Uploaded by Jorge Gonzalez

Jordi Bach CESAL Haiti

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Jordi Bach. Director de CESAL Haití. 15 de enero. E-mail enviado a las 23:30
Horas. (5:30 de la mañana del sábado 16 hora de España)
Son las 9 de la noche, y aprovecho que he encontrado un hotel con electricidad e Internet para intentar
resumiros un poco lo vivido hoy. He llegado por fin a Puerto Príncipe, después de dos días aislado en el
municipio fronterizo de Fonds- Verrettes. Antes de salir, hemos comprado gallinas, frutas, pan y
alimentos básicos fáciles de encontrar en la zona rural, para distribuir al llegar a una capital que se nos
hace desabastecida. La ruta desde la República Dominicana por Jimaní hasta Puerto Príncipe es
perfectamente practicable, apenas algunas roturas de la carretera que no impiden nuestro paso. Para
nuestra sorpresa, la carretera está vacía. No he visto durante el trayecto ningún camión de ayuda
proveniente de Dominicana, ¿Por qué? Debería estar llegando caravanas de camiones con productos
básicos... ¿Dónde están? Esta vía está en óptimo estado, ¡el envió de ayuda por vía terrestre desde
Dominicana es una buena opción!.
A medida que nos acercamos a la capital aumentan las casas y edificios en ruinas. Dejamos a los técnicos
de la Caritas Haití que nos acompañan en sus casas y que se encontraban conmigo. Uno de ellos, Fayette,
encuentra la suya en ruinas, pero sin víctimas en el interior. Varias emisoras están dando noticias de la
situación y consejos a la población. Todas piden calma y coraje. Recomiendan enterrar a los muertos
rápidamente y sin velorios, pues hay un riesgo grande de epidemia. El vecino de Fayette, que ha perdido a
su hijo, hace un agujero en el patio y lo entierra delante nuestro. Paso por delante de la refinería de
gasolina a las afueras de la ciudad. La gente ha roto el oleoducto y están llenado cubos de gasolina, para
luego revender el carburante en el mercado negro a precio desorbitante. Aprovecho para llenar el
depósito, que estaba ya en reserva, ¡qué suerte! Todas las gasolineras están cerradas. Entramos en la
ciudad. El aire es irrespirable, mucha gente se protege con pañuelos y mascarillas del fuerte olor a
cadáver. Las calles de Puerto Príncipe son ríos de gente arriba y abajo, no hay transporte público. Todos
buscan agua y comida, deambulan como perdidos. El resto, la gente mayor, los heridos y los niños,
acampan en todo parque, plaza, iglesia o espacio abierto. No hay tiendas de campaña, se improvisan
plásticos en el mejor de los casos. La mayoría están al aire libre. Veo cientos de pequeños campos de
refugiados, totalmente desprovistos de asistencia. Llegamos a Champ de Mars. La gran explanada se ha
convertido en un enorme campo de refugiados. Allí se concentran todos los sin techo de la zona de Centre
Ville, la más afectada. Cruzamos este barrio comercial, entre decenas y decenas de manzanas bajo los
escombros. Aquí la destrucción es total. No se ve a nadie trabajando en los escombros, los muertos siguen
debajo de las casas.
La única ambulancia que he visto en todo el día tiene matrícula Dominicana. Cruza la calle a toda
velocidad, gritando por la megafonía en un perfecto español que nadie de aquí va a entender: "dejen paso,
apártense". Cruzamos el Palacio Nacional que se ha venido abajo. Una gran bandera haitiana ondea
colgada de la cúpula central caída, como queriendo aguantar su peso. Llegamos a la Catedral, que ya no
existe, y nos encontramos con dos vehículos de la Caritas de Puerto Príncipe, nuestro principal socio local
en los proyectos de cooperación. Su Director, el Padre Erick Toussaint, nos recibe con un gran abrazo.
Nos lleva de la mano hasta las ruinas del Arzobispado y las oficinas de la Caritas. Me dice que lo
prioritario es atender a las miles de personas que se está concentrando en todo espacio abierto: agua,
comida, colchones, tiendas de campaña, medicamentos y material de primeros auxilios, jabón, ropa. Están
esperando las orientaciones de la Caritas Nacional para empezar las labores de emergencia. Están todos
en estado de shock, muchos Padres y el Arzobispo han muerto, así como 100 seminaristas. No se reportan
víctimas entre los trabajadores de la Caritas, aunque no hay noticias de todos y todas.
Quedamos en comunicarnos con el Padre Serge Chadic, Director Nacional de la Caritas para ver en qué
podemos ayudar. Seguimos la ruta, subiendo por la concurrida calle de Delmas, principal arteria de
Puerto Príncipe, en dirección a Pétion Ville, donde vivo y tenemos la oficina de AVSI-CESAL. Más
destrucción, los grandes edificios están todos caídos. Veo mucha gente con botellas de ron por la calle,
borrachos. Quieren evadirse de lo que están viviendo. Sigue habiendo cadáveres en la calle y entre las
ruinas, a la vista. En algunas partes han roto las tuberías de agua de la calle, y la gente se baña desnuda en
plena vía. Pasamos por el supermercado Caribe, el más grande y lujoso de Haití, lleno a rebosar en el
momento del terremoto. Es una montaña de escombros. Aquí si se ven muchos equipos de rescate, ¿será
porque acostumbra a estar repleto de extranjeros?, me quedo con la duda. Llegamos a Pétion Ville, el
barrio alto de la ciudad. La Place Boyer y la Place St. Pierre son campos de refugiados, igual que el
estadio de Sta. Therese. Miles de personas apiladas. Llego a mi casa, la cual está en perfecto estado. En la
oficina no hay nadie. Luego sabré que AVSI ha montado su cuartel general en la casa de Fiammetta
Cappelini, la Directora en Haití. Sigo sin teléfono. Busco un hotel en pie. Encuentro uno no lejos de la
casa, cerrado a cal y canto. El guardián me abre la puerta, después de comprobar que soy un "blanco".
Conozco a los empleados, todos están bien. Tienen internet y luz. Escribo a España para reportar que
llegué a Puerto Príncipe, consigo hablar por chat con CESAL apenas unos minutos antes de que las
comunicaciones vuelvan a desaparecer. No he podido contactar con AVSI ni con la Caritas Nacional, así
que como tengo uno de los pocos vehículos con gasolina que circulan por la ciudad, me dispongo a
ayudar en la emergencia. Llego al puesto de la Cruz Roja de Pétion Ville y me pongo a su disposición.
Hacemos varios viajes con heridos. El problema es que no tienen materiales básicos (alcohol,
vendas,etc,), así que el Jefe de la Cruz Roja me proponer salir a buscarlos. Los llevo a la central de
Médicos Sin Fronteras Bélgica, cerca de mi casa, que se ha convertido en un pequeño hospital de
campaña. Nos regalan algunos materiales, pero muy a regañadientes, pues escasean. El médico de la Cruz
Roja se va satisfecho,"con eso tiramos el resto del día, mañana veremos".
Visitamos varios centros médicos de la zona, ¡nadie tiene medicinas!. Viajamos a la base de la Cruz Roja
Haitiana, parece que allí ha llegado algo. Cruzamos de nuevo la ciudad. Bajando por la ruta de Canape
Vert, se puede ver una montaña donde se alojaba un gran barrio de chabolas "bidonville", de miles de
casas, totalmente reducido a escombros. En la base de la Cruz Roja situada en el barrio del Centenario
tampoco hay medicamentos, apenas nos dan una botella de yodo, algunas vendas y un paquete de bolsas
para poner muertos. ¿Por qué los cuerpos del estado no han abierto las farmacias de la ciudad, repletas de
medicinas, para su distribución? La gente se está muriendo por falta de materiales médicos básicos. Con
este pensamiento, regresamos a la Cruz Roja de Pétion Ville. Una vez más cruzamos la ciudad entre
escombros. Los médicos que me acompañan no han dormido desde hace dos días, apenas han comido.
Les ofrezco la comida de mi casa. Me dicen que se han hecho cargo de un pequeño campo de refugiados
en un barrio desfavorecido, en una Iglesia cerca de la Route de Frères. Han organizado un pequeño
comedor. Quieren que la comida la lleve allí. Dicho y hecho, vaciamos mi despensa y el refrigerador,
llenamos las cajas con fruta, pasta, carne, arroz, frijoles. En pocos minutos llegamos a la Iglesia, ya de
noche. Parece no haber nada en la oscuridad, pero los faros del auto descubren en el patio cerca de 500
familias, niños, ancianos, todos juntos y apilados, al aire libre. Con mi créole básico pero suficiente, hablo
con algunas de ellas. ¡Cuánto me alegro de haber aprendido la lengua creole haitiana!, ¡la gente me
entiende y yo les entiendo!. Durante todo el día he podido comunicarme en creole sin problema para
todas las tareas de emergencia. En Haití casi nadie sabe hablar francés. Me despido de toda la gente. Creo
que mi visita, más que por la caja de comida, les ha dado ánimos. Quizá sea eso lo más importante, junto
a las necesidades básicas materiales. La gente está verdaderamente traumatizada, paralizada, horrorizada.
El apoyo psicológico y moral es fundamental. Explicar a la gente que la ayuda va a llegar, que tengan
confianza, que permanezcan juntos, en calma. Que se ayuden. Durante todo el día he visto muchas
muestras de solidaridad. Mucha gente que tiene agua y comida la reparte con los vecinos, como la familia
de Regine, una trabajadora de la Caritas que vive cerca de mí. La Cruz Roja estaba llena de jóvenes, todos
con ganas de ayudar. No he visto desórdenes en la ciudad, increíblemente. En cualquier otro país de los
llamados "desarrollados" ya se estarían matando. Una vez más el haitiano demuestra su gran corazón y
coraje delante de las desgracias. Parece haber un código moral no escrito de respeto delante tanto horror.
No obstante, las prisiones han sido destruidas y los presos huidos. Esto ha provocado una psicosis en la
ciudad, se dice que hay gente mala suelta haciendo daño. Finalmente he vuelto al hotel, para ver si
contacto con AVSI y España de nuevo. ¡Hay luz e internet, pero no teléfono! Leo los correos y me entero
de que AVSI ha comenzado a ayudar montando unas carpas para acoger personas. Espero poder mañana
incorporarme a estas actividades. También espero las indicaciones de la Caritas Nacional. Un grupo de
españoles de Médicos Sin Fronteras acaba de llegar al hotel. No hay plazas libres. Les ofrezco mis casa
para dormir y asunto arreglado. Para los amigos y amigas que leen esto, creedme: Puerto Príncipe es
ahora mismo una masa de escombros con un hedor de muerto irrespirable. Las cifras que estoy viendo por
televisión se quedan cortas, la realidad es mucho peor. He recorrido toda la ciudad: cientos de miles de
personas están sin hogar, comida, agua y ropa, vagando por la calle o apilada en plazas e iglesias. La
gente está totalmente desprovista, traumatizada, desanimada. La gente lleva tres días sin electricidad,
agua o teléfono. Todavía nadie quiere dormir bajo ningún techo por miedo o por no tenerlo. Se duerme en
la calle o donde se pueda. La madre de Regine me pregunta si va a llegar otro terremoto en las próximas
horas. No es visible ninguna asistencia. No hay presencia de la MINUSTHA, Naciones Unidas Haitiana,
apenas de la policía y algunos coches de algunas ONG´s.
Como sabéis, Haití no tiene fuerzas armadas. ¡Que falta hacen ahora! Estamos en una situación de
extrema urgencia. Necesitamos el apoyo de todos y todas, no ya para reconstruir el país, sino para evitar
una tragedia enorme dada las condiciones actuales de hambruna e insalubridad. Toda ayuda será poca.
Os pido por favor que os movilicéis en la medida de vuestras posibilidades. Haití os necesita. Los que
estamos aquí estamos, más que nunca, fuertes y con los ánimos engrandecidos. No es hora para las
flaquezas. Tenemos mucho trabajo por delante, ¡no nos dejéis solos!
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