Neuroftalmología Lanning B. Kline, MD Chair, Birmingham, Alabama Elsevier Table of Contents Title page Copyright Introducción general Objetivos Introducción Capítulo 1: Anatomía neuroftalmológica Anatomía ósea Anatomía vascular Vías visuales aferentes Sistema visual eferente (vías oculomotoras) Anatomía sensorial y motora de la cara Vías autónomas oculares Capítulo 2: Técnicas diagnósticas por imagen en neuroftalmología Tomografía computarizada Resonancia magnética Técnicas de imagen vascular Conceptos fundamentales para la localización Preguntas críticas en las pruebas de imagen Estudios negativos Capítulo 3: Estudio del paciente con disminución de visión Anamnesis Exploración Capítulo 4: Paciente con disminución de visión: clasificación y tratamiento Anomalías de los medios de refracción oculares Maculopatías Ambliopía Neuropatía óptica Lesiones quiasmáticas Lesiones retroquiasmáticas Capítulo 5: Paciente con pérdida transitoria de visión Exploración Pérdida transitoria de visión monocular Pérdida transitoria de visión binocular Capítulo 6: Paciente con alucinaciones, ilusiones y trastornos de funciones corticales superiores Paciente con ilusiones Paciente con alucinaciones Paciente con trastornos de funciones corticales superiores Capítulo 7: Paciente con trastornos supranucleares de la movilidad ocular Principios básicos del control oculomotor Anatomía y pruebas clínicas de las clases funcionales de movimientos oculares Trastornos clínicos de los sistemas oculomotores Capítulo 8: Paciente con diplopía Anamnesis Exploración física Diplopía monocular Diferenciación de las causas nerviosas y restrictivas de parálisis ocular Desviaciones concomitantes e incomitantes Localización Causas supranucleares de diplopía Causas nucleares de diplopía Causas internucleares de diplopía Causas infranucleares de diplopía Causas de diplopía miopáticas, restrictivas y orbitarias Capítulo 9: Paciente con nistagmo o trastornos espontáneos de los movimientos oculares Introducción Nistagmo de aparición precoz (infantil) Nistagmo evocado por la mirada Nistagmo vestibular Nistagmo pendular adquirido Nistagmo en balancín Nistagmo disociado Intrusiones sacádicas Otras anomalías de los movimientos oculares Tratamiento del nistagmo y otros trastornos del movimiento ocular Movimientos oculares en pacientes comatosos Bobbing ocular Capítulo 10: Paciente con anomalías pupilares Anamnesis Exploración pupilar Tamaño pupilar basal Irregularidad pupilar Anisocoria Trastornos de las reacciones pupilares: disociación luz-aproximación Otros trastornos pupilares Capítulo 11: Paciente con anomalías palpebrales o faciales Técnicas de exploración Ptosis Retracción palpebral Anomalías de los movimientos faciales Trastornos del VII par craneal Capítulo 12: Paciente con dolor cefálico, ocular o facial Estudio de la cefalea Causas de dolor ocular y orbitario Dolor facial Capítulo 13: Paciente con trastornos oftálmicos no orgánicos Técnicas de exploración Tratamiento del paciente no orgánico Capítulo 14: Enfermedades sistémicas con signos neuroftalmológicos Enfermedades inmunitarias Enfermedades hereditarias Trastornos neuroftalmológicos selectos en el embarazo Trastornos cerebrovasculares Manifestaciones neuroftalmológicas de enfermedades infecciosas Radioterapia Textos básicos Materiales de la Academia relacionados Índice alfabético Copyright Edición en español de la obra original en inglés euro-Ophthalmology, 2011-2012 Copyright © 2011 American Academy of Ophthalmology. All rights reserved. Esta publicación es una traducción de la obra de la American Academy of Ophthalmology titulada Basic and Clinical Science Course publicada en 2011-2012. Esta traducción refleja la práctica actual en EE. UU. desde la fecha de su publicación original por la Academia. La American Academy of Ophthalmology no traduce esta publicación al idioma utilizado en esta publicación y no se hace responsable de los errores, omisiones u otros posibles fallos de traducción. This publication is a translation of a publication of the American Academy of Ophthalmology entitled Basic and Clinical Science Course published in 2011-2012. This translation reflects current practice in the United States of America as of the date of its original publication by the Academy. The American Academy of Ophthalmology did not translate this publication into the language used in this publication and disclaims any responsibility for any errors, omissions or other possible fault in the translation. Revisión científica Gema Rebolleda Responsable de la Unidad de Glaucoma y Neuroftalmología Hospital Ramón y Cajal (Madrid) Profesora asociada de Oftalmología Universidad de Alcalá (Alcalá de Henares) © 2013 Elsevier España, S.L. Travessera de Gràcia, 17-21. 08021 Barcelona, España Imagen de cubierta por cortesía de Steven A. Newman, MD. Fotocopiar es un delito (Art. 270 C.P.) Para que existan libros es necesario el trabajo de un importante colectivo (autores, traductores, dibujantes, correctores, impresores, editores…). El principal beneficiario de ese esfuerzo es el lector que aprovecha su contenido. Quien fotocopia un libro, en las circunstancias previstas por la ley, delinque y contribuye a la «no» existencia de nuevas ediciones. Además, a corto plazo, encarece el precio de las ya existentes. Este libro está legalmente protegido por los derechos de propiedad intelectual. Cualquier uso fuera de los límites establecidos por la legislación vigente, sin el consentimiento del editor, es ilegal. Esto se aplica en particular a la reproducción, fotocopia, traducción, grabación o cualquier otro sistema de recuperación y almacenaje de información. WAR I G: Unauthorized copying of this publication is a violation of national and international copyright law. ISBN edición original: 978-1-61525-112-4 ISBN edición española: 978-84-8086-982-9 Depósito legal: B. 20.433 - 2012 Traducción y producción editorial: Gea Consultoría Editorial, s.l. Advertencia La medicina es un área en constante evolución. Aunque deben seguirse unas precauciones de seguridad estándar, a medida que aumenten nuestros conocimientos gracias a la investigación básica y clínica habrá que introducir cambios en los tratamientos y en los fármacos. En consecuencia, se recomienda a los lectores que analicen los últimos datos aportados por los fabricantes sobre cada fármaco para comprobar las dosis recomendadas, la vía y duración de la administración y las contraindicaciones. Es responsabilidad ineludible del médico determinar las dosis y el tratamiento más indicados para cada paciente, en función de su experiencia y del conocimiento de cada caso concreto. Ni los editores ni los directores asumen responsabilidad alguna por los daños que pudieran generarse a personas o propiedades como consecuencia del contenido de esta obra. El editor Introducción general El Curso de Ciencias Básicas y Clínicas (CCBC) se diseñó para atender a la necesidad de proporcionar a los residentes y oftalmólogos en ejercicio un compendio exhaustivo a la vez que conciso de todo el campo de su especialidad. El CCBC ha evolucionado desde su primitivo formato, breve y esquemático, complementado en gran medida con bibliografía adicional, para convertirse en una obra autosuficiente, más útil desde un punto de vista práctico y formativo. La Academia actualiza y revisa el curso anualmente, con el objetivo de integrar la ciencia básica con la oftalmología clínica y mantener a los oftalmólogos al día de los avances en las diversas subespecialidades. El CCBC cuenta con el esfuerzo y la experiencia de más de 80 oftalmólogos organizados en catorce secciones docentes que colaboran con el personal editorial de la Academia. Además, el curso continúa beneficiándose de la vigencia de muchas contribuciones del profesorado de ediciones anteriores. Los miembros del Practicing Ophthalmologists Advisory Committee for Education de la Academia se integran en las diversas secciones docentes y, en su conjunto, supervisan cada volumen antes y después de las revisiones generales. Organización del curso El Curso de Ciencias Básicas y Clínicas consta de catorce volúmenes, que abordan los conocimientos oftalmológicos básicos, las diferentes subespecialidades y temas especiales: 1. Oftalmología: actualización en medicina general 2. Fundamentos y principios de oftalmología 3. Óptica clínica 4. Anatomía patológica oftalmológica y tumores intraoculares 5. Neuroftalmología 6. Oftalmología pediátrica y estrabismo 7. Órbita, párpados y aparato lagrimal 8. Enfermedades de superficie ocular y córnea 9. Inflamación intraocular y uveítis 10. Glaucoma 11. Cristalino y cataratas 12. Retina y vítreo 13. Cirugía refractiva C. Oftalmología básica para estudiantes de Medicina y residentes de Atención primaria Bibliografía Los lectores que deseen profundizar en determinados temas pueden consultar las citas bibliográficas de cada capítulo y los textos básicos enumerados al final del libro. Se ha procurado que estas referencias sean más selectivas que exhaustivas, y han sido elegidas por el profesorado del CCBC por su relevancia, actualidad y disponibilidad para los residentes y oftalmólogos en ejercicio. También se enumeran los Materiales de la Academia relacionados en cada sección, incluyendo libros, materiales en línea y audiovisuales, programas de autoevaluación, módulos clínicos y programas interactivos. Conclusión El Curso de Ciencias Básicas y Clínicas se ha ampliado con el paso del tiempo mediante la adición de muchos textos nuevos y numerosas ilustraciones. Las ediciones recientes han intentado hacer hincapié en la aplicación clínica, a la vez que mantienen una sólida fundamentación en las ciencias básicas. Como sucede con cualquier programa docente, se refleja la experiencia de sus autores. Como cambia el profesorado y la medicina progresa, no dejan de surgir nuevos puntos de vista sobre temas y técnicas controvertidas. Pero no pueden incluirse todas las propuestas alternativas; como en cualquier otra actividad formativa, el alumno debe consultar otras fuentes, incluyendo opiniones cuidadosamente ponderadas, como son los Patrones de Práctica Preferidos de la Academia. El profesorado y el personal del CCBC no cejan en su empeño de mejorar la utilidad formativa del curso y, usted, lector, también puede contribuir a este proceso continuado. Si tiene cualquier sugerencia o pregunta sobre la serie, por favor, no dude en ponerse en contacto con el profesorado o los editores. Los autores, editores y revisores confían en que el estudio del CCBC le resulte valioso durante mucho tiempo y que cada sección le ayude de forma práctica para brindar una atención de calidad a sus pacientes. Objetivos Tras completar el estudio de la sección 5 del CCBC, euroftalmología, el lector deberá ser capaz de: • Elaborar un estudio según los síntomas de los problemas neuroftalmológicos más frecuentes para formular un diagnóstico diferencial correcto. • Seleccionar las pruebas complementarias y de imagen más apropiadas según la sintomatología, para diagnosticar y tratar los trastornos neuroftalmológicos de forma eficiente. • Revisar las estructuras anatómicas relevantes para el neuroftalmólogo (incluyendo el cráneo, la órbita, el encéfalo, el sistema vascular y los pares craneales) con el fin de localizar las lesiones. • Explorar los trastornos de la movilidad ocular y el sistema oculomotor. • Describir la asociación entre la pupila y la posición de los párpados con las lesiones oculomotoras. • Revisar la fisiopatología y el tratamiento de la diplopía y los trastornos centrales de los movimientos oculares. • Identificar los efectos de las enfermedades sistémicas en las vías visuales y oculomotoras. • Explicar las posibles implicaciones sistémicas de los trastornos oftalmológicos. Introducción El Curso de Ciencias Básicas y Clínicas no ha dejado de evolucionar desde su aparición. Estos volúmenes surgieron como un resumen de temas con su bibliografía recomendada, que incluía bibliografía primaria y secundaria para cada tema. En los últimos años, los libros se han convertido en revisiones mucho más exhaustivas de cada una de las subespecialidades oftalmológicas, adoptando muchas de las características de un tratado. La sección 5, euroftalmología, también ha evolucionado. En la revisión publicada en 2001 ya se introdujo un cambio relativamente importante de formato. Con el fin de aumentar su utilidad clínica, el texto se reorganizó para adoptar un enfoque sintomático, centrándose en cómo atender a los pacientes con síntomas neuroftalmológicos. Se insistió sobre todo en la exploración —tanto básica como completa— y en el uso adecuado de las pruebas complementarias para determinar el estado del sistema visual en su conjunto. En esta edición se han simplificado algunos de los planteamientos diagnósticos, revisado muchas de las ilustraciones y actualizado las citas bibliográficas. Este libro no es exhaustivo; de hecho, se han incluido una serie de fuentes bibliográficas secundarias relevantes, así como referencias de fuentes primarias. Nos hemos esforzado al máximo para que este libro sea más rentable y clínicamente relevante, y confiamos en que ayude a ganar confianza para tratar a los pacientes con los problemas neuroftalmológicos más comunes en la práctica clínica. En varios capítulos del libro, pueden verse enlaces con la página web NOVEL (NeuroOphthalmology Virtual Education Library) de la NANOS (Neuro-Ophthalmology Society of North America). Esta es una colección de imágenes, vídeos, conferencias y otros medios digitales que contienen recursos con derechos de autor de acceso libre. Una vez que se accede a las colecciones, puede navegarse por el recurso elegido. Consulte en la página web http://library.med.utah.edu/NOVEL/ para más información. Capítulo 1 Anatomía neuroftalmológica La medicina en general y las subespecialidades quirúrgicas en particular son ejercicios de anatomía aplicada. Aunque es importante conocer suficientemente la fisiología y, cada vez más, la genética molecular para entender las enfermedades y sus posibles tratamientos, la anatomía sigue siendo básica. Las estructuras anatómicas importantes para el neuroftalmólogo comprenden el globo ocular (tanto el segmento anterior como el posterior), la órbita con los anejos oculares y las vías visuales aferentes y eferentes con sus proyecciones intracraneales. La anatomía del globo ocular y sus anejos se estudian más a fondo en la sección 2 del CCBC, Fundamentos y principios de oftalmología, la sección 7, Órbita, párpados y aparato lagrimal) y la sección 8, Enfermedades de superficie ocular y córnea. El contenido de este libro no pretende describir con detalle la anatomía, sino focalizarse en las conexiones anatómicas importantes que soportan la función visual. Por eso, se resumen las estructuras intracraneales que forman parte de las vías visuales aferentes y eferentes. También se analizan brevemente la anatomía sensorial y motora de la cara y el sistema nervioso autónomo relacionado con el ojo y el sistema visual. Anatomía ósea Base del cráneo El conocimiento de la anatomía de las vías visuales debe empezar por la anatomía ósea de la cabeza, especialmente la base del cráneo, que tiene una estrecha relación con estructuras críticas para la visión (fig. 1-1). La silla turca, localizada por detrás y medial a las dos órbitas, es una depresión de la base del cráneo en el cuerpo del esfenoides. La órbita (que se estudia en el siguiente apartado) está conectada posteriormente con la región paraselar y forma la parte anterior del cráneo; está compuesta de siete huesos craneofaciales (fig. 1-2): 1. Maxilar. 2. Cigomático. 3. Frontal. 4. Lagrimal. 5. Esfenoides. 6. Palatino. 7. Etmoides. Figura 1-1 Anatomía ósea de la base del cráneo. A. Vista general de la base del cráneo. Los senos cavernosos se localizan a cada lado de la silla turca. Varias aberturas importantes que conviene conocer en la base del cráneo son la lámina cribosa (por la que discurren ramas del I par craneal o nervio olfatorio), el conducto óptico (atravesado por el II par craneal o nervio óptico), el agujero oval (atravesado por la rama mandibular [V3] del V par craneal o nervio trigémino), el agujero redondo (atravesado por la rama maxilar [V2] del V par), la hendidura orbitaria superior (por la que pasan el III par craneal o nervio motor ocular común, el IV par o nervio troclear, el VI par o motor ocular externo y la rama oftálmica [V1] del V par) y el agujero espinoso (por el que discurre la arteria meníngea media, rama de la arteria carótida externa). B. Vista de la anatomía ósea paraselar que muestra las relaciones de la fosa hipofisaria con el seno cavernoso, y los orificios de la base del cráneo. El agujero rasgado está relleno de cartílago y contiene la arteria del conducto pterigoideo y las estructuras de drenaje venoso. La arteria carotídea penetra en la base del cráneo a través del conducto carotídeo. (Por cortesía de Albert L. Rhoton, Jr, MD.) Figura 1-2 Anatomía ósea de la órbita derecha. A. El techo orbitario está compuesto por el hueso frontal y el ala menor del esfenoides. Lateralmente, el techo orbitario anterior se une al hueso cigomático en la sutura frontocigomática. El seno frontal se sitúa en la parte anterior del techo orbitario. Por la hendidura supraorbitaria, localizada en el tercio medial del reborde orbitario superior, pasa el nervio supraorbitario, rama terminal del nervio frontal de la rama oftálmica (V1) del V par craneal. En la parte posterior, el techo de la órbita se continúa por la apófisis clinoides anterior, que queda justo temporal a la entrada intracraneal del conducto óptico. La mayor parte del techo está formada por el hueso frontal. Medialmente, el hueso frontal forma el techo del seno cigomático y se extiende a la lámina cribosa. B. La pared orbitaria lateral está formada por el hueso cigomático y el ala mayor del esfenoides. La sutura frontoesfenoidal representa la unión entre la pared lateral y el techo de la órbita. Posteriormente, la pared está limitada por las hendiduras orbitarias inferior y superior. El ala mayor del esfenoides forma la parte posterior de la pared lateral y separa la órbita de la fosa craneal media. Medialmente, la pared orbitaria lateral termina en las hendiduras orbitarias inferior y superior. Dos pequeñas aberturas en el hueso cigomático de la pared orbitaria lateral permiten la salida de los nervios cigomaticotemporal y cigomaticofacial (ramas del nervio cigomático), que inervan la órbita lateral y la prominencia cigomática. C. El suelo de la órbita tiene forma triangular y una ligera pendiente ascendente al extenderse posterior y medialmente hacia la hendidura orbitaria inferior y la pared orbitaria medial, respectivamente. El suelo está compuesto principalmente por la lámina orbitaria del hueso maxilar, pero también por la apófisis maxilar del hueso cigomático y una pequeña zona posterior del hueso palatino. El nervio infraorbitario, rama de la división maxilar (V2) del V par, penetra en la órbita a través de la hendidura orbitaria inferior hacia el surco infraorbitario. Una vez dentro del surco, discurre lateralmente hacia un conducto que sale del esqueleto facial por el orificio infraorbitario. El conducto nasolagrimal se sitúa en la zona media anterior del suelo orbitario, medial al origen del músculo oblicuo inferior. El conducto entra luego en un canal óseo rodeado por los huesos maxilar y etmoidal, y discurre delante del cornete medio y la pared medial de las celdillas etmoidales hasta drenar las lágrimas al meato inferior 3035 mm por detrás de la narina. D. La pared orbitaria medial está formada por cuatro huesos: maxilar (apófisis frontal), lagrimal, esfenoides y etmoides. El principal componente de la pared medial es la lámina papirácea del etmoides. Superiormente, por los orificios anterior y posterior a nivel de la sutura frontoetmoidal pasan las arterias etmoidales anterior y posterior, respectivamente. Esta importante área de transición entre los huesos etmoidal y frontal también representa el techo de las celdillas etmoidales y la fosa craneal anterior (lóbulo frontal del cerebro). Inferiormente, la pared orbitaria medial está limitada por la línea de sutura maxiloetmoidal. La parte anterior de la pared orbitaria medial incluye la apófisis frontal del maxilar y la fosa del saco lagrimal, que está formada por los huesos maxilar y lagrimal. El hueso lagrimal está dividido por la cresta lagrimal posterior. La parte anterior de la fosa del saco lagrimal está formada por la cresta lagrimal anterior del hueso maxilar. La parte posterior de la pared orbitaria medial, formada por el esfenoides, se continúa hacia abajo con el conducto óptico. (Ilustración de Dave Peace.) El ala menor del cuerpo del esfenoides está perforado por los canales ópticos, a través de los cuales salen los nervios ópticos de la órbita. La hendidura orbitaria superior, por la que discurren los pares craneales oculomotores (III, IV y VI), el nervio trigémino sensitivo (V1 par), los nervios simpáticos y la vena oftálmica superior (fig. 1-3), constituye el hiato entre las alas menor y mayor del esfenoides. La región paraselar se conecta lateralmente con el peñasco y el hueso temporal e inferiormente con el clivus, que se extiende hasta el orificio magno y la salida de la médula espinal. La parte posterior de la base del cráneo se engloba en el hueso occipital. Figura 1-3 A. Anatomía ósea del vértice de la órbita derecha. El agujero óptico es atravesado por el nervio óptico, la arteria oftálmica y los nervios oculosimpáticos. Por la hendidura orbitaria superior, hueco entre las alas mayor y menor del hueso esfenoides, discurren los pares craneales III, IV, VI y V1, y la vena oftálmica superior. B. Vista intracraneal del conducto óptico izquierdo. Dentro del ala menor del esfenoides se encuentra el agujero óptico, entrada del conducto óptico. El pilar óptico separa el canal óptico de la hendidura orbitaria superior. C. Anatomía del vértice orbitario. Los cuatro músculos rectos se originan en el anillo de Zinn. Los pares craneales II, III (rama superior e inferior), VI y el nervio nasociliar atraviesan el anillo de Zinn. El IV par y los nervios frontal y lagrimal, más las venas oftálmicas, se localizan por fuera del anillo. D. Disección anatómica justo por delante de la hendidura orbitaria superior. (Partes A y C, ilustraciones de Dave Peace; partes B y D por cortesía de Albert L. Rhoton, Jr, MD.) La base del cráneo se conecta con el esqueleto facial inferior mediante tres grupos de pilares formados por los huesos maxilar y cigomático anteriormente y la apófisis pterigoidea del esfenoides posteriormente. En la parte superior, la bóveda craneal está formada por los huesos parietales, que se encuentran en la sutura sagital y se unen al hueso frontal mediante la sutura coronaria y al hueso occipital mediante la sutura lambdoidea. Órbita La órbita está rodeada por varias estructuras importantes. Los cuatro senos paranasales rodean su suelo (seno maxilar) y su pared medial (senos etmoidal y esfenoidal) (fig. 1-4). El seno frontal tiene una relación variable con la parte anterior del techo orbitario. Otras estructuras importantes alrededor de la órbita son la fosa craneal anterior por arriba (que contiene el lóbulo frontal) y la fosa temporal lateralmente (que contiene el músculo temporal). El techo del complejo etmoidal, delineado por la sutura etmoidal frontal (techo del etmoides o de la lámina papirácea), marca el límite inferior de la fosa craneal anterior. Es importante reseñar que las intervenciones quirúrgicas —por ejemplo, durante la cirugía endoscópica de senos— por encima de esta referencia anatómica penetrarán en la fosa craneal anterior y pueden dar lugar a fuga de líquido cefalorraquídeo (LCR). Figura 1-4 Vistas coronal (A), sagital (B) y axial (C) de las relaciones anatómicas de los cuatro senos paranasales y la órbita. (Ilustración de Dave Peace.) El seno esfenoidal forma la pared medial del canal óptico (fig. 1-5). La cirugía de dicho seno puede producir lesiones del nervio óptico; por otra parte, el seno esfenoidal es una vía de abordaje quirúrgico para la descompresión del quiasma. En aproximadamente el 4% de los pacientes, el hueso puede estar incompleto, y solo la mucosa separa el seno del nervio óptico. El área pterigomaxilar se sitúa por debajo del vértice orbitario, y contiene el ganglio esfenopalatino y la arteria maxilar interna. Esta área se comunica posteriormente con la fosa craneal media a través del agujero redondo y el canal vidiano; anteriormente con la mejilla y el párpado inferior a través del canal infraorbitario, y superiormente con la órbita a través de la hendidura orbitaria inferior. Figura 1-5 Vista anterior de un corte coronal a nivel del seno esfenoidal para mostrar las relaciones anatómicas de la arteria carótida interna y el nervio óptico con la pared lateral del seno. (Por cortesía de Albert L. Rhoton, Jr, MD.) La órbita mide aproximadamente 45 mm de anchura y 35 mm de altura máxima. El volumen total de la órbita es de aproximadamente 30 cm3. La pared medial se extiende unos 40 mm desde el reborde orbitario hasta el canal óptico. Las paredes mediales son más o menos paralelas, mientras que las paredes laterales forman un ángulo de casi 90°. El reborde orbitario está formado por el hueso frontal superiormente, que se conecta al hueso cigomático (en la sutura frontocigomática) lateralmente. El reborde orbitario inferior está formado por el hueso cigomático en su parte lateral y el hueso maxilar nasalmente (separados por la sutura cigomaticomaxilar). Medialmente, el reborde orbitario está formado por los huesos maxilar y lagrimal, que se unen con el hueso frontal en la parte superior. Otros tres huesos forman parten de la órbita: el hueso etmoides medialmente, el hueso palatino inferiormente en la órbita posterior y el hueso esfenoides por fuera y encima del vértice orbitario (v. fig. 1-2). Canales y hendiduras La órbita se comunica con las áreas circundantes a través de varios canales y hendiduras óseas. Posteriormente se continúa con el seno cavernoso a través de la hendidura orbitaria superior, por la que discurren los nervios motores oculares comunes (pares craneales III, IV y VI), el nervio trigeminal (V1), y el drenaje venoso de la órbita a través de la vena oftálmica superior (v. fig. 1-3). La pared medial de la órbita se prolonga en la pared lateral del hueso esfenoides, que marca el límite medial del seno cavernoso. Por eso, cuando un objeto punzante penetra en la órbita medial, puede atravesar la hendidura orbitaria superior y lacerar la arteria carótida. La órbita se conecta superior y posteriormente con la fosa craneal anterior por medio del canal óptico (v. fig. 1-3B), por el que pasan el nervio óptico, la arteria oftálmica y las fibras simpáticas. Por debajo de su vértice, la órbita se conecta con el área pterigopalatina —y, por tanto, con las regiones temporal y temporal inferior— a través de la hendidura orbitaria inferior. Por esta hendidura, formada por el ala mayor del esfenoides y los huesos maxilar, cigomático y palatino, discurre el nervio maxilar (V2), los vasos infraorbitarios, la vena oftálmica inferior, ramas del ganglio pterigopalatino, fibras parasimpáticas para la glándula lagrimal, y arterias meníngeas colaterales que sirven para conectar las circulaciones carotídeas interna y externa. Por delante, la órbita se conecta con el meato inferior de la fosa nasal (bajo el cornete inferior) a través del conducto nasolagrimal, que transporta el exceso de lágrima hacia la nariz. Además, existen múltiples canales óseos variables por los que discurren vasos sanguíneos entre la órbita y las estructuras adyacentes. Algunos de los canales más constantes son los orificios etmoidales anterior y posterior, atravesados por vasos sanguíneos que conectan la circulación carotídea interna (arteria oftálmica) y externa (ramas terminales de las arterias etmoidales) a nivel del techo del complejo etmoidal. Además, los orificios supraorbitario y cigomaticotemporal contienen vasos que comunican la órbita con los vasos de la frente y la sien, respectivamente. Dutton JJ. Atlas of Clinical and Surgical Orbital Anatomy. Philadelphia: Saunders; 1994. Rhoton AL, Natori Y. The Orbit and Sellar Region: Microsurgical Anatomy and Operative Approaches. New York: Thieme; 1996. Zide BM, Jelks GW. Surgical Anatomy of the Orbit. New York: Raven; 1985. Anatomía vascular Sistema arterial El conocimiento de la anatomía vascular de la cabeza es fundamental para entender el riesgo de lesión isquémica de los sistemas visuales. Este daño isquémico es uno de los mecanismos fisiopatológicos de disfunción visual más frecuente (tanto de pérdida de visión como de diplopía). Las arterias carótidas comunes, que nacen de la arteria innominada en la derecha y directamente de la aorta en la izquierda, irrigan la mayor parte del cráneo y su contenido. El resto proviene de las dos arterias vertebrales, que entran en el cráneo por el agujero magno tras atravesar los agujeros de conjunción de las vertebras cervicales. Tras perforar la duramadre, se fusionan cerca de la unión pontobulbar para formar la arteria basilar, que asciende por la superficie anterior de la protuberancia hasta terminar en las arterias cerebrales posteriores a nivel del mesencéfalo. La arteria carótida se divide en sus ramas interna y externa a nivel de C2 cerca del ángulo de la mandíbula (fig. 1-6). La arteria carótida externa irriga la cara a través de las principales ramas de la arteria facial. El cuero cabelludo recibe su vascularización por ramas de la arteria occipital posteriormente y de la arteria temporal superficial en su parte anterior. Los senos paranasales son irrigados por ramas de la arteria maxilar (esfenopalatina, infraorbitaria), que terminan en la fosa pterigopalatina. Las cubiertas encefálicas son irrigadas por ramas de la arteria meníngea media — una rama importante de la arteria maxilar— que penetra en la fosa craneal media a través del orificio espinoso, lateral al agujero oval. Las ramas de la arteria meníngea media riegan el área paraselar, incluida la pared lateral del seno cavernoso (que contiene los pares craneales III, IV y VI), y terminan en las arterias de los agujeros redondo y oval. Las ramas meníngeas variables pueden atravesar la hendidura orbitaria superior. Figura 1-6 A. Irrigación arterial de los anejos oculares y la órbita a partir del arco aórtico. B. Vista anterior de la irrigación arterial superficial de los párpados y la órbita anterior. C. La arteria oftálmica y sus ramas en el cono muscular. Clave:10, infraorbitaria; 13, arteria temporal superficial; 14, facial transversa; 16, rama frontal; 17, arteria carótida interna; 18, oftálmica; 20, rama etmoidal posterior de la oftálmica; 21, arteria supraorbitaria; 22, supratroclear; 23, rama etmoidal anterior de la oftálmica; 24, infratroclear; 25, arcada periférica superior; 26, arcada marginal superior; 27, lagrimal; 28, meníngea recurrente; 30, cigomaticofacial; 31, palpebral lateral; 32, arcada marginal inferior; 33, angular; 34, facial; 35, central de la retina; 37, ramas musculares (RS, OS, elevador del párpado); 38, ciliar posterior medial; 39, ciliares cortas; 40, ciliar larga; 41, ciliar anterior; 42, círculo mayor del iris; 43, círculo menor del iris; 44, epiescleral; 45, subconjuntival; 46, conjuntival; 47, arcada marginal; 48, vena vorticosa; 49, palpebral medial; 50, nasal dorsal. (Parte A, ilustración de Christine Gralapp; partes B y C reproducidas con autorización a partir de Zide BM, Jelks GW. Surgical Anatomy of the Orbit. New York: Raven; 1985.) Los oftalmólogos pueden temer lesionar ramas de la arteria carótida externa, sobre todo cuando realizan una biopsia de la arteria temporal o durante la cirugía orbitaria (ramas etmoidales) o lagrimal. Las ramas terminales de la arteria facial forman las arcadas marginales de los párpados. Respecto a la arteria carótida externa, es extremadamente importante conocer la extensión de las colaterales entre las circulaciones interna y externa (fig. 1-7), sobre todo para los neurorradiólogos intervencionistas, que pueden embolizar inadvertidamente ramas distales de la arteria carótida interna (ACI), incluso la arteria central de la retina, cuando introducen partículas en el sistema carotídeo externo. Esta complicación es más probable cuando se tratan malformaciones arteriovenosas, aunque también puede presentarse en la embolización de tumores de la base del cráneo antes de su resección. Figura 1-7 Anatomía de las colaterales entre la arteria carótida interna y la arteria carótida externa. Clave:1, carótida interna; 2, carótida externa; 3, facial; 4, maxilar; 5, temporal superficial; 6, facial transversa; 7, meníngea media; 8, rama frontal de la temporal superficial; 9, oftálmica; 10, lagrimal; 11, meníngea recurrente; 12, supraorbitaria; 13, supratroclear; 14, angular; 15, palpebral; 16, cigomaticotemporal; 17, cigomaticofacial; 18, temporal profunda; 19, infraorbitaria; 20, muscular. (Modificado con autorización a partir de Kline LB. euro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008:213, by Christine Gralapp.) Las colaterales más importantes entre las circulaciones interna y externa atraviesan la órbita. Entre ellas se encuentran las arterias etmoidales anterior y posterior en la parte medial de la órbita, las arterias infraorbitaria y supraorbitaria (incluidas las conexiones distales a la arteria lagrimal) en la órbita anterior y la rama cigomaticotemporal lateralmente. Las arterias faciales se unen a ramas distales de las arterias supratroclear e infratroclear mediante la arteria angular en la órbita medial. Además, ramas durales colaterales variables atraviesan las hendiduras orbitarias superior e inferior. En raras ocasiones, la arteria oftálmica también puede originarse como una rama del sistema meníngeo y por tanto de la arteria carótida externa. La mayor parte de la irrigación de la cabeza y de las estructuras intracraneales procede de las arterias carótidas internas (fig. 1-8). Estas penetran en la base del cráneo lateralmente por el peñasco del temporal y se dirigen hacia delante y medialmente. Dentro del peñasco, la carótida está en estrecha relación con el oído interno y medio, así como con la porción intrapetrosa del nervio facial. Superficial y paralelo a ella discurre el nervio petroso superficial mayor, que aporta fibras parasimpáticas a la glándula lagrimal. Cuando la carótida alcanza la región paraselar, se incurva hacia arriba justo por encima del agujero rasgado. Las fibras simpáticas que continúan dentro de la vaina de la carótida intrapetrosa la abandonan por el canal vidiano para llegar al área pterigomaxilar. La carótida luego penetra en el seno cavernoso, donde primero da el tronco meningohipofisario y luego gira hacia delante para discurrir horizontalmente y paralela al cuerpo del esfenoides. El tronco meningohipofisario se divide posteriormente en la arteria hipofisaria inferior, la arteria de la tienda del cerebelo (arteria de Bernasconi-Cassinari) y la arteria meníngea dorsal (que se extiende hasta el extremo del peñasco y el clivus). Estas arterias irrigan la duramadre posterior del seno cavernoso y los nervios que penetran en el mismo (pares craneales III, IV, V y VI). También aportan ramas variables para la parte lateral de la silla turca, incluidas la cápsula hipofisaria y gran parte de la propia glándula. Más adelante en el tramo horizontal de la arteria carótida dentro del seno cavernoso, el tronco inferolateral irriga los pares craneales antes de que atraviesen la hendidura orbitaria superior y forma anastomosis con ramas de la arteria meníngea media. Figura 1-8 Ramas de la arteria carótida interna (ACI). A. Vista lateral. B. Vista anteroposterior. Ramas proximales de la ACI: arteria oftálmica (AOf) y sus ramas (arterias etmoidales anterior y posterior [AEtAyP] y arteria central de la retina [ACR]); arteria comunicante posterior (ACoP); arteria coroidea anterior (ACorA); arteria comunicante anterior (ACoA); arteria cerebral anterior (ACA) y sus ramas (arteria callosomarginal [ACalMarg] y arteria pericallosa [APeriCal]); arteria cerebral media (ACM) y sus ramas (arteria lenticuloestriada lateral [ALELat] y arteria temporal posterior [ATempP]). (Ilustración de Dave Peace.) En la parte anterior del seno cavernoso, la carótida describe un asa para invertir su trayecto alrededor de la apófisis clinoides anterior y el nervio óptico, que sale del canal óptico. Este sifón carotídeo atraviesa dos anillos durales, ambos de la clinoides anterior (la porción terminal del ala menor del esfenoides). Al atravesar el segundo anillo, la carótida se vuelve intradural (fig. 1-9). Justo entonces da la arteria oftálmica, que penetra en la órbita junto al nervio óptico a través del canal óptico. Figura 1-9 Vista lateral de la curva de la arteria carótida interna dentro del seno cavernoso derecho. Se ha resecado la apófisis clinoides anterior para mostrar los anillos durales proximal y distal. (Ilustración de Dave Peace.) Dentro de la órbita, la arteria oftálmica (v. fig. 1-6) puede anastomosarse con ramas meníngeas recurrentes que penetran por la hendidura orbitaria superior. La arteria oftálmica da la arteria central de la retina (ACR). La ACR penetra en la sustancia del nervio óptico aproximadamente 10-12 mm por detrás del globo ocular. Dentro del ojo la ACR se divide en las arcadas superior e inferior. Al igual que los vasos del sistema nervioso central, estas arterias y arteriolas tienen uniones estrechas que forman la barrera hematorretiniana, similar a la barrera hematoencefálica. Estas arteriolas intrarretinianas cursan por la capa de fibras nerviosas para irrigar los dos tercios internos de la retina. Los capilares discurren en cuatro planos, a ambos lados de la capa nuclear interna (células bipolares) y de las células ganglionares. La arteria lagrimal discurre paralela a la rama lagrimal de V1 en la parte lateral del techo orbitario hasta llegar a la glándula lagrimal. También da una rama que forma la arteria ciliar anterior del músculo recto lateral y penetra en el segmento anterior a nivel de la inserción muscular. La arteria frontal avanza dentro la órbita superior, paralela a la rama frontal de V1 hasta ramificarse en las arterias supraorbitaria y supratroclear, que, junto a la arteria lagrimal, irrigan el párpado. Las siguientes ramas de la arteria oftálmica son las arterias musculares superior e inferior; de esta última nacen las arterias ciliares anteriores del recto medio y el recto inferior, y de la rama muscular superior lo hacen las arterias del recto superior y oblicuo superior. Estas arterias penetran en los músculos rectos extraoculares (normalmente dos ramas arteriales para los rectos medio, inferior y superior) e irrigan dichos músculos y el segmento anterior. Son las principales responsables del aporte sanguíneo al cuerpo ciliar (que produce humor acuoso). Las arterias ciliares posteriores largas medial y lateral se anastomosan de forma variable con ramas penetrantes de las arterias ciliares anteriores (dentro de los músculos rectos) para formar el círculo arterial mayor cerca de la parte anterior del cuerpo ciliar. Las ramas de este círculo se extienden radialmente dentro del iris para forman un segundo círculo anastomótico (el círculo anterior menor) cerca del collarete del iris. La arteria oftálmica terminal da ramas adicionales que se comunican con las arterias etmoidales anterior y posterior y forma las arterias ciliares posteriores cortas (hasta 20 ramitas que irrigan la papila óptica y la coroides posterior) y largas (que discurren por el eje horizontal del globo ocular y contribuyen a la irrigación del segmento anterior y la coroides anterior) (fig. 1-10). Juntas, estas arterias irrigan la coroides, el epitelio pigmentario retiniano y aproximadamente el tercio externo de la retina, donde se encuentran los fotorreceptores. En aproximadamente el 30% de los individuos, las ramas de las arterias ciliares posteriores irrigan directamente parte de la retina interna (arterias ciliorretinianas); este aporte sanguíneo puede proteger la mácula en caso de oclusión de la ACR. Aproximadamente cuatro arterias ciliares posteriores cortas forman un círculo anastomótico a veces incompleto (conocido como círculo de Zinn-Haller) alrededor de la papila óptica, que también recibe vascularización de la coroides peripapilar y de ramas terminales de la red pial. Figura 1-10 Esquema de la vascularización del nervio óptico y la papila óptica: vista intraocular (A), vista lateral (B) y vista sagital (C) de la cabeza del nervio óptico. Las arterias ciliares posteriores cortas surten los lechos capilares centrípetos de la parte anterior de la cabeza del nervio óptico. La aportación de la arteria central de la retina (ACR) se limita a los capilares de la capa de fibras nerviosas y de la parte anterior del nervio óptico intraorbitario. Los lechos capilares a todos los niveles drenan la vena central de la retina (VCR).Clave:A, aracnoides; ACilP, arteria ciliar posterior; AR, arteriola retiniana; CF , capa de fibras nerviosas superficiales de la papila; Co, coroides; D, duramadre; E, esclera; ESA, espacio subaracnoideo; LC, lámina cribosa; O, nervio óptico; P, piamadre; PO, papila óptica; R, retina; RCol, ramas colaterales. (Reproducido a partir de Hayreh SS. The blood supply of the optic nerve head and the evaluation of it—myth and reality. Prog Retin Eye Res. 2001;20(5):563–593.) Las colaterales de las ramas terminales de las arterias infraorbitaria y temporal superficial ayudan a irrigar los párpados superior e inferior y también pueden aportar vascularización colateral al segmento anterior. Estas colaterales pueden dañarse si se disecan la conjuntiva y la cápsula de Tenon del limbo durante la cirugía ocular. Distal al origen de la arteria oftálmica, la ACI supraclinoidea da la arteria coroidea anterior y se anastomosa con la arteria cerebral posterior a través de las arterias comunicantes posteriores. La arteria coroidea anterior irriga la cintilla óptica y distalmente el cuerpo geniculado lateral (fig. 111). Las lesiones de esta arteria pueden producir el síndrome de la cintilla óptica, que consiste en hemianopsia homónima contralateral, atrofia papilar en banda contralateral y defecto pupilar aferente relativo contralateral (v. cap. 4). La ACI da la arteria cerebral anterior y termina en las ramas de la arteria cerebral media. Las arterias cerebrales anteriores proximales (segmento A1) cruzan sobre los nervios ópticos y se unen a través de la arteria comunicante anterior. La combinación de las arterias comunicantes anteriores y posteriores forman el polígono de Willis, que permite la circulación colateral entre los sistemas carotídeo y vertebrobasilar cuando existe afectación vascular. Pequeñas ramas perforantes de la arteria cerebral anterior proximal (así como la arteria comunicante anterior) irrigan los nervios ópticos intracraneales y el quiasma. Más distalmente, la arteria cerebral anterior se divide en las ramas frontal, frontopolar, paracallosa y pericallosa. Aunque las vías visuales aferentes son respetadas en caso de oclusión distal de la arteria cerebral anterior (ACA), las áreas premotoras de los lóbulos frontales responsables de iniciar los movimientos sacádicos sí reciben irrigación de ramas de esta arteria. Por eso, los pacientes con oclusión aguda de la ACA pueden presentar una preferencia transitoria en la mirada y dificultad para iniciar movimientos sacádicos hacia el lado contralateral, aunque esto es más frecuente en casos de lesión de territorios de la arteria cerebral media. Figura 1-11 Relaciones anatómicas del ganglio geniculado lateral con las estructuras vecinas y su irrigación. Clave:ACI, arteria carótida interna; ACM, arteria cerebral media; ACoP, arteria comunicante posterior; AcorA, arteria coroidea anterior; ACorLP, arteria coroidea lateral posterior; ACP, arteria cerebral posterior; ACS, arteria cerebelosa superior; BC, brachium conjunctivum; GGL, ganglio geniculado lateral; GGM, ganglio geniculado medial; O, nervio óptico; R, núcleo rojo; PedCer, pedúnculos cerebrales; Pulv, pulvinar; TCS, tubérculo cuadrigémino superior. (Ilustración de Craig A. Luce.) La arteria cerebral media se divide en varias ramas, que irrigan los lóbulos temporal y parietal, así como porciones superficiales de los lóbulos frontal y occipital. Las ramas importantes para las vías visuales son las que irrigan las radiaciones ópticas cuando atraviesan la sustancia blanca profunda de los lóbulos parietal y temporal. Las ramas terminales de la arteria cerebral media también irrigan de forma variable el extremo de la corteza occipital que representa a la mácula. Este aporte vascular es el principal responsable del hallazgo perimétrico del respeto macular en el contexto de una oclusión de las arterias cerebral posterior o calcarina (v. cap. 4, fig. 4-35). Además de irrigar las vías aferentes, la arteria cerebral media también aporta riego a la región temporal media (TM), que es crítica en los movimientos de seguimiento lento guiados por la visión. La ausencia de riego puede por tanto producir problemas con el seguimiento ipsolateral o asimetría en nistagmo optocinético (NOC) al girar el tambor hacia el lado del infarto. La irrigación de la parte posterior de los contenidos intracraneales empieza en el arco aórtico. La arteria vertebral derecha nace de la arteria innominada, y la vertebral izquierda lo hace como rama de la arteria subclavia proximal. Las arterias vertebrales atraviesan varios orificios en la parte lateral de los procesos vertebrales cervicales. Tras perforar la duramadre en el agujero magno, las arterias vertebrales dan la arteria cerebelosa inferior posterior (ACIP) antes de fusionarse en la arteria basilar (fig. 1-12). Las ACIP son las más caudales de las grandes arterias circunferenciales que envuelven el troncoencéfalo. Proximalmente, las ACIP y la arteria basilar dan en primer lugar ramas que perforan la porción medial del troncoencéfalo a nivel bulbar y luego las arterias paramedianas que irrigan las zonas laterales del tronco cerebral. Distalmente, las ACIP irrigan el cerebelo inferior, incluyendo el flóculo y el nódulo, que junto al sistema vestibulocerebelos, están íntimamente relacionados con los movimientos oculares. La oclusión de la arteria vertebral o la ACIP se asocia a síndrome bulbar lateral de Wallenberg, que se manifiesta con síndrome de Horner, diplopía y paresia de los pares craneales V, IX y X en el lado de la lesión, junto con hipoestesia corporal contralateral (v. cap. 2, fig. 2-5); en este síndrome no hay debilidad de las extremidades. Figura 1-12 Sistema de la arteria vertebrobasilar y sus principales arterias, con variantes comunes de las ramas corticales de la arteria cerebral posterior. A. Vista lateral. B. Vista anteroposterior. Ramas de la arteria vertebral (AV) y la arteria basilar (AB): arteria cerebelosa inferior anterior (ACereIA), arteria cerebelosa inferior posterior (ACereIP), arteria cerebelosa superior (ACereS). Arteria cerebral posterior (ACP) y sus ramas: arteria calcarina (ACalc), arteria parietooccipital (AParOc), arteria coroidea posterior (ACorP), arteria temporal posterior (ATempP), arteria comunicante posterior (ACoP). (Ilustración de Dave Peace.) El segundo grupo de arterias circunferenciales lo forman las arterias cerebelosas inferiores anteriores (ACIA). Estas arterias nacen de la arteria basilar caudal y abastecen el área de la unión pontobulbar del troncoencéfalo, así como el cerebelo distalmente. Una gran rama proximal de la ACIA, la arteria auditiva interna, irriga el complejo del VIII par craneal en el espacio subaracnoideo y lo acompaña dentro del canal auditivo interno. Esta arteria auditiva termina ramificándose en la arteria vestibular anterior (que irriga los canales semicirculares anterior y horizontal y el utrículo), la arteria vestibular posterior (que abastece al canal semicircular posterior y al sáculo, junto a parte de la cóclea) y la arteria coclear. A lo largo del trayecto de la arteria basilar, surgen directamente pequeñas ramas perforantes para zonas de la protuberancia y el mesencéfalo. Las ramas de la basilar se dividen en vasos medianos o paramedianos y en ramas circunferenciales cortas. Las perforantes medianas son especialmente importantes, ya que irrigan el fascículo longitudinal medio, la formación pontina paramediana y los núcleos de localización medial de los pares craneales III, IV y VI. La interrupción de estas ramas (que se produce con frecuencia por arterioesclerosis vertebrobasilar o embolismos a estas arterias) a menudo afecta a estas estructuras, ocasionando oftalmoplejía variable y oftalmoplejía internuclear y desnivelación ocular. Las ramas pontinas de la arteria basilar también irrigan las porciones proximales de los pares craneales (sobre todo del trigémino) en su salida. Los dos grupos distales de arterias circunferenciales corresponden a las arterias cerebelosas superiores (ACS) seguidas de las arterias cerebrales posteriores (ACP), que representan las ramas terminales de la arteria basilar a nivel del mesencéfalo. Las perforantes de la ACS proximal irrigan parcialmente el núcleo del III par y su fascículo. Además, pequeñas ramas abastecen a menudo a la raíz del trigémino. La tienda del cerebelo, que separa la fosa craneal posterior que queda por debajo, deja pasar por su abertura a estas dos arterias y entre ellas al mesencéfalo. El III par sale entre la ACS y la ACP, donde puede ser comprimido. Las perforantes proximales (segmento P1) de las ACP (incluyendo las ramas talamoestriadas medianas y las arterias coroideas laterales) irrigan las áreas rostrales del mesencéfalo que intervienen en la mirada vertical y parte del cuerpo geniculado lateral. Una rama grande, la arteria de Percheron, a menudo irriga ambos lados del mesencéfalo a partir de una arteria cerebral posterior. Como las arterias talamoestriadas se originan en P1, los infartos en el sistema de la carótida interna o la arteria cerebral media a menudo respetan el tálamo. El segmento P1 termina con la arteria comunicante posterior, que une la circulación vertebrobasilar con la carotídea más anterior. Dicha arteria corre paralela al III par craneal, lo que explica la alta frecuencia de parálisis de este nervio con los aneurismas de la arteria comunicante posterior (v. cap. 8). En su trayecto alrededor del troncoencéfalo, la ACP distal da la rama parietooccipital antes de terminar en la arteria calcarina, que irriga la corteza visual primaria (fig. 1-13). Figura 1-13 Corteza occipital y su vascularización. Áreas V1, V2 y V3 indicadas con colores. ACalc, arteria calcarina; ACM, arteria cerebral media; ACP, arteria cerebral posterior; CC, cuerpo calloso. (Ilustración de Craig A. Luce.) Sistema venoso Aunque se estudia menos, el sistema venoso también es fundamental para el funcionamiento normal de las vías visuales. El drenaje venoso ocular empieza en las arcadas venosas retinianas, que desembocan en la vena central de la retina, y en las venas coroideas, que abandonan la esclerótica a través de las venas vorticosas. Por delante, el plexo venoso epiescleral recoge tanto la sangre de la circulación uveal anterior como el humor acuoso que se filtra por el canal de Schlemm. Estas tres vías principales de drenaje venoso (fig. 1-14) desembocan mayoritariamente en la vena oftálmica superior, que se dirige posteriormente dentro de la órbita medial superior hacia el vértice orbitario, donde cruza lateralmente para entrar en el seno cavernoso a través de la hendidura orbitaria superior. Figura 1-14 Drenaje venoso de la órbita. A. Vista lateral del drenaje venoso de la órbita y plexo adyacente. B. Vista anterolateral. C. Estructuras venosas superficiales del párpado. Clave:pp, plexo venoso pterigoideo; ri, raíz inferior de la vena oftálmica superior; rm, rama muscular; rn, rama nasal; rs, raíz superior de la vena oftálmica superior; sc, seno cavernoso; va, vena angular; vasp, vena alveolar superior posterior; vca, vena colateral anterior; vcm, vena colateral medial; vcr, vena central de la retina; vfa, vena facial anterior; vio, vena infraorbitaria; vl, vena lagrimal; voi, vena oftálmica inferior; vom, vena oftálmica medial; vos, vena oftálmica superior; vpi, vena palpebral inferior; vps, venas palpebrales superiores; vso, vena supraorbitaria; vst, vena supratroclear; vv, venas vorticosas (venas vorticosas superiores medial y lateral; venas vorticosas inferiores medial y lateral). (Reproducido con autorización a partir de Rootman J, Stewart B, Goldberg RA. Orbital Surgery: A Conceptual Approach. Philadelphia: Lippincott-Raven; 1995.) Existen variables colaterales microscópicas entre estos lechos venosos. En raras ocasiones pueden verse dentro de la retina cortocircuitos vasculares entre las venas retinianas y las coroideas. Más a menudo (normalmente asociados a oclusión de la vena central de la retina o a meningioma de la vaina del nervio óptico) pueden aparecer cortocircuitos optociliares (vasos colaterales coriorretinianos) sobre la superficie de la papila. A un nivel más macroscópico, la vena oftálmica superior tiene conexiones variables anteriormente con las venas angular y facial e inferiormente con la vena oftálmica inferior y el plexo venoso pterigoideo. Estas colaterales pueden llegar a ser importantes, sobre todo en casos de hipertensión venosa (normalmente secundaria a fístula carótida cavernosa). Intracranealmente, el sistema cortical superficial drena principalmente superior y medialmente al seno sagital superior (SSS), que discurre por la línea sagital media (fig. 1-15). Además del drenaje cortical, el SSS absorbe LCR a través de las vellosidades aracnoideas y las granulaciones de Paccioni. Por eso, la obstrucción del drenaje venoso ocasiona menor absorción de LCR e hipertensión intracraneal. El SSS se dirige posteriormente para terminar en la prensa de Herófilo (confluencia de los senos venosos) a nivel de la tienda del cerebelo que separa este de los lóbulos occipitales. Los senos transversos (ST) discurren hacia delante desde la conexión de la tienda y el cráneo hasta el peñasco, donde se incurvan para dirigirse caudalmente como los senos sigmoides (SS) hasta el bulbo yugular, de donde sale del cráneo la vena yugular interna. Figura 1-15 Ilustración del sistema de senos venosos cerebrales. (Ilustración de Christine Gralapp.) El drenaje venoso de la corteza superficial inferior se dirige directamente hacia abajo a los senos transversales y sigmoideos a través de la vena de Labbé y la vena basilar de Rosenthal. El drenaje profundo del diencéfalo supratentorial y el mesencéfalo se origina en venas profundas (a menudo relacionadas con el sistema ventricular), que se reúnen en la vena cerebral magna de Galeno. Esta se dirige posteriormente para desembocar en el seno recto, que atraviesa la tienda del cerebelo hasta drenar junto al SSS en la prensa de Herófilo. Parte del drenaje venoso cerebral anterior puede llegar al seno cavernoso. Los dos senos cavernosos están unidos por conexiones variables que atraviesan la silla turca y posteriormente por un plexo venoso sobre el clivus. El seno cavernoso drena principalmente en dirección caudal hacia el bulbo yugular mediante el seno petroso inferior (SPI), que atraviesa el canal de Dorello con el VI par craneal bajo el ligamento petroclinoideo. Alternativamente, el drenaje puede ser lateral por el vértice del peñasco a través del seno petroso superior (SPS) hasta la unión de los ST y SS (fig. 116). Hay pequeñas venas que pueden drenar a través de los agujeros redondo y oval así como por el plexo pterigoideo para anastomosarse con el sistema venoso facial (vena yugular externa). Figura 1-16 Anatomía del sistema de drenaje del seno cavernoso. (Ilustración de Christine Gralapp.) Las venas de los párpados se anastomosan medialmente entre la vena angular y ramas de la vena oftálmica superior (sobre todo en la región troclear de la parte medial superior de la órbita). Las venas faciales drenan inferior y lateralmente para formar la vena yugular externa, que finalmente se une a la yugular interna en el cuello. Kupersmith MJ. eurovascular euro-Ophthalmology. New York: Springer-Verlag; 1993. Lasjaunias P, Berenstein A, ter Brugge KG. Surgical euroangiography. 2nd ed. Vol 1. Clinical Vascular Anatomy and Variations. New York: Springer; 2001. Nolte J. The Human Brain: An Introduction to Its Functional Anatomy. 5th ed. St Louis: Mosby; 2002. Rootman J, Stewart B, Goldberg RA. Orbital Surgery: A Conceptual Approach. Philadelphia: Lippincott; 1995. Vías visuales aferentes Es importante saber que cualquier trastorno de la función aferente puede producir los mismos síntomas de pérdida visual que aparecen en las patologías que afectan a la retina, el nervio óptico y las vías visuales (fig. 1-17). Figura 1-17 Vista basal del cerebro que muestra las vías visuales anterior y posterior. (Ilustración de Dave Peace.) Retina El segmento posterior realiza la transducción fotoquímica de la imagen electromagnética enfocada en una serie de impulsos eléctricos. (La anatomía de la retina se estudia más detalladamente en la sección 2 del CCBC, Fundamentos y principios de oftalmología; y sección 12, Retina y vítreo). La transducción fotoquímica tiene lugar en los segmentos externos de los bastones (aproximadamente 80-120 millones, distribuidos uniformemente por toda la retina excepto la fóvea) y los conos (aproximadamente 5-6 millones, con una densidad máxima en la fóvea —aproximadamente el 50% en los 30° centrales—). La ausencia de receptores retinianos en la papila óptica crea un escotoma fisiológico (mancha ciega), localizado a unos 17° de la fóvea y que mide aproximadamente 5 × 7°. Los conos se dividen en tres subgrupos según la presencia de pigmentos con sensibilidad máxima a las longitudes de onda roja, verde o azul. Los conos azules (la subpoblación menor), al igual que los bastones, no están presentes en la fóvea. La fóvea (que mide aproximadamente 1,5 mm o un diámetro papilar) se localiza a unos 4 mm (o 2,5 diámetros papilares) temporal y 0,8 mm por debajo de la papila óptica. La retina mide aproximadamente 2.500 mm2 de superficie y tiene un grosor de 100250 µm. La coroides, parte posterior muy vascularizada de la úvea, tapiza la esclerótica y soporta la capa monocelular del epitelio pigmentario retiniano (EPR). El EPR está en contacto directo con los fotorreceptores y es responsable del metabolismo y de la regeneración del cromóforo 11-transretinal a la forma cis para restaurar la sensibilidad de los receptores. Los impulsos que componen la señal óptica se originan en las células ganglionares de la retina interna. Entre las capas retinianas externas e internas, la señal retiniana formada en los conos y bastones es procesada inicialmente por las células bipolares, que conectan los fotorreceptores con las células ganglionares. La mayoría de las células ganglionares pueden subdividirse en pequeñas células P (parvocelulares, que suponen un 80%) y en células M (magnocelulares, que representan aproximadamente un 5-10%) de mayor tamaño. Las células P son responsables de la percepción cromática y tienen campos receptivos pequeños y poca sensibilidad al contraste. Las células M tienen mayores campos receptivos y responden más a los contrastes de luminancia y al movimiento. Se ha descrito recientemente un nuevo subtipo de células ganglionares retinianas (CGR) que contienen melanopsina, las llamadas células ganglionares retinianas intrínsecamente fotosensibles (CGRif), que poseen campos receptivos muy grandes y se proyectan a las áreas extraestriadas. Las células horizontales, amacrinas e interplexiformes (que conectan horizontalmente células vecinas) permiten el procesamiento de la señal dentro de la retina. Fisiológicamente, este procesamiento incluye el sistema de centro-periferia responsable de la respuesta preferencial a puntos de luz, bordes de luz, bordes orientados y bordes orientados en movimiento en niveles de interacción progresivamente más complejos. Además, el sistema de oposición cromática (rojo y verde, azul y «amarillo») permite la apreciación del color en todo el espectro visible. Las células gliales de sustento —células de Müller y astrocitos— también afectan al procesamiento de la imagen y probablemente tengan además un papel metabólico. Una de las principales características anatómicas de la organización retiniana en los primates es la proporción variable de fotorreceptores y células ganglionares. Esta proporción es máxima en la periferia (más de 1.000 a 1) y mínima en la fóvea (donde cada célula ganglionar puede recibir la señal de un único cono). Este cociente es la base del aumento del campo receptivo a mayor excentricidad y de la máxima resolución espacial de la fóvea. La densidad de células ganglionares en la mácula es aproximadamente 60 veces mayor que en la periferia. Esta «preponderancia central» del tejido nervioso se mantiene a lo largo de todo el sistema visual aferente. En la corteza, el número de células que responden a la estimulación foveal puede ser 1.000 veces mayor que el número asociado a la actividad periférica. Debido a la mayor densidad de células ganglionares centralmente (69% en los 30° centrales), las células bipolares están orientadas de forma radial en la mácula. Esta disposición radial de los axones de las células bipolares (capa de Henle) es responsable de la acumulación de líquidos con un patrón estrellado. Existen múltiples neurotransmisores en la retina, principalmente glutamato, pero también ácido γ-aminobutírico (GABA), acetilcolina y dopamina. El otro rasgo anatómico fundamental de la retina es la localización de la papila óptica y el comienzo del nervio óptico nasal a la fóvea. Por eso, aunque las fibras de las células ganglionares de la retina nasal pueden acceder directamente sin interrupciones a la papila, las procedentes de la retina temporal deben sortear la mácula separándose anatómicamente para entrar en el nervio óptico por su polo superior o inferior (fig. 1-18). Esta anatomía peculiar implica que parte de las fibras nasales de la mácula entren en la papila por su lado temporal (haz papilomacular). Las pérdidas focales en la capa de fibras nerviosas pueden verse como hendiduras o reflejos paralelos a las arteriolas retinianas donde la membrana limitante interna cubre los vasos, mientras que la pérdida difusa de fibras es más difícil de detectar y hace que los vasos retinianos se vean con mayor relieve. Figura 1-18 A. Patrón de la capa de fibras nerviosas de los axones de las células ganglionares hasta la papila óptica. Las fibras superiores, inferiores y nasales siguen un trayecto bastante recto. Los axones temporales se originan por encima y por debajo del rafe horizontal (RH) y adoptan una dirección arqueada hacia la papila. Los axones procedentes de las células ganglionares de la mácula nasal se proyectan directamente a la papila, formando el haz papilomacular (PM).B. Las lesiones que afectan a las fibras retinianas nasales decusadas, representadas con una línea roja discontinua, pueden causar una atrofia en pajarita. C. Ilustración de una lesión de las fibras nasales y maculares de la retina y patrones de atrofia nasal y temporal del nervio óptico (delimitados mediante triángulos rojos) correspondientes a una lesión de las fibras nasales decusadas. Por lo tanto, la atrofia en banda o pajarita se produce por pérdida de fibras nasales maculares y periféricas del ojo contralateral de un paciente con hemianopsia homónima pregeniculada o hemianopsia bitemporal. D. Retinografía de la papila óptica derecha que muestra una atrofia en pajarita. (Parte A, reproducida a partir de Kline LB, Foroozan R, eds. Optic erve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, in cooperation with the American Academy of Ophthalmology; 2007:5; parte B, ilustración de Christine Gralapp; parte C por cortesía de Neil Miller, MD; parte D por cortesía de Lanning Kline, MD.) ervio óptico El nervio óptico empieza anatómicamente en la papila óptica, pero fisiológica y funcionalmente lo hace en la capa de células ganglionares que cubre toda la retina. La primera porción del nervio óptico representa la confluencia de aproximadamente 1-1,2 millones de axones de células ganglionares, que atraviesan la esclerótica en la lámina cribosa, donde existen aproximadamente 200-300 canales. La combinación de pequeños canales y vascularización única (principalmente de las ramas de las arterias ciliares posteriores) probablemente influya en la fisiopatología de diversas neuropatías ópticas. Los axones del nervio óptico dependen de la producción metabólica de los cuerpos celulares retinianos. Existe un transporte axonal —tanto anterógrado como retrógrado— de moléculas, orgánulos subcelulares y productos metabólicos a lo largo del nervio óptico, siendo un sistema dependiente de energía que requiere altas concentraciones de oxígeno. El transporte axonal anterógrado puede dividirse en tres velocidades: lenta, intermedia y rápida. Los componentes del citoesqueleto del axón (microtúbulos, neurofilamentos y microfilamentos) intervienen en el transporte anterógrado lento y rápido. Se necesitan diferentes proteínas motoras para el trasporte axonal anterógrado y retrógrado. El sistema de transporte axonal es sensible a procesos isquémicos, inflamatorios y compresivos; su interrupción, por cualquier causa, da lugar a tumefacción o edema de la papila óptica. Justo por detrás de la esclerótica, el nervio óptico adquiere una vaina dural que se continúa con la periórbita del canal óptico y una membrana aracnoidea que sustenta y protege a los axones y se continúa con la aracnoides del espacio subdural intracraneal del canal óptico. Esta disposición permite la libre circulación de LCR alrededor del nervio óptico hasta la papila. Justo detrás de la lámina cribosa, el nervio óptico adquiere también un recubrimiento de mielina, que aumenta de diámetro hasta aproximadamente 3 mm (6 mm en total junto a la vaina del nervio óptico) desde los 1,5 mm en la papila. La cubierta mielínica es parte de la membrana de los oligodendrocitos que se unen al nervio por detrás de la esclerótica. El nervio óptico intraorbitario se extiende unos 28 mm hacia atrás hasta el canal óptico. La longitud extra del nervio óptico intraorbitario permite la rotación sin restricciones del globo ocular, así como desplazamientos axiales dentro de la órbita. La arteria y la vena central de la retina discurren dentro de los 10-12 mm anteriores del nervio óptico. La ACR solo se encarga de una pequeña parte de la circulación del nervio óptico, proviniendo la mayoría de su vascularización de ramas piales de las meninges circundantes, que a su vez son abastecidas por pequeñas ramas de la arteria oftálmica (v. fig. 1-10). La representación topográfica (retinotópica) se mantiene a lo largo de todo el nervio óptico. Los receptores retinianos periféricos se encuentran más externamente, mientras que el haz papilomacular discurre temporalmente y cada vez más central dentro del nervio. Al entrar el nervio óptico en el canal óptico, la vaina dural se fusiona con la periórbita. También está rodeado por el anillo de Zinn, que sirve de origen a los cuatro músculos rectos y al oblicuo superior. Dentro del canal, el nervio óptico va acompañado por la arteria oftálmica inferiormente y está separado de la hendidura orbitaria superior por el pilar óptico (parte lateral del ala menor del esfenoides), que termina superiormente formando la apófisis clinoides anterior. Medialmente el nervio óptico está separado del seno esfenoidal por hueso que puede ser delgado e incluso presentar dehiscencias. El canal mide normalmente unos 8-10 mm de largo y 5-7 mm de ancho, pero puede alargarse y estrecharse por procesos que causen engrosamiento óseo (displasia fibrosa, meningioma intraóseo y otros). El canal tiene una orientación superior y medial. En su interior, el nervio óptico está relativamente anclado y puede dañarse fácilmente por fuerzas de cizallamiento transmitidas por contusiones faciales (v. cap. 4). En su trayecto intracraneal, el nervio óptico pasa bajo un pliegue de duramadre (ligamento falciforme) que puede presionar sobre el nervio, sobre todo si se eleva por lesiones originadas en el esfenoides (tubérculo) o la silla turca. Una vez que se hace intracraneal, el nervio óptico carece de vaina. El asa anterior de la arteria carótida suele quedar justo por debajo y temporal al nervio, que es cruzado por arriba por la ACA proximal. La circunvolución recta, parte más inferior del lóbulo frontal, se sitúa por encima y paralela a los nervios ópticos. La porción intracraneal del nervio óptico termina en el quiasma óptico. Quiasma óptico El quiasma óptico mide aproximadamente 12 mm de anchura, 8 mm de longitud en dirección anteroposterior y 4 mm de grosor (fig. 1-19). Está inclinado casi 45° y es irrigado por ramitas de la ACA proximal y la arteria comunicante anterior. El quiasma se localiza justo delante del hipotálamo y el III ventrículo (formando parte de su pared anterior en la que forma una invaginación) y aproximadamente 10 mm por encima de la silla turca. La localización exacta del quiasma respecto a la silla turca es variable. La mayoría de las veces es directamente superior, pero también puede ser anterior (prefijado) en cerca del 17% de los individuos o posterior (posfijado) en aproximadamente el 4% (fig. 1-20). Figura 1-19 Vista anatómica del quiasma óptico y las estructuras circundantes. A. Vista sagital. B. Vista superior. (Por cortesía de Albert L. Rhoton, Jr, MD.) Figura 1-20 Posición del quiasma óptico en relación con el tubérculo de la silla turca. (Ilustración de Dave Peace.) Dentro del quiasma, las fibras procedentes de la retina nasal (aproximadamente un 53% del total) cruzan al lado opuesto para unirse a las fibras contralaterales correspondientes. Las fibras inferiores (que representan al campo visual superior) son las primeras en cruzarse. Investigaciones sugieren que el asa anterior de fibras en el nervio óptico contralateral (rodilla de Wilbrand) puede ser un artefacto; sin embargo, el hallazgo de un defecto campimétrico temporal superior contralateral a un escotoma central sigue sirviendo para localizar la lesión en la unión del nervio óptico con el quiasma. Las fibras maculares tienden a cruzar posteriormente en el quiasma; esta disposición es responsable de los escotomas bitemporales que aparecen en las compresiones quiasmáticas. Cintilla óptica Las fibras que salen del quiasma rodean circunferencialmente el diencéfalo por fuera del hipotálamo y en contacto con la cisterna ambiens (v. fig. 1-11). Justo antes del cuerpo geniculado lateral, las fibras pupilares salen hacia los núcleos pretectales; otras fibras se dirigen a las capas superficiales del tubérculo cuadrigémino superior a través del brachium del mismo. Estas fibras se originan en las CGRif y probablemente suponen la única fuente de aferencias pupilomotoras desde la retina al mesencéfalo. Estas CGRif también emiten proyecciones al núcleo supraquiasmático del hipotálamo, que probablemente es responsable de los ritmos circadianos fotodependientes. La naturaleza incongruente de los defectos campimétricos de la cintilla óptica se explica por la falta de contacto inmediato entre las fibras correspondientes de los ojos derecho e izquierdo. La mayoría de los axones que se originan en las células ganglionares de la retina terminan en el cuerpo geniculado lateral. El cuerpo geniculado lateral se localiza en el tálamo posterior debajo y por fuera del pulvinar y sobre el receso lateral de la cisterna ambiens. Esta estructura picuda en forma de champiñón se divide en seis capas. Las cuatro superiores son el destino de los axones de las células P, procedentes de células ganglionares con campos receptivos más pequeños y responsables de la resolución espacial máxima y de la percepción cromática. Las dos capas inferiores reciben aferencias de las fibras de las células M, con mayores campos receptivos y más sensibles a la detección del movimiento. Los axones que se originan en el ojo contralateral terminan en las capas 1, 4 y 6, mientras que las fibras ipsolaterales alcanzan las capas 2, 3 y 5. Al acercarse al cuerpo geniculado lateral, las fibras superiores se mueven superomedialmente y las inferiores, inferolateralmente. En conjunto, la representación retiniana rota casi 90°, desplazándose la fibras superiores medialmente y las inferiores lateralmente. Las fibras maculares tienden a moverse superolateralmente. Las vías corticales y subcorticales pueden modular la actividad del cuerpo geniculado lateral. Además, la corteza, el tubérculo cuadrigémino superior y los núcleos pretectales tienen proyecciones retrógradas al cuerpo geniculado lateral. Corteza cerebral Después de hacer sinapsis en el cuerpo geniculado lateral, los axones se dirigen hacia atrás formando las radiaciones ópticas, que terminan en la corteza visual primaria (calcarina) del lóbulo occipital (fig. 1-21). Las fibras más inferiores discurren primero anteriormente y luego hacia atrás y afuera para rodear el cuerno temporal de los ventrículos laterales (asa de Meyer) (v. fig. 1-17). Más superiormente, las fibras se dirigen hacia atrás en la profundidad de la sustancia blanca del lóbulo parietal. Las fibras maculares (centrales) cursan lateralmente, mientras que las periféricas se concentran más en la parte superior e inferior de las radiaciones. Las lesiones de las fibras de las radiaciones ópticas producen una hemianopsia homónima o defecto contralateral del campo visual que respeta la línea vertical media. Si las fibras correspondientes a los dos ojos están juntas, el defecto campimétrico es idéntico en cada ojo (congruente). Los escotomas congruentes se producen en lesiones que afecten a la corteza calcarina. La afectación más anterior produce a menudo defectos incongruentes, que sugieren que las fibras correspondientes están más separadas en porciones más anteriores de las vías visuales. Figura 1-21 A. Corteza occipital izquierda con la localización de la corteza estriada dentro de la cisura calcarina (que se extiende entre las flechas). El límite (línea interrumpida) entre la corteza estriada (V1) y la corteza extraestriada (V2) contiene la representación del meridiano vertical. B. Vista de la corteza estriada tras abrir los labios de la cisura calcarina. Las líneas interrumpidas indican las coordenadas del mapa del campo visual. La representación del meridiano horizontal discurre aproximadamente a lo largo de la base de la cisura calcarina. Las líneas interrumpidas verticales indican los contornos de isoexcentricidad entre 2,5 y 40°. La corteza estriada envuelve el polo occipital y se extiende hasta 1 cm sobre la de la convexidad lateral del hemisferio, donde se representa la fóvea. C. Mapa esquemático aplanado de la corteza estriada izquierda mostrada en la parte B que representa el hemicampo derecho. La fila de puntos indica dónde se pliega la corteza estriada alrededor del polo occipital. El óvalo negro indica la región de la corteza estriada correspondiente a la mancha ciega del ojo contralateral. MH, meridiano horizontal. D. Hemicampo visual derecho, trazado con un campímetro de Goldmann. El área punteada corresponde a la semiluna temporal monocular, que se representa en aproximadamente el 8% más anterior de la corteza estriada. (Reproducido con autorización a partir de Horton JC, Hoyt WF. The representation of the visual field in human striate cortex: a revision of the classic Holmes map. Arch Ophthalmol. 1991;109:822. Copyright 1991, American Medical Association.) La corteza visual primaria (también llamada V1, corteza estriada o área 17 de Brodmann) se organiza a lo largo de la cisura calcarina horizontal, que divide la superficie medial del lóbulo occipital. Las fibras de las radiaciones ópticas terminan en la cuarta de las seis capas de la corteza visual primaria. Esta capa, o lamina granular interna, se subdivide a su vez en tres: 4A, 4B y 4C (de esta última, también denominada línea de Gennari, procede el nombre de corteza estriada). Las aferencias de células P terminan sobre todo en 4Cβ (la mitad inferior de 4C), mientras que las fibras de células M se proyectan fundamentalmente a 4Cα). Las fibras maculares terminan más posteriormente. Las fibras del campo visual más externo (semiluna temporal), que se originan solo en el ojo contralateral, terminan en la parte más anterior. La corteza muestra una clara descompensación favorable a la actividad central de la retina, de forma que el 50-60% responde a los 10° centrales y aproximadamente el 80% está dedicada a la actividad macular (30° centrales). La parte superior de la corteza sigue recibiendo información del campo visual inferior con una distribución retinotópica. Esta correspondencia retinotópica a lo largo de todas las vías visuales aferentes permite localizar la lesión según los defectos campimétricos. Las neuronas de la corteza estriada pueden dividirse en tres tipos: simples, complejas e inhibidas por límite, según las propiedades de sus campos receptivos. Las células simples responden óptimamente a los bordes de luz-oscuridad con orientaciones específicas. Las células complejas responden máximamente al movimiento orientado de la interfase luz-oscuridad. Las células inhibidas por límite disminuyen su actividad cuando el estímulo alcanza el final de su campo receptivo. Las células simples pueden recibir aferencias de un ojo, mientras que las complejas, las inhibidas por límite y otras células simples reciben información binocular (de células ganglionares correspondientes de ambos ojos). La preferencia por la información procedente de uno u otro ojo puede representarse como columnas de dominancia ocular, que discurren perpendicularmente a la superficie cortical dentro de la corteza calcarina. Además de columnas específicas de cada ojo, la corteza también está marcada por columnas preferenciales según la orientación. La corteza paraestriada (también llamada V2 o área 18 de Brodmann) es contigua a la corteza visual primaria y recibe sus aferencias desde V1. El área V3 se localiza principalmente en el lóbulo parietal posterior y recibe aferencias directamente de V1. El área V3 no tiene una delimitación histológica clara con V2 y emite información eferente a los ganglios basales (pulvinar) y el mesencéfalo. Las células de esta área parece que son capaces de responder a más de una dimensión del estímulo, lo que sugiere que existe integración visual en esta región. El área V3a, en la que se ha identificado una representación retinotópica separada, recibe impulsos de V3. Las células de esta área responden mayoritariamente a estímulos binoculares y son sensibles al movimiento y la dirección. El área V4, localizada en las circunvoluciones lingual y fusiforme, parece especialmente sensible al color. Las lesiones de esta área probablemente son responsables de la mayoría de los casos de acromatopsia cerebral. Por delante y lateral a V4, el área V5 (posterior y dentro del surco temporal superior y la circunvolución subangular) es muy sensible al movimiento y la dirección (fig. 1-22). La sustancia blanca subyacente está muy mielinizada. El área V5, que corresponde a la región visual TM, recibe aferencias ipsolaterales desde V1, pero también directamente de las capas de las células M del cuerpo geniculado lateral. Sus neuronas codifican la velocidad y dirección de los estímulos móviles. Esta área sensorial probablemente es el origen de los movimientos de seguimiento lento, y por tanto actúa como nexo entre las vías aferentes y eferentes. En comparación con V1, los campos receptivos son mayores. Otra área asociativa, V6 (localizada medialmente en la corteza parietal adyacente a V3a), parece tener la representación del «espacio extrapersonal». El tubérculo cuadrigémino superior recibe aferencias tanto directas de las vías visuales anteriores como secundariamente de la corteza calcarina. Las capas superficiales contienen un mapa retinotópico que cubre las capas más profundas, principalmente dedicadas a la generación de sacádicos. Figura 1-22 Procesamiento visual paralelo en el ser humano. La vía ventral o de «qué» empieza en la corteza estriada (V1) y se proyecta a la circunvolución angular para el procesamiento lingüístico, al lóbulo temporal inferior para la identificación del objeto y a las estructuras límbicas. La vía dorsal o de «dónde» empieza en la corteza estriada y se proyecta a la corteza parietal posterior y temporal superior, y se ocupa del análisis visoespacial. COF, campo ocular frontal; CPM, corteza premotora; CPP, corteza parietal posterior. (Modificado de Kline LB. Neuro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008:235.) Horton JC. Wilbrand’s knee of the primate optic chiasm is an artifact of monocular enucleation. Trans Am Ophthalmol Soc. 1997;95:579–609. Trobe JD. The eurology of Vision. New York: Oxford University Press; 2001. Sistema visual eferente (vías oculomotoras) No conocemos completamente las vías anatómicas del sistema oculomotor. Sin embargo, nuestros conocimientos anatómicos, fisiológicos y patológicos del sistema oculomotor se han incrementado espectacularmente durante los últimos años gracias a experimentos en primates, pruebas electrofisiológicas en seres humanos, estudios de resonancia magnética funcional (RMf) y correlaciones clínicas-anatomopatológicas-radiológicas en los pacientes con anomalías concretas de los movimientos oculares. El propósito final del sistema oculomotor es conseguir una visión binocular nítida y estable. Para lograrlo, existen dos movimientos básicos de los ojos humanos: 1. Deriva de la mirada. 2. Estabilización de la mirada. Estos pueden subdividirse en siete sistemas o clases funcionales (v. «Anatomía y pruebas clínicas de las clases funcionales de movimientos oculares» en cap. 7): 1. Vestibular. 2. De fijación visual. 3. Optocinético. 4. De seguimiento lento. 5. Fases rápidas de nistagmo. 6. Sacádicos. 7. Vergencias. Cada sistema parece estar controlado —y modulado— por diferentes regiones del cerebro (corteza) y el troncoencéfalo, con considerable solapamiento anatómico y funcional. En este apartado se revisará el sistema oculomotor, analizando en detalle las estructuras de especial relevancia clínica. Para los lectores interesados, puede encontrarse una exhaustiva descripción del sistema oculomotor en la destacada obra de Leigh y Zee (Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006). Para una mejor comprensión, se aborda el tema siguiendo un orden de arriba abajo: • Control cortical de los movimientos oculares, incluidos los ganglios basales (GB), el tálamo y los tubérculos cuadrigéminos superiores (TCS). • Coordinación troncoencefálica o premotora de los movimientos oculares conjugados, incluyendo el sistema vestibulocular y el cerebelo. • Pares craneales oculomotores (nervio motor ocular común [III par], nervio troclear [IV par] y nervio motor ocular externo [VI par]). • Músculos extraoculares (MEO). Aferencias corticales El sistema visual eferente abarca un gran segmento del sistema nervioso central, siendo muchas las áreas cerebrales que generan movimientos oculares (fig. 1-23). Figura 1-23 Vista general de los centros corticales implicados en el control de los movimientos oculares humanos. TM, área visual temporal medial; TSM, área visual temporal superior medial. (Reproducido con autorización a partir de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006.) La siguiente lista de estructuras anatómicas importantes con su función ayuda a sentar las bases para analizar las vías de los movimientos oculares conjugados coordinados (fig. 1-24): • úcleo intersticial rostral del fascículo longitudinal medial (irFLM): neuronas de ráfagas excitadoras que generan sacádicos verticales y torsionales. • úcleo intersticial de Cajal ( IC): neuronas de ráfagas inhibidoras para los sacádicos verticales e integrador nervioso de la mirada vertical y torsional. • Región del irFLM y el IC: neuronas de ráfagas inhibidoras para los sacádicos verticales y torsionales. • Comisura posterior (CP): proyecta axones desde el NIC a los núcleos de los pares craneales III, IV y VI contralaterales y al NIC. • Fascículo longitudinal medial (FLM): vía principal de transmisión de señales dentro del troncoencéfalo. • úcleo del rafe interpositus (RIP): células de omnipausa. • úcleo reticular del techo de la protuberancia ( RTP): células de ráfagas de control prolongado. • úcleos pontinos dorsolaterales ( PDL): neuronas para el seguimiento lento. • úcleo prepositus del hipogloso ( PH): integrador nervioso de la mirada horizontal. • Formación reticular paramediana pontina (FRPP): neuronas de ráfagas excitadoras que generan sacádicos horizontales y neuronas de ráfaga inhibidoras para los sacádicos horizontales. • Formación reticular bulbar (FRB): células de ráfagas inhibidoras para la mirada horizontal. • Grupos celulares de las cintillas paramedianas (CPM): neuronas que se proyectan desde el núcleo del VI par craneal al cerebelo. • Pares craneales III, IV y VI: neuronas que se proyectan directamente a los MEO. • úcleos vestibulares (VIII par craneal): neuronas que se proyectan a los generadores de sacádicos y los pares craneales oculomotores. • Células del grupo y: células que se proyectan a los núcleos del III y IV par para los movimientos de seguimiento vertical y los movimientos oculares vestibulares verticales. Figura 1-24 Corte sagital del troncoencéfalo de un mono que muestra la localización del núcleo intersticial rostral del fascículo longitudinal medial (irFLM) y otras estructuras importantes en el control de la mirada vertical y horizontal. Las áreas sombreadas representan la formación reticular mesencefálica (FRM), la formación reticular pontina paramediana (FRPP) y la formación reticular bulbar (FRB). Los asteriscos indican la localización de grupos celulares de las cintillas paramedianas, que se proyectan al flóculo. Clave:III, núcleo motor ocular común; IV, núcleo troclear; VI, núcleo motor ocular externo; cmam, cuerpo mamilar; CP, comisura posterior; FLM, fascículo longitudinal medial; gc, gris central; h, complejo habenular; mamT, cintilla mamilotalámica; III, raíces del nervio motor ocular común; IV, nervio troclear; VI, raíces del nervio motor ocular externo; VII, nervio facial; nD, núcleo de Darkschewitsch; IC, núcleo intersticial de Cajal; RTP, núcleo reticular del techo protuberancial; ppH, núcleo prepositus del hipogloso; t, tálamo; tcs, tubérculo cuadrigémino superior; TR, tracto retroflexo. (Modificado de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 3rd ed. New York: Oxford University Press; 1999. Modificado por C. H. Wooley.) Sistema sacádico Las aferencias corticales o supranucleares para generar movimientos oculares sacádicos se dividen en dos vías descendentes paralelas e interconectadas: los movimientos visualmente reflexivos (lóbulo parietal), y los movimientos voluntarios y guiados por la memoria (lóbulo frontal). En general, estas fibras corticales se proyectan a las siguientes estructuras, formando una trama organizada (fig. 1-25): • Estructuras subcorticales: TCS, GB y tálamo. • Red nerviosa o neuronas premotoras del troncoencéfalo: diversos tipos de neuronas pontinas, incluidas las células omnipausa del RIP y las células de ráfagas de control prolongado del NRTP. • Generadores de sacádicos del troncoencéfalo: FRPP y irFLM. • Motoneuronas de los pares craneales oculomotores: pares III, IV y VI. Figura 1-25 Ilustración esquemática del sistema sacádico que muestra los centros corticales relevantes para la generación de sacádicos. Obsérvese que esta ilustración no pretende mostrar todas las hipotéticas vías supranucleares del sistema sacádico. Clave:COF, campo ocular frontal; COS, campo ocular suplementario; CPDL, corteza prefrontal dorsolateral; CPP, corteza parietal posterior; CVP, corteza visual primaria; EC, estructuras cerebelosas; GST, generador de sacádicos troncoencefálico; C, núcleo caudado de los ganglios basales; PP, núcleos pontinos precerebelosos; S r, parte reticulada de la sustancia negra; TCS, tubérculo cuadrigémino superior. (Reproducido con autorización a partir de Kline LB. euro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008:49.) (Obsérvese que pocas fibras corticales se proyectan directamente a la FRPP y el irFLM.) Los movimientos guiados visualmente requieren información del sistema aferente, bien desde el sistema visual primario o desde el sistema aferente accesorio. Las aferencias supranucleares para sacádicos guiados visualmente (hacia objetos vistos o recordados) y voluntarios proceden principalmente de los campos oculares frontales (COF o área 8 de Brodmann). Las células corticales descargan antes de cualquier sacádico contralateral voluntario y guiado visualmente. Los campos oculares suplementarios (COS) —localizados en la superficie dorsomedial de la circunvolución frontal superior— reciben información de los COF y son responsables de planificar los sacádicos, especialmente como un comportamiento aprendido. El COF se proyecta al TCS ipsolateral y otras muchas áreas, como el COF contralateral, el COS, los GB, el NRTP y el RIP. También llegan proyecciones corticales al TCS desde la corteza parietal posterior (CPP), equivalente al área intraparietal lateral en el macaco. La CPP es importante en los sacádicos reflexivos guiados visualmente. El TCS se divide en un parte superficial (dorsal) y otra profunda (ventral). Las señales sensoriales (aferencias desde la corteza visual y la retina) se procesan principalmente en el TCS superficial. Las señales motoras se originan en capas más profundas (estrato gris profundo y estrato blanco profundo), que reciben información de posición desde capas más superficiales. El TCS envía proyecciones contralateralmente a múltiples localizaciones del troncoencéfalo, sobre todo el RIP, el NRTP y los NPDL. Las vías supranucleares desde los lóbulos tanto parietal como frontal se dirigen principalmente al TCS; son pocas las fibras que conectan directamente con las neuronas premotoras del troncoencéfalo. Las vías supranucleares también van hacia los GB (núcleo caudado, núcleo putamen y parte reticulada de la sustancia negra). Los GB parecen tener diversas funciones en el sistema sacádico, como inhibir los sacádicos reflexivos innecesarios durante la fijación y ayudar al control de los sacádicos voluntarios. Otra estructura importante que interviene en la planificación de sacádicos es el tálamo (lámina medular interna y pulvinar). El tálamo recibe información desde la corteza y el troncoencéfalo, y manda proyecciones solo a la corteza y los GB. Por tanto, el tálamo parece transmitir mensajes desde el troncoencéfalo a los campos oculares corticales. Pueden consultarse los trastornos clínicos por disfunción sacádica en el apartado «Trastornos clínicos de los sistemas oculomotores» en el capítulo 7. Sistema de seguimiento lento Antes se creía que los movimientos oculares sacádicos y los de seguimiento lento derivaban de vías supranucleares diferenciadas. Sin embargo, actualmente parece que existe un considerable solapamiento entre ambos sistemas. Además, hay dos vías visuales principales, una para el movimiento de imágenes (magnocelular: células M) y otra para discriminación de imágenes (parvocelular: células P). El sistema de seguimiento lento de dianas visuales se origina en el área V5 — homóloga humana del área visual TM en el macaco de la India—, que recibe aferencias del sistema visual primario, tanto desde la corteza (áreas estriada y extraestriada) como, probablemente, también información magnocelular directamente desde el ganglio geniculado (fig. 1-26). El deslizamiento de la imagen retiniana sirve de estímulo para alterar tónicamente la deriva del ojo. El área temporal superior medial (TSM) también interviene en la generación de señales de seguimiento en respuesta a estímulos móviles. Esta área parece que recibe información sobre los movimientos de la cabeza, así como de las órdenes para el movimiento de los ojos (copia de eferencia), y por eso es fundamental para generar movimientos de seguimiento de un objeto mientras la cabeza se está moviendo. El reconocimiento y selección de dianas visuales probablemente recibe aferencias adicionales a través de conexiones recíprocas con la CPP (homóloga humana del área 7a en el macaco). La información de las áreas TM y TSM se proyecta a través de la parte posterior de la cápsula interna hacia los NPDL y los núcleos pontinos laterales, incluyendo el NRTP. Desde estos núcleos protuberanciales, se envían proyecciones al cerebelo (paraflóculo y vermis dorsal), con señales de salida hacia los núcleos vestibulares y el grupo y —una colección de células en el pedúnculo cerebeloso inferior (fig. 1-27). Figura 1-26 Ilustración esquemática del sistema de seguimiento lento, mostrando los centros corticales relevantes y sus vías para generar los movimientos oculares de seguimiento lento. Téngase en cuenta que esta ilustración no pretende mostrar el esquema hipotético del sistema de seguimiento lento. Clave:COF, campo ocular frontal; CVP, corteza visual primaria; EC, estructuras cerebelosas; GST, generador de seguimiento troncoencefálico; PP, núcleos pontinos precerebelosos; V, núcleo vestibular; TM/TSM, área temporal medial/área temporal superior medial; TCS, tubérculo cuadrigémino superior. (Reproducido con autorización a partir de Kline LB. euro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008:54.) Figura 1-27 Esquema hipotético para el movimiento de seguimiento lento horizontal. La corteza visual primaria (V1) se proyecta a su homóloga del área visual temporal media (TM) que en seres humanos se sitúa en la unión temporoccipitoparietal. El área TM se proyecta a su homóloga del área visual temporal superior medial (TSM) y también al campo ocular frontal (COF). El área TSM también recibe información de su equivalente contralateral y se proyecta a través de la porción retrolenticular de la cápsula interna y la porción posterior del pedúnculo cerebral hasta el núcleo pontino dorsolateral ( PDL). El NPDL también recibe información importante para el seguimiento lento del COF; estas señales descienden por la parte medial del pedúnculo cerebral. El NPDL se proyecta, sobre todo contralateralmente, al flóculo, el paraflóculo y la úvula ventral del cerebelo; también existen proyecciones al vermis dorsal. El flóculo se proyecta al núcleo vestibular ipsolateral ( V), que a su vez se proyecta en el núcleo abducens contralateral. Obsérvese que los cortes del tronco cerebral están en planos diferentes de los de los hemisferios cerebrales. (Reproducido con autorización a partir de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006.) Para consultar los trastornos clínicos de la función de seguimiento, véase el apartado «Trastornos clínicos de los sistemas oculomotores» en el capítulo 7. Troncoencéfalo Las vías supranucleares para sacádicos y movimientos de seguimiento lento terminan por alcanzar la red nerviosa del troncoencéfalo (a través del TCS y los GB), que permite los movimientos oculares conjugados. A continuación se describen estructuras importantes del tronco del encéfalo que intervienen en el control de la mirada. Como regla general, el mesencéfalo se ocupa de los movimientos oculares verticales, y la protuberancia, de los movimientos horizontales. Los sacádicos verticales y torsionales se generan en las células de ráfagas excitadoras del irFLM del mesencéfalo. Por otro lado, las vías para los movimientos vestibulares verticales y de seguimiento lento vertical ascienden desde el bulbo y la protuberancia hasta el mesencéfalo a través del FLM. Los sacádicos horizontales se originan en las neuronas de ráfagas excitadoras de la FRPP, mientras que los movimientos de seguimiento lento horizontales proceden del núcleo del VI par craneal, que recibe aferencias del vestíbulo-cerebelo (v. «Cerebelo», más adelante en este capítulo). El control de la mirada vertical radica en el mesencéfalo. El centro de la mirada primaria se localiza en el irFLM (fig. 1-28). Esta área recibe señales de los núcleos vestibulares medial y superior a través del FLM y otras conexiones internucleares. Otras áreas del mesencéfalo rostral, como el NIC y el núcleo de Darkschewitsch, también modulan la movilidad vertical. Las señales de descarga celular pueden provenir en parte de la FRPP caudalmente, pero también pueden originarse localmente en el irFLM. El NIC (integrador nervioso de la mirada vertical y torsional) recibe señales del irFLM y de los núcleos vestibulares y se proyecta a las motoneuronas del III y IV par a través de la CP. La actividad del centro de la mirada vertical se distribuye a los pares III y IV. La información implicada en la mirada hacia arriba cruza la comisura posterior. El daño de esta vía produce el síndrome del mesencéfalo dorsal, que se caracteriza clínicamente por dificultad para la mirada vertical (sobre todo deterioro de la supraducción), desnivelación ocular, disociación pupilar luz-acercamiento, retracción palpebral y nistagmo de convergencia-retracción (NCR). El NCR suele ponerse de manifiesto haciendo que el paciente mire un tambor de NOC que gira hacia abajo, y representa la co-contracción simultánea de los músculos rectos medio y lateral (v. cap. 9). Figura 1-28 Esquemas anatómicos para la síntesis de los movimientos oculares hacia arriba, hacia abajo y torsionales (en rojo). Desde los canales semicirculares verticales, las aferencias primarias sobre el nervio vestibular (nv) sinapsan en los núcleos vestibulares ( V) y ascienden dentro del fascículo longitudinal medio (FLM) y el pedúnculo cerebeloso superior (no mostrado) para contactar con las neuronas del núcleo troclear (IV par), el núcleo motor ocular común (III par) y el núcleo intersticial de Cajal ( IC). (Para mayor claridad, solo se muestran las proyecciones vestibulares excitadoras.) El núcleo intersticial rostral del fascículo longitudinal medio (irFLM), que está en los campos prerrúbricos, contiene neuronas de ráfagas sacádicas. Recibe una señal inhibidora de las neuronas de omnipausa del núcleo del rafe interpositus (RIP), que se encuentra en la protuberancia (para mayor claridad, esta proyección solo se muestra para los movimientos hacia arriba). Las neuronas de ráfagas excitadoras del irFLM se proyectan a las motoneuronas del III par y el IV par y envían colaterales axonales al NIC. Cada neurona del irFLM envía colaterales axonales a un par de músculos yunta (ley de Hering). Las proyecciones a los subnúcleos elevadores (que inervan los músculos recto superior y oblicuo inferior) pueden ser bilaterales a causa de las colaterales axonales que se cruzan a nivel del núcleo del III par. Las proyecciones de las neuronas de ráfagas inhibidoras son peor conocidas y no se muestran aquí. Las señales que contribuyen al seguimiento lento vertical y al acoplamiento ojo-cabeza alcanzan el III par desde el grupo y a través del pedúnculo cerebeloso superior y un haz tegmentario ventral cruzado. Clave:CP, comisura posterior; oi, subnúcleo del oblicuo inferior; os, núcleo del oblicuo superior; ri, subnúcleo del recto inferior; rs, subnúcleo del recto superior. (Modificado de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006.) La mirada horizontal es coordinada a través del núcleo del VI par en la protuberancia caudal dorsal (fig. 1-29). Este núcleo recibe aferencias tónicas desde el conducto semicircular horizontal contralateral a través de los núcleos vestibulares medial y lateral. La información para las ráfagas es proporcionada por la FRPP adyacente al núcleo del VI par y el FLM. Las células de ráfagas normalmente están inhibidas por las neuronas de omnipausa del RIP. Actualmente se cree que los sacádicos empiezan con la inhibición supranuclear de las células de omnipausa, que permitiría que los impulsos de las células de ráfagas activaran los centros de la mirada horizontal y vertical (fig. 130). Para producir un movimiento horizontal en ambos ojos, debe distribuirse una señal para que aumenten las contracciones de los músculos recto lateral ipsolateral y recto medial contralateral. El músculo recto lateral está inervado directamente por el VI par ipsolateral, mientras que el recto medial contralateral es estimulado por interneuronas que atraviesan la protuberancia y ascienden por el FLM contralateral. Así, por ejemplo, la patología que afecte al FLM derecho originará un déficit de aducción derecho (ipsolateral) al intentar mirar a la izquierda, a menudo acompañado de nistagmo en abducción del ojo izquierdo (contralateral). Estos hallazgos se conocen clínicamente como oftalmoplejía internuclear (OI ). Para más información sobre la OIN, véase «Causas internucleares de diplopía» en el capítulo 8. Figura 1-29 Esquema anatómico de la síntesis de señales para los movimientos horizontales de los ojos. El núcleo del motor ocular externo ( VI par) contiene motoneuronas, que inervan el músculo recto lateral (RL) ipsolateral, y neuronas internucleares, que envían una proyección ascendente por el fascículo longitudinal medial (FLM) contralateral para contactar con las motoneuronas del recto medial (RM) en el núcleo del III par ( III par) contralateral. Desde el conducto semicircular horizontal, se proyectan aferencias primarias sobre el nervio vestibular principalmente al núcleo vestibular ( VIII par), donde hacen sinapsis y envían una conexión excitadora al N VI par contralateral y una proyección inhibidora al N VI par ipsolateral. Las aferencias sacádicas alcanzan el N VI par desde las neuronas de ráfagas excitadoras ( RE) ipsolaterales y las neuronas de ráfagas inhibidoras ( RI) contralaterales. Las NRE y las NRI se alojan en la formación reticular paramediana pontina (FRPP). Concretamente, la FRPP está compuesta por tres núcleos, desde la protuberancia caudal hasta el bulbo rostral: 1) núcleo reticular pontino caudal (que contiene las NRE); 2) núcleo del rafe interpositus (que contiene las células de pausa), y 3) núcleo paragigantocelular dorsal o formación reticular bulbar (FRB) (que contiene las NRI). La información sobre la posición del ojo (proveniente del integrador nervioso) alcanza el N VI par desde neuronas en el núcleo prepositus del hipogloso ( PH) y el N VIII par adyacente. Las motoneuronas del recto medial en el N III par también reciben una orden para los movimientos oculares de vergencia. Los cortes anatómicos a la derecha corresponden al nivel de las puntas de flecha en el esquema de la izquierda. Clave:VII par, nervio facial; VI, núcleo vestibular inferior; VM, núcleo vestibular medial; VS, núcleo vestibular superior; PCI, pedúnculo cerebeloso inferior; TAD, tracto ascendente de Deiters; TTC, tracto tegmental central. (Modificado de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006.) Figura 1-30 Esquema de la red troncoencefálica de generación de sacádicos. Las motoneuronas que inervan los músculos extraoculares de acción horizontal reciben órdenes sacádicas de las neuronas de ráfagas en la formación reticular pontina paramediana (FRPP). Las motoneuronas que inervan los músculos extraoculares de acción vertical reciben órdenes sacádicas desde las neuronas de ráfagas del núcleo intersticial rostral del fascículo longitudinal medial (irFLM) en el mesencéfalo. Ambos tipos de neuronas de ráfagas son modulados por las neuronas de omnipausa situadas en el núcleo del rafe interpositus (RIP) de la protuberancia. Cada sacádico se inicia con una señal activadora que inhibe las neuronas de omnipausa; seguidamente, una hipotéticas neuronas pestillo, que recibirían señales de las neuronas de ráfagas, inhibirían las neuronas de omnipausa hasta que se complete el sacádico. (Modificado con autorización a partir de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006.) La distribución de la información tanto infranuclear (núcleos y pares craneales oculomotores) como supranuclear requiere una comunicación internuclear en el troncoencéfalo. La más importante de estas vías, el FLM, discurre en dos columnas paralelas desde la médula espinal hasta un área de la CP mesencefálica que se sitúa dorsomedial al núcleo rojo y rostral al NIC. El grueso de las fibras que forman el FLM se origina en los núcleos vestibulares. Las proyecciones desde el núcleo vestibular superior son ipsolaterales, mientras que las del núcleo vestibular medial son contralaterales. El FLM también recibe interneuronas procedentes del núcleo del VI par contralateral. Otras vías verticales serían el brachium conjunctivum y el tracto ascendente de Deiters. Este último discurre lateral al FLM y manda señales desde los núcleos vestibulares de ese lado hacia el subnúcleo del recto medial del mesencéfalo, modulando la respuesta vestibular durante la fijación de cerca. Para mantener la mirada excéntrica, debe aportarse impulso tónico adicional a los músculos yunta que conservan el ojo en posición. Este impulso se consigue al integrar la señal de velocidad proporcionada por la actividad de las neuronas de descarga. Para los movimientos horizontales del ojo, la integración tiene lugar en el NPH, localizado junto al núcleo vestibular medial en la unión pontobulbar, que recibe información del cerebelo. El NIC y el cerebelo están implicados en la integración neural para los movimientos verticales. La patología que afecta a este integrador nervioso (a menudo metabólica, asociada al consumo de alcohol o de fármacos antiepilépticos) provoca la imposibilidad de mantener la mirada excéntrica, lo que clínicamente se conoce como nistagmo parético. Sistema oculovestibular La información de salida de los núcleos vestibulares supone la principal aferencia infranuclear para la motilidad ocular y la principal señal tónica para la posición de los ojos. Este sistema tiene uno de los arcos más cortos del sistema nervioso, produciendo una respuesta rápida de latencia extraordinariamente corta. Las células pilosas de los canales semicirculares (fig. 1-31) alteran su descarga en respuesta al movimiento relativo de la endolinfa. La señal se produce por un cambio en la velocidad (aceleración cefálica) en uno de los tres ejes. La información se transmite luego a los núcleos vestibulares (localizados lateralmente en el bulbo rostral) a través de los nervios vestibulares inferior y superior. Otra aportación a los nervios vestibulares procede de las células pilosas de la mácula acústica del utrículo y el sáculo. Los cristales de carbonato cálcico de los otolitos responden a la aceleración lineal (fundamentalmente gravitatoria) para orientar el cuerpo. El nervio vestibular y la señal de salida del laberinto membranoso (el nervio coclear) componen el complejo del VIII par y salen del peñasco por el orificio auditivo interno. El VIII par atraviesa el espacio subaracnoideo en el ángulo pontocerebeloso. Dentro del bulbo raquídeo, la información vestibular hace sinapsis en los núcleos vestibulares medial, lateral y superior. La información tónica desde el canal horizontal cruza directamente al centro de la mirada contralateral en el núcleo del VI par, situado en la parte dorsomedial de la protuberancia caudal, justo por debajo del cuarto ventrículo. La información tónica desde los canales anterior y posterior (fig. 1-32) viaja rostralmente a través de varias conexiones internucleares importantes para inervar el centro de la mirada vertical en el mesencéfalo rostral. Los núcleos vestibulares medial e inferior, así como el NPH y el núcleo olivar inferior, se proyectan al nódulo (un núcleo central del cerebelo) y la úvula ventral. Esta vía, que se proyecta de vuelta a los núcleos vestibulares, es responsable del mecanismo de almacenamiento de velocidad (o sea, el mecanismo que mantiene la señal vestibular después de la señal de las neuronas vestibulares primarias). Figura 1-31 Sistema vestibular. A. Esquema del laberinto en los mamíferos. Se muestra la cresta del canal semicircular lateral, pero no se etiqueta (canal que se proyecta hacia delante). B. Transducción del movimiento por las células pilosas vestibulares. En reposo existe una tasa basal de descarga de potenciales de acción en las aferencias vestibulares primarias (centro). Las fuerzas de cizallamiento sobre las células pilosas causan despolarización (izquierda) si los estereocilios se inclinan hacia el cinocilio (indicado por el cilio más largo, con extremo redondeado), o hiperpolarización (derecha) si los estereocilios se alejan del cinocilio. Esto modula la tasa de descarga en la neurona del nervio vestibular. (Reproducido con autorización a partir de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006.) Figura 1-32 Probables conexiones directas del reflejo oculovestibular (ROV). Las neuronas excitatorias se indican con círculos vacíos y las neuronas inhibitorias mediante círculos negros. III, complejo nuclear del oculomotor común; IV, núcleo troclear; VI, núcleo del motor ocular externo; XII, núcleo hipogloso; CanA, canal semicircular anterior; CH, canal semicircular horizontal (o lateral); CanP, canal semicircular posterior; FLM, fascículo longitudinal medio; HAD, haz ascendente de Deiters; IC, núcleo intersticial de Cajal; OI, músculo oblicuo inferior; OS, músculo oblicuo superior; PCS, pedúnculo cerebeloso superior; PH, núcleo prepositus; RI, músculo recto inferior; RL, músculo recto lateral; RM, músculo recto medial; RS, músculo recto superior; VI, núcleo vestibular inferior; VL, núcleo vestibular lateral; VM, núcleo vestibular medial; VS, núcleo vestibular superior; VTV, vía del tegmento ventral. (Reproducido con autorización a partir de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 3rd ed. New York: Oxford University Press; 1999.) Para consultar sobre los trastornos del sistema oculovestibular, véase en el capítulo 7 «Trastornos clínicos de los sistemas oculomotores». Cerebelo La otra conexión importante del sistema oculomotor es con el vestíbulo-cerebelo. Las estructuras de esta área, sobre todo a través del pedúnculo cerebeloso superior, son responsables de ajustar la ganancia de todos los movimientos oculares. La ganancia puede definirse como la información de salida dividida por la información de entrada. Por ejemplo, mantener los ojos estables en el espacio mientras la cabeza rota, requiere que los ojos se muevan en dirección opuesta a la rotación cefálica a la misma velocidad y distancia; esto se consideraría una ganancia de 1. El cerebelo participa en el ajuste de la ganancia que permite la compensación después de lesiones periféricas (p. ej., disfunción del nervio vestibular por una neuritis vestibular). Los procesos patológicos que afectan directamente al cerebelo pueden aumentar o reducir la ganancia de los sistemas oculomotores, como el reflejo oculovestibular. El cerebelo puede dividirse en el arqueocerebelo (la parte más caudal e inferior, que contiene los dos flóculos y el nódulo en la línea media), el paleocerebelo (que incluye el vermis, la pirámide, la úvula y el paraflóculo) y el neocerebelo (el resto de los hemisferios cerebelosos). El lóbulo floculonodular junto con partes del paraflóculo componen el vestibulocerebelo. Dos núcleos cerebelosos adicionales de importancia oculomotora localizados en la sustancia blanca de los hemisferios cerebelosos son los núcleos dentado (más lateral) y fastigial (más medial). La información de copia de eferencia (respecto a la posición ocular) procede directamente de las vías oculomotoras (posiblemente a través de grupos celulares de los cordones paramedianos dentro de los núcleos vestibulares), mientras que la información aferente de señal de error llega al cerebelo a través de fibras que ascienden desde el núcleo olivar inferior. Las aferencias adicionales del paraflóculo y el flóculo cerebelosos incluyen las señales de fibras musgosas procedentes de los núcleos vestibulares y el NPH. Las células de Purkinje del paraflóculo descargan durante el seguimiento lento. Una señal de error (la diferencia entre la velocidad del movimiento ocular y la velocidad de la imagen retiniana) produce la descarga de los lóbulos sexto y séptimo del vermis dorsal; por eso, el vermis dorsal, que se proyecta al núcleo fastigial, puede intervenir en la iniciación de los movimientos de seguimiento y sacádicos. La información del flóculo se proyecta a los núcleos vestibulares superior y medial. El núcleo fastigial es responsable de compensar el desequilibrio natural de la señal de los canales semicirculares de orientación vertical. Por eso, la pérdida de la función fastigial puede asociarse al desarrollo de nistagmo hacia abajo, ya que el desequilibrio de la información vertical causa desviación constante hacia arriba. Véase el capítulo 9, «Paciente con nistagmo o trastornos espontáneos de los movimientos oculares», para un estudio más a fondo del nistagmo y otros problemas oculomotores. Pares craneales oculomotores Sin actividad nerviosa, los ejes visuales suelen estar leve a moderadamente divergentes. El principal impulso tónico para la motilidad ocular procede de tres parejas de nervios craneales oculomotores —III, IV y VI— que inervan los seis MEO que controlan los movimientos del ojo (fig. 1-33). Además, el III par inerva también los músculos elevador del párpado superior y esfínter pupilar. Figura 1-33 Vista lateral del trayecto de los pares craneales III, IV y VI. (Ilustración de Dave Peace.) Salvo el oblicuo inferior, la inervación de cada uno de los MEO ocurre aproximadamente a un tercio de la distancia del vértice orbitario. El oblicuo inferior recibe su inervación cerca de su punto medio desde un haz neurovascular que discurre paralelo a la cara lateral del recto inferior. Los seis MEO reciben su inervación por su superficie interna, salvo el oblicuo superior, al que llegan ramas del IV par desde la superficie superior (externa) del músculo. Véase, en el capítulo 8, «Paciente con diplopía», la presentación clínica de los trastornos por lesiones infranucleares, fasciculares y periféricas de los pares craneales oculomotores. ervio motor ocular externo (VI par) El VI par se origina en la parte dorsocaudal de la protuberancia justo por debajo del IV ventrículo. Su núcleo está rodeado por el asa de fibras del nervio facial (rodilla) y es adyacente a la FRPP y el FLM (fig. 1-34). El núcleo contiene motoneuronas primarias e interneuronas que se cruzan al FLM contralateral para alcanzar el núcleo del III par. Por eso, la patología que afecta al núcleo del VI par produce una parálisis ipsolateral de la mirada. Los axones motores que salen del núcleo del VI par (aproximadamente 4.000-6.000 axones) avanzan hacia delante y ligeramente hacia fuera, por dentro del núcleo olivar superior, para salir por la superficie ventral de la protuberancia inferior. Mientras atraviesan el troncoencéfalo, sus fascículos se sitúan junto al haz espinal del nervio trigémino y atraviesan los haces corticobulbares. Tras salir del tronco encefálico, los nervios discurren rostralmente dentro del espacio subaracnoideo sobre la superficie del clivus, desde el área del ángulo pontocerebeloso hasta la porción posterosuperior de la fosa posterior. Los nervios perforan la duramadre aproximadamente 1 cm por debajo del vértice del peñasco y viajan bajo el ligamento petroclinoideo (ligamento de Gruber, que conecta el peñasco con la clinoides posterior) para entrar en el canal de Dorello. Dentro de este, el VI par discurre junto al seno petroso inferior. Una vez que se hace extradural, el VI par se encuentra en el interior del seno cavernoso (el único par craneal dentro de la sustancia de este seno), donde avanza paralelo al segmento horizontal de la arteria carótida. También se le unen durante un corto segmento ramas de la cadena simpática situada en la pared de la arteria carótida intracavernosa. Tras alcanzar la porción anterior del seno cavernoso, el VI par pasa por la hendidura orbitaria superior (fig. 1-35) a través del anillo de Zinn (v. fig. 1-3C) para entrar en la superficie medial del músculo recto lateral. Figura 1-34 Trayecto intraxial de los nervios oculomotores en la protuberancia (abajo) y el mesencéfalo (arriba). Obsérvense las relaciones anatómicas con el cerebelo y los pares craneales V y VII. (Ilustración de Craig A. Luce.) Figura 1-35 A. Trayecto subaracnoideo de los pares craneales oculomotores. Obsérvense las relaciones con estructuras durales circundantes, sobre todo la tienda del cerebelo y la duramadre del clivus. Los nervios entran en conductos durales: el III par en la parte posterior del seno cavernoso, el IV par en el borde tentorial y el VI par en el clivus.B. Principales vasos sanguíneos y sus relaciones con los pares oculomotores. Obsérvese el paso del III par entre la arteria cerebelosa superior por debajo y la arteria cerebral posterior por arriba. La irrigación del III par proviene de ramas de la arteria comunicante posterior, que queda muy cerca. El VI par también discurre junto a la arteria cerebelosa inferior anterior, que es una rama importante de la arteria basilar. C. Trayecto intracavernoso de los pares oculomotores. Los pares III y IV van por la pared lateral del seno cavernoso junto a las divisiones V1 y V2 del V par. El VI par discurre muy próximo a la arteria carótida dentro del propio seno cavernoso. Al dirigirse los nervios hacia la parte anterior del seno cavernoso y la hendidura orbitaria superior, la división V1 (oftálmica) se divide en tres ramas: los nervios lagrimal, frontal y nasociliar. Los nervios lagrimal y frontal pasan por encima del III y el IV par. El III par se divide en una rama superior y otra inferior, que pasan bajo el IV par para entrar en el vértice de la órbita a través del anillo de Zinn. Clave:ACA, apófisis clinoides anterior; ACI, arteria carótida interna; AcoA, arteria comunicante anterior. (Ilustraciones de Craig A. Luce.) ervio troclear (IV par) El IV par núcleo se sitúa dentro de la sustancia gris de la parte dorsal del mesencéfalo caudal, justo por debajo del acueducto, directamente contiguo al núcleo más rostral del III par (v. fig. 1-34). La porción intraxial del IV par (fascículo) es muy corta y discurre dorsalmente alrededor de la sustancia gris periacueductal para cruzar dentro del velo medular anterior, justo debajo de los tubérculos cuadrigéminos inferiores y bajo la epífisis. El IV par es el único nervio craneal que sale por la superficie dorsal del cerebro y el troncoencéfalo, y tiene el trayecto intracraneal no resguardado más largo (lo que probablemente explique su frecuente afectación en las contusiones cerebrales). Dentro del espacio subaracnoideo, el IV par (que contiene aproximadamente 2.000 fibras) cuelga alrededor del mesencéfalo, paralelo a la tienda del cerebelo justo bajo su borde (donde puede dañarse fácilmente durante intervenciones neuroquirúrgicas que afecten a esta estructura). Justo debajo de la inserción tentorial anterior, el IV par penetra en la parte posterolateral del seno cavernoso inmediatamente por abajo del III par. Cubierto por una vaina variable, el IV par avanza hacia delante dentro de la pared del seno. Por delante, el nervio cruza sobre el III par para entrar en la hendidura orbitaria superior por fuera y encima del anillo de Zinn. El IV par cruza sobre el nervio óptico para penetrar en el músculo oblicuo superior en la órbita superomedial. ervio motor ocular común (III par) El núcleo del III par se localiza dorsalmente dentro del mesencéfalo bajo el acueducto que conecta el III y el IV ventrículo (v. fig. 1-35). El complejo nuclear representa en realidad una agrupación de subnúcleos que tienen funciones específicas identificables. En la parte más dorsal, el núcleo caudal central es una estructura de la línea media que inerva a ambos músculos elevadores del párpado superior. Rostralmente, el núcleo de Edinger-Westphal (EW) es una estructura pareada que envía señales parasimpáticas para los músculos esfínteres de la pupila y los músculos acomodativos del cuerpo ciliar. El complejo medial, que queda más ventralmente, se ha demostrado que contiene tres subnúcleos que desempeñan diversas funciones sobre el recto medio. Uno de ellos puede recibir información de la formación reticular mesencefálica, activándose en respuesta a la disparidad temporal retiniana que indica cercanía del objeto. Otras conexiones son las vías que ligan al NRTP con el vermis cerebeloso, el flóculo y el núcleo fastigial. El subnúcleo del recto inferior está situado dorsal y rostralmente. El subnúcleo del oblicuo inferior se localiza lateralmente entre los subnúcleos del recto inferior y el subnúcleo del recto medio ventral. Las fibras salen ventralmente, junto con las fibras destinadas a inervar al recto medio, recto inferior, pupila y cuerpo ciliar. Las fibras del subnúcleo del recto superior, que se sitúa en la línea media, se cruzan antes de salir ventralmente con las fibras destinadas al elevador del párpado; recuérdese que el IV par también se cruza para inervar al músculo oblicuo superior contralateral. Dentro del mesencéfalo, el III par está organizado topográficamente en una división superior (para el recto superior y elevador del párpado) y otra inferior (para los rectos medial e inferior, el oblicuo inferior, el esfínter pupilar y el cuerpo ciliar), pero la verdadera división anatómica en dos ramas se produce en el seno cavernoso anterior o la hendidura orbitaria superior. Los fascículos del III par atraviesan el tegmento del mesencéfalo ventral, pasando cerca y posiblemente a través del núcleo rojo, la sustancia negra y los haces corticoespinales dentro del pedúnculo cerebral. Múltiples fascículos, con un total aproximado de 15.000 fibras, salen por la superficie ventral de los pedúnculos. Aunque se ve como una estructura en el espacio subaracnoideo —igual que en el mesencéfalo—, el nervio y sus fibras están ordenados topográficamente. Dentro del espacio subaracnoideo, el nervio pasa entre la arteria cerebelosa superior por debajo y la arteria cerebral posterior por arriba, y recibe su aporte sanguíneo de ramas de la ACP proximal y la ACS, así como ramas tentoriales del tronco meningohipofisario. El nervio avanza algo oblicuo al borde tentorial, paralelo y lateral a la arteria comunicante posterior. Las fibras pupilares suelen hallarse sobre la superficie dorsomedial del nervio, donde son anatómicamente vulnerables a la compresión. El uncus, que es la parte más medial del lóbulo temporal, se localiza justo por encima de la tienda del cerebelo y el III par subaracnoideo. Los tumores supratentoriales unilaterales pueden empujar el uncus a través de la abertura de la tienda (herniación uncal) y comprimir el nervio motor ocular común ipsolateral. En el borde posterior de la duramadre del clivus y el seno cavernoso, el nervio entra en su propio canal dural justo por encima del IV par. Avanzando en la parte superior de la pared lateral del seno cavernoso, el nervio se separa otra vez en una división superior y otra inferior. Estas ramas entran en la órbita por la hendidura orbitaria superior dentro del anillo de Zinn. La división superior avanza intraconalmente hasta inervar primero el recto superior y luego el elevador del párpado por su superficie inferior. La división inferior manda fibras parasimpáticas al ganglio ciliar, situado en el vértice orbitario aproximadamente 10 mm por delante del anillo de Zinn y lateral al nervio óptico. Dentro del ganglio ciliar, hacen sinapsis las fibras destinadas al esfínter pupilar y el cuerpo ciliar. Las fibras posganglionares acompañan a la rama destinada al músculo oblicuo inferior. Existen aproximadamente 9-10 veces más fibras asociadas a la acomodación destinadas al cuerpo ciliar que fibras para el músculo esfínter pupilar. Esta disparidad es uno de los motivos de la disociación luzacercamiento en la pupila tónica de Adie (v. cap. 10). Bhatti MT, Eisenschenk S, Roper SN, Guy JR. Superior divisional third cranial nerve paresis: clinical and anatomical observations of 2 unique cases. Arch eurol. 2006;63(5):771–776. Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. New York: Oxford University Press; 2006. Rhoton AI, Natori Y. The Orbit and Sellar Region: Microsurgical Anatomy and Operative Approaches. New York: Thieme; 1996. Músculos extraoculares El final común de las vías que influyen en la posición del ojo dentro de la órbita está formado por los múltiples elementos de partes blandas conectados al globo ocular. Además de los MEO, estos tejidos incluyen el nervio óptico, la cápsula de Tenon, los vasos sanguíneos y la conjuntiva anteriormente. (La anatomía orbitaria se estudia en la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal.) De los seis MEO, cuatro son músculos rectos (lateral, medio, superior e inferior) y dos son oblicuos. Los rectos se originan junto al elevador del párpado en el anillo de Zinn, una condensación de tejido alrededor del nervio óptico en el vértice orbitario. Cursan hacia delante dentro de vainas que están conectadas por tabiques intermusculares para perforar la cápsula de Tenon posterior e insertarse en la esclerótica anterior, a una distancia variable por detrás del limbo corneal; esta separación entre el limbo y la inserción muscular aumenta progresivamente, siendo más corta para el recto medio, algo mayor para el inferior y el lateral y máxima para el recto superior (espiral de Tillaux). Los rectos también se mantienen en su posición por adherencias al periostio orbitario que actúan como poleas. Los dos músculos oblicuos se insertan sobre la parte posterolateral del globo ocular. El origen del músculo oblicuo inferior está en la zona anteromedial de la periórbita, cerca del borde posterior de la fosa lagrimal. El origen efectivo del músculo oblicuo superior es la tróclea, una estructura en forma de polea que se localiza en la muesca de la órbita superomedial. El músculo oblicuo superior discurre hacia delante en la órbita superomedial hasta la tróclea, donde su tendón invierte su dirección de acción. Los MEO son de masa y sección variables: el oblicuo inferior es el más delgado, y el recto medio, el más grande. Por eso, con la inervación tónica normal, el recto medial algo más potente reduce la foria divergente. Cada uno de los MEO tiene una serie de sarcómeros repetidos que componen cada fibra muscular. Las fibrillas de los MEO pueden dividirse al menos en dos subpoblaciones: fibras de contracción rápida y las escasas fibras de contracción lenta o tónicas. Las fibras tónicas están inervadas por una serie de uniones neuromusculares en forma de uva, mientras que cada una de las fibras de contracción rápida tiene una sola unión neuromuscular en placa. Las miofibrillas oculares y sus correspondientes conexiones neuromusculares son únicas. Estas especializaciones distinguen los sistemas musculares oculares de los músculos cardíaco, liso y esquelético, y puede explicar por qué ciertas enfermedades afectan o respetan preferentemente a los MEO. El recto lateral abduce el globo ocular; de forma similar, el recto medio lo aduce. Cada uno de los otros músculos tiene una función primaria, secundaria y terciaria que varía según la posición de la mirada (fig. 1-36). El músculo recto superior es principalmente elevador. Cuando aumenta la aducción del globo ocular, dicho músculo se va convirtiendo progresivamente en inciclotorsionador y aductor. De forma similar, en abducción, el recto inferior es sobre todo depresor, pero se va haciendo cada vez más exciclotorsionador y aductor cuando el ojo se va desplazando medialmente. El oblicuo superior realiza inciclotorsión y abducción, pero se va transformando en depresor cuando el ojo se aduce. El oblicuo inferior (que también se inserta en la esclerótica posterior) actúa principalmente como exciclotorsionador y abductor, pero va siendo cada vez más elevador en aducción. Los músculos superiores (oblicuo superior y recto superior de inervación contralateral) son por tanto inciclotorsionadores, mientras que los músculos inferiores (de inervación ipsolateral) son exciclotorsionadores. Una regla mnemotécnica útil es SIN (Superiores INciclotorsionan). Los oblicuos son abductores, mientras que los músculos rectos verticales actúan como aductores. Otra regla mnemotécnica útil es RAD (Rectos ADucen). Para una revisión más a fondo e ilustraciones de los MEO y sus acciones, véase la sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo. Consúltense también, en el capítulo 8, «Paciente con diplopía», las causas de disfunción clínica de los MEO. Figura 1-36 Funciones primarias, secundarias y terciarias de los músculos extraoculares, ojo derecho. (Ilustración de Christine Gralapp.) Anatomía sensorial y motora de la cara Aunque la importancia de los pares craneales II, III, IV y VI resulta evidente, los nervios trigémino (V par) y facial (VII par) también son fundamentales para un normal funcionamiento ocular y se afectan con frecuencia en los problemas neuroftalmológicos. Por ejemplo, el funcionamiento correcto del nervio trigémino es esencial para prevenir la lesión corneal. Además, la anestesia corneal completa puede acompañarse de crecimiento anormal del epitelio corneal (queratitis neurotrófica asociada a pérdida de secreción de factores de crecimiento neural). Rhoton AI, Natori Y. The Orbit and Sellar Region: Microsurgical Anatomy and Operative Approaches. New York: Thieme; 1996. ervio trigémino (V par craneal) El nervio sensorial termina en el núcleo trigeminal. El complejo nuclear del V par se extiende desde el mesencéfalo hasta la médula espinal cervical e incluye un núcleo mesencefálico, un núcleo sensorial principal y un núcleo espinal (fig. 1-37). El núcleo sensorial principal se localiza en la protuberancia por fuera del núcleo motor (la porción más superior del complejo trigeminal a excepción del núcleo mesencefálico) y recibe información del contacto ligero con la piel de la cara y las membranas mucosas. A continuación emite proyecciones al núcleo ventral posteromedial del tálamo contralateral. Desde aquí, la sensación se proyecta a la circunvolución poscentral (fig. 1-38). El núcleo mesencefálico recibe sensación propioceptiva y táctil profunda desde los músculos faciales, incluidos los masticatorios y los MEO. Además, un núcleo espinal, que se extiende caudalmente hasta el nivel de la vértebra C4, recibe información relativa a la temperatura y al dolor. El núcleo espinal se organiza ventrodorsalmente desde V1 a V3 y de arriba abajo desde la región peribucal hacia la periferia, envolviendo a las tres divisiones (con el consiguiente patrón en capas de cebolla). Los diversos núcleos sensoriales del trigémino se proyectan al tálamo contralateral y de aquí a la circunvolución poscentral (corteza sensorial primaria). El núcleo motor del nervio trigémino se encuentra en la protuberancia, medial al núcleo sensitivo. El núcleo motor envía señales para los músculos de la masticación (temporal, pterigoideos y masetero), el músculo tensor del tímpano (que amortigua la vibración timpánica sobre el oído medio como respuesta refleja a los ruidos fuertes), el tensor del velo del paladar (que orienta la úvula), el milohioideo y el vientre anterior del músculo digástrico (estos dos últimos son bandas musculares del cuello). Figura 1-37 Diagrama de las vías centrales y la inervación periférica del V par. (Reproducido con autorización a partir de Kline LB. euro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008:174.) Figura 1-38 Vías trigeminales ascendentes desde el núcleo sensorial principal. VPL, núcleo lateral posterior ventral; VPM, núcleo medial posterior ventral. (Reproducido con autorización a partir de Nolte J. The Human Brain: An Introduction to Its Functional Anatomy. 4th ed. St Louis: Mosby; 1998.) Los fascículos del V par entran en el troncoencéfalo ventralmente en la protuberancia y atraviesan extraxialmente el espacio subaracnoideo para perforar la duramadre justo por encima del peñasco temporal. Dentro del espacio subaracnoideo, la raíz del trigémino a menudo entra en contacto con la arteria cerebelosa superior. Esta proximidad puede ser una causa de neuralgia del trigémino (dolor facial atípico, que se estudia en el capítulo 12, «El paciente con dolor cefálico, ocular o facial») y es la base anatómica para la descompresión microvascular. La irrigación de la raíz del trigémino procede de ramas de las arterias cerebelosa superior, pontina y cerebelosa inferior anterior. Las tres divisiones del V par sinapsan en el ganglio trigeminal (de Gasser), localizado en un espacio extradural del suelo de la fosa craneal media (cavidad de Meckel) (fig. 1-39). Figura 1-39 Vista lateral de la órbita, que muestra sus nervios sensitivos. (Ilustración de Dave Peace.) La rama oftálmica (V1) es la más anterior en salir del ganglio de Gasser. Cursa hacia delante dentro de la pared lateral del seno cavernoso justo por debajo del IV par. Cuando ya extradural se aproxima a la hendidura orbitaria superior, se divide en tres ramas principales: lagrimal, frontal y nasociliar. Además, da pequeñas ramas que inervan la duramadre anterior de la fosa craneal media, incluido el seno cavernoso, la región paraselar, la tienda del cerebelo y la duramadre del vértice del peñasco. Estas ramas también inervan el suelo de la fosa craneal anterior, incluyendo la hoz del cerebro y los principales vasos sanguíneos de la base del cráneo. Los nervios lagrimal y frontal entran en el vértice orbitario por fuera del anillo de Zinn. El nervio frontal pasa ligeramente medial para avanzar por la órbita superior justo debajo de la periórbita sobre el elevador del párpado. Terminalmente, el nervio frontal se divide en las ramas supraorbitaria y supratroclear, que inervan la frente, el seno frontal y el párpado superior (incluida la conjuntiva). El nervio lagrimal también discurre anteriormente en la parte superolateral de la órbita hasta inervar la glándula lagrimal y parte de la piel superotemporal a la órbita. La rama nasociliar es la única que entra en el espacio intraconal a través del anillo de Zinn; antes de hacerlo, se asocia al simpático que originalmente acompañaba al VI par tras abandonar la vaina carotídea. La rama nasociliar atraviesa el ganglio ciliar y se dirige adelante para inervar el globo ocular mediante los nervios ciliares posteriores cortos y largos. Antes de llegar al ojo, ramas del nervio nasociliar atraviesan los orificios etmoidales anterior y posterior para inervar parte de los senos etmoidales, la pared lateral de la nariz y la piel de la nariz hasta su punta. Esta coinervación del globo ocular y la piel nasal es responsable del signo de Hutchinson. Este signo se pude ver en el zóster oftálmico, en el que una lesión herpética de la punta de la nariz comporta un riesgo mayor de afectación corneal debido a la naturaleza neurotrópica de este ADNvirus. Las ramas terminales del nervio nasociliar en la córnea contienen una de las mayores concentraciones de terminales nerviosas sensoriales del cuerpo. Estas fibrillas desnudas se insinúan entre las células de las cuatro capas basales del epitelio corneal y son la base anatómica de la extremada sensibilidad de la cornea. La rama maxilar (V2) avanza por la base lateral del seno cavernoso para entrar en el agujero redondo, localizado justo debajo de la hendidura orbitaria superior. Inmediatamente antes de entrar en este canal, V2 emite el nervio meníngeo medio, que inerva la duramadre de la parte lateral de la fosa craneal media. En el extremo anterior del agujero redondo, V2 entra en el área pterigomaxilar, justo por debajo de la hendidura orbitaria inferior. Dos grandes nervios pterigopalatinos recogen la sensación de la nasofaringe, el paladar blando y duro y parte de la fosa nasal. Los nervios alveolares posteriores transportan la sensación de las encías y los molares superiores. El nervio cigomático entra en la órbita a través de la hendidura orbitaria inferior y se divide en los nervios cigomaticofacial y cigomaticotemporal, que recogen la sensación de la parte lateral de la cara (v. fig. 1-39). El nervio maxilar continúa hacia delante dentro de un canal entre la órbita por encima y el seno maxilar por debajo hasta salir por el orificio infraorbitario (como nervio infraorbitario) justo debajo del reborde orbitario inferior. Posteriormente se divide en ramas palpebral, nasal y labial. Esta división del nervio recoge la sensación de la mejilla, del párpado inferior y de los dientes y encías superiores. La división mandibular (V3) atraviesa el agujero oval, por fuera del agujero rasgado y medial al agujero espinoso (que contiene la arteria meníngea media). La rama V3 inerva la piel de la mandíbula y también transporta la división motora del nervio trigémino para los músculos masticatorios y cervicales. La parálisis motora produce desviación contralateral de la mandíbula cuando se cierra (debilidad del músculo temporal) y desviación ipsolateral cuando se protruye (por debilidad del pterigoideo lateral). ervio facial (VII par craneal) El VII par es responsable del movimiento de los músculos de la cara. Los movimientos faciales voluntarios se originan junto a otra actividad motora en la circunvolución precentral. Los haces de sustancias blanca atraviesan la cápsula interna y los pedúnculos cerebrales junto a otras fibras corticobulbares. Las motoneuronas destinadas a la hemicara superior reciben información de ambos lados (inervación bilateral), mientras que la musculatura facial inferior recibe información solo de la corteza contralateral. Los núcleos faciales reciben información adicional de conexiones extrapiramidales de los ganglios basales. Estas son las principales responsables del parpadeo involuntario, así como del parpadeo anormal visto en las enfermedades de los ganglios basales como el Parkinson, probablemente mediado por alteraciones de la inhibición del reflejo parpadeo. Se han identificado proyecciones desde el tubérculo cuadrigémino superior hasta el núcleo del rafe magno que producen la excitabilidad de las neuronas trigeminales espinales asociadas con el parpadeo reflejo. El tubérculo cuadrigémino a su vez recibe señales inhibitorias (GABA) de la pars reticulata de la sustancia negra. Las fibras motoras del VII par se originan en el tegmento de la protuberancia inferior por delante y fuera del núcleo del VI par y medial al núcleo espinal del nervio trigémino (fig. 1-40). El subnúcleo dorsal recibe inervación bilateral y se encarga de la hemicara superior; el subnúcleo lateral (inervación contralateral) se ocupa de la hemicara inferior. Los fascículos del VII par pasan dorsomedialmente para rodear el núcleo abducens, creando una protrusión en el suelo del IV ventrículo (la rodilla del nervio facial intraxial y el colículo del nervio facial en el suelo del IV ventrículo). El VII par sale por la superficie ventrolateral de la protuberancia junto a fascículos del nervio intermedio (que contiene las fibras sensoriales del nervio facial y las fibras eferentes viscerales [v. el apartado «Vías parasimpáticas» más adelante en este capítulo]). El VII par subaracnoideo discurre hacia delante y afuera hasta llegar al orificio auditivo interno junto a los nervios vestibulares superior e inferior y el nervio coclear o auditivo (VIII par). Figura 1-40 Anatomía funcional del nervio facial (VII par) y diagnóstico de la debilidad facial periférica. Aunque el VII par tiene un curso largo y tortuoso, puede deducirse el lugar de su afectación según el déficit clínico del paciente. El VII par es de función predominantemente motora. Su núcleo se sitúa en la protuberancia inferior. El nervio cursa dorsomedialmente y rodea el núcleo del nervio motor ocular externo (VI par). Tras girar alrededor de dicho núcleo, el nervio se sitúa próximo al VI par. El VII par sale de la protuberancia en el ángulo pontocerebeloso cerca de los pares V, VI y VIII. El VIII par, la raíz motora del VII par y el nervio intermedio (raíz sensorial y parasimpática del VII par) entran en el orificio auditivo interno. Las células sensoriales localizadas en el ganglio geniculado continúan distalmente como el nervio de la cuerda del tímpano, que transporta las fibras gustativas. Las fibras periféricas del nervio intermedio que forma parte del VII par promueven la secreción salival, lagrimal y mucosa. (Reproducido con autorización a partir de Gilden DH. Clinical practice: Bell’s palsy. N Engl J Med. 2004;351:1327.) Dentro del peñasco, el nervio facial entra en el canal de Falopio y atraviesa sus tres segmentos (laberíntico, timpánico y mastoideo) en estrecha proximidad a los canales semicirculares. Las fibras parasimpáticas destinadas a la glándula lagrimal se separan del VII par en la región del ganglio geniculado para acompañar al nervio petroso superficial mayor. El nervio estapedio sale para inervar el músculo del mismo nombre, y la cuerda del tímpano lleva inervación parasimpática a la glándula submaxilar y fibras aferentes a los dos tercios anteriores de la lengua. Estas fibras aferentes especiales son responsables del gusto en la parte anterior de la lengua y hacen sinapsis en el ganglio geniculado. La principal rama del VII par sale del agujero estilomastoideo justo por detrás de la apófisis estiloides en la base de la mastoides. El tronco extracraneal del nervio cursa entre los lóbulos superficial y profundo de la glándula parótida, donde se divide en dos ramas, la temporofacial superiormente y la más pequeña cervicofacial inferiormente. Estas se dividen a su vez de forma variable en cinco ramas principales: temporal, cigomática, infraorbitaria, bucal y mandibular. Las ramas temporal y cigomática inervan lateralmente los músculos orbiculares oculares. Las ramas infraorbitaria y bucal también pueden contribuir variablemente a la inervación del orbicular inferior. Párpados Los músculos de los párpados se dividen en una porción orbitaria (responsable del cierre forzado) y otra palpebral. Los músculos palpebrales se separan a su vez en un componente pretarsal (predominantemente con fibras de contracción rápida intermedias responsables del parpadeo normal) y otro preseptal. Esta separación tiene lugar en el surco del párpado superior, localizado a unos 67 mm del borde palpebral. Este surco está formado por la inserción colateral de la aponeurosis del elevador en la piel del párpado. El cierre de los párpados se produce por el aumento de la actividad del músculo orbicular y la inhibición del elevador. El equilibrio entre la actividad tónica del elevador y las contracciones del elevador determinan el grado de apertura palpebral. Para el estudio de las anomalías palpebrales encontradas en la práctica neuroftalmológica, véase el capítulo 11, Paciente con anomalías palpebrales o faciales. Para un estudio más extenso, con ilustraciones, de la anatomía palpebral, consúltese la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal. Vías autónomas oculares El sistema nervioso autónomo también es crucial para el funcionamiento normal del sistema visual. En particular, las ramas del sistema parasimpático intervienen en la función lagrimal y el tamaño pupilar está controlado por un equilibrio entre la inervación simpática del músculo dilatador del iris y las fibras parasimpáticas para el esfínter pupilar. Los músculos retractores accesorios, incluido el músculo de Müller del párpado superior, reciben inervación simpática. Vías simpáticas La actividad simpática se origina en la región posterolateral del hipotálamo, y está influida por señales de la corteza frontal, sensoriomotora y occipital y del sistema límbico (circunvolución cingulada). El curso de las fibras simpáticas destinadas a la órbita se divide en tres segmentos de primer, segundo y tercer orden (fig. 1-41). Los axones destinados a los músculos dilatadores de la pupila y el músculo de Müller descienden como segmento de primer orden, junto a otras fibras simpáticas, superficialmente en la columna anteromedial del troncoencéfalo hasta la medula espinal. Dentro de la médula cervical, las fibras simpáticas continúan por la columna intermediolateral. Del C8 al T2, el simpático destinado a la órbita hace sinapsis en el núcleo cilioespinal de Budge-Waller. Figura 1-41 Anatomía de la vía simpática que muestra la neurona central de primer orden, la neurona intermedia de segundo orden y la neurona de tercer orden. Obsérvese la proximidad del vértice pulmonar a la cadena simpática. Obsérvese también la relación de las fibras simpáticas intracavernosas con el VI par. (Ilustración de Christine Gralapp.) Las fibras postsinápticas de segundo orden abandonan la médula espinal por sus ramas ventrales de la columna cervical (C8) y dorsal superior (T1 y T2) antes de unirse al plexo simpático paravertebral. La cadena simpática asciende y pasa bajo el asa subclavia, próxima a la arteria innominada a la derecha y a la arteria subclavia a la izquierda y justo por encima del vértice pulmonar. Estas fibras atraviesan los ganglios cervicales inferior y medio para terminar en el ganglio cervical superior, a nivel del ángulo de la mandíbula (C2) y la bifurcación carotídea. Las fibras posganglionares de tercer orden continúan por la pared de la carótida bifurcada. Las fibras simpáticas que inervan las glándulas sudoríparas de la hemicara inferior acompañan a la arteria carótida externa. Las fibras simpáticas destinadas a la pupila continúan junto a la carótida interna y penetran en el cráneo por el canal carotídeo. Algunas fibras simpáticas dejan la carótida cuando sale del peñasco y, junto al nervio petroso superficial mayor, forman el nervio vidiano. Estas fibras simpáticas son paralelas a las parasimpáticas para la glándula lagrimal. Dentro del seno cavernoso, las fibras simpáticas destinadas al músculo dilatador dejan a la carótida junto al VI par durante unos milímetros. Más hacia delante en el seno cavernoso, el simpático se une a la rama nasociliar de la división oftálmica del trigémino. En el vértice orbitario, las fibras atraviesan el ganglio ciliar sin hacer sinapsis. Junto a la rama nasociliar, las fibras simpáticas alcanzan el globo ocular y acompañan a los nervios ciliares hasta los músculos dilatadores del iris. Estos se sitúan justo por delante del epitelio pigmentario posterior del iris, que se continúa periféricamente con la capa no pigmentada superficial del cuerpo ciliar. Las células mioepiteliales miden aproximadamente 12,5 µm de espesor, con una porción epitelial apical y otra muscular basal que se orientan radialmente hacia la abertura pupilar. Los procesos musculares terminan por fuera del músculo esfínter. Periféricamente en la raíz del iris, estas células se continúan con el epitelio pigmentario del cuerpo ciliar. Las fibras destinadas al músculo de Müller acompañan a la arteria oftálmica y posteriormente a sus ramas frontal y lagrimal. El músculo de Müller se origina cerca del origen de la aponeurosis del elevador y se inserta 10-12 mm por debajo del borde superior del tarso. Está muy vascularizado y queda justo en la profundidad del fondo de saco conjuntival superior, que se extiende superiormente desde el tarso. Las fibras simpáticas de la órbita supe rior también inervan las glándulas sudoríparas de la frente. Por tanto, la interrupción de estas fibras es responsable tanto de la leve ptosis como de la anhidrosis frontal típicas del síndrome de Horner distal. Vías parasimpáticas La actividad parasimpática se origina en diversas áreas del troncoencéfalo. Las fibras que controlan el músculo esfínter pupilar se originan en el núcleo de EW del complejo nuclear del III par en el mesencéfalo. La principal aferencia para los núcleos de EW proviene de los núcleos pretectales, tanto directamente como a través de la comisura posterior. Los núcleos pretectales, a su vez, reciben señales directamente de las vías visuales primarias a través del haz pupilar, que deja la cintilla óptica en el brachium del tubérculo cuadrigémino superior justo por delante del cuerpo geniculado lateral (fig. 1-42). La corteza (sobre todo los lóbulos frontales), el hipotálamo y el sistema activador reticular aportan señales inhibitorias tónicas al núcleo de EW. Durante el sueño, la pupila se contrae por la pérdida de esta actividad inhibitoria. Además, el núcleo de EW recibe información del mesencéfalo más ventral y superior, probablemente en relación con la disparidad bitemporal de la imagen que sirve como estímulo para la convergencia y el reflejo de aproximación. Figura 1-42 Vía de la reacción pupilar a la luz. (Ilustración de Christine Gralapp.) Los fascículos parasimpáticos y del III par abandonan el núcleo del III par y salen por la fosa interpeduncular. Dentro del espacio subaracnoideo, las fibras parasimpáticas tienden a situarse sobre la superficie medial del III par. Cuando el III par se bifurca en el seno cavernoso anterior, las fibras parasimpáticas acompañan a la rama inferior. En el vértice orbitario, estas fibras entran en el ganglio ciliar, donde sinapsan. Estas fibras postsinápticas siguen luego a la rama destinada al músculo oblicuo inferior para unirse a los nervios ciliares posteriores y alcanzar el segmento anterior y el esfínter del iris. Este músculo mide aproximadamente 0,8 mm de diámetro y 0,15 mm de espesor. Describe una circunferencia alrededor del borde pupilar, justo por delante del epitelio pigmentario posterior y central a la terminación de las fibras musculares del dilatador. El músculo en sí está formado por unidades compuestas por grupos de 5-8 células. La innervación parasimpática de la glándula lagrimal se origina en el núcleo salival superior localizado en la parte inferior de la protuberancia por detrás y fuera del núcleo motor del VII par. Este núcleo recibe información sensorial del nervio trigémino y fibras aferentes adicionales del hipotálamo. Las fibras parasimpáticas que salen del núcleo se unen a otras eferencias parasimpáticas del núcleo salivatorio y forman, junto a fibras aferentes gustativas destinadas al núcleo del fascículo solitario, el nervio intermedio (v. figs. 1-40 y 1-43) que cursa paralelo a los fascículos del nervio facial. El nervio intermedio se une al VII par para salir del troncoencéfalo por su superficie ventral en la unión pontobulbar. Con los demás fascículos del VII par, las fibras parasimpáticas del nervio intermedio avanzan laterales al orificio auditivo interno. Dentro del peñasco y el canal de Falopio, las fibras parasimpáticas salen a la altura del ganglio geniculado y luego viajan superficialmente sobre el peñasco junto al nervio petroso superficial mayor. Este cursa paralelo a la arteria carótida, y en el área donde dicha arteria se incurva para ascender al seno cavernoso, las fibras se unen al nervio vidiano. Este viaja a través del hueso esfenoides paralelo y por debajo del agujero redondo para entrar en el espacio pterigomaxilar. Las fibras hacen sinapsis en el ganglio esfenopalatino. Las fibras posganglionares viajan superiormente a través de la hendidura orbitaria inferior y luego con el nervio lagrimal hasta alcanzar la glándula lagrimal. Las fibras parasimpáticas son responsables del lagrimeo reflejo. Figura 1-43 Conexiones de los cuatro ganglios parasimpáticos de la cabeza y el cuello. (Reproducido con autorización a partir de McMinn RMH. Last’s Anatomy: Regional and Applied. 8th ed. Edinburgh: Churchill Livingstone; 1990.) Loewenfeld IE. The Pupil: Anatomy, Physiology, and Clinical Applications. 2nd ed. New York: Butterworth-Heinemann; 1999. Capítulo 2 Técnicas diagnósticas por imagen en neuroftalmología Glosario Análisis descodificador de frecuencia La variación en gradiente del campo magnético produce cambios en la frecuencia de la señal; al variar el gradiente a través del sujeto, el ordenador puede localizar la posición de una señal concreta. BOLD (dependiente del nivel de oxigenación sanguínea, blood oxygenation level-dependent) Técnica de RM que permite el estudio funcional al demarcar las áreas de gran actividad durante una tarea específica. EE (eco de espín) En la secuencia de eco de espín más empleada, un pulso a 180° va seguido de otro a 90°. Para las imágenes ponderadas en T2, el pulso de 90° va seguido de dos pulsos de 180°. El primer pulso a 180° se administra a un medio del TE (tiempo de eco) y el segundo pulso a 180° se administra un TE completo más tarde. La imagen del «primer eco» se conoce como densidad de protones, y la del «segundo eco» está ponderada en T2. ERM (espectroscopia por resonancia magnética) Técnica de RM para caracterizar mejor la composición tisular de pare del cerebro, lo que ayuda a diferenciar entre tumores, desmielinización y necrosis. FLAIR (recuperación de inversión con atenuación de líquido, fluid-attenuated inversion recovery) Técnica de RM que resalta las lesiones hiperintensas en T2 adyacentes a los espacios que contienen líquido cefalorraquídeo (LCR), como los ventrículos cerebrales, atenuando la intensidad de la señal del LCR. Gadolinio Agente paramagnético administrado por vía intravenosa para resaltar las lesiones. Hounsfield, unidad Media milésima de la escala de densidad de rayos X centrada en el agua (valor cero) y que abarca desde el aire (–1.000) hasta el hueso (cerca de + 1.000). PD (ponderada en difusión) Técnica de RM especialmente útil para los accidentes cerebrovasculares agudos y subagudos. Píxel (elemento de imagen) Cualquiera de los pequeños elementos discretos que unidos constituyen una imagen (como en la pantalla de televisión); cuanto mayor es el número de píxeles, mayor es la resolución de la imagen. Relajación Proceso por el que un elemento libera (remite) energía tras haberla absorbido de los pulsos de radiofrecuencia. RI (recuperación de inversión) Pulsos iniciales a 180° seguidos de un pulso de 90° y la adquisición inmediata de la señal; en las secuencias de RI, el tiempo de interpulso viene dado por TI. RMA (resonancia magnética angiográfica) Técnica de RM para visualizar los vasos sanguíneos. RMf (resonancia magnética funcional) Técnica de RM que permite la visualización de las áreas cerebrales más activas durante una tarea específica, como la lectura. RS (recuperación de saturación) Con la RS se registra la señal de radiofrecuencia tras una serie de pulsos a 90°, con un intervalo interpulso menor o igual que el T1 tisular promedio (0,1-1,5 s). T1 Tiempo requerido para que el 63% de los protones regresen al plano longitudinal tras cesar el pulso de radiofrecuencia a 90°. También se conoce como tiempo de relajación longitudinal o de enrejado de espines. T2 Tiempo requerido para que se disipe el 63% del campo magnético en el plano transversal creado por el pulso de radiofrecuencia. Esta dispersión del vector magnético corresponde al intercambio de espín entre los protones y se conoce como relajación espín-espín. Se completa mucho más rápido que la relajación T1. TCA (tomografía computarizada con angiografía) Técnica de TC usada para visualizar los vasos sanguíneos. TE (tiempo de eco) Tiempo tras el pulso en el que se evalúa la señal. Tesla Medida de la intensidad del campo magnético. TI (tiempo de interpulso) Véase RI (recuperación de inversión). TR Tiempo hasta que se repite el pulso de radiofrecuencia. Vóxel Cubo tridimensional determinado por el producto del tamaño de píxel por el grosor del corte. Jäger HR. Loss of vision: imaging the visual pathways. Eur Radiol. 2005;15(3):501–510. Mafee MF, Karimi A, Shah JD, Rapoport M, Ansari SA. Anatomy and pathology of the eye: role of MR imaging and CT. Magn Reson Imaging Clin Am. 2006;14(2):249–270. Vaphiades MS. Imaging the neurovisual system. Ophthalmol Clin orth Am. 2004;17(3): 465–480. Tomografía computarizada La órbita es particularmente apropiada para las técnicas radiológicas porque la grasa proporcionaba un contraste excelente al globo ocular (fig. 2-1), la glándula lagrimal, el nervio óptico y los músculos extraoculares. El hueso y otros elementos con calcio pueden verse fácilmente por su gran atenuación de los rayos X. Los detalles de las partes blandas pueden resaltarse aún más mediante la inyección de material de contraste yodado, que cruza la barrera hematoencefálica alterada y, al acumularse dentro de una lesión localizada, revela procesos inflamatorios y neoplásicos. Figura 2-1 TC orbitaria normal: proyección axial (A) y coronal (B). (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Las ventajas de la tomografía computarizada (TC) consisten en la rápida adquisición de la imagen y su excelente resolución espacial. La rapidez y la capacidad de identificar hemorragias agudas o alteraciones óseas hacen la TC especialmente útil en traumatología, cuando el paciente está obnubilado o agresivo y la identificación de hemorragias o lesiones óseas es crucial. Las desventajas de la TC incluyen el uso de radiación ionizante, los efectos secundarios del medio de contraste y la mala resolución del tejido blando adyacente al hueso u otros objetos radiodensos. Los agentes de contraste yodados se asocian a nefrotoxicidad y a una frecuencia relativamente alta de reacciones alérgicas. Estos inconvenientes hacen que la TC sea menos útil cuando se necesita una técnica de imagen seriada, en lesiones del troncoencéfalo o la base del cráneo, cuando se requiere un plano no axial (coronal o sagital) o en pacientes con antecedentes de alergia a los contrastes yodados o nefropatías. Resonancia magnética La resonancia magnética (RM) es actualmente la técnica diagnóstica de imagen preferida para muchos procesos patológicos. En esta técnica, la generación de imágenes depende de las propiedades físicas de los tejidos blandos. Los átomos que contienen un número impar de nucleones (protones y neutrones) tienen un pequeño movimiento magnético. El elemento más común con estas propiedades es el hidrógeno. Cuando se colocan dentro de un imán potente, estos núcleos se alinean con el campo magnético. Los pulsos de radiofrecuencia pueden perturbar de forma transitoria los movimientos magnéticos, sacando a los protones de su alineamiento. Tras una secuencia de pulsos, la velocidad de relajación se corresponderá con las propiedades magnéticas específicas del tejido, lo que da lugar a señales específicas para cada tejido. Variando los pulsos repetidos de radiofrecuencia y el tiempo de registro de la señal, se obtienen diferentes tipos de imágenes. Los aparatos modernos de RM registran un conjunto de datos tridimensionales que representan luego en un plano axial, coronal, sagital e incluso oblicuo sin tener que cambiar la posición del paciente. La RM es sensible a cambios del contenido acuoso de los tejidos blandos, mostrando cómo se une el agua y cómo se mueve dentro del tejido. La inyección de gadolinio, un agente paramagnético que también atraviesa la barrera hematoencefálica alterada, cambia las características de la señal. Esta variación puede ser crucial para diferenciar ciertos tumores cuyas características los harían de otro modo indistinguibles del tejido cortical normal. Aunque al principio se creía que no era tóxico, se ha informado de que el gadolinio puede causar un síndrome de fibrosis sistémica que a menudo afecta a la piel (dermopatía fibrosante nefrogénica), sobre todo en pacientes con nefropatías previas. Se caracteriza por un engrosamiento esclerodermiforme de la piel, edema subcutáneo y, posteriormente, contracturas articulares que dan lugar a una discapacidad grave. También se ha descrito la afectación de otros órganos. Las imágenes de RM suelen clasificarse como ponderadas en T1 o en T2 (fig. 2-2). Cada tejido posee sus propios tiempos de relajación T1 y T2 característicos, que dependen de la combinación de la cantidad de agua presente y de su estado de unión con el tejido. En la técnica más habitual de eco de espín, se obtiene una imagen ponderada en T1 seleccionando una cronología de pulsos apropiada: un TR relativamente corto (tiempo de repetición; aproximadamente 200-700 ms) y un TE corto (tiempo de eco; 20-35 ms) (tabla 2-1). Las imágenes ponderadas en T1 son óptimas para mostrar la anatomía. La resolución también es mayor que para las imágenes ponderadas en T2, sobre todo por la mayor intensidad de la señal y, por tanto, los menores tiempos de adquisición (lo que reduce al mínimo los artefactos por movimiento). Sin embargo, las imágenes ponderadas en T2 (TR largo de 1.500-3.000 ms y TE de 75-250 ms) maximizan las diferencias en el contenido y estado hídrico de los tejidos. Por eso, las imágenes ponderadas en T2 son las más sensibles a cambios tisulares inflamatorios, isquémicos o neoplásicos (figs. 2-3, 2-4 y 2-5). Las imágenes en densidad de protones, una tercera forma (TR largo y TE corto) de secuencia, tienen propiedades intermedias entre las ponderadas en T1 y T2 y se obtienen simultáneamente con las imágenes en T2. Figura 2-2 RM axial cerebral normal en diferentes niveles de las órbitas y el mesencéfalo. La imagen ponderada en T1 con contraste (A) muestra el líquido cefalorraquídeo (LCR) y el vítreo hipointensos (oscuros), la grasa orbitaria hiperintensa (brillante) y la sustancia gris relativamente hipointensa respecto a la sustancia blanca. La imagen ponderada en T2 (B) muestra que el LCR, el vítreo y la grasa orbitaria son hiperintensos, y que la sustancia gris es hiperintensa respecto a la sustancia blanca. La imagen FLAIR (C) muestra que la grasa orbitaria es hiperintensa, mientras que el vítreo y el LCR se ven hipointensos, lo que facilita la detección de anomalías en el tejido periventricular. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Tabla 2-1 Tipos y parámetros de técnicas de RM Imagen T1 T2 Protones FLAIR TR (tiempo de repetición) Corto (200-700 ms) Largo (1.500-3.000 ms) Largo (>1.000 ms) Muy largo (>6.000 ms) FLAIR, recuperación de inversión con atenuación de líquido. TE (tiempo de eco) Corto (20-35 ms) Largo (75-250 ms) Corto (<35 ms) Largo (>75 ms) Figura 2-3 La comparación de las imágenes T1 y T2 puede aportar información sobre las características de una lesión y es especialmente útil para datar las hemorragias. Un paciente de 61 años acudió por cefalea intensa de comienzo brusco. Se observa una hemorragia en la región parietooccipital en las tres imágenes tomadas inicialmente: ponderada en T1 (A), en densidad de protones (B) y en T2 (C). La señal de la periferia de la lesión se debe a la presencia de oxihemoglobina, mientras que el núcleo permanece oscuro en las tres imágenes a causa de la existencia de desoxihemoglobina. Cuando se repitieron las series de RM 10 días después, las características de la señal habían cambiado a causa de la formación de metahemoglobina en el anillo externo, que aparece brillante en T1 (D), densidad de protones (E) y T2 (F). El centro permanece oscuro. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 2-4 Diversos tumores pueden presentar hallazgos específicos en cada secuencia. Este paciente tenía un gran tumor frontal que invadía la órbita. A. La secuencia sagital en T1 muestra que el tumor es heterogéneo pero mayoritariamente hipointenso respecto a la sustancia gris. B. La imagen axial ponderada en T1 con contraste de gadolinio muestra mínimo realce del reborde. C. En la imagen en densidad de protones, se intensifica la señal, haciéndose isointensa con la sustancia gris y más brillante que la sustancia blanca. D. En las imágenes en T2, la lesión se vuelve extremadamente brillante. Estos hallazgos son típicos de un carcinoma epidermoide. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 2-5 RM axial ponderada en T2 que muestra una señal intensa (flecha) en la zona lateral izquierda del bulbo raquídeo, compatible con infarto, en un paciente con síndrome bulbar lateral de Wallenberg. El paciente se presentó con síndrome de Horner izquierdo, entumecimiento facial izquierdo, nistagmo, acorchamiento corporal derecho y vértigo. (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Las señales tisulares muy intensas (la grasa en las imágenes ponderadas en T1 y líquido cefalorraquídeo [LCR] o el vítreo en las ponderadas en T2) pueden ocultar pequeñas anomalías de señal de los tejidos vecinos (tabla 2-2). Se han diseñado secuencias especiales para reducir estas hiperseñales. Las técnicas de supresión de grasa, como la recuperación de inversión τ corta (STIR), se usan para obtener imágenes relativamente ponderadas en T1 sin la confusión de una señal excesiva de la grasa. Esta técnica es particularmente útil para estudiar la órbita (figs. 2-6 y 2-7). La técnica de recuperación de inversión con atenuación de líquido (FLAIR)¸ proporciona imágenes ponderadas en T2 sin la hiperseñal del LCR, lo que la hace ideal para observar los cambios de la sustancia blanca periventricular en procesos desmielinizantes como la esclerosis múltiple (fig. 2-8). La imagen ponderada en difusión (PD) es sensible a alteraciones recientes de la perfusión vascular, por lo que resulta idónea para identificar infartos recientes (fig. 2-9). Una señal PD anormal se desarrolla a los pocos minutos del comienzo de la isquemia cerebral y persiste durante unas tres semanas, sirviendo de marcador cronológico de los accidentes isquémicos agudos y subagudos. Tabla 2-2 Intensidad de señal en RM según los tejidos T1 T2 Protones FLAIR STIR Grasa >> sustancia blanca > sustancia gris > vítreo/LCR > aire Vítreo/LCR >> sustancia gris > sustancia blanca > grasa Vítreo/LCR > sustancia gris = sustancia blanca > grasa > aire Grasa > sustancia gris > sustancia blanca > vítreo/LCR > aire Vítreo/LCR = sustancia gris > sustancia blanca > grasa > aire FLAIR, recuperación de inversión con atenuación de líquido; STIR, recuperación de inversión τ corta. Figura 2-6 RM orbitaria axial ponderada en T1 (A) que muestra la grasa orbitaria normal hiperintensa. La supresión de dicha grasa (B) permite visualizar el realce de la vaina del nervio óptico (flecha) compatible con un meningioma. (Parte A por cortesía de Rod Foroozan, MD; parte B reproducida con autorización a partir de Foroozan R, Hinckley L. Compression of the anterior visual pathways. In: Kline LB, Foroozan R, eds. Optic erve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, in cooperation with the American Academy of Ophthalmology; 2007:109.) Figura 2-7 Esta mujer de 48 años acudió con pérdida de visión de progresión lenta en el OI. Esta RM axial ponderada en T1 con saturación de grasa y contraste muestra un meningioma que afecta a la fosa craneal media de la base del cráneo (flecha), incluido el canal óptico. El realce anormal en el vértice orbitario indica extensión del meningioma a lo largo de la vaina del nervio óptico (punta de flecha). (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Figura 2-8 Un paciente de 41 años acudió con pérdida súbita de visión del ojo derecho. A. Imagen axial ponderada en T2. B. La técnica FLAIR sagital demuestra manchas en la sustancia blanca periventricular típicas de enfermedad desmielinizante. La técnica FLAIR suprime la señal hiperintensa del LCR, por lo que permite que se vean claramente las lesiones localizadas alrededor del sistema ventricular. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 2-9 RM axial que muestra el valor de la imagen ponderada en difusión en casos de infarto agudo. Este paciente de 65 años acudió con hemianopsia homónima derecha de comienzo agudo. A. La imagen ponderada en difusión (PD) revela difusión restringida anormal (señal intensa) en la región occipital izquierda el primer día, mientras que las secuencias con FLAIR (B) y en T2 (C) aparecen normales. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Symms M, Jäger HR, Schmierer K, Yousry TA. A review of structural magnetic resonance neuroimaging. J eurol eurosurg Psychiatry. 2004;75(9):1235–1244. Técnicas de imagen vascular Se han empleado diversas técnicas para visualizar los vasos sanguíneos. Estas técnicas de uso habitual son importantes a causa de la frecuencia de procesos isquémicos que afectan al sistema nervioso. Angiografía convencional/con catéter o con contraste El «patrón oro» de la técnicas de imagen vascular intracerebral sigue siendo la angiografía con catéter o contraste (fig. 2-10). En esta técnica se coloca un catéter intraarterialmente y se inyecta un contraste yodado radiodenso. La angiografía de sustracción digital (ASD) es una técnica que reduce los artefactos, al sustraer las densidades creadas por los huesos del cráneo. El contraste dibuja la columna del flujo sanguíneo dentro de los vasos inyectados y muestra estenosis, aneurismas, malformaciones vasculares, dinámica del flujo e irregularidades de la pared vascular como disecciones o vasculitis. El procedimiento tiene una morbilidad global cercana al 2,5%, principalmente secundaria a embolias o vasoespasmo, reacciones al contraste o complicaciones en el sitio de la punción arterial. El uso de tecnología de sustracción digital ha mejorado la capacidad de visualizar estructuras vasculares con menor cantidad de contraste. Figura 2-10 Angiograma con contraste, en visión lateral, que muestra un aneurisma de la arteria comunicante posterior (flecha). ACA, arteria cerebral anterior; ACI, arteria carótida interna; ACM, arteria cerebral media. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Resonancia magnética angiográfica Como una señal de RM requiere excitación y caída, el tejido en movimiento a menudo rebasa el plano en estudio antes de que pueda detectarse la señal de retorno. Este es la base del «vacío de flujo» típico de los canales vasculares con flujo. Los protones que se excitan en un corte y luego se mueven a otro pueden ser visualizados específicamente. Este estudio tridimensional es la base de la RM angiográfica (RMA) y la RM venográfica (RMV). Se han empleado diversas técnicas de obtención de imágenes, como la angiografía de tiempo de vuelo bidimensional y tridimensional, la angiografía de contraste de fase y la técnica de adquisición de múltiples cortes finos superpuestos (MOTSA). Las señales de RMA también pueden obtenerse a partir de imágenes realzadas con gadolinio. Esta técnica es especialmente útil para obtener imágenes de los grandes vasos proximales del tórax y cuello. La RMA con gadolinio tiene un tiempo de adquisición muy corto, por lo que tienen poca importancia los artefactos por movimientos del paciente. La RMA proporciona excelente información no invasiva de los vasos de grande y mediano calibre, aunque, como depende de la fisiología del flujo, tiende a sobrestimar la estenosis vascular, y la resolución de la imagen limita la capacidad para visualizar vasos pequeños o vasculitis. La RMV puede ser útil para descartar trombosis de los senos venosos durales (fig. 2-11), un trastorno que puede dar lugar a papiledema (v. también cap. 14). Figura 2-11 Trombosis de senos venosos. La RMV (A) y la angiografía cerebral (B) en fase venosa muestran ausencia de flujo en el seno transverso, el seno sigmoide y la vena yugular interna del lado izquierdo. (Reproducido con autorización a partir de Foroozan R, Kline LB. Papilledema. In: Kline LB, Foroozan R, eds. Optic erve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, in cooperation with the American Academy of Ophthalmology; 2007:55.) Tomografía computarizada con angiografía La TC con angiografía (TCA), que usa un escáner helicoidal de alta velocidad, proporciona excelente resolución vascular con capacidad tridimensional que es complementaria a la RMA. La técnica requiere el uso de contraste yodado y radiaciones ionizantes, y dura aproximadamente 15 min. Su sensibilidad para detectar aneurismas >3 mm o estenosis >70% se acerca al 95%. Algunos centros prefieren la TCA a la RMA para la detección de aneurismas cerebrales, incluidos los que causan parálisis de los pares craneales oculomotores (v. cap. 8, fig. 8-10). Osborn AG, Blaser S, Salzman KL. Diagnostic Imaging: Brain. Philadelphia: WB Saunders; 2004. Técnicas de imagen metabólica y funcional La espectroscopia por RM (ERM) proporciona información sobre la composición de los tejidos. Esta técnica generalmente depende del hidrógeno y el fósforo y produce cinco espectros principales: -acetilaspartato (NAA), colina, creatinina, lípidos y lactato. El NAA se asocia a integridad neuronal; un descenso del NAA indica pérdida de neuronas. La colina es un componente de las membranas celulares. La creatinina es relativamente estable dentro del cerebro y puede servir como control interno. El lactato normalmente es poco visible, siendo un marcador de metabolismo anaerobio. Los lípidos rara vez se usan clínicamente. Las diferencias en el patrón de estos picos se asocian a diferentes procesos patológicos; así, las neoplasias cerebrales no necróticas producen típicamente una elevación del pico de colina y un pico reducido de NAA. Esta técnica puede ayudar a caracterizar las alteraciones de la RM. La RM funcional (RMf) depende de cambios en el flujo sanguíneo regional del cerebro según su demanda metabólica. Mediante análisis de RM muy rápidos, pueden evaluarse diferencias locales en la oxigenación sanguínea (dependiente del nivel de oxigenación sanguínea [BOLD]). Según esta técnica, pueden identificarse las áreas de mayor actividad metabólica durante tareas específicas, como leer, hablar o mover un dedo. Además de ser menos cara que la tomografía por emisión de positrones (estudiada más adelante), la RMf tiene como ventajas adicionales su mayor rapidez y resolución espacial, su repetibilidad práctica y el hecho de ser menos invasiva. Puede ser útil no solo en investigación, sino también al planificar procedimientos neuroquirúrgicos para evitar áreas de función cerebral relevante como las que intervienen en el lenguaje o la visión. También se puede adquirir información fisiológica mediante la tomografía por emisión de positrones (PET) o tomografía por emisión monofotónica (SPECT). En la primera, la inyección de un radioisótopo con una vida media corta va seguida de la obtención de imágenes de los positrones producidos durante su desintegración. La captación de isótopos radiactivos de vida corta como el flúor (18F), el carbono (11C), nitrógeno (13N) u oxígeno (15O) depende de la actividad metabólica. La PET con [18F]-fluoro-2-desoxiglucosa ha demostrado aumento del metabolismo de la corteza visual durante las alucinaciones visuales epilépticas y ha detectado regiones de hipoperfusión en casos asociados a isquemia cortical. La PET suele combinarse con la TC para mejorar su resolución. La SPECT usa un radiomarcador yodado o tecnecio-99m como agente de perfusión cerebral y extracción. Como estos agentes dependen del flujo sanguíneo y el metabolismo cerebral, pueden emplearse para estudiar accidentes cerebrovasculares, epilepsias y demencias. La SPECT está más difundida que la PET, pero carece de resolución y especificidad suficientes. Incluso tras una RM normal o no diagnóstica, las pruebas de imagen funcional pueden revelar alteraciones regionales del flujo sanguíneo cerebral en pacientes con deterioro visual por diversas causas. Ecografía La ecografía es una excelente técnica no invasiva para visualizar la órbita y la carótida. No requiere radiación ionizante y es relativamente económica, rápida y realizable en consulta. Sin embargo, requiere experiencia en la adquisición e interpretación de imágenes. Las imágenes ecográficas se basan en la reflexión de ondas de ultrasonido de 8-20 MHZ en interfases acústicas. El Doppler carotídeo suele ser bastante preciso para detectar estenosis carotídea cervical, aunque no informa sobre vasos más proximales o distales. El principal uso del Doppler carotídeo en neuroftalmología es la detección de estenosis carotídea cervical en casos de ceguera monocular transitoria que sugiera isquemia retiniana o del nervio óptico. La estenosis en esta área de circulación carotídea puede aliviarse mediante endarterectomía carotídea o endoprótesis carotídeas, según las circunstancias. La ecografía orbitaria aporta información útil sobre el nervio óptico y las estructuras retrobulbares, incluyendo músculos, nervio óptico y vasos, aunque no permite valorar correctamente el vértice de la órbita. La ecografía también es útil para valorar el globo ocular y puede ayudar a distinguir el papiledema de las drusas papilares, que son intensamente ecogénicas (v. cap. 4, fig. 4-15). Técnicas de imagen de la retina y la capa de fibras nerviosas Existen diversas técnicas de imagen no invasivas que se utilizan clínicamente para valorar la papila óptica y la capa de fibras nerviosas retinianas, como la tomografía retiniana de Heidelberg (TRH), la polarimetría láser de fibras nerviosas (GDx) y la tomografía de coherencia óptica (TCO). Estas técnicas utilizan láser o luz de coherencia corta para obtener rápidamente imágenes de la retina y la cabeza del nervio óptico, y se usan cada vez más para la valoración o el seguimiento de ciertas neuropatías ópticas, como el glaucoma, además de su utilidad para la investigación neuroftalmológica. Estas técnicas se estudian con más detalle en la sección 10 del CCBC, Glaucoma. Conceptos fundamentales para la localización El objetivo final del diagnóstico es determinar la fisiopatología exacta que subyace a los síntomas del paciente. En neuroftalmología, los síntomas más comunes son la disminución de visión, los defectos del campo visual, los fenómenos visuales positivos, la visión doble, la oscilopsia, el dolor o el acorchamiento, la ptosis, la proptosis y el enoftalmos. El primer objetivo del estudio neuroftalmológico es la localización clínica de la lesión. Para un oftalmólogo, las localizaciones pueden dividirse de forma general en órbita, región paraselar (que incluye el quiasma superiormente y los senos cavernosos a los lados), fosa craneal media (que contiene las vías visuales retroquiasmáticas —cintilla óptica, cuerpo geniculado y radiaciones ópticas— y la corteza occipital) y fosa posterior (que contiene el troncoencéfalo y el cerebelo). Cada una de estas áreas se asocia a problemas neurorradiológicos específicos que influyen al elegir la modalidad diagnóstica (tabla 23). El diagnóstico diferencial fisiopatológico debe basarse en la localización clínica, la historia médica y las pruebas de imagen. Los resultados neurorradiológicos se optimizan cuando el clínico y el radiólogo revisan juntos las imágenes, combinando los hallazgos clínicos y radiológicos para jerarquizar el diagnóstico diferencial y orientar las pruebas posteriores (tabla 2-4). Tabla 2-3 Elección de pruebas de imagen según la localización clínica Localización Órbita Paraselar Quiasma Fosa craneal media Fosa craneal posterior Vasos cerebrales Técnica de imagen RM, TC RM RM RM, TC Comentarios Incluye supresión grasa con RM TC, artefactos óseos Se ve mal con TC RM TC, artefactos óseos Hueso Sustancia blanca RMA, TCA, angiografía Doppler, RMA, TCA, angiografía TC RM Meninges RM Carótida cervical Doppler suele ser más rápido Se ve mal en TC Procesos infecciosos, inflamatorios o neoplásicos Tabla 2-4 Elección de pruebas de imagen según la situación clínica Situación clínica Hemorragia aguda Prueba de imagen Comentarios TC mejor para hemorragia TC, RM subaracnoidea; RM aporta información para datar las hemorragias intraparenquimatosas Aneurisma Malformación arteriovenosa (MAV) Calcificaciones Fístula carótida cavernosa Disección carotídea Estenosis carotídea RMA, TCA, angiografía Puede no detectarse con RM y TC Angiografía TC Angiografía RM, RMA, angiografía Doppler, RMA, TCA, angiografía La mayoría de las formas se ven mal con RM Enfermedad venosa RM, RMA cerebral Desmielinización/esclerosis RM múltiple Cuerpo extraño TC Infarto RM Infección RM Neoplasia RM Neuritis óptica Enfermedades de senos paranasales Pediatría RM RM problemática con objetos ferromagnéticos, como grapas vasculares La imagen ponderada en difusión capaz de detectar infartos agudos Absceso, meningitis RM demuestra edema y características mejor, pero es menos útil con afectación ósea Incluye contraste y supresión grasa; TC poco útil TC, RM La TC muestra los detalles óseos mejor que la RM TC (más rápida) Adenoma hipofisario RM Lesión por radiación Oftalmopatía tiroidea RM RM, TC, ecografía RM puede ser preferible, pero requiere sedación TC en plano axial a menudo no detecta alteraciones hipofisarias Incluye contraste con RM; se ve mal en TC Traumatismo TC Patología de la sustancia blanca RM TC más rápida, muestra hemorragia aguda y lesiones óseas Secuencias FLAIR mejor con RM; se ve mal en TC Osborn AG, Blaser S, Salzman KI. Diagnostic Imaging Series: Brain. Philadelphia: WB Saunders; 2004. Preguntas críticas en las pruebas de imagen • Cuándo pedirlas. • Qué pedir. • Modalidad. • Localización. • Cómo pedirlas. • Especificar lesión y región de interés. • Hablar con el radiólogo antes de pedirlas. • Revisar con el radiólogo una vez obtenidas. Cuándo pedirlas Actualmente se dispone con facilidad de los aparatos de diagnóstico por imagen más modernos en EE. UU. Sin embargo, las pruebas de imagen siguen siendo caras, representando un posible pozo sin fondo para los recursos médicos, y no están exentas de riesgo. La decisión de pedir una prueba de imagen debe basarse en la localización clínica y en las expectativas de encontrar algo concreto. Más aún, la información debe tener utilidad para el tratamiento del paciente o servir para precisar el pronóstico de la evolución natural de una enfermedad. Finamente, la información no debe ser asequible por medios más simples o económicos. Los fenómenos visuales transitorios sin déficit residual casi siempre se deben a patología de los grandes vasos y por tanto requieren el estudio de las estructuras vasculares. La sospecha de una lesión tumoral neoplásica es uno de los motivos más frecuentes para solicitar un estudio de imagen. Sin embargo, las neoplasias no siempre son la causa de neuropatía óptica. Por ejemplo, el glaucoma es la causa más común de neuropatía óptica, que a menudo se manifiesta con aumento de excavación papilar o los clásicos defectos arciformes del campo visual; sin embargo, la agudeza visual en el glaucoma debe ser normal. Cuando existe edema de papila, el diagnóstico diferencial debe incluir la neuropatía óptica isquémica anterior (NOIA), la papilitis y la compresión intraorbitaria. En el contexto de una NOIA clásica, no son necesarias las pruebas de imagen. Cuando se afecta la visión central sin edema de papila o los defectos campimétricos respetan la línea media vertical, debe investigarse una posible patología paraquiasmática mediante las técnicas de imagen apropiadas. Pisaneschi M, Kapoor G. Imaging the sella and parasellar region. euroimaging Clin 2005;15(1):203–219. Am. Weber AL, Caruso P, Sabates NR. The optic nerve: radiologic, clinical, and pathologic evaluation. euroimaging Clin Am. 2005;15(1):175–201. El estudio diagnóstico de la disminución de visión debe incluir pruebas de imagen del nervio óptico si existen indicios de neuropatía óptica no explicable por causas glaucomatosas, isquémicas, tóxicas, metabólicas, infecciosas o hereditarias. La neuropatía óptica debe confirmarse por el hallazgo de un defecto pupilar aferente (si la pérdida de visión es asimétrica), junto con alguna combinación de pérdida de agudeza visual con defectos campimétricos. La ausencia de estos hallazgos debe hacer pensar en patología macular o del segmento anterior. El Optic Neuritis Treatment Trial (ONTT) demostró que no se requerían pruebas de imagen en el diagnóstico de la neuritis óptica. Sin embargo, este ensayo también informó de que los resultados de una RM cerebral realizada en esta situación proporcionaban información pronóstica crítica respecto al riesgo de episodios recurrentes o de progresión a esclerosis múltiple (EM). Por tanto, en casos de neuritis óptica aguda, debe pedirse una RM cerebral para localizar lesiones hiperintensas en T2 dentro de la sustancia blanca típicas de EM; estas lesiones se detectan mejor con imágenes ponderadas en T2 o FLAIR. La TC no tiene utilidad en el contexto de las enfermedades desmielinizantes. La publicación del Controlled High-Risk Subjects Avonex Multiple Sclerosis Prevention Study (CHAMPS) demostró las ventajas del tratamiento precoz en pacientes con lesiones típicas de la sustancia blanca, lo que hace aún más importante la RM inicial. (Para un estudio más profundo de la EM y estos ensayos, v. cap. 14, «Enfermedades sistémicas con signos neuroftalmológicos».) Los defectos campimétricos bitemporales localizan la lesión en el quiasma y obligan siempre a pedir pruebas de imagen. Algunos de los tumores compresivos más habituales en esta región son el adenoma hipofisario con extensión supraselar, el meningioma, el craneofaringioma, el glioma quiasmático y los aneurismas (fig. 2-12). En el grupo de lesiones más raras se encontrarían metástasis, cordomas, disgerminomas, linfomas, histiocitosis, carcinomas epidermoides, quistes de la hendidura de Rathke e inflamaciones granulomatosas. Figura 2-12 A. RM coronal ponderada en T1 con contraste que muestra un gran adenoma hipofisario que estira y comprime el quiasma (visible como una cinta gris por encima del adenoma) (flecha). Este varón de 45 años acudió con un defecto bitemporal e impotencia, y su nivel de prolactina estaba elevado, lo que sugería un prolactinoma. B. Varios meses después del tratamiento con el agonista dopaminérgico cabergolina, la RM muestra la resolución casi completa del prolactinoma; la estructura que no capta contraste en el espacio supraselar es un infundíbulo de aspecto normal (flecha), con el quiasma por encima. (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Los defectos homónimos del campo visual implican lesiones de la vía visual retroquiasmática. Estos defectos casi siempre son de origen vascular, aunque deben ser estudiados neurorradiológicamente a menos que se asocien claramente a un síndrome cerebrovascular antiguo. Cuando un paciente se queja de visión doble binocular, la localización anatómica vuelve a ser fundamental y el patrón de desalineamiento resulta de suma importancia. Antes de dar por sentado que se trata de un síndrome parético, el médico debe descartar los problemas restrictivos, casi siempre secundarios a traumatismos, inflamaciones o enfermedad ocular tiroidea. Todos los fenómenos restrictivos (que se distinguen mediante la prueba de ducción forzada) implican un origen orbitario. Otros signos de afectación orbitaria serían la proptosis, el enoftalmos u otras anomalías de la posición del globo ocular o el soplo orbitario. Igual que en cualquier disfunción aferente que afecte al nervio óptico, tanto la TC como la RM pueden proporcionar la información necesaria sobre los músculos extraoculares. La RM a veces es más sensible a los diversos cambios asociados a inflamaciones o infiltración, pero la TC delimita mejor el tamaño de los músculos extraoculares, sobre todo en las imágenes coronales directas (o sea, no reformateadas) (v. fig. 2-1B). Cuando el patrón de desviación se ajusta al de una parálisis de pares craneales, la decisión de pedir pruebas de imagen depende de la sospecha clínica y de si la parálisis está aislada. La aparición brusca de parálisis aislada de algún par craneal en un paciente en el grupo de edad vasculopático (normalmente más de 50 años), especialmente si se asocia a antecedentes de diabetes, hipertensión o enfermedades vasculares, es muy probablemente de origen microvascular, y no suelen ser necesarios los estudios neurorradiológicos. En las parálisis múltiples de pares craneales, sobre todo si afecta el V par, es lógico pensar en lesiones del seno cavernoso. Las lesiones paraselares se detectan mejor con RM en combinación con gadolinio. Entre las lesiones más comunes que afectan a la región paraselar se incluyen meningiomas (fig. 2-13), aneurismas, schwannomas, cordomas, condrosarcomas, adenomas hipofisarios, metástasis y linfomas. Figura 2-13 Un paciente de 45 años acudió con parálisis progresiva de los pares III y VI. La RM reveló una lesión del seno cavernoso en el lado derecho con una extensión que se realza con contraste por el borde dural (flecha). Es la llamada cola dural, típica del meningioma. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) La desnivelación ocular es una lesión de origen supranuclear. Se trata de una desviación vertical sin signos de afectación restrictiva en la órbita que no se ajusta a patrón de parálisis del III o IV par; en su presencia deben solicitarse pruebas de imagen de la fosa posterior. La RM es superior a la TC para demostrar lesiones de fosa posterior, como inflamaciones, neoplasias o procesos isquémicos. Ciertas situaciones clínicas frecuentes se asocian a resultados negativos en las pruebas de imagen. Por ejemplo, en un paciente de más de 50 años, la pérdida de visión aguda asociada a signos de neuropatía óptica, edema de papila ipsolateral y ausencia de signos orbitarios o dolor casi siempre es secundaria a una NOIA. Aunque en este contexto puede tenerse en cuenta la arteritis de células gigantes, es dudoso que los estudios de imagen sean beneficiosos o modifiquen el tratamiento. Una segunda situación clínica habitual es la aparición aguda de una parálisis aislada de un par craneal en un paciente con antecedentes vasculopáticos. Cuando se afecta el III par, resulta crítico el estado de la pupila. Aunque las lesiones microvasculares pueden causar dilatación pupilar, la presencia de una pupila que reacciona normalmente en el marco de una parálisis aguda, por lo demás completa, del III par excluye prácticamente la posibilidad de un tumor, y en este caso puede ser innecesario realizar estudios de imagen urgentes. Las microvasculopatías que originan parálisis agudas de algún par craneal normalmente desaparecen por completo. La ausencia de resolución tras 3 meses o los indicios de regeneración aberrante (elevación palpebral en aducción o depresión, miosis al aducir o elevar el ojo, o co-contracción de los rectos superior e inferior) son claras indicaciones de pruebas neurorradiológicas. El dolor no asociado a otros hallazgos (proptosis, trastornos de motilidad, pérdida de visión o, sobre todo, parestesias) difícilmente se deberá a patología susceptible de estudios de imagen, sobre todo si el dolor es episódico y breve. Cuando el dolor se asocia a signos como ptosis o miosis (síndrome de Horner), debe descartarse una disección carotídea. Para confirmarla puede requerirse una RM o RMA de la carótida o, más raramente, una angiografía con contraste. Qué pedir Salvo excepciones importantes (tabla 2-5), la RM suele ser más útil que la TC tanto para detectar una lesión como para restringir el diagnóstico diferencial. La elección específica de la modalidad de RM —incluyendo la secuencia, la orientación y la dirección— depende de la combinación de la posible localización con la patología esperada. Si se sospechan alteraciones de los grandes vasos, también puede valorarse la RMA, la TCA y la angiografía digital. Tabla 2-5 Comparación entre la resonancia magnética y la tomografía computarizada Mafee MF, Rapoport M, Karimi A, Ansari SA, Shah J. Orbital and ocular imaging using 3- and 1.5-T MR imaging systems. euroimaging Clin Am. 2005;15(1):1–21. Deben hacerse pruebas de neuroimagen del cerebro y las órbitas. Los estudios orbitarios aportan detalles de los nervios ópticos y los tejidos circundantes que, a menudo, pasan desapercibidos en imágenes exclusivamente cerebrales. Cuando la patología se limita a la órbita, tanto la TC como la RM pueden aportar información útil. La grasa orbitaria produce un contraste excelente con el resto de componentes orbitarios tanto en la TC como en la RM, y ambas técnicas permiten una localización anatómica excelente (v. figs. 2-1 y 2- 4). Más importante que decidir qué técnica emplear es la selección de la orientación y las secuencias específicas. Las imágenes coronales directas son útiles en la mayoría de orbitopatías (fig. 2-14). Aunque la imagen coronal directa no es un problema en la RM, sí requiere posturas específicas (extensión cervical) en la TC que pueden ser difíciles de conseguir en pacientes ancianos. La RM de la órbita debe hacerse con técnicas de saturación de grasa diseñadas para eliminar la hiperseñal de la grasa en T1 (v. fig. 2-6). Figura 2-14 Este paciente de 19 años fue remitido por visión doble tras un accidente de tráfico. A. Tenía dificultad para aducir el ojo izquierdo, y al intentar la abducción se estrechaba la hendidura palpebral. B. Una TC coronal demostró atrapamiento del músculo recto medio que causaba restricción (flecha). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Cada modalidad tiene sus ventajas: la TC aporta información sobre las paredes óseas; la RM informa mejor sobre el nervio óptico (distingue el meningioma del glioma e indica la extensión posterior del tumor) y el estado de los músculos extraoculares, el vértice orbitario y el canal óptico en proyecciones multiplanares. La RM también evita los artefactos que aparecen en TC por empastes dentales. Cuando se sospechan lesiones calcificadas (p. ej., retinoblastoma, osteoma coroideo, drusas de la papila óptica) o si hay un cuerpo extraño metálico intraorbitario, debe recurrirse a la TC (v. tabla 2-5). La RM puede ser ventajosa para estudiar melanomas por sus propiedades paramagnéticas. La RM también puede ser preferible cuando hay que distinguir entre inflamaciones y enfermedades linfoproliferativas. La resolución de la órbita puede incrementarse aún más con bobinas superficiales especiales u orbitarias. Sin embargo, a menudo el médico pierde la posibilidad de comparar ambas órbitas cuando las secuencias se limitan a un lado. Para la región paraselar, la RM tiene claras ventajas sobre la TC (v. tabla 2-3). Las excepciones serían los traumatismos si puede haber pequeños fragmentos óseos o fracturas. Las partes blandas intracraneales se estudian mejor mediante RM que con TC. Una excepción es la hemorragia aguda (incluida la hemorragia subaracnoidea tras la rotura de un aneurisma o malformación arteriovenosa), que no se visualiza bien en la RM ponderada en T1 o T2 (mejor con secuencias FLAIR). La RM ofrece la ventaja de establecer la evolución de las hemorragias intraparenquimatosas, y la RM con gradiente de eco es sensible frente a hemorragia petequiales por desgarros axonales traumáticos. La fosa posterior se visualiza mucho mejor con RM que con TC por su proximidad al hueso. La sospecha de lesiones troncoencefálicas intra- o extraxiales obliga al estudio con RM de la fosa posterior. Si reparamos en las patologías más habituales (v. tabla 2-4), observamos que la RM vuelve a ser de elección en la mayoría de las situaciones clínicas. Las lesiones neoplásicas, inflamatorias, desmielinizantes e isquémicas, así como las lesiones quísticas, se visualizan mejor con RM que con TC. La RM es superior en hemorragias agudas (sobre todo subaracnoideas), lesiones óseas y traumatismos. Cómo pedirlas El oftalmólogo puede ayudar a elegir el tipo concreto de prueba de imagen a realizar. Cuanto más pertinente sea la información suministrada al radiólogo, más se ajustará el estudio neurorradiológico a cada paciente en particular. Esta información debería incluir al menos la presunta localización de la patología y el posible diagnóstico diferencial (región y lesión de interés). Si se deja de aportar estar información a menudo se obtienen imágenes que soslayan el área de interés o la analizan sin el suficiente detalle. Las imágenes inapropiadas (mala localización u orientación, falta de administración de contraste o cortes claramente gruesos) a menudo son peores que la ausencia de imágenes, ya que puede proporcionar una falsa sensación de seguridad o hacer que se pongan trabas económicas para repetir las pruebas requeridas. Si el oftalmólogo transmite al radiólogo tanta información clínica concreta como sea posible, aumentará la utilidad de los estudios subsiguientes. Estudios negativos La disciplina de la neuroftalmología se ha denominado «la reinterpretación de los estudios de imagen previamente negativos». Cuando una prueba de imagen no consigue demostrar la patología prevista o solucionar el problema clínico, el primer paso debe ser reexaminar los estudios, idealmente con un neurorradiólogo. ¿Se realizaron las pruebas adecuadas, incluyendo secuencias y orientaciones necesarias? ¿Se estudió correctamente el área de interés (fig. 2-15)? ¿Son los resultados de los estudios realmente negativos (figs. 2-16 y 2-17)? Aun cuando el oftalmólogo no pueda revisar personalmente los estudios, si habla directamente con el radiólogo puede evitar que ciertas lesiones pasen desapercibidas y puede suministrar la información clínica necesaria para mejorar la precisión y utilidad del informe radiográfico. Figura 2-15 A. Este niño de 11 años tenía una parálisis del III par derecho que empezó a los 5 años de edad y era completa a los 7 años. B. Los estudios iniciales fueron negativos, pero con cortes finos a través del seno cavernoso se demostró asimetría y un pequeño nódulo en la parte superior del seno cavernoso derecho. C. Esta área se realzaba al administrar gadolinio, lo que indicaba la presencia de un schwannoma del III par derecho (flecha). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 2-16 Una mujer de 41 años fue remitida por pérdida visual progresiva en el ojo derecho. Se le había dicho anteriormente que tenía inflamado el nervio óptico derecho, lo que se diagnosticó como una «forma leve de esclerosis múltiple». Su agudeza visual era de 2/200 en OD y 20/20 en OI, con un defecto pupilar aferente derecho. A. La papila óptica derecha presentaba palidez temporal con cortocircuitos vasculares optociliares. La paciente fue derivada para una tercera RM, pero el estudio fue mal enfocado como una «microvasculopatía troncoencefálica» y no reveló alteraciones. B. Una RM sagital a través de la órbita muestra un aspecto anormal de la vaina del nervio óptico compatible con un meningioma (flecha). (Parte A por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte B por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Figura 2-17 A. RM axial ponderada en T1 precontraste y (B) con supresión de grasa y poscontraste que muestran agrandamiento y captación de contraste del nervio óptico izquierdo intraorbitario (flecha), compatible con glioma del nervio óptico. Obsérvese el aspecto globular de la masa que contiene espacios quísticos (v. tabla 4-6). (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Capítulo 3 Estudio del paciente con disminución de visión Anamnesis Además de su edad, en la anamnesis de un paciente con deterioro visual hay tres aspectos críticos: 1) el tipo de afectación (unilateral o bilateral); 2) la evolución temporal de la pérdida de visión, y 3) los síntomas asociados. Afectación unilateral o bilateral Este dato es fundamental para localizar la lesión: la pérdida unilateral casi siempre indica lesión anterior al quiasma, mientras que la afectación bilateral puede reflejar patología de ambos nervios ópticos o de ambas retinas, o bien un proceso quiasmático o retroquiasmático. Por eso, es muy importante discernir mediante una anamnesis cuidadosa si la afectación es unilateral o bilateral. En los defectos homónimos del campo visual (afectación del hemicampo correspondiente de cada ojo), los pacientes a menudo achacan erróneamente su pérdida a una afectación monocular en el lado del hemicampo afectado, por lo que hay que preguntarles específicamente si han comprobado cada ojo por separado. A menudo no se aprecia que la afectación es bilateral hasta que se explora al paciente. Evolución temporal de la pérdida de visión La rapidez de instauración de la pérdida de visión es un dato importante para determinar su etiología. La aparición repentina (en el plazo de minutos) suele indicar accidente isquémico retiniano (a menudo embólico), como una oclusión arterial. La pérdida rápida a lo largo de varias horas también suele ser isquémica, aunque es más típica de la afectación del nervio óptico. La pérdida gradual que progresa durante meses es más característica de lesiones tóxicas (aunque también pueden ser más agudas); si el empeoramiento es a lo largo de varios meses o años suele deberse a causas compresivas. Los pacientes pueden darse cuenta súbitamente de algún proceso crónico cuando se tapan el ojo sano o el segundo ojo se afecta. Los patrones temporales según la causa pueden solaparse significativamente, por lo que la historia clínica puede ser sugestiva pero no definitiva. Síntomas asociados El dolor asociado a pérdida de visión puede ayudar a localizar las áreas afectadas. El dolor periorbitario en el mismo lado de la pérdida visual, que aumenta con los movimientos oculares y que puede aumentar al presionar el globo ocular es típico de la neuritis óptica. Deben buscarse otros síntomas asociados a enfermedad desmielinizante, como diplopía, ataxia, hemiparesia y trastornos hemisensitivos. El dolor inespecífico, el acorchamiento facial o la diplopía pueden indicar lesiones orbitarias o del seno cavernoso. La cefalea puede deberse a tumor intracraneal o a arteritis de células gigantes. Exploración La exploración del paciente con pérdida de visión va enfocada a detectar, cuantificar y localizar la lesión en alguna zona, para poder determinar así su etiología. El proceso empieza con la valoración de la agudeza visual, la medida más habitual de la función visual central. Agudeza visual corregida Debe realizarse un estudio refractivo para determinar la agudeza visual corregida, que mide la máxima discriminación espacial de la fóvea. La agudeza visual con estenopeico supone una aproximación a la mejor agudeza visual, aunque suele subestimarla. Sin embargo, a veces la agudeza medida con estenopeico es mayor que cuando se determina sin él; en estos casos, el clínico debe buscar irregularidades corneales o del cristalino. Si la agudeza visual es peor que 6/60, debería obtenerse una medida cuantitativa acercando el optotipo estándar de 6/60 hacia el paciente hasta que este pueda discernir cómo está orientado. Se registrará entonces esta distancia en notación estándar de Snellen (p. ej., «2/60»), obteniendo así una medida más precisa y reproducible que «cuenta dedos a 1,5 m» para conocer los cambios del estado visual con el tiempo. La visión debe examinarse para lejos y de cerca. Si se utiliza la corrección refractiva apropiada, las agudezas para lejos y para cerca deben ser equivalentes; si son dispares, puede deberse a una patología concreta. Cuando la visión es mejor de cerca que de lejos, puede haber una lesión macular (en la que la ampliación por acercamiento del objeto puede rebasar escotomas pequeños) o una catarata con esclerosis nuclear; la visión mejor de lejos a veces se debe a una catarata subcapsular posterior central o polar, según la iluminación ambiental y el tamaño pupilar. El examinador debería observar si el paciente requiere fijación excéntrica (posible escotoma central), si tiende a leer solo un lado de la escala de optotipos (posible defecto de campo hemianópsico) o si lee mejor los optotipos aislados que las líneas completas (posible ambliopía). Pruebas pupilares Al explorar al paciente con disminución de visión, debe realizarse un examen pupilar para detectar un defecto pupilar aferente relativo (DPAR). Esta alteración de las reacciones pupilares, también conocida como pupila de Marcus Gunn, es el signo típico de los problemas de conducción nerviosa en el nervio óptico. En una persona sin esta alteración, la señal aferente pupilomotora procedente de un nervio óptico se transmite a ambas pupilas tras hacer sinapsis en los núcleos pretectales, produciendo una contracción simétrica de las pupilas directa (ipsolateral) y consensuada (contralateral) tras la estimulación luminosa. La conducción defectuosa de la señal por un nervio óptico produce menor contracción de ambas pupilas cuando se presenta el estímulo luminoso al ojo afectado. El DPAR se debe a la asimetría de la respuesta a la luz en los dos ojos. El DPAR se pone mejor de manifiesto con la prueba de la estimulación alternante con una linterna (test de Levatin [trucos prácticos para explorar un defecto pupilar aferente relativo]). El examinador ilumina con una luz intensa una pupila durante 2-3 s y luego cambia rápidamente la luz a la otra pupila durante otros 2-3 s. Se repite esta maniobra cuatro o cinco veces, observando solo la pupila iluminada (respuesta fotomotora directa). La amplitud y la velocidad de la contracción pupilar deben ser simétricas al estimular cualquier ojo. En un paciente con conducción defectuosa en uno de sus nervios ópticos, la estimulación luminosa del ojo afectado producirá una contracción pupilar perezosa de baja amplitud. A menudo la pupila se redilatará durante los 3 s de estimulación luminosa, proceso denominado escape pupilar (fig. 3-1). Cuando el estímulo luminoso se mueve luego al ojo sano, el aumento relativo de la señal pupilomotora provocará una contracción pupilar claramente mayor, tanto en velocidad como en amplitud. Figura 3-1 En esta paciente de 19 años se descubrió disminución de visión del ojo izquierdo cuando se la exploraba por presentar cefaleas. La prueba de la luz alternante demostró un defecto pupilar aferente izquierdo. La oftalmoscopia mostraba atrofia óptica izquierda y la RM reveló un glioma del nervio óptico. Trucos prácticos para explorar un defecto pupilar aferente relativo 1. Atenúe la luz ambiental; es más fácil valorar la respuesta en pupilas más grandes. 2. Asegúrese de que el paciente mira a lo lejos para inhibir la acomodación (y la miosis asociada). 3. Use una luz brillante de intensidad estable, como una linterna de exploración estándar con pilas bien cargadas. Si la luz es demasiado tenue, puede producir resultados falsos positivos, mientras que si es demasiado intensa, puede haber falsos negativos si se induce un estado de miosis mantenida en la pupila. 4. Estimule un ojo durante 2-3 s y mueva luego rápidamente la luz por encima del puente de la nariz para iluminar el otro ojo durante 2-3 s. Repítalo varias veces y calcule mentalmente el promedio de las respuestas pupilares. No se conforme con una sola observación. 5. Observe la contracción pupilar inicial (velocidad y amplitud), así como cuándo aparece y el grado del escape (o dilatación) pupilar durante los 2-3 s de estimulación luminosa. 6. Un DPAR denso se detecta fácilmente cuando la pupila afectada se dilata al alternar la luz a ese ojo. 7. Un DPAR leve a moderado es más difícil de detectar, ya que la pupila del ojo afectado puede seguir contrayéndose al cambiar la luz, aunque de forma menos vigorosa que en el lado sano. 8. Puede detectarse un DPAR incluso aunque no pueda valorarse la respuesta pupilar en un ojo debido a lesión mecánica (traumatismo del iris, sinequias) o bloqueo farmacológico de su reactividad (midriasis o miosis). En estos casos, la evaluación de la reacción directa y consensuada en la única pupila que funciona puede demostrar una respuesta asimétrica y poner así de manifiesto en qué lado hay un DPAR. 9. Las neuropatías ópticas bilaterales, si son bastante simétricas, pueden mostrar reacciones pupilares perezosas sin una diferencia relativa (y, por tanto, sin DPAR) al comparar ambos ojos. 10. El DPAR puede graduarse de 1 a 4+ en una escala creciente de gravedad o bien medirse con filtros de densidad neutra. Estos filtros comercializados reducen la intensidad de la luz que alcanza la retina y se colocan delante del ojo bueno. Empezando con el filtro más bajo de 0,3 unidades logarítmicas sobre el ojo bueno, se repite la prueba de la luz alternante. Si sigue detectándose DPAR, se coloca el filtro de 0,6 unidades logarítmicas sobre el ojo sano y vuelve a repetirse la prueba hasta que deje de apreciarse un DPAR. En este punto de equilibrio, la entrada de luz en el ojo sano con el filtro se equipara a la del ojo enfermo. Al aumentar la potencia del filtro del ojo bueno se inducirá un DPAR en dicho ojo, proceso conocido como «sobrepasar el punto de equilibrio». El DPAR se cuantifica según la potencia del filtro de densidad neutra sobre el ojo sano necesario para alcanzar el punto de equilibrio. 11. La magnitud del DPAR muestra correlación con el grado general de lesión de las células ganglionares retinianas y sus axones, y con el grado de defecto campimétrico correspondiente. Esta magnitud no tiene por qué guardar relación con la agudeza visual si el haz papilomacular no está significativamente afectado. Por tanto, es posible detectar un DPAR ostensible en presencia de una agudeza visual normal. 12. La presencia de un DPAR no origina anisocoria. Aunque la pupila afectada es menos reactiva a la luz, no está dilatada en situación basal. La respuesta consensuada por el estímulo normal del otro ojo mantiene las pupilas de igual tamaño. El DPAR es un indicador muy fiable y sensible de disfunción asimétrica del nervio óptico. La ausencia de DPAR debe hacer replantearse el diagnóstico de sospecha de neuropatía óptica o considerar una afectación bilateral del nervio óptico. Un DPAR también puede deberse a cualquier lesión que disminuya la señal procedente de las células ganglionares hacia el nervio óptico, como maculopatías graves o cualquier otra retinopatía (p. ej., un desprendimiento). El grado de DPAR depende del número de fibras afectadas; por eso, una lesión relativamente pequeña del nervio óptico afecta un gran número de fibras y produce un DPAR acusado, mientras que una lesión retiniana debe ser sustancialmente mayor para originar un DPAR similar. Las lesiones quiasmáticas pueden producir DPAR si las fibras de los nervios ópticos se afectan de forma asimétrica. Las lesiones de la cintilla óptica pueden dar lugar a un DPAR leve en el ojo contralateral (o sea, en el que presenta una hemianopsia temporal) porque cada cintilla contiene más fibras pupilares decusadas que sin cruzar y su lesión dañará más fibras cruzadas del otro ojo. Salvo contadísimas excepciones, no aparece DPAR por opacidades de medios como cataratas o hemorragias vítreas. Puede detectarse un DPAR leve en el contexto de una ambliopía densa, pero el DPAR también podría reflejar una patología superpuesta, como hipoplasia del nervio óptico, neuropatía óptica o retinopatía. Oftalmoscopia Hay dos aspectos importantes en la exploración del fondo de ojo: la claridad de visión y el aspecto de las estructuras. Tanto la retina (sobre todo la mácula) como el nervio óptico pueden presentar alteraciones que expliquen la pérdida de agudeza visual del paciente. La oftalmoscopia directa sigue siendo una herramienta útil para valorar el fondo de ojo: no solo da una imagen muy ampliada del fondo, sino que también permite al examinador estimar la visibilidad del fondo de ojo, que puede estar disminuida por opacidades de medios. (A diferencia de la oftalmoscopia indirecta y de la biomicroscopia con lámpara de hendidura, la óptica y la fuente luminosa de la oftalmoscopia directa no permiten ver a través de una opacidad de medios.) El oftalmoscopio directo se enfoca primero en el reflejo rojo para buscar opacidades o irregularidades en la córnea, el cristalino o el vítreo (tales opacidades contrastan en negro sobre el reflejo rojo de fondo). Al enfocar el polo posterior, la nitidez con que se ve la región macular sugiere cuánto deterioro visual puede deberse a las opacidades. Por último, debe valorarse el aspecto de la papila y la región macular. Hay que examinar si la papila presenta atrofia, edema, excavación u otras anomalías; en la mácula pueden observarse trastornos pigmentarios, edema, cicatrices o cualquier otra alteración de su integridad. Si se usan con la lámpara de hendidura, las lentes indirectas de 66, 78 o 90 D mejoran la visualización del relieve de la papila y la mácula al proporcionar una visión estereoscópica de estas estructuras. La atrofia óptica es el signo distintivo de la lesión de las células ganglionares retinianas. Aunque la atrofia se visualiza a nivel de los axones en la cabeza del nervio óptico, puede deberse a lesiones de cualquier porción de las células, desde los cuerpos celulares hasta las sinapsis en el ganglio geniculado lateral. La atrofia óptica no ocurre inmediatamente, sino que aparece 4-6 semanas después de la lesión axonal. Las lesiones graves suelen identificarse fácilmente por la coloración blanco tiza de la papila (fig. 3-2) y sus bordes más definidos al contrastar con el aspecto rojizo de la retina peripapilar, ahora sin la atenuación normal de la capa de fibras nerviosas retinianas (CFNR) suprayacente. Las formas más leves de atrofia, con menor blanqueamiento del color rosa anaranjado de la papila, son más difíciles de detectar, aunque pueden apreciarse mejor si se presta atención a los siguientes aspectos: • Comparación del color de las dos papilas. En ocasiones solo se distingue una palidez sutil al compararla con el otro ojo normal. (Puede ser difícil hacer comparaciones en casos de extracción unilateral de catarata.) • Valoración de los vasos superficiales papilares. Normalmente, esta red capilar es fácilmente visible con la gran ampliación del oftalmoscopio directo, aunque la red se adelgaza o desaparece en la atrofia incipiente, aun cuando la palidez sea aún muy leve. • Valoración de la CF R peripapilar. La pérdida de esas fibras, un signo incipiente de lesión que puede preceder a la atrofia óptica visible, puede verse como una pérdida del aspecto traslúcido y reluciente normal de la retina. Dicha pérdida le confiere un aspecto rojo mate, que puede verse como parches radiales anchos o finos (fig. 3-3). Los defectos más finos aparecen primero en las arcadas superior e inferior, donde la CFNR suele ser más gruesa, como bandas oscuras entre las estriaciones normales. Estos defectos a veces se llaman en rastrillo por su parecido a las huellas de esta herramienta en la tierra. Los defectos de la CFNR también son frecuentes en el haz papilomacular en forma de una lesión más ancha. Figura 3-2 Retinografías que muestran atrofia óptica difusa del ojo derecho (A), al compararlo con el aspecto normal de la papila izquierda (B). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 3-3 Atrofia temporal de la papila óptica con una región ancha de pérdida de la capa de fibras nerviosas (izquierda) que contrasta con el aspecto brillante de las fibras nerviosas intactas (derecha). (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) El edema de papila es una manifestación de la tumefacción de las fibras nerviosas no mielinizadas. El edema se debe a la alteración del flujo axoplásmico por cualquier causa, como hipertensión intracraneal, compresión mecánica local, isquemia e inflamación. Lleva asociados cambios de los vasos retinianos y de la papila. Con independencia de su causa, los principales rasgos clínicos de edema de papila son los siguientes (fig. 3-4): • Aspecto sobreelevado de la papila óptica, con obliteración variable de la excavación fisiológica; puede parecer que los vasos retinianos cuelgan sobre el borde papilar levantado. • Borrosidad de los bordes papilares. • El edema de la CFNR peripapilar (típicamente blanco-grisácea y opalescente, con bordes desflecados) oculta parte de los vasos retinianos, que discurren a este nivel de la retina; la opacificación de la CFNR también difumina el límite entre la papila y la coroides circundante. • Hiperemia y dilatación de la red capilar superficial de la papila. • Dilatación y tortuosidad de las venas retinianas. • Hemorragias y exudados peripapilares. Figura 3-4 Papiledema. A. Ojo derecho. B. Ojo izquierdo. Los bordes de la papila están borrosos, con engrosamiento opalescente de color blanco grisáceo en la capa de fibras nerviosas peripapilares (flechas), focos blancos algodonosos y hemorragias en llama. Los vasos retinianos están parcialmente ocultados en el borde papilar y en la retina peripapilar. (Por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) Otros posibles hallazgos serían los pliegues retinianos o coroideos, el edema macular y la hemorragia prerretiniana. El edema papilar debe distinguirse de otras causas de elevación papilar o de borramiento de sus bordes (seudopapiledema). Esta diferenciación se analiza con detalle en el capítulo 4. Campos visuales El estudio del campo visual es esencial en todos los pacientes con pérdida de visión. Las pruebas campimétricas complementan el estudio de la agudeza visual para establecer si hay pérdida de visión, ayudan a localizar la lesión a lo largo de la vía visual aferente y cuantifican el defecto, lo que permite medir si hay cambios con el tiempo. La elección de la técnica depende del grado de detalle necesario y del grado de cooperación del paciente. Las pruebas pueden dividirse en cualitativas (simplemente buscan el patrón de cualquier anomalía del campo visual) o cuantitativas (que miden el grado de lesión). Los patrones de pérdida campimétrica se estudian más a fondo en el capítulo 4. Prueba de confrontación La prueba de confrontación es una técnica rápida y sencilla que puede hacerse con facilidad en pacientes encamados o en la consulta, y que debería formar parte de toda exploración oftalmológica. Sin embargo, las pruebas de confrontación solo sirven como cribado, y siempre que sea posible deben ser seguidas de una campimetría más sensible. El examinador se sienta enfrente y a aproximadamente 1 m del paciente, al que se le pide que se tape un ojo y mire la nariz del examinador. Luego, se le pregunta si ve toda la cara del examinador o si falta alguna parte; esto sirve a menudo para identificar defectos centrales o altitudinales del campo visual. A continuación el examinador pide al paciente que identifique cuántos dedos (1, 2 o 5) presenta en el punto medio de cada uno de los cuatro cuadrantes (es más difícil identificar tres o cuatro dedos). A los niños y pacientes sin habla se les puede pedir que enseñen tantos dedos como se les muestran. Luego, se pide al paciente que sume el número total de dedos presentados en cuadrantes opuestos (estimulación doble simultánea). Si se presentan un número distinto de dedos en los cuadrantes opuestos, el examinador puede identificar qué parte del campo está afectada. Las respuestas falladas de forma consistente en un cuadrante o hemicampo pueden indicar un defecto campimétrico sutil o la presencia de extinción («extinción» es la incapacidad de ver un objeto en un hemicampo afectado solo cuando se estimulan simultáneamente ambos hemicampos; cuando se presenta el objeto solo en ese hemicampo, sí puede verse; este hallazgo es típico de las lesiones parietales). Si el paciente no consigue identificar los dedos, el examinador puede ir presentando estímulos cada vez mayores (como movimientos de mano o percepción de luz) en cada cuadrante. Los movimientos sacádicos precisos hacia un objeto excéntrico también prueban una conservación al menos relativa del campo visual periférico. Las comparaciones subjetivas pueden ser útiles para detectar defectos de sensibilidad sutiles. Se pide al paciente que, con un ojo tapado, compare la claridad de las dos manos del examinador presentadas en hemicampos opuestos; la mano menos clara indica un daño relativo. Las comparaciones de color se han usado mucho para identificar la desaturación roja sutil que aparece en lesiones de la vía visual anterior, incluso sin defectos demostrables que ocurren con estímulos más fuertes. El examinador presenta idénticos objetos rojos pequeños (como botones o tapones de botes de colirio midriático) en cada hemicampo, y se le pregunta al paciente si los estímulos parecen iguales. El color puede verse alterado, desaturado o ausente en el hemicampo lesionado; con un movimiento lento del objeto, el examinador puede ser capaz de identificar un cambio justamente cuando cruza la línea media vertical. Esto sugiere lesión de la vía quiasmática o retroquiasmática. Alternativamente, la comparación del campo visual central con el periférico en un ojo puede identificar un deterioro similar centralmente, lo que sugiere neuropatía óptica. Rejilla de Amsler La prueba con rejilla de Amsler es una prueba rápida de cribado supraumbral de los 20° centrales del campo visual (a 10° de la fijación). La rejilla de Amsler se mantiene a 33 cm de la cara del paciente. El paciente, con su corrección para cerca puesta, se tapa un ojo y mira al punto de fijación del centro de la rejilla. El examinador pide al paciente que describa si hay áreas centrales de distorsión (metamorfopsia), lo que sugiere maculopatía más que neuropatía óptica. La «incurvación» periférica de la rejilla puede deberse a aberración óptica por las gafas y no debe tomarse en cuenta. También se pide al paciente que identifique cualquier escotoma, menos específico a la hora del diagnóstico pero que sugiere lesión de la vía visual y la necesidad de hacer pruebas más detalladas. Es importante observar que el paciente no mueve la vista por la rejilla, sino que fija el punto central y hay que evitar sugerir ningún tipo de defecto campimétrico al darle las instrucciones. La prueba con rejilla de Amsler es rápida y simple, aunque su sensibilidad es relativamente baja. Debe realizarse una campimetría siempre que se sospechen defectos del campo visual, incluso si la prueba con rejilla de Amsler da resultados negativos. Schuchard RA. Validity and interpretation of Amsler grid reports. Arch Ophthalmol. 1993; 111(6):776–780. Campimetría La campimetría proporciona una valoración más detallada del campo visual, siendo importantes tanto las técnicas estáticas como las dinámicas. En las pruebas estáticas se presentan estímulos de intensidad variable (cambiando su brillo y tamaño) en puntos prefijados (estáticos) dentro de la región del campo visual que se va a explorar. El objetivo es hallar el estímulo mínimo que es detectado de forma constante por el paciente. En la prueba cinética, se mueve un estímulo de intensidad fija desde un área sin visión hasta otra con visión para determinar la localización en la que es detectado constantemente por el paciente. Por tanto, las dos técnicas tienen el mismo objetivo, aunque lo consiguen por métodos diferentes. En las pruebas cinéticas, todos los puntos con la misma sensibilidad umbral para un estímulo determinado se conectan para formar una isóptera, que representa el límite externo de visibilidad para dicho estímulo. El análisis de varias isópteras (trazadas con diferentes estímulos) da lugar a un «mapa del perfil» de la isla de visión. Tanto en las técnicas estáticas como en las cinéticas, se analiza el campo visual para detectar áreas con sensibilidad reducida, tanto en localización como en grado. Pantalla tangente La pantalla tangente ha sido reemplazada por la perimetría automatizada, pero puede ser muy útil en casos de enfermedad no orgánica. El paciente se sienta a 1 m de la pantalla negra y, mientras se fija en la diana blanca central, se le pide que identifique los objetos que entran desde la zona periférica no vista hasta el campo central a lo largo de cada meridiano radial. Se usa una varita negra a la que se sujetan dianas de diversos tamaños para trazar cinéticamente una o dos isópteras. Puede hacerse una perimetría estática rotando la diana para presentar la otra cara negra. Se repite la prueba con el paciente sentado más lejos de la pantalla. Si el paciente estuviera ahora a 2 m, por ejemplo, el tamaño de la diana debería ser el doble. El paciente con un cuadro funcional no mostraría la ampliación correspondiente del campo visual (v. cap. 13). Perimetría en cúpula de Goldmann La perimetría en cúpula de Goldmann emplea técnicas tanto cinéticas como estáticas, y tiene la ventaja de que permite evaluar todo el campo visual. Se presentan estímulos (normalmente blancos) de tamaño e intensidad luminosa variables de modo similar a la exploración cinética de la pantalla tangente, a lo largo de cada meridiano radial desde una localización periférica hacia el centro. Normalmente se trazan dos o tres isópteras, ya que los defectos relativos que se omiten con estímulos mayores sí pueden descubrirse con otros más débiles. La prueba estática, encendiendo y apagando el estímulo luminoso, se realiza dentro de cada isóptera para identificar escotomas; los bordes de estos defectos pueden delimitarse mediante exploración cinética y su gravedad medirse variando el tamaño y la intensidad del estímulo. Aunque se usa la corrección para cerca al explorar los 30° centrales, se consigue una evaluación más detallada de los campos visuales de esta zona mediante la perimetría estática automatizada. El hecho de que tanto la pantalla tangente como la campimetría de Goldmann dependan mucho del examinador tiene sus ventajas e inconvenientes. Cuenta con la ventaja de que la interacción continuada con el paciente hace que su colaboración sea óptima, pero conlleva dos inconvenientes: se requiere un técnico experimentado que no se canse de repetir la exploración y existe un sesgo inherente según el examinador. Perimetría estática automatizada En los años noventa del siglo xx, la perimetría estática automatizada se convirtió en la técnica estándar para la mayoría de los clínicos de EE. UU. Aunque esta técnica es difícil para ciertos pacientes, sobre todo ancianos y aquellos con problemas de atención, posee numerosas ventajas respecto a las técnicas manuales cinéticas: • Condiciones del examen estandarizadas, lo que permite mejores comparaciones seriadas y entre centros de los campos visuales. • Menor dependencia del examinador. • Mejor sensibilidad. • Datos numéricos susceptibles de análisis estadísticos para comparaciones y estudios clínicos. • Almacenamiento electrónico de datos. En la mayoría de perímetros automatizados, la presentación es estática: los estímulos (normalmente blancos y de tamaño III estándar de Goldmann) se presentan aleatoriamente en localizaciones predeterminadas dentro de una región específica del campo visual. La exploración del campo visual se restringe habitualmente a los 24 o 30° centrales (fig. 3-5), no solo para tardar menos y hacer la prueba más fiable, sino, e igualmente importante, por la gran representación del campo visual central en la corteza estriada humana. Los 24° centrales corresponden al 80% de la corteza visual, mientras que los 30° centrales ocupan un 83% del área cortical. No obstante, estudios más recientes han reflejado variaciones en la superficie occipital total dedicada a la función macular. Figura 3-5 Diagrama que representa la extensión del campo visual estudiado con campímetro de Goldmann frente a un programa de 30° centrales de un perímetro estático automatizado. La isóptera mayor de la prueba de Goldmann se extiende 90° temporalmente y 60° en los otros cuadrantes; la perimetría estática automatizada típica solo estudia los 30° centrales. (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Se varía la intensidad de los estímulos para determinar cuál es el mínimo estímulo visible por el paciente en cada localización (sensibilidad umbral). En la perimetría automatizada, este umbral se define como el punto menos brillante que se identifica el 50% de las veces en una localización dada. Los valores de sensibilidad individuales se registran en un mapa topográfico de la región estudiada. Los valores se expresan en decibelios (la unidad de una escala logarítmica de potencia o intensidad, que mide la atenuación respecto a la intensidad máxima de estímulo para cada perímetro); un valor alto en un punto determinado indica que el paciente es capaz de ver un estímulo con mayor atenuación (menos intensidad), lo que refleja mayor sensibilidad visual en dicho punto. Estos valores no son absolutos ni directamente comparables entre perímetros, porque existen diferencias en las intensidades máximas, la iluminación de fondo y otros parámetros (incluida la duración de presentación). Para su interpretación clínica, estos valores se comparan con los valores normales ajustados por edad en cada punto, junto a una estimación estadística de la probabilidad de que el valor en cada punto sea anormal. Esta información se representa en gráficos topográficos, junto a una representación simbólica de los valores de sensibilidad, el mapa de escala de grises (fig. 3-6). Este mapa refleja una impresión topográfica global de los datos campimétricos usando símbolos oscuros para puntos de menor sensibilidad y símbolos más claros para puntos de gran sensibilidad. El ordenador hace interpolaciones entre los puntos examinados para proporcionar un dibujo fácil de entender (fig. 3-7). Pueden seleccionarse otros análisis estadísticos para medir la disminución de sensibilidad del campo visual punto a punto respecto a los valores de sujetos normales ajustados por edad (el gráfico de desviación total). Como puede haber una depresión generalizada de la sensibilidad por anomalías de los medios transparentes oculares (p. ej., problemas superficiales de la córnea, cataratas), puede ser útil la gráfica de desviación del patrón: se desplazan los valores de sensibilidad de todos los puntos (según el séptimo punto de mayor sensibilidad) y se reanalizan respecto a los valores esperados para esa edad. Así se compensa la depresión generalizada permitiendo reconocer patrones anormales (p. ej., escotomas, defectos arciformes, defectos homónimos) que podrían quedar enmascarados por una depresión difusa. Figura 3-6 Impresión del resultado de una prueba de perimetría estática automatizada 30-2 de Humphrey, con explicación de los análisis estadísticos, la escala de grises y los gráficos de probabilidad. (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Figura 3-7 Esta mujer de 43 años acudió porque veía destellos de luz por el lado izquierdo. Su agudeza visual era de 20/30 bilateralmente. A y B. Los campos visuales realizados con campímetro de Goldmann sugerían un posible defecto arciforme superior en el ojo izquierdo y pérdida parcial de sensibilidad temporal superior en el ojo derecho. C y D. La perimetría estática automatizada sugería posibles defectos arciformes superior e inferior en OS y las gráficas de desviación total y desviación del patrón mostraban claramente una pérdida de sensibilidad relativa en OS, desaturación temporal en OD con respecto a la línea media vertical, que indica hemianopsia homónima incompleta superior derecha. E. La RM reveló un tumor en el lóbulo temporal izquierdo, que causaba los síntomas visuales. Deben analizarse ambos gráficos de desviación, total y del patrón, para determinar los patrones del defecto campimétrico; esta combinación aporta una significación estadística que realza las alteraciones patológicas. (Partes A y D por cortesía de Steven A. ewman, MD; parte E por cortesía de Joel Curé, MD.) La perimetría original de umbral completo resultaba muy larga y fatigante, lo que disminuía la fiabilidad y la aceptación por el paciente. Se desarrolló una versión más corta, llamada FASTPAC, pero era demasiado breve y, por tanto, de fiabilidad dudosa. Se alcanzó una solución intermedia con el algoritmo sueco de umbral interactivo (SITA), estrategia muy bien acogida que acorta en un 50% el tiempo de exploración de la prueba de umbral completa sin perder la precisión necesaria para seguir siendo fiable. (V. sección 10 del CCBC, Glaucoma.) Los índices globales se calculan para ayudar a determinar los cambios con el tiempo. Entre ellos se encuentran la media ponderada respecto al centro de todos los puntos con disminución de sensibilidad respecto a lo normal (desviación media) y diversos valores para indicar defectos localizados (p. ej., desviación estándar del patrón, desviación estándar del patrón corregida, varianza de la pérdida). Estos índices pueden usarse para valorar cambios de sensibilidad con el tiempo (de forma global o punto por punto). La fiabilidad con que el paciente hace la prueba puede valorarse mediante: • Tasa de respuestas falsas positivas: con qué frecuencia responde el paciente cuando no se presenta estímulo luminoso (se considera aceptable por debajo del 25%, aunque idealmente estos errores pueden reducirse mediante la interacción del técnico con el paciente durante la prueba). • Tasa de respuestas falsas negativas: con qué frecuencia deja de responder el paciente cuando se presenta un estímulo más brillante que el umbral previamente determinado para ese punto (la tasa aceptable normalmente es por debajo del 25%, aunque la incidencia aumenta en regiones con verdadera pérdida campimétrica, ya que el paciente es incapaz de reproducir sus respuestas correctamente). • Pérdidas de fijación: con qué frecuencia responde cuando el paciente se presenta un estímulo en la supuesta localización fisiológica de la mancha ciega (no debería responder), lo que indica que el ojo no está alineado con el punto de fijación. • Fluctuación a corto plazo: con qué constancia responde el paciente en puntos específicos en que se repite la prueba para valorar la uniformidad de la respuesta (doble determinación). Adams DL, Sincich LC, Horton JC. Complete pattern of ocular dominance columns in human primary visual cortex. J eurosci. 2007;27(39):10391–10403. Anderson DR, Patella VM. Automated Static Perimetry. 2nd ed. St Louis: Mosby; 1999. Bengtsson B, Heiji A, Olsson J. Evaluation of a new threshold visual field strategy, SITA, in normal subjects. Swedish Interactive Thresholding Algorithm. Acta Ophthalmol Scand. 1998;76(2):165–169. Horton JC, Hoyt WF. The representation of the visual field in human striate cortex: a revision of the classic Holmes map. Arch Ophthalmol. 1991;109(6):816–824. Newman SA. Automated perimetry in neuro-ophthalmology. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 1995, module 6. Wong AM, Sharpe JA. Representation of the visual field in the human occipital cortex: a magnetic resonance imaging and perimetric correlation. Arch Ophthalmol. 1999;117(2):208–217. Pruebas complementarias Visión cromática El estudio de la visión cromática complementa el estudio de la agudeza visual. En las neuropatías ópticas, sobre todo la neuritis óptica desmielinizante, el grado de discromatopsia puede ser desproporcionado al grado de pérdida de agudeza visual de Snellen; en las maculopatías, la agudeza visual y la visión cromática tienden a declinar de forma similar. Por tanto, en un ojo con agudeza visual de 20/30 pero con una gran pérdida de visión cromática, sería más probable el diagnóstico de neuropatía óptica que el de maculopatía. La discromatopsia persistente es habitual incluso tras la recuperación de la agudeza visual en una neuropatía óptica. Las pruebas de visión cromática se realizan de forma separada en cada ojo para detectar lesiones unilaterales. Las láminas seudoisocromáticas se crearon para detectar deficiencias congénitas de la visión cromática rojo-verde. No obstante, se usan frecuentemente en la clínica como prueba básica de visión cromática porque las neuropatías ópticas a menudo presentan defectos rojo-verde acusados. Los defectos asimétricos entre los dos ojos son más significativos que la pérdida bilateral leve, que a menudo representa una alteración congénita, sobre todo en varones. Las láminas American Optical Hardy-Rand-Rittler (AO HRR) se crearon para detectar defectos tritán, así como defectos rojo-verde. Los defectos de la visión azul-amarilla pueden acompañar a las maculopatías pero también son frecuentes en la atrofia óptica dominante y pueden ser un signo incipiente de glaucoma. Las láminas tritán de Lanthony puede usarse para detectar defectos azul-amarillo, pero están menos extendidas que las láminas seudoisocromáticas. Hay pruebas de visión cromática que analizan más exhaustivamente los defectos de la visión del color y pueden servir para distinguir entre trastornos congénitos y adquiridos. La prueba del panel D-15 de Farnsworth, que consiste en que el paciente ordene quince discos coloreados según su matiz e intensidad, es una buena prueba básica si se lleva a cabo en condiciones de iluminación estandarizadas. Esta prueba puede hacerse más sensible si se desaturan las fichas coloreadas (prueba de 15 colores desaturada de Lanthony). La prueba de 100 colores de Farnsworth-Munsell es mucho más exhaustiva y permite una mejor discriminación, ya que usa 85 discos, aunque su realización y puntuación consumen mucho tiempo, lo que limita su empleo clínico sistemático. Hay una versión reducida, con solo 21 fichas de colores, que puede ser eficaz para discriminar entre neuropatías ópticas. Las pruebas de visión cromática se estudian e ilustran con más detalle en la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Melamud A, Hagstrom S, Traboulsi E. Color vision testing. Ophthalmic Genet. 2004;25(3):159–187. Nichols BE, Thompson HS, Stone EM. Evaluation of a significantly shorter version of the Farnsworth-Munsell 100-hue test in patients with 3 different optic neuropathies. J euroophthalmol. 1997;17(1):1–6. Sensibilidad al contraste espacial Las pruebas de agudeza visual miden la discriminación de contraste usando optotipos de tamaño variable (con espacios entre la luz y las líneas oscuras) pero que se presentan a un único (y elevado) nivel de contraste. Puede realizarse un estudio más sensible y exhaustivo variando también los niveles de contraste. Actualmente se usan dos tipos de tests de sensibilidad al contraste: los de rejilla y los de letras. Las pruebas de rejilla (Vistech; Sine Wave Contrast Test o SWCT; Functional Acuity Contrast Test o FACT) presentan filas de patrones de rejilla sinusoidales, cada uno de diferente frecuencia espacial. El mínimo contraste visto a cada nivel de frecuencia espacial (el umbral de contraste) se representa en un diagrama. La gráfica resultante de umbral frente a frecuencia —la función de sensibilidad al contraste (FSC)— representa la sensibilidad de la región central de la retina a lo largo de un intervalo de niveles de contraste, a diferencia de la sensibilidad frente a un único contraste empleado en las pruebas de agudeza visual estándar. Estas pruebas de rejilla, aunque probablemente superiores a las de letras, son más difíciles de llevar a cabo y de reproducir con fiabilidad. Es más habitual recurrir a una prueba de cribado más simple (escala de Pelli-Robson), que usa un optotipo de tamaño único y un nivel de contraste que decrece gradualmente. Como las lesiones menos graves del sistema visual pueden manifestarse solo por mala discriminación a niveles bajos de contraste, las pruebas de sensibilidad al contraste pueden ser útiles para detectar y cuantificar pérdidas de visión en presencia de una agudeza visual normal. La prueba de sensibilidad al contraste no es específica de disfunción del nervio óptico, y también puede alterarse por irregularidades de los medios transparentes y en maculopatías. Es más difícil interpretar los datos de la prueba de sensibilidad al contraste que los de agudeza visual, sobre todo a la hora de diferenciar entre anomalías sutiles y la normalidad; esta prueba no ha alcanzado gran aceptación en la práctica clínica. Las pruebas de sensibilidad al contraste se estudian con más detalle en la sección 3 del CCBC, Óptica clínica, y sección 12, Retina y vítreo. Owsley C. Contrast sensitivity. Ophthalmol Clin orth Am. 2003;16(2):171–177. Pelli DG, Robson JG, Wilkins AJ. The design of a new letter chart for measuring contrast sensitivity. Clinical Vision Sciences. 1988;2(3):187–199. Prueba de recuperación del fotoestrés La prueba de recuperación del fotoestrés es una prueba clínica sencilla que sirve para diferenciar la pérdida de visión secundaria a maculopatía o isquemia ocular de la debida a neuropatía óptica. Cada ojo se examina por separado. Se mide la mejor agudeza visual con corrección (la prueba solo es precisa con una agudeza visual de 20/80 o superior) y luego se pide al paciente que mire directamente durante 10 s a una luz fuerte (p. ej., un oftalmoscopio directo o el haz de la lámpara de hendidura) que se mantiene a 2-3 cm del ojo afectado. Luego se pide al paciente que lea la línea de mejor agudeza visual previamente determinada lo antes posible. El tiempo de recuperación normal suele ser de 45-60 s, pero los pacientes con maculopatías tardan más en recuperarse, generalmente 90-180 s o más. Los pacientes con neuropatía óptica presentan un tiempo de recuperación del fotoestrés normal. Glaser JS, Savino PJ, Sumers KD, McDonald SA, Knighton RW. The photostress recovery test in the clinical assessment of visual function. Am J Ophthalmol. 1977;83(2):255–260. Medidor de agudeza visual potencial El medidor de agudeza visual potencial (MAP) es útil cuando se sospecha que hay irregularidades u opacidades de medios responsables de la pérdida de visión. Los optotipos se proyectan sobre la retina a través de aberturas muy pequeñas en la córnea, cristalino o vítreo que permitan estimar la mejor agudeza visual si no hubiera alteraciones de medios. La prueba puede infraestimar o sobrevalorar la verdadera agudeza visual potencial, por lo que no es universalmente aceptada como predictiva de la agudeza visual postoperatoria tras la extracción de catarata. No obstante, puede ser una aproximación útil, sobre todo en casos con pérdida de visión por múltiples factores. Por tanto, en un paciente con agudeza visual de 20/200 y una agudeza visual potencial de 20/60, debe buscarse otra causa aparte de la opacidad de medios, como una neuropatía óptica o una maculopatía. A la inversa, un paciente con pérdida campimétrica difusa y agudeza visual de 20/100 que mejora a 20/20 al realizar la prueba con el MAP probablemente no requiere someterse a más pruebas. El MAP también es útil en casos de pérdida funcional de visión, cuando la prueba revela una agudeza visual potencial claramente mejor que la que se mide mediante la prueba estándar de Snellen. Minkowski JS, Palese M, Guyton DL. Potential acuity meter using a minute aerial pinhole aperture. Ophthalmology. 1983;90(11):1360–1368. Reid O, Maberley DA, Hollands H. Comparison of the potential acuity meter and the visometer in cataract patients. Eye. 2007;21(2):195–199. Angiografía fluoresceínica La angiografía fluoresceínica puede ayudar a diferenciar una maculopatía de una pérdida visual por disfunción del nervio óptico. Aunque la mayoría de los casos de maculopatía muestran alteraciones retinianas evidentes, ciertos trastornos —como pérdida de capilares retinianos por diabetes u otra vasculopatía, edema macular cistoide leve, colecciones mínimas de líquido submacular (p. ej., retinopatía serosa central), maculopatías tóxicas (p. ej., cloroquina) y distrofias de conos incipientes — pueden manifestar solo signos clínicos sutiles, que pueden ponerse mejor de manifiesto mediante angiografía como zonas avasculares, escapes de líquido o irregularidades del epitelio pigmentario retiniano (EPR). El patrón de relleno angiográfico de la papila óptica edematosa puede aportar información diagnóstica adicional. El retraso significativo en su relleno sugiere neuropatía óptica isquémica y descarta la papilitis y otras causas no isquémicas de edema. La angiografía también puede demostrar ausencia o retraso de relleno coroideo, con o sin edema papilar. Este hallazgo puede explicar pérdida visual por isquemia coroidea y sugerir o ayudar a confirmar el diagnóstico de arteritis de células gigantes (fig. 3-8). La angiografía con verde de indocianina (AVI) permite estudiar mejor el flujo sanguíneo coroideo; puede resultar útil como complemento de la angiografía fluoresceínica en casos con sospecha de isquemia coroidea. Figura 3-8 Angiografía fluoresceínica en la neuropatía óptica isquémica anterior (NOIA). A. En la NOIA arterítica, la papila muestra retraso segmentario de llenado asociado a marcados defectos de perfusión coroidea. B. En contraste, la papila de la NOIA no arterítica muestra retraso segmentario de llenado con relleno coroideo normal. (Reproducido a partir de Arnold AC, Hepler RS. Fluorescein angiography in acute nonarteritic anterior ischemic optic neuropathy. Am J Ophthalmol. 1994;117(12):222–230.) Para un estudio más a fondo de la angiografía fluoresceínica, véase la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Arnold AC, Badr M, Hepler RS. Fluorescein angiography in nonischemic optic disc edema. Arch Ophthalmol. 1996;114(3):293–298. Arnold AC, Hepler RS. Fluorescein angiography in acute nonarteritic anterior ischemic optic neuropathy. Am J Ophthalmol. 1994;117(2):222–230. Berkow JW, Flower RW, Orth DH, Kelley JS. Fluorescein and Indocyanine Green Angiography: Technique and Interpretation. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 5. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 1997. Galor A, Lee MS. Slowly progressive vision loss in giant cell arteritis. Arch Ophthalmol. 2006;124(3):416–418. Siatkowski RM, Gass JD, Glaser JS, Smith JL, Schatz NJ, Schiffman J. Fluorescein angiography in the diagnosis of giant cell arteritis. Am J Ophthalmol. 1993;115(1):57–63. Tomografía de coherencia óptica La tomografía de coherencia óptica (TCO) permite la visualización in situ de las capas retinianas y del nervio óptico de modo no invasivo, con alta resolución y rápida adquisición de imagen en tiempo real. Las imágenes se obtienen midiendo las ondas luminosas reflejadas por la retina y los nervios ópticos, y creando imágenes tomográficas de dos o tres dimensiones. La TCO se ha vuelto imprescindible para la evaluación clínica y el tratamiento de diversas enfermedades retinianas, tumores intraoculares y el glaucoma. Su uso en neuroftalmología está expandiéndose de forma exponencial. (V. la sección 10, Glaucoma, y la sección 12, Retina y vítreo, del CCBC para más información.) Pruebas electrofisiológicas En las pérdidas de visión central o periférica sin alteraciones evidentes en el fondo de ojo, las pruebas electrofisiológicas complementarias pueden ayudar a confirmar o descartar alteraciones del nervio óptico o del funcionamiento retiniano. Las pruebas electrofisiológicas se analizan con más detalle en la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Potenciales evocados visuales Los potenciales evocados visuales (PEV) o respuestas evocadas visuales (REV) miden la señal eléctrica registrada en el cuero cabelludo sobre la corteza occipital en respuesta a un estímulo luminoso. La señal provocada por la luz, de amplitud pequeña y oculta por la señal electroencefalográfica (EEG) normal, se amplifica mediante estimulaciones repetitivas y técnicas para promediar las señales a tiempo fijo, separándolas de los registros EEG de fondo. El origen exacto de la señal de los PEV sigue siendo incierta, aunque revela la integridad de la vía visual aferente, de forma que cualquier lesión a lo largo de esta vía puede reducir la señal. Los PEV dependen principalmente de la función visual central, porque hay una gran zona de la corteza occipital dedicada a las proyecciones maculares. Por tanto, las pérdidas de visión periférica pueden ser pasadas por alto en la prueba de PEV. El estímulo con flash es útil en pacientes con visión muy mala en los que la respuesta al estímulo con inversión de patrón, que es más sutil, puede ser escasa o estar ausente. Sin embargo, si se puede medir, la respuesta en patrón produce una onda más cuantificable y fiable. El patrón puede estudiarse mediante el número de ciclos por segundo o según el tamaño del patrón en damero. Los tamaños menores permiten detectar variaciones menores en la función. La onda PEV transitoria contiene típicamente un pico negativo inicial (N1), seguido de un pico positivo (P1, también llamado P100 por su localización habitual a 100 ms); a continuación se registran un segundo pico negativo (N2) y positivo (P2). La latencia de comienzo de un pico tras el estímulo luminoso y (en menor medida) la amplitud del pico son las características cuyo análisis resulta más valioso. El examinador puede comparar los registros de cada ojo con los valores normales estandarizados, los registros de los dos ojos y los registros de los dos hemisferios. Las latencias de los picos son relativamente constantes, y se dispone de datos normativos precisos; los datos de amplitud son menos uniformes y por tanto menos útiles. Las alteraciones de la onda se deben a trastornos en cualquier punto a lo largo de las vías visuales, aunque las anomalías unilaterales pueden reflejar una neuropatía óptica y por tanto ayudan a revelar lesiones en ausencia de alteraciones oftalmoscópicas llamativas. La desmielinización del nervio óptico produce un aumento de la latencia de la onda P100, sin efecto significativo sobre la amplitud en fase de resolución; las lesiones isquémicas, compresivas y tóxicas reducen principalmente la amplitud, con menor efecto sobre la latencia. En la mayoría de las situaciones clínicas, los PEV son de utilidad limitada. Dependen de numerosos factores que pueden producir ondas anormales en ausencia de lesiones de la vía visual, como defecto refractivo no corregido, opacidad de medios, ambliopía, fatiga y falta de atención (intencionada o involuntaria). En la mayoría de los casos, no son necesarios los PEV para el diagnóstico de neuropatía óptica y su cuantificación es menos exacta que la obtenida mediante perimetría. Las dos situaciones en las que los PEV siguen siendo útiles clínicamente son: 1) el estudio de la vía visual en lactantes o adultos que no pueden comunicarse, y 2) la confirmación de la integridad de la vía visual en pacientes con sospecha de enfermedad funcional. Una respuesta de flash constantemente anormal en un bebé o un adulto que no pueda expresarse refleja un deterioro acusado. Sin embargo, una respuesta en patrón anormal es menos valorable, ya que puede indicar lesión o bien deberse a un falso negativo por falta de atención o las razones antes citadas. Las respuestas normales sí confirman la integridad de las vías visuales. Recientemente se ha desarrollado la técnica de los PEV multifocales (PEVmf), con el objeto de detectar anomalías leves de la transmisión del nervio óptico y proporcionar una correlación topográfica a lo largo de la vía visual. Los escasos estudios hasta la fecha sobre las vías visuales anteriores demuestran la correlación entre las alteraciones del campo visual y las anomalías confirmadas mediante PEVmf. Fishman GA, Birch DG, Holder GE, Brigell MG. Electrophysiologic Testing in Disorders of the Retina, Optic erve, and Visual Pathway. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 2. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2001. Hood DC, Odel JC, Winn BJ. The multifocal visual evoked potential. J euroophthalmol. 2003;23(4):279–289. Electrorretinograma El electrorretinograma (ERG) es una medida de la actividad eléctrica de la retina en respuesta a un estímulo luminoso. Se mide en la superficie corneal mediante electrodos adheridos a una lente de contacto corneal que se lleva puesta para la prueba. La respuesta de campo completo se genera estimulando toda la retina con una luz de flash en diversas condiciones de adaptación retiniana. Los principales componentes de la onda eléctrica generada y medida comprenden la onda a, principalmente derivada de la capa de fotorreceptores; la onda b, derivada de la retina interna, probablemente de las células de Müller y las células bipolares ON, y la onda c, procedente del EPR y los fotorreceptores. Las respuestas de los dos tipos de fotorreceptores, conos y bastones, pueden separarse variando los estímulos y el estado de adaptación retiniana durante la prueba. Este tipo de prueba es útil para detectar retinopatía difusa en el contexto de una pérdida de visión generalizada o periférica. Trastornos como la retinitis pigmentaria (incluidas las formas sin pigmentación), la distrofia de conos-bastones, las retinopatías tóxicas y los síndromes paraneoplásicos retinianos —retinopatía asociada a cáncer (RAC) y retinopatía asociada a melanoma (RAM)— pueden presentarse con una pérdida visual de gravedad variable y mínimas anomalías oculares visibles. El ERG está invariablemente muy deprimido en el momento en que la pérdida visual es significativa, por lo que esta prueba resulta muy útil. Sin embargo, la prueba de campo completo mide solo la respuesta global de toda la retina, por lo que las retinopatías leves o localizadas, sobre todo la maculopatías —aunque cursen con grave pérdida de visión— pueden no producir una respuesta anormal. Fishman GA, Birch DG, Holder GE, Brigell MG. Electrophysiologic Testing in Disorders of the Retina, Optic erve, and Visual Pathway. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 2. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2001. El ERG focal o macular es una técnica especial con un estimulador semejante a un oftalmoscopio directo manual que produce estimulación intermitente localizada y recoge registros de la región macular. Este método detecta de forma fiable disfunciones maculares sutiles en casos con pérdida de visión central y mácula de aspecto normal en la oftalmoscopia y la angiografía con fluoresceína; sin embargo, ha sido reemplazado por el ERG multifocal (comentado más adelante en este apartado). Fish GE, Birch DG. The focal electroretinogram in the clinical assessment of macular disease. Ophthalmology. 1989;96(1):109–114. Se ha estudiado una respuesta ERG generada por un estímulo con inversión de patrón similar al usado en los PEV, dando lugar al denominado ERG patrón o PERG. Se cree que la actividad de las células ganglionares se refleja en el componente N95 de su onda, por lo que sería una técnica útil para detectar neuropatías ópticas incipientes. Hay trabajos que informan de la utilidad del PERG para distinguir entre las neuropatías ópticas isquémicas y desmielinizantes: el componente N95 permanece relativamente normal en casos de desmielinización (si no hay atrofia) y se altera en la isquemia. Esta prueba no ha ganado gran aceptación clínica. Holder GE. Pattern electroretinography (PERG) and an integrated approach to visual pathway diagnosis. Prog Retin Eye Res. 2001;20(4):531–561. El ERG multifocal (fig. 3-9) es una nueva técnica en la que se registran de forma simultánea y se representan topográficamente las señales de ERG de hasta 250 localizaciones retinianas dentro de los 30° centrales. Como no depende de una respuesta masiva de la retina, como ocurre con el ERG de campo completo, se ha demostrado que resulta muy valiosa para detectar anomalías retinianas focales ocultas en la mácula o más periféricas. La técnica sirve para distinguir entre neuropatías ópticas y maculopatías en casos con pérdida de visual central inexplicada, ya que la señal generalmente permanece normal en casos de lesión del nervio óptico. Además, puede detectar regiones de disfunción retiniana periférica demasiado pequeñas para ser medidas con la técnica de campo completo. Figura 3-9 ERG multifocal de un paciente con maculopatía. El ojo afectado muestra aplanamiento del pico foveal normal en la representación gráfica (A), en comparación con el ojo normal (B). La representación topográfica detallada de las ondas en cada punto retiniano muestra una disminución difusa de amplitudes, más acusada en la fóvea. (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Hood DC, Bach M, Brigell M, et al. ISCEV guidelines for clinical multifocal electroretinography (2007 edition). Doc Ophthalmol. 2008;116(1):1–11. Hood DC, Odel JG, Chen CS, Winn BJ. The multifocal electroretinogram. J euroophthalmol. 2003;23(3):225–235. Capítulo 4 Paciente con disminución de visión clasificación y tratamiento Las pérdidas de visión pueden deberse a alteraciones en los medios refractivos oculares, la retina, el nervio óptico, las cintillas ópticas, las radiaciones visuales y la corteza occipital. En el estudio del paciente con pérdida de visión son importantes la historia clínica, la exploración y las pruebas complementarias, como se señaló en el capítulo 3. Para localizar el origen de la pérdida visual, debe prestarse atención especial a los siguientes puntos durante la exploración: • Signos de alteraciones de los medios de refracción oculares: transparencia para visualizar el fondo de ojo. • Indicios de retinopatía: aspecto de la mácula y la retina periférica. • Patrón de pérdida visual: central (disminución de agudeza visual) o periférica (pérdida de campo visual). • Datos sugerentes de neuropatía óptica: presencia de defecto pupilar aferente; aspecto de la papila óptica. • Signos de lesión del quiasma. • Signos de lesión retroquiasmática. Anomalías de los medios de refracción oculares Las irregularidades u opacidades de los medios oculares pueden degradar la calidad de la imagen presentada a la vía visual anterior y dar lugar a disminución de visión. Estos trastornos pueden detectarse en el examen con lámpara de hendidura y mediante la oftalmoscopia directa. Entre ellos se encuentran: • Lesiones corneales, tanto evidentes (cicatrices y distorsión cónica acusada por queratocono) como sutiles (astigmatismo irregular u oblicuo, formación incipiente del cono en el queratocono); puede ser necesaria una queratometría o topografía corneal para detectar estas anomalías. Las alteraciones sutiles de la película lagrimal (como la queratitis seca y la queratopatía por exposición), las distrofias subepiteliales y el engrosamiento corneal con edema estromal también pueden deteriorar la visión. • Irregularidades del cristalino, tanto evidentes (opacidades corticales, nucleares, subcapsulares o polares) como sutiles (oscurecimiento nuclear central, irregularidad del tejido cristaliniano, formación de «gota de aceite», lenticono posterior). • Alteraciones del vítreo como infiltrado celular con turbidez, sangre, membranas inflamatorias e hialosis asteroide. Maculopatías Las lesiones de la mácula producen pérdida de visión central, con deterioro de la agudeza visual, la visión cromática, pérdida del campo visual central y a veces pueden simular una neuropatía óptica. A menos que exista una maculopatía grave, no habrá defecto pupilar aferente relativo (DPAR). Por otro lado, las maculopatías suelen causar una afectación similar de la discriminación cromática y la agudeza visual, mientras que las neuropatías ópticas a menudo dan lugar a una alteración de la visión cromática desproporcionadamente mayor que la pérdida de agudeza visual. Los defectos campimétricos en la maculopatía tienden a ser focales y centrados en el punto de fijación, mientras que en las neuropatías ópticas suelen ser mayores, a menudo centrocecales, y parte de una depresión generalizada de la sensibilidad del campo visual. Los pacientes con maculopatías pueden referir metamorfopsia, que no es típica de las neuropatías ópticas. En general, las maculopatías producen anomalías oftalmoscópicas visibles que permiten el diagnóstico correcto, aunque estos hallazgos pueden ser sutiles, evanescentes o ausentes. La tomografía de coherencia óptica (OCT), la angiografía con fluoresceína y, en ocasiones, la electrorretinografía multifocal (ERGmf) pueden ayudar a detectar anomalías de la estructura o función retiniana. (V. cap. 3 y sección 12 del CCBC, Retina y vítreo, para más información sobre estas pruebas.) Las maculopatías y retinopatías que con más frecuencia se confunden con afecciones del nervio óptico incluyen el síndrome de agrandamiento idiopático agudo de la mancha ciega, que se solapa con el síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes; la hipovitaminosis A y la distrofia de conos. Los pacientes con estos cuadros pueden presentar un fondo de ojo de aspecto normal. Otras enfermedades más raras serían las retinopatías paraneoplásicas: retinopatía asociada a cáncer (RAC) y retinopatía asociada a melanoma (RAM). Los pacientes con estos trastornos acuden con síntomas visuales significativos, pero con un fondo de ojo que a la exploración es normal o muestra cambios mínimos en fases avanzadas de la enfermedad. Otras afecciones retinianas que a veces se confunden con neuropatías ópticas, como la retinopatía central serosa, el edema macular cistoide y la retinopatía externa oculta zonal aguda (REOZA), se estudian a fondo en la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Agrandamiento idiopático agudo de la mancha ciega Tradicionalmente, el aumento de la mancha ciega en la exploración del campo visual se asocia a cambios de la papila óptica, como edema o drusas. Sin embargo, se ha acuñado el término de agrandamiento idiopático agudo de la mancha ciega para describir diversas entidades clínicas que se presentan con un aumento del tamaño de la mancha ciega en la perimetría, pero que pueden mostrar diversos aspectos en el fondo del ojo. (V. sección 9, Inflamación intraocular y uveítis, y sección 12, Retina y vítreo, del CCBC, para más información.) Algunos pacientes tienen un fondo aparentemente normal sin edema de papila ni lesiones retinianas, mientras que otros muestran edema de papila, alteraciones peripapilares, coroiditis, cambios del epitelio pigmentario retiniano (EPR) y uveítis. Esta variabilidad ha dado lugar a discusiones sobre si son entidades diferenciadas o bien corresponden al espectro de una única enfermedad. Además de la característica común del aumento de la mancha ciega, las fotopsias son un síntoma destacado, que parece reflejar la afección de la retina externa. La electrorretinografía (ERG), tanto de campo completo como multifocal, puede detectar alteraciones. Por eso, este síndrome clínico refleja una disfunción de la retina externa, del EPR y la coroides, no siendo primariamente una neuropatía óptica. En general, los pacientes con agrandamiento idiopático agudo de la mancha ciega tienen buen pronóstico visual. Fletcher WA, Imes RK, Goodman D, Hoyt WF. Acute idiopathic blind spot enlargement: a big blind spot syndrome without optic disc edema. Arch Ophthalmol. 1988;106(1):44–49. Volpe NJ, Rizzo JF III, Lessell S. Acute idiopathic blind spot enlargement syndrome: a review of 27 new cases. Arch Ophthalmol. 2001;119(1):59–63. Síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes En el síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes (SMPBE), que casi siempre afecta a mujeres menores de 30 años, los síntomas de presentación consisten en fotopsias, pérdida de agudeza visual y defectos campimétricos que van desde un aumento de la mancha ciega o un escotoma centrocecal o central hasta una depresión difusa de la sensibilidad del campo (fig. 4-1). En algunos casos hay DPAR, aunque normalmente leve. Los típicos puntos blancos de las capas profundas de la retina posterior son transitorios, suelen durar varias semanas y desaparecen espontáneamente. La papila óptica es normal o muestra edema leve. En la angiografía fluoresceínica, las lesiones retinianas, si pueden demostrarse, muestran hiperfluorescencia precoz parecida a una corona y tinción tardía. La angiografía con verde de indocianina produce un patrón muy llamativo de pequeñas lesiones hipofluorescentes sobre lesiones hipofluorescentes mayores, concentradas en una distribución peripapilar que se corresponde con el agrandamiento de la mancha ciega fisiológica. El ERG demuestra típicamente depresión de la onda a. El ERG multifocal a menudo revela áreas focales de disfunción retiniana. (V. sección 9, Inflamación intraocular y uveítis, y sección 12, Retina y vítreo, del CCBC, para más información.) Figura 4-1 Esta mujer de 32 años acudió con una historia de destellos luminosos en el lado derecho del ojo derecho desde hacía 6 meses. Su agudeza visual era 20/15 bilateralmente con un defecto pupilar aferente derecho menor de 0,3 unidades logarítmicas. La perimetría automatizada cuantitativa mostraba una extensa zona de depresión en el campo visual temporal que arrancaba del nervio óptico y cruzaba la línea media vertical. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Gross NE, Yannuzzi LA, Freund KB, Spaide RF, Amato GP, Sigal R. Multiple evanescent white dot syndrome. Arch Ophthalmol. 2006;124(4):493–500. Quillen DA, Davis JB, Gottlieb JL, et al. The white dot syndromes. Am J Ophthalmol. 2004;137(3):538–550. Hipovitaminosis A La vitamina A es una vitamina liposoluble esencial para la rodopsina, pigmento visual de los fotorreceptores, así como para la diferenciación de las células basales de los epitelios mucosos, como la conjuntiva. Se absorbe en el intestino delgado, se transporta al hígado, donde se almacena, y se redistribuye luego a los órganos diana, como el EPR. La desnutrición, la malabsorción, las hepatopatías y la deficiencia de cinc (el cinc es un cofactor de la conversión de retinol a 11-cisretinal) contribuyen a la deficiencia de vitamina A. Las manifestaciones de esta hipovitaminosis incluyen xerosis, manchas de Bitôt en la conjuntiva, queratomalacia, ceguera nocturna, pérdida de campo visual periférico y, a veces, pérdida de visión central. Las pruebas complementarias revelan una acusada disfunción de los bastones (en el ERG), y aumento de los umbrales de bastones y conos (en la adaptación a la oscuridad). Los pacientes a menudo muestran una recuperación espectacular con el tratamiento, que consiste en suplementos de vitamina A y corrección de cualquier trastorno sistémico subyacente. Purvin V. Through a shade darkly. Surv Ophthalmol. 1999;43(4):335–340. Distrofia de conos La distrofia de conos es una rara enfermedad que se caracteriza por una pérdida visual sin causa aparente, que puede confundirse con una neuropatía óptica. Los pacientes normalmente se presentan en la primera o segunda décadas de la vida con un declive bilateral y gradual de la agudeza visual y la visión cromática. Son frecuentes la fotofobia y la hemeralopía («ceguera diurna»). En fases precoces, la pérdida visual leve a moderada puede acompañarse de un aspecto oftalmoscópico normal o de una leve disminución del reflejo foveal y pigmentación macular granular. Al progresar la enfermedad, el EPR macular se atrofia en una región ovalada central. Puede haber un patrón de despigmentación en «ojo de buey», similar al de la maculopatía por cloroquina. La angiografía fluoresceínica puede resaltar estas alteraciones antes de que sean clínicamente evidentes. Los resultados del ERG pueden ser normales inicialmente, pero al final muestran una respuesta fotópica (de conos) claramente disminuida y una afectación menos acusada de la respuesta escotópica (de bastones). El ERG multifocal es útil para diagnosticar la distrofia de conos inicial. Síndromes paraneoplásicos Retinopatía asociada a cáncer La RAC se manifiesta con fotopsias, nictalopía, mala adaptación a la oscuridad, borrosidad visual, escotoma anular y pérdida de campo visual periférico o central. A diferencia de los fenómenos visuales positivos de la migraña, los síntomas de la RAC tienden a ser permanentes. Los síntomas progresan a lo largo de semanas o meses, a menudo (en el 50% de los casos) antes de que se identifique el tumor maligno de base (normalmente carcinoma bronquial de células pequeñas, aunque también se han visto implicados otros tumores pulmonares y cánceres de mama, uterinos y cervicales). El deterioro es progresivo, hasta llegar a una afectación bilateral con grave pérdida de visión. El fondo de ojo puede ser normal al principio, aunque es muy característico que el ERG esté marcadamente reducido de amplitud, incluso en fases precoces. Al progresar la enfermedad, se atenúan las arteriolas retinianas, hay adelgazamiento y moteado del EPR y aparece atrofia óptica. Los investigadores creen que, en la mayoría de los pacientes, el tumor subyacente expresa un antígeno que es homólogo a una proteína de 23 kd de los fotorreceptores retinianos, llamada originalmente antígeno RAC, aunque recientemente se ha identificado como la recoverina, una proteína ligadora de calcio. Los autoanticuerpos circulantes contra el antígeno asociado al tumor probablemente reaccionan cruzadamente con la recoverina retiniana y producen una degeneración de fotorreceptores, tanto conos como bastones, de origen inmunitario. Se han intentado diversos tipos de tratamiento basados en este supuesto mecanismo. Keltner et al. describieron un paciente cuyo nivel de anticuerpos disminuyó, con mejora y estabilización de su función visual, gracias a la corticoterapia sistémica. Se han atribuido resultados beneficiosos a varias combinaciones de corticoesteroides, plasmaféresis e inmunoglobulinas intravenosas. En general, sin embargo, el pronóstico visual es malo. El tratamiento del tumor responsable no tiene un efecto claro sobre la función retiniana. Retinopatía asociada a melanoma La RAM es un síndrome extremadamente raro que afecta principalmente a los bastones, con los síntomas correspondientes de fotopsias, nictalopía y pérdida de visión periférica bilateral. La RAM suele instaurarse con rapidez en semanas o meses, aunque puede tener un comienzo brusco. Los síntomas visuales aparecen típicamente en el contexto de un diagnóstico previo de melanoma, y la investigación de la pérdida de visión a menudo descubre metástasis. La agudeza visual, la visión cromática y el campo visual central suelen ser normales al principio, con predominio de las alteraciones campimétricas periféricas. El fondo de ojo puede ser normal o mostrar irregularidad del EPR, adelgazamiento de arteriolas retinianas y palidez papilar en casos que han permanecido sintomáticos durante meses. Las anomalías del ERG en los pacientes con síndrome de RAM sugieren una disfunción de bastones. La función visual permanece estable y no empeora en la RAM (a diferencia de la RAC). Ningún tratamiento parece eficaz. Chan JW. Paraneoplastic retinopathies and optic neuropathies. Surv Ophthalmol. 2003;48(1):12–38. Goldstein SM, Syed NA, Milam AH, Maguire AM, Lawton TJ, Nichols CW. Cancer-associated retinopathy. Arch Ophthalmol. 1999;117(12):1641–1645. Guy J, Aptsiauri N. Treatment of paraneoplastic visual loss with intravenous immunoglobulin: report of 3 cases. Arch Ophthalmol. 1999;117(4):471–477. Keltner JL, Thirkill CE, Tyler NK, Roth AM. Management and monitoring of cancer-associated retinopathy. Arch Ophthalmol. 1992;110(11):48–53. Kim RY, Retsas S, Fitzke FW, Arden GB, Bird AC. Cutaneous melanoma-associated retinopathy. Ophthalmology. 1994;101(11):1837–1843. Sawyer RA, Selhorst JB, Zimmerman LE, Hoyt WF. Blindness caused by photoreceptor degeneration as a remote effect of cancer. Am J Ophthalmol. 1976;81(5):606–613. Ambliopía En casos de pérdida visual monocular no explicada, debe tenerse en cuenta la posibilidad de una ambliopía previa. Hay que buscar causas ocultas como anisometropía, astigmatismo o heterotropia de pequeño ángulo. La mejoría de la agudeza visual al preguntar letras aisladas en vez de líneas enteras sugiere la presencia del fenómeno de apiñamiento, típico de la ambliopía. En ocasiones, la ambliopía profunda puede causar un DPAR, aunque de grado leve (rara vez superior a 0,6 unidades logarítmicas). Los campos visuales suelen ser normales o mostrar una depresión leve generalizada, más que escotomas focales o la depresión más intensa que aparece en lesiones de la vía visual. Pueden ser muy útiles los registros de revisiones oftalmológicas previas. europatía óptica Las neuropatías ópticas se asocian de forma típica a defectos campimétricos, como se describe más adelante. La mayoría presenta un defecto pupilar aferente, aunque puede faltar en casos con disfunción muy leve del nervio óptico o afectación simétrica bilateral. La papila óptica puede tener un aspecto normal o alterado; las papilas anormales pueden estar edematosas o mostrar otras alteraciones, como drusas, excavación o atrofia. Ciertas causas de neuropatía óptica pueden presentarse de diversas formas; por ejemplo, las lesiones orbitarias compresivas o infiltrativas pueden manifestarse inicialmente con papiledema, atrofia óptica o papilas normales. En este capítulo se han clasificado las neuropatías ópticas según sus presentaciones más habituales, pero debe recordarse que existe un considerable solapamiento entre estas categorías. Patrones campimétricos Las fibras nerviosas de las células ganglionares retinianas entran en la cabeza del nervio óptico en tres grupos principales (fig. 4-2), por lo que las lesiones del nervio óptico pueden clasificarse en tres categorías de pérdida campimétrica. Por lo general, los defectos pueden clasificarse como se expone en la tabla 4-1. • Fibras papilomaculares: escotoma centrocecal (fig. 4-3A, izquierda) escotoma paracentral (fig. 43A, derecha) y escotoma central (fig. 4-3B). • Fibras arciformes: escotoma arciforme (defectos de haz de fibras nerviosas) (fig. 4-3C), defecto amplio (altitudinal) (región más ancha de fibras arciformes) (fig. 4-3D) y defecto (escalón) nasal (porción nasal de las fibras arciformes) (fig. 4-3E). Estas fibras se alinean a lo largo del rafe retiniano horizontal, por lo que su lesión tiende a producir defectos limitados por la línea media horizontal. • Fibras nasales radiales: defecto en cuña temporal. Figura 4-2 A. Diagrama de la entrada al nervio óptico de la capa de fibras nerviosas retinianas. Las fibras se clasifican en arciformes (se ha recalcado el haz inferior), papilomaculares (flecha larga) y nasales radiales (flecha corta).B. Gráfico de escala de grises de una perimetría de Humphrey que muestra un defecto campimétrico arciforme superior que se corresponde con la lesión del haz de fibras nerviosas arciforme inferior recalcado. (Parte B por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Tabla 4-1 Terminología perimétrica Término Características Características del defecto de campo visual Absoluto No se perciben estímulos en el área afectada Pueden percibirse los estímulos mayores y más brillantes en el área afectada, pero no se ven los más pequeños y oscuros. Por tanto, el tamaño y la forma del defecto campimétrico cambian inversamente con los cambios de tamaño e Relativo intensidad del estímulo presentado. Los defectos pueden describirse como superficiales, cuando solo dejan de percibirse los estímulos más pequeños o menos brillantes, o profundos, si no se detectan estímulos brillantes en la zona central del defecto Términos que describen los defectos de campo visual Área de función visual deprimida rodeada de una zona de función visual normal Escotoma (p. ej., la mancha ciega) Central Solo afecta a la fijación Centrocecal Se extiende temporalmente desde la fijación hasta la mancha ciega Paracentral Afecta a la región próxima a la fijación, pero sin incluirla Pericentral Afecta a regiones simétricas que rodean a la fijación, sin incluirla Arciforme Corresponde y representa lesión de un haz de fibras nerviosas Defecto arciforme más extenso que afecta dos cuadrantes en el campo visual Altitudinal superior o inferior Cuadrantanopsia Afecta un cuadrante de campo visual Hemianopsia Afecta la mitad del campo visual, sea nasal o temporal Descripción de los defectos bilaterales de campo visual según localización espacial y extensión Homónimo Se afecta el mismo lado del espacio visual en cada ojo Bitemporal Se afectan los lados temporales opuestos del campo visual en cada ojo Completo Se afecta todo el campo Incompleto Se conserva una parte del campo Tendencia de los defectos campimétricos homónimos a ser simétricos (o sea, a Congruencia tener tamaño, localización y forma similares en cada ojo) Figura 4-3 Patrones de defectos campimétricos en las neuropatías ópticas. A. Escotoma centrocecal (izquierda, flecha); escotoma paracentral (derecha, flecha). B. Escotoma central (flecha).C. Escotoma arciforme (flecha).D. Defecto arciforme ancho (altitudinal) (flecha).E. Defectos arciformes nasales (escalón) (flechas).F. Aumento de la mancha ciega (flecha). (Partes E, F por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) El aumento de la mancha ciega se produce por edema papilar de cualquier origen, a causa del desplazamiento de la retina circundante (fig. 4-3F). europatías ópticas anteriores con edema de papila Papiledema agudo El término papiledema describe el edema de la cabeza del nervio óptico secundario a hipertensión intracraneal (HIC). El aspecto de la papila en el papiledema es indistinguible de otras causas de edema (p. ej., papilitis). El papiledema agudo produce hiperemia papilar, con dilatación de la red capilar superficial, telangiectasias en la superficie y los vasos radiales peripapilares y, a menudo, hemorragia en llama. La CFNR peripapilar es blanco-grisácea y opalescente, con bordes desflecados y estriados que ocultan los límites papilares y los vasos retinianos que cruzan sobre ella. En el papiledema precoz, la afectación de la CFNR puede ser incompleta, con ocultamiento solo parcial de vasos. La ausencia de excavación papilar es un signo tardío de papiledema; esta ausencia casi siempre se debe a una papila óptica repleta congénitamente, como ocurre en el seudopapiledema (v. el comentario más adelante en este apartado). La ausencia de pulso venoso espontáneo puede reflejar HIC, aunque su ausencia en el examen inicial tiene poco valor porque el 20% de los individuos normales no muestran latidos venosos espontáneos. Sin embargo, su desaparición, si antes se había confirmado su existencia, sugiere aumento de la presión intracraneal (PIC). El papiledema más avanzado presenta focos blancos algodonosos papilares y maculares, exudados y hemorragias. La mayoría de los pacientes con aumento de la presión intracraneal (PIC) tienen síntomas como cefalea, náuseas y vómitos. También pueden notar oscurecimientos pasajeros de la visión, episodios de pérdida visual unilateral o bilateral de segundos de duración. A menudo se describen como «borramientos» o «apagones» de la visión y son frecuentes con los cambios ortostáticos. En el papiledema agudo, la función del nervio óptico, incluidas la agudeza visual y la visión cromática, casi siempre es normal. Las respuestas pupilares también son normales. El campo visual suele mostrar solo un agrandamiento de la mancha ciega. El primer paso que debe tomar el médico ante la sospecha de papiledema es descartar el seudopapiledema. Para distinguir entre ambos, son básicas estas tres cuestiones: 1. ¿Hay hiperemia de papila? El papiledema —salvo las formas pálidas de neuropatía óptica isquémica (arteritis de células gigantes) o el papiledema crónico avanzado con atrofia (en el que también hay una clara disfunción del nervio óptico)— suele asociarse a congestión de la microvasculatura papilar, por lo que adopta un aspecto más rojizo. 2. ¿Hay anomalías microvasculares en la superficie papilar? El papiledema muestra dilatación y telangiectasias de los capilares superficiales de la papila y puede asociarse a hemorragias en llama papilares o yuxtapapilares. Estos hallazgos no aparecen en el seudopapiledema. No hay que confundirlos con los vasos telangiectásicos que se ven en la neuropatía óptica hereditaria de Leber, que son principalmente peripapilares y no exudan fluoresceína. 3. ¿A qué profundidad de la retina se origina la borrosidad de los límites de la papila? Los bordes papilares están difuminados en el papiledema verdadero a causa de que el edema, el engrosamiento y la opacificación de la papila y la CFNR peripapilares ocultan tanto los vasos sanguíneos como los bordes papilares. En la mayoría de casos de seudopapiledema, la papila óptica está sobreelevada y sus límites son difusos, pero los vasos sanguíneos se ven claramente cruzando sobre los bordes papilares. La mayoría de los casos de seudopapiledema se deben a la existencia de drusas del nervio óptico (DNO). Sin embargo, las DNO no se asocian a hiperemia papilar ni a dilatación de la microvasculatura superficial. El borramiento de los límites papilares se produce por estasis axoplásmica en los axones profundos de la papila óptica, que adopta un aspecto amarillento y turbio que difumina el límite entre la papila y la retina, aunque deja visualizar claramente los vasos retinianos intactos. Esto contrasta con el aspecto blanquecino, desflecado y estriado del edema de la CFNR en el papiledema verdadero. Las drusas enterradas a menudo se asocian a otros hallazgos, como ramificación anómala de los vasos retinianos (asas, trifurcaciones y aumento generalizado de las ramificaciones), aspecto festoneado del borde papilar y dispersión del EPR peripapilar, con un área gris o negra junto a la retina (fig. 4-4). Las pruebas complementarias pueden ayudar a detectar o confirmar el diagnóstico de DNO (v. fig. 4-15). Figura 4-4 A. Retinografía de una papila óptica con drusas enterradas. El borde papilar se ha difuminado, con opacificación amarillenta del tejido peripapilar profundo. Los vasos retinianos se ven claramente encima de la papila. B. Retinografía de una papila con papiledema. Se han borrado sus límites, con engrosamiento opalescente y blanco-grisáceo de la capa de fibras nerviosas peripapilar (flecha). Los vasos retinianos están parcialmente ocultos en el borde papilar y dentro de la retina peripapilar. Hay exudados temporales a la papila debido al edema crónico. (Por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) Otras causas de elevación de la papila que se asemejan al papiledema verdadero son los remanentes hialoideos y el tejido glial sobre la superficie papilar, la «repleción» congénita de la papila por entrada del nervio óptico en el globo ocular por un canal escleral relativamente estrecho y la plenitud papilar típica de la hipermetropía. Los bordes papilares también pueden verse borrosos sin que la papila esté elevada en casos de opacidades de la CFNR de naturaleza no edematosa, como la mielinización (fig. 4-5). Esta es frecuente en el borde papilar, donde oculta la separación entre papila y retina; la mielinización de la CFNR también oculta los vasos retinianos y presenta un borde desflecado que se parece al edema verdadero. No obstante, puede distinguirse fácilmente del papiledema por su opacificación densa y blanquecina, mientras que el aspecto del papiledema es parcialmente traslúcido y blanco-grisáceo. Figura 4-5 A menudo se ven parches de fibras mielinizadas dentro de los haces arciformes que bordean el nervio óptico. Cuando son contiguos, pueden confundirse con papiledema o focos blancos algodonosos. (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) El papiledema puede deberse a diversas enfermedades, como tumores intracraneales, hidrocefalia, infecciones del sistema nervioso central (SNC) (meningitis o meningoencefalitis), infiltración granulomatosa o por procesos malignos y seudotumor cerebral (v. «Hipertensión intracraneal idiopática» más adelante). Si se sospecha papiledema, debe pedirse un estudio neurorradiológico urgente para descartar un tumor intracraneal. Si las pruebas de imagen son normales, habrá que consultar cuanto antes con el neurólogo para un estudio de la presión de salida y la composición del líquido cefalorraquídeo (LCR). Papiledema crónico En pacientes con aumento crónico de la PIC (de meses a años) y papiledema de larga evolución, la función del nervio óptico puede deteriorarse. Puede que la papila ya no esté hiperémica, sino que se vuelva pálida por pérdida crónica de axones (fig. 4-6). Otros hallazgos adicionales son: • Gliosis de la CF R peripapilar. La opacificación se ve grisácea, menos desflecada y más membranosa que en el papiledema incipiente. La gliosis tiende a seguir el trayecto de los vasos retinianos, produciendo envainamiento vascular. • Cortocircuitos vasculares optociliares (colaterales retinocoroideos). Son canales venosos preexistentes en la superficie papilar que se dilatan en respuesta a la obstrucción crónica de la vena central de la retina por el aumento de la PIC. A diferencia de las anomalías vasculares retinianas que a menudo se asocian a las drusas y otras anomalías congénitas de la papila, estos cortocircuitos vasculares se van dilatando con el tiempo y típicamente profundizan en la coroides inmediatamente yuxtapapilar. • Cuerpos refringentes en la papila, resultado de la exudación crónica rica en lípidos (fig. 4-7). Se diferencian de las drusas en que tienden a ser más pequeños y no calcificados, se sitúan en la superficie de la papila más que en su interior y a menudo se aglutinan en los límites papilares. Estos cuerpos desaparecen cuando lo hace el edema. Figura 4-6 Papiledema atrófico crónico, con gliosis y envainamiento vascular retiniano. (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Figura 4-7 A y B. Papilas ópticas en el papiledema crónico, con desarrollo de cuerpos (flechas), que representan exudados lipídicos por exudación microvascular crónica. C y D. Los campos visuales confirman la presencia de una leve depresión difusa de la sensibilidad y defectos arciformes superiores e inferiores. (Partes A, B por cortesía de Anthony C. Arnold, MD; partes C, D por cortesía de Steven A. Newman, MD.) En el papiledema crónico puede haber defectos del campo visual como depresión nasal, escotomas arciformes y depresión periférica difusa; la depresión del campo central con pérdida de agudeza visual aparece típicamente en fases avanzadas. Este proceso suele ser bilateral, aunque en ocasiones es asimétrico y se asocia a DPAR. Arnold AC. Differential diagnosis of optic disc edema. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 1999, module 2. Hipertensión intracraneal idiopática El síndrome de hipertensión intracraneal idiopática (HII), también llamado seudotumor cerebral, se presenta con síntomas y signos de aumento de la PIC. Son frecuentes las cefaleas, náuseas y vómitos, y otros posibles síntomas son oscurecimientos visuales transitorios (secundarios a papiledema), diplopía (por parálisis del VI par), pérdida de campo visual, acúfenos pulsátiles y vértigo. La mayoría de los pacientes (más del 90%) con HII tienen papiledema, normalmente sin otras alteraciones neurológicas (aparte de la parálisis del VI par por aumento de la PIC). Como pasa en el papiledema agudo, la agudeza visual casi siempre es normal; los campos visuales pueden mostrar aumento de la mancha ciega, aunque normalmente sin otros defectos; en casos de larga evolución, no tratados o graves, la función del nervio óptico puede deteriorarse, con desarrollo de los defectos campimétricos típicos del papiledema crónico que se describieron anteriormente. La tabla 4-2 expone los criterios diagnósticos de HII. Tabla 4-2 Criterios para el diagnóstico de hipertensión intracraneal idiopática Síntomas, si existen, que indiquen aumento de la PIC o papiledema Signos propios de aumento de la PIC o papiledema Aumento documentado de la PIC medida mediante punción lumbar en decúbito lateral Composición del LCR normal Ausencia de indicios de ventriculomegalia y lesiones tumorales, estructurales o vasculares en la RM o la TC con contraste en pacientes típicos y en la RM y la venografía con resonancia magnética en el resto Ausencia de otras causas identificadas (incluidas medicaciones) de hipertensión intracraneal La incidencia de HII es máxima en la tercera década de la vida y hay una gran predilección por el sexo femenino; la mayoría de los pacientes son obesos. La enfermedad es menos común en niños (en los que influye menos la obesidad) e infrecuente en adultos delgados. La HII se asocia al uso de sustancias exógenas como vitamina A (>100.000 U diarias), tetraciclina, ácido nalidíxico, ciclosporina y anticonceptivos orales, así como a la administración o supresión de corticoesteroides. Aunque se ha atribuido a cambios endocrinos como el embarazo y alteraciones hormonales, la HII no se ha podido asociar definitivamente a ninguna disfunción endocrinológica concreta. El mecanismo de aumento de la PIC en la HII sigue sin elucidarse. Probablemente exista una alteración de la absorción del LCR en las granulaciones aracnoideas de los senos venosos durales, aunque se desconoce por qué mecanismo específico. Algunas enfermedades, como obstrucciones venosas cerebrales (traumáticas, del parto, estados de hipercoagulabilidad, infección del oído medio), obstrucciones venosas extracraneales sistémicas o localizadas, malformaciones arteriovenosas durales o vasculitis sistémicas, pueden reducir el drenaje venoso e incrementar la PIC. Estas enfermedades pueden asemejarse a la HII, por tanto, en los pacientes con sospecha de HII deben realizarse pruebas neurorradiológicas (RM) para descartar tumores, hidrocefalia, y lesiones meníngeas. Además, debe valorarse la realización de una resonancia magnética venográfica (RMV) para descubrir una posible oclusión de senos venosos (v. cap. 2, fig. 2-11). También debería practicarse una punción lumbar para confirmar el aumento de la PIC y descartar un proceso meníngeo. El oftalmólogo desempeña un papel crucial en el tratamiento de la HII. Es fundamental un seguimiento prolongado hasta comprobar que desaparece el papiledema. Las exploraciones periódicas, que deben incluir determinación de agudeza visual, pruebas de visión cromática y perimetría cuantitativa, sirven para valorar el grado de funcionalidad del nervio óptico. Las estereofotografías de la papila pueden revelar cambios mínimos del grado de papiledema. La frecuencia de las campimetrías depende de la gravedad del papiledema, el grado de disfunción del nervio óptico y la respuesta al tratamiento. El tratamiento de la HII depende de la sintomatología y el estado visual. La enfermedad puede ser autolimitada; si se controla la cefalea con analgésicos menores y no hay disfunción del nervio óptico, no se requiere tratamiento. Sin embargo, la evolución natural de la HII puede originar una pérdida de visión grave: el 26% de los pacientes en un estudio a largo plazo presentaron una agudeza visual menor de 20/200 en el ojo peor. Para los pacientes obesos, la pérdida de peso puede ser el tratamiento más eficaz y debe recomendarse siempre. En pacientes que requieran tratamiento médico, la acetazolamida suele ser la primera opción. También se ha usado con éxito el topiramato, que ejerce muchos efectos beneficiosos — control de la cefalea, supresión del apetito e inhibición de la anhidrasa carbónica— y reduce así la PIC. La furosemida se usa a menudo en pacientes con intolerancia a la acetazolamida o al topiramato. El uso de corticoesteroides es controvertido. Aunque la elevación de la PIC se corrige a menudo con corticoesteroides, son frecuentes las recaídas cuando se retiran; además, la supresión de corticoesteroides es una causa bien conocida de HII. Sin embargo, puede ser útil una pauta corta de megadosis intravenosas de corticoesteroides en la fase aguda de un papiledema fulminante con PIC muy alta y pérdida grave de visión. No se recomienda el tratamiento con punciones lumbares repetidas. La cefalea intratable o la pérdida visual progresiva con la máxima terapia médica tolerada obligan a recurrir a la cirugía. En algunos casos de pérdida intensa de visión y papiledema con gran aumento de la PIC, puede valorarse la intervención quirúrgica sin esperar a comprobar si progresa. Las principales opciones quirúrgicas son la descompresión de la vaina del nervio óptico (fenestración) o los procedimientos de derivación del LCR (lumboperitoneal o ventriculoperitoneal). Cuando la cefalea no es muy importante pero existe pérdida visual progresiva, suele preferirse la fenestración de la vaina del nervio óptico porque protege directamente al nervio y tiene menor morbilidad que las derivaciones. Sin embargo, la cirugía del nervio óptico comporta un riesgo de ceguera del 1-2% por lesión del nervio, oclusión de la arteria central de la retina (OACR) u oclusión de la vena central de la retina (OVCR). Además, no baja la PIC y por tanto no trata la cefalea. Aunque en ocasiones se ha informado de una disminución del papiledema en el otro ojo, generalmente se requiere cirugía bilateral. La tasa de éxito a largo plazo es baja, se calcula que de un 16% a los 6 años de seguimiento. La fenestración del nervio óptico puede repetirse, pero es técnicamente más difícil por causa de la cicatrización. Las operaciones de derivación lumboperitoneal o ventriculoperitoneal son eficaces para disminuir la PIC, mejorando la cefalea, la parálisis del VI par (si existe) y el papiledema; además, dichas intervenciones no ponen en peligro el nervio óptico. Sin embargo, la derivación puede ocluirse, infectarse o cambiar de posición, siendo necesario reoperar en más del 50% de los casos. En pacientes con obesidad mórbida grave, se ha demostrado que la cirugía de bypass gástrico consigue reducir el peso y la PIC. La HII también puede aparecer en la población pediátrica, aunque hay controversia sobre los criterios que la definen. La palabra pediátrica hace referencia a niños menores de 18 años, pero muchos autores opinan que el término debería reservarse para niños prepúberes o que no tengan ningún cambio físico de maduración sexual. La HII parece ser un trastorno diferente en los pacientes prepúberes, que afecta a más varones y niños no obesos. A diferencia de la HII del adulto, la HII pediátrica se ha asociado a diversas neuropatías craneales (incluidos los pares III, IV, VI, VII, IX y XII) que revierten al disminuir la PIC. Además, el papiledema sin cefalea o síntomas visuales es más frecuente en pacientes más jóvenes. Finalmente, las presiones de salida del LCR en niños son diferentes a las de adultos, y tanto el contenido como la presión del LCR son distintos en los neonatos. El tratamiento de la HII infantil es similar al de los adultos. Celebisoy N, Gökcay F, Sirin H, Akyürekli O&&&. Treatment of idiopathic intracranial hypertension: topiramate versus acetazolamide, an open label study. Acta eurol Scand. 2007;116(5):322–327. Feldon SE. Visual outcomes comparing surgical techniques for management of severe idiopathic intracranial hypertension. eurosurg Focus. 2007;23(5):E6. Friedman DI, Jacobson DM. Idiopathic intracranial hypertension. J euroophthalmol. 2004;24(2):138–145. Rangwala LM, Liu GT. Pediatric idiopathic intracranial hypertension. Surv Ophthalmol. 2007;52(6):597–617. Shah VA, Kardon RH, Lee AG, Corbett JJ, Wall M. Long-term follow-up of idiopathic intracranial hypertension: the Iowa experience. eurology. 2008;70(8):634–640. europatía óptica isquémica anterior La neuropatía óptica isquémica anterior ( OIA) es la causa más común de lesión aguda del nervio óptico en mayores de 50 años y se produce por isquemia de la cabeza del nervio óptico. Los pacientes acuden con pérdida indolora de visión monocular que se instaura en el plazo de horas o días. La agudeza visual puede estar disminuida. Siempre existe pérdida de campo visual: los escotomas altitudinales y otras variantes de defectos arciformes son los más comunes, aunque tampoco son raros los escotomas centrales o centrocecales y la depresión generalizada (sobre todo nasal). Existe un DPAR a menos que la neuropatía óptica sea bilateral. Se ve edema de papila desde el principio que puede preceder a la pérdida de visión. El edema papilar puede ser pálido y segmentario, pero es más común un patrón difuso. A menudo se observan hemorragias en llama peripapilares y estrechamiento de arteriolas retinianas. La NOIA se clasifica como arterítica ( OIAA), cuando se asocia a arteritis de células gigantes (ACG), y no arterítica ( OIA A) (tabla 4-3). Lo más importante en el tratamiento inicial de la NOIA es buscar indicios de una posible arteritis de células gigantes. Tabla 4-3 Diferencias entre neuropatía óptica isquémica arterítica y no arterítica Característica Edad Sexo Síntomas asociados Arterítica Media 70 años F>M Cefalea, dolor de cuero cabelludo, claudicación mandibular, pérdida transitoria de visión o arterítica Media 60 años F=M Normalmente ninguno >20/200 en >60% de casos Agudeza visual <20/200 en >60% de casos Papila óptica/fondo de ojo Edema pálido frecuente Edema papilar hiperémico Excavación normal Excavación pequeña Focos blancos algodonosos Velocidad de sedimentación globular Proteína C reactiva Angiografía fluoresceínica Evolución natural Tratamiento Media de 70 mm/h Media de 20-40 mm/h Elevada Normal Retraso papilar y coroideo Retraso papilar Rara vez mejora Otro ojo 54-95% Mejora 31% Otro ojo 12-19% Ninguno demostrado Corticoesteroides sistémicos europatía óptica isquémica anterior arterítica La NOIAA es menos frecuente (5-10% de los casos de NOIA) y suele aparecer en pacientes más ancianos (edad media de 70 años). Se debe a oclusión inflamatoria y trombótica de las arterias ciliares posteriores cortas. Suele haber síntomas sistémicos de ACG, sobre todo cefalea y dolor a la palpación de la arteria temporal o el cuero cabelludo. La claudicación mandibular es el síntoma más específico de la enfermedad, pero hay otros posibles síntomas como malestar general, anorexia y pérdida de peso, fiebre, mialgias, artralgias y dolor de oído. La ACG oculta, sin síntomas sistémicos claros, puede representar hasta el 20% de los casos de NOIAA. Los oscurecimientos y pérdidas de visión transitoria pueden preceder varias semanas a la NOIAA establecida. Es característico que la pérdida de visión sea más acusada (agudeza visual < 20/200 en más del 60% de pacientes). El edema papilar es a menudo más pálido en la NOIAA que en la NOIANA (fig. 4-8). No son infrecuentes los focos blancos algodonosos indicativos de isquemia retiniana coexistente. La isquemia coroidea puede producir palidez peripapilar y edema profundo en la retina, que empeoran la pérdida de visión. La angiografía con fluoresceína revela retraso en el relleno coroideo, lo que sirve para diferenciar la NOIAA de la NOIANA (v. fig. 3-8). El diámetro papilar del otro ojo suele ser normal, al igual que la excavación fisiológica. Figura 4-8 A. Aspecto de la papila óptica en la NOIA no arterítica. El edema es segmentario, con leve palidez superpuesta y hemorragias en llama. B. Aspecto de la papila óptica en la NOIA arterítica. La palidez es más acusada y, en este caso, la isquemia coroidea peripapilar origina un edema pálido de la retina profunda y la coroides peripapilar (flechas), que difumina aún más el límite papila-retina. (Reproducido a partir de Arnold AC. Differential diagnosis of optic disc edema. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 1999, module 2.) El tratamiento precoz es fundamental si se sospecha NOIAA; la biopsia de la arteria temporal para confirmar el diagnóstico puede retrasarse sin que se altere su resultado. Casi siempre se recomienda la metilprednisolona intravenosa (1 g/día durante 3-5 días) seguida de prednisona oral (hasta 100 mg diarios que se van reduciendo lentamente durante 3-12 meses, según la respuesta). La corticoterapia a días alternos no es adecuada para la NOIAA. El principal objetivo de la terapia (además de evitar complicaciones vasculares sistémicas) es impedir la pérdida de visión contralateral. Sin tratamiento, el otro ojo se afecta hasta en el 95% de los casos en el plazo de días o semanas. Aunque el ojo inicialmente afectado puede mejorar algo, por lo general no cabe esperar ninguna recuperación. Se ha informado de un riesgo de afectación recurrente o contralateral del nervio óptico al retirar los corticoesteroides del 7%, por lo que la supresión debe ser lenta y cuidadosa. La recurrencia de los síntomas obliga a comprobar si se ha reactivado la enfermedad. Pueden consultarse las manifestaciones sistémicas, los estudios diagnósticos y el tratamiento de la ACG en el capítulo 14. Aiello PD, Trautmann JC, McPhee TJ, Kunselman AR, Hunder GG. Visual prognosis in giant cell arteritis. Ophthalmology. 1993;100(4):550–555. Hayreh SS, Podhajsky PA, Raman R, Zimmerman B. Giant cell arteritis: validity and reliability of various diagnostic criteria. Am J Ophthalmol. 1997;123(3):285–296. Liu GT, Glaser JS, Schatz NJ, Smith JL. Visual morbidity in giant cell arteritis. Clinical characteristics and prognosis for vision. Ophthalmology. 1994;101(11):1779–1785. europatía óptica isquémica anterior no arterítica La forma no arterítica de NOIA es más común (responsable del 90-95% de los casos de NOIA) y ocurre en un grupo de edad relativamente más joven (edad media de 60 años). Se cree que la NOIANA se debe a una alteración de la microcirculación de la papila óptica en casos de «apiñamiento» estructural de la misma. Sin embargo, no se dispone de confirmación histopatológica del sitio de oclusión vascular. Los pacientes a menudo descubren la pérdida de visión al despertar, posiblemente debido a la hipotensión sistémica nocturna. La evolución inicial puede ser estática, si la pérdida de visión es estable desde el principio, o progresiva, con episodios de pérdida escalonada de visión o un declive lento a lo largo de semanas o meses hasta que termina estabilizándose. Se ha comunicado que la forma progresiva ocurre en el 22-37% de los casos no arteríticos. Por lo general no existen síntomas sistémicos asociados. La pérdida visual suele ser menos intensa que en la NOIAA (agudeza visual > 20/200 en más del 60% de los casos). El edema de papila en la NOIANA puede ser difuso o segmentario, hiperémico o pálido, pero la palidez es menos frecuente que en la forma arterítica (v. fig. 4-8). En ocasiones se ven telangiectasias focales en los vasos superficiales de la papila edematosa que recuerdan a tumores vasculares. Las arteriolas retinianas muestran estrechamientos focales en la región peripapilar hasta en el 68% de casos. La papila óptica del otro ojo es típicamente de pequeño diámetro y presenta una excavación fisiológica pequeña o inexistente (disc at risk). La papila óptica se vuelve claramente atrófica antes de 4-8 semanas; la persistencia del edema tras este tiempo debe hacer pensar en algún diagnóstico alternativo. El riesgo de afectación del otro ojo a los 5 años es del 14,7%. La aparición de NOIANA en el segundo ojo da lugar a un cuadro clínico de «seudosíndrome de Foster-Kennedy», con atrofia de la papila previamente afectada y edema de la papila con lesión reciente. Los dos ojos muestran pérdidas campimétricas típicas de NOIA, a diferencia del verdadero síndrome de Foster-Kennedy (fig. 4-9), secundario a tumor intracraneal, en el que la otra papila está edematosa a causa del aumento de la PIC. En este síndrome, el ojo con edema de papila no presenta más defecto de campo visual que un aumento de la mancha ciega. Figura 4-9 Papilas ópticas en el síndrome de Foster-Kennedy verdadero. A diferencia de la NOIANA, la papila edematosa suele estar hiperémica con una función visual normal y la papila contralateral no presenta un patrón de atrofia altitudinal. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Entre los factores de riesgo de NOIANA se encuentra el apiñamiento estructural de la papila, la hipertensión, la diabetes (sobre todo en jóvenes), el tabaquismo y la hiperlipidemia. No se ha demostrado que la oclusión carotídea ni los trastornos protrombóticos representen factores de riesgo significativos. Se han propuesto como factores de riego la hiperhomocisteinemia, los polimorfismos plaquetarios, la apnea del sueño y la hipotensión nocturna, aunque por ahora no se han confirmado. Se ha informado de la asociación entre la NOIANA y el uso de inhibidores de la fosfodiesterasa (como sildenafilo o Viagra®), presumiblemente por su efecto hipotensor, aunque no se ha demostrado una relación causal. La NOIANA debe distinguirse de las neuritis ópticas, neuropatías ópticas infiltrativas, lesiones orbitarias anteriores que comprimen el nervio óptico y otras formas de edema de papila, como la papilopatía diabética. La neuritis óptica puede asemejarse a una NOIANA por su velocidad de instauración, patrón de pérdida campimétrica y aspecto de la papila; sin embargo, la NOIANA suele aparecer en pacientes de más de 50 años y no hay dolor con los movimientos oculares; además los defectos altitudinales de campo visual y el edema de papila hiperémico difuso (con hemorragias retinianas en llama asociadas) son más típicos de la NOIANA (tabla 4-4). En casos inciertos, puede ser útil la angiografía fluoresceínica. Existe retraso de llenado de la papila en el 75% de los casos de NOIANA, mientras que este relleno es normal en los edemas papilares no isquémicos, incluidas las neuritis ópticas. Tabla 4-4 Diagnóstico diferencial entre neuropatía óptica isquémica anterior no arterítica y neuritis óptica Edad Dolor Pupila Defecto campimétrico Papila óptica OIA A >50 Infrecuente DPAR + Altitudinal Edema 100%, puede ser pálido euritis óptica <40 Con movimientos oculares 92% DPAR + Central Edema 33%, hiperémico Hemorragias retinianas Angiografía fluoresceínica RM Frecuentes Retraso del relleno papilar Sin realce del nervio óptico Infrecuentes Relleno papilar normal Realce del nervio óptico La NOIANA sin tratamiento suele permanecer estable tras alcanzar el punto de peor función visual, aunque se ha informado de recuperación de hasta 3 líneas de agudeza visual Snellen en el 31% de los pacientes después de 2 años del Ischemic Optic Neuropathy Decompression Trial (IONDT). Los datos perimétricos de este estudio están siendo analizados actualmente. Son raros los episodios recurrentes de pérdida visual en el mismo ojo después de tres meses (hasta un 6,4%), siendo más frecuentes en pacientes jóvenes. No existe ningún tratamiento demostrado para la NOIANA. El IONDT demostró que la cirugía de la NOIANA no era beneficiosa, por lo que se ha abandonado. Los fármacos neuroprotectores han obtenido efectos beneficiosos frente a la degeneración neuronal secundaria en modelos animales de lesión isquémica de las células ganglionares retinianas y lesiones por aplastamiento del nervio óptico, pero los estudios clínicos no han conseguido reclutar suficientes pacientes en el momento oportuno. Por ejemplo, un ensayo europeo de 36 pacientes demostró una tendencia no estadísticamente significativa hacia la mejoría del campo visual, no de la agudeza, en un grupo tratado con brimonidina, pero hubo que cancelar el estudio por la dificultad para reclutar pacientes en los primeros 7 días tras el comienzo de la NOIANA. No existen tampoco medidas preventivas demostradas frente a la NOIANA. Aunque se sabe que el ácido acetilsalicílico reduce la incidencia de accidentes cerebrovasculares en pacientes con riesgo, no se ha aclarado su papel para disminuir la afectación del otro ojo tras el episodio inicial. Arnold AC. Pathogenesis of nonarteritic anterior ischemic optic neuropathy. J euroophthalmol. 2003;23(2):157–163. Hayreh SS, Podhajsky PA, Zimmerman B. Ipsilateral recurrence of nonarteritic anterior ischemic optic neuropathy. Am J Ophthalmol. 2001;132(5):734–742. Ischemic Optic Neuropathy Decompression Trial: twenty-four month update. Ischemic Optic Neuropathy Decompression Trial Research Group. Arch Ophthalmol. 2000;118(6):793–798. Newman NJ, Scherer R, Lagenberg P, et al; Ischemic Optic Neuropathy Decompression Trial Research Group. The fellow eye in NAION: report from the ischemic optic neuropathy decompression trial follow-up study. Am J Ophthalmol. 2002;134(3):317–328. Optic nerve decompression surgery for nonarteritic anterior ischemic optic neuropathy (NAION) is not effective and may be harmful. The Ischemic Optic Neuropathy Decompression Trial Research Group. JAMA. 1995;273(8):625–632. Tesser RA, Niendorf ER, Levin LA. The morphology of an infarct in nonarteritic anterior ischemic optic neuropathy. Ophthalmology. 2003;110(10):2031–2035. Wilhelm B, Lüdtke H, Wilhelm H; BRAION Study Group. Efficacy and tolerability of 0,2% brimonidine tartrate for the treatment of acute non-arteritic anterior ischemic optic neuropathy (NAION): a 3-month, double-masked, randomised placebo-controlled trial. Graefes Arch Clin Exp Ophthalmol. 2006;244(5):551–558. Papilitis En aproximadamente el 35% de los casos de neuritis óptica, la inflamación afecta a la parte anterior del nervio y la papila se edematiza, hablándose de papilitis. El edema papilar suele ser hiperémico y difuso. La papilitis es más frecuente en las neuritis posvíricas e infecciosas que en la neuritis desmielinizante idiopática, pero hay un solapamiento considerable. Los niños especialmente tienden a sufrir una neuritis óptica posvírica, que es bilateral y se asocia a profunda pérdida de visión. No obstante, la papilitis de los adultos, por todo lo demás, se maneja de forma similar a la neuritis retrobulbar (v. más adelante en este capítulo). En los 15 años de seguimiento del Optic Neuritis Treatment Trial (ONTT), los pacientes con RM normal y papilitis grave, hemorragias peripapilares o exudados retinianos no sufrieron esclerosis múltiple (EM). Beck RW, Trobe JD, Moke PS, et al; Optic Neuritis Study Group. High and low-risk profiles for the development of multiple sclerosis within 10 years after optic neuritis: experience of the optic neuritis treatment trial. Arch Ophthalmol. 2003;121(7):944–949. Optic Neuritis Study Group. Multiple sclerosis risk after optic neuritis: final optic neuritis treatment trial follow-up. Arch eurol. 2008;65(6):727–732. eurorretinitis La neurorretinitis es un síndrome clínico caracterizado por pérdida aguda de visión, típicamente sin dolor, asociada a edema de papila y un patrón estrellado de exudados maculares (fig. 4-10). El edema papilar es difuso y se extiende por la capa plexiforme externa del haz papilomacular y alrededor de la fóvea. Al reabsorberse el líquido, los lípidos precipitan en un patrón radial característico en la capa de Henle. Aunque la estrella macular puede estar presente en el momento de la presentación inicial, a veces tarda varios días en aparecer. Es fundamental identificar el líquido en el haz papilomacular o los exudados lipídicos para establecer un diagnóstico correcto. Además, los pacientes con neurorretinitis no tienen mayor riesgo de enfermedad desmielinizante. En dos tercios de los pacientes con neurorretinitis se demuestra una enfermedad por arañazo de gato causada por Bartonella henselae o B. quintana. Otras posibles causas infecciosas serían la sífilis, la enfermedad de Lyme, virus y la neurorretinitis subaguda unilateral difusa (NSUD). Deben solicitarse pruebas serológicas para las infecciones especificas, sobre todo si hay hallazgos clínicos adicionales, como exantema cutáneo o uveítis. Consúltese la sección 9 del CCBC, Inflamación intraocular y uveítis, para un estudio completo sobre la bartonelosis ocular y la neurorretinitis. Figura 4-10 Varón de 23 años con historia de visión borrosa del ojo derecho desde hacía 2 días (agudeza visual OD: 20/40; OI: 20/20). A. La papila óptica derecha estaba elevada e hiperémica, con opacificación de la capa de fibras nerviosas. B. A las 5 semanas del comienzo se apreciaba oftalmoscópicamente una estrella macular, típica de neurorretinitis. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Cunningham ET, Koehler JE. Ocular bartonellosis. Am J Ophthalmol. 2000;130(3):340–349. Suhler EB, Lauer AK, Rosenbaum JT. Prevalence of serologic evidence of cat scratch disease in patients with neuroretinitis. Ophthalmology. 2000;107(5):871–876. Papilopatía diabética La papilopatía diabética fue descrita inicialmente en pacientes jóvenes con diabetes de tipo 1, aunque en la actualidad se sabe que ocurre más a menudo en adultos más mayores con enfermedad de tipo 2. Los pacientes habitualmente no presentan síntomas visuales o bien refieren molestias inespecíficas de «visión borrosa» o «distorsión» sin dolor. La visión puede ser normal o reducida, siendo variable la existencia de DPAR, y el campo visual puede mostrar aumento de la mancha ciega o un patrón de disfunción del nervio óptico. En el examen funduscópico se observa edema papilar hiperémico, aunque el 50% de los pacientes muestran una marcada dilatación de los microvasos de su superficie (fig. 4-11), que a menudo se confunde con neovascularización papilar (NVP). Un patrón radial característico de vasos dilatados puede ayudar a distinguir la papilopatía diabética de la NVP; en esta última, los vasos proliferan hacia la cavidad vítrea y exudan al vítreo en la angiografía fluoresceínica. En el 63-80% de los pacientes con papilopatía diabética existe una retinopatía diabética, que puede contribuir a la disminución de agudeza visual. Figura 4-11 La papila óptica en la papilopatía diabética muestra edema y llamativas telangiectasias superficiales. (Reproducido a partir de Arnold AC. Differential diagnosis of optic disc edema. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 1999, module 2.) La papilopatía diabética bilateral obliga a realizar estudios para descartar un papiledema asociado a aumento de la PIC. Sin tratamiento, los vasos radiales y el edema de papila desaparecen lentamente al cabo de 2-10 meses. Ocurre una atrofia óptica en el 20% de los casos, pero el pronóstico visual a menudo depende del grado del retinopatía diabética asociada. En raras ocasiones, la papilopatía diabética progresa a una NOIA, con secuelas de palidez y defectos arciformes del campo visual. No se ha confirmado el mecanismo fisiopatológico, aunque se sospecha que podría deberse a una isquemia leve y reversible. Por tanto, la existencia de la papilopatía diabética como entidad diferenciada de la NOIA sigue siendo discutida. No hay tratamiento para este trastorno. La diabetes se estudia en la sección 1 del CCBC, Oftalmología: actualización en medicina general, y los trastornos oculares asociados se comentan en la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Arnold AC. Ischemic optic neuropathies. Ophthalmol Clin orth Am. 2001;14(1):83–98. Bayraktar Z, Alacali N, Bayraktar S. Diabetic papillopathy in type II diabetic patients. Retina. 2002;22(6):752–758. Regillo CD, Brown GC, Savino PJ, et al. Diabetic papillopathy. Patient characteristics and fundus findings. Arch Ophthalmol. 1995;113(7):889–895. Papiloflebitis El síndrome de congestión venosa retiniana y edema papilar unilaterales en pacientes jóvenes sanos fue denominado originalmente papiloflebitis por Lonn y Hoyt en 1966; posteriormente se han empleado otros términos, como vasculitis papilar y vasculitis retiniana benigna. Es un subtipo de OVCR en jóvenes con edema papilar inusualmente intenso. El trastorno se presenta de forma típica con vagas quejas visuales de borrosidad, en ocasiones con oscurecimientos transitorios. La agudeza visual suele ser normal o un poco reducida por hemorragia o edema macular. No existe DPAR, la visión cromática es normal y el estudio del campo visual demuestra un ensanchamiento de la mancha ciega fisiológica. Oftalmoscópicamente se aprecia intensa ingurgitación venosa retiniana asociada a edema papilar hiperémico (fig. 4-12). Son frecuentes las hemorragias retinianas que se extienden hasta el ecuador. La angiografía fluoresceínica muestra típicamente marcada dilatación venosa retiniana, tinción y exudación asociadas a enlentecimiento circulatorio; es raro descubrir regiones de oclusión capilar (habituales en la OVCR isquémica). En ocasiones se ha informado de vasculitis sistémica, por lo que debe valorarse la interconsulta al reumatólogo. El trastorno suele resolverse espontáneamente en el plazo de 6-12 meses, sin pérdida de visión o un leve deterioro por maculopatía residual. Para un estudio más a fondo de la OVCR, véase la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Figura 4-12 Papiloflebitis. Edema de papila en una mujer de 28 años con ingurgitación y tortuosidad venosas retinianas. Agudeza visual de 20/30. (Reproducido a partir de Kline LB, Foroozan R, eds. Optic erve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, en cooperación con la American Academy of Ophthalmology; 2007:218.) Fong ACO, Schatz H. Central retinal vein occlusion in young adults. Surv Ophthalmol. 1993;37(6):393–417. Lonn LI, Hoyt WF. Papillophlebitis: a cause of protracted yet benign optic disc edema. Eye Ear ose Throat Mon. 1966;45(10):62–68. Lesiones orbitarias anteriores compresivas o infiltrativas La mayoría de las lesiones compresivas de la órbita no producen edema papilar, aunque los tumores anteriores pueden comprimir por delante el nervio óptico intraorbitario y su drenaje venoso, causando edema papilar, asociado a veces a cortocircuitos vasculares optociliares (colaterales retinocoroideos) y en ocasiones a una OVCR establecida. Las lesiones compresivas o la hipertrofia de los músculos extraoculares (como en la oftalmopatía tiroidea) en el vértice orbitario que no afecten al sistema de drenaje venoso retiniano pueden causar o no edema de papila, pero sí producen disfunción del nervio óptico con eventual atrofia. Por todo lo demás, el síndrome clínico es similar al de otras lesiones compresivas intraorbitarias o intracanaliculares. Igualmente, la infiltración del nervio óptico (p. ej., inflamatoria, infecciosa, neoplásica) casi siempre es un proceso retrobulbar, aunque la afectación anterior puede dar lugar a un edema de papila. La papila puede verse simplemente edematosa o mostrar signos de infiltración celular asociada. El infiltrado celular prelaminar visible (difuso o localizado) tiende a ser más opaco y de color grisáceo o amarillento (fig. 4-13); este infiltrado puede ser más denso y opaco que en el edema inespecífico. La infiltración granulomatosa focal se manifiesta como un nódulo sobre la superficie papilar. Cuando el edema y la pérdida de visión persisten o empeoran de forma atípica para las causas más habituales de neuropatía óptica o se observa un infiltrado prelaminar, deben realizarse pruebas complementarias para detectar una lesión infiltrativa. Figura 4-13 Neuropatía óptica sarcoidea. Fondo del ojo izquierdo de un hombre de 25 años con historia de visión borrosa desde 1 mes antes. La agudeza visual era de 20/50 y tenía un defecto pupilar aferente izquierdo de 1,2 unidades logarítmicas. La elevación densa blanquecina sobre el disco representa la inflamación granulomatosa. La radiografía de tórax detectó una adenopatía hiliar y la broncoscopia confirmó el diagnóstico de sarcoidosis. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) europatías ópticas anteriores sin edema de papila Drusas del nervio óptico Las DNO, también llamadas cuerpos hialinos o coloides, son nódulos refringentes y a menudo calcificados que se localizan en la cabeza del nervio óptico (fig. 4-14). Se ha informado de que su prevalencia en estudios poblacionales varía desde el 0,34% (clínica) hasta el 2% (en autopsias). Las DNO aparecen con igual frecuencia en hombres y mujeres, aunque rara vez afectan a personas que no sean de raza blanca. Son bilaterales en el 75-86% de los casos, pero a menudo asimétricas. Aunque se ha descrito un patrón de herencia autosómica dominante irregular, un número significativo de casos son esporádicos. No se conoce bien la fisiopatología de las DNO. La mayoría de teorías las atribuyen a deterioro del transporte axonal de las células ganglionares, probablemente secundaria a estrechez del canal escleral y obstrucción mecánica. Las anomalías metabólicas asociadas a este transporte defectuoso pueden causar lesión de mitocondrias intraaxonales, siendo las drusas productos de los axones deteriorados. Las DNO pueden asociarse a retinitis pigmentaria y seudoxantoma elástico. Figura 4-14 A. Retinografía de drusas del nervio óptico, con papila de bordes borrosos y festoneados, cuerpos refringentes en la superficie papilar, palidez leve y visualización normal de los vasos retinianos. B. Los campos visuales confirmaron la presencia de un defecto arciforme inferior > superior a la izquierda producido por las drusas de la papila izquierda. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) La mayoría de los pacientes con DNO están asintomáticos, aunque se ha informado de oscurecimientos visuales transitorios, con una incidencia de hasta el 8,6%; estos oscurecimientos probablemente se deban a isquemia papilar transitoria. La agudeza visual típicamente permanece normal; su disminución, sobre todo si es progresiva, debe hacer pensar en otras lesiones (p. ej., tumor intracraneal). Hay defectos campimétricos en el 75-87% de los casos, tratándose en la mayoría de casos de un agrandamiento de la mancha ciega (60%), defectos arciformes (59%) y depresión periférica. Los defectos campimétricos permanecen estables o empeoran muy lentamente. La localización de las drusas visibles no se correlaciona necesariamente con los defectos del campo visual. Hay DPAR en casos con pérdida asimétrica de campo visual. La papila óptica de los pacientes con DNO parece sobreelevada y de pequeño diámetro, con bordes mal definidos o irregulares y patrones anómalos de ramificación vascular asociados. En la infancia, las DNO tienden a estar enterradas, aunque con los años se van haciendo más visibles. Cuando son visibles, su aspecto es el de cuerpos refringentes redondeados de color blanco amarillento. A menudo aparecen en el bode papilar nasal, dándole un aspecto festoneado. En ocasiones se localizan dentro de la CFNR adyacente a la papila. Estas llamadas drusas extruidas podrían ser más frecuentes en pacientes con retinitis pigmentaria. Aunque la coloración de la papila tiende a ser normal en las drusas enterradas, puede estar algo pálida si hay drusas superficiales. Además, las DNO pueden causar atrofia óptica o defectos de la CFNR (54% de los casos). No se ha demostrado que ningún tratamiento altere la evolución clínica, aunque el deterioro visual suele ser leve. En casos raros, se producen complicaciones vasculares (como hemorragias en llama, NOIANA o neovascularización subretiniana peripapilar). Drusas del nervio óptico frente a papiledema Las DNO enterradas producen elevación de la papila y borramiento de sus márgenes, simulando un verdadero papiledema. Los principales rasgos que diferencian las DNO son: • Ausencia de hiperemia. • Ausencia de alteraciones microvasculares superficiales (dilatación capilar, telangiectasias, hemorragias en llama). • CFNR peripapilar normal o atrófica; los vasos retinianos en el borde papilar se ven con nitidez (no están ocultos por edema de la CFNR). • Borramiento de los bordes papilares por alteraciones a nivel del EPR, como ocultamiento por drusas enterradas, atrofia o dispersión de pigmento. • Patrones vasculares anómalos retinianos, como asas, ramificación aumentada y tortuosidad. Las pruebas complementarias pueden ser útiles para diferenciar las drusas del papiledema (fig. 415): • La ecografía en modo B puede diferenciar entre ambas de dos formas. Primero, la cabeza del nervio óptico con DNO está sobreelevada y con alta reflectancia; al reducir la sensibilidad de la pantalla, las drusas calcificadas mantienen esta mayor intensidad de señal dentro de la cabeza del nervio (v. fig. 4-15A), mientras que en el papiledema la intensidad de la señal decrece junto al resto de señales oculares. La ecografía puede identificar las drusas en el 48-58% de los casos sospechosos, aunque no está clara la capacidad de esta técnica par detectar DNO enterradas no calcificadas. En segundo lugar, en el papiledema hay típicamente un ensanchamiento de la porción intraorbitaria del nervio óptico, ensanchamiento que disminuye en mirada lateral prolongada (la llamada prueba de 30°); las drusas no producen ensanchamiento del nervio intraorbitario. • La angiografía fluoresceínica también es un método eficaz para el diagnóstico diferencial. Primero, ciertas drusas, si están suficientemente cerca de la superficie papilar, mostrarán autofluorescencia, por la que puede verse el brillo de los cuerpos refringentes en las imágenes del angiograma previas a la inyección (v. fig. 4-15B). En segundo lugar, es típico que las drusas, aun estando enterradas, bloqueen focalmente la fluorescencia en fases precoces, con captación gradual que produce una tinción nodular tardía sin exudación desde los capilares superficiales de la papila (v. fig. 4-15C). Por el contrario, el papiledema produce hiperfluorescencia precoz difusa, con tinción tardía por encima y alrededor de la papila. • Las pruebas neurorradiológicas pueden estar indicadas en raras ocasiones para descartar un tumor intracraneal o del nervio óptico y para confirmar la existencia de drusas calcificadas. La TC es superior a la RM para detectar drusas, ya que en esta última se visualiza mal el calcio, mientras que en la TC produce una señal brillante fácil de detectar en la unión del globo ocular con el nervio óptico (v. fig. 4-15D). Figura 4-15 Estudios diagnósticos para las drusas del nervio óptico. A. Ecografía en modo B que muestra una elevación focal muy reflectante (por calcificación) dentro de la papila óptica (flecha), que persiste al reducir la ganancia. B. Retinografía antes de la inyección de fluoresceína que muestra autofluorescencia (flecha).C. Fase tardía de la angiografía con fluoresceína de un paciente con drusas del nervio óptico que muestra un patrón de tinción nodular (flecha) sin exudación de colorante. D. TC de órbitas. Se aprecian drusas calcificadas de ambos nervios ópticos en la unión del ojo y el nervio óptico (flechas). (Partes A, C y D por cortesía de Anthony C. Arnold, MD; parte B por cortesía de Hal Shaw, MD.) En el papiledema crónico se forman ocasionalmente cuerpos refringentes sobre la superficie papilar que simulan DNO (v. fig. 4-7). Estas lesiones (quizá exudados residuales) se forman cerca del borde temporal de la papila más que en su parénquima, suelen ser más pequeños que las DNO y desaparecen con la resolución del papiledema. Drusas del nervio óptico frente a hamartoma astrocítico Los hamartomas astrocíticos de la retina, muy frecuentes en la esclerosis tuberosa y la neurofibromatosis, pueden adoptar la forma de las llamadas lesiones en mora. Cuando se localizan cerca de la papila, pueden parecerse mucho a las DNO, y en sus primeras descripciones fueron denominados drusas gigantes del nervio óptico (fig. 4-16). A diferencia de las auténticas DNO, los hamartomas papilares: • Se originan en el borde papilar y se extienden a la retina adyacente. • Surgen en capas retinianas internas y típicamente ocultan los vasos retinianos. • Pueden tener un componente carnoso y sonrosado. • No muestran autofluorescencia y pueden presentar vascularización seudotumoral en la angiografía fluoresceínica. Figura 4-16 Las drusas del nervio óptico deben distinguirse del hamartoma astrocítico. A. Las drusas se manifiestan como nódulos refringentes que destacan en la superficie papilar y no ocultan los vasos retinianos. B. Los hamartomas astrocíticos son masas nodulares que se originan en la retina peripapilar y tapan los vasos retinianos. (Reproducido a partir de Arnold AC. Optic disc drusen. Ophthalmol Clin orth Am. 1991;4:505– 517.) Auw-Haedrich C, Staubach F, Witschel H. Optic disk drusen. Surv Ophthalmol. 2002;47(6): 515– 532. Davis PL, Jay WM. Optic nerve head drusen. Semin Ophthalmol. 2003;18(4):222–242. Giarelli L, Ravalico G, Saviano S, Grandi A. Optic nerve head drusen: histopathological considerations—clinical features. Metab Pediatr Syst Ophthalmol. 1990;13(2–4):88–91. Purvin V, King R, Kawasaki A, Yee R. Anterior ischemic optic neuropathy in eyes with optic disc drusen. Arch Ophthalmol. 2004;122(1):48–53. europatía óptica hereditaria de Leber La neuropatía óptica hereditaria de Leber ( OHL) afecta típicamente a varones entre 10 y 30 años, aunque puede presentarse a edades mucho más avanzadas; los casos en mujeres representan el 1020%. El síndrome se manifiesta por una pérdida de visión aguda, profunda (<20/200), indolora e inicialmente monocular que se asocia a DPAR y defectos centrales o centrocecales del campo visual (fig. 4-17). El aspecto oftalmoscópico clásico presenta: • Hiperemia y elevación de la papila óptica y engrosamiento de la retina peripapilar, dando lugar al llamado seudoedema papilar («seudoedema» en este contexto alude a la tumefacción de la papila sin exudación en la angiografía fluoresceínica). • Telangiectasias peripapilares. • Tortuosidad de las arteriolas retinianas de calibre mediano. Figura 4-17 Neuropatía óptica hereditaria de Leber. Varón de 17 años con historia de disminución de agudeza visual en el ojo izquierdo desde 2 meses antes. A. Los campos visuales muestran un escotoma centrocecal en el ojo izquierdo. B. Las retinografías muestran papilas pequeñas con hiperemia y bordes borrosos. No había extravasación en la angiografía fluoresceínica. Estos hallazgos pueden estar presentes antes que la pérdida de visión. Sin embargo, el fondo de ojo puede ser completamente normal (más del 40% en una serie de referencia). La angiografía fluoresceínica muestra ausencia de extravasación y tinción papilar, a diferencia del aspecto de las neuropatías ópticas inflamatorias con edema. El segundo ojo asintomático a menudo tiene anomalías subclínicas del campo visual que progresan rápidamente a escotomas centrocecales en el plazo de semanas o meses. La papila afectada inicialmente se vuelve atrófica, con desaparición de las telangiectasias peripapilares. Rara vez el intervalo entre la afectación de ambos ojos es más largo (hasta 8 años). Aunque la pérdida de visión suele ser permanente, se ha informado de recuperación parcial de visión, incluso años después del episodio inicial, en el 10-20% de los casos (v. más adelante). La NOHL se debe a mutaciones del ADN mitocondrial, sobre todo en la posición 11.778 y, menos habitualmente, en las localizaciones 3.460 y 14.484. La sustitución de un único par de bases en los nucleótidos origina una alteración en la producción de adenosina trifosfato mitocondrial que tiende a afectar a los tejidos que consumen mucha energía (como el nervio óptico). Las pruebas sanguíneas para estas mutaciones pueden confirmar el diagnóstico, facilitar el consejo genético y aportar información sobre el pronóstico: los pacientes con la mutación 14.484 tiene una mayor probabilidad (hasta el 65%) de mejoría tardía espontánea de la visión central, mientras que esta probabilidad es menor (se calcula que un 4%) en pacientes con mutación 11.778. La mutación se transmite por el ADN mitocondrial heredado de la madre y no a través del ADN nuclear. Por eso, solo las mujeres transmiten la enfermedad. No todos los hombres con afectación mitocondrial sufren pérdida visual y no es habitual que las mujeres afectadas desarrollen síntomas visuales. No están claras las razones para esta susceptibilidad masculina selectiva, como tampoco los factores precipitantes. En cualquier momento, está afectado un porcentaje variable de ADN (heteroplasmia); solo cuando esta fracción se eleva, se hace clínicamente manifiesta la enfermedad. La historia familiar puede ser difícil de aclarar y en un número significativo de casos es negativa (lo que sugiere una mutación de novo). El diagnóstico diferencial incluye la neuritis óptica, la neuropatía óptica compresiva y la neuropatía óptica infiltrativa. En pacientes sin antecedentes familiares, se recomiendan las pruebas neurorradiológicas para descartar una causa tratable de pérdida de visión. En ocasiones los pacientes presentan anomalías de la conductividad cardíaca u otros defectos neurológicos leves que requieren estudio. Ningún tratamiento se ha mostrado eficaz. No son beneficiosos los corticoesteroides. Se han probado la coenzima Q10, el succinato y otros antioxidantes y agentes que pueden aumentar la producción de energía mitocondrial, aunque no se ha demostrado claramente que sean beneficiosos. Se recomienda evitar agentes como el tabaco o el exceso de etanol que puedan perjudicar a la producción de energía, aunque no existen estudios que apoyen definitivamente esta medida. Newman NJ. Leber’s hereditary optic neuropathy: new genetic considerations. Arch eurol. 1993;50(5):540–548. Newman NJ, Biousse V, Newman SA, et al. Progression of visual field defects in Leber hereditary optic neuropathy: experience of the LHON treatment trial. Amer J Ophthalmol. 2006;141(6):1061– 1067. Nikoskelainen E, Hoyt WF, Nummelin K, Schatz H. Fundus findings in Leber’s hereditary optic neuroretinopathy. III. Fluorescein angiographic studies. Arch Ophthalmol. 1984;102(7): 981–989. Nikoskelainen EK, Huoponen K, Juvonen V, Lamminen T, Nummelin K, Savontaus ML. Ophthalmologic findings in Leber hereditary optic neuropathy, with special reference to mtDNA mutations. Ophthalmology. 1996;103(3):504–514. Riordan-Eva P, Sanders MD, Govan GG, Sweeney MG, Da Costa J, Harding AE. The clinical features of Leber’s hereditary optic neuropathy defined by the presence of a pathogenetic mitochondrial DNA mutation. Brain. 1995;118(Pt 2):319–337!. Atrofia óptica autosómica dominante La atrofia óptica autosómica dominante (AOAD), la neuropatía óptica hereditaria más frecuente (cuya prevalencia estimada es de 1 caso cada 50.000), tiene un patrón de herencia autosómico dominante, aunque su penetrancia y expresividad variables hacen que la historia familiar positiva sea poco sugerente. Los estudios genéticos han localizado un gen de AOAD (OPA1) en una región del cromosoma 3. La proteína OPA1 se expresa ampliamente y es muy abundante en la retina. Codifica una GTPasa dependiente de dinamina que se ancla a las membranas mitocondriales; así, las mutaciones dan lugar a pérdida de integridad y disfunción de la membrana mitocondrial, con la consiguiente degeneración de las células ganglionares retinianas y atrofia óptica. Suele presentarse en la primera década de la vida, como una pérdida visual lenta detectada a menudo en las revisiones escolares sistemáticas. La afectación suele ser bilateral pero puede ser asimétrica. Inicialmente, la pérdida de agudeza visual suele ser moderada, en torno a 20/50-20/70, aunque puede decaer progresivamente. La mayoría de los pacientes conservan una visión >20/200. Invariablemente existen defectos de la visión cromática. En esta situación clínica, la tritanopía es muy sugerente de AOAD; para detectarla suele requerirse la prueba de 100 colores de Fansworth. Sin embargo, también pueden ser frecuentes en la AOAD los defectos rojo-verde o generalizados. El estudio del campo visual muestra escotomas centrales o centrocecales en la mayoría de los casos, aunque el agrandamiento de la mancha ciega con extensión a la periferia temporal superior puede confundirse en ocasiones con un síndrome quiasmático (fig. 4-18). Los defectos típicamente no respetan la línea media vertical. Las papilas ópticas afectadas suelen mostrar atrofia óptica temporal focal, aunque puede haber palidez difusa. Puede existir una excavación temporal en cuña, muy sugestiva de AOAD, pero su ausencia no descarta el diagnóstico. Figura 4-18 Atrofia óptica autosómica dominante. Varón de 34 años que había notado dificultad para leer la pizarra en cuarto curso, con leve disminución gradual de la agudeza visual de ambos ojos desde entonces. A y B. Las papilas ópticas muestran atrofia temporal y defecto de la capa de fibras nerviosas en el haz papilomacular. C y D. Los campos visuales mostraban escotomas centrocecales bilaterales, que se extienden superotemporalmente. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) El diagnóstico se basa en los hallazgos clínicos y los resultados negativos de las pruebas de neuroimagen, que deben realizarse en todos los casos sospechosos. La evolución clínica suele mantenerse estable o mostrar un empeoramiento muy lento a lo largo de la vida del paciente. No hay tratamientos disponibles. Alexander C, Votruba M, Pesch UE, et al. OPA1, encoding a dynamin-related GTPase, is mutated in autosomal dominant optic atrophy linked to chromosome 3q28. ature Genetics. 2000;26(2):211– 215. Olichon A, Baricault L, Gas N, et al. Loss of OPA1 perturbates the mitochondrial inner membrane structure and integrity, leading to cytochrome C release and apoptosis. J Biol Chem. 2003;278(10):7743–7746. Votruba M, Fitzke FW, Holder GE, Carter A, Bhattacharya SS, Moore AT. Clinical features in affected individuals from 21 pedigrees with dominant optic atrophy. Arch Ophthalmol. 1998;116(3):351–358. Glaucoma En el glaucoma, los pacientes pueden no darse cuenta en absoluto de su deterioro visual. El glaucoma crónico de ángulo abierto produce típicamente pérdida campimétrica de progresión muy lenta en las regiones arciformes y periféricas, respetando la fijación hasta fases avanzadas. La papila óptica presenta la típica excavación (aumento del diámetro y profundidad de la excavación fisiológica, a menudo con muescas focales en los polos inferior o superior). Solo aparece palidez de la excavación cuando la enfermedad está relativamente avanzada. La presión intraocular a menudo (aunque no siempre) está elevada; el llamado glaucoma normotensional tiene mayor probabilidad de producir escotomas paracentrales más próximos a la fijación, pero incluso en este se respeta la agudeza visual. Todos los aspectos del glaucoma se estudian extensamente en la sección 10 del CCBC, Glaucoma. La excavación de la cabeza del nervio óptico también puede verse en procesos compresivos, hereditarios (p. ej., en la NOHL) o isquémicos graves (p. ej., en la NOIAA). Las lesiones compresivas tienden a producir defectos de campo temporal más que nasales o arciformes; la NOHL suele producir escotomas centrales o centrocecales; la lesión isquémica puede deparar cualquier patrón de defecto. En todas estas formas, la papila óptica a menudo muestra palidez más precoz e intensa, con menos excavación y muescas que en el glaucoma (fig. 4-19). La agudeza visual central, al igual que la visión cromática, se mantienen en el glaucoma hasta fases avanzadas, mientras que suelen reducirse precozmente en las otras neuropatías ópticas. Figura 4-19 Excavación de la papila óptica. A. En la lesión glaucomatosa, el resto del rodete temporal de tejido neurorretiniano suele mantener un color rosado relativamente normal a pesar de la excavación avanzada. B. En la lesión no glaucomatosa, el rodete es pálido en relación al grado de excavación. (Por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Anomalías congénitas de la papila óptica Hipoplasia del nervio óptico El grado de hipoplasia varía mucho: los pacientes pueden estar asintomáticos con defectos mínimos del campo visual o pueden presentar una pérdida grave de visión de duración incierta. Los defectos del campo visual son típicos de lesión del nervio óptico, siendo frecuentes los escotomas periféricos y arciformes. La prevalencia de bilateralidad es del 56-92%. La papila óptica es de pequeño diámetro, habitualmente la mitad o un tercio del normal; los casos sutiles pueden requerir comparar ambos ojos. La comparación del diámetro papilar horizontal con la distancia papila-mácula pueden ayudar a detectarla. El diámetro de los vasos retinianos puede parecer relativamente grande para el tamaño papilar y los vasos pueden estar tortuosos. La papila puede ser pálida, grisácea o (más raramente) hiperémica y puede estar circundada por un halo peripapilar amarillo, que a su vez está rodeado por un anillo de pigmentación aumentada o reducida (el signo del doble anillo) (fig. 4-20). Una variante de hipoplasia del nervio óptico, la hipoplasia segmentaria superior, presenta un defecto correspondiente del campo visual inferior; ocurre casi siempre en hijos de madres con diabetes insulinodependiente. Figura 4-20 Hipoplasia de la papila óptica. La papila pequeña está rodeada de un anillo de tejido relativamente hipopigmentado (signo del doble anillo). (Reproducido a partir de Kline LB, Foroozan R, eds. Optic erve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, en cooperación con la American Academy of Ophthalmology; 2007:158.) La hipoplasia del nervio óptico tanto unilateral como bilateral puede asociarse con defectos de la línea media o los hemisferios cerebrales, anomalías endocrinas (deficiencia de hormona del crecimiento y otras hormonas hipofisarias) y tumores supraselares congénitos. Los defectos de la base del cráneo pueden asociarse a encefaloceles basales. El síndrome de hipoplasia del nervio óptico, ausencia de septo pelúcido y enanismo hipofisario (displasia septo-óptica o síndrome de Morsier) es el más frecuente. El cuerpo calloso puede estar adelgazado o ausente. Se recomienda realizar una RM en todos los casos de hipoplasia del nervio óptico y debe valorarse la interconsulta a endocrinología, porque pueden aparecer convulsiones hipoglucémicas o retraso del crecimiento si no se instaura tratamiento. Algunas sustancias reconocidas como teratógenas, como la quinina, el etanol y los antiepilépticos, se han asociado también a hipoplasia del nervio óptico. Una variante de hipoplasia del nervio óptico, la hipoplasia segmentaria superior, que cursa con el correspondiente defecto campimétrico inferior, ocurre casi siempre en hijos de madres con diabetes insulinodependiente. (Para un comentario adicional, consúltese la sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo.) Síndrome de lateroversión papilar congénita El síndrome de lateroversión papilar congénita, normalmente bilateral (80% de casos), debe distinguirse de la simple inclinación papilar miope con semiluna temporal. El síndrome congénito también ocurre en miopes, en los que asimismo produce una semiluna nasal inferior (en realidad una excavación colobomatosa del tejido nervioso). La semiluna deja una porción superotemporal oval restante de papila relativamente intacta, de forma que la papila parece inclinada respecto al eje vertical normal y a veces elevada, simulando un edema leve (fig. 4-21). Los vasos retinianos a menudo están nasalizados. La porción inferior hipodesarrollada es ectásica y se asocia a adelgazamiento de la coroides y el EPR inferonasales, produciendo un defecto de campo visual que en parte es refractivo (porque la ectasia causa cambio focal de la longitud axial) y en parte neurógena (por disminución focal de la densidad de axones nerviosos). Los defectos campimétricos superotemporales pueden parecerse a los debidos a compresión quiasmática, aunque se diferencian porque no respetan la línea media vertical y porque mejoran parcialmente con corrección miope. En ocasiones está indicado realizar una RM para descartar lesiones quiasmáticas, incluso en casos claros de inclinación papilar, si los defectos del campo respetan la línea media vertical. Figura 4-21 Campos visuales (A) izquierdo y (B) derecho que muestran defectos superotemporales relativos en ambos ojos que no respetan la línea media vertical. Las retinografías muestran inclinación bilateral de la papila derecha (C) e izquierda (D). (Partes A, B por cortesía de Anthony C. Arnold, MD; partes C, D por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) Anomalías papilares con excavación Las anomalías papilares con excavación cubren un espectro de severidad variable, desde las fosetas ópticas, pasando por los colobomas y las displasias, hasta la anomalía papilar de morning glory (para más información, v. la sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo): • La foseta óptica es una depresión de la superficie papilar normalmente gris o blanquecina, de localización temporal, que se asocia a defecto leve del campo visual (normalmente paracentral o arciforme). Se desarrolla desprendimiento seroso de la macular en el 25-75% de los casos, posiblemente por paso de vítreo licuado al espacio subretiniano a través de la comunicación entre la foseta óptica y la mácula. • Los colobomas del nervio se deben a un cierre incompleto de la hendidura embrionaria y suelen aparecer en la parte inferior, con excavación profunda del parénquima papilar que puede extenderse a la coroides y retina adyacentes. Se asocia a defecto del campo visual y DPAR que reflejan el grado de alteración. Pueden aparecer colobomas de otras estructuras, como el iris y la coroides. • El nervio displásico del síndrome papilorrenal o síndrome de coloboma renal se caracteriza por una papila excavada con ausencia o adelgazamiento de los vasos centrales de la retina y múltiples vasos ciliorretinianos que entran y salen del borde papilar. La visión a menudo es normal, pero los campos visuales pueden reflejar defectos campimétricos superonasales. Hay controversia sobre si se trata de papilas colobomatosas por cierre incompleto de la hendidura embrionaria o por una displasia primaria del nervio óptico. Este aspecto típico del nervio óptico puede reflejar una insuficiencia renal secundaria a hipoplasia renal, y está ligado a mutaciones en el gen PAX2, que se hereda con un patrón autosómico dominante. • La anomalía papilar de morning glory es una excavación estafilomatosa en forma de embudo del nervio óptico y la retina peripapilar. Es más habitual en mujeres y casi siempre unilateral. La papila está agrandada, de color rosa o anaranjado, y sobreelevada o hundida en el estafiloma. La excavación está rodeada por pigmentación coriorretiniana y existe tejido glial blanco sobre el centro de la papila. Es típica la emergencia de los vasos retinianos desde la periferia papilar. La agudeza visual a menudo es de 20/200 o peor y existe un DPAR y defectos del campo visual. Se produce desprendimiento seroso no regmatógeno de retina en el 26-38% de los casos. Puede haber un encefalocele basal transesfenoidal oculto que puede confundirse con pólipos nasales; la despigmentación infrapapilar en forma de V puede ser un marcador de encefalocele. Brodsky MC. Congenital optic disk anomalies. Surv Ophthalmol. 1994;39(2):89–112. Brodsky MC, Hoyt WF, Hoyt CS, Miller NR, Lam BL. Atypical retinochoroidal coloboma in patients with dysplastic optic discs and transsphenoidal encephalocele. Arch Ophthalmol. 1995;113(5):624– 628. Parsa CF, Silva ED, Sundin OH, et al. Redefining papillorenal syndrome: an underdiagnosed cause of ocular and renal morbidity. Ophthalmology. 2001;108(4):738–749. Siatkowski RM, Sanchez JC, Andrade R, Alvarez A. The clinical, neuroradiographic, and endocrinologic profile of patients with bilateral optic nerve hypoplasia. Ophthalmology. 1997;104(3):493–496. europatías ópticas posteriores euritis óptica retrobulbar La neuritis óptica ocurre en pacientes jóvenes (edad media de 32 años), sobre todo mujeres (77%), y se presenta como una pérdida subaguda de visión monocular que se instaura en el transcurso de varios días o semanas. Aparece dolor periorbitario, sobre todo al mover el ojo, en el 92% de los casos y a menudo antecede a la pérdida de visión. La forma retrobulbar se presenta en el 65% de los casos y cursa con papila óptica de aspecto normal inicialmente. Existe un DPAR a menos que la neuropatía óptica sea bilateral y simétrica. El campo visual central suele estar afectado, con disminución de agudeza visual; sin embargo, el defecto campimétrico adopta la forma de un escotoma central aislado con menos frecuencia (8% de los casos en el ONTT) que una pérdida difusa dentro de los 30° centrales (48%) o escotomas altitudinales (15%) (fig. 4-22). Es habitual la discromatopsia, sobre todo para el rojo, que a menudo es más grave que la pérdida de agudeza visual. Figura 4-22 A. Fotografía de la papila en una neuritis óptica retrobulbar, que presenta un aspecto normal. B. Se observa un escotoma central en la perimetría estática automatizada. C. La RM axial de las órbitas ponderada en T1 con supresión de grasa y administración de gadolinio muestra realce del nervio óptico intraorbitario derecho (flechas).D. RM cerebral axial ponderada en T2 que muestra múltiples lesiones hiperintensas en la sustancia blanca (flechas) compatibles con desmielinización. (Partes A, B por cortesía de Steven A. Newman, MD; partes C, D por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) La neuritis retrobulbar puede darse aislada o asociada a enfermedades víricas, desmielinizantes, vasculíticas o granulomatosas. Las infecciones víricas pueden afectar a las meninges del nervio óptico o a su parénquima directamente o mediante una reacción inmunitaria retardada (neuritis óptica posvírica). Esta enfermedad es frecuente en niños y suele ser bilateral y de comienzo simultáneo. La neuritis óptica desmielinizante puede presentarse aislada o asociada a EM (v. cap. 14). El lupus eritematoso sistémico y otras vasculitis pueden producir inflamación del nervio óptico, normalmente sin edema de papila. Finalmente, los nervios ópticos también pueden afectarse por procesos granulomatosos como la sífilis o la sarcoidosis (v. fig. 4-13). Aunque la neuritis en estos trastornos tiende a ir acompañada de otros signos patológicos oculares (p. ej., uveítis, coriorretinitis, periflebitis retiniana), también puede presentarse aislada. El diagnóstico diferencial de la neuritis retrobulbar incluye las neuropatías ópticas compresivas, infiltrativas y tóxicas. La neuritis óptica típica empieza a mejorar en el plazo de 1 mes; si el paciente recupera casi toda la visión antes de 1-3 meses, no suelen ser necesarias las pruebas complementarias para el diagnóstico. En casos seleccionados —sobre todo cuando los signos oculares asociados (como vasculitis retiniana, coriorretinitis o uveítis), el dolor o la pérdida de visión duraderos o bien el edema de papila hagan sospechar cuadros específicos susceptibles de tratamiento— pueden estar indicadas pruebas adicionales hematológicas, serológicas o de otro tipo. En el caso de una neuritis óptica atípica, estos estudios pueden incluir pruebas de VDRL y FTA-ABS en suero y LCR (para descartar neuritis luética); radiografía de tórax, gammagrafía con galio, niveles plasmáticos de enzima conversora de angiotensina y dermorreacciones (para descubrir sarcoidosis), y VSG, anticuerpos antinucleares y anticuerpos anti-ADN (para desvelar lupus y otras vasculitis). Se recomienda RM cerebral en todos los casos de neuritis retrobulbar. La búsqueda de lesiones en la sustancia blanca periventricular compatibles con desmielinización es la mejor prueba aislada para valorar el riesgo de EM futura, así como para orientar en la decisión de usar terapia inmunomoduladora (v. más adelante). Los datos a los 15 años del ONTT demuestran un riesgo del 25% para pacientes sin lesiones en la RM, frente a un 72% cuando hay al menos una lesión, siendo máxima la tasa de conversión en los 5 primeros años. Los pacientes con RM normal que no han desarrollado EM a los 10 años solo tienen un riesgo de sufrir la enfermedad del 2% antes de 15 años. La tasa global de conversión de todos los pacientes con EM es del 50% a los 15 años (v. cap. 14). Entre los pacientes con RM normal, se asocian a menor riesgo de EM futura los siguientes factores: sexo masculino, edema de papila y neuritis óptica de características atípicas (ausencia de dolor, ausencia de percepción luminosa, hemorragias peripapilares y exudados retinianos). La agudeza visual se recupera a niveles de 20/40 o mejores en el 92% de los pacientes con neuritis óptica. La recuperación no depende de la presencia de dolor o edema de papila ni de la gravedad de pérdida visual. Tras 15 años de seguimiento en el ONTT, la agudeza visual general era de 20/20 o mejor en el 72% de los casos, 20/25 a 20/40 en el 20% y peor de 20/200 en el 3%. La pérdida intensa de visión al principio condujo a un peor pronóstico visual. El estudio de seguimiento a los 10 años informó de que la neuritis óptica recidivaba en el ojo afectado o el otro ojo en el 35% de los casos totales y en el 48% de los que desarrollaban EM. La mayoría de los ojos con recurrencias recuperaron una visión normal o casi normal. A pesar del pronóstico aparentemente excelente de la neuritis óptica, los pacientes suelen percibir problemas visuales en el ojo afectado después de la recuperación. Mediante pruebas de la función visual distintas de la agudeza de Snellen (como sensibilidad al contraste, sensibilidad al brillo luminoso, estereopsis, campimetría y visión cromática) se apreciaron anomalías residuales en hasta el 90% de los pacientes con visión no inferior a 20/30. Los pacientes con EM tenían, de modo estadísticamente significativo, una mayor afectación de la sensibilidad al contraste y el campo visual que aquellos sin EM tras 15 años de seguimiento. Tratamiento El ONTT demostró que la corticoterapia no tenía efecto beneficioso sobre la visión, aunque el uso de metilprednisolona intravenosa a dosis de 250 mg cada 6 h durante 3 días, seguida de prednisona oral a dosis de 1 mg/kg al día durante 11 días, aceleró la recuperación una o dos semanas. La prednisona oral aislada, a la dosis indicada, no produjo beneficios y se asoció al doble de recidivas que en los otros grupos, por lo que no se recomienda su uso. La terapia intravenosa también mostró una reducción en la tasa de desarrollo de EM clínica tras la neuritis óptica inicial solo en el subgrupo de pacientes con RM que mostraban dos o más lesiones en la sustancia blanca: a los 2 años, el riesgo de EM en estos pacientes fue del 36% sin tratamiento y el 16% con tratamiento. Sin embargo, a partir de los 3 años de seguimiento desaparece este efecto protector. Como los beneficios no están claros, debe decidirse el tratamiento o las pruebas diagnósticas adicionales según cada paciente. En casos en que sea esencial una rápida recuperación de visión (p. ej., paciente monocular o con necesidades profesionales), puede valorarse el uso de metilprednisolona intravenosa en régimen ambulatorio; de otro modo, no está indicado el tratamiento para acelerar la recuperación. Se suele solicitar una RM para valorar el riesgo de EM, pero probablemente sea mejor dejar al neurólogo la realización de otras pruebas, como el estudio del LCR y los potenciales evocados. No se ha comprobado el valor de los corticoesteroides intravenosos aislados para reducir el riesgo de EM a largo plazo. Se ha confirmado el efecto beneficioso de la terapia inmunomoduladora para reducir la morbilidad en la EM recidivante-remitente, y los estudios han demostrado que estos fármacos retrasan la conversión a EM definida de los pacientes con neuritis óptica aguda u otro síndrome clínico aislado que presenten características de alto riesgo en la RM (v. cap. 14 sobre el tratamiento de la EM). Beck RW, Cleary PA, Anderson MM Jr, et al. A randomized, controlled trial of corticosteroids in the treatment of acute optic neuritis. The Optic Neuritis Study Group. Engl J Med. 1992;326(9):581– 588. Beck RW, Cleary PA, Trobe JD, et al. The effect of corticosteroids for acute optic neuritis on the subsequent development of multiple sclerosis. The Optic Neuritis Study Group. Engl J Med. 1993;329(24):1764–1769. Beck RW, Gal RL, Bhatti MT, et al. Visual function more than 10 years after optic neuritis: experience of the optic neuritis treatment trial. Am J Ophthalmol. 2004;137(1):77–83. The 5-year risk of MS after optic neuritis. Experience of the Optic Neuritis Treatment Trial. Optic Neuritis Study Group. eurology. 1997;49(5):1404–1413. Ghezzi A, Martinelli V, Torri V, et al. Long-term follow-up of isolated optic neuritis: the risk of developing multiple sclerosis, its outcome, and the prognostic role of paraclinical tests. J eurol. 1999;246(9):770–775. Optic Neuritis Study Group. Multiple sclerosis risk after optic neuritis: final optic neuritis treatment trial follow-up. Arch eurol. 2008;65(6):727–732. Optic Neuritis Study Group. Visual function 15 years after optic neuritis: a final follow-up report from the optic neuritis treatment trial.Ophthalmology. 2008;115(6):1079–1082. euromielitis óptica La neuromielitis óptica ( MO), también conocida como síndrome de Devic, se definía como una neuritis óptica asociada a mielitis aguda. Sin embargo, la diversidad de presentaciones clínicas y la falta de acuerdo sobre los criterios diagnósticos han sido causa de confusión sobre la precisión de este diagnóstico. En consecuencia, se han redefinido los criterios diagnósticos como sigue: • Neuritis óptica (unilateral o bilateral). • Mielitis. • Al menos dos de los siguientes: • Una lesión de la médula espinal contigua en la RM que afecte a tres o más segmentos vertebrales. • Una RM cerebral no diagnóstica de EM. • Una prueba serológica de IgG NMO positiva. Los pacientes pueden presentarse con síntomas neurológicos que no correspondan a las vías visuales ni a la médula espinal. Estos criterios tienen una sensibilidad del 99% y una especificidad del 90%. Los anticuerpos IgG NMO por sí solos tienen una sensibilidad del 76% y una especificidad del 94%; se unen a la acuaporina-4, la principal proteína de canales acuosos expresada en los pedículos astrogliales que intervienen en la homeostasis de líquidos en el SNC. Tanto el pronóstico visual como el neurológico son peores en la NMO que en la EM; los episodios de pérdida de visión son recurrentes, a menudo con grave deterioro visual (<20/200) al menos en un ojo en la NMO. El tratamiento de este cuadro no ha sido bien estudiado, aunque se basa principalmente en fármacos inmunosupresores como los corticoides para los episodios agudos. Papais-Alvarenga RM, Carellos C, Alvarenga MP, Holander C, Bichara RP, Thuler LC. Clinical course of optic neuritis in patients with relapsing neuromyelitis optica. Arch Ophthalmol. 2008;126(1):12–16. Wingerchuk DM, Lennon VA, Pittock SJ, Lucchinetti CF, Weinshenker BG. Revised diagnostic criteria for neuromyelitis optica. eurology. 2006;66(10):1485–1489. Perineuritis óptica Debe diferenciarse la neuritis óptica de la perineuritis óptica o neuritis perióptica. Clínicamente, la perineuritis óptica puede presentarse, igual que la neuritis óptica, con una pérdida aguda y dolorosa de visión, más frecuente en mujeres; sin embargo, a menudo los pacientes son más mayores (36% >50 años), la visión central se conserva en más del 50% de los casos y la pérdida visual puede progresar durante varias semanas. Con pruebas de neuroimagen, se observa mayor realce de la vaina dural que del propio nervio óptico; a veces la enfermedad puede confundirse con un meningioma de la vaina del nervio. Es importante distinguir entre neuritis óptica y perineuritis óptica no solo por lo que respecta al tratamiento, sino también por sus diferentes implicaciones pronósticas y de riesgo de EM. Los pacientes con perineuritis óptica responden inmediata y espectacularmente a los corticoides, aunque las recaídas son frecuentes con pautas cortas; sin tratamiento, los pacientes sufrirán una pérdida de visión progresiva. La perineuritis óptica no se asocia a mayor riesgo de enfermedad desmielinizante. Purvin V, Kawasaki A, Jacobson DM. Optic perineuritis: clinical and radiographic features. Arch Ophthalmol. 2001;119(9):1299–1306. Oftalmopatía tiroidea El agrandamiento de los músculos extraoculares en la oftalmopatía tiroidea (OT) puede comprimir el nervio óptico en el vértice de la órbita (fig. 4-23). Los pacientes suelen presentar signos asociados (como retracción o retraso palpebral) y pueden mostrar signos de congestión orbitaria (como edema palpebral y conjuntival) además de proptosis. Sin embargo, algunos pacientes presentan pocos de los hallazgos típicos. Figura 4-23 Oftalmopatía tiroidea en un hombre de 48 años con historia de debilidad y edema periocular gradual durante 6 meses, junto con disminución progresiva de agudeza visual a lo largo del último mes. La agudeza visual era de 20/200 OD y 20/80 OI, con una defecto pupilar aferente derecho de 0,3 unidades logarítmicas. A, B. La perimetría automatizada muestra defectos campimétricos centrales e inferiores en ambos ojos. La TC axial (C) y coronal (D) muestra que el nervio óptico está atrapado entre los músculos extraoculares hipertróficos. El agrandamiento de los músculos en la oftalmopatía tiroidea respeta, de forma característica, el tendón muscular (flechas). (Partes A, B por cortesía de Steven A. Newman, MD; partes C, D por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) La pérdida visual asociada a OT suele ser de progresión lenta, gradual y casi siempre bilateral. Los campos visuales muestran depresión central o difusa, y hay DPAR si la orbitopatía es asimétrica. La papila óptica suele ser normal, aunque puede estar edematosa. Puede aparecer atrofia óptica en los casos que se convierten en crónicos. El tratamiento de esta neuropatía óptica se basa en la reducción del aumento de volumen tisular en la órbita. Pueden usarse inicialmente corticoesteroides sistémicos en la fase aguda, aunque no se recomienda su administración prolongada. Si los síntomas recurren al reducirlos, suele realizarse una descompresión quirúrgica de la órbita. La OT se estudia más a fondo en el capítulo 14 de este volumen y en la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal. europatía óptica compresiva intraorbitaria/intracanalicular Los pacientes con lesiones compresivas intraorbitarias o intracanaliculares presentan típicamente una pérdida visual de progresión lenta, con DPAR y pérdida de campo monocular (normalmente central o difusa). Puede haber signos sutiles de orbitopatía como edema, retracción o retraso palpebral, ptosis, proptosis o alteraciones de los músculos extraoculares. La papila óptica puede ser normal o levemente atrófica inicialmente, aunque las lesiones orbitarias anteriores causan a veces edema papilar. También puede haber cortocircuitos vasculares optociliares (colaterales retinocoroideos) o pliegues coroideos. Las lesiones que más habitualmente producen neuropatía óptica son el meningioma de la vaina del nervio óptico y el glioma. El hemangioma cavernoso, aunque frecuente en la órbita, solo produce neuropatía óptica compresiva ocasionalmente. Si se sospecha una lesión compresiva en la órbita, está indicado pedir pruebas neurorradiológicas. Aunque la RM es idónea para detectar anomalías de las partes blandas de la órbita, sobre todo para diferenciar el meningioma del glioma, la TC con cortes finos sigue siendo una opción muy válida y se prefiere para valorar calcificaciones y alteraciones óseas. Meningioma de la vaina del nervio óptico Los meningiomas de la vaina del nervio óptico (MVNO) surgen de proliferaciones benignas de las células meningoepiteliales que tapizan la vaina del nervio óptico intraorbitario o intracanalicular (fig. 4-24; v. también cap. 2, fig. 2-7). Aunque estos tumores son infrecuentes (el 1-2% de todos los meningiomas), representan un tercio de los tumores primarios del nervio óptico, solo superados por los gliomas ópticos. Suelen detectarse en adultos de entre 40 y 50 años, y afectan tres veces más a las mujeres que a los hombres; el 4-7% de los meningiomas de la vaina del nervio óptico se dan en niños. Estos pacientes tienen más incidencia de neurofibromatosis de tipo 1. Los pacientes pueden presentarse con la tríada clásica: • Pérdida de visión monocular indolora de progresión lenta (v. cap. 2, fig. 2-16). • Atrofia óptica. • Cortocircuitos vasculares optociliares. Figura 4-24 A. Retinografía que muestra atrofia de la papila óptica con cortocircuitos vasculares optociliares (colaterales retinocoroideas) en las posiciones horarias de las 8 y las 12. B. La TC revela el signo de las «vías del tren», con agrandamiento difuso del nervio óptico intraorbitario derecho que se extiende anteriormente hasta el globo ocular y realce de la vaina del nervio. C. «Signo del anillo» en un meningioma. La RM coronal de órbita muestra un realce similar de la vaina que rodea un nervio óptico más oscuro y relativamente normal en el lado derecho. (Partes A, C reproducidas a partir de Arnold AC. Optic nerve meningioma. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2004, module 7. Parte B por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Los cortocircuitos son estructuras vasculares diferenciadas, canales preexistentes que se dilatan en respuesta a la obstrucción crónica del drenaje a través de la vena central de la retina. Estos vasos derivan el drenaje a la circulación coroidea y pueden ser llamados más correctamente colaterales retinocoroideas. Aparecen aproximadamente en el 30% de los pacientes con meningioma de la vaina del nervio óptico, aunque no son patognomónicos: también aparecen en el meningioma del ala esfenoidal, el glioma óptico, la OVCR y el papiledema crónico. Los pacientes también presentan un DPAR y un defecto de campo visual dependiente del nervio óptico. Puede haber edema de papila, sobre todo si el tumor se extiende hacia delante. El diagnóstico se confirma por medio de pruebas neurorradiológicas (tabla 4-5). Tabla 4-5 Características neurorradiológicas del meningioma de la vaina del nervio óptico Agrandamiento tubular difuso del nervio óptico Engrosamiento y realce de la vaina que respeta relativamente el parénquima del nervio óptico (signo de «tram track» o de las «vías de tren») Expansión apical del tumor Extensión extradural del tumor Calcificación de la vaina del nervio óptico en la TC Hiperostosis del hueso adyacente en la TC Isointenso o levemente hiperintenso respecto al encéfalo en la RM en T1 y T2 Se acentúa intensamente con contraste en TC y RM La literatura científica actual sugiere que la radioterapia conformal (fraccionada) estereotáxica tridimensional es el tratamiento de elección para el MVNO, y se ha comunicado que consigue una estabilización o mejoría de la visión hasta en el 94,3% de los pacientes. Sin embargo, sigue sin aclararse si la radiación debe administrarse inmediatamente tras el diagnóstico o cuando se compruebe crecimiento tumoral o pérdida de visión progresiva. La radioterapia puede causar complicaciones tardías, como retinopatía por radiación y disfunción hipofisaria. Suele desaconsejarse la cirugía para biopsia o escisión por su considerable riesgo de pérdida visual significativa. Sin embargo, si el tumor se extiende intracranealmente o, muy rara vez, a través del plano esfenoidal, el riesgo de extensión al nervio óptico contralateral puede hacer necesaria la escisión quirúrgica, sobre todo si hay una pérdida visual grave. Se considera que la observación es una conducta correcta si no hay cambios en la función visual o el tamaño del tumor. Los meningiomas de la vaina del nervio óptico en niños pueden ser más agresivos, con una pérdida de visión más rápida y recurrencias más frecuentes tras el tratamiento; por tanto, hay que vigilarlos más estrechamente y actuar en consecuencia. Andrews DW, Foroozan R, Yang BP, et al. Fractionated stereotactic radiotherapy for the treatment of optic nerve sheath meningiomas: preliminary observations of 33 optic nerves in 30 patients with historical comparison to observation with or without prior surgery. eurosurgery. 2002;51(4):890– 904. Arnold AC. Optic nerve meningioma. Focal Points. Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2004, module 7. Dutton JJ. Optic nerve sheath meningiomas. Surv Ophthalmol. 1992;37(3):167–183. Miller NR. New concepts in the diagnosis and management of optic nerve sheath meningioma. J euroophthalmol. 2006;26(3):200–208. Turbin RE, Thompson CR, Kennerdell JS, Cockerham KP, Kupersmith MJ. A long-term visual outcome comparison in patients with optic nerve sheath meningioma managed with observation, surgery, radiotherapy, or surgery and radiotherapy. Ophthalmology. 2002;109(5):890–900. Glioma óptico Aunque los gliomas ópticos (astrocitomas pilocíticos) suelen ser raros (representan solo el 1% de los tumores intracraneales), son los tumores primarios más frecuentes del nervio óptico. Se discute si la lesión es una verdadera neoplasia o un hamartoma. Los gliomas que afectan solo a un nervio óptico se denominan gliomas del nervio óptico; las lesiones que afectan al quiasma, con o sin extensión a los nervios ópticos, se llaman gliomas del quiasma óptico. Aproximadamente el 70% de los gliomas del nervio óptico se detectan durante la primera década de vida y el 90% antes de la tercera, sin embargo, pueden presentarse a cualquier edad (fig. 4-25). No hay una clara predilección por sexo. Los hallazgos iniciales más frecuentes son proptosis (94%), pérdida visual (87,5%), palidez papilar (59%), edema de papila (35%) y estrabismo (27%). Es raro que un paciente presente solo una atrofia óptica asintomática. Suele haber DPAR en casos unilaterales o asimétricos, así como un defecto del campo visual dependiente del nervio óptico (si el paciente colabora lo suficiente para hacer una campimetría). Puede haber colaterales retinocoroideos en la papila afecta, aunque menos a menudo que en el meningioma. El diagnóstico se confirma por los hallazgos neurorradiológicos (tabla 4-6). Figura 4-25 A. TC axial con contraste de la órbita que muestra glioma del nervio óptico derecho. El nervio está agrandado, plegado y muestra alteraciones quísticas levemente hipodensas en el centro. El tumor se extiende intracranealmente. B. La RM axial en T2 (sin contraste) de las órbitas muestra un glioma globular grande e hiperintenso del nervio óptico derecho. C. La RM coronal en T1 muestra gran engrosamiento en la unión de los nervios ópticos con el quiasma. Tabla 4-6 Características neurorradiológicas del glioma del nervio óptico Agrandamiento fusiforme o globular del nervio óptico Engrosamiento tumoral del nervio y su vaina Retorcimientos o doblamientos del nervio óptico Regiones de baja intensidad dentro del nervio (espacios quísticos) Bordes de la vaina lisos (sin extensión extradural) Sin calcificaciones ni hiperostosis en la TC Isointenso o levemente hiperintenso respecto al encéfalo en la RM en T1 Hiperintenso en la RM en T2 Contraste variable (en TC) y realce con gadolinio (en RM) No se ha establecido claramente la relación del glioma del nervio óptico con la neurofibromatosis de tipo 1 (NF1). En pacientes con NF1, la incidencia de glioma del nervio óptico es del 7,8-21%; en pacientes con glioma del nervio óptico, la incidencia de NF1 es del 10-70%. Esta gran variación probablemente se debe a sesgos en la derivación y diferencias en las pruebas neurorradiológicas o criterios de diagnóstico. De forma similar, no está clara la relación entre la NF1 y el comportamiento del glioma. Varios investigadores sugieren que los gliomas del nervio óptico en pacientes con NF1 tienen un pronóstico más benigno, pero no se ha confirmado. La neurofibromatosis se analiza con mayor detalle en el capítulo 14. Al igual que en los meningiomas del nervio óptico, no suele requerirse una biopsia de la tumoración porque: • La aparición de técnicas neurorradiológicas de alta resolución ha mejorado la precisión diagnóstica. • La biopsia solo de la vaina puede ser inapropiada, ya que la hiperplasia meníngea reactiva de los gliomas puede sugerir falsamente un meningioma. • La biopsia del parénquima del nervio óptico puede producir pérdida de visión adicional. • El aspecto histopatológico del tumor no predice necesariamente su comportamiento biológico. No hay un consenso general sobre el tratamiento del glioma del nervio óptico. Se recomienda la observación en aquellos pacientes con visión relativamente buena y aspecto radiológico estable. La mayoría de los pacientes presentan lesiones estables o de progresión muy lenta con los años, y a veces incluso hay una regresión espontánea. La quimioterapia se está imponiendo como tratamiento inicial cuando el paciente se presenta con una pérdida visual grave o hay pruebas de progresión. El régimen más aceptado es la combinación de carboplatino y vincristina, pero se usan también otros fármacos. La radioterapia es controvertida por sus resultados poco concluyentes y sus posibles complicaciones, como panhipopituitarismo y retraso mental. En un estudio se usó con éxito radioterapia estereotáxica fraccionada para gliomas del nervio óptico, sin aparición de efectos secundarios tras una mediana de seguimiento de 97 meses. Puede estar indicada la extirpación quirúrgica en pacientes con pérdida de visión acusada unida a proptosis antiestética. Se ha recomendado la cirugía para evitar la extensión al quiasma, aunque esta rara vez ocurre. Los gliomas que afectan al quiasma se presentan con pérdida visual bilateral y pueden mostrar defectos campimétricos bitemporales o dependientes del nervio óptico. Las papilas suelen estar atróficas si hay pérdida de visión, aunque pueden presentar un aspecto normal o (más raramente) edematoso. La afectación de las vías troncoencefálicas puede producir nistagmo en balancín o nistagmo monocular sugestivo de espasmo salutatorio. Los tumores grandes pueden causar hidrocefalia obstructiva con aumento de la PIC, cefalea y papiledema. La afectación del hipotálamo puede producir pubertad precoz o síndrome diencefálico. Se prefiere la RM para verificar la extensión del tumor que, junto a la evolución clínica, determina el tratamiento. La relación del glioma quiasmático con la NF1 no está clara: el 14-60% de los gliomas se asocian a NF1 y el 5,7% de pacientes con NF1 presentan gliomas quiasmáticos. En ocasiones, puede extirparse quirúrgicamente una parte exofítica del tumor para aliviar la compresión externa del quiasma, pero de otro modo está contraindicada la escisión tumoral. La hidrocefalia puede requerir una derivación quirúrgica. Aparte de estas circunstancias, debe observarse a los pacientes por si presentan indicios de crecimiento tumoral, pérdida visual progresiva o complicaciones sistémicas por afectación encefálica; muchos casos permanecen estables durante años. A menudo se recomienda radioterapia en tales casos, aunque su eficacia es discutida y puede tener efectos secundarios graves (como retraso mental, trastornos psiquiátricos, retraso de crecimiento, lesión cerebral y tumores secundarios), sobre todo en niños. Se han usado regímenes de quimioterapia con vincristina, actinomicina D (dactinomicina), nitrosoureas, carboplatino y etopósido con cierto éxito, pudiendo aplazar la necesidad de radioterapia. Dutton JJ. Gliomas of the anterior visual pathway. Surv Ophthalmol. 1994;38(5):427–452. Lee AG. Neuroophthalmological management of optic pathway gliomas. eurosurg Focus. 2007;23(5):E1. Listernick R, Ferner RE, Liu GT, Gutmann DH. Optic pathway gliomas in neurofibromatosis-1: controversies and recommendations. Ann eurol. 2007;61(3):189–198. Listernick R, Louis DN, Packer RJ, Gutmann DH. Optic pathway gliomas in children with neurofibromatosis-1: consensus statement from the NF1 Optic Pathway Glioma Task Force. Ann eurol. 1997;41(12):143–149. Packer RJ, Ater J, Allen J, et al. Carboplatin and vincristine chemotherapy for children with newly diagnosed progressive low-grade gliomas. J eurosurg. 1997;86(5):747–754. Parsa CF, Hoyt CS, Lesser RL, et al. Spontaneous regression of optic gliomas: thirteen cases documented by serial neuroimaging. Arch Ophthalmol. 2001;119(4):516–529. Los astrocitomas malignos son neoplasias raras que afectan a la vía visual anterior y casi siempre ocurren en la edad adulta, con una edad media de 60 años, siendo ligeramente más frecuentes en varones (1,3:1). Los pacientes presentan dolor de comienzo agudo con pérdida visual unilateral o bilateral, según se afecte inicialmente el nervio óptico o el quiasma. En las lesiones unilaterales, el segundo ojo se afecta invariablemente antes de pocas semanas. La papila puede estar normal o pálida al principio, pero en casos de tumores más anteriores, son frecuentes las oclusiones venosas retinianas y el edema de papila debido a la obstrucción de la vena central de la retina dentro del nervio óptico intraorbitario. La RM muestra generalmente un agrandamiento intrínseco difuso y realce del nervio óptico, el quiasma o las cintillas ópticas afectadas, con un aspecto heterogéneo por la presencia de espacios quísticos en el tumor. En ocasiones, un gran componente exofítico puede invadir la cisterna supraselar. Histológicamente, los gliomas malignos del nervio óptico se clasifican como astrocitomas anaplásicos o glioblastomas multiformes. La pérdida visual es profunda y de progresión rápida. El tratamiento rara vez tiene éxito, aunque se ha intentado la radioterapia y la quimioterapia, apareciendo ceguera antes de 2-4 meses desde el comienzo de la pérdida visual. El tumor tiene un comportamiento agresivo y suele conducir a la muerte por infiltración hipotalámica y troncoencefálica en el plazo de 6-12 meses. Dario A, Iadini A, Cerati M, Marra A. Malignant optic glioma of adulthood. Case report and review of the literature. Acta eurol Scand. 1999;100(5):350–353. Hoyt WF, Meshel LG, Lessell S, Schatz NJ, Suckling RD. Malignant optic glioma of adulthood. Brain. 1973;96(1):121–132. Millar WS, Tartaglino LM, Sergott RC, Friedman DP, Flanders AE. MR of malignant optic glioma of adulthood. AJ R Am J euroradiol. 1995;16(8):1673–1676. europatía óptica tóxica/nutricional La neuropatía óptica secundaria a exposición a tóxicos o deficiencias nutricionales suele presentarse como una pérdida visual bilateral y simétrica, de progresión lenta e indolora, que afecta a la visión central y produce escotoma central o centrocecal. En sus fases más incipientes los signos oftalmoscópicos pueden ser mínimos o indetectables. Una anomalía observable puede ser una depresión sutil de la sensibilidad visual en la zona de la fijación con la rejilla de Amsler o en una campimetría de los 10° centrales. Al ir avanzando el trastorno, sin embargo, empeora la pérdida de visión central, con disminución de agudeza visual y visión cromática y escotoma central en la perimetría (fig. 4-26). En ocasiones puede producirse una disminución más rápida de visión. Finalmente se desarrolla atrofia óptica si no se corrige la causa. La papila óptica rara vez presenta edema leve a moderado. La toxicidad por metanol o etilenglicol produce rápidamente una pérdida visual profunda y bilateral con acusado edema de papila. La toxicidad por amiodarona puede manifestarse como pérdida visual y edema de papila. Puede diferenciarse de la NOIA por su instauración subaguda, la bilateralidad, los defectos campimétricos difusos más que altitudinales y la resolución lenta del edema papilar varios meses después de suspender la medicación. Figura 4-26 Neuropatía óptica nutricional en una mujer de 42 años con antecedentes de cuatro resecciones intestinales que acudió por visión borrosa bilateral y dificultad para reconocer los colores. La agudeza visual era de 20/70 en OD y 20/200 en OI, sin defecto pupilar aferente. A y B. Los campos visuales demostraron un escotoma centrocecal a la izquierda y un escotoma central relativo a la derecha. C y D. La retinografía mostraba leve atrofia óptica temporal bilateral, con pérdida de fibras del haz papilomacular. Tras el tratamiento con complejo multivitamínico e inyecciones de hidroxicobalamina, los defectos del campo desaparecieron por completo y la agudeza retornó a 20/20. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) El diagnóstico requiere una anamnesis cuidadosa sobre posible exposición a fármacos u otros tóxicos, abuso de sustancias o deficiencias dietéticas. Las medicaciones más habitualmente implicadas son el etambutol, la isoniacida, el cloranfenicol, las hidroxiquinolonas, la penicilamina y agentes antineoplásicos como el cisplatino y la vincristina. La ingesta de plomo en niños puede producir neuropatía óptica. El abuso de etanol probablemente se asocia a neuropatía óptica porque favorece la desnutrición. Las deficiencias dietéticas de vitamina B12, folato y tiamina pueden causar neuropatía óptica, pero es difícil precisar las deficiencias exactas en casos de la llamada neuropatía óptica nutricional. Hubo epidemias de neuropatía óptica nutricional en la Segunda Guerra Mundial y en Cuba en 1992-1993. El consumo de tabaco se ha implicado durante mucho tiempo en la disfunción del nervio óptico, aunque las pruebas son discutibles. Puede ser difícil establecer el diagnóstico, sobre todo en pacientes con síntomas vagos y pocas anomalías objetivas. Puede ser útil una historia dietética cuidadosa y detallada, aunque los alcohólicos pueden ocultar o falsear detalles sobre su alimentación y la ingesta de alcohol. No es frecuente detectar deficiencias de vitaminas concretas en plasma. Puede ser aventurado implicar a un fármaco específico en pacientes ancianos polimedicados. El diagnóstico diferencial incluye maculopatías sutiles y neuropatías ópticas hereditarias, compresivas, desmielinizantes e infiltrativas. En casos dudosos puede realizarse angiografía fluoresceínica, pruebas hematológicas y serológicas de cribado y (rara vez) análisis del LCR. Siempre debe realizarse un estudio neurorradiológico para descartar una etiología compresiva. El tratamiento va enfocado a eliminar la causa: eliminación de la medicación o del abuso del tóxico y corrección de las deficiencias dietéticas. El pronóstico de recuperación visual es bueno si no ha sobrevenido atrofia óptica, aunque la neuropatía óptica no siempre es reversible. La recuperación visual suele ser lenta, tardando 3-9 meses en producirse. Epidemic optic neuropathy in Cuba: clinical characterization and risk factors. The Cuba Neuropathy Field Investigation Team. Engl J Med. 1995;333(18):1176–1182. Kumar A, Sandramouli S, Verma L, Tewari HK, Khosla PK. Ocular ethambutol toxicity: is it reversible? J Clin euro-Ophthalmol. 1993;13(1):15–17. Macaluso DC, Shults WT, Fraunfelder FT. Features of amiodarone-induced optic neuropathy. Am J Ophthalmol. 1999;127(5):610–612. Rizzo JF III, Lessell S. Tobacco amblyopia. Am J Ophthalmol. 1993;116(1):84–87. europatía óptica traumática El nervio óptico puede dañarse por traumatismos cefálicos, orbitarios o del globo ocular. La neuropatía óptica traumática directa se produce por avulsión del mismo nervio o laceración por fragmentos óseos (fig. 4-27) u otros cuerpos extraños. Los traumatismos también pueden producir neuropatía óptica compresiva secundaria a hemorragia intraorbitaria o en la vaina del nervio. La neuropatía óptica traumática indirecta (sin lesión directa del nervio) puede aparecer en contusiones cefálicas fuertes o relativamente banales, a menudo en la zona frontal, probablemente debida a fuerzas de cizallamiento sobre el nervio o su irrigación en su punto de fijación intracanalicular. El traumatismo indirecto es la forma más común, que vamos a analizar a continuación. La pérdida visual normalmente es inmediata y a menudo intensa (24-86% de los pacientes se presentan sin percepción de luz). Los indicios de lesión externa pueden ser escasos. Siempre existe un DPAR, aunque la papila óptica suele tener aspecto normal inicialmente y se atrofia al cabo de 4-8 semanas. Figura 4-27 TC de un varón de 18 años que sufrió un grave accidente de tráfico. Notó disminución de visión del ojo izquierdo. La TC demostró fractura en el área del canal óptico izquierdo, con enclavamiento de un fragmento óseo (flecha) en el nervio óptico izquierdo. La agudeza visual mejoró tras una descompresión transetmoidal del canal. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Se requieren pruebas neurorradiológicas antes de decidir el tratamiento de una presunta neuropatía óptica traumática, ya que se debe valorar la extensión de la lesión y detectar cualquier lesión intracraneal o facial asociada, fragmentos intraorbitarios o hematomas. Puede ser necesaria una intervención quirúrgica orbitaria o craneal, aunque no afecta al pronóstico del nervio óptico. La terapia de la neuropatía óptica traumática indirecta es discutida. Aunque generalmente se ha considerado que el pronóstico de mejoría visual es malo, trabajos recientes describen la recuperación espontánea de cierta función visual en un número significativo de casos. Entre los tratamientos recomendados se encuentran las megadosis intravenosas de corticoesteroides (por su efecto tanto antiinflamatorio como neuroprotector [captación de radicales libres]) y la descompresión transcraneal o transetmoidal del canal óptico. El International Optic Nerve Trauma Study, un análisis comparativo, no aleatorizado y multicéntrico de los resultados de distintos tratamientos, no halló beneficios claros para ninguna pauta terapéutica; no hay consenso sobre su uso, solo o combinado. Un estudio reciente sobre más de 10.000 víctimas de traumatismos cefálicos comparó los beneficios de las dosis altas de corticoides con el placebo administrados antes de 8 h desde el traumatismo. El estudio fue cancelado prematuramente, porque en el grupo tratado con corticoides la tasa de mortalidad era significativamente mayor que en el grupo con placebo. Esto pone en cuestión de la seguridad de la corticoterapia en grandes dosis en el tratamiento de la neuropatía óptica traumática, sobre todo en el contexto de un traumatismo craneoencefálico grave. Sin embargo, se puede valorar su empleo en pacientes despiertos y colaboradores sin otras contraindicaciones a los que se informe de que no se ha demostrado su efecto beneficioso. Las dosis recomendadas varían desde 1 g diario hasta megadosis (dosis de carga de 30 mg/kg). Si la función visual mejora con los corticoides, se puede plantear pasar a una pauta oral descendente tras 48 h. Sin embargo, cuando no haya respuesta, se podrá considerar la descompresión del conducto óptico. Carta A, Ferrigno L, Salvo M, Bianchi-Marzoli S, Boschi A, Carta F. Visual prognosis after indirect traumatic optic neuropathy. J eurol eurosurg Psychiatry. 2003;74(2):246–248. Cook MW, Levin LA, Joseph MP, Pinczower EF. Traumatic optic neuropathy. A meta-analysis. Arch Otolaryngol Head eck Surg. 1996;122(4):389–392. Edwards P, Arango M, Balica L, et al; CRASH trial collaborators. Final results of MRC CRASH, a randomised placebo-controlled trial of intravenous corticosteroid in adults with head injury— outcomes at 6 months. Lancet. 2005;365:1957–1959. Lessell S. Indirect optic nerve trauma. Arch Ophthalmol. 1989;107(3):382–386. Levin LA, Beck RW, Joseph MP, Seiff S, Kraker R. The treatment of traumatic optic neuropathy: the International Optic Nerve Trauma Study. Ophthalmology. 1999;106(7):1268–1277. Steinsapir KD, Goldberg RA. Traumatic optic neuropathy. Surv Ophthalmol. 1994;38(6):487–518. europatía óptica isquémica posterior La lesión isquémica aguda de la parte retrobulbar del nervio óptico se caracteriza por una pérdida de visión abrupta y a menudo grave, con DPAR y una papila óptica de aspecto inicialmente normal. La neuropatía óptica isquémica posterior ( OIP) se considera rara, siendo un diagnóstico de exclusión. Se produce en tres situaciones distintas: perioperatoria (sobre todo tras intervenciones vertebrales, cardíacas y de cabeza/cuello), arterítica o asociada a otras vasculitis, y no arterítica (con factores de riesgo y evolución clínica similares a los de la NOIANA). La NOIP perioperatoria ha suscitado mayor atención últimamente debido al aumento del número de casos comunicados en relación con cirugía vertebral. Para intentar identificar los factores de riesgo y reducir así la incidencia de este problema, se inició el Registro de pérdida visual postoperatoria (PVPO) en 1999. En 93 pacientes que sufrieron PVPO tras cirugía de la columna vertebral, 83 tuvieron neuropatía isquémica, correspondiendo 56 de estos casos a una NOIP (67%). Los factores de riesgo incluyeron la posición prona durante la cirugía, la pérdida hemática significativa (>1 l, con mediana de 2 l) y el tiempo de anestesia prolongado (>6 h). La pérdida visual en la NOIP postoperatoria suele ser bilateral y profunda. Si no hay antecedentes de cirugía o traumatismo previo con hipovolemia, hipotensión o pérdida de sangre significativas, debe hacerse un estudio minucioso para descartar síntomas o marcadores de laboratorio de ACG. Está indicado el tratamiento con altas dosis de corticoides en casos demostrados de ACG. El pronóstico de recuperación visual en la NOIP es malo. Buono LM, Foroozan R. Perioperative posterior ischemic optic neuropathy; review of the literature. Surv Ophthalmol. 2005;50(1):15–26. Johnson MW, Kincaid MC, Trobe JD. Bilateral retrobulbar optic nerve infarctions after blood loss and hypotension. A clinicopathologic case study. Ophthalmology. 1987;94(12):1577–1584. Lee LA, Roth S, Posner KL, et al. The American Society of Anesthesiologists Postoperative Visual Loss Registry: analysis of 93 spine surgery cases with postoperative visual loss. Anesthesiology. 2006;105(4):652–659. Sadda SR, Nee M, Miller NR, Biousse V, Newman NJ, Kouzis A. Clinical spectrum of posterior ischemic optic neuropathy. Am J Ophthalmol. 2001;132(5):743–750. europatía óptica infiltrativa La infiltración del nervio por células neoplásicas o inflamatorias produce una pérdida visual progresiva y a menudo grave. Esta pérdida de visión empeora durante días o semanas, con o sin afectación de otros pares craneales y a menudo está asociada a cefalea. La afectación del nervio óptico, unilateral o bilateral, puede ser el signo de presentación de una enfermedad sistémica. Si hay infiltración retrobulbar, la cabeza del nervio óptico tiene un aspecto inicialmente normal; de hecho, la asociación de pérdida grave y progresiva de visión con una papila aparentemente normal debe hacer sospechar una infiltración del nervio óptico. Si la papila está afectada, el infiltrado celular le da un aspecto tumefacto diferente del simple edema. Entre las causas más habituales de infiltración se encuentran los gliomas quiasmáticos o del nervio óptico, la leucemia y los linfomas e inflamaciones granulomatosas como la sarcoidosis, la sífilis, la tuberculosis y las infecciones micóticas. Las metástasis al nervio óptico son raras, y normalmente proceden de cánceres de mama o pulmón. La infiltración carcinomatosa de las meninges en la base del cráneo, puede ocasionar afectación y disfunción progresiva de múltiples pares craneales, incluidos los nervios ópticos, que se afectan en el 15-40% de los casos. El comienzo puede preceder, coincidir o suceder al diagnóstico del tumor maligno de base. El estudio diagnóstico en los casos con sospecha de neuropatía óptica infiltrativa debe incluir pruebas de neuroimagen (para descartar lesiones compresivas y confirmar infiltración parenquimatosa o meníngea), análisis del LCR (en busca de células neoplásicas o inflamatorias y de hiperproteinorraquia) y pruebas de cribado para las enfermedades mieloproliferativas, inflamatorias e infecciosas citadas anteriormente. Es necesaria una RM cerebral y orbitaria (con técnica de supresión de grasa y administración de gadolinio por vía intravenosa) para visualizar correctamente la infiltración del nervio óptico. La RM puede mostrar engrosamiento difuso y realce de la duramadre y del espacio subaracnoideo circundante en la zona afectada, incluida la vaina del nervio óptico; sin embargo, las alteraciones pueden no ser visibles en fases incipientes. Igualmente, el análisis del LCR puede detectar células malignas y aumento de proteínas, aunque una punción lumbar aislada puede ser normal. A menudo se precisa repetir las pruebas. Es esencial llegar al diagnóstico correcto por las siguientes razones: • La identificación del proceso maligno o sistémico asociado puede salvar la vida del paciente. • En los procesos cancerosos, la radioterapia paliativa puede mejorar significativamente la visión, aunque el pronóstico a largo plazo sea malo. La supervivencia mediana para la carcinomatosis meníngea perióptica es de 4 a 9 semanas, incluso con tratamientos intensivos; solo algunos pacientes sobreviven más de 1 año. • En las enfermedades infecciosas o inflamatorias, el tratamiento antimicrobiano o corticoesteroideo puede revertir parcialmente los daños causados por la infiltración y estabilizar la enfermedad sistémica. Grossman SA, Krabak MJ. Leptomeningeal carcinomatosis. Cancer Treat Rev. 1999;25(2):103–119. Mack HG, Jakobiec FA. Isolated metastases to the retina or optic nerve. Int Ophthalmol Clin. 1997;37(4):251–260. Millar MJ, Tumuluri K, Murali R, Ng T, Beaumont P, Maloof A. Bilateral primary optic nerve lymphoma. Ophthal Plast Reconstr Surg. 2008;24(1):71–73. Shields JA, Shields CL, Singh AD. Metastatic neoplasm in the optic disc: the 1999 Bjerrum Lecture. Arch Ophthalmol. 2000;118(2):217–224. Yeung SN, Paton KE, Dorovini-Zis K, Chew JB, White VA. Histopathologic features of multiple myeloma involving the optic nerves. J euroophthalmol. 2008;28(1):12–16. Atrofia óptica La combinación de pérdida visual, DPAR y atrofia óptica es inespecífica y puede representar la fase crónica de cualquiera de las neuropatías ópticas descritas anteriormente. Cuando los datos de la anamnesis y los signos clínicos no apuntan a una causa concreta, suelen realizarse estudios basales de la función del nervio óptico y pruebas diagnósticas de enfermedades que puedan ser tratadas. El nivel de función del nervio óptico se establece a partir de la agudeza visual, la visión cromática y la perimetría cuantitativa. El grado y el patrón de atrofia se comprueban mediante retinografía, preferiblemente estereoscópica, para detectar cambios sutiles de su relieve con el tiempo. Se está investigando el papel de la tomografía de coherencia óptica en la evolución clínica y el seguimiento de la atrofia óptica. Deben solicitarse pruebas neurorradiológicas, preferiblemente RM de cerebro y órbitas con gadolinio y supresión de grasa, en cualquier caso sin una causa evidente. En un estudio de 98 adultos con atrofia óptica aislada, se descubrió que el 20% presentaban lesiones compresivas. Las pruebas de cribado para sífilis, deficiencia de vitamina B12 o de folato, vasculitis, sarcoidosis y toxicidad por metales pesados son de poca utilidad cuando no hay indicios de estas enfermedades concretas en la anamnesis o la exploración. No obstante, deben realizarse pruebas de laboratorio si el contexto clínico o la historia lo sugieren. En caso de que los resultados iniciales sean negativos, se recomienda la observación. Sin embargo, si el cuadro empeora o aparecen nuevos hallazgos, habrá que repetir las pruebas iniciales o pedir estudios adicionales. Lee AG, Chau FY, Golnik KC, Kardon RH, Wall M. The diagnostic yield of the evaluation for isolated unexplained optic atrophy. Ophthalmology. 2005;112(5):757–759. Lesiones quiasmáticas Debido a la segregación de las fibras retinianas nasales y temporales en el quiasma, la pérdida de campo visual por lesiones quiasmáticas y retroquiasmáticas da lugar a defectos que no atraviesan el meridiano vertical. La clásica alteración campimétrica asociada a los trastornos del quiasma óptico es la hemianopsia bitemporal. Patrones de pérdida campimétrica bitemporal Quiasma anterior Las lesiones que afectan a un nervio óptico en su unión con el quiasma producen un síndrome quiasmático anterior. La disminución de agudeza visual y la pérdida de visión central de un ojo se asocian a un defecto temporal superior del ojo opuesto debido a la lesión de un nervio óptico y la compresión precoz del quiasma (fig. 4-28) («síndrome de la unión» del nervio óptico con el quiasma). No está clara la correlación de este síndrome clínico con la llamada rodilla de Wilbrand (un asa de fibras cruzadas que se insinúa en el nervio óptico contralateral). Rara vez, un tumor comprime las fibras decusadas (nasales) del nervio óptico intracraneal en el quiasma anterior, causando una hemianopsia temporal que respeta la línea media vertical, sin afectación del campo visual del otro ojo. Figura 4-28 A. Campos visuales con campímetro de Goldmann y con el programa 30-2 de Humphrey (arriba en pequeño). Obsérvese el escotoma central del ojo izquierdo del paciente con depresión temporal superior del ojo derecho. B y C. Imágenes de RM ponderadas en T1 (TR = 650 ms, TE = 14 ms), con contraste y espesor del corte de 3 mm. B. Imagen coronal de un corte por delante del quiasma óptico que muestra un tumor que comprime el segmento prequiasmático del nervio óptico izquierdo (flecha larga), pero no el nervio óptico derecho (flecha corta).C. Imagen coronal a nivel del quiasma óptico, que está un poco desplazado hacia arriba (flecha) pero sin compresión importante. (Reproducido con autorización a partir de Karanjia N, Jacobson DM. Compression of the prechiasmal optic nerve produces a junctional scotoma. Am J Ophthalmol. 1999;128(2):256–258. © 1999 Elsevier Inc.) Quiasma medio Las lesiones que afectan al cuerpo del quiasma producen hemianopsias bitemporales relativas o absolutas. La agudeza visual podría verse afectada o no (fig. 4-29). Figura 4-29 A y B. Campos visuales de un paciente con tumor hipofisario, que muestran depresión bitemporal peor en la parte superior, con respeto del de la línea media vertical. C. La RM coronal en T1 muestra captación de un tumor intraselar que se extiende a la cisterna supraselar y desplaza hacia arriba y comprime el quiasma (flecha). (Partes A, B por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte C por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) Quiasma posterior Las lesiones de esta localización pueden comprimir solo las fibras cruzadas procedentes de la región macular, causando hemianopsia bitemporal central que respeta el meridiano. Horton JC. Wilbrand’s knee of the primate optic chiasm is an artifact of monocular enucleation. Trans Am Ophthalmol Soc. 1997;95:579–609. Lesiones paraselares que afectan al quiasma Las lesiones paraselares que afectan al quiasma —sean compresivas o infiltrantes— producen pérdida de visión gradual, bilateral y a menudo asimétrica. Los campos visuales periféricos (temporales) suelen afectarse primero. En cualquier caso de pérdida de campo visual bilateral, el clínico debe revisar cuidadosamente la perimetría para comprobar si los escotomas respetan la línea media vertical, sobre todo si la depresión se localiza superiormente. Puede presentarse cualquiera de las variantes de escotomas bitemporales descritos anteriormente. Un nervio óptico afectado puede producir más pérdida central, con deterioro de agudeza visual, discromatopsia y DPAR en el lado afectado. La pérdida de campo muy asimétrica sin lesión directo del nervio óptico también puede dar lugar a un DPAR. En los síndromes quiasmáticos, las papilas pueden no mostrar alteraciones visibles al principio, incluso con una pérdida campimétrica importante, aunque normalmente existen indicios sutiles de neuropatía óptica, como defectos en la CFNR peripapilar y leve palidez de papila. Cuando progresa la lesión, las papilas suelen mostrar atrofia, a menudo en la parte temporal que corresponde al haz papilomacular de fibras retinianas y en las fibras nasales (apareciendo una atrofia en banda). Puede aumentar la excavación papilar. La mayoría de los tumores que producen un síndrome quiasmático no causan aumento de la PIC, por lo que no se asocian a papiledema. Entre las lesiones que dan lugar más a menudo a un síndrome quiasmático se encuentran el adenoma hipofisario (v. fig. 4-29), el meningioma paraselar, el craneofaringioma (fig. 4-30), el aneurisma de la carótida interna paraselar y el glioma quiasmático. Otras posibles causas menos frecuentes son las inflamaciones (sarcoidosis, esclerosis múltiple), los traumatismos frontales con contusión quiasmática y otros tumores del SNC que producen dilatación del tercer ventrículo y compresión secundaria del quiasma posterior. Figura 4-30 Paciente con craneofaringioma que afecta la cisterna supraselar, con compresión del quiasma desde arriba. A, B. Los campos visuales muestran depresión inferotemporal bilateral que respeta la línea media vertical. C. La TC axial sin contraste muestra una tumoración quística con calcificación periférica (flechas) dentro de la cisterna supraselar. D. La RM axial con contraste muestra la misma masa quística (flecha). (Partes A, B por cortesía de Steven A. Newman, MD; partes C, D por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) Los adenomas hipofisarios son la causa más habitual de compresión quiasmática y pueden aparecer en adultos de cualquier edad, siendo raros en la infancia. Estos tumores no secretores se presentan típicamente con pérdida de visión, tras alcanzar un tamaño relativamente grande sin originar otros síntomas; por otro lado, los tumores con actividad hormonal se detectan a menudo antes de la pérdida visual por los síntomas sistémicos derivados de la hipersecreción. Los prolactinomas son la excepción a esta regla, ya que los síntomas de disminución de libido e impotencia no suelen ser motivo de consulta precozmente. Los tumores hipofisarios pueden crecer durante el embarazo y producir compresión quiasmática. La hemorragia o infarto agudo de un tumor hipofisario, cuadro conocido como apoplejía pituitaria, es una situación con riesgo para la vida que se manifiesta con cefalea intensa, náuseas y alteración del nivel de conciencia, a menudo acompañadas de diplopía y pérdida de visión o de campo visual (fig. 4-31). La expansión súbita de un tumor hacia el seno cavernoso adyacente puede comprimir los pares craneales III, IV, V y VI, siendo el III par el que se afecta más comúnmente. La extensión superior produce pérdida de campo visual, pero también puede dar lugar a pérdida de visión central incluso con ausencia de percepción luminosa. La extravasación de sangre al espacio subaracnoideo causa numerosos síntomas, como disminución del nivel de conciencia y vasoespasmo con accidente cerebrovascular secundario. Las anomalías endocrinas agudas pueden desencadenar numerosas complicaciones, incluyendo una insuficiencia suprarrenal aguda. Por lo tanto, es fundamental reconocer la apoplejía hipofisaria para poder empezar el tratamiento de modo urgente. Este consiste en administración inmediata de corticoides, descompresión quirúrgica de la silla turca y otras medidas de soporte. Algunos autores recomiendan un tratamiento conservador en casos con signos neuroftalmológicos leves o ausentes. Figura 4-31 Neuropatía óptica compresiva aguda en apoplejía hipofisaria. La RM coronal (A) y sagital (B) muestran un gran tumor hipofisario con extensión supraselar. La heterogeneidad intratumoral se debe a hemorragias e infartos. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Los meningiomas paraselares se presentan sobre todo en mujeres de edad media; se originan casi siempre en el tubérculo de la silla turca, el plano esfenoidal o las apófisis clinoides, y a menudo producen pérdida de campo visual bitemporal asimétrica. Los meningiomas paraselares también pueden crecer y comprimir el quiasma durante el embarazo. Los craneofaringiomas son frecuentes en la infancia, aunque pueden aparecer a cualquier edad, con un segundo pico de incidencia en adultos. A menudo se originan en la parte superior, por lo que estos tumores ocasionan un escotoma bitemporal inferior (v. fig. 4-30), sobre todo si el quiasma está colocado relativamente hacia delante («prefijado»). Los aneurismas de la carótida interna, sobre todo en la región supraclinoidea, pueden producir un síndrome quiasmático muy asimétrico, con compresión del nervio óptico en el lado del aneurisma. Los gliomas quiasmáticos (descritos con más detalle anteriormente) se detectan fundamentalmente en niños. Suelen infiltrar las estructuras afectadas, por lo que producen anomalías complejas del campo visual que no se limitan a las fibras decusadas. Puede haber signos de defectos bilaterales del campo visual dependientes de los nervios ópticos, posiblemente peores en el lado temporal, pero a menudo más difusos y que cruzan la línea media vertical. Los gliomas quiasmáticos también se acompañan casi siempre de disminución de visión central. El tratamiento de los tumores paraselares es complejo y depende de la edad del paciente, la naturaleza, localización y extensión del tumor, su actividad hormonal y la gravedad de los síntomas. Las modalidades terapéuticas consisten en observación, cirugía (transfrontal o transesfenoidal), tratamiento médico (sobre todo bromocriptina o cabergolina para los prolactinomas) y radioterapia (sea primaria o como tratamiento coadyuvante de tumores extirpados incompletamente). La recuperación visual tras la resección quirúrgica de un tumor y la resolución de la compresión sobre la vía visual anterior suelen ser rápidas (empiezan a mejorar en las primeras 24 h) y puede ser espectacular, incluso en pérdidas profundas de visión. El tratamiento médico en los adenomas hipofisarios tiene un efecto más lento, de días a semanas, pero también produce contracción tumoral y mejoría de la función visual en los casos que responden. El papel del oftalmólogo en el tratamiento de los tumores paraselares es crítico, ya que el primer signo de recidiva puede ser una pérdida de visión. Deben realizarse campos visuales y pruebas de agudeza visual basales a los 2-3 meses del tratamiento y cada 6-12 meses posteriormente, según la evolución. La agudeza visual y los campos visuales deben ser repetidos más a menudo (incluso inmediatamente) si el paciente percibe algún cambio. Es fundamental realizar pruebas neurorradiológicas periódicas. La pérdida tardía de visión tras el tratamiento de las lesiones paraselares debe hacer pensar en alguna de las siguientes posibilidades: • Recidiva tumoral. • Radionecrosis tardía del quiasma o los nervios ópticos. • Distorsión quiasmática por adherencias o síndrome de la silla vacía secundario, con descenso y tracción del quiasma. • Compresión quiasmática por expansión de un recubrimiento intraoperatorio de la silla turca con grasa. Los estudios de neuroimagen permiten distinguir fácilmente entre estas entidades y orientan las decisiones terapéuticas a adoptar. Bianchi-Marzoli S, Rizzo JF III, Brancato R, Lessell S. Quantitative analysis of optic disc cupping in compressive optic neuropathy. Ophthalmology. 1995;102(3):436–440. Chicani CF, Miller NR. Visual outcome in surgically treated suprasellar meningiomas. J euroophthalmol. 2003;23(1):3–10. McCord MW, Buatti JM, Fennell EM, et al. Radiotherapy for pituitary adenoma: long-term outcome and sequelae. Int J Radiat Oncol Biol Phys. 1997;39(2):437–444. Peter M, De Tribolet N. Visual outcome after transsphenoidal surgery for pituitary adenomas. Br J eurosurg. 1995;9(2):151–157. Verrees M, Arafah BM, Selman WR. Pituitary tumor apoplexy: characteristics, treatment, and outcomes. eurosurg Focus. 2004;16(4):E6. Lesiones retroquiasmáticas En la vía visual retroquiasmática (cintilla óptica, ganglio geniculado lateral y radiaciones visuales de los lóbulos temporal, parietal y occipital), las fibras nasales cruzadas procedentes del ojo contralateral y las fibras temporales no cruzadas del ojo ipsolateral se encuentran juntas (v. cap. 1). Las lesiones a este nivel producen defectos homónimos del campo visual que siguen respetando la línea media vertical. A medida que las fibras avanzan de la parte anterior a la vía visual posterior, las que proceden de zonas retinianas correspondientes de cada ojo tienden a irse aproximando. Por eso, las lesiones anteriores tienden a producir defectos desiguales (incongruentes) en los hemicampos homónimos correspondientes, mientras que las lesiones situadas más posteriormente ocasionan defectos cada vez más similares (congruentes) al acercarse al lóbulo occipital. Sin embargo, esta «regla» de congruencia ha sido recientemente cuestionada. En una serie de 538 pacientes, se comprobó que hasta el 59% de las lesiones de las radiaciones ópticas y el 50% de las lesiones de la cintilla óptica daban lugar a hemianopsia homónima congruente. Por lo tanto, aunque se puede predecir con seguridad que una hemianopsia homónima muy congruente refleja una afectación occipital, la posibilidad de que ocurra una lesión más anterior no puede descartarse. Pueden producirse lesiones suficientemente graves como para causar hemianopsias completas a cualquier nivel de la vía visual retroquiasmática, por lo que tales defectos no permiten localizar las lesiones entre el quiasma y la corteza occipital. Los accidentes cerebrovasculares son la causa más común de hemianopsia homónima, seguidos por los traumatismos y los tumores cerebrales. Kedar S, Zhang X, Lynn MJ, Newman NJ, Biousse V. Congruency in homonymous hemianopia. Am J Ophthalmol. 2007;143(5):772–780. Zhang X, Kedar S, Lynn MJ, Newman NJ, Biousse V. Homonymous hemianopias: clinical anatomic correlations in 904 cases. eurology. 2006;66(6):906–910. Cintilla óptica Las lesiones de la cintilla óptica tienden a producir defectos homónimos incongruentes en los hemicampos contralaterales a la cintilla afectada (fig. 4-32). La causa más frecuente de patología de la cintilla óptica son las lesiones tumorales; los aneurismas también son una etiología bastante común en esta localización. En ocasiones ocurren lesiones inflamatorias. Las lesiones isquémicas de la cintilla óptica son infrecuentes, aunque pueden verse a veces tras rotura quirúrgica de la arteria coroidea anterior. Como las fibras afectadas son las neuronas primarias de la vía visual (axones de las células ganglionares retinianas) el defecto hemianópsico homónimo incongruente se acompaña de otros signos que configuran el síndrome de la cintilla óptica: • Atrofia de la CF R homónima y atrofia óptica. Como la cintilla óptica contiene fibras cruzadas del ojo contralateral, la atrofia correspondiente de las fibras retinianas cruzadas (nasales a la mácula) afecta a las fibras papilomaculares y a las fibras nasales radiales del ojo contralateral, causando una atrofia en las porciones horizontales nasales y temporales de la papila respectivamente (atrofia en banda o «en pajarita») (v. cap. 1, fig. 1-18). La atrofia del ojo ipsolateral afecta solo a los haces temporales arciformes, que entran en la papila por sus polos superior e inferior. • DPAR leve en el ojo contralateral. Este hallazgo se debe a que en la cintilla hay más fibras cruzadas que directas, por lo que las lesiones de una cintilla óptica dañan más fibras pupilares del ojo contralateral. Figura 4-32 Neuritis quiasmática. Mujer de 40 años con comienzo brusco de un defecto de campo visual en el ojo izquierdo. Agudeza visual: 20/20 en OI; 20/25 en OD. Las pupilas, la visión cromática y el fondo eran normales. A. El campo visual revela una hemianopsia homónima izquierda incongruente. La RM en T1 con gadolinio muestra (B) realce y tumefacción (flecha) del lado derecho del quiasma y (C) realce de la cintilla óptica derecha (flechas). (Reproducido a partir de Kline LB, Foroozan R, eds. Optic erve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, en cooperación con la American Academy of Ophthalmology; 2007:75.) Newman SA, Miller NR. Optic tract syndrome: neuro-ophthalmologic considerations. Arch Ophthalmol. 1983;101(8):1241–1250. Savino PJ, Paris M, Schatz NJ, Orr LS, Corbett JJ. Optic tract syndrome. A review of 21 patients. Arch Ophthalmol. 1978;96(4):656–663. Ganglio geniculado lateral El ganglio geniculado lateral (GGL) es una estructura retinotópica altamente organizada en capas, por lo que sus lesiones pueden dar lugar a defectos campimétricos muy localizados. Se produce una sectoranopsia horizontal muy congruente por lesiones en el territorio de la arteria coroidea posterolateral, rama de la arteria cerebral posterior. La pérdida de los cuadrantes homónimos superior e inferior (también llamada «sectoranopsia cuádruple») con conservación de una cuña horizontal se asocia a alteración de la arteria coroidea anterior, rama de la arteria cerebral media (fig. 4-33; v. cap. 1, fig. 1-11). Estos defectos campimétricos respetan el meridiano vertical, a diferencia del poco frecuente defecto en cuña típico del glaucoma. Las lesiones del GGL también pueden cursar con hemianopsia homónima muy incongruente. Estas lesiones causan atrofia óptica sectorial y, en raros casos, las lesiones bilaterales del GGL pueden producir ceguera. Figura 4-33 Defectos del campo visual por lesión del ganglio geniculado lateral. La campimetría automatizada muestra (A) una sectoranopsia homónima central en cuña debida a oclusión de la arteria coroidea lateral posterolateral, y (B) una pérdida de los cuadrantes homónimos superior e inferior que respeta la cuña horizontal, por oclusión de la arteria coroidea anterior. (Reproducido con autorización a partir de Trobe JD. The eurology of Vision. Contemporary Neurology Series. Oxford: Oxford University Press, 2001:130.) Borruat FX, Maeder P. Sectoranopia after head trauma: evidence of lateral geniculate body lesion on MRI. eurology. 1995;45(3 Pt 1):590–592. Frisén L. Quadruple sectoranopia and sectorial optic atrophy: a syndrome of the distal anterior choroidal artery. J eurol eurosurg Psychiatry. 1979;42(7):590–594. Frisén L, Holmegaard L, Rosencrantz M. Sectorial optic atrophy and homonymous, horizontal sectoranopia: a lateral choroidal artery syndrome? J eurol eurosurg Psychiatry. 1978;41(4):374– 380. Luco C, Hoppe A, Schweitzer M, Vicuna X, Fantin A. Visual field defects in vascular lesions of the lateral geniculate body. J eurol eurosurg Psychiatry. 1992;55(1):12–15. Lóbulo temporal Las fibras visuales inferiores se dirigen hacia delante desde el GGL formando el asa de Meyer del lóbulo temporal (aproximadamente a 2,5 cm del extremo anterior del lóbulo). Las fibras superiores tienden a dirigirse hacia el lóbulo parietal con un trayecto hacia atrás más directo. Las lesiones que afectan al asa de Meyer producen por tanto defectos cuadrantanópsicos homónimos, incongruentes y superiores, contralaterales a la lesión y que respetan la fijación (los llamados defectos de tarta en el cielo) (fig. 4-34). La lesión de lóbulo temporal por delante del asa de Meyer no causa pérdida de visión. Las lesiones que afectan las radiaciones posteriores al asa producen defectos hemianópsicos homónimos que se extienden inferiormente. Figura 4-34 Campos visuales tras lobectomía temporal izquierda parcial por epilepsia. A. Los campos visuales de Goldmann muestran cuadrantanopsia homónima superior derecha predominantemente periférica que respeta la fijación. B. La perimetría Humphrey de 30° centrales detecta una mínima porción de los escotomas. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Los tumores del lóbulo temporal son una causa frecuente de pérdida de campo visual (v. cap. 3, fig. 3-7). Aunque, como se ha señalado, el patrón de pérdida puede ser característico, a veces los tumores más grandes originan una pérdida homónima, siendo los hallazgos neurológicos asociados la única pista sobre la localización del tumor. Estos hallazgos pueden consistir en crisis epilépticas, incluso olfatorias, y alucinaciones visuales formes. La escisión quirúrgica de focos epileptógenos en los lóbulos temporales puede ocasionar defectos campimétricos. Lóbulo parietal Las lesiones del lóbulo parietal tienden a afectar primero a las fibras superiores, provocando defectos hemianópsicos homónimos inferiores contralaterales. Las lesiones más extensas afectan los campos visuales superiores, pero siguen siendo más densos inferiormente. Las lesiones del lóbulo parietal se deben a accidentes cerebrovasculares. Los síndromes del lóbulo parietal engloban una amplia variedad de problemas perceptivos (como agnosia) y apraxia. Las lesiones del lóbulo parietal dominante causan el síndrome de Gerstmann, una combinación de acalculia, agrafia, agnosia digital y confusión derecha-izquierda. La afectación de las vías del seguimiento lento que convergen en los lóbulos parietales posteriores (cerca de las radiaciones visuales) pueden causar anomalías del nistagmo optocinético (NOC). El examinador puede poner de manifiesto el NOC alterado si mueve el objeto hacia la lesión, induciendo intentos de utilizar la vía de seguimiento lento dañada. Por tanto, un paciente con hemianopsia homónima secundaria a lesión del lóbulo parietal tendrá una respuesta de NOC reducida cuando el tambor gira hacia el lado afectado, mientras que en la hemianopsia homónima por lesión de la cintilla óptica o el lóbulo occipital no estará afectada la respuesta de NOC. Esta respuesta se creía antes que indicaba un tumor más que una lesión vascular, aunque probablemente depende sobre todo de la extensión de la lesión. La asimetría en el sistema de seguimiento lento posiblemente indique afectación del área V5 o TM. Ante una hemianopsia homónima debe explorarse el NOC; es muy raro que las lesiones del lóbulo occipital causen tales anomalías. Lóbulo occipital Cuando las fibras se acercan al lóbulo occipital, la congruencia se hace más importante. Las fibras centrales se separan de las periféricas y discurren hacia el polo occipital, mientras que las periféricas se dirigen a la corteza anteromedial. Debido a la disparidad entre fibras decusadas y sin cruzar, parte de las fibras nasales periféricas destinadas a la región anteromedial no están apareadas con las fibras no cruzadas correspondientes; dichas fibras son responsables de la «semiluna temporal» monocular de la extrema periferia del campo visual (60-90°). Finalmente, las fibras se localizan en la corteza occipital por encima y debajo de la cisura calcarina. Por tanto, los defectos campimétricos por lesiones del lóbulo occipital pueden tener las siguientes características en los hemicampos contralaterales a la lesión: • Hemianopsia homónima congruente, con posible conservación de la zona de fijación (fig. 4-35). • Afectación bilateral del lóbulo occipital con preservación de la punta occipital, dando lugar a respeto macular (o conservación de islas centrales de campo visual) de tamaños diferentes en los dos hemicampos y «ojos de cerradura» con una muesca ostensible en la línea media vertical. • Lesiones hemianópsicas homónimas que afectan solo el área de la fijación (escotomas hemianópsicos homónimos) (fig. 4-36). • Un defecto monocular de la semiluna temporal aislado o una lesión homónima que respeta dicha semiluna temporal (fig. 4-37) (detectable solo si se exploran los 60-90° periféricos del campo visual mediante campimetría de Goldmann) en el ojo contralateral a la lesión. • Defectos altitudinales o patrones en damero bilaterales a causa de la separación superior/inferior en la afectación bilateral incompleta de hemicampos homónimos (p. ej., cuadrantanopsias homónimas superior derecha e inferior izquierda). Figura 4-35 Infarto del lóbulo occipital. A y B. Los campos visuales muestran hemianopsia homónima derecha congruente que respeta el meridiano vertical y no afecta a la fijación. C. La RM axial ponderada en T2 muestra accidente cerebrovascular parietooccipital izquierdo (flechas) que no afecta al polo occipital. (Partes A, B por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte C por cortesía de Anthony C. Arnold, MD.) Figura 4-36 Mujer de 18 años con historia de cefaleas agudas en el lado izquierdo desde hacía 8 días. La agudeza visual era de 20/20 en ambos ojos. A y B. Se observó que omitía letras a la derecha, y los programas 10-2 bilaterales demostraron un diminuto escotoma homónimo de 1° justo debajo y a la derecha en ambos ojos. C. El angiograma reveló una malformación arteriovenosa que afectaba al polo occipital (flecha). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 4-37 Esta mujer de 60 años había sufrido tres episodios de pérdida transitoria de visión en el lado derecho. Cuando se estudió, su agudeza visual era de 20/20 bilateralmente, aunque los campos visuales demostraron una hemianopsia homónima izquierda (A). La semiluna temporal estaba intacta en el lado izquierdo y una RM (B) confirmó la presencia de un accidente cerebrovascular en el lóbulo occipital derecho (flecha recta) compatible con un infarto que respetaba el córtex visual anterior (flecha curva). (Parte A por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte B por cortesía de Sophia M. Chung, MD.) La mayoría de las lesiones del lóbulo occipital vistas por oftalmólogos se deben a accidentes vasculares cerebrales y no causan otros déficit neurológicos. Estos defectos del campo visual se han descrito anteriormente, pero algunas categorías concretas son importantes en la práctica clínica. Una hemianopsia homónima que respeta la mácula apunta a una lesión vascular de la parte de la corteza visual primaria irrigada por la arteria cerebral posterior. El polo occipital recibe un aporte sanguíneo doble de la arteria cerebral media y la cerebral posterior. La oclusión de esta última arteria daña la corteza visual primaria, excepto la zona que representa la mácula en el polo posterior del lóbulo occipital; esta región se conserva porque sigue siendo perfundida por la arteria cerebral media. La hipoperfusión sistémica a menudo afecta al polo occipital porque este recibe sangre de ramas terminales de los sistemas de las arterias cerebrales media y posterior. Esta región tan vulnerable puede ser la única área lesionada, apareciendo escotomas hemianópsicos homónimos paracentrales. Tales escotomas son más frecuentes tras intervenciones quirúrgicas u otras pérdidas sanguíneas con hipotensión acusada. La ceguera cortical se produce por destrucción bilateral del lóbulo occipital. Las respuestas pupilares conservadas y el aspecto normal de las papilas distinguen la ceguera cortical de la ceguera total debida a lesiones bilaterales prequiasmáticas o quiasmáticas. El síndrome de Anton (negación de la ceguera), aunque clásicamente se asociaba a ceguera cortical, puede deberse a lesiones a cualquier nivel del sistema visual con una gravedad suficiente como para causar ceguera. Las lesiones bilaterales del lóbulo occipital en ocasiones permiten cierta función visual residual. Las lesiones de la corteza visual primaria también pueden producir alucinaciones visuales informes secundarias a tumores, migraña o fármacos. Las alucinaciones formes (v. cap. 6) suelen atribuirse a irritación de la corteza extraestriada o del lóbulo temporal. Los pacientes con lesiones corticales a veces perciben los objetos en movimiento pero no los estáticos; este fenómeno de Riddoch también puede ocurrir con lesiones de cualquier otra parte de la vía visual. El fenómeno de Riddoch probablemente refleje el hecho de que las células del sistema visual responden mejor a los estímulos móviles que a los estáticos. Riddoch G. Dissociation of visual perceptions due to occipital injuries, with especial reference to appreciation of movement. Brain. 1917;40:15–57. Capítulo 5 Paciente con pérdida transitoria de visión La pérdida transitoria de visión es la pérdida súbita de la función visual (parcial o completa) en uno o ambos ojos que dura menos de 24 h. Casi siempre deriva de una insuficiencia vascular pasajera de un ojo o de la vía visual aferente en el encéfalo. Es obligado recurrir a un estudio sistemático en estos casos. Para empezar, hay varias preguntas que pueden orientar al oftalmólogo a la hora de pedir las pruebas clínicas apropiadas y decidir el tratamiento del paciente: • ¿La pérdida de visión es monocular o binocular? • ¿Qué edad tiene el paciente? • ¿Cuánto ha durado la pérdida de visión? • ¿Cuál fue el patrón de pérdida y recuperación de la visión? • ¿Refiere el paciente otros síntomas asociados o muestra signos adicionales? ¿La pérdida de visión es monocular o binocular? Es importante establecer si la pérdida transitoria de visión es monocular o binocular para poder localizar la lesión: los casos monoculares corresponden a problemas prequiasmáticos, mientras que la pérdida bilateral será de origen quiasmático o retroquiasmático. Una situación en la que el paciente puede percibir erróneamente una pérdida bilateral como monocular son los defectos homónimos. Si el paciente describe que ha perdido el hemicampo temporal de un solo ojo, tenga en cuenta que el déficit puede haber sido, en realidad, una hemianopsia homónima transitoria en el lado del ojo mencionado. ¿Qué edad tiene el paciente? Si el paciente tiene menos de 50 años, la causa más probable de pérdida visual transitoria es la migraña o el vasoespasmo. Una excepción importante en embarazadas es la eclampsia, en la que la pérdida pasajera de visión puede ser el preludio de una pérdida visual más grave y permanente, normalmente en los días previos o posteriores al parto (v. cap. 14). En pacientes más mayores, debe pensarse en enfermedades cerebrovasculares y arteritis de células gigantes. ¿Cuánto ha durado la pérdida de visión? Las enfermedades cerebrovasculares causan normalmente pérdida transitoria de visión que dura menos de 15 min. El Grupo de Estudio Holandés de Ceguera Monocular Transitoria (2001) halló que la instauración de la pérdida visual en pocos segundos y la duración de los síntomas entre 1 y 10 min se asociaban a estenosis de la arteria carótida interna ipsolateral en el 70-99% de los casos. Por el contrario, la pérdida visual transitoria (monocular o binocular) de pocos segundos de duración y a menudo precipitada por cambios posturales (los llamados «oscurecimientos transitorios de visión») es típica de los pacientes con drusas del nervio óptico o papiledema. La pérdida visual por vasoespasmo o migraña puede durar desde segundos a 1 h y puede acompañarse de fenómenos visuales positivos como flashes, destellos u ondas de calor. El típico escotoma centelleante de la migraña es binocular y dura 20-30 min. ¿Cuál fue el patrón de pérdida y recuperación de la visión? La pérdida transitoria de visión monocular (PTVM) por lesiones carotídeas se describe clásicamente como si cayera una cortina sobre la visión y luego se levantara. Sin embargo, otros pacientes la describen como un cierre o una pérdida repentina de la visión del ojo afectado. El Dutch Transient Monocular Blindness Study Group informó de que los ataques con comienzo y desaparición altitudinal de los síntomas estaban estrechamente relacionados con estenosis carotídea ipsolateral. Por el contrario, los ataques en que los pacientes no podían recordar la naturaleza o la pauta temporal de la pérdida de visión se asociaban a arterias carótidas normales. La pérdida visual transitoria debida a vasoespasmo o migraña puede parecerse a la de las afecciones carotídeas. Los ataques a veces son precipitados por el ejercicio. El síntoma de Uhthoff (oscurecimiento visual transitorio con la actividad física o al aumentar la temperatura corporal) ocurre en el contexto de un episodio previo de neuritis óptica (v. cap. 14). La isquemia de la circulación posterior causa típicamente un cambio brusco de visión, sea una hemianopsia homónima o una pérdida total de visión bilateral, que se asocia a síntomas troncoencefálicos o cerebelosos. Un patrón geométrico transitorio en ambos ojos (p. ej., un patrón hexagonal en «alambrada») que precede o domina la pérdida visual es bastante sugestivo de disfunción del lóbulo occipital (p. ej., migraña, isquemia o epilepsia). El blanqueamiento de la visión de ambos ojos con contracción periférica («cierre») simultánea o gradual sin fenómenos visuales positivos se debe a isquemia del lóbulo occipital. ¿El paciente refiere síntomas asociados o presenta otros signos añadidos? Los fenómenos visuales positivos y la cefalea asociados a pérdida transitoria de visión sugieren una migraña, aunque esta puede cursar sin alguno de estos síntomas. Las cefaleas persistentes y los ruidos intracraneales son típicos de la hipertensión intracraneal. En un paciente anciano, la pérdida transitoria de visión asociada a cefaleas, pérdida de peso, fiebre, malestar general e hipersensibilidad del cuero cabelludo indican arteritis de células gigantes. Otros síntomas o signos neurológicos pueden ayudar a localizar el territorio vascular afectado. La pérdida de conciencia, el vértigo, la diplopía, la disartria o la debilidad localizada asociadas a la pérdida de visión sugieren problemas globales de perfusión, a menudo afectando al troncoencéfalo o la corteza cerebral. Las lesiones cutáneas, los signos articulares o el fenómeno de Raynaud (mala circulación de la punta de los dedos, a menudo exacerbada por la exposición al frío) pueden acompañar a conectivopatías. Donders RC; Dutch TMB Study Group. Clinical features of transient monocular blindness and the likelihood of atherosclerotic lesions of the internal carotid artery. J eurol eurosurg Psychiatry. 2001;71(2):247–249. Exploración Ante cualquier paciente que refiera una pérdida transitoria de visión, es importante verificar el estado actual del sistema visual aferente. Esto requiere una determinación de la mejor agudeza visual corregida (refracción), un análisis del sistema visual extrafoveal (perimetría) y la identificación de un posible defecto pupilar aferente. También es fundamental la oftalmoscopia. La papila óptica puede mostrar indicios de anomalías (drusas o colobomas del nervio óptico); puede haber pérdida de haces de fibras nerviosas (atrofia óptica) o signos de vasculopatías oclusivas como émbolos (fig. 51), focos blancos algodonosos, hemorragias o adelgazamiento vascular. En ocasiones, puede ser conveniente realizar una exploración ocular y orbitaria más detallada, como se comenta posteriormente. La prueba del fotoestrés puede indicar isquemia macular. Figura 5-1 Émbolo de colesterol (placa de Hollenhorst) en la bifurcación de una arteriola retiniana. (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) Pérdida transitoria de visión monocular La tabla 5-1 resume los trastornos oculares, orbitarios o sistémicos que con más frecuencia producen pérdida transitoria de visión monocular. Tabla 5-1 Causas de pérdida transitoria de visión monocular Patología ocular (causas no vasculares) Anomalías de la película lagrimal Enfermedades corneales (p. ej., queratocono) Hifema recidivante Glaucoma por cierre angular intermitente Detritos vítreos Maculopatía y fotoestrés Trastornos del nervio óptico Afecciones de la papila adquiridas o congénitas (p. ej., papiledema, drusas) Lesiones compresivas del nervio óptico intraorbitario Enfermedad desmielinizante Enfermedad vascular Hipoperfusión ocular (síndrome isquémico ocular) Fenómenos embólicos Carotídeos Cardíacos De grandes vasos Disección carotídea Vasculitis (p. ej., arteritis de células gigantes) Vasoespasmo Migraña Hipotensión arterial Estados de hiperviscosidad/hipercoagulabilidad (p. ej., estasis venosa o síndrome de anticuerpos antifosfolípido) Pérdida de visión funcional Causas oculares Los pacientes con blefaroespasmo que no consiguen mantener los ojos abiertos pueden experimentar momentos de pérdida de visión (v. cap. 11, fig. 11-14). La visión borrosa debida a irregularidades de la película lagrimal corneal suele mejorar al parpadear o al instilar lágrimas artificiales, así como si se mira por un agujero estenopeico. La lámpara de hendidura puede revelar alteraciones de la película lagrimal y la córnea, con acortamiento del tiempo de rotura lagrimal y queratopatía punteada que sugieren queratitis seca. La prueba de Schirmer puede confirmar la producción deficiente de lágrima. Las opacidades de los medios transparentes en la cámara anterior o el vítreo pueden confundirse con una amaurosis fugaz. Por ejemplo, el hifema recurrente en ocasiones causa ceguera monocular transitoria en pacientes con lentes de cámara anterior que desarrollan un síndrome de uveítisglaucoma-hifema (UGH). La inflamación o el sangrado recidivante pueden asociarse a episodios de disminución de visión. Las opacidades vítreas grandes a veces oscurecen la visión. En caso de oscurecimientos transitorios de la visión de un ojo, conviene realizar cuanto antes una gonioscopia del ángulo de la cámara anterior en busca de un glaucoma por cierre angular, cuyos episodios casi siempre se acompañan de halos y dolor. Debe inspeccionarse la parte anterior del cristalino en busca de glaukomflecken (manchas de glaucoma), que indican episodios previos de glaucoma agudo por cierre angular. La pérdida visual transitoria o las postimágenes prolongadas tras la exposición a una luz intensa (como la luz solar) pueden indicar maculopatía, como desprendimiento, degeneración macular asociada a la edad o isquemia ocular. En tales pacientes, la prueba del fotoestrés (exposición a una luz potente durante 10 s) demuestra que la recuperación de la agudeza central basal está anormalmente prolongada (>45 s). A veces los pacientes con papiledema establecido experimentan «oscurecimientos» o «apagones» de visión. Estos episodios son típicamente breves (<10 s) y a menudo se deben a cambios de postura, aunque también pueden ocurrir espontáneamente. El oscurecimiento de la visión dura pocos segundos, puede afectar a un solo ojo cada vez y se aclara totalmente. Estos oscurecimientos no auguran una afectación visual inminente ni predicen lesión del nervio óptico en pacientes con seudotumor cerebral (v. cap. 4). Las anomalías de la papila (como drusas del nervio óptico, miopía magna y colobomas) se han asociado a breves episodios (10-30 s) de pérdida de visión. Kaiboriboon K, Piriyawat P, Selhorst JB. Light-induced amaurosis fugax. Am J Ophthalmol. 2001;131(5):674–676. Causas orbitarias Los pacientes con tumores orbitarios como hemangioma o meningioma —sobre todo aquellos con un tumor intraconal que produce edema de papila— pueden sufrir oscurecimientos transitorios de visión en ciertas posiciones de la mirada, especialmente hacia abajo. Estos oscurecimientos probablemente se deben a obstrucción vascular posicional. A menudo hay otros signos de afectación orbitaria (como proptosis o movilidad restringida). Otto CS, Coppit GL, Mazzoli RA, et al. Gaze-evoked amaurosis: a report of five cases. Ophthalmology. 2003;110(2):322–326. Causas sistémicas Una vez descartadas las causas oculares y orbitarias de PTVM, debe pensarse en causas retinovasculares y cardiovasculares. La amaurosis fugaz (ceguera momentánea) es un subtipo de PTVM atribuida a isquemia o insuficiencia vascular. La amaurosis fugaz se caracteriza por una pérdida de visión súbita, indolora y temporal que dura 2-30 min y remite completamente. Entre episodios, las exploraciones oculares muestran una anatomía normal o alteraciones limitadas a los vasos retinianos. Véase también la exposición del capítulo 14 en el apartado «Trastornos cerebrovasculares». Embolia A finales de los años cincuenta del siglo xx, C. Miller Fischer reparó en que los émbolos retinianos podían ser una causa importante de PTVM, al observar material embólico atravesando la circulación retiniana. El paciente con PTVM típicamente cuenta que se le ha colocado un telón oscuro sobre un ojo y le ha provocado una pérdida de visión de 2-30 min de duración. En pacientes con alguna circulación residual, esta cortina puede extenderse solo parcialmente. Al final esta cortina puede ascender o disiparse como la niebla. Los émbolos que causan PTVM suelen viajar y alojarse en los vasos retinianos que irrigan el nervio óptico, la retina o ambos. Como los émbolos pueden visualizarse mediante el oftalmoscopio y a menudo se ven claramente, se puede intentar deducir su probable origen. Esta inferencia puede ser crucial a la hora de orientar el estudio del paciente. En la tabla 5-2 se revisan los tres tipos más comunes de émbolos: de colesterol (v. fig. 5-1), fibrinoplaquetarios (fig. 5-2) y cálcicos (fig. 5-3). Otros, menos habituales, son los émbolos de tumores cardíacos (mixoma), de grasa (fracturas de huesos largos, pancreatitis), sépticos, de talco, de aire, de silicona o de fármacos de liberación retardada (corticoesteroides). Tabla 5-2 Características clínicas de los émbolos retinianos más frecuentes Figura 5-2 Émbolo fibrinoplaquetario. (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) Figura 5-3 Émbolo cálcico con oclusión de rama arterial retiniana. (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) La PTVM de origen embólico obliga a realizar un minucioso estudio vascular y cardíaco. Hay que empezar buscando lesiones arterioescleróticas, la causa más probable de PTVM. La formación de ateromas es más común en la bifurcación de la arteria carótida común en carótida interna y externa, así como en el sifón carotídeo (fig. 5-4). Los ateromas pueden mantenerse estacionarios, fibrosarse, remitir, ulcerarse y estrechar u ocluir la luz vascular o liberar émbolos. Se cree que la luz normal de la carótida interna debe reducirse en un 50-90% antes de que se afecte el flujo distal. La hipertensión, la diabetes, la hipercolesterolemia y el tabaquismo son factores de riesgo tratables. Figura 5-4 Estenosis marcada (flecha) de la bifurcación de la arteria carótida interna cervical, como se aprecia en la RM angiográfica. (Por cortesía de Aki Kawasaki, MD.) Los émbolos cardíacos pueden originarse por múltiples causas, como aneurismas ventriculares, segmentos de pared hipocinéticos y endocarditis, sea infecciosa (asociada a endocarditis bacteriana subaguda) o no infecciosa (caquéctica), y valvulopatías, incluidos el prolapso de válvula mitral y el mixoma auricular. Otras posibles causas cardíacas son las arritmias, sobre todo la fibrilación auricular u otras arritmias paroxísticas, y un foramen oval permeable con derivación derechaizquierda. Otras posibles causas de ceguera monocular transitoria e isquemia del territorio carotídeo son las lesiones de la arteria oftálmica, la arteritis de células gigantes, la enfermedad de Raynaud, las vasculitis, los síndromes de hiperviscosidad, el síndrome de anticuerpos antifosfolípido y el vasoespasmo (migraña). Debe pensarse en una disección carotídea ipsolateral en aquellos pacientes con pérdida de visión monocular dolorosa, especialmente si se asocia a síndrome de Horner y signos neurológicos contralaterales (v. fig. 10-4). Biousse V, Touboul PJ, D’Anglejan-Chatillon J, Lévy C, Schaison M, Bousser MG. Ophthalmologic manifestations of internal carotid artery dissection. Am J Ophthalmol. 1998;126(4):565–577. Fisher CM. Observation of the fundus oculi and transient monocular blindness. eurology. 1959;9(5):333–347. Hollenhorst RW. Significance of bright plaques in the retinal arterioles. JAMA. 1961;178: 23–29. Trimble M, Bell DA, Brien W, et al. The antiphospholipid syndrome: prevalence among patients with stroke and transient ischemic attacks. Am J Med. 1990;88(6):593–597. Exploración clínica y pruebas de laboratorio Ante la sospecha de isquemia carotídea, debe realizarse medición de presión arterial junto a auscultación cardíaca y de soplos carotídeos (se oyen mejor en el ángulo de la mandíbula, donde se localiza la bifurcación). Sin embargo, la presencia o ausencia de un soplo no es un indicador fiable de patología carotídea. El soplo denota flujo turbulento intravascular y puede oírse en estrechamientos de la carótida interna o externa. Sin embargo, no se oirá soplo si el flujo es normal o la oclusión carotídea es grave o completa. La arteriografía sigue siendo el método de referencia para cuantificar el grado de la estenosis carotídea. La prueba es invasiva y requiere la inyección intraarterial de contraste yodado. En los centros en que se realizan arteriografías habitualmente, el riesgo de complicaciones graves (como accidente cerebrovascular o muerte) es inferior al 1%. Debido a los problemas de tiempo, coste y morbilidad asociados a la angiografía convencional, a menudo se recurre a técnicas de imagen no invasivas, sobre todo con fines de cribado. Las tres modalidades más populares son la ecografía carotídea (técnica dúplex), la resonancia magnética angiográfica (RMA) y la tomografía computarizada angiográfica (TCA). La ecografía es un método sensible para detectar placas ulceradas, pero su fiabilidad varía. La RMA y la TCA tienden a sobreestimar el grado de estenosis carotídea, sobre todo si es moderada o intensa, en comparación con la angiografía convencional. Sin embargo, además de no ser invasivas, la RMA y la CTA tienen la ventaja de que permiten visualizar y caracterizar la placa en cuestión, así como la pared arterial circundante. La RMA, junto con la RM, resulta muy útil para detectar una disección carotídea. La ecocardiografía sirve para detectar defectos valvulares y de la pared cardíaca, tumores intracardíacos y trombos grandes. La ecocardiografía transesofágica es más sensible para estos procesos que la técnica trastorácica convencional. Un ecocardiograma normal no descarta la posibilidad de émbolos porque las partículas muy pequeñas no se visualizan. En las lesiones carotídeas es obligatorio realizar sistemáticamente un ecocardiograma. Siempre debe tenerse en cuenta la posibilidad de isquemia miocárdica y cerebral simultáneas. La monitorización prolongada de pacientes ingresados o la prueba de Holter ambulatoria pueden demostrar arritmias cardíacas previamente inadvertidas. Ante la sospecha de endocarditis deben tomarse muestras para hemocultivo. Si no se encuentra un origen cardíaco o carotídeo, puede haber otros procesos sistémicos que favorezcan los ataques cerebrovasculares. Los principales factores de riesgo son la edad, la hipertensión, la hipotensión y el síncope (posiblemente yatrógeno por tratamiento excesivo de la hipertensión o uso de otras medicaciones), la cardiopatía isquémica, la diabetes, la hipercolesterolemia, el tabaco y la apnea del sueño. La mayoría de estas afecciones tienen tratamiento. Deben realizarse pruebas de laboratorio para estos trastornos y cualquier otra sospecha clínica, como enfermedad tiroidea, estados de hipercoagulabilidad, conectivopatías, vasculitis o sífilis. Biousse V, Trobe JD. Transient monocular visual loss. Am J Ophthalmol. 2005;140(4):717–721. Newman NJ. Evaluating the patient with transient monocular visual loss. The young versus the elderly. Ophthalmol Clin orth Am. 1996;9:455–465. Pronóstico Los síntomas producidos por estenosis u oclusión carotídea son indistinguibles clínicamente. Más del 40% de los pacientes con lesión carotídea sufren síntomas de ataque isquémico transitorio (AIT) antes de desarrollar un déficit permanente. En caso de AIT hemisférico, el 20% de los accidentes cerebrovasculares posteriores se dan antes de 1 mes después del AIT, y el 50% en el primer año. La tasa de accidente cerebrovascular se reduce luego a un 5-8% anual. Es imposible predecir qué pacientes con AIT sufrirán accidente cerebrovascular grave, aunque la estenosis carotídea grave ipsolateral se asocia a mayor riesgo. La principal causa de fallecimiento tras un AIT o accidente cerebrovascular es el infarto de miocardio. El riesgo anual de accidente cerebrovascular tras ceguera monocular transitoria (de un 2%) es menor que tras un AIT cerebral (en torno al 8%) (tabla 5-3). Se produce PTVM en el 30-40% de los pacientes con arterioesclerosis carotídea ipsolateral. Puede demostrarse estenosis u oclusión carotídea en aproximadamente el 53-83% de los pacientes con ceguera monocular transitoria. Tabla 5-3 Espectro del riesgo de accidente cerebrovascular Grupo de pacientes Sin enfermedad carotídea Soplo carotídeo asintomático Amaurosis fugaz Estenosis carotídea asintomática Infartos o émbolos retinianos Ataque isquémico cerebral transitorio Riesgo de accidente cerebrovascular por año (%) 0,1 0,1-0,4 2 2,5 3 8 Tomado de Trobe JD. Carotid endarterectomy: who needs it? Ophthalmology. 1987;94:725–730. Biousse V. Carotid disease and the eye. Curr Opin Ophthalmol. 1997;8(6):16–26. Kline LB. The natural history of patients with amaurosis fugax. Ophthalmol Clin orth Am. 1996;9:351–357. La presencia de émbolos retinianos tiene importantes implicaciones clínicas tanto si el paciente está asintomático como si sufre una ceguera monocular transitoria o una oclusión arterial retiniana. El riesgo de accidente cerebrovascular aumenta en pacientes con émbolos retinianos que asimismo incrementan la tasa de mortalidad (2-4% anual sin émbolos frente a 4-8% anual con émbolos). Bruno A, Jones WL, Austin JK, Carter S, Qualls C. Vascular outcome in men with asymptomatic retinal cholesterol emboli: a cohort study. Ann Intern Med. 1995;122(4):249–253. Tratamiento En la década de los noventa, dos grandes ensayos clínicos (el North American Symptomatic Carotid Endarterectomy [NASCET], 1991, y el European Carotid Surgery Trial [ECST], 1995) compararon el tratamiento médico con la endarterectomía carotídea (EAC) en pacientes con estenosis sintomática de la carótida (PTVM, AIT hemisférico, accidente cerebrovascular leve). Ambos estudios concluyeron que la EAC reducía más el riesgo de accidente cerebrovascular ipsolateral en pacientes con estenosis carotídea grave (≥70%). La cirugía no era mejor que la terapia médica en pacientes con estenosis moderada (50-69%). En 2001, un análisis retrospectivo de un subgrupo de datos del NASCET reveló que, entre los pacientes con PTVM, el grado de estenosis carotídea no influía en el riesgo de accidente cerebrovascular, que era de aproximadamente un 10% en total. Sin embargo, otros factores de riesgo sí fueron importantes en este subgrupo de pacientes: • Sexo masculino. • Edad de 75 o más años. • Antecedentes de AIT o accidente cerebrovascular hemisférico. • Claudicación intermitente. • Estenosis de la carótida interna ipsolateral del 80-94%. • Ausencia de vasos colaterales en la angiografía. Cuantos más factores de riesgo existieran, mayor era el riesgo de accidente cerebrovascular. Los pacientes con uno o ninguno de los factores de riesgo tenían un riesgo muy bajo de accidente cerebrovascular ipsolateral a los 3 años (1,8%). En los pacientes con dos factores, el riesgo era del 12,3%, y en aquellos con tres o más factores, del 24,2%. Por tanto, los datos del NASCET apoyan el uso de la EAC en los pacientes con PTVM y tres o más de los factores de riesgo citados. Basándose en casos o series independientes, a veces se realiza una EAC en otras afecciones oftalmológicas distintas de la PTVM, como el síndrome isquémico ocular o la oclusión arterial retiniana. Sin embargo, no hay datos concluyentes sobre la eficacia de la EAC en estas enfermedades. El tratamiento médico de la PTVM por estenosis carotídea empieza con el ácido acetilsalicílico. Aunque es controvertido, a menudo se prescribe en combinación con dipiridamol. El bisulfato de clopidogrel es útil en pacientes con intolerancia o alergia al ácido acetilsalicílico. El cilostazol, un inhibidor selectivo de la fosfodiesterasa de AMPc, inhibe la agregación plaquetaria y es un vasodilatador arterial directo, por lo que podría proteger mejor que el ácido acetilsalicílico o el clopidogrel aislados. Una vez que se ha instaurado un tratamiento antiagregante máximo, puede plantearse la necesidad de añadir una estatina o aumentar su dosis si el paciente ya la estaba tomando. Hay pruebas de que las dosis altas de estatinas pueden reducir las placas y la frecuencia de accidente cerebrovascular. Finalmente, pueden prescribirse inhibidores de la enzima conversora de angiotensina (ECA) y antagonistas de los receptores de ECA por sus efectos favorables sobre el tejido endotelial. Bucher HC, Griffith LE, Guyatt GH. Effect of HMGcoA reductase inhibitors on stroke: a metaanalysis of randomized, controlled trials. Ann Intern Med. 1998;128(2):89–95. Crouse JR III, Byington RP, Bond MG, et al. Pravastatin, lipids, and atherosclerosis in the carotid arteries (PLAC II). Am J Cardiol. 1995;75(7):455–459. Furberg CD, Adams HP Jr, Applegate WB, et al. Effect of lovastatin on early carotid atherosclerosis and cardiovascular events. Asymptomatic Carotid Artery Progression Study (ACAPS) Research Group. Circulation. 1994;90(4):1679–1687. Hodis HN, Mack WJ, LaBree L, et al. Reduction in carotid arterial wall thickness using lovastatin and dietary therapy: a randomized controlled clinical trial. Ann Intern Med. 1996;124(6): 548–556. Recientemente, se ha popularizado la endoprótesis (stent) carotídea (EPC) como alternativa menos invasiva que la EAC. Varios trabajos han sugerido que tiene una gran eficacia y una baja tasa de complicaciones. El Carotid Revascularization Endarterectomy Versus Stent Trial (CREST) es un ensayo clínico prospectivo, aleatorizado y multicéntrico diseñado para comparar la eficacia de la EAC y la EPC para la estenosis carotídea en pacientes sintomáticos y pacientes asintomáticos con estenosis acusada (>70%). El reclutamiento de pacientes se prolongó hasta 2008. Aún no se han publicado resultados para pacientes aleatorizados, pero un informe sobre las complicaciones de la EPC durante la fase inicial halló una tasa de accidente cerebrovascular o fallecimiento en el primer mes del 3,9% (el 5,6% en pacientes sintomáticos y el 3,4% en pacientes asintomáticos), cifra similar a la que recogía el NASCET para la EAC en pacientes sintomáticos. Hobson RW II. Update on the Carotid Revascularization Endarterectomy versus Stent Trial (CREST) protocol. J Am Coll Surg. 2002;194(1 suppl):S9–S14. Vasculitis La PTVM en pacientes mayores (normalmente de más de 50 años) también puede deberse a arteritis de células gigantes. Por tanto, las pruebas diagnósticas han de incluir determinaciones de velocidad de sedimentación globular y proteína C reactiva. El paciente también debe ser interrogado sobre síntomas de cefalea, sensibilidad en cuero cabelludo, claudicación mandibular, pérdida de peso, anorexia, dolor articular proximal, mialgias y malestar general. La demostración de hipoperfusión coroidea (presión intraocular baja o alteraciones en la angiografía fluoresceínica) puede ser especialmente sugestiva. A menos que se trate inmediatamente con megadosis de corticoesteroides, la arteritis de células gigantes precedida por PTVM puede desembocar en una ceguera monocular o binocular que a veces, aunque no siempre, puede evitarse o remediarse con un tratamiento intravenoso de corticoesteroides a dosis altas. Véase también la sección 1 del CCBC, Oftalmología: actualización en medicina general. Siatkowski RM, Gass JD, Glaser JS, Smith JL, Schatz NJ, Schiffman J. Fluorescein angiography in the diagnosis of giant cell arteritis. Am J Ophthalmol. 1993;115(1):57–63. Hipoperfusión La hipoperfusión puede producir PTVM en varias situaciones. La primera es en el contexto de una oclusión del sistema venoso retiniano. Aunque la disminución súbita de visión central no es un síntoma frecuente en pacientes con oclusión de la vena central de la retina, algunos refieren un deterioro visual transitorio de segundos o minutos de duración que se recupera totalmente. Estos síntomas pueden preceder varios días o semanas a una pérdida de visión más duradera, o pueden desaparecer cuando se desarrollen vasos colaterales. Un segundo tipo es la restricción progresiva de visión desde la periferia («patrón en diafragma iridiano»), que dura desde pocos segundos hasta 1 o 2 min. Esta forma de PTVM puede verse precipitada por cambios de posición al levantarse. La hipoperfusión también puede deberse a arritmia cardíaca o estenosis grave de los grandes vasos. La tercera entidad en que la hipoperfusión origina PTVM es el síndrome isquémico ocular. Este síndrome se caracteriza en parte por una retinopatía isquémica e hipotensiva con baja presión arterial retiniana, mala perfusión y retinopatía intermedia. El dolor orbitario o facial recidivante que mejora cuando el paciente se tumba es muy indicativo de oclusión carotídea. En fases iniciales puede haber borrosidad visual transitoria o persistente o bien pérdida de visión transitoria tras la exposición a luces brillantes. Las hemorragias retinianas en punto y borrón son típicas de la isquemia ocular precoz. A veces estas hemorragias pueden simular una retinopatía diabética. La isquemia intensa causa cambios en el segmento anterior que pueden confundirse con una inflamación intraocular. El paciente puede tener disminución de agudeza visual, ojo rojo y doloroso con hiperemia epiescleral y turbidez en humor acuoso (uveítis isquémica). Aunque la neovascularización del ángulo y el iris sea habitual, la presión intraocular (PIO) puede ser baja, normal o elevada. La PIO baja o normal en este contexto se debe al deterioro de la perfusión del cuerpo ciliar. Los cambios oftalmoscópicos pueden consistir en venas retinianas dilatadas, estrechamiento de arterias retinianas con formación de microaneurismas, hemorragias en punto y borrón en la retina intermedia y edema macular (fig. 5-5). Estas alteraciones se han agrupado bajo la denominación de retinopatía por estasis venosa (REV) y pueden deberse a oclusión vascular en cualquier punto entre el corazón y el globo ocular. Figura 5-5 Síndrome isquémico ocular. A. En el fondo se observa dilatación de venas retinianas, hemorragias dispersas y leve edema de papila. B. Hemorragias en punto y borrón en la retina intermedia. (Reproducido con autorización de John E. Carter, MD. Tomado de Carter JE. Panretinal photocoagulation for progressive ocular neovascularization secondary to occlusion of the common carotid artery. Ann Ophthalmol. 1984;16(6):572–576.) El tratamiento del síndrome isquémico ocular consiste en EAC, fármacos hipotensores, corticoesteroides para el dolor y fotocoagulación panretiniana. Si la PIO preoperatoria es baja, la normalización del flujo sanguíneo mediante EAC puede precipitar una elevación peligrosa de la PIO. Sin embargo, una vez que el paciente desarrolla signos de hipoperfusión crónica, es improbable que mejore. En otros pacientes la oclusión carotídea puede estar demasiado avanzada para ser corregida quirúrgicamente. La detección precoz es fundamental porque puede aparecer neovascularización e isquemia ocular progresiva en casos de hipoperfusión prolongada. Véase también la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. Mizener JB, Podhajsky P, Hayreh SS. Ocular ischemic syndrome. Ophthalmology. 1997;104(5): 859–864. Vasoespasmo/hiperviscosidad/hipercoagulabilidad El vasoespasmo es una presunta causa de PTVM en dos circunstancias clínicas. La primera es el paciente que sufre episodios monoculares estereotipados de pérdida visual grave y tiene antecedentes individuales o familiares claros de migraña. Estos pacientes suelen ser jóvenes (<50 años), y sus episodios de pérdida transitoria de visión se han denominado migraña retiniana u ocular. El segundo tipo son los pacientes que no tienen antecedentes migrañosos pero en su exploración durante los ataques se observa contracción de las arteriolas retinianas. En cualquier caso, deben descartarse otras causas de pérdida visual transitoria antes de aceptar el diagnóstico de vasoespasmo. Las pruebas deben incluir un hemograma completo, velocidad de sedimentación globular y estudio cardíaco y carotídeo. También es necesario excluir un síndrome de hiperviscosidad y estados de hipercoagulabilidad, sobre todo en jóvenes. Deben realizarse determinaciones de anticuerpos anticardiolipina, antifosfatidil-colina y serina, anticuerpos antinucleares, electroforesis de proteínas plasmáticas, tiempo de tromboplastina parcial, VDRL, proteína S y proteína C. Algunos autores se cuestionan si el vasoespasmo puede causar pérdida transitoria de visión, pero los antagonistas del calcio que previenen el vasoespasmo parece que mejoran los ataques de amaurosis en algunos pacientes. La hiperviscosidad es una causa rara de pérdida transitoria de visión. Aproximadamente el 10% de los pacientes con policitemia vera pueden referir episodios de PTVM. Glueck CJ, Goldenberg N, Bell H, Golnik K, Wang P. Amaurosis fugax: associations with heritable thrombophilia. Clin Appl Thromb Hemost. 2005;11(3):235–241. Winterkorn JMS, Burde RM. Vasospasm—not migraine—in the anterior visual pathway. Ophthalmol Clin orth Am. 1996;9:393–405. Pérdida transitoria de visión binocular Entre las causas frecuentes de pérdida transitoria de visión binocular se encuentran: • Migraña. • Tumoraciones occipitales: neoplasias, malformaciones arteriovenosas. • Isquemia occipital: embolia, vasculitis, hipoperfusión. • Epilepsia occipital. Migraña La causa más común de pérdida transitoria de visión binocular es la hemianopsia homónima por migraña. En ocasiones, esta puede progresar a defectos permanentes del campo visual, hablándose entonces de migraña complicada. En tales casos es obligado realizar un estudio del paciente que incluya una RM cerebral (v. cap. 12). Tumoración occipital En un paciente con episodios de cefalea y pérdida de visión, cuando las cefaleas se producen solo en un lado, o si los síntomas visuales siguen en lugar de preceder al comienzo de la cefalea, debe descartarse una lesión estructural, normalmente una malformación arteriovenosa o un tumor occipital. Tales pacientes deben someterse a un RM cerebral con contraste e incluso a una arteriografía cerebral. Isquemia occipital A medida que el paciente envejece, la intensidad de la cefalea puede disminuir o faltar completamente tras los síntomas visuales. Se presenta un dilema diagnóstico cuando un paciente anciano sufre por primera vez lo que parece un aura migrañosa sin cefalea. Distinguir entre un vasoespasmo migrañoso y una insuficiencia vertebrobasilar puede ser difícil. Deben descartarse causas de enfermedad cerebrovascular o émbolos susceptibles de tratamiento. El estudio del paciente debe incluir estudios hematológicos (hemograma completo, VSG) así como una RM o una RMA para valorar la circulación vertebrobasilar. Si las pruebas son negativas, el pronóstico suele ser bueno, y puede estar justificado el tratamiento de un presunto síndrome migrañoso. La borrosidad visual binocular transitoria y recidivante es uno de los síntomas más frecuentes de insuficiencia vertebrobasilar. El sistema vertebrobasilar, formado por las arterias vertebral, basilar y cerebral posterior (v. cap. 1), irriga la corteza occipital, el troncoencéfalo y el cerebelo. Los pacientes con insuficiencia vertebrobasilar a menudo acuden primero al oftalmólogo por síntomas oculomotores y visuales importantes. Los síntomas no oftalmológicos de los AIT del sistema vertebrobasilar se estudian en el capítulo 14. Epilepsia occipital La epilepsia occipital produce típicamente fenómenos visuales positivos informes, como luces coloreadas o giratorias o un blanqueamiento de la visión, «como el disparo de un flash». Sin embargo, algunos pacientes experimentan síntomas visuales totalmente negativos, normalmente descritos como un apagamiento de la visión. Los episodios suelen durar 1 o 2 min, aunque pueden persistir varias horas (estado epiléptico amaurótico). La mayoría de los adultos con epilepsia occipital tienen una lesión estructural (tumor, malformación arteriovenosa, traumatismo); en los niños, esta epilepsia suele ser más benigna. Como en todas las formas de epilepsia parcial, un electroencefalograma (EEG) normal no descarta la epilepsia subyacente, y puede requerirse una monitorización EEG más prolongada. El tratamiento se basa en fármacos anticonvulsivantes. Kun Lee S, Young Lee S, Kim DW, Soo Lee D, Chung CK. Occipital lobe epilepsy: clinical characteristics, surgical outcome, and role of diagnostic modalities. Epilepsia. 2005;46(5): 688–695. Capítulo 6 Paciente con alucinaciones, ilusiones y trastornos de funciones corticales superiores Los pacientes a menudo se muestran reacios a contar que «ven cosas», por si se les manda al psiquiatra. Sin embargo, la mayoría de las alucinaciones visuales e ilusiones no denotan enfermedades mentales, sino trastornos oculares, del nervio óptico o cerebrales. El médico debe preguntar por estos síntomas porque el paciente puede resistirse a facilitar tal información. Las ilusiones son falsas percepciones de la información visual presente en el medio. Por ejemplo, una persona que mire unos bordes estacionarios de alto contraste puede percibir una ilusión de movimiento. Una alucinación es la percepción subjetiva de un objeto o suceso sin que haya estímulo sensorial. Las ilusiones deben desaparecer al cerrar los ojos, mientras que las alucinaciones suelen persistir. El primer paso al estudiar a pacientes con tales trastornos visuales es verificar su estado mental y el de las vías visuales aferentes. Los pacientes con demencia o alteraciones sensoriales (delirio, hipnosis) tienen tendencia a sufrir alucinaciones. La disminución de agudeza visual o las pérdidas de campo visual a menudo dan lugar a fenómenos visuales positivos. Deben llevarse a cabo pruebas para determinar la mejor agudeza visual corregida, de visión cromática y perimétricas. El objetivo principal es localizar anatómicamente el trastorno, lo que ayuda a establecer la probable fisiopatología o al menos un diagnóstico diferencial. Norton JW, Corbett JJ. Visual perceptual abnormalities: hallucinations and illusions. Semin eurol. 2000;20(1):111–121. Paciente con ilusiones Las alteraciones de la percepción que componen el espectro de las ilusiones pueden originarse en diferentes partes del sistema visual. En la tabla 6-1 se exponen las causas no visuales de alucinaciones e ilusiones. Tabla 6-1 Causas no visuales de alucinaciones e ilusiones Medicamentos Fármacos anticolinérgicos y dopaminérgicos Indometacina, digoxina, ciclosporina, litio, lidocaína Escopolamina, atropina u homatropina tópicas Ácido lisérgico (LSD), mezcalina, psilocibina, anfetaminas, cocaína Enfermedades médicas Enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, narcolepsia, corea de Huntington, demencia con cuerpos de Lewy, epilepsia Enfermedades psiquiátricas Esquizofrenia, trastornos afectivos, neurosis histérica Enfermedades tóxicas y metabólicas Uremia, hepatopatía, infecciones (fiebre) Abstinencia alcohólica (delirium tremens) Otras Imágenes entópticas Ensoñaciones y amigos imaginarios en la infancia Privación sensorial, privación de sueño, hipnosis Experiencia emocional intensa De origen ocular Muchas ilusiones tienen una base ocular, y pueden clasificarse según se deban a causas ópticas o a alteraciones de la transducción fotoquímica en la retina. Causas ópticas La película lagrimal es la primera superficie refractiva del ojo. Cualquier alteración suya (tiempo de rotura acortado, síndrome de ojo seco, anomalías del parpadeo) puede distorsionar la visión. Las irregularidades de la superficie corneal (como queratocono o cicatrices corneales) también pueden provocar distorsiones visuales. El cristalino puede originar irregularidades, sobre todo los cambios en gota de aceite de la esclerosis nuclear incipiente o la dispersión por una opacidad subcapsular posterior. El cristalino también actúa como filtro, variando el espectro de la luz transmitida; por eso, los cambios espectrales pueden percibirse como alteraciones de la forma o el color. Las imágenes pueden multiplicarse (diplopía monocular), sobre todo por astigmatismos altos secundarios a alteraciones corneales o del cristalino. La extracción de catarata a menudo produce cambios en la percepción visual, especialmente de los colores y el brillo. Causas retinianas Los cambios de posición de los receptores retinianos pueden producir diversas alteraciones visuales. Esta predisposición suele deberse a maculopatías, que pueden ser secundarias a lesiones de la superficie retiniana (membrana epirretiniana), intrarretinianas (edema macular, agujero macular) o subretinianas (trastornos del epitelio pigmentario retiniano o la coroides). Metamorfopsia En la metamorfopsia (distorsión perceptiva), el paciente refiere que los objetos lineales se ven curvados o interrumpidos. Este síntoma es típico de las maculopatías y puede aparecer por lesiones epirretinianas, intrarretinianas o subretinianas (p. ej., vitreorretinopatía proliferativa, edema macular cistoide, desprendimientos del epitelio pigmentario retiniano, membranas neovasculares subretinianas o problemas circulatorios coroideos). En el edema intrarretiniano, los fotorreceptores a menudo se separan entre sí, dando lugar a contracción de la imagen (micropsia). Puede aparecer macropsia (percepción aumentada del tamaño) si los fotorreceptores se apiñan. La retina puede ser el origen de los cambios de la percepción cromática asociados a ciertos fármacos (como la xantopsia por digoxina o el tono azulado inducido por el citrato de sildenafilo). Otros cambios en la percepción de los colores pueden deberse a isquemia coroidea o retiniana (p. ej., arteritis de células gigantes), que también puede dar lugar a postimágenes persistentes. De origen en el nervio óptico Los retrasos en la conducción de uno de los nervios ópticos tras un episodio de neuritis óptica (desmielinización) pueden dar lugar a alteraciones en la percepción del movimiento. Debido a la disparidad de transmisión neuronal, puede parecer que un péndulo describe un movimiento elíptico en lugar de una oscilación en un plano (fenómeno de Pulfrich). De origen cortical La percepción es un fenómeno cortical; por tanto, no es sorprendente que las patologías de la corteza puedan originar ilusiones. Además de alteraciones en la percepción de la forma y la posición, los trastornos corticales pueden modificar la percepción del movimiento. La patología cortical puede causar pérdida de visión cromática o multiplicación de imágenes. Las lesiones corticales pueden localizarse en la corteza visual primaria (V1) o en las áreas asociativas (V2, V3, V4) (v. cap. 1). Los trastornos de la percepción visual son frecuentes en las alteraciones del lóbulo parietal; entre ellos están la micropsia, la macropsia, la teleopsia (los objetos se ven más alejados) y la pelopsia (los objetos se ven demasiado cerca). Paciente con alucinaciones Las alucinaciones son percepciones sin estímulo activo. Al igual que las ilusiones, pueden originarse en cualquier parte de la vía visual, aunque casi siempre proceden del globo ocular o la corteza. Las alucinaciones pueden ser de objetos (animales, flores, coches) o de personas; en ese caso, se habla de alucinaciones formes. Si las alucinaciones consisten en luces, manchas, puntos o patrones geométricos (p. ej., una valla metálica), se denominan alucinaciones informes. De origen ocular A diferencia de las ilusiones, las alucinaciones no pueden deberse a causas ópticas. El desprendimiento de vítreo con adhesiones vitreorretinianas persistentes puede producir formas coloreadas o luces blancas verticales (los llamados rayos de Moore). Tales alucinaciones son a menudo más visibles en la penumbra. El desprendimiento de retina puede causar flashes o cuerpos flotantes persistentes con o sin pérdida de visión. Zaret BS. Lightning streaks of Moore: a cause of recurrent stereotypic visual disturbance. eurology. 1985;35(7):1078–1081. Las retinopatías externas pueden originar flashes luminosos continuos que tienden a persistir (a diferencia de las luces transitorias de la migraña). Estos flashes pueden ser luces blancas simples o a menudo formar tramas geométricas que pueden colorearse, incluso de plata u oro. Los puntos y manchas brillantes de luz se describen a menudo en la retinopatía asociada a cáncer, un proceso paraneoplásico. Igualmente, pueden verse luces brillantes en diversos trastornos de la retina, el epitelio pigmentario retiniano o la coroides (síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, retinopatía externa oculta zonal aguda, retinopatía en perdigonada). Para una descripción completa de estas enfermedades, véase la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo. El vasoespasmo (migraña) retiniano puede producir pérdida visual o imágenes monoculares informes, como colores, líneas o fosfenos (flashes brillantes momentáneos), que duran hasta 45 min y pueden ser seguidos de dolor de cabeza. Es raro que haya secuelas, aunque en raras ocasiones persiste un escotoma residual. Alabduljalil T, Behbehani R. Paraneoplastic syndromes in ophthalmology. Curr Opin Ophthalmol. 2007;18(6):463–469. Gass JD, Agarwal A, Scott IU. Acute zonal occult outer retinopathy: a long-term follow-up study. Am J Ophthalmol. 2002;134(3):329–339. Headache Classification Subcommittee of the International Headache Society. The International Classification of Headache Disorders. 2nd ed. Cephalalgia. 2004;24(Suppl 1):9–160. De origen en el nervio óptico Las neuritis ópticas a menudo producen fosfenos inducidos por los movimientos oculares en un ambiente oscuro. Los pacientes con neuropatías ópticas subagudas o de larga duración pueden experimentar fotismos inducidos por sonidos (sensaciones de color o luz asociadas a ruidos, sensaciones táctiles, sabores u olores). Estos fenómenos tienden a ser informes y se desencadenan por diversos sonidos percibidos por el oído ipsolateral. Los fotismos inducidos por sonidos se atribuyen a descargas del cuerpo geniculado lateral, que también responde al sonido y es adyacente al cuerpo geniculado medial del sistema auditivo. De origen cortical A menudo se afirma que las lesiones que afectan a las radiaciones ópticas anteriores (lóbulo temporal) causan alucinaciones formes y que las lesiones más posteriores (lóbulos parietal y occipital) dan lugar a alucinaciones informes. Sin embargo, puede haber excepciones a esta regla. En raras ocasiones, las lesiones mesencefálicas pueden causar alucinaciones (alucinosis peduncular). Estas alucinaciones son formes y constantes. Suelen asociarse a inversión del ciclo sueño-vigilia. Pueden acompañarse de otros síntomas si se afectan estructuras adyacentes (p. ej., fascículos del III par, haces corticoespinales). Lóbulos occipitales temporal y parietal Las lesiones del lóbulo temporal a menudo producen alucinaciones olfativas y gustativas. Los fenómenos visuales de esta área suelen ser alucinaciones formes complejas en el campo visual ipsolateral o contralateral. La epilepsia es la causa más habitual de alucinaciones de origen temporal. La existencia de un aura visual implica que la epilepsia empieza focalmente. En el lóbulo parietal las alucinaciones pueden ser formes o informes. Las alucinaciones informes son frecuente en los trastornos del lóbulo occipital. Los pacientes pueden describir flashes de luz blancos o coloreados, colores calidoscópicos, discos en movimiento, destellos o un patrón hexagonal (en tela metálica o en panal). El blanqueamiento completo de la visión sugiere isquemia bilateral del lóbulo occipital. Los pacientes a veces describen alucinaciones dentro de una hemianopsia o cuadrantanopsia homónima. Estas imágenes suelen ser complejas y pueden ser estáticas o desplazarse por el campo visual. La palinopsia alucinatoria (v. el apartado siguiente) es la aparición de personas u objetos vistos con anterioridad. Puede deberse a afectación temporal, parietal u occipital, sobre todo por isquemia de la circulación posterior. Palinopsia Pueden aparecer interesantes fenómenos corticales en trastornos del área parietooccipital no dominante. La palinopsia es la perseveración visual tras la retirada del estímulo original (postimágenes múltiples). Las postimágenes pueden asociarse a hemianopsia homónima, apareciendo las imágenes palinópsicas en el hemicampo ciego. También puede haber alucinaciones visuales. La migraña y algunos fármacos (clomifeno, trazodona, nefazodona) pueden producir síntomas similares. Lepore FE. Spontaneous visual phenomena with visual loss: 104 patients with lesions of retinal and neural afferent pathways. eurology. 1990;40(3 pt 1):444–447. Vaphiades MS, Celesia GG, Brigell MG. Positive spontaneous visual phenomena limited to the hemianopic field in lesions of central visual pathways. eurology. 1996;47(2):408–417. Migraña Se cree que los fenómenos visuales de la migraña se deben a actividad excitadora anormal en la corteza cerebral, seguida de una onda de depresión funcional neuronal (depresión propagada de Leão). En la migraña con aura, los fenómenos visuales duran característicamente 10-30 min y van seguidos de una cefalea típica (v. cap. 12). Las alucinaciones son binoculares. Además del clásico espectro de fortificación, los pacientes pueden experimentar el «efecto de Alicia en el país de las maravillas» (micropsia/macropsia), imágenes formes o informes o distorsión visual, que a menudo se describe como ondas de calor, cristal quebrado, visión calidoscópica o visión fragmentada. Los pacientes también pueden experimentar fenómenos visuales sin cefalea. Síndrome de Charles Bonnet El síndrome de Charles Bonnet consiste en la asociación de alucinaciones visuales y patología ocular que causa un deterioro de visión bilateral sin que haya afectación del estado cognitivo. En este síndrome, las alucinaciones pueden ser elementales o muy organizadas y complejas. Los pacientes pueden referir alucinaciones formes o informes que son persistentes o aparecen y desaparecen bruscamente. Los pacientes con síndrome de Charles Bonnett tienen un estado mental normal y son conscientes de que las visiones no son reales. Si no se conoce la causa del déficit visual, deben realizarse pruebas neurorradiológicas. Se han probado diversos tratamientos médicos, con resultados desiguales. Menon GJ, Rahman I, Menon SJ, Dutton GN. Complex visual hallucinations in the visually impaired: the Charles Bonnet syndrome. Surv Ophthalmol. 2003;48(1):58–72. Rovner BW. The Charles Bonnet syndrome: a review of recent research. Curr Opin Ophthalmol. 2006;17(3):275–277. Paciente con trastornos de funciones corticales superiores La información visual que alcanza la corteza estriada occipital (área V1) representa el comienzo del proceso de «ver». Esta información debe procesarse por las áreas visuales corticales asociativas para que la visión se haga consciente (v. cap. 1). La información visual que llega a la corteza occipital primaria se proyecta por dos vías (v. cap. 1, fig. 1-22): una vía occipitotemporal ventral y otra occipitoparietal dorsal. La vía ventral participa en el procesamiento de los atributos físicos de la imagen («qué»), como el color, la forma y el patrón. La vía dorsal es importante para el análisis visoespacial («dónde», o localización de objetos en el espacio) y para orientar los movimientos oculares hacia objetos de interés. Además, las vías de interconexión son fundamentales para transferir información de la corteza primaria a las áreas asociativas (V2-V5). En general, los síndromes corticales secundarios a anomalías del procesamiento visual se producen por dos mecanismos: 1) puede haber lesión de áreas corticales específicas responsables del procesamiento de información, o 2) puede interrumpirse el flujo de información entre dichas áreas (síndromes de desconexión). Los trastornos visuales de las funciones corticales superiores pueden dividirse en problemas de reconocimiento de objetos, dificultad en las relaciones visoespaciales o conciencia del déficit visual (tabla 6-2). Tabla 6-2 Trastornos de funciones corticales superiores Trastornos de reconocimiento Agnosia de objetos Prosopagnosia Acinetopsia Alexia sin agrafia Acromatopsia cerebral Trastornos de relaciones visoespaciales Simultanagnosia Ataxia óptica Apraxia oculomotora adquirida Síndrome de Balint Alestesia visual Trastornos de la percepción de visión o pérdida de visión Síndrome de Anton Fenómeno de Riddoch Visión ciega Desatención hemiespacial Girkin CA, Miller NR. Central disorders of vision in humans. Surv Ophthalmol. 2001;45(5): 379– 405. Trastornos de reconocimiento Agnosia de objetos La interrupción del flujo de señales desde el lóbulo occipital hasta el área del lóbulo temporal que interviene en la identificación de objetos origina incapacidad para reconocer objetos (p. ej., un bolígrafo, una botella, un coche, etc.) se denomina agnosia de objetos, un tipo de desconexión visovisual. A menudo se debe a disfunción occipitotemporal bilateral (vía ventral) que afecta a los fascículos longitudinales inferiores. Los pacientes pueden identificar los objetos mediante el tacto o por descripciones, pero no con la vista. Prosopagnosia La prosopagnosia o incapacidad para reconocer caras familiares es una forma más específica de desconexión viso-visual. Estos pacientes suelen tener problemas en otras tareas de memoria visual. Este trastorno suele asociarse a lesión bilateral del lóbulo occipital, aunque también puede ocurrir en casos con afectación en la zona inferior derecha de dicho lóbulo. Son frecuentes los defectos homónimos superiores en el campo visual. Se cree que esta forma de agnosia es el motivo por el que los pacientes con enfermedad de Alzheimer avanzada no reconocen a sus familiares. Barton JJ. Disorders of face perception and recognition. eurol Clin. 2003;21(2):521–548. Acinetopsia Los pacientes con trastornos de la vía dorsal (área V5/MT) pueden perder la percepción visual del movimiento (acinetopsia), aunque sí pueden captar la forma, la textura y el color. Alexia sin agrafia La interrupción de la información visual entre el lóbulo occipital y la circunvolución angular dominante causa desconexión viso-verbal. Durante la lectura, la información visual del campo visual izquierdo se representa en el lóbulo occipital derecho y se transfiere al lado izquierdo del cerebro a través del cuerpo calloso, desde donde la información se pasa a la circunvolución angular para su comprensión. Sin embargo, la información del campo izquierdo no puede cruzar del lóbulo occipital derecho al izquierdo si el esplenio del cuerpo calloso está lesionado (fig. 6-1). Típicamente, existe también lesión del lóbulo occipital izquierdo, y esta combinación da lugar a una alexia sin agrafia (o sea, el paciente puede escribir, pero no leer). Suele deberse a un infarto del lóbulo occipital izquierdo y de las fibras que atraviesan el esplenio del cuerpo calloso. Sin embargo, como las estructuras situadas por delante del esplenio están intactas, estos pacientes pueden crear lenguaje y escribir. Si la propia circunvolución angular izquierda está dañada, se afectarán tanto la lectura como la escritura (alexia con agrafia). Estos pacientes a menudo presentan también acalculia, confusión derecha-izquierda y agnosia digital (síndrome de Gerstmann). Figura 6-1 Alexia sin agrafia. El diagrama describe el flujo de información desde el lóbulo occipital derecho y a través del esplenio del cuerpo calloso hasta la circunvolución angular. Una lesión del lóbulo occipital izquierdo obstruye este flujo. (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Biran I, Coslett HB. Visual agnosia. Curr eurol eurosci Rep. 2003;3(6):508–512. Acromatopsia cerebral La discriminación de colores puede ser anormal en lesiones bilaterales de los lóbulos parietal u occipital (circunvoluciones lingual y fusiforme; v. cap. 1). Los pacientes afectados no pueden emparejar colores ni ordenarlos según su matiz. La lesión bilateral de la corteza occipital ventromedial puede causar acromatopsia completa; la lesión unilateral puede originar solo hemiacromatopsia. A menudo existen defectos superiores homónimos del campo visual. Heywood CA, Kentridge RW. Achromatopsia, color vision, and cortex. eurol Clin. 2003;21(2):483–500. Trastornos de las relaciones visoespaciales Simultanagnosia La simultanagnosia es la incapacidad de integrar los múltiples elementos de una escena para formar una imagen global. El médico puede valorar la simultanagnosia pidiendo al paciente que describa lo que ve en una escena (fig. 6-2). La descripción de solo una parte del dibujo delata que hay un problema del análisis visual. El paciente no describirá otras partes de la imagen a no ser que el examinador las identifique. Las pruebas de visión cromática con láminas seudoisocromáticas de Ishihara pueden sugerir simultanagnosia si el paciente puede identificar los colores pero no la forma de los números (el paciente no ve la imagen global como una suma de sus partes). Figura 6-2 Se pide al paciente que describa lo que ocurre en este dibujo, la «escena del robo de galletas», modificada del Boston Diagnostic Aphasia Examination. El paciente con simultanagnosia describirá una parte de la escena y no verá nada más. (Reproducida con autorización a partir de Kline LB, Bajandas FJ. euro-Ophthalmology Review Manual. Rev. 5th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2004:227.) Brazis PW, Graff-Radford NR, Newman NJ, Lee AG. Ishihara color plates as a test for simultanagnosia. Am J Ophthalmol. 1998;126(6):850–851. Ataxia óptica Los pacientes con ataxia óptica alcanzan los objetos como si estuvieran ciegos; existe una desconexión entre la señal visual y el sistema motor. La localización anatómica es compleja y afecta a la corteza parietal posterior, la corteza premotora, las áreas motoras, las áreas corticales ventromediales y estructuras subcorticales. Apraxia oculomotora adquirida También llamada «espasmo de fijación» o «parálisis psíquica de la mirada», la apraxia oculomotora adquirida consiste en una pérdida de los movimientos voluntarios de los ojos al fijar un objeto. Parece que se debe a lesiones del campo ocular frontal. Síndrome de Balint El síndrome de Balint es un raro fenómeno secundario a lesiones occipitoparietales bilaterales que consiste en la tríada de simultanagnosia, ataxia óptica y apraxia oculomotora adquirida. Clínicamente, esta tríada de hallazgos rara vez ocurre completa, por lo que se estudian individualmente, como se ha expuesto. Alestesia visual Los pacientes con alestesia visual ven su entorno rotado, plegado o invertido. El daño se localiza en la región bulbar lateral (síndrome de Wallenberg) o en el área occipitoparietal. Problemas de percepción de la visión o del déficit visual Síndrome de Anton Un paciente con ceguera cortical puede negar que tenga problemas visuales; se habla entonces de síndrome de Anton. Los pacientes con dicho síndrome no tienen comportamiento visual demostrable, pero presentan alucinaciones y confabulaciones visuales y aseguran que pueden ver. El síndrome de Anton es más frecuente en infartos occipitales bilaterales y se ha descrito en pacientes con ceguera secundaria a neuropatías ópticas bilaterales. Stasheff SF, Barton JJS. Deficits in cortical visual function. Ophthalmol Clin orth Am. 2001;14(1):217–242. Fenómeno de Riddoch La conservación de percepción de movimiento en un hemicampo ciego se denomina fenómeno de Riddoch. Si aparece en el contexto de una hemianopsia homónima por lo demás completa, se cree que conlleva un mejor pronóstico visual. Visión ciega Los pacientes con ceguera cortical pueden tener de forma inconsciente una percepción visual rudimentaria (visión ciega). Puede deberse a las vías visuales a través del tubérculo cuadrigémino superior o a conexiones entre el cuerpo geniculado lateral y la corteza visual extraestriada. Desatención hemiespacial Los pacientes con desatención hemiespacial (hemidesatención) no reconocen objetos en un área de la visión que sabemos que está intacta. La prueba de confrontación con una estimulación doble simultánea puede servir para demostrar este trastorno (v. en el cap. 3 la descripción de la prueba del campo visual por confrontación). La desatención hemiespacial suele deberse a lesión del hemisferio derecho (corteza parietal posterior, campos oculares frontales, cíngulo), que media en la atención de ambos hemicampos. Kline LB, Bajandas FJ. euro-Ophthalmology Review Manual. Rev. 5th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2004:chap 18.) Capítulo 7 Paciente con trastornos supranucleares de la movilidad ocular El sistema visual eferente controla los movimientos oculares. La anatomía de este sistema se expone en el capítulo 1. Básicamente, el sistema oculomotor eferente (como todos los sistemas eferentes) puede dividirse en vías supranucleares e infranucleares. Esta distinción tiene importancia clínica porque los trastornos supranucleares casi siempre afectan a ambos ojos de forma similar, mientras que los infranucleares afectan a los dos ojos de forma diferente. Los patrones de disfunción simétrica que ocurren en los trastornos supranucleares es característico que no produzcan diplopía (aunque hay excepciones, como la desnivelación ocular). Por el contrario, la diplopía es típica de las lesiones infranucleares. Las primeras se analizan en este capítulo, mientras que las últimas se estudiarán en el capítulo 8. Las vías supranucleares incluyen todas las regiones premotoras y motoras de la corteza frontal y parietal, el cerebelo, los ganglios basales, los tubérculos cuadrigéminos superiores, el tálamo (cuerpo geniculado lateral dorsal y pulvinar) y centros troncoencefálicos, como la formación reticular pontina paramediana, los integradores nerviosos y los núcleos vestibulares. Las vías infranucleares incluyen los núcleos oculomotores, los segmentos troncoencefálicos de los nervios motores oculares comunes, los segmentos periféricos de los nervios motores oculares comunes comunes (cuando atraviesan el espacio subaracnoideo, el seno cavernoso, la hendidura orbitaria superior y la órbita), la unión neuromuscular y los músculos extraoculares. Principios básicos del control oculomotor El sistema visual aferente de los primates está globalmente diseñado para lograr dos objetivos fundamentales: 1) detectar la presencia de objetos en el entorno, y 2) proporcionar un buen nivel de resolución espacial de aquellos objetos que llamen nuestra atención. Toda la retina extrafoveal está dedicada fundamentalmente a la detección de objetos. Solo la fóvea, que ocupa una pequeña fracción del área retiniana total, proporciona imágenes de alta calidad que nos permiten leer o realizar tareas visomotoras de alta precisión. Nuestra atención a objetos localizados periféricamente suele surgir de la percepción de algún estímulo cambiante (p. ej., que se mueve, se vuelve más grande o brillante). Un principio básico de todos los sistemas sensoriales es que cualquier estímulo persistente sin cambios produce una atenuación gradual de la respuesta nerviosa. Esto explica, por ejemplo, por qué no prestamos atención al estímulo táctil constante de un reloj de pulsera o de las prendas que vestimos. Este diseño fisiológico mejora la eficiencia de la comunicación nerviosa. El movimiento es un estímulo especialmente poderoso que activa la percepción consciente de un objeto en nuestro entorno. Los objetos móviles, sin embargo, representan un desafío especial cuando deseamos fijarlos. Cualquier imprecisión para mantener el alineamiento de la fóvea sobre la diana móvil degrada el aspecto de la imagen. En nuestro ambiente natural, esta tarea se complica por el movimiento simultáneo y normalmente independiente del sujeto y el objeto. La necesidad de mantener una visión de alta calidad a pesar de este «movimiento relativo» se resuelve mediante múltiples sistemas oculomotores que han evolucionado para superar este reto. Estos sistemas proporcionan un flujo de salida incesante para rastrear un objeto a lo largo de un amplio intervalo de velocidades relativas (tabla 7-1). Tabla 7-1 Movimientos oculares Clase Función principal Mantienen estable la imagen retiniana durante las rotaciones o traslaciones Vestibulares breves de la cabeza Mantienen estable la imagen de un objeto estacionario reduciendo al mínimo la De fijación visual deriva de los ojos Mantienen estables las imágenes en la retina durante una rotación sostenida de la Optocinéticos cabeza De seguimiento Mantienen estable la imagen del objeto durante el movimiento lineal propio o lento del objeto Fases rápidas de Recolocan los ojos durante una rotación prolongada para dirigir la mirada a la nistagmo escena siguiente Sacádicos Llevan rápidamente el objeto de interés a la fóvea Mueven los ojos en direcciones opuestas para que se forme una imagen única Vergencias simultáneamente en ambas fóveas Los objetos que se mueven relativamente despacio (no más de 30° por segundo) son rastreados por el sistema de seguimiento (téngase en cuenta que un objeto a esta velocidad cubriría un tercio de la distancia desde la posición primaria al extremo temporal del campo visual en 1 s). Los objetos a esta velocidad pueden rastrearse incluso aunque se mueva simultáneamente la cabeza gracias a la influencia de los reflejos oculovestibulares (ROV), que producen movimientos oculares en dirección opuesta a la de la cabeza. Los ROV, sin embargo, se atenúan con bastante rapidez (en pocos segundos) durante un período prolongado de velocidad estable de la cabeza. Cualquier atenuación de la respuesta del ROV reducirá la capacidad de seguir un objeto en movimiento, causando borrosidad visual. La capacidad de seguir objetos a lo largo de un período prolongado de movimientos se consigue gracias al sistema del nistagmo optocinético ( OC), que usa el seguimiento lento para rastrear un objeto móvil pero introduce luego un sacádico en dirección opuesta cuando se alcanza la amplitud máxima del sistema de seguimiento. Estas respuestas vestibulares pueden suprimirse mediante la fijación visual en un objeto (p. ej., el malestar de la cinetosis puede aliviarse fijando la vista en un objeto inmóvil). Los objetos de movimiento más rápido escapan al sistema de seguimiento lento, pero sí pueden ser seguidos por los movimientos oculares relativamente rápidos y sucesivos generados por el sistema sacádico. Estos movimientos oculares, conocidos como sacádicos, son movimientos «balísticos», ya que no pueden alterarse una vez iniciados. El movimiento relativo de un objeto que se nos acerca o se aleja de nosotros activa uno de los sistemas de vergencia. La convergencia, que rota los ojos hacia dentro, se activa por el movimiento relativo que aproxima el objeto. La divergencia se activa por el movimiento que produce separación creciente del objeto y el observador. Las anomalías en cualquiera de estos sistemas da lugar al deterioro de la agudeza visual, borrosidad visual, oscilopsia y posiblemente algún grado de cinetosis. Cada uno de los sistemas de seguimiento, NOC y sacádicos es controlado por vías anatómicas diferentes. Sin embargo, a nivel del troncoencéfalo, los sistemas de seguimiento y sacádico comparten las mismas neuronas supranucleares (incluyendo la formación reticular pontina paramediana para los movimientos horizontales y el núcleo intersticial rostral del fascículo longitudinal medio para los movimientos verticales), que a su vez inervan los núcleos de los pares craneales oculomotores. La divergencia anatómica entre estas vías hace posible la alteración selectiva de alguna de estas funciones oculomotoras por un proceso patológico. Igualmente, la exploración clínica de estos sistemas permite al médico apreciar qué componentes del sistema nervioso y su anatomía están afectados, lo que pueden aportar información importante para interpretar qué enfermedad puede estar detrás de la disfunción. La fijación foveal en un objeto proporciona el mayor grado de detalle espacial. Sin embargo, la fijación foveal mantenida causa una atenuación de las respuestas neuronales de la retina, como se ha descrito previamente. La degradación resultante de la calidad de la imagen se contrarresta por movimientos microsacádicos de refijación. Estos movimientos oculares son excursiones de «onda cuadrada» continuas y de muy pequeña amplitud (0,1-0,2° de ángulo visual). El término ondas cuadradas deriva de su aspecto en el registro gráfico de los movimientos oculares, en el que los movimientos de igual amplitud y velocidad a derecha e izquierda con un breve intervalo intersacádico dan lugar a trazados en forma de ondas cuadradas (v. cap. 9). Los movimientos a uno y otro lado son lo suficientemente pequeños para que la imagen se mantenga en el campo de la fóvea, pero también lo suficientemente amplios para proporcionar a los fotorreceptores una imagen que cambia continuamente, lo que mejora la calidad perceptiva. Al igual que para todos los movimientos sacádicos, existe una pequeña pausa (180-200 ms) entre cada movimiento (o sea, un intervalo intersacádico). Anatomía y pruebas clínicas de las clases funcionales de movimientos oculares La exploración clínica del sistema central de movimientos oculares incluye el estudio de la fijación, los ROV, el NOC, los movimientos oculares sacádicos y de seguimiento lento y la convergencia (v. tabla 7-1). Cada uno de estos movimientos está controlado por vías anatómicas específicas, cuyos objetivos comunes son mantener la posición de ambos ojos sobre los objetos de interés y permitir movimientos oculares precisos para las localizaciones espaciales deseadas. En las siguientes secciones se describen los métodos para evaluar cada subsistema. El estudio completo de la movilidad ocular también requiere la exploración del nistagmo, que se analiza en el capítulo 9. Estabilidad ocular Se requiere la fijación visual para mantener la imagen de un objeto en la fóvea. El sistema que mantiene este alineamiento mientras el objeto o la persona se mueven está complementado por el sistema de seguimiento. Hay pruebas de que ambos sistemas están controlados por vías anatómicas distintas, aunque no se conocen bien las estructuras que participan en la fijación visual. La prueba más directa para comprobar la estabilidad ocular consiste en observar la capacidad del paciente para mantener la fijación en una diana mientras permanecen fijos el cuerpo y la cabeza. Al explorar esta capacidad de fijación de objeto, puede ponerse de manifiesto un nistagmo espontáneo, que casi siempre se debe a un desequilibrio de la señal vestibular sobre los núcleos oculomotores. Los movimientos oculares anormales secundarios a disfunción vestibular pueden suprimirse mediante la fijación visual (y empeorarán en ausencia de información visual; v. cap. 9). Durante la tarea de ver un objeto, la fijación se usa para suprimir cualquier movimiento ocular indeseado. Los sacádicos indeseables que no pueden suprimirse por los mecanismos de fijación normal se denominan intrusiones sacádicas; las más frecuentes son los sacádicos en ondas cuadradas (que alejan a los ojos del objeto y luego vuelven a él con movimientos simétricos a derecha e izquierda; v. cap. 9). Pueden verse pequeños movimientos de este tipo en individuos normales, pero son más patentes en pacientes con parálisis supranuclear progresiva (PSP) y diversas enfermedades del cerebelo. Reflejo oculovestibular La función del ROV es mantener las imágenes visuales estables en la retina durante las rotaciones breves y de alta frecuencia de la cabeza, como las que ocurren normalmente al caminar. Las respuestas del ROV se originan tanto en los canales semicirculares (para los movimientos angulares) como en los otolitos del utrículo y el sáculo (para la aceleración lineal). La actividad nerviosa (excitadora e inhibidora) de estas estructuras pasa por los nervios vestibulares hasta los núcleos vestibulares del bulbo troncoencefálico, desde donde se proyecta a las motoneuronas oculares (o sea, la vía del reflejo oculovestibular; v. cap. 1, fig. 1-32). Los núcleos vestibulares están estrechamente conectados con el cerebelo, sobre todo con el vermis anterior, el nódulo y el flóculo. Cada uno de los canales semicirculares inerva un par de músculos yuntas extraoculares, que mueven los dos ojos en el mismo plano del canal. Cada canal semicircular controla los movimientos rotacionales en ambas direcciones de ese plano; estos movimientos están controlados por dos poblaciones de neuronas que muestran actividad antagonista entre sí, según la dirección del movimiento. La respuesta del ROV se atenúa con bastante rapidez, pero un mecanismo de «almacenamiento de velocidad» proporciona al ROV un período de influencia más largo durante los movimientos cefálicos más prolongados. La disfunción del ROV puede ser fácilmente puesta de manifiesto en la exploración ocular. El nistagmo espontáneo es la marca del desequilibrio vestibular estático. La estabilidad puede valorarse mejor mirando el fondo de ojo con un oftalmoscopio directo para observar si hay desplazamientos repetitivos de la papila óptica. La prueba se realiza primero con el otro ojo fijando algún objeto. A continuación se juzga el efecto de retirar la fijación visual (para lo que basta con tapar el otro ojo). Un aumento del nistagmo tras eliminar la fijación visual, mientras la cabeza y el cuerpo mantienen una posición estable, sugiere la presencia de un desequilibrio no compensado del sistema vestibular periférico. La deriva de la papila a la derecha del paciente (producida por deriva de los ojos a la izquierda) revela que es deficiente la señal del vestíbulo o el órgano vestibular izquierdos (v. «Nistagmo vestibular» en cap. 9). Los sacádicos horizontales de la cabeza durante 10-15 s inducirán un nistagmo transitorio tras dejar estable la cabeza si existe asimetría (en las señales de almacenamiento de velocidad) de la información vestibular. La prueba debe llevarse a cabo a oscuras para impedir que el paciente fije visualmente durante la misma, ya que se suprimirían las respuestas vestibulares. Esto puede lograrse si el paciente cierra los ojos en la habitación a oscuras o si lleva una montura de pruebas con lentes muy positivas (+ 20 D) o una gafas de Frenzel. Sin encender la luz, deben examinarse los movimientos oculares tras completar los sacádicos cefálicos, iluminando los ojos desde un lado. Puede haber un nistagmo por sacádico cefálico en casos de lesiones vestibulares centrales o periféricas. La ganancia del ROV (o sea, la relación entre las amplitudes de rotación ocular y de la cabeza) puede evaluarse clínicamente con la maniobra de propulsión cefálica o mediante oftalmoscopia. La maniobra de propulsión cefálica consiste en que el médico gire bruscamente la cabeza del paciente (con poca amplitud) mientras este fija la vista en un objeto con su corrección habitual. El sistema del ROV es el principal encargado de este tipo de movimientos cefálicos. Normalmente, si la cabeza se acelera 10°, los ojos se moverán exactamente 10° en la dirección opuesta para mantener la foveación de una diana estacionaria. Cualquier desequilibrio de la ganancia vestibular hará que el ojo pierda la fijación del objeto al final de la propulsión cefálica, por lo que se producirá un sacádico de refijación para recuperarla. Si la cabeza se rota hacia el lado de la lesión, se observará una respuesta deficitaria. Una prueba más sensible de la ganancia del ROV puede llevarse a cabo observando el fondo de ojo con un oftalmoscopio directo. Cuando se permite la fijación visual, el sistema de seguimiento puede mantener estable la posición del ojo con movimientos cefálicos de hasta 2 Hz. A frecuencias mayores, como las que deben emplearse para esta prueba, puede aislarse la función del sistema ROV, y se pondrá de manifiesto cualquier anomalía del sistema. La ganancia normal de 1 permitirá que la posición de la papila parezca estacionaria mientras se mueve la cabeza. La deriva de la papila al mismo lado del movimiento cefálico o al contrario revelan, respectivamente, hiperactividad o hipoactividad del sistema del ROV. La pérdida o hipofunción vestibular bilateral se puede valorar fácilmente midiendo la agudeza visual durante las rotaciones oculares (agudeza visual dinámica). Mientras el paciente lee una escala de Snellen con la corrección óptica apropiada, se realizan pequeñas rotaciones horizontales de la cabeza a una frecuencia aproximada de 2 Hz. Una ganancia subnormal del ROV bilateral causará un desajuste de amplitud entre las rotaciones oculares y cefálica, por lo que la diana caerá fuera de la fóvea y la agudeza visual descenderá varias líneas (normalmente cuatro o más) en la pérdida vestibular bilateral. istagmo optocinético El NOC mantiene la alineación estable de las imágenes en la retina durante las rotaciones prolongadas de la cabeza (o el entorno). Durante aproximadamente 30 s, las propiedades dinámicas del líquido permiten a los conductos semicirculares, mediante el ROV, mantener la eferencia nerviosa para compensar la rotación ocular (o sea, se atenuará el ROV inducido por la rotación). A partir de este punto, el NOC proporciona una respuesta mantenida para el control de la posición ocular que contrarresta el efecto de las rotaciones persistentes. Por tanto, el ROV y el NOC actúan de forma sinérgica para alinear adecuadamente los ojos durante las rotaciones de la cabeza. Sin embargo, el sistema de seguimiento (que se activa por la atención visual a un objeto) tiene más influencia para mantener el alineamiento correcto durante las rotaciones prolongadas que el sistema optocinético (que puede ser más importante para esta tarea en animales sin fóvea). Igualmente, los movimientos de seguimiento también contribuyen a la estabilidad ocular durante las rotaciones cefálicas breves que activan principalmente el ROV. La respuesta inicial del NOC es un movimiento de seguimiento, que por tanto emplea las vías de estos movimientos (descritos en un apartado posterior). A continuación, las mismas neuronas vestibulares que responden a la estimulación vestibular inducen un nistagmo corrector en sentido opuesto, aunque, como se ha señalado anteriormente, la señal vestibular decae cuando el estímulo principal es la rotación cefálica. Por eso, en caso de movimientos visuales prolongados a través de la retina (como cuando corremos continuamente), el reflejo del NOC es capaz de mantener la fijación visual adecuada incluso aunque desaparezca cualquier influencia vestibular por los movimientos cefálicos. Esto permitiría estudiar la integridad de las neuronas vestibulares sin tener que emplear estímulos vestibulares. Para explorar correctamente el NOC, es necesario que el estímulo en movimiento ocupe todo el entorno visual y que exista un breve período posnistagmo optocinético (PNOC) una vez que cese el movimiento; este tipo de pruebas solo puede realizarse en un laboratorio especializado. Pero incluso así, las respuestas oculares inducidas no «aíslan» el sistema de NOC, sino que reflejan, además, la influencia del sistema de seguimiento lento (la fijación voluntaria de una diana en movimiento activa el sistema de seguimiento lento, mientras que los movimientos oculares involuntarios inducidos por los estímulos en movimiento dependen del sistema de NOC). El tambor rotatorio de bandas negras y blancas que los médicos usan en la consulta, aunque muy práctico, abarca solo una parte del campo visual y, en realidad, explora únicamente los sistemas de seguimiento lento y sacádico. Sistema sacádico El objetivo del sistema sacádico es dirigir rápidamente la fóvea hacia el objeto de interés. Los sacádicos son movimientos balísticos que generalmente no pueden alterarse una vez iniciados. La velocidad de los sacádicos se correlaciona con la extensión del movimiento ocular: los sacádicos de mayor amplitud son más rápidos que los de menor amplitud, relación que se conoce como secuencia principal. La velocidad de los sacádicos pueden superar los 500° por segundo, lo que permite que los ojos se desplacen desde la posición primaria al extremo más distante del campo visual temporal en solo 0,2 s. La duración de los sacádicos suele ser inferior a 100 ms. Los sacádicos voluntarios están controlados por diversas áreas de la corteza cerebral, como las zonas premotoras que se proyectan a los campos oculares frontales (COF, v. cap. 1). La activación de estos campos produce sacádicos conjugados contralaterales. Las vías descendentes de los COF inervan principalmente la formación reticular pontina paramediana (FRPP) contralateral, pero también se comunican con diversas estructuras intermedias, como los ganglios basales y los tubérculos cuadrigéminos superiores, que participan asimismo en el control de los movimientos oculares. Finalmente, el flujo de salida de los COF a través de esta vía alcanza las motoneuronas oculares (pares craneales III, IV y VI), donde la velocidad de los movimientos oculares se codifica por la frecuencia de los impulsos y su amplitud por la duración de la excitación. Existe una correlación constante entre la velocidad y la amplitud de los movimientos sacádicos oculares. Cada sacádico refleja dos componentes de la señal nerviosa que lo controla, o sea, una señal de «impulso» seguida de otra de «paso» (fig. 7-1). La velocidad del segmento inicial de los movimientos oculares se produce por una señal nerviosa relativamente intensa llamada impulso. La integración de los movimientos oculares horizontales que proporciona la señal nerviosa necesaria para controlar la colocación excéntrica de los ojos (o sea el paso) se debe al núcleo vestibular medial y al núcleo accesorio del XII par (conocido normalmente como el núcleo prepositus del hipogloso) en el bulbo raquídeo. El centro troncoencefálico supranuclear de control de los movimientos oculares conjugados verticales y torsionales es el núcleo intersticial rostral del fascículo longitudinal medio (FLM; irFLM), que se localiza en el mesencéfalo. La integración de los movimientos oculares verticales que proporciona la señal de «paso» que controla la posición excéntrica de los ojos es obra del cercano núcleo intersticial de Cajal ( IC). (Obsérvese que esta estructura es homóloga al núcleo accesorio del XII par, que lleva a cabo la función integradora que controla los movimientos oculares horizontales.) Los sacádicos y el mantenimiento de la mirada también están muy influidos por el cerebelo. Figura 7-1 Influencia combinada de las señales de impulso y paso que contribuyen a la generación de un movimiento ocular sacádico. Este esquema muestra la coordinación entre las células de omnipausa (P), las células de ráfagas (R) y las células del integrador nervioso (I ) para la generación de un sacádico. El IN realiza la integración de la cantidad de actividad nerviosa necesaria para ejecutar un movimiento ocular a lo largo de un período de tiempo (∫dt). Las células de omnipausa detienen su descarga justo antes del comienzo del sacádico. Al mismo tiempo, las células de ráfagas crean el impulso que inicia el sacádico. Este impulso es recibido por el IN, que determina el paso necesario para mantener la posición excéntrica de los ojos. El impulso y el paso modifican la tasa de descarga de las motoneuronas oculares (M O) que activan un músculo extraocular para ejecutar un movimiento del ojo. El gráfico de abajo a la derecha (E) representa la variación de la posición del ojo desde el estado basal hasta una posición excéntrica mantenida. Las líneas verticales representan las descargas individuales de las neuronas. Bajo cada esquema de descargas nerviosas (barras) se muestra una gráfica de la tasa de descargas en el tiempo. (Reproducido con autorización a partir de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 3rd ed. Contemporary Neurology Series. New York: Oxford University Press; 1999.) Los sacádicos pueden explorarse haciendo que el paciente cambie rápidamente la fijación entre dos objetos, como los dedos índices extendidos del examinador, que pone sus manos a derecha e izquierda del paciente. Debe valorarse la latencia (duración entre el estímulo y el movimiento), la velocidad y la conjugación (hasta qué grado se mueven los dos ojos juntos) de los movimientos; la presencia de uno o dos pequeños sacádicos de ajuste puede considerarse normal. Un sacádico hipométrico es aquel que no llega al objeto de interés, y un sacádico hipermétrico, el que lo sobrepasa. Sistema de seguimiento lento El sistema de seguimiento permite la visión nítida al mantener el alineamiento de la fóvea con un objeto móvil y, de forma similar, conserva el alineamiento foveal cuando el sujeto se mueve en su entorno. El sustrato nervioso que controla los movimientos de seguimiento a nivel cerebral incluye, entre otras áreas, el COF y el área temporal media (áreas TM, donde las neuronas responden preferentemente a la velocidad y dirección de los estímulos en movimiento), el área temporal superior medial (área TSM) y la corteza parietal posterior. (Las áreas TM y TSM forman parte de la corriente de procesamiento visual dorsal, que desempeña un papel importante en la detección de estímulos visuales en movimiento; v. cap. 1, fig. 1-26.) Las vías descendentes a la protuberancia surgen de un área en la confluencia de los lóbulos parietal, temporal y occipital y luego atraviesan el brazo posterior de la cápsula interna. A nivel del troncoencéfalo, el sistema de seguimiento usa algunas de las estructuras descritas para los sacádicos (FLM y núcleos de pares craneales, sobre todo), con la participación adicional de otros núcleos pontinos. Estos núcleos envían proyecciones al cerebelo, donde el paraflóculo interviene para mantener los movimientos de seguimiento. Los movimientos oculares de seguimiento se exploran pidiendo al paciente que siga un objeto que se mueve de forma previsible horizontal y luego verticalmente mientras se mantienen fijos la cabeza y el cuerpo. Es importante que el objeto se mueva relativamente despacio, a no más de 30° por segundo (o sea, un tercio de la distancia desde la posición primaria hasta el extremo temporal de campo visual). Debe valorarse la latencia para iniciar los movimientos oculares y la precisión del seguimiento del objeto móvil. La ganancia de los movimientos oculares debe ser 1, es decir, que los ojos deben seguir exactamente al estímulo que se mueve lentamente. Una ganancia baja hace que los ojos vayan por detrás del estímulo, lo que típicamente da lugar a la generación de un sacádico que permite que lo ojos alcancen el estímulo. Vergencia Los movimientos oculares de vergencia llevan los ojos en direcciones opuestas para mantener la imagen de un objeto en la fóvea de ambos ojos cuando el objeto se acerca o se aleja del observador. Los movimientos de vergencia se inician principalmente por la disparidad de la posición relativa de las imágenes en la retina. No se conocen bien las estructuras cerebrales que activan los movimientos de vergencia en primates. Las células corticales de activación binocular responden selectivamente a la disparidad de posición visual. Se sabe que las neuronas del troncoencéfalo que inician los movimientos de vergencia se localizan en la formación reticular mesencefálica, justo por detrás de los núcleos del III par. La convergencia se explora con una diana acomodativa con el suficiente detalle visual para que sea necesario un esfuerzo para verla claramente (no debe usarse una linterna porque su estímulo es difuso). Un déficit aparente de convergencia puede deberse a que el paciente no se esfuerce, lo que puede limitar su utilidad clínica. Trastornos clínicos de los sistemas oculomotores Disfunción de la estabilidad ocular La estabilidad de la fijación ocular puede alterarse por diversos tipos de movimientos oculares anormales denominados globalmente intrusiones sacádicas (v. cap. 9). Estas intrusiones son de duración breve, bastante rápidas y, en casos típicos, de pequeña amplitud. Las intrusiones más comunes son los sacádicos en ondas cuadradas, que desvían los ojos del objeto de fijación con movimientos simétricos (v. la exposición anterior). Los sacádicos en ondas cuadradas pueden verse raramente en personas normales, sobre todo durante los movimientos de seguimiento lento, siendo bastante frecuentes o casi continuos en pacientes con PSP y ciertas enfermedades. Los sacádicos en ondas cuadradas pueden distinguirse de otros tipos de movimientos oculares anormales, como el nistagmo, mediante la simple observación clínica. Están compuestos solo por fases rápidas, sin fases lentas. Además, los sacádicos en onda cuadrada, que pueden variar de amplitud entre 0,5 y más de 5° (en este último caso se habla de macrosacádicos en ondas cuadradas), son de mucha menor amplitud que los movimientos oculares del nistagmo pendular típico; este último es más duradero y oscila en torno al punto de fijación, mientras que en las sacádicos en ondas cuadradas los ojos se mueven a un lado y luego retoman la fijación tras un breve intervalo intersacádico. Consúltese el capítulo 9 para más información sobre las intrusiones sacádicas. Los factores cognitivos de orden superior, como los que aparecen en pacientes con enfermedades demenciales o con trastornos de atención, pueden dificultar la identificación de un auténtico problema de inestabilidad oculomotora (la mala capacidad de atención de este tipo se manifiesta a menudo por bajas puntuaciones en la perimetría automatizada, que requiere largos períodos de atención cognitiva a un objeto de fijación.) Disfunción oculovestibular Los movimientos oculares pueden alterarse por trastornos centrales o periféricos de la actividad vestibular, aunque la lesión periférica de su órgano terminal —los canales semicirculares— es con mucho la causa más frecuente (v. el apartado «Reflejo oculovestibular», para la evaluación de la ganancia del ROV en pacientes encamados). Los pacientes con enfermedades vestibulares a menudo tienen nistagmo, cuyas características se analizan en el capítulo 9. Los trastornos periféricos también pueden afectar a los órganos con otolitos, que, cuando se alteran de forma unilateral, pueden producir una desnivelación ocular o una reacción de inclinación ocular (o sea, una combinación de inclinación cefálica, desnivelación ocular y rotación ciclotorsional de los ojos; fig. 7-2). En la reacción de inclinación ocular, tanto la inclinación cefálica como la ciclotorsión rotan (los polos superiores de ambos ojos) hacia el lado contrario al del ojo hipertrópico, justo lo contrario que la rotación compensadora normal mediada por el ROV. Los trastornos de los otolitos también pueden originar la sensación de que el entorno está inclinado. Figura 7-2 Reacción de inclinación ocular. La inclinación aparente del entorno (2) es compensada para (3) conseguir la apariencia de una orientación normal recta (1). En la reacción de inclinación ocular, los polos superiores de ambos ojos rotan hacia la oreja más baja. (Reproducido con autorización a partir de Kline L. euro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008:71. Modified from Brandt T, Dieterich M. Pathological eye-hand coordination in roll: tonic ocular title reaction in mesencephalic and medullary lesions. Brain. 1987;110(Pt 3):649–666.) El desequilibrio vestibular es frecuente en lesiones del troncoencéfalo inferior (protuberancia baja y bulbo), a causa de la alteración de los núcleos vestibulares o sus interconexiones. Uno de los síndromes cerebrovasculares mejor conocidos que afecta a esta área es el síndrome bulbar lateral de Wallenberg. En general, la lesión de la región lateral del troncoencéfalo altera las vías sensoriales y, por tanto, el síndrome de Wallenberg es uno de los «accidentes cerebrovasculares sin parálisis» (v. cap. 2, fig. 2-5). Los pacientes se presentan con analgesia y anestesia térmica ipsolaterales en la cara (por afectación del haz descendente del V par), analgesia y anestesia térmica en la mitad contralateral del cuerpo (por afectación del haz espinotalámico lateral), ataxia cerebelosa ipsolateral (por lesión de los haces espinocerebelosos), síndrome de Horner de primer orden ipsolateral y, a veces, reacción de inclinación ocular. Los pacientes pueden tener disartria, disfagia, vértigo e hipo persistente, sin que exista debilidad en las extremidades. Aunque el bulbo lateral está en el territorio de la arteria cerebelosa inferior posterior, este síndrome se produce normalmente por oclusión de la arteria vertebral más proximal. Los pacientes con síndrome de Wallenberg pueden experimentar lateropulsión, es decir, la sensación de que son empujados por un lado, debido a lesión de los núcleos vestibulares. Estos pacientes también pueden presentar lateropulsión ocular, que puede reconocerse explorando los movimientos de seguimiento lento y sacádicos en el plano horizontal, ya que se descubrirá una tendencia a los movimientos hipermétricos hacia el lado de la lesión, y a los movimientos hipométricos hacia el lado opuesto. Este sesgo direccional también puede apreciarse porque los ojos se desvían hacia el lado de la lesión tras retirar la fijación visual durante un par de segundos (por ejemplo, haciendo que el paciente cierre los ojos). Aunque es esencial un ROV intacto para la visión nítida de objetos estacionarios cuando se mueve la cabeza, hay situaciones en las que la foveación estable depende de la capacidad de cancelar o suprimir el ROV. La supresión del ROV es importante cuando se mira un objeto que se mueve a la vez que la cabeza. La capacidad de suprimir el ROV puede valorarse en pacientes encamados haciendo que miren a una escala para cerca que sostienen con el brazo estirado mientras están sentados en una silla giratoria que se rota de lado a lado (fig. 7-3). La supresión del ROV normal permite a los ojos mantener la fijación en la escala de cerca durante la rotación sin tener que efectuar sacádicos de refijación; si hay un problema en la supresión del ROV, los ojos perderán de vista la diana durante la rotación. Como está dirigida por el ROV, la rotación del paciente hacia su derecha provocará un movimiento conjugado de los ojos hacia su izquierda, seguido de un sacádico corrector hacia la derecha, para retomar la diana. El deterioro de la cancelación del ROV implica una lesión cerebelosa, siendo especialmente frecuente en la esclerosis múltiple. Figura 7-3 Evaluación clínica de la supresión del reflejo oculovestibular. A. El paciente se sienta en una silla giratoria, fijando las letras de una escala de cerca que sostiene con los brazos extendidos. B. Si la supresión del ROV está normal (intacta), los ojos mantienen la fijación sobre la diana cuando rota el conjunto de la silla, la cabeza, los brazos del paciente y el papel. C. Por el contrario, si la supresión del ROV es anormal, los ojos se apartan de la diana durante la rotación por la incapacidad de cancelar el ROV. En este ejemplo, se rota la silla hacia la derecha del paciente, por lo que el ROV mueve los ojos hacia su izquierda, activando un sacádico a la derecha para recuperar la fijación de la diana; esta situación probablemente indique una patología del sistema cerebeloso derecho. (Ilustración de Christine Gralapp.) Disfunción del nistagmo optocinético El NOC representa una respuesta combinada de los sistemas optocinético y de seguimiento lento. La separación de la contribución optocinética y el componente de seguimiento lento de esta respuesta requiere normalmente examinadores o instrumentos de exploración especializados. Sin embargo, las anomalías del componente de seguimiento lento o sacádico pueden reconocerse con un tambor de NOC. Puede encontrarse asimetría de las respuestas inducidas por el tambor en las lesiones unilaterales de las vías cerebrales que descienden desde las áreas ipsolaterales parietal, temporal media o temporal superior medial hacia los centros oculomotores troncoencefálicos. La asimetría de la respuestas producidas por rotación de las bandas hacia la derecha del paciente sugiere una lesión del hemisferio cerebral derecho. Normalmente se requieren lesiones relativamente extensas de la corteza parietal o parietooccipital para producir asimetrías inducidas por el tambor; dichas lesiones suelen acompañarse de hemianopsia homónima. Una lesión confinada al lóbulo occipital (p. ej., la que suele producirse por accidente cerebrovascular en el territorio de la arteria cerebral posterior) también produce hemianopsia homónima, pero sin asimetrías del NOC. Por tanto, la exploración del NOC puede aportar información clínica sobre la localización y extensión de una lesión cerebral que origine hemianopsia homónima. Disfunción sacádica Los trastornos sacádicos pueden manifestarse por latencia anormal para iniciar los movimientos oculares, velocidad anormal de los movimientos oculares (generalmente lenta) o imprecisión de los movimientos oculares (hipometría o hipermetría) El tipo concreto de anomalía depende del patrón de actividad nerviosa que llega a las motoneuronas oculares. Un patrón con un pico subnormal de actividad del impulso da lugar a sacádicos lentos. Un patrón con amplitud incorrecta del impulso produce sacádicos imprecisos. El error al fijar una diana excéntrica se debe a un paso insuficiente para una amplitud dada del impulso. (V. «Nistagmo evocado por la mirada» en cap. 9.) La disfunción sacádica también puede producir intrusiones sacádicas indeseadas debido al fallo de los mecanismos de supresión, lo que puede alterar la fijación ocular (v. anteriormente en este capítulo «Disfunción de la estabilidad ocular» y, en cap. 9, «Intrusiones sacádicas»). En los casos más extremos, el paciente es incapaz de iniciar los sacádicos. El uso de la maniobra de cabeza de muñeca puede demostrar si esta incapacidad se debe a lesiones supranucleares o infranucleares. En caso de lesión supranuclear, la maniobra de cabeza de muñeca puede excitar las vías vestibulares para que activen sacádicos que no podrían iniciarse voluntariamente por las vías descendentes de los COF a los núcleos oculomotores. En los casos menos acusados, los sacádicos se inician algo más tarde (o sea, tienen una latencia aumentada). Al valorar la latencia de los sacádicos hay que tener en cuenta la edad del paciente; puede verse un aumento gradual de la latencia a edades crecientes. Los pacientes con PSP tienen sacádicos voluntarios lentos, sobre todo en el plano vertical, pero sus sacádicos reflejos (dirigidos a un objeto imprevisto, como una pelota que se lance al paciente o las fases rápidas del NOC) a menudo son inicialmente normales. Otros trastornos del sistema nervioso central pueden causar sacádicos lentos, como la degeneración cerebelosa, la enfermedad de Huntington, la enfermedad de Wilson, la enfermedad de Whipple y las lesiones pontinas. Las lesiones centrales que alteran la velocidad de los sacádicos suelen producir sacádicos más lentos de lo normal; esto ocurre en diversas lesiones periféricas (nerviosas, neuromusculares y restrictivas). Las lesiones periféricas casi siempre producen movimientos más lentos que además son hipométricos. Por el contrario, los sacádicos lentos pero completos≈son típicos de las lesiones centrales, sobre todo de los hemisferios cerebrales o los ganglios basales. Sea cual sea la localización de una lesión central, los sacádicos lentos se producen en último término por ausencia de activación de las neuronas de descarga o falta de inhibición de las neuronas de omnipausa, ambas situadas en la FRPP. La lentitud de sacádicos limitada al plano horizontal sugiere enfermedad de la protuberancia. La lentitud de los sacádicos únicamente en el plano vertical apunta a disfunción mesencefálica. En cualquiera de estos casos, existe normalmente un aumento de la latencia de los movimientos oculares. Los sacádicos hipométricos pueden verse en lesiones centrales o periféricas. Los sacádicos hipermétricos suelen deberse a enfermedades del cerebelo o sus interconexiones. La miastenia grave puede producir sacádicos más rápidos de lo normal («en relámpago»), aunque solo en parte de su recorrido. La precisión de los movimientos sacádicos oculares puede ser difícil de valorar en pacientes con pérdida significativa del campo visual. Los pacientes con grandes defectos campimétricos (como hemianopsia homónima o hemianopsia bitemporal) suelen tener problemas para dirigir los ojos correctamente a la región anormal del campo. En estos casos, los sacádicos son prácticamente siempre hipométricos. Los intentos repetidos por localizar objetos a menudo mejoran el funcionamiento sacádico, por lo que hay que tener cuidado al describir la presencia de sacádicos hipométricos en pacientes con pérdida visual significativa. La disfunción sacádica más frecuente es la limitación conjugada de la mirada hacia arriba típica del envejecimiento normal. Suele manifestarse como movimientos oculares que tienen un recorrido reducido pero velocidad normal. Aunque las alteraciones de la función sacádica son relativamente inespecíficas respecto a la etiología y el sitio de la lesión, existen notables excepciones en las que las anomalías sacádicas aportan pistas importantes para el diagnóstico. Así: • El descubrimiento de sacádicos claramente enlentecidos en un paciente con un síndrome extrapiramidal (p. ej., un parkinsonismo) con desequilibrio y deterioro cognitivo es muy sugestivo de PSP. • La presencia de sacádicos hipermétricos suele indicar enfermedad del cerebelo o de sus vías de salida. • La presencia de sacádicos hipermétricos unidireccionales, lateropulsión ocular y movimientos de seguimiento hipermétricos suele englobarse en un síndrome bulbar lateral de Wallenberg. Apraxia oculomotora El ejemplo más extremo de disfunción sacádica es la incapacidad completa para iniciar sacádicos voluntarios, que se denomina apraxia oculomotora (apraxia es la incapacidad para iniciar voluntariamente un movimiento que puede iniciarse por otros medios, normalmente reflejos, que revelan que no existe parálisis). Los pacientes con apraxia oculomotora congénita típicamente realizan sacudidas cefálicas horizontales que sobrepasan el punto de interés y luego se valen del ROV para hacer una contraversión extrema de los ojos hasta conseguir la foveación de la diana; esto va seguido de una rotación más lenta de la cabeza en la dirección opuesta hasta la posición primaria mientras los ojos mantienen la fijación en el objeto. Los sacádicos involuntarios que ocurren de forma refleja frente a un objeto móvil o un sonido y los movimientos oculares verticales son normales. Este trastorno suele desaparecer al final de la primera década de vida. No se conoce la localización de la lesión responsable de la apraxia oculomotora congénita, aunque probablemente se sitúe por encima de los centros troncoencefálicos que activan los sacádicos voluntarios. Los pacientes pueden tener otros trastornos neurológicos, como retraso del desarrollo. Además, la apraxia oculomotora puede asociarse a diversas enfermedades, como la ataxia telangiectasia, la enfermedad de Pelizaeus-Merzbacher, Niemann-Pick de tipo C, la enfermedad de Gaucher, la enfermedad de Tay-Sachs, el síndrome de Joubert, la abetalipoproteinemia (deficiencia de vitamina E) y la enfermedad de Wilson. La apraxia oculomotora adquirida se produce por lesiones bilaterales de las vías supranucleares de la mirada en los lóbulos frontales y parietales, normalmente por accidentes cerebrovasculares bilaterales y a menudo a consecuencia de una encefalopatía anóxica tras un paro cardíaco o tras un injerto de revascularización coronaria. Los pacientes a menudo parpadean para romper la fijación y luego giran la cabeza al nuevo punto de interés. Las lesiones bilaterales en la unión parietooccipital pueden alterar la orientación de los sacádicos voluntarios. Tales sacádicos imprecisos, junto a la imprecisión al apuntar con el brazo (o sea, el paciente desvía la mano cuando intenta darla, a pesar de que puede verla) y la simultanagnosia (trastorno de la atención visual que dificulta que un paciente perciba todas las características importantes de una escena visual de una sola vez) conforman el síndrome de Balint; este síndrome se asocia a menudo con la disfunción cognitiva (v. cap. 6). Cogan DG. Congenital ocular motor apraxia. Can J Ophthalmol. 1966;1(4):253–260. Parálisis, preferencia de la mirada y desviaciones tónicas La parálisis de la mirada indica una limitación simétrica de los movimientos de ambos ojos en la misma dirección (o sea, un oftalmoplejía conjugada). Con una lesión cerebral (supranuclear), el término preferencia de la mirada expresa la incapacidad repentina para dirigir la mirada hacia el lado opuesto a la lesión, que va acompañada de una tendencia a la desviación tónica de los ojos hacia el lado de la lesión. En tales casos, la maniobra de cabeza de muñeca genera un recorrido completo de movimientos oculares horizontales porque las vías infranucleares están intactas. El accidente cerebrovascular es la causa más común de este tipo de lesión cerebral. La disfunción de los movimientos oculares suele ser transitoria, y dura solo pocos días o semanas. Probablemente otras vías cerebrobulbares (quizá desde el lóbulo parietal) van asumiendo paulatinamente la capacidad de generar sacádicos. Las lesiones del troncoencéfalo que producen una parálisis de la mirada horizontal alteran los movimientos oculares hacia el lado de la lesión (al contrario que el patrón de las lesiones del COF) (fig. 7-4). En las lesiones pontinas (nucleares e infranucleares) se lesiona el sitio común donde convergen las señales supranucleares (de centros voluntarios, reflejos y vestibulares), por lo que la maniobra de cabeza de muñeca no consigue activar los ojos paréticos. La lesión bilateral de la protuberancia puede abolir todos los movimientos oculares horizontales. Esta devastadora lesión sí permite los movimientos verticales de los ojos, que a menudo ocurren de forma espontánea (o sea, un bobbing ocular; v. cap. 9). Figura 7-4 Tomografía computarizada craneal de una mujer de 82 años que sufrió un infarto en el lado derecho de la protuberancia. Este infarto, que se ve como una lesión hipodensa que se extiende a la línea media (flecha), dañó la formación reticular pontina paramediana y produjo una parálisis de la mirada conjugada hacia la derecha. La paciente también tenía hemiplejía izquierda porque la lesión se extendía a la cara ventral de la protuberancia y afectó el haz corticoespinal descendente, que se decusa más abajo en el neuroeje. (Por cortesía de Eric Eggenberger DO.) La parálisis congénita de la mirada horizontal puede formar parte del síndrome de Möbius, en el que la aplasia de los núcleos del VI par se acompaña de paresia facial bilateral. Existe una parálisis de la mirada más que solo una limitación ipsolateral de la abducción, porque el núcleo del VI par también contiene neuronas internucleares destinadas al núcleo del motor ocular común (III par) contralateral a través del FLM. Las parálisis de la mirada vertical pueden presentar una limitación selectiva de la mirada hacia arriba o hacia abajo. En ambos casos, la lesión se localiza en el mesencéfalo. La limitación de la mirada conjugada hacia arriba se produce por lesión del pretectum, un istmo entre los tubérculos cuadrigéminos superiores y el tálamo. Las fibras supranucleares se decusan a través del pretectum cuando pasan al irFLM, la estructura mesencefálica que actúa como generador de sacádicos para los movimientos oculares verticales (y por tanto homóloga de la FRPP para los sacádicos horizontales). El síndrome pretectal (también llamado síndrome mesencefálico dorsal o de Parinaud; fig. 7-5) incluye: • Limitación conjugada de la mirada vertical (normalmente hacia arriba). • Contracción simultánea de los músculos extraoculares, que causa retracción y convergencia de los ojos (nistagmo de convergencia-retracción). • Pupilas en semimidriasis con disociación luz-proximidad. • Retracción palpebral en posición primaria (signo de Collier). • Desnivelación ocular. • Alteración de la convergencia (normalmente espasmo de convergencia, pero en ocasiones parálisis). • Aumento de sacádicos en ondas cuadradas. Figura 7-5 A. Un paciente con un germinoma que comprime el pretectum muestra una mala respuesta pupilar a la luz. B. El reflejo pupilar de cerca es bueno. C. La mirada hacia arriba voluntaria es deficiente. D. La resonancia magnética muestra compresión del mesencéfalo dorsal (punta de flecha) por un germinoma (flecha) que se origina en la epífisis. (Partes A-C reproducidas con autorización a partir de Albert DM, Jakobiec FA. Principles and Practice of Ophthalmology. Philadelphia: Saunders; 1994:2476. Parte D por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Este síndrome a menudo cursa solo con parte de estos signos, aunque la limitación de la mirada conjugada hacia arriba es el rasgo más común. Entre las causas habituales del síndrome mesencefálico dorsal se encuentran las tumoraciones (sobre todo, tumores originados en la epífisis), la hidrocefalia, la esclerosis múltiple y los accidentes cerebrovasculares. El pretectum es la estructura terminal irrigada por las arterias de Percheron (pequeñas ramas penetrantes que se originan en el extremo superior de la arteria basilar; v. cap. 1). La estenosis en el origen de estos vasos, la enfermedad de la arteria basilar más proximal o el atrapamiento de émbolos pueden deteriorar el flujo por estas arterias. Los émbolos que se alojan en la parte superior de la arteria basilar pueden producir problemas neuroftalmológicos aferentes y eferentes. También puede haber desviación ocular en la epilepsia de cualquier lóbulo cerebral. Cabe destacar que una lesión del COF que cause una actividad nerviosa excesiva, como una epilepsia focal, dirigirá los ojos hacia el otro lado durante el período convulsivo. La cabeza también puede girar hacia el lado contrario al foco epileptógeno durante la crisis. En la fase posterior, si existe hipoactividad persistente de las neuronas del COF, los ojos pueden desviarse hacia el lado de la lesión debido al aumento relativo de la señal procedente del COF no afectado del otro hemisferio cerebral. Pueden ocurrir desviaciones oculares transitorias y conjugadas hacia arriba o abajo en recién nacidos sanos. En estos casos, la maniobra de cabeza de muñeca vertical puede sacar a los ojos de la posición mantenida tónicamente. Sin embargo, la desviación tónica hacia abajo en prematuros puede asociarse a graves lesiones neurológicas, sobre todo cuando una hemorragia intraventricular se expande en el tercer ventrículo y comprime el pretectum. La desviación tónica de los ojos combinada con retracción palpebral se conoce como signo de sol poniente; se da, sobre todo, en niños en el contexto de un síndrome mesencefálico dorsal (síndrome de Parinaud). La paresia conjugada de la mirada superior es un hallazgo asociado y, en estos casos, la maniobra de cabeza de muñeca no puede inducir movimientos hacia arriba de los ojos. La crisis oculógira es una desviación tónica hacia arriba, a veces dirigida a la derecha o la izquierda, que no impide al paciente mover los ojos hacia el área afectada. Los pacientes tienen dificultad para dirigir los ojos hacia abajo. Este trastorno se ve principalmente como una reacción idiosincrásica a fármacos neurolépticos, sobre todo antipsicóticos potentes como el haloperidol o la flufenacina, que tienen gran actividad dopaminérgica. Estos fármacos alteran las influencias supranucleares sobre las motoneuronas oculares y originan así una desviación tónica de los ojos. La crisis puede persistir durante varias horas si no se trata. A principios del siglo xx, los pacientes con parkinsonismo postencefalítico a menudo presentaban crisis oculógiras, pero ya no se ve este síndrome. Muy ocasionalmente, pueden aparecer crisis oculógiras en pacientes con enfermedad de Wilson. Los fármacos anticolinérgicos (como la proclorperacina) resuelven rápidamente la desviación ocular. Benjamin S. Oculogyric crisis. In: Joseph AB, Young RR, eds. Movement Disorders in eurology and europsychiatry. 2nd ed. Malden, MA: Blackwell Science; 1999:chap 14. Caplan LR. “Top of the basilar” syndrome. eurology. 1980;30(1):72–79. Keane JR. The pretectal syndrome: 206 patients. eurology. 1990;40(4):684–690. Disfunción del seguimiento lento Existen dos tipos principales de anomalías del seguimiento lento: la ganancia baja y la mala iniciación. La primera es más común, porque se suele ver en pacientes ancianos sin problemas neurológicos definidos o como efecto secundario de una amplia variedad de medicamentos. Las ganancia subnormal da lugar a movimientos oculares que van por detrás del objeto (es decir, que la señal motora no se corresponde con la velocidad del objeto móvil), por lo que se activan sacádicos de alcance para mantener la fijación visual (esta combinación de movimientos de seguimiento demasiado lentos con sacádicos interpuestos se denomina a menudo seguimiento en rueda dentada o sacádico). La ganancia subnormal de los movimientos oculares de seguimiento también es habitual en pacientes con enfermedad de Parkinson y PSP. La capacidad insuficiente para iniciar los movimientos de seguimiento lento se ve en lesiones laterales relativamente grandes del hemisferio posterior o los lóbulos frontales, o de la sustancia blanca subyacente. En tales casos, el déficit de seguimiento se da en el lado de la lesión (puede observarse con el tambor de NOC). Los movimientos de seguimiento a menudo son débiles o faltan cuando se dirigen hacia un hemicampo ciego. El déficit del seguimiento lento suelen encontrarse tanto en el plano horizontal como en el vertical, aunque este último puede afectarse selectivamente en pacientes con oftalmoplejía internuclear bilateral o PSP. La generación de movimientos oculares de seguimiento lento normales depende de un esfuerzo adecuado por parte del paciente y a veces mejoran si se toma más tiempo para explorar esta función (o sea, si el paciente aprende rápidamente a ajustar los movimientos oculares a la velocidad particular de un objeto móvil, como un dedo extendido). La uniformidad de los movimientos oculares de seguimiento decae con la edad (sobre todo en >60 años). Trastornos de la vergencia Los trastornos de la convergencia son frecuentes, aunque pueden ser difíciles de explorar en la consulta, porque dependen mucho del esfuerzo del paciente. Se clasifican principalmente como insuficiencia de convergencia, espasmo de convergencia e insuficiencia de divergencia. Insuficiencia de convergencia Muchas enfermedades neurológicas cursan con déficit de convergencia, especialmente trastornos extrapiramidales como la enfermedad de Parkinson y la PSP. Las lesiones del área pretectal también pueden asociarse a insuficiencia de convergencia, aunque estos casos se acompañan típicamente de otros signos de síndrome mesencefálico dorsal. Las lesiones del mesencéfalo (dentro de la formación reticular mesencefálica y justo dorsales a los núcleos del III par) pueden causar insuficiencia de convergencia sin afectación del III par. Los traumatismos craneoencefálicos cerrados pueden producir también una insuficiencia de convergencia inespecífica. Espasmo de convergencia El exceso del tono de convergencia se ve característicamente en pacientes más jóvenes que tienen una alteración congénita de la convergencia (o sea, un cociente CA/A elevado, que produce un exceso de convergencia para un grado dado acomodativo) que se manifiesta como una endotropia precoz (v. sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo). Los brotes aislados de espasmo de convergencia no suelen relacionarse con enfermedades orgánicas. Sin embargo, el espasmo de convergencia asociado a otras anomalías, sobre todo nistagmo de retracciónconvergencia y reducción de la mirada conjugada hacia arriba (como en el síndrome mesencefálico dorsal) indica una alteración neurológica. El espasmo de convergencia adquirido también puede verse en pacientes con lesiones en la unión entre el diencéfalo y el mesencéfalo (p. ej., la endotropia talámica por hemorragia del tálamo) y en trastornos del troncoencéfalo inferior y el cerebelo que cursan con otros signos y síntomas dependientes de la localización de la lesión (p. ej., encefalopatía de Wernicke, malformación de Arnold-Chiari, esclerosis múltiple). Insuficiencia de divergencia La insuficiencia de divergencia es un trastorno adquirido que produce una endodesviación concomitante, que es mayor para lejos que para cerca. Suele ser un cuadro benigno, pero puede confundirse con una parálisis bilateral del VI par, aunque esta última se asocia a velocidad y amplitud anormales de los sacádicos de abducción. La parálisis de divergencia también puede presentarse como una manifestación incipiente de parálisis unilateral del VI par o en la fase de resolución de dicha parálisis; asimismo, se han comunicado casos asociados a alteración de la presión intracraneal, tumores mesencefálicos, lesiones de la unión craneocervical o ataxia espinocerebelosa. Por tanto, la parálisis de la divergencia requiere las mismas pruebas diagnósticas, incluyendo neuroimagen, que las parálisis del VI par bilaterales o unilaterales crónicas. Capítulo 8 Paciente con diplopía La diplopía es uno de los motivos más frecuentes de consulta oftalmológica. Podemos conocer mejor la naturaleza de la diplopía si respondemos a las siguientes cuestiones: • ¿Desaparece la visión doble cuando se tapa un ojo (diplopía monocular o binocular)? • ¿La visión doble es similar en todos los campos de la mirada (concomitante) o varía según la dirección de la mirada (incomitante)? • ¿La diplopía es horizontal, vertical u oblicua? • ¿En qué grado la diplopía es constante, intermitente o variable? Anamnesis Los pacientes que sufren una desviación ocular pueden referir visión doble o simplemente que «ven borroso». Puede deducirse que esta visión borrosa se debe a una desviación ocular (o sea, a diplopía) si al cerrar un ojo se elimina el trastorno visual («borrosidad binocular»). Por el contrario, la diplopía monocular suele ser de naturaleza óptica, aunque en ocasiones puede confundirse con metamorfopsia secundaria a una maculopatía. A menudo es útil determinar si la visión doble es más molesta de lejos o de cerca, o bien en alguna posición particular de la mirada. Los antecedentes de cefalea o dolor ocular, entumecimiento, edema o enrojecimiento ocular o palpebral y otros síntomas neurológicos pueden orientar el diagnóstico hacia posibles causas de diplopía orbitaria, del seno cavernoso o del sistema nervioso central. Los antecedentes de traumatismo, enfermedad tiroidea o debilidad generalizada también pueden ayudar en el diagnóstico diferencial de la diplopía. Exploración física La capacidad de mantener los ejes visuales alineados depende de la coordinación del movimiento de ambos ojos. El examen externo puede revelar pistas evidentes sobre la posible etiología, sobre todo si hay proptosis o enrojecimiento ocular. Deben explorarse los movimientos oculares unilateral (ducciones) y bilateralmente (versiones). También debe valorarse la motilidad ocular en todas las posiciones de la mirada, comparando en cada una la fijación de lejos y de cerca. Uno de los objetivos de la exploración física es establecer si la desviación ocular es concomitante o incomitante. El primer tipo es propio del estrabismo congénito, mientras que el segundo apunta a un trastorno adquirido. El examen de la desviación ocular puede llevarse a cabo según una estrategia de cribado secuencial. Las ducciones anormales a menudo pueden reconocerse mediante la observación a simple vista, pero en la mayoría de los casos se recurre a la realización del cover test alternante (midiendo, además, el grado de estrabismo) en las nueve posiciones cardinales de la mirada para determinar si la desviación ocular es concomitante o incomitante. En un paciente colaborador pueden ponerse de manifiesto casos sutiles de estrabismo mediante la varilla de Maddox roja, formada por una serie de cilindros paralelos. Cuando se mira una fuente de luz a través de la varilla de Maddox, el paciente ve una línea perpendicular a la orientación de los cilindros. Tradicionalmente, se coloca una varilla de Maddox roja delante del ojo derecho, que verá así una línea roja, mientras que el ojo izquierdo ve la luz de fijación. Cuando se miran estas dos imágenes dispares, suele ser más fácil para el paciente apreciar la desviación de los ejes visuales. También puede usarse un cristal rojo, pero produce una luz roja grande y algo difusa que resulta más difícil de percibir separada. Como estas pruebas disocian los dos ojos, los pacientes con una foria pueden referir desviación de los ejes visuales. Por tanto, a menudo conviene combinar los resultados subjetivos de la prueba de la varilla de Maddox con los resultados más objetivos del cover test alternante, prestando atención al patrón de desviación en las nueve posiciones de la mirada. Sin embargo, la prueba con varilla de Maddox es un método sensible para obtener información cuantitativa sobre el grado y el patrón de desviación ocular (fig. 8-1). Figura 8-1 La varilla de Maddox con los surcos orientados verticalmente hace que el paciente vea una línea horizontal. En este caso concreto, la luz vista por el ojo izquierdo está debajo de la línea, lo que indica hiperdesviación izquierda, que aumenta en la mirada hacia abajo y la derecha. Este hallazgo es compatible con una disfunción del oblicuo superior izquierdo o una parálisis del IV par izquierdo. La prueba de la doble varilla de Maddox también es útil para cuantificar el grado de desviación torsional. Normalmente se coloca una varilla de Maddox roja delante del ojo derecho y otra blanca en el ojo izquierdo. Cuando ambas varillas se alinean verticalmente, el paciente percibe dos líneas luminosas horizontales (una roja, del ojo derecho, y otra blanca, del izquierdo) y puede juzgar si son paralelas o si una de las líneas está inclinada respecto a la otra. En este último caso, la varilla de Maddox se rota en la dirección apropiada para cuantificar el grado de desviación torsional (fig. 8-2). No es infrecuente hallar un componente torsional en la diplopía por disfunción de los músculos extraoculares de acción vertical, sobre todo el oblicuo superior en la parálisis del IV par. Figura 8-2 A. Prueba de la doble varilla de Maddox para exciclotorsión. Se coloca una varilla de Maddox roja (izquierda) delante del ojo derecho y una varilla de Maddox blanca en el ojo izquierdo. Un paciente con diplopía vertical ve una línea roja por debajo de la línea blanca, lo que indica hipertropia derecha. B. En la ciclotorsión, las dos líneas no son paralelas. Se rota entonces la varilla de Maddox roja hasta que las dos líneas sean paralelas. El grado de rotación necesario (unos 12° en este caso) para que ambas líneas sean paralelas cuantifica el grado de exciclotorsión. (Reproducido con autorización a partir de Kline LB, Bajandas FJ. euro-Ophthalmology Review Manual. Rev. 5th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2004. Originally modified from Van Noorden GK. Atlas of Strabismus. 4th ed. St Louis: Mosby; 1983.) Un método cualitativo para detectar la ciclotropia relativa emplea un puntero de metal u otra línea recta. Se coloca un prisma vertical sobre un ojo para disociar la imagen, de modo que se ven dos líneas verticales desplazadas, y se le pregunta al paciente si las dos líneas son paralelas («como vías de ferrocarril») o si convergen hacia un lado. La parálisis del IV par se asocia típicamente a convergencia de las líneas hacia el lado de la parálisis. La presencia de una inclinación o un giro de la cabeza constante puede ser una pista sobre la existencia de una desviación ocular. Las fotografías antiguas (como las del permiso de conducir) pueden demostrar la cronicidad del problema. Diplopía monocular Las aberraciones ópticas monoculares pueden dar lugar a distorsión visual o diplopía. La diplopía monocular suele deberse a anomalías de los medios refractivos (astigmatismo grande, irregularidades corneales como el queratocono y opacidades del cristalino), y típicamente desaparece con un agujero estenopeico. Con menor frecuencia, la diplopía monocular deriva de patologías retinianas (como maculopatías con distorsión retiniana por exudación, hemorragia o fibrosis); la diplopía o poliopía cerebral es extremadamente rara. A diferencia de la diplopía monocular, la diplopía binocular se elimina al cerrar cualquier ojo, ya que se debe a desviación de los ejes visuales. En ocasiones, pueden coincidir diplopía monocular y binocular en el mismo paciente. La demostración de que la diplopía es monocular evita tener que realizar un estudio neurológico para explicar su origen. Diferenciación de las causas nerviosas y restrictivas de parálisis ocular Debe pensarse siempre en la posibilidad de restricciones de la movilidad ocular en pacientes con antecedentes de traumatismos orbitarios, cirugía ocular o signos de patología orbitaria como enoftalmos o proptosis. La oftalmopatía tiroidea y los traumatismos de la órbita son las causas más frecuentes de restricción; estos casos cursan típicamente con signos y síntomas orbitarios asociados. Los pacientes pueden presentar ambos componentes, nervioso y restrictivo, sobre todo en casos postraumáticos. Los síndromes paréticos y restrictivos pueden diferenciarse entre sí mediante la prueba de ducción forzada (fig. 8-3). Los procesos restrictivos producen una limitación mecánica del recorrido del movimiento ocular, que a menudo puede ser apreciada por el examinador cuando intenta vencer la limitación de dicho movimiento con unas pinzas o un bastoncillo de algodón. Las lesiones nerviosas crónicas también pueden causar en raras ocasiones limitación mecánica. Un ejemplo sería una parálisis del VI par de muchos años de evolución asociada a endodesviación de gran ángulo; con el tiempo el recto medial se «fibrosa» (sufre restricción) y limita la abducción del ojo. Figura 8-3 Prueba de ducción forzada. Antes de sujetar el ojo con pinzas, se instilan gotas de colirio de proparacaína y se aplica un bastoncillo de algodón empapado en anestésico en la zona límbica durante 1 o 2 min. Este paciente tiene una endotropia izquierda con limitación de abducción. Se sujeta la conjuntiva con las pinzas dentadas y se rota pasivamente el globo ocular en la dirección de la limitación de abducción para comprobar si hay restricción del movimiento ocular. (Reproducido con autorización a partir de Yanoff M, Duker JS, eds. Ophthalmology. 2nd ed. St Louis: Mosby; 2004:569, fig 70-12.) La restricción ocular, sobre todo por oftalmopatía tiroidea, también puede valorarse midiendo la presión intraocular en posición primaria y en mirada excéntrica. Un aumento de la presión mayor o igual a 5 mmHg al mirar hacia arriba debe hacer pensar en una posible restricción mecánica del movimiento ocular por un músculo recto inferior «fibrótico». Desviaciones concomitantes e incomitantes Las desviaciones concomitantes se presentan habitualmente en pacientes con estrabismos congénitos o de aparición precoz. Estos pacientes no suelen referir diplopía gracias a la supresión, una adaptación que reduce el grado de respuesta de las neuronas visuales de la corteza occipital a las señales procedentes de un ojo. La supresión a menudo se asocia a ambliopía, pero puede ocurrir en pacientes con agudeza normal en ambos ojos, sobre todo en caso de exodesviaciones intermitentes. Los pacientes con antecedentes de estrabismo infantil pueden desarrollar diplopía en edades más avanzadas, presentando, por ejemplo, una diplopía horizontal en la quinta década de la vida, cuando va decayendo la capacidad de acomodación y convergencia. A la inversa, las desviaciones incomitantes de larga evolución pueden hacerse concomitantes con el paso del tiempo. Esta «propagación de la concomitancia» se debe al reajuste gradual de la inervación de los músculos yunta de cada ojo. Esta aparente violación de la ley de Hering, probablemente realizada a nivel del cerebelo, produce un ajuste de la ganancia de la señal nerviosa para cada músculo extraocular. La propagación de la concomitancia puede ocurrir tras desviaciones incomitantes restrictivas o paréticas, sobre todo en la parálisis del IV par. El estrabismo incomitante casi siempre es adquirido y suele causar diplopía (fig. 8-4). Si la desviación es muy pequeña, las amplitudes fusionales pueden eliminar la diplopía. Las desalineaciones relativamente pequeñas pueden producir visión borrosa más que una percepción clara de duplicidad de imágenes. Los pacientes con mala agudeza pueden no percibir diplopía o bien tener dificultad para detallar cómo varía el estrabismo en las distintas posiciones de la mirada. Las desviaciones incomitantes congénitas, como la hiperfunción del músculo oblicuo inferior, no producen típicamente diplopía, incluso aunque el estrabismo sea evidente. Generalmente no se puede distinguir con fiabilidad mediante la simple observación si las ducciones subnormales se deben a un proceso nervioso o restrictivo. Figura 8-4 Parálisis del VI par izquierdo. A. En la mirada a la derecha, los ojos están alineados. B. En la mirada al frente, el ojo izquierdo se desvía hacia dentro. C. En la mirada a la izquierda, el ojo izquierdo no abduce, lo que causa una ostensible desviación ocular. (Reproducido con autorización a partir de Trobe JD. The Physician’s Guide to Eye Care. 3rd ed. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2006:118. Imagen por cortesía de W. K. Kellogg Eye Center, University of Michigan.) Localización El médico debe intentar localizar el sitio de la lesión nerviosa que origina el trastorno de la movilidad ocular. Esta localización orientará el estudio del paciente, incluyendo las técnicas de imagen y el diagnóstico diferencial. Para empezar, hay que revisar mentalmente la vía anatómica del par o pares craneales supuestamente afectados (fig. 8-5). Este «diagrama de cables» tiene en cuenta el trayecto supranuclear, internuclear, nuclear y los fascículos de los nervios oculomotores en el troncoencéfalo, su paso a través del espacio subaracnoideo, el seno cavernoso, la hendidura orbitaria superior y la órbita, terminando en la unión neuromuscular del músculo extraocular. En general, una lesión de los pares craneales oculomotores dentro del troncoencéfalo afectará típicamente a otras estructuras, como un «haz largo» (p. ej., las vías corticoespinales y espinotalámicas), lo que da lugar a déficits añadidos a la oftalmoparesia. Las técnicas de neuroimagen actuales han descubierto casos de parálisis del III o VI par clínicamente aisladas (o sea, en las que no se detectaban otros problemas mediante exploración clínica) producidas por una lesión central, como un pequeño accidente cerebrovascular o una placa desmielinizante. No obstante, por lo general estas neuropatías craneales aisladas son la excepción y no la norma en las lesiones centrales. Figura 8-5 Base anatómica para localizar lesiones de las vías oculomotoras infranucleares. Es una vista lateral de los pares craneales III, IV y VI desde sus núcleos troncoencefálicos hasta la órbita. El análisis secuencial de estas vías puede empezarse desde el troncoencéfalo o desde la órbita. Los segmentos de los pares craneales que discurren dentro del tronco cerebral a menudo se denominan «intraaxiales». Entre el troncoencéfalo y el seno cavernoso queda el espacio subaracnoideo. El III par sale del mesencéfalo anteriormente, cruza cerca de la unión de la arteria comunicante posterior con la carótida interna en el espacio subaracnoideo y penetra en el seno cavernoso, donde discurre por la pared lateral. El IV par sale de la parte posterior del mesencéfalo y se cruza al otro lado; luego avanza por el espacio subaracnoideo hasta el seno cavernoso. El VI par sale de la parte anterior de la protuberancia, asciende por el clivus, cruza el vértice del peñasco y pasa bajo el ligamento petroclinoideo para penetrar en el seno cavernoso, donde circula entre la pared lateral y la arteria carótida. (Reproducido con autorización a partir de Yanoff M, Duker JS, eds. Ophthalmology. 2nd ed. St Louis: Mosby; 2004:1324, fig 199-1.) Otros métodos para localizar la lesión cuando no se pueda aplicar el enfoque del «diagrama de cables» serían los «denominadores comunes» (estructuras que tienen en común los pares craneales afectados, como la duramadre en enfermedades de origen meníngeo) y «el reconocimiento de patrones» (p. ej., la tríada de Wernicke de oftalmoplejía, ataxia y cambio del estado mental suele ser más útil que la localización anatómica periacueductal). En general, los patrones más específicos de desalineamiento ocular corresponden a disfunciones nucleares, infranucleares e internucleares, pero el médico debe tener siempre presentes posibles causas simuladoras, como los trastornos restrictivos/miopáticos o los de la unión neuromuscular (como la miastenia grave). Causas supranucleares de diplopía La vía supranuclear de control de los movimientos oculares abarca cualquier señal aferente que llegue a los pares craneales oculomotores (III, IV y VI). Las vías supranucleares más importantes son las que inducen movimientos oculares voluntarios —es decir, las vías corticobulbares que se usan, por ejemplo, para seguir la orden «mira a la derecha»— y las señales vestibulares que ajustan la posición relativa de los ojos respecto a la cabeza. Estos impulsos vestibulares no solo modifican los movimientos oculares respecto a los movimientos del cuerpo, sino que también varían los movimientos oculares según la posición de la cabeza cuando se inician dichos movimientos. Por ejemplo, si se va a iniciar un sacádico para mirar a alguien situado 45° a nuestra derecha, la distancia que tendrán que recorrer nuestros ojos dependerá de si estábamos mirando al frente o hacia otra dirección. La distancia de los movimientos oculares horizontales está controlada por la selección de poblaciones neuronales específicas en la formación reticular pontina paramediana (FRPP). El sistema vestibular analiza la posición relativa de la cabeza y la dirección del objetivo visual, y elige correctamente qué neuronas activar para impulsar los movimientos sacádicos oculares. Típicamente, la interrupción de las vías supranucleares limita simétricamente los movimientos de ambos ojos. Por tanto, los pacientes no suelen experimentar diplopía. Un ejemplo de alteración supranuclear de los movimientos oculares se observa en los pacientes con síndrome mesencefálico dorsal, en el que ningún ojo puede mirar hacia arriba (limitación conjugada de la mirada superior). Sin embargo, ciertas lesiones supranucleares también pueden producir desalineamiento y diplopía (tabla 8-1). Tabla 8-1 Lesiones oculomotoras supranucleares que producen estrabismo y diplopía Desnivelación ocular Desnivelación ocular alternante Reacción de inclinación ocular Endodesviación talámica Insuficiencia o espasmo de convergencia Insuficiencia de divergencia Desnivelación ocular La desnivelación ocular es una desalineación vertical adquirida de los ojos secundaria a interrupción asimétrica de las señales supranucleares procedentes de los órganos con otolitos (diminutos cristales de carbonato cálcico presentes en el utrículo y el sáculo del oído interno). Estos órganos captan gravitatoriamente el movimiento lineal y la inclinación estática de la cabeza, y transmiten información a las motoneuronas oculares de acción vertical, así como al núcleo intersticial de Cajal ( IC), todos ellos localizados en el mesencéfalo. Pueden producir desnivelación ocular lesiones tanto centrales como periféricas. Las causas centrales de desnivelación ocular son más frecuentes y pueden localizarse en cualquier parte de la fosa posterior (tronco cerebral y cerebelo). La desnivelación ocular puede ser concomitante o incomitante, y se asocia, en ocasiones, a anomalías torsionales. A veces puede ser difícil distinguir algunas formas de presentación de la desnivelación ocular y una parálisis del IV par, siendo entonces fundamental realizar correctamente la prueba de los tres pasos de Parks-Bielschowsky (comentada más adelante en este capítulo). La desnivelación ocular a menudo produce diplopía y es una excepción importante a la regla de que las lesiones supranucleares no cursan con visión doble. La desnivelación ocular alternante suele manifestarse como hipertropia del ojo abductor (o sea, hipertropia derecha al mirar a la derecha) que cambia cuando se dirige la mirada hacia el otro lado (o sea, se transforma en hipertropia izquierda al mirar a la izquierda). Las lesiones responsables se localizan en el cerebelo o en el mesencéfalo dorsal. Este trastorno debe distinguirse de las parálisis bilaterales del IV par, que cursan con hiperdesviación más acusada al mirar al lado contrario (p. ej., hipertropia derecha mayor en mirada a la izquierda), además de exciclotropia. La reacción de inclinación ocular es una combinación de inclinación cefálica, desnivelación ocular y anomalías ciclotorsionales de ambos ojos que ocurre de forma tónica o, rara vez, paroxística. Este síndrome se desarrolla típicamente por pérdida de las aferencias otolíticas del NIC a causa de una lesión central, que puede situarse en el bulbo raquídeo, la protuberancia o el mesencéfalo. Dicha lesión puede alterar la percepción correcta de la verticalidad, haciendo que la cabeza y los ojos roten hacia el mismo lado para intentar corregir esta alteración de la verticalidad (v. cap. 7, fig. 7-1). En la reacción de inclinación ocular, si la cabeza se inclina a la izquierda, el ojo derecho se eleva y los polos superiores de ambos ojos rotan hacia la oreja más baja. Se produce la respuesta opuesta si la cabeza se inclina a la derecha. Los cambios en la posición ocular y cefálica en la reacción de inclinación ocular no deben confundirse con una reacción normal de inclinación de la cabeza ni con la parálisis del IV par. Los reflejos oculares normales inducidos al inclinar la cabeza hacen que ambos ojos roten hacia el lado opuesto (contrarrotación), mientras que la reacción de inclinación ocular produce la respuesta contraria. En la parálisis del IV par, la inclinación compensadora de la cabeza es típicamente contralateral al lado de la hipertropia (al igual que en la reacción de inclinación ocular), pero el ojo más elevado está en exciclotorsión —al contrario que en la reacción de inclinación ocular—. Por tanto, para establecer el diagnóstico de reacción de inclinación ocular, hay que fijarse en la posición de la cabeza y la ciclotorsión del ojo. La desnivelación alternante periódica es un raro trastorno que produce hipertropia alternante, típicamente con una periodicidad de 30-60 s, e indica lesión mesencefálica. Donahue SP, Lavin PJ, Hamed LM. Tonic ocular tilt reaction simulating a superior oblique palsy: diagnostic confusion with the 3-step test. Arch Ophthalmol. 1999;117(3):347–352. Endodesviación talámica La endodesviación talámica es un estrabismo horizontal adquirido que se observa en pacientes con lesiones próximas a la unión del diencéfalo y el mesencéfalo, casi siempre por una hemorragia talámica. La endodesviación puede instaurarse gradualmente o de forma aguda y, en caso de tumores expansivos, puede ser progresiva. Es especialmente importante tener en cuenta la posibilidad de una lesión del sistema nervioso central en niños en los que se plantee una operación de estrabismo. Disfunción de la vergencia Véase «Trastornos de la vergencia» en el capítulo 7. Causas nucleares de diplopía El núcleo del III par es, en realidad, un complejo nuclear que contiene subnúcleos para cuatro músculos extraoculares (rectos superior, inferior y medial, y oblicuo inferior), un subnúcleo único para los músculos elevadores del párpado superior (núcleo caudal central) y un par de subnúcleos para el músculo esfínter pupilar (núcleos de Edinger-Westphal) (v. cap. 1). Como el único núcleo caudal central controla ambos músculos elevadores del párpado, y los fascículos para los rectos superiores se decusan justo después de salir de sus subnúcleos, las lesiones del complejo nuclear del III par afectan (ptosis) o respetan los párpados y pueden afectar a ambos músculos rectos superiores. La lesión del complejo nuclear del III par es infrecuente, pero puede aparecer por hipoperfusión de un pequeño vaso penetrante paramediano; estas lesiones a menudo son asimétricas y afectan al fascículo del III par de un lado, además de al núcleo. Las lesiones intraparenquimatosas del IV par craneal (nucleares o intraaxiales) son raras, dado el trayecto relativamente corto de este nervio dentro del tronco encefálico. La lesión del núcleo troclear es clínicamente idéntica a una lesión fascicular. No obstante, el segmento central del IV par puede afectarse por lesiones microvasculares o inflamatorias. En ocasiones, la parálisis del IV par puede acompañarse de un síndrome de Horner contralateral (por lesión de la neurona de primer orden) a causa de su proximidad con la vía simpática descendente. La lesión selectiva del núcleo del VI par causa una parálisis de la mirada horizontal y no una paresia aislada de la abducción de un ojo, por lo que los pacientes no refieren diplopía. Esta situación ocurre porque el núcleo del VI par contiene dos poblaciones neuronales: unas neuronas que inervan el músculo recto lateral ipsolateral y motoneuronas internucleares que viajan por el fascículo longitudinal medio para inervar el subnúcleo contralateral del recto medial en el complejo nuclear del motor ocular común. Causas internucleares de diplopía En el contexto del control de los movimientos oculares, se considera «internuclear» aquella lesión que afecta al fascículo longitudinal medio (FLM), un haz de fibras que conecta el núcleo del VI par de un lado con el subnúcleo del recto medial (del III par) al otro lado del troncoencéfalo (v. cap. 1, fig. 1-29). Este tipo de lesión produce una oftalmoplejía internuclear (OI ). El rasgo cardinal de la OIN es la disminución de la velocidad de los sacádicos de aducción en un ojo. Esta limitación está normalmente asociada a nistagmo del ojo en abducción. El ojo con aducción enlentecida puede tener una amplitud de movimiento completa o limitada (fig. 8-6). La convergencia puede estar respetada o afectada. Puede haber una desnivelación ocular, a menudo con hiperdesviación ipsolateral a la lesión. Por convenio, la OIN se denomina según el lado de la limitación de aducción. Por tanto, la OIN derecha cursa con aducción limitada del ojo derecho, secundaria a una lesión del FLM del lado derecho del troncoencéfalo. Aunque los pacientes con OIN pueden referir diplopía horizontal, también pueden experimentar diplopía vertical-oblicua por la desnivelación ocular asociada, diplopía ocasional dependiente de los movimientos de la cabeza si la lesión es parcial, o dificultad para rastrear objetos que se mueven con rapidez (sobre todo, por ejemplo, al jugar al tenis), a causa de la discordancia de la velocidad de los sacádicos entre los dos ojos. Figura 8-6 Oftalmoplejía internuclear izquierda. A. Esta mujer de 35 años tenía aducción lenta del ojo izquierdo y exodesviación que aumentaba en la mirada a la derecha. B. La RM axial ponderada en T2 (izquierda) y T2* (derecha) muestra una señal anómala (flechas) en el FLM izquierdo a nivel del mesencéfalo. (Parte A por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte B por cortesía de Joel Curé, MD.) La OIN bilateral produce retraso bilateral de la aducción, nistagmo en abducción bilateral y nistagmo vertical evocado por la mirada que se aprecia mejor al mirar hacia arriba. Este nistagmo se debe a la interrupción de las órdenes vestibulares de seguimiento vertical y mantenimiento de la mirada vertical, que ascienden desde los núcleos vestibulares a través del FLM. La OIN bilateral puede cursar con una exodesviación de gran ángulo (el llamado síndrome de OIN bilateral con «ojos congelados» o WEBI O [del inglés «wall-eyed» bilateral INO]), que a menudo se debe a una lesión mesencefálica próxima a los núcleos del III par (fig. 8-7). Figura 8-7 Síndrome WEBINO. Exotropia en posición primaria (arriba) asociada a déficit de aducción del ojo izquierdo (centro) y derecho (abajo). (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Davis SL, Frohman TC, Crandall CG, et al. Modeling Uhthoff’s phenomenon in MS patients with internuclear ophthalmoparesis. eurology. 2008;70(13 pt 2):1098–1106. McGettrick P, Eustace P. The W.E.B.I.N.O&&&. syndrome. euro-Ophthalmology. 1985;5(2):109– 115. Mills DA, Frohman TC, Davis SL, et al. Break in binocular fusion during head turning in MS patients with INO. eurology. 2008;71(6):458–460. Las dos causas más comunes de OIN son la desmielinización y los accidentes cerebrovasculares. En adolescentes y adultos jóvenes, la OIN se debe habitualmente a enfermedades desmielinizantes, mientras que en ancianos la causa más frecuente son los trastornos microvasculares. La miastenia grave puede producir una seudo-OIN; en esta situación suele faltar el nistagmo evocado por la mirada vertical de la verdadera OIN, y a menudo se observan signos de miastenia en los párpados. La paresia de la aducción de la seudo-OIN miasténica puede resolverse de forma transitoria con edrofonio intravenoso (prueba del Tensilon) o un tratamiento sistémico apropiado. Síndrome del uno y medio El síndrome del uno y medio presenta las mismas características que la OIN unilateral y, además, una limitación conjugada de la mirada horizontal al mismo lado de la lesión (fig. 8-8). Este síndrome se debe a una lesión protuberancial suficientemente extensa como para afectar al FLM y la FRPP (o el núcleo del VI par) en el mismo lado del tronco cerebral. El único movimiento horizontal ocular conservado es la abducción del ojo contralateral a la lesión (se pierden prácticamente los movimientos horizontales de un ojo, mientras que en el otro se pierden «la mitad», de ahí su nombre); la mirada vertical no se ve afectada. Una lesión que produzca un síndrome de uno y medio pero que afecte también al segmento intraaxial del nervio facial se denomina síndrome del ocho y medio (7 + 1,5 = 8,5); si se está familiarizado con la anatomía del troncoencéfalo, se podrán localizar con precisión las diversas combinaciones sindrómicas. Los accidentes cerebrovasculares son la causa más habitual de este trastorno. Figura 8-8 Síndrome del uno y medio. Este paciente de 15 años tenía un glioma troncoencefálico que causaba parálisis de la mirada a la izquierda (fotografía derecha) y oftalmoplejía internuclear izquierda (que se manifiesta aquí como aducción incompleta del ojo izquierdo al mirar a la derecha; fotografía izquierda). El único movimiento ocular horizontal era la abducción del ojo derecho. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Espinosa PS. Teaching NeuroImage: one-and-a-half syndrome. eurology. 2008;70(5):e20. Frohman TC, Galetta S, Fox R, et al. Pearls & Oy-sters: the medial longitudinal fasciculus in ocular motor physiology. eurology. 2008;70(17):e57–e67. Wall M, Wray SH. The one-and-a-half syndrome—a unilateral disorder of the pontine tegmentum: a study of 20 cases and review of the literature. eurology. 1983;33(8):971–980. Causas infranucleares de diplopía Las parálisis intraaxiales (fasciculares) de un par craneal se deben a lesiones del nervio distales al núcleo, pero dentro de los límites del tronco cerebral. Las lesiones troncoencefálicas tienden a afectar a muchas estructuras y producen, por tanto, déficits múltiples, lo que permite una localización topográfica exacta de la lesión. A nivel del mesencéfalo, las lesiones intraaxiales pueden dañar el III o el IV par. La afectación intraaxial del fascículo del III par puede producir cuatro síndromes diferentes, todos ellos con parálisis ipsolateral de dicho nervio. La lesión del mesencéfalo ventral puede afectar al pedúnculo cerebral y producir una hemiparesia contralateral (síndrome de Weber). La afectación del núcleo rojo y la sustancia negra puede causar ataxia o temblor contralateral (síndrome de Benedikt). Si se lesiona el mesencéfalo dorsal, puede afectarse el pedúnculo cerebeloso superior y aparecer ataxia contralateral (síndrome de Claude). Una lesión dorsal, pero de configuración algo diferente, puede producir el mismo tipo de ataxia más lesión nuclear del III par asociada a disfunción supranuclear de los movimientos oculares (síndrome de othnagel). La localización y la correlación anatómica de estas lesiones es más importante que el epónimo, sobre todo porque el uso y las definiciones de estos epónimos ha variado en la bibliografía especializada. Liu GT, Crenner CW, Logigian EL, Charness ME, Samuels MA. Midbrain syndromes of Benedikt, Claude, and Nothnagel: setting the record straight. eurology. 1992;42(9):1820–1822. Como se ha mencionado anteriormente, la afectación del IV par craneal dentro del tronco encefálico es poco frecuente. Los tumores epifisarios pueden afectar al trayecto proximal de los dos nervios trocleares al comprimir el techo del mesencéfalo. Tales lesiones también pueden obstruir el acueducto de Silvio, con las consiguientes hipertensión intracraneal e hidrocefalia (a menudo producen un síndrome mesencefálico dorsal). Las lesiones intraaxiales del VI par que afectan a su núcleo también pueden lesionar al VII par, cuyas fibras rodean el núcleo del VI par en el colículo facial. Las lesiones intraaxiales del fascículo del VI par pueden dañar a su vez el fascículo del VII par, el fascículo solitario y el haz descendente del trigémino, lo que da lugar a parálisis de la abducción, debilidad facial, ageusia de los dos tercios anteriores de la lengua e hipoestesia facial ipsolaterales, respectivamente (síndrome de Foville). La lesión de la protuberancia ventral puede afectar a los pares VI y VII junto al haz corticoespinal, produciendo hemiplejía contralateral asociada a parálisis facial y déficit de abducción ipsolaterales (síndrome de Millard-Gubler). Gates P. The rule of 4 of the brainstem: a simplified method for understanding brainstem anatomy and brainstem vascular syndromes for the non-neurologist. Intern Med J. 2005;35(4):263–266. Wolf JK, ed. The Classical Brainstem Syndromes. Springfield, IL: Charles C Thomas; 1971. El segmento subaracnoideo de los pares craneales oculomotores se extiende desde el tronco del encéfalo hasta el seno cavernoso, donde los nervios salen de la duramadre, siendo en esta zona donde parece que tienen lugar la mayoría de las parálisis isquémicas de los pares craneales. El diagnóstico de parálisis isquémica (microvascular o diabética) de los nervios oculomotores es de exclusión. Las mononeuropatías craneales isquémicas normalmente ocurren de forma aislada, con un déficit máximo en el momento inicial; no obstante, en ocasiones la pérdida funcional puede empeorar durante 7-10 días. Puede haber o no dolor, siendo muy acusado en algunos pacientes; el dolor no sirve para diferenciar entre causas benignas y más graves. El nervio oculomotor común (III par) es un caso especial de mononeuropatía craneal aislada debido a su estrecha proximidad anatómica con los vasos cerebrales (sobre todo, la arteria comunicante posterior), con el consiguiente riesgo de compresión aneurismática (v. más adelante en este capítulo). La desviación ocular secundaria a parálisis isquémica oculomotora siempre mejora, y la diplopía suele desaparecer antes de los 3 meses. Si la desviación ocular progresa después de las 2 semanas o no hay mejoría a los 3 meses, debe descartarse esta causa de neuropatía craneal y llevarse a cabo un estudio exhaustivo de otras etiologías. Entre los factores de riesgo se incluyen la diabetes mellitus, la vasculopatía hipertensiva y la hiperlipidemia. Por tanto, estos pacientes requieren un examen médico de factores de riesgo vasculopático. La miastenia grave puede simular cualquier patrón de disfunción de músculos extraoculares indolora y sin afectación de la pupila, por lo que debe tenerse presente en el diagnóstico diferencial de tales casos. Asbury AK, Aldredge H, Hershberg R, et al. Oculomotor palsy in diabetes mellitus: a clinicopathological study. Brain. 1970;93(3):555–566. Jacobson DM, McCanna TD, Layde PM. Risk factors for ischemic ocular motor palsies. Arch Ophthalmol. 1994;112(7):961–966. Richards BW, Jones FR Jr, Younge BR. Causes and prognosis in 4,278 cases of paralysis of the oculomotor, trochlear, and abducens cranial nerves. Am J Ophthalmol. 1992;113(5):489–496. Parálisis del III par Las parálisis del III par pueden causar disfunción de los músculos esqueléticos (rectos superior, inferior y medial, oblicuo inferior y elevador del párpado superior) y autónomos (esfínter pupilar y músculo ciliar). Los pacientes con una parálisis completa del III par presentan ptosis completa, con el ojo ipsolateral desviado abajo y afuera sin capacidad de aducción, infraducción y supraducción, y una pupila dilatada que responde mal a la luz (fig. 8-9). Son más frecuentes las parálisis parciales del III par, con limitación variable de los movimientos de elevación, depresión o aducción, ptosis o disfunción pupilar. Figura 8-9 Parálisis completa del III par. Esta mujer de 62 años sufrió «el peor dolor de cabeza de mi vida». A. La exploración mostró ptosis completa del ojo derecho, pupila en midriasis arreactiva y limitación acusada de todos los movimientos extraoculares excepto la abducción. B. Vista lateral de un angiograma cerebral que muestra un aneurisma de la arteria comunicante posterior (flecha). (Parte A por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte B por cortesía de Leo Hochhauser, MD.) La mayoría de las parálisis unilaterales del III par aisladas se deben (supuestamente) a lesión microvascular en el espacio subaracnoideo o el seno cavernoso. En ocasiones, puede haber parálisis aisladas del III par por lesiones troncoencefálicas, como un infarto microvascular. Otras causas menos frecuentes serían compresión por aneurismas, tumores, inflamación (sarcoidosis), vasculitis, infección (meningitis), infiltración (linfoma, carcinoma) y traumatismos. Parálisis del III par con afectación pupilar La disfunción pupilar en la parálisis del III par se debe a alteración de la señal parasimpática, que da lugar a una pupila dilatada que responde mal a la luz. Los pacientes pueden presentar un grado muy variable de disfunción del elevador del párpado y los músculos extraoculares. Los aneurismas que se forman en la unión de la arteria comunicante posterior y carótida interna están adyacentes al III par craneal y, por tanto, la parálisis de este nervio con afectación pupilar puede ser la primera manifestación de su expansión o rotura. Las fibras pupilomotoras del nervio motor ocular común se sitúan superficialmente en la cara medial del nervio, adyacentes a la arteria comunicante posterior, un sitio frecuente de formación de aneurismas. Por tanto, la parálisis no traumática del III par con afectación pupilar inicial o progresiva se considerará secundaria a un aneurisma mientras no se demuestre lo contrario. Dichos aneurismas casi siempre se localizan en la unión de la arteria comunicante posterior con la carótida interna, en estrecha proximidad con el III par craneal. Debe hacerse una interconsulta neuroftalmológica urgente y solicitar una angiografía de inmediato (angiografía con catéter, RMA o TCA, según las circunstancias clínicas) (fig. 8-10). Casi todos los aneurismas de esta localización que producen parálisis del III par pueden detectarse mediante estas pruebas angiográficas. La TCA y la RMA pueden detectar con fiabilidad aneurismas de tan solo 2-3 mm de diámetro en condiciones ideales. La TCA es más rápida, tiene una resolución algo mayor y, además, puede detectar signos de hemorragia subaracnoidea. La punción lumbar puede obtener indicios de hemorragia (xantocromía del líquido cefalorraquídeo) o detectar un origen inflamatorio o neoplásico cuando las pruebas neurorradiológicas son normales. Los aneurismas son poco frecuentes antes de los 20 años de edad, aunque, rara vez, pueden presentarse incluso en la primera década de la vida. A pesar de los avances en las técnicas de neuroimagen no invasivas, la angiografía con catéter sigue siendo la «prueba de referencia» para detectar aneurismas intracraneales. Figura 8-10 TCA que muestra un aneurisma de la arteria comunicante posterior (ACoP). (Por cortesía de Michael Vaphiades, DO.) Parálisis del III par sin afectación pupilar El término preservación pupilar debe reservarse para situaciones en las que hay una función pupilar normal con pérdida completa de la función palpebral y oculomotora (somáticas) del III par. Este es el hallazgo típico en la neuropatía craneal isquémica, que a menudo se asocia a dolor y mejora (generalmente se resuelve por completo) antes de 3 meses. La parálisis del III par sin afectación pupilar casi siempre es benigna y secundaria a alteraciones microvasculares, a menudo asociadas a diabetes, hipertensión y/o hiperlipidemia. Sin embargo, no es infrecuente que la pupila reaccione normalmente y haya solo una alteración mínima del elevador del párpado y la movilidad extraocular (parálisis parcial del III par). Aunque la pupila sea normal en esta situación, no debe hablarse de «preservación pupilar», dado que hay muchas otras fibras del nervio también «respetadas». Esta distinción es crucial, porque algunas parálisis parciales del III par con función pupilar normal se deben a lesiones compresivas y pueden progresar posteriormente y afectar a la pupila. La actitud en una parálisis parcial del III par sin afectación pupilar debe individualizarse según las características demográficas, la anamnesis y la disponibilidad de técnicas de imagen fiables no invasivas. Algunos médicos defienden las pruebas neurorradiológicas no invasivas, mientras que otros son partidarios de una vigilancia estrecha diaria o casi durante 7-10 días. Debe sospecharse un aneurisma incluso en una parálisis del III par con preservación pupilar aparentemente benigna si el paciente está en el grupo de edad con alto riesgo de sufrir un aneurisma (entre 20 y 50 años) y no presenta diabetes mellitus ni otros factores de riesgo vascular. La disfunción pupilar o una pérdida progresiva de función no siempre indican la presencia de aneurismas u otros problemas graves. La forma vasculopática de la parálisis del nervio motor ocular común puede producir cierto defecto pupilar eferente hasta en el 20% de los casos, aunque la afectación pupilar suele ser leve (típicamente una anisocoria menor o igual a 1 mm). La confirmación de una hiperglucemia en ayunas o de una elevación de la hemoglobina A1c, los lípidos plasmáticos o la presión arterial aumentan la probabilidad de que la parálisis del III par se deba a isquemia microvascular, pero los pacientes con estos factores de riesgo también pueden tener aneurismas. Por tanto, la afectación pupilar inicial o progresiva obligan a realizar pruebas neurorradiológicas para detectar un aneurisma. A la inversa, el paciente que presente solo una disfunción pupilar eferente (o sea, dilatación pupilar arreactiva a la luz) con normalidad de la función palpebral y de los músculos extraoculares casi siempre tiene un trastorno benigno. Esta afectación pupilar aislada no se debe a ninguna parálisis del III par, sino que representa una pupila tónica (de Adie), una midriasis farmacológica o una lesión mecánica de la pupila (como puede ocurrir si hay sinequias posteriores). El médico debe descartar grados leves de estrabismo incomitante (con un cover test alternante o una prueba con varilla de Maddox en todas las posiciones de la mirada) para asegurarse de que no hay signos sutiles de parálisis del III par antes de concluir que el problema es únicamente pupilar. La herniación tentorial no es una causa probable de midriasis fija aislada en ausencia de alteración del nivel de conciencia u otros defectos neurológicos. La presencia de dolor de cabeza y periorbitario no sirve para establecer la causa de la parálisis del III par. Aunque la mayoría de las parálisis del III par secundarias a aneurismas se presentan con dolor, también en muchas parálisis vasculopáticas aparece dolor que, a veces, puede ser intenso. En ancianos también hay que tener en cuenta una posible vasculitis (como la arteritis de células gigantes). Jacobson DM. Relative pupil-sparing third nerve palsy: etiology and clinical variables predictive of a mass. eurology. 2001;56(6):797–798. O’Connor PS, Tredici TJ, Green RP. Pupil-sparing third nerve palsies caused by aneurysm. Am J Ophthalmol. 1983;95(3):395–397. Una parálisis aguda y aislada del III par sin afectación pupilar, pero, por lo demás, completa en un paciente de más de 50 años con factores de riesgo vasculares que la justifiquen no requiere la realización de pruebas neurorradiológicas, aunque sí de un examen médico general con especial atención a los niveles de glucemia, la presión arterial, los lípidos plasmáticos y la velocidad de sedimentación globular. Si se produce progresión, se desarrollan otras neuropatías craneales o, si no tiene lugar la recuperación esperada antes de 3 meses, deben pedirse pruebas de neuroimagen para detectar una posible tumoración o lesión infiltrativa de la base del cráneo o el seno cavernoso. En ocasiones, deben repetirse estas pruebas para detectar un tumor, sobre todo si es intracavernoso. A veces se requiere una punción lumbar para detectar carcinomatosis meníngea, inflamación o infección. Jacobson DM, Broste SK. Early progression of ophthalmoplegia in patients with ischemic oculomotor nerve palsies. Arch Ophthalmol. 1995;113(12):1535–1537. Trobe JD. Managing oculomotor nerve palsy. Arch Ophthalmol. 1998;116(6):798. Parálisis divisional del III par El III par craneal se bifurca en una división superior y otra inferior a nivel de la hendidura orbitaria superior o dentro del seno cavernoso. La afectación aislada de cualquiera de estas divisiones suele indicar una lesión del seno cavernoso anterior o posiblemente de la órbita posterior. Hay que solicitar de entrada una RM. Si esta prueba es normal, debe realizarse un estudio médico que incluya medida de la presión arterial, determinación de los niveles plasmáticos de glucosa (glucemia, hemoglobina A1c) y de lípidos, y una velocidad de sedimentación globular. En raras ocasiones, la parálisis divisional del III par puede deberse a una lesión troncoencefálica, normalmente por afectación de vasos pequeños (lacunar) o desmielinización. Los aneurismas, aunque mucho menos frecuentes, son una causa mortal potencial de parálisis divisional del III par. Otras causas raras serían tumores, inflamaciones (sarcoidosis, vasculitis), infecciones (meningitis), infiltración (carcinomatosis meníngea o linfoma) y traumatismos. Bhatti MT, Eisenschenk S, Roper SN, Guy JR. Superior divisional third cranial nerve paresis: clinical and anatomical observations of 2 unique cases. Arch eurol. 2006;63(5):771–776. Parálisis del III par en pacientes jóvenes Los niños pueden presentar una oftalmoplejía transitoria tras una infección vírica o una vacunación. Si no se realiza un estudio exhaustivo inicialmente, hay que revisar al paciente hasta que la recuperación sea completa. Los aneurismas son raros en la infancia. En adolescentes y adultos jóvenes, una parálisis del III par con afectación pupilar requiere un examen para descartar aneurismas u otras lesiones estructurales. La migraña oftalmopléjica, que comienza en la infancia, puede causar dolor y disfunción del III par, aunque no simultáneamente. Curiosamente, la oftalmoplejía aparece días después del comienzo de la cefalea. La migraña oftalmopléjica es un diagnóstico de exclusión; todos los pacientes deben ser sometidos a RM craneal como parte del estudio inicial. Aunque sigue siendo desconocida la fisiopatología de la migraña oftalmopléjica, se ha atribuido a desmielinización con remielinización recidivantes o una lesión benigna del III par, como un schwannoma. Carlow TJ. Oculomotor ophthalmoplegic migraine: Is it really migraine? J euroophthalmol. 2002;22(3):215–221. Schumacher-Feero LA, Yoo SW, Solari FM, Biglan AW. Third cranial nerve palsy in children. Am J Ophthalmol. 1999;128(2):216–221. Regeneración aberrante del III par Después de una lesión axonal, las fibras nerviosas pueden crecer e inervar músculos distintos a los que inervaban originalmente (fig. 8-11). Esta desviación de fibras produce diversos fenómenos sincinéticos (p. ej., contracción simultánea de músculos que normalmente no se activan a la vez). Los hallazgos clásicos consisten en retracción palpebral con la aducción o depresión y miosis pupilar en elevación, aducción o depresión. Figura 8-11 Regeneración aberrante del III par derecho. A. En posición primaria, hay en el ojo derecho ptosis leve, midriasis y exotropia. B. Al intentar la mirada hacia abajo, el párpado superior derecho se retrae, porque las fibras del III par que inervan el recto inferior también inervan el elevador del párpado. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) La regeneración aberrante es frecuente tras traumatismos o compresión por un aneurisma o un tumor, aunque no después de parálisis del III par secundarias a isquemia microvascular. Los indicios de regeneración aberrante sin antecedentes de parálisis del III par —regeneración aberrante primaria — apuntan a una lesión paraselar que se expande lentamente, normalmente un meningioma o un aneurisma carotídeo intracavernoso, y requieren pruebas neurorradiológicas apropiadas. Grunwald L, Sund NJ, Volpe NJ. Pupillary sparing and aberrant regeneration in chronic third nerve palsy secondary to a posterior communicating artery aneurysm. Br J Ophthalmol. 2008;92(5):715– 716. Schatz NJ, Savino PJ, Corbett JJ. Primary aberrant oculomotor regeneration. A sign of intracavernous meningioma. Arch eurol. 1977;34(1):29–32. Parálisis del IV par La parálisis del IV par cursa típicamente con diplopía más acusada en la mirada hacia abajo; por tanto, los pacientes casi siempre refieren diplopía (o la tendencia a cerrar un ojo) cuando leen. En ocasiones, la exploración del ojo afectado revela limitación de la mirada inferior en aducción, pero, en la mayoría de los casos, la motilidad ocular parece normal. En consecuencia, es fundamental realizar una prueba de cover-uncover, del cristal rojo o de la varilla de Maddox para demostrar una hipertropia que empeora al mirar hacia el lado contrario. La inclinación de la cabeza al mismo lado suele aumentar el estrabismo vertical y, por tanto, es característico que los pacientes inclinen (inconscientemente) la cabeza hacia el otro lado para evitar la visión doble. La clásica prueba de los tres pasos de Parks-Bielschowsky es un algoritmo diagnóstico plenamente vigente para identificar los patrones de movilidad ocular que se adaptan a la disfunción de músculos extraoculares concretos de acción vertical. Los tres pasos son 1. Averiguar cuál es el ojo hipertrópico. 2. Determinar si la hipertropia es mayor al mirar a derecha o izquierda. 3. Determinar si la hipertropia es mayor al inclinar la cabeza a derecha o izquierda. Además de estos tres pasos, también conviene determinar si la separación vertical de las imágenes es mayor en la mirada superior o inferior (cuarto paso) y comprobar si hay una ciclotropia relativa. La prueba en tres pasos es útil principalmente para determinar si un estrabismo vertical se ajusta a un patrón de parálisis del IV par; por ejemplo, una parálisis del IV par derecho mostrará hiperdesviación derecha que empeora en la mirada izquierda, al inclinar la cabeza a la derecha y en la mirada inferior, con exciclotropia relativa del ojo derecho. (Esta prueba se describe con más detalle en la sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo.) En ocasiones, una desviación ocular puede simular una parálisis del IV par en la prueba de los tres pasos, pero puede distinguirse porque no se ajusta a estas reglas. Para ser más exactos, la conjunción de la prueba de tres pasos más el cuarto a menudo no permiten determinar el músculo (o los músculos) concreto, ni la etiología de un estrabismo vertical que no sea debido a una parálisis del IV par, ya que dicho estrabismo vertical adquirido con frecuencia se debe a la disfunción de más de un músculo. En particular, la oftalmopatía tiroidea, la miastenia grave o la disfunción de múltiples pares craneales oculomotores producen una gran variedad de patrones inespecíficos de alteración de los movimientos oculares. La fiabilidad de la prueba de los tres pasos para identificar el patrón del estrabismo vertical disminuye con el tiempo a causa del fenómeno conocido como «propagación de la concomitancia» (v. cap. 7). Hay que tener en cuenta una posible parálisis bilateral del IV par siempre que se diagnostique una parálisis unilateral, sobre todo si es postraumática. La parálisis bilateral del IV par se presenta con: • Hipertropia cruzada (o sea, el ojo derecho está más elevado en la mirada a la izquierda y el ojo izquierdo lo está en la mirada a la derecha). • Exciclotorsión de 10° o más (cada ojo rota hacia fuera; se mide mejor con la prueba de la doble varilla de Maddox). • Estrabismo con un patrón en V acusado (mayor o igual a 25 D). Brazis PW. Palsies of the trochlear nerve: diagnosis and localization—recent concepts. Mayo Clin Proc. 1993;68(5):501–509. Las parálisis del IV par a menudo son congénitas. Una anomalía del tendón del oblicuo superior o de su inserción o bien un defecto en la tróclea son causas actualmente identificadas de parálisis congénitas del IV par; igualmente, algunos casos de supuesta parálisis congénita del IV par son secundarios a un tumor benigno (p. ej., schwannoma) del nervio troclear. Los pacientes con frecuencia están asintomáticos hasta la cuarta-sexta década de la vida, cuando disminuye su amplitud fusional vertical y aparece diplopía. La mayoría de los pacientes presentan una inclinación crónica de la cabeza. La naturaleza inveterada del tortícolis puede confirmarse revisando fotografías antiguas (fig. 8-12). Los pacientes con una parálisis antigua del IV par tienen una amplitud fusional vertical relativamente grande (>3 dioptrías prismáticas). Figura 8-12 Parálisis congénita del IV par izquierdo. A. Obsérvese la hipertropia izquierda con inclinación de la cabeza a la derecha siendo niña. B. Cuarenta años después, persiste la inclinación cefálica a la derecha, pero la paciente refiere mayor dificultad para mantener la visión binocular única. C. Después de la intervención quirúrgica, han desaparecido la diplopía y el tortícolis. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Helveston EM, Krach D, Plager DA, Ellis FD. A new classification of superior oblique palsy based on congenital variations in the tendon. Ophthalmology. 1992;99(10):1609–1615. En pacientes mayores de 50 años, la parálisis aislada del IV par suele deberse a trastornos microvasculares benignos, y suele recuperarse antes de 3 meses. El nervio troclear es especialmente sensible a las contusiones craneoencefálicas, debido a su particular decusación dorsal en el mesencéfalo. Además, puede dañarse en el espacio subaracnoideo o el seno cavernoso. El estudio diagnóstico de una parálisis aislada del IV par suele arrojar poca información, ya que la mayoría de los casos son congénitos, isquémicos o idiopáticos. En pacientes en el grupo de edad vasculopático, conviene realizar un examen médico completo de posibles factores de riesgo vascular, como diabetes, hiperlipidemia e hipertensión. Los pacientes ancianos deben ser revisados hasta que la recuperación sea completa. La ausencia de recuperación después de 3 meses obliga a solicitar cuanto antes pruebas neurorradiológicas de la base del cráneo para detectar una lesión tumoral. Otras posibles causas de estrabismo vertical adquirido serían los síndromes orbitarios restrictivos (como la oftalmopatía tiroidea o traumatismos previos). Debe pensarse en una desviación ocular, una parálisis parcial del III par o una miastenia grave en casos atípicos. Parálisis del VI par La parálisis del VI par es la causa más frecuente de parálisis oculomotora aislada; se manifiesta típicamente como una diplopía horizontal que empeora en la mirada hacia el mismo lado, sobre todo si se mira de lejos. El déficit de abducción típicamente se asocia a endodesviación, que empeora si se mira hacia el lado afectado (v. fig. 8-4). Como se ha descrito anteriormente, puede aparecer un patrón de parálisis de divergencia en la fase de instauración o resolución de una parálisis del VI par. La mononeuropatía isquémica es la causa más común de parálisis aislada del VI par. Las lesiones del ángulo pontocerebeloso (sobre todo neurinoma acústico o meningioma) pueden afectar al VI par y otros nervios craneales contiguos, y producir hipoestesia facial y corneal (V par), parálisis facial (VII par) e hipoacusia con síntomas vestibulares (VIII par). La inflamación crónica del peñasco también puede dar lugar a un cuadro de parálisis del VI par y dolor facial ipsolateral (síndrome de Gradenigo), sobre todo en niños con otitis media recidivante. Tras salir al espacio preprotuberancial, el VI par puede afectarse por procesos meníngeos o de la base del cráneo, como meningiomas, carcinomas nasofaríngeos, cordomas o condrosarcomas. Además, el VI par es vulnerable a lesiones traumáticas por cizallamiento o a hipertensión intracraneal. En tales casos, la lesión se produce en el sitio de entrada del nervio en el seno cavernoso a través del conducto de Dorello (la abertura por debajo del ligamento petroclinoideo). Las parálisis congénitas del VI par casi nunca se dan aisladas. La paresia de la abducción a edades tempranas suele corresponder a un síndrome de Duane (v. fig. 8-15). Las parálisis aisladas del VI par en adultos de más de 50 años suelen ser isquémicas; la movilidad ocular en estos casos siempre mejora, y suele restablecerse antes de 3 meses. En general, ante una parálisis aislada del VI par en un paciente con riesgo vascular, no se requieren pruebas de imagen. Como se ha indicado para otras parálisis aisladas de nervios oculomotores, se recomienda un examen médico. Sin embargo, sí debe solicitarse una RM craneal si no hay una mejoría evidente después de 3 meses. Pueden requerirse otras pruebas diagnósticas, como punción lumbar, radiografía de tórax o estudios hematológicos para identificar procesos patológicos subyacentes del tipo de conectivopatías, sarcoidosis o sífilis. La recuperación no indica necesariamente que la causa sea benigna. En ocasiones, una parálisis de un par craneal oculomotor puede mejorar espontáneamente y luego recidivar como manifestación de un tumor intracraneal. La oftalmoplejía por déficit de abducción en pacientes menores de 50 años requiere un estudio minucioso, porque rara vez se debe a neuropatía craneal isquémica. Debe realizarse una RM craneal. Si esta es negativa, hay que pensar en un problema de la unión neuromuscular y solicitar anticuerpos antiacetilcolina o realizar la prueba del edrofonio, en una causa mecánica —como la oftalmopatía tiroidea con afectación de recto medial—, o en un problema meníngeo y practicar una punción lumbar. En niños, debe tenerse en cuenta la posibilidad de una leucemia o un glioma troncoencefálico. En adolescentes y adultos jóvenes, la causa puede ser desmielinizante, en cuyo caso debe solicitarse una RM con recuperación de inversión con atenuación de líquido (FLAIR), que mostrará unas típicas lesiones hiperintensas en T2 compatibles con esclerosis múltiple. (V. cap. 2 para un análisis de las técnicas de neuroimagen y cap. 14 para más detalles sobre la esclerosis múltiple.) euromiotonía La neuromiotonía, una causa rara pero importante de diplopía episódica, parece ser de origen neurógeno. Suele ir precedida por radioterapia de la base del cráneo, normalmente para una neoplasia (p. ej., un meningioma). Meses o años después de la irradiación, los pacientes sufren episodios de diplopía que duran entre 30 y 60 s. La neuromiotonía puede afectar a los pares III, IV o VI. La diplopía a menudo se desencadena por la activación del nervio implicado, con hiperfunción de este que produce una desviación ocular (p. ej., los episodios de neuromiotonía del VI par se caracterizan por abducción del ojo afectado con la consiguiente exotropia). Estos pacientes a menudo se someten a largas e innecesarias pruebas en busca de una recidiva neoplásica. El trastorno suele responder bastante bien al tratamiento médico, que suele empezarse con carbamacepina y sus derivados. Parálisis de múltiples pares craneales Las normas para el diagnóstico de las parálisis aisladas de pares craneales se basan en la premisa de que no haya otras alteraciones neurológicas. Los trastornos microvasculares benignos rara vez afectan simultáneamente a más de un par craneal oculomotor. La afectación de varios nervios contiguos (pares III, IV, V, VI y nervios simpáticos) es muy sugestiva de lesión tumoral en la región del seno cavernoso (v. el apartado siguiente). La afectación bilateral de pares craneales sugiere un proceso difuso, como una enfermedad infiltrativa (p. ej., carcinomas, leucemia o linfoma), una lesión de la línea media que se extiende a ambos lados (como cordoma, condrosarcoma o carcinoma nasofaríngeo), un proceso meníngeo, una polineuropatía inflamatoria (síndrome de Guillain-Barré o su variante, el síndrome de Miller-Fisher, o bien sarcoidosis) o miastenia grave. Debe realizarse un examen neurológico si los síntomas o signos indican que está afectado más de un par craneal. En este caso, si las pruebas de imagen son normales, se valorará la realización de una punción lumbar con examen citopatológico. Pueden ser útiles las pruebas especiales de marcadores oncológicos proteicos. Si se sospecha una afección neoplásica de las meninges (carcinomatosis meníngea), la TC-PET es, a menudo, la prueba de elección para demostrar sitios accesibles para una biopsia. Solo debe pensarse en un síndrome de neuropatía craneal múltiple idiopática tras descartar causas neoplásicas, inflamatorias o infecciosas mediante pruebas de imagen, análisis del líquido cefalorraquídeo y otras pruebas, más un tiempo de observación. Afectación del seno cavernoso y la hendidura orbitaria superior El rasgo característico de la oftalmoplejía secundaria a lesiones del seno cavernoso es la disfunción ipsolateral de múltiples pares craneales oculomotores con una combinación de anomalías de los pares III, IV, V y VI, y de las fibras simpáticas (v. las ilustraciones en el cap. 1). La hipoestesia facial por lesión del V par o la presencia de un síndrome de Horner de tercera neurona (posganglionar) son útiles como pistas no oftalmológicas para localizar la lesión en el seno cavernoso. Si solo se afecta un nervio oculomotor, suele tratarse del VI par, ya que es el único que no está protegido dentro de la pared dural del seno cavernoso. Las lesiones agresivas del seno, sobre todo de tipo infeccioso o inflamatorio, pueden afectar al drenaje venoso y causar ingurgitación de los vasos oculares superficiales, congestión venosa orbitaria y aumento de la presión intraocular y de la tensión diferencial del ojo. A menudo es imposible distinguir clínicamente las lesiones del seno cavernoso de aquellas que afectan a la hendidura orbitaria superior (por la que penetran en la órbita los pares oculomotores desde el seno cavernoso). Por este motivo, puede usarse el término más genérico de síndrome esfenocavernoso o paraselar. La lesión responsable puede extenderse hacia el agujero óptico o el vértice de la órbita, con posible afectación de la función del nervio óptico. En ese caso, se habla de un síndrome del vértice de la órbita. Síndrome de Tolosa-Hunt El síndrome de Tolosa-Hunt es una inflamación idiopática estéril que afecta principalmente al seno cavernoso. Casi siempre cursa con un dolor intenso y «terebrante». Las pruebas neurorradiológicas pueden mostrar una masa que capta contraste en el seno cavernoso. El dolor del síndrome de TolosaHunt responde rápida y espectacularmente a la corticoterapia, pero también puede haber una respuesta positiva en caso de lesiones neoplásicas, sobre todo linfomas. No es infrecuente que en pacientes diagnosticados inicialmente de síndrome de Tolosa-Hunt se descubra luego un origen neoplásico para la oftalmoplejía dolorosa. Por lo tanto, el diagnóstico de este síndrome es de exclusión. Otras causas de lesiones del seno cavernoso serían aneurismas, meningiomas, linfomas, schwannomas, adenomas hipofisarios (con o sin apoplejía), fístulas carotidocavernosas, metástasis, sarcoidosis y trombosis del seno cavernoso. Kline LB, Hoyt WF. The Tolosa-Hunt syndrome. J eurol eurosurg Psychiatry. 2001;71(5):577– 582. Fístula carotidocavernosa Las conexiones anormales entre la arteria carótida (o sus ramas) y el seno cavernoso introducen presiones arteriales elevadas en el seno cavernoso de presión normalmente baja. Esta conexión de alta presión puede invertir el flujo sanguíneo en la vena oftálmica superior y causar congestión venosa en la órbita. La arterialización de los vasos conjuntivales es un signo clásico de esta fístula (fig. 8-13). Los pacientes con este trastorno pueden tener una fístula directa de flujo alto entre la carótida interna y el seno cavernoso, o bien conexiones «durales» indirectas de flujo bajo por medio de pequeñas arterias nutricias provenientes de la carótida interna o externa. Las fístulas directas de alto flujo aparecen casi siempre tras una contusión cefálica grave y producen un soplo craneal, mientras que las fístulas indirectas de bajo flujo generalmente ocurren espontáneamente, sobre todo en mujeres ancianas. No se conoce la secuencia de acontecimientos que dan lugar a una fístula dural. Las manifestaciones clínicas casi siempre son menos llamativas que las de una fístula directa carotidocavernosa, aunque con el tiempo el estado de bajo flujo de una fístula de seno dural clásica puede cambiar a flujos más altos si se desarrollan nuevas conexiones arteriales. Aparte de un síntoma tan revelador como el soplo craneal, la diferenciación entre fístulas de alto y bajo flujo se consigue mediante estudios angiográficos. Figura 8-13 Fístula carotidocavernosa derecha. A. El aumento de la presión venosa orbitaria produce arterialización de los vasos sanguíneos conjuntivales, que aparecen dilatados en sacacorchos y llegan hasta el limbo. B. La RM axial ponderada en T1 muestra dilatación de la vena oftálmica superior (flecha). (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) Tanto las fístulas directas como las indirectas producen, a menudo, hipertensión ocular y proptosis, aunque también pueden causar neuropatías oculomotoras y diplopía, insuficiencia arterial o venosa en la retina y el globo ocular, neuropatía óptica isquémica, derrames coroideos (que pueden empujar el iris hacia delante y dar lugar a un glaucoma por cierre angular), dolor (que en parte puede deberse a sequedad de la superficie ocular si hay una proptosis significativa) y, en algunos pacientes, infarto venoso cerebral. Algunas fístulas indirectas se mantienen estables o se cierran espontáneamente; no obstante, ambos tipos de fístula pueden tratarse satisfactoriamente con técnicas de radiología intervencionista o radiocirugía. Se requiere una angiografía para determinar la localización y configuración de la fístula, pudiendo emplearse a continuación diversos materiales trombógenos (p. ej., muelles, cuentas, globos) para eliminar el flujo vascular anómalo. Causas de diplopía de la unión neuromuscular La miastenia grave es el prototipo de enfermedad de la unión neuromuscular. Se caracteriza por diplopía y ptosis variables con cualquier patrón de desviación ocular indolora y sin afectación de la pupila, que, por otro lado, nunca se acompaña de síntomas sensoriales, dolor o disfunción autónoma o pupilar. Por lo tanto, entra en el diagnóstico diferencial de casos de diplopía con estas características (v. cap. 14). Causas de diplopía miopáticas, restrictivas y orbitarias Los movimientos oculares pueden estar limitados por factores mecánicos congénitos o adquiridos. Las deficiencias congénitas de la inervación de los músculos extraoculares también pueden asociarse a limitación de los movimientos oculares, que a veces posee, asimismo, un componente restrictivo. Oftalmopatía tiroidea La causa más frecuente de estrabismo restrictivo en adultos es la oftalmopatía tiroidea (OT). Puede afectar a cualquier músculo extraocular, aunque sobre todo a los rectos inferior y medial. Cuando se afecta el recto inferior, hay típicamente una hipotropia ipsolateral en posición primaria que aumenta al mirar arriba, porque el proceso restrictivo tracciona del globo ocular hacia abajo y limita su capacidad de mirar arriba (v. cap. 14, fig. 14-3). Cuando el músculo afectado es el recto medial, se observa una endodesviación ipsolateral que aumenta al mirar hacia el mismo lado (el recto medial hipertrófico y «fibrótico» restringe la abducción). El diagnóstico de OT a menudo es evidente si se asocian proptosis, quemosis, retracción palpebral y retraso del párpado superior. Las pruebas de ducción forzada (v. fig. 8-3) y la medición de la presión intraocular en diferentes posiciones de la mirada pueden aportar datos que apoyen este diagnóstico. Las pruebas neurorradiológicas suelen mostrar un agrandamiento del vientre de los músculos extraoculares que respeta los tendones (v. cap. 4, fig. 4-23). Para una exposición más detallada de la OT, consúltense los capítulos 4 y 14 de este volumen y la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal. Restricción postraumática Los pacientes con fracturas en estallido de la órbita a menudo sufren diplopía. La presentación clínica más habitual es la de una fractura del suelo orbitario con atrapamiento del músculo recto inferior. Este atrapamiento, que se aprecia mejor en una TC coronal de la órbita, produce el mismo patrón de estrabismo vertical asociado a menudo con la OT. Con menos frecuencia hay atrapamiento del músculo recto medial (v. cap. 2, fig. 2-14). En algunos casos de traumatismo orbitario, quedan atrapadas en una fractura ósea las estructuras fasciales de la órbita conectadas a los músculos extraoculares, sin que exista propiamente atrapamiento muscular. De cualquier forma, suele haber un edema difuso de los tejidos orbitarios que tiende a desaparecer en poco tiempo (algunas semanas), a veces con resolución de la diplopía. Por tanto, hay que ser prudente a la hora de indicar una intervención quirúrgica en las fracturas por estallido de la órbita. Véase también la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal. Restricción tras extracción de catarata Las lesiones o inflamaciones del recto inferior u otros músculos secundarias a inyección retrobulbar en intervenciones de catarata u otra cirugía ocular pueden causar diplopía binocular. La aparición de diplopía vertical en el postoperatorio inmediato sugiere, de entrada, una lesión nerviosa o una posible miotoxicidad del anestésico local. Con el tiempo, el efecto parético o miotóxico inicial evoluciona a fibrosis del músculo extraocular con restricción del movimiento; paralelamente, el ojo afectado pasa de una situación de hipertropia a una hipotropia, que aumenta en la mirada hacia arriba. Miositis orbitaria La inflamación idiopática de uno o más músculos extraoculares produce habitualmente oftalmoplejía y dolor, a menudo con hiperemia conjuntival, quemosis y, en ocasiones, proptosis. El dolor puede ser muy intenso y se acentúa con los movimientos oculares. A veces, el ojo puede permanecer blanco y tranquilo si la inflamación afecta a la órbita posterior. La TC o RM muestran típicamente agrandamiento de uno o más músculos extraoculares, con afectación tendinosa, y a menudo la inflamación se extiende a la grasa orbitaria. El dolor secundario a miositis orbitaria suele responder rápidamente a la corticoterapia sistémica, mientras que la diplopía tarda más tiempo en resolverse. La miositis orbitaria suele ser un fenómeno aislado, aunque puede formar parte de una enfermedad sistémica, como la granulomatosis de Wegener, el lupus eritematoso sistémico o la sarcoidosis (v. también el capítulo 14 de este volumen y la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal). Lesiones neoplásicas La infiltración de la órbita por lesiones malignas, sobre todo a partir de los senos paranasales circundantes, puede afectar a los movimientos oculares, bien por infiltración de músculos extraoculares o por lesión de los pares craneales oculomotores. A veces, los músculos extraoculares pueden ser asiento de tumores metastásicos. Síndrome de Brown El síndrome de Brown es un trastorno restrictivo de la movilidad ocular que produce limitación de la mirada hacia arriba cuando el ojo afectado está en aducción (fig. 8-14). Este patrón de movilidad suele ser congénito, aunque también puede ser adquirido. En los casos congénitos, la lesión consiste en un acortamiento del tendón del oblicuo superior que produce hipodesviación ipsolateral que aumenta en la mirada hacia arriba y al otro lado (déficit de la supraducción en aducción). Los casos adquiridos se deben a lesiones o traumatismos de la tróclea, que a veces producen un «clic» que el paciente puede notar. Los casos adquiridos suelen darse en pacientes con artritis reumatoide, inflamación orbitaria idiopática o traumatismos, aunque, en raras ocasiones, son la manifestación de una metástasis focal en el músculo oblicuo superior. Figura 8-14 Síndrome de Brown. Selección de diversas posiciones de la mirada en un paciente de 7 años remitido por «movimientos raros» del ojo izquierdo desde hacía 2 años. La agudeza visual era de 20/20 en ambos ojos. Los ojos del paciente estaban rectos en posición primaria. El examen de la movilidad descubrió una hipotropia izquierda en la mirada arriba a la derecha (fotografía superior izquierda). Este es el patrón de un acortamiento congénito del tendón del oblicuo superior izquierdo típico del síndrome de Brown. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Síndrome de fibrosis congénita (síndrome de denervación craneal congénita, síndromes de agenesia) Hay un grupo de trastornos congénitos que se atribuían a restricción de los movimientos oculares (de ahí el término fibrosis), aunque, en realidad, se deben a agenesia de las neuronas oculomotoras del troncoencéfalo. El prototipo es el síndrome de fibrosis congénita de los músculos extraoculares de tipo I (FCMEO1), enfermedad autosómica dominante que se caracteriza por una acusada ptosis bilateral con oftalmoplejía externa. Existe agenesia de la división superior del III par craneal con atrofia secundaria de los músculos recto superior y elevador del párpado superior. Los pacientes con este trastorno muestran una característica hiperextensión cervical para intentar mirar por debajo de sus párpados ptósicos. Pueden darse otras formas de agenesia nuclear. El síndrome de retracción de Duane, causado por un fallo en la formación del núcleo y el nervio motor ocular externo, produce una paresia congénita de la abducción. El músculo recto lateral afectado está inervado por una rama anómala que sale del III par en la órbita. Este patrón atípico de inervación da lugar a una co-contracción aberrante de los músculos rectos horizontales, que se manifiesta como retracción del globo ocular y estrechamiento de la hendidura palpebral al intentar la aducción, ya que la activación del III par craneal causa contracción simultánea de los músculos rectos medial y lateral. El síndrome de retracción de Duane suele ser unilateral, aunque hay casos bilaterales (fig. 8-15). Figura 8-15 Síndrome de retracción de Duane bilateral. Este niño de 4 años nació con limitación de la abducción en ambos ojos y estrechamiento de la hendidura palpebral cuando intentaba la aducción de cualquiera de los ojos. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Otras variantes del síndrome de Duane cursan con limitación de la aducción de uno o ambos ojos, así como con limitación de tanto la abducción como la aducción en uno o ambos ojos (tabla 8-2). En todos los casos, no obstante, existe retracción ocular al intentar la aducción. Los pacientes con síndrome de Duane típicamente no refieren diplopía y, a menudo, adoptan una posición compensadora de la cabeza. Tabla 8-2 Síndrome de retracción de Duane Síndrome Limitación* Estrechamiento de la hendidura palpebral en aducción 1 abDucción Sí 2 aDDucción Sí 3 aDDucción y abDucción Sí * El número de «D» es igual al número del síndrome. DeRespinis PA, Caputo AR, Wagner RS, Guo S. Duane’s retraction syndrome. Surv Ophthalmol. 1993;38(3):257–288. Miller NR, Kiel SM, Green WR, Clark AW. Unilateral Duane’s retraction syndrome (type 1). Arch Ophthalmol. 1982;100(9):1468–1472. El síndrome de Möbius se debe a agenesia bilateral de los núcleos de los pares craneales VI y VII, que da lugar a oftalmoplejía y diplejía facial. También puede haber escoliosis, atrofia lingual y deformidades cefálicas. Véase también la sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo. Capítulo 9 Paciente con nistagmo o trastornos espontáneos de los movimientos oculares Introducción Diversas enfermedades, fármacos u otros factores pueden alterar los sistemas que mantienen los ojos estables. Pueden ocurrir movimientos oculares anormales por incapacidad para mantener la fijación, por pérdida de las influencias inhibitorias normales sobre el sistema de control de los movimientos oculares o por pérdida de las señales normalmente simétricas desde una de las vías vestibulares hasta los núcleos oculomotores. Un tipo de movimientos oculares excesivos es el nistagmo, término que debe reservarse para los movimientos rítmicos de los ojos a uno y otro lado (horizontal, vertical, torsional o una combinación de estos) que constan de una fase lenta. El nistagmo en resorte tiene dos fases: 1) una fase lenta que se aleja lentamente del objeto de interés, seguida de 2) un sacádico corrector (fase rápida) de vuelta a dicho objeto. El nistagmo pendular se caracteriza porque los movimientos a ambos lados tienen la misma amplitud y velocidad (fig. 9-1). Existen otros tipos de movimientos sacádicos inadecuados que pueden afectar a la capacidad normal de fijar un objeto y que, en conjunto, se denominan intrusiones u oscilaciones sacádicas, y que no se ajustan a la definición de nistagmo debido a que no tienen fase lenta. Figura 9-1 Ondas de nistagmo denominadas según el perfil de velocidad de la fase lenta. La onda lineal es típica del nistagmo vestibular; la onda con aumento exponencial de velocidad, del nistagmo congénito; la onda con disminución exponencial de velocidad, del nistagmo evocado por la mirada y la onda pendular puede verse en el nistagmo congénito o adquirido. (Modificado de Kline LB. euro-Ophthalmology Review Manual. 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008.) Los pacientes con nistagmo adquirido a menudo refieren la sensación de que se mueve su entorno, lo que se conoce como oscilopsia. Los niños con nistagmo congénito a menudo no presentan oscilopsia. El nistagmo presente en la posición primaria puede reducir la agudeza visual. Debe preguntarse a los pacientes sobre cualquier síntoma neurológico asociado (como vértigo, ataxia, debilidad motora o hipoestesia) y recoger los antecedentes familiares de movimientos oculares anormales. La exploración de la movilidad ocular empieza valorando la estabilidad ocular con los ojos en posición primaria mientras fijan un objeto. Luego deben explorarse los movimientos oculares en las nueve posiciones cardinales de la mirada para determinar si: • El trastorno de la motilidad ocular es monocular o binocular. • Los ojos se comportan de forma similar (conjugadamente). • Los movimientos oculares anormales son horizontales, verticales, torsionales o mixtos. • Los movimientos oculares anormales son continuos o aparecen en determinadas posiciones de los ojos. • Existen solo fases lentas (nistagmo pendular), fases rápida y lenta (nistagmo en resorte) o solo fases rápidas (intrusiones sacádicas). • Existe un punto en el que el nistagmo es menos patente (es decir, un punto de bloqueo). Por convenio, se considera que la dirección del nistagmo en resorte es la de su fase rápida; sin embargo, es la fase lenta la que indica la existencia de la patología. Cuando el tamaño de las oscilaciones varía entre los dos ojos, se habla de nistagmo disociado, y cuando lo que cambia es la dirección de las oscilaciones, se aplica el término de nistagmo disconjugado o disyuntivo. La amplitud del nistagmo a menudo se modifica según la posición de la mirada. Es normal la presencia de algunas batidas nistágmicas en posiciones extremas de la mirada horizontal (más allá de 45°), sobre todo en ancianos; no deben considerarse patológicas a menos que el nistagmo sea persistente o asimétrico (p. ej., presente en mirada a la izquierda pero no a la derecha) o se presente junto con otras características. El estudio del nistagmo puede completarse con estrategias para detectar movimientos oculares de pequeña amplitud más sutiles. Las gafas de Frenzel iluminadas (de gran aumento) son muy útiles para detectar movimientos oculares, pero también puede recurrirse a una lente de 20 D, la lámpara de hendidura o un oftalmoscopio directo para bloquear la fijación del paciente y ampliar los movimientos oculares anormales. Los registros oculomotores (electro- o videooculograma, rastreo por infrarrojos o técnica con bobina electromagnética) proporcionan una medición objetiva y muy sensible de los movimientos oculares, pero rara vez se requieren en la práctica clínica cotidiana. Las características de los movimientos oculares pueden registrarse fácilmente y comunicarse de forma eficaz mediante dibujos. Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 4th ed. Contemporary Neurology Series. New York: Oxford University Press; 2006. Serra A, Leigh RJ. Diagnostic value of nystagmus: spontaneous and induced ocular oscillations. J eurol eurosurg Psychiatry. 2002;73(6):615–618. istagmo de aparición precoz (infantil) istagmo congénito El nistagmo congénito ( C o síndrome de nistagmo infantil) suele apreciarse en los primeros meses de vida; puede haber antecedentes familiares de este trastorno. Los pacientes con NC habitualmente no presentan oscilopsia. El NC puede aparecer asociado a mala visión o a buena agudeza. La disminución de visión puede deberse al nistagmo en sí o a algún trastorno de la vía visual aferente. Por tanto, el oftalmólogo debe averiguar si hay indicios de lesión de las vías visuales. En niños pequeños es importante detectar cualquier alteración del rastreo visual (o sea, si los ojos no pueden seguir por igual los estímulos visuales) o una posible atrofia óptica. La presencia de tales anomalías obliga a solicitar pruebas neurorradiológicas. El NC a menudo se asocia a enfermedades como albinismo ocular, acromatopsia, amaurosis congénita de Leber y aniridia. Con frecuencia está justificado realizar pruebas electrofisiológicas (ERG, PEV). El NC casi siempre es conjugado y horizontal. Su carácter horizontal se conserva incluso en la mirada hacia arriba y abajo. El nistagmo puede ser continuo o intermitente, y puede presentar movimientos en resorte o pendulares en diferentes posiciones de la mirada. A menudo existe un punto nulo en el campo de la mirada en el que la intensidad del nistagmo es mínima. Si el punto nulo no está en posición primaria, los pacientes tienden a adoptar un tortícolis u otra posición de la cabeza para mejorar la visión mediante la colocación de los ojos en la posición nula. La atención y fijación visual suelen potenciar el NC (lo que lo diferencia del nistagmo vestibular periférico, como se comenta más adelante en este capítulo), mientras que la convergencia sobre un objeto próximo atenúa la amplitud del nistagmo. Dos signos característicos del NC son: 1. La inversión del patrón normal del nistagmo optocinético caracterizada porque la fase lenta de los movimientos oculares tiene una dirección opuesta al giro del tambor optocinético. 2. Un patrón peculiar, identificable solo mediante registros de los movimientos oculares, en el que la velocidad de la fase lenta del movimiento aumenta exponencialmente al alejarse de la fijación (v. fig. 9-1). Para resumir, las características del NC son: • Patrón en resorte o pendular. • Presente con agudeza normal o reducida. • Movimientos oculares conjugados y horizontales que siguen siendo horizontales en la mirada hacia arriba y abajo. • Presencia de un punto nulo. • Ausencia de oscilopsia. • Velocidad creciente de la fase lenta. • Se acentúa por la fijación lejana y disminuye con la convergencia. • El 15% de los pacientes presenta estrabismo. • Desaparece al dormir. Abadi RV, Bjerre A. Motor and sensory characteristics of infantile nystagmus. Br J Ophthalmol. 2002;86(10):1152–1160. Gelbart SS, Hoyt CS. Congenital nystagmus: a clinical perspective in infancy. Graefes Arch Clin Exp Ophthalmol. 1988;226(2):178–180. Hertle RW, Dell’Osso LF. Clinical and ocular motor analysis of congenital nystagmus in infancy. J AAPOS. 1999;3(2):70–79. istagmo latente Otra forma de nistagmo que aparece a edades muy tempranas es el nistagmo latente ( L), o síndrome de nistagmo por desarrollo fusional anómalo, que es un nistagmo en resorte horizontal que se acentúa o aparece solo en condiciones de visión monocular. Los ojos con NL están estables hasta que se tapa un ojo y se elimina la fijación binocular. La fase rápida bate hacia el ojo que ve y se aleja del ojo ocluido (la fase lenta del ojo que ve se dirige hacia la nariz). Por tanto, la fase rápida invierte su dirección cada vez que se tapan alternativamente los ojos. Hay que evitar usar un oclusor para medir la agudeza visual en pacientes con NL, porque la aparición de este disminuirá la agudeza. La penalización óptica parcial de un ojo (con una lente positiva o un filtro) puede permitir mejores valores de agudeza visual en el otro ojo sin inducir nistagmo. El NL casi siempre se asocia a endotropia y, a menudo, con una desviación vertical disociada. Las características clínicas del NL son: • Nistagmo en resorte conjugado. • Empieza o se acentúa cuando se interrumpe la fusión binocular. • Cambio de dirección con la oclusión monocular: la fase rápida bate hacia el ojo que ve; la fase lenta, hacia la nariz. • Suele haber endotropia congénita. • Estereopsia subnormal o anómala. • Puede coincidir con un NC en la misma persona. Se denomina nistagmo latente manifiesto ( LM) a un nistagmo con características de NL pero que aparece cuando están abiertos ambos ojos. Como la mayoría de los pacientes con NL tienen endotropia (que puede ser una sutil microtropia), el NLM se inicia cuando se suprime fisiológicamente el ojo desviado. En otras palabras, se desarrolla el nistagmo de forma espontánea e intermitente siempre que se produce supresión (o sea, el examinador no necesita inducir movimientos anormales mediante la oclusión de un ojo). Tanto el NL como el NLM son entidades benignas. Cuando se estudian con técnicas de registro de los movimientos oculares, el NL suele tener una fase lenta de velocidad constante, a diferencia del aumento exponencial de la onda en el NC. Dell’Osso LF, Schmidt D, Daroff RB. Latent, manifest latent, and congenital nystagmus. Arch Ophthalmol. 1979;97(10):1877–1885. istagmo monocular infantil El nistagmo monocular infantil es una forma de nistagmo rara, pero importante, que se manifiesta a edades tempranas; su causa puede ser benigna o tratarse de un problema grave con riesgo para la visión y la vida. Los movimientos oculares suelen afectar a un ojo y ser verticales o elípticos y de pequeña amplitud. El nistagmo monocular de un ojo con mala visión a menudo se denomina fenómeno de Heimann-Bielschowsky; puede asociarse a diversas patologías subyacentes, como neuropatía óptica y ambliopía. El nistagmo monocular vertical en un lactante, a menudo acompañado de defecto pupilar aferente y atrofia óptica, puede indicar un tumor (glioma) del nervio óptico o quiasma, por lo que deben realizarse pruebas neurorradiológicas. Espasmo salutatorio El espasmo salutatorio (spasmus nutans) es un trastorno que se desarrolla en el primer año de vida y se manifiesta como un nistagmo pendular, horizontal, de alta frecuencia, de muy baja amplitud, binocular e intermitente. El nistagmo puede ser disociado o incluso monocular, y la relación entre la amplitud y la fase de los movimientos oculares puede variar a menudo entre los dos ojos. También puede haber un nistagmo vertical de pequeña amplitud. El nistagmo se asocia a movimientos verticales de la cabeza, a menudo sutiles. Muchos pacientes tienen una postura anormal de la cabeza o tortícolis. Existe una asociación entre espasmo salutatorio y etnia afroamericana o hispana, así como con un estado socioeconómico bajo. En general, el espasmo salutatorio se distingue del NC (síndrome de nistagmo infantil) por los movimientos de la cabeza y la posición cefálica anormal, el carácter intermitente y variable del nistagmo, y la frecuencia relativamente alta de movimientos oculares en el espasmo salutatorio. Sin embargo, el nistagmo del espasmo salutatorio a veces es monocular y se hace virtualmente imposible de distinguir de enfermedades más ominosas que cursan con nistagmo monocular infantil (como el fenómeno de Heimann-Bielschowsky, comentando en el apartado precedente). Por lo tanto, los pacientes en que se sospeche espasmo salutatorio deben someterse a pruebas de neuroimagen para descartar un glioma de la vía visual anterior. Igualmente, algunos autores han informado de la asociación de un seudosíndrome de espasmo salutatorio con distrofias retinianas (p. ej., ceguera nocturna estacionaria congénita), por lo que hay que plantearse realizar un electrorretinograma en tales casos. Si no desaparece el espasmo salutatorio como es previsible o aparecen nuevos problemas neurológicos, también debe reevaluarse el cuadro, con pruebas de neuroimagen incluidas. El espasmo salutatorio es un trastorno benigno, y los pacientes no suelen presentar otras anomalías neurológicas, salvo quizá estrabismo y ambliopía. Típicamente, los movimientos oculares y cefálicos anormales desaparecen después de uno o pocos años, siempre antes del final de la primera década de vida. Newman SA, Hedges TR, Wall M, Sedwick LA. Spasmus nutans—or is it? Surv Ophthalmol. 1990;34(6):453–456. Smith DE, Fitzgerald K, Stass-Isern M, Cibis GW. Electroretinography is necessary for spasmus nutans diagnosis. Pediatr eurol. 2000;23(1):33–36. istagmo evocado por la mirada El nistagmo evocado por la mirada se desarrolla por una incapacidad para mantener la fijación en la mirada excéntrica. Debido a las propiedades elásticas de la órbita, los ojos tienden a volver a la línea media y se genera un sacádico corrector para recuperar la posición excéntrica. Por tanto, la fase rápida siempre es en la dirección de la mirada. La amplitud del nistagmo aumenta a medida que los ojos se mueven en la dirección de la fase rápida. Este patrón concuerda con la ley de Alexander, que establece que el nistagmo aumenta de intensidad (amplitud y frecuencia) cuando los ojos se mueven en la dirección de la fase rápida. El nistagmo evocado por la mirada se debe a una disfunción del integrador nervioso (v. cap. 1). Para la mirada horizontal, el integrador nervioso está formado por el núcleo prepositus del hipogloso y los núcleos vestibulares mediales. Para la mirada vertical, es el núcleo intersticial de Cajal quien actúa como integrador nervioso. El flóculo y el nódulo del cerebelo también desempeñan un papel en el mantenimiento de la posición excéntrica de la mirada. El integrador nervioso recibe una señal de velocidad (el «impulso») desde los centros de la mirada correspondientes y, a través de un proceso matemático de integración, genera una señal de «paso» para mantener la posición excéntrica de los ojos (v. cap. 7, fig. 7-1). Esto equivale a decir que el integrador garantiza un nivel de actividad nerviosa adecuado para mantener los ojos en posición de mirada excéntrica frente a las fuerzas elásticas de la órbita. Si el integrador nervioso no consigue realizar su función correctamente (si tiene «fugas»), no puede mantenerse la posición excéntrica de los ojos. La existencia de algunas batidas de nistagmo en resorte simétrico en la mirada horizontal extrema que no se acompañan de otros signos (p. ej., nistagmo en rebote, dismetría de sacádicos) es fisiológica y no tiene importancia clínica. Sin embargo, el nistagmo evocado por la mirada continuado o asimétrico obliga a un examen más profundo. Puede deberse a causas metabólicas y tóxicas como el etanol o diversos fármacos (antiepilépticos, sedantes e hipnóticos). Siempre que el nistagmo evocado por la mirada sea asimétrico, puede suponerse que existe una lesión troncoencefálica o cerebelosa, normalmente de tipo vascular, desmielinizante o tumoral. Este hallazgo obliga a realizar un examen detenido del paciente, con pruebas de neuroimagen incluidas. Las enfermedades de órgano final como miopatías extraoculares y miastenia también pueden causar nistagmo evocado por la mirada, con un patrón similar al que se da en lesiones del sistema nervioso central. istagmo de rebote La mirada excéntrica prolongada puede dar lugar a un nistagmo de rebote. Dicha mirada excéntrica puede producir un sesgo direccional en el control oculomotor para intentar contrarrestar la tendencia centrípeta de los ojos a volver a la posición primaria (debida sobre todo a las fuerzas elásticas intraorbitarias). Este sesgo se pone de manifiesto cuando el ojo vuelve a la posición primaria, momento en el que muestra una tendencia a retornar a su posición excéntrica anterior. Esta desviación induce un movimiento sacádico corrector en dirección opuesta a la posición excéntrica de la mirada inicial. El nistagmo de rebote pone de manifiesto la existencia de enfermedad cerebelosa. istagmo vestibular istagmo vestibular periférico Los pacientes con nistagmo vestibular periférico muestran típicamente un cuadro de desequilibrio, con vértigo, náuseas y vómitos (tabla 9-1), de comienzo repentino y a veces alarmante. A menudo se dan cuenta de que sus síntomas empeoran en ciertas posiciones o movimientos de la cabeza. También pueden experimentar oscilopsia, acúfenos e hipoacusia. Después de la fase aguda, que suele durar algunos días, sigue un período prolongado (semanas o meses) de atenuación gradual de los síntomas. Incluso los pacientes ya asintomáticos pueden referir malestar meses o años después de la lesión del sistema vestibular, cuando viajan en barco o en un coche a gran velocidad. Tabla 9-1 Características clínicas del nistagmo vestibular periférico y central Síntoma o signo Vértigo Disfunción periférica Intenso Días a semanas, mejoría con el tiempo (pueden Duración de síntomas recidivar) Acúfenos o hipoacusia Frecuentes Nistagmo horizontal Característico con torsión Nistagmo horizontal sin Raro torsión Nistagmo vertical o Casi nunca torsional puro Fijación visual Atenúa el nistagmo Laberintitis, enfermedad de Ménière, Causas frecuentes traumatismos, fármacos tóxicos Disfunción central Leve Pueden ser crónicos Típicamente ausentes No es característico Puede haber Diagnóstico Sin efecto Desmielinizantes, vasculares, fármacos El nistagmo vestibular periférico aparece en pacientes con disfunción del órgano final (canales semicirculares, estructuras otolíticas y nervio vestibular). La lesión del órgano final, que suele ser unilateral o por lo menos asimétrica (salvo en casos de toxicidad), altera las señales vestibulares normalmente simétricas hacia el integrador nervioso que estabiliza la posición de los ojos en mirada excéntrica. Las señales que salen del integrador nervioso se dirigen a la FRPP contralateral. Esta pérdida de la simetría tónica produce un sesgo direccional en la posición ocular. La disminución de la señal procedente de una lesión vestibular izquierda, por ejemplo, origina un sesgo hacia ese lado, que induce luego una sacádico corrector hacia el lado opuesto a la lesión. O sea, una lesión izquierda da lugar a fases lentas hacia la izquierda y a un nistagmo en resorte a la derecha. El nistagmo vestibular periférico por neuropatía vestibular típicamente altera las señales procedentes de los tres conductos semicirculares y los órganos con otolitos, produciendo un patrón mixto de nistagmo horizontal-torsional que cambia según la dirección de la mirada. Sigue la ley de Alexander: el nistagmo es más acusado cuando se mira hacia el lado del componente de batida rápida. Según la gravedad de la lesión, el nistagmo puede manifestarse en posición primaria. También puede haber una desnivelación ocular debido a alteración de estructuras vestibulares periféricas. El nistagmo puramente vertical o torsional casi siempre implica una lesión central (v. el apartado siguiente). Un rasgo característico del nistagmo vestibular periférico es la capacidad de atenuarse mediante la fijación visual. Este efecto de la fijación sobre el nistagmo puede explorarse durante la oftalmoscopia directa si se tapa momentáneamente el otro ojo fijador. Otros métodos de resaltar esta forma de nistagmo incluyen agitar vigorosamente la cabeza, la hiperventilación, la vibración mastoidea o la maniobra de Valsalva. La disfunción vestibular periférica, a menudo acompañada de nistagmo, suele aparecer en alguna de estas cuatro situaciones clínicas. La primera es un trastorno monofásico agudo secundario a una neuronitis vestibular (presuntamente vírica). El segundo es una forma recidivante de disfunción vestibular que suele asociarse a síntomas auditivos (acúfenos e hipoacusia). Este trastorno, conocido como enfermedad de Ménière, suele ser progresivo, aunque habitualmente hay largos períodos asintomáticos. El tercer cuadro clínico es una disfunción paroxística del sistema vestibular que produce vértigo en ciertas posiciones de la cabeza. Este trastorno, denominado vértigo postural paroxístico benigno (VPPB), aparece por el movimiento libre de las partículas de otoconias (cristales de carbonato cálcico localizados normalmente dentro del utrículo y el sáculo), que actúan como cuerpos extraños dentro de un canal semicircular. La maniobra de Dix-Hallpike, en la que se gira la cabeza del paciente 45° a la derecha o a la izquierda y se baja por debajo del plano horizontal sobre una mesa de exploración para inducir síntomas, puede usarse para diagnosticar qué lado y canal semicircular están afectados. Una vez establecido esto, puede recurrirse a algún tratamiento de reposicionamiento como la maniobra de Epley para retirar las otoconias de ese conducto semicircular. La maniobra de Epley para el oído derecho, por ejemplo, empieza en la posición de Dix-Hallpike derecha, con la cabeza 45° a la derecha y por debajo de la horizontal; luego se gira la cabeza muy lentamente (durante varios minutos) 180° hacia la izquierda del paciente. Estos pacientes a menudo consiguen la remisión después de un brote de VPPB, aunque no es raro que se vean afectados intermitentemente por este problema. Una cuarta situación clínica en la que puede aparecer una disfunción vestibular periférica sería la etiología tóxica, sobre todo por aminoglucósidos (pero también por otros fármacos, como agentes quimioterápicos). Las sustancias ototóxicas sistémicas producen típicamente oscilopsia dependiente de los movimientos de la cabeza y disminución de la ganancia del reflejo oculovestibular (ROV) bilateralmente con poco o ningún nistagmo (hipofunción vestibular sin asimetría). Algunos pacientes con tumores del ángulo pontocerebeloso (normalmente neurinomas acústicos o meningiomas) pueden sufrir nistagmo de Bruns, que es una combinación de nistagmo evocado por la mirada y nistagmo vestibular periférico. Inicialmente, al afectarse el nervio vestibular, los ojos se desvían hacia el lado de la lesión, con una fase correctora rápida en dirección opuesta. Al crecer la lesión, se comprime ese lado del troncoencéfalo y aparecen problemas para mantener la mirada excéntrica ipsolateral, de modo que, cuando el paciente mira hacia el lado de la lesión, se aprecia un nistagmo evocado por la mirada de gran amplitud y baja frecuencia, mientras que en la mirada contralateral habrá un nistagmo vestibular de pequeña amplitud y alta frecuencia. Baloh RW. Clinical practice: vestibular neuritis. Engl J Med. 2003;348(11):1027–1032. Fife TD, Tusa RJ, Furman JM, et al. Assessment: vestibular testing techniques in adults and children. Report of the Therapeutics and Technology Assessment Subcommittee of the American Academy of Neurology. eurology. 2000;55(10):1431–1441. Hotson JR, Baloh RW. Acute vestibular syndrome. Engl J Med. 1998;339(10):680–685. Formas centrales de nistagmo vestibular Existen abundantes interconexiones entre las estructuras vestibulares centrales del troncoencéfalo y las regiones filogenéticamente más antiguas del cerebelo (flóculo, nódulo y vermis). Por tanto, puede ser difícil, si no imposible, determinar solo mediante la exploración clínica la localización exacta de lagunas lesiones que producen nistagmo central. Aunque alguna formas de nistagmo vestibular central proporcionan suficiente información para localizarlas (tabla 9-2), suele ser más provechoso considerar las vías vestibulares centrales como un sistema único y, si se desea, obtener mediante pruebas neurorradiológicas información más específica sobre su localización. Si el nistagmo vestibular central es de pequeña amplitud y solo se manifiesta fuera de la posición primaria, el paciente puede no presentar síntomas visuales. Tabla 9-2 Algunos tipos de nistagmos o movimientos oscilatorios y localizaciones más frecuentes de sus lesiones Movimiento anormal Nistagmo hacia abajo Nistagmo hacia arriba Nistagmo en balancín Nistagmo monocular infantil Nistagmo alternante periódico Nistagmo de convergenciaretracción Bobbing ocular Aleteo ocular/opsoclono Localización probable de la lesión Unión cervicobulbar Fosa posterior (sobre todo bulbo raquídeo) Paraselar/diencéfalo Nervio óptico/quiasma/hipotálamo Nódulo cerebeloso Pretectum (mesencéfalo dorsal) Lesiones protuberanciales destructivas Protuberancia (células de pausa); cerebelo (conexiones con la protuberancia) istagmo hacia abajo El nistagmo hacia abajo es la forma más común de nistagmo vestibular central y consiste en una dificultad para mantener la mirada vertical que hace que los ojos se desvíen hacia arriba y aparezca un movimiento sacádico corrector hacia abajo. Las lesiones que causan nistagmo hacia abajo afectan al vestibulocerebelo (nódulo, úvula, flóculo y paraflóculo) y disminuyen la señal tónica desde los conductos semicirculares anteriores hasta las motoneuronas oculares (el ROV vertical es asimétrico para los movimientos hacia arriba y abajo, mientras que el ROV horizontal permanece simétrico). El nistagmo hacia abajo aparece en posición primaria, pero según la ley de Alexander, las batidas hacia abajo se acentúan en mirada inferior (sobre todo si se mira abajo y un lado). Los pacientes suelen referir oscilopsia, que puede ser muy incapacitante. El nistagmo hacia abajo puede asociarse a una lesión estructural, que casi siempre se localiza en la unión bulbomedular. La malformación de Arnold-Chiari de tipo I, en la que se hernian las amígdalas cerebelosas a través del agujero magno y comprimen el troncoencéfalo y la médula espinal, es la causa estructural más frecuente (fig. 9-2). Las lesiones del agujero magno se exploran mejor mediante una RM sagital. En algunos casos de nistagmo hacia abajo sin causa aparente se han descubierto anticuerpos contra la descarboxilasa de ácido glutámico en la sangre de los pacientes afectados. Estos anticuerpos podrían producir nistagmo hacia abajo porque frenan a las neuronas gabaérgicas del complejo vestibular que inhiben normalmente las células del flóculo. Figura 9-2 Malformación de Arnold-Chiari de tipo I. Este paciente de 26 años sentía que su entorno se movía. Se detectó un nistagmo hacia abajo que explicaba su oscilopsia. Esta RM sagital en T1 muestra herniación de las amígdalas cerebelosas (flecha) a través del agujero magno (cuyo nivel está marcado por la línea de puntos). El diagnóstico diferencial del nistagmo hacia abajo comprende: • Malformación de Arnold-Chiari de tipo I. • Tumores (meningioma, hemangioma cerebeloso) del agujero magno. • Desmielinización. • Accidente cerebrovascular. • Traumatismos craneoencefálicos. • Tóxicos y fármacos (alcohol, litio, antiepilépticos). • Platibasia. • Impresión basilar. • Degeneraciones espinocerebelosas. • Siringobulbia o siringomielia cervical superior. • Encefalitis del tronco cerebral. • Síndromes paraneoplásicos. • Causas nutricionales (encefalopatía de Wernicke, alimentación parenteral, deficiencia de magnesio). • Anticuerpos descarboxilasa del ácido glutámico. • Causas idiopáticas. El clonacepam, el baclofeno, la gabapentina, los prismas de base externa (para inducir convergencia), la memantina y la 3,4-diaminopirimidina son los tratamientos (compasivos) más habituales para el nistagmo hacia abajo, aunque a menudo tienen una eficacia parcial o nula. istagmo hacia arriba El nistagmo hacia arriba consiste en una desviación patológica de los ojos hacia abajo seguida de sacádicos correctores hacia arriba. Puede deberse a lesiones del troncoencéfalo (a menudo en el bulbo raquídeo) o el vermis cerebeloso anterior; por tanto, las lesiones pueden situarse en diferentes zonas de la fosa posterior. Entre las causas más comunes de nistagmo hacia arriba se encuentran enfermedades desmielinizantes, trastornos vasculares, degeneración cerebelosa y tabaquismo. istagmo torsional A diferencia de los patrones mixtos de nistagmo que se ven en trastornos vestibulares periféricos, el nistagmo puramente torsional indica una lesión central. El nistagmo torsional suele asociarse a lesión bulbar (siringobulbia, infarto bulbar lateral) y puede formar parte de una reacción de inclinación ocular. istagmo alternante periódico El nistagmo alternante periódico ( AP) es un nistagmo estrictamente horizontal que cambia de dirección, amplitud y frecuencia. Por ejemplo, un nistagmo que bate a la derecha va aumentando gradualmente de amplitud y frecuencia hasta un punto a partir del cual empieza a amortiguarse, llegando a un breve período de nistagmo hacia abajo o sin nistagmo; luego, el nistagmo cambia de dirección, con un patrón de crescendo-decrescendo que termina otra vez en un período corto sin nistagmo, completando el ciclo. El NAP puede ser congénito o adquirido. La forma adquirida muestra un ciclo típico de variación de 2-4 min. Un examen superficial puede llevar a la conclusión errónea de que el nistagmo se dirige solo hacia un lado. Por este motivo, cualquier nistagmo puramente horizontal que aparezca en posición primaria debe observarse al menos durante 2 min para verificar que no se trata de un NAP. Un paciente con NAP también puede presentar un tortícolis alternante periódico para atenuar el nistagmo, según la ley de Alexander. El NAP se asocia típicamente a disfunción del nódulo y la úvula del cerebelo, que intervienen en la constante temporal de almacenamiento de velocidad rotacional. Esto da lugar a una desviación variable del punto nulo. Entre las causas más comunes se encuentran la esclerosis múltiple, la degeneración cerebelosa, la malformación de Arnold-Chiari de tipo I, los accidentes cerebrovasculares, los antiepilépticos y la pérdida de visión bilateral. Si esta última es reversible (p. ej., una hemorragia vítrea), puede desaparecer el NAP. El baclofeno puede ser eficaz para la forma adquirida de este nistagmo. istagmo pendular adquirido El nistagmo pendular adquirido consiste en movimientos oculares pendulares de fase lenta en los planos horizontal, vertical y torsional, a menudo formando ondas elípticas (a diferencia del nistagmo pendular congénito, que suele presentar solo movimientos horizontales). El nistagmo pendular con componentes verticales y horizontales produce un nistagmo oblicuo (si los componentes están en fase) o bien circular o elíptico (si hay desfase de sus componentes). Los movimientos oculares pueden ser conjugados o disconjugados y a menudos están disociados. El nistagmo pendular adquirido es difícil de localizar. Se ve con mayor frecuencia en pacientes con esclerosis múltiple, que pueden presentar formas asimétricas o monoculares. Esta forma de nistagmo también puede aparecer en casos de ceguera secundaria a enfermedad del nervio óptico, incluida también la debida a esclerosis múltiple. Si existe disminución de visión bilateral, el nistagmo es de forma característica más acusado en el ojo con peor visión. Mioclonía oculopalatina o temblor Puede haber nistagmo pendular adquirido asociado a mioclonía palatina, un tipo de oscilación adquirida del paladar. Los movimientos del ojo son continuos, rítmicos (aproximadamente 1 Hz) y típicamente conjugados en el plano vertical, y persisten durante el sueño. Este trastorno de la movilidad ocular también puede asociarse a movimientos sincrónicos de los músculos faciales, la faringe, la lengua, la laringe, el diafragma, el tronco y las extremidades. La enfermedad suele aparecer meses (rara vez incluso años) después de una lesión que afecte al triángulo de GuillainMollaret, que incluye vías desde los núcleos cerebelosos profundos, pasando por el pedúnculo cerebeloso superior y el haz tegmentario central, hasta la oliva inferior del bulbo raquídeo. Las lesiones de esta vía (sobre todo del haz tegmentario central) pueden interrumpir la transmisión entre el cerebelo, concretamente el flóculo, y la oliva inferior. La lesión produce hipertrofia del núcleo olivar inferior, que puede visualizarse fácilmente en la RM como una hiperintensidad en T2 de una o ambas olivas inferiores. istagmo en balancín El nistagmo en balancín es una forma de nistagmo disconjugado en que un ojo se eleva y se intorsiona mientras el otro se deprime y se extorsiona, recordando al movimiento de un balancín. Los movimientos oculares son característicamente pendulares, con frecuencia baja y amplitud similar en ambos ojos. El nistagmo en balancín puede ser congénito, pero por lo general se presenta en pacientes con tumores grandes en la región paraselar. El craneofaringioma es la causa más frecuente. Otros tumores paraselares y los traumatismos también pueden originar nistagmo en balancín; la ausencia congénita del quiasma es una causa rara. Puede haber pérdida visual asociada, a menudo una hemianopsia bitemporal. La pérdida de visión asimétrica puede influir en la amplitud de los movimientos oculares (o sea, que la amplitud puede ser mayor en el ojo con peor visión). Daroff RB. See-saw nystagmus. eurology. 1965;15:874–877. istagmo disociado El nistagmo que se caracteriza por la diferencia de tamaño de las oscilaciones oculares se denomina «disociado». Quizá la forma más común de nistagmo disociado aparezca en las lesiones del fascículo longitudinal medio (FLM), que producen una oftalmoplejía internuclear (OIN; v. cap. 8). El enlentecimiento aislado de la aducción del ojo ipsolateral al FLM dañado es la principal característica necesaria para establecer el diagnóstico de OIN. Además, a menudo existe un nistagmo del ojo abductor cuando se mira hacia el lado opuesto a la lesión. Una explicación de este patrón de nistagmo disociado es el incremento de la señal nerviosa de pulso para intentar superar la debilidad de la aducción. Según la ley de Hering, el aumento de la señal nerviosa también llegaría al músculo yunta contralateral, creando movimientos sacádicos excesivos en el recto lateral del otro ojo. Intrusiones sacádicas Se han descrito diversas formas de intrusiones sacádicas. Según los registros de movimientos oculares, pueden diferenciarse dos clases por la presencia o ausencia de intervalo intersacádico, que se define como una separación temporal entre sacádicos secuenciales que dura 180-200 ms. Intrusiones sacádicas con intervalos intersacádicos normales El tipo más común de intrusiones sacádicas con intervalos intersacádicos normales son los sacádicos de onda cuadrada (amplitud menor de 2° y latencia hasta la refijación de 200 ms). Los macrosacádicos en onda cuadrada son mucho menos frecuentes, aunque también constan de un intervalo intersacádico (amplitud de 5-15°, latencia a refijación de 70-150 ms; fig. 9-3). Los sacádicos en onda cuadrada más pequeños pueden presentarse con frecuencias bajas en ancianos sanos, mientras que los macrosacádicos en onda cuadrada tienden a tener una frecuencia levemente superior y siempre son patológicos. Las lesiones que afectan al núcleo fastigial del cerebelo o el tubérculo cuadrigémino superior o sus fibras interconectoras pueden dar lugar a estos movimientos oculares inapropiados. Los movimientos oculares anormales pueden originarse por alteración de las neuronas de omnipausa protuberanciales, que sufrirían un descenso de su umbral, normalmente alto, para la iniciación de los movimientos sacádicos oculares al intentar la fijación. Los sacádicos de ondas macrocuadradas de mayor amplitud se ven sobre todo en pacientes con enfermedades del cerebelo o esclerosis múltiple. Figura 9-3 Esquema de las intrusiones y oscilaciones sacádicas. A. Sacádicos de onda cuadrada: pequeños movimientos sacádicos involuntarios a un lado con retorno a la posición de fijación. B. Sacádicos de onda macrocuadrada. C. Oscilaciones macrosacádicas: movimientos sacádicos hipermétricos en torno a la posición de fijación. D. Aleteo ocular: movimientos continuos a uno y otro lado sin intervalo intersacádico. (Reproducido y modificado con permiso de Leigh RJ, Zee DS. The eurology of Eye Movements. 3rd ed. Contemporary Neurology Series. New York: Oxford University Press; 1999.) Las oscilaciones macrosacádicas son otro tipo de intrusiones sacádicas que alteran la fijación. Estas oscilaciones se diferencian de los sacádicos de ondas cuadradas en que se extienden de forma similar a un lado y luego al otro de la fijación. Estos movimientos relativamente grandes que rompen la fijación, al igual que los sacádicos de ondas macrocuadradas, tienden a presentarse en ráfagas cortas. Este trastorno se produce por una hipermetría que da lugar a imprecisiones repetitivas al intentar fijar un objeto. La hipermetría es una manifestación de disfunción cerebelosa. Intrusiones sacádicas sin intervalos intersacádicos normales Hay dos tipos de movimientos oculares anómalos que carecen del intervalo intersacádico que se presenta normalmente entre los sacádicos secuenciales: el aleteo (flúter) ocular y el opsoclono. Ambos trastornos pueden ser diagnosticados con bastante precisión con la simple exploración clínica, aunque para demostrar definitivamente la ausencia de un intervalo intersacádico se requiere algún registro de los movimientos oculares. Se desconoce la fisiopatología de estos movimientos oculares, aunque podrían deberse a disfunción de las neuronas de omnipausa de la protuberancia o a conexiones con estas células (v. cap. 7). El aleteo ocular se presenta en forma de ráfagas de movimientos horizontales con amplitud bastante pequeña pero frecuencia muy elevada (10-15 Hz) (v. fig. 9-3D). Mientras que el aleteo es horizontal, los movimientos oculares multidireccionales con una frecuencia igualmente elevada, pero a menudo con mayor amplitud, se conocen como opsoclono (o sacadicomanía). Un paciente puede tener aleteo ocular y opsoclono, o bien los movimientos pueden cambiar de una forma a la otra durante la evolución de la enfermedad. Al examinar a los pacientes con estos tipos de movimientos oculares, debe descartarse una etiología paraneoplásica. En los niños, hay que pensar principalmente en un neuroblastoma (u otro tumor originario de la cresta neural), mientras que en adultos la primera sospecha será un carcinoma bronquial de células pequeñas o un cáncer de mama u ovario. Se han detectado anticuerpos anormales frente al ARN neuronal en algunos pacientes con aleteo ocular u opsoclono de origen paraneoplásico. Las pruebas serológicas para el anticuerpo anti-Ri (también conocido como ANNA2) en sangre o LCR pueden ayudar a confirmar el diagnóstico en casos secundarios a cáncer de mama u ovario, mientras que se detectan anticuerpos anti-Hu (ANNA-1) en algunos niños con neuroblastoma. La esclerosis múltiple es una causa frecuente de aleteo ocular en adultos jóvenes. El aleteo ocular y el opsoclono pueden aparecer tras una encefalitis del tronco cerebral. Otras posibles causas serían intoxicaciones farmacológicas, toxinas y coma hiperosmolar. A pesar de sus implicaciones habitualmente ominosas, puede darse un opsoclono transitorio en lactantes sanos y rara vez sin causa aparente en algunos pacientes sin otras alteraciones neurológicas ni sistémicas. El opsoclono puede coexistir con mioclonías (síndrome opsoclono-mioclónico). Digre KB. Opsoclonus in adults. Report of three cases and review of the literature. Arch eurol. 1986;43(11):1165–1175. Lennon VA. Paraneoplastic autoantibodies: the case for a descriptive generic nomenclature. eurology. 1994;44(12):2236–2240. istagmo voluntario El «nistagmo» voluntario consiste en rápidos movimientos oscilatorios de los ojos (casi siempre horizontales) que pueden ser inducidos deliberadamente. Los movimientos, que no tienen forma de nistagmo (porque carecen de fases lentas), se ven como sacádicos a uno y otro lado conjugados y de alta frecuencia sin intervalo intersacádico, asociados a convergencia y a menudo acompañados de aleteo palpebral y muecas faciales. A veces puede ser difícil distinguir el nistagmo voluntario del aleteo ocular, aunque este último se asocia típicamente a otras características anormales y no presenta la convergencia y los movimientos palpebrales del nistagmo voluntario (v. cap. 13). Otras anomalías de los movimientos oculares istagmo de convergencia-retracción El nistagmo de convergencia-retracción, que en realidad no se ajusta a la definición de nistagmo porque carece de fases lentas, se produce por la contracción simultánea de los músculos extraoculares al intentar mirar hacia arriba. Los rectos mediales son los más poderosos de los músculos extraoculares, y su contracción origina convergencia incluso aunque se contraigan a la vez todos los demás músculos. La contracción simultánea de todos los músculos extraoculares produce retracción del globo ocular en la órbita. El nistagmo de convergencia-retracción localiza el proceso patológico en el mesencéfalo dorsal y, por tanto, dicho «nistagmo» se asocia a menudo con paresia de la mirada superior, disociación pupilar luz-proximidad, desnivelación ocular y retracción palpebral bilateral (signo de Collier). El nistagmo de convergencia-retracción se demuestra mejor haciendo que el paciente realice un sacádico hacia arriba o que siga un tambor de NOC que rota hacia abajo. Mioquimia del oblicuo superior La mioquimia del oblicuo superior es un trastorno que produce ráfagas paroxísticas de contracción monocular del músculo oblicuo superior de alta frecuencia. Estas ráfagas duran típicamente pocos segundos, ocurren muchas veces al día y suelen producir oscilopsia vertical o torsional. Los movimientos son de muy pequeña amplitud y suele requerirse ampliación (p. ej., de una lámpara de hendidura o una lente de 20 D). Los movimientos anormales pueden ocurrir espontáneamente o inmediatamente después de un movimiento ocular hacia abajo. La contracción del oblicuo superior puede producir también diplopía vertical transitoria, ya que la contracción tónica de dicho músculo deprimirá el ojo afectado. Los registros electromiográficos en algunos pacientes han demostrado descargas anormales de algunas fibras musculares, de forma espontánea o tras la contracción de algún músculo. Se desconoce la etiología de la mioquimia del oblicuo superior. Casi siempre es benigna, aunque hay casos raros asociados a esclerosis múltiple o tumores de fosa posterior. Hallazgos clínicos y neurorradiológicos sugieren que este trastorno puede deberse a compresión neurovascular, similar a algunos casos de espasmo hemifacial y neuralgia del trigémino. La evolución clínica de la mioquimia del oblicuo superior es muy variable. Algunos pacientes mejoran espontáneamente o solo sufren períodos limitados con síntomas. Sin embargo, la mayoría de los pacientes padecen de forma crónica oscilopsia o diplopía intermitentes. En algunos casos pueden ser útiles la carbamacepina, la fenitoína, el baclofeno, la gabapentina o los β-bloqueantes tópicos. En los casos más graves puede ser curativa la tenotomía del oblicuo superior combinada con una retracción del músculo oblicuo inferior ipsolateral. Brazis PW, Miller NR, Henderer JD, Lee AG. The natural history and results of treatment of superior oblique myokymia. Arch Ophthalmol. 1994;112(8):1063–1067. Miorritmia oculomasticatoria La parálisis sacádica vertical puede ser un hallazgo neurológico precoz en la enfermedad de Whipple. Además, los pacientes pueden sufrir oscilaciones pendulares y en vergencia que ocurren simultáneamente con contracciones de los músculos masticatorios. Esta combinación de movimientos anormales se conoce como miorritmia oculomasticatoria. Los pacientes pueden tener solo manifestaciones neurológicas, aunque, habitualmente, también presentan fiebre de origen desconocido, diarrea, disfunción cognitiva, pérdida de peso y adenopatías. La enfermedad de Whipple puede diagnosticarse mediante biopsia duodenal (con tinción de PAS) para comprobar la infección por Tropheryma whippelii o con pruebas serológicas de reacción en cadena de polimerasa (PCR). Esta enfermedad es progresiva y puede resultar mortal si no se trata con antibióticos. Lowsky R, Archer GL, Fyles G, et al. Brief report: diagnosis of Whipple’s disease by molecular analysis of peripheral blood. Engl J Med. 1994;331(20):1343–1346. Schwartz MA, Selhorst JB, Ochs AL, et al. Oculomasticatory myorhythmia: a unique movement disorder occurring in Whipple’s disease. Ann eurol. 1986;20(6):677–683. Tratamiento del nistagmo y otros trastornos del movimiento ocular El nistagmo suele ser difícil de tratar, aunque se han comunicado resultados satisfactorios con diversos tipos de terapia. Se van a describir a continuación varias opciones terapéuticas, aunque los lectores deben revisar las publicaciones de referencia para obtener una información más detallada. Quizá el tratamiento más estudiado y que ha conseguido mejores resultados en el nistagmo y otros trastornos relacionados sea el uso de baclofeno (un agonista GABAB) para la forma adquirida del NAP y de los derivados de carbamacepina para la mioquimia del oblicuo superior. El nistagmo hacia abajo y otras formas de nistagmo vestibular central pueden mejorar a veces con clonacepam, un agonista GABAA. La memantina o la gabapentina (también fármacos gabaérgicos) pueden ser de ayuda en algunos pacientes con la forma adquirida de nistagmo pendular. También existen otras opciones al tratamiento médico. El nistagmo asociado a ambliopía puede mejorar al tratar esta. Los prismas de base externa para inducir convergencia pueden usarse en algunos pacientes cuyo nistagmo disminuye al converger. El uso de lentes de contacto puede mejorar la agudeza visual en pacientes con nistagmo congénito. La inyección retrobulbar unilateral de toxina botulínica reduce la amplitud del nistagmo y puede producir un beneficio visual en pacientes que deseen ver de forma monocular. Sin embargo, la abolición total de los movimientos oculares acarrea sus propias consecuencias; así, algunos pacientes refieren visión borrosa al caminar por la pérdida del ROV normal que ajusta la posición ocular al mover la cabeza. Algunos pacientes con NC pueden beneficiarse de una intervención quirúrgica sobre los músculos extraoculares (operación de Kestenbaum-Anderson) para desplazar mecánicamente la posición de bloqueo a la posición primaria. Se ha conseguido reducir de forma variable la amplitud de los movimientos oculares y mejorar la agudeza visual en algunos pacientes adultos con NC mediante la realización de tenotomías de los músculos rectos horizontales con reimplantación posterior de los músculos en sus inserciones originales. Leigh RJ, Averbuch-Heller L, Tomsak RL, Remler BF, Yaniglos SS, Dell’Osso LF. Treatment of abnormal eye movements that impair vision: strategies based on current concepts of physiology and pharmacology. Ann eurol. 1994;36(2):129–141. Straube A, Leigh RJ, Bronstein A, et al. EFNS task force—therapy of nystagmus and oscillopsia. Eur J eurol. 2004;11(2):83–89. Movimientos oculares en pacientes comatosos El coma se debe a lesiones bilaterales del troncoencéfalo (normalmente estructurales) o los hemisferios cerebrales (trastornos estructurales o metabólicos). También puede aparecer un coma en pacientes que sufran un gran accidente cerebrovascular hemisférico unilateral si el edema o la hemorragia asociados producen tal efecto masa que cause desplazamiento de la línea media o herniación tentorial y compresión del troncoencéfalo. Pueden verse diversas anomalías de los movimientos oculares en pacientes inconscientes. Puede haber una desviación conjugada de los ojos, que se desvían hacia el lado de una lesión hemisférica cerebral (y se alejan del lado de la posible hemiparesia) porque el campo ocular frontal intacto del otro hemisferio impone una deriva de los ojos hacia el lado opuesto. Se demuestra que los movimientos oculares horizontales están intactos mediante activación supranuclear como el ROV. Este tipo de desviación ocular persiste normalmente durante algunos días, pero luego el cerebro realiza ajustes compensatorios que equilibran las señales tónicas que controlan la posición ocular de reposo. Un accidente cerebrovascular de la protuberancia que origine coma también puede producir desviación ocular conjugada, aunque en esta situación (parálisis de la mirada) los ojos se alejan del lado de la lesión (recuerde: «las lesiones del troncoencéfalo son demasiado terribles de mirar»). Aquí, el centro de la mirada horizontal no afectado impulsa los ojos hacia el lado sano. La desviación ocular de los infartos troncoencefálicos suele persistir durante períodos prolongados. Los pacientes comatosos también pueden presentar movimientos erráticos de los ojos, lentos y espontáneos. El carácter conjugado de estos movimientos oculares indica que están intactas las vías oculomotoras troncoencefálicas, como puede ocurrir en pacientes cuyo coma se deba a una alteración metabólica. Los movimientos oculares espontáneos de este tipo también pueden ser algo disconjugados. En otros casos de coma debido a lesiones hemisféricas bilaterales, los movimientos oculares espontáneos pueden quedar limitados al plano horizontal y alternar lentamente la mirada a un lado y luego al otro cada pocos segundos (mirada «en ping-pong»). Los períodos más prolongados de desviación alternante que dura varios minutos constituyen la desviación de la mirada alternante periódica, que puede verse en pacientes con coma metabólico. Bobbing ocular El bobbing ocular es un signo infrecuente que consiste en un rápido movimiento hacia debajo de ambos ojos seguido de un retorno lento a la posición normal. La lesión responsable suele localizarse en la protuberancia y ser secundaria a un infarto o una hemorragia. El bobbing ocular comporta un pronóstico muy desfavorable de recuperación neurológica. Las lesiones protuberanciales bilaterales producen pérdida de los movimientos oculares horizontales. Puede haber movimientos oculares verticales similares que empiezan con un movimiento lento hacia abajo seguido de una vuelta rápida a la posición primaria (bobbing inverso o dipping ocular), o bien la desviación desde la posición primaria puede ser hacia arriba. Una desviación rápida hacia arriba seguida de un retorno lento a la posición primaria se ha denominado bobbing ocular inverso; una deriva inicial lenta hacia arriba seguida de un rápido retorno a la posición primaria se ha llamado bobbing opuesto o dipping ocular inverso. Aunque el bobbing ocular tiene valor localizador y pronóstico, el bobbing inverso, el bobbing opuesto y el dipping no sirven para localizar la lesión (casi siempre una encefalopatía hipoxicoisquémica). Capítulo 10 Paciente con anomalías pupilares La función pupilar es un signo clínico importante en pacientes con pérdida de visión y enfermedades neurológicas. En ocasiones, una reacción pupilar anormal puede ser el único signo objetivo de disfunción visual orgánica; otras veces puede anunciar la presencia de un aneurisma o un tumor cerebral con riesgo para la vida. Por fortuna, la presencia de defectos pupilares aferentes y eferentes puede explorarse de forma rápida y sencilla en la práctica clínica comprobando el tamaño y las reacciones de las pupilas. La anatomía pupilar y su inervación se explican en el capítulo 1, mientras que en el capítulo 3 se describe la exploración del defecto pupilar aferente relativo. El presente capítulo revisa el enfoque clínico de los pacientes con trastornos pupilares, como pupilas irregulares, anisocoria o disociación luz-proximidad. Anamnesis Los pacientes con trastornos pupilares, sobre todo anisocoria, pueden no ser conscientes de ninguna anomalía. Esto ocurre especialmente en personas con iris oscuros. Con frecuencia es el cónyuge, un amigo o el médico el que llama la atención del paciente sobre esa alteración. La anamnesis del paciente puede servir para valorar la importancia de un trastorno del tamaño o la forma de la pupila. Los antecedentes infecciosos (p. ej., herpes zóster), traumáticos, quirúrgicos (sobre todo ocular) o de migraña pueden sugerir la etiología de la alteración pupilar. También puede ser importante la profesión del paciente. Un granjero o jardinero puede estar expuesto a plantas o pesticidas capaces de producir dilatación o contracción pupilar por contaminación tópica. Los médicos, enfermeros y otros profesionales sanitarios trabajan o tienen acceso a sustancias midriáticas o mióticas que pueden producir cambios del tamaño pupilar de modo fortuito o intencionado. Los síntomas de los pacientes con alteraciones pupilares pueden ser muy variables. Con frecuencia, no refieren ninguno. Cuando hay síntomas, pueden consistir en fotofobia, dificultad de enfoque al pasar de la penumbra a la luz o al contrario y visión borrosa. Exploración pupilar Puede ser conveniente examinar con detenimiento fotografías del paciente para comprobar el comienzo de la alteración pupilar. El médico puede mirar el permiso de conducir del paciente o cualquier otra tarjeta de identificación con fotografía en el momento del examen inicial o bien pedir al paciente que traiga fotos antiguas que abarquen un período de varios años («biopsia del álbum familiar»). Para una exploración clínica exhaustiva de las pupilas bastan algunos instrumentos sencillos y económicos: una fuente de luz brillante y homogénea portátil (como un transiluminador halógeno); un pupilómetro, preferiblemente con incrementos de medio milímetro; filtros de densidad neutra de 0,3, 0,6 y 0,9 unidades logarítmicas para cuantificar los defectos pupilares aferentes relativos, y una habitación de consulta en la que pueda controlarse fácilmente la iluminación ambiental. Para medir defectos pupilares aferentes véase capítulo 3. Al examinar el tamaño pupilar, el médico debe sostener oblicuamente una linterna de bolsillo desde debajo de la nariz para iluminar indirectamente y poder ver con claridad las pupilas, tanto en oscuridad como con la luz encendida. Para evitar la miosis acomodativa, se pide al paciente que fije la mirada en un objeto lejano que el examinador debe tener cuidado de no tapar. Las pupilas se miden 5-10 s después de variar la iluminación para evitar fluctuaciones pupilares. Es importante recordar que en cualquier momento dado hay múltiples factores que influyen en el tamaño y la reactividad pupilar: la pupila está en un estado de constante variabilidad fisiológica. Al iluminar la pupila de un ojo en un sujeto normal, se contraen por igual ambas pupilas. La reacción pupilar del ojo iluminado se llama reflejo directo, mientras que la del otro ojo es el reflejo consensuado. Debido a la hemidecusación de las fibras pupilomotoras aferentes en el quiasma y a una segunda hemidecusación de las fibras pupilomotoras en el troncoencéfalo, los reflejos directo y consensuado son iguales. Si un ojo es ciego, todas las señales que llegan a los centros pupilares del troncoencéfalo provienen del otro ojo, pero la doble hemidecusación asegura una inervación pupilomotora similar y evita la desigualdad de las pupilas (anisocoria). Además, debe explorarse el reflejo de aproximación. Para ello, la iluminación ambiental debe ser moderada, de forma que las pupilas del paciente tengan un tamaño medio y se pueda ver con claridad el objeto cercano. Se pide al paciente que mire un objeto acomodativo con detalles pequeños. La reacción de aproximación, aunque suele desencadenarse por una imagen borrosa o dispar, tiene un gran componente voluntario, y puede ser necesario animar al paciente a que se fije en el objeto. Si el paciente no se esfuerza lo suficiente, pueden ser necesarios varios «entrenamientos». A menudo se obtiene un buen reflejo de aproximación al tercer o cuarto intento. A veces se logra una respuesta mejor si se añade otro estímulo sensorial al objeto, como un reloj que haga tic-tac, o si se usa un objeto propioceptivo como el propio pulgar del paciente. La ausencia de reflejo de aproximación suele indicar que el paciente (o el médico) no se ha esforzado lo suficiente. El examen del segmento anterior con lámpara de hendidura también es esencial para definir las alteraciones pupilares. Por ejemplo, el hallazgo de una lesión corneal o de inflamación en la cámara anterior puede explicar una miosis pupilar por el espasmo ciliar asociado. También puede ser importante realizar una gonioscopia para valorar el ángulo de la cámara anterior si el paciente tiene midriasis pupilar, sobre todo con antecedentes de dolor o enrojecimiento ocular. El examen del iris no debe limitarse a inspeccionar la integridad del esfínter, sino que también hay que transiluminarlo en busca de lesiones por traumatismos, infecciones o inflamaciones previas. Además, si se ilumina el iris con un haz ancho que se enciende y apaga, el médico puede examinar posibles defectos segmentarios del reflejo fotomotor, como los que ocurren en ojos con pupilas tónicas o regeneración aberrante del III par. Normalmente la pupila es negra, aunque a veces puede estar blanca o roja. La leucocoria o pupila blanca puede deberse a varias causas, como alteraciones del reflejo luminoso en el segmento posterior del ojo. En niños pequeños, la leucocoria puede indicar la presencia de un retinoblastoma maligno. Otras posibles causas de leucocoria son el vítreo primario hiperplásico persistente, la retinopatía de la prematuridad y la catarata. Pueden usarse agentes farmacológicos para evaluar la reactividad pupilar y confirmar la sospecha clínica de síndrome de Horner, pupila tónica o midriasis farmacológica. Sin embargo, conviene recordar que las pruebas farmacológicas no son infalibles, ya que puede haber falsos positivos y falsos negativos, por lo que deben interpretarse de forma individualizada. Tamaño pupilar basal El tamaño pupilar en reposo depende de varios factores, sobre todo de la cantidad de iluminación ambiental, del estado de adaptación de la retina, del nivel de atención y de la edad del paciente. Las pupilas, en general, se van haciendo más pequeñas con la edad. Al dormir disminuye la actividad simpática y, por tanto, las pupilas están algo más mióticas. El despertar, la excitación o el miedo aumentan el tamaño pupilar. El aumento de presión intraocular puede provocar agrandamiento de la pupila, posiblemente por isquemia del iris. Las pupilas suelen estar muy dilatadas tras una crisis epiléptica tónico-clónica. La miosis bilateral extrema suele sugerir hemorragia protuberancial, intoxicación por narcóticos o uso de pilocarpina. Si ambas pupilas están muy dilatadas, hay que pensar en un bloqueo farmacológico parasimpático por sustancias tópicas o sistémicas. Irregularidad pupilar Cualquier trastorno que lesione físicamente la variabilidad mecánica del iris o su musculatura puede dar lugar a una irregularidad pupilar. Los traumatismos contusos del ojo pueden causar desgarros focales en el esfínter pupilar. La iridodiálisis es el desgarro de la base del iris de su anclaje ciliar. La inflamación intraocular puede dañar el iris o hacer que se adhiera al cristalino o la córnea (sinequias). La neovascularización también puede distorsionar el iris y limitar la reactividad pupilar. Las malformaciones del iris como los colobomas o la aniridia afectan al tamaño y la función pupilar. La causa más importante de deformidad pupilar en un adulto probablemente sea la cirugía de catarata, pero cualquier operación del segmento anterior puede producir resultados similares. Para evitar un examen neurológico superfluo, es fundamental identificar estas anomalías estructurales del iris como causa de alteraciones del tamaño, la forma o la reactividad pupilar. Los dos siguientes trastornos raros pueden producir irregularidad pupilar por alteración de la inervación del iris: 1. Pupila de renacuajo. Este trastorno siempre es benigno y ocurre en personas sanas, a menudo con antecedentes de migraña. La pupila sufre una dilatación sectorial durante pocos minutos antes de volver a la normalidad. Este fenómeno puede ocurrir muchas veces durante varios días y luego desaparece. Se cree que se debe a un espasmo segmentario del músculo dilatador del iris. (V.: http:/library.med.utah.edu/NOVEL/.) 2. Corectopia mesencefálica. En raras ocasiones, se ven pupilas excéntricas u ovaladas en pacientes con enfermedades del mesencéfalo rostral. Parece que esta anomalía se debe a una lesión incompleta de las fibras pupilares que inhiben selectivamente el tono del esfínter del iris. Selhorst JB, Hoyt WF, Feinsod M, Hosobuchi Y. Midbrain corectopia. Arch eurol. 1976;33(3):193–195. Thompson HS, Zackon DH, Czarnecki JS. Tadpole-shaped pupils caused by segmental spasm of the iris dilator muscle. Am J Ophthalmol. 1983;96(4):467–477. Anisocoria Los trastornos eferentes del tamaño pupilar suelen ser unilaterales y producen asimetría del diámetro de ambas pupilas. Esta alteración se denomina anisocoria. Aunque es importante detectar una anisocoria al explorar las pupilas, la presencia de la misma no tiene por qué representar una enfermedad. Es mucho más fácil evaluar a los pacientes con anisocoria aislada siguiendo el abordaje sistemático mostrado en el diagrama de flujo de la figura 10-1. En muchos individuos, la anisocoria es fisiológica. Figura 10-1 Diagrama de flujo para el estudio de la anisocoria. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Anisocoria fisiológica La anisocoria fisiológica (también llamada anisocoria simple o esencial) es la causa más frecuente de diferencia en el tamaño de las pupilas de 0,4 mm o más. Cerca del 20% de las personas tienen diferencias apreciables de diámetro pupilar. Normalmente, la diferencia en el diámetro de las pupilas es menor de 1 mm. El grado de anisocoria puede variar en una persona de un día a otro. La anisocoria fisiológica a veces es más ostensible en penumbra que con iluminación intensa, simulando un síndrome de Horner. La ptosis congénita o adquirida en el lado de la pupila más pequeña puede crear confusión diagnóstica. Cuando haya dudas, la prueba farmacológica con cocaína demostrará dilatación simétrica de las pupilas en pacientes con anisocoria fisiológica. Lam BL, Thompson HS, Corbett JJ. The prevalence of simple anisocoria. Am J Ophthalmol. 1987;104(1):69–73. Thompson BM, Corbett JJ, Kline LB, Thompson HS. Pseudo-Horner’s syndrome. Arch eurol. 1982;39(2):108–111. Anisocoria similar en la oscuridad y con iluminación La anisocoria similar en la oscuridad y con iluminación intensa indica que no hay diferencias en la función relativa de los músculos esfínter y dilatador. Es compatible con una anisocoria fisiológica, por lo que basta con tranquilizar al paciente. Anisocoria mayor en la oscuridad En algunas enfermedades, como las que se describen en las secciones siguientes, la anisocoria se hace más ostensible en la oscuridad. Anisocoria mecánica En ocasiones, los traumatismos (incluidos los quirúrgicos) o la inflamación previa pueden originar adhesiones entre el iris y el cristalino o el cristalino intraocular. Estas adherencias pueden impedir la dilatación pupilar en penumbra. Las sinequias posteriores se visualizan con una lente de aumento o la lámpara de hendidura. Anisocoria farmacológica El uso de pilocarpina puede dar lugar a una pupila pequeña y poco reactiva. No habrá anisocoria si se tratan ambos ojos, pero el uso unilateral de medicación puede dar lugar a confusiones. Este trastorno es mucho menos frecuente en la actualidad por la gran variedad de fármacos antiglaucomatosos. Anisocoria fisiológica La anisocoria fisiológica se ha tratado anteriormente en este capítulo. Síndrome de Horner Una lesión en cualquier punto de la vía oculosimpática produce un síndrome de Horner, que incluye ptosis, miosis y anhidrosis en el mismo lado. En este síndrome, la anisocoria es más acusada en penumbra, y la pupila afectada tarda en dilatarse cuando se apaga repentinamente la luz de la habitación. (V.: http://library.med.utah.edu/NOVEL/.) Las reacciones pupilares a la luz y proximidad están intactas, pero se observa ptosis del párpado por paresia del músculo de Müller. Hay un enoftalmos aparente, porque el párpado inferior puede estar elevado; sin embargo, la exoftalmometría obtiene el mismo resultado en ambos ojos. Cuando la lesión es congénita, se produce heterocromía del iris (el iris afectado será de color más claro). La distribución de la anhidrosis depende de la localización de la lesión. La interrupción de la conducción nerviosa en la neurona central (de primer orden) o preganglionar (de segundo orden) da lugar a anhidrosis de la mitad ipsolateral de la cara. Las lesiones del ganglio cervical superior o distales a él —o sea, de la neurona posganglionar (de tercer orden)— originan anhidrosis limitada a la mitad de la frente del mismo lado. La disfunción oculosimpática puede confirmarse farmacológicamente con colirio de cocaína o apraclonidina. La cocaína bloquea la recaptación de la noradrenalina liberada en las uniones neuromusculares del dilatador del iris, por lo que aumenta la cantidad del neurotransmisor disponible para estimular el músculo. Tras la instilación de cocaína en un ojo normal, la pupila se dilatará, pero en el síndrome de Horner, la pupila apenas lo hará, porque se ha liberado poca o ninguna noradrenalina a la hendidura sináptica. La prueba se realiza instilando dos gotas de cocaína al 4 o 10% en cada ojo y midiendo el grado de anisocoria a los 45 min. Una anisocoria poscocaína de 1 mm o más es diagnóstica de síndrome de Horner en el lado de la pupila más miótica (v. fig. 101). Puede darse un resultado falso positivo en un paciente con restricción mecánica de la pupila. En tal caso, las adherencias y sinequias responsables de que la pupila no se dilate suelen ser detectables en la lámpara de hendidura. Además, la fenilefrina tópica al 5 o 10% (de plena potencia) puede distinguir entre ambas situaciones: una pupila con restricción mecánica sigue pequeña tras la fenilefrina, pero la acción directa del fármaco en el músculo dilatador dilata fácilmente una pupila de Horner. La apraclonidina tiene una débil acción agonista α1, que, en la mayoría de los ojos normales, no produce efectos significativos sobre la pupila. En los ojos con denervación simpática, el músculo dilatador del iris desarrolla una hipersensibilidad adrenérgica, por lo que la apraclonidina dilatará una pupila de Horner. Tras la instilación de apraclonidina al 0,5 o 1% en cada ojo, la inversión de la anisocoria es diagnóstica de síndrome de Horner (fig. 10-2). Si la prueba de apraclonidina es negativa en un paciente con sospecha de síndrome de Horner, la prueba de la cocaína (que sigue considerándose la prueba farmacológica de referencia) debe realizarse otro día. Figura 10-2 Prueba de la apraclonidina en el síndrome de Horner. A. Paciente con sospecha de defecto oculosimpático derecho (ptosis y miosis). B. Tras la instilación de apraclonidina al 1%, se invierte la anisocoria, confirmando el diagnóstico de síndrome de Horner derecho. Obsérvese también la retracción palpebral en el lado derecho. (Por cortesía de Aki Kawasaki, MD.) La lesión que produce síndrome de Horner puede localizarse con mayor precisión mediante el uso de hidroxianfetamina (v. fig. 10-1), que actúa liberando noradrenalina del botón presináptico. La hidroxianfetamina en un ojo normal dilatará la pupila, mientras que en un síndrome de Horner posganglionar, como las terminaciones nerviosas se han degenerado, la pupila apenas se dilatará, en el mejor de los casos. En otras palabras, si el grado de anisocoria basal aumenta tras la hidroxianfetamina, hay una lesión posganglionar. En el síndrome de Horner preganglionar la neurona posganglionar está intacta, por lo que la hidroxianfetamina sí dilatará la pupila. Cualquier prueba farmacológica de función pupilar no debe realizarse hasta que hayan pasado 24 h de la instilación de otras gotas. Es importante localizar la lesión que causa el síndrome de Horner. Las lesiones de la neurona de primer orden se deben a trastornos del sistema nervioso central como oclusiones vasculares, sobre todo en el bulbo raquídeo lateral (síndrome de Wallenberg), además de tumores, patología de discos cervicales y otros trastornos de la médula cervical. Las lesiones de la neurona de segundo orden son producidas por tumores del vértice pulmonar (tumor o síndrome de Pancoast), metástasis, cirugía torácica, aneurismas de la aorta torácica o traumatismos del plexo braquial (fig. 10-3). Las lesiones de la neurona de tercer orden se deben normalmente a cambios degenerativos de la pared carotídea o a vasoespasmo. Otras posibles causas serían la cirugía de la carótida o estructuras circundantes, la disección de la arteria carótida interna (fig. 10-4) y la extensión de tumores como el carcinoma nasofaríngeo al seno cavernoso. Figura 10-3 Síndrome de Horner de neurona de segundo orden. A. Esta paciente muestra ptosis y miosis con luz intensa en el lado derecho. B. La anisocoria aumenta en la oscuridad. C. Tras instilación de colirio de hidroxianfetamina al 1% se dilatan ambas pupilas, lo que indica que la neurona de tercer orden está intacta. D. La radiografía de tórax muestra un tumor apical derecho (flecha) que se identificó como un schwannoma. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Figura 10-4 A. Disección de la arteria carótida interna. La RM axial muestra sangre (flecha) en la pared de la ACI derecha («signo de la luna creciente»). B. El angiograma con catéter muestra «signo de la cuerda» (flechas) que confirma la disección de la carótida interna. (Parte A por cortesía de Karl C. Golnik, MD; parte B por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Además de las pruebas con colirios de cocaína e hidroxianfetamina, la anamnesis y la exploración minuciosas pueden ayudar a localizar el síndrome de Horner. Los síntomas y signos neurológicos asociados, como hipoestesia, debilidad, ataxia y nistagmo, apuntan a lesiones de la neurona de primer orden. Las lesiones de la neurona de segundo orden se asocian a traumatismos y síntomas como tos, hemoptisis y tumefacción cervical. Los síntomas asociados a lesiones de la neurona de tercer orden incluyen entumecimiento en el territorio de la primera, segunda o tercera rama del V par craneal y diplopía por parálisis del VI par. El síndrome de Horner congénito suele deberse a traumatismos obstétricos sobre el plexo braquial. El síndrome de Horner adquirido en niños pequeños debe hacer sospechar un neuroblastoma de la cadena simpática torácica. Puede ser especialmente importante determinar la excreción de catecolaminas en un análisis de orina, ya que a menudo están incrementadas en los casos de neuroblastoma. También deben solicitarse pruebas de imagen del cuello, el tórax y el abdomen. El síndrome de Horner posganglionar aislado suele ser benigno. Si se comprueba a través de la revisión de fotografías antiguas que el síndrome de Horner ha estado presente durante varios años, probablemente no merezca la pena hacer más estudios. Sin embargo, si el síndrome de Horner se asocia a dolor, hay que prestarle atención especial. El síndrome de Horner posganglionar doloroso es una entidad clínica diferenciada que se asocia a diversas causas, entre las que destaca la disección carotídea. Los pacientes con disección espontánea de la arteria carótida interna a menudo se presentan con síndrome de Horner y cefalea en el mismo lado, normalmente por la sien, la órbita o la garganta. Tales pacientes también pueden tener amaurosis fugax y alteración del gusto (disgeusia). Este trastorno debe ser identificado, porque, en la fase aguda, puede complicarse con un accidente cerebrovascular. La RM muestra típicamente una hemorragia intramural y, en raros casos, se requiere una RMA o una arteriografía cerebral para confirmar la disección. Los pacientes con cefaleas en racimo típicas pueden sufrir un síndrome de Horner ipsolateral durante un ataque agudo. (V.: http://library.med.utah.edu/NOVEL/.) El síndrome de Horner suele resolverse, aunque puede hacerse permanente después de varios ataques. Algunos pacientes, sobre todo varones de edad media, presentan síndrome de Horner y cefaleas unilaterales diarias sin características de cefalea en racimo y sin que pueda identificarse ninguna patología de base; este trastorno, que se ha denominado síndrome paratrigeminal de Raeder, obliga a una cuidadosa evaluación del paciente, ya que solo se alcanza el diagnóstico tras descartar lesiones subyacentes, sobre todo alteraciones de la región paraselar y el seno cavernoso. Cremer SA, Thompson HS, Digre KB, Kardon RH. Hydroxyamphetamine mydriasis in Horner’s syndrome. Am J Ophthalmol. 1990;110(1):71–76. Kardon RH, Denison CE, Brown CK, Thompson HS. Critical evaluation of the cocaine test in the diagnosis of Horner’s syndrome. Arch Ophthalmol. 1990;108(12):384–387. Mahoney NR, Liu GT, Menacker SJ, Wilson MC, Hogarty MD, Maris JM. Pediatric Horner syndrome: etiologies and roles of imaging and urine studies to detect neuroblastoma and other responsible mass lesions. Am J Ophthalmol. 2006;142(4):651–659. Maloney WF, Younge BR, Moyer NJ. Evaluation of the causes and accuracy of pharmacologic localization of Horner’s syndrome. Am J Ophthalmol. 1980;90(3):394–402. Morales J, Brown SM, Abdul-Ralim AS, Crosson CE. Ocular effects of apraclonidine in Horner syndrome. Arch Ophthalmol. 2000;118(7):951–954. Anisocoria mayor con iluminación En los trastornos descritos a continuación la anisocoria es mayor con luz intensa. Lesión del iris Las contusiones oculares pueden causar midriasis por lesión del esfínter pupilar. La pupila puede estar relativamente miótica tras el traumatismo, pero pronto se hace de tamaño medio y reacciona mal a la iluminación brillante en penumbra. Pueden verse muescas en el borde pupilar y el iris puede transiluminarse cerca del músculo esfínter. Las lesiones del iris son frecuentes en pacientes con traumatismos craneoencefálicos, y la midriasis pupilar puede interpretarse erróneamente como un signo de lesión del III par por herniación del uncus. Debido a la lesión directa del esfínter del iris, la instilación de pilocarpina al 1% no producirá contracción pupilar. Por tanto, las pruebas diagnósticas con colirios en los pacientes con midriasis traumática pueden dar resultados parecidos a los obtenidos en midriasis farmacológicas. El cierre angular prolongado o recurrente también puede dañar la función pupilar, al igual que la cirugía intraocular. Las reacciones pupilares débiles o irregulares en estas circunstancias deben valorarse con cautela. Midriasis farmacológica Cuando se instilan en el ojo medicaciones midriáticas de forma accidental o intencionada, la pupila se dilata y reacciona mal a los estímulos luminosos y de aproximación. Debe examinarse el músculo esfínter con la lámpara de hendidura. La dilatación farmacológica produce parálisis de todo el esfínter, a diferencia de la pupila tónica de Adie, que causa parálisis segmentaria del esfínter. Puede usarse pilocarpina para demostrar la midriasis farmacológica, ya que producirá contracción de una pupila normal, de Adie o con parálisis del III par, mientras que no actuará sobre una pupila dilatada farmacológicamente. En la midriasis adrenérgica, la pupila es grande, la hendidura palpebral está ensanchada y la conjuntiva puede estar blanqueada. No hay afectación de la acomodación. Los fármacos antiglaucomatosos pueden causar anisocoria si se administran solo en un ojo o se absorben de forma asimétrica. Puede haber una anisocoria ostensible si el paciente se lesiona sin querer la superficie corneal al ponerse la gota o si hay exposición corneal, como en la parálisis de Bell. Pupila tónica de Adie Los signos diagnósticos de las pupilas tónicas consisten en respuestas pupilares a la luz perezosas y segmentarias y mejor respuesta a la aproximación, seguidas de una lenta redilatación. La pupila tónica se debe a una lesión pupilomotora parasimpática posganglionar. El 70% de los pacientes son mujeres. Las pupilas tónicas son unilaterales en el 80% de los casos, aunque la segunda pupila puede afectarse posteriormente (4% anual). El síndrome de Holmes-Adie incluye también hiporreflexia tendinosa e hipotensión ortostática. En las fases iniciales, la pupila tónica está dilatada y poco reactiva. Normalmente pueden verse con la lámpara de hendidura segmentos del esfínter que se paralizan y se contraen. Las criptas del iris apuntan hacia el área con función normal del esfínter, apelotonándose en el borde pupilar del área normal y aplanándose en las áreas paralizadas (fig. 10-5). Tras unas semanas, la pupila tónica se contraerá al enfocar de cerca con un movimiento tónico lento, y se redilatará con igual lentitud, mientras que una pupila normal se redilatará con rapidez (fig. 10-6). Esto puede explicar los síntomas de dificultad para reenfocar de lejos. Figura 10-5 Pupila tónica de Adie. A. La pupila no es redonda; el esfínter se contrae en la zona entre las 11 y la 1 del reloj, con apelotonamiento del estroma iridiano. Donde está paralizado el esfínter, el estroma del iris se mantiene relativamente plano. B. Mismo paciente de la imagen A. La flecha indica la unión entre el esfínter normal (E ) y el esfínter atónico (EA). (Reproducido con autorización a partir de Thompson HS. Segmental palsy of the iris sphincter in Adie’s syndrome. Arch Ophthalmol. 1978;96(9):1615–1620. Copyright 1978, American Medical Association.) Figura 10-6 Pupila tónica de Adie izquierda. A. Con luz ambiental, la pupila izquierda es más grande que la derecha. B. La pupila derecha reacciona con viveza a la estimulación luminosa. C. La pupila izquierda reacciona mal a la luz. D. Ambas pupilas se contraen ante un estímulo próximo. E. Inmediatamente después de la retirada del estímulo cercano, la pupila derecha se redilata con rapidez, mientras que la izquierda lo hace más lentamente (respuesta tónica). (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) El esfínter del iris denervado tiene hipersensibilidad a los colirios parasimpaticomiméticos. Puede usarse un colirio de pilocarpina al 0,1% para diagnosticar este trastorno, ya que la pupila normal apenas se contraerá. (Esta concentración puede obtenerse diluyendo un colirio comercial al 1% con suero salino estéril para inyección.) Después de 60 min, se vuelven a examinar las pupilas: si existe pupila de Adie, la pupila afectada (dilatada) se habrá contraído más que la pupila normal (fig. 10-7). Alrededor del 80% de los pacientes con pupila tónica muestran hipersensibilidad colinérgica por denervación. Figura 10-7 A. Pupila tónica de Adie derecha. B. Tras instilación de pilocarpina al 0,1%, la pupila derecha se hace miótica, lo que confirma la existencia de hipersensibilidad. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Los pacientes con pupilas tónicas pueden tener síntomas acomodativos o fotofobia, pero con la misma frecuencia pueden estar asintomáticos y la anisocoria es descubierta por un amigo o pariente. Los síntomas acomodativos son difíciles de tratar. Por fortuna, suelen desaparecer espontáneamente al cabo de pocos meses. Cuando la fotofobia por midriasis es sintomática, puede emplearse pilocarpina diluida (al 0,1%) tópica. Con el tiempo (meses o años), la pupila tónica de Adie se va haciendo más pequeña. El examen histopatológico del ganglio ciliar en pacientes con pupila tónica de Adie ha revelado reducción en el número de células ganglionares. Rara vez puede haber enfermedades sistémicas asociadas a pupilas tónicas, como varicela-zóster, arteritis de células gigantes, sífilis y traumatismos orbitarios. Pueden verse pupilas tónicas bilaterales en pacientes con diabetes, alcoholismo, sífilis y disautonomía asociada a cáncer o amiloidosis. Kardon RH, Corbett JJ, Thompson HS. Segmental denervation and reinnervation of the iris sphincter as shown by infrared videographic transillumination. Ophthalmology. 1998;105(2):313–321. Thompson HS. Segmental palsy of the iris sphincter in Adie’s syndrome. Arch Ophthalmol. 1978;96(9):1615–1620. Parálisis del III par craneal Para mayor información sobre la parálisis del III par, véase el capítulo 8. La afectación pupilar en la parálisis del III par craneal casi siempre se asocia a ptosis y limitación de la movilidad ocular. A veces, el trastorno de la movilidad puede ser sutil, siendo necesaria una exploración minuciosa mediante cover test alternante. La afectación pupilar ayuda al médico a diagnosticar parálisis aguda del III par. Cuando se afecta la pupila, debe descartarse un aneurisma en la unión de la carótida interna y la arteria comunicante posterior (v. cap. 2, fig. 2-10). Si la pupila está respetada y hay una paresia completa del resto de funciones del III par, prácticamente puede descartarse la existencia de un aneurisma. La regeneración aberrante del III par puede causar midriasis y una reacción pupilar sincinética. (V.: http://library.med.utah.edu/NOVEL/.) Algunas porciones del esfínter se contraerán al intentar aducir el ojo. Czarnecki JS, Thompson HS. The iris sphincter in aberrant regeneration of the third nerve. Arch Ophthalmol. 1978;96(9):1606–1610 Trastornos de las reacciones pupilares: disociación luz-aproximación A veces, el reflejo de aproximación supera a la máxima contracción pupilar producida por una luz brillante. Este hallazgo clínico de disociación luz-aproximación puede aparecer en diversos contextos (tabla 10-1). Tabla 10-1 Causas de disociación pupilar luz-aproximación Causa Localización Vía visual anterior (retina, nervios ópticos, quiasma) Mecanismo Pérdida de aferencia luminosa pretectal al núcleo de Edinger-Westphal Tectum mesencefálico Infección (pupilas de Argyll- Robertson) o compresión Síndrome de Adie Ganglio ciliar Reinervación aberrante del esfínter pupilar por neuronas acomodativas Pérdida grave de aferencia luminosa en ambos ojos Lesión de la retina o las vías del nervio óptico Fotocoagulación panretiniana, Nervios ciliares crioterapia retiniana, cirugía posteriores cortos orbitaria Reinervación aberrante tras lesión de nervios ciliares posteriores cortos Regeneración aberrante del III par craneal Trayecto del III par Reinervación aberrante del esfínter pupilar por neuronas acomodativas o neuronas de músculos extraoculares Neuropatía periférica Nervios ciliares posteriores cortos/ganglio ciliar Pérdida de axones Vía visual aferente Como las vías del reflejo fotomotor (más dorsales) y del reflejo de aproximación (más ventrales) se separan cuando se acercan a los núcleos mesencefálicos de Edinger-Westphal, los pacientes con alteraciones de las vías visuales anteriores pueden conservar reflejos pupilares intensos frente a estímulos cercanos. Mesencéfalo La lesión del mesencéfalo dorsal puede producir pupilas semidilatadas con mala respuesta fotomotora y conservación del reflejo de aproximación (v. cap. 7, fig. 7-5). Entre los posibles hallazgos asociados se encuentran la retracción palpebral bilateral (signo de Collier), la parálisis de la mirada vertical, la paresia acomodativa y el nistagmo de convergencia-retracción (síndrome de Parinaud). Típicamente, la lesiones mesencefálicas dan lugar a pupilas en midriasis media con mala respuesta tanto a estímulos luminosos como cercanos. La pupila de Argyll-Robertson aparece en pacientes con sífilis terciaria que afecta el sistema nervioso central. Los pacientes afectados tienen pupilas mióticas (menos de 2 mm) y a menudo irregulares. Las pupilas no reaccionan a la luz, pero la respuesta de proximidad y la redilatación subsiguiente son normales y vivaces. Este rasgo distingue las pupilas de Argyll-Robertson de las pupilas tónicas crónicas bilaterales. Además, a menudo se produce atrofia de iris, hay transiluminación de zonas del iris y hay una mala dilatación tras la instilación de midriáticos. Se ven seudopupilas de Argyll-Robertson en neuropatías autónomas diseminadas, como pupilas tónicas bilaterales (crónicas), diabetes y alcoholismo crónico, así como en la encefalitis y tras la fotocoagulación panretiniana. Se han descrito pupilas tónicas bilaterales en la neurosífilis. Por todo ello, debe valorarse solicitar pruebas de serología luética como FTA-ABS y TPHA en el examen de los pacientes con disociación pupilar luz-aproximación bilateral y miosis. Regeneración aberrante La disociación luz-proximidad también puede deberse a regeneración aberrante de nervios lesionados, con restauración del reflejo de proximidad, pero no del fotomotor. En el síndrome de pupila tónica, rebrotan los nervios ciliares cortos dañados y las fibras acomodativas reinervan por error el esfínter del iris. Puede haber una desviación nerviosa similar después de un traumatismo o tras compresión crónica del III par. En ambas situaciones, se restaura el reflejo pupilar de proximidad, pero el reflejo fotomotor se mantiene ausente o disfuncional. A veces, la regeneración aberrante afecta a las fibras del recto medial, ocurriendo una contracción pupilar al intentar la aducción, como en la versión horizontal contra. Este movimiento sincinético de la pupila puede confundirse con recuperación del reflejo de proximidad. Otros trastornos pupilares Midriasis episódica benigna También conocida como pupilas saltarinas, la midriasis episódica benigna aparece típicamente en individuos jóvenes y sanos que a menudo tienen antecedentes de cefaleas. La midriasis episódica puede durar desde varios minutos hasta algunas horas y puede acompañarse de leve borrosidad visual, malestar periocular y cefalea. Cada episodio es autolimitado y no se asocia a ninguna enfermedad sistémica ni neurológica. Jacobson DM. Benign episodic unilateral mydriasis: clinical characteristics. Ophthalmology. 1995;102(11):1623–1627. Reacciones pupilares paradójicas Rara vez se produce una contracción pupilar paradójica en la oscuridad tras exposición a la luz en pacientes con ceguera nocturna estacionaria congénita, acromatopsia congénita o atrofia óptica dominante. Frank JW, Kushner BJ, France TD. Paradoxic pupillary phenomena. A review of patients with pupillary constriction to darkness. Arch Ophthalmol. 1988;106(11):1564–1566. Capítulo 11 Paciente con anomalías palpebrales o faciales Los pacientes con trastornos de los párpados o los movimientos faciales acuden a menudo al oftalmólogo. Pueden referir problemas visuales (p. ej., pérdida de visión por una ptosis) o dolor (p. ej., queratopatía por exposición secundaria a parálisis facial), aunque la mayoría de los pacientes notan una alteración en la posición de los párpados. En ocasiones, atribuirán su problema al ojo normal y, por ejemplo, confundirán una retracción palpebral con ptosis del otro ojo, o una ptosis con un ensanchamiento de la hendidura palpebral contralateral. Muchos de estos problemas palpebrales y faciales tienen un origen neurológico. Al estudiar estos trastornos, el médico debe interrogar sobre el comienzo y duración de los síntomas, si varían y si existe fatigabilidad o síntomas sistémicos como debilidad, disartria o dificultad al tragar. El origen congénito de una ptosis puede confirmarse a menudo revisando fotografías antiguas del paciente. Hay que preguntar sobre una posible diabetes, enfermedad tiroidea, hipertensión, sarcoidosis y debilidad motora localizada. Antes de investigar estas entidades, el médico debe explorar detenidamente la función palpebral y los movimientos faciales. El diagnóstico y tratamiento de los trastornos palpebrales se estudian más a fondo en la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal. Técnicas de exploración El examen de los párpados empieza observando su forma y aspecto general (una configuración en S puede indicar neurofibromatosis [fig. 11-1; v. también cap. 14] o una patología de la glándula lagrimal), el ritmo del parpadeo (lento en la enfermedad de Parkinson y rápido en el blefaroespasmo) y si hay movimientos anormales (sincinesia de otros músculos faciales). Debe medirse la hendidura palpebral en posición primaria (en adultos es normalmente de 9-10 mm; el párpado superior cubre 1 mm de limbo y el párpado inferior llega justo hasta él) (fig. 11-2). Si la ptosis es unilateral, el examinador debe comprobar que no es una falsa ptosis por estrabismo vertical (hipotropia) (fig. 113) o por retracción palpebral contralateral. Deben evertirse los párpados para descartar causas locales de ptosis, como una lente de contacto retenida o una conjuntivitis papilar gigante. Si la ptosis es asimétrica —sobre todo si el párpado superior parece retraído—, el médico debe alzar manualmente el párpado ptósico para comprobar si el párpado más alto desciende a una nueva posición (fig. 11-4). Figura 11-1 Niño de 2 años con neurofibromatosis y ptosis derecha; el párpado tiene forma de S por la presencia de un neurofibroma plexiforme. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 11-2 El párpado superior normalmente pasa 1 mm por encima del limbo. Puede medirse la altura de la hendidura palpebral colocando una regla entre los bordes palpebrales superior e inferior. Figura 11-3 A. Paciente con seudoptosis por una marcada hipotropia izquierda. B. La oclusión del ojo derecho revela que el párpado superior izquierdo está en una posición normal. (Por cortesía de Tariq Bhatti, MD.) Figura 11-4 A. Paciente con ptosis izquierda mayor que la derecha por miastenia grave. B. Al levantar manualmente el párpado izquierdo, aumenta la ptosis del lado derecho (refuerzo de la ptosis). Este signo, aunque se asocia con frecuencia a miastenia grave, no es específico de ella. También puede verse en otros trastornos que producen ptosis asimétrica y se debe a la ley de inervación equivalente de Hering. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Para estudiar la función del músculo elevador, el examinador mide el desplazamiento total del borde palpebral desde la mirada hacia abajo hasta la mirada hacia arriba, mientras presiona con firmeza sobre la ceja del paciente para impedir la acción del músculo frontal. La excursión normal del párpado superior es de 12-16 mm (fig. 11-5). Además, debe medirse la distancia del borde palpebral superior al reflejo corneal (fig. 11-6) y la distancia entre el borde del párpado superior y el surco palpebral superior (fig. 11-7). Figura 11-5 Puede medirse el desplazamiento del párpado superior fijando el frontal mientras se pide al paciente que mire hacia el suelo (A) y luego hacia el techo (B). Figura 11-6 Puede medirse la distancia del borde palpebral al reflejo corneal desde la primera imagen de Purkinje en el eje visual hasta la posición del párpado superior. Normalmente mide unos 4-5 mm. Figura 11-7 Puede medirse la distancia entre el borde del párpado superior y el surco palpebral principal con una regla. Hay que observar el movimiento del párpado durante el seguimiento lento de un objeto de arriba abajo. Normalmente, este movimiento se realiza de forma uniforme, pero puede haber cierto retraso en los pacientes con oftalmopatía tiroidea (fig. 11-8; v. también cap. 14) o con regeneración aberrante del III par craneal (v. también cap. 8 sobre diplopía). Figura 11-8 Retracción palpebral por oftalmopatía tiroidea (oftalmopatía de Graves). Esta mujer de 73 años acudió por sensación de cuerpo extraño desde hacía 6 meses (se había tratado previamente como un «síndrome de ojo seco»). La retracción palpebral del lado izquierdo aumentaba por restricción acusada del recto inferior. Véase también el capítulo 14. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) En casos con sospecha de ptosis por fatiga debida a miastenia grave, el paciente fijará la vista en la mano del examinador, que se elevará para provocar mirada superior extrema. El médico observará si se produce ptosis progresiva mientras el paciente intenta mantener esta posición. El paciente normal puede mantenerla sin mostrar ptosis. El signo del rebote palpebral de Cogan se explora pidiendo al paciente que mire hacia abajo durante unos segundos y que luego mire rápidamente al frente. El signo se manifiesta como un movimiento excesivo hacia arriba del párpado que vuelve a la posición normal con pequeños temblores. El estudio de la función motora facial incluye el examen de la fuerza del orbicular ocular y otros músculos faciales. Debe explorarse el cierre palpebral para comprobar si es incompleto (lagoftalmos). Los fenómenos de reinervación, como sincinesia con el cierre palpebral, o los tics faciales pueden ser signos de lesión previa del VII par (v. fig. 11-11). El médico debe registrar la presencia de exoftalmos (oftalmopatía tiroidea; se estudia en el cap. 14) o enoftalmos. Este último puede asemejarse a una ptosis por el estrechamiento de la hendidura palpebral, ya que los párpados se adaptan al contorno del globo ocular cuando este se retrae en la órbita. La anisocoria (estudiada en el cap. 10) puede indicar afectación del sistema nervioso simpático o parasimpático, que pueden alterar la posición palpebral. Finalmente, deben investigarse los pares craneales «adyacentes». Si la ptosis se debe a debilidad del III par, también hay que examinar la función de los pares IV, V y VI. Debe comprobarse la movilidad ocular en busca de paresias leves. Igualmente, si se encuentra disfunción del VII par, hay que explorar la sensibilidad facial y la audición. Ptosis Ptosis congénita La forma más común de ptosis congénita parece deberse a un desarrollo distrófico del músculo elevador del párpado superior sin anomalías de inervación asociadas. La ptosis congénita (fig. 11-9) puede ser unilateral o bilateral y se asocia en ocasiones a otras anomalías congénitas oculares u orbitarias, como síndrome de blefarofimosis, fibrosis congénita de los músculos extraoculares, debilidad del recto superior y parpadeo mandibular de Marcus Gunn (fig. 11-10). Este último fenómeno es un movimiento sincinético del párpado asociado a los movimientos de la mandíbula. En el tipo pterigoideo externo-elevador del párpado de este síndrome, el párpado se eleva al mover la mandíbula hacia el otro lado, al protruir la mandíbula y al abrir mucho la boca. En la forma pterigoideo interno-elevador del párpado, el párpado se eleva cuando se rechinan los dientes. En algunos pacientes con parpadeo mandibular de Marcus Gunn, la ptosis puede empeorar al mover la mandíbula, aunque es raro. Los tumores congénitos, como hemangiomas o neurofibromas, también pueden originar ptosis congénita. Estos tumores suelen asociarse a una masa palpable. Sea cual sea el origen de una ptosis congénita infantil, el oftalmólogo debe ser consciente del riesgo de ambliopía secundaria a oclusión o anisometropía. Figura 11-9 Ptosis congénita derecha en un niño de 2 años. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Figura 11-10 Síndrome del parpadeo mandibular de Marcus Gunn. A. Este hombre de 25 años tiene una leve ptosis derecha. B. La apertura de la boca provoca retracción palpebral. Este patrón indica sincinesia entre el III y el V par. (Reproducido con autorización a partir de Levin LA, Arnold AC, eds. Neuro-Ophthalmology: The Practical Guide. ew York: Thieme; 2005.) Ptosis adquirida La tabla 11-1 resume las causas más frecuentes de ptosis adquirida. La ptosis neurógena requiere una atención especial a las posibles alteraciones asociadas del tamaño pupilar y los movimientos extraoculares. Se llama ptosis cerebral a la que se asocia a lesiones de los hemisferios cerebrales (normalmente el derecho). Dicha ptosis puede ser bilateral o unilateral y, en la mayoría de los casos, transitoria. Tabla 11-1 Causas de ptosis adquirida eurógena Parálisis del III par Síndrome de Horner Migraña oftalmopléjica Apraxia de apertura palpebral Síndrome de Miller-Fisher Miógena Oftalmoplejía externa progresiva Colirios de corticoesteroides Distrofia miotónica euromuscular Miastenia grave Botulismo Aponeurótica Desinserción Adelgazamiento Traumática Laceración palpebral Ptosis posquirúrgica Cuerpo extraño Mecánica Calacio Cicatricial Averbuch-Heller L, Leigh RJ, Mermelstein V, Zagalsky L, Streifler JY. Ptosis in patients with hemispheric strokes. eurology. 2002;58:620–624. Si se sospechan enfermedades sistémicas como miastenia grave, oftalmoplejía externa progresiva y distrofia miotónica (estudiadas en el cap. 14), hay que investigar la fuerza general del paciente, la fatigabilidad y los antecedentes familiares. El botulismo causa ptosis bilateral asociada a pupilas poco reactivas y oftalmoplejía. Los pacientes también pueden tener parálisis facial asociada y debilidad generalizada de los músculos proximales. La arreflexia, la ataxia y la oftalmoplejía caracterizan al síndrome de Miller Fisher o variante del síndrome de Guillain-Barré (tratado más adelante en este capítulo). Además de ptosis bilateral, estos pacientes también pueden tener diplejía facial, así como problemas respiratorios y de deglución. El uso crónico de colirios de corticoesteroides parece que puede producir ptosis por una miopatía esteroidea localizada del músculo elevador del párpado. Los defectos de la aponeurosis del músculo elevador son la causa más frecuente de ptosis adquirida, remplazando al concepto antiguo de «ptosis senil». La ptosis se debe a estiramiento, dehiscencia o desinserción de esta aponeurosis. Como el músculo elevador del párpado está sano, la función del elevador suele ser normal. Los pacientes con defectos aponeuróticos suelen tener el surco palpebral desplazado hacia arriba. Las causas mecánicas y traumáticas de ptosis adquirida suelen ser evidentes al inspeccionar los párpados y requieren un tratamiento médico o quirúrgico apropiado. Seudoptosis La seudoptosis engloba varios trastornos que se asemejan a una ptosis verdadera. Entre ellos están la ptosis de la ceja y la dermatocalasia. También puede haber seudoptosis secundaria a microftalmía o phthisis del globo ocular, situaciones en las que los párpados no tienen suficiente apoyo en el ojo. La hipotropia también produce seudoptosis, ya que la percepción de la posición del párpado depende de la posición del ojo (v. fig. 11-3). La retracción palpebral contralateral es otra posible causa de seudoptosis. Apraxia de la apertura palpebral La apraxia de la apertura palpebral es un trastorno raro que produce ptosis bilateral. Se cree que su origen es supranuclear y se caracteriza por la imposibilidad de abrir voluntariamente los ojos, asociada a contracción facial y muecas. A menudo va asociada a enfermedades extrapiramidales como la enfermedad de Parkinson, el síndrome de Shy-Drager, la enfermedad de Huntington, la enfermedad de Wilson y la parálisis supranuclear progresiva. También se ha descrito después de un infarto bilateral de lóbulos frontales. Puede verse apraxia de la apertura palpebral en pacientes con blefaroespasmo esencial. Tozlovanu V, Forget R, Iancu A, Boghen D. Prolonged orbicularis oculi activity: a major factor in apraxia of lid opening. eurology. 2001;57(6):1013–1018. Retracción palpebral Se considera que existe retracción palpebral si, con los ojos en posición primaria, la esclerótica es visible por encima del limbo corneal superior. Suele ser adquirida, pero también puede estar presente desde el nacimiento. Los neonatos prematuros a veces tienen una mirada conjugada hacia abajo de carácter transitorio y benigno que se asocia a retracción palpebral superior. Se cree que este hallazgo se debe a mielinización inmadura del sistema de movimientos oculares verticales y a inmadurez o disfunción de las vías visuales extrageniculocalcarinas. Muchos recién nacidos normales (80% de los niños de 14-18 semanas de edad) tienen un reflejo de apertura exagerada de párpados cuando disminuyen los niveles de iluminación ambiental. Las causas de retracción palpebral se enumeran en la tabla 11-2. Las etiologías más frecuentes en adultos son la oftalmopatía tiroidea (v. fig. 11-8). La retracción palpebral (signo de Collier) del síndrome mesencefálico dorsal (v. cap. 7, fig. 7-5) es una causa menos frecuente. Puede haber una retracción palpebral unilateral secundaria a ptosis contralateral en pacientes con defectos de la aponeurosis del elevador del párpado; este fenómeno se debe a la ley de inervación equivalente de Hering. Se puede observar retracción palpebral bilateral en casos de oftalmopatía tiroidea, parálisis periódica familiar, síndrome de Cushing y lesiones mesencefálicas o hidrocefalia con nistagmo vertical. La retracción palpebral unilateral también se asocia a oftalmopatía tiroidea, así como a regeneración aberrante del III par (v. cap. 8 sobre diplopía), síndrome de parpadeo mandibular de Marcus Gunn (v. fig. 11-10) y fibrosis idiopática del músculo elevador del párpado. Se han empleado inyecciones subconjuntivales de toxina botulínica y diversos procedimientos quirúrgicos para reducir el grado de retracción palpebral en pacientes con oftalmopatía tiroidea. Tabla 11-2 Causas de retracción palpebral adquirida eurógena Síndrome mesencefálico dorsal Parálisis supranuclear progresiva Regeneración aberrante del III par Parpadeo mandibular de Marcus-Gunn Colirios simpaticomiméticos (p. ej., clorhidrato de fenilefrina, apraclonidina) Miógena Oftalmopatía tiroidea Miastenia grave Posquirúrgica (corrección de ptosis, miectomía orbicular) Mecánica Miopía magna axial Buftalmos Fractura orbitaria con atrapamiento Proptosis secundaria a tumor orbitario Chang EL, Rubin PA. Upper and lower eyelid retraction. Int Ophthalmol Clin. 2002;42(2):45–59. Anomalías de los movimientos faciales La debilidad del nervio facial (VII par) es un problema clínico que a menudo tiene que valorar el oftalmólogo. El examen del nervio facial incluye no solo el estudio de su función motora, sino también de sus funciones sensorial y autonómica. La función motora puede explorarse fácilmente mediante la observación. Con el paciente en reposo, se buscará cualquier asimetría de la expresión facial o del parpadeo. La hendidura palpebral en el lado de la paresia facial será más ancha debido a la relajación del tono de los músculos orbiculares oculares. El médico debe explorar diversos grupos musculares pidiendo al paciente que sonría, que cierre con fuerza los ojos y que arrugue la frente. El grado de hundimiento de las pestañas a cada lado puede revelar una debilidad sutil del orbicular ocular. El reflejo de parpadeo corneal permite valorar las funciones del V y VII par. El médico puede hablar en susurros o usar un reloj que suene poco para valorar la posible afectación del VIII par secundaria a tumores del ángulo pontocerebeloso. Las pruebas de funciones autonómicas como la salivación, el lagrimeo y la sensación pueden ayudar a localizar las lesiones del VII par. Puede ponerse azúcar o vinagre en los dos tercios anteriores de la lengua para explorar el gusto. La sensibilidad cutánea puede explorarse en la superficie posterior del conducto auditivo externo y la membrana timpánica. Las lesiones del VII par entre el ángulo pontocerebeloso y el ganglio geniculado típicamente afectan a todas las funciones del nervio, mientras que las lesiones distales al ganglio geniculado solo afectan a ciertas funciones, según su localización, como se muestra en la figura 11-11. También puede haber una disociación de las funciones motora, sensorial y autonómica en lesiones de la protuberancia proximales a la unión de la porción motora del VII par con el nervio intermedio. No debe omitirse en la exploración el estudio de las funciones de los pares V, VI y VIII que, si son anormales, ayudan a localizar la causa de una parálisis facial. Figura 11-11 Distribución del VII par y diagnóstico topográfico de sus lesiones. 1. Parálisis supranuclear progresiva: debilidad contralateral de los dos tercios inferiores de la cara con cierta debilidad del orbicular; se conserva la expresión. 2. Parálisis facial nuclear: monoplejía facial (congénita) más afectación del núcleo del VI par (parálisis de la mirada hacia el mismo lado) y a menudo ataxia, con síndrome de Horner ocasional. Las lesiones periféricas cursan con monoplejía facial que afecta a los músculos orbiculares de los ojos y frontal, más: 3. Ángulo pontocerebeloso: hiposecreción lagrimal, disgeusia, pérdida de secreción salival, ageusia de los dos tercios anteriores de la lengua, disfunción auditiva, nistagmo, vértigo, ataxia y signos de pares craneales adyacentes (V, VI). 4. Ganglio geniculado (síndrome de Ramsay-Hunt, zóster ótico): hallazgos similares pero sin afectación del troncoencéfalo ni otros pares craneales. 5. Deficiencia lagrimal ipsolateral aislada por afectación del nervio vidiano o el ganglio esfenopalatino (junto a parálisis del VI par si hay afectación del seno cavernoso). 6. Conducto de Falopio: afectación del nervio estapedio, disacusia, afectación de cuerda del tímpano, ageusia de los dos tercios anteriores de la lengua, disminución de secreción salival. 7. Distal a la cuerda del tímpano: parálisis aislada de músculos faciales. 8. Distal a la ramificación del nervio facial tras salir del orificio estilomastoideo: solo se afectan algunas ramas del nervio facial (debilidad facial localizada). Además, puede haber parálisis facial bilateral por enfermedades congénitas (síndrome de Möbius), sarcoidosis, síndrome de Guillain-Barré o neurofibromatosis tipo 2 (neurinomas acústicos bilaterales). (Adaptado con autorización de Kline LB, Bajandas FJ. euro-Ophthalmology Review Manual. 5th ed. Thorofare, New Jersey: Slack; 2000.) Debe anotarse cualquier movimiento facial aberrante en reposo o durante los movimientos voluntarios (fig. 11-12). Tras cualquier neuropatía facial, pero sobre todo después de una parálisis de Bell, los axones regenerados pueden reinervar músculos diferentes a los que servían originalmente; dicha regeneración aberrante causa movimientos sincinéticos. En esta situación, los músculos faciales afectados pueden seguir mostrando debilidad. Cuando los axones destinados originalmente al orbicular ocular reinervan los músculos faciales inferiores, cada parpadeo puede causar una contracción de la comisura labial o un hoyuelo en la barbilla. A la inversa, los movimientos de la hemicara inferior —como besar, sonreír o masticar con la boca cerrada— pueden producir cierre palpebral involuntario. Figura 11-12 Sincinesia facial. Puede haber una desviación de fibras al recuperarse la función del VII par después de un traumatismo o una intervención quirúrgica. A. En esta paciente de 54 años, la regeneración aberrante del VII par izquierdo tras resección de un meningioma del ángulo pontocerebeloso causaba cierre palpebral cuando intentaba sonreír (B). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Otro posible trastorno por inervación facial aberrante sería el lagrimeo que aparece al masticar (lágrimas de cocodrilo), en el que las fibras que originalmente se encargaban de las glándulas submandibular y sublingual reinervan la glándula lagrimal a través del nervio petroso superficial mayor. Este síndrome suele suceder a lesiones graves del nervio facial proximal y puede asociarse a lagrimeo reflejo disminuido y ageusia en los dos tercios anteriores de la lengua. El síndrome de parpadeo mandibular de Marcus Gunn se debe a una comunicación anómala entre los nervios trigémino (pterigoideos) y motor ocular común (elevador del párpado). Trastornos del VII par craneal Trastornos por hipoactividad del VII par Puede haber debilidad o parálisis facial por lesiones supranucleares, nucleares o infranucleares (tabla 11-3). Tabla 11-3 Etiologías de parálisis facial Lesiones supranucleares La lesión de la zona facial de la circunvolución precentral origina una parálisis contralateral de los movimientos faciales voluntarios que afecta a la hemicara inferior más intensamente que a la superior (lesión de motoneurona superior). Suelen conservarse los movimientos faciales emocionales y reflejos como la sonrisa y el parpadeo espontáneo, porque están controlados por vías extrapiramidales. En los trastornos extrapiramidales, como el parkinsonismo o la parálisis supranuclear progresiva, la expresión facial espontánea es mínima y suele estar reducida la velocidad de parpadeo espontáneo. Los movimientos faciales voluntarios normalmente se mantienen intactos. Lesiones troncoencefálicas En los trastornos de la protuberancia puede haber debilidad facial ipsolateral de la hemicara superior e inferior. Las lesiones vasculares y los tumores intraparenquimatosos son las causas más habituales. Suelen presentarse otros signos de alteración protuberancial, como anestesia corneal y facial ipsolaterales, parálisis del VI par, parálisis de la mirada lateral, ataxia cerebelosa y hemiparesia contralateral. Puede haber disociación de las funciones autonómicas, sensoriales y motoras del VII par. Las lesiones grandes de la protuberancia pueden producir diplejía facial, que también se ve en el síndrome de Möbius, un trastorno congénito con parálisis bilateral del VI par. Lesiones periféricas Las lesiones de la motoneurona periférica o inferior ocasionan una debilidad facial ipsolateral que puede deberse a múltiples causas. La exploración de las funciones sensorial y autonómica del facial ayuda a situar con precisión la lesión responsable. La afectación simultánea de los pares craneales V, VI u VIII y los signos cerebelosos pueden indicar tumores del ángulo pontocerebeloso. La parálisis de Bell, que ocurre típicamente en adultos, representa el tipo más común de neuropatía facial, pero no deja de ser un diagnóstico de exclusión. Se caracteriza por la aparición súbita de paresia facial, asociada en ocasiones a dolor previo o simultáneo. Puede haber entumecimiento facial, aunque la sensibilidad facial suele mantenerse intacta. También puede encontrarse hiposecreción lagrimal, disminución del gusto e hipoacusia. Aunque se desconoce la etiología de la parálisis de Bell, podría deberse a una lesión inflamatoria (autoinmunitaria o inducida por virus) o isquémica con edema del nervio periférico. Hay que examinar el conducto auditivo externo y la oreja en busca de vesículas por herpes zóster (síndrome de Ramsay-Hunt). La incidencia de parálisis de Bell es mayor en embarazadas y en pacientes con diabetes mellitus o antecedentes familiares de esta parálisis. Si la debilidad facial progresa durante más de 3 semanas, debe descartarse una causa tumoral. Aproximadamente el 85% de los pacientes con parálisis de Bell muestran una recuperación espontánea satisfactoria, aunque a menudo se encuentran signos sutiles de regeneración aberrante. En estos pacientes, la recuperación empieza normalmente antes de 3 semanas desde el comienzo del déficit y se ha completado hacia los 2-3 meses. En el resto de casos, la recuperación es incompleta y a menudo hay regeneración aberrante. La parálisis facial completa desde el principio, la alteración del lagrimeo, la disacusia y la edad avanzada son signos de mal pronóstico. Las pruebas de estimulación eléctrica permiten valorar el grado de degeneración nerviosa y se ha informado de que sirven para predecir la recuperación. Con frecuencia se usan corticoesteroides para tratar la parálisis de Bell, los metaanálisis y los estudios aleatorios parecen apoyar su eficacia. Se ha propuesto que el edema del nervio dentro del estrecho conducto de Falopio contribuye a la lesión nerviosa, y se recomienda una pauta de corticoesteroides orales durante 7-10 días en los pacientes sin contraindicaciones sistémicas que sean vistos en las primeras 72 h. Varios trabajos experimentales y clínicos han sugerido que la combinación de antivíricos (aciclovir, famciclovir) y corticoides da mejor resultado que el uso de corticoides aislados para el tratamiento de la parálisis de Bell. Sin embargo, un gran ensayo clínico aleatorizado demostró que, aunque los corticoides aumentan la probabilidad de recuperación a los 3 y 9 meses, la adición de aciclovir, solo o combinado con corticoides, no aportaba beneficio alguno. Grogan PM, Gronseth GS. Practice parameter: steroids, acyclovir, and surgery for Bell’s palsy (an evidence-based review): Report of the Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology. eurology. 2001;56(7):830–836. Magaldi JA. Bell’s palsy. Engl J Med. 2005;352(4):416–418. Sullivan FM, Swan IR, Donnan PT, et al. Early treatment with prednisolone or acyclovir in Bell’s palsy. Engl J Med. 2007;357(16):1598–1607. Puede haber afectación neoplásica del VII par en el ángulo pontocerebeloso (neurinoma acústico [fig. 11-13], meningioma), dentro del conducto de Falopio o en la glándula parótida. Tales lesiones pueden comprimir el VII par y causar sinquinesia facial. La mayoría de ellas son histológicamente benignas y de crecimiento lento. Cuando son pequeñas pueden pasarse por alto en la TC, por lo que se recomienda RM con contraste intravenoso. Pueden propagarse al nervio facial infecciones del oído medio. Figura 11-13 Parálisis facial periférica. Este paciente de 60 años tenía síntomas de irritación ocular izquierda tras escisión de un neurinoma acústico de ese lado. A. El ojo izquierdo no se cierra por debilidad del orbicular ocular izquierdo. B. Afortunadamente, la sensibilidad corneal se mantiene intacta y el paciente conserva un excelente fenómeno de Bell. (Fotografías por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Hay diversos agentes infecciosos capaces de afectar al nervio facial. Puede haber afectación del nervio por meningitis. La enfermedad de Lyme, causada por la espiroqueta Borrelia burgdorferi transmitida por garrapatas, puede producir parálisis facial unilateral o bilateral. Las manifestaciones clásicas de esta enfermedad comprenden un exantema característico, artritis y meningopolineuritis (v. cap. 14). El pronóstico de recuperación del VII par es excelente. Cuando el herpes zóster afecta al nervio facial se denomina síndrome de Ramsay-Hunt. Se diagnostica al identificar vesículas en la parte posterior del conducto auditivo externo, sobre la membrana timpánica o en la oreja. El dolor suele ser intenso y puede quedar una neuralgia postherpética. El pronóstico para la recuperación es menos halagüeño que en la parálisis de Bell. Una parálisis facial aislada, al igual que otras neuropatías craneales aisladas o asociadas, puede ser el primer signo de una seroconversión al virus de inmunodeficiencia humana (VIH). El nervio facial es el par craneal que se afecta con más frecuencia en la sarcoidosis. El lugar de la lesión suele ser la glándula parótida, que sufre un infiltrado granulomatoso no caseoso. La afectación del VII par a menudo es bilateral aunque asimétrica. Puede haber diplejía facial en el síndrome de Guillain-Barré, sobre todo en la variante conocida como síndrome de Miller Fisher, que cursa también con oftalmoplejía y ataxia. El análisis del líquido cefalorraquídeo muestra hiperproteinorraquia con recuento celular normal, y hay arreflexia tendinosa. Un alto porcentaje de pacientes con síndrome de Miller Fisher tienen autoanticuerpos IgG GQ1b en el suero. La recuperación suele ser completa, y la serología mejora a la par que los síntomas. Puede haber parálisis del VII par secundaria a traumatismos craneoencefálicos. A veces se observa el signo de Battle (equimosis sobre la mastoides), que puede indicar fractura del hueso temporal. La parálisis facial congénita a menudo se debe a un traumatismo obstétrico por fórceps y tiende a resolverse. En el síndrome de Melkersson-Rosenthal hay parálisis facial recidivante unilateral o bilateral asociada a edema facial crónico con pliegues linguales. Se desconoce la etiología de este trastorno, que suele empezar en la infancia o adolescencia. La tumefacción facial a menudo es ostensible y puede ser bilateral, aunque la parálisis facial sea unilateral. Dado el amplio diagnóstico diferencial de la parálisis facial, hay que destacar algunas consideraciones etiológicas según el contexto clínico. La parálisis facial bilateral casi siempre se debe a sarcoidosis, meningitis basilar (bacteriana, vírica o por espiroquetas) y síndrome de GuillainBarré. La afectación del VII par unilateral recidivante a menudo se debe a diabetes mellitus, enfermedad de Lyme y síndrome de Melkersson-Rosenthal. La parálisis facial progresiva apunta principalmente a una etiología neoplásica, con invasión tumoral (troncoencefálica, pontocerebelosa o parotídea) o infiltración difusa (carcinomatosis meníngea). Además, las parálisis craneales asociadas pueden ayudar a localizar topográficamente la lesión. Tratamiento En los casos con afectación del orbicular ocular, puede requerirse tratamiento para la exposición corneal. En casos leves, basta con colirios de lágrimas artificiales (preferiblemente sin conservantes) y lubricantes. Puede ser necesario tapar el ojo por la noche tras aplicar pomada lubricante. También se han usado cámaras húmedas para dormir. Hay que advertir a los pacientes que eviten los ambientes con polvo o viento. La afectación grave del epitelio corneal indica la necesidad de tapones puntales, de una tarsorrafia o de inyección de toxina botulínica de tipo A para inducir ptosis. En el contexto de una parálisis facial, la cuestión más importante es el estado del nervio trigémino. La anestesia corneal combinada con la parálisis facial es un problema clínico especialmente complicado. El riesgo de queratopatía neurotrófica y neuroparalítica asociadas requiere un abordaje radical que posiblemente incluya una tarsorrafia precoz o el implante de una pesa de oro. El tratamiento quirúrgico puede consistir en intentar la reinervación mediante anastomosis del nervio hipogloso al facial o con injertos transfaciales. Por desgracia, estos procedimientos, aun teniendo éxito, tienden a proteger poco la córnea. Las bandas de silicona (de Arion) suelen ser impredecibles, y los muelles implantados tienen una alta tasa de extrusión. El tratamiento más simple y satisfactorio para los problemas corneales asociados a las parálisis faciales crónicas es el uso de pesas de oro palpebrales. Como se tiende a implantarlas con peso demasiado pequeño, en el estudio preoperatorio deberían realizarse pruebas con varias pesas sujetas a la superficie del párpado con esparadrapo. Debe elegirse la pesa más grande que permita mantener despejado el eje visual. Aunque la pesa es más visible cuando se implanta baja por encima del tarso, esta posición es más predecible que si se coloca encima del tabique orbitario. La pesa puede retirarse más adelante si se recupera la función del nervio facial. Dresner SC. Ophthalmic management of facial nerve paralysis. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2000, module 4. Rahman I, Sadiq SA. Ophthalmic management of facial nerve palsy: a review. Surv Ophthalmol. 2007;52(2):121–144. Trastornos por hiperactividad del VII par Los trastornos del VII par, su núcleo o las vías piramidales y extrapiramidales pueden dar lugar a estados de hiperexcitabilidad. El blefaroespasmo esencial, el espasmo hemifacial y la mioquimia facial son los tres trastornos más frecuentes por hiperactividad (tabla 11-4). Tabla 11-4 Comparación de las causas frecuentes de hiperactividad del VII par Blefaroespasmo esencial Esta enfermedad bilateral consiste en la contracción episódica del orbicular de los ojos. Suele comenzar entre los 40 y 60 años de edad. Inicialmente, los espasmos son leves e infrecuentes, pero pueden progresar hasta un punto en que se afecten marcadamente las actividades cotidianas del paciente. En casos avanzados, no se pueden abrir los párpados durante un episodio de espasmo. Puede haber muecas y otros movimientos faciales asociados a blefaroespasmo (síndrome de Meige) (fig. 11-14), y a veces se observan movimientos en rueda dentada del cuello y extremidades u otros signos extrapiramidales. La discinesia tardía secundaria a fármacos antipsicóticos y neurolépticos puede producir espasmos que afectan a la boca. Los trastornos extrapiramidales como el parkinsonismo, la enfermedad de Huntington y el infarto de ganglios basales pueden acompañarse de cierto grado de blefaroespasmo. Figura 11-14 Blefaroespasmo esencial con síndrome de Meige. Este paciente presenta contracción de los músculos orbiculares de los ojos y muecas. (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) No se conoce la causa exacta del blefaroespasmo esencial benigno, aunque cada vez hay más datos procedentes de estudios funcionales de neuroimagen que apuntan a que se debe a disfunción de los ganglios basales. El médico que examina a un paciente con blefaroespasmo debe descartar causas de blefaroespasmo reflejo, en especial sequedad ocular extrema, inflamación intraocular e irritación meníngea. El estrés puede exacerbar la afección. Los estudios neurorradiológicos no suelen detectar alteraciones. La eficacia de la terapia médica del blefaroespasmo, consistente en neurolépticos y benzodiacepinas, suele ser escasa. Actualmente, el tratamiento de elección para el blefaroespasmo esencial es la inyección de toxina botulínica en el músculo orbicular ocular. Dutton JJ, Fowler AM. Botulinum toxin in ophthalmology. Surv Ophthalmol. 2007;52(1): 13–31. Aunque hay varios tipos de toxina botulínica, solo el tipo A se ha usado ampliamente en la práctica clínica. La duración del efecto de la toxina es temporal, de solo algunos meses, por lo que se requieren inyecciones repetidas. La eficacia de este fármaco depende de su capacidad de causar debilidad muscular. Las complicaciones como ptosis, exposición corneal, diplopía y equimosis local suelen ser leves y transitorias. La dosis varía de 2,5 a 5 unidades por punto de inyección y de 4 a 8 puntos de inyección por ojo. Debe evitarse pinchar en la porción pretarsal del orbicular para reducir el riesgo de inducir ptosis. En ocasiones, cuando fracasa el tratamiento médico, puede estar indicado el tratamiento quirúrgico, consistente en la extirpación meticulosa de los protactores del párpado. La ablación selectiva del nervio facial es un procedimiento alternativo con mayor riesgo de complicaciones y una menor tasa de éxitos. Véase también la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal. El blefaroespasmo esencial puede tener repercusiones psicológicas y algunos pacientes se retraen socialmente al empeorar sus síntomas. Por tanto, el asesoramiento puede ser tan valioso como el tratamiento médico y quirúrgico de la enfermedad. La Benign Essential Blepharospasm Research Foundation (BEBRF) (http://www.blepharospasm.org) ha proporcionado información y ayuda a los pacientes con blefaroespasmo y ha apoyado los esfuerzos investigadores desde 1981. Ben Simon GJ, McCann JD. Benign essential blepharospasm. Int Ophthalmol Clin. 2005;45(3): 49– 75. Patel BCK, Anderson RL. Essential blepharospasm and related diseases. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2000, module 5. Espasmo hemifacial Esta enfermedad se caracteriza por un espasmo episódico unilateral que afecta a la musculatura facial y dura típicamente de pocos segundos hasta varios minutos. El trastorno a menudo empieza como contracciones intermitentes del músculo orbicular de los ojos, pero, con el transcurso de los años, se propaga y afecta a todos los músculos faciales de un lado (fig. 11-15). Los episodios pueden aumentar de frecuencia durante semanas o meses y luego se atenúan de golpe durante meses. La función del VII par suele estar intacta, aunque con el tiempo puede instaurarse debilidad facial ipsolateral. Figura 11-15 Espasmo hemifacial. Esta mujer de 73 años tenía contracturas intermitentes de toda la mitad derecha de la cara. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) La patogenia del espasmo hemifacial suele ser la compresión de la zona de salida de la raíz del VII par por algún vaso aberrante. Las descargas anormales del núcleo motor o la transmisión errática de impulsos nerviosos hacen que la inervación dirigida hacia un grupo muscular excite fibras nerviosas adyacentes destinadas a otros grupos musculares. Con menos frecuencia (quizá menos del 1% de los casos de espasmo hemifacial), la causa radica en tumores del ángulo pontocerebeloso o lesiones previas del VII par; por tanto, suele realizarse RM cerebral, que incluya el trayecto del nervio facial, para descartar una lesión compresiva. La inyección de toxina botulínica de tipo A en los músculos faciales se ha mostrado muy eficaz, por lo que es el tratamiento de elección del espasmo hemifacial en la mayoría de los pacientes. Es necesario repetir las inyecciones después de varios meses. El espasmo hemifacial responde a dosis menores de toxina botulínica que las empleadas para el blefaroespasmo. Los efectos secundarios son similares a los descritos en pacientes con blefaroespasmo que reciben este tratamiento. Carbamacepina, clonacepam o baclofeno pueden mejorar a algunos pacientes. Se ha demostrado que la miectomía y la neurectomía facial aportan una mejoría moderada a los pacientes con espasmo hemifacial. Puede valorarse la craneotomía suboccipital con colocación de una esponja entre el VII par y el vaso responsable (descompresión microvascular) en casos avanzados. Contractura facial parética espástica Este es un raro trastorno caracterizado por contractura facial unilateral con debilidad facial asociada. Típicamente empieza con mioquimia del músculo orbicular ocular, que gradualmente se extiende a la mayoría de los músculos faciales ipsolaterales. Al mismo tiempo, se hace ostensible la contractura tónica de los músculos afectados. En el curso de varias semanas o meses, se instaura una debilidad facial ipsolateral y disminuyen los movimientos faciales voluntarios en el lado afectado. La contractura facial parética espástica es un signo de disfunción protuberancial en la región del núcleo del VII par, a menudo secundaria a neoplasias. La lesión del núcleo produce debilidad facial y la afectación de las conexiones supranucleares origina espasticidad facial. Mioquimia facial Este trastorno se caracteriza por contracciones continuas fibrilares u ondulantes de haces musculares de un lado de la cara. Cuando se limita al párpado, casi siempre se trata de un trastorno benigno y autolimitado. Estos movimientos en ondas suelen empezar en una zona del orbicular de los ojos y puede extenderse hasta afectar a la mayoría de los músculos faciales. La mioquimia facial implica generalmente la existencia de patología intraaxial de la protuberancia que afecta al núcleo del VII par o a su fascículo. Suele deberse a glioma pontino en niños y a esclerosis múltiple en adultos. Rara vez aparece mioquimia en el síndrome de Guillain-Barré. La mioquimia puede mejorar con carbamacepina, fenitoína sódica e inyecciones de toxina botulínica. El aleteo intermitente del orbicular (fasciculacion facial benigna) es relativamente frecuente. El fenómeno suele durar días o semanas. Banik R, Miller NR. Chronic myokymia limited to the eyelid is a benign condition. J euroophthalmol. 2004;24(4):290–292. Otras enfermedades Rara vez, la epilepsia cortical focal se manifiesta con movimientos clónicos ostensibles de un lado de la cara. Los ojos se desvían al otro lado del foco epileptógeno durante el episodio; la mano de ese lado también puede presentar movimientos clónicos. A menudo, el episodio va seguido de parálisis de Todd, una paresia facial supranuclear transitoria en la que los ojos pueden desviarse hacia el lado del foco epileptógeno previo. El electroencefalograma está alterado durante los episodios clónicos. Los tics faciales (espasmos por costumbre) son relativamente frecuentes, sobre todo en niños, y se caracterizan por movimientos faciales estereotipados, repetitivos y reproducibles que el paciente puede inhibir fácilmente si se le pide. Estos movimientos tienden a desaparecer con el tiempo sin necesidad de tratamiento. Solo en raras ocasiones se presenta el síndrome de Tourette con contracturas faciales aisladas. Coats DK, Paysse EA, Kim D-S. Excessive blinking in childhood: a prospective evaluation of 99 children. Ophthalmology. 2001;108(9):1556–1561. El blefaroespasmo reflejo se debe a irritación del V par (normalmente por sequedad ocular extrema), inflamación intraocular o irritación meníngea (generalmente asociada a fotofobia). El tratamiento de la causa subyacente puede aliviar los síntomas. Las discinesias orales (discinesia tardía) que ocurren tras el uso prolongado de antipsicóticos pueden persistir incluso tras la suspensión de los fármacos. Capítulo 12 Paciente con dolor cefálico, ocular o facial Estudio de la cefalea La cefalea es un motivo frecuente de consulta al oftalmólogo. Cuando el dolor se extiende a las órbitas, el paciente y el médico que lo deriva pueden suponer que los ojos son responsables en parte del malestar. A menudo los pacientes temen, aunque no lo digan, tener un tumor cerebral. La anamnesis (tabla 12-1) es la parte más importante en el estudio de la cefalea, ya que la exploración ocular es normal en la inmensa mayoría de pacientes con dolor de cabeza. Tabla 12-1 Puntos clínicos importantes en la anamnesis de la cefalea Naturaleza de la cefalea (punzante o sorda, pulsátil o constante, «que aprieta») Patrón diario de la cefalea (peor por la mañana o más avanzado el día, que despierta al paciente) Localización de la cefalea (unilateral o bilateral, localizada o difusa) Fenómenos asociados (escotomas centelleantes, luces brillantes, náuseas o vómitos, vértigo, ptosis, lagrimeo, parestesias, debilidad) Factores que la precipitan o la alivian (posición supina, encogerse, tos, alimentos) Patrón general (cuándo empezaron los dolores, cronicidad, cambios recientes del patrón) Antecedentes familiares de cefaleas Además de una exploración oftalmológica completa, en todo paciente con cefalea se debe medir sistemáticamente la presión arterial y la frecuencia cardíaca y realizar un examen neurológico en busca de signos meníngeos (rigidez de nuca), puntos dolorosos y simetría de los pares craneales y las funciones motoras. Ante cualquier síntoma de fenómenos visuales, conviene llevar a cabo sin tardanza un estudio cuidadoso del campo visual. En 1988, la International Headache Society publicó una clasificación esquemática de las cefaleas, que incluye cefaleas primarias (migraña, de tipo tensional y en racimo) y cefaleas secundarias (debidas a otras causas). En 2004 se revisó dicha clasificación para incorporar conceptos más recientes sobre los síndromes de cefalea primaria e incluir una nueva categoría, la migraña crónica, para los pacientes que padecen migraña durante 15 o más días al mes. Headache Classification Subcommittee of the International Headache Society. The International Classification of Headache Disorders. 2nd edition. Cephalalgia. 2004;24(suppl 1):9–160. Algunas características clínicas pueden influir en la decisión de pedir pruebas de neuroimagen o de otro tipo: • Comienzo súbito de una cefalea intensa. • Cambio inexplicado del patrón de cefaleas. • Cefaleas que no responden a las terapias habituales. • Cefaleas relacionadas con esfuerzos excesivos o cambios de posición. • Aparición de cefaleas por primera vez después de los 50 años de edad. • Cefaleas nuevas en un paciente con cáncer o inmunodeprimido. • Cefaleas con signos o síntomas neurológicos focales (incluidos el papiledema y la hemianopsia homónima). • Cefaleas con antecedentes de fiebre, rigidez de nuca, cambios del estado mental o alteraciones de conducta. Medina LS, D’Souza B, Vasconcellos E. Adults and children with headache: evidence-based diagnostic evaluation. euroimaging Clin Am. 2003;13(2):225–235. En los pacientes mayores de 50 años con cefaleas de nueva aparición debe sospecharse una arteritis de células gigantes (arteritis temporal). Otros síntomas de esta afección serían claudicación mandibular, fiebre, pérdida de peso, dolor a la palpación del cuero cabelludo, polimialgia, fatiga y síntomas visuales. Pueden usarse la velocidad de sedimentación globular (VSG, con método de Westergren) y la proteína C reactiva como pruebas de cribado en tales pacientes, aunque una VSG normal no descarta el diagnóstico (v. cap. 14). El dolor a la palpación sobre la arteria temporal (sobre todo si se nota aumento de tamaño o nódulos) puede aumentar aún más esta sospecha. La cefalea causada por hipertensión intracraneal, ya sea por tumores intracraneales o por hipertensión intracraneal idiopática, suele ser global, constante y peor por las mañanas. A menudo empeora al inclinarse hacia delante o mover la cabeza, así como con maniobras de Valsalva como toser o hacer fuerza. Puede haber vómitos, incluso sin náuseas. A veces hay otros signos neurológicos focales, signos no localizadores de parálisis del VI par o papiledema. Las cefaleas que despiertan al paciente por la noche tienen más probabilidad de deberse a un trastorno grave. Una cefalea súbita e intensa con rigidez de nuca, cambios de estado mental o signos neurológicos focales sugiere hemorragia intracraneal. En estos casos se requieren pruebas neurorradiológicas urgentes. La cefalea debida a meningitis puede ser crónica y asociarse a defectos neurológicos focales. La rigidez de nuca y el dolor al flexionar el cuerpo, la dorsalgia, el dolor al mover los ojos y la fotofobia pueden reflejar una irritación meníngea. Diamond ML, Solomon GD, eds. Diamond and Dalessio’s The Practicing Physician’s Approach to Headache. 6th ed. Philadelphia: Saunders; 1999. Silberstein SD, Lipton RB, Dodick DW, eds. Wolff ‘s Headache and Other Head Pain. 8th ed. New York: Oxford University Press; 2007. Migraña y cefalea tensional La migraña es una enfermedad caracterizada por brotes repetidos de cefalea. Más común en mujeres, es extremadamente frecuente y puede estar detrás de la mayoría de los episodios de dolor de cabeza. Hay una fuerte tendencia familiar y el paciente puede referir haber padecido cinetosis de niño. Suele empezar en la pubertad o la juventud, y las cefaleas pueden disminuir después de la menopausia. Puede haber variaciones hormonales. La unilateralidad, el carácter pulsátil, las náuseas o vómitos asociados, la fotofobia y el agravamiento con la actividad física normal son factores que apoyan el diagnóstico de migraña. Puede exacerbarse por la menstruación, el embarazo, el hambre, el estrés, ciertos alimentos (chocolate, vino, etc.) y la falta de sueño. Spector RH. Migraine. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2000, module 1. Migraña con aura Antes denominada migraña clásica, la migraña con aura (30% de las migrañas) viene precedida por síntomas neurológicos que suelen ser visuales. Las imágenes se instauran a lo largo de varios minutos con fenómenos positivos que normalmente se desplazan. El clásico espectro de fortificación empieza con un pequeño escotoma próximo a la fijación que se expande gradualmente (fig. 12-1). Este escotoma está bordeado por una orla brillante en zigzag multicolor o plateada que se mueve temporalmente hacia la periferia y luego se descompone. Puede haber pérdida de visión (v. cap. 5), casi siempre de tipo hemianópsico, aunque los pacientes a menudo la describen como monocular (en el ojo ipsolateral a la hemianopsia). El aura suele durar menos de 45 min y viene sucedida de forma característica por un dolor pulsátil en la mitad contralateral de la cabeza. La mayoría de los pacientes sufren náuseas, fotofobia y fonofobia asociadas. Si no se trata, el ataque dura normalmente entre 4 y 72 h. Figura 12-1 Aura visual migrañosa. El aura comienza normalmente en el campo visual periférico, se extiende hacia el centro y se va desvaneciendo de forma inversa. Los números en la parte inferior derecha de cada imagen indican los minutos desde el comienzo del aura. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) La migraña basilar (antes denominada migraña complicada) parece deberse a una isquemia transitoria en el territorio de la arteria basilar y puede ir acompañada de pérdida de visión bilateral, diplopía, vértigo, disartria, ataxia y pérdida de conciencia. Los estudios sobre la fisiopatología de la migraña han hallado indicios de una disfunción primaria de las neuronas sensoriales aferentes del nervio trigémino y destacan la importancia de factores genéticos con una incidencia familiar significativa (la migraña hemipléjica familiar, una rara forma de migraña autosómica dominante, se ha localizado en el cromosoma 19). Se cree que la activación del núcleo caudal del trigémino produce una liberación de quimiocinas vasoactivas en las terminaciones vasculares del V par. Al parecer, estos neuropéptidos causan dilatación de arterias piales, aumentan la permeabilidad vascular e inducen una respuesta inflamatoria que activa las aferencias trigeminales de la red de los vasos sanguíneos. Se ha postulado que la migraña es una variante de canalopatía en la que existe una hiperexcitabilidad neuronal. Esta alteración podría ser la base de la depresión propagada en la región occipital, que se cree responsable del aura visual y de los cambios en los vasos sanguíneos que originan dolor y otros síntomas de migraña basilar. Estos estudios también han aportado la base para el desarrollo de la familia de triptanes, que funcionan inhibiendo la liberación de neuromediadores vasoactivos. La cefalea típica dura varias horas. En la migraña basilar puede haber un déficit neurológico focal durante el aura o simultáneamente a la cefalea, y persistir después. Este déficit suele ser transitorio, pero ocurren defectos permanentes secundarios a infartos intracraneales. Hupp SL, Kline LB, Corbett JJ. Visual disturbances of migraine. Surv Ophthalmol. 1989;33(4): 221– 236. Migraña sin aura Antes llamada migraña común, la migraña sin aura (65% de las migrañas) no va precedida por síntomas neurológicos. La cefalea puede ser global, no estrictamente unilateral, y puede durar horas o días. Suele ser bastante difícil distinguir entre este tipo de dolor de cabeza y la más común cefalea de tipo tensional (v. más adelante). Aura migrañosa sin cefalea Algunos pacientes pueden presentar solo la sintomatología visual de la migraña clásica sin cefalea asociada. La aparición de síntomas visuales de migraña sin cefalea (migraña acefalálgica; 5% de migrañas) debe distinguirse de un accidente isquémico transitorio (AIT). Los equivalentes migrañosos visuales pueden ser escotomas centelleantes, hemianopsia homónima transitoria sin fenómenos visuales positivos, contracción periférica del campo visual que progresa hasta una visión en túnel o una pérdida visual completa, pérdida de visión transitoria o diplopía episódica (suele ser vertical y acompañada de otros síntomas neurológicos). Los síntomas típicamente duran menos de 1 h y tienden a instaurarse progresivamente y remitir con el tiempo. Los antecedentes personales o familiares de migraña con aura ayudan al diagnóstico, así como la descripción del defecto. El escotoma centelleante clásico con espectro de fortificación es indicativo de migraña. Los defectos residuales del campo visual pueden indicar otro proceso de base, como un trastorno cerebrovascular o una malformación vascular. El vasoespasmo, considerado a menudo un equivalente migrañoso, puede afectar con menos frecuencia a un solo ojo (a veces se llama migraña retiniana), causando pérdida de visión monocular. En algunos pacientes puede observarse opacificación retiniana y adelgazamiento arteriolar transitorios durante los episodios sintomáticos. Winterkorn JM, Kupersmith MJ, Wirtschafter JD, Forman S. Brief report: treatment of vasospastic amaurosis fugax with calcium-channel blockers. Engl J Med. 1993;329(6):396–398. Estudio de los pacientes con migraña Si el paciente tiene una historia típica de migraña y la exploración oftalmológica y neurológica son normales, es raro que las pruebas de neuroimagen detecten anomalías intracraneales. Los antecedentes de dolor hemicraneal alternante sugieren una etiología benigna, pero la mayoría de los pacientes cuyas cefaleas ocurren siempre en el mismo lado de la cabeza también suelen tener migraña. En ocasiones, un tumor o una malformación vascular grande pueden manifestarse inicialmente con síntomas migrañosos típicos (fig. 12-2, v. también cap. 14). En estos casos, sin embargo, a menudo hay defectos residuales del campo visual. Esto subraya la importancia de explorar el campo visual en los pacientes con presunta migraña. Es conveniente remitir al neurólogo a aquellos pacientes con cefaleas sospechosas. Los siguientes hallazgos pueden indicar la necesidad de realizar más estudios en pacientes con probable migraña: • Cefaleas o auras que ocurren siempre en el mismo lado. • Cefaleas que preceden al aura. • Defectos neurológicos, incluidos defectos de campo visual, que persisten tras remitir el aura. • Características atípicas del aura (más de un aura al día, aura que no se expande o no cambia). Figura 12-2 Malformación arteriovenosa del lóbulo occipital. A. RM axial en T1 que muestra una masa hipointensa irregular (flecha) que sugiere lesión vascular en el lóbulo occipital derecho. B. Proyección lateral de una angiografía cerebral que confirma que la lesión es una malformación arteriovenosa (flecha). (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Silberstein SD. Practice parameter: evidence-based guidelines for migraine headache (an evidencebased review): report of the Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology. eurology. 2000;55(6):754–762. US Headache Consortium. Evidence-based guidelines in the primary care setting: neuroimaging in patients with non-acute headache. Available at: www.aan.com. Accessed 5 February 2008. Cefalea de tipo tensional Estas cefaleas son crónicas y se describen como dolores difusos o terebrantes que típicamente empeoran al final del día y a menudo se precipitan por el estrés. No está clara la fisiopatología concreta de este tipo de cefaleas, ni tampoco su tratamiento. Pueden asociarse a depresión. Tratamiento de la migraña y la cefalea de tipo tensional El tratamiento debe orientarse según el tipo específico de cefalea y las necesidades del paciente. A algunos pacientes, por ejemplo, basta con tranquilizarles asegurándoles que no padecen ninguna enfermedad intracraneal grave. Hay que intentar eliminar los factores precipitantes o agravantes en la medida de lo posible. Ciertos alimentos provocan cefaleas en algunas personas, que tienen que decidir si suprimen la ingesta de chocolate, nitratos, glutamato sódico, queso añejo, cafeína, vino tinto y otros licores, aspartamo (un edulcorante), nueces y mariscos. No está claro el papel de los estrógenos y los anticonceptivos orales, pero una relación temporal entre el inicio de la terapia hormonal y la aparición de síntomas migrañosos indica que debe suspenderse dicho tratamiento. Otros desencadenantes ambientales de migraña son el estrés o su resolución (p. ej., después de presentarse a un examen final, primer día de vacaciones, fines de semana), los cambios en el patrón de sueño, los gases o perfumes como colonias o humo de tabaco, y el ejercicio físico. La terapia de la migraña puede dividirse en tratamientos agudo y profiláctico. Para el tratamiento agudo pueden usarse diversos fármacos, como dihidroergotamina, agentes serotoninérgicos, antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y otros preparados combinados que contengan cafeína (sin embargo, la ingesta crónica de cafeína empeora las cefaleas). También puede requerirse algún antiemético. Los «triptanes», que son agonistas del receptor de serotonina 5-HT1B/1D, pueden administrarse por vía oral, parenteral o nasal. Se usan para el alivio de los síntomas migrañosos, aunque están contraindicados en pacientes con migraña de tipo basilar. Estos fármacos pueden causar rara vez infartos de miocardio, por lo que normalmente no se usan en pacientes con sospecha de coronariopatía. Cada vez se utiliza más el antiepiléptico topiramato, un agonista del ácido γaminobutírico (GABA), en pacientes con migraña. En algunos casos pueden ser eficaces las inyecciones pericraneales de toxina botulínica. El tratamiento sintomático tiene sus inconvenientes; en concreto, el uso de analgésicos más de algunas veces por semana puede causar una cefalea de rebote por analgésicos. Los pacientes con migraña pueden abusar de estos fármacos y sufrir una cefalea constante que solo se alivia tomando continuamente analgésicos. Por tanto, es importante recoger en la anamnesis toda la medicación que toma el paciente con cefalea. Las cefaleas de rebote por analgésicos requieren retirar esta medicación y a veces hasta la hospitalización. Goadsby PJ. Recent advances in the diagnosis and management of migraine. BMJ. 2006; 332(7532):25–29. Goadsby PJ, Lipton RB, Ferrari MD. Migraine—current understanding and treatment. 2002;346(4):257–270. Engl J Med. Se recomienda el tratamiento profiláctico si las cefaleas interfieren con las actividades cotidianas del paciente más de lo que este está dispuesto a tolerar. Pueden usarse β-bloqueantes, antagonistas del calcio, antidepresivos tricíclicos, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), valproato sódico y topiramato, así como AINE, siempre que se tenga en cuenta la posibilidad de que induzcan cefaleas de rebote. Las cefaleas de tipo tensional suelen responder mejor a los antidepresivos tricíclicos y antiinflamatorios no esteroideos, aunque la tasa global de éxito no es tan elevada como en el caso de la migraña. Pueden ser útiles diversas técnicas de biorretroalimentación. Cefalalgias autónomas trigeminales Las cefalalgias autonómicas trigeminales incluyen la cefalea en racimos, la hemicránea paroxística y los ataques de cefalea neuralgiforme unilaterales de corta duración con inyección conjuntival y lagrimeo (SUNCT, por su acrónimo en inglés: short-lasting unilateral neuralgiform headache attacks with conjunctival injection and tearing). Son cefaleas primarias que se caracterizan por dolor en un lado de la cabeza con hallazgos autónomos craneales ipsolaterales. La cefalea en racimo ocurre casi siempre en varones de entre 30 y 50 años, típicamente precipitada por el consumo de alcohol. Se caracteriza por ataques de dolor insoportable localizado detrás de un ojo, en el territorio de la rama oftálmica del V par. Puede asociarse a lagrimeo, hiperemia conjuntival, rinorrea y síndrome de Horner posganglionar en el mismo lado. El dolor puede despertar a los pacientes y hacer que anden inquietos de un sitio a otro en lugar de dormirse. Suele durar menos de 2 h. Las cefaleas ocurren en racimo de episodios durante días o semanas, y luego remiten durante meses o años, lo que apunta a que el hipotálamo podría intervenir en su patogenia. Las cefaleas en racimo pueden ser difíciles de tratar. El dolor puede responder con rapidez a la inhalación de oxígeno, el maleato de metisergida, el sumatriptán subcutáneo o la dihidroergotamina. A menudo se consigue abortar el ciclo de brotes con una dosis decreciente de prednisona durante 10-14 días. Se utiliza el verapamilo como profilaxis. La hemicránea paroxística se caracteriza por breves ataques de dolor intenso con signos autónomos craneales que ocurren varias veces al día. La cefalea dura típicamente entre 2 y 30 min, pero puede continuar durante horas. El dolor desaparece de forma espectacular con indometacina, lo que sirve para distinguirlo de otras cefalalgias autonómicas trigeminales. El SU CT se caracteriza por dolor orbitario o temporal unilateral, intenso y de carácter pulsátil o punzante. La cefalea ocurre típicamente más de 20 veces al día, dura entre 5 y 240 s, y, a menudo, se asocia a inyección conjuntival y lagrimeo. Dolores punzantes y cefalea punzante idiopática Los episodios breves de dolor agudo y punzante ocurren con más frecuencia en migrañosos que en personas con otros tipos de cefalea. Los pacientes con cefalea en racimo también sufren mayor incidencia de cefalea punzante idiopática, localizada típicamente en la misma zona que la cefalea en racimo. La localización más común es el territorio de la rama oftálmica del V par: área parietal, órbita y sien. El dolor dura menos de 1 s o puede presentarse como una serie de punzadas. Una variante de esta entidad, el síndrome de pinchazos y sacádicos, consiste en dolores en puñalada que duran menos de 1 min. La cefalea punzante idiopática a menudo responde a la indometacina, y muchos pacientes mejoran con fármacos convencionales para profilaxis del dolor de cabeza. Encefalopatías hereditarias seudomigrañosas La miopatía mitocondrial con encefalopatía, acidosis láctica y episodios de seudoaccidente cerebrovascular (MELAS) es un trastorno mitocondrial que ocurre en niños y adultos jóvenes. Los síntomas (cefalea, náuseas, vómitos, hemianopsia transitoria y hemiparesia) hacen pensar en una migraña, pero se observa una alteración neurológica permanente con degeneración cortical espongiforme. Están elevados los niveles de lactato en plasma y líquido cefalorraquídeo (LCR), y pueden verse lesiones de los lóbulos temporal, parietal y occipital en la RM ponderada en T2. Pueden encontrarse mutaciones puntuales en el ADN mitocondrial. Puede ocurrir una cefalea parecida a la migraña como síntoma inicial de la arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía (ACADISL)¸ una angiopatía autosómica dominante que se ha asociado a la mutación de un gen ( OTCH3) en el cromosoma 19. Aparecen cefaleas en el 30-40% de los pacientes con ACADISL, a menudo a edades más avanzadas que la migraña típica. Con el tiempo se producen accidentes cerebrovasculares lacunares recurrentes con defectos neurológicos y deterioro cognitivo. En la RM se observa un leucoencefalopatía difusa, sobre todo en los lóbulos temporal y frontal. Bousser M-G, Biousse V. Small vessel vasculopathies affecting the central nervous system. J euroophthalmol. 2004;24(1):56–61. Causas de dolor ocular y orbitario Existe la creencia generalizada de que la «fatiga visual» por defectos de refracción y estrabismo es una causa frecuente de dolor ocular y de cabeza. Aunque hay que corregir dichos errores de refracción y el estrabismo, y dichas correcciones a veces pueden mejorar el dolor, el dolor ocular u orbitario puede deberse a muchas causas más importantes. El ojo está profusamente inervado por fibras nerviosas sensoriales (v. cap. 1), y la afectación del globo ocular y la órbita de tipo inflamatorio, isquémico e incluso neoplásico pueden originar dolor. Las auténticas causas oculares de dolor de ojo comprenden la sequedad ocular y otras formas de queratitis, el glaucoma por cierre angular agudo (GCAA) y la inflamación intraocular. Esas enfermedades se diagnostican habitualmente mediante exploración de la córnea, el segmento anterior y el vítreo anterior con la lámpara de hendidura. La queratitis seca (QS) u ojo seco es una causa muy frecuente de malestar ocular. Se exacerba por tareas visuales que hacen disminuir la frecuencia de parpadeo, sobre todo el trabajo con ordenador, y puede deberse a causas variadas que reducen la producción de lágrimas o incrementan su evaporación. La QS es uno de los rasgos característicos del síndrome autoinmunitario de Sjögren. La presencia de tinción con fluoresceína o rosa de bengala, la disminución del tiempo de rotura lagrimal o un resultado bajo en la prueba de Schirmer pueden ayudar a confirmar el síndrome de ojo seco. El dolor al despertarse puede deberse a un síndrome de erosión corneal recidivante. El glaucoma por cierre angular puede confirmarse mediante medición de la presión intraocular y gonioscopia. El examen del segmento posterior con oftalmoscopio indirecto o lámpara de hendidura puede revelar signos de inflamación retiniana o coroidea o escleritis posterior. La escleritis suele ir acompañada de dolor a la palpación del ojo. Estas causas de dolor ocular se comentan con más detalle en la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal, en la sección 8, Enfermedades de superficie ocular y córnea, y en la sección 9, Inflamación intraocular y uveítis. La inflamación idiopática de la órbita produce dolor ocular intenso o con los movimientos del ojo, acompañado en grado variable de alteraciones de la movilidad ocular, edema palpebral y proptosis (v. sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal). El dolor periorbitario puede ser la primera manifestación de inflamación en el seno cavernoso (síndrome de Tolosa-Hunt). El dolor con los movimientos oculares acompaña habitualmente a las neuritis ópticas inflamatorias (v. cap. 4), a menudo asociado a disminución de visión, alteraciones campimétricas y defecto pupilar aferente. Fazzone HE, Lefton DR, Kupersmith MJ. Optic neuritis: correlation of pain and magnetic resonance imaging. Ophthalmology. 2003;110(8):1646–1649. Los tumores de crecimiento rápido en la órbita, el vértice orbitario y el seno cavernoso también pueden producir dolor ocular. En estos casos, probablemente habrá otros signos, como defectos del campo visual, proptosis, dolor con resistencia a la retropulsión del globo ocular, defecto pupilar aferente o aspecto anormal del nervio óptico. Harooni H, Golnik KC, Geddie B, Eggenberger ER, Lee AG. Diagnostic yield for neuroimaging in patients with unilateral eye or facial pain. Can J Ophthalmol. 2005;40(6):759–763. Levin LA, Lessell S. Pain: a neuro-ophthalmic perspective. Arch Ophthalmol. 2003;121(11):1633. Además, el dolor periocular puede corresponder a un dolor facial referido, como se comenta más adelante. Fotofobia La fotofobia se debe generalmente a trastornos inflamatorios oculares, como queratitis, uveítis (sobre todo iritis) y, con menos frecuencia, coriorretinitis. También puede haber fotofobia por irritación meníngea (meningitis y hemorragia subaracnoidea) y migraña. Dolor facial El dolor asociado a isquemia, como disección carotídea o parálisis microvascular de pares craneales, a menudo se localiza alrededor del ojo ipsolateral. Con más frecuencia, el dolor en la zona del ojo se debe a cefalea. La neuralgia occipital produce dolor e hipersensibilidad sobre el nervio occipital mayor que se irradia al área ocular ipsolateral. Los pacientes pueden referir dolor facial localizado en el ojo. Son causas habituales de dolor facial los trastornos dentales y las afecciones de senos paranasales. Otros posibles síndromes de dolor facial serían la neuralgia del trigémino, la neuralgia del glosofaríngeo, el síndrome de artropatía temporomandibular (ATM), la carotidinia y la neuralgia por herpes zóster. La aparición de dolor facial en pacientes ancianos debe hacer pensar en una posible arteritis de células gigantes. El dolor facial en ocasiones es un signo de carcinoma nasofaríngeo o carcinoma metastásico que afecta al nervio trigémino o la duramadre en la base del cráneo. En algunos pacientes con dolor facial constante, profundo y sordo, no se identifica ninguna causa (a veces se habla de dolor facial atípico). El tratamiento puede ser difícil y requiere una combinación de antiepilépticos y antidepresivos. euralgia del trigémino La neuralgia del trigémino, también llamada tic doloroso, ocurre típicamente en la edad media o avanzada. Generalmente se debe a compresión vascular del V par craneal (80-90% de los casos), aunque hay algunos informes de neuralgia del trigémino secundaria a enfermedades desmielinizantes o tumores de fosa posterior. El dolor casi siempre es unilateral (95%) y suele afectar al territorio de las ramas maxilar o mandibular del V par y, rara vez (<5%), solo a la rama oftálmica. Masticar, cepillarse los dientes o el aire frío pueden precipitar ataques paroxísticos de pinchazos urentes o como descargas eléctricas, que duran segundos o minutos. Puede haber períodos de remisión. La sensibilidad facial debe ser normal en la exploración; cualquier alteración aumenta la probabilidad de neoplasia. Todos los pacientes deben someterse a pruebas de neuroimagen de la fosa posterior, preferiblemente con RM. Las opciones de tratamiento incluyen el uso de gabapentina, pregabalina, carbamacepina, fenitoína, baclofeno, clonacepam y ácido valproico, la destrucción selectiva de fibras trigeminales (rizotomía) o la descompresión quirúrgica del V par en la fosa posterior. euralgia del glosofaríngeo En la neuralgia del glosofaríngeo, se producen dolores paroxísticos unilaterales en la zona de la laringe, la lengua, la amígdala y la oreja. Puede haber ronquera y tos. El dolor puede precipitarse al tragar y por sabores intensos. Se trata con los mismos fármacos que la neuralgia del trigémino y también puede mejorar con la descompresión microvascular. La carotidinia consiste en un dolor que se origina en la arteria carótida cervical, afectando al cuello con irradiación a la cara y oído ipsolaterales. Debe descartarse una disección carotídea. euralgia occipital Un dolor paroxístico y pulsátil en el territorio de los nervios occipitales mayor o menor puede confundirse con otras causas de dolor cefálico y facial. Es dolorosa la palpación sobre el nervio afectado. La inyección de anestésicos locales alivia el dolor y ayuda a confirmar el diagnóstico. Artropatía temporomandibular El dolor en la región temporomandibular puede proceder de la articulación o el músculo. El dolor articular exacerbado al masticar o hablar indica artropatía. Puede haber un clic o como un taponazo con limitación de la apertura mandibular. El dolor muscular es más difícil de diagnosticar, ya que puede referirse al oído, el área preauricular o el cuello. El dolor o claudicación mandibular en un anciano puede ser un síntoma precoz de arteritis de células gigantes. Disección carotídea La disección carotídea produce a menudo dolor localizado en la cara (v. cap. 14). A menudo va acompañado de disfunción simpática (síndrome de Horner) por afectación de las fibras simpáticas de la pared de la carótida (v. cap. 10, fig. 10-4). Herpes zóster oftálmico Cuando el herpes zóster afecta a los dermatomos del trigémino, puede aparecer dolor en la región afectada días antes de que surja la erupción vesicular (fig. 12-3). El dolor se describe como sordo o quemante. En ocasiones no aparecen vesículas (zóster sin herpes). En fases agudas, el dolor puede exacerbarse por una iritis simultánea (que se ve con la lámpara de hendidura). El dolor puede persistir mucho tiempo después de la resolución de la infección aguda (neuralgia postherpética) y puede ser muy incapacitante y difícil de tratar. La pregabalina, la gabapentina, los antidepresivos tricíclicos y los parches de lidocaína tópica al 5% pueden ser eficaces en algunos pacientes. Se ha comprobado que el tratamiento agudo con antivíricos puede disminuir el riesgo de neuralgia postherpética grave. La vacuna contra el herpes zóster puede ayudar a reducir la morbilidad por neuralgia postherpética. Figura 12-3 Herpes zóster oftálmico. Esta mujer de 63 años presentaba dolor en la parte izquierda del cuero cabelludo y un exantema en el territorio de la rama V1 izquierda. (Por cortesía de Rod Foroozan, MD.) Pavan-Langston D. Herpes zoster: antivirals and pain management. Ophthalmology. 2008;115(2 Suppl):S13–S20. Procesos neoplásicos El dolor asociado a hipoestesia facial debe hacer sospechar una afectación patológica del nervio trigémino, como puede ser una neoplasia que afecte al nervio en la región del seno cavernoso y la cavidad de Meckel. Los meningiomas que afectan solo a la región paraselar no suelen producir dolor. Los tumores de crecimiento más rápido, como cánceres agresivos poco diferenciados, pueden producir dolor en un gran porcentaje de pacientes. Los tumores malignos cutáneos faciales, cuyo tratamiento a menudo ha olvidado el paciente debido a que se produjo hace años, pueden causar dolor progresivo, hipoestesia y parálisis múltiple de pares craneales por invasión perineural. europatía mentoniana Otra forma de dolor facial asociada a entumecimiento es el síndrome del «mentón dormido», que acompaña a menudo a procesos inflamatorios o neoplásicos. En la sarcoidosis se ha descrito un cuadro de mentón dormido y doloroso. Los procesos neoplásicos más comunes son el linfoma y el carcinoma de mama metastásico. Otras causas más raras serían osteosarcoma, fibrosarcoma, plasmocitoma, metástasis de cáncer de pulmón y próstata, conectivopatías, traumatismos, enfermedades periodontales y anemia falciforme. Capítulo 13 Paciente con trastornos oftálmicos no orgánicos Los síntomas visuales sin base fisiológica ni orgánica se denominan no orgánicos. Se pueden clasificar en cuatro tipos según la función afectada: 1. Vía visual aferente (agudeza, campo visual). 2. Movilidad y alineamiento ocular. 3. Pupilas y acomodación. 4. Posición y función de los párpados. Los pacientes con disfunción visual sin causa orgánica discernible representan un reto diagnóstico considerable. La simulación consiste en fingir o exagerar deliberadamente los síntomas, a menudo con intención de conseguir judicialmente compensaciones económicas o una declaración de incapacidad. La ganancia psicológica secundaria subyace con frecuencia al síndrome de Munchausen, en el que los pacientes se inducen lesiones físicas intencionadamente. La histeria es una expresión subconsciente de signos o síntomas no orgánicos; los pacientes con histeria a menudo no parecen preocupados por su síntomas incapacitantes («la bella indiferencia»). No siempre se puede diferenciar bien entre la simulación y la histeria, por lo que se emplean los términos funcional, no fisiológico o no orgánico para referirse al espectro completo de estos cuadros. Ambos tipos de pacientes se examinan con técnicas similares para confirmar la validez de los síntomas. Es fundamental recordar que un número significativo de pacientes con una verdadera enfermedad orgánica pueden mostrar una conducta no orgánica superpuesta o exagerar un trastorno visual orgánico (el denominado revestimiento no orgánico). Separar los síntomas sobreañadidos de la patología orgánica de base es una tarea difícil y que consume mucho tiempo del médico. Este capítulo analiza las técnicas clínicas más empleadas para estudiar e identificar la pérdida visual no orgánica. El primer paso para identificar al paciente no orgánico es tener un alto índice de sospecha. Esta surge a menudo durante la anamnesis, cuando el patrón de pérdida visual no se ajusta a la secuencia común de las enfermedades conocidas. Por ejemplo, no es normal que un traumatismo externo trivial produzca una pérdida de visión grave y duradera. Además, durante el interrogatorio pueden salir a la luz los posibles factores de ganancia secundaria. Algunos pacientes están más preocupados por los posibles pleitos o declaraciones de incapacidad que por el diagnóstico o tratamiento de sus problemas. Otros pacientes ingenuos, preocupados y ansiosos por convencer al médico de su déficit visual, tienden a responder de forma afirmativa al ser interrogados sobre sus síntomas oculares y a ser fácilmente sugestionables durante el proceso de recogida de la anamnesis. «Tener todo en cuenta» es el principio básico. Cada información sobre el paciente, desde el momento en que pide la cita hasta cuando termina la visita, puede ayudar a orientar la exploración. Por ejemplo, en una consulta terciaria de neuroftalmología se comprobó que los pacientes que acudían a la cita con gafas de sol tenían más probabilidad de padecer una pérdida de visión no orgánica. Mientras está con el paciente, el médico debe observar continuamente su comportamiento y sus capacidades visuales. ¿Puede caminar sin problemas por la habitación hasta la silla? ¿Puede estrechar la mano que el médico le tiende en silencio al entrar? ¿Tiene dificultad en tareas no visuales como firmar? Siempre se consiguen mejores resultados evitando enfrentamientos. Debe escucharse la historia del paciente y anotarla con empatía. La sospecha va creciendo a medida que avanza la exploración oftalmológica sin descubrir anomalías objetivas que corroboren los síntomas visuales subjetivos. La clave es la falta de sintonía entre los hallazgos subjetivos y objetivos de la exploración. El examinador debe tener paciencia, persistencia y dominio de las pruebas empleadas, para que le paciente no se percate de su objetivo: demostrar una función mejor (agudeza, campo visual o movilidad ocular) de lo que el paciente alega. Es importante el concepto de distracción. En otras palabras, algunas técnicas de exploración se basan en el hecho de que el paciente crea que se está estudiando un ojo o una función concreta dentro de una exploración oftalmológica normal, cuando, en realidad, el examinador está intentando confirmar un trastorno no orgánico, demostrando una respuesta no fisiológica o una mejoría de la agudeza visual u otra función ocular. Puede confirmarse el diagnóstico de un componente no orgánico si el paciente hace algo imposible de llevar a cabo con los síntomas que dice tener. Otras pruebas pueden indicar que el paciente no colabora, aunque no prueban que haya un trastorno no orgánico. Debe ajustarse la exploración según la persona y los síntomas concretos. Hay que anotar los resultados obtenidos (sobre todo la respuesta del paciente en diversas situaciones de prueba). Es difícil cuantificar el alcance y el impacto económico de los trastornos oftálmicos no orgánicos. Las manifestaciones somáticas de origen psicógeno son frecuentes en todos los campos de la medicina. Un estudio concluyó que constituían no menos del 10% de las visitas a médicos de familia. Actualmente no se dispone de datos semejantes para los síntomas visuales. A mediados de la década de los ochenta, Keltner et al. calcularon que el fraude en reclamaciones de discapacidad ascendía a mil millones de dólares durante un solo año en el estado de California, y eso sin incluir el importe de los exámenes médicos ni las costas legales. Está claro que, si extrapolamos de estos datos, el coste para la sociedad de los trastornos oftálmicos no orgánicos es enorme. Arnold AC. Nonorganic visual disorders. In: Albert DM, Jakobiec FA, eds. Principles and Practice of Ophthalmology. 2nd ed. Philadelphia: Saunders; 2000:4317–4324. Bengtzen R, Woodward M, Lynn MJ, Newman NJ, Biousse V. The “sunglasses sign” predicts nonorganic visual loss in neuro-ophthalmologic practice. eurology. 2008;70(3):218–221. Keltner JL, May WN, Johnson CA, et al. The California syndrome. Functional visual complaints with potential economic impact. Ophthalmology. 1985;92:427–435. Kline LB. Techniques for diagnosing functional visual loss. In: Parrish RK II, ed. The University of Miami Bascom Palmer Eye Institute Atlas of Ophthalmology. Philadelphia: Current Medicine; 2000:493–501. Miller NR. Neuro-ophthalmologic manifestations of nonorganic disease. In: Miller NR, Newman NJ, Biousse V, Kerrison JB, eds. Walsh and Hoyt’s Clinical euro-ophthalmology. 6th ed. Baltimore: Williams & Wilkins; 2005:1315–1334. Técnicas de exploración En los pacientes con trastornos no orgánicos pueden emplearse gran variedad de técnicas de exploración. Dichas pruebas se dividen en cuatro grupos según se usen en trastornos de la vía visual aferente, la movilidad y el alineamiento ocular, las pupilas y la acomodación o la posición y función de los párpados. Vía visual aferente Cuando están afectadas las vías visuales aferentes, las técnicas de exploración dependen de si la disfunción es una pérdida de agudeza (completa o parcial, bilateral o monocular) o un defecto de campo visual. Sin percepción luminosa bilateral Existen diversas pruebas, tanto visuales como no visuales, que pueden usarse en pacientes que alegan ceguera bilateral completa (p. ej., percepción sin luz). Tareas no visuales Puede confirmarse la naturaleza no orgánica de una supuesta ceguera completa si el paciente es incapaz de realizar tareas no visuales, como escribir y juntar los dedos con los brazos extendidos. Como esta última tarea es propioceptiva, no requiere información visual. Si el paciente no consigue realizar correctamente estas tareas, no se demuestra que haya un trastorno no orgánico, aunque sí sirve para alertar al médico de que el paciente no colabora (de forma consciente o inconsciente). Reacciones pupilares La presencia de reflejos pupilares normales sugiere que la vía visual anterior está intacta. Sin embargo, no confirma una pérdida no orgánica, ya que podría haber afectación bilateral de las vías visuales anteriores o lesión de las radiaciones posgeniculadas. Una reacción aversiva a la luz en un paciente que dice no ver nada, demuestra que al menos existe cierta percepción luminosa. Tambor de nistagmo optocinético (estimulador optocinético de Barany) Tradicionalmente, la prueba más sencilla en un paciente que alega ceguera total consiste en rotar un tambor de nistagmo optocinético (NOC) delante de él y preguntarle qué ve. Si dice que no ve nada pero los ojos siguen el movimiento del tambor, se confirma el componente no orgánico. Es posible que los simuladores consigan atenuar o evitar este reflejo mirando a otro sitio o enfocando más allá del tambor. Prueba del espejo Aunque se usa algo menos (probablemente porque no suele disponerse de un espejo grande), en la prueba del espejo es aún más complicado que en la del NOC poder engañar al médico. Se rota lentamente un espejo grande a uno y otro lado delante del paciente mientras se observa la posición de sus ojos. Si el paciente dice que no ve nada pero su ojos se mueven con el espejo, se confirma la discordancia subjetivo-objetiva (fig. 13-1). Figura 13-1 Al rotar un espejo delante de un paciente que alega ausencia de percepción luminosa en ambos ojos, se inducen desviaciones oculares en la dirección de rotación del espejo. Estos movimientos oculares demuestran que el paciente es capaz de seguir su propio reflejo. (Ilustración de C. H. Wooley.) Prueba de sorpresa Aunque quizá solo conserven interés histórico (y se encuentran en manuales militares para detectar simulación), las pruebas diseñadas para provocar sorpresa pueden seguir usándose de forma ocasional. Si se deja caer algo o se realiza algún gesto inesperado, puede ponerse de manifiesto la existencia de percepción visual. Pruebas electrofisiológicas Los potenciales evocados visuales (PEV) tienen un papel limitado en el estudio de un posible trastorno no orgánico, ya que puede haber falsos positivos y negativos. Los resultados de los potenciales evocados sirven sobre todo para confirmar otros hallazgos. El aumento de latencia puede apuntar a que hay un componente orgánico en los síntomas del paciente. Unos PEV normales en un paciente que refiere una pérdida grave de visión monocular o binocular con una exploración clínica normal apoyan el diagnóstico de trastorno orgánico. La respuesta anormal de los potenciales evocados con patrón en un paciente con el resto del examen neuroftalmológico normal no confirma, por sí sola, el diagnóstico de defecto orgánico, ya que el paciente puede suprimir intencionadamente la respuesta evocada mediante diversos trucos (desatención, falta de concentración, meditación). Véase también «Potenciales evocados visuales» en el capítulo 3 de este volumen. Morgan RK, Nugent B, Harrison JM, et al. Voluntary alteration of pattern visual evoked responses. Ophthalmology. 1985;92:1356–1363. Sin percepción luminosa monocular Todas las pruebas expuestas para la ceguera binocular completa pueden realizarse unilateralmente. No obstante, existen otros métodos posibles, que se basan en confundir sobre el ojo que ve o en pruebas que requieran binocularidad. Defecto pupilar aferente relativo En el contexto de una presunta pérdida completa de visión en un ojo, debería haber otros datos de disfunción del nervio óptico, generalmente un defecto pupilar aferente relativo (DPAR) (v. cap. 3). La ausencia de DPAR no confirma un trastorno no orgánico, pero aumenta mucho la sospecha si la exploración del ojo es normal. Prisma de base externa Al colocar un prisma de base externa de 4 o 6 dioptrías (D) delante de un ojo con ambos ojos abiertos, se provoca normalmente una desviación hacia dentro de ese ojo (bien como un sacádico conjugado seguido de movimiento convergente del otro ojo o como un movimiento de convergencia aislado). Si se produce movimiento al poner el prisma delante del ojo «malo», se demuestra que hay visión en dicho ojo. Prueba de disociación con prisma vertical Se coloca un prisma de 4 D de base inferior delante del ojo «bueno» del paciente que alega pérdida de visión monocular. Si el sujeto tiene visión simétrica en ambos ojos, se verán dos imágenes, una encima de otra. Si el paciente solo puede ver letras con el ojo «bueno», entonces solo debería ver una imagen (fig. 13-2). Figura 13-2 Prueba de disociación con prisma vertical monocular. En el contexto de una pérdida no orgánica de visión, el paciente describirá ver dos imágenes, una encima de la otra (A). Si hay una auténtica pérdida de visión orgánica, el paciente será incapaz de ver la segunda imagen o la verá muy mal (B). (Por cortesía de Lanning Kline, MD.) Golnik KC, Lee AG, Eggenberger ER. The monocular vertical prism dissociation test. Am J Ophthalmol. 2004;137(1):135–137. Pruebas de confusión Se han ideado varias pruebas para confundir al paciente respecto a qué ojo está usando realmente. Estas pruebas deben llevarse a cabo de forma que parezcan parte de una exploración normal. Si el paciente sospecha algo probablemente cerrará un ojo cada vez, con lo que superará estas pruebas. En la prueba del velamiento se le pone una montura de prueba al paciente. Se colocan esferas negativas y positivas (4-6 D) delante del ojo «malo» y cilindros positivos y negativos (4-6 D), con los ejes alineados, delante del ojo normal. Se pide al paciente que lea el optotipo mientras se rotan las lentes de delante. En el lado de las esferas, la rotación no producirá ningún cambio, mientras que en el de los cilindros la visión se hará mucho más borrosa cuando se desalineen los ejes de las lentes. Si el paciente puede seguir leyendo, lo estará haciendo con el ojo «malo». En la prueba rojo-verde, se le ponen al paciente unas gafas duocrómicas (de los 4 puntos de Worth), con la lente roja sobre el ojo «malo». Luego se coloca un filtro rojo-verde sobre la escala de optotipos de Snellen, de forma que la mitad de las letras estén sobre un fondo rojo y la otra mitad sobre uno verde. La lente verde impedirá que el ojo bueno vea las letras sobre el fondo rojo, por lo que si el paciente las lee, lo estará haciendo con el ojo «que no ve». En la prueba con diapositiva polarizada, el paciente llevará las gafas polarizadas que vienen con el test de estereoagudeza Titmus, mientras lee una escala especial proyectada con los filtros polarizados correspondientes (fig. 13-3). Pueden seleccionarse letras o líneas que indiquen que el paciente las lee con el ojo «malo». Figura 13-3 Las escalas especiales de un proyector polarizado están ocultas cuando se mira por una lente de las gafas polarizadas (A), pero sí se ven a través de la otra lente (B). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Pruebas de estereopsis La estereopsis requiere visión binocular. Puede explorarse a los pacientes con la prueba de Titmus estándar (con la corrección de cerca apropiada y las gafas polarizadas). Cualquier indicio de estereopsis demuestra que hay visión en el ojo «malo». Debe señalarse que los pacientes con visión solo en un ojo pueden detectar asimetrías en los primeros círculos gracias a pistas monoculares. Para evitar sacar conclusiones erróneas, debe pedirse al paciente que diga lo que ve. Si la detección es monocular, el paciente verá el círculo desplazado hacia un lado. Si el círculo «está despegado de la página», el paciente tiene binocularidad. Disminución de visión monocular Los pacientes que refieran disminución, pero no ausencia, de visión en un ojo, son más problemáticos. El médico debe demostrar de forma convincente que la agudeza real del paciente es mejor de lo que este alega. Como la agudeza visual del paciente casi siempre es algo mejor si se le presiona, para demostrar un componente no orgánico es necesario que haya una diferencia sustancial entre los niveles de agudeza alegados y los demostrados. Muchas de las pruebas descritas para pacientes con ausencia de percepción luminosa binocular o monocular pueden aplicarse también a pacientes con disminución de visión monocular (y binocular). Pruebas de confusión Las pruebas de confusión explicadas en el apartado «Sin percepción luminosa monocular» son útiles cuando el paciente alega una reducción significativa de agudeza en un ojo. La pruebas de velamiento, rojo-verde y con diapositivas polarizadas permiten cuantificar la agudeza si el paciente colabora lo suficiente para seguir leyendo. A diferencia de los casos en que el paciente alega ceguera monocular, no basta con demostrar simplemente que el paciente puede leer, sino que debe determinarse hasta qué línea de la escala puede hacerlo. Estereopsis Como se ha mencionado anteriormente, se requiere visión binocular para la estereopsis. La presencia de estereopsis (medida con la prueba de Titmus) indica al menos que hay cierta visión en ambos ojos. Se han hecho intentos de correlacionar la agudeza con la estereopsis cuantitativa (tabla 13-1). Tabla 13-1 Relación de la agudeza visual con la estereopsis Agudeza visual de cada ojo Estereopsis promedio (segundos de arco de disparidad de imagen) 20/20 40 20/25 43 20/30 52 20/40 61 20/50 89 20/70 20/100 20/200 94 124 160 Adaptado de Levy NS, Glick EB. Stereoscopic perception and Snellen visual acuity. Am J Ophthalmol. 1974;78:722–724. Disminución de visión binocular La valoración de una supuesta disminución de visión binocular es la situación más difícil: para demostrar que el trastorno es no orgánico, debe lograrse que el paciente admita que ve más de lo que pretendía al principio. Este tipo de pruebas es una lucha de voluntades: a veces el médico se rinde antes que el paciente. Es necesario no constreñir la exploración en un espacio de tiempo limitado: si es preciso, hay que volver a explorar al paciente. Agudeza de abajo arriba La exploración empieza determinando si el paciente puede leer la línea más pequeña de la escala de Snellen (20/10). Si no puede, el examinador anuncia que va a ver «letras más grandes» y pasa a la línea de 20/15 y varias líneas diferentes de 20/20. El examinador expresa continuamente sus dudas de que no se identifiquen unas letras «tan grandes». Si el paciente sigue sin admitir que las pueda leer, se le pide que diga al menos cuántos caracteres hay y si son redondos, cuadrados y así. Una vez que los ha contado, el examinador puede sugerir que los caracteres son letras y que la primera es más fácil de identificar que el resto. Cuando se alcanzan las «letras enormes» (p. ej., 20/50) a menudo se ha forzado al paciente a que lea optotipos mucho más pequeños que los que identificó en la exploración inicial de agudeza. Una variante de la técnica de agudeza de abajo arriba requiere tiempo y repeticiones para demostrar una mejoría de agudeza visual. Se ponen y se quitan alternativamente lentes positivas y negativas de escasa potencia (1/8 D) mientras se pregunta al paciente cuántas letras pueden verse y qué forma tienen. El proceso puede extenderse usando cilindros pequeños. A veces es posible mejorar gradualmente la mejor agudeza registrada con este método. «Ayudas visuales» El examinador puede hacer que el paciente se ponga la montura de pruebas con cuatro lentes que equivalen a su prescripción correcta pero diciendo que se trata de unas lentes de aumento especiales que podrían mejorar la visión. El medidor de agudeza potencial también puede presentarse como un aparato para «superar el bloqueo visual». La mejoría en cualquier caso sugiere que hay un componente no orgánico. Uso de escalas alternativas A menudo, puede persuadirse al paciente para que vea sustancialmente mejor si se cambian los optotipos. Por ejemplo, un paciente que rehúsa leer letras de 20/200 de la escala de optotipos estándar, podría leer mucho mejor con E iletradas o números. Escalas especializadas Existen escalas con un optotipo de 50 en lugar del habitual de 400. Los pacientes que dicen que solo pueden leer la «línea de arriba», mejoran inmediatamente su agudeza en cuatro líneas. Otro método consiste en alejar la escala. Defectos del campo visual Aunque con menos frecuencia que la agudeza, a veces los pacientes pueden referir que tienen dificultad para ver por un lado. El problema puede ser binocular, pero normalmente es unilateral. Los defectos campimétricos pueden adoptar muchas formas, aunque casi siempre son contracciones inespecíficas. Perimetría automatizada Antes de analizar las técnicas útiles en pacientes con sospecha de defectos campimétricos no orgánicos, conviene señalar lo que no debe hacerse. La perimetría automatizada ha mejorado sustancialmente el estudio estándar del campo visual, pero no debe realizarse en pacientes con sospecha de defectos no orgánicos. Aunque puede haber una gran incidencia de anomalías en los índices de fiabilidad (falsos positivos, falsos negativos y pérdidas de fijación), los índices completamente normales no son incompatibles con defectos campimétricos fingidos. Realmente es bastante sencillo engañar a estas máquinas. Si está motivado, un observador medianamente sofisticado puede reproducir defectos homónimos y altitudinales e incluso escotomas arciformes y centrales. No hay alteraciones típicas en la perimetría automatizada que confirmen la sospecha de un déficit no orgánico. Una situación infrecuente en que puede ser interesante la perimetría automatizada sería ante un defecto monocular que parezca respetar la línea media vertical. Si al repetir el campo con los dos ojos abiertos se produce un defecto similar, o incluso incompleto, existe un componente no orgánico (fig. 13-4). Figura 13-4 Defecto campimétrico con «pérdida de la mitad». Un hombre de 33 años refería disminución de visión en la parte temporal del ojo derecho tras un accidente de tráfico. La perimetría automatizada mostraba un campo normal en el ojo izquierdo (A) y un defecto temporal en el derecho (B). El campo visual con los dos ojos abiertos (C) demostraba persistencia del defecto campimétrico, lo que indicaba la base no orgánica de los síntomas visuales. (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) Keane JR. Hysterical hemianopia. The “missing half” field defect. Arch Ophthalmol. 1979;97: 865– 866. Smith TJ, Baker RS. Perimetric findings in functional disorders using automated techniques. Ophthalmology. 1987;94:1562–1566. Stewart JF. Automated perimetry and malingerers. Can the Humphrey be outwitted? Ophthalmology. 1995;102:27–32. «Prueba fuera del campo» En casos de defectos densos del campo visual, puede examinarse al paciente con una prueba de confrontación. El área donde el paciente «no puede ver» se identifica cuidadosamente. Más tarde se explora la «movilidad» del paciente. Como parte de este examen, se colocan estímulos en diversas áreas del campo periférico del paciente, incluidas aquellas donde el paciente «no podía ver». Los sacádicos precisos a estos estímulos no audibles indican visión intacta. Pruebas de confrontación En ocasiones, puede parecer que las pruebas de confrontación («campos visuales silenciosos») confirman inicialmente un supuesto defecto denso del campo visual. Se pide entonces al paciente que cuente dedos en el campo «sin visión», indicándole que diga «ninguno» cuando no vea ninguno. Al avanzar la prueba, el examinador empieza a mostrar dedos sin decir nada. Si el paciente responde «ninguno» cada vez que se ponen los dedos, se confirma que hay visión en esa área. Perimetría de Goldmann Se explora el campo visual de forma continua en dirección horaria o antihoraria empezando con el estímulo I4e. Una respuesta no orgánica que se obtiene a menudo consiste en una isóptera en espiral que se va acercando progresivamente a la fijación a medida que avanza la prueba. Cuando se emplean estímulos más grandes (III4e y V4e), a menudo hay una contracción mayor que produce solapamiento de isópteras (fig. 13-5). Es importante asegurarse de que no hay ningún escalón en la línea media vertical o nasal horizontal, ya que podría indicar que existe al menos cierto componente fisiológico en la alteración del campo. Figura 13-5 Una mujer de 59 años refería cefalea desde hacía 1 año. A y B. El programa 24-2 de perimetría estática automatizada con estímulo de tamaño V mostraba contracción acusada. C y D. Los campos de Goldmann posteriores revelaron isópteras que se cruzaban y en espiral, que indican contracción no fisiológica de los campos visuales. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Prueba con la pantalla tangente Se explora al paciente con un estímulo blanco de 9 mm a un metro. Se marcan las áreas de respuesta y luego se retrasa al paciente a dos metros. Se repite la prueba con un estímulo blanco de 18 mm. El campo debería expandirse el doble de su tamaño original. Si no lo hace (campo tubular o en cañón de escopeta) es no fisiológico e indica un componente no orgánico en la contracción campimétrica (fig. 13-6). Figura 13-6 La falta de expansión del campo visual por causas no fisiológicas (campos tubulares o en cañón de escopeta) se demuestra mejor con la pantalla tangente. (Ilustración de C. H. Wooley.) Movilidad y alineamiento ocular istagmo voluntario El nistagmo voluntario se caracteriza por ráfagas irregulares y breves de movimientos oculares pendulares sin fase lenta de frecuencia rápida y baja amplitud. Casi siempre es horizontal, aunque en ocasiones es vertical o torsional. Los movimientos oculares son bilaterales y conjugados y a menudo se asocian a convergencia, aleteo palpebral, parpadeo o expresión facial tensa. El nistagmo voluntario es difícil de mantener más de diez a doce segundos. Estos individuos pueden ser identificados y diferenciados de los pacientes con aleteo (flúter) ocular por el carácter aparentemente voluntario del trastorno de la movilidad ocular, la ausencia de nistagmo cuando están distraídos, que el movimiento no es mantenido y la falta de otras anomalías neuroftalmológicas (típicamente signos cerebelosos). Parálisis de la mirada Los pacientes pueden alegar imposibilidad para mover los ojos horizontal o verticalmente. Estas supuestas parálisis de la mirada pueden desenmascararse con diversas maniobras, como pruebas oculocefálicas (fenómeno de cabeza de muñeca), pruebas optocinéticas, rastreo con espejo y pruebas calóricas. Espasmo del reflejo de aproximación El espasmo del reflejo de aproximación se caracteriza por episodios intermitentes de convergencia, aumento acomodativo y miosis. Los pacientes suelen referir diplopía y, a veces, micropsia. El grado de convergencia es variable: algunos pacientes muestran una acusada convergencia de ambos ojos, que origina una endotropia grande, mientras que otros presentan un grado menor de convergencia, con desviación solo de un ojo. Este síndrome puede confundirse con una parálisis unilateral o bilateral del VI par, una insuficiencia de divergencia, una paresia de la mirada horizontal o una miastenia ocular. Sin embargo, la variabilidad de los movimientos oculares, la ausencia de otras alteraciones neuroftalmológicas y la presencia de miosis con los movimientos de convergencia ayudan a llegar al diagnóstico correcto. Además, cuando se exploran las ducciones con un ojo tapado o con pruebas oculocefálicas, ambos ojos muestran abducción completa, y la miosis que se ve con los dos ojos en posición endótropa desaparece inmediatamente. Aunque el espasmo del reflejo de aproximación se observa casi siempre en pacientes no orgánicos, también se ha descrito en la malformación de Arnold-Chiari de tipo I, tumores de fosa posterior, tumores de hipófisis y traumatismos craneales. Pupilas y acomodación Pupila fija dilatada Pocos pacientes causan más ansiedad que los que tienen cefalea y una pupila fija y dilatada. El diagnóstico diferencial puede reducirse a tres procesos principales: bloqueo farmacológico, parálisis del III par y pupila tónica de Adie. El bloqueo farmacológico puede producirse por aplicación inadvertida o deliberada de gotas midriáticas o ciclopléjicas o por contaminación de los dedos al ponerse un parche de escopolamina para prevenir la cinetosis o las náuseas postoperatorias. La prueba de pilocarpina distingue fácilmente la denervación parasimpática y el bloqueo farmacológico. En este último, la pilocarpina al 1% no puede superar el bloqueo de receptores y la pupila sigue dilatada. Una pupila fija y dilatada por una lesión del III par craneal se contraerá rápidamente en respuesta a la pilocarpina al 1%, mientras que la pupila de Adie lo hará con pilocarpina al 0,1% a causa de la hipersensibilidad por denervación existente. Las anomalías pupilares se describen más a fondo en el capítulo 10. Cambios del tamaño pupilar Pueden verse pupilas muy dilatadas en pacientes jóvenes, sobre todo por mayores niveles de catecolaminas circulantes. En raras ocasiones, hay pacientes que pueden dilatar voluntariamente ambas pupilas. Se produce miosis intermitente en el espasmo del reflejo de aproximación (comentado anteriormente), asociada a endotropia y acomodación aumentada. Cambios acomodativos La debilidad o parálisis de la acomodación se observa ocasionalmente, sobre todo en niños y adultos jóvenes. Dichos pacientes no pueden leer a menos que se les pongan lentes positivas apropiadas e, incluso entonces, pueden referir que no leen con claridad. Si el paciente no consigue leer a la distancia normal a pesar de llevar la corrección de cerca adecuada, el médico debe sospechar un posible trastorno no orgánico. El espasmo acomodativo se observa en el síndrome del espasmo del reflejo de aproximación. Los pacientes pueden referir visión borrosa de lejos y a menudo presentan una miopía de 8-10 D. La refracción con y sin cicloplejía durante el período de espasmo establece la presencia de miopía inducida. Posición y función de los párpados Ptosis La «caída» del párpado por causas no fisiológicas se puede distinguir normalmente por la posición de la ceja. En la ptosis verdadera, la ceja suele estar elevada, ya que el paciente intenta abrir la hendidura palpebral. Cuando hay hiperactividad del orbicular, la ceja está descendida. Además, los pacientes que fingen una ptosis no pueden elevar el ojo y mantener el párpado caído de forma simultánea. O sea, que al mirar hacia arriba se «curará» la ptosis. A menudo el paciente se da cuenta y no colabora en esta maniobra, en cuyo caso, el examinador debe elevar con su dedo pulgar el párpado ptósico y pedir al paciente que mire arriba; a continuación, va retirando lentamente el dedo: si reaparece la ptosis, puede tener una base orgánica, pero en caso contrario, será no orgánica. Blefaroespasmo El blefaroespasmo no orgánico puede ser unilateral o bilateral. A veces puede causar ptosis no orgánica. A menudo puede ser útil presionar sobre la escotadura supraorbitaria para hacer que un paciente con blefaroespasmo no orgánico levante los párpados. La mayoría de los casos de blefaroespasmo no orgánico se dan en niños y adultos jóvenes, normalmente desencadenados por sucesos traumatizantes. Tratamiento del paciente no orgánico En general, el mejor modo de llevar los casos de pacientes con síntomas visuales no orgánicos es siendo comprensivos y animando al paciente. Los enfrentamientos no suelen ser beneficiosos para el paciente ni para el médico. Es aconsejable dejar al paciente alguna salida airosa de la situación, asegurándole que, aunque su trastorno no se debe a lesiones subyacentes del sistema nervioso central, mejorará con el tiempo. A menudo los síntomas desaparecen tras una o dos revisiones, y hay que explicar a los pacientes que el pronóstico es «excelente». Este modo de actuar suele ser más eficaz en niños que en adultos. A los niños se les puede «animar» más, prescribiendo un período de «reposo ocular», por ejemplo, eliminando el «abuso de tele». En pacientes con síntomas orgánicos y no orgánicos combinados (revestimiento no orgánico), lo mejor es tratar los primeros y dejar de lado los segundos. Con frecuencia, el tratamiento correcto del trastorno visual orgánico elimina la ansiedad del paciente y favorece la resolución del componente no orgánico. En ocasiones, es recomendable derivar al paciente a un psiquiatra o psicólogo por los problemas psicológicos subyacentes. Por último, siempre es recomendable revisar a los pacientes que parezcan tener inicialmente un trastorno visual no orgánico. En ocasiones, se manifestará más adelante una patología orgánica que podrá ser tratada adecuadamente. Catalono RA, Simon JW, Krohel GB, Rosenberg PN. Functional visual loss in children. Ophthalmology. 1986;93:385–390. Kathol RG, Cox TA, Corbett JJ, Thompson HS. Functional visual loss. Follow-up of 42 cases. Arch Ophthalmol. 1983;101:729–735. North American Neuro-Ophthalmology Society. 29th Annual Meeting. Controversies session: functional visual loss. Snowbird, Utah. 8–13 February 2003. Scott JA, Egan RA. Prevalence of organic neuro-ophthalmologic disease in patients with functional visual loss. Am J Ophthalmol. 2003;135:670–675. Capítulo 14 Enfermedades sistémicas con signos neuroftalmológicos Algunas enfermedades neurológicas y sistémicas afectan tan a menudo a la visión que merecen ser estudiadas por separado. Aunque no se abordan exhaustivamente, sí se pretende abarcar muchos aspectos de estas enfermedades con los que el oftalmólogo debería estar familiarizado. Enfermedades inmunitarias Diversos trastornos de origen inmunitario producen signos y síntomas neuroftalmológicos. Las más comunes son la arteritis de células gigantes, la esclerosis múltiple, la miastenia grave, la oftalmopatía tiroidea y la sarcoidosis. Arteritis de células gigantes La arteritis de células gigantes (ACG) o arteritis temporal es una vasculitis granulomatosa que afecta a las arterias de calibre mediano y grande. La incidencia aumenta a partir de los 50 años, siendo 2-4 veces más habitual en mujeres que en hombres. El diagnóstico y el tratamiento precoces de la enfermedad pueden limitar o prevenir una pérdida de visión permanente. Presentación clínica Los síntomas sistémicos de la ACG incluyen cefalea y dolor a la palpación de la arteria temporal o el cuero cabelludo. La claudicación mandibular (dolor o debilidad que empeora al masticar) es el síntoma más específico del trastorno, pero puede haber, además, mal estado general, anorexia y pérdida de peso, fiebre, artralgias, mialgias y dolor de oído. Pueden quedar secuelas permanentes como isquemia cerebrovascular, infarto de miocardio y aneurismas o disección de la aorta. Los síntomas visuales incluyen pérdida de visión transitoria o permanente, diplopía y dolor ocular. La neuropatía óptica isquémica anterior arterítica ( OIAA) es la causa más común de pérdida visual (v. cap. 4, fig. 4-8), pero también puede aparecer oclusión de la arteria central de la retina, oclusión de la arteria ciliorretiniana, neuropatía óptica isquémica posterior y síndrome isquémico ocular. Las parálisis de pares craneales oculomotores pueden producir diplopía pasajera o constante. Diagnóstico Es fundamental tener un alto grado de sospecha de ACG ante pacientes mayores de 50 años con los síntomas visuales descritos. El estudio diagnóstico empieza con la determinación analítica de la velocidad de sedimentación globular (VSG), hemograma completo y proteína C reactiva. La mayoría de los casos de ACG muestran una marcada elevación de la VSG Westergren (media de 70 mm/h; a menudo >100 mm/h), pero los niveles pueden ser normales hasta en el 16% de los casos. La VSG se eleva con la anemia y con la edad, por lo que es normal que se superen los valores de referencia del laboratorio en pacientes mayores de 70 años sin arteritis. Puede estimarse con más precisión el límite superior normal mediante esta fórmula: [edad]/2 (varones) o [edad + 10]/2 (mujeres). La medición de la proteína C reactiva, que puede ser más específica y afectarse menos por la edad y el grado de anemia, permite aumentar la precisión diagnóstica, por lo que actualmente se recomienda solicitarla junto con la VSG. La trombocitosis (aumento del recuento plaquetario) puede indicar enfermedad activa. También puede haber anemia normocítica y normocrómica. El diagnóstico se confirma mediante biopsia de la arteria temporal, que se recomienda siempre que los datos clínicos o de laboratorio sugieran la posibilidad de ACG (v. sección 4 del CCBC, Anatomía patológica oftalmológica y tumores intraoculares). La biopsia negativa no descarta la arteritis. Se ha calculado que se obtienen resultados falsos negativos en el 3-9% de los casos, en parte debido a la posibilidad de afectación arterial discontinua («áreas salteadas») que haga que se biopsie una zona no afectada. Para intentar evitar que la muestra sea insuficiente, los segmentos biopsiados deben ser de 2-3 cm de largo. Si la biopsia inicial es negativa, puede valorarse realizar una biopsia contralateral en caso de que el grado de sospecha sea alto. Se están investigando otras pruebas de imagen (ecografía Doppler en color, tomografía por emisión de positrones y resonancia magnética [RM]) para el diagnóstico de ACG, aunque todavía no pueden extraerse conclusiones firmes sobre la fiabilidad de estas técnicas. Tratamiento Cuando se sospecha ACG, es esencial iniciar el tratamiento inmediatamente; se deberá obtener la biopsia de la arteria temporal que confirme el diagnóstico cuanto antes para evitar que se afecten sus resultados. Suele recomendarse administrar metilprednisolona intravenosa (1 g diario durante los primeros 3-5 días) si hay pérdida de visión. En pacientes con sospecha de ACG, pero sin pérdida visual, basta con prednisona oral (60-100 mg/día). Los corticoides se reducirán gradualmente durante 3-12 meses o más, según la respuesta. Los corticoides no suelen lograr una mejoría de visión, pero generalmente evitan la aparición de nuevos problemas isquémicos. Se ha informado de que el riesgo de afectación recurrente o contralateral del nervio óptico al retirar los corticoides es del 7%, por lo que la reducción debe ser lenta y cuidadosa. Si hay recurrencia de los síntomas, debe reevaluarse la actividad de la enfermedad. Foroozan R, Danesh-Meyer H, Savino PJ, Gamble G, Mekari-Sabbagh ON, Sergott RC. Thrombocytosis in patients with biopsy-proven giant cell arteritis. Ophthalmology. 2002;109(7):1267–1271. Hayreh SS, Podhajsky PA, Raman R, Zimmerman B. Giant cell arteritis: validity and reliability of various diagnostic criteria. Am J Ophthalmol. 1997;123(3):285–296. Esclerosis múltiple Los pacientes con esclerosis múltiple (EM) a menudo presentan síntomas visuales y consultan en primer lugar al oftalmólogo, que debe estar familiarizado con las consecuencias oculares y neurológicas de la enfermedad para poder diagnosticarla correctamente. Epidemiología y genética La prevalencia de EM en EE. UU. varía entre 6 y 177 casos por 100.000 individuos. La EM es relativamente rara en Asia y África. Afecta más a las mujeres que a los hombres (2/1 en algunas series). La enfermedad es relativamente infrecuente en niños menores de 10 años, siendo máxima la incidencia en adultos jóvenes (25-40 años de edad). Sin embargo, no son raros los casos que empiezan incluso después de los 50 años de edad. Aunque no se conoce la causa de la EM, parece que contribuyen varios factores. Los estudios epidemiológicos sugieren que intervienen factores genéticos. El riesgo de sufrir EM es aproximadamente 20 veces mayor en familiares de primer grado de pacientes con la enfermedad. Además, los gemelos idénticos muestran una concordancia de la enfermedad 10 veces mayor que los gemelos no idénticos. Los estudios de concordancia basados en poblaciones sugieren que hay dos o más genes que afectan a la susceptibilidad para EM, y que existe una fuerte asociación con el antígeno HLA-DRB1. No se ha identificado una etiología vírica concreta, aunque algún agente adquirido, como un virus, podría precipitar un proceso autoinmunitario que ataca a la mielina. Kantarci O, Wingerchuck D. Epidemiology and natural history of multiple sclerosis: new insights. Curr Opin eurol. 2006;19(3):248–254. Mayr WT, Pittock SJ, McClelland RL, Jorgensen NW, Noseworthy JH, Rodriguez M. Incidence and prevalence of multiple sclerosis in Olmstead County, Minnesota, 1985–2000. eurology. 2003;61(10):1373–1377. Noseworthy JH, Lucchinetti C, Rodriguez M, Weinshenker BG. Multiple sclerosis. 2000;343(13):938–952. Engl J Med. Evolución y pronóstico La EM suele ser una enfermedad recurrente crónica, pero su curso es variable. Puede haber remisiones espontáneas y el 90% de los pacientes tienen una evolución recidivante en fases iniciales. Puede haber un intervalo de meses o años entre las recidivas clínicas (EM recidivante-remitente), aunque se van acumulando alteraciones patológicas en el sistema nervioso central incluso en ausencia de actividad clínica. Al cabo de 10 años, aproximadamente el 50% de los pacientes con enfermedad recidivante-remitente desarrollan un deterioro lento y aparentemente continuo de su estado neurológico (forma progresiva secundaria). En el 10-20% de los casos, la enfermedad empeora inexorablemente desde el comienzo sin ataques reconocibles (forma progresiva primaria). La EM progresiva es más frecuente si la enfermedad empieza en pacientes ancianos, en los que la discapacidad global suele ser mayor. Puede producirse una invalidez casi completa o, rara vez, la muerte en menos de 1 o 2 años desde el comienzo después de una evolución fulminante. Por otro lado, cerca de un 20% de los pacientes presentan una evolución relativamente benigna sin incapacidad importante ni reducción de la esperanza de vida. Como regla general, cuanto más largo sea el intervalo entre el primer episodio y el siguiente brote, mejor será el pronóstico. Vukusic S, Confavreux C. Prognostic factors for progression of disability in the secondary progressive phase of multiple sclerosis. J eurol Sci. 2003;206(2):135–137. Anatomía patológica Aunque clásicamente la EM se ha considerado una enfermedad desmielinizante, existe, de hecho, un daño axonal precoz que es parte integral del proceso patológico. Esta pérdida axonal se manifiesta como «agujeros negros» en la RM (fig. 14-1). Se observa destrucción de mielina asociada a infiltración perivascular local por células mononucleares, seguida de eliminación de mielina por los macrófagos. La fase siguiente se caracteriza por proliferación astrocitaria con formación de fibrillas gliales. El término EM deriva de la presencia de muchas de estas lesiones glióticas (escleróticas), que adoptan una forma esférica, ovoide u otra configuración tridimensional, aunque en la superficie de los cortes cerebrales se ven como placas. Las placas a menudo se sitúan en la sustancia blanca periventricular, los nervios ópticos y el quiasma, el cuerpo calloso, la médula espinal y por todo el troncoencéfalo y los pedúnculos cerebelosos. No hay afectación de nervios periféricos y el resto de órganos son normales en casos no complicados. Figura 14-1 Imágenes de RM axial de un paciente con esclerosis múltiple que muestran placas de desmielinización. A. Imagen en T1 con gadolinio que muestra realce de las lesiones de la sustancia blanca bilateralmente, así como «agujeros negros» (flechas). B. La imagen en T2 muestra lesiones hiperintensas multifocales en la sustancia blanca periventricular, compatibles con desmielinización. C. Una imagen con técnica FLAIR (recuperación de inversión con atenuación de líquido) confirma las lesiones de la sustancia blanca periventricular. (Reproducido con autorización a partir de Slack: Lee AG, Brazis PW, Kline LB. Curbside Consultation in Neuro-Ophthalmology: 49 Clinical Questions. Thorofare, J: Slack, 2009.) Dutta R, Trapp BD. Pathogenesis of axonal and neuronal damage in multiple sclerosis. eurology. 2007;68(22 Suppl 3):S22–S31. Presentación clínica El diagnóstico de EM se basa en la identificación de síntomas neurológicos que ocurren a lo largo del tiempo y afectan a diferentes áreas del sistema nervioso central. La sintomatología ocular forma a menudo parte del cuadro clínico de la enfermedad y puede haber diversas manifestaciones oftalmológicas. Los signos y síntomas extraoculares atribuibles a EM pueden preceder, suceder o coincidir con los signos oculares. Inicialmente, muchos síntomas de EM son tan transitorios o benignos que el paciente no recuerda episodios previos. Típicamente los episodios significativos duran semanas o meses. El médico deber interrogar específicamente por la presencia de diplopía transitoria, ataxia, vértigo, parestesias parcheadas, disfunción vesical o intestinal y debilidad de extremidades. Son habituales la fatiga y la depresión, que pueden preceder a la aparición de déficits neurológicos focales. Como los síntomas de la EM precoz a menudo son evanescentes y no se acompañan de hallazgos neurológicos objetivos, los pacientes a veces son tomados por histéricos. Pueden afectarse el cerebelo, el troncoencéfalo y la médula espinal de forma aislada o simultánea, produciendo cuadros monosintomáticos o polisintomáticos. Entre los síntomas extraoculares más frecuentes se encuentran: • Disfunción cerebelosa: ataxia, disartria, temblor intencional, titubeo del tronco o la cabeza, dismetría (a veces descrita por el paciente como mala percepción de profundidad). • Síntomas motores: debilidad de extremidades o facial, hemiparesia o paraplejía. • Síntomas sensoriales: parestesias faciales o corporales (sobre todo con distribución en banda alrededor del tronco), signo de Lhermitte (sensación de descarga eléctrica en los miembros y el tronco al flexionar el cuello) y dolor (en ocasiones neuralgia del trigémino). • Alteraciones mentales: inestabilidad emocional, depresión, irritabilidad, fatiga; en fases más tardías, disfunción cognitiva. • Trastornos esfinterianos: polaquiuria, tenesmo vesical, dificultad para iniciar la micción, incontinencia; retención urinaria que favorece las infecciones. Se ha sugerido que las infecciones, los traumatismos, la reacción anormal a ciertos cuerpos extraños como fármacos o vacunas, el estrés, la fatiga o el agotamiento físico y el aumento de temperatura corporal pueden inducir los ataques de EM, pero no se ha comprobado mediante estudios controlados adecuados. La EM suele mantenerse quiescente durante el tercer trimestre del embarazo y puede exacerbarse tras el parto, lo que apunta a la existencia de influencias hormonales. Kantarci O, Wingerchuck D. Epidemiology and natural history of multiple sclerosis: new insights. Curr Opin eurol. 2006;19(3):248–254. euritis óptica Los signos clínicos y síntomas de la neuritis óptica se comentan en el capítulo 4. Incluso después de la recuperación de una pérdida visual por neuritis óptica desmielinizante, pueden producirse disminuciones transitorias de visión por el ejercicio físico o por aumentos incluso pequeños de la temperatura corporal (signo de Uhthoff). Algunos pacientes con neuritis óptica notan fosfenos (luces generadas por tracción) al mover el ojo afectado o fotismos (luces inducidas por ruidos, olores, sabores o tacto). La neuritis óptica se manifiesta clínicamente durante la evolución de la EM hasta en el 75% de los casos. Es uno de los cuadros de presentación de EM aproximadamente en el 25% de los pacientes. Hay indicios de afectación del nervio óptico en más del 90% de los casos en algún momento, con independencia de los síntomas, según datos obtenidos con potenciales provocados visuales. Es más, en los estudios de autopsia se halla desmielinización de la vía visual anterior prácticamente en todos los pacientes con EM. Los pacientes a menudo quieren saber el riesgo de desarrollar EM tras un episodio de neuritis óptica. El seguimiento a 15 años del Optic Neuritis Treatment Trial (ONTT) mostró que la presencia o ausencia de anomalías en la RM cerebral realizada al comienzo del estudio durante un episodio de neuritis óptica era el factor predictivo más importante para determinar la probabilidad de sufrir EM. En general, se desarrolla EM clínicamente definida en el 50% de los pacientes a los 15 años. Sin embargo, la probabilidad de desarrollar EM clínicamente definida variaba según el aspecto de la RM desde el 25% en pacientes sin lesiones hasta el 72% en aquellos con una o más lesiones. Los análisis de líquido cefalorraquídeo en un subgrupo de pacientes del ONTT mostraron que las bandas oligoclonales tenían valor predictivo para el desarrollo de EM solo en pacientes con RM normal al comienzo del estudio. Los pacientes con historia previa de neuritis óptica y síntomas neurológicos inespecíficos tenían mayor riesgo de desarrollar EM (v. también el apartado «Neuritis óptica retrobulbar» en el capítulo 4). The clinical profile of optic neuritis: experience of the Optic Neuritis Treatment Trial. ptic Neuritis Study Group. Arch Ophthalmol. 1991;109(12):1673–1678. Cole SR, Beck RW, Moke PS, Kaufman DI, Tourtellotte WW. The predictive value of CSF oligoclonal banding for MS 5 years after optic neuritis. eurology. 1998;51(3):885–887. Optic Neuritis Study Group. Multiple sclerosis risk after optic neuritis: final optic neuritis treatment trial follow-up. Arch eurol. 2008;65(6):727–732. Alteraciones del fondo de ojo en la esclerosis múltiple Los defectos de la capa de fibras nerviosas se han descrito en el capítulo 3. Puede observarse envainamiento venoso y extravasación de fluoresceína en venas periféricas en aproximadamente el 10% de los pacientes con EM. Los estudios de autopsia de 47 pacientes con EM demostraron retinitis y periflebitis en el 5-10% que también parece tener valor pronóstico en las neuritis monosintomáticas, de modo que su presencia incrementa el riesgo de conversión a EM. Aparece uveítis anterior o posterior (incluida la pars planitis) en el 0,4-26% de los pacientes con EM. Esta disparidad de frecuencias se debe probablemente a diferencias en las poblaciones de pacientes, los criterios diagnósticos o las técnicas de exploración. Biousse V, Trichet C, Bloch-Michel E, Roullet E. Multiple sclerosis associated with uveitis in 2 large clinic-based series. eurology. 1999;52(1):179–181. Lightman S, McDonald WI, Bird AC, et al. Retinal venous sheathing in optic neuritis. Its significance for the pathogenesis of multiple sclerosis. Brain. 1987;110(pt 2):405–414. Alteraciones quiasmáticas y retroquiasmáticas La sustancia blanca del quiasma óptico, las cintillas ópticas y las radiaciones visuales a menudo se afectan anatomopatológicamente en casos de EM. Se observaron defectos campimétricos quiasmáticos o retroquiasmáticos en el 13,2% de los pacientes del ONTT al año de seguimiento. Los defectos bitemporales y homónimos del campo visual suelen recuperarse de forma similar a la neuritis óptica (v. cap. 4, fig. 4-32). Keltner JL, Johnson CA, Spurr JO, Beck RW. Visual field profile of optic neuritis. One-year followup in the optic neuritis treatment trial. Arch Ophthalmol. 1994;112(7):946–953. Trastornos de la movilidad ocular La diplopía es un síntoma frecuente de EM. Pueden ocurrir ataques de diplopía transitoria antes de que se manifiesten clínicamente defectos observables de la movilidad ocular. Como la EM es una enfermedad de la sustancia blanca del sistema nervioso central, las alteraciones de la movilidad suelen localizarse en las porciones supranuclear, nuclear y fascicular del sistema oculomotor. La oftalmoplejía internuclear, sobre todo si es bilateral, es muy sospechosa de EM en pacientes menores de 50 años (v. cap. 8, fig. 8-7). Otros signos pueden ser parálisis completa o parcial de la mirada horizontal o vertical o la presencia de desviación ocular no atribuible a disfunción de un único nervio o músculo. Aunque poco frecuente, debe pensarse en una EM en todo adulto joven con una parálisis aislada de algún par craneal oculomotor sin antecedentes traumáticos. Como las parálisis oculomotoras suelen deberse a afectación fascicular, a menudo se asocian a otros signos troncoencefálicos. La afectación del VI par es la más frecuente, aunque también se han descrito paresias del III y IV par. El nistagmo es frecuente en la EM. Puede ser horizontal, vertical o rotatorio y de tipo pendular o en resorte. No es rara la aparición de diversos tipos de alteraciones cerebelosas de la movilidad ocular, como nistagmo de rebote, inestabilidad de fijación (oscilaciones macrosacádicas), dismetría sacádica y movimientos de seguimiento anormales. El nistagmo vertical y horizontal simultáneo sin concordancia de fase produce movimientos oculares circulares o elípticos muy sugerentes de EM. En ocasiones las lesiones de EM producen un síndrome mesencefálico dorsal (de Parinaud). Los pacientes con anomalías de los movimientos oculares suelen referir diplopía, visión borrosa u oscilopsia. Los capítulos 7, 8 y 9 analizan los trastornos oculomotores con detalle. Pruebas de laboratorio Ninguna prueba establece de forma inequívoca la presencia de EM, que sigue siendo un diagnóstico clínico (tabla 14-1). El líquido cefalorraquídeo (LCR) es anormal en más del 90% de los pacientes con EM definida. Las alteraciones más comunes consisten en elevación de inmunoglobulina G (IgG), aumento del índice IgG/albúmina y presencia de bandas de IgG oligoclonales. Sin embargo, ninguno de estos hallazgos es específico de enfermedad desmielinizante. Tabla 14-1 Criterios diagnósticos de esclerosis múltiple Presentación clínica Dos o más ataques; pruebas clínicas objetivas de dos o más lesiones Datos adicionales necesarios para diagnosticar EM Ninguno* Diseminación espacial, demostrada mediante RM o Dos o más lesiones en RM compatibles con EM más Dos o más ataques; pruebas clínicas objetivas de una lesión LCR positivo† o Esperar otro brote clínico que afecte a un sitio diferente Diseminación temporal, demostrada mediante RM Un ataque; pruebas clínicas objetivas de o dos o más lesiones Segundo ataque clínico Diseminación espacial, demostrada mediante RM o Un ataque; pruebas clínicas objetivas de Dos o más lesiones en RM compatibles con EM más una lesión (presentación LCR positivo† monosintomática; síndrome clínico y aislado) Diseminación temporal, demostrada mediante RM o Segundo ataque clínico Progresión neurológica gradual sugerente de EM LCR positivo† y Diseminación espacial, demostrada por 1) Nueve o más lesiones cerebrales en T2 o 2) dos o más lesiones en la médula espinal, o 3) de cuatro a ocho lesiones cerebrales más una lesión medular o PPV anormales‡ asociados a cuatro a ocho lesiones cerebrales, o con menos de cuatro lesiones cerebrales más una lesión medular demostrada por RM y Diseminación temporal, demostrada por RM o Progresión continuada durante 1 año Si se cumplen los criterios se diagnostica esclerosis múltiple (EM); si no se cumplen enteramente, el diagnóstico es «EM posible»; si se exploran todos los criterios y no se cumplen, el diagnóstico es «ausencia de EM». * No se requieren otras pruebas; sin embargo, si se realizan (resonancia magnética [RM], líquido cefalorraquídeo [LCR]) y son negativas, hay que ser muy prudente para establecer el diagnóstico de EM. Debe pensarse en otros diagnósticos. No debe haber ninguna explicación mejor para el cuadro clínico. † El LCR es positivo si se detectan bandas oligoclonales mediante los métodos establecidos (preferiblemente con enfoque isoeléctrico) diferentes de cualquier banda similar en suero o si hay aumento del índice de IgG. ‡ Potenciales provocados visuales (PPV) anormales del tipo visto en la EM (retraso con morfología de la onda normal). Modificado de McDonald WI, Compston A, Edan G, et al. Recommended diagnostic criteria for multiple sclerosis: guidelines from the International Panel on the Diagnosis of Multiple Sclerosis. Ann eurol. 2001;50:121–127:Table 3. McDonald WI, Compston A, Edan G, et al. Recommended diagnostic criteria for multiple sclerosis: guidelines from the international panel on the diagnosis of multiple sclerosis. Ann eurol. 2001;50(1):121–127. euroimagen en esclerosis múltiple La RM con técnica FLAIR (recuperación de inversión con atenuación de líquido) y contraste de gadolinio es la prueba neurorradiológica de elección para EM. La RM es especialmente sensible para identificar placas en la sustancia blanca del sistema nervioso central, y bastante superior a la TC para visualizar la fosa posterior y la médula espinal (v. fig. 14-1; v. también cap. 2, fig. 2-8). La RM muestra lesiones múltiples en el 85-95% de los pacientes con EM clínicamente definida y en el 66-76% de los pacientes con sospecha de EM. Aunque las anomalías observadas en la RM no son específicas de EM, las lesiones multifocales periventriculares y ovoides son muy típicas de esta enfermedad. Las lesiones vistas con RM pueden fluctuar con el tiempo. Las lesiones activas se resaltarán con la administración de gadolinio-DPTA (dietilenotriamina de ácido pentacético). Las regiones hipointensas en las imágenes poscontraste en T1 (agujeros negros) también son un marcador de enfermedad progresiva. Las lesiones de los nervios ópticos en pacientes con neuritis óptica sintomática se visualizan mejor con RM con técnica de supresión de grasa e inyección de gadolinio (v. fig. 4-22C). Frohman EM, Goodin DS, Calabresi PA, et al. The utility of MRI in suspected MS. Report of the Therapeutics and Technology Assessment Subcommittee of the American Academy of Neurology. eurology. 2003;61(5):602–611. Diagnóstico Los criterios diagnósticos de EM de McDonald permiten el uso de datos paraclínicos, como RM y análisis de LCR (v. tabla 14-1). La EM puede diagnosticarse si hay dos o más ataques típicos con pruebas clínicas objetivas de dos o más lesiones. También puede llegarse al diagnóstico de EM definida si hay dos ataques y una lesión clínica objetiva (un hallazgo objetivo en la exploración física, como un defecto pupilar aferente relativo o una oftalmoplejía internuclear) o bien un ataque y dos lesiones clínicas objetivas asociadas a diversas alteraciones de la RM o el LCR, como se describe detalladamente en la tabla 14-1. Incluso una progresión neurológica lenta que sugiera EM puede permitir el diagnóstico de EM definida si hay anomalías paraclínicas compatibles. La neuritis óptica recidivante, en ausencia de otras manifestaciones clínicas o de laboratorio, no basta para diagnosticar EM. McDonald WI, Compston A, Edan G, et al. Recommended diagnostic criteria for multiple sclerosis: guidelines from the International Panel on the Diagnosis of Multiple Sclerosis. Ann eurol. 2001;50(1):121–127. Tratamiento Aunque la EM no tiene curación, diversos tratamientos pueden enlentecer la enfermedad y mejorar síntomas concretos. Al igual que el tratamiento de la neuritis óptica, a menudo se administran megadosis intravenosas de corticoides para las exacerbaciones agudas de la EM. Los fármacos inmunosupresores e inmunomoduladores pueden ser muy útiles como tratamiento a largo plazo. El interferón β-1b, el interferón β-1a subcutáneo, el interferón β-1a intramuscular y el acetato de glatiramero reducen las exacerbaciones de EM aproximadamente en un tercio, y han demostrado un efecto positivo en las alteraciones de la RM en pacientes con enfermedad recurrente-remitente. Las investigaciones actuales sugieren que el diagnóstico y el tratamiento precoces son beneficiosos; el Controlled High-Risk Subjects Avonex Multiple Sclerosis Prevention Study (CHAMPS) evaluó a pacientes sin EM clínicamente definida, pero con alto riesgo de desarrollar EM por haber sufrido un ataque desmielinizante aislado (neuritis óptica, síndrome medular o síndrome cerebelosotroncoencefálico) y con dos o más placas en la RM. Los tratados tuvieron un 44% menos de probabilidad de desarrollar EM clínicamente definida o de empeorar en su discapacidad que los tratados con placebo durante 2 años. El estudio BENEFIT (betaferon in newly emerging multiple sclerosis for initial treatment: interferón β para tratamiento inicial de la EM de nueva aparición) demostró resultados similares para el interferón β-1b. La mitoxantrona se ha aprobado para el tratamiento de la EM progresiva secundaria, aunque este fármaco (y otros inmunosupresores) se asocian a posibles efectos secundarios graves. El natalizumab es un anticuerpo monoclonal recombinante que impide la migración transendotelial de leucocitos desde los vasos del endotelio al sistema nervioso central (SNC); este tratamiento se ha asociado a tres casos de leucoencefalopatía multifocal progresiva (una grave infección vírica del SNC que suele ser mortal) y dos casos de melanoma, por lo que debe ser empleado con precaución por médicos con experiencia en el tratamiento de EM. Se han usado algunos otros fármacos para tratar la EM, como metotrexato oral en dosis bajas, pulsos de corticoides, ciclofosfamida, etc. Se están investigando nuevos fármacos orales y combinaciones de terapias inmunomoduladoras. Goodin DS, Arnason BG, Coyle PK, Frohman EM, Paty DW; Therapeutics and Technology Assessment Subcommittee of the American Academy of Neurology. The use of mitoxantrone (Novantrone) for the treatment of multiple sclerosis: report of the Therapeutics and Technology Assessment Subcommittee of the American Academy of Neurology. eurology. 2003;61(10):1332– 1338. Hartung HP, Gonsette R, KoÅNnig N, et al. Mitoxantrone in progressive multiple sclerosis: a placebo-controlled, double-blind, randomised, multicentre trial. Lancet. 2002;360(9350): 2018– 2025. Interferon beta-1b is effective in relapsing-remitting multiple sclerosis. I. Clinical results of a multicenter, randomized, double-blind, placebo-controlled trial. The IFNB Multiple Sclerosis Study Group. eurology. 1993;43(4):655–661. O’Connor P; CHAMPS. The effects of intramuscular interferon beta-1a in patients with high risk for development of multiple sclerosis: a post hoc analysis of data from CHAMPS. Clin Ther. 2003;25(11):2865–2874. Rudick RA, Sandrock A. Natalizumab: alpha 4-integrin antagonist selective adhesion molecule inhibitors for MS. Expert Rev eurother. 2004;4(4):571–580. Miastenia grave La miastenia grave (MG) es una enfermedad inmunológica caracterizada por debilidad que mejora con el descanso. La mayoría de los pacientes con MG presentan anomalías neuroftalmológicas. Aunque suele ser un trastorno sistémico, la mitad de los pacientes empiezan con síntomas y signos oculares, por lo que el oftalmólogo a menudo es el primer médico consultado. Los músculos y nervios están intactos en la MG, pero los receptores de acetilcolina para la transmisión neuromuscular están bloqueados por inmunocomplejos. La MG puede ser producida, puesta de manifiesto o empeorada por fármacos, como procainamida, quinidina, polimixina, aminoglucósidos, antibióticos de aminoácidos monobásicos, corticoesteroides, β-bloqueantes, antagonistas del calcio, cloroquina, litio, fenitoína, cisplatino, magnesio y estatinas. Drachman DB. Myasthenia gravis. Engl J Med. 1994;330(25):1797–1810. Purvin V, Kawasaki A, Smith KH, Kesler A. Statin-associated myasthenia gravis: report of 4 cases and review of the literature. Medicine (Baltimore). 2006;85(2):82–85. Smith KH. Myasthenia gravis. Focal Points: Clinical Modules for Ophthalmologists. San Francisco: American Academy of Ophthalmology; 2003, module 4. Presentación clínica Los rasgos típicos de la MG son la fluctuación y la fatigabilidad (aunque no están invariablemente presentes). Los signos y síntomas clínicos suelen empeorar por la tarde y con el uso de los ojos, mientras que suelen mejorar con el reposo. El signo más común de MG es la ptosis, que puede ser unilateral o bilateral. Tiende a variar, estando el párpado más caído por la noche, después del ejercicio intenso o tras mirar mucho tiempo hacia arriba. El rebote palpebral de Cogan, puesto de manifiesto cuando el paciente realiza un sacádico de abajo arriba, es una breve hiperelevación del párpado superior. Otro signo es el refuerzo de la ptosis; según la ley de inervación equivalente de Hering, cuando se alza manualmente el párpado más ptósico, el párpado menos ptósico desciende inevitablemente (v. cap. 11, fig. 11-4). Debe explorarse la fatiga de la ptosis pidiendo al paciente que mire hacia arriba durante 1 min o más. La MG causa diplopía con frecuencia. La diplopía puede ser variable, tanto durante el día como de un día para otro. El patrón de movilidad ocular puede simular una paresia de pares craneales oculomotores (normalmente parálisis del VI par o paresia parcial del III par sin afectación pupilar), una oftalmoplejía internuclear, trastornos de movilidad supranucleares (p. ej., parálisis de la mirada) o una «parálisis» aislada de un músculo (p. ej., solo de recto inferior). También puede ocurrir una oftalmoplejía completa. Cualquier patrón cambiante de diplopía, con o sin ptosis, debe hacer pensar en miastenia grave. Al igual que la ptosis, también puede valorarse la fatiga de la oftalmoplejía haciendo que el paciente mantenga la mirada en la dirección de la paresia. Los pacientes con MG ocular a menudo presentan debilidad del orbicular de los párpados, lo que puede ser crucial para el diagnóstico diferencial de la MG con otras causas de oftalmoplejía. En la MG no se encuentran anomalías pupilares ni trastornos sensoriales. Su presencia debe hacer pensar en otros diagnósticos. Entre los síntomas y signos sistémicos se incluyen debilidad de los músculos de la masticación y extensores del cuello, tronco y extremidades, disfagia, ronquera, disartria y disnea. La disfagia y la disnea pueden ser mortales y requieren un tratamiento urgente. Se produce oftalmopatía tiroidea en cerca del 5% de los pacientes con MG. Su presencia puede complicar los hallazgos clínicos oculares. Diagnóstico El diagnóstico de la MG se hace clínicamente identificando los signos y síntomas típicos, farmacológicamente eliminando el bloqueo de receptores mediante la administración de inhibidores de la acetilcolinesterasa, serológicamente por la demostración del aumento del título de anticuerpos contra el receptor de acetilcolina y contra la cinasa muscular específica y electrofisiológicamente mediante un electromiograma (EMG). Si la exploración detecta anomalías claras, puede confirmarse el diagnóstico de MG mediante la prueba del cloruro de edrofonio, la prueba del sueño o la prueba de la bolsa de hielo. Es más fácil obtener una respuesta positiva si se examina al paciente después de hacer ejercicio o cuando esté cansado. Antes de realizar la prueba del edrofonio, el médico debe advertir al paciente de sus breves pero a menudo desagradables efectos secundarios, como diaforesis, lagrimeo, calambres abdominales, náuseas, vómitos y salivación. Debe disponerse de sulfato de atropina (0,4-0,6 mg) y algunos médicos premedican con atropina (0,4 mg subcutáneos) antes de administrar el edrofonio. Aunque son raros los efectos secundarios graves, pueden aparecer bradicardia, parada respiratoria, broncoespasmo, episodios sincopales o crisis colinérgicas por la administración intravenosa de edrofonio. Debe monitorizarse la frecuencia cardíaca y la presión arterial del paciente durante la prueba. El paciente debe estar sentado en una silla que pueda reclinarse y se dispondrá de un equipo de resucitación. El oftalmólogo debe estar preparado para tratar efectos secundarios graves mediante la inyección de sulfato de atropina intravenoso y mantenimiento de signos vitales. El edrofonio puede causar bradicardia grave y broncoconstricción, por lo que en pacientes con antecedentes de cardiopatías o afecciones pulmonares es prudente consultar con el médico general antes de realizar la prueba. En la mayoría de protocolos, se inyectan inicialmente 2 mg (0,2 cm3) intravenosos con una aguja de mariposa como dosis de prueba, y se observa al paciente durante 1 min. Si los síntomas desaparecen o mejoran (p. ej., se elevan los párpados o mejora la movilidad), la prueba se considera positiva y puede suspenderse. Si no se obtiene respuesta, se administra otra dosis de 4 mg de edrofonio. Si sigue sin hallarse mejoría, se da una dosis final de 4 mg. La administración del fármaco en dosis divididas parece que causa menos efectos adversos. Sin embargo, muchos pacientes sufren reacciones secundarias leves (fasciculaciones, acaloramiento, náuseas) con independencia del modo de administración. Cuando los síntomas oculares son acusados (como una ptosis completa), la mejoría (elevación del párpado) a menudo es espectacular. Sin embargo, si el déficit es sutil, pueden requerirse otros medios para definir el punto final. Puede realizarse una prueba con varilla de Maddox y prismas o un estudio de los campos de diplopía antes y después del edrofonio (v. cap. 8). Son raras las respuestas falsas positivas. Una prueba negativa no descarta el diagnóstico de MG y puede ser preciso repetir la prueba más adelante. Una alternativa a la prueba del edrofonio es la prueba del metilsulfato de neostigmina. Dicha prueba es especialmente útil en niños y adultos sin ptosis que requieran un período de observación más largo para medir correctamente la alineación ocular que el que permite el edrofonio. Las reacciones adversas son similares a las del edrofonio, destacando por su frecuencia la salivación, las fasciculaciones y el malestar gastrointestinal. Se inyectan simultáneamente neostigmina y atropina por vía intramuscular. Se considera que la prueba es positiva si desaparecen los signos en el plazo de 30-45 min. La prueba del sueño es una prueba más simple y segura que puede realizarse en la consulta a muchos pacientes sin necesidad de edrofonio. Tras haber anotado los defectos basales (medición de la ptosis, trastorno de la movilidad), el paciente descansa con los ojos cerrados durante media hora, y se repiten las mediciones inmediatamente después de que el paciente «despierte» y abra los ojos. La mejoría tras este reposo es muy indicativa de MG. La prueba de la bolsa de hielo permite diagnosticar con frecuencia a los pacientes con ptosis. Se coloca una bolsa de hielo durante 2 min sobre los párpados parcialmente cerrados. En la mayoría de los pacientes con MG, se consigue una mejoría de la ptosis (fig. 14-2). Una excepción son los casos de ptosis miasténica completa, en los que el enfriamiento puede ser insuficiente para contrarrestar la extrema debilidad de estos pacientes. Figura 14-2 A. Mujer de 57 años con miastenia grave que acudió por ptosis izquierda moderada y variable. B. La ptosis izquierda mejoró tras una prueba con hielo durante 2 min. (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) Golnik K, Pena R, Lee A, Eggenberger ER. An ice test in the diagnosis of myasthenia gravis. Ophthalmology. 1999;106(7):1282–1286. Odel JG, Winterkorn JM, Behrens MM. The sleep test for myasthenia gravis. A safe alternative to Tensilon. J Clin euroophthalmol. 1991;11(4):288–292. Seybold ME. The office Tensilon test for ocular myasthenia gravis. Arch eurol. 1986;43(8): 842– 843. Otras pruebas para el diagnóstico de MG serían los análisis serológicos de anticuerpos contra el receptor de acetilcolina o la cinasa muscular específica (MuSK) y las pruebas electrofisiológicas. Hay tres tipos de pruebas de anticuerpos del receptor de acetilcolina comercializadas. Suelen pedirse los anticuerpos ligantes, ya que se detectan en cerca del 90% de los pacientes con MG generalizada y el 50% de aquellos con miastenia ocular. Rara vez hay anticuerpos bloqueantes (1%) sin anticuerpos ligantes. Los anticuerpos moduladores aparecen con frecuencia similar a los anticuerpos ligantes. Las pruebas de anticuerpos bloqueantes y moduladores suelen reservarse para pacientes con anticuerpos ligantes negativos en los que debe demostrarse que hay una MG autoinmunitaria. El análisis de anticuerpos anti-MuSK puede detectar MG en pacientes sin anticuerpos contra el receptor de acetilcolina. La estimulación electromiográfica repetitiva del nervio muestra una respuesta típicamente decreciente en muchos pacientes con MG sistémica. El EMG de fibra única es la más sensible en MG. Todos los pacientes miasténicos deben ser estudiados radiológicamente para detectar un timoma, visible en la TC del 10% de los casos. Un pequeño porcentaje de pacientes presentan timomas malignos. Como es frecuente la coexistencia de la MG con otras enfermedades autoinmunitarias, deben realizarse pruebas serológicas de disfunción tiroidea y anemia perniciosa. Evoli A, Tonali PA, Padua L, et al. Clinical correlates of anti-MuSK antibodies in generalized seronegative myasthenia gravis. Brain. 2003;126(pt 10):2304–2311. Weinberg DH, Rizzo JF III, Hayes MT, Kneeland MD, Kelly JJ Jr. Ocular myasthenia gravis: predictive value of single-fiber electromyography. Muscle erve. 1999;22(9):1222–1227 Tratamiento El tratamiento médico de la MG consiste en inhibidores de la acetilcolinesterasa, corticoesteroides y otros agentes inmunodepresores. La timectomía es el tratamiento de elección en pacientes con MG generalizada con hipertrofia del timo; en la MG puramente ocular no suele extirparse el timo. Evidentemente, todo paciente con timoma debe someterse a timectomía. En ocasiones se requieren terapias a corto plazo, como inmunoglobulinas intravenosas o plasmaféresis. La MG es una enfermedad sistémica que puede resultar muy grave. Aunque existen casos de MG puramente ocular, hasta el 85% de los pacientes que comienzan con una MG ocular terminarán desarrollando una MG sistémica durante los 2 años siguientes. Como los pacientes con MG pueden sufrir manifestaciones respiratorias o de otro tipo potencialmente mortales, es prudente tratarlos en colaboración con el neurólogo. Si los signos oculares siguen estando aislados al cabo de 2 años, es probable que la enfermedad se mantenga clínicamente ocular, aunque no puede descartarse una conversión tardía a MG generalizada. Richman DP, Agius MA. Treatment of autoimmune myasthenia gravis. eurology. 2003;61(12):1652–1661. Oftalmopatía tiroidea La oftalmopatía tiroidea (OT), también conocida como orbitopatía tiroidea u oftalmopatía de Graves, es una enfermedad inflamatoria autoinmunitaria cuyo origen sigue sin conocerse. No obstante, los signos clínicos son característicos y consisten en una combinación de retracción palpebral, retraso del párpado, proptosis, miopatía extraocular restrictiva y neuropatía óptica. La actividad de la enfermedad puede ser muy asimétrica entre los dos ojos. Aunque típicamente se asocia a hipertiroidismo, la oftalmopatía tiroidea puede ir acompañada de hipotiroidismo o raramente de tiroiditis de Hashimoto; en algunos pacientes se presentan hallazgos oculares típicos sin ningún indicio objetivo de disfunción tiroidea («enfermedad de Graves eutiroidea»). La evolución de la orbitopatía no tiene por qué ir paralela a la actividad de la glándula tiroidea o al tratamiento de las alteraciones hormonales. Signos palpebrales La retracción del párpado superior a menudo es el primer signo clínico de OT (fig. 14-3A). Cuando se asocia a retraso palpebral (menor descenso del párpado cuando el paciente mira hacia abajo) es prácticamente patognomónica de OT. La retracción palpebral levemente asimétrica puede confundirse con una ptosis contralateral. Pueden mirarse fotos antiguas si existen dudas sobre la posición anormal de los párpados. Figura 14-3 Manifestaciones oculares de la enfermedad de Graves. A. Retracción palpebral, proptosis y prolapso de grasa en los párpados superior e inferior del lado izquierdo. B. Marcada limitación de la elevación del ojo derecho por restricción debida a hipertrofia del músculo recto inferior. C. TC coronal que muestra hipertrofia bilateral de todos los músculos rectos. (Parte A por cortesía de Steven A. Newman, MD; partes B, C por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) Proptosis La proptosis, que ocurre en cerca de dos tercios de los pacientes con OT, suele ser estrictamente axial sin distopia. No es nada infrecuente un grado asimétrico de proptosis; en ocasiones, la afectación puede parecer unilateral. En cualquier paciente con sospecha de OT, debe medirse la proptosis con un exoftalmómetro de Hertel. En la proptosis acusada, el cierre palpebral incompleto puede originar sequedad ocular con malestar y visión borrosa. Miopatía extraocular La hipertrofia de músculos extraoculares a menudo limita la rotación ocular (fig. 14-3B, C). La mayoría de los pacientes con oftalmoplejía tienen afectación asimétrica que origina desalineación ocular y diplopía. Clínicamente, el recto inferior es el músculo que más se afecta, seguido del recto medial y el recto superior. Por tanto, la visión doble es más frecuente cuando el paciente intenta mirar hacia arriba o afuera, ya que estos músculos afectados tiran del ojo y producen restricción de su movimiento y estrabismo. Como se comenta en el capítulo 8, la OT es la causa más frecuente de estrabismo restrictivo. europatía óptica compresiva En el 5% de los pacientes con OT, los músculos están tan agrandados en el vértice de la órbita que comprimen el nervio óptico (v. cap. 4, fig. 4-23). La disfunción del nervio óptico suele provocar trastornos visuales (visión borrosa, nublada u oscurecida). Los signos de afectación del nervio óptico son disminución de agudeza visual Snellen, visión cromática y sensibilidad al contraste, así como pérdida de visión periférica. Los defectos campimétricos pueden ser escotomas centrales y arciformes. En ocasiones, los defectos del campo son asintomáticos. La afectación asimétrica del nervio óptico cursará con un defecto pupilar aferente relativo (DPAR), pero este no estará presente si la compresión es simétrica. Puede haber alteraciones de la papila óptica como edema u atrofia óptica tardía. Sin embargo, es frecuente que la papila se mantenga normal (neuropatía óptica retrobulbar). Diagnóstico El diagnóstico de la OT empieza con la sospecha clínica. Aunque las pruebas de función tiroidea alterada (determinación cuantitativa de hormona estimulante del tiroides [TSH]) junto a los signos oculares típicos apoyan con fuerza este diagnóstico, el estado tiroideo puede ser completamente normal incluso en presencia de orbitopatía. Los pacientes con OT eutiroidea pueden representar un dilema diagnóstico, pero la combinación patognomónica de signos como retracción palpebral e hipertrofia de músculos extraoculares confirma el diagnóstico en ausencia de disfunción tiroidea. En tales casos, las inmunoglobulinas estimulantes del tiroides, los anticuerpos antitiroideos y los anticuerpos antiperooxidasa pueden ayudar a establecer el diagnóstico. A menudo es útil la medición de la sección transversal de los músculos extraoculares mediante ecografía B o con TC o RM coronales (v. fig. 14-3C). A diferencia de la miositis inflamatoria, las inserciones musculares en el globo ocular (tendones) suelen estar respetadas. El diagnóstico diferencial de la proptosis es amplio e incluye orbitopatías inflamatorias, tumores orbitarios y fístula carotidocavernosa. En el contexto de una retracción palpebral, deben tenerse en cuenta otras enfermedades, como síndrome mesencefálico dorsal y regeneración aberrante del III par. Tratamiento El control de las anomalías tiroideas es parte importante del tratamiento de los pacientes con OT. Sin embargo, en algunos estudios, el tratamiento con yodo radiactivo se ha asociado a exacerbación de la afección orbitaria, y algunos autores recomiendan la corticoterapia simultánea para reducir la incidencia de este efecto. El tabaco se ha identificado como factor de riesgo para la progresión de la OT, por lo que hay que recomendar al paciente que deje de fumar. Los corticoesteroides pueden ser eficaces (1-1,5 mg/kg de prednisona) para disminuir la inflamación orbitaria, pero los efectos secundarios de la corticoterapia crónica (>2 meses) suelen sobrepasar a los beneficios. El tratamiento debe adaptarse a los signos y síntomas. Muchos pacientes solo requieren tratamiento sintomático para sus síntomas oculares, como pomada lubricante por la noche y lágrimas artificiales durante el día. También puede ser útil cerrar los ojos con esparadrapo por la noche en pacientes con lagoftalmos. En casos agudos con queratopatía por exposición grave, puede ser necesario hacer una tarsorrafia. La retracción palpebral crónica puede corregirse mediante retroinserción de los retractores de los párpados superior e inferior. La cirugía palpebral debe retrasarse si se prevé cirugía orbitaria o muscular. La diplopía asociada a OT se debe a la fibrosis muscular progresiva. Aunque las pautas cortas de corticoesteroides pueden controlar la inflamación activa, ningún tratamiento concreto consigue corregir la fibrosis. En casos agudos, la diplopía asociada a estrabismo restrictivo puede eliminarse mediante oclusión. Una vez que la desviación se estabiliza, puede lograrse el realineamiento mediante cirugía muscular. También es posible el realineamiento óptico mediante gafas prismadas, ya sea con prismas tallados o con prismas Press-On de Fresnel. No hay acuerdo sobre la eficacia de la radioterapia en la OT leve o moderada. Es improbable que las radiaciones mejoren la proptosis o la movilidad ocular, aunque podrían contribuir a mejorar los síntomas inflamatorios agudos. La presencia de disfunción del nervio óptico requiere una intervención terapéutica urgente. En la mayoría de los casos, una prueba con dosis moderadamente altas de corticoesteroides orales puede conseguir una mejoría sustancial de la función del nervio. También se han usado pulsos de corticoesteroides intravenosos. Sin embargo, la disfunción del nervio óptico suele recidivar al reducir los corticoesteroides. La radioterapia (20 Gy en fracciones de 2 Gy) puede ser beneficiosa, sobre todo si hay bastante actividad inflamatoria (inyección conjuntival, quemosis). El tratamiento definitivo es la descompresión quirúrgica del nervio óptico en el vértice de la órbita. Aunque puede descomprimirse cualquiera de las cuatro paredes orbitarias, suele ser más efectiva la eliminación de la pared posterior medial. Esta maniobra quirúrgica puede realizarse endoscópicamente, por etmoidectomía externa (a través de la carúncula) o a través del seno maxilar (Caldwell-Luc). Cuando la proptosis es el hallazgo más destacado, la eliminación del suelo de la órbita (por una incisión palpebral o conjuntival o bien a través del seno maxilar) y posiblemente de la pared lateral pueden conseguir reducir la prominencia del globo ocular. Hay que advertir a los pacientes que la descompresión quirúrgica puede afectar negativamente a la movilidad ocular y la posición de los párpados. Por tanto, si se planea una descompresión orbitaria, deben aplazarse las operaciones en los párpados o músculos extraoculares. Véase la sección 7 del CCBC, Órbita, párpados y aparato lagrimal, para un estudio más extenso de la OT, y la sección 1, Oftalmología: actualización en medicina general, para mayor información sobre las alteraciones tiroideas. Bradley EA, Gower EW, Bradley DJ, et al. Orbital radiation for Graves ophthalmopathy: a report from the American Academy of Ophthalmology. Ophthalmology. 2008;115(12):398–409. Sarcoidosis La sarcoidosis es una enfermedad granulomatosa multisistémica de origen desconocido. Afecta generalmente a adultos de edad media, y la incidencia anual en la raza negra es tres veces superior que en la blanca (2,4 frente a 0,85%). La histopatología muestra granulomas no caseificantes con acumulación de linfocitos (CD4). Los pulmones se afectan con mayor frecuencia, pero también es común la afectación del ojo, el hígado, los ganglios linfáticos, la piel y el sistema musculoesquelético. Aparecen manifestaciones neurológicas en el 5-15% de los pacientes, consistentes en meningitis, hidrocefalia, afección parenquimatosa (sobre todo del hipotálamo), encefalopatía, epilepsia, trombosis de senos durales, vasculitis y neuropatía periférica. Gullapalli D, Phillips LH. Neurologic manifestations of sarcoidosis. eurol Clin. 2002;20(1): 59– 83. Rybicki BA, Major M, Popovich J Jr, Maliarik MJ, Iannuzzi MC. Racial differences in sarcoidosis incidence: A 5-year study in a health maintenance organization. Am J Epidemiol. 1997;145(3):234– 241. Manifestaciones intraoculares En la sarcoidosis puede haber iritis, catarata, vitritis, vasculitis retiniana («en gotas de cera») y coriorretinitis. Para un estudio más a fondo de estas manifestaciones, véase la sección 9 del CCBC, Inflamación intraocular y uveítis; y sección 12, Retina y vítreo. Manifestaciones neuroftalmológicas La parálisis facial es la neuropatía craneal más frecuente. También se produce neuropatía óptica que puede manifestarse como papilitis o neuropatía óptica retrobulbar. Con menos frecuencia, puede haber un granuloma sarcoideo en la cabeza del nervio óptico (v. cap. 4, fig. 4-13). Rara vez, la sarcoidosis puede causar neurorretinitis (edema papilar con una estrella macular de exudados), perineuritis óptica (edema de papila sin pérdida visual ni hipertensión intracraneal) o papiledema. También puede haber pérdida de visión por afectación de la vía visual quiasmática o retroquiasmática. La sarcoidosis puede causar además parálisis de pares craneales oculomotores, parálisis de la mirada y diversas anomalías pupilares, como pupila tónica, síndrome de Horner y pupilas de Argyll-Robertson. Frohman LP, Grigorian R, Bielory L. Neuro-ophthalmic manifestations of sarcoidosis: clinical spectrum, evaluation, and management. J euroophthalmol. 2001;21(2):132–137. Katz JM, Bruno MK, Winterkorn JM, Nealon N. The pathogenesis and treatment of optic disc swelling in neurosarcoidosis: a unique therapeutic response to infliximab. Arch eurol. 2003;60(3):426–430. Diagnóstico Aunque la mayoría de los pacientes con neurosarcoidosis tienen alteraciones en la RM, no sucede así en el 18%. Las anomalías neurorradiológicas más frecuentes son lesiones meníngeas y leptomeníngeas que captan contraste. Sin embargo, ninguna de las alteraciones halladas en la RM es específica de sarcoidosis. Puede ser difícil establecer un diagnóstico definitivo. Hay aumento de la enzima conversora de angiotensina (ECA) en el 52-90% de los pacientes con sarcoidosis activa. La gammagrafía con galio no es específica, pero combinada con un aumento de ECA tiene una especificidad del 100% y una sensibilidad del 73%. También pueden ser útiles el lavado broncoalveolar, la biopsia de ganglios linfáticos y la biopsia conjuntival. La radiografía de tórax puede orientar la biopsia, pero está indicada la TC torácica si el índice de sospecha es alto. Christoforidis GA, Spickler EM, Recio MV, Mehta BM. MR of CNS sarcoidosis: correlation of imaging features to clinical symptoms and response to treatment. AJ R.1999;20(4):655–659. Tratamiento Los corticoesteroides son el pilar del tratamiento, aunque en ocasiones se emplea metotrexato, ciclosporina, ciclofosfamida, azatioprina, clorambucilo y cloroquina para los pacientes dependientes de los corticoesteroides. Se ha propuesto la radioterapia como tratamiento alternativo o coadyuvante, aunque no está clara su eficacia a largo plazo. Enfermedades hereditarias Numerosos trastornos hereditarios pueden producir signos neuroftalmológicos. Algunas miopatías y síndromes neurocutáneos (facomatosis) son las enfermedades hereditarias sistémicas más comunes. Las neuropatías ópticas hereditarias se estudian en el capítulo 4 de este volumen. Miopatías Los músculos extraoculares pueden afectarse en diversas enfermedades hereditarias que ocasionan disfunción mitocondrial. Oftalmoplejía externa progresiva crónica La oftalmoplejía externa progresiva crónica (OEPC) es una miopatía mitocondrial hereditaria que se caracteriza por una oftalmoplejía simétrica de progresión lenta con ptosis (fig. 14-4). La mayoría de los pacientes con OEPC tienen una deleción puntual del ADN mitocondrial (ADNmt), pero la enfermedad también puede deberse a mutaciones del ADN nuclear que den lugar a mutación del ADNmt. Por tanto, el patrón de herencia puede ser mitocondrial (materno), autosómico o esporádico, y no trasmitirse la enfermedad a la siguiente generación. Los pacientes a menudo se presentan con ptosis y no suelen desarrollar diplopía a pesar de la oftalmoplejía. Esta enfermedad se confunde a menudo con la miastenia grave. Los antecedentes familiares y las fotografías antiguas pueden ayudar a distinguir ambas entidades. Los hallazgos clínicos suelen ser patentes hacia la segunda década de la vida. Los síntomas sistémicos consisten en una debilidad muscular generalizada. La histopatología de la biopsia muscular muestra las típicas «fibras rojas desflecadas» (fig. 14-5) y proliferación mitocondrial, mientras que, mediante microscopia electrónica, se observan cuerpos de inclusión anómalos en las mitocondrias afectadas. Figura 14-4 Hombre de 42 años con historia de ptosis progresiva y oftalmoplejía desde hacía 2 años. La biopsia del músculo deltoides mostró fibras rojas desflecadas compatibles con OEPC. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Figura 14-5 Histopatología muscular de un paciente con síndrome de Kearns-Sayre que muestra fibras rojas desflecadas (flechas). El espécimen está teñido con tricrómico de Gomori modificado. (Por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) El síndrome de Kearns-Sayre también es una miopatía mitocondrial hereditaria que incluye OEPC, retinopatía pigmentaria y anomalías de conducción cardíaca, asociadas en ocasiones a ataxia cerebelosa, sordera e hiperproteinorraquia. Es fundamental la exploración cardíaca para descartar defectos de conducción. Bau V, Zierz S. Update on chronic external ophthalmoplegia. Strabismus. 2005;13:133–142. Distrofia oculofaríngea Esta enfermedad hereditaria suele ser autosómica dominante y comienza en la quinta o sexta década de la vida. La presentación típica es una disfagia progresiva seguida de debilidad muscular proximal y de ptosis. La mayoría de los pacientes desarrollan OEPC. Los estudios anatomopatológicos muestran una miopatía vacuolar. La enfermedad se da clásicamente en pacientes de ascendencia francocanadiense. La única mutación responsable descrita hasta la fecha es una expansión repetida de triplete consistente en una secuencia con 2-7 repeticiones de un triplete de bases en el exón 1 del gen de la proteína nuclear 1 ligadora de poliadenina (PABP 1). Distrofia miotónica Esta enfermedad multisistémica de herencia dominante también produce oftalmoplejía que puede parecerse a la OEPC. Se han identificado dos tipos: el tipo 1, por modificación del cromosoma 19, y el tipo 2, debido a una mutación en el cromosoma 3. Las pruebas sanguíneas de estas mutaciones pueden confirmar el diagnóstico. Los síntomas suelen comenzar en niños mayores o adultos jóvenes en forma de miotonía que empeora por la excitación, el frío y la fatiga. Se detecta fácilmente pidiendo al paciente que nos dé la mano, ya que no podrá relajar su apretón. Esta miopatía es atípica porque afecta primero a la musculatura distal de las extremidades. La atrofia de los músculos temporal y masetero produce la típica «cara de cuchillo». La facies miopática, la alopecia frontal y la ptosis dan lugar a un aspecto característico y llamativamente parecido entre pacientes. Los hallazgos oculares consisten en ptosis, retinopatía pigmentaria, oftalmoparesia y depósitos policromáticos en el cristalino (catarata en «árbol de Navidad»). Las pupilas son mióticas y responden perezosamente a la luz. Otros posibles hallazgos son bajo cociente intelectual, resistencia a la insulina, hipoacusia, miocardiopatía, anomalías de conducción cardíaca, atrofia testicular y atonía uterina. El EMG proporciona el diagnóstico definitivo al demostrar las típicas descargas miotónicas. Síndromes neurocutáneos Los síndromes neurocutáneos o facomatosis son trastornos caracterizados por la presencia de hamartias o hamartomas en diferentes sistemas orgánicos, como la piel, los ojos, el sistema nervioso central y las vísceras. Clásicamente se incluyen seis entidades en esta categoría: la neurofibromatosis, la esclerosis tuberosa (síndrome de Bourneville), la angiomatosis cerebrofacial (síndrome de Sturge-Weber), la angiomatosis retiniana (enfermedad de von Hippel), la ataxiatelangiectasia (síndrome de Louis-Bar) y el síndrome de Wyburn-Mason (tabla 14-2). Algunos autores incluyen también el síndrome de Klippel-Trénaunay-Weber. El síndrome de hemangioma cavernoso de la retina asociado a angiomas del sistema nervioso central (de von Hippel-Lindau) es otra variante de las facomatosis. Las facomatosis se estudian en profundidad en la sección 6 del CCBC, Oftalmología pediátrica y estrabismo. A continuación destacaremos los rasgos neuroftalmológicos de estas enfermedades. Tabla 14-2 Facomatosis Estos trastornos se caracterizan por tumores formados por elementos tisulares normales: hamartomas y coristomas. Un hamartoma está compuesto por elementos que se encuentran normalmente en el órgano afectado. Los tumores gliales de la retina en la esclerosis tuberosa son un ejemplo típico de hamartomas. Las hamartias son similares histopatológicamente a los hamartomas, pero no crecen. Los hamartomas y hamartias se diferencian de las verdaderas neoplasias en que parecen ser anomalías de la formación de tejidos, más que proliferaciones celulares que surgen en tejidos previamente normales. Carecen de la capacidad de proliferar indefinidamente propia de las verdaderas neoplasias. Los coristomas son crecimientos seudotumorales formados por tejidos que no se hallan normalmente en el sitio donde crecen. Todas las lesiones facomatosas son hamartomas, hamartias o coristomas. eurofibromatosis Las dos formas más comunes de neurofibromatosis son la neurofibromatosis de von Recklinghausen ( F-1) y la neurofibromatosis acústica bilateral ( F-2). La NF-1 es la forma más frecuente. Se hereda de manera autosómica dominante y se ha ligado al cromosoma 17. Se caracteriza por neurofibromas múltiples, lesiones cutáneas pigmentadas, malformaciones óseas y tumores asociados. La enfermedad se define por la presencia de múltiples máculas cutáneas pigmentadas (manchas café con leche), neurofibromas y nódulos del iris (de Lisch) (fig. 14-6). Los casos leves pueden cursar únicamente con nódulos de iris asociados a manchas café con leche. Figura 14-6 El hallazgo ocular más frecuente en la neurofibromatosis de tipo 1 (NF-1) es la presencia de nódulos de Lisch en el iris. A menudo son de color claro en pacientes con iris oscuros (A), pero pueden ser relativamente más oscuros en pacientes con iris claros (B). El diagnóstico a menudo se sospecha por los signos cutáneos, como manchas café con leche (C) o neurofibromas cutáneos (D). (Parte A por cortesía de Mark J. Greenwald, MD; partes B-D por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Los neurofibromas son histológicamente benignos y pueden adoptar la forma de fibroma molusco o neurofibroma plexiforme. Pueden afectar al párpado y la cara, causando a veces enormes deformaciones (v. cap. 11, fig. 11-1). Los nódulos de Lisch son hamartomas iridianos pigmentados presentes en el 94-97% de los pacientes con neurofibromatosis de tipo 1 mayores de 6 años. Estos nódulos no producen síntomas, pero pueden servir para establecer el diagnóstico, sobre todo cuando se descubren en familiares asintomáticos. Otras posibles lesiones oculares de la neurofibromatosis son el glaucoma congénito y los astrocitomas retinianos. Puede haber defectos óseos en la órbita, normalmente en el ala mayor del esfenoides, con un encefalocele orbitario asociado. También aparecen defectos vertebrales y de huesos largos. Estos pacientes pueden presentar múltiples tumores del cerebro, la médula espinal y las meninges, así como de los nervios craneales, periféricos y simpáticos. Los gliomas del nervio óptico o el quiasma son frecuentes en niños con neurofibromatosis. Estas lesiones causan proptosis y pérdida de visión, pero rara vez suponen riesgo para la vida. El tratamiento de dichas lesiones es controvertido. Otras posibles neoplasias asociadas son el feocromocitoma y el meningioma. Véase capítulo 4 para más información sobre gliomas y meningiomas del nervio óptico. Savar A, Cestari DM. Neurofibromatosis type 1: genetics and clinical manifestations. Semin Ophthalmol. 2008;23(1):45–51. La neurofibromatosis acústica bilateral (NF-2) es menos habitual que la NF-1. También se transmite de forma autosómica dominante, y está ligada al cromosoma 22. Solo un 60% de los pacientes tienen manchas café con leche o neurofibromas periféricos, y los nódulos de Lisch no son típicos de esta enfermedad. Los neurinomas acústicos bilaterales suelen manifestarse sintomáticamente en adultos jóvenes. Puede haber otros tumores del sistema nervioso central, aunque menos a menudo que en la NF-1. Otros posibles hallazgos oculares son el hamartoma combinado de la retina y el epitelio pigmentario retiniano (EPR) y la catarata subcapsular posterior. Ferner RE. Neurofibromatosis 1 and neurofibromatosis 2: a twenty-first century perspective. Lancet eurol. 2007;6(4):340–351. Esclerosis tuberosa También conocida como síndrome de Bourneville, la esclerosis tuberosa se transmite con patrón autosómico dominante. Hay dos genes de esta enfermedad: uno en el cromosoma 9q34 (TSC1) y otro en 16p13.3 (TSC2). Los productos de estos genes tuberina (TSC1) y hamartina (TSC2) forman un heterodímero que inhibe el crecimiento y la proliferación celulares. No se ha aclarado el mecanismo exacto por el que estas mutaciones genéticas ocasionan esclerosis tuberosa. Clásicamente la enfermedad se caracterizaba por la tríada de adenoma sebáceo, retraso mental y epilepsia, aunque la presentación puede ser muy variable. La mayoría de los pacientes sufren convulsiones, pero muchos tienen una inteligencia normal. El llamado adenoma sebáceo en realidad son angiofibromas hamartomatosos que suelen aparecer con una distribución en mariposa sobre la nariz y las mejillas (fig. 14-7). Otras lesiones cutáneas serían los fibromas periungueales, las manchas café con leche y las placas chagrín (grandes parches sobreelevados, hiperpigmentados y coriáceos que suelen localizarse en el tronco). La mancha en hoja de fresno, un área de despigmentación cutánea que muestra fluorescencia con la lámpara de Wood, se considera patognomónica de esclerosis tuberosa. Figura 14-7 A. El rasgo típico de la esclerosis tuberosa es el adenoma sebáceo que afecta las mejillas, sobre todo en el área del pliegue nasolabial. Otros hallazgos cutáneos clásicos son la presencia de una mancha en hoja de fresno (B), que se ve mejor con luz ultravioleta, y las lesiones subungueales (C). D. Entre los hallazgos oculares se encuentran los hamartomas astrocíticos en la oftalmoscopia. E. A menudo hay hamartomas intracraneales tapizando la superficie subependimaria. Con frecuencia se calcifican, siendo más ostensibles en la TC. (Partes A, B por cortesía de Mark J. Greenwald, MD; partes C, E por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte D reproducido a partir de Kline LB, Foroozan R, eds. Optic Nerve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. New York: Oxford University Press, en cooperación con la American Academy of Ophthalmology; 2007:164.) A menudo se observan hamartomas astrocíticos calcificados (piedras cerebrales) en las radiografías y TC craneales. Se ha descrito otras lesiones viscerales, como rabdomiomas cardíacos, quistes renales y angiomiolipomas. El hallazgo ocular característico es el hamartoma astrocítico de la retina o papila óptica. Angiomatosis cerebrofacial (encefalotrigeminal) El patrón de herencia de la angiomatosis cerebrofacial o síndrome de Sturge-Weber es esporádico. La lesión cutánea característica de este síndrome es el nevus flammeus (mancha en vino de Oporto), un angioma de la piel y el tejido subcutáneo que suele extenderse por el territorio del V par (nervio trigémino) (fig. 14-8). Esta lesión está presente desde el nacimiento, suele ser unilateral y a menudo se asocia a hemangioma leptomeníngeo parietooccipital ipsolateral al hamartoma vascular facial. Puede verse radiológicamente la calcificación de la corteza por debajo del hemangioma. La TC es mejor para detectar calcificaciones, pero la RM demostrará un realce leptomeníngeo típico de esta enfermedad. Las convulsiones son un problema importante en estos pacientes. Figura 14-8 Síndrome de Sturge-Weber. A. Este niño de 1 año se derivó por una mancha vino de oporto que afectaba a los territorios de V1 y V2 en el lado derecho, un hallazgo típico del síndrome de Sturge-Weber. Estos pacientes a menudo tienen glaucoma congénito. B. En un lactante con glaucoma congénito el globo ocular puede agrandarse considerablemente (buftalmos). C. También puede haber malformaciones vasculares corticales que siguen el patrón de las circunvoluciones (flecha). Pueden verse en la RM. Los pacientes también pueden presentar hemangiomas coroideos difusos que dan lugar a hiperemia y enrojecimiento coroideos. D. Hemangioma coroideo. E. Ojo contralateral normal. (Partes A, B por cortesía de Steven A. Newman, MD; parte C por cortesía de Mark J. Greenwald, MD; partes D, E por cortesía de James J. Augsburger, MD.) Se observa glaucoma congénito de ángulo abierto unilateral en el 30-70% de los pacientes con síndrome de Sturge-Weber y suele asociarse a angioma del párpado superior. El glaucoma puede empezar en cualquier momento, por lo que deben realizarse tonometrías precoces y repetirse periódicamente. Se ha descrito heterocromía de iris. La lesión oftalmoscópica característica es el hemangioma coroideo, un tumor solitario, amarillo-anaranjado y moderadamente elevado que afecta al polo posterior de hasta el 50% de estos pacientes. La afectación uveal más difusa puede conferir al fondo de ojo un aspecto de «salsa de tomate» (v. fig. 14-8). Estas lesiones pueden asociarse a desprendimientos exudativos de retina. El síndrome de Klippel-Trénaunay-Weber puede ser una variante de la angiomatosis cerebrofacial. Sus hallazgos extraoculares consisten en nevo en llama cutáneo y hemangiomas cutáneos, varicosidades, hemihipertrofia asociada de extremidades y angiomas intracraneales. Las lesiones cutáneas y las anomalías vasculares pueden responder al tratamiento con láser. La afectación ocular, consistente por lo general en glaucoma congénito y telangiectasias conjuntivales, es infrecuente. Angiomatosis retiniana También llamada enfermedad de von Hippel, la angiomatosis retiniana se transmite con herencia autosómica dominante, aunque también puede ocurrir esporádicamente. La lesión ocular característica es un angioma capilar en la retina, que se ve como un tumor retiniano rosado, globular, de superficie lisa e irrigado por una única arteria retiniana tortuosa y dilatada, y con una única vena de drenaje (fig. 14-9). Estas lesiones a menudo son múltiples y pueden ser bilaterales en el 50% de los casos. La exudación serosa puede producir desprendimiento de retina. Figura 14-9 Los pacientes con síndrome de von Hippel a menudo muestran angiomas retinianos. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Los hemangioblastomas cerebelosos afectan a aproximadamente el 25% de los pacientes con angiomatosis retiniana, conociéndose esta asociación como enfermedad de von Hippel-Lindau. También puede haber hemangioblastomas en el troncoencéfalo y la médula espinal, y puede asociarse con siringobulbia o siringomielia. Los pacientes con angiomas cerebelosos pueden presentar además quistes renales, pancreáticos, hepáticos o del epidídimo, así como feocromocitomas o carcinoma renal. Algunas de estas manifestaciones multisistémicas pueden ser mortales. La detección precoz de la anomalía retiniana por el oftalmólogo debe servir para derivar cuanto antes al paciente para un estudio sistémico exhaustivo. Ataxia-telangiectasia La ataxia-telangiectasia o síndrome de Louis-Bar se considera la causa más común de ataxia progresiva en niños pequeños. Se caracteriza por ataxia cerebelosa progresiva y telangiectasias oculocutáneas. La hipoplasia del timo, con disfunción de células T y deficiencia de inmunoglobulinas, predispone a los pacientes a infecciones sinopulmonares recurrentes. La anomalía genética se localiza en el cromosoma 11 y el patrón de herencia suele ser autosómico recesivo. Este defecto genético da lugar a la inactivación de una proteína cinasa fundamental que regula la respuesta frente a roturas de la doble hélice del ADN. Las manifestaciones clínicas de la ataxia-telangiectasia se deben a esta señalización defectuosa de las alteraciones del ADN. Casi siempre se observan telangiectasias conjuntivales, sobre todo cuando el niño crece (fig. 14-10). Los defectos de la movilidad ocular son los hallazgos oculares clásicos, en concreto, parálisis supranucleares de la mirada horizontal y vertical. Al principio, los pacientes pueden mostrar una incapacidad para iniciar sacádicos, que a veces se asocia a giros bruscos de la cabeza y anomalías de la fase rápida del nistagmo optocinético. Se afectan los movimientos de seguimiento y finalmente la enfermedad desemboca en una oftalmoplejía total. Sin embargo, las respuestas oculocefálicas permanecen intactas. Los pacientes que no mueren por las infecciones recidivantes tienen una alta incidencia de tumores malignos. Figura 14-10 Vasos conjuntivales con dilatación y tortuosidad anormales en el ojo izquierdo de un niño con ataxia-telangiectasia. (Por cortesía de Mark J. Greenwald, MD.) Síndrome de Wyburn-Mason El síndrome de Wyburn-Mason consiste en la asociación de una malformación arteriovenosa (MAV) intracraneal con una MAV en la retina ipsolateral (angioma racemoso) (fig. 14-11). El patrón de herencia es esporádico. Las lesiones consisten en comunicaciones directas entre las arterias y venas sin lecho capilar interpuesto. Los vasos suelen estar totalmente desarrollados y pueden afectar a cualquier parte del polo posterior, y muestran aumento de número, tamaño y tortuosidad. La hemorragia espontánea de estas lesiones puede causar pérdida de visión. Debido a la asociación de MAV retinianas e intracraneales, debe obtenerse una RM cerebral de todos los pacientes con MAV en la retina. Las MAV asociadas pueden afectar al mesencéfalo, región basofrontal o fosa posterior, y pueden dar lugar a hemorragia intracraneal espontánea o convulsiones. Las MAV también pueden afectar al maxilar, la fosa pterigoidea o la mandíbula. Las MAV orbitarias pueden asociarse a proptosis leve, vasodilatación conjuntival o soplo. Figura 14-11 Angioma racemoso de la retina en el síndrome de Wyburn-Mason. (Por cortesía de Mark J. Greenwald, MD.) Trastornos neuroftalmológicos selectos en el embarazo Diversas alteraciones neuroftalmológicas ocurren con mayor frecuencia o pueden exacerbarse durante el embarazo o el período posparto. Entre ellas se encuentran la trombosis venosa cerebral, la apoplejía pituitaria (síndrome de Sheehan), el síndrome de encefalopatía reversible posterior (SERP) y la hipofisitis linfocítica. La trombosis de senos venosos se comenta más adelante en este capítulo en el apartado de trastornos cerebrovasculares, y la apoplejía pituitaria se trató en el capítulo 4 (v. cap. 4, fig. 4-31). Además, los macroadenomas hipofisarios, meningiomas y hemangiomas orbitarios o coroideos preexistentes pueden expandirse durante la gestación. Sheth BP, Mieler WF. Ocular complications of pregnancy. Curr Opin Ophthalmol. 2001;12(6): 455– 463. Síndrome de encefalopatía reversible posterior El SERP se caracteriza por cefalea, alteraciones del estado mental, epilepsia y trastornos visuales (pérdida visual transitoria, escotomas, fotopsias, enturbiamiento de la visión); la RM muestra edema de la sustancia blanca de las regiones cerebrales posteriores, sobre todo los lóbulos parietooccipitales, pero también pueden afectarse los lóbulos frontales y temporales (fig. 14-12). Entre sus causas están la hipertensión aguda, la preeclampsia/eclampsia y los fármacos inmunosupresores (p. ej., ciclosporina, tacrolimús). Las anomalías neurorradiológicas son reversibles, y el pronóstico visual suele ser excelente. Figura 14-12 RM axial en FLAIR que muestra anomalías reversibles de la señal en la circulación posterior de ambos lados en un paciente con ceguera cortical transitoria y preeclampsia. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) Finocchi V, Bozzao A, Bonamini M, et al. Magnetic resonance imaging in posterior reversible encephalopathy syndrome: report of three cases and review of literature. Arch Gynecol Obstet. 2005;271(1):79–85. Hipofisitis linfocítica La hipofisitis linfocítica es un raro trastorno neuroendocrino caracterizado por inflamación autoinmunitaria de la hipófisis, con diversos grados de disfunción hipofisaria, incluido un hipopituitarismo permanente. La histopatología muestra infiltración inicial por linfocitos monoclonales, que puede curar con mínimas secuelas o progresar a fibrosis. La presentación clínica puede simular un tumor hipofisario, con defectos campimétricos y diabetes insípida aguda. Las características de las pruebas de imagen y endocrinas no son específicas. Debe pensarse en este diagnóstico si aparecen los signos y síntomas descritos durante el embarazo, pero se requiere tratamiento quirúrgico si hay riesgo para la visión. Trastornos cerebrovasculares El análisis exhaustivo de los trastornos cerebrovasculares supera el objetivo de esta obra. En las siguientes secciones se ofrece una revisión de enfermedades comunes que causan signos y síntomas neuroftalmológicos. Pérdida transitoria de visión Los síntomas neurológicos u oftalmológicos transitorios en pacientes de edad media o avanzada sugieren un origen vascular. La localización de los signos y síntomas determina si se deben a isquemia del territorio vertebrobasilar o carotídeo. Aunque la isquemia cerebrovascular recurrente es preocupante, la principal causa de muerte en estos pacientes es la enfermedad coronaria. Por tanto, hay que esforzarse en controlar los factores de riesgos cardiovasculares como hipertensión, diabetes mellitus e hiperlipidemia, además de lograr que el paciente deje de fumar, antes de adoptar medidas diagnósticas y terapéuticas dirigidas exclusivamente a la circulación cerebral. Los trastornos cerebrovasculares que causan pérdida transitoria de visión se estudian en el capítulo 5. Sistema vertebrobasilar El sistema arterial vertebrobasilar (circulación posterior) está compuesto por las arterias vertebrales, basilar y cerebrales posteriores. Estos vasos irrigan la corteza occipital, el troncoencéfalo y el cerebelo. Presentación clínica Los pacientes con insuficiencia vertebrobasilar a menudo acuden en primer lugar al oftalmólogo, ya que los síntomas oculomotores y visuales son muy destacados (fig. 14-13). Entre los síntomas no oftalmológicos de accidentes isquémicos transitorios (AIT) del sistema vertebrobasilar se encuentran: • Ataxia, desequilibrio o bambaleo. • Vértigo combinado con otros síntomas troncoencefálicos como sordera o vómitos. • Disartria y disfagia transitorias. • Hemiparesia, hemiplejía y trastornos hemisensoriales. • Caídas (el paciente cae repentinamente al suelo sin previo aviso ni pérdida de conciencia). Figura 14-13 Una mujer de 58 años tuvo un cuadro repentino de diplopía y vértigo. En la exploración se encontró una parálisis del III par derecho y ataxia. Los síntomas y signos se resolvieron en el plazo de 24 h. La arteriografía cerebral mostró estenosis acusada de la arteria basilar (flecha). (Por cortesía de Karl C. Golnik, MD.) El oscurecimiento o borrosidad visual bilateral ocurre casi con tanta frecuencia como el vértigo. El paciente puede referir un blanqueamiento u oscurecimiento repentino de la visión de ambos ojos. Los ataques duran segundos o minutos y pueden ir acompañados de visión de estrellas parpadeantes o brillantes. Puede haber fotopsias que se asemejan mucho al escotoma centelleante de la migraña. Estos ataques a menudo son repetitivos y pueden ocurrir aislados o asociados a otros síntomas transitorios de insuficiencia vertebrobasilar mencionados anteriormente. La migraña puede originar síntomas similares, con o sin cefalea asociada, y se estudia en el capítulo 12. Los defectos homónimos del campo visual sin otros síntomas neurológicos sugieren afectación de la circulación posterior. Los escotomas homónimos muy congruentes son típicos de infartos occipitales. Los pacientes que refieran dificultad para leer sin causa evidente deben someterse a un estudio del campo visual y a un examen con rejilla de Amsler para buscar defectos homónimos congruentes del campo central. Levin LA. Topical diagnosis of chiasmal and retrochiasmal disorders. In: Miller NR, Newman NJ, eds. Walsh and Hoyt’s Clinical euro-Ophthalmology. 6th ed. Vol 1. Philadelphia: Lippincott Williams & Wilkins; 2005:539–554. Las manifestaciones visuales de los infartos corticales se detallan en el capítulo 4. La ceguera cerebral y cortical, causada por lesiones bilaterales del lóbulo occipital, se caracteriza por amaurosis, pupilas reactivas y fondo de ojo de aspecto normal. Con frecuencia los pacientes con ceguera cerebral negarán padecerla (síndrome de Anton) (v. cap. 6). Los trastornos oculomotores son frecuentes en la insuficiencia vertebrobasilar, y la diplopía es un síntoma común. La exploración puede mostrar parálisis de la mirada horizontal o vertical, oftalmoplejía internuclear, desnivelación ocular, parálisis de pares oculomotores o nistagmo. Puede haber un síndrome de Horner central ipsolateral en los infartos de la protuberancia o el bulbo (síndrome de Wallenberg). Etiologías de la isquemia de la circulación posterior Las causas más frecuentes de AIT y accidente cerebrovascular vertebrobasilar son la oclusión ateromatosa, la vasculopatía hipertensiva (infartos lacunares), los microémbolos (procedentes del sistema vertebrobasilar o del corazón), las fluctuaciones del gasto cardíaco y la disección arterial. Las siguientes enfermedades se han asociado a síntomas y signos de isquemia vertebrobasilar: policitemia, estados de hipercoagulabilidad, aplasia o hipoplasia congénita de una arteria vertebral o comunicante posterior, anemia y vasoespasmo. También se ha implicado a factores mecánicos, como la espondilosis cervical y la manipulación quiropráctica de la columna cervical, en oclusiones vertebrobasilares que causan defectos neurológicos. Una causa menos común de disfunción vertebrobasilar es la inversión del flujo sanguíneo en la arteria vertebral (robo de la subclavia), originado por una oclusión proximal de la arteria subclavia que produce una alteración de la dirección del flujo en la arteria vertebral ipsolateral; la disminución de presión en el segmento distal de la arteria subclavia puede desviar (robar) sangre de la arteria vertebral y producir síntomas fluctuantes de insuficiencia vertebrobasilar. Estudios clínicos y de laboratorio El examen de la circulación posterior es similar al que se lleva a cabo para las enfermedades carotídeas. Deben realizarse pruebas neurorradiológicas en todos los pacientes con defectos homónimos del campo visual y otros signos de disfunción cerebelosa o troncoencefálica. La angiorresonancia (ARM) y la tomografía computarizada angiográfica (TCA) son los mejores métodos no invasivos para estudiar la circulación posterior. La ecografía Doppler carotídea no es suficiente para evaluar posibles síntomas de la circulación posterior. A veces se requiere arteriografía convencional para visualizar el arco aórtico, la configuración de los vasos vertebrales y el grado de llenado desde la circulación anterior a través del polígono de Willis. Es mucho más improbable encontrar una anomalía vascular estructural que pueda ser tratada en la isquemia de la circulación posterior que en las alteraciones carotídeas. En el estudio de estos pacientes es muy importante buscar enfermedades cardíacas o sistémicas subyacentes, como hipercolesterolemia, hipertensión, diabetes mellitus e hipotensión postural. Khan S, Cloud GC, Karry S, Markus HS. Imaging of vertebral artery stenosis: a systematic review. J eurol eurosurg Psychiatry. 2007;78(11):1218–1225. Tratamiento La mayoría de los pacientes con AIT vertebrobasilares reciben tratamiento médico con antiagregantes o anticoagulantes. Pueden implantarse prótesis intravasculares en pacientes seleccionados con estenosis carotídea o vertebrobasilar. Aneurismas cerebrales Los aneurismas cerebrales son dilataciones localizadas de la pared vascular. Se presentan en aproximadamente el 5% de la población, pero rara vez dan síntomas antes de los 20 años. Pueden ser un hallazgo aislado y con frecuencia se asocian a hipertensión. Otros factores predisponentes menos comunes son las malformaciones arteriovenosas, la coartación aórtica, la poliquistosis renal y las conectivopatías (como displasia fibromuscular, síndrome de Marfan y síndrome de Ehlers-Danlos). Puede haber casos familiares, y el tabaquismo es un factor de riesgo. La figura 14-14 muestra las posibles localizaciones de los aneurismas cerebrales. El tipo más común de aneurisma cerebral es el sacular o en «mora», que se forma en las bifurcaciones arteriales. De estos aneurismas, el 90% son supratentoriales y el 10%, infratentoriales. Los aneurismas que se originan de la carótida interna y la arteria basilar pueden producir manifestaciones neuroftalmológicas. En general, los que tienen más de 10 mm de diámetro son los más propensos a romperse. Debido a la alta morbimortalidad de las roturas aneurismáticas, la detección y el tratamiento quirúrgico precoz pueden salvar la vida. Los aneurismas se llaman «gigantes» si miden 25 mm o más. Figura 14-14 La ilustración muestra las localizaciones de aneurismas intracraneales que se originan a partir de los vasos cerebrales. AB, arteria basilar; ACI, arteria carótida interna; ACM, arteria cerebral media; AcoA, arteria comunicante anterior; AcoP, arteria comunicante posterior; ACP, arteria cerebral posterior; AV, arteria vertebral. (Reproducido a partir de Kline LB, Foroozan R, eds. Optic Nerve Disorders. 2nd ed. Ophthalmology Monograph 10. ew York: Oxford University Press, en cooperación con la American Academy of Ophthalmology; 2007:131.). Presentación clínica Los aneurismas íntegros, sobre todo gigantes, pueden causar disfunción neurológica progresiva por efecto masa. Un aneurisma de la arteria oftálmica puede dar lugar a neuropatía óptica unilateral progresiva y dolor periocular ipsolateral. Los aneurismas de la arteria comunicante anterior producen pérdida de visión por compresión del quiasma o la cintilla óptica. Los aneurismas situados en la unión de la carótida interna con la arteria comunicante posterior originan parálisis ipsolateral del III par. Típicamente, el dolor se localiza alrededor del ojo o la frente ipsolateral. La combinación de cefalea y parálisis parcial o completa del III par con afectación pupilar debe hacer sospechar un aneurisma, sobre todo en menores de 50 años, aunque hay casos de aneurismas sin rotura en los que falta el dolor. Pueden presentarse accidentes isquémicos transitorios, infartos cerebrales y epilepsia por fenómenos de flujo o embolización distal. Los aneurismas carotídeos intracavernosos producen habitualmente un síndrome del seno cavernoso. Estos aneurismas a menudo consisten en dilataciones fusiformes (dolicoectasia), no en forma de mora. Se afectan los pares craneales III, IV y VI y la rama oftálmica del V par, de forma aislada o combinada. Como están limitados por las paredes del seno cavernoso, estos aneurismas no se rompen, sino que producen disfunción neurológica progresiva. Los aneurismas de esta localización a menudo causan dolor facial y deben tenerse en cuenta en el diagnóstico diferencial de la oftalmoplejía dolorosa. La rotura de aneurisma es una urgencia neuroquirúrgica. Los pacientes desarrollan síntomas y signos de hemorragia subaracnoidea o intraparenquimatosa. La cefalea de la rotura aneurismática se describe a menudo como «la peor de mi vida» y puede ser localizada o difusa. Las náuseas, los vómitos y la rigidez de nuca denotan irritación meníngea por sangrado subaracnoideo. Rara vez aparece fiebre. La hipertensión craneal puede causar papiledema y parálisis bilateral del VI par. Los pacientes pueden estar desorientados, somnolientos o comatosos. La alteración del estado mental es un signo pronóstico ominoso. La hemorragia subaracnoidea puede ir acompañada de hemorragia ocular, ya sea intrarretiniana, prerretiniana, subhialoidea, vítrea, subconjuntival, orbitaria o de la vaina del nervio óptico. Las hemorragias oculares se producen probablemente cuando la presión intracraneal en la vaina del nervio óptico supera a la presión venosa, reduciendo el drenaje venoso ocular y causando rotura venosa. La combinación de hemorragias vítrea y subaracnoidea se conoce como síndrome de Terson (fig. 14-15). Muchos pacientes recuerdan síntomas de un «sangrado de aviso» antes de la rotura principal, y a menudo describen síntomas neurológicos leves o transitorios con cefalea. Figura 14-15 La rotura de un aneurisma intracraneal puede producir hemorragia en la retina, el espacio prerretiniano o el vítreo (síndrome de Terson). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Investigación de laboratorio La prueba diagnóstica definitiva ante una sospecha de aneurisma es la arteriografía cerebral. Es obligatorio realizar un estudio de los cuatro vasos (las dos carótidas y las dos arterias vertebrales), ya que el 10% de los pacientes presentan aneurismas múltiples. Si se ha roto el aneurisma, el vasoespasmo puede impedir visualizarlo correctamente. Igualmente, un aneurisma trombosado puede pasar inadvertido en la arteriografía, porque su luz no se llenará. La RM puede revelar la mayoría de los aneurismas de más de 5 mm de diámetro. La ARM de alta calidad puede detectar aneurismas de tan solo 3 mm, y es útil como prueba de cribado de aneurismas sin rotura, porque su coste y morbilidad asociada son menores que en la arteriografía (fig. 14-16). La tomografía computarizada con angiografía (TCA) también puede detectar aneurismas relativamente pequeños. No obstante, si hay una fuerte sospecha de aneurisma, una ARM o TCA negativa no eluden la necesidad de una arteriografía cerebral convencional Figura 14-16 A. Vista sagital del cerebro en una RM ponderada en T2 que muestra una señal hipointensa en el espacio subaracnoideo delante del bulbo raquídeo (flecha), contigua a la arteria vertebral por debajo, y compatible con flujo sanguíneo. B. La ARM muestra un aneurisma de la arteria vertebral (flecha). C. Se muestra el mismo aneurisma mediante arteriografía convencional (flecha). (Por cortesía de Leo Hochhauser, MD.) La TC es útil en la fase aguda de una rotura aneurismática para detectar la presencia de sangre intraparenquimatosa y subaracnoidea. La TC con contraste puede demostrar aneurismas grandes, pero no es una buena prueba de cribado de aneurismas sin romper. Si se sospecha hemorragia subaracnoidea y la TC es normal, está indicada una punción lumbar para confirmar la presencia de sangre subaracnoidea. Sin embargo, no debe intentarse la punción si hay desviación de la línea media o indicios de herniación cerebral (hernia tentorial). Pronóstico La tecnología moderna (ARM, TCA) ha mejorado espectacularmente la detección de aneurismas intracraneales sin romper. El riesgo de rotura depende del tamaño; los aneurismas menores de 10 mm presentan una tasa de rotura <0,05% al año, mientras que los gigantes (de 25 mm o mayores) tiene un 6% de riesgo de rotura en el primer año. Una vez que se ha roto el aneurisma, la tasa de morbimortalidad aumenta de forma significativa. La proporción de pacientes que mueren en el momento de la rotura es del 30%. Si no se trata, otro 33% fallecerá en los primeros seis meses, y un 15% más antes de 10 años. Muchos de los supervivientes sufrirán secuelas neurológicas graves. Unruptured intracranial aneurysms: risk of rupture and risks of surgical intervention. International Study of Unruptured Intracranial Aneurysms Investigators. Engl J Med. 1998;339(24):1725–1733. Tratamiento Lo ideal es el tratamiento de los aneurismas sintomáticos antes de su rotura. El tratamiento de soporte para estabilizar al paciente consiste en bajar la presión intracraneal con hiperventilación o manitol, en tratar el vasoespasmo cerebral con antagonistas del calcio y expansión del volumen sanguíneo y en controlar la presión arterial. El tratamiento definitivo es el cierre quirúrgico del aneurisma con grapas, pero está siendo sustituido en muchos casos por técnicas intravasculares, como embolización con muelle o colocación de endoprótesis (stent), dependiendo del tamaño, localización y anatomía del aneurisma. Cuando es técnicamente imposible cerrar con grapas un aneurisma, puede requerirse la ligadura de la arteria nutricia o la carótida. Disección arterial La disección puede afectar a la carótida interna o cualquiera de sus ramas, así como a las arterias vertebrales o basilar; su localización puede ser extracraneal o intracraneal, y su origen, traumático o espontáneo. Presentación clínica Los rasgos clínicos de la disección son variables. Los pacientes pueden sufrir un accidente cerebrovascular, que típicamente ocurre en el primer mes tras la disección. La presentación más habitual de la disección de la carótida interna es una cefalea con signos oftalmológicos ipsolaterales y defectos neurológicos contralaterales (v. cap. 10, fig. 10-4). La cefalea suele localizarse en la frente, alrededor de la órbita o en el cuello. Puede haber un soplo. A veces los síntomas aparecen semanas o meses después de un traumatismo. Los signos y síntomas neurológicos, transitorios o permanentes, incluyen amaurosis fugax, accidente cerebrovascular, ceguera monocular y síndrome de Horner ipsolateral (v. fig. 10-4). Si la disección se extiende al segmento intracraneal de la carótida, pueden aparecer neuropatías craneales, que causan diplopía, disgeusia, parálisis de la lengua y entumecimiento facial. La pérdida visual asociada a disección carotídea puede deberse a oclusión embólica de la arteria oftálmica, la arteria central de la retina, las arterias ciliares posteriores cortas o las ramas arteriales retinianas. Por otro lado, cabe la posibilidad de que la oclusión de la arteria oftálmica se deba a la propia disección. La hipoperfusión secundaria a disección carotídea es una causa infrecuente de síndrome isquémico ocular. El 40% de las disecciones afectan a las arterias vertebrales y basilar. Cursan generalmente con cefalea, dolor cervical y signos de disfunción troncoencefálica y cerebelosa (fig. 14-17). Son frecuentes las parálisis de pares craneales oculomotores y los pacientes pueden evolucionar a cuadriplejía, coma y muerte. Figura 14-17 Esta mujer de 75 años, con antecedentes de hipertensión desde hacía 10 años, acudió por comienzo agudo de dolor facial izquierdo, visión doble y mareo. En la exploración, su agudeza visual era de 20/30 en ambos ojos, pero había una ptosis izquierda de 2 mm (A) y anisocoria, con la pupila izquierda más miótica y que se dilataba mal. Un nistagmo hacia la derecha en posición primaria aumentaba al mirar a la derecha y se asociaba a un componente torsional. B. La RM reveló un infarto del territorio de la arteria cerebelosa inferior posterior izquierda, que causaba síndrome de Horner central además de desnivelación ocular y nistagmo (síndrome de Wallenberg). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Biousse V, Touboul PJ, D’Anglejan-Chatillon J, LeÅLvy C, Schaison M, Bousser MG. Ophthalmologic manifestations of internal carotid artery dissection. Am J Ophthalmol. 1998;126(4):565–577. Diagnóstico La RM es la prueba de elección en la disección extracraneal de la arteria carótida. La RM muestra una falsa luz o una zona de coagulación en la porción cervical de la carótida interna (signo de la luna creciente; v. fig. 10-4) y puede identificar áreas de infarto cerebral. La arteriografía selectiva es útil para definir la disección extracraneal e intracraneal y para visualizar el sistema vertebrobasilar. La ecografía Doppler carotídea no es suficiente si se sospecha disección. Tratamiento El tratamiento de la disección arterial es controvertido y depende del grado y la localización de la disección y del estado general del paciente. Las disecciones de la carótida extracraneal que afectan la porción proximal de la carótida interna deben tratarse quirúrgicamente. A veces se administra tratamiento anticoagulante, aunque también puede producirse la recanalización de la arteria de forma espontánea. Las disecciones vertebrobasilares no pueden abordarse quirúrgicamente, pero a veces se emplean procedimientos de derivación (bypass). Beletsky V, Nadareishvili Z, Lynch J, Shuaib A, Woolfenden A, Norris JW; Canadian Stroke Consortium. Cervical arterial dissection: time for a therapeutic clinical trial? Stroke. 2003;34(12):2856–2860. Malformaciones arteriovenosas Al igual que los aneurismas, las MAV suelen ser congénitas y pueden ser familiares. Los síntomas aparecen normalmente antes de los 30 años de edad con una leve preponderancia en varones, y el 6% de los pacientes tiene también un aneurisma intracraneal. La mitad de los casos se presentan con una hemorragia intracraneal asociada o no a hemorragia subaracnoidea. A diferencia de los pacientes con aneurismas saculares, aquellos con MAV tienen mucha mayor probabilidad de mostrar síntomas antes de que se produzca hemorragia (fig. 14-18). Las convulsiones son la primera manifestación en el 30% de los pacientes afectados, mientras que el 20% muestra inicialmente cefaleas u otros defectos neurológicos focales. Los síntomas neurológicos pueden ser progresivos o transitorios. Figura 14-18 A. Este hombre de 24 años fue remitido con antecedentes de vasos conjuntivales prominentes en ojo derecho desde hacía 2-3 años. B, C. La agudeza visual era de 20/20 bilateral, pero los campos visuales demostraron una hemianopsia homónima izquierda. D. Una RM en T2 demostró una gran malformación arteriovenosa en los ganglios basales derechos (flecha). E. La arteriografía de la carótida interna derecha confirmó la malformación arteriovenosa en los ganglios basales (flecha). (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) Del 90% de MAV que son supratentoriales, en torno al 70% son corticales y el 20%, profundas. El 10% restante se localiza en la fosa posterior o la duramadre. Se produce una mortalidad precoz de hasta el 20% cuando acaece la hemorragia, y la tasa de resangrado es del 2,5% anual. La mayoría de las MAV cerebrales sangran, causando cefaleas y defectos neurológicos focales. Las manifestaciones neuroftalmológicas de las MAV dependen de su localización. Las MAV corticales del lóbulo occipital pueden producir síntomas visuales y cefaleas que se asemejan a la migraña. Los fenómenos visuales suelen ser breves e informes, pero rara vez ocurre un escotoma centelleante típicamente migrañoso (v. cap. 12, fig. 12-2). Las MAV hemisféricas pueden producir defectos homónimos del campo visual. Los signos y síntomas de las MAV troncoencefálicas no son específicos e incluyen diplopía, nistagmo, mareo, parálisis de pares oculomotores, parálisis de la mirada, anisocoria, o disociación pupilar luz-aproximación. Son raros los casos publicados de pérdida transitoria de visión monocular por un fenómeno de robo de una MAV intracraneal. Algunos pacientes con MAV refieren un soplo intracraneal subjetivo y en ocasiones el examinador puede oír un soplo al auscultar el cráneo por encima de la MAV. La comunicación arterial anormal con uno de los senos venosos durales (MAV dural) origina aumento de presión venosa y, a su vez, hipertensión intracraneal. Las MAV durales son responsables del 10-15% de las MAV intracraneales. Los pacientes a menudo tienen acúfenos y un soplo audible, además de signos y síntomas de hipertensión craneal. Las MAV durales son difíciles de diagnosticar sin angiografía con catéter y pueden confundirse con una hipertensión intracraneal idiopática (HII) típica (v. cap. 4). Debe pensarse en una posible MAV dural en aquellos pacientes sin las características demográficas de la HII en que no puedan demostrarse otras causas que justifiquen la hipertensión craneal. Diagnóstico Si se sospecha sangrado, el TC sin contraste mostrará la hemorragia. Aunque las MAV íntegras se ven normalmente en la TC sin contraste, la RM es más sensible para visualizar MAV pequeñas. La RM demuestra señales heterogéneas que representan los diversos elementos de la lesión: vasos sanguíneos, tejido cerebral, sangre líquida y coagulada, calcio, hemorragia o edema. Las MAV calcificadas pueden identificarse a veces en la radiografía simple o la TC. Se requiere arteriografía cerebral para definir nítidamente la anatomía y los vasos nutricios y de drenaje de la MAV. Tratamiento La localización de la MAV, la anatomía de los vasos nutricios y de drenaje y el tamaño de la lesión influyen en el tratamiento. Puede recurrirse a la resección quirúrgica, la ligadura de los vasos nutricios, la embolización o la cirugía estereotáxica de forma aislada o en combinación. Las convulsiones suelen mejorar con antiepilépticos. Kupersmith MJ, Vargas ME, Yashar A, et al. Occipital arteriovenous malformations: visual disturbances and presentation. eurology. 1996;46(4):953–957. Trombosis venosas y de senos durales cerebrales La oclusión de las venas corticales y subcorticales produce síntomas y signos neurológicos focales, entre los que se incluyen alteraciones neuroftalmológicas. Los senos que se afectan más a menudo son el seno cavernoso, el seno lateral (transverso) y el seno sagital superior. Cada uno produce un síndrome clínico diferenciado. Las trombosis de los senos lateral y sagital superior son más comunes en el embarazo y pueden presentarse con cefaleas y papiledema que se confundan con una HII. Sloan MA, Stern BJ. Cerebrovascular disease in pregnancy. Curr Treat Options eurol. 2003;5(5):391–407. Trombosis del seno cavernoso La trombosis del seno cavernoso (TSC) de origen séptico se origina a partir de infecciones de la cara, los senos esfenoidal o etmoidal o la cavidad oral; en raras ocasiones surge de una otitis media o una celulitis orbitaria. Los pacientes muestran cefalea, náuseas, vómitos y somnolencia. También puede haber fiebre, escalofríos, taquicardia, signos meníngeos o sepsis generalizada. Los signos oculares de infección anterior (facial, dental u orbitaria) al principio son unilaterales, pero a menudo se bilateralizan. Entre ellos se incluyen congestión orbitaria, lagrimeo, edema conjuntival, tumefacción palpebral, ptosis, proptosis y oftalmoplejía. La parálisis del VI par es el signo neurológico más constante. Puede haber anestesia corneal, hipoestesia facial, síndrome de Horner y retinopatía por estasis venosa. El tratamiento consiste en la administración de antibióticos, anticoagulantes o corticoesteroides y cirugía. Los signos y síntomas del TSC aséptica se parecen a las de la TSC séptica, pero las pruebas clínicas y de laboratorio no muestran indicios de infección. El dolor periocular es frecuente, pero la congestión orbitaria suele ser menos intensa que en la forma séptica. A menudo se trata con terapia anticoagulante o antiagregante. Trombosis del seno lateral (transverso) La trombosis del seno lateral puede ser séptica o espontánea (v. cap. 2, fig. 2-11). Gracias al uso generalizado de antibióticos, las trombosis sépticas son raras, aunque pueden aparecer en casos de otitis media. Aparecen manifestaciones de infección sistémica, así como dolor cervical, dolorimiento de la vena yugular ipsolateral, edema retroauricular y, a veces, debilidad facial. También puede haber dolor facial intenso que, cuando se asocia a parálisis del VI par, conforma el síndrome de Gradenigo. El síndrome de seudohipertensión intracraneal idiopática debido a trombosis del seno lateral se denominaba anteriormente hidrocefalia otítica. Sus complicaciones son meningitis y extensión de la trombosis. Se trata con antibióticos, mastoidectomía con incisión y drenaje del seno lateral y fármacos para reducir la presión intracraneal. El tratamiento precoz se asocia a un pronóstico excelente. La trombosis del seno lateral casi siempre es espontánea y produce un síndrome similar a un seudotumor cerebral con aumento de la presión intracraneal. Los signos oftalmológicos más comunes son papiledema y parálisis del VI par. Trombosis del seno sagital superior La trombosis aséptica es más común que la forma séptica de trombosis del seno sagital superior (SSS). Esta última suele deberse a meningitis. Otras causas de trombosis séptica del SSS son sinusitis, infecciones pulmonares, amigdalitis, infecciones dentales, enfermedad inflamatoria pélvica y otitis media. La trombosis del SSS puede ocurrir durante el embarazo, en el posparto inmediato o por el uso de anticonceptivos orales. La vasculitis y las enfermedades inflamatorias sistémicas predisponen a este trastorno. Los síntomas y signos dependen del grado y localización de la oclusión dentro del SSS. En la trombosis del tercio anterior del seno, los síntomas son leves o inexistentes. La trombosis del SSS posterior produce un cuadro clínico similar al seudotumor cerebral, con cefaleas y papiledema. Debe pensarse en este diagnóstico en pacientes con seudotumor cerebral atípico, como mujeres delgadas y varones. Si hay un deterioro acusado del drenaje venoso cerebral, pueden aparecer alteración del estado mental, convulsiones y signos neurológicos focales. La ceguera cerebral es una complicación rara. Al aumentar la presión intracraneal, el trastorno puede ser mortal por hemorragia intracerebral y herniación cerebral. El tratamiento se enfoca a la causa subyacente, y se basa en el uso de anticoagulantes, fibrinolíticos y medidas para disminuir la presión intracraneal. Diagnóstico Pueden verse anomalías en la TC y la RM con o sin contraste, aunque ninguna prueba tiene sensibilidad suficiente para usarse por separado. La RM estándar es útil para determinar si hay absceso, infarto, hemorragia o edema cerebral. La venografía por RM (VRM) es un método sensible y no invasivo para visualizar directamente los vasos trombosados. La arteriografía cerebral muestra oclusión vascular y es especialmente útil para visualizar la carótida interna y las arterias oftálmicas. Manifestaciones neuroftalmológicas de enfermedades infecciosas Son numerosas las enfermedades infecciosas que pueden provocar manifestaciones neuroftalmológicas. Este texto se ocupa de las infecciones más frecuentes en EE. UU. Síndrome de inmunodeficiencia adquirida Debido a la frecuencia de manifestaciones oculares en la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), a menudo son los oftalmólogos los primeros médicos a quienes acude el paciente con síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA); por eso, deben conocer las diferentes presentaciones de la enfermedad. Aunque se tratan de forma separada en este texto, pueden coincidir varios de los siguientes trastornos en un mismo paciente. Los trastornos neuroftalmológicos pueden deberse a infección por VIH o bien a infecciones oportunistas secundarias y tumores malignos. Pueden afectarse los ojos, las vías visuales aferentes y el sistema oculomotor. Véase sección 9 del CCBC, Inflamación intraocular y uveítis. Linfoma del sistema nervioso central El linfoma no hodgkiniano de células B de gran malignidad es el segundo cáncer más frecuente en el SIDA y la neoplasia más frecuente del SNC. El linfoma del SNC puede causar diplopía por afectación de los pares III, IV o VI. La infiltración linfomatosa de la órbita y el nervio óptico puede ocasionar edema de papila y pérdida de visión. El diagnóstico se establece al confirmar la presencia de células linfomatosas en el líquido cefalorraquídeo o realizando biopsias estereotáxicas del cerebro o meninges. Las alteraciones que aparecen en la RM pueden parecerse a las de toxoplasmosis, pero típicamente son periventriculares con extensión subependimaria. El tratamiento consiste en una combinación de radioterapia y quimioterapia. Citomegalovirus El oftalmólogo suele descubrir la infección por citomegalovirus (CMV) cuando el paciente desarrolla lesiones retinianas. La retinitis por CMV a menudo es la manifestación inicial de SIDA. Es una infección oportunista frecuente en los pacientes con SIDA y una causa importante de pérdida visual. Las lesiones iniciales son opacificaciones retinianas granulares, secas, blancas, que pueden recordar a los focos blancos algodonosos o a «queso rallado» y que se localizan en el polo posterior o la retina periférica. Más adelante pueden aparecer exudados retinianos, envainamiento vascular, hemorragias retinianas, inflamación coroidea y desprendimiento exudativo de retina. La retinitis por CMV no tratada puede desembocar en ceguera. Dentro del sistema nervioso central, el CMV causa neuritis óptica y encefalitis troncoencefálica. La infección del nervio óptico anterior produce pérdida aguda de visión con edema de papila. Este trastorno suele darse en pacientes con retinitis grave por CMV. Otros desarrollan neuropatía óptica anterior con retinitis mínima (fig. 14-19). La neuropatía óptica posterior, que es rara, se caracteriza por pérdida visual de progresión lenta sin edema papilar. La afectación del tronco cerebral produce ptosis, oftalmoplejía internuclear, parálisis de pares craneales oculares, paresia de la mirada horizontal o vertical y nistagmo. Figura 14-19 A. Aspecto de la papila en una mujer de 42 años que presentaba visión de sombras en la parte inferior del OD desde hacía 3 semanas. B. La agudeza visual era de 20/20, pero la campimetría demostraba un defecto arciforme inferior. En los antecedentes médicos de la paciente destacaba una transfusión 18 meses antes, con indicios de neumonía posterior por Pneumocystis. Se descubrió que era VIH-positiva, y se realizó el diagnóstico de neuritis óptica por CMV. (Por cortesía de Steven A. Newman, MD.) El diagnóstico de infección por CMV se hace clínicamente, basándose en los hallazgos oculares típicos. Las pruebas serológicas y los cultivos no son concluyentes. La afectación del SNC suele ser difícil de confirmar, y el diagnóstico a menudo es solo de presunción si hay aumento de títulos de CMV en sangre y líquido cefalorraquídeo. Veáse la sección 12 del CCBC, Retina y vítreo, para una exposición más detallada del diagnóstico y tratamiento del CMV. Herpes virus El herpes simple y el herpes zóster pueden causar infección en pacientes con SIDA. La necrosis retiniana externa aguda produce fotofobia, dolor ocular, moscas volantes y disminución de agudeza visual. Los hallazgos oftalmológicos incluyen panuveítis, vitritis, arteritis retiniana, edema de papila y una retinitis necrosante que inicialmente respeta el polo posterior. La encefalitis es la manifestación más común de infección herpética del SNC (fig. 14-20). Puede haber radiculitis, que se manifiesta como herpes zóster oftálmico o síndrome de Ramsay Hunt. En general, los hallazgos neuroftalmológicos son infrecuentes en la infección por herpesvirus. Figura 14-20 RM axial en FLAIR que muestra alteraciones de la señal en ambos lóbulos temporales de un paciente con encefalitis herpética. (Por cortesía de Joel Curé, MD.) Virus de inmunodeficiencia humana La infección por VIH causa afectación del SNC aguda y crónica. La meningitis aséptica aguda y la meningoencefalitis afectan al 5-10% de los pacientes justo después de la infección por VIH. La cefalea, la fiebre y los signos meníngeos pueden ir acompañados de un síndrome seudomononucleósico. En ocasiones puede haber alteración del estado mental, convulsiones, neuropatía óptica y neuropatías craneales, generalmente paresia del VII par. La encefalopatía por VIH o complejo demencia-SIDA empieza con pérdida de memoria y concentración, cambios de conducta y torpeza mental. Puede haber anomalías de los movimientos oculares de seguimiento y sacádicos junto a intrusiones sacádicas (sacádicos de onda cuadrada). Las manifestaciones tardías incluyen demencia profunda, cambios de conducta, psicosis, deterioro psicomotor, debilidad, desatención visual, alucinaciones visuales, convulsiones y temblor. Puede desarrollarse una neuropatía óptica. Los signos oculares de infección por VIH son focos blancos algodonosos, perivasculitis y hemorragias retinianas. La RM muestra atrofia cerebral y áreas de hiperintensidad de la sustancia blanca en imágenes en T2 que corresponden a zonas de desmielinización vírica. Micobacterias Mycobacterium tuberculosis y M. avium-intracellulare pueden infectar el cerebro y el ojo. Las manifestaciones neuroftalmológicas de meningitis tuberculosa consisten en fotofobia, paresia del III y VI par, papiledema, neuritis óptica retrobulbar y anisocoria. Puede haber un infarto cerebral por endoarteritis obliterante. Los estudios neurorradiológicos pueden mostrar hidrocefalia, formación de abscesos, granulomas y realce de las meninges basales tras administrar contraste. Sífilis La sífilis acompaña a menudo a la infección por VIH, probablemente por ser ambas de transmisión sexual. Sus manifestaciones oculares pueden ser papilitis, hemorragias retinianas, oclusiones arteriales y venosas, vasculitis, coriorretinitis, vasculitis necrosante, neuritis óptica y uveítis. La sífilis meningovascular produce defectos del campo visual y trastornos de la movilidad ocular (parálisis del nervio oculomotor) en algunos pacientes. Puede ser difícil el diagnóstico de sífilis en pacientes inmunodeprimidos. El líquido cefalorraquídeo puede mostrar una o más de las siguientes alteraciones: serología luética positiva, hiperproteinorraquia o pleocitosis. Sin embargo, los resultados falsos negativos y falsos positivos en la serología son más comunes en pacientes con VIH. No se puede confiar solo en la VDRL del líquido cefalorraquídeo para confirmar la infección del SNC. Se recomienda una pauta de penicilina G acuosa (12-24 millones de U diarias intravenosas durante 10-14 días), con nuevo examen del líquido cefalorraquídeo para comprobar la eficacia del tratamiento. Leucoencefalopatía multifocal progresiva Descrita originalmente en pacientes con trastornos linfoproliferativos y de la inmunidad celular, la leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP) ocurre en el 1-4% de los pacientes con SIDA. La enfermedad se debe al poliomavirus JC, que destruye los oligodendrocitos. La sustancia gris está relativamente respetada. Pueden afectarse las vías visuales centrales y las fibras oculomotoras. Las manifestaciones neuroftalmológicas incluyen hemianopsia homónima, visión borrosa, ceguera cerebral, prosopagnosia y diplopía. Otros hallazgos neurológicos consisten en alteración del estado mental, ataxia, demencia, hemiparesia y defectos focales. La RM muestra áreas de desmielinización, sobre todo en la región parietooccipital. La LMP afecta típicamente la sustancia blanca subcortical con lesiones focales o confluentes (fig. 14-21). El tratamiento va enfocado a corregir el estado de inmunodeficiencia subyacente, y el pronóstico es infausto. Figura 14-21 Leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP) en un paciente con SIDA. A. La imagen axial en FLAIR muestra aumento de señal en la sustancia blanca del lóbulo occipital izquierdo, que respeta la corteza suprayacente. B. La imagen en T1 con eco de espín y administración de gadolinio (en la misma localización que en A) muestra una lesión hipointensa sin realce en la sustancia blanca del lóbulo occipital. La hipointensidad en T1 es típica de las lesiones de LMP. Obsérvense la ausencia de efecto masa y el realce despreciable. (Por cortesía de Joel Curé, MD.) Toxoplasmosis La toxoplasmosis ocular no es una complicación frecuente en el SIDA, pero la toxoplasmosis cerebral afecta aproximadamente a un tercio de los pacientes con la enfermedad. Suelen encontrarse lesiones retinianas junto a los vasos sanguíneos. La neuritis óptica toxoplásmica es rara y se caracteriza por pérdida visual subaguda y tumefacción papilar, a veces acompañada de una estrella macular (neurorretinitis). La toxoplasmosis del SNC produce lesiones multifocales con predilección por los ganglios basales y los lóbulos frontal, parietal y occipital. Los pacientes presentan cefaleas, defectos neurológicos focales, convulsiones, alteraciones del estado mental y fiebre. Los hallazgos neuroftalmológicos consisten en hemianopsia y cuadrantanopsia homónimas, parálisis oculomotoras y parálisis de la mirada. Es necesario un tratamiento antitoxoplásmico de por vida para evitar recurrencias. La RM muestra característicamente múltiples lesiones isointensas respecto al tejido cerebral en las imágenes en T1 e isointensas o hiperintensas en T2. La administración de gadolinio realza dichas lesiones. Bakshi R. Neuroimaging of HIV and AIDS related illnesses: a review. Front Biosci. 2004;9: 632– 636. Currie J. AIDS and neuro-ophthalmology. Curr Opin Ophthalmol. 1995;6(6):34–40. Ormerud LD, Rhodes RH, Gross SA, Crane LR, Houchin KW. Ophthalmologic manifestations of acquired immunodeficiency syndrome–associated progressive multifocal leukoencephalopathy. Ophthalmology. 1996;103(6):899–906. Enfermedad de Lyme La borreliosis de Lyme se debe a la infección por Borrelia burgdorferi, una espiroqueta transmitida por la picadura de una garrapata infectada. La enfermedad cursa típicamente en tres fases y puede producir manifestaciones oculares y neuroftalmológicas. La enfermedad de Lyme se comenta más a fondo en la sección 1 del CCBC, Oftalmología: actualización en medicina general, y en la sección 9, Inflamación intraocular y uveítis. En la fase 1, el 60-80% de los pacientes sufren una infección localizada caracterizada por exantema cutáneo (eritema crónico migratorio) que a veces se asocia a fiebre, adenopatía regional y síntomas constitucionales leves (fig. 14-22). Este estadio ocurre típicamente días o semanas después de la picadura. Los hallazgos oculares incluyen conjuntivitis, fotofobia, edema periorbitario, coroiditis difusa, desprendimiento exudativo de retina e iridociclitis. Figura 14-22 Eritema crónico migratorio, el exantema característico de la enfermedad de Lyme en fase 1. (Por cortesía de Robert L. Lesser, MD.) La fase 2 se presenta días o semanas después y representa la diseminación hematógena o linfática de la infección. Se asocia a síntomas cutáneos, neurológicos y musculoesqueléticos. Puede haber exantema anular o malar, artralgias, pancarditis, adenopatías, esplenomegalia, hepatitis, hematuria, proteinuria, malestar general y fatiga. Los hallazgos neuroftalmológicos en esta fase consisten en queratitis, panoftalmía, papiledema (seudohipertensión intracraneal idiopática), iritis granulomatosa, vitritis, pars planitis y miositis orbitaria. Dos tercios de los pacientes tienen alteraciones oculares en este estadio. Pueden aparecer neuropatías craneales, sobre todo parálisis de Bell, neuritis óptica, meningitis con cefalea y rigidez de nuca, y radiculopatías. La fase 3 representa una infección persistente, en la que destacan la artritis y las lesiones cutáneas parecidas a esclerodermia. También predominan la queratitis y los trastornos neurológicos, como encefalomielitis crónica, paraparesia espástica, marcha atáxica, trastornos mentales sutiles y radiculopatía crónica. El cuadro neurológico puede recordar a la esclerosis múltiple, clínica y radiológicamente. El diagnóstico se hace clínicamente cuando el paciente ha estado expuesto en un área endémica (el paciente puede que no recuerde la picadura de garrapata) y muestre el típico exantema crónico migratorio. Puede ayudar la presencia de un título elevado de anticuerpos de Lyme en el suero o el líquido cefalorraquídeo. Suele usarse ELISA para cribado, pero la técnica de Western blot confirma el diagnóstico. El tratamiento debe ser dirigido por un especialista en enfermedades infecciosas. Balcer LJ, Winterkorn JM, Galetta SL. Neuro-ophthalmic manifestations of Lyme disease. J euroophthalmol. 1997;17(2):108–121. Infecciones micóticas Las infecciones micóticas se deben a especies que proliferan por deficiencia de leucocitos polimorfonucleares (aspergilosis, mucormicosis, blastomicosis, candidiasis) o por disfunción de células T (criptococosis, histoplasmosis, coccidioidomicosis). Los dos tipos principales de hongos son mohos y levaduras, aunque algunos presentan características de ambos. Los mohos (hongos filamentosos) están compuestos por hifas; estas se extienden y ramifican para formar un micelio, que permite el crecimiento del moho. Los mohos se reproducen cuando una parte de las hifas se rompe. La aspergilosis y la mucormicosis son infecciones del SNC causadas por mohos. Las levaduras son redondas y presentan evaginaciones llamadas yemas o seudohifas. Las levaduras tienen tabiques y se reproducen por gemación: la célula progenitora se divide y una de los núcleos hijos migra hacia una yema en la superficie celular. La coccidioidomicosis, la criptococosis y la histoplasmosis son causadas por levaduras. Candida puede crecer como levadura o como moho. Weinstein JM. Viruses (except retroviruses) and viral diseases. In: Miller NR, Newman NJ, eds. Walsh and Hoyt’s Clinical euro-Ophthalmology. 6th ed. Vol 3. Philadelphia: Lippincott Williams & Wilkins; 2005:2775–2825. Aspergilosis El hongo Aspergillus crece en el heno, el grano, los restos vegetales, el suelo y el estiércol. Se contrae por inhalación o al masticar grano, al respirar en un edificio durante una remodelación o por comer alimentos contaminados (pimienta). El modo más frecuente de transmisión es la inhalación de esporas. Muchas especies de Aspergillus pueden infectar al ser humano. Los tres tipos principales de infección son la aspergilosis alérgica, los aspergilomas y la aspergilosis invasiva. La aspergilosis alérgica afecta al sistema broncopulmonar y los senos paranasales. Los hallazgos neuroftalmológicos son raros y ocurren secundariamente a la afectación del seno esfenoidal. Los signos y síntomas incluyen neuropatía óptica, proptosis, diplopía y cefalea. Los aspergilomas o bolas micóticas pueden formarse en la órbita, los senos paranasales o el cerebro. Pueden aparecer en pacientes inmunocompetentes o inmunodeprimidos. Los aspergilomas orbitarios producen síntomas tumorales con proptosis, pérdida de visión, diplopía y dolor. Las lesiones orbitarias también afectan típicamente a los senos y el cerebro. La extensión al conducto óptico, el seno cavernoso, los nervios ópticos y el quiasma produce alteraciones neuroftalmológicas (fig. 14-23). Los aspergilomas intracraneales actúan como lesiones tumorales que causan defectos neurológicos progresivos. Figura 14-23 Esta mujer de 82 años acudió por dolor en la ceja y órbita izquierdas desde hacía 6 semanas. A. Cuatro semanas antes había notado pérdida súbita de visión en el ojo izquierdo, y 1 semana después aparecieron ptosis y proptosis. B. La TC reveló una lesión destructiva en el vértice de la órbita, que una biopsia por aspiración con aguja fina (C) identificó como un aspergiloma. La aspergilosis invasiva ocurre de forma característica en pacientes inmunodeprimidos. La mayoría tienen inicialmente una afectación pulmonar, aunque el origen de la infección puede estar en piel, órbita o senos. La infección del SNC ocurre secundariamente por extensión directa o hematógena de los hongos. Las manifestaciones oculares incluyen neuritis óptica retrobulbar aguda, endoftalmitis, síndrome del vértice orbitario y síndrome del seno cavernoso. La invasión vascular produce infarto o hemorragia cerebral. La meningitis, los abscesos intracraneales, el hematoma epidural o subdural, la formación de aneurismas micóticos y la encefalitis son complicaciones graves de la aspergilosis invasiva. El tratamiento consiste en corticoesteroides sistémicos y antifúngicos como la anfotericina B. Los nuevos azoles, como el voriconazol y el posaconazol, pueden ser superiores a la anfotericina B en el tratamiento de la aspergilosis invasiva. Es necesaria la intervención quirúrgica en casos de aspergilomas o aspergilosis invasiva. La tasa de mortalidad de esta última es extremadamente elevada (>90%). Levin LA, Avery R, Shore JW, Woog JJ, Baker AS. The spectrum of orbital aspergillosis: a clinicopathological review. Surv Ophthalmol. 1996;41(2):142–154. Metcalf SC, Dockrell DH. Improved outcomes associated with advances in therapy for invasive fungal infections in immunocompromised hosts. J Infect. 2007;55(4):287–299 Mucormicosis La mucormicosis se debe a diferentes mohos de la clase de los Zigomicetos. Estos hongos que habitan en materia en descomposición son ubicuos, pero de tan poca virulencia que solo producen infección en huéspedes inmunodeprimidos. El hongo entra en el cuerpo a través del árbol respiratorio y prolifera, invadiendo sus hifas los tejidos. Crece con rapidez, produciendo una infección más aguda que otros hongos. Estos organismos tienen predilección por los vasos sanguíneos, por lo que las hemorragias, trombosis y necrosis isquémicas son típicas de la mucormicosis. La formación de aneurismas y seudoaneurismas en los vasos intracraneales puede tener consecuencias devastadoras si se rompen. Los dos tipos de mucormicosis que producen afectación oftalmológica son la mucormicosis rinocerebral y la del SNC. La mucormicosis rinocerebral suele ocurrir en pacientes con diabetes, que toman corticoesteroides o con neutropenia que reciben antibióticos. La infección inicial se propaga desde la piel facial, la mucosa nasal, los senos paranasales o el paladar duro (fig. 14-24). El hongo se extiende a los vasos sanguíneos vecinos, y afecta a los vasos orbitarios, las arterias carótidas, los senos cavernosos o las venas yugulares. Los signos orbitarios y neurológicos se producen por infarto, trombosis o hemorragia. Sin tratamiento, la mucormicosis rinocerebral puede causar un deterioro rápido, con fallecimiento en pocos días. Algunos pacientes tienen un curso más crónico sin apenas indicios de enfermedad sistémica. Figura 14-24 A. Paciente con mucormicosis rinocerebral que erosionaba la bóveda palatina. B. La biopsia demostró las típicas hifas no tabicadas. (Por cortesía de Lanning B. Kline, MD.) La mayoría de los pacientes presentan cefalea o dolor facial. Otros síntomas y signos dependen de la localización de la infección. La afectación de la órbita produce edema orbitario, dolor al mover el ojo, hiperemia y quemosis conjuntival, ulceración corneal, oftalmoplejía y pérdida de visión. El infarto retiniano, la oclusión de la arteria central de la retina y la infiltración del nervio óptico son los mecanismos por los que puede aparecer ceguera. Otras presentaciones comunes son la diplopía dolorosa y la neuropatía craneal. Puede haber un síndrome del vértice de la órbita, del seno cavernoso o quiasmático. Los signos neurológicos incluyen hemiparesia, afasia, convulsiones y estado mental alterado. La mucormicosis del sistema nervioso central es muy rara. El hongo suele acceder al SNC desde la nariz o los senos paranasales, pero sin que aparezcan manifestaciones nasales, sinusales, oculares ni orbitarias de la enfermedad. La infección de la órbita, el paladar, la fosa nasal y los senos suele ocurrir de forma secundaria. Son frecuentes la meningitis, los abscesos, la afectación de pares craneales y la epilepsia. El diagnóstico de mucormicosis requiere un gran índice de sospecha, porque muchas de las pruebas de laboratorio son inespecíficas. La TC puede demostrar osteólisis, alteración de partes blandas en los senos paranasales y órbita, niveles aire-líquido en senos y órbitas o formación de absceso cerebral. La RM, la ARM y la arteriografía pueden servir para demostrar trombosis vascular. La prueba definitiva es la biopsia, que muestra invasión vascular, necrosis tisular, formación de escaras, células inflamatorias e hifas no tabicadas. La mucormicosis tiene una tasa de mortalidad de aproximadamente el 50%. Debe tratarse la enfermedad sistémica de base y, si es posible, suspender el tratamiento inmunodepresor. El tratamiento consiste en desbridamiento quirúrgico radical del tejido necrótico y administración de anfotericina B. Un nuevo triazol, el posaconazol, parece prometedor para el tratamiento de la mucormicosis. Puede ser útil el oxígeno hiperbárico. Spellberg B, Edwards J, Ibrahim A. Novel perspectives on mucormycosis: pathophysiology, presentation and management. Clin Microbiol Rev. 2005;18(3):556–569. Criptococosis Cryptococcus neoformans, el hongo que causa criptococosis con más frecuencia, se encuentra en los excrementos de paloma y suelos contaminados. Aunque es ubicuo, rara vez causa infección en personas sanas. Sin embargo, infecta a aproximadamente el 10% de los pacientes con SIDA, y es la micosis con mayor mortandad en dichos pacientes. La alteración neuroftalmológica más habitual es el papiledema por meningitis criptocócica. El comienzo de los síntomas suele ser larvado, con mejorías y empeoramientos transitorios. Los pacientes suelen referir cefalea, náuseas, vómitos, mareo y alteraciones del estado mental. Puede haber diplopía por parálisis unilateral o bilateral del VI par como un signo de falsa localización de hipertensión intracraneal. La inflamación de la base del encéfalo produce otras neuropatías craneales. Puede aparecer visión borrosa, dolor retrobulbar, defectos homónimos del campo visual o nistagmo. La afectación del nervio óptico se manifiesta como una neuritis retrobulbar que produce pérdida gradual de visión a lo largo de horas o días. Se ha postulado que la aracnoiditis adhesiva es una causa de pérdida visual en las infecciones criptocócicas. Se ha demostrado post mortem la infiltración de hongos en las vías visuales y meninges periópticas. Otras posibles complicaciones oculares son el papiledema, la retinocoroiditis y los focos blancos algodonosos. El diagnóstico se confirma al demostrar el antígeno capsular de C. neoformans o aislando la levadura en el líquido cefalorraquídeo. La mayoría de los pacientes con criptococosis del SNC tienen enfermedad diseminada con indicios de infección en sangre, pulmones, médula ósea, piel, riñones y otros órganos, por lo que son útiles los títulos antígenos en suero. El tratamiento antifúngico consiste en anfotericina B y flucitosina. Puede ser necesario administrar anfotericina B intratecal. El fluconazol o itraconazol se usan como terapia de mantenimiento. La pérdida visual por papiledema puede evitarse con derivación del líquido cefalorraquídeo o fenestración de la vaina del nervio óptico. La tasa de mortalidad en pacientes tratados por criptococosis del SNC es del 25-30%. El pronóstico es peor si hay una neoplasia de base o SIDA. Perfect JR, Casadevall A. Cryptococcosis. Infect Dis Clin orth Am. 2002;16(4):837–874. Enfermedades por priones Las enfermedades por priones, también conocidas como encefalopatías espongiformes transmisibles, incluyen el kuru de Nueva Guinea, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) esporádica, que se da en todo el mundo, y una nueva variante de la ECJ (ECJv), que se encuentra, sobre todo, en el Reino Unido y Francia. La ECJ variante está relacionada con la encefalopatía espongiforme bovina (enfermedad de las «vacas locas»), una enfermedad priónica del ganado. Los priones son agentes infecciosos formados por la conversión de una proteína normal de la superficie celular (PrPc) en una proteína con plegamiento anómalo llamada PrPCJD o PrPSC (por la enfermedad priónica de animales denominada scrapie). Al asociarse a una molécula PrPc normal, la PrPCJD anómala induce un cambio conformacional de aquella, que hace que se propague la forma anormal. La acumulación resultante de proteínas priónicas anormales altera la función neuronal, causando los síntomas de ECJ. La ECJ esporádica puede deberse a la mutación somática del gen de proteína priónica o, más probablemente, a una conversión espontánea por azar de la proteína priónica normal en la proteína priónica anormal y la consiguiente expansión de la forma alterada. Cerca del 10% de los casos de ECJ son familiares y se deben a mutaciones hereditarias del gen PrP. La ECJ siempre es mortal y cursa con una demencia de progresión rápida, que suele causar el fallecimiento antes de 8 meses. Los síntomas visuales más habituales serían diplopía, parálisis supranuclear, trastornos visuales complejos, defectos homónimos del campo visual, alucinaciones y ceguera cortical. En ocasiones, en la variante de Heidenhain de la ECJ, los pacientes se presentan principalmente con síntomas visuales aislados. Las pruebas diagnósticas consisten en RM, electroencefalograma (EEG), punción lumbar y posiblemente biopsia cerebral. Las imágenes de RM ponderadas en difusión muestran unas típicas lesiones de alta intensidad en la corteza y los ganglios basales. El EEG presenta unos característicos complejos periódicos de ondas agujas. El líquido cefalorraquídeo suele contener la proteína 14-3-3. La histopatología cerebral revela una degeneración espongiforme. Actualmente no existe ningún tratamiento. Buono LM. Prion disease. Int Ophthalmol Clin. 2007;47(4):121–129. Radioterapia En la actualidad existen diversos tipos de radioterapia (RT), y no dejan de evolucionar y emerger nuevas técnicas con los adelantos científicos. La RT holoencefálica tradicional, que se usa para tratar neoplasias cerebrales malignas, se aplica fraccionada durante aproximadamente 1 mes. Los avances más recientes, como la RT conformal tridimensional, concentran la radiación en un área concreta con ayuda de un ordenador; esto se consigue mediante el uso de formas tridimensionales asimétricas complejas. La radiocirugía consiste en técnicas con acelerador línea o bisturí γ, que difieren de la RT tradicional. La radiocirugía se aplica típicamente en una sola sesión, con técnicas computarizadas que enfocan la radiación en las regiones deseadas. Estas técnicas pueden tratar neoplasias malignas, algunos tipos de lesiones inflamatorias y malformaciones vasculares. Las complicaciones de la RT del sistema nervioso pueden adoptar diversas formas y aparecer años después del tratamiento. Entre las complicaciones inmediatas se encuentra el edema transitorio del tejido afectado. Las complicaciones más tardías de interés neuroftalmológico serían la necrosis por radiación, neuropatías craneales y la neuromiotonía ocular (v. cap. 8). La necrosis por radiación implica la muerte del tejido nervioso, con el correspondiente edema. Esto puede simular una recidiva neoplásica en la RM o TC tradicionales, por lo que, en ocasiones, se requieren técnicas de imagen funcional, como la PET o la espectroscopia por RM (ERM), para distinguir radiológicamente entre estas entidades; las neoplasias generalmente muestran un alto perfil metabólico, mientras que las necrosis por radiaciones son de carácter hipometabólico. De más interés para el neuroftalmólogo sería la neuropatía óptica por radiación. Esta rara complicación ocurre habitualmente meses después de la irradiación y produce una neuropatía óptica subaguda. La neuropatía óptica por radiación es en parte dependiente de la dosis, ocurriendo más a menudo con dosis altas (a menudo >5.000 cGy). La RM en la neuropatía óptica por radiación suele mostrar realce del nervio óptico (fig. 14-25). El tratamiento, con frecuencia, es ineficaz, aunque se ha probado con anticoagulación, oxígeno hiperbárico y corticoesteroides. La neuromiotonía ocular aparece meses o años después de la RT. Este raro síndrome produce «espasmos» episódicos de los pares craneales III, IV o VI, que originan breves episodios de diplopía recidivante. Aunque es rara, conviene que el oftalmólogo conozca esta entidad, porque responde a la carbamacepina. Figura 14-25 A. Imagen de RM axial y (B) coronal en T1 con supresión de grasa de un paciente con neuropatía óptica por radiación. La radioterapia se aplicó por un adenoma hipofisario, y el paciente sufrió una pérdida visual mayor en el OD que en el OI meses después de la irradiación. La RM demuestra realce de ambos nervios ópticos (flechas) en la región prequiasmática. (Fotografías por cortesía de Eric Eggenberger, DO.) Barnett GH, Lindsey ME, Adler JR, et al; American Association of Neurological Surgeons; Congress of Neurological Surgeons Washington Committee Stereotactic Radiosurgery Task Force. Stereotactic radiosurgery—an organized neurosurgery-sanctioned definition. J eurosurg. 2007;106(1):1–5. Textos básicos Neuroftalmología Brodsky M.C., Baker R.S., Hamed L.M. Pediatric euro-Ophthalmology. New York: SpringerVerlag; 1996. Burde R.M., Savino P.J., Trobe J.D. Clinical Decisions in euro-Ophthalmology, 3rd ed. St Louis: Mosby; 2002. Glaser J.S. euro-Ophthalmology, 3rd ed. Philadelphia: Lippincott; 1999. Gold D.H., Weingeist T.A. Color Atlas of the Eye in Systemic Disease. Philadelphia: Lippincott Williams & Wilkins; 2001. Harrington D.O., Drake M.V. The Visual Fields: Textbook and Atlas of Clinical Perimetry, 6th ed. St Louis: Mosby; 1990. Kline L.B., Bajandas F.J. euro-Ophthalmology Review Manual, 6th ed. Thorofare, NJ: Slack; 2008. Lee A.G., Brazis P.W., Kline L.B. Curbside Consultation in Neuro-Ophthalmology. Thorofare, NJ: Slack, 2009. Leigh R.J., Zee D.S. The eurology of Eye Movements, 3rd ed. New York: Oxford University Press; 1999. Liu G.T., Volpe N.J., Galetta S.L. euro-Ophthalmology: Diagnosis and Management. Philadelphia: Saunders; 2001. Loewenfeld I.E. The Pupil: Anatomy, Physiology, and Clinical Applications, ButterworthHeinemann, Oxford, 1999;2 vols. Miller N.R., Newman N.J., Biousse V., Kerrison J.B., eds. Walsh and Hoyt’s Clinical NeuroOphthalmology, Lippincott Williams & Wilkins, Philadelphia, 2005;3 vols. Trobe J.D. The eurology of Vision. New York: Oxford University Press; 2001. Wong A.M.F. Eye Movement Disorders. New York: Oxford University Press; 2008. Materiales de la Academia relacionados Puntos focales: módulos clínicos para oftalmólogos Para más información sobre los módulos de Puntos focales, consulte http://one.aao.org/CE/EducationalProducts/FocalPoints.aspx. Arnold AC. Optic nerve meningioma (Module 7, 2004). Farris BK. Temporal artery biopsy (Module 7, 2003). Lee MS. Diplopia: diagnosis and management (Module 12, 2007). Lee AG, Brazis PW. Giant cell arteritis (Module 6, 2005). Lee AG, Brazis PW, Curry RC. Neuro-ophthalmic complications of cardiac surgery (Module 6, 2001). Pardo G. 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Materiales online Para patrones electivos de práctica, valoración de terapias complementarias y tecnología oftalmológica consultar en http://one.aao.org/CE/PracticeGuidelines/default.aspx. Basic and Clinical Science Course (Sections 1–13); http://one.aao.org/CE/Educational Products/BCSC.aspx Clinical Education Cases; http://one.aao.org/CE/EducationalContent/Cases.aspx Clinical Education and Ethics Courses; http://one.aao.org/CE/EducationalContent/Courses.aspx. Focal Points modules; http://one.aao.org/CE/EducationalProducts/FocalPoints.aspx Maintenance of Certification Exam Study Kit, version 2.0 (2007); http://one.aao.org/CE/MOC/default.aspx Rockwood EJ, ed. ProVision: Preferred Responses in Ophthalmology. Series 4. Self- Assessment Program, 2-vol set (2007); http://one.aao.org/CE/EducationalProducts/Provision.aspx CD/DVD Chung SM, Gordon LK, Lee MS, Odel JG, Purvin VA. LEO Clinical Update Course on NeuroOphthalmology (CD-ROM, 2005). Wilson ME Jr. Ocular Motility Evaluation of Strabismus and Myasthenia Gravis. From Strabismus Evaluation and Surgery (DVD, 1993; reviewed for currency 2007). Si desea solicitar cualquiera de estos materiales, realice su pedido en la página web www.aao.org/store o llame al número gratuito del Servicio de Atención al Cliente de la Academia 866-561-8558, si llama desde EE. UU., o al (415) 561-8540 desde fuera de EE. UU., en horario de 8 a 17 h (hora del Pacífico). Índice alfabético (f = figura; t = tabla) A Abducción, músculos extraoculares, 51-52, 52f Accidente(s) cerebrovascular por disección arterial, 349 factores de riesgo, 177, 177t hemianopsia homónima, 161, 164, 167, 168f oftalmoplejía internuclear, 221 parálisis/preferencia de la mirada, 207 patología carotídea evaluación clínica/de laboratorio, 176 pérdida visual transitoria, 173-179, 175f pronóstico, 177, 177t tratamiento, 178-179 isquémicos transitorios accidente cerebrovascular, 177, 177f por patología carotídea, 177 vertebrobasilar, 343-345 ACE See Arteria(s) carótida externa Acetazolamida, hipertensión craneal idiopática, 120 ACG (arteritis de células gigantes/temporal) See Arteritis de células gigantes (temporal) Ácido acetilsalicílico, patología carotídea, 178 acetilsalicílico-dipiridamol, patología carotídea, 178 Acinetopsia, 189 Acomodación cambios, trastornos no orgánicos, 312 espasmo (espasmo del músculo ciliar), 312 ACoP See Arteria(s) comunicante posterior Acromatopsia cerebral, 190 Acúfenos, nistagmo vestibular, 244, 245t, 246 Adenoma hipofisario en embarazo, 158 pruebas de neuroimagen, 78t síndrome del quiasma, 157f, 158-159, 159f sebáceo, esclerosis tuberosa, 337, 338f Adie, pupila tónica, 50, 261f, 266-267, 267f, 268f, 312 ADN mitocondrial enfermedades asociadas a deleciones/mutaciones, neuropatía óptica hereditaria de Leber, 134 trastornos neuropatía óptica hereditaria de Leber, 134 oftalmoplejía externa progresiva crónica, 332 ADNmt See ADN mitocondrial Adquisición de múltiples cortes finos superpuestos (MOTSA), resonancia magnética angiográfica, 73 Aducción, músculos extraoculares, 51-52, 52f Agenesia (fibrosis congénita/denervación craneal congénita), síndromes, 236-237, 237 Agnosia lesiones del lóbulo parietal, 164 de objetos, 188-189 Agonista del ácido gamma (g)-aminobutírico (GABA), nistagmo, 254 Agrafia con alexia, 190 sin alexia, 189-190, 189f Agudeza de abajo arriba, trastornos oftalmológicos funcionales, 307 de bandas, sensibilidad al contraste, 101 visual en arteritis de células gigantes/NOIAA, 121, 122t en atrofia óptica autosómica dominante, 135 cercana, pruebas de baja visión, 88 corregida baja visión, 88 valoración de baja visión, 88 dinámica, reflejo oculovestibular, 197 lejana, pruebas de baja visión, 88 en neuritis óptica, 140, 141 en NOIANA, 122t, 123 pruebas, trastornos oftalmológicos funcionales, 303-310, 304f, 305f, 306f, 307t, 309f, 310f, 311f agudeza de abajo arriba, 307 AIBSE See Aumento de la mancha ciega idiopático agudo AIT See Accidente(s) isquémicos transitorios Alas del esfenoides, 2, 2f, 3f, 4f, 5f Alcohol (etanol), consumo/abuso, neuropatía óptica, 150 Alestesia visual, 191 Aleteo (flutter) ocular, 247t, 252, 251f Alexander, ley, 244 Alexia con agrafia, 190 sin agrafia, 189-190, 189f Alineamiento ocular pruebas, 211-214, 212f, 213f trastornos See also Diplopía funcional, 310-311 Altura vertical de la hendidura interpalpebral, medición, 271, 272f Alucinaciones, 183, 184t, 185-187 causas no visuales, 184t formes, 168, 185, 186 See also Alucinaciones informes, 168, 185, 186 See also Alucinaciones de origen cortical, 168, 186-187 en el nervio óptico, 186 ocular, 185-186 Amaurosis (ausencia de percepción luminosa) bilateral, pruebas, 303-304, 304f fugaz, 173 Véase también Pérdida(s) visual monocular transitoria patología de la carótida interna, 169, 170, 173-179, 175f Ambliopía, 112 Aminoglucósidos, ototoxicidad, disfunción vestibular periférica, 246 Amiodarona, neuropatía óptica, 150 Amsler, rejilla, 94-95 Analgésicos, cefalea de rebote, 294 Análisis descodificador de frecuencias, 65 Analizador de fibras nerviosas GDx, 77 Anamnesis en cefalea, 289t en diplopía, 211 en valoración de baja visión, 87-88 Anderson-Kestenbaum, operación, 254 Aneurisma(s) carotídeos intracavernosos, 347 cerebral, 345-349, 346f, 347f, 348f neuroimagen en diagnóstico, 73, 75f, 76, 78t parálisis del par craneal III, 224, 224f, 269, 347 en pacientes jóvenes, 227 parálisis con afectación pupilar, 225, 225f, 269, 347 divisional, 227 sin afectación pupilar, 226 regeneración aberrante, 228 rotura, 347, 347f gigante, 346, 348 en «mora» (sacular), 346 pruebas de neuroimagen, 78t sacular (en «mora»), 346 Angiofibromas faciales, esclerosis tuberosa, 337, 338f Angiografía en aneurisma cerebral, 347-348 convencional/con catéter/con contraste, 73, 75f en detección de aneurismas, 225 en estenosis carotídea, 176 en estudio de disección carotídea, 350 fluoresceínica, 102-103, 103f en diferenciación de drusas y papiledema, 131, 131f en neuritis óptica, 124t en NOIAA, 122, 122t en NOIANA, 122t, 124, 124t en síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, 109 resonancia magnética, 66, 73-74, 75f en detección de aneurismas, 225 en estudio carotídeo, 176 de sustracción digital, 73 tomografía computarizada, 66, 74-76 en detección de aneurismas, 225, 225f con verde de indocianina en evaluación de baja visión, 103 en síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, 109-110 Angioma (angiomatosis) See also Hemangiomas (hemangiomatosis) cerebrofacial/encefalotrigeminal See Angiomatosis cerebrofacial (encefalotrigeminal)/síndrome de Sturge-Weber racemoso (síndrome de Wyburn-Mason), 335t, 341, 341f retinianos, 335t, 340, 340f Angioma/hemangioma racemoso (síndrome de Wyburn-Mason), 335t, 341, 341f Angiomatosis cerebrofacial (encefalotrigeminal)/síndrome de Sturge-Weber, 335t, 337-338, 339f encefalotrigeminal See Angiomatosis cerebrofacial (encefalotrigeminal)/síndrome de Sturge-Weber retiniana (angiomatosis retiniana, síndrome/enfermedad de Von Hippel/Von Hippel-Lindau), 335t, 340, 340f Ángulo pontocerebeloso, tumores parálisis del par craneal VI, 231 del par craneal VII (facial), 282, 283f Anhidrosis, síndrome de Horner, 262 Anillos durales, 12, 14f Aniridia, irregularidad pupilar, 259 Anisocoria, 260-269, 267f, 268f, 274 Véanse también causas específicas anamnesis, 257 cocaína para estudio, 260, 261f, 262, 263 diagrama de flujo para estudio, 261f esencial (fisiológica/simple), 260, 261f farmacológica, 262, 266 fisiológica (simple/esencial), 260, 261f igual en penumbra y con luz brillante, 260, 261f mayor con luz intensa, 261f, 265-269, 267f, 268f en penumbra, 260-265, 261f, 263f, 264f, 265f mecánica, 262 parálisis del par nervioso III, 261f, 267-269 pupila tónica de Adie, 261f, 266-267, 267f, 268f simple (fisiológica/esencial), 260, 261f en síndrome, 261f, 262-265, 263f, 264f, 265f por sinequias posteriores, 262 trastornos del iris, 261f Anomalías congénitas de la papila y el nervio óptico, 137-139, 138f, 139f de los medios oculares, 107-108 de los movimientos faciales, 278-288 evaluación, 273-274 trastornos, par craneal VII, 278-288 hiperactividad, 284-288, 285t, 286f, 287f hipoactividad, 280-284, 280f, 281t, 283f Antecedentes étnicos, espasmo salutatorio, 243 Antiagregantes plaquetarios, patología carotídea, 178 Anticoagulación, disecciones arteriales, 350 Anticolinérgicos, desviaciones oculares, 209 Anticuerpos anticinasa muscular, miastenia grave, 327 ANNA-1 (anti-Hu), intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 ANNA-2 (anti-Ri), intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 anti-Hu (ANNA-1), intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 antirreceptor de acetilcolina, miastenia grave, 327 Anti-Ri (ANNA-2), intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 frente al receptor de acetilcolina, prueba, miastenia grave, 327 Antígenos leucocitarios humanos (HLA), esclerosis múltiple, 317 Antiglaucomatosos, anisocoria, 266 Antipsicóticos, crisis oculógira, 209 Antivíricos, parálisis de Bell, 282 Anton, síndrome, 168, 191 AOAD See Atrofia óptica autosómica dominante Apófisis clinoides anterior, 3f, 5f pterigoide, esfenoides, 3 Aponeurosis del elevador del párpado ptosis, 276, 276t retracción palpebral, 277 Apoplejía pituitaria (síndrome de Sheehan), 158-160, 159f Apraclonidina, diagnóstico de anisocoria, 261f de síndrome de Horner, 261f, 262-263, 263f Apraxia de la apertura palpebral, 277 lesiones del lóbulo parietal, 164 oculomotora, 205, 205-206 adquirida, 190, 206 congénita, 205-206 Aracnoides, nervio óptico, 15f, 26 Arcada arterial retiniana inferior/superior, 12 marginal, 10f, 11 inferior, 10f superior, 10f periférica superior, 10f venosa retiniana, 19 Arco aórtico, 9f, 17 Área(s) cerebrales V1 a V6 See Corteza visual (calcarina/occipital) pterigomaxilar, 4, 6 temporal medial, 37, 38f, 200 superior medial, 37, 38f, 200 Área TM See Área(s) temporal medial Área TSM See Área(s) temporal superior medial Argyll Robertson pupila, 270 seudopupila, 270 Arnold-Chiari, malformación, nistagmo hacia abajo, 247, 248, 248f Aron, suspensión con asa, exposición corneal por parálisis facial, 284 Arqueocerebelo, 44 Arteria(s), 6-19, 7-10f, 11f, 13f, 15f, 16f, 18f, 19f angular, 10f, 11f, 12 auditiva interna, 17 basilar, 6, 9f, 17, 18f aneurisma, 346, 346f disección, 349, 350 perforadoras medianas, 17-19 relaciones con los pares craneales, 48f calcarina, 18f carótida común, 9f disección, 349, 350 dolor, 297, 298, 299 pruebas de neuroimagen, 78t, 350 ecografía en evaluación, 77, 176 endoprótesis, 179 externa, 6, 7-11, 9f, 11f interna, 7f, 6, 9f, 10f, 11, 11f, 12, 13f, 14f, 16f aneurisma, 160, 346, 346f, 347 parálisis del par craneal III, 225, 269, 347 síndromes quiasmáticos, 160 disección, 349 síndrome de Horner, 263, 264, 265f, 298, 349 relaciones con pares craneales, 48f pruebas de neuroimagen, 78t central de la retina, 9f, 10f, 11, 14f, 15f, 27 cerebelosa inferior anterior, 17, 18f relaciones con pares craneales, 48f posterior, 17, 18f superior, 16f, 18f, 19 relaciones con pares craneales, 48f cerebral aneurismas, 346f See also Aneurisma(s) cerebral anterior, 16-17 relaciones con pares craneales, 48f media, 16, 16f, 17 relaciones con pares craneales, 48f posterior, 6, 15, 16f, 18f relaciones con pares craneales, 48f cigomática, 9f cigomaticofacial, 10f, 11f cigomaticotemporal, 11f, 12 ciliar anterior, 10f, 12-14 corta, 9f, 10f, 14 larga, 9f, 10f, 14 posterior, 10f, 14-15 larga lateral, 14 medial, 14 ciliorretiniana, 14, 15f coclear, 17 comunicante anterior, 16 aneurisma, 346f, 347 relaciones con pares craneales, 48f posterior, 15, 16f, 18f, 19 aneurisma, 346f, 347 parálisis del par craneal III, 224f, 225, 225f, 269, 347 relaciones con pares craneales, 48f conjuntivales, 10f coroidea anterior, 15-16, 16f lateral, 16f posterior, 18f disección, 349-350, 350f epiescleral, 10f etmoidal(es), 6, 9f, 10f, 11-12, 14 anterior, 9f, 10f, 11-12, 14 posterior, 9f, 10f, 11-12, 14 facial, 6, 10f, 11, 11f, 12 frontal, 10f, 14 hipofisaria inferior, tienda del cerebelo, 12 infraorbitaria, 10f, 11f, 12, 15 infratroclear, 10f, 12 innominada, 6 lagrimal, 9f, 10f, 11f, 12-14 maxilar, 6, 11f meníngea dorsal, 12 media, 6-7 recurrente, 10f, 11f musculares inferiores/superiores, 10f, 11f, 14 nasal, 10f occipital, 6 oftálmica, 6, 6f, 9f, 10f, 11f, 12, 14 aneurisma, 346-347 terminal, 14-15 palpebrales mediales/laterales, 10f, 11f parietooccipital, 18f, 19, 19f subclavia, 17 subconjuntivales, 10f supraorbitaria, 9f, 10f, 11f, 12 supratroclear, 9f, 10f, 11f, 12 talamoestriadas, 19 temporal posterior, 18f profunda, 11f superficial, 6, 10f, 11f, 15 vertebral, 6, 9f, 17, 18f aneurismas, 346f disección, 349, 350 vestibular anterior/posterior, 17 Arterias/sistema hialoideo, persistencia/vestigios, diferenciación con edema de papila, 116 Arteriografía See Angiografía Arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía, cefalea seudomigrañosa, 296 Arteritis de células gigantes (temporal), 315-316 cefalea, 121, 290 dolor facial, 297 neuropatía óptica isquémica anterior, 121, 121-123, 122f, 122t, 315-316 pérdida visual transitoria, 179 Artropatía temporomandibular, 298 Asa subclavia, 59 ASD See Angiografía de sustracción digital Aspergillus (aspergilosis), 360-362, 361f Aspergiloma (bola fúngica), 360-361, 361f Aspergilosis alérgica, 360 Astrocitoma (hamartoma astrocítico) en esclerosis tuberosa, 337, 338f maligno, 149-150 pilocítico óptico See Glioma del nervio óptico (vía óptica/quiasma) (astrocitoma pilocítico) retiniano, diferencias con drusas del nervio óptico, 132, 132f Astrocitos retinianos, 25 Ataxia óptica, 190 Ataxia-telangiectasia (síndrome de Louis-Bar), 335t, 340, 341f Ateroma, pérdida visual transitoria, 173, 175f Atrofia en banda, síndrome de la cintilla óptica, 162 óptica, 91-92, 92f, 155 autosómica dominante, 135, 136f en síndrome de cintilla óptica, 162 en pajarita, 26f, 162 Atropina, efectos adversos del edrofonio, 325 Aumento de la mancha ciega idiopático agudo, 108-109 Aura cefalea (migraña común), 292 con cefalea (migraña clásica), 187, 291, 291f sin cefalea (migraña acefalálgica/equivalente migrañoso), 292 Ausencia de percepción luminosa (NLP) bilateral, 303-304, 304f monocular, 304-306, 305f, 306f disminución de visión monocular, 306-307 Autofluorescencia, drusas del nervio óptico, 131 B Baclofeno, nistagmo, 254 Baja visión See also Pérdida/deterioro visual bilateral/binocular, 87 trastornos funcionales, 307-310, 309f, 310f, 311f clasificación y tratamiento, 107-168 Véanse también causas específicas evaluación, 87-106 agudeza visual cercana, 88 corregida, 88 lejana, 88 anamnesis, 87-88 angiografía fluoresceínica, 103, 103f electrorretinografía, 105-106, 106f evolución temporal, 87 medidor de agudeza potencial, 102 oftalmoscopia, 91-93, 92f, 93f perimetría, 95-100, 97f, 98f, 99f potenciales evocados visuales pruebas, 104-105 pruebas de campo visual, 93-100, 97f, 98f, 99f See also Campo(s) visual(es), pruebas complementarias, 100-106 de confrontación, 94 electrofisiológicas, 104-106, 106f de neuroimagen, 79 pupilares, 88-91, 90f recuperación del fotoestrés, prueba, 102 refracción, 88 rejilla de Amsler, 94-95 sensibilidad al contraste, 101-102 síntomas asociados, 87-88 tomografía de coherencia óptica, 103-104 trastornos funcionales, 306-310, 307t, 309f, 310f, 311f visión cromática, 100-101 unilateral/monocular, 87 trastornos funcionales, 306-307, 307t Balint, síndrome, 190-191, 206 Bandas de silicona, exposición corneal, parálisis facial, 284 Bartonella henselae, enfermedad por arañazo de gato, 126 Base del cráneo, anatomía ósea, 1-3, 2f, 3-4f, 5-6f Bastones, 23 Battle, signo, 283 Bell, parálisis, 282 Benedikt, síndrome, 222 Bernasconi-Cassinari, arteria, 12 Beta (b)-interferón, esclerosis múltiple, 323 Biomicroscopia/examen con lámpara de hendidura, exploración pupilar, 258 Bisturí gamma, 364-365 Blefaroespasmo esencial, 285-286, 285t, 286f funcional, 313 pérdida visual transitoria, 171 reflejo, 288 Bobbing inverso, 255-256 ocular, 207, 247t, 255-256 inverso, 255-256 Bola micótica (aspergiloma), 360-361, 361f BOLD (dependiente del nivel de oxigenación sanguínea), técnica de imagen, 65, 76 Borde palpebral See Párpado(s), borde palpebral Borrelia burgdorferi, 359 See also Lyme, enfermedad/borreliosis Borrosidad binocular, 211 Botulismo, ptosis/parálisis facial, 276 Bourneville, enfermedad/síndrome (esclerosis tuberosa), 335t, 337 Brachium conjunctivum, 16f, 42, 44 Brodmann área 8, 36 área 17 (corteza estriada), 24f, 30, 31f See also Corteza visual (calcarina/occipital) área 18 (corteza paraestriada), 24f, 30 See also Corteza visual (calcarina/occipital) Brown, síndrome, 236, 236f Bruns nistagmo, 246 tumores, nistagmo de Bruns, 246 Budge-Waller, núcleo cilioespinal, 59 Bulbo yugular, 22 C Cabeza, anatomía ósea, 1-3, 2f, 3-4f, 5-6f vascular, 6-23 arterial, 6-19, 7-10f, 11f, 13f, 15f, 16f, 18f, 19f venosa, 19-23, 20-21f, 23f CADASIL See Arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía, cefalea seudomigrañosa Caídas, 343 Cajal, núcleo intersticial, 34, 35f, 38-40, 40f, 199-200 desviación ocular, 218 Calcificaciones, pruebas de neuroimagen, 78t, 83 Caldwell-Luc, técnica, oftalmopatía tiroidea, 330 Campo(s) oculares frontales, 36, 36f, 198-199, 200 desviaciones oculares causadas por lesión, 208-209 suplementarios, 36, 36f visual(es) pruebas, 93-100, 97f, 98f, 99f de confrontación, 94, 309 perimetría, 95-100, 97f, 98f, 99f See also Perimetría rejilla de Amsler, 94-95 silente, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 308 silentes, trastornos oftalmológicos funcionales, 308 Canalopatía, migraña, 292 Cáncer de mama e intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 metastásico, mentón dormido, 299 de ovario, intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 de pulmón, intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 Capa de fibras nerviosas, 26f defectos, 25 en atrofia óptica, 91-92, 92f, 162 en esclerosis múltiple, 320 mielinización, diferencias con edema de la papila óptica, 116-117, 117f peripapilar evaluación, 92, 92f gliosis, 117, 117f pruebas de imagen, 77 CAR, antígeno (recoverina), 111 Cara de «cuchillo», distrofia miotónica, 334 Carotidinia, 298 Catarata en «árbol de Navidad», distrofia miotónica, 334 Cefalalgias autónomas trigeminales, 295 Cefalea, 289-296, 289t anamnesis, 289t por aneurismas cerebrales, 347 en arteritis de células gigantes (temporal), 121, 290, 315 clasificación, 289-290 evaluación, 289-290, 289t por hemorragia intracraneal, 347 por hipertensión intracraneal, 290 idiopática, 119, 120, 290 migraña See Migraña en NOIAA, 121 con pérdida visual, 88 See also Migraña transitoria, 170 primaria, 289 punzante idiopática, 295 en racimos, 295 síndrome de Horner, 264 de rebote por analgésicos, 294 secundaria, 289 en síndrome de Horner, 264 tensional, 294, 295 Ceguera See also Pérdida/deterioro visual bilateral, pruebas, 303-304, 304f cerebral/cortical, 168, 191 cortical/cerebral, 168, 191 diurna (hemeralopía), distrofias de conos, 110 monocular, pruebas, 304-306, 305f, 306f Celdillas etmoidales/senos etmoidales, 3, 7f Célula(s) amacrinas, 24 bipolares, 12, 24, 25 ganglionares retinianas, 24, 25, 26f fotosensibles, 24, 28 intrínsecamente fotosensibles, 24, 28 proporción con fotorreceptores, 25 gliales retinianas, 24-25 del grupo, 35 horizontales, 24 interplexiformes, 24 neuronas omnipausa, 34, 36, 42, 42f pilosas, 43, 43f, 44 de ráfagas, 42, 42f Células M (neuronas/sistema magnocelular), 24, 27 Células P (neuronas/sistema parvocelular), 24, 27 Células/neuronas complejas, 30 inhibidas por límite, 30 simples, 30 Cerebelo, 44-45 disfunción en esclerosis múltiple, 319 Cerebro Véase estructura específica CFN See Capa de fibras nerviosas CGRif See Célula(s) ganglionares retinianas intrínsecamente fotosensibles Charles Bonnet, síndrome, 187 Cierre angular/glaucoma por cierre angular anisocoria, 266 dolor, 296 Cilostazol, patología carotídea, 178 Cinc, deficiencia de vitamina A, 110 Cíngulo, 59 Cintilla óptica, 24f, 28-27 lesiones, 161-163, 162t Círculo arterial, 10f, 14 mayor, 10f, 14 menor, 10f, 14 Circunvolución precentral, 56 debilidad/parálisis facial, 280-281 unciforme, 50 Cirugía de catarata diplopía después, 235 ilusiones, 184 irregularidad pupilar, 259 de derivación (bypass) gástrica, pérdida de peso en hipertensión craneal idiopática, 120 de descompresión microvascular, espasmo hemifacial, 287 intraocular See Cirugía ocular (intraocular), diagnóstico de anisocoria de músculos extraoculares, nistagmo, 254 ocular (intraocular), diagnóstico de anisocoria, 266 de segmento anterior, irregularidad pupilar, 259 Cisura calcarina, 30, 31f Citomegalovirus, infección por VIH/SIDA, 355, 356f Claude, síndrome, 222 Claudicación mandibular en arteritis de células gigantes, 315 en NOIAA, 121 Clivus, 3 Clonacepam, nistagmo, 254 Clopidogrel, patología carotídea, 178 Coagulación, trastornos, pérdida visual transitoria, 181 Cocaína anisocoria, 260, 261f, 262, 263 diagnóstico de síndrome de Horner, 261f, 262, 263 Cociente convergencia acomodativa/acomodación y espasmo de convergencia, 210 Coenzima Q10, neuropatía óptica hereditaria de Leber, 134 COF See Campo(s) oculares frontales Cogan rebote palpebral, signo, 272-273, 324 signo del rebote palpebral, 272-273, 324 Cola dural, 81f Colaterales coriorretinianos (cortocircuitos vasculares optociliares), 20-21, 145 en meningioma de la vaina del nervio óptico, 145, 146f en papiledema, 117-118 Colículo facial, 57 Colirios (medicaciones tópicas), corticoides, ptosis, 276 Collier, signo en nistagmo de convergencia-retracción, 252-253 en síndrome mesencefálico dorsal, 207, 269, 277 Colobomas irregularidad pupilar, 259 del nervio óptico/papila óptica, 139 Colocación de endoprótesis, arteria carótida, 179 Columnas de dominancia ocular, 30 Coma, movimientos oculares en pacientes, 255 Comisura posterior, 34, 35f Complejo etmoidal, 3, 6 habenular, 35f medial, 50 SIDA-demencia (encefalopatía por VIH), 355-356 Conducto(s), 46 infraorbitario, 4 lesión/parálisis del par craneal VI, 231 nasolagrimal, 6 óptico, 2, 2f, 4, 5f, 7f, 6, 27 descompresión, pérdida visual traumática, 152-153 semicirculares células pilosas, 43, 43f nistagmo vestibular periférico, 245 vidiano, 4 Confrontación, pruebas, 94 en trastornos oftalmológicos funcionales, 309 Confusión, pruebas, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales ausencia de percepción luminosa monocular, 305-306, 306f disminución de visión monocular, 306-307 Conjugación, evaluación del sistema sacádico, 200, 205 Conos, 23-24 Contractura facial parética espástica, 287-288 Convergencia, 195 evaluación, 200-201 trastornos, 210 Corectopia, 260 Coristomas, 334 Córnea, trastornos disminución de visión, 107 dolor ocular, 296 ilusiones, 184 Coroides, 24 Corriente de procesamiento visual dorsal, 200 Corteza calcarina See Corteza occipital (visual primaria/calcarina/estriada) estriada (área 17 de Brodmann), 31f See also Corteza visual (calcarina/occipital) occipital (visual primaria/calcarina/estriada), 30-33, 31f, 32f control de movimientos oculares, 33, 34-37, 34f, 35f, 36f, 38f, 39f trastornos, 188-192, 188t alucinaciones, 168, 186-187 ilusiones, 185 trastornos de percepción de visión/de déficit visual, 188t, 191-192 de reconocimiento, 188-190, 188t, 189f de relaciones visoespaciales, 188t, 190-191, 191f occipital/visual See Corteza occipital (visual primaria/calcarina/estriada) paraestriada (área 18 de Brodmann), 30 See also Corteza visual (calcarina/occipital) parietal posterior, 32f, 36f, 36 visual (calcarina/occipital), 30-33, 31f, 32f control de movimientos oculares, 33, 34-37, 34f, 35f, 36f, 38f, 39f primaria (estriada/occipital), 24f, 30, 31f See also Corteza visual (calcarina/occipital) trastornos, 188-192, 188t alucinaciones, 168, 186-187 ilusiones, 185 trastornos de percepción de visión/de déficit visual, 188t, 191-192 del reconocimiento, 188-190, 188t, 189f de las relaciones visoespaciales, 188t, 190-191, 191f Corticoesteroides (corticoides) en arteritis de células gigantes/NOIAA, 122-123, 122t, 316 en esclerosis múltiple, 323 en hipertensión craneal idiopática, 120 en neuritis óptica, 142 en oftalmopatía tiroidea, 145, 329-330, 330 en parálisis de Bell, 282 en pérdida visual traumática, 152-153 ptosis causada por colirios, 276 Cortocircuitos vasculares optociliares (colaterales coriorretinianos), 21, 145 en meningioma de la vaina del nervio óptico, 145, 146f en papiledema, 117-118 Cover test alternante cruzado, 212 CP See Comisura posterior CPP See Corteza parietal posterior Craneofaringiomas, 159f, 160 nistagmo, 250 Creutzfeldt-Jakob, enfermedad, 364 variante, 364 Crisis oculógira, 209 Cristalino irregularidades, disminución de visión, 107 trastornos, ilusiones, 184 Cryptococcus neoformans (criptococosis), 363-364 Cuerda del tímpano, 57 Cuerpos coloides See Papila óptica (cabeza del nervio óptico), drusas extraños, pruebas de neuroimagen, 78t hialinos See Papila óptica (cabeza del nervio óptico), drusas Cuerpos/manchas refringentes, papiledema, 118, 118f D D-15, prueba, evaluación de baja visión, 101 Darkschewitsch, núcleo, 35f, 38 De Morsier, síndrome (displasia septo-óptica), 137 Decibelio, 96 Defecto(s) del campo visual en aura migrañosa, aura sin cefalea, 292, 293 congruentes, lesiones retroquiasmáticas, 161 por drusas del nervio óptico, 129 en esclerosis múltiple, 320 incongruentes, lesiones retroquiasmáticas, 161 lesiones de la cintilla óptica, 28-27, 161-163, 162f corticales, 30 del ganglio geniculado lateral, 163-164, 163f del lóbulo occipital, 165-168, 166f, 167f, 168f parietal, 164-165 temporal, 99f, 164, 165f quiasmáticas lesiones paraselares, 157-161, 159f patrón bitemporal, 155-158, 156f, 157f retroquiasmáticas, 161-168 por malformaciones arteriovenosas, 351f, 352 en migraña, 291, 291f, 293 en neuritis óptica, 124t, 140, 141f en neuropatía óptica, 112, 113f, 114t, 115f hereditaria de Leber, 133, 133f, 134 en NOIANA, 124t en papiledema crónico, 118, 118f pruebas de neuroimagen, 80, 80f en síndrome de lateroversión papilar congénita, 138, 138f términos perimétricos, 114t como trastornos funcionales, 308-310, 309f, 310f, 311f campimétricos See Defecto(s) del campo visual congruentes del campo visual, lesiones retroquiasmáticas, 161 incongruentes del campo visual, lesiones retroquiasmáticas, 161 pupilar(es), 257-270 Véanse también tipos específicos y Pupila(s) aferente relativo (pupila de Marcus Gunn) pruebas, 88-91, 90f en trastornos oftalmológicos funcionales, 304 en síndrome de la cintilla óptica, 163 de múltiples puntos blancos evanescentes, 109, 109f anamnesis, 257 anomalías de tamaño/forma/localización, 259, 260-269 See also Anisocoria exploración del paciente, 257 funcional, 312 irregularidad, 259-260 midriasis episódica benigna, 270 en parálisis del par craneal III, 225, 225f, 226-227, 267-269 reacciones paradójicas, 270 trastornos de la reactividad (disociación luz-proximidad), 269-270, 269t de «tarta en el cielo», 164, 165f tritán (tritanopía), atrofia óptica dominante, 135 Deficiencia(s) nutricionales, neuropatía óptica, 150-152, 151f de tiamina, neuropatía óptica, 150 Déficit visual, trastornos de percepción, 191-192 Deiters, haz ascendente, 41f, 42-43 Delirio, alucinaciones, 183 Demencia alucinaciones, 183 asociada a SIDA (encefalopatía por VIH), 355-356 Denervación craneal congénita (fibrosis/agenesia congénita), síndromes, 236-237, 237 Densidad de protones, imágenes, 69, 69t, 70f, 71f, 72t Dependiente del nivel de oxigenación sanguínea (BOLD), técnica de imagen, 65, 76 Depresión ocular (mirada inferior) limitación, 207 músculos extraoculares, 51-52, 52f en prematuros, 208-209 Derivación lumboperitoneal, hipertensión intracraneal idiopática, 120 quirúrgica, hipertensión intracraneal idiopática, 120 ventriculoperitoneal, hipertensión craneal idiopática, 120 Dermatomas trigeminales, afectación por herpes zóster, 299, 299f Dermopatía fibrosante nefrógena, gadolinio, 68 Desatención hemiespacial, 192 Descompresión orbitaria, oftalmopatía tiroidea, 145, 330 Desmielinización/enfermedad desmielinizante esclerosis múltiple, 317-318, 318f See also Esclerosis múltiple neuritis óptica, 140, 141f ilusiones, 185 oftalmoplejía internuclear, 221 pruebas de neuroimagen, 78t Despigmentación en «ojo de buey», distrofias de conos, 110 Desprendimiento de retina, alucinaciones, 185 vítreo, alucinaciones, 185 Después de nistagmo optocinético (DNOC), 198 Desviación(es), 206-210 concomitantes, 215 incomitantes (no concomitantes), 215, 216f de la mirada periódica alternante, pacientes comatosos, 255 ocular(es), 218-219, 218t alternante, 218, 218t periódica, 219 en esclerosis múltiple, 321 periódica alternante, 219 pruebas de neuroimagen, 81 tónicas, 206-210 en pacientes comatosos, 255 periódica alternante de la mirada, pacientes, 255 tónicas, 206-210 Devic, síndrome (neuromielitis óptica), 143 Diafragma del iris/patrón del diafragma del iris, 180 Digoxina, cambios visuales, 185 Dipiridamol, patología carotídea, 178 Diplejía facial, síndrome de Guillain-Barré, 283 Diplopía, 211-237 anamnesis, 211 binocular, 214 causas infranucleares, 222-234, 224f, 225f, 228f, 230f, 233f internucleares, 220-222, 220f, 221f, 222f miopáticas/restrictivas/orbitarias, 234-237, 236f, 237f nucleares, 219-220 supranucleares, 216-219, 218t de la unión neuromuscular, 234 cerebral, 214 después de cirugía de catarata, 235 desviación(es) concomitantes, 215 incomitantes, 215, 216f ocular, 218-219, 218t por disfunción de See Sistema de vergencia, trastornos endodesviación talámica, 218t, 219 en esclerosis múltiple, 321 exploración física, 211-214, 212f, 213f insuficiencia de divergencia, 218t, 231 en lesiones de seno cavernoso/hendidura orbitaria, 232-234, 233f localización de lesiones, 216, 217f en miastenia grave, 234, 325 por miositis orbitaria, 235 monocular, 184, 214 por neoplasias orbitarias, 235 por neuromiotonía, 231-232, 365 en oftalmopatía tiroidea, 234-235, 329, 330 por parálisis múltiples de pares craneales, 232 del par craneal IV, 228-230, 230f del par craneal VI, 230-231 por parálisis/regeneración aberrante del par craneal III, 224-228, 224f, 225f, 228f pruebas de neuroimagen, 80 síndrome(s) de Brown, 236, 236f de fibrosis congénita (denervación craneal congénita/agenesia congénita), 236-237, 237f paréticos, 222-231, 224f, 225f, 228f, 230f, 232 diferenciación con síndromes restrictivos, 214, 215f restrictivos, 234-237, 236f, 237f diferenciación con síndromes paréticos, 214, 215f postraumática, 235 del uno y medio, 221-222, 222f Dipping ocular, 255-256 inverso, 255-256 Discinesia(s) faciales orales, 288 tardía blefaroespasmo, 285 movimientos faciales, 288 Discromatopsia See Visión cromática, defectos Disección arterial, 349-350, 350f Véanse también tipos específicos o arteria afectada Disgeusia, síndrome de Horner, 264 Disminución de visión See also Baja visión Pérdida/deterioro visual monocular, 87 en trastornos funcionales, 306-307, 307t Disociación luz-proximidad, 269-270, 270t prismática, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 305, 305f Displasia septoóptica (síndrome de De Morsier), 137 Distancia margen-reflejo, medición, 272, 274f Distorsión perceptiva See Metamorfopsia Distracción, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 302 Distrofia(s) de conos, 110 miotónica, 333-334 ptosis, 276, 334 oculofaríngea, 333 Divergencia, 195 Dix-Hallpike, maniobra, 246 DNO See Papila óptica (cabeza del nervio óptico), drusas DNOC See Después de nistagmo optocinético (DNOC) Dolicoectasia, aneurisma carotídeo intracavernoso, 347 Dolor por aneurismas cerebrales, 347 causas oculares, 296-297 cefaleas, 289-296 See also Cefalea facial, 297-299 atípico, 297 orbitario, 296-297 por miositis, 235 parálisis del par craneal III, 227 con pérdida visual, valoración, 87-88 periorbitario, 297 en neuritis óptica, 87-88, 140 en «picador de hielo», 295 pruebas de neuroimagen, 81-82 punzante, 295 en síndrome de Horner, 264-265, 298 isquémico ocular, 180 de Tolosa-Hunt, 233, 297 Doppler, ecografía, carotídea, 77 Dorello, conducto, 46 Véanse también tipos específicos lesión/parálisis del par craneal VI, 231 DPAR See Defecto(s) pupilar aferente relativo (pupila de Marcus Gunn) Drusas extruídas, 129 gigantes, 132, 132f de la papila/nervio óptico, 129-132, 130f, 131f, 132f diferencias con hamartoma astrocítico, 132, 132f extruídas, 129 papiledema/seudopapiledema, 116, 116f, 130-132, 131f Duane, síndrome, 231, 237, 237f, 237t Ducciones, 211 forzadas, diplopía, 214, 215f Duramadre del nervio óptico, 26, 27 E ECJ See Creutzfeldt-Jakob, enfermedad ECJv See Creutzfeldt-Jakob, enfermedad variante Eclampsia, pérdida visual transitoria, 169 Eco de espín (EE), 65, 68 Ecocardiografía, isquemia cerebral/accidente cerebrovascular, 176 Ecografía dúplex See also Ecografía en evaluación de arteria carótida, 77, 176 en modo b, diferenciación entre drusas y papiledema, 130-131, 131f Ecografía/ultrasonidos, 77 para diferenciar entre drusas y papiledema, 130-131, 131f en evaluación carotídea, 77, 176 Edad/envejecimiento, pérdida visual transitoria, 169 Edinger-Westphal, núcleo, 49-50, 61, 62f Edrofonio en diagnóstico de miastenia grave, 325-326 reacciones tóxicas/efectos secundarios, 325 EE (eco de espín), 65, 68 Electromiografía, miastenia grave, 327 Electrorretinografía de campo completo, 105 Electrorretinograma, 105-106, 106f focal, 105 macular, 105 multifocal, 106, 106f en patrón, 106 en síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, 110 Elevación del ojo (mirada superior) limitación, 207 músculos extraoculares, 51-52, 52f en neonatos, 208 en síndrome de Brown, 236, 236f EM See Esclerosis múltiple Embarazo, trastornos neurooftalmológicos, 158, 160, 341-343, 342f Émbolo(s) cálcicos, pérdida visual transitoria, 173, 175f, 174t cardíacos, pérdida visual transitoria, 175, 175f de colesterol (placas de Hollenhorst), pérdida visual transitoria, 171f, 173, 174t fibrinoplaquetario, pérdida visual transitoria, 173, 174f, 175f pérdida visual transitoria, 171f, 172t, 173-179, 174f, 175f, 174t, 177t evaluación clínica/de laboratorio de patología carotídea, 176-177 pronóstico/riesgo de accidente cerebrovascular, 177, 177t tratamiento de patología carotídea, 178-179 Encefalitis troncoencefálica en infección por citomegalovirus, 355 intrusiones sacádicas, 252 herpética, 355, 356f Encefalopatía(s) espongiforme(s) bovina (enfermedad de las vacas locas), 364 transitorias, 364 transmisibles, 364 hereditaria, cefalea seudomigrañosa, 296 posterior reversible, 342, 342f reversible posterior, síndrome, 322f, 342 por VIH, 355-356 Endoarterectomía carotídea, estenosis carotídea, 178-179 Endodesviaciones talámicas, 218t, 219 endotropia, espasmo de convergencia, 210 Endotropia nistagmo latente, 242 talámica, espasmo de convergencia, 210 Enfermedad(es) por arañazo de gato, 126 cerebrovascular, 343-354 Véanse también tipos específicos y Accidente(s) cerebrovascular oftalmoplejía internuclear, 221 parálisis del par craneal III, 226 del par craneal IV, 230 del par craneal VI, 231, 231 pérdida visual transitoria, 169 pruebas de neuroimagen, 78t signos neurooftalmológicos, 343-354 granulomatosa, afectación del nervio óptico, 140 hereditarias cefalea seudo-migrañosa, 296 signos neurooftalmológicos, 332-341 Véanse también trastornos específicos infecciosas patología del par craneal VII, 283 signos neurooftalmológicos, 354-364 retiniana alucinaciones, 185-186 electrorretinograma, 105-106, 106f ilusiones, 184 pruebas electrofisiológicas, 104-106, 106f de las vacas locas (encefalopatía espongiforme bovina), 364 Enoftalmos, 274 Enzima conversora de angiotensina (ECA), sarcoidosis, 331 EPC See Arteria(s) carótida, endoprótesis Epífisis, 24f Epilepsia alucinaciones, 186 desviaciones oculares, 208 en esclerosis tuberosa, 337 por malformaciones arteriovenosas, 350 movimientos/parálisis faciales, 288 occipital, pérdida visual transitoria, 182 pérdida visual transitoria, 182 Epitelio pigmentario retiniano (EPR), 24 Epley, maniobra, VPPB, 246 Equivalente migrañoso (migraña acefalálgica), 292 ERG See Electrorretinograma ERGP See Electrorretinograma en patrón Eritema migratorio/eritema crónico, enfermedad de Lyme, 359, 359f ERM See Espectroscopia por resonancia magnética (ERM) Erosiones corneales recurrentes, dolor ocular, 296 Escape pupilar, 89, 90f Escleritis, dolor, 296 Esclerosis múltiple, 316-324 afectación del nervio óptico, 140-142, 141f, 319-320 aleteo ocular, 252 anatomía patológica, 317-318, 318f anomalías oftalmoscópicas, 320 quiasmáticas/retroquiasmáticas, 320 asociación con HLA, 317 criterios diagnósticos, 322t, 323 epidemiología y genética, 317 evaluación de laboratorio, 321, 322t neuroimagen, 78t, 318f, 321-322 presentación, 319 pronóstico, 317 síntomas extraoculares, 319 trastornos de la movilidad ocular, 321 tratamiento, 323-324 tuberosa (enfermedad/síndrome de Bourneville), 335t, 337, 338f Escotoma(s), 114t en aura migrañosa sin cefalea, 292 fisiológico (mancha ciega), 23 aumento idiopático, 108-109 en fortificación, migraña, 291, 291f por hipoperfusión sistémica, 167-168, 178 por malformaciones arteriovenosas, 352 en migraña, 291, 291f en síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, 109, 109f Esfenoides, 1, 2, 2f, 3, 3f, 4f, 5f, 6 apófisis pterigoide, 3 Esfínter pupilar lesión anisocoria, 265-266 irregularidad pupilar, 259 pruebas, anisocoria farmacológica, 266 urinario, trastornos, esclerosis múltiple, 319 Espasmo de acomodación (espasmo del músculo ciliar), 312 de convergencia, 210, 218t por costumbre, 288 de fijación See Apraxia oculomotora hemifacial, 285t, 287, 288f del reflejo de proximidad, 311 salutatorio, 243, 253 Espectroscopia por resonancia magnética (ERM), 65, 76 Estabilidad ocular, 195 disfunción, 201 evaluación, 196 Estado(s) epiléptico amaurótico, 182 de hipercoagulabilidad (hipercoagulabilidad), pérdida visual transitoria, 181 Estatinas, prevención de accidente cerebrovascular, 178 Estenosis carotídea/isquemia del territorio carotídeo pérdida visual transitoria, 169, 170, 173-179, 175f, 180 pruebas de neuroimagen, 77, 78t, 176 riesgo de ictus, 178, 177t tratamiento, 178-179 Estereopsia, pruebas, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales ausencia de percepción luminosa monocular, 306 disminución de visión monocular, 307, 307t Estimulación doble simultánea, pruebas de confrontación, 94 nerviosa repetitiva electromiográfica en miastenia grave, 327 Estímulo/pruebas umbral (en perimetría), 96 Estrabismo desviaciones concomitantes/incomitantes, 215, 216f diagnóstico, 212, 212f en oftalmopatía tiroidea, 234-235 Estrato blanco profundo, 37 gris profundo, 37 Estrella macular, 126, 126f en neuritis óptica toxoplásmica, 358 Etanol See Alcohol (etanol), consumo/abuso, neuropatía óptica Etilenglicol, neuropatía óptica, 150 Etmoidectomía, oftalmopatía tiroidea, 330 Etmoides (lámina papirácea), 1, 3, 3f, 4f, 5, 5f EW See Edinger-Westphal, núcleo Excavación papilar anomalías congénitas, 139 en glaucoma, 135-136, 137f Exciclotorsión, músculos extraoculares, 51-52, 52f Exploración oftalmológica en diplopía, 211-214, 212f, 213f en evaluación de baja visión, 88-106 See also Baja visión, evaluación de pérdida visual transitoria, 171, 171f Extinción, lesiones del lóbulo parietal, 94 F Facomas/facomatosis (síndromes neurocutáneos), 334-341, 335t Véanse también tipos específicos Falopio, conducto, 57 Falsos negativos, perimetría, 100 positivos, perimetría, 100 Fármacos Véanse también fármacos o grupos de fármacos específicos alucinaciones/ilusiones, 184t neuropatía óptica, 150 pupila fija y dilatada, 312 Farnsworth, panel D-15 (Farnsworth Dichotomous Test for Color Blindness), evaluación de baja visión, 101 Farnsworth-Munsell, prueba de 100 colores, evaluación de baja visión, 101 Fasciculaciones faciales benignas, 288 Fascículo longitudinal medial, 34, 35f, 38, 40f, 41f, 42 diplopía causada por alteración, 220-222, 220f, 221f, 222f nistagmo disociado causado por lesiones, 250 núcleo intersticial rostral, 34, 35f, 38, 40f, 42f, 195, 195-196 Fatiga «ocular», dolor, 296 Fenilefrina, diagnóstico de síndrome de Horner, 262 Fenómenos pupilares paradójicos, 270 Fibras arciformes, defectos del campo visual, 112, 115f de contracción lenta (tónicas), 51 rápida, 51 peripapilares evaluación, 92, 92f gliosis, 117, 117f radiales nasales, 25, 26f defectos del campo visual, 112 rojas desflecadas, 333, 333f tónicas (de contracción lenta), 51 Fibroma esclerosis tuberosa, 337, 338f periungueal, esclerosis tuberosa, 337, 338f Fibrosis congénita, 236-237, 237 denervación craneal congénita/agenesia congénita, síndromes, 236-237, 237 de músculos extraoculares de tipo I (FCMEOI), síndrome, 236 Fijación (visual), 194, 194t, 195 espasmo See Apraxia oculomotora evaluación, 196 nistagmo afectado, 245, 245t supresión del ROV, 203-203, 204f trastornos, 201 Fístula carotidocavernosa, 233-234, 233f pruebas de neuroimagen, 78t FLAIR (recuperación de inversión con atenuación de líquido), 65, 69, 69f, 69t, 72t, 73f, 74f en esclerosis múltiple, 318f, 321 Flashes de luz See also Fotopsias, ataques isquémicos transitorios por neuritis óptica, 186, 319 por retinopatías, 185-186 FLM See Fascículo longitudinal medial Fluctuación a corto plazo, perimetría, 100 Flufenacina, crisis oculógira, 209 Focos blancos algodonosos, NOIAA, 121-122 Folato/ácido fólico, deficiencia, neuropatía óptica, 150 Fondo de ojo en esclerosis múltiple, 320 evaluación de baja visión, 91-93, 92f, 93f de pérdida visual transitoria, 171, 171f en neuropatía óptica hereditaria de Leber, 133-134, 133f Formación reticular bulbar, 34, 35f pontina paramediana, 34, 35f, 38, 42f, 195 Fosa craneal anterior, 2f, 3, 7f media, 2f, 4, 7f pruebas de neuroimagen, 78t posterior, 2f pruebas de neuroimagen, 78t, 81, 84 lagrimal, 4f, 5f pterigopalatina, 6 temporal, 3, 7f Foseta óptica, 139 Fosfenos en neuritis óptica, 186, 319 en vasoespasmo retiniano (migraña), 186 Foster Kennedy seudosíndrome, 123 síndrome/seudosíndrome, 123, 124f Fotismos, neuritis óptica, 186, 320 Fotofobia, 297 en distrofias de conos, 110 Fotopsias, ataques isquémicos transitorios, 343 Fotorreceptores, proporción respecto a células ganglionares, 25 Fototransducción, 23 Fóvea, 24 Foveación, 195, 200 Foville, síndrome, 223 Fracturas en estallido, diplopía después, 235 FRB See Formación reticular bulbar Frecuencia espacial, pruebas de sensibilidad al contraste, 101 Frenzel, gafas, estudio de nistagmo, 197, 240 Fresnel, prismas, oftalmopatía tiroidea, 330 FRPP See Formación reticular pontina paramediana Función de sensibilidad al contraste (FSC), 101 Furosemida, hipertensión craneal idiopática, 120 G Gabapentina, nistagmo, 254 Gadolinio, 65, 68, 73 en pruebas de imagen de esclerosis múltiple, 321-323 Galeno, vena, 22 Ganancia del reflejo oculovestibular, 197 Ganancia/ajuste de ganancia (en movimientos oculares), 44 reflejo oculovestibular, 197 sistema de seguimiento lento, 200, 219 Ganglio(s) basales, 32, 36f, 37, 57 disfunción, blefaroespasmo, 285 cervicales, 59 ciliar, 55f, 62f esfenopalatino, 63 geniculado lateral, 15-16, 16f, 24f, 27 lesiones, 163-164, 163f medial, 16f ótico, 62f submandibular, 62f trigeminal (de Gasser), 55, 55f Ganglio/cuerpo/núcleo geniculado lateral, 15-16, 16f, 24f, 27 lesiones, 163-164, 163f Ganglio/nervios pterigopalatinos, 56, 62f Ganglio/nervios/vías parasimpáticos, 61-63, 61f, 62f Ganglio/núcleo geniculado medial, 16f Gasser, ganglio (trigeminal), 55, 55f Gen OPA1, atrofia óptica autosómica dominante, 135 Gen PABP 1, mutación, distrofia oculofaríngea, 333 Gen PAX2, mutación, displasia del nervio óptico, 139 Gen TSC1/TSC2, esclerosis tuberosa, 337 Generadores de sacádicos troncoencefálicos, 36, 36f de seguimiento lento troncoencefálicos, 38f Gennari, línea, 30 Gerstmann, síndrome, 164, 190 GGL See Ganglio(s) geniculado lateral Glándula lagrimal, inervación parasimpática, 62 Glatiramero, esclerosis múltiple, 323 Glaucoma de ángulo abierto See also Glaucoma aspecto de la papila óptica, 135-136 en síndrome de Sturge-Weber, 337, 339f dolor, 296 infantil (congénito/infantil/juvenil) en neurofibromatosis, 336 en síndrome de Sturge-Weber, 337, 339f neuropatía óptica/cambios en nervio óptico, 135-136, 137f de tensión normal, 136 Glioblastomas, nervio óptico (gliomas ópticos malignos), 149-150 Glioma del nervio óptico (vía óptica/quiasma) (astrocitoma pilocítico), 147-150, 147f, 148t, 160 maligno (glioblastoma), 149-150 en neurofibromatosis, 148, 149, 336 nistagmo, 149 del quiasma óptico, 147, 160 Gliosis de retina, capa de fibras nerviosas peripapilares, 117, 117f Goldmann, perimetría, 95-96 en trastornos oftalmológicos funcionales, 309, 310f Gonioscopia, exploración pupilar, 258 Gradenigo, síndrome, 231, 353 Gráfica de desviación en patrón, 97 Granulomas, sarcoidosis, 331 Graves oftalmopatía See Oftalmopatía tiroidea orbitopatía tiroidea/distiroidea See Oftalmopatía tiroidea Gruber, ligamento (petroclinoideo), 46 Guillain-Barré, síndrome diplejía facial, 283 variante de Miller Fisher, 276, 283 Guillain-Mollaret, triángulo, lesión, mioclonía oculopalatina, 249-250 H Haz(ces) papilomacular/fibras papilomaculares, 25, 26f, 27 defectos del campo visual, 112, 115f paramedianos, 35 Haloperidol, crisis oculógira, 209 Hamartias, 334 Hamartina, 337 Hamartomas, 334 astrocíticos (astrocitomas) calcificados (piedras cerebrales), esclerosis tuberosa, 337, 338f malignos, 149-150 retiniano, diferenciación con drusas del nervio óptico, 132, 132f en esclerosis tuberosa, 337, 338f Hardy-Rand-Rittler, placas cromáticas, 101 Heidelberg, tomografía retiniana, 77 Heimann-Bielschowsky, fenómeno, 243 Hemangioblastomas cerebelosos, angiomatosis retiniana (enfermedad de Von Hippel-Lindau), 335t, 340 Hemangiomas (hemangiomatosis) See also Angioma (angiomatosis) de órbita, pérdida visual transitoria, 173 racemoso (síndrome de Wyburn-Mason), 335t, 341, 341f Hemeralopía (ceguera diurna), distrofias de conos, 110 Hemianopsia bitemporal, lesiones quiasmáticas, 155-158, 156f, 157f homónima, 80, 87 alucinaciones, 187 en enfermedad vertebrobasilar, 344 evaluación de baja visión, 87 lesión(es) de cintilla óptica, 161-163, 162f cortical, 25, 30 del ganglio geniculado lateral, 163-164, 163f del lóbulo occipital, 165-168, 166f, 167f, 168f parietal, 164-165 temporal, 164, 165f por malformaciones arteriovenosas, 351f, 352 NOC, pruebas, evaluación, 205 Hemicránea paroxística, 295 Hemorragia(s) intracraneal cefalea, 290 por malformaciones arteriovenosas, 350, 352 por rotura de aneurisma, 347 ocular See also Hemorragia(s) hemorragia subaracnoidea, 347 pruebas de neuroimagen, 78t, 84 en punto y mancha, 180, 180, 180f retinianas en NOIANA frente a neuritis óptica, 124 en punto y mancha, 180, 180, 180f subaracnoidea con hemorragia ocular, 347 por malformaciones arteriovenosas, 350 Hendiduras orbitarias, 6 inferiores, 3f, 4, 4f, 5f, 6 superiores, 2, 2f, 3f, 5f, 6 oftalmoplejía por lesiones, 232-234 palpebrales, medición de la altura vertical, 271, 272f Henle, capa de fibras, 25 Hering, ley de correspondencia motora, retracción palpebral, 277 Herófilo, prensa, 22 Herpes simple, virus, infección por VIH/SIDA, 355, 357f zóster afectación del par craneal VII, 282, 283 en infección por VIH/SIDA, 355 manifestaciones oculares, 299, 299f, 355 oftálmico, 299, 299f, 355 sin vesículas (zóster sin herpes), 298 Hidrocefalia otítica, 353 Hidroxianfetamina, diagnóstico de síndrome de Horner, 261f, 263, 264f HII See Hipertensión intracraneal (presión intracraneal elevada) idiopática (seudotumor cerebral) Hiperfluorescencia angiográfica, síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, 109 Hipertensión intracraneal (presión intracraneal elevada) cefalea, 290 edema de la papila óptica en See Papiledema idiopática (seudotumor cerebral), 119-121, 119t cefalea, 119, 120, 290 por rotura de aneurismas, 347 síntomas asociados, 113 Hiperviscosidad, pérdida visual transitoria, 181 Hipoacusia (sordera), nistagmo vestibular, 244, 245t, 246 Hipoestesia facial, dolor, 299 Hipofisitis linfocítica, 342-343 Hipofluorescencia angiográfica, síndrome de múltiples puntos blancos evanescentes, 109-110 Hipoperfusión pérdida visual transitoria, 172t, 179-181 sistémica, escotomas, 168, 180 Hipoplasia segmentaria superior, 138 Hipotálamo, 59 Hipotropia, ptosis, 271, 272f Histeria, 301 Hollenhorst, placas (émbolos de colesterol), pérdida visual transitoria, 171f, 173, 174t Holmes-Adie, síndrome, 266 See also Adie, pupila tónica Hongos, infección, signos neurooftalmológicos, 360-363, 361f, 362f Horner, síndrome, 261f, 262-265, 263f, 264f, 265f, 298 congénito, 262, 263 por disección carotídea, 263, 264, 265f, 298, 349 localización de la lesión causal, 263, 264f, 265f posganglionar, 263, 264-265 preganglionar, 263 pruebas farmacológicas, 261f, 262-263, 263f, 264f de neuroimagen, 82 Hounsfield, unidad, 65 HPM See Haz(ces) paramedianos HRT See Heidelberg, tomografía retiniana Hueso(s) cigomático, 1, 3, 3f, 4f craneofaciales, 1, 3-4f frontal, 1, 3, 3f, 4f, 5, 5f lagrimal, 1, 4f, 5, 5f maxilar, 1, 3, 3f, 4f occipital, 3 palatino, 1, 3f, 5-6 parietal, 3 temporal, 3 Hutchinson, signo, 55 I Ilusiones, 183, 183-185, 184t de origen cortical, 185 en el nervio óptico, 185 no visual, 184t ocular, 183-185 Imagen funcional, 76 metabólica, 76 ponderada en T1, 68, 69f, 69t, 70f, 71f, 72f, 72t ponderada en T2, 68, 68-69, 69f, 69t, 70f, 71f, 72t, 73f, 74f Inciclotorsión, músculos extraoculares, 51-52, 52f Infarto Véanse también tipos específicos/tejido u órgano implicado pruebas de neuroimagen, 78t Infección ocular, pruebas de neuroimagen, 78t por VIH/SIDA, 354-358, 356f, 357f, 358f encefalopatía, 355-356 infección por citomegalovirus, 355, 356f por virus del herpes, 355, 357f por micobacterias atípicas, 356 leucoencefalopatía multifocal progresiva, 357, 358f linfoma, 354 parálisis del par craneal VII, 283 por sífilis/coriorretinitis sifilítica, 357 signos neurooftalmológicos, 355-356 toxoplasmosis/retinocoroiditis por Toxoplasma, 358 tuberculosis, 356 Inflamación autoinmunitaria hipofisaria (hipofisitis linfocítica), 342-343 irregularidad pupilar, 259 orbitaria, 296-297 idiopática, 297-298 Información de copia eferente, 44 de error de señal, 44-45 aferente, 44-45 Inmunoglobulina G (IgG), neuromielitis óptica, 143 Inmunoterapia/inmunosupresión, esclerosis múltiple, 142, 323 Insuficiencia de convergencia, 210, 218t Insuficiencia/parálisis de divergencia, 210, 218t, 231 Integrador nervioso, 34, 38, 43 en nistagmo evocado por la mirada, 244 vestibular periférico, 245 Interferón beta, esclerosis múltiple, 323 Intrusiones sacádicas, 196, 201, 204, 239, 240, 250-252, 251f con intervalos intersacádicos normales, 250-251, 251f sin intervalos intersacádicos normales, 251-252, 251f Intrusiones/oscilaciones sacádicas, 196, 201, 204, 239, 240, 250-252, 251f con intervalos intersacádicos normales, 250-251, 251f macrosacádicos, 250-251, 251f sin intervalos intersacádicos normales, 251-252, 251f Invasión perineural, dolor, 299 Iodo radiactivo, oftalmopatía tiroidea (de Graves), exacerbación de la enfermedad orbitaria, 329 irFLM See Núcleo(s) intersticial rostral del fascículo longitudinal medial Iridodiálisis, irregularidad pupilar, 259 Iris anomalías anisocoria, 261f, 265-266 irregularidad pupilar, 259 ausencia (aniridia), irregularidad pupilar, 259 evaluación, exploración pupilar, 258 heterocromía, síndrome de Horner, 262 lesiones traumáticas anisocoria, 261f, 265-266 irregularidad pupilar, 259 malformación, irregularidad pupilar, 259 parálisis segmentaria, anisocoria, 261f Isla de visión, perimetría, 95 Isóptera, 95 Isquemia carotídea, pérdida visual transitoria, 169, 170, 173-179, 175f, 180 dolor facial, 297 evolución temporal de la pérdida visual, 87 occipital, pérdida visual transitoria, 182 ocular (síndrome isquémico ocular), 180-181, 180f K Kearns-Sayre, síndrome, 333, 333f Klippel-Trenaunay-Weber, síndrome, 338 L Labbé, vena, 22 Laberinto, 43f, 44 Lactantes See also Niños Recién nacidos nistagmo monocular, 243 Lagoftalmos evaluación, 273 en oftalmopatía tiroidea, 330 Lágrimas artificiales, exposición corneal en parálisis facial, 284 de «cocodrilo», 281 Lagrimeo/epífora, al masticar (lágrimas de cocodrilo), 281 Lámina(s) cribosa, 15f, 25f granular interna, 30 papirácea (del etmoides), 1, 3, 3f seudoisocromáticas, evaluación de baja visión, 100-101 Lanthony láminas tritán, evaluación de baja visión, 101 prueba de 15 colores desaturados, evaluación de baja visión, 101 Latencia (tiempo de reacción visual), evaluación de sistema sacádico, 200, 205 Lateropulsión ocular, síndrome de Wallenberg, 202-203 Lateroversión papilar congénita, síndrome (coloboma de Fuchs), 138-139, 138f síndrome (coloboma de Fuchs), 138-139, 138f Leão, depresión propagada, 187 Leber, neuropatía óptica hereditaria, 133-135, 133f Lesiones escleróticas (glióticas), esclerosis múltiple, 318 glióticas (escleróticas), esclerosis múltiple, 318 infiltrativas de la órbita, 128, 129f, 154-155 internucleares, diplopía, 220-222, 220f, 221f, 222f del lóbulo parietal, 164-165 alucinaciones, 186-187 en «mora» (hamartomas astrocíticos), 132, 132f de neuronas de segundo orden, síndrome de Horner, 263, 264f de tercer orden, síndrome de Horner, 263 nucleares, diplopía, 219-220 Véanse también nervios específicos protuberanciales contracción facial parética espástica, 288 debilidad/parálisis facial, 281, 281t mioquimia facial, 288 movilidad ocular, afectación, 207, 254 retroquiasmáticas, 161-168 en esclerosis múltiple, 320 lesiones de la cintilla óptica, 161-163, 162f del ganglio geniculado lateral, 163-164, 163f del lóbulo occipital, 165-168, 166f, 167f, 168f parietal, 164-165 temporal, 164, 165f pruebas de neuroimagen, 80 Leucocoria, 259 Leucoencefalopatía con arteriopatía cerebral autosómica dominante e infartos subcorticales, cefalea seudomigrañosa, 296 multifocal progresiva, infección por VIH/SIDA, 357, 358f Levaduras, 360 Lhermitte, signo, esclerosis múltiple, 319 Ligamento falciforme, 27 petroclinoideo (de Gruber), 46 Linfoma(s) de células B, infección por VIH/SIDA, 354 hipoestesia mentoniana, 299 en infección por VIH/SIDA, 354 no hodgkinianos, SNC, 354 Líquido cefalorraquídeo, serología luética, 357 Lisch, nódulos, 336, 336f LMP See Leucoencefalopatía multifocal progresiva, infección por VIH/SIDA Lóbulo floculonodular, 44 frontal, 24f occipital, 24f lesiones, 165-168, 166f, 167f, 168f alucinaciones, 182-187 pérdida visual transitoria, 170, 182 temporal, 24f lesiones, 99f, 164, 165f alucinaciones, 186-187 Louis-Bar, síndrome (ataxia-telangiectasia), 335t, 340, 341f Lupus eritematoso sistémico, afectación del nervio óptico, 140 Lyme, enfermedad/borreliosis, 359-360, 359f M Macropsia, 185 migraña, 187 Macrosacádicos en onda cuadrada, 201, 250-251, 251f Maculopatía(s), 108-111 disminución de visión, 108 ilusiones, 184 pérdida visual transitoria, 171, 172 Maddox, varilla, 212, 212f blanca, 212 See also Maddox, varilla doble, 212-214, 213f pruebas, 212-214, 213f roja, 212 See also Maddox, varilla Malformaciones arteriovenosas, 350-352, 351f cefalea, 293, 293f, 352 durales, 352 pruebas de neuroimagen, 78t, 351f, 352 en síndrome de Wyburn-Mason, 341 Mancha «café con leche» en neurofibromatosis, 334, 336f en esclerosis tuberosa, 337 ciega, 23 aumento idiopático, 108-109 en «hoja de fresno», esclerosis tuberosa, 337, 338f en «vino de Oporto» (nevus flammeus), síndrome de Sturge-Weber, 337, 339f Maniobra de propulsión cefálica, evaluación de la ganancia del ROV, 197 Maniobra/fenómeno en cabeza de muñeca, 204-205 MAP See Medidor de agudeza potencial (MAP) Mapa de escala de grises, 96-97, 98f, 99f Marcus Gunn ptosis mandibular/síndrome, 275, 275f, 280 pupila (defecto pupilar aferente relativo) pruebas, 88-91, 90f en síndrome de la cintilla óptica, 163 de múltiples puntos blancos evanescentes, 109, 109f MAV See Malformaciones arteriovenosas McDonald, criterios, esclerosis múltiple, 322t, 323 Meato inferior, 6 Medidor de agudeza potencial (MAP), 102 Medios oculares/ópticos See Medios ópticos, anomalías ópticos, anomalías, 107-108 pérdida visual transitoria, 171-172 Meige, síndrome, 285, 286f MELAS (miopatía mitocondrial con encefalopatía/acidosis láctica/episodios de seudoictus) síndrome, cefalea seudomigrañosa, 296 Melkersson-Rosenthal, síndrome, 283 Memantina, nistagmo, 254 Ménière, enfermedad, nistagmo, 246 Meninges, pruebas de neuroimagen, 78t Meningioma(s) del ángulo pontocerebeloso nistagmo de Bruns, 246 parálisis del par craneal VII (facial), 282 orbitario, pérdida visual transitoria, 173 paraselar, 160 RM, 81, 81f de la vaina del nervio óptico, 145-147, 146f, 146t Meningitis criptocócica, 363 tuberculosa, signos neurooftalmológicos, 356 MEO See Músculo(s) extraoculares Mesencéfalo lesiones corectopia, 260 insuficiencia de convergencia, 210 trastornos de las reacciones pupilares, 269-270, 269t movimientos oculares verticales, 38-40, 40f Metamorfopsia, 94, 184-185 Metanol, neuropatía óptica, 150 Metilprednisolona en arteritis de células gigantes/NOIAA, 122, 316 en neuritis óptica, 142 Meyer, asa, 30, 164 lesiones, 164 MG See Miastenia grave Miastenia grave, 324-327 diagnóstico, 325-327, 326f diplopía, 234, 325 disfunción motora extraocular, 223 presentación clínica, 324-325 ptosis, 272-273, 273f, 276, 324 seudo-OIN, 221 signos neurooftalmológicos, 324-327 tratamiento, 327 Micobacterias atípicas, infección por VIH/SIDA, 356 no tuberculosas (atípicas), infección por VIH/SIDA, 356 Micropsia, 185 migraña, 187 Midriasis pupilar episódica benigna, 270 Midriasis/midriáticos anisocoria, 261f, 266 lesión del iris, 265-266 episódica benigna, 270 Mielinización, capa de fibras nerviosas, diferencia con edema de la papila óptica, 116-117, 117f Mielitis, afectación del nervio óptico, 143 Migraña, 290-294 acefalálgica (equivalente migrañoso), 292 alucinaciones, 187 basilar (migraña complicada), 181, 291-292 clásica, 187, 291, 292f común, 292 con aura (migraña clásica), 187, 291, 292f crónica, 289 encefalopatía hereditarias, 296 evaluación, 293-294, 293f fenómenos visuales, 187 ocular, 181 oftalmopléjica, 227-228 pérdida visual transitoria, 170, 181, 181 retiniana/ocular, 181, 186, 293 sin aura (migraña común), 292 tratamiento, 294-295 Millard-Gubler, síndrome, 223 Miller Fisher, síndrome, 276, 283 Mioclonía (temblor) oculopalatina, nistagmo pendular, 249-250 Mioclonía/temblor palatino, nistagmo pendular, 249 Miopatía(s) diplopía, 234-237, 236f, 237f extraocular. Véanse también trastornos específicos en oftalmopatía tiroidea, 328f, 329 signos neurooftalmológicos, 332-334, 332f, 333f mitocondrial encefalopatía/acidosis láctica/episodios de seudoictus (MELAS), cefalea seudomigrañosa, 296 signos neurooftalmológicos, 332-334, 332f, 333f en oftalmopatía tiroidea, 328f, 329 signos neurooftalmológicos, 332-334, 332f, 333f Mioquimia facial, 285t, 288 del oblicuo superior, 253 palpebral, 285t, 288 Miorritmia oculomasticatoria, 253 Miositis orbitaria, 235 Mirada excéntrica, 43 horizontal, 40-42, 41f lateral, desviación ocular alternante, 218, 218t parálisis psíquica See Apraxia oculomotora en «ping-pong», 255 posiciones acción de músculos extraoculares, 51 influencia en la amplitud del nistagmo, 240, 244 superior See Elevación del ojo (mirada superior) vertical, 38-40, 40f Mitoxantrona, esclerosis múltiple, 323 Moebius, síndrome, 207, 237, 281 Mohos, 360 Moore, rayos, 185 Morning glory, papila, 139 MOTSA See Adquisición de múltiples cortes finos superpuestos (MOTSA), resonancia magnética angiográfica Movilidad ocular Véanse también tipos específicos de movimiento ocular control, 33-52, 193-195, 194t See also Vía(s) oculomotoras músculos extraoculares, 51-52, 52f pares craneales/vías infranucleares, 34, 46-51, 47f, 48-49f, 193 trastornos, 222-234, 224f, 225f, 228f, 230f, 233f See also Diplopía del troncoencéfalo, 33, 38-45, 40f, 41f, 42f, 43f, 45f vías corticales/supranucleares, 33, 34-37, 34f, 35f, 36f, 38f, 39f See also Vía(s) supranucleares (corticales) trastornos, 193-210 evaluación, 195-201 estabilidad, 196 nistagmo optocinético, 197-198 reflejo oculovestibular, 196-197 sistema sacádico, 198-200, 199f de seguimiento lento, 200 en trastornos funcionales, 310-311 vergencias, 200-201 sistema visual eferente, 33-52, 193 See also Movilidad ocular, control Vía(s) oculomotoras trastornos, 201-210 Véanse también trastornos específicos en ataxia-telangiectasia, 340 bobbing ocular, 207, 247t, 255-256 diplopía, 211-237 See also Diplopía disfunción de estabilidad, 201 del nistagmo optocinético, 203-204 sacádica, 204-210, 207f, 208f apraxia oculomotora, 190, 205, 205-206 intrusiones, 196, 201, 204, 239, 240, 250-252, 251f parálisis/preferencia de mirada, desviaciones tónicas, 206-210, 207f, 208f del seguimiento lento, 209-210 vestibular, 201-203, 202f, 204f en esclerosis múltiple, 321 funcional, 310-311 en insuficiencia vertebrobasilar, 344 localización de lesiones, 216, 217f nistagmo/espontáneo, 239-256 See also Nistagmo en pacientes comatosos, 255 supranuclear, 193-210 See also Vía(s) supranucleares (corticales), trastornos trastornos de vergencia, 210 tratamiento, 254 vergencias, 194-195, 194t, 200-201 evaluación, 200-201 trastornos, 210 Movimientos cefálicos anormales, espasmo salutatorio, 243 oculares See Movilidad ocular de refijación, microsacádicos, 195 Mucor (mucormicosis), 362-363, 362f Mucormicosis rinocerebral, 362, 362f Muecas, blefaroespasmo, 285-286, 286f Muelles palpebrales, exposición corneal en parálisis facial, 284 Müller células (fibras) retinianas, 25 músculo (tarsal superior), 59, 60, 60f en síndrome de Horner, 262 Munchausen, síndrome, 301 Músculo(s) ciliar, espasmo (espasmo acomodativo), 312 dilatador, pupila en «renacuajo» por espasmo, 259 elevador del párpado superior, 6f, 58 evaluación de la función, 271-272, 273f, 274f ptosis congénita causada por desarrollo distrófico, 274-275 extraoculares, 33, 51-52, 52f fibrosis congénita de tipo I (FCMEO1), 236 inervación, 46-51, 47f, 48-49f See also Par craneal faciales, inervación, 47f, 48f, 56-57, 58f See also Par craneal VII (nervio facial) oblicuos, 51-52, 52f inervación, 50 inferiores, 51, 51-52, 52f mioquimia, 253 superiores, 6f, 51, 52f orbicular ocular, 58 blefaroespasmo, 285, 286f contractura facial parética espástica, 287 debilidad, miastenia grave, 325 espasmo hemifacial, 287 orbitario, 6f palpebrales, 57-58 preseptales, 57-58 pretarsales, 57-58 rectos, 6f, 51-52, 52f inervación, 50 inferiores, 6f, 51, 52f laterales, 6f, 52, 52f mediales, 6f, 51, 52f en miopatía extraocular tiroidea, 328f, 329 superiores, 6f, 51, 52f tarsal superior (de Mü&#776; ller), 59, 60, 60f en síndrome de Horner, 262 MuSK See Quinasa músculo específica (MuSK), anticuerpos, pruebas, miastenia grave MVNO See Meningioma(s) de la vaina del nervio óptico Mycobacterium avium/avium-intracellulare, 356 Mycobacterium tuberculosis, 356 NAP See Nistagmo alternante periódico Nariz, meato inferior, 6 NASCET (North American Symptomatic Carotid Endarterectomy Trial), 178-179, 179 Natalizumab, esclerosis múltiple, 323 NC See Nistagmo congénito NCR See Nistagmo de convergencia-retracción Necrosis por radiación, 365 retinal aguda, 355 Neocerebelo, 44 Neoplasia aleteo ocular, 252 diplopía, 235 dolor facial, 299 pruebas de neuroimagen, 78t Neostigmina, diagnóstico de miastenia grave, 326 Neovascularización, reactividad pupilar, 259 Nervio(s) alveolar posterior, 56 auditivo See Par craneal VIII (nervio auditivo) bucal, 57 cigomático, 6f, 55f, 56, 57 cigomaticofacial, 56 cigomaticotemporal, 56 coclear, 44 craneales. Véase nervio específico y Par craneal estapedio, 57 facial See Par craneal VII (nervio facial) frontal, 6f, 55, 55-56, 55f glosofaríngeo, 62f infraorbitario, 55f, 56, 57 intermedio, 57, 62-63, 62f lagrimal 55-56, 55f, 56, 63 lingual, 62f mandibular See Par craneal V (nervio trigémino), V3 (nervio mandibular) maxilar See Par craneal V (nervio trigémino), V2 (nervio maxilar) meníngeo medio, 56 motor ocular común See Par craneal III (nervio motor ocular común) externo See Par craneal VI (nervio motor ocular externo) nasociliar, 6f, 55, 55f, 56 núcleo(s) vestibular(es), 35, 40f, 41f, 42, 43-44, 196 alteraciones, 201 nistagmo, 245-246 oftálmico See Par craneal V (nervio trigémino), V1 (nervio oftálmico) óptico (par craneal II) anatomía, 6f, 7f, 24f, 25-27, 49f descompresión/fenestración de la vaina, hipertensión craneal idiopática, 120 displásico, 139 irrigación, 27 hipoplasia, 137-138, 137f meningioma de la vaina, 145-147, 146f, 146t en oftalmopatía tiroidea, 144-145, 144f región intracanalicular, lesiones compresivas, 145 intracraneal, 27 intraorbitaria, 26-27 lesiones compresivas, 145-150 trastornos alucinaciones, 186 ilusiones, 185 defecto pupilar aferente relativo, 88, 91 traumatismos, 152-153, 152f petroso superficial mayor, 12, 57 supraorbitario, 55f, 56 supratroclear, 56 temporal, 57 trigémino See Par craneal V (nervio trigémino) troclear See Par craneal IV (nervio troclear) vidiano, 59 Nervios/vías simpáticas, 59-60, 60f Neuralgia glosofaríngea, 298 occipital, 298 posherpética, 299 del trigémino (tic doloroso), 55, 298 Neurinoma acústico, 334, 336-337 Neurinomas/neurofibromas acústicos, 334, 336-337 y nistagmo de Bruns, 246 y parálisis del par craneal VII (facial), 282, 283f Neuritis óptica, 124t, 140-142, 141f, 319-320 alucinaciones, 186 por citomegalovirus, 355, 356f criptocócica, 363 diferencias con neuropatía óptica isquémica anterior no arterítica, 124, 124t en esclerosis múltiple, 140, 319-320 ilusiones, 185 posvírica, 140 pruebas de neuroimagen, 78t, 79-80, 140, 141f retrobulbar, 140-142, 141f en criptococosis, 363 toxoplásmica, 358 perióptica, 143 Neuroblastoma, niños, intrusiones sacádicas paraneoplásicas, 252 Neurofibromas See also Neurofibromatosis acústicos, 334, 336-337 anomalías palpebrales, 271, 272f nistagmo de Bruns, 246 parálisis del par craneal VII (facial), 282, 283f afectación palpebral, 271, 272f, 335-336 plexiformes, afectación palpebral, 271, 272f, 335-336 Neurofibromatosis acústica bilateral/central (de tipo 2), 334, 335t, 336-337 Véase también Neuroftalmología anatomía, 1-63 ósea, 1-6 vascular, 6-23 vías autónomas, 59-63 sensitivas y motoras faciales, 53-58 visuales aferentes, 23-33 eferentes (oculomotoras), 33-52 embarazo, 158, 160, 341-343, 342f enfermedades sistémicas, 315-365 trastornos cerebrovasculares, 343-354 hereditarios, 332-341 inmunológicos, 315-332 infecciosos, 354-364 neuroimagen, 65-86 See also Neuroimagen radioterapia, complicaciones, 365 Neuroimagen, 65-86 Véanse también modalidades específicas conceptos de localización, 77, 78t en defectos del campo visual, 80, 80f en detección de aneurisma, 225 para diferenciar drusas y papiledema, 131f, 132 en esclerosis múltiple, 78t, 318f, 321-323 estudios negativos, 81-82, 84, 85f, 86f en insuficiencia vertebrobasilar, 345 metabólica y funcional, 76 en migraña, 293-294, 293f en neuritis óptica, 78t, 79-80, 140, 141f en parálisis de pares craneales, 81, 81f principios clínicos, 79-84 estudios a pedir, 84 momento de petición de estudios, 79-82, 80f, 81f tipos de estudios, 77, 78t, 82-84, 82t, 83f resonancia magnética, 68-70, 69f, 70f, 71f, 72t, 73f, 74f selección de la modalidad, 77, 78t, 82-84, 82t, 83f terminología, 65-66 tomografía computarizada, 66-68, 67f vascular, 70-77, 75f Neurolépticos (antipsicóticos), crisis oculógira, 209 Neuromielitis óptica (síndrome de Devic), 143 Neuromiotonía, 231-232, 365 ocular, 231-232, 365 Neurona(s) magnocelulares (células/sistema M), 24, 27 parvocelulares (células/sistema P), 24, 27 premotoras, 36 de primer orden, lesiones, síndrome de Horner, 263 Neuropatía craneal múltiple idiopática, síndrome, 232 mentoniana, 299 óptica, 112-155 alucinaciones, 186 anomalías papilares congénitas, 137-139, 137f, 138f anterior con edema de la papila óptica, 112-128 infección por citomegalovirus, 355 isquémica, 121-125, 122t arterítica, 121, 121-123, 122f, 122t, 315 no arterítica, 121, 122f, 122t, 123-125, 124f sin edema de la papila óptica, 129-138 atrofia óptica, 135, 136f, 165 autosómica dominante, 135, 136f por citomegalovirus, 355 compresiva intraorbitaria/intracanalicular, 145-150 por glioma óptico, 147-150, 147f, 148t por meningioma de la vaina del nervio óptico, 145-147, 146f, 146t en oftalmopatía tiroidea, 144-145, 144f, 329 drusas, 129-132, 130f, 131f, 132f en glaucoma, 135-136, 137f glioma óptico, 147-150, 147f, 148t hipertensiva, 119-121, 119t infiltrativa, 128, 129f, 154-155 inflamatoria, dolor, 297 isquémica anterior, 121-125, 122t arterítica, 121, 121-123, 122f, 122t, 312 no arterítica, 121, 122f, 122t, 123-125, 124f posterior, 153-154 lesiones compresivas de la órbita, 128, 129f, 145-150 infiltrativas, 128, 129f, 154-155 intracanaliculares, 145-150 orbitarias, 128, 129f, 145 meningioma de la vaina del nervio óptico, 145-147, 146f, 146t neuritis óptica retrobulbar, 140-142, 141f neuromielitis óptica (síndrome de Devic), 143 neurorretinitis, 126, 126f nutricional, 150-152, 151f oftalmopatía tiroidea, 144-145, 144f, 329 papilitis, 125 papiloflebitis, 127-128, 128f papilopatía diabética, 126-127, 127f patrones de campo visual, 112, 113f, 114t, 115f perineuritis óptica, 143 posterior, 140-155 por citomegalovirus, 355 glioma óptico, 147-150, 147f, 148t infiltrativa, 154-155 intraorbitaria/intracanalicular, lesiones compresivas, 145-150, 146f, 146t, 147f, 148t isquémica, 153-154 meningioma de la vaina del nervio óptico, 145-147, 146f, 146t neuritis óptica retrobulbar, 140-142, 141f neuromielitis óptica, 143 oftalmopatía tiroidea, 144-145, 144f, 329 perineuritis óptica, 143 tóxica/nutricional, 150-152, 151f traumática, 152-153, 152f por presión intracraneal elevada See Papiledema pruebas de neuroimagen, 79 por radiación, 365, 365f en sarcoidosis, 129f, 140, 331 seudotumor cerebral, 119-121, 119t tóxica, 150-152, 151f traumática, 152-153, 152f directa, 152, 152f indirecta, 152 Neurorretinitis, 126, 126f en enfermedad por arañazo de gato, 126 en sarcoidosis, 331 Neurosarcoidosis, 330-332 See also Sarcoidosis Neurosífilis, prueba VDRL, 357 evus flammeus (mancha en «vino de Oporto»), síndrome de Sturge-Weber, 337, 339f NIC See Cajal, núcleo intersticial Niños hipertensión craneal idiopática, 120-121 meningioma de la vaina del nervio óptico, 145 nistagmo, 241-243 See also Nistagmo monocular, 243, 247t parálisis del par craneal III, 227-228 pruebas de neuroimagen, 78t síndrome de Horner, 263-264 Nistagmo, 239-256, 240f hacia abajo, 45, 247-248, 247t, 248f adquirido, 239, 240f pendular, 240f, 249 alternante periódico, 247t, 249 amplitud, posición de la mirada, 240, 244 hacia arriba, 247t, 248 en «balancín», 247t, 250 de comienzo precoz (infantil), 241-243 See also Nistagmo monocular, 243, 247t congénito, 239, 240f, 241-242 de convergencia-retracción, 40, 247t, 252-253 disconjugado/disyuntivo, 240 disociado, 240, 250 en esclerosis múltiple, 321 espasmo salutatorio, 253 espontáneo desequilibrio vestibular, 196-197, 202 fijación, 196 evaluación, 239-240, 240f evocado por la mirada, 240f, 244 en oftalmoplejía internuclear, 220-221 por gliomas del nervio óptico gliomas, 149 infantil (de comienzo precoz), 241-243 monocular, 243, 247t latente/latente manifiesto, 242 ley de Alexander, 244 mioclonía (temblor), 249-250 monocular infantil, 243, 247t en oftalmoplejía internuclear, 220-221 optocinético (NOC), 194-195, 194t, 197-198 disfunción, 203-204 lesiones del lóbulo parietal, 164-165 en nistagmo congénito, 241 evaluación, 197-198 trastornos oftalmológicos funcionales, 303 pendular, 239, 240, 240f adquirido, 240f, 249 en esclerosis múltiple, 321 periódico alternante, 247t, 249 de «rebote», 244 en «resorte», 239, 240 en esclerosis múltiple, 321 sacudidas de cabeza, 196-197 torsional, 248 tratamiento, 254 vestibular, 196-197, 201, 240f, 245-249, 245t central, 245t, 247-249, 247t, 248f periférico, 245-246, 245t voluntario, 252, 310-311 NLM See Nistagmo latente/latente manifiesto NMO See Neuromielitis óptica (síndrome de Devic) NMO-IgG, anticuerpos, 143 Nódulos, 44 del iris, neurofibromatosis, 336, 336f NOHL See Leber, neuropatía óptica hereditaria NOIA See Neuropatía óptica isquémica anterior NOIAA See Neuropatía óptica isquémica anterior arterítica NOIANA See Neuropatía óptica isquémica anterior no arterítica NOIP (neuropatía óptica isquémica posterior) See Neuropatía óptica isquémica posterior North American Symptomatic Carotid Endarterectomy Trial (NASCET), 178-179 OTCH3, mutación del gen, arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía (CADASIL), 296 Nothnagel, síndrome, 222 NPDL See Núcleo(s) pontinos dorsolaterales NPH See Núcleo(s) prepositus del hipogloso NRI See Núcleo(s) del rafe interpositus NRTP See Núcleo(s) reticular del techo de la protuberancia Núcleo(s) caudal central, 49 dentado, 44 fastigial, 44, 45 y haz espinal, par craneal V (trigémino), 55-55, 53f intersticial rostral del fascículo longitudinal medial, 34, 35f, 38, 40f, 42f, 195, 195-196 mesencefálico, par craneal V (trigémino), 53, 53f motor, par craneal V (trigémino), 55 pontinos dorsolaterales, 34, 37, 39f prepositus del hipogloso, 34, 35f, 41f, 199 del rafe interpositus, 34, 40f, 42f reticular del techo de la protuberancia, 34, 35f, 37 salivar (salivatorio), 62, 62f sensitivo del par craneal V (trigémino), 53, 53f, 55f principal del par craneal V (trigémino), 53, 53f del trigémino, 53, 53f See also Par craneal V (nervio trigémino) O OCT See Tomografía de coherencia óptica OEPC See Oftalmoplejía externa progresiva crónica (OEPC) Oftalmopatía tiroidea, 327-330, 328f anomalías palpebrales, 328, 328f tratamiento, 330 retracción, 272, 274f, 277, 328, 328f diplopía, 234-235, 329, 330 estrabismo, 234 miopatía extraocular, 328f, 329 neuropatía óptica, 144-145, 144f, 329 proptosis, 328, 328f pruebas de neuroimagen, 78t, 328f, 329 tiroideas, 329 signos neurooftalmológicos, 327-330, 328f tabaquismo, 329 tratamiento, 329-330 yodo radiactivo, efecto sobre la orbitopatía, 329 Oftalmoplejía en ataxia-telangiectasia, 340 externa progresiva crónica (OEPC), 332-333, 332f, 333f ptosis, 276, 332, 332f internuclear, 42, 220-222, 220f, 221f, 222f bilateral con ojos congelados (WEBINO), 221, 221f disfunción del seguimiento lento, 209 en esclerosis múltiple, 321 nistagmo disociado, 250 Oftalmoscopia directa, evaluación de baja visión, 91 OIN See Oftalmoplejía internuclear Ojo depresión (mirada inferior) See Depresión ocular (mirada inferior) elevación (mirada superior) See Elevación del ojo (mirada superior) información sobre la posición (información de copia eferente), 44 seco, dolor, 296 Onda a, electrorretinograma, 105 See also Electrorretinograma Onda b, electrorretinograma, 105 See also Electrorretinograma Onda c, electrorretinograma, 105 Ondas cuadradas, 195 Opsoclono (sacadicomanía), 247t, 252 Óptica del ojo humano, ilusiones, 184 Optotipos, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 308 Órbita anatomía, 3-6, 5-6f, 7f componentes sensoriales y motores, 53-58 vascular drenaje venoso, 6, 20-21f irrigación arterial, 7-10f, 11-14 conductos, 6-7 ecografía en evaluación, 77 fracturas, diplopía, 235 hendiduras See Hendiduras orbitarias infección/inflamación idiopática, 297 miositis orbitaria, 235 ósea, 3-6, 5-6f, 7f pruebas de neuroimagen, 78t, 83-84, 83f pared lateral, 3f, 5 medial, 4f, 5, 6 resonancia magnética en evaluación, 69, 72f, 83-84 suelo, 4f techo, 3f tomografía computarizada en evaluación, 66-68, 67f, 83, 83f trastornos compresivos, 128 infiltrativos, 128, 129f, 154-155 pérdida visual transitoria, 173 pruebas de imagen, selección, 78t, 80, 83-84, 83f tumores diplopía, 235 RM, 71f, 83f volumen, 5 Orbitopatía tiroidea See Oftalmopatía tiroidea Orificio cigomaticotemporal, 6 etmoidal anterior, 6 posterior, 6 óptico, 5f supraorbitario, 6 Oscilaciones See also Intrusiones/oscilaciones sacádicas macrosacádicas, 251, 251f Oscilopsia, 239 en mioquimia del oblicuo superior, 253 Oscurecimientos transitorios de visión, 170, 172 See also Pérdida(s) visual transitoria OT See Oftalmopatía tiroidea Otolitos, 44 nistagmo vestibular periférico, 245 trastornos oculomotores, 201-202, 218 Ototoxicidad, disfunción vestibular periférica, 246 P Pacchioni, granulaciones, 22 Paleocerebelo, 44 Palinopsia, 187 alucinatoria, 187 Pancoast, síndrome, 263 Pantalla tangente, 95 en evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 310, 311f Papila óptica (cabeza del nervio óptico), 25 anomalías congénitas/del desarrollo, 137-139, 138f, 139f atrofia See Atrofia óptica displásica, 139 drusas, 129-132, 130f, 131f, 132f diferencias con hamartoma astrocítico, 132, 132f papiledema/seudopapiledema, 116, 116f, 130-132, 131f edema, 92-93, 93f See also Papiledema por lesiones orbitarias anteriores, 128, 129f en neuropatía óptica anterior, 121, 122t, 123, 124, 124t en neurorretinitis, 126 en papilitis, 125 en papiloflebitis, 127-128, 128f en papilopatía diabética, 126-127, 127f excavación anomalías congénitas, 139 en glaucoma, 135-136, 137f exploración, evaluación de baja visión, 91-93, 92f, 93f hipoplasia, 137-138, 137f inclinada (coloboma de Fuchs), 138-139, 138f morning glory, 139 en síndrome de Foster Kennedy, 123, 124f vasculitis (papiloflebitis), 127-128, 128f Papiledema, 112-113 agudo, 112-117, 116f, 117f crónico, 117-119, 117f, 118f diferencias con drusas, 116, 116f, 130-132, 131f en meningitis criptocócica, 363-364 pérdida visual transitoria, 172 seudopapiledema, 114-116, 116f seudotumor cerebral, 119-121, 119t Papilitis, 125 Papiloflebitis, 127-128, 128f Papilopatía diabética, 126-127, 127f Par craneal, 33, 46-51, 47f, 48-49f motor ocular común, 33, 46-51, 47f, 48-49f parálisis aislada. Véanse tipos específicos en enfermedad de Lyme, 360 en esclerosis múltiple, 321 microvascular, 297 múltiple, diplopía, 232 pruebas de neuroimagen, 81, 81f Par craneal II (nervio óptico) See Nervio(s) óptico (par craneal II) Par craneal III (nervio motor ocular común), 6f, 35, 35f, 46f, 47f, 48f, 49-51, 49f, 55f, 62f diplopía asociada a lesiones, 219, 223 regeneración aberrante, 228, 228f mirada horizontal, 41f parálisis See Parálisis del par craneal III (nervio motor ocular común) regeneración aberrante, 228, 228f trastornos de las reacciones pupilares, 269t sistema sacádico, 36 Par craneal IV (nervio troclear), 6f, 35, 35f, 46f, 47-49, 47f, 48f, 49f, 55f diplopía causada por lesiones, 219, 222-223 parálisis See Parálisis del par craneal IV (nervio troclear) sistema sacádico, 36 Par craneal V (nervio trigémino), 49f, 53-56, 53f, 54f, 55f dolor facial causado por lesiones, 299 V1 (nervio oftálmico), 49f, 55, 55f V2 (nervio maxilar), 49f, 55f, 56 V3 (nervio mandibular), 49f, 55f, 56, 57 Par craneal VI (nervio motor ocular externo), 6f, 35, 35f, 46-47, 46f, 47f, 48f, 49f, 55f diplopía causada por lesiones, 223, 231 mirada horizontal, 40-42, 41f, 207 parálisis. Véase Parálisis del par craneal VI (nervio motor ocular externo) sistema sacádico, 36 Par craneal VII (nervio facial), 47f, 48f, 56-57, 58f ablación quirúrgica, blefaroespasmo esencial, 286 afectación por lesiones periféricas, 281-284, 283f supranucleares, 280-281 del troncoencéfalo, 281 por sarcoidosis, 283, 284, 331 por tumores, 282, 283f diplopía, 223 distribución, 279f evaluación clínica, 278-280, 279f función autónoma, pruebas, 278-279 movimientos faciales anormales, trastornos, 273, 278-288 hiperactividad, 284-288, 285t, 286f, 287f hipoactividad, 280-284, 280f, 281t, 283f pupila fija y dilatada causada por lesión, 312 regeneración aberrante, sincinesia, 280, 280f sincinesia causada por lesiones, 280f, 282 Par craneal VIII (nervio auditivo), 35, 41f, 44 Paraflóculo, 44, 200 Parálisis divisional del par craneal III, 227 fascicular de nervios oculomotores, 222 intraaxial de nervios oculomotores, 222 microvascular, par craneal, dolor, 297 de la mirada horizontal, 207, 207f ipsolateral, 46 vertical, 207, 208f del par craneal III (nervio motor ocular común), 224-228, 224f con afectación pupilar, 225, 225f, 267-269 aneurisma, 224-228, 224f, 225f, 269, 347 anisocoria, 261f, 267-269 diplopía, 219, 223 divisional, 227 en pacientes jóvenes, 227-228 parcial, 226 regeneración nerviosa aberrante, 228, 228f sin afectación pupilar, 226-227 del par craneal IV (nervio troclear), 228-230, 230f diplopía, 219, 222-223, 228-230, 230f del par craneal VI (motor ocular externo), 214, 216f, 230-231 diplopía, 214, 216f, 219-220, 223, 230-231 en esclerosis múltiple, 321 insuficiencia/parálisis de divergencia, 210, 218t, 230-231 del par craneal VII (facial), 282, 283f parcial del par craneal III, 226 paresias/síndromes paréticos diplopía, 222-231, 224f, 225f, 228f, 230f, 232 diferencias con síndromes restrictivos, 214, 215f en esclerosis múltiple, 319 psíquica de la mirada See Apraxia oculomotora supranuclear progresiva debilidad/parálisis facial, 281 disfunción sacádica, 204-205 intrusiones, 196 del seguimiento lento, 209 insuficiencia de convergencia, 210 Parálisis/debilidad facial, 58f, 278-280, 279f, 280-284, 280f bilateral, 284 diplopía, 223 en infección por VIH/SIDA, 355 por lesiones del par craneal VII, 280-284, 280f, 281t, 283f periféricas, 281-284, 283f supranucleares, 280-281 del troncoencéfalo, 281 progresiva, 284 recurrente, 284 en sarcoidosis, 283, 284, 331 tratamiento, 284 Parálisis/preferencia de la mirada, 206-207, 207f, 208f en ataxia-telangiectasia, 340 ipsolateral, 46 funcional, 311 en pacientes comatosos, 255 psíquica See Apraxia oculomotora Parche chagrín, esclerosis tuberosa, 337 Pared orbitaria lateral, 3f, 5 medial, 4f, 5, 6 Parinaud, síndrome (mesencefálico dorsal), 40, 207, 208f retracción palpebral, 207, 269, 277 Parkinson, enfermedad/parkinsonismo debilidad/parálisis facial, 281 insuficiencia de convergencia, 210 postencefalitis, crisis oculógira, 209 seguimiento lento, trastornos, 209 Parks-Bielschowsky, prueba de los tres pasos, parálisis del par craneal IV, 229 Parpadeo anormal, ilusiones, 184 Párpado(s), 57-58 apraxia de la apertura, 277 borde palpebral distancia al pliegue palpebral superior, 272, 274f al reflejo corneal, 272, 274f caída See Ptosis (blefaroptosis) drenaje venoso, 22 excursión, 271-272, 273f exploración, 271-274, 272f, 273f, 274f malposiciones, trastornos funcionales, 312-313 músculos, 57-58 neurofibroma plexiforme, 271, 272f pliegues, 58 retracción, 277-278, 278t en nistagmo de convergencia-retracción, 252-253 en oftalmopatía tiroidea, 272, 274f, 277, 328, 328f, 330 ptosis, 271 en síndrome mesencefálico dorsal (de Parinaud), 207, 269, 277 trastornos, 271-278 Véanse también trastornos específicos evaluación, 271-274, 272f, 273f, 274f funcional, 312-313 en oftalmopatía tiroidea, 328, 328f vascularización, 11 PD See Ponderada en difusión (PD), imagen Pedúnculos cerebrales, 16f Película lagrimal (lágrimas), disfunción/alteraciones disminución de visión/pérdida visual transitoria, 107, 171 ilusiones, 184 Pelli-Robson, escala, 101 Pelopsia, 185 Penalización, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales Penicilina, sífilis, 357 Peñasco del temporal, 3 inflamación, parálisis del par craneal VI, 231 Percepción de la visión, trastornos, 191-192 Percheron, arteria, 19 Pérdida(s) de campo visual bitemporal, lesiones quiasmáticas, 155-158, 156f, 157f de fijación, perimetría, 100 visual funcional See Trastornos oftalmológicos funcionales (no orgánicos/no fisiológicos) transitoria, 169-182 binocular, 169, 181-182 duración, 169-170 y edad del paciente, 169 por enfermedad cerebrovascular, 169, 172t, 343 exploración de pacientes, 171, 171f por migraña, 170, 181, 181 monocular, 169, 171-181, 172t, 174f, 175f, 174t, 177t causas sistémicas, 173-180 embolia, causas, 171f, 172t, 173-179, 174f, 175f, 174t, 177t evaluación clínica/de laboratorio en patología carotídea, causas embólicas, 176-177 órbita, causas, 172t, 173 por hipoperfusión, 172t, 179-181 ojos, patología, 171-173, 172t patología carotídea, 169, 170, 173-179, 175f, 180 pronóstico/riesgo de accidente cerebrovascular, causas embólicas, 177, 177t por trastornos del nervio óptico, 172t tratamiento de patología carotídea, causas embólicas, 178-179 por vasculitis, 172t, 179 por vasoespasmo/hiperviscosidad/hipercoagulabilidad, 170, 172t, 181 por patología carotídea, 169, 170, 173-179, 175f, 180 patrón, 170 de recuperación, 170 signos y síntomas asociados, 170 unilateral en evaluación de baja visión, 87 en trastornos funcionales, 306-307, 307t Pérdida/deterioro visual See also Baja visión Ceguera por ambliopía, 112 por anomalías de los medios oculares, 107-108 bilateral/binocular, 87 clasificación y tratamiento, 107-168 Véanse también causas concretas disección carotídea, 349 evaluación, 87-106 See also Baja visión, evaluación evolución temporal, 87 funcional, 301-313 categorías, 301 exploración, 303-313, 304f, 305f, 306f, 307t, 309f, 310f, 311f movilidad/alineamiento ocular, 310-311 posición/función palpebral, 312-313 pupilas/acomodación, 312 tratamiento, 313 vías visuales aferentes, 303-310, 304f, 305f, 306f, 307t, 309f, 310f, 311f por lesiones quiasmáticas, 155-161 retroquiasmáticas, 161-168 por maculopatías, 108-111 en oftalmopatía tiroidea, 144 percepción, trastornos, 191-192 por neuropatía óptica, 112-155 See also Neuropatía óptica en sarcoidosis, 331 síntomas asociados, 87-88 transitoria, 169-182 Véase también Pérdida(s) visual transitoria después de tratamiento de tumor paraselar, 160 unilateral, 87 Perforantes de la(s) arteria(s) basilar, 17-19 cerebrales posteriores, 19 medianas, arteria basilar, 17-19 Perimetría, 95-100, 97f, 98f, 99f automatizada estática, 96-100, 97f, 98f, 99f evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 308, 309f cinética, 95 estática, 95, 95-96 automatizada, 96-100, 97f, 98f, 99f Véase Perimetría automatizada evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 308, 309f en neuropatía óptica, 114t pantalla tangente, 95 Swedish Interactive Thresholding Algorithm, 97 Perineuritis óptica, 143 Pesas palpebrales exposición corneal en parálisis facial, 284 de oro, 284 PET See Tomografía por emisión de positrones (PET) PEV multifocales, 105 PEVmf See PEV multifocales Piedras cerebrales (hamartomas astrocíticos calcificados), esclerosis tuberosa, 337, 338f Pilar óptico, 5, 27 Pilocarpina anisocoria, 262, 266 en diagnóstico de pupila tónica de Adie, 266-267, 268f, 312 en evaluación de pupila fija y dilatada, 312 Píxel, 66 Placas de desmielinización, esclerosis múltiple, 318, 318f Plexo basilar, 23f epiescleral, 19 venoso circular, 23f pterigoideo, 20f, 21 Pliegues linguales, síndrome de Melkersson-Rosenthal, 283 Poliopía, 212 Ponderada en difusión (PD), imagen, 65, 69, 74f Postimágenes, palinopsia, 187 Potenciales corticales evocados visuales (respuesta evocada visual) en baja visión, 104-105 en trastornos oftalmológicos funcionales, 304 Precisión, evaluación del sistema sacádico, 200, 205 Prednisona en arteritis de células gigantes/NOIAA, 122, 316 en neuritis óptica, 142 en oftalmopatía tiroidea, 329-330 Prematuridad, desviaciones oculares, 208-209 Presión intracraneal elevada See Hipertensión intracraneal (presión intracraneal elevada) Press-On, prismas, oftalmopatía tiroidea, 330 Pretectum/núcleos pretectales, 28, 27, 61, 61f insuficiencia de convergencia causada por lesión, 210 parálisis de la mirada vertical causada por lesión, 206-209, 208f Priones/enfermedades por priones, 364 Prisma(s) de base externa, prueba, trastornos oftalmológicos funcionales, 305 oftalmopatía tiroidea, 330 Propagación de la concomitancia, 215 Proptosis (exoftalmos/exorbitismo), oftalmopatía tiroidea, 328, 328f Prosopagnosia, 189 Proteína C reactiva, arteritis de células gigantes/NOIAA, 122t, 316 Protuberancia, movimientos oculares horizontales, 38 PrPC, 364 Prueba(s) fuera de campo, trastornos oftalmológicos funcionales, 308 del cloruro de edrofonio, diagnóstico de miastenia grave, 236 con diapositiva polarizada, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales ausencia de percepción luminosa monocular, 306, 306f disminución de visión monocular, 307 de disociación vertical con prisma, trastornos oftalmológicos funcionales, 305, 306f duocrómica (rojo-verde/bicromática), evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales ausencia de percepción luminosa monocular, 305-306 disminución de visión monocular, 307 electrofisiológicas de retina en evaluación de baja visión, 104-106, 106f en trastornos oftalmológicos funcionales, 304 del espejo, trastornos oftalmológicos funcionales, 303, 304f del hielo, miastenia grave, 326, 326f de la luz alternante, defecto pupilar aferente relativo, 89, 90f rojo-verde, duocrómica/bicrómatica, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales ausencia de percepción luminosa monocular, 305-306 disminución de visión monocular, 307 del sueño, miastenia grave, 326 tiroideas, 329 de los 30 grados, 131 PSP See Parálisis supranuclear progresiva Ptosis (blefaroptosis), 273f, 274-277, 275f, 276t adquirida, 275-277, 276t aparente (seudoptosis), 272f, 277 aponeurótica, 276, 276t apraxia de apertura palpebral, 277 cerebral, 276 congénita, 274-275, 275f por corticoides, 276 en distrofia miotónica, 276, 334 evaluación, 271-273, 272f, 273f, 274f funcional, 312 mecánica, 276t, 277 en miastenia grave, 272-273, 273f, 276, 324 miógena, 276t neurógena, 275-276, 276t neuromuscular, 276t en oftalmoplejía externa progresiva crónica, 276, 332, 332f parálisis del par craneal III, 224, 224f parpadeo mandibular de Marcus Gunn, 275, 275f, 280 en síndrome de Horner, 262 traumática, 276t, 277 Pulfrich, fenómeno, 185 Pulsos de radiofrecuencia, RM, 68 Pulvinar, 16f, 32, 37 Pupila(s) anomalías, 257-270 Véanse también tipos específicos anamnesis, 257 anomalías de tamaño/forma/localización, 259, 260-269 See also Anisocoria exploración del paciente, 257-259 funcional, 312 irregularidad, 259-260 midriasis episódica benigna, 270 en parálisis del par craneal III, 225, 225f, 226-227, 267-269 reacciones paradójicas, 270 trastornos de la reactividad (disociación luz-proximidad), 269-270, 269t blanca (leucocoria), 259 constricción, reflejos de proximidad y a la luz, 258 See also Reflejo fotomotor de la pupila (reacción pupilar a la luz) deformada (corectopia), 260 exploración, 257-259 en baja visión, 88-91, 90f fija y dilatada, 312 irregular, 259-260 pruebas farmacológicas, 259 reactividad/respuesta a la luz See Reflejo fotomotor de la pupila (reacción pupilar a la luz) en «renacuajo», 259 saltarina, 270 tamaño anomalías, 259, 260-269 See also Anisocoria basal, 259 cambios funcionales, 312 evaluación, 258 tónica (pupila/síndrome de Adie), 50, 261f, 266-267, 267f, 268f, 312 traumatismos, afectación, 259 Purkinje, células, 44 Q Queratitis dolor, 296 en enfermedad de Lyme, 360 seca (síndrome de ojo seco), dolor, 296 Queratocono, 107 Quiasma (óptico), 24f, 27-28, 28f, 27f gliomas, 147, 160 lesiones, 155-161 anterior, lesiones quiasmáticas, 155-157, 156f en esclerosis múltiple, 320-321 lesiones paraselares, 157-161, 159f medioquiasmáticas, 157, 157f patrones de pérdida visual bitemporal, 155-158, 156f, 157f pruebas de neuroimagen, 78t, 80, 80f quiasmáticas posteriores, 157 Quimioterapia (cáncer), glioma del nervio óptico, 148, 149 Quinasa músculo específica (MuSK), anticuerpos, pruebas, miastenia grave, 327 R RAC Véase Retinopatía asociada a cáncer Radiación(es) neuroimagen, evaluación de trastornos, 78t ópticas (vías geniculocalcarinas), 16f, 17, 24f, 30 lesiones, 161-168 Radiculitis herpética, 355 Radiocirugía, 364-365 Radioterapia, 364-365 complicaciones, 365 en glioma del nervio óptico, 148, 149 en meningioma de la vaina del nervio óptico, 145-146 neuromiotonía después, 231-232 en oftalmopatía tiroidea, 330 Raeder, síndrome paratrigeminal, 264-265 RAM Véase Retinopatía asociada a melanoma Ramsay Hunt, síndrome, 282, 283, 355 Reacción de inclinación ocular, 201-202, 202f, 218-219, 218t Reborde orbitario, 5 Receptores de acetilcolina, miastenia grave, 324 Recién nacidos See also Lactantes desviaciones oculares, 208 Reconocimiento/selección de dianas, movimientos de seguimiento lento, 37 Recoverina (antígeno CAR), 111 Recuperación del fotoestrés, test, 102 pérdida visual transitoria, 171, 172 de inversión (RI), 66 con atenuación de líquido (FLAIR), 65, 69, 69f, 69t, 72t, 73f, 74f en esclerosis múltiple, 318f, 321-323 tau corta (STIR), 69, 72t de saturación (RS), 66 Red nerviosa troncoencefálica, 36 Reducción del peso, hipertensión intracraneal idiopática, 120 Reflejo fotomotor de la pupila (reacción pupilar a la luz), 258 paradójico, 270 respuesta consensuada, 258 directa, 258 trastornos, 269-270, 269t oftalmológicos funcionales, 303 oculovestibular, 45f, 194-195, 194t, 196 evaluación, 196-197 supresión, 203-203, 204f trastornos, 201-203, 202f, 204f pupilar de proximidad, espasmo, 311 vestibular ocular See Reflejo oculovestibular Refracción clínica, baja visión, 88 Regeneración nerviosa aberrante del par craneal III (nervio motor ocular común), 228, 228f, 269t del par craneal VII (nervio facial), 280, 280f y trastornos de las reacciones pupilares, 269t, 270 Región intracanalicular del nervio óptico, lesiones compresivas, 145 intracraneal del nervio óptico, 27 intraorbitaria del nervio óptico, 26-27 lesiones compresivas, 145-150 Véanse también lesiones específicas paraselar, 2-3 lesiones afectación quiasmática, 157-161, 159f meningiomas, 160 nistagmo, 250 pruebas de neuroimagen, 78t, 81, 84 Relaciones visoespaciales, trastornos, 188t, 190-191, 191f Relajación, RM, 66 Resonancia magnética (RM), 68-70, 69f, 70f, 71f, 72t, 73f, 74f en aneurisma cerebral, 348, 348f angiográfica (RMA), 66, 73-74, 75f en aneurisma cerebral, 348, 348f en detección de aneurisma, 225 en evaluación carotídea, 176 ventajas/inconvenientes/contraindicaciones, 82-84, 82t en disecciones arteriales, 350, 350f en esclerosis múltiple, 318f, 321-322 funcional (RMf), 66, 76 en neuritis óptica, 79-80, 124t, 140, 141f en NOIANA, 124t venográfica (RMV), 73-74, 75f en hipertensión craneal idiopática, 119 ventajas/inconvenientes/contraindicaciones, 82t Respuesta consensuada, reacción pupilar fotomotora, 258 directa, reacción pupilar fotomotora, 258 de proximidad, exploración pupilar, 258 disociación luz-proximidad, 269-270, 269t pupilar a la luz. Véase Reflejo fotomotor de la pupila (reacción pupilar a la luz) Restricción postextracción de catarata, diplopía, 235 Retina anatomía, 23-25, 26f émbolos pérdida visual transitoria, 171f, 172t, 173-179, 174f, 175f, 174t, 177t gliosis de la capa de fibras nerviosas peripapilares, 117, 117f hamartoma astrocítico, diferencias con drusas del nervio óptico, 132, 132f en infección por VIH/SIDA, necrosis retiniana externa progresiva, 355 nasal, 24f, 27 técnicas de imagen para evaluación, 77 trastornos. Véanse también tipos específicos y Enfermedad(es) retiniana; Retinopatía Retinitis por citomegalovirus, infección por VIH/SIDA, 355 Retinoblastoma, leucocoria, 259 Retinopatía asociada a cáncer, 108, 110-111, 186 a melanoma, 108, 111 por estasis venosa, 180 paraneoplásico, 110-111 Retracción palpebral See Párpado(s), retracción REV See Retinopatía por estasis venosa Revestimiento funcional, 301, 313 RI (recuperación de inversión), 66 Riddoch, fenómeno, 168, 191 RM See Resonancia magnética (RM) RMA See Resonancia magnética (RM) angiográfica (RMA) RMf See Resonancia magnética (RM) funcional (RMf) Robo de la subclavia, 345 Rodilla del facial, 223 Rosenthal, vena basilar, 22 ROV See Reflejo oculovestibular RS (recuperación de saturación), 66 RT See Radioterapia Rueda dentada, seguimiento (sacádicos), 209 S Sacadicomanía (opsoclono), 247t, 252 Sacádicos hipermétricos, 200, 205 hipométricos, 200, 205 en onda cuadrada, 196, 201, 250-251, 251f reflexivos, parálisis supranuclear progresiva, 204-205 Sacádicos/sistema sacádico, 35-37, 36f, 42f, 194-195, 194t, 199-200, 198f disfunción, 204-210, 207f, 208f, 239 See also Intrusiones/oscilaciones sacádicas apraxia oculomotora, 190, 205-206 en ataxia-telangiectasia, 340 en oftalmoplejía internuclear, 220 en parálisis supranuclear progresiva, 204-205 parálisis/preferencia de la mirada/desviaciones tónicas, 206-210, 207f, 208f evaluación, 198-200, 199f hipermétricos, 200, 205 hipométricos, 200, 205 Sacudidas cefálicas, pacientes con apraxia oculomotora, 205 Sáculo, 43f, 44 Sangrado centinela, aneurisma, 347 Sarcoidosis, 330-332 afectación del nervio óptico, 129f, 140, 331 del par craneal VII, 283, 284, 331 hipoestesia mentoniana asociada, 299 manifestaciones neurooftalmológicas, 331 Sectoranopsia cuádruple, lesiones del ganglio geniculado lateral, 163, 163f Secuencia principal, 198 Segmento laberíntico, par craneal VII (facial), 57 mastoideo, par craneal VII (facial), 57 timpánico, par craneal VII (facial), 57 Seguimiento lento movimientos oculares de/vías/sistema de seguimiento lento, 37, 38f, 39f, 194-195, 194t, 200 disfunción, 209-210 en ataxia-telangiectasia, 340 evaluación, 200 nistagmo optocinético, 164-165, 197 sacádico (en rueda dentada), 209 Semiluna inferonasal, síndrome de lateroversión papilar congénita, 138 temporal, 30, 31f, 165, 167, 168f Seno(s) cavernoso, 2f, 6, 22, 22f, 23f fístulas con arteria carótida, 78t, 233-234, 233f nervio motor ocular externo, 46-47 oftalmoplejía causada por lesiones, 232-234, 233f dural, trombosis, 352-354 esfenoidal, 3, 4, 7f frontales, 3, 7f lateral (transverso) trombosis, 353 maxilares, 3, 3f, 7f paranasales, 3 pruebas de neuroimagen para trastornos, 78t petroso inferior, 22, 23f, 46 superior, 22, 23f recto, 22, 22f sagital superior, 21-22, 22f trombosis, 353-354 sigmoide, 22, 22f transverso, 22, 22f trombosis, 353 venosos, trombosis, 74, 75f Sensibilidad al contraste espacial, evaluación de baja visión, 101 pruebas, 101-102 Señal de fibras musgosas, 44 SERP See Encefalopatía, reversible posterior, síndrome Seudooftalmoplejía internuclear miasténica, 221 Seudopapiledema, 114-116, 116f drusas, 116, 116f, 130-132, 131f Seudoptosis, 272f, 277 Seudotumor cerebral (hipertensión intracraneal idiopática), 119-121, 119t cefalea, 119, 120, 290 Sheehan, síndrome (apoplejía pituitaria), 158-160, 159f SIDA See also Infección por VIH/SIDA «visual», evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 308 Sífilis afectación del nervio óptico, 140 en infección por VIH/SIDA, 357 meningovascular, 357 Signo del «anillo», meningioma de la vaina del nervio óptico, 146f de la «cuerda», aneurisma de carótida interna, 265f del «doble anillo», hipoplasia del nervio óptico, 137, 137f de la «luna creciente», aneurisma de arteria carótida interna, 265f, 350 del «sol poniente», 209 de la «vía de ferrocarril», meningioma de la vaina del nervio óptico, 146f, 146t Sildenafilo, cambios visuales, 185 Silla turca, 1, 2f, 12 Simulación, 301 Simultanagnosia, 190, 191f, 206 Sincinesia facial, 280f, 282 Síndrome(s) de la cintilla óptica, 15-16, 162-163 del coloboma renal, displasia del nervio óptico, 139 corticales, 188-192, 188t trastornos de percepción de visión/de déficit visual, 188t, 191-192 de reconocimiento, 188-190, 188t, 189f de relaciones visoespaciales, 188t, 190-191, 191f de desconexión, 188 de entumecimiento mentoniano, 299 esfenocavernoso (paraselar), 232-233 de FCMEO1 (fibrosis congénita de músculos extraoculares de tipo 1), 236 de inmunodeficiencia adquirida See Infección por VIH/SIDA mesencefálico dorsal (de Parinaud), 40, 207, 208f retracción palpebral, 207, 269, 277 de múltiples puntos blancos evanescentes (SMPBE), 109-110, 109f neurocutáneos (facomatosis), 334-341, 335t Véanse también tipos específicos de nistagmo por desarrollo fusional anómalo (nistagmo latente), 242 infantil, 240f, 241-242 de ocho y medio, 222 de ojo seco, dolor, 296 de opsoclono-mioclonía, 251-252 papilorrenal, displasia del nervio óptico, 139 paraselar (esfenocavernoso), 232-233 de pinchazos y sacudidas, 295 pretectal (de Parinaud/mesencefálico dorsal), 40, 207, 208f retracción palpebral, 207, 269, 277 quiasmático anterior, 155-157, 156f restrictivos, diplopía, 234-237, 236f, 237f diferencias con síndromes paréticos, 214, 215f postraumáticos, 235 del seno cavernoso, 347 de la «unión», 156, 156f del uno y medio, 221-222, 222f del vértice de la órbita, 233 Sinequias anisocoria, 262 irregularidad pupilar, 259 posteriores, anisocoria, 262 Sistema límbico (cíngulo), 59 nervioso central linfoma, 354 mucormicosis, 362-363 oculovestibular, 43-44, 43f, 45f See also Nervio(s), núcleo(s) vestibular(es) Reflejo oculovestibular trastornos, 201-203, 202f, 204f nistagmo, 196-197, 201, 240f de seguimiento lento, 37, 38f, 39f, 194-195, 194t, 200 See also Seguimiento lento, movimientos oculares de/vías/sistema de seguimiento lento de transporte axonal del nervio óptico, 25 vascular anatomía, 6-23, 7-10f, 11f, 13f, 15f, 16f, 18f arterial, 6-19, 7-10f, 11f, 13f, 15f, 16f, 18f, 19f venosa, 19-23, 20-21f, 23f pruebas de imagen, 70-77, 75f selección de la técnica, 78t venoso facial, 22 de vergencia, 195, 194t, 200-201 evaluación, 200-201 trastornos, 210 See also Arteria(s) basilar Arteria(s) vertebral disecciones arteriales, 349, 350 trastornos, 343-345, 344f pérdida visual transitoria, 182, 343-344 SITA See Swedish Interactive Thresholding Algorithm (SITA), perimetría SMPBE See Síndrome(s) de múltiples puntos blancos evanescentes (SMPBE) SNC See Sistema nervioso central Snellen, escala, pruebas de agudeza de abajo arriba, 307 SOC See Sacádicos en onda cuadrada Soplos carotídeos, 177 Sordera (hipoacusia), nistagmo vestibular, 244, 245t, 246 SPECT See Tomografía computarizada (TC) por emisión monofotónica (SPECT) STIR (recuperación de inversión tau corta), técnica, 69, 72t Sturge-Weber, síndrome/enfermedad (angiomatosis cerebrofacial/encefalotrigeminal/encefalofacial), 335t, 337-338, 339f Subnúcleo dorsal, par craneal VII (facial), 57 lateral, par craneal VII (facial), 57 del oblicuo inferior, 50 de recto, 50 inferior, 50 medial ventral, 50 superior, 50 Succinato, neuropatía óptica hereditaria de Leber, 134 SUNCT, 295 Supresión estrabismo, 215 de grasa, técnicas, RM, 69, 72f, 72t Sustancia blanca, lesiones en esclerosis múltiple, 320 pruebas de neuroimagen, 78t, 80 negra, 36f Sutura cigomáticomaxilar, 5 coronal, 3 etmoidal frontal, 3 frontocigomática, 3f frontoesfenoidal, 3f frontoetmoidal, 3, 4f lambdoidea, 3 sagital, 3 Swedish Interactive Thresholding Algorithm (SITA), perimetría, 97 T T1 (tiempo de relajación de rejilla de espines/longitudinal), 66, 68 T2 (tiempo de relajación espín-espín/transversal), 66, 68 Tabaco, uso enfermedad tiroidea, 329 neuropatía óptica, 150 Tabaquismo enfermedad tiroidea, 329 neuropatía óptica, 150 Tálamo, 24f, 35f, 37 Tareas no visuales, evaluación de trastornos oftalmológicos funcionales, 303 Tarsorrafia, oftalmopatía tiroidea, 330 TC See Tomografía computarizada (TC) TCA See Tomografía computarizada (TC) con angiografía (TCA) TE (tiempo de eco), 66, 68 Telangiectasias ataxia-telangiectasia (síndrome de Louis-Bar), 340, 341f conjuntivales, ataxia-telangiectasia, 340, 341f Teleopsia, 185 Terminaciones ner