Uploaded by J.Alberto NAVAS SIERRA

Humanidades fevision bibliografica

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Aparentemente C. Christensen siguió el original guion lógico-científico propuesto desde
1843 por J. Stuart Mill. (1859:177, 264, 519), en lo concerniente a las ciencias naturales y
físicas o exactas1 cuyo objeto era tanto explicar como predecir lo que en la propuesta
metodológica del primero se corresponde con las aludidas fases ‘descriptiva’ y ‘normativa’,
respectivamente (Nagel 2006:42, 582). Sin embargo, en ningún momento C. Christensen se
refiere al filósofo inglés ni a sus continuadores lo que explica que hubiera pasado de largo
las críticas de J. S. Mill., y continuadores, al método clásico inductivo-deductivo aplicado a
una de las ciencias sociales, como lo es la administración y gestión de negocios, en las que
no cabe hablar de un poder predictivo a partir de ciertos hallazgos2. Más bien parece
haberse apoyado eclécticamente en los desarrollos lógicos-científicos de J. S. Mill, Ernest
Nagel en particular.
Conforme a este, el protocolo metodológico propuesto por C. Christensen, su cuerpo
teórico se enmarcaría en una concepción ‘instrumentalista’ –‘realista’–que pretende
representar la realidad estudiada describiéndola como verdadera dentro de unos límites
aproximados y aceptables; en todo caso suponiendo que el fenómeno de la disrupción es
asimilable o medible como una realidad física (Nagel 2006:136-140; (Musial 2001). El
valor cognitivo añadido de esta teoría sería del tipo ‘what-it-is-like’. La dimensión y fase
‘normativa’ de la propuesta metodológica de C. Christensen parece más cercana a lo
propuesto por Milton Friedman [M. Friedman’s (1953): Essays on Positive Economics and
its methodological part The Methodology of Positive Economics.] quien postula que no
todos los casos o eventos observables tienen por qué encajar en las hipótesis de una teoría
lo que no hace falsa a esta, Por lo mismo, no siempre es factible ni hacer ni acertar con
todas las posibles predicciones que pudieran resultar de aplicarse su teoría. Los no aciertos
no son de interés ni relevantes a su teoría de la disrupción. Lo que no ha sido observado por
quienes participaron a favor y en contra de la acérrima crítica de J. Lepore es que su
rechazo frontal de su teoría se basó en el uso falseado del método micro histórico utilizado
por C. Christensen para imponer su credo disruptivo. Por el hecho de estar basada la teoría
de la ID en el estudio singularizado de casos de sobrevivencia, muerte o nacimiento de las
empresas tomadas como referentes, J. Lepore y seguidores presumieron que todo el trabajo
teórico de aquel era estrictamente histórico, cosa que C. Christensen nunca habría
pretendido, al menos explícitamente. Más allá de querer encontrar refinamientos lógicocientíficos como los atrás referidos y si C. Christensen habría cumplido con los cánones
metodológicos propios de la micro-historia empresarial. Lo que más bien resultaría
entendible es que este haya aplicado, con sobrado rigor, la metodología implícita en el
llamado ‘método de casos’ que precisamente se originó en ENH en 19… y el que por fuerza
tuvo que aplicar y dominar para obtener su grado en MAB. Como es bien sabido el ‘método
de casos’ constituye un relevante ejemplo del ‘excepcionalísimo’ teórico-metodológico
impuesto por la ENH desde siempre líder académicamente. Los fundamentos de tal canon
de teorización están directamente emparentados con el filósofo J Pierce, igualmente fellow
predilecto de la Universidad de Harvard.
1)
No parece explícito que C. Christensen siguiera en rigor el guion propuesto por el filósofo inglés. John Stuart Mill., en
1843
2) (Mill 1859:305,351,448,475,485,521,537,550; Mill 1950:170,309,324). Se acepta que Mill., antes que fundador fue el
sistematizador de los trabajos en igual sentido de sus predecesores J. Locke, G. Berkeley, D. Hume, D. Hartley, J.
Bentham y su padre James Mill. Entre sus seguidores:
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La disrupción y la crisis de las Universidades
Las críticas de J. Lepore y C. Newfield confrontaron el error histórico, político y
empresarial estadounidense de haber optado por la ideología de las ID y haber desechado la
opción de las innovaciones sostenibles como lo hicieron Alemania, Japón, China, Suecia y
Corea, entre otros. Tal cuestionamiento tenía que ver primordialmente con el rol jugado por
la Academia y en particular por la ENH y su ideólogo C. Christensen y seguidores dentro y
fuera de los EUA. Desde la atalaya académica, C. Newfield planteó que repensar las ID
pasaba por replantear la universidad estadunidense que, al igual que las corporaciones, por
igual había padecido la irrupción de la innovación disruptiva. Esto último quedaba reflejado
en el descenso creciente de las matrículas presenciales que desde los últimos 10 años estaba
afectando a la casi totalidad de las universidades, privadas y públicas del país, incluidas las
top ten, Harvard entre ellas3.
Dicha tendencia, que habían golpeado especialmente las Escuelas de Humanidades (Stover
2017), estuvo aparejada con el proceso coetáneo de desindustrialización global, la crisis
financiera del 2008, las altas tasas de desempleo profesional especializado y la crisis
crediticia de egresados universitarios incapaces de pagar e incluso refinanciar sus deudas.
C. Newfield mencionó que las Universidades habían respondido a tal desafío disruptivo con
masivos programas y grados de educación digital o virtual, (e_learnig) o MOOC (Curso
Online Masivo Abierto) y plataformas TED-ED; lo que había sido posible gracias a la
consolidación de Internet; titulaciones que pronto habían contado con una rápida
popularidad y aceptabilidad en el entorno laboral por lo que tal oferta virtual fue
reetiquetada como Masive Online Open Courses4.
Como en otros meridianos, la aludida disrupción terciaria-educativa estadounidense había
afectado de forma diferente –aunque dramática– las Escuales de Negocios y Humanidades.
Para algunos, en medio de la abierta polémica entre J. Lepore y C. Christense subyacía este
doble desafío. En lo que concierne a la ENH, 15 días antes que estallara la referida disputa,
el NYT hizo público el ‘dilema innovador’ que había recorrido los pasillos y despachos de
la ENH y que algunas de las escuelas de negocios de las top ten estadounidenses. Se adujo
entonces que varias de dichas Escuelas –en especial GSB (Stanford); Kellog (Northwestern
University) y Wharton School (Universidad de Pensilvania)– habían enfrentado con
clamoroso éxito tal desafío ofreciendo cursos virtuales dentro y fuera de EUA. Se reportó
que el nuevo programa en línea HBX de la ENH –ni abierto y menos barato– se había
convertido en el 2014 en la decisión estratégica más trascendental –y exitosa– de la Escuela
desde 1927 cuando esta se instaló en su nuevo su campus y adoptó el método de ‘estudio de
casos’ como sello pedagógico (Useem 2014). Los nuevos programas virtuales ofrecieron
entonces tres cursos que abarcaban el ‘lenguaje de los negocios’ y que los aspirantes debían
cursar antes de ser invitados a rendir el examen final.
) (Sellingo 2018). Suele mencionarse pocos casos excepcionales aún no explicados del todo, como la Universidad de Phoenix (AZ) y la
Universidad de California, Riverside Campus.
3
Los MOOCs se clasifican en 2 categorías: cMOOCs que utilizan la teoría conectivista de George Siemens y Stephen
Downes (2004) basados en las teorías del aprendizaje clásicas (conductismo, cognitivismo, constructivismo), y los
xMOOCs que siguen un modelo de enseñanza tipo tradicional en el que corresponde al profesor el diseño de la asignatura
y su didáctica (actividades docentes y aporte a los alumnos de los materiales y recursos del curso (Siemens 2004; Duke,
Harper, and Johnston 2013).
4)
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Lo curioso de este nuevo recorrido de la ENH fue que habiéndose tratado de la adopción de
una estrategia disruptiva y contra todo lo imaginable, quien había inspirado tal decisión no
había sido C. Christensen sino Michael Porter, para quien había trabajado J. Lepore. Este
había publicado en 2001 en la Harvard Business Review (HBR) un anticipo de lo que esta
decisión requeriría cuando recomendó la necesidad de alejarse de la retórica y espejismos
de Internet y aprovechar su capacidad para generar y compartir cadenas de valor que
garantizasen un éxito competitivo en el mercado (Porter 2001). Lanzado el programa en
línea, C. Christensen recordó públicamente uno de los presupuestos de su paradigma: la
disrupción competitiva siempre golpeaba la cúpula de los negocios establecidos y siendo el
programa dela ENH un producto élite –más de 200 mil inscritos– el refinado modelo de
e_learning de la ENH corría el peligro de ser disrumpido y finalmente desplazado por
programas de escuelas de negocios de piso medio e inferior en EUA., en particular por las
MOOC –gratis y masivas– incluidas las que operaban desde Silicon Valey y cuya muerte
prematura habían augurado Porter y sus seguidores (Christensen and Weise 2014).
Por su parte, tres años antes desde el Clayton Christensen Institute for Disruptive
Innovation, su inspirador había entrado en la polémica publicando por fuera de la ENH
varios aportes respecto de la educación en línea en todos los niveles en los que esta se
estaba aplicando, ocasiones en las que se ratificó en su credo disruptivo (Christensen, Horn,
and Staker 2013). Otros advirtieron que en bases a estos programas, financiados con
fuentes diferentes de la matrícula, proporcionarían paulatinamente a las Universidades
patrocinadoras capacidad financiera para comprar o desarrollar la tecnología de base, copiar
y mejorar los contenidos didácticos de las Escuelas élites e incluso llegar a seducir a sus
profesores más destacados. Otros opinantes predijeron que estas Escuelas élites
difícilmente podrían sobrevivir más allá del 2030. Desde el 2012 las universidades de
Harvard y el MIT lanzaron el programa eDX, tipo ONG, al que luego se unieron las
Universidades de Berkeley y Texas y cuya oferta incluyó Negocios y Humanidades 5
En lo que concierne a la crisis de las Humanidades al interior de la Universidad de Harvard,
esta coincidió con la acérrima polémica J. Lepore-C. Christensen. La realidad de base por
supuesto fue la dramática –y por el momento irreversible– dinámica global de la
disminución de la matrícula y egresados del área de Humanidades frente al éxito creciente y
liderazgo de las Escuelas de Negocios6. El año 2013-2014 –que fue el de la polémica
Lepore-Christensen– marcó el punto de ruptura de dicha crisis en dicha matrícula que venía
gestándose lentamente desde 50 años atrás. Como en las demás universidades, la Escuela
de Humanidades había tenido de lejos un peso predominante en los estados financieros de
5)
En la actualidad el programa cuenta con 130 universidades asociadas https://www.edx.org/
El porcentaje de aspirantes a ingresar en la FAS de Harvard pasó del 27% al 18% entre el 2013 y 2014 año de la aludida
polémica. Más de la mitad de ese 18% que comenzó con la carrera de Humanidades terminó en
una división diferente, en su mayoría otras ciencias sociales (Goldman 2014). En 1979 las subvenciones federales concedidas
6)
a las Ciencias fueron 5 veces que las otorgadas a las Humanidades. En 1998, fueron 33 veces más; en 2011, 200 veces más. El total de
títulos universitarios concedidos por las escuelas humanísticas estadounidenses pasó del 14% en 1966 al 7% en 2010. En la Universidad
de Harvard, la tendencia fue la misma, aunque menos pronunciada pues apenas el 17% de los estudiantes fueron ‘concentradores’
(opción para grado con honor) de Humanidades siendo en el 2013 apenas el 21% de la década anterior. Del total de ingresados el
primer año sólo que se ‘concentran’ en Humanidades cae al 57% al final del tercer semestre (Bhabha 2013).
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la Universidad, tanto como que a partir de dicho año académico las Humanidades por
primera vez habían dejado de sostenerse presupuestariamente la universidad7.
Esta coyuntura de entrada no encajaba del todo en el modelo del ‘dilema disruptivo’
elaborada en la vecina ENH ya que si percatarse sus directivos una cadena de valor
dominante afrontaba su desaparición sin haber sido definitivamente disrumpida. Para
enfrentar tal dilema disruptivo la Universidad convocó un selecto grupo de 70 expertos que
estuvo presidido por el emérito historiador David Armitage, tuvo por encargo formular un
diagnóstico y su respectiva hoja de ruta. Curiosamente C. Christensen no formó parte de
dicho elenco de expertos. El exhaustivo informe resultante, Mapping the Future (Harvard
University, Arts and Humanities Division 2013) empezó por preguntarse si después de 86
años de estar operando existía o no un valor o cadena de valor en la enseñanza de las
Humanidades impartida en la Facultad de Artes y Humanidades. La polémica trascendió el
Campus y en ella participaron reconocidos académicos estadounidenses8, algunos de los
que evocaron polémicas similares sostenidas durante la segundad mitad del siglo XIX
(Newman 1873; Peels, Ridder, and Woudenberg 2017). Pocas semanas después de
aparecido este informe la prestigiosa American Academy of Arts and Sciences (2013), con
sede también en Cambridge (MA) publicó un segundo nombre sobre el asunto cuyas
conclusiones fueron bastante congruentes con el reporte que le precedió (Heiland and
Huber 2014).
Dentro de tal devenir histórico-cultura estadounidense tal polémica resucitó el paradigma
schumpeteriano de un capitalismo que supuestamente necesitaba ‘destruir para crecer’
como de una u otra lo propugna el modelo teórico de C. Christensen y la ENH sobre las
innovaciones disruptivas. H. Arendt (1968: viii) siguiendo a J. P. Sartre (1938: 102, 185.
185, 200), se anticipó a señalarlo como un artificio de la mera ‘palabra pública’ que a
fuerza de repetirse había sobrevivido entre ‘lagunas de credibilidad’ haciéndose pasar por
un ‘gobierno invisible’ –visible para A. Chandler como ya se señaló–, dirigido a sostener
viejas verdades convirtiéndolas en meras trivialidades instrumentales según convenga a
uno o varios propósitos corporativos o políticos
La ‘Recaptura del Estado del Arte’
Doce años después de su anterior trabajo y desentendido de la más encarnizada crítica
formulada a su cuasi evangelio acerca de las disruptivas que fue publicado 2 años antes,
Clayton M. Christensen, en unión a Taddy Hall, David S. Duncan y Karen Dillon publicó
su Competing Against Luck: The Story of Innovation and Customer Choice9. Como en
ocasiones anteriores se propuso llenar alguno de los vacíos que, a su parecer, subsistían
sobre su teoría y método sobre la innovación creativa y reproductiva en general. Para las
empresas no ancladas en el presente ofreció un método para no hacer de la innovación un
juego de azar si no una herramienta apta para desarrollar productos y servicios apetecibles
2013-2014 fue el año de tal ruptura. Por primera vez en dicho otoño se concentraron más estudiantes de pregrado en
asignaturas de la SEAS (775 inscritos en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas) que la FAS (746 en Arte y
Humanidades (Patel and Watros 2014).
8) En especial: (Grossman 2013; Sinclair 2012; Neem 2012; Nussbaum 2009; 2010:4, 18, 47; 2016; Arendt 1958; 1960;
1961:173; César de Assis 2009).
9) (Christensen et al. 2016).
7)
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por los clientes estando
dispuestos a pagar un precio
superior por ellos. Tal
certeza debe ser propia de
quienes asumen el riesgo de
diseñar y poner en ejecución
tal estrategia. Tal convicción
imponía descartar que el
cliente debiera ser el
objetivo de la
innovación. Los clientes no
compran productos o
servicios; los "contratan"
para hacer o producir algo (job). Tratar de comprender a los clientes no garantizaba el éxito
de una innovación. La clave estaba en conocer y entender lo que los clientes hacían o
podían hacer con ella. El enfoque de los "Trabajos por hacer" (Jobs-to-Be-Done), o ‘teoría
del uso innovativo’ había guiado a empresas de rápido y crecimiento auto sustentado
(startups) como Amazon, Intuit, Uber, Airbnb y el yogur Chobani natural, entre otras. Tales
éxitos permitían predecir otros más. Al fin de cuentas, se trató de un nuevo esfuerzo por
afirmar como predictiva la teoría de las innovaciones disruptivas nacida en la Escuela de
Negocios de Harvard. Con posterioridad a la acérrima crítica de J. Lepore, Christensen con
el aporte de 2 de sus colaboradores (2015), hizo un intento de reescribir la esencia (core) de
su teoría de la innovación disruptiva. Presentó entonces un nuevo gráfico con el ‘modelo’
actualizado de sus conceptos. En el diagrama las flechas rojas comparan dos
comportamientos del rendimiento (perfomance) (mejoras en el tiempo) de un producto o
servicio –según 3 gamas (bajo, medio o alto)– y la predisposición de los clientes o usuarios
a pagar (flechas azules) por cada tipo de rendimiento. En el fondo, las funciones de cada
curva –todas lineales– reflejan una inter acción positiva entre los valores de las variables
interactuantes. Aunque desde la crítica de J. Lepore C. Christensen denunció el mal uso y
hasta abuso que había sufrido su teoría de la innovación disruptiva –en especial por quienes
la habían utilizado e incluso criticado sin siquiera haberla leído–, en esta ocasión se mostró
perturbado al pensar que la misma podría convertirse en una víctima de su propio éxito.
Afirmó que …A pesar de su extensa difusión, los conceptos fundamentales de la teoría se
han malinterpretado en numerosas ocasiones al igual que sus principios básicos se han
aplicado de manera equivocada. Además, los ajustes y mejoras esenciales de la teoría
durante los últimos 20 años parecen haberse visto eclipsados por la popularidad de su
formulación inicial. Lo cierto es que hasta este reciente aporte, C. Christense más bien
habría sido víctima de su denuncia. A pesar del éxito académico, corporativo y sobre todo
mediático de sus aportes si muestra en esta ocasión seriamente preocupado ya no por la
validez absoluta de sus ideas –en realidad ideología no ajena a fundamentalismos– si no por
el futuro de la misma como herramienta clave para interpretar el futuro de la innovación
globalizante. A estas alturas, después de 22 años de aparecidos los primeros postulados de
la misma, resultaría inevitable que C. Christense y sus cercanos colaboradores de tantos
años, aplicando sus mismos principios, se preguntarse qué tan disruptiva resultó ser su
cuasi paradigma teórico-metodológico. En verdad C. Christensen no aparece haber
profundizado ni redefinido en nada su concepción original. Antes bien se reafirmar e
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incluso casi híper simplifica buena parte de sus postulados clásicos. En primer término, no
sólo mantiene su dicotomía entre innovaciones sustentadoras y disruptivas, sino que
agudiza todas las tautologías implícitas entre una y otra: en primer término ser las primeras
exclusivas de las empresas pre-establecidas y dominantes del mercado respecto del
producto o servicio del caso, las segundas propias de las empresas emergentes y con
capacidad de disrumpir dicho mercado con una nueva oferta de productos y servicios. En
segundo lugar, suponer que las primeras son las que condicionan la posibilidad de aparición
de una innovación propiamente disruptiva pues ellas luchan por mantener su predominio de
mercado manteniendo la apetencia por el producto y servicio mediante la mejora de
prestaciones y creciente diferenciación de los mismos. Las segundas necesariamente sólo
tienen la opción de irrumpir en el mercado y amenazar el predominio de las primeras
mediante productos o servicios nuevos. En tercer lugar, el primer tipo de empresainnovación sustentadora posee de por sí un rendimiento de mercado –mayor rentabilidad–
de gama alta en tanto la segunda clase de empresas con sus innovaciones disruptivas nacen
y emergen en segmentos marginales del mercado ofreciendo prestaciones bajas y
asumiendo rentabilidades bajas y por lo demás menores a las obtenidas por las del primer
segmento. Aunque en este nuevo gráfico la variable tiempo aparece dominante, no jugaría
todo el peso analítico que podría poseer. Si bien las relaciones matemáticas implícitas en el
gráfico muestren una interacción lineal y positiva entre rendimiento-prestaciones, número
de usuarios y rentabilidad derivada de cada tipo de innovación a lo largo del tiempo, se
excluyen de entrada una gama muy variada de otras opciones –e incluso aportes teóricometodológicos– nuevos y renovadores del ya vetusto andamiaje teórico. Antes que nada es
elemental preguntarse ¿por qué el modelo y en él todas las funciones matemáticas deben ser
lineales y positivas? Más aún ¿por qué tanto el rendimiento como la apetencia y
rentabilidad respecto de las innovaciones sustentadoras tienen que empezar en un punto alto
y tener una tendencia creciente positiva en tanto las innovaciones disruptivas deban
irrumpir en un rango bajo y mantenerse siempre en una tendencia paralela inferior a las
primeras? En todo caso y aunque se afirme que el modelo sea aplicable a caso por caso y
nunca al conjunto de situaciones en un mercado dado, las carencias de fondo del modelo
resultan apreciables sin necesidad de mucha profundización y la historia económica, sobre
todo lo que va corrido del presente siglo, evidenciarían lo agotado que está el modelo
clásico de la HBS.
De deconstrucción de la disrupción
En su acepción filosófica más amplia –antes que lingüística– el concepto de innovación
disruptiva predominante de C. Christensen fue deconstruido a partir de procesos históricos
y sucesiones metafóricas con el pretexto de hacer claro y evidente el fenómeno o suceso
disruptivo generado por una innovación que se diferencia del resto. Aunque L. Lepore
denunció el vicio de fondo del método histórico empleado por Christensen –uso
acomodaticio de la historia de cada caso–, las metáforas empleadas –destrucción-creación–
soterran una apariencia de marco teórico que no resultó apto para explicar la realidad de
fondo. De hecho, el marco teórico de C. Christensen cumple con los prerrequisitos de la
‘deconstrucción’ planteados por Jaques Derrida: 1) Metáfísico: la destrucción-creación
como base primera para construir una jerarquía de significados; 2) Suplemento: la
innovación es lo secundario y lo disruptivo es lo principal; 3) Logocentrismo: lo que se dice
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(habla) como ‘disruptivo’ es secundario al texto que lo divulga; 4) Aporía: el vacío y
contradicciones entre lo que se dice o habla y la realidad que subyace en la ‘disrupción’ no
puede ser superado negando la definición y estructura lógica que lo soporta; 5) Indecidible:
ante significados contradictorios de ‘disrupción’ es permitido optar arbitrariamente por el
que mejor encaje en el marco teórico propuesto (Derrida 1989; Derrida 2007:1, 48, 94).
Siguiendo el paradigma del posmodernismo derridiano se impone igualmente deconstruir el
marco teórico de la ENH y darle una significación diferente a lo que parecía estar
diciéndonos por casi 20 años lo que eran las innovaciones disruptivas como vía para
entender el capitalismo pre y global. Desde comienzos de los años 90 del siglo pasado, la
‘innovación’ sustituyó como concepto y praxis a la ‘invención’ que había irrumpido en el
Renacimiento cuando Descartes declaró llegado el momento en que el hombre sería el
señor de la tierra (Dubouclez 2018). En términos del pos modernismo derridiano la
innovación en general puede ser representada mediante un modelo de ‘triple hélice
dinámico’10 que muestre las interrelaciones básicas de los actores que hacen posible que
irrumpa una nueva cadena de valor –res inventio–, en este caso disruptiva, en un lugar y
momento dado –hábitat o locus–11. Concretamente, las inter relaciones entre el autor y
propietario de la innovación –‘invención de sí mismo’–, el usuario o destinatario que se la
apropia–‘invención del otro’–, el fenómeno o ‘cosa’ inventada-innovada y finalmente el
Estado-ley que la promueve y protege (patente). Este conjunto de relaciones interactivas de
una innovación auto sustentada que bien puede asociarse con los conceptos de ‘camino’
derridiano (envoi); ‘cercanía’ y ‘dispositivo’ heideggerianos (hodos) (Derrida 1989; 65, 77;
Derrida 2007: 1, 94; Heidegger 1951:11211,123,387; Dubouclez 2018).
Como en el antaño, lejano o cercano, el fenómeno de la invención-innovación para ser
estrictamente disruptiva implica una repetición en cadena de acciones, procesos y
resultados que antes no existían o no se hacía (desocultamiento, develamiento y provocación en M. Heidegger (1997:87) con mayor eficacia, aprovechamiento y sobre todo
cubrimiento en el espacio y tiempo, finalmente global (cadena de valor disruptible). Según
Heidergger, la tecnología debe ser vista como la esencia de la técnica; como la imposición
por el Hombre de lo técnico sobre el mundo que le es concreto (Gestell) y por ello no es
otra cosa que lo que el Hombre hace por sí mismo (recupera o hace brotar) y para sí mismo
(Cortés 2007). Pero en Heidegger prexiste el subfondo marxista del ‘imperativo’ existencial
–metafísico– (lo que es necesariamente obligatorio para hoy) del progreso que alimenta los
imperativos de producir más en acople con nuevas necesidades por lo que llega ser nuevo
será pronto viejo y reemplazado por algo más nuevo. Se autogenera el ‘engranaje’ de una
técnica que quiere y necesita de más técnica que de lo local pasa a lo planetario, proceso
histórico que ha sido una invención occidental (Heidegger 2005; Luzia Miranda 2008:
180). Así la ‘técnica’ es la metafísica consumada, el fin de esta, que no son las máquinas en
el aparato productivo, sino la creación de los creadores, un producto autónomo del ‘ser’, de
los que aseguran la continuidad de lo social y cultural (Heidegger s/f)
Pero a la vez, la innovación disruptiva supone un ‘camino’ o proceso propio de
‘reproducción’ en sí misma en el espacio y el tiempo que se manifiesta en auto-mejoras,
10)
En el lenguaje del tema: que muestre el entrecruzamiento e inter relaciones entre sus componentes, a diferencia del
modelo estático que solo es una representación definicional o institucional de tales elementos.
11) La adaptación gráfica del modelo de triple hélice se hizo en base a (Etzkowitz and Leydesdorff 2000; Smith and
Leydesdorff 2014; (Leydesdorff and Zawdie 2010).
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pero también en nuevos –incluso impensados desarrollos– que de nuevo la irrumpen que
sustituyen la precedente a través de productos, servicios o marcas portadores de una nueva
cadena de valor. De hecho, desde la más remota antigüedad, pero en particular desde que el
‘maquinismo’ irrumpió a finales del siglo XVII en Inglaterra es lo que ha sucedió a lo largo
de la historia de la civilización humana, aunque nunca antes con la velocidad e
impredecibilidad de los últimos 25 años. Sin embargo, con la irrupción de la IA y
robotización autónoma esta doble relación desaparecerá a partir del momento en que los
robots inteligentes sean capaces de generar innovaciones, disruptivas o no. Entonces la
relación
Apropiación del Beneficio
Para que una innovación sea disruptiva no presupone que necesariamente su desarrollador
o implementador obtenga aprovechamiento directo, beneficio o rentabilidad de la misma.
Tal es el caso de las llamadas ‘innovaciones funcionales’ que se desarrollan e imponen
pensando exclusivamente en el beneficio y aprovechamiento de los usuarios y no
precisamente en la apropiación de la rentabilidad de estas (Hippel 1982; Hippel and Jong
2010). Sus propietarios o cesionarios pueden obtener o no beneficio por la compra o uso
que hagan los usuarios o destinatarios. En el caso que lo hagan dependerá de la ‘voluntad’ –
donación única o repetida– de los usuarios de pagar por la innovación. Tal es el caso del
software de código abierto-distribuido y orientado al usuario (open source: p.e., Linux,
FreeOfice o ReactOS el sustituto de Windows); los originales programas gratis (freeware)
y actuales Apps y los más recientes desarrollos como las plataformas de colaboración
abierta-distribuida o externalización abierta de tareas (crownsourcing) (Hippel 2002). El
valor añadido e introducido en el mercado, grande o pequeño, por tales innovamientos es
indudablemente disruptivos en la medida en que no sólo no han cambiado irreversiblemente
el modo de trabajo de poblaciones crecientes de usuarios en el planeta, y aunque cohabiten
con los hábitos tradicionales de trabajo asociados con ellas, estos no volverán a ser nunca
más los mismos. Por lo demás la expansión de este tipo de emprendimiento funcional no
remunerativo constituye una singular paradoja en la economía tecnológica de la disrupción.
(West and Gallagher 2006).
La variable tiempo-ciclo de vida
Aunque los protagonistas del modelo clásico de las InDs de la ENH, ni su más conspicua
crítica, J, Lepore, hacen una alusión específica a la variable ‘tiempo’ como una condición
esencial a las innovaciones disruptiva. Aunque podría decirse que la misma aparece como
implícita, esta no juega un rol determinante en la elaboración y validación de la referida
teoría. Más bien, como si lo mencionó indirecta J. Lepore, la no observancia de un estricto
protocolo lógico–científico en la elaboración teórica de Christense y seguidores, la variable
‘tiempo’ sirve equívocamente para apuntalar las conclusiones que se quisieron propiciar en
cada momento. Es por ello que un ‘caso’ objeto de estudio de Chístense comprenda un
período de 10 años y otro ‘caso’ se base escasamente en 1 o 3 años. Al mediar tanta
elasticidad metodológica, en cualquier de las supuestas validaciones de la teoría de la ENH
el tiempo aparece como independiente y sí acaso validada en base a otros presupuestos
atemporales. Por todo ello, la teoría dominante de las disruptivas desconoce la existencia de
un ‘ciclo de vida’ como variable clave de su conceptualización. Más bien parece darse por
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bueno el presupuesto tradicional dominante desde los inicios de la primera era industrial
moderna que ató el ‘ciclo de vida’ de cada innovación tecnológica al ciclo equivalente de
existencia del producto o servicio12 en que
ellas se encarnaron. La poca complejidad
tecnología y relativa densidad económicasectorial que perduró por más de un siglo –
visto desde el presente– lo propio era suponer,
cosa que confirmaba la experiencia, que cada
nueva tecnología que nacía no sería eterna.
Siguiendo un determinismo organicista –y por
fuera de los innumerables modelos existentes–,
luego de nacida una innovación esta crecía, se
estancaba, declinaba y luego moría, si acaso se
reproducía. Más o menos su representación
matemática se asemejaba a una curva de
distribución normal o ‘Campana de Gauss’ Más temprano o más tarde, con el tiempo la
innovación concluía su presencia en el mercado de mano del producto y servicio para los
que hubiere sido diseñada e implementada. Sin embargo, el postulado del ‘ciclo de vida’
conlleva un elemento intangible pero no por ello menos inicial que fue concomitante con el
desarrollo innovativo moderno, prácticamente desde que este irrumpiera en la historia
económica industrialista; elemento tampoco tenido en cuenta por la teoría de las disruptivas
de la ENH. Estas igualmente han ignorado que las innovaciones conllevan anexas un
derecho intangible de propiedad y uso (IP en inglés y PI en español) y de hecho introduce
una rigidez de por casi casi absoluta en el ciclo de vida de una innovación. Primero las
costumbres y prácticas y usos locales, luego el derecho escrito nacional y en último los
tratados internacionales concedían y conceden a los titulares (inventor o cesionario) de una
innovación el poder soberano de decidir su implantación y explotación a través de un nuevo
producto o servicio13. De la voluntad de dichos titulares dependía y dependen aún que dicha
innovación se mantuviera o mantenga vigente en un mercado cierto. Que esa innovación
pudiera continuar usándose luego que su patente se hiciese de dominio público poco o nada
Incluir los servicios en este análisis genérico impone por lo menos precisar que se trataría de la tecnología, procesos o
medios a través de los cuales el servicio se presta o consume que en principio tiene una entidad material es bien diferente
al intangible que es de por sí todo servicio.
13) Suelen existir ciertas discrepancias históricas al respecto. Es común reconocer que fue 1474 en Venecia donde existió
una primera normativa proteccionista de la PI. A puertas de iniciarse la primera evolución industria, fue el Statue of
Monopolies inglés de 1624 –que contemplaba una protección de 14 años para el primer inventor–, el que inicia la llamada
etapa ‘nacional’ de protección legal de la PI. Las leyes de EUA (1790) y Francia (1791) tardarían más de siglo y medio
en aparecer. A medida que la industrialización de extendió en Europa la mayoría de estos países adoptarían sus
normativas a lo largo del siglo XIX. Entre 1893-1994 existió un ‘internacionalismo incipiente’ de protección de la PI
singularizada por la aparición de los primeros tratados (París de 1883 suscrito por 11 Estados) y convenios (Berna de
1886 suscrito por 10 Estados) internacionales de protección conjunta o coordinada de tales derechos y con ellos la
creación de las Oficina de la Unión Internacional, Oficina Internacional Unida para la Protección de la Propiedad
Intelectual, International Trademark Association, International Association for the Protection of Industrial Property
(AIPPI) y American Intellectual Property Law Association y finalmente la Organización Mundial de Propiedad
Intelectual (OMPI) de 1967. En el seno de esta última se suscribieron un sin número de acuerdos y convenios sectoriales y
temáticos consecuentes con la 2 a 3 revoluciones industriales. Con la suscripción Acuerdo sobre los Aspectos de los
Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC) de 1994 suscrito en el seno de la
Organización Mundial de Comercio (OMC) puede decirse que se inicia la fase global de protección de la PI que perdura
hasta la fecha (Schmitz Vaccaro 2013).
12)
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afectaba el ciclo de agotamiento de la vida de esta y los productos y servicios anexos14.
Una buena mayoría de los ejemplos emblemáticos de C. Christesen y sus émulos son bien
representativos del tema: discos duros-flexibles, excavadoras de cable-hidráulicas, Cdvídeo (audio, película), sistema de crédito personal a tarjeta de crédito, entre otros. Pero la
experiencia también ha demostrado que han sido y continúan siendo múltiples los intereses
en juego –manifiestos y ocultos– subyacentes detrás de la explotación de una determinada
patente de PI los que, en cada caso, hayan hecho que una cierta innovación no haya pasado
de ser meramente ‘sustentadora’ permitiendo que surgieran las disruptivas que compitieron
o desplazaron a aquellas. Así pues, además del ciclo de vida mismo que fatalmente condena
al agotamiento a una innovación cualquiera, estas estaban fatalmente condicionadas a la
vigencia de la patente que la protegía, local, internacional o globalmente. Por lo general
tales titulares han tendido a no negociar y aprovechar al máximo el monopolio de una
patente en tanto la misma garantizaba y se sostenía en el punto más alto de su utilización y
rendimiento. Iniciado su declive u obsolescencia resultaba apenas marginal que otros
actores en el mercado quisiesen licenciarla y explotarla paralelamente. Más bien lo usual
fue que mientras dicho monopolio reinara en el mercado, dicha innovación estimulara
nuevos ‘inventos o desarrollos’ al interior de la empresa titular que la explotara, pero
también que nuevos actores desarrollasen innovaciones paralelas que no tenía por qué ser
propiamente disruptivas en la medida en que muchas de estas nuevas innovaciones tenían
por objeto meramente segmentar –a base de una acentuada diferenciación– como era
característico de la competencia monopolística que rigió en los mercados abiertos, siendo
ahora lo propio del espacio comercial global. Lo anterior permite enfatizar lo limitado que
desde sus inicios ha sido la dicotomía introducida por la ENH respecto de los dos tipos de
innovaciones, excluyentes entre ellas, las ‘sustentadoras’ y las ‘disruptivas propiamente
tales. En primer, como ya se adujo, haber planteado una función lineal positiva entre
‘tiempo’, ‘rendimiento’ y ‘rentabilidad’. En segundo lugar suponer que ambas funciones
son paralelas y en ningún momento tangentes entre sí. En el fondo no se reconoció la
existencia de un ‘ciclo de vida’ propio a cada una de ambas innovaciones. Simplistamente
se admitió que una u otra irrumpían en un momento y en un mercado cierto y que estas
morían en cualquier otro momento en tanto se agotase alguna de las variables
intervinientes, ‘rendimiento’ (para el usuario) o ‘rentabilidad’ (para el proveedor). Más aún
se planteó la singular paradoja que la muerte de la innovación sustentadora conlleva la
muerte del proveedor. Paralelamente, se postuló que las disruptivas irrumpían y perduraban
indefinidamente pues las mismas debían llenar un vacío de rendimiento –no así de
rentabilidad– en razón del nuevo producto o servicio que desplazaba el precedente. De
hecho la teoría de la innovación disruptiva de la ENH es ciertamente estática. La
competencia y lucha de sobrevivencia implícitas parece transcurrir en un vacío espaciotemporal. Como bien lo explicó en su modelo C. Christensen (2015) las empresas
‘asentadas’ al introducir productos y servicios de mayor calidad (línea roja superior de su
modelo gráfico) satisfacen el segmento superior del mercado (de más rentabilidad) que no
pueden satisfacer las necesidades de los usuarios del segmento inferior y medio del
mercado. Por ser estos mayoritarios las nuevas empresas que irrumpen en el mercado
apoyados en un segmento bajo y minoritario y poco rentable del mercado buscarán
progresivamente alcanzar los segmentos menos rentables, desatendidos ahora por las
14)
Para un detalles de la situación actual (Contreras-Jaramillo 2015).
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empresas tradicionales a quienes terminan sustituyendo. Hallazgos más refinados sugieren
un comportamiento diferente al dilema innovador y muestran que en ningún caso, la
respuesta innovadora no consiste en crear ‘empresas inmortales en mercados mortales’ y el
real desafío para las empresas establecidas o las nuevas es la captación –no necesariamente
masiva– de nuevos usuarios cuya demanda tiende a un límite cero o cercano a cero (Dew et
al. 2008). Al menos desde la óptica empresarial, diseñar una innovación –de cualquier tipo–
es algo muy distinto de gestionar esa innovación en el mercado. Ambos asuntos o
momentos son parte del mismo dilema innovador. El mercado objeto de escrutinio rarísima
vez se reduce a una empresa dominante generadora de innovaciones sustentadoras y otra
emergente con innovaciones disruptivas. La evidencia empírica demuestra que, salvo el
caso de un imbatible monopolio, son muchas las que pueden desafiar una posición
dominante de mercado. Para los empresarios involucrados, en ningún caso el desafío
innovador se puede reducir a ‘hacer bien las cosas’ (Christensen and Raynor 2003) sino
llevar a cabo una función de ‘efectuación’, traducida en un efectivo y rentable (superando
riesgos e incertidumbres) mercadeo de un producto o servicio anticipándose al futuro
(Sarasvathy 2001; Dew et al. 2008). Una gran masa de casos mostraría que muy
probablemente las empresas que irrumpen con innovaciones disruptivas deben enfrentar un
menor número de ‘inhibidores’ (‘anquilosantes’, rigideces) como los que aquejan a las
grandes corporaciones generadoras de innovaciones ‘incrementales’ o meramente
sustentadoras de su posición de mercado: incapacidad para superar modelos mentales
obsoletos, clima corporativo adverso al riesgo, mala o rígida gestión del proceso de
innovación, carencia de competencias adecuadas de seguimiento e incapacidad de
desarrollar adecuadas infraestructuras (interna o externa) (Assink 2006). Curiosamente el
mismo año en los 60 o más países donde operan actualmente. (Christensen, Raynor, and
Mcdonald 2015) Igual sería el caso de VISA y MasterCard que a pesar de haber innovado
audazmente desde casi 70 años atrás en el negocio de las ventas a crédito y causar la
práctica desaparición de competidores pioneros como Diner’s Club y American Express,
era un producto introducido viejos operadores (bancos) y que había sido explotado desde
hacía años y que continúo siéndolo por otros operadores. Curiosamente los teóricos de la
disrupción estimaron que ese no había sido el caso de Sears frente a Kmart, JCPenney o
Macy’s, así al menos estos dos últimos no hubieran podido finalmente mantenerse en el
mercado Negaron que Uber y AirBnB (y similares) fueran casos de invocación disruptivas:
aunque se trató de empresas nuevas y copar aún segmentos marginales del mercado, no
habían introducido un bien (taxi) o servicio (alojamiento) nuevos que como tales seguían
siendo provistos en ambos casos por las empresas y conglomerados largamente
implantados en todos los mercados. Esto último pese al mega incremento del valor de
ambas compañías alcanzado en poco tiempo y el desplazamiento y lucha callejera y legal
que ambas compañías han suscitado, entre otras razones por no poder competir con VISA o
MasterCharge. Con igual criterio debería descartarse a sistemas de pagos on-line como
PayPal y similares.
***** Lo que resulta imperativo resaltar es que en este nuevo aporte
teórico implícitamente se profundizó en la esencia aparente del dogma disruptivo de la
primera elaboración ideológica del concepto. Este quedó patentizado en el dilema entre
‘sobrevivencia-fracaso’ respecto de actores pre establecidos o no en el mercado del caso.
La disrupción aparece como un ‘evento-metamorfosis’ que solucionaría en el tiempo la
aporía de la infinitud del ser corporativo. En la medida en que la experiencia histórica
demuestra que el ciclo de vida de cualquier empresa, por bien concebida y gestionada que
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sea, nunca ha podido –ni podría ser– eterno pues la misma está irremediablemente
condenada a reinventarse antes de morir, temprano o tarde. Las disruptivas aparecen como
el evento transformador que hacen posible que una corporación se metamorfoseé evitando
su muerte prematura a la vez que hacen posible que irrumpa una nueva cadena de valor en
un mercado cierto; como también que un nuevo ente corporativo supla el vacío que deja la
empresa que no supo o no pudo disrumpir. Como ‘palanca’ transmutatoria las disruptivas
poseen la potencia suficiente para garantizar la renovación (dinámica) de las cadenas de
valor que operan en un mercado libre más allá que sea una ‘vieja’ o una ‘nueva’ empresa
las que las imponen15. No se puede pasar por alto que las disruptivas nacieron en los
últimos años del siglo pasado y se han utilizado, teórica y metodológica, desde comienzos
del milenio cuando la economía mundial se vislumbraba apenas con una tendencia global.
En la medida que dicho proceso universalista se ha hecho más radical, las disruptivas y la
globalidad se han hecho inseparables. Un concepto y práctica que adquirió vida y vigencia
en mercados locales que por grandes –incluso multinacionales– que fueran, lejos estaban de
ofrecer el estímulo de mercado y recursos de toda índole –humanos, financieros e infra
estructurales (comunicación y almacenamiento, en especial) que hoy en día tienen las
tecnologías e innovaciones innovadoras para irrumpir y desasociar inercias en las
inimaginables cadenas de valor que pueden existir con vocación globalizadora. Como lo
predijo en 1995 Nicholas Negropont del MIT –uno de los pioneros de la intercomunicación
global–, 2 años antes que se forjara el concepto de disruptivas, el mundo entero podría
llegar a ser el mercado para cualquier oferente de nuevas cadenas de valor (Negroponte
1995). En último término, en virtud de la globalidad, podría decirse que cada vez más las
disruptivas, antes que las tecnología o la innovaciones que las sustenten, van del lado de la
demanda y operan autónomamente dentro del mercado. En cada ocasión que se quiera
vislumbrar el mañana existirá un llamado del mercado traduciendo la espera de una nueva
disrupción. Para nada resulta improcedente, antes bien sería apenas consecuente, presagiar
una aparente insaciable hambre de disrupción. Desde un comienzo quedó en el limbo
conceptual si estas dos categorías de disruptivas eran estrictamente antagónicas; esto es, si
sería –como en realidad resultó siendo– disruptivas que podía mudar y transitar de uno u
otro ámbito. O sea, si una tecnología que nació y operó como ‘sostenedora’ podría mudar
con el tiempo en ‘disruptiva’. A la inversa, admitir que una innovación que irrumpió como
aparentemente disruptiva bien pudiera degenerar en ‘sustentadora’. Por lo incipiente que
era a mediados de los 90 del siglo pasado el proceso global, inicialmente tampoco hubo
ocasión para pensar si una tecnología disruptiva era por excelencia global en tanto la de
tipo sustentadora sería por antonomasia local. Hoy en día y tal cual pinta el futuro de la
globalización, lo primero parece parte esencial del paradigma disruptivo y lo local sería
achacable a la innovación sustentadora. Y existe la tentación para asegurar que una
innovación que irrumpa como disruptiva tendría poca opción de sobrevivir –o degenera en
meramente sustentadora– de no nacer e imponerse como globalizante. Menos aún de
debatió en sus orígenes el fenómeno de la ‘resurrección innovativa’ como la experiencia,
especialmente global, ha terminado demostrando como posible. En este caso se trataría de
innovaciones que en su momento resultaron casi siempre extemporáneas y murieron por no
tener los soportes y demás desarrollos que habrían precisado para imponerse como
15)
(Manchev 2009); (Manchev 2011).
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disruptivas pero que luego resucitaron con el tiempo de la mano de dinámicas posteriores16
[Danneels reconsidered] Paradójicamente, en razón de la inusitada vitalidad con que se
impuso el concepto de las disruptivas resultó que lo que surgió como una propuesta más
metodológica que teórica terminó prontamente convirtiéndose en todo un teorema
científico. Una herramienta conceptual que se presentó como un marco analítico para
entender el core y dinámica del fenómenos emergente de un nuevo y trascendental tipo de
innovación, pasó a ser un sofisticado cuerpo teórico que debía servir para infinitud de
cosas, en particular para diseñar y predecir, al interior corporativo, si una determinada
innovación sería finalmente disruptiva y tendría todo el poder de reposicionar una empresa
y la cadena de valor de la que era privilegiada portadora en el mercado –de por sí global–
en que esta operaba. obstante, pasados 20 años de entronizado el término-concepto de ,
motivados por el uso indiscriminado y abuso de ambos17, sus progenitores se han visto
precisados reconceptualizar su aporte inicial. Una larga herencia ideológica olvidada En la
densa crítica de C. Newfield, atrás referida, a la teoría de C. Christensen repasó con J.
Lepore la visión de un mundo alimentado de terrores mayores y menores generados por un
cambio que se considera inevitable consecuencia de la teoría de las ID de C. Christensen y
la ENH. Calificó a ambos como malos legatarios ideológicos de la tesis de la ‘destrucción
creativa’ como condición del desarrollo innovativo según una ligera interpretación de la
tesis de Joseph A. Schumpeter sobre el incipiente capitalismo decimonónico. Según C.
Newfield el ‘cinturón de óxido’ y ciudades en ruinas estadounidenses como Newark y
Detroit, eran típicos indicadores de la desindustrialización de EUA, consecuencia del credo
de C. Christensen y la ENH que habían alimentado un neo capitalismo voraz que necesitaba
destruir para sobrevivir y expandirse a través de las ID., incrementando una desigualdad
socio-económica que al final era aceptada, si no como necesaria, cuando menos como
inevitable. Aunque en la versión original de la ID de mediados de 1990 las ya referidas
dicotomías tautológicas ‘fracaso-éxito’, ‘muerte-renovación’ se autodefinieron como de
nuevo cuño, en la historiografía económica el concepto disruptivo como sinónimo de
creación-destrucción tiene una larga tradición en el pensamiento humanístico occidental.
El hilo conductor de un principio cuasi axiomático
La rebeldía de F. Nietzsche
Por su parte Friedrich Nietzsche en su inacabada metáfora Voluntad de Poder [El
nacimiento de la tragedia, 1872], al operacionalizar su teorema del ‘amor fati’, había
propuesto una dinámica dionisiaca singularizada como una fuerza vital ciega siempre en
estado en transición, una manifestación entre la perpetua destrucción y la creación
sobreviniente. Sin embargo fue en Así habló Zaratustra (1881) donde F. Nietzsche hizo
explícito el nexo maniqueo y unidireccional, cosmológico en principio, entre creación-
Tal sería el caso de los ‘silos de datos’ que habiendo surgido al final de los 90 del siglo pasado parecían como algo
inherente al surgimiento y pleno funcionamiento el big data. Ante la ausencia de masas crecientes de bits y bytes estos
silos murieron rápidamente. Luego se supuso que herramientas como las API suplirían el manejo de grandes masas de
datos. Actualmente innovaciones disruptivas como los wearables, IoT y blockchain reclaman la resurrección de sales silos
(Enterprise.nxt 2018).
17) Como se aludió, lo disruptivo suele ser usado en repetidos casos por quienes desconocían los textos básicos del tema.
A su turno, ha sido utilizado para todo tipo de propósito, tanto como lo hizo Hampton Creek de San Francisco (EUA) para
publicitar una nueva ‘mayo’ [por mayonesa] disruptiva (Johnson 2014); (Ignatius 2015).
16)
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destrucción; el nuevo ‘ser’ siempre renacido del viejo ser (Reinert and Reinert 2006:55-86;
Segura 2006). F. Nietzsche habló con insistencia por boca de Zaratrusta del súper hombre
como un ser que, para no retrotraerse en la evolución, debía auto superarse a través de la
recreación continúa de sí mismo y del mundo que dominaba (Nietzsche 1972:69,
85,97,281,364). Moral y materialmente el hombre ‘creador’ estaba fatalmente atado a un
ciclo de creación y destrucción: …el que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al
infractor”: ése es el creador… Siempre aniquila el que tiene que ser un creador …quien
tiene que ser un creador en el bien y en el mal: en verdad, ése tiene que ser antes un
aniquilador y quebrantar valores …Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia
llama:¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza! (Nietzsche
1972:47,101,107,177 (Reinert and Reinert 2006:59, 63, 75).
Los sociólogos opinan
Que se sepa data de los comienzos del siglo pasado cuando el sociólogo alemán Werner
Sombart utilizó por primera vez (1913) un concepto amplio de ‘destrucción creativa’
singularizada en una inercia que destruye periódicamente la riqueza existente (guerras y
crisis económicas) de lo que resultaba una nueva, mayor y diversificada riqueza; idea que
luego (1930) redujo a un espíritu o devenir, siempre activo y vivo (Andersen and Dahl
2006; Reinert and Reinert 2006: 60). Conforme se había hecho habitual en los seguidores y
detractores de C. Christensen, C. Newfield reasignó al economista austriaco Joseph Alois
Schumpeter haber popularizado (1942) el binomio ‘destrucción-creación’ el que utilizó
para reexplicar la supervivencia del capitalismo liberal (Ciborowski 2016). Adujo que era
esencial al medio socio-económico en que operaba la empresa capitalista que el mercado se
viera cíclicamente afectado por nuevas y discontinúas innovaciones que a su turno exigían
nuevos mercados, métodos de producción, medios de transporte y formas organización
empresarial (Schumpeter 1996: I; págs 118-124); (Elliott 1980); (Elliott 1978-1979).
Dependiendo de la capacidad de respuesta a este vaivén cíclico, las empresas se renovaban,
transformaban o morían. No obstante, retrocediendo en el tiempo, suele mencionarse otros
antecedentes del concepto moderno de ‘destrucción creativa’.
La energía auto renegadora: muerte y recreación
Se atribuye a Arthur Schopenhauer haber iniciado en Mundo como voluntad y
representación (1809) el hilo conductor del enunciado creación-destrucción. Una
reproducción fiel y completa de la esencia del mundo se le asemeja a una…rueda en una
inabarcable confusión de innumerables formas y se conserva mediante la perpetua
destrucción de sí mismo (Schopenhauer 2009: II, 502). Supuestamente inspirado en
mitología hindú anotó …Nacimiento [Visnú] y muerte [Brahma] pertenecen de la misma
manera a la vida y se mantienen en equilibrio como condiciones recíprocas uno del otro o,
si se prefiere, como polos de todo el fenómeno de la vida. Por igual para griegos y romanos
…procreación y muerte son correlatos esenciales que se neutralizan y compensan
mutuamente (Schopenhauer 2009: I, 331, 390, 461; (Kochupillai 2016). No obstante, …El
animal no conoce la muerte hasta que muere: el hombre es consciente de que a cada hora
se acerca a la muerte, y eso en ocasiones hace la vida grave incluso a aquel que no ha
conocido ya en la vida misma ese carácter de destrucción perpetua. Es principalmente por
eso por lo que el hombre tiene la filosofía y la religión (Schopenhauer 2009: I, 86)
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W. A. Goethe el inspirador
Aunque buena parte de la obra literaria-filosófica de Johann Wolfgang von Goethe
antecede a la de su compatriota A. Schopenhauer, aquel tocó el tema un poco más tarde que
este. Se repite que el empresario schumpeteriano se asemeja sustancialmente con el héroe
de su drama Fausto en sus diálogos con Mefistófeles que a lo largo de su lucha existencial
reaparece como su espíritu transformador. Reificado como súper hombre caído debía
superar la incertidumbre del origen de todo lo creado cuyas cosas nacían de la nada a donde
retornaban luego de su destrucción por la constante acción innovadora de fuerzas terrenas y
espirituales. (Berman 1982: 46, 50, 58, 63).
A su privilegiado contertulio, Johann Peter Eckermann, declaró al hombre rey soberano de
la Naturaleza para quien era habitual pensar que no existiera algo en ella que no le
estuviera, ahora o en un futuro, reservado para su provecho mediante la ciencia18. Y aunque
Dios no se había entregado al reposo después del sexto día de la Creación, correspondía a
los espíritus superiores ser capaces mantener en movimiento…esta pesada máquina del
mundo19. Como científico que había superado a Isaac Newton –teoría de los colores– al
citado J. P. Eckermann le confesó que nada le producía mayor gozo que el estudio de la
Naturaleza cuyos secretos a veces inescrutables era lo que impulsaba a nuevos y mejores
descubrimientos20. Igualmente se lamentó que la ciencia y la técnica avanzasen tan
lentamente ya que aceptada una verdad científica –siempre a medias– esta se resistía a ser
sustituida, casi siempre por el autismo y aislamiento de los científicos21. No obstante, se
afirmó que en varios millares de años, Dios se cansaría de un Hombre hastiado de tanta
abundancia, por lo de nuevo hundiría la Tierra para …conseguir una creación
rejuvenecida22.
Sin embargo, este hilo inspirador no aparece explícito en Fausto. Goethe lo reveló de
manera expresa al concluir la escena de ‘Las Madres’ incluida en la segunda parte de la
obra23. En ella, Mefistófeles le anuncia a Fausto …voy a revelarte el misterio sublime. Hay
diosas augustas que no reinan en la soledad, sin que haya en su derredor ni espacio ni
tiempo y no puede hablarse de ellas sin experimentar una turbación indecible. ¡Tales son
las Madres!24 Asido de la mano de su tutor que le servirá de llave mágica para sobrepasar
los peligros que le esperan, Fausto desciende al inframundo en la búsqueda de estas diosas
alegóricas que desde Platón habitaban en el vado eterno y eran el principio de todo cuanto
existió, existía o podía existir. Al encontrarlas, Fausto las conjugará reconociéndolas como
…formación y transformación, el eterno sentido del juego eterno…en vuestra cabeza
flotan las imágenes de la vida, en movimiento, pero sin vida! Lo que hubo alguna vez, se
mueve allí con esplendor y brillo, pues aspira a hacerse eterno (Goethe 2004:118-125).
18)
Conversación del domingo, 20 febrero de 1831 (Eckermann 2001:136).
Conversación del domingo, 11 marzo de 1832 (Eckermann 2001:521).
20) Conversación del jueves, 15 julio de 1831 (Eckermann 2001:512).
21) Conversación del martes, 30 diciembre de 1823, martes, 18 mayo de 1824; jueves, 3 mayo de 1827 (Eckermann
2001:370, 380, 427,428).
22) Conversación del jueves 23 octubre 1828 (Eckermann 2001:470).
23) Que se le conoce como Fausto II compuesto entre 1825-1831 y que constaba de 5 actos.
24) J. P. Eckermann relata que en su conversación del domingo 30 de enero de 1830, Goethe le leyó emocionado el
diálogo entre Mefistófeles y Fausto sobre Las Madres que acababa de concluir. Este se iniciaba con la exclamación de
Fausto:…¡Las Madres!, ¡Madres! ¡Suena tan extraño! pronunciada antes de zambullirse en su búsqueda. Goethe
mencionó haberse inspirado en el §20 de la Vida de Marcelo de Plutarco.
19)
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Goethe explicará a su confidente J. Eckermann que …La incesante actividad de las Madres
estriba, por lo tanto, en la eterna metamorfosis de la existencia terrena, del nacer y el
crecer, del destruirse y regenerarse. Y como en todo cuanto en la tierra recibe nueva vida
por engendramiento hallamos en actividad el elemento femenino, debe pensarse que
aquellas divinidades creadoras son como entes verdaderamente femeninos a las que puede
serles aplicado el nombre de Madres y no sin fundamento (Eckermann 2001:270)25.
¿Se equivó del todo K. Marx?
Los historiadores y economistas, también alemanes, Karl Marx y Ernst Engel fueron
quienes de forma sistémica se ocuparon de la diacronía creación-destrucción de la que
directamente se nutrió J.A. Schumpeter. A lo largo del Manifiesto de 1848 se repite la
dialéctica lucha-guerra, destrucción-renacimiento de clases y sistemas políticos de la que se
han alimentado los ‘modos’ de producción pre y capitalista. Bajo la óptica de una historia
acelerada y finalista, ambos autores delinean una macro dinámica histórica de autodestrucción y reconstrucción que concluiría con la desaparición final del capitalismo y el
apogeo del renaciente socialismo en donde concluirán las contradicciones del ciclo
destrucción-creación (Marx and Engels 2000:25, 35-236.72; (Chaui 2006)26.
K. Marx y F. Engels que redactan su texto fundacional en medio de la primera gran crisis
económica-política occidental, fueron los primeros en retratar la primera globalización
moderna surgida como consecuencia del avasallador desarrollo de las innovaciones de un
‘maquinismo’ rampante y la imperante división del trabajo que sepultaba los restos de la
sociedad y economías feudales. La emergente polarización entre capital (máquinaplusvalía) y trabajo (mano de obra-alienación). La gran burguesía y la gran industria serán
los beneficiarios de la ampliación del mercado y la demanda mundiales psoteriores al
descubrimiento americano: La burguesía, desde su advenimiento, apenas hace un siglo, ha
creado fuerzas productivas variadas y colosales… La subyugación las fuerzas naturales,
las máquinas, la aplicación la química a la industria y a la agricultura navegación a
vapor, los ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, la roturación de continentes enteros
canalización de los ríos, las poblaciones surgiendo de la tierra como por encanto, ¿qué
siglo anterior había sospechado que semejantes fuerzas productivas durmieran en el seno
del trabajo social. La máquina ha despojado de todo atractivo al trabajo humano y hace al
obrero un esclavo de la misma y el plus-trabajo creado por la nueva productividad engrosa
sólo el capital.
Las ‘crisis’ son los nodos de una continua historia disruptiva que expresan una dialéctica de
renacimiento capitalista lucha entre clases: Cada crisis destruye regularmente, no sólo una
masa de productos ya creados, sino, todavía más, una gran parte de las mismas fuerzas
productivas. Al preguntarse cómo superan las crisis la burguesía dirán que lo hacen de dos
maneras: …De una parte, por la destrucción violenta de una masa de fuerzas productivas;
de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos.
25)
No es muy exacta la relación entre las susodichas diosas de la pequeña población Siciliana, la antigua Engión cretense ,
hoy Enna, donde existía el referido templo a las Madres (Plutarco 2006 III. 20; pág. 425) y que estas fueran la fuente del
ciclo creación, destrucción.
26) Para una relectura modernista, basada en la célebre frase del ‘Manifiesto’ (2000:30):Todo lo que era sólido y estable es
destruido, ver Berman (1982:25,35,72,98). Para una visión posmoderna de la tesis de Marx y Engels ver Harvey
(1989:106, 111,116, 260).
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¿A qué conduce esto? A preparar crisis más generales y más formidables y a disminuir los
medios de prevenirlas. En virtud de esta secuencia de resiliencias …las crisis comerciales
que ocasionan, los salarios resultan cada vez más eventuales; el constante
perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en más precaria situación; los choques
individuales entre el obrero y el burgués adquieren cada vez más el carácter de colisiones
entre dos clases (Marx and Engels 2000:35-41)
Fue en los Grundisse, su primer gran corpus teórico donde K. Marx (1976: II, 376-II, 386)
ahondó su tesis de los ciclos destructivo-creativos del capitalismo en torno al plus-valor y
plus-trabajo (trabajo no pagado) que el capitalista obtenía de la máquina –capital fijo– y la
creciente innovación tecnológica27. Estos ‘Cuadernos’, de los que forma parte sus dos
‘Fragmentos’ sobre la máquinas y la tecnología28 so obras de juventud fueron escritos entre
1857-1861 (tenía 26 años) durante su exilio londinense en medio de una penuria extrema,
enfermedades y fatalidad (perdió tres de sus hijos: (Musto 2012). Este arduo trabajo estuvo
alentado por la gran crisis europea del 57-58, la que vivió y comentó in extenso durante la
que vislumbró dos de sus presentimientos escatológicos, inicialmente profetizar el
derrumbe total del capitalismo y concomitante el surgimiento del ‘reino de la libertad’.
que surgirá tras la gran maquinaria (robots?) y la total mecanización de la producción y
distribución de bienes y servicios. Este reino cuasi apocalíptico sería una sociedad sin
clases donde no habría plus-valor ni plus-trabajo y donde todos, debidamente remunerados,
podrían emplear su tiempo en las ‘actividades superiores’, materiales y espirituales. De
igual manera la destrucción-construcción son resultado de una contradicción interna del
capitalismo y su causa es esencialmente tecnológica (súper producción y competencia) que
se superan mediante la creación de nuevas necesidades o valores de uso, nuevas formas de
producción.
Pero fue en su obra cumbre, El Capital, en la que K. Marx desarrolló toda una
conceptualización de la ‘máquina’ como el instrumento clave del proceso de destrucción
creativa del capitalismo decimonónico. La maquinaria a diferencia de las herramientas –pre
capitalistas– deshumanizaban la mano de obra que cada vez se transformaba en menos
trabajo que lo asumía la máquina que se apropiaba del saber y las destrezas del trabajador y
del científico que la creaba. La máquina –el sistema automatizado– era un mero medio de
producción, capital fijo o constante y tenía sólo un valor de uso pues como tal no añadía
valor a los objetos que con ella se producía. La máquina y la técnica, como su antecedente
la herramienta, compartían un mismo objeto esencial y neutro como era transformar la
naturaleza para provecho del hombre mediante la intervención este. A últimas, sacar
provecho de lo que el Hombre recibió sin tener que hacer nada (Axelos 1969:73).
Esta destrucción creativa originaria se hacía más patente a medida que la máquina se
desgataba y era sustituida por una de más rendimiento que a su vez exigía incorporar menos
trabajo y menos materia prima para generar más producción y valor haciendo de paso
27)
Por resultar extremadamente engorroso la cita detallada de los apartados de estos textos de K. Marx se optó por seguir
diferentes críticos de estos (Dussel 1985; (Boyer and Coriat 1985))
28) El primero forma parte de los Grundrisse fue editado por editado por Bolívar Echeverría como La tecnología del
capital y el segundo lo incluyó en el capítulo VI inédito del tomo I de El Capital y fue publicado por Paul Virilio.
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igualmente autómata (alienado) al trabajador haciéndolo esclavo de la voluntad de la
máquina (Marx 1976:376; (Antunes 2017).
A últimas el desarrollo maquinista sólo servía para generar más plusvalía (relativa)
mediante la destrucción de puestos de trabajo y la creación no sólo de más y mejores
mercancías si no más y mejores máquinas que sólo beneficiaban al capitalista. Incluso,
como entes autónomos en el proceso de producción, las máquinas servían para suprimir las
huelgas periódicas de los trabajadores (Marx 1986:I IV,XIII-1y 5; pág.303,361; Marx 1987:
115; (Antunes 2017).
Estas tesis de K. Marx resultaron antecedentes crípticos –en el sentido de sutil e incluso
oculto– en la actual conceptualización sobre las innovaciones disruptivas, máxime las que
emergen del mundo digital. Esto tiene que ver con una concepción histórica lineal de la
máquina-innovación como superación de la herramienta –que en el sentido clásico del
techné era una prolongación (prótesis) del brazo del trabajador y conlleva un aporte de
trabajo– para convertirse en algo independiente incluso de quien la crea y luego utiliza (el
hombre mismo) y se convierte en un bien colectivo apropiable por procesos o mecanismos
inter comunicativos (IA e IdC actuales).
La inventiva y macro utilización productiva de la ciencia en cada vez mejores máquinas –
destrucción recreación– despojaba aparcaba del proceso de producción al trabajo y se
convertían en manifestaciones de un saber social colectivo y acumulativo –general
intellect–que progresivamente regulaba y hasta condicionaba el ‘cerebro social’. La
objetivación del conocimiento en mejores bienes y servicios mediante nuevas y mejores
máquinas alienaba el orden social (Marx 1976:376; Raunig 2005). Las mismas no
determinaban la marcha del capitalismo sino al revés. Según los continuadores de K. Marx,
este general intellect insustituible pilar de la producción y la riqueza no estará ni hoy ni
mañana, engullido por las innovaciones y será progresivamente resultado de la cooperación
verbal de una multitud de sujetos vivos (Virno 2003:66)29. K. Marx fue del todo avisado de
la paradoja implícita en su ‘historia crítica de la técnica’ de un capitalismo global en el que
la mega mecanización era el límite absoluto del capital y del plusvalor (Veraza
Urtuzuástegui 2012:239)
La visión de K. Marx –macro óptica para finales del siglo XIX– no alcanzó a imaginar del
todo un mundo –como el que se avecina– de máquinas pensantes, interconectadas e
interactuando autónomamente– capaces de inducir niveles de alienación y esquizofrenia
colectiva como hace un tiempo anticiparon los continuadores contemporáneos de su
pensamiento –protagonistas de ‘mayo del 68–, en particular de la acera del psicoanálisis
Deleuze y Guattari (1985: 42,151,229; Deleuze and Guattari 2002; Guattari 2004; Deleuze
and Guattari 2010).
Fiel a su inspiración hegeliano, para K. Marx de hecho esta fase última de la evolución
humana por la tecnología –no necesidad del trabajo humano– será la liberación total del
Hombre como también un ‘final de la historia’ figurado pues no será una catástrofe física ni
29)
Entre otros, K. Marx tuvo trato con Andrew Ure, promotor del sistema fabril, Charles Babbage inventor de la primera
calculadora y pionero de la organización racional corporativo, Justus von Liebig su compatriota e iniciador de la agroeconomía y sobre todo con Charles Darwin de quien F. Engels dijo ante su tumba se había inspirado para formular los
principios de su macro-historia socio-económica (Morfino 2010; (Veraza Urtuzuástegui 2012: 67).
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biológica, sólo cultural y económica sin la pulsión ni la alienación del lucro. Una sociedad
sin amo-esclavos –pues ya no se dependerá de la naturaleza para sobrevivir– (Kojêve
1982:128, 170), sin guerras ni tiranías, incluso sin filosofía o ideologías. (Kojêve
2013:133,186,190; (Laurent 2018). No obstante, nada podría predecirse como planeado,
todo queda en el futuro, como explicitaría luego el M. Heidegger (Axelos 1976: 28,145;
Axelos 1969).
También los artistas
En 1902 el pintor austríaco Gustav Klimt subtituló como ‘destrucción creadora’ su
monumental Friso de Beethoven contratado para la XIV Exposición de la Secession,
movimiento que luchaba por la libertad e internacionalización del arte en un nuevo siglo
que nacía en medio de la destrucción de casi todos los paradigmas preexistentes. En esta
obra cumbre como en su Filosofía, creada para la Universidad de Viena, G. Klimt dijo
haber seguido el guion filósofo de
Cierre 1
No está demás advertir que dialéctica ‘creación- destrucción’ está arraigada con los mitos
cosmogónicos (creación del mundo) y credos religiosos occidentales y orientales más
antiguos30.
Cierre 2
Al presente y por 10 a 25 años más (Diamandis 2016), la innovación tecnología
globalizada, disruptiva en todo y para todos, de la mano de la inteligencia artificial –que
como se anticipo es cada vez menos artificial y más seudo humana– habrá logrado la
unidad virtual del planeta. Y aunque esta continúe revestida de su propósito destructivo
original y su correlativo poder de generar una solidaridad humana negativa –el miedo a la
destrucción total–, la robotización autárquica, en el sentido convencional de una súper
estructura política autónoma, por una parte amenaza convertirse en una meta- inteligencia
capaz de rebelarse y ahogarse en una orgía de violencia que acabaría con la Humanidad, tal
cual lo hizo antes su antecesor el ‘hombre’ como tantas películas del género ciencia-ficción
En la mitología egipcia, mata a Osiris quien resucita gracias a Isis. Según el Textos de los Sarcófagos (§ 1130) El
Señor de Todo cuando creó el mundo predicó la destrucción de su creación después de millones de años asegurando que
Osiris (asesinado por Seth) y él serían los únicos supervivientes. La leyenda del ave Fénix proveniente del Medio Oriente
y la India era una criatura que moría y renacía de entre sus cenizas. Entre los hindúes, como ya se dijo, Shiva es el
destructor y creador perenne. Entre los aborígenes australianos todo lo que existe y existió fue creado de la nada durante el
Tjukurpa, tiempo durante el que seres ancestrales humanoides, animales y plantas viajaron a lo largo y ancho de la tierra y
perpetraron hechos remarcables de creación y destrucción.
En la mitología cristiana fue la única bestia que no comió del fruto prohibido por lo que recibió el don dela inmortalidad
por el que podía renacer cada 500 años luego que se consumía. Las creencias nórdicas del Rägnarok representan a los
miembros del panteón en lucha a muerte con sus enemigos y tras la hecatombe total nace una nueva Midgard. La tesis
milenarista cristiana habla de la reimplantación del paraíso terrenal durante mil años con ocasión de la segunda venida y
reinado de Cristo, previo al juicio final luego del cual su iglesia renacerá en la nueva Jerusalén celestial y los condenados
juntos a los demonios de Satanás se consumirán en el eterno Seól (Berman 1982:46) En la mitología azteca
mesoamericana se suceden varias creaciones-destrucciones del mundo, cada cual presidida por los dioses del Sol
(Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, Tlalocatecuhtli y Chalchiuhtlicue)
30)
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lo han presentado. Pero por el contrario también podría este terminar siendo el comienzo de
una etapa extra racional de la evolución humana, antes que genética, inteligente y
finalmente con vocación exo-planetaria.
A modo de cierre
Al presente (finales del 2018) y por 10 a 25 años más (Diamandis 2016), la innovación
tecnología globalizada, disruptiva en todo y para todos, de la mano de la inteligencia
artificial –que es cada vez menos artificial y más seudo humana– habrá logrado la unidad
virtual del planeta. Y aunque esta continúe revestida de su halo destructivo-creativo ha
empezado a generar una cada vez más solidaridad humana negativa, tal cual es un creciente
miedo global a la destrucción total.
La inminente ‘robotización autárquica’ y con ella la imposición de una meta inteligencia y
nuevas súper estructuras políticas, sin mayor control humano, bien podría convertirse en
una orgía de violencia generalizada que bien podría acabar con lo que hasta entonces fue la
llamada civilización humana. Tal eventualidad es sin duda un tema impostergable de las
Humanidades de comienzo del siglo, ya ni siquiera milenio31 (Shane and Wakabayashi
2018; Pichai 2018)32.
De tener fundamento esta amenaza la Academia tiene el reto ineludible de repensar la
formación curricular de las carreras humanísticas (Staton 2012) con el objeto de formar las
habilidades del siglo XXI. Una propuesta al respecto dicen que estas deberían incluir
básicamente: 1- La ‘comunicación gráfico-visual’ (Diseño gráfico, Ilustración y animación,
vídeo-fotografía, retórica y dialéctica). El TED de S. Jobes y Resonate son ejemplos al
respecto; 2) Aritmética y alfabetización de datos o capacidad para enfrentarse y manejar el
big data en todos los tipos de contenidos; 3) Lenguaje y código informático básicos
orientado a la comprensión, manipulación y creación de todos los tipos de significadosEn
abril de 2007, C. Christensen había afirmado categóricamente que Apple no era
propiamente una compañía disruptiva33.
ID y tributación The Creative Destruction of Antitrust Diamond, Jr., Arthur M. ;
ttps://goo.gl/kpLwC4 Omaha (NE) 2012 Association of Private Enterprise Education
(APEE), Las Vegas on April 1-3, 2012. Waller#Promoting innovation Tributacion
(Christensen and Raynor 2003) (Christensen 2006) (Schumpeter 1947) (Christensen 1992b)
(Overall and Wise 2015) (Schumpeter 1967) (Schumpeter 1947) (Vieira Posada 2011)
(Schumpeter 1939) (Diamond 2006) (Andersen et al. 2006) (Elliott 1980)
31)
La rebelión en abril del presente año de algo más de 3.100 empleados de Google quienes aduciendo el original
principio ético de la Corporación, Do not be evil, aparentemente lograron el retiro de este gigante del Project Maven del
Departamento de Defensa el más prominente ‘negocio de la guerra’ y la ‘carrera armamentista’ basada en la IA.
32) La Secretaria de Defensa de EUA., había anunciado que a finales de 2017 el Departamento desplegaría en plataformas
gubernamentales algoritmos avanzados similares.
33) Entonces Christensen afirmó: [Una] predicción [basada en] la teoría [de la disrupción] sería que Apple no tendrá éxito
con el iPhone. Han lanzado una innovación que los jugadores existentes en la industria están muy motivados para
derrotar: no es [realmente] disruptiva. La historia habla bastante claro sobre eso y la probabilidad de éxito va a ser
limitada (Webster 2015).
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