Aparentemente C. Christensen siguió el original guion lógico-científico propuesto desde 1843 por J. Stuart Mill. (1859:177, 264, 519), en lo concerniente a las ciencias naturales y físicas o exactas1 cuyo objeto era tanto explicar como predecir lo que en la propuesta metodológica del primero se corresponde con las aludidas fases ‘descriptiva’ y ‘normativa’, respectivamente (Nagel 2006:42, 582). Sin embargo, en ningún momento C. Christensen se refiere al filósofo inglés ni a sus continuadores lo que explica que hubiera pasado de largo las críticas de J. S. Mill., y continuadores, al método clásico inductivo-deductivo aplicado a una de las ciencias sociales, como lo es la administración y gestión de negocios, en las que no cabe hablar de un poder predictivo a partir de ciertos hallazgos2. Más bien parece haberse apoyado eclécticamente en los desarrollos lógicos-científicos de J. S. Mill, Ernest Nagel en particular. Conforme a este, el protocolo metodológico propuesto por C. Christensen, su cuerpo teórico se enmarcaría en una concepción ‘instrumentalista’ –‘realista’–que pretende representar la realidad estudiada describiéndola como verdadera dentro de unos límites aproximados y aceptables; en todo caso suponiendo que el fenómeno de la disrupción es asimilable o medible como una realidad física (Nagel 2006:136-140; (Musial 2001). El valor cognitivo añadido de esta teoría sería del tipo ‘what-it-is-like’. La dimensión y fase ‘normativa’ de la propuesta metodológica de C. Christensen parece más cercana a lo propuesto por Milton Friedman [M. Friedman’s (1953): Essays on Positive Economics and its methodological part The Methodology of Positive Economics.] quien postula que no todos los casos o eventos observables tienen por qué encajar en las hipótesis de una teoría lo que no hace falsa a esta, Por lo mismo, no siempre es factible ni hacer ni acertar con todas las posibles predicciones que pudieran resultar de aplicarse su teoría. Los no aciertos no son de interés ni relevantes a su teoría de la disrupción. Lo que no ha sido observado por quienes participaron a favor y en contra de la acérrima crítica de J. Lepore es que su rechazo frontal de su teoría se basó en el uso falseado del método micro histórico utilizado por C. Christensen para imponer su credo disruptivo. Por el hecho de estar basada la teoría de la ID en el estudio singularizado de casos de sobrevivencia, muerte o nacimiento de las empresas tomadas como referentes, J. Lepore y seguidores presumieron que todo el trabajo teórico de aquel era estrictamente histórico, cosa que C. Christensen nunca habría pretendido, al menos explícitamente. Más allá de querer encontrar refinamientos lógicocientíficos como los atrás referidos y si C. Christensen habría cumplido con los cánones metodológicos propios de la micro-historia empresarial. Lo que más bien resultaría entendible es que este haya aplicado, con sobrado rigor, la metodología implícita en el llamado ‘método de casos’ que precisamente se originó en ENH en 19… y el que por fuerza tuvo que aplicar y dominar para obtener su grado en MAB. Como es bien sabido el ‘método de casos’ constituye un relevante ejemplo del ‘excepcionalísimo’ teórico-metodológico impuesto por la ENH desde siempre líder académicamente. Los fundamentos de tal canon de teorización están directamente emparentados con el filósofo J Pierce, igualmente fellow predilecto de la Universidad de Harvard. 1) No parece explícito que C. Christensen siguiera en rigor el guion propuesto por el filósofo inglés. John Stuart Mill., en 1843 2) (Mill 1859:305,351,448,475,485,521,537,550; Mill 1950:170,309,324). Se acepta que Mill., antes que fundador fue el sistematizador de los trabajos en igual sentido de sus predecesores J. Locke, G. Berkeley, D. Hume, D. Hartley, J. Bentham y su padre James Mill. Entre sus seguidores: Página |2 La disrupción y la crisis de las Universidades Las críticas de J. Lepore y C. Newfield confrontaron el error histórico, político y empresarial estadounidense de haber optado por la ideología de las ID y haber desechado la opción de las innovaciones sostenibles como lo hicieron Alemania, Japón, China, Suecia y Corea, entre otros. Tal cuestionamiento tenía que ver primordialmente con el rol jugado por la Academia y en particular por la ENH y su ideólogo C. Christensen y seguidores dentro y fuera de los EUA. Desde la atalaya académica, C. Newfield planteó que repensar las ID pasaba por replantear la universidad estadunidense que, al igual que las corporaciones, por igual había padecido la irrupción de la innovación disruptiva. Esto último quedaba reflejado en el descenso creciente de las matrículas presenciales que desde los últimos 10 años estaba afectando a la casi totalidad de las universidades, privadas y públicas del país, incluidas las top ten, Harvard entre ellas3. Dicha tendencia, que habían golpeado especialmente las Escuelas de Humanidades (Stover 2017), estuvo aparejada con el proceso coetáneo de desindustrialización global, la crisis financiera del 2008, las altas tasas de desempleo profesional especializado y la crisis crediticia de egresados universitarios incapaces de pagar e incluso refinanciar sus deudas. C. Newfield mencionó que las Universidades habían respondido a tal desafío disruptivo con masivos programas y grados de educación digital o virtual, (e_learnig) o MOOC (Curso Online Masivo Abierto) y plataformas TED-ED; lo que había sido posible gracias a la consolidación de Internet; titulaciones que pronto habían contado con una rápida popularidad y aceptabilidad en el entorno laboral por lo que tal oferta virtual fue reetiquetada como Masive Online Open Courses4. Como en otros meridianos, la aludida disrupción terciaria-educativa estadounidense había afectado de forma diferente –aunque dramática– las Escuales de Negocios y Humanidades. Para algunos, en medio de la abierta polémica entre J. Lepore y C. Christense subyacía este doble desafío. En lo que concierne a la ENH, 15 días antes que estallara la referida disputa, el NYT hizo público el ‘dilema innovador’ que había recorrido los pasillos y despachos de la ENH y que algunas de las escuelas de negocios de las top ten estadounidenses. Se adujo entonces que varias de dichas Escuelas –en especial GSB (Stanford); Kellog (Northwestern University) y Wharton School (Universidad de Pensilvania)– habían enfrentado con clamoroso éxito tal desafío ofreciendo cursos virtuales dentro y fuera de EUA. Se reportó que el nuevo programa en línea HBX de la ENH –ni abierto y menos barato– se había convertido en el 2014 en la decisión estratégica más trascendental –y exitosa– de la Escuela desde 1927 cuando esta se instaló en su nuevo su campus y adoptó el método de ‘estudio de casos’ como sello pedagógico (Useem 2014). Los nuevos programas virtuales ofrecieron entonces tres cursos que abarcaban el ‘lenguaje de los negocios’ y que los aspirantes debían cursar antes de ser invitados a rendir el examen final. ) (Sellingo 2018). Suele mencionarse pocos casos excepcionales aún no explicados del todo, como la Universidad de Phoenix (AZ) y la Universidad de California, Riverside Campus. 3 Los MOOCs se clasifican en 2 categorías: cMOOCs que utilizan la teoría conectivista de George Siemens y Stephen Downes (2004) basados en las teorías del aprendizaje clásicas (conductismo, cognitivismo, constructivismo), y los xMOOCs que siguen un modelo de enseñanza tipo tradicional en el que corresponde al profesor el diseño de la asignatura y su didáctica (actividades docentes y aporte a los alumnos de los materiales y recursos del curso (Siemens 2004; Duke, Harper, and Johnston 2013). 4) Página |3 Lo curioso de este nuevo recorrido de la ENH fue que habiéndose tratado de la adopción de una estrategia disruptiva y contra todo lo imaginable, quien había inspirado tal decisión no había sido C. Christensen sino Michael Porter, para quien había trabajado J. Lepore. Este había publicado en 2001 en la Harvard Business Review (HBR) un anticipo de lo que esta decisión requeriría cuando recomendó la necesidad de alejarse de la retórica y espejismos de Internet y aprovechar su capacidad para generar y compartir cadenas de valor que garantizasen un éxito competitivo en el mercado (Porter 2001). Lanzado el programa en línea, C. Christensen recordó públicamente uno de los presupuestos de su paradigma: la disrupción competitiva siempre golpeaba la cúpula de los negocios establecidos y siendo el programa dela ENH un producto élite –más de 200 mil inscritos– el refinado modelo de e_learning de la ENH corría el peligro de ser disrumpido y finalmente desplazado por programas de escuelas de negocios de piso medio e inferior en EUA., en particular por las MOOC –gratis y masivas– incluidas las que operaban desde Silicon Valey y cuya muerte prematura habían augurado Porter y sus seguidores (Christensen and Weise 2014). Por su parte, tres años antes desde el Clayton Christensen Institute for Disruptive Innovation, su inspirador había entrado en la polémica publicando por fuera de la ENH varios aportes respecto de la educación en línea en todos los niveles en los que esta se estaba aplicando, ocasiones en las que se ratificó en su credo disruptivo (Christensen, Horn, and Staker 2013). Otros advirtieron que en bases a estos programas, financiados con fuentes diferentes de la matrícula, proporcionarían paulatinamente a las Universidades patrocinadoras capacidad financiera para comprar o desarrollar la tecnología de base, copiar y mejorar los contenidos didácticos de las Escuelas élites e incluso llegar a seducir a sus profesores más destacados. Otros opinantes predijeron que estas Escuelas élites difícilmente podrían sobrevivir más allá del 2030. Desde el 2012 las universidades de Harvard y el MIT lanzaron el programa eDX, tipo ONG, al que luego se unieron las Universidades de Berkeley y Texas y cuya oferta incluyó Negocios y Humanidades 5 En lo que concierne a la crisis de las Humanidades al interior de la Universidad de Harvard, esta coincidió con la acérrima polémica J. Lepore-C. Christensen. La realidad de base por supuesto fue la dramática –y por el momento irreversible– dinámica global de la disminución de la matrícula y egresados del área de Humanidades frente al éxito creciente y liderazgo de las Escuelas de Negocios6. El año 2013-2014 –que fue el de la polémica Lepore-Christensen– marcó el punto de ruptura de dicha crisis en dicha matrícula que venía gestándose lentamente desde 50 años atrás. Como en las demás universidades, la Escuela de Humanidades había tenido de lejos un peso predominante en los estados financieros de 5) En la actualidad el programa cuenta con 130 universidades asociadas https://www.edx.org/ El porcentaje de aspirantes a ingresar en la FAS de Harvard pasó del 27% al 18% entre el 2013 y 2014 año de la aludida polémica. Más de la mitad de ese 18% que comenzó con la carrera de Humanidades terminó en una división diferente, en su mayoría otras ciencias sociales (Goldman 2014). En 1979 las subvenciones federales concedidas 6) a las Ciencias fueron 5 veces que las otorgadas a las Humanidades. En 1998, fueron 33 veces más; en 2011, 200 veces más. El total de títulos universitarios concedidos por las escuelas humanísticas estadounidenses pasó del 14% en 1966 al 7% en 2010. En la Universidad de Harvard, la tendencia fue la misma, aunque menos pronunciada pues apenas el 17% de los estudiantes fueron ‘concentradores’ (opción para grado con honor) de Humanidades siendo en el 2013 apenas el 21% de la década anterior. Del total de ingresados el primer año sólo que se ‘concentran’ en Humanidades cae al 57% al final del tercer semestre (Bhabha 2013). Página |4 la Universidad, tanto como que a partir de dicho año académico las Humanidades por primera vez habían dejado de sostenerse presupuestariamente la universidad7. Esta coyuntura de entrada no encajaba del todo en el modelo del ‘dilema disruptivo’ elaborada en la vecina ENH ya que si percatarse sus directivos una cadena de valor dominante afrontaba su desaparición sin haber sido definitivamente disrumpida. Para enfrentar tal dilema disruptivo la Universidad convocó un selecto grupo de 70 expertos que estuvo presidido por el emérito historiador David Armitage, tuvo por encargo formular un diagnóstico y su respectiva hoja de ruta. Curiosamente C. Christensen no formó parte de dicho elenco de expertos. El exhaustivo informe resultante, Mapping the Future (Harvard University, Arts and Humanities Division 2013) empezó por preguntarse si después de 86 años de estar operando existía o no un valor o cadena de valor en la enseñanza de las Humanidades impartida en la Facultad de Artes y Humanidades. La polémica trascendió el Campus y en ella participaron reconocidos académicos estadounidenses8, algunos de los que evocaron polémicas similares sostenidas durante la segundad mitad del siglo XIX (Newman 1873; Peels, Ridder, and Woudenberg 2017). Pocas semanas después de aparecido este informe la prestigiosa American Academy of Arts and Sciences (2013), con sede también en Cambridge (MA) publicó un segundo nombre sobre el asunto cuyas conclusiones fueron bastante congruentes con el reporte que le precedió (Heiland and Huber 2014). Dentro de tal devenir histórico-cultura estadounidense tal polémica resucitó el paradigma schumpeteriano de un capitalismo que supuestamente necesitaba ‘destruir para crecer’ como de una u otra lo propugna el modelo teórico de C. Christensen y la ENH sobre las innovaciones disruptivas. H. Arendt (1968: viii) siguiendo a J. P. Sartre (1938: 102, 185. 185, 200), se anticipó a señalarlo como un artificio de la mera ‘palabra pública’ que a fuerza de repetirse había sobrevivido entre ‘lagunas de credibilidad’ haciéndose pasar por un ‘gobierno invisible’ –visible para A. Chandler como ya se señaló–, dirigido a sostener viejas verdades convirtiéndolas en meras trivialidades instrumentales según convenga a uno o varios propósitos corporativos o políticos La ‘Recaptura del Estado del Arte’ Doce años después de su anterior trabajo y desentendido de la más encarnizada crítica formulada a su cuasi evangelio acerca de las disruptivas que fue publicado 2 años antes, Clayton M. Christensen, en unión a Taddy Hall, David S. Duncan y Karen Dillon publicó su Competing Against Luck: The Story of Innovation and Customer Choice9. Como en ocasiones anteriores se propuso llenar alguno de los vacíos que, a su parecer, subsistían sobre su teoría y método sobre la innovación creativa y reproductiva en general. Para las empresas no ancladas en el presente ofreció un método para no hacer de la innovación un juego de azar si no una herramienta apta para desarrollar productos y servicios apetecibles 2013-2014 fue el año de tal ruptura. Por primera vez en dicho otoño se concentraron más estudiantes de pregrado en asignaturas de la SEAS (775 inscritos en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas) que la FAS (746 en Arte y Humanidades (Patel and Watros 2014). 8) En especial: (Grossman 2013; Sinclair 2012; Neem 2012; Nussbaum 2009; 2010:4, 18, 47; 2016; Arendt 1958; 1960; 1961:173; César de Assis 2009). 9) (Christensen et al. 2016). 7) Página |5 por los clientes estando dispuestos a pagar un precio superior por ellos. Tal certeza debe ser propia de quienes asumen el riesgo de diseñar y poner en ejecución tal estrategia. Tal convicción imponía descartar que el cliente debiera ser el objetivo de la innovación. Los clientes no compran productos o servicios; los "contratan" para hacer o producir algo (job). Tratar de comprender a los clientes no garantizaba el éxito de una innovación. La clave estaba en conocer y entender lo que los clientes hacían o podían hacer con ella. El enfoque de los "Trabajos por hacer" (Jobs-to-Be-Done), o ‘teoría del uso innovativo’ había guiado a empresas de rápido y crecimiento auto sustentado (startups) como Amazon, Intuit, Uber, Airbnb y el yogur Chobani natural, entre otras. Tales éxitos permitían predecir otros más. Al fin de cuentas, se trató de un nuevo esfuerzo por afirmar como predictiva la teoría de las innovaciones disruptivas nacida en la Escuela de Negocios de Harvard. Con posterioridad a la acérrima crítica de J. Lepore, Christensen con el aporte de 2 de sus colaboradores (2015), hizo un intento de reescribir la esencia (core) de su teoría de la innovación disruptiva. Presentó entonces un nuevo gráfico con el ‘modelo’ actualizado de sus conceptos. En el diagrama las flechas rojas comparan dos comportamientos del rendimiento (perfomance) (mejoras en el tiempo) de un producto o servicio –según 3 gamas (bajo, medio o alto)– y la predisposición de los clientes o usuarios a pagar (flechas azules) por cada tipo de rendimiento. En el fondo, las funciones de cada curva –todas lineales– reflejan una inter acción positiva entre los valores de las variables interactuantes. Aunque desde la crítica de J. Lepore C. Christensen denunció el mal uso y hasta abuso que había sufrido su teoría de la innovación disruptiva –en especial por quienes la habían utilizado e incluso criticado sin siquiera haberla leído–, en esta ocasión se mostró perturbado al pensar que la misma podría convertirse en una víctima de su propio éxito. Afirmó que …A pesar de su extensa difusión, los conceptos fundamentales de la teoría se han malinterpretado en numerosas ocasiones al igual que sus principios básicos se han aplicado de manera equivocada. Además, los ajustes y mejoras esenciales de la teoría durante los últimos 20 años parecen haberse visto eclipsados por la popularidad de su formulación inicial. Lo cierto es que hasta este reciente aporte, C. Christense más bien habría sido víctima de su denuncia. A pesar del éxito académico, corporativo y sobre todo mediático de sus aportes si muestra en esta ocasión seriamente preocupado ya no por la validez absoluta de sus ideas –en realidad ideología no ajena a fundamentalismos– si no por el futuro de la misma como herramienta clave para interpretar el futuro de la innovación globalizante. A estas alturas, después de 22 años de aparecidos los primeros postulados de la misma, resultaría inevitable que C. Christense y sus cercanos colaboradores de tantos años, aplicando sus mismos principios, se preguntarse qué tan disruptiva resultó ser su cuasi paradigma teórico-metodológico. En verdad C. Christensen no aparece haber profundizado ni redefinido en nada su concepción original. Antes bien se reafirmar e Página |6 incluso casi híper simplifica buena parte de sus postulados clásicos. En primer término, no sólo mantiene su dicotomía entre innovaciones sustentadoras y disruptivas, sino que agudiza todas las tautologías implícitas entre una y otra: en primer término ser las primeras exclusivas de las empresas pre-establecidas y dominantes del mercado respecto del producto o servicio del caso, las segundas propias de las empresas emergentes y con capacidad de disrumpir dicho mercado con una nueva oferta de productos y servicios. En segundo lugar, suponer que las primeras son las que condicionan la posibilidad de aparición de una innovación propiamente disruptiva pues ellas luchan por mantener su predominio de mercado manteniendo la apetencia por el producto y servicio mediante la mejora de prestaciones y creciente diferenciación de los mismos. Las segundas necesariamente sólo tienen la opción de irrumpir en el mercado y amenazar el predominio de las primeras mediante productos o servicios nuevos. En tercer lugar, el primer tipo de empresainnovación sustentadora posee de por sí un rendimiento de mercado –mayor rentabilidad– de gama alta en tanto la segunda clase de empresas con sus innovaciones disruptivas nacen y emergen en segmentos marginales del mercado ofreciendo prestaciones bajas y asumiendo rentabilidades bajas y por lo demás menores a las obtenidas por las del primer segmento. Aunque en este nuevo gráfico la variable tiempo aparece dominante, no jugaría todo el peso analítico que podría poseer. Si bien las relaciones matemáticas implícitas en el gráfico muestren una interacción lineal y positiva entre rendimiento-prestaciones, número de usuarios y rentabilidad derivada de cada tipo de innovación a lo largo del tiempo, se excluyen de entrada una gama muy variada de otras opciones –e incluso aportes teóricometodológicos– nuevos y renovadores del ya vetusto andamiaje teórico. Antes que nada es elemental preguntarse ¿por qué el modelo y en él todas las funciones matemáticas deben ser lineales y positivas? Más aún ¿por qué tanto el rendimiento como la apetencia y rentabilidad respecto de las innovaciones sustentadoras tienen que empezar en un punto alto y tener una tendencia creciente positiva en tanto las innovaciones disruptivas deban irrumpir en un rango bajo y mantenerse siempre en una tendencia paralela inferior a las primeras? En todo caso y aunque se afirme que el modelo sea aplicable a caso por caso y nunca al conjunto de situaciones en un mercado dado, las carencias de fondo del modelo resultan apreciables sin necesidad de mucha profundización y la historia económica, sobre todo lo que va corrido del presente siglo, evidenciarían lo agotado que está el modelo clásico de la HBS. De deconstrucción de la disrupción En su acepción filosófica más amplia –antes que lingüística– el concepto de innovación disruptiva predominante de C. Christensen fue deconstruido a partir de procesos históricos y sucesiones metafóricas con el pretexto de hacer claro y evidente el fenómeno o suceso disruptivo generado por una innovación que se diferencia del resto. Aunque L. Lepore denunció el vicio de fondo del método histórico empleado por Christensen –uso acomodaticio de la historia de cada caso–, las metáforas empleadas –destrucción-creación– soterran una apariencia de marco teórico que no resultó apto para explicar la realidad de fondo. De hecho, el marco teórico de C. Christensen cumple con los prerrequisitos de la ‘deconstrucción’ planteados por Jaques Derrida: 1) Metáfísico: la destrucción-creación como base primera para construir una jerarquía de significados; 2) Suplemento: la innovación es lo secundario y lo disruptivo es lo principal; 3) Logocentrismo: lo que se dice Página |7 (habla) como ‘disruptivo’ es secundario al texto que lo divulga; 4) Aporía: el vacío y contradicciones entre lo que se dice o habla y la realidad que subyace en la ‘disrupción’ no puede ser superado negando la definición y estructura lógica que lo soporta; 5) Indecidible: ante significados contradictorios de ‘disrupción’ es permitido optar arbitrariamente por el que mejor encaje en el marco teórico propuesto (Derrida 1989; Derrida 2007:1, 48, 94). Siguiendo el paradigma del posmodernismo derridiano se impone igualmente deconstruir el marco teórico de la ENH y darle una significación diferente a lo que parecía estar diciéndonos por casi 20 años lo que eran las innovaciones disruptivas como vía para entender el capitalismo pre y global. Desde comienzos de los años 90 del siglo pasado, la ‘innovación’ sustituyó como concepto y praxis a la ‘invención’ que había irrumpido en el Renacimiento cuando Descartes declaró llegado el momento en que el hombre sería el señor de la tierra (Dubouclez 2018). En términos del pos modernismo derridiano la innovación en general puede ser representada mediante un modelo de ‘triple hélice dinámico’10 que muestre las interrelaciones básicas de los actores que hacen posible que irrumpa una nueva cadena de valor –res inventio–, en este caso disruptiva, en un lugar y momento dado –hábitat o locus–11. Concretamente, las inter relaciones entre el autor y propietario de la innovación –‘invención de sí mismo’–, el usuario o destinatario que se la apropia–‘invención del otro’–, el fenómeno o ‘cosa’ inventada-innovada y finalmente el Estado-ley que la promueve y protege (patente). Este conjunto de relaciones interactivas de una innovación auto sustentada que bien puede asociarse con los conceptos de ‘camino’ derridiano (envoi); ‘cercanía’ y ‘dispositivo’ heideggerianos (hodos) (Derrida 1989; 65, 77; Derrida 2007: 1, 94; Heidegger 1951:11211,123,387; Dubouclez 2018). Como en el antaño, lejano o cercano, el fenómeno de la invención-innovación para ser estrictamente disruptiva implica una repetición en cadena de acciones, procesos y resultados que antes no existían o no se hacía (desocultamiento, develamiento y provocación en M. Heidegger (1997:87) con mayor eficacia, aprovechamiento y sobre todo cubrimiento en el espacio y tiempo, finalmente global (cadena de valor disruptible). Según Heidergger, la tecnología debe ser vista como la esencia de la técnica; como la imposición por el Hombre de lo técnico sobre el mundo que le es concreto (Gestell) y por ello no es otra cosa que lo que el Hombre hace por sí mismo (recupera o hace brotar) y para sí mismo (Cortés 2007). Pero en Heidegger prexiste el subfondo marxista del ‘imperativo’ existencial –metafísico– (lo que es necesariamente obligatorio para hoy) del progreso que alimenta los imperativos de producir más en acople con nuevas necesidades por lo que llega ser nuevo será pronto viejo y reemplazado por algo más nuevo. Se autogenera el ‘engranaje’ de una técnica que quiere y necesita de más técnica que de lo local pasa a lo planetario, proceso histórico que ha sido una invención occidental (Heidegger 2005; Luzia Miranda 2008: 180). Así la ‘técnica’ es la metafísica consumada, el fin de esta, que no son las máquinas en el aparato productivo, sino la creación de los creadores, un producto autónomo del ‘ser’, de los que aseguran la continuidad de lo social y cultural (Heidegger s/f) Pero a la vez, la innovación disruptiva supone un ‘camino’ o proceso propio de ‘reproducción’ en sí misma en el espacio y el tiempo que se manifiesta en auto-mejoras, 10) En el lenguaje del tema: que muestre el entrecruzamiento e inter relaciones entre sus componentes, a diferencia del modelo estático que solo es una representación definicional o institucional de tales elementos. 11) La adaptación gráfica del modelo de triple hélice se hizo en base a (Etzkowitz and Leydesdorff 2000; Smith and Leydesdorff 2014; (Leydesdorff and Zawdie 2010). Página |8 pero también en nuevos –incluso impensados desarrollos– que de nuevo la irrumpen que sustituyen la precedente a través de productos, servicios o marcas portadores de una nueva cadena de valor. De hecho, desde la más remota antigüedad, pero en particular desde que el ‘maquinismo’ irrumpió a finales del siglo XVII en Inglaterra es lo que ha sucedió a lo largo de la historia de la civilización humana, aunque nunca antes con la velocidad e impredecibilidad de los últimos 25 años. Sin embargo, con la irrupción de la IA y robotización autónoma esta doble relación desaparecerá a partir del momento en que los robots inteligentes sean capaces de generar innovaciones, disruptivas o no. Entonces la relación Apropiación del Beneficio Para que una innovación sea disruptiva no presupone que necesariamente su desarrollador o implementador obtenga aprovechamiento directo, beneficio o rentabilidad de la misma. Tal es el caso de las llamadas ‘innovaciones funcionales’ que se desarrollan e imponen pensando exclusivamente en el beneficio y aprovechamiento de los usuarios y no precisamente en la apropiación de la rentabilidad de estas (Hippel 1982; Hippel and Jong 2010). Sus propietarios o cesionarios pueden obtener o no beneficio por la compra o uso que hagan los usuarios o destinatarios. En el caso que lo hagan dependerá de la ‘voluntad’ – donación única o repetida– de los usuarios de pagar por la innovación. Tal es el caso del software de código abierto-distribuido y orientado al usuario (open source: p.e., Linux, FreeOfice o ReactOS el sustituto de Windows); los originales programas gratis (freeware) y actuales Apps y los más recientes desarrollos como las plataformas de colaboración abierta-distribuida o externalización abierta de tareas (crownsourcing) (Hippel 2002). El valor añadido e introducido en el mercado, grande o pequeño, por tales innovamientos es indudablemente disruptivos en la medida en que no sólo no han cambiado irreversiblemente el modo de trabajo de poblaciones crecientes de usuarios en el planeta, y aunque cohabiten con los hábitos tradicionales de trabajo asociados con ellas, estos no volverán a ser nunca más los mismos. Por lo demás la expansión de este tipo de emprendimiento funcional no remunerativo constituye una singular paradoja en la economía tecnológica de la disrupción. (West and Gallagher 2006). La variable tiempo-ciclo de vida Aunque los protagonistas del modelo clásico de las InDs de la ENH, ni su más conspicua crítica, J, Lepore, hacen una alusión específica a la variable ‘tiempo’ como una condición esencial a las innovaciones disruptiva. Aunque podría decirse que la misma aparece como implícita, esta no juega un rol determinante en la elaboración y validación de la referida teoría. Más bien, como si lo mencionó indirecta J. Lepore, la no observancia de un estricto protocolo lógico–científico en la elaboración teórica de Christense y seguidores, la variable ‘tiempo’ sirve equívocamente para apuntalar las conclusiones que se quisieron propiciar en cada momento. Es por ello que un ‘caso’ objeto de estudio de Chístense comprenda un período de 10 años y otro ‘caso’ se base escasamente en 1 o 3 años. Al mediar tanta elasticidad metodológica, en cualquier de las supuestas validaciones de la teoría de la ENH el tiempo aparece como independiente y sí acaso validada en base a otros presupuestos atemporales. Por todo ello, la teoría dominante de las disruptivas desconoce la existencia de un ‘ciclo de vida’ como variable clave de su conceptualización. Más bien parece darse por Página |9 bueno el presupuesto tradicional dominante desde los inicios de la primera era industrial moderna que ató el ‘ciclo de vida’ de cada innovación tecnológica al ciclo equivalente de existencia del producto o servicio12 en que ellas se encarnaron. La poca complejidad tecnología y relativa densidad económicasectorial que perduró por más de un siglo – visto desde el presente– lo propio era suponer, cosa que confirmaba la experiencia, que cada nueva tecnología que nacía no sería eterna. Siguiendo un determinismo organicista –y por fuera de los innumerables modelos existentes–, luego de nacida una innovación esta crecía, se estancaba, declinaba y luego moría, si acaso se reproducía. Más o menos su representación matemática se asemejaba a una curva de distribución normal o ‘Campana de Gauss’ Más temprano o más tarde, con el tiempo la innovación concluía su presencia en el mercado de mano del producto y servicio para los que hubiere sido diseñada e implementada. Sin embargo, el postulado del ‘ciclo de vida’ conlleva un elemento intangible pero no por ello menos inicial que fue concomitante con el desarrollo innovativo moderno, prácticamente desde que este irrumpiera en la historia económica industrialista; elemento tampoco tenido en cuenta por la teoría de las disruptivas de la ENH. Estas igualmente han ignorado que las innovaciones conllevan anexas un derecho intangible de propiedad y uso (IP en inglés y PI en español) y de hecho introduce una rigidez de por casi casi absoluta en el ciclo de vida de una innovación. Primero las costumbres y prácticas y usos locales, luego el derecho escrito nacional y en último los tratados internacionales concedían y conceden a los titulares (inventor o cesionario) de una innovación el poder soberano de decidir su implantación y explotación a través de un nuevo producto o servicio13. De la voluntad de dichos titulares dependía y dependen aún que dicha innovación se mantuviera o mantenga vigente en un mercado cierto. Que esa innovación pudiera continuar usándose luego que su patente se hiciese de dominio público poco o nada Incluir los servicios en este análisis genérico impone por lo menos precisar que se trataría de la tecnología, procesos o medios a través de los cuales el servicio se presta o consume que en principio tiene una entidad material es bien diferente al intangible que es de por sí todo servicio. 13) Suelen existir ciertas discrepancias históricas al respecto. Es común reconocer que fue 1474 en Venecia donde existió una primera normativa proteccionista de la PI. A puertas de iniciarse la primera evolución industria, fue el Statue of Monopolies inglés de 1624 –que contemplaba una protección de 14 años para el primer inventor–, el que inicia la llamada etapa ‘nacional’ de protección legal de la PI. Las leyes de EUA (1790) y Francia (1791) tardarían más de siglo y medio en aparecer. A medida que la industrialización de extendió en Europa la mayoría de estos países adoptarían sus normativas a lo largo del siglo XIX. Entre 1893-1994 existió un ‘internacionalismo incipiente’ de protección de la PI singularizada por la aparición de los primeros tratados (París de 1883 suscrito por 11 Estados) y convenios (Berna de 1886 suscrito por 10 Estados) internacionales de protección conjunta o coordinada de tales derechos y con ellos la creación de las Oficina de la Unión Internacional, Oficina Internacional Unida para la Protección de la Propiedad Intelectual, International Trademark Association, International Association for the Protection of Industrial Property (AIPPI) y American Intellectual Property Law Association y finalmente la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) de 1967. En el seno de esta última se suscribieron un sin número de acuerdos y convenios sectoriales y temáticos consecuentes con la 2 a 3 revoluciones industriales. Con la suscripción Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC) de 1994 suscrito en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) puede decirse que se inicia la fase global de protección de la PI que perdura hasta la fecha (Schmitz Vaccaro 2013). 12) P á g i n a | 10 afectaba el ciclo de agotamiento de la vida de esta y los productos y servicios anexos14. Una buena mayoría de los ejemplos emblemáticos de C. Christesen y sus émulos son bien representativos del tema: discos duros-flexibles, excavadoras de cable-hidráulicas, Cdvídeo (audio, película), sistema de crédito personal a tarjeta de crédito, entre otros. Pero la experiencia también ha demostrado que han sido y continúan siendo múltiples los intereses en juego –manifiestos y ocultos– subyacentes detrás de la explotación de una determinada patente de PI los que, en cada caso, hayan hecho que una cierta innovación no haya pasado de ser meramente ‘sustentadora’ permitiendo que surgieran las disruptivas que compitieron o desplazaron a aquellas. Así pues, además del ciclo de vida mismo que fatalmente condena al agotamiento a una innovación cualquiera, estas estaban fatalmente condicionadas a la vigencia de la patente que la protegía, local, internacional o globalmente. Por lo general tales titulares han tendido a no negociar y aprovechar al máximo el monopolio de una patente en tanto la misma garantizaba y se sostenía en el punto más alto de su utilización y rendimiento. Iniciado su declive u obsolescencia resultaba apenas marginal que otros actores en el mercado quisiesen licenciarla y explotarla paralelamente. Más bien lo usual fue que mientras dicho monopolio reinara en el mercado, dicha innovación estimulara nuevos ‘inventos o desarrollos’ al interior de la empresa titular que la explotara, pero también que nuevos actores desarrollasen innovaciones paralelas que no tenía por qué ser propiamente disruptivas en la medida en que muchas de estas nuevas innovaciones tenían por objeto meramente segmentar –a base de una acentuada diferenciación– como era característico de la competencia monopolística que rigió en los mercados abiertos, siendo ahora lo propio del espacio comercial global. Lo anterior permite enfatizar lo limitado que desde sus inicios ha sido la dicotomía introducida por la ENH respecto de los dos tipos de innovaciones, excluyentes entre ellas, las ‘sustentadoras’ y las ‘disruptivas propiamente tales. En primer, como ya se adujo, haber planteado una función lineal positiva entre ‘tiempo’, ‘rendimiento’ y ‘rentabilidad’. En segundo lugar suponer que ambas funciones son paralelas y en ningún momento tangentes entre sí. En el fondo no se reconoció la existencia de un ‘ciclo de vida’ propio a cada una de ambas innovaciones. Simplistamente se admitió que una u otra irrumpían en un momento y en un mercado cierto y que estas morían en cualquier otro momento en tanto se agotase alguna de las variables intervinientes, ‘rendimiento’ (para el usuario) o ‘rentabilidad’ (para el proveedor). Más aún se planteó la singular paradoja que la muerte de la innovación sustentadora conlleva la muerte del proveedor. Paralelamente, se postuló que las disruptivas irrumpían y perduraban indefinidamente pues las mismas debían llenar un vacío de rendimiento –no así de rentabilidad– en razón del nuevo producto o servicio que desplazaba el precedente. De hecho la teoría de la innovación disruptiva de la ENH es ciertamente estática. La competencia y lucha de sobrevivencia implícitas parece transcurrir en un vacío espaciotemporal. Como bien lo explicó en su modelo C. Christensen (2015) las empresas ‘asentadas’ al introducir productos y servicios de mayor calidad (línea roja superior de su modelo gráfico) satisfacen el segmento superior del mercado (de más rentabilidad) que no pueden satisfacer las necesidades de los usuarios del segmento inferior y medio del mercado. Por ser estos mayoritarios las nuevas empresas que irrumpen en el mercado apoyados en un segmento bajo y minoritario y poco rentable del mercado buscarán progresivamente alcanzar los segmentos menos rentables, desatendidos ahora por las 14) Para un detalles de la situación actual (Contreras-Jaramillo 2015). P á g i n a | 11 empresas tradicionales a quienes terminan sustituyendo. Hallazgos más refinados sugieren un comportamiento diferente al dilema innovador y muestran que en ningún caso, la respuesta innovadora no consiste en crear ‘empresas inmortales en mercados mortales’ y el real desafío para las empresas establecidas o las nuevas es la captación –no necesariamente masiva– de nuevos usuarios cuya demanda tiende a un límite cero o cercano a cero (Dew et al. 2008). Al menos desde la óptica empresarial, diseñar una innovación –de cualquier tipo– es algo muy distinto de gestionar esa innovación en el mercado. Ambos asuntos o momentos son parte del mismo dilema innovador. El mercado objeto de escrutinio rarísima vez se reduce a una empresa dominante generadora de innovaciones sustentadoras y otra emergente con innovaciones disruptivas. La evidencia empírica demuestra que, salvo el caso de un imbatible monopolio, son muchas las que pueden desafiar una posición dominante de mercado. Para los empresarios involucrados, en ningún caso el desafío innovador se puede reducir a ‘hacer bien las cosas’ (Christensen and Raynor 2003) sino llevar a cabo una función de ‘efectuación’, traducida en un efectivo y rentable (superando riesgos e incertidumbres) mercadeo de un producto o servicio anticipándose al futuro (Sarasvathy 2001; Dew et al. 2008). Una gran masa de casos mostraría que muy probablemente las empresas que irrumpen con innovaciones disruptivas deben enfrentar un menor número de ‘inhibidores’ (‘anquilosantes’, rigideces) como los que aquejan a las grandes corporaciones generadoras de innovaciones ‘incrementales’ o meramente sustentadoras de su posición de mercado: incapacidad para superar modelos mentales obsoletos, clima corporativo adverso al riesgo, mala o rígida gestión del proceso de innovación, carencia de competencias adecuadas de seguimiento e incapacidad de desarrollar adecuadas infraestructuras (interna o externa) (Assink 2006). Curiosamente el mismo año en los 60 o más países donde operan actualmente. (Christensen, Raynor, and Mcdonald 2015) Igual sería el caso de VISA y MasterCard que a pesar de haber innovado audazmente desde casi 70 años atrás en el negocio de las ventas a crédito y causar la práctica desaparición de competidores pioneros como Diner’s Club y American Express, era un producto introducido viejos operadores (bancos) y que había sido explotado desde hacía años y que continúo siéndolo por otros operadores. Curiosamente los teóricos de la disrupción estimaron que ese no había sido el caso de Sears frente a Kmart, JCPenney o Macy’s, así al menos estos dos últimos no hubieran podido finalmente mantenerse en el mercado Negaron que Uber y AirBnB (y similares) fueran casos de invocación disruptivas: aunque se trató de empresas nuevas y copar aún segmentos marginales del mercado, no habían introducido un bien (taxi) o servicio (alojamiento) nuevos que como tales seguían siendo provistos en ambos casos por las empresas y conglomerados largamente implantados en todos los mercados. Esto último pese al mega incremento del valor de ambas compañías alcanzado en poco tiempo y el desplazamiento y lucha callejera y legal que ambas compañías han suscitado, entre otras razones por no poder competir con VISA o MasterCharge. Con igual criterio debería descartarse a sistemas de pagos on-line como PayPal y similares. ***** Lo que resulta imperativo resaltar es que en este nuevo aporte teórico implícitamente se profundizó en la esencia aparente del dogma disruptivo de la primera elaboración ideológica del concepto. Este quedó patentizado en el dilema entre ‘sobrevivencia-fracaso’ respecto de actores pre establecidos o no en el mercado del caso. La disrupción aparece como un ‘evento-metamorfosis’ que solucionaría en el tiempo la aporía de la infinitud del ser corporativo. En la medida en que la experiencia histórica demuestra que el ciclo de vida de cualquier empresa, por bien concebida y gestionada que P á g i n a | 12 sea, nunca ha podido –ni podría ser– eterno pues la misma está irremediablemente condenada a reinventarse antes de morir, temprano o tarde. Las disruptivas aparecen como el evento transformador que hacen posible que una corporación se metamorfoseé evitando su muerte prematura a la vez que hacen posible que irrumpa una nueva cadena de valor en un mercado cierto; como también que un nuevo ente corporativo supla el vacío que deja la empresa que no supo o no pudo disrumpir. Como ‘palanca’ transmutatoria las disruptivas poseen la potencia suficiente para garantizar la renovación (dinámica) de las cadenas de valor que operan en un mercado libre más allá que sea una ‘vieja’ o una ‘nueva’ empresa las que las imponen15. No se puede pasar por alto que las disruptivas nacieron en los últimos años del siglo pasado y se han utilizado, teórica y metodológica, desde comienzos del milenio cuando la economía mundial se vislumbraba apenas con una tendencia global. En la medida que dicho proceso universalista se ha hecho más radical, las disruptivas y la globalidad se han hecho inseparables. Un concepto y práctica que adquirió vida y vigencia en mercados locales que por grandes –incluso multinacionales– que fueran, lejos estaban de ofrecer el estímulo de mercado y recursos de toda índole –humanos, financieros e infra estructurales (comunicación y almacenamiento, en especial) que hoy en día tienen las tecnologías e innovaciones innovadoras para irrumpir y desasociar inercias en las inimaginables cadenas de valor que pueden existir con vocación globalizadora. Como lo predijo en 1995 Nicholas Negropont del MIT –uno de los pioneros de la intercomunicación global–, 2 años antes que se forjara el concepto de disruptivas, el mundo entero podría llegar a ser el mercado para cualquier oferente de nuevas cadenas de valor (Negroponte 1995). En último término, en virtud de la globalidad, podría decirse que cada vez más las disruptivas, antes que las tecnología o la innovaciones que las sustenten, van del lado de la demanda y operan autónomamente dentro del mercado. En cada ocasión que se quiera vislumbrar el mañana existirá un llamado del mercado traduciendo la espera de una nueva disrupción. Para nada resulta improcedente, antes bien sería apenas consecuente, presagiar una aparente insaciable hambre de disrupción. Desde un comienzo quedó en el limbo conceptual si estas dos categorías de disruptivas eran estrictamente antagónicas; esto es, si sería –como en realidad resultó siendo– disruptivas que podía mudar y transitar de uno u otro ámbito. O sea, si una tecnología que nació y operó como ‘sostenedora’ podría mudar con el tiempo en ‘disruptiva’. A la inversa, admitir que una innovación que irrumpió como aparentemente disruptiva bien pudiera degenerar en ‘sustentadora’. Por lo incipiente que era a mediados de los 90 del siglo pasado el proceso global, inicialmente tampoco hubo ocasión para pensar si una tecnología disruptiva era por excelencia global en tanto la de tipo sustentadora sería por antonomasia local. Hoy en día y tal cual pinta el futuro de la globalización, lo primero parece parte esencial del paradigma disruptivo y lo local sería achacable a la innovación sustentadora. Y existe la tentación para asegurar que una innovación que irrumpa como disruptiva tendría poca opción de sobrevivir –o degenera en meramente sustentadora– de no nacer e imponerse como globalizante. Menos aún de debatió en sus orígenes el fenómeno de la ‘resurrección innovativa’ como la experiencia, especialmente global, ha terminado demostrando como posible. En este caso se trataría de innovaciones que en su momento resultaron casi siempre extemporáneas y murieron por no tener los soportes y demás desarrollos que habrían precisado para imponerse como 15) (Manchev 2009); (Manchev 2011). P á g i n a | 13 disruptivas pero que luego resucitaron con el tiempo de la mano de dinámicas posteriores16 [Danneels reconsidered] Paradójicamente, en razón de la inusitada vitalidad con que se impuso el concepto de las disruptivas resultó que lo que surgió como una propuesta más metodológica que teórica terminó prontamente convirtiéndose en todo un teorema científico. Una herramienta conceptual que se presentó como un marco analítico para entender el core y dinámica del fenómenos emergente de un nuevo y trascendental tipo de innovación, pasó a ser un sofisticado cuerpo teórico que debía servir para infinitud de cosas, en particular para diseñar y predecir, al interior corporativo, si una determinada innovación sería finalmente disruptiva y tendría todo el poder de reposicionar una empresa y la cadena de valor de la que era privilegiada portadora en el mercado –de por sí global– en que esta operaba. obstante, pasados 20 años de entronizado el término-concepto de , motivados por el uso indiscriminado y abuso de ambos17, sus progenitores se han visto precisados reconceptualizar su aporte inicial. Una larga herencia ideológica olvidada En la densa crítica de C. Newfield, atrás referida, a la teoría de C. Christensen repasó con J. Lepore la visión de un mundo alimentado de terrores mayores y menores generados por un cambio que se considera inevitable consecuencia de la teoría de las ID de C. Christensen y la ENH. Calificó a ambos como malos legatarios ideológicos de la tesis de la ‘destrucción creativa’ como condición del desarrollo innovativo según una ligera interpretación de la tesis de Joseph A. Schumpeter sobre el incipiente capitalismo decimonónico. Según C. Newfield el ‘cinturón de óxido’ y ciudades en ruinas estadounidenses como Newark y Detroit, eran típicos indicadores de la desindustrialización de EUA, consecuencia del credo de C. Christensen y la ENH que habían alimentado un neo capitalismo voraz que necesitaba destruir para sobrevivir y expandirse a través de las ID., incrementando una desigualdad socio-económica que al final era aceptada, si no como necesaria, cuando menos como inevitable. Aunque en la versión original de la ID de mediados de 1990 las ya referidas dicotomías tautológicas ‘fracaso-éxito’, ‘muerte-renovación’ se autodefinieron como de nuevo cuño, en la historiografía económica el concepto disruptivo como sinónimo de creación-destrucción tiene una larga tradición en el pensamiento humanístico occidental. El hilo conductor de un principio cuasi axiomático La rebeldía de F. Nietzsche Por su parte Friedrich Nietzsche en su inacabada metáfora Voluntad de Poder [El nacimiento de la tragedia, 1872], al operacionalizar su teorema del ‘amor fati’, había propuesto una dinámica dionisiaca singularizada como una fuerza vital ciega siempre en estado en transición, una manifestación entre la perpetua destrucción y la creación sobreviniente. Sin embargo fue en Así habló Zaratustra (1881) donde F. Nietzsche hizo explícito el nexo maniqueo y unidireccional, cosmológico en principio, entre creación- Tal sería el caso de los ‘silos de datos’ que habiendo surgido al final de los 90 del siglo pasado parecían como algo inherente al surgimiento y pleno funcionamiento el big data. Ante la ausencia de masas crecientes de bits y bytes estos silos murieron rápidamente. Luego se supuso que herramientas como las API suplirían el manejo de grandes masas de datos. Actualmente innovaciones disruptivas como los wearables, IoT y blockchain reclaman la resurrección de sales silos (Enterprise.nxt 2018). 17) Como se aludió, lo disruptivo suele ser usado en repetidos casos por quienes desconocían los textos básicos del tema. A su turno, ha sido utilizado para todo tipo de propósito, tanto como lo hizo Hampton Creek de San Francisco (EUA) para publicitar una nueva ‘mayo’ [por mayonesa] disruptiva (Johnson 2014); (Ignatius 2015). 16) P á g i n a | 14 destrucción; el nuevo ‘ser’ siempre renacido del viejo ser (Reinert and Reinert 2006:55-86; Segura 2006). F. Nietzsche habló con insistencia por boca de Zaratrusta del súper hombre como un ser que, para no retrotraerse en la evolución, debía auto superarse a través de la recreación continúa de sí mismo y del mundo que dominaba (Nietzsche 1972:69, 85,97,281,364). Moral y materialmente el hombre ‘creador’ estaba fatalmente atado a un ciclo de creación y destrucción: …el que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor”: ése es el creador… Siempre aniquila el que tiene que ser un creador …quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal: en verdad, ése tiene que ser antes un aniquilador y quebrantar valores …Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama:¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza! (Nietzsche 1972:47,101,107,177 (Reinert and Reinert 2006:59, 63, 75). Los sociólogos opinan Que se sepa data de los comienzos del siglo pasado cuando el sociólogo alemán Werner Sombart utilizó por primera vez (1913) un concepto amplio de ‘destrucción creativa’ singularizada en una inercia que destruye periódicamente la riqueza existente (guerras y crisis económicas) de lo que resultaba una nueva, mayor y diversificada riqueza; idea que luego (1930) redujo a un espíritu o devenir, siempre activo y vivo (Andersen and Dahl 2006; Reinert and Reinert 2006: 60). Conforme se había hecho habitual en los seguidores y detractores de C. Christensen, C. Newfield reasignó al economista austriaco Joseph Alois Schumpeter haber popularizado (1942) el binomio ‘destrucción-creación’ el que utilizó para reexplicar la supervivencia del capitalismo liberal (Ciborowski 2016). Adujo que era esencial al medio socio-económico en que operaba la empresa capitalista que el mercado se viera cíclicamente afectado por nuevas y discontinúas innovaciones que a su turno exigían nuevos mercados, métodos de producción, medios de transporte y formas organización empresarial (Schumpeter 1996: I; págs 118-124); (Elliott 1980); (Elliott 1978-1979). Dependiendo de la capacidad de respuesta a este vaivén cíclico, las empresas se renovaban, transformaban o morían. No obstante, retrocediendo en el tiempo, suele mencionarse otros antecedentes del concepto moderno de ‘destrucción creativa’. La energía auto renegadora: muerte y recreación Se atribuye a Arthur Schopenhauer haber iniciado en Mundo como voluntad y representación (1809) el hilo conductor del enunciado creación-destrucción. Una reproducción fiel y completa de la esencia del mundo se le asemeja a una…rueda en una inabarcable confusión de innumerables formas y se conserva mediante la perpetua destrucción de sí mismo (Schopenhauer 2009: II, 502). Supuestamente inspirado en mitología hindú anotó …Nacimiento [Visnú] y muerte [Brahma] pertenecen de la misma manera a la vida y se mantienen en equilibrio como condiciones recíprocas uno del otro o, si se prefiere, como polos de todo el fenómeno de la vida. Por igual para griegos y romanos …procreación y muerte son correlatos esenciales que se neutralizan y compensan mutuamente (Schopenhauer 2009: I, 331, 390, 461; (Kochupillai 2016). No obstante, …El animal no conoce la muerte hasta que muere: el hombre es consciente de que a cada hora se acerca a la muerte, y eso en ocasiones hace la vida grave incluso a aquel que no ha conocido ya en la vida misma ese carácter de destrucción perpetua. Es principalmente por eso por lo que el hombre tiene la filosofía y la religión (Schopenhauer 2009: I, 86) P á g i n a | 15 W. A. Goethe el inspirador Aunque buena parte de la obra literaria-filosófica de Johann Wolfgang von Goethe antecede a la de su compatriota A. Schopenhauer, aquel tocó el tema un poco más tarde que este. Se repite que el empresario schumpeteriano se asemeja sustancialmente con el héroe de su drama Fausto en sus diálogos con Mefistófeles que a lo largo de su lucha existencial reaparece como su espíritu transformador. Reificado como súper hombre caído debía superar la incertidumbre del origen de todo lo creado cuyas cosas nacían de la nada a donde retornaban luego de su destrucción por la constante acción innovadora de fuerzas terrenas y espirituales. (Berman 1982: 46, 50, 58, 63). A su privilegiado contertulio, Johann Peter Eckermann, declaró al hombre rey soberano de la Naturaleza para quien era habitual pensar que no existiera algo en ella que no le estuviera, ahora o en un futuro, reservado para su provecho mediante la ciencia18. Y aunque Dios no se había entregado al reposo después del sexto día de la Creación, correspondía a los espíritus superiores ser capaces mantener en movimiento…esta pesada máquina del mundo19. Como científico que había superado a Isaac Newton –teoría de los colores– al citado J. P. Eckermann le confesó que nada le producía mayor gozo que el estudio de la Naturaleza cuyos secretos a veces inescrutables era lo que impulsaba a nuevos y mejores descubrimientos20. Igualmente se lamentó que la ciencia y la técnica avanzasen tan lentamente ya que aceptada una verdad científica –siempre a medias– esta se resistía a ser sustituida, casi siempre por el autismo y aislamiento de los científicos21. No obstante, se afirmó que en varios millares de años, Dios se cansaría de un Hombre hastiado de tanta abundancia, por lo de nuevo hundiría la Tierra para …conseguir una creación rejuvenecida22. Sin embargo, este hilo inspirador no aparece explícito en Fausto. Goethe lo reveló de manera expresa al concluir la escena de ‘Las Madres’ incluida en la segunda parte de la obra23. En ella, Mefistófeles le anuncia a Fausto …voy a revelarte el misterio sublime. Hay diosas augustas que no reinan en la soledad, sin que haya en su derredor ni espacio ni tiempo y no puede hablarse de ellas sin experimentar una turbación indecible. ¡Tales son las Madres!24 Asido de la mano de su tutor que le servirá de llave mágica para sobrepasar los peligros que le esperan, Fausto desciende al inframundo en la búsqueda de estas diosas alegóricas que desde Platón habitaban en el vado eterno y eran el principio de todo cuanto existió, existía o podía existir. Al encontrarlas, Fausto las conjugará reconociéndolas como …formación y transformación, el eterno sentido del juego eterno…en vuestra cabeza flotan las imágenes de la vida, en movimiento, pero sin vida! Lo que hubo alguna vez, se mueve allí con esplendor y brillo, pues aspira a hacerse eterno (Goethe 2004:118-125). 18) Conversación del domingo, 20 febrero de 1831 (Eckermann 2001:136). Conversación del domingo, 11 marzo de 1832 (Eckermann 2001:521). 20) Conversación del jueves, 15 julio de 1831 (Eckermann 2001:512). 21) Conversación del martes, 30 diciembre de 1823, martes, 18 mayo de 1824; jueves, 3 mayo de 1827 (Eckermann 2001:370, 380, 427,428). 22) Conversación del jueves 23 octubre 1828 (Eckermann 2001:470). 23) Que se le conoce como Fausto II compuesto entre 1825-1831 y que constaba de 5 actos. 24) J. P. Eckermann relata que en su conversación del domingo 30 de enero de 1830, Goethe le leyó emocionado el diálogo entre Mefistófeles y Fausto sobre Las Madres que acababa de concluir. Este se iniciaba con la exclamación de Fausto:…¡Las Madres!, ¡Madres! ¡Suena tan extraño! pronunciada antes de zambullirse en su búsqueda. Goethe mencionó haberse inspirado en el §20 de la Vida de Marcelo de Plutarco. 19) P á g i n a | 16 Goethe explicará a su confidente J. Eckermann que …La incesante actividad de las Madres estriba, por lo tanto, en la eterna metamorfosis de la existencia terrena, del nacer y el crecer, del destruirse y regenerarse. Y como en todo cuanto en la tierra recibe nueva vida por engendramiento hallamos en actividad el elemento femenino, debe pensarse que aquellas divinidades creadoras son como entes verdaderamente femeninos a las que puede serles aplicado el nombre de Madres y no sin fundamento (Eckermann 2001:270)25. ¿Se equivó del todo K. Marx? Los historiadores y economistas, también alemanes, Karl Marx y Ernst Engel fueron quienes de forma sistémica se ocuparon de la diacronía creación-destrucción de la que directamente se nutrió J.A. Schumpeter. A lo largo del Manifiesto de 1848 se repite la dialéctica lucha-guerra, destrucción-renacimiento de clases y sistemas políticos de la que se han alimentado los ‘modos’ de producción pre y capitalista. Bajo la óptica de una historia acelerada y finalista, ambos autores delinean una macro dinámica histórica de autodestrucción y reconstrucción que concluiría con la desaparición final del capitalismo y el apogeo del renaciente socialismo en donde concluirán las contradicciones del ciclo destrucción-creación (Marx and Engels 2000:25, 35-236.72; (Chaui 2006)26. K. Marx y F. Engels que redactan su texto fundacional en medio de la primera gran crisis económica-política occidental, fueron los primeros en retratar la primera globalización moderna surgida como consecuencia del avasallador desarrollo de las innovaciones de un ‘maquinismo’ rampante y la imperante división del trabajo que sepultaba los restos de la sociedad y economías feudales. La emergente polarización entre capital (máquinaplusvalía) y trabajo (mano de obra-alienación). La gran burguesía y la gran industria serán los beneficiarios de la ampliación del mercado y la demanda mundiales psoteriores al descubrimiento americano: La burguesía, desde su advenimiento, apenas hace un siglo, ha creado fuerzas productivas variadas y colosales… La subyugación las fuerzas naturales, las máquinas, la aplicación la química a la industria y a la agricultura navegación a vapor, los ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, la roturación de continentes enteros canalización de los ríos, las poblaciones surgiendo de la tierra como por encanto, ¿qué siglo anterior había sospechado que semejantes fuerzas productivas durmieran en el seno del trabajo social. La máquina ha despojado de todo atractivo al trabajo humano y hace al obrero un esclavo de la misma y el plus-trabajo creado por la nueva productividad engrosa sólo el capital. Las ‘crisis’ son los nodos de una continua historia disruptiva que expresan una dialéctica de renacimiento capitalista lucha entre clases: Cada crisis destruye regularmente, no sólo una masa de productos ya creados, sino, todavía más, una gran parte de las mismas fuerzas productivas. Al preguntarse cómo superan las crisis la burguesía dirán que lo hacen de dos maneras: …De una parte, por la destrucción violenta de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. 25) No es muy exacta la relación entre las susodichas diosas de la pequeña población Siciliana, la antigua Engión cretense , hoy Enna, donde existía el referido templo a las Madres (Plutarco 2006 III. 20; pág. 425) y que estas fueran la fuente del ciclo creación, destrucción. 26) Para una relectura modernista, basada en la célebre frase del ‘Manifiesto’ (2000:30):Todo lo que era sólido y estable es destruido, ver Berman (1982:25,35,72,98). Para una visión posmoderna de la tesis de Marx y Engels ver Harvey (1989:106, 111,116, 260). P á g i n a | 17 ¿A qué conduce esto? A preparar crisis más generales y más formidables y a disminuir los medios de prevenirlas. En virtud de esta secuencia de resiliencias …las crisis comerciales que ocasionan, los salarios resultan cada vez más eventuales; el constante perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en más precaria situación; los choques individuales entre el obrero y el burgués adquieren cada vez más el carácter de colisiones entre dos clases (Marx and Engels 2000:35-41) Fue en los Grundisse, su primer gran corpus teórico donde K. Marx (1976: II, 376-II, 386) ahondó su tesis de los ciclos destructivo-creativos del capitalismo en torno al plus-valor y plus-trabajo (trabajo no pagado) que el capitalista obtenía de la máquina –capital fijo– y la creciente innovación tecnológica27. Estos ‘Cuadernos’, de los que forma parte sus dos ‘Fragmentos’ sobre la máquinas y la tecnología28 so obras de juventud fueron escritos entre 1857-1861 (tenía 26 años) durante su exilio londinense en medio de una penuria extrema, enfermedades y fatalidad (perdió tres de sus hijos: (Musto 2012). Este arduo trabajo estuvo alentado por la gran crisis europea del 57-58, la que vivió y comentó in extenso durante la que vislumbró dos de sus presentimientos escatológicos, inicialmente profetizar el derrumbe total del capitalismo y concomitante el surgimiento del ‘reino de la libertad’. que surgirá tras la gran maquinaria (robots?) y la total mecanización de la producción y distribución de bienes y servicios. Este reino cuasi apocalíptico sería una sociedad sin clases donde no habría plus-valor ni plus-trabajo y donde todos, debidamente remunerados, podrían emplear su tiempo en las ‘actividades superiores’, materiales y espirituales. De igual manera la destrucción-construcción son resultado de una contradicción interna del capitalismo y su causa es esencialmente tecnológica (súper producción y competencia) que se superan mediante la creación de nuevas necesidades o valores de uso, nuevas formas de producción. Pero fue en su obra cumbre, El Capital, en la que K. Marx desarrolló toda una conceptualización de la ‘máquina’ como el instrumento clave del proceso de destrucción creativa del capitalismo decimonónico. La maquinaria a diferencia de las herramientas –pre capitalistas– deshumanizaban la mano de obra que cada vez se transformaba en menos trabajo que lo asumía la máquina que se apropiaba del saber y las destrezas del trabajador y del científico que la creaba. La máquina –el sistema automatizado– era un mero medio de producción, capital fijo o constante y tenía sólo un valor de uso pues como tal no añadía valor a los objetos que con ella se producía. La máquina y la técnica, como su antecedente la herramienta, compartían un mismo objeto esencial y neutro como era transformar la naturaleza para provecho del hombre mediante la intervención este. A últimas, sacar provecho de lo que el Hombre recibió sin tener que hacer nada (Axelos 1969:73). Esta destrucción creativa originaria se hacía más patente a medida que la máquina se desgataba y era sustituida por una de más rendimiento que a su vez exigía incorporar menos trabajo y menos materia prima para generar más producción y valor haciendo de paso 27) Por resultar extremadamente engorroso la cita detallada de los apartados de estos textos de K. Marx se optó por seguir diferentes críticos de estos (Dussel 1985; (Boyer and Coriat 1985)) 28) El primero forma parte de los Grundrisse fue editado por editado por Bolívar Echeverría como La tecnología del capital y el segundo lo incluyó en el capítulo VI inédito del tomo I de El Capital y fue publicado por Paul Virilio. P á g i n a | 18 igualmente autómata (alienado) al trabajador haciéndolo esclavo de la voluntad de la máquina (Marx 1976:376; (Antunes 2017). A últimas el desarrollo maquinista sólo servía para generar más plusvalía (relativa) mediante la destrucción de puestos de trabajo y la creación no sólo de más y mejores mercancías si no más y mejores máquinas que sólo beneficiaban al capitalista. Incluso, como entes autónomos en el proceso de producción, las máquinas servían para suprimir las huelgas periódicas de los trabajadores (Marx 1986:I IV,XIII-1y 5; pág.303,361; Marx 1987: 115; (Antunes 2017). Estas tesis de K. Marx resultaron antecedentes crípticos –en el sentido de sutil e incluso oculto– en la actual conceptualización sobre las innovaciones disruptivas, máxime las que emergen del mundo digital. Esto tiene que ver con una concepción histórica lineal de la máquina-innovación como superación de la herramienta –que en el sentido clásico del techné era una prolongación (prótesis) del brazo del trabajador y conlleva un aporte de trabajo– para convertirse en algo independiente incluso de quien la crea y luego utiliza (el hombre mismo) y se convierte en un bien colectivo apropiable por procesos o mecanismos inter comunicativos (IA e IdC actuales). La inventiva y macro utilización productiva de la ciencia en cada vez mejores máquinas – destrucción recreación– despojaba aparcaba del proceso de producción al trabajo y se convertían en manifestaciones de un saber social colectivo y acumulativo –general intellect–que progresivamente regulaba y hasta condicionaba el ‘cerebro social’. La objetivación del conocimiento en mejores bienes y servicios mediante nuevas y mejores máquinas alienaba el orden social (Marx 1976:376; Raunig 2005). Las mismas no determinaban la marcha del capitalismo sino al revés. Según los continuadores de K. Marx, este general intellect insustituible pilar de la producción y la riqueza no estará ni hoy ni mañana, engullido por las innovaciones y será progresivamente resultado de la cooperación verbal de una multitud de sujetos vivos (Virno 2003:66)29. K. Marx fue del todo avisado de la paradoja implícita en su ‘historia crítica de la técnica’ de un capitalismo global en el que la mega mecanización era el límite absoluto del capital y del plusvalor (Veraza Urtuzuástegui 2012:239) La visión de K. Marx –macro óptica para finales del siglo XIX– no alcanzó a imaginar del todo un mundo –como el que se avecina– de máquinas pensantes, interconectadas e interactuando autónomamente– capaces de inducir niveles de alienación y esquizofrenia colectiva como hace un tiempo anticiparon los continuadores contemporáneos de su pensamiento –protagonistas de ‘mayo del 68–, en particular de la acera del psicoanálisis Deleuze y Guattari (1985: 42,151,229; Deleuze and Guattari 2002; Guattari 2004; Deleuze and Guattari 2010). Fiel a su inspiración hegeliano, para K. Marx de hecho esta fase última de la evolución humana por la tecnología –no necesidad del trabajo humano– será la liberación total del Hombre como también un ‘final de la historia’ figurado pues no será una catástrofe física ni 29) Entre otros, K. Marx tuvo trato con Andrew Ure, promotor del sistema fabril, Charles Babbage inventor de la primera calculadora y pionero de la organización racional corporativo, Justus von Liebig su compatriota e iniciador de la agroeconomía y sobre todo con Charles Darwin de quien F. Engels dijo ante su tumba se había inspirado para formular los principios de su macro-historia socio-económica (Morfino 2010; (Veraza Urtuzuástegui 2012: 67). P á g i n a | 19 biológica, sólo cultural y económica sin la pulsión ni la alienación del lucro. Una sociedad sin amo-esclavos –pues ya no se dependerá de la naturaleza para sobrevivir– (Kojêve 1982:128, 170), sin guerras ni tiranías, incluso sin filosofía o ideologías. (Kojêve 2013:133,186,190; (Laurent 2018). No obstante, nada podría predecirse como planeado, todo queda en el futuro, como explicitaría luego el M. Heidegger (Axelos 1976: 28,145; Axelos 1969). También los artistas En 1902 el pintor austríaco Gustav Klimt subtituló como ‘destrucción creadora’ su monumental Friso de Beethoven contratado para la XIV Exposición de la Secession, movimiento que luchaba por la libertad e internacionalización del arte en un nuevo siglo que nacía en medio de la destrucción de casi todos los paradigmas preexistentes. En esta obra cumbre como en su Filosofía, creada para la Universidad de Viena, G. Klimt dijo haber seguido el guion filósofo de Cierre 1 No está demás advertir que dialéctica ‘creación- destrucción’ está arraigada con los mitos cosmogónicos (creación del mundo) y credos religiosos occidentales y orientales más antiguos30. Cierre 2 Al presente y por 10 a 25 años más (Diamandis 2016), la innovación tecnología globalizada, disruptiva en todo y para todos, de la mano de la inteligencia artificial –que como se anticipo es cada vez menos artificial y más seudo humana– habrá logrado la unidad virtual del planeta. Y aunque esta continúe revestida de su propósito destructivo original y su correlativo poder de generar una solidaridad humana negativa –el miedo a la destrucción total–, la robotización autárquica, en el sentido convencional de una súper estructura política autónoma, por una parte amenaza convertirse en una meta- inteligencia capaz de rebelarse y ahogarse en una orgía de violencia que acabaría con la Humanidad, tal cual lo hizo antes su antecesor el ‘hombre’ como tantas películas del género ciencia-ficción En la mitología egipcia, mata a Osiris quien resucita gracias a Isis. Según el Textos de los Sarcófagos (§ 1130) El Señor de Todo cuando creó el mundo predicó la destrucción de su creación después de millones de años asegurando que Osiris (asesinado por Seth) y él serían los únicos supervivientes. La leyenda del ave Fénix proveniente del Medio Oriente y la India era una criatura que moría y renacía de entre sus cenizas. Entre los hindúes, como ya se dijo, Shiva es el destructor y creador perenne. Entre los aborígenes australianos todo lo que existe y existió fue creado de la nada durante el Tjukurpa, tiempo durante el que seres ancestrales humanoides, animales y plantas viajaron a lo largo y ancho de la tierra y perpetraron hechos remarcables de creación y destrucción. En la mitología cristiana fue la única bestia que no comió del fruto prohibido por lo que recibió el don dela inmortalidad por el que podía renacer cada 500 años luego que se consumía. Las creencias nórdicas del Rägnarok representan a los miembros del panteón en lucha a muerte con sus enemigos y tras la hecatombe total nace una nueva Midgard. La tesis milenarista cristiana habla de la reimplantación del paraíso terrenal durante mil años con ocasión de la segunda venida y reinado de Cristo, previo al juicio final luego del cual su iglesia renacerá en la nueva Jerusalén celestial y los condenados juntos a los demonios de Satanás se consumirán en el eterno Seól (Berman 1982:46) En la mitología azteca mesoamericana se suceden varias creaciones-destrucciones del mundo, cada cual presidida por los dioses del Sol (Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, Tlalocatecuhtli y Chalchiuhtlicue) 30) P á g i n a | 20 lo han presentado. Pero por el contrario también podría este terminar siendo el comienzo de una etapa extra racional de la evolución humana, antes que genética, inteligente y finalmente con vocación exo-planetaria. A modo de cierre Al presente (finales del 2018) y por 10 a 25 años más (Diamandis 2016), la innovación tecnología globalizada, disruptiva en todo y para todos, de la mano de la inteligencia artificial –que es cada vez menos artificial y más seudo humana– habrá logrado la unidad virtual del planeta. Y aunque esta continúe revestida de su halo destructivo-creativo ha empezado a generar una cada vez más solidaridad humana negativa, tal cual es un creciente miedo global a la destrucción total. La inminente ‘robotización autárquica’ y con ella la imposición de una meta inteligencia y nuevas súper estructuras políticas, sin mayor control humano, bien podría convertirse en una orgía de violencia generalizada que bien podría acabar con lo que hasta entonces fue la llamada civilización humana. Tal eventualidad es sin duda un tema impostergable de las Humanidades de comienzo del siglo, ya ni siquiera milenio31 (Shane and Wakabayashi 2018; Pichai 2018)32. De tener fundamento esta amenaza la Academia tiene el reto ineludible de repensar la formación curricular de las carreras humanísticas (Staton 2012) con el objeto de formar las habilidades del siglo XXI. Una propuesta al respecto dicen que estas deberían incluir básicamente: 1- La ‘comunicación gráfico-visual’ (Diseño gráfico, Ilustración y animación, vídeo-fotografía, retórica y dialéctica). El TED de S. Jobes y Resonate son ejemplos al respecto; 2) Aritmética y alfabetización de datos o capacidad para enfrentarse y manejar el big data en todos los tipos de contenidos; 3) Lenguaje y código informático básicos orientado a la comprensión, manipulación y creación de todos los tipos de significadosEn abril de 2007, C. Christensen había afirmado categóricamente que Apple no era propiamente una compañía disruptiva33. ID y tributación The Creative Destruction of Antitrust Diamond, Jr., Arthur M. ; ttps://goo.gl/kpLwC4 Omaha (NE) 2012 Association of Private Enterprise Education (APEE), Las Vegas on April 1-3, 2012. Waller#Promoting innovation Tributacion (Christensen and Raynor 2003) (Christensen 2006) (Schumpeter 1947) (Christensen 1992b) (Overall and Wise 2015) (Schumpeter 1967) (Schumpeter 1947) (Vieira Posada 2011) (Schumpeter 1939) (Diamond 2006) (Andersen et al. 2006) (Elliott 1980) 31) La rebelión en abril del presente año de algo más de 3.100 empleados de Google quienes aduciendo el original principio ético de la Corporación, Do not be evil, aparentemente lograron el retiro de este gigante del Project Maven del Departamento de Defensa el más prominente ‘negocio de la guerra’ y la ‘carrera armamentista’ basada en la IA. 32) La Secretaria de Defensa de EUA., había anunciado que a finales de 2017 el Departamento desplegaría en plataformas gubernamentales algoritmos avanzados similares. 33) Entonces Christensen afirmó: [Una] predicción [basada en] la teoría [de la disrupción] sería que Apple no tendrá éxito con el iPhone. Han lanzado una innovación que los jugadores existentes en la industria están muy motivados para derrotar: no es [realmente] disruptiva. La historia habla bastante claro sobre eso y la probabilidad de éxito va a ser limitada (Webster 2015).