esa
pregunta, en Inferno. Es lo que siempre solías preguntarme cuando eras
más joven. Me tomó un tiempo recordar por qué esa pregunta me sonaba
tan familiar.
Sus mejillas se sonrojan y me sonríe.
―Tres cosas, ¿eh? Me hiciste una cena increíble, el mundo ahora sabe
que eres mía y te voy a follar muy duro más tarde.
Ella se echa a reír.
―Alec ―dice, con voz burlona―. Una de esas cosas ni siquiera sucedió
hoy, y una aún está por suceder.
Niega con la cabeza y toma otro bocado de su comida.
―Oye, ¿qué es lo que más te gusta de mí? ―me pregunta.
Hago una pausa para observarla por un momento.
―Tu belleza. Eres verdaderamente hermosa por dentro y por fuera.
Nunca he conocido a alguien que se sacrifique por sus padres ante la
remota posibilidad de que pueda marcar la diferencia. Estoy orgulloso de
llamarte mi esposa. Eres buena con mi madre. Sé que pasas el rato con ella
cada vez que trabajo hasta tarde, y ha estado más feliz de lo que la he visto
en años. ―Se sonroja y mira hacia otro lado―. ¿Qué hay de ti?
―pregunto, medio temiendo su respuesta. No le he dado mucho para
gustarle.
Pone su codo sobre la mesa y apoya su cabeza contra su puño, con su
cara vuelta hacia mí.
―Me gusta tu corazón. No dudaste en sacarme de una mala situación,
a pesar de que nos habíamos distanciado. Me salvaste, en todos los
sentidos de la palabra. Me gusta que siempre estés tratando de hacer lo
correcto. Me gusta tu mente, verte trabajar es de gran excitación. Eres tan
increíblemente motivado e inteligente que es inspirador verte hacer lo
tuyo, incluso cuando a veces desearía que simplemente te fueras a la cama
en lugar de trabajar hasta tarde. Te miro mientras trabajas y no puedo
creer que seas mi esposo. Estoy tan orgullosa de ti.
Aparto la mirada, mientras mi corazón late rápidamente.
―También me gusta bastante tu cara, y tu cuerpo perfecto tampoco
duele ―dice, haciéndome sonreír.
Me inclino para besarla, y ella gime contra mis labios, mientras sus
manos encuentran las solapas del saco de mi traje.
―¿Qué te gusta más? ¿Mis manos o mi lengua? ―susurro contra sus
labios.
Su hermoso rostro se vuelve carmesí y muerdo sus labios, con una
sonrisa en mi rostro. Ese rubor suyo... No puedo tener suficiente.
―Lengua ―murmura.
Si mis labios no estuvieran sobre los suyos, no la habría escuchado,
habló en voz tan baja.
―Mmm. Tienes un sabor delicioso. Puede que necesite otro sabor
pronto.
Ella muerde mis labios y luego se inclina hacia atrás para mirarme.
―Yo también quiero saborearte ―dice, mirándome a través de sus
pestañas.
Gimo y pongo su mano en mis pantalones, dejándola sentir mi erección.
Se lame los labios y me mira.
―He estado duro desde que nos sentamos. No me tientes, mujer.
Tenía la intención de asustarla, pero en lugar de eso, ella comienza a
acariciarme. Siento que hurga con mi cremallera y mis ojos se abren como
platos cuando desliza su mano dentro de mis bóxers para palmear mi
polla.
―Elena. ―Quería sonar severo, pero su nombre suena como un
gemido en mis labios. Me acerca con su mano libre y me besa, su lengua
me vuelve loco―. Buttercup ―susurro.
Agarra mis rodillas y me abre las piernas antes de arrodillarse frente a
mí.
Ella me mira y agarra mi polla, bajando lentamente sus labios,
volviéndome jodidamente loco. Besa la punta antes de hundir sus labios
sobre mí, su boca está húmeda y caliente.
Gimo y entierro mi mano en su cabello. Ella me vuelve loco. Esa boca
suya... irreal.
Ella me mira, con mi polla en su boca, y esa imagen... mierda.
―Bebé ―gimo. ―Si me miras así, no duraré.
Me chupa aún más fuerte, llevándome aún más profundo, gime, y es
como si el sonido reverberara contra mi polla, haciendo que todo se sienta
aún más intenso.
―¿Por qué diablos eres tan perfecta?
La miro, mientras mi placer escala más y más alto. La agarro del pelo y
la aparto una fracción de segundo antes de correrme, y Elena jadea.
Baja la vista hacia su vestido arruinado y sonríe antes de volver a
mirarme a mí, con una expresión sensual en su rostro.
―Me lo habría tragado, sabes.
La miro con la boca abierta.
―Me vas a volver loco, Elena. Completamente loco.
Me sonríe.
―Eso está bien ―me dice―. Mientras estés loco por mí.
Mierda. Creo que lo estoy.
44
Alec y yo nos despertamos con incesantes golpes, y antes de que nos
demos cuenta de que hay alguien en la puerta, Lucian y Sofia entran. Alec
se sienta, sobresaltado, y las sábanas caen hasta su cintura. Me da un
codazo suavemente y me envuelve en las mantas mientras me siento,
cubriéndome tanto como puedo.
―Lo siento, queridos míos ―dice Sofia―. No habríamos entrado, pero
no teníamos otra opción. Ninguno de los dos tomó el teléfono, y estaban
tan profundamente dormidos que los golpes tampoco los despertaron.
―¿Qué pasa, mamá? ―pregunta Alec, y me rodea con su brazo.
―Elena... es tu mamá ―dice con cuidado. Mi corazón cae y Alec aprieta
su agarre sobre mí, ambos preparándonos para lo peor.
―Yo... el doctor nos pidió que fuéramos al hospital. No tenía claro lo
que está mal. Él no lo dijo, tenemos que irnos.
Asiento y me muevo para salir de la cama sin pensar, pero Alec me
agarra y me envuelve en sus brazos, con sábanas y todo.
―¿Ropa, Buttercup?
Asiento y miro a Lucian, el pánico me vuelve inútil. Él entra en nuestro
guardarropa y regresa un minuto después con ropa para Alec y para mí,
luego me da un beso en la parte superior de la cabeza y se da vuelta para
irse.
―Los espero abajo ―dice, y yo asiento.
Alec y yo nos vestimos en un tiempo récord y, cuando terminamos,
todos están listos para partir.
Todos estamos tensos mientras nos dirigimos a las instalaciones en las
que se encuentra mi madre.
Camino hacia su habitación con pavor, mientras mi corazón late fuera
de mi pecho. Alec toma mi mano y Lucian está justo detrás de mí, pero ni
siquiera su presencia me tranquiliza. Tengo miedo de lo que encontraré
cuando cruce la puerta.
El doctor Taylor salta ansioso cuando entro.
―Elena ―dice, sonando sin aliento.
Señala la cama de mi mamá y, para mi sorpresa, ella me devuelve la
mirada, con los labios levantados en las comisuras en una pequeña
sonrisa. Corro hacia ella y agarro su mano, sorprendida de encontrar su
dedo moviéndose ligeramente contra el mío. La miro con incredulidad,
sintiéndome mareada por la conmoción.
―E... E...
―Ella ha estado diciendo eso desde que se despertó. No quería darte
falsas esperanzas en caso de que volviera a entrar en coma cuando
llegaras aquí, pero ya lleva despierta unos cuarenta y cinco minutos.
Inhala profundamente y me mira con expresión grave.
―La sometí a unas pruebas durante semanas, pero valió la pena. Había
rastros de Propofol en su sangre. La habíamos estado manteniendo con el
medicamento que le proporcionó su último hospital, y vimos que
etiquetaron mal el Propofol que nos enviaron. Le hicimos pruebas de
todas las drogas. No hay duda… hay algo turbio aquí.
―¿Qué es el Propofol? ―pregunto, con mi mano alrededor de la de mi
madre.
―Es una droga que se usa para mantener a alguien en coma artificial.
No puedo imaginar por qué eso estaría en su sangre. Realicé todas las
pruebas tres veces, pensando que debía ser un error de alguna manera,
pero no lo fue. Poco a poco lo eliminé de su sistema hasta que finalmente
se despertó de forma natural.
Me siento mal ante la mera idea de que alguien le haya hecho esto a mi
madre. Alec lanza sus brazos a mi alrededor mientras Lucian limpia las
lágrimas que no me di cuenta que habían caído.
―Hola, Sarah ―dice Lucian, sonando tan emocionado como me siento.
Los ojos de mi madre se mueven hacia los de Lucian y podría jurar que
veo un brillo en ellos.
―L... ―murmura, y Alec frunce el ceño.
―Creo que está tratando de decir sus nombres ―dice, sorprendido―.
Ella no solo está despierta, también es consciente de su entorno.
Empiezo a llorar en serio y coloco mi cabeza contra el hombro de mi
madre.
―Oh, Dios, mamá. No puedo creerlo, lo sabía, sabía que te despertarías
un día.
Sollozo con todo mi corazón, y en poco tiempo los ojos de mi madre
también se llenan de lágrimas, sus mejillas están mojadas. Lucian agarra
un pañuelo y limpia cuidadosamente su cara mientras Alec limpia la mía.
―Tu madre no parece tener ninguna contracción muscular. Deben
haberle dado inyecciones regulares de Botox para prevenirlo, y sospecho
que también recibió fisioterapia regularmente para estirar su cuerpo. No
cuadra del todo. No harías eso por una persona a la que estás
manteniendo en coma a sabiendas.
Asiento con la cabeza.
―Las inyecciones de Botox y los estiramientos son dos cosas en las que
insistí y pagué un precio por las nubes ―le digo. Sabía que lo necesitaría
si tuviera que caminar después del coma―. Lo hicieron, porque yo estaba
pagando por eso.
Alec agarra suavemente su mano como lo he visto hacer antes, y
presiona un beso en el dorso.
―No creo que me recuerdes, pero estoy tan feliz de que te hayas
despertado ―susurra suavemente.
Sus ojos se mueven hacia los de él, y otra lágrima rueda por su rostro.
―A... ―ella croa, su respirador entorpece su habla.
Sus ojos se abren y me mira.
―Ella me reconoce, Buttercup.
Aprieto mi agarre en su mano y me giro hacia el doctor.
―¿Por qué no puede hablar? ¿Qué pasará ahora?
El doctor Taylor me sonríe.
―Ella acaba de despertarse y ha estado con un respirador durante años.
No podemos quitárselo todo de repente. Hice un chequeo completo y no
hay nada malo con sus cuerdas vocales. Sin embargo, no ha hablado en
años, por lo que le llevará algún tiempo hablar como solía hacerlo. Ella
todavía está drogada también, sospecho que estará bien una vez que todas
las drogas innecesarias estén fuera de su cuerpo. Tendré que revisar sus
articulaciones en unas 24 horas, para ver si se han congelado. Si es así,
necesitará alguna cirugía, pero no sospecho que ese sea el caso. Si todo va
bien y puede permanecer consciente durante largos períodos de tiempo,
debería poder irse a casa en unas tres semanas, siempre que reciba
atención médica completa.
Alec asiente y me sonríe suavemente.
―Podemos instalar una cama de hospital en nuestra casa.
Conseguiremos lo que el doctor crea que necesita, así que en unas pocas
semanas podremos trasladarla a casa. Mantendremos al doctor en el
personal para que supervise su recuperación.
Asiento con la cabeza, mi mente es un desastre. Observo los ojos
cerrados de mi madre y me volteo hacia el médico presa del pánico, pero
él simplemente niega con la cabeza.
―Está cansada y sobreestimulada. Sugiero que la dejemos descansar.
La mayoría de los pacientes no pueden permanecer conscientes por más
de unos pocos minutos después de despertarse. Dale tiempo, Elena.
Asiento con la cabeza y, aunque me mata hacerlo, dejo que Alec me
lleve a casa para que mi madre pueda descansar.
―¿Me traerás de vuelta mañana por la mañana? ―pregunto, y Alec
asiente.
―Por supuesto, pero tenemos que dejar que el médico haga su trabajo
esta noche.
Mi mente es un desastre durante todo el camino a casa, la furia corre
por mis venas.
―Mataré a quien quiera que le haya hecho esto a mi madre. Tenemos
que investigar cómo pudo haber sucedido esto. ¿Crees que mi padre tuvo
algo que ver con eso? ―Niego con la cabeza, mientras mis pensamientos
dan vueltas―. Debe haber sido mi madrastra. Debe haberme aislado a
propósito. Sabía que nunca me enteraría de lo que hizo porque no tenía
suficientes recursos a mi disposición. ―Alec asiente y me envuelve en sus
brazos―. La mataré, y le retorceré su feo y gordo cuello.
Él suspira y aprieta su agarre sobre mí, con su mano acariciando mi
brazo.
―Nunca dejaría que te ensuciaras las manos, bebé ―dice, sonando tan
molesto como me siento.
―Dime que lo averiguarás por mí, Alec. Prométemelo.
Alec me sube a su regazo y me mira a los ojos.
―Mi amor, estoy muy por delante de ti. Aiden está investigando esto
mientras hablamos. Puede tomar algunos días o incluso algunas semanas,
pero llegaremos al fondo de esto.
Asiento, secándome las lágrimas que simplemente no dejan de caer.
―¿Lo prometes?
Alec asiente, sus ojos brillan con sinceridad.
―Lo prometo.
Con él a mi lado, no hay forma de que la verdad permanezca oculta.
45
Estoy inquieta por la mañana, ansiosa por ver a mi mamá. Lucian, Sofia
y Alec se ven tan cansados como yo, como si ninguno de nosotros hubiera
podido dormir.
―Mamá va a querer ver a papá, ¿no? ¿Cómo le explico que no está
aquí?
La devastaría descubrir que él no solo la dejó, sino que ya se casó con
otra persona.
―Oh, Dios, ¿cómo le explico que ni siquiera puedo llevarla a casa?
Mi corazón se acelera, la devastación y la impotencia constriñen mi
respiración. Alec se me acerca y acaricia mis mejillas, manteniendo mis
ojos en los suyos.
―Bebé, respira ―dice―. Estás bien. Ella está despierta ahora, y eso es
todo lo que importa. Del resto podemos ocuparnos, un paso a la vez.
Lucian frota mi espalda suavemente, su expresión es tan desgarrada
como la de Alec. Ninguno de nosotros sabe qué es lo correcto.
―Ella necesita estar informada ―dice Sofia―, pero no ahora, cariño.
Asiento con la cabeza hacia ella, mientras mi corazón se duele por mi
madre. Estuve deseando que se despertara durante tanto tiempo, pero no
pensé mucho a lo que estaría despertando. Todo lo que tenía cuando tuvo
el accidente automovilístico se ha ido ahora. Su esposo, la casa que
construyó y, de muchas maneras, incluso su hijo.
―Necesito llamar a mi hermano ―le digo, con mi teléfono en la mano.
Me siento en conflicto. Ha trabajado muy duro para que la deje ir. Ni
siquiera sé cómo responderá a esta noticia.
―Elena, no ―dice Lucian, con voz aguda.
Me giro para mirarlo, con las cejas levantadas. Se ve angustiado
mientras agarra mis hombros. La forma en que lucha por mirarme a los
ojos hace que mi corazón se hunda.
―Hay algo que te he estado ocultando ―dice, con voz suave―. Elliot…
fue capaz de rastrear la huella digital del auto de tu madre. Se las arregló
para encontrar al hacker que hizo que tu madre perdiera el control de su
auto y, bueno, también pudo rastrear los pagos. Por lo que me dijo, parece
que fue Jade quien se puso en contacto con el hacker, pero los pagos... los
pagos procedían de Matthew. Hizo todo lo posible para enrutarlos a
través de tantos países como fuera posible, pero Elliot puso todo de su
parte para rastrearlos, y fue él, Elena. Fue Matthew.
Quiero vomitar. Cierro los ojos en un esfuerzo por mantener el control
de mis emociones, pero mi cuerpo no deja de temblar.
―¿Matthew? ―susurro―. Eso no puede ser correcto. Es un idiota, pero
no es... no es un asesino. Él no le haría eso a su propia madre.
Alec envuelve su brazo alrededor de mi cintura y me acerca más. Me
apoyo en él, y entierro mi cara en su pecho.
―¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? ―pregunta Alec, mientras sus
dedos acarician mi cabello.
Lucian duda antes de responder.
―Un par de semanas ―dice con cuidado―. Ustedes dos estaban tan
felices juntos, es solo que no los había visto tan felices en tanto tiempo, y
quería eso para ustedes. Sabía que esta noticia devastaría a Elena y, a su
vez, a ti.
Lágrimas calientes corren por mis mejillas, empapando la camisa de
Alec. Inhalo temblorosamente, y él aprieta su agarre sobre mí,
envolviéndome en un fuerte abrazo.
Sofia coloca su mano en mi hombro y me alejo un poco de Alec.
―Elena ―dice ella―. Nos ocuparemos de esto a su debido tiempo, ¿de
acuerdo? Por ahora, sécate las lágrimas y haz un buen acto para tu madre.
Lo que necesita en este momento es amor y atención. Todo lo demás
―dice, mirando a Alec y Lucian―, todo lo demás puede y será resuelto.
Asiento, y Alec seca mis lágrimas con sus pulgares. Hago mi mejor
esfuerzo para recomponerme, pero todo en lo que puedo pensar es en
Matthew. ¿Por qué él haría eso? ¿Estaba mi padre metido en esto?
Durante años pensé que la forma en que se desarrolló mi vida fue
desafortunada, que en parte, debo haber tenido la culpa de perder a todos
mis amigos, mis conexiones, por pelearme con todos los que me
importaban, incluido mi papá, ahora me pregunto si todo fue orquestado.
Todavía estoy pensando en eso cuando entro en la habitación de mi
mamá, con Alec a mi lado. Él agarra mi mano y la aprieta, y yo le sonrío.
¿Dónde estaría yo sin él? Si no fuera por él, ya habría perdido a mi madre.
―Hola, mamá ―digo, todavía sorprendida de encontrar sus ojos
abiertos. Durante tanto tiempo parecía que estaba profundamente
dormida.
Me acerco a ella y sus ojos me siguen. Los bordes de sus labios se
levantan, y cuando aprieto su mano, sus dedos se mueven.
Las emociones me abruman y rompo a llorar involuntariamente. Dejo
caer mi frente en su hombro, haciendo mi mejor esfuerzo para no llorar,
y fallando.
Siento una mano en mi espalda, y hago mi mejor esfuerzo para
recuperarme.
―Lo siento ―murmuro―. Te extrañé mucho, mamá. Verte aquí, que
me mires… no tienes idea de cuánto significa esto para mí.
Me siento y limpio mis lágrimas, y mi corazón se rompe cuando noto
una lágrima cayendo por la mejilla de mi madre.
―Gracias, mamá. Gracias por despertar.
Ella sonríe, y sus labios se abren.
―E… ―dice, con voz áspera.
Agarro su mano y la coloco contra mi mejilla, acunando su mano en la
mía.
Mamá mira a Alec y no puedo evitar sonrojarme.
―Yo... ¿recuerdas a Alexander? ―pregunto.
Mamá asiente y casi rompo a llorar de nuevo. No puedo creer que en
realidad esté teniendo una conversación conmigo.
―Señora ―dice, agarrando su mano. Se la lleva a los labios y le da un
dulce beso en el dorso, y mi corazón da un vuelco.
―Yo… mmm, Alec es mi… él es mi prometido ―termino diciendo.
Alec me mira, y sus ojos brillan.
Los ojos de mamá se mueven entre nosotros dos, y me alegra el corazón
encontrar tanta expresión en ellos.
―E… El… Elena ―dice ella, con voz áspera. Mis ojos se abren y la miro,
sorprendida―. Te amo.
―Ella ha estado practicando para decirte eso por horas ―me dice el
doctor Taylor desde atrás.
Me derrumbo de nuevo y Alec sonríe mientras me da palmaditas en la
espalda.
―Oh, mamá ―digo, ahogando los sollozos―. Yo también te amo tanto,
mamá.
Miro a mi madre a través de las lágrimas, con el corazón pesado. Voy a
hacer lo que sea necesario para protegerla.
46
Me paseo por la sala de estar, sintiéndome inquieta.
―¿Qué podemos hacer? ―pregunto.
Sofia, Lucian y Alec están tan perdidos en sus pensamientos como yo.
―¿Cuál quieres que sea el resultado final, Buttercup? ―pregunta
Alec―. ¿Quieres que tu familia termine en la cárcel? ¿Quieres que
desaparezcan? Dime lo que quieres y encontraremos la manera de hacerlo
realidad.
Asiento con la cabeza, haciendo todo lo posible para decidir qué se debe
hacer, para dejar de lado el amor al que me he aferrado durante tanto
tiempo, amor que ni mi hermano ni mi padre merecen.
―Necesito saber si mi padre estuvo involucrado. Quiero que Jade y
Matthew caigan. Quiero que se sientan de la forma en que me han hecho
sentir: indefensos, aislados de todo y de todos los que han conocido.
Quiero sus activos, cada cosa que poseen, cada cosa que les importa. Lo
quiero todo, pero sobre todo, quiero todo por lo que mi madre ha
trabajado. Cuando la declararon con muerte cerebral, mi padre heredó
todo su patrimonio. Quiero que eso se rectifique.
Alec comienza a caminar como yo, inquieto.
―Necesitamos atacarlos por la espalda, Buttercup. Si nos ven venir, lo
salvaguardarán todo. Si descubren que tu madre está despierta,
comenzarán a protegerse. Por ahora, voy tras todos los que alguna vez
trataron a tu madre. Si puedo obtener una confesión, eso será de gran
ayuda. Tenemos a los mejores abogados del país en nuestra nómina, por
lo que recuperar legalmente los bienes de tu madre no debería ser difícil,
pero como dije, tenemos que atacarlos a todos a la vez. Necesitamos
preparar el papeleo y hacer que nuestros hombres se presenten con avisos
de desalojo. Tengo la sensación de que necesitarán un poco de ayuda para
salir de las instalaciones.
Asiento con la cabeza.
―Hay una cosa más que quiero ―digo.
Me mira, con las cejas levantadas.
―Quiero la casa de mi infancia, la casa que mi madre llamó hogar
durante tantos años. La quiero.
Lucian sonríe y levanta su tablet.
―Le pedí a Elliot que averiguara todo lo que pudiera sobre los activos
de los Rousseau ―dice, con un ligero rubor en su rostro. Ni siquiera
puede decir el nombre de Elliot sin sonrojarse y, a pesar de todo lo que
está pasando, eso me hace sonreír.
―La casa… es propiedad de la empresa. No es propiedad privada. Si
Alec puede lograr obtener una participación mayoritaria, eso caerá en tus
manos.
Alec me mira, con la cabeza inclinada.
―Bebé ―dice―. Ni siquiera necesitamos hacerlo. Tenemos a tu madre.
Ella está viva y bien. ¿Las acciones que heredaste, las que te quitó tu
hermano? Vuelven a tu madre. Sus acciones y las que te compré
combinadas constituyen una participación mayoritaria.
Sonrío, y un tipo vicioso de deleite me recorre.
―Quiero estar ahí. Quiero estar ahí cuando los desalojemos.
Sofia me sonríe.
―Lo harás ―dice ella, asintiendo con aprobación―. Eres Elena
Kennedy ―agrega―. Eres mi nuera y la esposa de Alexander. Es hora de
que le muestres al mundo lo que eso significa.
47
Empujo la silla de ruedas de Sarah por el jardín y me detengo para
admirar las diferentes flores. Le encanta la sensación del sol en la cara y
el aire fresco. No puedo culparla, ha estado encerrada en una habitación
durante años.
Hemos convertido una de las habitaciones de invitados de la planta baja
en una sala médica totalmente equipada para ella, así que al menos
podemos tenerla en casa ahora. También le compramos una silla de
ruedas eléctrica, y está disfrutando poder moverse un poco por la casa.
Pasaron casi dos meses antes de que pudiéramos llevarla a casa desde
nuestra clínica privada, e incluso ahora requiere atención las 24 horas. Ha
tenido que aprender a respirar sola de nuevo, a hablar de nuevo e incluso
a comer. Ver el corazón de Elena romperse cada vez que su madre lucha
por volver a aprender algo me está destrozando.
―La escuché, sabes ―dice Sarah, y hago una pausa.
Todavía lucha por mover sus extremidades. En cierto modo, es como
un bebé. Su cuerpo está mayormente bien ahora, pero necesita volver a
aprender cómo hacer tareas básicas y cómo hacer que su cuerpo la
escuche. Afortunadamente, la estimulación eléctrica neuromuscular por
la que Elena pagó tanto evitó la atrofia muscular. Tampoco hay daños en
sus articulaciones, gracias a los estiramientos que le hicieron las
enfermeras dos veces al día, por lo que debería poder caminar
nuevamente dentro de unos meses.
Me siento en el césped a su lado y la miro.
―Escuché a Elena cuando estaba en coma. No tenía concepto del
tiempo, pero escuché sus llantos y su creencia eterna en mi recuperación.
Mis ojos se abren. Sarah me sorprende todos los días. No solo se está
recuperando mucho más rápido de lo que esperaban sus médicos, sino
que también está muy bien. Pensé que su mente seguramente se vería
afectada por su coma, pero no es así.
―Sé que Elena no está en el trabajo en este momento. Sé que Alaric y
Matthew no están en un viaje de negocios, y sé que estás casado con mi
hija, no comprometido. Sé por qué te casaste con ella, y entiendo que
Elena no quiera que me entere. A su vez, no quiero que sepa que pude
escuchar la mayor parte de lo que me dijo a lo largo de los años.
Ella es como Elena, siempre sorprendiéndome. Me tenso, sin saber qué
decir. Elena ha estado manejando a los abogados ella misma, y es la que
se ha estado coordinando con Elliot y nuestro equipo de seguridad. Nos
pidió que nos aseguremos de que Lucian, mamá o yo acompañemos a su
madre al menos una vez al día, cuando ella no pueda estar aquí.
No sé qué decirle a Sara. No sé qué querría Elena que le dijera.
Ella me sonríe y sacude la cabeza suavemente.
―Necesito tu ayuda para preparar los documentos requeridos para
convertir todas mis cuentas y bienes en bienes conjuntos entre mi hija y
yo. No dejaré que Elena dependa de nadie nunca más, ni siquiera de ti,
Alec.
Asiento con la cabeza mientras un escalofrío de miedo me recorre la
espalda. Se está asegurando de que Elena pueda independizarse de mí. Si
Elena ya no me necesita, ¿se quedará? Nuestra ceremonia de boda aún no
ha tenido lugar, y mi abuelo tampoco ha sido informado de nuestro
matrimonio. Si ella quisiera el divorcio ahora, no tengo forma de
negárselo.
Respiro aliviado cuando Elena se acerca a nosotros y me pongo de pie.
Presiona un beso en la mejilla de su madre y la miro con los ojos
entrecerrados. Le toma un buen minuto siquiera darse cuenta de mí, y mi
estado de ánimo cae aún más. Sarah me mira y se ríe, y yo cruzo los
brazos. Cuando Elena finalmente se gira para mirarme, estoy de mal
humor, ella me sonríe y se pone de puntillas para besarme, y yo la miro
involuntariamente.
―Entonces, ¿me viste parado aquí?
Elena se ríe y me acerca más, besándome apropiadamente. Envuelve
sus brazos alrededor de mi cuello, y sus labios rozan mi oreja.
―Siempre eres el primero al que veo, no importa dónde esté, no
importa cuánta gente haya. Siempre, Alec.
Sonrío de mala gana, y sus ojos brillan divertidos.
―Estás loco, lo sabes, ¿verdad? ―murmura.
Le sonrío y me inclino para besarla de nuevo, correctamente esta vez.
―Me dijiste que debería estar loco por ti, ¿no? Cuidado con lo que
deseas, bebé.
Desde que su madre se despertó, descubrí un nuevo lado de mi esposa.
Es asertiva, trabajadora y tan despiadada como yo. Ella es perfecta. La
forma en que está orquestando la caída de los Rousseau se volverá
legendaria, simplemente lo sé. Estoy bastante seguro de que incluso mi
abuelo quedará impresionado una vez que todo esto termine.
Sarah agarra la mano de Elena y le sonríe.
―Cariño ―dice ella―. Necesito hablar contigo.
Elena asiente y se arrodilla frente a su madre, con una expresión serena
en su rostro.
―¿Dónde está tu padre?
Elena se congela, y yo también me tenso.
―¿Está con Jade?
Elena mira a su madre, con una expresión confusa en su rostro.
―¿Cómo...? quiero decir...
―¿Y qué hay de tu hermano?
Ella me mira, con una expresión perdida en su rostro, pero yo tampoco
sé qué decir. Me arrodillo y envuelvo mi brazo a su alrededor.
Sarah suspira y aprieta la mano de Elena.
―Creo que es hora de que te cuente una historia, cariño.
Sarah inhala profundamente y mira hacia otro lado.
―Tu padre y yo fuimos novios desde la infancia. Nos enamoramos
jóvenes, y yo... yo era ingenua. Tu padre era de la misma posición social
que yo, pero su familia estaba al borde de la bancarrota. Por eso, mi padre
no me permitió casarme con Alaric.
Sarah mira a Elena y ahueca su mejilla.
―Hasta que me dijeron que nunca tendría hijos. ―Ella se tensa, como
si el recuerdo aún le doliera―. De repente, no me consideraron una buena
novia potencial para los hombres con los que mi padre quería que me
casara. No fue hasta entonces que se me permitió casarme con tu padre.
Ella sonríe, su sonrisa es agridulce. Elena mira a su madre en estado de
shock, mientras miles de preguntas pasan por sus ojos.
―Durante unos años, todo parecía perfecto. Mi dote ayudó a salvar a
la familia de tu padre, su legado. Lo ayudé a iniciar su propia empresa y
prosperamos. Yo era feliz.
Sarah hace una pausa, su mente aparentemente está en otro lugar, como
si estuviera reuniendo todo su coraje antes de continuar con su historia, y
envuelvo mi brazo alrededor de mi esposa, sabiendo que lo que sea que
esté por venir la lastimará.
―Entonces, un día, tu padre trajo a casa un niño pequeño: Matthew.
Tenía solo dos años y era el niño más adorable que había visto en mi vida.
Tu padre me dijo que se había equivocado, que deseaba tanto tener hijos
que era todo en lo que podía pensar. Me dijo que nunca volvería a hacerlo
y me rogó que le diera una oportunidad más.
»Tenía muchas preguntas, por supuesto, pero tu padre tenía una
respuesta para todas ellas. Estaba desgarrada, Elena. Estaba loca, pero
también siempre quise tener hijos. ¿Y Matthew? No había hecho nada
malo, así que pedí conocer a la madre de Matthew, y fue entonces cuando
la vi por primera vez… A Jade.
Elena jadea, todo su cuerpo tiembla. La abrazo tan fuerte como puedo,
queriendo ofrecerle todo mi apoyo, pero sin saber cómo hacerlo.
―¿Qué? ―susurra, con voz quebrada.
―Jade sabía que nunca podría ofrecerle a Matthew la vida que yo
podía, así que me dijo que se mantendría alejada, que nunca volvería a
ver a su hijo, que sería mío. Ella juró mantenerse alejada de mi familia, y
de tu padre.
―Mamá ―dice Elena, con tono angustiado―. Por favor, dime, ¿soy...?
Sarah sonríe y asiente.
―Sí, eres mía. Por supuesto que lo eres. Eres mi pequeño milagro,
Elena.
Elena asiente y apoya la cabeza en el regazo de su madre, haciendo todo
lo posible por contener las lágrimas. Sarah acaricia su cabello suavemente,
y me sorprende lo dulce y cariñosa que se ve con Elena, cuando es tan
astuta con todos los demás. Supongo que de ahí es de donde lo saca Elena,
ella es exactamente igual.
―Durante un tiempo, todo volvió a la normalidad. Tu padre y yo...
logramos arreglar las cosas, aunque nunca fue lo mismo. Sin embargo,
estaba bien porque tenía a Matthew, y no mucho después, te tuve a ti.
Ambos eran mi mundo entero, y eso era suficiente para mí. En ese
momento, no me di cuenta de que tu padre todavía salía con Jade. No
sabía que había estado llevando a Matthew a verla todos los meses. No
sabía que Matthew sabía que no soy su verdadera madre. No tenía idea
de que no solo se quedó con Jade, sino que también tuvieron una hija
juntos. No me enteré hasta unos días antes de mi accidente
automovilístico.
Miro a Sarah con incredulidad. ¿Elise es la media hermana de Elena?
Elena levanta la cabeza para mirar a su madre, con los ojos rojos. Se ve tan
desconsolada, tan herida.
Sarah sonríe y ahueca la mejilla de Elena.
―Entonces dime ―dice ella―. Dime qué has estado haciendo. Dime lo
que estás planeando. Dime qué necesitas de mí, Elena. Le he dado todo a
tu padre y a tu hermano... y ahora lo quiero de vuelta.
48
Elena da vueltas y vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Me
doy la vuelta y envuelvo mi brazo alrededor de su cintura, presionando
mis labios contra su cuello.
―¿No puedes dormir?
Ella suspira y se gira hacia mí, su nariz roza la mía. Ella niega con la
cabeza, pareciendo perdida.
―No puedo dejar de pensar en Matthew, en mi padre… en todo lo que
me dijo mi mamá. ¿Cómo pudo Matthew haber hecho esto? Mi mamá lo
crio. Al crecer, ella siempre nos trató de la misma manera. En todo caso,
trató mejor a Matthew. Ella le dio todo lo que siempre quiso, ¿y así es
como él le paga?
Entierro mi mano en su cabello y suspiro, sin saber qué decir. No creo
que Elena necesite que le diga nada de todos modos, solo necesita que la
escuche, así que lo hago.
―¿Y mi padre? Mi mamá salvó a su empresa, y por lo tanto a su familia,
de la ruina. Él no sería nada sin ella. Debería haber sido devoto de ella,
pero en lugar de eso, tenía una segunda familia entera a nuestras
espaldas. ¿Qué tipo de persona hace eso?
Elena aprieta los dientes, y sus ojos brillan con furia. Acaricio su cabello
suavemente, queriendo hacerla sentir mejor, pero sin saber cómo.
―También está más allá de lo que esperaba, bebé. Nunca me gustó tu
hermano, pero esto no es algo de lo que pensé que fuera capaz. No
podemos invertir el tiempo, Elena, pero lo que sí podemos hacer es
recuperar el tiempo perdido. Podemos avanzar. Veo lo duro que estás
trabajando y, en tan solo unas pocas semanas, podrás devolverle a tu
madre todo lo que ha perdido y más.
Ella me mira a los ojos y asiente. Hay odio brillando en sus ojos, y
espero que no deje que la consuma. Espero que esto no cambie su hermoso
corazón. Si pudiera, derribaría a los Rousseau yo mismo. Si fuera por mí,
nunca dejaría que se ensuciara sus delicadas manos, pero puedo decir que
necesita ser la que haga esto, y no puedo tomar esto de ella. No puedo
quitarle el control de la forma en que tantos otros en su vida lo han hecho.
Así que me quedaré atrás, la dejaré manejar sus asuntos, y si me necesita,
estaré detrás de ella.
―Alec, todo lo que siempre quise fue una familia propia, un esposo que
me amara. Quería un hogar lleno de amor y risas, quería lo que nunca
había tenido, pero si esto es lo que es el amor, no quiero ser parte de él.
Acaricio su cabello, y mi corazón se rompe por ella. Elena siempre ha
sido ingenua, y la inocencia con la que ve la vida es lo que la hace tan
única. Mantiene su corazón puro en este jodido mundo. Odio verla perder
la cabeza.
―El amor… corrompe ―dice―. Mirar a tu madre y a la mía me hace
ver lo que es. Es egoísmo. Me recuerda a la religión, ¿sabes? Perdí la fe en
Dios, cuando no importaba lo que hiciera o cuánto orara, mi mamá no
despertaba. El amor es de la misma manera. Fe ciega, cuando lógicamente
deberías saberlo mejor.
―Bebé ―murmuro―. Eso no es...
Ni siquiera sé qué decir, porque estoy de acuerdo con cada palabra que
acaba de decir. Sin embargo, cuando es Elena quien pronuncia estas
palabras, me hace sentir horrible. Me dan ganas de protegerla de cada
pequeño dolor que ha tenido que experimentar, cada cosa que ha tenido
que presenciar, todo lo que la hizo perder la fe.
Ella empuja contra mí, y caigo sobre mi espalda, sonríe mientras se sube
encima y coloco mi mano alrededor de su cintura. Su cabello largo y
oscuro cubre su hombro y brazo, y lo agarro de las puntas, enroscándolo
entre mis dedos.
―Tú y yo no seremos así, Elena ―le prometo―. No dejaremos que las
emociones menguantes nos consuman. Tú y yo... no dejaremos que
nuestro juicio se nuble.
Elena y yo no somos como nuestros padres. Nuestro matrimonio no se
basa en emociones frágiles y cambiantes. Nuestra base es mucho más
fuerte que eso.
Ella asiente mientras paso mi mano por su cabello, acercándola más. La
necesito de una manera que nunca experimenté antes. Necesito su cuerpo
cerca, sus labios contra los míos. La necesito encerrada en mis brazos.
Quiero quitar el dolor de sus ojos.
Sonríe mientras se inclina para besarme. Levanto mis caderas y le doy
la vuelta. Ella vuelve a caer sobre la cama, y antes de que pueda protestar,
cubro su cuerpo con el mío.
Agarro su cabello y la beso rudamente, profundamente. Un gemido
escapa de sus labios cuando su lengua se enreda con la mía, pero no es
suficiente. Quiero que ella jadee mi nombre. Me muevo hacia abajo,
besando su cuello, marcándola como mía.
―Alec ―susurra, y sonrío contra su piel, satisfecho.
Me tomo mi tiempo con ella, besando tanto de su cuerpo como puedo
alcanzar, volviéndola loca. Mi esposa no es muy paciente, pero me
encanta burlarme de ella.
Tiro de su ropa y levanta las caderas, ayudándome a quitarle el
camisón, ella se retuerce cuando mis manos envuelven la tela de sus
bragas y sus manos recorren mi cuerpo.
―Alec, deja de provocarme ―dice, y sonrío. Me quito los bóxers y me
acomodo entre sus piernas.
―Dime que quieres.
Elena me mira con ojos llenos de lujuria.
―Tú sabes lo que quiero.
Me inclino para besarla, capturando su labio inferior carnoso entre mis
dientes.
―Ruega por eso.
Elena se ríe y empuja contra mí, haciéndome rodar sobre mi espalda.
Antes de darme cuenta de lo que está haciendo, está encima de mí, y mi
polla se hunde profundamente dentro de ella.
Gimo en voz alta, sintiéndome completamente fuera de control, y Elena
sonríe. Envuelvo mis manos justo debajo de sus senos mientras me monta,
sus senos se balancean. Mis pulgares rozan sus pezones y sus ojos se
cierran.
―Alec ―gime, y dejo que los bordes de mis dedos se deslicen sobre sus
pezones oscuros y duros. Los giro ligeramente y sus músculos se contraen
a mi alrededor.
―Mierda, Elena ―gimo.
La agarro por las caderas y empujo hacia arriba, moviéndome con ella,
amando la forma en que se ve, la forma en que su cuerpo se exhibe para
mí.
―Qué jodida vista ―le digo.
La forma en que me mira me emociona. Cuando estamos juntos en la
cama, soy todo lo que ella puede ver. Cuando estoy muy dentro de ella,
cada una de sus preocupaciones escapa de esos hermosos ojos suyos. La
follo más fuerte, rotando mis caderas, provocando un gemido de ella cada
vez que lo hago.
Veo su rostro mientras se acerca más y más... mierda. Podría correrme
con solo mirarla.
Elena jadea, y sus músculos se contraen a mi alrededor, jodidamente
ordeñándome. Gimo cuando se corre, llevándome junto con ella.
Ella sonríe con satisfacción y se derrumba sobre mí. Yo envuelvo mis
brazos alrededor suyo y presiono un beso sobre su sien. Elena suspira y
se vuelve a acomodar, pone su cabeza en mi pecho, mientras ambos
seguimos jadeando. La sostengo con fuerza con un brazo, acariciando su
espalda con el otro.
Sexo increíble y confianza mutua… es suficiente. Tiene que serlo.
49
Me miro en el espejo, admirando mi atuendo. Opté por un traje
pantalón de color granate, e incluso tengo que admitir que me hace ver...
poderosa.
―Te ves impresionante ―dice Alec, con sus ojos recorriendo mi
cuerpo. Sonrío y me acerco a él, arreglando su corbata granate a juego.
Coloco mis palmas contra su pecho, con mi corazón lleno de
agradecimiento.
―Nada de esto sería posible sin ti.
Él sonríe y me acaricia el pelo detrás de la oreja.
―¿Estás lista? ―él me pregunta.
Asiento con la cabeza. Tres meses. Han pasado tres meses desde que
llevamos a mi madre a casa. Me tomó tanto tiempo lograr que todos los
aspectos legales estuvieran en su lugar.
Alec toma mi mano mientras bajamos las escaleras. Toda la planta baja
está llena de hombres vestidos con trajes negros, y con armas atadas a la
cintura. Mi madre se para en medio, apoyada en su bastón, con Sofia a su
lado. Todavía no puede caminar bien, y no por mucho tiempo, pero lo
está logrando, lentamente.
Se ve hermosa hoy, y cada vez que me sonríe, todavía me sorprende la
incredulidad. Casi pierdo a mi madre, ¿y por qué?
Lucian me asiente desde el sofá, con Elliot a su lado. Le sonrío y le hago
un gesto de agradecimiento a Elliot. Él ha ido más allá para mí.
Alec coloca su mano en mi espalda baja y respiro profundamente para
calmar mis nervios.
―Esta noche, derribaremos a los Rousseau ―digo, con el corazón
tranquilo. Debería sonar extraño para mí decir eso. No hace mucho
tiempo, yo mismo era una Rousseau. Sin embargo, no siento nada más
que emoción.
―El Equipo Beta estará en espera en su propiedad, esperando mis
órdenes. El equipo Alpha estará con Alec y conmigo. Estaremos en la sala
de juntas.
Miro a mi madre y sonrío.
―He convocado una junta de accionistas de emergencia, así que
estarán en alerta máxima. En este punto, mi padre debería saber que
alguien ha estado comprando sus acciones, pero no puede averiguar
quién, gracias a Elliot ―digo, asintiendo hacia él.
Alec compró todas las acciones bajo el nombre de una empresa privada
que me regaló, lo que ya haría difícil revelar quién es el comprador, pero
Elliot ha logrado ocultar todos los rastros restantes de propiedad. Por lo
que entiendo, mi padre ya ha tratado de seguir el dinero, solo para toparse
con una pared de ladrillos cada vez.
―Mi padre no estará demasiado preocupado todavía, porque cree que
aún posee una participación mayoritaria entre Matthew y él. El papeleo
que prueba que lo hemos deshecho está justo aquí ―digo, levantando una
pila de papeles para que mi madre los vea. Los abogados de Alec han
hecho todo lo posible para ayudarme con mis planes, y no fue fácil, pero
lo lograron.
―Todos los demás equipos estarán estacionados en cualquier otra
propiedad que sea parte de Rousseau Corporation. Nos haremos cargo de
todas ellas. Quiero que se cambien todas las cerraduras. ―Miro a Elliot y
sonrío―. Y cada código de acceso también.
Él asiente hacia mí, pareciendo emocionado. Elliot está listo para
deshabilitar todos los sistemas de seguridad en cada propiedad hoy, y si
bien es una tarea trascendental, me aseguró que es pan comido para él.
Lucian pone su mano sobre la rodilla de Elliot, traicionando sus nervios,
pero Elliot simplemente le sonríe para tranquilizarlo.
―Vamos.
Nuestros equipos suben a sus vehículos mientras Alec le ofrece el brazo
a mi madre.
―Espera ―dice Elliot, entregándome un auricular―. Me coordinaré
contigo ―añade, y sonrío, apretando su mano.
Alec, Sofia, mi madre y yo nos dirigimos hacia la limusina, y no es hasta
que nos dirigimos a Rousseau Corporation que aparecen los nervios.
―Lo harás increíble, cariño ―dice mi madre, y yo asiento. La rabia
llena cada una de mis venas al pensar en lo que le hicieron. Caerán,
aunque sea lo último que haga.
Sonrío mientras salgo de la limusina, y me siento realmente valiente
cuando entro al edificio. Durante años, años, me he sentido impotente. Ya
no.
Camino hacia la sala de juntas con solo dos de nuestros hombres a mi
lado. Alec, Sofia y mi madre no muy lejos detrás de mí, con el ritmo
ajustado al de mamá.
Sonrío mientras empujo la puerta de la sala de juntas para abrirla con
fuerza, disfrutando de la forma en que golpea la pared fuertemente.
Los miembros de la junta se sientan sorprendidos y mi padre me mira
en estado de shock.
―¿Elena? ―dice, su voz está mezclada con consternación―. ¿Qué estás
haciendo aquí? Este no es lugar para ti.
El desprecio en su voz me irrita y aprieto los dientes mientras me acerco
a él. Llego a su lado, y mis ojos recorren a los miembros de la junta
sentados aquí hoy.
Matthew me mira, con las mandíbulas apretadas.
―¿Tú convocaste la reunión?
Mi padre se ríe y niega con la cabeza.
―Eso es imposible ―dice―. Te di sus acciones a ti.
Le sonrío a Matthew.
―No eres ni la mitad de tonto de lo que pareces ―le digo―. Pero, de
nuevo, has demostrado ser todo un genio, ¿eh? Las apariencias engañan
después de todo.
Parpadea, y hay un brillo calculador en sus ojos. De todos, voy a
disfrutar más haciéndolo caer a él.
―Los he reunido a todos aquí hoy para votar sobre el puesto de
director general ―digo.
Mi hermano sonríe divertido y niega con la cabeza, recostándose en su
asiento, despreocupado.
―Has logrado comprar... ¿qué? ¿Diez por ciento de nuestras acciones?
Dejaré que nos entretengas hoy, pero deja que esto sea una lección. La
próxima vez que me hagas perder el tiempo, te haré pagar.
Yo simplemente asiento hacia él, todavía no es su turno.
―Llamo a votación para rescindir el cargo de director general de Alaric
Rousseau ―digo.
Matthew suspira y niega con la cabeza.
―Quienes voten a favor de que permanezca en su cargo, por favor
levanten la mano ―dice, levantando lentamente la suya, en tono burlón.
Se gira para mirar alrededor de la mesa, sus ojos brillan con satisfacción
cuando encuentra todas las manos levantadas. Me mira divertido y yo
sonrío.
Mi auricular crepita, y la voz de Elliot llega.
―Tu madre debería estar caminando en cualquier segundo ahora
―dice―. Puedes empezar cuando quieras.
―Todos los que voten a favor de destituirlo de su cargo, por favor
levanten la mano ―digo, levantando la mía.
Matthew se ríe, con los brazos abiertos.
―¿No sabes contar, Elena? ―él pregunta―. La votación se acabó.
Tuviste tus diez segundos de atención, ahora vete.
―Todavía no ha acabado del todo ―dice una voz suave detrás de mí.
Me giro para encontrar a mi madre caminando del brazo de Alec. Sus
ojos encuentran con los de Matthew, y el dolor que veo en ellos me mata.
Agarro una pila de papeles de mi bolso y los tiro sobre la mesa, los
papeles se desparraman por todas partes. Miro a mi madre y ella me
sonríe mientras levanta la mano.
―¿No sabes contar? ―le pregunto a Matthew―. Entre mi madre y yo,
somos dueñas del sesenta por ciento de las acciones.
Palidece, y fija sus ojos en mi madre. Parece que está viendo un
fantasma, y eso me enoja aún más. Aprieto los dientes y me doy la vuelta
hacia mi padre, que mira a mi madre exactamente de la misma manera.
―Terminaste ―le digo. Asiento con la cabeza hacia el equipo de
seguridad que trajimos con nosotros, y ayudan a mi padre a levantarse de
su asiento. Apenas se da cuenta, sus ojos siguen viendo en mi madre.
―Esto es imposible ―dice Matthew, que parece presa del pánico.
Le sonrío.
―Ahora la votación acabó ―le digo. Asiento con la cabeza a mis
hombres, y caminan hacia él―. Sujétenlo ―les digo.
Matthew lucha.
―No me pueden quitar a mí ―grita―. Sigo siendo accionista.
Le frunzo el ceño.
―¿Te refieres a las acciones que heredaste de una mujer que no está
muerta? Sí, no funciona de esa manera.
Da una patada a su silla mientras mis hombres lo sujetan, y niego con
la cabeza.
―Que esto sea un recordatorio. Lo que va, vuelve, Matthew. No solo
tus palabras, sino cada una de tus acciones, y te haré pagar. Esta empresa,
tus acciones, deberían ser la menor de tus preocupaciones.
Asiento con la cabeza hacia Aiden, y él me entrega un disco duro.
Aprieto la mandíbula mientras lo miro, y mis ojos encuentran los de mi
madre. Ella sonríe, su sonrisa es agridulce. Me acerco a ella y la rodeo con
el brazo justo cuando entra la policía.
Matthew se congela cuando los ve, su rostro pierde color. Se detienen
frente a él.
―Matthew Rousseau ―dicen―. Está bajo arresto por el intento de
asesinato de Sarah Rousseau. Cualquier cosa que diga puede y será
utilizada en un tribunal de justicia. Tiene derecho a un abogado. Si no
puede pagarlo, se le proporcionará uno.
Niego con la cabeza hacia él.
―El intento de asesinato no es más que uno de tus crímenes, Matthew.
¿Los médicos y enfermeras que estaban en la nómina de los Rousseau?
¿Los que a sabiendas mantuvieron a mi madre en coma inducido? La
policía ha certificado confesiones de ellos, y estarán testificando contra ti.
Una lágrima cae por la mejilla de mi madre mientras le colocan las
esposas alrededor de la muñeca, con la cabeza gacha. Aprieto mi agarre
sobre mi madre mientras lo conducen más allá de nosotros, mi corazón se
siente pesado. Yo he pasado por años en los que nos distanciamos, pero
para mi madre, debe sentirse como si estuviera perdiendo a su hijo de
repente.
Inhalo profundamente antes de dirigirme a los sorprendidos miembros
de la junta. Ninguno de ellos ha dicho una sola palabra. Probablemente
estén escandalizados, y los rumores sobre los eventos de hoy no tardarán
mucho en comenzar a difundirse, exactamente lo que yo quería. Incluso
si de alguna manera Matthew se sale con la suya con lo que le hizo a mi
madre, su reputación quedará empañada para siempre.
―Creo que es suficiente espectáculo por hoy. Me disculpo por
involucrarlos a todos. Por la presente doy por cerrada esta reunión.
Pueden irse.
La mayoría de ellos se levantan de sus asientos, y muchos de ellos se
dirigen hacia mi madre. ¿Cómo pude haberlo olvidado? La mayoría de
estas personas son viejos amigos suyos, personas que han estado aquí
desde el principio. Muchos de ellos estaban aquí cuando ella hizo crecer
la empresa hasta convertirla en lo que es.
Nuestro equipo de seguridad evita que se acerquen demasiado a ella y
ella sacude la cabeza y levanta la palma de la mano.
―Pronto ―dice ella―. Todos podremos ponernos al día pronto. No
voy a ir a ninguna parte, nunca más, pero hoy… hoy mi hija y yo tenemos
algunos asuntos que atender.
Se da la vuelta y se aleja, y no puedo evitar sonreír. Me preocupaba que
el día de hoy fuera increíblemente duro para ella, pero parece estar
lidiando bien con él.
La sigo, impaciente por lo que está por venir.
50
Elena mira hacia la casa de su familia, con una expresión triste en su
rostro.
―No te preocupes, bebé ―digo, envolviendo mi brazo alrededor de
ella―. Te devolveremos tu casa.
Niega con la cabeza y se pone de puntillas, presionando un beso
prolongado en mi mejilla.
―No ―dice ella―. Mi hogar está contigo. Hoy, estamos recuperando
la casa de mi madre.
Mi corazón se agita y le sonrío. ¿Considera que su hogar está conmigo?
―Cariño.
Elena se gira para mirar a su madre, con las cejas levantadas.
―Déjame ―dice Sarah, con sus ojos en la propiedad frente a
nosotros―. Déjame hacer esto.
Elena asiente, su mano acaricia mi brazo hasta que tiene su mano
acurrucada en la mía. Entrelazo nuestros dedos, y los dos seguimos a
Sarah, con una docena de hombres rodeándonos.
Elena toca su auricular y luego asiente con la cabeza a su madre.
―Los sistemas están caídos.
Sarah inhala profundamente y empuja las puertas para abrirlas.
Camina despacio, apoyada pesadamente en su bastón, pero camina.
Después de todos estos años, está caminando.
Miro a mi esposa, mi increíble esposa. Nunca se rindió con su madre.
Luchó por una beca y trabajó en tres trabajos en un esfuerzo por pagar la
atención excepcional que recibió Sarah. Ella hizo eso, una mujer que creció
asquerosamente rica, todo por su madre.
Sarah entra a la casa, y Elena y yo la seguimos justo detrás de ella. Entra
en la sala de estar y encuentra a Jade y Elise sentadas en el sofá... su sofá.
Jade se sienta en estado de shock y se tapa la boca con la mano. Parece
que vio un fantasma, la misma culpa que retrató Matthew también se
refleja en sus ojos.
―Jade ―dice Sarah, con voz teñida de fingida sorpresa―. ¿Qué haces
en mi casa?
Jade se levanta del sofá y lo rodea, con el rostro blanco. Se para detrás
del sofá, como si estuviera tratando de usarlo como una barrera.
―Tú... estabas muerta.
Sarah se mira las manos.
―No ―dice ella―. No me parece.
Da un paso adelante y Jade se aleja un paso de ella. Mientras tanto, Elise
está en el sofá, con los ojos muy abiertos. Elena asiente a nuestros
hombres, y se mueven hacia Elise, conteniéndola.
―Aléjate de mi hija ―dice Jade, con voz temblorosa. Ella mira
alrededor de la habitación, dándose cuenta de que la superan en número.
Sarah la ignora y se sienta en el sofá, con una pierna cruzada sobre la
otra.
―No puedo decir que me encanta lo que le hiciste al lugar ―dice,
frunciendo el ceño.
Asiente hacia el asiento frente a ella.
―Toma asiento.
Uno de nuestros hombres agarra a Jade y la obliga a sentarse en el
asiento que acaba de señalar Sarah, y sonrío. Me inclino hacia Elena, con
mis labios rozando su oreja.
―Tu mamá es bastante ruda.
Ella sonríe y envuelvo mis brazos a su alrededor. Elena apoya su
espalda en mi pecho y yo pongo mi barbilla sobre su cabeza. Los dos
parados aquí como si estuviéramos viendo nuestro programa favorito.
―Pensé que habíamos acordado que te mantendrías alejada de mi
familia ―dice Sarah, extendiendo los brazos en el sofá―. Entonces, ¿por
qué estás en mi casa?
Jade tiembla y toma su teléfono, lo que hace que Sarah se ría.
―No te molestes ―le dice―. Alaric está siendo detenido por los
Kennedy, y Matthew ha sido arrestado por intento de asesinato, pero no
te preocupes, Jade, pronto te unirás a tu amado hijo.
―Tú... tú... esta no es tu casa. Ya no, es mía. Tienes que irte ―dice
Jade―. Voy a llamar a la policía. Entraste sin autorización.
Presiono un beso en el cuello de Elena.
―Buen movimiento por parte de Jade ―murmuro, y Elena resopla.
Elise nos mira, pareciendo más aterrorizada a cada segundo, y
entrecierro mis ojos hacia ella. No he olvidado que Elise es la razón por la
que mi esposa terminó en Vaughn's, el mismo lugar en el que ella
terminará eventualmente. Me aseguraré de ello.
Elena niega con la cabeza.
―Lo sería, si ella realmente fuera dueña de este lugar, y no lo es.
Jade mira a Sarah, y sus mejillas recuperan lentamente el color.
―Todo lo que solía ser tuyo ahora es mío. De hecho, siempre lo fue.
Alaric siempre fue mío, y sabes muy bien que Matthew también lo es. No
importa que lo criaras durante años, él lleva mi sangre. Alaric solo se casó
contigo por el dinero. Soy yo a quien siempre amó.
Sarah se congela, es muy sutil, pero no se me escapa. El agarre de Elena
en mi mano se aprieta, y da un paso adelante, pero tiro de ella hacia atrás.
―Tu mamá puede con esto ―le digo―. Déjala tener este momento.
Han sido años de preparación.
Asiente, pero está tensa, yo aprieto mi agarre sobre su mano,
abrazándola más cerca de mí.
―Eso bien podría ser cierto ―dice Sarah―, pero eso no explica por qué
estás en mi casa. Alaric y Matthew... puedes quedártelos. Son tuyos. ¿Pero
todo por lo que yo he trabajado? ¿Todo en lo que he invertido? No puedes
tener eso, Jade.
Jade mira a los dos policías que entran y sonríe. Qué mujer tan tonta.
Sarah asiente con la cabeza hacia Aiden, y él se acerca a ella con una
pila de papeles en la mano. Los coloca frente a Jade antes de entregarle a
Sarah un disco duro idéntico al que le dio a Elena antes.
―¿Un aviso de desalojo? ―Jade dice, con sus manos temblando.
Sarah se levanta de su asiento y mira a su alrededor.
―Haré que empaquen tus pertenencias personales, aunque dudo que
las necesites a donde vas ―dice, señalando con la cabeza a los policías.
Arrestan a Jade por intento de asesinato y, al igual que hizo Matthew, ella
intenta combatirlo.
―Sáquenla de aquí ―dice Elena, con la cabeza inclinada hacia Elise.
Esa chica siempre ha tenido una gran boca alrededor de mi esposa, pero
hoy no ha escapado una sola palabra de sus labios. Todo lo que veo en su
rostro es el miedo y el dolor que ha hecho sentir a Elena durante años.
La puerta se cierra detrás de ellos y Sarah cae al suelo. Elena jadea y
corre hacia su madre, tomándola entre sus brazos.
Mi corazón se rompe cuando Sarah se echa a llorar. No ha llorado ni
una vez desde que se despertó. Ni cuando le costaba hablar, ni cuando
sus extremidades no hacían lo que ella quería, ni siquiera cuando le
dijeron que estaría en una silla de ruedas durante meses.
Nada de eso la rompió, pero esto lo hizo. El amor lo hizo.
51
Me siento con mi madre mientras revisamos los registros de la empresa,
con Alec a nuestro lado. Envuelve su brazo alrededor de mi cintura y
suspira.
―Mira, Buttercup ―dice―. Todo esto no cuadra. Reacondicionar esta
empresa va a ser difícil.
Dejo caer mi cabeza contra su hombro, y él presiona un beso sobre mi
cabello.
―No me sorprende ―dice mamá―. Alaric nunca fue un buen hombre
de negocios. Incluso cuando eras pequeña, yo dirigía nuestras dos
empresas. Lo hice entonces, y lo haré ahora. Entre tú y yo, no hay nada
que no podamos lograr, cariño.
Asiento con la cabeza, pero la tarea parece abrumadora.
―Necesitamos programar reuniones con todos
departamento ―digo, desplazándome por los datos.
los
jefes
de
Mi teléfono suena y frunzo el ceño cuando no reconozco el número de
teléfono. No le he dado este número a nadie.
Alec mira mi teléfono, luciendo sorprendido.
―Toma la llamada. Ese número de teléfono es de mi abuelo.
Lo miro con las cejas levantadas mientras acepto la llamada,
confundida sobre por qué me llama.
―¿Hola?
―Elena, cariño. Escuché que eres la orgullosa nueva propietaria de
Rousseau Corporation. Por lo que he oído, entraste con las armas
encendidas. No podría estar más orgulloso de ti.
Me sonrojo, no puedo evitarlo.
―Abuelo… no fue nada. Solo había que hacerlo.
―¿Qué tal ese almuerzo que me prometiste? Tengo algo de tiempo
justo ahora. Puedo estar ahí en diez minutos más o menos. Me encantaría
escuchar la historia completa. Además, me encantaría volver a ver a tu
madre. No la he visto en años.
―Claro, abuelo.
Miro a mi mamá y sonrío mientras termino la llamada.
―El abuelo de Alec viene a almorzar. Dijo que le gustaría verte, ya que
han pasado tantos años. Parecía bastante interesado en escuchar nuestra
historia completa.
Mamá sonríe y niega con la cabeza.
―El papá de Sofia me advirtió que no me casara con tu padre. Ella y yo
éramos muy buenas amigas cuando éramos más jóvenes, y su padre
siempre me cuidó.
Pongo mi mano en el hombro de mi madre, mientras mi corazón se
rompe por ella, ha perdido tanto, pero aun así sigue sonriendo.
Camino hacia la cocina de Sofia, sorprendiendo al personal. Aunque
Alec y yo tenemos nuestra propia cocina, la de Sofia es mucho más grande
y es la que siempre usamos para las comidas familiares. El abuelo entra
poco después que yo, con una gran cesta llena de verduras en la mano.
―Hola, cariño ―dice, sonriendo.
Sostiene un melón para mí, emocionado, y lo miro con los ojos muy
abiertos.
―¡Oh, Dios! Me pregunto a qué sabrá. ¿Crees que será dulce?
El abuelo se encoge de hombros.
―No lo sabremos hasta que lo probemos. ¿Cómo lo pusiste? Están de
mal humor.
Me río, y Sofia asoma la cabeza en la cocina, con una sonrisa en su
rostro.
―Pensé haberte escuchado, papá.
Ella mira las verduras en el mostrador con los ojos entrecerrados y se
cruza de brazos.
―Papá... pensé que habías dicho que yo era la única que podía comer
tus vegetales.
El abuelo la mira tímidamente y yo me río. Me encanta la forma en que
Sofia actúa con su padre y la forma en que él la trata. Este hombre
imponente no es más que un padre amoroso cuando ella está cerca.
―Pero Elena te las va a cocinar ―le dice, derrochándole todo su
encanto.
Ella niega con la cabeza.
―Ni siquiera sabías si estaría aquí, y tampoco me llamaste. ―Se gira
para mirarme―. ¿Él te llamó, Elena?
El abuelo me mira con los ojos muy abiertos y sacude la cabeza muy
levemente, y casi me las arreglo para reprimir una sonrisa.
―Oh, no ―digo, con un tono poco convincente.
―¡Lo sabía! ―Sofia dice, mirando a su padre.
―No culpes al abuelo ―dice Alec, entrando a la cocina con mi madre
justo detrás de él―. No puede evitarlo, el abuelo nunca tuvo oportunidad.
Elena simplemente tiene una habilidad especial para robar el corazón de
la gente.
Sofia asiente, como si estuviera de acuerdo, y envuelve su brazo
alrededor de mi hombro.
―Sí, eso es verdad. Mi nuera es tan adorable.
Mamá se aclara la garganta.
―Sofia, te das cuenta de que es mi hija, ¿verdad?
Sofia entrecierra los ojos y aprieta su agarre sobre mí.
―Ya no, ella no lo es.
Mamá le devuelve la mirada.
―¡Aún faltan tres meses para la ceremonia de la boda de Alec y Elena!
Observo a las dos con diversión. A Sofia le encanta tenerme cerca y me
he acostumbrado a pasar tiempo con ella, mientras que mamá hace todo
lo posible por recuperar el tiempo perdido. Las dos han estado
discutiendo sobre quién pasa tiempo conmigo constantemente. Es como
si fueran dos padres divorciados peleándose por mi custodia, y me
divierte infinitamente. Me hace sentir amada, y no me había sentido así
en años. Sé que la alegría que representan es un intento de aligerar el
estado de ánimo después de un par de meses difíciles, pero que incluso
consideren hacer eso por mí, me asombra. Que alguien se preocupe lo
suficiente, que quiera animarme, me sorprende.
Miro alrededor de la habitación, y mi corazón rebosa de amor. Durante
años, la soledad me carcomió y la desesperación fue todo lo que me
mantuvo en marcha. Ahora estoy parada aquí en una habitación llena de
gente que realmente me quiere cerca, gente que se preocupa por mí.
Mis ojos se encuentran con los de Alec, y no puedo evitar preguntarme
si él siente algo por mí. A veces se siente como si lo hiciera, y otras veces
ni siquiera puedo leerlo. No estoy segura de si el amor es todavía algo que
quiero. Mi corazón lo anhela, pero lógicamente ahora puedo ver lo que
quiere decir Alec. El amor... es demasiado riesgo. Lo que Alec y yo
tenemos en este momento es indestructible. Si nos enamoráramos, ¿nos
rompería como lo hizo con mi madre?
Me sonríe y mi corazón comienza a acelerarse. Alec camina hacia mí,
pero las sirenas fuertes comienzan a sonar en toda la casa antes de que él
me alcance, lo que nos hace saltar de la sorpresa.
Toma su teléfono, frunciendo el ceño. Su rostro pierde color y mi
corazón se hunde.
―Los paparazzi han rodeado nuestra casa. Han traspasado el
perímetro. Nuestros hombres están trabajando para hacerlos retroceder,
pero son demasiados. Aiden me dice que hay unas cuantas docenas por
ahí.
Sus ojos encuentran los míos y el miedo recorre mi espalda. ¿Se
enteraron? ¿Se enteraron de nuestro matrimonio? ¿Descubrieron de
alguna manera que nuestra relación no es real?
Miro al abuelo. Alec podría perderlo todo.
52
―¿Qué pasó? ―pregunta mamá.
Niego con la cabeza.
―No lo sé.
Toma su teléfono al mismo tiempo que todos los demás, todos
buscamos en Google nuestros propios nombres y el apellido Kennedy.
Me lleno de pavor cuando encuentro a mi padre en todas las noticias y
los titulares hacen que mi estómago se retuerza violentamente. Hago clic
en uno de los artículos, mientras la resignación hace que mis dedos se
vuelvan pesados.
Es un video sexual. Mi padre está en las noticias por un maldito video
sexual.
Me siento mal, pero probablemente no se compara con cómo se debe
sentir mi madre.
Inhalo profundamente y empiezo a buscar entre mis contactos para
encontrar el número de Elliot. ¿Cómo pudo haber dejado que esto
sucediera? Tiene filtros intrincados configurados para bloquear este tipo
de cosas para que nunca lleguen a los medios de comunicación
principales, entonces, ¿por qué no captó esto?
―¿Elliot? ―digo tan pronto como contesta―. ¿Qué pasó?
Él bosteza ruidosamente.
―¿De qué estás hablando? ―dice, sonando somnoliento―. Mierda. Mis
sistemas están caídos.
―Detente ―dice mamá―. Detente, Alec.
Toma mi teléfono de mis manos y termina la llamada.
―Suficiente ahora. Suficiente.
Pasa una mano por su cabello temblorosamente, y cuando me mira, sus
ojos están llenos de angustia, pero también hay determinación en su
mirada.
―Sé que has estado tratando de protegerme, Alec. Sé que llevas años
bloqueando este tipo de noticias, pero ya es suficiente. Ya no puedo vivir
así. No puedo.
Se da la vuelta hacia mi abuelo y se tensa, como si se estuviera
preparando.
―Papá... lo he intentado. Lo juro, lo he dado todo. Durante años, me he
aferrado a la esperanza, me he aferrado a los recuerdos felices, pero ya no
puedo más. Todo lo que siempre quise fue un matrimonio como el de
mamá y el tuyo, y durante mucho tiempo pensé que si aguantaba lo
suficiente, si demostraba que mi amor siempre sería fuerte, entonces tal
vez... tal vez Anthony cambiaría. Siempre me has dicho que el matrimonio
es para siempre, que las cosas se arreglan juntos, no se alejan, pero, papá,
el matrimonio requiere de dos. ¿Y este matrimonio? He estado en esto por
mi cuenta durante años.
Una lágrima rueda por su rostro y el abuelo se acerca a ella. Él limpia
sus lágrimas y un sollozo escapa de los labios de mamá. El abuelo la toma
en sus brazos, abrazándola fuertemente.
―Papá… quiero el divorcio. Sé que los Kennedy no se divorcian, pero
mírame ―dice, con la voz entrecortada―. Todo el mundo sabe que mi
esposo me engaña, soy el hazmerreír. ¿Y para qué?
Ella entierra su rostro en el pecho del abuelo, y él cierra los ojos,
luciendo tan dolido como mamá.
―Por favor, papá. Déjame divorciarme. Si sientes que necesitas
repudiarme por eso, entonces haz lo que debes, solo te pido que no dejes
que eso afecte a mis hijos.
Me mata verla así. Su petición me sorprende, nunca pensé que el
divorcio fuera una opción. No era algo que pensé que mamá alguna vez
se atrevería a pedir, pero ella tiene razón. Esto... esto no es vida.
―Cariño ―dice el abuelo, mientras su mano acaricia su cabello,
calmándola―. Eres mi niña pequeña, Sofia. Todo lo que siempre he
querido para ti es felicidad, nada menos.
Él me mira, con una mirada complicada en sus ojos.
―Si hubiera sabido sobre esto… si mi nieto no hubiera ocultado esto
tan bien, entonces cariño, de ninguna manera te hubiera dejado quedarte.
No lo sabía, cariño. Asumí que ustedes dos tenían sus problemas, pero
nunca imaginé que sería a este grado.
Él le frota la espalda, pero mamá no puede controlar las lágrimas. Es
como si el dolor de años finalmente encontrara la salida.
Él se aparta para mirarla, y la expresión de su rostro... nunca había visto
a mi abuelo tan herido. Mamá resopla, pero no puede contener los
sollozos.
―Divórciate ―dice, sorprendiéndonos a todos―. Eres mi hija, Sofia.
Siempre serás mi niña. De ninguna manera te repudiaría por elegir la
felicidad, yo no seré la razón por la que permanezcas atrapada en un
matrimonio sin amor.
Miro a mi abuelo con incredulidad. No pensé que él alguna vez
permitiría eso, no pensé que dejaría que mamá abandonara su
matrimonio sin repercusiones.
Me esforcé mucho por proteger a mi madre, pero si no lo hubiera hecho,
podría haberse divorciado mucho antes.
Mi amor por ella es lo que prolongó su dolor.
53
Toco a la puerta del dormitorio de mi madre. Por lo general, cenamos
juntos como familia al menos cada pocos días, pero no ha bajado a cenar
con nosotros. Según el personal, no ha estado comiendo mucho.
―¿Mamá?
Abre la puerta y la miro en estado de shock. Sus ojos están hinchados y
enrojecidos, su cabello está desordenado y viste una bata de casa. Nunca
la había visto tan... deshecha.
Ella resopla y hace todo lo posible para sonreírme.
―Lo siento, Alec. Yo solo… no me siento bien.
Asiento con la cabeza.
―Pero necesitas comer algo. ¿Por favor?
Me mira y suspira mientras sale de su habitación y baja las escaleras,
sin siquiera molestarse en cambiarse o peinarse. Sus movimientos son
mecánicos, como si simplemente me estuviera haciéndome un favor.
Apenas la reconozco. Hace solo unas semanas, nunca hubiera soñado con
que caminara así, ni siquiera alrededor de la casa.
La sigo hacia abajo, enfermo de preocupación. Elena, Lucian y Sarah ya
están sentados. Le sonríen, pero mamá no les devuelve la sonrisa.
―¿Cómo te sientes? ―pregunta Sarah.
Mamá mira hacia arriba, y las dos intercambian una mirada, una de
comprensión.
―Anthony me dijo que le enviara los papeles del divorcio. Ni siquiera
vendrá para hablar conmigo, para luchar por mí.
La miro con los ojos muy abiertos. No sabía nada de esto. No he hablado
con mi padre en meses. Ni Lucian ni yo le hablamos nunca más, y él
tampoco lo hace.
Sarah agarra la mano de mamá y asiente.
―Probablemente sea lo mejor. Una separación limpia es lo que
necesitas.
Mamá inhala temblorosamente.
―Afortunadamente, no hay mucho que él pueda tomar. La mayoría de
nuestros activos son propiedad de la empresa, que a su vez es propiedad
de mi padre. Perderé parte de mi propiedad y una cantidad decente de
dinero, pero él no podrá conseguir mucho más que eso.
Suspiro de alivio. Gracias a Dios, el abuelo está vivo y bien. Si mamá
hubiera heredado sus acciones, estaríamos en muchos problemas: ella
tendría que darle la mitad a mi padre.
Mamá apenas toca su comida y veo la ansiedad en los ojos de Elena.
Sigue agregando pequeñas cantidades de las comidas favoritas de mi
madre a su plato, pero mamá no toca nada.
Durante la cena, Elena se ofrece a llevarla a un día de spa y Lucian se
ofrece a llevarla de compras, pero ella no está interesada en absoluto.
Me aterroriza que vuelva a caer en la misma depresión que casi había
evitado cuando me casé con Elena. Estuvo manteniendo una fachada,
pero ahora todo el mundo la ha visto caer. No ha salido de casa desde que
mi padre salió en las noticias y, a este paso, no lo hará.
No sé qué hacer. Estoy acostumbrado a que casi todo esté bajo mi
control, pero esto... no hay nada que pueda hacer al respecto.
Mamá se levanta tan pronto como todos terminan de comer y
desaparece antes de que pueda detenerla. De vez en cuando, jugamos
juntos a las cartas, y esperaba convencerla de que lo hiciera hoy, pero se
escapó antes de que yo tuviera la oportunidad.
Estoy inquieto mientras vuelvo a subir las escaleras, Elena viene justo
detrás de mí. Me sigue a nuestra sala de estar y se sienta en su silla
favorita, tan preocupada y distraída como yo.
Me sirvo un vaso de whisky, lo tomo todo y lo inclino antes de volver
a rellenarlo.
―¿Quieres un trago?
Elena niega con la cabeza, sube los pies a la silla y se abraza a sí misma.
Me siento frente a ella, los dos mirándonos como lo hicimos cuando le
propuse matrimonio. Admiro su vista, su cabello largo cayendo por su
cintura, su hermoso rostro, y esos impresionantes ojos suyos. ¿Qué
hubiera pasado si no me hubiera encontrado con ella ese día? La idea de
lo que casi hizo me destroza, pero no puedo evitar preguntarme si tomé
la decisión correcta al encadenarla a mí. ¿Terminará como mi madre,
eventualmente? Ella y mi madre tienen el mismo corazón, es una
romántica empedernida. Intenta negarlo, tanto a sí misma como a mí,
pero no puede evitarlo. No es como yo, Elena se preocupa por las
pequeñas cosas, como lo hace mi madre. Le gusta cenar juntos, dormir
juntos. Si no estoy en casa por un par de días, se pone inquieta. Elena se
preocupa. Se preocupa por todo, y por todos los que nos rodean.
Adoro eso de ella, pero también es algo que la lastimará al final.
Nuestro matrimonio... nunca será suficiente para ella, siempre querrá
más, lo veo en sus ojos, quiere cosas que no puedo darle. Ella ve cosas que
no están ahí.
Me mira y sonríe.
―Ella estará bien, ¿sabes? Será difícil, pero estamos aquí para ella. Al
final, estará mejor sin tu padre y tendrá la oportunidad de vivir su vida
como quiera, sin engaños.
Asiento con la cabeza.
―Sin engaños... sí, supongo, excepto que no estoy seguro de que mi
madre sepa quién es ella.
Al igual que mi madre, Elena está perdiendo de vista quién es. Veo su
luz atenuarse todos los días. No es solo todo lo que pasó con su padre. Es
más que eso. Soy yo. La forma en que me mira... veo su corazón romperse
cada vez que la beso.
Ver a mi madre desmoronarse me mata. Me mata y me aterroriza. Y
tengo miedo de empujar a Elena por el mismo camino que mi madre.
Tengo miedo de que algún día encuentre su vida vacía, y que se dé cuenta
de que renunció a demasiado por mí. Se encontrará sin amor y sola, como
lo hizo mi madre. Las cosas que ella quiere de mí, y que nunca podré
darle. No me queda amor para dar en esta vida, e incluso si lo hiciera... sé
que el amor no dura, no lo hace, pero aun así Elena no dejará de anhelarlo.
54
Miro a Alec acostado a mi lado. Está profundamente dormido, sus
pestañas revolotean ligeramente. Me inclino más cerca, envolviendo mi
brazo a su alrededor. Él suspira y se aleja, empujándose lejos de mí
mientras duerme.
Ha estado diferente últimamente. No ha sido él mismo desde que su
madre pidió poder divorciarse. Hay tanta distancia entre nosotros ahora,
y no sé cómo solucionarlo.
Nunca lo había visto con tanta angustia: ver a su madre desmoronarse,
verla acosada por la prensa... él está sufriendo junto con ella, y eso hace
que se aleje de mí cada vez más.
Paso un dedo por su brazo, provocando un ligero escalofrío en él. Lo
extraño. Está aquí, pero lo extraño. Ya no me mira igual, cuando me
sonríe, es como si yo fuera una chica más, ni siquiera me ha tocado en
semanas.
Me acerco a él, presionándome contra su cuerpo, necesito su piel contra
la mía. Me juré que no sería como mi madre, como Sofia, pero quiero ser
todo lo que él ve. Incluso en contra de mi buen juicio, él es todo lo que
quiero. Estoy luchando contra mis sentimientos con tanta fuerza, pero
estoy a merced de mi corazón. Él me dará un beso y se me escapará toda
razón.
Alec suspira, mientras sus pestañas revolotean. Parpadea lentamente,
y sus ojos encuentran los míos.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunta, con voz áspera.
Aprieto mi agarre sobre él y presiono un beso en su frente. Alec lanza
sus brazos alrededor de mí y me acerca más, y pone mi cabeza en su
pecho, entierra su mano en mi cabello, agarrándolo con fuerza.
―¿Qué ocurre? ―susurra, y niego con la cabeza.
―No es nada, simplemente no puedo dormir.
Se aleja para mirarme, con mirada escrutadora.
―¿Estás preocupada por tu mamá? Ella se ha estado recuperando muy
bien, la forma en que está manejando Rousseau Corporation es
asombrosa.
Asiento con la cabeza. Estoy parcialmente preocupada por mi madre,
pero es más que eso.
―Sí, estoy preocupada por mi mamá, pero también por la tuya. Los
medios de comunicación se han ocupado de su divorcio. Ha sido muy
duro para ella, y no podemos protegerla. Estoy preocupada.
Alec asiente.
―Lo sé, pero ella nos tiene a nosotros, no está sola. Tu madre también
ha demostrado ser un pilar de fortaleza. Tenerla cerca lo ha hecho mucho
más fácil para mamá. Las dos... ambas han sido lastimadas mucho de las
mismas formas.
Yo suspiro.
―Solo estoy cansada, Alec. Estoy cansada de todo el dolor que nos
rodea, de toda la angustia.
―Lo sé, Buttercup. ―Él ahueca mi mejilla y presiona un suave beso en
mis labios―. Pero así es la vida. Nuestras dos madres eligieron el amor y
pagaron el precio, ese es el riesgo de darle tu corazón a alguien, tienes que
confiar en que no lo romperán, que no te romperán a ti, y este mundo en
el que vivimos… es superficial, es oportunista y es vacío. ―Me acaricia el
pelo detrás de la oreja y suspira―. El pasado no se puede deshacer, pero
podemos aprender de él.
Asiento con la cabeza. Él tiene razón. Sé que es así, pero, ¿puedo
endurecer mi corazón como él lo ha hecho? A pesar de todo lo que le ha
pasado a mi madre, a Sofia, mi corazón aún anhela lo que sé que no puedo
tener. Una pequeña parte de mí aún anhela las cosas que nunca he
conocido: una familia amorosa propia. Es una tontería, y lo sé, pero no
puedo controlar mi corazón.
―¿De verdad crees que es posible vivir sin amor?
Asiente mientras juega con mi cabello.
―Lo hemos estado haciendo muy bien, ¿no?
Sus palabras me duelen, pero sonrío a través del dolor. No tiene idea
de que me enamoro un poco más cada día.
―¿Tú me amas, Alec? ¿por lo menos un poco?
Me mira con los ojos muy abiertos y se sienta; con las sábanas
amontonándose alrededor de su cintura, se pasa una mano por el pelo e
inhala profundamente.
―Elena, ¿por qué me preguntas esto?
Me siento sobre mis rodillas y lo miro a los ojos.
―Alec… solo… tú y yo… no somos como nuestros padres. Sabes que
yo nunca te engañaría, y no creo que tú lo hagas tampoco, no somos como
ellos.
Él asiente, con expresión cautelosa.
―No lo somos, porque tenemos acuerdos vigentes, porque nuestro
matrimonio es transaccional. Tú y yo no necesitamos depender del amor
para mantenernos juntos. Tenemos mucho más que eso.
―Entiendo ―le digo―. Sí, Alec, pero, ¿por qué tiene que ser eso todo
lo que tenemos?
Él suspira y me mira, con expresión irritada.
―Elena, ¿por qué estamos hablando de esto? Te di una salida cuando
te propuse matrimonio. Te dije que si te casabas conmigo, estarías
aceptando una vida sin amor. Entonces, ¿por qué de repente quieres más?
―Se recuesta contra su almohada, con una expresión de consternación en
su rostro―. Después de todo lo que acabas de presenciar, ¿todavía quieres
amor? Viste cómo se destruían varias vidas por eso, ¿pero aun así lo
quieres? ¿Por qué?
Aparto la mirada, sin saber cómo explicarme.
―Alec… tú y yo crecimos en hogares sin amor. ¿Es eso lo que quieres
para nuestros hijos?
Me mira, y la frialdad en sus ojos hace que un escalofrío me recorra la
espalda.
―Todo esto… ¿Qué es esto, Elena? ―Sus ojos brillan con una emoción
que no puedo descifrar. ¿Es ira? ¿Irritación? Me hace sentir como si
simplemente preguntarle si me ama lo incomodara―. Obtuviste lo que
querías: lograste salvar la vida de tu madre, y me casé contigo para
conseguir el trabajo que quiero. Eso es todo en este matrimonio, Elena. Es
solo un acuerdo de beneficio mutuo.
Junto mis manos, haciendo todo lo posible para evitar temblar.
―¿Eso es todo? ―pregunto, con voz quebrada―. ¿Eso es todo lo que
soy para ti?
Se mira las manos y niega con la cabeza.
―Me importas, Elena. Por supuesto que sí, sabes que es así.
Alec niega con la cabeza y me da la espalda. Oigo las palabras que no
dice. Le importo, pero no me ama, y probablemente nunca lo hará.
55
―¿Querías verme, abuelo?
Entro en su oficina, la oficina que siempre he considerado como el
objetivo final. Cada vez que entro aquí, estoy lleno de determinación
renovada. Un día, pronto, lo sucederé.
―Toma asiento.
Me siento frente a él, confundido sobre por qué me llamó. Lo miro,
luchando por reconciliar a la persona que es frente a Elena y mi madre,
con la persona sentada frente a mí.
―¿Cómo esta tu madre?
Aparto la mirada.
―Está bien ―digo instintivamente, pero no lo está. Ha estado llorando
mucho y apenas ha salido de casa, asustada por la forma en que la acosan
los paparazzi. Es doloroso de ver, pero no hay otra manera.
―Ella superará esto ―dice el abuelo, y yo asiento. Lo hará, debe
hacerlo.
Mi abuelo empuja una pila de documentos hacia mí, con una mirada de
resignación en sus ojos.
―Soy viejo, Alec. Anticuado en mis costumbres, creo que sé que es lo
mejor simplemente porque soy mayor, porque he visto y vivido tanto. Es
por mi terquedad que tu madre se quedó en un matrimonio del que
debería haber salido hace años. Es por mí que desperdició años de su vida,
años que nunca recuperará, y no cometeré el mismo error contigo.
Tomo los papeles y mis ojos se agrandan cuando me doy cuenta de lo
que son.
―Mi posición como presidente es tuya, quitaré el requisito de
matrimonio. Sabes muy bien que adoro a Elena, pero no te cases con ella
para perseguir tus propios objetivos. Si te casas con ella, cásate porque es
a quien quieres, porque no puedes imaginar tu vida sin ella, porque la
amas. Quiero para ti lo que tu madre no pudo tener: un matrimonio feliz
y pleno. No termines como tu madre y no le hagas eso a Elena.
Me da un bolígrafo y no dudo en firmar el contrato, mi corazón late con
fuerza. Esto es todo lo que siempre quise, entonces, ¿por qué firmar esto
no se siente tan bien como esperaba?
―La junta certificará tu nombramiento en los próximos días. Tanto tú
como yo sabemos que Dylan no está calificado para asumir mi puesto,
pero mi terquedad casi se lo permite.
Suspira y se recuesta en su asiento.
―Es por tu abuela. Es porque quiero que todos mis hijos y nietos tengan
lo que yo tuve con ella. Tu abuela... me mantuvo conectado a la tierra, era
mi compañera en todo lo que importaba, mi mejor amiga. Hizo que la
vida valiera la pena, y aún la extraño todos los días, pero lo que tuve con
tu abuela es excepcionalmente raro. El simple hecho de estar casado no
garantiza un vínculo como ese. Debería haberlo sabido.
Asiento, sin palabras. Nunca en un millón de años pensé que cambiaría
de opinión, o que admitiría las fallas en su lógica.
―Anda ―dice―. Ve a celebrar. Tu madre estará muy orgullosa y Elena
también lo estará. Ve a celebrar con ellas.
Me pongo de pie y le sonrío a mi abuelo.
―Gracias, abuelo. No te defraudaré.
Él asiente.
―Nunca lo has hecho, Alec. Nunca te he dicho esto, pero estoy muy
orgulloso de ti. No solo por la forma en que manejas nuestro negocio, sino
por tu corazón. La forma en que cuidas a tu madre me enorgullece mucho,
estoy agradecido de tener un nieto como tú.
Le sonrío, sorprendido. Nunca me había dicho algo así, y ni siquiera
sabía que esas eran las palabras que quería escuchar de él.
Todavía estoy sonriendo cuando llego a casa. Ni siquiera los paparazzi
estacionados alrededor de nuestra propiedad pueden hacer mella en mi
estado de ánimo.
Camino directo a mi apartamento, en busca de Elena. Ella y yo no
hemos sido los mismos desde hace un tiempo... hay una distancia entre
nosotros que es mi propia creación. Ver a mi madre desmoronarse de la
forma en que lo hizo me ha hecho alejarme de ella involuntariamente.
Estoy aterrorizado de hacer que Elena termine de la misma manera: rota
y sin amor. Las cosas que ella desea tanto son las mismas cosas que nos
separarán. No entiendo por qué no puede ver cuán fuerte es nuestra
relación precisamente porque no estamos enamorados, porque el amor
nunca fue la base de nuestro matrimonio. Ha visto tantas vidas arruinadas
bajo la apariencia del amor, y aun así me lo pide. Todo lo que puedo
esperar es que pase, que tarde o temprano se dé cuenta de lo destructivo
que sería el amor para nuestra relación.
Me detengo en la puerta de la cocina, y mis ojos van hacia ella. A pesar
de todas las dudas y todos los miedos, ella es la primera con la que quiero
compartir esta buena noticia. La miro y sonrío.
Está de pie frente al mostrador, mirando unas galletas quemadas, como
si personalmente la hubieran agraviado.
―Buttercup.
Ella me mira y mi corazón se agita. Tiene harina en las mejillas y en el
pelo, pero se ve deslumbrante. Mi corazón se retuerce dolorosamente, la
he extrañado.
Me acerco a ella y la envuelvo en mis brazos, abrazándola con fuerza.
No la he abrazado así en días. Elena duda antes de devolverme el abrazo,
envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.
―¿Qué provocó esto?
Me alejo un poco para verla y sonreír.
―Estás viendo al nuevo presidente de nuestra compañía.
Elena jadea, aferrándose a mis hombros con fuerza.
―¿Hablas en serio?
―Sí. Acabo de firmar el contrato.
Sonríe, sus ojos brillan con la misma felicidad que yo siento.
―Felicidades, Alec ―dice, arrojándose de nuevo a mis brazos. La
abrazo con fuerza, disfrutando de la forma en que encaja perfectamente
en mí.
―Exactamente el tipo de buenas noticias que necesitábamos después
de los dos meses difíciles que acabamos de pasar ―dice, aunque su
sonrisa desaparece de su rostro.
―Hey, ¿qué pasa?
―No es nada, Alec. ―Toma mi mejilla, con una sonrisa forzada en su
rostro. Está tratando de retratar la felicidad, pero todo lo que veo en sus
ojos es tristeza―. Estoy tan feliz por ti.
―Elena, háblame. Algo está claramente mal.
Suspira y entierra su mano en mi cabello.
―Yo solo... pensé que no obtendrías el puesto hasta después de nuestra
boda.
La miro fijamente, y me doy cuenta.
Ella está en lo correcto.
Se casó conmigo para salvar la vida de su madre, pero su madre se ha
despertado ahora, y yo... me casé con ella para garantizar que obtendría
el puesto de mi abuelo. El puesto que me acaba de dar.
Traga saliva y se aleja de mí, mientras sus brazos se envuelven a su
alrededor.
―Cuando me hiciste la propuesta, dijiste que los Kennedy nunca se
divorcian, pero lo hacen ahora. Tu madre ha sentado un nuevo
precedente. No es que eso importe tanto, ya que nadie sabe que estamos
casados.
Aprieto mi agarre en su cintura, y mi corazón se hunde.
―¿Qué estás diciendo, Elena? ¿Estás diciendo que quieres divorciarte?
Ella niega con la cabeza.
―No. No lo sé.
―¿No lo sabes? ―repito lentamente.
Mira hacia otro lado y suspira.
―Ya no sé lo que quiero, Alec. No lo sé.
Me alejo, con el corazón intranquilo. Doy un paso lejos de ella,
dejándola ir.
―Mira, solo necesito un poco de aire fresco ―le digo, alejándome.
Elena agarra mi manga.
―Alec, no, por favor no te vayas. Lo siento ―dice, con la voz
entrecortada.
Niego con la cabeza y la sacudo. Mi cabeza da vueltas mientras salgo
de la casa. Quiero vomitar. La idea de que me deje me destroza, pero si
me aferrara a ella, ¿la estaría destrozando yo a ella?
56
―¿Qué pasa, cariño? ―pregunta mamá, levantando la vista de su
computadora portátil. Está en la cama y yo estoy acostada a su lado, solo
queriendo estar cerca de ella. Odio perderla de vista, tengo miedo de
perderla de nuevo. La veo y niego con la cabeza, luchando por salir de
mis pensamientos.
―Has estado actuando extraña toda la semana. ¿Qué está sucediendo?
Alec apenas ha estado en casa tampoco. ¿Están peleados ustedes dos?
Hago una mueca y mamá aprieta mi mano.
―Cariño, me estás preocupando. ¿Qué está sucediendo?
Sacudo la cabeza y suspiro.
―No es nada, mamá.
No quiero agobiarla con mis problemas de relación, no quiero que se
preocupe por mí. Ojalá pudiera ocultar cómo me siento para que nunca
se diera cuenta en primer lugar.
Alec y yo apenas hemos hablado en días. Es como si simplemente
coexistiésemos. Desde que surgió el tema del divorcio, nuestra relación se
deterioró sin posibilidad de reparación. Me hace sentir que ya no le sirvo
ahora que se ha convertido en presidente. La forma en que me está
tratando... es lo que esperaba desde el principio. Me dijo que quería una
esposa que pudiera usar, alguien a quien no tuviera que cortejar, alguien
que no se interpusiera en su camino.
Habría podido hacer frente a eso si él no me hubiera mostrado primero
cómo puede ser. Si no me hubiera dado una idea de lo que se sentiría ser
amada por él.
―Mamá, ¿te arrepientes de haberte casado con papá?
Su sonrisa es agridulce, y suspira.
―No, no me arrepiento de haberme casado con tu padre, Elena.
Después de todo, por él te tengo a ti. Lo único que lamento es haberme
quedado tanto tiempo como lo hice. Debería haberme ido en el momento
en que supe que me engañó, en el momento en que supe que ya no me
amaba, si es que alguna vez lo hizo. No hay vergüenza en amar a alguien
con todo el corazón, Elena, pero ese amor debe ser mutuo. Si terminas
dando más de lo que recibes, terminarás siendo un caparazón de ti misma,
agotada, como lo estaba yo. Si me hubiera ido antes, podría haber tenido
una vida diferente. ¿Quién sabe? Podría haber encontrado el amor
verdadero.
La miro fijamente, mientras mis pensamientos dan vueltas.
―Incluso después de todo lo que pasó, aún pareces creer en el amor.
Mamá asiente.
―No es el amor lo que me hizo esto, cariño. Es la ausencia de amor.
Parpadeo sorprendida, y ella sonríe.
―Cariño, el problema que teníamos Sofia y yo era que amábamos con
todo nuestro corazón y nunca recibimos ese mismo amor de vuelta. Vivir
así, amar así, no es sostenible.
La ausencia de amor… Nunca lo había pensado de esa manera.
―¿No sería mucho más fácil no amar en absoluto?
Mamá se echa a reír y me aprieta la mano.
―Cariño, una vida sin amor no es una vida que valga la pena vivir.
Además, no puedes elegir si amas o no a alguien. Ojalá. ¿Cuánto más fácil
sería la vida si pudiéramos tomar esa decisión? Pero el amor… no escucha
razones.
Pienso en sus palabras. He estado tratando de luchar contra mis
sentimientos, pero terminé enamorándome de Alec en contra de mis
deseos. Quiero ser la persona que él me pide que sea: una esposa
conveniente, una socia que se ocupa de sus propios asuntos, pero no
puedo. No puedo no amarlo.
La forma en que me cuida, la forma en que defiende a Luce y la forma
en que siempre ha protegido a su madre... Hace que amarlo sea tan fácil.
Nunca tuve oportunidad.
No me ha pedido mucho a cambio de todo lo que me ha dado. Solo tres
cosas: ser una buena nuera y su esposa trofeo en público, y nunca esperar
amor. Él me ha dado todo. Sin él, mi madre podría no estar acostada a mi
lado en este momento. Sin embargo, no puedo evitar querer más,
egoístamente. No puedo evitar atreverme a esperar más.
Todavía estoy pensando en las palabras de mi madre horas después.
Miro el reloj mientras preparo la cena, sin saber si Alec se unirá a mí esta
noche. Últimamente ha estado trabajando hasta tarde en su oficina, y no
puedo evitar preguntarme si es porque me está evitando.
Levanto la vista cuando escucho que una de las puertas se cierra de
golpe y sigo el sonido para encontrar a Alec caminando directamente a la
oficina de la casa. Solía al menos saludarme y preguntarme sobre mi día,
incluso en los días en que estaba increíblemente ocupado. Me detengo
frente a la puerta cerrada de su oficina y dudo antes de empujarla para
abrirla.
―¿Alec?
Él mira hacia arriba con sorpresa, y expresión cautelosa.
―Elena. ¿Qué estás haciendo aquí?
Parpadeo, sin saber cómo responder a eso.
―Te escuché entrar.
Él asiente y tira de su corbata. Me acerco a él y coloco mi mano sobre la
suya, ayudándolo a aflojarse la corbata. Se congela como si mi toque lo
hiciera sentir incómodo, y no puedo evitar fruncir el ceño.
―Alec, ¿qué está pasando? Tú y yo apenas hemos hablado. Me estás
evitando.
Me mira con las cejas levantadas y da un paso atrás.
―No te estoy evitando, Elena. Estoy ocupado. ¿No acordamos que te
mantendrías fuera de mi camino? Parece que te has puesto demasiado
cómoda en este matrimonio. Tú y yo teníamos un acuerdo, ¿recuerdas?
No debes molestarme innecesariamente. Parece que el sexo te ha hecho
pensar que puedes traspasar los límites que acordamos.
Envuelvo mis brazos a mi alrededor, haciendo todo lo posible por
enmascarar cuánto me duelen sus palabras.
―Me estás alejando. ¿Por qué?
Alec me ignora y se sienta detrás de su escritorio. Enciende su
computadora, despidiéndome en silencio.
―Dime, Alexander. ¿Por qué te comportas así? ¿Es por todo lo que pasó
con tu madre? ¿Es por eso que te estás distanciando de mí?
Él suspira y se recuesta en su asiento, mirándome, con una expresión
irritada en su rostro.
―Maldita sea, Elena. No hay una razón. ¿Qué es lo que quieres? ¿Por
qué estás tan jodidamente necesitada?
Lo miro con incredulidad y muevo mis manos detrás de mi espalda en
un esfuerzo por ocultar lo mucho que estoy temblando, lo mucho que me
está lastimando.
―¿Necesitada? ¿Lo dices en serio? Tú fuiste el que me dijo que hablara
contigo cuando me lastimaras, y me estás haciendo daño en este momento,
Alec.
Se levanta de su asiento, con las palmas de las manos sobre el escritorio.
―¿Qué quieres? Todo lo que has pedido, te lo he dado. Te ayudé con
el cuidado de tu madre, te ayudé a derrotar a tu padre, te ayudé a
recuperar todo lo que perdiste, y sigo alojando a tu madre y brindándole
atención las 24 horas. ¿Qué más quieres, Elena? ―pregunta, sonando
derrotado, frustrado.
Suspira y se pasa una mano por el pelo.
―Te lo he dado todo, y no te pedí mucho a cambio. Todo lo que quería
era una esposa que me permitiera vivir mi propia vida. Es todo lo que
pedí.
Trago saliva y asiento incluso cuando mi corazón se rompe. Doy un
paso atrás e inhalo temblorosamente, dibujando una sonrisa en mi rostro.
―Entendido ―le digo.
Alec duda, y por un segundo, espero que se retracte de sus palabras,
pero luego vuelve a sentarse, con los ojos en su computadora.
Parpadeo para contener las lágrimas que se han acumulado en mis ojos
y pongo una brillante sonrisa en mi rostro.
―Hay una cena para ti en la cocina, si la quieres. Me mantendré fuera
de tu camino.
Me doy la vuelta y me alejo, con cada fibra de mi ser anhelando que me
detenga.
No lo hace.
57
Miro alrededor de mi nueva oficina, sintiéndome extrañamente
intranquilo. Este cargo es todo lo que siempre he querido, entonces, ¿por
qué se siente tan sombrío alcanzarlo?
Me siento sorprendido cuando se abre la puerta de mi oficina. Nadie
más que mi abuelo entra sin que me notifiquen primero.
Mi abuelo… y Elena, al parecer.
Mis ojos recorren su cuerpo, y mi corazón se agita involuntariamente.
Se ve hermosa, siempre lo hace. Se siente como si no la hubiera visto en
semanas, y supongo que no, en realidad no. Apenas hablamos, le pedí
espacio y me lo está dando, me guste o no.
Hace apenas unos meses, me habría levantado para besarla, ella me
habría sonreído mientras caminaba hacia mí, sentándose en mi regazo.
Ahora me mira sin expresión.
―No te esperaba. ¿Qué estás haciendo aquí? ―Miro mi reloj y frunzo
el ceño―. Tengo una reunión en diez minutos.
Ella asiente y se sienta frente a mí.
―Me disculpo por entrometerme ―dice, colocando su bolso en su
regazo. Ella mira a su alrededor, con una pequeña sonrisa en su rostro―.
Bonita oficina.
Sonrío y miro a mi alrededor como acaba de hacerlo ella. A veces,
apenas puedo creer que lo logré.
―Gracias, he esperado años por esto. Es todo lo que siempre he
querido.
Ella se recuesta en su asiento, con una sonrisa agridulce en su rostro.
―Me alegro por ti ―dice, con tono sincero―. Estoy feliz de que hayas
logrado todo lo que querías.
Ella mira hacia abajo, vacilante, antes de alcanzar su bolso. Cuando me
mira, sus ojos están llenos de resignación. Elena me entrega un papel y lo
miro con sorpresa.
―¿Un cheque en blanco?
Ella lo mira y luego deja que sus ojos se cierren por un par de segundos,
casi como si se estuviera preparando.
―Obtuviste todo lo que querías y nunca necesitaste mi ayuda en
absoluto para conseguirlo. Yo, por otro lado, me apoyé mucho en ti. ―Ella
señala el cheque y sonríe―. Ahora que he recuperado mis bienes, me
gustaría devolverte el dinero por todo. Por las facturas médicas de mi
madre, por las acciones que compraste para mí, todo.
Mi corazón comienza a acelerarse, el miedo me llena, y aprieto los
dientes.
―¿Por qué?
―Se suponía que nuestro acuerdo sería mutuamente beneficioso, pero
no lo fue, y me gustaría remediar eso. Además, dado que ya no me
necesitas, también podríamos disolver nuestro acuerdo.
La miro con las cejas levantadas mientras saca una pila de papeles de
su bolso. Ella los mira antes de colocarlos en mi escritorio, y mi estómago
se retuerce violentamente cuando los desliza en mi dirección.
Sonrío sin humor mientras recojo los papeles del divorcio.
―¿Quieres divorciarte de mí?
Ella asiente y empiezo a reírme, el sonido es escalofriante incluso para
mis propios oídos. La expresión tranquila de Elena me enfurece aún más,
y cuando se quita el anillo de compromiso y lo coloca sobre mi escritorio,
pierdo el control.
Me levanto de mi asiento, mientras una rabia diferente a todo lo que he
sentido antes recorre mi cuerpo. Camino alrededor de mi escritorio y la
saco de su silla. Elena choca contra mí, con los ojos muy abiertos. Mis
manos se enroscan en su cabello y le inclino la cabeza hacia atrás,
haciendo que me mire. Tiro de su cuerpo contra el mío y la miro fijamente.
―No hay una sola cosa que no te esté dando, no hay nada que te haya
negado, incluso te he dado todo lo que no te atreviste a pedir. Todo lo que
querías, Elena, te lo he dado. No hay nada que te estés perdiendo. Si me
vas a dejar, solo puede ser por una razón. ¿Quién es él?
Parpadea, haciendo todo lo posible por retratar la inocencia, de la
misma manera que lo hacía Jennifer cada vez que tenía dudas sobre
Matthew y ella.
―Alec, no hay nadie más.
La levanto sobre mi escritorio y separo sus piernas, sosteniéndola de la
misma manera que la sostuve en Vaughn's.
Agarro su barbilla y la miro a los ojos. Su mirada es firme, pero romperé
su silencio.
―Recuerda, Elena. Me entregaste tu vida.
Sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello, sin una pizca de miedo
en sus ojos.
―Lo hice ―me dice―, y ahora la estoy comprando de nuevo.
Coloca sus palmas contra mi pecho y aprieta sus piernas a mi alrededor,
acercándome más.
Aprieto mi agarre en su cabello, con la desesperación llenando cada una
de mis venas.
―¿No me prometiste que sería para siempre? ¿Esto es lo que significa
para siempre para ti? ¿Dejarme unos pocos meses antes de nuestra boda?
Supongo que tienes todo lo que querías, ¿eh? Me usaste y ahora me estás
descartando.
Ella me mira a los ojos, luciendo tan jodidamente desconsolada.
―Te amo, Alec.
Me congelo y ella sonríe sin alegría.
―Te amo. No quise que sucediera, pero estoy irrevocablemente
enamorada de ti.
Me alejo de ella, mirándola con incredulidad. Se ríe, pero no hay humor
en sus ojos.
―¿Encuentras eso más difícil de creer a que yo te engañe?
Paso una mano por mi cabello, sin saber qué decir o pensar.
―Dime que me amas, Alec. Dime que también me amas y romperé
estos papeles de divorcio en este momento. Demonios, dime que sientes
algo por mí, que crees que podrías amarme algún día, y me quedaré.
Después de todo lo que ella y yo hemos pasado, después de todo lo que
hemos visto... ¿cómo podría creer en el amor? ¿Cómo podría pedírmelo?
―Alexander ―dice, con voz temblorosa. Se desliza de mi escritorio y
se arregla la ropa, con la cabeza agachada―. He pasado toda mi vida
amando a personas que no me amaban. No lo volveré a hacerlo. No lo
haré, ni siquiera por ti.
Me mira antes de alejarse, y sus ojos se posan en los papeles del divorcio
en mi escritorio antes de que la puerta se cierre detrás de ella.
58
Me paro en la entrada de la casa en la que crecí, todo se siente
desconocido. Subo las escaleras hacia lo que solía ser el dormitorio de mi
infancia y me detengo en la puerta, sorprendida. Toda mi habitación se
ha convertido en un vestidor, no queda ni una sola de mis pertenencias.
Entro en la habitación, mientras mis dedos recorren las cómodas
nuevas que reemplazaron todos mis muebles. Hay más de una docena de
habitaciones en esta casa, no había necesidad alguna de borrar todos los
recuerdos de mi infancia.
Me hundo de rodillas en medio de mi habitación, y las lágrimas llenan
mis ojos. Mi cabeza cae sobre la gruesa alfombra, y me dejo desmoronar
por primera vez en años, las lágrimas calientes corren por mi rostro. Un
sollozo atraviesa mi garganta y hago todo lo posible por contenerlo, pero
fracaso. Todo lo que consigo es ahogarme con mis lágrimas, con mis
pulmones ardiendo. Todo el tiempo, mi corazón se siente como si tuviera
dolor físico. Nunca me había sentido tan rota.
Me acurruco en una bola, con el corazón destrozado sin posibilidad de
reparación. He perdido tanto en los últimos años, y cada vez que mi
corazón se rompía, perdía una pequeña parte de él, dejándolo incompleto
para siempre. No fue hasta Alec que me atreví a tener esperanza.
―¿Cariño?
Mi madre me acaricia el brazo y miro hacia arriba. Resoplo, y ella
extiende sus brazos para mí, yo la abrazo y me devuelve el abrazo con
fuerza.
―Mamá... me duele mucho.
Ella asiente y me abraza más cerca, con mi cabeza contra su pecho,
ambas sentadas en el suelo.
―Lo se cariño. Sé que así es. Has sido tan fuerte, tan valiente, durante
tanto tiempo. Elena, querida, estoy muy orgullosa de ti.
Sus palabras me hacen llorar más fuerte. Casi pierdo a mi madre
también. ¿Qué hubiera hecho si eso hubiera pasado? Me habría quedado
sola, sin una sola persona que realmente me amara. Sin nada por lo que
vivir.
―Cariño, me estás rompiendo el corazón. ¿Qué pasó Elena? ¿Por qué
de repente quisiste mudarte de la residencia de los Kennedy? ¿Qué está
pasando entre Alec y tú?
Me siento y me limpio las lágrimas con furia, incapaz de evitar que
caigan.
―Yo… él no me ama, mamá. Tal vez sea una tonta por irme, pero es
todo lo que quiero. Solo quiero ser lo primero para alguien. Por una vez,
solo quiero ser el centro del universo de alguien. Quiero ser todo lo que
alguien pueda ver, y tal vez no sea posible, tal vez eso no exista, pero estar
con Alec, saber que él solía amar a alguien de esa manera, y tal vez todavía
lo hace, saber que no puede darme ni una fracción de lo que solía sentir
por ella, me mataba lentamente, mamá.
Ella se inclina y limpia mis lágrimas, con una sonrisa en su rostro.
―Ya veo ―dice, con voz suave―. ¿Y Alec todavía ama a esta chica?
Niego con la cabeza.
―No lo sé, mamá. No me parece, no lo sé. Todo lo que sé es que él no
me ama como la amaba a ella, y nunca lo hará.
Se levanta y me tiende la mano, la tomo, inhalando temblorosamente,
haciendo mi mejor esfuerzo para evitar que mis lágrimas caigan.
―Vamos, cariño. Llorar en el suelo de tu antiguo dormitorio no te
ayudará. Vamos.
―¿A dónde vamos?
Mamá sonríe.
―A la habitación de Jade.
Me jala y camina hacia la habitación que solía ser suya. Mi corazón se
retuerce dolorosamente. He estado tan absorta en mi propio dolor que ni
siquiera me detuve a pensar en lo difícil que debe ser esto para mamá.
Enfrentarse a la evidencia de la aventura de mi padre, con todos los años
que ha perdido, no puede ser fácil. Sin embargo, sonríe cuando entra en
su antiguo dormitorio.
Mira a su alrededor y se ríe.
―Dios, qué vulgar ―dice, con sus ojos recorriendo la habitación.
Sonrío, y mis lágrimas son olvidadas. Ella no está equivocada, las sábanas
con volantes son tan llamativas.
Toma algunos de los cosméticos de Jade y los mira, luego sonríe y tira
su brazo hacia atrás, arrojándolo todo contra la pared con toda la fuerza
que puede reunir.
―Vamos ―me dice, sonriendo. La miro con los ojos muy abiertos, pero
sigo su ejemplo. En poco tiempo, ambas arrojamos las pertenencias de
Jade contra la pared, con amplias sonrisas en nuestros rostros.
Toma una pequeña bandeja de joyas que se rompe en cientos de
pedazos y ambas nos echamos a reír.
―Mamá, hay un par de cosas que siempre he querido romper ―le digo,
mientras mis labios se inclinan hacia arriba en una sonrisa.
Ella me mira con las cejas levantadas y yo sonrío.
―Vamos.
La guío por las escaleras hasta el pasillo. Y mi corazón se retuerce
dolorosamente cuando veo los marcos de fotos que solían albergar fotos
de nosotros, cada rastro de mamá y yo fue eliminado.
Le entrego uno y luego tomo otro, y nos sonreímos mutuamente antes
de tirar ambos marcos contra la pared, disfrutando la forma en que se
rompen.
Ella suspira, como si acabara de quitarse un peso de encima.
―Eso se sintió tan bien ―dice, envolviendo sus brazos alrededor de
mí―. ¿Te sientes mejor?
Asiento y dejo caer mi cabeza en su hombro.
―Mucho mejor.
―Bien ―me dice―. Ahora que lo has sacado de tu sistema, es posible
que finalmente puedas pensar con claridad. ―Me agarra de los hombros
y me mira a los ojos―. No hay forma de que ese chico no te ame, Elena.
Te mira como si colgaras de la luna. Cada vez que sentías dolor porque
era difícil verme volver a aprender a caminar, él estaba sufriendo junto
contigo, y no me hagas empezar con la forma en que te ayudó a recuperar
todo lo que perdimos. Alec tomó cada uno de tus dolores como algo
personal, cada rencor que tenías, lo resolvió. En cada paso del camino, ha
estado tratando de reparar tu corazón. ―Ella sonríe y me acaricia el pelo
detrás de la oreja―. Ahora, no me malinterpretes, pero el chico es tonto,
es demasiado estúpido para ver cuánto te ama. Ni siquiera puedo
culparlo, porque ha sufrido mucho y no puede ser fácil para él admitir
que, a pesar de sus mejores esfuerzos, se enamoró de ti, pero lo hizo,
Elena. Alec está tan enamorado de ti y ni siquiera se da cuenta. Y tampoco
tú, para el caso.
La miro, con el corazón esperanzado.
―Mamá, no... si él me amara, nunca me hubiera dejado ir.
Ella toma mi mejilla y me sonríe.
―Dale tiempo. Dale tiempo a él. Vale la pena esperar las mejores cosas
de la vida.
Mamá me da un beso en la frente y mis ojos se cierran. Tiempo... No
creo que el tiempo pueda resolver nuestros problemas.
59
Entro en mi habitación y me detengo. Siempre me ha gustado la
soledad, así que ¿por qué esta habitación de repente se siente tan... vacía?
Jalo de mi corbata y entro en mi armario, y mis ojos se detienen en los
estantes vacíos. Hay rastros de ella por todas partes, incluso el leve olor
de su perfume perdura. Suspiro y camino hacia mi cama, pero eso solo
empeora las cosas.
Cuando miro mi cama, todo lo que puedo ver es la forma en que su
cabello se extendía sobre nuestras almohadas, y la forma en que rodaba
hacia mí mientras dormía, aferrándose a mí. Nunca más la tendré en mis
brazos.
Me siento en mi cama y paso una mano por mi cabello. Agarro mi
teléfono en contra de un buen juicio, y veo una foto de Elena y mía
mirándome fijamente. Estoy presionando un beso en su mejilla y ella
sonríe, sus ojos brillan de felicidad.
No puedo hacer esto. Suspiro mientras vuelvo a salir de mi habitación
y bajo las escaleras, necesitando un puto trago. No puedo sacarla de mi
maldita mente, todo me recuerda a ella. No importa hacia donde mire,
hay rastros de ella por todas partes. La veo besándome en el vestíbulo de
mi oficina, riéndose con mi familia en la cocina, sonriéndome desde
nuestra cama. Ha contaminado cada espacio, torturándome
continuamente con su recuerdo.
Me detengo sorprendido cuando encuentro a mi abuelo de pie junto a
la entrada, con las llaves en la mano. Mi madre y Lucian sonríen
emocionados mientras se ponen los abrigos.
Sus sonrisas desaparecen de sus rostros cuando me ven acercarme y yo
frunzo el ceño.
―¿Adónde van los tres?
Mamá se pone tensa y Lucian mira hacia otro lado. Solo mi abuelo
sonríe tranquilamente.
―Oh, a ninguna parte ―dice―. Solo vamos a salir a cenar. Estoy
jubilado ahora, después de todo. Tengo mucho tiempo para matar.
Le frunzo el ceño.
―¿Hay alguna razón específica por la que vayan a una salida familiar
sin invitarme?
La culpa en el rostro de Lucian me dice todo lo que necesito saber. Van
a ver a Elena. Me río burlonamente.
―Me deja y se lleva a mi familia con ella. Es jodidamente ridículo.
Camino junto a ellos, y mi hombro choca contra el de Lucian con enojo.
―Alexander ―dice mi abuelo.
Hago una pausa y me giro para mirarlo.
―Te lo dije, ¿no? Si la dejas ir, te arrepentirás.
Lucian asiente. No me ha dicho una palabra desde que Elena se fue, e
incluso mi madre parece estar decepcionada de mí. No sé por qué
demonios me culpan cuando es Elena la que me abandonó. Nos abandonó.
Niego con la cabeza y salgo. Todavía estoy hirviendo cuando llego a
Inferno. Otro jodido lugar que está contaminado con su recuerdo. Mi
estado de ánimo se hunde aún más mientras camino hacia la terraza. Mi
lugar favorito es el de ella también.
Suspiro mientras me siento en el mismo lugar en el que estaba cuando
Elena volvió a entrar en mi vida. Miro al cielo, recordando la forma en
que ella miraba las estrellas, con una sonrisa en su rostro.
―Alexander.
Levanto la vista sorprendido, tensándome.
―Jennifer.
Ella sonríe y se sienta a mi lado, luciendo tan miserable como
probablemente luzco yo. Ni siquiera he pensado en ella en meses. No me
he preguntado cómo sería para ella perder a Matthew, o cómo se ha visto
afectada por todo lo que hizo Elena. ¿Cuándo dejó de importarme?
¿Cuándo comencé a anteponer las necesidades de Elena a las suyas?
―Se rumorea que Elena te dejó.
Arrugo la frente. Solo ha pasado una semana. ¿Le ha estado diciendo a
la gente? ¿Está diciéndole a la gente que está soltera otra vez?
Aprieto los dientes y Jennifer sonríe.
―Nunca solías enojarte tanto por mí, ¿sabes? ―Niega con la cabeza,
con sus ojos puestos en el horizonte―. Pasaba horas con Matthew y lo
único que hacías era preguntarme si pasaba algo. ¿Pero con Elena? Los vi
a los dos el día que le propusiste matrimonio. Ella estaba hablando con
un tipo y, aunque estaba claro que no estaba ni remotamente interesada
en él, enloqueciste. Perdiste la compostura.
La miro y sonrío sin alegría.
―No me gusta compartir mis posesiones. Eso es todo.
―Estás enamorado de ella ―dice, con una sonrisa agridulce―.
Siempre supe que lo que teníamos no era amor de verdad, ¿sabes?
Siempre supe que no me amabas de verdad, simplemente te convenciste
de que lo hacías.
Ella se recuesta en su asiento, con una sonrisa triste en su rostro.
―No hay excusa por la forma en que te engañé, Alexander, pero saber
que no me amabas lo hizo más fácil. Fue más fácil darle una oportunidad
a Matthew.
―¿De qué estás hablando? Por supuesto que te amaba. Mierda, Jen. Te
di mi corazón en bandeja de plata y lo pisoteaste.
Ella niega con la cabeza.
―Alec, te encantó la idea de mí. Te encantaba la idea de una mujer que
no sabía quién eras, que no estaba familiarizada con tu mundo.
Disfrutaste viendo el mundo a través de mis ojos. Era nuevo para ti y lo
disfrutaste, pero nunca me amaste.
Me río a pesar de la ira que siento.
―Eso es una mierda.
Jennifer sonríe.
―¿Lo es? ¿Cuál es el color favorito de Elena?
―El rojo.
―¿Comida favorita?
―Galletas con chispas de chocolate.
Ella sonríe, con expresión triste.
―¿Y qué hay de mí?
Parpadeo, obteniendo un espacio en blanco.
Ella niega con la cabeza.
―Te encantó la idea de mí, pero nunca me conociste realmente.
Tampoco Matthew, para el caso, tal vez eso te haga sentir un poco mejor.
Me estaba usando como un peón en tu contra. Estaba jugando algún tipo
de juego jodido del que ni siquiera sabías.
Frunzo el ceño y ella mira hacia otro lado.
―Por lo que deduje, te ha guardado rencor durante años. Desde que su
primera novia lo dejó por ti. Desde entonces ha estado obsesionado con
quitarte todo lo que tienes: tratos comerciales, tus novias, bienes. Si ponías
tus ojos en algo, él lo quería. No me di cuenta de eso hasta que fue
demasiado tarde. Solo fui otra conquista, otra victoria en la guerra
silenciosa que libró contra ti.
―¿Pero qué mierda?
Jennifer se ríe, con la cara inclinada hacia el cielo.
―Qué mierda, de hecho. Lo que Elena le hizo... fue una bendición
disfrazada. Él estaba desquiciado, y si ella no hubiera hecho lo que hizo,
me habría convertido en la esposa de ese loco.
Jennifer se levanta de su asiento y me sonríe.
―Sé que tienes tus razones para alejarte del amor. Sé por lo que ha
pasado tu familia, y por lo que ha pasado tu madre. Sé que jugué un papel
en empeorar aún más tus problemas de confianza, y sé lo difícil que es
para ti amar. Lo sé, Alexander, porque a lo largo de toda nuestra relación
hice todo lo que pude para perforar la armadura que rodea tu corazón, y
fracasé. ¿Pero Elena? Lo hizo sin siquiera intentarlo.
Ella toma mi mejilla, su sonrisa es agridulce.
―Vine aquí porque uno de mis amigos me dijo que estabas aquí. Te
quiero de vuelta, Alexander. Me doy cuenta de lo mal que la cagué, y de
lo bien que me trataste. Sé lo que perdí.
Se inclina hacia mí y la miro a los ojos. Se ve frágil, insegura.
―Te amo, Alexander. A pesar de todo lo que he hecho, y todo por lo
que te he hecho pasar, realmente te amo ―dice, dejando caer la mano a
un lado, con lágrimas en los ojos―. Entonces, haré lo correcto, a pesar de
lo que mi corazón desee. Quiero que seas feliz, Alexander.
Verdaderamente feliz. ¿La forma en que sonreías cuando estabas con
Elena? Quiero eso para ti, y sé que yo nunca podré dártelo.
Da un paso lejos de mí, y una sola lágrima cae por su mejilla.
―No he sido la mejor versión de mí misma, Alec. Este mundo… ¿el
mundo en el que operas? No es para chicas como yo. Odio en quien me
he convertido. Odio cómo me cambió Matthew. ¿Pero Elena? Elena es tu
pareja perfecta, ella es tu igual en todo lo que importa, en todo lo que yo
no podría ser. Alexander, mereces ser feliz, más que nadie que yo
conozca. Así que, por favor, ve tras esa felicidad antes de que sea
demasiado tarde. Yo perdí mi oportunidad, no pierdas la tuya.
Me sonríe y se aleja, sus palabras siguen resonando en mi mente mucho
después de que se haya ido.
60
Estoy seguro de que estoy jodidamente alucinando cuando escucho la
risa de Elena mientras entro a la casa. Me detengo en seco, y mis ojos se
cierran mientras se me cae el estómago. Mi corazón se aprieta
dolorosamente y respiro profundamente.
Estoy casi en las escaleras cuando la escucho de nuevo. La risa, pero
esta vez, es de mi madre. Me tenso y me giro para seguir el sonido hacia
la cocina. Mi corazón se acelera con cada paso que doy. Ella no puede
estar aquí. Se fue.
Todo mi cuerpo está rígido mientras me apoyo contra la puerta de la
cocina, y mis ojos la encuentran instantáneamente. Jodidamente hermosa.
Tiene harina en el pelo y una mancha de chocolate en la mejilla, pero es
lo más hermoso que he visto en mi vida.
Su sonrisa se desvanece cuando me nota, y se ve sorprendida, sus
mejillas se sonrojan. La habitación se queda en silencio, y no es hasta
entonces que me doy cuenta de que toda mi familia está aquí.
Lucian y mi madre están de pie frente a Elena, mientras que mi abuelo
está junto a ella. Se ven culpables cuando me ven parado aquí, y mi madre
y mi hermano miran hacia otro lado, sin molestarse en ocultar su
consternación.
―Qué cálida bienvenida ―digo, con mi voz goteando con sarcasmo.
El abuelo se aclara la garganta y mira su reloj, antes de sonreírme
rígidamente.
―Alec, hijo mío. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Ya estás holgazaneando?
Elena envuelve sus brazos alrededor de sí misma, untándose aún más
chocolate sobre sí. Mira hacia otro lado, pero quiero sus ojos en los míos.
Aparto la mirada de ella y niego con la cabeza.
―Solo necesitaba un día de baja por enfermedad, eso es todo. No me
siento bien.
Los ojos de Elena se disparan hacia los míos, y veo la preocupación
reflejada en ellos. Escanea mi cuerpo, frunciendo el ceño estropeando su
hermoso rostro. Ella se ve jodidamente impresionante, parece que no está
luchando por dormir como yo. Apuesto a que no pasa cada hora del día
pensando en mí, ni los recuerdos se repiten en su mente.
Miro alrededor de la habitación y niego con la cabeza mientras me alejo,
dejando mi corazón atrás. Tiene a mi familia hechizada. Se fue, pero
parece que solo me dejó a mí, no a mi familia. No puedo creer que la estén
invitando a mis jodidas espaldas, incluso mi maldito abuelo está metido
en esta mierda.
Entro en mi habitación, apoyo mi antebrazo contra la pared, y mis ojos
se cierran. Solo verla me destroza, pero ella parecía perfectamente
imperturbable. Incómoda a lo sumo.
Tomo un respiro tranquilizador, deseando que mi cuerpo me escuche
incluso cuando cada fibra de mi ser exige que vaya con ella. Apenas tengo
a mi corazón furioso bajo control cuando se abre la puerta de mi
habitación.
Elena entra, congelándose cuando me encuentra de pie junto a la
puerta. Me enderezo, y sus ojos me recorren.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunto, mi voz sale más dura de lo
que pretendía.
Se muerde el labio y da un paso más cerca de mí. La forma en que junta
las manos frente a ella me dice que está nerviosa.
―¿No te sientes bien?
La miro fijamente, incapaz de descifrarla.
―¿Desde cuándo te importa? Jodidamente te fuiste, ¿no? ¿Por qué estás
aquí ahora?
Doy un paso más cerca de ella y ella da un paso atrás, chocando contra
la puerta. Me inclino sobre ella, atrapándola con mis antebrazos, y mi
rostro a centímetros del suyo.
―No necesito tu jodida falsa preocupación, Elena ―le espeto, y mis
mandíbulas se aprietan involuntariamente.
La miro a los ojos y la ira y el dolor que veo en ellos me desconcierta.
―Así es ―dice ella―. ¿Por qué me necesitas a mí, cuando tienes a
Jennifer?
Ella empuja contra mi pecho, con fuerza, pero no logra moverme.
―Suéltame, Alexander ―dice ella, con tono duro.
―¿Jennifer? ¿De qué mierda estás hablando?
Elena se ríe, el sonido es estridente y sin humor.
―Ya no necesitas fingir, Alexander. Probablemente la has estado
viendo todo este tiempo, ¿no es así? Olvídalo. Tú y yo ya no estamos
juntos, puedes hacer lo que quieras, olvida que vine aquí en absoluto.
Se agacha debajo de mi brazo y agarro su mano, tirando de ella hacia
mí antes de que pueda salir corriendo.
―En serio, Elena. ¿De qué diablos estás hablando? ―pregunto,
confundido.
Se da la vuelta para mirarme, sus ojos llenos de acusación. Saca su mano
de la mía y golpea mi pecho con su dedo.
―¡Tú... tú... idiota! ―ella grita―. Han pasado dos semanas y ya estás
de vuelta con ella, las fotos de ustedes dos intimando están en todos los
tabloides. Dos semanas, Alexander. Sé que no te importo, pero ¿necesitas
restregármelo de esa manera? ¿Necesitabas humillarme públicamente?
Ella me empuja, poniendo su peso en ella, y tropiezo hacia atrás. Sus
mejillas están sonrojadas, y sus ojos brillan con lágrimas no derramadas.
Apenas puedo entender lo que está diciendo.
―Elena...
La agarro y empujo su espalda contra la pared, sujetando sus muñecas
por encima de su cabeza para evitar que me empuje, o me pinche. No hay
forma de que haya fotos mías en ninguna parte, así que no tengo ni idea
de lo que está hablando. Después del divorcio de mamá, Elliot ha tenido
mucho cuidado de mantenernos fuera de las noticias lo mejor que ha
podido. No hay mucho que no pase por él primero. A menos... a menos
que él me jodiera. No me extrañaría que Lucian se lo pidiera. Mi hermano
elegiría a Elena por encima de mí cualquier día, y si cree que le fui infiel,
no hay forma de que permita que Elliot lo esconda debajo de la alfombra.
Maldita sea.
―No sé de qué estás hablando, bebé. En serio, no tengo idea ―digo,
con voz suave, suplicante.
Elena respira con dificultad, sus labios están ligeramente separados, su
pecho sube y baja rápidamente. Es tan jodidamente hermosa, y más ahora
que sus ojos brillan con ira. Acorto la distancia restante entre nosotros,
presionando mi cuerpo contra el suyo.
―¿Así que no estuviste con ella en Inferno? Vi las fotos, Alexander.
Corta la mierda. Vi la forma en que sostenía tu mejilla como si estuviera
a punto de besarte, y la dejaste. Dejaste que te tocara. ¿Qué más le dejaste
hacer? No podría haber sido un recordatorio más perfecto de que solo
buscabas mi cuerpo. No me sorprende que me hayas reemplazado tan
fácilmente, y con la mujer que realmente amabas también. Eso funcionó
perfectamente para ti, ¿eh?
Ella me mira, pero veo el dolor en sus ojos, la angustia. Está herida por
un tonto malentendido.
―Deberías saber que no se puede confiar en una foto de paparazzi,
Elena. Además, tú me dejaste. ¿Por qué te importaría si me estoy follando
a alguien más? ¿Y qué si Jen y yo volvemos a estar juntos? No finjas que
te importa.
Ella lucha por soltar sus muñecas y empuja contra mi pecho, con pura
angustia eclipsando su ira.
―Eso no es una negación, Alexander. ¿Sabes que? Tienes razón, no me
importa, espero que seas feliz con ella.
La miro, tratando de descifrarla. A lo largo de nuestro matrimonio, en
su mayoría se ha guardado sus emociones para sí misma, lo mejor que ha
podido. ¿Pero ahora? Ahora su dolor está en exhibición para mí, ella no
se está conteniendo como solía hacerlo. Su ira, sus celos, su dolor. Lo
quiero todo.
Envuelvo mi mano alrededor de la parte posterior de su cuello, y mi
pulgar descansa sobre su garganta para poder sentir su corazón latiendo
por mí. Ella traga saliva y sonrío mientras me inclino, y mis labios rozan
los suyos, sorprendiéndola. Elena se congela por solo un segundo, y luego
me acerca más, poniéndose de puntillas. La beso y ella se abre para mí,
mientras su lengua se enreda con la mía desesperadamente.
―Alec ―gime, y sonrío contra sus labios. Tiro de su ropa, empujando
su vestido hacia arriba, y Elena tira de mis pantalones, enviando el botón
por los aires. La levanto en mis brazos y contra la pared justo cuando su
mano se envuelve alrededor de mi polla. Ni siquiera se molesta con el
resto de mi ropa.
―Te odio ―dice, y chupo su cuello, castigándola por sus palabras,
marcándola bruscamente.
―No, no lo haces ―le digo mientras me alejo, admirando mi trabajo.
Elena gime mientras sus piernas me envuelven. La forma en que se
empuja contra mí me vuelve loco. Alinea mi polla contra ella
perfectamente, y me deslizo dentro en un golpe profundo.
―Mierda ―gimo, mientras mi frente cae contra la suya―. Estás tan
jodidamente mojada, bebé. ¿Cómo es que estás tan mojada?
Elena aprieta su agarre en mi cabello, sus ojos todavía brillan con ira.
―Solo cállate y fóllame, Alexander.
Me alejo casi por completo, burlándome de ella.
―¿Cómo me llamaste?
Ella me mira, rotando sus caderas, deseándome más profundo, pero me
aferro a sus caderas, negando sus demandas.
―Alec ―dice, mi nombre es una súplica en sus labios.
Un estallido de satisfacción me recorre, y sonrío con deleite mientras
empujo hacia ella, con fuerza.
―Buena chica ―le digo, tomando sus labios, perdiéndome en ella. La
he echado de menos. Su cuerpo, la forma en que se siente, la forma en que
gime mi nombre. Extrañaba sentirme tan cerca de ella.
La levanto más alto contra la pared, penetrándola en un ángulo que sé
que le encanta. La forma en que gime es irreal.
―Oh, Dios, Alec ―dice, jadeando. Me mira a los ojos, y veo como el
deseo la supera. Sus músculos se tensan a mi alrededor, y me ordeña.
Me estremezco cuando me corro profundamente dentro de ella, y mi
cabeza cae sobre su hombro. Ambos jadeamos, y Elena empuja contra mí.
La bajo suavemente al suelo y me empuja, creando distancia entre
nosotros, el momento se rompe.
Se arregla la ropa, sus mejillas son de color carmesí brillante. Cuando
me mira, no hay pasión en sus ojos, solo ira.
―Olvida lo que pasó ―espeta―. Firma los malditos papeles y
acabemos con esto.
Ella camina hacia la puerta y la abre con fuerza.
―Elena.
Hace una pausa y se gira para mirarme.
―No pasó nada con Jennifer. Me encontré con ella y hablamos durante
un par de minutos. No debería haber dejado que me tocara en absoluto,
pero te lo juro… todo lo que hizo fue tocarme la cara. Eso es todo.
Niega con la cabeza, con expresión triste.
―Solo firma los papeles, Alexander. No quiero hacer esto nunca más.
Estoy harta de que me recuerden la forma en que solías amarla, y
probablemente todavía lo hagas. Estoy cansada. He terminado con eso.
He terminado de quedar en segundo lugar ante su recuerdo.
Cruzo los brazos uno sobre el otro y niego con la cabeza.
―Nunca ―le digo―. Nunca firmaré. Si no estás conmigo, haré que sea
imposible que te cases con otra persona. Nunca te dejaré ir.
Se ve triste mientras aparta la mirada.
―Ya lo hiciste ―dice, con la voz entrecortada.
Elena sale, y la puerta se cierra de golpe detrás de ella.
61
Miro hacia la casa de Elena y me apoyo en mi auto, mis ojos se posan
en su ventana.
―¿Alguna vez vas a hablar con ella?
Salto de la sorpresa, y mis ojos se agrandan cuando Sarah camina detrás
de mí.
―Has estado viniendo aquí todas las noches durante dos semanas. Esto
se está poniendo espeluznante, Alec.
Sonrío nerviosamente.
―Lo siento, no me di cuenta de que eras consciente de mi presencia.
No quise molestarte.
Ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí. Sigo diciéndome a mí mismo
que haré lo mejor para ella, que la dejaré ir. Cuando se casó conmigo,
nunca tuvo elección. Quiero que encuentre su propia felicidad, no quiero
retenerla y encadenarla a mí. Sin embargo, no consigo firmar los papeles.
Sarah sonríe y se recuesta contra mi auto, de pie a mi lado. Mira hacia
la ventana de Elena como acabo de hacer yo y niega con la cabeza.
―Entonces, en lugar de llamarla, ¿te quedas aquí durante horas con la
esperanza de echarle un vistazo?
Aparto la mirada y niego con la cabeza.
―No… yo… yo no pretendo venir aquí, sin embargo, de alguna
manera aquí es donde termino todas las noches. No es intencional, es
solo… no lo sé.
Ella ríe.
―Alexander Kennedy, nervioso. Nunca pensé que vería el día.
Miro mis zapatos, incapaz de siquiera forzar una sonrisa.
―Va a tener una cita mañana, ¿sabes? Está siguiendo adelante, ya es
hora. Ha pasado un mes desde que ustedes dos se separaron.
Me congelo, y mis ojos encuentran los de Sarah. Me siento enfermo, los
sentimientos que me atraviesan son los que ni siquiera puedo describir.
Ira violenta, miedo intenso... y arrepentimiento. Un maldito
arrepentimiento intenso.
Sarah me da palmaditas en el brazo.
―Es lo mejor ―me dice―. Elena ha tenido una vida difícil hasta ahora.
Ella merece ser amada, ser mimada, merece enamorarse perdidamente, y
tú... no puedes darle lo que necesita, ¿verdad?
Ella sonríe mientras se aleja, y la miro. Elena... en una cita. Mi mente se
sale de control, mostrándome imágenes de ella con alguien que no soy yo.
Si ella va a esa cita, ¿lo besará como me besó a mí? ¿Le sonreirá? ¿Le
preguntará acerca de tres cosas buenas que podrían haberle pasado ese
día? Todas esas cosas que solía reservar para mí, ¿se las dará a alguien
más?
62
Me despierto con el sonido de mi ventana traqueteando y me siento
alarmada, el miedo se apodera de mí. Miro hacia la ventana y me congelo,
mis ojos se agrandan en estado de shock cuando me doy cuenta de que
alguien la está abriendo. Me pongo de pie, lista para gritar pidiendo
ayuda, cuando lo reconozco. Lo reconocería en cualquier lugar.
―¿Alexander?
Cierra la ventana detrás de él, sus movimientos son inciertos mientras
camina hacia mí, y me encuentro con él a mitad de camino.
―¿Qué estás haciendo aquí?
Me toma la mejilla con ternura y pongo mi mano sobre la suya,
preocupada.
―Alec, tu mano se está congelando. ¿Qué está sucediendo?
Sacude la cabeza y me envuelve en su abrazo, sosteniéndome con
fuerza.
―Elena ―susurra, mi nombre es una súplica en sus labios.
Me alejo de él, preocupada. Nunca lo había visto tan vulnerable, tan
dolido.
―Alec, ¿por qué estás aquí? ¿Tú... en serio acabas de trepar por mi
ventana?
No lo he visto desde esa vez en su dormitorio. Casi había perdido la
esperanza. Estaba segura de que alejarme era la elección correcta, pero
aquí está, parado frente a mí en medio de la noche.
―Yo... sí. Lo hice. Tienes tanta seguridad, esta fue la forma más fácil de
llegar a ti.
Lo miro con incredulidad mientras agarra un mechón de mi cabello y
lo empuja detrás de mi oreja.
―Me prometí a mí mismo que no me acercaría a ti. Iba a dejarte ir,
Elena. Quería que tuvieras todo lo que sabía que yo nunca podría darte.
Cae de rodillas, temblando. Alec envuelve sus brazos alrededor de mí,
con su cabeza presionada contra mi cadera.
―Alec, me estás preocupando.
Caigo de rodillas como él lo hizo, y me agarra de los hombros.
―Elena ―dice―. No puedo hacerlo. Sé que te mereces algo mejor, pero
no puedo alejarme. No puedo.
Mi corazón comienza a acelerarse cuando lo miro a los ojos. Alec
envuelve su mano alrededor de mi nuca como le gusta hacer, y su pulgar
descansa sobre mi garganta.
―Sé que es jodidamente egoísta, jodidamente lo sé, pero mierda. No
puedo vivir sin ti. No puedo dejar que camines hacia los brazos de otra
persona. ―Deja caer su frente sobre la mía e inhala temblorosamente―.
Siempre me preguntaste sobre tres cosas buenas que me pasaron durante
el día, pero bebé, todo lo bueno en mi vida eres tú. Las tres mejores cosas
que me han pasado en toda mi vida fueron conocerte, casarme contigo…
y enamorarme de ti.
Mi corazón da un vuelco y lo miro con los ojos muy abiertos.
Alec parece angustiado, desesperado. Levanta su mano hacia mi cara y
acaricia suavemente mi mejilla con el dorso de su mano.
―Cuando te conocí, pensé que el amor era una maldita farsa. No quería
ser parte de eso. No pensé que el amor pudiera durar.
Pasa sus dedos por mi cabello, y su mano tiembla.
―Elena, no sé si alguna vez seré lo suficientemente bueno para ti, o sé
si alguna vez seré lo que necesitas, todo lo que sé es que te amo. Prefiero
pasar un año contigo que toda una vida sin ti. Estoy dispuesto a darte
todo, Elena. Estoy dispuesto a darte mi corazón y confío en que no lo
romperás, pero incluso si lo haces, bebé, incluso si me destrozas el
corazón, lo vales. Tú lo vales todo.
Aprieta su agarre sobre mí, sus ojos están llenos de desesperación.
―Dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser lo que necesitas.
Déjame demostrarte que puedo ser un verdadero esposo. Dame una sola
oportunidad. Solo una, Elena.
Se aparta para mirarme, con mirada escrutadora. Nunca lo había visto
tan vulnerable, tan desarmado. Lo miro fijamente, y una parte de mí está
segura de que todo esto debe ser un sueño, pero no lo es.
―Alec, no quiero jugar. Este es el resto de nuestras vidas de lo que
estamos hablando. Necesito que estés seguro, necesito que me prometas
que será para siempre, necesito que me digas que serás mío, en corazón y
alma, y que me amarás hasta que estemos canosos y viejos. Si no puedes
hacer eso, entonces por favor, simplemente aléjate. Aléjate antes de que
destroces lo que queda de mi corazón.
Él ahueca mis mejillas, con sus ojos en los míos.
―Te lo juro, Elena. Te amaré hasta el día de mi muerte, y pasaré el resto
de mi vida demostrándote eso. Te prometo todo de mí, para siempre.
Me inclino y Alec se congela, su cuerpo se pone tenso. Mis labios rozan
los suyos y él gime. Me acerca más, y sus labios chocan contra los míos
con avidez. Alec me besa con evidente desesperación y yo tiemblo contra
él. Cuando se aleja, estoy jadeando, ansiosa por más. La forma en que me
mira... es como si yo fuera todo lo que puede ver.
―Te extrañé, Alec.
Se pone de pie y me levanta en sus brazos, colocándome en mi cama.
―Yo también te extrañé, bebé. Tan jodidamente demasiado. Ni siquiera
puedo dormir sin ti. Donde quiera que voy, me acuerdo de ti. ―Alec se
une a mí en la cama, y su cuerpo se cierne sobre el mío―. No puedo comer
sin extrañar la comida que me preparas, no puedo entrar al edificio de mi
oficina sin pensar en la forma en que te alejaste. Estas en todas partes.
Baja su cuerpo encima del mío y entierro mis manos en su cabello. Se
ve desconsolado, arrepentido.
―Elena, dime que me darás otra oportunidad.
Asiento, y el alivio en sus ojos es palpable. Me sonríe, y su angustia da
paso a la felicidad.
―Quiero oírte decirlo. Dime que serás mía.
Le sonrío.
―Alec, siempre he sido tuya. Siempre lo seré.
Se inclina y me besa, lento y profundo. Me pierdo en él, mis manos
recorren su cuerpo, su toque es tan frenético como el mío, ambos tirando
de la ropa del otro. En poco tiempo, estoy acostada debajo de él, con mi
piel desnuda contra la suya.
―Te quiero, Elena. Te quiero por el resto de mi vida.
Su mano se arrastra sobre mi cuerpo, y jadeo cuando sus dedos
encuentran el camino entre mis piernas.
―Mierda, sabía que estarías mojada por mí, bebé. Dime, ¿me has
extrañado? ¿Has fantaseado conmigo?
―Sí ―lo admito―. Sí, a todo.
Se ríe, el sonido es bajo y sexy.
―Sueño contigo, Elena. Sueño con la forma en que gimes mi nombre, y
la forma en que me miras cuando te corres por mí. Estoy cansado de vivir
de tu recuerdo. Así que muéstrame ―dice, con su pulgar acariciando mi
clítoris―. Córrete por mí.
Me mira a los ojos mientras me empuja más y más cerca hasta que no
puedo soportarlo más.
―Alec ―gimo, y mis músculos se tensan alrededor de sus dedos.
Él sonríe satisfecho.
―Buena chica ―dice, inclinándose para un beso.
Lo beso de la manera que sé que lo vuelve loco hasta que lo tengo
jadeando, desesperado por mí.
―Elena ―dice, con tono de súplica―. Te necesito.
Asiento con la cabeza y él me empuja ligeramente, tomándose su
tiempo.
―¿Quieres esta polla, bebé? Dime que eres mía.
Gimo y él sonríe.
―Soy tuya, Alexander Kennedy. Toda tuya. Cada parte de mí.
Choca contra mí de la manera que sabe que me gusta, y su frente cae
sobre la mía.
―Mierda ―dice―. Apenas puedo soportarlo. Tu coño es tan
jodidamente bueno.
Envuelvo mis brazos a su alrededor, y mis labios encuentran los suyos.
Alec me folla lentamente, con golpes profundos, volviéndome loca. Ya
puedo sentir la presión creciendo dentro de mí, de nuevo.
―Quieres correrte para mí otra vez, ¿no? ―pregunta, con voz ronca.
Asiento con la cabeza hacia él, con mis uñas raspando su cuero
cabelludo.
―Dime que te casarás conmigo. Lo quiero todo. Toda la ceremonia de
la boda, todo. No me importa cuánto tiempo me hagas esperar, mientras
te vea caminando por el pasillo hacia mí.
Mi corazón se calienta, y asiento.
―Me casaré contigo, Alec, para que todo el mundo lo vea.
Me da lo que quiero y vuelvo a correrme, pero esta vez lo llevo al límite
conmigo. Él gime y deja caer su frente contra la mía, ambos tratando de
recuperar el aliento.
Nos da la vuelta y me sostiene en sus brazos, con mi cabeza en su pecho.
Sus manos acarician cada parte de mi cuerpo, como si pensara que podría
desaparecer si me suelta.
―No irás a esa cita, ¿verdad?
Parpadeo, sobresaltada, y me siento para mirarlo.
―¿Qué cita?
Alec me mira confundido.
―Tu madre me dijo que vas a seguir adelante, dijo que vas a tener una
cita con alguien, y quiero eso para ti, Elena. De verdad. Quiero que seas
feliz, pero yo... creo que puedo ser yo quien te haga feliz.
Me tenso, mi estómago retrocede mientras mi corazón se contrae, una
devastación repentina se apodera de mí. Miro a Alec, sintiéndome más
sola que nunca, a pesar de que está justo a mi lado.
Estoy en silencio cuando me levanto de la cama, mis movimientos son
lentos.
―Hey, ¿qué pasa? ―pregunta, con las cejas levantadas. Veo la
confusión en sus ojos, y le da a mi dolor un borde de enojo.
Me pongo el camisón y cruzo los brazos sobre mi pecho, mis ojos
recorren su rostro. Observo su desordenado cabello oscuro, esos ojos que
amo más allá de la razón, y la forma en que mis sábanas se amontonan
alrededor de sus caderas.
Amo a este hombre con todo lo que soy. Le he dado todo de mí, todo
mi corazón y mi alma, cuando lo único que pedía era mi cuerpo, y ahí es
donde me equivoqué.
―Tienes que irte, Alec ―digo, recogiendo su ropa esparcida por el
suelo. Mi corazón se retuerce, el sentimiento es extraño y doloroso más
allá de toda medida. Sonrío a través de ella y arrojo su ropa sobre la cama,
dándole la espalda.
Lo escucho levantarse justo cuando abro la puerta de mi habitación.
―¡Seguridad! ―grito, y mi voz se rompe.
―Elena, ¿qué diablos? ―Alec envuelve sus brazos alrededor de mí por
detrás, envolviéndome en un fuerte abrazo―. ¿Qué te ha pasado tan de
repente?
Me recuesto contra su pecho, con los ojos cerrados. Estoy aferrada a un
hilo. La sensación de él, estos brazos... se sienten como estar en casa para
mí, pero al igual que mi hogar de la infancia, Alexander es tóxico.
Me giro para mirarlo, y pongo mis palmas contra su pecho desnudo.
Todo lo que lleva puesto son sus calzoncillos y miro el resto de su ropa,
aún en mi cama. Me tomo un momento para recomponerme, y reunir el
coraje para decir lo que necesito.
―Alexander ―digo, con voz suave―. Ibas a dejarme ir. No me querías
hasta que pensaste que alguien más lo hacía. No me quieres, Alec, pero
tampoco quieres que nadie más me tenga. Eso no es amor. Simplemente
no lo es.
Dos de mis guardias de seguridad entran en mi habitación, ambos
claramente sorprendidos de encontrar a Alec ahí.
Doy un paso lejos de él, y mis manos caen a mi lado.
―Denle la oportunidad de vestirse y luego acompáñenlo a la salida
―digo, señalando con la cabeza a mi equipo de seguridad.
―Elena, ¿estás loca? ―Alec dice, con voz alterada―. ¿Cómo puedes
siquiera por un segundo pensar que no te amo? Eres todo mi maldito
mundo, bebé. Eres todo para mí. Mi vida no ha sido la misma desde que
regresaste a ella. Mierda, no quiero que lo sea. Te amo. Ya no puedo vivir
sin ti, te necesito, bebé. Necesito tus sonrisas, tus abrazos, tu ingenio. Te
necesito.
Le devuelvo la mirada, notando la desesperación en sus ojos. Está
siendo retenido por dos hombres, pero todo su enfoque está en mí.
―Pero lo hiciste. Durante semanas, viviste muy bien sin mí. Estabas
listo para dejarme ir. No cambiaste de opinión hasta que pensaste que
alguien más podría tener lo que consideras tuyo, Alexander. No soy algo
para poseer, no soy un objeto que puedas etiquetar como tuyo.
Miro hacia abajo a mis pies, haciendo todo lo posible por
recomponerme, para mantener mis lágrimas a raya el tiempo suficiente
para terminar de decir lo que necesito.
―Merezco más, Alec. Merezco todo lo que te he dado. Ya me cansé de
conformarme con menos, y ya me cansé de decirme a mí misma que
necesito ser feliz con las pocas muestras de afecto que la gente me arroja.
Ya he terminado contigo.
Una lágrima rueda por mi mejilla y dejo que mis ojos se cierren.
―Acompáñenlo afuera ―digo, dándole la espalda a Alec, la puerta de
mi dormitorio se cierra detrás de mí mientras lo dejo a él, nos dejo a
nosotros.
63
Entro a mi casa después de un día de trabajo increíblemente largo y me
detengo en la entrada, mis ojos recorren los cientos de peonías que llenan
la habitación. Mamá me sonríe, con un hermoso ramo en sus manos.
―Cariño, si no le hablas, seguirá enviándote flores.
―Dónalas.
Hemos estado donando flores a una organización benéfica diferente
todos los días, durante semanas. Alec sabe que nunca las guardo, pero de
alguna manera aparecen flores nuevas en mi casa todos los días. Mamá lo
niega, pero sé que está confabulada con él.
Niego con la cabeza y camino hacia la escalera, ignorando las flores.
¿Cómo sabe siquiera que las peonías son mis favoritas? ¿Eso también
formaba parte de su verificación de antecedentes?
―Hice que el personal pusiera los ramos de flores con notas en ellos en
tu dormitorio ―dice mamá, y me detengo en las escaleras. Las notas... son
las notas las que siempre me llegan.
―Deberías haberlas tirado.
Mi corazón se acelera cuando entro a mi habitación, docenas de ramos
de flores cubren cada superficie horizontal de mi habitación. Me odio a
mí misma por esperarlas, pero no puedo evitarlo. Caigo de rodillas y tomo
el ramo más cercano a mí, levantando la tarjeta de las flores con cuidado.
Solo ver su letra envía una punzada de anhelo a través de mi corazón.
Las tres mejores cosas que sucedieron hoy fueron las siguientes:
1. Verte echándome un vistazo desde la ventana de tu habitación esta mañana.
2. Escribirte esta nota. Me hace sentir que aún puedo hablar contigo, a pesar
de que me bloqueaste en todas partes. En serio, bebé, desbloquéame. Te extraño.
3. Amarte. Pasar mis días amándote hace que todos los días sean geniales por
defecto.
Levanto la nota a mi pecho y la agarro con fuerza. Han pasado semanas.
Me ha estado enviando flores durante semanas, sin ceder. Estaba segura
de que se aburriría de esto, de la persecución. No puedo decir si me he
convertido en otra conquista para él, en un desafío. ¿Algo de esto es real?
¿Es solo un juego para él? Me pregunto si solo está viendo cuánto tiempo
me llevará ceder. Alcanzo el próximo ramo, mi mano tiembla ligeramente.
Todo lo que quiero hacer es llevarte a una cita. Solo una. Crees que no te amaba
hasta que pensé que te perdería por otra persona, pero eso no es cierto. La única
razón por la que alguna vez consideré remotamente dejarte ir fue porque te
mereces el mundo, Elena. Te mereces más de lo que puedo darte. Nunca seré lo
suficientemente bueno para ti, bebé. Un hombre mejor ya se habría marchado,
pero nunca pretendí ser un buen hombre. Todo lo que pretendo es ser tuyo.
Llevo mis rodillas a mi pecho y envuelvo mis brazos alrededor de mí.
Cada fibra de mi ser me ruega que vaya con él. Busco la tercera y última
carta. Todos los días hay tres cartas, y hoy no es una excepción.
Cuando te propuse matrimonio, te dije que el divorcio no era una opción. Aún
no lo es. Nunca firmaré los papeles del divorcio. No te dejaré ir, Elena. Cometí ese
error una vez y no lo volveré a cometer. Estaré esperando que vuelvas a mí por el
resto de nuestras vidas.
Muerdo mi labio tan fuerte como puedo en un esfuerzo por mantener
las lágrimas a raya, pero una lágrima solitaria cae por mi mejilla, no
obstante. Estoy temblando mientras camino hacia mi ventana, sabiendo
lo que encontraré. Cada mañana y cada noche, él está aquí.
Me apoyo contra la pared, justo fuera de la vista, con mis ojos en él. Se
ve más delgado, su ropa está más holgada, incluso desde esta distancia
puedo decir que está cansado. A pesar de eso, tiene su computadora
portátil en el capó de su automóvil, tratando de hacer algo de trabajo.
Cada pocos segundos mira hacia mi ventana, su expresión refleja
desesperación.
Esto no puede seguir así. Esto tiene que parar.
Me preparo mientras bajo las escaleras. Mamá sonríe cuando salgo y
niego con la cabeza. No entiendo por qué está del lado de Alec, o por qué
quiere que volvamos a estar juntos.
Alexander se endereza cuando paso por la puerta, y su cuerpo se pone
rígido. Me acerco a él y sus ojos se abren como platos.
―Elena ―dice, su voz está teñida de incredulidad. La forma en que sus
ojos recorren mi cuerpo, la desesperación en sus ojos... me destripa.
―Alexander, tienes que dejar de venir aquí.
Se recuesta contra su auto y se cruza de brazos.
―No.
Levanto mis cejas e imito su postura, con mis brazos cruzados sobre mi
pecho.
―No te estoy dando una opción.
―Bebé, estás subestimando lo lejos que iré para poder verte un
momento ―dice, con voz suave, y adolorida―. No puedo dormir si no te
veo antes de acostarme, y mis días no empiezan bien si no te veo antes del
trabajo.
Me paso una mano por el pelo, con la cara levantada hacia el cielo.
―¿Qué hará falta para que te detengas?
Alexander sonríe, y mi traidor corazón da un vuelco.
―Una cita. Déjame llevarte a una cita.
―¿Una cita? ―repito―. Si dejo que me lleves a una cita, ¿dejarás de
venir aquí?
―Sí, te lo prometo. Si me dejas llevarte a una cita, no volveré a aparecer
aquí sin invitación ―dice Alexander, luciendo sincero, pero de alguna
manera, no confío en sus palabras.
Lo miro a los ojos, tomando en cuenta la necesidad y la desesperación
que muestra por mí. Nunca lo había visto tan vulnerable.
―Bien ―digo, las palabras salen de mi boca antes de que tenga la
oportunidad de pensarlo correctamente. Camino alrededor de su auto y
Alec corre detrás de mí, apresurándose a abrirme la puerta.
―No pensé que te refirieras a en este momento ―dice, ayudándome a
entrar en el auto.
Lo miro, con las cejas levantadas.
―¿Por qué, ahora no es un buen momento?
Alec niega con la cabeza.
―No, en absoluto. Es perfecto. ―Se inclina sobre mí, abrochándome,
sus manos se demoran en mi piel. Su olor me inunda y mi corazón se
contrae dolorosamente. Lo he extrañado, y me está golpeando aún más
fuerte ahora. Levanto la vista y mis labios rozan su mejilla. Él inhala con
fuerza, y sus ojos descienden hasta mis labios antes de tragar y alejarse,
tirando de su corbata con nerviosismo.
Lo observo mientras da la vuelta al auto y se sube. Esto es lo más cerca
que hemos estado el uno del otro en semanas, desde esa noche en que
trepó por mi ventana.
Alec coloca su mano en mi muslo mientras enciende el auto, y lo miro
con los ojos entrecerrados, provocando una sonrisa en él.
―Oye, dijiste que era una cita, ¿no?
Frunzo los labios y asiento. Espero poder pasar esta cita con seguridad.
Espero que al final de la noche, lo que quede de mi corazón siga intacto.
64
Solo tenerla sentada a mi lado hace que mi corazón se acelere. Han
pasado semanas desde la última vez que la toqué, y una parte de mí pensó
que nunca lo volvería a hacer. No pensé que me volvería a hablar nunca
más. Durante semanas, ella ha estado ignorando mi presencia en su casa
y cada regalo que le he enviado... me ha estado ignorando.
―No me lleves a ningún lugar público.
Aprieto mi agarre en el volante y la miro.
―¿Por qué no?
Ella me mira, con expresión ilegible.
―No quiero que la gente piense que volvimos a estar juntos. Vi las
especulaciones en los tabloides, los rumores. No quiero ser parte de eso.
Mi corazón se desgarra y una sensación de pérdida me invade.
Estaciono el auto a un lado de la carretera y miro por la ventana, sin saber
qué hacer, o qué decir.
―¿Estás viendo a alguien? ―pregunto, las palabras dejan mis labios
involuntariamente.
Elena me mira, y sus ojos brillan con algo que no puedo descifrar.
Nunca ha sido difícil de leer, pero esta noche me está excluyendo.
Se da la vuelta y abre la puerta, saliendo del auto. Sigo su ejemplo y me
acerco a ella justo cuando su puerta se cierra de golpe.
Ella se recuesta contra mi auto, y yo me inclino hacia ella, y yo pongo
mis brazos a cada lado suyo, enjaulándola. Quiero dar un paso más cerca
y sentir su cuerpo contra el mío, pero me resisto. En vez de eso, observo
su hermoso rostro y esos ojos que me persiguen en sueños. La veo cada
vez que cierro los ojos, pero ella... ella siguió adelante.
―¿Por qué no quieres que te vean conmigo, Elena? ¿Qué importa si
terminamos en un tabloide o dos?
Hago mi mejor esfuerzo para mantener mis pensamientos furiosos bajo
control, pero fallo. ¿Está saliendo con alguien? Su equipo de seguridad es
tan bueno como el mío, y no importa cuánto lo intente, no he podido
averiguar qué hace, a dónde va, o con quién pasa el tiempo.
―¿Importa? ―pregunta, con mirada firme.
Levanto mi mano a su cara, empujando su cabello detrás de su oreja
suavemente.
―Lo hace ―digo, haciendo todo lo posible por actuar como si mi
corazón no se estuviera rompiendo―. Sigues siendo mi esposa, Elena.
Sus ojos brillan con ira y aprieta los dientes.
―No por elección. Estamos separados, Alexander. Solo soy tu esposa
en el papel, y si logro lo que quiero, no lo seré por mucho más tiempo.
Puede que no quieras firmar, pero eso no me impedirá obtener el divorcio.
Mis abogados están trabajando en ello mientras hablamos.
Doy un paso atrás, mi estómago retrocede.
―Tanto quieres dejarme, ¿eh?
Elena mira hacia otro lado, su cuerpo entero se pone tenso. Está claro
que ella no quiere estar aquí, no quiere estar conmigo, y no puedo evitar
preguntarme con quién desearía estar con en este momento, en mi lugar.
Cuando me mira, hay una sonrisa forzada en su rostro.
―Bueno, te prometí una cita, ¿no? ―me dice―. Te daré esta noche,
Alexander, y a cambio, me dejarás ir.
Una noche. Es todo el tiempo que me queda con ella. Durante semanas
estuve seguro de que estaba herida y que me necesitaba para demostrarle
que la amo, que no me daría por vencido ni me iría, sin importar lo
difíciles que se pusieran las cosas.
Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado. No soy yo a quien ella
necesita en absoluto. Ella no necesita mi amor, no necesita que yo le
demuestre nada, lo que necesita es que la deje ir, para que realmente
pueda seguir adelante y vivir la vida que se merece. Una vida sin mí.
Me muevo para pararme a su lado, ambos recostados contra mi auto, y
su hombro rozando el mío. Su rostro está inclinado hacia las estrellas en
el cielo, y la miro fijamente, absorbiendo su belleza. La idea de que ella
esté con otra persona me enoja violentamente, me dan ganas de
encadenarla a mí, pero no puedo ser egoísta con ella. Nunca más.
Esta hermosa mujer ha sacrificado toda su vida para salvar la de su
madre, todas sus esperanzas y sueños. No hay nadie que merezca más la
felicidad que Elena, y si no soy yo con quien ella será feliz, entonces tengo
que alejarme. Necesito hacerlo, incluso si eso me mata.
―Dime tres cosas buenas que te hayan pasado hoy ―le pido.
Elena me mira, y sus ojos se abren ligeramente por la sorpresa. La
pregunta atraviesa su comportamiento frío y ella sonríe.
―Mmm, ¿tres cosas? Mi madre y yo salimos juntas a desayunar, y solo
tenerla sentada frente a mí sigue siendo surrealista. También logré reducir
los costos en el departamento de marketing de Rousseau Corporation en
un diez por ciento y, bueno... hoy tuve una primera cita con alguien.
Me congelo, y mi corazón se retuerce dolorosamente. Ni siquiera puedo
describir el dolor que siento con esas palabras. Mi corazón se siente como
si tuviera dolor físico, y mi estómago se revuelve como nunca. Desamor…
eso debe ser lo que es esto.
―Me preguntaba por qué llegaste tarde a casa hoy ―digo, mirando al
cielo para evitar que se noten mis celos―. Debe haber sido una buena cita,
considerando lo tarde que regresaste. No es de extrañar que finalmente te
hayas molestado en venir a hablar conmigo, para pedirme que me
mantuviera alejado. ―Me giro para mirarla, y mis ojos se posan en sus
labios. Para cuando llegó a casa esta noche, yo había estado de pie frente
a su puerta durante horas. No volvió a casa hasta pasadas las diez, pero
llegó sola. Levanto mi mano a su cara, con mi pulgar acariciando su
labio―. ¿Te dio un beso de buenas noches antes de acompañarte a tu
auto?
Trago saliva y arrastro mis ojos lejos. ¿Él la hizo reír? ¿Llegó a tomar su
mano? ¿Ella le dio lo que solía ser mío?
―Alexander ―dice, con voz suave―. No.
Paso una mano por mi cabello y dejo que mis ojos se cierren. Ella ha
sido todo en lo que he podido pensar durante semanas. He estado en tan
mal estado que mi abuelo ha tenido que volver al trabajo. Todo lo que
pensé que alguna vez quise se siente sin sentido sin Elena, pero ella... ella
ha tenido citas, me ha superado.
La miro, y la realidad me golpea. La perdí. Perdí lo único bueno en mi
vida, y solo yo tengo la culpa. Esta noche es todo lo que me dará, y ni
siquiera lo está haciendo de buena gana. La obligué a hacerlo, como lo
hice cuando la obligué a casarse conmigo. Siempre fui su último recurso,
con quien sea que esté ahora es a quien ella eligió. Puede que no me guste,
pero Elena merece tener una opción, se merece el mundo.
Extiendo mi mano hacia ella y fuerzo una sonrisa en mi rostro.
―¿Bailarías conmigo? ―pregunto, con voz suave. Si esta noche es la
última vez que puedo abrazarla, entonces tengo que aprovecharla al
máximo.
Elena se gira para mirarme, sobresaltada.
―¿Aquí?
―Tú y yo bailamos en ese pequeño espacio estrecho en Inferno, así que
¿por qué no?
Agarro mi teléfono y pongo exactamente la misma canción que sonaba
esa noche, y Elena toma mi mano. La acerco más, mis brazos se envuelven
alrededor de su cintura mientras los suyos se envuelven alrededor de mi
cuello. Tenerla así de cerca... mierda.
Elena y yo nos balanceamos al ritmo de la música, y ella se ríe cuando
la hago girar.
―Todavía no podemos bailar una mierda ―dice, recostándose en mis
brazos. La miro, y ella me quita el maldito aliento. Es tan hermosa, y la
forma en que sonríe, maldita sea.
Se inclina hacia mí, con su pecho presionado contra el mío, y aún encaja
perfectamente en mis brazos. ¿Cómo no iba a estar hecha esta mujer para
mí?
Mis ojos se posan en sus labios y trago saliva. Me agarra con más fuerza
e inclino la cabeza ligeramente, acercándome un poco más. Solo quiero un
último beso. Quiero sus labios presionados contra los míos, solo una vez
más. Su respiración se acelera y se pone de puntillas.
Sus labios rozan los míos y casi puedo saborearla. Sus ojos se cierran y
beso el borde de sus labios. Ella inhala profundamente y pasa sus dedos
por mi cabello, acercándome más.
―Alexander ―susurra.
Me detengo ante el sonido de mi nombre, alejándome de mala gana.
Tomo su mejilla suavemente, mi pulgar roza sus labios. Ella me mira
como si no pudiera entenderme, y fuerzo una sonrisa en mi rostro. Ni
siquiera estaría aquí conmigo si tuviera otra opción, si no le pidiera una
cita a cambio de permanecer lejos. Lo que ella quiere es que la deje en paz,
pero aquí estoy, queriendo mucho más de lo que está dispuesta a dar.
Un beso… No tengo ningún puto derecho.
―Vamos, Buttercup ―susurro―. Te llevaré a casa.
65
La forma en que me mira... Nunca había visto un dolor tan crudo en sus
ojos.
―¿Me llevarás a casa?
Alec asiente y me abre la puerta. Se inclina cuando me siento, como si
estuviera a punto de abrocharme el cinturón como siempre lo hace, pero
luego se aparta. Traga saliva y da un paso atrás antes de cerrar la puerta.
Se queda en silencio mientras entra al auto y se recuesta en su asiento,
cubriendo su rostro con su brazo, inhalando profundamente.
―Oye, ¿estás bien? ―pregunto, repentinamente preocupada.
Aparta su brazo y asiente hacia mí, con una sonrisa agridulce en su
rostro.
―Sí, claro.
Alec levanta su mano hacia mi rostro y aparta mi cabello suavemente.
―Gracias por esta noche, Elena, aunque no te di muchas opciones.
Cuando se trata de mí, nunca tuviste muchas opciones, ni siquiera tuviste
opción cuando te casaste conmigo. Respetaré tus elecciones esta vez, haré
lo que me pediste, te dejaré ir.
El miedo se apodera de mí ante sus palabras.
―¿Por qué? ¿Por qué tan de repente?
Estaba convencida de que solo me perseguía porque no quiere que esté
con nadie más, entonces, ¿por qué me deja ir ahora?
No responde. Simplemente conduce en silencio.
―Supongo que perdiste interés ahora que alguien más me ha tenido,
¿no?
Alec agarra el volante, sus nudillos se vuelven blancos, pero no
responde. Su silencio solo aumenta mi ira.
―¿No te gustan los productos contaminados? ¿No puedes soportar la
idea de que alguien toque lo que es tuyo, así que ahora no lo quieres en
absoluto?
Alexander detiene el auto de repente, y las ruedas patinan. Se gira para
mirarme, con sus ojos cubiertos de ira.
―Elena, ¿qué quieres que te diga? Estoy perdido aquí. Te amo. Te amo
con todo mi jodido corazón. Te amo, ¿de acuerdo? ¿Duele saber que has
estado con otra persona cuando eres lo único en lo que yo puedo pensar?
Sí, jodidamente lo hace. Me engañaste al ir a esa cita y lo que sea que hayas
hecho, porque te guste o no, sigues siendo mi maldita esposa, pero a pesar
de eso, volvería contigo en un maldito segundo, ¡porque te amo!
Mira por la ventana, visiblemente tratando de recuperar la compostura,
y lo miro en estado de shock. Serle infiel es lo único que Alec nunca
aprobaría, pero lo haría, ¿por mí? Ha pasado semanas parado frente a mi
casa, enviándome flores con notas, mis comidas favoritas e incluso
algunas cosas al azar que surgieron brevemente en la conversación, como
la hermosa pluma estilográfica de la que le hablé hace meses.
Estaba convencida de que todo era una competencia para él, que no me
amaba, pero tampoco podía soportar la idea de que yo estuviera con otra
persona, pero tal vez, solo tal vez, estaba equivocada.
Alec inhala temblorosamente y me lleva a casa en silencio, su cuerpo
está tenso todo el tiempo. Las puertas se abren y se estaciona frente a mi
casa.
Me abre la puerta y salgo del auto, esperando que me ofrezca su mano
como siempre lo hace, pero no lo hace. En vez de eso, da un paso atrás y
me acompaña a la puerta de mi casa, manteniendo cierta distancia entre
nosotros.
Me giro para mirarlo y él suspira mientras toma mi mejilla, y sus ojos
recorren mi rostro.
―Te amo Elena. Ni siquiera sé cuándo sucedió, quería que fueras mía
desde el segundo en que puse mis ojos en ti en Inferno. Comenzó como
mera posesividad, y antes de que me diera cuenta, me cautivaste. Me
robaste el corazón día a día, y ni siquiera me di cuenta. No me di cuenta
de que me poseías, hasta que te fuiste.
Su mano cae a su costado, y sonríe, su sonrisa es agridulce.
―Sobre todo, quiero que seas feliz. No seré egoísta contigo, no importa
cuánto lo desee. No te encadenaré a mí cuando elijas irte. No eres una de
mis pertenencias. No puedo decidir tu destino. No puedo decirte qué
hacer, o con quién estar. Has hecho tu elección, y no fui yo. Respetaré eso,
Elena. No quiero, pero lo haré. Mereces la verdadera felicidad, y mereces
todo lo que siempre has querido. Nunca fui lo suficientemente bueno para
ti, y nunca lo seré. Haré lo que me pediste, Elena. Te dejaré ir. Me matará
hacerlo, pero firmaré los papeles. Te dejaré libre.
Da un paso hacia atrás, con expresión angustiada. Agarro su mano y él
hace una pausa, mientras sus ojos se llenan de esperanza vacilante.
―Gracias ―digo, con voz suave. La forma en que cae su expresión me
dice todo lo que necesito saber. Cree que salí con otra persona y, a pesar
de su pasado, a pesar de sus problemas de confianza, me quiere de vuelta.
Tiro de su mano y él da un paso más cerca de mí―. Por esta primera cita.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me pongo de puntillas,
con mis labios chocando contra los suyos. Alec gime cuando lo beso y
entierra sus manos en mi cabello. Me empuja contra la puerta principal,
profundizando nuestro beso. La desesperación en su toque me enciende,
y gimo cuando me levanta en sus brazos, mis piernas se envuelven
alrededor de sus caderas instintivamente, y sentirlo presionándose contra
mí, sabiendo que me desea tanto, me hace perder la cabeza.
Alec y yo estamos jadeando cuando él se aleja y su frente cae sobre la
mía.
―Bebé, la cita de la que estabas hablando...
Me río, no puedo evitarlo.
―Lo siento, Alec. No fue una mentira, esta es la primera cita real a la
que me has llevado, no fue escenificada para la prensa, solo éramos tú y
yo. Me llevaste a casa y me diste un beso de buenas noches... fue perfecto,
y sí, una parte de mí pensó que solo me estabas persiguiendo porque
pensabas que había competencia.
―¿Y ahora? ―pregunta, con tono vacilante―. ¿Qué piensas ahora?
Alec me baja al suelo suavemente, con sus manos en mi cintura.
―Ahora creo que deberías llevarme a otra cita.
Alec se ríe y se inclina para darme un beso.
―¿De verdad? ―dice, alejándose―. ¿Saldrás conmigo?
Asiento con la cabeza y me estiro, mis manos se enroscan a través de su
cabello.
―Lo haré. Salgamos, Alec. Pasemos un tiempo juntos, a ver si dentro
de un año todavía queremos estar juntos, cuando todo lo que tenemos es
amor.
Alec presiona un beso prolongado en mi frente.
―Muy bien, esposa. Salgamos. Saldremos todo el tiempo que quieras,
pero al final, aún quiero verte caminar por el pasillo hacia mí. Quiero
casarme contigo para que el mundo lo vea.
Le sonrío, y mi corazón se acelera.
―Quizás. Si tienes suerte.
66
Elena entra en la cocina y me mira con las cejas levantadas cuando me
ve de pie detrás de la estufa.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunta, con un tono cuidadoso y curioso.
Me río de su expresión, pero ni siquiera puedo culparla. En una de
nuestras citas intentamos hacer un pastel juntos y casi quemo toda la
cocina. Tiene razón en ser cautelosa.
―No te preocupes ―le digo―. Recibí instrucciones del abuelo. Ve a
prepararte para la cena.
Ella me mira con recelo mientras se aleja para prepararse para la cita de
esta noche.
Cincuenta y seis citas. Elena y yo hemos tenido cincuenta y seis citas
desde que volvimos a estar juntos hace exactamente un año, y no creo que
nunca me canse de ella.
Me tomó cuatro meses convencerla de que volviera a vivir conmigo, y
en esos cuatro meses, cada vez que tuve que llevarla a casa después de
una cita fue pura tortura.
Estoy emocionado mientras pongo la mesa. He conseguido transformar
nuestra terraza en un santuario floral. Está lleno de peonías blancas, las
favoritas de Elena, y hay velas y luces de hadas por todas partes.
Probablemente ni siquiera recuerde haberme dicho esto, pero una vez me
dijo que uno de sus recuerdos favoritos de la infancia fue cuando Luce y
yo le organizamos una fiesta de cumpleaños. Colgué luces de hadas por
todas partes y a ella le encantaron.
La escucho jadear detrás de mí, y me giro para verla caminar hacia mí,
con sus ojos recorriendo todo lo que he preparado. La miro con asombro.
Su belleza me quita el aliento, y aún me sigue asombrando que sea mía,
que sea a mí a quien eligió.
―Alec ―dice, con voz temblorosa. Camina hacia mí y la envuelvo en
mis brazos. Se pone de puntillas y me besa. Sus labios aún me hacen
perder la razón, y siempre lo harán.
―Supongo que las decoraciones lo delataron, ¿eh?
Ella me sonríe y asiente.
―Sí. Sí.
Niego con la cabeza hacia ella y acomodo su cabello detrás de su oreja.
―Todavía no te he preguntado.
Hace un puchero, y mi corazón se aprieta de esta forma extraña que
solo lo hace por ella.
―Pero la cena se enfriará, cariño. Me esclavicé por ti, ¿sabes?
Ella hace un puchero aún más, enviándome esos ojos de cachorro que
sabe que no puedo resistir. ¿Por qué tiene que ser tan linda?
―Pregúntame ―ordena, y me río mientras hago lo que me dicen. Me
dejo caer sobre una rodilla frente a ella, metiendo la mano en mi bolsillo.
Levanto su anillo de compromiso, el mismo con el que le propuse
matrimonio la primera vez. Si bien nunca nos divorciamos, Elena dejó en
claro que los papeles no le importan. En su opinión, no estamos casados
hasta que celebremos nuestra ceremonia. Me he aferrado a su anillo todo
este tiempo, esperando el momento adecuado, dándole el tiempo que
pidió: un año.
―Elena, me vuelves loco de la mejor manera. Iluminas mis días y me
has mostrado cómo es la verdadera felicidad. Cuando volviste a mi vida,
yo era la mitad de un hombre. Estaba incompleto, mi corazón estaba
hastiado y destrozado, pero luego apareciste tú. Llegaste a mi vida,
haciendo que me cuestionara cada creencia a la que me aferré durante
tanto tiempo. Día tras día, volviste a unir mi alma, y ni siquiera te diste
cuenta de que lo estabas haciendo. Me completas, Elena. Me hiciste creer
en cosas que nunca pensé que tendría. Me hiciste creer en un para
siempre, después de todo. Eso es lo que quiero contigo, bebé. Quiero estar
para siempre contigo. Quiero despertar a tu lado por el resto de nuestras
vidas. Quiero que seas lo último que vea antes de quedarme dormido,
mientras mis brazos te envuelven. Quiero envejecer contigo y formar una
familia contigo. Lo quiero todo. Quiero las peleas, los altibajos que la vida
nos pondrá en el camino. Lo quiero todo, y lo quiero para siempre.
Inhalo profundamente y la miro a los ojos. Ella está luchando contra sus
lágrimas, pero es una batalla perdida.
―¿Quieres casarte conmigo?
―Sí ―dice, y deslizo el anillo en su dedo, mientras mi corazón se
acelera. Una lágrima cae por su mejilla cuando me pongo de pie y la seco
con el pulgar.
―Te amo tanto ―dice Elena, con voz temblorosa.
La beso, y mis labios se demoran en los suyos.
―Yo te amo más.
Sus manos recorren mi cuerpo y veo la necesidad en sus ojos. Una risa
baja escapa de mis labios y sonrío cuando tira de mi corbata con
impaciencia. Amo todo de ella, pero está bien podría ser una de las cosas
que más amo. La forma en que me desea tan desesperadamente.
La levanto en mis brazos, con una mano detrás de su espalda, y la otra
debajo de sus rodillas, y ella sonríe mientras la llevo a nuestra habitación.
La coloco en nuestra cama con cuidado y ella se pone de rodillas, sus
dedos encuentran el camino hacia los botones de mi camisa.
―¿Sabes a qué me recuerda esto, bebé?
Ella me mira y yo sonrío.
―A nuestra noche de bodas. Estabas igual de ansiosa, igual de
hambrienta por mi polla, y todavía la quieres, ¿no? Incluso después de
todo este tiempo, todavía quieres que estire tu coño, llenándote. Apuesto
a que ya estás mojada.
Elena me mira mientras me quita el saco del traje y la camisa del
hombro de una sola vez.
―Sabes que lo estoy, pero solo para estar seguros, probablemente
deberías tocarme y averiguarlo.
Me río. Esta mujer…
Me uno a ella en la cama, ambos tirando de la ropa del otro, hasta que
por fin, estamos desnudos, su piel contra la mía. Jadea cuando mis dedos
encuentran el camino entre sus piernas.
―Tan mojada y apenas te he tocado.
Mis dedos se deslizan dentro de ella y la provoco, manteniéndola justo
en el borde. La forma en que se ve acostada en nuestra cama, con su
cabello extendido sobre nuestras almohadas, y sus labios ligeramente
entreabiertos. Mierda. Ella lo es todo. Podría correrme con solo mirarla.
Jadea cuando la toco, acercándola más y más.
―Córrete para mí ―le digo, deslizando mi pulgar sobre su clítoris.
Ella me mira mientras sus músculos se contraen alrededor de mis
dedos, con mi nombre saliendo de sus labios.
―Buena chica ―susurro, inclinándome sobre ella―. Ahora vas a tomar
mi polla, ¿no?
―Por favor ―gime, y empujo dentro de ella.
Me apoyo en un brazo y envuelvo mi otra mano alrededor de su cuello,
con mi pulgar descansando contra su garganta.
―Te voy a follar así por el resto de nuestras vidas, Elena. Siempre serás
mía, ¿me oyes?
―Sí, Alec. Soy tuya. Todo tuya.
Ella jadea cuando tiro hacia atrás y luego empujo de nuevo hacia
adentro. La forma en que se siente a mi alrededor, la forma en que susurra
mi nombre. No puedo imaginar tener suficiente de ella.
Sus uñas marcan mi espalda, y sus labios encuentran los míos.
―Te amo, Alec ―murmura contra mis labios, con voz ronca.
Eso es todo lo que necesito para perder el control. Me corro
profundamente dentro de ella, mientras mi frente cae sobre la suya. Está
jadeando tan fuerte como yo, y sonrío.
Esto... así es como se siente el verdadero amor, yacer aquí con ella es la
verdadera felicidad.
67
―Te ves hermosa, cariño ―dice mamá, con lágrimas en los ojos. Toca
mi velo, alisándolo por tercera vez. Agarro sus hombros y le sonrío, mi
corazón rebosa de felicidad.
―Tú también, mamá ―le digo honestamente. Ella se ve increíble. Le
tomó casi dos años, pero ahora camina sin bastón e irradia felicidad.
Estaba aterrorizada de que ella sintiera que no le quedaba nada por lo que
vivir, considerando con lo que se despertó, pero ese no ha sido el caso en
absoluto. Está prosperando y ha sido increíble verla reconstruir su vida.
―¿Estás lista? ―me pregunta.
Asiento con la cabeza hacia ella, y mi sonrisa es tan amplia que me
duele la cara.
―Más que nunca.
Esta vez, Alec y yo tratamos de hacer las cosas bien. Decidimos ir con
una boda mucho más discreta de lo que habíamos planeado inicialmente.
Tendremos una pequeña ceremonia al aire libre, con solo nuestros seres
queridos presentes. Sin prensa, sin gran espectáculo, solo nosotros.
Alec y yo elegimos permanecer comprometidos durante un año, para
poder planificar toda nuestra boda e involucrar a mi madre. Ir de compras
con ella, visitar varios lugares para bodas; esos son todos los recuerdos
que nunca pensé que llegaría a tener, pero ahora los tengo. Me encantó
cada parte, incluso las interminables discusiones entre mi madre y Sofia
sobre el sabor de nuestro pastel, y la participación continua y totalmente
contraproducente del abuelo.
Mamá me toma del brazo y juntas salimos del cottage que alquilamos.
Caminamos hacia el pasillo lentamente, deteniéndonos al principio. Todo
es tal como lo quería. Hay flores por todas partes y el sol brilla sobre
nosotros, pero lo más importante es que Alec está al final del pasillo,
luciendo tan impaciente y nervioso como esperaba que estuviera.
Mis ojos se encuentran con los suyos al instante, y mi corazón comienza
a acelerarse. Él me sonríe, luciendo más emocionado de lo que lo he visto
antes. Lucian golpea su brazo y se ríe, pero Alec no me quita los ojos de
encima ni por un segundo.
No puedo creer que esto realmente esté sucediendo. Esperé tanto este
día, aunque Alec bien pudo haber estado aún más impaciente. Ha estado
contando los días durante los últimos seis meses, volviéndome
completamente loca con sus recordatorios diarios de cuenta regresiva.
Estoy temblando de nervios mientras mamá y yo caminamos hacia él,
la cola de mi vestido y mi largo velo se arrastran detrás de mí. Alec parece
cautivado, y cuando mamá pone mi mano en la suya, la levanta hacia sus
labios, besando mis nudillos.
―Te ves más que hermosa, Elena. Impresionante.
Le sonrío y juntos nos damos la vuelta hacia el sacerdote, y mi mente
regresa a nuestra primera ceremonia de boda legal. Fue rápida e
impersonal, difícilmente memorable. Hoy no es nada de eso. Hoy es todo
lo que podría haber deseado.
Alec se vuelve hacia mí y me sonríe, con mis manos entre las suyas.
―Elena, todos los días me ayudas a ver lo bueno de la vida. Iluminas
mis días, me animas y lo haces todo sin siquiera intentarlo. No sabía lo
que era la felicidad hasta que entraste en mi vida, forzándome a sentir
emociones que pensé que se habían perdido hace mucho tiempo. Me has
mostrado lo que es el verdadero amor, y prometo devolver ese amor
multiplicado por diez todos los días, mientras viva. Te lo prometo para
siempre, Buttercup. Te prometo todo de mí, para siempre.
Le sonrío, y mis ojos se llenan de lágrimas. Todavía se siente surrealista
escucharlo prometiéndome un para siempre, cuando durante tanto
tiempo, él insistió en que no existía.
―Alec, estaba perdida antes de que me encontraras. Fuiste luz en un
mundo que estaba lleno de oscuridad, y siempre serás mi gracia
salvadora. Eres tan fácil de amar, y ni siquiera lo sabes. Todos los días te
miro y agradezco lo afortunada que soy. Cuando nos encontramos
después de tantos años, te pregunté qué pedirías si tuvieras un solo deseo.
Honestamente puedo decirte que a mí no me quedan deseos, porque tú
los has hecho realidad. Voy a pasar el resto de mi vida asegurándome de
que tú tampoco tengas nada que desear. Te amaré por siempre, Alec.
Parpadea, y me sorprende encontrar sus ojos brillando con lágrimas.
Alec mira hacia otro lado y se muerde el labio, con una sonrisa en su
rostro. Cuando me mira, sus ojos están llenos de asombro, como si él
también estuviera contando sus bendiciones.
El sacerdote nos sonríe y Lucian nos entrega nuestros anillos de boda
con las manos temblorosas. Es tan emocional como nosotros.
―Alexander, ¿tomas a Elena como tu esposa? ¿Prometes amarla,
consolarla, honrarla y cuidarla para bien o para mal, en la riqueza o la
pobreza, la salud y en la enfermedad, y renunciar a todas los demás, y ser
fiel solo a ella, mientras ambos vivan?
Me sonríe y asiente.
―Acepto.
El sacerdote asiente con la cabeza y Alec desliza mi anillo de bodas en
mi dedo, sonriendo todo el tiempo.
―Elena, ¿tomas a Alexander como tu esposo? ¿Prometes amarlo,
consolarlo, honrarlo y cuidarlo para bien o para mal, en la riqueza o en la
pobreza, en la salud y en la enfermedad y renunciar a todos los demás, y
ser fiel solo a él mientras ambos vivan?
―Sí ―digo, con voz alta y clara.
Mi corazón se acelera cuando deslizo el anillo de Alec en su dedo, y el
sacerdote nos sonríe.
―Ahora los declaro solemnemente marido y mujer. Puedes besar a la
novia.
Alec me acerca más y me levanta mientras me besa, fuertes vítores
estallan a nuestro alrededor. Deja caer su frente en la mía y sonríe.
―Finalmente ―dice, y me río, mientras mi felicidad se desborda.
Nuestra familia se acerca a nosotros y el abuelo es el primero en
alcanzarnos.
―Felicidades, niños ―dice, envolviendo sus brazos alrededor de los
dos. Nuestras mamás tienen lágrimas corriendo por sus rostros, e incluso
el abuelo se ve sospechosamente emocionado. Se aclara la garganta y se
echa hacia atrás, alisándose la ropa―. Vamos ―dice―. Estoy emocionado
por esta fiesta que nos espera.
Me río y Alec niega con la cabeza.
―Estoy bastante seguro de que la mayoría de nuestra familia realmente
está aquí solo para probar tus vegetales, abuelo ―dice.
Miro a todos los que nos rodean, todavía parcialmente incrédula. No
puedo creer lo afortunada que soy, lo feliz que soy. Mi madre me está
sonriendo, y la mano de Alec está envuelta alrededor de mi cintura.
Tengo todo lo que siempre quise, mi madre a mi lado, un esposo que
realmente me ama y una familia de mi elección.
Alec se inclina hacia mí, sus labios rozan mi oreja.
―Te amo, Señora Kennedy ―susurra, haciendo que mi corazón dé un
vuelco.
Me pongo de puntillas y envuelvo mis brazos a su alrededor,
atrayéndolo para besarlo.
―Yo también te amo ―digo sin aliento.
Alec me sonríe.
―¿Para siempre? ―pregunta, y yo asiento.
―Para siempre.
Epílogo
Mi corazón se aprieta dolorosamente mientras veo a mi hermano en el
estrado, con el juez dictándole cadena perpetua, su castigo es el mismo
que el de Jade y el de mi padre.
Su juicio tomó casi cuatro años completos, y casi se salieron con la suya,
hasta que Alec reveló la corrupción del último juez y se asignó uno nuevo,
lo que nos devolvió al punto de partida. El caso de mi madre era
prácticamente insólito, y eso retrasó su juicio incluso más de lo que me
hubiera gustado, pero no lo impidió.
Miro a mi esposo, con mi corazón rebosando de gratitud. Sin él, mi
familia habría quedado impune y mi madre hubiera muerto.
¿Y yo? Habría perdido mi razón de vivir.
Él me mira como si pudiera leer mi mente y envuelve su brazo
alrededor de mi hombro, ofreciéndome apoyo silencioso. Dejo caer mi
cabeza en su hombro, con una sonrisa agridulce en mi rostro.
Mamá agarra mi mano y la aprieta con fuerza, sus ojos están fijos en
Matthew. Se lo llevan, y no veo ni una pizca de remordimiento en sus ojos.
Tampoco había ninguno en los ojos de mi padre.
Una parte de mí esperaba que tal vez, solo tal vez, mi padre fuera
inocente en esto. Tal vez simplemente no se dio cuenta de lo que Matthew
y Jade estaban haciendo.
Soy ingenua hasta el final, supongo.
El antiguo médico de mi madre testificó que mi padre fue quien le
ordenó mantenerla en coma. Dado que todos los pagos se remontaban a
las cuentas corporativas de los Rousseau, supuse que todo el tiempo fue
Matthew, pero no fue así. Matthew y Jade podrían haber causado el
accidente, pero fue mi padre quien la dejó en el estado en el que estuvo
durante tantos años.
―Vamos ―le digo a mamá. Estos juicios le han hecho más daño a mi
madre que su coma, tiene el corazón roto. Cada testimonio que escuchaba
la desgarraba, una y otra vez. Tomo su mano mientras salimos, y la forma
en que tiembla me duele sin fin―. Se acabó, mamá.
Ella asiente, forzando una sonrisa en su rostro. Alec la mira, con la
misma preocupación que estoy sintiendo reflejada en sus ojos. Él sostiene
la puerta del auto abierta para ella y mamá le sonríe.
―¿Te llevo a casa? ―él le pregunta.
―No ―dice ella, sacudiendo la cabeza―. Tu madre espera que me una
a ella para almorzar, ya sabes cómo es, solo se preocupará si no aparezco.
Además, me hará sentir mejor.
Alec asiente y me abre la puerta del pasajero. Me abrocha con su toque
persistente como siempre lo hace. La forma en que me mira trae una
sonrisa a mi cara. Ha pasado casi un año desde nuestra ceremonia de
boda, pero aún me hace sentir mareada.
Alec toma mi mano mientras entramos al restaurante, y Sofia y Lucian
se levantan de sus asientos, sus ojos se dirigen hacia mi madre. Mamá
sonríe y el alivio en sus ojos es instantáneo.
Todos los ojos están puestos en mamá cuando nos sentamos, y está
visiblemente incómoda.
Alec envuelve su brazo alrededor del respaldo de mi silla y se aclara la
garganta.
―Entonces, creo que Elena y yo no llegaremos a nuestro viaje familiar
―dice, agitando instantáneamente a ambas mujeres―. Quiero ir a una
segunda luna de miel.
Ellas lo miran, ambas cruzando sus brazos sobre su pecho.
―¡Fuiste de luna de miel el año pasado! Nos prometiste que haríamos
un viaje familiar juntos.
Alec asiente y las mira a las dos.
―Sí, pero ustedes dos ni siquiera pueden decidir a dónde ir, así que
Elena y yo no iremos en absoluto.
Nuestras mamás se miran e inmediatamente comienzan a discutir sobre
la ubicación de nuestro viaje familiar.
Alec me guiña un ojo y se inclina para besarme, sus labios persisten en
los míos.
―Gracias ―susurro contra sus labios, agradecida de que haya logrado
desviar la atención de mi madre.
―Puedes agradecerme en la cama ―dice, y me río.
―Ahora que lo pienso ―dice Sofia, enderezándose―. Ya es hora de
que agreguemos a alguien a nuestra familia, justo a tiempo para nuestras
vacaciones familiares.
Alcanza su bolso, con sus ojos puestos en Lucian. El agarre de Alec
sobre mí se aprieta cuando ella saca una carpeta manila, y Luce palidece,
con pura devastación llenando sus ojos. Levanto las cejas, confundida.
Sofia empuja la carpeta hacia Lucian, y él la toma con manos
temblorosas.
―Ya es hora de que tú también te cases. Tu hermano está tan felizmente
casado ―dice, mirándonos―. Y también quiero eso para ti. Quiero que
tengas todo lo que yo nunca tuve.
Lucian cierra los ojos, y la desesperación que emite va directo a mi
corazón. Coloco mi mano en el muslo de Alec, indicándole que haga algo,
y él se endereza.
―Mamá ―dice Alec―. No creo que sea una buena idea. Lucian es
todavía bastante joven. No hay necesidad de apresurarse. Además, el
abuelo eliminó su requisito de matrimonio, por lo que Luce no necesita
casarse si él no quiere.
Ella le sonríe y niega con la cabeza antes de mirar a Lucian
deliberadamente.
―Ábrelo.
―Mamá ―dice Lucian, con la voz entrecortada―. YO...
Sacude la cabeza, tragando sus palabras, y en su lugar, abre la carpeta.
Lucian mira el contenido y luego entierra su rostro entre sus manos,
visiblemente emocionado, pero Sofia sonríe.
Miro la carpeta, sorprendida de encontrar solo una cosa en ella. Una
foto de Elliot.
Lucian inhala profundamente, temblando, y luego sonríe. Mira a su
madre con tal agradecimiento que se me saltan las lágrimas.
―Lucian, no puedo pensar en un yerno mejor que Elliot. ¿No crees que
ya es hora de que me lo presentes formalmente? Te prometo que no lo
asustaré con conversaciones de matrimonio todavía, pero por ahora es el
único candidato en mi carpeta.
Lucian sonríe incluso mientras parpadea para contener las lágrimas. No
puedo imaginar cuánto alivio debe ser esto para él. Llevaba más de un
año queriendo decírselo, pero no sabía cómo.
―Te amo, mamá.
Ella le sonríe y toma su mano sobre la mesa.
―Yo también te amo, cariño.
Alec me acaricia suavemente el pelo detrás de la oreja y Lucian me
sonríe.
―Elena ―dice Luce―. Estoy tan feliz en este momento... creo que
ahora sería el momento perfecto para hacer a mamá igual de feliz. A
nuestras dos madres, de hecho.
Alec besa mi hombro y asiente, con una sonrisa de satisfacción en su
rostro. Yo sonrío nerviosamente mientras meto la mano en mi bolso y saco
dos sobres idénticos. Los he estado llevando a todas partes conmigo,
esperando el momento perfecto. Hasta ahora, solo le hemos dicho a
Lucian, y solo porque estaba listo para llamar a una ambulancia la semana
pasada cuando pasé toda la mañana vomitando.
―Hoy parece ser un día de nuevos comienzos ―le digo, sonriendo
hacia Alec. Empujo ambos sobres hacia nuestras madres y ambas los
recogen al mismo tiempo. Abren sus regalos y mamá comienza a llorar,
mientras Sofia hace todo lo posible por contener las lágrimas.
―¿Es esto real? ―Sofia pregunta, y sus ojos brillan con lágrimas no
derramadas.
Alec asiente y envuelve su brazo alrededor de mí protectoramente.
―Sí ―dice, sonriendo ante los sonogramas en sus manos―. Ambas van
a ser abuelas.
Alec presiona un beso en mi sien, y miro alrededor de la mesa llena de
mis seres queridos. Hace unos pocos años, estaba desesperada y
completamente sola. Estaba a punto de perder a mi madre.
Y ahora ella se sienta frente a mí, sonriendo ante una ecografía de su
nieto, y tengo el brazo de mi esposo alrededor de mí, con sus ojos llenos
de amor.
―Te amo ―dice, y yo sonrío.
―Yo también te amo, Alec.
No solo ha hecho realidad todos mis sueños. Todos los días hace que ni
siquiera quiera dormirme porque mis sueños ya no son tan buenos como
lo es mi vida con él.
Alec sonríe y me pasa el pelo detrás de la oreja.
―Dime que siempre me amarás.
Asiento, sonriendo.
―Siempre.
Se inclina y me da un beso en la frente, y no puedo evitar burlarme de
él.
―Aunque... ¿Pensé que no creías en el para siempre?
Él se ríe y niega con la cabeza.
―Lo hago si es contigo. Me haces creer en el para siempre después de
todo.
Un para siempre con Alec no basta, pero tendrá que ser suficiente.
Fin…
Capítulo extra
Entro al invernadero de mi abuelo, caminando con pasos rápidos.
Escaneo el área, encontrando todo aparentemente intacto. Aun así, no me
atrevo a respirar aliviado. Aún no. No tan pronto. Me quedo quieto, en
alerta máxima... y espero.
Me tenso cuando escucho una risita estridente. Aquí vamos. Lo sabía.
Camino hacia las vides de tomate, y mi corazón se hunde cuando noto
las marcas rojas en el suelo. Me paso una mano por el pelo, con mi cara
inclinada hacia el techo de cristal.
Me quedo ahí por un minuto, preparándome mentalmente para la
forma en que el abuelo me va a regañar. Todavía recuerdo lo enojado que
se ponía cuando solía colarme en su invernadero cuando era niño.
Oigo risas y sigo el sonido, y encuentro a mi hija sentada en medio de
un macizo de flores, con la ropa cubierta de tierra. Peor aún, su hermano
le está dando fresas, las mismas fresas que el abuelo ha estado cultivando
durante meses.
―Ella, Aaron ―digo, con tono seco.
Mis hijos me miran, y sus expresiones son tan lindas que ni siquiera
puedo enojarme. Ella se parece a Elena, mientras que Aaron
lamentablemente ha heredado toda mi malicia. Apuesto a que fue Aaron
quien metió a Ella en este lío.
Suspiro y extiendo mis brazos. Ella salta directamente a mis brazos y la
levanto, abrazándola con fuerza. Aaron, por otro lado, simplemente me
mira fijamente.
―Papá, solo estamos jugando ―dice.
Ella me da un beso en la mejilla y mi corazón se derrite.
―Sí, papá ―dice ella―. Estábamos jugando.
―Ambos saben que no se les permite entrar aquí, así que no me den
ninguna excusa. Afuera.
Aaron suspira, con el ceño fruncido en su diminuto rostro.
―Pero papá...
―No. Empieza a caminar. Puedes caminar y disculparte con el abuelo,
o llamaré a tu madre.
Me mira como si acabara de aplastar su alma, y apenas logro evitar
sonreír. Mi hijo está tan enamorado de mi esposa como yo. Es un maldito
ángel con Elena, ¿pero en el segundo en que ella le da la espalda? Maldita
sea.
Él resopla dramáticamente y comienza a caminar, solo para congelarse
ante el sonido de una voz. Se gira para mirarme, con los ojos muy abiertos
por el pánico.
―¡Papá! ―él se queja.
Niego con la cabeza.
―No sé qué está haciendo mamá aquí, niño. Yo no la llamé, tal vez si
dejaras de ser tan travieso no tendrías que preocuparte de que te atrape.
Él me mira, con las lágrimas llenando sus ojos. Se marcha furioso y Ella
suspira.
―Está en problemas ―dice, apoyando la cabeza en mi hombro.
Me muerdo una sonrisa y asiento.
―Tú también, niña. ¿En qué estabas pensando, hurgando en el
invernadero del abuelo?
Ella frunce los labios y entierra su rostro en mi cuello, escondiéndose.
Niego con la cabeza mientras me acerco a mi esposa. Tendré que dejarle
el regaño a ella. Mi corazón no puede soportar las lágrimas en los ojos de
mi niña. Ella me mirará, luciendo tan arrepentida, y caeré de rodillas para
consolarla.
Mi esposa me dice que soy un blando, pero ni siquiera me importa.
¿Cómo podría no ser afectado por los hermosos ojos de Ella? Son una
copia perfecta de los de Elena.
―Alec ―dice Elena, sonando tensa. Me congelo, y mi corazón da un
vuelco o tres. El abuelo está de pie junto a ella, pero incluso después de
todos estos años, todo se desvanece cuando ella está cerca.
Está molesta y se ve jodidamente hermosa. Mis ojos recorren su cuerpo
y me muerdo el labio. Lleva un vestido blanco de verano que muestra su
pecho maravillosamente, y todo lo que quiero hacer es estar a solas con
ella.
Elena entrecierra los ojos hacia mí como si supiera lo que estoy
pensando, y sonrío.
―Ni siquiera lo pienses ―me advierte―. Te pedí que cuidaras a los
niños durante una hora. Una hora, Alec. ¿Por qué están cubiertos de tierra?
El abuelo extiende los brazos y Ella salta de los míos a los suyos. Él
sonríe ante las manchas en su ropa y la abraza con un brazo, mientras
acaricia el cabello de Aaron con el otro.
―Veo que probaron los nuevos cultivos, ¿eh? ―dice, sonriendo―.
Déjenme adivinar... ¿tomates y fresas?
Aaron mira hacia abajo a sus pies, pero Ella asiente, con una expresión
triste en su rostro.
―Sí, abuelo ―dice ella, su voz es pequeña.
Elena se acerca a mí y la rodeo con el brazo. Está tensa y me mira antes
de darse la vuelta hacia los niños.
―Será mejor que ambos se disculpen con el abuelo ―dice ella―. Saben
muy bien que no se les permite entrar aquí, no solo entraron al
invernadero, también se comieron las nuevas cosechas del abuelo sin su
permiso. ¿Les gustaría que alguien entrara y robara todos sus juguetes?
¿Estarían feliz con eso?
Aaron inhala, y mi corazón se rompe. A él no le importa que yo lo
regañe, pero ¿cuándo es Elena? Le duele sin fin.
―Bebé ―murmuro, y Elena me silencia con una mirada. Parece que me
van a regañar más tarde también. Genial. Me encanta hacerla olvidar su
ira.
―Oh, Elena, cariño, está bien ―dice el abuelo, ganándose una mirada.
Él le sonríe tímidamente―. ¿Para quién más cultivo estas cosas, si no para
mis bebés? ―Alborota el cabello de Aaron tranquilizadoramente y
sonríe―. Está bien, chico. No estoy enojado. ¿Disfrutaron las fresas?
Ella asiente y abraza al abuelo aún más fuerte. Para él, estos dos pueden
salirse con la suya. No hubo tal suerte para mí cuando yo era más joven.
―Una vez, cuando era niño, me prohibiste venir durante un mes y solo
caminé dentro del invernadero. ¿Estos dos se comen tus nuevos cultivos y
se salen con la suya? ―digo, indignado.
Elena se ríe de mí y yo entrecierro los ojos hacia ella.
―Doble moral. Eso es lo que es esto.
Elena me sonríe y se pone de puntillas, presionando un beso en mi
mejilla, y así, mi indignación se desvanece.
Aaron sonríe, sabiendo que se salió con la suya con lo que hizo, y Ella
parece aliviada, saca una fresa de su bolsillo y se la mete en la boca.
Niego con la cabeza, con mi brazo envuelto alrededor de mi esposa.
¿Qué hemos hecho? Hemos creado dos pequeños monstruos.
Fin… otra vez.
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