La laicidad según Reina Reyes La laicidad según Reina Reyes Según lo ha dejado escrito la maestra y pedagoga Reina Reyes en una de sus obras, la laicidad es el contenido ideológico del espíritu humanista. La palabra proviene de una voz de uso religioso llamada “laos” por oposición al “klero”. “Laos” definía al pueblo no diferenciado, al pueblo sin jerarquías, mientras que “klero” designaba a la sociedad calificada, por lo tanto remite a una jerarquía. En la Iglesia Católica decir laico era referirse al que profesa la religión católica pero que no tiene órdenes religiosas. Por lo tanto, la laicidad remite a una idea de igualdad y a una sociedad sin jerarquías. En todo momento la autora establece una clara oposición entre laicidad y laicismo. Esto último, entendido como una corriente ideológica o doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y especialmente la del Estado, de toda influencia religiosa o eclesiástica, porque considera a las religiones y a los cultos como fenómenos ajenos a la vida de la sociedad civil. Debido a este laicismo, surgió un dualismo que dividió a la sociedad civil de la sociedad religiosa, y creó un ámbito de hostilidad dentro del campo de las ideas hacia todo lo que proviniera del campo eclesiástico. El laicismo, contrariamente a la laicidad, tiene una acepción en donde supone un pensamiento o una acción para oponerse a la religión. Incluso puede ser confundido con ateísmo. Sin embargo, la laicidad, nos dice Reina Reyes, no es anticlerical, ni antirreligiosa. Su postura al respecto es que en la sociedad debe reinar la libertad de culto y el respeto a la individualidad, sin importar que este culto sea católico, pagano o ateo, o esa individualidad profese una religión o ninguna. Además, la laicidad no queda restringida a lo religioso; también incluye la política, el arte, la filosofía, áreas humanas que deben quedar abiertas y disponibles para la libre elección de las personas. Así como el laicismo defiende la libertad de cultos religiosos, también defiende la libertad de cultos filosóficos o la libertad de formar o integrar cualquier movimiento artístico o político. La laicidad según Reina Reyes De esto se deriva que la laicidad se encuentre estrechamente vinculada a la democracia y los derechos humanos. La laicidad garantiza la libertad individual y los derechos individuales, por lo cual es una condición intrínseca de la democracia; y para que la democracia sea posible, la laicidad debe garantizar la libertad de expresión y la libertad de pensamiento, ya que la defensa de la individualidad requiere poder tener pensamientos propios. “La laicidad es la proyección de la libertad de pensamiento en relaciones sociales de igualdad” (2005:50). En este sentido, laicidad es el respeto por las ideas de los otros, no tolerancia, sin importar la clase, la raza, la religión o el credo filosófico que el ciudadano practique. Es por esto que la laicidad exige una actitud laica que Reina Reyes define como una actitud intelectual y moral por la cual la persona realiza su autonomía en relaciones recíprocas con otras conciencias. La actitud laica se logra solo por un adecuado proceso educativo, por eso la educación es el ámbito de desarrollo de estas polémicas, por lo tanto, también su forma de avivarla en el niño. Justamente por no ser innatos el pensamiento reflexivo ni el sentido de igualdad, solo la educación puede desarrollar y defender una actitud laica (pensar y sentir libremente, respetando al otro, reconociendo el mismo derecho). La autora parte de una visión contraria a la de Rousseau, que sostenía que el hombre natural era libre y bueno, pero la educación y la sociedad lo corrompe. Lo que dice Reyes es justamente lo opuesto. Esto nos lleva a una pregunta crucial: ¿cómo debe el educador ejercer su autoridad sin que su persona sea en sí misma una fuente de dominio sobre los demás y de adoctrinamiento? El educador debe coadyuvar en la socialización democrática adoptando una posición activa, constructiva, no pasiva o apática apelando a los fundamentos psicológicos de la laicidad en la educación, que son dos: (1) El pensamiento reflexivo y (2) el sentimiento y la idea de la igualdad entre los hombres. Lo primero implica una educación contraria a la educación dogmática, contrario a la producción de “almas tuteladas” como las llama Vaz Ferreira, mediante el cultivo libre de las ciencias y de las artes. Con respecto a lo segundo, debemos reafirmar lo que nos dice Reyes acerca de que “todos los hombres nacen iguales, pero también nacen distintos”. No existen dos organismo iguales física, moral o intelectualmente, pero la educación debe tratarlos como portadores de los mismo derechos individuales. Los beneficios de la educación laica se establecen en los métodos educativos y la libertad de enseñanza. El valor está subordinado a la forma en que se enseña, para esto se debe encontrar la forma de no suprimir la libertad del alumno propiciando el pensamiento reflexivo. Se debe vigilar la actitud y crear condiciones favorables para influir lo mejor posible, dejando a un lado las influencias de carácter afectivo ya que constituyen una forma de sujeción en la personalidad del niño. Por eso es necesario evitar las sugestiones ya que estas impiden las verdaderas vivencias y dejan a un lado la visión objetiva de la realidad. La laicidad según Reina Reyes Cuando una creencia es aceptada por imposición, conforma actitudes que son ajenas al juicio personal. Cuando surge la duda frente a la creencia y nos preguntamos si el pensamiento es de otro, es cuando se tiende a la liberación del pensamiento. La educación dogmática trabaja en esta línea, impone ciertos hábitos que se oponen a la independencia, fomentando el sentimiento de culpabilidad y la obediencia a la autoridad. Estos valores y actitudes impuestas difícilmente lleguen a ser objeto de un juicio crítico reflexivo. La educación laica no se opone al sentimiento religioso pero considera que este sentimiento no debe lograrse a través de la imposición de una doctrina, sino por medio de las vivencias auténticas del ser. Los métodos educativos deben considerar la personalidad. Como lo dice Piaget: “en realidad la educación forma un todo indisociable y no es posible formar personalidades autónomas en el campo moral, si en otros el individuo está sometido a una presión intelectual de tal orden que debe limitarse a aprender porque se le manda sin descubrir por sí mismo la verdad; si es pasivo intelectualmente no puede ser libre moralmente. pero recíprocamente, si su moral consiste exclusivamente en una sumisión a la autoridad adulta; y las relaciones que constituyen la vida de la clase son únicamente las que unen a cada alumno individualmente al maestro que detenta todos los poderes no podrá tampoco ser libre” (Piaget, derecho a educar y derecho a la educación, Reina Reyes, pág, 59). A raíz de estos conocimientos psicológicos la educación laica utiliza métodos en base a experiencias seleccionadas, en un clima que promueve las libertades del hombre; eliminando la imposición de dogmas religiosos o políticos que por su alto contenido irracional son asemejados con religiones. Este tipo de acciones continuadas de una manipulación de las masas da pie a la característica que estructuran a los totalitarismos. Es por estas razones que las democracias exigen a un pueblo educado en la laicidad que promueva el sentir libre, el pensamiento reflexivo, la comprensión, el respeto mutuo, el diálogo y la maduración intelectual. Por esta vía es que llegamos a la conclusión de que la educación pública laica es a su vez una escuela para la democracia y para una sociedad sana (2005:67). La educación pública es laica porque está exenta de todo fanatismo, alejada de la tiranía y de la servidumbre, y se halla por encima de las diferencias religiosas e intelectuales. Como nos dice Ferri sobre la educación laica: el laicismo es la “fraternidad superior a todos los dogmas”. (2005:67) O como lo dijera José Pedro Varela en el siglo XIX: “La escuela establecida por el Estado laico debe ser laica como él” (2005:67)