RESEÑAS

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DIECIOCHO 38.2 (Fall 2015)
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RESEÑAS
Vicent Llombart. Jovellanos y el otoño de las
Luces. Educación, economía, política y felicidad.
Gijón: Ediciones Trea, 2012.
Philip Deacon
University of Sheffield
Vicent Llombart nos ofrece, a la luz de los congresos
y publicaciones del bicentenario de la muerte de
Jovellanos en 2011, un estudio sopesado de la figura cuya carrera ha
encarnado para muchos los logros y fracasos de la mentalidad ilustrada en
España. El libro se centra en las 'ideas educativas, económicas y políticas',
cuya finalidad era, como señala la última palabra de su título, la felicidad de
todos los españoles.
Dada la existencia de estudios biográficos anteriores (de Artola, Caso y
Varela, entre otros), Llombart dedica los primeros dos capítulos (27 páginas
en total) a calas concretas en momentos destacados de la carrera del
pensador asturiano que llevan a meditadas reflexiones sobre sus éxitos y
fracasos públicos además de comentarios más personales. Los bosquejos
constituyen la imagen de un hombre polifacético - literato, educador,
economista, político - pero sobre todo de un 'ilustrado ilustrador' (28),
término apto para describir también a otros muchos que luchaban por
cambiar las estructuras políticas, económicas y sociales de España en los
reinados de Carlos III y su hijo. La finalidad a que apuntaban los esfuerzos
de Jovellanos era la felicidad de su compatriotas, objetivo solo realizable si
les llegaba la ilustración en que él tanto creía. Ese reformismo ilustrado
suponía fe en la razón, 'una razón no desligada de los sentimientos y de la
imaginación' (29). Sin embargo, su carrera personal le supuso el acoso por
parte de fuerzas reaccionarias (especialmente la Inquisición), y dificultades
políticas causadas por las divisiones internas de las fuerzas progresistas
enfrentadas con la ocupación francesa. Las reflexiones del segundo capítulo
se centran en los retratos pintados por el gran amigo Goya, enfocadas en
periodos de la vida del asturiano transcurridos en Sevilla, Madrid y Gijón, y
ampliando su experiencia de destierro, conflicto político y enfrentamientos
con fuerzas antiilustradas.
El capítulo 3 —'Ilustrar, instruir, progresar'— se ocupa del significado
del concepto de ilustración en el pensamiento de Jovellanos, uno de los
autores españoles que más emplea el término y sus cognados. Siempre
atento a matices lingüísticos, Llombart rechaza, mediante citas oportunas
del asturiano 'ilustrador', la interpretación literal de la idea de perfectibilidad,
empleada con frecuencia para tachar a los reformistas dieciochistas de
soñadores utópicos (55), subrayando su significado real de progreso y
Volume 38.2
Fall, 2015
The University of
Virginia
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reformismo. Para Jovellanos no podía haber ilustración sin instrucción, y
los términos no eran sinónimos. La felicidad individual del hombre derivaba
de sus ideas y sentimientos morales, un concepto proclamado no mucho
antes por filósofos británicos como Francis Hutcheson y Adam Smith. Y
para Jovellanos la felicidad debía alcanzar a todas las clases sociales: 'se trata
mucho de la felicidad pública y poco de la de los particulares, que se quiere
que haya muchos labradores, y no que los labradores coman y vistan [...].
Estas ideas [...] ponen al pueblo, esto es, a la clase más necesaria y digna de
atención, en una condición miserable; establecen la opulencia de los ricos en
la miseria de los pobres' (64).
Los capítulos 4 a 6, más especializados, están dedicados a los aspectos
económicos de los escritos de Jovellanos, no solo al estudio del Informe de ley
agraria (capítulo 4) y áreas concretas del pensamiento del gijonés sobre el
capital humano y las políticas de precios e impuestos (capítulo 5), sino
también al bienestar económico de Asturias (capítulo 6). Llombart nos
ofrece un análisis detallado del célebre Informe escrito en nombre de la
Sociedad Económica Matritense, situándolo de manera iluminadora en las
luchas político-sociales de la época. Ahonda en el rechazo de muchos de sus
argumentos reformistas por grupos que veían amenazados sus privilegios,
en concreto la Iglesia, que recibía sustanciosos ingresos de su posesión de la
tierra y de las contribuciones de quienes la labraban, y de igual manera la
nobleza, cuyos privilegios estaban basados en la amortización y en particular
el sistema de mayorazgos. Al final, la Iglesia católica empleó su arma más
poderosa, la Inquisición, para atacar, y condenar, en 1825, un Informe cuyas
ideas consideraba 'eversivas de la Monarquía e inductivas a la Anarquía'
(112). Llombart destaca el doble enfoque de un texto que abogaba por
remover estorbos arraigados a la vez que proponía formas de intervención
estatal para estimular el sector agrario a través de subvenciones. Un
leitmotiv destacado de la teorización económica es el enlace constante que
Jovellanos establece con la felicidad de la nación y del individuo. Llombart
señala el carácter profético de reformas propuestas para promover la
economía asturiana, que se extendían a la construcción de carreteras
necesarias para transportar las mercancías (162). En el sexto capítulo
destaca el diálogo con varios estudios de la economía asturiana por el
profesor de Oviedo Joaquín Ocampo Suárez-Valdés, erudito co-editor con
Llombart del tomo de Escritos económicos en la edición de las Obras completas
de Jovellanos.
El capítulo 7 está dedicado al Elogio de Carlos III, otro texto redactado
por el autor en nombre de la Sociedad Económica de Madrid, en el que
Jovellanos resume la política del monarca casi al final de su reinado en tres
principios: 'Ciencias útiles, principios económicos, y espíritu general de
ilustración'. Llombart identifica diecisiete reformas diferentes destacadas en
el Elogio, la mayoría de carácter económico, de acuerdo con el pensamiento
del autor para quien la economía constituía la base esencial del bienestar
material y fundamento requerido para la divulgación de las Luces. Dado el
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carácter positivo de un elogio Jovellanos se abstiene de enumerar los
aspectos políticos negativos que sabemos le preocupaban: el estado atrasado
de las universidades, el poder excesivo de la Inquisición, la falta de
celebración de Cortes, los obstáculos al crecimiento económico y la
desigualdad social. Esta parte del libro supone un diálogo amistoso con
eruditos como Santos Coronas González e Ignacio Fernández Sarasola que
han editado y estudiado los textos políticos del asturiano.
El capítulo 8 se dedica a plantear de manera detallada los argumentos a
favor de una coincidencia de ideas con las de Adam Smith en lugar de la de
influencia, muchas veces supuesta por otros historiadores de la economía
española. Los argumentos planteados por Llombart son convincentes y
dada la extensión de las lecturas económicas de Jovellanos (de las que John
Polt en 1964 analizó solo las de lengua inglesa) no hay razón para descartar
que la semejanza entre las ideas del asturiano y del escocés derivara de
compartir una misma perspectiva política y humanitaria y, por tanto, haber
llegado a parecidas conclusiones en terrenos concretos.
Vicent Llombart remata su estudio con el repaso de los tristes años
finales de la vida de Jovellanos, señalando las penas que sufrió: exilio,
denuncia al Santo Oficio, nombramiento como Ministro y despido muy
poco después, encarcelamiento en Mallorca, frustración ante el fracaso de
Cádiz y ataques personales por su participación en la Junta Central en 1810.
El pormenorizado estudio de Llombart resulta de una lectura inteligente y
cuidadosa por un historiador cuya especialidad es la historia económica. Las
interpretaciones de las obras de Jovellanos prestan una atención especial a
los distintos contextos que permiten entenderlas. La aportación experta al
análisis económico y político subraya la visión unificada que tenía
Jovellanos de las dos disciplinas, centrada en la doble finalidad de extender
la ilustración y promover la felicidad general de los españoles.
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Jesús Martínez Baro. La libertad de M orfeo. Patriotismo y política en
los sueños literarios españoles (1808-1814). Zaragoza: Prensas de la
Universidad de Zaragoza, 2014.
Julia Morillo Morales
UNED. Madrid
Los años convulsos de la Guerra de la Independencia (1808-1814) han
suscitado en España ríos de tinta, tanto en lo que se refiere a la producción
literaria durante la propia contienda como a los trabajos que desde múltiples
perspectivas han abordado su estudio. Conocidos e imprescindibles son los
trabajos, ya clásicos, de René Andioc, Manuel Larraz, Emilio Cotarelo y
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Reseñas
Ana María Freire. La celebración del II Centenario de la Guerra de la
Independencia ha supuesto una revitalización de los estudios sobre este
momento significativo de la historia y la literatura de la España
decimonónica y se han sucedido actos de todo tipo como conferencias,
conciertos, exposiciones, etc. No es raro por tanto que, aunque fuera ya de
las fechas de la conmemoración, Jesús Martínez Baro haya elegido el tema
del patriotismo y de la política de esos años desde una perspectiva no
abordada hasta este momento, la de los sueños, porque precisamente en ese
periodo y en esas circunstancias España sueña muchas cosas: el regreso de
Fernando VII, la paz, la libertad, la España democrática, etc.
El libro está organizado en dos grandes bloques. Basándose en trabajos
previos sobre el sueño literario como género y su relación con la lucha
ideológica en el Siglo de Oro (Teresa Gómez Trueba y Miguel Avilés),
sobre la sátira ilustrada (Francisco Uzcanga Meinecke) y sobre el sueño en
Quevedo y Torres Villarroel (Asunción Rallo Gruss y Emilio Martínez
Mata), Jesús Martínez Baro ofrece en el primer bloque un esclarecedor
entramado teórico con el que fija el concepto del sueño literario y recoge
una parte representativa de los antecedentes de los sueños desde sus raíces
clásicas (El sueño de Escipión, de Cicerón) a la tradición hispánica (Quevedo y
Torres Villarroel) y la prensa ilustrada (El Censor). El análisis pormenorizado
de los elementos estructurales del sueño literario se basa no solo en la
literaturización y el distanciamiento como formas de eludir la censura, sino
en la importancia fundamental del ensayismo y la sátira presentes en los
textos analizados, en los que, según el autor, la alegoría permite al lector
tomar parte activa ya que “entra a formar parte del juego desde el momento
en que deja al lado la ficción para extraer el contenido ideológico”. Un
análisis de la estructura arquetípica del sueño y de la búsqueda de elementos
comunes en los antecedentes clásicos e hispánicos cierra este primer bloque,
en el que la claridad expositiva permite que el lector interesado, sin
necesidad de ser especialista, entre con facilidad en la segunda parte.
El segundo bloque no presenta una antología de sueños, sino el análisis
estructural y temático de los 64 textos del corpus. La mayor parte son textos
breves en prosa, aunque también los hay en verso (once en total). La
mayoría aparecieron en prensa o publicados como folletos, en cuyo caso
tienen una mayor extensión al no contar con los límites propios de las
publicaciones periódicas. El análisis estructural se detiene en los elementos
propios del género: motivos de los sueños, escenarios, personajes y
despertar. Mención especial merece el apartado dedicado a los personajes,
entre los que destacan Napoleón Bonaparte y Fernando VII, bien como
protagonistas del sueño, bien como guías del personaje soñador que es en
realidad el narrador en primera persona que se corresponde con el autor del
relato. Del repertorio de figuras alegóricas sobresale la de España como
matrona doliente encadenada bajo la dominación del ejército francés. El
sentimiento patriótico frente a la tropelía francesa se presenta como la base
del análisis temático de los sueños de los dos primeros años del periodo
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estudiado, mientras que la aprobación de la libertad de imprenta a finales de
1810 y la consiguiente multiplicación y diversidad de publicaciones, hace
que la temática, sin abandonar el patriotismo, se centre a partir de entonces
en la situación política interna marcada por la dialéctica entre liberales y
absolutistas, la firma de los primeros decretos y el debate constitucional. Es
ahí, en el tratamiento de las preocupaciones y los miedos de los ciudadanos,
en la irrupción de la actualidad que pide la modernización de imágenes en
los sueños, donde Martínez Baro encuentra la clave de la pervivencia del
género y de la renovación de sus materiales y estructuras. Ofrece, a modo
de epílogo, un breve panorama de las ficciones oníricas de los años
inmediatamente posteriores al periodo estudiado, cuando la libertad de
quienes soñaban se vio amenazada con la llegada de Fernando VII.
Martínez Baro demuestra convincentemente cómo y por qué el sueño
literario pervive en el periodo 1808-1814 y cómo los soñadores, haciendo
uso de la libertad creativa, supieron utilizarlo como vehículo de sus
inquietudes adaptando moldes y estructuras heredados del pasado a una
realidad nueva que exigía su renovación y a la vez garantizaba su
supervivencia.
∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂
Helmut C. Jacobs. The Bolero and the Fandango. A European
Success Story. CD Album produced by ES-DUR, 2015.
David T. Gies
University of Virginia
This new CD, with liner notes by Helmut C. Jacobs, who also records
the major accordion lines, brings together seventeen boleros and fandangos
from the Spanish eighteenth and mid-nineteenth centuries. Jacobs (a
professor at the University of Duisberg-Essen) has already published work
(recordings and scholarly material) on eighteenth-century music. His
dissertation from 1987 dealt with Literatur, Musik und Gesellschaft in Italien und
Österreich in der Epoche Napoleons und der Restauration. Studien zu Giuseppe
Carpani (1751-1825) and in addition, he is the author of Belleza y buen gusto:
las teorías de las artes en la literatura española del siglo XVIII (2001), Giuseppe
Parini (1729-1799) en el pasado y en el presente: la recepción de un poeta italiano en
España (2011) and El sueño de la razón. El 'Capricho 43' de Goya (2011). His
main interests, however, include the music of the Enlightenment. Here, he
brings to life the passionate rhythms that in many ways were precursors of
what has become known as the prototypical Spanish music: flamenco. As
Jacobs notes, "In the eighteenth century the fandango was a popular dance
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in all regions of the Iberian peninsula, and to the travellers from abroad it
appeared as a liberal, almost erotic dance in which the common people felt
free from the often too restrictive social or religious conditions" (12). We
can hear that popularity and eroticism in Jacobs' renditions of the various
pieces (there are 17 track recordings on the CD, nearly a full hour of
music). The bolero, as "a modification of the seguidilla," likewise drew
popular attention with its rapid rhythms, frequently accompanied by the
snapping syncopated clicks of castanets. Eventually, it outpaced the
fandango in popularity, and both dances declined in use following the War
of Independence; then, rediscovered by nineteenth-century composers
(Ravel among them), they enjoyed a renaissance.
Jacobs had recorded a CD of fandangos in 2011, drawn from longforgotten manuscripts. Here, with the addition of the boleros, he adapts
the originals —written for keyboard— for the accordion: "All pieces
recorded here has been realised true to the original (without changing the
tone pitches or their structure) on a free-base accordion with chromatic
button manuals on either side, allowing the use of all five fingers on each
hand" (15). He provides some information on the authors of each work
(where known; many are anonymous).
The music is lively and beautiful, and the execution well worth listening
to.
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∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂
María de las Nieves Robledo. El senador megicano ó carta de Lermin
á Tlaucolde. Ed. Nancy Vogeley. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana
/ Vervuert / Bonilla Artigas, 2014.
Catherine M. Jaffe
Texas State University, San Marco
With her edition of María de las Nieves Robledo’s 1836 epistolary
novel, El senador megicano ó carta de Lermin á Tlaucolde, Nancy Vogeley, author
of Lizardi and the Birth of the Novel in Spanish America (2003) and The
Bookrunner: A History of Inter-American Relations. Print, Politics, and Commerce in
the United States and Mexico (2011), makes another significant contribution to
our understanding of early nineteenth-century transatlantic culture. She
rightly points out in her introduction that this work is a “rareza de la
imaginación femenina” (7) overlooked by scholars of Spanish and Mexican
literature and published at a time when few original novels in Spanish,
especially those authored by women, saw the light of day. Vogeley presents
the work as a formal tour de force in which the author—“[m]ujer,
aristócrata, española-americana” (8)— creates a masculine narrative voice to
present a tale of frustrated love set against the background of Mexican
politics during the early years of its independence from Spain. Count
Lermín recounts in a letter to a Mexican friend exiled in France his political
and sentimental travails in Mexico and later in exile, struggles that mirrored
the political divide in Spain. While Robledo claims in her prologue that
women readers will be entertained and instructed by her work, she adopts
the letter format to avoid the stigma of calling her work a “novel” and uses
a masculine narrative voice to comment on the tumultuous political
situation of her day. Like her narrator Lermín, Robledo was forced to leave
Mexico when the new government expelled the Spanish elite in 1828-29.
Published in 1836 by the Colegio de Sordo-Mudos in Madrid, which was
founded in 1805 by the the Sociedad Económica de Amigos del País, the
novel also presents intriguing evidence for the history of the book and the
history of reading.
Vogeley divides her informative introduction into five sections: the
identity of Robledo; the role of the publishing house in Madrid; the portrait
of 1830’s Mexico and Spain presented in the novel; the novel’s formal and
thematic innovations; and the potential reading public. Robledo, born in
Guatemala, was from a distinguished family of Spaniards living in Mexico.
She represents the class of aristocratic emigrés who identified not only with
Spain but also with a cosmopolitan, international elite that assimilated
relatively easily to life in exile. Robledo’s admiring evocation of Mexican
scenery and society offers a unique, transatlantic perspective that does not
adhere to traditional definitions of the realist or costumbrista national novel,
which may account for the relative oblivion into which the novel fell.
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Reseñas
Vogeley asserts that Robledo represents “otro tipo de novelista español,
quien no buscaba su inspiración en localismos nacionales y regionales, ni en
historias burguesas y campestres, sino en experiencias y preocupaciones
internacionales propias de una clase aristocrática” (15). Robledo’s
representation of scenes and events in Mexico echo events in Spain.
Factions in Mexico were divided by class, with the Spanish-supporting
nobility and rich landowners opposing the lower classes who resented the
former colonial privileges, while in Spain moderates and conservatives
quarreled over the succession to the throne, the power and property of the
Church, and Spain’s relation to its former colony. Due to her transatlantic
perspective, Robledo resisted the Spanish tendency to dehumanize the
indigenous population.
∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂
Ángela Gracia Menéndez. Gaspar de Jovellanos. Crítico, reformador
y humanista ilustrado. Bern, Switzerland: Peter Lang, 2015.
Matthieu P. Raillard
Lewis and Clark College
The figure of Gaspar Melchor de Jovellanos looms large over the
Spanish eighteenth century, due in no small part to his vast and varied
literary production. One of Spain's foremost polymaths, Jovellanos' writing
runs the gamut from theater and poetry to political, historical and literary
criticism. His output did not stop there: as Gracia Menéndez highlights in
this volume, Jovellanos also engaged with linguistic, legal, pedagogic,
cultural and social issues. The author has researched and published
extensively on Jovellanos, and her previous monograph, Las ideas lingüísticas
de Gaspar de Jovellanos (Fundación Foro Jovellanos, 2008), focused on one of
the least-studied areas of Jovellanos studies: his linguistic contributions.
This current volume takes a much broader approach, and promises the
reader an overview of Jovellanos' critical thought and philosophy across
disciplines. As I explain below, the far-ranging focus of this book is
perhaps a bit too ambitious, and the author's thesis is problematically vague:
"pretendo centrarme en aquellos escritos jovellanistas que tienen relevancia
desde el punto de vista de su actitud crítica que se caracterizan por hacer
sugerencias concretas en cada campo" (2-3). This is a very tall order,
considering that Jovellanos wrote on myriad topics, across many disciplines,
moving with ease from a work on botany to a proposal for agrarian reform
before finishing with a bucolic, Neoclassical epistle.
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Criticism, as both concept and practice, provides the central thematic
focus of this study, as well as its organization. Gracia Menéndez divides
this book into eight short chapters (on average 15-20 pages each), framed
by a brief introduction and conclusion. In addition to a bibliography, the
volume also includes an index, which is a welcome feature in a work of this
nature. The author follows Maravall and Flecha Andrés' postulates that
crítica can be divided into three basic categories (juicio, procedimiento and
aplicación) and promises to focus on the "implicaciones que tuvieron sus
observaciones sobre todo desde el punto de vista metodológico" (16).
After a first chapter devoted to a (perhaps unnecessary) review of
Enlightenment thought and to defining the notion of "crítica" that drives
this book, each subsequent chapter focuses on a specific locus of
Jovellanos' critical efforts: literary, historical, political and social. This
organization offers the reader a comprehensive and far-reaching amount of
information, but the author moves quickly from one discipline to the
next—sometimes too much so— and the disparate length of chapters
results in an uneven depth of analysis. Chapter three, for example, is
devoted to the very pertinent concept of history, yet the author dedicates a
mere eleven pages to covering both the study of history in Spain and
Jovellanos' theory of history. Chapter six, however, "Extensión del
empirismo a la filología y aportación a la lingística," is almost four times
longer, and offers a detailed study of Jovellanos' contributions on linguistics
and lexicography. This chapter clearly reflects the author's interests and
expertise, and it is not surprising to learn that it has previously been
published as a standalone study in Revista de lexicografía. While this is not an
unusual practice in monographs, it does explain the uneven quality of this
book. One cannot help but feel as if the breadth of this volume might not
be too ambitious, and precludes deeper analysis of the many subjects
promised in the table of contents.
Similarly, the scholarly framework offered by Gracia Menéndez's will
surprise many Hispanists due to its choices and especially its omissions. As
an example, chapter two, "Crítical textual," would seem to be of crucial
importance, in that it promises to focus on the notion of textual criticism
(hermeneutics, specifically) in the eighteenth century, as well as Jovellanos'
own brand of literary criticism. Drawing heavily on German scholarship,
the author offers a very brief overview of hermeneutics and criticism in
Germany and England, yet surprisingly fails to offer any substantive
account of reading practices in Spain in Jovellanos' time. An entire body of
scholarship goes unmentioned (Álvarez Barrientos, Álvarez de Miranda,
Checa Beltrán, López and many more come to mind), and at ten pages
long, this chapter feels more like an introduction than any serious
examination of textual criticism in eighteenth century Spain and in
Jovellanos' writings. Similarly, chapter eight, devoted to his "Crítica a la
sociedad y a las costumbres," offers little besides a rapid review of
Jovellanos' best-known works (El delincuente honrado, for example), and what
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Reseñas
might have been an interesting and promising section on Jovellanos'
thoughts on women is dispatched in a summary four pages.
The author is clearly in her element when discussing language and
linguistics, and as such it is not surprising that chapters touching on these
topics (six and seven) are the strongest and most original. The total body
of work produced by Jovellanos is, however, simply too large for Gracia
Menéndez to cover and engage with critically, and while her reflections are
thoughtful and articulate, readers will often find themselves wishing she had
spent more time on less material. In spite of its shortcomings, many
scholars will find this volume a worthwhile contribution to Jovellanos
studies, particularly the aforementioned chapters on philology and
linguistics.
∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂
David-Félix Fernández-Díaz. Hermógenes contra Talía. M oratín en el
teatro español (1828-1928). Madrid / Frankfurt am Main:
Iberoamericana / Vervuert, 2015.
José Luis González Subías
Doctor en Filología Hispánica
La revisión y el estudio de los grandes autores y obras de la literatura
universal proporcionan una continua fuente de publicaciones y, en
ocasiones, descubrimientos. Nuevas consideraciones y perspectivas, nuevas
voces críticas hacen su aparición, con el tiempo, para alumbrar facetas aún
desconocidas de un determinado tema o para abordar aspectos no
planteados antes en torno a la figura y la obra de un autor.
El profesor David-Félix Fernández-Díaz (University of Virginia at
Wise) ha arrostrado la tarea de acercarse a uno de estos grandes nombres;
en este caso, un granado representante de la literatura en lengua española y,
en concreto, de su teatro. El legado de Leandro Fernández de Moratín,
quien fuera considerado ya antes de su muerte en 1828 el gran reformador
de la escena patria, y su impulsor y conductor hacia la modernidad, es
analizado detalladamente en Hermógenes contra Talía, ingenioso título cuya
pretendida ambigüedad no deja de ofrecer, a un tiempo, un significado
efectivo y claro. Sin necesidad de seguir leyendo el subtítulo que acompaña
y completa al anterior —Moratín en el teatro español (1828-1928)—, ya
sabemos que la obra versará sobre teatro; y, aunque por un momento
pudiéramos pensar tanto en el filósofo como en el célebre orador griego
representante de la retórica, enseguida resonará en nuestra mente la figura
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de don Hermógenes, el personaje inmortalizado por Moratín en La comedia
nueva o El café.
En este excelente y original estudio sobre quien fuera bautizado por la
crítica de su tiempo como “el Molière español”, el Dr. Fernández-Díaz, a
través de una estructuración diacrónica organizada en cuatro capítulos, se
plantea varios objetivos: por un lado, rastrear la huella dejada por Moratín
tras su exigua, aunque muy eficaz y provechosa, aportación al teatro
español, tanto en la escena como en la crítica; en segundo lugar, investigar
las fluctuaciones experimentadas por los conceptos de “influencia” y
“legado”, referidos a la repercusión sobre otros textos del modelo
moratiniano dependiendo del momento histórico; y, por último, aportar,
desde esta perspectiva, un nuevo estudio que complete el panorama crítico
sobre la obra del autor y, por ende, del neoclasicismo teatral ligado a este,
bastante simplificado, por anquilosamiento, con el paso del tiempo. Por
otra parte, todo el libro plantea —y resuelve— un interrogante básico
resumido por el autor con estas palabras: “¿qué se ha dicho de Moratín en
los cien años que siguieron a su muerte?” Las respuestas ofrecidas por
Fernández-Díaz son fruto de —y a la vez constituyen— un apasionante
recorrido por un interesante período de la historia de España que conduce
desde las primeras décadas del siglo XIX hasta bien entrado el XX, en el
que, desde el punto de vista cultural y literario, se sucedieron importantes
épocas, desde el Romanticismo a las Vanguardias. De lo que no deja duda
alguna este periplo —tan importante en sí mismo como las conclusiones a
que conduce— es la importancia de Leandro Fernández de Moratín en la
historia del teatro español y su merecido destacado lugar en el Parnaso de
las letras hispánicas.
No es excesivamente extenso este libro, publicado de manera
impecable —como nos tiene acostumbrados— por la editorial
Iberoamericana-Vervuert, dentro de su colección “La cuestión palpitante”,
dedicada a los siglos XVIII y XIX en España. Sus 283 páginas, repletas de
información muy bien aprovechada —aunque, es justo confesarlo, con
excesivas erratas para una obra de semejante envergadura filológica—, son
una cifra más que suficiente para abordar los objetivos propuestos por el
autor. En ellas asistimos a un pausado y pormenorizado recorrido
cronológico por la historia de la recepción de la huella moratiniana en la
dramaturgia y la crítica españolas, desde la muerte del escritor exiliado en
París, en 1828, pasando por diferentes momentos emblemáticos, como fue
el traslado de su restos a España en 1853, depositados en la madrileña
Iglesia de San Isidro, y su posterior y definitivo traslado al Panteón de
Hombres Ilustres del cementerio de San Isidro, en 1900, para concluir con
la celebración —de tono muy distinto a los homenajes ofrecidos en el siglo
XIX— del primer centenario de su fallecimiento, en 1928. Los primeros
dos capítulos, de los cuatro en que se estructura el estudio, se centran en la
recepción crítica de la obra moratiniana y su influencia en el teatro español
hasta 1834, apenas unos años después de la desaparición del escritor. En
368
Reseñas
ellos se abordan cuestiones diversas, entre las que pueden ser destacadas la
relación del dramaturgo español con Molière, qué se entiende realmente por
“comedia moratiniana” o cuál fue el testigo dejado por aquel en la llamada
“generación moratiniana”, entre otros muchos aspectos de interés. El
capítulo tercero es el más extenso del estudio, sin duda por la extensión del
período que abarca: desde 1835 hasta fin de siglo; y en él asistimos a dos
momentos bien diferenciados en la intensidad del legado e influencia
moratinianos: un continuado y creciente esplendor de su figura y su obra,
manifestado e incrementado en momentos puntuales, como la celebración
del vigésimo aniversario de su muerte, en 1848, o la repatriación de sus
restos en el 53, junto con la continua publicación y reposición de sus obras
a lo largo de esas décadas; para observarse un paulatino desinterés por la
obra del autor en los escenarios —no su estimación como literato y
referente de lo que fue un momento cumbre en la historia del teatro
español—, ya en la Restauración. El último capítulo del libro, dedicado a las
primeras décadas del siglo XX, analiza la repercusión y presencia del legado
moratiniano tanto en las tablas como en la crítica novecentista,
ofreciéndonos, a modo de conclusión, cuál fue el significado de la poética
cómica de Moratín cien años después de su muerte.
En definitiva, un magnífico análisis e investigación de un extenso e
importante período de las letras hispánicas, y un estudio sobre un autor de
primer rango que viene a añadir nuevas perspectivas sobre su obra y su
influencia —o legado— en la historia de la literatura y el teatro en lengua
española.
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Álvaro Molina. M ujeres y hombres en la España ilustrada. Identidad,
género y visualidad. Madrid: Cátedra, 2013.
Aurèlia Pessarrodona
Sabemos que el siglo XVIII español fue un periodo clave para la
construcción de las identidades modernas: gracias por una parte al proyecto
ilustrado que afectó a toda Europa y por otra al cambio dinástico que se
produjo en el contexto español, se pasó de la cosmovisión barroca a la
construcción de un ideal de modernidad que asentó los valores que
configurarán la sociedad contemporánea. Este proceso implicó cambios
profundos en las identidades, tanto colectivas como individuales, creando la
base sobre la cual se sustentan hoy en día.
El presente libro de Álvaro Molina, que parte de su tesis doctoral
defendida en 2012, estudia este proceso a partir de un original punto de
vista que aúna los tres conceptos del subtítulo: identidad, género y visualidad.
DIECIOCHO 38.2 (Fall 2015)
369
Tal como expone el propio Molina, el objetivo del libro es “explicar las
diversas estrategias con las que se visualizó la identidad en este periodo,
atendiendo de forma particular a cómo se definieron las relaciones de poder
entre los sexos, y el modo en que el género determinó no sólo las propias
representaciones iconográficas de hombres y mujeres, sino también las
mismas prácticas discursivas en el arte” (10).
La principal innovación de Molina es su planteamiento transversal
basado en los estudios visuales y de género, algo que en realidad ya está
asentado en otros países hasta el punto de que el siglo XVIII ha sido
denominado el siglo interdisciplinar (véase, por ejemplo, el volumen The
Interdisciplinary Century: Tensions and Convergences in Eighteenth-Century Art,
History and Literature, Oxford: Voltaire Foundation, 2005). Pero la
mentalidad académica española ha sido reacia a incorporarlo, tanto por los
prejuicios que han pesado —y siguen pensando— sobre el setecientos
hispánico como por el encorsetamiento disciplinario —heredero
precisamente del mismo siglo XVIII— que todavía arrastra el mundo
académico en España.
Álvaro Molina, junto con Jesusa Vega, ya había abordado la
construcción de las identidades dieciochescas anteriormente pero
centrándose en los trajes y la moda (Vestir la identidad, construir la apariencia.
La cuestión del traje en la España del siglo XVIII. Madrid: Ayuntamiento de
Madrid, Área de Gobierno de las Artes, 2004). En el presente volumen
Molina amplía el espectro visual dieciochesco para abarcar todas aquellas
manifestaciones, desde grandes obras de arte hasta objetos cotidianos, que
muestran la evolución en la construcción de las identidades dieciochescas y
sus interacciones dentro de los nuevos modos y espacios de sociabilidad.
El libro se estructura en tres partes divididas en capítulos. La primera
parte, titulada “Una nueva identidad. La visualización del cuerpo político”,
trata del papel que cumplió el género en el proceso de construcción de la
nueva identidad nacional a través de la visualización del cuerpo político. En
esta parte se estudian la doble naturaleza —por una parte humana y mortal,
por otra política y eterna— del monarca (capítulo 1), así como el Estado
entendido como cuerpo político —masculino— (capítulo 2) y la asociación
de valores femeninos a la Nación (capítulo 3). Las imágenes seleccionadas
por Molina son testimonios muy elocuentes de los profundos cambios que
durante la centuria sufrieron los conceptos de monarquía, Estado y Nación.
Por ejemplo, en la comparación entre los retratos de Carlos II y su valido
Juan José de Austria (como los de Pedro de Villafranca) y los de Carlos III
o Carlos IV con sus ministros (como la Declaración de guerra a Inglaterra, 1788,
de Gregorio Ferro) se observa la oposición entre el mundo barroco que
considera al valido como sustentador de una monarquía por encima del
mundo terrenal, y la relación, cercana y aparentemente horizontal, entre el
rey ilustrado y sus ministros. Este hecho, junto con la búsqueda de la
expresión de la psicología interior del hombre de Estado (como es el caso
del Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos de Goya), así la imagen femenina de
370
Reseñas
la Nación (por ejemplo, las Alegorías de España e Inglaterra venciendo a Napoleón
de José Maea y Mariano Brandi), pone de manifiesto cómo el concepto
moderno de Nación, que fue desplazando la idea de España como
representación de la monarquía, contribuyó a crear una expresión
sentimental de la nueva comunidad política.
Dentro de este ideal ilustrado era necesario que los hombres y mujeres
fueran útiles a la patria, convirtiéndose así en ciudadanos y ciudadanas. Éste
es el tema de la segunda parte, “Los modelos de género ilustrados. Útiles
ciudadanos para la patria”, donde se analiza el papel de los retratos como
proyección individual de la nueva identidad masculina, identificada con el
hombre de bien, así como medio de representación de personajes ilustres
ejemplificadores de estos nuevos ideales dentro de la patria (Antonio
Carnicero y Bartolomé Sánchez, Retratos de los españoles ilustres, ca. 1791)
(capítulo 4). Asimismo, la iconografía del momento es clara en mostrar la
mujer —acomodada— en su rol de madre y buena esposa dentro de la
familia (capítulo 5), aunque se realcen los talentos intelectuales o artísticos
(Goya, Retrato de María Tomasa de Palafox, marquesa de Villafranca, 1804).
Pero, tal como se expone en la tercera parte del libro “La visualidad de
las apariencias. Prácticas y miradas de la modernidad”, este ideal de
modernidad se convirtió en una arma de doble filo, ya que llevó al
desarrollo de una economía de mercado basada en la apariencia y el lujo con
fuerte influencia de las modas extranjeras, así como una nueva visibilidad
exterior de la mujer en los modernos espacios de entretenimiento —paseos,
tertulias, visitas, teatros, bailes, etc.—, lo cual conformó nuevas formas de
sociabilidad entre hombres y mujeres opuestas al proyecto ilustrado e
incluso moralmente condenables. Tal es el caso de los cortejos (capítulo 6)
o los estereotipos de los petimetres y petimetras, cuyas identidades
“ambiguas” constituían una transgresión del orden “natural” patriarcal
(capítulos 7 y 8).
En esta sugerente última parte no sólo se analiza la clásica iconografía
sobre los paseos y cortejos u objetos cotidianos que manifiestan estas
nuevas prácticas sociales tales como naipes, tarjetas de visita o figurines de
moda, sino que en toda ella resulta clave el mismo concepto de mirar: tal
como indica Molina, es durante este siglo cuando definen las nuevas
prácticas en las formas ver y ser visto, de construir las apariencias y señalar
las identidades en función de la mirada de los demás. Así pues, se desarrolla
un mirar “con criterio” ilustrado, como el del observador —puntualmente
observadora— que reflexiona a partir de lo que contempla en la cotidianidad
circundante, o el de la sátira, que impregnó el teatro breve y los grabados de
la época (como los Caprichos de Goya).
En este sentido resulta muy interesante la reflexión que realiza Molina
acerca del estereotipo del petimetre, blanco habitual de la sátira
dieciochesca: “pese a la superficialidad de las críticas, la configuración del
modelo y la descripción de sus comportamientos son expresivos de conflictos
más hondos en el proceso de construcción de la identidad del siglo” (371,
DIECIOCHO 38.2 (Fall 2015)
371
subrayado mío). Igual sucedería con otros estereotipos dieciochescos menos
analizados en el trabajo, como el del majo, que necesita una revisión urgente
con metodología similar. En efecto, a lo largo de las páginas y de las láminas
analizadas y expuestas —es de agradecer la reproducción de la mayoría de
ellas, lo cual facilita mucho la comprensión del texto—, Molina nos muestra
aquello que subyace bajo las apariencias de las imágenes: una realidad
mucho más compleja con conflictos más hondos, basados sobre todo en la
contraposición de dos mundos, el de la tradición y la modernidad, que se
superponen creando dialécticas sugerentes y sugestivas que anuncian la
crisis del Antiguo Régimen sentando las bases para el Nuevo. Es, en
definitiva, una excelente aportación de cara a hacer más interdisciplinar el
siglo XVIII hispánico, no sólo por la información que proporciona sino
también como modelo metodológico para futuras investigaciones.
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José Checa Beltrán. Demonio y modelo: Dos visiones del legado español
en la Francia ilustrada. Madrid: Casa de Velázquez, 2014.
Ignacio López Alemany
University of North Carolina, Greensboro
Tradicionalmente se ha asumido que la intelectualidad francesa del siglo
XVIII despreciaba y rechazaba casi sin fisuras la totalidad del legado
literario-cultural español por asociarlo tanto a la Inquisición como a un
conjunto de supersticiones pre-civilizadas. Quizá hasta ahora la única
excepción notable dentro de la crítica haya sido la casi desconocida tesis de
Daniel-Henri Pageaux titulada L’Espagne devant la conscience française au XVIIIe
siècle (1715-1789) defendida en 1975 y cuya estela sigue este ensayo de Checa
Beltrán. No obstante, mientras el texto de Pageaux se centra en el estudio
de imágenes de España en la élite dieciochesca francesa, Demonio y modelo
estudia las lecturas de esta misma élite sobre el legado cultural español.
El objetivo de este trabajo no busca revertir la asunción acrítica de ese
rechazo francés generalizado de la cultura española, sino criticarla y
someterla a examen para atemperarla y darle utilidad científica. Es, por
tanto, una tarea lenta que requiere un rastreo documental metódico y
minucioso. Para lograr su meta el autor debe de ir más allá de los philosophes
sobre cuya opinión se ha construido la historiografía tradicional de este
asunto y prestar mayor atención a otros intelectuales –en su mayoría
cercanos al pensamiento enciclopedista, la masonería o el reformismo
moderado– que, aunque críticos con el fanatismo religioso y la cerrazón al
progreso científico, defendieron la aportación cultural española a través de
publicaciones periódicas y otras contribuciones como el Tableau de l’Espagne
372
Reseñas
Moderne y la monumental Bibliotèque Universelle des Romans (1775-1789) donde
quizá se encuentre la más encendida apología de la novela española fuera de
sus fronteras (94-109).
El resultado de la investigación de este libro concluye que quizá más
que de desprecio deberíamos hablar de desconocimiento y desinterés por
un legado cultural que, efectivamente, permanece lastrado por un
imaginario nacional configurado por la leyenda negra, la Inquisición y la
desproporcionada influencia de la Iglesia. No obstante, en este ensayo
también descubrimos importantes excepciones y, conforma avanza el siglo,
muestra un creciente interés y respeto por la contribución española al
sustrato cultural común de Europa.
Un episodio referido en este ensayo es, sin embargo, sintomático del
desequilibrio de la balanza de interés mutuo entre Francia y España durante
este tiempo. Cuando las Mémoires de Trévox publican en 1742 un trabajo
sobre “las cosas literarias de España,” Ignacio Luzán responde casi de
inmediato con la publicación de una Carta (1743) dirigida a estos propios
memorialistas francesas, los cuales no tienen conocimiento de este escrito
sino hasta tres años más tarde, en 1747 (53).
Sin lugar a dudas el capítulo más fascinante y de mayor calado teórico
del libro es el que lleva el título de “Interferencias.” En esta larga sección
Checa Beltrán identifica tres ejes que determinan o interfieren en los juicios
que un individuo o una nación hacen de los logros culturales foráneos: la
ideología, el nacionalismo y el canon estético. De esta forma, por ejemplo,
mientras los philosophes partirían de un prejuicio ideológico que los
predispondría contra una España que asociaban con el fanatismo y el
atraso, los intelectuales moderados, por el contrario, tendrían una
disposición más favorable para recibir el legado cultural español debido a la
sintonía política y diplomática entre ambas naciones (111-12). A su vez, esta
sintonía diplomática y los varios “pactos de familia” entre ambas
monarquías naturalmente también constituirían una interferencia en la
recepción y valoración de lo español en una época en la que se llega a hablar
de un sentimiento de “nacionalismo francoespañol” (125) dentro del cual
España es un satélite asociado (aliado) de Francia. El último eje de
interferencias sería el evidente antagonismo de los cánones estéticos de
ambos países. Mientras Francia sostiene un clasicismo que se considera un
rasgo de identidad nacional, el canon español prima una estética barroca
que los franceses consideran propia de “gente poco refinada” (139) y que,
por consiguiente, a ojos de sus mayores detractores, condena cualquier
aportación cultural venida de España. Otros, sin embargo, buscan
estrategias para evitar estos obstáculos y salvaguardar su posición
proespañola. Para ello, explica Checa Beltrán, estos críticos utilizarían
distintos mecanismos conciliadores tales como la alabanza y consideración
de los autores más clasicistas como los mejores representantes de la
literatura española; la negación del universalismo del clasicismo francés y
defensa de una mayor flexibilidad de las normas estéticas; la aceptación de
DIECIOCHO 38.2 (Fall 2015)
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la “diferencia” y exotismo español; la traducción (o refundición) de los
textos barrocos adaptándolos al gusto estético francés y, por, último, la
confrontación de los textos españoles con los modelos clásicos
grecorromanos en lugar de los franceses para evitar el enfrentamiento
directo.
Por último, el libro se cierra con un capítulo dedicado a las dificultades
de la España dieciochesca para comunicar sus avances tanto a Francia como
al resto de Europa para tratar de romper los prejuicios que les impedían ver
en la España borbónica una nación reformista y moderna que había roto
con el pasado oscuro del decadente imperio de los austrias.
El lector de esta reseña habrá podido comprobar que este libro no
busca provocar un brusco cambio en el rumbo de la historiografía
tradicional sobre el modo en que Francia recibió el legado cultural español
en el siglo XVIII. Por el contrario, se trata de un trabajo que sin falsas
pirotecnias busca precisarla y puntualizarla para demostrar que la supuesta
demonización del legado cultural español no fue tan generalizada ni tan
negativa como se había pensado, sino que convivió con una corriente que
apreciaba y admiraba algunas contribuciones españolas a la cultura europea,
especialmente en el teatro y la novela. Este trabajo abre así una nueva vía de
investigación que nos permite intuir unas relaciones culturales más
complejas de lo que inicialmente creíamos y en las que las publicaciones
periódicas, las relaciones diplomáticas y la sintonía entre los reformistas
moderados a ambos lados de los Pirineos habrían jugado un papel
relevante. El que el ensayo haya sido publicado por la Casa de Velázquez es,
sin duda, un gracioso guiño histórico, pero también es un testimonio
tangible de la pervivencia de esa sintonía y afinidad entre ambas naciones
hoy.
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Reseñas
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