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Manuel Antonio Arango Tema y estructura de La siesta del martes (1)

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NOTAS
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3.6. Las estructuras en que el personaje central se asemeja a uno bondadoso, lo semejan mediatamente, a toda la macroestructura de los
bondadosos, y por ser ésta opuesta a la de los deshumanizados, lo
opone, mediatamente, a ellos. Tales mediaciones construyen, ya no el
devenir, sino el ser del personaje central, definen con trazos más fuertes, al relevarlas cuantitativamente, sus características. Es decir, las
macroestructuras de los personajes secundarios y la relación opuesta de
las mismas, construyen el ser del personaje central.
3.7. Las condiciones observadas en el numeral 3 . 3 . , anterior, manifiestan que la bondad y el respeto por la vida de las criaturas —el
"humanitarismo"— no es privativo del hombre, y que, antes bien,
éste guarda la ferocidad de una bestia, envuelta en forma humana.
Que entre el hombre y la bestia sólo media el corazón y que tanto
vale una vida (o una muerte), como otra.
ERNESTO PORRAS (HOLLANTES
Instituto Caro y Cuervo.
TEMA Y ESTRUCTURA EN EL CUENTO
«LA SIESTA DEL MARTES»
DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
I
INTRODUCCIÓN
El autor ruso Vladimir Propp nos da un nuevo enfoque para el
análisis del cuento en su libro Morfología del cuento 1. Esta obra señala los problemas fundamentales que presentan los sistemas tradicionales y nos indica la teoría estructural para el análisis del cuento,
teoría que está corroborada por los europeos A. }. Greimas, Roland
Barthes, Tzvetan Todorov, Claude Brémond y E. Mélétinski.
Greimas considera que el cuento debe dividirse en sus respectivas
partes constitutivas: "Se puede decir que el primer paso metódico, en
1
VLADIMIR PROPP, Morfología del cuento, 3* ed., Madrid, Fundamentos, 1977.
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el proceso de la descripción del mito, es la descomposición del relato
en secuencias" 2 .
Barthes a su vez comparte el criterio analítico de Propp: "Para
poder clasificar y describir los millones de relatos se necesita una teoría. Hay que concebir primero un modelo hipotético de descripción" 3 .
Todorov también pone énfasis en el modelo hipotético descriptivo: "Debemos tratar de la estructura del discurso literario, que hace
posible la existencia de cada obra en particular"4. Para Brémond, el
modelo analítico literario debe partir de Propp:
El examen del método seguido por V. Propp para describir los caracteres específicos de uno de estos universos particulares, el del cuento ruso, nos ha convencido de la necesidad de trazar, previamente a toda descripción de un género
literario definido, el plano de las posibilidades lógicas del relato. Con esta condición, el proyecto de una clasificación de los universos de [sic] relato, basado en
caracteres estructurales tan precisos como los que sirven a los botánicos y a los
naturalistas para definir los objetos de su estudio, deja de ser quimérico 5 .
E. Mélétinski considera que V. Propp se mueve alrededor del
desarrollo cronológico y de las funciones de sus personajes:
En su investigación sobre la especificidad genérica del cuento maravilloso, examina sobre todo el relato, analiza el desarrollo cronológico y por tanto la sintagmática, para aclarar la significación de cada sintagma en el interior de un argumento
determinado. Por eso su modelo estructural es lineal. Solamente en la etapa siguiente de su investigación (reflejada en las Raíces históricas del cuento maravilloso) es cuando las funciones reciben una interpretación etnográfica (en el plano
genético)6.
La morfología del cuento, de Propp, ha estimulado el estudio estructural del cuento en Norte América, aunque R. Jakobson y Thomas A. Sebeok 7, ya habían tocado el tema en el folclor. Desafortu3
A. GREIMAS, Elementos para una teoría de la interpretación del relato mítico,
en Comunicaciones, núm. 8, traducción de Beatriz Dorriots, Buenos Aires, Tiempo
Contemporáneo, 1972, págs. 47-48.
8
ROLAND BARTHES, Introducción al análisis estructural de ¡os relatos, en Comunicaciones, núm. 8, pág. 11.
* TZVETAN TODOROV, Literatura y significación, traducción de Gonzalo Suárez Gómez, Barcelona, Planeta, 1971, pág. 10.
8
CLAUDE BRÉMOND, La lógica de los posibles narrativos, en Comunicaciones,
núm. 8, pág. 87.
* E. MéLETiNSKi, El estudio estructural y la tipología del cuento, en Morfología del cuento, Madrid, Fundamentos, 1977, pág. 193.
' T H . A. SEBEOK, Toward a statistical contingeney method in folklore research, en Studies in folklore, Bloomington, Indiana University, 1957, núm. 9,
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nadamente en la crítica literaria hispanoamericana la aplicación del
método estructuralista es relativamente incipiente. Empero, lo poco que
se ha escrito bajo este método ha dado resultados positivos en el análisis narrativo.
II
ARGUMENTO Y TEMA
El presente trabajo analiza el argumento, el tema y la estructura
del cuento La siesta del martes8, del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982.
Desde el punto de vista del argumento, el autor nos presenta
— en La siesta del martes — una historia que ocurre entre las once de
la mañana y las tres y media de la tarde de un "luminoso martes
de agosto" (pág. 10). Una mujer y su joven hija viajan en un vagón de tercera clase de un tren a través de plantaciones de banano, y
sin "brisa del mar" (pág. 7), el que se detiene "en una estación sin
pueblo" (pág. 8), y, finalmente, llegan a un pueblo, caluroso y solitario, donde madre e hija descienden:
No había nadie en la estación. Del otro lado de la calle, en la acera sombreada
por los almendros, sólo estaba abierto el salón de billar. El pueblo flotaba en el
calor. La mujer y la niña descendieron del tren, atravesaron la estación abandonada cuyas baldosas empezaban a cuartearse por la presión de la hierba, y cruzaron la calle hasta la acera de sombra (pág. 10).
El tren llega alrededor de las dos de la tarde, y las dos mujeres
tienen la intención de regresar el mismo día en el mismo tren a las
tres y media. Así que tan sólo tienen disponible hora y media para
sus diligencias en el pueblo. De tal suerte que el tren mide el tiempo
de las dos pasajeras y condiciona la acción en el relato:
Entraron en una sala impregnada de un viejo olor de flores. La mujer de la
casa las condujo hasta un escaño de madera y les hizo señas de que se sentaran.
La niña lo hizo, pero su madre permaneció de pie, absorta, con la cartera apretada en las dos manos. No se percibía ningún ruido detrás del ventilador eléctrico.
La mujer de la casa apareció en la puerta del fondo.
págs. 130-HO; T H . A. SEBEOK, F. J. INCONCMAN, Structural and contení analysis
in folklore researchs, en Studies in cheremis: the supernatural, New York, 1956,
núm. 22, págs. 261-268.
8
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, La siesta del martes, en Los funerales de la ma-
má grande, Bogotá, La Oveja Negra, 1978, págs. 7-17. En adelante citamos por
esta edición con las páginas entre paréntesis.
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— Dice que vuelvan después de las tres — dijo en voz muy baja —. Se
acostó hace cinco minutos.
— El tren se va a las tres y media —dijo la mujer (págs. 11-12).
El relato nos señala que madre e hija son pobres. La voz narrativa
nos indica lo único que llevaban: "una bolsa de material plástico con
cosas de comer y un ramo de flores en papel de periódicos" (pág. 8);
además, "ambas guardaban un luto riguroso y pobre" (pág. 8).
La visión paupérrima se refuerza una vez más en el relato cuando, posteriormente, percibimos que su hijo murió descalzo y con un
trozo de soga en vez de cinturón.
Un poco antes de finalizar el cuento, el autor nos deja ver la
razón del viaje de madre e hija, pues se efectúa una tensión que alberga un potencial dinámico que repercute en el corazón del relato,
despertando una aguda atención, en forma sostenida, desde las primeras líneas hasta el final.
Sabemos el propósito de la madre y su hija a través del diálogo
entre el sacerdote y la señora que descendió del tren:
— ¿Qué se le ofrece? —preguntó.
— Las llaves del cementerio — dijo la mujer.
La niña estaba sentada con las flores en el regazo y los pies cruzados bajo
el escaño. El sacerdote la miró, después miró a la mujer y después, a través de
la red metálica de la ventana, el cielo brillante y sin nubes.
— ¿Qué tumba van a visitar? —preguntó.
— La de Carlos Centeno — dijo la mujer.
— ¿Quién?
— Carlos Centeno — repitió la mujer.
El padre siguió sin entender.
— Es el ladrón que mataron aquí la semana pasada — dijo la mujer en el
mismo tono—. Yo soy su madre (págs. 12-13).
Rápidamente el narrador omnisciente nos señala los antecedentes
de la muerte de Carlos Centeno. Por medio de un contrapunto entre
el rico y el pobre, el autor presenta una protesta social. Aquí García
Márquez se ha realizado como cuentista de lo social. La señora Rebeca
dispara su revólver que no había sido disparado desde los tiempos del
Coronel Aureliano Buendía. Rebeca representa la familia burguesa,
solitaria, histérica y con delirios de persecución, pues vivía bajo "un
terror desarrollado en ella por 28 años de soledad" (pág. 14).
Era la primera vez que la señora disparaba un revólver. Ella vivía
en una casa de aspecto burgués llena de cachivaches. La víctima del
disparo, Carlos Centeno, por el contrario, representa al marginado social que tiene que robar por necesidad para comer él, su madre y su
hermana. Además de robar, se dejaba golpear en los clubes de boxeo
los sábados en la noche para llevar sustento a su familia. Así lo
afirma su madre:
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[ . . . J Cada bocado que me comía en aquel tiempo me sabía a los porrazos que
le daban a mi hijo los sábados en la noche (págs. 15-16).
Además de la penuria económica que nos señala la madre de
Carlos Centeno, la voz narrativa nos hace intuir un conflicto de mayor profundidad, de mayor trascendencia, y es el de carácter moral que
se manifiesta a través del diálogo entre el párroco y la madre de Carlos:
— ¿Nunca trató de hacerlo entrar por el buen camino?
La mujer contestó cuando acabó de firmar.
— Era un hombre muy bueno.
El sacerdote miró alternativamente a la mujer y a la niña y comprobó con
una especie de piadoso estupor que no estaban a punto de llorar.
La mujer continuó inalterable:
— Yo le decía que nunca robara nada que le hiciera falta a alguien para
comer, y él me hacía caso. En cambio, antes, cuando boxeaba, pasaba hasta tres
días en la cama postrado por los golpes.
— Se tuvo que sacar todos los dientes — intervino la niña.
— As! es —confirmó la mujer—. Cada bocado que me comía en ese tiempo me sabía a los porrazos que le daban a mi hijo los sábados en la noche
— La voluntad de Dios es inescrutable —dijo el padre (págs. 15-16).
Ese admirable diálogo entre el acusador y la defensora encierra una
tremenda filosofía social. El sacerdote considera que Carlos Centeno
era un hombre de baja conducta. Su madre lo defiende a través de
la moral de ella: "Yo le decía que nunca robara nada que le hiciera
falta a alguien para comer, y él me hacía caso". Esa estrecha relación
entre madre e hijo se aprecia también en las postreras palabras de
Carlos Centeno: "Ay, mi madre" (pág. 14).
Para la madre de Carlos, el robo por necesidad a personas ricas
no constituye una falta. Carlos Centeno sólo robaba a los ricos cuando el hambre lo atormentaba a él y a su familia. Para ella, su hijo
no era ladrón en el estricto sentido de la palabra, ya que él robaba
sólo por las circunstancias (por absoluta necesidad y a personas a quienes no les hiciera falta). Por tal razón, para la madre de la víctima,
el robo de su hijo en estas circunstancias no bastaba para definirlo como
ladrón. Para la madre de Carlos, el ser humano se define y se califica
según la situación del momento. Los valores se determinan con base
en un hecho social: este marco social e? para la madre de Carlos lo que
justifica o condena las acciones en un momento determinado.
La siesta del martes revela una preocupación del autor por la
condición humana de un conglomerado social que se mueve a través
de una civilización contemporánea que lo ignora.
Gabriel García Márquez, en La siesta del martes, ha profundizado
en los conflictos socio-económicos de una parte de la colectividad de
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Macondo y ha logrado dar una visión humana universal de un grupo
marginado, angustiado, humillado, miserable y sin esperanza alguna
de redención.
El autor presenta el problema como un buen artista, pero al presentar el problema se coloca en una posición de examen, de denuncia
y, en último término, de querer transformar esa triste realidad, intentando tomar una actitud de restituir la justicia ante la luz del
mundo de hechos que se dan en lugares concretos, y que marcan un
estado actual que sirve para señalar una realidad histórica en el universal Macondo.
III
ESTRUCTURA
Para analizar la estructura del cuento La siesta del martes, considerado por el autor como su mejor cuento0, comenzamos por el estudio de las funciones de los personajes, para lo cual es necesario
definirlos por lo que hacen, al igual que por sus acciones. Tres clases
de personajes se pueden identificar con claridad en el cuento: a) el
acusador, b) el defensor, y c) el ayudante. El defensor, en este caso
la madre de Carlos Centeno, trata de explicar el antecedente de la
muerte de su hijo, mientras que el acusador, para el caso, el sacerdote,
trata de mantener la situación de la historia después del acontecimiento previo, ya que él se transforma en el representante de la moral del
pueblo. No presenta una confrontación aferrada frente al defensor,
pero opone resistencia a los esfuerzos de éste a través del diálogo.
Aunque la resistencia del defensor (la madre de Carlos Centeno) no
garantiza un éxito definitivo en virtud de su debilidad frente al acusador, no hallamos en ningún momento que se deje vencer por la
dialéctica de su contrincante. De ahí que la lucha entre defensor y
acusador sea difícil; pero el segundo termina cediendo al tratar de
ayudar a la madre de Carlos. Tanto el uno como el otro gozan de la
asistencia de un ayudante, o sea la hermana del sacerdote y la hija
de la madre de la víctima.
ACONTECIMIENTO PREVIO
El cuento ofrece un definido acontecimiento previo que se narra
inmediatamente después del comienzo de la acción. Vemos cómo el
* GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, El olor de la guayaba, conversaciones con Plinio
Apuleyo Mendoza, Bogotá, La Oveja Negra, 1982, pág. 26.
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malogrado intento de mirar por la chapa de la puerta de propiedad
de Rebeca, y que culmina con la muerte de Carlos Centeno, se cuenta
por la voz omnisciente en un solo párrafo:
Todo había empezado el lunes de la semana anterior, a las tres de la madrugada y a pocas cuadras de allí. La señora Rebeca, una viuda solitaria que vivía
en una casa llena de cachivaches, sintió a través del rumor de la llovizna que
alguien trataba de forzar desde afuera la puerta de la calle. Se levantó, buscó a
tientas en el ropero un revólver arcaico que nadie había disparado desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía, y fue a la sala sin encender las luces. Orientándose no tanto por el ruido de la cerradura como por un terror desarrollado en
ella por 28 años de soledad, localizó en la imaginación no sólo el sitio donde
estaba la puerta sino la altura exacta de la cerradura. Agarró el arma con las
dos manos, cerró los ojos y apretó el gatillo. Era la primera vez en su vida que
disparaba un revólver. Inmediatamente después de la detonación no sintió nada
más que el murmullo de la llovizna en el techo de zinc. Después percibió un
golpecito metálico en el andén de cemento y una voz muy baja, apacible, pero
terriblemente fatigada: "Ay, mi madre". El hombre que amaneció muerto frente
a la casa, con la nariz despedazada, vestía una franela a rayas de colores, un
pantalón ordinario con una soga en lugar de cinturón, y estaba descalzo. Nadie
lo conocía en el pueblo (págs. 13-H).
Este hecho es la base de las funciones posteriores. Si no hubiera
muerto Carlos Centeno, no se necesitarían ni el defensor (la madre de
Carlos) ni el acusador (el sacerdote) y lógicamente la confrontación
entre uno y otro no existiría.
LA PRIMERA CONFRONTACIÓN
La primera confrontación en el cuento es de tipo físico, y la hallamos en el momento en que el defensor (la madre) y su ayudante
(su hija) viajan en el vagón de tercera clase del tren que las conduce
al pueblo:
— Es mejor que subas el vidrio — dijo la mujer —. El pelo se te va a
llenar de carbón.
La niña trató de hacerlo pero la persiana estaba bloqueada por óxido.
Eran los únicos pasajeros en el escueto vagón de tercera clase (pág. 7).
LA DESCRIPCIÓN DE LOS PERSONAJES
La descripción del defensor (la madre de Carlos), es la más completa que encontramos en el cuento:
La mujer parecía demasiado vieja para ser su madre, a causa de las venas azules
en los párpados y del cuerpo pequeño, blando y sin formas, en un traje cortado
como una sotana. Viajaba con la columna vertebral firmemente apoyada contra
el espaldar del asiento, sosteniendo en el regazo con ambas manos una cartera
de charol desconchado. Tenía la serenidad escrupulosa de la gente acostumbrada
a la pobreza (pág. 8).
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El cuento también trae una descripción breve del pueblo que, aun
sin personaje que dialogue, tiene una importancia vital:
Las casas, en su mayoría construidas sobre el modelo de la compañía bananera,
ten'an las puertas cerradas por dentro y las persianas bajas. En algunas hacía
tanto calor que sus habitantes almorzaban en el patio. Otros recostaban un asiento a la sombra de los almendros y hacían la siesta sentados en plena calle
(págs. 10-11).
La descripción física del acusador (el sacerdote), quien representa la moral del pueblo, es realmente breve; en cambio, dicho acusador
se caracteriza por su manera de hablar:
La puerta del fondo se abrió y esta vez apareció el sacerdote limpiándose los
lentes con un pañuelo. Sólo cuando se los puso pareció evidente que era hermano
de la mujer que había abierto la puerta (pág. 12).
Más adelante encontramos la dialéctica del párroco:
El párroco suspiró.
— ¿Nunca trató de hacerlo entrar por el buen camino?
La mujer contestó cuando acabó de firmar.
— Era un hombre muy bueno.
[ . . . ] As! es — confirmó la mujer —. Cada bocado que me comía en ese
tiempo me sabía a los porrazos que le daban a mi hijo los sábados en la noche.
— La voluntad de Dios es inescrutable —dijo el padre (págs. 15-16).
OPOSICIÓN
En La siesta del martes, el acusador no es el único que se opone
al defensor, sino también una serie de circunstancias que tratan de
impedir que la madre de Centeno y su hija lleguen al pueblo a visitar
la tumba de Carlos. El ambiente del clima no es propicio para las
viajeras:
El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas, penetró en las plantaciones de banano, simétricas e interminables, y el aire se hizo húmedo y no se
volvió a sentir la brisa del mar. Una humareda sofocante entró por la ventanilla
del vagón (pág. 7).
La condición atmosférica se percibe a menudo, perturbando el
viaje de la madre y de su hija y hasta las continuas paradas del tren
obstaculizan el viaje de las pasajeras:
A las doce había empezado el calor. El tren se detuvo diez minutos en una
estación sin pueblo para abastecerse de agua. Afuera, en el misterioso silencio de
las plantaciones, la sombra tenía un aspecto limpio. Pero el aire estancado dentro
del vagón olía a cuero sin curtir. El tren no volvió a acelerar. Se detuvo en dos
pueblos iguales, con casas de madera pintadas de colores vivos. La mujer inclinó
la cabeza y se hundió en el sopor (pág. 8).
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A pesar de todas estas vicisitudes el defensor y su ayudante (madre e hija) continúan el viaje con paciencia hasta llegar al pueblo
donde descienden del tren y van directamente al despacho parroquial.
La resistencia se presenta ahora por el ayudante del acusador (la
hermana del sacerdote), quien afirma que el párroco está durmiendo
la siesta y no puede atenderlas. La insistencia-resistencia entre acusador y defensor se acentúa.
— Necesito al padre —dijo.
— Ahora está durmiendo.
— Es urgente — insistió la mujer.
Su voz tenía una tenacidad reposada (pág. 11).
Algunos párrafos después hallamos lo siguiente:
La mujer de la casa apareció en la puerta del fondo.
— Dice que vuelvan después de las tres — dijo en voz muy baja —. Se
acostó hace cinco minutos.
— El tren se va a las tres y media —dijo la mujer.
Fue una réplica breve y segura, pero la voz seguía siendo apacible, con muchos matices (pág. 12).
EL
TRIUNFO
El triunfo se anota en el cuento cuando después de la insistencia
de la defensora (la madre de Carlos), ésta presiona a la ayudante del
acusador (la hermana del sacerdote) a fin de que ella permita que la
madre de Carlos hable con el sacerdote.
[...]
La mujer de la casa sonrió por primera vez.
— Bueno —dijo (pág. 12).
SEGUNDA CONFRONTACIÓN
Esta nueva confrontación se observa en virtud de un diálogo entre el sacerdote y la madre de Carlos. "¿Qué se le ofrece?", pregunta
el sacerdote. "Las llaves del cementerio", contesta la madre de la víctima. Así, por vez primera, el defensor y el acusador se hallan reunidos sin intervención del ayudante.
UBICACIÓN
TEMPORAL
DESCRIPCIÓN DEL PUEBLO
El pueblo en el fondo podría ser un oponente del defensor, y de
ahí que haya algunas referencias en el proceso de oposición. Veamos
la descripción del pueblo donde una lentitud y un calor sofocante invaden el ambiente:
Eran casi las dos. A esa hora, agobiado por el sopor, el pueblo hacía la
siesta. Los almacenes, las oficinas públicas, la escuela municipal, se cerraban desde
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las once y no volvían a abrirse hasta un poco antes de las cuatro, cuando pasaba
el tren de regreso. Sólo permanecían abiertos el hotel frente a la estación, su cantina y su salón de billar, y la oficina del telégrafo a un lado de la plaza. Las
casas, en su mayoría construidas sobre el modelo de la compañía bananera, tenían
las puertas cerradas por dentro y las persianas bajas. En algunas hacía tanto calor
que sus habitantes almorzaban en el patio. Otros recostaban un asiento a la sombra de los almendros y hacían la siesta sentados en plena calle (págs. 10-11).
Analizando este párrafo, observamos que hay una paralización
casi completa del pueblo a causa del intenso calor, y por tal razón el
pueblo se constituye como elemento de oposición al defensor. Por la
misma razón el pueblo es también un oponente —casi superior al sacerdote— a la madre de Carlos Centeno (defensor).
PRIMERA OPOSICIÓN
En el plano de los personajes hemos visto la oposición acusadordefensor a través de todo el relato. En este nuevo diálogo hallamos
de nuevo la misma situación de oposición donde el sacerdote pone
obstáculos para impedir a la madre y a la niña la visita a la tumba
de Carlos Centeno.
La niña estaba sentada con las flores en el regazo y los pies cruzados bajo
el escaño. El sacerdote la miró, después miró a la mujer y después, a través de
la red metálica de la ventana, el cielo brillante y sin nubes.
— Con este calor —dijo—. Han podido esperar a que bajara el sol
(págs. 12-13).
El defensor (la madre de Carlos) mueve la cabeza en silencio
para expresar su negación e insiste en llegar a la tumba de su hijo. La
firme insistencia del defensor se aprecia en el diálogo con el acusador.
— ¿Qué tumba van a visitar? —preguntó.
— La de Carlos Centeno — dijo la mujer.
— ¿Quién?
— Carlos Centeno —repitió la mujer.
El padre siguió sin entender.
— Es el ladrón que mataron aquí la semana pasada — dijo la mujer en el
mismo tono—. Yo soy su madre (pág. 13).
Hemos visto cómo la oposición ofrece resistencia por parte del
defensor al acusador, y ahora se observa la insistencia de la madre de
Carlos, que en el plano lingüístico sería una reiteración paralela de la
función del defensor, ya que el sacerdote opone resistencia a los esfuerzos de la madre de la víctima. Aquí entra en juego la participación
pasiva del ayudante del defensor, en este caso la niña, quien con su
permanente compañía, con sus movimientos silenciosos y sus pocas
intervenciones participa en el diálogo:
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El sacerdote la escrutó. Ella lo miró fijamente, con un dominio reposado, y
el padre se ruborizó. Bajó la cabeza para escribir. A medida que llenaba la hoja
pedía a la mujer los datos de su identidad, y ella respondía sin vacilación, con
detalles precisos, como si estuviera leyendo. El padre empezó a sudar. La niña se
desabotonó la trabilla del zapato izquierdo, se descalzó el talón y lo apoyó en el
contrafuerte. Hizo lo mismo con el derecho (pág. 13).
El defensor continúa en forma tan firme y calmada la defensa
ante la oposición del acusador (el sacerdote), que el padre se ruboriza
y empieza a sudar. La resistencia del párroco comienza a debilitarse y
toma el camino de la conciliación. Al entregarles a la madre y a la
hija las llaves del cementerio y al pedirle a la mujer que firme el registro, el párroco inicia un breve diálogo, el cual demuestra una vez
más el rechazo del defensor y de su ayudante (la niña).
La mujer contestó cuando acabó de firmar.
— Era un hombre muy bueno.
El sacerdote miró alternativamente a la mujer y a la niña y comprobó con
una especie de piadoso estupor que no estaban a punto de llorar.
La mujer continuó inalterable:
— Yo le decía que nunca robara nada que le hiciera falta a alguien para
comer, y él me hacía caso. En cambio, antes, cuando boxeaba, pasaba hasta tres
días en la cama postrado por los golpes.
— Se tuvo que sacar todos los dientes — intervino la niña.
— As! es — confirmó la mujer —. Cada bocado que me comía en ese tiempo
me sabía a los porrazos que le daban a mi hijo los sábados en la noche.
— La voluntad de Dios es inescrutable —dijo el padre (págs. 15-16).
El sacerdote, sin mucha convicción, se limita a decir: "La voluntad de Dios es inescrutable". A pesar de esta débil resistencia del acusador, la oposición no termina aún: surge la oposición del pueblo
reunido, que indudablemente presenta otro obstáculo para el defensor
y su ayudante:
Desde antes de abrir la puerta de la calle el padre se dio cuenta de que
había alguien mirando hacia adentro, las narices aplastadas contra la red metálica.
Era un grupo de niños. Cuando la puerta se abrió por completo los niños se
dispersaron. A esa hora, de ordinario, no había nadie en la calle. Ahora no sólo
estaban los niños. Había grupos bajo los almendros (pág. 16).
El sacerdote y su hermana tratan de todas maneras de evitar una
confrontación entre la madre de Carlos y su pequeña hermana con
el pueblo; por tal razón hallamos el siguiente diálogo, esta vez entre el
párroco y su hermana.
— Esperen un minuto — dijo, sin mirar a la mujer.
Su hermana apareció en la puerta del fondo, con una chaqueta negra sobre
la camisa de dormir y el cabello suelto en los hombros. Miró al padre en silencio.
— ¿Qué fue? —preguntó él.
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—
—
—
(págs.
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La gente se ha dado cuenta —murmuró su hermana.
Es mejor que salgan por la puerta del paáo — dijo el padre.
Es lo mismo — dijo su hermana —. Todo el mundo está en las ventanas
16-17).
El acusador y su acompañante temen que su oposición no sea
positiva; por lo tanto se oye de nuevo, casi palabra por palabra, lo que
anteriormente había dicho a la mujer y a la hija antes de ir a la
tumba de Carlos Centeno:
— Esperen a que baje el sol —dijo el padre (píg. 17).
La voz del acompañante del acusador aparece a fin de corroborar
en la oposición:
— Se van a derretir — dijo su hermana, inmóvil en el fondo de la sala —.
Espérense y les presto una sombrilla (pág. 17).
Ahora hay un doble paralelismo de oposición: acusador y su
acompañante en perfecta unión se oponen a una pareja también estrechamente unida: el defensor y su acompañante, sin llegar a una conciliación con sus oponentes, ya que madre e hija insisten hasta llegar
al triunfo definitivo:
— Gracias — replicó la mujer —. Así vamos bien.
Tomó a la niña de la mano y salió a la calle (pág. 17).
Los
MOTIVOS
La función de los motivos en el cuento sirven para mantener la
estructura de transición a través del relato. Los motivos se dan en
forma de relación con la función de los personajes, encontrándolos
dentro de un plano de significación y hallando de este modo motivos tan importantes como son: la puerta y la red metálica. Veamos
un ejemplo:
[ . . . ] . La mujer raspó con la uña la red metálica de la puerta, esperó un instante y volvió a llamar. En el interior zumbaba un ventilador eléctrico. No se
oyeron los pasos. Se oyó apenas el leve crujido de una puerta y en seguida una
voz cautelosa muy cerca de la red metálica: "¿Quién es?". La mujer trató de
ver a través de la red metálica (pág. 11).
EL
DISCURSO
LOS PLANOS TEMPORALES
Nos iniciamos con el discurso a través del tiempo. Observemos
que en el relato sólo se da en mayor gradación el tiempo presente, y
en segundo plano un tiempo pasado y un tiempo futuro. El tiempo
THESAURUS. Tomo XL. Núm. 3 (1985). Manuel Antonio ARANGO. Tema y estructura ...
TH. XL, 1985
NOTAS
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pretérito corresponde a la historia, o sea el señalado en el acontecimiento previo, pero en el fondo este pretérito se proyecta hacia el
presente. El tiempo futuro está ligado al final que se halla en cada
relato a fin de encadenar la continuación del discurso narrativo.
El tiempo en el cuento se caracteriza por la morosidad, tempo
lento propio de la novela. "Eran las once de la mañana y aún no
había empezado el calor" (pág. 7). Esta frase en imperfecto marca el
predominio del tiempo presente para encadenar con la siguiente frase
temporal: "A las doce había empezado el calor" (pág. 8).
El paso del tiempo continúa lento, moroso, y anuncia la llegada
del defensor y su acompañante al pueblo, pueblo caluroso, estático, sin
movimiento, donde parece que el tiempo se eternizara:
No había nadie en la estación. Del otro lado de la calle, en la acera sombreada por los almendros, sólo estaba abierto el salón de billar. El pueblo flotaba
en el calor. La mujer y la niña descendieron del tren, atravesaron la estación
abandonada cuyas baldosas empezaban a cuartearse por la presión de la hierba,
y cruzaron la calle hasta la acera de sombra (pág. 10).
Un tiempo futuro y pretérito de menor importancia se determinan
por la voz del ayudante del acusador:
La mujer de la casa apareció en la puerta del fondo.
— Dice que vuelvan después de las tres — dijo en voz muy baja —. Se
acostó hace cinco minutos (pág. 12).
La voz de la madre de Carlos Centeno replicó:
— El tren se va a las tres y media (pág. 12).
El predominio del tiempo presente continúa hasta el final del
cuento con ligeras alusiones al tiempo futuro:
— Esperen a que baje el sol —dijo el padre.
— Se van a derretir — dijo su hermana, inmóvil en el fondo de la
sala (pág. 17).
E L NARRADOR Y EL MODO NARRATIVO
El narrador —omnisciente— está en tercera persona, y se limita
a contar lo exterior. Sus observaciones captan lo que aparece a la vista.
Veamos cómo él describe el viaje de la madre y su hija:
Cuando volvió al asiento la madre la esperaba para comer. Le dio un pedazo
de queso, medio bollo de maíz y una galleta dulce, y sacó para ella de la bolsa de
material plástico
pacio un puente
sólo que en éste
una pieza alegre
cuarteada por la
una ración igual. Mientras comían, el tren atravesó muy desde hierro y pasó de largo por un pueblo igual a los anteriores,
había una multitud en la plaza. Una banda de músicos tocaba
bajo el sol aplastante. Al otro lado del pueblo, en una llanura
aridez, terminaban las plantaciones (págs. 8-9).
THESAURUS. Tomo XL. Núm. 3 (1985). Manuel Antonio ARANGO. Tema y estructura ...
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NOTAS
TH. XL, 1985
El narrador omnisciente se caracteriza en el cuento por exponer
y relatar los acontecimientos con un laconismo sorprendente a fin de
que el lector participe con su interpretación.
La estructura del cuento queda determinada por el acontecimiento
previo que constituye la base de las funciones de la confrontación,
oposición y triunfo que corroboran estrechamente con la insistenciaresistencia que se da en forma permanente en el relato. La ubicación
temporal, los motivos, los planos temporales y el narrador, son elementos básicos para complementar la estructura narrativa de La siesta
del martes.
MANUEL ANTONIO ARANCO
Laureaban University
Ontario, Canadá.
ERASMO Y «DON QUIJOTE DE LA MANCHA»
Uno de los aportes más notorios a la crítica cervantina en lo que
va corrido del siglo xx es, quizás, el descubrimiento de la riqueza de
Don Quijote en su estructura novelística que le da un cierto aire atractivo de modernidad. Pero, al mismo tiempo, se ha señalado la constante presencia del erasmismo en las diversas obras de Cervantes como
un elemento imprescindible para la cabal interpretación del Quijote.
Especialmente han contribuido a esta tarea los escritos de Américo
Castro y de Marcel Bataillon *.
En el presente trabajo se persigue un doble objetivo: por una
parte, presentar en forma muy esquemática los principales aportes
que se han hecho hasta el momento sobre el tema E r a s m o y
C e r v a n t e s ; por otra, confrontar dos textos erasmistas directamente con Don Quijote de la Mancha para hacer resaltar la influencia
del pensador holandés sobre el Manco de Lepanto, particularmente en
cuanto a su concepción humanista, en las ideas religiosas y en la locu1
AMÍRICO CASTRO, Cervantes y ¡os casticismos españoles, Madrid, Alianza
Editorial, 1974.
AMÉRICO CASTRO, Erasmo en tiempos de Cervantes, en Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1960, págs. 193-230.
AiuáRico CASTRO, El pensamiento de Cervantes, Barcelona, Noguer, 1972.
MARCEL BATAILLON, Erasmo y España, México, Fondo de Cultura Económica,
1950.
THESAURUS. Tomo XL. Núm. 3 (1985). Manuel Antonio ARANGO. Tema y estructura ...
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