EL REALISMO DEL LENGUAJE EN LA CASA DE BERNARDA ALBA En la obra encontramos con frecuencia vulgarismos, es decir, incorrecciones lingüísticas que son propias de hablantes con escasa formación o bien comunes en la lengua oral. Aparecen sobre todo en boca de Poncia, pero en algunos casos también están presentes en las intervenciones de otros personajes, como Bernarda. Ejemplos de vulgarismos: - - - - Infinitivos con valor de mandato en lugar del imperativo: “Sentarse”, “Andar a vuestras cuevas”, “¡Contestarme!”, “Descolgarla” (ojo: si lleva delante preposición el infinitivo es correcto, como en “¡A callar!” o “¡Para matarla!”). Laísmo: “La quedan cinco hijas…”. Queísmo: “Haceros cuenta que hemos tapiado…”, “Ten cuidado que no se acerque al pozo”, “No tengas miedo que se tire”, “Avisad que den dos clamores de campanas”… Uso de “le” en lugar de “les” para un CI plural: “Dale a los hombres” Anteposición del artículo al nombre propio: “En el primer responso se desmayó la Magdalena”. Expresiones vulgares: “Gori-gori” es una voz onomatopéyica con que vulgarmente se alude al canto fúnebre. También se emplea “compaña” por “compañía” (“La noche requiere compaña”). Apócope típica del habla rural: “la tercer sábana” en lugar de la “tercera”. Con respecto al léxico, hay algunos ejemplos de andalucismos. Es cierto que es complicado para vosotros saber qué palabras son típicas de Andalucía. Son ejemplos de andalucismos: “Por tus marjales y arboledas”, “No seas como los niños chicos”, “Puede ser un volunto mío” (presunción sin base), etc. La alusión a Tronchapinos, que fue un sacristán de Granada, también es realista, al igual que la referencia al viudo de “Darajalí”, que al parecer es un lugar cercano a Fuente Vaqueros. Aportan también sensación de realidad todas las expresiones propias del habla rural y campesina, relacionadas con las labores del campo (“gañanes”, “caballo garañón”, “yunta”, “uncir los bueyes”, “costales de trigo”…), con la costura (“manteruelos de cristianar”, “embozos”, “camisones de Holanda”…), con las festividades (“carrañacas”), con los ritos religiosos (“dineros para responsos”) y cualquier palabra de la vida cotidiana: “La he abierto la orza de chorizos”, “Entra y llévate también un puñado de garbanzos”, “Échales una copa de aguardiente”, “Me llegué a ver si habían puesto las gallinas”… Otro rasgo que aporta realismo y expresividad a la forma de hablar de los personajes es la abundancia de frases hechas y expresiones coloquiales que emplean: “Por la puerta se va a la calle”, “Menos gritos y más obras”, “Que salgan por donde han entrado”, “ir con el anzuelo detrás de alguien”, “están ya en edad de merecer”, “se chupan los dedos con que esto pase”, “¡… para que no tiren al monte!”, “poca guerra te dan”, “Enrique Humanes estuvo detrás de ti”, “La suerte viene a quien menos la aguarda”, “El dinero lo puede todo”, “Por un oído me entra y por otro me sale”, “Yo dejo que el agua corra”, “Déjame en paz”, etc. El mismo efecto producen los refranes: “más vale onza en el arca que ojos negros en la cara” (inventado por Lorca) o “Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita”. El rezo también aporta sensación de realismo, al igual que la canción que entonan los segadores, buen ejemplo de literatura popular y oral. Ambos están inventados por Lorca. Los abundantes insultos que se intercambian las mujeres en la obra también son un rasgo lingüístico que se puede relacionar con el realismo del lenguaje, aunque algunos son muy poéticos (“Sembradura de vidrios”). Aportan realismo insultos como “dulzarrona”, “untosa”, “oledora”, “pérfida”, “marrana”, “ladrona”, “dominanta”… Con respecto a “yeyo” es una palabra del argot familiar de los Lorca con la que se referían a las mujeres demasiado maquilladas. También se pueden proponer como ejemplo de lenguaje coloquial las amenazas y maldiciones, como “¡Mal dolor de clavo le pinche los ojos!”, así como las insinuaciones, los dobles sentidos y las insinuaciones obscenas (“¡Otra cosa hacía polvo yo!”). En otras ocasiones el realismo se manifiesta por la presencia de rasgos propios de la lengua oral, como el uso de un léxico poco preciso (“¿Ya sabéis la cosa?”, “traerle no sé qué cosa de la tienda”, “hace años vino otra de estas”, “los hombres necesitan estas cosas”, “No sé qué te diga”…), de onomatopeyas (“Chissssss”, “Meeee”, “Tin, tin, tan”…), de fórmulas fijas de saludo o despedida (“¡Alabado sea Dios!”, “Buenas noches nos dé Dios”, “¡Vaya usted con Dios!”) o de interjecciones que se relaciona con la función expresiva (“¡Por Dios!”, “¡Ay, qué vida!”, “¡Ah!”, “¡Dios mío!”...). Se emplean también recursos literarios que tienen un claro sabor popular o con una finalidad expresiva. Por ejemplo, se advierte una colocación expresiva de los elementos en oraciones como “Ganado tenemos el sueño”, “Buen descanso ganó su pobre marido”, “Dichosa ella mil veces que lo pudo tener”, “Treinta años lavando sus sábanas…”, etc. Por otra parte, son ejemplos de comparaciones populares las siguientes: “Tu madre es fuerte como un roble”, “duermo como un tronco”, “Igual que si hubiera pasado por ella una manada de cabras”, “hago las cosas sin fe pero como un reloj”, “siempre cabeza con cabeza como dos ovejitas”, etc. Y podemos considerar hipérboles expresivas propias de la lengua coloquial algunas como: “Se me salía el corazón por la boca”, “Que Dios me mate si miento”, “me arrancará los pocos pelos que me quedan”, “no te importa que está cien años con Angustias”, etc. Si no encontráis ninguno de esos rasgos, pueden serviros para ilustrar la “realidad” de los diálogos el empleo de frases cortas, inacabadas, con elipsis, exclamativas… En definitiva, casi todas las frases que os pueda parecer verosímil que se pronuncien en una conversación real.