Universidad Peruana Unión FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN CRISTIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA Licenciatura en Teología E.A.P. de Teología Prof. Roy E. Graf Ciclo 2 - 2020 TABLA DE CONTENIDO CAPÍTULO I. INTRODUCCIÓN .……………………………………………………………………………1 El concepto del hombre en las disciplinas humanísticas …...…………………………...1 Los desafíos educacionales de la Iglesia Adventista …………………………………….1 Panorama de la perspectiva educacional de Elena de White …………………………….6 Presuposiciones ………………………………………………………………………….8 Definición de términos …………………………………………………………………..8 Consideraciones metodológicas …………………………………………………………9 Bosquejo del estudio …………………………………………………………………….9 II. EL HOMBRE Y LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE ELENA DE WHITE ……………11 Elena de White como reformadora educacional ………………………………………..11 Tradición vs. reforma en los inicios de la educación adventista ……………………….12 Resumen de tradición vs. reforma en los inicios de la educación adventista …………..15 El hombre y la educación en la República Norteamericana ……………………………16 La herencia de los tiempos de la colonia ……………………………………….16 Tradición vs. reforma después de la guerra de la independencia ………………17 La educación institucionalizada y los métodos ………………………………...19 Las ideas del hombre y la educación en Horace Mann ………………………...23 El hombre y la educación después de la guerra civil y hacia el fin del siglo XIX …….30 Las ideas acerca del hombre ……………………………………………………30 El conflicto “tradición vs. reforma” en relación con los métodos ……………..31 Resumen sobre el hombre y la educación después de la guerra civil y hacia el fin del siglo XIX………………………………………………………………………………..33 III. SUPUESTOS ANTROPOLÓGICOS EN ELENA DE WHITE …………………………..35 Dios, la realidad y la legalidad del orden creado ……………………………………….37 El lugar de Dios en la comprensión de la realidad ……………………………..37 Los supuestos acerca de la naturaleza de Dios …………………………………38 Dios como Creador y Sustentador ……………………………………………...39 Dios y la naturaleza de la realidad ……………………………………………...40 Naturaleza y revelación de Dios ………………………………………………..40 La legalidad y propósito del orden creado ……………………………………...41 Elena de White frente al panteísmo y el deísmo ………………………………..43 Resumen sobre la concepción de Dios y la realidad en Elena de White ……………….44 El hombre creado a imagen de Dios: atributos del hombre …………………………….44 El hombre como imagen de Dios ………………………………………………44 El hombre y su relación con el entorno ………………………………………...45 El hombre, el movimiento y su propósito ………………………………………46 Voluntad e individualidad: La imagen de Dios en el hombre ………………….48 Leyes de la mente, hábitos, instintos y otros condicionantes de la voluntad …..51 La identidad humana y la imagen de Dios ……………………………………..52 El hombre como continuador y colaborador de la actividad divina ……………53 El hombre y su relación con los otros hombres ………………………………...54 El hombre como ser en desarrollo ……………………………………………...55 El hombre afectado por el problema del pecado ……………………………………….56 El problema del pecado ………………………………………………………...56 El deterioro del hombre como totalidad ………………………………………..58 La relación del hombre con el entorno en el contexto del pecado ……………..61 La necesidad de la revelación escrita …………………………………………..63 Revelación escrita y revelación natural ………………………………………...64 La restauración de la imagen de Dios en el hombre ……………………………………65 Algunas implicaciones filosóficas de los supuestos antropológicos de Elena de White .67 Resumen sobre la concepción del hombre en Elena de White …………………………72 IV. IMPLICACIONES EDUCACIONALES DE LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN ELENA DE WHITE ………………………………………………………………………..75 Introducción …………………………………………………………………………….75 La concepción de la educación en Elena de White …………………………………….76 Algunas consideraciones sobre los métodos …………………………………………...82 Elena de White y el conflicto realismo vs. idealismo …………………………..82 El problema del realismo en relación con el realismo ………………………….85 Crítica de Elena de White a los métodos tradicionales …………………………86 Criterios metodológicos de Elena de White ……………………………………88 Los contenidos de estudio con relación a los métodos …………………………89 Consideraciones sobre la educación física en Elena de White …………………………93 El estado actual del debate ……………………………………………………...93 Los supuestos antropológicos en relación con el trabajo y el deporte ………….96 La propuesta de Elena de White para la educación física ……………………...98 Consideraciones sobre la educación intelectual ………………………………………105 La selección de las lecturas: el estado actual del debate entre los educadores adventistas …………………………………………………………………….105 Los criterios de Elena de White para la educación intelectual ……………….107 Consideraciones finales ……………………………………………………………….114 Resumen sobre las implicaciones educacionales de la concepción del hombre en Elena de White ……………………………………………………………………………….115 V. RESUMEN Y CONCLUSIONES ………………………………………………………..117 Resumen ………………………………………………………………………………117 Conclusiones …………………………………………………………………………..120 APÉNDICE …………………………………………………………………………………………...123 Introducción …………………………………………………………………………………..123 Los antecedentes antiguos de las ideas del hombre y la educación en occidente: el pensamiento griego…………………………………………………………………………………………..123 El idealismo platónico ………………………………………………………………...123 El realismo aristotélico ………………………………………………………………..125 Las fuentes cristianas y medievales de las ideas del hombre y de la educación en occidente .128 Las fuentes modernas de las ideas del hombre y de la educación occidental y norteamericana: El pensamiento europeo ………………………………………………………………………….129 Sumario ……………………………………………………………………………………….134 CAPÍTULO I INTRODUCCIÓN El concepto del hombre en las disciplinas humanísticas Todas las disciplinas humanísticas (psicología, pedagogía, historia, sociología, etc.) se afianzan en un trasfondo filosófico que las condicionan y que determinan en buena medida los resultados de sus investigaciones. Así también una concepción de la educación y de la pedagogía implica una filosofía sobre la cual se construye. Al decir de Ethel Manganiello, “la pedagogía . . . presupone, para alcanzar el esclarecimiento del fenómeno educativo, un preámbulo filosófico acerca de la realidad humana”.1 En el caso de las ciencias de la educación, entonces, un problema La importancia del concepto del hombre preliminar especialmente importante es el del concepto de hombre. en la educación Nuestra opinión sobre la educación depende de nuestra opinión acerca del hombre, su naturaleza, su destino y su fin . . . La pregunta: ¿Qué es el hombre, cuál es su destino?, se debe resolver antes de que pueda ser una 2 pregunta que se plantee en la educación del hombre. Elena de White también destaca la importancia de desarrollar una concepción clara del hombre, desde el punto de vista bíblico: A fin de comprender lo que abarca la obra de la educación, necesitamos considerar tanto la naturaleza del hombre como el propósito de Dios al crearlo. Necesitamos considerar también el cambio verificado en la condición del hombre por la introducción del mal, y el plan de Dios para cumplir, sin embargo, su glorioso propósito en la educación de la especie 3 humana. Desde una perspectiva cristiana es la teología la disciplina que provee a la La teología ayuda a pedagogía los axiomas bíblico-teológicos necesarios para definir el definir el concepto del concepto de hombre (o antropología), así como los fines de la educación, hombre (es decir la teleología educativa). Pero a diferencia de la filosofía, la teología fundamenta sus axiomas con la revelación divina. Los desafíos educacionales de la Iglesia Adventista La Iglesia Adventista del Séptimo Día posee el segundo sistema educativo privado del mundo. Durante el transcurso de las últimas décadas, este sistema se ha expandido considerablemente. Ha habido un gran aumento de las escuelas primarias y colegios secundarios. Varios colegios de nivel terciario se han transformado en universidades. También se percibe una 1 Ethel Manganiello, Introducción a las ciencias de la educación (Buenos Aires: Librería del Colegio, 1985), 294, 295. 2 3 F. Hovres, Philosophie pedagogique (Bruselas: 1927), citado en ibid., 294. Elena de White, La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), 14, 15. El hombre y la educación en Elena de White elevada proporción de alumnos no adventistas en muchas instituciones educativas de la iglesia. Este proceso de transformación y crecimiento hace necesarias ciertas definiciones, especialmente teniendo en cuenta que el mismo está enmarcado en un mundo de constante cambio en el que surgen nuevas filosofías que hacen cada vez menos referencia al hombre como ser trascendente1 (o lo hacen desde perspectivas no bíblicas, como la de la Nueva Era). Un sistema educacional que no tenga su fundamento filosófico claramente enunciado corre el riesgo de tomar terminología prestada de otros sistemas sin redefinirlas adecuadamente y aun el de basar su práctica educacional en presupuestos de otros sistemas filosóficos. Los supuestos educacionales de los sistemas educativos Se ha señalado que el comportamiento de los sistemas educativos se explica sobre la base de suposiciones culturalmente aprendidas y validadas que “tienen el carácter de una estructura cultural subyacente”. 2 Entre estas suposiciones se pueden citar las ideas acerca de la realidad y del hombre. Platón y la educación de occidente En la cultura occidental contemporánea la educación ha sobrevalorado el cultivo del intelecto y una concepción de la razón y de su uso que ha impulsado un proceso de desconexión del hombre de su entorno. Este énfasis se puede vincular históricamente al idealismo platónico, 3 que “ha ejercido una grandísima influencia sobre toda la filosofía posterior y, en general, sobre el modo de pensar de occidente”. 4 George Knight, al hablar de esta influencia en el terreno educacional, dice que El idealismo es una posición filosófica que ha tenido una gran influencia sobre la educación a través de los tiempos. Como una filosofía educacional, el idealismo ha tenido una influencia menos directa en el siglo veinte que la que ha tenido previamente. Indirectamente, sin embargo, sus ideas aún 5 permean el pensamiento educacional de Occidente. Para Platón, la realidad del hombre es una dicotomía cuerpo-alma. El cuerpo, es pasajero y mortal. El alma es eterna e inmortal. 6 La realidad 1 Esta trascendencia no debe entenderse desde un punto de vista idealista (como trascendencia del mundo de lo material o sensorial hacia el mundo de las ideas) o como trascendencia de algo inmaterial o inmortal del hombre (alma o espíritu), sino desde un punto de vista bíblico; es decir, la posibilidad del hombre todo de acceder a una vida eterna luego de la resurrección. 2 Gastón Sepúlveda, “El paradigma de la educación actual”, La educación 1-2, n° 104 (1989): 59. 3 Véase también el Apéndice. 4 Willliam Darós, Fundamentos antropológicos sociales de la educación (Villa Libertador San Martín: Editorial Universidad Adventista del Plata, 1994), 45. 5 Philosophy and Education (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1980), 43. 6 Quizá el texto platónico que mejor presente la noción de la dicotomía entre el cuerpo y el alma y la de la inmortalidad de esta última es el diálogo socrático “Fedón o de la inmortalidad del Alma”. En él, Sócrates presenta a la muerte como la separación del alma y del cuerpo “de manera que de un lado el cuerpo queda solo, y de otro el alma permanece lejos del cuerpo” (Platón, Fedón, 64). Y en tanto que para Platón “el alma se asemeja a lo divino, inmortal, inteligible, simple, e indisoluble, invariable y siempre idéntico a sí mismo”, el cuerpo está asociado a “lo humano, mortal, ininteligible, compuesto, disoluble y siempre variable” (ibid., 80). 2 El hombre y la educación en Elena de White también es dicotómica.1 Por un lado está el mundo de lo sensorial, de lo aparente, que se percibe a través de los sentidos. Por otro lado está el mundo de las ideas, que es el que verdaderamente interesa, y al cual se accede solamente a través de la luz de la razón o la reflexión. Esta vía de acceso al conocimiento (fundamental en la epistemología del idealismo) es propia del alma.2 El alma inmortal es un alma intelectual que tiende hacia lo absoluto, hacia la contemplación de las ideas. 3 En el terreno metodológico esta concepción del hombre y de la realidad se ha traducido en un fuerte énfasis en el desarrollo mental del educando,4 que que tiende a desvincularlo de su entorno y a desestimar la experiencia como medio de acceso al conocimiento. De esta manera, el dualismo en la educación subsiste, no tan directamente a través de su antropología educacional sino más bien a través de la metodología pedagógica contemporánea. El dualismo metodológico moderno Este dualismo se ha visto acentuado en la modernidad por el modelo cartesiano de naturaleza mecanicista que ha ejercido su influencia en todos los dominios del pensamiento occidental.5 El dualismo de Descartes Descartes —como Bacon, Galileo y Newton— consideró el universo como una maquinaria perfecta, regida por leyes matemáticas, cuyo funcionamiento se podía explicar mediante el estudio de la disposición y el movimiento de 1 La concepción platónica de la realidad queda muy bien ilustrada por su “Alegoría de la caverna”, en la cual él compara “el mundo visible con la prisión subterránea”, y la luz del fuego con que ésta es iluminada, con el Sol”. A su vez compara la subida al mundo superior y a la contemplación de sus maravillas con “la ascensión del alma al mundo inteligible” (La República, 7:355). 2 Platón veía al cuerpo y a los sentidos como obstáculos para alcanzar la verdad. “Mientras tengamos el cuerpo, mientras el alma nuestra esté asociada con este mal, no podremos alcanzar suficientemente el objeto de nuestros anhelos, es a saber, la verdad” (Fedón, 66). “El alma reflexiona mejor cuando no la turba el oído, ni la vista ni la pena ni el gozo, sino cuando independiente y separada del cuerpo, en lo posible, se adhiere al ser dentro de sus propios límites” (ibid., 65). 3 Darós, 47. 4 Knight, 49. 5 Sepúlveda, 62. Ludojoski señala también la influencia del pensamiento cartesiano en la educación de occidente: “. . . toda la educación recibida por nosotros ha estado influenciada, directa o indirectamente, pero siempre de un modo real, por las ideas filosóficas de cuño cartesiano. Para comprobar esta afirmación baste con detenerse en la organización didáctica de la educación institucionalizada, cuya característica esencial fue la distinción introducida entre la Teoría y la Práctica, como una antinomia necesaria en el proceso de la educación humana”. Ludojoski agrega que “. . . la teoría de la educación acostumbró a marcar en el proceso educativo dos aspectos irreconciliables . . .: la Animalidad y la Racionalidad, el Alma y el Cuerpo, el Espíritu y la Materia, la Teoría y la Práctica. Lo específicamente humano era, según se decía: la Racionalidad, el Espíritu, el Alma, la Teoría. El educando es tanto más un hombre o se hace tanto más Hombre, cuanto más acentúe en su comportamiento, lo racional, lo espiritual, lo teórico. En definitiva, lo más importante es la Teoría, o sea, el conocimiento intelectual del mundo, la contemplación de los seres y de la realidad. Consecuentemente lo Práctico, es siempre algo imperfecto, incompleto, incorrecto en sí mismo, y que por ello debe ser perfeccionado, completado y corregido por la Teoría. De aquí surgió la necesidad de tener que estudiar primero todo teóricamente, a fin de „capacitarse‟ para actuar después en la práctica de un modo correcto” (Roque Luis Ludojoski, Antropogogía o la educación del hombre [Buenos Aires: Editorial Guadalupe, 1978], 72. Véase también Apéndice). 3 El hombre y la educación en Elena de White sus partes. El método cartesiano es analítico, consiste básicamente en dividir los problemas en cuantas partes sea posible y después ordenarlas según los criterios de la lógica. Esto significó que se le dio a la razón una certitud mayor que a la materia y se llegó a la conclusión de que ambas cosas eran entes separados y esencialmente distintos (res cogitans vs. res extensa). La distinción que Descartes hizo entre la mente y el cuerpo ha tenido un hondo 1 impacto en la cultura occidental. A partir de Descartes, entonces, el hombre moderno divide la realidad en dos entidades discretas y separadas: la mente (el yo interior, la razón, el sí mismo, el sujeto, la conciencia, el conocedor) y la naturaleza (lo externo, el objeto, lo conocido, etc.). Establece así un dualismo extremo que deja al individuo fuera de la naturaleza y la experiencia, estableciendo una relación de conciencia no participativa con el mundo real . . . El individuo no se ve a sí mismo 2 comprometido en su experiencia, ni en la de los demás, ni en la naturaleza. Los riesgos para le educación adventista El sistema educativo adventista no ha sido ajeno a la influencia ejercida por estos modelos de pensamiento subyacentes en la cultura de Occidente y reflejados en el sistema educacional imperante. 3 Por esta razón es necesario realizar un trabajo de reflexión y clarificación de la filosofía educacional adventista y de sus fundamentos antropológicos ya que “lo que las instituciones cristianas necesitan es un completo y continuo examen, evaluación y corrección de su práctica educacional a la luz de sus creencias filosóficas básicas”.4 Paradójicamente, se ha realizado poco esfuerzo por lograr una exposición amplia y sistemática de la filosofía educacional adventista que sirva como marco de referencia. 5 Esto ha colocado al sistema 1 Sepúlveda, 62. La cursiva es del original. 2 Ibid., 63. 3 Como se verá luego en forma más amplia. 4 Knight, 142. 5 Akers destaca la necesidad de un trabajo de esta índole en relación a los escritos educacionales de Elena de White en general teniendo en cuenta su importancia histórica para la educación adventista y su valor como escritora inspirada. Señala la importancia de Elena de White en este sentido al declarar que los educadores adventistas “necesitan una figura histórica dominante alrededor de la cual puedan ordenar en forma no apologética su propia filosofía educacional emergente y su teoría de la práctica profesional. Anhelan un mentor dominante y guiador (que proceda) de su propia herencia, un pensador equivalente a los gigantes clásicos de la profesión que son asignados habitualmente en la revisión de la sabiduría convencional en educación. Nosotros tenemos tal luminaria en la persona de Elena de White. Pero sus escritos educacionales están necesitados de una destilación y embalaje eruditos, para ser así abordables en forma más convencional y ser estudiados seriamente como recursos principales que organicen y guíen la misión educacional adventista” (G. H. Akers, “Proper Education”, The Journal of Adventist Education, october-november 1989, 11). Según Akers, para eso se requiere “un profundo análisis de los consejos de Elena de White. Existe también una necesidad urgente para nuestros eruditos profesionales y legos estudiantes de la profetisa de emprender una síntesis seria y sistemática de sus escritos sobre educación. El mundo académico espera una impresionante introducción a Elena de White —una síntesis filosófica, pedagógica y sociopolítica digna de las pretensiones que tenemos de ella, y digna de la substancia y magnitud de su discernimiento profético en educación” (Ibid.). Hablando de su propia experiencia como educador Akers agrega que “no podemos exagerar la urgente necesidad de un marco intelectual primario de referencia en los cursos de Fundamentos de la Educación en los programas profesionales adventistas de educación — particularmente en el nivel de grado donde se emprende la preparación básica para maestros. Hemos presentado por demasiado tiempo a Elena de White a estos estudiantes universitarios 4 El hombre y la educación en Elena de White sistema educacional adventista en una situación un tanto vulnerable frente a las tendencias tradicionales de la educación institucionalizada en Occidente (como las fomentadas por las mencionadas ideas de cuño cartesiano con respecto a la realidad y el hombre) que de hecho han afectado la praxis educacional adventista a lo largo de su historia. Cabe destacar que frente a esta visión dualista de la naturaleza humana han La respuesta del surgido puntos de vista antropológico-pedagógicos con un enfoque del humanismo al dualismo hombre como unidad indivisible, respondiendo a perspectivas pedagógicas más humanistas. Así por ejemplo, Ethel Manganiello considera que la pedagogía “debe enfocar el estudio del educando desde un punto de vista integral, atendiendo a todos sus aspectos y posibilidades como ser biológico y espiritual, individual y social”.1 Esto implica un concepto “integral” de la educación. Esta visión más Educación integral no es unitaria del hombre no significa que se trate de un punto de vista cristiano o igual a educación bíblico del hombre. A pesar de ello, el concepto de “educación integral” se adventista ha presentado a veces como singular y definitorio del enfoque adventista de la educación,2 que parte de un punto de vista del hombre como totalidad. El hombre sería una unidad bio-psico-socio-espiritual, y su educación debería involucrar todos esos aspectos de manera integral. Los adventistas a menudo definen a la educación como “un desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales” y aún tienden a “afirmar que esta [definición] fue originada por y es única de nosotros [los adventistas]”. 3 Fowler, sin embargo, reconoce que “esto simplemente no es verdad. La definición de un concepto balanceado de la educación no comienza con la Iglesia Adventista del Séptimo Día”.4 Pero debe agregarse además que el referirse a la educación adventista como “educación integral” dice poco acerca de lo que distingue a su filosofía educacional. Un humanista católico, o incluso simplemente un humanista, probablemente podría describir su enfoque de la educación de la misma manera. 5 Es necesario desde un punto de vista ortodoxo, subcultural o devocional —y muy a menudo hemos emprendido el seductor viaje de la apreciación literaria. Esta modalidad de instrucción usualmente toma la forma de un recitado adorable y superficial, y de memorización de gemas literarias de sus escritos altamente dignas de ser citadas. A pesar de lo inspiradores que son estos ejercicios, a menudo descuidan los grandes y unificadores temas subyacentes que distinguen su comprehensivo discernimiento filosófico, psicológico y teológico, y su contribución única y sustantiva a la teoría educacional” (ibid., 11, 36). 1 Manganiello, 121. 2 Así por ejemplo, el texto debajo del logo ubicado en el centro de la bandera de la educación adventista utilizada en la Unión Austral reza “Educación integral” describiendo justamente a la educación adventista. 3 John M. Fowler, “What´s Unique about Adventist Education”. The Journal of Adventist Education, october-november 1989, 24. 4 Ibid. 5 Santos Benetti, por ejemplo, un autor católico, habla de la “Educación Integral como tarea por excelencia de la Escuela. Educación que desarrolle al hombre sin descuidar ninguno de sus aspectos o valores. . .” (Santos Benetti, Una educación nueva para un hombre nuevo I: teología de la educación [Buenos Aires: Editorial Bonum, 1971], 170). Benetti se apoya en un documento sobre Educación Cristiana del Concilio Vaticano II en el que se afirma que “hay que ayudar, pues, a los niños y adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales . . .” (Citado en ibid.; la cursiva es del original). 5 El hombre y la educación en Elena de White lograr definiciones más precisas en materia de filosofía educacional adventista evitando el “préstamo” de términos de otros sistemas filosóficos sin que estos hayan sido adecuadamente redefinidos a partir de nuevos supuestos.1 La importancia de Elena de White para la filosofía de la educación adventista Indudablemente, un punto de partida ineludible en cualquier intento de elaborar una exposición sistemática de la filosofía adventista de la educación es el de los escritos de Elena de White. Esta autora ha tenido un importante papel y una enorme influencia en el origen y desarrollo del sistema educacional adventista. Sus escritos y consejos han contribuido también a dar forma a una filosofía de la educación adventista. Teniendo en cuenta su importancia histórica e intelectual en la aparición del sistema educativo adventista, es de gran utilidad recurrir a sus escritos a fin de encontrar una respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cuál es la concepción del hombre de Elena de White? ¿De qué forma esa concepción del hombre determina su perspectiva de la filosofía educaciónal? El propósito de nuestro estudio es sistematizar la perspectiva filosófica de Elena de White partiendo de su concepción del hombre. Panorama de la perspectiva educacional de Elena de White Elena de White fue una prolífica escritora en materia educacional. 2 Su concepción del fenómeno educativo está signada por el trasfondo teológico Curiosamente, aunque Benetti trata de ver al hombre como una totalidad, acepta que la muerte es la separación del alma y del cuerpo (ver ibid., 154-155). Véase también Alfonso Lopez, El hombre un ser integral (Bogotá: Ediciones Paulinas, 1973). Es interesante notar que Francisco Larroyo, refiriéndose a la educación tal como es concebida por Aristóteles (quien tanto influyó en el desarrollo de la teología católica especialmente a través de la obra de Tomás de Aquino) considera que ésta es una “educación integral”. “La antropología aristotélica enseña que el hombre es un ser cuya esencia es la razón, pero que participa de funciones vegetativas e instintivas. Es preciso, pues, desarrollar y cultivar todas estas partes que integran la naturaleza humana; no debe descuidarse ninguna potencia del hombre: su educación debe ser educación integral” (Francisco Larroyo, Historia general de la pedagogía, 10ma ed. aum. [México: Editorial Porrúa, 1967], 168. La cursiva es del original). 1 El concepto de “educación integral” parece estar en contraposición a una tendencia dualista todavía imperante en la educación institucionalizada en Occidente y tal vez por ello se lo ha querido utilizar para describir el enfoque adventista de la educación. 2 Entre sus escritos sobre educación pueden mencionarse: La educación; La educación cristiana (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1975), obra esta constituida a su vez por documentos (no recopilaciones) de tres fuentes en inglés reunidas en un solo volumen; Consejos para los maestros padres y alumnos acerca de la educación cristiana (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991); Fundamentals of Christian Education (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1923), que contiene principalmente artículos de Elena de White sobre educación; Counsels on Education (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1968), que contiene testimonios de Elena de White sobre educación y que han sido extraídos de sus Testimonies for the Church; y Conducción del niño, 6ta reimpresión (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), que consiste en una recopilación de textos. Por otro lado, es posible encontrar material o consejos sobre educación en otros de sus escritos mencionados a continuación: Mensajes selectos, 3 vols. (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1966-1984); Patriarcas y profetas (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1985); El conflicto de los siglos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1993); Mente, carácter y personalidad, 2 vols. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1989-1990); Mensajes para los 6 El hombre y la educación en Elena de White del tema del gran conflicto entre el bien y el mal.1 Ella ve en Dios la fuente de todo verdadero conocimiento y por tanto de toda verdadera educación. 2 El hombre, en contacto con lo divino, desarrolla la imagen de Dios en la que el mismo consiste.3 El Edén es visto como una escuela en la que Adán y Eva eran los alumnos, la naturaleza el “material didáctico”, y Dios era el maestro en forma personal y directa.4 Esta relación directa entre Dios y el hombre fue quebrada por la introducción del conocimiento del mal y produjo una separación entre Dios y el hombre. 5 La imagen de Dios en el hombre se ve deteriorada y casi borrada. 6 En este contexto, el fenómeno educativo cobra un significado redentivo: la educación debe apuntar a restaurar esa imagen de Dios en el hombre. 7 Y por lo tanto, en un sentido elevado, “la obra de la educación y la de la redención, son una”. 8 Dado que la relación directa entre Dios y el hombre había sido quebrantada por el pecado, Elena de White enfatizó la importancia del estudio de la Biblia (la revelación especial de Dios) y de la naturaleza (la revelación general) como medios de restaurar esa relación. Los consideró como medios fundamentales de educación.9 Consecuentemente ella creía que el sábado era una oportunidad especial para relacionarse con Dios a través del estudio de la Biblia y de las obras creadas.10 Dios, la fuente de toda verdadera educación. El problema del pecado El significado redentivo de la educación La importancia de la Biblia y la naturaleza en la educación. El sábado Aunque Elena de White consideraba que la educación abarcaba toda la vida La necesidad de instituciones educativas del ser humano,11 vio también la necesidad de crear instituciones educacionales que implementaran este ideal educacional. 12 Concibió a la Las escuelas de los profetas jóvenes, 2da ed., 1era reimpresión (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1990); Palabras de vida del gran Maestro (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991); El camino a Cristo, 19na ed. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1985); El hogar cristiano (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1988); Testimonies for the Church, 9 vols.(Mountain View: Pacific Press Publishing Association, 1948). 1 La educación, 14-16, 303-306. 2 Ibid., 13, 14, 16; La educación cristiana, 472; Consejos para los maestros, 379; Fundamentals, 47, 405, 437, 450, 451; Counsels, 247. 3 La educación, 15, 20; Consejos para los maestros, 424. 4 La educación, 22-22, 301. 5 Ibid., 15, 17, 25, 28; Consejos para los maestros, 410. 6 La educación, 15; Fundamentals, 499. 7 La educación, 16; La educación cristiana, 65, 67, 165; Consejos para los maestros, 375; Fundamentals, 262, 265, 408, 430, 436. 8 La educación, 30. 9 Con respecto al estudio de la Biblia, véase ibid., 17, 123, 124, 127, 171, 260; La educación cristiana, 48, 53-55, 67, 68, 82, 93, 114, 139, 155, 182, 192, 212-213, 214, 225226, 229, 230, 231, 233, 243, 254, 392, 399. 470; Consejos para los maestros, 15, 381, 407-408, 427; Fundamentals, 129, 130, 131, 433, 434; Counsels, 62, 249. Con respecto al valor educativo de la naturaleza, véase La educación, 17, 21, 22, 26, 99, 100, 101, 102, 107, 112, 120, 213, 248; La educación cristiana, 15, 126, 148, 69, 203-207, 306-308, 341, 342, 344, 386; Consejos para los maestros, 438; Fundamentals, 423, 424; Counsels, 254257. 10 La educación, 250-252; Conducción del niño, 505-507. 11 La educación, 13, 19; Consejos para los maestros, 63. 12 Véase por ejemplo, La educación cristiana, 338. 7 El hombre y la educación en Elena de White educación proporcionada en el antiguo Israel y a la proporcionada en las llamadas escuelas de los profetas como modelos ilustrativos de las 1 Cristo como modelo instituciones educacionales cristianas actuales. A su vez, Cristo como maestro y sus métodos fueron señalados como el ejemplo supremo a imitar 2 El currículo según por los maestros cristianos. Entre los temas de estudio más importantes se Elena de White encontraban las biografías bíblicas y de grandes hombres cristianos, la poesía bíblica y el canto, la historia en relación con un enfoque bíblico de la filosofía de la historia y de la profecía. La educación intelectual debía ser práctica incluyendo el estudio de la lengua, la gramática, cuentas sencillas, contabilidad y otras habilidades útiles. También debía asignarse importancia a la cultura física, incluyendo el estudio de la fisiología, la higiene, el régimen alimentario adecuado, la recreación y la educación manual, sin olvidar su carácter práctico. Los alumnos debían estar preparados para el servicio a Dios y la causa de su iglesia. 3 La edificación del carácter La educación que Elena de White proponía, entonces, debía apuntar a la edificación de un carácter cristiano el cual ella entendía se veía reflejado en aspectos de la vida y la conducta cotidiana tales como los modales, la indumentaria personal, y la vida devocional. Esta edificación del carácter requiere una importante disciplina personal para que el alumno aprenda a gobernarse por sí mismo.4 La teleología educativa Desde el punto de vista teleológico, Elena de White veía la educación como una preparación para la vida trascendente, es decir la vida de los redimidos posterior a la restauración escatológica de las condiciones previas a la entrada del pecado en el mundo. En este punto el hombre volvería a su vinculación edénica con Dios siguiendo su educación por la eternidad. 5 Presuposiciones El autor de la presente investigación considera a Elena de White como profetisa, y por lo tanto a sus escritos como inspirados por Dios y fuente autorizada de verdad. Definición de Términos A fin de evitar confusiones en cuanto a la terminología utilizada en el desarrollo de este estudio, es necesario aclarar el significado de algunas expresiones: 1. Implicaciones: Este término es utilizado en esta investigación de acuerdo con la acepción de “repercusión o consecuencia de una cosa”, que figura en 1 La educación, 35-50; La educación cristiana, 136, 215, 216, 261, 262, 316; Fundamentals, 184, 223, 228, 489, 512; Counsels, 123-125, 138. 2 La educación, 73, 84, 96; Consejos para los maestros, 48, 49, 185, 227, 247, 248. 3 La educación, 16, 51, 267, 268-269; La educación cristiana, 14, 15, 20, 56, 73, 80, 116, 117, 127, 151, 196-201, 208-211, 215, 278, 290, 297, 299, 300, 303, 324, 325, 380, 381, 382, 383, 434, 437, 443, 465; Fundamentals, 115. 4 La educación, 57, 25, 241, 248, 286-290; La educación cristiana, 9, 10, 212, 213, 404, 428; Consejos para los maestros, 36, 60; Fundamentals, 57, 87, 90. 5 La educación, 13, 18, 19, 301, 303, 307-309; La educación cristiana, 41, 70; Counsels, 258. 8 El hombre y la educación en Elena de White el Diccionario de la lengua española.1 Así por ejemplo, en esta investigación se hace referencia a las implicaciones educacionales o filosóficas de los supuestos antropológicos de Elena de White. 2. Supuestos antropológicos: Se entiende por esto todas las ideas subyacentes o preconcebidas con respecto al hombre que en el presente trabajo se dan en el contexto de una propuesta educacional y cuya validez se da por sentada. A menudo, el concepto de supuesto puede entenderse en sentido paralelo al de creencia.2 Los supuestos antropológicos pueden estar implícitos o explícitos sin seguir necesariamente una exposición sistemática. Consideraciones metodológicas Para sistematizar la filosofía educacional de Elena de White se siguen los siguientes pasos: En primer lugar se describe brevemente el contexto histórico-filosófico en el que ella escribe sobre educación a fin de captar el sentido histórico de sus propuestas. En segundo lugar se sistematiza la perspectiva antropológica de Elena de White. Se trata de apreciar de qué manera la concepción de Dios en Elena de White determina su concepción de la realidad y del ser del hombre. A su vez se concede importancia al estudio del marco normativo de dicha realidad (es decir la legalidad o conjunto de leyes naturales y morales) y de cómo el mismo afecta al hombre. También se busca determinar cómo el problema del pecado afecta al hombre y a sus vínculos ontológicos y cuál es la solución que Elena de White vislumbra para el problema del pecado. Finalmente se trata de correlacionar su perspectiva antropológica con su concepción general del fenómeno educativo y con sus propuestas educacionales en tres áreas: la metodología de la enseñanza, la educación física y la educación intelectual. Estas correlaciones permitirán ejemplificar las implicaciones educacionales de sus supuestos antropológicos. A fin de lograr una comprensión más profunda de la perspectiva del hombre y de la educación de Elena de White a menudo se confrontan o contrastan sus ideas con la de otros pensadores de la filosofía educacional. A tal efecto es necesario sistematizar su pensamiento desde un punto de vista teológicofilosófico que facilite dicho contraste. Ello supone también la necesidad de utilizar terminología filosófica redefiniendo su significado a partir de los supuestos contenidos en los escritos de Elena de White. Bosquejo del estudio En el segundo capítulo se estudia en forma resumida el conflicto suscitado en los comienzos de la educación adventista entre las perspectivas tradicionales de la educación y la reforma propuesta por Elena de White. Se bosquejan las ideas imperantes sobre la educación y el hombre en el contexto histórico de Elena de White para comprender la percepción de ella 1 Diccionario de la lengua española, 21era ed. (Madrid: Real Academia Española), 1992, ver “implicación”. 2 José Ferrater Mora, “Supuesto”, Diccionario de Filosofía, 6ta ed. (Madrid: Alianza Editorial, 1980), 4:3173. 9 El hombre y la educación en Elena de White de la problemática en cuanto a la concepción del hombre y la educación en su tiempo y la alternativa planteada por ella misma. Son especialmente relevantes las ideas educacionales de Horace Mann por ser el principal reformador educacional de su tiempo y con cuyos escritos Elena de White estaba familiarizada. En el tercer capítulo se desarrollan los supuestos antropológicos de Elena de White. El enfoque utilizado en la exposición de este capítulo (y del siguiente) es sistemático, y no sigue una secuencia histórica específica de la trayectoria del pensamiento de Elena de White ya que su perspectiva acerca del hombre y la educación no presenta variaciones significativas a través del tiempo. Se analiza brevemente su concepción de la realidad para luego desarrollar los atributos del hombre (con énfasis en la voluntad) y los cambios producidos en su naturaleza por la intromisión del pecado. El cuarto y último capítulo desarrolla las implicaciones de la perspectiva del hombre de Elena de White en su forma de concebir la educación y en algunos aspectos específicos de su propuesta educacional como ser sus orientaciones en cuanto a la metodología de la enseñanza, la educación física, y la educación mental y espiritual. Al final de este estudio se puede encontrar un apéndice acerca de los antecedentes histórico-filosóficos de las ideas del hombre y la educación en tiempos de Elena de White que sintetiza los supuestos acerca del hombre que subyacen a diversas perspectivas educacionales desde Platón hasta Pestalozzi y que constituyen el marco histórico general en el cual se insertan las ideas de Elena de White. 10 CAPÍTULO II EL HOMBRE Y LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE ELENA DE WHITE Elena de White como reformadora educacional Como profetisa de la naciente iglesia adventista, Elena de White no actuó en un vacío.1 Ella se veía a sí misma como una reformadora en materia educacional, no sólo en la iglesia sino en su contexto social. De hecho, para cuando Elena de White publicó su primer escrito educacional en 1872 titulado “La educación apropiada”, poco habían intentado los adventistas en el área de la educación formal.2 Partiendo de supuestos antropológicos diferentes a los predominantes en la educación tradicional de su tiempo, Elena de White propuso una perspectiva de la educación que planteó una reforma radical al modelo educacional imperante. No obstante, algunos aspectos de sus puntos de vista del hombre y de la educación se alinearon con los puntos de vista de otros reformadores contemporáneos. Elena de White, con muchas otras voces de su tiempo, hizo un llamado en favor de una reforma educacional. Expresó su crítica del status quo, pero además hizo lo que los profetas de Dios han hecho desde el amanecer del tiempo. Se unió al debate nacional desde el punto de vista del cielo, enriqueciendo el diálogo con una dimensión cósmica.3 Por supuesto, Elena de White tiene también divergencias profundas con las Similitudes y ideas sobre el hombre y la educación de dichos reformadores. De hecho, su deferencias con otros reformadores pensamiento constituyó un sistema antropológico aparte. 4 Sin embargo, a pesar de las diferencias que Elena de White presenta con los defensores de la educación tradicional de su tiempo, y aun con los reformadores educacionales, es de utilidad conocer el pensamiento de los mismos ya que en alguna medida, Elena de White reacciona frente a ellos. 1 G. H. Akers, 9. 2 George R. Knight ed., Early Adventist Educators, (Berrien Spring MI: Andrews University Press, 1983), 3. 3 4 Akers, ibid. Elena de White tenía algunos elementos en común con las perspectivas tradicionales, como se podrá percibir más adelante, pero sus puntos de vista en ningún modo constituyen una suerte de mera síntesis dialéctica de las perspectivas tradicionales y de las reformadoras de su tiempo. Tampoco es posible hablar de un condicionamiento del contexto en sus puntos de vista, a no ser al nivel meramente del lenguaje o de su instrumental de expresión; no hay condicionamiento en el nivel de sus fundamentos. El hombre y la educación en Elena de White Por ello, este capítulo describirá brevemente el contexto histórico-filosófico más inmediato de Elena de White.1 Teniendo en cuenta lo dicho, en este capítulo se seguirá el siguiente esquema expositivo: En primer lugar, se desarrollará brevemente el conflicto suscitado en el seno de la iglesia adventista entre las perspectivas tradicionales de la educación y la reforma propuesta por Elena de White. En segundo lugar se bosquejará el desarrollo de esta problemática en la Norteamérica de tiempos de Elena de White teniendo en cuenta su trasfondo antropológico-filosófico. Tradición vs. reforma en los inicios de la educación adventista Los primeros educadores adventistas se encontraron en medio de una situación de tensión entre las perspectivas educativas tradicionales y las perspectivas renovadoras en la educación norteamericana durante el siglo XIX.2 La educación tradicional, prevaleciente en la mayor parte de aquel siglo, sufrió en forma creciente el embate de los “vientos de reforma” procedentes principalmente de los ideales pedagógicos del Iluminismo, y del realismo educativo. Ambas perspectivas educacionales en puja partían de supuestos antropológicos diferentes que condicionaban su forma de concebir la práctica educacional. Poco hicieron los pioneros adventistas en materia educacional antes de la fundación de la escuela de Battle Creek en 1872. Los intentos de abrir escuelas antes de esa fecha habían sido pocos y tenían la intención de separar a los niños de la iglesia de las influencias y asociaciones mundanales de las escuelas públicas.3 Sin embargo, pronto se vio la necesidad de constituir un sistema escolar que formara a los jóvenes en las creencias morales y religiosas adventistas a fin de asegurar un fuerte liderazgo espiritual para la iglesia. 4 Este sistema escolar se vio involucrado rápidamente en un conflicto entre las perspectivas más tradicionales de la educación y los ideales de reforma planteados por Elena de White. 5 La educación apropiada En enero de 1872, Elena de White escribió un artículo que más tarde sería conocido como “La educación apropiada” en el cual destacó la necesidad de una educación física, mental, moral y religiosa para los niños. 6 Fue su primer escrito sobre la reforma educacional. Elena de White se refirió 1 Para un breve desarrollo de los antecedentes histórico-filosóficos de la problemática antropológico-educativa que enfrenta Elena de White véase el Apéndice. 2 Knight, ibid. 3 Henry Farr, “Historical Development of SDA Education Philosophy”, The Journal of Adventist Education, october-november, 1978, 5. 4 Ibid., 6 5 Los supuestos antropológicos que constituyeron el trasfondo de la perspectiva educacional de Elena de White serán discutidos en el próximo capítulo. Aquí sólo se reseñan muy brevemente algunas de las instancias históricas de este conflicto dentro de la iglesia adventista, sin abundar en el trasfondo filosófico que lo condicionó. 6 Farr, ibid. 12 El hombre y la educación en Elena de White brevemente a la importancia de la educación, la distinción entre educación y entrenamiento, y la disciplina como forma de autocontrol. 1 Pero en forma muy especial habló acerca de la salud física y la labor manual en relación con la educación. La última parte trató también acerca de la enseñanza de la Biblia y las ramas comunes de estudio para aquellos que se preparaban para el ministerio.2 Ella declaró que los adventistas eran “reformadores” en lo que hacía a la educación. En junio de 1872 comenzó a funcionar la escuela adventista de Battle Creek, y en enero 1875 se inauguró el edificio del Battle Creek College. 3 Lamentablemente el edificio había sido ubicado en un terreno relativamente pequeño en una zona urbana, y se estableció un programa clásico de estudios,4 en conformidad con los modelos de la educación tradicional. Además, la instrucción bíblica era voluntaria 5 y ocupaba un lugar secundario en el currículum de la institución. 6 Esto, desde luego, desalentaba cualquier posibilidad de reforma educacional. Salud física y labor manual en relación con la educación; estudio de la Biblia y preparación para ministros. Escuela y colegio de Battle Creek. Instrucción bíblica voluntaria Battle Creek. Elena de White insistió en reiteradas oportunidades acerca de la necesidad Problemas con el trabajo de una reforma educacional enfatizando no sólo el trabajo manual sino manual y centralidad de la también la centralidad del estudio de la Biblia. Sin embargo, sus consejos Biblia no tuvieron el eco esperado, y en 1882 se decidió cerrar el colegio durante un año.7 En este período, otras dos instituciones educativas adventistas habían entrado en escena: el Healdsburg College (más tarde el Pacific Union College) en California y el South Lancaster Academy en Massachusetts (luego llamado el Atlantic Union College). 8 Ambas instituciones habían implementado reformas en el programa pero ninguna logró ejemplificar realmente el ideal de Elena de White. 9 Mientras tanto, la reapertura del colegio de Battle Creek permitió dar un Abandono del programa lugar mayor a la Biblia en el curriculum, y se experimentó con programas de educación manual de educación manual. Pero, aunque para 1890 la Biblia tenía más apoyo en los diferentes cursos de estudio, el programa de entrenamiento manual había sido abandonado. Además, el currículum clásico aún dominaba el programa escolar.10 1 Knight, Early, 27. 2 Ibid., 27, 28. 3 Egil H. Wensell, El programa educativo adventista (Villa Libertador San Martín: ISSECAP, 1986), 9. 4 Ibid., 8, 9. 5 Ibid., 10. 6 Knight, Early, 30. 7 Ibid., 30, 31. 8 Wensell, 12. 9 Knight, Early, 32. 10 Knight, “A System in Search of Identity. Historical Perspectives on SDA Higher Education”, The Journal of Adventist Education, april-may, 1986, 15. 13 El hombre y la educación en Elena de White Knight define a las décadas de 1870 y 1880 como un período de ensayo y error en el intento de los educadores adventistas por implementar una educación que balanceara lo físico, lo mental y lo espiritual tal como había Influencia de la sido propuesto en La educación apropiada.1 Es evidente que los líderes educación tradicional educacionales adventistas habían sido formados de acuerdo con el modelo tradicional clásico de educación, y consciente o inconscientemente, los supuestos antropológicos de dicho modelo se “filtraron” en su propuesta educativa dando lugar al conflicto descripto. Tal es el caso por ejemplo de Sidney Brownsberger, el primer director del colegio de Battle Creek, quien había egresado de la Universidad de Michigan con un Bachelor of Arts. 2 Ensayo y error entre 1870 y 1880 En el verano de 1891 se realizó la convención de Harbor Spring, en Michigan, que reunió a educadores y administradores adventistas y en la que estuvo presente Elena de White.3 El tópico principal de estudio (aunque no el único) durante esta convención fue la eliminación de los autores paganos y ajenos a la cosmovisión bíblica, y de los cursos de latín y griego clásicos en las instituciones educativas, como así también la substitución de estos por la enseñanza de la Biblia y la historia desde el punto de vista de Oposición al currículum las profecías.4 En esta oportunidad Elena de White mostró su total clásico oposición al currículum clásico con una tenacidad que no había mostrado previamente.5 Sin embargo, los cambios fueron lentos. Además, “el asunto del trabajo manual y de las industrias continuó siendo un programa difícil de implementar ya que parece haber sido mayormente ignorado”. 6 A fines de 1891 Elena de White viajó a Australia. Mientras siguió abogando en favor de una reforma educacional en Battle Creek a través de sus escritos, trabajó en la creación de un nuevo colegio en donde se Trabajo manual, estudio implementaran sus ideales educacionales. Así, en 1897 se iniciaron las de la Biblia, integración clases en el colegio de Avondale. Esta institución estaba ubicada en un fe-enseñanza amplio terreno rural, en donde se pudo implementar un fuerte programa de trabajo que incluía el cultivo de la tierra, el trabajo en el tambo y la fabricación de alimentos.7 Se dio énfasis al estudio de la Biblia y la integración de ésta a las demás asignaturas, como así también a la actividad misionera de los alumnos.8 Colegio de Avondale Los profesores se unían con los alumnos en un programa de trabajo durante la tarde y todo el domingo, mientras que la mañana era dedicada al estudio. Avondale se convirtió en una demostración 1 Knight, Early, 32. 2 Wensell, 8. Véase también una breve biografía de Brownsberger en Knight, Early, 72-94. 3 Knight, “A System...”, 15. 4 Knight, Early, 33. 5 Knight, “A System...”, 15. 6 Wensell, 14. 7 Wensell, 16, 17. 8 Knight, “A System...”, 17. 14 El hombre y la educación en Elena de White práctica de la factibilidad del programa propuesto por la mensajera del Señor.1 Avondale constituyó una experiencia modelo que “estimuló un movimiento de reforma en las escuelas adventistas en Estados Unidos y en otros países Influencia de Avondale en en la década de 1890 y en los primeros años del siglo veinte”. 2 Se otras escuelas adventistas destacaron en este movimiento E. A. Sutherland y Percy Magan, quienes buscaron recrear esta reforma en Battle Creek.3 Sin embargo, esto no significó el fin de la tensión entre “tradición y reforma” en la educación adventista. De hecho, las dificultades para definir Dificultades para definir el perfil filosófico de las instituciones educativas adventistas continuó. el perfil filosófico Knight afirma esto al declarar que la tensión entre la educación balanceada reformada de la persona completa y la educación tradicional libresca, con su énfasis excesivo sobre el intelecto, mientras descuida los aspectos espirituales y físico-prácticos de la vida, provee un punto focal en el desarrollo histórico de la educación adventista. Es en el contexto de esta realidad histórica en que deben ser vistos los esfuerzos de muchos de los primeros educadores adventistas. Esta tensión está aún viva, y probablemente existirá tanto como dure el tiempo, ya que un perfecto sistema de educación no es una característica de sociedades humanas imperfectas. Mientras tanto, las lecciones de las luchas pasadas, cuando se las entiende, son instructivas para aquellos que todavía están buscando implementar el ideal cristiano de una educación balanceada. 4 Desde luego, este conflicto era también un problema instalado en la sociedad norteamericana del siglo XIX como se verá a continuación. Resumen de tradición vs. reforma en los inicios de la educación adventista 1. 2. 3. Educación tradicional Educación según Elena de White Programa clásico de estudios 1. Eliminación o disminución del (griego, latín, etc.) estudio de los clásicos. Instrucción bíblica voluntaria. 2. Lugar central de la Biblia en el Lugar secundario en el currículum. currículum de la institución. Ninguna importancia a la 3. Importancia de la educación actividad manual. manual. 1 Wensell, 16. 2 Knight, “A System...”, 17. 3 Ibid. 4 Knight, Early, 4. 15 El hombre y la educación en Elena de White El hombre y la educación en la República Norteamericana La herencia de los tiempos de la colonia La herencia calvinista Las ideas imperantes sobre el hombre y la educación en tiempos de Elena de White eran en parte herencia de los tiempos coloniales. Especialmente a principios de este período (siglo XVII), las ideas corrientes del hombre fueron las representadas en el teísmo cristiano tradicional con predominio de la ortodoxia calvinista. Según ésta el hombre posee un espíritu o alma inmortal que lo diferencia de los demás seres animados. Se aceptaba las nociones del pecado original, la total depravación de la naturaleza humana y la predestinación incondicional.1 Desde luego esto se reflejó en la teoría educacional, que consideraba al niño como inherentemente malo, y por lo tanto, el mejor método para educarlo era a través del miedo, la disciplina y la obediencia exigida por una educación autoritaria. 2 La herencia del humanismo clásico Por otro lado, los líderes intelectuales y religiosos de las colonias fueron exponentes del humanismo clásico del Renacimiento. Durante el siglo XVII, cuando los colonos llegaron a América, las lenguas clásicas (latín y griego) eran el tópico principal de la educación secundaria y superior. Se consideraba que el estudio de los clásicos era apropiado para el desarrollo de la razón.3 La oposición de grupos religiosos Estas perspectivas tradicionales y clásicas de la educación fueron encontrando una creciente resistencia en dos frentes. Por un lado, la oposición de numerosos grupos religiosos que enfatizaban el papel de la voluntad humana en la salvación, la fe, la piedad práctica y las buenas obras del creyente, en contraposición a la idea de predestinación. 4 A su vez entre cuáqueros, anglicanos y otros grupos religiosos minoritarios se desarrollaron perspectivas más liberales del niño y el método educativo. Entre sus exponentes se destacó William Penn, fundador de Pensilvania. Era un realista en educación que favorecía el estudio de la naturaleza a través de la experiencia de los sentidos en vez de la memorización de reglas de 1 R. Freeman Butts y Lawrence A. Cremin, Historia de la educación en la cultura norteamericana, trad. Lyda C.Iglesias y Enrique Alt (Buenos Aires: Editorial Bibliográfica Argentina, 1953), 62, 63. 2 Ibid., 82. 3 Ibid., 90, 91. Véase también H. G. Good, Historia de la educación norteamericana, trad. Nuria Parés (México: Unión Tipográfica Editorial Americana, 1966), 61-70. Esta asociación entre la ortodoxia religiosa y el humanismo clásico en los Estados Unidos encontraría su continuación lógica en el idealismo y el humanismo clásico del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX (Véase Butts, 337, 338). Good señala que los primeros colegios secundarios norteamericanos tenían un plan de estudios “que había sido establecido en estratos diferentes por tres grandes movimientos: el de las universidades medievales, el Renacimiento y la Reforma. Del primero derivaron los estudios de lógica, retórica, algo de las viejas matemáticas y ciencias, así como el constante ejercicio de la polémica académica; del segundo derivó el estudio de los clásicos latinos y griegos y de la Reforma, el hebreo y otras lenguas semitas, los estudios bíblicos y la teología protestante” (ibid., 66). 4 Butts, 64. 16 El hombre y la educación en Elena de White gramática y retórica. Propuso que los niños aprendan un oficio útil, estudien agricultura y matemáticas aplicadas.1 El segundo frente de oposición lo constituyeron las tendencias racionalistas La oposición del y liberales que empezaron a difundirse entre algunos teólogos liberalismo teológico congregacionalistas, que dieron pie a la aparición del unitarismo y el universalismo. A su vez fuera de las iglesias cobró importancia el deísmo proveniente de Francia e Inglaterra.2 Estas perspectivas significaron concepciones más liberales en cuanto a la naturaleza del hombre y condujeron a puntos de vista más prácticos y utilitarios de la educación, en contraposición con la tradición humanista clásica. 3 Así por ejemplo Benjamín Franklin, un deísta, propuso a mediados del siglo XVII un currículum realista para la academia de Filadelfia y consideró que los clásicos no debían ser obligatorios.4 Aunque no tuvo demasiado éxito, sus ideas germinarían en el siglo XIX. Este conflicto entre las perspectivas educacionales tradicionales y las innovadoras se reflejó también en la educación institucionalizada de las colonias, que perduraría en parte durante el siglo XIX. Tradición vs. reforma después de la guerra de la independencia En las décadas posteriores a la independencia norteamericana y durante el Se profundiza el conflicto transcurso del siglo XIX, los conflictos referidos a las concepciones del hombre y de la educación que habían empezado en tiempos de las colonias continuaron y aun se agudizaron. El creciente naturalismo con su visión más práctica de la educación llegaría a profundizar su enfrentamiento con las miras más tradicionales del humanismo clásico y de las perspectivas religiosas, si bien estas últimas, en muchos casos, se volvieron más liberales.5 Diferentes formas de liberalismo en el pensamiento religioso tomaron lugar El liberalismo religioso a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El deísmo, con El deísmo pensadores destacados como Ethan Allen y especialmente Thomas Paine, veían a Dios como una causa primera de los fenómenos de la naturaleza; la naturaleza sin embargo era autosuficiente y manejada por leyes independientes.6 El unitarismo, menos radical que el deísmo, pero El unitarismo incorporando parte del pensamiento iluminista, defendió la revelación y los milagros, pero rechazó la concepción trinitaria de Dios y enfatizó la razón humana y la bondad natural del hombre. Combinó la fe optimista y las ideas previsoras del Iluminismo con un credo liberal de cristianidad . . . En esta forma, ayudó a estimular los movimientos 1 Ibid., 87; Good, 62. 2 Butts, 66, 67. 3 Ibid., 90-92. 4 Knight, Early, 5; Butts, 93, 94. 5 Butts, 173. 6 Ibid., 175. 17 El hombre y la educación en Elena de White de reforma social de principios del siglo XIX de los cuales formaba parte el despertar de las escuelas públicas.1 El trascendentalismo La tercera forma de pensamiento religioso liberal fue el trascendentalismo, inspirado en idealistas alemanes (Kant, Schelling, Fichte y Schleirmacher) y en románticos británicos (Coleridge); fue una reacción contra el intelectualismo, el racionalismo y el naturalismo iluministas del siglo XVIII. En lugar de dar importancia a la razón humana presentaron al hombre como un ser espiritual, pero rechazando los credos y la Biblia. Dios era un “Alma suprema” o inmanencia divina. El más destacado trascendentalista fue Ralph Waldo Emerson.2 Renovación del teísmo tradicional Por otro lado, el teísmo tradicional encontró renovado empuje con el reavivamiento religioso de las primeras décadas del siglo XIX entre los numerosos grupos evangélicos minoritarios, la reafirmación del calvinismo ortodoxo en el nivel académico (especialmente en Yale) y el rápido crecimiento del catolicismo romano.3 Hacia mediados del siglo XIX, “se operó un retorno al sobrenaturalismo en el pensamiento religioso, por lo que en esos momentos las concepciones de 4 Teoría de la “facultad la mente reafirmaban el sobrenaturalismo y rechazaban el naturalismo”. psicológica” Los pensadores religiosos ortodoxos y liberales, como también los trascendentalistas, apoyaron la teoría de la “facultad psicológica”. Retorno al sobrenaturalismo La mente se concibió como una cuestión espiritual separada y distinta del cuerpo físico y poseedora de una norma de funcionamiento propio, única para el hombre y común a todos los hombres en contraste con los animales . . . La mente, siendo espiritual, era una creación especial de Dios y un don asignado al hombre. La mente era considerada como una parte del alma.5 Se consideraba a la mente como formada por tres grupos separados de facultades o poderes: el entendimiento, razón o intelecto; las sensaciones, sentimientos, pasiones, deseos; y la voluntad o volición. 6 Esta concepción de la mente fue usada para justificar la disciplina mental como método Énfasis en facultades educativo a través de los clásicos, las matemáticas y la filosofía. Los intelectuales proponentes de la facultad psicológica se centraron, sin embargo, en las facultades intelectuales al punto Tres grupos de facultades mentales que casi olvidaron las facultades del sentimiento y la voluntad. Se absorbieron tanto en el entrenamiento de las facultades intelectuales que empezaron a suponer y luego a exigir que el riguroso entrenamiento de la mente podría transferirse a otras facultades para 1 Ibid., 176. 2 Ibid., 177, 179; George Knight, “Los cambios en la educación”, en El mundo de Elena G. de White, ed. Gary Land, trad. Paola Canutti (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 245. 3 Butts, 180, 184. 4 Ibid., 184. 5 Ibid., 186. 6 Ibid. 18 El hombre y la educación en Elena de White desarrollar un carácter moral sano y las motivaciones inherentes a la conducta y la acción. Se interesaron en tal forma en el conocimiento Rechazo de la erudito y la disciplina mental, que descuidaron y aun argumentaron preparación práctica contra la preparación para la vida para un mundo real como un fin propio de la educación. Fueron necesarias las presiones políticas, económicas, y sociales de los siguientes cincuenta años y un nuevo tipo de psicología de la conducta y filosofía experimental para que la facultad psicológica fuera removida de su papel central en la definición de los objetivos y contenido de la educación norteamericana.1 Los humanistas clásicos adhirieron con entusiasmo a la teoría de la facultad Adhesión de los psicológica por encontrar en ella un justificativo para la inclusión de los humanistas clásicos clásicos en el currículum a los efectos de lograr la disciplina mental. Para ellos, “el conocimiento tenía valor por sí mismo y para el cultivo de las facultades mentales y morales”.2 Esto significó, en el transcurso del siglo XIX y hasta fines de éste, un enfrentamiento con aquellos que favorecían la inclusión de las lenguas modernas en el currículum como así también una perspectiva más utilitaria y práctica de la educación. 3 La educación institucionalizada y los métodos La organización de la educación institucionalizada siguió en parte el modelo heredado de la última parte del período colonial. Durante ese período la educación había sido de corte humanista clásico. Desde el siglo XVII, la educación secundaria por ejemplo, había estado principalmente en manos de las llamadas “escuelas de gramática latina”, cuyo currículum se centraba en el estudio de los clásicos (griego y latín) y su función era básicamente la de preparar al estudiante para el ingreso al colegio. 4 Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XVIII habían aparecido también las llamadas “escuelas de gramática inglesa”, o “escuelas inglesas” —para distinguirlas de las anteriores— que proporcionaban una educación más práctica y vocacional atendiendo a los intereses comerciales de la clase media. 5 En la segunda mitad del siglo XVIII aparecieron también las llamadas “academias”, que tenían un departamento de latín (a cargo de la enseñanza de las lenguas clásicas) y otro de inglés (de enfoque más práctico, como las escuelas inglesas).6 Todas estas instituciones eran de sostén privado. Se sigue el modelo colonial Escuelas de gramática latina Escuelas inglesas Las academias Pero durante el siglo XIX existió una creciente demanda por el sostén y Nuevos contenidos en control público de la educación. En el nivel primario, los contenidos, que escuelas primarias habían sido principalmente la lectura, escritura y aritmética, empezaron a 1 Ibid., 187, 188. La cursiva no es del original. 2 Ibid., 192. 3 Ibid., 191, 192. 4 Ibid., 134. 5 Ibid., 136, 137. 6 Ibid., 138. 19 El hombre y la educación en Elena de White Nuevas concepciones del niño y el método ampliarse para incluir otras materias como gramática inglesa, geografía, historia, ciencias naturales, ejercicios físicos, etc.1 El desarrollo de las escuelas comunes planteó también conflictos concernientes al método. 2 En las escuelas comunes, generalmente de un aula, el método esencial era la asimilación de conocimiento contenido en el texto escolar a través de la memorización dejando de lado la aplicación práctica. La disciplina implicaba a menudo severos castigos.3 Sin embargo, las nuevas concepciones del niño y de su educación, vinculadas a las ideas de Locke, Rousseau y Pestalozzi, concebían al hombre como moralmente neutral e infinitamente perfectible. Era el ambiente lo que hacía bueno o malo al niño. El niño nacía con la mente en blanco y adquiría el conocimiento a través de la experiencia sensorial. Se veía a la educación como una cuestión de “ricas y variadas experiencias” más que una “lucha con libros e ideas”.4 Varios fueron los promotores de estas ideas. Estas ideas del niño y del método se empezaron a difundir a principios del siglo XIX, en Estados Unidos. Entre sus promotores estuvo Horace Mann. Conflictos en cuanto a la disciplina Esta concepción del niño y del método suponía cambios radicales en la forma de disciplinar al niño, y levantó una fuerte oposición entre quienes sostenían una visión pesimista sobre la naturaleza humana y por consiguiente favorecían métodos disciplinarios más autoritarios y severos. 5 Además, los conservadores consideraban que lo único necesario en el nivel de la escuela común era la lectura, escritura, silabeo, aritmética y moral, y que el resto del conocimiento práctico se adquiriría más fácilmente después.6 Cambios en la educación secundaria y superior También empezaron a producirse cambios en los niveles superiores de la educación. Se desarrolló un debate en cuanto al sostén y control público de la educación secundaria y superior. Después de la independencia y hasta el fin de la guerra civil, el sistema educativo secundario norteamericano se inclinó por las academias privadas que se esparcieron enormemente hacia mediados del siglo. La tradicional escuela de gramática latina que preparaba para el colegio declinó rápidamente. 7 También empezaron a surgir escuelas superiores de sostén público (la primera escuela pública secundaria se inició en Boston, en 18218) que con el tiempo terminarían desplazando a la academia privada como institución de educación secundaria.9 Al mismo tiempo, hubo una creciente demanda por el Auge de las academias Escuelas superiores de sostén público Cambios en el currículum 1 Ibid., 221, 275, 277. 2 Ibid., 226. 3 Ibid., 279, 280. 4 Ibid., 226. 5 Ibid., 226-228. 6 Ibid., 231. 7 Ibid., 265. 8 Knight, “Los cambios”, 186. 9 Ver Butts, 214-217, 267-269. 20 El hombre y la educación en Elena de White desarrollo de un currículum más amplio y práctico como resultado del desarrollo del comercio, la industria y el aumento del interés por la ciencia. En respuesta a las nuevas necesidades las academias desarrollaron el “curso de inglés”, en contraste con el curso de latín, cuyo núcleo lo constituían el estudio de la gramática y la literatura inglesa, como así también otras materias tales como filosofía, dialéctica, declamación y numerosas materias de índole más práctica: filosofía natural (ciencias naturales), astronomía, química, botánica, matemática, álgebra, geometría, geografía, historia norteamericana y, en ocasiones, también cursos de navegación, agrimensura y teneduría de libros.1 A su vez, por la influencia de educadores europeos como Pestalozzi y Movimiento a favor de la Fellenberg (discípulo de Pestalozzi2), se popularizó el movimiento en favor actividad manual de la actividad manual. Guillermo Maclure y José Neef estimularon el movimiento en Estados Unidos.3 También se destacó William C. Woodbridge4 y Theodore D. Weld (representante de la Sociedad de Promoción de Actividades Manuales en Instituciones Literarias, fundada en 1831).5 El fin de la formación del carácter, lo mismo que de la proyección social, estaban incluidos en la formación de los hábitos de industria, independencia, salud y cooperación que los entusiastas de este plan veían desarrollarse en los jóvenes. Sin embargo, la fuerza de la tradición académica era tan grande que el movimiento declinó rápidamente después de 1850. 6 Una experiencia interesante de destacar dentro del movimiento en favor de La experiencia de la actividad manual fue la del Colegio de Oberlin (fundado en 1833 7), en Oberlin Ohio, que intentó promover una educación para el hombre como totalidad, desplazando a los clásicos dentro del currículum y proponiendo el estudio del hebreo y el griego bíblicos como medio para disciplinar la mente. 8 Se consideraba el trabajo manual como indispensable para una educación completa pues se pensaba que preservaba la salud, promovía pensamientos puros, proporcionaba ventajas económicas y daba un conocimiento de las cosas prácticas de la vida, satisfaciendo las necesidades del hombre como un ser completo.9 Además, en el colegio se practicaba un régimen alimentario saludable y hábitos de temperancia, y la fisiología era una materia obligatoria. Lamentablemente, para la década de 1860 Oberlin y 1 Ibid., 281, 282. 2 Knight, Early, 5. 3 Butts, 282. 4 Good, 190. 5 Knight, “Los cambios”, 187. 6 Butts, 282. 7 Good, 137. 8 Knight, “Los cambios”, 187. 9 Ibid., 188. 21 El hombre y la educación en Elena de White otras instituciones similares se habían ajustado a los parámetros convencionales de la educación superior dejando atrás los intentos de reforma.1 La educación práctica y la continuidad con el pasado Por otro lado es necesario aclarar que en muchos casos lo que se consideraba como educación práctica no era en realidad completamente práctica sino un aprendizaje desde los libros sobre cosas más útiles. Así pues, aunque los nuevos propósitos se alejaban mucho de la vieja educación secundaria clásica, mantenían una clara continuidad y similitud con las mismas. Lo que había sido propuesto fue una educación más práctica antes que una educación completamente práctica per se.2 La reacción conservadora Desde luego, la reacción conservadora en favor de las lenguas y los estudios clásicos para disciplinar la mente del joven se hizo sentir. Se consideraba que esta disciplina preparaba para adquirir conocimientos y habilidades más prácticas con más facilidad.3 Las discusiones en cuanto a la necesidad de reforma de los currículos de los colegios (terciarios) también encontraron fuerte resistencia. En 1828 los docentes y directivos de la universidad de Yale presentaron un informe en defensa del currículum clásico que era, a su juicio, el único que permitiría alcanzar “la disciplina y el adorno de la mente”.4 “Durante casi cincuenta años el influyente informe que de ellos partía aquietó en gran manera a aquellos críticos que se oponían a continuar con el estudio de las lenguas „muertas‟ y sugerían cursos vocacionales y prácticos”.5 Así, aunque hacia 1860 existían más de 200 colegios y universidades,6 la mayoría eran instituciones pequeñas que ofrecían cursos clásicos muy especializados.7 “Para la gran mayoría del pueblo norteamericano este programa era un extraño misterio indescifrable, por el cual tenían poco interés”.8 Desarrollo del carácter y disciplina mental Hacia la guerra civil norteamericana, el desarrollo del carácter y la moral, y la disciplina mental se encontraban entre los fines esenciales de la educación norteamericana. El primero de estos dos fines estaba vinculado a influencias de los grupos religiosos, y el segundo, a las tradiciones europeas del idealismo y el racionalismo, defendidas por educadores religiosos y humanistas. La disciplina mental y la preparación de los poderes intelectuales de la mente eran consideradas de más importancia que la adquisición de conocimiento. La disciplina mental se usaba entonces para 1 Ibid., 188, 189. 2 Butts, 229. La cursiva es del original. 3 Ibid., 231. 4 Knight, “Los cambios”, 186, 187. 5 Ibid., 186. 6 Butts, 242. 7 Ibid., 245. 8 Ibid. 22 El hombre y la educación en Elena de White justificar la inclusión de los estudios clásicos en el programa, que eran especialmente populares en los colegios de artes liberales. 1 Posiblemente el hombre más destacado en materia educacional de todo este período fue Horace Mann. La obra y el pensamiento de este reformador educacional de perfil filosófico realista son de tal importancia que merecen ser consideradas especialmente. Las ideas del hombre y la educación en Horace Mann Elena de White no fue ajena a las controversias en el terreno educacional. Como se ha mencionado antes, estaba familiarizada en alguna medida con los escritos de Horace Mann2 (1796-1859), quien fuera el hombre más destacado de los Estados Unidos en el campo de la educación no sólo del período previo a la Guerra Civil, sino quizá de toda la historia educacional norteamericana.3 Y es posible que a través de éste conociera, aunque fuera de segunda mano, los ideales pedagógicos de reformadores educacionales europeos. Una breve exposición de las ideas de Mann sobre el hombre y la educación ilustrarán muy bien las ideas sobre este tema del “ala” reformadora de la educación norteamericana durante el siglo XIX. Horace Mann era unitario. Creía que tanto el mundo espiritual como el La legalidad universal material, estaban gobernados por leyes fijas e inmutables. 4 Mann pensaba que Dios obraba de acuerdo con esas leyes universales. Existía una legalidad establecida tanto en el ámbito natural como en el sobrenatural. 5 1 Ibid., 273. 2 Knight menciona que “Elena de White sabía que estaba en armonía con las ideas de reforma educacional de su época. Por ejemplo, sus escritos sobre el papel de la fisiología en educación y sobre la ventilación e iluminación apropiada en el aula se asemejan a algunas de las ideas en los reportes anuales de Horace Mann . . . Algunos de sus materiales [de Horace Mann] fueron publicados junto con los suyos [de Elena de White] en Health: or How to Live [Salud: o como vivir] en 1865. Además, en 1899 ella le encargó a James Edson White que le trajera algunos de los escritos de Horace Mann con él cuando viniese a Australia” (Knight, Myths in Adventism. An Interpretative Study of Ellen White, Education and Related Issues [Washington DC: Review and Herald Publishing Association, 1985], 35). Por supuesto, en el nivel antropológico y teológico, si bien es posible encontrar algunas similitudes, Elena de White presenta marcadas diferencias con Horace Mann como se verá luego. 3 Louis Filler, “Un problema de obsolescencia: Horace Mann y nosotros”, Introducción a Horace Mann, La crisis de la educación, textos seleccionados e introducción de Louis Filler, trad. Roberto Juan Walton (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1972), 12. 4 Horace Mann, La crisis de la educación, 200. Al respecto Mann declaró que “en ambas esferas de acción, la material y la espiritual, nos encontramos en el universo del mismo Creador omnisciente y verdadero; y todas las leyes de su universo que nos ha hecho capaces de descubrir o comprender son un pacto con la promesa de que si las obedecemos, tendremos nuestra recompensa” (ibid., 201). 5 “No importa que los teólogos y los metafísicos dividan la actividad providencial de Dios con los hombres en lo natural y lo sobrenatural: estos dos ámbitos deben caer bajo el dominio de la ley. Esto sucede así, porque es imposible concebir a un ser que tenga caracteres tan gloriosos como los que atribuimos al Todopoderoso, y no obre de un modo uniforme, porque siempre debe actuar de acuerdo con su inmutabilidad. Así la fijeza y la certeza deben manifestarse tanto en el dominio sobrenatural como en el material. La noción 23 El hombre y la educación en Elena de White La explicación sobre el mal El pecado: error e ignorancia Las leyes naturales o divinas se pueden conocer y obedecer Las leyes de la salud El mal para Mann se explicaba entonces como un desconocimiento por parte del hombre de esas leyes que obraban en su entorno. Dado que el hombre nacía sin un conocimiento innato de lo que es correcto e incorrecto, era inevitable que cometiese errores.1 Esos errores constituían el mal físico, y cuando se trataba de la ley de Dios, su violación ocasionaba el mal moral.2 Para Horace Mann, el pecado era casi sinónimo de error. Los pecados y errores eran fundamentalmente el producto de la ignorancia de las leyes y de las consecuencias que traía violar las mismas. Esta ignorancia sólo se disipaba a través del conocimiento adquirido por la experiencia. El mal era, por lo tanto, inevitable. Mann consideraba sin embargo que “aunque el mal es inevitable, es también remediable; es evitable [sic], expugnable”.3 De esto se concluía que “los hombres no son responsables de los males que no han provocado y no pueden curar; pero son responsables de los males que pueden causar conscientemente, o tienen el poder de curar”.4 Y dado que el hombre tiene el poder para disminuir los males y extirparlos, esto creaba “la obligación de disminuirlos y extirparlos”.5 Para Mann la percepción de las leyes de la naturaleza o de la Providencia las convertía en imperativos divinos.6 El hombre es súbdito permanente de esas leyes y “nuestro más alto interés concebible, y también nuestro deber es adaptarnos y unir nuestra vida y nuestro carácter a ellas”.7 “El hombre puede alcanzar un conocimiento de sus leyes [de Dios]; y si puede llegar al conocimiento, también puede llegar a la conformidad con ellas”. 8 Para Mann, la felicidad del hombre estaba dada entonces por el conocimiento y la obediencia a las leyes de Dios.9 “Nuestra libertad consiste meramente en la elección de colocarnos bajo la acción de una u otra de estas leyes”. 10 Incluidas dentro de estas leyes, estaban las fisiológicas por lo que Mann afirmaba que “si un hombre ha de disfrutar de salud, fuerza y longevidad, debe conocer y observar las condiciones higiénicas de la dieta, el aire, el ejercicio y la de ley no significa otra cosa que esta fijeza y uniformidad de la operación. . . Para una captación inteligente, la Deidad parece avanzar de lo eterno a lo eterno, no con movimientos descarriados y zigzagueantes, sino en una línea recta; no con finalidades cambiantes y fluctuantes, sino con un vasto plan, tan perfecto en el comienzo, que no necesita revisión, adición o expurgación” (ibid., 289). 1 Ibid., 291. 2 Ibid., 294. 3 Ibid. La cursiva es del original. 4 Ibid., 295. La cursiva es del original. 5 Ibid. La cursiva es del original. 6 Ver ibid., 296. 7 Ibid. 8 Ibid., 289. 9 Ibid., 297. 10 Ibid., 305. 24 El hombre y la educación en Elena de White limpieza”.1 Se refirió al organismo del hombre como “la maquinaria del cuerpo humano”.2 Pensaba que los nervios arruinados por el alcohol y el tabaco “dejan de ser conductores de la voluntad”, 3 y que era imposible para los hijos escapar de las cualidades heredadas de padres débiles. 4 Mann sostenía que había también leyes que dominaban el mundo intelectual y moral. El desarrollo de la mente implicaba la ley de la simetría; las facultades mentales debían desarrollarse en forma proporcionada, produciendo así la felicidad y evitando la miseria. 5 Una segunda ley de la mente “es la de que todas nuestras facultades crecen en poder y habilidad mediante el uso, y disminuyen en ambos sentidos por falta de uso”. 6 El hombre intelectual debía cultivar los poderes reflexivos por sobre los perceptivos7 (términos que aluden quizá a Locke). Las leyes de la mente Mann pensaba que no había conflicto esencial entre la ciencia y la religión. 8 Con todo, Horace Mann tenía un concepto evolucionista del origen de la tierra afirmando que ésta, junto con la vida que la habitaba, había sido creada por Dios durante innumerables eras.9 Creía sin embargo que la del progreso era la ley del universo10 y era también “la benéfica ley de la raza”,11 lo que le hacía ver en forma optimista las posibilidades de desarrollo del hombre. De esto concluía que “el mejorar la condición de todas las cosas que nos rodean es tanto una ley moral como una ley física . . .”.12 La ciencia y la religión 1 Ibid., 298. 2 Ibid., 65. 3 Ibid., 298. 4 Ibid. 5 Ibid., 299, 300. 6 Ibid., 300. 7 Ibid. 8 Mann creía que “entre la verdadera ciencia y la verdadera religión nunca puede haber conflictos. Como toda la verdad proviene de Dios, se sigue necesariamente que la verdadera ciencia y la verdadera religión nunca pueden estar en desacuerdo. Las obras de Dios, y la providencia de Dios, nunca pueden chocar con alguna de las revelaciones divinas (ibid., 30). Esta declaración suya guarda semejanza con las que Elena de White registra en La educación, 128-130, 134. 9 Mann afirmó que “. . . hasta la misma tierra, aunque creada por la Omnipotencia, no se formó en un día. Los geólogos nos dicen que fueron necesarias innumerables eras para prepararla para la vegetación, y otros ciclos de innumerables eras para prepararla para las sucesivas razas de animales; aun otras eras para prepararla para la vida del hombre . . .” (ibid., 227). 10 Ibid., 226. 11 Ibid., 233. 12 Ibid., 227. 25 La ley del progreso El optimismo sobre el hombre y sus posibilidades El hombre y la educación en Elena de White Horace Mann suponía que la naturaleza humana, “impulsada por una ley interior y orgánica a avanzar siempre en alguna dirección”, encerraba múltiples posibilidades que podían conducirlo “a mayores alturas de beatitud” o a “mayores profundidades de miseria”. 1 El hombre, tanto en lo que se refiere a su naturaleza animal como a sus facultades intelectuales y su naturaleza moral y religiosa, había sido creado para ser bueno y feliz.2 La concepción del hombre Horace Mann pensaba que en el hombre existía “lo animado, consciente, racional e inmortal”, siendo estas dos últimas cualidades las que lo distinguían de los animales.3 El hombre había sido creado con la capacidad de aprovechar en forma creativa e inteligente los elementos y las fuerzas de la naturaleza.4 Creía en la doctrina de la “inmortalidad retributiva” del alma sin la cual consideraba “a todas las divinas aspiraciones de excelencia, y al heroísmo moral más duradero, como una mera ostentación pasajera . . .”.5 El hombre y la educación Las ideas de Mann acerca del hombre condicionaron extensamente su perspectiva de la educación. Para Mann un hombre no era en realidad un ser humano hasta que había sido educado. Afirmó que “en su sentido más amplio, no hay objetivo más amplio que el de la educación. El círculo de sus intereses rodea y, por consiguiente abarca a todos los demás, humanos y divinos”.6 Suponía que la obediencia a las leyes del mundo material y espiritual garantizaba el logro del éxito en la empresa educativa y el desarrollo moral de los individuos.7 El optimismo en cuanto a la educación y la escuela pública Mann manifestó un enorme optimismo respecto a los logros de la educación, debido a su concepción de ésta como condicionada por leyes inmutables.8 Su optimismo respecto a las posibilidades de desarrollo del 1 Ibid., 240; ver también 202. 2 Ibid., 258, 259. 3 Ibid., 237. 4 Ibid., 234, 239. 5 Ibid., 268. 6 Ibid., 70. 7 “El mundo espiritual, no menos que el material, está gobernado por leyes fijas e inmutables; y quienes preparan los medios, predestinan los fines. El que la buena semilla sembrada en un terreno moral ha de producir en poco tiempo una abundante cosecha es tan cierto como el que las estaciones han de girar o el maíz ha de crecer . . . De ahí que las medidas amplias y eficientes para la educación y capacitación de los jóvenes posean un carácter más elevado que la predicción y la profecía. Son mandatos creadores. No se limitan a proclamar o presagiar honores y beneficios para el futuro, sino que inducen y obligan al futuro a derramar honores y bendiciones sobre la raza” (ibid., 200, 201). 8 Al respecto declaró que “entre nosotros, existe un verdadero descreimiento con respecto al poder de la educación, es decir, el poder de la capacitación física, intelectual y moral . . . No creemos que, si comprendiéramos y obedeciéramos las leyes físicas de nuestra naturaleza, nuestros cuerpos podrían volverse tan compactos y vigorosos capaces de sobrevivir a diez cuerpos de hierro fundido, o que, por otra parte, a causa de un trato ignorante y vicioso, pueden llegar a ser tan débiles y frágiles que un cuerpo de vidrio, fabricado por un soplador de vidrio, sobreviviría a diez de ellos. No creemos realmente que el intelecto humano por obra de una cultura sensata, pueda llegar a ser más y más brillante, como el sol cuando se eleva, hasta derramar su luz sobre los oscuros problemas de la 26 El hombre y la educación en Elena de White hombre lo llevó a ver a la escuela pública como “un sistema de insuperable grandeza y eficiencia” para influir sobre los todos los niños de su estado. 1 Como secretario de la Junta de Educación de Massachusetts declaró que “una educación generosa y universal” era “el medio señalado, en las manos de la Providencia, para devolver a la humanidad una mayor semejanza con su original divino”.2 Para Mann “la misión de la escuela común es una de las misiones más grandes y benéficas. Su primera función es la de una formación del carácter que elimine la necesidad de la reforma”. 3 Pero la escuela común tenía también “la sagrada función de extirpar y abolir los sentimientos viciosos y los hábitos nocivos que rodean a tantos niños desde el nacimiento y de los que, por lo tanto, se nutren tan inevitablemente como de la leche de la madre”.4 Mann fomentó también la creación de escuelas normales para la preparación de docentes primarios. De ellas afirmó que “constituyen un nuevo medio para el avance de la raza”. 5 Como ha dicho Filler, la visión de Mann de la educación era religiosa, El valor social de la moral y social.6 Mann notó que en la práctica educativa se descuidaba “el educación deber de cultivar la naturaleza moral de la infancia” y que los niños debían ser colocados bajo influencias morales más puras para evitar las influencias corruptoras que les eran impuestas por los ejemplos del mundo. 7 El mejoramiento de la sociedad era una necesidad para lograr una educación más efectiva,8 pero la educación era a su vez un medio para lograr una humanidad y ahuyentar la ignorancia y la superstición. No creemos esto del mismo modo que creemos que el maíz ha de crecer o que una piedra ha de caer, y sin embargo, estos últimos hechos no concuerdan más que los primeros con las benignas leyes de la naturaleza. No manifestamos una fe viviente e impulsiva en la declaración bíblica: „educa al niño por la senda adecuada, y cuando sea mayor no se apartará de ella‟. Las Escrituras no dicen que probablemente no se apartará de ella, o que eso no sucederá en nueve de cada diez, sino que afirma de una manera categórica e incondicionada que NO SE APARTARÁ de ella. La declaración se funda filosóficamente en el hecho de que Dios ha contemplado el bienestar moral de todas sus criaturas, y de que, cuando no alcanzamos este bienestar, el fracaso se debe a nuestra propia ignorancia o descuido” (ibid., 45. La cursiva y la mayúscula son del original). Mann afirmó también que “Si todas las naciones se embarcaran en la causa de la educación para la redención de la humanidad, como lo han hecho en la guerra para su destrucción, pronto llegarían a su fin los más oscuros capítulos en la historia de las calamidades de la tierra” (ibid., 156). 1 Ibid., 122. 2 Ibid., 69. 3 Ibid., 269. 4 Ibid. 5 Ibid., 212. 6 Filler, “Un problema de obsolescencia . . .”, en Mann, ibid., 12. 7 Mann, 125. 8 Ibid., 49. 27 El hombre y la educación en Elena de White sociedad más segura y justa.1 La educación era también “la gran igualadora de las condiciones de los hombres: la rueda equilibradora de la maquinaria social” que contribuiría a borrar las diferencias en la sociedad. 2 Todo hombre educado podía valerse de los poderes de la naturaleza para ponerlos a su propio servicio agregando algo a la riqueza del mundo.3 La necesidad de educación para la salud Mann llamó la atención al hecho de que en su tiempo la educación era fundamentalmente una educación de la mente, “o más bien dicho de partes de la mente, hasta el descuido casi total del cuerpo”.4 Le preocupaba que en los colleges y escuelas superiores [secundarias] no existiesen “normas referentes a la salud de los estudiantes”. 5 Consideraba además que los niños debían ser educados “de acuerdo con las pocas y simples leyes que rigen la salud, y que todo niño puede llegar a conocer y observar con facilidad”. 6 Los hábitos Mann también se refirió al tema de los hábitos. Pensaba que mediante un obrar correcto, se controlaban las pasiones y apetitos desordenados de las facultades inferiores y se facilitaba el desempeño de las facultades intelectuales. Los deberes habituales se cumplían sin esfuerzo consciente. 7 Para Mann, “el asentimiento voluntario y consciente a las leyes de Dios, que se consolida por el hábito en una práctica involuntaria y espontánea, señala la más alta condición concebible de nuestra salud moral”. 8 La disciplina En lo que a la disciplina se refería, Horace Mann estaba en contra de obligar a los niños a permanecer por varias horas callados e inmóviles como era costumbre en muchas escuelas; consideraba que esto traía efectos deplorables sobre la salud del cuerpo como así también sobre el intelecto, el carácter y la moral.9 Los niños debían encontrar en la escuela el afecto y la sabiduría de un hogar.10 Para Mann, los niños indisciplinados debían ser tratados con amor y cariño para reintegrarlos a la “divina semejanza”; “el amor es uno de los instrumentos más poderosos con los niños que nunca han 1 Ibid., 152, 153. 2 Ibid., 166, 167. 3 Ibid., 169. 4 Ibid., 47. 5 Ibid., 131. 6 Ibid., 58. Según Mann la salud era “una condición preliminar para el éxito más completo en cualquier empresa. En todo trabajo industrial es un elemento indispensable, y sin ella nunca se puede alcanzar la más alta eminencia intelectual. Ejerce una poderosa influencia sobre los sentimientos, el humor y la disposición, y, por medio de ellos, sobre el carácter moral” (ibid., 26). 7 Ibid., 261-263. 8 Ibid., 263. 9 Ibid., 100. 10 Ibid., 110. 28 El hombre y la educación en Elena de White conocido el lujo de ser amados. Tal vez el niño ha heredado de padres viciosos una constitución defectuosa”.1 Desde el punto de vista de sus métodos, Mann era un realista. Para él, al El realismo en los enseñar las palabras en la primera etapa de la educación de los niños se métodos debía presentar, en la medida de lo posible, los objetos que designaban o alguna representación o modelo del mismo a fin de que el niño captara mejor su significado.2 Se debía proporcionar una sensación de realidad a las tareas de la escuela.3 A su vez consideraba que la enseñanza debía ir de lo simple a lo complejo.4 El realismo de Horace Mann lo llevó a valorar en forma muy negativa la La literatura de ficción literatura de ficción (algo que también ocurriría luego con Elena de White aunque por razones diferentes). Para Mann esta literatura tenía como propósito la mera diversión y le preocupaba el hecho de que consistían en meras obras de imaginación.5 Poseía una influencia debilitadora y dispersiva y era buscada por mentes inmaduras y desequilibradas. 6 Para Mann el criterio de selección de la literatura era si su contenido era La selección de la verdad o no. Argumentó que “en todos los objetos y operaciones de la literatura naturaleza, y en la vida de los hombres honestos, nos relacionamos de primera mano con Dios y con el curso de su providencia, y no con espectáculos ficticios, falsificaciones y rumores”. 7 Mann también desalentó la lectura de libros de historia por parte de los Libros de historia vs. niños pues consideraba que los libros disponibles en esta materia sólo biografías presentaban escenas de destrucción de la vida humana, guerras y matanzas, que ejercían una influencia negativa sobre las mentes inmaduras de los niños.8 Mann estaba a favor de la literatura biográfica y científica para los 1 Ibid., 195, 196. 2 Ibid., 180, 182. 3 Ibid., 95, 96. 4 “El imperdonable error de la educación ha sido no comenzar con verdades simples, con ideas elementales, y elevarse gradualmente a resultados complejos. Ha comenzado con sistemas educativos, reglas, esquemas, doctrinas complicadas, que apenas se pueden dar a conocer en años de análisis. Todo se administra masivamente. El alumno, al no poder comprender, ha tratado de recordar, y así se lo ha distraído con un hecho en lugar de proporcionarle un principio explicativo de toda una clase de hechos. . . (ibid., 36). 5 Ibid., 80. 6 Ibid., 85. También afirmó que “es lamentable que tantos jóvenes excelentes, deseosos de un mejoramiento personal, cometan el error de suponer que una familiaridad con las instituciones de la sociedad, con las condiciones y necesidades reales de sus semejantes, y con los medios para aliviarlas, puede cambiarse con provecho por un conocimiento de todo el universo de la ficción, o que es prudente, en sus horas de estudio, descuidar las maravillosas obras del Creador, a fin de familiarizarse con las fábulas de los hombres” (ibid., 86). 7 Ibid., 91. La cursiva es del original. 8 Mann pensaba que la historia, si iba a ser leída por niños, debía ser reescrita para destacar el hecho de que el bienestar más alto de las naciones y los individuos podía lograrse asegurando el bienestar individual de cada uno (ver ibid., 78-80). 29 El hombre y la educación en Elena de White niños. Para él “la biografía de los hombres grandes y buenos es una de las influencias más eficientes en la formación del carácter de los niños”. 1 Elena de White, en calidad de reformadora educacional, compartió algunos de estos puntos de vista aunque con profundas divergencias. Como se verá después, su perspectiva del hombre y la educación constituyeron un sistema de pensamiento independiente y con su propia coherencia interna. El hombre y la educación después de la guerra civil y hacia el fin del siglo XIX Las ideas acerca del hombre Los años posteriores al fin de la guerra civil vieron el desarrollo explosivo de las ciencias físicas y biológicas como así también el impacto de la teoría evolucionista en la arena intelectual norteamericana y que influyó poderosamente en las concepciones del hombre.2 El teísmo cristiano tradicional y la dualidad cuerpo alma Algunos sectores religiosos mantuvieron el teísmo cristiano tradicional, a menudo asociado a una concepción calvinista del hombre.3 El mundo fue creado por Dios con un cuerpo que lo tienta al mal y un alma que le da la posibilidad de la salvación a través de la fe y el sacrificio de Cristo. El hombre puede estar encadenado a la naturaleza por su cuerpo; pero está unido a Dios por su Espíritu y en esta forma está separado del resto de la naturaleza por un impasible abismo.4 Liberalismo religioso y evolucionismo Otros sectores religiosos más liberales prefirieron adherir en diferentes formas a la teoría evolucionista considerando que no había conflicto esencial entre el evolucionismo y el cristianismo. La evolución sería el medio usado por Dios para lograr sus propósitos para con el hombre. 5 El idealismo Una tercera forma de concepción espiritual del hombre fue la del idealismo (que seguía a los europeos Fichte, Schelling, Hegel), cuya filosofía se trasformó en el más influyente punto de vista académico enseñado por los filósofos profesionales en los colegios y las universidades de Norteamérica en la última parte del siglo XIX y comienzos del siglo XX.6 Esta filosofía sostenía que la esencia del universo era espiritual, no material, y que las cosas del mundo físico son más bien una expresión de ideas o de una mente universal comúnmente identificada con Dios o un Espíritu Infinito o Mente Absoluta que es el que mueve el cosmos, en vez de leyes 1 Ibid., 90. 2 Butts, 331. 3 Ibid., 331, 332. 4 Ibid. 332. 5 Ibid., 332, 333. 6 Ibid., 334. 30 El hombre y la educación en Elena de White mecánicas o naturales. La esencia del hombre sería espiritual y no material.1 Entre los educadores idealistas norteamericanos se destacó William T. Harris (1835-1909), fundador del Journal of Speculative Philosophy, quien llegó a ser comisionado de educación de los Estados Unidos.2 Una cuarta concepción espiritual del hombre, hacia principios del siglo XX, El humanismo dualista se encuentra en el humanismo dualista clásico que, descansando sobre las clásico bases del idealismo y la facultad psicológica, reafirmó el dualismo esencial entre el hombre y la naturaleza. Destacó la importancia de la disciplina intelectual y el desarrollo de las facultades morales, espirituales y estéticas de la mente a través de una educación humanista y clásica en contraposición a los estudios científicos y prácticos.3 En contraste con estas concepciones más bien espirituales del hombre y la Las concepciones educación e influenciadas por el creciente naturalismo y evolucionismo, biologías surgieron concepciones más biológicas del hombre que prescindían de cualquier explicación sobrenatural de la naturaleza humana. Así por ejemplo William James propuso un estudio de la mente sobre bases consideradas más científicas. A su vez el realismo filosófico y pedagógico resaltó nuevamente la realidad esencial del mundo físico, que podía ser estudiado por los métodos empíricos de la ciencia. El fin de la educación era para ellos la adquisición de conocimiento verificado y el ajuste del estudiante a la realidad del entorno. 4 El educador realista más destacado hacia principios del siglo veinte en Estados Unidos fue Edward L. Thorndike,5 quien también intentó el desarrollo de una psicología objetiva del aprendizaje, atacando la teoría de la disciplina mental y la importancia de los clásicos en la educación de los idealistas y humanistas clásicos. 6 Por El pragmatismo último, el pragmatismo de John Dewey “se convirtió en uno de los ataques decisivos contra el idealismo y el humanismo clásico” en el transcurso del siglo XX.7 El conflicto “tradición vs. reforma” en relación con los métodos El conflicto entre las tendencias renovadoras en materia educacional y las posiciones conservadoras, estrechamente vinculadas a las perspectivas antropológicas antes descriptas, continuaron en el transcurso de las últimas décadas del siglo XIX. Entre los partidarios de la reforma educacional La influencia de Pestalozzi 1 Ibid., 335. 2 Knight, Philosophy and Education, 45. 3 Butts, 337. 4 Ibid., 341, 342. 5 Knight, Philosophy and Education, 55. 6 Butts, 343-345. 7 Ibid., 347. 31 El hombre y la educación en Elena de White después de 1860 se hizo sentir aún más la influencia de pensadores educacionales europeos especialmente Pestalozzi, con sus lecciones objetivas, Froebel y su preocupación por la educación del niño (propone el Kindergarten) y Herbart, el famoso filósofo y psicólogo alemán.1 Pestalozzi creía que la educación “debía consistir en el desarrollo natural, progresivo y armonioso de todos los poderes y facultades del niño”.2 Educación centrada en el niño Los pestalozzianos favorecían una educación centrada en el niño, en sus gustos, intereses y capacidades. El exponente más destacado de esta concepción durante las décadas de 1860 y 1870 fue Edward Sheldon, presidente de la Escuela Normal de Oswego, Nueva York, para quien la educación eran todas las influencias que desarrollan al ser humano. Consideraba a la educación de la escuela elemental como una continuación de la educación del hogar, y concibió un programa basado principalmente en lecciones objetivas que permitirían que el niño incursionara en experiencias de aprendizaje.3 Francis W. Parker fue otro de los que favoreció una educación centrada en el niño. Consideraba que los seres humanos están absolutamente gobernados por leyes de crecimiento y desarrollo inmutables, siempre actuantes y eficientes, y que todo desarrollo significa conformidad con las leyes del ser, la disconformidad es la decadencia, la degradación y la muerte. 4 Como supervisor de las escuelas de Quincy, Massachusetts, Parker enfatizó un conocimiento más práctico en los programas de educación primaria, desestimando la memorización como método de aprendizaje. Además “introdujo las artes y los oficios en sus escuelas, el estudio de la naturaleza en el laboratorio y reforzó dicho estudio con salidas al campo y al bosque”.5 Interés por la actividad manual Las tendencias de educación centrada en el niño que partían de las ideas de Pestalozzi y Froebel favorecieron un interés creciente por la actividad manual desde 1875 en adelante. No se trataba de una educación técnica sino de una “preparación general para una posterior actividad técnica específica”.6 Se consideraba que esta preparación desarrollaba incluso la capacidad intelectual.7 Currículum más práctico en la educación secundaria La educación secundaria vio también una creciente demanda por un currículum más práctico, asignando importancia a la educación manual, industrial, comercial y agrícola.8 En este nivel se consideraba que la 1 Ibid., 386; ver también 385, 387. 2 Ibid., 385. 3 Ibid., 387. 4 Francis W. Parker, Talks on Pedagogics (New York: E. L. Kellogg, 1894), 383, citado en ibid., 388. 5 Knight, “Los cambios . . .”, 197. 6 Butts, 388. 7 Ibid. 8 Ibid., 393. 32 El hombre y la educación en Elena de White capacitación manual proporcionaba vigor mental al tiempo que “era descripta como un medio para desarrollar el carácter, la perseverancia, la autoestima, la confianza propia y hábitos de orden, esmero y pulcritud”.1 Con todo, la controversia con las perspectivas más tradicionales de la La persistencia de la educación que favorecían la inclusión de los clásicos y abogaban por educación tradicional disciplina mental tanto en el nivel secundario como el terciario, continuaron hasta el final del siglo.2 Se puede concluir con Butts y Cremin que no obstante los crecientes ataques a las concepciones tradicionales de la naturaleza y aprendizaje humanos, el desarrollo moral y religioso así como la disciplina mental continuaron siendo los fines primordiales hasta bien entrado el siglo XX. Por lo tanto, las actividades intelectuales que, presumiblemente, permitirían alcanzar estos fines, continuaron ocupando lugares primordiales durante el transcurso de los estudios.3 Resumen sobre el Hombre y la educación en la República Norteamericana en el siglo XIX EDUCACIÓN TRADICIONAL PERSPECTIVAS REFORMADORAS 1. PENSAMIENTO RELIGIOSO: 1. PENSAMIENTO RELIGIOSO: Grupos Herencia de la ortodoxia religiosos que enfatizaban la voluntad calvinista: Dualidad alma-cuerpo y humana. Perspectivas más liberales del creencia en la depravación total de niño y el método (William Penn, realista la naturaleza humana y en la educacional). Influencia del racionalismo predestinación. y liberalismo en el pensamiento religioso: 2. aparición del unitarismo, el deísmo y el trascendentalismo (Franklin, Mann, Paine, Emerson). Universo gobernado por leyes inmutables. 3. INFLUENCIAS FILOSÓFICAS: 2. INFLUENCIAS FILOSÓFICAS: Herencia del humanismo clásico Herencia del pensamiento de Locke, del Renacimiento y la Escolástica Rosseau, Pestalozzi. Realismo filosófico medieval. Importancia del y pedagógico. idealismo y del humanismo dualista clásico. 4. CONTENIDOS: Énfasis en la 3. CONTENIDOS: Educación más práctica lectura, escritura y aritmética y vocacional: gramática inglesa, (nivel primario). Escuelas de geografía, historia, ciencias naturales, gramática latina (nivel etc. Énfasis en la actividad manual y la secundario). Estudio de los preparación industrial y comercial. clásicos en latín y griego. Escuelas de gramática inglesa y academias (nivel secundario). 1 Knight, “Los cambios . . .”, 196. 2 Para una exposición más amplia véase Butts, 392-403. 3 Ibid., 441. 33 El hombre y la educación en Elena de White EDUCACIÓN TRADICIONAL PERSPECTIVAS REFORMADORAS 5. MÉTODOS: Teoría de la facultad 4. MÉTODOS: Énfasis en la aplicación psicológica. Énfasis en la práctica de los conocimientos. memorización. Experiencias y lecciones objetivas. Educación centrada en el niño. 6. DISCIPLINA: Castigos severos 5. DISCIPLINA: Es el ambiente lo que (el hombre es malo por hace bueno o malo al niño (el hombre es naturaleza). moralmente neutral e infinitamente perfectible). 34 CAPÍTULO III SUPUESTOS ANTROPOLÓGICOS EN ELENA DE WHITE La metafísica tradicional y su visión del hombre La perspectiva de Elena de White acerca del hombre presenta marcados contrastes en comparación con las visiones tradicionales del hombre imperantes en la cultura de Occidente,1 y con las vigentes en tiempos de Elena de White. La metafísica tradicional desarrolló una gran preocupación por la cuestión del ser de las cosas, fundándolo en las ideas (Platón), en un compuesto hilemórfico (Aristóteles, Santo Tomás), o el concepto, ya en el seno del pensamiento cristiano helenizado en su experiencia primitiva (Agustín, etc.), de que la realidad es dual, una dicotomía entre lo espiritual y lo material. Estas ideas se pueden conectar en tiempos modernos con el dualismo cartesiano (y el de sus continuadores, como Malebranche y Leibniz), y con visiones parcializadoras de la realidad tales como el monismo espiritualista de Berkeley o las tendencias extremistas del realismo inglés donde el monismo es ahora monismo materialista. Parece claro entonces que todo el debate en cuanto a la naturaleza de la realidad en la historia del pensamiento occidental ha tendido a polarizarse desde sus comienzos en extremos opuestos del tipo monismo-dualismo, realismoidealismo, materialismo-espiritualismo, etc., poniendo poca atención al hecho de que tal vez el problema mismo no sea tanto en cuál de los dos extremos es necesario ubicarse (o quizá en cuál de los puntos intermedios) sino en la forma misma de plantear el problema como una cuestión de “una cosa o la otra”. Obviamente, toda esta problemática se ha visto ampliamente reflejada en las ideas acerca del hombre a través de la historia, quien ha sido visto a menudo como alma, (o alma y cuerpo), como espíritu (o espíritu y materia), como materia sola, etc., confundiendo lo que puede considerarse como aspectos del hombre en función de sus distintas capacidades de relacionamiento con “partes” o componentes ontológicos del mismo. La metafísica tradicional y su visión esencialista de la realidad y el hombre De una forma u otra este planteo de la cuestión metafísica y antropológica es básicamente “esencialista”. Se preocupa, por ejemplo, por tratar de entender qué es lo que hace que un hombre sea lo que es y no otra cosa olvidándose que el hombre no es un ser esencial sino una totalidad. En el contexto temporal más inmediato de Elena de White se ha podido ver la vigencia de esta óptica reduccionista del hombre. La misma ha sido sostenida, por un lado, por el teísmo cristiano (especialmente el calvinismo), el liberalismo religioso (influenciado por el deísmo), el idealismo (especialmente los seguidores de Hegel) y por el humanismo dualista clásico. Por el otro lado se presenta el extremo del naturalismo y el 1 Para una exposición más completa al respecto véase Apéndice. La vigencia del esencialismo en tiempos Elena de White El hombre y la educación en Elena de White evolucionismo, cuya influencia se ve reflejada en diversas teorías filosóficas, psicológicas y pedagógicas incluyendo el realismo pedagógico. Entre ellos hubo pensadores que trataban de evitar esta forma de plantear las cuestiones metafísicas y antropológicas como lo hacía el idealismo o el dualismo aunque sin sustraerse a sus propios condicionamientos filosóficos. Similitudes y Así por ejemplo Horace Mann, tomando la idea de la naturaleza regida por diferencias con leyes inmutables (posiblemente del mecanicismo y del Iluminismo), Horace Mann considera que la realidad es una sola y que por lo tanto lo espiritual y lo material se rigen por el mismo orden legal.1 Elena de White estaba de acuerdo con dicho punto de vista como se verá enseguida pero no compartía la visión casi mecanicista y un tanto determinista de Mann en este aspecto. Su punto de partida era la Revelación y no la filosofía (como en el caso de Horace Mann). Estos diferentes puntos de partida significaron divergencias profundas entre ambos. Aunque Mann era creyente era un evolucionista, 2 y un convencido de la bondad innata del hombre, desarrollando así ideas cuyos orígenes se podían remontar a Rosseau u otros pensadores modernos e ilumninistas. El unitarismo de Mann, aunque más moderado que el deísmo de sus días, hacía que la intervención divina en los asuntos humanos fuera cada vez menos necesaria. El hombre sólo debía respetar las leyes del universo; éstas regían su educación a fin de desplegar todo su potencial y llegar a ser verdaderamente educado. De esta forma, aunque Mann tenía una visión aparentemente más totalitaria de la realidad, en los hechos, su “mundo espiritual” estaba cada vez más lejos de la “realidad material”, única asequible al conocimiento científico que interesaba a los realistas. Como se verá enseguida Elena de White pensaba sobre una base bíblica que el mundo había sido creado directamente por Dios y que el hombre, afectado por el problema del pecado, no era inherentemente bueno. Por otro lado, la perspectiva pedagógica de Elena de White tenía semejanza, en principio, con la del realismo.3 La visión totalitaria de la realidad en Elena de White, al igual que en Mann, implicaba un cierto realismo, aunque no basado puramente en presuposiciones filosóficas sino más bien en presuposiciones fundadas en la revelación como se verá a continuación. El “relacionismo” de Elena de White En las secciones que siguen se podrá observar también cómo Elena de White enfrenta el tema del dualismo desde una óptica relacional. Parecería lógico, en una primera aproximación, que al dualismo se lo enfrente con un monismo. Sin embargo el monismo no implica necesariamente “relacionismo”4 como el que Elena de White plantea. Lo inverso, sin embargo, sí es verdad: el “relacionismo” de Elena de White conlleva ineludiblemente una perspectiva unitaria o totalizadora de la realidad y del hombre como se verá más adelante. 1 Ver capítulo anterior. 2 Aunque el Origen de las especies, de Charles Darwin fue publicado recién en 1859, el mismo año de la muerte de Horace Mann, las ideas de tendencia evolucionista ya existían en la filosofía, en las ciencias biológicas y en la geología. 3 En una primera observación, sus propuestas educacionales presentan similitudes significativas con el realismo educacional, pero no asume el realismo de su tiempo. 4 Como en el caso del monismo espiritualista de Berkeley, o un monismo materialista (Véase Apéndice). 36 Roy E. Graf Dios, la realidad y la legalidad del orden creado Es útil anticipar aquí que Elena de White considera al hombre como creado a “imagen de Dios”.1 Por lo tanto, una correcta comprensión de su visión del hombre debe comenzar por describir, aunque sea brevemente, su concepción de Dios, de la (naturaleza de la) realidad, y de la forma en que Dios como creador se relaciona con el ámbito de lo creado. Por otro lado, la comprensión de Dios está condicionada a su vez por supuestos acerca de la naturaleza de lo divino como se verá en esta sección. El lugar de Dios en la comprensión de la realidad La metafísica surge en Grecia como una necesidad específicamente humana El hombre como punto de saber “a qué atenerse”; una necesidad de encontrar coherencia en las de referencia en la cosas, o mejor la “consistencia” (en qué consisten las cosas). El griego ve metafísica tradicional al mito como una explicación insuficiente, o al menos, como una explicación a la que sólo se accede por “misterio de los dioses” y por lo tanto el hombre no tiene un camino o método para acceder a esas explicaciones de la realidad.2 Lo interesante de todo esto es que la metafísica surge como una necesidad del hombre de explicar las cosas; pero al hacerlo así, el hombre se constituye en el punto de referencia —consciente o inconsciente— de dichas elaboraciones. La necesidad humana es el punto de partida de las explicaciones de la realidad y esas explicaciones deben responder a la mencionada necesidad de saber “a qué atenerse”. Así por ejemplo Platón, en su referido mito del Fedro,3 parece considerar que “la unidad de los dos mundos, el de la caverna y el de la realidad efectiva, pende del hombre, a quien le pasa estar primero en una región y luego en la otra. La unidad pende, pues —al menos en una dimensión—, del hombre”.4 Por supuesto, el hombre no sólo elabora dichas explicaciones de la realidad sino que también propone el método para llegar a ellas, es a saber, la razón, a través de la que se edifica un saber racional sin mayor punto de referencia que el hombre mismo. Elena de White, sin embargo, sigue un camino distinto. Es necesario comprender la naturaleza de la realidad, para entender al hombre y para ello se requiere empezar por comprender a Dios, el fundamento de toda realidad existente. Comprender a Dios como creador, y su relación con lo creado, es el punto de partida para comprender al hombre como ser creado “a imagen de Dios”. Es decir, para comprender al hombre, hay que empezar por comprender a Dios. Pero para ello se requiere un medio que no sea puramente el de la razón sin más, pues eso haría nuevamente que el hombre se constituya —tarde o temprano— en el punto de referencia de sus propias 1 La educación, 17. 2 Véase Julián Marías, Biografía de la filosofía, 1era reimpresión (Madrid: Alianza Editorial, 1986), 11-23. La cursiva es del original. 3 Véase Capítulo I y Apéndice. 4 Ibid., 76, 77. La cursiva es del original. 37 Dios como referencia para comprender la realidad y el hombre en Elena de White La revelación como medio para conocer a Dios El hombre y la educación en Elena de White concepciones. Ese medio será el de la revelación que Dios hace de sí mismo (ya sea en la naturaleza o en la revelación escrita). De esta forma Dios, y no el hombre, se constituyen en el punto de referencia de toda explicación acerca de la realidad incluido (y en forma especial) el hombre. 1 Los Supuestos acerca de la naturaleza de Dios Los supuestos sobre la naturaleza de Dios en la metafísica tradicional Desde un primer momento, el pensamiento filosófico en Occidente desarrolló una perspectiva metafísica de Dios que lo sumergió en un proceso de despersonalización y, por consiguiente, de alejamiento de la realidad humana. Así por ejemplo el “Dios” de Aristóteles 2 fue concebido como un primer motor inmóvil. Para Aristóteles, este “Dios” era acto puro, forma sin materia, el momento absoluto del mundo. 3 Esta concepción de lo divino estaba fundada en el presupuesto de su atemporalidad (que supone la inmaterialidad) y por lo tanto sólo se llegaba a su conocimiento a través de la abstracción, o la actividad de la razón.4 Obviamente esto implicaba la imposibilidad de que ese “Dios” fuera creador (algo totalmente extraño al pensamiento griego, pues para ello Dios se vincularía con la dimensión El concepto judeo- espacial y temporal de la materia). El pensamiento judeo-cristiano cristiano acerca de primitivo entendía en cambio que “el fundamento ontológico del mundo se Dios. encuentra en Dios, no sólo en su origen, sino de un modo actual” 5 al sustentar su obra creada. Desde luego que Dios, para el cristianismo primitivo, era el Dios bíblico y no el aristotélico. El concepto de Dios en la era cristiana Sin embargo, el cristianismo mismo tampoco pudo sustraerse a una concepción de lo divino desde los parámetros filosóficos de la razón. 6 Esto facilitó un proceso de desconexión de la criatura de su Creador que culminó, en tiempos modernos, con una concepción deísta de Dios7 (donde Dios está totalmente separado de lo creado), y a principios del siglo XIX con la aparición de la idea hegeliana de Dios como Espíritu Absoluto que, al ser inmanente a la historia,8 cae en una suerte de panteísmo en el que Dios queda totalmente desprovisto de su carácter personal. 1 Que Elena de White parte de la Revelación para desarrollar su punto de vista de la realidad, no significa que sus explicaciones no sean “racionales” o que descarten completamente el uso de la razón. De hecho, aunque el punto de partida de toda explicación de la realidad sea la Revelación, es claro que ésta necesita de una interpretación según los parámetros de la razón. Sin embargo, la estructura de la razón misma debe ser interpretada a la luz de la comprensión bíblica del ser y no de la comprensión filosófica clásica del mismo. Véase Fernando Luis Canale, A Criticism of Tehological Reason. Time and Timelessness as Primordial Presuppositions (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, Doctoral Dissertation Series). 2 Véase Apéndice. 3 Julián Marías, Historia de la filosofía, 13era ed. (Madrid: Manuales de la Revista de Occidente, 1960), 70. 4 Véase Canale, 93-95. 5 Marías, Historia, 130. 6 Véase Apéndice. 7 La cual favoreció, por ejemplo, la aparición del unitarismo, al que Mann adhería. 8 Para Hegel, la realidad se entendía como “un proceso único y continuo que actúa y revela en sus grados necesarios un proceso absoluto”; pero “Hegel no coloca al Absoluto fuera del 38 Roy E. Graf Elena de White efectúa un retorno a los parámetros bíblicos de la comprensión de lo divino concibiendo a Dios como un ser personal desde el presupuesto de lo espacio-temporal. El retorno a los fundamentos bíblicos en Elena de White Dios como Creador y Sustentador En primer lugar Elena de White atribuye a Dios la cualidad de Creador del universo, Hacedor, Gran Arquitecto y Diseñador.1 Dios es la causa primera y única.2 Es creador en el sentido pleno de la expresión ya que “no dependió de ninguna materia o sustancia preexistente . . . Todas las cosas, materiales o espirituales, aparecieron delante del Señor Jehová a su voz, y fueron creadas por su propio propósito”.3 Pero Dios no sólo es Creador sino también Sustentador del orden creado. La creación no puede bastarse a sí misma. El poder de Dios está aún en acción para sostener los objetos de su creación. No late el pulso ni se suceden las respiraciones por el hecho de que el mecanismo una vez puesto en movimiento sigue actuando por su propia energía inherente. . . Desde el insecto más pequeño, hasta el hombre, toda criatura viviente depende diariamente de su providencia.4 Esto significa que Dios no sólo es el Creador de todo, sino la vida de todo lo viviente. Es su vida la que recibimos en la luz del sol, en el aire puro y suave, en el alimento que fortifica nuestros cuerpos y sostiene nuestra fuerza. Por su vida existimos hora tras hora, momento tras momento. A menos que hayan sido pervertidos, todos sus dones tienden a la vida, la salud y el gozo.5 Para Elena de White, “la misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia, sigue manifestándose en el sostenimiento del universo y en la continuación de las operaciones de la naturaleza”. 6 Dios sigue vinculado con el orden creado luego del acto creador. Pero Elena de White se ocupa Dios no es un ente de aclarar que la noción de Dios como sustentador no debe inducir a pensar impersonal en Él como un ente impersonal: proceso, como Unidad inasible, sino que lo identifica con el proceso mismo y lo vuelve inmanente” (N. Abbagnano y A. Visalberghi, Historia de la pedagogía, trad. Jorge Hernández Campos [México: Fondo de Cultura Económica, 1969], 459). 1 Ver por ejemplo, Patriarcas y profetas, 24-33; La educación cristiana, 306; La educación, 119, Mensajes selectos, vol. 3, 356. 2 Mensajes selectos, vol. 3, 356. “Causa primera”, no puede entenderse, en el sentido aristotélico de “primer motor inmóvil”. Esto es claro desde el momento en que, para Elena de White, Dios es creador (y por lo tanto, tiene voluntad creadora), una noción totalmente extraña al griego, quien sostenía el punto de vista de la eternidad de la materia (ver Marías, Historia, 10). 3 Mensajes selectos, vol. 3, 357. 4 La educación, 131. 5 Ibid., 197, 198. La cursiva no es del original. 6 Ibid., 203. 39 El hombre y la educación en Elena de White El enorme poder que obra en la naturaleza y sostiene todas las cosas, no es meramente, como dicen algunos hombres de ciencia, un principio que todo lo penetra, ni una energía activa. Dios es espíritu, y no obstante, es un ser personal, pues el hombre fue hecho a su imagen.1 Dios y la naturaleza de la realidad Una consecuencia natural de la concepción de Dios como Creador y Sustentador y a la vez como un ser personal comprometido con su obra creadora, es que Dios es un ser que se desenvuelve en el ámbito espaciotemporal2 (aunque no esté limitado por el mismo) y por lo tanto no se trata de un ente metafísico donde lo divino se encuentra más allá de la realidad Lo espiritual y lo sensible. De hecho esto significa que no hay una distinción de fondo entre natural como parte de realidad sensible o material y realidad espiritual, metafísica o ideal. La una misma realidad realidad no es dicotómica y dual. Lo espiritual y lo natural constituyen una y la misma realidad. Esto supone naturalmente que las leyes divinamente establecidas en el orden creado son, en última instancia, un solo conjunto de leyes tanto para el ámbito natural como para el espiritual. En conformidad con esto Elena de White declaró que “los mismos principios atraviesan las cosas naturales y espirituales”.3 Naturaleza y revelación de Dios La naturaleza como medio de revelación de Dios En lo referente al orden creado, otro aspecto a mencionar es que éste posee para Elena de White una cualidad reveladora de lo divino. “Dios es revelado en la naturaleza. . .”.4 Aún más, “todas las cosas creadas, en su perfección original, eran una expresión del pensamiento de Dios”. 5 No debe entenderse por ello que los objetos de la creación son el pensamiento de Dios. Afirmar eso equivaldría a negar la realidad material, convirtiéndola en pensamiento o idea.6 La naturaleza es una expresión del pensamiento divino y por lo tanto merece ser estudiada. Es una realidad concreta a través de la cual Dios se revela. De hecho la naturaleza es un medio preestablecido por Dios para revelarse a sí mismo. 1 Ibid., 131. 2 Como se insistirá luego, que el hombre haya sido creado a “imagen de Dios”, significa que el hombre es semejante tanto en su exterior como en su carácter con Dios (Patriarcas y profetas, 25). Por lo tanto Dios tiene una dimensión física y emocional. No se trata de un ser abstracto. Aunque Elena de White se refiere a menudo a Dios como “el Invisible” esto no significa en modo alguno que Dios es “inmaterial” o algo semejante. “El se revela en la naturaleza . . .” (Fundamentals, 377). “Lo visible [en la naturaleza] ilustra lo invisible” (La educación, 100). 3 Fundamentals, 85. En ibid., 375 se afirma que “los mismos principios corren a través del mundo espiritual y natural”. Posiblemente en esta afinidad básica de la ley moral y natural pensaba también Elena de White cuando escribió que “hay una íntima relación entre la ley moral y las leyes que Dios ha establecido en el mundo físico” (Mente, vol. 2, 588). 4 Fundamentals, 289. 5 La educación, 17. 6 Como ocurre por ejemplo con el idealismo de Berkeley (véase Apéndice). 40 Roy E. Graf La naturaleza da testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol, no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía a los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza.1 En el plan original de Dios todo el mundo natural estaba destinado a ser intérprete de las cosas de Dios. Para Adán y Eva . . . la naturaleza estaba llena del conocimiento de Dios . . . Para sus oídos atentos, hacía repercutir la voz de la sabiduría. La sabiduría hablaba al ojo y era recibida en el corazón . . .”.2 Podría decirse, usando una expresión de Elena de White, que la naturaleza es “la voz de Dios”.3 La legalidad y propósito del orden creado Un tercer aspecto en relación con el orden creado es que éste está inscripto El orden creado está en una legalidad. Este marco legal o conjunto de leyes es el fundamento de inscripto en una la soberanía divina. Y “siendo la ley del amor el fundamento del gobierno legalidad de Dios”,4 comprenderla es importante pues ella también afecta al hombre como se verá luego. Esta ley de amor constituye un reflejo de “la voluntad y el carácter” divino, una “expresión del pensamiento y de la voluntad de Dios”,5 y por lo tanto es “inmutable”.6 Incluso el orden natural está regido por leyes. Estas son leyes naturales inmutables e inalterables que comprenden todo el ámbito de lo creado. La armonía de la creación depende del perfecto acuerdo de todos los seres y las cosas, animadas e inanimadas, con la ley del Creador. No sólo ha dispuesto Dios leyes para el gobierno de los seres vivientes, sino también para las operaciones de la naturaleza. Todo obedece a leyes fijas, que no pueden eludirse.7 Esta es una legalidad divinamente establecida y sustentada. Esto significa La legalidad es que Dios no se encuentra limitado por esa legalidad. Por el contrario, Dios establecida y sustentada por Dios es quien la sustenta y actúa a través de ella. 1 Ibid., 99. La educación cristiana, 203, 204. 3 La educación cristiana, 69. El concepto de naturaleza como medio de revelación divina tiene importancia epistemológica y pedagógica; indirectamente se opone al idealismo y al apriorismo gnoseológico pues admite que se puede obtener conocimiento de las realidades últimas a través de la experiencia. A la vez, no niega estas realidades últimas ni las ignora, como podría ocurrir en un empirismo extremo o en el positivismo; por el contrario, es un medio de afirmarlas. Esto se discutirá nuevamente más adelante. 4 Patriarcas y profetas, 12. 5 El conflicto de los siglos, 520. 6 Ibid., 520, 548, 553, 557. 7 Patriarcas y profetas, 34, 35. 41 El hombre y la educación en Elena de White Mucho se habla en cuanto a que Dios está en la naturaleza, como si el Señor estuviese limitado por las leyes de aquella al extremo de ser su esclavo. Muchas teorías pueden inducir a las inteligencias a suponer que la naturaleza sea una fuerza estable por sí misma con exclusión de la Deidad, que tenga su propio poder inherente con el cual obrar. En este respecto los hombres no saben lo que dicen. ¿Supondrán que la naturaleza tenga el poder de existir por sí misma sin la mediación constante de Jehová? El Señor no obra por medio de sus leyes para invalidar las leyes de la naturaleza. Él ejecuta su obra por medio de las leyes de la naturaleza. Él ejecuta su obra por medio de las leyes y propiedades de sus instrumentos, por lo que la naturaleza obedece a un “así dice Jehová”.1 Más aún, Elena de White considera que “el Autor de las leyes de la naturaleza puede obrar por encima de ellas”.2 La “ley de la acción obediente” o “ley del servicio” La legalidad natural posee un propósito o designio divino que le da un sentido y finalidad a las operaciones de la naturaleza. Elena de White llama a ese propósito o designio, la “ley de la acción obediente”. 3 Otra forma de hacer referencia al propósito o designio divino en el orden natural, es hablar de la “ley de servicio”. 4 Esta ley de servicio “está impresa impresa en todos los objetos de la naturaleza. . .”. 5 Todos los objetos del orden natural poseen un lugar y una función asignada por Dios.6 Su desempeño en ese lugar y función está estricta e ineludiblemente regido por esa “ley de la acción obediente” o “ley del servicio”. Así, “cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye a la vida del mundo, asegura la suya”. 7 La “ley de la acción obediente” constituye el denominador común de todas las leyes y operaciones de la naturaleza. Dios ha establecido en los cielos la ley de la acción obediente. Silenciosa pero incesantemente, los objetos de su creación realizan su 1 La educación cristiana, 307. 2 Mensajes selectos, vol. 3, 353. 3 Mente, vol. 1, 118. 4 La educación, 103. 5 Ibid. 6 En realidad, esta ley del servicio involucra no sólo al orden natural, sino también a los seres seres celestiales (y como se verá luego, también al hombre). Todo lo creado, animado e inanimado, tiene un lugar y una función específica a la que obedece. La cita aludida arriba expresa que “tanto las cosas del cielo como las de la tierra declaran que la gran ley de la vida es una ley de servicio. El Padre infinito cuida la vida de toda cosa animada. Cristo vino a la tierra „como el que sirve‟. Los ángeles son „espíritus ministradores . . .‟ La misma ley de servicio está impresa en todos los objetos de la naturaleza. Las aves del cielo, las bestias del campo, los árboles del bosque, las hojas, el pasto y las flores, el sol en los cielos y las estrellas de luz, todos tienen su ministerio. El lago y el océano, el río y el manantial, todos toman para dar. “Cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye a la vida del mundo, asegura la suya” (ibid). Esto significa que aun Dios mismo se somete voluntariamente a esta ley del servicio, a la que está sujeta todo el orden creado. 7 La educación, 103. 42 Roy E. Graf tarea asignada. El océano está en constante movimiento. El pasto que crece, “que hoy es y mañana es echado en el horno”, realiza su misión, vistiendo los campos con belleza. Las hojas son movidas por el viento, y sin embargo no se ve mano alguna que las toque. El sol, la luna y las estrellas son útiles y gloriosas [sic] al cumplir la misión para ellos designada.1 Elena de White frente al panteísmo y el deísmo Aunque está implícito en lo dicho hasta aquí, Elena de White recalca dos aspectos en relación con su concepción de la naturaleza como revelación de Dios y como regida por una legalidad universal. En primer lugar, ella dice que la naturaleza no es Dios, descartando así cualquier pretensión del panteísmo: Rechazo al panteísmo Los que tienen un verdadero conocimiento de Dios no se infatuarán con las leyes de la materia ni las operaciones de la naturaleza, al punto de pasar por alto o rehusar reconocer la continua operación de Dios en la naturaleza. La naturaleza no es Dios, ni nunca lo fue. La voz de la naturaleza testifica de Dios, pero la naturaleza no es Dios. Como obra creada por Dios, simplemente da un testimonio del poder de Dios. La Deidad es el autor de la naturaleza. En sí mismo, el mundo natural no tiene poder sino el que Dios le suministra. 2 En segundo lugar, Elena de White descarta cualquier pretensión deísta o Rechazo al deísmo atea que suponga una “independencia de las leyes de la naturaleza”. 3 No se ha de suponer que es puesta en movimiento una ley para que la semilla obre por sí misma, para que aparezca la hoja porque así debe hacerlo por sí misma. Dios tiene sus leyes que ha instituido, pero éstas son sólo siervos mediante los cuales él logra los resultados. Mediante los agentes inmediatos de Dios cada semilla se abre paso en la tierra y brota a la vida. Crece cada hoja, florece cada flor, por el poder de Dios.4 En síntesis, para Elena de White Dios es un ser personal, Creador y Sustentador del orden natural. La naturaleza es un medio preestablecido por Dios para revelarse a sí mismo y está regida por leyes que manifiestan un propósito y designio. Cada objeto animado o inanimado en la naturaleza tiene un lugar y una función ligados a ese propósito común que es la ley de la acción obediente o la ley del servicio. El hombre también es afectado por ese designio pero de una forma especial que tiene que ver con su peculiar manera de relacionarse con el orden natural. 1 Mente, vol. 1, 118. La cursiva no es del original. 2 Mensajes selectos, vol. 1, 344, 345. 3 Ibid., 346. 4 Ibid. 43 El hombre y la educación en Elena de White Resumen sobre la concepción de Dios y la realidad en Elena de White DIOS Y LA REALIDAD en Elena de White El hombre es un ser creado a 1. “imagen de Dios”. Por lo tanto es necesario comprender a Dios para comprender al hombre. 1. 2. Dios es CREADOR, causa 2. primera y única. Se relaciona con lo creado; es SUSTENTADOR. Dios es un ser PERSONAL. 3. Dios se desenvuelve en el ámbito 3. espacio-temporal (aunque no esté limitado por él). No hay una oposición genuina 4. entre realidad sensible o material y realidad espiritual o metafísica. 4. 5. La creación es un medio 5. preestablecido por Dios para revelarse a sí mismo pero no es Dios. La creación está inscripta en una 6. legalidad que afecta también al ser humano. Esa legalidad posee un propósito o designio teleológico llamado la “ley de la acción obediente” o “ley del servicio”. 6. OBSERVACIONES El hombre es comprendido en función de su relación con lo divino. La comprensión de Dios se convierte en el punto de referencia para la comprensión de la realidad. Dios no es un “primer motor inmóvil” o un ser impersonal. La materia no es eterna ni puede bastarse a sí misma. Se descarta el deísmo. Dios es el fundamento ontológico del mundo en su origen y en forma actual. Dios no es un ente metafísico atemporal (como el Dios aristotélico). Por lo tanto las leyes naturales y espirituales constituyen un solo conjunto de leyes. La naturaleza merece ser estudiada pero no deificada. Se descarta el panteísmo. La ley de la acción obediente le da SENTIDO y FINALIDAD a las operaciones de la naturaleza. El hombre creado a imagen de Dios: atributos del hombre El hombre como imagen de Dios La respuesta a la pregunta ¿qué es el hombre? en Elena de White debe comenzar discutiendo lo que significa para ella el hecho de que “Dios creó al hombre a su propia imagen”.1 Este concepto posee importantes implicaciones que Elena de White no desarrolla en forma sistemática pero que contribuyen a formar el sentido acabado del mismo, y que por lo tanto es necesario explorar para comprender. 1 Patriarcas y profetas, 25. 44 Roy E. Graf En primer lugar, el concepto del hombre como ser creado a imagen de Dios descarta cualquier teoría evolucionista del origen del hombre: Se descarta el evolucionismo Dios creó al hombre a su propia imagen. No hay en esto misterio. No existe fundamento alguno para la suposición de que el hombre llegó a existir mediante un lento proceso evolutivo de las formas bajas de la vida animal o vegetal. Tales enseñanzas rebajan la obra sublime del Creador al nivel de las mezquinas y terrenales concepciones humanas (. . .). La genealogía de nuestro linaje, como ha sido revelada, no hace remontar su origen a una serie de gérmenes, moluscos o cuadrúpedos, sino al gran Creador. Aunque Adán fue formado del polvo, era el “hijo de Dios” (Luc. 3:38, V.M.).1 Este es un punto de partida necesario para todo lo que sigue. Por otro lado, Elena de White considera que el hecho de que el hombre haya El hombre fue creado sido creado a “imagen de Dios” significa que el hombre era semejante o semejante o parecido a Dios parecido a Dios.2 Esta semejanza del hombre con Dios se da tanto en su “exterior, como en el carácter”.3 Y Elena de White insiste en ambos aspectos. Así en La educación, declara que, creados para ser la „imagen y gloria de Dios‟, Adán y Eva habían recibido capacidades dignas de su elevado destino. De formas graciosas y simétricas, de rasgos regulares y hermosos, de rostros que irradiaban los colores de la salud, la luz del gozo y la esperanza, eran en su aspecto exterior la imagen de su Hacedor. Esta semejanza no se manifestaba solamente en su naturaleza física. Todas las facultades de la mente y el alma reflejaban la gloria del Creador. 4 Las consecuencias de estos dos aspectos deben ser comprendidas debidamente. Si el hombre es de una naturaleza exterior semejante a Dios, quiere decir que se trata de un ser con una dimensión física y que, al igual que Dios, se desenvuelve en un ámbito espacio-temporal. Además, si el hombre se desenvuelve en un dominio de esa naturaleza está sujeto a su legalidad implícita. Este paralelismo entre Dios y el hombre tiene un límite natural para Elena de White: Dios no está limitado por la dimensión espacio-temporal en la que se desenvuelve ni por su legalidad implícita; el hombre sí lo está.5 La dimensión física del hombre Su ámbito es el espacio-temporal Está sujeto a la legalidad El Hombre y su relación con el entorno ¿Qué significa que el hombre esté sometido a la legalidad del ámbito espacio-temporal? Para Elena de White, este ámbito es la naturaleza o el mundo. En un sentido, el hombre no sólo está sometido a ese ámbito, sino que forma parte integrante de él. El hombre es un sujeto psico-físico y por 1 Ibid. 2 En La educación, 270, ella especifica que el hombre (antes de la caída) tuvo “la dignidad de una condición humana semejante a la de Dios”; es decir que el hombre fue creado en una “condición” semejante a la de Dios. 3 Ibid. 4 Ibid., 20. 5 Mensajes selectos, vol. 3, 353. 45 El hombre forma parte de su entorno que es el soporte de su existencia El hombre y la educación en Elena de White Conocer es relacionarse El hombre está regido íntimamente por la legalidad natural lo tanto su entorno se constituye en soporte de su existencia. No es un ser aislado sino un ser situado en un ámbito, en un contexto. El hombre es un ser en posición;1 es, porque es en, en un contexto con el que se relaciona y del que forma parte. Sin esa relación el hombre no podría existir. Lo que es más, el hombre es capaz de conocer porque se relaciona con su entorno. En este sentido, la existencia del hombre constituye una experiencia constante, un relacionarse con las cosas. Y conocer será, en su sentido pleno, relacionarse, experimentar. Por ello Elena de White hace referencia a la “unidad del hombre con la naturaleza y con Dios”. 2 Si el hombre está sometido a la legalidad implícita en el mundo natural, entonces esto quiere decir que “el mismo poder que sostiene la naturaleza, obra también en el hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo, rigen la vida humana”.3 Esta legalidad afecta al hombre en su intimidad psíquica, física y biológica: “El Señor ha escrito en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes que gobiernan nuestro organismo”. 4 En definitiva, “todo el organismo humano es gobernado por leyes”. 5 El hombre, el movimiento y su propósito La ley de la acción obediente es válida para el hombre Todo esto implica naturalmente que el propósito o designio divino que le da sentido y finalidad a las operaciones de la naturaleza y al que (como se ha dicho antes) Elena de White llama la “ley de la acción obediente” 6 o “ley de de servicio”7 es también válido y vigente para el hombre. “Dios ha establecido en los cielos la ley de la acción obediente (. . .). Y el hombre, su mente y su cuerpo creados a la semejanza de Dios, debe estar activo a fin de ocupar el lugar que se le ha designado. El hombre no ha de estar ocioso”.8 Al igual que el resto del orden natural el hombre es un ser que debe estar en constante acción y movimiento. 1 Posición es un término usado para describir la forma de entender el ser según Kant, quien consideraba que el ser de las cosas es un ser en posición. “El carácter de lo existente no es un carácter intrínseco, sino trascendental: consiste en un estar en; es algo que trasciende de cada cosa y estriba en que esté con las demás” (Marías, Historia, 296). Desde luego, aquí es usado partiendo de supuestos metafísicos diferentes, ya que mientras en Kant el espacio y el tiempo (y las categorías) son estructuras a priori del sujeto que conoce, en Elena de White, el espacio y el tiempo forman parte del “en” en el que el hombre se encuentra ubicado sin generar un dualismo entre sujeto cognoscente y objeto conocido. 2 La educación, 100. No hay que olvidar que la naturaleza tiene una cualidad reveladora de Dios, y por lo tanto, adecuadamente entendida, la unidad con la naturaleza implica la unidad con Dios. 3 Ibid., 99. 4 Ibid., 196, 197. Seguramente por esto Elena de White entiende que “el cuerpo humano puede compararse con una maquinaria esmeradamente ajustada, la cual requiere cuidado para mantenerla en ordenada marcha” (La educación cristiana, 380). Con todo, Elena de White aclara que “el organismo físico del hombre está bajo la supervisión de Dios” y por lo tanto “no es como un reloj que se pone en marcha y debe andar por sí mismo” (Mensajes selectos, vol. 1, 346). 5 Fundamentals, 59. 6 Mente, vol. 1, 118. 7 La educación, 103. 8 Mente, ibid. 46 Roy E. Graf Toda la realidad es, en alguna medida, una realidad activa. Por lo tanto “la inactividad no es la ley que el Señor ha establecido en el cuerpo humano”. 1 Por el contrario, “todo el cuerpo ha sido creado para la acción”.2 Esta constante actividad humana, vale aclarar, no debe entenderse como mero movimiento o acción sino como movimiento o acción con un fin. No es movimiento por el movimiento mismo. El hombre “debe estar activo a fin de ocupar el lugar que se le ha designado” en su ámbito. Al igual que todo lo creado realiza su tarea, el hombre debe trabajar. 3 El movimiento o acción del hombre con una finalidad es pues, trabajo. El hombre no sólo es un ser en, sino también un ser para. Existe para ser activo y su actividad tiene un sentido. Dios trabaja, la naturaleza trabaja, y el hombre también debe hacerlo. “Dios obra constantemente. Todas las cosas de la naturaleza cumplen la tarea que se les ha asignado. Se ve actividad en toda la creación y, para cumplir nuestra misión, nosotros también debemos ser activos”. 4 ¿Cuál es esa finalidad? No hay que olvidar que la ley de la acción obediente es también llamada “ley del servicio”. 5 El servicio es la finalidad de la actividad humana. Esta ley se aplica tanto a los agentes celestiales (ya que incluso Dios se somete voluntariamente a esta ley) como así también “a todos los objetos de la naturaleza . . . El lago y el océano, el río y el manantial, todos toman para dar. Cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye a la vida del mundo, asegura la suya”. 6 Por lo tanto, la acción humana (en el contexto de la humanidad no caída), al ajustarse a los parámetros de la ley de la acción obediente o ley del servicio se orienta hacia una finalidad externa al hombre mismo. Pero en la interacción con el entorno, el hombre mismo se ve beneficiado manteniendo así una relación de armonía con el universo.7 Esto motiva naturalmente a Elena de White a destacar “la verdadera dignidad del trabajo”,8 que tanta importancia tendrá en su pensamiento pedagógico.9 Pero el trabajo del hombre, como se verá enseguida, no es en 1 La educación cristiana, 293. 2 La educación, 293. 3 Mente, ibid. La cuestión del hombre como un ser activo se reitera en Elena de White. Utilizando la metáfora del cuerpo como una maquinaria, declara que “en todo tiempo la maquinaria del cuerpo continúa su obra; el corazón palpita, realizando regularmente la tarea que le fue asignada como una máquina de vapor, impulsando su corriente carmesí por todas partes del cuerpo. Acción, acción, es lo que satura toda la máquina viviente. Cada órgano debe hacer su obra asignada” (ibid., 119). En la naturaleza, “el Hacedor de todas las cosas fue el que ordenó la maravillosa adaptación de los medios a su fin” (La educación, 133). Elena de White considera que esto también se aplica al hombre: el cuerpo presenta una “maravillosa adaptación de los medios al fin” (ibid., 198). 4 La educación, 214. 5 Ibid., 103. 6 Ibid. 7 Ibid., 99, 100. 8 Ibid. 9 En Patriarcas y profetas Elena de White escribió que “Dios dio el trabajo como una bendición con que el hombre ocupara su mente, fortaleciera su cuerpo y desarrollara sus facultades. En la actividad mental y física, Adán encontró uno de los placeres más elevados de su santa existencia” (31). 47 La ley de la acción obediente le da sentido y finalidad a la actividad humana El servicio es la finalidad de la actividad humana El hombre y la educación en Elena de White todo sentido igual al de los otros seres vivos del mundo natural tales como los animales, cuya conducta se rige naturalmente por el instinto, ni al trabajo desempeñado por los elementos inanimados de la naturaleza, regidos estrictamente por leyes físico-químicas y naturales. Y esto conduce inmediatamente a otra cuestión: la de la voluntad humana como un aspecto de la imagen de Dios. Voluntad e individualidad: La imagen de Dios en el hombre La adhesión de ley de la acción obediente es voluntaria para el hombre Hay que notar que cuando Elena de White habla de la validez o vigencia de la ley de la acción obediente para el hombre, no utiliza un lenguaje descriptivo sino más bien preceptivo.1 El hombre decide si obedece o no a la ley de la acción obediente o ley del servicio. O dicho de otro modo, la ubicación del hombre en el lugar y la función que posee en el orden creado depende de la aceptación (o no) de ese lugar por parte del mismo hombre. La aceptación y sometimiento del hombre al lugar y función que le toque desempeñar en el orden creado es, entonces, voluntaria. Es decir, depende de su voluntad.2 Y la voluntad es “el poder de decidir, que obra en los hijos hijos de los hombres para obediencia o desobediencia”.3 La fuerza de voluntad “es el poder que gobierna en la naturaleza del hombre: el poder de decidir o de elegir (. . .). Dios ha dado a los hombres el poder de elegir; depende de ellos el ejercerlo”.4 Por lo tanto, bien podría decirse que para Elena de White, la característica principal que distingue al hombre de cualquier cosa creada en el orden natural (animada o inanimada) es su voluntad. 5 Un hombre sin voluntad, no Definición de voluntad no es en realidad un hombre. “La voluntad, es el poder que gobierna la naturaleza humana”,6 es “el resorte de todas las acciones”. 7 Se puede definir entonces a la voluntad como la capacidad o atributo distintivamente humano que le permite al hombre decidir; y por lo tanto, puede decidir si adhiere o no al designio o propósito de la legalidad universal divinamente La voluntad como rasgo distintivo del ser humano 1 Vale decir que en tanto que la naturaleza “obedece” sin más a la ley de la acción obediente, el hombre en cambio “debe obedecer”, pero no necesariamente lo hace. 2 Esto no significa que el hombre puede decidir si va a obedecer o no todas las leyes que lo gobiernan. En tanto el hombre es un sujeto físico-químico, no puede decidir por ejemplo, si va a adherir o no a la ley de la gravedad. Tampoco puede evitar verse condicionado en alguna medida por ciertas leyes de la mente (que Elena de White especifica como se verá enseguida). En este sentido, para el hombre, la vida no está regida por mera casualidad sino por “leyes definidas e invariables” (La educación, 195). Lo que sí puede es decidir si va a aceptar voluntariamente o no someterse al propósito o designio que rige a las leyes de la naturaleza, es decir, a la ley de la acción obediente. El no someterse voluntariamente a dicho propósito o designio conduce al hombre a su autodestrucción como se verá luego. 3 Mensajes para los jóvenes, 149. 4 El camino a Cristo, 47. 5 Al hablar de la voluntad como “cualidad distintiva” no debe entenderse como “cualidad esencial” en sentido filosófico ya que el hombre no es “pura voluntad” o pura determinación. La voluntad es una capacidad del ser hombre total y está condicionada por otros aspectos como se verá luego. 6 Mente, vol. 2, 712. 7 Ibid. 48 Roy E. Graf establecida. Esto último implica una característica importante de la voluntad: ésta siempre se ejerce con relación a algo. La voluntad es siempre La voluntad siempre se voluntad de acción; voluntad de hacer o no hacer algo. Es decir es ejerce con relación a “voluntad de” o “voluntad para”; y ese “para” es, en definitiva, el adherir o algo no al propósito o designio de la legalidad.1 Un aspecto que debe destacarse en cuanto a la adhesión voluntaria del La adhesión voluntaria hombre a la legalidad y a la ley de la acción obediente es que para ser a la legalidad se basa en el amor realmente voluntaria, debe estar basada en el amor. “El amor es el principio de acción”2, y por lo tanto determina la genuinidad de las acciones humanas.3 La voluntad supone, además, otros atributos o cualidades estrechamente ligadas a ella. En primer lugar, “Dios ha dado a los hombres y a las mujeres facultades de raciocinio”.4 Es decir, que “la razón es un don de Dios”. 5 La La razón es la capacidad o “la facultad de distinguir entre lo bueno y lo malo”,6 lo que se presenta ante el hombre como un problema a resolverse. Esto a su vez supone dos cosas más: conciencia y libertad. El hombre debe ser consciente de sí mismo, de sus propios actos y de la carga moral que estos conllevan. Es a través de la conciencia “con la cual evaluamos el bien y el mal”.7 El ser humano es un ser con libertad para decidir. “El hombre fue creado moralmente libre”.8 Y es por eso que Elena de White se refiere al hombre como un “ente moral libre”.9 La voluntad supone a la razón: capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo La razón supone a la conciencia ya la libertad Si el hombre tiene voluntad y los atributos asociados, es un ser para el cual La dimensión moral de la legalidad universal del orden natural posee una dimensión moral,10 dado la legalidad para el hombre 1 Esta concepción de la voluntad es importante porque implica que la captación de esta característica fundamental del ser humano impide cualquier intento de concebir al hombre como sólo espíritu, o pura esencia, o como alma distinguible del cuerpo. La voluntad siempre se ejerce, al igual que los otros atributos humanos, con relación a alguna acción que debe ser, forzosamente, en el espacio y en el tiempo. El concepto de voluntad es incompatible con todo dualismo o idealismo. En la primera mitad del siglo XX, pensadores como Ortega y Gasset, señalarán este mismo hecho en relación con otro atributo humano: la razón. Para Ortega y Gasset “el significado más auténtico y primario de la razón es el de „dar razón de algo‟” (Marías, Historia, 439). 2 Mente, vol. 1, 209. 3 El amor es primariamente amor hacia Dios, el originador de la legalidad. Por extensión, también se dirige hacia otros seres con voluntad. Esto acarrea hondas consecuencias educacionales. 4 La educación cristiana, 348. 5 Consejos para los maestros, 409. 6 La educación, 231. 7 Mente, vol. 1, 330. 8 Patriarcas y profetas, 342, 343. 9 Ibid., 29, 30. 10 Según Elena de White, “mientras que en la naturaleza todo está gobernado por leyes naturales, solamente el hombre, entre todos los moradores de la tierra, está sujeto a la ley moral” (Patriarcas y profetas, 35). Cabe aclarar que esto podría inducir a pensar que existe una ley natural y otra ley moral totalmente diversas. Sin embargo no debe olvidarse que Elena de White considera que “los mismos principios rigen en el mundo espiritual y el natural” (Consejos para los maestros, 381). Por lo tanto, las referencias a la ley moral deben entenderse a menudo como aludiendo a la dimensión moral que poseen las leyes 49 El hombre y la educación en Elena de White que al decidir, el hombre es consciente y responsable de sus actos, y todos los actos humanos conllevan una carga moral. 1 Elena de White considera que los atributos humanos tienen el propósito de que el hombre comprenda esa dimensión moral: Adán y Eva fueron dotados de dones mentales y espirituales superiores “a fin de que no discernieran solamente las maravillas del universo visible, sino que comprendiesen las obligaciones y responsabilidades morales”.2 Estos atributos o cualidades son entonces atributos o cualidades morales: es decir, se trata de una voluntad moral, una razón moral, una conciencia moral y de una libertad moral. Diferentes decisiones configuran diferentes individuos Pero los hombres tienen la posibilidad de tomar decisiones diferentes unos de otros en cuanto a sus responsabilidades frente al mundo o el orden natural. Y, por supuesto, diferentes decisiones configuran diferentes individuos. El hombre es una individualidad, una configuración única que constituye una totalidad íntegra. Para Elena de White el hombre es un individuo que piensa y actúa en función de sus pensamientos. “Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer”.3 “Cada cual tiene una individualidad separada y diferente de todas las demás”. 4 Por lo tanto, la distinción entre todos los atributos considerados (voluntad, razón, conciencia, libertad) es, en alguna medida, una distinción analítica pero no necesariamente real.5 Todos ellos conforman una sola “individualidad moral”. La voluntad y el carácter La voluntad es entonces la característica distintivamente humana. El hombre es un ente moral y, en consecuencia, todos los actos de la vida tienen una carga moral. En este contexto se debe tener en cuenta un concepto importante en la antropología de Elena de White: el carácter. Si todo acto de la vida conlleva una responsabilidad moral, esto afecta ineludiblemente la calificación moral del individuo. Y esto es precisamente el carácter: la persona calificada moralmente. Los actos humanos determinan la calificación moral de la persona. En palabras de Elena de naturales para el hombre en función de su voluntad/individualidad. La distinción entre ley moral y ley natural es una distinción analítica como se verá al final del capítulo, pero no necesariamente una distinción metafísica entre un ámbito que es afectado solamente por la ley moral y otro que es afectado solamente por la ley natural. 1 Elena de White comenta que los estudiantes “son agentes morales responsables de Dios” (Fundamentals, 48). 2 La educación, 20. En Patriarcas y profetas también se afirma que “al hombre, obra maestra de la creación, Dios le dio la facultad de comprender sus requerimientos, para que reconociese la justicia y la benevolencia de su ley y su sagrado derecho sobre él; y del hombre se exige una respuesta obediente” (35). 3 La educación, 17. 4 Mente, vol. 2, 438. 5 Véase por ejemplo, Mente, vol. 1, 127, 333; donde razón, conciencia parecen casi sinónimos y compárese el uso del término “voluntad” en ibid., 126, con el uso de los términos “razón y conciencia” en ibid., 127 donde el uso de los términos parece sugerir que son sinónimos. Estos términos son usados a menudo en aposición. En La educación cristiana, los términos “voluntad inteligente” e “individualidad” parecieran tener un uso similar (ver 9, 10). 50 Roy E. Graf White “todo acto de la vida, por poco importante que parezca, ejerce su influencia en la formación del carácter”.1 Pero también es cierto lo opuesto, y es que “cada acto de la vida es una revelación del carácter”. 2 El concepto de carácter, en Elena de White, tendrá un papel fundamental en el desarrollo de su concepción educacional. Leyes de la mente, hábitos, instintos y otros condicionantes de la voluntad Un aspecto importante en la comprensión de la voluntad como el atributo distintivamente humano es que el hombre no es voluntad absoluta. Es decir, el hombre no es un ser con capacidad absoluta para autodeterminarse. Su voluntad está orientada o aun condicionada por diversos factores. Ya se han mencionado por ejemplo las leyes físico-químicas y naturales que constituyen el soporte de su existencia. Pero también existen leyes de la mente, hábitos, tendencias instintivas3 y sentimientos o emociones que condicionan su capacidad de autodeterminarse. En el contexto del hombre no caído, este condicionamiento no significa una limitación absoluta en sentido negativo; más bien son factores que (siempre en el contexto de la humanidad no caída) orientan a la voluntad en un sentido moral positivo. No son factores determinantes de la voluntad, ya que es la voluntad la que prima, y utiliza estos factores en su favor. Leyes de la mente, hábitos e instintos como condicionantes de la voluntad Así, Elena de White habla de leyes que rigen la mente y considera que “el Leyes de la mente hombre fue creado con una mente equilibrada” 4 y ésta se rige por leyes de acuerdo con las cuales se desarrolla.5 Por ejemplo, “una ley del intelecto humano hace que se adapte gradualmente a las materias en las cuales se le enseña a espaciarse”.6 “La inteligencia toma el nivel de las cosas con las cuales se familiariza”.7 Esta contemplación condiciona la conducta en alguna medida. Elena de White afirma también que “es una ley de la naturaleza que nuestros pensamientos y sentimientos resultan alentados y fortalecidos al darle expresión. Aunque las palabras expresan los pensamientos, éstos a su vez siguen a las palabras”. 8 También los hábitos se convierten en un factor condicionante de la voluntad Los hábitos y de la conducta. Los hábitos son condicionamientos generados por la repetición frecuente de una acción (que puede ser un pensamiento). Elena 1 Mente, vol. 2, 565. 2 La educación, 61. 3 Como parte de las tendencias instintivas se puede mencionar a la herencia como factor condicionante de la voluntad, pero es preferible mencionar ésta más adelante al hablar del hombre afectado por el problema del pecado. 4 Mente, vol. 2, 429. 5 La educación, 41; Mente, 429. Elena de White dice textualmente que “el que creó la mente mente y ordenó sus leyes, dispuso su desarrollo de acuerdo con ellas” (La educación, 41). 6 Patriarcas y profetas, 647. 7 Fundamentals, 130. 8 Mente, vol. 2, 434. 51 El hombre y la educación en Elena de White de White lo expresa diciendo que “los actos repetidos en cierto sentido se convierten en hábitos”.1 Instintos Las tendencias instintivas son también factores condicionantes de la voluntad. Como en los casos anteriores, este condicionamiento es positivo en el caso del hombre no caído. Cuando el hombre fue creado “sus afectos eran puros, sus apetitos y pasiones estaban bajo el dominio de la razón”. 2 Por lo tanto no representaban un obstáculo para que la voluntad humana adhiera al orden legal natural y moral sino que, por el contrario, lo condicionaban favorablemente. Las emociones y sentimientos El hombre fue creado también con necesidades emocionales tales como el deseo de simpatía y compañerismo, la necesidad de amar y ser amado, y con la capacidad de sentir placer, gozo y felicidad. 3 Los sentimientos o emociones eran también condicionamientos positivos para su voluntad. La identidad humana y la imagen de Dios La individualidad implica la identidad La individualidad humana implica también la noción de identidad a la cual está asociada. Los seres humanos poseen entre sí diferencias individuales que les confieren una identidad o carácter particular frente a sus semejantes. Elena de White lo expresa diciendo que el gran Artista maestro no ha hecho dos hojas del mismo árbol exactamente iguales; de modo que su poder creador no le da a todas las mentes la misma identidad (. . .). Ni siquiera dos deben corresponder al mismo molde.4 Elena de White señala que las diferencias individuales eran la intención de Dios al crear al hombre. Hay diferencias en la formación de las flores y de los frutos, pero todos reciben sus diferencias de Dios. Todos son del Señor. De manera que es designio divino que incluso los mejores hombres no tengan todos el mismo carácter.5 La semejanza con Dios es principalmente moral. Estas diferencias particulares asociadas a los conceptos de voluntad, individualidad e identidad no se encuentran en tensión con el concepto del hombre como ser semejante a Dios. El hombre es tanto más hombre cuanto más se parece a Dios. Pero esto no quiere decir que los hombres tengan que parecerse todos entre sí. El hombre se parece más a Dios cuanto más capaz es de ejercer su voluntad, desarrollar su individualidad y generar de esta manera una identidad propia. En otras palabras, la semejanza con lo divino no es tanto una semejanza “estética” sino moral. Probablemente por ello es que Elena de White hace referencia a menudo a la imagen de Dios en el 1 Ibid., 622. 2 Patriarcas, 26. 3 Ibid., 26, 27, 31-33. 4 Mente, vol. 2, 441. La cursiva no es del original. 5 Ibid. 52 Roy E. Graf hombre como una “imagen moral” 1 sin que esto sea un intento de desestimar la semejanza exterior del hombre con lo divino. El hombre como continuador y colaborador de la actividad divina La individualidad también le permite al hombre expresarse en forma La creatividad como creativa. Y éste es también un aspecto muy importante del hombre como rasgo de la imagen de ser creado “a imagen de Dios”. Aun en esto el hombre se parece a Dios. Dios Elena de White afirma que aunque Dios ha creado todas las cosas y las dirige constantemente, nos ha dotado de un poder que no es enteramente diferente del suyo. Se nos ha concedido cierto dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. Tal como Dios sacó del caos la tierra con toda su belleza, nosotros podemos extraer poder y belleza de la confusión . . ., sentimos . . . cuando terminamos algo, un gozo semejante al de Dios cuando, al contemplar la hermosa tierra dijo que todo era “bueno en gran manera”.2 De esta manera, la actividad creadora del hombre refleja la semejanza con lo divino. Aun más, la actividad creadora del hombre es, en alguna medida, una continuación de la actividad creadora de Dios. Y en esa actividad creadora el hombre se convierte en un continuador de la obra de Dios.3 Pero Dios no sólo crea, sino que también sostiene. Es decir, no es sólo El hombre como Creador sino también Sustentador. Y ambos aspectos están estrechamente colaborador de Dios relacionados. El hombre, creado a imagen de Dios, es continuador no sólo de la actividad creadora de Dios sino también de su actividad sustentadora. Dios obra constantemente y el hombre debe también ser activo. El hombre es entonces un colaborador/continuador de la actividad de Dios en su calidad de ser con voluntad, y en su calidad de individuo. Elena de White lo expresa diciendo que al trabajar, debemos ser colaboradores con Dios. Nos da la tierra y sus tesoros, pero nosotros tenemos que adaptarlos a nuestro uso y nuestra comodidad. Hace crecer los árboles, pero nosotros preparamos la madera y construimos la casa. Ha escondido en la tierra la plata y el oro, el hierro y el carbón, pero sólo podemos obtenerlos mediante el trabajo perseverante. 4 1 Véase por ejemplo Consejos para los maestros, 424; Fundamentals, 135, 408, 525, etc. 2 La educación, 214, 215. 3 Ibid., 214. 4 La educación, 214. La actividad creadora del hombre no se compara en todo sentido a la actividad creadora de Dios. Elena de White especifica dos diferencias: En primer lugar recuérdese, como se ha dicho ya al hablar de Dios como creador, que “en la formación de nuestro mundo, Dios no dependió de ninguna materia o sustancia preexistente . . .” (Mensajes selectos, vol. 3, 357). En segundo lugar, “el artista humano recibe su inteligencia de Dios, y éste sólo puede dar forma a su obra en cualquier ramo, hasta la perfección, utilizando los materiales ya preparados para su obra. Debido a su poder finito él no puede crear los materiales y hacerlos servir a su propósito, si el gran Diseñador celestial no se hubiera anticipado dándole las ideas que aparecieron por primera vez en su imaginación” (ibid., 356). En otras palabras, la originalidad humana es limitada. Su creatividad tiene 53 El hombre y la educación en Elena de White La actividad divina, modelo para la actividad humana Esto significa también que la actividad divina proporciona un modelo en cuanto a su propósito y finalidad para la actividad humana. Pero sin olvidar que es la naturaleza la que ejemplifica ese propósito y finalidad de la actividad divina.1 “El Dios de la naturaleza obra constantemente. Su poder infinito obra inadvertido, pero se manifiesta en los efectos que produce su obra”.2 El ser humano, representante de Dios sobre los seres inferiores Como colaborador/continuador de la tarea creadora y sustentadora de Dios y en su calidad de ser con voluntad/individualidad, el hombre se encuentra en una relación de superioridad con respecto al resto de los seres creados y a la naturaleza en general.3 El hombre es “corona de la creación”. 4 Es el único ser que tiene conciencia de su propio lugar y función en el orden creado. Elena de White expresa que Adán fué [sic] colocado como representante de Dios sobre los órdenes de los seres inferiores. Estos no pueden comprender ni reconocer la soberanía de Dios; sin embargo, fueron creados con capacidad de amar y de servir al hombre.5 La responsabilidad humana hacia su entorno Como colaborador y continuador de la actividad creadora y sustentadora de Dios, y por ser consciente de sus actos, el hombre es responsable del cuidado y protección del entorno. En sus orígenes, el hombre fue creado en una relación de participación consciente y comprometida con el mundo real, con la naturaleza, con todo el ámbito de lo creado. Esta participación consciente y comprometida con el entorno también involucra a los hombres mismos al relacionarse unos con otros. El hombre y su relación con los otros hombres El hombre no caído se ve comprometido no sólo en su experiencia con la naturaleza, sino también en su experiencia con los demás hombres. Pero en este caso la relación con sus semejantes es una relación de igualdad. El hombre mantiene una relación de superioridad con respecto a los demás mucho de imitación de representaciones o cosas que él ya ha observado (o existen) en el orden natural y es, en buena medida, una actividad trasformadora y reordenadora de objetos preexistentes en su entorno y no una creación en el sentido absoluto del término. Por ello Elena de White afirma que “todos los inventos y perfeccionamientos correctos tienen su fuente en Aquel que es admirable en consejo y excelente en su obra” (La educación cristiana, 217). Incluso el avance del conocimiento está vinculado a Dios ya que Dios ha estado antes que todos los “maestros humanos” y “en todo lo que tenga de cierto su enseñanza, reflejan los rayos del Sol de Justicia. Todo rayo del pensamiento, todo destello del intelecto, procede de la Luz del mundo” (La educación, 13, 14). 1 No hay que olvidar aquello en lo que Elena de White insiste: “Dios es revelado en la naturaleza” (Fundamentals, 377). 2 La educación cristiana, 307. Este es un aspecto que Elena de White enfatiza: en la actividad creadora y sustentadora de Dios “la cooperación del hombre desempeña una parte. El agente humano tiene su parte que desempeñar, su trabajo que hacer”. Pero este papel es algo que el hombre aprende de la naturaleza ya que “esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña” (ibid., 306, 307). 3 La educación, 25, se refiere a Adán como el “rey de los seres inferiores”. 4 Patriarcas y profetas, 24. 5 Ibid., 25. 54 Roy E. Graf seres de la naturaleza en función de sus atributos superiores que lo hacen semejante a Dios, pero puede mantener una relación de igualdad con sus pares en función de esos mismos atributos. Esta relación está regulada por La “ley de la “ley de dependencia mutua”.1 Cada acto del hombre posee una carga dependencia mutua” moral, y afecta, de un modo u otro, a su entorno y a sus semejantes. “En el plan de Dios, los seres humanos han sido hechos necesarios unos a otros” 2 así como el entorno es necesario para el hombre y éste afecta al entorno con sus propios actos, contribuyendo o no a su armonía. Por lo tanto, “todos nosotros [los seres humanos entre sí] estamos entretejidos en la gran tela de la humanidad”3 y en consecuencia, los actos humanos siempre ejercen una influencia sobre los demás y no sólo sobre el entorno inanimado o natural. 4 Si así no fuera, el hombre sería un ser aislado. Pero “el hombre no fue creado para que viviese en la soledad; había de El hombre tiene una tener una naturaleza sociable”.5 El hombre, “hecho a imagen de Dios, naturaleza sociable dotado de razón y habla”6 es capaz de comunicarse y comunicar sus experiencias. Posee “facultades sociales” y “necesidades sociales”; 7 “el Señor creó al hombre para la sociabilidad” 8 y por ello, necesita de seres semejantes a él. Es en este contexto en el que “el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral”. 9 El hombre como ser en desarrollo De lo dicho hasta aquí se desprende que la semejanza del hombre con Dios, El hombre puede esa “imagen de Dios”, tiene una cualidad dinámica que le permite al expandir y desarrollar sus capacidades hombre desarrollarse en todas las dimensiones posibles. Su voluntad, es una voluntad de cambio. Así por ejemplo, Elena de White habla del “desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales” 10 o el “desarrollo de las facultades del cuerpo, la mente y el alma” 11 y otras expresiones similares.12 El hombre es una totalidad psicofísica que es capaz 1 Patriarcas y profetas, 575. Es digno de destacar el hecho de que aun la relación hombrehombre está regida por una legalidad. 2 Mente, vol. 2, 446. 3 Patriarcas y profetas, 575. 4 Véase, por ejemplo, Mente, vol. 2, 447. 5 Patriarcas y profetas, 26. 6 Counsels, 257, 258. 7 La educación cristiana, 437; Patriarcas y profetas, 27. 8 Mente, vol. 2, 634. 9 Patriarcas y profetas, 27. 10 La educación, 13. 11 Ibid., 55. 12 Véase, por ejemplo, ibid., 52, 55, 202; La educación cristiana, 9, 13, 336; Fundamentals, 57, 218, etc. En La educación, 15, Elena de White declara, refiriéndose al hombre antes de la caída, que “todas sus facultades era susceptibles de desarrollo; su capacidad y su vigor debían aumentar continuamente”. 55 El hombre y la educación en Elena de White de expandirse y mejorar sus capacidades. Por ello ha sido dotado de “fuerza física, mental y moral”1 pero por sobre todo, ha sido dotado de voluntad, la que le permite desarrollar su calificación moral (carácter) al desenvolverse en cada uno los ámbitos mencionados. Esta cualidad humana, es también la que le permite al hombre ser sujeto y objeto de ese fenómeno llamado educación. El hombre, afectado por el problema del pecado Hasta aquí se ha considerado la perspectiva antropológica de Elena de White prácticamente sin tener en cuenta el problema del pecado. Sin embargo, una perspectiva completa de los supuestos antropológicos de Elena de White, no puede eludir esta cuestión. El problema del pecado Como se ha visto ya en el segundo capítulo, el Iluminismo había desarrollado un concepto optimista de la naturaleza humana en su estado presente. Rousseau sostenía que el hombre era naturalmente bueno y que era el ambiente y la sociedad los que lo tornaban malo. Esta perspectiva influyó en educadores como Pestalozzi y Horace Mann. Este último entendía el problema del mal como una cuestión de desconocimiento de las leyes naturales y morales, y al pecado como la violación de esas leyes, resultado de la ignorancia de las mismas. Por supuesto, si el pecado es mero desconocimiento de las leyes, entonces es un problema que el hombre mismo puede remediar. Es sólo cuestión de adquirir el conocimiento o la habilidad necesarios para ello. Este punto de vista, sin embargo, fue rectificado por Elena de White para quien el problema del pecado no es una mera cuestión de conocimiento intelectivo sino un problema que afecta a la misma raíz de la voluntad humana, a saber, su cualidad distintiva. La nobleza original del hombre El hombre fue creado con la posibilidad de pecar Elena de White recuerda el hecho de que en un principio, Dios hizo al hombre recto; le dió [sic] nobles rasgos de carácter, sin inclinación hacia lo malo. Le dotó de elevadas cualidades intelectuales, y le presentó los más fuertes atractivos posibles para inducirle a ser constante en su lealtad. La obediencia, perfecta y perpetua, era la condición para la felicidad eterna. 2 Aunque “Dios quería que Adán y Eva no conocieran el mal” 3 Elena de White insiste en que el hombre había sido creado como un “ente moral libre”,4 lo que significaba que “aunque creados inocentes y santos, nuestros primeros padres no fueron puestos fuera de la posibilidad de obrar mal” 5 ya 1 La educación, 38. 2 Patriarcas y profetas, 30. 3 La educación, 23. 4 Patriarcas y profetas, 30. 5 La educación, 23. 56 Roy E. Graf que Dios les había dado “la facultad de escoger, de someterse o no a la obediencia”.1 Existe, claro está, una razón natural para crear al hombre con esta facultad de escoger, y con el riesgo que dicha facultad supone (es decir, que el hombre peque). El hombre, en tanto imagen de Dios y específicamente imagen moral de Dios, es un ser con voluntad, racionalidad, conciencia de sus actos, libertad, y en definitiva, individualidad. Ello es lo que hace que sea acabadamente un hombre. Pero estas son cualidades morales e implican necesariamente que el hombre pueda escoger entre el bien y el mal; entre respetar o no la legalidad universalmente establecida por Dios. Sin esta posibilidad, el hombre pierde aquello que es específicamente humano y no puede ser calificado moralmente. En este sentido Elena de White expresa que Crear al hombre a imagen de Dios implicaba poder escoger Dios puso al hombre bajo una ley, como condición indispensable para su propia existencia. Era súbdito del gobierno divino, y no puede existir gobierno sin ley. Dios pudo haber creado al hombre incapaz de violar su ley; pudo haber detenido la mano de Adán para que no tocara el fruto prohibido, pero en ese caso el hombre hubiese sido, no un ente moral libre, sino un mero autómata. Sin libre albedrío, su obediencia no habría sido voluntaria, sino forzada. No habría sido posible el desarrollo del carácter. Semejante procedimiento habría sido contrario al plan que Dios seguía en su relación con los habitantes de los otros mundos. Hubiese sido indigno del hombre como ser inteligente.2 El mal y el pecado eran en definitiva un riesgo real pero necesario (obviamente como riesgo, no como pecado).3 El pecado se inicia como desconfianza, incredulidad o duda respecto del amor y los propósitos de Dios para con sus criaturas. 4 Esta desconfianza significa la independencia o separación de Dios, la ruptura de los lazos con lo divino,5 que se traduce o verifica en la transgresión de la ley6 como resultado de la elección humana. Esta transgresión de la ley “es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino”.7 Y por lo tanto la transgresión de la 1 Ibid. Véase también Patriarcas y profetas, 29, 30. 2 Ibid., 30. Véase también La educación, 23. 3 Marías, al hablar de la teodicea de Leibniz expresa este concepto diciendo que “Dios crea a los hombres y los crea libres. Esto quiere decir que se determina libremente a obrar, aunque han sido determinados por Dios a existir. Dios quiere que los hombres sean libres, y permite que puedan pecar, porque es mejor esa libertad que la falta de ella. El pecado aparece pues, como un mal posible que condiciona un bien superior: a saber, la libertad humana” (Historia, 241. La cursiva es del original). 4 Ver Patriarcas y profetas, 37, 38. 5 Elena de White declara que “a causa del pecado, el hombre quedó separado de Dios” (La educación, 28). Véase también El camino a Cristo, 72. 6 Ibid., 7; El conflicto de los siglos, 547. 7 Ibid. 57 El pecado se inicia como desconfianza El pecado como transgresión de la ley El hombre y la educación en Elena de White ley universal es, en última instancia, oposición a la autoridad del “Legislador del universo”.1 El pecado como desobediencia a la “ley de la acción obediente”. En lo que hace a su relación con el entorno, el pecado es la violación de la legalidad universal divinamente establecida en el orden natural; pero especialmente la no adhesión al designio o propósito que orienta las leyes naturales: la ley de la acción obediente o ley del servicio. 2 El pecado como experimentación del mal y nueva naturaleza Sin embargo, el pecado no es solamente violación del orden legal o separación de Dios. El pecado es también un conocimiento del mal. 3 Pero no se trata de un conocimiento meramente intelectivo. Es un conocimiento que se experimenta en toda la dimensión de la existencia humana llegando a formar parte de la propia naturaleza del hombre y que lo desestructura, lo desarmoniza, lo desensibiliza, lo desorienta y lo aliena. 4 Todas las experiencias humanas contribuyen a configurar la individualidad. El pecado, cuando se experimenta, se instala, se arraiga en el hombre y pasa a formar parte de su misma naturaleza orientándolo en un sentido moral negativo lo que lo conduce a su propia destrucción: por el pecado el hombre “quedó sujeto a la muerte”,5 la consecuencia final del mismo. El pecado entonces es una adhesión a la ilegalidad, una tendencia autodestructiva que se afianza en la naturaleza del hombre. El deterioro del hombre como totalidad Para comprender mejor la naturaleza del pecado es necesario determinar los cambios que se verifican en la propia naturaleza del hombre. Elena de White desarrolla varias de las consecuencias del conocimiento del mal en el hombre. En primer lugar, el pecado, esa realización de la ilegalidad, produce un deterioro del hombre como totalidad orgánica. “A causa del pecado todo el organismo humano está desordenado, la mente corrompida, la imaginación pervertida”.6 “El pecado mancilló y casi borró la semejanza semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció”. 7 Esta decadencia es vista como el resultado natural de la violación de las leyes físicas y naturales (que Elena de White también llama las leyes de la vida o 1 Ibid., 559. 2 En principio, podría pensarse que el hecho de que Adán y Eva comieran del fruto prohibido del árbol de la ciencia, del bien y del mal, no es una violación de una ley natural. Sin embargo, el consumir dicho fruto implicaba una falta de adhesión a la voluntad y el propósito divinos para sus criaturas lo que se evidenció en la permanente violación de las leyes naturales luego de la caída. 3 El conocimiento del mal, considera Elena de White, es el conocimiento del pecado (es decir decir la experiencia del mismo) y de sus resultados: el trabajo cansador, la preocupación ansiosa, el descorazonamiento y la pena del dolor y la muerte (La educación, 23). 4 Elena de White describe la situación del hombre que peca como la de alguien que llega “a desarmonizar con todo lo que lo rodea. Puede percatarse de su error, llenarse de remordimiento, pero no puede restablecerse. Se encuentra confuso, perplejo, vencido, impotente” (ibid., 113). 5 La educación, 15. 6 Consejos para los maestros, 410; véase también Counsels, 242. 7 La educación, 15; véase también La educación cristiana, 17. 58 Roy E. Graf de la salud).1 No hay que olvidar que para Elena de White “el organismo humano es gobernado por leyes”.2 Y la violación de éstas produce un deterioro y decadencia progresivas que traen como resultado final la muerte.3 De esta forma la naturaleza física del hombre se ve debilitada, incluyendo sus capacidades sensoriales.4 Este deterioro también se verifica en su dimensión psicológica. Así Elena de White considera que “es el pecado el que oscurece nuestras mentes y empaña nuestras percepciones”;5 el hombre se ve afectado por un “sopor mental”6 quedando “la mente corrompida, la imaginación pervertida”. 7 Pero este deterioro en el aspecto psicológico o emocional se encuentra inseparablemente unido al deterioro moral del ser humano ya que, como se puede notar, cuando Elena de White se refiere al deterioro de la mente, esta referencia tiene una clara connotación moral. El hombre ve afectadas sus cualidades fundamentales, aquellas que son distintivamente humanas: la voluntad, la razón, la conciencia, y la libertad. De esta manera, el pecado sumerge al hombre en una situación de ambigüedad en cuanto a su inclinación moral, coexistiendo en su propia naturaleza tendencias opuestas: en todo corazón existe no sólo poder intelectual, sino también espiritual, una facultad de discernir lo justo, un deseo de ser bueno. Pero contra estos principios lucha un poder antagónico. En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Hay en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que sólo, sin ayuda, el no podrá resistir.8 Por lo tanto, “al mezclarse el mal con el bien, su mente se tornó confusa, y se entorpecieron sus facultades mentales y espirituales”. 9 La visión del hombre actual “está empañada y su conocimiento es incompleto”. 10 “Las facultades morales se debilitan porque los hombres y las mujeres no desean vivir en obediencia a las leyes de la salud”. 11 A pesar de que el hombre ha sido “hecho a imagen de Dios, dotado con razón y habla” está dispuesto a transgredir el orden legal universal y su propósito. 12 El hombre también 1 Ibid., 17-19; véase también ibid., 207, donde se declara que a diferencia de las aves “los seres formados a la imagen de Dios no le honran obedeciendo a las [leyes] de la naturaleza. Desprecian las leyes que gobiernan el organismo humano”. 2 Fundamentals, 69. 3 La educación, 15. 4 Elena de White destaca el deterioro físico del hombre por causa del pecado al expresar que Adán tenía veinte veces más vitalidad que el hombre de hoy y afirma que “desde la caída de Adán, la raza humana se ha estado degenerando” (La educación cristiana, 17). 5 Counsels, 252. 6 La educación, 75. 7 Consejos para los maestros, 410. 8 La educación, 29. 9 Ibid., 25. 10 Ibid., 304. 11 La educación cristiana, 18. 12 Counsels, 257. 59 El deterioro psicológico El deterioro moral La ambigüedad moral El hombre y la educación en Elena de White pierde el discernimiento de lo divino. “Su razón no puede, sin auxilio, explicar nada de las cosas profundas de Dios” 1 y de esta manera “el pecado no sólo nos aparta de Dios, sino que destruye en el alma humana el deseo y la aptitud para conocerlo”.2 Hay que recordar que la voluntad del hombre se ve condicionada por factores ya mencionados tales como las leyes de la mente, los hábitos, las tendencias instintivas y los sentimientos o las emociones. Pero en el contexto de la humanidad caída, estos condicionamientos de la voluntad Las leyes de la mente pueden orientarla en sentido moral negativo. Así por ejemplo, la “ley del intelecto humano [que] hace que [la mente] se adapte gradualmente a las materias en las cuales se le enseña a espaciarse”, en el contexto del pecado, implica que si la mente “se dedica solamente a asuntos triviales, se atrofia y se debilita”3 dificultando la percepción moral del hombre. Los condicionamientos de la voluntad en el contexto del pecado Los hábitos También los hábitos, esos condicionamientos generados por la repetición frecuente de una acción o pensamiento, pueden llegar a orientar a la conducta en un sentido moral negativo más fácilmente que en un sentido positivo. Los malos hábitos se forman con más facilidad que los buenos, y “una mala acción prepara el camino para otra. Esa acción, repetida, forma hábito”.4 Las tendencias instintivas Por otro lado, las tendencias instintivas: apetitos, pasiones o afectos, que en el contexto de la humanidad no caída estaban bajo el dominio de la razón5 se trasforman en la “naturaleza baja” 6 del hombre que condicionan su voluntad a menudo en forma autodestructiva. Así, por ejemplo, en la elección del alimento Elena de White no cree que el apetito es un guía seguro. Esto sería cierto si hubieran obedecido siempre las leyes de la salud. Pero a causa de los hábitos erróneos, practicados de generación en generación, el apetito se ha pervertido de tal modo que constantemente ansía algo dañino. Ahora no se puede confiar en él como guía.7 1 Consejos para los maestros, 209. 2 La educación, 29. 3 Patriarcas y profetas, 647 (también en Mente, vol. 2, 433). 4 Mente, vol. 2, 662. 5 Patriarcas y profetas, 26. 6 La educación, 57. 7 Ibid., 204. Es interesante comparar este punto de vista de Elena de White con el de Spencer sobre este mismo asunto. Spencer, el filósofo del evolucionismo, contemporáneo de Elena de White, creía que “el mejor índice para la cantidad de alimento que debe dársele a un niño es el natural apetito que este tenga. Él apetece, por lo general, lo que su cuerpo necesita y es afecto a los dulces y frutas porque su organismo reclama azúcar y ácidos vegetales. La confianza y seguridad con que los padres legislan acerca del estómago de sus hijos prohibiéndoles ciertos alimentos y obligándoles a comer otros, prueba que son ajenos a las leyes de la fisiología” (Ethel Manganiello, Violeta E. Bregazzi, Historia de la educación general y argentina, 14a ed. [Buenos Aires: Librería del Colegio, 1963], 224). 60 Roy E. Graf Entre las tendencias instintivas, también se encuentran las heredadas. 1 El hombre posee una inclinación innata al mal que se hereda, 2 y por lo tanto “desde la caída de Adán, el mundo ha tenido por costumbre pecar”. 3 La inclinación al mal se hereda A su vez, el pecado genera en el hombre sentimientos y emociones Sentimientos y desconocidos antes de la caída tales como la culpa, la ansiedad, el temor, la emociones depresión, el dolor y el odio4 que constituyen factores que condicionan negativamente la voluntad humana. De esta forma el hombre, afectado por el problema del pecado, ve La imposibilidad del dificultada su capacidad de desarrollar por sí mismo un carácter o hombre de desarrollar calificación moral positiva. Lograrlo sólo será posible como “resultado de un carácter positivo la autodisciplina, de la sujeción de la naturaleza baja a la superior”. 5 “Las facultades mentales han de ser mantenidas bajo el control de la voluntad” 6 si el hombre no quiere perder la “imagen moral” de Dios. Pero dado que “hay en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que solo, sin ayuda, él [el hombre] no podrá resistir” 7 se hace necesaria la intervención divina.8 La relación del hombre con el entorno en el contexto del pecado El problema del pecado afecta también al hombre en su relación con el entorno. En primer lugar, el pecado dificulta la percepción por parte del hombre de la cualidad reveladora de lo divino que posee la naturaleza. El hombre, separado de Dios incurre en errores de interpretación. Elena de White expresa que en el contexto de la humanidad caída, La dificultad de interpretar correctamente la revelación natural la lección más difícil y humillante que el hombre tiene que aprender es su propia ineficacia al depender de la sabiduría humana, y el seguro fracaso de sus propios esfuerzos para comprender correctamente la naturaleza. El pecado ha oscurecido su visión, y por sí mismo no puede interpretar la naturaleza sin colocarla por encima de Dios.9 El hombre ya “no puede, sin auxilio, explicar nada de las cosas profundas de Dios, ni comprender las lecciones espirituales que Dios ha puesto en el mundo material”.10 En segundo lugar, el hombre, como continuador/colaborador de la actividad La introducción de la creadora de Dios en función de su voluntad e individualidad, es el desarmonía 1 Consejos para los maestros, 21. 2 Ibid. 3 La educación cristiana, 90. 4 Véase Mente, vol. 2, 467-561. 5 La educación, 57. 6 Mente, 103. 7 La educación, 29. 8 Ibid. El tema de la restauración del hombre de su condición caída será tratado más adelante adelante en este capítulo. 9 Mensajes selectos, vol. 1, 343, 344. 10 Consejos para los maestros, 409. 61 El hombre y la educación en Elena de White responsable moral de que el orden natural se mantenga en armonía. Dado que el hombre es el único que puede voluntariamente violar la legalidad universal, no adherir a su propósito o designio (y por consiguiente “romper” la armonía divinamente establecida), es el único que puede considerarse genuinamente responsable de que esa armonía no impere. Esta falta de armonía lo afecta directamente: “El que incurre en el error o el pecado llega a desarmonizar con todo lo que lo rodea”.1 Pero esta “desarmonía” no se da da sólo en el sujeto que peca. “Transgredir su ley, física, mental, moral, significa perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina”.2 El hombre pecador, no sólo se “desarmoniza a sí mismo” sino que también introduce la “desarmonía” en su entorno, en el mundo natural, del cual él, en definitiva, forma parte. En función de su relación con el entorno, porque el hombre es un “ser en”, lo que lo afecta a él afecta también a su entorno, el soporte de su existencia (y lo mismo se podría decir en sentido opuesto). La naturaleza ahora también revela los resultados del pecado El mal se introduce en la naturaleza, y por ello, se debilita su cualidad reveladora de lo divino. Aun así, luego de la caída, “aunque la tierra estaba marchita por la maldición, la naturaleza debía seguir siendo el libro de texto del hombre”.3 Pero ahora, ya no podía representar bondad solamente, porque el mal estaba presente en todas partes y arruinaba la tierra, el mar y el aire con su contacto contaminador . . . El hombre debía recibir amonestaciones de la naturaleza, que ahora revelaba el conocimiento del bien y del mal, referentes a los resultados del pecado. En las flores mustias, y la caída de las hojas, Adán y su compañera vieron los primeros signos de decadencia. Fue presentada con vividez ante su mente la dura realidad de que todo lo viviente debía morir. Hasta el aire, del cual dependía su vida, llevaba los gérmenes de la muerte.4 1 La educación, 113. 2 Ibid., 99, 100. Recuérdese que para Elena de White, la legalidad universal constituye un sistema unificado de leyes: las leyes naturales y morales, constituyen en última instancia un sólo conjunto de leyes. Las leyes naturales, en función de la voluntad/individualidad humana poseen una dimensión moral. 3 Ibid., 26. Por otro lado, la naturaleza, en el contexto de la humanidad caída, pasa a revelar también un nuevo aspecto de la revelación divina: La actividad redentora. Es por esto que debe seguir siendo un “libro de texto” que revela la actividad divina. La naturaleza, “aunque está manchada por el pecado, no sólo habla de la creación, sino también de la redención. Aunque, por los signos evidentes de decadencia, la tierra da testimonio de la maldición que pesa sobre ella, es aún hermosa y rica en señales de poder vivificador. Los árboles se despojan de sus hojas sólo para vestirse de nuevo verdor; las flores mueren, para brotar con nueva belleza; y en cada manifestación del poder creador se afirma la seguridad de que podemos ser creados de nuevo „en justicia y santidad de la verdad‟. De este modo, los mismos objetos y las funciones de la naturaleza, que tan vívidamente nos recuerdan nuestra gran pérdida, llegan a ser para nosotros mensajeros de esperanza” (ibid., 27). 4 Ibid., 26. 62 Roy E. Graf Esta transformación del mundo natural afectó también a los seres bajo el dominio del hombre. “El espíritu de rebelión, al cual él mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal”. 1 El hombre tiene ahora una doble dificultad para aprehender la cualidad reveladora de lo divino en la naturaleza. Por un lado, como ya se ha dicho el pecado disminuye la visión del hombre impidiendo que éste interprete adecuadamente la naturaleza. Por otro lado, la naturaleza misma ha La naturaleza se ha debilitado su cualidad reveladora de lo divino. Y aunque “la naturaleza aún vuelto una revelación imperfecta habla de su Creador”, “sin embargo, estas revelaciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las facultades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretarlas correctamente”. 2 El hombre ya no puede establecer comunión con Dios.3 Queda así desorientado moralmente. Pierde la noción clara de cuál es su propósito y designio en el orden creado. Para él, “es imposible obtener un perfecto conocimiento de Dios por la naturaleza sola, pues la naturaleza en sí es imperfecta. En su imperfección, no puede representar a Dios, no puede revelar el carácter en su perfección moral”. 4 La necesidad de la revelación escrita Esto genera una necesidad: “Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado de sí en su Palabra escrita”. 5 El hombre necesita una nueva forma objetiva de vincularse con Dios en su ámbito específico, en el espacio y el tiempo, que lo oriente en su comprensión de la legalidad universal divinamente establecida, y en cuanto al propósito o designio de dicha legalidad, ya que “hasta el niño, al ponerse en contacto con la naturaleza, hallará causas de perplejidad. No puede dejar de reconocer la obra de fuerzas antagónicas. En esto la naturaleza necesita un intérprete”. 6 Elena de White ve en la Biblia el instrumento para interpretar el mundo natural. La Biblia es ese nuevo nexo con lo divino. De esta forma, no sólo la naturaleza puede ser considerada como “la voz de Dios” 7 sino que también la Biblia “es la voz de Dios hablándonos”. 8 La Biblia le permite al hombre 1 Ibid. 2 Ibid., 17. 3 Elena de White recuerda que en el Edén, Adán y Eva podían comunicarse con Dios en forma directa, y no sólo a través de la naturaleza. Ambas formas de comunión con la divinidad se perdieron. “Para Adán y Eva la naturaleza rebosaba de sabiduría divina. Pero por la transgresión, el hombre fue privado del conocimiento de Dios mediante una comunicación directa, y en extenso grado del que obtenía por medio de sus obras” (ibid.). 4 Mensajes selectos, vol. 1, 347. 5 Ibid. 6 La educación, 101. 7 La educación cristiana, 63. Elena de White también expresa una idea similar al decir que a a través de la Biblia se puede “escuchar la voz del Eterno que habla con los hombres” (La educación, 127). 8 Fundamentals, 433. 63 La Biblia ayuda a interpretar correctamente el mundo natural La Biblia es la voz de Dios El hombre y la educación en Elena de White La Biblia tiene poder trasformador desorientado moralmente, ubicarse nuevamente al revelar la voluntad divina.1 Pero no sólo orienta al hombre, sino que en ella, está la energía creadora que llamó los mundos a la existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. (. . .) Trasforma la naturaleza y vuelve a crear al alma a imagen e Dios. 2 La Biblia ejerce una “influencia transformadora sobre la mente y el carácter”,3 capacitando al hombre para estar de nuevo en armonía con Dios y con la legalidad del orden creado. La Biblia debe orientar la búsqueda del conocimiento Una consecuencia de lo dicho hasta aquí sobre la revelación escrita es que ésta, para Elena de White, debe constituirse en fuente de orientación para la investigación del mundo natural, para la investigación científica y para toda búsqueda de conocimiento en general. El conocimiento de Dios puede encontrarse en cualquier dominio en el que se trate de investigar. 4 Pero en cualquiera de ellos, la revelación escrita debe ser el punto de partida previo a la búsqueda del conocimiento. A través de su contenido, y a través de su capacidad transformadora, la Biblia pone al hombre en condiciones de entender el mundo en forma adecuada ya que “para la sola razón humana, la enseñanza de la naturaleza no puede ser sino contradictoria y llena de frustraciones. Sólo se la puede leer correctamente a la luz de la revelación”.5 Lo que es más, para Elena de White, “sólo el cristiano puede hacer un uso correcto del conocimiento. A fin de ser completamente apreciada, la ciencia debe ser vista desde un punto de vista religioso”. 6 Revelación escrita y revelación natural La revelación escrita y la natural concuerdan entre sí Una segunda consecuencia es que para Elena de White existe un acuerdo esencial entre la revelación escrita y la revelación natural. “Debidamente entendida, la ciencia y la palabra escrita concuerdan, y cada una derrama luz sobre la otra. Juntamente nos conducen a Dios, enseñándonos algo de 1 La educación cristiana, 69. La revelación escrita, orienta primariamente al hombre en cuanto a su ubicación en relación con Dios: ”Una clara concepción de lo que Dios es, y lo que El requiere que nosotros seamos, nos dará un humilde punto de vista de nosotros mismos” (Counsels, 62). Esto también le permite al hombre ubicarse en cuanto a su lugar y función en el orden creado. De esta manera, no sólo la naturaleza sino la Biblia con la naturaleza “juntamente nos conducen a Dios, enseñándonos algo de las leyes sabias y benéficas por medio de las cuales él obra” (Consejos para los maestros, 411). 2 La educación, 126. 3 La educación cristiana, 139. 4 “Doquiera nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier cosa que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado este conocimiento [de Dios]” (La educación, 14). 5 Ibid., 134. 6 Counsels, 41. Esto no quiere decir que el estudio de la naturaleza o el conocimiento científico no puedan arrojar luz sobre la comprensión del texto sagrado. Por el contrario, Elena de White afirma que “cuando el estudiante contemple así las cosas de la naturaleza, una nueva percepción de la verdad viene a él. Las enseñanzas en el gran libro de Dios de la naturaleza, dan testimonio a la verdad de la palabra escrita” (ibid, 256). Pero sí significa que el estudio de la revelación escrita, tiene la prioridad lógica con respecto al estudio de la naturaleza (Mensajes selectos, vol. 3, 355). 64 Roy E. Graf las leyes sabias y benéficas por medio de las cuales él obra”. 1 “La una no contradice a la otra. Todas las verdades, ora estén en la naturaleza, ora en la revelación, están mutuamente de acuerdo”.2 Sin embargo, Elena de White aclara que “la Biblia no debe ser probada por las ideas científicas de los hombres, sino que la ciencia debe presentarse para soportar la prueba de esta norma infalible”.3 El punto de vista de Elena de White con respecto a la relación entre la revelación escrita y la revelación natural mantiene una conexión con su supuesto metafísico de que “los mismos principios rigen en el mundo espiritual y el natural”.4 Si el orden legal universal es básicamente uno y el mismo (ya sea que se hable de leyes morales o espirituales, o de leyes naturales), es propio que ambas formas de revelación de Dios, que se dan en el tiempo y en el espacio (es decir en el ámbito específicamente humano) coincidan en su contenido o “mensaje”. Dios “se revela en la naturaleza y en su palabra” a la vez5 y por lo tanto “toda religión verdadera se halla en su su Palabra y en la naturaleza”.6 Ahora bien, se ha señalado que el hombre, al verse afectado por el problema La revelación escrita del pecado, necesita de la revelación escrita que lo oriente en su forma parte del plan de salvación interpretación del mundo natural. Sin embargo esta necesidad está enmarcada en un contexto aún más amplio: la necesidad del hombre de ser redimido de su condición pecaminosa. La revelación especial de Dios es una de las formas en las que Él irrumpe en los asuntos humanos, y forma parte de su plan para salvar al hombre. La restauración de la imagen de Dios en el hombre Ya se ha visto que el pecado afecta al hombre mismo, y no sólo a su El hombre no puede entorno. Es incapaz de adherir por sí mismo al propósito o designio de la solucionar solo el legalidad universal. Está incapacitado para producir cualquier cambio en su problema del pecado propia condición. El hombre no puede solucionar el problema del pecado 1 Consejos para los maestros, 411. 2 Mensajes selectos, vol. 3, 352. Véase también La educación, 128, 129, 130, 134. En otra declaración útil al respecto Elena de White dice que “puesto que el libro de la naturaleza y el de la revelación llevan el sello de la misma Mente maestra, no pueden sino hablar en armonía. Con diferentes métodos y lenguajes, dan testimonio de las mismas grandes verdades. La ciencia descubre siempre nuevas maravillas, pero en su investigación no obtiene nada que, correctamente comprendido, discrepe con la revelación divina. El libro de la naturaleza y la Palabra escrita se alumbran mutuamente. Nos familiarizan con Dios al enseñarnos algo de las leyes por medio de las cuales él obra” (La educación, 128). 3 Mensajes selectos, vol. 3, 352. Véase también Counsels, 254, 255, donde Elena de White declara al respecto que "el que tiene un conocimiento de Dios y de su Palabra tiene una fe establecida en la divinidad de las Santas Escrituras. No prueba la Biblia por las ideas de la ciencia. Trae estas ideas para ser probadas por la norma inerrante. Sabe que la palabra de Dios es verdad y que la verdad no puede nunca contradecirse a sí misma; sea lo que fuere que en la enseñanza de la así llamada ciencia contradiga la verdad de la revelación de Dios, es mera conjetura humana”. 4 Consejos para los maestros, 381. 5 Ibid. 6 Ibid., 438. 65 El hombre y la educación en Elena de White por sí mismo. “Es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo del pecado en que estamos sumidos”. 1 Elena de White se aleja así explícitamente de cualquier humanismo diferenciándose claramente del optimismo de Mann acerca del hombre y sus propias posibilidades de redención del problema del mal: “La idea de que solamente es necesario desarrollar lo bueno que existe en el hombre por naturaleza, es un engaño fatal”.2 El mal solo puede ser solucionado por Cristo a través del Espíritu Santo El problema del mal requiere una solución radical que debe ser externa al hombre mismo para poder ser eficaz: La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pueden producir una corrección externa e la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Solamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraerlas a Dios, a la santidad. 3 Elena de White pensaba que el poder de Cristo se hacía efectivo en el ser humano a través de la obra del Espíritu Santo. Este agente divino viene al mundo como representante de Cristo. No es sólo el testigo fiel y verdadero de la Palabra de Dios, sino que es el que busca los pensamientos y propósitos del corazón. Es la fuente de la cual debemos buscar eficiencia en la restauración de la imagen moral de Dios en el hombre.4 El vestigio de la imagen de Dios: el discernimiento del bien y la voluntad Pero a pesar de que Elena de White reconocía la imposibilidad humana para solucionar el problema del mal, ella se distanció del calvinismo de su tiempo. Es evidente que ella no creía en una corrupción total de la naturaleza humana.5 Aunque el hombre tiene “en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que solo, sin ayuda, el no podrá resistir”, también es cierto que aún sigue existiendo en el corazón humano “una facultad de discernir lo justo, un deseo de ser bueno”. 6 La “imagen moral” de Dios no se encuentra totalmente deteriorada. Existe todavía cierta capacidad de discernimiento de lo bueno; la voluntad como tal sigue existiendo porque si así no fuera, el hombre hubiera dejado de ser justamente lo que es.7 ¿Cuál es entonces el papel del hombre en este proceso de restauración? Al respecto Elena de White afirma que lo que necesitas comprender es la verdadera fuerza de la voluntad. Este es el poder que gobierna en la naturaleza del hombre: el poder de decidir o de elegir. Todas las cosas dependen de la correcta acción de 1 El camino a Cristo, 16. 2 Ibid., 17. 3 Ibid., 16, 17. 4 Fundamentals, 526. La cursiva no es del original. 5 Lo que llevó al calvinismo a concebir la educación en forma muy severa. 6 La educación, 29. 7 Es por ello que para Elena de White el amor, y no la coerción, será la base de la educación. 66 Roy E. Graf la voluntad. Dios ha dado a los hombres el poder de elegir; depende de ellos el ejercerlo. No puedes cambiar tu corazón, ni dar por ti mismo sus afectos a Dios; pero puedes elegir servirle. Puedes darle tu voluntad, para que El obre en ti tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo tu naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, tus afectos se concentrarán en El y tus pensamientos se pondrán en armonía con El.1 Para Elena de White, la única posibilidad de redención del hombre está en La obediencia es permitir que sea el poder de Dios lo que lo transforme ya que sólo posible por la “vinculado al Ser infinito, el hombre es hecho participante de la naturaleza capacitación divina divina”.2 Es Dios en definitiva quien a través del Espíritu Santo produce en el ser humano la obediencia a la legalidad divina en el contexto de la humanidad caída. A través de la capacitación del Espíritu el hombre se encamina en la senda de la santidad: El ser humano debe descubrir “el verdadero significado de la justificación por la fe y la perfección de carácter” que ha de prepararlo para la vida eterna.3 La restauración de la imagen de Dios en el hombre es, sin embargo, un proceso incompleto en ese mismo contexto de la humanidad caída; 4 apunta a la restauración de la imagen moral de Dios, ya que la restauración total del hombre es un acontecimiento escatológico. Sólo en el cielo, cuando el hombre sea “restaurado a la presencia de Dios, . . . volverá a ser enseñado por él, como en el principio”.5 Esta restauración constituye el “plan de Dios Dios para cumplir . . . su glorioso propósito en la educación de la especie humana”.6 La restauración total de la imagen de Dios es un acontecimiento escatológico Algunas implicaciones filosóficas de los supuestos antropológicos de Elena de White Se ha dicho al inicio de este capítulo, que la perspectiva pedagógica de Elena de White guardaba alguna semejanza con el realismo pedagógico de sus días. Elena de White tiene semejanzas con el realismo en la medida en que las Algunas semejanzas cosas existen, en cierto modo, independientemente del hombre. De hecho, con el realismo Dios creó al mundo natural, creando al hombre al final; pero las cosas del entorno ya existían. Para Elena de White, las cosas creadas, justamente por serlo, tienen su fundamento ontológico en un acto divino de creación y no en la idea que el hombre tiene de las cosas (como sucede en el idealismo cartesiano y leibniziano). Dios no da las ideas exactas para que dichas ideas 1 El camino a Cristo, 47. La cursiva es del original. 2 La educación cristiana, 67. 3 Ibid., 498. 4 Según Elena de White “la formación de un carácter correcto es el trabajo de toda una vida” vida” (Fundamentals, 87). 5 La educación, 302. 6 Ibid., 14, 15. 67 El hombre y la educación en Elena de White coincidan con la realidad de esa cosa, sino que da las cosas (la naturaleza) para que a partir de ellas se puedan elaborar los conceptos de las mismas. Estas reflexiones en cuanto a las semejanzas entre el realismo pedagógico y las ideas de Elena de White merecen sin embargo algunas aclaraciones adicionales ya que también existen marcadas diferencias que serán discutidas en el próximo capítulo al volver sobre este tema en el marco de las consideraciones sobre las implicaciones metodológicas de los supuestos antropológicos de Elena de White. El ser de las cosas incluye un propósito: revelar a Dios mismo Por otro lado, el fundamento ontológico de las cosas incluye, para Elena de White, un propósito o designio que manifiesta una intención de Dios. Las cosas no existen meramente como un fin en sí mismas sino que existen para. Y ese propósito es revelar una armonía, un orden, una legalidad. En definitiva se trata de revelar a Dios mismo. Existen para el hombre y hablan de Dios al hombre. La necesidad ontológica del movimiento Estos conceptos añaden una nueva dimensión a la cuestión del ser y del movimiento,1 que tanta preocupación le ocasionaba a los griegos, y en realidad replantean la cuestión completamente. Desde la óptica de Elena de White lo que importa no es tanto la esencia de las cosas sino el hecho de que estas cosas están en permanente relación. Ya no se trata de que las cosas (incluyendo a los seres vivientes) simplemente son, sino que son en: es decir existen en permanente relación, y sin relación no hay existencia; y son para: existen con un propósito o designio que no se puede separar de su existencia. Esto hace además, que la cuestión del movimiento, que era un problema para los griegos, deje de serlo. Porque las cosas son y se mueven “en” y “para”, y si no se movieran, no tendría sentido el “en” y el “para”. Hay, en consecuencia, una necesidad ontológica para el movimiento. El hombre también es definido por su relación con Dios Todo esto se aplica también al hombre. El hombre es también considerado un ser en relación constante. Elena de White lo define como un “ser en relación” al decir que es hecho “a imagen de Dios”. El hombre es definido y considerado en función de su relación con lo divino. El hombre es realmente tal, cuanto se parece más a Dios. El hombre entonces también posee su fundamento ontológico en Dios. Su vida conlleva además un propósito, al igual que los demás seres de la creación. La adhesión a la legalidad y es voluntaria para el hombre El hombre, sin embargo, posee una cualidad distintiva (no esencial); es, a saber, la voluntad. El hombre puede decidir si se conforma o no al designio o propósito de la naturaleza y por lo tanto para él se trata de un designio moral. Decide si adhiere o no a la legalidad que rige su propia existencia. Pero no adherir implica desarticular las relaciones que lo mantienen en existencia (con Dios, su entorno y los otros hombres) y esto lo aliena. Cuando el hombre atenta contra dichas relaciones, atenta en definitiva contra sí mismo ya que esas relaciones son el soporte de su existencia (su vida misma es “relación permanente con”) y el sostenimiento de esas relaciones le da sentido a su vida. Por otro lado, la cuestión de la legalidad universal en Elena de White, su concepto de ley o legalidad, merece aún algunas consideraciones adicionales. Uno de los filósofos modernos más influyentes en cuanto a su 1 Véase Apéndice. 68 Roy E. Graf concepto de “ley” fue Immanuel Kant. Al respecto de su concepto de ley se puede señalar que es usual distinguir entre dos tipos de ley: la ley natural (científica) y la ley moral (ética). La primera no puede ser violada; la segunda puede serlo. Por eso podemos decir que las leyes naturales se expresan en un lenguaje indicativo y las leyes morales se expresan en un lenguaje prescriptivo. La ley natural es la que rige en el reino de las causas; la ley moral es la que rige en el reino de los fines o de la libertad. La primera es, pues, la expresión de las relaciones constantes observadas en los fenómenos de la Naturaleza, las llamadas regulaciones naturales. La segunda es la expresión de un imperativo, es decir, de un principio objetivo y válido de legislación universal . . . La ley natural, en suma, es comprobatoria; la ley moral, imperativa.1 Aunque en algunas declaraciones Elena de White parece referirse a la ley natural y a la ley moral en forma aparentemente similar a la kantiana, 2 parece bastante claro que su punto de vista no era exactamente ese. Para empezar, si bien las leyes naturales podían describirse como relaciones constantes entre fenómenos, es indudable que las leyes naturales tienen también cierto carácter preceptivo. Y esto es así porque Dios las ha establecido con un propósito o designio (al que ya se ha hecho referencia como la ley de la acción obediente, o ley del servicio) que el hombre debe aprehender al estudiar el ámbito natural, y hacerlo propio. Cualquier intento de no adherir a ese propósito o designio divino para el hombre, es considerado un intento de violación de una ley natural. Por ello Elena de White pensaba, como ya se ha señalado, que Las leyes de la naturaleza también tienen carácter preceptivo las leyes de la naturaleza son leyes de Dios, tan ciertamente como los preceptos del Decálogo. El Señor ha escrito en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes que gobiernan nuestro organismo. Toda violación de esas leyes, cometidas por descuido o con premeditación, es un pecado contra nuestro Creador.3 Evidentemente, Elena de White consideraba que violar una ley natural era equivalente a violar al mismo tiempo una ley moral. Elena de White entendía, por lo tanto, que existía lo que podría denominarse como ley teleológica en el mundo natural y que ésta proporcionaría un fundamento común para la ley natural y moral. 4 En última instancia, ambas leyes son una y la misma. No adherir a las leyes naturales significa, al fin de cuentas, no adherir a su designio teleológico. No adherir a las leyes naturales o morales es rechazar su designio teleológico Por otro lado, es necesario comprender la naturaleza de esta adhesión a la La adhesión voluntaria legalidad. Se ha dicho que la cualidad distintivamente humana es la de a la legalidad se basa poseer voluntad. Por lo tanto, esa adhesión debe ser voluntaria. Esto en el amor a Dios 1 Ferrater Mora, “ley”, 3:1963, 1964. 2 Véase por ejemplo, las leyes de la mente según Elena de White, a las que se hizo referencia en este capítulo. 3 La educación, 196, 197. 4 Véase Ferreter Mora, “ley”, 3:1964; Ferrater Mora menciona que Kant utilizaba la denominación de “ley teolológica” para lo que consideraba un tercer tipo de ley, además de la ley natural y la moral. 69 El hombre y la educación en Elena de White significa que no se trata de una mera adhesión formal o conformidad mecánica a la ley. El hombre debe adherir a la ley porque quiere o desea adherir. Entonces, esta adhesión (para que Elena de White la considere genuina, es decir realmente voluntaria) tiene que tener su fundamento en el amor. Este amor no es sólo amor a la ley,1 sino también amor a Dios, el fundamento de la legalidad, la cual refleja su carácter y su designio para el hombre. La distinción entre leyes morales y naturales es en buena medida analítica Al mismo tiempo, la idea de que la adhesión del hombre al designio teleológico del mundo natural es voluntaria, a diferencia de los demás seres animados o inanimados de la creación cuyo accionar se rige estrictamente por leyes físico-químicas y naturales, refuerza la noción de que la distinción entre las leyes morales y las naturales es en buena medida una distinción analítica. Lo que hace la diferencia es justamente que el hombre, al tener voluntad, es responsable de sus actos en el nivel más elevado, y por lo tanto, la ley es para él, ley moral.2 El pecado es un obstáculo para adherir a la legalidad El hombre, sin embargo, tiene un obstáculo, en su intento de adherir a la legalidad, es a saber, el pecado. La propia transgresión de la legalidad (aunque sea sólo una vez) se convierte en un obstáculo para adherir nuevamente a ella en forma voluntaria. El pecado es un misterio ligado a la existencia de seres con voluntad Pero aquí surge un cuestionamiento que tiene que ver con la posibilidad del pecado en sí. En efecto, el tema del pecado plantea algunas dificultades en cuanto a la posibilidad de su existencia. Se ha hablado de la necesidad de la posibilidad del pecado para evitar que el hombre sea lo que Elena de White llama un mero “autómata”. Pero aquí hay implícito otro problema. Si el hombre es un ser con voluntad, racionalidad y otras capacidades superiores que le permiten distinguir entre el bien y el mal y, eventualmente, predecir las consecuencias de sus actos, ¿por qué el hombre peca? Parece casi imposible que el hombre, con sus facultades morales originalmente intactas, decidiera pecar. Elena de White no elude la cuestión; advierte que “el pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable”.3 Lo que es más, “si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado”.4 El pecado es entonces necesariamente un misterio ligado a la existencia de seres con voluntad (hombres, ángeles). En algún modo, la voluntad misma es un misterio que escapa a toda predeterminación o condicionamiento propio de la legalidad y por lo tanto es imposible explicarla del todo. 1 Lo que Kant hubiese considerado como moralidad, en contraste con la legalidad que considera como mera acción conforme al deber pero no por el deber (Ver Ferrater Mora, “legalidad”, 3:1927). 2 Una conclusión lógica de esto podría ser que la ley moral (por ejemplo, el Decálogo) podría ser considerada también como una ley natural. Esta inversión de los términos podría considerarse como válida siempre y cuando a la ley moral no se la considere como una ley natural en el sentido del jusnaturalismo, donde lo natural es identificado con lo racional (véase Abbagnano, 318). Para Elena de White, lo natural, o las leyes naturales, también son revelación de Dios. Las leyes morales, son naturales en ese mismo sentido, pues constituyen un todo con la legislación natural establecida por Dios mismo. 3 El conflicto de los siglos, 546. 4 Ibid., 547. 70 Roy E. Graf En relación con el problema del pecado, ahora sí, hay que considerar su realidad instalada y no sólo su posibilidad. El hombre ya ha transgredido ese orden legal y por lo tanto adquirió un conocimiento del mal que se verifica como tendencia hacia la ilegalidad, que el hombre, aunque consciente de ella, no puede vencer por sí mismo. Al no poder vencer esa tendencia, el hombre se entorpece en su relación con el entorno. No sabe tratar adecuadamente con él y por lo tanto trata de replegarse en sí mismo introduciendo así, entre él y las cosas (o incluso entre él y Dios), una suerte de “frontera metafísica” que lo descompromete de su entorno y, por consiguiente, de su legalidad implícita y su sentido teleológico. (Y tal vez es por ello también que en la filosofía griega el movimiento se presentaba como un problema). Este es en un sentido teológico profundo el origen del problema del dualismo pagano. El dualismo se constituye en una propuesta de solución al problema de la incapacidad del hombre para relacionarse adecuadamente con el entorno natural y, en definitiva, con Dios. El pecado se verifica como tendencia a la ilegalidad La propuesta antropológica de Elena de White apunta a ver al hombre como un ser que debe ser capacitado para vencer esa tendencia a la ilegalidad. El hombre debe asumir nuevamente un compromiso consciente con el entorno y con Dios. Pero ya se ha dicho que el hombre no puede vencer esa tendencia por sí mismo. Para poder vencerla, el hombre necesita una nueva intervención de Dios, ya no sólo en su función sustentadora, sino ahora en una función restauradora que implica, en buena medida, recrear al hombre. El hombre necesita la transformación de su naturaleza que es básicamente pecaminosa; necesita ser restituido para que, ya en conocimiento experimental de las consecuencias del mal obrar, tenga la posibilidad de adherir nuevamente a la legalidad divinamente establecida y pueda así relacionarse adecuadamente con su entorno y con Dios. El hombre necesita ser restaurado para vencer la tendencia a la ilegalidad y relacionarse correctamente El pecado entorpece la relación con el entorno y con Dios A su vez el hombre es un colaborador/continuador de la actividad divina. Y El hombre también en conformidad a este nuevo papel de la actividad divina frente a la caída debe constituirse en del hombre en pecado (el de restaurador), el hombre también debe restaurador constituirse en restaurador. Éste será en esencia el papel del educador, restaurar. Y la restauración es también para Elena de White la esencia del fenómeno educativo. 71 El hombre y la educación en Elena de White Resumen sobre la concepción del hombre en Elena de White 1. 2. EL HOMBRE El hombre ha sido creado a imagen de Dios. 1. El hombre existe en el espacio y en el tiempo y está sujeto a la legalidad natural que lo afecta en su intimidad psíquica, física y biológica. El hombre es un ser dinámico que debe regirse por la “ley de la acción obediente”. Su movimiento o actividad tiene una finalidad que es la del servicio. La VOLUNTAD es la cualidad distintivamente humana. La adhesión a la “ley de la acción obediente” es voluntaria (a diferencia del resto de la creación). La legalidad universal posee para el hombre una dimensión moral, en función de su voluntad. El hombre es CONTINUADOR/COLABORAD OR de la actividad creadora y sustentadora de Dios en función de su voluntad. 2. El hombre es también un ser sociable. Sus relaciones con los demás hombres está regida por la “ley de dependencia mutua”. 8. El hombre es un ser con capacidad de DESARROLLO en función de su voluntad. 9. La realidad humana se ha visto alterada por el problema del PECADO: la transgresión de la ley. 10. El hombre se ve deteriorado física, mental y moralmente por el pecado. La semejanza con lo divino queda mancillada. 7. 3. 4. 5. 6. 7. 72 OBSERVACIONES Semejanza tanto “exterior, como en el carácter”. Se rechaza el evolucionismo. El entorno es el soporte de su existencia. “Unidad del hombre con la naturaleza y con Dios”. 3. A través de la actividad regida por la obediencia y el servicio el hombre mantiene su armonía con el entorno. 4. La voluntad supone, entre otras capacidades, la razón, la conciencia, la libertad, la individualidad, la identidad. 5. Las leyes naturales tienen un carácter preceptivo para el hombre. La actividad divina es el modelo en cuanto al propósito y finalidad de la actividad humana. El hombre fue creado en una relación consciente y comprometida con el entorno y con los demás hombres. Cada acto del ser humano posee una carga moral. Sus actos afectan no sólo al entorno sino también a sus semejantes. La voluntad es siempre voluntad de acción. 6. 8. 9. En el caso de las leyes naturales el pecado implica la no adhesión al designio teleológico. 10. Se deterioran los vínculos existenciales con el entorno. La naturaleza se ve afectada. El hombre pierde la armonía con el universo. Roy E. Graf 11. 12. 13. 14. 15. EL HOMBRE El hombre deja de ser naturalmente bueno pero su depravación tampoco es absoluta como sugería el calvinismo. El pecado altera la percepción humana y debilita la cualidad reveladora de lo divino en la naturaleza. El hombre necesita disponer de la REVELACIÓN ESCRITA para establecer su nexo con Dios. El hombre no puede solucionar el problema del pecado por sí sólo. Sólo Dios puede restaurar al hombre a su imagen. El hombre restaurado debe constituirse en restaurador. OBSERVACIONES 11. El hombre queda sumido en una situación de ambigüedad en cuanto a su inclinación moral. 12. La naturaleza ya no puede ser correctamente interpretada por el hombre sin ayuda. 13. La Biblia ayuda a interpretar adecuadamente el orden natural. 14. El Espíritu Santo “es la fuente de la cual debemos buscar eficiencia en la restauración de la imagen moral de Dios en el hombre”. 15. En el contexto del pecado, Dios no es sólo creador y sustentador, sino también redentor. El hombre restaurado, como continuador/colaborador de la actividad divina, debe también asumir ese nuevo papel. 73 El hombre y la educación en Elena de White 74 CAPÍTULO IV IMPLICACIONES EDUCACIONALES DE LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN ELENA DE WHITE Introducción En el presente capítulo se considerarán las implicaciones de los supuestos antropológicos de Elena de White en su concepción de la educación y en algunas de sus propuestas educacionales. Indudablemente, se podrían hallar las conexiones de los supuestos antropológicos de Elena de White —junto con las presuposiciones metafísicas que los respaldan— con todo el espectro de su propuesta educacional en sentido amplio. Considerar dichas conexiones en todo el espectro de su amplitud posible excede los límites del presente trabajo. Es por ello que se han seleccionado algunos tópicos con el propósito de ejemplificar o ilustrar las vinculaciones entre las ideas que del hombre tiene Elena de White, y sus propuestas educacionales. La selección de estos tópicos en relación con sus propuestas educacionales, cabe mencionar, no es puramente arbitraria. Responde, por un lado, a cierta dificultad para comprender esas propuestas educacionales a la luz de su contexto histórico-filosófico, pero también a una cierta dificultad para aplicarlas en la práctica educacional actual. Esto se debe, en parte, a que para algunos, dichas propuestas deben ―leerse‖ a la luz de su mencionado contexto histórico-filosófico y por lo tanto, su vigencia parecería dudosa, en tanto que para otros, considerando el basamento inspirado de tales propuestas educacionales, su vigencia está fuera de toda duda sin importar el contexto en el que fueron enunciadas. Aunque en el presente capítulo no se pretende resolver el debate en este sentido, se espera que al considerar estas propuestas educacionales a la luz de los supuestos antropológicos de Elena de White, se logre una mayor clarificación de la discusión, lo que puede facilitar el desarrollo de criterios que permitirán una aplicación actual de sus propuestas educacionales por parte de los educadores en forma más acorde a su intención original. En primer lugar, entonces, se ensayarán brevemente algunas definiciones del fenómeno ―educación‖ teniendo en cuenta los supuestos antropológicos bajo consideración. El segundo tópico a considerar será el de las implicaciones en cuanto a cómo el hombre accede al conocimiento según Elena de White, y cómo esto determina algunas propuestas de Elena de White en cuanto a los ―métodos‖ de enseñanza. 1 Aunque este tópico es quizá menos controvertido que los siguientes, es útil su consideración previa 1 La palabra ―método‖ aquí no se usa en un sentido del todo técnico como el que la misma podría tener en la didáctica contemporánea. Su uso responde en buena medida a la forma en que Elena de White misma utilizaba dicho término. Es obvio, sin embargo, que las consideraciones sobre el método que siguen a continuación determinan en buena medida una forma de concebir los métodos y las técnicas didácticas según estos términos se entienden en la actualidad. Roy E. Graf a los mismos, ya que a continuación se estudiarán las propuestas de Elena de White en cuanto a la educación física (la cual ha dado lugar a un mayor debate como se verá enseguida) y luego en cuanto a la educación intelectual. En relación con este último aspecto, se analizará su punto de vista sobre la selección de las lecturas. Es necesario hacer una última aclaración: La distinción aquí realizada entre educación física y mental, es en buena medida una distinción analítica pero que no responde -o no debiera responder- necesariamente a la realidad de la praxis educacional. Esto también explica por qué no se considera en una sección aparte lo que podría llamarse ―educación espiritual‖, ya que es muy difícil distinguir ésta en Elena de White de su propuesta para la ―educación intelectual‖ o aun de la educación física. ―No podemos —declara ella— permitir que se separe la preparación espiritual de la intelectual‖. 1 Según ella, era un error separar ―la educación de la religión, pensando que cada una debería ocupar un campo para sí misma . . .‖.2 La concepción de la educación en Elena de White Una definición a partir de los escritos de Elena de White Se ha sugerido a menudo que Elena de White estaba dando una ―definición‖ de educación3 al declarar que ésta consiste en ―el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales‖. 4 Sin embargo esta declaración parece más una descripción de lo que abarca la educación, pero no especifica nada en cuanto a su naturaleza. Y en este sentido es posible que Elena de White no haya elaborado ninguna ―definición‖ propiamente dicha de lo que ella entendía por educación. Con todo, se puede intentar elaborar una definición más explícita de su concepción de la educación a partir de sus escritos educacionales y teniendo en cuenta sus supuestos antropológico-metafísicos. ¿Educación integral o íntegra? Se ha tomado a menudo la declaración de Elena de White recién citada para justificar que la educación adventista debe ser una ―educación integral‖ pues partiría del hombre como un ser integral.5 Cabe señalar especialmente aquí que la concepción del hombre que Elena de White propone sólo puede ser insuficientemente descripta como la de un ―ser integral‖. Esta expresión, como así también la de ―educación integral‖ sugieren la equívoca noción de que la educación debe integrar partes 6 que 1 La educación cristiana, 134. 2 Counsels, 107. 3 Véase sólo a modo de ejemplo, Thomas G. Bunch, ―Phisical Education, Sports, and Christian Outreach‖, The Journal of Adventist Education, October-November 1988, 5; Eugene W. Rau, ―Do SDA Boarding Academies Offer Balanced Education?‖, ibid., February-March, 1982, 5. 4 La educación, 13. 5 Véase Miguel Ángel, Educar es redimir. Bases para una filosofía de la educación cristiana (Chillán, Ediciones Universidad Adventista, 1994), 27, 29, 116. 6 Véase por ejemplo el uso de los términos en la cita de Larroyo en la página 6, nota 2, quien al hablar de la ―educación integral‖ según Aristóteles hace referencia a la necesidad de cultivar todas las ―partes que integran la naturaleza humana‖ (Larroyo, 168. La cursiva no es del original). 76 El hombre y la educación en Elena de White no constituyen en forma natural una totalidad. La visión de la educación de Elena de White es otra. Para comprender de manera más precisa la concepción de la educación en Elena de White, conviene tener en cuenta algunos aspectos ya desarrollados en el capítulo anterior en cuanto a sus supuestos antropológicos. Ya se ha visto que Elena de White ve al ámbito espacio-temporal, a la realidad toda, como creada y sustentada por Dios, y donde las cosas existen en el marco de una legalidad divinamente establecida y sustentada, orientada por un designio teleológico denominado la ―ley de la acción obediente‖ o ―ley del servicio‖ que le da propósito y sentido al orden natural. El hombre es concebido como un ser en relación constante con su entorno a través del cual se vincula con Dios mismo. El hombre está así ontológicamente vinculado a Dios como Creador-sustentador de su ámbito y de él mismo, a su entorno, sin el cual es imposible concebir su existencia, y a la legalidad del orden natural por la cual se ve afectado. Sin embargo el hombre, a diferencia de cualquier otro ser animado o inanimado de la creación, tiene una cualidad distintiva: su voluntad o individualidad moral. Por lo tanto en sentido pleno, la vinculación del hombre a Dios, al entorno y a su legalidad es voluntaria y depende de su propia decisión. En este sentido, la legalidad del orden natural pasa a tener una intención didáctica: enseñarle al hombre que él también tiene un propósito si adhiere al designio teleológico que orienta todo lo creado. 1 Ese propósito es el del servicio por amor. Aquí sin embargo entra en juego la realidad del pecado, que contribuye a desvincular al hombre de sus relaciones ontológicas incapacitándolo para restablecerlas por sí mismo. La educación será entonces un intento de restaurar esos vínculos ontológicos del hombre deteriorados por el pecado: con Dios en primer término, y también con el entorno. Esta restauración de los vínculos ontológicos tiene como fin que el hombre vuelva a reflejar un aspecto fundamental de la imagen de Dios: es a saber, específicamente la imagen moral de Dios, para que el hombre pueda ser nuevamente un ser con dominio de sí mismo y con capacidad de elegir entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal, en pleno ejercicio de su voluntadindividualidad. Pero no debe olvidarse que esta restauración no es una tarea meramente humana. Como se ha dicho, es el Espíritu Santo ―la fuente en la cual debemos buscar eficiencia en la restauración de la imagen moral de 1 Elena de White hace explícito este punto cuando dice que ―las leyes de Dios para la naturaleza son obedecidas por la naturaleza. La nube y la tormenta, la luz del sol y la lluvia, el rocío, todas están bajo la supervisión de Dios y rinden obediencia a sus mandamientos. . .‖ ―¿Puede ser que el hombre, hecho a imagen de Dios, dotado con razón y habla, sea solo el que no aprecie sus dones y desobedezca a sus leyes? ¿Aquellos que podrían ser elevados y ennoblecidos, preparados para ser colaboradores con El, se contentarán con permanecer imperfectos en carácter y causar confusión en el mundo? ¿Los cuerpos y almas de la heredad adquirida por Dios serán estorbados con prácticas no santas y hábitos vinculados al mundo? ¿No reflejarán ellos la belleza del que ha hecho todas las cosas bien, Aquel quien a través de su gracia el hombre imperfecto puede oír su última bendición: ‗Bien buen siervo y fiel; . . . entra en el gozo de tu Señor‘? Dios desea que aprendamos de la naturaleza la lección de obediencia‖ (Counsels, 257. La cursiva no es del original). 77 Educación: restauración de los vínculos ontológicos del ser humano Finalidad: restaurar la imagen moral de Dios El papel del Espíritu Santo Roy E. Graf Dios en el hombre‖.1 Desde esta perspectiva el maestro sólo será un instrumento de Dios, un colaborador en ese proceso de restauración.2 Educación: proceso de capacitación divina La educación desde la óptica de Elena de White puede entenderse en un doble sentido. Por un lado, la educación como fenómeno o proceso. Sumado a lo dicho acerca de la educación como la restauración de los vínculos ontológicos del ser humano (con Dios y con el entorno) la educación es también, en su naturaleza profunda, el proceso por el cual el hombre, a través de la capacitación divina, conoce, acepta y adhiere a la legalidad universal divinamente establecida y a su designio teleológico, en forma voluntaria. Esta adhesión no se da por mero amor a la ley sino por amor a Dios, quien es el Legislador u originador de la misma. La capacitación divina incluye la ―conversión y la santificación‖ que apuntan a ―reconciliar a los hombres con Dios, poniéndolos de acuerdo con los principios de su ley‖3 que es revelación de su propio carácter. De esta forma el hombre restaura su relación con Dios de quien se ha separado por el pecado.4 El designio teleológico implica descubrir el lugar y función de Dios para el hombre Esta adhesión a la legalidad y a su designio teleológico supone también descubrir el lugar y la función específica que Dios ha preestablecido para el hombre en el universo, y amoldarse a ello en función de ese designio teleológico. El hombre debe estudiar todo lo que le revele la legalidad El hombre debe esforzarse por conocer y aprehender todo aquello en que se le revele la legalidad y el sentido que orienta el universo a fin de descubrir el sentido de su propia vida. Así podrá orientar esta última de acuerdo a ese sentido poniendo en juego su voluntad-individualidad, y perfeccionando de esta manera esa cualidad suya que lo hace cada vez más parecido a Dios. Educar es acercar al hombre a los medios de revelación de Dios El hombre entonces debe religarse con Dios a través de sus medios de revelación para encontrarle sentido a su vida: debe religarse con Dios a 1 Fundamentals, 526. El papel del Espíritu Santo como agente educador es claramente resaltado por Elena de White (véase por ejemplo Consejos para los maestros, 343-361). Dada la incapacidad del hombre para restaurarse a sí mismo por sus propios medios, no tiene sentido hablar de verdadera educación aparte de la obra trasformadora del Espíritu Santo. ―Unicamente en la medida en que la vida superior es presentada tal como se revela en las enseñanzas de Cristo, puede cualquier saber e instrucción llamarse correctamente educación superior; y únicamente por la ayuda del Espíritu Santo es como puede adquirirse esa educación . . .‖ ―Dios obra en forma invisible sobre el corazón humano; por que sin la operación del poder divino sobre el entendimiento, la mente del hombre no puede captar los sentimientos de la verdad elevadora y ennoblecedora. No puede leer el libro de la naturaleza, ni puede comprender la sencillez de la piedad que se halla en él . . . Nadie puede comprender la verdadera ciencia de la educación, sino en la medida en que Dios en su sabiduría santifica la observación mediante el Espíritu Santo‖ (Consejos para los maestros, 361). 2 Elena de White estable que ―cuando el maestro confía en Dios, el Espíritu de Cristo descenderá sobre él, y por el Espíritu Santo de Dios obrará mediante él sobre la mente del alumno. El Espíritu Santo llena la mente y el corazón de esperanza, valor e imágenes bíblicas, que serán comunicadas al alumno. Las palabras de verdad crecerán en importancia, y asumirán una anchura y plenitud de significado cual él nunca soñó‖ (La educación cristiana, 139). 3 El conflicto de los siglos, 520. 4 Ibid. 78 El hombre y la educación en Elena de White través de su Palabra escrita, y a través de la revelación natural.1 De esta manera, el principal objeto de la educación pasa a ser el de ―dirigir nuestra mente a la revelación que él [Dios] hace de sí mismo. Adán y Eva recibieron conocimiento comunicándose directamente con Dios, y aprendieron de él por medio de sus obras‖.2 Educar es también acercar al hombre a los medios preestablecidos por Dios para revelarse a sí mismo.3 Y aunque ―por la transgresión, el hombre fue privado del conocimiento de Dios mediante una comunión directa y en extenso grado del que obtenía por medio de sus obras‖,4 aún ahora ―los estudiantes deben ser dirigidos a las fuentes de la verdad, a los vastos campos abiertos a la investigación en la naturaleza y en la revelación . . .‖. 5 Esta educación ―provee más que disciplina mental o preparación física; fortalece el carácter‖; 6 es decir que le le da al hombre la fuerza moral necesaria para usar correctamente su voluntad-individualidad.7 Esta concepción de la educación supone la educación de individualidades. Educación es siempre Es decir de personas que sean capaces de decidir el sentido de sus vidas por educación de la sí mismas y en forma voluntaria. ―La obra de la verdadera educación individualidad consiste en desarrollar esta facultad [individualidad, facultad de pensar y hacer], en educar a los jóvenes para que sean pensadores, y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres‖. 8 Educación es, por lo tanto y en sentido pleno, siempre educación de la individualidad. Para Elena de White, la educación que no desarrolla individuos no es en realidad educación sino adiestramiento, como ocurre con los animales.9 El sentido de la vida de los hombres está dado, como principio general, por El sentido de la vida lo el valor del ―servicio abnegado‖.10 Es decir, por un servicio que coloca al da el servicio abnegado otro y al sostenimiento del entorno como el foco de su existencia y que lo organiza como totalidad humana, ya que estrecha su conexión con sus vínculos ontológicos. 1 ―El libro de la naturaleza y la palabra escrita se derraman luz una sobre la otra. Ambas nos instruyen mejor de Dios al enseñarnos de su carácter y de las leyes a través de las cuales Él obra‖ (Counsels, 258. La cursiva no es del original). 2 La educación, 16. 3 El acercamiento del hombre a los medios preestablecidos por Dios para revelarse debe ser total. Es decir, el hombre como totalidad psico-física debe ser acercado a las formas de revelación de Dios ya que la educación abarca ―todo el ser‖ y ―es el desarrollo armonioso de [todas] las facultades físicas, mentales y espirituales‖ (ibid., 13). 4 Ibid., 17. 5 Ibid., 17, 18. 6 Ibid., 18. 7 Hay que tener en cuenta también que la Biblia tiene un poder fortalecedor del carácter pues pues ―el Santo y educador Espíritu de Dios está en su Palabra‖ (La educación cristiana, 139). 8 Ibid., 17. 9 Ibid., 9, 10. Según Elena de White, ―los niños tienen una voluntad inteligente, que debe ser ser dirigida para que controle todas sus facultades. Los animales necesitan ser adiestrados porque no tienen razón ni intelecto. Pero a la mente humana se le debe enseñar el dominio propio‖ (ibid. Véase también Fundamentals, 57). 10 La educación, 30. 79 Roy E. Graf La educación implica cambios cualitativos Otra forma de entender la educación, es entenderla como resultado del proceso. Este proceso, en Elena de White, produce cambios en el individuo que no son meramente formales, sino cambios cualitativos. La educación supone una ―transformación completa‖ 1 a través de la obra del Espíritu Santo que capacita al individuo para ejercer su voluntad-individualidad a pesar de su condición pecaminosa.2 Y por ello, para Elena de White, ―en el sentido más elevado, la obra de la educación y la de la redención son una‖. 3 En este sentido puede decirse que cuando el hombre ha sido objeto de esa transformación es un ―hombre educado‖. Pero aquí vale aclarar que Elena de White entiende que esta transformación es siempre incompleta, o más bien, siempre perfectible. ―La educación comenzada aquí no se completará en esta vida; continuará a través de la eternidad, siempre progresando nunca completada‖.4 Algunas implicaciones de la concepción de la educación en Elena de White La concepción de la educación de Elena de White como conocimiento, aceptación y adhesión a la legalidad universal divinamente establecida, y como restauración de los vínculos ontológicos tiñe todos los aspectos particulares de su propuesta educacional. La educación debe poner la vida del educando en ―armonía con la naturaleza‖ y sus leyes. 5 ―La obediencia a a estas leyes [naturales y morales] son vida y felicidad en este mundo y en el mundo venidero‖.6 Así por ejemplo, el maestro debe ser un promotor y conductor de ese proceso de adhesión a la legalidad despertando a los alumnos ―para que comprendan sus responsabilidades y posibilidades‖ 7 a la vez que guía sus voluntades pero sin desconocerlas ni aplastarlas. 8 La disciplina es vista como un esfuerzo por lograr la obediencia del alumno a la legalidad como resultado de su propia decisión y no de la obligación. 9 La La indumentaria del alumno debe ser tal que le permita desenvolverse con comodidad en contacto con la naturaleza y en toda actividad recreativa o de estudio, facilitando su vínculo con el entorno.10 La familia es vista como el agente educativo natural (en el contexto de la cual aprende a vincularse socialmente y con el entorno) en donde debe desarrollarse el proceso educativo del individuo y, por lo tanto, la escuela es sólo una extensión de 1 La educación cristiana, 61. 2 Véase también ibid., 84: ―Todo paso que se adelante en la adquisición de saber o en la cultura de la inteligencia, debiera ser un paso hacia la semejanza con lo divino‖. 3 La educación, 30. 4 Counsels, 258. 5 La educación, 107. 6 Fundamentals, 409. 7 La educación, 279. 8 Ibid., 288, 289. 9 Véase ibid., 290. ―El objeto de la disciplina es educar al niño para que se gobierne solo. Se Se le debería enseñar la confianza en sí mismo y el dominio propio. Por lo tanto, tan pronto como sea capaz de comprender, se debería lograr que su razón esté de parte de la obediencia‖ (ibid., 287). 10 Ibid., 246-248. 80 El hombre y la educación en Elena de White la función de la familia.1 La recreación también será una oportunidad de acercar al alumno a sus medios de revelación. ―La recreación al aire libre, la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, será del más alto beneficio‖.2 Estos son sólo algunos ejemplos de la forma en que la concepción general de Elena de White en cuanto a la educación permea todos los aspectos específicos de su propuesta educativa, teniendo como trasfondo sus supuestos antropológicos. Toda su propuesta educacional apunta así a religar al hombre con Dios y su entorno. Estas consideraciones permiten afirmar nuevamente que la descripción de la La educación para concepción de la educación en Elena de White como ―educación integral‖, Elena de White es es insuficiente pues la misma ignora la intención ―religante‖ de su propuesta religiosa educacional. Y es por ello que tal vez sea más preciso hablar de su propuesta educacional como la de una educación religiosa, entendiendo religiosa justamente en su acepción de ―religante‖, y en un sentido amplio, 3 ya que el hombre debe ser religado con su entorno y con los demás hombres y no sólo con Dios desentendiéndose del ámbito en el cual El se revela. Pero además, esta ―religación‖ permanente es la que logra mantener organizado al hombre como totalidad psico-física, siendo a su vez esa totalidad —y no sólo un aspecto de ella, como ser el espiritual o el intelectual— la que necesita ser permanentemente religada para mantener esa organización como totalidad sin producirse una disrupción en la constitución misma de la naturaleza humana. Esta intención ―religiosa‖ de la educación, que se desprende de la Educación religiosa concepción educacional de Elena de White, apunta entonces a una íntegra y no integral educación religiosa íntegra4 —no integral— pues contempla al hombre como totalidad, teniendo en cuenta todos los aspectos de la naturaleza humana en función de sus diversas formas de relación. El hombre debe ser educado, es decir, debe ser religado con Dios y con el entorno. ―Toda 1 ―En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño‖ (La educación cristiana, 154). 154). Teniendo en cuenta este principio, Elena de White declaró que ―la obra del maestro debería complementar la de los padres, pero no ocupar su lugar. En todo lo que se refiere al bienestar del niño, los padres y maestros deberían esforzarse por cooperar‖ (La educación, 283). 2 Counsels, 57. 3 Esta es la forma en la que Zubiri utiliza el término cuando declara que ―la existencia humana, pues, no solamente está arrojada entre las cosas, sino religada por su raíz. La religación-religatum, esse, religio, religión, en sentido primario —es una dimensión formalmente constitutiva de la existencia. Por tanto, la religación o religión no es algo que se tiene o no se tiene. El hombre no tiene religión, sino que velis nolis, consiste en religación o religión‖ (Xavier Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, 5ta ed. [Madrid: Editora Nacional, 1963], 373. La cursiva es del original). 4 El término íntegra o íntegro sugiere la totalidad a la que se hace referencia –en este caso el hombre- pero no partes a ser integradas, como ocurre con el término ―integral‖ (Entrevista con René Rogelio Smith, Director de la Carrera de Profesorado en Educación General Básica, Universidad Adventista del Plata, 2 de diciembre de 1998). 81 Roy E. Graf religión verdadera se halla en su Palabra y en la naturaleza‖, 1 y toda ―educación verdadera es religión‖.2 Algunas consideraciones sobre los métodos Elena de White y el conflicto realismo vs. idealismo En el segundo capítulo se intentó aclarar la falta de resolución del conflicto suscitado en el seno del sistema educativo norteamericano entre las perspectivas más tradicionales de la educación, sustentadas por las concepciones espirituales del hombre y las perspectivas reformadoras, principalmente sostenidas por el realismo filosófico y pedagógico de los seguidores de Pestalozzi y Fröebel. Ambas perspectivas encontraban apoyo en supuestos metafísicos y antropológicos distintos. También se ha mencionado que, al menos en una primera aproximación, Elena de White tenía semejanzas en sus puntos de vista con el ―realismo‖ en cuanto a sus supuestos metafísicos (y sus consecuentes implicaciones antropológicas y educacionales). Originalidad de Elena de White frente al dualismo y el realismo Una mirada más cuidadosa a los supuestos antropológicos expuestos revelan sin embargo que los puntos de vista de Elena de White despliegan una originalidad aún más sutil, ya que no pueden asociarse fácilmente ni al dualismo o al idealismo3 por un lado, algo que podría parecer bastante obvio, ni al realismo por el otro lado, algo quizá ya no tan obvio. De hecho, a partir de los supuestos antropológicos que Elena de White maneja, es posible distanciarse de las posturas mencionadas especialmente teniendo en cuenta sus implicaciones epistemológicas (y la importancia educacional de estas).4 1 Consejos para los maestros, 438. 2 Ibid., 104. 3 Al hablar aquí de dualismo e idealismo se engloba especialmente en estas expresiones a las concepciones espiritualistas del hombre más destacadas entre el fin de la guerra civil norteamericana y el fin del siglo XIX, dominadas fundamentalmente por el dualismo calvinista, el idealismo de origen europeo (Hegel), siendo este quizá el más influyente punto de vista académico enseñado por filósofos profesionales en Norteamérica durante este período, y (ya al principio del siglo XX) el humanismo dualista clásico, que reafirmó un dualismo esencial entre el hombre y la naturaleza (Ver Capítulo II). 4 Elena de White no hace este distanciamiento en forma demasiado explícita, especialmente en lo referente al realismo. Sin embargo, a partir de sus supuestos antropológicos es posible efectuar una crítica a las posturas filosóficas mencionadas, especialmente a sus concepciones del ser (y consecuentemente a sus puntos de vista gnoseológicos). (Esta no sería una crítica de Elena de White, sino a partir de los supuestos de ella.) Una crítica de estas características ha sido hecha en este siglo por pensadores tales como Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, y Julián Marías (discípulo de aquellos), quienes han desarrollado una concepción más existencial del ser (por oposición a una concepción esencialista) lo que conlleva un progreso en el orden epistemológico. Así por ejemplo, Ortega habla de la necesidad de abandonar el sustancialismo y el concepto eleático del ser para poder entender al hombre con un ser en circunstancia (―Yo soy yo y mi circunstancia‖; ver Marías, Historia, 434, 440), donde la realidad circundante forma ―la otra mitad‖ de la persona (ibid., 436). Por su parte, Zubiri, al hablar del ser del hombre, considera que la exterioridad del mundo es la ―estructura ontológica formal del sujeto humano. En su virtud, podría haber cosas sin hombres, pero no hombres sin cosas‖ (Zubiri, 365. La cursiva es del original). Zubiri desarrolla el concepto de ―religación‖ afirmando que la existencia humana ―está religada por 82 El hombre y la educación en Elena de White Por un lado, como señala Zubiri, el idealismo ha negado la existencia de cosas reales, esto es, externas al sujeto e independientes de él. El hombre sería un ente encerrado en sí mismo, que no necesitaría para nada de una realidad exterior: si existiera ésta, sería incognoscible.1 Para el idealismo la única realidad segura es el yo En esta concepción idealista, las cosas, por lo pronto, son para mí o en mí, son ideas mías . . . Las cosas tienen un ser derivado y dependiente, fundado en el yo. La sustancia fundamental es el yo, Descartes dice que yo puedo existir sin el mundo, sin cosas2 y podría agregarse también, sin tiempo. Por otro lado, el realismo ―supone Para el realismo la que la verdadera realidad, son las cosas; y el ser real quiere decir ser por sí, verdadera realidad son las cosas independiente de mí‖.3 Para el realismo, entonces, existe el hombre, y además existen las cosas que se comportarían, en palabras de Zubiri, como hechos añadidos ―a los hechos de conciencia‖.4 Elena de White podría coincidir con la tesis realista en que las cosas efectivamente son reales. Y en este sentido, sus puntos de vista tienen semejanza con los del realismo como ya se ha señalado. 5 Sin embargo, lo que podría llamarse la concepción del ser de Elena de White va todavía más allá del realismo. En tanto que Elena de White reconoce la realidad de la existencia de las cosas, también considera que éstas carecen de sentido a no ser que se admita que ellas han sido hechas para el hombre (aunque las ideas que el hombre tiene de ellas no sean el fundamento de su ser), para su felicidad y para el soporte de su existencia. 6 Las cosas (o la naturaleza), su raíz‖ (ibid., 373) y que el hombre no tiene religión sino que ―consiste en religión‖ (ibid. La cursiva es del original). En definitiva, piensa él, la religación ―es el vínculo ontológico del ser humano‖ (ibid, 372). Zubiri (como así también Ortega y Marías) ha tenido así la virtud de poder explicitar una concepción del ser que se funda en los presupuestos de tiempo, espacio y relacionamiento con el entorno y con Dios, desarrollando una terminología para tal fin (si bien no significa que todos sus puntos de vista sean coincidentes con los de Elena de White). Por ello, el lector podrá ver aquí reflejado en el breve análisis que sigue, la terminología y aun las ideas de dichos pensadores en tanto estas últimas guarden alguna semejanza con las de Elena de White y en tanto la mencionada terminología es útil para el presente análisis. 1 Zubiri, 364. 2 Marías, Historia, 433. 3 Ibid. 4 Zubiri, 365. Es curioso, pero aun en este realismo parece estar implicado un cierto dualismo entre ―sujeto y mundo exterior‖, como se verá enseguida, donde la existencia de ambos se puede concebir por separado. 5 Basta para reconocer esto con comparar sus puntos de vista en cuanto a la concepción de la realidad y del hombre con los de Horace Mann, por ejemplo. 6 En Patriarcas y profetas Elena de White afirma que la creación previa al hombre en la semana de la creación fue el escenario para la aparición del hombre. Las cosas fueron hechas para el hombre. ―Una vez creada la tierra con su abundante vida vegetal y animal, fué [sic] introducido en el escenario el hombre, corona de la creación para quien la hermosa tierra había sido aparejada‖ (24; ver también 27). 83 Para Elena de White las cosas son reales pero existen en función del ser humano. Roy E. Graf además, hablan al hombre de Dios,1 de las leyes con las que éste rige la creación, del designio teleológico que las orienta, y del deseo de Dios de que el hombre adhiera a ese propósito o designio para su felicidad. Fueron creadas con ese propósito: ser revelación de lo divino. En otras palabras, parece posible afirmar que las cosas existen porque el hombre existe; no porque el ―yo‖ humano sea el fundamento ontológico de las cosas sino porque han sido creadas en función del hombre, para posibilitar su existir. En este sentido, las cosas no son completamente independientes del hombre. Deben la razón de su existencia al hombre mismo. E incluso más, hablar de la realidad de las cosas tiene sentido sólo en tanto que existe el hombre quien sabe de esa realidad y es consciente de ella. Es posible concebir las cosas sin el hombre, pero sin este, la existencia de aquellas carecería de sentido. Es el hombre el único que puede ―capitalizar‖ esa realidad en forma consciente y poniendo en juego su voluntad e individualidad.2 El hombre tampoco es independiente de las cosas y el entorno Por otro lado, aunque no es posible hablar plenamente de la independencia de las cosas con respecto al hombre, tampoco es posible hablar de la independencia del hombre de las cosas. El hombre, es un ―ser en‖; es en una posición. De hecho, como ya se mencionó, el hombre es porque es en, en un ámbito con el que se relaciona, en un contexto que se constituye en el soporte de su existencia, al que él afecta, y por el cual es afectado a su vez. Es un ser afectado por la legalidad del mundo, en todos sus aspectos: físicos, mentales y espirituales. Es un ser en constante movimiento, ya que es este mismo el que le permite el desarrollo de su ser en el espacio y en el tiempo. La vida entonces, el tránsito por ella, se vuelve un constante aprender, un constante experimentar y un constante relacionarse con las cosas con un propósito. Esta es la perspectiva ―relacionista‖ de Elena de White. El relacionamiento, ese ―estar religado‖ al entorno en forma total, se constituye en el vínculo ontológico por el cual es posible la existencia del hombre. Y el propósito que orienta este relacionamiento es el que le da sentido a su existencia. Y es a través del mismo ámbito con el que el hombre se encuentra con lo divino. Por ello es que Elena de White puede hacer referencia a la ―unidad del hombre con la naturaleza y con Dios‖3 e insistir en que ―toda religión verdadera se halla en su Palabra [de Dios] y en la naturaleza‖.4 1 ―La naturaleza habla a sus sentidos [del hombre], declarándoles que hay un Dios viviente, Creador y supremo Soberano del universo‖ (ibid, 29). 2 Esta explicación (en cuanto a que las cosas han sido creadas en función del hombre) no pretende pasar por alto el hecho de que para Elena de White existen otros mundos habitados en donde no entró el pecado (véase por ejemplo Primeros escritos, 2da ed. [Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1962], 39, 40). De hecho esta línea de argumentación bien podría aplicarse a todos los seres creados por Dios en el universo (seres de otros mundos, ángeles) que tengan voluntad, individualidad y sean capaces de ―capitalizar‖ la realidad en forma consciente; en otras palabras, que hayan sido creados a imagen de Dios (véase ibid., 40, donde Elena de White describe a los moradores del mundo que le fue mostrado como siendo portadores de ―la manifiesta imagen de Jesús‖). 3 La educación, 100. 4 Consejos para los maestros, 438. La cursiva no es del original. 84 El hombre y la educación en Elena de White El ser es una cuestión relacional, que se descubre en el relacionarse mismo. El ser se da en función de relaciones. Y conocer es relacionarse. Se trata en definitiva de un ser que es ―ser con las cosas‖ 1 y con Dios, pero nunca solo. Esta forma de concebir al ser, al hombre y al acceso de este al conocimiento, implícita en Elena de White, trae aparejada también una forma de entender la educación. El problema del dualismo en relación con el realismo Ahora bien, casi desde sus inicios, el pensamiento occidental planteó la cuestión del acceso al conocimiento como un captar en las cosas aquello que era su idea (Platón), lo esencial, lo sustancial (Aristóteles). Platón había puesto la consistencia de las cosas fuera de ellas; se trataba de una consistencia ―participada‖ (es decir las cosas ―participan de las ideas‖). 2 Aristóteles consideró en cambio que la idea estaba en la cosa misma ―informándola‖,3 y que posee una unidad sustancial (más allá de su movimiento y de su cambio) que es justamente su ―sustancia‖. Esta concepción del ser alcanzó su máxima expresión en el ―Dios‖ aristotélico: uno, primer motor inmóvil, eterno, y siempre presente, acto puro, y forma sin materia. Naturalmente esta concepción del ser suponía una cierta forma de concebir el acceso a la captación de ese ―ser‖ de las cosas, que los griegos identificaron como λογος o razón. Julián Marías ha señalado que en el pensamiento griego y en lo que la cristiandad le dio de continuidad, ―el logos, se había identificado tradicionalmente con los atributos del ser, y viceversa‖.4 Si el ser era uno, eterno, y siempre presente, más allá de la dimensión espacio-temporal, la captación del verdadero ser de las cosas era la captación de aquello que en las cosas era atemporal y más allá del espacio y del tiempo: la intuición de su idea (Platón), o la abstracción de su forma (Aristóteles). El acceso al conocimiento como la captación de lo atemporal de las cosas en Platón y Aristóteles Es interesante notar que esta concepción de la razón y el acceso al conocimiento estuvo involucrada en el desarrollo de las tradiciones filosóficas posteriores de Occidente. Y esto no sólo en las vertientes filosóficas iniciadas por Platón y Aristóteles, donde la mencionada concepción de la razón está asociada por ejemplo a la intuición platónica y a la deducción aristotélica (aprioristas), sino también en aquellas vertientes filosóficas que son aparentemente de tono opuesto y más materialista, 5 como es el empirismo y, en lo pedagógico, el realismo. Así por ejemplo la inducción baconiana, pese a sus diferencias con la aristotélica (incompleta la primera y completa la última) tiene estrecha relación con ésta. A su vez Pestalozzi ―estaba seguro de que el conocimiento pasaba de lo concreto a lo La influencia de la gnoseología platónica y aristotélica en empirismo y el realismo 1 Zubiri expresa esta noción del ser como ―ser con‖ al decir que ―existir es existir ‗con‘ . . . Este ‗con‘ pertenece al ser mismo del hombre: no es un añadido suyo. En la existencia va envuelto todo lo demás en esta peculiar forma del ‗con‘‖ (Zubiri, 373). 2 Julián Marías, Idea de la metafísica, 5ta ed. (Buenos Aires: Editorial Columba, 1973), 32. 3 Ibid. Ver ibid., 18. 4 Ibid., 36. 5 Véase Carsten Johnsen, Man - the Indivisible. Totality Versus Disruption in the History of Western Thought (Oslo: Universitetsforlaget, 1971), 136. 85 Roy E. Graf abstracto‖,1 que no puede menos que hacer recordar la abstracción aristotélica. Así se puede percibir cómo la forma, y la fraseología y la dialéctica de la metafísica y la gnoseología platónica y aristotélica constituyeron los parámetros dentro de los cuales se desarrolló la metafísica y la gnoseología posterior de Occidente (incluso la de sus opositores). 2 El dualismo metodológico del realismo De esta forma, aun en el realismo pedagógico, se introdujo un cierto dualismo. El proceso de abstracción suponía que, aunque el sujeto cognoscente partiera de la cosa conocida (de lo sensorial) en su dimensión espacio-temporal, para conocerla realmente debía descomprometer al ser de la cosa de esa dimensión en la que se halla (es decir, de lo espaciotemporal). De esta manera, el realismo tampoco impedía, en última instancia, que en el nivel metodológico se introdujera un dualismo entre la cosa y el sujeto cognoscente, o entre la mente que conoce, y la materia, lo cual implica en definitiva el clásico dualismo entre mente y cuerpo. Ahora bien, se ha dicho que desde los supuestos de Elena de White, la ―religación‖ del hombre con las cosas, con el entorno, constituye su vínculo ontológico. El hombre es un ser en relación permanente, y conoce cuando se relaciona. El conocimiento es una cuestión vivencial. No existe una dualidad entre sujeto y objeto.3 Lo importante es la cosa como hecho concreto, no como abstracción, y la realidad como soporte de la existencia humana.4 No es que la razón no tenga importancia. 5 Pero se la concibe como una razón de cosas, una razón ―en relación con‖; el hombre piensa y hace.6 Esto condiciona la concepción de los métodos de Elena de White en donde se dará importancia al estudio de lo real. Crítica de Elena de White a los métodos tradicionales Desde un primer momento Elena de White consideró que ella era reformadora en materia educacional.7 En este sentido ella se opuso a los métodos predominantemente intelectualistas de su tiempo, que desconectaban al estudiante del mundo real. Así afirmó que ―la educación de la mayoría de los jóvenes es un fracaso. Estudian con exceso, al paso 1 Frederick Mayer, Historia del pensamiento pedagógico, 2da. ed. (Buenos Aires: Editorial Kapelusz, 1967), 275. 2 Johnsen, ibid. 3 Vale aclarar que la afirmación de que no hay dualismo entre sujeto y objeto en este contexto no pretende afirmar un monismo ontológico de tipo panteísta. Que no haya dualidad entre sujeto y objeto no significa per se que sujeto y objeto constituyan una unidad ontológica. Lo que aquí se quiere afirmar simplemente es que entre sujeto y objeto no existe ninguna suerte de ―abismo metafísico‖ como proponen varias formas de idealismo, especialmente la cartesiana que distingue entre la ―res cogintans‖ o sustancia pensante y la ―res extensa‖ o sustancia con extensión (véase Apéndice). 4 Véase La educación, 265. 5 Recuérdese que para Elena de White ―la razón es un don de Dios‖ (Consejos para los maestros, 409). 6 Elena de White habla de que el hombre como alguien dotado con la facultad de ―pensar y hacer‖ (ibid., 17). 7 Véase La educación cristiana, 38; también ibid., 87. 86 El hombre y la educación en Elena de White que descuidan lo que atañe a la vida práctica‖ 1 Consideraba que los métodos imperantes en las escuelas inhabilitaban ―a la juventud para la vida práctica‖.2 Criticó los ―estudios que requieren intensa aplicación pero que de nada valen para fines prácticos‖ 3 y a los maestros que con tenacidad se adherían ―a viejos hábitos y a una afición por diversos estudios que no son esenciales‖.4 Elena de White descreía de la difundida ―opinión de que si el intelecto es educado para extender sus más altos poderes, se fortalecerá la naturaleza física y moral para el desarrollo de todo el hombre‖. 5 Ella evaluó esta opinión diciendo que ―el tiempo y la experiencia han probado que esto es un error‖6 dado que ―durante generaciones, el sistema imperante imperante de educación ha sido destructivo de la salud y hasta de la vida misma‖.7 Durante siglos la educación ha dependido en extenso grado de la memoria. Esta facultad ha sido sobrecargada hasta lo sumo, y no se han desarrollado paralelamente las demás facultades. Los estudiantes han ocupado su tiempo en almacenar trabajosamente en la memoria una cantidad de conocimientos, muy pocos de los cuales iban ha poder utilizar finalmente. El cerebro recargado con lo que no puede digerir ni asimilar, por fin se debilita, no puede realizar un esfuerzo vigoroso y serio, y se conforma con depender del criterio y el discernimiento de los demás.8 No hay que olvidar que para Elena de White la característica distintiva del hombre es su voluntad/individualidad lo que significa que todos sus actos tienen una carga moral de la cual el individuo es responsable. Obviamente, una educación que trata de evitar el contacto del alumno con su realidad, es decir, una educación El efecto desmoralizante de la educación en tiempos de Elena de White que consiste en adiestrar la memoria y tiende a desalentar la reflexión personal, ejerce una influencia moral que se aprecia demasiado poco. Al renunciar el estudiante a la facultad de razonar y juzgar por sí mismo, se incapacita para distinguir la verdad y el error . . . 9 Siguiendo esta tónica de enfatizar lo práctico y lo real, Elena de White fustigó como artificial la distinción entre teoría y práctica 10 que apartaba a 1 Ibid., 31. 2 Ibid., 31, 32. 3 Ibid., 79. 4 Ibid., 111. 5 Counsels, 249. 6 Ibid. 7 Fundamentals, 289. 8 La educación, 230. 9 Ibid. 10 Esta desvinculación entre teoría y práctica fue una consecuencia metodológica obvia de la dicotomía antropológica. Esto condujo a la estructuración típica de la organización didáctica de la educación institucionalizada en tiempos de Elena de White (y bien podría decirse de la actualidad) que Elena de White critica. Al respecto Ludojoski señala que ―la teoría de la educación acostumbró a marcar en el proceso educativo dos aspectos irreconciliables (El Problema y las Antinomias): la Animalidad y la Racionalidad, el Alma y 87 La distinción entre teoría y práctica es artificial Roy E. Graf los alumnos de sus responsabilidades cotidianas, incapacitándolos, más bien que capacitándolos, para estas últimas: Generalmente se considera la vida como formada por distintos períodos: el del aprendizaje, y el de la acción; el de la preparación y el de la realización. Se envía a los jóvenes a la escuela para que con el conocimiento adquirido mediante el estudio de libros, se preparen para una vida de servicio. Apartados de las responsabilidades de la vida diaria, se absorben en el estudio y con frecuencia pierden de vista su propósito. . . Al graduarse miles se encuentran fuera del contacto con la vida. Han tratado durante tanto tiempo con cosas abstractas y teóricas, que cuando todo el ser debe despertar para hacer frente a las luchas violentas de la vida real, se encuentran sin preparación.1 Elena de White estaba interesada en que el alumno, en función de su voluntad/individualidad distintiva, conociera y dominara su entorno, el ámbito de la realidad que se constituía en el soporte de su existencia, y del cual, en definitiva, él mismo formaba parte. Para ello el alumno debía tratar de relacionarse con esa realidad de la forma más directa, concreta y vivencial posible. En ese sentido destacó que ―una educación práctica vale mucho más que cualquier acopio de meras teorías‖. 2 Criterios metodológicos de Elena de White En conformidad con sus supuestos epistemológicos, Elena de White pensaba que la mejor manera de aprender algo era haciéndolo. 3 ―Se adquiere pericia [para un trabajo] en el trabajo mismo‖ 4 e insistió en esta dirección al decir que ―los hombres aprenden a nadar en el agua y no en la tierra‖.5 Las lecciones objetivas Elena de White proponía lo que podría llamarse un sistema de aprendizaje a través de ―lecciones objetivas‖.6 Así por ejemplo, en el caso de la enseñanza a niños, ella sugirió que ―mediante el empleo apropiado de objetos, debieran hacerse muy sencillas las lecciones, a fin de que sus inteligencias sean dirigidas de la naturaleza, al Dios de la naturaleza‖. 7 En el Cuerpo, el Espíritu y la Materia, la Teoría y la Práctica. Lo específicamente humano era, según se decía: La Racionalidad, el Espíritu, el Alma, la Teoría. El educando es tanto más hombre o se hace tanto más Hombre, cuanto más acentúe en su comportamiento, lo racional, lo espiritual, lo teórico. En definitiva, lo más importante es la teoría, o sea, el conocimiento intelectual del mundo, la contemplación de los seres y de la realidad. Consecuentemente lo práctico, es siempre algo imperfecto, incompleto, incorrecto en sí mismo, y que por ello debe ser perfeccionado, completado y corregido por la Teoría. De aquí surgió la necesidad de tener que estudiar primero todo teóricamente, a fin de ‗capacitarse‘ para actuar después en la práctica de un modo correcto‖ (Ludojoski, 72). 1 La educación, 265. La cursiva no es del original. 2 La educación cristiana, 80. 3 Idea esta que ya había sostenido Rousseau (ver Capítulo II). 4 Ibid., 268. 5 Ibid. 6 El sistema de las lecciones objetivas fue utilizado en tiempos de Elena de White por los seguidores de Pestalozzi. Se destacó en este sentido Edward Sheldon (ver Capítulo II). 7 La educación cristiana, 40. 88 El hombre y la educación en Elena de White este sentido ella destacó la importancia de la naturaleza como medio de revelación de lo divino y explicó que a pesar de la introducción del pecado en el mundo ―sus lecciones objetivas no han desaparecido‖.1 Elena de White pensó que el método de objetivar los contenidos podía ser aplicado también al estudio de la Biblia. ―El uso de ilustraciones, pizarrones, mapas y figuras ayudará a explicar estas lecciones [de la Biblia] y a grabarlas en la memoria‖.2 Consideraba que Dios había utilizado este método al enseñar verdades espirituales al pueblo de Israel a través del santuario y sus servicios, las fiestas y los ritos.3 También veía reflejado este método en la forma en la que Cristo enseñaba.4 Estrechamente relacionado con el sistema de lecciones objetivas, Elena de Enseñanza de lo White establece que la enseñanza de los contenidos debe orientarse de los sencillo a lo complejo más sencillos hacia los más complejos, 5 a la vez que resaltó la necesidad de que ―para que el estudio sea eficaz, hay que despertar el interés del alumno‖.6 Al enseñar la Biblia, por ejemplo, Elena de White sugería ―observar la tendencia de sus mentes, las cosas que les llaman la atención, y despertar su interés por ver lo que la Biblia dice acerca de estas cosas‖. 7 Esta educación, más centrada en las cosas (y podría agregarse, en los hechos) combatía la tendencia de una educación que apartaba al niño de la realidad. Obviamente, los criterios de aprendizaje de Elena de White determinaron en buena medida su propuesta de lo que podría llamarse ―contenidos curriculares‖. Los contenidos de estudio con relación a los métodos Los contenidos de estudio que Elena de White proponía estaban en estrecha relación con sus criterios metodológicos y sus supuestos epistemológicos. 1 La educación, 17. La cursiva no es del original. Véase también Palabras de vida del gran Maestro, 60, donde Elena de White declara que ―el desarrollo gradual de la planta, desde la semilla, es una lección objetiva en la crianza del niño‖. La cursiva no es del original. 2 La educación, 186. Véase también La educación cristiana, 180. 3 Véase por ejemplo La educación, 41. En La educación cristiana, 260, Elena de White dice dice que ―mediante el empleo de figuras y símbolos, las lecciones dadas eran ilustradas y grabadas así en la memoria más firmemente. Por medio de ese conjunto de imágenes animadas, el niño era, casi desde los primeros años, iniciado en los misterios, la sabiduría y las esperanzas de sus padres y encauzado en una manera de pensar, sentir y prever que alcanzaba más allá de lo invisible y transitorio: hasta lo invisible y eterno‖. 4 Véase La educación, 85, 102. 5 Véase ibid, 234: ―Antes de iniciarse en los ramos superiores de estudio, deberían dominarse dominarse los inferiores‖; también La educación cristiana, 208. Elena de White también recomendó a las madres que les enseñen a los niños ―lecciones sencillas del libro de la naturaleza y de las cosas que los rodean; y a medida que sus mentes se expandan podrán añadirse las lecciones de los libros, y grabarse firmemente en su memoria‖ (Consejos para los maestros, 138). 6 La educación, 188. 7 Ibid. La cursiva no es del original. 89 Roy E. Graf El estudio de la naturaleza En primera instancia, Elena de White asigna gran importancia (además de los estudios estrictamente religiosos) al contacto con (y al estudio de) la naturaleza a través de la cual se lograba un cambio de ―la rutina cansadora de lecciones abstractas‖.1 Esto ponía al alumno en contacto directo con su entorno en su expresión más natural o pura. Este contacto directo le permitía al alumno comprender ―las leyes y operaciones de la naturaleza‖ 2 a la vez que conducía al alumno ―al Dios de la naturaleza enseñando verdades que . . . ponen en íntima relación con Dios‖. 3 De esta forma el alumno comprende que su vínculo ontológico, que es esa religación con su entorno, es, al fin de cuentas, una religación con Dios mismo quien sustenta en forma activa su creación.4 Por ello Elena de White declara —conviene recordarlo— que en todas las cosas creadas se ve el sello de la Deidad. La naturaleza da testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol, no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía a los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura toda la naturaleza.5 Elena de White pensaba que la naturaleza debía ser el objeto de estudio de los niños permitiéndoseles estar al aire libre hasta los ocho o diez años. 6 Se Se opuso así a someter a los niños a las expectativas educacionales propias del mundo de los adultos que los padres y maestros volcaban sobre los niños pequeños esperando que desde temprana edad supieran leer y escribir. 7 Al respecto declaró que 1 La educación cristiana, 205. 2 La educación, 22. 3 La educación cristiana, 206. 4 Es interesante destacar en este contexto una declaración de Elena de White: ―Cuanto más tranquila y sencilla sea la vida del niño, cuanto menos afectada por la excitación artificial y más en armonía con la naturaleza, más favorable será para el vigor físico y mental, y la fuerza espiritual‖ (La educación, 107). 5 La educación, 99. La cursiva no es del original. Vale la pena notar que Elena de White consideraba que ―la manera más eficaz de enseñar acerca de Dios a los paganos que no le conocen, es por medio de sus obras‖ (La educación cristiana, 204), lo que habla de la significación que concedía a la naturaleza como medio de revelación de lo divino, y en consecuencia, de su importancia educacional. 6 Ibid., 15, 148, 205. 7 Hay que recordar que en el siglo pasado en Estados Unidos, en las escuelas comunes, generalmente de un aula, el método esencial de enseñanza era la asimilación de conocimiento contenido en el texto escolar a través de la memorización y sin aplicación práctica (véase Capítulo II). El niño era sometido a un nivel de abstracción para el que no estaba en condiciones y por lo tanto, su única opción era memorizar, sin reflexionar acerca de lo que trataba de aprender. Reflejando esta realidad de su tiempo Elena de White señaló que ―es costumbre mandar a los niños a la escuela con muy tierna edad. Se les exige que estudien de los libros cosas que recargan sus mentes infantiles . . .‖ (Consejos para los maestros, 138). También pensaba que ―no se debería forzar en los niños el desarrollo de una madurez precoz . . .‖ (La educación, 107). 90 El hombre y la educación en Elena de White Muchos niños han sido arruinados para la vida y muchos han muerto a consecuencia del proceder falto de juicio de padres y maestros al empeñarse en forzar sus tiernas inteligencias, al paso que descuidan lo físico. Los niños eran demasiado pequeños para estar en el aula escolar. Sus mentes fueron abrumadas con lecciones cuando debieran haberse dejado libres de toda tarea hasta que la fuerza física fuese suficiente como para soportar el esfuerzo mental. Los niñitos debieran ser tan libres como los corderitos para que corran al aire libre.1 En estrecha relación con el énfasis de Elena de White en el estudio de la El valor educativo del sábado naturaleza, estaba su opinión en cuanto al papel educativo del sábado: Puesto que el sábado es una institución recordativa del poder creador es, entre todos los días, aquel en que deberíamos familiarizarnos especialmente con Dios por medio de sus obras. En la mente de los niños, el solo pensamiento del sábado debería estar ligado al de la belleza de las cosas naturales.2 Por otro lado, siguiendo la tónica del estudio de lo real, Elena de White El estudio de la también enfatizó la necesidad del propio conocimiento. ―El primer tema de anatomía, la fisiología estudio de los jóvenes debería ser el de conocerse a sí mismos y saber cómo y la higiene conservar sano su organismo‖.3 Si el entorno estaba regido por una legalidad, y esa legalidad afectaba al hombre, era importante conocer esas leyes y cómo éstas actuaban en relación con el organismo humano a fin de saber cómo preservarlo.4 ―El Señor ha escrito en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes que gobiernan nuestro organismo. . . ¡Cuán necesario es, pues, que se imparta un conocimiento completo de estas leyes!‖.5 Por lo tanto, el estudio de la anatomía, de la fisiología y la higiene higiene cobraban relevancia para Elena de White. 6 Su estudio debía ser a través de lecciones objetivas, y ―si fuese posible se debería proveer material para ilustrar la estructura del cuerpo, su empleo y cuidado‖. 7 Por otro lado la propuesta curricular de Elena de White no se limitaba al El estudio de oficios estudio de lo natural. Ella entendía que el hombre, colaborador/continuador prácticos, los idiomas y el cuidado de la voz de la actividad creadora y sustentadora de Dios, debía adaptar lo que el entorno le proveía a sus propias necesidades ejerciendo su capacidad 1 Fundamentals, 289. 2 La educación, 251. 3 La educación cristiana, 20. 4 La educación, 201. Véase también ibid., 195-200. 5 Ibid., 196, 197. 6 Véase al respecto, además de las referencias anteriores, La educación cristiana, 127, 151, 278, 290, 380. Es interesante que en este tema, los puntos de vista de Elena de White coinciden ampliamente con los de Mann (véase Capítulo II). 7 La educación, 196. Es digno de destacar que para Elena de White el estudio del organismo organismo debía incluir el estudio de la relación entre mente y cuerpo. ―Es deber de toda persona, para su propio bien y el de la humanidad, conocer las leyes de la vida y obedecerlas con toda conciencia. Todos necesitan conocer el organismo más maravilloso: el cuerpo humano. Deberían comprender las funciones de los diversos órganos y como éstos dependen unos de otros para que todos actúen con salud. Deberían estudiar la influencia de la mente en el cuerpo, la del cuerpo en la mente y las leyes que los rigen‖ (Mente, vol. 1, 3). 91 Roy E. Graf creativa y de dominio sobre el mundo real. 1 El hombre debía desarrollar la capacidad de relacionarse con su entorno, incluyendo a los otros hombres, por lo cual era necesario capacitarse. Por esta razón Elena de White concedió importancia a la enseñanza de actividades tales como agricultura, carpintería, construcción, jardinería, herrería, pintura, zapatería, cocina, panadería, lavandería, composturas, dactilografía, imprenta, encuadernación, trabajos de mecánica y la educación doméstica en general. 2 También destacó la necesidad de conocer bien el propio idioma, al que consideraba como ―uno de los ramos fundamentales del saber‖. 3 El estudio del propio idioma debía incluir la elocución, lectura, escritura, ortografía, gramática y el cultivo de la voz, 4 estudios que consideraba más importantes que el latín y el griego.5 Idiomas extranjeros Es interesante que en lo referente al estudio de idiomas extranjeros (por parte de futuros misioneros), Elena de White pensaba que la mejor manera de aprenderlos era en los países en los cuales se hablaban dichos idiomas. 6 Este criterio no sólo era práctico, sino que sin duda estaba asociado a una idea más vivencial o realista de cómo debía realizarse el aprendizaje. Enseñanza de las matemáticas: enfoque aplicado Elena de White también propuso que ―al enseñar matemáticas, se lo debía hacer en forma práctica. Se debería enseñar a todo joven y a todo niño no solamente a resolver problemas imaginarios, sino a llevar cuenta exacta de sus propios ingresos y gastos‖.7 Enseñanza e la historia En cuanto a la enseñanza de la historia, Elena de White declaró que el alumno en su estudio debía notar ―cómo en la verdadera prosperidad de las naciones ha tenido que ver la aceptación de los principios divinos‖ pues semejante estudio . . . ayudará a los jóvenes a comprender algo de su interrelación y su interdependencia con los demás, de la forma maravillosa como estamos ligados en la gran fraternidad de la sociedad y las naciones, y en cuán amplia medida la opresión o degradación de un miembro significa pérdida para todos. 8 De esta forma, la historia mostraba al alumno la importancia de su lugar y función en el desenvolvimiento histórico de la realidad y la necesidad de adecuarse al orden legal que regía su relación con su próximo. La concepción de Elena de White en cuanto a cómo debía ser la educación física estaba también estrechamente relacionada con sus supuestos 1 Recuérdese que para Elena de White, ―[Dios] nos da la tierra y sus tesoros, pero nosotros tenemos que adaptarlos a nuestro uso y nuestra comodidad. Hace crecer los árboles, pero nosotros preparamos la madera y construimos la casa . . .‖ (La educación, 214). 2 La educación cristiana, 56, 303, 324, 443. 3 Ibid., 209. 4 Ibid., 209, 210. 5 Elena de White consideraba que el griego y el latín no eran conocimientos necesarios para la mayoría dado que eran idiomas muertos. Sin embargo admitía su estudio cuando era para fines prácticos (ibid., 74, 75). 6 Fundamentals, 537. 7 La educación, 238, 239. 8 Ibid., 238. La cursiva no es del original. 92 El hombre y la educación en Elena de White antropológicos y epistemológicos. Sus ideas en este área suscitaron algunas dificultades desde el mismo comienzo en cuanto a su aplicación. 1 Es por ello que merecen una consideración aparte. Consideraciones sobre la educación física en Elena de White Desde un principio, Elena de White enfatizó la necesidad de educación física como un aspecto indispensable de una educación balanceada. En primera instancia, Elena de White relacionaba fundamentalmente la educación física con el trabajo manual, o la educación vocacional. Pero a través de casi toda la historia de la educación adventista se ha planteado la posibilidad de que las actividades deportivas o gimnásticas desempeñen también un papel importante junto al, o aun como reemplazo del, trabajo manual o la educación vocacional. En torno de esta cuestión se ha generado un debate estrechamente relacionado con la forma en que se interpreta la propuesta de Elena de White en cuanto a la actividad física. Hay quienes opinan que el trabajo físico como Elena de White lo planteó, no puede ser adecuadamente reemplazado por actividades deportivas o gimnásticas en las instituciones educativas adventistas. Otros, en cambio, están a favor de tal reemplazo. Obviamente las presuposiciones y argumentos de los que se disponen en cada caso son diferentes. Trabajo manual y educación vocacional o actividades deportivas y gimnásticas En esta sección, se estudiará brevemente el estado actual del debate teniendo en cuenta los supuestos antropológicos a partir de los cuales se interpreta la propuesta de Elena de White en cuanto a la actividad física, para luego revisar directamente dicha propuesta tratando de comprenderla desde los propios supuestos antropológicos de la autora con la esperanza de que este enfoque contribuya a una mejor comprensión de la misma. El estado actual del debate Es interesante notar que a pesar de que en las últimas décadas varias instituciones educativas adventistas han desarrollado extensos programas de educación física orientados hacia los deportes y las actividades gimnásticas como reemplazo de los programas de educación vocacional, en el nivel teórico al menos, ha existido un intento por parte de educadores adventistas de mantener el ideal de una educación física a través del trabajo manual. Esto es especialmente cierto cuando se revisa la literatura denominacional sobre el tema durante la década de los setenta y hasta principios de la década de los ochenta. Así por ejemplo, una revisión de los artículos publicados en relación con el asunto en The Journal of Adventist Education revela que hasta principios de los ochenta, ha existido en esa publicación una fuerte tendencia a concebir a la educación física desde la óptica del trabajo físico, o la educación vocacional (si bien esta tendencia teórica no siempre ha sido llevada a la práctica en forma muy definida). 2 Entre los 1 Ver Capítulo II, lo referente a los inicios de la educación adventista. 2 Véase por ejemplo, Colin Standish, ―Vocational Education from a Historical Perspective‖, The Journal of Adventist Education, December 1975-January 1976, 19-20; el número completo de The Journal of Adventist Education, April-May, 1980, dedicado a la educación balanceada; también ibid, Summer, 1980, dedicado a la educación vocacional y el trabajo 93 Defensa e la educación vocacional hasta principios de los ochenta Roy E. Graf más acérrimos defensores del trabajo manual y la educación vocacional en esa época hay que destacar a Raymond Moore, especialmente a través de su controvertida obra Adventist Education at the Crossroads1 en donde propone un fuerte y extenso programa de trabajo para ser implementado en las instituciones educativas adventistas. En conformidad con esta perspectiva, ha habido también en esa misma época un intento por limitar las actividades deportivas que incluyan la competencia basándose extensamente en declaraciones de Elena de White. 2 Tendencia actual más favorable hacia las actividades deportivas y gimnásticas Este panorama, sin embargo, se ha visto modificado en los años más recientes en donde ha surgido una tendencia más favorable a la inclusión de las actividades deportivas y gimnásticas como medio de educación física, a menudo como parte de una inclinación a reinterpretar los consejos de Elena de White en este sentido, o a considerarlos como vigentes sólo para su época. Así, por ejemplo, The Journal of Adventist Education en 1988 dedicó un número al tema de la educación física desde la óptica del deporte y la gimnasia.3 Trabajos del mismo tenor han sido presentados en los seminarios de integración fe-enseñanza organizados por el Institute for Christian Teaching.4 Entre los argumentos esgrimidos en favor de la inclusión de un programa deportivo en las escuelas adventistas se ha propuesto que estos permiten proveer oportunidades para la testificación del estilo de vida cristiano (a través de competencias interescolares), 5 permiten desarrollar una condición física saludable, 6 pueden ser un medio para fomentar la cooperación,7 el deporte y la competición son una parte industrial en instituciones educativas adventistas; por último, véase también Eugene W. Rau, ―Do SDA Boarding Academies Offer Balanced Education?‖, ibid., February-March, 1982, 10-11, 44-46. 1 Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1976. 2 Véase el documento aprobado por el Concilio Anual de la Asociación General en octubre de 1976: ―Orientaciones sobre las actividades que incluyen la competencia‖, Revista adventista, febrero de 1989, 26-29; véase también Ron Graybill, ―La competencia y los adventistas‖, ibid., junio de 1980, Suplemento Juventud, 4-6. 3 October-November 1988. 4 Véase por ejemplo, Walter S. Hamerslough, ―Physical Education and Sport from a Christian Perspective‖, en Christ in the Classroom. Adventist Approaches to the Integration of Faith and Learning, vol. 10, comp. Humberto M. Rasi (Silver Spring MD: Institute for Christian Teaching, 1994), 205-219; P. Wayne Miller, ―Team Sports in Adventist Education‖, ibid., vol. 19 (1997), 189-203; Eduardo Busso, ―La educación física como agente educativo en la adquisición de hábitos de salud: una experiencia práctica‖, en ibid., 33-51. 5 Véase Thomas G. Bunch, ―Physical Education, Sports, and Christian Outreach‖, The Journal of Adventist Education, October-November 1988, 7, 42. 6 Véase por ejemplo, ibid., 6. Vale notar aquí que hay autores que consideran que el deporte, per se, no es necesariamente saludable. Cairo señala al respecto que ―el eslogan El deporte es salud, es una falacia, sostenida quizá por alguna razón de mercado, o por confusión de términos solamente, por no ser tan desconfiado. Lo que sí es salud es la VIDA ACTIVA, ésta sí genera calidad de vida, produce innumerables beneficios‖ (Haroldo Cairo,―¿El deporte es salud?‖, Vida sana, 2, n° 6: 16, 17). 7 Véase los trabajos ya citados de Hamerslough, ―Physical Education and Sport from a Christian Perspective‖, 212; ―Competition or Cooperation. A Look at Sports and the Church‖, The Journal of Adventist Education, October-November, 1988, 18-20, 45. 94 El hombre y la educación en Elena de White constitutiva de la cultura de tal modo que es imposible abstenerse de ellos, 1 las actividades deportivas pueden proveer un substituto para el trabajo manual2 y por último, los programas educacionales típicos de la actualidad difieren mucho de aquellos de tiempos de Elena de White, lo que dificulta la aplicación de programas de trabajo manual que proporcionen ejercicio físico adecuado.3 Algunos autores, si bien se oponen a un programa deportivo que incluya competencias interescolares, favorecen (o al menos no ven tan mal) un programa de deportes intraescolar adecuadamente controlado. 4 Sin embargo, aun en este contexto, no han faltado quienes han puesto en tela de juicio la conveniencia de las prácticas deportivas en colegios adventistas.5 Por otro lado, hay quienes han desarrollado exitosas experiencias de programas de trabajo manual 6 y quienes abogan por revalorizar el papel del trabajo manual y la educación agrícola y vocacional con propuestas más acordes a las exigencias de los nuevos tiempos.7 Desde luego, detrás de ambos criterios en cuanto a la educación física, yacen muy a menudo diferentes criterios hermenéuticos a la hora de interpretar a Elena de White, pero hay también una adhesión implícita (que puede ser voluntaria o no) a supuestos antropológicos totalmente diversos. 1 Hamerslough, ―Physical Education‖, 210; ―¿Competition or Cooperation?‖, 20. Sobre este aspecto es interesante lo que señala Reuben Hilde en el sentido de que la realidad de la existencia de la competición como una forma de vida de la cultura (él se refiere específicamente a la sociedad norteamericana) no significa que deba ser defendida, aprobada o promovida ya que, después de todo ―podríamos proveer una lista sin fin de ‗realidades‘ que están todas sobre nosotros. Podríamos completar esa lista con la realidad de la existencia del ‗pecado‘ el cual, tenemos razones para creer, está a nuestro alrededor y es, después de todo, una forma de vida‖ (Showdown Can de SDA Education Pass the Test? [Washington: Review and Herald Publishing Association, 1980], 152). 2 Hamerslough, ―Physical Education‖, 208. 3 Hamerslough, ―Competition or cooperation?‖, 20. 4 Véase Reuben Hilde, ibid., 150-170; William G. White Jr., ―Hot Boudin, Cold Cous-Cous‖, Cous‖, The Journal of Adventist Education, October-November, 1988, 28-30, 39-40; Bruce G. Peifer, ―Seventh-day Adventist Intercollegiate Competition: A North American Perspective‖, en Rasi, vol. 19, 245-264. 5 Véase David C. Nieman, ―¿Es adecuado que se practiquen deportes en los colegios adventistas?‖, El ministerio adventista, noviembre-diciembre de 1989. 6 Véase por ejemplo, George R. Knight, ―Work Experience in the Elementary School. A Successful Experiment‖, The Journal of Adventist Education, Summer 1986, 27-29, 36; Melvin C. Niswander, ―Landscaping Program. Theory and Practice Meet in an Academy‖, The Journal of Adventist Education, December 1994/January 1995, 41-45, reproducido en Rasi, vol. 18 (1997), 367-371. 7 Véase por ejemplo, George R. Knight, ―SDA Agricultural Programs. Symbols of Corporate Guilt or Unlimited Opportunities?‖, The Journal of Adventist Education, February-March, 1988; Carol Dennis, ―Integrative Influence of Work on Faith and Learning‖, en Rasi, vol. 3 (1989), 179-197; Thomas S. Geraty, ―Work Experience Education for Seventh-Day Adventist Schools and Colleges in the 21st Century‖, en Rasi, vol. 10, 187-203; Michael St. G. Henry, ―The Role of Vocational Studies in Adventist Secondary Education‖, en Rasi, vol. 17 (1996), 55-69. 95 Roy E. Graf Los supuestos antropológicos en relación con el trabajo y el deporte Importancia de la concepción del hombre en la educación física Al introducir brevemente esta cuestión, cabe señalar que la primera cuestión que tiene que afrontar una teoría de la educación física es antropológica . . . Toda concepción de la formación y de la educación responde a una determinada imagen del hombre que le marca su camino y dirección.1 Es posible afirmar también que ―toda definición de la educación física, aun cuando sea de forma implícita y no expresa, presupone una determinada concepción del ser y de la naturaleza del hombre . . .‖.2 Por lo tanto, ―la renuncia a plantearse la cuestión de los presupuestos antropológicos de la educación física abre todo tipo de puertas a la casualidad y a una adaptación acrítica a modelos pedagógicos inconsistentes‖. 3 Supuestos dualistas en la concepción de la educación física Para comprender los supuestos de la forma en que se concibe en la actualidad la educación física, es necesario tener en cuenta los supuestos antropológicos de la educación en Occidente y relacionarlos con la práctica actual de la educación física. Y como Gruppe ha reconocido, los supuestos antropológicos de la educación física en la actualidad son esencialmente dualistas.4 La vida contemplativa: el ideal del sabio en el pensamiento griego El pensamiento griego, en su afán por comprender el ser de las cosas, desarrolló una ética de la vida contemplativa.5 El hombre, a través de su razón trataba de hacer patente aquello que es el ser o la esencia atemporal de las cosas. Esta ética de la vida contemplativa llevó a considerar como inapropiadas para el filósofo a las actividades prácticas. La filosofía, para Platón y Aristóteles, era un saber lo que las cosas son.6 La filosofía entonces desarrolló ―una doble dimensión, ciencia y modo de vida: rigurosamente, un modo de vida (teorética) que consiste en saber lo que las cosas son‖.7 El ideal del sabio consistió en desarrollar una cierta amistad con ese saber o sabiduría (sofía) a la que se llamó justamente filo-sofía. La desestimación del trabajo físico Con estas presuposiciones, el trabajo físico fue desestimado en su importancia para el hombre libre y pasó a ser una cuestión de esclavos. La relegación de la labor física a la más baja condición posible fue también parte de la filosofía griega pagana. Esta fue construida alrededor del concepto de la dicotomía del hombre; que el alma era buena, eternamente preexistente al cuerpo, y el cuerpo era mundano. Por lo tanto, la verdadera educación fue el entrenamiento de la mente 1 Ommo Gruppe, Estudios sobre una teoría pedagógica de la educación física, trad. Daniel Romero (Madrid: Instituto Nacional de Educación Física, 1976), 35. 2 Ibid. La cursiva no es del original. 3 Ibid., 37. 4 Ibid., 36, 39. 5 Marías lo expresa diciendo que ―la metafísica como forma acabada del bíos theoretikós o vida contemplativa, es la clave de la ética aristotélica, pues es la vida propiamente humana y aquella en que se puede dar la felicidad‖ (Idea de la metafísica, 19). 6 Marías, Biografía de la filosofía, 139. 7 Ibid. 96 El hombre y la educación en Elena de White y no del cuerpo. Para los griegos, la filosofía llegó a ser el último estudio . . .1 Por otro lado la intromisión del paganismo griego en la doctrina cristiana ayudó a perpetuar una educación construida exclusivamente alrededor del entrenamiento de la mente. El punto de vista de un alma inmortal, separada del cuerpo, como fue establecido en la dicotomía de Descartes, tendió a reforzar la educación intelectual con exclusión de la práctica.2 Estas condiciones condujeron al desarrollo de una forma diferente de programa físico, un programa ―construido no sobre el trabajo manual sino sobre deportes y juegos‖.3 Ya que los trabajos físicos quedaron en manos de de los esclavos el hombre griego buscó otras formas de obtener ejercicio físico.4 ―Así los griegos proveyeron de juegos y deportes de competencia para el hombre libre, y por más de un milenio los juegos olímpicos dominaron la actividad del pueblo‖.5 El deporte y los juegos como sustitutos del trabajo para el hombre libre Aunque la esclavitud eventualmente se desvaneció de la estructura social, su lugar fue tomado por la servidumbre y la clase social. Una vez más los mismos principios de educación sobrevivieron, con la realeza y la nobleza siendo entrenadas intelectualmente, con deportes y juegos siendo su forma de actividad física y distensión, mientras que los siervos y aquellos de estratos sociales más bajos desempeñaban el trabajo físico y fueron considerados de baja educación intelectual.6 Por supuesto, la realidad actual guarda enormes paralelismos con la situación descripta que hablan de la continuidad que los antiguos criterios en cuanto al trabajo y la educación física han tenido en la cultura de Occidente. En términos generales, la educación física contemporánea no contempla al trabajo como un recurso de la educación física, la cual se vale en general de juegos, gimnasia, deporte, recreación, expresión corporal, etc.7 La educación física, en la actualidad, cuenta entre sus fines los de la formación física adecuada, la educación del movimiento, la economía del movimiento y el logro de rendimiento-resultado, la creatividad y la 1 Colin Standish, ―Vocational Education from a Historical Perspective‖, 20. 2 Ibid. 3 Ibid., 19. 4 Ibid. Standish opina que es muy probable que las circunstancias sociales, tales como el aumento del número de esclavos quienes se encargaban del trabajo físico, fuera el factor que condujera al desarrollo de la filosofía griega, y no a la inversa, como podría pensarse en primera instancia. 5 Ibid., 19, 20. 6 Ibid., 20. 7 Véase Eduardo Busso, ―La educación física como agente educativo en la adquisición de hábitos de salud: Una experiencia práctica‖, 38. Busso también cita como recurso de la educación física, a la vida en la naturaleza, pero sería justo reconocer que en la actualidad, muy a menudo, esta actividad no forma parte de las propuestas de actividad física de los docentes de ésta área. 97 Los fines actuales de la educación física Roy E. Graf formación física técnica.1 Sin embargo, es justo notar que estos fines no fomentan muy nítidamente una ―direccionalidad‖ o intencionalidad de la existencia del individuo hacia elementos o personas ajenas a él mismo. La educación física es así educación ―por y para el movimiento (para tratar de mejorarlo)‖2 pero se trata de un movimiento que se tiene como fin a sí mismo, o dicho de otro modo, se trata del movimiento por el movimiento mismo. Los supuestos antropológicos de Elena de White eran esencialmente diferentes a los del pensamiento griego que han predominado en la cultura de Occidente. Desde luego, dichos supuestos condicionarán una propuesta diferente para la educación física. La propuesta de Elena de White para la educación física Como ya se ha expresado en el capítulo anterior, el hombre es un ser en constante movimiento (en el ámbito de lo espacio-temporal). Ese movimiento adhiere a un sentido o ―direccionalidad‖ a través del trabajo. Los supuestos de la educación física en Elena de White El contacto con la naturaleza le muestra al hombre que en la naturaleza todo trabaja, y lo hace regulado según leyes que poseen un propósito o designio teleológico: La ley de la acción obediente o ley del servicio. El hombre capta así su lugar y función en el orden creado en forma consciente y por medio de su voluntad/individualidad, debe decidir si adhiere o no a ese propósito de servicio. Cuando el hombre capta ese propósito o designio y decide adherir a él, encuentra en Dios el modelo del accionar humano. Como Dios trabaja, el hombre también trabaja. Dios es Creador/Sustentador/Redentor. Y el accionar divino es un modelo o imperativo implícito de lo que debe ser el accionar humano: El hombre debe crear, adaptando el entorno a su comodidad y circunstancia específica, continuando así una tarea creadora que Dios empezó pero que ―en esta etapa‖ —por así decirlo— deja en manos del hombre; debe sustentar, cuidando responsablemente el entorno en función de su voluntad/individualidad, y debe ayudar a ―redimir‖ a otros de su situación pecaminosa. Este constante movimiento o accionar humano orientado al servicio es el medio a través del cual el hombre logra ser plenamente tal pues desarrolla el propósito para el cual fue creado. El servicio y el amor como fuerzas estructurantes de la naturaleza humana El servicio entonces se convierte en una fuerza estructurante (o si se prefiere ―reestructurante‖) de la naturaleza humana. Pero para tener realmente esta característica, el servicio, la adhesión a la ley de la acción obediente, debe ser por amor.3 (De lo contrario, no hay verdadera adhesión.) No puede 1 Ibid. 2 Ibid. 3 Elena de White presenta al servicio de amor como una fuerza restructurante de la naturaleza humana al decir que ―este servicio [a Dios y a nuestros semejantes], al par que nos constituye en bendición para los demás, nos proporciona a nosotros la más grande bendición. La abnegación es la base de todo verdadero desarrollo. Por medio del servicio abnegado, adquiere toda facultad nuestra su desarrollo máximo. Llegamos a participar cada vez más plenamente de la naturaleza divina. Somos preparados para el cielo . . .‖ (La educación, 16). 98 El hombre y la educación en Elena de White estar motivada por el egoísmo, ya que este último es la mayor fuerza desestructurante en el hombre pues lo conduce a la ilegalidad. El egoísmo es la actitud del hombre que se repliega en sí mismo no sabiendo (o no queriendo) relacionarse adecuadamente con su entorno y con su prójimo, porque hacerlo, sería hacerse cargo de ellos. Pero el problema que esto conlleva es que el egoísmo es una fuerza desestructurante del ser humano pues lo ―desliga‖ de su entorno, descomprometiéndolo justamente de aquello que constituye su vínculo ontológico o soporte de su existencia. Por el contrario, el amor es la mayor fuerza estructurante porque supone un relacionarse con su entorno y con su prójimo que lo lleva a asumir una actitud de compromiso hacia ellos, que constituyen su vínculo existencial. De esta forma, el hombre existe plenamente. 1 Johnsen ha conceptualizado filosóficamente esta cuestión al denominar a la fuerza estructurante del ser humano como alterocentricidad.2 La alterocentricidad es definida como el don precioso o la actitud fundamental . . . de hallar el centro de la propia vida, no en uno mismo, sino fuera de uno mismo —y por lo tanto más en ‗los otros‘, y por sobre todo en el ‗Gran Otro‘ que es Dios.3 Johnsen considera que en el momento histórico cuando el ser humano hace el trascendental gesto de tornarse hacia el mundo exterior, hacia ‗los otros‘ o el ‗Otro‘, es decir, hacia cualquier valor genuino, que se encuentre fuera de sí mismo, -en aquel mismo momento toma lugar un evento muy destacable: él llega a ser un todo.4 Hay que agregar que la alterocentricidad se nos ha revelado como la gran fuerza organizadora de la totalidad humana. (Esto implica, por supuesto, que la egocentricidad, en forma correspondiente, se nos ha revelado como la gran fuerza des-organizadora y des-integradora en la vida humana, como nosotros la conocemos en forma corriente.) En otras palabras, en el mismo acto de alcanzar a los otros —y por sobre todo al Otro— el hombre encuentra el poder, o el milagro, de llegar a ser un todo (y vice versa: en el mismo acto de encerrarse en su ‗yo‘, el hombre llega a estar interiormente desorganizado, lacerado). 5 La alterocentricidad constituye ―el Valor por sobre todos los valores, nada menos que un digno sinónimo para el histórico Agape‖.6 1 Elena de White recordará en este sentido que ―el amor, base de la creación y de la redención, es el fundamento de la verdadera educación‖ (ibid.). 2 Johnsen, 11. 3 Ibid., 12. La cursiva es del original. 4 Ibid. La cursiva es del original. 5 Ibid., 13. La cursiva es del original. 6 Ibid., 15. La cursiva es del original. 99 Roy E. Graf Ahora bien, este marco conceptual elaborado teniendo en cuenta los supuestos antropológicos de Elena de White, permite abordar mejor la comprensión de su punto de vista en cuanto a la educación física, y en especial su actitud frente a las prácticas deportivas o gimnásticas. La importancia de la alterocentricidad en la educación En el terreno educativo Elena de White presenta implícitamente la necesidad de desarrollar la alterocentricidad en los niños cuando declara que ―una de las características que se deberían fomentar y cultivar es ese olvido de sí mismo que imparte a la vida una gracia espontánea‖. 1 En otras palabras, el alumno debe aprender a desenvolver su existencia teniendo siempre en cuenta favorablemente a los otros. Para ello es necesario ―evitar que se desarrolle en ellos el amor a la alabanza‖. 2 El peligro del deporte A propósito de ello, Elena de White entendía que las actividades deportivas tenían justamente el efecto inverso: deportes tan populares en sus días como el boxeo o el fútbol americano se habían transformado en ―escuelas de brutalidad‖, teniendo las mismas características que ―los juegos de la antigua Roma‖.3 Para Elena de White, estos deportes, lejos de desarrollar el amor al otro (el valor de la alterocentricidad), fomentaban el valor opuesto (egocentricidad4) conduciendo al ―amor al dominio, el orgullo por la mera fuerza bruta, [y a] el temerario desprecio manifestado hacia la vida‖. 5 Al referirse a otros juegos atléticos consideró que estos son ―apenas menos objetables‖ y que estimulan el amor al placer y a la excitación, fomentan la antipatía hacia el trabajo útil, y desarrollan una disposición a evitar las responsabilidades y los deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las realidades serias de la vida y sus apacibles satisfacciones. Así se abre la puerta a la disipación y la ilegalidad, con sus terribles resultados.6 1 La educación, 237. 2 Ibid. Elena de White agrega al respecto que ―el padre o el maestro que tienen presente el verdadero ideal de carácter y las posibilidades de éxito, no pueden fomentar ni estimular el engreimiento. No alentarán en los jóvenes el deseo o el empeño de exhibir su habilidad o su pericia. El que mira más allá de sí, será humilde, y sin embargo, poseerá una dignidad que lo capacitará para no sentirse disminuído . . .‖ (ibid. La cursiva no es del original). 3 Ibid., 210. 4 Elena de White invitó a la juventud a plantearse cuál era el valor que preponderaba en sus vidas como resultado de la práctica de los juegos y otras diversiones. ―Tenéis que estudiar cuidadosamente la cuestión de las diversiones. Haceos la pregunta: ¿Cuál es la influencia de las diversiones sobre la mente y el carácter . . ? ¿Qué relación tiene la cuestión de las diversiones con mi vida religiosa, sobre mi carácter de cristiano? Los juegos en que participáis, ¿os predisponen para ocuparos en la oración y en el servicio a Dios? . . . ¿Cuál ha de tener la supremacía : el servicio de Dios o el servicio del yo?‖ (La educación cristiana, 428. La cursiva no es del original). 5 La educación, 210. 6 Ibid., 210, 211. En otras oportunidades Elena de White se refirió a otros deportes tales como el cricket y el beisbol (La educación cristiana, 315). Tampoco le merecían mayor confianza las actividades gimnásticas: ―Los ejercicios del gimnasio pueden ser una ventaja en algunos casos. Fueron presentados para suplir el deseo de adiestramiento físico útil, y se han hecho populares entre las instituciones educacionales, pero no son sin desventaja. A menos que sea cuidadosamente regulado, producen más daño que bien. Algunos han sufrido 100 El hombre y la educación en Elena de White En consecuencia, Elena de White entiende que, lejos de fomentar el valor del servicio como fuerza constitutiva de la totalidad humana (ya que quien no ama no sirve), las actividades deportivas ―no contribuyen a preparar a la juventud para la obra práctica y seria de la vida‖. 1 Más bien desarrollaban una tendencia al ―servicio del yo‖.2 Por lo tanto las actividades deportivas ayudaban a descomprometer al hombre de su prójimo y de su entorno centrando su existencia en sí mismo.3 De esta manera el hombre perdía la noción clara de su lugar y función en el orden creado, dejaba de percibir la legalidad imperante en ese orden junto con el propósito teleológico que orienta dicha legalidad (la ley de la acción obediente o ley del servicio) y dejaba de percibir también la necesidad de adecuarse voluntariamente a dicha legalidad y propósito para mantener su existencia. ―Así [a través de la práctica de estos deportes] se abre la puerta a la disipación y la ilegalidad, con sus terribles resultados‖.4 Esta situación significaba que el alumno no sólo era conducido hacia un marco de ilegalidad, sino de falta de propósito o claro designio en su actuar. En este sentido Elena de White declaró, en el contexto de su preocupación por los ejercicios del gimnasio, que ―pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito‖.5 En contraste con la propuesta de educación física orientada hacia el deporte o actividades gimnásticas,6 Elena de White pensaba que el mayor beneficio no es el que se obtiene del ejercicio físico tomado como un juego o simplemente como un ejercicio. Se obtienen ciertos beneficios por estar al aire puro, y también por ejercitar los músculos; lesiones físicas para toda la vida a través de estos deportes gimnásticos‖ (Testimonies, vol. 5, 523). Para una declaración similar véase también La educación, 210. 1 La educación, 210. 2 La educación cristiana, 428. 3 En el contexto del contraste establecido entre el trabajo manual y los juegos deportivos, Elena de White declaró que ―Satanás se deleita cuando ve a los seres humanos emplear sus facultades físicas y mentales en lo que no educa ni es útil, que no les ayuda a beneficiar a los que necesitan su ayuda. Mientras los jóvenes se hacen expertos en juegos que no son de valor real para ellos o los demás, Satanás juega la partida de la vida por sus almas‖ (ibid., 315. La cursiva no es del original). 4 Ibid., 211. La cursiva no es del original. 5 Ibid., 210. La cursiva no es del original. Esta preocupación de Elena de White por la ―falta de propósito‖ de las actividades gimnásticas o deportivas parece sugerir que ella entendía que el deporte era movimiento por el movimiento mismo, sin que éste tuviera propósito o sentido teleológico que no sea el señalado por el valor de la egocentricidad. Esto se nota cuando ella habla de que las cosas en la naturaleza se mueven o trabajan en acuerdo con la ley de la acción obediente, y que este trabajo representa un ejemplo a seguir por el trabajo del hombre (Véase Mente, vol. 1, 118; La educación, 214). 6 Es posible que para Elena de White los juegos, deportes y actividades gimnásticas no hayan merecido una oposición absoluta en todos los casos, aun cuando no les asignara mayor valor educativo, especialmente entre jóvenes. Algunas declaraciones suyas parecen sugerir que estas actividades, especialmente algunos juegos y deportes, parecían más acordes para la edad de los niños, y que a medida que estos fuesen creciendo, las mismas debían ser reemplazadas por el trabajo útil (La educación, 210, 215; El hogar cristiano, 453; Counsels, 17]). Por otro lado, es obvio que no las consideraba de ningún modo un reemplazo suficiente para la actividad manual y eran fácilmente llevadas al exceso. 101 Los beneficios del trabajo útil y la educación manual Roy E. Graf pero si la misma cantidad de energía se dedica a ejecutar un trabajo útil, el beneficio será mayor . . .1 Pensaba también que la educación manual debía reemplazar ―en gran medida al gimnasio, con el beneficio adicional de constituir una valiosa disciplina‖.2 La actividad agrícola, manual o industrial como educación física Cuando Elena de White piensa en educación física, piensa principalmente en la actividad agrícola, manual o industrial. Con respecto a la agricultura declaró que su estudio ―debe ser el ABC de la educación dada en nuestras escuelas‖3 y argumentaba que ―el trabajar la tierra es una de las mejores ocupaciones que pone en actividad los músculos y da reposo a la mente‖. 4 De hecho, ella pensaba que ―el labrador del terreno encuentra en su trabajo todos los movimientos que se puedan encontrar en un gimnasio. Los campos son su gimnasio‖5 y que ―el trabajo ejecutado al aire libre es diez veces más beneficioso para la salud que el trabajo a puerta cerrada‖. 6 La importancia de la actividad manual para todos En relación con este programa de actividad manual, Elena de White pensaba que no debía abandonarse como actividad educativa aun cuando surgieran dificultades,7 incluso en el caso de que estas dificultades fuesen financieras ya que afirmaba que su valor educativo justificaba el gasto ―y toda inversión que requiera su correcta realización será dinero bien empleado‖.8 Tampoco justificaba que haya alumnos que no efectuaran trabajo físico por el mero hecho de que pudieran pagar sus costos académicos. El trabajo era imperativo para todos. 9 Otras actividades manuales importantes Elena de White también propuso otras actividades físicas que involucraban el trabajo manual tales como el cultivo de pequeños frutales, flores y verduras, construcción, trabajos de imprenta (impresión, encuadernación), confección de tiendas,10 carpintería,11 oficios, economía doméstica, arte culinario, confección de ropa, tratamientos a enfermos, etc. 12 La teología del trabajo de Elena de White A la luz de sus presupuestos antropológicos, es comprensible que Elena White favorezca la actividad agrícola, manual o industrial como el medio 1 La educación cristiana, 322. 2 La educación, 217. En una declaración similar Elena de White dijo que ―la mejor manera de obtener ejercicio físico es por medio del adiestramiento manual, y permitiendo que el empleo útil reemplace al placer egoísta‖ (La educación cristiana, 378. La cursiva no es del original). Existe aquí un contraste implícito entre los valores que proporcionan el trabajo manual por un lado, y los deportes por otro. 3 Ibid., 300. 4 Ibid. 5 Ibid., 382. 6 Ibid., 381. 7 Ibid., 297. 8 La educación, 218. 9 Fundamentals, 423. 10 La educación cristiana, 297. 11 Ibid., 125. 12 La educación, 218. 102 El hombre y la educación en Elena de White más adecuado de educación física. Existe detrás de esta propuesta, lo que se podría llamar una teología del trabajo que la respalda. Elena de White estaba interesada en fomentar el movimiento ya que todo en el orden natural está en constante movimiento1 y el hombre no podía ser menos ya que ―todo ―todo el cuerpo está diseñado para la acción, no para la inacción‖. 2 Pero este movimiento era un movimiento con una finalidad o propósito y Elena de White encontraba en el trabajo una oportunidad para desarrollar movimiento con un ―propósito definido‖.3 Además el alumno, al realizar un un trabajo físico, se ponía voluntariamente en contacto directo con su entorno con el cual aprendía a interactuar y a relacionarse adecuadamente reforzando así su vínculo ontológico, aquel que lo relaciona con la creación, y a través de ella con su Creador. Elena de White entendía que la vida moderna se había vuelto artificial (y en ese sentido evidentemente debilita su vínculo con lo natural) y que se requería reforzar el acercamiento a lo natural.4 Es sin duda por ello que destacó por sobre todas las otras actividades manuales a la de la agricultura: ―El cultivo del suelo es un buen trabajo para los niños y jóvenes. Los pone en contacto directo con la naturaleza y el Dios de ella‖.5 Este concepto de educación física en Elena de White se aproxima al de ―educación por la naturaleza‖, ―desde la naturaleza‖, o más acertadamente, ―educación natural‖ o conforme a la naturaleza. 6 Esto no debe confundirse de modo alguno con el naturalismo de Rousseau. 7 Pero Elena de White pensaba que ―los poderes naturales deben ser gobernados por leyes naturales, y las facultades deben educarse para trabajar armoniosamente y 1 Mente, vol. 1, 118. 2 Counsels, 92. 3 La educación, 218. 4 Ibid., 211. Elena de White contrastó la vida primitiva del pueblo de Dios en la cual los hombres ―vivían cerca del corazón de la naturaleza‖ y la vida ―en esta época‖, donde ―la vida se ha vuelto artificial y los hombres han degenerado‖. Entendía por lo tanto que la vida artificial tenía un potencial degenerador del hombre, y tal vez pueda decirse desorganizador o desestructurante. Indudablemente, esto es aún más cierto hoy, cuando la vida se ha vuelto altamente tecnologizada y en la cual el hombre tiene a su disposición instrumentos que se constituyen, más que en medios para adaptar las cosas del entorno ―a nuestro uso y nuestra comodidad‖ (ibid., 214) o en medios para ahorrar trabajo, en verdaderos ―intermediarios‖ entre el hombre y su entorno, con el cual ya no necesita relacionarse en forma directa y hacia el cual no tiene una clara noción de compromiso. Este problema, por supuesto, se ve reforzado por el desarrollo de una sociedad de consumo altamente industrializada, en la cual la industria muchas veces juega también ese papel de mediador entre el hombre y el entorno. El hombre así, interactúa cada vez menos con el entorno en su expresión más pura y originaria. El hombre, aconseja Elena de White, aunque no pueda volver plenamente ―a los hábitos sencillos de aquellos tiempos primitivos‖, debe tratar de volver a la naturaleza (ibid., 211). Esto la llevó a sugerir en tantas oportunidades que ―los estudiantes deberían aprender a cultivar la tierra; esto los traerá a ellos a un estrecho contacto con la naturaleza‖ (Fundamentals, 423). 5 La educación cristiana, 204. 6 De paso, esta concepción de la educación física parece hacer mayor justicia al significado etimológico del término ―físico‖, del griego φυσις: ―naturaleza‖. 7 Más allá de las semejanzas que pudieran encontrarse entre Elena de White y Rousseau en sus concepciones de la educación. No hay que olvidar que para Elena de White ―las leyes de la naturaleza . . . son también las leyes de Dios‖ (ibid., 379). 103 Educación conforme a la naturaleza Roy E. Graf de acuerdo con esas leyes‖.1 La adecuación a esa legalidad regida por la ley de la acción obediente o ley del servicio, como resultado de la libre elección del individuo, desarrollaría el valor de la alterocentricidad, es decir el servicio por amor. A través del trabajo el alumno podía comprender que ―el verdadero propósito de la vida no consiste en obtener toda la ganancia posible para sí mismo, sino en honrar a su Hacedor al hacer su parte en una tarea que beneficie al mundo, y al ayudar a los que son más débiles e ignorantes‖.2 Las ventajas del ejercicio físico producto del trabajo Por esta razón, Elena de White contrastó los beneficios del ejercicio físico tomados sólo como un juego con el ejercicio físico producto del trabajo: El mayor beneficio no es el que se obtiene del ejercicio físico tomado como un juego o simplemente como ejercicio. Se obtienen ciertos beneficios por estar al aire puro, y también por ejercitar los músculos; pero si la misma cantidad de energía se dedica a ejecutar un trabajo útil, el beneficio será mayor. Habrá contentamiento, porque ese ejercicio entraña un sentido de utilidad y la aprobación de la conciencia por un deber bien cumplido. La disciplina para la vida práctica que se obtiene del trabajo físico combinado con el esfuerzo mental, queda endulzada al reflexionar que ella hace a la mente y al cuerpo más idóneos para cumplir la obra que Dios requiere que los hombres hagan.3 También destacó que ―en el trabajo industrial hay ventajas que no se perciben, que no pueden ser medidas ni calculadas‖. 4 A la luz de estos conceptos se entiende mejor que Elena de White hablara de que se debiera inducir a los jóvenes a apreciar la verdadera dignidad del trabajo. Muéstreseles que Dios obra constantemente. Todas las cosas de la naturaleza cumplen la tarea que se les ha asignado. Se ve actividad en toda la creación y, para cumplir nuestra misión, nosotros también debemos ser activos.5 El trabajo como actividad dignificante y no degradante A diferencia de la concepción del trabajo físico que ha predominado en Occidente, Elena de White pensaba que el trabajo no era degradante. Se quejó de que ―la opinión popular ha trastornado en muchas mentes el orden 1 Counsels, 92. 2 La educación, 222. La necesidad de desarrollar la noción del servicio a través del trabajo se destaca también en la siguiente declaración de Elena de White: ―En los niños y los jóvenes debe despertarse la ambición de obtener su ejercicio haciendo algo que los beneficie a sí mismos y a los demás. El ejercicio que desarrolla la mente y el carácter, que enseña a las manos a ser útiles, que educa a los jóvenes para que lleven su parte en las responsabilidades de la vida, es lo que da fuerza física y vivifica toda facultad. Y hay una recompensa en la laboriosidad virtuosa, en el cultivo del hábito de vivir haciendo bien‖ (Consejos para los maestros, 139; véase también 138). 3 La educación cristiana, 322. 4 Ibid., 329. 5 La educación, 214. 104 El hombre y la educación en Elena de White de las cosas, y los hombres han llegado a pensar que no es propio que el hombre que trabaje con las manos ocupe un lugar entre caballeros‖. 1 La preocupación de Elena de White por el acercamiento a lo real y la preparación para el servicio que se percibe en sus criterios metodológicos y en su propuesta en cuanto a la educación física es también un factor clave para comprender sus criterios en cuanto a la educación intelectual o ―mental‖ que se discutirá a continuación. Consideraciones sobre la educación intelectual La exposición en cuanto a este tópico específico, como se ha mencionado anteriormente, girará en torno del criterio de Elena de White para la selección del material de lectura de los alumnos, un tema que en cuanto a su aplicabilidad actual ha suscitado cierto debate entre los educadores adventistas contemporáneos como se verá a continuación. Se espera que una ―relectura‖ de esta cuestión a la luz de los supuestos antropológicos de Elena de White ilumine su punto de vista sobre esta cuestión. La selección de las lecturas: el estado actual del debate entre los educadores adventistas A diferencia quizá de lo que ocurre con la propuesta de Elena de White para la educación física, el debate sobre la aplicabilidad actual de sus consejos en cuanto a la selección de las lecturas tiene un trasfondo más fuerte de variaciones en cuanto a los criterios hermenéuticos utilizados a la hora de interpretar los mismos y, en menor medida, diferentes supuestos antropológicos.2 Aquí sin embargo, no se discutirá mayormente el posible trasfondo hermenéutico de las posturas involucradas en la cuestión. Es indudable que el aspecto de la selección de la literatura en Elena de White que más dificultades ha causado a muchos educadores y escritores adventistas contemporáneos es lo que tiene que ver con su criterio en cuanto a la literatura de ficción. De hecho, alrededor de esta cuestión es que ha girado fundamentalmente el debate actual. Y en este sentido han surgido dos polos casi opuestos: por un lado, aquellos que rechazan la utilización de cualquier tipo de literatura de ficción en las escuelas adventistas, basados en los consejos de Elena de White; por otro lado, aquellos que interpretan los consejos de Elena de White en esta cuestión de manera tal de dar lugar a un uso controlado de la literatura de ficción. El debate en torno a la literatura de ficción en Elena de White Dentro de los intérpretes de Elena de White del primer grupo, puede citarse especialmente a Cobb, quien destaca el hecho de que Elena de White, ―durante un período de cincuenta y siete años, que terminó sólo dos años antes de su muerte, fue inspirada a condenar toda clase y calidad de novela. Y aumentaron en frecuencia las denuncias durante las décadas de su Intérpretes de Elena de White opuestos a la literatura de ficción 1 La educación cristiana, 314. 2 En el caso del debate en torno de la propuesta de Elena de White en cuanto a la educación física, también podría visualizarse un trasfondo hermenéutico en esa discusión. Pero también es cierto que el criterio hermenéutico que se seleccione para interpretar a Elena de White puede estar acompañado o aun fuertemente condicionado por los supuestos antropológicos que subyacen a la propia concepción de la educación física que tiene el intérprete. 105 Roy E. Graf ministerio‖.1 Cobb aclara que —según él— el lector de Elena de White no puede hallar ―lugar para la duda honrada que la ficción de ‗primera clase‘ es tan condenable como lo es la clase más baja‖. 2 Storey ha considerado, tomando en cuenta los consejos de Elena de White, que hay que cuidarse de la lectura de relatos sensacionales, relatos de romance o amor, hay que precaverse de la ficción, los mitos y los cuentos de hadas, y también de los autores infieles. 3 Storey cree que para Elena de White sólo son lecturas aceptables la Biblia, la historia denominacional, las lecturas sobre principios de salud, relatos de las tierras misioneras, relatos verídicos y relatos de la naturaleza.4 Intérpretes de Elena de White favorables a la literatura de ficción Otros autores adventistas, aunque han entendido la actitud de Elena de White hacia la literatura de ficción y las novelas en general, han sugerido que un uso selectivo de esta literatura podría tener lugar en el marco del sistema educativo adventista.5 McGarrell, a su vez, ha argumentado que para Elena de White, no toda la literatura sería la misma y que la ficción seria no estaría necesariamente siendo condenada por ella; 6 a su vez McGarrell propone que la literatura puede ser un medio para inculcar valores a los niños.7 Cardoso ha argumentado en favor de usar la literatura de ficción como medio de transmisión de valores,8 en tanto que de Lima propone que ésta sea enseñada desde la perspectiva del gran conflicto entre el bien y el mal como un recurso para integrar la fe con la enseñanza de la literatura. 9 Moncrieff también ha reconocido la actitud de Elena de White hacia la literatura de ficción. Sin embargo ha argumentado, en favor de su uso, que en los días de Elena de White la ficción era una forma popular de 1 León William Cobb, ¿Cómo lees tú?, trad. H. B. Lundquist (Coral Gables: División Interamericana de los Adventistas del Séptimo Día, 1970), 58. La cursiva no es del original. Cobb entiende aquí por ―ficción de primera clase‖ aquella que es de alta calidad literaria y generalmente de carácter más serio, en contraste con la ―ficción de clase baja‖ que es de pobre calidad literaria y a menudo de contenido muy frívolo. 2 Ibid., 57. 3 Susan Louise Storey, ―Building Character Through Books‖, The Journal of Adventist Education, Summer 1977, 13. 4 Ibid., 13, 23. 5 Véase por ejemplo, Sandra E. Gayle, ―Teaching Literature in an Adventist Secondary School: a West Indian Perspective‖, en Rasi, vol. 17, 25-37. 6 Shirley A. McGarrell, ―Faith and Fiction: an Inspiring Dilemma for Seventh-Day Adventist Teachers of Literature‖, en Rasi, vol. 14 (1994), 291. Este argumento, sin embargo, es puesto en tela de juicio aun entre quienes defienden el uso de la literatura de ficción: véase Scott E. Moncrieff, ―Los adventistas y la literatura de ficción: Otra perspectiva‖, Diálogo universitario, 8, n° 3 (1996), 10. 7 Shirley A. McGarrell, ―Literature: Bringing Pleasure and Value to Young Readers‖, The Journal of Adventist Education, October-November 1995, 38-41. 8 Afonso Ligório Cardoso, ―Os valores na ficção, a educação biblico-cristã e o professor de literatura‖, en Rasi, vol. 15 (1995), 49-67. 9 Neumar de Lima, ―Em Busca de uma Integraçao da Fé e Ensino na Disciplina De Literatura: Un Abordagem Bíblico-Cristã na Perspectiva do Grande Conflito‖, en ibid., 193211. 106 El hombre y la educación en Elena de White entretenimiento, en parte como lo son hoy la radio, la televisión y el cine y que por lo tanto, ―muchas de las preocupaciones de Elena White acerca de la ficción serían hoy más propiamente dirigidas hacia la televisión, el cine y la música popular‖.1 Moncrieff agrega que el estudio de la literatura se ha convertido en un campo académico desde los tiempos de Elena e White, produciendo lectores que son profesionales especializados en los estudios críticos y analíticos. Es verdad que nos entretenemos, pero no participamos ni enseñamos la lectura banal, ligera, superficial o casual que preocupó a Elena White; antes bien, estamos proveyendo el antídoto para ello. 2 Desde luego, las posturas de Moncrieff y los últimos autores citados representan un rango de opinión más moderado con respecto a la postura de Cobb (con el que Moncrieff manifiesta expreso desacuerdo 3) o aun podría decirse, casi opuesto. En cualquier caso, interpretar y aplicar los consejos de Elena de White en cuanto la selección de la literatura, y especialmente con relación a la literatura de ficción, sigue siendo un dilema difícil de resolver para muchos. Por ello se propone a continuación, abordar la comprensión de este problema desde los supuestos antropológico-metafísicos de Elena de White para que, a la vez que se tiene en cuenta el contexto histórico-filosófico aludido en el segundo capítulo, se pueda llegar a una mejor comprensión de sus puntos de vista sobre el particular. Los criterios de Elena de White para la educación intelectual Desde un principio Elena de White recalcó un concepto que repetirá a menudo: Es necesario lograr un equilibrio entre el ejercicio físico y el trabajo mental para evitar que las facultades físicas queden privadas de su tono sano, y la mente pierda su vigor.4 Necesidad de equilibrio entre trabajo físico y mental Elena de White también pensaba que los niños debían aprender a leer, a Importancia de la escribir, a comprender los números y a llevar sus propias cuentas, 5 por lectoescritura y la aritmética básica supuesto, todo ellos siempre de la manera más objetiva y práctica posible. En lo que hace a la selección de la literatura, Elena de White destacó especialmente el papel de la Biblia como la mejor literatura. Era el medio principal para el desarrollo espiritual del alumno: era la norma perfecta de verdad,6 era un medio para el desarrollo mental y espiritual,7 ponía a la mente en contacto con los pensamientos del Ser infinito, 8 contenía la 1 Moncrieff, 11. 2 Ibid., 12. 3 Ver ibid., 10. 4 La educación cristiana, 278, 353. 5 Ibid., 136. 6 La educación, 17. 7 Ibid., 123. 8 Ibid., 214. 107 La Biblia, la mejor literatura Roy E. Graf energía creadora que trasforma la naturaleza humana y la vuelve a crear a imagen de Dios;1 la Biblia era el ―conocimiento esencial‖ 2 y revelaba el plan de la redención3 y reconciliación del hombre con Dios.4 Elena de White consideraba que la Biblia ejercía una ―influencia transformadora sobre la mente y el carácter‖5 y ayudaba a discernir la verdad del error.6 La Biblia es el medio de educación intelectual más eficaz Por otro lado, pensaba que ―como medio de educación intelectual, la Biblia es más eficaz que cualquier otro libro‖. 7 Es por ello que le atribuía grandes cualidades educativas. Declaró que ―el valor intelectual del estudio de la Biblia no consiste solamente en investigar la verdad y descubrir su estructura última, sino también en el esfuerzo requerido para abarcar los temas presentados‖.8 Según ella, la Biblia mejora la capacidad de razonar a a la vez que ensancha, vigoriza y equilibra la mente, 9 era más valiosa que los escritos de los filósofos de todos los tiempos10 y, naturalmente, ―ha de ocupar el lugar del más alto libro educativo del mundo‖. 11 Por lo tanto Elena de White pensaba que la Biblia debía ocupar el primer lugar en todo sistema de educación.12 La Biblia es un sistema completo de teología y filosofía Elena de White veía en la Biblia el desarrollo de un ―simple y completo sistema de teología y filosofía‖.13 Ella entendía que a través de su lectura, el hombre captaba su lugar en relación con Dios y a su entorno, teniendo así una adecuada visión de sí mismo.14 De esta forma, el estudio de la Biblia se constituía en el medio por excelencia para religar al hombre con su Creador y con el resto de lo creado, siendo así un instrumento de poder para que el hombre comprenda su vínculo ontológico con lo divino y con el ámbito de lo espacio-temporal. 1 Ibid., 126. 2 La educación cristiana, 48. 3 La educación, 125. 4 La educación cristiana, 83. 5 Ibid., 139. 6 Ibid., 229. 7 La educación, 124. Véase también La educación cristiana, 67. 8 La educación, 124. 9 La educación cristiana, 53, 54, 225, 226. 10 Ibid., 82, 230. 11 Ibid., 254. 12 Ibid., 82. 13 Fundamentals, 129. Véase también Consejos para los maestros, 407. 14 ―Una clara concepción de lo que Dios es, y lo que El requiere que nosotros seamos, nos dará un humilde punto de vista de nosotros mismos. El que estudia correctamente la Sagrada Palabra aprenderá que el intelecto humano no es omnipotente; que, sin la ayuda que nadie sino Dios puede dar, la fortaleza y sabiduría humana no son sino debilidad e ignorancia‖ (Counsels, 62). Comprender a Dios como Ser Supremo creador del hombre, le permite a este último captar su lugar en relación con el orden creado. Por otro lado, Elena de White creía en el relato bíblico de la creación, por lo tanto la lectura de la Biblia también le permitía al hombre captar su lugar y función específica en el orden creado. 108 El hombre y la educación en Elena de White A la par que Elena de White recomendaba la Biblia como ―el Libro de los El estudio de las libros‖ y como ―el estudio más grandioso para la inteligencia humana‖, ciencias, la historia, instó a no ―rebajar la norma educativa en el estudio de las ciencias‖. 1 Así la filosofía y la educación literaria por ejemplo, ella alentó el estudio de la historia, la filosofía y la educación literaria.2 Pero también estableció ciertos reparos en relación con estos estudios. Al igual que algunos educadores realistas de su tiempo, a Elena de Reparos en cuanto al White le disgustaba el estudio de la historia cuando esta era solamente un estudio de la historia medio de dar ―publicidad al mal‖.3 El relato desconsolador de crímenes y atrocidades tiene sobre muchos un poder hechizador que los excita a buscar lo que pueden realizar para hacerse notar, aun mediante los actos más perniciosos. Las enormidades, las crueldades y las prácticas licenciosas descriptas en algunos de los escritos estrictamente históricos, han actuado como levadura en las mentes de muchos, induciéndolos a cometer actos similares. Los libros que delinean las prácticas satánicas de los seres humanos, dan publicidad al mal. Esos horribles detalles no necesitan reverse . . .4 Esta preocupación de Elena de White por la forma más adecuada de estudiar la historia revelaba que ella, al igual que otros reformadores educacionales de su tiempo, no sólo estaba preocupada por tratar de acercar a los alumnos a la realidad para que aprendieran a valorarla como su vínculo ontológico, sino también que estaba preocupada por la forma en que ellos debían interpretar esa realidad. Además, los contenidos seleccionados para el estudio de la historia, junto con la manera en que los alumnos aprendían a interpretar esa historia, determinaban indudablemente los valores que ese estudio transmitía.5 1 Consejos para los maestros, 381. Véase también ibid., 490. 2 La educación cristiana, 405, 406. 3 Ibid., 174. 4 Ibid. Es interesante notar en este aspecto cierta similitud de opiniones con Horace Mann (véase Capítulo II). Entre otras cosas, Mann advirtió que ―tal como se presenta hoy gran parte de la historia, los ejemplos de lo justo y lo injusto, cuyos lugares de nacimiento y residencia se encuentran en lados opuestos del universo moral, no sólo se mezclan, de modo que resulta difícil distinguir entre ellos, sino que los segundos llegan a ocupar casi todo el campo de visión, mientras que apenas se advierte la existencia de los primeros (Mann, 79, 80). Mann notó con preocupación que en muchos libros de historia ―descripciones de batallas, de saqueos de ciudades y del cautiverio de naciones, se siguen unas a otras con el movimiento más rápido y en una sucesión interminable. Casi todas las visiones que podemos tener de la educación de la juventud (. . .) dirigen toda corriente de las fuerzas mentales hacia los canales de la destrucción‖ (Ibid., 78). 5 Elena de White declaró que ―la historia tal como se suele estudiarla, se relaciona con las hazañas de los hombres, sus victorias en la guerra, y su éxito en alcanzar poder y grandeza. Pero la intervención de Dios en los asuntos de los hombres se pierde de vista. Pocos estudian la realización del designio divino en el levantamiento y decaimiento de las naciones‖ (La educación cristiana, 73). 109 Roy E. Graf El valor de las biografías En el contexto de la importancia de los estudios históricos, Elena de White, al igual que Horace Mann, destacó el valor de las biografías. 1 Pero especialmente de aquellas biografías que fomentaban el valor del servicio. 2 También le interesaban especialmente las biografías bíblicas, pues según ella ―como medio de educación, ninguna porción de la Biblia es de mayor valor que sus biografías‖.3 El peligro de los autores ateos, paganos y de la como es enseñada a menudo Elena de White también expresó su preocupación en relación con los estudios científicos y filosóficos. ―Conceptos ateos se encuentran entretejidos en las materias expuestas en los libros de texto‖.4 ―La especulación filosófica y la investigación científica que no reconocen a Dios están haciendo escépticos por miles‖ 5 declaró ella. También desestimó la importancia del estudio de los clásicos, como ya se ha mencionado, y de los autores incrédulos o ateos, proponiendo que ―cuanto menos se pongan ante los jóvenes obras que expongan ideas de ateísmo, tanto mejor‖. 6 Rechazaba Rechazaba a los autores incrédulos porque, pensaba, producían desagrado por el estudio de la Biblia e incapacitaba al alumno para comprenderla. 7 Incluso tenía reparos en relación con la teología como era enseñada muy a menudo: ―La teología . . . hasta cierto punto, tal como es estudiada y enseñada, no es más que la consignación de la especulación humana‖. 8 Elena de White pensaba que sería mejor preparar ―libros para poner en manos de los alumnos, libros que les enseñasen a tener un amor sincero y reverente por la verdad‖.9 El concepto del hombre de Elena de White y su actitud hacia la literatura Desde su óptica antropológica, la preocupación de Elena de White sobre los escritos filosóficos o científicos de autores incrédulos era (y todavía es) comprensible. Obviamente, todos los contenidos que distrajeran a los alumnos de su vínculo con lo divino, eran un peligro potencial. 10 Dios, 1 Mann pensaba que ―la biografía de los hombres grandes y buenos es una de las influencias más eficientes en la formación del carácter de los niños; porque como son propensos a imitar lo que admiran, los orienta inconscientemente mientras los deleita‖ (Mann, 90). 2 ―En vez de hablar tanto de las hazañas de los Alejandros y Napoleones de la historia, estudien los niños las vidas de hombres como el apóstol Pablo y Martín Lutero, Moffat, Livingstone y Carey, y la historia actual del esfuerzo misionero que diariamente se va desarrollando. En vez de recargar la memoria con una sucesión de nombres y teorías que no tienen importancia para sus vidas, y a las cuales, una vez fuera del aula, rara vez dedican un pensamiento, estudien todos los países a la luz del esfuerzo misionero y familiarícense con esos pueblos y sus necesidades‖ (La educación, 269). 3 Ibid., 146. Es digno de notar que Elena de White utilizaba las biografías bíblicas como las de José, Daniel, Eliseo, Moisés, Pablo y Cristo, como modelos para destacar que en casi todos los casos el aprendizaje de estos hombres había incluido no sólo la revelación especial sino también la revelación natural a la que ella asignaba tanta importancia (véase ibid., 5277). 4 La educación cristiana, 41. 5 Ibid., 71. 6 Ibid., 245. Véase también 251, 252, 258, 259. 7 Ibid., 388. 8 Ibid., 73. 9 Ibid., 252. 10 Véase La educación, 189, 190. 110 El hombre y la educación en Elena de White revelado en el ámbito espacio-temporal a través de hechos de la revelación escrita y natural, sólo podía ser conocido a través de esos medios. Y todo lo que apartaba la mente de los estudiantes de esos elementos con los que Dios se les revelaba, los desorientaba con respecto a su lugar y función en el orden creado. Por otro lado, mucha de la literatura que le preocupaba a Elena de White era de carácter deísta. Y cualquier intento del hombre de buscar y conocer a Dios por medios especulativos, podía llevarlo a constituirse en el punto de referencia de las explicaciones de lo divino desconectándolo del Dios real de la revelación, el verdadero vínculo ontológico del hombre. Elena de White tampoco estaba a favor del uso de la literatura de ficción. Y en este aspecto, nuevamente sus puntos de vista coinciden con los del realismo pedagógico, al menos en primera aproximación. 1 Filler señala por ejemplo, que Mann valoraba las obras científicas por sobre las de ficción. 2 Como realista, deseaba que el alumno esté en permanente contacto con la realidad pues le interesaba el avance de la ciencia. Obviamente, Elena de White también estaba interesada en que los alumnos estuviesen en contacto con la realidad. Pero la razón primaria de ello, no era su preocupación por el conocimiento científico sino más bien el hecho de que Dios se revelaba en el ámbito de lo real (la revelación natural y aun la escrita). El hombre (es decir el alumno), debía aprehender a Dios en ese ámbito de lo real. Elena de White y Horace Mann: similitudes y diferencias sobre la ficción literaria Desde luego, esto significó que Elena de White descartara el uso de la literatura de ficción como medio educativo en las escuelas adventistas, ya que la ficción alejaba al hombre de la realidad. La actitud de Elena de White hacia la literatura de ficción Elena de White declaró que las obras de ficción, los cuentos y los mitos distraían de la Biblia impidiendo conseguir un conocimiento de verdades salvadoras.3 Descartó las historias de amor, los cuentos frívolos (aun 1 Mann estaba preocupado por el aumento desmesurado de la literatura de ficción. ―La diversión es el propósito, la mera diversión, en contraste con la instrucción para las preocupaciones prácticas de la vida, en contraste con aquellos impulsos intelectuales y morales que dirigen la mente, tanto durante la lectura como después de cerrar el libro, hacia la observación, comparación y reflexión sobre las grandes realidades de la existencia‖ (Mann, 80). Le preocupaba además que ―la parte más amplia de esta lectura para entretener consiste en obras de imaginación‖ (ibid.). Mann se enfrentó en este sentido ―con la popularidad de los equivalentes en el siglo XIX de las historietas y de los libros inescrupulosos . . .‖ (ibid., 73). Mann atacó insistentemente la literatura de ficción: ―En lo que se refiere a los escritos de ficción, la explicación de su debilitadora y dispersiva influencia es palpable para la mente más débil. Todos los hombres deben reconocer la amplia distinción entre intelecto y el sentimiento, entre las ideas y las emociones. . .‖ (ibid., 82. La cursiva es del original). ―. . . Es desafortunado que tantas personas se dediquen a la lectura de obras de ficción, porque sus mentes son inmaduras y desequilibradas, y carecen de un criterio para distinguir entre lo que es extravagante, maravilloso y sobrenatural, y lo que, por su acuerdo con las normas de la naturaleza, es simple, instructivo y elevado. Es doblemente desafortunado que tantos jóvenes excelentes se desvíen hacia la misma práctica, ya sea por el laudable deseo de tener alguna familiaridad con lo que se llama el mundo literario y proporcionarse materias para la conversación, o por una vaga idea de que esa lectura por sí sola proporcionará un lustre a la mente y la adornará con la gracia de la elegancia y el refinamiento‖ (ibid., 85). ―. . . Ninguna gentileza o gracia de la mente o las costumbres, por exquisita y fascinante que sea, constituye un sustituto de la sabiduría y la benevolencia prácticas . . .‖ (ibid., 86). 2 Filler, 17. 3 La educación cristiana, 76, 77. Véase también 123. 111 Roy E. Graf cuando tuviesen contenido religioso), de las que pensaba que excitaban y afiebraban la imaginación, incapacitando la mente para ser útil; este tipo de obras alejaba a los lectores de los deberes prácticos de la vida.1 La preocupación por la desvinculación del hombre de la realidad era muy concreta en Elena de White. Las obras baratas de ficción no son apropiadas. Imparten un conocimiento no real; no inspiran ningún propósito grande y bueno. No encienden el corazón con un diligente deseo de pureza; no excitan el alma con hambre por justicia. Por el contrario, toman tiempo que debería ser dedicado a los deberes prácticos de la vida y al servicio a Dios, ‒tiempo que debería dedicarse a orar, visitar enfermos, cuidar al necesitado, y educarse para una vida útil.2 Elena de White expresó así su crítica por lo que entendía era apartar al hombre de la realidad, y porque este apartarse significaba, nuevamente, desorientación con respecto a su lugar y función en el orden creado. Al desconectarse de la realidad el hombre dejaba de comprender la ―ley de la acción obediente‖ y se descomprometía de las relaciones que constituían su vínculo ontológico: Dios, los demás hombres, y su entorno. La despreocupación del hombre por dichas relaciones significaba un volverse a sí mismo que reforzaba esa desconexión desarrollando un sentido de egocentricidad por oposición a la alterocentricidad y el valor del servicio por amor. La necesidad de la preparación literaria, filosófica y científica en la tarea evangelizadora Parece necesario reconocer, sin embargo, que aunque Elena de White no veía valor educativo por sí mismo en este tipo de literatura, como así también en la literatura mencionada anteriormente, es muy posible que ella entendiera la importancia del conocimiento de la misma para ciertos fines específicos. Es decir, en ciertas circunstancias, los conocimientos literarios, filosóficos y científicos podían ser útiles como un medio para lograr el avance de la obra en algunos ámbitos sociales. En 1891 declaró que en lo futuro habrá más apremiante necesidad de hombres y mujeres de cualidades literarias de la que ha habido en lo pasado, pues vastos campos se abren delante de nosotros, ya blancos para la siega. En esos campos, podéis ser obreros juntamente con Dios.3 En términos generales, Elena de White siempre había abogado por una educación rápida y práctica que prepare para la misión. 4 Pero ella entendió que llegaría el tiempo en que se requeriría mayor preparación en nuevas áreas. En este contexto (de lo dicho en la cita anterior) Elena de White declaró: 1 Ibid., 174, 175. La cursiva no es del original. 2 Fundamentals, 92. La cursiva no es del original. En otra cita al respecto declaró que los que leen relatos sensacionales ―viven en un mundo irreal, y se incapacitan para los deberes de la vida‖ (ibid., 162). 3 La educación cristiana, 405, 406. 4 Véase por ejemplo Fundamentals, 336, 357. Este énfasis en una preparación rápida se debió quizá en parte a un fuerte sentido de inminencia con respecto a la segunda venida de Cristo. 112 El hombre y la educación en Elena de White Es justo que sintáis que debéis subir hasta el peldaño más alto de la escalera de la educación. La filosofía y la historia son estudios importantes; con todo, vuestro sacrificio de tiempo y dinero no valdrá nada, si no usáis lo que alcancéis para la honra de Dios y el bien de la humanidad. A menos que la ciencia sea un escalón para alcanzar los más elevados propósitos, carece de valor permanente. Pero si Jesús es nuestro maestro, no simplemente un día en la semana, sino cada día, cada hora, podréis tener su favor en la prosecución de conocimientos literarios.1 Elena de White entendía que los jóvenes debían estar listos para ―ser útiles Necesidad de elevada y preparados en los puestos de responsabilidad en la vida pública y cultura intelectual, privada‖.2 ―Necesitamos hombres y mujeres jóvenes que tengan una alta científica y bíblica cultura intelectual, a fin de que puedan hacer la mejor obra para el Señor‖. 3 Además resaltó que la educación para trabajar en la iglesia (por ejemplo en el caso de futuros ministros o colportores) debía incluir la preparación necesaria para ―arrostrar con éxito las diversas formas del error, religiosas y filosóficas combinadas, cuyo desenmascaramiento requiere conocimiento tanto de la verdad científica como de la bíblica‖. 4 En otras palabras, Elena de White parece haber dejado sentado implícitamente que los conocimientos literarios, que muy probablemente incluían cierto tipo de literatura no recomendable por su valor intrínseco (obras filosóficas, científicas u obras literarias de ficción), podían ser útiles cuando eran puestas al servicio de la causa de Dios. Este conocimiento, sin duda, podía ser necesario para poder adecuarse mejor a ciertas realidades de la obra de evangelización y testificación como las que se daban (y aún se dan) entre las clases sociales altas.5 En cualquier caso, Elena de White demostró una vez más su preocupación por el conocimiento de la realidad dentro de la cual el alumno debía desenvolverse y con la cual debía interactuar. La lectura de este tipo de literatura, sin duda, exigía mentes maduras y capaces de evaluar los contenidos desde un punto de vista bíblico. De esta forma, el estudio de esta literatura podía llegar a ser un medio de acercamiento del alumno a la realidad, enseñándole a ejercitarse en el reconocimiento de la verdad y el error y preparándolo para un servicio más amplio y especializado. 1 La educación cristiana, 405. 2 Ibid., 117. 3 Ibid., 116. En relación con esto Elena de White expresó que ―mientras se tengan por supremos los principios religiosos, todo paso, hacia delante en la adquisición de conocimiento o en el cultivo del intelecto es un paso hacia la asimilación de lo humano con lo divino, lo finito con lo infinito‖ (ibid., 67). Véase también Fundamentals, 47, 49. 4 La educación cristiana, 476. 5 Es cierto que este argumento a favor de un uso controlado de la literatura de ficción y otras mencionadas, obra por implicación y no por declaración directa como señala Moncrieff (―Los adventistas y la literatura de ficción: Otra perspectiva‖, 10). Sin embargo, no puede desestimarse el hecho de que Elena de White admitiera la necesidad de mayor preparación en el futuro. Como ella misma admitió, ―Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las circunstancias cambian la relación de las cosas‖ (Mensajes selectos, vol. 3, 247). 113 Roy E. Graf Los criterios de Elena de White en cuanto a la educación física, intelectual y espiritual (esta última casi inseparable de las dos anteriores), revelan una concepción de fondo del fenómeno educativo, que se construye claramente sobre sus supuestos antropológicos. Consideraciones finales La revisión de la concepción educacional de Elena de White y de sus propuestas educacionales revela que ella tenía algunas preocupaciones fundamentales. En primer término, Elena de White estaba preocupada por lo que podría llamarse la ―evasión de la realidad‖ o la falta de contacto con ―lo real‖ y con los vínculos ontológicos del ser humano en general: el vínculo con el entorno, con los demás seres humanos y con Dios. En segundo término, y en conexión con lo anterior, Elena de White estaba preocupada con el desinterés en la preparación para el servicio. Ella veía en el servicio por amor el medio por excelencia para restaurar y mantener los mencionados vínculos del ser humano. Este servicio abnegado conduciría a la reorganización de esos vínculos existenciales, a la restauración de la persona y a su preparación para la vida eterna. 114 El hombre y la educación en Elena de White Resumen sobre las implicaciones educacionales de la concepción del hombre en Elena de White CONCEPCIÓN 1. DE LA EDUCACIÓN 2. 3. 4. MÉTODOS DE 1. ENSEÑANZA 2. 3. 4. 5. LA EDUCACIÓN FÍSICA 1. 2. 3. 4. EDUCACIÓN 1. INTELECTUAL 2. La educación es un intento de restaurar los vínculos ontológicos del ser humano deteriorados por el pecado (con Dios, con los demás seres humanos, con el entorno) a través del conocimiento, aceptación y adhesión a la legalidad universal divinamente establecida y a su designio teleológico, en forma voluntaria y por amor, gracias a la aceptación de la capacitación divina. Este proceso supone una transformación del hombre a través de la obra del Espíritu Santo. Educar es también acercar al hombre a los medios utilizados por Dios para revelarse. Se trata de una ―educación religiosa íntegra‖, es decir una educación que ―religa‖ al hombre íntegro o total con su vínculos existenciales. Se aleja del idealismo y del dualismo humanista clásico por un lado, y del realismo por otro. El alumno debe ocuparse de la realidad. Su razón es una razón de cosas y no un continuo proceso de abstracción en el que se introduce un dualismo (incluso en el realismo). Toda la concepción metodológica de Elena de White apunta a religar al alumno con el entorno y con Dios, sus vínculos existenciales. Se propone un currículum más práctico que ponga al alumno en contacto con la realidad, la naturaleza y la revelación escrita a la vez que aliente la reflexión personal en lugar de la memorización mecánica. Se rechaza como artificial la distinción didáctica entre teoría y práctica. Elena de White propone que ésta se desarrolle a través del trabajo físico (especialmente el que implica el contacto con la tierra y la naturaleza en general). El trabajo da un sentido de finalidad y propósito al accionar humano fomentando el valor del servicio. A través del trabajo, el alumno puede comprender la ley de la acción obediente o ley del servicio y adherir a ella en forma voluntaria, afianzando así sus vínculos ontológicos. Las actividades deportivas no pueden ser un substituto del trabajo físico pues centran al hombre en sí mismo (egocentricidad) y lo desconecta de sus vínculos ontológicos. Toda la literatura que distrae al alumno de su vínculo con lo divino (escritos filosóficos o científicos de autores incrédulos) o con la realidad de su entorno (literatura de ficción) es preocupante. Hay que fomentar toda aquella literatura que apunta a restaurar los vínculos ontológicos del hombre como ser: la Biblia, lecturas sobre la naturaleza, literatura sobre salud y toda literatura de carácter práctico y útil que capacita para el servicio. 115 Roy E. Graf 116 CAPÍTULO V RESUMEN Y CONCLUSIONES Resumen Para comprender los supuestos antropológicos de la propuesta educacional de Elena de White es importante tener en cuenta las ideas imperantes sobre el hombre y la educación en el contexto histórico-filosófico de éstas. Las primeras instituciones educativas adventistas se vieron involucradas en un conflicto entre las perspectivas tradicionales que proponían un currículum de perfil clásico con énfasis en el cultivo del intelecto y la memorización, y las reformas propuestas por Elena de White. Este conflicto tenía como trasfondo los diferentes supuestos antropológicometafísicos que sustentaban la perspectiva tradicional (de fondo dualistaidealista) de la educación y los supuestos que sustentaban las propuestas de Elena de White. A su vez el conflicto era, en parte, un reflejo del conflicto “tradición vs. reforma” que se había instaurado en el ámbito educacional en la sociedad norteamericana de tiempos de Elena de White. Por un lado la organización didáctica de la educación institucionalizada en Occidente y, por supuesto, también en Norteamérica durante el período colonial y la mayor parte el siglo XIX, se había orientado exageradamente hacia el cultivo de la razón concebida como una facultad que debía ocuparse de abstraer de las cosas su esencia, aquello que es atemporal e inmaterial. La educación no debía ocuparse de lo práctico sino de lo teórico. Por el otro lado, surgieron en Europa y Norteamérica intentos de reforma educacional que proponían un currículum más pragmático. Pero aun estas propuestas reformadoras estaban condicionadas a menudo por la forma en que el dualismo subyacente al pensamiento de Occidente ha conseguido plantear el debate acerca de la naturaleza de la realidad y del hombre como algo que debe concebirse en uno de dos polos posibles: alma o cuerpo, espíritu o materia, etc. Éste era el panorama de fondo que Elena de White enfrentó cuando empezó a escribir sobre educación hacia 1872. Y aunque sus puntos de vista sobre la educación puedan mostrar algunas semejanzas con los de otros reformadores de su tiempo tales como Horace Mann, ella presenta significativas diferencias con estos en el nivel de sus supuestos antropológicos. Este trasfondo histórico filosófico que enfrenta Elena de White es útil de comprender pues sus supuestos antropológicos pueden plantearse en buena medida como una reacción al mismo. La concepción del hombre en Elena de White toma como su punto de partida una perspectiva del ser de Dios. A diferencia de lo que ocurre en el pensamiento griego (Aristóteles), Dios para Elena de White es Creador de El hombre y la educación en Elena de White toda realidad existente, y también Sustentador permanente de esa realidad. Por lo tanto Dios es un ser personal con voluntad creadora y que permanece vinculado al ámbito de lo creado. En otras palabras, Dios es concebido como desenvolviéndose en el ámbito de lo espacio-temporal. Esta concepción del ser divino hace que, para Elena de White, todo lo creado tenga una cualidad reveladora de lo divino. Esta cualidad reveladora de lo divino se expresa especialmente en la legalidad implícita que gobierna el ámbito de lo creado y en todas las operaciones de la naturaleza, y en el designio teleológico que orienta a esa legalidad, que Elena de White llama la ley de la acción obediente, o ley del servicio. En cuanto a la naturaleza de la realidad, Elena de White creía que la realidad era una totalidad indivisible. Si Dios se desenvuelve en el ámbito de lo espacio-temporal, no es posible introducir una distinción metafísica entre espíritu y materia. En consecuencia no hay una distinción de fondo entre las leyes naturales y las leyes espirituales o morales. Estas leyes constituyen un solo conjunto de leyes que rigen la totalidad de la realidad. Por otro lado, Elena de White entiende que el hombre ha sido creado a imagen de Dios tanto en su aspecto físico como también en cuanto al carácter. El hombre es entonces un ser con una dimensión física, que se desenvuelve en el ámbito de lo espacio-temporal y por lo tanto está sujeto a la legalidad implícita de dicho ámbito. Pero a diferencia de los demás elementos y seres de la Creación, el hombre, creado a imagen de Dios, puede o no adherir voluntariamente al designio teleológico que orienta a la legalidad. El hombre es así un ser con voluntad, que implica una individualidad. La voluntad-individualidad es la cualidad distintivamente humana. El hombre es un ser moral y todas sus acciones tienen una cualidad moral. El hombre es también el único ser capacitado para ser continuadorcolaborador de la actividad creadora y sustentadora de Dios en función de su voluntad-individualidad. Ahora bien, la no adhesión del hombre a la legalidad constituye la realización de la ilegalidad. Esta realización de la ilegalidad es el pecado, que separa al hombre de Dios y entorpece su relación con el entorno, lo aliena y lo desorienta en cuanto a su naturaleza y propósito, quitándole el sentido a su existencia. En esta situación el hombre se incapacita a sí mismo y no puede restaurarse de su condición caída por sus propios medios. Se hace necesaria aquí la intervención divina a través de la obra capacitadora del Espíritu Santo en el corazón del hombre. En este contexto, la adhesión voluntaria del hombre a la legalidad a través de la habilitación divina se transforma en una fuerza reorganizadora de la totalidad humana que lo impulsa a comprometerse con su entorno, con su prójimo y con Dios. El hombre restaura así sus vínculos ontológicos que son el soporte de su existencia. Su vida recupera el sentido de su existencia que el hombre descubre en la “ley de la acción obediente” o “ley del servicio” presente en el orden creado. El hombre encuentra también orientación en la revelación escrita, ya que en el contexto del pecado, la revelación de Dios a través de la naturaleza es imperfecta. La naturaleza misma se encuentra afectada por el factor desestructurador del pecado introducido por el hombre. 118 Roy E. Graf En el plano educacional, estos supuestos antropológicos se traducen en una concepción de la educación que puede definirse como un intento de restaurar los vínculos ontológicos del hombre (Dios y el entorno). La educación es a la vez el proceso por el cual el hombre conoce, acepta y adhiere a la legalidad universal divinamente establecida en forma voluntaria y gracias a la capacitación divina. Esta restauración de los vínculos ontológicos del hombre lo reorganiza como totalidad humana. Esta concepción de la educación imprime a las propuestas educacionales de Elena de White una orientación particular. En lo metodológico, la propuesta de Elena de White se aleja del idealismo y del dualismo humanista clásico por un lado, y del realismo por el otro. Elena de White reconocía, al igual que el realismo pedagógico, la existencia real de las cosas en forma independiente del hombre. Pero Elena de White añade a las cosas creadas la noción de propósito o designio. Las cosas han sido creadas en función del hombre, y con la intención de revelarle a éste un propósito: la obediencia a la autoridad divina. El hombre entonces debe ocuparse de la realidad. Su razón es una razón de cosas y no un continuo proceso de abstracción en el que se introduce un dualismo entre sujeto y objeto presente en alguna medida incluso en el realismo. El hombre se religa así con su entorno y con Dios que se revela en éste. Toda la concepción metodológica de Elena de White apunta a religar al alumno con la naturaleza y con Dios, los fundamentos de su existencia. En conformidad con esta perspectiva, Elena de White propone un currículum más práctico que ponga al alumno en contacto con la realidad, la naturaleza y la revelación escrita, a la vez que rechaza como artificial la distinción didáctica entre teoría y práctica. El hombre debe aprender a desenvolverse en el marco de esa realidad adaptándola a sus propias necesidades con responsabilidad. Por otro lado, dos fueron las vetas ilustrativas prácticas de las propuestas educacionales de Elena de White seleccionadas para este estudio: la educación física y la educación del intelecto en Elena de White. En cuanto a sus criterios sobre la educación física, Elena de White proponía que ésta se desarrollara a través del trabajo físico, de modo tal que se dé al hombre un sentido de finalidad y propósito en su accionar, a la vez que se desarrolla el valor de la alterocentricidad. Destacó especialmente el trabajo de la tierra y en contacto con la naturaleza. A través del trabajo, el hombre puede adherir en forma voluntaria al designio llamado la ley de la acción obediente o ley del servicio y afianzar así sus vínculos ontológicos. A su vez, Elena de White entendía que las actividades deportivas, que originalmente habían sido pensadas como un substituto del trabajo físico, estaban lejos de ser reemplazos adecuados que permitan lograr los fines mencionados en relación con el trabajo. En cuanto a la educación del intelecto se abordó fundamentalmente la cuestión de la selección de las lecturas. Elena de White propuso un criterio selectivo de las lecturas. Debía evitarse la literatura de ficción o cualquier otra literatura que por la naturaleza de su contenido alejara al hombre de la realidad. Proponía fomentar toda aquella lectura que apuntara a restaurar los vínculos ontológicos del hombre, como ser la Biblia, lecturas sobre la naturaleza, literatura sobre salud, y toda literatura de carácter práctico y útil que alentara la preparación para el servicio. 119 El hombre y la educación en Elena de White Conclusiones A lo largo de este trabajo se ha demostrado que para Elena de White el hombre es un ser relacional, es decir, ontológicamente vinculado al ámbito espacio-temporal en el que se desenvuelve y del que forma parte. Esto también implica que el hombre está ontológicamente vinculado a la legalidad implícita de ese ámbito y a Dios como creador-sustentador del mismo. Esta vinculación ha sido deteriorada por causa del pecado y sólo puede ser restaurada si el hombre decide hacerlo en forma voluntaria. También se ha evidenciado que esta perspectiva antropológica ha determinado una concepción de la educación como restauración a la plenitud de su calidad de dichos vínculos ontológicos con el entorno, y con Dios a través de sus medios de revelación. Es claro también que esta óptica del hombre y de la educación ha condicionado todas las propuestas educacionales de Elena de White, como se ha podido ver al estudiar sus criterios metodológicos, su concepción de la educación física que enfatiza el trabajo y el contacto con la naturaleza, y su criterio en cuanto a la selección de las lecturas que apunta a colocar al hombre en contacto con la realidad y la preparación para el servicio. Por otro lado es evidente que la propuesta pedagógica de Elena de White, constituyó en buena medida una reacción a la tendencia predominante en la educación tradicional de su tiempo. Esto significaba que Elena de White planteó su perspectiva educacional como una alternativa —en muchos aspectos— opuesta a la de la educación tradicional de su tiempo. Esta reacción se planteaba ya en el nivel de sus supuestos antropológicos, por lo que estos deben ser entendidos —en su forma de plantearlos— como una reacción casi opuesta a los supuestos antropológicos de la educación tradicional de sus días y sólo se aprecian plenamente al ser estudiados en su contexto histórico-filosófico. Pero Elena de White también planteó diferencias significativas en el nivel de sus supuestos incluso con los propios reformadores educacionales de su tiempo. Ella creía, por ejemplo, al igual que Mann y otros, que el universo estaba regido por un conjunto de leyes. Pero su concepción del hombre era mucho menos determinista, dando la adecuada cabida al papel de la voluntad humana y a la acción del Espíritu Santo. Elena de White entonces mostró una preocupación por desarrollar una visión de la educación que tomara como punto de partida una concepción propia del hombre, sin reflejar ninguna adhesión a los sistemas filosóficos existentes. Los supuestos antropológicos de Elena de White y sus implicaciones educacionales invitan a una necesaria reflexión acerca de la vigencia de sus propuestas teniendo en cuenta su importancia como impulsora del sistema de educación adventista. Es evidente que muchos aspectos de sus propuestas educacionales han sido abandonados (al menos parcialmente) con el transcurso del tiempo tales como por ejemplo el evitar hacer una distinción artificial entre teoría y práctica, el trabajo en contacto con la tierra y la actividad manual, sus criterios en cuanto a la selección de las lecturas o la evaluación adecuada de estas fuentes, etc. Es posible también que el descuido de algunos de estos 120 Roy E. Graf aspectos haya colocado a muchas instituciones educacionales adventistas en una cierta situación de crisis en cuanto al mantenimiento de su identidad en el transcurso del tiempo. Por otro lado, como se ha dicho al inicio del trabajo, es necesario evitar el préstamo innecesario de supuestos filosóficos ajenos a la cosmovisión bíblica del hombre y la educación. También es necesario evitar la implementación o práctica de actividades educacionales basadas — consciente o inconscientemente— en dichos supuestos. Eso plantea la necesidad de una clara enunciación de los propios supuestos antropológicofilosóficos y metafísicos con carácter técnico-filosófico, y una constante reevaluación de la práctica educativa de las instituciones adventistas a la luz de ese marco dado. Esta necesidad permite plantear algunas sugerencias para futuros trabajos en este sentido. En primer lugar se impone la necesidad de desarrollar una teoría de la educación cristiana adventista claramente orientada por los supuestos antropológico-metafísicos sostenidos por la Biblia y Elena de White. En segundo lugar, es necesario desarrollar un marco teórico metodológicodidáctico sobre la base de los supuestos mencionados, que sirva de referencia para la elaboración posterior de metodologías didácticas para las diferentes áreas del currículum de las escuelas adventistas. Por otro lado se debe fomentar el desarrollo de una teoría de la educación física que contemple el trabajo físico como medio para lograr la educación en esa área y la educación del hombre como totalidad, promoviendo la noción del valor del movimiento como un medio de adecuación del individuo al entorno (y del entorno al individuo a través del trabajo) y al designio teleológico que orienta toda la legalidad (ley del servicio o ley de la acción obediente) del orden natural del cual el individuo forma parte. Esta teoría de la educación física debiera además contemplar el papel de la alterocentricidad como un valor que ha ser alcanzado a través de la educación física. Además, es necesario desarrollar técnicas de educación física a través del trabajo manual y físico en general aplicando nociones tales como la de la economía del movimiento-rendimiento al trabajo físico, etc. El desarrollo de estas propuestas permitirá una implementación más consciente de los criterios educacionales de Elena de White permitiendo a la vez una adaptación de los mismos al contexto histórico-filosófico contemporáneo. 121 El hombre y la educación en Elena de White 122 APÉNDICE ANTECEDENTES HISTÓRICO-FILOSÓFICOS DE LAS IDEAS DEL HOMBRE Y LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE ELENA DE WHITE Introducción La concepción dualista del hombre de la educación tradicional norteamericana es en buena medida la misma de la educación de Occidente en general y constituye el marco de fondo que enfrenta Elena de White. Por ello en este apéndice se expondrá brevemente el desarrollo de esta concepción del hombre teniendo en cuenta sus repercusiones educacionales, para comprender mejor los antecedentes histórico-filosóficos de las ideas del hombre y de la educación en tiempos de Elena de White. Esto permitirá comprender el sentido histórico de su perspectiva del hombre y la educación en un contexto amplio. Los antecedentes antiguos de las ideas del hombre y la educación en occidente: el pensamiento griego Al referirse a las fuentes de la educación norteamericana, Good considera Las fuentes de la educación occidental que las naciones antiguas que más cuentan en su prosapia educativa son tres que se alzaron a orillas del Mediterráneo: Palestina, Grecia y Roma. De ellas obtuvimos la religión, la filosofía, la lógica, las matemáticas y la valiosa literatura de la Biblia, de Homero, Platón y Virgilio. Platón y Aristóteles trataron de la educación, de lo que era por entonces y de lo que podía ser.1 En estos dos últimos pensadores, se encuentran también las fuentes primitivas de los supuestos antropológicos y metodológicos de la educación occidental y norteamericana hacia el siglo XIX. De hecho, Platón y Aristóteles son posiblemente los dos puntos de referencia más importantes de la antigüedad con respecto a las ideas del hombre en Occidente. El idealismo platónico Platón (427-347), discípulo de Sócrates (469-399), dio forma a un sistema La metafísica filosófico que luego será conocido como idealismo. En su búsqueda por platónica explicar el ser de las cosas, Platón planteó su teoría de las ideas. “El griego se extraña o asombra del movimiento”.2 No sólo el movimiento de un lugar a otro, sino también el movimiento como transformación cuantitativa (aumento o disminución) o cualitativa de las cosas (alteración de las cosas) y el movimiento como generación o corrupción.3 La multiplicidad, 1 Good, 5. 2 Marías, Historia, 12. 3 Ibid. El hombre y la educación en Elena de White variabilidad y transitoriedad de las cosas, demostraban que éstas eran y no eran; hoy estaban y mañana no. Esta aparente contradicción entre el ser y el no ser de las cosas llevó al griego a preguntarse por aquello que era permanente e inmutable en las cosas. En otras palabras, ¿qué es aquello que infundía su ser a las cosas? Platón respondió que eran las ideas. 1 El ser verdadero no estaba en las cosas sino en las ideas, de las cuales, las cosas individuales participaban.2 Pero las ideas se distinguían de las cosas y estaban separadas de éstas.3 Las ideas son unos entes metafísicos que encierran el verdadero ser de las cosas; son lo que es auténticamente . . . son unas, inmutables, eternas; no tienen mezcla de no ser; no están sujetas al movimiento ni a la corrupción; son en absoluto y sin restricciones. El ser de las cosas, ese ser subordinado y deficiente, se funda en el de las ideas de que participan. Platón inicia la escisión de la realidad en dos mundos: el de las cosas sensibles, que queda descalificado, y el de las ideas, que es el verdadero y pleno ser.4 La antropología platónica Los supuestos metafísicos de Platón determinaron su concepción del hombre y del acceso de éste al conocimiento. En el mito del Fedro, Platón presentó al alma como preexistente. Así como las ideas proporcionaban su ser a las cosas, el alma daba su ser al hombre. El alma había circulado entre las ideas y las había contemplado, pero luego cayó de ese mundo celeste y se encarnó. “El origen del hombre como tal es, pues, una caída de un alma de procedencia celeste y que ha contemplado las ideas. Pero el hombre encarnado no las recuerda”.5 Sin embargo, al ver las cosas del mundo sensible el hombre podía recordar las ideas de las cosas vistas en su existencia anterior.6 El método del conocimiento platónico Éste es el método del conocimiento. El hombre parte de las cosas, pero no para quedarse en ellas, para encontrar en ellas un ser que no tienen, sino para que le provoque el recuerdo o reminiscencia (anámnesis) de las ideas en otro tiempo contempladas. Conocer, por tanto, no es ver lo que está afuera, sino al revés: recordar lo que está dentro de nosotros. Las cosas son sólo un estímulo para apartarse de ellas y elevarse a las ideas. Las cosas, dice Platón con una expresiva metáfora, son sombras de las ideas . . .7 Dado que aprender era entonces fundamentalmente recordar,8 se excluía la posibilidad de “que se puedan constituir en objeto de la ciencia las cosas del mundo sensible. Tales cosas son múltiples y diversas, nacen, mueren y 1 Ibid., 43. 2 Ibid., 45, 56. 3 Ibid., 50. 4 Ibid., 45, 46. 5 Ibid., 46. 6 Ibid. Véase también N. Abbagnano, 74. 7 Marías, Historia, 46, 47. La cursiva es del original. 8 Abbagnano, 75. 124 Roy E. Graf están sujetas a perpetua mudanza”.1 Platón da así un ímpetu significativo a un proceso cultural y filosófico de desconexión del hombre de su entorno y de desprecio por lo material. La creencia en el alma como preexistente fue también tema de otro diálogo platónico: el “Fedón”.2 Este diálogo ilustra muy bien la concepción dualista dualista del hombre de Platón, y el ideal del sabio. El protagonista principal era Sócrates, su maestro, quien momentos antes de beber la cicuta, dialogaba con sus discípulos por última vez. Habló acerca de la muerte, a la que presentó como la separación del alma y del cuerpo. Para él, el filósofo debía buscar los goces del alma y no los del cuerpo, pues éstos no conducían a la ciencia. Los sentidos (como la visión y la audición) no eran seguros. La verdad se encontraba a través de la razón. El alma razonaba mejor cuando prescindía de los sentidos. Debía estar sola y despreciar el cuerpo. Pero, mientras se tuviese el cuerpo, jamás se lograría la verdad absoluta pues ésta ponía al individuo obstáculos como el amor, las ilusiones, los temores, los deseos y las enfermedades, etc. La ocupación de los verdaderos filósofos debía ser, entonces, la purificación del alma separada del cuerpo encerrándose en sí misma para encontrar la verdad y alcanzar así un estado llamado “sabiduría”. Y dado que la muerte era la separación del cuerpo y del alma, los filósofos trabajaban para morir. La verdadera virtud consistía en una purificación de toda clase de pasiones pues los valores tales como lo bueno y lo bello sólo se comprendían a través del pensamiento y no de los sentidos. La concepción del hombre y del acceso al conocimiento en el “Fedón” Para Platón, el método para llegar a la verdad era básicamente apriorístico. La atemporalidad de Y, como afirma Canale, “el verdadero conocimiento, entonces, era esa clase la razón y de las ideas de conocimiento que es capaz de captar la atemporalidad de las ideas, eliminando aquellas características de un objeto que pertenecían a lo temporal, al mundo sensorial”.3 Platón desarrolla así una concepción de la razón (λογος) como la herramienta del pensamiento que se ocupa de la intuición de lo atemporal, siendo la razón misma algo atemporal.4 Esta perspectiva platónica de la realidad, del hombre y del aprendizaje fortaleció un lento pero seguro proceso de desconexión o desvinculación del hombre de su entorno y de su legalidad implícita. El realismo aristotélico Aristóteles (384-322 AC), discípulo de Platón, se distanció un poco de su La metafísica maestro iniciando una nueva tradición filosófica de hondas implicancias aristotélica educacionales. Partiendo de su teoría de la composición de los seres, el hilemorfismo,5 Aristóteles consideraba que “las ideas que constituyen el verdadero ser, no pueden estar en un lugar celeste separados de las cosas, 1 Ibid., 76. 2 En este diálogo Platón presenta a su vez cuatro argumentos filosóficos para justificar la creencia en la inmortalidad del alma. Una síntesis de estos argumentos puede encontrarse en Ferrater Mora, “Inmortalidad”, 2:1709. 3 Canale, 88. 4 Ibid., 88, 89. 5 Del griego hylé (materia) y morfé (forma), los dos constituyentes ontológicos o del ser de las cosas según Aristóteles como se verá a continuación. 125 El hombre y la educación en Elena de White sino en ellas mismas”.1 Las cosas estaban constituidas ontológicamente por materia y forma y “de este núcleo fundamental de su metafísica pende toda la antropología aristotélica”.2 Esto condujo, sin embargo, a un problema. Si las ideas o las formas estaban en las cosas, quería decir que estas cosas eran cosas verdaderas, pero a la vez, eran múltiples y se movían, algo que parecía incompatible con las cualidades del ser. Aristóteles explicó esto diciendo que el ser de las cosas, a pesar de la multiplicidad de éstas, tenía su unidad en la sustancia. A su vez, el movimiento, el paso del ser al no ser, el cambio o la transformación de las cosas, era, en realidad, “el paso de un modo del ser a otro”.3 Se trataba de un pase de “ser en potencia a ser en acto”,4 lo que hacía “posible el movimiento y, por tanto, el carácter real de la naturaleza”.5 Ahora bien, si las cosas se movían, era porque había otra cosa que las movía a su vez. Esto exigía la necesidad de un motor último de todas las cosas, pero que fuese inmóvil, para prescindir de otra cosa que lo moviese. A ese primer motor inmóvil Aristóteles lo llamó “Dios”, al que considera como acto puro sin potencia, forma sin materia,6 que distaba mucho de asemejarse al Dios bíblico de los hebreos. 7 De esta forma Aristóteles constituye a un “Dios” atemporal e inmaterial en el fundamento de toda la realidad. Dios es un ser desprovisto de personalidad y de voluntad creadora. La antropología aristotélica Su metafísica, tenía una serie de implicaciones antropológicas. Aristóteles pensaba que “la materia es simplemente posibilidad, es potencia que sólo se actualiza informándose; no tiene, pues, realidad por sí misma”.8 Es decir, la la forma de las cosas, le da su “actualidad” a la materia de las cosas, y por lo tanto, posibilita su movimiento. Aplicada a la antropología, la metafísica aristotélica hizo ver al alma como la forma del cuerpo y al cuerpo como la materia.9 “El alma y el cuerpo son dos elementos ontológicos inseparablemente unidos, que constituyen el hombre . . .”.10 El alma era así la forma o actualidad de un cuerpo que “informa la materia del viviente y le da su ser corporal, lo hace cuerpo vivo”.11 El alma era entonces el principio de la vida12 y del movimiento del cuerpo. 1 Enrique Espinosa, comp. Doctrina sobre el hombre: Antropología filosófico-teológica desde una perspectiva bíblica (Seminario Adventista Latinoamericano de Teología, 1990), 46. 2 Ibid. 3 Marías, Historia, 69. 4 Marías, Idea de la metafísica, 19. 5 Ibid. 6 Marías, Historia, 70. 7 La identificación del “Dios” aristotélico con el Dios bíblico que hiciera la escolástica medieval (Tomás de Aquino) no corresponde de modo alguno a la intención de Aristóteles ni a la de los autores bíblicos a pesar de que en el nuevo Testamento se hace referencia a Dios como a ó. 8 Ibid. La cursiva no es del original. 9 Ferrater Mora, “Alma”, 1:104. 10 Espinosa, 46. 11 Marías, Historia, 76. 12 Ibid. 126 Roy E. Graf A pesar de que Aristóteles no consideraba a la materia como real por sí El acceso al misma, su postura metafísica parecía, en cierto sentido, una superación del conocimiento dualismo platónico. De hecho, la metafísica aristotélica, a diferencia del platonismo, favoreció la investigación empírica de la naturaleza. 1 Aristóteles rechazaba la doctrina de las ideas innatas y de la reminiscencia. Hablaba, en cambio, de la tábula rasa, la tabla encerada sobre la que se graban las impresiones.2 Con todo el dualismo apareció nuevamente en Aristóteles en el nivel gnoseológico, ya que para Aristóteles el nous, “la parte superior teórica y contemplativa del alma”,3 era el factor trascendente del hombre con el cual éste se comunicaba con lo divino y eterno. 4 Aristótoteles desarrolló una comprensión de la actividad cognitiva como proceso de abstracción, de captación de la esencia de las cosas, es decir, de aquello que era “atemporal” en ellas, descartando lo temporal.5 Por lo tanto, el conocimiento y la actividad de la razón, aunque partía del conocimiento sensible era la “captación de la verdad atemporal presente en la esencia ontológica de la cosa”.6 Además, pese a que la metafísica aristotélica favoreció la investigación empírica (y en ese sentido un mayor acercamiento del hombre a su entorno) el instrumento de investigación de Aristóteles fue fundamentalmente el método deductivo silogístico. Consideraba a las ciencias como “constituidas por cadenas de silogismos fundados sobre premisas necesarias”.7 Las primeras premisas de la cadena podían obtenerse de dos maneras: Una, a través de la intuición intelectual de “primeros principios” evidentes de por sí, y que no necesitan demostración; la segunda, era a través de una inducción completa. Pero Aristóteles prefería la primera vía por considerarla más factible (ya que no requiere la observación de todos los casos particulares).8 El método aristotélico, era entonces básicamente racionalista y apriorista. El dualismo gnoselológico se afirmó a su vez en el nivel de la moral La moral aristotélica aristotélica, ya que ésta era una moral de la perfección que “aparece centrada en el concepto de la vida contemplativa, que es al mismo tiempo, la vida feliz y la virtud más alta”.9 En la vida teorética (es decir, en la vida de contemplación) “el hombre alcanza un cierta semejanza con la Divinidad”. 10 En esta tendencia dualista de Aristóteles estaba implicada, usando palabras 1 Abbagnano, 91. 2 Marías, Historia, 76. 3 Enrique Dussel, El humanismo heleno (Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1975), 13. 4 Ibid., 15. 5 Canale, 93. 6 Ibid., 93, 94. Véase también, Rafael Gambra Ciudad, Historia sencilla de la filosofía 13era 13era ed. (Madrid: Ediciones Rialp, 1984), 81, 82. 7 Abbagnano, 90. 8 Ibid., 90, 91. 9 Espinosa, 47. 10 Marías, Idea de la metafísica, 18. 127 El hombre y la educación en Elena de White de Dussel, una cierta “negatividad del cuerpo”1 que privilegiaba el desarrollo del intelecto y la facultad de la razón (como algo que se ocupa de lo atemporal de las cosas) por encima de cualquier otro aspecto del ser humano. Sus ideas influyeron poderosamente en la escolástica medieval, y su filosofía condicionó el plan de estudios de las primeras instituciones de educación superior en Estados Unidos.2 Las fuentes cristianas y medievales de las ideas del hombre y de la educación en occidente El pensamiento posterior de Occidente se hizo eco del idealismo platónico y del aristotelismo3. El dualismo en la cristiandad El dualismo en Agustín En el idealismo, halló refugio la teología y el pensamiento religioso cristiano de los primeros siglos. En un intento por impedir que el hombre se aleje de Dios, el idealismo terminó alejando al hombre de las formas concretas de revelación divina.4 Así, los padres de la iglesia utilizaron el instrumental lógico de interpretación y de expresión del pensamiento griego5 para hacer apología de la fe cristiana.6 Dussel presenta a este proceso no tanto como un sincretismo entre lo cristiano y lo helénico, sino como una “helenización de la primitiva experiencia” que concluyó, en el terreno antropológico, en un “dualismo mitigado”7 por la doctrina cristiana de la resurrección. Este “dualismo mitigado” no le impidió a Agustín de 1 Dussel, El humanismo heleno, 17. 2 Butts, 139, 140; Good, 65, 66. 3 Cabe advertir que las vinculaciones filosóficas establecidas a continuación no son puras. Representan más bien una tendencia a concebir al hombre de determinada manera. Además, esta no es una exposición exhaustiva del tema, sino ilustrativa. 4 Para Elena de White las formas de revelación de Dios son fundamentalmente la naturaleza y la revelación escrita (La Biblia). Ambas se dan en el ámbito de la realidad espaciotemporal del hombre. El apriorismo del idealismo dificultará el acercamiento del hombre a las formas concretas de revelación divina. 5 Enrique Dussel, El dualismo en la antropología de la cristiandad (Buenos Aires: Editorial Guadalupe, 1974), 17. 6 La perspectiva antropológico-dualista de Platón se expandió al judaísmo antes de la aparición del cristianismo. Esto se ve reflejado por ejemplo en los libros apócrifos (Sabiduría, Macabeos), en el pensamiento de Flavio Josefo (Enrique Dussel, El humanismo semita [Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1969], 30) y especialmente Filón de Alejandría (Dussel, El dualismo, 40-43). El Nuevo Testamento, a pesar de utilizar el lenguaje del helenismo, se maneja con su estructura antropológica típicamente hebrea, donde la escatología individual considera la resurrección de los muertos y no la inmortalidad del alma (véase Máximo Vicuña Arrieta, La resurrección de los muertos: Un estudio de 1 Corintios 15 [Lima: Universidad Unión Incaica s/f], 67-96). Sin embargo, el cristianismo posterior se ve envuelto en un proceso de trasformación de la comprensión cristiana del hombre. Son protagonistas destacados de este proceso los apologistas y padres de la iglesia, especialmente Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Orígenes y Tertuliano de Cartago (Robert Leo Odom, ¿Es el alma inmortal? [Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1994], 102-107). (Tienen singular importancia dentro de este proceso, los tres primeros siglos del cristianismo; Véase Dussel, El dualismo, 146-148). También es necesario destacar la poderosa influencia del neoplatonismo sobre estos pensadores. 7 Dussel, El dualismo, 17. 128 Roy E. Graf Hipona (354-430), de trasfondo neoplatónico, ver al alma como una sustancia interior racional, sujeto del conocimiento intelectual, inmaterial e inmortal, echando así las bases definitivas para todo el dualismo occidental posterior.1 Y aunque el cristianismo se distanció en un sentido del neoplatonismo (ya que el alma no es algo igualable a una idea sino una entidad espiritual y personal),2 bebió fundamentalmente de éste. Hasta el redescubrimiento de las obras de Aristóteles en el siglo XIII, la antropología cristiana medieval y luego la escolástica estuvieron condicionadas por la influencia platónico-agustiniana. Tomás de Aquino (1225-1274),3 el exponente más destacado de la El dualismo en Tomás escolástica, volvió a plantear la idea aristotélica del hilemorfismo. El alma de Aquino era la forma sustancial y racional del cuerpo; pero que a la vez era subsistente (algo que Aristóteles no admitía tan claramente), pues es la forma substancial de un ser espiritual: el hombre. El dualismo tomista se afirmó también en su sistema gnoseológico 4 que siguió en buena medida el racionalismo aristotélico. El escolasticismo fomentó la despreocupación por el cultivo del físico (ejercicio físico, higiene, etc.), lo que, lejos de ser considerado una virtud, era tenido “por un pecado que distraía al hombre de la preocupación esencial, consistente en la salvación de su alma”. 5 Esta perspectiva de la educación, y su antropología subyacente afianzaron el proceso de desconexión del hombre de su entorno. Las fuentes modernas de las ideas del hombre y de la educación occidental y norteamericana: El pensamiento europeo Desde el siglo XV en adelante, Europa fue testigo de grandes novedades y cambios en el terreno de las ideas, que afectaron a la educación institucionalizada del Viejo Continente, y que en gran medida afectarían a la de los Estados Unidos. El Renacimiento significó un resurgimiento del interés por el humanismo El resurgimiento del clásico. Por otro lado, la Reforma fue otro suceso de enormes repercusiones humanismo clásico y la Reforma religiosas, políticas y sociales. Su teólogo más sobresaliente, Juan Calvino (1509-1564), tendría una gran influencia en el pensamiento religioso de la Norteamérica colonial y republicana. Siguiendo a San Agustín, insistió en la depravación de la naturaleza humana como resultado del pecado original; creía en la inmortalidad del alma y predicó un modo de vida que rechazaba los placeres materiales.6 Sus ideas del hombre determinarían una concepción del niño que condicionó en buena medida la práctica educacional norteamericana. 1 Ibid., 180, 181. 2 Ferrater Mora, “alma”, 1:106. 3 Para una ampliación de su perspectiva del hombre véase Dussel, El dualismo, 236-248. 4 René Rogelio Smith, “El acceso a la educación primaria inicial en el marco de la regulación pedagógica”, Tesis Doctoral en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de Córdoba, 1994), 50. 5 Manganiello y Bregazzi, Historia de la educación general y argentina, 123. 6 Mayer, 202, 203. 129 El hombre y la educación en Elena de White El desarrollo de las ciencias físicas y naturales Durante los siglos XV, XVI y XVII, además, se comenzaron a desarrollaron las ciencias físicas y naturales con la ayuda de una nueva metodología científica. De hecho, una de las características del Renacimiento fue un intento de volver al mundo natural,1 del cual el hombre había sido desvinculado por la Escolástica. Las investigaciones de hombres como Nicolás Copérnico (1473-1543), Juan Kepler (1571-1630), Galileo Galilei (1564-1642) e Isaac Newton (1642-1720) favorecían la noción de un universo y un mundo manejados fundamentalmente por leyes naturales (por ejemplo, las leyes de las órbitas planetarias de Kepler, la ley de la gravitación universal de Newton etc.)2 y donde, en apariencia al menos, la intervención de lo sobrenatural parecía tener cada vez menos cabida. Este alejamiento de lo sobrenatural apoyó una visión más materialista de la realidad y el hombre. El deísmo En el terreno religioso esto significó la aparición de tendencias teológicas más liberales. Así, durante los siglos XVII y XVIII se desarrolló en Francia e Inglaterra un fuerte deísmo que no era más que una tentativa de construir una visión universal que abrazara las nuevas concepciones científicas que habían proliferado luego de la publicación de Sir Isaac Newton de sus Principios matemáticos de la filosofía natural, en 1687. La concepción del universo de Newton como una gran máquina en la cual todas las partes juegan perfectamente juntas de acuerdo con leyes naturales que pueden ser descubiertas, dejó poco lugar a la intervención divina y a los milagros de un Dios personal. El deísmo tendió a explicar las leyes naturales por fuera de la ortodoxia cristiana. De este modo, los deístas pensaron en Dios . . . como un gran espíritu de causa primera o primer empuje que puso en movimiento la máquina del universo pero que no interfiere en él desde el momento en que comenzó a correr de acuerdo con una ley natural exacta y definible. En este aspecto las leyes naturales debían ser descubiertas por métodos científicos y por la razón humana, sin relación con la revelación de las Escrituras . . .3 Frente estos avances de la ciencia y el naturalismo, surgieron intentos filosóficos por tratar de resguardar el ámbito de lo espiritual.4 El idealismo de Berkeley Berkeley (1685-1753), obispo anglicano, encontró en un idealismo extremo5 extremo5 el medio para proteger a la fe y la revelación de los avances del conocimiento científico ante el creciente naturalismo.6 “Berkeley estaba muy influido por el platonismo tradicional en Inglaterra, y determinado en un sentido espiritualista por sus convicciones religiosas, que trata de defender contra los ataques escépticos, materialistas o ateos”.7 Afirmó “que “que la esencia de la existencia es espiritual y que las cosas físicas existen solo en la mente de Dios y no tienen vida independientes o realidad por sí 1 Abaggnano, 156. 2 Ver Marías, Historia, 197-201; Butts, 68. 3 Butts, 67. 4 Ibid., 68. 5 Marías, Historia, 253. 6 Butts, 68. 7 Marías, Historia, 252. 130 Roy E. Graf mismas”. A su vez, “la esencia del hombre es espíritu, formado por alma y mente, que percibe las cosas como apariencias existentes en el tiempo y el espacio”.1 Al hacer que la ciencia se ocupara de la realidad sensible, que era pura apariencia, la desacreditó. Para Berkeley, no había causas reales de los fenómenos físicos sino simplemente concordancias o relaciones entre las ideas. Las leyes o conexiones entre los fenómenos que establecía la ciencia no eran más que relaciones o conexiones entre las ideas.2 A diferencia de Berkeley, Descartes buscó un compromiso a medias con la El dualismo cartesiano ciencia y la teología. A través de su filosofía del dualismo, afirmó que toda existencia es de dos tipos o sustancias, mente y materia, independientes la una de la otra. La mente es sustancia espiritual cuya esencia es la fuente del pensamiento desligado de las leyes físicas o naturales, pero libre de seguir su propia naturaleza y hacer elecciones. La materia es una sustancia material cuya esencia está expresada en los objetos „reales‟ del espacio y del tiempo, que obedecen a las leyes fijas de la naturaleza y operan como una gran máquina natural. Mente y materia están por completo separadas la una de la otra y actúan de acuerdo a sus leyes respectivas sin que haya entre ambas ninguna interacción.3 El dualismo cartesiano, aplicado a la comprensión de la naturaleza humana, El dualismo cartesiano insistía en que ésta estaba compuesta por “dos sustancias independientes, y su comprensión del separadas y correlativas: la mente y el cuerpo”.4 En realidad, el alma y el hombre cuerpo eran “dos realidades tan diversas que cada una de ellas podía existir por sí misma sin tener necesidad de la otra”.5 El alma era actividad espiritual pura, sin corporeidad (Res Cogitans) y el cuerpo era una realidad material, cuya característica era tener extensión (Res Extensa); ambos se hallaban unidos estrechamente, pero eran distintos e irreconciliables entre sí.6 Para Descartes la mente podía pensar y trabajar de acuerdo con las leyes de la lógica y de la matemáticas; pero el cuerpo es una máquina y trabaja siguiendo las leyes científicas y mecánicas. Esto eleva al cuerpo como a una materia con méritos de estudio comparables a los de la mente.7 Al desvincular lo espiritual y lo material, Descartes trató de salvaguardar el dominio de lo espiritual “concediendo independencia al mundo real de naturaleza física”, pero condujo a una negación de la intervención de Dios en la naturaleza con posterioridad a la creación dando pie al aumento de popularidad del deísmo durante el siglo XVIII. 8 En el terreno antropológico, el dualismo cartesiano contribuyó también a distanciar aún 1 Butts, 68. 2 Marías, Historia, 253. 3 Butts, 69. 4 Ibid., 70. 5 Ludojoski, 66. 6 Ibid. 7 Butts, 70. 8 Ibid., 69. 131 El hombre y la educación en Elena de White más al hombre de su entorno, de la naturaleza, y a establecer una distinción neta entre el orden legal de la mente y lo espiritual por un lado, con el orden legal de lo corporal y lo natural por otro. El empirismo inglés Con este panorama de cosas apareció, en otro extremo del espectro filosófico, el empirismo inglés, que colocó en la experiencia el origen del conocimiento. Francis Bacon (1561-1626) hizo una crítica al método silogístico aristotélico y propuso su teoría de la inducción (incompleta): el estudio de los casos particulares para llegar a los conceptos y leyes generales en el estudio de la naturaleza.1 John Locke (1632-1704), el empirista más influyente, reiteró la metáfora aristotélica del alma como una tábula rasa: las ideas, no eran innatas sino que procedían de la experiencia a través de la percepción externa de los sentidos o sensación y de la percepción interna o reflexión. Se trataba de ideas simples, que por efecto de la asociación mental, permitían obtener las ideas complejas.2 En lo que a a la educación se refería, proponía que el estudio fuese más natural y útil, enfatizando las materias que se ocupaban de lo que percibían los sentidos y desestimando la retórica, la lógica y la metafísica como inútiles. 3 Después de Locke, David Hume (1711-1776) llevó el empirismo a su consecuencia lógica cayendo en el sensualismo y el escepticismo.4 El empirismo proveyó una base para una investigación más científica del organismo humano. El cuerpo humano pasó a ser un sistema que funcionaba sobre la base de leyes que se podían descubrir y definir. Esta perspectiva, aunque en apariencia fue superadora del idealismo (ya que acercó al hombre al entorno), promovió una tendencia mecanicista y materialista de la realidad que condujo a una visión reduccionista del hombre. A su vez, fue preparando el camino para la idea de la bondad natural del hombre de los humanistas franceses,5 dado que en un mundo donde la concepción de Dios como Creador y Sustentador tenía cada vez menos lugar, la noción de pecado carecía de sentido. El hombre era naturalmente bueno o, al menos, moralmente neutral. El empirismo inglés Siguiendo en buena medida el camino del empirismo inglés, la Ilustración del siglo XVIII fue también una de las vertientes de las ideas del hombre de muchos reformadores educacionales norteamericanos. Juan Jacobo Rousseau (1712-1779) consideraba que el hombre era naturalmente bueno y que era el ambiente y la sociedad los que lo tornaban malo. Abandonó el cristianismo para volcarse al deísmo.6 “La religión de Rousseau es sentimental; encuentra a Dios en la Naturaleza, ante la que experimenta profunda admiración”.7 En su Emilio proponía una educación natural libre 1 Marías, Historia, 244, 245. 2 Ibid., 250, 251, Abbagnano, 335-337. 3 Abbagnano, 345. En sus miras más prácticas de la educación, Locke estuvo precedido en parte por las ideas pedagógicas del obispo moravo Juan Amós Comenio (1592-1670) y por Juan Milton (1608-1674). (Véase Hardin John y Robert T. Sidewell eds. The American Legacy of Learning. Readings in the History of Education (Philadelphia and New York: J. B. Lippincott Company, 1967), 71, 72; Abbagnano, 302-309, 342, 343). 4 Marías, Historia, 253-255. 5 Butts, 70. 6 Marías, Historia, 262. 7 Ibid. 132 Roy E. Graf de todo lo artificial, en un ámbito rural, apartado de la sociedad corruptora, donde el niño pudiera desarrollarse en total libertad. La educación debía ser un proceso fundamentalmente autoformativo, centrado en el niño y en sus intereses, y donde el educador era básicamente un coordinador de experiencias. Para Rousseau, el alumno aprendía haciendo; es por eso que, en la edad apropiada, se debía fomentar no sólo el estudio de las ciencias sino también la agricultura y un oficio manual.1 Rousseau pensaba que la escuela no era una preparación para la vida sino que era la práctica de la vida.2 Tanto Locke como Rousseau fueron, junto con el pedagogo suizo Johann El realismo Heinrich Pestalozzi (1746-1827),3 influencias gravitantes en el realismo pedagógico educacional nortamericano, durante el siglo XIX. Pestalozzi propuso también una educación ajustada a las leyes de la naturaleza, y que partía de los intereses del niño. Para él el conocimiento pasaba de lo concreto a lo abstracto y por lo tanto la enseñanza debía ser sobre la base de la intuición de objetos concretos y la acción y la experiencia directa, dejando de lado el verbalismo. Insistió también en la necesidad del trabajo manual para los niños de cualquier clase social. A diferencia de Rousseau, Pestalozzi no veía a la sociedad como necesariamente corruptora del hombre, pues ella imponía restricciones y convenciones al individuo a través de las cuales éste se encaminaba a la autonomía moral. De hecho, para él, el modelo de la escuela era el hogar: el maestro debía ser como un padre cariñoso para los alumnos, desarrollando su iniciativa, y un ambiente de cooperación y comprensión como las que regían en un buen hogar. 4 Pestalozzi consideraba que se debía tener en cuenta la “madurez” del alumno y sus diferencias individuales, evitando forzarlos en un molde o patrón. “Opinaba que el maestro era como un jardinero, y el alumno como una planta que debía ser cuidadosamente alimentada, pues era muy fácil destruir la capacidad creadora del individuo”.5 Pestalozzi “creía en la grandeza del individuo, el cual, si se desarrollaba armoniosamente, tenía posibilidades ilimitadas”.6 Esta visión optimista del hombre era, al menos en parte, influencia del Iluminismo francés. Las ideas de Pestalozzi, significaron un importante intento de revertir, con una propuesta más equilibrada, la fuerte tendencia dualista de la educación europea. Con todo, el realismo pedagógico no fue una propuesta del todo superadora y estuvo lejos de reemplazar a la educación tradicional europea y norteamericana de los siglos XVII al XIX. 1 Mayer, 249-251; Abbagnano, 390-397; Juan Manuel Moreno, Alfredo Poblador y Dionisio del Río, Historia de la educación (Madrid: Paraninfo, 1971), 297-300. 2 Mayer, 250. 3 Knight, Early, 5. 4 Mayer, 274. 5 Ibid., 276. Para una síntesis de las ideas de Pestalozzi, véase Mayer, 273-280; Abbagnano, Abbagnano, 469-475, Moreno, 329-334. 6 Mayer, 279. 133 El hombre y la educación en Elena de White Sumario Los supuestos antropológicos de la educación norteamericana en tiempos de Elena de White pueden comprenderse claramente al considerarlos a la luz de los supuestos antropológicos de la educación occidental. Así por ejemplo, el énfasis en el cultivo de la razón, el aprendizaje memorístico, el descuido de la educación física y la desconexión del hombre de su entorno propiciados por las concepciones más tradicionales de la educación en tiempos de Elena de White, pueden vincularse claramente con la concepción platónica idealista del hombre y de la realidad, el apriorismo gnoseológico de Aristóteles y del escolasticismo medieval, el humanismo clásico del Renacimiento con su énfasis en el estudio de los textos clásicos, y con el dualismo metafísico y antropológico cartesiano. Por otro lado, los intentos de reforma educacional alentados por el empirismo inglés y el realismo pedagógico, evidenciaron la necesidad de un cambio en la educación. Sin embargo estuvieron muy lejos de lograr una reforma efectiva a un nivel general. Esta problemática de fondo revela la significación y reelevancia del pensamiento educacional de Elena de White. 134