Uploaded by Psic Maria Caceres

CÓMO HACER UN PROGRAMA DE VIDA CATOLICO

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¿CÓMO HACER UN PROGRAMA DE VIDA?
Doce pasos para hacer un programa de vida. No nos ha faltado ni buena voluntad, ni
carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método.
¿Cómo hacer un programa de vida?
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¿Cómo hacer un programa de vida?
No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado
en el método. Si queremos en verdad llegar a un verdadero cambio de vida, lo que
necesitamos es descubrir nuestro defecto dominante, hacer un plan para atacarlo y poner
manos a la obra. Esto se llama hacer un programa de vida, un verdadero programa para
reformar nuestra vida y lograr ser un hombre o una mujer nueva. Es fácil, pero requiere
de una técnica, de unas herramientas y de constancia en el trabajo.
MÍRATE EN UN ESPEJO.
Sí, no tengas miedo. Hombre o mujer, joven o adolescente, ¿qué más da? Cuando
tienes unos kilos de más, cuando quieres alcanzar una mejor figura, un mejor rostro, no
te da pena y te miras al espejo. Ahí, frente a frente descubres lo que está bien, o eso que
está mal. Y decides comenzar ¡cuánto antes, por favor! una dieta, un tratamiento de
belleza o un régimen físico para estar y sentirte mejor. Y eso lo logras sólo si eres capaz
de verte en el espejo y ver la realidad de las cosas.
Con la vida del espíritu sucede lo mismo. Debes mirarte en el espejo y contemplar a
un hijo o una hija de Dios. Y debes ver el contraste. Esa imagen que ves en el espejo
quizás no es la imagen ideal de un hijo de Dios. Contemplas una persona que puedas
estar alejada de Dios o que está en camino de acercarse a él, pero ¿qué le hace falta?
Te das cuenta que estás lleno de defectos, de actitudes que no corresponden a las de un
buen cristiano. Vicios que se han arraigado con el tiempo y que forman ya parte de una
personalidad, pero una personalidad que se aleja del camino de Dios. ¿Qué puedes
hacer?
No puedes pasarte la vida entera frente al espejo y lamentar tu situación y decir
simplemente: "Eso de ser hijo de Dos no es para mí". No puedes conformarte con pensar
que si Dios te hizo de esa manera deberás continuar así durante toda la vida. Esa es la
historia de muchos católicos, que llamados a una vida mejor, a una vida de verdadera
santidad, se conforman con ir tirando, con no ser malos y no son capaces de lanzarse a
las alturas. Se parecen un poco al polluelo de águila, que herido a la mitad del camino, lo
encuentra un campesino y lo lleva a su granja. Lo mete en el corral de las gallinas y
espera un poco de tiempo a que se cure. El polluelo se adapta a la vida delas gallinas,
come como las gallinas, hace todo igual que las gallinas. Y en el momento en que debe
levantar el vuelo a las alturas, a mirar al sol de frente, no es capaz de hacerlo, se queda
en tierra picando la tierra, buscando su alimento entre lombrices y granos de trigo.
Como católicos estamos llamados a alcanzar las alturas de la santidad: ¡ser santo!
Así, entre signos de admiración. Esa imagen que debes contemplar en el espejo es la de
un verdadero santo, la de una verdadera santa. En medio de la vida cotidiana,
santificándote con tu esposa y tus amigos, con tus parientes, con tu novio en el antro, en
todas partes. ¿Te miras al espejo y no te reconoces como santo?
DESCUBRE TU DEFECTO DOMINANTE.
Si no somos santos, no te disculpes ni busques pretextos. Hay un refrán que dice
"cuando los defectos se inventaron, se acabaron los tontos". Tú mismo podrías hacerme
aquí una lista de pretextos: no soy santo porque no he sido llamado a la santidad, no soy
santa porque no me dan los medios, no soy santo porque me da miedo, no soy santo
porque otros no me dejan ser santo. Y así la lista podría seguir al infinito.
No te compliques y saquemos una conclusión: no eres santo porque no has luchado
con inteligencia para alcanzar la santidad. Fíjate muy bien que he subrayado la palabra
con inteligencia. Quizás después de un retiro espiritual, de unas jornadas de oración o de
un taller de vida cristiana hayas sentido ganas de ser santo, de ser mejor, de acercarte
más a Cristo. Eso es muy bueno. Querer es poder, alguien ha dicho por ahí. Pero... ¿has
puesto los medios? No basta simplemente con querer. Hay que poner los medios. Y uno
de los medios más importantes para ser santo es descubrir tu defecto dominante y
trabajar por combatirlo.
Todos tenemos defectos que debemos atacar para conseguir la santidad: Yo me enojo
muy pronto y pierdo el control de mí mismo, hay quien no puede ser caritativo con los
demás porque está más allá de sus propias fuerzas, los hay que se quedan a mitad del
camino de la santidad porque la pereza les paraliza del todo. Eso es normal. Decir que
tenemos defectos equivale a decir que somos humanos, equivale a describir nuestra
naturaleza, por lo cual no tiene nada de especial que en el camino de la santidad hayas
encontrado esos defectos. Ahora bien, hay muchos defectos que combatir, ¿por cuáles
debemos comenzar? Son muchos y de muy variada especie...
En la vida espiritual todos los defectos los podemos agrupar en dos grandes grupos:
los defectos cuya raíz están en la soberbia y los defectos que tienen su raíz en la
sensualidad. La soberbia no es más que sentirme yo el centro del universo, pensar que
yo siempre tengo la razón y que todos deben obedecerme, creer que mi punto de vista
es infalible.
Algunas manifestaciones de la soberbia son: deseo de estima, vanidad, dureza de
juicio, dureza en el trato con los demás, terquedad, altanería, impaciencia,
autosuficiencia, desesperación, rencor, juicios, temerarios, envidia, crítica, racionalismo,
respeto humano, individualismo, insinceridad, ira, temeridad en las tentaciones, apego a
los cargos, desprecio de los demás, compararme con los demás, hacer distinción de las
personas y no verlas a todas como hijos de Dios, vivir como si Dios no existiera
haciéndolo a un lado en la propia vida, susceptibilidad, no saber escuchar, servirme de
Dios y no buscar servirlo, ver a Dios más como señor y juez que como Padre y amigo.
De otro lado, tenemos los defectos cuya raíz va a la sensualidad que es poner nuestra
comodidad como el valor supremo de nuestra vida. Algunas manifestaciones de
sensualidad son: flojera, pérdida de tiempo, huida de todo lo que suponga sacrificio,
concupiscencia de la vista y de la mente, sexualidad desordenada, excesos en el comer
y en el beber, deseos desordenados de tener y de consumir, despilfarro, lecturas,
conversaciones y espectáculos que fomentan la sensualidad y la vulgaridad.
Aquí tenemos los dos grandes pesos que nos impiden alcanzar la santidad: la soberbia
y la sensualidad con una gama de manifestaciones. Cada uno de nosotros tiene
manifestaciones de soberbia y de sensualidad. Un ejército no se gobierna lanzando
batallones de infantería a diestra y siniestra. Se analiza el enemigo, tratamos de conocer
sus armas, su potencial y se lanza el ataque enfocándolo a objetivos muy precisos. Lo
primero que debemos hacer es conocer a nuestro enemigo: ¿con quién vamos a
enfrentarnos? ¿Con la soberbia o con la sensualidad? No se trata de hacer un elenco
exhaustivo de todas esas manifestaciones.
Debemos combatir con inteligencia, ya lo hemos dicho. Hacer una lista de todas las
manifestaciones que me alejan de Dios no tiene ningún caso. Se necesita descubrir la
raíz de esas manifestaciones y lograr llegar a decir: "yo estoy alejado de Dios porque soy
un soberbio con tales manifestaciones" o decir también: "yo no soy hija de Dios cuando
me dejo llevar por mi defecto dominante que es la sensualidad con estas y estas
manifestaciones". ¿Cómo puedo llegar a esto?
Todas las noches, antes de acostarte, haz un pequeño balance y en una hoja escribe las
fallas que hayas tenido en ese día. Debes ser muy sincero y no aparentar nada a ante
nadie. Sé humilde y escribe: me enojé con mi hermano, no fui lo suficientemente paciente
con mi esposa, se me fueron los ojos al ver tal o cual revista, no escuché a mi compañero
de trabajo, traté de imponer mi punto de vista sin escuchar a los demás.
Después de hacer esa lista, cataloga cada una de las faltas, poniendo las letras "So"
si han sido manifestaciones de soberbia o "Se" si han sido manifestaciones de
sensualidad. Haz el propósito de revisarte todas las noches haciendo estas
clasificaciones de faltas. Después de una semana habrás encontrado tu defecto
dominante, pues tú mismo te darás cuenta si es la soberbia o la sensualidad la raíz de
tus faltas más frecuentes. Seguirás siendo como todos los humanos teniendo defectos
de soberbia o de sensualidad, pero habrás descubierto que uno de ellos es el que más
te aleja de Dios.
Ahora, con tu defecto dominante ya conocido, será más fácil comenzar el camino de
la santidad.
1. La clave del crecimiento interior.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=2999
2. Programa de crecimiento interior.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3071
3. Para fortalecer mi voluntad.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3005
4. El camino de la conversión.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3047
5. La raíz de toda conversión: la humildad.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3036
6. La fuente del crecimiento interior.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3037
7. Soberbia y sensualidad.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3107
8. La purificación interior.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=4027
9. ¿Cómo combatir tu defecto dominante?
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=3049
10. Recapitulación.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=4035
11. El secreto de la felicidad.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=4036
12. Perseverancia.
http://es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=4335
http://www.es.catholic.net/aprendeaorar/105/52/articulo.php?id=2998
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