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Corman Louis - El Test De Los Garabatos

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Título de la edición original:
LE GR1BOU1LLIS. Un test de personnalité profonde.
Publicada por Presses Universitaires de France, París.
T ra d u c c ió n d e MARTA CELIA E G U IB A R
Todos los derec h o s .eservados por (© , 1 9 7 1 )
E D IT O R IA L K A PE LU SZ, S. A. -
B uenos A ires.
H e c h o el d epósito que e s tab lece la ley 1 1 .7 2 3 .
P u b lic a d o en abril de 1971.
L IB R O DE E D IC IÓ N A R G E N T IN A
P rin te d in A rg e n tin a
ÍNDICE
PR IM ER A PARTE
EL TEST DE L OS GA RA BA TOS
Las bases de su interpretación
en psicopatologia
1. Significación psicológica de los g a r a b a to s .................................................. ;
I.
II.
2.
11
12
La técnica d e los g a r a b a to s ..............................................................................
14
I.
II.
III.
IV.
V.
3.
11
La in terp retació n grafológica de los g a r a b a to s ............ .................
Necesidad de una interpretación original del g a r a b a to .................
El nom bre en el centro de la h o j a .......................................................
14
Las c o n s ig n a s ............................................................................................
15
R epetición del t e s t ................. ............................................................... "15
C arácter dinám ico del t r a z a d o .............................................................
16
Reacciones afectivas ...............................................................................
17
Evolución de la personalidad. Psicodinámica del g a ra b a to ....................
20
I.
II.
III.
IV.
Pre-garabatos y garabatos propiam ente d i c h o s ...............................
20
El ¿stadiosádico-anal y los garabatos sád icó -án ales-,» .................. 23
El estadio objetal, la sublimación y los garabatos de.sublim ación . 31
34
La represión y los garabatos de represión ...................... ..
. a) G arabatos c e n tr a le s ......................................................................... 36
bj G arabatos debajo del n o m b r e ......................................................
38
V. Las form aciones reaccionales del Yo y los garabatos de
form ación r e a c c io n a l.............................................................................. 41
VI. La relación a distancia y los garabatos de a is la m ie n to .................. 52
SEGU N D A PARTE
APLICACIONES CLÍNICAS
DEL TEST DE LOS GA RA BA TOS
1.
El diagnóstico de la p e rs o n a lid a d ...................................................................
I.
II.
La personalidad a f e c tiv a ........................................................................
La inteligencia . .......................................................................................
59
.60
66
2.
Los conflictos del alma infantil interpretados a través de los garabatos.
I.
Los conflictos con el m e d i o ...................................................................
a) La cólera y los actos de v io le n c ia .......................................
b) Oposición y e n c o p re s is ..................................................................
II. Los conflictos i n t e r n o s ...........................................................................
a) El retorno contra sí m is m o ...........................................................
Represión e in h ib ic ió n ...................................................................
c) Las formaciones reaccionales del Y o .........................................
d) El a is la m ie n to ................................................... ...............................
e) La r e g r e s ió n .......................................................................................
/ ) Los atrasos en la escuela debidos a causas a f e c tiv a s ................
g) Conflictos pasajeros y neurosis d u r a d e r a s ................................
3.
Los estados neuróticos en el n i ñ o ..................................................................
I.
■II.
III.
IV.
V.
VI.
4.
La neurosis
La neurosis
La neurosis
La neurosis
La neurosis
La neurosis
de a n g u s tia ........................................................................
d e p re s iv a ............................................. ...............................
de in h ib ic ió n .....................................................................
asténica. Las dudas y los e s c rú p u lo s ..........................
o b s e s iv a ..............................................................................
regresiva -.............................................................................
69
71
71
76
83
84
86
88
88
89
91
93
95
96
105
112
118
122
130
N eurosis y psicosis del adulto ......................................................................... 136
I.
II.
III.
IV.
La neurosis de a n g u s tia .........................................................................
La neurosis a s té n ic a ...............................................................................
La neurosis o b s e s iv a ..............................................................................
P s ic o s is .......................................................................................................
137
144
151
156
C o n c lu s io n e s ................................................................................................................
167
Validez y fidelidad del test de los g a r a b a to s ............................................ 167
El p u n to de vista psicoanalí t i c o .................................................................. 171
Bibliografía ................................................................................................................... 173
1
S IG N IF IC A C IÓ N P S IC O L Ó G IC A DE LOS G A R A B A T O S
Los garabatos que ha'cen los niños siempre han sido considera­
dos con atención por los psicopedagogos, a quienes interesan todas
las manifestaciones expresivas de lá espontaneidad juvenil.
Pero la idea de hacer del garabato un test de personalidad es
m uy reciente. La debemos a Robert Meurisse, aparecida en su
primer estudio: "Le test du gribouillage”, publicado en 19 4 8 .1
I.
LA IN T E R P R E T A C I Ó N G R A F O L Ó G IC A
Es interesante acotar que Meurisse es grafólogo. En efecto, no
han sido los psicólogos sino los grafólogos los primeros que
insistieron en el significado de los garabatos, considerándolos, con
justa razón, como la fo rm a prim itiva del grafismo infantiL\;Luávj\g
Klages, el célebre grafólogo alemán, menciona esto al pasar, en sus
obras2 ; pero, después de Meurisse, los Bernson han hecho.* tal vez,
los estudios sistemáticos más importantes sobre, el tema3 , tom ando
como referencia las reglas habituales del análisis grafológíco.
Ese análisis se basa en la hipótesis de trabajo que afirma que la
escritura de un individuo expresa, no sólo los rasgos particulares de
1 R o b ert M EURISSE, Le test du gribouillage (P sych. N° 26, dic. 48 y
N° 37, dic. 1949). (C onnaissance de l’hom m e, nov. 56).
2 Ludwig K LAG ES, Escritura y carácter (vers. cast.) Buenos Aires,
E ditorial Paidós, 1959.
’
3 B. y M. BERNSO N, Le gribouillis des jeunes enfants (B ulletin d e
graphologie, 1949).
M arthe BERNSON, D el garabato al dibujo, vers. cast. Buenos Aires, E ditorial
K apelusz, 1962.
su inteligencia y de su carácter, sino ademas su personalidad
profunda, es decir, las tendencias y los sentimientos de los cuales no
tiene clara conciencia; eso se podrá saber por medio de su escritura
mejor de lo que él mismo se conoce.
Llegamos aquí a la moderna noción de proyección, la cual,
como es sabido, ha adquirido gran importancia en psicología
después de Ios-descubrimientos freudianos. En efecto, tal como lo
ha demostrado el psicoanálisis, algunas tendencias dormidas en el
inconsciente,..y que parecen muertas, pueden, bajo ciertos estímu­
los. despertar a la vida y manifestarse en la conducta del sujeto, sin
que éste tenga conciencia de los móviles que lo impulsan a actuar.
Se dice entonces que esas tendencias se provecían directamente en
la conducta. Por ejemplo, el sujeto que escribe tiene conciencia del
significado de Jo que escribe, pero no del movimiento que gobierna
■su pluma, el cual es automático, y sin embargo, su estado de ánimo
profundo se expresa en la escritura.
Ahora bien, con los garabatos ocurre lo mismo que con la
escritura; Meurisse fue el primero que tuvo la idea de considerar al
garabato (que llama “garabateo” ) como una proyección de la
personalidad profunda del sujeto que lo traza, pudiendo por lo
tanto constituir un verdadero test de proyección.
Esto nos permite comprender que se hayan podido aplicar a los
garabatos las reglas del análisis grafológico y obtenido así deduc­
ciones psicológicas muy interesantes. Recordemos aquí suscintamente que. en grafología. se evalúan la am plitud de los trazos, la
fuerza, la fo rm a , la dirección, la localización, la rapidez, el ritm o y
la armonía de los mismos y que cada una de estas características
tiene, como es sabido, un significado grafopsicológico determinado.
Meurisse ha agregado a este esquema clásico complementos su­
mamente sugestivos referentes a la personalidad profunda, y ha
desarrollado aún más-la noción de test de proyección.
II.
N E C E S ID A D DE LINA IN T E R P R E T A C I Ó N O R IG IN A L
DEL G A R A B A T O
Sin embargo, cuando quisimos utilizar al garabato como test de
investigación psicoclínica, apoyándonos en los estudios de Meurisse
y de Bernson. nos vimos detenidos en nuestras interpretaciones.
Advertimos entonces que había, al comienzo, un error de
m étodo y que era excesivo asimilar el garabato a la escritura. La
interpretación por medio de las reglas grafológicas ha sido estudiada
para la escritura.
decir para un grafismo m uy elaborado, muy
socializado.' un grafismo en el que la personalidad se expresa
disciplinándose, para lograr esa necesaria comunicación con los
demás y que es el objeto esencial del tex to escrito.
Nos dimos cuenta que, por el contrario, los garabatos son un
grafismo muy primitivo, un grafismo anterior a la com unicación
social. La misma consigna de completa libertad que rige el trazado
de los garabatos y hace que éstos den libre curso a lo que hay en
nuestra personalidad de menos elaborado, d e jn e n o s socializado, a
la expresión ■del fondo del inconsciente salvaje en que se agitan
confesamente nuestras tendencias más primitivas.
Por consiguiente, sin .dejar de reconocer que el gesto gráfico
tiene, en la escritura y en los garabatos, significados comunes,
•pensamos que el buen m étodo científico consiste en no confundir­
los y en averiguar en qué. difieren los garabatos de la escritura,
elaborando, mediante el- estudio de los mismos, un m éto d o de in­
terpretación que les sea propio.
Considerando pues el garabato com o un test de proyección.
pensamos que, .para interpretarlo correctam ente, debíamos com en­
zar por examinar cuáles son las ten d en cia s' de la personalidad
profunda que se proyectan en él.
.
' ,
En efecto una de las premisas fundam entales de la psicología
proyectiva es la de que los diversos tests de proyección no son
equivalentes, pues según el estímulo usado para suscitar la p ro y ec ­
ción. vemos manifestarse planos diferentes de personalidad. Se
debe, pues, en cada caso, ex’aminar el nivel de personalidad que se
proyecta, pues de su nivel dependerá el m étodo de interpretación
que se utilice.
•
• Este estudio original es lo que presentam os a continuación. El
mismo nos ha permitido, como se verá, llevar mucho más lejos que
nuestros predecesores, la .interpretación de los garabatos y su
nrovechosa utilización en clínica.
2
L A T É C N I C A DE LOS G A R A B A T O S
Antes de penetrar en la interpretación de] test del garabato,
vamos a indicar la técnica que hemos empleado.
El test del"garabato es una prueba simple, de ejecución rápida y
sencilla y que encuentra fácilmente ubicación en el curso de los
exámenes médico-pedagógicos, donde no se dispone de m ucho
tiempo. La consigna es completamente elemental: se da al sujeto
una hoja de papel blanco (bastante resistente) y un lápiz negro (con
mina medianamente blanda) y se le dice: “ Garabatee en est 2 hoja” .
En el caso de niños mayores (o aun de adultos) que se sorprenden a
veces de esa orden, debemos ocasionalmente agregar: “ Imagínese
usted que_ vuelve a la infancia, a la edad en que todavía no sabía
escribir y garabatee esta hoja como le gustaba hacerlo a esa edad” .
Para que el sujeto afloje su tensión, se puede añadir: “ Abandónese
por completo a su fantasía” .
I.
EL NOMBRE EN EL C E N T R O DE LA H OJA
A partir de Meurisse, se acostumbra pedir al sujeto que com ien­
ce por escribir su nombre en el centro de la hoja. Se trata, en efecto,
de un excelente medio descentrar los garabatos con relación al Yo
del sujeto: por un lado el Yo personal. íntimo, representado por el
nombre de pila: por el otro el Yo familiar, social, presentado por el
patronímico. Ocurre a veces que el sujeto pregunta cuál de sus dos
nombres debe escribir, o si debe escribir los dos. Conviene respon­
derle que goza de libertad para hacer lo que guste.
A los niños pequeños, que no pueden escribir su nombre aún,
puede dárseles la consigna de dibujar un muñeco en el centro de la
hoja y decirles luego: “ Ese muñequito eres tú ” .
Ivk jrisse ha dado instrucciones m uy precisas para la ejecución de
su iest de los garabatos. Quiere que se comience siempre en ei mismo
lugar, dos centím etros más arriba del nombre y qué. partiendo de
ese punto así establecido, se.garabatee durante un minuto y medio,
sin levantar el lápiz y sin 'detenerse. De este modo, se pretende
asegurar al test condiciones de ejecución constantes, que deben
permitir luego una fácil estandardización.
Nosotros con esto no podemos seguir a dicho autor. Como ya
mostraremos (al final de está obra, al tratar de la validez dei test),
en los tests de proyección hay'que elegir entre una técnica siándard,
que imponga las mismas reglas a todos los sujetos, dejando que las
diferencias individuales se manifiesten sólo dentro de límites muy
estrechos, pero facilitando, en cambio, las comparaciones estadís­
ticas. y una técnica-libre, que deje que cada personalidad individual
exprese toda su originalidad, perm itiéndonos así analizarla en pro­
fundidad. En nuestro c a so ,Jie m o s optado por esta segunda técni­
ca, puesto que lo im p o rta n te aquí no es comparar un sujeto coir
los demás (y en particular con los sujetos normales) sino apreciarlo
en su individualidad propia y p o d e r así captar las motivaciones
dinámicas profundas de su conducta o de sus trastornos.
Volviendo a la libertad en la técnica, veremos, por ejemplo, que
muchos sujetos limitan sus garabatos a la zona que está debajo del
nombre; éstos partirán, pues, de un punto subyacente al nombre y
les molestaría la consigna contraria de Meurisse. De igual modo, el
tiempo empleado p o r el sujeto para trazar sus garabatos suministra
indicios preciosos: algunos acaban rápido: otros, por el contrario,
no terminan de repetir compulsivamente los mismos trazos: y. tanto
en un caso como en el otro, imponerles un tiempo determinado
sería contrario al .desarrollo espontáneo del test. Así también las
veces que se levanta el lápiz y las interrupciones en el curso del
trazado nos dicen m ucho acerca de las inhibiciones del sujeto y sus
rupturas de contacto, y la consigna que lo prohibe no es conveniente.
III.
REPETICION D EL TEST
Nuestra técnica
sivos. Lo motiva el
sujeto titubea ante
somete y produce
inhibición. Si se le
com porta la realización d
hecho de que. en un gra#/q£h/>efb a e e ' ^
el carácier insólito de//a^p/ueba
'k lo1'
garabatos que llevan ^¿/¿laTcaj^e^^iná^.fuári^
hace repetir en seguid^! @ bruey^ejíiufetc». o
reproduce ei misino trazado de la primera vez. en cuyo caso se
puede llegar a la conclusión de que el estado de inhibición es
habitual e n 41, o bien se libera en un trazado más amplio, lo cual nos
indica que su inhibición era pasajera y, m u y probablemente, debida
al carácter poco usual de la prueba.
De manera más general, el test de los garabatos puede repetirse
sin inconveniente gran número de veces. Más aún. se recomienda
hacer varias-, a_ diversos intervalos de tiempo, si se quieren extraer
conclusiones .valederas. Desde este p u n to de vista, sucede con el
garabato lo “mismo que con el texto escrito; es sabido que un
grafólogo sagaz-no se aventura a hacer el retrato de un individuo
basándose en un documento único, sino que pide que se le
presenten varios y de distintas fechas, a fin de observar en eflos los
caracteres gráficos permanentes, que le perm itirán deducir los rasgos
que -dominan en la personalidad estudiada. Del mismo modo, el
intérpreteTie'los garabatos debe hacer repetir varias veces la prueba
a ñ n de \~r si el sujeto reproduce siempre los mismos trazos o si
difieren de un-test a otro.-En el primer caso, podemos estar seguros
de que esos trazos corresponden a rasgos de personalidad constan­
tes: en el segundo caso, por el contrario, puede inferirse que la
situación psicológica del sujeto varia según los momentos.
. En cierta medida, una personalidad bien equilibrada, capaz de
adaptarse dócilmente, presentará variaciones en sus garabatos suce­
sivos según las condiciones del ambiente. Por otra parte, esas
condiciones pueden ser provocadas experimentalmente. Por ejem­
plo. suscitando en el sujeto sentimientos momentáneos de exalta­
ción o de depresión, se pueden obtener garabatos reveladores de
esos estados particulares de ánimo. Del m ismo modo, ios garabatos
hechos después de un psicodrama en que el sujeto, como ocurre a
m enudo, ha descargado fuertes pulsiones agresivas, pueden expresar
en sus trazos la liberación que se ha producido. Veremos, por otra
parte, que en el curso de una psicoterapia es posible a menudo
seguir los progresos realizados a través de la evolución de los
garabatos trazados después de cada sesión.
IV .
C A R Á C T E R DINÁMICO D EL T R A Z A D O
Como vimos, los garabatos no son dibujos, sino un acto gráfico.
Por lo tanto, la manera en que se hacen tiene tanta importancia
como el trazado final y es indispensable observar al sujeto mientras
hace sus garabateos. Es decir que debemos notar el punto de partida
del trazado, su dirección progresiva o regresiva, ascendente o
descendente, la -zona qu e cubre primero y la rapidez de su
ejecución, signos todos éstos de los cuales veremos la importancia
para la interpretación del test. Debemos consignar, por ejemplo, por
tener un valor m uy especial, la tendencia de algunos sujetos 2 voiver
a pasar, una y otra vez, por el mismo lugar de la hoja, tendencia
compulsiva ligada frecuentemente a una fijación morbosa relacio­
nada con la zona en cuestión, como ya lo hizo notarM^urisse.
V.
REACCIONES A F E C T I V A S '
Hay que observar-también-lás 'disposiciones afectivas del sujeto
en el momento en que garabatea.’
Los garabatos amplios_y vigorosos se ejecutan, en general, con
alegría, y es'evidente que,, en. este caso, el sujeto siente un gran
placaren exteriorizar sus pulsiones. Puede ocurrir, aún, que el sujeto
tenga luego, oscuram ente; conciencia de haber hecho algo “ inconve­
niente” y dirija al psicólogo una mirada de vergüenza o de temor.
Los garabatos inhibidos son hechos,-en la generalidad de Jos
casos, con mucha seriedad, y a veces hasta con una disposición 'de
ánimo melancólica.
Una vez cum plido el test, conviene consignar también la
impresión afectiva producida .en el sujeto por su realización.
Algunos están contentos. Otros, en cambio, expresan su discon­
formidad. Señalemos, en particular, el malestar que causa frecuen­
temente el garabato que pasa sobre el nom bre; muchos sujetos se
avergüenzan de lo q u e han hecho y -declaran q u e .n o está bien
garabatear sobre el nom bre, que es sucio o que está prohibido.
Vemos algunos que, habiendo casi borrado su nombre con sus
garabatos^ repasan luego todas las letras para que ssü nuevamente
legible.
También puede resultar interesante hacer interpretar los gara­
batos por el a utor mismo, en la medida en que éste puede luego
comprender el significado simbólico de su trazado.
Anticipándonos a nuestro capítulo de interpretación, podemos
decir aquí que, en los garabatos, se proyectan muchas pulsiones
agresivas de las cuales el sujeto puede, a través de su-ademán, to m a r
conciencia. He aquí dos ejemplos:
El primero lo proporciona un niño de 11 años, m uy celoso de su
hermano menor, pero m uy contrariado en su instinto de rivalidad
por las severas censuras de sus padres; como consecuencia, se ha
vuelto tartam udo; p ero no tartamudea d u ran te los psicodramas,
cuando puede exteriorizar libremente sus pulsiones agresivas. Luego
de uno de .esos psicodramas trazó estos garabatos intensamente
agresivos, con los cuales borró, en particular, su nombre (de lo cual
veremos más adelante el significado). Invitado a decir lo que piensa
de sus garabatos, dice que es una explosión y que.el “ pajarito” se ha
escapado hacia arriba, a la derecha, “ donde está bien" (fig. 1). '
Figura 1_ El pajarito que voló se encu en tra en el pequeño rectángulo,
arriba, a la derecha.
El segundo ejemplo.es de un hom bre de 40 años.-atacado de.
neurosis obsesiva, caracterizada por dudasincesantes, con rituales y
verificaciones. Es sabido que, en esta neurosis, la carga agresiva
interior es fuerte, pero que es anulada p or una poderosa censura.
Sin embargo, en el caso de nuestro sujeto, la censura cede a veces y
deja que se exterioricen, si bien en el plano puramente ideal, sin
tentativas de realización, ideas asesinas, sobre todo con relación a su
esposa. Invitado a hacer garabatos, el sujeto no se presta a ello de
buena gana; se somete, empero, y traza con bastante rapidez las
volutas que vemos aquí, para term inar con un gesto violento que se
imprime en el trazo grueso y negro en dirección H-D (hacia arriba y
a ia derecha) (fig. 2). Interrogado, declara que eso le recuerda
algunos informes que le tocaba redactar, informes que sus colegas
escribían sin ningún cuidado, pero qu e 'é l se consideraba obligado a
preparar con mucha conciencia. Ocurría, a veces, que al final,
impaciente, garabateaba la hoja y la rompía, lo cual le obiigaba 2
empezar de nuevo. Vemos, pues, actuar en sus garabatos el misino
proceso dinám ico que nos m uestra la conciencia profesional incapaz
de do m in a r p o r completo las pulsiones agresivas subyacentes1 .
En el capítulo siguiente, a propósito del caso del joven Yves,
veremos- o t r a ejemplo- notable en que la interpretación simbólica
suministrada p o r el sujetó coincide con el análisis científico que
hicimos nosotros ffig_JO
Figura 2.
G arabatos de neu ró tico obsesivo.
1 T odos los garabatos reproducidos en esta obra han sido h ech o s en e]
tam año 21 x 27 cm. Las reproducciones m iden la cu arta parte del tam a­
ño original. H em os tachado u o cultado el nom bre del sujeto (cu an d o él m ismo
no lo hizo al garabatear) a efectos de respetar el secreto profesional.
3
E V O L U C I Ó N DE L A P E R S O N A L I D A D
P S IC O D IN Á M IC A D E L G A R A B A T O
I.
PR E -G A R A B A T O S Y G ARABATOS P R O PIA jM E N T E D IC H O S
Así como la escritura no expresa la personalidad del que escribe
sino cuando las dificultades del aprendizaje han sido vencidas y por
consiguiente la misma se ha vuelto autom ática, a su vez, el garabato
no expresa al comienzo lo que expresará más tarde, cuando el niño
adquiera el dominio de sus movimientos y ademanes.
Hay. pues, en el niño, entre Jos-2 y 3 años, un estadio que se
podría llamar estadio del pre-garabato: la m ano halla dificultad en
sostener bien el lápiz y en mantener el contacto con la hoja de
papel; el movimiento se efectúa de manera impulsiva. Por otra parte,
a esa edad, la expansión vital es reducida y esa reducción se traduce
en gestos de poca amplitud.
Vemos entonces dos tipos de garabatos:
I o) El garabato en forma de flechas, com puesto de trazos
cortos, lanzados en todas direcciones, al azar de los movimientos
impulsivos (fig. 3).
2°) El garabato en redondeles o círculos, form ado por curvas
cerradas sobre sí mismas y repetidas en forma m onótona en diversos
lugares de la hoja (fig. 4).
Una variedad de esta segunda forma consiste en redondeles muy
pequeños, trazados de manera imperfecta y diseminados por toda la
superficie de la hoja (fig. 5); cuando esta forma se presenta en una
eda{] más avanzada, es característica de la deficiencia mental délos
niños mogólicos.
Estos pre-garabatos tienen ya alguna relación con las tendencias
Figura 3.
Pre-garabatos en form a de flechas.
vitales del carácter. En general, los garabatos en forma de flechas
expresan fuertes descargas de agresividad, mientras q u e los gara­
batos de formas circulares indican un carácter dulce y conciliador
(tal es. en particular, el caso de los mongólicos). Por o tra parte, la
falta de unión entre las diferentes partes del trazado, m uy carac­
terística de esa edad, traduce los bruscos impulsos experim entados
por el niño y, correlativamente, carencia de vínculos asociativos
tanto en la acción como en el pensamiento.
Sin embargo, para que los garabatos adquieran pleno significado
psicológico, es menester llegar a la fase siguiente de la evoliíción
psicomotriz. el estadio m otor controlado.
En efecto, sólo cuando el-niño extiende su campo de acción y
no se halla prisionero dentro de un reducido círculo de expansión y
ha adquirido un buen dominio de sus movimientos, es capaz de
evolucionar sin dificultad en el espacio vital de la hoja blanca en que
garabatea y de dominar su trazado; sólo entonces —decim os— se
pueden interpretar todos los matices de ese trazado com o libre
expresión de la personalidad.
Para una m ayor claridad didáctica, vamos a sintetizar en este
capítulo las nociones adquiridas acerca del garabato, describiendo
primer:. en te la evolución de la personalidad del niño y dando
luego los garabatos correspondientes a cada una de las fases de esa
evolución.
■
En esta descripción haremos amplio uso del co n cep to psicoanalítico, el cual arroja clara y abundante luz sobre el desarrollo
psíquico del niño y soDréTüá trastornos que en él se producen.
II.
E L E S T A D IO SÁ D IC O -A N A L Y LOS G A R A B A T O S
S Á D IC O -A N A L E S
Una de las adquisiciones más preciosas del psicoanálisis es el
haber mostrado cómo se establecen las relaciones del niño c o n las
personas que lo rodean, la familia primero. Ja sociedad luego,
poniendo especial acento en la parte importante que pertenece a la
vida insiintivo-afectiva en el establecimiento de esas relaciones.
La psicología clásica destacaba el egoísm o del .niño com o una
necesidad vita! vinculada con las exigencias de su desarrollo,
mientras que la preocupación por los otros, bajo-el nom bre de
altruismo no se manifestaba sino más tarde, como una. especie de
conquista m oral sobre el egoísmo primitivo.
El psicoanálisis ha buceado con mayor profundidad, m o stran d o
que la evolución llamada "moral” está estrictamente condicionada
por factores biológicos.
En efecto, al comienzo, el niño pequeño sólo vive “ para sí
mismo” , y las personas que Jo rodean no son consideradas p o r él
como “ sujetos” autónomos, con existencia y necesidades propias.
El niño no puede considerarlos sino en función de sí mismo, de sus
necesidades personales, es decir que sólo son para é l . sim ples
instrum entos de sus necesidades. Todo lo quiere: el m undo e n te ro le
pertenece: su capricho tiene fuerza de ley y no se preocupa en
absoluto por las molestias que su conducta pueda causar a sus
semejantes.
Este primer estadio de la vida infantil se llama precisam ente
estadio no-objetal, por el hecho de que el niño no m antiene
relaciones con objetos independientes de él mismo. En este p e río d o ,
por ejemplo, el niño está estrechamente unido a su m adre-nodriza,
que es, en cierto modo, una parte de.él mismo, pues está a h í para
servirlo, para proveer a su subsistencia y a su protección y carece,
por decirlo así, de existencia fuera de esa función.
Este estadio no-objetal comporta dos estadios diferentes, que se
suceden en ia evolución: el estadio oral y el estadio anal.
El estadio oral, que com prende aproximadamente el prim er año
de vida, es aquel en que predominan exclusivamente las funciones
de la nutrición. La avidez es insaciable, a causa de las considerables
exigencias del crecimiento. Las rehciones de objeto, ligadas a esa
avidez oral, son tales que toda unión con un objeto es vivida y
pensada en términos de incorporación oral. Todo lo agradable se
absorbe y, en primer lugar, el ¿uerpo de la madre-nodriza, repre­
sentado por su leche. Todo lo desagradable se rechaza, se escupe.
No hay término medio. Para ser aceptado, el objeto debe ser
enteramente agradable, es decir, colmar integramente los deseos del
niño. Si es frustrante es el “ objeto malo” contra el cual se desata la
agresividad en forma de mal humor, gritos y lágrimas. No hay aún
lugar para el conocimiento del objeto.tal como es, en su realidad de
objeto, ora grato, ora frustrante. Es el ambiente de los cuentos de
hadas, con la muy marcada oposición entre el hada buena y la bruja
mala.
El estadio anal (entre 1 y 2 años) es aquel en que se establece un
comienzo de movilidad voluntaria (ademanes, marcha, masticación)
y, a! mismo tiempo, un comienzo de control de los esfínteres. £l
niño cumple sus funciones de evacuación y es dueño de hacerlo
donde y-cuando le plazca, sin preocuparse por las molestias que eso
pueda causar a los que lo rodean. Pero éste es también el estadio en
que el niño podrá a pedido de la madre hacer sus necesidades en un
momento y en un lugar dados, en pocas palabras, tornarse limpio.
Dispone así de un medio m uy eficaz para presionar a los que lo
rodean y. si tiene algún motivo de queja sobre el m odo en que se
han comportado hasta entonces con él, puede manifestar abierta­
mente su agresividad manteniéndose sucio. Esta posibilidad, m uy
frecuente, es la que ha llevado a los psicoanalistas a agregar la
palabra sádico a la palabra anal y a describir ese estadio como
sádico-anal1.
Cuando las pulsiones del estadio sádico-anal persisten más tarde,
pueden, además de sus manifestaciones directas, excrementales,
manifestarse también por una marcada tendencia a la suciedad y por
un comportamiento y un vocabulario obscenos. El uso m u y difun­
1 A decir verdad, la distinción entre p erío d o oral y p e río d o anal es
demasiado esquemática. Cuando la pasividad de los prim eros m eses cede el
lugar a la movilidad activa y a la posibilidad de m order, hay un p erío d o
sádico-oral mediante el cual se establece una continuidad con el sádico-anal. Un
poco más adelante, veremos que los garabatos llam ados “ sádico-anales”
caracterizan también a algunos niños detenidos en el estadio sádico-oral.
dido de palabras que representan suciedad < . a s y vocablos
similares son. naturalm ente, derivados directos .
impulsividad
sádico-anal.
D urante estos estadios, la vida instintiva predomina, y cuando
no es objeto de censuras inhibidoras por parte d ; los que rodean al
niño, se exterioriza en pulsiones violentas. Es la edad en que los
niños se m uestran glotones, muerden, se ensucian, se mueven
mucho, ro m pen todo lo que encuentran, y lo hacen con la m ayor
alegría. No soportan que se les impida hacerlo y despliegan en ese
caso toda su agresividad en un recrudecimiento de violencia y de
cólera.
Los garabatos. C uando, en ese estadio, se da al niño una
hermosa página blanca y un lápiz negro, la tratará manipulando el
lápiz como un arma ofensiva, así como trata a los que lo rodean. Es
decir que exteriorizará, libre, impulsivamente, sus instintos con
iodo el brío de su edad y, como ya hemos dicho, sin -ninguna
consideración por los demás.
Los demás, en este caso, son la página blanca. El niño va a
macularla con num erosas rayas trazadas con violencia, llegando
hasta arrugarla, perforarla y rasgarla. No se detiene sino cuando la
página está com pletam ente cubierta y la mina del lápiz gastada
hasta la m adera. Tales son los garabatos sádico-anales, que indican
todos los rasgos de carácter dé ese estadio (fig. 6).
Semejantes garabatos son frecuentes y, observándolos en el
Consultorio Médico-Pedagógico de Nantes. nuestro alumno R.
BOISSINOT elaboró una interpretación de los garabatos sobre las
bases doctrinarias del psicoanálisis1. Según Boissinot. “ los garaba­
tos, derivados del pintarrajeo y del borroneo se inscriben en el
registro de las actividades sádico-anales15. Y agrega que lo que da a
ios garabatos su valor como test es el hecho de que “ los mismos
interrogan, precisam ente, esa fase tan fértil en conflictos, situada en
el umbral de la de Edipo, y en la cual muchos de los niños que
vemos quedan detenidos, o hacia la cual regresan” .
Un cierto n ú m ero de los sujetos que son invitados a hacer
garabatos to m a n conciencia de ese carácter sádico-anal de los
mismos y, tironeados entre sus pulsiones instintivas y las prohibi­
ciones de su censura, se sienten muy incómodos.
'
1 R . BO ISSIN O T , “ U in terp rétaíio n du gribouilüs de l’enfant en fo nction
des données p sv c h an a litiq u e s” (Com unicación inédita hecha ante el G roupem ent m édico-psychologique de Nantes, 1960).
Figura 6, Tipo de garabatos sádico- 2jiales.
.Observación 1. Hemos visto así el ejemplo de Ivés, un niño de
12 años, traído al Consultorio a causa de sus accesos de cólera y sus
reacciones de indisciplina en la escuela, unos y oirás severamente
censurados por un padre m uy autoritario y hasta brutal. Invitado a
hacer garabatos, comienza por negarse. Luego., ante nuestra insis­
tencia, dibuja un barco, como hacen a m enudo en ese caso los
inhibidos. Obtenemos a continuación las pocas y muy disciplinadas
olas que se ven en la parte inferior del dibujo, y hay que ponerse
muy insistente para conseguir que una ola pasase por sobre el barco
(figura 7).
Ahora bien, durante la entrevista llevada a cabo a continuación,
el niño nos declaró: “ Los garabatos no me gustan. Parecerían una
cola de vaca o de asno que se mete en un balde de pintura... de
suciedad espesa y embadurna to d o ” .
Luego, inspirado por su comentario, nos hizo el segundo dibujo
que vemos aquí (fig. 8), diciendo: “ El maestro dibuja un asno en el
pizarrón. Se va y, durante ese tiempo, el asno mete la cola en un
excremento espeso y embadurna todo el pizarrón” . El asno es él
mismo, claro está, y el maestro contra el cual exterioriza su
agresividad sádico-anal es. a la vez, el maestro y el padre, las dos
autoridades a las que.el niño se opone.
La prueba de ello nos ia da un psicodrama sobre la escuela, cuyo
tema dicta en estos términos. Asumiendo el papel del alum no, dice
al maestro: “ Para ser buen alumno, hay q u e nacer la rabona, saber
cruzar el río a nado, saber descubrir nidos, no saber las lecciones,
manchar los cuadernos y hacer batifondo” . Con este psicodrama, el
niño nos da un excelente ejemplo de ese espíritu de contradicción
que se opone sistemáticamente a las disciplinas educativas y que los
psicoanalistas atribuyen a una detención en el estadio sádico-anal.
Pero todo ésto no ocurre sin un intenso conflicto interior, y el niño,
si bien desea liberar sus pulsiones, se siente lleno de angustia en el
m om ento de hacerlo; de ahí su actitud reticente al principio y, al
final, muy ambivalente ante el test.
Figura 9. Garabatos sádico-anales en redo n d eles o círculos.
Aplicando la hipótesis de trabajo de Boissinot al estudio de los
numerosísimos garabatos recogidos en nuestro consultorio, pronto
nos convencimos de su exactitud y, gracias a ella, hemos podido
hacer fructíferas interpretaciones que aclaran nuestros problemas
clínicos.
Hemos dicho que la fuerza de expansión vital, cuando no es
contrariada, se expresa en garabatos muy amplios, que cubren toda
la página y son trazados con rasgos gruesos fuertem ente marcados.
El carácter agresivo de esos garabatos sádico-anales salta a la
vista en todos los casos en que abundan los rasgos acerados que
parten hacia todas Jas direcciones y que se imprimen vigorosamente
en la hoja hasta el punto de ser visibles al dorso de la misma. En tal
caso, por lo demás, cuando se observa al sujeto, se percibe
directamente ese carácter agresivo en la violencia de su gesto.
La m ayoría de las veces, la agresividad se expresa con líneas
rectas y ángulos, hecho éste bien conocido por los grafólogos. Sin
embargo, no ocurre siempre así. y Jos garabatos en redondeles o
círculos pueden también, cuando son trazados con mucho vigor,
significar fuertes pulsiones hostiles (fig. 9). Esta forma de expresión
se observa con cierta frecuencia en el sexo femenino.
Pero hay oíros casos en que la agresividad no es tan evidente.
A quí el ademán es lento, parsimonioso, desprovisto de toda impe­
tuosidad. Al ver actuar al sujeto, se diría que una penosa obligación
Figura 10.
G arab a to s sádico-anales negros.
lo fuerza a ennegrecer p a c ie n te m e n te la hoja, sin que parezca
experimentar ningún placer. El conjunto evoca más bien el duelo
triste que la batalla alegre. Y esa impresión de tristeza que se
apodera del observador es igual a la que se asocia al ennegrecimiento
en otros tests, como p o r ejem plo el árbol de Koch (fig. 10).
¿Cómo conciliar la forma sádico-anal de los garabatos ennegre­
cidos con ese carácter triste? A esta presunta, podemos responder
analizando los conflictos suscitados en el niño por su agresividad.
En las primeras etapas de la vida.
la. agresividad es salvaje, sin
medida. Pero las personas contra las
cuales se ejerce,es decir los
padres, son mucho más fuertes que el niño, de modo que éste no
puede sentir fuertes pulsiones agresivas sin experimentar en seguida
el temor de ser castigado por la ley del Talión. Como consecuencia,
en ese período, la agresividad trae m uy a menudo una reacción
depresiva.
Los garabatos negros significan pues, a la vez, agresividad
salvaje y reacción depresiva inmediata.
■
Figura 11.
G arabatos esfumados.
Según las disposiciones naturales propias del sujeto, y también
según el grado de severidad de los padres, la que domina es, ora la
agresividad, ora la depresión. El primer caso es más frecuente entre
los varones, a causa de su instinto de rebelión más desarrollado; el
segundo es más fre c u e n te 'e n tre las niñas, a causa de su docilidad
natural..
Los garabato? expresan esas diferencias. Cuando domina la •
agresividad, están trazados con exaltación, vigor, rapidez, y los
rasgos a g r i o s son numerosos.
Por el contrario, cuando domina la depresión, ios garabatos
están trazados tristemente, sin energía (a menudo con la mina del
lápiz acostada de b a o ) y el resultado es lo que llamamos garabatos
esfum ados (fig. 11).
III.
E L E S T A D IO O B J E T A L , LA SUBLIM ACIÓN
Y L O S G A R A B A T O S D E SU BL IM A C IÓ N
La evolución psíquica del niño —tanto la espontánea como la
influenciada por la edu c ac ió n - llega, poco a poco, a la socialización
de los instintos. Es decir que las pulsiones instintivas pierden
progresivamente su carácter salvaje, exclusivo, egoísta, y que su
satisfacción no tiene ya lugar únicamente bajo el signo del capricho,
sin considerar en absoluto las exigencias de los demás, sino que
ahora el sujeto toma en cuenta el interés propio de las personas que
lo rodean.
Las pulsiones instintivas consienten entonces en no satisfacerse
sino en condiciones precisas y limitadas, de acuerdo con las reglas
de la vida social, reglas éstas que salvaguardan la libertad y la
satisfacción de los demás. Esta socialización o sublim ación de los
instintos corresponde a la noción moral de altruism o y al estable­
cimiento de las relaciones de objeto.
Para los psicoanalistas, este estadio, llamado objetal.'sz confun­
de con la fase edipiana del desarrollo sexual, fase en que el niño
considera a su padre y a su madre no ya como funciones de sí
mismo, sino como a seres autónom os, que tienen existencia propia,
y cuya autonom ía respeta desde ahora en sus relaciones con ellos.
Garabatos. En el trazado de los garabatos, esta sublimación de
los instintos se manifiesta de varias maneras:
Io) Al no tener más la pulsión vital-su carácter primitivo e
irrefrenable, el trazo que lo expresa es más delicado, m enos grueso y
menos negro y se imprime con menor vigor en la página.
2o) La mayor flexibilidad de los impulsos vitales y la mayor
facilidad de adaptación se expresan en el trazado con una prepon­
derancia de las lineas curvas sobre las rectas
3 o) Al mismo tiempo, el trazado es continuo, sin rupturas, y
esto, como demostraremos al hablar de la defensa por “ aislamien­
t o ” , indica un contacto mantenido en forma perm anente con lo que
estáalrededor.
4o) El trazado es más abierto, es decir que los trazos no cubren
toda la página, sino que dejan zonas blancas intactas. Es im portante
señalar aquí que la página blanca representa lo que está alrededor y
el trazo de los garabatos el impulso vital que imprime su marca en
ese medio. Las zonas blancas circunscriptas por los trazos repre­
sentan pues las zonas del mundo exterior con las que el impulso
vital entra en relación, si bien considerándolas y respetando su
integridad.
5°) El trazado de los garabatos de sublimación se ex tien d e por
toda la página (sin desbordar, empero, nunca, fuera de ella). En
efecto, contrariamente a la represión, de la cual hablaremos más
adelante, que restringe las pulsiones reprimiéndolas y cerrándoles
todo acceso a la conducta, es decir que las suprime cuantitativa­
mente, sin modificar en nada su naturaleza, la sublim ación modifica
las pulsiones cualitativamente, sin debilitar para nada su potencial
energético y sin reducir su campo de expansión.
6°) Finalmente, los garabatos de sublimación pasan librem ente
por encima del nombre, aunque sin cubrirlo nunca. Esto es signo de
que las pulsiones no están en conflicto con el Yo, sino asociadas a él
en un buen compromiso de adaptación (fig. 12).
Los garabatos de sublimación' aparecen bastante tem prano
(hacia los 3 ó 4 años). Son, en efecto, contem poráneos del control
de los esfínteres y de la obediencia libremente consentida a lo que
piden los educadores. Pero, al comienzo, son incom pletos, ya que la
página blanca está todavía m uy cargada de trazos negros. Sólo
después de la pubertad tomarán su aspecto definitivo y puede
decirse que cuantas más y más extensas sean las zonas blancas que
los garabatos presenten entre sus trazos, m ejor es' la sublimación
instintiva que expresan. Con una reserva, sin embargo: existe un
límite ideal para la distribución de lo negro y blanco; m ás allá de ese
límite, es decir, cuando existe un excesivo predom inio de las zonas
blancas, la sublimación está obstaculizada p o r las fuerzas inhibi­
torias de los instintos, como veremos al tratar las formaciones reaccionales (fig. 13).
IV.
LA REPRESIÓN Y LOS GARABATOS DE REPRESIÓN
Es sabido que la condición esencial para una buena sublimación
de los instintos e s . la influencia de una educación tolerante,
benévola, en una palabra, una educación hecha con amor y respeto
por la naciente personalidad del niño.'
Por el contrario, cuando las restricciones aplicadas por los
educadores a la vida instintiva del niño son demasiado duras, el
choque que se produce entre las pulsiones instintivas y las prohibi­
ciones paternas es violento y bloquea a cada uno de los antagonistas
sn su posición. Hay violencia de una y otra parte. Las pulsiones
instintivas xonservan su carácater salvaje sin socializarse y el Yo,
intérprete de las prohibiciones paternas, pone de manifiesto un
salvajismo igual para reprimirlas.
Por momentos, las pulsiones son las más fuertes y el compor­
tamiento del sujeto es entonces violento y antisocial. Es así como,
en el caso de los niños llamados temperamentales, se observan a
menudo garabatos de tipo sádico-anal agresivo.
Otras veces, el Yo, alentado por el apoyo de los padres, consigue
dominar las pulsiones, no anulándolas, lo cual sería imposible, sino
rechazándolas hacia el inconsciente. Pero entonces, la fuerza vital
del sujeto se ve disminuida, por una parte de toda la energía
impulsiva rechazada: por otra, de toda la energía que el Yo debe
gastar para mantener ese rechazo.
La represión crea la situación conflictiva tipo, en el sentido que
la personalidad del sujeto es esclava de la lucha constante que debe
sostener contra los instintos y no es libre de proyectar su fuerza a
toda la extensión de su espacio vital.
Garabatos. Los garabatos de represión se caracterizan esen­
cialmente por esa limitación de expansión. Permanecen encerrados
en una parte de la página, dejando por consiguiente grandes zonas
en blanco.
Esas zonas blancas representan partes del medio ambiente
donde las pulsiones del sujeto no se manifiestan. Nó son zonas
donde no hay nada, sino, como ya lo expusimos a propósito de! test
de la aldea1, de las zonas prohibidas.
Hay diversas variedades de garabatos de represión seg^m la
forma del trazado ( I o) y según su ubicación (2o)..
1° ) Hay d o s formas principales de trazado.
El prim ero es de tipo sádico-anal, es decir que ocupa una zona y
la ennegrece com pletam ente sin dejar ningún espacio en blanco.
Podemos deducir en ese caso la existencia de un conflicto
psíquico que o p o n e un instinto que ha quedado en su primitivo
estado salvaje a una censura represiva totalm ente externa, impuesta
por la violencia.
Ocurre en tales casos que, de cuando en cuando, se produce un
resurgimiento del instinto reprimido en forma de cólera o de
conductas perversas y, cuando es así, los garabatos comportan
trazos agudos y agresivos. En otros casos, en cambio, la restricción
impuesta al instinto engendra una tendencia depresiva, y los
garabatos son entonces de tipo e s f u m a d o s
La segunda fo rm a comporta un trazado abierto, como en la
sublimación, pero que difiere'de ésta por su p o ta extensión. Como
pronto veremos, el Yo que reprime ha logrado aquí asegurarse el pre­
dominio sobre el instinto reprimido intensificando en la conciencia
las tendencias exactamente contrarias a las tendencias reprimidas, y
ese predominio es tan fuerte que constituye, para el sujeto, una segun­
da naturaleza. Esto explica el hecho de que sea ella la que se expresa
en los garabatos y no en la primitiva pulsión instintiva. Por ejemplo,
el sadismo anal está supercompensado por una excesiva tendencia a la
limpieza y es ésta objetivada en el trazado depuradísim o de los
garabatos.
.
Se dice entonces en psicoanálisis que la represión se ha comple­
tado con las form aciones reaccionóles del Yo. Observemos bien que
aquí, el conflicto no existe ya entre el instinto y una censura
paterna exterior, sino en el interior m ism o de la personalidad, entre
. el instinto y la censura del Yo.
1 “ El significado de las zonas blancas en el test de la aldea” (Com unica­
ción con fecha 22 de m ayo de 1960 al G rupo de estudios del Test de la Aldea).
En este estudio, hem os m ostrado que las zonas que quedan vacías en la
construcción de la aldea son m uy a m enudo zonas prohibidas. La prueba de
ello es el hecho q ue, cuando interrogam os al sujeto sobre esas zonas, nos
enteram os de que son zonas a las que los habitantes de la aldea no van de buena
gana, por ser peligrosas: pantanos en los que pueden ahogarse; bosques con
anim ales feroces; páram os en los que pueden ser atacados, etc.
Esos garabatos de formación reaccional, cuya frecuencia e im­
portancia veremos más adelante, corresponden a un nivel de m adu­
rez más avanzado, aparecen a una edad más tardía y se observan
sobre todo en los adultos.
2°) La ubicación de los garabatos tiene también una gran
importancia. Es sabido que los grafólogos han insistido m ucho sobre
el simbolismo de las diferentes zonas de la escritura. En el caso de
los garabatos, partiendo del centro dé la hoja, podem os dividir el
espacio vital en cuatro cuadrantes: los dos de abajo (debajo del
nombre) serían, según las reglas grafológicas, la zona de los
instintos, de la materia; los dos de arriba la zona del ideal, del
espíritu; los dos de la izquierda la zona regresiva, hacia el pasado;
los dos de la derecha, la zona progresiva, hacia el porvenir.
No nos es posible decir si ese simbolismo es exacto en el caso de
.los garabatos, pues nuestra colección, a pesar de ser m uy abundante,
contiene m uy pocos ejemplos de garabateos en lo alto, a la
izquierda o a la derecha, para que hayamos podido estudiar su
simbolismo y descubrir su significación. En cambio, existen zonas
privilegiadas que hemos podido estudiar: la zona central donde está
escrito el nombre y la zona inferior, situada debajo del nombre.
a)
Gara ba tos c en trales
El hecho de que los garabatos se concentren en el centro de la
hoja es indicio de una prohibición sobre la expansión vital, esa
expansión que nos permite proyectarnos sobre el m undo que nos
rodea. Es también indicio de que toda la fuerza viva está empeñada
en un conflicto entre el Ello y el Yo (o el Superyó) y de ahí q ue no
esté más disponible para la acción exterior.
Según el tipo de su trazado, los garabatos centrales revisten dos
formas diferentes:
Io) Los garabatos de borroneo, que son de tipo sádico-anal, y
en los cuales el nombre se halla recubierto por la gran m ancha negra
del trazado.
Al comienzo de nuestras investigaciones, c r e i m o s . que ese
borroneo del nombre indicaba una agresividad dirigida contra sí
mismo, es decir, una tendencia depresiva, una anulación de la
personalidad. Pero eso es cierto sólo en parte. En realidad, esos
garabatos expresan un violento conflicto interior entre dos aspectos
de la personalidad: por un lado, las pulsiones instintivas del Ello,
representadas por el trazado; por otro, el nombre, que representa el
Figura 14.
G arabatos de represió n .
Yo del niño, el cual, habiendo in tro y e cta d o las censuras paternas,
constituye la parte socializada de la personalidad.':En resumen, en
este conflicto, los instintos salvajes del sujeto atacan su kleal del Yo.
Pero, como ya dijimos más arriba, esa agresividad com porta, por
la ley del Talión, el ternor de ser atacado a su vez po r los padres. Es
sabido que éste es un tema frecuente y que, en el niño, las descargas
de agresividad comportan casi siempre u n a reacción de culpabilidad
depresiva. La proporción de agresividad y culpabilidad varia según
los casos y se objetiva, como hem os dicho, en el trazado de los
garabatos.
Hay garabatos de borroneo de trazos m u y agresivos,^ que
significan un instinto en oposición violenta con las restricciones
educativas (fig. 14). En cambio, los h a y esfumados y allí, el
sentimiento depresivo domina hasta hacer desaparecer, a veces, del
cuadro clínico, la agresividad primitiva (fig. 15).'
Pero lo que importa sobre todo es q u e el cam po limitado de los
garabatos revela aquí que las fuerzas vivas del sujeto están total­
mente comprometidas en el conflicto. El sujeto adhiere a su
medio fam iliar mediante una relación agresivo-depresiva, de Ja
F igu ra 15.
G arabatos de represión e sfu m a d o s.
cual no puede desvincularse y que obsesiona su. pensamiento en
forma constante. Clínicamente, los sujetos que hacen esos garabatos
borroneados se presentan como inhibidos, de humor atrabiliario,
faltos de confianza en sí mismos, con reacciones episódicas de
cólera contra los padres, seguidas ordinariamente de reacciones
depresivas. Fuera de casa son sujetos débiles, tímidos, de poca
iniciativa y mediocre rendimiento escolar, aun cuando su inteli­
gencia es buena (Véase cap. 5).
2°) Los garabatos centrales de formación reaccional difieren de
los precedentes por el hecho de que el trazado no pasa por encima
del nombre, sino que queda a alguna distancia. No íos describimos
aquí y reservamos para su estudio el párrafo siguiente.
b)
Garabatos debajo del nombre
Debemos criticar aquí la . interpretación del simbolismo del
espacio dada por los grafólogos, que hacen de la zona inferior la
zona de la materia y de los instintos. En cambio, nuestro concepto
del dinamismo vital nos lleva a considerar que esa zona es, no ya la
de un instinto cualquiera, sino la del instinto de conservación, la de
las necesidades vitales esenciales, en otras palabras, la zona materna,
con la condición de entender que se trata aquí de la madre-nodriza
y no de la madre esposa del padre, que es objeto del deseo amoroso
para el hijo y de la rivalidad para ]a hija. En cambio, la zona situada
más arriba del nom bre es zona de expansión, la zona del impulso y
del progreso, es decir la zona.patenta en cuanto el padre es. para el
varón como para la mujer, el factor decisivo en el desprendimiento
del niño del protector regazo materno.
Cuando los garabatos están concentrados en la zona situada
debajo del nombre, quedando en blanco la parte superior, hay que
considerar que esa zona blanca representa un campo prohibido.
Ciertamente podem os imaginar que. en caso de agotamiento fisioló­
gico, después de un “ shock” o de una enfermedad, el sujeto se refu­
gie en un medio p ro te c to r y rehuya todo esfuerzo de expansión por
carecer de las fuerzas necesarias. En la segunda parte veremos que
todos los sujetos atacados de astenia hacen esos garabatos debajo
del nombre.
Sin embargo, en muchos casos, esa astenia es la consecuencia,
no de un agotamiento, sino de un conflicto psíquico.
Así, cuando la situación edipiana hace de la madre, no ya la
nodriza y la protectora de los primeros años, sino, para el hijo, un
objeto de amor que debe conquistar, y para la hija, una rival que
debe igualar; cuando esa situación hace del padre el elem ento de
progreso que atrae al hijo fuera de la estrecha protección materna
(al hijo por la competencia y a la hija por la seducción) es frecuente
que haya conflicto, porque el niño, habiendo abordado esa com ­
petencia edipiana, revélase incapaz de afrontarla. El conflicto
psíquico produce entonces una regresión pre-edipiana. La relación
con el padre desaparece, como una relación algo prohibida, tanto
para el hijo como para la hija. Y la relación con la madre pierde su
carácter edipiano para ser. nuevamente, tanto para el varón como
para la mujer, la relación de estrecha protección del maternalismo
nutricio.
Tal es la razón por la cual llamamos garabatos de fijación
materna a los trazados debajo del nombre.
Creemos
Se observan
atacados de
atacados de
que los mismos indican siempre un estado neurótico.
constantemente, como hemos visto, en ios sujetos
astenia. Son también m uy frecuentes en los sujetos
neurosis de duda y de escrúpulo y se encuentran
corrientemente entre la clientela adulta de los consultorios psiquiá­
tricos (Véase Segunda parte, caps. 3 y 4).
En la interpretación de tales garabatos conviene, claro está,
prestar atención’a la forma deJ trazado.
Figura 16. G arabatos agresivos en la zona m aterna.
Cuando los garabatos son compactos, formados po r rasgos
gruesos y densos y en ocasiones, cruzados por flechas agudas, puede
deducirse que las relaciones del sujeto con la madre, si bien de
estrecha dependencia, o a causa de esa misma dependencia, están
sumamente cargadas de agresividad (fig. 16).
En otros casos, el trazo es negro y bastante denso, pero de
forma redondeada. Estamos todavía aquí en el período de las
pulsiones anales, pero con una forma de com portam iento más
femenino, más suave, más pasivo (fig. 17).
Si,' por el contrario, y esto es también frecuente, el trazado se
compone de algunas líneas tímidas, separadas las unas de las otras,
el significado es diferente, como lo veremos después al estudiar los
garabatos de formación reaccional.
Figura 17. G arabatos en la zona m aterna, pertenecientes a un atacado de
neurosis de duda y de escrúpulo (Véase O bservación 24).
V. LAS FORMACIONES REACCIONALES DEL YO
Y LOS GARABATOS DE FORMACIÓN REACCJONAL
Acabamos de ver que, en caso de que un conflicto entre las
pulsiones instintivas y el Yo conduzca a la represión, a fin de
asegurar dicha represión de manera más completa y durable, el Yo
desarrolla en la conciencia las tendencias exactam ente opuestas a
las tendencias reprimidas. Sustituye la indisciplina de los instintos
por el rigor de la regla; el desorden por el orden; la suciedad por una
limpieza meticulosa; el capricho y la fantasía por una escrupulosa
conciencia del deber; la independencia por la dependencia y la
sumisión; la agresividad por un recato y una suavidad extremos.
Es lo que se llama, como ya dijimos, las form aciones reaccionales del Yo.
En esas formaciones reacciona les, hay varios grados.
En grado moderado, las mismas pertenecen a la evolución
instintivo-afectiva normal, puesto que el h om bre no puede sublimar
por entero sus instintos; sino que está obligado a reprimir parte de
ellos y a desarrollar, en el sector psíquico correspondiente, las
formaciones reaccionales contrarias-^ara dar un ejemplo, la adqui­
sición de hábitos de limpieza, tan contraria a los gustos naturales del
niño, necesita una cierta represión del placer de estar sucio.
Conviene observar que, como esas formaciones reaccionales no
afectán sino un sector limitado, dejan lugar a una cierta esponta­
neidad y no traban la libertad del sujeto.
- Se ve la necesidad de esas formaciones reaccionales cuando se
considera la evolución que se produce en la edad escolar —evolución
de los garabatos a la escritura— cuando se invita al niño a
transformar sus garabatos en letra? y en palabras, letras y palabras
que se lo obliga a trazar sobre líneas, con regularidad, exigiéndole
además cuadernos limpios, de hojas que no tengan las esquinas
dañadas.
Observemos por otra parte- que lo que el niño pierde, en esta
evolución, en libertad y espontaneidad, lo gana en dominio psicom otor y en acceso al pensamiento racional.
En grado m ucho más acusado, las formaciones reaccionales son
patológicas. Es que entonces no hay más lugar para la sublimación
y, por ende, para la libertad, y toda la actividad está sometida a una
rígida sujeción. Citando el misino ejemplo anterior, el goce de
sentirse sucio es reemplazado aquí, no por una limpieza bien
adaptada, sino por “ m anías” de limpieza, contrarias a una buena
adaptación.
Garabatos. Esas diferencias se objetivan en los garabatos. Lo
que es m uy notable en este caso es que, como ya dijimos, el trazado
de los garabatos no expresa ya tanto las pulsiones instintivas como
la fuerza de las tendencias reaccionales que las han sustituido.
Ahora bien, la consigna misma de los garabatos, según la cual se
invita al sujeto a ser espontáneo, es una consigna de libertad
instintiva. Cuando un sujeto está bajo el rígido dominio de sus
formaciones reaccionales, se encuentra incapacitado de obedecer a
esa consigna de abandono y, a menudo, al formulársele la invita­
ción, responde que no puede, que no sabe hacer garabatos1. Si se
insiste, puede que, contra la consigna, escriba series de letras o cifras
(fig. 18). Lo hará todo como si un maestro de escuela severo
estuviese detrás de él, con su férula, y se preparase a castigar
severamente todo desvío de la línea recta, y toda letra mal hecha (lo
1 R. MEURISSE hace notar, muy acertadam ente, que ‘.‘para algunos, la
libertad d e acción asusta más que las restricciones” .
que el diccionario define precisamente como garabatos: una escri­
tura informe, ilegible).
Nos vemos entonces obligados a recordarle directam ente la
consigna del test: no escribir. Pero, con frecuencia, el sujeto no
conseguirá sustraerse a la influencia de la hoja de cuaderno y, lo
mejor que logrará hacer será trazar líneas horizontales paralelas, que
recuerdan más o menos líneas de escritura (fig. 19).
Finalm ente, en algunos casos, en lugar de garabatos, el sujeto
produce un dibujo decorativo simétricamente trazado (fig. 20).
Los garabatos de formación reaccional tienen los siguientes
caracteres:
1. Son abiertos, como los garabatos de sublimación, y dejan en
su trazado im portantes zonas blancas, más im portantes aq u í que en
los primeros y, por otra parte, localizadas, a m enudo, en una zona
limitada de la hoja.
2. Mientras que en los garabatos de sublimación el trazado es
libre y recorre la hoja en todas direcciones, expresando la libertad
instintiva,, en los garabatos de formación reaccional el trazado es
regular, unidireccional.
3.
El movimiento de estos garabatos es de poca amplitud,
contenido, como si un freno constante se opusiera a la liberación
del ademán tierno o agresivo. Ya se trate de volutas redondeadas o
de trazos en forma de flechas, el trazo es siempre corto y regresa al
punto de partida para volver a salir.
4.
La línea recta es mucho más frecuente en ellos que la curva.
Observemos a propósito con Klages que la curva es el m ovim iento
natural de la vida; que la línea recta, en cambio, es siem pre el
resultado de una inhibición de ese m ovim iento natural. En la
naturaleza nada sigue una línea completamente recta: ni el tronco
del árbol, ni el curso del río, ni el sendero campestre que trazan por
sí mismos los pasos de los lugareños. La línea recta es siempre la
obra artificial de) hombre, del técnico que coloca postes telegrá­
ficos, construye canales y autopistas.
Cuando la línea recta está trazada con am plitud y violencia, ■
expresa una ruptura brusca con el movimiento natural de la vida; y,
por ejemplo, en los garabatos, la presencia de flechas agudas,
terminadas en una forma de arpón, o en un ángulo agudo con
Figura 2 0 .
G arabatos r ea c cio n a le s c o n sim e tría d ecorativa.
retorno hacia atrás, significa que una tensión excesiva, resultado
probable de una inhibición de la expansión vital, se descarga de
repente en agresividad.
Pero la línea recta no es siempre el resultado de una descarga
instintiva. Cuando está trazada con moderación, en rasgos a la vez
poco amplios y poco marcados, adquiere una significación total­
m ente diversa. Representa aun una ruptura con el movimiento
natural de la vida, pero una ruptura voluntaria, intelectualizada. Si
en el exterior, la línea recta expresa el dom inio del hom bre sobre la
naturaleza que lo rodea, del mismo m odo, en el interior de la
personalidad, la línea recta (la regla) expresa el dom inio del Yo
sobre los instintos. La regla que substituye la libertad instintiva se
expresa pues en los garabatos mediante la línea recta.
5.
La recta tiene aun otro significado en los garabatos: es la
“ reproducción rítmica” del mismo m ovim iento, el sujeto que repite
sin cesar el estilo de su trazo inicial, del mismo m odo que, en la
vida, en lugar de abandonarse a su impulso del m om ento, observa
un plan hecho con anterioridad y reproduce ritualm ente los mismos
movimientos o ademanes.
6. Notemos finalmente que los garabatos de formación reaccional. contrariamente a los garabatos de sublimación, no pasan
nunca por encima dei n o m b re, lo cual quiere decir que está
prohibido todo conflicto agresivo con la instancia paterna.
Hemos dicho que existen dos tipos de formaciones reaccionales
y que sólo el segundo es patológico, por determinar una gran rigidez
del Yo.
Puede hacerse el diagnóstico por medio de los garabatos.
]. Las form aciones reaccionales que podemos llamar normales,
por dejar una cierta libertad, producen garabatos semejantes a los de
sublimación, puesto que cubren un extenso campo y están trazados
con alguna libertad. Lo que los caracteriza, sobre todo, es la
repetición rítmica del mismo motivo, signo, como hemos visto, de
que la disciplina de la regla ha sustituido a la indisciplina de los
instintos. He aquí un ejemplo: es el caso de una mujer joven, dotada
de una gran sensibilidad y de inteligencia, muy abierta al mundo y
bien adaptada, de carácter disciplinado y escrupuloso (fig. 21).
2.
Las form aciones reaccionales patológicas indican, en cam­
bio. que un conflicto sumamente ■angustioso ha surgido en un
principio entre las pulsiones y la censura y ha hecho necesaria la
intervención de la represión y la sobrecompensación de las pulsiones
prohibidas por tendencias contrarias.
En este caso, los garabatos tienen un campo reducido, lo que es
el rasgo mismo de la represión y la forma muy disciplinada del
trazado indica' la fuerza con que las formaciones reaccionales han
substituido como una segunda naturaleza a la primera, toda hecha
de espontaneidad.
Algunos tipos de garabatos reaccionales merecen una mención
particular a causa de su frecuencia.
1.
Los garabatos centrales presentan, como ya hemos visto, la
característica de no pasar por encima del nombre y de detenerse a
cierta distancia del mismo, formando un marco rectangular, ovalado
o en voluias regulares. El trazado es, por lo demás, muy simplifi­
cado, muy depurado, en forma de una simple línea.
Se puede deducir de a h í que todo contacto erótico o agresivo
con la instancia paterna introyectada en el Yo es objeto de una
severa interdicción.. Interdicción doble pues, por una parte, el
trazado es leve, ornam ental, desprovisto de flechas y, por otra, se
mantiene a distancia del nombre.?
Figura 21.
G arabatos de form ación reaccional norm al.
Podemos sacar en conclusión que la angustia provocada por las
pulsiones en su conflicto con la censura del Yo es particularmente
fuerte y ha suscitado una intensa represión. Puede ser. por consi­
guiente, que, ni las pulsiones, ni la angustia se manifiesten para nada
en la conducta del sujeto. Pero, claro está, permanecen subyacentes
y el sujeto no puede sustraerse a ellas sino evitando todo lo que
pudiera provocarlas.
Vemos así sujetos de naturaleza ansiosa que no hallan la calma
sino evitando su problem a interior y volcándose con todas sus
energías en la acción exterior. En casos semejantes, los garabatos
pueden tener cierta am plitud, com o en la fig. 22.
Observación 2. El caso de la fig. 23 es m uy diferente. Son los
garabatos de un hom bre de 30 años, los cuales rodean a poca
distancia el nom bre, con un trazo ligero. Un trazado semejante
indica una extrema prohibición sobre las pulsiones vitales. Por una
parte, queda excluido todo conflicto con la instancia paterna. Por
otra queda excluida también toda expansión hacia el medio exter­
no. Esto corresponde a la situación clínica de ese joven que.
gravemente atacado de neurosis de angustia, ha llegado a no poder
salir más de su casa (agorafobia) y a no poder vivir sin angustia p o r la
falta de compañía de su madre, a la que está unido por los lazos
de una ternura verdaderamente infantil.
2.
Como hemos visto, los garabatos de fijación materna pueden
presentarse también con el carácter de las formaciones reaccionales.
Muy a menudo entonces, afectan un trazado regular, en líneas
ondulantes superpuestas (fig. 19).
Observación 3. He aquí un ejemplo muy característico en el
caso de una mujer de 30 años (fig. 24) que, aunque casada, ha
escrito su nombre de soltera. No ha tenido éxito en su m atrim onio
y quiere divorciarse. Es completamente frígida, lo cual es indicio
frecuente de interdicción edipiana. Por lo demás, está m uy apegada
a su madre, pero con una relación negativa; su agresividad de niña se
expresó en las formaciones reaccionales de la anorexia m ental,
reacción anoréxica que ha repetido recientemente en respuesta a su
conflicto matrimonial y que la ha llevado a un estado de astenia y
adelgazamiento extremos.
Para completar esta exposición, digamos que no existe una
diferencia radical entre esos dos tipos de garabatos, encuadrando el
nombre o debajo del mismo. Los dos corresponden a una fijación
pregenital. Puede simplemente decirse que los garabatos en cuadro
representan un tím ido ensayo de introducirse en la zona de
expansión, seguido inmediatamente por un retorno del trazado a la
zona inferior.
R esurgim iento de lo reprimido. Debe saberse que la represión,
aun cuando se completa con formaciones reaccionales, no es
siempre suficiente para impedir el resurgimiento de los impulsos
prohibidos. En el niño pequeño, en particular, la censura paterna no
se introyecta siempre perfectamente y las form aciones reaccionales
tienen entonces un carácter artificial de “barnizado” o “esmal­
tado” ; es decir que, en ciertas condiciones favorables a la liberación,
las mismas van a ceder. Si se hace repetir los garabatos en
m om entos diferentes, se puede asistir a ese resurgimiento, ya que
los garabatos de formación reaccional son sucedidos por garabatos
de liberación.
Figura 24.
G arabatos de fijación m aterna y; de form ación reaccional
(Observación 3).
Observación 4. Hasta puede ocurrir que eso se produzca en el
curso de un mismo trazado. He aquí, por ejemplo, el caso de un
bello y robusto niño de 7 años, lleno de vitalidad, pero fuertemente
dominado por una madre castradora. Invitado a garabatear, se siente
incómodo y pide*una regla. Como nosotros no la tenemos, él mismo
se fabrica una plegando en ocho una hoja de papel, que utiliza para
trazar meticulosamente y sin alegría el barco que vemos aquí, con
su bandera bien rígida. Poco satisfechos de ese resultado, le pedimos
que dibuje olas; entonces debe abandonar la regla y dejar correr el
lápiz, pero es para trazar solamente algunas tímidas ondulaciones.
Entonces lo estimulamos sugiriéndole que el viento sopla y obte­
nemos los garabatos mucho más espontáneos que vemos aquí y que
cubren con sus rasgos coléricos el barco inicial (fig. 25). Señalemos
la alegría explosiva con que el niño ha hecho esto. Tenemos, pues,
en un mismo dibujo, la expresión de las formaciones reaccionales de
ese niño y la expresión de su superabundancia vital, descargada en
agresividad (fig. 25).
Figura 25.
(O bservación 4).
VI.
LA RELACIÓN A DISTANCIA Y LOS GARABATOS DE
AISLAMIENTO
■
Hemos visto la importancia que se atribuye al progresivo
establecimiento de las relaciones de objeto. Hagamos notar, a
propósito, que los dos instintos fundamentales, la sexualidad y la
agresividad, suponen un contacto bastante íntimo con el objeto.
Cuando esos instintos se subliman, la relación amorosa y la relación
agresiva, depuradas, pueden mantenerse, si bien bajo una forma
diferente en la cual la consideración del otro entra e njuego para
disminuir la violencia del contacto.
Pero cuando la sublimación no es posible, y los instintos se
reprimen, el Yo, para prevenirse contra el retorno de las pulsiones
consideradas como peligrosas, desarrolla, como, hemos visto, form a­
ciones reaccionales. Al mismo tiempo, suprime la proximidad
estableciendo relaciones a distancia con los objetos. Para dar. un
ejemplo, digamos que la misoginia de algunos hombres, que no
quieren ninguna relación con el sexo opuesto, traduce a m enudo su
excesiva debilidad ante las tentaciones sensuales.
Generalizando, puede decirse que cada vez que un contacto
podría ser peligroso, porque despierta pulsiones que el Yo ha
condenado, la defensa por represión lleva a una ruptura total de
contacto, debido al primitivo mecanismo del “ todo o nada” .
Ese mecanismo de ruptura de contacto es sobre todo im por­
tante en la neurosis obsesiva, particularmente bajo su forma de
neurosis de duda y de escrúpulo. En ese caso tom a a menudo una
forma especial que se llama aislamiento: la represión no se ejerce
aquí sobre los contenidos intelectuales, de m odo que el sujeto
conserva una excelente memoria de todo cuanto le ocurre; se ejerce,
únicamente sobre los contenidos afectivos que, como consecuencia,
quedan aislados. El resultado es una forma de pensar fría, despro­
vista de afectos, la cual es, en algunos aspectos, favorable al
pensamiento racional y científico, pero a costa de una verdadera
supresión de toda la vida afectiva.
Este aislamiento se objetiva muy bien en los garabatos de
aislamiento, que presentan dos rasgos esenciales:
1°) El trazado se desarrolla sin que las líneas se corten unas a
otras o, por lo menos, los puntos de unión son mucho más raros
que en los garabatos de sublimación. Por ejemplo, es frecuente que
tales garabatos se presenten en líneas horizontales superpuestas, que
no se tocan, como líneas de escritura (fig. 26).
2°) Mientras que, en los garabatos de sublimación, el trazado
es continuo, expresando una relación mantenida constantemente
entre las pulsiones instintivas y el medio ambiente, en los garabatos
de aislamiento hay frecuentes soluciones de continuidad, alzándose
cada vez el lápiz para continuar su trazo un poco más lejos o en otra
zona de la hoja (fig. 27).
Los garabatos de aislam iento y el nombre. Una variedad
particular son los garabatos separados del nom bre por una zona
blanca importante, ya sea porque el trazado se detiene por sí mismo
a cierta distancia, ya porque el sujeto ha rodeado deliberadamente
su nom bre de un recuadro p rotector de forma variable, rectángulo,
ovoid?, festón de arcos (fig. 28 y 29).
La primera idea que viene a la m ente es que el trazado del
recuadro está destinado a hacer resaltar el nombre. Pero ése es un
concepto estático, que no rinde cuenta exacta del carácter dinámico
de los garabatos. No olvidemos que los garabatos no son un dibujo,
que la página en que se garabatea no debe considerarse como una
lámina decorativa, sino como el lugar de un conflicto.
Figura 2 7 .
G arab atos de a isla m ie n to .
Cuando el sujeto traza un recuadro un tanto distanciado de su
nombre, dejando en torno a éste un espacio blanco, se piensa en
primer lugar en el encuadramienfo de un retrato, para hacerlo resaltar.
Esta idea es exacta, pero con la condición de que se la profundice
en un sentido dinámico. Toda zona blanca, como hemos señalado,
es una zona prohibida, donde las pulsiones instintivas no tienen
derecho a manifestarse. Los garabatos en recuadro son por ello
comparables a una formación de atacantes que quieren asaltar la
fortaleza del rey (el nombre), pero son mantenidos a distancia por
el tiro de contención de los soldados (la defensa del Yo).
Generalizando más, puede decirse que, dado que los garabatos
representan la fuerza instintiva que, si se deja libre, ahogará bajo sus
pulsiones agresivas y eróticas al*Yo (y a la instancia paterna q u e ese
Ya representa), de ese Yo emana entonces una fuerza contraria que
mantiene las pulsiones a distancia. La zona blanca en torno al
nombre es el campo de esa contra-fuerza: revelándonos qu e el
Yo del sujeto rechaza las pulsiones instintivas y que la excesiva
proximidad de las mismas le provocaría angustia; por lo tanto,
mientras pueda dominarlas y mantenerlas a distancia, se siente
seguro.
F igu ra 2 8 .
G arabatos con a islam ien to del n om b re.
Figura 29.
G arabatos con aislamiento del nom bre.
Prosiguiendo con nuestra comparación, podemos decir que la
distancia a la cual se mantienen los atacantes depende de la
intensidad del tiro de contención de la defensa. Del mismo modo,
cuanto más alejado del nom bre estén los garabatos que forman
recuadro, más fuerte habrá que considerar que es ía defensa del Yo
y que más vigorosa ha sido, por consiguiente la lucha que ha tenido
que librar contra las pulsiones.
La misma regla, claro está, es siempre aplicable; puesto que el
carácter normal o patológico de los garabatos depende de la edad
del sujeto. Es sabido que las formaciones reaccionales se desarrollan
con la edad y muchos de los rasgos que las caracterizan aparecen
naturales en un adulto, aun cuando den una cierta rigidez a la
personalidad. En cambio, cuando se los observa en un niño
pequeño, se puede llegar a la conclusión de que hay desequilibrio,
con bloqueo de la espontaneidad vital, y puede diagnosticarse la
necesidad de una psicoterapia.
.
Sin embargo, en la medida en que los garabatos de un adulto
indican formaciones reaccionales muy pronunciadas, se puede diag­
nosticar una neurosis. Y más aún cuando hay aislamiento, por
cuanto es un mecanismo francamente patológico.
Segunda parte
A P L IC A C IO N E S C L ÍN I C A S
DEL T E S T DE LOS G A R A B A T O S
1
EL D IA G N Ó S T IC O DE LA P E R S O N A L ID A D
Al comienzo de esta obra hemos señalado que, como primera
manifestación del grafismo infantil, los garabatos pueden interpre­
tarse según las reglas del análisis grafológico y que, en esta forma,
pueden deducirse de ellos algunos rasgos de la personalidad del
sujeto.
Pero hem os insistido tam bién en el hecho de que el carácter
original de los garabatos requiere un m éto do de interpretación
particular dirigido, esencialmente, a la comprensión del trazado de
los garabatos en su dinam ism o profundo.
La página en que el sujeto es invitado a garabatear representa,
como hemos visto, el espacio vital ofrecido a su expansión. En el
mismo, la consigna que se le da lo invita a desplegar, a exteriorizar
libremente sus pulsiones instintivas.
■„
¿Libremente? No del todo, pues si el sujeto está limitado
exteriormente po r las dimensiones de la hoja en que garabatea, está
aún mucho más lim itado interiorm ente p o r lás censuras que se
oponen a sus pulsiones.
La hoja en que garabatea es, por lo tan to, el teatro de un
conflicto: el c o n flicto interno de la defensa del Yo en lucha con las
pulsiones instintivas.
Agreguemos que la consigna dada por Meurisse de escribir su
nombre en el centro de la página, acentúa aún más esa situación de
conflicto, pues, con esta técnica, el conflicto interno se proyecta no
sólo en el trazado de los garabatos, sino también en las relaciones
entre los garabatos y el nombre.
En efecto, al escribir su nombre, el sujeto comienza por dar
ubicación, en el espacio vital de la página a su Yo civilizado, al Yo
disciplinado por las imposiciones educativas, a ese Yo que repre­
senta, por consiguiente los ideales y las prohibiciones paternas.
Como ya dijimos, el nombre es la intimidad, la relación con la
madre; el apellido es la relación con el padre, con la sociedad.
Una vez que el sujeto ha escrito su nom bre en medio de la
página, se lo invita a dar libre curso a sus pulsiones vítales. Se
ponen, pues, las dos fuerzas frente a frente y la forma en que el
sujeto, al garabatear, se comporta con respecto a su nombre es
altamente reveladora de la naturaleza de las relaciones que mantie­
nen en su personalidad el Yo y los instintos.
I.
LA PERSONALIDAD AFECTIVA
De la forma particular de los garabatos pueden deducirse ciertas
tendencias afectivas esenciales.
1. Expansión - inhibición. La amplitud de los garabatos es una
buena medida de la expansión vital del sujeto. Los sujetos expan­
sivos, dotados de mucha actividad y de sociabilidad, que tienen
amplios contactos afectivos con muchas personas, que siguen de
buen grado la inclinación de sus impulsos, que sienten curiosidad
por muchas cosas y desean un activo intercambio con su medio,
hacen garabatos que cubren toda la página.
Por el contrario, los sujetos replegados sobre sí mismos, estre­
chamente electivos en sus afectos, poco expansivos, muy reservados,
que mantienen pocas relaciones con los que los rodean, hacen
garabatos poco extensos.
Los primeros son eufóricos, audaces; tienen mucho optimismo y
confianza en sí mismos. Los segundos, en cambio, son tímidos,
dudan de sí mismos y se sienten incómodos en la vida.
Cuando los garabatos son sumamente reducidos, se puede hablar
de inhibición, y se trata entonces de un trastorno patológico del
cual interesa averiguar la causa (fig. 30).
2.
El dinamismo vital. La fuerza de una personalidad, su
capacidad para actuar sobre el medio y para realizar lo que hay en
ella es función del dinamismo vital de las pulsiones. En los
temperamentos activos y en los apasionados, el dinamismo vital
Figura 30.
G arabatos de inhibición.
potente se traduce en una gran voluntad. Por el contrario, en los
inactivos y en los sentimentales, la voluntad de acción es débil.
El dinamismo se expresa en parte, como acabamos de ver,
mediante la amplitud de los garabatos. Pero puede manifestarse
también en el vigor de los trazos. Los sujetos mejor provistos de
dinamismo vital son, pues, los que hacen garabatos a la vez amplios
y trazados con vigor. Vienen luego aquellos sujetos cuyos garabatos
son limitados, pero trazados con vigor, lo cual indica una fuerza
concentrada, que obra en una sola dirección.
Por el contrario, los garabatos m uy reducidos y de trazos débiles
indican una falta de dinamismo vital. Pero aquí se plantea el
problema de saber si esa falta proviene de una debilidad original o si
es el resultado de una fuerte inhibición. En el primer caso, es bien
evidente que no se podrá cambiar nada, y que los garabatos
sucesivos, hechos en diferentes épocas, tendrán siempre el mismo
carácter de irreductible debilidad. En cambio, en el segundo caso,
cuando la inhibición cede, espontáneam ente o bajo la influencia de
una psicoterapia, se observa una sorprendente transformación de los
garabatos, cuya amplitud y vigor crecientes indican que se ha
producido una liberación instintiva. He aquí el ejemplo de una
joven que, después de algunas sesiones de psicoterapia, mejoró no­
tablemente (figuras 31 y 32).
3.
Virilidad —fem ineidad. La diferencia de las pulsiones vitales
en los dos sexos se expresa en los garabatos.
Los temperamentos viriles tienen m ayor fuerza agresiva que los
otros y esa fuerza se expresa en un trazado vigoroso en el que
predominan las rectas y los ángulos.
P o r el contrario, los tem peram entos femeninos tienen más
dulzura y flexibilidad, lo cual se traduce en un trazado en que
predom inan las curvas.
F igu ra 3 2 .
Se deduce de esto que el carácter viril de algunas mujeres puede
revelarse en sus garabatos (fig. 33), así com o tam bién el carácter
femenino de algunos hom bres (fig. 34).
Señalemos aquí la frecuencia de los garabatos m ixtos, en que se
asocian rectas y curvas. Es bastante c om ente, por ejemplo, ver
varones de fuertes elementos femeninos trazar garabatos redondea­
dos, atravesados de cuando en cuando por flechas agresivas. En un
trazado semejante se puede presentir el conflicto interno de un
sujeto paralizado por restricciones en su expansión vital y que
descarga impulsivamente su agresividad en repentinas explosiones
(figura 35).
El mismo conflicto es observable también en las niñas.
4.
El equilibrio de las tres instancias. Según el esquema
freudiano la personalidad se compone de tres instancias a menudo
en conflicto: el Ello, campo de las pulsiones instintivas inconscien­
tes; el Yo, campo de lo consciente y de la adaptación al medio; el
Superyó, campo de los ideales y de las prohibiciones paternas.
El valor de una personalidad depende del equilibrio que se
establece entre esas tres instancias con fines de adaptación. Ahora
bien, ese equilibrio, podemos conocerlo a través de los garabatos.
Cuando hay un señalado predominio del Ello o del Superyó, la
personalidad está desequilibrada.
El predominio del Ello, es decir de las pulsiones instintivas
salvajes, se expresa en garabatos vigorosos, más o m enos amplios y
que cubren toda la página sin dejar zonas en blanco.
• Por el contrario, el predominio del Superyó se expresa en un
trazado m uy inhibido, que no cubre sino una pequeña parte de la
página y simula, con sus líneas pálidas y regulares, una página de
escritura.
.
El predominio del Yo es, en cambio, el te s tim o n io de una
personalidad equilibrada, porque si el Yo es fuerte, es porque ha
sabido atemperar y conciliar las exigencias del Ello y del Superyó,
es decir, en. el vocabulario psicoanalítico, realizar una sublimación
suficiente, condición de una adaptación amplia y flexible. Los
garabatos correspondientes comportan un trazado m atizado, abier­
to, que se aleja a la vez del trazado impulsivo y del trazado inhibido.
Claro está que, en la apreciación de ese equilibrio, habrá que
tener en cuenta la edad del sujeto. En la primera infancia, p re d o ­
mina el Ello y sólo a partir de la edad de 6 ó 7 años (la edad de la
razón) el desarrollo del Superyó compensa el impulso de las
pulsiones.
Figura 35.
G arabatos m ixtos de varón y niña.
En consecuencia, se podrá establecer que hay trastorno si se .
observan, en un niño grande o en un adolescente, garabatos
impulsivos, que no corresponden ya a esa edad. Y viceversa, los
garabatos de formación reaccional en un niño pequeño indican una
intervención demasiado precoz del Superyó, signo éste tam bién de
un desequilibrio neurótico.
11. LA INTELIGENCIA
A la pregunta de si, de la forma particular de los garabatos, se
puede deducir el grado de inteligencia del sujeto que los ha hecho,
Meurisse ha respondido negativamente y, sobre el particular, m ani­
fiesta:
“ Mientras que la escritura perm ite habitualmente descubrir el
nivel intelectual del individuo, su inteligencia, los garabatos, que
ubican fácilmente y en forma segura el nivel y el estado de ánimo,
no parecen permitir empero apreciaciones sólidas y comprobadas
con respecto a la inteligencia” (2° artículo).
La misma reserva debe hacerse en lo concerniente a la opinión
de los autores que han querido asimilar los garabatos al test de
Rorschach. Este último, como es sabido, permite hacer deducciones
muy avanzadas sobre el m odo de aprehensión in telectuarde cada
sujeto, pero es, se entiende, porque la aptitud de aprehensión de lo
real está funcionando constantem ente en la interpretación de las
“manchas de tin ta ” . En cambio, esa aptitud no desempeña ningún
papel en el test de los garabatos, que es, esencialmente, un test de
actividad espontánea.
Nosotros también pensamos que los garabatos no revelan direc­
tam ente el nivel de inteligencia, pero que tienen, sin embargo, cierta
relación con la cficacia de aquélla, por el hecho de que expresan
algo del equilibrio de la personalidad.
1.
En primer lugar, existen casos extremos en que el trazado de
los garabatos revela un atraso importante en la psicomotricidád.
Cuando se observan tales garabatos después de la primera infancia,
puede presumirse que el retardo en cuestión está unido a una
insuficiencia intelectual.
Es así que cierto núm ero de débiles mentales trazan impulsi­
vamente rasgos agudos en todas direcciones, como lo hacen los
niños'pequeños en la edad de los pre-garabatos (fig. 3).
De igual modo, los garabatos que forman pequeños redondeles
aislados unos de otros, que se observan a la edad de 3 años, se
revelan más tarde como característicos de la grave deficiencia
mental llamada mongolismo (fig. 5).
Fuera de estos dos casos particulares, hay que precaverse de
toda conclusión sobre el nivel intelectual. Es m uy frecuente, p o r
ejemplo, ver débiles'mentales que hacen garabatos m uy limitados,
en forma de un m ontoncito negro. Pero eso no es el resultado de su
falta de inteligencia; es el signo de una fuerte inhibición a m enudo
asociada a esa falta, y que se traduce en un carácter tím ido y hosco.
El mismo trazado puede observarse en sujetos inteligentes cuando
están fuertem ente inhibidos.
Pasando al otro extremo, se podría pensar que la dom inación
del Yo y del Superyó sobre las pulsiones primitivas, tal como se
expresa en los garabatos de formación reaccional, indica una
señalada tendencia a la racionalización, la cual debería ser favorable
al ejercicio del pensamiento. Y esta deducción es válida en cierta
medida. Una investigación, a decir verdad demasiado limitada para
ser verdaderamente concluyente, ha sido hecha por Boissinot en los
cursos primarios y se ha podido com probar que algunos de los
mejores alumnos hacían garabatos reaccionales. En teoría, puede
comprenderse que suceda de la siguiente manera: las cualidades de
conciencia en el trabajo, de puntualidad, de obediencia a la regla
favorecen, evidentemente, el buen trabajo escolar. Pero de ello no se
puede deducir nada respecto a las posibilidades de producción
intelectual ulterior. En cambio, puede presumirse que los garabatos
de sublimación indican siempre un cierto equilibrio de la persona­
lidad, favorable al ejercicio de las facultades intelectuales.
2.
En segundo lugar, conviene distinguir aquí aptitud intelec­
tual y eficiencia intelectual. Hemos visto que los garabatos revelan
las inhibiciones y los conflictos neuróticos. Ahora bien, esos
frastornos de la esfera instintivo-afectíva tienen casi siempre una
' repercusión sobre el área intelectual, impidiendo al sujeto desplegar
toda su eficiencia.
Estas nociones-de inhibición y conflicto arrojan luz sobre un
vastísimo campo de la psicología escolar, el campo de lo que se
llama la pseudo-debilidad mental y, dada .su importancia, nos
proponem os consagrarle un estudio particular (cap. 5).
2
LOS C O N F L I C T O S D E L A L M A I N F A N T I L
IN T E R P R E T A D O S A T R A V É S DE LOS G A R A B A T O S
Los trastornos psicopatológicos de adaptación son m uy fre­
cuentes en el niño, y tienen casi siempre su origen en una situación
conflictiva.
En los casos más simples, se trata de conflictos externos, entre
el sujeto y su medio familiar o social.
Pero, debido a la evolución misma de la personalidad, los
conflictos no tardan en hacerse internos, oponiendo entonces las
pulsiones instintivas a la defensa del Yo..
Ahora bien, los garabatos expresan, en la diversidad de su
trazado, las diferentes modalidades de esos conflictos, tanto exter­
nos como internos. Los garabatos constituyen, pues, un test
precioso en psicopatología.
Sin embargo —y la observación es de una importancia e x tr e m a seria inútil pretender establecer una correspondencia directa entre
el síndrom e clínico observado y el trazado de los garabatos, con su
significación. En otras palabras, no se debe pedir un diagnóstico a
los garabatos. Estos dan a la vez, más o menos, en cuanto nos
ayudan a comprender de manera dinámica los mecanismos p rofun­
dos que entran en acción para producir un trastorno y que pueden
ser; para un mismo diagnóstico, diferentes según los casos.
El test de los garabatos es un test original, que aporta al
diagnóstico ciertos elementos de que careceríam os sin él.
Referencia a lo normal. Por supuesto que, para estar en
condiciones de interpretar correctam ente los garabatos, es menester
poder referirse a lo normal, estableciendo de antem ano cuáles son
los garabatos de los sujetos con buen equilibrio de adaptación.
Pero esta exigencia, siempre difícil de satisfacer en los tests de
personalidad ya conocidos, lo es aún más en el caso de los
garabatos, por el hecho de que este test interroga un campo de
pulsiones salvajes y de conflictos primitivos, de los cuales todos
nosotros, tanto normales como inadaptados, hemos conservado algo
en lo más hondo de nosotros mismos. De modo que, en presencia de
un trazado determinado, se podrá concluir que la situación conflic­
tiva expresada por el mismo ha existido en el pasado y deja aún sus
huellas actualmente, pero sin poder decir con certeza si esa
situación tiene o* no una influencia patógena, es decir si detiene al
individuo en su adaptación o si. por el contrario, ha podido ser
objeto de una solución satisfactoria.
Se obtendrán, empero, algunos indicios preciosos refiriéndose a
los trazados más habituales a tal o cual edad. Como ya hemos dicho,
las pulsiones instintivas se disciplinan poco a poco con la madura­
ción y se ve predominar progresivamente los trazados de sublima­
ción y de formación réaccional. En consecuencia, cuando nos
hallamos ante garabatos muy diferentes de los que se podrían
esperar, dada la edad del sujeto, se puede casi siempre diagnosticar
que existe un estado patológico. Más adelante veremos algunos
ejemplos.
Convergencia de indicios. De las observaciones precedentes
resulta que el intérprete de los garabatos, una vez que. mediante el
análisis de un trazado, haya adquirido una idea del dinamismo
conflictivo de la personalidad estudiada, no estará, empero, en
condiciones de formular un diagnóstico patológico completo.
Le será menester: por una parte, reforzar las hipótesis que los
garabatos le sugieren buscando las coincidencias de los indicios que
otros tests de personalidad puedan suministrarle; por otra parte,
deberá corroborar las indicaciones de los garabatos mediante el
examen clínico, es decir que, de existir un trastorno patológico,
tendrá que examinar en qué medida los elementos suministrados
por los garabatos nos permiten comprenderlo mejor en sus motiva­
ciones conflictivas profundas.
Teniendo , en cuenta esas observaciones, vamos a estudiar, en
este capítulo dedicado al niño, cierto número de situaciones
patológicas en las que el test de los garabatos significa un aporte
precioso para el clínico. No pretendemos hacer aq u í el análisis
exhaustivo de todos los casos morbosos, pues quedan todavía
muchas lagunas, muchas incógnitas en nuestra documentación sobre
los garabatos. Pero ubicaremos, con la m ayor precisión posible,
algunos casos típicos, haciendo ver que lo que nos revelan los
garabatos no es la enfermedad sino, como ya hemos dicho, el
dinam ism o conflictivo subyacente al trastorno com probado y que
puede, en m ayor o menor medida, aclarar el origen de! mismo.
I.
LOS C O N F L I C T O S CON EL MEDIO
Los conflictos del niño con su medio educativo no tienen
necesariamente un carácter patológico. En efecto, hay que to m a r en
cuenta aquí el grado de tolerancia de los padres a las reacciones
pulsionales del niño. A menudo traen a nuestro consultorio a niños
calificados como temperamentales, a los que se declara insopor­
tables y que, en un examen objetivo (y, si es necesario, un p eríodo
de observación fuera de su ámbito familiar), se revelan sim plem ente
como tem peram entos vigorosos, desbordantes de vitalidad y que
reaccionan con una fuerte expansión al maltrato inflijido por padres
de principios educativos demasiado rígidos. La prueba de esto es el
hecho de que esos niños son más tarde sujetos bien equilibrados.
En el caso de los niños dotados de una fuerte expansión vital,
las garabatos, como hemos visto, cubren toda la página de trazos
hechos con mucha energía (fig. 6).
Se sobreentiende, por supuesto, que tales garabatos tienen una
significación psicopatológica diferente según la edad en que se
observan. En un niño de menos de 6 ó 7 años, los mismos
corresponden a descargas impulsivas que pueden considerarse nor­
males.
Por el contrario, en un niño más grande o en un adolescente,
esos garabatos son patológicos. Los mismos indican, en efecto, que
las pulsiones instintivas no se han socializado a su debido tiempo,
que el Yo ha quedado débil, incapaz de dom inar las m encionadas
pulsiones y que. por consiguiente, la conducta del sujeto conserva
los mismos caracteres de impulsividad y de salvajismo observables
en ei niño pequeño en el estadio sádico-anal.
Entonces, las inevitables frustraciones de la vida en com ún, en
lugar de ser aceptadas, integradas, son rechazadas y provocan
reacciones de agresividad incontroladas: negativas a obedecer, actos
de oposición, crisis de cólera, fugas, robos, actividades lábiles.
a) La cólera y los actos de violencia
Hemos visto que, cuando el medio educativo o las circunstancias
contrarían demasiado ia expansión natural del niño, a m enudo
resulta de ello una exaltación de la agresividad, que se vuelve con
preferencia contra aquellos de quienes emana la frustración, ya sean
los padres o los hermanos.
Figura 36.
G arabatos agresivos sobre el nom bre (Observación 5).
Sin embargo, hay casos en que esa agresividad es difusa y se
manifiesta, no sólo en la casa, sino también, por desplazamiento, en
la escuela, ya sea contra el maestro, sustituto de los padres, ya
contra los compañeros, sustitutos de los hermanos y hermanas.
Cuando las descargas agresivas se traducen en forma frecuente
en accesos de cólera, estamos evidentemente en presencia de un
estado patológico.
Los garabatos nos informan de ese conflicto con el exterior.
Conviene observar aquí que el trazado concentra muy frecuen­
temente sus flechas agresivas sobre el nombre.
Observación 5. He aquí, por ejemplo, el caso de una niña de 7
años, Viviana, que nos traen a la consulta debido a sus negativas a
obedecer y a sus accesos de cólera, que sobrevienen sobre un fondo
de carácter melancólico, trastornos de conducta estos que se han
agravado en forma sensible este año, después del nacimiento de un
hermanito, que Viviana ha aceptado de muy mal grado.
T o d o s sus garabatos tienen los mismos caracteres (véase la fig.
36). Cubren ampliam ente la hoja de rasgos gruesos, agresivos y,
sobre cada uno de ellos, se nota que los trazos en forma de flechas
tienen m ayor densidad en el lugar del nom bre, haciéndolo así
desaparecer. Por consiguiente, buena expansión vital con exteriorización fácil de las pulsiones, pero conflicto agudo con la instancia
paterna.
Clínicam ente observamos: I o) que la niña es inteligente y tiene
buen rendim iento en la escuela (dinamismo vital y expansión fácil);
2°) q u e su zona de conflictos está limitada al ambiente familiar, en
el sentido que los accesos de cólera tienen siempre origen en alguna
frustración, como se ha visto cuando nació el hermanito. Los
padres, felices de tener un hijo, se ocuparon mucho de él; de donde
los celos de Viviana, que dice que sus padres prefieren a su herm ano
y no la quieren más a ella, y que, a veces, dice que al herm anito lo
va a matar.
Debem os observar que Viviana debe ser particularm ente sensible
a las frustraciones, por el hecho de haber sido hija única durante
siete años y, al principio, muy mimada por sus abuelos. Al nacer,
tenía un angioma en el labio, que hubo que cauterizar en varias
sesiones largas y dolorosas. Eso explica el carácter prem aturam ente
melancólico de Viviana y el hecho de que, a los 8 meses, negándose
a dejar el biberón p o r alimentos sólidos que había que masticar, se
tornara por largo tiempo anoréxica.
Sus padres, sobre todo la madre, tienen principios educativos
m uy rígidos y no toleran ninguna falta.
Los tests de personalidad confirman la agresividad d e . los
garabatos. En todos (C.A.T., Blacky, test PN) aparece una fuerte
agresividad sádico-oral: muerde, devora; y, en el mismo sentido,
interviene frecuentem ente un lobo.
Por ejemplo, en su dibujo, de la familia1 , bastante extravagante,
Viviana representa un extraño animal, que declara ser “ el lo b o ” , de
70 años, malo, y que, según ella dirá un poco más tarde, tiene 40
años y “ lo m a ta n ” (Viviana se identifica con ese lobo “p orque los
com e a io d o s” (fig. 37).
Esa agresividad oral se expresa sobre todo contra un personaje
m aternal y contra un hermanito mientras se manifiesta una neta
preferencia afectiva por el padre. Es así como, en el test PN, el
1 Este dibujo de la familia, com o los o tros que reproducirem os, es e x tra í­
do de nuestra obra: E l te st d el dibujo de la fam ilia, versión castellana, Buenos
Aires, E ditorial K apelusz.
,¿¿w v í -¿¿¿r
Figura 37. El dibujo de la familia de la Observación 5.
héroe es hijo único, tendencia que se confirmará en la imagen
Camada, donde Viviana hará morir a los tres lechoncitos recién
nacidos. En ese test, la madre se ve netamente desvalorizada,
mientras que el padre es puesto de relieve, hasta el punto de tomar
el lugar de la madre en las imágenes de mamada, en que se lo figura
amamantando a los pequeños (tema del padre-nodriza). Viviana
expresa, además, en temas bastante dramáticos, una agresividad oral
constante, con intervención frecuente de un lobo y de un cocodrilo.
Aún más, hasta en las placenteras imágenes de mamada, dice que
Pattenoire muerde a su papá.
Viviana ha sido sometida a la psicoterapia con ayuda de las
marionetas. La niña exterioriza enseguida su problema, y en sus
temas, figura casi continuamente un bebé al que van a matar. En
varias oportunidades, el homicidio es consumado por un lobo
devorador de niños.
Pero es importante observar que Viviana 110 es una perversa, en
el sentido de que el desencadenamiento de su agresividad no se
produce sin un contragolpe de culpabilidad. Así, el lobo del dibujo
de la familia, con el cual se identifica, al final es muerto y, en los
psicodramas donde figura ia fiera. Viviana hace de buena gana ese
papel cruel: pero inmediatamente después lo transfiere a la psicóloga y asume el de la mamá protectora del bebé; finaliza en que el
lobo es castigado por los cazadores.
Observamos ahí el proceso muy frecuente de la agresividad
vuelta contra sí mismo como culpabilidad, y estamos en mejores
condiciones para comprender la doble significación del cercamiento
del nombre en el garabato, explicada en el capítulo 3.
Observación 6. He aquí otro caso: el de Silvana, una niña de
10 años que tiene una hermanita de 8 años con la cual siempre se ha
mantenido en un conflicto violento.
Figura 38. G arabatos en form a de nido con fuertes pulsiones agresivas
(Observación 6).
Sus cinco años iniciales fueron difíciles. Era m uy ávida y glo­
tona. Durante la noche lloraba sin cesar. Se negaba a obedecer a su
madre y no controló sus esfínteres hasta los 3 años. Era, por aña­
didura, sumamente colérica.
Como sanción a su carácter difícil, la internaron de los 6 a los
10 años en institutos sucesivos. Desde que volvió a casa, se m uestra
m uy violenta y toma a su hermanita por los cabellos arrastrándola
por el suelo.
Por otra parte, en varias oportunidades ha robado golosinas, lo
cual está de acuerdo con su frustración oral.
Sus garabatos representan un “ nido” m uy extenso y expresan
con su trazado violento la persistencia de las pulsiones sádico-orales
y sádico-anales (fig. 38).
Sus psicodramas (con marionetas) abundan en temas agresivos
en los que se mata. Pero lo que es m uy particular es que el agresor
perece casi en forma simultánea con el agredido, probándonos que
las violencias de Silvana no dejan de provocar contragolpes con
sentido de culpabilidad, exactamente como lo hemos visto en el
caso de Viviana.
O bsen’ación 7. He aquí el caso de Yannick, un rimo de 13
años, que nos traen en consulta debido a sus violentos accesos de
cólera. La causa más nimia lo contraría y, en su violencia, se vuelve
contra su madre-llegando hasta golpearla. Si ella sale de la habita­
ción, cesa la cólera de Yannick. Lo curioso es que, al final de suscrisis, el niño queda postrado, a p u n to de sufrir un síncope y
amenaza suicidarse. Al día siguiente, está m uy cansado y avergon­
zado de lo que le ha sucedido.
Es sorprendente aquí la intensidad del contragolpe depresivo, ya
mencionado bajo una forma más discreta, en las dos observaciones
precedentes. Esto se observa nuevamente en su test PN, en el cual
retiene solamente tres imágenes: Agujero y Partida con un tema de
retorno con accidente, y luego Ganso, siempre del test PN, que será
la imagen preferida (hay identificación con un nifiito de 2 años que
se hace alzar). Al final aparece una preocupación constante de ser
bueno y obediente.
Señalemos que sus garabatos son tam bién agrésivo-depresivos,
con una particular intensidad del trazado agresivo en la zona
materna, lo cual concuerda bien con lo que acabamos de manifestar
(figura 39).
b)
Oposición y encopresis
Es sabido que los trastornos tem peram entales tienen a m enudo
su origen en el estadio sádico-anal, en m o m entos en que el niño,
debido al desarrollo de su motricidad, v-a siendo capaz de oponerse
activamente a sus educadores.
Todo error educativo puede entonces suscitar esa oposición. En
primer lugar vienen, claro está, las torpezas cometidas en la
educación relacionada con el aseo, ya porque se emprenda dema-
Figura 39.
G arabatos agresivo-depresivos (Observación 7).
siado temprano, o en un m o m e n to poco favorable, o también con
demasiada severidad. Pero la oposición puede ser también la
respuesta a frustraciones orales (todas las imposiciones en el campo
de la alimentación) o a frustraciones afectivas diversas.
Esa oposición se manifiesta a m enudo mediante, la anorexia,
sobre todo en las niñas. Pero en los varones, la misma se traduce
más abiertamente en trastornos esfínterianos, casi siempre encopresis diurna. Cuanto m ayor sea la importancia que los padres den al
hecho de que el niño aprenda a mantenerse limpio, con más ganas se
les opondrá éste en esta forma. Corresponde señalar aquí en
particular la influencia nefasta de las madres obsesivas, en quienes
las propias formaciones reaccionales provocan una verdadera manía
de limpieza y que no p u ed en soportar que el niño se ensucie.
Como es bien sabido ahora, los n iñ o s.q u e no controlan sus
esfínteres después de los 2 años muestran, por otra parte, un.
carácter sistemáticamente contrariante. Y más tarde, aún cuando
esos trastornos esfínterianos desaparezcan, una fuerte fijación sádi­
co-anal puede traducirse en una oposición agresiva y un espíritu de
contradicción sistemático. Por lo tanto, los psicoanalistas ven con
razón el origen de esa mentalidad especial en una actitud de
rebelión instintiva constituida en ocasión de una traumatizante
educación para el aseo.
Observación 8. Rechazo de la escuela. Pablo, de 8 años de
edad, no quiere hacer más nada en clase.
-­
A la edad de 6 años, había aprendido a leer con facilidad, pero
luego se enconfrcf en la clase de su madre que, siendo maestra, quiso
imponerle mucho trabajo. Pablo se negó y ha mantenido su
oposición este añgcicon otra maestra de tipo s'evero.'
^
Su agresividad hacia la madre viene de mucho tiempo atrás.
Poco deseado cuando nació, fue educado con mucha severidad. El
reaccionó negándose a hacer sus necesidades en la bacinilla hasta los
2 años y medio. Habiéndole su madre impuesto, contra su voluntad,
el jardín de infantes a los tres años, se tornó nuevamente sucio y
comenzó otra vez a hacer sus evacuaciones en los pantalones, lo cual
obligaba a que lo mandaran a- casa. En el camino de regreso,
celebraba su triunfo cantando: “Hice com pota en mis pantalones .
Se volvió una vez más encoprésico a los 6 años y medio, cuando
estaba en la clase de su madre y lo es aún hoy, de cuando en
cuando. En el aula se muestra apático, lento, distraído, cansándose
pronto. Es sucio, desordenado y cuida mal sus cuadernos. Sin
embargo, su nivel mental es normal, en el test de Raven.
Pablo reproduce con frecuencia, también, un tipo de garabatos
con el mismo carácter sádico-anal, pero esfumados, expresando por
consiguiente una tendencia agresivo-depresiva (fig. 40).
Volvemos a hallar esos dos aspectos opuestos en los otros tests
de personalidad.
Pablo es muy agresivo, sobre todo con respecto a las señoras ,
a las “ mamás” . Por ejemplo, da un tem a dramático completamente
original a la fábula del cordero de Louisa Duss: El cordero grande
no va a querer ceder el lugar y comer hierba. Va a matar a la madre.
Luego el papá sacará la leche del cadáver de la madre y se la dará a
los corderos, que se van a entender m u y bien .
En sus psicodramas, Pablo propone constantemente temas de
riña y manifiesta en ellos una obsesionante agresividad sádico-oral
bajo el aspecto de una fiera que ataca sobre todo a su hermana (de
la cual es, en efecto, el rival) y a su madre.
Con todo, la tendencia depresiva no es menos fuerte. En la
fábula del pájaro, el pajarito, abandonado, va a ser comido por un
lobo. En el test de la aldea, el niño se va de su casa porque su madre
le pega y él también va a ser comido por el lobo. En el C.A.T.,
Figura 4 0 .
G arab atos sád ico-anales (O b se r v a c ió n 8 ).
figura varias veces una mamá-ogro que, por ejemplo, en la imagen 1
cocina a sus hijos-pollitos para tener comida.
La madre es siempre frustrante y agresiva. El padre, en cambio,
aparece siempre pro n to a brindar ayuda.
Esa tendencia depresiva se halla también en los psicodrumus. en
el sentido de que el agresor muere-siempre después de sus víctimas,
respondiendo a una especie de Talión inmediato.
Uno de esos psicodramas, en particular, arroja luz . sobre el
conflicto profundo de Pablo, mostrándonos el origen de su agresi­
vidad en las frustraciones de la primera infancia. Un papá-lobo,
representado por el mismo Pablo, se come a to d o s y luego es
ultimado. Después, Pablo dibuja el lobo, con el siguiente comenta­
rio: “Se com e a todos porque no los quiere. N o los pu ed e ver.
Quiere estar com pletam ente solo. Es malo. Cuando era pequeño, era
feliz. Si alguien lo quisiera m ucho, pero m ucho, entonces, tal vez
tornaría a ser b u e n o ”.
Observación 9. He aquí el caso de Bernardo, un niño de 7
años, que se muestra insoportable, tanto en la escuela com o en la
casa, y hace sistemáticamente ¡o contrario de lo que le indican. Es
enurético todas las noches y, durante el día, efectúa de cuando en
cuando sus evacuaciones en los pantalones.
Figura 41. G arabatos sádico-anales (Observación 9).
Es un niño vigoroso, de una vitalidad y una afectividad desbor­
dantes. Pero su madre, que es una maniática del orden y de ia
limpieza, quiso disciplinarlo desde las primeras semanas, colocán­
dolo sobre la bacinilla y se jacta de haber obtenido así que el niño
hiciese sus evacuaciones sin ninguna violencia. Pero como, hacia los
seis meses, Bernardo se contenía y estaba constipado, su madre le
ponía un supositorio cotidiano para o b ten er la regularidad de las
deposiciones. Luego, cuando el niño tuvo un año, se levantaba tres
o cuatro veces por noche para sentarlo en la bacinilla pero, con ese
régimen, ella misma perdió el sueño. El resultado fue que Bernardo,
frustrado en sus necesidades sádico-anales, se ha m antenido sucio y
ha desarrollado un carácter contrariante. Más o menos lo mismo ha
ocurrido, por otra parte, con la misma técnica educativa, en el caso
del herm ano mayor, que fue enurético de noche hasta los 7 años.
Pero la diferencia de temperamento de los dos hermanos se ha
manifestado en el hecho de que, mientras que el vigoroso Bernardo
La situación familiar nos lo aclara todo en forma inmediata.
Ana perdió a su madre cuando tenía 6 meses y fue criada hasta los 2
años por su abuela materna. Cuando su padre se volvió a casar, la
madrastra decidió traer nuevamente al hogar a_ Ana pero no supo
ganar su cariño. Señalemos el hecho de que, a la edad de 2 años,
Ana era ya una niña limpia, pero no articulaba aun pequeñas frases;
por lo tanto, no Jiabía alcanzado todavía un nivel de socialización
suficiente para adaptarse. Tratada con rigor, ha retrocedido y, como
padre y madrastra se muestran igualmente intolerantes,, la pequeña
Ana se ha quedado detenida en el estadio sádico-anal.
Figura 43.
La madrastra, que tuvo luego otros hijos, querría mandar a Ana
a un I.M.P. y es por esa razón que la trae a nuestro consultorio. Es
de notar que Ana tenía mucho miedo que la separásemos de su
madre y la amenaza debe haberle sido hecha con frecuencia a causa
de su desaseo. Las dos primeras veces, sólo obtuvimos garabatos
formando un montoncito, y que cubrían el nombre con un negro
opaco. Más tarde, aJ haber tomado confianza, Ana extendió poco a
poco su trazado y, después del test PN, nos hizo los garabatos que
vemos aquí (fig. 43), en los que debemos observar:
Io) el vigor agresivo de los trazos:
2o) su tendencia impulsiva a sobrepasar los límites de la hoja;
3o) la concentración particular de los trazos sobre el nombre.
El test PN nos aporta un complemento precioso. Ana desarrolla
en él un tema constante de padre-nodriza; no es la madre, sino el
padre el que alimenta a los pequeños en Mamada 1, Mamada 2 y Ca­
m ada1. Pero esa imagen paterna es vaga, como ocurre a m enudo en el
caso de niños m uy regresivos: por una parte, se confunde con la
imagen materna, como si las dos fueran intercambiables; por otra
parte, la imagen aparece ora como nodriza complaciente, ora como
censora. El mismo equívoco aparece en las identificaciones, puesto
que Ana será cinco veces el padre y tres la madre, Al final, se dará
una identificación global con el padre “que reprende” , por lo tanto
con el Superyó paterno. En realidad, este tema del padre-nodriza y
sus insólitas identificaciones son signo de una fijación en el estadio
oral y de una introyección precoz no estructurante en la instancia
paterna.
Queda sin embargo el hecho de que las frustraciones sufridas
por Ana se objetivan en los temas de la imagen que más le agrada y
la imagen que m enos le agrada. La que más le gusta es Cabra, lo cual
señala la importancia que ha tenido en la vida de Ana la búsqueda
de una madre sustituida. La que menos le gusta es Camada, con
escotomización de los pequeños que maman, lo cual indica la fuerte
carga agresiva de Ana contra los .hijos de su madrastra y, por reflejo,
contra la madrastra misma.
II.
LOS CONFLICTOS INTERNOS
Según la teoría general de la personalidad expuesta al comienzo
de esta obra, se ha visto que la influencia educativa, representada
al principio po r los padres, se introyecta poco a poco en el ser in­
terior del niño y constituye allí una instancia especial que se llama
Superyó. Este proceso comienza muy temprano; en todo caso, ya se
ha cumplido cuando el niño comienza la escuela, en el m om ento en
que alcanza la edad llamada “ de la razón” .
Una vez constituido el Superyó, los conflictos se transfieren del
1 No debe sorprender la frecuencia de este tem a del padre-nodriza en
nuestras observaciones. La experiencia ha dem ostrado que el mismo se observa
más a m enudo en caso de una fuerte frustración m aterna.
exterior al interior de la personalidad, oponiendo entonces las
tendencias instintivas a las censuras del Yo y del Superyó.
Esta interiorización de los conflictos falta solamente en los im ­
pulsivos, en los'que el coritrordel Yo es completam ente deficiente
y en los perversos que, en realidad, son m uy raros.
Ya lo hemos visto. Al describir, en párrafos anteriores, observa­
ciones de niños,en conflicto externo, nos hemos visto obligados a
señalar, en casi todos los casos, que la agresividad com porta una
reacción de culpabilidad, primer paso hacia el vuelco contra sí mis­
m o, del que pronto veremos la importancia en las neurosis.
.
Los conflictos internos, que perturban más o menos el equili­
brio de la personalidad y su adaptación, son, en un p r in c ip io ,
neurosis.
'
Cuando las pulsiones instintivas censuradas y prohibidas, prime­
ro por los.padres, luego p o r el Yo, representante del Superyó, quie­
ren manifestarse a pesar de la prohibición, despiertan-en el alma del
niño un miedo, una angustia. Primero, es la angustia del castigo
que pueden infligirle los padres; luego es la angustia de la culpabili­
dad interior, cuando el Superyó ya está constituido.
.
Para escapar a la angustia deprimente, el niño pone en marcha lo
q ue se llama los mecanismos de defensa del Yo, de los cuales vamos
a estudiar seguidamente las diferente modalidades.
a) El reto m o contra s í m ism o
Ya hemos visto que, cuando las pulsiones agresivas chocan con
censuras intensas y se ven reprimidas, el conflicto, hasta entonces
externo, es decir que opone el sujeto a lo que lo rodea, se interioriza
y la agresividad se vuelve entonces contra el sujeto m ism o, en form a
de depresión.
En muchos casos, existe una amalgama de agresividad y depre­
sión, que se traduce, ya en un estado de hum or depresivo o gruñón,
ya en reacciones violentas seguidas de inmediato por abatim iento y
lágrimas. Hemos visto también, en el curso de algunas psicoterapias,
que el sujeto es inm ediatam ente castigado por sus acciones agresivas
según la ley del Talión.
Puede también observarse una gama de situaciones variadas que
van de la dominante agresiva a Ja dom inante depresiva, pasando por
todas las situaciones intermedias.
Clínicamente, ora la agresividad está en •el primer plano, y nos
consultan acerca de sus manifestaciones, como en los casos 8, 9 y
10, estudiados más arriba, pero un atento examen clínico o bien los
tests de proyección nos m uestran la culpabilidad y la depresión
subyacentes. Ora es el estado depresivo el que ocupa el primer
plano, con sus enojosas consecuencias de duda de sí mismo y de
fracaso, pero detrás de él se d e scubre la agresividad censurada; en
este último caso, no hay~signos visibles de agresividad, siria signas
de depresión: humor triste, apatía, lentitud, sentimientos de ver­
güenza, de culpabilidad y de inferioridad (Observ. 13).
En nuestra obra sobre El test del dibujo de la fa m ilia ,1 hem os
mostrado, por ejemplo,, con cuánta frecuencia la rivalidad fraterna
puede, en lugar de manifestarse,-com o es normal, en reacciones
agresivas, determinar, por un retorno contra sí mismo, un estado
depresivo; esta forma de reacción se observa sobre to d o en los tem ­
peramentos femeninos.
Conviene explicar aquí de qué m odo e se,re to rn o contra sí
mismo puede ser considerado como un mecanismo de defensa del
Yo. Es que, en caso de fuerte agresividad, el sujeto está expuesto a
las censuras paternas, que pueden castigar su maldad con la exclu­
sión y el retiro de su amor. Ahora bien, a una edad aun tem prana, en
que la estima de sí mismo y la misma posibilidad de vivir reposan
enteramente en el amor y la protección de los padres, la pérdida de
ese amor equivale al aniquilamiento total, a la.muerte.
La depresión neurótica (que es siempre una depresión menor)
aparece entonces como el medio que perm ite al sujeto conservar la
estima y el amor de los padres, a costa de un aniquilamiento parcial
de sí mismo, que se humilla, se castiga, para atraerse el perdón. Más
adelante daremos ejemplos de esto. '
Como se ha visto, los garabatos nos permiten, en este caso,
hacer revivir el conflicto profundo, m ostrándonos'en qué medida es
asumida la agresividad y c ó m o ' entran en acción las defensas
contra-agresivas.
Si, como se ha visto, la dom inante agresiva se expresa en un
trazado vigoroso hasta la violencia, en cambio, la dom inante
depresiva puede expresarse en diversas formas, que van del trazado
esfumado al trazado de form ación reacciona!.
Por otra parte, hay que considerar también la extensión de los '
garabatos. Cuando las pulsiones se extravierten, toda la página está
cubierta por los garabatos. En cambio, cuandp hay introversión por
represión, los garabatos están limitados a una parte de la página.
1
Versión castellana, E ditorial K apelusz, Buenos Aires.
Hemos visto que las pulsiones, cuando no pueden sublimarse,
son muy a menudo objeto de una represión, sea porque las censuras
han sido particularmente fuertes, hasta el punto de inhibir toda
espontaneidad afectiva, sea porque - l o cual es lo mismo— el niño
está dotado por su estructura nativa de una expansión vital
insuficiente, que cede a la menor compulsión.
Cuando la represión es muy enérgica —lo cual se observa en los
casos patológicos- ocurre que, en virtud de la ley del “ todo o
nada” que rige los primeros estadios de la infancia, la-expansión
vital puede restringirse en cualquier dirección. Esto equivale a decir
que cualquier actividad puede convertirse en símbolo de la tenden­
cia reprimida y que, en tal caso, la interdicción que pesa sobre esa
tendencia puede-extenderse como una mancha de aceite a todas las
otras tendencias.
Por ejemplo, en el estadio sádico-oral, el impulso a morder, si se
contraría con violencia, desaparece, pero pueden desaparecer al
mismo tiempo las otras funciones orales: la palabra (mutismo,
tartamudez) y la función de comer (anorexia).
La represión de un impulso erótico que se manifiesta en forma
de masturbación (tocarse) puede engendrar una negativa general a
tocar cualquier objeto.
Otro ejemplo es el de la represión de las primeras aspiraciones
sexuales incestuosas del niño. Esa represión puede extenderse a la
vida sexual ulterior y, en la adolescencia, aunque la sexualidad haya
cambiado de objeto y se dirija ahora a objetos permitidos, sigue
estando bajo el peso de la interdicción inicial, lo cual se traduce en
una gran timidez y en impotencia.
De igual modo también, cuando una fuerte tendencia al vaga­
bundeo sentimental es condenada por el Yo, el resultado, puede ser
una fobia particular a salir donde quiera que sea, o bien una parálisis
histérica de las piernas, que conduce al mismo resultado.
Asimismo, la represión de una pulsión agresiva dirigida contra
un objeto particular, contra un hermanito. por ejemplo, puede
determinar posteriormente una represión general de la agresividad,
que va hasta el aniquilamiento de todo dinamismo actuante, de
todo espíritu de competencia.
Se debe, pues, admitir que. en virtud del mecanismo inhibidor,
zonas muy vastas de la actividad del sujeto se ven en cierto modo
prohibidas, si bien no estaban comprendidas en la represión inicial:
y el ejercicio de esas actividades suscita angustia, del mismo modo
que la satisfacción thrTa-pulsión protíibida.-Se-comprende asfque,- si
la inhibición es un mecanismo defensivo contra la angustia provo­
cada po r las pulsiones, es, en todo caso, una defensa excesiva, que
empequeñece la personalidad y destruye sus posibilidades creadoras.
Es, pues, patológica y requiere la indicación de un tratamiento
psicoterapeútico.
Cuando esa inhibición es muy evidente, suele ocurrir que los
padres perciben el carácter patológico de la misma y nos consultan,
señalando la poca vitalidad del niño, su humor triste y silencioso, su
falta de interés por todo, su timidez y su miedo a la gente.
Pero, en muchos casos, cuando no es tan fuerte, nadie se alarma,
por el hecho de que los niños inhibidos son niños juiciosos que no
provocan comentarios. Lo inquietante en ese caso son las conse­
cuencias escolares, la falta de entusiasmo y de interés, la lentitud, la
tendencia a soñar despierto que hacen del niño un mal alumno, a
pesar de su'inteligencia.
Finalmente, en una tercera situación, se nos consulta a causa de
perturbaciones temperamentales. Suele ocurrir, en efecto, que la
represión cede m om entáneamente y que toda la tensión nerviosa
acumulada se libera de repente en una explosión de violencia. Los
que rodean al niño ponen entonces el acento sobre ese rapto, cuyo
carácter liberador no advierten, mientras que no dicen nada de la
excesiva calma habitual del sujeto que, erróneamente, consideran
como normal.
La represión y la inhibición se expresan en los garabatos, como
ya sabemos, mediante una reducción de la amplitud del trazado,
reducción que está en relación directa con la intensidad de la
defensa. Si bien no sorprende verificar esa limitación de los
garabatos en niños de actitud inhibida, en cambio, no se espera
hallarla en sujetos que nos son traídos por sus familiares a causa de
sus reacciones violentas, como por ejemplo en el caso del niño de la
fig. 14, de 8 años de edad, cuyo com portam iento contrariante y
colérico respondía a un conflicto agudo con una autoridad paterna
muy intolerante (observ. 17).
Recordemos como un caso de interés particular los garabatos
localizados debajo del nombre, lo cual, como se ha visto, es el signo
de una represión edípica, con regresión hacia un estadio oral de
fijación en el progenitor-nodriza.
Recordemos aquí el punto esencial del capítulo 3: que,
mediante Jas formaciones reaccionales, el Yo desarrolla en la
conciencia las tendencias exactamente opuestas a las tendencias
reprimidas y sustituye así el carácter del niño por otro sumamente
diferente, hecho de reserva, de docilidad y de estricta obediencia a
las reglas. Contra hemos visto, el hecho de que, en los garabatos, no
se exprese más la espontaneidad primitiva sino las formaciones
reaccionales, es^un triunfo de la defensa del Yo.
Volvamos a recordar -la distinción, que hicimos e ilustramos,
entre las formaciones reaccionales compatibles con una adaptación
bastante amplia y las formaciones reaccionales rígidas, qtie son las
únicas patológicas.
Las primeras, digámoslo nuevamente, producen garabatos am ­
pliamente extendidos (fig. 21). Las segundas, .en cambio, van
acompañadaTTle represión y de inhibición, Jo cual produce garaba­
tos de trazo muy reducido. Podemos, por lo tanto, apreciar la
intensidad de una represión y de las formaciones reaccionales que la
completan, según el grado de reducción de los garabatos y según su
trazado reacciona!.
Mencionemos como particularmente interesantes los garabatos
de formación reaccional observables m uy a menudo en los anoréxicos y en los enuréticos nocturnos. Sabemos que la anorexia es
una formación reaccional contra la avidez oral, luego de ciertas
frustraciones en la relación con la madre.
'
Pero, en el caso de la enuresis, se podría esperar garabatos de
tipo sádico-anal. Ahora bien, los enuréticos constituyen una excep­
ción pues trazan" garabatos reaccionales. Si se añade esta com pro­
bación al hecho de que dichos sujetos tienen a m enudo un
comportamiento dócil y manías de orden y limpieza, nos vemos
obligados a sacar en conclusión que la enuresis nocturna representa
una pulsión sádico-anal m uy reprimida y combatida por po ten tes
formaciones reaccionales, que son las únicas que se inscriben en los
garabatos (fig. 34).
d) El aislamiento
Como hemos visto, el aislamiento es un mecanismo de defensa
que completa a menudo la represión y las formaciones reaccionales,
estableciendo una separación entre el sujeto y el mundo exterior,
cuyas incitaciones correrían el riesgo, por su excesiva proximidad,
de provocar las pulsiones prohibidas.
A decir verdad, existe ya un comienzo de aislamiento en los dos
mecanismos d e defensa- precedentes
La represión aleja las pulsiones de la conciencia y les impide
realizarse, lo cual se traduce en los garabatos en forma de vastas
zonas blancas que separan el trazado del resto del espacio vital
representado por la hoja.
Las formaciones reaccionales.completan ese aislamiento, lo cual
se traduce en los garabatos en un trazado, lineal, en que los puntos
de intersección están reducidos al xnínimo.
Agreguemos —y esto es muy im portante— que si una prohi­
bición impide a las pulsiones satisfacerse en el espacio vital exterior,
una prohibición análoga les impide entrar en contacto con el Yo
civilizado, representado por el nombre. En m uchos garabatos, esto
se traduce en el hecho de que el trazado no pasa por encima del
nombre y que-, en un gran número de casos, hasta se mantiene
separado de él por una zona blanca.
Finalmente, el aislamiento puede expresarse asimismo mediante
frecuentes interrupciones en el trazada, signos tangibles de rupturas
de contacto con el medio.
Todos estos mecanismos de defensa pueden unirse, como se ve
en todos los estados neuróticos en que la fobia al contacto está en
primera fila en el cuadro sintomático. Ya hemos visto un cierto
número de ejemplos de ello en el capítulo 3, en las figuras 18, 19,
24, 26 y 27. Veremos otros más cuando tratem os de las neurosis
(fig. 4 7 ,4 9 , 54, 55, 83 y 85).
e) La regresión
Cuando los mecanismos habituales de defensa del Yo son, por
alguna razón, incapaces de hacer frente al conflicto creado por las
pulsiones, cuando no se puede hallar un comprom iso válido entre
las exigencias pulsionales y las exigencias de la realidad y cuando la
carga de angustia es, en consecuencia, demasiado grande para ser
soportada, se produce, ya sea en forma aislada, o en unión con los
mecanismos precedentes, una regresión de la personalidad.
La regresión se opone a la progresión. Cuando esta última chocacon un obstáculo demasiado importante, se ve detenida. El obs­
táculo es aquí el conflicto actual que, no sólo no puede ser
superado, sino que crea, además, en el presente, una angustia
intolerable. De ahí la utilidad de la regresión, que retrotrae el sujeto
a una época anterior, en la cual el conflicto no existía. Debe
entenderse aquí que la regresión es un estado muy diferente de la
simple nostalgia del pasado. Esta última es el deseo de retornar a un
pasado más feliz, pero conservando plena.conciencia de que se está
obligado a vivir en la realidad actual, con todos sus inconvenientes.
En cambio, en la regresión no es sólo el pensamiento, sino todo el
ser el que retorna al pasado, abandonando el presente. Pero la
ventaja que el sujeto saca de ello (verse liberado dé la angustia de su
conflicto interno) está infortunadamente compensada, por poco
que dure, por el inconveniente de una seria alteración de la persona­
lidad.
El mecanismo de' defensa por regresión es. pues, también, un
mecanismo del “ todo o nada” y. como tal, patológico y generador
de trastornos secundarios.
Se nos consulta entonces tanto por los trastornos del carácter,
como por una deficiencia intelectual.
En el primer caso, la familia señala los rasgos de carácter
pueriles del niño, considerando su edad y aun, puesto que el ser
participa en su totalidad de la regresión, un retorno en el tiempo
que hace- revivir estadios funcionales anteriores (niños que vuelven a
perder el control de los esfínteres, a caminar o a hablar como
bebés).
En el segundo caso, más frecuente aún, lo que alarma sobre
todo es el atraso en la escuela. El niño se torna pasivo, apático, no
piensa más que en jugar y no muestra ningún interés por la escuela,
a todo lo cual se añade, en los casos serios, una regresión de la
mente, que hace revivir formas primitivas y no permite al niño
comprender los problemas de su edad.
Observemos que el conflicto ansiógeno más frecuente es el que
se produce en el estadio edípico, cuando el niño se debate en la
difícil situación que le crea su atracción amorosa por el progenitor
del otro sexo y su hostilidad con respecto al progenitor del mismo
sexo. Los factores que obstaculizan la solución del conflicto edípico
son numerosos y muchos niños, después de haberlo abordado, son
incapaces de resolverlo y por ende de vencerlo, es decir de sublimar
su amor en ternura y su odio en competencia, identificándose con el
progenitor rival. No pudiendo mantenerse en esta situación dema­
siado angustiante, regresan a un estadio pre-edípico, estadio anal u
oral, según los casos.
Por consiguiente, aquí también la defensa contra la angustia
conduce a una reducción del campo expansivo de la personalidad,
haciendo revivir los primeros estadios, en que las relaciones objéta­
los no,estaban aún bien establecidas.
En los garabatos, la regresión se expresa con un trazado
primitivo, que no corresponde a la edad dei sujeto. Es decir que. a
una edad en que. se tendría derecho a esperar garabatos marcados
por una cierta sublimación o por formaciones reaccionales. se
obtienen garabatos de tipo sádico-anal.
Cuando la regresión se une a la represión, lo cual es frecuente, el
trazado es, al mismo tiempo, de amplitud reducida, tal como se ha
visto.
Hemos señalado también varias veces que. cuando esa reducción
de la amplitud mantiene el trazado en la zona subyacente al
nom bre, se puede deducir de ello una prohibición edípica;
f)
Los atrasos en la escuela debidos a causas afectivas
A la luz de las precedentes nociones sobre los mecanismos de
defensa del Yo en los conflictos internos, vamos a m ostrar por
medio de ejemplos cómo la interpretación de los garabatos perm ite
com prender, en cada caso, la dinámica particular de cada conflicto.
Pero antes, queremos decir dos palabras acerca de la repercusión
casi constante de esos conflictos sobre el buen éxito del niño en la
escuela. En efecto, en un gran núm ero de casos, los padres insisten
sobre las dificultades escolares del niño, destacando que los maes­
tros se muestran tan sorprendidos como ellos mismos del contraste
entre el fracaso escolar y el buen nivel intelectual del sujeto.
Primeramente, al leer la libreta de calificaciones, uno se siente
inclinado a creer que s e - t r a t a - d e un débil mental. Pero si se
reflexiona, no hay nada de eso: se trata de una pseudo-debilidad, y
esa pseudo-debilidad tiene causas puram ente afectivas.
La experiencia clínica nos ha enseñado la enorm e im portancia
de la afectividad en el rendim iento escolar. Una verdad de sentido
com ún es que no se puede aprender si no se tiene un interés
afectivo: pasión por el estudio en general o por un estudio
determ inado; ambición de alcanzar una meta; deseos de agradar a
los padres o al maestro; espíritu de competencia; estímulo de las
recompensas o de los castigos.
Pero, además de esas motivaciones conscientes, pueden entrar
en juego factores inconscientes y, en la mayoría de los casos, en un
sentido negativo, disminuyendo la eficiencia. La noción de conflicto
psíquico ocupa aquí el primer plano. Por una parte, el dinamismo
que se despliega en una tarea escolar es tanto mayor cuanto más
grande sea la cantidad de energía vital libre de que se disponga;
ahora bien, sabemos que los conflictos entre las pulsiones y las
defensas del Yo absorben una buena parte de la energía psíquica
disponible, de allí la tan frecuente y penosa impresión de astenia,
que es el mayor obstáculo a la eficiencia.
Por otra parte, los conflictos neuróticos impiden la maduración
de las pulsiones y especialmente el proceso de sublimación, proceso
particularmente favorable a las actividades del espíritu.
Así, pues, cada vez que la apreciación clínica o un test de nivel
intelectual nos demuestren que un mal alumno posee una buena
inteligencia, convendrá buscar en la esfera afectiva los trastornos
que provocan su fracaso escolar.'
Suele ocurrir que interrogado el psicólogo nos da una respues­
ta satisfactoria. Para no citar sino un ejemplo, en los numerosos
casos en que la deficiencia sigue cronológicamente' a algún
acontecimiento afectivo traumatizante: partida de un maestro
querido; pérdida de un pariente querido; nacimiento de un hermanito; iniciación sexual perturbadora.
Pero, en un gran número de casos, la investigación clínica no
basta para informarnos y tenemos que interrogar la personalidad
profunda del niño mediante tests de proyección.
En la medida en que los garabatos son representativos de
conflictos internos, las informaciones que suministran en estos casos
son preciosas.
Mencionemos aquí, como signos particularm ente frecuentes de
esas deficiencias escolares de origen afectivo:
I o) la inestabilidad, con imposibilidad de fijar la atención (los
distraídos - desaplicados);
2o) la inhibición con apatía, falta de interés por el estudio
(Observ. 20);
3o) la astenia con tendencia a fatigarse rápidamente y deficien­
cia de la memoria (Observ. 25);
4o) la falta de atención de los distraídos-absortos, concentrados
en algún pensamiento secreto y que, m uy a m enudo, parecen estar
“ en las nubes” ;
5o) la lentitud en el trabajo, a causa de una excesiva m eticulo­
sidad debida al perfeccionismo o a la poca confianza en sí mismo
(Observ. 19 y 21);
6o) la ansiedad que hace temer el fracaso y precipita en él al
sujeto, en ocasión de pruebas y exámenes (Observ. 22).
No hemos querido hacer de este estudio un capítulo aparte —en
el cual habríamos analizado los garabatos de la pseudo-debilidad
mental— pues el atraso en la escuela por causa afectiva no es sino un
elemento en los conjuntos neuróticos estudiados aquí, y lo que los
garabatos nos revelan es el dinamismo interno del conflicto neuró­
tico, no la perturbación com pletam ente secundaria y, por otra
parte, contingente, provocada en el trabajo escolar: Gomo se verá-,
las observaciones con que vamos a ilustrar este capítulo comportan
muy a menudo la mención de la incidencia del conflicto sobre el
éxito escolar.
Agreguemos que, sin haber sido objeto de una elección especial,
cierto número de nuestras observaciones se refieren a disléxicos. A
la luz de una investigación profunda, parece, en efecto, que la
dislexia está a menudo ligada a un estado neurótico.
g)
Conflictos pasajeros y neurosis duraderas
Otra cuestión muy im portante se plantea cuando se estudian los
conflictos del alma infantil: la de saber si el conflicto y las defensas
puestas en acción para resolverlo son de carácter pasajero y señalan
solamente un momento en la evolución del niño o si los mismos son
susceptibles de constituir una neurosis de larga duración.
Observemos primeramente a este respecto que la infancia es el
alba de la neurosis, lo cual quiere decir que la mayoría de las
neurosis del adulto tienen su origen en los conflictos del alma
infantil, resueltos por mecanismos neuróticos. A menudo, luego de
un período de infancia perturbada por angustias, depresiones
menores, fobias, obsesiones, torna la calma, lo cual hace creer en
una cura. En efecto, en un núm ero apreciable de casos, es una cura,
habiéndose resuelto el conflicto en un sentido que permite una
adaptación bastante buena y un rsemprendimiento de la marcha
hacia adelante. Pero en algunos, la calma se ha obtenido sólo a costa
de una importante represión, y la paz establecida es una paz
armada, con la amenaza de que se reinicien las hostilidades al primer
incidente. Bastará pues que, más tarde, en la adolescencia o en la
edad adulta, se presente cualquier dificultad de adaptación, un
agotamiento o una enfermedad que aminore la fuerza del Yo, para
que el conflicto surja de nuevo, con agudeza, reproduciendo el
estado neurótico.
Como veremos en el capítulo siguiente, las neurosis, en el
adulto, son bien estructuradas y constituyen entidades morbosas
bien definidas.
En el niño, eso es m ucho más raro, por el hecho de que el Yo,
aún débil y desprovisto de potencia organizadora, no está en
condiciones de instaurar un mecanismo de defensa poderoso y
siempre igual, y debe ensayar, sucesivamente o al mismo tiempo,
varios mecanismos de defensa diferentes.
De esto se desprende que, en el niño, no se observan, en forma,
tan constante cofnó en el adulto, tipos de neurosis n'iuy'cáracteri7
zadas: neurosis de angustia, neurosis obsesiva, neurosis asténica,
sino, en la mayoría de los casos, síndromes polivalentes que
presentan signos de vanos de esos tipos.
Dicho sea de paso, esa polivalencia, unida a una cierta fragilidad
de las defensas puestas en acción, es sin duda lo que explica la
posibilidad de pasar de una neurosis a otra y las mejores posibili­
dades de cura.
3
LOS E S TA D O S N E U R Ó T IC O S EN E L N IÑ O
Hemos visto más arriba que los estados neuróticos de la infancia
no están tan netam ente de4imitados como los de la edad adulta y
que, en un niño, no se podría diagnosticar con la misma certeza una
neurosis de angustia, una de carácter asténico o una de tipo
obsesiva, para no citar sino las principales formas de neurosis.
Nos limitaremos aquí a dar una definición m uy amplia de los
estados neuróticos, contando entre ellos los numerosísimos casos de
nerviosismo dependientes de conflictos internos entre las pulsiones
y las censuras del Yo-,
Esta observación nos hará com prender mejor lo que dijimos más
arriba acerca de la imposibilidad de pedir al test de los garabatos
- n o más, por otra parte, que a los otros tests de proyección— un
diagnóstico de neurosis.
Lo que el test de los garabatos nos revela —ya lo hemos d ic h o es el punto de equilibrio de las tendencias y las defensas, informán­
donos con ello sobre la dinámica conflictiva de los trastornos
observados.
Hemos visto, en particular, que la angustia es un síntoma
constante de todos los conflictos neuróticos, ora dominada y
rechazada hacia el último plano por las defensas del Yo, ora
dom inante y ocupando el primer plano como se ve en esa forma de
neurosis llamada neurosis de angustia. Hay que decir aquí que los
garabatos no nos muestran directam ente el síntom a de la angustia.
Esta, como síntoma principal de los conflictos neuróticos y como
causa determinante de la entrada en acción de las defensas del Yo,
deberá en consecuencia ser deducida de los garabatos m ediante una
interpretación del conflicto, de la manera en que las defensas han
podido dominar las tendencias.
Situándonos en esta perspectiva dinámica vamos a pasar revista
a los diferentes estados neuróticos de la infancia. Puede pensarse
que nos hemos tomado grandes libertades con la clasificación
corriente de las neurosis. Pero eso nos-ha parecido necesario para
seguir la realidad clínica y rogamos tener en cuenta, de ahora en
adelante, que si, para claridad de la exposición, hemos dado un
nombre a los estados neuróticos que vamos a descubrir a continua­
ción, es simplemente en mérito al síntom a dominante en el
m om ento de la consulta, sin que ese síntom a constituya, empero, lo
esencial del cuadro clínico. Así, clasificaremos bajo el título de
neurosis de angustia los estados en que ésta ocupa el primer plano;
bajo el de neurosis asténica los estados en que domina la astenia,
etcétera.
A tal efecto recordemos que la mención del síntoma dominante
es a menudo artificial y está determinada, sea por el sufrimiento del
niño (por ejemplo en caso de angustia), sea por el de los padres, los
cuales pueden mostrarse intolerantes con ciertos aspectos del
comportamiento del niño que no son forzosamente los aspectos más
patológicos. Más adelante daremos ejemplos de esto.
1. LA NEUROSIS DE ANGUSTIA
Los casos que agrupamos bajo este títu lo son los de las neurosis
en que la angustia .domina y es el principal motivo de la consulta.
Pero, como se verá, la neurosis es rara vez pura asociándosele a
menudo síntomas secundarios debidos a la intervención de las
defensas del Yo.
Observación 11. He aquí el caso de Jacqueüne, una niña de 11
años, la cual, desde la edad de 9 años, tiene angustias nocturnas
muy vivas y miedo a la muerte, tanto por sus padres como por ella
misma. Eso comenzó, en realidad, cuando la niña tenía 5 años, la
noche en que nació su hermanito. La partida de su madre a la
clínica provocó en ella un verdadero pánico de ansiedad, que siguió
repitiéndose todas las noches, pues Jacqueline tenía miedo que su
madre partiera de nuevo y la abandonara. Desde entonces, la niña
ha cambiado de carácter; se ha vuelto m alhum orada y agresiva. Está
inquieta, apegada a la madre, la abraza continuam ente, desea que le
digan y le repitan sin cesar que la quieren, lo cual prueba que, en su
fuero interno, duda de ello. Tiene sentimientos de culpabilidad y va
frecuentemente a confesarse, por iniciativa propia.
Parece que Jacqueline recibió mal el nacimiento del hermanito.
En efecto, hasta los 5 años, había gozado de ¡os privilegios del hijo
único y, por otra parte, su temperamento retraído, de constitución
enclenque y-an&r4-Xrk^la-dispQnm-mal--a--CQmpart4rios, El hecho-esque, como se ha visto, su carácter se habla alterado desde entonces,
al mismo tiempo que se instalaba la neurosis de angustia.
. En un caso así, puede presumirse que la niña haya concebido
sentimientos agresivos con respecto al hermanito y a los padres,
principalmente a la madre. Es sabido que tales sentimientos deter­
minan a menudo una angustia de culpabilidad - y el temor al
abandono, angustia que existe aquí (confesiones frecuentes), así
como el temor al abandono (actitud frente a la madre).
Figura 44. G arabatos agresivos en una niña ansiosa (O bservación 11).
Esa agresividad subyacente, la encontramos en los garabatos de
la niña, los cuales cubren toda la extensión de la hoja con líneas que
se cruzan en todas direcciones. Aquí no hay, por lo tanto, ni
represión, ni formación reacciona 1.
Sin embargo, al comienzo, esas líneas estaban entremezcladas
con guirnaldas de tipo reacciona 1. Pero muy rápido, durante la
psicoterapia, esas guirnaldas desaparecieron para dejar el lugar a un
trazado de descargas agresivas, transformación ésta operada en
forma paralela a una mejoría de la ansiedad. El trazado reproducido
(fig. 44) corresponde a una fase de gran mejoría: el mismo indica
pulsiones agresivas desordenadas de tipo pre-genílal pero, hecho
particular de esta muestra, con aislamiento del nombre, preservado
por un recuadro del ataque de las pulsiones.
Estos garabatos nos muestran pues, por un lado, la intensidad
un poco salvaje.de las pulsiones en esta niña: por otro, la constitu­
ción de un sector preservado por aislamiento, que tranquiliza por el
m om ento al sujeto sobre las propias intenciones con respecto a los
suyos. La mejoría clínica se explica pues po r la satisfacción acorda­
da, p o r una parte a las pulsiones y por otra a las defensas del Yo.
Observación 12. He aquí unos garabatos muy diferentes de los
anteriores, hechos por una niña de I 1 años. Marie-Annick. hija
única. Trazó en primer lugar el recuadro alrededor del nom bre,
diciendo: “ Para que los garabatos no pasen sobre mi nom bre” . Las
volutas trazadas luego con regularidad tienen un carácter neto de
form ación reaccional (fig. 45).
Esta niña es. como la precedente; una ansiosa-m uyem otiva. que'
tiene miedo de todo. Es igualmente muy apegada a su madre y no
quiere dejarla nunca.
Pero además, a todo eso se añade un carácter escrupuloso, con
manías de orden y un cuidado excesivo en el m antenim iento de sus
cuadernos escolares, circunstancia que ocasiona una lentitud parali­
zante. Tiene mucha dificultad en vincularse fuera de la casa, y casi
nunca besa.
Se observan también los signos de una neurosis de escrúpulo en
su test PN. En efecto, el relato comienza con dos temas punitivos,
seguidos de dos temas agresivos. Ahora bien, eso se repetirá en las
Preferencias-Identificaciones, donde vemos que las dos imágenes
sádico-anales agresivas y la imagen de la batalla entre hermanos, son
las tres que menos gustan y las no asumidas. Las imágenes
depresivas son asumidas mejor, de donde se puede concluir que esta
niña hace prevalecer la instancia punitiva sobre la instancia punible,
en otras palabras, qué tom a el partido de su Superyó, lo cual es bien
característico de una neurosis de escrúpulo.
La niña repite también ese m odo de defensa en sus psicodramas
puesto que, por lo menos al principio, hace asumir la agresividad de
sus temas a -la psicoterapeuta y ella misma representa, once veces
sobre dieciocho, la instancia punitiva representada por la madre. Y
sin embargo, la agresividad existe, puesto que figura en todos-los
psicodramas, y siempre dirigida contra la madre; pero es subyacente
y expresada con poco vigor.
Paralelamente, si las volutas regulares de sus garabatos no
expresan agresividad aparente, es que las mismas son ya el resultado
de una defensa. La prueba de que las pulsiones agresivas existen en
lo profundo nos la suministra a q u í el hecho de que la niña, para
preservar su nom bre de todo ataque, comienza por rodearlo de un
recuadro.
El proceso dinámico de este trazado nos revela pues que
poderosas formaciones reaccionales tienden aquí a contener la
agresividad y la angustia, lo cual se traduce clínicam ente en rituales
de orden y limpieza.
Observación 13. He aq u í el caso de Maryvonne, una jovencita
de 16 años, la mayor de tres hermanas, la cual, desde hace más o
menos cuatro años, época en que fuera internada como pupila, tiene
angustias continuas. Hay que decir que, si bien sus progresos
escolares son_ normales, nunca ha aceptado de buen grado su
situación de pupila, por ser muy apegada'a la madre y que, duran te ,
los tres primeros años de la separación, no aumentó de peso. Por la
noche, tiene muchas pesadillas, cree ver fantasmas y no puede
dormirse a. oscuras.
El hecho que motiva la consulta es una agravación reciente del
estado de Maryvonne, que está constantemente ansiosa y triste y
que, por añadidura, no puede comer más porque tiene continua­
mente el temor de tragar mal y ahogarse (disfagia ansiosa). Al
menor malestar, se cree gravemente enferma y tiene miedo de
morir.
A decir verdad, la disfagia comenzó hace varios años y, cosa
curiosa, la.. niña cuenta que, cuando quería hacer a sus padres
preguntas relativas a la sexualidad, no podía ¡legar a hablar, y la
pregunta le quedaba en la garganta “ exactamente” , dice, “ como
los alimentos que no puedo tragar".
En el análisis proyectivo se ve que, en Maryvonne, hay una
fuerte interdicción sobre la sexualidad. Por ejemplo, en el test PN,
la imagen Beso que de ordinario gusta mucho, es aquí la que menos
agrada de todas, porque Pattenoire está celoso de que los padres se
quieran y él se siente excluido. Pero vemos además expresarse, a
propósito de esa imagen, un tema que se repetirá cuatro veces más,
a propósito de las imágenes de mamada: que el acercamiento de los
sexos es indecente, así como es indecente que una mujer m uestre el
vientre y los senos. Por otra parte, en ese mismo test, el héroe se
revela como un muchacho levantisco y desobediente, lo cual es
tribial, pero lo que lo es menos, es que Maryvonne no consiente
nunca en asumir las acciones culpables y se identifica ordinaria­
mente con la instancia punitiva. Critica pues con gran severidad y, al
final, declara que Pattenoire va a terminar mal, será aplastado algún
día, cuando salga sin permiso.
Sabemos que las formaciones reaccionales contra la sexualidad,
expresadas en el test PN, corresponden a fuertes pulsiones edípicas
reprimidas.
En una imagen del test de Sym onds, que representa una joven
con las manos juntas, vemos exteriorizarse esas pulsiones: "Está
orando. Parece preocupada. Su mam á está enferma de cáncer. Ella
sabe que su mamá se puede morir. Se irá más confiada... La m am á
se va a morir; ella va a quedar sola con el padre”.
Sabemos —sin que sea posible explicarlo aquí d e talladam enteque la disfagia ansiosa ha estado siempre vinculada a un conflicto
edípico con represión y regresión al estadio oral y que el temor a la
deglución es aquí simbólicamente el temor a la penetración sexual.
Ignoramos en virtud de qué experiencias vitales de su infancia
Maryvonne ha vivido su situación edípica con ansiedad y culpabilidad, pero sabemos que su carácter es poco sociable, que casi no
hace amistades, que se entretiene sola, leyendo.
Aquí los garabatos, indican una buena expansión vital puesto
que cubren toda la página, nos muestran un trazado lo menos
agresivo posible y, por añadidura, un notable aislamiento, pues el
trazado presenta un mínimo de intersecciones y el nom bre no está
cubierto (fig. 46).
Observación 14. He aquí el caso de Christian, un niño de 6
años y medio, el cual desde hace varios meses, sufre constantemente
de miedos nocturnos. La primera noche, como tenía una botella de
agua caliente en su cama, creyó que era alguien y gritó amedran­
tado. Estuvo un mes casi sin dormir, gritando y llamando a sus
padres. Desde entonces, vive con miedo aun durante el día y no se
anima a ir solo de una pieza a otra. Se ha vuelto muy emotivo y
llora o se enoja por nimiedades.
Los primeros garabatos, hechos en el momento de la consulta
(fig. 47), son enteramente desusados en un niño de esa.edad, pues
revelan formacionesreaccionales intensas con aislamiento.
En este niño los tests de personalidad han revelado una-fuerte
inhibición ansiosa. Tiene miedo de comprometerse y se niega a
asumir ninguna'tendencia agresiva. Es más. esas tendencias agresivas,
las vuelve contra sí mismo. Es así como, en el test PN, después de
haber dado a la- mayoría de las imágenes temas pobres y banales de
los que no se puede sacar ninguna conclusión,, da de repente a
Figura 47.
G arabatos reaccionales de un sujeto ansioso (Observación 14).
Noche, un tema rico y original: “ Está oscuro. Hay luna, el lobo, los
cerdos. Hay dos que duermen: uno que mira por la ventana . ¿Cuál
es? "El b e b é ” (así llama a Pattenoire). ¿Qué ve? "Un lo b o ”. ¿Qué
piensa? "Cree que lo va a comer". ¿Por qué? ‘P orque no está en
su casa". Christian ha visto, pues, un lobo en lugar de los cerdos
padres. En las Preferencias-Identificaciones, se revelará la impor-
tancia de ese tema pues, de 16 imágenes, 15 son rechazadas, con el
comentario que hace Christian de que “no le gustan los chanchit'os
porque el lobo se los va a co m er”. Ese tema se repetirá cinco veces
y. al final, -Ghi4stian-dirá-que-‘-W-/oto-fe>-i^rg-ro/;;g/- p u rcnre~tteTTe
una pata negra p o r haber estado en el barro".
,
El tono depresivo de esos temas se confirma al final con la
declaración de-que, en esa historia, nadie es feliz.
Hay que observar que ese test se efectuó en un clima de
malestar con ansiedad e inhibición. Las defensas son potentes y. en
particular, el niño hace un uso constante de la relación a distancia:
los protagonistas no se nombran;'los temas se fraccionan en detalles
descriptivos aislados; Christian no se identifica nunca con el héroe y,
en la mayoría de los casos con nadie. Esto concuerda con el estilo
aislado de sus garabatos.
Form ulam os la hipótesis de que la tendencia depresiva, ansiosa,
de este niño fuese el reverso de una agresividad m uy fuerte y que el
lobo agresivo que lo amenazaba fuese m uy probablem ente una
proyección de sus propias tendencias agresivas.
Habiéndose indicado una psicoterapia, Christian fue observado
con regularidad, durante seis meses. La hipótesis emitida acerca de
la'agresividad reprimida y vuelta contra sí mismo, se vio plenamente
confirmada. En todos sus psicodramas, el niño dio prueba de una
agresividad salvaje, en juegos en que. la pobreza de los temas tiene su
compensación en la violencia de los gestos. Muy inhibido las
primeras veces, cambió rápidamente de m anera de ser, manifestando
con fogosa alegría descargas cada vez más violentas. Pronto intro­
dujo un lobo que devora padres e hijos, com iéndolos y volviéndolos
a comer, sin fin y asumiendo él ese papel. Claro está que, m ediante
ese traspaso de la agresividad a un animal, Christian disminuye su
propia culpabilidad y además, se hace acom pañar por otra fiera,
papel éste que representa-la psicóloga.
Por lo tanto, el lobo del test proyectivo era él, como habíam os
pensado al principio. Pero hacía falta el clima liberador de los
psicodramas para mostrárnoslo en su agresividad desencadenada,
mientras que en la vida corriente domina la interdicción.
Podría preguntarse el porqué de semejantes defensas en un niño
tan pequeño. Es que los padres de Christian son educadores m uy
severos, que censuran las menores faltas. Sobre todo, enviado a la
escuela a los 3 años, el niño, al principio, lloraba m ucho y se
oponía. Luego demostró ser un escolar exageradam ente escrupu­
loso, llegando a copiar, todos los jueves, páginas enteras de libros.
Obsérvese la sorprendente transformación de sus garabatos
durante la psicoterapia (fig. 48). El aislamiento ha desaparecido y la
página está cruzada por flechas agresivas que respetan, sin embargo,
el nombre. En la época de estos segundos garabatos, la mejoría
clínica era ya muy importante: los terrores ansiosos habían desapa­
recido y Christian se mostraba mucho más alegre.
Observación 15. He aquí el caso de Jacky, un joven de 17
años, que presenta un estado subcontinuo de angustia con agora­
fobia. No puede salir de su casa si no lo hace en compañía de su
madre, de la cual no se aparta en ningún m omento.
A la edad de 11 años tuvo su primera crisis de angustia, pero,
inteligente y sensible, siguió siendo buen alumno. Cuando tenía 15
años, su padre murió repentinamente en su presencia y sus angustias
se duplicaron: está en un continuo estado de ansiedad y depresión,
no se anima a hacer más nada y ha abandonado los estudios.
Es un muchacho simpático, sensible y bastante culto, de trato
agradable, pero superficial. Es muy narcisista y se preocupa única­
m ente de sí mismo y de su salud. Por otra parte, como se ha visto,
se muestra enteramente apegado a su madre.
Figura 49.
G arabatos aislados en la zona m aterna (O bservación 15).
Sus garabatos (fig. 49) están enteram ente circunscriptos a la
zona de protección materna, pero además, con una tendencia muy
señalada al aislamiento, tendencia que no hemos podido estudiar
m ás'profundam ente, pero que puede presumirse sea un mecanismo
de defensa contra las pulsiones.
II.
LA NEUROSIS DEPRESIVA
Como ya hem os dicho, no hay un límite bien definido entre las
diferentes neurosis; la categoría en la cual se coloca un caso dado,
indica simplemente cuál es el síntoma clínico predom inante. Hemos
visto que la angustia está a menudo acompañada de hum or triste.
Recíprocamente, cuando la depresión ocupa el primer plano, está a
menudo acompañada de un elemento ansioso nada desdeñable.
Observación 16. He aquí el caso de Ana, una niña de 12 años,
expansiva, de tem peram ento afectivo tierno, que se presenta como
Figura 50.
G arabatos depresivos esfumados (Observación 16).
una deprimida, de humor constantemente melancólico, pero con la
cual es fácil entrar en relación.
Sus garabatos (fig. 50) cubren toda la página con un esfumado
ligero, sin ningún rasgo agresivo. Los mismos indican, por lo tanto,
una buena expansión vital, con una detención en el estadio
sádico-anal, el estadio de las pulsiones agresivo-depresivas, que
comporta, empero, una fuerte dominante de retorno depresivo
contra sí misma. Corresponden bien, por lo tanto, al estado clínico.
Esa depresión persistente ha repercutido en el trabajo escolar,
hasta el punto que Ana, si bien inteligente, lleva dos años de atraso.
Es la mayor de 3 hermanos (los otros dos son varones) y, en
nuestras conversaciones con ella, notamos ya la expresión, aunque
velada, de una carga agresiva bastante fuerte contra la madre,
acusada de preferir a los dos hermanos varones.
El test PN nos muestra también esa carga agresiva, pero
sofocada por las censuras. La rivalidad fraterna no se expresa en
forma directa, sino indirecta con el deseo de ser hija única o de ser
la benjamina, porque, según dice, de pequeña se es más mimada.
El t.ema de Agujero es bien significativo de la depresión.
"Patt.enoire ¡labia salido y se perdió. Había salido porque no era
feliz, porque sus padres querían más a su hermano r a su herm ana”.
Pero ese deseo de ser el privilegiado es igualmente censurado,
como se ve_bjen en las imágenes desmamada—De-ordiniiriov—yconforme al principio del placer. Mamada í gusta y Mamada 2 no
gusta. Ahora bien, para Ana. es a la inversa: Mamada 1 no le gusta
“porque, dice Ana. no hay más dos en la imagen, porque no están el
hermano y la herm ana". A la pregunta: “ ¿Por qué es mejor cuando
están juntos? ” , Ana responde:’ "Para distraer a m am á”. Y Pattenoire, ¿qué piensa de eso? “Bueno (con cierta irritación en el tono
de voz) él está contento. ¡El prefiere estar solo! ” ¿Y la mamá?
'Ella prefiere que estén los tres”.
Así pues, esta niña ha experimentado .fuertes sentimientos de
agresividad contra sus dos hermanos, tal vez realmente preferidos
por los padres.. Pero esa agresividad, que suscitaba en ella una
angustia de culpabilidad y el temor del abandono (V. Agujero), se
volvió contra la niña, de donde el humor triste, la falta de
dinamismo, el fracaso escolar y los garabatos esfumados.
En las observaciones que siguen, veremos esos sentimientos de
agresividad aparecer en primer plano en la observación clínica. Pero
si bien el aspecto depresivo sólo se descubre mediante un examen
más atento, eso no significa de ninguna maneta decir que sea de
importancia secundaria. Es simplemente que las manifestaciones
agresivas son aquí muy mal toleradas por padres exigentes, que las
señalan, mientras que no se inquietan por la inhibición, no obstante
ser más grave en sus consecuencias, sobre todo en el campo de la
eficacia escolar.
Observación 17. He aquí a Annick, una niña de 1 1 años, que
nos traen en consulta debido a sus violentos accesos de cólera,
durante los cuales golpea a sus hermanos y hermanas, dice palabro­
tas, se revuelca por el suelo y rompe sus pertenencias.
Esas crisis de cólera comenzaron desde que Annick, a los 10
años, fue llevada a casa de una señora sola que había propuesto a
sus padres “ enseñarle” . En efecto, éstos se quejaban de que la niña
era malhumorada y agresiva desde el nacimiento de su herm anito,
cuando ella tenía 2 años; en esa oportunidad, lloró mucho, decía
que no quería el hermanito y le pegaba. Un año después, cuando
nació una hermanita, llevaron a Annick durante un año, de los 3 a
los 4 años, a casa de una nodriza que, infortunadamente, era
alcoholista y no se ocupaba casi de la niña, a tal punto que ésta
adelgazó; la llevaron entonces, de los 4 a los 5 años, a una
institución para niños débiles, donde recobró su peso. Luego vino la
internación para “ enderezarla” , a la edad de 10 años.
Esas tres internaciones sucesivas han despertado en el corazón
de la niña un vivo temor de verse expulsada de la' casa por su
maldad.
Figura 51. G arabatos inhibidos esfumados (Observación 17).
Este aspecto depresivo es el que ocupa el primer plano en los
tests de proyección. Así, en su test PN, Annick rechaza todas las
imágenes agresivas, critica la avidez oral de Pattenoire que no quiere
dejar leche a sus hermanos y se niega, por otra parte, a desempeñar
el papel. Juegos Sucios ofrece un tema de agresividad contra la
madre pero la imagen, rechazada al comienzo, no gusta ni es
asumida. En cambio, en Ganso, la imagen que menos le gusta,
Annick acepta ser el chanchito mordido. La niña asume pues aquí Ja
culpabilidad y debemos observar que los tres deseos solicitados al
Hada son deseos de perfeccionamiento moral, como ocurre en el
caso de los escrupulosos.
Asimismo, sus garabatos (fig. 51) son de represión, estricta­
mente limitados al nombre y hasta encuadrados. Son garabatos-
Vemos, pues, liberarse aquí, mediante ia acción psicodramática.
la agresividad reprimida, pero bajo una forma salvaje de “ m atar o
ser m uerto” que no ha podido llegar a una socialización del instinto,
hecho que nos revelaba ya el trazado de los garabatos.
Figura 52.
G arabatos de agresividad reprim ida (Observación 18).
Observación 19. He aquí el caso de Anita. una niña de 10 años,
que nos traen al consultorio por sus dificultades escolares y una
persistente anorexia mental.
Esa anorexia data de la edad de dos años. Entonces, Anita, que
es la segunda de tres niñas, mordía a sus hermanas hasta hacerlas
sangrar y llegaba a agredir a la más pequeña en la cuna. Para
castigarla, su madre la mordió fuertemente. Y desde entonces, Anita
no' lo hizo nunca más. Pero su carácter se alteró; se tornó ansiosa,
con un terror particularmente pánico hacia todos los animales que
muerden, aun los más pequeños; comenzó además a tartamudear y
se tornó anoréxica. Este conjunto de trastornos de la función oral
muestra hasta qué punto la censura resultó fuerte y cuán profun-damente impresionó a la niña.
Se tiene aquí" la prueba de que la anorexia m ental puede
constituir una formación reaccional contra la agresividad oral.
El test PN nos 15 revela con claridad. En varias de las escenas de
mamada, se m uestra al heroe bebiendo más que los otros, hasta el
punto de tener.una indigestión. Anita rehúsa identificarse con él. En
Titubeo, la niña dice: "Pattenoire se volvía cada vez m ás difícil. N o
com ía casi nada. Su madre se enojaba. El se enfurruñaba. Su madre
estaba de lo m ás aflijida porque no quería com er". Anita se
identifica, en esta imagen, con Pattenoire “porque es co m o y o ”.
Vemos expresarse aquí sucesivamente la avidez y el rechazo. Pero la
avidez es subterránea y no asumida; la defensa del Yo impone, en
cambio, la actitud de rechazo con identificación.
La tendencia de Anita a las formaciones reaccionales se mani­
fiesta también en el hecho de que, cuando se m uestra ávida, se
reprocha a sí misma. Suele ocurrir que rechaza un b o m b ó n porque
es Cuaresma y quiere hacer penitencia.
Agreguemos que Anita ha vivido su conflicto edípico en la
misma forma anoréxica de oposición a su m adre. Aun así, se siente
m uy culpable y. cuando a la hora de las comidas, su madre le dice:
“ ¡ Me vas a hacer morir! ” , la mña tiene m ucho miedo de que eso
suceda y que ella sea responsable.
Para escapar a esta situación deprimente, Anita tiende a regresar
a su época de oro de los dos años y, en vanos tests, se identifica con
un niño de esa edad. Es que, en efecto, a los dos años, no había
vivido aún la-*'situación ansiógena en la que se debate hoy, ni el
temor al castigo qüe expresa, si bien- de manera oral en el tema de
Agujero: , Pattenoire se ha perdido en la noche. Sus padres no lo
han encontrado. Se va a morir de hambre. Sus garabatos (fig! 53) llenan ampliamente la página. Pero su
trazado en línea circular festoneada indica bien la intensidad de las
formaciones reaccionales; gracias a lo cual se anula la agresividad,
así como también el contragolpe depresivo que ésta traería consigo.
III.
LA NEUROSIS DE INHIBICIÓN
Es sabido que uno de los medios para escapar de la angustia de un
conflicto interior es inhibir en sí mismo las pulsiones prohibidas.
Como se ha visto, la represión constituye un mecanismo inhibidor.
Pero existen casos bastante numerosos en que la inhibición se
extiende a todo el dinamismo pulsional y coloca su sello sobre toda
la personalidad.
Nos consultan entonces, no debido a la ansiedad ni a la
depresión ni a las manifestaciones temperamentales, sino debido a la
falta de vida del niño, a su inercia y a su falta de iniciativa, que se
manifiesta tanto en el hogar como en la escuela, con el resultado
inevitable de una detensión en los progresos escolares.
Observación 20. He aquí el caso de Sergio, un niño de 11 años,
del cual nos dicen que es un niño m uy dócil, m uy puntual en su
trabajo, pero que fracasa en la escuela a causa de una dislexia muy
pronunciada. Todas las tentativas de reeducación han tropezado con
la misma dificultad: puntualidad perfecta del niño en el cumpli­
m iento de los ejercicios que se le dan para hacer, y sin embargo,
fracaso total de la reeducación, a pesar de una inteligencia muy
buena.
Esa docilidad sin resultados aparece como una máscara. E í
hecho es que, hasta los 3 años, Sergio hizo una fuerte oposición a su
madre, bajo la forma de encopresis. Muy ridiculizado por ello,
cambió totalmente de carácter. En su test PN, Juegos Sucios es la
imagen que menos le gusta (identificación: la niña limpia) y la
preferida es, cosa singular. Carreta, lo cual es aq u í el signo de una
fuerte tendencia al autocastigo.
Sergio nos hizo numerosos garabatos; todos ellos se extienden
por toda la página, pero en un estilo de gran aislamiento. He aq u í
dos de ellos. El primero (fig. 54) está com puesto de líneas paralelas,
pero que no pasan por encima del nombre, protegido por un
recuadro: es su estilo de trazado más frecuente. El segundo (fig.55)
es más original: el nom bre no está encuadrado y los rasgos
esparcidos por la hoja tienen un aspecto agresivo que sorprende,
pero son acciones agresivas fragmentarias, que se detienen antes de
haber alcanzado su objeto. .
Tenemos aquí el derecho de preguntarnos si la agresividad
inhibida no se ha transferido a esa forma de oposición disimulada
representada a m enudo por la dislexia. Pero la psicoterapia empren­
dida para ayudar a la reeducación ha fracasado también ante la
actitud de inercia pasiva del sujeto, el cual ha m antenido su
oposición por razones profundas que nosotros ignoramos.
iio
Observación 21. He aquí a Yves. un niño de 11 años, traído a
la consulta por su madre porque es lento en to d a lo que hace, tanto
en sus juegos como en el trabajo escolar. Tiene manías de orden y
una meticulosidad que explican en gran parte su lentitud.
Carece de iniciativa y no se desenvuelve tan bien como sus
hermanos de 6 y 7 años. Es tímido, temeroso y tiene miedo cuando
le regañan. Su conducta es la de un niño m uy juicioso, .amante de la
soledad y la tranquilidad. El caso no ha sido estudiado y no hemos
podido hacer el análisis profundo que nos habría revelado las causas
de esa inhibición neurótica.
Pero los garabatos (fig. 56) nos perm iten deducir:
I o) potentes formaciones reaccionales (carácter muy rítmico del
trazado);
2o) una tendencia depresiva, por el hecho de que el trazado va
de arriba hacia abajo;
3? ) una fijación en la zona de protección materna.
F igu ra 5 6 .
G arab atos r e a c cio n a le s e n la z o n a m aterna (O b se r v a ció n 2 1 ).
Como se le dijera que algunos, al hacer garabatos, pasan por
encima del nombre, Yves dijo, sin explicarse, “que no estaba bien” .
Observación 22. He aquí el caso de Francisca, una niña de 12
años, que nos traen por un atraso de 3 años en la escuela, a pesar de
ser inteligente y en la cual descubrimos una dislexia m uy pro ­
nunciada.
“ Ninguna dificultad en cuanto al carácter -d ic e la m adre—, es
una niña muy juiciosa y m uy aplicada.” En realidad, es demasiado
juiciosa, exageradamente tím ida con los extraños y en ía escuela, y,
debajo de su miedo constante a hacer las cosas mal y de su
convicción de que es una incapaz, se descubre una vívisima
ansiedad. Durante los tests y la psicoterapia, se muestra sum am ente
inhibida, apenas habla y tiene siempre miedo de comprometerse.
El test PN revela una fuerte censura de la agresividad y una
ausencia total de compromiso: Francisca no es nunca la h ero ín a y,
o no se identifica, o bien se identifica con una niñita de 4 años. En
sus psicodramas, es incapaz de proponer temas agresivos y más aun
de representarlos. Cuando, por casualidad, propone un tem a un
poco agresivo, tal como el hecho de romper un florero o destruir
una flor, no lo representa personalmente y, resistiendo a todas las
sugerencias de ser agresiva, se echa atrás diciendo que no es lindo
pelearse. Los castigos paternos son siempre severos y el tono de los
juegos siempre depresivo. Francisca no asume nunca su propio
papel, sino que, la mayoría de las veces, representa el de un niño de
4 ó 5 años, que es la edad de su hermanito.
Esa incapacidad total para asumir las tendencias agresivas lleva a
esta niña a descentrarse constantemente, lo cual quita la seguridad a
su personalidad. No tiene la menor confianza en sí misma y se juzga
mala, tonta, e inferior a las demás niñas.
Sin embargo, no ha sido siempre así, pues nos enteram os de
que, cuando pequeña, Francisca era audaz, cariñosa, pero de
carácter difícil, que no controlaba sus esfínteres ni de día ni de
noche hasta los 3 años, por lo que sus padres la corregían
severamente. Es probable que, como en el caso precedente (Observ.
20), la misma intensidad de las pulsiones haya provocado una
reacción m uy violenta, con retorno de las pulsiones contra sí
misma.
■ Esta niña repite constantemente los mismos garabatos (fig. 57),
en forma de espiral muy abierta, descendente, limitada a la zona
central. No hay en esos garabatos rastros de agresividad, sino de
represión (limitación) con formación reaccional v tendencia depre­
siva (trazado descendente).
Observación 23. He aquí el caso de Chantal, una niña de 13
años, la cual a pesar de su buena inteligencia, tiene dificultad en
seguir el último curso de la escuela primaria; también es disléxica.
Tanto en la escuela como en-su casa, es una niña juiciosa, muy
tranquila.
Sus fracasos escolares la deprimen. Es muy tím ida, no se atreve
a leer en voz alta y tiene frecuentes crisis de llanto.
Chantal disputa mucho con sus dos hermanas (ella es la 2a.),
pero tiende a replegarse sobre sí misma, en la soledad. Es, sin
embargo, muy apegada a su familia, de la cual nunca quiere
separarse.
Debemos señalar que Chantal ha sido, desde su primera infancia,
una niña tranquila, poco vivaz, que jugaba sola en un rincón. Desde
muy temprano, fue limpia y ordenada. Hacia los 8 años, estos rasgos
se acentuaron sin razón aparente y el deseo de orden y limpieza de
Chantal raya ahora en la manía. Además, hace su trabajo escolar
con extrema conciencia.
Chantal se nos presenta en una actitud de inhibición m uy
marcada, el rostro hermético, sin sonreír y sin abrir la boca.
Su test PN refleja esa inhibición. Pero, además, nos hace percibir
u n a depresión neurótica subyacente con una fuerte tendencia
masoquista a desvalorizarse y a identificarse con un protagonista
desdeñado e infeliz, por lo menos al vivir los temas, pues en el
momento de asumir e identificarse, la niña se esquiva. Tan es así
que Chantal, de los temas, no ha retenido sino una imagen: Partida,
con el tema del chanchito que perdió a sus padres y está triste; esa
imagen le gusta y se identifica con el animal que no volverá a
encontrar a sus padres.
La niña se negó primeramente a hacer garabatos y debem os
observar a ese respecto que esa negativa no es rara en los inhibidos,
dado que niegan expresión a todas sus tendencias. Después, nos hizo
varios garabatos del mismo tipo (fig. 58), que expresan con su
carácter reaccional pobre, la intensidad de sus represiones y de su
fijación a la madre-nodriza.
Figura 5 8 .
IV.
G arabatos rea ccio n a les m u y in h ib id o s (O b servación 23 ).
LA NEUROSIS ASTÉNICA. LAS DUDAS Y LOS ESCRÚPULOS
La astenia, que se traduce clínicamente por una propensión
anormal a la fatiga, existente aun antes del esfuerzo „(por ejemplo,
por la mañana al levantarse), es m uy frecuente en las neurosis,
cualesquiera que sean. La misma se explica por el hecho de que una
buena parte de la fuerza viva del Yo se halla absorbida por la lucha
contra las pulsiones y no está por lo tanto disponible para la acción
exterior. Sin embargo, hay casos de neurosis en que la astenia ocupa
el primer plano en el cuadro clínico.
Con mucha frecuencia, la astenia psíquica se traduce en una
tendencia a la fatiga de la atención y de la memoria y en un
perpetuo dudar de sí mismo. En el orden moral, esa duda se expresa
en incesantes escrúpulos. De ello resultan grandes inconvenientes
para el trabajo intelectual, pues, com o el sujeto no está nunca
seguro de nada, examina y analiza una y otra vez todo lo que sabe,
piensa y hace, lo cual origina una lentitud particular, que perjudica
el rendimiento.
A greguem os que la astenia comporta la búsqueda de un medio
p ro te c to r que ahorre al sujeto todo esfuerzo de expansión. Es decir
que la astenia va siempre acompañada de una regresión más o menos
m anifiesta, - e e n —tendeneia- a -r e t o r n a n ! 'm e d io ' proTécTór '.‘cle”l a
madre-nodriza. De ahí que los garabatos de los asténicos estén,
como hem os visto, limitados, en la mayoría de los casos, a la zona
situada debajo del nombre.
Observación 24. He aquí el caso d$ Juan Pedro, un jovencito
de 15 años, hijo único, que nos consulta debido a una astenia que le
provoca dificultades en la escuela. Es un muchacho m uy inteligente
que, hasta el sexto grado, fue siempre el primero de la clase.
Se nos m uestra como un sujeto un tanto inhibido, tím ido y que
habla bajo.
J u a n Pedro tuvo una infancia delicada, pues no tenía m ucho
apetito. Pero era un niño movedizo, alegre y lleno de audacia. Por io
menos fue así hasta los 5 años, edad en que cambió por completo:
muy calmo, tím ido, inclinado al pesimismo y a desmoralizarse tan
p ro n to sufría un fracaso. Ahora sitúa la edad de oro antes de los 5
años porque, dice, que no se tienen preocupaciones ni obligaciones.
Podem os deducir de ahí que, a esa edad, vivió un conflicto interno
resuelto m ediante una intensificación de las censuras, con form a­
ciones reaccionales.
Su te st P N es típico de una neurosis de duda y de escrúpulo. En
los temas, se limita a describir imágenes sin expresar ningún
sentimiento. En las P.-I., tiene mucha dificultad para hacer la
elección y termina poniendo entre las que le gustan, las imágenes
“ que tienen más sentido” . Además, las defensas aparecen como
dirigidas por un Superyó severo, ante el cual cede el Yo; de allí las
satisfacciones autopunitivas que da, sobre todo, el originalísimo
tema de Carreta: la imagen que no le gusta “a causa del sufrim iento
que debe experim entar Pattenoire ante la idea de que, un día, será
vendido p o r los granjeros . . . el infortunio de su raza . . . la crueldad
de los granjeros". ¿Quién es ese a quien empujan? “Es Pattenoire
que se rebela. ”
Por último, la ambivalencia es constante en ese test en el que, en
primer lugar. Ju a n Pedro titubea acerca de la identidad sexual del
héroes y en el que, en segundo lugar, figuran numerosos: o bien...
o bien.
En Ju an Pedro, el conflicto se halla, en definitiva, en todos los
planos: entre los instintos y la censura, entre la afirmación viril y el
abandono de la misma, entre la tendencia progresiva y la tendencia
regresiva; de ahí que el muchacho nunca pueda adoptar una
posición netamente firme y que sea sin cesar víctima de !a duda.
Sus garabatos (fig. 59), localizados en la zona situada debajo del
nombre (interdicción edípica y retorno regresivo hacia la protección
materna) son de trazos plenos que expresan cierta vitalidad, pero
únicamente en formas redondeadas (tendencia femenina); por últi­
mo, se observa en ellos una cierta tendencia rítmica (formaciones
reaccionales).-
Figura 5 9 .
G arabatos rea ccio n a les fe m e n in o s en la zon a m atern a (O b ­
servación 2 4 ).
Observación 25. He aquí a Santiago, otro muchacho de 15
años, segundo hijo, con una hermana 3 años mayor que él, que nos
consulta debido a un atraso de dos años en el colegio, por lo que ha
debido abandonar los cursos secundarios para aprender un oficio
manual.
Santiago tuvo una infancia delicada, caracterizada por una
constante anorexia. Hasta la edad de 11 años, durmió en la
habitación de los padres y, desde que lo hace solo, tiene siempre
miedo, hasta el punto que es necesario hacerle compañía.
Está siempre fatigado y no consigue dar fin a sus tareas
escolares. Desde hace algún tiempo, no puede acostarse por la noche
sin haber colocado en un orden especial todos los objetos de su
habitación. Pasa irmchp tiempo hacisnd.o.Lo_.y_esto ..exaspera, a ..sus.
padres.
'
Al contrario de Juan Pedro (Observ. 24) el cual, a pesar de su
astenia, es un muchacho muy tratable, Santiago asume una actitud
distante y voluntariamente irónica. En sus tests, como en sus
Figura 60.
G arabatos de aislam iento en la zona m aterna (O bservación 25).
psicodramas, no se compromete nunca, propone temas sin interés,
historias en las que no ocurre nada y no quiere identificarse casi
nunca. Es verdad que él también es m uy ambivalente, en particular
en lo concerniente a su identidad sexual. En el test PN, manifiesta
un sentimiento de culpabilidad asociado a un estado de infelicidad
que trata de esquivar, identificándose con un protagonista secun­
dario. de más o menos edad.
El padre de Santiago es un hombre vigoroso e impaciente, que
soporta mal la astenia del muchacho y sus rituales al acostarse. Pero
Santiago siente estima por él. En cambio, su actitud para con la
madre es muy ambivalente: esa señora, que no conocemos, parece
ser grave'mente''patológica, con manías vinculadas tam bién a ideas
morbosas d e : celos. Santiago parece apegado a ella, a pesar de
mostrarse muy->agresivo a su respecto. Es evidente que su neurosis se
debe en gran p aite a una identificación con su madre.
Los garabatos (fig. 60) nos lo confirman. Están localizados en la
zona de protección materna pero revelan además un fuerte aisla­
miento, lo cual significa que toda relación demasiado íntim a con la
madre está prohibida.
V. LA NEUROSIS OBSESIVA
Cuando las pulsiones rechazadas por la defensa del Yo logran
burlar esa defensa y llegar a la conciencia, suelen expresarse en lo
que se llama ideas obsesivas, tan contrarias a la personalidad
consciente que, a m enudo, aparecen como extrañas a ella, como si
le fueran impuestas desde afuera. Por ejemplo, el que ha reprimido
su agresividad, puede verse obsesionado por pensamientos agresivos,
aunque no sea nunca agresivo en su conducta consciente.
Ya hemos mostrado que, en casos de complejo de Edipo, las
pulsiones sexuales y agresivas se reprimen, pero que esa represión no
basta siempre para calmar la angustia de la culpabilidad. Un segundo
mecanismo defensivo provoca entonces una regresión a un estadio
pre-edípico, sádico-anal o sádico-oral. Pero cuando las pulsiones
edípicas se manifiestan en forma regresiva sádico-oral o sádico-anal,
la conciencia se rebela contra las representaciones chocantes invasoras y las mencionadas pulsiones son a su vez reprimidas, mientras
en el Yo consciente se desarrollan formaciones reaccionales com ­
pensadoras.
Es muy notable, p o r ejemplo, el hecho de hallar, en la pasada
infancia de sujetos que tienen rituales de orden y limpieza, un
primer período caracterizado por fuertes tendencias al desorden y a
la suciedad.
Hemos visto más arriba (Observ. 20 y 21) dos casos en los que
una encopresis que persistió hasta la edad de 3 años (con todo lo
que eso supone de carácter contrariante) ha sido sustituida luego
por un carácter dócil y una actitud muy concienzuda, que son
objetivables en garabatos de formación reaccional. Lo mismo ocurre
en el caso de la observación 24. Casos semejantes no son raros; hasta
puede decirse que constituyen una regla y que poseemos toda una
colección de~garab~atos de form ación reaccional -pertenecientes a
niños en otro tiempo encoprésicos.
Señalemos al pasar que hay un estrecho parentezco entre este
grupo de las neurosis obsesivas y el grupo antes descripto de las
astenias con dudas y escrúpulos.
Observación 26. He aq u í el caso de Miguel, un niño de 9 años,
el cual, desde hace algunos años, presenta trastornos nerviosos. Muy
inhibido fuera de su casa, tím ido, hipersensible. m uy solitario, m uy
propenso a la fatiga, no obtiene en la escuela sino resultados muy
mediocres, a pesar de tener buena inteligencia. Desde hace un año
tiene manías: se lava hasta veinte veces antes de vestirse, hace de
nuevo su -cama cuando hay algún pliegue. Tiene continuam ente tics
en el rostro. Está triste y sufre frecuentes crisis de llanto. Expresa
sus obsesiones diciendo: “ Pienso en cosas feas que no tengo ganas
de hacer” ,'o cuando da las buenas noches a su madre: “ No voy a
tener malos sueños” . Su actitud es sumamente inhibida. Es poco
comunicativo y rara vez se mezcla con sus camaradas.
En su casa, se muestra m uy celoso de sus hermanos y hermanas
(es el segundo de cinco hijos); constantem ente irritado cuando están
presentes, se muestra, en cambio, m ucho más tranquilo cuando está
solo con su madre.
Sus relaciones con esta última son m uy ambivalentes: reclama
su presencia y se muestra m uy tranquilo con ella, luego, en otros
momentos, es muy agresivo y hasta obsceno en su lenguaje.
Conviene decir que la madre es una mujer de tipo perfeccionista
muy censurante y que Miguel ha perdido mucho al perder a su
padre el año pasado, pues era m ucho más paciente que su mujer y el
niño lo quería mucho.
.
Puesto en observación en nuestro Centro, Miguel no se adapta.
Permanece siempre aislado y se esconde de todos para ejecutar sus
rituales. Es inhibido y triste. No es agresivo, pero no traba relación
con nadie; si. por casualidad, un educador lo toca, retrocede,
esbozando una sonrisa para m ostrar que no lo ha tom ado a mal. La
agresividad que manifiesta a m enudo en su casa, en accesos d e ­
violencia, no se muestra pues en un medio extraño. En cambio, está
verdaderamente obsesionado por temas agresivos y dibuja conti­
nuamente (con talento, por otra parte) escenas de cow-boys o de
soldados armados de pistolas, fusiles o lanzas.
En el test PN, la imagen Batalla es la preferida, aunque no la
asume. El test revela una fuerte interdicción sobre el conflicto
edípico, una gran ambivalencia en las elecciones y una fuerte
tendencia masoquista a identificarse con el héroe desdichado. Al
final, designará a la lámina de Agujero como la más interesante,
escribiendo debajo: “Tiene miedo en la noche”, e identificándose.
Miguel hace sin cesar los mismos garabatos (fig. 61) que, por su
extensión y sus rasgos píenos; expresan una buena vitalidad, pero
sin agresividad, aparente, pues el trazado está dominado por las
formaciones rgaceionales que le imponen una- regularidad rítmica
redondeada. El nombre está, ora cubierto, ora descubierto, como
aquí.
Figura 61. G arabatos rítm icos poco agresivos (Observación 26).
Observación 27. Acabamos de ver un caso en que los trastor­
nos neuróticos se unen a una relación m uy ambivalente con la
madre, con manifestaciones de sadismo anal que son objeto de una
fuerte inhibición reaccional, como se comprueba en los garabatos.
Uno de los mayores descubrimientos del psicoanálisis es, como
hemos visto, el haber demostrado que la neurosis obsesiva está
vinculada a una represión del conflicto edípico con regresión al
estadio sádico-anal y formaciones reaccionales contra ese estadio.
En algunos casos y en algunas situaciones, las formaciones reac­
cionales dominan, como se vio en el caso del pequeño Miguel
cuando estaba en observación.
En otros casos, esas formaciones reaccionales no llegan a
contener de modo suficiente las pulsiones agresivas. Tal es el
ejemplo del pequeño Enrique, de 12 años de edad, que. nos traen a
causa de sus rituales y, en particular, de su aritmom anía. Es
inteligente, pero sus manías perfeccionistas hacen que tarde tres
horas en hacer deberes que no requerirían más de una, y exaspera a
sus padres con su lentitud.
Figura 62.
G arabatos a la vez agresivos y reaccionales (O bservación 27).
En su test PN, nos sitúa al héroe como una niña, y es dable
señalar a ese respecto que el estadio sádico-anal se caracteriza por
una fuerte ambivalencia sexual. La agresividad contra los hermanos
y contra los padres se expresa con fuerza al principio. Pero luego, la
posición agresiva es abandonada y cede el lugar a la culpabilidad y al
temor de haber perdido el amor de los padres y de estar amenazado
de destrucción. Las relaciones con el padre no son buenas (como en
la realidad). Las relaciones con la m adre son ambivalentes: Patte­
noire quiere continuamente refugiarse a su lado, pero a su vez está
muy cargado de agresividad contra ella.
Los psicodramas de Enrique expresan fortísimos celos edípicos.
Sus garabatos revelan los dos aspectos opuestos de la persona­
lidad del niño (fig. 62). Por una parte, guirnaldas redondeadas que
expresan formaciones reaccionales contra la agresividad. Pero, por
otra parte, hay dispersas por toda la página, un número bastante
crecido de flechas agresivas, a decir verdad, sin continuidad entre
ellas, lo cual corresponde a los movimientos impulsivos, inmedia­
tamente contenidos, de nuestro joven paciente.
Observación 28. La combinación de agresividad y formaciones
reaccionales es observable también en el caso de Nicolasa. una niña
de 12 años, la mayor de dos hermanas. Nos la describen como una
niña que ha tenido siempre un carácter obstinado, que se niega a
obedecer y trata con malos modos a sus padres. De pequeña, era un
bebé triste, fue siempre anoréxica y tuvo un período de destete
difícil. Fue hija única hasta los 9 años, criada, primero por sus
abuelos y luego por sus padres. Debe recordarse además, que ha
dormido siempre en la habitación de los padres.
Nicolasa es una niña de rostro fino e inteligente, que logra
proseguir sus estudios a pesar de sus trastornos neuróticos, los
cuales provocan una gran lentitud, debida a meticulosidad y dudas
obsesionantes. En el hogar también tiene manías para todo, no
termina de comer, de acostarse (no antes de medianoche). Todas sus
cosas deben estar ordenadas con cuidado meticuloso; no soporta
que haya un cabello o una pelusita en sus vestidos. Verifica
reiteradamente las puertas y las llaves de gas. Nicolasa está suma­
mente apegada a su madre y no quiere hacer nada si ella no está. Se
malquista con todos, a la vez por sus rituales y por su agresividad
cuando la contrarían.
■
Su test PN revela claramente una neurosis obsesiva con ansie­
dad. Los temas son pobres, fielmente descriptivos, pero con m uy
pocos sentimientos expresados y sobre todo con muy frecuentes
“ tal vez” , que indican una perpetua duda.
La relación con el padre reviste un tono agresivo, pero culpable.
Es de notar el hecho de que las imágenes traumatizantes: Batalla,
Carreta, Ganso, Agujero, son descriptas primero y que las tres
primeras están bien colocadas entre las que gustan, lo cual es signo
de cierto masoquismo autopunitivo. Nos sentimos inclinados a
asociar esto con el hecho de que, si bien Nicolasa descuida a veces
sus deberes escolares, hace en cambio con cuidado meticuloso todas
las penitencias escrrtas que se le imponen. La identificación m ascu­
lina es fuerte y, al final. Nicolasa quiere ser un león para infundir
miedo a todos. En resumen, tanto el examen clínico com o los tests
revelan una fuerte agresividad, con culpabilidad y form aciones
reaccionales.
Sus garabatos (fig. 63) son muy poco agresivos. El trazado
amplio expresa una buena vitalidad, contenida, em pero, por el
ritmo reaccional que le impone .volutas redondeadas, si bien un
poco irregulares. La agresividad'es. con toda evidencia, subyacente,
de a h í el aislamiento del nombre. Se observará que Nicolasa no ha
escrito más que su apellido, en grandes letras orgullosas, lo cual nos
hace pensar en su identificación masculina del PN y en su deseo de
virilidad expresado por el león.
Figura 63.
G arabatos de form ación reaccional (O bservación 28).
Observación 29. He aquí el caso de Martina, una niña de 6
años, que presenta signos neuróticos muy evidentes. Tiene n u m e ­
rosas manías y rituales al acostarse. Se lava sin cesar las manos.
Tiene una fobia al contacto y no quiere dar la mano, sobre todo a
los hombres.
Por otra parte, si bien inhibida, es muy agresiva y lo manifiesta
oponiéndose sistemáticamente a lo que quieren que haga, sobre
todo si el pedido parte de la madre. Muestra también una fuerte
agresividad-contra el hermanito, que no ha aceptado nunca y al cual
ha dado el sobrenombre de “Nada de nada” .
En su pasado, notamos sobre todo que su educación para el
aseo, hecha con severidad, fracasó, que Martina no controló sus
esfínteres hasta- los 4 años y medio y que, por otra parte, todavía
hoy es una constante enurética nocturna. Es sabido que el carácter
contrariante y la fijación sádico-anal van siempre juntos.
Además, parece que Martina vivió su erotismo edípico con
intensidad. En sus temas psicodramáticos, representa una niña que
va a la cama del papá, al cual hace cosquillas y que le hace a su vez
cosquillas en el vientre. Agrega que quiere casarse con papá y, en un
dibujo de familia, se representa sola con su padre, habiendo
eliminado a la madre y al hermanito. En otro dibujo de familia
hecho ulteriormente, la defensa contra el contacto erótico se
expresa con fuerza. Aquí Martina pone al hermanito en la habita­
ción de los padres y ella se pone en el otro extremo de la casa, con
tabiques de separación que señalan su deseo de aislamiento (fig. 64).
Y he aquí este comentario m uy significativo: “N o quiero ir más a la
cama de papá. N o me gusta que m e hagan cosquillas. Pienso que
está m al que a una le hagan cosquillas". Luego: "Cuando sea
grande, no m e voy a casar, porque no m e gusta ser casada. N o está
bien ser casada
Es notable el hecho de que esta tendencia al aislamiento, la
hallemos también en sus garabatos (fig. 65).
Figura 6 5 .
G arab atos d e a isla m ie n to (O b se r v a ció n 2 9 ).
Después de lo dicho, se comprende que la culpabilidad de sus
sentimientos edípicos haya provocado una regresión (favorecida por
la fuerte fijación sádico-anal) y luego formaciones reaccionales
intensas, que la han conducido a la neurosis. Aquí, el tabú del
contacto, que está siempre más o menos presente en la neurosis
obsesiva, ocupa el primer plano; de ahí los rituales, la negativa a dar
la mano a los hombres, el lavado compulsivo de las manos y ei
aislamiento de los garabatos.
VI. LA NEUROSIS REGRESIVA
La regresión, tan frecuente como mecanismo de defensa para
escapar a una situación ansiógena, no constituye por sí misma una
neurosis. Para que haya neurosis, tiene que haber conflicto enire
dos instancias de la personalidad. Es corriente, en efecto, que el
sujeto que hace una regresión no regrese sino en ciertos aspectos de
su personalidad, permaneciendo adaptado a la situación actual en
los otros sectores. Es frecuente, por ejemplo, que un niño'que crece,
quiera afirmar su autonomía y realizar actos de independencia; si
hace una regresión a la edad de la dependencia oral, habrá en él
conflicto entre la independencia y la dependencia. Asimismo, vemos
a menudo sujetos adultos que, a pesar de su inteligencia bien adap­
tada, se elevan a las más altas posiciones, manifiestan, especialmente
en su círculo íntimo, rasgos de carácter infantil.
Estas observaciones autorizan pues a la descripción de una
neurosis regresiva, aun cuando los casos que vamos a enumerar bajo
ese título se distinguen netamente en m uchos aspectos de las
neurosis clásicamente descriptas.
Observación 30. He aquí por ejemplo el caso de Colctte, una
niña de 14 años, la mayor de cuatro hermanos, que nos traen en
consulta a causa de su carácter depresivo, m uy personal, muy
contrariante, y por sus continuas disputas con el hermano y la
hermana que Je siguen en edad.
Colette durmió en la habitación de los padres hasta la edad de
10 años, lo cual, como es sabido, es m uy propio para intensificar los
trastornos edípicos. Desde este punto de vista, su dibujo de la familia
es sumamente interesante (fig. 66). La niña representa a toda la
familia: padres, abuelos, tía, sus dos hermanos y su herm ana en la
sección superior izquierda de la hoja (aquí el dibujo está ampliado).
Ella misma no se representa. Pero, en cambio, ha agregado, cerca de
la madre, un bebé varón de 4 meses, que no existe en realidad.
Según la regla que establecimos en nuestros estudios sobre el dibu­
jo de la familia, por la que un personaje agregado es siempre una.
identificación mayor del sujeto, teníam os derecho a pensar que
Colette, ausente del dibujo, se proyectaba en ese bebé*. La níüa
declaró, en efecto, que se identificaba con ese bebé, con el agregado
de que él es el más feliz porque es pequeño y lo pasean. Añadimos
Figura 66. Dibujo de familia con regresión (O bservación 30).
una particularidad importante de este dibujo de la familia. El padre
está arriba, a la izquierda, labrando un campo, a buena distancia de
la madre y del bebé.
Además, el bebé y la madre, que form an una pareja, están
dentro de un círculo qué los aisla.
Con respecto al padre, hay una doble toma de distancia que es
una defensa contra el conflicto edípico.
El test PN de Colette exterioriza una im portante rivalidad
fraternal, pero con una fuerte culpabilidad, la cual le hace declarar al
final que Pattenoire es el menos amable y el menos feliz. Com o en
su dibujo de familia, la niña tiende a escapar de esa situación
conflictiva con una regresión, es decir que, después de haber
considerado a Pattenoire como un hijo mayor, durante el test lo
llamará siempre “ el pequeño” y term inará haciendo de él una niña.
Del mismo modo, su edad de oro son los 4 meses “ porque van
siempre con la mamá” . Comparemos esto con los informes clínicos:
Colette sólo se lleva bien con el menor de sus hermanos, un niño de
8 años; por otra parte, pasa por gustarle m ucho los niñitos de cuna
y,.llegada la ocasión, se ocupa de ellos m uy gentilmente.
Figura 67.
G arabatos de represión esfumados (Observación 30).
Sus garabatos (fig. 67) indican una fuerte represión de todas las
pulsiones (montoncito), con retorno contra sí misma (esfumado),
como en el PN. Además, se hallan todos en la zona de protección
materna, lo cual señala la prohibición edípica.
¿Por qué existe esa regresión? Puede pensarse que, si el
conflicto está enjuego, el mismo no ha podido actuar de esa manera
sino favorecido por condiciones innatas predisponentes. En efecto,
Colette ha tenido siempre un desarrollo difícil: nunca ha tenido
apetito y ha quedado debilucha. Es sabido que tales sujetos, de
magra expansión vital, son más propensos que otros a quedar
detenidos en los primeros estadios de su desarrollo, en este caso, el
estadio oral.
Observación 31. He aquí el caso de Luis, un m uchacho de 15
años, que hemos descripto en nuestro libro sobre el Test del dibujo
de la fam ilia como un caso notable de regresión.
Con tres semanas de intervalo, Luis nos hizo dos dibujos de la
familia idénticos, en los que figura, en primer lugar, un bebé en
pañales (de 5 ó de 8 meses), luego los padres, luego los abuelos,
todos mirando al bebé. La primera vez, no se identificó con nadie.
La segunda, expresó el deseo de ser el bebé, descripto por él mismo
como el más feliz porque no tiene preocupaciones y sí alegría de
vivir (fig. 68). A propósito de este dibujó, insistimos sobre las
notables convergencias de indicios que dan un gran valor a la
identificación:
1.
El bebé figura en los dos dibujos.
2.
Las dos veces ocupa el primer lugar.
3.
Es la figura principal, pues todas las miradas convergen en él.
4.
No tiene el rostro de un bebé, sino de un joven.
5.
Por último, Luis se identifica con él.
Figura 68.
D ibujo de la fam ilia en que el sujeto se identifica con un
bebé (Observación 31).
Los garabatos de Luis nos aportan una convergencia suple­
m entaria (fig. 69), pues están localizados en la zona de protección
m aterna, con un cierto, abandono en el entrecruzamiento del
trazado indicadores de poca formación reaccional de disciplina de sí
mismo.
El informe clínico nos dice que Luis es de una gran inmadurez
afectiva. Es pasivo, sin iniciativa, incapaz de un esfuerzo cualquiera,
vive con la nostalgia de su primera infancia y, nada desarrollado
sexualmente, se complace frecuentando la compañía de niñas de 7
años. Interesa manifestar que, al principio fue muy .mimado por su
madre, pero luego, la mala conducta de sus padres y la desintegra­
ción del hogar lo colocaron en una situación de abandono moral.
Luis tiene una buena inteligencia, se da
cuenta de la necesidad
de
hacer frente a los problemas de la vida, pero es incapaz de
soportar pequeñas frustraciones y se escapa buscando refugio en la
casa de sus abuelos.
Uno puede preguntarse cuál es la significación exacta de tales
regresiones y qué pronóstico comportan para el futuro.
En primer lugar, hacemos notar que, en los niños y adolescen­
tes, se observan muy a menudo regresiones pasajeras, ya sea en
ocasión de una enfermedad física, ya en ocasión de un traum atism o
moral. Cuando, después de un tiempo de detención, se reinicia la
marcha hacia adelante, no hay motivo para inquietarse por el
futuro.
'
En cambio, en los dos casos que hemos expuesto, la regresión es
durable y detiene todo progreso. Debido a su duración, las dificul­
tades de adaptación motivan, un día u otro, una consulta médi­
co-pedagógica y los tests de proyección, especialmente los garaba­
tos, indican una perturbación profunda persistente, que nos hace
reservar el pronóstico para el futuro. Los factores sexo y edad
tienen evidentemente una importancia de primer orden. La depen­
dencia oral es, por cierto, más grave para un varón que para una
mujer, por ser particularmente contraria a la a u to n o m ía que se
exige al sexo masculino. Y, por otra parte, esa dependencia es tanto
más inquietante cuando se trata de un sujeto de más edad, pues
todo .adolescente que no se afirma al llegar a la pubertad corre el
riesgo de no llegar nunca a ser verdaderamente adulto.
Una vez más, algunos podrían preguntarse p o r q u é incluimos los
casos de este tipo entre los “ estados neuróticos” y no .entre las
perversiones. Es perfectamente cierto que los mismos se oponen a
las neurosis de inhibición, a las neurosis de escrúpulo y a las
neurosis obsesivas, en las cuales la fuerza del Superyó impone al Yo
una conducta rígida, a menudo hipermoral, m ientras que aq u í el Yo
se muestra débil y, si cede momentáneamente a la presión de un
Superyó aún m uy externo, escapa de tanto en tanto para abando­
narse a pulsiones delictuosas. Sin embargo, tales sujetos no son
perversos, sino afectivos; son intimidables; reconocen sus faltas, a
pesar de que no pueden hallar en sí mismos la energía necesaria para
la enmienda. Es cierto que, debido a la debilidad de su Yo y a su
fijación oral, se convierten bastante a m enudo en delincuentes
menores. Pero sobre todo, su débil personalidad no podrá m ante­
nerse en un equilibrio satisfactorio de adaptación si no cuentan
durante toda su vida con el beneficio de un medio protector. En su
defecto, si la realidad se impone a ellos en forma traum atizante,
están expuestos a una regresión cada vez más intensa que invadirá
poco a poco toda su personalidad, haciendo revivir las formas de
pensamiento y de vida afectiva del estadio oral. Esto puede llevarlos
directam ente a la condición de vagabundos irresponsables o a la
esquizofrenia.
4
N EU R OS IS Y PSICOSIS DEL A D U L T O
Hemos explorado los garabatos de los adultos menos que los de
los niños. Pero eso no significa en m odo alguno que el test no sea
también aplicable a aquéllos. Por una parte, si la consigna del test
provoca muy a menudo sorpresa y una pausa antes de la ejecución,
es. sin embargo raro que no se logre obtenerlo. Por otra parte, la
interpretación de los garabatos se revela tan fructífera en el adulto
como en el niño.
De modo general, los garabatos de los adultos se diferencian de
los de los niños:
.
.
1°) por la gran rareza de los trazados de tipo sádico-anal
(agresivos o esfumados);
2°) por la frecuencia de los trazados abiertos, ya sean de tipo
sublimado, de tipo reaccional o de tipo mixto;
3o) por la frecuencia de los trazados en la zona de protección
materna, particularidad bastante inesperada que será ilustrada y
explicada en este capítulo.
Estos rasgos especiales de los garabatos de los adultos se
explican por la intervención mucho más acusada de las defensas del
Yo, que contienen las pulsiones sádico-anales.
En seguida vamos a pasar rápida revista a un cierto número de
situaciones psicopatológicas corrientes, pero, digámoslo ya, ahora,
al hacerlo tenemos mucho menos la ambición de realizar un estudio
exhaustivo del test aplicado a los adultos, que de ilustrar con
ejemplos la dinámica conflictiva de los garabatos.
I.
LA N EU R O SIS DE A N G U S T IA
No hemos observado, como en los niños, garabatos extensos que
comporten un trazado agresivo. Se ve que el adulto organiza mejor
sus defensas contra-agresivas y que su Yo prefiere, ya sea reducir
por inhibición su campo de expansión, negándose a toda incursión
en las zonas prohibidas, o ya sea a fragmentar sus pulsiones ins­
tintivas evitando el contacto, lo cual, en definitiva, equivale a lo
mismo. Como veremos, hay casos en que esos dos mecanismos de
defensa del Yo se asocian para dominar la angustia con más
seguridad.
Observación 32. He aquí el caso de una señora de 40 años, que
nos consulta a causa de sus cefalalgias con astenia constante. En
realidad, es sobre todo una ansiosa, con frecuentes fobias: tiene
miedo de verse llevada a golpear a su marido o a sus hijos y miedo
de volverse loca y abandonarse a los impulsos homicidas que hasta
ahora había controlado bien.
Es una mujer fuerte, de tipo dilatado, activa, que ha sufrido de
ansiedad durante toda su vida. No se lleva bien con su marido, que
la ha engañado, Jo cual explica sus pulsiones agresivas contra él,
pulsiones que, por otra parte, reprime.
Sus garabatos (fig. 70) expresan una buena vitalidad expansiva,
pero no presentan ningún signo de agresividad. Partiendo del centro,
el trazo dibuja una guirnalda que se desenvuelve en círculos cada
vez más grandes, sin tocar el nombre ni llegar al borde de la hoja. Es
un trazado típico de formación reaccional.
Observación 33. . He aquí un os garabatos también m u y exten­
sos, que cubren la mayor parte de la hoja (fig. 71), pero en los que
el trazado se corta continuamente. Son, pues, garabatos de aisla­
miento.
Figura 71. G arabatos de aislamiento pertenecientes a una ansiosa (O b­
servación 33).
Han sido hechos por Paulette, una joven de 19 años, que nos
consulta debido a una constante falta de apetito, acompañada de
una disfagia ansiosa, es decir, que, en el momento de comer, le
sobrevienen espasmos de angustia que le impiden deglutir. Com o ya
vimos en la observación 13, referente a una joven de 16 años, ese
trastorno disfágico representa, transportado al plano oral, el tem or a
las relaciones sexuales.
Debemos señalar que el m iedo al contacto ha existido siempre
en Paulette, desde su primera infancia. Nunca toleró que la tocasen.
Cuando era pequeña, debía compartir el lecho con su hermana, pero
prefería envolverse en una frazada y acostarse sobre la alfombra al
lado de la cama. Nunca ha podido soportar que la bese nadie, ni aun
su madre. No deja que se le acerque ningún hombre. Y cuando su
madre quiso informarla sobre los asuntos sexuales, manifestó asco y
declaró que no quería casarse. Hoy en día dice que acepta el
matrimonio, pero que no dormiría con su marido, ni en la misma
cama, ni en la misma habitación.
Para comprender la repugnancia de Paulette, es necesario, sin
duda, estar informado de- que su madre ha tenido varias aventuras
galantes, que la joven nació fuera del matrimonio y que su madre
quería abandonarla al nacer. Paulette es apegada a su madre en una
forma casi morbosa y, sin lugar a dudas, se ha identificado con ella.
Pero como, por otra parte, ha debido ser testigo de las relaciones de
su madre y de algunas escenas de brutalidad sexual, existen motivos
para pensar que la identificación se hace en forma regresiva con la
madre-nodriza (en sus temas expresa a menudo el deseo de ser un
bebé mimado p o r la madre), mientras que rehúsa identificarse con
la madre amante. De allí la neurosis de contacto, tan fuertem ente
evidenciada aquí.
El aislamiento le permite asimismo acallar en sí misma la fuerte
agresividad de frustración que no puede dejar de sentir contra esa
madre que quiso abandonarla. Paulette sabe que su madre no la
quería y ha vivido toda su infancia con el temor de que el abandono
se hiciera efectivo, de allí la intensa necesidad.de prohibirse todo
movimiento agresivo.
Es así que, en sus psicodramas, los menores movimientos de
agresividad son inmediatamente seguidos de un retorno hacia atrás y
de una B.A. (en general, salvar un herm ano o una hermana) y que
Paulette se identifica siempre con el que cumple una buena acción.
Observación 34. .He aquí los garabatos (fig. 72) de una señora
de 45 años, casada, atacada desde hace varios años de una neurosis
de angustia muy acusada, con tem or constante de volverse loca.
La señora hizo estos garabatos sin ninguna vacilación, em pe­
zando de 1, trazando líneas horizontales un poco irregulares, unidas
entre sí, en la zona inferior y term inando en 2. En ese m om ento,
nos pregunta si puede garabatear en la parte de arriba y, como la
dejamos libre, empieza en 3 y termina en 4 unos garabatos aún más
regulares, en festones bien lineales. Hay qué observar aquí que,
como la interdicción que pesai sobre la zona paterna no es muy
Figura 72. -G arabatos de form ación reaccional pertenecientes a ú n a ansiosa
(O bservación 34).
fuerte, puede levantarse cuando la autoridad del médico concede el
permiso para ello; .no es raro que los sujetos, niños o adultos,
pregunten, como esta señora, si se debe o si se puede garabatear en
la parte superior. Se observará que ella lo ha hecho regularizando
aún más su movimiento, de lo cual resulta un trazado de formación
reaccional con cierto aislamiento, puesto que hay m u y pocas
intersecciones de líneas.
Observación 35. Con frecuencia, tlos ansiosos son, al mismo
tiempo, sujetos reprimidos y no cubrén con sus garabatos sino una
paite de la hoja. Tenemos un cierto núm ero de observaciones en las
que los garabatos están localizados en la zona de protección
materna lo cual, como hemos visto, indica una interdicción edípica,
una imposibilidad de entrar en relación o en competencia con el
padre. Por consiguiente, los garabatos pueden arrojar luz sobre el
conflicto neurótico profundo determ inante de la angustia.
He aquí el caso de Yves, un joven de 21 años de edad, él cual
nos consulta debido a sus perm anentes malestares .ansiosos, con
manifestaciones histéricas: sensación de una bola en la garganta,
vómitos emotivos. Tiene miedo de perder sus facultades y, sobre
todo, ya no se siente capaz de conducir un coche si su padre no lo
acompaña. Se encierra en su casa y no busca más distracción alguna
fuera de ella.
No ha sido siempre así; antes bien, en años anteriores, a este
joven le gustaba salir, pasaba muchas de sus noches bailando y
volvía a casa m uy tarde. Su madre, que no po d ía dorm ir mientras
no hubiese vuelto, se opuso a esas salidas privando a su hijo de
dinero. Y, en efecto, éste ha llegado, como hemos dicho, a no poder
salir más si no lo acompañan.
Sus garabatos (fig. 73) están limitados a la zona m aterna. Están
trazados con cierta vivacidad agresiva y, si bien se observa en ellos
una ligera tendencia rítmica, el conjunto es bastante desordenado,
denotando con ello fuertes pulsiones mal contenidas p or la defensa
del Yo.
Figura 73.
G arabatos de fijación m aterna p ertenecien tes a un ansioso (O b­
servación 35).
Observación 36. El caso de Jacqueline, una joven de 25 años,
tiene cierta analogía con el precedente. Nos consulta debido a
pequeñas angustias estrechamente ligadas a un sentimiento perma­
nente de inferioridad. Es m uy tím ida en público, escrupulosa y
maniática en sus acciones.
En ella también ha habido un cambio radical. Hasta la edad de 4
años, fue muy sucia y de un carácter contrariante hasta la violencia.
Luego cambió por completo, no sabemos bajo qué influencia.-^
Sus garabatos (fig.' 74) están también encerrados en la zona
materna y esbozan líneas festoneadas, pero ofrecen la característica
de estar trazados en segmentos aislados los unos de los otros. Aquí
hay, pues, a la vez interdicción sobre la agresividad y sobre el
conflicto edípico, a causa, muy probablemente de algunos aconte­
cimientos externos que se produjeron cuando Jacqueline tenía 4
años. Estos garabatos deben considerarse como vinculados a una
defensa contra la angustia; la timidez y los sentimientos de inferio­
ridad pueden considerarse como la extensión de la imposibilidad de
rivalizar con la madre y de establecer una relación con el padre.
Observación 37. Recordaremos a q u í los garabatos ya reprodu­
cidos en la fig, 23, pertenecientes a un soltero de 32 años, atacado
de agorafobia. Clínicamente, ese hombre inteligente, y que parecía
destinado a una buena situación, ha debido abandonar la vida
activa, desde hace varios años, a causa de sus trastornos ansiosos. No
puede quedarse. solo__en. casa ni.salir solo sin.sentirse presa de-una
angustia intolerable. Necesita de la presencia constante de su madre,
y ha perdido poco a poco toda posibilidad de hacer algo, sea lo que
fuere, aun los actos más simples de la yida cotidiana, sin su ayuda.
Sus garabatos (fig. 75) están trazados con gran ligereza en forma
de pequeño óvalo alrededor del nombre, signo éste de una represión
y de una inhibición de la fuerza vital. La zona blanca en torno al
nombre y la extensa zona blanca en torno a los garabatos indican a
la vez la claustrofobia y la agorafobia: todo contacto, tan to con el
m undo exterior como con el m undo familiar, está prohibido. Y las
posibilidades de desarrollo de la personalidad están reducidas a un
campo muy estrecho, simbolizado por ese trazado filiforme.
II.
LA NEUROSIS ASTÉNICA
Todos sabemos cuán frecuente es Ja astenia, de Ja cual se hacía
antes una enfermedad autónom a, con el nombre de neurastenia,
pero que hoy se tiende a considerar como un simple síntoma. Para
explicar cómo ese síntoma puede establecerse en forma permanente
- f u e r a de los casos de deficiencia física seria— se invoca en la
actualidad la influencia de los conflictos psíquicos, ya que toda la
energía que el Yo debe desplegar para defenderse de las pulsiones
que lo invaden no puede utilizarse para la acción exterior. Ese
punto de vista es indudablemente exacto y nos explica p o r qué la
astenia es un síntoma tan frecuente en las neurosis de todo género.
Hagamos notar que el estado asténico hace predominar, nece­
sariamente, el instinto de conservación sobre el instinto de expan­
sión y que, debido al debilitamiento del Yo, el mismo implica
siempre la búsqueda de un medio protector.
No es pues de extrañar que la m ayoría de los sujetos atacados
de astenia localicen sus garabatos en la zona .inferior. Como
expresamos al comienzo de este libro, eso implica una interdicción
sobre la zona superior, es decir una interdicción edípica, nudo
central, como sabemos, de la mayoría de las neurosis.
Ya dimos un ejemplo de esto en la fig. 19. Veamos otros dos:
Observación 38. He aquí el caso de un hom bre de 54 años que
se volvió asténico a raíz de varios años de cautiverio durante la
segunda guerra mundial. Poco a poco, tuvo que abandonar su
actividad como obrero. Sufre continuamente de cefalalgias en forma
de casco, vértigos, tem or al frío y una falta total de energía. Como
su mujer lo dejó al retorno del cautiverio y recibe una pensión, vive
en casa de su madre y se complace en esa vida ociosa. No parece,
por lo tanto, que haya conflicto en él. Pero, a decir verdad, no
conocemos su pasado y es posible que el estado actual constante sea
una defensa contra una neurosis de angustia muy antigua.
Sus garabatos (fig. 76) autorizan ampliamente esta hipótesis,
pues se componen de líneas muy regulares distribuidas únicamente
en la zona inferior; la espontaneidad vital ha cedido aquí por
com pleto ante la imposición de las censuras.
Observación 39. He aquí el caso de una joven señora de 25
años, inteligente y sensible, que sufre de una gran astenia persis­
tente. De niña manifestaba gran interés por los estudios y hubiera
querido ser maestra. Pero su padre declaró que la necesitaba en la
granja y no quiso que continuase más allá del certificado de estudios
Figura 76. Garabatos muy reaccionales en form a de líneas de escritura en la
zona de fijación m aterna (Observación 38).
primarios. Esa negativa determinó en la niña un estado de apatía y
un mal humor constante. A los 19 años se casó con un represen­
tante de comercio, con el solo fin de escapar a la condición de
granjera. Por otra parte, es frígida y no quiere tener hijos. Vive en
una casa vecina a la de sus padres y no quiere separarse de su madre.
Si bien es una linda muchacha y de trato m uy agradable por su
inteligencia, vive muy aislada, casi no sale y se interesa por m uy
pocas cosas.
Sus garabatos (fig. 77) están limitados a la zona materna, lo cual
corresponde a la necesidad que esta joven tiene de la presencia de su
madre, así como a su comportam iento inmaduro en el matrimonio.
Por otra parte, el trazado estilizado, rítm ico y aislado indica la
potencia de las formaciones reaccionales que, en un caso como éste,
parecen enteramente irreductibles.
Observación 40. Es frecuente que el síntom a astenia sea el
motivo principal de un pedido de consulta, a causa de sus impor­
tantes repercusiones en la actividad social del sujeto, pero que,
Figura 77.
G arabatos de aislamiento en la zona de fijación materna
(Observación 39).
durante la ccnsuka, se puedan poner en evidencia las verdaderas
causas del estado neurótico que explica la astenia.
Como hemos visto más arriba, los garabatos típicos de la astenia
(en la zona inferior) se observan a menudo en los ansiosos.
Nos ha sorprendido también la frecuencia con que se los
encuentra en sujetos atacados de neurosis de duda y de escrúpulo.
Así ocurre en la observación que sigue, de una señora de 48
años, que nos consulta debido a trastornos ansiosos y depresivos en
ocasión del casamiento de uno de sus hijos, acontecimiento que no
ha aceptado bien, por estar muy apegada a ese hijo, al cual reprocha
ahora que no le escribe todas las semanas.
D u n n te la entrevista nos enteramos de que, desde sus tiempos
de escolar, esta persona tiene manías de orden y limpieza. No puede
soportar el polvo ni el desorden en su casa y, consecuentemente, no
puede ir a dormir si la casa no está en orden, lo cual supone
agotadoras horas de trabajo después de la cena y explica la astenia.
Cuando no está ocupada en algún trabajo, esta señora siente
sentimientos de culpabilidad. Es sabido que tal situación clínica
indica un Superyó muy fuerte constituido en el m om ento del
conflicto edípico con una apretada red de interdicciones.
Sus garabatos (fig. 78) son un trazado de astenia, pero reveían,
al mismo tiempo, una interdjcción edípica. _y_forip_a_ciojies.reaccÍQnales potentes.-' Se" observará que comienzan "bastante lejos por
debajo del nom bre, que está prohibido tocar. Por otra parte, la
paciente no pudo mantener en un principio la consigna de libe­
ración del test y escribió primero la inicial de su nombre; como se le
recordara entonces la consigna de no escribir, esbozó algunos
simulacros de escritura en cortas series aisladas para hallar final­
mente, en las últimas tres líneas, el movimiento en espiral continua,
habitual de las formaciones reaccionales.
Figura 78.
G arabatos reaccionales en la zona de fijación m aterna (O b­
servación 40).
Observación 41. He aquí una observación comparable en todo
a la precedente, y podríam os citar toda una serie de ellas, dada la
frecuencia de tales casos. Se trata de una señora de 43 años, casada,
que nos consulta por síntom as de ansiedad. Ha sido siempre muy
escrupulosa en todo lo que hace, exigiéndose a sí misma la
perfección en todas las cosas y estimándose culpable cuando no la
alcanza.
He aquí sus garabatos (fig. 79), típicos tambieñ de formación
reaccional, sólo en la zona inferior.
Observación 42. He aquí el caso un poco más profundizado de
un agricultor, soltero, de 39 años, el cual, desde que sufrió una
depresión a la edati de 27 años, padece de neurosis de duda y de
escrúpulo, con astenia. Tiene rituales de orden y, por la noche, al.
acostarse, debe ordenar cuidadosamente todos los objetos de su
habitación.
Por ejemplo, tiene una necesidad compulsiva de simetría: si en
Figura 79. G arabatos reaccionales en la zona de fijación m atern a (O b ­
servación 41).
el campo toca una tranquera, tiene que ir enseguida a tocar el lado
opuesto de la misma; si deja un día sus herramientas apoyadas
contra un cerco, al día siguiente tiené que apoyarlas contra el cerco
de enfrente; si llega a una encrucijada dividida en dos caminos, tiene
que pasar por el terraplén del medio.
Es muy devoto y tiene escrúpulos de confesión, hasta el pu n to
de no poder a veces comulgar porque no se siente bastante puro.
Su vida sexual es muy reducida. Nunca se ha interesado p o r las
jóvenes. .Desde que.murió su padre., vive _con. su. madrp. v su henríanay no considera la posibilidad de vivir de otra manera.
He aquí sus garabatos (fig. 80) que no necesitan comentario.
Observación 43. He aquí el caso de un hom bre soltero1 de 31
años, que sufre, desde hace_dos, de una astenia con neurosis de
escrúpulo.
Figura 80. G arabatos reaccionales im itando líneas de escritura en la zona
de fijación m aterna (Observación 42).
1 A l leer estas observaciones, no puede dejar de so rp re n d em o s la
frecuencia con que nuestros pacientes masculinos son solteros, m ientras que la
m ayoría de nuestras pacientes fem eninas son casadas. Es sabido que la neurosis
está casi siempre vinculada a un trastorno del conflicto edípico que im pide al
sujeto tener relaciones sexuales normales. Pero es sabido tam bién qu e esas
perturbaciones de la sexualidad son un trastorno m ucho m ay o r para el h o m bre
que para la mujer, puesto que el papel de aquél es más activo, m ientras q u e el
de ésta es pasivo, no siendo necesario que tenga una vida sexual satisfactoria
para llegar a la m aternidad.
Y
también en este caso como en las observaciones 35 y 36. se ha
producido, en un momento dado, un cambio total en la actitud del
sujeto. En su adolescencia, este joven era de una vitalidad desbor­
dante y se daba al placer sin freno, siendo muy sensual y amigo de
muieres fáciles.
A los 29 años, como consecuencia de una “ misión” , se sintió
bruscamente presa de escrúpulos y decidió enmendar su forma de
vida. De repente, pasó al otro extremo:- se tornó muy severo para
consigo mismo y para con los demás; llega hasta encontrar que su
confesor es demasiado amplio de criterio. Persigue la perfección en
Figura 81. G arabatos de aislam iento en la zona de fijación m aterna
(Observación 43).
todos los trabajos que emprende hasta el punto de extenuarse.
Siente incesantes escrúpulos a propósito de las tentaciones sexuales
que experimenta y se prohíbe absolutamente frecuentar mujeres, así
como toda satisfacción solitaria.
He aquí sus garabatos (fig. 81), que empiezan en 1 y terminan
en 2, y que no necesitan tampoco comentarios.
Se impone una observación a propósito de estos garabatos de
asténicos escrupulosos. Dado que la zona inferior corresponde al
instinto de conservación, es decir a esas funciones primarias de
nutrición y de protección que aseguran la conservación de la vida,
podría parecer sorprendente que sujetos obsesionados por preocu­
paciones de o rd en moral, que se preocupan exageradamente por el
orden y la limpieza y que parecen, por consiguiente, más idealistas
que materialistas, se mantengan, en sus garabatos, en esa zona baja.
Pero hay que observar, justamente, que las manías reaccionales de
orden, de limpieza y de escrúpulo son enteram ente contrarias a un
verdadero progreso de la personalidad moral; los que pasan su
tiem po limpiando para borrar manchas están absorbidos por una
preocupación m u y prosaica y no les queda ninguna libertad de
espíritu para interrogarse acerca del alcance moral de lo que hacen.
Se m antienen, pues, realmente, en las zonas bajas.
La misma observación podría aplicarse a los casos de neurosis
obsesiva de que vamos a hablar ahora y que están emparentados con
la neurosis de escrúpulo.
III.
LA N EURO SIS OBSESIVA
Hem os caracterizado suficientemente esta neurosis refiriéndo­
nos a los niños para que sea necesario volver a hacerlo aquí.
Observemos simplemente que, en el adulto, el conflicto provocador
de esta neurosis llega a una estructuración m ucho más acabada y
que la severidad del Superyó, la represión y las formaciones
reaccionales dom inan el cuadro clínico. El rasg<? im portante, que da
su nom bre a la neurosis, es el resurgimiento, en la conciencia, de las
pulsiones reprimidas, las cuales, para escapar a la censura, se
disfrazan y se exteriorizan en forma de ideas obsesivas, ideas en
cierto modo desvitalizadas y que, comparadas a los contenidos
inconscientes de que emanan, aparecen despojadas de fuerza di­
námica.
Ocurre a veces que la idea obsesiva adquiere cierta fuerza e
inquieta al sujeto (com o en los ansiosos fóbicos) que teme ceder a
ella. Podemos ver entonces la pulsión expresarse en los garabatos
(com o hemos visto en los niños). Así, el paciente cuyos garabatos
reproduce la fig. 2 estaba, por una contrariedad que tuvo, obsesio­
nado por la idea de m atar a su mujer y, si bien no hubiera ni
siquiera esbozado un gesto en ese sentido, no se sentía seguro de sí
mismo. Hemos visto que sus garabatos exteriorizan una cierta
tendencia impulsiva a escapar al control del Yo, insuficiente, a decir
verdad, para provocar un acto peligroso.
En cambio, en la mayoría de los casos, las censuras prohibitivas
llegan a constituir en el neurótico obsesivo una segunda naturaleza,
toda hecha de frenos, y es ésta la que se exterioriza en los garabatos.
Observación 44. He aquí por ejemplo el caso de un hom bre
soltero de 30 años, atacado desde hace más de diez de una neurosis
obsesiva severa,, que paraliza toda su actividad. De situación eco­
nómica holgada, vive en la casa de su familia, ocupando su propia
habitación y uniéndose a los demás sólo cuando tiene deseos de
hacerlo. A pesar de esta precaución, sus rituales y sus obsesiones
crean frecuentes motivos de discusión entre él y los suyos.
.
He aquí sus garabatos (fig. 82). En prim er lugar trazó las tres
líneas sinuosas debajo del nombre, en continuidad unas con otras.
Luego, después de una pausa, trazó las tres líneas de^ arriba
diciendo: “ para la simetría” . Obedecía en eso a la tendencia tan
habitual en los obsesionados a aplacar su ambivalencia realizando
siempre dos acciones simétricas, una de las cuales compensa y
corrige la otra.
Observación 45. Los dos ejemplos siguientes nos traen otra vez
a los garabatos debajo del nombre, frecuentes también en la
neurosis obsesiva.
Estos (fig. 83) son de una mujer de 41 años, casada, atacada
desde hace mucho tiempo de una gran astenia, con neurosis de
duda. Recomienza sin cesar las más ínfimas acciones de la vida
cotidiana, de lo cual resulta una gran lentitud en su trabajo,.y nunca
consigue terminarlos. Tiene, por esta razón, frecuentes conflictos
con su marido que se impacienta al no encontrar nada hecho en la
casa, cuando regresa. Ante esta situación, la mujer reacciona en
forma depresiva, lo cual se comprende.
Primeramente, declara que no va a saber hacer garabatos, pero
luego hace este trazado, del cual se observarán las líneas descenden­
tes, signo de tendencia depresiva'.
Observación 46. He a q u í el caso de una granjera de 40 años,
casada, madre de cuatro hijos, que presenta una depresión nerviosa
crónica, con un estado de obsesión casi continuo. La asaltan, sin
cesar, pensamientos sexuales relativos a los hombres que encuentra.
Por momentos, llega hasta a creer que ha “ pecado” con ellos y se
atormenta con escrúpulos por tal motivo.
La neurosis comenzó a la edad de 17 años, cuando perdió a su
madre y quedó sola con su padre. En esa época, tuvo la idea de
hacerse religiosa, pero renunció a ello para casarse. Desde entonces
se reprocha el haber satisfecho su deseo en lugar de cumplir con su
deber.
Esta mujer también se mostró incapaz de observar la consigna y
esbozó la inicial de su nombre; luego trazó signos aislados, más o
menos en forma de letras. Estos garabatos (fig. 84) indican pues la
preponderancia de las censuras que prohíben la relación edípica con
el padre y todos los demás contactos porque son el símbolo de esa
relación prohibida.
Figura 84.
G arabatos de aislamiento en la zona
(Observación 46).
de
fijación
m aterna
Observación 47. He aquí el caso de un hombre de 64 años,
casado, que ha sido siempre de carácter muy escrupuloso, pero cuya
neurosis se agravó repentinamente a la edad de 43 años, impidién­
dole desde entonces toda actividad.
Duda de todo y debe recomenzar sin cesar los ademanes o
acciones más simples. Pero está sobre todo obsesionado por la idea
de que escribe “ cosas” en cualquier pedazo de papel, en un trozo de
madera, sobre sus mismas ropas, y que esas “ cosas” , leídas por los
demás, van a influir en las personas y las van-a incitar a cometer
actos reprehensibles. No puede precisar nunca de qué cosas se trata,
pero su responsabilidad, dice, está gravemente comprom etida en el
asunto. Debe verificar continuam ente si no ha escrito algo, recoge
papeles en la calle, trozos de madera y llega a tragarlos a fin de
hacer desaparecer todo rastro de lo que hubiera podido escribir. Su
estado obsesivo acabó volviéndose continuo, a tal punto que
debieron internarlo, pues la vida en el hogar no le era ya posible.
Sus garabatos (fig. 85) comienzan en lo alto, a la derecha, y
terminan en lo alto, a la izquierda. Los rasgos son vacilantes y
parecen esbozar cada vez la rúbrica de una firma, pero, lo que es
muy particular aquí, es el aislamiento, junto con una cierta
tendencia a la simetría, puesto que hay el mismo número de
rúbricas (cuatro) en la línea de la derecha y en la de la izquierda.
IV. PSICOSIS
En este estudio, que no hemos ¡levado muy lejos, de los
garabatos en las psicosis, tendremos sobre todo presente la psicosis
esquizofrénica o demencia precoz, la cual se caracteriza, en sujetos
casi siempre jóvenes, por una fuerte.inhibición de la vitalidad, un
replegarse autístico sobre sí mismo, que conduce a una ruptura casi
total de las relaciones con el mundo y, desde el punto de vista
psicoanalítico, por una intensa represión de toda la personalidad al
estadio oral pasivo.
Tal es el fondo común de esta enfermedad mental tan difun­
dida, fondo sobre el cual se destacan síndromes muy diversos que
Figura
86.
Garabatos
de
inhibición pertenecientes
esquizofrénico.
a
un
psicótico
constituyen las formas clínicas de la demencia precoz. No se debe,
pues, esperar el hallazgo de garabatos que sean característicos de
esta afección, sino, por el contrario, una gran variedad de trazados
correspondientes al dinamismo particular de cada caso.
En las numerosas observaciones que hemos hecho sobre esos
garabatos, se destacan ciertas características dominantes.
1.
En primer lugar, es excepcional que ese tipo de enfermos
haga garabatos de buena expansión vital. La m ayoría de ellos hace
garabatos de inhibición. Conviene añadir que, en los casos de
demencia precoz, se encuentran los trazados de inhibición más
fuertemente caracterizados (por ej. fig. 86).
Agreguemos que, salvo muy raras excepciones, ninguno de esos
trazados pasa sobre el nombre, lo cual demuestra la intensidad de
las defensas, expresada además en el aislamiento.
2.
En segundo lugar, la mayoría de las veces, el trazado es muy
depurado, lineal, de forma geométrica, y no cubre sino una pequeña
párte del espacio blanco de la hoja.
Recordemos a este respecto la alusión que hicimos al comienzo
de este libro a la oposición de Madame Minkovska entre el tipo
racional, que esa autora atribuye con preferencia a los esquizoides y
el tipo sensorial, que la misma cita como característico de los
epileptoides. Nosotros criticamos ese punto de vista, que coloca
arbitrariamente a sujetos normales en un cuadro patológico. El
mismo encierra, sin embargo, una parte de verdad: la inhibición de
ia espontaneidad vital alcanza su punto máximo en los esquizofré­
nicos y corresponde, en efecto, en esos enfermos, a una racionali­
zación excesiva.
El hecho es que entre ellos se encuentran a' menudo garabatos
de estilo geométrico y lineal, a veces bajo la forma de un simple
recuadro que rodea el nombre, ya sea de cerca (fig. 87), ya de un
poco más lejos (fig. 88). Otras veces, es bajo la forma de un trazado
muy estilizado, de aspecto decorativo (fig. 89). Otras, en fin. esa
misma tendencia a la racionalización geométrica se traduce en
segmentos de líneas aislados unos de otros (fig. 90).
3.
En tercer lugar, los trazados más frecuentes por su ubicación
están, ya sea como recuadro alrededor del nombre, como acabamos
de ver (figs. 87, 88 y 91), ya debajo del nom bre (figs. 90, 92 y 93).
Este último tipo de trazado, que corresponde, como sabemos, a
una fijación en el estadio oral de protección materna, debe men­
cionarse como el que se encuentra más frecuentemente en la
demencia precoz. Nosotros lo hemos observado en más de la mitad
Figura 89. G ara­
batos de estiliza­
ción.
Figura 90.
G arabatos en form a de líneas aisladas en la zona de fijación
m a tern a.
.
de nuestros casos. Las deducciones que de él se desprenden
-repliegue sobre sí mismo con predominio del instinto de conser­
vación, interdicción edípica, a stenia- corresponden bien a lo que se
observa a menudo en esa afección.
4. Se plantea una cuestión importante: ¿la presencia de tales
trazados, autoriza a deducir la existencia de una esquizofrenia? No,
pues no hay uno solo que no pueda observarse fuera de esa afección
mental, por ejemplo en sujetos atacados de neurosis y aun en
sujetos normales.
En efecto, hemos encontrado ya, fuera de todo estado psicótico: la inhibición, ¡as formaciones reaccionales, la regresión con
fijación materna.
Figura 91.
G arabatos en forma de red alrededor del nom bre lo que se
observa a m enudo en esa afección.
En cambio, no hemos observado en tal proporción la estiliza­
ción geométrica, prueba, com o1lo dice Minkovska, de un raciona­
lismo m orboso que no se halla casi fuera de la esquizofrenia. Por lo
tanto, cuando se observan, en un adulto, garabatos del- tipo de los
de las figuras 87 a 90, se tiene el derecho de afirmar sobre ia
existencia de una fuerte predisposición esquizoidea. es decir un
estado que, en ciertas condiciones, puede desembocar en la esqui­
zofrenia. Claro está que esto es sólo una hipótesis pues, en un caso
así, un diagnóstico seguro únicamente puede hacerse mediante la
unión de la clínica con el test de proyección.
Observación 48. He aquí, a título de ejemplo, los garabatos
(fig. 94) de un joven de 25 años, el cual presenta una ligera
depresión nerviosa, que lo ha obligado a dejar su trabajo. Lo que
sorprende sobre todo es su aire inhibido: es torpe, tímido, habla en
*******
cA ~o¿ ^
AA^dn
'iM u -
Figura 92.
G arabatos de aislam iento en la zona de fijación materna.
voz baja. Dice que siempre ha tenido ese carácter, acentuado desde
hace algunos años, luego de una tuberculosis pulmonar tratada y
curada. En realidad, 'tiene mucha dificultad para adaptarse, lo
mismo en su hogar que en el taller. Se irrita por nada y se aísla. No
tiene ninguna distracción y no se atreve a relacionarse con las
jóvenes. Su estructura morfo-psicológica es la de un sentimental,
con su ancha frente imaginativa y un rostro afilado que denota su
poca expansión afectivo-instintiva.
existencia de una fuerte predisposición esquizoidea. es decir un
estado que, en ciertas condiciones, puede desembocar en la esqui­
zofrenia. Claro está que esto es sólo una hipótesis pues, en un caso
así, un diagnóstico seguro únicamente puede hacerse mediante la
unión de la clínica con el test de proyección.
Observación 48. He aquí, a título de ejemplo, los garabatos
(fig. 94) de un joven de 25 años, el cual presenta una ligera
depresión nerviosa, que lo ha obligado a dejar su trabajo. Lo que
sorprende sobre todo es su aire inhibido: es torpe, tímido, habla en
AAam
•AApH'b
AMía.
Figura 92. G arabatos de aislam iento en la zona de fijación materna.
voz baja. Dice que siempre ha tenido ese carácter, acentuado desde
hace algunos años, luego de una tuberculosis pulmonar tratada y
curada. En realidad, tiene mucha dificultad para adaptarse, lo
mismo en su hogar que en el taller. Se irrita por nada y se aísla. No
tiene ninguna distracción y no se atreve a relacionarse con las
jóvenes. Su estructura morfo-psicológica es la de un sentimental,
con su ancha frente imaginativa y un rostro afilado que denota su
poca expansión afectivo-instintiva.
El aspecto de este enfermo, asi' como sus garabatos muy
depurados, hacen temer una posible evolución esquizofrénica, te­
mor que justifica en parte por el momento, la adaptación profe­
sional cada vez más difícil del sujeto.
Si puede formularse el diagnóstico de una esquizofrenia, al
menos como hipótesis, de acuerdo con los garabatos, es con la
condición de que se trate de un adulto, como en el presente caso.
Cuando, por el contrario, se trata de un niño, debemos ser
mucho más reservados en nuestras deducciones, pues en un sujeto
joven, los procesos patológicos son móviles y pueden ser reversibles.
Figura
93.
G arabatos reaccionales depresivos en la zona de fijación
materna.
El ejemplo siguiente es bien demostrativo.
Observación 49. Ana. una niña de 9 años, nos fue enviada por
un especialista del oído que la familia consultó porque la niña
parecía no oír. En efecto, Ana se comporta como si fuese sorda, no
responde a las preguntas, es incapaz de prestar atención y no puede
seguir una clase. En realidad, tal como lo probó el examen del
especialista,_ la niña no es sorda, sino que presenta un estado de
inadaptación mental muy caracterizado. No parece interesarse por
nada, ni por sus muñecas, ni por los otros niños, ni por la televisión.
Juega sola, escribiendo palabras inconexas o haciendo garabatos. A
veces, se’ pone a contar sin detenerse o bien irrumpe, sin razón
aparente, en una risa incontenible. Tiene también manías de
limpieza, se lava a menudo las manos, quiere bañarse todos los días
y no tolera que sus ropas estén sucias. Está a menudo intranquila,
sobre todo cuando personas próxim as a ella se enferman.
Figura 94.
G arabatos de estilización geom étrica (Observación 48).
A pesar de esas actitudes de aislamiento autista, Ana es cariñosa
con sus progenitores, especialmente con su padre. Se muestra
abiertamente celosa de sus dos hermanos.
La estructura morfo-psicológica de su rostro habla en favor de
una inteligencia normal. El cuadro clínico no es por cierto el de una
débil mental, pero hace pensar en una psicosis, unida a elementos
obsesivos.
Sus primeros garabatos, en los que dibuja un rectángulo alrede­
dor del nombre (fig. 95) indican una muy intensa inhibición de todas
las tendencias vitales y no descarta, sino que apoya, el diagnóstico
de psicosis.
■
Tratada con psicodramas, Ana exterioriza p r o n to 'u n a 'f u e r te
agresividad contra sus padres y, paralelamente, su estado clínico se
modifica: su madre (atacada también de neurosis obsesiva y m uy
inhibida) se queja mucho de que la niña muestra ahora agresividad
en el hogar, cosa que no hacía antes; pero reconoce ai mismo
tiempo que Ana se ha vuelto más expansiva y ha perdido sus manías
de limpieza.
Paralelamente, vemos modificarse sus garabatos, que adquieren
primero mayor amplitud (fig. 96) volviéndose luego francamente
agresivos (fig. 97). Es muy notable el hecho de que, en este último
trazado, el nombre esté rodeado por dos recuadros rectangulares'
concéntricos -pro bablem ente trazados al com ienzo— vana p ro te c ­
ción aquí contra el desencadenarse de la agresividad.
Tratamos a esta niña durante tres años. La psicoterapia perm itió
obtener una resocialización progresiva y una m ejoría escolar. No
hubiéramos podido obtener un resultado semejante con el m étodo
Figura 96.
G arabatos reaccionales extensos pertenecientes a la m ism a niña
que hiciera los de la figura 95.
empleado si se hubiese tratado de una verdadera psicosis. Digamos
que nos encontrábamos ante una psiconeurosis bastante grave y que
los primeros garabatos objetivaban una fuerte inhibición con for­
mación reaccional intensa. Con todo, esa estructura psiconeurótica
se reveló débil y cedió rápidamente a la psicoterapia; las fases de la
desinhibición y de la liberación de las pulsiones demasiado repri­
midas fueron objetivándose a su vez en los garabatos subsiguientes.
Este ejemplo, dicho sea de paso, nos muestra en primer lugar el
extremo interés de hacer garabatos en épocas diferentes, a fin de
poder apreciar los diversos estados de la personalidad; y en segundo
lugar, la' posibilidad de:seguir los progresos de una psicoterapia y el
sentido en que ésta r opera, mediante la interpretación de los
garabatos sucesivos.
Figura 97. G arabatos agresivos pertenecientes a la misma niña que hiciera
los de la figuras 95 y 96.
CONCLUSIONES
Como conclusión de nuestras investigaciones sobre el test de los
garabatos, pensamos que éste merece ser introducido en la práctica
psicopatológica. como lo manifestara por primera vez R. Meurisse.
Sus ventajas son de orden práctico y de orden teórico.
Ventajas prácticas. Este test es muy fácil de aplicar. Sólo se
necesita un reducidísimo material. Es rápido y encuentra fácil
ubicación durante una consulta.
Ventajas teóricas. Explora un campo de la actividad psico-instintiva que ningún otro test explora; es decir, el estadio sádico-anal,
estadio en que se constituyen las primeras defensas del Yo.
Por otra parte, no da lugar a ningún fraude, en m érito a que el
sujeto que realiza el test no tiene la menor idea de su significado y
no puede, por lo tanto, disimular nada de lo que su trazado va a
expresar.
Por último, la influencia del aprendizaje es nula, y se puede
repetir el test gran número de veces, a intervalos de tiempo m uy
variables, a fin de apreciar si los elementos de la personalidad que
detecta son constantes o variables; por ejemplo, com o lo hemos
mostrado, durante una psicoterapia de la cual se quiere seguir el
desarrollo.
V A LID EZ Y FIDELIDAD DEL TEST DE LOS GARABATOS
Para que un test tenga valor, debe satisfacerse, com o es sabido,
un cierto número de condiciones.
1. La primera es que el íesí esté estandardizado, es decir que el
material, la técnica de realización y el método de interpretación
deben establecerse de tal suerte que los resultados no puedan
depender de la individualidad particular del psicólogo que lo aplica.
Nuestro test llena en parte esta condición. Sin embargo, deseo­
sos de dejar que la personalidad del sujeto sometido a la prueba se
exprese sin ninguna distorsión, no hemos conservado las reglas tan
estrictas de Meurisse, y dejamos al sujeto la mayor libertad para
comenzar sus garabatos en un punto cualquiera de la hoja y
disponer para hacerlos de todo el tiempo que desee.
En compensación, hemos fundado las reglas de interpretación
sobre las dos sólidas nociones del estadio sádico-anal y de los
mecanismos de defensa del Yo, lo cual permite llegar a deducciones
unívocas.
2. La segunda condición a llenar es que el test sea fiel, es decir
que dé los mismos resultados cuando se lo aplica una segunda vez y
que explore siempre el mismo sector de la personalidad.
Pero esta condición debe ir acompañada de una importante
reserva. Si la personalidad que se explora fuera fija, si la misma
fuera un complejo de elementos psicológicos invariables, se podría
comprender la exigencia de fidelidad en forma más estricta. Existen,
en efecto, casos —como hemos visto a lo largo de esta obra— en que
ios garabatos se repiten, con el mismo trazado, día tras día, mes tras
mes y aun de un año al otro, indicándonos que.la personalidad del
sujeto no se ha modificado durante ese tiempo. Tratándose de un
adulto, y cuando los garabatos se aproximan a los garabatos de
sublimación, se puede concluir que la personalidad es estable y
equilibrada. Pero, en todos los otros casos, se debe sacar en
conclusión que existe una fijación de la personalidad bajo una
forma más o menos patológica. Especialmente, no se concebiría
que, en el caso de un niño que crece y evoluciona, el trazado de los
garabatos no evolucionase paralelamente. Hemos visto asimismo
que, en el curso de una psicoterapia, la persistencia de un trazado
patológico que no se modifica, indica la poca eficacia del trata­
miento em prendido;'hem os visto un buen ejemplo de ello en la
observación 18, en que un niño agresivo-depresivo repite sin cesar
durante varios años su trazado de inhibición y cubre su nombre con
fuertes descargas agresivas.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, la personalidad no
muestra tanta rigidez. Como hemos visto, la misma es un campo de
fuerzas cuya resultante puede variar según el punto de equilibrio de
las mismas. Por ejemplo, un sujeto inhibido puede, en un momento
dado, liberar su agresividad y darnos garabatos muy diferentes unos
de otros (véase figs. 31 y 32). Más generalmente aún, el crecimiento
de un niño, al modificar el punto de equilibrio de las fuerzas del
Ello y del Yo, modifica al mismo tiempo el trazado de los
garabatos.
Hay que concebir, pues, la exigencia de fidelidad, no de manera
estática, sino de manera dinámica.
3. La tercera condición es que el test tenga buena sensibilidad,
es decir que dé resultados diferentes para individuos diferentes y en
situaciones clínicas también diferentes y que permita, por lo tanto,
distinguir unos de otros, los casos sometidos a prueba. Ya la gran
variedad de los garabatos nos da derecho a sostener que este test es
un revelador muy sensible de las diferencias individuales. Pero es
necesario además que esas variaciones tengan ^sentido y nos permi­
tan interpretaciones valederas. Tenemos la esperanza de haber
m ostrado en nuestra obra cómo de la diversidad de los trazados se
pueden destacar tipos de garabatos que responden a situaciones
psico-patológicas comparables.
4. La cuarta condición es la validez del test. Esta es, con toda
evidencia, la condición más im pprtante y en la que están contenidas
todas las demás. Un test es válido, como es sabido, si mide
efectivamente lo que está destinado a medir: en este caso, la
personalidad y sus trastornos.
El primer criterio para juzgar esta validez será el poder diferen­
ciar el sujeto norm al del sujeto patológico. ¿Existen trazados
normales y trazados patológicos bien distintos? A esto hemos
respondido en nuestra interpretación de los garabatos. En primer
lugar, trazamos un esquema general de la evolución del trazado
según la edad, haciendo ver que ciertos garabatos, normales en el
niño, no lo son más cuando se los observa en la edad adulta. En
segundo lugar, una vez pasados los primeros estadios de la vida, los
trazados de sublimación se convierten en regla para los normales, de
acuerdo con la evolución de la personalidad. En cambio, ciertos
trazados de represión y de inhibición (véase figs. 23 y 24) permiten
afirmar, un estado patológico.
No es menos cierto, empero, que no se puede delimitar en
forma segura lo normal de lo patológico y que hay que concebir la
exigencia de validez también de manera dinámica. Los garabatos,
hemos dicho, dramatizan sobre la hoja en blanco los conflictos
vividos por el sujeto. Ahora bien, los normales tienen tantos
conflictos como los enfermos; simplemente los resuelven mejor. Por
lo tanto, no se puede afirmar un trastorno patológico, por el solo
hecho de comprobar una situación conflictiva. Sólo se puede emitir
una hipótesis, a veces muy probable, pero que deberá siempre ser
verificada mediante-otros test de proyección y mediante la referen­
cia a la clínica.
No se han hecho muchos experimentos sobre la validez del test
- de los garabatos. Sólo conocemos el de J. Subes1. La prueba fue hecha
basándose en las correlaciones que. afirma R. Meurisse. existen
entre ciertos garabatos y ciertos rasgos psicológicos y llega a
resultados enteramente negativos. No podemos entrar aquí en los
detalles de la crítica de Subes. Digamos solamente que, en conjunto,
la misma nos parece falseada por el m étodo empleado, que consiste
en probar la validez de un test por medio de otro cuya validez no
está probada. En segundo lugar, reserva más grave aún, que ya
hiciera Meurisse: los diferentes tests puestos en correlación con el
de los garabatos no exploran el mismo nivel de personalidad que
éste. Daré simplemente el ejemplo de la agresividad, tan a menudo
manifiesta en el trazado de los garabatos. Para verificarla. Subes
hizo pasar el test de Rosenzweig a 50 sujetos de los cuales tenía los
garabatos y trató de establecer una correlación entre la agresividad
manifestada en ellos y el porcentaje de respuestas de agresividad
extrapunitiva del test de Rosenzweig. Ahora bien, que haya encon­
trado aquí una correlación nula no significa nada, por la muy simple
razón de que los garabatos objetivan la agresividad instintiva
espontánea, mientras que en el test de Rosenzweig, las situaciones
ante las cuales se coloca al sujeto son situaciones sociales y que la
agresividad suscitada por las mismas debe expresarse mediante el
lenguaje, con todo lo que eso implica de defensas semi-conscientes y
de veracidad discutible.
A nuestro entender, con tales m étodos estáticos de correlación
no se podrá nunca probar o impugnar la validez de ningún test de
proyección.
Que se trate de fidelidad, de sensibilidad o de validez, debemos,
siempre retornar a la consideración dinámica de la personalidad,
vista com o un campo de fuerzas en conflicto.
Cada sujeto, que sea sano o enfermo, proyecta en sus garabatos
sus conflictos personales, la forma particular en que su Yo concilia
las tendencias y las defensas, reflejo probable de su modo reaccional
de adaptación a las situaciones reales.
1 J . SUBES, titulado “ É tude d ’una épreuve graphologique” , publicado en
Revie de Psychologie Appliquée, Enero, 1955.
El único criterio para juzgar la validez d e s s f f á ^ j u ' K
en definitiva, qu e la interpretación del traza^^op<ruerd'eSxm ?€{
examen clínico, permitiéndonos comprender
motivaciotif?
profundas de los trastornos observados.
EL PUNTO DE VISTA PSICOANALÍTICO
Es decir que, si se admite nuestro concepto désíQS-¿aVabatps,'/ 2o
se los podría interpretar sin referirse constantem ente a Tasreglas del
psicoanálisis.
La necesidad de uria interpretación psicoanalítica se ha intro­
ducido ya poco a poco en los test clásicos de proyección. Baer,
Roy, Schafer, luego Bohm lo han hecho- con el de Rorschach y
Piotrovsky con el TAT. Nosotros mismos, en nuestras obras E l test
PN y El test del dibujo de la familia, hemos señalado enfáticam ente
el extremo interés de una interpretación en términos de psicología
profunda.
Pero este m étodo de interpretación se impone aún más para el
test de los garabatos, por el hecho de que este test pone en juego
fuerzas enteram ente inconscientes. En efecto, ha sido situando el
origen primitivo de los garabatos en las actividades del estadio
sádico-anal que hemos podido comprenderlos y llegar a una inter­
pretación válida en psicopatología.
Recordemos a este respecto que, obedeciendo en ello a la
evolución de los conceptos psicoanalíticos, no nos hemos limitado a
la sola consideración de las pulsiones instintivas, sino que hemos
querido seguir el destino de esas pulsiones, tal como se determina
debido a la acción modificadora de las defensas del Yo. Más aún,
siguiendo esa misma evolución, y más allá del conflicto entre
tendencias y defensas, hemos querido formular las consideraciones
sintéticas que de ella se desprenden referentes al grado de madurez
del Yo, instancia de adaptación y la forma en que se establecen las
relaciones de objeto, otro índice de adaptación.
En ese sentido hemos estudiado especialmente la oposición
entre lá sublimación y la represión y, a título de ejemplo m uy
significativo, los garabatos de fijación materna que señalan a la vez
la interdicción de las relaciones edípicas y la inmadurez dei Yo.
En conclusión, • creemos haber dado la prueba de que los
garabatos, por pueriles y anodinos que sean en apariencia, están en
relación profunda con los problem as personales del que los traza y
nos suministran, sobre su vida inconsciente, docum entos preciosos
que no nos sería posible obtener de otra manera y con tan poco
esfuerzo.
Relaciones con e] mundo exterior, objetivadas en la forma en
que los garabatos ocupan el espacio vital de la hoja: grado de
expansión (amplia expansión o inhibición); grado de sublimación
(trazado compacto o abierto).
Relaciones con la instancia familiar, objetivadas en la relación
de los garabatos con el nombre.
En el mismo orden de ideas, la forma en que se ha resuelto el
complejo de Edipo: xasos muy frecuentes en los que no ha podido
ser superado y en los que el sujeto ha retrocedido a un estadio
pre-edípico de relación puramente nutricia con una imagen materna
(garabatos debajo del nombre).
Significado especial de los garabatos esfumados, interpretados
como la objetivación del volver contra sí mismo las pulsiones
agresivas.
Por último, importancia de las formaciones reaccionales y del
aislamiento, que expresan muy claramente en los garabatos la in­
versión de las pulsiones y la relación de objeto a distancia.
No desconocemos el hecho de que nuestro estudio es aún muy
incompleto y que convendría proseguirlo en diversas direccio­
nes: Estudio de la evolución de los garabatos según la edad y el
sexo.—Estudio de esa evolución durante las psicoterapias. —Estudio
comparativo del test de los garabatos con otros tests de proyección.
— Estudio sistemático de los garabatos en los diversos síndromes
patológicos, etc.
Nos parece que lo esencial es el hecho de que este nuevo
instrumento de investigación psicológica permite explorar un sector
de la personalidad al cual no se tenía acceso hasta ahora y que, dado
que el método de interpretación que nos ha sugerido nuestro
estudio se ha revelado fecundo en los dominios en que lo hemos
aplicado, el mismo debería poder utilizarse también con provecho
en otros campos.
BIBLIOGRAFÍA
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