¿Cómo analizar un texto? Todo texto se construye siempre sobre patrones desimilitud y repetición, y de diferencia y variación. Así, la primera fase del análisis de un texto consiste en "traducirlo" a un lenguaje que te facilite el trabajo analítico. A ese lenguaje o vocabulario lo hemos llamado categorías de análisis. Existen muchos tipos de categorías de análisis. La clase de texto que quieras estudiar y el aspecto que quieras examinar en un texto específico determinarán qué categorías de análisis son las más pertinentes para ti. Por lo general, ciertas categorías de análisis te serán más útiles para estudiar textos narrativos (cuentos, novelas, películas, historietas, etc.); otras estarán mejor adaptadas para el examen de poemas y otras más te facilitarán el análisis de ensayos y artículos académicos. Sin embargo, existen ciertos principios formales que determinan la organización de la mayoría de los textos y, por lo tanto, constituyen un conjunto de categorías de análisis cuyo conocimiento te resultará muy valioso no solo para analizar gran cantidad de textos sino también para crearlos. Este artículo te familiarizará con algunos de esos principios básicos de organización textual para que tus análisis se vuelvan más serios, profundos y pertinentes. ¿Qué es un texto? Antes de continuar, conviene preguntarse qué es un texto. Dos posibles respuestas a esta pregunta determinan las categorías de análisis que vamos a estudiar aquí: Un texto es un artefacto: Todo texto —como un asiento, una mesa o una máquina— es un artefacto. Es decir, se trata de algo creado por seres humanos para seres humanos y, por lo tanto, cumple funciones específicas dentro de la sociedad. Por consiguiente, cuando analizas un texto, debes tener siempre en cuenta que dicho texto proviene de una o varias "mentes organizadoras" que han decidido expresar ciertas ideas de cierta manera. Todos los textos — lingüísticos, visuales, audiovisuales, musicales, etc.— son concebidos, financiados, realizados y distribuidos por personas que tienen intereses económicos e ideológicos. Por eso, no es exagerado afirmar que no existen textos "inocentes". Un texto es un sistema: Si un texto es un artefacto, entonces, es también un sistema. Un sistema es un tipo particular de conjunto donde todos los elementos que lo componen trabajan solidariamente para cumplir un propósito. En el caso de los textos lingüísticos, los componentes del sistema textual son las palabras. Gracias a ellas, a su sonido, forma, significado, ubicación y relaciones recíprocas, se construyen los significados que el texto busca transmitir. A diferencia de un conjunto cualquiera —como por ejemplo un amontonamiento de libros sobre un escritorio— un sistema tiene un propósito definido y por esa razón, las partes que lo componen tienen funciones específicas y ocupan posiciones bien definidas unas respecto a las otras. Desde esta perspectiva, un texto lingüístico es una suerte de máquina que sirve para producir significados. Así, tu trabajo cuando analizas un texto consiste en observarlo con cuidado como si fueras un relojero que examina minuciosamente el mecanismo de un reloj antes de arreglarlo. El análisis te permite entender cuáles son los elementos constitutivos del texto, dónde están ubicados y cuáles son sus funciones. Principios básicos de organización textual Estudiar los textos como sistemas tiene consecuencias importantes. La que más nos interesa aquí es la posibilidad de aislar 5 principios básicos que determinan la organización de la mayoría de los textos que existen. Por ser tan comunes, estos principios funcionan como categorías de análisis que te resultarán muy útiles para estudiar una gran cantidad de textos. Valor funcional Cualquier elemento presente en un texto tiene una o varias funciones específicas que aquí llamaremos valor funcional. Recuerda que los textos son artefactos y lo que aparece en ellos no está ahí por casualidad. Por ejemplo, en una novela no llueve porque sí sino porque el escritor decidió que, por alguna razón, era importante que lloviera. Por eso, después de identificar los elementos que más te llamen la atención en un texto debes preguntarte cuáles son sus funciones dentro de la totalidad del sistema textual. Hay dos preguntas que son muy útiles para determinar los valores funcionales de los componentes de un texto: ¿Por qué aparece este elemento en el texto? Esta pregunta sirve para determinar qué justifica la presencia de cualquier elemento en el texto. Piensa que así como se escogió un elemento en particular —una palabra, un personaje, un evento narrativo, una metáfora, etc.— podría haberse escogido cualquier otro. Pregúntate entonces qué puede haber motivado la selección del elemento que te interesa examinar. ¿Para qué fue puesto ahí? La segunda pregunta te permitirá entender con qué propósito se escogió el elemento del texto que a ti te llama la atención y por qué aparece donde aparece y no en otra parte. ¿El elemento que te interesa anuncia otros que aparecen más tarde en el texto? ¿Sirve, junto con otros elementos, para desarrollar ideas concretas dentro del sistema textual? Similitud y repetición En todo texto siempre hay elementos que se repiten de manera idéntica o que se parecen mucho entre sí. A estos elementos recurrentes se les conoce como motivos. Un buen analista de textos siempre está a la caza de motivos ya que estos son fundamentales para el buen funcionamiento de los textos. Motivos Piensa por ejemplo en las canciones populares. Por lo general, estas tienen la siguiente estructura: BCADEAFGA, donde A corresponde al coro, que es un motivo. Del mismo modo, las novelas, cuentos, películas y poemas tienen motivos que sirven para desarrollar temas específicos dentro del sistema textual. Una vez hayas identificado uno o dos motivos que te interesen, tienes que preguntarte a qué tema o temas remiten dichos motivos. Temas y motivos No olvides que los motivos suelen ser cosas tangibles que aparecen dentro del texto: un evento narrativo, una palabra, un personaje, una imagen, etc. Los temas, en cambio, son un poco más abstractos y requieren que el lector haga inferencias. "El amor", "la muerte", "el odio" son ejemplos de temas que aparecen a menudo en los textos literarios. Los motivos son la materialización de los temas en el sistema textual. Paralelismos Un texto que tuviera únicamente un motivo (AAAAAAAA...) sería aburrido y predecible. Por eso, aunque en los textos siempre hay cosas que se repiten, pocas veces se repiten de manera idéntica. Conviene entonces buscar también paralelismos entre los componentes del sistema textual que estés estudiando. Muy a menudo, los elementos presentes en un texto se hacen eco unos a otros para construir temas complejos en la mente del lector: este tipo de relaciones de similitud son las que reciben el nombre de paralelismos. Diferencia y variación En todo texto siempre hay elementos que se diferencian claramente o que se oponen unos a otros. Cuando analices un texto, además de buscar motivos, es importante que observes con cuidado qué tipo de relaciones de oposición se crean entre varios motivos diferentes. Para el análisis, identificar contrastes es tan importante como identificar paralelismos. En los textos abundan todo tipo de oposiciones y contrastes. Pueden ser radicales, como en el caso de las oposiciones antitéticas: día/noche, bien/mal, masculino/femenino, luz/oscuridad, etc. También se dan a menudo los contrastes leves que reciben el nombre de variaciones. En la práctica, el principio de diferencia y variación funciona como la otra cara de la moneda del principio de similitud y repetición. Se trata de las dos fuerzas fundamentales que generan la tensión necesaria para construir y permitir que se tengan en pie la mayoría de los textos que existen. Progresión y desarrollo Para abrirse paso desde el comienzo hasta el final todo texto necesita tener unas leyes de progresión y desarrollo. Tú tarea como analista consiste en descubrir cuáles son las leyes que determinan el funcionamiento del texto que has decidido estudiar. Por lo general, las leyes de progresión y desarrollo corresponden a la organización lógica de los elementos que componen el texto. Lo más común, sobre todo en los textos narrativos, es la ordenación del material en cadenas lógicas de causa-efecto. A veces prima la organización cronológica de los eventos narrativos. Sin embargo, los elementos de un texto pueden organizarse siguiendo otros principios: analogías, paralelismos, asociaciones libres de ideas, etc. Un truco infalible para determinar cuáles son los principios de progresión y desarrollo consiste en comparar explícitamente el comienzo y el final de un texto. Esta comparación pone al descubierto los cambios que tienen lugar en el texto y facilitan la identificación de las estructuras que permiten expresar dicho cambio dentro del sistema textual. Unidad / falta de unidad Cuanta más cohesión y coherencia interna tenga un texto, mayor será su grado de unidad. Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) la "unidad" es la "cualidad de la obra literaria o artística en que solo hay un asunto o pensamiento principal, generador y lazo de unión de todo lo que en ella ocurre, se dice o representa". Así, cuando un texto tiene unidad todos los elementos que lo componen están muy bien "amarrados" entre sí para expresar una o unas pocas ideas centrales. Por eso, los textos con un alto grado de unidad no suelen tener "cabos sueltos". Sin embargo, no todos los textos se caracterizan por tener un alto grado de unidad. También existen textos que buscan que la falta de unidad sea su principio de organización dominante. Las novelas o películas "experimentales" constituyen un ejemplo de este tipo de textos. Con todo, la mayoría de los textos suele basarse en el principio de unidad ya que la falta de unidad supone grandes dificultades de comprensión para los lectores que no han tenido un entrenamiento especial para enfrentarse a este tipo de textos.