TANGO Y METAFÍSICA Prof. Dr. Jesús Alberto Zeballos 1.- Al reflexionar sobre el tango, resulta inevitable asumir determinadas perspectivas. Y al hacerlo es inevitable también parcializar la mirada. Es como si desmembráramos un cuerpo vivo, dado que el tango, como la vida misma, es un todo orgánico multifacético. Si nos detuviéramos exclusivamente en sus letras y sus implicancias literarias, poéticas, socio-políticas, socio-económicas, filosóficas, etc., asumiríamos una perspectiva determinada y otra muy distinta, si consideramos su música, ritmo, melodía, armonía y las innumerables instrumentaciones, desde los sencillos solos, dúos y tercetos hasta los más complejos conjuntos polifónicos. Podríamos indagar sobre su historia, su pasado, el contexto de su nacimiento, su desarrollo y las etapas de su evolución con el controvertido tema de si los así llamados tangos de evolución siguen siendo tango, reflexionar sobre su presente y conjeturar su futuro. También podríamos detenernos en la estructura de su danza y sus bellas coreografías, desde el canyengue al tango de piso o de salón y al tango espectáculo, analizar lo que el cuerpo expresa en cada uno de sus pasos, movimientos y figuras, las emociones que trasunta. En fin, las perspectivas para aproximarnos al tango son innumerables; sin embargo, la precariedad del lenguaje racional, analítico, impone límites al horizonte casi inconmensurable del tango. De acuerdo con ello, yo he decidido aproximarme desde una perspectiva que considero no explotada: la Metafísica. Ernesto Sábato hizo algunas breves consideraciones al respecto, en un capítulo titulado Metafísica de su libro TANGO Discusión y clave (1963) (1). Allí señala como fuente del así llamado “mal metafísico” al desarraigo, la nostalgia, la soledad y el resentimiento. Fuera de estas reflexiones, no conozco otros intentos por exhumar el carácter metafísico del tango. 1.1.- Precisar el significado de los términos fundamentales de la exposición es un encomiable gesto de cortesía para los oyentes y una excelente táctica para la comprensión del expositor. En esta circunstancia, el término a precisar es “Metafísica”. Desde que lo acuñó Andrónico de Rodas, compilador de las obras de Aristóteles (S. I ac.), con el significado de “más allá de la física”, se le han añadido numerosas notas adicionales. Cada época y, a veces cada autor, ha propugnado su propia definición. Sin embargo, todas esas acepciones ------------------------------1.- Sábato, E. (1963): Tango, Discusión y clave, Ed. Losada, Buenos Aires comparten una connotación común, destacada por Ortega y Gasset: “Saber de la realidad radical”. En los manuales de Filosofía se presenta como la “ciencia o conocimiento del ser”. En otros términos, la metafísica trasciende los entes senso-perceptibles, espacio-temporales, para reflexionar sobre el ser que los sustenta. ¿Qué es este ser que sustenta a los entes, a todo lo que vemos que hay, que existe? Bueno, no es fácil precisarlo. Ya Aristóteles advierte que “ser se dice de muchas maneras”. Aquí haré uso brevemente de la doctrina del filósofo persa, Avicena, luego perfeccionada por Tomás de Aquino, quienes sostenían que la noción de “ser” es la más comunísima, presente en todo hecho, objeto, circunstancia y, quizás por ello, inadvertida. Está en todo y en todas partes, de modo que debería ser la primera noción que cae bajo la aprehensión o el conocimiento. Es un trascendental, porque es absorbido en todos los seres y al mismo tiempo está por encima de todos ello. A veces se identifica con Esencia que, según Aristóteles, “hace a los seres ser lo que son y no otra cosa”. 2.- Enrique Santos Discépolo arriesga una aproximación terminológica, si no definición, a la esencia o el ser del tango: “un pensamiento triste que se baila”. Es conocida la opinión contraria de Jorge Luis Borges, quien opinaba que “… toda esa tristeza del tango es lo que ha llevado a gente a afirmar que el tango es ‘un pensamiento triste que se baila’ como si la música saliera del pensamiento y no de emociones, todo eso corresponde a un tango muy posterior. No corresponde, ciertamente, a “El choclo”, a “El entrerriano”, a “El pollito”, a “Las siete palabras”, a “El apache argentino”, a “Noche de garufa”, es decir a los primeros tangos” (2). En mi opinión, ambos tienen razón: Borges se refiere obviamente a la época precontursiana del tango y Discépolo a la suya propia. Luego formularemos algunas precisiones al respecto. Adelantemos, sin embargo, que tanto la alegría como la tristeza son emociones humanas y no pueden estar ausentes en esta música-danza poetizada, o si se prefiere, en esta poesía musicalizada y dancística. Como una resonancia amplificada del dictum de Terencio -“Soy hombre, juzgo que nada humano me es ajeno” (3)-, ninguna faceta humana está ausente del tango. ---------------------------2.- Borges, J.L. (1965): El tango, Cuatro conferencias (p.41), 2ª. Ed.Losada, 2016, Buenos Aires. 3.-- Publio Terencio: Homo sum, nihil humanum alienum mihi esse puto. 2.1.- Reservo para un análisis posterior la apreciación de Borges y me detendré en la definición discepoleana. En ella se interrelacionan tres conceptos: pensamiento, tristeza y danza. Mi análisis comenzará por este último. 2.1.1.- ¿Alguna vez se detuvo a observar el incesante fluir de la vida cotidiana? Transitamos la vida común de los trabajos y los días con una actitud alerta, los oídos atentos y el ojo avizor, enmarcados y enfrentados a nuestra circunstancia exterior, a la pertinaz “indiferencia del mundo que es sordo y es mudo” (4), al que en ocasiones esporádicas y fugaces, sentimos no pertenecer. El mundo circundante devora nuestra conciencia y enajena nuestro propio ser. Si a ello agregamos la fugacidad temporal de nuestra existencia y la incierta certeza de la muerte, no podemos dejar de entrever el vacío y sinsentido de la vida cotidiana, con su inevitable consecuencia de la así denominada ¨angustia existencial¨. Y alguna otra vez, ¿se detuvo a observar los bailarines de tango en una milonga?.. Danzan: él con gesto concentrado, reflexivo, casi adusto; y ella, ojos cerrados o entrecerrados, como adormecida. En realidad están celebrando una liturgia de recogimiento desde el mundo exterior hacia el templo de la propia interioridad, de su ser profundo. Obviamente, el tango se baila; pero trasciende los límites del baile vulgar. Es la danza ritual del re-flexionar, del volcarse hacia el sí mismo interior. Me atrevo a sostener que en el tango se vive una experiencia metafísica privilegiada. Quien baila o escucha un tango con su honda emocionalidad no puede permanecer extraño o ajeno a esa circunstancia: ausculta su propio sentir, la clamorosa y, curiosamente, inaudible voz de su interioridad. La compañera/o –a menudo ocasional- del tango, su música, su poesía, el ambiente, la atmósfera mística y polimorfa de la milonga no es algo exterior, que está en frente, sino algo que abarca, que incluye, penetra y abriga. Los pasos, las figuras, el abrazo del tango no es meramente un gesto dancístico. Todo ello conjuga la estructura de una vida que incluye la existencia del otro, del tú, de un ser en situación o participación, donde se incluye también su necesidad de trascendencia. El bailarín guarda la apariencia de quien se siente inmerso y comprometido, en un raigal encuentro con él/ella, con su propio e íntimo ser y con el universo. Así, el tango nos recupera de la esclavitud metafísica de la vida común y corriente, superflua y banal. No estoy afirmando que todo bailarín de tango viva propiamente una experiencia metafísica. Digo que el tango crea lo que Manuel Kant denominaba “condiciones de posibilidad”, para que se den determinados fenómenos. Los danzarines de tango construyen o actúan con su baile lo que la seria filosofía -------------------------------4.- Yira, Yira, tango de Enrique Santos Discépolo caracteriza como circunstancias privilegiadas para liberarnos de esa angustia existencial o vacío ontológico. Martin Heidegger nos habla de un júbilo inusitado, de un profundo dolor, o de un abrumador aburrimiento. Gabriel Marcel, destaca la fidelidad, el amor, el nacimiento, la muerte y el encuentro, incluyendo a todos ellos en el ámbito metafísico del Misterio, como contrapuesto al mundo de los problemas, cuya explicación se reserva la ciencia. Jean Paul Sartre indica la trascendencia del tú y el yo a un nosotros, como la áurea vía de acceso al Ser. 2.1.2.- En cuanto al primer concepto de la definición de Discépolo, Pensamiento, se lo entiende habitualmente como un contenido mental, producto o construcción del acto de pensar. La tradición filosófica vincula el hecho de pensar con el acto de pesar o sopesar, esto es, encontrar cuán grave es una cosa, hecho o circunstancia. Pensar es dimensionar la verdadera gravedad, en el estricto sentido de la ley formulada por Galileo Galilei: la tendencia de los cuerpos a caer hacia el centro de la tierra. Cuando el hombre piensa, se dirige hacia su propio centro, cae en su interior. Llámesele a ese centro como se quiera, alma, mente o cerebro; ubíqueselo donde mejor le parezca, en algo trascendental como el espíritu o en algo material, como el sistema nervioso, debemos admitir, empero, que, cuando el hombre piensa, se vuelve sobre ese núcleo central, el “sí mismo”. Y ¿por qué el hombre se ve compelido a pensar?.. Generalmente, el hombre se detiene a pensar, cuando es sobrecogido por la duda, palabra derivada de duo, dos. La duda se aposenta entre dos alternativas a seguir; y la duda más grave de todas las dudas humanas se ubica entre los dos términos extremos alternativos de la existencia: la vida y la muerte. Dicho metafísicamente entre el Ser y la Nada, o el No Ser. ¿Digan si no son metafísicos los versos de Cátulo Castillo en el tango La madrugada: “Sortilegio con que me ata / la luna de plata / y el turbio café… / Llora la noche en el rocío. / ¿Qué busco?.. ¿Quién soy? / No sé… No sé” / Yo no sé qué ando buscando sin cesar / que en tu penumbra he de hallar (5)? ¿O las expresiones de Alfredo Le Pera en Cuesta Abajo: “Si arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser” (6)? 2.1.2.1.-Parménides y Heráclito, allá por el siglo V a.c., trazaron los dos únicos posibles destinos para la metafísica. El ser es, el no ser no es, recitaba Parménides. El ser no es, el no ser es, declamaba Heráclito. La lógica y las ciencias formales se instalaron en el mundo abstracto, inmóvil, quizás eterno, de Parménides. El tango transita la huidiza huella temporal del devenir heracliteano. --------------------------------5.- La madrugada, tango de Cátulo Castillo y Ángel Maffia 6.- Cuesta Abajo, tango de Carlos Gardel y Alfredo Lepera 2.1.3.- Y con ello, inadvertidamente nos introducimos al tercer concepto: la tristeza. Siempre ha sido la filosofía emparentada con la muerte; pero desde Platón adquirió el rango de matrimonio indisoluble. Si para Platón, la filosofía es meditación de la muerte, mientras que Manuel Kant afirma en la Introducción a su Critica de la Razón pura que la Metafísica es la reina de las disciplinas filosóficas, ¿quién podrá, entonces, negar el carácter metafísico a los tangos Responso, que Troilo creó como una plegaria por la muerte de Homero Manzi, o A Orlando Goñi, de Alfredo Gobi, por la muerte de su compañero y gran amigo, el pianista Orlando Goñi, o Adiós, Nonino, de Astor Piazzola, por la muerte de su padre? Éste, creo, es el pensamiento triste que se baila en el tango, metamorfoseado por los avatares de la vida en recuerdos muertos, en pérdidas y ausencias, tan asociadas al desamor y al olvido. De allí, la indefinida y dulce tristeza que resume el tango. No equivocan los autores que le atribuyen una suerte de profunda melancolía. Sobre ella abundan las letras de tango, algunas con declarado tono metafísico, como “Ya sé, no me digás, tenés razón: la vida es una herida absurda”…Y culmina con “la curda que al final termine la función, tendiéndole un telón al corazón”(7); otras apelando a metáforas, como la recurrente imagen del viajero, el Homo viator de la filosofía cristiana: “ pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar” (8), “…con tu voz inmutable / la voz de mi andar / de viajero incurable / que quiere olvidar” (9). Del mismo tenor resulta la identificación de la vida con el incesante fluir y fugacidad de la danza y la melodía, figuras explotadas hábilmente por Borges. “… tu canto, como yo, se cansa de vivir y rueda sin saber dónde morir” (10). Y el final del amor, que en el tango se presenta casi como una fatalidad ineludible: “Por qué tendré que amar y al fin partir” (11). Seguramente, ustedes tendrán en mente múltiples pasajes de textos tangueros que avalen este aserto del final irrevocable. De modo que no abundaré con más ilustraciones. Algunos historiadores y analistas del tango explican esta tristeza por la circunstancia de desarraigo en la que tuvieron que sobrevivir los inmigrantes, pioneros de las primeras músicas y letras tangueras. Es precisamente la ---------------------7.- La última curda, tango de Aníbal Troilo y Catulo Castillo 8.- Volver, tango de Carlos Gardel y Alfredo Lepera 9.- Carrillón de la Merced, tango de Enrique Santos Discépolo 10.- Idem 11.- Trenzas, tango de Armando Pontier y Homero Expósito opinión de Sábato en su libro citado: “El crecimiento violento y tumultuoso de Buenos Aires -dice-, la llegada de millones de seres humanos esperanzados y su casi invariable frustración, la nostalgia de la patria lejana, el resentimiento delos nativos contra la invasión, la sensación de inseguridad y de fragilidad en un mundo que se transformaba vertiginosamente, el no encontrar un sentido seguro la existencia, la falta de jerarquías absolutas, todo eso se manifiesta en la metafísica tanguística” (12). Independientemente de que, al igual que de los grandes relatos mitológicos, no se conoce fehacientemente el origen del tango, esos historiadores y/o críticos yerran, a mi modesto parecer, al proponer una circunstancia históricogeográfica como la causa generatriz del tango. Quienes sostienen esta opinión incurren en el error epistémico de confundir circunstancias con causalidad. Es verdad que esa fue la situación histórica, la concomitancia espacio-temporal en el que comenzó a crecer nuestro tango. Pero no fue LA causa o, al menos, no la causa única. En la teoría aristotélica de las cuatro causas, yo ubicaría la causa eficiente de este prodigio que es el tango, en esto que sostengo en estas líneas, en una condición metafísica, en esa aspiración al infinito del hombre que, como afirma Sigmund Freud, “no se consolará nunca de haber dejado de ser Dios”. Y Sábato lo destaca en las consideraciones finales de su breve ensayo: “El hombre del tango es un ser profundo que medita en el paso del tiempo y en lo que finalmente ese paso nos trae: la inexorable muerte.” (13) En esto radica la universalidad del tango, la aceptación del tango en todo el mundo. Si no, ¿cómo se explica que el tango conmueva en naciones tan distantes y dispares como Japón y Finlandia? Este pensamiento triste que se baila acompaña, aunque con otras tonalidades al hombre de todos los tiempos y lugares, aun en los pueblos considerados más jocundos. La literatura corriente exhibe a los griegos como un pueblo espontáneamente vital y alegre, quizás el prototipo del paganismo libre y orgiástico. En la Ilíada y en la Odisea, se puede apreciar ese torrente de admiración y gozo por la vida y por los riesgos del heroísmo. No obstante, en los pasajes reflexivos, el mismo Homero destila una indefinible tristeza. Por ejemplo en el pasaje XVII, 46 de la Ilíada dice: “Porque no hay un ser más desgraciado que el hombre entre cuantos respiran y se mueven sobre la tierra”. Y de algún modo Sófocles explica la situación desgraciada de haber nacido humano, cuando hace decir a Edipo en Colona: “Llegué a la tierra desnudo y desnudo partiré; así pues, ¿por qué me esfuerzo en vano cuando veo el desnudo final ante mí? ¿Cómo he llegado a ser? ¿Por qué razón he venido? ------------------------------12.- Sábato, E: Op. cit., p.21 13.- Idem: p.23 Para morir. ¿Cómo puedo aprender algo si no sé nada? Nací siendo nada; de nuevo seré lo que era: nada. Y nada es la raza de los mortales. La muerte nos acaricia y le estamos destinados”. La razón y la experiencia nos muestran a la muerte como el más común y cotidiano hecho de la vida y sin embargo… ¡cómo nos resistimos a morir!.. Esta resistencia a la muerte pervive en la melancolía tanguera, ese pensamiento triste que se baila. 3.- Pero abandonemos estos paisajes sombríos y volvámonos hacia una atmósfera más vivificante desde las apreciaciones de Borges, quien, como ya hemos dicho, se opone a la definición de Discépolo. Digamos también que ambos autores coinciden en el tema de la muerte. Pero que, mientras Discépolo lo contempla con la mirada trágica de Sófocles, Borges lo hace con la perspectiva épica de Homero. He dicho también que Borges se refiere a los primitivos tangos, los de Rosendo Mendizábal, Vicente Greco, Villoldo, el pibe Ernesto Ponzio…, a la época brava del taura y del canfinflero, del “guapo y varón, entre la gente de avería patrón, por su coraje y sangre fría…” (14). No admite la melancolía que Pascual Contursi instala en el tango Lita de Samuel Castriota, con la letra de Mi noche triste. Tristeza y desencanto que luego perdurarán en muchos tangos. 3.1.- El tema de la muerte planea en muchas de las creaciones de Borges. Pero, como ya lo adelantamos, lo aprecia desde otra perspectiva, desde la entereza con que los hombres podían enfrentar la vida y la muerte, casi como un juego trivial. Es lo que admira y, quizás, envidiaba como algo inalcanzable para él mismo. Lo testimonia la figura patética del Borges niño, por él mismo descrita, contemplando fascinado desde su casa ese paisaje bravío de chatas y corraleras, donde habitaba “… el malevaje / que fundó en polvorientos callejones / de tierra o en perdidas poblaciones / la secta del cuchillo y del coraje” (15). Donde esos hombres “… que sin odio, lucro o pasión se acuchillaron” (16), jugándose la vida con la muerte, como si fuera una simple partida de truco. Para la imaginación fantasiosa del pequeño George, eso era el “barrio de tango: luna y misterio” (17). 3.1.1.- La muerte y el viril coraje frente a ella es el tema de su libro Para las seis cuerdas. La Milonga de dos hermanos, donde la muerte asume el aspecto matemáticamente indiferente de un irrelevante conteo, bastaría para ilustrarlo. En A don Nicanor Paredes asume el aspecto de un juego intrascendente: -----------------------------14.- Guapo y Varón, tango de Enrique Delfino y Manuel Romero 15 y 16.- Borges, J.L.: El tango, poema. 17.- Barrio de tango, de Aníbal Troilo y Homero Manzi. El bigote un poco gris / pero en los ojos el brillo / y cerca del corazón / el bultito del cuchillo. / El cuchillo de esa muerte / de la que no le gustaba / hablar; alguna desgracia / de cuadreras o de taba. Obsérvese que a Don Nicanor Paredes no le gustaba hablar de la muerte. ¡No valía la pena! Es muy parecido a ganar o perder en las carreras cuadreras o en el juego de la taba. Y al describir las características señeras de Jacinto Chiclana, Borges afirma: “alto lo veo y cabal / con el alma comedida / capaz de no alzar la voz / y de jugarse la vida”. Y agrega: “Sobre la huerta y el patio / las torres de Balvanera / y aquella muerte casual / en una esquina cualquiera”. Jacinto Chiclana se juega la vida despreocupadamente, sin alardes, “capaz de no alzar la voz”, y la pierde en un juego azaroso y casual; no sabemos en cuál esquina. En una cualquiera. Allí no hay sepulcros, recordatorios o monumentos, con que habitualmente demostramos nuestra reverencia y pavor por la muerte. 3.2.- Sin embargo, no es claro que éste sea el mismo sentir de Borges en la vida real. Sobre su propia vid asume la mirada trágica de Sófocles. Sus poemas destilan tanta o más tristeza que los más quejumbrosos tangos. En Límites alude a su propia muerte en un tono de melancólica ambigüedad: “De estas calles que ahondan el poniente / una habrá (no sé cuál) que he recorrido/ ya por última vez, indiferente / y sin adivinarlo, sometido // a Quién prefija omnipotentes normas / y una secreta y rígida medida / a las sombras, los sueños y las formas / que destejen y tejen esta vida. // Si para todo hay término y hay tasa / y última vez y nunca más y olvido / ¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, / sin saberlo, nos hemos despedido?../// Y concluye, despidiéndose de sí mismo: Creo en el alba oír un atareado / rumor de multitudes que se alejan, / son los que me han querido y olvidado; / espacio y tiempo y Borges ya me dejan. En estos últimos versos, Borges lleva a su propia vida los melancólicos temas recurrentes de los tangos: el desamor, el olvido y la muerte. 3.2.1.- Las sutiles y a veces crueles ironías, el opinar irreverente de Borges sobre temas reputados como sagrados, nos recuerdan la figura de Demócrito, el filósofo de Abdera, quien, estimando vana y ridícula la condición humana, se mostraba en público sólo con el rostro burlón y risueño. Mientras que Discépolo se asemejaría a Heráclito de Éfeso, el que, teniendo piedad y compasión de esta misma condición nuestra, tenía el rostro siempre afligido y los ojos llenos de lágrimas. Creo que los que hacen mofa del tango por la -según su opinión- exagerada melancolía tanguera, jamás bailaron o escucharon sintónica y empáticamente un tango, o son, como Borges o Demócrito de Abdera, que “estimando vana y ridícula la condición humana, se mostraba en público sólo con el rostro burlón y risueño”. El tango puede enrostrárselo airosamente: “Escondés bajo tu risa muchas ganas de llorar” (18). 4.- Quisiera destacar, por último, el aspecto racional del tango, al aceptar que la vida es una sucesión de alegrías y tristezas. “Cuando llegó te oí reir, cuando se fue lloró tu son” (19) confiesa Homero Manzi, dialogando con el compañero y confidente del soliloquio tanguero, el bandoneón. Luego, le recomienda o suplica. “Fueye, no andés goteando tristeza. / Fueye, que tu rezongo me apena. / Vamos, no hay que perder la cabeza” (20). Pero, ¿cómo convencer al corazón desde la razón con razones que el corazón no entiende? “Araca, corazón, cállate un poco y escuchame este chamullo” (21), dice el vate en lunfardo. Y reclama: “Corazón no le hagas caso, que aún se puede ser feliz” (22). Vemos que no todo en el tango es melancolía y tristeza. También podríamos ilustrar su alegría, su estimulante anhelo de vivir con innumerables letras de tango: “Abre tu vida sin ventanas. / mira lo lindo que está el río. / Se despierta la mañana y tengo ganas / de juntarte un ramillete de rocío” (23), u “Hoy he visto que en los árboles hay nidos / y noté que en mi ventana hay un clavel. ¿Para qué recordar las tristezas?.. Presentir y dudar ¿para qué?” (24). -----------------------18.- Patotero Sentimental, tango de Manuel Jovés y Manuel Romero 19.- Fueye, tango de Charlo y Homero Manzi 20.- Idem 21.- Araca corazón, tango de Enrique Delfino y A. Vacarezza 22.- Corazón no le hagas caso, tango de Armando Pontier y Carlos Bahr 23.- Amor la vida se nos va, tango de Héctor Stamponi y Homero Expósito. 24.- El milagro, tango de Armando Pontier y Homero Expósito. O “Gracias porque al borde del abismo, cuando estaba ya perdido, animaste mi esperanza. Gracias por el bien que a mi existencia sin fortuna trajo la ventura de tu amor… /…./ y hoy le doy gracias a Dios por tu amor y mi amor (25). 5.- En atención al antiguo lema que reza “el que filosofa no vive y el que vive no filosofa”, concluiré aquí estas reflexiones sobre ese pensamiento triste que se baila, para hablar simplemente del tango. ¿En qué consiste la experiencia metafísica del baile del tango? Decíamos al comienzo de estas reflexiones: “Danzan: él con gesto concentrado, reflexivo, casi adusto; y ella, ojos cerrados o entrecerrados, como adormecida. En realidad están celebrando una liturgia de recogimiento desde el mundo exterior hacia el templo de la propia interioridad, de su ser profundo”. Yo diría que allí se produce un vaciamiento interior, una meditativa nada que anula todo pensar y produce una entrega al ritmo y al son y, a través de ese ritmo y ese son, un dejarse llevar, una entrega al universo y al esplendor del ser. -------------------------------25.- Gracias, tango de Elías Randall y Carlos Bahr.