Traumatismos de la mano infantil 406 Andrés A. Dogliotti Pedro L. Dogliotti Introducción Generalidades sobre las lesiones de la mano pediátrica La mano es el instrumento para la protección, la interacción social, y la exploración durante el crecimiento, por lo que es la región que con más frecuencia suele lesionarse en los niños. Por el tipo de utilización de la mano, relativamente expuesta, y el grado de curiosidad, el niño está más propenso a los accidentes. En el Registro de Trauma Pediátrico de Argentina las lesiones óseas y de partes blandas de los miembros alcanzan un 80%, y más del 60% de los accidentes ocurren en la casa20. Los motivos de consulta en la guardia pueden variar en frecuencia según sean: laceraciones (30-38%), fracturas (16-20%) o infecciones agudas (4%)7, 23. La gran mayoría (95%) son tratadas en forma ambulatoria, pudiendo ser lesiones únicas o ser un componente de un politraumatismo. Sea cual fuere esta situación conviene que su tratamiento esté integrado dentro de un equipo de tareas. Pueden ser clasificadas en lesiones cerradas (contusiones, luxaciones, fracturas, rupturas tendinosas o musculares), lesiones abiertas o “heridas” (con pér­­dida de sustancia o sin ella); y lesiones graves (ce­rradas o abiertas) que pueden incluir quemaduras, mor­deduras, estallidos, inyecciones, avulsiones, amputaciones, cuerpos extraños, etc., o combinación de lesiones como la que ocurre en graves daños óseos, articulares o vasculonerviosos, que implican la indicación de un tratamiento más especializado15, 71. A su vez las lesiones abiertas pueden ser clasificadas como: heridas francas simples (superficiales porque sólo interesan piel. Son la erosión, escoriación o herida abrasiva, y cortante o herida incisa) o complejas (profundas, más graves. Son las heridas penetrantes o punzantes y las punzo-cortantes). Las heridas contusas son por aplastamientos, arrancamientos (desgarros o desguantamientos) y/o laceraciones. Éstas son las que involucran mayor cantidad de estructuras, mayor contaminación y mayor edema postraumático. En este grupo estarían las que generalmente en el adulto se las considera “heridas graves de mano o del miembro 3936 superior” o “mano traumática”, pero creemos que es mejor considerar en el niño cualquier herida de mano, como “importante” debido al menor tamaño de la estructura músculo-esquelética de su mano (es más fácil que se lesionen mayor cantidad de estructuras anatómicas con un mismo mecanismo traumático). Además, las consecuencias que puede tener una lesión menospreciada y subevaluada inicialmente, potenciada a su vez por el crecimiento residual, pueden ser serias. Por lo cual es imprescindible un tratamiento meticuloso, adecuado y completo. Las lesiones de partes blandas pueden dejar secuelas visibles y graves que acompañarán al niño toda su vida, a menudo causando alteraciones en el crecimiento, con lo que la deformación será mayor de lo esperado. Por ello es necesario que se hagan los planteos diagnósticos correspondientes y una terapéutica precisa. El examen clínico del niño representa un verdadero desafío. Está limitado por la ansiedad, el dolor y la li­­ mitada habilidad para comunicarse y cooperar en la revisión. En la anamnesis no hay que olvidar antece­ den­tes de coagulopatías, historia de vacunaciones, alergia a medicamentos, medicación preexistente, enfermedad mental, y toda la situación inherente al accidente: etiología (mecanismo traumático y forma de producción), lugar y tiempo de transcurrido, tratamiento ini­cial etc.19. La edad de presentación generalmente con­diciona el tipo de lesión. En lactantes hasta la deambulación predominan las quemaduras (derrames de líquidos calientes). En niños entre los dos y cinco años, por la curiosidad y los deseos de explorar, comienzan a investigar el mundo de los objetos tocando todo, por lo que las heridas más frecuentes de ver son en la punta de los dedos (pulpejos) por elementos y apa­ratos domésticos, como sucede por poner los dedos en el enchufe, cierre violento de puertas y caída de elementos pesados sobre la mano. Estas lesiones se están viendo en niños cada vez más pequeños. En cam­bio, a la edad escolar, entre los cinco y siete años son más frecuentes las avulsiones y atricciones (con la utilización de diversos utensilios); y de los seis a doce años las heridas son cortantes (cuchillos, caída sobre vidrios). En la adolescencia (doce a 16 años) se relacionan más con las lesiones deportivas (más Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil frecuentes en las clases socioeconómicas altas) y las relacionadas con las laborales por la situación social y económica más necesitada; generalmente son los hijos o familia del panadero, carnicero, carpintero etc., que al ayudar en el trabajo se lesionan con los elementos o maquinarias del trabajo (atrapamiento en correas de bombeadores y máquinas de coser, cadenas de bicicletas, manipulación de maquinarias como sobadoras, cepilladoras, tupís, guillotinas)19. La angustia de los padres, el pánico y el dolor del niño son los ingredientes a considerar ante una situación de trauma, para llegar a buen término en el tratamiento. El signo de mayor alarma en toda herida es la hemorragia, la cual puede ser arterial o venosa. La mayoría de los sangrados se detienen con coberturas de gasa estéril, compresión y elevación del miembro. En casos puntuales si la víc­ti­ma llega al área de emergencia con vendajes sangrando, no es conveniente retirar la curación sin antes haber colocado un manguito de tensiómetro en la raíz del miembro e insuflarlo por lapsos cortos a unos 50 mm Hg más que la presión arterial normal del niño. De este modo, al destapar la herida no habrá sangrado y se podrá visualizar el compromiso de arterias o venas de calibre y el nivel de gravedad de la lesión. Los padres deben sentirse incorporados al equipo de tratamiento, de diversas maneras; variables según sea la magnitud de las lesiones y las características psi­cológicas de esa familia. Es necesario explicarles la importancia que mantengan la calma e infundan con­ fian­za y seguridad a su hijo. Las emociones del niño son el reflejo de los sentimientos de los padres. También es importante hablar con el niño para ayudarlo a vencer los miedos que a cada edad le corresponde: alejamiento de los padres; miedo a las agujas; temor al dolor, pérdidas o lesiones de su cuerpo, etcétera. La atención inicial de la víctima debe seguir las mismas pautas definidas en el politraumatizado (ver capítulo correspondiente). Las lesiones aisladas del miembro superior rara vez hacen peligrar la vida, pero sí pueden alterar la ca­pacidad funcional. Un rápido examen determinará la gravedad, la necesidad de anestesia general y del in­greso a quirófano del paciente. No confiarse ni su­b­­ e­va­luar una herida pequeña pensando que es una le­­sión menor, ya que las heridas pueden comprometer no solamente la piel sino también otras estructuras subyacentes a ella (nervios y tendones). El cirujano debe decidir si la lesión es de tipo menor o mayor. En general, consideramos a las lesiones menores co­ mo heridas sin pérdida de sustancia, abrasiones, e in­jurias del pulpejo, que por lo general no necesitan estudios complementarios y se resuelven en la sala de emergencia o en el consultorio con anestesia local. Las lesiones mayores son heridas que interesan además de la piel, tendones, nervios o huesos y se resuelven en quirófano y bajo anestesia ge­neral. El examen se completa con una evaluación ra­diológica en las po­si­ cio­nes de frente y oblicua de mano; y específicas de perfil de muñeca o del dígito correspondiente (si han sido afectados) para que no pasen desapercibidas ciertas fracturas o luxaciones. Estas radiografías deben hacerse antes de evaluar al paciente, siempre que se sospeche lesión ósea. 3937 La evaluación general y el examen físico del pa­ciente y del miembro afectado deberán ser ordenados, sistemáticos y suaves a fin de obtener datos claros en cuanto a la movilidad y sensibilidad, dejando para el final cualquier maniobra dolorosa. Durante este examen, los padres pueden estar junto al niño e inclusive sostenerlo en el regazo de alguno de ellos, si con ello se lo tranquiliza. Es importante contar con una buena fuente de luz. La inspección nos brinda suficiente in­for­mación: se confirma el diagnostico inicial de las le­siones visibles (herida franca o contusa, posición de los dedos, color). Si hay dudas en el color, probar la velocidad de recoloración del lecho ungueal, colocar un oxímetro de flujo o realizar la prueba de Allen a nivel de muñeca o en el dedo de acuerdo con la magnitud de la lesión. Según la edad, se deben hacer las preguntas adecuadas para lograr los movimientos necesarios con el fin de confirmar la sospecha de lesiones tendinosas. Evaluar la parte motora empezando por la mano no lesionada, para inspirar confianza y comprensión. Si el niño mueve sus dedos en forma espontánea, tanto en flexión como en extensión, y no se observan desviaciones en el eje es posible que sea una lesión menor. Si la inspección muestra la mano sin la cascada fisiológica digital en reposo, posiciones anormales o falta de movimiento en alguno de los solicitados, posiblemente se trate de una lesión mayor. La causa de esta impotencia funcional podrá ser el do­lor (fractura, luxación) o la lesión nerviosa proximal o tendinosa (para confirmarla, la flexión y extensión pa­siva de la muñeca no se acompañan de movimientos pasivos similares y opuestos en los dedos por efecto tenodésico) (Fig. 406-1A-C). Las desviaciones rotatorias no deben confundirse con la clinodactilia (desviación en el eje). Esta última se diagnostica clínica y radiográficamente sin dificultad. En cambio, los defectos rotatorios son difíciles de ver en la radiografía. El diagnóstico se hace observando el plano de las uñas, que debe ser paralelo en extensión y en flexión digital, de otro modo existe rotación del eje que deberá corregirse (Fig. 406-1D). En mayor can­tidad de niños más pequeños o en poco colabo­ ra­dores, puede ser percibido también con ayuda del efecto tenodésico. La exploración de la sensibilidad es más difícil, la res­ puesta no es completamente veraz y se debe realizar como última evaluación. En los niños mayores es más sencillo obtener respuestas correctas. Concluida la evaluación, deberá explicarse a los padres la situación real y el consejo honesto terapéutico, dándoles una idea aproximada de las expectativas y alcances del plan de tratamiento. Luego con los padres presentes se le dirá al paciente, con las palabras adecuadas a su edad, lo que se le deberá hacer, asegurándole que será cuidado por todos y no tendrá dolor. Los malos entendidos se subsanan explicando los problemas y las posibles soluciones. Si no hay certeza del diagnóstico, luego del examen bajo anestesia, se vuelve a conversar con la familia para informar nuevos hallazgos y cambio de planes, o reafirmar el plan trazado inicialmente. De acuerdo con el tipo de traumatismo, al tiempo de transcurrida la lesión, al grado de contaminación 3938 A Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil B C Fig. 406-1. Mano derecha de un niño de 14 meses con lesión en dedo medio por vidrio, de cinco días de evolución tratado inicialmente en otro centro. A. Pérdida de la cascada fisiológica en flexión digital. B. Efecto tenodésico: en extensión de muñeca, no flexiona dicho dedo, mientras los otros sí lo hacen. C. Efecto tenodésico: con flexión de muñeca se estiran todos los dedos por indemnidad del aparato extensor. Además de ambos tendones flexores estaban seccionados los colaterales nerviosos. D se usarán en la piel sana que rodea la herida hasta la raíz del miembro, con limpieza de uñas y pliegues, pero no inicialmente directo en la herida. Con la ins­pección ocular de la herida se definirá si la lesión es de bordes netos o desgarrados; si es superficial o sobrepasa la dermis; si existe pérdida de piel o no. Las heridas pequeñas, netas, sin pérdida de sustancia en los dedos se pueden tratar con cintas adhesivas estériles o con pocos puntos de nylon fino (si la herida es en la palma deberá ser suturada). Luego se inmoviliza la mano con una férula en flexión ligera para evitar tensión sobre la piel si se trata de la región palmar, o en extensión si es en el dorso. Es importante destacar que en toda herida que cruce perpendicularmente un pliegue de flexo extensión, su cicatrización originará una retracción. Ésta debe ser prevenida, incorporando una Z-plastia al suturar la herida, tomando los bordes de la misma como la rama larga de la Z29, 36. Lesiones óseas: fracturas y luxaciones de la mano y el carpo El sistema osteoarticular en los niños tiene características especiales diferentes a las del adulto, que deben tenerse en cuenta31, 48, 67: 1. Fig. 406-1.D. Defecto de rotación digital identificado viendo el plano ungueal. Corrección y vendaje ferulado para mantención. Evolución satisfactoria. posible y el tipo de tratamiento inicial, se definirá si la herida se halla en condiciones óptimas para ser suturada o deberá ser diferida. En ambas situaciones igualmente debe realizarse la decontaminación de la misma. El lavado de las heridas se deberá hacer con solución fisiológica por arrastre, aunque el agua corriente parece tener el mismo efecto. Los antisépticos 2. El hueso es más plástico, más maleable. Siendo más poroso es moldeable y es la razón por la que se pueden reducir las incurvaciones plásticas o fracturas en tallo verde. Las seudoartrosis (falta de consolidación ósea) son la excepción y generalmente se deben a infecciones secundarias a exposición ósea (quirúrgica). El periostio en los niños es más grueso, biológicamente más activo, con gran vascularización y capacidad osteogénica; imprescindible en la rápida consolidación y con gran poder de remodelación. Además éste determina menor incidencia de fracturas expuestas por aumentar la resistencia y disminuir la cuantía del desplazamiento (mayor Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil estabilidad); y a su vez facilita las maniobras de reducción. 3. La presencia de cartílagos de crecimiento o fisis (con su epífisis) determina zonas de debilidad que se lesionan con mayor frecuencia. Esto ocurre por­ que la fisis sufre mayores presiones que la diáfisis y la epífisis de un hueso. Además la cápsula y los ligamentos de las articulaciones, si bien son más elásticas, son más resistentes; por eso las lesiones ligamentarias puras son relativamente infrecuentes. La radiotransparencia de las fisis (y epífisis en los más pequeños) puede inducir a diag­nósticos erróneos. Las luxaciones traumáticas en estos niños son frecuentes errores de diag­nóstico, porque siempre es más probable que exista una lesión fisaria (epifisiolisis) que no se ve radiográficamente, a una luxación verdadera. 4. La fisis es una franja proliferativa de cartílago en distintas etapas de cambio hasta la zona de cal­cificación. Es el área responsable de integrar el crecimiento longitudinal de un hueso largo. El efecto de los factores de crecimiento sobre las estructuras determina la posibilidad única en los pacientes pediátricos de remodelación de acuerdo con el plano de deformidad. La remode­la­ción de un callo fracturario es un fenómeno biológico de aposición y reabsorción ósea, por el cual, pasado un tiempo (meses y hasta años), la zona de fractura, aun con reducción imperfecta, recobra su aspecto inicial (dinamización ósea espontánea). Este fenómeno es más significativo y más rápido cuanto más pequeño es el niño y cuanto más cerca de la fisis (metafisis) se encuentre la fractura17, 42, 70 . Cabe esperar remodelación cuando frente a un desplazamiento instaurado los extremos óseos estén cercanos o cabalgados en bayoneta (aposición) y en fracturas anguladas siempre que sea en el plano del movimiento de la articulación más cercana (flexo-extensión). No se producirá una remodelación aceptable en las fracturas intraarticulares o con pérdida de sustancia; así como tampoco si existen desplazamientos en el plano coronal (rotacional) y frontal o axial (angulación lateral, en varo-valgo). Por la ley de Wolf (fuerzas A bioeléctricas determinan el mecanismo de control de la resorción-formación de hueso) y la ley de Heuter- Volkman (la fisis ve­cina a una fractura mal consolidada tiende a rea­linearse perpendicularmente al eje anatómico) se puede esperar algo de remodelación en el plano frontal o axial, aunque es difícil en las fracturas de la mano17, 42. Las consecuencias (secuelas) de una lesión fisaria son el sobrecrecimiento (es­pontáneo o iatrogénico) y el arresto o barra fi­sa­ria (inhibición o cierre temprano del cartílago de crecimiento) que puede ser parcial (dando un defecto angular o deseje) o completos (dando acortamientos o discrepancias longitudinales). 5. Necesita de inmovilización más restrictiva. En los niños se deben limitar más los movimientos y poner énfasis en la importancia de cuidar el yeso. La rigidez articular no es la evolución habitual puesto que la consolidación ósea es rápida, lo que permite cierta seguridad en prolongar los tiem­pos de inmovilización, si bien hay que tener en cuenta lesiones asociadas que en cambio sí pueden traer limitaciones funcionales futuras (las adherencias de lesiones tendinosas existen en los niños igual que en los adultos). Existen cinco tipos de lesiones óseas pediátricas (Fig. 406-2A-E). 1. Deformación plástica o incurvación en pella de man­tequilla. No se ve un trazo porque es una fa­lla in­completa de la cortical por tensión (convexa), en que la línea de fractura no se propaga a través del hueso. La cortical cóncava sufre una falla microscópica por compresión. Se corrige con remodelación si es menor de cuatro años o tiene menos de 20º de angulación. Es más común de ver en huesos más largos (cúbito y radio). 2. Fracturas tipo torus (en rodete, broquel o en caño de escopeta aplastada). Se ve como una arruga por falla del hueso por compresión, generalmente en la unión de la metáfisis con la diáfisis, ya que allí se produce un cambio drástico de las ca­­racterísticas del hueso. El hueso diafisario es más duro y denso, con cortical más gruesa, por fuerzas externas se comba dentro del hueso me­ D B 3939 E C Fig. 406-2. Los cinco tipos de lesiones óseas pediátricas. A. Deformación plástica. B. Fracturas tipo torus de la metafisis dorsal de la falange proximal del cuarto y quinto dedos. C. Fractura en tallo verde. Véase la indemnidad de la cortical dorsal. D. Fractura completa, no desplazada y desplazada de las primeras falanges del tercero y cuarto dedos. E. Epifisolisis tipo II (ver lesiones fisarias). Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3940 Tipo I Tipo II Tipo III Tipo IV Tipo V Tipo VI Tipo VII Fig. 406-3. Lesiones fisarias. Clasificación de Salter Harris: tipo 1 a 5. Se agrega un tipo 6 de Rang y un tipo 7 con dos subgrupos (ver descripción en el texto de cada lesión). ta­fisario que es más membranoso y con mayor po­rosidad. La falla en el lado de tensión, propaga el trazo de la fractura hasta la cortical opuesta. 3. Fracturas en tallo verde. Es la más típica, pero no la más común. Es incompleta porque falla co­ men­zando a fracturarse el lado de tensión, pero no se propaga a través del hueso, sino que el lado de compresión queda intacto o permite una de­formidad plástica. No recuperan su posición anatómica con la reducción suave; tardan más en consolidar, y son las que con mayor frecuencia sufren refracturas. Si la fractura está desplazada, para recuperar la alineación normal del hueso, debe necesariamente romperse por completo la cortical intacta. Esto generaría mayor hematoma fracturario y aceleraría el tiempo de consolidación (como cuando sufre una fractura completa). 4. Fracturas completas. De acuerdo con el trazo se­rán oblicuas, espiroideas o transversales. La ca­racterística es que parte del periostio queda in­tacto del lado cóncavo y se usa como bisagra para reducción e inmovilización tipo “flexión de tres puntos” (palanca de primer grado). 5. Fracturas epifisarias (fisarias o epifisiólisis. La energía traumática pasa a través del cartílago de crecimiento que es más débil. La lesión se pro­ du­­ce en la unión entre las células del cartílago en calcificación y las que no están calcificadas (zona fisaria III de condrocitos hipertrofiados es la más vulnerable mecánicamente). El tiempo de curación varía entre tres y seis semanas. La clasificación más ampliamente usada de las lesiones fisarias en general, y que se aplican a la mano, es la presentada en 1963 por Salter y Harris44, 55, 66), basada en la de Poland. Esta clasificación es sencilla y prevé el pronóstico según los grados de compromiso fiso-epifisario, progresivo en severidad (Fig. 406-3): Salter Harris Tipo I (SH 1). Es una lesión fisaria com­ ple­ta donde la epífisis se separa de la metáfisis. Es es­table, no requiere habitualmente reducción salvo que esté desplazada. Hay edema y dolor en la zona. Ne­cesita inmovilización por tres semanas. Puede pasar inadvertida radiográficamente y pocas veces presenta secuelas (barra fisaria). Salter Harris Tipo II (SH 2). Es la más común, a través de la fisis levanta un pequeño fragmento metafisario en forma de pico que la acompaña (signo de Thrus- ton-Holland). Requiere una simple reducción cerrada e inmovilización por tres semanas aunque muchas veces necesita de estabilización por mayor riesgo de des­plazamiento secundario e incongruencia en la reducción por interposición. El riesgo de cierre fisario precoz es similar o levemente mayor al del tipo I. Salter Harris Tipo III (SH 3). Es una fractura intraarticular, progresa por la fisis cruzando la epífisis, y muchas veces se desplaza; por lo tanto debe ser perfecta su reducción para lograr una correcta función articular. Por lo general se efectúa reducción (abierta) lo más anatómica posible con osteosíntesis mínima. El riesgo de arresto fisario y de necrosis del fragmento es más alto. Salter Harris Tipo IV (SH 4). También es una fractura intraarticular porque toma la metáfisis, la fisis y atraviesa la epífisis. Requiere reducción abierta y fijación estable muy prolija para mantener el crecimiento y la función articular. Es difícil la reducción y estabilización; tiene muchos chances de arresto fisario y necrosis. La incongruencia puede determinar desgaste articular temprano (artrosis). Salter Harris Tipo V (SH 5). Muchas veces olvidada por cursar con otras lesiones más evidentes; aunque se establece en el momento del traumatismo, es reconocida con el tiempo por las secuelas que genera (acortamiento por bloqueo del crecimiento y/o desejes). Es la lesión más grave que puede ocurrir porque hay destrucción del cartílago por aplastamiento o compresión axial. Es excepcional en la mano. Existen más variedades y subtipos de estas lesiones fisarias que se representan mejor en la clasificación de Odgen44, 67. Por ejemplo Rang50 interpretó un tipo VI: la lesión por avulsión en la porción periférica de las fisis (pericondral), que se comporta como un des­ pe­gamiento traumático o por hematoma. Puede pasar de­sapercibida y confundirse con otras lesiones (metafisitis o periostitis séptica, escorbuto) formando un puente óseo y una considerable deformación angular. Responde bien a la inmovilización ya que inhibe la pre­sión fisaria que ocurre con los movimientos. Suele apa­recer en maltratos infantiles y en otras patologías como fracturas patológicas (osteogénesis imperfecta, sífilis). La tipo VII de Peterson43, se ve en traumatismos de alta energía, tanto cerrados como abiertos, pudiendo existir dos subtipos: uno con pérdida del fragmento, y otro metafisaria con extensión distal. Las secuelas Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil serán peores ya que la posibilidad de remodelación es nula, puede quedar cierta inestabilidad y dar cierres fisarios parciales o totales. La incidencia global indica que las fracturas de la mano y el carpo llegan hasta un 25% de las fracturas pe­diátricas. No habiendo estadísticas fidedignas, en Ar­gentina se calcula una proyección de incidencia anual de 26.4 cada 10.000 niños26, 28, 72. Tiene una distribución bimodal, con un pico máximo en la preadolescencia: aumenta desde los ocho a trece años por los deportes de alta competencia que se realizan a edades cada vez más temprana; y en niños que inician la marcha (aplastamientos). Los patrones fracturarios hablan de que la mayoría son cerradas (95%), extrafisarias en un 64% y un 55% se presentan sin desplazamiento. Las fracturas más frecuente pueden ser dos, según las publicaciones: la lesión de SH 2 de falange proximal (F1)28, 73 o la fractura por aplastamiento de la falange distal (F3)26. Sin embargo, hemos visto en nuestra práctica una alta proporción de lesiones metafisarias de la falange proximal, inclusive de forma más habitual que las lesiones fisarias típicamente descritas (Fig. 406-4). Los de sexo masculino se lesionan más 5-6A 3) 4A 2) 21 27n 3941 12M 5) 4 1/2 a 5 1/2 - 6A 4) 4-5 A 7) 12A A) 6º M 6) 4-6 A 20M Fig. 406-5. Dibujo esquemático de los núcleos de osificación secundarios de huesos de la mano visto al estilo de la escuela francesa (se piensa que se está viendo al paciente en posición anatómica, de frente con las manos al costado del cuerpo y con las palmas hacia delante. En este caso sería una mano izquierda). La edad corresponde a meses (m) y años (A). Nótese que el primer hueso del carpo en osificarse es el hueso grande, seguidos por los huesos del lado cubital. A diferencia de los otros metacarpianos, el primer metacarpiano presenta su fisis en la base (como si fuera una falange). Fig. 406-4. Imágenes radiográficas de fracturas metafisarias de las falanges proximales. Es el tipo más frecuente visto en nuestra experiencia. que los de sexo femenino; se lesionan de igual forma la derecha que la izquierda. Es más frecuente lesionarse los dedos extremos (índice y meñique), la falange más que el metacarpiano, y las extrafisarias que las fisarias, salvo en el pulgar y el meñique (que el 70% son lesiones SH 2 de la base de F1). Las lesiones SH 1 y 2 se dan en los más chicos, mientras que las SH 3 y 4 a edades más cercanas a la madurez esquelética69. Se debe recordar de la anatomía, la ubicación y los momentos de aparición de los núcleos de osificación secundarios (Fig. 406-5). No confundir las pseudoepífisis (manifestación de una epífisis distal del MTC del pulgar, que aparece antes de los otros núcleos y se fusiona a los seis-siete años; o también en la base del metacarpiano del índice); la muesca metafisaria o epifisaria; y la doble epífisis (aceleraría el crecimiento después de una fractura) con trazos fracturarios (Fig. 406-6). También recordar que se pueden ver huesos sesamoideos no sólo a nivel volar de la cabeza del primer metacarpiano, sino también en el segundo. Los tejidos blandos son más resistentes a las fuerzas de tracción que el hueso. Las fisis a nivel metacarpofalángico (MF) no están tan protegidas por los ligamentos colaterales, la placa volar ni los tendones extensores; por lo que son más débiles mecánicamente con respecto a las articulaciones a nivel interfalángico (IF) que sí lo Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3942 B C A D Fig. 406-6. A. Esquema de las tres posibles confusiones con trazos fracturarios. De izquierda a derecha: doble epífisis, seudo epífisis y muesca epifisaria. B. Radiografía que muestra una doble epífisis del primer metacarpiano. C. Radiografía que muestra una seudoepífisis del primer metacarpiano. D. Quinto metacarpiano con muesca epifisaria. Fig. 406-7. Esquema óseo de un dedo, para mostrar las diferencias en la zona de inserción de los ligamentos en las articulaciones IF y MF. Nótese que en la articulación MF la inserción es sólo epifisaria (en cambio en IFP y D lo hacen proximal y distal a la fisis), siendo más débiles mecánicamente, por eso predominan lesiones epifisarias en la base de la primera falange o en la cabeza del metacarpiano de los dedos trifalángicos. están (Fig. 406-7). Es por eso que predominan lesiones SH 2 y 3 en la base de la primera falange o en la cabeza del metacarpiano de los dedos trifalángicos. Los tendones flexores se insertan en la zona metafisodiafisaria de las correspondientes falanges, aportando una protección mínima al trauma; en cambio la inserción tendinosa del extensor es epifisaria, pudiendo la fractura a su vez propagarse más fácilmente a través de la fisis, particularmente en la falange terminal. Se debe chequear la indemnidad de la placa volar mediante el examen de hiperextensión articular. Frente a un trauma se puede plantear el diagnóstico di­ferencial con lesiones congénitas previas (deformidad de Kirschner, dedo en resorte), lesiones térmicas (retrac­ cio­­nes), osteocondrosis de la epífisis de las falanges (en­­fermedad de Thiemann), procesos inflamatorios, in­­fecciosos o tumorales benignos y malignos. La bue­­na anamnesis junto con el antecedente, permite di­ferenciarlos. La gran mayoría de las lesiones óseas son de tratamiento no quirúrgico debido a la nobleza del hueso en crecimiento. Se debe tener control del dolor (anestesia general o bloqueos loco-regionales); dejamos de usar trac­ción cutánea o esquelética, y la manipulación de­ be ser suave y precoz (antes de los cinco-siete días en fracturas perifisarias). La inmovilización debe llevar al­mohadillado correcto y generoso: previo acolchado de gasas entre los dedos, siempre incluyendo la muñe­ ca, se realiza un vendaje circular con venda cadena di­­rectamente sobre la piel y gasas (Fig. 406-8). Por arri­­ba de este vendaje, se aplica también de forma cir­cular la ovata. Para mantener la reducción de fracturas conviene no acolchar en demasía y es bueno reforzar con tiras de yeso dorsal y palmar que permite el mejor moldeado del vendaje. Nunca es conveniente inmovilizar un úni­co dedo; preferimos usar férulas de yeso antebraqui-palmares (o dorsales) en lugar de yesos cerrados circunferenciales, pues inicialmente hay gran edema y los niños muchas veces no refieren el dolor, que puede comenzar con un síndrome compartimental. En los menores de tres años, es preferible colocar una valva de yeso por arriba del codo (braquipalmar) para evitar que se deslice y se salga. Es mandatario la recomendación del cuidado del yeso por parte del paciente y el entorno familiar, ya que muchas veces es necesario rehacerlo a las dos semanas. De acuerdo con la integridad se puede continuar con la valva o realizar un nuevo yeso pero ahora cerrado. La posición de inmovilización funcional de Michigan es la ideal: posición de seguridad “intrínseco plus” con muñeca neutra o en leve extensión de 10-15º, MF flexionadas lo más posible (al menos 90º) e IF extendidas. Muchas veces es necesario colocar primero una posición de reposo antiedema (en guante de boxeo o manopla) dejando la punta de los dedos visibles para control de la circulación2, 3, pero debería usarse por un tiempo relativamente corto (tres-cuatro semanas). Mantener la elevación del miembro, para proteger una herida suturada de la contaminación y del movimiento, así como evitar el edema y el dolor en las fracturas. La mano deberá estar a nivel del hombro contralateral, mediante cabestrillo, vendas o pañuelo al cuello, alfiler de gancho de la ropa a la manga, etcétera. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil Rara vez se necesita verdadera rehabilitación fisiokinésica, salvo que las lesiones óseas se acompañen de otras lesiones que sí lo requieran. Son muy pocas las fracturas que llevan a grandes complicaciones y malos resultados funcionales. Muchas veces ellas ocurren a consecuencia de errores: fallo en el diagnóstico de gravedad (buenas radiografías, de técnica y posición); alineación postreducción in­correcta (acortamientos, vicios rotacionales); y ex­ce­ siva dependencia del remodelado. Recordar que la re­mo­ de­lación es en el plano anteroposterior, si es cer­ca­na a la fisis y sobre todo en menores de ocho años. En el desvío varo-valgo, es mucho más limitado salvo a nivel de las articulaciones MF y carpometacarpianas (CMC) por poseer movimientos multiplanares. Lesión de punta de dedo La fractura de la falange distal o tercera falange (F3) es la más frecuente; ya que está relativamente desprotegida y es lo que expone como primer elemento de contacto con lo que lo rodea (curiosidad). La piel, los elementos ungueales, los tejidos blandos, y el hueso están en íntima relación, por lo que hay un variable espectro de lesiones, las cuales muchas requieren mínima actuación médica. El mecanismo de lesión es por aplastamiento (fractura con lesión variable de todos los tejidos) o por fuerzas de hiperflexión (lesión epifisaria dorsal, dedo en martillo). Las heridas del lecho ungueal o la matriz deben ser reparadas cuidadosamente retirando la placa ungueal, con suturas muy finas e inclusive con magnificación, para lograr la perfecta coaptación de los bordes, y evi­ tar deformaciones ungueales o cicatrices dolorosas. Es preferible usar para estas suturas, hilos finos (6 ó 7/0) de punta redonda y reabsorción rápida. Luego debe protegerse el espacio del lecho ungueal para evitar una cicatrización que dificulte el futuro crecimiento de la nueva uña. Se debe usar algún espaciador entre los pliegues ungueales (sustitutos plásticos, la propia uña lavada y preparada con un orificio central) y un apósito graso. Las laceraciones y avulsiones del pulpejo pueden cicatrizar por segunda intención con curaciones re- 3943 petidas con excelente potencial de curación, siempre que no haya falange expuesta. En caso de exposición ósea no se recomienda “acortar” el hueso para obtener un cierre primario, ya que si pierde el 40 ó 50% de la F3 se producirá deformidad en forma de gancho o pico de loro. Se debe aportar tejido adicional mediante el uso de plásticas, colgajos locales o a distancia (en dos tiempos) para cubrir con tejidos vascularizados, evi­tando el acortamiento, la infección y previniendo ci­catrices y dolor. Cuando traen el segmento ampu­ta­ do, la tentación de suturarlo al extremo digital para que “prenda” es grande. Las posibilidades de que es­ to ocurra son muy escasas, ya que generalmente el mecanismo de producción de la amputación es por atricción o aplastamiento, por lo que la lesión es doble: en la parte amputada existe destrucción de tejidos y en el extremo digital hay avulsión de los capilares. El mecanismo de reparación es por la inoculación de los brotes capilares del tejido sano al segmento arrancado, pero éstos carecen del tiempo suficiente para alcanzar las células distales de la parte amputada y la necrosis es inexorable. Es distinto el caso de la amputación por un corte neto, ya que la parte amputada se comportaría como un injerto libre compuesto y las posibilidades de prendimiento son mayores. La conducta de la “prueba de ver si prende” tiene algunos inconvenientes. La obli­ga­da espera de varios días hasta estar seguros de la necrosis significa el aumento de posibilidad de infección, mayor edema, poner en riesgo los futuros colgajos locales de la plástica secundaria y finalmente un nuevo acto quirúrgico. Una postura intermedia sería utilizar solamente la piel de la parte amputada como injerto de piel total, en cuyo caso es necesario tener un lecho receptor bien vascularizado, para garantizar el prendimiento. Esto se puede lograr regularizando el extremo amputado con un corte neto de bisturí, trans­formando así un corte irregular en un corte más preciso y sangrante. Si se usa este procedimiento, se debe fijar el injerto con apósito atado a lo Brown. Si hay un hematoma subungueal mayor al 50% de la placa, debe ser evacuado ya que es muy doloroso y ge­ ne­ra una presión bajo la uña que compromete la microcirculación y viabilidad del lecho ungueal (evitará las deformidades). Son drenados haciendo una pequeña Fig. 406-8. Enyesado con técnica según nuestra escuela formativa. Ver descripción en el texto, para entender la colocación de las gasas. 3944 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil perforación en la uña con el instrumento que se tenga a disposición (aguja), siempre valorando y teniendo la precaución a veces de no correr el riesgo, en caso de sospechar fractura, de que se deje una comunicación con el exterior y aumente el riesgo de infección. Los tipos de fracturas pueden ser: • Extraepifisarias (Fig. 406-9): - Diafisaria transversa (importante lesión del lecho ungueal). - Hendidura longitudinal (pezuña hendida, por aplastamiento). - Conminutas del penacho distal (importante lesión de partes blandas por aplastamiento). Según la estabilidad fracturaria y el estado del lecho, se decide qué tipo de tratamientos se hará en estos tipos de fracturas. En la ma­yoría el tratamiento es cerrado, con férula cor­ta por tres-cuatro semanas (en más chicos yeso braquial tipo manopla). En algunas con­minutas o muy proximales, es preferible la fijación percutánea (Kirschner o agujas hi­ po­dérmicas dejando sobresalida la punta) o su reducción abierta. - Lesiones por camisetazo de rugbier (“en mar­ ti­llo invertidas” o “dedo de Yérsey”). Es la avul­sión ósea del flexor profundo presentando incapacidad para flexionar activamente la IFD. Generalmente el arrancamiento se da en el cuarto dedo. Funcionalmente se in­ter­ pre­ta como una ruptura del tendón flexor. Uti­lizamos la clasificación de Leddy y Packer35, siendo más frecuente encontrar el tipo 3 en los niños. El tratamiento para nosotros casi siempre es quirúrgico, salvo que el fragmento no esté desplazado o la reducción incruenta con flexión IFD sea aceptable, pudiendo ferularse por cuatro o cinco semanas (unión hueso-hueso). Si hay desplazamiento o son tipo 1 y 2, se trata de recuperar el cabo tendinoso proximal tratando de no abrir las poleas; y se reinserta el tendón con técnicas habituales tratando de evitar fijación articular temporaria con agujas. Si no se diagnostica en agudo, las complicaciones serán la regla. • Fisarias: - Lesiones agudas dorsales en martillo (Mallet fin­ger o fractura de béisbol). Se conoce con es­ te nombre, la actitud en flexión de la última fa­lange de los dedos y la imposibilidad de lograr la extensión completa de la misma. La verdadera avulsión o laceración del extensor terminal, puede ocurrir a cualquier edad. Por lo general, se acompañan de una epifisiólisis tipo uno, porque allí se inserta el tendón ex­tensor. El diagnóstico se confirma con un per­fil absoluto del dedo traumatizado. El tra­ ta­miento en los dedos en martillo agudo por trau­ma cerrado es la reducción incruenta in­mediata o mejor unas 48 horas después (cuando el edema haya disminuido) seguida de ferulización por tres o cuatro semanas, con con­trol radiográfico en la primera semana y en la segunda. A C B D Fig. 406-9. Diferentes tipos de fracturas de F3, sin afectar la fisis. A. Transversa diafisaria. B. Hendidura longitudinal. C. Conminuta. D. Avulsión del flexor profundo por camisetazo de rugbier. A C B D Fig. 406-10. Equivalentes al dedo en martillo del adulto en el niño. Tipo A: Lesiones SH 1 ó 2. Tipo B: Lesiones SH 3 ó 4. Tipo C: SH 1 ó 2 con luxación articular epifisaria. Tipo D: Fractura simultánea de la epífisis con avulsión del extensor. Existen cuatro equivalentes en el niño, al de­ do en martillo del adulto69 (Fig. 406-10): A. Lesiones SH 1 ó 2. Se produce generalmen­ te en menores de doce años. Si son lesiones abiertas pueden ser a causa de una herida cortante sobre el tendón extensor o una efracción del lecho ungueal. El tratamiento debe ser agresivo, igual al de una fractura expuesta: irrigación y debridamiento, sutura del aparato extensor, seguido de inmovilización en extensión por cuatrocin­co semanas. Es muy útil la sutura de piel y tendón con los mismos puntos, en un mismo plano. Si hay un trauma muy violento, se produce una laceración del le­ cho ungueal muchas veces con lesión de “Sey­mour”56 (Fig. 406-11A). Ésta consiste en la exposición de la uña, del lecho ungueal y la matriz fuera del eponiquio. Se luxa de su surco, y se apoya sobre la piel dorsal. Esta situación impide la reducción de la epifisiólisis y existe un alto riesgo de encarceración del pliegue de la matriz germinativa o estéril en el interior del foco de fractura. La reducción sólo es posible si se remueve la placa ungueal, se realiza una exposición quirúrgica por incisión en S, en H o Y para la irrigación y el debrida­ miento. Luego se reduce y estabiliza la lesión fisaria con aguja (si se puede para- Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil lela a la interlínea evitando los vasos de la matriz). Luego se repara y reubica la matriz en su surco (Fig. 406-11B a E). Se dan antibióticos (cefalosporinas de primera generación) vía oral por una semana. Generalmente los menores de cinco años no requieren otro tratamiento. Retirar la aguja a las tres semanas y ferular tres semanas más. Otras posibilidades son: reinserción tendinosa con Pull-out (si es adolescente), cerclaje con alambre o sutura de anclaje resistente del extensor. B. Lesiones SH 3 ó 4. Generalmente son verdaderos “Mallet finger oseos” cerrados que se ven en adolescentes. Se debe valorar si hay subluxación palmar y si el porcentaje de superficie articular afectada es mayor al 50%, porque en estos casos deberá ser reducido prolijamente y estabilizado por osteosíntesis (sea clavijas mínimas o alambre fino), con extrema precaución para no lesionar el cartílago de crecimiento. C. SH 1 ó 2 con luxación articular epifisaria. Aunque poco frecuente, puede ser difícil de diagnosticar clínicamente porque el fragmento distal permanece más o menos alineado, mientras que la epífisis se desplaza proximal y dorsalmente con el ten­dón extensor. Se ve radiologicamente siem­pre y cuando sean visibles las epífisis (mayores de uno o dos años). A D 3945 D. Fractura simultánea de la epífisis con avulsión del extensor. Puede dejar la articulación luxada o quedar la epífisis suelta en una posición razonable a nivel de la articulación IFD. Muy rara, pero importan­ te porque puede no detectarse antes de la apa­rición del núcleo de osificación secundario. El pronóstico es favorable en resultados funcionales y estéticos, pero siempre se debe advertir de potenciales secuelas a largo plazo (alteración del crecimiento longitudinal o angular, procesos degenerativos, posibilidad de fallo de crecimiento, deformidad de la placa ungueal y falta de adherencia). Fractura de falange proximal y media Poseen características semejantes, pero los ligamentos colaterales junto con la placa volar, se insertan de forma diferente en las articulaciones MF (Fig. 406-7). En las articulaciones IFD e IFP, lo hacen proximal y dis­tal a la fisis (en epífisis y en metáfisis), dándole ma­yor protección. En cambio, en la articulación MF, donde se encuentran dos epífisis enfrentadas, la inserción en la falange es sólo epifisaria (proximal a la fisis), haciéndola más susceptible a lesionarse28, 73. Además posee mejor desarrollados la conexión de los ligamentos colaterales accesorios a la placa volar en la IFP que en la MF. La excepción es el pulgar, cuya articulación MF toma las características anatómicas de las articulaciones IF. El periostio ocasionalmente B C E Fig. 406-11. A. Esquema de la lesión de Seymour. B y C. Caso clínico de dos semanas de evolución. D y E: resultado luego de limpieza y reparación quirúrgica. 3946 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil IA SC D F Fig. 406-13. Esquema de las posibles fracturas de las falanges media y proximal. F: fisarias. D: diafisarias. SC: subcondíleas. C: condíleas. Con flechas, los distintos subtipos (ver explicación en el texto). Fig. 406-12. Método de Campbell para detectar luxaciones y fracturas a nivel de las articulaciones metacarpofalángicas, ya que a veces pueden ser confusas las imágenes. La escuela americana se caracteriza por ver las radiografías hacia arriba, como mirándose el dorso de las propias manos. En este caso sería una mano derecha. puede bloquear la reducción interponiéndose en el foco de fractura, pero la presencia de una bisagra perióstica puede facilitar la reducción de estas fracturas. El mecanismo de lesión es una combinación de fuerzas indirectas: cargas axiales, torsión e incurvación lateral que asocian fracturas diafisarias y/o de la región periarticular. También las fuerzas de incurvación lateral o los traumatismos violentos en el plano de flexo/extensión pueden afectar el cuello de la falange o la fisis. Las fuerzas de hiperextensión lesionan más la IFP que la MF. Son causados por los golpes típicos con pelotas de fútbol y básquet o por choques en la práctica deportiva. En cambio los traumatismos directos son con­secuencia de aplastamientos con instrumentos de tra­bajo o puertas al cerrarse fuertemente. La tumefacción y la equimosis pueden ser mínimas, por lo que las deformidades no son tan evidentes y deben buscarse con maniobras. Hay fracturas que sólo se diagnostican con un perfil estricto o proyecciones especiales (oblicuas, Brewerton). Para las que son difíciles de ver con las incidencias habituales a veces es útil el método de la línea recta11, 69. Se trazan líneas longitudinales por el centro de las falanges y los metacarpianos, que dejan de ser colineales con el eje de rotación de la cabeza metacarpiana cuando las fracturas están desplazadas o asociadas a luxación (Fig. 406-12). Otra opción es ter­ mi­nar de definir el tipo de fractura, con intensificador de imágenes (en quirófano). La mayoría de estas fracturas pueden tratarse con reducción cerrada (si están desplazadas) e inmovilización con férula de yeso o digital, asociada a una sindactilia con el dedo vecino por tres a cuatro se­manas, en posición de seguridad. De acuerdo con la edad y temperamento del paciente, se protege por dos semanas más con una sindactilia al comenzar a mo­ver. Si la reducción no se logra (periostio o tendones interpuestos) o ésta se consigue pero es inestable (como se ve en los traumatismos de alta energía, por gran lesión de las partes blandas de sostén), puede estar indicada la reducción abierta y la fijación con una clavija fina (o minitornillos de 1.1, 1.5 y 2 mm de diámetro) en lo posible sin atravesar la fisis3. En los raros casos de conminución ósea se debe valorar la necesidad del aporte de injerto óseo (olécranon) y un mejor tipo de osteosíntesis (placa y tornillos), siempre que no sea una herida sucia. Los controles radiográficos se hacen pasados siete días, para asegurarse que no hay desplazamiento y la reducción se mantiene. Si esto no ocurriera se debe realizar una reducción cerrada y fijación percutánea. Siempre es preferible una nueva reducción, antes que una reconstrucción de una consolidación viciosa (osteotomía tardía). Las clavijas se retiran a las tres-cuatro semanas, en consultorio y sin anestesia, ya que son dejadas dobladas y protegidas (con gasa furacinada para evitar irritación e infección superficial) por fuera de la piel. Aunque es infrecuente la kinesioterapia reglada en niños, se debe controlar la recuperación de la movilidad y la fuerza a las dos o tres semanas de retirada la inmovilización. En general tienen buen pronóstico y raras veces tienen complicaciones funcionales o del crecimiento. Anatómicamente pueden diferenciarse cuatro tipos (Fig. 406-13): 1. De la base o fisarias: como dijimos, la F1 es el hue­so que con mayor frecuencia se lesiona por mayor can­tidad de lesiones SH tipo 2 (fractura Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil A B C 3947 D Fig. 406-14. Radiografías de una epifisiolisis tipo 2 de la base de la falange proximal del meñique izquierdo. A y B. Desplazamiento inicial. C. Maniobra de reducción (en flexión y sin elementos adicionales). D. Radiografía postreducción. extraarticu­lar por fuerzas rotacionales) o metafisarias, como observamos nosotros. La que ocurre en el meñique recibe el nombre de fractura en oc­tava extra, ya que la desviación rotacional y en val­go que produce resultaría beneficiosa para un pianista50. Además del típico fragmento triangular, se acompaña de un rodete metafisario de la cortical opuesta, compresión del lado del desplazamiento (Fig. 406-14). Si por la edad tolera una anestesia local, lo ideal es realizar la reducción sin utilizar ningún elemento como fulcro, solamen­te de forma digital con la articulación MF en flexión (para relajar los ligamentos y la tensión de los intrínsecos). En la F1 de los dedos marginales o extremos (índice y meñique) se tolera hasta 20º de abducción radial y cubital, respectivamente, ya que al tener mayor movilidad lateral MF, pueden remodelar más. En los otros dedos y falanges, sólo podrá tolerarse hasta 5 ó 10º de desviación lateral. La otra variante intraarticular, puede ser SH 3 ó 4 (por incurvación lateral). Pueden ser pequeños fragmentos volares, que nos hacen sospechar de lesión de la placa palmar por fuerzas de hiper­ extensión. Todas estas lesiones sólo requieren cirugía si hay desplazamiento mayor de 1.5 mm o el fragmento abarca más del 25% de la superficie articular. El abordaje será entre el tendón extensor y las fibras transversas del manto o cincha ínterósea, y por una capsulotomía dorsal. Se pueden empezar a mover de forma temprana (diez a catorce días sobre todo si no hubo enclavijado), pero se mantiene la estabilización por cinco semanas ya que las fracturas intraarticulares, demoran más en consolidar. En las F2, son raras las lesiones fisarias (por la protección ligamentaria); suelen hacer avulsiones laterales SH tipo 3 y 4 sin gran separación. La deformación en Boutonniere (ojalillo de sastre) puede darse si hay avulsión dorsal por la lengüeta tendinosa central y el tendón conjunto me­dio (SH 3) y se subluxan a volar las bandas la­terales75. No esperar hasta que aparezca la de­formidad, sino que se debe ferular en exten- 2. sión por tres semanas aun teniendo dudas (Fig. 406-15). Si la consulta es tardía, se requerirá la reinserción quirúrgica abordando entre la cintilla media y la banda lateral. Raramente aparecen fracturas conminutas in­tra­ ar­ticulares (fractura de pilón) o fractura-luxación; se presentan generalmente en la base de F2, por un traumatismo axial importante. Aquí queda a criterio del cirujano y su experiencia la decisión de realizar una cirugía (nunca es conveniente abrir la IFP salvo que el fragmento sea grande o ne­cesite injerto) o aunque más difícil, tratar de man­tener una tracción continua cerrada (dinámi­ ca tipo Agee o Shenck)1, 56. Otra opción es una fi­jación externa mínima que evite el colapso, o un sistema de tracción a lo banjo. Nunca está indicada una artrodesis ni ningún tipo de artroplastia en agudo en niños. La lesión del guardabosque o del esquiador, equi­valente a la del adulto también puede ocurrir, es­pecialmente en los adolescentes. Consiste en la avulsión del ligamento colateral cubital del la base de F1 del pulgar con un fragmento óseo (SH 3). Si el fragmento está desplazado o rotado, re­querirá reducción abierta y fijación estable para restaurar la continuidad del ligamento y la con­gruencia articular. Raras veces se arranca el ligamento, con o sin el fragmento óseo, por lo que puede aparecer la lesión de Stener60 por in­terposición de la aponeurosis del aductor del pulgar. Diafisarias: no son tan frecuentes como las periarticulares debido a una mayor estabilización por la vaina flexora y del grueso periostio además de un menor brazo de palanca. El trazo puede ser transverso (inestables), espiroideo u oblicuoespiroideo (cualquiera de estos tipos puede ir asociado a cierto grado de conminución). La mayoría son susceptibles de tratamiento cerrado e inmovilización (Fig. 406-16). Valorar la inestabilidad del trazo, la rotación y el acortamiento, además de la necesidad de re­ducción cerrada de la angulación volar (el frag­ men­to proximal en flexión traccionado por los in­ 3948 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil Fig. 406-15. Clínica de la deformidad en Boutonniere secundaria a un aplastamiento (hematoma volar). La radiografía no marcaba lesión ósea, si bien puede observarse la actitud en flexión de la IFP que habla de una segura desinserción de la lengüeta tendinosa central (tendón extensor conjunto medio). A B C D E F Fig. 406-16. Fractura diafisaria transversa de la primer falange del dedo medio y anular. A-C. Obsérvese el patrón de desplazamiento de la fractura del anular que se redujo de forma cerrada, pero no se estabilizó con clavijas, si bien el trazo inestable lo ameritaba. D-F. Evolución a las cinco semanas de inmovilización. Si bien el trazo perdura, es autorizado a movilizar con una sindactilia de protección. La consolidación ocurrió sin secuelas en el lapso de siete semanas. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3. A trínsecos; el fragmento distal en extensión por la cintilla central del aparato extensor y las insercio­ nes de las bandas laterales). Mediante flexión MF y tracción longitudinal, se relajan las partes blandas, y con una mínima hiperextensión del foco, se logra desengranarlo y alinear la falange. Luego se enclavija con dos Kirschner cru­zados. Se tolera hasta 30º de angulación pal­mar en menores de diez años, y hasta 20º en ma­yores16, 58 . El abordaje en caso de ser necesario, es por dorso (o medio lateral), seccionando longitudinalmente el tendón extensor y levantando las bandas laterales; salvo que sea en el tercio distal de la falange, que sin necesidad de cortarlo se secciona parte del ligamento retinacular transverso de Landsmeer, y se rechaza hacia uno de los lados el tendón extensor conjunto lateral para acceder a la fractura75, 76. Se debe tratar de dejar las incisiones de piel, tendón y periostio de tal forma que no se superpongan para evitar adherencias en zonas de deslizamiento. Cuello de falange (subcondíleas): lesión característica de la infancia, que se ubica en la región distal (metafisaria) y es extraarticular. Es causada directamente por aplastamientos al cerrarse puertas violentamente, y al retirar la mano. Es más frecuente en la F2 y en los dedos marginales (Fig. 406-17). Los ligamentos colaterales permanecen insertados en el fragmento distal (cabeza), que tiende a rotar hacia la extensión18 (ver Fig. 406-12). El espacio palmar interfragmentario formado (fosa subcondílea) es ocupado por el labio proximal de la placa volar, pudiendo determinar seudoartrosis o consolidación viciosa o que determina un bloqueo mecánico en la flexión IF. Es difícil el tratamiento cerrado de estas fracturas ya B 3949 que están muy desplazadas, son muy inestables y el fragmento es pequeño. Se intenta con maniobras de tracción en el eje y flexión máxima de la IFP/D manteniendo una presión palmar sobre el fragmento distal49. Luego se estabiliza con una o dos clavijas laterales cruzadas. Otra opción es enclavijar desde la base de la falange de forma endomedular, pero se corre el riesgo de lesionar la fisis proximal. El abordaje quirúrgico denota un riesgo de necrosis avascular del fragmento distal, que puede reducirse si se espera hasta dos (si son menores de diez años) o tres semanas (en mayores), para intentar la reducción cerrada (osteoclasia percutánea). La falta de remodelación es la regla (por estar alejados de la fisis) pero pueden existir excepciones17, 42. 4. Intraarticular (condílea): son difíciles de identificar y de tratar. Pueden ser de distintos tipos. La fractura por avulsión (pequeñas, del ligamento colateral) no requiere cirugía, sino movilización precoz del dedo traumatizado adherido al dedo vecino con una cinta elástica (sindactilia). La fractura condílea parcial (unicondíleas o intracondíleas) a veces se sospecha sólo por la presencia del signo de la doble densidad en el perfil estricto, sin ser un defecto de técnica; o también cuando está rotada, con una radiografía oblicua. Los otros tipos de fracturas son las bicondíleas (transcondíleas) y las osteocondrales (por fuerzas cizallantes) (Fig. 406-18). Suelen afectarse las F1 y por no estar completamente osificados los cóndilos, los fragmentos osteocondrales son grandes y se intenta la reducción cerrada y fijación percutánea. Si esto no se logra, se procede a la re­ducción abierta, que generalmente termina siendo ne­­cesaria. Por incisión lateral (para IFD) o dorsal (pa­ D E C F Fig. 406-17. Paciente de seis años y once meses, que sufrió aplastamiento del meñique derecho con una puerta y presenta una fractura subcondílea de F2 (A y B). C. El desplazamiento dorsal se corrige con la misma inmovilización en flexión. D y E. Consolidación radiológica a las cuatro semanas. F. Movilidad completa sin desejes a las seis semanas. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3950 A B Fig. 406-18. Fractura unicondílea desplazada que tiene indicación quirúrgica por ser intraarticular y estar desplazada. El fragmento es muy inestable y difícilmente se pueda reducir a cielo cerrado. ra IFP), tratando de no lesionar el aporte vascular de los fragmentos que proviene de las inserciones li­ga­ men­­tarias, dejar una superficie articular congruente y limpiar la fosa subcondílea. Como en cualquier frac­­tura, la estabilización se logra con agujas lo más per­pendicular al trazo y lo más separadas posible al cru­zar la fractura, para evitar rotación del fragmento y lograr mayor estabilidad (Fig. 406-19). Siempre se debe tratar de no bloquear la articulación vecina. Las ar­trosis postraumáticas son raras en niños, pero las ne­crosis son frecuentes (Fig. 406-20). tas; el desplazamiento suele ser mayor en los dedos extremos debido a que el ligamento intermetacarpiano tiene menor influencia estabilizadora. No debe dejarse de valorar la rotación y los desejes digitales, ya que cuanto más proximal en el radio es una fractura, más deformidad distal traduce (con menos de 10º de rotación patológica puede dar trastornos funcionales). Se clasifican en (Fig. 406-21): 1. Fracturas epifisarias y fisarias: por fuerzas axiales y rotacionales, aplicadas con MF en flexión; son más habituales en el quinto dedo de tipo SH 2 (3 y 4) y en niños mayores de doce años5, 11, 28 aunque son poco comunes de ver (Fig. 406-22). A veces puede pasar desapercibida, trayendo serias consecuencias a largo plazo; por lo que es útil si hay sospecha de esta lesión, solicitar la incidencia oblicua (supinada) y de Brewerton9. Se tolera hasta 35º de angulación dorso-palmar, por lo que con mínima manipulación cerrada se pue­de inmovilizar con yeso (hasta la IFD con un dedo vecino) por tres a cuatro semanas. Los montajes endomedulares son más difíciles y deberían pasar por el centro de la fisis y no entrar en la MF. Algunos autores recomiendan la punción Fracturas de los metacarpianos de los dedos A diferencia de las falanges, los metacarpianos se en­cuentran relativamente más protegidos por estar dentro de la mano y rodeados de partes blandas más consistentes (músculos, tendones y ligamentos). La etiología predominante es el traumatismo indirecto en los deportes de contacto o con pelota, y aplastamiento o por golpe directo sobre el dorso con un objeto. La tu­mefacción y la deformidad pueden permanecer ocul- A Fig. 406-20. Imagen de una necrosis de cóndilo de la F2 del índice por una fractura desplazada no tratada. Nótese el deseje que causa la falta de soporte; además la inestabilidad clínica era muy marcada. B Fig. 406-19. A y B. Fractura distal de F2 desplazada en un paciente de tres años y ocho meses. Debido a la inmadurez del extremo distal de la falange no puede definirse si es subcondílea o condílea. Aunque simule benignidad, la reducción abierta mostró un gran fragmento cóndileo totalmente desplazado a dorso, muy inestable, que requirió fijación. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3951 E/F C D B Fig. 406-21. Esquema del quinto metacarpiano con las posibles fracturas E/F: sector epifiso-fisario. C: cuello (metafisaria). D: diafisarias. B: de la base. 2. Fig. 406-22. Fractura luxación de la MF del índice. Nótese la lesión fisaria tipo VII con pérdida de parte de la cabeza metacarpiana. as­piración del hematoma capsular para evitar la posible necrosis avascular total o parcial40, 49, es­pecialmente si hay desplazamiento y se intenta el tratamiento cerrado. Las intraarticulares (SH3) o con fractura avulsión del ligamento (SH 4) pueden requerir además la fijación con clavijas (de 1.2 mm), o si están muy desplazadas y son ines­tables necesitarán reducción abierta (con el mis­mo abordaje que para las falanges) y fijación más estable (tornillos, arpones). Fracturas del cuello: son las más frecuentes, sus­ceptibles por la geometría del metacarpiano (cierta angulación), su cortical más delgada y por la forma de golpear con el puño cerrado de los adolescentes (Fig. 406-23). Se lesiona más se­guido el cuarto o el quinto dedo, que no tienen una articulación CMC tan estable como los dedos radiales. Se tratan de forma eficaz con procedimientos no quirúrgicos por el excelente potencial de remodelación. La maniobra de reducción de Jahss30 puede ser utilizada si hay gran desplazamiento o defecto rotacional, y el paciente tolera la anestesia intrafocal; se puede comprobar la reducción mediante intensificador de imágenes. Pero no aconsejamos la inmovilización en esta posición por la gran maceración en la piel y cierta rigidez que se produce. Además se supone que si la fractura permanece reducida en posiciones tan exigentes, se debe considerar que es inestable, reducirse en quirófano y ser mantenida con clavijas de forma percutánea (endomedulares anterógradas cruzadas o en ramillete)25. Reservar este tratamiento en pacientes con fisis próxima Fig. 406-23. Fractura del cuello metacarpiano, sector más propenso típicamente del quinto metacarpiano por golpe de puño. 3. al cierre y que requieren rápida rehabilitación (deportistas), sobre todo para los dedos índice y medio. La clavija debe ponerse con la MF en flexión, tratando de no lesionar los ligamentos, desde donde nacen éstos hacia proximal y cruzadas (desde lados opuestos). También necesita tres a cuatro semanas de yeso. Aunque no existen diferencias entre los tipos de inmovilización, es muy importante el moldeado de la valva de yeso para mantener la posición de seguridad, que preferimos abarcar la IFP, porque el tamaño de la mano permite mucha movilidad y hay discrepancia en longitud con el radio vecino, aunque se puede permitir algo de mayor extensión MF y dejar libre la IFP. Fracturas diafisarias: relativamente infrecuentes, pue­den ser transversas (por impacto directo), obli- 3952 4. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil cuas o espiroideas (por mecanismo de torsión). Se dan en adolescentes, y se desplazan más la de los dedos marginales (en flexión palmar por ac­ción de los flexores e interóseos) (Fig. 406-24). Se repiten los conceptos de la importancia del periostio para la reducción o la interposición en la irreductibilidad, y la conminución para el uso de injerto u osteosíntesis rígida. Generalmente se obtiene buen resultado con tratamiento cerrado e inmovilización reproduciendo la curvatura metacarpiana normal con tres puntos de apoyo (dos palmares y uno dorsal, palanca de primer grado). Valorar como en cualquier hueso tubular el grado de acortamiento, la angulación y la rotación, para la decisión de una reducción cerrada y fijación, especialmente si son múltiples metacarpianos fracturados. Para evitar acortamientos, el metacarpiano indemne vecino puede servir de tutor si se colocan dos clavijas perpendicularmente; respetando el arco transverso se refuerza el montaje estabilizador. Existen diferentes alternativas válidas para enclavijar cada fractura (patrones cruzados, paralelos, en ramillete), así como también los cerclajes alámbricos, tornillos y/o placas, pudiendo usarse cualquiera de las utilizadas en adultos. Debe valorarse la indicación de la mejor osteosíntesis y en relación con la habilidad del cirujano (el menor tamaño de los huesos hace las cirugías realmente más complejas). Si la fi­jación es sólida, se puede comenzar a mover tem­pranamente; si no es así, debe protegerse un poco más de lo usual, por cuatro a seis semanas, dejando las clavijas durante este tiempo. Tienen más riesgo de consolidación viciosa, cuando hubo múltiples metacarpianos fracturados. Aun pasados meses de una fractura, es ventajosa una osteotomía correctora proximal al sitio original. Fracturas de la base: son poco frecuentes por la protección de la articulación CMC (más débil en el cuarto y quinto dedos), y generalmente son por golpe de puño, que generan pequeñas le­­siones estables por compresión (Fig. 406-25). Fig. 406-25. Fractura de la base del quinto metacarpiano en una niña de catorce años (con fisis cerradas). Si bien es extraarticular, requirió reducción cerrada y enclavijado. Otras veces son consecuencia de traumatismos de alta energía con carga axial, empezando en la me­­tafisis pueden llegar a la articulación y hasta ge­­nerar una luxación (a dorso). En estos casos se debe evaluar la posibilidad de un síndrome com­par­timental de Finocchieto24. Son más útiles las ra­diografías oblicuas a 30º para detectar algún grado de afectación articular. La reducción manual con tracción suele ir acompañada de una clavija tomando el metacarpiano vecino por su base (transversal) y/o atravesando la articulación CMC (oblicua), si hubo luxación. Si hay dudas en la reducción de la luxación (o si son múltiples) es mejor proceder a la reducción abierta, sobre todo si los fragmentos son grandes y están rotados ya que si no, aumentará el riesgo de seudoartrosis. Fractura del metacarpiano del pulgar Las fracturas de la diáfisis son más comunes que las de la cabeza y del cuello. Las características y el tratamiento son semejantes a las de los dedos trifalángicos. La movilidad y el aspecto clínico deben compararse con Fig. 406-24. Fractura diafisaria del cuarto y metafisaria de la base del quinto metacarpiano derecho en un niño de doce años y cinco meses. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil el del pulgar contralateral. Para el verdadero frente del pulgar es necesaria la incidencia hiperpronada de Roberts51. La inmovilización se mantiene entre cuatro y seis semanas, lo mismo que las clavijas. Las fracturas de la base, pueden ser de diferente tipo69 (Fig. 406-26): Tipo A. Metafisarias (entre la fisis y el tercio medio del metacarpiano): son transversas u oblicuas cortas, con cierta impactación medial. Se tratan con reduc- A B C D E Fig. 406-26. Cuatro tipos de fracturas de la base del primer metacarpiano (derecho). Tipo A: Metafisarias. Tipo B: Epifisiólisis SH tipo 2 con angulación lateral (pico metafisario medial). Tipo C: Epifisiólisis SH tipo 2 con angulación medial (pico metafisario lateral). Tipo D: Epifisiólisis SH tipo 3 ó 4 (fractura intraarticular o de Bennet pediátrica). A 3953 ción cerrada incruenta con tres puntos de apoyo e inmovilización dejando libre la IF. Recordar que por la proximidad a la fisis y la gran movilidad de la articulación trapeciometacarpiana (TMC), se tolera hasta 30º de flexión palmar28, 66. Si hay mayor desplazamiento o es irreductible, se enclavija (Fig. 406-27). Tipo B. Epifisiólisis SH tipo 2 con angulación lateral (pico metafisario medial): el abductor largo del pulgar ejerce una tracción y el aductor del pulgar acerca la diáfisis, pero no hay una extensión intraarticular como en la fractura de Bennet del adulto. La reducción cerrada puede verse dificultada por la poca movilidad del metacarpiano (debido a la tumefacción y al hematoma), la conminución o la interposición de periostio. El tratamiento es el mismo que en el tipo C. Tipo C. Epifisiólisis SH tipo 2 con angulación medial (pico metafisario lateral): debido a traumatismos más violentos. Con el mismo concepto que las tipo B, el tra­tamiento cerrado puede ser dificultoso pero debe in­tentarse. Si bien estas lesiones afectan a la fisis, se permite cierta tolerancia en el desplazamiento ya que tienen un buen potencial de remodelación5, 34. La ines­tabilidad puede corregirse con cualquier patrón de enclavijado (tomando o no la articulación TMC o al se­gundo metacarpiano). Además, junto con las tipo A, tienen más riesgo de desplazamiento secundario. Si es irreductible se procede a la apertura del foco y la B D C Fig. 406-27. A. Fractura metafisaria de la base del primer metacarpiano desplazada con 45º de angulacion, que se nota con el perfil estricto (masculino de 16 años). Si bien tiene alto potencial de remodelación, esa angulación no es aceptable. B. El paciente venía estudiado con una TAC 3D (innecesaria). C. Imagen postoperatoria de la reducción cerrada y enclavijado con clavijas de Kirschner. D. Consolidación a las seis semanas. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3954 A B C D Fig. 406-28. A. Radiografía de un paciente de diez años con antecedente de caída del caballo, tratado en otro centro con reducción cerrada y clavijas. Nótese la combinación de lesiones que se puede evidenciar: Epifisiólisis de tipo IV del radio distal y fractura del semilunar. B. Imagen a los tres meses de evolución. Por la gravedad de las lesiones posiblemente haya tenido alguna luxación carpiana o radiocarpiana reducida. Necesitó de nueva reducción, pero abierta y con resección del semilunar necrosado además de una ligamentoplastia con tendón accesorio (tercer extensor radial de muñeca). C. Imagen radiológica a los cuatro meses postoperatorios. D. Imagen clínica de la movilidad, que si bien tiene cierta limitación, no refiere dolor. reducción cruenta, más probable en la tipo C por la interposición de periostio. Tipo D. Epifisiólisis SH tipo 3 ó 4 (fractura intraarticular o de Bennet pediátrica): muy poco frecuentes; es mejor no catalogar con el término “Bennet” porque llevan a confusión y no determinan conductas terapéuticas. Actúan las mismas fuerzas deformantes que en las tipo B. El tratamiento se basa en la propuesta para los adultos, y pueden variar los métodos al igual que en las tipo C. Parecería que es mejor asegurar la reducción anatómica de forma abierta26, aunque existe la opción de tracción esquelética8 o fijación externa de acuerdo con los casos. Lesiones de muñeca (excluyendo radio distal): fracturas del carpo Es poco frecuente ver lesiones puras de los huesos carpianos. La osificación a distintas edades de los hue­sos del carpo, hace difícil el diagnóstico5. Por lo ge­neral, la fase inicial de desarrollo está protegida por el gran componente cartilaginoso, en cambio en la época de maduración (niños de más de diez años) se observan estas lesiones asociadas a traumas más severos, que involucran el extremo distal del radio y cúbito de forma más habitual (Fig. 406-28). Existen lesiones concomitantes ya que el mecanismo traumático generalmente es el mismo, aunque cuanto más pequeños, aparecen más lesiones por trauma directo. De la misma manera la hiperelasticidad de los tejidos blandos protege a los ligamentos carpianos de lesiones. Se debe tener presentes los momentos de aparición de los núcleos de osificación en el carpo inmaduro (ver Fig. 406-4). También debe tenerse en cuenta la posibilidad de varios núcleos de osificación para un mismo hueso (escafoides, trapecio, trapezoide, semilunar y pisiforme) por lo que a veces es conveniente solicitar radiografías comparativas. Fractura del escafoides. La hiperlaxitud de los ligamentos escafo-trapecio-trapezoide hace más vulnerable al escafoides14. Un tercio de todas las fracturas en la adolescencia (pico máximo quince años) se Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil manifiesta en el tercio distal del mismo; a diferencia con los adultos jóvenes (menores de 25) en quienes las fracturas se ven más frecuentemente en el tercio proximal16, 28. Las de tercio distal (las más frecuentes en los niños) pueden ser extraarticulares por avulsión volar (o dorsal) sobre todo del lado radial, de fuertes ligamentos como el radio-escafo-hueso grande o escafo-trapecial (o el ligamento intercarpiano dorsal), asociados con la tensión simultánea de la cápsula (Fig. 406-29). Si es intraarticular, el subtipo radial es más común ya que el fascículo cubital del ligamento escafo-trapecial es más resistente por su orientación. Las fracturas de la cintura pueden tener distinta orientación, desplazamiento y conminución. El diagnóstico de escafoides bipartito congénito fracturado es muy dificultoso y controvertido. En caso de dudas hacer una radiografía de la mano opuesta y comparar. Fig. 406-29. Tres fracturas no desplazadas del escafoides carpiano. Las más comunes en menores de 15 años son las del tercio distal. Las superiores corresponden al mismo paciente (la TAC definió el sector del escafoides comprometido). Las fracturas del polo proximal, si bien son raras plantean problemas diagnósticos porque es la última porción en osificarse; además puede tener un fragmento cartilaginoso (no visible) con el ligamento escafo-lunar y desestabilizar la articulación. Poseen el mismo riesgo de necrosis avascular que en el adulto. La detección de la fractura es importante para evitar seudoartrosis, e incluso más difícil que en los adultos. Se reporta un 12% de fracturas ocultas14, por eso ante la duda es mejor inmovilizar con un yeso braquipalmar en leve flexión y desviación radial de la muñeca, con espica del pulgar (pero libre la IF) por dos semanas. Se vuelve a evaluar clínica y radiográficamente. Si no hay dolor y las radiografías no demuestran el trazo, puede dejarse una férula por una semana más o retirarse definitivamente. Si hay dolor, pero las radiografías no muestran nada, se pide una resonancia magnética nuclear (RMN). Una vez diagnosticada la fractura, con­solida en la mayoría (90%) entre las seis y ocho se­ ma­­nas, si bien debe considerarse mayor tiempo en los ado­lescentes y en las diagnosticadas de forma tardía27. No­sotros aconsejamos seguir con un yeso por arriba 3955 del codo hasta completar el tiempo de inmovilización o al menos las primeras cuatro semanas. El control ra­diográfico debe ser a la semana, y luego cada tres se­manas. En el caso infrecuente de fracturas desplazadas (mayor de 1 mm o de 10º en cualquier incidencia), de­­be intentarse la reducción cerrada, pero muchas ve­­ces termina siendo inestable, por lo que se complemen­ta con osteodesis (dos clavijas de 1.2 a 1.5 mm de diá­me­ tro). Se puede considerar el tratamiento abierto con fijación interna como en adultos43, preferencialmente en las seudoartrosis; aunque se trata de no ser tan agresivos de entrada con los niños (considerar que el menor tamaño atenta la habilidad quirúrgica del cirujano). Además no se ha demostrado aún que la alteración de la cinemática por seudoartrosis en niños predisponga a cambios degenerativos como en los adultos. Otras fracturas del carpo pueden detectarse con radiografías bajo tracción. Fracturas del hueso grande: se han descrito fracturas por impactación o compresión aisladas (por traumatismos de alta energía) o generalmente son de la cintura del hueso grande asociadas a lesiones más complejas (con fractura de escafoides en el síndrome navículo-capital de Fenton; con radio distal, etc.). La fractura aislada del piramidal se da por avulsión de ligamentos dorsales, pero es más frecuente lo mismo que el semilunar, que forme parte del contexto de una lesión del arco mayor o menor del carpo (fracturasluxaciones transescafoideas, inestabilidad perilunar progresiva por lesiones ligamentarias del carpo, etc.) que son mucho más infrecuentes en los pediátricos que las lesiones óseas por las características ya mencionadas (Fig. 406-30). Luxaciones y lesiones ligamentarias Luxaciones de la IF. En estas lesiones no se deben hacer intentos de reducción sin un control radiográfico previo dado que los cartílagos epifisarios están muy cerca de las articulaciones y son zonas muy débiles, que suelen lesionarse simultáneamente. La luxa­ ción IFD pura es dorsal, por desinserción volar de la me­tafisis de F2 de la placa palmar y los ligamentos colaterales. Evaluar según edad el tipo de anestesia necesaria y reducir con maniobras de tracción longitudinal e hiperextensión, y luego una suave flexión; se constata radiográficamente la congruencia, y se inmoviliza por tres semanas. Si no se pudiera reducir, se debe pensar en la interposición de la placa volar, los ligamentos o el tendón flexor profundo, por lo que obliga al abordaje dorsal y la sección de uno de los ligamentos. Las luxaciones IFP son frecuentes en relación con los adultos, y se da por falla de los ligamentos colaterales (primero el principal y luego el accesorio) y finalmente la placa palmar33, 41. Pueden presentarse más comúnmente como dorsales (aunque consultan por subluxaciones o esguinces), volares o laterales pu­ras. Descartar fracturas asociadas del cóndilo con una oblicua. Se reduce con la misma maniobra, y se debe constatar una reducción concéntrica y la estabilidad pasiva y activa en todos los planos. Seguimos el Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3956 protocolo de Waters y Graham69: si no hay instabilidad lateral ni laxitud palmar, férula dorsal en flexión por cuatro-cinco días y luego sindactilia al dedo vecino por tres semanas. Si hay leve laxitud (<20º de bostezo o hiperextensión), inmovilizar con férula en flexión de 30º IFP por tres semanas y luego dos semanas más de sindactilia. Cuando hay lesión de la placa palmar (con o sin fragmento óseo), generalmente se luxa entre los 45 y 60º de flexión, por lo que se debe inmovilizar con férula dorsal en mayor flexión (más de 65º), permitiendo la movilidad activa en este rango. Cada siete-diez días se debe retirar momentáneamente la férula para per­mitir la extensión progresiva, hasta completarla a las tres o cuatro semanas. Sólo se justifica una in­dicación quirúrgica si hay fractura intraarticular grave, lesiones combinadas, o cuando es irreductible de forma incruenta, donde se procede a la reparación pri­maria del ligamento roto. Sin embargo, es preferible sólo operar a las francas inestabilidades postreducción, aquellas que ya a los 60º de flexión se luxan (que son infrecuentes por la rigidez que tienden a desarrollar). Por incisión lateral se reinserta el ligamento con sutura no reabsorvible y se moviliza a las dos semanas. Si luego del tratamiento incruento quedan masas laterales (fibrocartilaginosas u osteofibrosas) esperar A seis meses para operar, por si necesita adicionarse una capsulotomía u tenolisis. El dedo atascado, impactado o “dedo de entrenador” se presenta cuando una aparente luxación IF fue reducida o intentado reducir en el momento inmediato al traumatismo (axial y rotacional), y llega a la consulta con un dedo tumefacto, limitación en la flexión y dolor impreciso de localizar. Agudizar la anamnesis y observar en las radiografías si no hay lesión ósea y si la articulación es congruente, sobre todo en el perfil. A veces en las volares, que se ve en los atrapamientos en los radios de la rueda de la bicicleta y de difícil diagnóstico, se puede haber lesionado la cintilla media (con o sin fragmento óseo dorsal) y comenzar la deformidad en Boutonniere, por lo que hay que inmovilizar en extensión IF por cuatro semanas, y luego con férula dinámica por dos semanas más. La tumefacción de las partes blandas y los dolores tardan mucho en desaparecer por completo, si es que lo hacen. El tratamiento será el sintomático (hielo, ferulaje y posición elevada), y luego protección con sindactilia. Las luxaciones de la articulación MF son las más frecuentes que se observan en la mano infantil y entre ellas la habitual es la de la articulación MF del pulgar que se produce por hiperextensión (Fig. 406-31). Puede B C Fig. 406-30. A y B. Herida grave por aplastamiento con maquinaria laboral (sobadora). Había sufrido un síndrome compartimental de Finocchietto, que fue liberado. C. Nótese la combinación de lesiones carpianas: fractura del ganchoso con disociación escafolunar aguda. Con autorización del doctor Oscar Bassini. A B Fig. 406-31. A. Luxación MF del pulgar simple en un chico de once años por traumatismo con una pelota. Reducción cerrada en guardia con anestesia local y maniobra de hiperextensión. B y C. Control radiográfico de la reducción con vendaje ferulado inmovilizador. C Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil ser simple (se encuentra a 90º del me­ta­carpiano) o compleja (la falange se ubica paralelamen­te al metacarpiano por el dorso; clínicamente hay deformidad en bayoneta, pero no es tan marcada como la simple. El daño tisular es mayor y muchas veces requiere tratamiento quirúrgico mediante el peligroso abordaje volar). En la mayoría de los casos, la reducción por manipulación adecuada y la inmovilización con yeso o ferulaje en extensión por tres semanas es efectiva. La maniobra debe iniciarse con una flexión de muñeca e hiperextensión del dedo, para que con el borde dorsal de la falange proximal empuje la placa volar (con sesamoideos) interpuesta, y evitar que se transforme en irreductible si se hiciera sólo con una maniobra de tracción. El pulgar del guardabosque o del esquiador puede interpretarse como una luxación incompleta o subluxación momentánea que se da por lesión del ligamento colateral cubital. Pueden existir tres tipos: la distensión ligamentaria (esguince simple); la avulsión o rotura de la inserción de la base de F1; y el arrancamiento óseo (SH 3) que es el equivalente al del adulto, más habitual de ver y tiene tratamiento quirúrgico directo. Las lesiones SH tipo 1 ó 2 de la falange proximal determinan una seudolesión del guardabosque, que debe descartarse con pruebas de estrés bajo radioscopia. Como es típica de los adolescentes, se puede intentar una anestesia local intraarticular o bloqueo nervioso colateral, para evaluar el ligamento con maniobras de bostezo en flexión (evalúa al colateral principal que es el primero que se lesiona, relajando la placa volar) y en extensión (evalúa al colateral accesorio). Si hay inestabilidad, la apertura será mayor de 45º en extensión, se interpreta una rotura completa; y como puede aparecer la lesión de Stener60, se requiere cirugía. Los desgarros incompletos y los esguinces cicatrizan con inmovilización por un mes con yeso en extensión MF. La luxación metacarpofalángica del índice generalmente es más compleja e irreductible. Estas lesiones deben sospecharse en traumatismos muy violentos, cuando hay mucho edema; y buscar en la radiografía signos indirectos, como con el método de la línea recta o el estrechamiento de la articulación MF. El dedo está acortado, supinado y con leve desvío cubital, y un hoyuelo en la cabeza del metacarpiano, haciendo sospechar del desplazamiento dorsal. Se puede intentar la reducción cerrada, con la misma salvedad que en la maniobra del pulgar. Si fracasa, es debido a la interposición de partes blandas y necesitará de la reducción cruenta (por vía dorsal o palmar). La reducción y la movilidad MF se deben restaurar rápidamente, en lo posible antes de la primera semana. En los casos con intentos previos de reducción infructuosa o dos a tres semanas de producida, es aconsejable la reducción cruenta, que se puede intentar hasta los seis meses, aunque pasados los dos meses es mejor dejarlas remodelar, evaluar según la edad y la limitación funcional si hay necesidad de un tratamiento quirúrgico. Las luxaciones CMC aisladas son raras, pero llevan el mismo tratamiento que las fracturas luxaciones de la base de los metacarpianos. 3957 Las lesiones ligamentarias de la muñeca son infrecuentes en los niños, pero a partir de los diez-doce años por la vigencia de los deportes pueden desarrollar patologías similares a la de los adultos. La sospecha clínica generalmente agregada a lesiones más evidentes (fracturas del radio distal) y el cuidadoso estudio de imágenes, permitirá el diagnóstico y evitará la instalación de lesiones secuelares irreversibles. El tratamiento debe evaluarse según el paciente. Si es un adolescente, una inestabilidad escafolunar se tratará como en un adulto. Si el paciente es más joven, como no existe casuística por la poca incidencia, cabría razonar, que se puede dejar que el potencial de remodelación ósea y la capacidad de rebalance articular actúen por sí sólos y nos evite de agredirlo quirúrgicamente. Pueden ser cirugías precisas de reconstrucción en luxaciones desapercibidas o complicaciones de éstas. Lesiones tendinosas El diagnóstico de sección de ambos tendones fle­ xo­res es sencillo, simplemente se requiere observar la postura del dedo en reposo, con el efecto tenodésico y al pedirle que cierre la mano: mientras que los demás se flexionan, éste queda estirado. Para detectar la sección de solamente uno de ellos, es necesario efectuar algunas maniobras específicas37. Cuando se in­vestiga la función de los tendones de los flexores profundos es necesario inmovilizar todas las articulaciones exceptuando las IFD. Si el paciente puede flexionar esta articulación significa que el tendón está intacto. En cambio, cuando se investigan los su­perficiales se necesita inmovilizar todos los dedos me­nos el que se desea examinar y se pide la flexión del mismo (maniobra de Verdan o prueba de Appley) (Fig. 406-32). Si el niño puede hacerlo significa que el tendón está indemne. El objetivo principal de una sutura de tendón es restaurar el deslizamiento normal. Si después de una sutura éste no se consigue, la situación lograda será peor que no haberlo suturado. Se denomina sutura primaria a la reparación término terminal dentro de las primeras 24 horas. Entre las 24 horas y los quince días, la reparación es primaria diferida. Lo ideal es realizarla dentro de la primera semana. Cuando ha transcurrido mayor tiempo, se denomina sutura secundaria: temprana entre la segunda y cuarta semana, y tardía a la que se realiza más allá de la cuarta semana. Por lo general, después del mes la retracción muscular y de los extremos tendinosos impide la realización de una sutura y es necesario hacer una reconstrucción: injerto de tendón primario o un procedimiento en dos tiempos (convencional). Actualmente, la técnica, el instrumental, el conocimiento de la biología y la circulación de los tendones, permite la realización de suturas primarias con éxito62. En los niños se aplican los mismos principios de la cirugía tendinosa que en los adultos: el lecho debe ser viable, y el tendón y la vaina osteofibrosa deben estar en buen estado. La sutura primaria está contraindicada cuando están asociadas a complicaciones que pueden comprometer el resultado final: si coexisten fracturas múltiples; cuando hay aplastamiento grave con pérdida de cu- Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3958 A B C G D E F Fig. 406-32. A. Aspecto de una lesión tendinosa del dedo medio inveterada. B. Flexión activa ausente. C. Comprobación con efecto tenodésico (flexión pasiva). D. Maniobra de Verdan o prueba de Appley para evaluar flexor superficial. E. Maniobra para evaluar flexor profundo. F y G. Función postoperatoria de injerto tendinoso con palmar menor. bierta cutánea, de las vainas tendinosas (poleas) y/o de parte del tendón; y heridas sucias con evidencias de supuración o celulitis definida. Estos casos pasan a tratamiento diferido63. Es imprescindible una “técnica atraumática” de los tejidos para generar la menor cantidad de cicatriz, la técnica debe ser meticulosa. Es preciso manipular ade­cuadamente los extremos tendinosos y evitar desbri­ da­mientos en zonas de las vainas tendinosas. En caso de destrucción de las mismas deben ser reconstruidas con las técnicas de retináculo extensor o con injerto de tendón. Se han propuesto variados tipos y configuraciones de suturas de tendones flexores con el fin de lograr la menor reacción inflamatoria y al mismo tiempo la mayor fuerza ténsil. Pero esto se basa en el tipo de rehabilitación a que será sometido el paciente. En los niños menores de diez años, esto no tiene posibilidad de aplicarse porque no se puede desarrollar o alternar distintos tipos de rehabilitación. Además, la colaboración consciente del paciente es prácticamente imposible, y los resultados son los mismos que haciendo otro protocolo distinto al de inmovilización74. Sólo en mayores diez o doce años, con desarrollo madurativo (intelectual) acorde a esa edad, y de acuerdo con el medio social y contención familiar, se puede considerar un protocolo actualizado como en los adultos. Toda rehabilitación se divide en tres etapas: una etapa inicial (tres-cuatro semanas), una intermedia (cuarta-sexta semanas), y una final (sexta-octava semanas). Lo que variará fundamentalmente es en la acción inicial. Por eso en los más chicos, sólo se puede inmovilizar en el primer mes en posición de relajación del aparato flexor: muñeca flexa a 30º, MF flexionadas 40º e IF flexionadas a 30º. Para el pulgar, sólo tres semanas de inmovilización, con muñeca flexa 30-45º, y leve flexión de MF e IF. En la mayoría de los casos utilizamos un punto cen­ tral intratendinoso resistente y seguro como el Kessler mo­dificado (de nylon 4 ó 5/0) completado con una sutura continua del epitenon (con nylon 6/0 ó 7/0) a fin de obtener una perfecta coaptación de los bordes del tendón, de tal forma que no quede superficie de tendón insatisfecha y facilitar el deslizamiento sin que se adhiera a las vainas, aumentando al mismo tiempo la fuerza de tensión de la sutura. No considera­ mos necesario pasar cuatro hebras a través del sitio re­parado, principalmente porque no se lo someterá a fuerzas inmediatamente y, por el tamaño del tendón que se repara, es difícil que entren las suturas; además que no sería beneficioso tanto elemento extraño para la cicatrización del tendón. Luego los tendones deben Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil ser protegidos con yeso cerrado (o valva) incluyendo los dedos (para los niños menores de tres años también debe ser incluido el codo) por tres o cuatro semanas. En los niños mayores es preferible usar un nylon más grueso (3/0) para el punto intratendinoso, y en los más pequeños puede hacerse la sutura periférica con pocos puntos separados, para evitar el estrangulamiento del tendón. En estos niños mayores, y con padres capaces de cumplir con un buen kinesiólogo rehabilitador, se puede inmovilizar en posición para comenzar la rehabilitación al tercer día aproximadamente (muñeca flexa a 30-45º, MF flexionadas 40-60º e IF extendidas a 0º). En ellos puede usarse la técnica de movilidad pasiva temprana (Kleinert modificada o Duran-Housser)13, 21. Si estamos en un medio muy cumplidor, algo más exigente y con mejor contención, además de un grupo rehabilitador óptimo (paciente, familia y kinesiólogo) podemos aplicar lo que actualmente se aplica en adultos que es algún protocolo de movilización activa temprana: protocolo de EvansThompson, de Strickland-Cannon (protocolo de Indiana) o de Belfast (y sus variaciones)12, 38, 59. Esto permite menos adherencias, algo más rápida la cicatrización y más fuerza ténsil. Al igual que en la mano del adulto, la sección del tendón y no la herida cutánea es la que define la zona flexora (de Verdan), ya que una herida producida con los dedos flexionados, la herida de la piel no coincide con la herida del tendón. Preguntar bien la forma de producción del corte, para suponer un sector diferente. En cada sección la estrategia de sutura cambia y le corresponde un procedimiento específico y un pronóstico diferente64. Zona 1: lo que generalmente ocurre es que el muñón distal del tendón es corto, por lo que el cabo proximal del tendón se reinserta distalmente en la base de la falange, mediante cualquier técnica aprendida para reinsertar injertos, siempre y cuando sea distal a la placa de crecimiento y no requiera de longitud extra para la fijación. Nosotros utilizamos la técnica Pull out de Bunnell, tratando de no afectar la matriz germinal de la placa ungueal, y tomando al tendón con un punto de planas. Zona 2: esta zona es la más complicada para tratar ya que ambos tendones se encuentran en el estuche osteo-fibroso de la vaina. Sin embargo, actualmente la sutura de ambos es lo aconsejable porque el flexor superficial y profundo están seccionados a distintos niveles, y las suturas de ambos estarán alejadas. Aunque otra vez se condiciona a la posibilidad de poder realizar rehabilitación postoperatoria. Las condiciones para hacer una sutura primaria son: mantener la vaina flexora íntegra en lo posible, no resecar tendones o sus mesos, pues es por allí donde la circulación llega a los mismos. La sutura primaria debe realizarse a través de pequeñas incisiones de la vaina cercanas a la sección tendinosa, preferiblemente sobre las poleas cruciformes (abordar por C1 y/o C2 sin conectar ambas aperturas). Se deben preservar las poleas anulares (A2 y A4) y cuando es posible cerrar las vainas con pocos puntos separados6. De las técnicas para traer el tendón y reposicionarlo, tratamos de evitar maniobras de “pesca” ya que pue- 3959 den producir daño a otras estructuras. Preferimos el método de la “maniobra de ordeñe”: con muñeca en flexión, masajear el antebrazo empujando suavemente el cuerpo muscular hasta que aparece la punta del tendón seccionado por la herida y se lo toma con pinza delicada. En caso que esto falle es preferible hacer otra incisión más proximal, repetir la maniobra y luego reintroducir el tendón, manejándolo con un punto tractor desde el extremo seccionado. Zona 3: la reparación en esta zona es más simple ya que está libre de vainas tendinosas y las suturas pueden ser cubiertas con los músculos lumbricales. Zona 4: si todos los tendones han sido seccionados en un mismo plano, se resecan los superficiales, se suturan los flexores profundos y el flexor del pulgar y finalmente se sutura el nervio mediano. Algunas escuelas proponen abrir el túnel carpiano siempre. Sin embargo, a fin de evitar la luxación ulterior de los tendones al flexionar la muñeca es preferible cerrarlo y controlar el deslizamiento de las suturas realizadas. Si hubiera algún bloqueo de la excursión, sí es lícito descomprimir la zona, resecando una franja del ligamento anular. Si la sección es solamente de algunos tendones, se reparan éstos en forma primaria. Zona 5: en esta zona pueden ser dañados el mediano y el cubital, por hallarse más superficiales. En caso de sección del palmar mayor, debe ser suturado siempre. Cuando la lesión de los tendones es en la unión múscu­lo tendinosa la reparación no precisaría efectuar sutura epitendínea. En ciertos casos la sutura se ve dificultada por el desgarro del tejido muscular. A fin de evitar esta complicación, se pueden usar puntos en ocho sobre el músculo. Frente a heridas parciales de tendones, no siempre deben repararse. Lesiones de menos del 25% del diámetro del tendón, no se reparan; mientras que entre el 25 y 50% se efectúa sutura continua muy prolija y atraumática. Cuando la sección es mayor del 50% es conveniente terminar de seccionarlas y repararlas con el punto central intratendíneo y sutura circunferencial. En heridas en las que el tendón se secciona a dos niveles conviene hacer dos suturas si el segmento intermedio es más largo de tres centímetros. Si el segmento es menor, la sutura intratendinosa debe incluir el segmento con el mismo punto, pero se le agrega una sutura continua periférica a cada sección. Sección de los tendones extensores A diferencia de los flexores, no existe una técnica de sutura aceptada plenamente ni existe un protocolo universal de rehabilitación. A pesar de que esta zona es más expuesta, las lesiones son menos frecuentes. Si bien los tendones extensores no tienen el mismo ran­go de deslizamiento de los tendones flexores, su me­canismo de extensión es estructural. Intervienen tres sistemas: el sistema extrínseco de extensores de los dedos (para las MCF), los músculos intrínsecos (para las IFP) y el aparato retinacular (banda sagital para la IFD y la extensión sincrónica)52. Así como en los flexores existen zonas, aquí también se emplea una división topográfica de acuerdo a donde 3960 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil sea la sección. El área seccionada determinará una deformidad en el dedo la cual se conoce como: dedo en martillo, dedo en Boutonniere o dedo caído según sea en IFD, IFP, MCF. Nuestro objetivo de reparación en tendones extensores es rehacer siempre su estructura, y si no media pérdida de sustancia, los mejores resultados se logran con la sutura primaria en agudo. Todas las estructuras tendinosas deben ser reparadas con puntos separados (simples, circular, colchonero o en U) de nylon 6/0 ó 5/0 y luego inmovilizar las articulaciones en extensión de cuatro a seis semanas. Lesión de nervios Con el examen neurológico sensitivo-motor se podrá determinar el nivel de la sección nerviosa, siendo la última etapa del examen físico. La reparación primaria o primaria diferida (diez a catorce días) de los nervios periféricos tiene resultados funcionales similares65. Los resultados de las reparaciones alejadas son de menos calidad. El objetivo de una neurorrafia término terminal es poner en contacto la mayor cantidad posible de túbulos neurales homólogos, y que se forme la menor cantidad de colágeno en la cicatrización. Para ello es importante evitar la tensión en la sutura y la desvascularización A D B (circulación intrínseca y extrínseca) por excesiva movilización y tracción de los cabos. Luego de regularizar los extremos con un corte neto, se sutura con puntos separados el epineuro con nylon 8-0, usando magnificación, orientando los cabos nerviosos en tal forma que coincidan los vasos epineurales (Fig. 406-33). Solamente en los troncos mayores de los nervios mixtos se puede colocar uno o dos puntos en grupos fasciculares identificables, con suturas 10-0 (con especial indicación de los haces motores). Cuando la distancia entre los cabos es mayor de dos o tres cm debería ser necesario el uso de injerto de nervio, si bien en los niños se puede forzar una articulación en posición antifisiológica para que contacten mejor los cabos. Esta decisión depende de la experiencia del operador, ya que el resultado de un injerto de nervio es mejor que una sutura primaria si se realiza a tensión, pero la sutura directa tiene mayor éxito que el injerto. Se debe inmovilizar el miembro para proteger la neurorrafia por tres a cuatro semanas, con las articulaciones cercanas a la sutura en leve flexión, para disminuir la tensión. El pronóstico de las lesiones nerviosas en los niños es excelente, relacionado con la edad; independientemente de la causa. Muchas veces no necesitan de rehabilitación específica en lesiones nerviosas únicas. Es difícil el seguimiento de la recuperación nerviosa por lo complicado del examen clínico, pero muchas veces sólo se necesita de tiempo para ver resultados. C E Fig. 406-33. A. Lesión con vidrio en antebrazo distal derecho en un chico de trece años. B y C. A pesar de lo pequeño de la herida, con el examen clínico se comprueba anestesia en parte del territorio del nervio mediano y se presume sección del flexor profundo del pulgar. D. Se constata lesión parcial del nervio mediano (NM), del flexor palmar mayor (PM) y del flexor largo del pulgar (FLP). E. A los doce meses postoperatorios, tuvo buena evolución en la función motora pero no del todo la sensitiva. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil Mano traumática aguda. Amputaciones y reimplantes. Quemaduras Consideramos como lesiones mayores las heridas graves por la causa y el mecanismo traumático, que comprometen varios tejidos del miembro (además de la piel se afectan tendones, nervios, y/o huesos) y se deben resolver en quirófano bajo anestesia general. Como en el adulto, se agrupa también a la “mano destrozada” cuando las lesiones son devastadoras y envuelven múltiples estructuras críticas del dedo, la mano y/o el resto del miembro que casi siempre lleva a significativa invalidez. Como las fuerzas involucradas son de gran magnitud, serias injurias a diversos sistemas y órganos toman primer lugar antes del miembro, y se establece la prioridad de objetivos: preservar la vida, luego el tejido, finalmente la función. La causa principal son los accidentes con pirotecnia y con maquinarias como las sobadoras (Fig. 406-34). Los cuidados del paciente requieren la aplicación de las pautas definidas en el capítulo sobre atención inicial del politraumatizado. Hay que tener en mente el concepto de Peacok “una herida, una cicatriz”71. La cicatrización tendrá un ritmo más o menor uniforme, cuando se trata de un herida simple en un huésped normal. Pero frente a múltiples capas de tejidos afectados, el alto impacto del proceso de cicatrización debe estar en mente durante el proceso de reparación y reconstrucción de estas “lesiones combinadas”10. El tiempo de cicatrización no puede ser acelerado. Dependerá de la presencia o no de elementos que impidan el proceso natural. El papel del cirujano es hacer todo lo posible y práctico para facilitar el proceso de cicatrización, eliminando ciertos impedimentos de la curación: controlar el sangrado, mantener la irrigación sanguínea, eliminar los espacios muertos, reducir al mínimo la contaminación, eliminar los tejidos no viables, asegurar un cierre de la herida; 3961 y en caso de lesiones óseas, tendinosas y/o nerviosas se podrán reparar e inmovilizar. Tiene que quedar cla­ ro que no existe la “magia”, ya que muchas veces la fa­milia tiene un concepto erróneo de lo que se hace en el quirófano. Nosotros “ayudaremos”, pero el resto lo hará el cuerpo del niño, por lo que hay que darle tiempo a la biología para que haga su trabajo normal de reparación, lo cual puede llevar mucho tiempo. El tratamiento inicial del trauma agudo de mano y miembro superior en el niño es en esencia el mismo que en el adulto. Pero algunas diferencias que hay que tener presentes son la dificultad inicial en el diag­ nós­tico, por la difícil evaluación clínico-radiológica; la di­versa patología asociada según la edad de presentación; algunas patologías específicas de los niños (patrones de lesiones no vistas en adultos como las variedades de epifisiólisis de F3 y base del pulgar); que tienen mejor recuperación nerviosa; y aunque generan menor fibrosis y adherencias éstas existen y deben ser previstas19. Tratar de mantener el trípode fundamental del tratamiento que es: 1. Preservar la circulación (vascularización). 2. Estabilidad de la estructura ósea (esqueletización). 3. Prevenir la infección (toillette y cobertura cutánea). Luego el orden de reparación continuará con las lesiones músculo-tendinosas y finalmente las lesiones nerviosas, si es que la injuria lo permite y el cirujano se encuentra en condiciones. Si no, esto puede realizarse luego de 48 ó 72 horas, cuando el edema disminuye y los fibroblastos no han aparecido, y hay menos riesgo de aparición de la infección. Se debe definir inicialmente si hay suficiente vas­ cularización distal al trauma; el objetivo primario será recuperar la circulación del miembro, si ésta se hubiera perdido. Cuando una parte del miembro está se­parada completamente (amputación) y producida por Fig. 406-34. Mano traumática aguda. Lesión por estallido con pirotecnia de 48 horas de evolución, después del tratamiento de la urgencia con otro centro. 3962 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil corte preciso, se realiza un reimplante. En el caso de mantener alguna conexión, aunque sea mínima se la llama desvascularización (amputación parcial o incompleta) y requerirá revascularización. Ante pa­cien­tes pediátricos con una amputación parcial o to­tal, siempre tener presente la posibilidad de revascu­larización-reimplante. Técnicamente en ambos los procedimientos son similares (a los practicados en los adultos), pero hay diferencias en cuanto al pronóstico y expectativas de funcionalidad entre una y otra. Si los tejidos distales están destruidos de tal forma que no es posible la reconstrucción, se debe completar la amputación y dar cobertura. Restablecer la circulación de las partes isquémicas debe tener prioridad a cualquier otro tratamiento. De nada sirve hacer prolijas reconstrucciones si los tejidos están sin circulación. El correcto flujo vascular se controla mediante la com­probación del relleno o pulso capilar en el pulpe­ jo de cada dedo o cualquier superficie cutánea en eva­­luación. En caso de tener dudas, la oximetría de pul­so comparativa de los miembros puede ser útil. Por lo general no son necesarios estudios arteriográficos previos al tratamiento. Si no hay perfusión del miembro distal al área del trauma, el vaso principal del mismo debe estar comprometido, y si la circulación colateral no se ha establecido después de un tiempo mínimo de espera, se debe proceder a la reperfusión mediante arteriorrafia, o bypass (puente) de injerto venoso (o protésico). Si hubiera sección de una arteria importante (cubital o radial) con conservación de la perfusión distal, no es necesaria la sutura de dicha arteria ya que la circulación está preservada, salvo que el cirujano actuante tenga suficiente experiencia en suturas vasculares y no complique el resto de la reparación. La exploración sensitivo-motora, si el niño es pequeño es muy dificultosa pero de la paciente observación de la postura y los movimientos espontáneos, se pueden obtener datos de significación. En las heridas por explosión, aplastamiento, o trituración se ha de sos­­pechar fracturas subyacentes. Se debe indicar ra­dio­­grafías simples de frente y oblicuas antes de mani­pu­lar la mano, a fin de evitar un daño mayor. Con un diagnóstico presuntivo de lesiones anatómicas y un diagnóstico radiológico, se procede bajo anestesia ge­neral a la descontaminación de la herida y al diagnós­tico intraoperatorio. Es decir, constatar con los hallazgos, el diagnóstico prequirúrgico. Es necesario el uso del manguito hemostático colocado en la raíz del miembro, con la doble finalidad de controlar la hemorragia, o dar flujo sanguíneo para reconocer los tejidos que carecen de circulación. El procedimiento de descontaminación tiene como objetivo transformar una herida contaminada en una herida limpia. El miembro debe ser lavado con soluciones jabonosas, no irritantes o cáusticas, para retirar restos de detritus, suciedad, tierra, etc., de la piel y las faneras con gasas. No aconsejamos hacerlo con elementos (cepillos) que puedan dañar aún más los tejidos ya traumatizados. Luego las heridas abiertas se limpian por arrastre con abundante solución fisiológica. Las heridas sucias con material grasoso (aceite, lubricantes) se limpian con vaselina líquida. Se embroca el miembro con solución iodada y se coloca un campo quirúrgico. Con instrumental delicado se procede a retirar los cuerpos extraños y los tejidos desvitalizados, irrigando nuevamente de forma profusa con solución fisiológica. Se cubre la ma­no con compresas esterilizadas y se procede a un se­gundo pincelado de solución antiséptica en la piel y a la colocación de los campos quirúrgicos definitivos para proceder al cierre primario, la reconstrucción de la cobertura cutánea y/o a la reparación de las estructuras nobles, según el caso. En las heridas muy contaminadas que ingresan con un cierre primario ya realizado, puede ser necesario efectuar una nueva exploración en sala de operaciones para una nueva decontaminación, sobre todo si se supone la presencia de tejidos de dudosa vitalidad. No es prudente un cierre hermético, si se sospecha que en las próximas horas aparecerá un edema importante, porque aumentará la tensión sobre la sutura y podría haber sufrimiento circulatorio de la piel. Tampoco es prudente realizar el cierre primario cuando se sospecha inviabilidad muscular o si se tiene en consideración una segunda observación o tratamiento definitivo en los días subsiguientes. El cierre primario también deberá diferirse cuando la transformación de una herida sucia en una herida limpia quirúrgica no es factible. El riesgo de infección se determina con el grado de contaminación primaria, por el tipo y lugar del accidente (por engranajes, mordeduras y armas de fuego son las más contaminadas) y aumenta con el paso de las horas, ya que las bacterias se reproducen a un ritmo logarítmico. El llamado “período de oro”, de las seis horas posteriores al traumatismo para realizar una sutura primaria segura (contaminación sin infección), ha perdido vigencia gracias a la descontaminación quirúrgica y la terapia antibiótica moderna. Pero ante cualquier duda es preferible diferir el cierre. No es acon­ se­jable “marcar” con puntos, nervios o tendones para el cirujano que deberá hacer la reparación secundaria. Es de suponer que el especialista a quien se le deriva el caso conoce suficientemente la zona para no necesitar “marcas”, y éstas no hacen más que dañar los tejidos. La zona de injuria de las lesiones producidas por alta energía es de difícil identificación en las etapas iniciales. Los tejidos marginales no definen su situación de vitalidad hasta 48 a 72 horas de producido el trauma y las reexploraciones deberán repetirse para eliminar tejidos desvitalizados hasta que la herida sea estable. La cobertura de las fracturas expuestas debe ser hecha lo más precoz posible. La cobertura cutánea significa recuperar la continuidad de la piel, rehacer la barrera de protección contra los gérmenes y devolver un tejido similar al que se perdió (acolchado y con sensibilidad en los pulpejos, elástico y abundante en las articulaciones para permitir el movimiento). Cuando el cierre primario no es posible por falta de piel, deberá recurrirse a los injertos o a los colgajos. Los injertos requieren de un lecho receptor vascularizado. El injerto no tomará en el hueso sin periostio o en tendones sin paratenon. Los colgajos se usan para cubrir defectos en huesos, tendones o nervios expuestos, o para devolver acolchado en los extremos digitales. Los colgajos pueden ser planifica- Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil dos en un tiempo (traslación, transposición, rotatorio) o en dos tiempos (cruzado, tenar, hipotenar). De ser necesarias coberturas extensas, se podrá recurrir a los colgajos a distancia pediculados (tórax o abdomen) o libres con el uso de técnicas microquirúgicas pero que se realizan asegurada la ausencia de infección32, 47. Desde ya, en traumas graves con atrición de partes blandas y comprobada su falta de circulación, no deben ser dejadas como “apósito biológico” ya que evolucionarán a “apósito necrológico” con las consiguientes complicaciones de infección, sepsis, embolias, etc. Es necesaria la eliminación de todo tejido desvitalizado y cubrir con gasas vaselinadas (furacinadas) y antibióticos tópicos para evitar la desecación de los tejidos remanentes. Cuando la superficie expuesta es extensa es preferible cubrir con curaciones húmedas y colocar un sistema de irrigación continua para asegurar la humedad en las áreas cruentas. Cuando existen lesiones de partes blandas y óseas es conveniente definir la estrategia a seguir frente a una fractura y cuál debe ser reducida a cielo abierto con fijación interna en primer lugar. Luego se realizará la reparación de las partes blandas. Se conoce con el nombre de “esqueletización” la acción de ubicar los huesos fracturados en el eje que les corresponde mediante clavijas de Kirschner, miniplacas y tornillos o tutores externos. Este procedimiento a veces debe anteponerse a la revascularización para poder dar soporte esquelético a las suturas arteriales y venosas. Requerirán fijación las fracturas múltiples, inestables (diafisarias oblicuas o espiroideas), intraarticulares desplazadas (transepifisiarias), cuando existe pérdida de tejido óseo (es necesario mantener el espacio del faltante para evitar el colapso de todo el eje), y siempre que el niño tenga espasticidad o atetosis. Las indicaciones y pronóstico de un reimplan­ te dependerá de varios factores. Además del tiempo de isquemia condicionante, la edad es un factor favo­ ra­ble, por lo cual el reimplante en los niños tiene una in­dicación definitiva. En cuanto al mecanismo de lesión, las avulsiones y aplastamientos son los de peor pronóstico, por lo que raramente tienen indicación. No así los producidos por corte neto, sin atricción. El nivel de la amputación también define pronóstico, ya que el Gasa y suero fisiológico Parte Amputada 3963 tejido músculo esquelético en el fragmento distal, es el principal factor que regula la intolerancia a la isquemia (o sea que soporta más tiempo una amputación digital que una amputación a nivel de muñeca o del antebrazo). Las lesiones más proximales tienen mayor daño de músculos y nervios, comprometen el resultado funcional y a menudo no deben ser reimplantadas54. Tampoco en la punta de los dedos, las amputaciones transversas distales a zona A2. Luego de analizar varios factores, se decidirá si la parte amputada es ade­ cua­da para ser reimplantada y si este procedimiento le devolverá al paciente una extremidad funcional me­jor que una prótesis, como en las amputaciones úni­cas de los dedos marginales39. La decisión final de reimplante queda a criterio del equipo que hará dicho procedimiento; pero para la amputación no debe ser única la opinión de los cirujanos ya que se sabe de las dificultades que acarrea la toma de decisiones cuando el paciente no es visto en forma conjunta por cada especialidad. Se debe amputar en la emergencia cuando hay severa destrucción distal del miembro, partes óseas y partes blandas con inviabilidad circulatoria. No hay “niveles” óptimos de amputación en niños. El principio es amputar hasta el sitio donde no hay circulación efectiva. Las causas de amputaciones diferidas precoces son shock tóxico secundario a un reimplante mal indicado, sepsis general y trombosis definitiva del miembro revascularizado, necrosis secundaria de los colgajos usados para revascularizar trastornos circulatorios secundarios. Es necesario enfatizar que cada cartílago de crecimiento que desaparece, se traducirá en la falta de crecimiento correspondiente a dicho cartílago, tanto más importante cuanto más pequeño sea el paciente. El 90% de los fracasos en los reimplantes en nuestro hospital fue por mal envío del fragmento amputado19. Recuperada la parte amputada (aun en varios fragmentos) debe ser higienizada con guantes y campos estériles, retirando todo resto extraño y envuelta en gasa húmeda con solución fisiológica. Se coloca en una bolsa plástica y se cierra con un nudo; ésta se deposita en un recipiente plástico (preferentemente de telgopor y con tapa) lleno de agua y algunos trozos de hielo, pero no hielo seco (tratar de que el segmento no esté Bolsa de plástico sellada Recipiente con suero fisiológico y hielo Fig. 406-35. Esquema con los pasos para remitir un dedo amputado, si se espera un reimplante más allá de las seis horas. 3964 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil en contacto directo con el hielo)20 (Fig. 406-35). Este procedimiento enfría el miembro a una temperatura de 3-4º y permite que el reimplante se realice varias horas más tarde, plazo máximo nueve a diez horas para un antebrazo y hasta 24 horas para dedos (tiempo de isquemia fría). Se habla de un tiempo de isquemia caliente, cuando no hace falta conservarlo en frío, ya que se piensa que se va a reimplantar en menos de seis horas (la parte remitida sin enfriar reduce los tiempos a la mitad). En la práctica esto es poco frecuente. Estos tiempos son de importancia cuando se planifica y se debe elegir el tipo de traslado del paciente; y para el fragmento desvascularizado (¡es más urgente!) que está sometido a isquemia caliente por estar aún en con­tacto con el extremo proximal (no se recomienda re­frigerarlo). Es deseable que se revascularice dentro de las primeras seis horas. Los mejores resultados están en relación al menor tiempo transcurrido de is­ que­mia. Más allá de estos tiempos el reimplante o la revascularización es inviable. En las avulsiones por anillo, se puede llegar a reimplantar la parte avulsionada si no está muy traumatizada (a diferencia de los adultos aun en las de clase III se puede intentar), mediante la anastomosis de algún colateral vascular, por lo general directo o con injerto de vena68. Nunca se ha de suturar la parte avulsionada “por si prende” sin sutura vascular. Siempre es posible revascularizar mediante el uso de colgajos, que aportan cobertura y vascularización, con resultados aceptables en cuanto a movimiento y sensibilidad. Lo más importante sigue siendo la educación y prevención, además de las normas de seguridad y cui­ da­dos en el ámbito laboral, para evitar llegar a estas terribles situaciones. Quemaduras Los principios generales del tratamiento de las quemaduras se hallan en el capítulo correspondiente. Las quemaduras del dorso de las manos generalmente se deben a líquidos calientes y tienden a ser tipo AB4. Las quemaduras de la palma usualmente se deben al contacto con superficies calientes o con fue­go. El espesor de la piel palmar dificulta el diagnós­ tico inicial de la quemadura. Las ampollas rotas se deben recortar y hacer diagnóstico de profundidad viendo las características de la dermis. Las ampollas intactas se mantienen tal cual. Estas lesiones curan con tratamiento local con antibióticos tópicos en vehículo graso y vendaje oclusivo. Diariamente, se cambia la curación, previo lavado suave con agua y jabón. Si la quemadura es tipo B, se debe proceder a la escarecto­mía precoz (tercero a quinto día) e injerto de piel parcial, para evitar deformidades y contracturas. La misma conducta resectiva y precoz deberá usarse con las quemaduras eléctricas. En estos casos las quemaduras pueden comprometer tendones y huesos, y se deberá considerar en cada caso si se justifica la reconstrucción en agudo. Muchas veces la inmovilización inicial que debe hacerse es en posición antiedema, en guante de boxeo o manopla. Con los días o semanas, debe tratar de colocarse férulas en posición más funcional (Michigan). Infecciones agudas Debido a que la mano es la región anatómica más vulnerable a la contaminación y a las heridas principalmente en los niños, las infecciones son propicias en dicha región61. Las infecciones agudas primarias (supurativas) más comunes en esta población son los panadizos (tér­mino general que se le da a toda infección de partes blan­das de un dedo) superficiales, siendo menos fre­ cuen­­tes los flemones, abscesos y las osteítis y artritis infecciosas. El gérmen más común es el estafilococo aureus (90%) y los estreptococos beta hemolíticos (pyogenes), por lo que el tratamiento antibiótico de elección son siempre cefalosporinas de primera generación (cefalexina 100 mg/kg/día VO), o como alternativa en alérgicos a betalactámicos la eritromicina (40 mg/kg/día VO) o clindamicina (30 mg/kg/día). Asociar siempre en la sospecha de un germen específico, datos clínicos relevantes (origen, circunstancia del accidente, ambiente, etc.). Los panadizos superficiales que habitualmente se ven son los subcutáneos (los verdaderos panadizos, o dactilitis porque se da comúnmente en la almohadilla grasa de la falange distal o pulpejos) y los cuticulares o periungueales (paroniquia aguda). Menos común son los panadizos flictenoides, eritematosos y antracoides. Es importante preguntar el antecedente traumático, ya que la paroniquia se asocia a los comedores de uñas y padrastros (arrancamiento del colgajo epidérmico del surco lateral ungueal) y puede dispersarse e invadir el eponiquio. Comienza con dolor, enrojecimiento y tumefacción del surco. La paroniquia muchas veces es el epílogo de una onicocriptosis (uña encarnada) mal tratada. Para esto, primero enseñamos a cortar las uñas (a diferencia de las de los pies, que son cuadradas, el corte debe seguir el borde del extremo digital que es circular). Luego utilizamos un método práctico para evitarla y al mismo tiempo tratar la infección. Consiste en profundizar el intersticio entre el repliegue y la uña, colocando con una pinza mano izquierda, un trozo de gasa o algodón embebida en solución yo­dada comprimiendo hasta despertar dolor. Se deja pues­ta esa gasa, y se la cambia una vez por día. Este procedimiento se les explica a los padres para que lo puedan realizar en su domicilio, progresando cada día un poco más hacia proximal y levantando de esta manera la placa ungueal. Se controla cada 48-72 horas y el proceso cura sin secuelas en el lapso de siete a diez días. En caso que haya contenido purulento superficial, se puede punzar primero, y luego continuar con las curaciones descritas. En los raros casos más severos, requerirá una incisión (en palo de jockey) y drenaje directo, como en el adulto aunque requerirá una anestesia general para efectuar más cómodamente la cirugía. No aconsejamos nunca sacar la uña en agudo, porque forma sinequias en el fondo de saco y la nueva uña crecería defectuosa. A diferencia, los panadizos subcutáneos secundarios a pinchazos (inoculación directa de la bacteria) deben ser drenados sin esperar una fluctuación clara, debido Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil a que los tabiques fibrosos sagitales forman espacios inextensibles y frente a la inflamación se comprimen los vasos sanguíneos y se altera la nutrición del hueso que se puede necrosar y hasta formar secuestros (osteítis que se descalcifica hasta borrar la falange)53. Además pueden contaminar rápidamente por contigüidad la vaina tendinosa, empeorando el cuadro. De los panadizos profundos, los flemones de mano son más comunes que los abscesos. Los flemones pue­ den ser de la vaina digital simple (palmo digitales) o díg­ito carpianas (largas, cubital y radial para el meñique y el pulgar, respectivamente) (Fig. 406-36). Estas te­nosinovitis son verdaderos síndromes compartimen­ ta­les del tendón que provienen de un panadizo subcu­ tá­neo (ocultado con antibióticos), y progresan como “explosiones” sobre todo con dolor paradójico máximo en el fondo de saco proximal (pliegue palmar distal o antebraquial palmar). Si se rompen, invaden al espacio de Parona (espacio potencial entre el pronador cuadrado y los tendones de los flexores profundos de los dedos, en continuidad con el espacio palmar medio). La tumefacción es característica y hace al dedo mantenerse semiflexionado. El drenaje quirúrgico luego de una radiografía para descartar una posible artritis u osteítis asociada, debe ser urgente, y de forma amplia (resecar la puerta de entrada aunque esté cicatrizada, explorar toda la vaina buscando una zona de rotura, sinovectomía, lavado con catéter de proximal a distal, cierre aproximado). Debe rehabilitarse rápidamente. Fig. 406-36. Aspecto de una extremidad de un bebé con fiebre, actitud en flexión del pulgar y dolor a la movilidad pasiva de cualquier parte de la mano. Diagnóstico presuntivo: tenosinovitis infecciosa. Los otros flemones de mano se denominan de acuerdo con la ubicación del proceso. Son consecuencia de panadizos superficiales desatendidos o consecuencia de inoculación directa por una herida, mordedura o infiltración. Pueden ser del espacio profundo palmar (del espacio tenar, del espacio palmar medio, del espacio hipotenar) y del espacio profundo subfacial (subcutáneo dorsal, dorsal subaponeurótico, del espacio comisural). Deben ser drenados quirúrgicamente y tratados con antibióticos endovenosos empíricamente con el mismo esquema que en las artritis. A las 48 horas se 3965 puede rotar de acuerdo con el resultado del cultivo y antibiograma. Las artritis séptica es más común que en el adulto y predomina en la articulación metacarpofalángica con la particularidad de la vulnerabilidad del cartílago a lesiones irreversibles, osteolisis subcondral (osteoartritis) que evoluciona al secuestro epifisario (osteomielitis). Tenerla en cuenta ante una herida desatendida cercana a una articulación (infección cercana o por inoculación directa) que después de 24 a 48 horas comienza con dolor y derrame articular que provoca actitud en flexión. Si progresa puede aumentar de vo­lumen, estar eritematoso, con dolor a la palpación y al movilizarlo, con signos regionales de linfangitis y adenopatías, y generales como fiebre. Los signos radiológicos son tardíos: a los seis a diez días aparecen bandas de desmineralización metafisaria. La evolución puede modificarse según el tipo de infección: rápida y agresiva en inoculación directa como en mordeduras, o lenta como en una herida en dorso del dedo que por el tratamiento antibiótico empírico se encuentra atenuada. El tratamiento consta de drenaje quirúrgico, toma de muestras, debridamiento de bordes, lavado abundante, sinovectomía, cierre articular y cutáneo; inmovilización por unos días. Si hay destrucción articular, no realizar artrodesis. El tratamiento antibiótico debe ser parenteral y de acuerdo con la edad. Las infecciones agudas también pueden ser posto­ peratorias (secundarias) que generalmente son superficiales (celulitis) y leves, respondiendo bien al tratamiento médico de antibióticos, antiinflamatorios, ferulaje (reposo) y elevación. En las formas necrotizantes y gaseosas (celulitis, fascitis, gangrena) causadas no sólo por el Clostridium perfringens, sino también por estreptococos pyógenes y bacilos Gram negativos (pro­teus, enterococo enterocolítico), la cirugía amplia in­mediata ante la sospecha es la única clave para evi­ tar la evolución nefasta del proceso. El tratamiento an­tibiótico deberá ser un triple esquema endovenoso de clindamicina, ceftriaxona, y gentamicina45, 46. Las mordeduras humanas (voluntarias o por golpe de puño) y animales (perro, gatos) son de alta consulta en las guardias por ser el miembro superior la primera defensa contra la agresión. El gran daño cutáneo que ocurre tras el ataque de un perro hace que la consulta sea rápida, y limite las complicaciones infecciosas. En cambio con las mordeduras de gato y las humanas no ocurre lo mismo. En cuanto a las mordeduras por animales salvajes (del campo: cerdo, caballo, hámster) es conveniente separar las heridas con desgarro, en las que el problema principal es la limpieza, protección y cierre de la piel; de las picaduras (por víboras, arañas) donde el problema principal ocurre por el veneno o la toxicidad que puedan tener22. El tratamiento se basa en el cierre de la herida, medidas generales (analgésicos) y en la profilaxis antitetánica y antirrábica (Tablas 406-1 y 406-2). Una vez descartadas las fracturas expuestas y lesiones de elementos nobles, se transforma una herida sucia en limpia mediante resección de los bordes de la herida, eliminación de los tejidos desvitalizados y lavado profuso con solución fisiológica antiséptica a Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3966 Profilaxis antirrábica Tipo de animal Salvaje. Siete dosis (una por día) y tres refuerzos (uno cada siete días). Animal identificado y observado: Control y observación del animal. Doméstico. Animal no identificado ni observado: Siete dosis (una por día) y dos refuerzos (uno cada siete días). Tabla 406-1. Esquema de profilaxis antirrábica. Esquema de vacunación Herida superficial Herida profunda o sucia Incompleto o dudoso. Gammaglobulina y vacuna (toxoide). Gammaglobulina y vacuna (toxoide). Completo. Más de diez años de vacunado, aplicar refuerzo de vacuna. Más de cinco años de vacunado, aplicar refuerzo de vacuna. Tabla 406-2. Esquema de vacunación antitetánica. presión. Si hubiera lesiones óseas o de partes blandas se reparan en el momento, y se cierra la herida de in­mediato. Si pasaron más de seis-ocho horas, hay ede­ma intenso, hematomas subcutáneos, atricción de bordes, zonas con necrosis, se retarda el cierre qui­rúrgico y se realiza tratamiento local y antibiótico has­ta permitir el cierre primario diferido o cicatrización por segunda intención. Si la herida es pequeña y sin desgarros no se utilizan antibióticos. El esquema antibiótico que se utiliza es amoxicilina y ácido clavulánico (20 a 40 mg/kg/día VO, salvo en las infecciones profundas donde se usa EV)22. La saliva humana contiene más de 100 millones de gérmenes/ml, con 42 especies diferentes. La flora que producirá la infección suele ser mixta, aunque siempre predomina el Staphilococo aureus, seguida de Eikenella corrodens y estreptococos beta hemolíticos. El tratamiento es semejante, pero por la proximidad de las articulaciones debe seguirse de cerca la evolución. La enfermedad por arañazo de gato, es causada por Bartonella henselae, no requiere cirugía, y se trata solamente con azitromicina 10 mg/kg/día el primer día y luego 5 mg/kg/día los siguientes cuatro días. Las infecciones por gérmenes menos comunes (tuberculosis, herpes virus, micóticas) deben sospecharse en pacientes con enfermedades sistémicas inmunodepresoras (HIV, diabetes, oncológicos en tratamiento). Es raro ver simuladores de infección (reacción a cuerpo extraño, granuloma piógeno) o infecciones sobreagregadas a un proceso subyacente principal como en los adultos. Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 3967 Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. Agee, J.M. Unstable fracture dislocations of the proximal interphalangeal joint of the fingers: A preliminary report of a new treatment technique. J. Hand Surg. Am. 3:386-389, 1978. Barton, N.J. Fractures of the hand. J. Bone Joint Surg. Br. 66:159-167, 1984. Barton, N.J. Fractures of the phalanges of the hand in children. The Hand. 11:134-143, 1979. Batchelor, J.S., Vanjari, S., Budny, P., Roberts, A.H. Domestic iron burns in children: a cause for concern? Burns. 20:74-78, 1994. Beaty, E., Light, T.R., Belsole, R.J., et al. Wrist and hand skeletal injuries in children. Hand Clin. 6:723-738, 1990. Berndtsson, L., Ejeskar, A. Zone II flexor tendon repair in children. A retrospective long term study. Scand J. Plast. Reconstr. Surg. Hand Surg. 29. 59-65, 1995. Bhende, M.S., Dandrea, L.A., Davis, H.W. Hand �������������������������������������������������������������������������� injuries in children presenting to a pediatric emergency department. Ann Emerg. Med. 22: 1519-1526, 1993. Blount, W.P. En: Fracturas en los niños. Capítulo VI. Lesiones de la mano. Pp. 120-139. Editorial Alfa Buenos Aires. 1a. Edición castellana, 1958. Brewerton, D.A. A tangential radiographic projection for demonstrating involment of metacarpal heads in rheumatioid arthritis. Br. J. Radiol. March. 40(471):233-234, 1967. Büchler, U., Hastings, H. III: Combined injuries. En: Green DP, Hotchkiss RN, Pederson WC (eds): Operative Hand Surgery, 4th Ed. Philadelphia, Churchill Livingstone. Vol. 2. Pp. 1631-1650, 1998. Campbell, R.M. Operative treatment of fractures and dislocations of the hand and wrist region in children. Orthop. Clin. North. Am. 21:217-243, 1990. Cannon, N.M., Strickland, J.W. Therapy following flexor tendon surgery. Hand Clin. 1(1):147-165, 1985. Chow, J.A., Thomes, L.J., Dovelle, S., et al. A combined regimen of controlled motion following flexor tendon repair in “no man’s land”. Plast. Reconstr. Surg. 79:447, 1987. Christodoulou, A.G., Colton, C.L. Scaphoid fractures in children. J. Pediatr. Orthop. 6:37-39,1986. Conolly, W.B., Kilgore, E.S. Hand Injuries and Infections (an illustrated guide). Ed. Edward Arnold, 1979. Coonrad, R.W., Pohlman. M.H. Impacted fractures in the proximal portion of the proximal phalanx of the finger. J. Bone Joint Surg. Am. 51:1291-1296, 1969. Cornwall, R., Waters, P.M. Remodeling of phalangeal neck fracture malunions in children: case report. J. Hand. Surg. Am. 29:458-461, 2004. Dixon, G.L. Jr., Moon, N.F. Rotational supracondylar fractures of the proximal phalanx in children. Clin. Orthop. 83:151156, 1972. Dogliotti, A.A. Módulo 1: Trauma agudo de Mano. Principios Generales. Presentado en el tutorial “Extremidad Superior en Pediatría”. Servicio de Ortopedia y Traumatología. Hospital de Pediatría “Juan P. Garrahan” el 16 y 17 de junio 2004. Bs. As. Argentina. Dogliotti, P.L.V. Lesiones de los Miembros. En: Trauma en Pediatría. Iñon A.E. Capítulo 49. Pp. 589-598. Ed. McGraw Hill Interamericana. 1º Edición. 2002. Durán, R., Houser, R., Coleman, C., Postlewaite, D. A preliminary report in the use of controlled passive motion following flexor tendon repair in zones II and III (abstract). J. Hand. Surg. Am. 1:79, 1976. El Kik, S., Pangaro, G., Poblete, S. Heridas por mordeduras. Criterios de atención. Hospital Nacional de Pediatria Juan P. Garrahan. Pp. 197-202. Volumen 1, 1997. Fetter-Zarzeka, A. Joseph, M.M. Hand and fingertip injuries in children. Pediatr Emerg Care. Oct. 18(5):341-345, 2002. Finochietto, R. Retracción de Volkmann de los músculos intrínsecos de las manos. Bol. Trab. Soc. Cir. Bs. As. 4:31, 1920. Foucher, G. “Bouquet” osteosynthesis in metacarpal neck fractures: A series of 66 patients. J. Hand Surg. Am. 20(supp):8690, 1995. Grad, J.B. Children’s skeletal injuries. Orthop. Clin. North. Am. 3:437-449, 1986. Greene, M.H., Hadied, A.M. LaMont RL: Scaphoid fractures in children. J. Hand Surg. Am. 9:536-541, 1984. Hastings, H. II, Simmons BP: Hand fractures in children: A statistical analysis. Clin Orthop. 188:120-130, 1984. Jackson, I.T. General considerations. En: Local flaps in head and neck reconstruction. Chapter 1. Pp. 1-34. Mayo Clinics. Minnesota, 1985. Jahss, S.A. Fractures of the metacarpals: A new method of reduction and immobilization. J. Bone Joint Surg. 20:178186, 1938. Jones, E. En: Traumatismo esquelético en niños. Green NE, Swiontkowski MF. Crecimiento y desarrollo esquelético con relación a los traumatismos. Capítulo 1. Pp. 1-16. Editorial Panamericana. 2da Edición, 2000. Jones, N.F. Soft tissue coverage of the upper extremity. In: Greco RJ. Emergency plastic surgery. Boston Little-Brown. Pp. 262-264, 1991. Kiefhaber, T.R., Stern, P.J., Grood, E.S. Fracture dislocations of the proximal interphalangeal joint. J. Hand Surg. Am. 23:368-380, 1998. Kleinman, W.B., Bowers, W.H. En: Trastornos pediátricos de la extremidad superior. Bora F.W.J. Fracturas y lesiones ligamentosas de la mano. Capítulo 9. Pp. 150-174. Edit. Interamericana, 1986. Leddy, J.P. Avulsions of the flexor digitorum profundus. Hand Clin. 1:77-83, 1985. Lesavoy, M.A. En: McCarthy JG. Cirugía Plástica. La Mano I. James W. May (h), J. William Littler. Colgajos y vías de abordaje. Capítulo 9. Pp. 208-226. Editorial Panamericana. 1997. Reimpresión 1º Edición, 1990. Lister, G. The hand: Diagnosis and Indications. Chapter 1: Injury. 3rd Edition. Churchill Livingstone. Pp. 1-154, 1993. May E.J., Silfverskiöld, K.L., Sollerman, C.J. Controlled mobilization after flexor tendon repair in zone II: A prospective comparison of three methods. J. Hand Surg. Am. 17:942-952, 1992. 3968 Capítulo 406. Traumatismos de la mano infantil 39. Mc O’Brien, B., Franklin, J.D., Morrisson, W.A., Mac, Leod, A.M. Replantation and revascularization surgery in children. Hand. 12:12-21, 1980. 40. McElfresh, E.C., Dobyns, J.H. Intraarticular metacarpal head fractures. J. Hand Surg. Am. 5:383-393, 1983. 41. Merle, M., G. Dautel, G. Mano Traumática. Urgencias. Edit Masson, 1993. 42. Mintzer, C.M., Waters, P.M., Brown, D.J. Remodeling of displaced phalangeal neck fracture. J. Hand Surg. Br. 19:5:594596, 1994. 43. Mintzer, C.M., Waters, P.M. Surgical treatment of pediatric scaphoid fracture nonunions. J. Pediatr. Orthop. 19:236-239, 1999. 44. Ogden, J.A. Traumatismos esquelético en el niño. 1° Edición. Editorial Salvat, 1986. 45. Paganini, H.R. Haga su diagnóstico en infectología pediátrica. Ediciones Médicas Internacionales, S.A. 2001. 46. Paganini, H.R. Guía de diagnóstico y tratamiento de infecciones en pediatría. Ediciones Médicas Internacionales, S,A. 1ª Edición, 2003. 47. Pederson, W.C. Upper extremity microsurgery. Plast. Reconstr. Surg. 107(6): 1524-1537, 2001. 48. Price, C., Phillips, J., Devito, D. In: Lovell and Winter Pediatric Orthopaedics Management of fractures. Chapter 32. Pp. 1319-1366. 6th Edition, 2006. 49. Prosser, A.J., Irvine, G.B. Epiphyseal fracture of the metacarpal head. Injury. 19:34-47, 1988. 50. Rang, M. Children ‘s fractures. Lippincott Company. Second Edition, 1983. 51. Roberts, P. Radiographie de l’articulation trapezometacarpienne. Les arthroses de cette jointure. Bulletins et memoires de la Societe de Radiologie Medicale de France. 24:687-690, 1936. 52. Rockwell, W.B., Butler, P.N., Byrne, B.A. Extensor tendon: Anatomy, injury and reconstruction. Plast. Reconstr. Surg. 106:1592, 2000. 53. Roulot, E., Enelin, M. Infecciones de la mano y de los dedos. Editions ����������������������������������������������������������� Scientifiques et Medicales Elseivier SAS (París). Enciclopedia Médico Quirúrgica: Aparato locomotor, E-14-375, 2000, 14 p. 54. Saies, A.D., Urbaniak, J.R., Nunley, J.A. Result after replantation and revascularization in the upper extremity in children. J. Bone Joint Surg. Am. 76:1766-1771, 1994. 55. Salter, R.B., Harris, W.R. Injuries involving the epiphyseal plate. J. Bone Joint. Surg. Am. 45:587-622, 1963. 56. Schenck, R.R. Dynamic traction and early passive movement for fractures for the proximal interphalangeal joint. J. Hand. Surg. Am. 11:850-858, 1986. 57. Seymour, N. Yuxtaepiphyseal fractures of the terminal phalanx of the finger. J. Bone Joint. Surg. Br. 48: 347-349, 1966. 58. Simmons, B.P., Lovallo, J.L. Hand and wrist injuries in children. Clin Sports Med. 7:495-511, 1988. 59.������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Small, J.O., Brennen, M.D., Colville, J. Early �������������������������������������������������������������������� active mobilisation following flexor tendon repair in zone 2. J. Hand Surg. Br. Nov;14(4):383-91, 1989. 60. Stener, B. Displacement of the ruptured ulnar collateral ligament of the MCP joint of the thumb. A clinical and anatomical study. J. Bone Joint. Surg. Br. 44:869-879, 1962. 61. Stevanovic, M.V., Sharpe, F. Acute Infections in the Hand. En: Green’s Operative Hand Surgery. Chapter 3. Pp. 55-93. Fifth Edition, 2005. 62. Strickland, J.W. Development of flexor tendon surgery: Twenty-five years of progress. J. Hand Surg. Am. 25:214-235, 2000. 63. Strickland, J.W. Flexor tendon injuries: I. Foundations of treatment. J. Am. Acad Orthop. Surg. 3:44-54, 1995. 64. Strickland, J.W. Flexor tendon injuries: II. Operative technique. J. Am. Acad. Orthop Surg. 3:55-62, 1995. 65. Tajima, T., Imai, H. Results of median nerve repair in children. Microsurgery 10(2):145-146, 1989. 66. Terry, Canale. S. Fracturas y luxaciones de la infancia. En: Campbell Cirugía Ortopédica. Capítulo 50. Pp. 2364-2536. Editado por Terry Canale S. Harcourt Brace de España. Volumen 3, Novena edición, 1998. 67. Terry, Canale S. Lesiones Fisarias. En: Traumatismo esquelético en niños. Green NE., Swiontkowski MF. Capítulo 2. Pp. 17-58. Editorial Panamericana. 2da Edición, 2000. 68. Urbaniak, J.R., Evans, J.P., Bright, D.S. Microvascular management of ring avulsion. J. Hand Surg. Am. 6:1; 25-30, 1981. 69. Waters, P.M., Graham, T.J. Fracturas y luxaciones de la mano y el carpo. En: Fracturas en el niño. Rockwood and Wilkins. Tomo 1. Capítulo 8. Pp. 267-379. 5ta Edición, 2003. 70. Wilkins, K.E. Principles of fracture remodeling in children. Injury, Int. J. Care Injured. 36, S-A3-SA11, 2005. 71. Wolfort, F.G. Lesiones agudas de la mano. Enfoque multidisciplinario. Ed. El Ateneo, 1982. 72. Wood, V.E. Fractures of the hand in children. Orthop. Clin. North. Am. 7:527-542, 1976. 73. Worlook, P.H., Stower, M.J. The incidence and pattern of hand fractures in children. J. Hand Surg. Br. 11:198-200, 1986. 74. Wright, P.E. II. Lesiones de los tendones flexores y extensores. En: Campbell Cirugía Ortopédica. Capítulo 66. Pp. 3.3193.376. Editado por Terry Canale S. Harcourt Brace de España. Volumen 3, Novena edición, 1998. 75. Zancolli, E.A, Cozzi, E. Atlas de Anatomía quirúrgica de la mano. Ed. Panamericana, 1993. 76. Zancolli, E.A. Structural and dynamic bases of hand surgery. 2Ed. Lippincott Company, 1979.