Déjenme parir acompañada *Lucía Maldonado Galindo Las lecturas a lo largo del curso fueron transformadoras en mi manera de pensar, cambiaron el lugar desde donde veía los distintos fenómenos que se dan en relación a la partería en Colombia. Empezando por la primera lectura, donde Sara Ahmed (2021), nos habla sobre el feminismo como un acto de resistencia a un sistema, en el cual cuidarnos entre nosotras de convierte en un cuidado feminista, donde cita a Lorde quien menciona lo siguiente, “Cuidarme a mí misma no es autoindulgencia, es autopreservación, y es un acto de lucha política” (1988: 131). Para la persona que está en gestación es importante sentirse acompañada, informada y cuidada; más aún el día del parto, donde los miedos, angustias y la incertidumbre se apodera de ella. Decidir parir acompañada es un acto político, en el cual se sobrevive a ese sistema de salud, que violenta más a unas que otras, y es que en el momento que se privatizó la atención médica, profundizó esas brechas de quiénes son más humanos que otros, quiénes valen más y por ende respetar un poco más sus cuerpos, pero también, quiénes pueden ser tratados con menos cuidado, peor aún que no vale la pena luchar por su vida. Así los sentimientos son algo que están inmersos en la gestación, parto y postparto; las parteras y doulas te ayudan a gestionarlos, los reconocen y los validan. Los partos institucionalizados se han caracterizado por callar a las mujeres, basurizar sus emociones y sentimientos argumentando que hay otras cosas más importantes ese día para atender. Al respecto, Sara Ahmed (2021), señala que: “Nuestras emociones se sinceran cuando rechazamos el mandato de ser leales y alegres. No siempre sabemos cómo nos sentimos, incluso cuando sentimos algo intensamente.” (Ahmed, 2021, p. s/n). El día que se pare, las parteras mencionan que la mujer entra en un “estado de inconciencia”, donde surgen diferentes recuerdos, emociones, sentimientos, ya sea con nuestra madre, padre, pareja, u otro, es un momento de restructuración emocional; por eso ser respetuoso con lo que vaya expresando la mujer que está en proceso de parto, es fundamental, ya que no siempre es felicidad y alegría. El sistema de salud no ha comprendido que existe una “diversidad de cuerpos y por ende una diversidad de requerimientos” (Ahmed, 2021), ha homogenizado los cuerpos de las mujeres al punto de convertirlos en objetos, y por tanto situarlos en una cadena de producción, los cuales no se mueven, no comen, no beben, no hablan y no sienten. Hablar de las mujeres que desean y buscan parir acompañadas en la ciudad, viene atravesado por la economía, la clase social, la raza, las creencias, la religión, la educación, etc. Así Jhon Law (2004) en After Method, nos expone que, al privilegiar y valorar descripciones claras y simples, cuando se abordan fenómenos que son complejos, difusos, caóticos, se vuelven comprensiones restrictivas y empobrecedoras. Por tanto, es importante situar a las mujeres que buscan parir, a las parteras y a las doulas, establecer esas redes para poder tener una mirada más amplia y no caer en generalizaciones o universalizaciones. Por ejemplo, existe una multiplicidad de parteras urbanas en Bogotá; autoidentificándose como parteras tradicionales, parteras campesinas, parteras interculturales, parteras autónomas, parteras contemporáneas, etc. (Gonzales y Montañez, 2021) Nelly Richard (1998) ya nos había expresado que, los estudios culturales “se mueven en una dirección transdisciplinaria, al querer diseñar un modelo de reorganización académica del conocimiento que incorpore saberes hasta ahora marginados por el canon de las disciplinas tradicionales.” (Richard, 1998, p. 119). Es sabido que la partería tradicional tuvo y tiene una lucha en la reivindicación de sus conocimientos ancestrales frente a la medicina occidental, los cuales siempre estuvieron subordinados frente a esta última, sin embargo, la partería tradicional ni la medicina occidental reconocen a las parteras urbanas, ya que se encuentran en un territorio que está reglado y normado por el sistema de salud, en el cual ellas y sus conocimientos se encuentran en un espacio difuso. Es fundamental situar la partería en Colombia y en Bogotá, siendo que el Ministerio de Salud y Protección Social, reduce su análisis a cifras, tasas y tendencias, enfocándose únicamente a disminuir el porcentaje de mortalidad materna, desarrollando políticas etnocéntricas y monoculturales, adoptando un discurso homogenizado, pero además que festeja silenciosamente la reducción de la intervención de las parteras en los nacimientos. Así se puede observar en el Plan decenal de Salud Pública 2012 -2021, que indica lo siguiente: El porcentaje de parto institucional, de 1990 a 2010, pasó del 76,3% al 98,6%. Entre 1990 y 2000, pasó del 84,8% al 94,4% en el área urbana, y del 59,7% al 70,6 % o en el área rural; en el mismo periodo, las regiones en donde se encuentra la más baja cobertura corresponde a la región del Atlántico, con el 64,7%; seguida de la oriental, con el 76,6%; y la del Pacífico, con el 72,1%. La mejor cobertura, desde el año 1990 hasta el 2000, la reporta Bogotá, con el 93,4% y el 97,2%, respectivamente. El porcentaje de partos atendidos por personal calificado pasó del 96,4% al 98,7/0, entre el 2005 y el 2010, superando la meta programada para el 2014, sobre un cumplimiento del 95% de cada 10 partos, 9 son atendidos por médicos; los partos atendidos por parteras disminuyeron del 2,7% al 0,78% (ENDS 1990,1995 y 2000) (Ministerio de salud, 2013, p.84) Por tanto, estamos hablando de una minoría, la cual lucha por el respeto al cuerpo de las personas que paren, por el reconocimiento de sus saberes y uso de plantas y medicinas, pero sobre todo una lucha por sobrevivir a un sistema aplastante, el cual parecería, que tiene la intención de hacerlas desaparecer, poniéndolas bajo el ala del sistema biomédico. ¿Cómo se puede conciliar los partos institucionales con los partos atendidos por parteras, pero además como conciliamos el trabajo de parteras “tradicionales” con las “urbanas”? Aquí se tiene una multiplicidad de relaciones – prácticas e institucionales, las cuales manejan diferentes discursos, donde se disputa quién tiene el “conocimiento”, uno entre el científico y empírico, y otro entre el mejor “conocimiento” empírico. Sin embargo, esta investigación no tiene el afán de descubrir quién tiene la razón, sino de comprender las transformaciones sociales que traen al acompañar en el parto, en equilibrar esas relaciones de poder y brindar alternativas a las mujeres. Los estudios culturales “constituyen una forma diferente de hacer el trabajo intelectual, y como su resultado, uno puede decir y hacer ciertas cosas, puede producir cierto tipo de conocimiento y entendimiento, el cual puede no ser posible a través de otras prácticas” (Grossberg, 2009, p. 13). Así, en la construcción del estado del arte, se pudo observar que existen trabajos de investigación sobre partería “tradicional” desde la antropología, sociología, medicina, enfermería; y mucho más en la temática de la violencia obstétrica, pero es importante tomar en cuenta estas otras historias no contadas desde la partería urbana, en las cuales se articulan otros tipos de relaciones de poder. Repensar las formas en cómo se agencian las parteras urbanas, en un territorio distinto al rural, donde la partería “tradicional” se ancla en ese territorio con sus usos y costumbres propios, donde esa labor se piensa desde lo colectivo, distinto a la ciudad, donde prevalece lo individual hace interesante trabajar en este tema. Pensar en los cuerpos y en los actores desde un enfoque material -semiótico, profundizando en los significados inmersos en esas prácticas, así como en la materialidad de los mismos. Haraway (1995), nos hablaba de que el conocimiento es también una especie de sintonización entre cuerpos, y en los relatos que hacen las parteras, se puede apreciar esa sintonización en su acompañar, por ejemplo, únicamente desde la mirada. En el sintonizar con cuerpos – otros, se aprenden potencialidades que tiene el propio. Así también, Latour (2004), nos recuerda que en la investigación es importante articular, es decir tener en cuenta esa posibilidad de generar una relación entre cuerpos que se afectan. Visualizar esas interacciones entre la partera, la madre, el bebé, la pareja, la familia, están atravesadas por el tiempo, no se dan de un momento al otro, es un proceso, en el cual hay que tomar en cuenta la gestación, el parto y post parto, acompañando a la madre 40 días posteriores. En ese proceso, ambas cambian, no vuelven a ser las mismas, pero también ha cambiado el entorno. Tratar de entender qué tienen en común esas luchas que la partería urbana y “tradicional” tienen en el presente, nos dará algunas ideas de lo que sucede, siendo uno de sus logros recién alcanzados, la promulgación de la Ley 2244 “Ley de Parto Digno, Respetado y Humanizado”, proceso en el cual estuvieron compartiendo espacios comunes y dialogando para que el Estado colombiano reconozca la importancia de su labor. Así Foucault (1988) mencionaba que no basta decir que son luchas contra la autoridad, sino que “son luchas transversales”, en este caso luchas en lo urbano y rural; “el objetivo de estas luchas son los efectos del poder como tales. Por ejemplo, no se critica la profesión médica esencialmente por ser una empresa lucrativa, sino porque ejerce un poder incontrolado sobre los cuerpos, la salud de los individuos, su vida y su muerte.” (Foucault, 1988, p. 5) Así también, “son luchas inmediatas, que no buscan al enemigo principal sino al inmediato”; y finalmente “se oponen a los efectos del poder vinculados con el saber, la competencia y la calificación” (Foucault, 1988, p. 5). Así pues, la capacitación de las parteras es algo que se empezó hacer desde 1954, donde la Organización Mundial de la Salud, publica el primer Informe orientado a la “Formación Profesional de Parteras”; en él se las conceptualiza y atribuye ciertos roles y funciones, además de dividirlas y clasificarlas según ciertas características en consideración a su conocimiento, si es empírico, científico o híbrido (OMS,1955). En el documento se puede observar una desvalorización constante en relación a sus prácticas culturales y tradiciones, citamos lo siguiente: Como efecto de las creencias tradicionales, son muy diversas las prácticas referentes al embarazo, al parto y a los cuidados que recibe el recién nacido. […] Algunas de esas costumbres son verdaderamente útiles; otras, al parecer, no causan perjuicio ninguno; otras, en fin, son nocivas y conviene eliminarlas. Cuando se respetan creencias y costumbres tradicionales que no perjudican, y se aprovechan a fondo las ventajas de las que son favorables, resulta más fácil ganarse la confianza de la madre y de su familia, y asentar así sobre una base sólida la ejecución de un programa continuo de educación sanitaria, que tienda a suprimir de manera constante y progresiva las prácticas religiosas. (OMS, 1955, p.4) Estas luchas como decía Foucault (1988) es consecuencia a un “rechazo de una inquisición científica o administrativa que determina quién es uno” (p,6), así esta ley 2244 del presente año, también repite en parte, por lo que será importante tomar en cuenta en la investigación las formas y el modo como circula y funciona el saber, sus relaciones con el poder. Para finalizar, Latour (2007), nos expone sobre las purificaciones que se dan en lo moderno, y la medicina occidental se ha caracterizado de purificar constantemente en su práctica obstétrica, algunas como ser: la separación entre lo técnico y lo emocional, entre el hombre y la mujer, el cuerpo y mente, entre los fármacos y las plantas medicinales, entre el control y el movimiento. Cada una se relacionan y articulan con el objetivo de que no se encuentren en algún punto, y más bien separarlas, así como lo planteo el primer informe de la OMS, en relación a la formación de las parteras clasificándolas en “parteras – empíricas”, “parteras – auxiliares”, “parteras – graduadas”. (OMS, 1955), separando a la partera de lo científico, y por tanto invisibilizándola en el contexto de la medicina y la obstetricia. La partería urbana, pone una resistencia a la purificación de “médico-partera”, en donde la persona decide parir confiando en una mujer que tiene conocimientos distintos, donde rompe las dicotomías instauradas en el sistema de salud colombiano, y la acompaña a sobrevivir al sistema desde el cuidado, respeto y comprensión de su cuerpo y emociones. Referencias Ahmed, Sara. 2021. Vivir una vida feminista. Buenos Aires: Caja Negra. (Leer: “Introducción. Trayendo a casa la teoría feminista”). Foucault, Michel. 1988. “El sujeto y el poder”. Revista Mexicana de Sociología, 50(3): 3-20 Gonzales Juana, Montañez Manuela. (2021). La partería colombiana: tan diversa como nuestro paisaje. Movimiento Nacional por la Salud sexual y reproductiva en Colombia. Disponible en: https://www.movimientossr.com/blog/laparteriacolombianatandiversacomonuestropaisaje Haraway, Donna. 1995. “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la persona parcial.” En Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. pp. 313-346. Editorial Cátedra: Madrid. Latour, Bruno. 2004. “How to Talk Abour the Body? The Normative Dimension of Science Studies”. Body & Society 10 (2-3), 205-229. Latour, Bruno. 2007. Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Siglo XXI Editores: Madrid. Law, John. 2004. After Method. Mess in social science research. Nueva York y Londres: Routledge. (Hay versión en español, recientemente publicada. Leer “After method: an introduction”). Ministerio de Salud y Protección Social. (2013). Plan Decenal 2012-2021. Colombia. Disponible en: https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/DE/DIJ/resolucion1841-de-2013.pdf OMS. (1955). Comité de Expertos para la formación profesional de parteras. Primer Informe. Organización Mundial de la Salid. Serie de informes técnicos. No. 93. Ginebra. Richard, Nelly. 1998. “Antidisciplina, transdisciplina y redisciplinamientos del saber”. Revista de Estudios Sociales 1: 118-123.