Menos Labranza sin más HerbicidasMenos Labranza sin más HerbicidasMenos Labranza sin más Herbicidas Rick Exner, Iowa State University Extension/ Practical Farmers of IowaRick Exner, Iowa State University Extension/ Practical Farmers of IowaRick Exner, Iowa State University Extension/ Practical Farmers of Iowa Introducciones y NegadoresIntroducciones y NegadoresIntroducciones y Negadores Desde 1989 he trabajado en el Servicio de Extensión de la Universidad del Estado de Iowa en lo que empezó como projecto especial relacionado con la agricultura, el ambiente, y la conservación de energía. El proyecto se llevó a cabo en colaboración con una organización de productores lo que preexistía el projecto y que es distinto de la universidad. “Agricultores Prácticos de Iowa” (PFI) es una organización sin fines de lucro que integra a unos 600 miembros, y que es dedicada al fomento de la agricultura que es rentable, no dañina para el ambiente, y que apoya a las familias y las comunidades rurales. Los productores miembros de PFI son los que han suministrado la mayor parte de la dirección y la inspiración que se describe en el presente trabajo. Como científico que trabaja con productores, me doy cuenta del desatino de transplantar especies y tecnologías de una región a una de otro tipo. Sinaloa es sin duda un ambiente muy diferente al del Medioeste de los Estados Unidos. Sugiero que el lector Mexicano haga lo que algunos productores estadounidenses recomiendan a los visitantes que participan en días demostratívos: “¡Adapte, no adopte!” Los princípios son más universales que las technologías, y como siempre hay que seleccionar los princípios que pueden adaptarse a las situaciones locales. Porque “Menos Labranza sin más Herbicidas”?Porque MenosLabranzasinmásPesticidas?Porque MenosLabranzasinmásPesticidas? Antes de suponer que el lector está de acuerdo con el enfoque de este artículo, me permitieran ofrecer algunos argumentos de porque puede ser deseable lograr menos labranza sin tener que usar más plaguicidas: la conservación, el costo, la salud, y mercados. La conservación de los suelos y del agua es un factor importante en el desarollo de la política agrícola del gobierno estadounidense. En el Suroeste de los EE.UU. como en el norte de México, la conservación del agua tiende a Exner, la versión en español, página 1 significar algo diferente, sin embargo es objectivo que se puede alcanzar con la ayuda de labranza reducida. El costo es algo en lo que todo productor próspero pone atención, balanceando los costos y los beneficios, y también comparando un tipo de gasto contra un otro. La agricultura moderna ha sido descrita como la que sustituye los gastos de capital por los de mano de obra e incluso por los gastos de manejo. Sin embargo si un productor, particularmente un productor joven con poco capital, puede evitar el desembolso del herbicida, el/ella puede estar muy dispuesto suministrar el manejo adicional para hacerlo. La salud en la medida que se relaciona con los herbicidas se convierte en un tema controversial. Algunos estudios epidemiológicos han asociado ciertos herbicidas con sarcomas de los tejidos tiernos. Productores prudentes limitan el contacto de sí mismos y de sus trabajadores con ropa y métodos protectores. Algunos productores de los EE.UU. prefieren evitar por completo el uso de pesticidas y modifican sus sistemas de producción por consiguiente. Se están produciendo mercados para consumidores que prefieren granos, carne y legumbres sin pesticidas. Estos mercados incluyen productos “sin pesticidas,” “por abajo de niveles detectables,” y “orgánicos.” Remuneración a agricultores llega hasta 300 por ciento. ¿Cómo es Esto Posible?¿Cómo es Esto Posible?¿Cómo es Esto Posible? En los EE.UU. el manejo de las malezas antes de la existencia de los herbicidas incluía métodos culturas los que aún son válidos. La rotación de cultivos era usada para propiciar diversas formas de competencia contra las malezas: los cultivos de verano eran mezclados con los del invierno; las gramínias como el maíz se alternaban con hierbajos; y después de cultivo en fila se usaba sembrado estrecho. Recientemente la rotación de cultivos ha recibido nuevamente interés debido a la posibilidad de utilizar alelopatía para limitar las malezas. ‘Alelopatía’ refiere a los efectos negativos que una especie produce en una otra, y se cree funciona mediante exudaciones de las raices, productos de la descomposición de residuos de cosecha, o por microbios del suelo. Exner, la versión en español, página 2 La labranza era y aún es un método eficaz para eliminar malezas existentes. Antes de sembrar, sucesivos pasos con equipo de labranza superficial eliminaba una ola de malezas mientras estimulaba otra; así se agotaba el depósito de semillas de malezas en el suelo. El nuevo interés por no-laboreo agricultura, o el sistema sin labranza, ha suministrado nuevos desafíos y posibilidades en el manejo de las malezas. Porque se limita la rotura del suelo, las semillas enterradas de malezas se quedan efectivamente “archivadas” en una parte del suelo donde no pueden germinar. En cuanto a las semillas que se dejaban en la superficie del suelo, hay más oportunidades de que sean predadas por insectos y otros animales salvajes. Por otra parte, las semillas de malezas que prefieren germinar en la superficie pueden causar problemas en el sistema sin labranza. El sistema que se llama ‘labranza en lomos’ o ‘labranza de surcos’ tiene elementos comunes con el sistema sin labranza y con sistemas de labranza convencionales. Como en el sistema sin labranza, el suelo no se rompe de la cosecha a la siembra. En contraste con el sistema sin labranza, en labranza de surcos los cultivos están ubicados en los lomos, o ‘bunds.’ Los lomos se construyen por medio de labranza entre las líneas (Fig. 1). El equipo usado para sembrar el cultivo puede rozar la cima de estos lomos y trasladar ese suelo a la zona de surco entre las hileras. Así el equipo de plantación también despeja la hilera de las semillas de malezas caidas en la superficie durante la estación de cosecha previa. Puesto que la labranza de las hileras que se usa para reconstruir el lomo también elimina malezas en un lado del surco entre las líneas (Fig. 2), los herbicidas se necesitan solamente en una tira encima de las filas. Si el productor no desea usar herbicidas de ningún tipo, la rueda de prensar detras de la unidad de sembrar debe ser angosta que prense la semilla hacia el interior del suelo sin crear un semillero plano en el que puedan germinar las malezas. Wicks et al. (1971) probaron una disminución del 76 por ciento de semillas de malezas por esto efecto de rozar del equipo de sembrar. Forcella y Lindstrom (1988) estimaron que en un sistema continuo de maíz, el lomo truncado contenía solamente 31-37 por ciento de las semillas del lomo original. En otras cosechas y rotaciones de cultivos, observaron remociónes menos eficaces de semillas, lo que atribuyeron a diferencias en la estructura de los suelos. Muchas de las semillas de malezas aún son viables cuando se devuelven al lomo en el cultivo de las rayas, pero para entonces el cultivo está madurando e impide la germinación y crecimiento de la mayoría de la semilla. Exner, la versión en español, página 3 Buhler y Daniel (1988) evaluaron el efecto en Setaria faberi y en Abutilon theophrasti bajo diferentes niveles de herbicidas en varios sistemas de labranza. Descubrieron que cuando no se usaba herbicida, los sistemas de labranza difirieron en el manejo de estas dos malezas (Fig. 3). La labranza de surcos y el arado de vertedera efectivamente gobernaron Setaria. Las semillas de Setaria germinan cerca a la superficie del suelo y no son viables por mucho tiempo; el arado de vertedera enterró las semillas de Setaria, y la labranza de surcos las movió de la línea donde habrían causado problemas. Sin herbicidas, el mejor control de Abutilon se obtuvo con el sistema sin labranza, la labranza de surcos, y el arado de escopio. Las semillas de Abutilon son bien conocidas por su longevidad y pueden germinar después de ser desenterradas por la labranza. En realidad las semillas podrían necesitar enterramiento para terminar el estado latente. Entonces en el estudio de Buhler y Daniel, la labranza de surcos fue el único sistema que limitó tanto a Setaria como a Abutilon. Costumbres de ProductoresCostumbres de ProductoresCostumbres de Productores En el Medioeste de los EE.UU. la labranza de surcos ha sido empleado por unos agricultores hasta los 1960. Aunque la labranza de surcos representa solamente una porción muy pequeña de la superficie total de cultivos, generalmente ocupa el primer o el segundo lugar de los sistemas más rentables de acuerdo a la encuenta anual “MAX” realizada en conjunción con el Centro de Información de la Labranza de Conservación (CTIC) y con la revista Successful Farming Magazine. En la epoca de los 1980 había un gran interés por la labranza de surcos por parte de los productores en respuesta a la preocupación general por el ambiente y al crisis agrícola que requería bajar los costos lo más posible. Quizás era inevitable que algunos productores descubrieran que algunos de los beneficios de labranza de surcos incluían control de malezas (Exner y Thompson, 1992). La época de los 1980 y los 1990 han sido decenios en que los negocios, la sociedad, y muchos productores todos intentan “reinventar” la agricultura de diversos modos. En los 1980 el estado de Iowa se efectuó legislación para proteger la calidad del agua y reducir el impacto ambiental de la agricultura. Muchos productores también buscaban métodos agropecuarios que fueran más benignos para el medio ambiente. Como resultado de este interés surgió la organización “Agricultores Prácticos de Iowa” (PFI). Los agricultores se dieron cuenta que, aunque las universidades empezaban a ser activas en lo que Exner, la versión en español, página 4 actualmente se llama “agricultura sostenible,” había un gran vacío de información. PFI se formó para compartir entre agricultores la información que existía entre la comunidad de agricultores y para fomentar investigaciones científicos en esta área (Fig. 4). Diseño ExperimentalDiseño ExperimentalDiseño Experimental La organización descubrió rapidamente que, como fuente pública de información, necesitaban instrumentos para validar la información que transmitía al publico. Por consiguiente, trabajando con algunos agronomistas universitarios, PFI desarolló sencillos protocolos que pueden usar los productores para hacer investigaciones (Exner y Thompson, 1988-1999). El diseño tipico es el de comparación de pares, que es conforme con la típica pregunta experimental propuesta por productores: “¿Es alternativa ‘B’ mejor que, peor que, o no diferente que el método ‘A’ que uso ahora?” El pareamiento se replica seis veces cuando es posible. Unidades experimentales son largas y angostas fajas la anchura de uno-a-tres pasos del equipo del campo y la longitud del terreno cultivado (Fig. 5). Así es práctico producir cosechas mientras que se conduce el experimento. Algunos estadísticos y agrónomos se molestan con unidades experimentales tan grandes, pero Shapiro et al. (1989) han aseverado que estas parcelas en realidad representaban mejor la ‘población de inferencia.’ Sea posible que un campo entero abarque más variabilidad que el tipo de “parcela del jardín” caracteristica de muchos estudios agronómicos. Semejantes preocupaciones son una causa del liberal número de replicaciones, del limitado número de tratamientos, y de la anchura de las fajas que está limitada tanto como factible. Se tome la suposición de que la variabilidad del campo afecta similarmente los ambos tratamientos a lo largo de esas fajas. Rzewnicki et al. (1988) compararon en-campo preuebas de PFI con otras pruebas de gran escala y con pruebas de las estaciones experimentales. Concluyeron que, aunque las encampo pruebas de PFI eran sensillas en diseño, su poder estadístico y confiabilidad eran a lo menos al nivel de los experimentos en los campos experimentales. Por razón de que productores eran central en el desarollo de este protocolo experimental, no debe ser sorprendente que el método es accesible a agricultores. Productores sí mismos pueden trazar experimentos para satisfacer sus mismos preguntas de producción, pueden recoger datos, y, con calculadora e instrucciones, pueden hacer una prueba-de-t para evaluar los resultados. El procedimiento fortalece la capacidad de productores para distinguir información y métodos útiles para sus manejos. El científico que trabaja con tal productores puede mudarse de ser solamente Exner, la versión en español, página 5 suministrador de información a facilitar clientes animados a descubrir sus mismos soluciones. Resultados de los En-Campo ExperimentosResultados de los En-Campo ExperimentosResultados de los En-Campo Experimentos Hasta ahora productores que usan la labranza de surcos han hecho más de 50 pruebas replicadas en el maíz y la soya para comparar control de malezas con herbicidas con el sin herbicidas (Exner, et al., 1996). Descubrieron, en promedio, casi idénticos rendimientos (Fig. 6). En cinco de las pruebas en el maíz las malezas de hoja ancha fueron enumeradas, y los números fueron virtualmente igual en los tratamientos herbicida y los no-herbicida (500 malezas por hectárea). En 17 pruebas en soya en que fueron enumeradas las malezas de hoja ancha, hubo un promedio en los tratamientos no-herbicida de unos 40 por ciento más malezas (1,100 contra 800 malezas por hectárea). Esos productores que usaban la labranza de surcos cultivaban de todos modos para reconstruir los lomos, pues no constituía costo adicional en el programa de control de malezas. La diferencia entre sus tratamientos herbicida y sus no-herbicida era generalmente el costo de unos pasos de un cultivador rotativo y la cuenta por herbicida. Por eso pudieron ahorrar en promedio $14.38 U.S. por hectárea en el maíz y $14.70 U.S. por hectárea en la soya con el manejo no-herbicida. Otras pruebas hechas por estos productores compararon la labranza de surcos y otros sistemas de labranza (Fig. 7). Compariciones de labranza son difíciles porque agricultores no son igualmente experto en múltiples sistemas, pues quizás no debe ser sorprendente que la labranza de surcos era el sistema más rentable en estas pruebas. Sin embargo, estos productores se esforzaron emular los métodos de labranza que observaban en sus vecindades. Reconocieron que a veces soya sembrado con el cero laboreo sobrepasó por unos kilos el rendimiento de la labranza de surcos, pero los costos de producción fueron menos en la labranza de surcos. En el sistema sin labranza los gastos de control de malezas a veces superaron $70 U.S. por hectárea cuando tratamientos de rescate con herbicida eran necesarios. En la labranza de surcos las opciones de manejo mecánico impidían los costos de control de malezas de salir de la mano. ¿Adopción? ¿Adaptación?¿Adopción? ¿Adaptación?¿Adopción? ¿Adaptación? Exner, la versión en español, página 6 Los productor-investigadores de PFI mostraron que la labranza de surcos es uno de los sistemas más rentables de labranza y que puede estar adaptada para manejar malezas sin herbicidas sin reducción de rendimientos y con incremento general en ganancia neta por hectárea. Por eso se podría anticipar que estos costumbres hayan aumentado en popularidad ya que cada vez más productores descubran que puedan usarlos para mejorar sus ganancias. En realidad el uso de la labranza de surcos, mucho más la sin herbicidas, ha declinado en el Medioeste de los EE.UU. Para comprender porqué, es necesario contemplar el ambiente económico y regulador en que viven los productores. En los medio-1980, el gobierno federal mandó métodos de conservación de suelos que hizo cumplir por medio de acceso a programas de subvención a los precios. Aunque la labranza de surcos, corectamente hecha, se pone al nivel de qualquier sistema de conservación de los suelos, el gobierno federal adoptó un “taquigráfico” indicador simplístico de conservación – cubierta de residuo de cosecha en una fecha poco después de la en que se sembran la mayor parte de los cultivos. La labranza de surcos deja no afectados los residuos de la cosecha hasta la siembra, pero sí desaloja bastante muchos residuos cuando los lomos están rozados por la sembradora. La producción sin labranza tiene más cubierta de residuos de cosechas en la fecha especificada por los programas federales como diagnóstico de sumisión a la conservación. El uso del sistema sin labranza ha crecido considerablemente por la causa ya citada y por a lo menos dos más. Primeramente, ha logrado apoyo de agri-negocios. Por ejemplo, un bien conocido fabricante de herbicidas ha suministrado muchas localidades gratis con sembradoras de cero laboreo los que pueden compartir los productores interesados en empezar con el sistema sin labranza. En segundo lugar, y talvez más importante, el sistema sin labranza, más que la labranza de surcos, conforme al tipo de agricultura que en creciente adoptan los productores, por elección o no. Eso es agricultura extensiva antes que intensiva – más hectareas con menos manejo y menos mano de obra por hectárea; más unidades de ganadería con menos manejo y mano de obra por qualquier dado animal. La labranza de surcos necesita cultivación, que significa tiempo pasado en el tractor. La labranza de surcos y también sin herbicidas requiere que la cultivación esté realizada en muy oportuna una manera para aprovechar de las condiciones del tiempo y de los cultivos. Esos requisitos de mano de obra, aunque moderatos, llegan a ser en una temporada en que el costo de oportunidad por labor está por las nubes. Incluso si se ahorra dinero por un productor, los 15-20 minutos por hectarea pasados en cultivar Exner, la versión en español, página 7 el maíz puede ser gastado en sembrar un hectárea adiccional de maíz o de soya. Incluso algunos productores que no toman parte en la paradigma de agricultura extensiva podrían sentir constreñidos, por los propietarios y por normas de la comunidad, a cumplir con expectaciones de los demás. Quizás sea apropiado que “el mercado,” que influye en creciente las acciones de los agricultores, también provee algunos incentivos para los productores para emplear los métodos mostrados en las en-campo investicaciones relatadas aquí. Los productores que están reteniendo o están adoptando estos métodos responden principalmente a los mercados específicos ya referencidos. Por medio de esos mercados, consumidores “compran” no solamente productos específicos pero también un estilo de agricultura más intensiva y menos extensiva, el que recompensa manejo y obra de mano hábil, y “compran” también un parentesco entre la agricultura y los ambientes naturales y sociales. Nuestras investigaciones con la labranza de surcos han demostrado que dichos métodos de labrar pueden ser tanto eficaces como económicos (Fig. 8). Exner, la versión en español, página 8 Less Tillage without More Herbicides1Less Tillage without More HerbicidesLess Tillage without More Herbicides Rick Exner, Iowa State University Extension/ Practical Farmers of IowaRick Exner, Iowa State University Extension/ Practical Farmers of IowaRick Exner, Iowa State University Extension/ Practical Farmers of Iowa Introductions and DisclaimersIntroductions and DisclaimersIntroductions and Disclaimers Since 1989 I have worked with the Extension Service of Iowa State University on what began as a special project related to farming, the environment, and energy conservation. I work through a group of producers that pre-existed the project and that is separate from the university. Practical Farmers of Iowa (PFI) is a 600-member nonprofit organization dedicated to farming that is profitable, environmentally sound, and supportive of families and rural communities. Their members have supplied most of the direction and inspiration behind the work described here. As a scientist who works with farmers, I am aware of the folly of transplanting species and practices to areas other than those in which they evolved. Sinaloa is clearly a different environment than the Midwest of the United States. I advise the Mexican reader to do what some U.S. farmers urge their field day visitors to do: “adapt, don’t adopt.” Principles are more universal than technologies, and as always the challenge is to extract those principles that can be adapted to local situations. Why “Less Tillage without more Herbicides”?Why LessTillagewithoutmoreHerbicides?Why LessTillagewithoutmoreHerbicides? Before assuming that the reader shares the perspective of this paper, let me suggest some reasons why it might be desirable to achieve less tillage without having to use more pesticides: conservation, cost, health, and markets. Soil and water conservation is an important factor driving government agricultural policy in the United States. In the southwestern U.S. as in northern Mexico, water conservation tends to mean something different, but it is still an objective that reduced tillage helps achieve. Exner, English version, page 1 Cost is something to which every successful producer pays attention, balancing costs and benefits and also balancing one kind of cost against another. Modern agriculture has been described as substituting capital costs for labor costs, even for management costs. However, if a producer, especially a young farmer with little capital, can avoid the out-of-pocket expense of herbicide, he/she may be quite willing to provide the additional management necessary to do so. Health as it relates to herbicides is a matter of controversy. Some epidemiological studies in the U.S. have made the connection between certain herbicides and soft tissue sarcomas. Prudent producers limit their exposure and that of employees with protective clothing and practices. Some farmers in the U.S. prefer to avoid pesticides altogether and structure their farming systems accordingly. Markets are developing around consumers’ desire for grain, meat and vegetables free of pesticides. These markets include “pesticide-free,” “below detectable levels,” and “organic.” Premiums to producers range up to 300 percent. How Is This Possible?How Is This Possible?How Is This Possible? In the U.S. weed management before the era of herbicides included cultural practices that are still valid. Crop rotation was used to provide varied forms of competition to the weeds: summer crops were mixed with winter crops, grass-based crops like maize were alternated with forbs, and row crops were succeeded with close-growing crops. Recently crop rotations have received renewed interest due to the possibility of utilizing allelopathy to control weeds. ‘Allelopathy’ refers to negative effects of one species on another and is thought to be mediated by root exudates, crop residue breakdown products, or soil microorganisms. Tillage was and remains an effective way to eliminate standing weeds. Prior to planting, successive passes with a light tillage implement eliminated one flush of weeds while stimulating another one; in this way the soil’s weed seed reservoir was depleted. The rise of no-till farming has offered new challenges and possibilities in weed management. Because soil disruption is minimized, buried weed seeds are effectively “archived” where they cannot germinate. For seeds left on the soil surface, there are greater opportunities for weed seed predation by insects and other wildlife. On the other hand, those weeds whose seeds prefer to germinate from the surface can cause problems in no-till. Exner, English version, page 2 The system called ridge tillage shares elements of both no-till and conventional tillage systems. As in no-till, the soil is not disturbed from harvest to planting. Unlike in no-till, crop rows are located on ridges, or small bunds, which are rebuilt through row cultivation. The implement used to plant the crop can “shave” the top of these ridges and move that soil into the zone between the rows (Fig. 1). In so doing, the planter also clears the row of weed seeds that fell onto the soil surface in the previous cropping period. Because the row cultivation used to rebuild the ridge also eliminates weeds from the inter-row zone (Fig. 2), herbicides are required only in a band over the crop row. If a producer wishes not to use herbicides at all, it is especially useful if the presswheel behind the planter unit is a narrow one that presses the seed into the soil without creating a wide, fine seedbed for weed seeds to germinate. Wicks et al. (1971) demonstrated a 76 percent loss of weed seeds due to this shaving effect of the ridge-till planter. Forcella and Lindstrom (1988) estimated that in a continuous corn system, the truncated ridge contained only 31-37 percent of the weed seeds in the original ridge. In other crops and rotations they observed less effective seed removal, which they credited to differences in soil structure. Many of the weed seeds thus removed are still viable when they are returned to the ridge in row cultivation, but by then the maturing crop effectively prevents most from germinating and growing. Buhler and Daniel (1988) evaluated the effect on giant foxtail (Setaria faberi) and velvetleaf (Abutilon theophrasti) of different rates of herbicides in various tillage systems. They found that when no herbicide was used, tillage systems differed in their control of these two weeds (Fig. 3). Ridge-till and the moldboard plow effectively controlled foxtail. Foxtail seeds germinate from near the surface and are not long-lived; the moldboard plow buried foxtail seeds, and ridge-till removed them from the row zone where they could have caused trouble. Without herbicides, velvetleaf was best controlled in no-till, ridge tillage, and chisel plow systems. Velvetleaf seeds are notoriously long-lived, and can germinate after being unearthed by tillage. In fact, the seeds may require burial in order to break dormancy. Thus in the Buhler and Daniel study, ridge tillage was the single tillage system that effectively controlled both foxtail and velvetleaf. Producer PracticesProducer PracticesProducer Practices Exner, English version, page 3 In the Midwest of the U.S. ridge tillage has been used by some producers since the 1960s. While ridge-till represents only a small fraction of row crop acres, it is usually the first- or second-most profitable tillage system in the annual “MAX” survey conducted in conjunction with the Conservation Tillage Information Center (CTIC) and Successful Farming Magazine. The 1980s saw increasing interest in ridge-till on the part of farmers responding to general concern for the environment and to the economic crisis in farming that mandated cost cutting wherever possible. It was probably inevitable that some farmers discovered that the benefits of ridge tillage also included weed control (Exner and Thompson, 1992). The 1980s and 1990s have been decades in which business, society, and many producers are all seeking to “reinvent” farming in various ways. In the state of Iowa in the 1980s there was legislation to protect the quality of water resources and to reduce the environmental impact of agriculture. Many producers were also looking for ways to farm that were environmentally benign. Out of this interest came Practical Farmers of Iowa (PFI). Producers had realized that, although the universities were becoming active in what is now known as “sustainable agriculture,” there were large information gaps. PFI was formed to share among farmers the information that existed in the producer community and to encourage scientific research on these questions (Fig. 4). Experimental DesignExperimental DesignExperimental Design The organization quickly discovered that, as a public source of information itself, it needed tools to validate the information it was passing on to the public. Consequently, working with several university agronomists, PFI developed simple protocols that farmers can use to conduct research (Exner and Thompson, 1988-1999). The typical design is a paired comparison, which conforms to the typical experimental question posed by producers: “Is alternative ‘B’ better than, worse than, or no different from practice ‘A’ that I use now?” The pairing is replicated six times if possible. Experimental units are long, narrow strips the width of one-to-three passes of the farmer’s field equipment and the length of the field (Fig. 5). This makes it practical to raise crops at the same time the trial is being carried out. Some statisticians and agronomists are uncomfortable with such large experimental units, but Shapiro et al. (1989) have asserted that these plots actually better represent the “population of inference.” An entire field arguably encompasses greater variability than the kind of “garden plot” experiment typical of many agronomic studies. Such concerns are a reason for the number of replications, the limited number of treatments, Exner, English version, page 4 and the fact that strips are kept as narrow as feasible. The assumption is made that field variability interacts similarly with both treatments over the long dimension of these strip plots. Rzewnicki et al. (1988) compared PFI on-farm trials with other field-scale trials and with experiment station trials, and they concluded that, while the PFI on-farm trials were simple in design, their statistical power and reliability was at least equal to typical on-station experiments. Franzluebbers et al. (1988) found that scientists collaborating with such on-farm research could do so at considerable financial savings compared to working on experiment stations. Since producers were central to the development of this experimental protocol, it is not surprising that the methodology is accessible to farmers. Producers themselves can devise experiments to answer their own production questions, randomize treatments, collect data, and, with a calculator, perform a t-test to evaluate the results. The process builds the capacity of farmers to distinguish useful information and practices for their operations. The agricultural scientist working with such producers can move from being solely an information provider to facilitating clients who are motivated to discover their own answers. Results of On-Farm ResearchResults of On-Farm ResearchResults of On-Farm Research By this time ridge-till producers have carried out more than 50 replicated trials in maize and soya comparing herbicide weed control to management without herbicides (Exner, et al., 1996). They found, on average, virtually identical yields (Fig. 6). In five of the trials in maize broadleafed weeds were counted, and the numbers were found to be virtually the same in the herbicide and non-herbicide treatments (500 weeds per hectare). In 17 soya trials in which broadleafed weeds were counted, non-herbicide treatments averaged about 40 percent more weeds (1,100 vs. 800 weeds per ha.). These ridge-till farmers cultivated to rebuild ridges, so there was no extra cultivation cost to the weed control program. The difference between their herbicide and nonherbicide treatments was typically the cost of a rotary hoeing or two and the herbicide bill. As such, they were able to save on average $14.38 U.S. per hectare in maize and $14.70 U.S. per hectare in soya with non-herbicide weed management. Other trials carried out by these farmers compared ridge tillage and other systems of tillage (Fig. 7). Tillage comparisons are difficult to make because managers are not equally adept at multiple forms of tillage, so perhaps it is not surprising that ridge tillage Exner, English version, page 5 was the most profitable system in these trials. Nevertheless, these producers made their best effort to emulate other tillage practices they observed in their own neighborhoods. They found that sometimes no-till, drilled soya out-yielded ridge-till soya by a few bushels, but that production costs were less in ridge tillage. No-till weed control costs sometimes exceeded $70 U.S. per hectare when rescue treatments of herbicide were required. In ridge tillage the options for mechanical control kept weed management costs from getting out of hand. Adoption? Adaptation?Adoption? Adaptation?Adoption? Adaptation? The PFI producer-researchers demonstrated that ridge tillage is among the more profitable systems of tillage and that it can be adapted to manage weeds without herbicides with no loss of crop yields and with an overall increase in per-hectare net profit. One might therefore expect that these practices have increased in popularity as more and more farmers discover that they can use them to improve their bottom line. In fact, ridge tillage itself, let alone ridge-till-without-herbicides, has decreased in the U.S. Midwest. To understand why, it is necessary to consider the overall economic and regulatory environment in which producers exist. In the mid-1980s, the federal government mandated soil conservation practices that were enforced through “cross-compliance” access to price support programs. Although ridge tillage, properly implemented, is the equal of any tillage system for soil conservation, the federal government adopted a simplistic “shorthand” indicator of conservation – crop residue soil cover at a date shortly after most crops are planted. Ridge-till leaves residues untouched from harvest to planting, but does displace significant crop residue when ridge tops are shaved clean by the planter. No-till production has greater surface residue cover at the time specified by federal programs as diagnostic of conservation compliance. No-till has grown considerably in use for the above reason and for at least two others. First, it has enjoyed support from agribusiness. For example, a well-known manufacturer of herbicides used in no-till has supplied many localities with free no-till drills that may be shared by farmers who are interested in starting no-till. Second, and perhaps most importantly, no-till more than ridge tillage conforms to the kind of farming producers are increasingly adopting, whether by choice or not. This is extensive, rather than intensive – more hectares, with less management and labor per acre; more livestock units, with less labor and management for any given animal. Exner, English version, page 6 Ridge tillage entails cultivation, which means time spent in the tractor. Ridge tillage without herbicides requires that cultivation be accomplished in a very timely fashion to make best use of weather and crop conditions. These labor demands, though modest, come in a season when the opportunity cost of labor is extremely high. Even if it saves a farmer money, the 15-20 minutes per hectare spent cultivating corn could be spent planting an additional acre of soya. Even farmers who do not share the paradigm of extensive farming may feel constrained by their landlords and community norms to conform to expectations. It is perhaps appropriate that “the market,” which influences more and more of farmers’ actions, is also providing some incentives for farmers to use the practices demonstrated in the on-farm research reported here. The producers who are retaining or adopting these practices are mostly responding to the niche markets referred to earlier. Through these markets consumers are “buying” not only specific products but also a style of farming that is more intensive and less extensive, that rewards skilled labor and management, and a relationship of farming to the natural and social environments. Our research with ridge tillage has demonstrated that such farming methods can be both effective and economical (Fig. 8). Exner, English version, page 7 References/ReferenciasReferences/ReferenciasReferences/Referencias Buhler, D. D., and T. C. Daniel. 1988. Influence of tillage systems on giant foxtail, Setaria faberi, and velvetleaf, Abutilon theophrasti, density and control in corn, Zea mays. Weed Sci. 36:642-647. Exner, R. and R. Thompson. 1988-1999. The paired-comparison, a good design for farmer-managed trials. Practical Farmers of Iowa bulletin. Exner, R., and R. Thompson. 1992. Reducing weed pressure in ridge-till. Iowa State Univ. Coop. Ext. Serv. Bull. SA-2. Exner, D.N., R.L. Thompson, and S.N. Thompson. 1996. Practical experience and onfarm research with weed management in an Iowa ridge-tillage-based system. J. Prod. Agric. 9(4):496-500. Forcella, F., and M. J. Lindstrom. 1988. Movement and germination of weed seeds in ridge-till crop production systems. Weed Sci. 36:56-59. Franzluebbers, A., C.A. Francis, P.E. Rzewnicki, R. Thompson, G. Lesoing, and R. Elmore. 1988. Relative costs and efficiencies of on-farm versus on-station research. p. 126. In Agronomy abstracts. ASA, Madison, WI. Rzewnicki, P.E., R. Thompson, G.W. Lesoing, R.W. Elmore, C.A. Francis, A.M. Parkhurst, and R.S. Moomaw. 1988. On-farm experiment designs and implications for locating research sites. Am. J. of Alternative Agric. 3(4):168-173. Shapiro, C.A., W.L. Kranz, and A.M. Parkhurst. 1989. Comparison of harvest techniques for corn field demonstrations. Am. J. of Alternative Agric. 4(2):59-64. Wicks, G.A. and B.R. Somerhalder. 1971. Effect of seedbed preparation for corn on distribution of weed seed. Weed Sci. 19:666-668. Exner, English version, page 8