Lydia DAvis ciento cincuenta cuentos cortos ANTOLOGÍA PERSONAL TRADUCCIÓN DE MAURICIO MONTIEL FIGUEIRAS 150CUENTOSCORTOS.indd 3 08/10/19 3:50 p.m. El traductor agradece el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte para la realización de este libro. Derechos reservados De Break It Down (Desglose) copyright © 1986 por Lydia Davis: “Lo que ella sabia”, “Mildred y el oboe”, “El cuñado”, “Cómo W. H. Auden pasa la noche en casa de un amigo:”, “Madres”, “En una casa sitiada”, “Visita al marido”, “La espina”, “Empleo en la ciudad”, “Dos hermanas (I)”, “La madre”, “Amor segundo”, “Problema” De Almost No Memory (Casi nada de memoria) copyright © 1997 por Lydia Davis: “Jack del campo”, “Los ratones”, “La treceava mujer”, “Los gatos en la sala de recreación de la cárcel”, “La pecera”, “Nuestra amabilidad”, “Un desastre natu­ ral”, “Acuerdo”, “Desacuerdo”, “Reiterar”, “La otra”, “Una amiga mía”, “Vete”, “Una segunda oportunidad”, “Casi nada de memoria”, “Cómo a menudo tiene razón”, “Lo que siento”, “Cosas perdidas”, “Desde abajo, como vecina”, “Las bisabuelas”, “Ética”, “La salida”, “Un puesto en la universidad”, “La carrera de los motociclistas pacientes”, “Afinidad” De Samuel Johnson is Indignant (Samuel Johnson está indignado) copyright © 2001 por Lydia Davis: “Amigos aburridos”, “Traición”, “Una lección de Heródoto”, “Prioridad”, “Compañera”, “Propósito de Año Nuevo”, “Interesante”, “El momento más feliz”, “Doble negativa”, “Honrar el subjuntivo”, “Qué difícil”, “Se turnan para usar una palabra que les gusta”, “Mir el Hessiano”, “Historia oral (con hipo)”, “Correcto e incorrecto”, “Especiales”, “Egoísta”, “Mi marido y yo”, “Compañía”, “Finanzas”, “La transformación”, “Dos hermanas (II)”, “Joven y pobre”, “Dinero” De Varieties of Disturbance (Variedades de inquietud) copyright © 2007 por Lydia Davis: “Un hombre de su pasado”, “Mi perro y yo”, “Culta”, “El concurso del buen gusto”, “Colaboración con una mosca”, “Buenos momentos”, “Temas prohibi­ dos”, “Mano”, “La oruga”, “Flatulencia”, “Conocer tu cuerpo”, “Distracción”, “Variedades de inquietud”, “Veinte esculturas en una hora”, “Nietszche”, “La madre de su madre”, “La beca”, “Por sesenta centavos”, “Cómo debo llorarlos”, “Cómo ella no podía conducir”, “Los extraños”, “La mosca”, “Entrada de índice”, “Casi concluido: ¿cuál es la palabra?”, “Un hombre diferente” De Can’t and Won’t (Ni puedo ni quiero) copyright © 2014 Lydia Davis: “Pelo de perro”, “Cuento circular”, “Contingencia (contra necesidad) 1”, “Contingencia (contra necesidad) 2: de vacaciones”, “La mala novela”, “Observación de limpieza”, “Emociones negativas”, “Discernimiento”, “Ödön von Horváth sale a caminar”, “En el tren”, “La gata Molly: historia y conclusiones”, “Conversación breve (en la sala de abordaje del aeropuerto)”, “Depósito de equipaje”, “Esperando el despegue”, “Su cumpleaños”, “Mi amigo de la infancia”, “Su pobre perro”, “Mujer anciana, pescado viejo”, “Dos exalum­ nos”, “Escribir”, “Agradecimiento equivocado en el teatro”, “Sentada con mi pequeña amiga”, “La buscadora de oro de Goldfields”, “La vieja aspiradora se sigue apagando”, “Flaubert y el punto de vista” Cuentos inéditos, copyright © 2019 por Lydia Davis: “(Algunos de) Sus hábitos alcohólicos”, “Una breve noticia de hace mucho tiempo”, “Envejecer”, “Ángulos”, “Reclamo de fama #1: Mi relación con Ezra Pound”, “Conversación antes de la cena”, “Todos lloraban”, “Padre entra en el agua”, “Miedo a envejecer”, “Gramsci”, “El padre de Helen y sus dientes”, “Aquí en el campo”, “¿Qué tan triste?”, “Mejorando mi alemán”, “Sólo un poco”, “Al final de la tarde”, “Carta al padre”, “Momento de fastidio conyugal #3”, “Momento de fastidio conyugal #5”, “Maestro constructor”, “Cosas nuevas en mi vida”, “De mala gana”, “En el tren a Stavanger”, “Nuestro vecino joven en su pequeño auto azul”, “Pearl y Pearline”, “Estornudos en el tren”, “Ese hombre odioso”, “La tarde de una traductora”, “La otra ella”, “Los sonidos de una tarde de verano”, “El visitante”, “Dos mujeres escandalosas”, “Dos borrachos en la cena”, “Trasnochar”, “Lo que puedo entender”, “Una mujer va con el dueño de una pista” © 2019 Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V. Avenida Patriotismo 165, Colonia Escandón II Sección, Alcaldía Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11800 rfc: aed140909bpa www.almadia.com.mx www.facebook.com/editorialalmadía @Almadía_Edit Primera edición: octubre de 2019 isbn: 978-607-8667-26-0 Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones esta­ blecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento. Impreso y hecho en México. 150CUENTOSCORTOS.indd 4 08/10/19 3:50 p.m. Lydia DAvis ciento cincuenta cuentos cortos ANTOLOGÍA PERSONAL TRADUCCIÓN DE MAURICIO MONTIEL FIGUEIRAS 150CUENTOSCORTOS.indd 5 08/10/19 3:50 p.m. De Desglose (1986) 150CUENTOSCORTOS.indd 7 08/10/19 3:50 p.m. Lo que ella sabía La gente no sabía lo que ella sabía, que en realidad no era una mujer sino un hombre, a menudo un hombre obeso pero más a menudo quizá un anciano. El hecho de ser un anciano le dificultaba ser una mujer joven. Le dificultaba hablar con un hombre joven, por ejemplo, pese a que éste mostrara un claro interés por ella. Tenía que preguntar­ se: “¿Qué hace este joven coqueteando con un anciano?”. 9 150CUENTOSCORTOS.indd 9 08/10/19 3:50 p.m. El pescado Está de pie ante un pescado, pensando en ciertos errores irreparables cometidos hoy. El pescado ha sido cocinado y ella se halla a solas con él. El pescado es para ella: no hay nadie más en casa. Pero ella ha tenido un día difícil. ¿Cómo puede comerse el pescado que se enfría sobre una losa de mármol? Y sin embargo el pescado, inmóvil como se encuentra, despojado de huesos y piel plateada, tampoco se ha visto nunca tan completamente solo como ahora: violado de una manera definitiva y observado con mirada de fatiga por esta mujer que ha cometido el últi­ mo error de su jornada y le ha hecho esto. 10 150CUENTOSCORTOS.indd 10 08/10/19 3:50 p.m. Mildred y el oboe Anoche Mildred, mi vecina del piso inferior, se masturbó con un oboe. El oboe chilló y resopló en su vagina. Mil­ dred gimió. Después, cuando creí que había terminado, empezó a gritar. Permanecí en la cama con un libro sobre la India. Podía sentir cómo el placer atravesaba la duela y se colaba en mi habitación. Claro que podría haber otra explicación para lo que escuché. Quizá no fue el oboe sino quien tocaba el oboe el que penetraba a Mildred. O quizá Mildred golpeaba a su perrito nervioso con algo delgado y musical similar a un oboe. Mildred la gritona vive debajo de mí. Tres chicas de Connecticut viven arriba de mí. Y luego está una pianis­ ta con dos hijas en el segundo piso y algunas lesbianas en el sótano. Soy una persona sobria, una madre, y me gusta acostarme temprano, pero ¿cómo puedo llevar una vida normal en este edificio? Es un circo de vaginas que brincan y retozan: trece vaginas y un solo pene, el de mi hijo pequeño. 11 150CUENTOSCORTOS.indd 11 08/10/19 3:50 p.m. El cuñado Era tan sigiloso, tan delgado y pequeño, que apenas no­ taban su presencia. El cuñado. No sabían de quién era cuñado ni de dónde venía ni si llegaría a marcharse. Aunque buscaban un hundimiento en el sofá o un des­ acomodo entre las toallas no podían adivinar dónde dor­ mía por la noche. No dejaba ningún olor tras de sí. No sangraba, no lloraba, no sudaba. Estaba seco. Has­ ta su orina se divorciaba de su pene y caía en el inodoro casi antes de abandonar su cuerpo, como bala expelida por una pistola. Apenas lo veían: si entraban en una habitación él se fugaba igual que una sombra, escabulléndose por el um­ bral de la puerta, deslizándose por el alféizar. Todo lo que oían de él era una respiración, y aun así no podían garantizar que no se trataba de una brisa fugaz al pasar sobre la grava de afuera. No les podía pagar. Cada semana dejaba dinero, pero cuando ellos entraban en el cuarto a su modo lento y rui­ doso el dinero era sólo una niebla verde y plateada en la 12 150CUENTOSCORTOS.indd 12 08/10/19 3:50 p.m. bandeja de la abuela, y al momento que querían tomarlo ya no estaba allí. Pero no les costaba prácticamente nada. Ni siquiera podían decir si comía, ya que tomaba tan poco que no significaba mayor cosa para ellos que tenían un gran apetito. Salía de algún lugar en la noche con una navaja filosa en la mano blanca y de huesos finos y se arrastra­ ba por la cocina, rasurando rodajas de carne, de nueces, de pan, hasta que le pesaba el plato delgado como papel. Llenaba su taza con leche, pero la taza era tan pequeña que no le cabían más de una o dos onzas. Comía sin hacer ruido, con pulcritud, sin permitir que una sola gota cayera de su boca. No dejaba marca alguna en la servilleta con que se limpiaba los labios. No había mancha alguna en su plato, ni migajas en su tapete, ni ras­ tros de leche en su taza. Tal vez se habría quedado varios años más si un in­ vierno no le hubiera resultado tan severo. Pero no podía tolerar el frío, así que empezó a desvanecerse. Durante largo tiempo no estuvieron seguros si aún se hallaba en la casa. No había una forma infalible de constatarlo. Pero en los primeros días de primavera asearon el cuarto de huéspedes donde con justa razón él había dormido y don­ de ya no era más que una especie de vapor. Lo sacudie­ ron del colchón, lo barrieron del piso, lo limpiaron del cris­tal de la ventana, y nunca supieron qué habían hecho. 13 150CUENTOSCORTOS.indd 13 08/10/19 3:50 p.m. Cómo W. H. Auden pasa la noche en casa de un amigo : El único despierto, la casa en silencio, las calles a oscu­ ras, la presión del frío a través de las mantas, no quiere despertar a sus anfitriones y por ende, primero, su en­ roscamiento fetal, su búsqueda de un hueco cálido en el colchón… Después su sigilosa excursión por el piso en pos de una silla para ponerse de pie y alcanzar con mano insegu­ ra las cortinas, que coloca sobre las otras cubiertas de su cama… Su satisfacción con el nuevo peso que lo presiona hacia abajo y entonces su sueño pacífico… En otra ocasión este visitante insomne, otra vez con frío y sin hallar cortina alguna en su habitación, sale y toma el tapete del pasillo con el mismo propósito, incli­ nándose y enderezándose entre las sombras… Cómo la pesadez es una mano férrea sobre él y el pol­ vo que le congestiona la nariz no es nada en comparación con el modo en que el tapete sofoca su inquietud… 14 150CUENTOSCORTOS.indd 14 08/10/19 3:50 p.m. Madres Todos tienen una madre en algún lugar. Hay una madre que cena con nosotros. Es una mujer pequeña con gafas de cristales tan gruesos que parecen negros cuando gira la cabeza. Entonces, mientras comemos, la madre de la anfitriona llama por teléfono. Esto provoca que la anfi­ triona se aleje de la mesa más tiempo de lo esperado. Qui­ zá esta madre se encuentra en Nueva York. En la charla se menciona la madre de un invitado que se halla en Oregon, un estado del que pocos sabemos algo, pese a que antes ha ocurrido que algún familiar viva allí. Des­ pués, en el auto, se menciona a un coreógrafo. Va a pasar la noche en el pueblo, de camino, de hecho, a ver a su madre, de nuevo en otro estado. Cuando se les invita a cenar las madres comen bien, como si fueran niñas, pero parecen distraídas. A menudo ocurre que no logran seguir lo que hacemos o decimos. A menudo ocurre también que se incorporan a la conver­ 15 150CUENTOSCORTOS.indd 15 08/10/19 3:50 p.m. sación sólo cuando ésta vira hacia nuestra juventud; o se alojan donde no se desea dar alojamiento; sonríen y son incomprendidas. Y sin embargo a las madres siempre se las ve, siempre se les habla, aunque sea sólo en vacacio­ nes. Han sufrido por nosotros, y con gran frecuencia en un sitio en el que no pudimos observarlas. 16 150CUENTOSCORTOS.indd 16 08/10/19 3:50 p.m. En una casa sitiada En una casa sitiada vivían un hombre y una mujer. Desde su refugio en la cocina oían pequeñas explosiones. —El viento —decía la mujer. —Cazadores —decía el hombre. —La lluvia —decía la mujer. —El ejército —decía el hombre. La mujer quería ir a casa pero ya estaba en casa, ahí en medio del campo en una casa sitiada. 17 150CUENTOSCORTOS.indd 17 08/10/19 3:50 p.m. Visita al marido Ella y su marido están tan nerviosos que a lo largo de su charla no dejan de ir al baño, cierran la puerta y usan el inodoro. Luego salen y encienden un cigarro. Él entra y orina y deja levantado el asiento del retrete y ella entra y lo baja y orina. Hacia el final de la tarde dejan de hablar sobre el divorcio y comienzan a beber. Él bebe whisky y ella cerveza. Cuando es hora de que ella se marche para tomar el tren él ha bebido demasiado y va al baño una úl­ tima vez para orinar y no se molesta en cerrar la puerta. Mientras se alistan para salir, ella empieza a contar la historia de cómo conoció a su amante. En tanto ella habla él descubre que ha perdido uno de sus guantes costosos y de inmediato se irrita y distrae. La deja para buscar el guante en el piso inferior. La historia de ella se halla a la mitad y él no da con el guante. Está menos interesado en la historia cuando regresa a la habitación sin haber encon­ trado el guante. Después, mientras caminan juntos por la calle, él cuenta feliz que ha comprado zapatos de ochenta dólares a su novia porque la quiere mucho. 18 150CUENTOSCORTOS.indd 18 08/10/19 3:50 p.m. Al estar a solas de nuevo, ella se siente tan preocupada por lo que ha ocurrido durante la visita a su marido que atraviesa las calles deprisa y choca con varias personas en el metro y la estación de tren. Ni siquiera las ha visto pero ha caído sobre ellas como una fuerza de la natura­ leza de manera tan súbita que no les ha dado tiempo de evitarla y ella se ha sorprendido de que existan. Algunas de estas personas la siguen con la mirada y exclaman: —¡Carajo! Luego, en la cocina de sus padres, ella intenta explicar a su padre algo difícil sobre el divorcio y se enoja cuando él no comprende, y al terminar la explicación advierte que está comiendo una naranja aunque no recuerda ha­ berla pelado ni, lo que es más, haber decidido que la co­ mería. 19 150CUENTOSCORTOS.indd 19 08/10/19 3:50 p.m. La espina Hace muchos años mi esposo y yo vivíamos en París y traducíamos libros de arte. Gastábamos todo el dinero ganado en cine y comida. Por lo general veíamos viejas películas estadounidenses, muy populares en la ciudad, y comíamos fuera con gran frecuencia porque en esa época los restaurantes eran baratos y ninguno de los dos sabía cocinar del todo bien. Una noche, sin embargo, cociné unos filetes de pesca­ do para la cena. Se suponía que esos filetes no tenían es­ pinas, y no obstante debió haber una pequeña en uno de ellos ya que mi esposo se la tragó y se le quedó atorada en la garganta. Nunca antes nos había sucedido esto, ni a él ni a mí, pese a que siempre había sido causa de preo­ cupación. Le di a comer pan y él bebió muchos vasos de agua, pero la espina estaba bien atascada y no se movía. Al cabo de varias horas en que el dolor se intensifi­ có y mi esposo y yo nos sentimos más y más inquietos, dejamos el departamento y salimos a las calles oscuras de París en busca de ayuda. Primero fuimos dirigidos al 20 150CUENTOSCORTOS.indd 20 08/10/19 3:50 p.m. departamento en planta baja de una enfermera que vivía cerca, y ella a su vez nos dirigió a un hospital. Camina­ mos un tramo y dimos con el hospital en la rue de Vau­ girard. Era antiguo y bastante sombrío, como si ya no tuviera demasiada actividad. Una vez dentro esperé en una silla plegable en un am­ plio pasillo cerca de la entrada principal, mientras mi espo­so tomaba asiento tras una puerta cerrada en com­ pañía de varias enfermeras que querían ayudarlo pero no lograban hacer más que rociar su garganta para luego retroceder y echarse a reír, y él reía también lo mejor que podía. Yo ignoraba el motivo de tanta risa. Finalmente un médico joven vino y nos condujo a mi esposo y a mí a través de varios corredores largos y de­ siertos y alrededor de dos flancos de los oscuros terrenos del hospital hasta llegar a un ala vacía que contenía otra sala de exámenes en la que guardaba sus instrumentos especiales. Cada instrumento tenía un ángulo diferente de curvatura pero todos terminaban en una especie de gancho. Bajo una sola fuente de luz, en el cuarto en penum­ bra, el médico insertó en la garganta de mi esposo un instrumento tras otro con entusiasmo e interés feroces. Cada vez que metía un nuevo instrumento mi esposo se atragantaba y agitaba las manos en el aire. Por fin el médico extrajo la pequeña espina de pescado y nos la mostró con orgullo. Los tres sonreímos y nos felicitamos. El médico nos llevó de regreso por los corredores de­ siertos hasta salir bajo el acceso abovedado construido 21 150CUENTOSCORTOS.indd 21 08/10/19 3:50 p.m. para alojar carruajes de caballos. Permanecimos ahí charlando un rato, mirando las calles vacías del barrio a nuestro alrededor, y después nos despedimos con un apretón de manos y mi esposo y yo caminamos a casa. Han transcurrido más de diez años desde entonces y mi esposo y yo hemos tomado caminos separados pero de vez en cuando, al estar juntos, recordamos a aquel médico joven. —Un gran médico judío —dice mi esposo, que tam­ bién es judío. 22 150CUENTOSCORTOS.indd 22 08/10/19 3:50 p.m. Empleo en la ciudad Por toda la ciudad hay ancianas negras que han sido con­ tratadas para llamar a la gente a las siete de la mañana y pedir hablar con Lisa con voz suave. Esto les da trabajo que pueden hacer desde casa. Estas mujeres son parte de un cuerpo más grande de empleados de la ciudad que se dedican a llamar a números equivocados. Quien perci­ be el mayor ingreso de todos es un indio de la India ca­paz de insistir en que no tiene mal el número. Otros —sobre todo ancianos— han sido contratados para divertirnos al usar sombreros extraños. Los llevan como si no fueran responsables de nada de lo que ocurre por encima de sus cejas. Dos sombreros se mecen lado a lado —un fedora en lo alto de un anciano y un objeto con velo negro y cerezas en una mujer menuda— y bajo los sombreros los ancianos discuten. Otra anciana débil y encorvada cruza la calle despacio frente a nuestro auto, exhibiendo un gesto de molestia por haber sido obligada a ponerse un enorme sombrero rojo en forma de cono que le presiona la frente con su peso. Otra anciana camina 23 150CUENTOSCORTOS.indd 23 08/10/19 3:50 p.m. por una acera difícil y se cuida de los lugares donde colo­ ca los pies. No usa sombrero porque ha perdido el empleo. Personas de todas las edades son contratadas por la ciudad para comportarse como lunáticas de tal suerte que el resto de nosotros nos sintamos cuerdos. Algunos de los lunáticos también son pordioseros para que nosotros nos podamos sentir cuerdos y ricos al mismo tiempo. Hay un número limitado de puestos como lunáticos. To­ dos esos puestos ya se han ocupado. Durante años los lunáticos estuvieron encerrados juntos en hospitales psi­ quiátricos ubicados en islas en el puerto de Nueva York. Luego las autoridades los liberaron en grandes cantida­ des para que integraran una presencia tranquilizadora en las calles. Naturalmente algunos lunáticos pueden tener dos tra­ bajos a la vez y llevan sombreros extraños mientras avan­ zan a zancadas. 24 150CUENTOSCORTOS.indd 24 08/10/19 3:50 p.m. Dos hermanas (I) Aunque todos desean que no suceda, y aunque sería mu­ cho mejor que no sucediera, a veces sucede que nace una segunda hija y entonces hay dos hermanas. Por supuesto que cualquier hija, bañada en llanto al momento de nacer, es sólo un fracaso y es recibida con corazón acongojado por el padre, que deseaba un hijo. El padre intenta de nuevo y de nuevo no resulta más que una hija. Esto es peor ya que se trata de una segunda hija; luego viene una tercera y quizá una cuarta. El padre se siente miserable entre mujeres. Vive, desesperado, con sus fracasos. Bienaventurado es el hombre que tiene un hijo y una hija, aunque el riesgo es grande si intenta tener otro hijo. Más afortunado es el hombre que sólo tiene hijos ya que puede proseguir, hijo tras hijo, hasta que llega la hija, y así tendrá todos los hijos que puede desear y además una hija pequeña para honrar su mesa. Y si la hija no llegara entonces ya tiene a una mujer, su esposa, la madre de sus hijos. En él mismo no tiene a un hombre: sólo su esposa 25 150CUENTOSCORTOS.indd 25 08/10/19 3:50 p.m. lo tiene. Ella podría desear una hija, ya que no tiene a una mujer, pero sus deseos apenas son escuchados. Ella mis­ ma es una hija pese a que sus padres ya estén muertos. La hija única, la hermana única de muchos hermanos, atiende la voz de su familia y está satisfecha consigo misma y es feliz. Su delicadeza en contraposición a la brutalidad de sus hermanos, su calma enfrentada a la destrucción de ellos, son dignas de admiración. Pero cuando hay dos her­ manas, una es más fea y torpe que la otra, una es menos inteligente, una es más promiscua. Aun cuando todas las mejores cualidades se concentren en una sola hermana, como suele ocurrir, ella será infeliz porque la otra, igual que una sombra, seguirá su éxito con ojos verdes. Dos hermanas crecen en momentos distintos y se desprecian mutuamente por ser tan infantiles. Pelean y se sonrojan. Y aunque si sólo hay una hija seguirá lla­ mándose Ángela, dos perderán sus nombres y acabarán siendo más rechonchas. Dos hermanas a menudo se casan. Una cree que el marido de la otra es vulgar. La otra usa a su marido como escudo contra su hermana y el marido de su hermana, a quien teme por su agudeza. Pese a que intentan construir una amistad para que sus hijos tengan primos, las dos hermanas se encuentran distanciadas con frecuencia. Sus maridos las decepcionan. Sus hijos son fracasos y dilapidan el amor de sus madres en pueblos baratos. Aho­ ra sólo es fuerte como el hierro el odio que las dos her­ manas se profesan. Esto prevalece mientras sus maridos se marchitan y sus hijos desertan. 26 150CUENTOSCORTOS.indd 26 08/10/19 3:50 p.m. Enjauladas juntas, dos hermanas contienen su ira. Tienen rasgos idénticos. Dos hermanas vestidas de negro van juntas de com­ pras, los maridos muertos, los hijos caídos en alguna guerra; su odio es tan familiar que no lo registran. A veces son amables entre ellas porque se les olvida. Pero en la muerte los rostros de dos hermanas son amargos debido a la costumbre. 27 150CUENTOSCORTOS.indd 27 08/10/19 3:50 p.m. La madre La niña escribió un cuento. —Pero sería mucho mejor si escribieras una novela —dijo su madre. La niña construyó una casa de muñecas. —Pero sería mucho mejor si fuera una casa de verdad —dijo su madre. La niña hizo una pequeña almohada para su padre. —Pero sería más práctica una colcha —dijo su madre. La niña cavó un hoyo pequeño en el jardín. —Pero sería mucho mejor si cavaras un hoyo grande —dijo su madre. La niña cavó un hoyo grande y se metió a dormir en él. —Pero sería mucho mejor si durmieras para siempre —dijo su madre. 28 150CUENTOSCORTOS.indd 28 08/10/19 3:50 p.m. Amor seguro Ella estaba enamorada del pediatra de su hijo. Sola en el campo, nadie podría culparla. En ese amor había un elemento de pasión arrebatado­ ra. También era algo seguro. El pediatra estaba al otro lado de una barrera. Entre él y ella: el niño en la mesa de examen, el consultorio mismo, el personal, la esposa de él, el marido de ella, el estetoscopio de él, la barba de él, los pechos de ella, las gafas de él, las gafas de ella, et­ cétera. 29 150CUENTOSCORTOS.indd 29 08/10/19 3:50 p.m. Problema X está con Y pero vive del dinero de Z. El propio Y apo­ ya a W, que vive con el hijo que tuvo con V. V quiere mu­ darse a Chicago pero su hijo vive con W en Nueva York. W no puede mudarse porque tiene una relación con U, cuyo hijo vive también en Nueva York aunque con su ma­ dre, T. T recibe dinero de U, W recibe dinero de Y para ella misma y de V para su hijo y X recibe dinero de Z. X y Y no tienen hijos juntos. V ve muy poco a su hijo pero lo mantiene. U vive con el hijo de W pero no lo mantiene. 30 150CUENTOSCORTOS.indd 30 08/10/19 3:50 p.m. De Casi nada de memoria (1997) 150CUENTOSCORTOS.indd 31 08/10/19 3:50 p.m. Jack del campo Henry se encuentra con Jack en la calle y le pregunta cómo estuvo su fin de semana con Laura. Jack dice que no ha hablado con Laura en al menos un mes. Henry se enoja. Cree que Ellen le ha mentido sobre Laura. Ellen replica que ha estado diciendo la verdad: Laura le contó por teléfono que Jack iría el fin de semana a la casa que ella tiene en el campo. Henry aún está enojado, pero aho­ ra su enojo responde a que cree que Laura mentía a Ellen al decirle que Jack la acompañaría el fin de semana. En este punto, avergonzada, Ellen cae en cuenta de su error: hay más de un Jack involucrado en la historia. Laura sólo dijo que Jack iría a visitarla el fin de semana y no era el Jack que Ellen y Henry conocen sino el Jack que úni­ camente Ellen conoce, y en realidad muy poco, el que estaba a punto de llegar a la casa de Laura en el campo. Con cierto recelo, Ellen explica esto a Henry. Y ahora Henry está más enojado que antes, pero su enojo se debe a que Laura ha estado viendo a un Jack que él no conoce en lugar del Jack que sí conoce. Está enojado porque el 33 150CUENTOSCORTOS.indd 33 08/10/19 3:50 p.m. Jack que conoce es un viejo amigo de Laura, mientras que el Jack que no conoce deber ser un nuevo amante. Henry proclama que no volverá a hablar con Laura salvo para pedirle que le regrese sus llaves. Borrará el nombre de Laura de su libreta de direcciones y se negará a oír cualquier otra mención que ella haga a través de Ellen del Jack que él sí conoce. Como no dirigirá la palabra a Laura, Henry no puede saber que de hecho un tercer Jack se ha involucrado en la historia para la angustia del se­ gundo Jack, ya que el cariño de Laura se ha desviado del Jack que Ellen conoce en realidad muy poco y que Henry no conoce para depositarse en un Jack del campo que es desconocido para todos. 34 150CUENTOSCORTOS.indd 34 08/10/19 3:50 p.m. Los ratones Los ratones viven en nuestras paredes pero no nos desor­ denan la cocina. Estamos contentos pero no podemos comprender por qué no entran en nuestra cocina, donde he­ mos colocado trampas, del mismo modo que entran en las cocinas de nuestros vecinos. Aunque estamos con­ tentos también nos sentimos molestos porque los rato­ nes se comportan como si hubiera algo malo con nuestra cocina. Lo que resulta más desconcertante es que nuestra casa es mucho menos limpia que las casas de nuestros vecinos. Hay más comida regada por nuestra cocina, más migajas en las encimeras y restos sucios de cebolla amon­ tonados contra los muebles bajos. De hecho hay tanta co­ mida desperdigada por la cocina que sólo puedo pensar que los ratones se sienten derrotados por ella. Para ellos es un reto hallar noche tras noche en una cocina limpia la comida suficiente para sobrevivir hasta la primavera. Hora tras hora cazan y mordisquean hasta que están sa­ tisfechos. En nuestra cocina, sin embargo, se enfrentan a algo tan desproporcionado en su experiencia que no pue­ 35 150CUENTOSCORTOS.indd 35 08/10/19 3:50 p.m. den lidiar con ello. Quizá se aventuran unos cuantos pa­ sos, pero muy pronto lo que ven y huelen se vuelve tan abrumador que los regresa a sus agujeros, incómodos y avergonzados por no ser capaces de buscar alimento como deberían. 36 150CUENTOSCORTOS.indd 36 08/10/19 3:50 p.m. La treceava mujer En un pueblo de doce mujeres había una treceava. Na­ die admitía que vivía allí, no le llegaba correspondencia, nadie hablaba de ella, nadie preguntaba por ella, nadie le vendía pan, nadie le compraba nada, nadie le devolvía la mirada, nadie llamaba a su puerta; la lluvia no la mo­ jaba, el sol nunca la bañaba, el día nunca despuntaba so­ bre ella, la noche nunca se desplomaba para ella; para ella las semanas no pasaban, los años no transcurrían; su casa no tenía número, su jardín lucía descuidado, por su camino nadie transitaba, en su cama nadie dormía, nadie ingería su comida, nadie vestía su ropa; y a pesar de todo ella continuaba viviendo en el pueblo sin resentir lo que éste le hacía. 37 150CUENTOSCORTOS.indd 37 08/10/19 3:50 p.m. Los gatos en la sala de recreación de la cárcel El problema eran los gatos en la sala de recreación de la cárcel. Había heces por doquier. Las heces de un gato intentan esconderse en un rincón y al ser descubiertas lucen furiosas y avergonzadas como un mono. Los gatos permanecían en la sala de recreación de la cárcel cuando llovía, y dado que llovía con frecuencia el espacio olía mal y los prisioneros refunfuñaban. El olor provenía no de las heces sino de los propios gatos. Era un olor fuerte, un olor que mareaba. Los gatos no podían ser expulsados. Cuando se les es­ pantaba no huían por la puerta sino que se desperdigaban en todas direcciones, corriendo lentamente con los vien­ tres colgantes. Muchos se deslizaban hacia arriba, saltan­ do de viga en viga hasta reposar en algún sitio en lo más alto, de modo que los prisioneros que jugaban ping-pong eran conscientes de que el domo no estaba vacío aunque en él reinara el silencio. Los gatos no podían ser expulsados porque entraban y salían de la sala por agujeros imposibles de descubrir. 38 150CUENTOSCORTOS.indd 38 08/10/19 3:50 p.m. Sus pasos eran sigilosos; podían esperar a una persona más tiempo que el que una persona los esperaría. Una persona tiene otras preocupaciones, pero a cada momento de su vida un gato tiene una sola preocupación. Esto es lo que le da un equilibrio tan perfecto, y por esto ver a un gato confundido o asustado nos inquieta: senti­ mos a la vez lástima y ganas de reír. El animal enfrenta el origen del peligro o la confusión y su único recurso es exhalar un aire fétido entre sus encías manchadas. Ese año todos los prisioneros eran hombres peque­ ños. Habían cometido crímenes que no podían ser to­mados demasiado en serio y eran tratados con indul­ gencia. Ahora bien, aunque a menudo los hombres pe­ queños suelen vanagloriarse de su buena salud, estos prisioneros comenzaron a presentar sarpullido y ecze­ mas. Les ardían la parte posterior de las rodillas y la cara interior de los codos y la piel se les caía en escamas. Escribieron cartas furibundas al gobernador de su esta­ do, que ese año resultó ser también un hombre pequeño. Los gatos, decían los prisioneros, provocaban alergia. El gobernador se apiadó de los prisioneros y pidió al alcaide que resolviera el problema. Hacía años que el alcaide no ponía un pie en la sala de recreación. Entró y deambuló por ella, asqueado por el curioso olor. En un corredor sin salida arrinconó a un gato feo. El alcaide llevaba un palo y el gato iba armado sólo con dientes y garras además de su rostro enfurecido. Duran­ te un rato alcaide y gato se esquivaron de un lado a otro, 39 150CUENTOSCORTOS.indd 39 08/10/19 3:50 p.m. hasta que el alcaide quiso golpear al gato pero falló y el animal se le escurrió alrededor sin un movimiento en falso. Ahora el alcaide veía gatos en todas partes. Tras las actividades vespertinas, cuando los prisione­ ros estuvieron encerrados en sus celdas, el alcaide regre­ só con un rifle. A lo largo de esa noche los prisioneros escucharon el ruido de disparos provenientes de la sala de recreación. Los disparos sonaban apagados y parecían llegar de una gran lejanía, como del otro lado del río. El alcaide era buen tirador y mató muchos gatos —le llo­ vían desde el domo, quedaban sembrados bocarriba en los pasillos— y pese a ello aún vio sombras que cruzaban las ventanas del sótano mientras abandonaba el edificio. Ahora, no obstante, había una diferencia. La salud cu­ tánea de los prisioneros mejoró. Pese a que persistía en el edificio, el mal olor ya no era tibio y fresco como antes. Todavía había algunos gatos, pero estaban desorientados por el hedor de la pólvora y la sangre y por la súbita desa­ parición de sus parejas y crías. Dejaron de reproducirse y se agazapaban en los rincones, siseando aun cuando no había nadie cerca de ellos, atacando todo lo que se movía a la menor provocación. Estos gatos no comían bien ni se limpiaban con cuida­ do y uno tras otro, cada uno a su manera y a su hora, fue­ ron muriendo y dejaron atrás un olor igualmente fuerte pero distinto que colgó en el aire por una o dos semanas y luego se disipó. Al cabo de unos meses ya no quedaba ningún gato en la sala de recreación de la cárcel. Para 40 150CUENTOSCORTOS.indd 40 08/10/19 3:50 p.m. entonces los prisioneros pequeños habían sido rempla­ zados por prisioneros más grandes y al alcaide lo había sustituido otro más ambicioso; sólo el gobernador per­ manecía en el poder. 41 150CUENTOSCORTOS.indd 41 08/10/19 3:50 p.m. La pecera Miro fijamente cuatro peces en una pecera en el super­ mercado. Nadan en formación paralela contra una pe­ queña corriente creada por un chorro de agua, abren y cierran la boca y cada uno tiene el único ojo que yo puedo ver puesto en la distancia. Mientras los observo por el cristal, pensando qué tan frescos estarán para ser devo­ rados, vivos por el momento, y calculando si compraré uno para cocinarlo en la cena, también veo, como detrás o a través de ellos, una silueta vaga y más grande que oscurece la pecera: lo que el cristal recoge de mí, su de­ predadora. 42 150CUENTOSCORTOS.indd 42 08/10/19 3:50 p.m. Nuestra amabilidad Pretendemos ser muy amables con todo el mundo. Pero entonces tratamos pésimo a nuestro propio marido, la persona que nos es más cercana. Y luego pensamos que él nos impide ser amables con el resto del mundo. ¡Porque, nos decimos, no quiere que conozcamos a otras personas! Preferiría que nos quedáramos aquí en casa. Dice que el auto está viejo. Sabemos que en realidad pre­ feriría que, al igual que él, nosotros conociéramos a un número reducido de personas. Pero lo que dice es que el auto no nos llevará lejos. Sabemos que preferiría que nos encargáramos de nuestra propia casa y nuestra propia fa­ milia. Nuestra casa no está limpia, no del todo. Nuestra familia no está completamente limpia. Nosotros creemos que el auto nos serviría bastante bien. Pero él cree que podríamos querer salir y ser amables con otra gente sólo porque preferiríamos no permanecer en casa, porque preferiríamos no tener que intentar ser amables sólo con estas tres personas, las tres personas que más trabajo nos cuestan en el mundo, pese a que fácilmente podemos ser 43 150CUENTOSCORTOS.indd 43 08/10/19 3:50 p.m. amables con mucha otra gente como la que nos encontra­ mos en las tiendas a las que vamos porque ahí nuestro auto, dice él, nos puede llevar sin ningún riesgo. 44 150CUENTOSCORTOS.indd 44 08/10/19 3:50 p.m. Un desastre natural No duraremos mucho más en nuestro hogar junto al mar creciente. El frío y la humedad acabarán sin duda con nosotros porque ya no es posible escapar: el frío ha res­ quebrajado el único camino para salir de aquí, el mar ha subido y llenado las grietas del pantano en la parte baja, ha descendido y dejado cristales de sal recubriendo las grietas, ha subido de nuevo aún más para volver intran­ sitable el camino. El mar se filtra por las tuberías hasta nuestros lavabos y nuestra agua potable es salobre. En el patio delantero y el jardín han aparecido moluscos y no podemos caminar sin aplastar sus conchas a cada paso. En cada marea alta el mar cubre nuestra tierra y al bajar deja charcos entre los rosales y en los surcos del campo de centeno. Nues­ tras semillas han sido arrastradas y los cuervos se han comido las pocas que quedaban. Ahora nos hemos mudado a los aposentos superiores de la casa y permanecemos frente a la ventana mirando 45 150CUENTOSCORTOS.indd 45 08/10/19 3:50 p.m. el relampagueo de los peces entre las ramas del peral. Una anguila se asoma por debajo de nuestra carretilla. Todo lo que lavamos y colgamos a secar en la venta­ na de arriba se congela: nuestras camisas y pantalones crean formas extrañas y retorcidas en el tendedero. Aho­ ra lo que vestimos está siempre húmedo y la sal nos roza la piel hasta enrojecerla e irritarla. Ahora pasamos casi todo el día en cama bajo sábanas pesadas y rancias; el mar entra por las grietas en el alféizar y chorrea al suelo. Tres de nosotros han muerto de neumonía y bronquitis a distintas horas de la madrugada antes del amanecer. Quedamos tres y los tres estamos débiles, no podemos dormir salvo con un sueño ligero, no podemos pensar salvo ideas confusas, no hablamos y ya casi no vemos luz y oscuridad, sólo sombras y penumbra. 46 150CUENTOSCORTOS.indd 46 08/10/19 3:50 p.m. Acuerdo Primero ella se fue, y mientras estaba ausente él se mar­ chó. No, antes de que ella se fuera él la abandonó, no mu­ cho después de llegar a casa, por algo que ella dijo. No mencionó cuánto tiempo o a dónde se iría porque esta­ ba enfadado. No dijo nada salvo quizá “Ya estuvo”. En­ tonces, mientras él se hallaba fuera, ella lo abandonó y bajó por el camino con los niños. Entonces, mientras ella estaba ausente, él volvió, y al ver que oscurecía y ella no regresaba salió a buscarla. Ella regresó pero no lo vio, y al cabo de algún tiempo de haber vuelto se fue de nuevo con los niños para encontrarlo. Más tarde él dijo que ella lo había abandonado, y ella aceptó este abandono pero dijo que lo había abandonado sólo después de que él la abandonara. Entonces él aceptó haberla abandonado, pero sólo después de que ella dijera algo que no debió decir. Dijo que ella debía aceptar que no debió decir lo que dijo y que había causado la trifulca vespertina. Ella aceptó que no debió decir lo que dijo pero añadió que el problema entre ellos había empezado antes, y que si 47 150CUENTOSCORTOS.indd 47 08/10/19 3:50 p.m. ella aceptaba haber causado la trifulca vespertina él debía aceptar haber causado lo que detonó el problema previo. Pero él no iba a aceptar eso, al menos no de momento. 48 150CUENTOSCORTOS.indd 48 08/10/19 3:50 p.m. Desacuerdo Él dijo que ella no estaba de acuerdo. Ella dijo que no, eso era mentira, él era quien no estaba de acuerdo. La discu­ sión era sobre la puerta mosquitera. Ella pensaba que no había que dejarla abierta debido a las moscas; él creía que podían dejarla abierta a primera hora de la mañana, cuan­ do no había moscas en la terraza. Como fuera, dijo él, la mayoría de las moscas venía de otras partes de la cons­ trucción: de hecho quizá estaba dejando más moscas en el exterior que en el interior. 49 150CUENTOSCORTOS.indd 49 08/10/19 3:50 p.m. Reiterar Michel Butor dice que viajar es escribir porque viajar es leer. Esto se puede desarrollar más: escribir es viajar, escribir es leer, leer es escribir, leer es viajar. Pero Geor­ ge Steiner dice que traducir también es leer, y traducir es escribir como escribir es traducir y leer es traducir. Así que podríamos decir: traducir es viajar y viajar es tradu­ cir. Traducir un texto de viajes, por ejemplo, es leer un texto de viajes, escribir un texto de viajes, leer un texto, escribir un texto y viajar. Pero como al traducir se lee y como al escribir se traduce, como al viajar se escribe, co­ mo al viajar se lee y como al traducir se viaja; es decir, si leer es traducir y traducir es escribir, escribir viajar, leer viajar, escribir leer, leer escribir y viajar traducir; enton­ ces escribir también es escribir, leer también es leer y to­ davía más, porque al leer se lee pero también se viaja, y como al viajar se lee, entonces se lee y se lee; y como al leer también se escribe, entonces se lee; y como al leer también se traduce, entonces se lee; por tanto se lee, se lee, se lee y se lee. El mismo argumento puede funcionar para traducir, viajar y escribir. 50 150CUENTOSCORTOS.indd 50 08/10/19 3:50 p.m. La otra Ella cambia esto en la casa para molestar a la otra y la otra se molesta y lo devuelve a como estaba, y ella cam­ bia esto otro en la casa para molestar a la otra y la otra se molesta y lo devuelve a como estaba, y ella cuenta todo esto tal como sucede a algunos otros y ellos creen que es divertido, pero la otra lo escucha y no lo juzga divertido aunque no puede remediarlo. 51 150CUENTOSCORTOS.indd 51 08/10/19 3:50 p.m. Una amiga mía Pienso en una amiga mía, cómo no es sólo lo que cree ser sino también lo que sus amigos creemos que es y lo que su familia cree que es e incluso lo que es a ojos de cono­ cidos casuales y completos extraños. Sobre ciertas cosas sus amigos tenemos una opinión y ella otra. Piensa, por ejemplo, que es obesa y no tan culta como debería ser, pero sus amigos sabemos que es perfectamente delgada y más culta que la mayoría de nosotros. En otras cosas ella está de acuerdo, por ejemplo en que es divertida en compañía, le gusta ser puntual, le gusta que los otros sean puntuales y no es muy ordenada en sus quehace­ res domésticos. Quizá es cierto que las cosas en que to­dos estamos de acuerdo son parte de lo que ella realmente es, o de lo que realmente sería si hubiera tal cosa como lo que realmente es, porque cuando busco lo que realmen­ te es sólo me topo con contradicciones por doquier: aun cuando ella y sus amigos estemos de acuerdo en algo, eso podría parecer incorrecto a un conocido casual que la juzgaría taciturna en compañía y vería sus aposentos 52 150CUENTOSCORTOS.indd 52 08/10/19 3:50 p.m. muy pulcros, por ejemplo, y no estaría del todo errado porque hay veces en que ella es aburrida y veces en que mantiene una casa limpia, aunque no son las mismas oca­ siones porque ella no es limpia cuando se siente aburrida. Todo esto sobre mi amiga es cierto, y se me ocurre que yo tampoco debo saber todo lo que soy y hay otros que conocen mejor que yo algunas cosas acerca de mí, aunque creo que debería conocer todo lo que hay por conocer y actúo como si lo conociera. A pesar de asu­mir esto, sin embargo, no me queda más remedio que seguir actuando como si supiera todo lo que soy aunque también trato de adivinar, de vez en vez, qué es eso que los otros conocen que yo desconozco. 53 150CUENTOSCORTOS.indd 53 08/10/19 3:50 p.m. Vete Cuando él dice “Vete y no vuelvas”, las palabras te las­ timan aunque sabes que él no quiere decir lo que las pa­ labras significan, o más bien piensas que quizá él dice “Vete” porque está tan enojado contigo que no te quiere cerca en este momento, pero estás muy segura de que él no quiere que te alejes, debe querer que vuelvas tarde o temprano, dependiendo de qué tan rápido pueda dismi­ nu­ir su enojo en el tiempo que estés lejos, cómo pueda re­cordar otras emociones menos encendidas que siente por ti y que ahora logren suavizar su enojo. Pero aunque sí quiere decir “Vete”, no lo quiere decir tanto como quie­ re expresar el enojo que la palabra contiene, al igual que quiere expresar el enojo en las palabras “no vuelvas”. Quiere decir todo el enojo expresado por alguien que dice tales palabras y expresa lo que las palabras significan, que no deberías volver nunca, o más bien quiere expre­ sar la mayor parte del enojo expresado por una perso­ na así, porque si quisiera expresar todo el enojo también querría decir lo que las palabras significan, que no de­ 54 150CUENTOSCORTOS.indd 54 08/10/19 3:50 p.m. berías volver nunca. Pero, si al estar enojado, sólo dije­ ra “Estoy muy enojado contigo” no te lastimaría tanto como te lastima o ni siquiera te lastimaría, aun cuando el nivel de enojo, de ser medido, pudiera ser exactamente el mismo. O quizá el nivel de enojo no podría ser el mis­ mo. O quizá podría ser el mismo pero el enojo tendría que ser de otro tipo, un tipo que se podría compartir como un problema, considerando que este tipo sólo se podría expresar con las palabras que él no quiere decir. Así que lo que te lastima en estas palabras no es el enojo sino el hecho de que él elige decirte palabras que significan que no deberías volver nunca, aunque él no quiera expresar lo que las palabras significan, aunque sólo las palabras por sí mismas signifiquen lo que dicen. 55 150CUENTOSCORTOS.indd 55 08/10/19 3:50 p.m. Una segunda oportunidad Si sólo tuviera una oportunidad de aprender de mis erro­ res lo haría, pero hay demasiadas cosas que no se hacen dos veces; de hecho las cosas más importantes son aque­ llas que no se hacen dos veces, de modo que no se pueden hacer mejor la segunda vez. Haces algo mal y ves cómo podrías haberlo hecho bien, y estás dispuesta a hacerlo en caso de tener otra oportunidad, pero la siguiente ex­ periencia es muy distinta y tu juicio está nuevamen­te errado, y aunque estás preparada para esta experiencia en caso de que se repita no estás preparada para la si­ guiente experiencia. Si tan sólo, por ejemplo, pudieras casarte dos veces a los dieciocho años, la segunda vez te podrías asegurar de no ser demasiado joven para hacerlo porque tendrías la perspectiva de ser mayor, y sabrías que la persona que te aconsejaba casarte con ese hom­ bre te estaba dando el consejo equivocado porque sus razones eran las mismas que te dio la última vez que te aconsejó casarte a los dieciocho años. Si pudieras llevar un hijo de un primer matrimonio a un segundo matrimo­ 56 150CUENTOSCORTOS.indd 56 08/10/19 3:50 p.m. nio por segunda vez sabrías que la generosidad se puede convertir en resentimiento si no haces lo correcto y el resentimiento en generosidad si lo haces, a menos que el hombre con quien contrajeras tu segundo matrimo­ nio por segunda vez tuviera un carácter muy distinto del hombre con el que contrajiste tu segundo matrimonio por primera vez, en cuyo caso tendrías que casarte con ese hombre dos veces también para aprender cuál es el rumbo más prudente a seguir con alguien con su carác­ ter. Si pudieras lograr que tu madre muriera por segunda vez podrías estar preparada para luchar por una habita­ ción privada donde nadie más viera televisión mientras ella muere, pero si estuvieras preparada para luchar por eso y lo hicieras quizá tendrías que perder a tu madre de nuevo para saber lo suficiente como para pedirles que le acomoden la dentadura de la manera correcta y no de la manera incorrecta antes de que entres en su habitación y la veas por última vez con esa sonrisa tan extraña, y entonces una vez más asegurarte de que sus cenizas no sean guardadas nuevamente en esa especie de contene­ dor de correo aéreo en que fueron enviadas al cementerio en el norte. 57 150CUENTOSCORTOS.indd 57 08/10/19 3:50 p.m. Casi nada de memoria Cierta mujer tenía una conciencia muy aguda pero casi nada de memoria. Recordaba lo suficiente para arreglár­ selas día con día. Recordaba lo suficiente para trabajar y trabajaba duro. Hacía un buen trabajo y se le pagaba por ello y ganaba lo suficiente para sobrevivir pero no recordaba su trabajo, así que no podía responder nada sobre él cuando la gente se lo preguntaba como de hecho preguntaba ya que el trabajo que ella hacía era inte­ resante. Recordaba lo suficiente para arreglárselas y realizar su trabajo pero no aprendía de lo que hacía, escuchaba o leía. Porque leía, amaba leer, y tomaba buenas notas so­bre lo que leía, sobre las ideas que se le ocurrían a partir de lo que leía, ya que tenía algunas ideas propias, y hasta so­ bre las ideas acerca de esas ideas. Algunas de sus ideas eran incluso muy buenas, ya que tenía una conciencia muy aguda. De modo que llenaba con pulcritud cuader­ nos que se multiplicaban año con año, y ya que de esta forma pasaron varios años tenía una larga repisa donde 58 150CUENTOSCORTOS.indd 58 08/10/19 3:50 p.m. se alineaban esos cuadernos en los que su escritura se iba empequeñeciendo. A veces, cuando se cansaba de leer un libro, o cuando la aguijoneaba una súbita curiosidad que no comprendía del todo, tomaba un cuaderno anterior de la repisa y leía un poco y se sentía interesada por lo leído. Le intere­ saban las notas que alguna vez había tomado sobre el libro que estaba leyendo o sobre sus propias ideas. Todo le parecía nuevo, y de hecho casi todo resultaría nuevo para ella. A veces sólo leía y pensaba, y a veces hacía una anotación en el cuaderno actual sobre lo que leía en un cuaderno de una época previa, o hacía una anotación so­ bre una idea que se le ocurría a partir de lo que leía. En otras ocasiones quería hacer una anotación pero elegía no hacerla, ya que no creía adecuado hacer una anotación sobre lo que ya era una nota pese a que no entendía por completo qué era lo inadecuado del asunto. Quería hacer una anotación sobre la nota que estaba leyendo porque esa era su manera de comprender lo que leía aunque no asimilaba lo que leía en su mente, o no por mucho tiempo, sino sólo en otro cuaderno. O quería hacer una anotación porque hacer una anotación era su manera de pensar ese pensamiento. Pese a que la mayor parte de lo que leía era nuevo para ella, a veces reconocía de inmediato lo que leía y no te­ nía duda de que ella misma lo había escrito y pensado. Le parecía perfectamente conocido, como si lo acabara de pensar ese mismo día aunque en realidad no lo había pen­ sado en varios años, a menos que leerlo de nuevo equi­ 59 150CUENTOSCORTOS.indd 59 08/10/19 3:50 p.m. valiera a pensarlo de nuevo o por primera vez, y aunque quizá no lo habría pensado otra vez de no haberlo leído en su cuaderno. Y gracias a esto sabía que esos cuadernos en verdad tenían mucho que ver con ella, aunque se le dificultaba entender y le preocupaba tratar de entender exactamente de qué modo tenían que ver con ella, qué tanto eran de ella y qué tanto estaban fuera y no dentro de ella mientras descansaban en la repisa, siendo lo que ella sabía pero no sabía, siendo lo que ella había leído pero no recordaba haber leído, siendo lo que ella había pensado pero no pensaba ahora o no recordaba haber pensado, o si lo recordaba entonces no sabía si lo estaba pensando aho­ ra o si sólo lo había pensado alguna vez ni comprendía por qué había tenido una vez una idea y años después la misma idea, o bien una vez una idea y jamás esa misma idea de nuevo. 60 150CUENTOSCORTOS.indd 60 08/10/19 3:50 p.m. Cómo a menudo tiene razón A menudo pienso que la idea que él tiene sobre lo que debemos hacer es equivocada y que mi idea es la correcta. Y sin embargo sé que anteriormente ha tenido la razón a menudo mientras yo me equivocaba. Así que lo dejo tomar su decisión equivocada, diciéndome para mis aden­ tros, aunque no lo puedo creer, que su decisión equivoca­ da quizá sea en verdad la correcta. Y entonces más tarde resulta, como ha ocurrido a menudo anteriormente, que su decisión era la correcta después de todo. O más bien su decisión seguía siendo la equivocada, pero por circuns­ tancias distintas a las reales, mientras que era la correcta por circunstancias que a todas luces no comprendí. 61 150CUENTOSCORTOS.indd 61 08/10/19 3:50 p.m. Lo que siento En estos días intento decirme que lo que siento no es muy importante. Lo he leído en varios libros: lo que sien­ to es importante pero no el centro del universo. Quizá sí veo esto pero no lo creo a fondo como para hacer algo al respecto. Me gustaría creerlo con más fuerza. Qué alivio sería. No tendría que pensar todo el tiempo en lo que siento ni tratar de controlarlo con todas sus complicaciones y consecuencias. No tendría que intentar sentirme bien todo el tiempo. De hecho si creyera que lo que siento no es tan importante quizá ni siquiera me sentiría tan mal y no sería tan difícil sentirme mejor. No tendría que decir: Ay, me siento tan mal, es como el fi­ nal para mí aquí, en esta sala en penumbra a avanzadas horas de la noche, con la calle oscura allá afuera bajo las lámparas, estoy tan sola, todos los demás en esta casa ya duermen, no hay consuelo en ninguna parte, sólo estoy yo aquí, nunca me tranquilizaré lo suficiente para dor­ mir, nunca dormiré, nunca seré capaz de llegar al día si­ 62 150CUENTOSCORTOS.indd 62 08/10/19 3:50 p.m. guiente, no puedo continuar, no puedo vivir ni siquiera al minuto que sigue. Si creyera que lo que siento no es el centro del uni­ verso entonces no sería más que una de tantas cosas al margen, y yo sería capaz de ver y prestar atención a otras cosas igualmente importantes y de este modo tendría cierto alivio. Pero es curioso cómo uno puede ver que una idea es completamente cierta y correcta y sin embargo no creerla a fondo para actuar en consecuencia. Así que todavía ac­ túo como si mis sentimientos fueran el centro del univer­ so, y todavía eso causa que termine sola junto a la ventana de la sala a avanzadas horas de la noche. Lo que ahora es distinto es que tengo esta idea: pronto dejaré de creer que mis sentimientos son el centro del universo. Para mí esto es un gran consuelo porque si te desesperas por seguir adelante pero al mismo tiempo te dices que tu desespe­ ración quizá no sea tan importante, entonces o dejas de desesperarte o aún te desesperas pero al mismo tiempo comienzas a notar que tu desesperación también podría ser desplazada al margen como una de tantas cosas. 63 150CUENTOSCORTOS.indd 63 08/10/19 3:50 p.m. Cosas perdidas Están perdidas, pero tampoco tan perdidas sino en al­ gún lugar del mundo. La mayoría son pequeñas aunque dos son más grandes, una un abrigo y otra un perro. De las cosas pequeñas una es un anillo valioso y otra un botón valioso. Están perdidas para mí y el sitio donde es­ toy pero tampoco se han ido. Están en algún otro lugar y quizá estén ahí para alguien más. Pero pese a no estar ahí para alguien más el anillo no está perdido para sí mismo sino ahí, aunque no donde me encuentro, al igual que el botón, que está ahí aunque no donde estoy. 64 150CUENTOSCORTOS.indd 64 08/10/19 3:50 p.m. Desde abajo, como vecina Si yo no fuera yo y me escuchara desde abajo, como ve­ cina, hablando con él, me diría a mí misma qué feliz soy de no ser ella y sonar como ella suena, con una voz como la suya y una opinión como la suya. Pero no me puedo escuchar desde abajo, como vecina, no puedo escuchar cómo no debería sonar, no puedo ser feliz de no ser ella tal como lo sería si pudiera escucharla. Por otra parte, ya que soy ella no lamento estar acá arriba donde no puedo escucharla como vecina, donde no puedo decirme a mí misma, como lo haría desde abajo, qué feliz soy de no ser ella. 65 150CUENTOSCORTOS.indd 65 08/10/19 3:50 p.m. Las bisabuelas En la reunión familiar las bisabuelas fueron colocadas en el invernadero. Pero debido a un problema con los niños, ocurrido a la par que el cuñado cayó en un sopor etíli­ co, todos las olvidamos durante mucho tiempo. Cuando abrimos la puerta de cristal, avanzamos entre los árboles de caucho y nos acercamos a las ancianas bañadas por el sol ya era demasiado tarde: sus manos nudosas se habían fundido en la madera de los mangos de sus bastones, sus labios se habían cosido en una sola membrana, sus globos oculares se habían endurecido y se hallaban imperturba­ blemente fijos en el huerto de castaños donde los niños corrían de un lado a otro. Sólo la vieja Agnes tenía aún algo de vida en ella, podíamos oír cómo aspiraba el aire por la boca, podíamos ver cómo su corazón trabajaba bajo el vestido de seda, pero al aproximarnos se estreme­ ció para luego quedarse quieta. 66 150CUENTOSCORTOS.indd 66 08/10/19 3:50 p.m. Ética “Trata a los demás como quieres que te traten”. En un programa de entrevistas sobre ética escuché que este concepto subyace en todo sistema ético. Si en realidad tratas a tu prójimo como quieres que te trate vivirás de acuerdo con un buen sistema ético. En aquel tiempo me alegró aprender una regla simple que tenía sentido. Pero ahora, al intentar aplicarla literalmente a un hombre que conozco, parece que no funciona. Uno de sus problemas es la enorme hostilidad que siente por ciertas personas y cuando imagino cómo quisiera que ellas lo trataran sólo puedo pensar que de hecho le gustaría que fueran hosti­ les con él, como imagina que efectivamente son, porque él ya es muy hostil con ellas. También le gustaría que sos­ pecharan de él en la medida en que él sospecha de ellas, y que estuvieran resentidas con él tal como él está resen­ tido con ellas, porque lo que siente por ellas es tan fuerte que necesita toda la fuerza de lo que imagina que ellas sienten por él para poder seguir sintiendo lo que desea sentir por ellas. Así que en realidad ya está tratando a 67 150CUENTOSCORTOS.indd 67 08/10/19 3:50 p.m. los demás como quiere que lo traten, aunque ahora se me ocurre que en este momento sólo siente algunas cosas por los otros pero no les ha hecho nada, así que todavía podría estar dentro de cierto sistema ético, a menos que sentir algo por alguien sea de hecho hacerle algo. 68 150CUENTOSCORTOS.indd 68 08/10/19 3:50 p.m. La salida Un estallido de rabia cerca de la carretera, un negarse a hablar en el sendero, un silencio en el bosque de pinos, un silencio a través del viejo puente del tren, un intento de ser amigable en el agua, un rehusarse a terminar la discusión en las piedras planas, un grito de rabia en el empinado banco de tierra, un llanto entre los arbustos. 69 150CUENTOSCORTOS.indd 69 08/10/19 3:50 p.m. Un puesto en la universidad Creo saber qué clase de persona soy. Pero entonces pien­ so que este extraño o esta extraña me imaginará de otra manera al escuchar esto o aquello sobre mí, por ejemplo que tengo un puesto en la universidad: el hecho de tener un puesto en la universidad parecerá significar que debo ser la clase de persona que tiene un puesto en la uni­ versidad. Pero entonces tengo que admitir con sorpresa que, después de todo, es cierto que tengo un puesto en la universidad. Y si es cierto, entonces quizá en realidad soy la clase de persona que uno imagina al escuchar que alguien tiene un puesto en la universidad. Pero, por otro lado, sé que no soy la clase de persona que imagino cuan­ do escucho que alguien tiene un puesto en la universi­ dad. Y entonces descubro cuál es el problema: cuando otra gente me describe así parecería que me describe por completo aunque de hecho no me describe por completo, ya que una descripción completa de mí incluiría verdades que parecen bastante incompatibles con el hecho de tener un puesto en la universidad. 70 150CUENTOSCORTOS.indd 70 08/10/19 3:50 p.m. La carrera de los motociclistas pacientes Quien gana en esta carrera no es el más veloz sino el más lento. En principio parecería fácil ser el más lento de los motociclistas pero no lo es, ya que ser lento o paciente no corresponde al carácter de un motociclista. Las motocicletas se alinean en la salida, cada una me­ jor equipada y más costosa que la siguiente, con asientos y manubrios de cuero blanco, incrustaciones de caoba y astas en la parte delantera. Todos estos accesorios las hacen tan fascinantes que es difícil no conducirlas a gran velocidad. Después de que suena el disparo de salida, los corre­ dores arrancan sus motores y se alejan con un terrible al­ boroto aunque sólo se desplazan unos centímetros sobre la pista caliente y polvorienta, arrastrando sus enormes botas negras para equilibrarse. Los novatos abren latas de cerveza y empiezan a beber, pero los motociclistas ex­ perimentados saben que si beben se impacientan para continuar la carrera. En vez de eso escuchan la radio, ven pequeños televisores portátiles y leen revistas y libros 71 150CUENTOSCORTOS.indd 71 08/10/19 3:50 p.m. ligeros mientras mantienen un paso parejo, ni demasia­ do rápido para perder la carrera ni demasiado lento para detenerse por completo ya que, de acuerdo con las re­ glas, las motocicletas deben seguir avanzando en todo momento. A cada lado de la pista hay hombres llamados verifi­ cadores que se encargan de vigilar que nadie viole esta regla. Casi siempre, y sobre todo en el caso de un conduc­ tor muy hábil, el movimiento de la motocicleta se puede percibir sólo si se observa cómo los bordes delanteros de las llantas se asientan en el polvo y los bordes traseros se levantan. Los verificadores están sentados en sillas de director y se incorporan cada pocos minutos para arras­ trarlas a lo largo de la pista. Aunque la meta está a sólo noventa metros, hacia la mitad de la tarde las grandes motocicletas aún se ha­ llan agrupadas a medio camino. Ahora los novatos se impacientan uno tras otro, aceleran sus motores con un barullo feliz y permiten que sus motocicletas los liberen del polvo inmóvil de sus compañeros con un latigazo que tuerce sus cabezas hacia atrás y deja que sus cabelle­ ras magníficamente grasientas vuelen tras ellos. En un santiamén cruzan la meta y están fuera de la carrera y allá, en el polvo gris, lejos de los espectadores, lejos del grupo oscuro y brillante y parsimonioso de los moto­ ciclistas más pacientes, asumen un aire de superioridad aunque de hecho, ahora que ya nadie los mira, se sienten avergonzados por no haber sido capaces de aguantar la carrera. 72 150CUENTOSCORTOS.indd 72 08/10/19 3:50 p.m. El final es siempre de fotografía. El ganador es a me­ nudo un veterano de las carreras no sólo para los lentos sino también para los veloces. Ahora le parece sencillo construir un motor potente, calibrar la condición y confi­ guración de la pista, evaluar a sus competidores y hacerse al ánimo de ganar una carrera para los veloces. Resul­ ta mucho más difícil entrenarse para tener paciencia y ajustar los nervios al paso de la tortuga, del caracol, tan lento que en comparación el cangrejo se mueve como un caballo al galope y la mariposa igual que un rayo. Acos­ tumbrarse a observar el mundo visible con un fabuloso potencial de velocidad entre las piernas y sin embargo avanzar con tal lentitud que cualquier cambio de posición sea casi imperceptible, y el mundo asimismo permanece inmutable a excepción de la luz arrojada por el sol que al final del día calmoso parece haber sido lanzada por un arco veloz. 73 150CUENTOSCORTOS.indd 73 08/10/19 3:50 p.m. Afinidad Sentimos afinidad por un pensador porque coincidimos con él; o porque nos muestra lo que ya pensábamos; o porque nos muestra de una manera más clara lo que ya pensábamos; o porque nos muestra lo que estábamos a punto de pensar; o lo que tarde o temprano habría­mos pensado; o lo que habríamos pensado mucho después de no haberlo leído ahora; o lo que habríamos podido pensar pero nunca habríamos pensado de no haberlo leí­ do ahora; o lo que nos habría gustado pensar pero nunca habríamos pensado de no haberlo leído ahora. 74 150CUENTOSCORTOS.indd 74 08/10/19 3:50 p.m. De Samuel Johnson está indignado (2001) 150CUENTOSCORTOS.indd 75 08/10/19 3:50 p.m. Amigos aburridos Conocemos sólo a cuatro personas aburridas. El resto de nuestros amigos nos parece muy interesante. Sin embar­ go, a la mayoría de los amigos que nos parecen intere­ santes les parecemos aburridos: a los más interesantes les parecemos los más aburridos. De los pocos que están más o menos en medio, con quienes hay un interés recí­ proco, desconfiamos: creemos que en cualquier momento podrían volverse muy interesantes para nosotros o noso­ tros muy interesantes para ellos. 77 150CUENTOSCORTOS.indd 77 08/10/19 3:50 p.m. Traición A medida que envejecía y fantaseaba con otros hombres que no fueran su marido ya no soñaba con una intimidad sexual, como lo había hecho quizá por venganza cuando estaba enojada y quizá por soledad cuando él estaba eno­ jado, sino sólo con un afecto y una comprensión profunda, un tomarse de las manos y mirarse a los ojos, a menudo en un lugar público como un café. Ignoraba si este cam­ bio se debía a un respeto por su marido, ya que en verdad lo respetaba, o sólo al simple cansancio al final del día, o bien a una idea del tipo de actividad que podía esperar de sí misma incluso en una fantasía ahora que había lle­ gado a cierta edad. Cuando estaba especialmente cansada no podía ni siquiera con el afecto y la comprensión pro­ funda sino apenas con el grado más leve de compañía, por ejemplo estar juntos a solas en la misma habitación, sentados en sillas. Y ocurrió que a medida que envejecía aún más y se sentía más cansada, y luego cuando era todavía más vieja y estaba más cansada, se produjo otro cambio que la hizo descubrir que hasta el grado más leve 78 150CUENTOSCORTOS.indd 78 08/10/19 3:50 p.m. de compañía, estar juntos a solas, era ya muy pesado de sobrellevar, y sus fantasías se redujeron a una especie de sosegada amistad entre otros amigos, el tipo de vín­ culo que en realidad habría podido tener con cualquier hombre con la conciencia tranquila y que de hecho tenía con varios hombres que también eran amigos de su ma­ rido, o no, una amistad que le brindara consuelo y fuer­ za por la noche, cuando las amistades de su vida diurna ya no fueran suficientes o no hubieran sido suficientes al final de la jornada. Y así estas fantasías llegaron a ser indistinguibles de la realidad de su vida diurna, y no de­ berían haber constituido ninguna especie de traición en lo absoluto. No obstante, al ser fantasías que ella tenía a solas por la noche se seguían sintiendo como una especie de traición, y quizá, ya que las consideraba con este es­ píritu traicionero como tal vez se debían considerar para que brindaran consuelo y fuerza, seguían siendo de he­ cho una especie de traición. 79 150CUENTOSCORTOS.indd 79 08/10/19 3:50 p.m. Una lección de Heródoto Esto se sabe de los peces en el Nilo: 80 150CUENTOSCORTOS.indd 80 08/10/19 3:50 p.m. Prioridad Debería ser muy sencillo. Haces lo que puedes mientras él está despierto, y una vez que se duerme haces lo que puedes hacer sólo cuando está dormido, empezando por lo más importante. Pero no es tan sencillo. Te preguntas qué es lo más importante. Debería ser fácil decir qué es lo que tiene prioridad y hacerlo. Pero lo que tiene prioridad no es sólo una cosa, ni dos ni tres. Cuando varias cosas son prioritarias, ¿a cuál de ellas se le da prioridad? En el lapso en que puedes hacer algo, el lapso en que él duerme, puedes escribir una carta que debe ser escrita de inmediato porque muchas cosas dependen de ella. Y sin embargo, si escribes la carta tus plantas no serán rega­ das y es un día muy caluroso. Las has sacado al balcón con la esperanza de que la lluvia las riegue pero en este verano casi nunca llueve. Las has metido de nuevo con la esperanza de que si están a salvo del viento no debe­ rán ser regadas tan a menudo pero aun así deberán ser regadas. 81 150CUENTOSCORTOS.indd 81 08/10/19 3:50 p.m. Y sin embargo, si riegas las plantas no escribirás la carta de la que tanto depende. Tampoco arreglarás la co­ cina y la sala, y después te sentirás confundida y molesta por el desorden. Una encimera está cubierta de listas de compras y piezas de cristalería que tu marido adquirió en una liquidación. Debería ser muy sencillo guardar la cristalería pero no puedes guardarla antes de lavarla, y no puedes lavarla hasta que el fregadero quede libre de platos sucios, y no puedes lavar los platos hasta vaciar el escurridor. Si empiezas vaciando el escurridor quizá no llegues más allá de lavar los platos mientras él duerme. Podrías decidir que las plantas tienen prioridad porque a fin de cuentas están vivas. Entonces podrías decidir, ya que debes hallar un modo de organizar tus priorida­ des, que todas las cosas vivas en la casa tendrán prioridad, comenzando por el ser humano más joven y pequeño. Eso debería quedar suficientemente claro. Pero entonces, aun­ que sabes bien cómo cuidar al ratón, al gato y las plantas, no estás segura de cómo dar prioridad al bebé, al niño mayor, a ti y a tu marido. Es cierto que cuanto más gran­ de y viejo es un ser vivo más difícil resulta saber cómo cuidarlo. 82 150CUENTOSCORTOS.indd 82 08/10/19 3:50 p.m. Compañera Mi digestión y yo estamos sentadas juntas. Mientras yo leo un libro ella trabaja con el almuerzo que comí hace poco. 83 150CUENTOSCORTOS.indd 83 08/10/19 3:50 p.m. Propósito de Año Nuevo Pregunto a mi amigo Bob cuáles son sus propósitos de Año Nuevo y me dice, encogiéndose de hombros para in­ dicar que es obvio o nada asombroso: Beber menos, bajar de peso… Me pregunta lo mismo pero aún no estoy lista para contestarle. Otra vez he estado estudiando mi zen de manera superficial porque me desesperan las fiestas, aun­ que es una desesperación igualmente superficial. Una me­ dalla o un tomate podrido son lo mismo, dice el libro que he estado leyendo. Luego de pensarlo algunos días creo que la respuesta más veraz para mi amigo Bob sería: Mi propósito de Año Nuevo es aprender a verme como nada. ¿Será algo competitivo? Él quiere bajar de peso, yo quie­ ro aprender a verme como nada. Por supuesto, ser com­ petitivo no empata con ninguna filosofía budista. La nada verdadera no es competitiva. Pero no creo ser competiti­ va cuando lo digo. En ese instante me siento realmente humilde. O al menos creo sentirme así: ¿puede alguien de hecho ser realmente humilde al decir que quiere apren­ der a ser nada? Pero hay otro problema que desde hace 84 150CUENTOSCORTOS.indd 84 08/10/19 3:50 p.m. unas semanas quiero exponer a Bob: por fin, a la mitad de tu vida, eres lo suficientemente inteligente para ver que todo se reduce a nada, incluso el éxito equivale a nada. Pero ¿cómo aprende una persona a verse como nada si tanto trabajo le ha costado aprender a verse como algo en primer lugar? Es tan confuso. Pasas la primera parte de tu vida aprendiendo que eres algo después de todo y ahora debes pasar la segunda mitad aprendiendo a verte como nada. Has sido una nada negativa y ahora quieres ser una nada positiva. En estos primeros días del nuevo año he comenzado a intentarlo, pero hasta ahora ha resul­ tado bastante difícil. A lo largo de la mañana estoy muy cerca de la nada, pero por la tarde aquello que es algo dentro de mí empieza a dejar sentir su peso. Esto ocurre varios días. Por la noche estoy llena de algo que a menudo es desagradable y agresivo. Así que en este punto pienso que estoy aspirando a demasiado, que para empezar quizá la nada es mucho. Quizá por ahora tan sólo debería tratar de ser un poco menos de lo que soy normalmente a diario. 85 150CUENTOSCORTOS.indd 85 08/10/19 3:50 p.m. Interesante Mi amigo es interesante pero no está en su departamento. Su charla parece interesante pero hablan en un idioma que no comprendo. Ambos tienen la reputación de ser gente interesante y por tanto estoy segura de que su charla es interesante pe­ ro hablan en un idioma que comprendo sólo un poco, así que únicamente capto fragmentos como “Ya veo” y “El domingo” y “Por desgracia”. Este hombre domina su tema y dice muchas cosas sobre él que quizá son interesantes, pero no me siento interesa­ da porque el tema no me interesa. Una mujer que conozco se me acerca. Está muy emocio­ nada pero no es una mujer interesante. Lo que la emocio­ na no será interesante, simplemente no será interesante. 86 150CUENTOSCORTOS.indd 86 08/10/19 3:50 p.m. En una fiesta, un hombre muy nervioso habla rápido y dice muchas cosas inteligentes sobre temas que no me interesan particularmente, como la restauración de casas históricas y en especial la edad del tapiz. No obstante, como es tan inteligente y me da tanta información por minuto, no me canso de escucharlo. He aquí a un ingeniero de tráfico inglés muy guapo. El hecho de que sea tan guapo y vivaz y de que tenga un acento inglés tan fino da la impresión, cada vez que co­ mienza a hablar, de que está a punto de decir algo intere­ sante, pero nunca es interesante y de nuevo está diciendo algo acerca de patrones de tráfico. 87 150CUENTOSCORTOS.indd 87 08/10/19 3:50 p.m. El momento más feliz Si le preguntas cuál es el cuento favorito de su autoría, ella vacilará durante un largo rato y luego dirá que quizá sea este cuento que leyó una vez en un libro: Un maes­ tro de inglés en China preguntó a su alumno chino cuál era el momento más feliz de su vida. El alumno vaci­ ló durante un largo rato. Por fin sonrió avergonzado y dijo que su esposa había ido una vez a Beijing y comido pato y a menudo se lo contaba, y él tendría que decir que el momento más feliz de su vida era el viaje de ella y esa comida con pato. 88 150CUENTOSCORTOS.indd 88 08/10/19 3:50 p.m. Doble negativa En cierto momento de su vida ella se da cuenta de que no es tanto que quiera tener un hijo como que no quiere no tener un hijo o no haber tenido un hijo. 89 150CUENTOSCORTOS.indd 89 08/10/19 3:50 p.m. Honrar el subjuntivo Siempre precede, aunque no remplace del todo, la deter­ minación de lo que es completamente deseable y justo. 90 150CUENTOSCORTOS.indd 90 08/10/19 3:50 p.m. Qué difícil Durante años mi madre dijo que yo era egoísta, descuida­ da, irresponsable, etcétera. A menudo estaba molesta. Si yo discutía, ella se cubría las orejas con las manos. Hizo lo que pudo por cambiarme pero durante años no cambié, o si cambié no pude estar segura de haberlo hecho porque nunca llegó el momento en que mi madre dijera: “Ya no eres egoísta, descuidada, irresponsable, etcétera”. Ahora soy yo la que se dice: “¿Por qué no puedes pensar primero en los demás, por qué no prestas atención a lo que haces, por qué no recuerdas qué se debe hacer?”. Estoy molesta. Comprendo a mi madre. ¡Qué difícil soy! Pero no puedo decírselo porque al mismo tiempo que quiero decirlo es­ toy al teléfono que se interpone entre nos­otras, escuchan­ do y preparándome para defenderme. 91 150CUENTOSCORTOS.indd 91 08/10/19 3:50 p.m. Se turnan para usar una palabra que les gusta —Es extraordinario —dice una mujer. —Es extraordinario —dice la otra. 92 150CUENTOSCORTOS.indd 92 08/10/19 3:50 p.m. Mir el Hessiano1 Mir el Hessiano se arrepentía de haber matado a su pe­ rro, lloró incluso cuando le arrancó la cabeza del cuerpo, pero ¿qué tenía para comer además del perro? Congelán­ dose en las colinas, lejos de todos. Mir el Hessiano maldijo al arrodillarse en el suelo roco­ so, maldijo su mala suerte, maldijo a su compañía por ha­ ber muerto, maldijo a su país por estar en guerra, maldijo a sus compatriotas por pelear y maldijo a Dios por per­ mitir que todo eso sucediera. Luego comenzó a rezar: era lo único que quedaba por hacer. Solo en el corazón del invierno. Los soldados hessianos fueron mercenarios alemanes contratados como paramilitares por el gobierno británico en el siglo XVIII. Su nombre se debe al estado alemán de Hesse-Kassel, de donde venía el contingente más numeroso de sus fuerzas. Su participación más destacada fue en la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775-1783). (N. del T.) 1 93 150CUENTOSCORTOS.indd 93 08/10/19 3:50 p.m. Mir el Hessiano yacía acurrucado entre las rocas, las ma­ nos entre las piernas, la barbilla en el pecho, más allá del hambre, más allá del miedo. Abandonado por Dios. Los lobos habían dispersado los huesos de Mir el Hes­ siano, llevado su cráneo a orillas del agua, dejado un tar­ so en la colina, arrastrado un fémur al cubil. Después de los lobos vinieron los cuervos, y después de los cuer­ vos los escarabajos. Y después de los escarabajos, otro soldado, solo en las colinas, lejos de todos. Porque la gue­ rra aún no terminaba. 94 150CUENTOSCORTOS.indd 94 08/10/19 3:50 p.m. Historia oral (con hipo) Mi hermana murió el año pasado dejando dos hi / jas. Mi esposo y yo hemos decidido adop / tarlas. La más grande tiene treinta y tres años y es en / cargada de compras de una tienda departamental, y la más chi / ca, que acaba de cumplir treinta, trabaja en la ofi / cina estatal de pre­ supuesto. Tenemos un ni / ño que aún vive con nosotros y la casa no es gran / de, así que estaremos apretados pero nos hallamos dispuestos a hacerlo por el bien de e / llas. Mudaremos a nuestro hijo, que tiene once años, de su ha­bi / tación al pequeño cuarto que he estado usando como cuar / to de costura. Acomodaré mi máquina aba / jo en la sala. Pondremos una litera para las chicas en el antiguo dormitorio de mi hi / jo. Es una habitación de buen ta­ maño con un cló / set y una ventana, y el baño se localiza a unos metros en el pasi / llo. Tendremos que pedirles que no traigan todas sus co / sas. Supongo que estarán dispuestas a ha / cer ese sacrificio para ser parte de esta familia. También deberán cui / dar lo que di­cen durante la ce / na. Con nuestro hijo menor presente queremos 95 150CUENTOSCORTOS.indd 95 08/10/19 3:50 p.m. evitar cualquier con / flicto. Lo que me preocu / pa es un par de asuntos polí / ticos. Mi sobrina mayor es fe / minista, mientras que mi esposo y yo creemos que las cosas se han vuelto contra los hom / bres en esta época. Además, mi sobrina menor es quizá más progo / bierno que mi sobrina mayor, mi esposo y yo. Pero estará fuera mucho tiempo, en viajes de tra / bajo. Y hemos desa / rrollado ciertas habilidades de negociación con nuestros propios hi / jos, así que debemos ser capaces de arre / glar las cosas con las dos chicas. Intentaremos ser firmes pero jus / tos, como siempre fuimos con nuestro hi / jo mayor antes de que dejara la ca / sa. Si no podemos arre / glar las cosas de inmediato, ellas pueden retirarse a su habi / tación y tranquilizarse hasta que estén listas para volver y ser civi / lizadas. Discúlpenme. 96 150CUENTOSCORTOS.indd 96 08/10/19 3:50 p.m. Correcto e incorrecto Sabe que está en lo correcto, pero decir que está en lo co­ rrecto es incorrecto en este caso. En algunos casos estar en lo correcto y decirlo es incorrecto. Puede estar en lo correcto y decirlo en ciertos casos. Pero si insiste demasiado cae en lo incorrecto, a tal grado que incluso su estar en lo correcto se vuelve incorrecto por asociación. Es correcto creer en lo que piensa que es correcto, pero decir que lo que piensa es correcto es incorrecto en algunos casos. Está en lo correcto al actuar según sus creencias en la vida. Pero en la mayoría de los casos es incorrecto repor­ tar sus actos correctos. Entonces hasta sus actos correc­ tos se vuelven incorrectos por asociación. Si se elogia a sí misma puede estar en lo correcto en lo que dice, pero decirlo es incorrecto en la mayoría de los casos y por tanto lo cancela o lo revierte, de tal modo que aunque por un acto en particular merecía ser elogiada, en general ya no merece los elogios. 97 150CUENTOSCORTOS.indd 97 08/10/19 3:50 p.m. Especiales Sabemos que somos muy especiales. Y sin embargo in­ tentamos averiguar de qué forma: no de esta, no de aque­ lla, ¿entonces de qué forma? 98 150CUENTOSCORTOS.indd 98 08/10/19 3:50 p.m. Egoísta Lo útil de ser una persona egoísta es que cuando tus hijos salen lastimados no te preocupa mucho porque tú es­tás bien. Pero esto no funciona si eres sólo un poco egoísta. Debes ser sumamente egoísta. Así es como su­ cede. Si eres sólo un poco egoísta sientes cierta inquietud por ellos, les prestas cierta atención, tienen ropa limpia casi todo el tiempo, un nuevo corte de pelo con bastante frecuencia, aunque no todos los artículos que necesitan para la escuela o no cuando los necesitan; los disfrutas y ríes con sus bromas aunque te impacientan cuando son malcriados, te molestan cuando tienes cosas que hacer, y cuando son muy malcriados te enfureces; comprendes una parte de lo que deberían tener en sus vidas, sabes una parte de lo que llevan a cabo con sus amigos, haces pre­ guntas pero no demasiadas y no más allá de determinado punto porque hay poco tiempo; entonces los problemas comienzan y tú no adviertes ninguna señal porque estás muy ocupada: ellos roban y tú quieres saber cómo llegó cierta cosa a la casa; te muestran lo robado y cuando 99 150CUENTOSCORTOS.indd 99 08/10/19 3:50 p.m. empiezas a preguntar te mienten; cada vez que mienten les crees porque parecen sinceros y tardarías demasia­ do en dar con la verdad. Pues bien, si has sido egoísta esto es lo que a veces ocurre, y si no has sido suficiente­ mente egoísta entonces después, cuando tus hijos estén en serios problemas, sufrirás aunque incluso mientras sufras continúes, debido a una larga costumbre, siendo egoísta y diciendo: Estoy tan desconsolada, mi vida se ha acabado, ¿cómo puedo seguir adelante? Así que si vas a ser realmente egoísta debes ser más egoísta que eso, tan egoísta que pese a que estés apenada por verlos en problemas, sincera y profundamente apenada como dirás a tus amigos y conocidos y el resto de la familia, por den­ tro estarás aliviada, contenta, incluso encantada de que eso no te pase a ti. 100 150CUENTOSCORTOS.indd 100 08/10/19 3:50 p.m. Mi marido y yo Mi marido y yo somos gemelos siameses. Estamos uni­ dos por la frente. Nuestra madre nos alimenta. Cuando se nos antoja copular nos unimos más abajo y a la vez formamos un bucle como de árbol en espaldera. El tiem­ po pasa. Me separo de mi marido en la parte baja y doy a luz a gemelos que no están unidos como nosotros. Se retuercen en el piso. Nuestra madre se ocupa de ellos. Por lo general son asimétricos uno con otro, aun cuando duermen y no se mueven. Al estar despiertos permane­ cen cerca uno del otro, como si los sostuvieran bandas elásticas, y cerca de nosotros y de nuestra madre. Por la noche el vínculo es aún más fuerte y nos juntamos para yacer en un montón, los músculos duros de mi marido apretados contra mis músculos suaves, los músculos vie­ jos y fibrosos de nuestra madre y los músculos livianos de nuestros bebés, nuestros brazos entrelazados como serpientes mientras una música lejana retumba en los campos detrás de nosotros. 101 150CUENTOSCORTOS.indd 101 08/10/19 3:50 p.m. Lejos de casa ¡Ha pasado tanto tiempo desde que ella usó una metáfora! 102 150CUENTOSCORTOS.indd 102 08/10/19 3:50 p.m. Compañía Me gustan los estudiantes. Me gusta su compañía. Me gustan aquí: si tan sólo se pudieran quedar en el futuro indefinido. Deben estar en algún punto de mi futuro o no estarían para mí, para hacerme compañía, aquí donde es posible hablar con ellos a veces durante todo el día. Pero ese futuro nunca debe llegar. Porque ya es suficientemen­ te duro coincidir con ellos en la clase. El problema es que para contar con su compañía aquí, en mi imaginación, debo pagar el precio de ese futuro que se presente, como se presenta, con toda la dificultad de ese encuentro. Hay otra clase de compañía en las cartas que aún no contesto. Si las contesto, la gente que espera paciente o impacientemente mi respuesta ya no estará presente para mí. Si las contesto, supongo que entonces yo estaré pre­ sente para esas personas en algunos casos. Pero, pese a que no me digo que esta es la razón, no contesto las car­ tas. Y además esto es egoísta y por supuesto descortés. De hecho contesto algunas. Pero la mayoría se quedan sin responder durante semanas, meses, más de un año, 103 150CUENTOSCORTOS.indd 103 08/10/19 3:50 p.m. varios años o para siempre. En muchas ocasiones he tar­ dado tanto en contestar una carta que el destinatario se ha mudado. Una vez tardé tanto en contestar una postal que mi amigo murió. Pero quizá estas personas ya no esperan respuesta a fin de cuentas; quizá ya no me prestan atención y su com­ pañía es sólo ilusoria: las palabras amistosas o neutras permanecen en varias hojas de papel dentro de distin­ tos sobres, pero en la mente de esa gente que escribió las cartas sin respuesta las palabras que expresan lo que piensan de mí, si es que piensan en mí en lo absoluto, ya no son amistosas o neutras sino hostiles, despectivas, in­ cluso indignadas. Creo que tengo esta compañía pero no la tengo, a menos que creerlo sea suficiente y de alguna forma la tenga pese a lo que ellos piensen. Cuando contesto una de estas cartas, es cierto, todo lo que a veces obtengo a cambio es una respuesta breve y cansada al cabo de unas semanas. Pero con mayor fre­ cuencia la respuesta llega rápido y es generosa, cálida, incluso alegre; y entonces, sólo porque es una compañía espléndida y maravillosa, puede quedarse de nuevo junto a mi cama, en mi escritorio o en mi pila de correspon­ dencia durante semanas o meses o incluso más, antes de que la conteste. 104 150CUENTOSCORTOS.indd 104 08/10/19 3:50 p.m. Finanzas Si intentan sumar y restar para ver si la relación es equi­ tativa no funcionará. De su lado él está poniendo cin­ cuenta mil dólares, dice ella. No, setenta mil, dice él. No importa, dice ella. A mí sí me importa, dice él. Lo que ella está poniendo es un hijo a medio crecer. ¿Es eso un activo o un pasivo? Ahora bien, ¿se supone que ella debe sentirse agradecida con él? Puede sentirse agradecida pero no en deuda, no es que le deba algo. Tiene que ha­ ber un sentido de igualdad. Me encanta estar contigo, dice ella, y te encanta estar conmigo. Estoy agradecida contigo porque nos mantienes, y sé que a veces mi hijo representa un problema para ti aunque dices que es un buen chico. Lo que no sé es cómo resolverlo. Si yo doy todo lo que tengo y tú das todo lo que tienes, ¿no es eso una especie de igualdad? No, dice él. 105 150CUENTOSCORTOS.indd 105 08/10/19 3:50 p.m. La transformación No era posible y sin embargo sucedió; y no de golpe sino muy despacio, no un milagro sino algo muy natural aun­ que era imposible. Una chica de nuestro pueblo se convir­ tió en piedra. Es cierto que antes de eso no había sido una chica normal: había sido un árbol. Ahora bien, un árbol se mueve en el viento. Pero hacia finales de septiembre ella comenzó a no moverse más en el viento. Durante semanas se movió cada vez menos. Y entonces dejó de moverse por completo. Sus hojas caían de repente y con un ruido atroz. Se estrellaban en los adoquines y a veces se rompían en pedazos y a veces permanecían enteras. Donde caían saltaban chispas y se producía un pequeño polvo blanco. Aunque yo no lo hice, la gente coleccionaba las hojas y las colocaba en la repisa de la chimenea. Nun­ ca hubo un pueblo similar que tuviera hojas de piedra en cada chimenea. Y entonces ella empezó a volverse gris: al principio creímos que se debía a la luz. Con las fren­ tes arrugadas, veinte de nosotros nos turnábamos para formar un círculo a su alrededor cubriéndonos los ojos, 106 150CUENTOSCORTOS.indd 106 08/10/19 3:50 p.m. aflojando las mandíbulas —teníamos tan pocos dien­ tes que era algo digno de contemplación—, y decir que lo que la hacía verse gris era la hora del día o el cambio de estación. Pronto, no obstante, quedó claro que ahora ella era simple y sencillamente gris, sólo eso, del mismo modo que años atrás tuvimos que admitir que era simple y sencillamente un árbol y ya no más una chica. Pero una cosa es un árbol y otra una piedra. Hay límites en lo que uno puede aceptar incluso cuando se trata de cosas imposibles. 107 150CUENTOSCORTOS.indd 107 08/10/19 3:50 p.m. Dos hermanas (II) 1 La hermana menor está aburrida en la tienda y toca la campana. La hermana mayor baja despacio la escalera y pregunta a la hermana menor por qué tocó la campana. La razón es sencilla: para verla bajar. Porque está muy gorda y se mueve con gran lentitud; los peldaños se hunden y crujen bajo su peso, se le dificulta respirar, se aferra al barandal como si aún fuera la mano de su pa­ dre, sus rodillas robustas entrechocan. Para la hermana menor esto es muy divertido y rompe con el tedio de la mañana. No dice nada de esto en voz alta. En voz alta dice: —Hay un error en las cuentas de ayer. Pero claro que la hermana mayor no puede hallar el error aunque revisa varias veces las cuentas. El vestido le aprieta bajo los brazos y los tobillos se le han hinchado por estar tanto tiempo de pie. 108 150CUENTOSCORTOS.indd 108 08/10/19 3:50 p.m. La hermana menor no puede jugar esta treta a me­ nudo porque sería descubierta. Pero eso la emociona mu­ cho más. 2 Las dos hermanas, que ya no son jóvenes, se ven obliga­ das a dormir en la misma cama. Sueñan cosas distintas y no comparten sus respectivos sueños por la mañana. A veces se rozan por accidente en la cama y se alejan vo­ lando como si se hubieran quemado. No duermen bien y por la mañana no se sienten descansadas. Una despierta temprano, va al baño, y le gustaría seguir durmiendo. Pero no hay nada gozoso en volver a la cama cuando su herma­ na yace allí sudando como cerda en el calor del amanecer. 3 Mi hermana tiene muslos semejantes a pilares. Come sus papas como si fuera a armar una revolución entre ellas, como si ellas fueran el Pueblo. No, ¿entonces a qué se debe esta pasión? Es aterrador ver cómo sus ojos vidrio­ sos se enfocan cuando mi cena llega a la mesa. Temo que devorará no sólo la cena sino a mí y a mi pobre vida también. Junto a su risa la mía es el piar de un pájaro en la hiedra. No, nunca ríe. Yo nunca río. Su silencio, sin 109 150CUENTOSCORTOS.indd 109 08/10/19 3:50 p.m. embargo, es mucho más grande que el mío y lo reduce a una hebra de humo en una nube de lluvia. 4 Un día la hermana menor abofeteó a la hermana mayor. Lo hizo porque estaba aburrida y frustrada con su vida. De inmediato lo lamentó. No por haber lastimado a su hermana, que se quedó paralizada con la mano en la me­ jilla y el sombrero rodando por el suelo, sino porque aho­ ra su hermana se echaría a llorar y se quejaría y hablaría del suceso durante meses ante la vergüenza y la ira de la hermana menor. Había querido degradar de alguna ma­ nera a su hermana, incluso destruirla, pero en lugar de eso le había concedido una nueva dignidad. 5 Dos hermanas similares a piedras no se dirigen la pala­ bra. No tienen nada en común salvo el parentesco. Una se levanta temprano y la otra tarde; una no come productos animales y la otra no come granos integrales; una pade­ ce sarpullido en verano y la otra no puede usar ropa de lana; una no va al cine por temor a los extraños y la otra no ve televisión; en cada elección sus votos se anulan uno al otro y no se parecen a nadie. Sólo en su desconfianza mutua se asemejan. 110 150CUENTOSCORTOS.indd 110 08/10/19 3:50 p.m. Joven y pobre Me gusta trabajar cerca del bebé, aquí en mi escritorio a la luz de la lámpara. El bebé duerme. Como si de nuevo fuera joven y pobre, iba a decir. Pero aún soy joven y pobre. 111 150CUENTOSCORTOS.indd 111 08/10/19 3:50 p.m. Dinero No quiero más regalos, tarjetas, llamadas telefónicas, premios, ropa, amigos, cartas, libros, recuerdos, masco­ tas, revistas, terrenos, máquinas, casas, pasatiempos, re­ conocimientos, buenas noticias, cenas, joyas, vacaciones, flores o telegramas. Sólo quiero dinero. 112 150CUENTOSCORTOS.indd 112 08/10/19 3:50 p.m. De Variedades de inquietud (2007) 150CUENTOSCORTOS.indd 113 08/10/19 3:50 p.m. Un hombre de su pasado Creo que Madre coquetea con un hombre de su pasado que no es Padre. Me digo para mis adentros: ¡Madre no debería tener relaciones inapropiadas con ese tal “Franz”! “Franz” es europeo. ¡Yo digo que ella no debería ver inapropiadamente a ese hombre mientras Padre está de viaje! Pero confundo una realidad vieja con una nue­ va: Padre no volverá a casa. Se quedará en Vernon Hall. En cuanto a Madre, tiene noventa y cuatro años. ¿Cómo puede haber relaciones inapropiadas con una mujer de esa edad? No obstante creo que mi confusión radica en lo siguiente: aunque el cuerpo de Madre está viejo, su capa­ cidad para traicionar se mantiene joven y fresca. 115 150CUENTOSCORTOS.indd 115 08/10/19 3:50 p.m. Mi perro y yo Una hormiga también puede mirarte y hasta amenazarte con sus patas. Por supuesto que mi perro no sabe que soy humana, me ve como un perro pese a que yo no brinque en una cerca. Soy un perro fuerte. Pero no me quedo con la boca abierta mientras camino. Incluso en un día calu­ roso no dejo que mi lengua quede colgando. Aunque sí ladro: —¡No! ¡No! 116 150CUENTOSCORTOS.indd 116 08/10/19 3:50 p.m. Culta No sé si puedo seguir siendo su amiga. He pensado mu­ cho al respecto: ella jamás sabrá cuánto. Le di una última oportunidad. La llamé después de un año. Pero no me gustó el rumbo que tomó la conversación. El problema es que ella no es muy culta. O debería decir que no es lo su­ ficientemente culta para mí. Tiene casi cincuenta años y hasta donde puedo ver no es más culta que cuando la co­ nocí hace dos décadas, cuando hablábamos sobre todo de hombres. Entonces no me importaba lo inculta que era, quizá porque yo misma no era tan culta. Creo que ahora soy más culta, y ciertamente más culta que ella, aun­ que sé que no es muy culto decirlo. Pero quiero decirlo, de modo que estoy dispuesta a posponer el hecho de ser más culta para poder opinar así sobre una amiga. 117 150CUENTOSCORTOS.indd 117 08/10/19 3:50 p.m. El concurso del buen gusto El marido y la esposa competían en un concurso de buen gusto calificado por un juzgado de sus pares, hombres y mujeres de buen gusto entre los que estaban un diseña­ dor de telas, un comerciante de libros raros, un pastele­ ro y un bibliotecario. Se juzgó que la esposa tenía mejor gusto en muebles, sobre todo en muebles antiguos. Se juzgó que en general el marido tenía mal gusto en apa­ ratos de iluminación, vajilla y cristalería. Se juzgó que la esposa tenía un gusto indiferente en tratamientos para ventanas, pero que tanto el marido como la esposa tenían buen gusto en revestimientos para el suelo, ropa de cama, ropa de baño y electrodomésticos grandes y pequeños. Se percibió que el marido tenía buen gusto en alfombras pero sólo un gusto promedio en tapices. Se percibió que el marido tenía muy buen gusto tanto en comida como en bebidas alcohólicas, mientras que la esposa tenía un gus­ to inconsistente que iba de bueno a malo en comida. El marido tenía mejor gusto que la esposa en ropa aunque un gusto inconsistente en perfumes y colonias. Se juzgó 118 150CUENTOSCORTOS.indd 118 08/10/19 3:50 p.m. que mientras que sólo tenían un gusto promedio en di­ seño de jardines, marido y esposa tenían buen gusto en una gran cantidad y variedad de árboles de hoja perenne. Se percibió que el marido tenía excelente gusto en rosas pero mal gusto en bulbos. Se percibió que la esposa tenía mejor gusto en bulbos y en general buen gusto en plan­ tas de sombra salvo en hostas. Se percibió que el gusto del marido era bueno en muebles para jardín pero sólo promedio en macetas ornamentales. Se percibió que el gusto de la esposa era consistentemente malo en estatuas para jardín. Al cabo de una breve discusión, los jueces decidieron que el ganador era el marido por obtener un puntaje general más alto. 119 150CUENTOSCORTOS.indd 119 08/10/19 3:50 p.m. Colaboración con una mosca Yo puse la palabra en la página pero ella añadió el apóstrofo. 120 150CUENTOSCORTOS.indd 120 08/10/19 3:50 p.m. Buenos momentos Lo que les sucedía era que cada mal momento produ­ cía un mal sentimiento que a su vez producía muchos más malos momentos y malos sentimientos, de tal mane­ ra que su vida en común se llenó de malos momentos y malos sentimientos al grado de que casi nada más podía crecer en ese terreno oscuro. Pero entonces una mañana ella tuvo un sentimiento de paz que venía de la tarde an­ terior invertida en coser mientras él leía en la habitación contigua. Y uno o dos días después tuvo un sentimiento de júbilo que persistió durante la mañana y que venía de la noche anterior cuando él le hizo compañía en la cocina mientras ella lavaba los platos de la cena. Si se incrementaban los buenos momentos, pensó, cada buen momento podría generar un buen sentimiento que a su vez generaría muchos más buenos momentos que gene­ rarían muchos más buenos sentimientos. Lo que quería decir era que los buenos momentos se podrían multipli­ car quizá con la rapidez del cuadrado del cuadrado o tal vez más rápido, como ratones o como hongos que bro­ 121 150CUENTOSCORTOS.indd 121 08/10/19 3:50 p.m. taran durante la noche a partir de las esporas dispersas de un hongo padre que a su vez hubiera brotado durante la noche junto con muchos otros a partir de las esporas dispersas de un padre, hasta que la vida en común es­ tuviera tan llena de buenos momentos que éstos consi­ guieran desplazar a los malos momentos así como ahora los malos momentos habían desplazado casi por comple­ to a los buenos. 122 150CUENTOSCORTOS.indd 122 08/10/19 3:50 p.m. Temas prohibidos Pronto casi cada tema del que les gustaría hablar se aso­ cia con otra escena desagradable y se vuelve un tema del que no pueden hablar, de modo que al paso del tiempo queda cada vez menos de lo que pueden hablar sin correr un riesgo y finalmente muy poco a excepción de las no­ ticias y sus lecturas, aunque no todas. No pueden hablar de ciertos miembros de la familia de ella, el horario de trabajo de él, el horario de trabajo de ella, los conejos, los ratones, los perros, algunos alimentos, algunas uni­ versidades, el clima caluroso, las temperaturas frías y ca­ lientes en las habitaciones durante la noche y el día, las luces encendidas y apagadas en los atardeceres de vera­ no, el piano, la música en general, cuánto dinero gana él, cuánto gana ella, cuánto gasta ella, etcétera. Pero un día, luego de estar hablando de un tema prohibido aunque no el más peligroso, ella advierte que a veces sería posible decir algo con calma y cuidado sobre un tema prohibido de tal manera que volviera a ser un tema sobre el que se pudiera hablar, y luego decir algo con calma y cuidado 123 150CUENTOSCORTOS.indd 123 08/10/19 3:50 p.m. sobre otro tema prohibido para que hubiera otro tema sobre el que se pudiera hablar de nuevo, y que mientras haya más temas sobre los que se pueda hablar de nuevo habrá gradualmente más conversación entre ellos, y que mientras haya más conversación habrá más confianza, y que cuando haya suficiente confianza quizá se atreverán a tocar incluso el más peligroso de los temas prohibidos. 124 150CUENTOSCORTOS.indd 124 08/10/19 3:50 p.m. Mano Más allá de la mano que sostiene el libro que leo distingo otra mano que yace ociosa y ligeramente fuera de foco: mi mano suplementaria. 125 150CUENTOSCORTOS.indd 125 08/10/19 3:50 p.m. La oruga Por la mañana encuentro una pequeña oruga en mi cama. No hay una buena ventana desde la cual arrojarla y no aplasto o mato a un ser vivo si no tengo que hacerlo. Me tomaré la molestia de trasladar a esta oruga delgada, os­ cura y lampiña por la escalera para sacarla al jardín. No es un gusano pese a tener el tamaño de un gusano. No se joroba por la mitad sino que se desplaza con fir­ meza sobre sus múltiples pares de patas. Cuando dejo el dormitorio, el insecto camina a buena velocidad por las pendientes de mi mano. Pero a mitad de la escalera ha desaparecido: mi mano luce vacía por ambos lados. La oruga debió soltarse y caer. No la puedo hallar. La escalera está en penumbra y los peldaños son de color café oscuro. Podría ir por una linterna y buscar a la diminuta criatura para salvarle la vida. Pero no me esforzaré tanto: tendrá que arreglárse­ las lo mejor que pueda. Y sin embargo, ¿cómo hará para arrastrarse hasta la puerta trasera y salir al jardín? Me concentro en lo que debo hacer. Pienso que he 126 150CUENTOSCORTOS.indd 126 08/10/19 3:50 p.m. olvidado al insecto pero no es así. Cada vez que subo o bajo la escalera evito el lado de los peldaños que le co­ rresponde. Estoy segura de que allí está tratando de des­ cender. Por fin me rindo. Voy por la linterna. Ahora el proble­ ma es que los peldaños están muy sucios. No los limpio porque nadie los ve nunca en la penumbra. Y la oruga es, o era, demasiado pequeña. A la luz de la linterna hay muchos objetos que se le parecen: una delgada astilla de madera o un grueso trozo de hilo. Pero cuando los toco permanecen inmóviles. Busco cuidadosamente en el lado de los peldaños que le corresponde y luego en ambos lados. De alguna mane­ ra uno se encariña con un ser vivo cuando intenta ayu­ darlo. Pero la oruga no está por ninguna parte. En la escalera hay mucho polvo y pelo de perro. Quizá el polvo se le adhirió al cuerpo y le dificultó moverse o al menos avanzar en la dirección deseada. Quizá la secó por ente­ ro. Pero ¿por qué iría hacia abajo y no hacia arriba? No he revisado el rellano donde desapareció. No me esforza­ ré tanto. Regreso a mi trabajo. Entonces comienzo a olvidar­ me de la oruga. La olvido por una hora, hasta que debo volver a la escalera. Ahora noto que en uno de los pelda­ ños hay algo del tamaño, forma y color adecuados. Pero está plano y seco. No puede haber sido una oruga. Debe ser una aguja corta de pino o alguna otra parte de una planta. La siguiente vez que pienso en ella me doy cuenta de 127 150CUENTOSCORTOS.indd 127 08/10/19 3:50 p.m. que la he olvidado por varias horas. Pienso en ella sólo cuando subo o bajo la escalera. Después de todo debe es­ tar realmente allí, en algún lugar, intentando encontrar el camino hacia una hoja verde o agonizando. Pero ya no me importa tanto. Muy pronto, estoy segura, la habré olvidado por completo. Más tarde un desagradable olor animal flota sobre la escalera, pero no puede ser la oruga. Es demasiado pe­ queña para tener un olor. Tal vez ya ha muerto. Es dema­ siado pequeña, en verdad, para seguir pensando en ella. 128 150CUENTOSCORTOS.indd 128 08/10/19 3:50 p.m. Flatulencia No sabía si había sido él o el perro. No había sido ella. El perro descansaba en la alfombra de la sala entre ellos, ella estaba en el sofá y su visitante, más bien tenso, se hun­ día en un sillón bajo, y el olor, bastante suave, se esparcía por el aire. En un principio ella creyó que era él y se sor­ prendió, ya que la gente no suele soltar gases cuando está en compañía o al menos no de forma notoria. Mientras la conversación seguía ella continuó pensando que era él. Sintió un poco de lástima porque creyó que él estaba apenado y nervioso de hallarse con ella y por eso se le había aflojado el vientre. Entonces de golpe se le ocurrió que a fin de cuentas podría no haber sido él sino el perro y eso era peor, ya que de haber sido el perro, él podría pensar que había sido ella. Era cierto que esa mañana el perro había robado y devorado una barra de pan ente­ ra y ahora podría estar soltando gases, algo que de otro modo no haría. Quería informar de inmediato a su visi­ tante, de alguna manera, que al menos no había sido ella. Por supuesto que existía la posibilidad de que él no lo 129 150CUENTOSCORTOS.indd 129 08/10/19 3:50 p.m. hubiera notado, aunque era inteligente y despierto, y ya que ella lo notaba era probable que él también lo notara a no ser que estuviera demasiado nervioso para notarlo. El problema era cómo decírselo. Ella podría decir algo acer­ ca del perro para disculparlo. Pero podría no haber sido el perro sino él. No podía ser franca y decir simplemente: —Mira, si te acabas de tirar un pedo está bien; sólo quiero aclarar que no fui yo. Podía decir: —Esta mañana el perro se comió toda una barra de pan y creo que se está pedorreando. Pero si era él y no el perro esto lo avergonzaría. Aun­ que tal vez no. Tal vez ya estaba avergonzado, si en efec­ to había sido él, y esto lo ayudaría a salir de su bochorno. Pero a estas alturas el olor ya se había ido. Quizá el perro volvería a echarse un pedo si había sido el perro. Eso era en lo único que ella pensaba: el perro se pedorrearía de nuevo, si había sido el perro, y entonces ella simplemente se disculparía por el perro, hubiera o no sido el perro, y eso aliviaría el bochorno que él sentía si en efecto había sido él. 130 150CUENTOSCORTOS.indd 130 08/10/19 3:50 p.m. Conocer tu cuerpo Si tus globos oculares se mueven significa que estás pen­ sando o a punto de empezar a pensar. Si no quieres pensar en este preciso momento trata de mantener fijos tus globos oculares. 131 150CUENTOSCORTOS.indd 131 08/10/19 3:50 p.m. Distracción El gato llora en la ventana. Quiere entrar. Piensas en que vivir con un gato y sus demandas te hace pensar en co­ sas sencillas como la necesidad de un gato de entrar en la casa y lo agradable que es eso. Piensas en esto y estás muy atareada pensando como para dejar entrar al gato, así que olvidas dejarlo entrar y él sigue llorando en la ventana. Notas que no has dejado entrar al gato y piensas en lo extraño que resulta que, mientras pensabas en las necesidades del gato y en lo agradable que es vivir con sus necesidades sencillas, no estabas dejándolo entrar y permitías que siguiera llorando en la ventana. Entonces, mientras piensas en esto y en lo extraño que resulta, de­ jas entrar al gato sin saber que lo dejas entrar. Ahora el gato salta a la encimera y llora de hambre. Notas que el gato llora de hambre pero no piensas en alimentarlo porque estás pensando en lo extraño que resulta que lo hayas dejado entrar sin saberlo. Y entonces ves que el gato llora de hambre mientras que tú no lo alimentas, y al advertir esto y pensar en lo extraño que resulta que 132 150CUENTOSCORTOS.indd 132 08/10/19 3:50 p.m. no lo hayas oído llorar, le das de comer sin saber que lo estás alimentando. 133 150CUENTOSCORTOS.indd 133 08/10/19 3:50 p.m. Variedades de inquietud Durante más de cuarenta años he escuchado lo que dice mi madre y durante apenas cinco años he escuchado lo que dice mi marido y a menudo he pensado que ella tiene razón y él no, pero ahora con mayor frecuencia pienso que él tiene razón, especialmente en un día como hoy en que acabo de tener una larga conversación telefónica con mi madre sobre mi hermano y mi padre, y luego una breve charla telefónica con mi marido sobre la conversa­ ción que tuve con mi madre. Mi madre estaba preocupada por haber herido los sentimientos de mi hermano cuando él le dijo por telé­ fono que quería aprovechar una parte de sus vacaciones para ir a ayudarlos ya que mi madre acababa de salir del hospital. Ella contestó, aunque no decía la verdad, que él no debía ir con ellos porque ella realmente no podía tener a nadie más en la casa ya que se sentiría obligada a preparar comida, por ejemplo, pese a la gran dificultad que representaban las muletas. Él se manifestó en con­ tra de eso, diciendo “¡Ese no sería el caso!”, y ahora no 134 150CUENTOSCORTOS.indd 134 08/10/19 3:50 p.m. contestaba el teléfono. Mi madre teme que algo le haya sucedido a mi hermano y yo le digo que no lo creo. Quizá él ha tomado las vacaciones que había apartado para ellos y se ha marchado unos días para estar solo. Mi madre olvida que mi hermano es un hombre de casi cincuen­ ta años, aunque lamento que hayan herido así sus sen­ timientos. Poco después de que ella cuelga llamo a mi marido y le repito todo lo anterior. Mi madre hirió los sentimientos de mi hermano al proteger ciertos sentimientos particulares de mi padre aduciendo otros sentimientos propios, y mientras que se me dificultaba negar los sentimientos particulares de mi padre, que conozco bastante bien, también me resultaba difícil no pensar que no había otra forma de hacer las co­ sas de manera distinta para que el ofrecimiento de ayuda de mi hermano no fuera rechazado y él no saliera herido. Mi madre hirió los sentimientos de mi hermano al proteger a mi padre de ciertos sentimientos de inquietud anticipados por él en caso de que mi hermano fuera con ellos, aduciendo a mi hermano ciertos sentimientos de inquietud que ella tenía y que eran ligeramente distintos. Ahora mi hermano, al no contestar el teléfono, ha des­ pertado nuevos sentimientos de inquietud tanto en mi madre como en mi padre, sentimientos que son iguales o casi iguales en ellos pero distintos de los sentimientos de inquietud anticipados por mi padre y de los aducidos fal­ samente por mi madre a mi hermano. Ahora, en su in­ quietud, mi madre me ha llamado para hablarme de los sentimientos de inquietud que ella y mi padre tienen 135 150CUENTOSCORTOS.indd 135 08/10/19 3:50 p.m. acerca de mi hermano y al hacerlo ha causado también en mí sentimientos de inquietud, aunque más débiles y distintos de los sentimientos experimentados ahora por ella y mi padre y de los anticipados por mi padre y de los falsamente aducidos por mi madre. Cuando describo la conversación a mi marido también le despierto sentimientos de inquietud, más fuertes que los míos y de una clase distinta a los de mi madre y mi padre y a los aducidos y anticipados respectivamente por ellos. A mi marido le inquieta la negativa de mi madre a aceptar la ayuda de mi hermano y la inquietud que esto ha provocado en él, así como el hecho de que ella me haya hablado de su inquietud despertando en mí, dice, una in­ quietud más grande de lo que advierto, y también de un modo más general la inquietud causada de un modo más general por mi madre no sólo en mi hermano sino en mí y que es más grande de lo que me doy cuenta y se suscita con más frecuencia de lo que advierto, y cuando él señala esto se despierta en mí otra inquietud distinta en clase y grado a la provocada por lo que mi madre me ha dicho, ya que esta inquietud no es sólo por mí y mi hermano, y no sólo por mi padre en su inquietud anticipada y actual, sino también y sobre todo por mi madre, que ahora y en general ha causado tanta inquietud, como dice con razón mi marido, pero sólo se inquieta por una pequeña parte de las cosas. 136 150CUENTOSCORTOS.indd 136 08/10/19 3:50 p.m. Veinte esculturas en una hora 1 La cuestión es ver veinte esculturas en una hora. Una hora parece mucho tiempo. Pero veinte esculturas son demasiadas. Y sin embargo una hora parece mucho tiem­ po. Al hacer cálculos descubrimos que una hora dividida entre veinte esculturas nos da tres minutos por escultu­ ra. Pero aunque es correcto, el cálculo nos parece equi­ vocado: tres minutos es muy poco tiempo para ver una escultura y también muy poco para quedarse al cabo de comenzar con una hora entera. El problema, suponemos, es que hay demasiadas esculturas. Y sin embargo, aunque haya demasiadas esculturas seguimos sintiendo que debe­ ríamos tener tiempo suficiente si tenemos una hora. Debe ser que a pesar de ser correcto el cálculo no representa la situación correctamente, aunque cómo representar la situación correctamente en términos de un cálculo y por qué este cálculo no consigue representarla en verdad es algo que todavía no podemos dilucidar. 137 150CUENTOSCORTOS.indd 137 08/10/19 3:50 p.m. 2 La respuesta podría ser la siguiente: una hora es realmen­ te mucho más corta de lo que nos hemos acostumbrado a creer y tres minutos mucho más largos, de modo que eventualmente podríamos revertir nuestro problema y decir que comenzamos con un lapso de tiempo bastante corto, una hora, para ver veinte esculturas, y notar al cabo del cálculo que tendremos un lapso de tiempo asom­ brosamente largo, tres minutos, para ver cada escultura, aunque en este punto quizá empiece a parecernos ex­traño que tantos lapsos de tiempo tan largos, de tres minutos cada uno, puedan estar contenidos en un lapso tan corto, de una hora. 138 150CUENTOSCORTOS.indd 138 08/10/19 3:50 p.m. Nietszche Ay, pobre papá. Lamento haberme burlado de ti. Ahora yo también escribo mal Nietszche. 139 150CUENTOSCORTOS.indd 139 08/10/19 3:50 p.m. La madre de su madre 1 Hay veces que es amable pero también hay veces que no lo es, cuando es feroz e inclemente con él o con todos y entonces sabe que es el extraño espíritu de su madre que la habita. Porque había veces que su madre era amable y también veces que era feroz e inclemente con ella o con todos, y ella sabe que entonces era el extraño espíritu de la madre de su madre que habitaba en su madre. Porque a veces la madre de su madre había sido amable, decía su madre, y bromeaba con ella o con todos, pero también había sido feroz e inclemente y la acusaba a ella o quizá a todos de mentir. 2 Por la noche, ya entrada la madrugada, la madre de su madre solía llorar e implorar a su marido mientras la ma­ 140 150CUENTOSCORTOS.indd 140 08/10/19 3:50 p.m. dre de ella, apenas una niña, yacía en la cama escuchan­ do. Una vez adulta su madre no lloraba e imploraba a su marido, o al menos no cuando su hija podía oírla mien­ tras yacía en la cama escuchando. Después su madre no pudo saber, ya que no podía oír, si su hija, una vez adulta, lloraba e imploraba a su marido por la noche, ya entrada la madrugada, como la madre de su madre. 141 150CUENTOSCORTOS.indd 141 08/10/19 3:50 p.m. La beca 1 No es que no estés calificada para recibir la beca sino que cada año tu solicitud no es suficientemente buena. Cuando tu solicitud sea al fin perfecta entonces recibirás la beca. 2 No es que no estés calificada para recibir la beca sino que tu paciencia debe ser puesta a prueba en primer lugar. Cada año eres paciente pero no lo suficiente. Cuando al fin hayas aprendido en verdad qué significa ser paciente, al grado de que te olvides por completo de la beca, enton­ ces recibirás la beca. 142 150CUENTOSCORTOS.indd 142 08/10/19 3:50 p.m. Por sesenta centavos Estás en una cafetería de Brooklyn y has pedido sólo una taza de café y el café cuesta sesenta centavos, lo que te parece caro. Pero no es caro cuando consideras que por esos sesenta centavos pagas el uso de una taza y un pla­ to, una jarra de metal con crema, un vaso de plástico, una mesa pequeña y dos bancos pequeños. Y entonces, en caso de que quieras consumirlos además del café y la crema, tienes agua con hielo y, en sus propios dispensa­ dores, azúcar, sal, pimienta, servilletas y cátsup. Adicio­ nalmente puedes disfrutar, por tiempo indefinido, el aire acondicionado que mantiene el recinto con una frescura perfecta, la potente luz blanca que ilumina cada rincón del lugar para que no haya sombras en ninguna parte, la vista de la gente que se desliza en el exterior por la acera bajo el sol y el viento y la compañía de la gente en el interior, que ríe y hace infinitas variaciones de una broma más bien cruel a expensas de una mujer menuda y pelirroja que está perdiendo el cabello, se halla senta­da ante el mostrador con los pies colgándole del taburete e 143 150CUENTOSCORTOS.indd 143 08/10/19 3:50 p.m. intenta alargar un brazo blanco y corto para abofetear al hombre de pie más cercano a ella. 144 150CUENTOSCORTOS.indd 144 08/10/19 3:50 p.m. ¿Cómo debo llorarlos ? ¿Debo mantener una casa ordenada como L.? ¿Debo desarrollar un hábito perjudicial como K.? ¿Debo balancearme ligeramente de lado a lado al ca­ minar como C.? ¿Debo escribir cartas al editor como R.? ¿Debo retirarme a menudo a mi habitación durante el día como R.? ¿Debo vivir a solas en una casa enorme como B.? ¿Debo tratar a mi marido con frialdad como K.? ¿Debo dar clases de piano como M.? ¿Debo dejar la mantequilla fuera todo el día para ablandarla como C.? ¿Debo tener problemas con cintas para máquina de escribir como K.? ¿Debo tener una fuerte objeción a beber jugo como K.? ¿Debo guardar muchos rencores como B.? ¿Debo comprar grandes hogazas de pan blanco al pa­ nadero como C.? 145 150CUENTOSCORTOS.indd 145 08/10/19 3:50 p.m. ¿Debo guardar frascos de almejas en mi congelador como C.? ¿Debo hacer un mal albur en el momento equivocado como R.? ¿Debo leer novelas policiacas en cama por la noche como C.? ¿Debo cuidar bien de mi persona como L.? ¿Debo fumar y beber en exceso como K.? ¿Debo beber en exceso y fumar ocasionalmente co­ mo C.? ¿Debo recibir a gente en mi casa para que me visite y se quede como C.? ¿Debo estar bien informada sobre muchas cosas co­ mo K.? ¿Debo conocer los clásicos como K.? ¿Debo escribir cartas a mano como B.? ¿Debo escribir “Queridos ambos” como C.? ¿Debo usar muchos signos de admiración y mayúscu­ las como C.? ¿Debo incluir un poema en mi carta como B.? ¿Debo buscar palabras en el diccionario a menudo como R.? ¿Debo admirar la fotografía de la bella presidenta de Islandia como R.? ¿Debo buscar etimologías a menudo como R.? ¿Debo llevar un tulipán en maceta a la puerta trasera en señal de obsequio como L.? ¿Debo organizar pequeñas cenas como M.? ¿Debo tener un poco de artritis en las manos como C.? 146 150CUENTOSCORTOS.indd 146 08/10/19 3:50 p.m. ¿Debo tener una paloma gris y un sabueso gris como L.? ¿Debo oír la radio toda la noche en cama como C.? ¿Debo dejar mucha comida en la casa alquilada al fi­ nal del verano como C.? ¿Debo cenar a menudo una sola papa al horno como el doctor S.? ¿Debo comer helado una vez al año como el doctor S.? ¿Debo nadar a solas en la bahía incluso con el peor clima como C.? ¿Debo beber el agua en que cocino los vegetales co­ mo C.? ¿Debo rotular mis carpetas con mano temblorosa como R.? ¿Debo masticar mi comida lenta y meticulosamente como el doctor S.? ¿Debo caminar junto al canal como B.? ¿Debo llevar a mis invitados junto al canal como B.? ¿Debo poner botones de lirios en la ensalada de mis invitados como B.? ¿Debo salir en la mañana bien vestida y con la cama tendida como R.? ¿Debo beber mi primera taza de café a las once de la mañana como R.? ¿Debo ordenar los tenedores en abanico y las serville­ tas en fila para que me hagan compañía como L.? ¿Debo hacer hot cakes por la mañana cuando viajo como C.? 147 150CUENTOSCORTOS.indd 147 08/10/19 3:50 p.m. ¿Debo llevar licor en la cajuela de mi auto cuando va­ caciono como C.? ¿Debo hacer en la cena de Año Nuevo un estofado de ostras lleno de arena como C.? ¿Debo pasar cuidadosamente a otra persona un cuchi­ llo por el mango como R.? ¿Debo hablar en contra de mi marido con el tendero como C.? ¿Debo leer siempre con un lápiz en la mano como R.? ¿Debo abrazar a mis hijos afligidos demasiado tiempo y con demasiada frecuencia como C.? ¿Debo ignorar las advertencias de salud como B.? ¿Debo regalar dinero sin reservas como C.? ¿Debo hacer obsequios con temas animales como C.? ¿Debo guardar un pequeño sello de plástico en mi re­ frigerador como C.? ¿Debo tener dificultad para dormir sobre mi brazo como R.? ¿Debo quitarme la blusa justo antes de morir co­mo B.? ¿Debo vestir sólo prendas blancas y negras como M.? 148 150CUENTOSCORTOS.indd 148 08/10/19 3:50 p.m. Cómo ella no podía conducir No podía conducir si había demasiadas nubes en el cie­ lo. O mejor, si podía conducir con demasiadas nubes en el cielo no podía oír música si había otros pasajeros en el auto. Si había dos pasajeros, además de un pequeño ani­ mal enjaulado y muchas nubes en el cielo, podía escuchar pero no hablar. Si el aire arrojaba virutas de la jaula del pequeño animal tanto sobre su hombro y regazo como sobre el hombro y regazo del hombre junto a ella, no podía hablar con nadie ni escuchar incluso si había muy pocas nubes en el cielo. Si el niño estaba tranquilo, leyen­ do su libro en el asiento trasero, pero el hombre junto a ella abría tanto su periódico que el borde tocaba la palan­ ca de velocidades y la luz del sol pegaba en las páginas para deslumbrarla, entonces no podía hablar o escuchar mientras intentaba entrar en una gran carretera llena de coches rápidos incluso si no había nubes en el cielo. Luego, si era de noche y tanto el niño como el pe­ queño animal enjaulado no estaban en el auto, y el auto estaba libre de cajas y maletas cuando antes había estado 149 150CUENTOSCORTOS.indd 149 08/10/19 3:50 p.m. lleno, y el hombre junto a ella no leía el periódico sino que miraba por la ventana hacia el frente, y el cielo esta­ ba oscuro de modo que ella no lograba distinguir nubes, podía escuchar pero no hablar, y no podía tener música si un motel brillantemente iluminado en una colina os­ cura a cierta distancia por delante y a la izquierda pare­ cía flotar sobre la carretera extendida al frente mientras ella conducía a toda velocidad entre líneas punteadas con faros delanteros acercándosele por la izquierda y hacia arriba a sus espaldas en el espejo retrovisor y faros trase­ ros adelante en una suave curva hacia la derecha bajo las gigantescas aeronaves diseñadas por las luces de mote­ les que flotaban sobre la carretera de izquierda a derecha ante ella, o podía hablar pero sólo para decir algo que no obtenía respuesta. 150 150CUENTOSCORTOS.indd 150 08/10/19 3:50 p.m. Los extraños Mi abuela y yo vivimos entre extraños. La casa no pare­ ce lo suficientemente grande para acoger a todos los que se presentan a distintas horas. Se sientan a cenar como si se les hubiera estado aguardando —y de hecho siem­ pre hay un sitio puesto para ellos— o entran en el salón principal huyendo del frío, frotándose las manos y que­ jándose del clima, y se instalan junto al fuego y toman un libro que hasta entonces me había pasado inadvertido y continúan la lectura desde una página marcada con un separador de papel gastado. Como es obvio, algunos de ellos son alegres y simpáticos mientras que otros son an­ tipáticos: malhumorados o taimados. Con algunos hago una amistad inmediata —nos entendemos mutuamente a la perfección desde que nos conocemos— y espero ver­ los de nuevo en el desayuno. Pero cuando bajo a desa­ yunar no están allí, y a menudo nunca vuelvo a saber de ellos. Todo esto es muy inquietante. Mi abuela y yo jamás mencionamos estos ires y venires de extraños por la casa. Pero observo su rostro delicado y rosado cuando 151 150CUENTOSCORTOS.indd 151 08/10/19 3:50 p.m. ella entra en el comedor apoyada en su bastón y se de­ tiene sorprendida: se mueve tan despacio que esto es casi imperceptible. Un joven se levanta de su lugar, aferrando su servilleta a la altura del cinturón, y va a ayudarla a sentarse en su silla. Ella se adapta a la presencia del jo­ ven con una sonrisa nerviosa y una cortés inclinación de cabeza, aunque yo sé que se siente tan consternada como yo por el hecho de que él no estaba allí en la mañana y no estará al día siguiente y sin embargo se comporta como si todo esto fuera de lo más normal. Pero muy a menudo, por supuesto, la persona sentada a la mesa no es un joven educado sino una solterona delgada que come rápido y en silencio y se retira antes de que nosotros terminemos, o bien una anciana que nos frunce el ceño a los demás y escupe la cáscara de su manzana al horno al borde del plato. No hay nada que podamos hacer. ¿Cómo podemos librarnos de gente que nunca invitamos y que de cual­ quier modo se marcha tarde o temprano por su propio pie? Aunque pertenecemos a generaciones diferentes, a mi abuela y a mí se nos enseñó que jamás debemos ha­ cer preguntas sino sólo sonreír a las cosas que escapan a nuestra comprensión. 152 150CUENTOSCORTOS.indd 152 08/10/19 3:50 p.m. La mosca En la parte trasera del autobús, dentro del baño, viaja un pequeño polizón de camino a Boston. 153 150CUENTOSCORTOS.indd 153 08/10/19 3:50 p.m. Entrada de índice Cristiana, no soy 154 150CUENTOSCORTOS.indd 154 08/10/19 3:50 p.m. Casi concluido : ¿ cuál es la palabra? Él dice: —Cuando te conocí no pensé que llegarías a ser tan… extraña. 155 150CUENTOSCORTOS.indd 155 08/10/19 3:50 p.m. Un hombre diferente De noche era un hombre diferente. Ella lo conocía como era por la mañana, pero por la noche apenas lo recono­ cía: un hombre pálido, un hombre gris, un hombre con suéter café, un hombre de ojos oscuros que se mantenía apartado de ella, que se ofendía, que no era razonable. Por la mañana era un rey sonrosado, resplandeciente, de barbilla y mejillas tersas, oloroso a talco perfumado, que salía al sol con un amplio abrazo en su túnica imperial a cuadros rojos… 156 150CUENTOSCORTOS.indd 156 08/10/19 3:50 p.m. De Ni puedo ni quiero (2014) 150CUENTOSCORTOS.indd 157 08/10/19 3:50 p.m. Pelo de perro El perro ha muerto. Lo extrañamos. Cuando suena el timbre nadie ladra. Cuando llegamos tarde nadie nos es­ pera. Seguimos hallando sus pelos blancos aquí y allá en distintas partes de la casa y en nuestra ropa. Los reco­ gemos. Deberíamos tirarlos. Pero son todo lo que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos una loca esperanza: si juntamos los suficientes podremos reconstruir al perro. 159 150CUENTOSCORTOS.indd 159 08/10/19 3:50 p.m. Cuento circular Los miércoles a primera hora de la mañana hay siempre un jaleo allá afuera en la calle. Me despierta y yo siempre me pregunto qué es. Se trata siempre del camión re­ colector de basura que recoge la basura. El camión viene cada miércoles a primera hora de la mañana. Siempre me despierta. Siempre me pregunto qué es. 160 150CUENTOSCORTOS.indd 160 08/10/19 3:50 p.m. Contingencia (contra necesidad) 1 Podría ser nuestro perro. Pero no es nuestro perro. Así que nos ladra. 161 150CUENTOSCORTOS.indd 161 08/10/19 3:50 p.m. Contingencia (contra necesidad) 2: de vacaciones Podría ser mi marido. Pero no es mi marido. Es el marido de ella. Así que él le toma una fotografía (a ella y no a mí) de pie con su traje de baño floreado frente a la vieja for­ taleza. 162 150CUENTOSCORTOS.indd 162 08/10/19 3:50 p.m. La mala novela Hago varios intentos por leer esta novela aburrida y difícil que he traído para mi viaje. He regresado a ella tantas ve­ ces, cada vez con temor y cada vez sin encontrarla mejor que la vez anterior, que ha terminado por convertirse en una especie de vieja amiga. Mi vieja amiga la mala novela. 163 150CUENTOSCORTOS.indd 163 08/10/19 3:50 p.m. Observación de limpieza Debajo de toda esta suciedad el piso está realmente limpio. 164 150CUENTOSCORTOS.indd 164 08/10/19 3:50 p.m. Emociones negativas Una vez un maestro bienintencionado, inspirado por un texto que había leído, envió a los otros maestros de su escuela un mensaje sobre las emociones negativas. El mensaje consistía por completo en citar el consejo de un monje budista de Vietnam. La emoción, decía el monje, es como una tormen­ ta: se queda un rato y luego se va. Una vez percibida la emoción (como una tormenta que se avecina), uno debe poner­se en una posición estable. Debe sentarse o acos­ tarse. Debe concentrarse en su propio abdomen. Debe concentrarse específicamente en el área justo debajo del ombligo y practicar una respiración consciente. Si uno puede identificar la emoción como tal quizá entonces re­ sulte más fácil de manejar. Los otros maestros estaban desconcertados. No en­ tendían por qué su colega les había enviado un mensaje sobre las emociones negativas. Les molestó el mensaje y les molestó su colega. Pensaron que se les acusaba de tener emociones negativas y de necesitar consejo sobre 165 150CUENTOSCORTOS.indd 165 08/10/19 3:50 p.m. cómo manejarlas. Algunos de ellos estaban de hecho enojados. Los maestros no eligieron considerar su enojo como una tormenta que se avecinaba. No se concentraron en sus abdómenes. No se concentraron en el área justo de­ bajo del ombligo. En lugar de eso respondieron de in­ mediato por escrito, declarando que como no entendían por qué se les había enviado, el mensaje de su colega los había llenado de emociones negativas. Dijeron que im­ plicaría mucha práctica superar las emociones negativas detonadas por el mensaje. Pero, prosiguieron, no tenían la intención de llevar a cabo tal práctica. De hecho, se­ ñalaron, las emociones negativas no les preocupaban en lo más mínimo sino que incluso les gustaba tenerlas, so­ bre todo acerca de su colega y su mensaje. 166 150CUENTOSCORTOS.indd 166 08/10/19 3:50 p.m. Discernimiento En qué espacio tan pequeño se puede comprimir la pala­ bra discernimiento: debe caber en el cerebro de una catari­ na que está tomando una decisión ante mis ojos. 167 150CUENTOSCORTOS.indd 167 08/10/19 3:50 p.m. Ödön von Horváth sale a caminar2 En una ocasión en que caminaba en los Alpes Bávaros, Ödön von Horváth descubrió a cierta distancia del sen­ dero el esqueleto de un hombre. A todas luces el hombre había sido un excursionista, ya que aún llevaba mochila. Von Horváth abrió la mochila, que lucía casi nueva. En su interior encontró un suéter y algunas otras prendas, una pequeña bolsa con lo que alguna vez fue comida, un dia­ rio y una postal de los Alpes Bávaros lista para ser en­ viada en la que se leía: “La estoy pasando de maravilla”. 2 Ödön von Horváth (1901-1938) fue un célebre dramaturgo y novelista austrohúngaro que falleció tempranamente cuando la rama de un castaño le cayó encima durante una tormenta eléctrica en la Avenida de los Campos Elíseos en París. Los nazis calificaron su obra de “decadente, peligrosa e inmoral”. En México, Ediciones Heliópolis tradujo al español en 1995 su extraordinaria novela La Era del Pez, aparecida originalmente en 1937 bajo el título Jugend ohne Gott. (N. del T.) 168 150CUENTOSCORTOS.indd 168 08/10/19 3:50 p.m. En el tren Aunque somos extraños, él y yo estamos unidos contra las dos mujeres que frente a nosotros hablan sin parar y a voz en cuello entre ellas a través del pasillo. Malos modales. Fruncimos el ceño. Más avanzado el viaje volteo a verlo (a través del pa­ sillo) y descubro que se está hurgando la nariz. En lo que a mí respecta, estoy dejando que el jitomate de mi sánd­ wich gotee sobre mi periódico. Malos hábitos. No reportaría esto si yo fuera la que se hurga la nariz. Miro de nuevo y él continúa haciéndolo. En lo que respecta a las mujeres, ahora están sentadas juntas lado a lado y leen tranquilamente, limpias y orde­ nadas, una una revista y la otra un libro. Impecables. 169 150CUENTOSCORTOS.indd 169 08/10/19 3:50 p.m. La gata Molly: historia y conclusiones Descripción: gata calicó esterilizada Historia: Hallada a principios de la primavera en una cuneta acurrucada contra un banco de nieve Edad al momento de la adopción: aproximadamente tres años Muy probablemente abandonada por los dueños an­ teriores Confinada al baño durante la primera semana No quiso comer por una semana en el nuevo hogar, pero jugó activamente en espacio confinado Piel/pelaje: inflamada/irritado alrededor del cuello Parásitos: se halló suciedad de pulgas Se le permitió correr libremente en exterior después de adopción Hace compañía a los dueños en el huerto Nariz/garganta: sin lesiones visibles Come bien, comida seca 170 150CUENTOSCORTOS.indd 170 08/10/19 3:50 p.m. Caza pájaros pequeños pero no pudo retener a un arrendajo azul de mayor tamaño Diente roto: canino superior derecho Grado de enfermedad dental: 2-3 de 5 Otros dos gatos en casa y todos corretean en la casa grande No juega con otros gatos Ojos: sin lesiones visibles Pulmones: dentro de los límites normales No juega con los dueños en presencia de otros gatos pe­ro juega con los dueños en el baño Ganglios linfáticos: normales Corazón: dentro de los límites normales Cariñosa con los dueños, ronronea y cierra los ojos cuando se le acaricia Cuelga flácida en brazos de los dueños cuando se le levanta Sistema urogenital: dentro de los límites normales Orina de manera inadecuada dentro de casa en el piso en dos o tres lugares al día Empeora con el tiempo, charcos más grandes de orina Orejas: sin lesiones visibles Restricción moderada de la fascia sobre la espalda lumbar, significativa sobre el sacro Llora cuando se le acaricia arriba de la cola A veces llora antes o después de orinar A veces llora después de la siesta Abdomen: sin lesiones palpables Sistema nervioso: dentro de los límites normales 171 150CUENTOSCORTOS.indd 171 08/10/19 3:50 p.m. Peso: 3.96 kilos Peso ideal: 3.96 kilos No usa el arenero: defeca en el piso en los alrededores del arenero Quizá tiene pulgas Tolerancia al dolor: 3 de 10 (sobre el sacro) Soporta examen de veterinario, nerviosa pero sin hos­ tilidad evidente Pulso: 180 Puntaje de condición corporal general: 3 de 5 Actualización: Orinaba en mayores cantidades en el piso al estar en in­ terior Decidió salir de casa cada día pese a condiciones cli­ matológicas adversas No se le pudo localizar a mediodía en un día primave­ ral muy caluroso Se le encontró al final de la tarde debajo de un pino, jadeante y cubierta de moscas Se le trajo dentro de casa y se le tendió en la ducha fría Dejó de jadear, recobró respiración normal Murió varias horas después Edad al momento de la muerte: aproximadamente once años 172 150CUENTOSCORTOS.indd 172 08/10/19 3:50 p.m. Conversación breve (en la sala de abordaje del aeropuerto) —¿Es un suéter nuevo? —pregunta una mujer a otra, una extraña que se sienta junto a ella. La otra mujer dice que no. No hay más conversación. 173 150CUENTOSCORTOS.indd 173 08/10/19 3:50 p.m. Depósito de equipaje Esta es la cuestión: ella se halla de paso en la ciudad y necesita estar un rato en la biblioteca pública. Pero el guardarropa de la biblioteca no acepta su maleta: debe dejarla en otro sitio. La solución parece clara: tomará la calle hasta la estación de tren y dejará su maleta para luego volver a la biblioteca. Camina contra el viento y la lluvia con un pequeño paraguas en una mano y el asa de su maleta rodante en la otra hasta la estación de tren. Recorre toda la estación en busca del depósito de equi­ paje. Hay restaurantes y tiendas, un techo alto y bello con constelaciones pintadas, pisos y paredes de mármol, escaleras amplias y pasarelas peatonales inclinadas, pero no un depósito de equipaje. En una ventanilla de infor­ mación pregunta por el depósito y el empleado, molesto, se inclina bajo el mostrador y saca un folleto que le entre­ ga en silencio. Es el folleto de un depósito comercial de equipaje que tiene dos direcciones, ninguna de las cuales está en la estación. Ella debe cruzar varias cuadras ya sea hacia la parte alta de la ciudad o hacia el centro. 174 150CUENTOSCORTOS.indd 174 08/10/19 3:50 p.m. Camina hacia la parte alta de la ciudad en el viento y la lluvia y luego varias cuadras hacia el este, en el sentido incorrecto, y luego varias cuadras hacia el oeste, en el sentido correcto, y da con la dirección, un edificio viejo y estrecho entre un negocio de comida rápida y una agen­ cia de viajes. Sube al ascensor con una pareja que planea casarse en Brasil y va a ver a un notario público. La mu­ jer explica al hombre que necesita jurar ante notario que no ha estado casado antes. Además del notario público y el depósito de equipaje, el edificio alberga una oficina de Western Union donde se puede enviar o recibir dinero. Todo el pequeño último piso, el sexto, es el depósito de equipaje: una habitación del lado de la calle y otra en la parte trasera. La habitación del lado de la calle está completamente vacía e inundada por el sol. En la habi­ tación trasera una larga mesa plegable ha sido atrave­ sada en el umbral de la puerta, y frente a ella se sienta un hombre junto a un rollo grande de boletos color azul pálido como los que se dan en los juegos de una kermés. A sus espaldas hay algunas maletas agrupadas contra las paredes. Sonríe y se dirige a ella con un acento de Europa del Este. Su sonrisa es amigable. Tiene algunos dientes torcidos y otros perdidos. Ella paga diez dólares por adelantado, da al hombre su maleta y toma un boleto azul pálido. Luego vuelve al ascensor, baja y comienza a caminar en el viento y la lluvia de regreso a la biblioteca pública, pensando en su maleta. Con las prisas y la con­ fusión no la ha cerrado. Espera que no roben su dinero extranjero. 175 150CUENTOSCORTOS.indd 175 08/10/19 3:50 p.m. Acaba de llegar en avión a la ciudad proveniente de otra ciudad en otro país. Allá, piensa, hacen las cosas de manera distinta: a mitad de la estación había un casi­ llero que daba a una banda transportadora que llevaba todo el equipaje a una zona de almacenamiento. Allá había depositado su maleta en el casillero por una cuota equi­ valente a cinco dólares que le pareció excesiva a un hom­ bre que estaba junto a ella, y que abrió grandes los ojos y la boca para exclamar: “Donnerwetter! ”.3 Cuando estuvo lista para recogerla, la maleta le fue devuelta en el mismo lugar mediante la banda transportadora. Piensa en todo esto mientras camina. Se olvidará de ello por un rato en la biblioteca mientras trabaja en ese ambiente si­ lencioso, frío y con poca gente. Pero mientras camina, piensa: “Pero ahora estoy en casa y así es como hacemos las cosas en esta ciudad, en nuestro país”. 3 “¡Caramba!” en alemán. (N. del T.) 176 150CUENTOSCORTOS.indd 176 08/10/19 3:50 p.m. Esperando el despegue Llevamos tanto tiempo sentados dentro del avión en tie­ rra, esperando el despegue, que una mujer declara que ahora escribirá su novela y otra en un asiento vecino le dice que estará encantada de editarla. En el pasillo se vende comida y los pasajeros, hambrientos por la espe­ ra o preocupados porque no verán alimentos durante un buen rato, la compran con ansiedad aunque sea comida que en circunstancias normales no consumirían. Hay, por ejemplo, barras de chocolate suficientemente largas para usarse como armas. El sobrecargo que vende la co­ mida dice que en una ocasión fue atacado por un pasajero, aunque no con una barra de chocolate. El avión se había retrasado tanto, añade, que el pasajero le arrojó un trago en plena cara, dañándole un ojo con un trozo de hielo. 177 150CUENTOSCORTOS.indd 177 08/10/19 3:50 p.m. Su cumpleaños Ciento cinco años: hoy no estaría viva aun si no hubiera muerto. 178 150CUENTOSCORTOS.indd 178 08/10/19 3:50 p.m. Mi amigo de la infancia ¿Quién es este anciano que camina con una expresión ligeramente sombría y lleva una gorra de lana en la ca­ beza? Pero cuando lo llamo y él voltea tampoco me reco­ noce al principio: esta anciana enfundada en un abrigo invernal que le dirige una sonrisa tonta. 179 150CUENTOSCORTOS.indd 179 08/10/19 3:50 p.m. Su pobre perro Ese perro enfadoso: No lo quisieron y nos lo dieron. Lo apartamos y le pegamos en la cabeza y lo amarra­ mos. Ladró, resolló, embistió. Se los devolvimos. Se lo quedaron un tiempo. Entonces lo enviaron a un refugio de animales. Se le co­ locó en una jaula de concreto. Llegaban visitantes y lo observaban. El perro se man­ tenía firme en el concreto sobre sus cuatro patas blancas y negras. Nadie lo quiso. Carecía de buenas cualidades. Pero él lo ignoraba. Al refugio seguían llegando nuevos perros. Al cabo de un tiempo no les quedó espacio para albergarlo. 180 150CUENTOSCORTOS.indd 180 08/10/19 3:50 p.m. Lo llevaron a la sala de eutanasia para sacrificarlo. Tuvo que rodear a los otros perros que estaban en el suelo. Brincó y jaloneó. Lo asustaban los otros perros y el olor. Le pusieron una inyección. Lo dejaron quedarse donde cayó y fueron a traer otro perro. Siempre sacaban a todos los perros muertos a la vez, al final, para ahorrar tiempo. 181 150CUENTOSCORTOS.indd 181 08/10/19 3:50 p.m. Mujer anciana, pescado viejo El pescado que lleva toda la tarde en mi estómago estaba tan viejo cuando lo cociné y me lo comí que no me extraña sentirme incómoda: una anciana en proceso de digerir un pescado viejo. 182 150CUENTOSCORTOS.indd 182 08/10/19 3:50 p.m. Dos exalumnos Un exalumno dijo al otro exalumno que se marchara allá afuera, a la nieve, por la noche. Vete, dijo uno al otro. Si ella nos ve juntos nos etiqueta­ rá como exalumnos, olvidando que yo soy yo y tú eres tú. Él era el exalumno mayor. Había luchado en una gue­ rra. No se había alistado de nuevo porque quería hacer otra cosa con su vida. Estaba sordo de un oído. El otro exalumno era joven pero había viajado a Eu­ ropa. Era cierto que mientras ella los miraba a través de la ventana, caminando de un lado a otro bajo la luz de la calle, ellos eran en su mente dos exalumnos, más aún que si cada uno hubiera estado solo, dueño de sí, aunque tam­ bién, inevitablemente, un exalumno. sueño 183 150CUENTOSCORTOS.indd 183 08/10/19 3:50 p.m. Escribir La vida es demasiado seria para seguir escribiendo. La vida solía ser más fácil y a menudo placentera, y enton­ ces escribir era agradable aunque también parecía serio. Ahora la vida no es fácil, se ha vuelto demasiado seria, y en comparación escribir parece un tanto ridículo. A menudo escribir no gira en torno de cosas reales, y cuan­ do lo hace a menudo está ocupando al mismo tiempo el lugar de cierta parte de la realidad. Con mucha frecuen­ cia se escribe sobre personas que no pueden arreglár­ selas. Ahora me he convertido en una de esas personas. Soy una de esas personas. Lo que debería hacer, en vez de escribir sobre gente que no puede arreglárselas, es sólo renunciar a la escritura y aprender a arreglármelas. Y prestar mayor atención a la vida misma. La única for­ ma de ser más inteligente es dejar de escribir. En vez de eso debería estar haciendo otras cosas. 184 150CUENTOSCORTOS.indd 184 08/10/19 3:50 p.m. Agradecimiento equivocado en el teatro A medida que el teatro se llena para el evento, me levan­ to de mi asiento en la parte posterior del auditorio para dejar que una mujer pase a su sitio en la fila. —Gracias —dice. —Ajá —respondo. Pero he entendido mal. El agradecimiento no iba di­ rigido a mí sino a la acomodadora que permanece de pie unos metros a mis espaldas. —No, me refería a ella —dice la mujer sin mirarme. Sólo quería aclarar las cosas. 185 150CUENTOSCORTOS.indd 185 08/10/19 3:50 p.m. Sentada con mi pequeña amiga Sentada con mi pequeña amiga bajo el sol en la escalera delantera: leo un libro de Blanchot y ella se lame una pata. 186 150CUENTOSCORTOS.indd 186 08/10/19 3:50 p.m. La buscadora de oro de Goldfields4 Se llamaba Goldfields y era un pueblo fantasma: canti­ nas clausuradas, sólo cien habitantes. Los pozos estaban envenenados con arsénico: aún lo están. Lo descubrimos posteriormente. La madrastra de Jim enfermó de cáncer, quizá debido al arsénico en los pozos. El padre de Jim estaba vendiendo su colección de monedas poco a poco para pagar el tratamiento. Ella empeoró y él la voló de regreso al hospital de cáncer pero ya fue demasiado tar­ de. Ella murió. Dos semanas después, Jim recibió un mensaje sobre su padre: hay una emergencia médica, ven de inmediato. Manejamos treinta y seis horas sin parar. Pero cuando llegamos él también estaba muerto. No sabíamos nada acerca de lo que las aerolíneas llaman El título del cuento en inglés, “The Gold Digger of Goldfields”, plantea un juego de palabras que resulta difícil de traducir al español. El nombre del pueblo donde ocurre parte de la historia, Goldfields, se podría conver­ tir en Campos de Oro o algún sucedáneo, pero opté por mantenerlo en su idioma original. Asimismo, la expresión gold digger alude a una persona, especialmente una mujer, que establece relaciones con otros con el solo propósito de sacarles dinero. (N. del T.) 4 187 150CUENTOSCORTOS.indd 187 08/10/19 3:50 p.m. tarifas por duelo. Ya habíamos cruzado cinco estados en auto cuando alguien nos contó algo al respecto. Jim dijo: —Ya hemos manejado hasta acá, así que seguiremos manejando. Jim comenzó a cabecear al cabo de veinticuatro horas y me dejó conducir. Pero como no puede dormir en el coche, después de tres horas se puso de nuevo al volante. Alyce nos mandaba mensajes de texto en que nos pedía que vol­ viéramos a casa. Le dije que hiciera su tarea y dejara de preocuparse. No tenía idea de lo lejos que nos hallábamos. ¿Dónde están?, preguntaba. Creía que nos encontrá­ bamos en Nueva Jersey. ¿Dónde? ¿En Nevada?, insistía. Ve por un mapa, decía yo. No sabíamos con qué nos toparíamos al llegar a nues­ tro destino. Lisa, la hermana de Jim a quien yo llamaba la busca­ dora de oro, había husmeado en todas partes para dar con lo que quedaba de las monedas: quería más dinero por haberse hecho cargo de su padre. Decía que no tenía dinero para enterrarlo. Decía que para cremarlo tendrían que usar el dinero reservado para los impuestos. Cuando llegamos, empezamos a descubrir monedas por toda la casa. Montones de monedas. Lisa, la buscado­ ra de oro, no las localizó. No sabía dónde escudriñar. An­ tes de nuestra llegada, no obstante, sacó todas las armas. La otra hermana de Jim, la albacea, nos dijo desde Nueva Jersey que juntáramos todos los papeles del padre. Jim no podía hacerlo, no se sentía listo. Entraba en el dormitorio paterno y se quedaba simplemente sentado. 188 150CUENTOSCORTOS.indd 188 08/10/19 3:50 p.m. Era todo lo que podía hacer. Tuve que hacerlo yo. Cono­ cía a mi suegro pero no era tan afín a él. Revisé todos sus papeles, los ordené y los archivé por año. Le dije a Lisa: —Deberías ver a un psiquiatra. Después de estar tan cerca de tu padre, ¿sólo quieres su colección de monedas? ¿Por qué no te la llevaste antes de que muriera? Ella pensaba que debía haber recibido más por encar­ garse de él. Eso no estaba en el testamento. De regreso también manejamos treinta y seis horas. Chocar con el venado de camino a casa fue la gota que de­rramó el vaso para Jim. Lo expresó con un lenguaje florido. La otra hermana, la albacea, quería que fuéramos a Nueva Jersey. Jim decía una y otra vez que no, quere­ mos lle­gar a casa. Ella insistía. Por fin Jim dijo que iríamos. Cuando estábamos en Pensilvania en la bifurcación hacia Nueva Jersey chocamos con el venado. Era un coche rentado, así que tuvimos que esperar que llegara la policía para levantar un reporte. Un faro estaba roto. La re­ paración costó mil dólares. El seguro no lo cubrió porque había un deducible por la misma cantidad. Todo lo que Jim quería para recordar a su padre era una hebilla de cinturón. Una hebilla de plata. Le dije a su hermana la buscadora de oro: —Deberías ver a un psiquiatra. El padre de Jim tenía un despachador de agua fría en su casa. Siempre me pregunté para qué lo necesitaba. Ahora lo sé. 189 150CUENTOSCORTOS.indd 189 08/10/19 3:50 p.m. La vieja aspiradora se sigue apagando La vieja aspiradora se sigue apagando una y otra vez hasta que por fin la mujer de la limpieza la asusta al gritar: —¡Hija de tu puta madre! 190 150CUENTOSCORTOS.indd 190 08/10/19 3:50 p.m. Flaubert y el punto de vista Durante la Bendición de los Perros, en la jornada inaugu­ ral de la temporada de caza de zorros (grandes caballos arreglados con elegancia, hombres y mujeres con trajes de montar rojos sentados en los animales o sujetándo­ los por las riendas, una niña interesada menos en los caballos que en su amiga al otro lado del camino, tan pequeña como es, casi tan pequeña como para caminar debajo de los vientres de los caballos altos, el pato o gan­ so que en el silencio ocasional deja oír sus graznidos en el arroyo que corre más abajo de la tienda rural, el auto que de vez en cuando se aproxima a esta pequeña plaza congestionada para luego dar la vuelta lo mejor que pue­ de, los dos perros pug sostenidos con correas por una anciana que dice haberlos traído para ver la Bendición de los Perros, los mirones con sus tazas de café humeando en el aire fresco de la mañana, los perros de caza que deambulan por el camino sueltos aunque controlados de cerca por la entrenadora con su látigo largo, el discurso del Maestro de los Perros y las pausas que hace entre 191 150CUENTOSCORTOS.indd 191 08/10/19 3:50 p.m. comentarios con la cabeza gacha y en las que se logran oír los graznidos del pato o ganso), recuerdo por fin la lección de Flaubert relativa al punto de vista singular gracias no a la niña interesada principalmente en su ami­ ga la otra niña, no al pato o ganso interesado sólo en lo que sea que lo hace graznar en el arroyo, sino a los dos pugs que tiran de sus correas para alcanzar un sitio es­ pecífico en el suelo, concentrados no en los caballos, los jinetes, el discurso del Maestro de los Perros, los perros de caza o el pato o ganso que grazna sino únicamente en los goterones de espuma entre amarillenta y blancuzca que han caído del hocico de un caballo excitado al pavi­ mento oscuro y que les resultan tan extraños y olorosos. 192 150CUENTOSCORTOS.indd 192 08/10/19 3:50 p.m. Cuentos inéditos 150CUENTOSCORTOS.indd 193 08/10/19 3:50 p.m. (Algunos de) Sus hábitos alcohólicos Le gusta beber en bares de aeropuertos, le gusta beber en trenes y le gusta beber en el bar de South Station y en cualquier bar de hotel. Le gustan esos bares y el tren porque nadie lo conoce y todos están de viaje o a punto de viajar. Dice que en esos lugares la gente forma vínculos que no son nada personales. 195 150CUENTOSCORTOS.indd 195 08/10/19 3:50 p.m. Una breve noticia de hace mucho tiempo Escuchamos esta historia hace varios años en el noticiero vespertino: en su noche de bodas una novia y un novio se embriagaron con sus amigos y luego abordaron el auto de la novia y se marcharon. En un camino sin salida jun­ to a un paso elevado detuvieron el coche, apagaron el motor y comenzaron a discutir en voz alta. La discusión se oía en las casas cercanas y se prolongó tanto que va­ rios vecinos empezaron a atenderla. Al cabo de un rato, el novio gritó a la novia: —Está bien, entonces atropéllame. A estas alturas los vecinos también miraban la escena desde sus ventanas. El novio bajó del auto, cerrando de un golpe la puerta tras él, y se acostó frente a la llanta delantera del lado del pasajero. La novia arrancó el coche y le pasó por encima el vehículo de mil ochocientos kilos. El novio murió al instante. El matrimonio había durado unas cuantas horas. Al momento de su muerte, el novio aún vestía esmoquin. 196 150CUENTOSCORTOS.indd 196 08/10/19 3:50 p.m. Envejecer Aunque no esté gravemente enferma o discapacitada, una mujer que ha llegado a la edad de cincuenta y cinco años puede presentar algunas complicaciones en diez partes de su cuerpo según su último recuento. Contando de arriba abajo: ojos, pestañas, mandíbula, diente, glándula, codo izquierdo, hígado, innombrable, rodilla izquierda, pie derecho. 197 150CUENTOSCORTOS.indd 197 08/10/19 3:50 p.m. Ángulos Por supuesto que él sabe que su pie está en el piso debajo de la mesa cerca del de ella, y ella sabe que lo ha movido ahí a propósito. Después de eso, en realidad todo se redu­ ce a observar los ángulos: en vista del ángulo en que la esposa de él está sentada al otro lado de la mesa, ¿le será posible bajar la mirada para advertir que los pies de ellos se tocan suave y deliberadamente de cuando en cuando? Pero más allá de los ángulos y del cuidado que él pone en calcularlos, ¿qué más se puede decir de este hombre que toca el pie de su invitada con el suyo de vez en vez en forma significativa, o de la invitada que disfruta el mensaje secreto implícito en el roce de él mientras su esposa alta y bella les habla desde el otro lado de la mesa, entre bocados de cena, detallando algunos problemas que tiene en su profesión? 198 150CUENTOSCORTOS.indd 198 08/10/19 3:50 p.m. Reclamo de fama #1: Mi relación con Ezra Pound Ignoro cuál es la mejor manera de expresar esto. Inten­ taré algunas formas: Omar, hijo de Pound, era el marido de la sobrina del pa­ dre de mi media hermana. La hermana del padre de mi media hermana tenía una hija que se casó con Omar, hijo de Pound. La sobrina del padre de mi media hermana, en otras palabras la prima hermana de mi media hermana del lado paterno, estaba casada con Omar, hijo de Ezra Pound. Una de las dos hijas de Louise Margaret, hermana del padre de mi media hermana, se casó con Omar, hijo de Pound. El suegro de la hija de Louise Margaret, tía de mi media hermana, era Ezra Pound. El suegro de la hija de la tía de mi media hermana era Ezra Pound. 199 150CUENTOSCORTOS.indd 199 08/10/19 3:50 p.m. El suegro de la prima hermana de mi media hermana era Ezra Pound. Después: Expliqué esto lo mejor que pude a un amigo experto en Pound, ya que pensé que quizá le interesaría. Le inte­ resó un poco, pero luego señaló que de hecho Omar no era el hijo biológico de Pound. Su único hijo biológico fue uno que no reconoció. Ese hijo era la hija ilegítima de Olga Rudge. No me importa que corrijan mis datos. 200 150CUENTOSCORTOS.indd 200 08/10/19 3:50 p.m. Conversación antes de la cena El marido está en la despensa eligiendo una botella de vino. La esposa está de pie junto a un sartén lleno de carne que crepita. M: [Masculla algo] E (con voz cantarina): No te puedo oír… M: [Masculla algo] E (misma voz cantarina): Sigo sin poder oírte… M (sale de la despensa con una botella de vino): ¿Qué dijiste? E: Dije que no te podía oír… M (interrumpiendo): ¿Otra vez me estás diciendo qué debo hacer? E (sorprendida): ¿Qué? M: ¿Estás tratando de hacerme sentir culpable por beber vino? E (inocente): ¡No! Sólo te dije que no podía oír lo que me decías. 201 150CUENTOSCORTOS.indd 201 08/10/19 3:50 p.m. M: Ah. E: ¿Qué estabas diciendo? M: No me acuerdo. 202 150CUENTOSCORTOS.indd 202 08/10/19 3:50 p.m. Todos lloraban No es fácil vivir en este mundo. Todos están constan­ temente molestos por las cosas pequeñas y grandes que salen mal: a uno lo insulta un amigo, otro es rechazado por su familia, otro más tiene una amarga discusión con su pareja o su hijo adolescente. A menudo la gente llora cuando es infeliz. Esto es natural. Cuando era joven trabajé por un corto tiempo en una oficina. Hacia la hora del almuerzo, a medida que se sentía hambrienta y cansada e irritable, la gente comenzaba a llorar. Mi jefe me daba un documento para que lo transcribiera y yo lo apartaba furiosa. Él me gritaba: “¡Transcríbelo!”. Yo le respondía igualmente a gritos: “¡No lo haré!”. Él mismo se volvía petulante al teléfono y lo azo­ taba al colgar. Cuando estaba listo para salir a almorzar, por sus mejillas corrían lágrimas de frustración. Si un amigo lo buscaba en la oficina para llevarlo a comer, lo ignoraba y le daba la espalda. Entonces los ojos de esa persona también se llenaban de lágrimas. Después del almuerzo la gente se sentía mejor y en 203 150CUENTOSCORTOS.indd 203 08/10/19 3:50 p.m. la oficina reinaban el ajetreo y el zumbido de siempre, personas que cargaban carpetas y caminaban con rapi­ dez de un lado a otro, estallidos repentinos de carcajadas provenientes de cubículos, y el trabajo fluía bien hasta entrada la tarde. Entonces, a medida que nos sentíamos nue­vamente cansados, incluso más que en la mañana, y nuevamente hambrientos, empezábamos a llorar otra vez. En realidad la mayoría de nosotros seguíamos lloran­ do al abandonar la oficina. En el ascensor nos empujába­ mos y de camino al metro fulminábamos con la mirada a la gente que se nos acercaba. En las escaleras de bajada al metro nos abríamos paso a la fuerza entre la multitud, dejando atrás a la poca gente que subía. Era verano y en aquellos tiempos no había aire acon­ dicionado en los vagones del metro, y mientras las lágri­ mas nos mojaban las mejillas el sudor corría por nuestras espaldas y piernas, y los pies de las mujeres se hincha­ ban dentro de sus zapatos apretados, y todos viajábamos amontonados y nos balanceábamos entre paradas. Pese a estar llorando al abordar el vagón del metro, algunas personas dejaban de hacerlo poco a poco a medi­ da que se acercaban a casa, sobre todo si habían hallado asiento. Se sacudían las pestañas húmedas y comenzaban a chuparse los dedos con satisfacción mientras leían sus periódicos y libros, los ojos aún brillantes. Quizá no volverían a llorar ese día, no hasta el día si­ guiente. No lo sé, ya que no estaba con ellos, así que sólo puedo imaginarlo. Yo misma no solía llorar en casa salvo en la mesa, si mi cena era muy decepcionante, o antes 204 150CUENTOSCORTOS.indd 204 08/10/19 3:50 p.m. de meterme en la cama porque en verdad no quería acos­ tarme, no quería levantarme a la mañana siguiente para ir a trabajar. Pero tal vez otros sí lloraban en casa, a lo mejor toda la noche, dependiendo de con qué se en­ contraran. 205 150CUENTOSCORTOS.indd 205 08/10/19 3:50 p.m. Padre entra en el agua En vida se internaba despacio en el agua hasta que le llegaba a la cintura y permanecía ahí un rato, los brazos hacia un lado, los dedos rozando el agua, la mirada fija en el horizonte. Entonces se zambullía por fin con un gran chapoteo. Esperamos. Está en el agua cerca de nosotros, dándonos la espalda, ligeramente encorvado. Tiene los brazos pálidos y pecosos a los costados, las manos apartadas del agua. Entonces junta las manos y se sumerge. Damos un paso atrás. En la muerte es distinto: sin apenas crear ondas o murmu­ llos atraviesa el agua y ésta se cierra en silencio sobre él. 206 150CUENTOSCORTOS.indd 206 08/10/19 3:50 p.m. Miedo a envejecer A los veintiocho ella añora tener otra vez veinticinco. 207 150CUENTOSCORTOS.indd 207 08/10/19 3:50 p.m. Gramsci Un amigo habla con ella por teléfono sobre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Ambos piensan que quizá eso es lo que ella tiene luego de las lecturas que ha hecho en vacaciones. Mientras charlan, ella anota en una libreta “Gramsci”. Después de colgar él llega, mira con desconfianza la libreta y lee la palabra. Teme que el amigo le haya estado recomendando una línea de ropa cara. —¿Quién es Gramsci? —pregunta—. ¿Un diseñador? —No. Un marxista italiano. —Ella quiere alarmarlo: en casa no usan a menudo la palabra “marxista”. Él se aleja sin estar convencido del todo. 208 150CUENTOSCORTOS.indd 208 08/10/19 3:50 p.m. El padre de Helen y sus dientes Nunca supimos para qué necesitaba una camisa con dos bolsillos. Fumaba. Esto era en los viejos tiempos. Requería un bolsillo para su cajetilla de cigarros: el de la izquierda. Pero tenía que tener una camisa con otro bolsillo del lado derecho. Ignorábamos la razón. La respuesta era para su dentadura: no podía comer con los dientes puestos. Se los sacaba en la mesa y los deslizaba en el bolsillo. Jamás lo vimos hacerlo. Durante años, antes de tener su nueva dentadura, comía sin dientes. Estaba acostumbrado. Podía comer lo que fuera, incluso maíz de una mazorca. Después, cuando le dieron su nueva dentadura, no po­ día comer con ella puesta. Lo intentaba y prácticamente se atragantaba. Casi le provocaba náuseas. Quizá todo estaba en su cabeza. Tenía muchas cosas allá arriba. 209 150CUENTOSCORTOS.indd 209 08/10/19 3:50 p.m. Aquí en el campo Aquí en el campo hay patios llenos de autos oxidados que se guardan para repuestos. Una niña pequeña y pálida se mete los dedos en las orejas al oír el rugido de un motor familiar. La misma gente aparece en cada tienda porque aquí todos hacen sus compras la misma tarde en los mismos establecimientos. El premio en una rifa es una motosierra y eso ya nos parece atractivo. Al igual que nosotros, todos los vecinos tienen en sus jardines demasiada lechuga para comer. Los pájaros hacen sus nidos bajo el aire acondicionado y en el porche trasero dentro de una persiana de bambú que enrollamos al inicio de la primavera para permitir que entrara más luz en el baño. 210 150CUENTOSCORTOS.indd 210 08/10/19 3:50 p.m. Los murciélagos pasan algunos días, quizá un poco más, detrás de la chimenea. Al anochecer los vemos sa­ lir volando uno por uno a intervalos cortos, seis o siete en total, como palomas mensajeras que comienzan una carrera. Se zambullen en el aire y vuelan bajo sobre el césped. Después chillan junto a una ventana del piso su­ perior y rasguñan las tablas de madera al entrar y salir del ático. Los avispones han hecho un nido cónico bajo el sa­ liente del porche delantero. Un atardecer lo tumbamos. Está en capas como un hojaldre fino. Hay casas pequeñas y ordenadas con jardines prósperos y céspedes perfectamente lisos, inmaculados y de un ver­ de oscuro. Arbustos bajos y rígidos de hoja perenne abra­ zan una de las casas ordenadas, y un ganso café camina por la entrada de autos seguido por dos gansos blancos. Pero las personas que salen de la casa tienen un aire ceñudo y patrimonial y son tan robustas y desaliñadas como perros viejos. Hojas de plástico cubren las ventanas de otras casas y los porches traseros están abarrotados de basura. Las abejas viven en un árbol hueco al final de la entrada de autos, detrás de una lámina de metal pintada de negro que se clavó encima del hoyo hace mucho tiempo. Cuan­ do arrecia el calor aumentan las abejas que se aferran 211 150CUENTOSCORTOS.indd 211 08/10/19 3:50 p.m. al tronco por su colmena, colocándose unas sobre otras hasta formar una barba gruesa y dorada en el árbol. Cuando el frío llega la barba desaparece. Montada en una hoja de Pachysandra, una mariposa ne­ gra abanica sus alas despacio para secarlas. Manchas de polvo azul se alinean en los bordes inferiores de las alas, y en el reverso hay ojos iridiscentes como en la cola de un pavo real. A espaldas de nuestro patio trasero oímos los gritos de niños vecinos y los aullidos nítidos y lógicos de la madre: —Se los advierto: ¡déjenme en paz! Algunos días hay vibraciones misteriosas que sacuden la casa como si una persona gigantesca se arrojara contra la puerta principal. Rumbo a la tienda pasamos junto a un terreno descuida­ do con cuatro postes altos en forma de rectángulo. Den­ tro del rectángulo está estacionado un remolque pequeño y sin usar. 212 150CUENTOSCORTOS.indd 212 08/10/19 3:50 p.m. Los dos perros de los vecinos ladran y ladran. Quizá se ladran uno al otro, aunque quizá ladran juntos a una tercera cosa. El anciano trabajador que vive a dos casas de nosotros no puede estar tranquilo. Cuando no cuida una propie­ dad ajena, rastrilla su propia grava o desyerba su propio huerto. Oímos la carretilla de metal que traquetea sobre su césped. A veces va a la casa de al lado a dar de comer a los gatos en el porche lateral. —Ven aquí, gatito, gatito —llama con voz suave—. Ven aquí, gatito, gatito. ¿Tienes hambre? ¿Tienes ham­ bre? 213 150CUENTOSCORTOS.indd 213 08/10/19 3:50 p.m. ¿Qué tan triste ? ¿Qué tan triste estoy en realidad? Sólo uno de mis ojos llora. 214 150CUENTOSCORTOS.indd 214 08/10/19 3:50 p.m. Mejorando mi alemán Toda mi vida he tratado de mejorar mi alemán. Por fin mi alemán es mejor, pero ya estoy vieja y enferma. Pronto moriré con un mejor alemán. 215 150CUENTOSCORTOS.indd 215 08/10/19 3:50 p.m. Sólo un poco Agnès Varda, la conocida cineasta francesa, dijo en una entrevista que le gustaba coser un poco, cocinar un poco, atender un poco el jardín, hacer un poco de niñera: pero sólo un poco. 216 150CUENTOSCORTOS.indd 216 08/10/19 3:50 p.m. Al final de la tarde Qué lejos avanza, sobre la encimera, la sombra de un grano de sal. 217 150CUENTOSCORTOS.indd 217 08/10/19 3:50 p.m. Carta al padre Al hablar de Kafka, Celan dice: “Un poema es siempre una carta al padre”. Comento esto con mi amigo poeta. Mi amigo poeta responde: —Celan debió tener un padre distinto al que yo tuve. Se detiene a pensar y luego pregunta: —¿…al que yo tengo? Su padre está muerto. No puedo responder su última pregunta: —¿Tengo un padre o tuve un padre? 218 150CUENTOSCORTOS.indd 218 08/10/19 3:50 p.m. Momento de fastidio conyugal #3 —[Masculla algo] —No te puedo oír. —¿Quieres oírme? —No. 219 150CUENTOSCORTOS.indd 219 08/10/19 3:50 p.m. Momento de fastidio conyugal #5 Él dice: No, no me interesan tus especulaciones sobre lo que había antes de que el universo existiera. 220 150CUENTOSCORTOS.indd 220 08/10/19 3:50 p.m. Maestro constructor Con intachable habilidad está trepado en la escalera, arruinando cuidadosamente la casa más vieja del pueblo. 221 150CUENTOSCORTOS.indd 221 08/10/19 3:50 p.m. Cosas nuevas en mi vida Tardo tanto en acostumbrarme a las cosas nuevas en mi vida que cuando estoy cansada llamo a mi marido por el nombre del otro marido que solía tener, aunque ya ha pa­ sado mucho tiempo, y a mi nuevo hijo por el nombre del primer hijo que tuve y que estuvo en mi vida diez largos años antes de que el segundo llegara. Pero es peor que eso, ya que cuando estoy aún más cansada me acuerdo sólo del otro marido y el primer hijo. Cuando me casé con el otro marido aún no me habi­ tuaba a ser una chica de dieciocho años y pensaba que era más joven, quizá una niña de doce, y que él era mi hermano mayor, y lo molestaba como una hermana menor has­ ta que él me apartaba con firmeza. Después, cuando na­ ció mi primer hijo, aún no me habituaba a ser una mujer de veintinueve y pensaba que era más joven, quizá una chica de dieciocho, en realidad todavía una niña y no lo suficientemente grande para ser una buena madre. Ahora miro a una mujer joven que está de pie frente a mí con su madre y pienso que esta también podría ser 222 150CUENTOSCORTOS.indd 222 08/10/19 3:50 p.m. mi madre, podría ser nuestra madre compartida, porque creo que aún soy una mujer joven pese a que tengo la misma edad de esa madre. Puede llevarme mucho tiem­ po asumir que tengo la misma edad que esa madre tiene ahora. Pero para entonces estaré todavía más vieja y ha­ bré aprendido algo equivocado. Miro a otra mujer maternal de mediana edad y pienso que podría ser mi madre aunque tengo casi su misma edad. Pero si descubro que después de todo no puede ser mi madre, pierdo entonces no sólo a esta mujer como una madre que ahora podría haber sido la mía sino también a mi propia madre tal como era a esa edad. Si persisto en mirar a mujeres maternales de esta edad, pensando que podrían ser mi madre y deseando que lo fueran, que pudieran entrar o regresar a mi vida para cuidarme, persisto en olvidar que ahora soy incluso más vieja que ellas. No puedo acostumbrarme a la desaparición de mi ma­ dre y tampoco a la de mi padre, que estaban a cargo de las cosas y se ocupaban de ellas a su manera, que me cui­ daban a mí y nos cuidaban a todos, que se extraviaban en el auto y volvían a hallar el camino, que perdían las llaves de la casa, del coche y del cuarto de hotel y las encontra­ ban de nuevo. No puedo acostumbrarme a la desaparición de esa bella hermana mayor perseguida por universita­ rios ni a la desaparición de ese hermano preparatoriano con su libro de latín y su libro de mecanografía y su chelo. A veces olvido incluso que soy una mujer y en esas oca­ siones estoy dentro no de este cuerpo femenino con sus 223 150CUENTOSCORTOS.indd 223 08/10/19 3:50 p.m. señales de envejecimiento sino de un cuerpo más peque­ ño, un cuerpo muy pequeño, un cuerpo asexuado o casi asexuado, un cuerpo que quiere salir al sol de la mañana y trepar a un árbol de manzanas. 224 150CUENTOSCORTOS.indd 224 08/10/19 3:50 p.m. De mala gana —Estoy aquí sólo de mala gana —dice la gata. El perro no entiende, así que la gata define el término “de mala gana”. Tiene que ver con una especie de toleran­ cia. Tiene que ver con una aceptación que es únicamen­ te indirecta, aceptación por falta de prohibición. La gata usa la palabra “tácito”. El perro no entiende qué significa eso. La gata se da por vencida. Piensa que quizá el perro captó la idea de cualquier modo. La gata sabe que ellos aman al perro y a ella sim­ plemente la toleran. Cuando entran por la puerta princi­ pal muestran un entusiasmo auténtico al saludar al perro. Ella permanece sentada al fondo, observando, porque el perro se vuelve loco al brincarles encima. Ellos la ven allá al fondo y dicen “¡Hola, gatita!” pero sin demasiado afecto. El perro es más efusivo que ella. No entendería la palabra “efusivo” a pesar de que la encarna. No entende­ ría la palabra “encarnar”. 225 150CUENTOSCORTOS.indd 225 08/10/19 3:50 p.m. Más tarde la gata dice al perro, que está debajo de ella en la cocina, mirándola y olfateando el aire: —Ahora ella ha abandonado la estancia y yo estoy sentada acá arriba a unos centímetros de su sándwich de pollo. Eso me estresa. —Alarga una pata delantera y toca el sándwich pero no se siente cómoda. Al perro ella le gusta y le interesa. Aunque no conoce la palabra “estresar”, a él no le estresaría hallarse cerca del sándwich de pollo. Luego ella dice que en ciertas situaciones tiene proble­ mas con sus glándulas salivales y no puede evitar abrir y cerrar el hocico. Más tarde la gata está mordisqueando la escoba de nuevo. El perro no entiende por qué lo hace. La gata dice: —Ella me regaña porque he estado mordisqueando la escoba. La deja fuera y yo la veo. Luego me ve mordis­ queándola y viene y la guarda entre el refrigerador y la pared donde no puedo alcanzarla aunque lo intento. Lo intento cuando parece estar donde puedo alcanzarla. El perro la escucha explicar todo esto. Al menos no es lo mismo que regresar a dormir otra vez a ese charco de sol a medida que se desliza por el suelo, algo que ha venido haciendo de cuando en cuando a lo largo de la mañana. 226 150CUENTOSCORTOS.indd 226 08/10/19 3:50 p.m. En el tren a Stavanger Haré dos cosas en este viaje en tren, pienso al tomar mi asiento: mirar el paisaje a través de la ventana y atender las conversaciones a mi alrededor con la esperanza de mejorar mi comprensión del noruego coloquial. Me inclino hacia delante para escuchar a la pareja que ocupa los asientos frente a mí pero entonces los dos dejan de hablar. Volteo a mi izquierda para mirar por la venta­ na pero entonces el tren entra en un túnel. Me inclino de nuevo hacia delante para escuchar la conversación frente a mí, que se ha reanudado. La pareja intercambia algunos comentarios que no entiendo. Después, en la siguiente estación, uno de los dos se pone de pie, se despide de su acompañante y se baja. Volteo otra vez a mi izquierda para mirar por la ventana pero ésta se ha empañado. Otra pareja sube, coloca sus cosas en los asientos va­ cíos frente a mí, se aleja a otro vagón para comprar café, regresa, se sienta, ríe y comienza a mascullar. Me inclino hacia delante para escuchar, aunque tal vez ambos hablan demasiado rápido para mí. Pero de pronto, abruptamente, 227 150CUENTOSCORTOS.indd 227 08/10/19 3:50 p.m. él abre su laptop y ella se concentra en su iPhone y la charla se interrumpe. Entonces, al otro lado del pasillo y dos asientos ade­ lante, tres personas empiezan a platicar entre ellas pero están demasiado lejos para que yo pueda distinguir una sola palabra. Después de eso, toda la gente a mi alre­ dedor se lanza a charlar y hablar al unísono de modo que no logro entender nada. Y entonces, de golpe, todos guardan silencio. Mientras esto sucede, pienso arrepentida que también habría podido tomar fotografías por la ventana. Hay, por ejemplo, un valle precioso, pequeño y poco profundo, con una casa blanca, un granero rojo, un bosque oscuro al fondo y un lago al frente, bañado todo por el sol. Pero no he traído mi cámara. Después de eso hay abetos, una ladera cubierta de maleza y ovejas que pastan. Y luego, entre Egersund y Byrne, hay un terreno desnudo, rocoso y lleno de matorrales que da una impresión de altura, e imagino que nos hallamos en la cima de una montaña porque no tengo idea de la geografía en estos lares. Re­ sulta que no estamos en la cima de una montaña sino a orillas del mar. Podría haber traído un mapa detallado para seguir una ruta pero olvidé prepararlo. Esta es una región muy poco habitada incluso por animales, que sé que en noruego se llaman dyr. Las piedras en los campos no son tan distintas de las ovejas en los campos. Podría haberlas fotografiado pero ni siquiera traje mi iPhone. 228 150CUENTOSCORTOS.indd 228 08/10/19 3:50 p.m. Nuestro vecino joven en su pequeño auto azul Nuestro vecino joven en su pequeño y ruidoso auto azul: cómo va y viene por las calles de los alrededores a prime­ ra hora de la mañana. En realidad no se dirige a ninguna parte y tampoco pone a prueba su motor como hace a veces en su patio trasero. Antes de que amanezca pasa volando ante nuestra casa hasta el final de nuestra ca­ lle y hacia el norte por la calle principal más allá del deli. Primero oímos el ruido del motor cuando pasa ru­ giendo frente a nosotros y luego a medida que se debilita en la distancia hasta desaparecer. De seguro despierta o al menos despabila a todos en su camino. Pero al cabo de alejarse diez minutos da la vuelta y enfila de nuevo a casa. Otra vez oímos su motor, lejano al principio en el silencio aunque poco a poco más cercano hasta que está sobre nosotros. Debe ser que a unos kilómetros nos re­ cuerda, temeroso de que agradezcamos volver a conciliar el sueño, ansioso por despertarnos de nueva cuenta. Pero al cabo de un rato de estar en casa quizá piensa en todos los hogares en la calle principal, donde de seguro varias 229 150CUENTOSCORTOS.indd 229 08/10/19 3:50 p.m. personas agradecidas han vuelto a conciliar el sueño, y debe sentir que es momento de conducir el auto otra vez hasta el final de nuestra calle y por la calle principal más allá del deli. Y entonces, después de un rato, a unos kiló­ metros de distancia, debe ser que recuerda nuevamente nuestra calle con sus henares tranquilos, su bosque y sus prados, sus jardines delanteros con el rocío del alba que comienza a destellar en el césped, y se siente impelido a volver, a traernos un poco de vida, y emprende el regreso. O quizá es simplemente el pregonero local que hace sus rondas: —¡Todo sereno! 230 150CUENTOSCORTOS.indd 230 08/10/19 3:50 p.m. Pearl y Pearline Conocimos a una mujer llamada Pearl. Vivía cerca de no­ sotros. Era una especie de amiga de la familia. Solía arre­ glar la casa metiendo todo debajo y detrás del sofá, bajo las sillas y en los clósets. Así que cada vez que debíamos arreglar la casa apresuradamente para recibir visitas, en el lenguaje familiar decíamos que la arreglábamos “al es­ tilo de Pearl”. Al no poder tener hijos, Pearl y Fred adoptaron a una niña. Era una cosa pequeña y preciosa. Se llamaba Mi­ chelle. Según los rumores, Pearl no la trataba bien. Pearl era lo que llamábamos un cerebro mojado: bebía dema­ siado. Ambos bebían demasiado. Vivían en el bosque, así que nadie los podía oír si gritaban. En un par de ocasio­ nes terminaron en la prisión estatal y en el hospital pú­ blico para someterse a rehabilitación. A uno de ellos tuve que llevarlo al juzgado: ¡una vez al mes durante ocho meses! Tuve que llevar a mi hija conmigo porque no po­ día dejarla en casa. El juez se quejó porque había comida durante las audiencias. ¿Qué más podía hacer yo? 231 150CUENTOSCORTOS.indd 231 08/10/19 3:50 p.m. Me llevaba bien con ellos pero siempre estaba en are­ nas movedizas. ¿Qué fue de Michelle? De acuerdo: creció y se enroló en la Marina. En cuanto a Pearl, acabó por dejar a Fred. ¿Y qué creen? Se volvió una bailarina del vientre. Cuando ella se fue, por supuesto, Fred necesitaba a un ama de casa. Encontró a una, ¿y cómo creen que se llamaba? ¡Pearli­ ne! Eso fue antes de que él se casara de nuevo. 232 150CUENTOSCORTOS.indd 232 08/10/19 3:50 p.m. Estornudos en el tren El joven asiático que ocupa un asiento delante de mí al otro lado del pasillo estornuda. El hombre que está en el asiento tras él, calvo y ataviado con una camisa rosa a rayas, dice “¡Salud!” con voz no estentórea pero sí muy clara. El joven asiático se sobresalta, luce inquieto pero no voltea. Después el hombre que ocupa el asiento detrás de mí estornuda dos veces seguidas, rápidamente. Espero a que el hombre al otro lado del pasillo le diga “¡Salud!” pero no dice nada. El joven asiático estornuda de nue­ vo pero ahora con cautela, cuidando de sofocar su estor­ nudo con un clínex y una bufanda, y luego gira lenta y discretamente la cabeza para ver por encima del hombro al hombre a sus espaldas, que continúa en silencio. Más avanzado el viaje el joven asiático ya se ha bajado del tren y el hombre a mis espaldas ha sido remplazado por una mujer. Ahora la mujer suelta de golpe cuatro estornudos cortos, agudos y contenidos a los que sigue un quinto. Espero y escucho. Una vez más, el hombre de la camisa rosa a rayas al otro lado del pasillo no dice nada. O ha 233 150CUENTOSCORTOS.indd 233 08/10/19 3:50 p.m. perdido interés, mientras se inclina sobre su pantalla, o piensa que un “¡Salud!” por viaje es más que suficiente. 234 150CUENTOSCORTOS.indd 234 08/10/19 3:50 p.m. Ese hombre odioso ¡Ese hombre odioso! El otro día lo vi en el tren y sabía quién era pero no me pude acordar de su nombre. Des­ pués seguí pensando en él, tratando de recordar cómo se llamaba. Hace mucho tiempo, cuando lo conocí, era muy odioso. Ahora tiene el pelo blanco pero conserva ese modo de mirar fijamente como conejo asustado con los ojos desorbitados. Hoy estoy de nuevo en el tren y me gustaría que él lo abordara. Así le preguntaría su nombre. Quizá después dejaría de pensar en él. El inicio de este texto —“¡Ese hombre odioso!”— me remitió a un poema de Lorine Niedecker.5 O si no es al re­ vés, y es el poema de Lorine Niedecker el que me llevó a escribir “¡Ese hombre odioso!”. El poema dice: Lorine Niedecker (1903-1970), oriunda de Wisconsin, fue la única mujer asociada con el grupo de los poetas objetivistas, conformado por George Oppen, Charles Reznikoff y Louis Zukofsky, entre otros. El objetivismo consideraba el poema como un objeto palpable que privilegia la honesti­ dad, la inteligencia y la visión clara del mundo. (N. del T.) 5 235 150CUENTOSCORTOS.indd 235 08/10/19 3:50 p.m. (Sin título) ¡Ese hombre del museo! ¡Ojalá se hubiera llevado la escupidera de papá! Sacaré esa escupidera y la enterraré y le pondré una piedra encima. Porque sin esa piedra encima podría regresar. En realidad quizá fue de las dos maneras: comencé el cuento con esas palabras porque en un lugar de mi memoria, aunque yo no lo sabía, estaba el poema de Niedecker. Y luego, al leer mi cuento, recordé el poema. Ahora podría escribir algo más cercano al poema: ¡Ese hombre odioso! ¡Lo vi en el tren y supe exactamente quién era de hace mucho tiempo! Pero no pude recordar su nombre. Ay, me gustaría que abordara de nuevo el tren para preguntarle cómo se llama. Así podría enterrarlo y ponerle una piedra encima. 236 150CUENTOSCORTOS.indd 236 08/10/19 3:50 p.m. La tarde de una traductora Aunque va con retraso se ha detenido, antes de abando­ nar el metro, para mirarse al espejo en el baño de la es­ tación. Al salir de casa creía que iba bien arreglada pero ahora decide que no es así. Carga una carpeta de trabajo y dos libros. Camina en dirección oeste del metro a la casa del antropólogo adinerado que quizá tenga quehacer para ella. Va pensando con nerviosismo en otras cosas y no se fija por dónde avanza. Pisa un excremento blando y grande que un perro ha depositado en la acera. Mien­ tras intenta quitarse lo que se le pegó al zapato, un joven de aspecto ingenuo se detiene para darle consejos y lue­ go se queda observando con amistoso interés en tanto ella se limpia el pie en el bordillo. Cuando llega a la hermosa mansión, toca el timbre en el área que está muy por debajo de la planta baja. El ama de llaves alemana que le abre la puerta ha estado plan­ chando camisas en la cocina. El hombre que vive solo en la casa desciende las escaleras corriendo para estre­ charle la mano y la conduce de regreso arriba a la planta 237 150CUENTOSCORTOS.indd 237 08/10/19 3:50 p.m. baja. Tiene ojos oscuros y mechones de pelo igualmente oscuro que se sueltan y le caen sobre la frente mientras habla. Viste camisa blanca y pantalones negros. El teléfono suena casi de inmediato. Mientras él con­ testa y comienza a hablar en italiano, ella va a un baño cercano para lavarse las manos y examinarse el zapato. En la pared junto al lavabo cuelga un pequeño cuadro de una pieza de pan. Cuando sale él todavía está hablando por teléfono, así que se dirige a la pared de cristal en la parte trasera de la habitación y contempla el jardín desnudo. Al terminar de hablar, él la conduce al piso superior a un corredor lleno de esculturas africanas. Al subir todavía más, pa­ sando otros cuartos, ella distingue una cuna de bebé en un dormitorio. Más tarde él le explica que tiene un hijo de dos años que vive en México. En el último piso de la mansión, las paredes del es­ tudio del antropólogo están cubiertas de libros de tapas blancas que lucen tan limpias que parece que nunca se les ha abierto. Ella pasa una hora cordial junto a él hablando sobre un trabajo de traducción que se le quiere encomen­ dar y también, en términos más generales, sobre idio­ mas, escritura, la vida en la ciudad y la vida en el campo. Ella sale sintiéndose estimulada por la visita y el pro­ yecto de trabajo y va de compras a una tienda departa­ mental cercana. Se queda allí tres horas pero sólo adquiere unos shorts rojos que cuestan once dólares, y luego baja de nuevo al metro para volver a casa. 238 150CUENTOSCORTOS.indd 238 08/10/19 3:50 p.m. La otra ella Desde donde está, en otra parte de la casa, ella puede oír la voz de él en el dormitorio, en la distancia, hablándole de manera reflexiva, con suavidad y calidez hogareña. No sabe que ella no se encuentra en la habitación. Y entonces, por un momento, ella siente que con él hay otra ella quizá incluso mejor que ella misma, y que ella es una ella desdeñada, despreciada, allí al final del pasillo, lejos del dormitorio donde los otros dos pasan un buen rato juntos. 239 150CUENTOSCORTOS.indd 239 08/10/19 3:50 p.m. Los sonidos de una tarde de verano El sonido de la podadora que alguien conduce a unas casas de distancia es un ronroneo insoportable. Pero al menos ahoga el sonido de la pista de carreras al otro lado de la colina: un rugido furioso que asciende y desciende una y otra vez como una desilusión constante. Pero lo peor es cuando la podadora y la pista de carreras quedan en silencio. Entonces escuchamos los disparos rápidos y regulares que hacen eco en el bosque: alguien que prac­ tica el tiro al blanco con un rifle. O la serie de graznidos y cloqueos roncos de un cuervo que nos sobrevuela. O la voz chillona de la vecina que grita del jardín de entrada al jardín trasero. O el zumbido de un abejorro que se detiene en una flor para luego seguir su camino: siempre es la misma nota, quizá un si bemol. O el trino de una go­ londrina que acaba en un cascabeleo absurdo. O el gorjeo monótono de un gorrión. O el eterno canto balbuceante de un petirrojo. O el quejido de un mosquito en nuestro oído. O el carraspeo y el voltear seco de las páginas de una persona que lee cerca de nosotros. 240 150CUENTOSCORTOS.indd 240 08/10/19 3:50 p.m. El visitante En algún momento a comienzos del verano un extraño llegará a instalarse en nuestra casa. Aunque todavía no lo conozcamos sabemos que será calvo, incontinente, mudo y casi completamente incapaz de arreglárselas por sí solo. No sabemos con exactitud cuánto tiempo se que­ dará, dependiendo por entero de nosotros en lo que res­ pecta a comida, ropa y techo. Nuestra situación me recuerda a un viejo caballero indio de piel curtida que en alguna ocasión vivió varios meses con mi hermana en Londres. Al principio dormía en una tienda de campaña en el jardín trasero. Luego se mudó a la casa. Allí se dedicó a reacomodar la enorme cantidad de libros que no tenían un orden particular. Se inclinó por géneros —novela policiaca, historia, na­ rrativa— y se rodeó de nubes de humo creadas por los cigarros que fumaba al trabajar. Explicaba su sistema en un inglés correcto pero vacilante a quienquiera que entrara en la estancia. Muchos años después tuvo una 241 150CUENTOSCORTOS.indd 241 08/10/19 3:50 p.m. muerte súbita y dolorosa en un hospital londinense. Por motivos religiosos rechazó todo tratamiento. El visitante indio de mi hermana me recuerda tam­ bién a otro hombre mayor: el padre muy anciano de un amigo mío. Alguna vez fue profesor de economía. Esta­ ba viejo y sordo desde que mi amigo era niño. Después empezó a sufrir de incontinencia urinaria, rio en silencio durante la boda de su hija y cuando se le pidió que dijera unas palabras se incorporó tembloroso en su asiento y habló de comunismo. Este hombre se halla ahora en un asilo de ancianos. Mi amigo dice que cada año se hace más pequeño. Como el padre de mi amigo, nuestro visitante tendrá que ser bañado por nosotros y no usará el inodoro. Le hemos asignado una habitación pequeña y soleada junto a la nuestra en la que podremos oírlo si necesita ayuda durante la noche. Quizá algún día nos retribuya por to­ dos los problemas que nos causará, pero en realidad no lo esperamos. Aunque todavía no lo conozcamos, es una de las pocas personas en el mundo por las que estaríamos dispuestos a sacrificar casi cualquier cosa. 242 150CUENTOSCORTOS.indd 242 08/10/19 3:50 p.m. Dos mujeres escandalosas Esas dos mujeres escandalosas: si van a seguir hablando en voz alta sin parar cerca de mí en el tren, ¡al menos podrían tener una conversación interesante que me gustara escuchar! 243 150CUENTOSCORTOS.indd 243 08/10/19 3:50 p.m. Dos borrachos en la cena Ella estaba borracha al hacer la cena y la quemó toda. Él estaba borracho al comerla y no le importó. 244 150CUENTOSCORTOS.indd 244 08/10/19 3:50 p.m. Trasnochar La noche está muy tranquila. Llevo mucho tiempo leyendo. Ahora baja por la página de mi libro un insecto diminuto, el único otro ser aún despierto en la casa: ¿Qué haces tú levantado tan tarde? 245 150CUENTOSCORTOS.indd 245 08/10/19 3:50 p.m. Lo que puedo entender Entiendo muchas cosas, algunos días creo incluso que en realidad quizá no hay nada que no entienda o más bien nada que no entendería si se me expusiera con claridad, sea lo que sea, de cualquier disciplina, de cualquier parte del mundo, de cualquier cultura y cualquier historia. Pero en cuanto me digo esto caigo en cuenta de que tal vez no es verdad. Se me ocurre que hay algunas cosas que no entiendo por más que me esfuerzo, por ejemplo ciertos conceptos matemáticos, o ciertas disposiciones institucio­ nales, o ciertas condiciones médicas, o ciertos procedi­ mientos burocráticos, sin importar qué tan a menudo me las expliquen o con cuánta claridad, sean de mi propia cultura o de otra. A veces las entiendo por un momento, mientras me esfuerzo por entender, y luego, en cuanto pienso en otra cosa o me retiro un rato y regreso, ya dejo de entenderlas. E incluso si me las explican de nuevo con la misma claridad, seguiré sin entenderlas al cabo de unos minutos de pensar en otra cosa. Y así, después de todo, es verdad, y debo recordármelo, que tengo dificultades 246 150CUENTOSCORTOS.indd 246 08/10/19 3:50 p.m. con algunas áreas, me confunden algunas disciplinas, me pierdo en algunos campos. 247 150CUENTOSCORTOS.indd 247 08/10/19 3:50 p.m. Una mujer va con el dueño de una pista A principios del invierno una mujer va con el dueño de una enorme pista de carreras de autos que se halla cerca de aquí para hablar sobre el calendario de la próxima temporada. Es una persona amable y gentil mientras que el dueño de la pista puede ser un hombre duro. Pero, qui­ zá en respuesta a ella y a pesar de él mismo, en la reunión el dueño también es amable. Ella acude con él porque su hija quiere casarse en el jardín trasero del hogar familiar, donde creció, y éste queda cerca de la pista, separada de la casa tan sólo por un ancho arroyo y un área bosco­ sa. La mujer y su hija están listas para decidir la fecha de la ceremonia. Les gustaría saber cuál es el calenda­ rio de la pista para ver si el dueño puede asegurar que haya una tarde libre de carreras o pruebas. De ese modo programarán la ceremonia para que se lleve a cabo esa tarde, cuando la pista esté tranquila. Pero lo que tratan de evitar no es únicamente el ruido de la pista. Si la cere­ monia tuviera lugar en un día de carreras, entonces, en los breves intervalos entre los anuncios de los altavoces 248 150CUENTOSCORTOS.indd 248 08/10/19 3:50 p.m. y el rugido de los motores, los aficionados a las carreras podrían ser distraídos por los votos nupciales de la joven y por la música que suena a través de los árboles. 249 150CUENTOSCORTOS.indd 249 08/10/19 3:50 p.m. Índice De Desglose (1986) Lo que ella sabía, 9 El pescado, 10 Mildred y el oboe, 11 El cuñado, 12 Cómo W. H. Auden pasa la noche en casa de un amigo:, 14 Madres, 15 En una casa sitiada, 17 Visita al marido, 18 La espina, 20 Empleo en la ciudad, 23 Dos hermanas (I), 25 La madre, 28 Amor seguro, 29 Problema, 30 251 150CUENTOSCORTOS.indd 251 08/10/19 3:50 p.m. De Casi nada de memoria (1997) Jack del campo, 33 Los ratones, 35 La treceava mujer, 37 Los gatos en la sala de recreación de la cárcel, 38 La pecera, 42 Nuestra amabilidad, 43 Un desastre natural, 45 Acuerdo, 47 Desacuerdo, 49 Reiterar, 50 La otra, 51 Una amiga mía, 52 Vete, 54 Una segunda oportunidad, 56 Casi nada de memoria, 58 Cómo a menudo tiene razón, 61 Lo que siento, 62 Cosas perdidas, 64 Desde abajo, como vecina, 65 Las bisabuelas, 66 Ética, 67 La salida, 69 Un puesto en la universidad, 70 La carrera de los motociclistas pacientes, 71 Afinidad, 74 252 150CUENTOSCORTOS.indd 252 08/10/19 3:50 p.m. De Samuel Johnson está indignado (2001) Amigos aburridos, 77 Traición, 78 Una lección de Heródoto, 80 Prioridad, 81 Compañera, 83 Propósito de Año Nuevo, 84 Interesante, 86 El momento más feliz, 88 Doble negativa, 89 Honrar el subjuntivo, 90 Qué difícil, 91 Se turnan para usar una palabra que les gusta, 92 Mir el Hessiano, 93 Historia oral (con hipo), 95 Correcto e incorrecto, 97 Especiales, 98 Egoísta, 99 Mi marido y yo, 101 Lejos de casa, 102 Compañía, 103 Finanzas, 105 La transformación, 106 Dos hermanas (II), 108 Joven y pobre, 111 Dinero, 112 253 150CUENTOSCORTOS.indd 253 08/10/19 3:50 p.m. De Variedades de inquietud (2007) Un hombre de su pasado, 115 Mi perro y yo, 116 Culta, 117 El concurso del buen gusto, 118 Colaboración con una mosca, 120 Buenos momentos, 121 Temas prohibidos, 123 Mano, 125 La oruga, 126 Flatulencia, 129 Conocer tu cuerpo, 131 Distracción, 132 Variedades de inquietud, 134 Veinte esculturas en una hora, 137 Nietszche, 139 La madre de su madre, 140 La beca, 142 Por sesenta centavos, 143 ¿Cómo debo llorarlos?, 145 Cómo ella no podía conducir, 149 Los extraños, 151 La mosca, 153 Entrada de índice, 154 Casi concluido: ¿cuál es la palabra?, 155 Un hombre diferente, 156 254 150CUENTOSCORTOS.indd 254 08/10/19 3:50 p.m. De Ni puedo ni quiero (2014) Pelo de perro, 159 Cuento circular, 160 Contingencia (contra necesidad) 1, 161 Contingencia (contra necesidad) 2: de vacaciones, 162 La mala novela, 163 Observación de limpieza, 164 Emociones negativas, 165 Discernimiento, 167 Ödön von Horváth sale a caminar, 168 En el tren, 169 La gata Molly: historia y conclusiones, 170 Conversación breve (en la sala de abordaje del aeropuerto), 173 Depósito de equipaje, 174 Esperando el despegue, 177 Su cumpleaños, 178 Mi amigo de la infancia, 179 Su pobre perro, 180 Mujer anciana, pescado viejo, 182 Dos exalumnos, 183 Escribir, 184 Agradecimiento equivocado en el teatro, 185 Sentada con mi pequeña amiga, 186 La buscadora de oro de Goldfields, 187 La vieja aspiradora se sigue apagando, 190 Flaubert y el punto de vista, 191 255 150CUENTOSCORTOS.indd 255 08/10/19 3:50 p.m. Cuentos inéditos (Algunos de) Sus hábitos alcohólicos, 195 Una breve noticia de hace mucho tiempo, 196 Envejecer, 197 Ángulos, 198 Reclamo de fama #1: Mi relación con Ezra Pound, 199 Conversación antes de la cena, 201 Todos lloraban, 203 Padre entra en el agua, 206 Miedo a envejecer, 207 Gramsci, 208 El padre de Helen y sus dientes, 209 Aquí en el campo, 210 ¿Qué tan triste?, 214 Mejorando mi alemán, 215 Sólo un poco, 216 Al final de la tarde, 217 Carta al padre, 218 Momento de fastidio conyugal #3, 219 Momento de fastidio conyugal #5, 220 Maestro constructor, 221 Cosas nuevas en mi vida, 222 De mala gana, 225 En el tren a Stavanger, 227 Nuestro vecino joven en su pequeño auto azul, 229 Pearl y Pearline, 231 Estornudos en el tren, 233 Ese hombre odioso, 235 256 150CUENTOSCORTOS.indd 256 08/10/19 3:50 p.m. La tarde de una traductora, 237 La otra ella, 239 Los sonidos de una tarde de verano, 240 El visitante, 241 Dos mujeres escandalosas, 243 Dos borrachos en la cena, 244 Trasnochar, 245 Lo que puedo entender, 246 Una mujer va con el dueño de una pista, 248 257 150CUENTOSCORTOS.indd 257 08/10/19 3:50 p.m. Lydia Davis (1947, Massachusetts) alterna su labor como escritora con la traducción y la docencia –es profesora de creación literaria en la Universidad de Albany–. Apasionada de la obra de Samuel Beckett, la autora se ha visto también influenciada por Joyce, Eliot, Dostoyevski o Nabokov. Es autora de seis libros de relatos breves, entre los que destacan The Thirteenth Woman and Other Stories (1976), Break It Down (1986) y Varieties of Disturbance (2007). En 2013 obtuvo el prestigioso Man Booker International Prize. 150CUENTOSCORTOS.indd 259 08/10/19 3:50 p.m. Títulos en Narrativa LA CORAZONADA Barry Gifford NEFANDO Mónica Ojeda CAMERON Hernán Ronsino LOS ACCIDENTES Camila Fabbri PAJARITO Claudia Ulloa Donoso LAS INCREÍBLES AVENTURAS DEL ASOMBROSO EDGAR ALLAN POE INFRAMUNDO LA OCTAVA PLAGA TODA LA SANGRE CARNE DE ATAÚD MAR NEGRO DEMONIA LOS NIÑOS DE PAJA Bernardo Esquinca LOS QUE HABLAN CIUDAD TOMADA Mauricio Montiel Figueiras UNA NIÑA ESTÁ PERDIDA EN SU SIGLO EN BUSCA DE SU PADRE APRENDER A REZAR EN LA ERA DE LA TÉCNICA CANCIONES MEXICANAS EL BARRIO Y LOS SEÑORES JERUSALÉN HISTORIAS FALSAS AGUA, PERRO, CABALLO, CABEZA Gonçalo M. Tavares 150CUENTOSCORTOS.indd 260 08/10/19 3:50 p.m. AUSENCIO Antonio Vásquez LODO EL HOMBRE NACIDO EN DANZIG MARIANA CONSTRICTOR ¿TE VERÉ EN EL DESAYUNO? Guillermo Fadanelli EL VÉRTIGO HORIZONTAL LA CASA PIERDE EL APOCALIPSIS (TODO INCLUIDO) ¿HAY VIDA EN LA TIERRA? LOS CULPABLES LLAMADAS DE ÁMSTERDAM Juan Villoro LAS TRES ESTACIONES BANGLADESH, OTRA VEZ Eric Nepomuceno PÁJAROS EN LA BOCA Y OTROS CUENTOS DISTANCIA DE RESCATE Samanta Schweblin TIEMBLA Diego Fonseca (editor) LA INVENCIÓN DE UN DIARIO Tedi López Mills EN EL CUERPO UNA VOZ Maximiliano Barrientos PLANETARIO Mauricio Molina OBRA NEGRA Gilma Luque 150CUENTOSCORTOS.indd 261 08/10/19 3:50 p.m. JAULAS VACÍAS LOBO LA SONÁMBULA TRAS LAS HUELLAS DE MI OLVIDO Bibiana Camacho EL LIBRO MAYOR DE LOS NEGROS Lawrence Hill NUESTRO MUNDO MUERTO Liliana Colanzi IMPOSIBLE SALIR DE LA TIERRA Alejandra Costamagna LA COMPOSICIÓN DE LA SAL Magela Baudoin JUNTOS Y SOLOS Alberto Fuguet FRIQUIS LATINAS CANDENTES 6 RELATO DEL SUICIDA DESPUÉS DEL DERRUMBE Fernando Lobo PROFESORES, TIRANOS Y OTROS PINCHES CHAMACOS EMMA EL TIEMPO APREMIA POESÍA ERAS TÚ Francisco Hinojosa Nínive Henrietta Rose-Innes OREJA ROJA Éric Chevillard 150CUENTOSCORTOS.indd 262 08/10/19 3:50 p.m. AL FINAL DEL VACÍO POR AMOR AL DÓLAR REVÓLVER DE OJOS AMARILLOS CUARTOS PARA GENTE SOLA J. M. Servín LOS ÚLTIMOS HIJOS EL CANTANTE DE MUERTOS Antonio Ramos Revillas LA TRISTEZA EXTRAORDINARIA DEL LEOPARDO DE LAS NIEVES Joca Reiners Terron ONE HIT WONDER Joselo Rangel MARIENBAD ELÉCTRICO Enrique Vila-Matas LA COMPAÑÍA CONJUNTO VACÍO Verónica Gerber Bicecci LOS TRANSPARENTES BUENOS DÍAS, CAMARADAS Ondjaki PUERTA AL INFIERNO Stefan Kiesbye BARROCO TROPICAL José Eduardo Agualusa 25 MINUTOS EN EL FUTURO. NUEVA CIENCIA FICCIÓN NORTEAMERICANA Pepe Rojo y Bernardo Fernández, Bef 150CUENTOSCORTOS.indd 263 08/10/19 3:50 p.m. ciento cincuenta cuentos cortos de Lydia Davis se terminó de imprimir y encuadernar en octubre de 2019, en los talleres de Litográfica Ingramex S.A. de C.V., Centeno 162­1, Colonia Granjas Esmeralda, Alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México. Para su composición tipográfica se emplearon las familias Bell MT de 11:14 y Steelfish de 37:37 y 30:30. El diseño es de Alejandro Magallanes. El cuidado de la edición estuvo a cargo de Dulce Aguirre. La impresión de los interiores se realizó sobre papel Cultural de 75 gramos. 150CUENTOSCORTOS.indd 264 08/10/19 3:50 p.m.