De los cristales de metanfetamina azul como una de las bellas artes El ex agente de la DEA Hank Schrader, después de estar al borde de la muerte y la parálisis, disfruta de una reunión de fin de semana en casa de su cuñada. Las funciones digestivas le obligan a desplazarse al baño, aún cojeando levemente, donde se sienta a defecar. Como era usual en los tiempos previos a la aparición del smartphone, Hank se vuelve al revistero, ojea y descarta dos revistas, y se decide por un ejemplar de pasta dura de Leaves of grass de Walt Whitman… El resto es historia. La lectura de la dedicatoria escrita en el poemario produce en Hank una revelación trágica, en el sentido literario (griego) del término: su cuñado Walter White, una de las personas a las que más quiere, y tal vez en la que más confía, es el mentor de Gale Boetticher y el cómplice de Gus Fring, es el mismísimo Heisenberg, el peligroso capo de los cristales de metanfetamina al que ha estado persiguiendo por mucho tiempo y que tantos riesgos y problemas le ha causado. Hasta aquí, nada nuevo para el espectador de Breaking Bad, por más desatento que haya sido. Sin embargo, detengámonos en la escena anterior y enfoquemos la lente en el objeto que acaba de producir la revelación, el objeto que desencadena la anagnórisis (esto de usar objetos no le habría gustado para nada a Aristóteles, pero no tiene importancia, no lo entendería, él jamás vio televisión): el libro de poesía. ¿Qué implicaciones se derivan de usar un poemario como vínculo entre Boetticher, Fring y White, entre Hank Schrader y Heisenberg? ¿Qué implica usarlo como motor para la resolución de la trama y para marcar, si no el único, el más importante giro en la suerte de Walter White y el inicio de la estrepitosa caída final de su carrera criminal? Me interesa una implicación en particular: la relación que se plantea entre el crimen y el arte en todo el universo de Breaking Bad. No se trata solamente de la aparición de una referencia a Walt Withman, ni tampoco de la coincidencia de las iniciales del poeta y las del protagonista de la serie. Se trata de una proliferación significativa de características psicológicas de varios personajes involucrados con el hampa, en las que se puede leer una clara relación entre la actividad criminal y la actividad artística creativa. Algunos ejemplos son evidentes, mientras que otros no tanto. Jeese Pinkman es un dibujante no consumado. Y aunque en apariencia es un detalle intrascendente, comienza el contacto con Jane por encontrarla dibujando en el pórtico de su casa. También, y de forma más cursi, se lo presenta como un artesano recién iniciado cuando acude a un grupo de rehabilitación y cuenta los pormenores de la confección de una caja de madera, y la repetición del proceso hasta alcanzar la maestría. Gale Boetticher es una especie de amante del arte y coleccionista de objetos, con una sensibilidad que combina el interés científico con lo camp o lo kitsch. Es el responsable de introducir el poema de Whitman “When I Heard the Learn’d Astronomer”, un texto que plantea la dicotomía entre la mirada científica y la contemplación romántica de la naturaleza. La voz poética se decanta finalmente por la contemplación, y ese es un detalle importante, pues muestra la concepción de Boetticher alrededor del conflicto entre el deber ser social que se le ha impuesto a la ciencia y lo que en realidad puede hacer en cuanto a su relación con el placer, o más bien los placeres, ya sean legales o ilícitos. Pero ha llegado el momento de pasar al verdadero químico estrella de la serie, cuya especialidad (igual que la de Gale) es la cristalografía, una ciencia relacionada particularmente con el misterio y la contemplación plástica. La cristalografía. No por nada nació de la observación, por parte de Keppler, de la belleza y singular geometría de un copo de nieve, según cuenta la anécdota. No por nada uno de los pioneros de la cristalografía con rayos X, Max Von Laue, realizó en 1914 "uno de los más hermosos descubrimientos de la física", en palabras de Einstein, al plasmar en papel fotográfico los patrones de refracción de los cristales de varios elementos sometidos a los rayos X. Lo que pretendo plantear con este último rodeo de datos innecesarios es que, en Breaking Bad, la cristalografía funciona como un puente metafórico entre química, arte y narcotráfico. La producción de perfectos cristales de metanfetamina azul con altísimo nivel de pureza es la obra de arte, por así decirlo, de Heisenberg. No es casual el gesto de suicidio nominal o metamorfosis creativa que implica el cambio de nombre. Gesto que es común en el mundo del arte (principalmente la literatura y más específicamente la poesía) y en el del crimen, aunque para denominar ese fenómeno se use el término pseudónimo en el primero y el término alias en el segundo. Walter White comprendió rápidamente la dimensión histriónica que exige la vida criminal y abandonó, por imposible, su pretensión de llevar la vida de un maleante con buena conciencia, de un narcotraficante que no mata. De ahí la decisión de rebautizarse como Heisenberg. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el reciente estreno de la sexta temporada de Better Call Saul? Pues que, aunque nadie tenga la certeza de cómo se resolverá la intriga, comparte con su predecesora la decisión de trabajar la relación entre arte y crimen. Saul Goodman es (como lo apunta la descripción de la serie en Netflix) una personalidad criminal, el alias de James "Jimmy" Morgan McGill. Pero Saul no es solamente un abogado de dudosos escrúpulos, como aparece retratado en Breaking Bad, ni tampoco un ex estafador que se gradúa de abogado y es tentado continuamente a ingresar en la vida criminal, como lo muestra Better Call Saul, sino que además es un cinéfilo que dirige a nivel semiprofesional comerciales de televisión. De hecho, la relación y los diálogos entre Kim y Jimmy están atravesados continuamente por el cine. En toda la historia de vida de Jimmy se rozan las actividades teatrales y cinematográficas con las criminales. En el mismo sentido, y aunque no se trate de un personaje vinculado al crimen en estricto sentido, el hermano mayor de Jimmy, Chuck, es, además de un famoso y respetado abogado, melómano y pianista clásico aficionado. La música tiene un papel simbólico fundamental en la relación entre los dos hermanos. Por ejemplo, ahí está la escena del karaoke durante la celebración de la graduación de Jimmy, y en particular la canción de ABBA The winner takes it all, que funciona como una metonimia que sintetiza la relación de competitividad tóxica entre ambos hermanos. Se podrían enumerar muchos más elementos, como las referencias y citas de literatura, música y cine en los títulos de episodios de Breaking Bad y Better call Saul, o señalar las reelaboraciones de escenas icónicas de diversos géneros cinematográficos, como el western, el policial, incluso el melodrama. Pero agotaría en vano este espacio en donde el camino de lectura que quería proponer ya está bien planteado. Las palabras crimen y crítica (así como criterio, crisis y otras más) tienen una cierta familiaridad etimológica que las relaciona con el campo semántico de separar o cernir o discernir. El arte debe tener un papel crítico, en el sentido de que debe trabajar siempre en la ampliación de las fronteras de lo que es posible decir, de que debe promover la ruptura de fronteras y órdenes. Desde ese punto, conviene entender y recalcar su cercanía conceptual con el crimen, que es también una noción con relativa movilidad contextual, pero que en general se ejerce siempre en los bordes y a la vez está siempre corriéndolos y corriéndose. En el universo de Breaking Bad se aborda esa relación compleja, y no es que todos los criminales de ese universo ficcional sean alegóricamente artistas, sino que en la construcción de determinados personajes, entre ellos Saul Goodman y Heisenberg, se puede leer claramente las tensiones entre arte y crimen, en la forma en que su trasgresión va más allá del quebrantamiento de la ley y los márgenes. Camilo Sánchez (Quito, Ecuador 1990) Nació el 28 de abril de 1990, el mismo día que Roberto Bolaño (no alias Chespirito, sino el otro). Del 2008 al 2012 estudió música en Quito; entre el 2013 y 2022 vivió en La Plata Argentina, donde estudió literatura y luthería, a la par que sobrevivía haciendo todo tipo de trabajos ruines. Actualmente ejerce sus oficios de forma combinada y un poco caótica. Desde el 2015 escribe poesía, cuentos, artículos de crítica cultural y canciones. Ha publicado textos en medios argentinos y ecuatorianos.