que mi muerte será muy presto, que así me lo ha dicho este cometa, porque otra como él, se vió pocos días antes que mi padre muriese. Y de ver y entender que he de morir tan presto sin haber gozado de mis reinos estoy triste, porque estas señales no se muestran sino para anunciar grandes calamidades, muertes de reyes, destrucción de imperios. Todo lo cual sospechaba yo antes, viéndome en cadenas de hierro, más ahora me lo ha certificado de veras el cometa. Habrás entendido la causa de mi tristeza y la razón que tengo para tenerla”. El Gobernador le dijo que no mirase ni creyese en agüeros, que no había para qué darles crédito; que esperase que muy presto se vería libre de prisión y restituido en su reino. Con esto le dejó tan triste como antes estaba, porque aquella gentilidad aprehendía muy de veras lo que sus agüeros les decían, y así les dió más crédito que al Gobernador Don Francisco Pizarro. Pedro de Cieza de León, capítulo sesenta y cinco, dice lo mismo que hemos dicho del cometa, y cuán agoreros eran aquellos indios en estas cosas, y otras semejantes. Atahuallpa conforme a sus pronósticos, perdió del todo la esperanza de su libertad, y se certificó en el temor de su muerte, la cual sucedió dentro de quince días después que vió el cometa, como lo dice el mismo Cieza, capítulo sobredicho. CAPÍTULO XXXV: Hernando Pizarro viene a España a dar cuenta de lo sucedido en el Perú. El Gobernador Don Francisco Pizarro (en contra de los miedos y temores de Atahuallpa) tenía grandes pretensiones y mayores esperanzas, conforme a los favores que hasta entonces su buena fortuna le había dado. Deseando, pues, aumentarlas en lo porvenir, le pareció sería bien dar cuenta a Su Majestad de lo sucedido hasta allí. Y comunicándolo con el compañero Don Diego de Almagro, y con los hermanos, acordaron que Hernando Pizarro viniese a España con la embajada y relación de las hazañas de todos ellos, para que Su Majestad las gratificase como ellas merecían. Hernando Pizarro tomó del montón de oro y plata que Atahuallpa mandaba juntar para su rescate, lo que hubo menester para el gasto del camino, pues venía a negociar por todos los que tenían allí parte. Trajo para Su Majestad cien mil pesos de oro y otros cien mil en plata a buena cuenta del quinto que le había de pertenecer del rescate de aquel Rey. Esta p