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TANGO

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TANGO Y METAFÍSICA
Prof. Dr. Jesús Alberto Zeballos
1.- Al reflexionar sobre el tango, resulta inevitable asumir determinadas
perspectivas. Y al hacerlo es inevitable también parcializar la mirada. Es como
si desmembráramos un cuerpo vivo, dado que el tango, como la vida misma, es
un todo orgánico multifacético.
Si nos detuviéramos exclusivamente en sus letras y sus implicancias literarias,
poéticas, socio-políticas, socio-económicas, filosóficas, etc., asumiríamos una
perspectiva determinada y otra muy distinta, si consideramos su música, ritmo,
melodía, armonía y las innumerables instrumentaciones, desde los sencillos
solos, dúos y tercetos hasta los más complejos conjuntos polifónicos.
Podríamos indagar sobre su historia, su pasado, el contexto de su nacimiento,
su desarrollo y las etapas de su evolución con el controvertido tema de si los
así llamados tangos de evolución siguen siendo tango, reflexionar sobre su
presente y conjeturar su futuro. También podríamos detenernos en la
estructura de su danza y sus bellas coreografías, desde el canyengue al tango
de piso o de salón y al tango espectáculo, analizar lo que el cuerpo expresa en
cada uno de sus pasos, movimientos y figuras, las emociones que trasunta.
En fin, las perspectivas para aproximarnos al tango son innumerables; sin
embargo, la precariedad del lenguaje racional, analítico, impone límites al
horizonte casi inconmensurable del tango. De acuerdo con ello, yo he decidido
aproximarme desde una perspectiva que considero no explotada: la Metafísica.
Ernesto Sábato hizo algunas breves consideraciones al respecto, en un
capítulo titulado Metafísica de su libro TANGO Discusión y clave (1963) (1).
Allí señala como fuente del así llamado “mal metafísico” al desarraigo, la
nostalgia, la soledad y el resentimiento. Fuera de estas reflexiones, no conozco
otros intentos por exhumar el carácter metafísico del tango.
1.1.- Precisar el significado de los términos fundamentales de la exposición es
un encomiable gesto de cortesía para los oyentes y una excelente táctica para
la comprensión del expositor. En esta circunstancia, el término a precisar es
“Metafísica”. Desde que lo acuñó Andrónico de Rodas, compilador de las obras
de Aristóteles (S. I ac.), con el significado de “más allá de la física”, se le han
añadido numerosas notas adicionales. Cada época y, a veces cada autor, ha
propugnado su propia definición. Sin embargo, todas esas acepciones
------------------------------1.- Sábato, E. (1963): Tango, Discusión y clave, Ed. Losada, Buenos Aires
comparten una connotación común, destacada por Ortega y Gasset: “Saber de
la realidad radical”. En los manuales de Filosofía se presenta como la “ciencia o
conocimiento del ser”. En otros términos, la metafísica trasciende los entes
senso-perceptibles, espacio-temporales, para reflexionar sobre el ser que los
sustenta. ¿Qué es este ser que sustenta a los entes, a todo lo que vemos que
hay, que existe? Bueno, no es fácil precisarlo. Ya Aristóteles advierte que “ser
se dice de muchas maneras”. Aquí haré uso brevemente de la doctrina del
filósofo persa, Avicena, luego perfeccionada por Tomás de Aquino, quienes
sostenían que la noción de “ser” es la más comunísima, presente en todo
hecho, objeto, circunstancia y, quizás por ello, inadvertida. Está en todo y en
todas partes, de modo que debería ser la primera noción que cae bajo la
aprehensión o el conocimiento. Es un trascendental, porque es absorbido en
todos los seres y al mismo tiempo está por encima de todos ello. A veces se
identifica con Esencia que, según Aristóteles, “hace a los seres ser lo que son
y no otra cosa”.
2.- Enrique Santos Discépolo arriesga una aproximación terminológica, si no
definición, a la esencia o el ser del tango: “un pensamiento triste que se
baila”. Es conocida la opinión contraria de Jorge Luis Borges, quien opinaba
que “… toda esa tristeza del tango es lo que ha llevado a gente a afirmar que el
tango es ‘un pensamiento triste que se baila’ como si la música saliera del
pensamiento y no de emociones, todo eso corresponde a un tango muy
posterior. No corresponde, ciertamente, a “El choclo”, a “El entrerriano”, a “El
pollito”, a “Las siete palabras”, a “El apache argentino”, a “Noche de garufa”, es
decir a los primeros tangos” (2). En mi opinión, ambos tienen razón: Borges se
refiere obviamente a la época precontursiana del tango y Discépolo a la suya
propia. Luego formularemos algunas precisiones al respecto. Adelantemos, sin
embargo, que tanto la alegría como la tristeza son emociones humanas y no
pueden estar ausentes en esta música-danza poetizada, o si se prefiere, en
esta poesía musicalizada y dancística. Como una resonancia amplificada del
dictum de Terencio -“Soy hombre, juzgo que nada humano me es ajeno” (3)-,
ninguna faceta humana está ausente del tango.
---------------------------2.- Borges, J.L. (1965): El tango, Cuatro conferencias (p.41), 2ª. Ed.Losada, 2016, Buenos
Aires.
3.-- Publio Terencio: Homo sum, nihil humanum alienum mihi esse puto.
2.1.- Reservo para un análisis posterior la apreciación de Borges y me
detendré en la definición discepoleana. En ella se interrelacionan tres
conceptos: pensamiento, tristeza y danza. Mi análisis comenzará por este
último.
2.1.1.- ¿Alguna vez se detuvo a observar el incesante fluir de la vida cotidiana?
Transitamos la vida común de los trabajos y los días con una actitud alerta, los
oídos atentos y el ojo avizor, enmarcados y enfrentados a nuestra circunstancia
exterior, a la pertinaz “indiferencia del mundo que es sordo y es mudo” (4), al
que en ocasiones esporádicas y fugaces, sentimos no pertenecer. El mundo
circundante devora nuestra conciencia y enajena nuestro propio ser. Si a ello
agregamos la fugacidad temporal de nuestra existencia y la incierta certeza de
la muerte, no podemos dejar de entrever el vacío y sinsentido de la vida
cotidiana, con su inevitable consecuencia de la así denominada ¨angustia
existencial¨.
Y alguna otra vez, ¿se detuvo a observar los bailarines de tango en una
milonga?.. Danzan: él con gesto concentrado, reflexivo, casi adusto; y ella, ojos
cerrados o entrecerrados, como adormecida. En realidad están celebrando una
liturgia de recogimiento desde el mundo exterior hacia el templo de la propia
interioridad, de su ser profundo. Obviamente, el tango se baila; pero trasciende
los límites del baile vulgar. Es la danza ritual del re-flexionar, del volcarse hacia
el sí mismo interior. Me atrevo a sostener que en el tango se vive una
experiencia metafísica privilegiada. Quien baila o escucha un tango con su
honda emocionalidad no puede permanecer extraño o ajeno a esa
circunstancia: ausculta su propio sentir, la clamorosa y, curiosamente, inaudible
voz de su interioridad. La compañera/o –a menudo ocasional- del tango, su
música, su poesía, el ambiente, la atmósfera mística y polimorfa de la milonga
no es algo exterior, que está en frente, sino algo que abarca, que incluye,
penetra y abriga. Los pasos, las figuras, el abrazo del tango no es meramente
un gesto dancístico. Todo ello conjuga la estructura de una vida que incluye la
existencia del otro, del tú, de un ser en situación o participación, donde se
incluye también su necesidad de trascendencia. El bailarín guarda la apariencia
de quien se siente inmerso y comprometido, en un raigal encuentro con él/ella,
con su propio e íntimo ser y con el universo. Así, el tango nos recupera de la
esclavitud metafísica de la vida común y corriente, superflua y banal.
No estoy afirmando que todo bailarín de tango viva propiamente una
experiencia metafísica. Digo que el tango crea lo que Manuel Kant denominaba
“condiciones de posibilidad”, para que se den determinados fenómenos. Los
danzarines de tango construyen o actúan con su baile lo que la seria filosofía
-------------------------------4.- Yira, Yira, tango de Enrique Santos Discépolo
caracteriza como circunstancias privilegiadas para liberarnos de esa angustia
existencial o vacío ontológico. Martin Heidegger nos habla de un júbilo
inusitado, de un profundo dolor, o de un abrumador aburrimiento. Gabriel
Marcel, destaca la fidelidad, el amor, el nacimiento, la muerte y el encuentro,
incluyendo a todos ellos en el ámbito metafísico del Misterio, como
contrapuesto al mundo de los problemas, cuya explicación se reserva la
ciencia. Jean Paul Sartre indica la trascendencia del tú y el yo a un nosotros,
como la áurea vía de acceso al Ser.
2.1.2.- En cuanto al primer concepto de la definición de Discépolo,
Pensamiento, se lo entiende habitualmente como un contenido mental,
producto o construcción del acto de pensar. La tradición filosófica vincula el
hecho de pensar con el acto de pesar o sopesar, esto es, encontrar cuán grave
es una cosa, hecho o circunstancia. Pensar es dimensionar la verdadera
gravedad, en el estricto sentido de la ley formulada por Galileo Galilei: la
tendencia de los cuerpos a caer hacia el centro de la tierra. Cuando el hombre
piensa, se dirige hacia su propio centro, cae en su interior. Llámesele a ese
centro como se quiera, alma, mente o cerebro; ubíqueselo donde mejor le
parezca, en algo trascendental como el espíritu o en algo material, como el
sistema nervioso, debemos admitir, empero, que, cuando el hombre piensa, se
vuelve sobre ese núcleo central, el “sí mismo”.
Y ¿por qué el hombre se ve compelido a pensar?.. Generalmente, el hombre se
detiene a pensar, cuando es sobrecogido por la duda, palabra derivada de duo,
dos. La duda se aposenta entre dos alternativas a seguir; y la duda más grave
de todas las dudas humanas se ubica entre los dos términos extremos
alternativos de la existencia: la vida y la muerte. Dicho metafísicamente entre el
Ser y la Nada, o el No Ser. ¿Digan si no son metafísicos los versos de Cátulo
Castillo en el tango La madrugada: “Sortilegio con que me ata / la luna de plata
/ y el turbio café… / Llora la noche en el rocío. / ¿Qué busco?.. ¿Quién soy? /
No sé… No sé” / Yo no sé qué ando buscando sin cesar / que en tu penumbra
he de hallar (5)? ¿O las expresiones de Alfredo Le Pera en Cuesta Abajo: “Si
arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser” (6)?
2.1.2.1.-Parménides y Heráclito, allá por el siglo V a.c., trazaron los dos únicos
posibles destinos para la metafísica. El ser es, el no ser no es, recitaba
Parménides. El ser no es, el no ser es, declamaba Heráclito. La lógica y las
ciencias formales se instalaron en el mundo abstracto, inmóvil, quizás eterno,
de Parménides. El tango transita la huidiza huella temporal del devenir
heracliteano.
--------------------------------5.- La madrugada, tango de Cátulo Castillo y Ángel Maffia
6.- Cuesta Abajo, tango de Carlos Gardel y Alfredo Lepera
2.1.3.- Y con ello, inadvertidamente nos introducimos al tercer concepto: la
tristeza.
Siempre ha sido la filosofía emparentada con la muerte; pero desde Platón
adquirió el rango de matrimonio indisoluble.
Si para Platón, la filosofía es
meditación de la muerte, mientras que Manuel Kant afirma en la Introducción a
su Critica de la Razón pura que la Metafísica es la reina de las disciplinas
filosóficas, ¿quién podrá, entonces, negar el carácter metafísico a los tangos
Responso, que Troilo creó como una plegaria por la muerte de Homero Manzi,
o A Orlando Goñi, de Alfredo Gobi, por la muerte de su compañero y gran
amigo, el pianista Orlando Goñi, o Adiós, Nonino, de Astor Piazzola, por la
muerte de su padre?
Éste, creo, es el pensamiento triste que se baila en el tango, metamorfoseado
por los avatares de la vida en recuerdos muertos, en pérdidas y ausencias, tan
asociadas al desamor y al olvido. De allí, la indefinida y dulce tristeza que
resume el tango. No equivocan los autores que le atribuyen una suerte de
profunda melancolía. Sobre ella abundan las letras de tango, algunas con
declarado tono metafísico, como “Ya sé, no me digás, tenés razón: la vida es
una herida absurda”…Y culmina con “la curda que al final termine la función,
tendiéndole un telón al corazón”(7); otras apelando a metáforas, como la
recurrente imagen del viajero, el Homo viator de la filosofía cristiana: “ pero el
viajero que huye tarde o temprano detiene su andar” (8), “…con tu voz
inmutable / la voz de mi andar / de viajero incurable / que quiere olvidar” (9). Del
mismo tenor resulta la identificación de la vida con el incesante fluir y fugacidad
de la danza y la melodía, figuras explotadas hábilmente por Borges. “… tu
canto, como yo, se cansa de vivir y rueda sin saber dónde morir” (10). Y el final
del amor, que en el tango se presenta casi como una fatalidad ineludible: “Por
qué tendré que amar y al fin partir” (11). Seguramente, ustedes tendrán en
mente múltiples pasajes de textos tangueros que avalen este aserto del final
irrevocable. De modo que no abundaré con más ilustraciones.
Algunos historiadores y analistas del tango explican esta tristeza por la
circunstancia de desarraigo en la que tuvieron que sobrevivir los inmigrantes,
pioneros de las primeras músicas y letras tangueras. Es precisamente la
---------------------7.- La última curda, tango de Aníbal Troilo y Catulo Castillo
8.- Volver, tango de Carlos Gardel y Alfredo Lepera
9.- Carrillón de la Merced, tango de Enrique Santos Discépolo
10.- Idem
11.- Trenzas, tango de Armando Pontier y Homero Expósito
opinión de Sábato en su libro citado: “El crecimiento violento y tumultuoso de
Buenos Aires -dice-, la llegada de millones de seres humanos esperanzados y
su casi invariable frustración, la nostalgia de la patria lejana, el resentimiento
delos nativos contra la invasión, la sensación de inseguridad y de fragilidad en
un mundo que se transformaba vertiginosamente, el no encontrar un sentido
seguro la existencia, la falta de jerarquías absolutas, todo eso se manifiesta en
la metafísica tanguística” (12).
Independientemente de que, al igual que de los grandes relatos mitológicos, no
se conoce fehacientemente el origen del tango, esos historiadores y/o críticos
yerran, a mi modesto parecer, al proponer una circunstancia históricogeográfica como la causa generatriz del tango. Quienes sostienen esta opinión
incurren en el error epistémico de confundir circunstancias con causalidad. Es
verdad que esa fue la situación histórica, la concomitancia espacio-temporal en
el que comenzó a crecer nuestro tango. Pero no fue LA causa o, al menos, no
la causa única. En la teoría aristotélica de las cuatro causas, yo ubicaría la
causa eficiente de este prodigio que es el tango, en esto que sostengo en estas
líneas, en una condición metafísica, en esa aspiración al infinito del hombre
que, como afirma Sigmund Freud, “no se consolará nunca de haber dejado de
ser Dios”. Y Sábato lo destaca en las consideraciones finales de su breve
ensayo: “El hombre del tango es un ser profundo que medita en el paso del
tiempo y en lo que finalmente ese paso nos trae: la inexorable muerte.” (13) En
esto radica la universalidad del tango, la aceptación del tango en todo el
mundo. Si no, ¿cómo se explica que el tango conmueva en naciones tan
distantes y dispares como Japón y Finlandia?
Este pensamiento triste que se baila acompaña, aunque con otras tonalidades
al hombre de todos los tiempos y lugares, aun en los pueblos considerados
más jocundos. La literatura corriente exhibe a los griegos como un pueblo
espontáneamente vital y alegre, quizás el prototipo del paganismo libre y
orgiástico. En la Ilíada y en la Odisea, se puede apreciar ese torrente de
admiración y gozo por la vida y por los riesgos del heroísmo. No obstante, en
los pasajes reflexivos, el mismo Homero destila una indefinible tristeza. Por
ejemplo en el pasaje XVII, 46 de la Ilíada dice: “Porque no hay un ser más
desgraciado que el hombre entre cuantos respiran y se mueven sobre la tierra”.
Y de algún modo Sófocles explica la situación desgraciada de haber nacido
humano, cuando hace decir a Edipo en Colona: “Llegué a la tierra desnudo y
desnudo partiré; así pues, ¿por qué me esfuerzo en vano cuando veo el
desnudo final ante mí? ¿Cómo he llegado a ser? ¿Por qué razón he venido?
------------------------------12.- Sábato, E: Op. cit., p.21
13.- Idem: p.23
Para morir. ¿Cómo puedo aprender algo si no sé nada? Nací siendo nada; de
nuevo seré lo que era: nada. Y nada es la raza de los mortales. La muerte nos
acaricia y le estamos destinados”.
La razón y la experiencia nos muestran a la muerte como el más común y
cotidiano hecho de la vida y sin embargo… ¡cómo nos resistimos a morir!.. Esta
resistencia a la muerte pervive en la melancolía tanguera, ese pensamiento
triste que se baila.
3.- Pero abandonemos estos paisajes sombríos y volvámonos hacia una
atmósfera más vivificante desde las apreciaciones de Borges, quien, como ya
hemos dicho, se opone a la definición de Discépolo. Digamos también que
ambos autores coinciden en el tema de la muerte. Pero que, mientras
Discépolo lo contempla con la mirada trágica de Sófocles, Borges lo hace con
la perspectiva épica de Homero. He dicho también que Borges se refiere a los
primitivos tangos, los de Rosendo Mendizábal, Vicente Greco, Villoldo, el pibe
Ernesto Ponzio…, a la época brava del taura y del canfinflero, del “guapo y
varón, entre la gente de avería patrón, por su coraje y sangre fría…” (14). No
admite la melancolía que Pascual Contursi instala en el tango Lita de Samuel
Castriota, con la letra de Mi noche triste. Tristeza y desencanto que luego
perdurarán en muchos tangos.
3.1.- El tema de la muerte planea en muchas de las creaciones de Borges.
Pero, como ya lo adelantamos, lo aprecia desde otra perspectiva, desde la
entereza con que los hombres podían enfrentar la vida y la muerte, casi como
un juego trivial. Es lo que admira y, quizás, envidiaba como algo inalcanzable
para él mismo. Lo testimonia la figura patética del Borges niño, por él mismo
descrita, contemplando fascinado desde su casa ese paisaje bravío de chatas y
corraleras, donde habitaba “… el malevaje / que fundó en polvorientos
callejones / de tierra o en perdidas poblaciones / la secta del cuchillo y del
coraje” (15). Donde esos hombres “… que sin odio, lucro o pasión se
acuchillaron” (16), jugándose la vida con la muerte, como si fuera una simple
partida de truco. Para la imaginación fantasiosa del pequeño George, eso era
el “barrio de tango: luna y misterio” (17).
3.1.1.- La muerte y el viril coraje frente a ella es el tema de su libro Para las
seis cuerdas. La Milonga de dos hermanos, donde la muerte asume el aspecto
matemáticamente indiferente de un irrelevante conteo, bastaría para ilustrarlo.
En A don Nicanor Paredes asume el aspecto de un juego intrascendente:
-----------------------------14.- Guapo y Varón, tango de Enrique Delfino y Manuel Romero
15 y 16.- Borges, J.L.: El tango, poema.
17.- Barrio de tango, de Aníbal Troilo y Homero Manzi.
El bigote un poco gris / pero en los ojos el brillo / y cerca del corazón
/ el bultito del cuchillo. / El cuchillo de esa muerte / de la que no le
gustaba / hablar; alguna desgracia / de cuadreras o de taba.
Obsérvese que a Don Nicanor Paredes no le gustaba hablar de la muerte. ¡No
valía la pena! Es muy parecido a ganar o perder en las carreras cuadreras o
en el juego de la taba.
Y al describir las características señeras de Jacinto Chiclana, Borges afirma:
“alto lo veo y cabal / con el alma comedida / capaz de no alzar la voz
/ y de jugarse la vida”.
Y agrega:
“Sobre la huerta y el patio / las torres de Balvanera / y aquella
muerte casual / en una esquina cualquiera”.
Jacinto Chiclana se juega la vida despreocupadamente, sin alardes, “capaz de
no alzar la voz”, y la pierde en un juego azaroso y casual; no sabemos en cuál
esquina.
En una cualquiera. Allí no hay sepulcros, recordatorios o
monumentos, con que habitualmente demostramos nuestra reverencia y pavor
por la muerte.
3.2.- Sin embargo, no es claro que éste sea el mismo sentir de Borges en la
vida real. Sobre su propia vid asume la mirada trágica de Sófocles. Sus
poemas destilan tanta o más tristeza que los más quejumbrosos tangos. En
Límites alude a su propia muerte en un tono de melancólica ambigüedad:
“De estas calles que ahondan el poniente / una habrá (no sé cuál)
que he recorrido/ ya por última vez, indiferente / y sin adivinarlo,
sometido // a Quién prefija omnipotentes normas / y una secreta y
rígida medida / a las sombras, los sueños y las formas / que destejen
y tejen esta vida. // Si para todo hay término y hay tasa / y última vez
y nunca más y olvido / ¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, / sin
saberlo, nos hemos despedido?..///
Y concluye, despidiéndose de sí mismo:
Creo en el alba oír un atareado / rumor de multitudes que se alejan, /
son los que me han querido y olvidado; / espacio y tiempo y Borges
ya me dejan.
En estos últimos versos, Borges lleva a su propia vida los melancólicos temas
recurrentes de los tangos: el desamor, el olvido y la muerte.
3.2.1.- Las sutiles y a veces crueles ironías, el opinar irreverente de Borges
sobre temas reputados como sagrados, nos recuerdan la figura de Demócrito,
el filósofo de Abdera, quien, estimando vana y ridícula la condición humana, se
mostraba en público sólo con el rostro burlón y risueño. Mientras que Discépolo
se asemejaría a Heráclito de Éfeso, el que, teniendo piedad y compasión de
esta misma condición nuestra, tenía el rostro siempre afligido y los ojos llenos
de lágrimas.
Creo que los que hacen mofa del tango por la -según su opinión- exagerada
melancolía tanguera, jamás bailaron o escucharon sintónica y empáticamente
un tango, o son, como Borges o Demócrito de Abdera, que “estimando vana y
ridícula la condición humana, se mostraba en público sólo con el rostro burlón y
risueño”. El tango puede enrostrárselo airosamente: “Escondés bajo tu risa
muchas ganas de llorar” (18).
4.- Quisiera destacar, por último, el aspecto racional del tango, al aceptar que
la vida es una sucesión de alegrías y tristezas. “Cuando llegó te oí reir, cuando
se fue lloró tu son” (19) confiesa Homero Manzi, dialogando con el compañero y
confidente del soliloquio tanguero, el bandoneón. Luego, le recomienda o
suplica. “Fueye, no andés goteando tristeza. / Fueye, que tu rezongo me
apena. / Vamos, no hay que perder la cabeza” (20). Pero, ¿cómo convencer al
corazón desde la razón con razones que el corazón no entiende? “Araca,
corazón, cállate un poco y escuchame este chamullo” (21), dice el vate en
lunfardo. Y reclama: “Corazón no le hagas caso, que aún se puede ser feliz”
(22).
Vemos que no todo en el tango es melancolía y tristeza. También podríamos
ilustrar su alegría, su estimulante anhelo de vivir con innumerables letras de
tango: “Abre tu vida sin ventanas. / mira lo lindo que está el río. / Se despierta
la mañana y tengo ganas / de juntarte un ramillete de rocío” (23), u “Hoy he visto
que en los árboles hay nidos / y noté que en mi ventana hay un clavel. ¿Para
qué recordar las tristezas?.. Presentir y dudar ¿para qué?” (24).
-----------------------18.- Patotero Sentimental, tango de Manuel Jovés y Manuel Romero
19.- Fueye, tango de Charlo y Homero Manzi
20.- Idem
21.- Araca corazón, tango de Enrique Delfino y A. Vacarezza
22.- Corazón no le hagas caso, tango de Armando Pontier y Carlos Bahr
23.- Amor la vida se nos va, tango de Héctor Stamponi y Homero Expósito.
24.- El milagro, tango de Armando Pontier y Homero Expósito.
O “Gracias porque al borde del abismo, cuando estaba ya perdido, animaste mi
esperanza. Gracias por el bien que a mi existencia sin fortuna trajo la ventura
de tu amor… /…./ y hoy le doy gracias a Dios por tu amor y mi amor (25).
5.- En atención al antiguo lema que reza “el que filosofa no vive y el que vive no
filosofa”, concluiré aquí estas reflexiones sobre ese pensamiento triste que se
baila, para hablar simplemente del tango. ¿En qué consiste la experiencia
metafísica del baile del tango? Decíamos al comienzo de estas reflexiones:
“Danzan: él con gesto concentrado, reflexivo, casi adusto; y ella, ojos cerrados
o entrecerrados, como adormecida. En realidad están celebrando una liturgia
de recogimiento desde el mundo exterior hacia el templo de la propia
interioridad, de su ser profundo”. Yo diría que allí se produce un vaciamiento
interior, una meditativa nada que anula todo pensar y produce una entrega al
ritmo y al son y, a través de ese ritmo y ese son, un dejarse llevar, una entrega
al universo y al esplendor del ser.
-------------------------------25.- Gracias, tango de Elías Randall y Carlos Bahr.
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