EL DESTINO MANIFIESTO (1845) El Destino Manifiesto es una filosofía, doctrina o idea que expresaba la creencia de que los Estados Unidos de América estaba destinado a expandirse hacia los cuatro vientos pues respaldaba la idea de que éste, se expandiera sobre los territorios no conquistados de Norteamérica y, en general, sobre el Hemisferio Occidental. Esta doctrina no estaba exenta de racismo, pues consideraba que los habitantes estadounidenses eran superiores a los «mestizos» de los países vecinos ubicados al sur de la frontera, por lo que debían ser «regenerados». Pretendía dar a entender al mundo que Dios eligió a ese pueblo para ser una potencia política y económica y ser una nación superior al resto del mundo. Origen del concepto y expresión “Destino Manifiesto” El origen del concepto del Destino Manifiesto se podría remontar desde la época en que comenzaron a habitar los primeros colonos y granjeros llegados desde Inglaterra y Escocia, a el territorio de lo que más tarde serían los Estados Unidos. Sin embargo podría decirse que la expresión Destino Manifiesto fue usada por primera vez en 1845, por el periodista John L. O’ Sullivan quien escribió un artículo periodístico en una revista de Nueva York. En este planteaba lo siguiente: "El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno.” John L. O’Sullivan Con ello pretendía justificar la expansión de los Estados Unidos hacia otros territorios. Muy pronto, políticos y líderes de opinión aplaudieron el Destino Manifiesto, que fue pensamiento y visión del entonces presidente James Knox Polk (1795-1849), quien impulsó la guerra contra México en 1846-48, conflicto bélico que anexó a los Estados Unidos más de la mitad del territorio mexicano. A lo largo de la historia estadounidense, desde las trece colonias hasta el siglo XXI, el Destino Manifiesto ha mantenido la convicción nacional de que Dios eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una "nación superior". La imagen nacional que los Estados Unidos tienen de sí mismos, como protectores y defensores de la legalidad, la libertad y la democracia, se funda en la creencia de que poseen una superioridad moral (porque son el “pueblo elegido”). Esta suposición les ha permitido justificar su intromisión en los asuntos internos de otros pueblos (que no son “elegidos de Dios”) o de plano la violencia contra ellos. La primera actitud intervencionista inspirada por el espíritu del “Destino Manifiesto” fue la obsesión de los colonos ingleses por desplazar de sus tierras (o bien exterminar) a los indígenas norteamericanos. Estados Unidos tiende a manejar sus relaciones exteriores como si se tratara de una cruzada moral y generalmente justifica sus acciones con dos argumentos: ● La “nación fuerte que protege a la débil” ● “La lucha contra el Mal para defender la libertad y seguridad del mundo”. Consecuencias de esta Ideología Aunque originalmente esta doctrina se oponía al uso de la violencia, desde 1840 se usó para justificar el intervencionismo en la política de otros países, así como la expansión territorial mediante la guerra. Es por eso que una de las más claras consecuencias que trajo esta doctrina, fue la expansión territorial y la concepción imperialista de Estados Unidos, que se asienta desde el siglo XIX. La construcción de un canal por la zona angosta de Centroamérica, que uniera los dos océanos, formó parte naturalmente del Destino Manifiesto de los intereses norteamericanos en la región. El Destino Manifiesto sirvió para la promoción de la independencia panameña y la construcción del Canal de Panamá. Los manejos que se dieron en torno a la construcción y control del Canal de Panamá fueron también, manifestaciones de la doctrina del destino manifiesto. Cuando el ingeniero francés Fernando de Lesseps obtuvo en 1878 la concesión del gobierno colombiano para construir el Canal de Panamá, los Estados Unidos calificaron al proyecto como “una intromisión no provocada en un campo en que los intereses generales de Estados Unidos deben ser considerados antes que los de ninguna potencia”. E iniciaron entonces los trabajos en Nicaragua para construir un canal propio. Pero entretanto la compañía francesa de Lesseps se declaró en bancarrota. Esto fue en 1889. Y entonces los norteamericanos adquirieron los derechos y bienes de la frustrada empresa canalera. La independencia de Panamá en 1903 y su erección como un nuevo Estado, impulsados por el gobierno estadounidense al calor de las pretensiones separatistas que desde 1830 alentaron las provincias de Panamá y Veragua, favorecieron el proyecto norteamericano de construir el canal. Catorce días después de la fundación de la República de Panamá se suscribió el tratado Hay-Buneau Varilla, en virtud del cual los Estados Unidos obtuvieron la concesión para la construcción de la obra, el uso de ella a perpetuidad cuando esté terminada, el control jurisdiccional de la “zona del canal” y la autorización para instalar en ella bases militares para su defensa. Todo esto a cambio de una suma de dinero y del pago de una anualidad a Panamá. La colosal obra de ingeniería fue inaugurada el 15 de agosto de 1914. La “zona del canal” — verdadero enclave dentro de territorio panameño— fue sometida a un régimen especial bajo el control norteamericano. Sin embargo, las protestas panameñas condujeron a la firma del tratado de amistad y cooperación de 1936, en el que se acordó un aumento de la participación panameña en los beneficios del canal y su defensa común. En 1955 se concluyó un nuevo tratado, que aumentó la anualidad debida a Panamá y la reducción de ciertos privilegios de los ciudadanos norteamericanos residentes en la zona del canal. Finalmente, después de muchas fricciones entre las autoridades norteamericanas del canal y el pueblo panameño, que fueron especialmente graves en 1964, el 7 de septiembre de 1977 se suscribieron los dos tratados denominados Torrijos-Carter, que entraron en vigor el primero de octubre de 1979, en los que se reconoció la soberanía de Panamá sobre la zona, se estableció el derecho de Estados Unidos a regular el tránsito de los buques por el canal, se confió su manejo a la entidad pública estadounidense denominada Comisión del Canal de Panamá, se estipuló el nuevo pago anual a favor del Estado istmeño por la explotación del canal, se determinó que el 31 de diciembre de 1999 terminaba la concesión y que Panamá asumía la plena y total administración del canal, con la obligación garantizar su neutralidad y de mantenerlo abierto al tránsito pacífico de los buques de todos los países, en igualdad de condiciones, lo mismo en tiempo de paz que de guerra.